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Revista Megafón | Número .01 | $ 3.80 septiembre | octubre de 2007. buenos aires, argentina Pintura › Ricardo Garabito Una Retrospectiva. Fotografía › Nadar La bohemia en fotografías. Libros › Paul Auster Caer sin ruido.

Paul Auster Ricardo Garabito Nadar · Luciana Mellado Producción: Nahuel Ben Dahan Diseño: Lisandro Aldegani Revista Virtual: Contacto: [email protected] 4 ∙ 56 ∙ 7

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  • Revista Megafón | Número .01 | $ 3.80

    septiembre | octubre de 2007. buenos aires, argentina

    Pintura ›

    Ricardo Garabito Una Retrospectiva.

    Fotografía ›

    NadarLa bohemia en fotografías.

    Libros ›

    Paul AusterCaer sin ruido.

  • Acaso una nota editorial de una revista literaria - y en especial la de un primer número- sea menester de vislumbrar los deseos y esperanzas de quien o quienes escriben en ella. Acaso tambien el agradecimiento será otra de las circunstancias que, en necesidad de ex-clamar y expresar una felicidad incumplida, brote como escandalosa y se circunscriba al placer se realizar una lista infinita de nombres, que de hecho al lector poco le importan.Prefiero entonces obviar esos lugares, y recordar en cambio a un autor, que tristemente ha sido olvidado: Lepoldo Marechal.Éste último, aparte de dejarnos obras muy valiososas sea en poesía, cuento, novela, tea-tro y ensayo; nos ha dejado su pasión y amor por la lectura. Fue profesor, escritor, hom-bre, artista y poeta. Desafió y retrucó no menos que a Leopoldo Lugones; un rival im-posible, un monstruo de la perfección. Fue muy amigo de Roberto Arlt, de Xul Solar y de otros tantos no menos importantes. Tuvo el honor, acaso, de conocer a nuestro pro-cer idealista Macedonio Fernádez. Borges, tras su muerte, no pudo dejar de llorar y ha-cer entrever, entre una mezcla de lágrimas y tabaco, que la política era una “puta” que para nada servía.Esta revista, como Megafón o La Guerra – la última de sus novelas – perseguirá el mismo fin que en esa ficción se inscribe, es decir, dos batallas paralelas: una física o terrestre, contra los responsables de los desequilibrios que af ligen a la ciudad, al país y al mundo, que se resolverán en “asaltos a sus conciencias” en las cuales el Autodidacto ha de usar todos los recursos del drama, el humorismo y la poesía que va dictándole su imagina-ción. La otra batalla es la metafísica o celeste, en la que Megafón y sus inolvidables gue-rreros cumplen al llevar a cabo la búsqueda de Lucía Febrero, que no es otra que la mu-jer simbólica tramada y amada por los poetas metafísicos, como la Beatriz de Dante o la Laura de Petrarca. Esta misteriosa mujer, a fin de cuentas, no es más que el “intelecto de amor”, y es evidente que si la humanidad la recobrara, solucionaría “por el amor” todos sus problemas contemporáneos.

    › J.A.

    Editorial N° 01

    Dirección:Juan Arabia

    Miembros:Leonardo de LeónMarina DragonettiNicolás BelincoNicolás CozzarínLeticia Castro

    Colaboradores:Augusto MunaroAlejandro César ÁlvarezJuan MattioLuciana Mellado

    Producción:Nahuel Ben Dahan

    Diseño:Lisandro Aldegani

    Revista Virtual: www.revistamegafon.com.ar

    Contacto: [email protected]

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    “El nuevo libro de Paul Auster Viajes por el Scriptorium quiebra la racha de inobjeta-bles victorias de sus títulos pasados. La de-cepción radica en el marcado contraste que se revela al comparar esta reciente publica-ción con todo un corpus narrativo previo que consolidó una impronta austeriana.”

    Paul Auster

    “Siento y sentí -fielmente ahora incluso que recuerdo- que la extensión ó figura que predominó en mí durante la visita a la muestra de Garabito fue la intimidad. Arriesgo aseverar que lo más interesante de este artista es la mirada con la cual nos expone figuras y cuerpos: en ella conf lu-yen lo más íntimo y personal de la reali-dad con la que él convive.”

    Ricardo Garabito

    “Será él uno de los primeros que incorpo-rará los conocimientos estilísticos y el rea-lismo pictórico para la construcción de su obra. Cuando la fotografía se consolida como nuevo medio artístico, Nadar tam-bién consigue desigualarse: a diferencia de los artistas contemporáneos, Tourna-chon olvida la pose y los ornamentos y se concentra en la austeridad de la imagen y el poder expresivo del rostro”.

    Nadar

    “El tesoro que nos esperará en la obra de éste gran escritor, tiene, como todos los te-soros, el corazón mismo del poeta: validar o invalidar sus fundamentos resultará tan inútil como querer ignorar el más profun-do de los sentimientos; ellos hablarán por sí solos, y ellos penetrarán, aún ignorán-dolos, aún no escuchándolos, aún aunque los tape la tierra.”

    Leopoldo Marechal

    Caer sin ruido | Paul Auster Santiago DaboveUn fantástico desconocido

    Ricardo Garabito | Una Retrospectiva

    › Eat Me Drink Me | Marilyn Manson› Paul McCartney | La búsqueda de la melancolía del gran artista

    Leopoldo Marechal › Cool Hand Luke› Inland Empire› El sonido del silencio

    › Variaciones Meyerhold› Un enemigo del pueblo

    Nadar: la bohemia en fotografías.

    Nota sobre Charles Sanders Peirce

    Capítulo 17. Los preparativos

    › “La una y mil noches”(un cuento sobre Bagdad)› Empty rooms› Acerca del Escritor› Imaginación

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    RESEÑAS › LIBROS

    AUTORES

    PINTURA

    RESEÑAS › MÚSICA

    ENSAYO

    RESEÑAS › CINE

    RESEÑAS › TEATRO

    FOTOGRAFÍA

    ENSAYOS

    AUTORES MEMORABLES

    SECCIÓN CREATIVA

  • Funes que parece haber encontrado el pro-cedimiento de olvidar el pasado, un pasa-do que debe borrarse para evitar funestas evocaciones que tienden a impregnarse de tiempo presente, un pasado que, de recor-darse en su totalidad, se torna cáustico.Hasta el momento, la historia nos atrapa sin esfuerzo, a pesar de ciertas descrip-ciones licenciosas. Pero, a partir de aquí, Mr. Blank será visitado por una amplia galería de personajes presentes en otras obras del autor, figuras que para el lector experimentado en Auster son identifica-bles de inmediato; pero que, para el que inicia en este libro el conocimiento de la obra austeriana, son más elementos vesti-dos de interrogación que se suman al am-plio séquito de confusiones y ambigüeda-des previas. El lector adepto puede que se conmueva al reencontrarse con el Fogg de El palacio de la luna, con el Benjamín Sa-chs de Leviatán, con el niño Walt de Mr. Vértigo, con la Anna de El país de las úl-timas cosas, o con el Quinn de la Trilogía en Nueva York. Pero todo esto, para el lec-tor principiante, constituye otra instancia que se suma a la larga lista de dudas plan-teadas, incertidumbres que consolidan un estado de repulsión, hasta de abandono, hacia la trama. La simultaneidad de histo-rias reunidas en esta especie de Aleph tex-tual plantea objetivos inabordables en lo que refiere a la extensión imaginaria que suscita la lectura.La actividad narrativa de Viajes por el Scriptorium se debe a la unión del dina-mismo de todas las historias de los perso-najes dispersos en la obra del autor, pero, a pesar de este artificio o estrategia, esa actividad resulta lenta y enmohecida. Pa-rece que Auster no sabe manejar ese con-junto de acontecimientos acopiados en tan reducido espacio escénico y narrativo; ya que, aunque ha mostrado siempre una predisposición especial hacia la alinea-ción de sus personajes, nunca ha reduci-do la totalidad de acontecimientos a esta única variable. La movilidad ha sido uno de los factores básicos para la construc-ción de sus historias, aún cuando el movi-miento es otra forma de alineación (como en el caso de La música del azar). La inten-

    ción de reprimir ese movimiento y con-densarlo en la más breve de sus novelas, y en la más recortada de sus escenografías, no colabora con la gradual elevación que sus trabajos suelen adquirir.Desde lo artificioso o metatextual, el libro es llamativo; aunque no desde del argu-mento. En otras experiencias de escritura, Auster había logrado amalgamar con de-licadeza de orfebre la variable anecdótica con la variable metatextual o interlibrezca. Para ello había utilizado a Quinn, el pro-tagonista de Trilogía en Nueva York, como un elemento repetido que navegaba (y naufragaba) físicamente o por referencia a través de muchas de sus historias. Proba-blemente, el fracaso de Viajes por el Scrip-torium se deba a que el autor volcó por en-tero su atención a la interconexión de sus textos aislados, sacrificando la anécdota, obviando la creación casi avasallante a la que nos tiene acostumbrados. Auster logra construir una obra alegórica que nos lleva a considerar la conciencia creadora como un ser difuso y encerrado, que dialoga con sus propias creaciones y que siente en car-ne propia sus pesares, que cree verdaderas las ficciones, que piensa y siente como si viviera en ellas; pero olvida concretar su objetivo confesado como escritor: hacer que el lector lea sin saber que lo hace. ◊

    SABER CONTAR.Cuando tomamos contacto con la obra de un autor que desconocemos y terminamos deslumbrados, nos asalta una sensación que va desde el apresuramiento al temor. De un lado está la ansiedad, las ganas de encontrar más libros de la misma pluma y repetir el placer de leerlo; pero al mismo tiempo nos asedia, desde el otro lado, el te-mor de que esa conciencia literaria recien-temente descubierta haya sido capaz de conmovernos una sola vez. Tememos que los otros libros nos defrauden. Tememos que el milagro, al repetirse, deje de serlo. El norteamericano Paul Auster es uno de los autores que mejor inhibe esa potencial decepción. Supo cautivar al imaginario colectivo desde su primer libro La inven-ción de la soledad, atreviéndose a un debut literario desde lo autobiográfico de la na-rración, un perfil de escritura que los au-tores más reconocidos no se han atrevido a ensayar hasta la consolidación de sus ta-lentos. Supo asombrarnos con la mixtura de novela policial y ensayo existencialista en su Trilogía en Nueva York. Supo presen-tar una versión originalísima del realis-mo mágico norteamericano con Mr. Vér-tigo. Pero, sobre todo, supo cautivarnos en cada página gracias a un acto lumínico y casi milagroso: supo contar. Contar hasta el fin del mundo.

