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Nuevas perspectivas de investigación

en Historia Moderna: Economía, Sociedad, Política y Cultura en el Mundo

Hispánico

Mª Ángeles Pérez Samper y José Luis Betrán Moya

(eds.)

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ISBN: 978-84-949424-0-2

© Los autores

© De esta edición: Fundación Española de Historia Moderna, Madrid, 2018.

Editores: Mª Ángeles Pérez Samper y José Luis Betrán Moya.

Colaboradores: Alfonso Calderón Argelich y Francisco Fernández Izquierdo

Fotografía de cubierta: Vista de Barcelona, de Anton van den Wyngaerde (1535).

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Créditos

DIRECTORES

María Ángeles Pérez Samper • José Luis Betrán Moya

SECRETARIOS

Alfonso Calderón Argelich • Iván Jurado Revaliente • María Aguilera Fernández • Ricard Torra Prat

• Cristian Palomo Reina • Diego Sola García • Isaac García-Oses• Iván Gracia Arnau

COMITÉ CIENTÍFICO

Dr. Eliseo Serrano Martín (Universidad de Zaragoza) • Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) •

Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Virginia León

Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) • Dr.

Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dr. Manuel Peña Díaz (Universidad de

Córdoba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad

Autónoma de Barcelona) • Máximo García Fernandez (Universidad de Valladolid) • Antonio Jiménez Estrella

(Universidad de Granada)

COMITÉ ORGANIZADOR

Ricardo García Cárcel (UAB) • Doris Moreno Martínez (UAB) • Bernat Hernández Hernández (UAB) •

Jaume Dantí Riu (UB)

EVALUADORES

Dra. Rosa María Alabrús Iglesias (Universidad Abad Oliba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de la

Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dra. Mónica Bolufer Peruga

(Universidad de Valencia) • Dr. Miguel Ángel de Bunes Ibarra (CSIC) • Dr. Juan Jesús Bravo Caro

(Universidad de Málaga) • Dr. Manuel F. Fernández Chaves (Universidad de Sevilla) • Dr. Máximo García

Fernández (Universidad de Valladolid) • Dra. María Soledad Gómez Navarro (Universidad de Córdoba) • Dr.

Ricardo García Cárcel (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. José Ignacio Gómez Zorraquino

(Universidad de Zaragoza) • Dr. Miguel Fernando Gómez Vozmediano (Universidad Carlos III) • Dr. Juan

Hernández Franco (Universidad de Murcia) • Dr. Manuel Herrero Sánchez (Universidad Pablo de Olavide) •

Dr. Juan José Iglesias Rodríguez (Universidad de Sevilla) • Dra. María del Carmen Irles Vicente (Universidad

de Alicante).Dr. Josep Juan Vidal (Universidad de Mallorca) • Dr. José Manuel Latorre Ciria (Universidad de

Zaragoza ) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dra. Mª Victoria López-

Cordón Cortezo (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz

(Universidad de Granada) • Dr. Roberto López Vela (Universidad de Cantabria) • Dr. Tomás Antonio

Mantecón Movellán (Universidad de Cantabria) • Dr. José Martínez Millán (Universidad Autónoma de

Madrid) • Dr. Miquel Àngel Martínez Rodríguez (Universidad de Barcelona) • Dr. Miguel Ángel Melón

Jiménez (Universidad de Extremadura) • Dr. Juan Francisco Pardo Molero (Universidad de Valencia) • Dr.

José Pardo Tomás (CSIC) • Dra. María José de la Pascua Sánchez (Universidad de Cádiz) • Dr. Manuel Peña

Díaz (Universidad de Córdoba) • Dr. María José Pérez Álvarez (Universidad Autónoma de Madrid) • Dr.

Rafael M. Pérez García (Universidad de Sevilla) • Dra. María Ángeles Pérez Samper (Universidad de

Barcelona) • Dr. Juan Postigo Vidal. (Universidad de Zaragoza) • Dra. Ofelia Rey Castelao (Universidad de

Santiago de Compostela) • Dr. Manuel Rivero Rodríguez (Universidad Autónoma de Madrid) • Dr. José

Javier Ruiz Ibáñez (Universidad de Murcia) • Dr. Porfirio Sanz Camañes (Universidad de Castilla - La

Mancha) • Dra. Margarita Torremocha Hernández (Universidad de Valladolid) • Dr. Xavier Torres i Sans

(Universidad de Girona) • Dra. Susana Truchuelo García (Universidad de Cantabria).

