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iernes Guatemala, 7 de agosto de 2015 Año 2 No. 96 Foto: Archivo Hiroshima y Nagasaki, memoria viva

Revista Viernes Año 2 No. 96

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La Revista Viernes del Diario de Centro América para el 7 de agosto de 2015.

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iernesGuatemala, 7 de agosto de 2015Año 2 No. 96

Foto

: Arc

hivo

Hiroshima y Nagasaki,memoria viva

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2 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015Una semana

El equipo editorial de Viernes dedica este número a las personas que en todo tiempo y lugar han roto brecha y abierto rutas en busca de espacios para construir nuevos mundos.

Sabido es que el mundo por viejo que parezca, siempre es nuevo. Cada día nos aguarda, en efecto, un despliegue de territorios inexplorados, de horizontes que reclaman ser traspuestos.

Todo sendero está hecho de pasos. Más allá de lo que alcanzamos a ver, otros destinos contienen el mapa de caminos infinitos que los seres dibujan día a día en su búsqueda de respuestas.

Esto vale para los migrantes, para los incansables caminantes que con sus sueños y su sangre empujan y modifican constantemente las frágiles fronteras del mundo.

Es el caso de los migrantes africanos -África, otra vez África- que hoy en oleadas cada vez más intensas se han propuesto penetrar la cortina dorada de Europa, para alcanzar el sueño de ser mundo.

Este número también habla de los africanos que, arrancados de su tierra por la fuerza, fueron forzados a repoblar un Caribe devastado por las guerras de conquista colonial.

Estos migrantes forzados reinventaron su vida con los recursos que encontraron.

La combinación física de dopamina y adrenalina del hombre y la mujer esclavizados impulsaron, por ejemplo, la creación del abanico de sabores que hoy llamamos cocina caribeña.

El mundo es una invención del caminante pues está hecho de rutas hacia el espacio abierto de lo inexplorado.

Es la historia del hambre y la sangre unidas en la necesidad inacabable de alimentar el fuego y de acrecentar el alma.

Editorial

Director General: Héctor Salvatierra. Subdirector General Técnico: Rodrigo Carrillo. Edición: Otoniel Martínez. Diseño Gráfico: Héctor Estrada y Scarlett Pérez. Corrección: Jorge Mario Juárez. Internacionales: Édgar Quiñónez. Digitalización: Boris Molina. Museo de la Tipografía Nacional: Thelma Mayén. Hemeroteca del Diario de Centro América: Álvaro Hernández.

DIRECTORIO

Redacciónl proceso de transición entre gobiernos es una tarea en la que deberá involucrarse todo el Ejecutivo; por ello,

el Presidente Otto Pérez se reunió con los representantes del Sistema Nacional de Diálogo y de la Secretaría de Pla-nificación y Programación de la Presi-dencia (Segeplan).

El mandatario asentó a la prensa que en el informe de transición se toca-rá el tema de los Pactos de Gobierno: Hambre Cero, Por la Seguridad y la Justicia y Pacto de Crecimiento Eco-nómico que fueron ejes fundamentales en su administración, y que espera que puedan seguir siendo desarrollados por la próxima administración. “Espera-mos que los 3 Pactos de Gobierno se

puedan convertir en políticas públicas, pues significa trabajar por el desarrollo de los más necesitados”, dijo.

Pérez Molina anunció que al cono-cerse los resultados del 6 de septiembre se definirán los pasos para coordinar el proceso de transición a fin de propiciar las mejores condiciones para el cambio de administración.

El informe general de transi-ción contemplará 5 ejes principales: desarrollo económico, democrático, urbano y rural; ambiental y social. De acuerdo con la información de Sege-plan, esta rendición de cuentas tiene lugar en 3 fases: capacitar a la entidades gubernamentales para recibir datos, reuniones con los candidatos electos, y el informe de las reuniones entre los posibles gobernantes y el actual equipo de gobierno.

Planifican transición de gobierno

Organismo Ejecutivo

El titular del Ejecutivo, Otto Pérez Molina, expresó su confianza en que la próxima administración dé continuidad a los 3 Pactos de desarrollo.

Ekaterina Parrila, de Segeplan, dando detalles del plan de transición gubernamental.

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3Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015iernes

En su Vida de Apolonio, refiere Filostrato que un mancebo de veinticinco años, Menipio Licio, encontró en el camino de Corinto a una hermosa mujer, que tomándolo de la mano, lo llevó a su casa y le dijo que era fenicia de origen y que si él se demoraba con ella, la vería bailar y cantar y que beberían un vino incomparable y que nadie estorbaría su amor. Asimismo le dijo que siendo ella placentera y hermosa, como lo era él, vivirían y morirían juntos. El mancebo, que era un filósofo, sabía moderar sus pasiones, pero no esta del amor, y se quedó con la fenicia y por último se casaron. Entre los invitados a la boda estaba Apolonio de Tiana, que comprendió en el acto que la mujer era una serpiente, una lamia, y que su palacio y sus muebles no eran más que ilusiones. Al verse descubierta, ella se echó a llorar y le rogó a Apolonio que no revelara el secreto. Apolonio habló; ella y el palacio desaparecieron.

Robert Burton/ Inglaterra

Cuento 96Un tercero en discordia

Director General: Héctor Salvatierra. Subdirector General Técnico: Rodrigo Carrillo. Edición: Otoniel Martínez. Diseño Gráfico: Héctor Estrada y Scarlett Pérez. Corrección: Jorge Mario Juárez. Internacionales: Édgar Quiñónez. Digitalización: Boris Molina. Museo de la Tipografía Nacional: Thelma Mayén. Hemeroteca del Diario de Centro América: Álvaro Hernández.

DIRECTORIO

Fotos: SCSPR

Planifican transición de gobierno

Organismo Ejecutivo

El personero del Programa Mundial de Ali-mentos (PMA), durante el acto.

Las cifras

millones de dólares (Q733.4 millones) estableció el Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia, en Washington, que debe pagar Ecuador a la petrolera Chevron por violación de un acuerdo de inversiones con Estados Unidos.

Fotos: EFE

96 72mil millones de dólares (Q550 mil millones) es la deuda de Puerto Rico, cuyo gobernador, Alejandro García, calificó de impagable. El 1 de agosto debió pagar US $58 millones (Q443 millones) y abonó solo US $628 mil (Q4.8 millones).

Ekaterina Parrila, de Segeplan, dando detalles del plan de transición gubernamental.

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4 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015

Fotos: Ángel López Soto

Nacho Carretero*

Si tardas más de cinco minutos en saltar, no saltas”.

Doce veces lo intentó Sare Abdallah, nacido en Costa de Mar-

fil hace 25 años, antes de lograrlo. No es fácil: la valla que rodea Melilla no perdona ni un rincón. No concede ni una grieta. En realidad son tres vallas, consecutivas, con sensores eléctricos de movimiento y ruido, cámaras, mallas que impi-den meter los dedos para trepar y, en algunos tramos, una alambrada con cuchillas.

El perímetro cuasi militar rodea la ciudad autónoma de Melilla, un territorio que pertene-ce a España pero que está situado en el norte de Marruecos, a pocos kilómetros de la frontera con Argelia. La ubicación convierte a la ciudad en la puerta de entrada a Europa para los miles de jóvenes subsaharianos que intentan colarse y alcanzar “el paraíso”. La frontera sur del Viejo Continente mide 6 metros de altura y tiene 12 kilómetros de perímetro. A un lado vigila la

Abecedario

La de Marruecos y España es la frontera más desigual del mundo. Allí, entre dos ciudades, Ceuta y Melilla, se vive un drama humanitario de enormes proporciones. La zona, que hasta hace poco era un laboratorio de convivencia cultural, se convirtió en un territorio en conflicto.

En 1998, la Unión Europea instaló un muro -formado por dos vallas de 6 metros de altura, con cámaras, redes, sensores y cuchillas- que es una trampa mortal para quienes intentan cruzar ilegalmente. Los africanos que buscan llegar a Europa van tras un sueño que, entre un país y otro, se transforma en pesadilla.

