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I ROUTE, hebdomadaín de La (Ji.éZ.Q./?. en Citarice Année Vil Prix 1 2 francs 1 JULIO 1951 301 Rédaction et Administration 4, me Belfort, 4 TOULOUSE (Haute-Garonnc) @¿C6¿ a 'J'aMa ^Benaigeé C.C. Postal N 1328-79 ToulOUSe (Hte-Gne) * V 'LAOOT Óz¡5<xru9> óa la f Mátieia eá el zee^at^ eimievit® em el ptté$imúL de íima flzezáMalidad ig^íial a la nuieálza. PROUDHON .«.-«.-v-v-v-v-v-w-v-v-w-v-«.i. -»•'»•-»••*•-»•'*• •v*-x.-%^V"V-v-v-»^».-v^v^-v^»--»-»."».-v»-V'*-»'^v-»» nada quiso saber H ACE unos días un viejo militante del anarcosindicalismo ¡ ceiiversaba fraternalmente con un grupo de jóvenes liber- / tarics en una plaza tolosana. La conversación abarcaba ( i diversos temas, sin orientación firme. Se comentaba esto y aque- ¡ " l!o con cierta apatía, como ocurre siempre que sólo se trata de . matar el tiempo. i Cansado de hablar, o quizás desinteresado de la conversa- ¡¡ ción, el viejo compañero sacó de su bolsillo un periódico con ¡ ánimo de leerlo, pero a la primera ojeada comentó: —¡Es imposible leer noticias de Prensa sin que al instante ¡ 4 nos aparezca el periódico como salpicado de sangre. En Corea ¡ ¡ —leyó—, 11.000 americanos han muerto en el año 1951... En Po- ( 1 lonia, 2.000 polacos han sido detenidos por la policía bolchevi- y A que... En... ¡ Y ya no dijo más. No porque el periódico no diese otras no- Í ' ticias del mismo género, sino porque una voz ajena a l o s c o m - ¡¡ i pañeros que formaban la tertulia intervino para decir: —Eso es una calumnia de los imperialistas. ¿De cuáles?—preguntó nuestro compañero sin inmutarse. ', Y el «camarada» que había intervenido trató de aclarar: ¡ —De los imperialistas. No hay más que unos... ¡j Uno de los jóvenes libertarios consideró que aquello merecía \ una explicación, y presto intervino a su vez: —.¿Nada más que unos? ¿Cuáles entonces? Imperturbable, el '<camarada» aportó precisiones: —Los anglo-americanos. —Y, entonces, ¿qué son los rusos?—volvió a preguntar el mismo joven. —Los rusos son gentes de un país libre. —•¿Y los polacos? —Amigos de los rusos. No en vano fueron liberados por el ejército rojo. N o h a b í a d u d a : e-1 « c a m a r a d a » lo era de verdad, de los que integran la inmensa legión del fanatismo bolchevique. De los que comulgan con ruedas de molino y aceptan todo, absoluta- mente lodo lo que prescribe el dictador ruso. La conversación adquirió mayor fuerza. El tema lo merecía. Y cada uno de nuestros compañeros trató de esclarecer el pen- samiento del eccamarada»: Rusia es un país totalitario. Una nación poblada de horcas, en donde el tenor reina, y en dondi> millones, de t^re» human»» han muerto a m a n o s del Estado. Los países satélites son ver- daderas colonias, y sus pobladores, esclavos. No existe país más imperialista que la U.R.S.S., puesto que nadie tiene sometido igual número de pueblos ni igual número de hombres a su po- derío. Los países esclavizados por el bolchevismo no eran libres antes tampoco, pero eran menos esclavos que ahora. El stali- nismo, por lo que de poder personal lleva consigo, es el grado máximo del totalitarismo, como lo es el franquismo. Las repre- siones en esos países se ejercen contra las clases trabajadoras, que son las únicas que ven empeorar su situación. El capitalis- mo subsiste, aunque los capitalistas cambien. La burocracia sub- siste, aunque los burócratas sean otros. El sistema no cambia- se eterniza. Todo fué inútil. El «camarada», obstinado a m á s no poder, seguía sosteniendo que sólo existe un imperialismo. Que la U. R. S. S. es un paraíso. Que allí jamás existieron campos de coíXentración. Que los polacos y los búlgaros se sienten felices al saberse gobernados por el bolchevismo. Que la patria del k proletariado... Y aquí le interrumpió otro de los jóvenes libertarios, di- V riéndole: —viLa patria del proletariado? Explíranos eso- ¡ Y el «camarada» quiso explicarlo: —La patria del proletariado es la U.R.S.S —|¿Pero qué obra es la de la U.R.S.S para f¡ue merezca tal * título? —La obra de la U.R.S.S. es la obra de Stalin. —Stalin, ¿es un proletario o un mariscal? I'n mariscal-proletario. V qué es un mariscal-proletario? Un proletario que por méritos ha llegado a mariscal. ;,Y que ha dejado de ser proletario? ¡No! De ninguna manera. — Entonces, ¿tendremos que convenir en que se puede ser mariscal y proletaria, esbirro, polizonte, verdugo y excelente co-^ munista? —¡Eso no es lo que yo he dicho!—exclamó, algo molesto, el entrometido «camarada». ¡ —Entonces, ¿qué significan tus palabras?—le preguntaron a * coro los jóvenes. \ Y él, tranquilo, impasible, puesto ante el dilema de razonar ¡ o callar, optó por responder: I —Nada. O mejor dicho : no sé. \ Y así se alejó de allí el «camarada», convencido de ciue no ¡ sabia nada, y que por no saber era algo extraordinario: un per- \ fecto militante del bolchevismo. Y lo peor es que tenía razón, pues siendo stalinista, ¡desdi- * chado de él si hubiera querido saber! Kttttti.tw.tw».i.t.i-.tm..tf.i.t^ t t T T t t t ,..^ t ^ T ^.^ CONCIENCIA DE CLASE ^^^^^^^^^V 1 0 deja de ser sintomática la la libertad, para reemplazarlo por la Que el artesano se gozara en la crea- persistencia con que los pode- abstracta función de productor de va- ción artística que surgía de sus manos rosos de la tierra — ya se tra- lores de cambio. ¡No es cierto! No hay laboriosas, es perfectamente cómpren- los detentadores del poder eco- dignidad intrínseca en la sola actividad sible; pero el obrero moderno, ínfima nómico, del político, del religioso o de sin contenido ético, ni puede venirle de pieza desolada de un mecanismo mons- todos ellos, a la vez — procuran incul- afuera: existen tareas parasitarias, im- truoso que lo absorbe, y cuyas finalida- car al proletario la convicción, casi mis- productivas y antisociales, aunque sean des desconoce! no puede sentir alegría, lie i diríamos, de que su ubicación den- realizadas por obreros explotados, cual- Y el trabajador que — pongamos por tro de la escala jerárquica social, es la quiera que sea la doctrina que profese, ejemplo — fabrica armas homicidas más envidiable y respetable de todas. , ¡Qué lejos estamos del desprecio con que la antigüedad greco-romana y el feudalismo consideraban el trabajo ma- nual, y aun el intelectual, definidos co- mo ocupación servil, inapropiada para los señores! El ideal del hombre se con- cretaba, entonces, en el noble guerrero, cruel, analfabeto y parásito. ¡Cuánto ha ganado el trabajador en considera- ción social, en dignidad individual, en dimensiones humanas! Vidas de márti res y prisiones de profetas ha costado este penoso triunfo, que saludamos al- borozados. No pequeña parte de esta transfor- mación, en la valoración del trabajador, es debida a la incesante prédica del socialismo de todos los matices — au- toritarios y libértanos: anarquistas y estatales; colectivistas y comunistas — que, divididos en cuanto a los medios de propagación y consolidación de sus respectivas doctrinas coincidieron, no obstante, en poner su cálido acento so- lidario en la dignificación de la clase trabajadora. Por la brecha que abriera la Revolución francesa, en lai rígida estructuración jerárquica y corporativa medioeval, hicieron irrupción, en vio- lento e incontenible aluvión, las nuevas ••ucxpiioi, iratlvas del trabajo. que las clases privilegiadas, tras inicial resistencia, terminaron por aceptar y aun exagerar, tranquilizadas a) compro- bar que no se interrumpían la aplica- ción de los sistemas de explotación y coacción, ejercidos sobre los mismos a (juienes se aparentaba exaltar. Es así que la Iglesia católica, inau- gura el siglo con la encíclica papal Rerum novarum, que modifica, sustan- cialmente, su aristocrático y desdeñoso enfoque del problema obrero; a su vez, el capitalista se despoja de su burguesa levita de cobrador de cupones de renta, para endilgarse, orgullosamente, su dis- fraz de «overalj», cuidadosamente man- chado con lamparones de grasa que le brinda proletarizante aspecto de empre- sario de gran industria, a lo yanqui. Las guerras imperialistas de 1914 y 1939. C ii su contribución de vidas y esfuer- zos proletario*, exigidos bajo la paté- tica consigna de: sangre, sudor y lágri- mas, obligó, también, a los gobiernos, a simular una «enternecedora preocupa- ción por los trabajadores», patriótica- mente sacrificados en la defensa de los intereses de sus explotadores. El triunfo de la revolución bolchevique de 1917, con sus «soviets» de proletarios, campe- sinos y soldados, y el de la república española de 1931, con su autodefinición constitucional de «República de traba- jadores de tod l* clases», contribuyeron a consolidar la gran ilusión. Burgueses y comunistas, derechas e izquierdas, todos coincide:! en remachar al trabajador su destino de clase. Ya debiera parecemos sospechoso que lo adulen y lo ensalcen, pero que se re- u rven el rol de dirigirlo, de organizar- le la vida, de cargar sobre sus «sacri- Bc idas» espaldas la dura tarea de pen- ar por él. ¡Felices los trabajadores, no les dejan más trabajo, que trabajar y trabajar! Este proceso de delegación obligada de las funciones intelectuales y psíquicas, nos recuerda el de la idea- lización de la mujer que asigna a las «diosas», despreciadas en la intimidad, la sola función de parir hijos. «Con- ciencia de clase y de sexo»... ¡concien- cia de percherones y conejas! Han quitado al trabajo su concreto sentido de creación, en la justicia y en HACIA UN MUNDO MEJOR tiMhOR medio de la «Soli» de hace del intelecto y del espíritu, toda una sin ruidos vacu0s y sin pretensión de \S¿f dos semanas, y en su sección P'eyade de chavales con ánimos de su- catedráticos oxidados ¡B «Tribuna juvenil», he podido peración, dedican los. ratos relativamen- ' Los buenos compañeros de París sa- leer un comentario en torno a las ac- te libres que les de,a su cot.diano tra- ,, en muy bjen que de verdad se ._ tividades que, en diversos aspectos, rea- « A I I _ r T re transformar la sociedad hav que em- hzan los jóvenes libertarios parisinos. V. LAUÜtl pezar por transformarnos nosotros los Es enormemente esperanzador con,- primeros. La sociedad es el resultado talar que precisamente cuando la casi ha,o a la realización de actividades h- ^ ]m individuos en su conjunto . Por totalidad de la juventud se está hun- feriarías. consiguiente, cuanto mejores seremos diendo en el mas abyecto de los em- Ellos luchan y trabajan sin descanso nosotros, mejor será aquélla. Todo lo brutecimientos, físicos y morales, por alguno, por el advenimiento de una so- demás es puro mito Quien habla o es- el abuso de actividades como el depor ciedad sin explotación del hombre por cribe referente a ideas bellas de amor te mal comprendido y más^ mal aún el hombre; de una sociedad sin la ini- y libertad entre los pobladores de nues- practicado, los bailes, concebidos a la cua injusticia económica y por tanto, tro universo, y no ajusta sus actos a manera actual, y las lecturas comple- social; causa y origen de tanta maldad sus palabras o escritos, verá cómo la lamente nocivas al desarrollo normal y crimen en la sociedad actual. Así. (Pasa a la página 2) m H ALLANDOSE de compras en un almacén de novedades, la policía norteamericana de- tuve a dos mujeres, extrañamen- te ataviadas, que a los «police- mann se les antojaron un par de gitanas peligrosas. Excediéndose, sin duda, las supuestas gitanas fueren conducidas a la cárcel an- tes de cometer y de imaginar el robo. Cosas de la policía cientí- fica. Pero lo chusco del caso es que las hembras citadas, al rendir ga- rantía de identidad, resultaron ser las señoras Chatari, madre e hija, y esposa y primogénita, respecti- Twnrrrtr, Or» delegado del Pakis- tán en la O.N.U., señor Chatari. No hay que decir el estupor del gobernador del Estado, al ver que sus subordinados eran capaces de cometer semejantes dislates en nombre de un orden que ni la Chata Ri mayor ni la Chata Ri menor, ni menos el marido y pa- dre de ambas, fueron a perturbar, cuando menos en los Estados Uni- dos. En consecuencia, si no un co- rrectivo, se imponía un acto de contrición, el cual hizo la autori- dad respectiva echándose rendida- mente a los sudorosos pies de am- bas chatas, o chatarinas, en de- manda de perdón por el sofoco por ellas sufrido. Poco entendidos en la materia, consideramos, sin embargo, que la autoridad mayor estuvo en su punto. No hay que molestar a las personas que parecen gitanos y no lo son. Ni a los gitanos que pa- recen «payos» y tampoco lo son. Porque en este mundo cualquiera sabe quién te va ¡>. m e t e r mano en el bolsillc para substraerte la cartera, o pjri introducirte en ella un bien cobrable. ¿Que esto es inverosímil? En España es más que posible, pero en Yanquilan- dia no. Imaginemos, por ejemplo, a