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«Lazos de guerra y oro: el cimarronaje como elemento de unión entre la Corona española y Tierra

Firme en el siglo XVI»

«Bonds of war and gold: maroonage as a linking element between the Spanish Crown and Tierra Firme in the 16th century»

Marta Hidalgo Pérez

Universitat de Barcelona

RESUMEN:

Con la conquista del istmo panameño, la Corona española se hizo con el control de «la llave» de las Indias. De este modo, el istmo se convirtió en el punto más estratégico de ultramar, pues toda la riqueza del Perú lo cruzaba de sur a norte a través del Camino Real con destino a España. En este contexto, el cimarronaje pronto se alzó como una de las principales amenazas a la seguridad y economía del reino durante todo el siglo XVI; los ataques de los cimarrones -después aliados con corsarios- en el camino y en las principales ciudades concentraron los esfuerzos y los recursos de las autoridades coloniales. La importancia de éste fue tal que atrajo la atención -y preocupación- de los sucesivos monarcas, quienes, físicamente ausentes, estuvieron muy presentes a través de sus reales cédulas y disposiciones. Así pues, como consecuencia del peligro en el que se encontraba la economía y seguridad del reino, las dos orillas -la española y la panameña- fueron conectadas. Esta comunicación tiene como principal objetivo analizar las relaciones y estrategias políticas entre la Corona y Tierra Firme en un contexto de guerra contra el cimarronaje desde una perspectiva atlántica, mediante la cual ambos territorios -metrópolis y colonia- quedaron unidos por una serie de relaciones políticas y económicas. Esto nos llevará a afirmar que el cimarronaje supuso un fenómeno clave y definitorio de la historia colonial del istmo panameño durante el siglo XVI y que su historia no fue solo panameña, sino también atlántica.

PALABRAS CLAVE:

Panamá, cimarronaje, política colonial, siglo XVI.

ABSTRACT:

With the conquest of the Isthmus of Panama the Spanish Crown took control of the «key» of the Indies. In this way, the isthmus became the most strategic place beyond the Atlantic, since all the wealth of Peru crossed it from south to north through the Camino Real with direction to Spain. In this context, the maroonage soon became one of the main threats to the security and the economy of the Spanish kingdom throughout the sixteenth century; the attacks of maroons -who were also allies of the corsairs- took the attention and all the efforts -as well as resources- of the colonial authorities. Maroonage was so important that it attracted the attention of the Spanish kings and it was a concern for them, who, physically absent, were very present through their reales cédulas and orders. Thus, due to the danger to the economy and security of the kingdom, the two shores -the Spanish and the Panamanian one- were connected. The main objective of this paper is to analyse the relations and political strategies between the Crown and Tierra Firme in a context of war against the maroonage from an Atlantic perspective, by means of which both territories -metropolis and colony- were connected by political and economic relations. This will lead to affirm that maroonage was a key and defining phenomenon of the colonial history of the Isthmus of Panama during the sixteenth century and that its history was not only a Panamanian but also an Atlantic one.

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«Lazos de guerra y oro: el cimarronaje como elemento de unión entre la Corona española y Tierra Firme en el siglo XVI»

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KEYWORDS: Panama, maroonage, colonial politics, 16th century.

Introducción: La Corona española se hace con «la llave del Nuevo Mundo»

Desde finales del siglo XV, a raíz de la constatación de la existencia de un Nuevo

Mundo en ultramar, el océano Atlántico atrajo la atención de la política geoestratégica de la

época y se vio en su repartición una oportunidad de asegurar el próspero futuro de aquel

reino que se hiciera con su control. El 4 de mayo 1493 se había expedido la bula del Papa

Alejandro VI por la cual la Corona española sería la dueña de todas las tierras al oeste del

meridiano fijado1 y un año más tarde se firmó el Tratado de Tordesillas entre la Corona

española y portuguesa nuevamente dividiendo el Atlántico2.

Con la llegada al nuevo continente por parte de los europeos, se inició un proceso de

conquista y colonización a través del cual se extendió el poder de la Corona española por

los nuevos territorios de ultramar, incrementando así su influencia e importancia en la

geopolítica de la época. Sus deseos expansionistas y la idea de encontrar un camino más

corto hacia las islas de las especies, llevaron a ésta a autorizar viajes al Nuevo Mundo con el

fin de explorar y conquistar el territorio que había sido avistado por Cristóbal Colón en

1492.

En aquella época de colonización de nuevas tierras al otro lado del Atlántico, los Reyes

Católicos, el día que firmaron la licencia de exploración a Rodrigo de Bastidas, haciéndose

pública el 5 de junio de 15003, habían firmado con ella sin saberlo el descubrimiento de las

costas atlánticas del istmo panameño al año siguiente, lo que supondría el inicio de lo que

acabaría siendo la conquista de su territorio más estratégico. Un año después, en 1502,

Cristóbal Colón, en su cuarto viaje, recorrió aquellas costas y divisó más extensión del

territorio costero panameño, continuando la labor que había empezado Bastidas. Además,

se dio cuenta de que aquella tierra conformaba un istmo4 y en él, según lo relatado por los

naturales de la tierra, se encontraba el preciado metal del cual hablaban tanto los españoles5.