Una barrera imposible

gendarmería marroquí. Al otro, las autoridades españolas. No es fácil saltar. Si lo piensas más de cinco minutos, no saltas.

“En mi primer intento fuimos un grupo de 30”. Abdallah señala hacia la valla, a unos metros de donde habla. Lleva unos días en el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI) de Melilla, a la espera de ser trasladado a Madrid.

“Llegamos de noche y empezamos todos a escalar, usando unos ganchos en las manos y con dos clavos en cada zapato para ir subiendo. La policía marroquí nos vio y empezó a lanzarnos piedras. Al chico que tenía al lado le dieron en un ojo y cayó al suelo como un muñeco. La Cruz Roja lo llevó luego al hospital y no sé si perdió el ojo. Creo que sí. Esa noche tuvimos que bajar y volver corriendo al monte. No lo conseguimos.

En el segundo intento, Abdallah llegó a superar la valla: “Conseguí saltar a suelo espa-ñol, pero estaba la Guardia Civil -el cuerpo de seguridad pública español que, entre otras cosas, vigila el tránsito fronterizo- y me cogie-ron. Intenté esquivar a tres o cuatro, corriendo, como en el rugby, pero el último me agarró. Yo le dije: por favor, déjame pasar, mi padre murió, tengo cinco hermanos, vengo a buscar trabajo… Eso que le dije era todo verdad, pero él solo me dijo: no. Le supliqué y nada. Lo que pasa es que creo que no hablaba inglés”.

Aquella noche, cuando estuvo más cerca del paraíso que nunca antes, lo devolvieron a Marruecos a través de una de las puertas que hay en la valla. Sin explicaciones, sin papeleo. Sin legalidad.

“El día que lo conseguí fue una mañana que nos juntamos 300. Aparecimos todos corrien-do, de noche, y empezamos a trepar. La Guardia Civil española tardó cinco minutos en llegar porque tenía un cambio de turno, y así pudi-mos saltar varios. Logramos pasar a España solo 103. Yo fui de los primeros. Estaba arriba de la última valla y desde ahí vi cómo llegaban tres coches de la Guardia Civil. Venían muy rápido así que no pensé: me solté de los ganchos y me dejé caer al suelo. Seis metros. Luego empecé a correr y vi que nadie me perseguía. Vi que estaba en España, por fin, después de tanto tiempo y sufrimiento... Ahora me quiero ir a otro país. Aquí, en España, no hay trabajo”.

Estrecho de Gibraltar África y Europa amagan con tocarse. Como

el inicio de un beso. Las separa una manga de agua de 14.4 kilómetros llamada Estrecho de Gibraltar que impide que el extremo norte de Marruecos se una con la punta sur de España. Desde Tarifa, la localidad más meridional de la Península Ibérica, se ve con nitidez la costa marroquí. Ahí está Ceuta, una de las dos ciuda-des autónomas españolas situadas en Marrue-cos. La otra es Melilla, más alejada del Estre-cho y rodeada por una valla que consolida la separación de dos mundos. La de Marruecos y España es la frontera más desigual del mundo. Si el PIB per cápita de Estados Unidos multiplica por 6 el de México, la diferencia entre España y Marruecos es de 15 puntos.

Dice el gobierno marroquí que Ceuta y Melilla le pertenecen. Y las reclama. Sin mucho alboroto, pero las reclama desde hace años. Y España responde que la soberanía sobre ambas ciudades está fuera de toda duda, ya que le perte-necen desde mucho antes del proceso de coloni-zación europeo en África. En el caso de Melilla,

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5Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015iernes

España y Marruecos comparten un espacio que une dos continentes.

su vinculación con la península se remonta al siglo X, cuando los árabes entraron en el nor-te de África y se hicieron con todo el Magreb, entonces poblado por diversos pueblos, entre ellos los bereberes, población autóctona del norte de Marruecos que todavía hoy insiste en diferenciarse claramente de los árabes, con una cultura propia y un idioma llamado amazigh.

Se creó en aquella invasión la taifa de Meli-lla, integrada en el califato de Córdoba. Sería abandonada posteriormente hasta que en 1497 Pedro de Estopiñán, un contable andaluz, la intercambió por unos terrenos en Málaga y pasó a formar parte de la Corona Española. Eso dice la Historia. Marruecos, que logró su independencia en 1952, no está de acuerdo y dice que ambas fueron usurpadas. Curiosamen-te, este intercambio de pareceres diplomáticos no es el problema que pesa sobre Melilla. La convivencia entre marroquíes y españoles en la ciudad siempre ha sido y sigue siendo buena. La tensión viene del sur, más allá del desierto del Sáhara, de donde llegan los jóvenes que desean -necesitan- entrar en Europa.

Melilla musulmanaMelilla dibuja una media luna costera de

siete kilómetros de largo por algo más de dos de ancho. Una extensa playa baña la cara exterior de la ciudad, con palmeras y edificios modernos poblando el centro, y pequeñas casas de colores amontonadas en los barrios periféricos. Meli-lla es una mezcla de ciudad andaluza y barria-da magrebí y tiene, oficialmente, 81 mil 188 habitantes.

“Probablemente sean muchos más” dice José Oña, periodista de Melilla Televisión. También es guía turístico y conoce bien el terreno. Dice que los datos no recogen una población flotante de inmigrantes irregulares que se estima en unas 30 mil personas; sobre todo marroquíes que entran en Melilla para trabajar y se quedan viviendo con un permiso de residencia o, directamente, de forma ilegal.

La estadística dice que 46 por ciento de los habitantes de Melilla son cristianos y 35 por ciento, musulmanes. La percepción y la opinión

de periodistas y vecinos locales es que los musul-manes deben suponer ya cerca de 60 por ciento del total de melillenses. Dentro de esta mayoría musulmana, hay españoles y marroquíes.

Los españoles son descendientes de bere-beres que llevan viviendo en Melilla desde hace generaciones. Mantienen su religión musulma-na y su bilingüismo español-amazigh.

Están también los marroquíes que viven en Melilla, tanto los hay que cuentan con permi-so de residencia y trabajo como los que están de forma ilegal. Muchos no hablan español y suelen vivir en los barrios de la periferia. Se suma la enorme cantidad de marroquíes que entran y salen a diario de la ciudad por trabajo o comercio. Los que vienen de los pueblos limí-trofes -Farhana, Beni Enzar, Mariguari y Nador, todos pertenecientes a la provincia marroquí de Nador- tienen permiso para entrar y salir de Melilla a diario. Lo mismo sucede a la inversa: los melillenses pueden entrar en Nador mos-trando su documento de identidad. Cualquier otro español debe llevar pasaporte.

Comercio atípico Así, hay un flujo constante de salida y entra-

da que convierte los puntos fronterizos en per-meables pasos siempre abarrotados. En estos pasos tiene lugar el llamado comercio atípico, que en realidad es contrabando tolerado por las autoridades. En hora punta se forman marabun-tas de porteadores que, por 3 o 4 euros, cargan con enormes fardos de mercancía hasta el otro lado de la frontera: gritos, calor, polvo, mujeres mayores dobladas por el peso, empujones de la Policía…

Los pasos fronterizos de Melilla forman un ecosistema aislado, donde rige la practicidad más allá de la ley. La población se completa con una comunidad judía de unas mil 500 personas, mil gitanos y unos 200 hindúes. Melilla es como un laboratorio de convivencia cultural que siem-pre ha funcionado. Las grietas aparecieron hace unos años, no muchos.

Mordejay Guahnich es judío y presidente de la Asociación Cultural Mem Guímel. Explica que la comunidad judía melillense nunca ha

tenido roces con la musulmana. Pero, como José Oña, percibe cambios en los últimos años.

“Los primeros problemas comenzaron no hace mucho, cuando Israel atacaba Palestina. Aparecieron algunas pintadas y hubo algunas amenazas. Hoy sucede que algunos barrios musulmanes están aislados y se han radicali-zado. Y los judíos ya no podemos caminar por ellos tranquilamente. Es la gente joven. Entre los mayores no tenemos ningún problema.