    AUSTER NO ES AUSTER.Es triste leer las líneas anteriores y adver-tir la certeza de una falla. El nuevo libro de Paul Auster Viajes por el Scriptorium quiebra la racha de inobjetables victorias de sus títulos pasados. La decepción radi-ca en el marcado contraste que se revela al comparar esta reciente publicación con todo un corpus narrativo previo que conso-lidó una impronta austeriana.El lector que frecuenta la prosa de Aus-ter se enferma de inmediato. Su organis-mo se ve invadido por una suerte de virus que contamina y reconfigura las células de la imaginación, volviéndola adicta a un mundo real que, paradójicamente, no es posible hallar en el mundo, y que solo se redescubre en las páginas del autor. Luego de haber saciado esa apetencia por última

    vez con Brooklyn Follies, el lector de Via-jes por el Scriptorium siente un compues-to contaminante, adormecedor, que se in-miscuye a través de la vía invisible que lo une con el libro. Hasta el punto final in-tervienen lógicos mecanismos de defensa, comprensibles e inútiles procedimientos por falsear la realidad. Ya cerrado el libro, comprendemos, no sin decepción, que todo ha sido en vano. Auster no es Auster, y eso es todo.Alguien ha caído desde un pedestal, y hay silencio en la caída.

    EL LIBRO.Mr. Blank se encuentra encerrado en una habitación que no recuerda. Una cámara oculta graba cada uno de sus torpes mo-vimientos. El espacio está escasamente amueblado: una cama, un teléfono, una silla giratoria, un escritorio con papeles y fotografías. La única ventana del lugar es imposible de abrir. No hay posibilidad ni del más tenue atisbo visual de realidad exterior, apenas algún sonido recuerda la presencia de un mundo. El aire encerrado circula sin dirección, y no hay mucho que ver para entretenerse.En ese espacio hermético, opresivo, inmó-vil, inicia la historia. La presentación de un escenario tan privativo y escaso impul-sa al lector hacia dos sectores concretos, dos áreas de la escena que contrastan con los otros elementos circundantes por lo sugerente de su condición, por la cualidad de poder ser interpretados más allá de sus significados convencionales. Uno de estos núcleos de atención es, evidentemente, el protagonista, portador (creemos) de una interrogante magnánima insinuada por la desmesurada amnesia que padece. El otro elemento focalizador son los papeles o fotografías que están sobre el escritorio, imágenes y párrafos que cobrarán gradual relevancia en el discurrir de la novela.Debemos las paulatinas revelaciones de la historia a la interacción de estas dos “sus-tancias” de la narración. Así, y gracias a un intento mnemotécnico autogestiona-do por Mr. Blank al mirar las fotografías, comprenderemos el pesar de sus brumo-sos recuerdos. Mr. Blank es una suerte de

    Caer sin ruidoPaul Auster

    Páginas 4 ∙ 5

    Reseñas › Libros

    Por Leonardo de León

    Respecto a Viajes por el Scriptorium de Paul Auster, Anagrama, 2006.

  • 11.A pesar de haber sido hombre de un solo y breve libro, es indudable el nivel inventivo de su pluma. Sin importar el ritmo de sus creaciones -de hecho publicó muy espacia-damente-, en su puñado de relatos impera el mismo clima extraño y sobrenatural que se adhiere a una coherencia narratológica pulcra y concisa. En su obra hay una filoso-fía sensorial similar a la de William James. La muerte y su traje, por momentos de-muestra la relación de dependencia exis-tente entre los fenómenos psíquicos y el sistema nervioso de sus personajes. Qui-zás su fina hipersensibilidad lo haya lleva-do a esa conclusión filosófica que retoma en casi todos sus escritos. Se trata de un horror fisiológico, y acude a él interrelacio-nando los sentidos como en su relato “Di-vertissement del gusto y variedad en las artes y mezcla de sensaciones”. Las mejo-res páginas, en verdad, son aquellas don-de se especula con el misterio metafísico. Sus frases ingeniosas lo ilustran: “El temor al infierno es igual a la desconfianza en el Paraíso”, o esta otra “¡Vida! ¿Puede que seas tan tonta que te dejes asesinar siempre?.”La literatura de Santiago Dabove tiene como objeto la nostalgia de la muerte. Esta habilidad se trasluce a través de lla-mativos conociemtos médicos, además de un sutil acento grotesco –“Las dos bocas”, “Monsieur Trépassé”-. En sus páginas ja-más se cae en el fatalismo que adolece Ho-racio Quiroga. Sus cuentos desarrollan lo extraordinario de un modo natural. El lector no sospecha el desenlace porque el acento no yace en el efecto final, sino en la idea conjunta de la narración. Esta dispo-sición permite una grata lectura de todos sus relatos. En Dabove nada envejece, ya que aborda los temas metafísicos por ex-celencia como Dios, la imaginación y por sobre todo: la muerte. ◊

    1.En la Argentina, gracias a la Antología de la literatura fantástica (1940) -editada por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo- el género fantástico no tardó en inf luenciar a las jóvenes genera-ciones latinoamericanas. La difusión de esos escritos creó nuevos lectores y auto-res. Sin esa selecta colección de cuentos fantásticos, hoy serían inexplicables Au-gusto Monterroso, Octavio Paz, Marce-lo Cohen, Gabriel García Márquez, Mario Levrero o César Aira. Este mítico libro -es-pecie de biblia fantástica-, contiene en su haber varios nombres no del todo conoci-dos. Uno de los menos afamados ha sido el moronense Santiago Dabove, escritor del cuento largamente antologado: Ser polvo. Morón, ciudad al oeste de Buenos Aires -otrora fortín establecido en el año 1600 para vigilar las tribus de indios salvajes que asediaban la zona-, se encuentra a 23 kiló-metros de la Capital Federal. Allí, donde la pampa y el arrabal convivían en tácito silen-cio, nació en 1889 Santiago Dabove. Su fa-milia estaba constituída por los hermanos Julio César, médico y más tarde director del Hospital Ramos Mejía, Julia y Darío, quien se suicidó joven. Su padre, fue un hombre que desempeñó relevantes funciones públi-cas como la de comisario, juez de paz, in-tendente de Tigre, como así también, secre-tario de la municipalidad de Morón. Sabemos gracias a un amigo suyo, Enri-que Fernández Latour, que Santiago Da-bove interrumpió sus estudios regulares muy pronto. Ya para 1915, el futuro escri-tor mostraba fuerte interés por la filosofía y la música. Era además buen tirador con el revólver y aficionado del violín como Hoffmann. Gustaba de la medicina- qui-zás habría leido los libros de su hermano-, y el único empleo que se supo fue el de pagador en el Hipódromo de Palermo. Fae-na que le quitaba unas pocas horas a la se-mana y le regalaba todo el tiempo restante a la lectura y a conjeturar así sus esporádi-cas invensiones literarias.Los años veinte lo incorporan al “circu-lo moronense”, conformado por Macedo-

    nio Fernández –quien vivió allí en 1928-, Carlos Ruíz Díaz -escritor-, Emilio Parodi -pianista-, Romeo Lima y Ernesto Soler, este último con quien tradujo del francés Les Civilisés de Claude Ferrer y poemas de Baudelaire. Por entonces se disertaba hasta el alba sobre filosofía. La metafísica era el tema por excelencia, abordando a pensado-res como George Berkeley y David Hume.Sin embargo, la indiferencia lo mantenía inactivo. Por ello le desagradaba la idea de entregar sus escritos a la imprenta y recién a los 44 años dejó de ser inédito. En 1933 publicó en la Revista Multicolor de los sába-dos, suplemento literario del diario Críti-ca, su primer relato: “La muerte y su tra-je”. Pronto apareció “Ser polvo”-su cuento más conocido-, el 30 de diciembre de 1933, y el año siguiente “Finis” y “El experimen-to de Varinsky”. Nueve años más tarde, en noviembre de 1943 se publica su extraor-dinario “Monsieur Trépassé” en la revista literaria Papeles de Buenos Aires y “Tren”, en el primer número de Anales de Buenos Aires, 1946. También se lo editó en la re-vista Clinamen. Sus últimos años han sido muy oscuros y solitarios. En parte porque Santiago Da-bove sintió una profunda atracción por la idea de la muerte. Sus relatos insisten en conjeturar el pasaje al más allá. Se adivi-na un interés casi necrofílico por la sen-sación del deceso. Razón por la cual sus cuentos transcurren entre ataúdes, difun-tos y velatorios donde se conversa con per-sonajes enlutados. Otro de sus vicios fue el alcohol. El poe-ta jujeño y amigo personal Jorge Calvetti, aseguró que Dabove falleció a causa de la cirrosis, y la mañana en que se lo encon-tró muerto -25 de julio de 1951-, al cadá-ver del escritor lo acompañaba una bote-lla de ginebra. En 1961 Nora Ruiz -sobrina de Dabove- y Calvetti reunieron los 28 textos en un libro titulado La muerte y su traje, editado por Al-cántara. La publicación cuenta además con prólogo de su amigo Jorge Luis Borges.