Sin embargo, el oro de las minas de Veragua, la región aurífera del istmo, no sería lo

más importante del descubrimiento de aquella tierra. Al proseguir su viaje por las costas del

istmo, la tormenta azotó los navíos de Colón de forma muy violenta, por lo que tuvo que

resguardarse en un puerto que bautizó con el nombre de «Puerto bello»6. En aquel

momento, el conquistador no sabía que, en el futuro, aquel puerto adquiriría tal

importancia que en él se celebrarían en el siglo siguiente importantes ferias comerciales y la

1 Bula papal «Inter Caetera divine maiestatis beneplacita opera (II)» de Alejandro VI. Archivo General de Indias [AGI], Patronato,1,N.3,R.1 2 Esta nueva línea imaginaria se situaba más al oeste -concretamente a 370 leguas de las islas de Cabo Verde- que la fijada por la bula papal, a fin de evitar conflictos de intereses entre la Monarquía hispánica y el Reino de Portugal. 3FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, MARTÍN: Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1829, pp.271-274. 4CASTILLERO CALVO, ALFREDO: Historia general de Panamá, Panamá, Comité Nacional del Centenario de la República, 2004, p.90 5 Colón, Cristóbal: Relaciones y cartas de Cristóbal Colón, Madrid, Viuda de Hernando, 1892, pp.366-367. 6SOSA, JUAN B. y ARCE, ENRIQUE J.: Compendio de historia de Panamá. [Panamá], Lotería Nacional de Beneficencia, 1971, p.143.

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ciudad que llevó su nombre se convertiría desde su fundación en 1597 en la puerta atlántica

de las Indias.

Una vez acabada la guerra en Nápoles, en la que salió victoriosa la Corona española, el

rey Fernando retomó la empresa de la conquista de Tierra Firme7. Así pues, a la de Colón

le siguieron las expediciones de Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa iniciadas en 15098;

éste último daría el nombre a la posterior ciudad colonial de Nombre de Dios, punto

terminal y clave del istmo durante todo el siglo XVI. El descubrimiento de Tierra Firme

supuso «un giro en la política indiana»9, pues el territorio ofrecía grandes y nuevos

beneficios para la monarquía hispánica. Sin embargo, fue Vasco Núñez de Balboa el

responsable del descubrimiento más importante para la Corona en su nuevo territorio de

ultramar.

La fecha clave que marcaría la historia colonial del istmo sería el año de 1513, cuando el

conquistador español divisó por primera vez el Mar del Sur. Balboa pudo culminar la

empresa que había iniciado Colón en su cuarto viaje, cuando, según relata el cronista

Fernández de Oviedo, éste fue «á buscar el estrecho quél deçia que avia de fallar para passar

a la mar austral; en lo qual se engañó, porque el estrecho quél pensaba ser de mar, es de

tierra»10. El rey, en su real cédula del 12 de marzo de 1517, respondiendo a la carta enviada

por Balboa en la que anunciaba el gran descubrimiento11, confesaba «lo mucho que [había]

holgado de ver [sus] cartas y en saber las cosas que [había] descubierto en esas partes […]

alla mar del sur y del golfo de Sant Miguel»12. La Corona aprovechó la epístola para

agradecerle al conquistador sus servicios e informarle de la futura llegada de Pedrarias

Dávila, el que se convertiría no solo en el gobernador de Castilla del Oro, sino también en

su futuro suegro y verdugo.

Desde aquel momento, el territorio conocido como Tierra Firme se convirtió en el

punto más estratégico para la Corona española, pues los dos océanos, el Pacífico y el

Atlántico, fueron conectados a través del Camino Real. Con la conquista y colonización del

istmo panameño, y con el control de las principales vías de comunicación istmeñas entre

los dos océanos, la Corona se hizo con «la llave del Nuevo Mundo»13.

Sin embargo, esa llave requería de portadores encargados del tránsito comercial entre

las dos ciudades terminales: Panamá, en el Mar del Sur, y Nombre de Dios14, en el

Atlántico. De este modo, la mano de obra negra esclava pronto se convirtió en el principal

sustento de la Corona y en la garantía de la circulación a través del istmo. La presencia de

7Ibídem, p.149. 8 Año en que salieron ambas expediciones. Sin embargo, las capitulaciones se firmaron un año antes, en Íbidem, p.150. 9MEDINA ENCINA, PURIFICACIÓN: El Cuarto viaje de Colón: del sueño asiático a la realidad americana, [Madrid], Secretaría de Estado de Cultura, Subdirección General de Información y Comunicaciones, [2002], p.42. 10FERNÁNDEZ DE OVIEDO, GONZALO: Historia general y natural de las Indias (III), Madrid, Real Academia de la Historia, 1855, p.77. 11 Según Carmen Mena, Balboa envió una carta el 12 de marzo de 1514 al rey informando de su descubrimiento. MENA, Mª DEL CARMEN: La sociedad de Panamá en el siglo XVI, Sevilla, Publicaciones de la excma. Diputación Provincial de Sevilla, 1984, pp.31 y 73. 12 AGI, Panamá,233,L.1,ff.168r-169r. 13MENA, Mª DEL CARMEN: "Transportes y comunicaciones en América. Panamá “la llave” del Nuevo Mundo", en La formación del espacio histórico: transportes y comunicaciones, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2001. 14 A partir de 1597, Portobelo substituyó a Nombre de Dios como ciudad terminal.

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«Lazos de guerra y oro: el cimarronaje como elemento de unión entre la Corona española y Tierra Firme en el siglo XVI»

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esclavos en las incipientes ciudades y en el sector de servicios fue clave en la configuración

del territorio como punto de tráfico comercial estratégico, pues de los negros arrieros -

junto con el ganado mular- dependía el tránsito de mercancías y tesoros entre los dos

enclaves principales. La economía del reino, por lo tanto, dependía de la mano de obra

esclava.