un ruso deambulando atareado por Nueva York, vestido más o me- nos come los zíngaros y llevando una gran bolsa de cuero, no se sabe si con intención de llenarla o de vaciarla. Metidos en traje de «poli», nuestra primera impresión será la de hallarnos ante un de- lincuente gitano e instintivamen- te acariciaremos las esposas (las manillas, no se vaya a creer otra cosa). Pero de pronto recapacita- remos y vendremos a suponer oue el ruso, gitano o no gitano, pero metido a... transacciones, podría acudir a la Bolsa de la O. N. U. para hacer concesiones substan- ciales capaces de dejar al Pentá- gono en situación de Pascua flori- da. En este caso, la detención se- ría absurda. Figúremenos ahora a un sujeto de tez morena, medio moro y me- dio cristiano—lo que modela una morfología indostánica, a pesar de le que dicen de Faraón—. y digá- mosle: Oiga usted, so gitano: ¿qué es lr> que le incitan los dedos? ¿Carteras, relojes, paraguas? Pues tenga la bondad de seguirnos an- tes de auitarse las manos del bol- sillo, que somos policías cientí- ficos. Acto seguido lo llevamos a la Comisaría, y el comisario nos des- pide en Manco por haber impor- tunado a un gitano que lo es para los españoles, pero que a tierra ultramarina ha venido a hacernos el regalo de unos puertos, de unas minas de una teoría estratégica, y de irnos soldados de plomo para que les niños del Pentágono pue- dan divertirse durante la tempo- rada veraniega. JOAN DEL PI. para los países capitalistas o para la Rusia bolchevique, no debe experimen- tar orgullo. No manoseemos las verdades, hasta quitarle su sabor. La clase obrera es una fuerza intacta, y virgen, cuya mo- ralidad está contenida en su fe de la posibilidad del trabajo libre, creador y digno; su misión histórica no consiste en respaldar dictaduras, sino en luchar por superar la actual división social en clases, eliminando la explotación como sistema y el Estado, como aparato de opresión. Su conciencia la obtiene, por su identificación con estos propósitos y la consecuencia de los medios que em- plee para lograrlos. En ese entendimiento, un obrero que propugne la sumisión a un gobierno, cualquiera que sea su rótulo; que re- nuncie a su libertad, para no interferir presuntos planes salvadores; que realice tareas antisociales o bajo condiciones indignas, o que finalmente, actúe obe- deciendo menguadas ambiciones de pre- dominio, es, consciente o inconsciente- mente un esclavo sin conciencia. ¡Y por encima de todo, un traidor a su conciencia de hombre! K. D. De «La Protesta». DE MI CARNET blanco y negro Compromisos que nos comprometen «L EL HUNDO DESDE NUEVA YORK Los aptt de la mediocridad LA OTRA ESPERANZA (Continuación de "Ante la amenaza del comunismo totalitario") L AS estadísticas, que no son resul- sas del comunismo, o, por lo menos, tado de la propaganda soviética, energías no dispuestas a oponerse a él, porque son el fruto paciente de por apatía, por indiferencia, porque no los técnicos norteamericanos, revelan, pueden abrigar la esperanza de mejo- como decíamos en el artículo anterior, ramiento: es la pequeña burguesía, los que en el mundo viven 700 millones intelectuales mediocres, los profesiona- de seres humanos desnutridos crónica y les víctimas del ambiente, del momen- permanentemente; si en esos millones to, de circunstancias adversas, Aunque de hambrientos no ha hecho roncha ya esa clase social tenga el pan cotidiano la propaganda comunista, no tardará más o menos asegurado, no tienen ase- en nacerla. gurado el porvenir inmediato y, para La esperanza comunista es trágica ellos, subsisten sin resolver otros pro- porque es falsa, porque provocará la blemas importantes, desilusión total y simultánea de una La propaganda comunista no es fá- masa humana numéricamente colosal, c¡i solamente entre el proletariado sub- y porque esa masa se entregará a todos alimentado de Asia, África y Latinó- los excesos desordenados de la deses- américa, sino también entre ese otro peración, lo que dará nacimiento a una proletariado regularmente alimentado era retrogrodada durante la cual se pero que se siente condenado a una paralizarán los progresos científicos, in- vida de mediocridad sin remedio, a dustriales, ideológicos, culturales y éti- una inferioridad social o a una discri- cos, preparando la humanidad p&ra un minación racial, ya sea violenta y evi- nuevo recomenzar desde el primitivis- dente como en Estados Unidos, ya sea mo. Pero trágica y todo, esa esperanza disimulada y suave como en algunas comunista existe, es un hecho innega- repúblicas hispanoamericanas. Además ble y terrible, sostenido, cultivado y de los que carecen de pan, hay los que propagado por un grupo de hombres n0 tienen nada más que pan, y un pan casi todopoderosos, que desde Moscú cotidiano ganado con esfuerzo y sin actúan sobre el mundo entero, donde satisfacción, a veces gracias a labores la mayoría, con todos los matices que agotadores, a veces a trabajos sórdidos, se quiera, vive como esos 700 millones teniendo que luchar a cada instante con de seres humanos. las apariencias engañadoras, únicas que Pero además de esos millones de mi- le dan la ilusión exterior y momentánea serables que, al fin y al cabo, nada de no pertenecer al proletariado propia- pierden con los cambios de regímenes mente dicho. porque para ellos siempre es peor, hay ¿Habrá quien crea eficaces los ar- otros millones de hombres y mujeres gume ntos corrientes contra el comuni- que son, potencialmente, fáciles pre- m0i para aque ll os a quj e nes el comu- nismo promete elevar de su condición actual y ponerlos a manejar la maqui- naria social que siempre los oprimió J En todo el mundo occidental les hacen estas preguntas cuantos son capaces de ver claro en el presente y en el por venir: ¿Qué tenemos para oponer al comunismo? ¿Dónde está la docirina, la fe, la esperanza bastante grande y realista capaz de cimentar la unión, inspirar la lucha, justificar los sacrifi- cios? Hasta ahora, la situación de Occi- dente no ha sido capaz de responder a estas preguntas. El comunismo es uní potencia joven, magníficamente ir- mada de un idealismo que conserva to- davía gran parte de su prestigio; en camente con los desechos de ideolo- gías desacreditadas completamente. Mientras no se hallen razones válidas para el sacrificio que se pide a los pue- blos de occidente para combatir al co- munismo, éste seguirá expandiéndose aunque en los mapas de las operacio- nes militares, se vean avanzar las po- derosas máquinas de guerra de Occi- dente. A vida misma es un compromiso» ello estamos laborando, y deberá con- He ahí que vuelven a repetirse, venirse y convencerse que en este as- en ediciones nuevas y largos pecto los anarquistas somos determinan- adicionoi.es, corregidos y aumentados, tes. Ahora bien, que no se nos pongan los legendarios sonsonetes para ridicu- dilemas de este calibre: «O ser pastor ¡ f^®^ ° ^ ^ ^^^^J^fS^P lizar y combatir tesis anárquicas. Lógi- alguna vez, o rebaño eternamente», que camente cábenos, también, el derecho por tales horcas caudinas no pasamos, a la réplica correctiva, tan siquiera sea Preferible es ser la eterna oveja desca- para aclarar ciertas leyendas. rriada. Atribuyendo al anarquismo militante, Porque los demás pactos no cuentan. de antaño y hogaño, el individualismo Entre Estados, los pactos que rubrican tan obtuso y porfiado de Stirner, aquel los diplomáticos, aun aquellos que ga- que reza: «Yo solo, únicamente yo», rantizan la paz, acaban acribillándolos como principio y fin; o el inhihicionis- de impactos los castrenses. Y entre gi- mo de Hyner, que culmmina en el en- taños, ¿cuál es el trato que no se sella cierro voluntario en su torre marfileña, a navajazos? so pretexto de su neo-individualistmo ft0 podemos contractar, pues, com- matizado y temeroso de mezclas o uni- promisos con gente de tal jaez. Con ficaeiones ruinosas, se comete -un grave diplomáticos de sombrero de copa y error de apreciación. frac, corremos el riesgo 4e ser copa- Con el principio de organización fe- (](¡s y fracasar, pues que no nos permi- deralista adoptado abiertamente por el te uestra ética usar semejantes arti- anarquismo. y con sus finalidades co- mañas en eU0s consubstanciales. Y en- nmnistas o socialistas libertarias especí- trc gitanos de zurriaga, bigote y tijera, fieamente proclamadas, creemos que seguro quc saldremos despellejados, en- debería quedar aclarada la leyenda his- rec¡ados </ 1rasquií(¡dos, ai no poder tórica. hacer uso de las tretas propias de tales Ahora bien, como quiera que el pe- cofrades, ñasco hu sido lanzado con mayores bríos Esta clase de compromisos, tratos o y para alcanzar objetivos más amplios, pactos, con cláusulas que implican clau- precisamente para derruir nuestro indi- dicaciones, significan la garantía supre- vidualismo consciente y nuestro espíri- mu ¿el tirano. Agarrotados de pies y tu de independencia, forzoso nos será manos es tanto como dejar a su libre unu más extensa y convincente defensa, arbitrio nuestro destino libertario. «La vida misma es un compromiso». La vida, que tanto amamos, sólo un ¡Quiere significarse con ello nuestra compromiso exige del libertario. La de naturaleza determinada? vivirla libre y dignamente. Y esto, aun Ciertamente, no vamos a negar que cuando implique un sacrificio o marti- ciertos fenómenos naturales implican rologio diario, o exija una muerte pre- dependencia del hombre a las cosas matura y heroica en defensa de lus ¡i- que le rodean, ajenas a su poder voli- bertades esenciales, tivo y a expensas de su facultad libé- Y si después de tantos héroes y már- rrima. Mas gracias a la ciencia del tires como él anarquismo tuvo y tiene hombre hoy puede evitarse el rayo en sus filas, en pro de su libertad y mortífero, y combatir con éxito la rabia de la de sus pueblos, se nos viene til- sobrevenida tras el inopinado mordisco dando de inhibicionistas y sectarios, in- del perro. Este espíritu libertario que dividualistas y escépticos, habrá que en su prgoresión la verdadera ciencia cargar a la malevolencia lo que hasta sanciona, no puede ponerse en duda, ahora habíamos achacado al olvido e Luego, es que hemos perdido la pista ignorancia. ¿Es frente al hombre, a la sociedad, Desearíamos que este pequeño trata- cuando se revela esta determinada ten- ¿o, sin ínfulas ni ínsulas, bastara para dencia? ahorrarnos ' posteriormente ciertos re- Tampoco lo negaremos. Sabemos que tratos, el inexperimentado mozuelo puede ser PLACIDO BRAVO. engañado arteramente, y por ende hu- millado, por las mañas de un viejo zo- ~ rro. E inversamente tyue el más sabio \ de los ancianos puede ser vencido y I vejado por una legión de corpulentos ¡ jovenzuelos fanatizados. Pero, pese a ello, ¿puede reprochársenos nuestras convicciones tendentes a coordinar la destreza y la fuerza, la experiencia y el impulso mediante el pacto entre libres e iguales y con fines determinados? Por Yo creo, sin embargo, que hay otra gran esperanza que oponer a la '-ágica esperanza comunista; es la realidad norteamericana. En Estados Unidos existen los elementos necesarios para que esa nueva esperanza pueda dar a los seres humanos, la energía nece- saria para oponerse al desarrollo del comunismo totalitario de Moscú. Estos elementos son: el pueblo norteamerica- no, en todas sus capas sociales, es emi- nentemente antitotalitario, profundamen- te demócrata, enérgicamente antiesta- tal, admirablemente solidario de su; semejantes, justiciero, equilibrado, y sobre todo, furiosamente celoso de sus libertades. ¿Que hay desigualdades, in- justicias, abusos, etc., etc.? Nadie lo puede negar; pero hay otros factores en favor de mi tesis: en Estados Uni- dos hay todo lo necesario, desde el punto de vista material, para resolver favorablemente el problema de los mi- serables; sus industrias, sus laborato- rios, sus gigantescas empresas especia- lizadas, sus sindicatos poderosos, etcé- tera, pueden transformarse de la noche a la mañana, sin trastornos graves, de instrumentos directos o indirectos, co- mo lo son ahora, de un capitalismo no siempre clarividente, en herramientas preciosas para construir una sociedad basada en la cooperación voluntaria y coordinada, asentada sobre el respeto y la libertad individual de cada ur.o de sus miembros, y en la cual la gran esperanza sería un hecho. Las posibilidades de la técnica nor- teamericana son tan enormes, que ese milagro no es utópico. ¿Por qué no se opondría a la esperanza trágica del co munismo totalitario, la esperanza en vías, de realización aquí, de un prode- mosismo amplio, libertario y fraterna;? No habría más que pluralizar la famo- sa declaración del procer norteameri- cano: «Todo del pueblo, por el pueblo y para el pueblo»... y entonces ¿qué podrían prometer a los pueblos los hom- bres del Kremlin? A. SVX.