En uno de esos barrios, conocido como Cañada de la Muerte, fueron detenidas cuatro personas el pasado mes de febrero acusadas de conformar una célula yihadista.

“Eran mis vecinos”, cuenta Suhaila, una joven marroquí que, desde hace años, espera a que el gobierno español le conceda la nacio-nalidad. Detuvieron a una chica, a su novio y a los dos hermanos del novio. Yo me llevaba muy bien con ella cuando éramos pequeñas, pero cuando conoció a este chico cambió. Dejó de hablarme y ya ni saludaba por la calle. Se puso un velo. Aquí todos sabemos quiénes están metidos en esas cosas…

Coloreando el paisajeEl coctel lo completa la permanente

población de tránsito que contiene Melilla de, aproximadamente, 2 mil personas. Llegan des-de Argelia, el África subsahariana o algún país en conflicto. Siempre están ahí, coloreando el paisaje de la ciudad. Llegan en busca del sueño europeo y Melilla se convirtió en su puerta de entrada cuando, a mediados de los noventa, la Unión Europea (UE) borró sus fronteras inter-nas. Entonces las llegadas de estos inmigrantes se multiplicaron y se decidió levantar una valla que los contuviera. La famosa valla de Melilla.

A pocos metros de la valla de Melilla, en territorio español, se mantiene en pie una mal-trecha alambrada de apenas medio metro de altura y sujeta por estacas de madera. Parece la linde de un cultivo, pero es la antigua frontera.

“Ésta es la valla que había antes de que empezaran a construir la actual -señala José Palazón, vecino de Melilla y presidente de la asociación Prodein, una ONG que ayuda a inmigrantes menores de edad en la ciudad-. Como ves, se puede cruzar levantando una pierna”.

No es el único que recuerda con nostalgia una época sin barreras. Ana, también vecina de Melilla, opina igual: “Nos íbamos a la playa a Marruecos y el gendarme marroquí nos pregun-taba a qué hora íbamos a volver para esperarnos y no irse antes. Es que no necesitaba ni vigilancia la frontera”.

A principios de los años noventa se regis-traron las primeras llegadas de inmigrantes subsaharianos a Melilla. Hasta ese momento España, todavía en fase final de resurrección tras 36 años de dictadura militar, no suponía ningún atractivo para los migrantes. Si acaso, los que se colaban ilegalmente en la ciudad en busca de una oportunidad eran los marroquíes, un fenómeno que nunca desembocó en un pro-blema social.

Según la Asociación Española Pro Dere-chos Humanos de Andalucía (Apdha) en su informe anual Frontera Sur de 2014, entre 1990 y 1994 llegaron tan solo 300 inmigrantes subsa-harianos a Melilla. Casi todos ellos fueron aco-gidos por la Cruz Roja en campamentos y, tras largas esperas para regularizar sus situaciones, enviados a la península.

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6 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015iernes

El cambio de situación tiene fecha: 26 de marzo de 1995. Ese día entró en vigor el Acuer-do de Schengen, un tratado europeo por el cual se abolieron las fronteras entre países de la UE y se aprobó la libre circulación entre los Esta-dos miembros. Melilla se convirtió en puerta de entrada para Europa, y a España el nuevo escenario le quedó grande.

Unos 800 inmigrantes accedieron a Melilla en 1997, cifra que se disparó hasta los aproxi-madamente 3 mil en 1998, según datos de la Apdha. Entonces, el gobierno desarrolló un programa de acogida con dos caras: una consis-tía en la construcción de un Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI), inaugura-do en 1999; y la otra en la construcción de una valla que rodease el perímetro de Melilla. El Ejecutivo español -respaldado por las políticas migratorias de la UE- entendía que aquella era la única manera de controlar un flujo creciente de llegadas que, según el gobierno, amenazaba la cohesión social de Melilla.

La construcción de la valla empezó en 1998 y fue financiada por la UE, que destinó a tal empresa 35 millones de dólares bajo el nombre “Fondos Europeos de Desarrollo Regional”. Consiste en una sola cerca de tres metros de altura que rodea la ciudad y la separa de los pueblos marroquíes limítrofes y sus montes, montes a los que llegan los subsaharianos para intentar el salto. A esta primera valla enseguida se le añadió otra en paralelo. En el año 2005, ambas se elevaron hasta los seis metros, y en 2007 se añadió una nueva cerca de tres metros entre ambas vallas. La barrera parte del dique de la playa, en el extremo norte de la ciudad y, sin perdonar un palmo, llega al punto sur, donde incluso se descuelga sobre el agua para evitar intrusiones. El mar da el relevo en forma de barrera natural: los subsaharianos, en su mayoría, no saben nadar.

ConcertinasTrepar la valla está al alcance de pocos. Exi-

ge buenas cualidades físicas o enorme desespe-ración. Además de detectores de movimiento, cámaras de visión nocturna y constante pre-sencia policial, las vallas contienen una malla antitrepa que impide introducir los dedos. En determinados -pocos- puntos del recorrido hay cuchillas. Las comenzó a colocar el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en el año 2005, pero su instalación se detuvo cuando salió a la luz pública y mediática que muchos inmigrantes sufrían profundos cortes en manos y piernas.

Puede resultar una obviedad señalar que, tras la instalación de concertinas (nombre téc-nico utilizado para este tipo de alambradas con cuchillas), los inmigrantes sufrirían heri-das. Pero el gobierno negó la evidencia durante meses.

En 2013 el actual Ejecutivo reanudó la colocación de las concertinas y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, aseguró que se trataba de una medida “disuasoria y pasiva, por-que no agrede”. Añadió que “hieren levemente” y que “hay métodos mucho peores”.

También el actual presidente del Gobier-no, Mariano Rajoy, se refirió a las concertinas afirmando que “habrá que ver si [las cuchillas instaladas] hacen daño a las personas”. La obvie-dad se impuso a los malabares electoralistas y la instalación de la alambrada acuchillada fue, una vez más, paralizada. Tampoco importa: en suelo marroquí, y a pocos metros de la española,

el país vecino levantó hace años su propia valla, más endeble y baja, pero plagada sin disimulo de cuchillas.

“Cuando llegan a la valla española -explica un agente de la Guardia Civil al pie de la valla- llegan hechos escabechina. Llenos de cortes y con las manos y piernas ensangrentadas”.

El agente parece diminuto al lado de la construcción, que se yergue intimidatoria y dis-curre hasta donde alcanza la vista. Cada pocos metros, una torreta de vigilancia de la Guardia Civil. Hay ciertos tramos de seguridad a los que está prohibido acercarse. Al otro lado, visibles entre la enredadera de mallas metálicas, veci-nos marroquíes cuelgan la ropa o empujan una carretilla ajenos a la cerca.

El proceso suele repetirse: los subsaharia-nos aparecen en grupos de 200 o 300 personas, suben con ganchos y clavos en las suelas de los zapatos la primera valla, saltan, se encaraman a la segunda, y solo los más rápidos logran des-cender al suelo de Melilla. El resto se queda sentado a caballo mientras los agentes, deba-jo, forman un cordón humano. A un lado los policías marroquíes, al otro los españoles y en medio, durante horas, los subsaharianos trepa-dos en la valla. La Guardia Civil apoya escaleras en la cerca para que bajen. A veces, caen desma-yados. Otras, ya sin fuerzas, son bajados por los agentes y devueltos a Marruecos por alguna de las puertas de la valla.

Estrategias de asalto El 18 de marzo de 2014, un grupo récord

de casi 800 jóvenes se abalanzó en un intento de usar su gran número como estrategia para pasar. La imagen conmocionó a la audiencia española: la valla se llenó de subsaharianos escalando des-esperados, amontonándose unos sobre otros, con cortes en brazos y piernas, mientras la poli-cía marroquí los golpeaba con palos tratando de que retrocedieran. Cerca de 500 lograron llegar al otro lado; más de un centenar con heridas que, en algunos casos, necesitaron de cirugía.

El 22 de octubre del mismo año, a las siete de la mañana, lo intentaron unos 80. Alcan-zaron la valla, se subieron y se quedaron blo-queados por ambas policías a cada uno de los lados de la valla. Se repetía la escena: decenas de subsaharianos a horcajadas sobre la cerca esperando un hueco, un despiste, un milagro.