    Santiago DaboveUn fantástico desconocido

    Autores

    Por Augusto Munaro

    Páginas 6 ∙ 7

    Ilustradores

    Pablo Bisoglio

  • Jamás habría que olvidar que el arte des-truye, pero a la vez reconstruye, la capaci-dad de los símbolos: aquella forma inútil de disfrazar nuestra percepción; la va-nidad del hombre que se adueña incluso hasta de lo infinito.Y, frente a esta triste pero indispensable verdad, encontramos aquél otro compo-nente, casi místico e indescifrable, tan pro-fundo como la imaginación: la voluntad.Articular ambos fenómenos será la úni-ca oportunidad que tendremos, si es que acaso deseamos abordar la obra de Ricar-do Garabito. Porque sería injusto catalo-gar algo tan impenetrable con unas sim-ples palabras; con un breve artículo que, por lo mucho que se esmere, caerá en el simple error de describir lo ilusorio.Comprendiendo esto, que brota casi con la fuerza de un axioma, le pido al lector que sea capaz de otorgarme un espacio de esa mirada (su mirada), una sola expre-sión, la posibilidad de utilizar un símbo-lo que permita explicarme. Siento y sentí -fielmente ahora incluso que recuerdo- que la extensión ó figura que predominó en mí durante la visita a la muestra de Ga-rabito fue la intimidad. Arriesgo aseve-rar que lo más interesante de este artista es la mirada con la cual nos expone figu-ras y cuerpos: en ella confluyen lo más ín-timo y personal de la realidad con la que él convive. Verbigracia, Cecilia 3 -uno de sus trabajos más interesantes- Los Rojas y Pedro y Pedro, entre otros, reúnen un ar-quetipo de la mirada fantástica con la que trata a sus personajes “que son uno y mu-

    Ricardo Garabito Una Retrospectiva

    Pintura

    Por Juan Arabia

    Cecilia 3, óleo, 1980. 1,60 x 1,30Colección del artista, Buenos Aires

    chos de ellos”. El horror, que es quizás el mejor sinónimo de humanidad, hace que la obra de Garabito pueda circunscribir-se a lo humorístico, llegando incluso a lo malvado. Quizás sea su simple modo de concebir las cosas, razón por la que esta-ríamos expuestos a corregir lo antedicho, para advertir mejor el atributo de la since-ridad. De allí que no resulte curioso que en sus naturalezas encontremos lo más bello y poético de toda su obra. Su mirada, muchas veces ingenua, se disuelve frente a nuestros ojos, para transformarse des-pués en una de nuestras condiciones: la intimidad pasa a ser nuestra.La exposición, que reúne muchos de los tra-bajos de la vasta obra de Garabito, nos invita también a conocer muchas de sus escultu-ras, que lamentablemente caen en la reduc-ción de lo grotesco: formas múltiples del aparato reproductor masculino, con colores que ofrecen lo vivo después de muerto.Sabemos tan sólo que cambiamos, ince-santemente, y que muchas veces el en-cuentro con una obra de arte, y también la posibilidad de su recuerdo, renuevan nuestra experiencia. La pintura de Ricar-do Garabito nos permite traspasar el vín-culo de lo real a lo fantástico, de lo verosí-mil a lo imposible, de lo finito a lo infinito. Esperemos que el tiempo renueve la lectu-ra de su valiosa obra. Y es que invitamos al lector a lo impenetrable, que, como afir-ma Plotino, nada lo es, nada es opaco y la luz encuentra la luz. Aseguro que nadie ca-minará allí como un extranjero. ◊

    Páginas 8 ∙ 9

  • Hace dos años, Paul McCartney sacó en venta uno de los discos más interesantes de los últimos años, Chaos & Creation in the Backyard, con una gran producción y un sonido devastador. Muchos suponían (me incluyo entre ellos) que este trabajo era imposible de ser sobrepasado en su calidad; pues ellos estaban errados. Este año salió su Memory almost full, un dis-co de trece temas, con una regresión, que solo parece ser memorística, de una bús-queda de sonidos de su infancia y de los años dorados “beatleros”.El disco comienza con un tema muy pe-gadizo, “Dance tonight”, y una repetitiva mandolina que demuestra que no todo en él es triste y tiene razones para ser escu-chado alegremente. Muestra por momen-tos unas escapadas hacia el rock en su buena forma, como se evidencia en “Only mama knows” y “That was me”. “You tell me” parece ser un tema de lado B de Chaos & creation; esta es una balada muy preciosa, con una visión de un pasado per-dido, la búsqueda del amor no encontra-do y una tristeza que arroja hasta el llan-to. Durante el intermedio de “Feet in the clouds”, juega con una parte de nuevos so-nidos tecnológicos vocales, nunca antes escuchados en melodías de Sir Paul; tam-bién aquí se hace presente la muerte, así como en su penúltima canción, “The end of the end”.

    Los puntos fuertes de este disco son “House of wax (track 11); el final, con te-mas seguidos desde el tema 8, tal como en Abbey Road (salvando las distancias, cla-ro está); la guitarra siempre tocada de ma-nera muy virtuosa y atinando a no dejar-se caer en la monotonía en cada uno de los momentos y; finalmente, el arte de tapa del disco que resulta interesante por su formato novedoso.Para poder llegar a este momento del gran compositor, y buscar en su tristeza interior no hace falta buscar simples y erróneas ra-zones como el divorcio de su joven mujer, o la pérdida de sus mejores amigos, como John Lennon y George Harrison, y su ma-yor amor, Linda. Siempre el gran artista es melancólico por naturaleza, y esto lo com-prueba el tema más popular de todos los tiempos “Yesterday”, creado hace 42 años por él mismo. Escuchemos como lo escu-chemos siempre va a seguir sonando en nuestros oídos a una inevitable melancolía.◊

    › Nicolás Cozzarín

    Muchos afirman, fervorosamente, “que el rock ha muerto”, como si la muerte, a decir verdad, fuera el fin y no el principio de todas las cosas. Arriesgo conjeturar, en todo caso, que es mejor que haya muerto, porque, de existir todavía, se le estaría ma-tando y lentamente.Marilyn Manson ha sido el primer hom-bre que, frente a esta dialéctica indesci-frable, ha cantado “Rock is Dead” -tema incluido en el mejor de sus discos- devol-viéndole en cambio más que nunca la vida a este olvidado género. Lejos de sus mejores álbumes conceptua-les, en donde la trilogía se hacía una obra de las más completas, nos encontramos frente a este nuevo álbum, un tanto des-esperanzados, ya que su último trabajo re-sultó significativamente inútil.Este disco, en cambio, con un título que ol-vida lo alegórico, nos recuerda a muchos de sus trabajos anteriores, advirtiendo, quizás, el comienzo de un estilo del todo definido.Las letras de Eat me Drink me, aseveran aquel ávido lector, que, desde sus lecturas más variadas, reconstruye pequeños in-fiernos al estilo de Isidore Ducasse.(1)

    Musicalmente, aún hoy más interesan-te, por momentos regresa en temas como “Evidence” a sus orígenes con “Spooky Kids”; y por otros, al pop que concilia en Mechanical Animals. Sin embargo, la in-clusión de temas como “The Red Carpet Grave” -que será sencillamente inolvida-ble- evidenciará lo novedoso, incorporan-do lo de arcaico que aún no existía, pero que de alguna manera ya se percibía.Menester entonces reconsiderar nuestro concepto sobre Marilyn Manson: un hom-bre que, aún ahora más gordo, y aún mu-chas veces ya gracioso, fue capaz de enga-ñarnos y, sobre todas las cosas, de ejercer aquella doctrina para muchos imposible: el terror. Eat me Drink Me nos devuelve a este fan-tasma, ya sin nada que oculte su verdade-ra figura, para entretenernos y advertir-nos que la ficción ha finalizado: la lectura es simple, pero encantadora.(2) ◊

    › Juan Arabia

    Reseñas › Música

    Notas(1) En “Los Cantos de Maldoror”, la multiplicidad de los símbolos, que acaso parecen infinitos, devienen del intento de representar imágenes oníricas, impo-sibles. Esa misma reconstrucción, abordará también la forma de lo ambivalente, e intentará -de la manera más ardua y desventajosa- trazar luces desde la oscu-ridad, evidenciar lo bello a través de lo monstruoso. Esto se repite en muchos de los pasajes del disco; en-tre ellos recordaré:

    “If I was your vampireCertain as the moonInstead of killing timeWe’ll have each otherUntil the sunIf I was your vampireDeath waits for no oneHold my hands across your faceBecause I thinkOur time has come”.

    (2) El precedente artículo deviene significativamen-te de la representación actual del artista. De ninguna manera intenta quitarle mérito a su profundo men-saje, u olvidar hechos que han sido verdaderamente aterradores. Conjeturo rápidamente, que su sinies-tro disfraz, siempre ficcional, lo ha llevado a su per-dición. Un trabajo que intente desmenuzar el sistema educativo estadounidense (y del mundo entero) evi-denciará las harto conocidas trampas del sistema: en-señanza de significaciones y lecturas primarias, re-producción de las visiones dominantes, etc. El mundo entero, por un instante, olvidó que la ignorancia es lo único que se comparte, y que la disfunción que ejer-ce un personaje como Marilyn Manson puede desva-riar muchas de esas significaciones. Un estudio deta-llado de las múltiples lecturas que se le pueden dar a los trabajos de este artista, significaría enseñar cosas que perjudicarían la estabilidad de los Estados Uni-dos. Pero la historia es una, tal como sentenció Ber-nard Shaw, y seguiremos crucificando a Cristo, antes de comprender el sentido de sus parábolas.

    Eat Me Drink MeMarilyn Manson

    Páginas 10 ∙ 11

    Paul McCartneyLa búsqueda de la melancolía del gran artista

    ANAGRAMA

    Paul AusterCreía que mi padre era Dios

    Paul AusterLa noche del oráculo

    Paul AusterMr. Vértigo

    Paul AusterTombuctú

    Ian McewanEn las nubes

    Paul AusterLeviatán

  • II.“Sí la realidad no estuviera íntimamente asociada a la vida interior del artista;si no cambiase de sabor, color y forma en cada estado de su espíritu, la obra de arte sería una realización glacial, como la de cualquier cámara fotográfica”.Leopoldo Marechal 1

    De su feliz infancia recordaremos que el destino quiso darle un hogar modesto, en el que nunca nada le faltaba y acaso mu-chas cosas le sobraban: el amor y cariño de su familia; los inolvidables viajes al campo con su tío Francisco.Su madre era una ama de casa, y su pa-dre mecánico pero también un autodidac-ta rico en técnicas que fabricaba utensilios domésticos e incluso juguetes para él y sus hermanos: desde patines a manomóviles.Sin embargo, Don Alberto Marechal -como todos lo llamaban- fue víctima de la gripe española, y murió hacia 1918. El tris-te episodio, en cambio, será recordado por Leopoldo como producto de las exigencias patronales que lo obligaron a salir prema-turamente de su convalecencia; ya que sin ellas, como Marechal retrucará más tarde, su padre se habría salvado.El tesoro que nos esperará en la obra de éste gran escritor, tiene, como todos los te-soros, el corazón mismo del poeta: validar o invalidar sus fundamentos resultará tan inútil como querer ignorar el más profun-do de los sentimientos; ellos hablarán por sí solos, y ellos penetrarán, aún ignorán-dolos, aún no escuchándolos, aún aunque los tape la tierra.La inclinación del poeta hacia el socialis-mo, y más tarde hacia el peronismo (su acto más criticado) nos hablará, sobre todo, de Leopoldo Marechal: en la época de su padre, aún no existían legislaciones obreras. Y es que en su obra incidirá nece-sariamente lo autobiográfico.Al finalizar los estudios primarios, por vocación natural eligió seguir el curso de magisterio, para lo cual debería sin em-bargo esperar dos años. Pero como no de-bía ni podía permanecer ocioso en una familia en donde todos trabajaban ardua-mente, buscó trabajo como obrero en una

    fábrica de cortinas. Poco duró su primera experiencia, ya que al mes, y con tan solo trece años, el capa-taz lo sorprendió organizando una huelga en reclamo de mejores salarios. A partir de allí, hasta comenzar con sus estudios, debió convertirse en agricultor. Al graduarse de maestro comenzó a trabajar en la Escuela “Juan B. Peña”, en donde ejer-ció la docencia primaria por veinte años.Simultáneamente, por aquellos tiempos, escribiría sus poemas iniciales publicados con el título de Los Aguiluchos; trabajo que jamás se incluiría en su bibliografía. Ofi-cios complementarios, como él nos dirá más adelante, ya que los niños son y serán necesariamente poéticos.