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ROUTE, h e b d o m a d a í n

de La (Ji.éZ.Q./?. en Citarice

Année V i l Prix 1 2 francs

1 J U L I O 1951

N° 3 0 1

R é d a c t i o n e t A d m i n i s t r a t i o n 4, me Belfort, 4 — TOULOUSE (Haute-Garonnc)

@¿C6¿ a 'J'aMa ^Benaigeé C . C . P o s t a l N 1 3 2 8 - 7 9 T o u l O U S e (Hte-Gne)

* V ' L A O O T

Óz¡5<xru9> óa la

fMátieia eá el zee^at^ eimievit® em el ptté$imúL de íima flzezáMalidad ig^íial a la nuieálza.

PROUDHON

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nada quiso saber H ACE u n o s d í a s u n v ie jo m i l i t a n t e de l a n a r c o s i n d i c a l i s m o ¡

c e i i v e r s a b a f r a t e r n a l m e n t e c o n u n g r u p o d e j ó v e n e s l iber - / t a r i c s e n u n a p l a z a t o l o s a n a . L a c o n v e r s a c i ó n a b a r c a b a (

i d i v e r s o s t e m a s , s in o r i e n t a c i ó n f i rme . Se c o m e n t a b a e s t o y a q u e - ¡ " l!o c o n c i e r t a a p a t í a , c o m o o c u r r e s i e m p r e q u e só lo se t r a t a d e .

m a t a r el t i e m p o . i C a n s a d o d e h a b l a r , o q u i z á s d e s i n t e r e s a d o d e l a c o n v e r s a - ¡¡

c ión , e l v ie jo c o m p a ñ e r o s a c ó d e su bols i l lo u n p e r i ó d i c o c o n ¡ á n i m o d e l ee r lo , p e r o a l a p r i m e r a o j e a d a c o m e n t ó :

—¡Es i m p o s i b l e l e e r n o t i c i a s d e P r e n s a s i n q u e a l i n s t a n t e ¡ 4 n o s a p a r e z c a el p e r i ó d i c o c o m o s a l p i c a d o d e s a n g r e . E n C o r e a ¡ ¡ —leyó—, 11.000 a m e r i c a n o s h a n m u e r t o e n el a ñ o 1951... E n P o - ( 1 l on i a , 2.000 p o l a c o s h a n s ido d e t e n i d o s p o r l a po l i c í a b o l c h e v i - y A que. . . En.. . ¡

Y y a n o d i j o m á s . N o p o r q u e el p e r i ó d i c o n o d i e s e o t r a s n o - Í ' t i c i a s d e l m i s m o g é n e r o , s i no p o r q u e u n a voz a j e n a a los c o m - ¡¡ i p a ñ e r o s q u e f o r m a b a n l a t e r t u l i a i n t e r v i n o p a r a d e c i r :

—Eso es u n a c a l u m n i a d e los i m p e r i a l i s t a s . ¿ D e c u á l e s ? — p r e g u n t ó n u e s t r o c o m p a ñ e r o s i n i n m u t a r s e . ',

Y el « c a m a r a d a » q u e h a b í a i n t e r v e n i d o t r a t ó d e a c l a r a r : ¡ —De los i m p e r i a l i s t a s . N o h a y m á s q u e unos . . . ¡j U n o d e los j ó v e n e s l i b e r t a r i o s c o n s i d e r ó q u e a q u e l l o m e r e c í a \

u n a e x p l i c a c i ó n , y p r e s t o i n t e r v i n o a su v e z :

—.¿Nada m á s q u e u n o s ? ¿ C u á l e s e n t o n c e s ? I m p e r t u r b a b l e , e l ' < c a m a r a d a » a p o r t ó p r e c i s i o n e s : — L o s a n g l o - a m e r i c a n o s .