Paradójicamente, del mismo sustento de la economía del istmo, se originó el

cimarronaje -la huida de esclavos al monte-, su mayor amenaza en Tierra Firme durante

todo el siglo XVI, y, en consecuencia, la «llave» del oro de las Indias corría peligro.

Precisamente, fue esa amenaza uno de los principales lazos de unión entre la metrópolis y

su colonia más estratégica durante toda la centuria.

Lazos de guerra y oro.

El camino del oro

En una real cédula de 1524, el rey Carlos I daba cuentas de haber sido informado de los

avances en la adecuación del camino que unía la ciudad de Panamá con la de Nombre de

Dios, uniendo así los dos mares, el del Sur y el del Norte. En ella, autorizaba a las

autoridades coloniales de aquella tierra a que gastaran de la Real Hacienda hasta 4.000

pesos, pues «el dicho camino hera tan neçesario a la dicha tierra e ymportaba tanto a

nuestro reino y no se quedase por acabar»15. La necesidad de encontrar y crear un camino

para su uso comercial que conectara las dos orillas del istmo pronto se alzó como una de

los principales proyectos de la Corona. Con esa idea en mente, se construyó el Camino

Real, ruta terrestre que unía los dos puertos principales del istmo. Con éste, la monarquía

hispánica implantó una política comercial en el istmo que miraba hacia el exterior y no al

interior, y, en consecuencia, tal y como expone Alfredo Castillero Calvo, la ruta

transístmica «adquirió así un verdadero carácter de enclave, de espacio divorciado de los

demás, o en todo caso ligado a éstos muy débilmente»16.

Aquella ruta, utilizada en un primer momento como vía para el comercio con las islas

Molucas, adquiriría gran importancia con la conquista del Imperio Inca y la explotación de

los ricos yacimientos mineros del Perú. Carlos I necesitaba un camino por donde la plata y

el oro de la Corona cruzaran el nuevo continente, por lo que el istmo panameño se

convirtió en el punto más estratégico. Sin embargo, el Camino Real era muy malo y

dificultoso de transitar, tal y como le habían hecho saber las autoridades coloniales y

cronistas en diversas ocasiones, y esto repercutía negativamente en la carestía de la vida17.

La idea de abrir un nuevo camino se empezó a gestar desde bien temprano, pues la

necesidad de reparaciones y aderezo del Camino Real era continua; de hecho, el cronista

Gonzalo Fernández de Oviedo proponía recurrir al transporte fluvial para pasar fácilmente

la especería18. Así pues, las autoridades coloniales consideraban que «sería mucho menos

costo hazer el camino por el río de Chagre pudiéndose andar con varcas y vergantines hasta

15 AGI, Panamá, 233,L1,ff.346v-347v. 16CASTILLERO CALVO, ALFREDO: Historia general de Panamá, p.373. 17 AGI, Panamá,234,L5, f.16r-v. 18FERNÁNDEZ DE OVIEDO, GONZALO: Sumario de la natural historia de las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1950, p.270.

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la boca del dicho río»19. Además, teniendo en cuenta el avance de la conquista española por

el territorio del Pacífico, se preveía, tal y como suponía el licenciado Gaspar de Espinosa en

su carta al rey del 10 de octubre de 1533, que la afluencia de españoles hacia el Nuevo

Mundo se incrementaría20.

En 1534 diversas reales cédulas cruzaron el Atlántico con el objetivo de tirar hacia

adelante el nuevo proyecto de ruta terrestre y fluvial a través del río Chagre. Aquella vía

supondría muchos beneficios económicos, pues la Corona poseería la exclusividad de su

tránsito. De este modo, se protegería su economía, la cual iba cada vez más en aumento

gracias a los nuevos descubrimientos en el continente. Espinosa, ante la conquista del Perú,

sugería en 1533 esta nueva vía destinada a la actividad comercial entre los territorios

bañados por el Mar del Sur y la metrópolis, no solo por ser más corta, segura y menos

costosa que la ruta por el estrecho de Magallanes, sino, sobre todo, por su carácter

estratégico. El estrecho de Magallanes podía ser «de todos»21, pero, a través del istmo,

Carlos I sería el único dueño y señor de la llave del Mar del Sur22.

El control del mar era la clave. Si la Corona conseguía hacerse con el control del acceso

al Mar del Sur, controlaría la riqueza que circulaba por ésta procedente de las costas

americanas del Pacífico; de ahí que tuviera que tener bajo llave aquel paso a través del

istmo. Aquella nueva ruta sería mixta -terrestre y fluvial23- y complementaria al camino

terrestre que ya existía. Mientras que el Camino Real atravesaba el istmo de sur a norte a lo

largo de 18 leguas y era transitado durante la estación seca, el camino mixto era más largo

pero menos costoso y se podía recorrer durante la estación lluviosa24, durante la cual el

primero era prácticamente intransitable. Sin embargo, al ser la vía terrestre la ruta más

rápida, ésta fue la que se utilizó preferentemente para el traslado del tesoro real, el cual era

conducido mediante recuas de mulas y negros arrieros25.