    III.De su amistad con artistas plásticos como José Fioravanti y Spilimbergo, y en cir-cunstancias que él denota como fortuitas y misteriosas, se vio de pronto como in-tegrante de “Proa”, revista que dirigieron Guiraldes y Borges, entre otros.Poco después, los hombres de esta revista y otros fueron convocados como para una guerra cuando la Revista “Martín Fierro” decidió entrar en una época revolucionaria, es decir, posterior a la época Lugoniana.El desencadenante de este hecho hoy ya para muchos histórico, fue la llegada de Eu-ropa de Xul Solar y Pettoruti. La exposición que realizaron éstos artistas en la Galería Witcomb, originó un escándalo local: los artistas plásticos de retaguardia realizaron una exposición paródica en pos de burla.Fue simplemente un llamado al comba-te: estaban Güiraldes, Girondo, Macedo-nio Fernández, Borges, Xul Solar, y otros. Todos ellos identificados por una voluntad renovadora, que buscaba restituirle al arte toda su frescura, espontaneidad y su dere-cho al eterno cambio. Como nos dirá Leo-poldo: “Más que literario, ‘Martín Fierro’ fue un movimiento vital”.2

    De esta inolvidable batalla, recordaremos “Retruque a Leopoldo Lugones”3 ó “Filí-pica a Lugones y a otras especies de an-teayer”4, en donde, en referencia al verso, describirá a la rima como una ratonera del ripio -ya que toda metáfora accidental

    caída en el lazo es un ripio- y a la métrica como al pantalón corto de la poesía. Ma-rechal creía que el mundo se hacía nuevo por cada hombre que lo mirara. Su concep-to de belleza no era absoluto ni definitivo: para él la belleza se transformaba en cada cambio de la sensibilidad humana. Y es que un texto, o más bien una obra li-teraria, no deja de ser más que una puer-ta que nos conduce hacia una salida in-descifrable.El arte, con la multiplicidad de sus infini-tas lecturas, no es un camino ya hecho o establecido, sino un camino por recorrer. En este último todo se enriquece, y el valor de la obra reside en esa íntima capacidad.

    IV.Del aquél movimiento revolucionario, se desprenderá su primer viaje a Europa; uno de los viejos sueños del poeta. En-cargado de llevar unos números de “Mar-tín Fierro” a España, se vinculó con los hombres de “La Gaceta Literaria”, y cono-ció a Ramón Gómez de la Serna y Ortega y Gasset. Sin embargo, lo que le urgía en el fondo era llegar hasta París, ciudad en la que más tarde frecuentará con los gru-pos de artistas plásticos argentinos y eu-ropeos que revolucionaban la pintura y la escultura, entre ellos José Fioravanti, An-tonio Berni, Spilimbergo y Picasso. Allí profundizará y reafirmará las imágenes ultraístas y las metáforas renovadoras del vanguardismo; imágenes que ya encontrá-bamos en muchas de sus páginas, como en Días como f lechas.5

    De regreso al país, y tras vivir las últimas campañas de “Martín Fierro”, ingresó -con el fin de juntar dinero para volver a Euro-pa- como redactor fundador en el diario “El Mundo”, en donde trabajó hasta 1929. Proyecto en el que posteriormente partici-pará Roberto Arlt, y que dará origen a su famosa sección Aguas Fuertes Porteñas.Junto a su gran amigo, el poeta Bernár-dez, fundará la revista “Libra”, de la que aparecerá sólo un número; y viajará nue-vamente a parís en los años 30`, para reen-contrarse con los artistas plásticos.Allí, donde vivió hasta 1931, planeó su no-vela póstuma, Adán Buenosayres, obra que

    I.Imaginemos que mientras

    leemos una composición en los primeros años de la escuela,

    nuestro maestro deja caer su puño sobre el escritorio, y

    exclama, fervorosamente: “¡éste niño será poeta!”.

    Imaginemos también que de muy chicos, preferimos caminar hasta el colegio y

    ahorrar los veinte centavos del tranvía para comprar nuestros

    primeros libros; alternar nuestros partidos de fútbol

    por la peligrosa costumbre de contar sílabas con los dedos.

    Permitámonos imaginar, y mucho más, porque Leopoldo

    Marechal llegó de la nada un 11 de junio de 1900, para advertirnos y convencernos,

    entre muchas otras cosas, que la aplicación del Evangelio

    de Jesucristo resolverá todos los problemas económicos y

    sociales, físicos y metafísicos, que hoy padecen todos los

    hombres.

    Por Juan Arabia

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    Leopoldo Marechal

    Ensayo › Leopoldo Marechal

  • ejercerá una notable inf luencia sobre la posterior narrativa hispanoamericana, pero que no publicará sino hasta 1948.Conocerá en su segundo regreso al país a María Zoraida Barreiro, una joven profe-sora de letras, con la que se casará y ten-drá dos hijas: María de los Ángeles y Ma-ría Magdalena.Ávido lector tanto de las epopeyas clásicas como de las sagradas escrituras, y del es-tudio de las líneas filosóficas de Platón, Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino, la evolución de su pensamien-to, posteriormente dará un nuevo giro a su lírica, cuya profundidad conceptual tenderá a expresar sus preocupaciones de índole metafísica y religiosa. Ejemplo de ello serán Laberinto de Amor, que aparece-rá hacia 1936 en dedicatoria a su esposa, y sobre todo en Sonetos a Sophia, y su inol-vidable ensayo Descenso y ascenso del alma por la belleza, publicado hacia 1939.

    V.“No me aparté: Me apartaron”6

    Leopoldo Marechal

    Durante el gobierno del presidente Juan Domingo Perón, época en la que también comenzarán a circular muchos de sus poemas en antologías y volúmenes colec-tores, el escritor será invitado a colaborar en diversos cargos culturales. Sin embargo, sufrirá una fuerte conmo-ción, ya que su esposa morirá inesperada-mente hacia 1947. Desdichado, y sin inte-reses por la vida, se encerrará y concluirá con su postergada novela, a la que dará fin y publicará al siguiente año.7

    Viajará de nuevo a Europa, pero antes co-nocerá a su eterno amor: Elvia Rosbaco, con quien compartirá sus días hasta el fin.Por esos años iniciará con sus creaciones teatrales, entre las que se destacarán Antí-gona Vélez (1951) con la que ganará el Pri-mer Premio Nacional de Teatro, y Las tres cartas de Venus (1952).Con la caída de Perón hacia el 55`, tras el Golpe de Estado, comenzó su período de “proscripción literaria”. Aislado, olvidado y ignorado por los círculos literarios e inte-lectuales, pasará diez años de encierro con

    DEL ADIÓS A LA GUERRA1

    ¡No ya la guerra de brillantes ojos, La que aventando plumas y corceles Dejó un escalofrío de broqueles En los frutales mediodías rojos!

    Si el orgullo velaba sus despojos Y el corazón dormía entre laureles, ¡Mal pude, Amor, llegarme a tus canceles, Tocar aldabas y abolir cerrojos!

    ¡Armaduras de sol, carros triunfales, Otros dirán la guerra y sus metales! Yo he desertado y cruzo la frontera

    Detrás de mi señora pensativa, Porque, a la sombra de la verde oliva, Su bandera de amor es mi bandera.

    La época revolucionaria de “Martín Fie-rro”, aquella que como advertíamos bus-caba reintegrarle al arte toda su integridad y frescura, no fue solamente una época de conjeturas y batallas. Leopoldo Marechal recordará también aquél episodio, como un momento muy feliz y divertido de su vida. Este grupo de artistas, frecuentaban por las tardes el café Richmond de la ca-lle Florida, y por las noches el Royal Keller, ubicado en Corrientes y Esmeralda. Las re-uniones, muchas veces informales, termi-naban en juegos y abstracciones cotidia-nas, productos también, por qué no, de las mentes más brillantes: Oliverio Girondo, en una de esas noches, se puso a dirigir el tránsito en la esquina de Callao y Corrien-tes; Carlos de la Púa -”el malevo Muñoz”, como lo llamaban- se dedicó a arrancar to-das las chapas de los dentistas y las parte-ras de la famosa avenida. Asistían también a las recepciones de personajes literarios extranjeros, disfrazados con barbas posti-zas de alquiler. Algunos aseveran que tales hechos res-pondían a simples diversiones; ocasiones circunstanciales que parecían más bien un juego de muchachos. Pero detrás de ta-les actos, se ocultaba, ésa misma predispo-sición revolucionaria, que intentaba, como ya se ha dicho, devolverle al arte toda su ingenuidad. Cuando nos comprometemos con algo en toda su plenitud, la realidad, por sí sola, también cambia, evidenciando en ella nuestro más fiel de los ref lejos.El Martinfierrismo fue, como ya se dijo, un movimiento vital; y los hechos adapta-rán el alma que le prestó el artista: la rea-lidad no podrá ser más que un estado de su espíritu. ◊

    1. Marechal, Leopoldo: “El alma de las cosas inanimadas de Enrique Gonzáles Muñón”, en Leopoldo Marechal Obras Completas V, Libros Perfil, Buenos Aires, 1998, p.419.2. Andrés, Alfredo; Palabras con Leopoldo Marechal, Editorial Ceyne, Buenos Aires, 1990, p.27.3. En Martín Fierro, Buenos Aires, a.II, nº 26, 29 de noviembre de 1925.4. En Martín Fierro, Buenos Aires, a.III, nº 32, 4 de agosto de 1926.5. En Los Aguiluchos (1922), mostraba todavía reminiscencias del modernismo y del simbolismo; mientras que en el libro citado, o en Odas para el hombre y la mujer (1929) su poesía adoptará formas más experimentales.6. Marechal, Leopoldo: “Distinguir para entender”, en Leopoldo Marechal Obras Completas V, Libros Perfil, Bue-nos Aires, 1998, p.338. 7. La aparición de Adán Buenosayres, suscitará perversas crónicas de sus compañeros y amigos, de ideas políti-cas contrarias a las del escritor. En medio del gran silencio, sólo una voz aparecerá para alabarla, y será no me-nos que la de Julio Cortázar, en un artículo de la revista Realidad.8. Rosbaco Marechal, Elbia; Mi vida con Leopoldo Marechal, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1973, p.191.9. Chesterton, Gilbert Keith: “Santo Tomás de Aquino”, en G. K. Chesterton Obras Completas IV, José Janes Edi-tor, Barcelona, 1952, p.920.