—Y, e n t o n c e s , ¿ q u é s o n los r u s o s ? — v o l v i ó a p r e g u n t a r e l m i s m o j o v e n .

—Los r u s o s s o n g e n t e s d e u n p a í s l i b r e . —•¿Y los p o l a c o s ? — A m i g o s d e los r u s o s . N o e n v a n o f u e r o n l i b e r a d o s p o r el

e j é r c i t o ro jo . N o h a b í a d u d a : e-1 « c a m a r a d a » lo e r a d e v e r d a d , d e los q u e

i n t e g r a n l a i n m e n s a l e g i ó n de l f a n a t i s m o b o l c h e v i q u e . De los q u e c o m u l g a n con r u e d a s d e m o l i n o y a c e p t a n t o d o , a b s o l u t a ­m e n t e l o d o lo q u e p r e s c r i b e el d i c t a d o r r u s o .

L a c o n v e r s a c i ó n a d q u i r i ó m a y o r f u e r z a . E l t e m a lo m e r e c í a . Y c a d a u n o d e n u e s t r o s c o m p a ñ e r o s t r a t ó d e e s c l a r e c e r el p e n ­s a m i e n t o d e l e c c a m a r a d a » :

R u s i a es u n p a í s t o t a l i t a r i o . U n a n a c i ó n p o b l a d a d e h o r c a s , e n d o n d e el t e n o r r e i n a , y e n dondi> mi l lones , d e t ^ r e » h u m a n » » h a n m u e r t o a m a n o s de l E s t a d o . Los p a í s e s s a t é l i t e s s o n ver­d a d e r a s c o l o n i a s , y s u s p o b l a d o r e s , e s c l a v o s . N o e x i s t e p a í s m á s i m p e r i a l i s t a q u e l a U.R.S.S. , p u e s t o q u e n a d i e t i e n e s o m e t i d o i g u a l n ú m e r o d e p u e b l o s n i i g u a l n ú m e r o d e h o m b r e s a s u po­d e r í o . Los p a í s e s e s c l a v i z a d o s p o r el b o l c h e v i s m o n o e r a n l i b r e s a n t e s t a m p o c o , p e r o e r a n m e n o s e s c l a v o s q u e a h o r a . E l s t a l i -n i s m o , p o r lo q u e d e p o d e r p e r s o n a l l l e v a c o n s i g o , es el g r a d o m á x i m o de l t o t a l i t a r i s m o , c o m o lo es el f r a n q u i s m o . L a s r e p r e ­s i o n e s e n e sos p a í s e s se e j e r c e n c o n t r a l a s c l a s e s t r a b a j a d o r a s , q u e s o n l a s ú n i c a s q u e v e n e m p e o r a r su s i t u a c i ó n . El c a p i t a l i s ­m o s u b s i s t e , a u n q u e los c a p i t a l i s t a s c a m b i e n . L a b u r o c r a c i a s u b ­s i s te , a u n q u e los b u r ó c r a t a s s e a n o t r o s . El s i s t e m a n o c a m b i a ­se e t e r n i z a .

T o d o fué i n ú t i l . E l « c a m a r a d a » , o b s t i n a d o a m á s n o p o d e r , s e g u í a s o s t e n i e n d o q u e só lo e x i s t e u n i m p e r i a l i s m o . Q u e l a U. R. S. S. es u n p a r a í s o . Q u e a l l í j a m á s e x i s t i e r o n c a m p o s d e c o í X e n t r a c i ó n . Q u e los p o l a c o s y los b ú l g a r o s se s i e n t e n fe l ices al s a b e r s e g o b e r n a d o s p o r el b o l c h e v i s m o . Q u e l a p a t r i a d e l k p r o l e t a r i a d o . . .

Y a q u í le i n t e r r u m p i ó o t r o d e los j ó v e n e s l i b e r t a r i o s , d i - V r i é n d o l e :

—viLa p a t r i a d e l p r o l e t a r i a d o ? E x p l í r a n o s eso- ¡ Y el « c a m a r a d a » q u i s o e x p l i c a r l o : — L a p a t r i a de l p r o l e t a r i a d o es l a U.R.S .S —|¿Pero q u é o b r a es l a de l a U .R .S .S p a r a f¡ue m e r e z c a t a l *

t í t u l o ? — L a o b r a d e la U .R .S .S . es l a o b r a d e S t a l i n . — S t a l i n , ¿ e s u n p r o l e t a r i o o u n m a r i s c a l ?

I ' n m a r i s c a l - p r o l e t a r i o . V q u é es u n m a r i s c a l - p r o l e t a r i o ?

U n p r o l e t a r i o q u e po r m é r i t o s h a l l e g a d o a m a r i s c a l . ;,Y q u e h a d e j a d o d e s e r p r o l e t a r i o ? ¡ N o ! De n i n g u n a m a n e r a .

— E n t o n c e s , ¿ t e n d r e m o s q u e c o n v e n i r e n q u e se p u e d e se r m a r i s c a l y p r o l e t a r i a , e s b i r r o , p o l i z o n t e , v e r d u g o y e x c e l e n t e c o - ^ m u n i s t a ?

— ¡ E s o n o es lo q u e yo h e d i c h o ! — e x c l a m ó , a l g o m o l e s t o , el e n t r o m e t i d o « c a m a r a d a » . ¡

— E n t o n c e s , ¿ q u é s i g n i f i c a n t u s p a l a b r a s ? — l e p r e g u n t a r o n a * c o r o los j ó v e n e s . \

Y él , t r a n q u i l o , i m p a s i b l e , p u e s t o a n t e el d i l e m a d e r a z o n a r ¡ o c a l l a r , o p t ó p o r r e s p o n d e r : I

— N a d a . O m e j o r d i c h o : n o sé. \ Y a s í s e a l e j ó de a l l í el « c a m a r a d a » , c o n v e n c i d o d e ciue n o ¡

s a b i a n a d a , y q u e p o r n o s a b e r e r a a l g o e x t r a o r d i n a r i o : u n p e r - \ f ec to m i l i t a n t e de l b o l c h e v i s m o .

Y lo p e o r es q u e t e n í a r a z ó n , p u e s s i e n d o s t a l i n i s t a , ¡ de sd i - * c h a d o d e él s i h u b i e r a q u e r i d o s a b e r !

K t t t t t i . t w . t w » . i . t . i - . t m . . t f . i . t ^ t t T T t t t , . . ^ t ^ T ^ . ^

CONCIENCIA DE CLASE ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ V

1 0 deja de ser sintomática la la libertad, para reemplazarlo por la Que el artesano se gozara en la crea-persistencia con que los pode- abstracta función de productor de va- ción artística que surgía de sus manos rosos de la tierra — ya se tra- lores de cambio. ¡No es cierto! No hay laboriosas, es perfectamente cómpren­

los detentadores del poder eco- dignidad intrínseca en la sola actividad sible; pero el obrero moderno, ínfima nómico, del político, del religioso o de sin contenido ético, ni puede venirle de pieza desolada de un mecanismo mons-todos ellos, a la vez — procuran incul- afuera: existen tareas parasitarias, im- truoso que lo absorbe, y cuyas finalida-car al proletario la convicción, casi mis- productivas y antisociales, aunque sean des desconoce! no puede sentir alegría, lie i diríamos, de que su ubicación den- realizadas por obreros explotados, cual- Y el trabajador que — pongamos por tro de la escala jerárquica social, es la quiera que sea la doctrina que profese, ejemplo — fabrica armas homicidas más envidiable y respetable de todas. ,

¡Qué lejos estamos del desprecio con que la antigüedad greco-romana y el feudalismo consideraban el trabajo ma­nual, y aun el intelectual, definidos co­mo ocupación servil, inapropiada para los señores! El ideal del hombre se con­cretaba, entonces, en el noble guerrero, cruel, analfabeto y parásito. ¡Cuánto ha ganado el trabajador en considera­ción social, en dignidad individual, en dimensiones humanas! Vidas de márti res y prisiones de profetas ha costado este penoso triunfo, que saludamos al­borozados.

No pequeña parte de esta transfor­mación, en la valoración del trabajador, es debida a la incesante prédica del socialismo de todos los matices — au­toritarios y l ibértanos: anarquistas y estatales; colectivistas y comunistas — que, divididos en cuanto a los medios de propagación y consolidación de sus respectivas doctrinas coincidieron, no obstante, en poner su cálido acento so­lidario en la dignificación de la clase trabajadora. Por la brecha que abriera la Revolución francesa, en lai rígida estructuración jerárquica y corporativa medioeval, hicieron irrupción, en vio­lento e incontenible aluvión, las nuevas ••ucxpiioi, iratlvas del trabajo. que las clases privilegiadas, tras inicial resistencia, terminaron por aceptar y aun exagerar, tranquilizadas a) compro­bar que no se interrumpían la aplica­ción de los sistemas de explotación y coacción, ejercidos sobre los mismos a (juienes se aparentaba exaltar.