A pesar de que este camino fue descrito de forma negativa por cronistas y viajeros a lo

largo del siglo XVI, su mal acondicionamiento y la dificultad de su trayecto no fueron los

principales problemas surgidos alrededor de éste. La peligrosidad que lo envolvía fue el

mayor miedo de sus transeúntes. Ésta venía dada por los negros cimarrones que asaltaban

las recuas de mulas que cruzaban el camino y saqueaban los tesoros, ocasionaban muertes y

se llevaban negros esclavos para engrosar sus filas. Se podría decir que el Camino Real fue

el principal objetivo, junto con los núcleos urbanos coloniales, de la actividad depredadora

cimarrona en el istmo. Ésta fue especialmente elevada durante todo el siglo y se convirtió

en una amenaza importante para la economía de la Corona, pues esta última había dejado

de tener el control exclusivo -a nivel práctico- de su ruta más estratégica.

Con el fin de salvaguardar los metales preciosos, las perlas, telas y resto de mercancías

que cruzaban el istmo con destino a Sevilla, las autoridades coloniales llevaron a cabo una

19 AGI, Panamá, 234,L5, f.16r-v. 20MARTÍNEZ CUTILLAS, PEDRO: Panamá colonial: historia e imagen, Madrid, San Marcos, cop. 2006, pp.160-161. 21MARTÍNEZ CUTILLAS, PEDRO: Loc. cit. 22MARTÍNEZ CUTILLAS, PEDRO: Loc. cit. 23 El último tramo, aunque ya fuera del istmo, era marítimo, pues iba desde la boca del río recorriendo la costa hasta la ciudad de Nombre de Dios. 24 De mayo a agosto, especialmente, según el viajero Francesco Carletti, llegado al istmo en 1594. SERRERA, RAMÓN M.: Tráfico terrestre y red vial en las Indias españolas, [Madrid], Ministerio del Interior, D.L. 1999, p.75. 25 Los negros arrieros, sometidos al régimen esclavista, fueron los encargados de guiar las recuas de mulas por el camino terrestre de Panamá a Nombre de Dios.

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«Lazos de guerra y oro: el cimarronaje como elemento de unión entre la Corona española y Tierra Firme en el siglo XVI»

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serie de medidas de protección. Así pues, se instauraron sisas sobre las mercancías entradas

en el puerto cuya recaudación se destinó al aderezo y la seguridad de los caminos. Un

ejemplo fue la sisa establecida en 1534 sobre el pan y el vino, por la cual se pagaba a las

arcas reales un peso de oro por cada pipa de vino y por la carne que entrara en el puerto,

así como medio peso sobre la harina26. Dos años después, mediante una Real Cédula

expedida como respuesta a una petición de la ciudad de Panamá, se autorizó a que parte de

la recaudación de dicha sisa se destinara a la persecución de los cimarrones que asaltaban

las recuas en los caminos27. Además, se destinaron recursos económicos para mantener la

guardia que escoltaría a los mercaderes y a las partidas de búsqueda de cimarrones. A ello se

le sumaría la inversión de oro por parte de la Corona en la construcción de ventas y en el

aderezo de los caminos durante toda la centuria.

La necesidad de recursos económicos fue, precisamente, uno de los temas protagonistas

en las cartas enviadas al monarca. En 1567, éste concedió una prórroga por diez años más

para contribuir con los gastos derivados de la seguridad del camino y la lucha contra el

cimarronaje28. Esto, sin embargo, no se debe entender como un acto de solidaridad de la

Corona, pues los intereses económicos de ésta última eran el principal motivo de su

atención hacia la colonia; y no es de extrañar si tenemos en cuenta que, según Martínez

Cutillas, más del 60% del total de la plata que llegó a la metrópolis durante el último tercio

del siglo XVI había cruzado el istmo29. Por otro lado, desde Panamá no se dejó de pedir

mano de obra esclava al rey para la construcción de los caminos, su mantenimiento y el

buen funcionamiento del tránsito30, aunque, como se ha comentado, en la esclavitud

radicaba el mayor de sus males. A pesar de los esfuerzos, tal y como relatan las crónicas,

relaciones y cartas de la época, la seguridad del camino nunca llegó a hacerse totalmente

efectiva y la guerra para salvar el oro fue continua.

La guerra por el oro

Paradójicamente, del principal sustento de la economía del istmo, la mano de obra

negra esclava, surgió su mayor amenaza. El cimarronaje se dio desde bien temprano31 y fue

en aumento a medida que avanzaba la centuria, siendo especialmente importante entre

1549 y 1582, su periodo álgido32. Durante esos años, éste se convirtió en la mayor amenaza

contra la estabilidad y el orden colonial establecido en el istmo panameño. Primero

Felipillo, esclavo huido de las pesquerías de perlas, lideró una revuelta en 1549 y, aunque

ésta fue sofocada, a éste le siguió Bayano, quien se convirtió en el «rey de los negros», y

posteriormente Luis de Mozambique33. Varios y sucesivos líderes cimarrones guiaron a sus