    “Elbita”, como un feliz Robinson en su isla desierta. Allí se dedicará a la lectura, a la relectura, a la meditación y a la creación. Recordaremos aquí su novela El banque-te de Severo Arcángelo, que verá luz hacia 1965, y Heptamerón (1966), cantos en don-de nos encontraremos con los grandes te-mas de su obra poética: Dios, el amor, la patria, la soledad, la alegría y la muerte.

    VI.Leopoldo Marechal profesó la tarea de ser, sobre todas las cosas, un verdadero hom-bre. Incursionó con éxito y grandeza los gé-neros del prólogo, del cuento, de la poesía, del teatro, de la novela, del ensayo, del di-bujo y la reseña. Fue un amante de los chi-cos, pero sobre todas las cosas un amante de la vida, de su país, de nuestro futuro.Su obra aún reposa en silencio por muchos rincones, pero nos espera, incondicional-mente a cada uno de nosotros. Es nuestro deber y compromiso, divulgar su obra, y es un honor, acaso, llevar el nombre de su úl-tima novela: Megafón (o la guerra).Hacia 1969, un año antes de su muerte, el escritor nos decía: “Mi obra, si no es reli-giosa en la exterioridad de sus temas lo es

    en el valor intencional que yo pongo al es-cribirlas (...) Dentro de mi obra se ve muy claramente mi aceptación de Cristo como mi único y suficiente redentor y la exalta-ción de las palabras del Evangelio, que re-leo constantemente y que propongo a mis amigos hasta marxistas, como la única so-lución para resolver los problemas huma-nos que tanto los preocupan”.8

    Desde lugares claramente opuestos, Ches-terton9 vislumbrará un mismo fin entre San Francisco y Santo Tomás: a pesar del alto contraste que existe entre el vagabun-do y el estudiante, entre el aprendiz y el aristócrata, entre el más silvestre de todos los misioneros y el más suave de todos los profesores. Los dos realizarán una misma obra, pero desde distintos lugares: el uno en el estudio, y el otro, en la calle.Marechal, sin embargo, anhelará recorrer por ambas sendas, y nos dejará de testigo a su obra, que también será única, indivi-sible, como la de estos dos tiernos e inolvi-dables santos. ◊

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    Un Juego de Muchachos

    Ensayo › Leopoldo Marechal

    1. Lúcida, hospitalaria y por sobre todo generosa, María de los Ángeles Marechal obsequió para nuestro número inaugural de Megafón, uno de los poemas predilectos de su padre: Del Adiós a la Guerra, lo cual nos ennoblece e incluimos en honor a su memoria.

  • Así se titula en el alemán original “La Pa-sión de Beethoven”, cuya historia se ini-cia en Viena, una semana antes del estre-no de la Novena Sinfonía del compositor musical. Es muy difícil arruinar desde la narración los preparativos para semejan-te evento y, en este caso, la promesa que anuncia por sí misma la elección de un tiempo y un lugar en la historia es además respaldada con valentía y belleza. Inclu-so el desobediente protagonismo que se le intenta dar a una copiadora de partituras de 23 años es justificado por su fresca pre-sencia, que augura, en los últimos años de vida del genio, si se quiere, un resarci-miento ficcional para un viejo y pasional hombre solitario.Se trata de una película para disfrutar y reír con Ed Harris, que interpreta el pa-pel de Ludwig van imprimiéndole en todo momento la confianza plena de ser Bee-thoven. Nos entrega un personaje que vive con esa certeza rotunda; la de saber cuál es exactamente su función en el mundo: leer los labios de Dios. Desde este pedestal legítimo convive con la gente de todos los días. Para ser claros, el personaje de Ha-rris se dirige a los de su tiempo en el siglo XIX como el mismísimo Beethoven ac-

    tuaría hoy, con todo el prestigio que estos 200 años le han dado, si reviviera y se cru-zara con el cantante de Coldplay.El manejo de los motivos musicales en el film es admirable. La música no intenta acompañar las imágenes que se suceden, sino que se erige en otra manera de expre-sarse lo mismo; puede estar satisfecha la polaca Agnieszka Holland de haber diri-gido una pieza a la altura de la voluntad de Beethoven, en el sentido de “conectar las almas de las personas”. Así nos unen en una lágrima Harris y Diane Kruger – la hermosa Anna Holtz – en la representa-ción de la Novena, también cumbre para la fusión espiritual que se gesta entre sus personajes. Anna aparece como apunta-dora del Maestro, sordo para los sonidos mundanos, pero sobrepasa esta misión para llegar a ser ambos el mismo f luir que revolucionaría la música para siempre.Entre otras enseñanzas memorables, “El Sonido del Silencio” aclara qué es un artis-ta; aquél cuya voz interior, accesible única-mente dejando de lado los sonidos ajenos, le permite y casi obliga a juzgar terminan-temente sobre las cosas. Hágase justicia y comprendan los tibios estudiantes de las artes la profundidad de este manifiesto. ◊

    El sonido del silencio

    Y sí, Inland Empire es oscura, complicada y larga. En esta oportunidad, las trampas del director son principalmente incompa-tibilidades de tiempo, lugares y persona-jes, al igual que en Lost Highway (1997); y al igual que siempre. Puede agradarnos de alguna manera el film, pero a condición de jugar a lo que a esta altura es el jue-go de Lynch. Si, por momentos, nos inco-moda el sentimiento de estar frente a una historia gratuitamente inexplicable, sere-némonos; no es un texto de Lacan. Aten-damos a la belleza de las imágenes y a los símbolos, que nos hablan por sí mismos y construyen una moralidad definida.En la película hay una prostituta norte-americana y una polaca. Las dos son Lau-ra Dern, que también es actriz y se en-cuentra interpretando una película. La polaca es un personaje de cierta diégesis ficticia y, eventualmente, fue asesinada, al igual que su amante. La norteamericana, tal vez más real, sufrirá el mismo desti-no y se mezclará con la anterior, víctima de un conjuro maligno. Esta circularidad intencional sea, quizás, una alegoría que recuerde la justicia poética. O no. En defi-nitiva, Lynch decidió el título de la pelícu-la atendiendo a que le gustaban mucho las palabras Inland y Empire. ◊

    Inland Empire

    El monumento a la tonada del sur de los Estados Unidos, eso es este film. La tra-ma que se desarrolla en un centro de de-tención con Luke (Paul Newman) como protagonista acompaña tímidamente las declamaciones, amenazas, explicaciones y lamentos de jefes, guardias e internos. Sus parlamentos son lanzados de mane-ra tal, que sugieren ser producto de almas determinadas, con el aplomo que confiere la experiencia concreta y la vida simple.Si se ha escuchado previamente Civil War de Guns n’ Roses, sorprende la aparición del extracto introductorio del tema en boca del jefe del centro de reclusión, que fundamenta sobre una falla en la comuni-cación y la incapacidad de llegar a ciertos hombres con un mensaje. Aunque válido, el pensamiento del jefe del centro es par-cial y representativo de una postura, fren-te a la que el espíritu libre tiene necesaria-mente que reaccionar. Luke es símbolo de

    Cool Hand Luke

    Reseñas › Cine

    Nacionalidad: USA, Gran Bretaña,HungríaAño: 2006Director: Agnieszka HollandGuión: Stephen J. Rivele,Christopher WilkinsonIntérpretes: Ed Harris, Diane Kruger, Ma-tthew Goode y Ralph Riach.

    Nacionalidad: USA, Polonia, FranciaAño: 2006Director: David LynchGuión: David LynchIntérpretes: Laura Dern, Jeremy Irons,Justin Theroux, Harry Dean Stanton

    Nacionalidad: USAAño: 1967Director: Stuart RosenbergGuión: Donn Pearce, Frank PiersonIntérpretes: Paul Newman, George Kennedy, J.D. Cannon, Lou Antonio Robert Drivas, Strother Martin

    esta libertad, la deja entrever en su sem-blante, y nadie –ni espectadores ni guar-dias- le cree cuando, a su llegada, descarta ser un problema para el penal. Deja du-rante su estancia momentos inolvidables, como el duelo mano a mano que resiste poniendo la otra mejilla, y el desafío de co-mer 50 huevos en una hora.La Naranja Mecánica (1971) y Atrapado sin salida (1975) son otras dos maneras elegan-tes de resolver el conflicto de Cool Hand Luke. La pregunta es acerca del dominio sobre la conducta humana y, principal-mente, el fuego vital de cada uno. Podría también indagarse cómo es que estos pro-tagonistas son siempre nuestros héroes. ◊