Es así que la Iglesia católica, inau­gura el siglo con la encíclica papal Rerum novarum, que modifica, sustan-cialmente, su aristocrático y desdeñoso enfoque del problema obrero; a su vez, el capitalista se despoja de su burguesa levita de cobrador de cupones de renta, para endilgarse, orgullosamente, su dis­fraz de «overalj», cuidadosamente man­chado con lamparones de grasa que le brinda proletarizante aspecto de empre­sario de gran industria, a lo yanqui. Las guerras imperialistas de 1914 y 1939. C ii su contribución de vidas y esfuer­zos proletario*, exigidos bajo la paté­tica consigna de: sangre, sudor y lágri­mas, obligó, también, a los gobiernos, a simular una «enternecedora preocupa­ción por los trabajadores», patriótica­mente sacrificados en la defensa de los intereses de sus explotadores. El triunfo de la revolución bolchevique de 1917, con sus «soviets» de proletarios, campe­sinos y soldados, y el de la república española de 1931, con su autodefinición constitucional de «República de traba­jadores de tod l* clases», contribuyeron a consolidar la gran ilusión.

Burgueses y comunistas, derechas e izquierdas, todos coincide:! en remachar al trabajador su destino de clase. Ya debiera parecemos sospechoso que lo adulen y lo ensalcen, pero que se re-u rven el rol de dirigirlo, de organizar-le la vida, de cargar sobre sus «sacri-Bc idas» espaldas la dura tarea de pen­ar por él. ¡Felices los trabajadores, no

les dejan más trabajo, que trabajar y trabajar! Este proceso de delegación obligada de las funciones intelectuales y psíquicas, nos recuerda el de la idea­lización de la mujer que asigna a las «diosas», despreciadas en la intimidad, la sola función de parir hijos. «Con­ciencia de clase y de sexo»... ¡concien­cia de percherones y conejas!

Han quitado al trabajo su concreto sentido de creación, en la justicia y en

HACIA UN MUNDO MEJOR tiMhOR medio de la «Soli» de hace del intelecto y del espíritu, toda una s i n r u i d o s v a c u 0 s y s i n p r e tensión de

\S¿f dos semanas, y en su sección P'eyade de chavales con ánimos de su- catedráticos oxidados ¡ B «Tribuna juvenil», he podido peración, dedican los. ratos relativamen- ' Los buenos compañeros de París sa-leer un comentario en torno a las ac- te libres que les de,a su cot.diano tra- , , e n m u y b j e n q u e J¡ d e v e r d a d s e . _ tividades que, en diversos aspectos, rea- « A I I _ r T re transformar la sociedad hav que em-hzan los jóvenes libertarios parisinos. V. LAUÜtl pezar por transformarnos nosotros los

Es enormemente esperanzador con,- primeros. La sociedad es el resultado talar que precisamente cuando la casi ha,o a la realización de actividades h- ^ ]m i n d i v i d u o s e n s u c o n j u n t o . P o r

totalidad de la juventud se está hun- feriarías. consiguiente, cuanto mejores seremos diendo en el mas abyecto de los em- Ellos luchan y trabajan sin descanso nosotros, mejor será aquélla. Todo lo brutecimientos, físicos y morales, por alguno, por el advenimiento de una so- demás es puro mito Quien habla o es-el abuso de actividades como el depor ciedad sin explotación del hombre por cribe referente a ideas bellas de amor te mal comprendido y más^ mal aún el hombre; de una sociedad sin la ini- y libertad entre los pobladores de nues-practicado, los bailes, concebidos a la cua injusticia económica y por tanto, tro universo, y no ajusta sus actos a manera actual, y las lecturas comple- social; causa y origen de tanta maldad sus palabras o escritos, verá cómo la lamente nocivas al desarrollo normal y crimen en la sociedad actual. Así. (Pasa a la página 2 )

m H

ALLANDOSE de compras en un almacén de novedades, la policía nor teamericana de­

tuve a dos mujeres, ext rañamen­te a taviadas , que a los «police-mann se les antojaron un par de gi tanas peligrosas. Excediéndose, sin duda, las supuestas gi tanas fueren conducidas a la cárcel an­tes de cometer y de imaginar el robo. Cosas de la policía cientí­fica.

Pero lo chusco del caso es que las hembras citadas, al rendir ga­r an t í a de identidad, resul taron ser las señoras Chatar i , madre e hija, y esposa y primogénita, respecti-Twnrrrtr , Or» delegado del Pakis­tán en la O.N.U., señor Cha ta r i .

No hay que decir el estupor del gobernador del Estado, al ver que sus subordinados eran capaces de cometer semejantes dislates en nombre de un orden que ni la Cha ta Ri mayor ni la Chata Ri menor, ni menos el marido y pa­dre de ambas, fueron a per turbar , cuando menos en los Estados Uni­dos. En consecuencia, si no un co­rrectivo, se imponía un acto de contrición, el cual hizo la autori­dad respectiva echándose rendida­mente a los sudorosos pies de am­bas chatas , o cha ta r inas , en de­manda de perdón por el sofoco por ellas sufrido.

Poco entendidos en la mater ia , consideramos, sin embargo, que la autoridad mayor estuvo en su punto. No hay que molestar a las personas que parecen gitanos y no lo son. Ni a los gitanos que pa­recen «payos» y tampoco lo son. Porque en este mundo cualquiera sabe quién te va ¡>. meter mano en el bolsillc para substraerte la car tera , o p j r i introducir te en ella un bien cobrable. ¿Que esto es inverosímil? En España es más que posible, pero en Yanquilan-dia no.

Imaginemos, por ejemplo, a un ruso deambulando a tareado por Nueva York, vestido más o me­nos come los zíngaros y llevando una gran bolsa de cuero, no se sabe si con intención de l lenarla o de vaciarla. Metidos en traje de «poli», nues t ra primera impresión será la de hal larnos ante un de­lincuente gi tano e inst int ivamen­te acariciaremos las esposas (las manil las , no se vaya a creer otra cosa). Pero de pronto recapacita­remos y vendremos a suponer oue el ruso, g i tano o no gi tano, pero metido a... t ransacciones, podría acudir a la Bolsa de la O. N. U. para hacer concesiones substan­ciales capaces de dejar al Pentá­gono en situación de Pascua flori­da. En este caso, la detención se­ría absurda.

Figúremenos ahora a un sujeto de tez morena, medio moro y me­dio cristiano—lo que modela una morfología indostánica, a pesar de le que dicen de Faraón—. y digá­mosle: Oiga usted, so gi tano: ¿qué es lr> que le incitan los dedos? ¿Car teras , relojes, paraguas? Pues tenga la bondad de seguirnos an­tes de au i ta r se las manos del bol­sillo, que somos policías cientí­ficos.

Acto seguido lo llevamos a la Comisaría, y el comisario nos des­pide en Manco por haber impor­tunado a un gi tano que lo es pa ra los españoles, pero que a t ierra u l t r amar ina ha venido a hacernos el regalo de unos puertos, de unas minas de una teoría estratégica, y de irnos soldados de plomo para que les niños del Pentágono pue­dan divertirse duran te la tempo­rada veraniega.

JOAN DEL PI .

para los países capitalistas o para la Rusia bolchevique, no debe experimen­tar orgullo.

No manoseemos las verdades, hasta quitarle su sabor. La clase obrera es una fuerza intacta, y virgen, cuya mo­ralidad está contenida en su fe de la posibilidad del trabajo libre, creador y digno; su misión histórica no consiste en respaldar dictaduras, sino en luchar por superar la actual división social en clases, eliminando la explotación como sistema y el Estado, como aparato de opresión. Su conciencia la obtiene, por su identificación con estos propósitos y la consecuencia de los medios que em­plee para lograrlos.

En ese entendimiento, un obrero que propugne la sumisión a un gobierno, cualquiera que sea su rótulo; que re­nuncie a su libertad, para no interferir presuntos planes salvadores; que realice tareas antisociales o bajo condiciones indignas, o que finalmente, actúe obe­deciendo menguadas ambiciones de pre­dominio, es, consciente o inconsciente­mente un esclavo sin conciencia.

¡Y por encima de todo, un traidor a su conciencia de hombre!

K. D.

De «La Protesta».

DE MI CARNET blanco y negro

Compromisos que nos comprometen

«L

EL HUNDO DESDE NUEVA YORK

Los a p t t de la mediocridad LA OTRA ESPERANZA (Continuación de "Ante la amenaza

del comunismo totalitario")

L AS estadísticas, que no son resul- sas del comunismo, o, por lo menos, tado de la propaganda soviética, energías no dispuestas a oponerse a él, porque son el fruto paciente de por apatía, por indiferencia, porque no

los técnicos norteamericanos, revelan, pueden abrigar la esperanza de mejo-como decíamos en el artículo anterior, ramiento: es la pequeña burguesía, los que en el mundo viven 700 millones intelectuales mediocres, los profesiona-de seres humanos desnutridos crónica y les víctimas del ambiente, del momen-permanentemente; si en esos millones to, de circunstancias adversas, Aunque de hambrientos no ha hecho roncha ya esa clase social tenga el pan cotidiano la propaganda comunista, no tardará más o menos asegurado, no tienen ase­en nacerla. gurado el porvenir inmediato y, para