La espera, aquel día, se alargó demasiado. Varios inmigrantes sufrieron desmayos. Otros aguantaban sobre la valla, seminconscientes.

El último bajó a las nueve de la noche, 14 horas después.

Dos días antes, los inmigrantes habían mos-trado su organización con cinco saltos simultá-neos en puntos diferentes. Cada grupo estaba compuesto por 50 jóvenes. Pese al despliegue, aquel día solo uno consiguió cruzar.

A veces el drama cierra el círculo. A las cin-co de la mañana de un martes de julio de 2006, 70 inmigrantes intentaron el salto. Coincidie-ron con un destacamento del ejército marroquí que los vio y abrió fuego. Un chico camerunés murió y otros ocho fueron gravemente heridos. Dos más, interceptados por la policía marroquí, murieron a golpes.

En julio de 2013, unos 125 inmigrantes asaltaron la cerca defendiéndose a pedradas de la persecución de la policía marroquí. Cuarenta pasaron. Tres se quedaron por el camino. Dos en el lado marroquí, por causas no aclaradas por Marruecos. Otro en el lado español. Lo encontraron los agentes de la Guardia Civil de madrugada, tirado entre unos arbustos. La autopsia indicó que había muerto de un infarto.

En septiembre del año pasado dos jóvenes cameruneses murieron, tras ser interceptados por la policía marroquí junto a otros 160 inmi-grantes, cuando se dirigían a la valla. Uno de ellos, Roumián Tisse, de 26 años, fue visto en el depósito de cadáveres de Nador por miembros de una ONG española. El otro muerto nunca apareció. Las autoridades marroquíes no infor-maron de ningún fallecimiento ese día.

El gran saltoEl oscurantismo que rodea a cada salto no

permite aseverar cuántas vidas se han queda-do allí. Son al menos 30 desde 2005. Proba-blemente sean más. Durante el año -unos 20 mil subsaharianos intentaron saltar y 2 mil 300 alcanzaron Melilla: 10 por ciento de los que lo intentaron. Los demás, y los que continúan lle-gando, aguardan su oportunidad. Su gran salto.

Hace unos meses José Palazón capturó en una foto el momento en el que una golfista del campo frente al CETI preparaba un swing junto a su carrito. De fondo, en la valla, una decena de subsaharianos aguardaban encaramados. Una metáfora visual que dio la vuelta al mundo.

En los descampados cercanos al CETI, en ocasiones, los inmigrantes levantan chabolas que enseguida son derribadas por el gobierno autónomo. Muchos se van a los hoteles de la ciudad a ducharse. Otros pagan a vecinos para que les dejen usar el baño. Cinco euros por evi-tar el agua helada del CETI. Y por evitar el olor nauseabundo de sus baños.

Los miércoles hay más tensión en el lugar. Ese día, un papel pegado en la pared contiene la lista de nombres de aquellos a quienes se les concede la “salida”. Así lo dicen todos, en espa-ñol: “salida”. Es la palabra mágica. Quien recibe la ‘salida’ abandona el CETI, abandona Melilla rumbo al paso final: Europa.

“Esos días son duros, emocionantes -cuenta Teresa Vázquez, abogada de la Comisión Espa-ñola de Ayuda al Refugiado (CEAR)-. Ves a todos arremolinados ante el listado. Nerviosos. Los que leen su nombre empiezan a llorar de alegría. Otros se van en silencio.

A eso se reduce todo. Después de kiló-metros, fronteras, policías, vallas y penurias, Europa les muestra la entrada. Con la palabra “salida”.

*Gatopardo

Las rejas y las vallas parecen incapaces de contener las oleadas migratorias.

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Foto publicada en el DCA del 28 de marzo de 1934.

7Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015 Gavetas

DCA, 28 de marzo de 1931.- Desde los primeros días del gobierno del Jefe del Estado, doctor Mariano Gálvez, recibieron poderoso estímulo las bellas artes en Guatemala, principalmente la música. La amistad que el eminente jurisconsulto tuviera con el maestro Eulalio Samayoa fue beneficiosa a todos los filarmónicos, quienes formularon un arancel para el cobro de sus servicios, tuvieron casa destinada a sus reuniones y fueron objeto de prerrogativas, excluyéndoseles de ciertos servicios en la guarnición de la capital.

A fines de julio de 1833, el Jefe del Estado de Guatemala, recibió una exposición del maestro Samayoa, en la que después de narrar la historia del arte musical en el país, pedía la protección para ese mismo arte, al que forzaba en decadencia desde el año de 1826. El gobierno emitió entonces, el primero de agosto de ese mismo año, el decreto cuya parte resolutiva dice:

1.- Sin perjuicio de que los profesores de música entren a componer el número designado, la Academia de Artes, decretada por el gobierno el 20 de agosto de 1833, habrá una sociedad destinada a promover los medios de perfeccionar el arte de la música y de que los profesores tengan estímulos y recompensas.

2.- Desde luego, con este objeto y con el de sostener la magnificencia del culto, será restablecida la capilla o coro de música de la Catedral y el gobierno incluirá en el presupuesto de sus gastos, la suma necesaria al efecto. Se estimularán los ensayos comenzados para las impresiones litográficas a fin de multiplicar los ejemplares de piezas de música extranjera y de publicar las composiciones que puedan dar crédito y nombre a los profesores del país.

3.- Se hará un pedido de piezas clásicas extranjeras por cuenta del gobierno.

4.- Él hará los arreglos necesarios para establecer orquestas frecuentes públicas y privadas.

5.- Los profesores de música, reuniéndose, nombrarán una comisión que forme el estatuto de su sociedad.

Luego, el 15 de septiembre de 1833, daba un gran concierto orquestal el núcleo de filarmónicos en el salón de las Casas Consistoriales. Dirigió la orquesta en aquel entonces el maestro Eulalio Samayoa, fundador, en 1813, de la Sociedad de Filarmónicos de Guatemala.

Gálvez y las Bellas Artes

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8 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015Reporte en V

Erasmo Calzadilla y Demián Morassi*

n los últimos diez años los cantantes de reggaetón cambiaron la idea que se tenía de la música latinoamericana. En sus videoclips abunda la adrenalina, el

voltaje, la calentadera, la velocidad, las motos de alto cubicaje, los automóviles deportivos, los yates lujosos y los jóvenes hiper-sexuados. Un tema de Daddy Yankee da la clave para comprender lo que subyace: estamos enganchados con los combusti-bles fósiles.

Hace unas semanas British Petroleum, publi-có su informe anual y sí, tenía razón el reggaetone-ro: somos adictos al petróleo; que constituye casi el 50 por ciento de nuestra dieta energética y cada año consumimos más.

La adicción al crudo es peligrosa, porque es muy alta y el declive de la producción de oro negro está al doblar de la esquina. Si el consumo y la producción de este combustible continúan al ritmo de los últimos años, en menos de un quinquenio nuestros pozos serán incapaces de satisfacer la creciente sed. La abstinencia de petróleo tiene un rostro feo; que lo cuenten Grecia, Siria y Yemen. El panorama es más grave de lo que parece puesto que buena parte de las reservas están ya vendidas a grandes y poderosos consumidores de otras regio-nes del mundo.

La larga temporada de altos precios no fue sufi-ciente estímulo para acelerar el bombeo de crudo más allá de cierto límite. El precio y la producción se comportaron de manera inelástica confirmando la tesis de que, más que económico, se trata de un asunto geológico, y con la geología es un poco más difícil inflar los números.

El deterioro de la industria petrolera en Lati-noamérica es apreciable en lo concerniente a la refinería. Tanto la capacidad como el flujo de refi-nería cayeron escalonadamente durante la déca-da; recuperarlas resultará difícil para una región del mundo cuya economía desacelera desde hace varios años.