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    Por Nicolás Belinco

  • Los espectadores están en la sala, la puer-ta se cierra. Una silla de madera es La es-cenografía. Por un costado del escenario entra Meyerhold, se sienta y nos mira a los ojos con detenimiento, las luces se apagan por completo, la oscuridad molesta, gene-ra interrogantes, se escuchan los prime-ros sonidos y comienza la función.Pavlovsky invita a introducirnos al mundo de Emilevich Meyerhold, uno de los refe-rentes más importantes del teatro ruso del siglo XX, y lo hace desde la propia teoría de este director. Sin texto escrito, la obra se desarrolla desde la puesta en juego de los conceptos más importantes propues-tos por Meyerhold: improvisación, imagi-nación, biomecánica, todos los puntos cla-ve del teatro de la convención conciente, tal como fue denominada por el autor.Meyerhold promovía la libre interpreta-ción de los espectadores y la utilización de elementos simbólicos en las obras; pen-saba que la singularidad era fundamen-tal, en consecuencia, no comulgaba con el ideal del realismo socialista propuesto en la rusa stalinista. A pesar de ser mili-tante comunista, su metodología de traba-jo fue blanco de enardecidas críticas. En 1938 fue encarcelado y torturado, dos años más tarde lo fusilaron.Variaciones es una mirada sobre la vida de este genio ingenuo y su trágica muer-te, una mirada que, sin embargo, juega con una multiplicidad de sentidos. La obra bien puede leerse como la biografía de Meyer-hold, como una clase teórica sobre su con-cepción teatral o como una suerte de puen-te que une a los crímenes del stalinismo con los de la última dictadura militar ar-gentina. De todas maneras, tomaría el ries-go de afirmar que la (a)puesta de Pavlosvky es integradora de estas tres lecturas y, por qué no, de otras más. El gran acierto del dramaturgo es hacer de cada función una

    compleja enunciación preformativa que ex-plica los aspectos más trascendentes de la construcción teórica meyerholdiana sobre el teatro y, a su vez, los ejecuta.Más allá de los pasajes dedicados a la carrera de Meyerhold, la obra muestra a un hombre inmerso en la cotidianeidad que permanen-temente explora la sensibilidad humana, convencido del potencial revolucionario del desarrollo de la imaginación creadora.La representación pasa de los gags cómi-cos al drama con notable naturalidad. La destreza escénica de Pavlovsky lo convier-te en un orador ideal que cautiva al espec-tador de la misma manera que lo empuja a ref lexionar. Empuja porque en la cons-trucción dialéctica planteada, la indiferen-cia parece no ser un recurso válido para el público, sencillamente porque sobre el es-cenario está Meyerhold. ◊

    › Leticia Castro

    Variaciones Meyerhold

    Variaciones MeyerholdDe Eduardo Pavlovsky

    Elenco:Eduardo PavlovskySusana EvansMartín PavlovskyEduardo MischDirección:Martín Pavlovsky

    Reseñas › Teatro

    Basada en la obra de Henrik Ibsen, y dirigi-da por Sergio Renan; esta maravillosa adap-tación se presentó en el Complejo Teatral San Martín.

    En el año 1882, Henrik Ibsen habría escrito Un enemigo del pueblo, obra en la cual se relatan los avatares que Tomas Stockmann y su familia deben atravesar tras un descu-brimiento que pone en peligro a su comu-nidad. Se trata de la historia de un hombre que lucha por la libertad de expresión y por el bienestar común en un contexto amena-zado por la corrupción y el autoritarismo. La historia no peca de compleja, cierta-mente; más bien su trivialidad es tan sólo un pretexto que hace de parábola para de-jar entrever el verdadero mensaje de la obra: el doctor y filántropo Stockmann descubre que un peligro inminente de contaminación amenaza a las aguas del balneario que pertenece a la ciudad en la que habita. De allí en más se desatará el conflicto y la lucha de poderes, se darán lugar a las contradicciones y a la puja en-tre los ideales utópicos de un hombre y la amenaza de las autoridades, quienes pre-tenden generar el miedo y el sometimien-to entre los habitantes. Las interpretaciones de los personajes me-recen una mención aparte, destacándose las actuaciones de Luís Brandoni (quien encarna a Tomás), Pepe Novoa y Alberto Segado. Estos tres conjuran un trío excep-cional, desbordando autenticidad y conmo-ción, y dejando en el espectador una sensa-ción general de emoción, verdad, empatía, y una invitación para la reflexión. Resulta sorprendente la actualidad que permanece en la temática. Tal parece que los mismos motivos siempre permanecen merodeando, y suelen ser objeto de repeti-ción en las artes; en este caso, no podemos decir que contamos con una excepción. ◊

    › Marina Dragonetti

    Un enemigo del pueblo

    Un enemigo del pueblo

    Autoría: Henrik IbsenAdaptación: Sergio Renán

    Elenco:Valentino Alonso, Pablo Alvarenga, Patri-cia Becker, Sergio Boris, Luis Brandoni, Marina Cohen, Gabriel Conlazo, Juan Ma-nuel Fernández, Mariano Fernández, Maia Francia, Mario Fromenteze, Stella Galazzi, María Celeste Gérez, Lucas Krourer, Lu-ciano Linardi, Marta Longo, Andrés Mar-tinez, Kevin Melnizky, Leonardo Méndez, Montenegro, Héctor Nogués, Manuel No-voa, Pepe Novoa, Horacio Peña, Pablo Ri-naldi, Nicolás Rodríguez Ciotti, Alberto Segado, Eduardo Silva Correa, Daniel Te-deschi, Lorena Vega, Jorge Velurtas, Mar-cos Woinski, Julieta Zylberberg.

    Vestuario: Mini ZuccheriEscenografía: Graciela GalánIluminación: Eli SirlinMusicalización: Sergio RenánSonido: Sergio RenánDirección: Sergio Renán

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    Gane dinero desde su casa

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  • Nadar puede ser considerado un espíritu revolucionario en varios aspectos. En pri-mer lugar, se puede destacar que él es uno de los pioneros en el tratamiento artísti-co de un medio como la fotografía. Hasta el momento el nuevo medio era más consi-derado como objeto de curiosidad técnica, que como medio de expresión. Será él uno de los primeros que incorporará los conoci-mientos estilísticos y el realismo pictórico para la construcción de su obra. Cuando la fotografía se consolida como nuevo medio artístico, Nadar también consigue desigua-larse: a diferencia de los artistas contempo-ráneos, Tournachon olvida la pose y los or-namentos y se concentra en la austeridad de la imagen y el poder expresivo del rostro; de allí su calidad de estética precursora.El afán por la innovación también lo lle-va a experimentar con nuevos recursos y técnicas como la de la luz artificial, y da inicio a ésta práctica, fotografiando las catacumbas de París. Precursor de la fo-tografía de vista aérea, logra llevar éstas imágenes a cabo desde “El Gigante”, globo estático que construye para tal fin.Por otra parte, es el primer artista fotógra-fo que se consolida comercialmente y que logra el éxito económico a través de su tra-bajo artístico. Como ya dijimos, constituye uno de los antecesores del artista moderno, el cual deja atrás las relaciones de mecenaz-go, para forjarse como artista independien-te, libre de presiones religiosas y políticas.

    Lo revolucionario en NadarEn “Enoch Soames”1 , Max Beerbohm describe a un escritor por demás frustra-do con su vida y profesión; alguien que se encuentra turbado por la posibilidad de quedar en el olvido, de ser uno más en la historia y, en fin, de resultar insignifican-te para la posteridad. Tal es la desespera-ción que embarga al personaje, que deci-de entregar su alma al diablo para poder realizar un viaje imposible hacia un fu-turo inimaginable en donde por fin ates-tigua su mediocre porvenir. Si Nadar hu-biera decidido vender su alma al diablo, su condena en las fauces del infierno hubiera valido la pena. Cuando Gaspard Félix Tournachon era un niño, seguramente no imaginó una adul-tez popular y mucho menos una poste-ridad célebre. Todavía en sus años de ju-ventud, y siguiendo aquellos impostados legados familiares, se abocó a un futuro en la medicina, pero pronto descubriría su afición hacia las artes, con su primera amistad para con la literatura. Quien di-ría que precisamente la quiebra familiar, sería la que lo arrastraría hacia París, en dónde comenzaría su carrera como perio-dista, escritor, aeronauta y caricaturista. Nadar formaba parte de aquél reducto lú-gubre y romántico: la bohemia, ese escon-dite en donde se filtraban aquellos poetas malditos, verdaderos marginales, proleta-rios intelectuales2, esos reticentes artistas que se negaban a vivir la ascética vida bur-guesa y que consideraban al arte no como mercancía, sino como expresión invalua-ble del espíritu.Empujado por las necesidades económi-cas, adquiere un equipo fotográfico para desempeñarse como retratista, profesión que adopta no sin reticencias, paradójica-mente. Pero Nadar no era cualquier ama-teur interesado por las novedades técnicas, sino que adoptó a la fotografía como for-ma artística y conjugó su talento con una

    seria habilidad de innovación para atraer a la clientela contemporánea. En este senti-do puede Nadar ser considerado como un antecesor del artista moderno, tan preocu-pado por el valor y la originalidad artísti-ca de la obra, como por las regalías que le permitían vivir de su trabajo. Como muchos de los artistas de su épo-ca, Tournachon comenzó por fotografiar a personajes allegados a su círculo, per-tenecientes a la bohemia. Sus modestos comienzos devienen en fastuosos cuan-do se convierte en parte de la elite de in-telectuales, e inaugura un exclusivo es-tudio fotográfico en la Rue Saint-Lazare; su afamada reputación lo lleva a retratar a miembros de la elite de artistas e inte-lectuales parisina como Charles Baudelai-re, Sarah Bernhardt, Víctor Hugo y Émile Zola, entre otros. Es un privilegio el que esos retratos pue-dan hoy ser contemplados desde nuestra mirada contemporánea, ajena a toda inge-nuidad con respecto a lo tecnológico, pero que puede recuperar parte del sentido y la expresión artística de la obra. Ante aque-llos retratos anquilosados y teñidos de his-toria el paseo no pasa inadvertido, devie-ne en un encuentro único entre un pasado y un presente significativamente distan-tes; el uno romántico, inexperto y utópico; el otro, eminentemente posmoderno, im-pávido, que todo lo ha visto, pero que no por eso puede dejar de reencontrarse con la ingenuidad. ◊

    Nadar fue uno de los grandes pioneros de la fotografía en el siglo XIX, sus retratos de

    los personajes más destacados del momento pueden ser

    considerados documentos invaluables, así como obras de fantástica expresión artística.

    Nadar: la bohemia en fotografías.

    Fotografía

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    Por Marina Dragonetti

    1. Héctor Berlioz (1859). 2. Charles Baudelaire, se especula que hacia 1860.3. Sarah Bernhardt (1860).4. Autorretrato: (1865). 5. Su esposa (Ernestine Nadar): No se sabe bien la fecha, se especula que fue por el año 1854.

    1. 2.

    3. 4. 5.