La esperanza comunista es trágica ellos, subsisten sin resolver otros pro-porque es falsa, porque provocará la blemas importantes, desilusión total y simultánea de una La propaganda comunista no es fá-masa humana numéricamente colosal, c¡i solamente entre el proletariado sub-y porque esa masa se entregará a todos alimentado de Asia, África y Latinó­los excesos desordenados de la deses- américa, sino también entre ese otro peración, lo que dará nacimiento a una proletariado regularmente alimentado era retrogrodada durante la cual se pero que se siente condenado a una paralizarán los progresos científicos, in- v ida de mediocridad sin remedio, a dustriales, ideológicos, culturales y éti- u n a inferioridad social o a una discri-cos, preparando la humanidad p&ra un minación racial, ya sea violenta y evi-nuevo recomenzar desde el primitivis- dente como en Estados Unidos, ya sea mo. Pero trágica y todo, esa esperanza disimulada y suave como en algunas comunista existe, es un hecho innega- repúblicas hispanoamericanas. Además ble y terrible, sostenido, cultivado y de los que carecen de pan, hay los que propagado por un grupo de hombres n 0 tienen nada más que pan, y un pan casi todopoderosos, que desde Moscú cotidiano ganado con esfuerzo y sin actúan sobre el mundo entero, donde satisfacción, a veces gracias a labores la mayoría, con todos los matices que agotadores, a veces a trabajos sórdidos, se quiera, vive como esos 700 millones teniendo que luchar a cada instante con de seres humanos. las apariencias engañadoras, únicas que

Pero además de esos millones de mi- le dan la ilusión exterior y momentánea serables que, al fin y al cabo, nada de no pertenecer al proletariado propia-pierden con los cambios de regímenes mente dicho. porque para ellos siempre es peor, hay ¿Habrá quien crea eficaces los ar-otros millones de hombres y mujeres g u m e n t o s corrientes contra el comuni ­que son, potencialmente, fáciles pre- m 0 i p a r a a q u e l l o s a q u j e nes el comu­

nismo promete elevar de su condición actual y ponerlos a manejar la maqui­naria social que siempre los oprimió J

En todo el mundo occidental les hacen estas preguntas cuantos son capaces de ver claro en el presente y en el p o r venir: ¿Qué tenemos para oponer al comunismo? ¿Dónde está la docirina, la fe, la esperanza bastante grande y realista capaz de cimentar la unión, inspirar la lucha, justificar los sacrifi­cios?

Hasta ahora, la situación de Occi­dente no ha sido capaz de responder a estas preguntas. El comunismo es uní potencia joven, magníficamente ir-mada de un idealismo que conserva to­davía gran parte de su prestigio; en

camente con los desechos de ideolo­gías desacreditadas completamente. Mientras no se hallen razones válidas para el sacrificio que se pide a los pue­blos de occidente para combatir al co­munismo, éste seguirá expandiéndose aunque en los mapas de las operacio­nes militares, se vean avanzar las po­derosas máquinas de guerra de Occi­dente.

A vida misma es un compromiso» ello estamos laborando, y deberá con-He ahí que vuelven a repetirse, venirse y convencerse que en este as­

en ediciones nuevas y largos pecto los anarquistas somos determinan-adicionoi.es, corregidos y aumentados, tes. Ahora bien, que no se nos pongan los legendarios sonsonetes para ridicu- dilemas de este calibre: «O ser pastor ¡ f ^ ® ^ ° ^ ^ ^^^^J^fS^P lizar y combatir tesis anárquicas. Lógi- alguna vez, o rebaño eternamente», que camente cábenos, también, el derecho por tales horcas caudinas no pasamos, a la réplica correctiva, tan siquiera sea Preferible es ser la eterna oveja desca­para aclarar ciertas leyendas. rriada.

Atribuyendo al anarquismo militante, Porque los demás pactos no cuentan. de antaño y hogaño, el individualismo Entre Estados, los pactos que rubrican tan obtuso y porfiado de Stirner, aquel los diplomáticos, aun aquellos que ga-que reza: «Yo solo, únicamente yo», rantizan la paz, acaban acribillándolos como principio y fin; o el inhihicionis- de impactos los castrenses. Y entre gi­mo de Hyner, que culmmina en el en- taños, ¿cuál es el trato que no se sella cierro voluntario en su torre marfileña, a navajazos? so pretexto de su neo-individualistmo ft0 podemos contractar, pues, com-matizado y temeroso de mezclas o uni- promisos con gente de tal jaez. Con ficaeiones ruinosas, se comete -un grave diplomáticos de sombrero de copa y error de apreciación. frac, corremos el riesgo 4e ser copa-

Con el principio de organización fe- (](¡s y fracasar, pues que no nos permi-deralista adoptado abiertamente por el te „uestra ética usar semejantes arti-anarquismo. y con sus finalidades co- mañas en eU0s consubstanciales. Y en-nmnistas o socialistas libertarias especí- trc gitanos de zurriaga, bigote y tijera, fieamente proclamadas, creemos que seguro quc saldremos despellejados, en-debería quedar aclarada la leyenda his- rec¡ados </ 1rasquií(¡dos, ai no poder tórica. hacer uso de las tretas propias de tales

Ahora bien, como quiera que el pe- cofrades, ñasco hu sido lanzado con mayores bríos Esta clase de compromisos, tratos o y para alcanzar objetivos más amplios, pactos, con cláusulas que implican clau-precisamente para derruir nuestro indi- dicaciones, significan la garantía supre-vidualismo consciente y nuestro espíri- mu ¿el tirano. Agarrotados de pies y tu de independencia, forzoso nos será manos es tanto como dejar a su libre unu más extensa y convincente defensa, arbitrio nuestro destino libertario.

«La vida misma es un compromiso». La vida, que tanto amamos, sólo un ¡Quiere significarse con ello nuestra compromiso exige del libertario. La de naturaleza determinada? vivirla libre y dignamente. Y esto, aun

Ciertamente, no vamos a negar que cuando implique un sacrificio o marti-ciertos fenómenos naturales implican rologio diario, o exija una muerte pre-dependencia del hombre a las cosas matura y heroica en defensa de lus ¡i-que le rodean, ajenas a su poder voli- bertades esenciales, tivo y a expensas de su facultad libé- Y si después de tantos héroes y már-rrima. Mas gracias a la ciencia del tires como él anarquismo tuvo y tiene hombre hoy puede evitarse el rayo en sus filas, en pro de su libertad y mortífero, y combatir con éxito la rabia de la de sus pueblos, se nos viene til-sobrevenida tras el inopinado mordisco dando de inhibicionistas y sectarios, in-del perro. Este espíritu libertario que dividualistas y escépticos, habrá que en su prgoresión la verdadera ciencia cargar a la malevolencia lo que hasta sanciona, no puede ponerse en duda, ahora habíamos achacado al olvido e Luego, es que hemos perdido la pista ignorancia.

¿Es frente al hombre, a la sociedad, Desearíamos que este pequeño trata-cuando se revela esta determinada ten- ¿o, sin ínfulas ni ínsulas, bastara para dencia? ahorrarnos ' posteriormente ciertos re-

Tampoco lo negaremos. Sabemos que tratos, el inexperimentado mozuelo puede ser PLACIDO BRAVO. engañado arteramente, y por ende hu­millado, por las mañas de un viejo zo- ~ rro. E inversamente tyue el más sabio \ de los ancianos puede ser vencido y I vejado por una legión de corpulentos ¡ jovenzuelos fanatizados. Pero, pese a ello, ¿puede reprochársenos nuestras convicciones tendentes a coordinar la destreza y la fuerza, la experiencia y el impulso mediante el pacto entre libres e iguales y con fines determinados? Por

Yo creo, sin embargo, que hay otra gran esperanza que oponer a la '-ágica esperanza comunista; es la realidad norteamericana. En Estados Unidos existen los elementos necesarios para que esa nueva esperanza pueda dar a los seres humanos, la energía nece­saria para oponerse al desarrollo del comunismo totalitario de Moscú. Estos elementos son: el pueblo norteamerica­no, en todas sus capas sociales, es emi­nentemente antitotalitario, profundamen­te demócrata, enérgicamente antiesta­tal, admirablemente solidario de su; semejantes, justiciero, equilibrado, y sobre todo, furiosamente celoso de sus libertades. ¿Que hay desigualdades, in­justicias, abusos, etc., etc.? Nadie lo puede negar; pero hay otros factores en favor de mi tesis: en Estados Uni­dos hay todo lo necesario, desde el punto de vista material, para resolver favorablemente el problema de los mi­serables; sus industrias, sus laborato­rios, sus gigantescas empresas especia­lizadas, sus sindicatos poderosos, etcé­tera, pueden transformarse de la noche a la mañana, sin trastornos graves, de instrumentos directos o indirectos, co­mo lo son ahora, de un capitalismo no siempre clarividente, en herramientas preciosas para construir una sociedad basada en la cooperación voluntaria y coordinada, asentada sobre el respeto y la libertad individual de cada ur.o de sus miembros, y en la cual la gran esperanza sería un hecho.

Las posibilidades de la técnica nor­teamericana son tan enormes, que ese milagro no es utópico. ¿Por qué no se opondría a la esperanza trágica del co munismo totalitario, la esperanza en vías, de realización aquí, de un prode-mosismo amplio, libertario y fraterna;? No habría más que pluralizar la famo­sa declaración del procer norteameri­cano: «Todo del pueblo, por el pueblo y para el pueblo»... y entonces ¿qué podrían prometer a los pueblos los hom­bres del Kremlin?

A. SVX.

Page 2: ROUTE, hebdomadaín Mátieia eá el zee^at^ de La (Ji.éZ.Q ...obligada de las funciones intelectuales y psíquicas, nos recuerda el de la idea lización de la mujer que asigna a las

RUTA P á g . 2

LA IGLESIA Y LA LIBERTAD DE C O U C I A N O es de extrañar que en los tiem­

pos que corren se haya inten­sificado la propaganda religiosa

y la Iglesia trate de imponerse, más activamente que nunca, al amparo de la clase dirigente. Esta, que ve tam­balear su posición ante la creciente ca­pacidad de las masas, necesita de una fuerza que, como la Iglesia, mediante la coacción espiritual, le garantice la pasividad del pueblo y trate de anular sus críticas.