26 AGI, Panamá,234,L.5,ff.194v-195v. 27 AGI, Panamá,235,L.6,ff.24v-25r. 28 AGI, Panamá 236, L10, f.101 r-v. 29MARTÍNEZ CUTILLAS, PEDRO: Panamá colonial…, p. 364. 30 Un ejemplo es una carta de 1534 de Pascual de Andoya al rey. V.V.A.A.: Colección de diarios y relaciones para la historia de los viajes y descubrimientos, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1944, pp.26-27. 31 En una R.C fechada el 6 de junio de 1521, el rey daba cuentas de estar al corriente del cimarronaje en el istmo y de los problemas derivaos de éste. AGI, Panamá,233,L.1,ff.294v-295r. 32MENA, Mª DEL CARMEN: La sociedad de Panamá en el siglo XVI, p.401. 33 Jean-Pierre Tardieu y Armando Fortune tratan en sus obras la historia y evolución del cimarronaje en Panamá durante el siglo XVI. TARDIEU, JEAN-PIERRE: Cimarrones de Panamá. La forja de una identidad afroamericana en el siglo XVI, Iberoamericana, Madrid, 2009. FORTUNE, ARMANDO: “Los negros cimarrones en

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Marta Hidalgo Pérez

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comunidades en una época de luchas, logrando sobrevivir a la guerra que se había

declarado contra ellos. Además, durante el último tercio de la centuria, entró en escena una

nueva amenaza para los españoles, los corsarios ingleses y franceses, quienes, aliados con

los cimarrones, tenían como objetivo hacerse con el tesoro de la Corona.

El rey, ante tal situación, no podía dejar que su territorio más estratégico se arruinara y

que su tesoro fuera puesto en peligro. Además, tenía que dar respuesta a las numerosas

quejas y peticiones de ayuda por la gravedad de la situación y la falta de recursos tanto

económicos como humanos que le llegaban desde el otro lado del Atlántico. Así pues, se

creó un dispositivo legal con el fin de acabar con el cimarronaje y la Corona y las

autoridades coloniales estuvieron en constante comunicación. Desde la península, tanto

Carlos I como Felipe II expidieron diversas reales cédulas respondiendo a diferentes

estrategias políticas que fueron de la guerra a la paz y viceversa.

Durante la primera mitad de siglo, la Corona intervino inicialmente en el gobierno de

Tierra Firme ordenando y confirmando la promulgación de ordenanzas para el castigo de

los negros cimarrones. El 4 de abril de 1531, la reina, en nombre del rey, quien estaba

ausente de España ocupándose de los asuntos de su nuevo imperio, exigió la elaboración

de ordenanzas. La idea de la reina consistía en que se reunieran las autoridades coloniales

junto con las eclesiásticas para crear un dispositivo represivo en Tierra Firme, el cual ella,

tal y como expresa en su real cédula, esperaría recibir para ver y proveer «lo que más

convenga»34. En su despedida, podemos averiguar que la solución de crear ordenanzas para

combatir el problema del cimarronaje en la zona no era nueva, sino que ya se había puesto

en práctica con anterioridad, pues la reina les pedía que, mientras tanto, guardasen «las que

en concordia de todos hizieredes y están hechas»35.

Así pues, siguiendo la orden real, las dos principales ciudades intentaron controlar la

situación mediante la represión y la política del miedo. Sin embargo, a pesar de las

ordenanzas que se dictaron tanto en Panamá como en Nombre de Dios, el cimarronaje fue

creciendo cada vez más y las partidas militares enviadas para combatirlo fracasaron

continuamente.

Debido a la crueldad de los castigos, cada vez más esclavos se unían a los grupos de

cimarrones. Con el fin de evitarlo y dar una respuesta a las relaciones negativas sobre el

tema que llegaban de ultramar, en 1540 Carlos I decidió suavizar la represión. Por un lado,

prohibió que se recurriera a la castración como método de castigo36 y, además, pidió que

sus súbditos escucharan a aquellos negros libres que eran tratados como esclavos para que

se les pudiera conceder la libertad37. Ese mismo año, el monarca también expidió una real

cédula en la que pedía que se ordenara sobre los malos tratados causados a los esclavos, ya

que «a causa de los malos tratamientos que en esa provinçia han hecho los veçinos della a

los negros esclavos que en sus casas tenían se an ydo e van a los montes»38.

Tierra Firme y su lucha por la libertad”, Revista Lotería, 171, 172, 173 y 174 (1970), pp.17-43, 32-53, 16-40, 46-66. 34 AGI, Panamá,234,L.4,f.128v 35Loc. cit. 36 AGI, Panamá,235,L.7,ff.122v-123r 37 AGI, Panamá,235,L.7,ff.121v-122r 38 AGI, Panamá,235,L.7,ff.117v-118r

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«Lazos de guerra y oro: el cimarronaje como elemento de unión entre la Corona española y Tierra Firme en el siglo XVI»

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La actuación del emperador fue incluso más allá. El 7 de diciembre de 1540 el rey

Carlos I envió por primera vez una real cédula general con una nueva estrategia basada en

el perdón para que se aplicara en todos sus territorios de las Indias39. Sin embargo, todas

estas medidas impulsadas por el emperador no deben entenderse como un acto de

benevolencia, sino como una forma de evitar la huida y con ella la amenaza que se cernía

sobre la economía de la Corona. Al igual que las ordenanzas, éstas tampoco dieron

resultado y durante la segunda mitad de siglo el cimarronaje se había convertido en uno de

los principales problemas para los españoles en Tierra Firme, pues surgieron líderes

cimarrones -primero Felipillo y después Bayano- que hicieron del cimarronaje un

movimiento militarmente organizado40. El rey Felipe II había recibido en herencia una

situación muy inestable al otro lado del océano y ésta amenazaba la seguridad de la

economía del reino. Así pues, se recurrió a la guerra para intentar solventar el problema que

le había dejado su predecesor.