    1.En Antología de la literatura fantástica, J.L. Borges; A.B. Casares; S. Ocampo. Editorial Sudamericana (2006). p. 25.2.La fotografía como documento social, Gisèle Freund, p. 38.

  • do un error por parte de Peirce al confun-dir la psicología “que asocia” con las pro-posiciones fantásticas de William Blake, por ejemplo, o el manuscrito de Jorge Luis Borges incluído en Otras Inquisiciones: “Nueva refutación del tiempo”. La meta-física de Macedonio Fernández o la del mismo Samuel Taylor Coleridge, son más ricas y comprometidas que una teoría so-bre los signos o sobre la construcción ob-jetiva del conocimiento humano. Esta úl-tima distinción, simplemente asevera la diferencia sustancial de la simpleza de lo real y la multiplicidad de lo fantástico. Evi-dentemente, cuando se trata de entender o comprender alguna de ellas, la primera resultará verosímil, la segunda imposible. La ciencia debe encargarse por entender los fenómenos humanos en lo que impli-que un progreso o compromiso real sobre lo que sucede. Puede comprender lo que sucede por fuera del hombre, sin por con-trario, dictaminar una sentencia del ab-surdo. Los artistas encontrarán nada en las palabras de Peirce, tanto como este úl-timo encontrará muchos menos –bajo su entender- en un libro nominalista o como quiera llamarle. Sin embargo, su teoría, a pesar de dejar afuera al hombre, concluye en Dios, otra invención del hombre. Aun-que eso sea una sólida propuesta, no sabe-mos tampoco bajo que términos el orden de lo divino remite para él en tanto una creencia “ideal” ó como la última palabra de un diccionario. A mí me gusta pensar en Dios como el fin de todos los argumen-tos, como el fin de toda alegoría. Bajo el

    Aún los datos biográficos son menester de otra circunstancia. Podemos decir tan solo que Charles Sanders Peirce era un hombre de una genialidad un tanto extraña para quien desconozca las doctrinas de la lógica y las matemáticas. También, puede agre-garse, que quien hubiere olvidado las ca-tegorías kantianas, sentirá una necia e in-descriptible culpa al enfrentarse a su obra. Yo he llegado al autor, más bien, por infe-rencias alejadas a mis gustos o pretensio-nes. Sin embargo, el estudio de su teoría produjo en mí una situación extraña, des-pertando curiosidades y, en el mejor de los casos, evidenciando características de mi forma de pensar, de mi manera de enten-der y percibir la realidad. Fuera de su for-ma de escribir – forma que bien podría juz-garse – la lectura que ofrece es lenta, por momentos abominable. Sin embargo él no era un literato, sino más bien un pensador de fundamentos cientificistas. Entonces, la pregunta que aquí se desencadena es tri-vial pero necesaria: ¿Quién escribirá una nota sobre Charles Sanders Peirce que no guarde una intención empirista o pragmá-tica? Es necesario que hoy en día se hablen más sobre estas cosas. Una cita de este au-tor no solo tiene que reconocerse por la misma materia que éste trata. Es necesa-rio también validar o invalidar sus funda-mentos, y puede que, entretanto también, su lectura sea entendida como un punto en común entre un momento de felicidad o un momento de espanto.A éste hombre le gustaba pensar, que el conocimiento era algo exterior al hombre. Le gustaba pensar que todo lo que existe y todo lo que “representa”, era por y nada más que signos. Hasta el hombre entiende al hombre como un signo. Sin ir más le-jos, y la redundancia es innecesaria, todo signo es también otro signo. Esto guar-da una distinción entre categorías, pero es bonito pensar en las simplificaciones. ¿Qué pasaría si desapareciera la tortuga o Aquiles?, ó, mejor dicho, ¿Cuán lejos esta-rá el castillo de Kafka el día de mañana, y

    el día de mañana…? Sin embargo, esto se-ría alejarnos de su teoría, ya que en ella caben el tiempo y la sucesión entre las co-sas. De todas formas, su obra concluye en Dios, y solo Dios como signo final e irre-versible. Allí nos detenemos un instante, y podemos pensar en Coleridge y su sue-ño, en el que todo desaparecía lentamente hasta que solo quedaba el lugar en donde él estaba; allí mismo despertó de la pesa-dilla. Pero ese sueño no es el soñado por Peirce, sino por un poeta inglés admi-rador de Shakespeare. Entre esas líneas cabe una diferencia; porque Peirce no es un soñador ni un poeta, sino un hombre que encuentra al idealismo como un ar-gumento de dudosa validez. En un escrito sobre Berkeley, dictaminó una sentencia un tanto injusta, que esconde una sonri-sa un tanto más arbitraria que la misma arbitrariedad con la cual ejecuta su críti-ca. Él nos decía, en referencia a Hume y Berkeley “Pero ni él, ni ningún otro, han desarrollado el nominalismo de manera absolutamente consecuente; y puede afir-marse con toda seguridad que nadie lo hará, a menos de reducirlo al absurdo”1. Ahora, yo no encuentro absurdo a ningu-no de los autores que antes nombre. Aun-que el materialismo ni el idealismo sig-nifiquen algo hasta que hablemos mejor de una conjunción entre ambos térmi-nos –como enseño el maestro Schopen-hauer en su obra fundamental El mundo como voluntad y representación– entien-

    Nota sobre Charles Sanders Peirce“Podemos, pues, definir el

    arte justamente como la consideración de las cosas

    independientemente del principio de razón, en oposición

    a aquella otra manera de considerar lascosas, que es la

    vía de la experiencia y de la ciencia.

    Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación.

    libro tercero, §§ 36 y 37

    Por Juan Arabia

    Ensayos › Charles S. Peirce

    Páginas 22 ∙ 23

    1 Ch. S. Peirce, «Fraser’s The Works of George Berke-ley», Writings of Charles S. Peirce

    orden de lo real esta palabra puede signifi-car muchas otras, pero siempre que remi-tamos a ella caemos en el mundo que no existe, en el mundo de lo oscuro y lo fal-so. Aquí ya no comprendo a Peirce. Pero puedo afirmar, en cambio, que allí sí lo comprendo en su totalidad. En este último punto vuelvo a pensar en la Doctrina del Zenón y su irremediable sentencia del in-finito. Allí pienso en Berkeley, y en todos los idealistas. Allí la conjunción se hace necesaria. Una primera diferencia sería discriminar entre los distintos propósitos, sin caer en la trampa de reducir lo contra-rio a meras contradicciones. La diferencia no puede ser más que otra palabra: exis-tente e inexistente, verdadera o falsa. Pero ningún mundo es punto de partida de ninguna de ellas, como tampoco es porta-dor de una salida o muchas de ellas.Así Borges le temía a los laberintos. Leo-poldo Marechal, en cambio, proponía la salida por arriba de ellos. Sin embargo, el laberinto deja de ser laberinto, a partir del momento que comprendemos que esta-mos dentro de él. ◊

  • “Trelkovsky se despertó molido. Le dolía todo el cuerpo. Su lengua había descu-bierto un diente roto y se ensañaba inten-tando pulir los bordes. Escupió un delga-do hilo de sangre. El hilillo se estiraba y estiraba del suelo a su boca hasta conver-tirse en un filamento, una línea imagina-ria que se negaba a romperse.La cómoda, el armario, las sillas, todo es-taba tal como lo había dejado. Una co-rriente de aire entró por el hueco de los cristales rotos. Los vecinos no le habían amordazado. Habían cometido un error. Decidido a no claudicar, llenó sus pulmo-nes de aire para gritar.Pero no le dio tiempo. Un torrente de mú-sica brotó al unísono de todas las venta-nas del inmueble. Los aparatos de radio emitían la novena sinfonía de Beetho-ven a todo volumen. Trelkovsky gritó, pero sus gritos de socorro se ahogaron en me-dio del estruendo. Se habría contentado al menos con no tener que escuchar por más tiempo aquella música que aborrecía, pero no era posible. Penetraba con la co-rriente de aire, aprovechando la ausencia de cristales.La novena sinfonía estallaba. Desbordaba una felicidad estúpida, una alegría de gran guiñol. Novecientos coristas y músicos se regocijaban ante la inminente muerte de Trelkovsky. Un delicado homenaje a Simo-ne Choule, sin duda: a ella le había gusta-do tanto Beethoven... Aquello le cegó de ra-bia. Se propuso destruir sistemáticamente lo poco que quedaba de Simone Choule. Las cartas y los libros. Desgarró y redujo a pequeños pedacitos de papel aquellos do-cumentos que tanto le habían fascinado. Una furia impotente, de animal caído en una trampa, se había apoderado de él. Se le cortó la respiración, y al cabo de un rato empezó a tener hipo. Fue a sacar los inci-sivos del agujero. Esta vez fueron dos ca-ninos los que cayeron en su mano. Tre-lkovsky los miró con espanto y corrió a la ventana para tirarlos al patio. Pero, al aso-marse para poder lanzarlos lo más lejos posible, le llamó la atención el espectáculo que tenía lugar en los W.C de enfrente.Una mujer que nunca había visto acaba-ba de entrar. Estaba de rodillas sobre los

    posapies de loza y su cabeza desaparecía dentro del inmundo agujero del water. ¿Qué estaba haciendo? En ese momento levantó la cabeza. Su cara exhibía una ex-presión bestial. Miró fijamente a Trelkovs-ky y sonrió de forma repugnante. Sin de-jar de mirarle, la mujer metió la mano en el sumidero, le sacó llena de excrementos y se embadurnó la cara a conciencia. Otras mujeres entraron después en el retrete y procedieron de manera semejante.(...)A Trelkovsky le pesaban los párpados y ya no tenía fuerzas para ahuyentar los sortile-gios. Era consciente de que estaban destina-dos a minar su resistencia, pero ya no podía eludirlos. Estaba demasiado débil, demasia-do consumido, demasiado enfermo.Ahora era el patio el escenario de la se-guiente representación.Un vecino vestido con mono de trabajo daba vueltas en bicicleta. Describía cír-culos y ochos. Cada vez que pasaba bajo su ventana le dirigía una amplia sonrisa y le guiñaba el ojo. Habían atado una cuer-da al sillín. La cuerda arrastraba un ma-niquí de cera con cuerpo de mujer. (...) El maniquí brincaba con las irregularidades del terreno y sus brazos se movían produ-ciendo una ilusión de vida. Pero la cera se estaba derritiendo rápidamente y el mani-quí se deterioraba al contacto con el sol. La mujer iba desapareciendo como corroí-da por un ácido. Cuando ya no quedaban más que dos piernas a remolque de la bi-cicleta, el vecino hizo un gesto irónico a Trelkovsky antes de desaparecer.Después salieron dos hombres que lleva-ban un enorme pescado ensartado en un largo palo y dieron varias vueltas al pa-tio. Al cabo de un rato se detuvieron, tira-ron su carga al suelo y se quedaron miran-do fijamente a Trelkovsky. Entonces, sin prestar atención a lo que estaban hacien-do, se pusieron a vaciar el pescado. Las en-trañas se iban acumulando, y pronto hubo un pequeño montón junto a ellos. Acaba-da la faena se echaron a reír complacidos y se engalanaron los cabellos con las tripas del pescado. (...) Después se alejaron a la pata coja, como si fueran dos niñas pequeñas.Uno de ellos reapareció casi al momento.