Esto se traduce en dependencia: en 2004 Lati-noamérica era exportadora neta de derivados del petróleo (0.6 millones de barriles diarios). Bastó una década para convertirnos en importadores netos de aproximadamente 1.6 millones de barriles diarios. La producción de petróleo, combustible clave para el desarrollo económico, está mal repartida a lo largo del continente, unos extraen mucho y otros nada.Los productores, como era de esperar, con-sumen significativamente más que el resto. Si esta desigualdad continúa, en el futuro se abrirá aún más la brecha entre unos y otros.

Fuentes de energía renovableLas renovables (en este apartado BP inclu-

ye eólica, solar, biomasa y geotérmica) crecieron exponencialmente durante los últimos años. Aun así, a la altura de 2014 su aporte al mix energético total es todavía despreciable (2.8 por ciento). No está de más recordar que las energías renovables sólo producen electricidad, que constituye una par-te no mayoritaria de las necesidades energéticas de un país.

Estadísticas energéticas para Latinoamérica

Petróleo50%

Renovables3%

Carbón5%

Nuclear 1%

Biocombustibles2%

Gas23%

Hidroeléctrica 16%

Latinoamérica: consumo energético por fuentes

Producción de petróleo por países12000

10000

8000

6000

4000

2000

2004

0

2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014

México Venezuela BrasilColombia Argentina EcuadorOtros Trinidad y Tobago Perú

El consumo energético se basa principalmente en el petróleo.

La producción de petróleo por países muestra una tendencia estable desde 2004.

miles de barriles diarios.

Infografía: Sulhema Pacheco y David Estrada

Page 9: Revista Viernes Año 2 No. 96

9Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015iernes

Algunos países producen poco y consumen mucho.

Estadísticas energéticas para LatinoaméricaLos biocombustibles también crecieron a

buen ritmo en los últimos diez años, a costa de áreas naturales de altísimo valor ecológico (entre otros valores) y arrebatando terreno al cultivo de alimentos. Detrás de tantos destrozos uno esperaría encontrar una fuente de altísimo e insustituible aporte energético, pero no, los biocombustibles han reportado un bajísimo rendimiento (Brasil, el productor con más his-toria, consigue entre 2.5 y 9 litros de output por cada litro que invierte) y un ridículo aporte al consumo total (2 por ciento).

Muchos se preguntan si los biocombus-tibles, las renovables u otras podrán com-pensar el declive de las fósiles en la región latinoamericana.

A continuación graficamos el consumo y la producción energética correspondien-te a todas las fuentes. Y trazamos las líneas de tendencia suponiendo un comportamiento lineal

El gráfico está diseñado asumiendo que la tendencia actual va a continuar, cosa muy poco probable. Poco probable porque la caída del petróleo arrastrará a las otras fuentes de energía; pero además los biocom-bustibles, la energía hidráulica y la nuclear se verán frenados a corto plazo por límites físicos del sistema.

Aún asumiendo que estas “desgracias” no sucedieran, en muy poco tiempo el con-sumo de energía superará la producción. O para ser más exactos, el consumo tenderá a ajustarse a la producción declinante y arrastrará consigo a la economía. El análisis poblacional saca a la luz otro agravante. Pese a la pobreza crónica, o tal vez por ella, la pobla-ción latinoamericana crece a un ritmo más acelerado que la pro-ducción de energía. La producción de energía per cápita llegó a su cenit y declina desde 2006. El consumo por habitante parece haber llegado a una mese-ta; su caída tendrá un alto impacto

ConclusiónA pesar de haber sido bien dotados por la

naturaleza, el panorama energético de la región luce complicado. Si el rumbo de las cosas no cambia (solo un milagro podría) crisis econó-micas y políticas romperán la precaria armonía que logró el continente en estos años.

Necesitamos mirar cara a cara al problema y dejar de fantasear con soluciones mágicas. Ni la lucha contra la corrupción o el narcotráfico, ni las renovables, ni el fracking, ni gobiernos progresistas podrán evitar lo inevitable.

Pero no todas son malas noticias. El reg-gaetón de alto voltaje y la cultura consumista que le acompaña correrá la misma suerte que la gasolina. Y mañana o pasado los sobrevivientes podrán intentar otra vez un mundo que “baile y cante” a un ritmo más humano.

* Sur y Sur

Fotos: Archivo

Page 10: Revista Viernes Año 2 No. 96

10 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015

Sidney W. Mintz*

n la zona del Caribe, en la era de la esclavitud, la captura y el transporte de los africanos eran seguidos por la terrible prueba del trabajo en las

plantaciones, experiencias que perturbaban profundamente las partes de las culturas ances-trales que los esclavos podían “cargar” consigo. Debían reconstituir sus formas de vida en condi-ciones adversas, en entornos nuevos y descono-cidos y en ausencia de la estructura institucional de sus sociedades de origen.

Dada la importancia fundamental de la comida en la vida de todos los pueblos, no tiene nada de raro que lo que recibían los esclavos, lo que podían producir o atrapar para comer, y la forma en que llegaron a crear su propia cocina, se convirtiesen en elementos esenciales de su cultura.

Influyendo al amoLos orígenes de esos alimentos parecen

contar por lo menos una parte de la historia. Pero la diversidad de orígenes brinda una impor-tante lección sobre la construcción de la cultu-ra… lección que probablemente los afroameri-canos tuvieron que aprender más a fondo que cualquier otro pueblo de la época moderna.

Aquí se propondrá el argumento de que los esclavos no solo tenían gusto y cánones de gusto, sino también que sus gustos en materia de comida influyeron sobre los de sus amos. Muchos de los alimentos que los amos habrían de llegar a comer y apreciar en las sociedades conocidas como esclavistas los conocerían gra-cias a los esclavos. Estos eran los que captura-ban o cultivaban los alimentos, los preparaban y cocinaban, los que más contribuían a la creación de la cuisine.

Los amos gozaban de libertad, riqueza, tiempo libre y un monopolio casi total del poder. Los esclavos, en cambio, eran obligados a tra-bajar cruelmente, muchas veces desnutridos y enfermos. Como la comida que se les daba, si acaso, era vergonzosa en cantidad y calidad, no tiene nada de raro que se los acusase muchas veces de robo, y sin duda con frecuencia “hurta-ban” comida. Pero desde luego su mano de obra era la que producía la riqueza local y fueron ellos los que crearon la cocina caribeña.

La importancia esencial de la esclavitud para las sociedades del Caribe radicaba en el abasto de enormes cantidades de fuerza de tra-bajo a bajo costo. Pero una vez que la esclavitud se hubo instalado como sistema, desarrolló su propia lógica. Al emplear esclavos con otros fines que su simple fuerza bruta, el sistema esclavista reconocía su humanidad. En el acto de crear una cuisine los esclavos ejercían habi-lidades humanas notablemente distantes de los objetivos económicos iniciales de la sociedad que los aprisionaba.

Con esos fines los esclavos llegaron a gozar de una libertad de acción anticipada. No estaba al alcance de todos los esclavos por igual, como los que tenían el deber de alimentar y manejar animales, plantar caña, recolectar forraje. Sin embargo, casi todos tenían algo que ver con la comida, con su producción, su procesamiento o distribución.

En esas tareas diversas (y al comer) podían ejercer la potencialidad humana de probar, com-parar, elaborar sus preferencias. Lo hacían, sin duda, bajo terribles restricciones; muchas veces

Contando el tiempo

el único reto era seguir con vida. No obstante, la posibilidad de que emitiesen juicios sobre la comida, desarrollasen comparaciones, calibra-sen diferencias de sabor –y de que se les impi-diese hacerlo-, contribuye a sugerir que hubo algo de sabor a libertad antes de que existiese la libertad misma. El sabor a libertad se vinculaba al sabor a comida.

Rumbo al CaribeLa esclavitud caribeña se inició hacia 1503

y llegó a su fin en 1886. Duró, entonces, casi cuatro siglos. Involucró a media docena de potencias europeas (así como a Estados Uni-dos y Brasil).

Según cálculos conservadores, en el curso de la trata llegaron a las costas americanas unos 9 millones y medio de africanos capturados. Casi un tercio de ellos (unos 2.6 millones) fue-ron a dar a las islas del Caribe.