Ello es porque en todos los tiempos la Iglesia ha funcionado como organis­mo opresor de toda libertad de pensa­miento, atemorizando a los hombres o sometiéndolos con la invención de una potencia sobrehumana opuesta a la evolución independiente de cada indi­viduo. El principio de autoridad que sustenta la Iglesia, y en el cual se apo­ya toda su organización, con el some­timiento de todos sus miembros a la voluntad omnipotente de su fe, es in­compatible con el libre examen y la autonomía de la conducta en todos los hombres que de ella dependen.

Quien se sienta incorporado a la lla­mada Cristiandad debe olvidar que tie­ne un cerebro para pensar y una vo­luntad para decidir por sí sus actos y sus deseos. Quien lea la Pastoral del clero dada en el año 1946, se convence de que, de acuerdo con el criterio eclesiástico, los hombres no son sino instrumentos dependientes de una vo­luntad superior, a la cual deben so­meterse incondicionalmente y sin res­tricciones.

Obstaculizar y anular cualquier in tentó de liberación desde la intimidad de la conciencia ha sido la obra siste­mática de la Iglesia a través de toda la historia humana, desde que, orga­nizada definitivamente, dio nuevo alien­to en su seno a las fuerzas vigorizadas que, precisamente, el Cristianismo ha­bía combatido.

Según la doctrina eclesiástica, pen­sar al margen de lo prescripto, criticar lo que se impone, desmenuzar los prin­cipios, son pecados mortales con los cuales el hombre se condena, convicto

de soberbia. La cultura y el conoci­miento son patrimonio del grupo pri­vilegiado y que constituye el clero, y cuando el progreso inevitable se im­pone, cuando el hombre se lanza a su propia conquista, ese núcleo, levantado en armas y organizado en la Inqui­sición, castigará a sangre y fuego a to­do e] que se atreva a traspasar los lí­mites de lo establecido.

Por eso recrudecerá en el Renaci­miento, cuando las fuerzas humanas incontenibles enfrentan todo peligro por la emancipación espiritual del in­dividuo. Entonces todo el mundo occi­dental, es una inmensa hoguera en que se queman junto a insignes sabios y fi­lósofos cualquier hombre o mujer igua­lados en el delito de pensar libre mente.

Pasada esa época, en la que culmi­na la persecución despiadada, no amen­guó la batalla de la Iglesia contra la cultura y la libertad de conciencia. La Inquisición existe todavía hoy presidi­da por el jefe de la Iglesia en Roma. Ella es la que incorpora indefiírda-mente al Index toda obra que signifi­que una demostración de la índepen dencia, especficamente humana, ante sí mismo y los demás.

Libros y doctrinas que representan la flor del pensamiento humano son re­probados y su lectura y conocimiento prohibidos. La humanidad, de esa ma­nera, no puede ni siquiera juzgar si la condena es justa o no. Su actitud frente a la cultura debe ser pasiva, completamente pasiva, admitir lo quo se le impone por opinión de los car­denales romanos y rechazar, más aún. ignorar lo que ellos repudian. La con­ciencia del hombre debe ser esclava para eliminar toda crítica y evitar «1 peligro de la pérdida del poder espi­ritual y, en consecuencia, material. La duda no puede existir frente a los dog mas, como un camino hacia la verdad individual lograda. Y la masa del pue­blo debe permanecer inculta como pas­to propicio al apetito de cualquier ti­rano.

En esta lucha sin cuartel de la Igle­sia contra la conciencia del hombre muchas etapas se llevan recorridas. La Iglesia no ceja en su propósito y sólo el progreso incontenible y fatal afirma a la conciencia en su avance esforzado y sostenido.

Contra la regresión y la reacción, contra el intento de someter lo más íntimo del individuo, su libertad y su discernimiento, siempre se levantará romo fortaleza irreductible el ansia irrefrenable de superación y el esfuer­zo incontenible de desentrañar lo des­conocido, a] margen de toda intrusión.

En el camino lie su liberación ésta será una de las batallas más difíciles que el hombre deberá enfrentar, pues se coaligan contra él todas las fuerzas organizadas que ven peligrar su esta­bilidad por esa liberación.

El ejemplo de los tramos recorridos es, a pesar de los sacrificios que re­presentan, un estímulo y una esperanza.

ISABEL MEDINA.

IDEALISTAS M UCHO se escribe a diario a

través de los libros, prensa v folletos sociales sobre el muy

lejano como también actual problema de la desigualdad económica. Desde que los predecesores en el examen de las causas que motivaron tanto mal, co­menzaron el estudio de las soluciones que podrían adoptarse para atajar la in­justicia de que son objeto los humanos, todos los dardos de la afinada puntería de la crítica, fueron lanzados implaca­blemente contra los detentadores del poder económico, por haber sido consi­derados causantes de todas las desdi­chas, de lodos los sinsabores, de todas las barbaries que paralelamente ha ve­nido padeciendo el género humano.

Hay impulsos esporádicos que, como obedeciendo a ese inmutable principio de la lucha por la existencia al que to­dos los seres y las cosas terrenales es­tán sujetos. Se produjeron ayer y se prodigan hoy con mayor o menor fre­cuencia e intensidad por todos los ám­bitos del planeta. Son las partes más atacadas del cuerpo social por el virus de la opresión que manifiestan ante el mundo su repulsa por los métodos em­pleados para hacer prevalecer esta in­justa desigualdad.

Y así, observamos desde el lejano ar-borear de la Historia hasta nuestros días, las legiones de esclavos primero, que se rebelaban contra sus señores, los siervos después, en lucha épica -contra el feudalismo feroz, y hay en fin son les pacientes trabajadores que ya en posesión de una característica personali­dad bien definida, se debaten día tras día, hora tras hora, por la consecución de sus derechos inealineables hacia el disfrute de los bienes creados a costa de tanto sudor, de tanto sacrificio y de tan inhumanas vicisitudes.

Toda la Historia Social del mundo está repleta de estos estragos produci­dos a causa de la susodicha desigualdad y como una maldición bíblica, siempre ha sido vencida la corriente progresiva que constituye el núcleo productor de la Humanidad, por los detentadores de ese poder omnímodo de] dinero, arma que los opresores utilizan para desarti­cular los movimientos salvadores de las multitudes aherrojadas.

Y blandiendo esa arma de corrupción y de estupro, compraron y consiguieron la posesión incluso de los resortes que el cuerpo social tenía entregados en las manos impúdicas de unos dirigentes desvergonzados, que se reclamaban de todos los más bellos conceptos de ma­numisión. Es bajo la amenaza constante de esa arma «poderosa» que nacieron los partidos i breíos, los llamados socia­listas, las organizaciones obreras basa-mentadas en las doctrinas económicas del marxismo. Y hay aún más, otro sec­

tor que imbuido fanáticamente del con­cepto también marxista de la «toma del poder», se aprovechó de aquellos mis­mos postulados reivindicativos para ele­var a categoría inquisitorial a un Esta­do con plenos poderes totalitarios, en nombre de esos mismos principios de justicia y equidad. Es el llamado co­munismo de Estado, por cuyo conduc­to se van ahogando en la deserción del campo de las luchas sociales, una gran parte de esta masa explotada y escar­necida.

Solo el sector de los hombres que confían en la acción propia o indivi­dual, en su voluntad inquebrantable de lucha; solo el militante activo de los movimientos reivindicativos que se apo­yan en el concepto puro y simple de la actuación contra los usurpadores, sin in­termediarios ni mentores de ninguna especie, mantinen en pie la idea de la equidad.

Ellos, caminan derechos hacia el ob­jetivo común. Finalidad que tiende a destruir las causas que mativaron y mo­tivan el estado actual de cosas. Cuando aquellas causas sean aniquiladas, pien­san, experimentan y estudian estos mis­mos militantes, la forma de colocar en común todos los bienes que son pro­ducto del esfuerzo colectivo.

¿De forma comunista? ¿Aplicando las experiencias colectivistas? Poco importa a estos luchadores del Ideal, que los pi­tares de la futura sociedad estén basa­dos sobre uno u otro procedimiento. Lo que sí les interesa grandemente como tales hombres es, que desaparezca el

poder coercitivo que priva de Libertad v de bienestar a la mayor parte de los hombres. Lo que ellos llevan en el co­razón e incrustado en el cerebro es el deseo de liberarse y de liberar a todos los hombres de esta dominación econó­mica que les hace víctimas expiatorias de la soberbia y del desenfreno que el poder, que la autoridad, y que todo po der o toda autoridad, ejerce implacable­mente sobre los desheredados.

Son estos hombres los anarquistas, los libertarios, los militantes de este ideal bello y generoso; idealistas por inspira­ción que siguen el camino trazado por su misma conciencia y que marchan se­guros hacia la libertad; son los hom­bres que elevando a su verdadera di­mensión el sentido de la individualidad, luchan y se debaten a través de todas las edades, a costa de innumerables sa­crificios, para redimirse y salvar a stus hermanos del caos en que se hunde la sociedad.

Ante ellos, nubes inmensas de negros contornos asoman por el horizonte. Ca­pitalistas, curas, militares, «gentes de irden», partidos políticos, organizacio­nes obreras de cuño reformista, parti­dos obreros, todos en masa informe y reverenciando a su amo el Estado-Dios, se aprestan a darle la batalla. Pero el libertario, el anarquista, sigue impertur­bable la contienda. Venciendo algunas veces—como aquel 19 de julio de feliz memoria—derrotado las más de ellas, cae, se levanta, tropieza, pero jamás vacila, firme el pulso y la mirada hacia la Libertad y en pos de la Anarquía.

LA REPRESIÓN A LOS DIARIOS

HACIA UN MEJOR M U N D O

(Viene de la página 1)

influencia moral, en sentido ideológico, que pudiera ejercer a los que le ro­dean o le conocen, será absolutamente nula, si no contraproducente, pues no en vano ha sido, es y será una eterna realidad y la mejor de las propagandas: el ejemplo.