    Venía soplando en una inmensa trompa. Los sonidos que emitía eran parecidos a los de los pedos.Apareció entonces, procedente de la por-tería, un león coronado. Era evidente que se trataba de una piel cosida, en cuyo in-terior se escondían dos vecinos. Sobre el león iba montado un muchacho que ya ha-bía visto en otra ocasión. Dos mujeres ves-tidas de blanco se dirigieron al encuentro del león. Al llegar a él se introdujeron por una abertura de la piel y, a juzgar por los sobresaltos del animal, Trelkovsky com-prendió que allí se estaba celebrando una orgía. El hombre de la trompa agarró la cola del león y empezó a tirar de él para sa-carlo fuera del escenario.Tres hombres enmascarados entraron en ese momento. Trelkovsky descubrió con horror que uno de ellos se le parecía. Los tres personajes se quedaron inmóviles, for-mando un cuadro viviente de oscura signi-ficación. Permanecieron en la misma posi-ción durante casi una hora. El sol se puso, y después llegó la noche y la oscuridad.Los cascos de un caballo resonaron en el patio.Trelkovsky se estremeció.Alguien golpeó suavemente en su puerta.¿Ya? No era posible, el verdugo estaba to-davía bajándose del caballo. Una hoja de papel blanco se deslizó bajo la puerta. (...)¿Vendrían a ayudarle? ¿Tenía un aliado en la casa? Cogió el papel con desconfianza. Era una hoja de papel de carta perfuma-do. La desdobló cuidadosamente. Había tres líneas escritas con letra femenina. No pudo descifrar lo que decían. Los caracte-res de las letras debían de ser sánscritos o hebreos. Entonces preguntó en voz baja a través de la puerta.-¿Quién es?Una respuesta llegó a sus oídos, ininteligi-ble. Trelkovsky repitió la pregunta, pero lo único que pudo escuchar fueron los rápi-dos movimientos de una huida precipita-da. Alguien se acercaba, sin duda.Efectivamente, al cabo de unos instantes, una llave giró en la cerradura”.

    Capítulo 17. Los preparativosTopor, Roland El Quimérico Inquilino. Novela.

    Autores Memorables

    Páginas 24 ∙ 25

    Roland Topor

    “Roland Topor (1938-1997) fue un pintor, escritor y cineasta Francés conocido por el carácter surrealista y volun-tario de sus obras. Pertenecia al Grupo Pánico, junto a Alejandro Jodorowsky, y Fernando Arrabal, entre otros. Alternará su obra entre los campos del dibujo, el cine, el teatro y la literatura en una variada gama de papeles - autor, escritor de ópera romántica, guionista, actor, director, autor de canciones, fotógrafo,- pero siempre mante-niendo un característico estilo de humor y terror negro y grotesco. Su novela “El Quimérico Inquilino” será lle-vada al cine por Roman Polanski hacia 1976.”

  • Fascinado por su verdad, y alejado aún de sus próximos y diminutos pensamientos, el escritor, que jamás descansa, recrea en cada uno de los símbolos sus más profundos sentimientos. Él escribe para los demás, y ningún otro: su forzosa tarea se podría des-cribir como la de un traductor de sueños y pesadillas; como un simple hombre, que, en las soledades más indescriptibles, trata de descifrar una criptografía infinita.El trabajo es arduo y muchas veces insopor-table. El tiempo, que en su más acertada alegoría incluso falla, coincide con el anhe-lo del hombre que busca transformar cada uno de sus torpes movimientos en arque-tipos de lo eterno. El lugar es muchas ve-ces hostil, no existen recompensas, y nadie aún entiende el motivo de su presencia.Quizás sea el mañana, y quizás también el hoy: sombras del amor que atraparemos en silencio para usted.

    Acerca del EscritorPor Samuel Forkyas

    hay veces en que sólo queda apartarse como un desconocidoy vernos a todos los que bebemos y fumamos y gritamos alguna cosavernos como si fuéramos ajenos ajenos dije de otros y escuchar la propia voz cargada de mentira como de pestejuntando palabras que esconden por un rato la habitación vacía en la que cada noche se reza por nosotros

    Empty roomsPor Juan Mattio

    Demanda maravillas en un desierto don-de los pájaros son verdes.Alucina ciudades empedradas, fiebres, viajes peregrinos.Imagina imperios de oro, reyes de cortes, mágicos escudos, animales bicéfalos / mujeres albinas.Tiene sed de océano, de inmensidad cuando ensancha el ovillo de su inteligenciacuando reúne el paisaje de su felicidadcuando hambrea al monstruo que, invocado,desciende a buscar la bondad,delicias de un pasado primero, pura per-tenencia.

    ImaginaciónPor Luciana Mellado

    Desde las copas de los árboles los pájaros sa-cuden su vigilia en direcciones contrarias. En el mar se confunde el canto de sirenas con el grito de las bestias al parir sus des-garros.

    Abajo, una pequeña casa sin patios ni jar-dines va acumulando sus ropas sucias con una sed desesperante. Rash parece enloquecer ladrando al cie-lo sin saber qué ocurre, recostándose ex-hausto a un costado de la cama, jadeante de cansancio. Entonces, se abrieron los fuegos. Los hombres gritan y las mujeres lloran. Todo es confusión y terror. Por un instante ya no hay más cantos, ni sirenas, ni nada. Rompe el estruendo. Los niños abrazan los vientres exclamando: “Mamá!”

    Es ahora cuando las mujeres gritan y son los hombres los que lloran. La naturaleza parece añorar su cordura. Un olor penetrante e irreconocible ingresa por las pequeñas ventanas de madera. Los ojos oscuros y rasgados de una mujer improvisan un cuento en el que los ánge-les se enojan y pelean porque alguien se portó mal. Todas las noches se repiten idénticas. Un desquicio de una y mil noches.

    Viejas imágenes en forma de hongos se elevan hacia los infiernos, desde lo más negro e inf lamable de los pensamientos humanos.

    Por fin y con un gran esfuerzo, amanece.

    Nahyra tiene siete años. Sus únicos jugue-tes son una muñeca hecha de trapo y pa-pel, además de un pequeño castillito de arena junto a la puerta del fondo, al que

    cuida celosamente porque dice que ahí vive el alma de su papá.

    El día transcurre recogiendo los restos de lo que falta. La puerta de la casa se abre y se cierra hasta el cansancio reconociendo y reconociéndose en el rostro desesperado de los vecinos.

    Al caer la tarde Nahyra toma su muñeca y comienza a rezar junto a su familia, en tanto Rash observa inquieto todo aquello que se mueva un poco más allá del techo de la casa.

    Ya es tarde y los presuntos ángeles nueva-mente se enojan. Vuelven las sirenas.

    En un instante, la luz lo abarca todo. El brillo sobre la casa se hace cada vez más incandescente y el ruido ensordecedor.

    Aquellos ojos rasgados abrazan todo lo que pueden. Nahyra se ciñe a su muñeca como único refugio y la palabra Dios re-suena en todos los idiomas. Rash con el rabo escondido busca cobijo en las polle-ras de su dueña.

    El castillo y las arenas vuelan por los aires y con todas las almas. Ya no hay más puertas, ya no hay más fondo, ya no hay atrás. Sólo trapo y papel emanando humo, aferrados por un par de pequeñas manos inocentes.

    Entre tanto en otro lugar de la ciudad, un olor penetrante e irreconocible ingre-sa por las pequeñas ventanas de madera. Allí vive Ahmed, que con sus escasos cin-co años, comienza la noche rezando junto a los ojos oscuros y rasgados de su madre.

    Muy cerca de él hay una pelota de goma con la que mañana, antes de partir hacia la escuela, anhela jugar por un rato.

    Aunque interrumpiéndolo todo, el resplan-dor del amanecer hoy parece haberse anti-cipado varias horas, más feroz y vertigino-so que nunca, precipitándose definitiva y rabiosamente esta noche sobre su casa. ◊

    Sección Creativa

    “La una y mil noches”(un cuento sobre Bagdad)Por Alejandro César Alvarez

    Páginas 26 ∙ 27

    a vida de Enrique Raab tuvo lugar en una época de gran ebullición cultural y política, respecto de la cual su trayectoria fue paradigmática. En relación a los relatos que recibimos de esa época, cuyos ecos nos llegan desde el otro lado de la tragedia más grande de nuestra historia, la escritura de Raab representa el murmullo de las figuras contrahegemónicas, no sólo para las ideologías dominantes, sino también para los discursos alternativos de aquellos años. El presente libro busca revelar una figura inclasificable y hasta cierto punto inaudita para sus propios contemporáneos, en lo que tuvo de singular e inadvertido en su tiempo. La de Raab fue una existencia iluminadora de múltiples facetas de la creación política, estética y hasta de género, dado que recorrió desde la cinefilia y la crítica hasta el periodismo; desde la política clandestina de las organizaciones revolucionarias hasta la gestión del secreto personal en la vida afectiva y desde la alta cultura hasta la cultura de masas y el progresismo crítico. Tal vida desaparecida hace inteligible, con su desaparición, la desaparición de una época, y también da cuenta de lo que esa época fue. Por ello, este libro procura no sólo rememorar sino también recuperar el pasado en lo que tiene de redentor.

    Alejandro Kaufman

    L

    Autor: Máximo Eseverri132 páginas

    ISBN: 978-987-574-145-6

    Enrique Raab:claves para una biografía críticaPeriodismo, cultura y militancia antes del golpe

    $27

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