A aquellos negros alzados que asaltaban las recuas de mulas que llevaban el tesoro a

través del Camino Real y atacaban las haciendas y entraban en las ciudades para engrosar

sus filas, se les unieron los corsarios ingleses y franceses. La alianza establecida entre ambos

fue tan peligrosa para los intereses de la Corona que ésta tuvo que intervenir mediante

reales cédulas que instaban a las autoridades coloniales a hacer guerra sin tregua para acabar

con ellos:

«habiéndose tratado cerca de ello [de los perjuicios ocasionados por los cimarrones] por los

del dicho Consejo y consultando, como habemos acordado, que para que dichos daños

cesen, se haga guerra a los dichos negros cimarrones y corsarios, hasta los castigar y

desahacer. […] Y los corsarios que en esto han entendido y entienden sean castigados con

mucho rigor, para que los demás no tengan atrevimiento a cosas semejantes; y los negros

que andan alzados sean deshechos, castigados, y en toda esa tierra haya la seguridad que

conviene»41.

Aquella real cédula del 23 de mayo de 1568 no solo ratificaba el deseo de la Corona de

continuar con la guerra que se venía haciendo en el istmo, sino que animaba a que se

incrementara la actuación militar. Para ello, junto con el documento, se envió una armada

de 120 hombres para que contribuyeran a la lucha contra el cimarronaje. El fin último,

según las palabras del monarca, era «el bien de esas provincias, quietud de los que ella

habitan» para que «en toda esa tierra haya la seguridad que conviene». Deseos de paz social

que camuflan una gran preocupación económico-estratégica, la verdadera preocupación del

rey que se omite en el citado documento.

39 Leyes de Indias, L.VII, Tít.V, Ley XXIV. España (aut.corp.), Recopilación de leyes de los reynos de las Indias, España, Consejo de la Hispanidad, 1943, p.289v. 40 A medida que avanzó la centuria la organización militar de los cimarrones fue en aumento. Uno de los líderes principales de las últimas décadas del siglo fue Luis de Mozambique, quien logró pactar el reconocimiento de la libertad para su grupo en 1579. Para más información, ver LAVIÑA, JAVIER (et alii.): “La localización de Santiago del Príncipe: pruebas históricas e indicios arqueológicos”, Canto Rodado, 10 (2015), pp.125-146. LAVIÑA, JAVIER (et alii.): “Don Luis de Mozambique, el que elegido fue de su rebelión por rey primero: Santiago del Príncipe, primer pueblo de negros libres de América”, Revista del Instituto del Patrimonio Cultural de España, 12 (2015), pp.246-258. 41LUCENA SALMORAL, MANUEL: Regulación de la esclavitud negra en las colonias de América española (1503-1886): documentos para su estudio, Madrid, Universidad de Alcalá de Henares, D.L. 2005, pp.94-95.

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Marta Hidalgo Pérez

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La incipiente «confederación»42 entre cimarrones y corsarios que tanto preocupaba al

rey no se pudo evitar a pesar de las medidas represivas llevadas a cabo. Al istmo se

trasladaron los conflictos internacionales que se estaban viviendo en Europa por las guerras

de religión a través de la alianza de los ingleses protestantes con los principales enemigos de

los católicos españoles. La guerra para asegurar el tesoro americano español había sido

declarada.

En la década de los 70, los ataques de los corsarios -entre ellos el inglés Francis Drake-,

quienes fueron ayudados por los negros alzados en varias ocasiones, causaron importantes

estragos en el istmo. Así pues, un año después de los «famosos asaltos en el camino desta

cibdad [Panamá] a la del nombre de dios»43, liderados por el corsario de la reina de

Inglaterra, y en vistas de la inefectividad de la lucha armada, Felipe II, motivado por las

ideas contenidas en las cartas que llegaban de Tierra Firme, decidió volver a poner en

práctica la estrategia que había utilizado su predecesor en 1540: el camino de la paz.

«Por la presente damos licencia, poder e facultad a nuestro presidente e oidores de la

nuestra Audiencia Real que reside en la dicha provincia para que, si dentro del término que

asignaren y pusieren para en que puedan venir a obediencia y reducirse los dichos negros

cimarrones, [...] los puedan perdonar por una vez la pena o penas en que por razón de se

haber ausentado y andado alzados, y haciendo los dichos daños, hubieren caído e

incurrido»44.