En otras palabras, una diminuta porción geográfica de América absorbió un inmenso número de personas esclavizadas durante una época que abarcó cuatro quintas partes de la historia poscolombina. Esa extraordinaria con-centración demográfica se produjo debido al desarrollo de la economía de plantación.

Esos esclavos estaban destinados esencial-mente al trabajo agrícola en la región del Caribe, sobre todo en plantaciones y, en especial, plan-taciones azucareras, propiedades agrícolas de gran escala que producían mercancías básicas para los mercados europeos, entre ellas café, tabaco, chocolate, añil, algodón y, por encima de todo, azúcar, ron y melaza.

Los primeros esclavos africanos llevados a Santo Domingo en 1503-1505 trabajaron en plantaciones azucareras, y los últimos africanos capturados a los que introducían de contraban-do en Cuba, en los años 1860 y 1870 trabajaron en plantaciones azucareras, una continuidad deprimentemente perdurable.

Pese al carácter casi industrial de las plan-taciones, los esclavos se labraron formas de vida propias, basadas en sus propias tradiciones y en las que les brindaban los nuevos entornos. Estas culturas nuevas suelen describirse de modo algo engañoso como “mixtas” o “combinadas”. En realidad son sui géneris… ni africanas ni euro-peas afroamericanas.

Para caracterizarlas con exactitud hay que tomar en cuenta muchos factores diferentes, librarse de las analogías literales, mecánicas,

La comida caribeña es más que mera suma de diversos elementos.

Esclavismo y comida

Page 11: Revista Viernes Año 2 No. 96

11Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015

Fotos: Archivo

iernes

de yuca, el creole jamaiquino llama pindar a los cacahuates y el creole haitiano amasan a la pasta hecha con harina de maíz) atestiguan la adapta-ción léxica; centenares de términos gastronómi-cos del Nuevo Mundo son africanos, y muchos (como los que acabamos de ver) corresponden a alimentos americanos.

Ya en África esos productos se volvieron africanos, de manera muy similar a las papas que se volvieron irlandesas, o los tomates, con-vertidos en italianos.

Otras plantas eran cultígenos nativos del Caribe, aunque de escasa importancia, que los esclavos llegaron a conocer y utilizar, como el tubérculo Calathea allouia (en español “lle-rén” o “lirén”, del nombre taíno, topinambou en creole de Haití y Trinidad, topitambour en Dominica), los chiles o ajíes (por ejemplo, C. Frutesens o C. Annuum) y el condimento Bixa Orellana (llamado “achiote” en Puerto Rico, México y Centroamérica, annatto en Jamaica y roukou en Dominica). El bacalao y los arenques salados se importaban de Canadá, la importa-ción fue paralela al crecimiento de la esclavitud en la región.

Algunos de los alimentos importados por los europeos se habían originado en otros lugares, como los cerdos y las berenjenas. Otros venían del continente americano, entre ellos la papaya (Carica papaya) y, más tarde, las papas y los tomates (aunque al parecer pasaron antes por Europa). El arruru (Maranta arundinacea) solo estaba presente en algunas de las islas del Caribe, y se difundió al resto de las Antillas después de Colón.

Los cultígenos africanos incluían el café, una especie de arroz (Oryza glaberrima) y los melones. La okra o quingombó (Hibiscus escu-lenta), que vino de África, era de origen asiático; todos los nombres que recibe en América son africanos.

Otros alimentos originarios de Asia inclu-yen el taro (Colocasia esculenta) normalmente denominada cocoyam en África Occidental), el mango (Mango indífera) y el árbol del pan (Artocarpus altilis).

En algunos casos contamos con registros específicos de difusión. Por ejemplo, pare-ce que el plátano (Musa acuminata) llegó al Nuevo Mundo en 1516, procedente de las islas Canarias, traído por un fraile, el padre Berlanga.

El capitán Bligh, al que la Asamblea de Jamaica encargó traer el árbol del pan de Ocea-nía, tuvo éxito en su segundo intento y en 1794 se celebró un banquete en su honor. Otras plantas y animales vinieron de África, posiblemente llevados por los mismos esclavos.

Sospecho que entre ellos estaba el ñame que produce un bulbo aéreo, Dioscorea bulbi-fera, al cual los haitianos llaman masòkò, que es el nombre bambara y mandinga de otra especie de ñame. Probablemente también llegaron de esta manera algunas hierbas, tanto medicinales como saborizantes.

Un mundo a la medidaLos orígenes de los alimentos caribeños

son muy vastos y representan en gran medida los orígenes mismos de los pueblos de la región, África, Asia, el cercano Oriente, Europa y el Nuevo Mundo. Durante cierto tiempo, tras el arribo de los primeros africanos esclavizados, el mero hecho de sobrevivir debe de haberles absorbido toda la energía.

Las condiciones de supervivencia y los recursos disponibles eran en general nuevos y extraños. Por eso lograr la configuración de una cocina fue un gran logro y no ocurrió una sola vez sino varias. Los esclavos, habían arribado a un mundo que tuvieron que rehacer a su propia medida.

El origen de los cultivos y alimentos especí-ficos puede dar la impresión de no tener mayor importancia en el panorama global de la esclavi-tud. Sin embargo, fue fundamental en relación con la forma en que, a lo largo del tiempo, se fueron construyendo las nuevas cocinas.

En este sentido, como en muchos otros, se produjo una especie de bricolage, esa palabra que hizo famosa el gran antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. Los esclavos pusieron en práctica rápidamente su disposición y capacidad de aprovechar todo lo que había para recrear, con nuevos contenidos y de formas nuevas, sus propias culturas características.

Decir que esta creación de una nueva cui-sine fue una “mezcla” o una “combinación” de culturas no le da la importancia que merece a la creatividad cultural. Sería como reducir el desarrollo del jazz por parte de los negros nor-teamericanos a una “mezcla” de sonidos nuevos y tradicionales.

La creatividad implica siempre cambio. Los cocineros esclavos hicieron mucho más que poner en la misma olla alimentos que no tenían una relación histórica; al crear platos nuevos hicieron que los alimentos familiares tuviesen un sabor diferente.

*Antropólogo estadounidense

“dos más dos” o “café con leche”. Hasta una breve mirada al desarrollo de una cocina cari-beña singular por parte de africanos esclavos revela la variedad de elementos que hay que tomar en cuenta.

El origen de los alimentosLos alimentos que comían los esclavos pro-

cedían de todo el mundo. Algunos como la yuca o mandioca (Manihot esculenta), el maíz (Zea mays) y los cacahuates o maníes (Arachis hypo-gaea), eran cultivos nativos del Nuevo Mundo, que llegaron a difundirse en África y se volvie-ron parte de algunas cocinas africanas, con lo cual, ya africanizados, volvieron a América.

Los nombres de estas tres plantas o de los alimentos preparados con ellas (como el creole haitiano que designa como bambouri las tortas

La creatividad permitió a los esclavos fundar una cuisine.

La yuca forma parte de la reinvención caribeña del sabor.

Esclavismo y comida

Page 12: Revista Viernes Año 2 No. 96

12 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015Tragaluz

Hiroshi Hiyama*l reloj marcaba las 08H15 horas ese 6 de agosto de 1945 cuando un bombardero Boeing B-29 llamado Enola Gay lanzó sobre Hiroshima

la bomba de uranio Little Boy, con una carga destructiva equivalente a 16 kilotones de TNT.

Justo 43 segundos después, cuando se encontraba a 600 metros del suelo, estalló en una bola de fuego abrasador de hasta un millón de grados centígrados, arrasando con casi todo lo que estaba a su alrededor.

Los edificios de piedra sobrevivieron a las altas temperaturas, pero llevaban impresos, como un negativo fotográfico, las sombras de las cosas y las personas carbonizadas frente a sus muros.

La onda de choque inicial generó ráfagas de 1.5 kilómetros por segundo que arrastraron con fuerza escombros y desgarraron a su paso miembros y órganos humanos, antes de volver a la zona cero.

Entonces, un hongo nuclear empezó a ele-varse por encima de la ciudad hasta alcanzar los 16 kilómetros de altura.

Se estima que murieron alrededor de 140 mil personas en el ataque, entre ellos los super-vivientes al bombardeo que fallecieron poco después a consecuencia de la radiación.

¿Son humanos?Tsuboi, entonces un estudiante universi-

tario, se encontraba a unos 1.2 kilómetros del epicentro, cuando la explosión se lo llevó por delante.

Al reincorporarse, su camisa, pantalones y piel colgaban de su cuerpo, donde las heri-das abiertas dejaban los vasos sanguíneos al aire, mientras que parte de sus orejas habían desaparecido. Estaba cubierto de sangre y quemaduras.

Tsuboi recuerda haber visto a una adoles-cente con el ojo derecho colgando de su rostro. Cerca de allí, una mujer intentaba en vano con-

Hiroshima y Nagasaki:

memoria vivaLos efectos devastadores de la energía liberada por Little Boy, cambiaron el rumbo de la historia reciente.

tener sus intestinos dentro de su propio cuerpo. “Había cadáveres por todas partes”, “algunos sin miembros, todos carbonizados”, recuer-da este superviviente, que se preguntó: “¿Son humanos?”.

Muchos morirían a consecuencia de sus heridas en las horas y días posteriores, tum-bados en el lugar donde cayeron a la espera de una ayuda que no llegó o de un simple sorbo de agua.

A los supervivientes aún les esperaba una serie de aterradoras enfermedades provocadas por la radiación: sangrado de encías, caída de dientes y cabello, cáncer, nacimientos prema-turos, bebés con malformaciones y muertes repentinas. Y, además, el rechazo de sus com-patriotas, que temían contagiarse.

Durante muchos años, algunos tuvieron problemas para encontrar trabajo o casarse. Incluso, actualmente, muchos de estos “hibakus-ha” (supervivientes nucleares) rechazan hablar abiertamente de su experiencia por miedo a la discriminación.

El alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, de 62 años, cuya madre sobrevivió a la bomba, asegura que conoce personalmente “cómo una sola bomba cambió la vida de mucha gente”.

Tres días después de Hiroshima, el ejército estadounidense lanzó una bomba de plutonio en la ciudad portuaria de Nagasaki, matando a unas 74 mil personas. Y, pocos días después, el 15 de agosto de 1945, Japón se rindió ponien-do fin a la guerra del Pacífico y, por tanto, a la Segunda Guerra Mundial.

Un mundo sin armas nucleares Los partidarios de ambos ataques defienden que, aunque el número de víctimas fue eleva-do, sirvieron para salvar millones de vidas, al evitar una invasión terrestre.

Pero la terrible destrucción generada por las bombas nucleares provocaron un curioso giro en la percepción de la historia con respecto a Japón, cuya agresión expansionista fue una de las causas de la guerra del Pacífico.

“Cuando se habla de Hiroshima y Nagasa-ki, los japoneses tienen tendencia a identificar-se como víctimas” del conflicto global, explica Masafumi Takubo, un experto nuclear japonés.

Los líderes políticos de las ciudades recons-truidas de Hiroshima y Nagasaki han hecho campaña por un mundo sin armas nucleares, un papel que Frank von Hippel, experto en armas nucleares y profesor emérito de la universidad de Princeton, considera vital.

“Hemos recorrido un largo camino. No podemos renunciar al desarme nuclear”, con-sidera Von Hippel, un exfuncionario de la Casa Blanca, para quien un “tabú” global sobre el uso de bombas atómicas ha protegido el mundo desde Nagasaki.

Tsuboi espera, por su parte, la visita algún día de los líderes mundiales, entre ellos del pre-sidente de Estados Unidos en ejercicio, para que oigan cómo fue la vida bajo el hongo nuclear.

Este superviviente nonagenario no quiere disculpas, solo quiere asegurarse que no volverá a ocurrir. “No debemos olvidarlo”, subraya.

Militarmente inútil, moralmente condenable

Poco menos de 855 mil estadounidenses veteranos de la Segunda Guerra Mundial viven todavía. Dieciséis millones de ellos sirvieron en uniforme, pero 500 mueren cada día, según el museo nacional de la Segunda Guerra Mundial en Nueva Orleans (Luisiana, sur).

Este reducido número de excombatientes explica la falta de reacciones tras la inaugura-ción hace unas semanas de una exposición en el American University Museum de Washington.

Allí se pueden ver 20 artefactos que sobrevi-vieron a los bombardeos en Hiroshima y Naga-saki. Objetos que se suponía iban a ser parte de la muestra del Smithsonian de 1995.

Entre estos objetos, que provienen de museos de las dos ciudades japonesas, hay un uniforme escolar quemado; un recipiente esco-lar para la merienda, también carbonizado; y una réplica de un reloj de pulsera detenido a las 8:15. Réplica, porque el original es demasiado frágil para ser transportado.

Peter Kuznick, profesor de historia de la American University y director del Instituto de Estudios Nucleares, informa que hay docu-mentos desclasificados, que datan incluso de 1945, en los que puede leerse que muchos altos comandantes estadounidenses consideraban que la bomba atómica era “militarmente inne-cesaria, moralmente condenable, o ambos”.

* AFP

Page 13: Revista Viernes Año 2 No. 96

13Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015iernes

Fotos: AFP

Hiroshima y Nagasaki:

memoria viva La memoria viva permite entender la paz como un valor supremo.

Visitantes fotografían los restos simbólicos de un edificio.

El bombardero Enola Gay hacía el largo viaje de regreso a su base en una isla del Pacífico, cuando el copiloto, el capitán Robert Lewis, abrió su diario de a bordo y comenzó a escribir furiosamente las muchas preguntas que lo asaltaban.

“¿Cuántos japoneses matamos?”, se preguntaba Lewis luego de que el plateado bombardero B-29 dejara caer la primera bomba atómica sobre Hiroshima, Japón, y alterara así el curso de la historia. “Honestamente me cuesta encontrar las palabras para explicar esto. Dios mío, ¿qué hemos hecho?”, escribió en la caligrafía cursiva que se usaba entonces.“Después de haber dado un último vistazo (a la nube con forma de hongo), me parece que los japoneses se van a rendir antes de que aterricemos en Tinian”, donde Enola Gay tenía su base. “Ciertamente no querrán que les lancemos más bombas de energía atómica como esta”.

Pero fueron necesarios 27 días, además de una segunda bomba nuclear en Nagasaki, para que Japón se rindiera y pusiera fin a una guerra que comenzó en 1937 con la invasión a China y que se extendió a toda la región Asia-Pacífico. El uso de la bomba atómica, que fue concebida con el mayor secretismo, fue inmediatamente aprobado en aquella época. Y setenta años después, la mayoría aún piensa que lanzarlas fue una decisión correcta.

Cincuenta y seis por ciento de los estadounidenses encuestados en febrero por el Pew Research Center dijo que arrojar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki estaba justificado. En comparación, 79 por ciento de los japoneses piensan lo contrario. Si no hubiera sido por la bomba atómica -según opinan muchos estadounidenses-, quizas cientos de miles, o incluso millones de soldados americanos habrían muerto durante la invasión a Japón dirigida por Estados Unidos.

En el museo nacional del Aire y del Espacio en Washington, las piezas en exposición son descritas con 150 palabras. Entre ellas, está el Enola Gay. Es difícil pasar por alto este bombardero en el Centro Udvar-Hazi, donde comparte el hangar con otros aviones como el Air France Concorde, el prototipo original del Boeing 707 y el transbordador espacial Discovery.

El texto en su placa simplemente anota, sin mencionar la muerte y destrucción que causó: “El 6 de agosto de 1945, este B-29-45-MO fabricado por Martin dejó caer en Hiroshima, Japón, la primera bomba atómica utilizada en combate”.

Tras cumplirse 70 añospor Robert Macpherson

Polémica en el museoHace 20 años, cuando estaba siendo restaurado, el Enola Gay se halló en el centro de una polémica entre excombatientes de la Segunda Guerra Mundial y una nueva generación de historiadores que cuestionaban el uso de “La Bomba”.