El objetivo de aquella real cédula promulgada el 12 de enero de 1574 era conseguir

atraer a los cimarrones para poderlos controlar y evitar su alianza con los corsarios. Sin los

negros, los corsarios no tendrían el control sobre la tierra, su libertad de movimientos se

vería enormemente reducida y no serían un enemigo tan poderoso para los españoles; el

papel de los cimarrones en aquella alianza, por lo tanto, era vital.

A pesar de que aquella real cédula otorgando el perdón fue pregonada en las principales

ciudades del istmo, tal y como deseaba el monarca, ésta supuso un autentico fracaso a nivel

práctico, pues a ella tan solo se acogieron 3 cimarrones45. Esto llevó a que poco después se

retomara la actitud belicosa. La paz de conveniencia, en aquel momento, no resultó ser

arma tan poderosa como el arcabuz y aún tendrían que pasar unos años hasta que se

iniciaran las negociaciones de paz efectivas con los distintos grupos de cimarrones del

istmo46. Podemos considerar, por lo tanto, que la política española contra el cimarronaje en

Tierra Firme supuso, en general, un fracaso durante todo el siglo, obteniendo tan solo

resultados positivos a finales de la centuria con la reducción oficial de los principales

grupos de cimarrones entre 1579 y 1582.

42LUCENA SALMORAL, MANUEL: Loc. cit. 43 AGI, Panamá,13,R16,N68 / En 1572 atacó Nombre de Dios y al año siguiente asaltó las Ventas de Chagre y Cruces. 44GARCÍA-GALLO, ALFONSO: Cedulario de Encinas (IV), Madrid, Cultura Hipánica, 1990, p.394. LUCENA

SALMORAL, MANUEL: Regulación de la esclavitud…, p.109. 45 AGI, Panamá 11,N3. 46 Estas negociaciones se llevaron a cabo principalmente entre 1579 y 1582 y tuvieron como resultado el reconocimiento de la libertad de los cimarrones por parte de la Corona.

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«Lazos de guerra y oro: el cimarronaje como elemento de unión entre la Corona española y Tierra Firme en el siglo XVI»

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Conclusión.

El avistamiento del Mar del Sur por parte de Vasco Núñez de Balboa fue clave en la

configuración del istmo panameño como territorio de paso. Éste se convirtió, desde su

conquista, en la «llave de las Indias» y la Corona vio en él la oportunidad de extender su

poder y monopolio ultramarino. Con la introducción de esclavos negros en Tierra Firme

para el desarrollo de la economía del territorio, se originó la mayor amenaza para la plata y

el oro de las Indias que cruzaban el istmo en dirección a España. Desde las primeras

décadas, la ruta que unía la ciudad de Panamá con la de Nombre de Dios fue el objetivo de

los ataques de aquellos negros huidos al monte buscando su libertad. El Camino Real era el

camino del oro de la Corona y ésta, consciente de su importancia, puso su atención en el

istmo desde bien temprano e intentó controlar la situación mediante la legislación.

El cimarronaje se convirtió en el tema predominante en la correspondencia entre

Panamá y la Península y se invirtieron números recursos en su lucha. Las dos orillas, la

española y la panameña, fueron unidas, sobre todo, por lazos económicos y políticos.

Numerosas epístolas, relaciones, informes y reales cédulas cruzaron el Atlántico

conectando a Carlos I y Felipe II con su territorio más estratégico de ultramar. Así pues,

durante el primer siglo de la conquista y colonización del territorio, se estableció un

proceso dialéctico y fáctico entre la colonia y su metrópolis, las cuales fueron unidas por

lazos de guerra y oro.

Con el objetivo último de salvar el tesoro americano, la Corona puso en práctica

diversas estrategias políticas que iban de la declaración de guerra al ofrecimiento del

perdón. Sin embargo, para la segunda mitad de siglo, sobre todo en la década de los 70 con

la entrada en escena de los corsarios, el cimarronaje adquirió tal importancia numérica y de

capacidad de acción que llegó a poner en jaque a la Corona, forzando a ésta a adoptar una

estrategia pacificadora. Aunque a finales de dicha década y principios de la siguiente los

principales grupos de cimarrones del istmo fueron reducidos, en términos generales, no se

puede considerar la política militar seguida durante toda la centuria como un éxito, pues

ésta, tanto la de Carlos I como la de Felipe II, no fue efectiva en lo que se refiere a su

mayor objetivo: acabar con el cimarronaje.

El precio que pagó la Corona por salvar el camino del oro fue una cruenta lucha que

supuso un gasto enorme para la economía del istmo, así como tiempo -alrededor de medio

siglo- y la pérdida de personas. Tanto Carlos I como Felipe II fueron conscientes desde el

principio de la gravedad de la situación en el territorio -así se lo habían hecho saber sus

súbditos- e intentaron desde su ausencia física ser presentes a través de sus reales cédulas.

El cimarronaje, por lo tanto, supuso el elemento de unión entre la metrópolis y su

colonia, traspasando así los límites istmeños y convirtiéndose en un asunto atlántico. Éste,

además, por el papel protagonista que desempeñó en la política seguida en el territorio

durante el siglo XVI, se puede considerar un fenómeno clave y definitorio de la historia

colonial del istmo panameño.