Los veteranos de guerra y sus partidarios en el Congreso afirmaban que una exposición que conmemoraba el 50 aniversario de la bomba, y en la que el Enola Gay era la atracción principal, mostraba a los combatientes japoneses “más como víctimas que como agresores”, escribía entonces John Correll, de la Asociación de la Fuerza Aérea.

“Un montón de mentiras”, decía también el general Paul Tibbets, comandante del Enola Gay. “Muchos están cuestionándose si era necesario usar las bombas atómicas. A ellos les digo: ¡Basta!”.

Para tratar de complacer a todos, el museo Smithsonian reformuló cinco veces su exposición “El fin de la Segunda Guerra Mundial, la bomba atómica y la Guerra Fría”. La muestra se abrió finalmente en 1995 y se prolongó dos años, durante los cuales atrajo a cuatro millones de visitantes.

El acto fue reducido a su forma más simple: una exposición de los datos de la misión que no discute ni sus méritos ni sus cuestionamientos morales.

“No celebramos este artefacto. Lo tenemos aquí para mostrarlo”, dijo Jeremy Kenney, curador de los aviones estadounidenses antiguos del Smithsonian, mientras caminaba por el puente peatonal que lleva a los visitantes al nivel de la cabina del Enola Gay.

“Tratamos de explicar lo más que podemos y permitir que la gente se forme su opinión”, añadió. “Como curador, es lo que puedo hacer”.

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14 Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015Ventanas

Tereixa Constenla *

l verano en que Frida Kahlo cum-plió dos años, Diego Rivera cono-ció a Angelina Beloff en un café de Brujas. En 1909 las mujeres todavía

lucían faldas hasta los tobillos. Faltaba poco para la Gran Guerra. En París unos atrevidos llegados desde todas partes estaban hacien-do saltar por los aires el arte como había sido concebido hasta entonces. Beloff y Rivera figu-raban entre ellos. Pintaban, bebían absenta, parloteaban en la tertulia La Rotonde, pasaban frío, se enmarañaban en redes sentimentales, se admiraban, se envidiaban, se envanecían. Las vanguardias tomaban Montparnasse acaso sin saber que en realidad estaban acampando en la historia.

Angelina Beloff, hija de un magistrado del Senado ruso, prometía. Tras dejar atrás San Petersburgo, se formó con Matisse y Anglada Camarasa. Diego Rivera, claro está que también. En 1906 el Estado de Veracruz le había becado para estudiar en Europa, pri-mero en Madrid -donde acude al taller de Eduardo Chicharro- y después en París, don-de accede al círculo de exploradores artísticos que formaban, entre otros, Picasso, Gris y Modigliani.

El coleccionistaGracias a su amiga María Blanchard, una

pintora española que alcanzó la cima del éxito antes de ser borrada de las letras mayúsculas del arte, conoce a Beloff. Al tiempo que le abre la mirada a pintores desconocidos, el mexicano le declara su pasión. En aquellos días de ase-dio, la artista rusa duda, se siente presionada hasta el extremo de acelerar su retorno a París en solitario, según escribirá en sus memorias, redactadas desde la distancia de la vejez. Des-pués, añade, “cuando Diego llegara a París, le diría que aceptaba que fuéramos novios y que creía poder amarlo”. Con ese apunte notarial se inicia una relación intensa, que culmina en matrimonio en 1911.

Rivera crea con furia, explora estilos -en España, donde se refugian al inicio de la guerra, pinta paisajes puntillistas-, incurre temporal-mente en el cubismo. Beloff se especializa en grabados. En sus memorias evoca aquellos años felices. Pero Rivera pronto mostrará la ansiedad del coleccionista, que caracterizará su vida tan-to como sus murales políticos. Marievna Voro-biev Stebelska, una pintora rusa embebida de cubismo se convierte en una amante duradera, incluso durante el embarazo y el nacimiento del primer hijo del mexicano: Diego Rivera Beloff, que morirá a los 14 meses de neumonía en un invierno que acuchilló París. Marievna, a su vez, da a luz en 1919 a una niña, Marika -vivo retrato de su padre, como en todos los adulterios que

Angelina Beloff se casó en 1911 con Diego Rivera, quien inició con ella una larga carrera de coleccionista de pasiones.

Las vanguardias y los amores perros

Angelina Beloff y Diego Rivera, en Brujas en 1909, el año en que se conocieron.

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15Guatemala, viernes 7 de agosto de 2015iernes

Las vanguardias y los amores perros

se precien-, y a la que el artista se refería como “hija del armisticio”. Rivera jamás reconoció su paternidad, según su biógrafo Bertram Wolfe.

Angelina fue la primera mujer de largo reco-rrido en la vida del explosivo mexicano. Más tarde se casaría con la escritora Lupe Marín (tuvieron dos hijas), la pintora Frida Kahlo y, dos años antes de morir, la marchante de arte Emma Hurtado. Entre ellas -y durante ellas- mantuvo un sinfín de amoríos sin papeles.

Beloff, pintora, grabadora, ilustradora, escenógrafa y diseñadora de guiñoles, apenas ha dejado rastros. O fueron muy tenues has-ta que la escritora Elena Poniatowska decidió escribir un falso epistolario que tituló Querido Diego, te abraza Quiela (Impedimenta), donde recrea la desolación de Beloff en 1921, el año en que Rivera la abandona y decide regresar a México para sumarse a la causa del Gobierno. Ese momento es ficcionado por Poniatwoska. “Leí una carta real de Angelina Beloff, que me dio el tono para el libro. Además, yo sentía que se las estaba escribiendo a mi marido, que no me la pelaba. Los astrónomos están todo el día mirando el cielo”, cuenta con humor por telé-fono desde México la escritora. Se publicó en 1978, se convirtió en una de sus obras más tra-ducidas y se llevó al teatro en México y Francia en más de una ocasión. “Le pasó lo que le pasa a las mujeres unidas a grandes hombres... pero cuando alguien sobresale, sobresale como una fuerza de la naturaleza”, añade.

Eso era Diego. Una fuerza de la naturale-za. Corporal y anímicamente. Un cíclope que tumbaría un cáncer de próstata en 1957. Ange-lina, no. Según Ramón Gómez de la Serna, era “una incógnita, silenciosa, bajo un delicado velo casi siempre”. Según el historiador del arte Elie Faure, era “vigorosa y original”. Tal vez fue las dos cosas en distintos momentos de su vida. En los retratos de Rivera evoca la descripción de Gómez de la Serna. En una fotografía de autor desconocido, captada en 1917, asemeja una mujer poderosa y distinta: mientras amamanta

Fotos: CENIDIAP / INBA

Angelina Beloff y Diego Rivera, en Brujas en 1909, el año en que se conocieron.

Retratos de Diego Rivera y Angelina Beloff, realizados en Madrid en 1915.

Angelina Beloff (San Petersburgo, 1879-México, 1969) se estableció en 1909 en París para continuar estudios de pintura, tras la muerte de sus padres. Ese mismo año conoció a Diego Rivera, con el que se casó en 1911 y que la abandonaría una década después. Beloff se instaló en 1932 en México, donde trabajó como maestra de artes plásticas, grabadora, ilustradora infantil y creadora de guiñoles.

Diego Rivera (Guanajuato, 1889-México, 1957). Partió a Europa en 1906 gracias a una beca. En 1921 regresa definitivamente a México, donde realiza su primer mural, y un año después se casa con la escritora Lupe Marín. Despega una carrera de éxito como muralista y de compromiso comunista. En 1929 se casa con Frida Kahlo y en 1955 con Emma Hurtado, su marchante.

Apuntes biográficos

a su hijo Diego mira casi con fiereza a la cámara con el pelo recogido en un pañuelo y unos aros de zíngara. En 1932, Beloff viajó a México para quedarse para siempre. Murió a los 90 años, en el país que escogió como patria. “Existe la anécdota”, cuenta Mireida Velázquez Torres, comisaria de la exposición Angelina Beloff. Tra-zos de una vida, organizada en el Museo Mural Diego Rivera, “que yo creo que es solo eso y no un hecho que realmente haya acontecido: se decía que cuando Diego Rivera volvió a toparse con Beloff, ni siquiera la reconoció”.

*El País

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