Por haber vivido dos años en París, conozco personalmente a muchos de los jóvenes compañeros de allí. He convi­vido con ellos horas muy agradables, imposibles de olvidar mientras viva. Juntos hemos estado en la brecha, sor­teando toda clase de obstáculos en las tareas orgánicas de nuestra querida F.I.J.L. sin desfallecimientos de ningu­na clase y llenos de un entusiasmo vi­vificador. Por esto sé, y no me sorpren­

de en lo más mínimo, de lo que son tapices, en tareas de orden cultural e ideológico, mis jóvenes hermanos en ¡deas de París.

Otros, nuevos, recién llegados de otros lugares, han ido a engrosas las fi­las de la Local juvenil situada en la Ciudad Luz. Y le dan, con su empuje y ardor juvenil, nuevas fuerzas para que aquélla pueda proseguir por el ca­mino emprendido hacia la mejoración total de la personalidad colectiva e in dividual de sus componentes. La nue­va reaparición de «Crisol» lo prueba.

A todos ellos, pues, un abrazo frater­nal, el cual hago extensivo a todos los jóvenes libertarios del mundo entero.

¡Salud y adelante, hacia un mundo

mejor V. CAUDET

A W A V V S V A V EL S O L fuente de vida

P OR montes y por llanuras, el ca­rro del sol rueda incansablemen­te, tan pronto en las alturas, tan

pronto en los valles profundos. Cuando el sol-dios resplandeciente nos conduce a las cimas y deja caer sus flechas so­ta,- nosotros, la viejj Tierra se calienta y se anima, se adorna con coronas em­balsamadas, todo bulle y canta, y la alegría del verano reina en el corazón del hombre. Si el sol se levanta a du­ras penas, se desvanece entre la nebli­na y sus flechas despuntadas no nos hieren, ¡as flores se mustian, el viento di I Norte pasa avilando, el hielo forma en las fuentes, agujas puntiagudas y un blanco sudario se extiende sobre la Tie­rra.

Aunque los deportes de invierno tra ten de dar a la fría estación un colo­rido de ficticia alegría, no esperamos por eso con menos impaciencia la lle­gada de la primavera. Llega mayo, el dios endereza su carro, la Tierra reco­lara todos sus adornos. Los habitantes

Casos y cosas Según un periódico londinense un

empleado de la defensa pasiva solicitó hace unos días a un párroco británico un informe sobre el número de perso­nas que podrían encontrar cobijo en su templo en caso de necesidad. La pre­gunta la hizo de esta forma:

—¿Cuántas personas podrían encon­trar protección en su iglesia?

Y el *árroco le respondió:

—No lo sé. Solo puedo decirle que todos los domingos por la mañana duer men allí unas 1.500 personas.

¡Bravo por los británicos!

DONATIVOS R O S A S 500

P r o - F . I . J . L . ( j r u p o A c r a c i a d e M a r s e ­

l l a 3.000 F . L. d e S t - H e n r y 2.000

P r o - R U T A F . L. d e P e r p i g n a n 11.925

de las grandes ciudades pálidos y fati­gados por el invierno, van con sonrisa alegre liada el sol, dio¡ triunfal que obedeciendo a una ley imperiosa, se eleva sobre SÍÍ órbita, indiferente a las Querellas de los hombres.

Yo experimento una simpatía profun­da por la civilización de los viejos pue­blos que veneraban en el globo brillan­te, a la más alta divinidad. Ignoraban '.asi todo de nuestra ciencia actual, pero sabían que toda vida y todo bien­estar nos viene del sol.

Poseído de una nostalgia de las altu­ras y de la luz. el joven rey de Egipto que tomó* el nombre de Echnatou •>igual que el disco del sol», declaró la guerra a todos los antiguos dioses en 1370 antes de Jesucristo. Hereje coro­nado, los despojó de todas sus insig­nias y declaró al Dios-Sol, único dueño y protector del mundo, único dispensa­dor de todos los bienes. Para la divini­dad única encontró el símbolo siguien­te: un disco irradiando rayos que se terminaban por manos de hombres. Le consagró su capital y cantos armoniosos celebraron su gloria: «Tus rayos abra­zan a todas las comarcas; por tu amor nos subyugas; estás lejos pero tus ben­diciones llegan hasta nosotros.» Los sa­cerdotes combatieron su obra; ignora­mos cual fué el fin de Echnatou, pero numerosas reproducciones conservadas en los museos, nos han permitido cono­cer el busto de su esposa, la encanta­dora Nefertiti.

Un pueblo perdió la fe y la espe­ranza, los hombres se mataron a milla­res, cuando en 1537 las bárbaras hordas de los conquistadores españoles, inva­dieron Cuzco, la antigua capital de los Incas, y con el pretexto de difundir la tétrica religión cristiana, destruyeron el magnífico templo del Sol, destrozaron la representativa estatua de oro y se juga­ron a los dadog los fragmentos.

El hombre pasa indiferente ante las maravillas de cada día. ¿Quién prestará atención a una salida de sol, al astro inflamado elevándose sobre el paisaje qve parece retener el aliento cuando el heraldo de la luz aparece por Oriente? Conozco a un niño que a los 13 años escapado por la primera vez en su vida del enorme montón de piedras que constituye una gran ciudad moderna, lloró presenciando un amanecer en el borde del mar.

GARCÍA-MIRANDA. (Continuará.)

Qy&wiMé- óeiéeíieaé-El contagio del gesto

H E ido al «cine» porque he visto anunciada una película técnica sobre la forma de extracción y explotación de una mina de

d iamantes en el Transvaa l . Como aperi t ivo h a n exhibido las «actualidades)), y como en t remés , una cosa amer icana de gente a caballo familia­rizada en el manejo del revólver. Aquéllos, más centauros que a t le tas , que usan sombreros enor­mes y ondulantes pañuelos de seda a guisa de corbatas, dejan t a m a ñ i t a s a las amet ra l ladoras en cuanto a rapidez y acierto en repar t i r pela­dillas metál icas en todas direcciones.

Según el a rgumento exigía, pr imero se ba t ían a fuego graneado, pero p ron to cerró la to rmen­ta y vino el diluvio, y asi, se veía sal tar el polvo y las esquirlas de los árboles, como si la escena tuviera lugar en el c rá ter de un volcán.

Yo no pierdo t iempo, pues la vida es cor ta y hay que aprovechar la con intensidad, y me de­diqué a m i r a r lo que pasaba a mi alrededor como reacción a n t e semejante espectáculo, y deduje que la mayor ía de los espectadores se adies t ra­ban en el manejo del índice, con la part icula­r idad de que sorprendí a dos en flagrante de­lito. A mi lado izquierdo, un n iño que empuñaba una pistola de juguete y m a r c a b a con su gatillo el compás de los campeones de la pan ta l l a . Y dos filas de lan te de mi, un jovencito que tenía un brazo por de t rás de su vecino, a juzgar por la edad, probablemente su padre, movía con tan­ta regularidad y energía su índice,, que parecía, t a lmente , que era un peluquero que le repasase el cogote con una maquini l la . Las manos de los demás es taban ocultas p a r a mi, pero debían ser muchas las dedicadas a ta l ejercicio, porque yo mismo inicié el mismo movimiento sobre el bra­zo de la butaca, que tenia, por cierto, una suave curva como la cu la ta de un a r m a de fuego... Era, sencil lamente, lo que en psicología puede muy bien l lamarse «el contagio del gesto».

No acostumbro a ado rna rme con p lumas aje­nas, y, en consecuencia, declaro que es ta obser­vación me la h a n sugerido mis lecturas, y, por lo t an to , no exijo derecho alguno de pa te rn idad .

IVIucisimos ejemplos pueden apor ta r se al tema que nos ocupa. Sólo pa ra reforzar la tesis nos referiremos a un cuento debido a la p luma de un célebre l i terato francés, creo que Guy de Maupassant , t i tu lado «La Seña», y a o t ro relato, creo que de un escritor ruso, t i tu lado «La Po­sada del Colgado».

F iguran en el pr imero u n a mujer ga lante , o mejor ga lanteadora , que desde su balcón hace señas ins inuantes con los ojos a sus posibles clientes. Una vecina suya, casada y honesta , observa la forma de p ropaganda con atención, y pronto se siente contagiada, y sin querer, mecá­nica e involuntar iamente , regis t ra el gesto, y un paseante acude a la l lamada, produciéndose una

situación enojosa y compromet ida , la cual se re­suelve nauf ragando la casada, descompuesta y fuera de si, por reconocerse, después de todo, culpable. Obsesión de la que no queda comple­t amen te libre h a s t a cuando, asus tada , ve unas monedas encima del velador.

El segundo cuento se refiere al exter ior de una posada, sobre cuya puer ta figuraba el t i tulo en forma de bandera colgante de un h ie r ro acaba­do en una especie de gancho.

Una m a d r u g a d a apareció colgado de dicho gancho un hombre- Lo notable fué que en vez de perder clientela la posada, ocurrió todo lo con t r a r io : iba la gente a la posada o se encan­taba mi rando el gancho la rgamente , t r a t ando de explicarse el cómo y el por qué se hab ía colgado el pr imer individuo, al que, según el autor , imi­ta ron t res más en poco t iempo, acor tándose el plazo cada vez, lo cual indica que si no se hu­biese qui tado el le t rero y el gancho... Tales son los efectos de la sugestión, dice el au tor en su comentar io .

El cine, el t ea t ro , la l i t e ra tura , las costumbres, t ienen efectos terr ibles, en todos y en todas, pero especialmente en los n iños . A muchos y a muchas les parece que de lo que leen, oyen o ven podrán escoger lo que qu ie ran y h a s t a aco­modar lo a su cri terio y capricho. Pero la reali­dad es ot ra . No hay posibilidad de elección y de eliminación, porque la asimilación de nuestro cerebro de la substancia de cuan to vemos, lee­mos u oímos la realiza algo de lo cual prescin­dimos, que es el inconsciente. Nues t ras sensa­ciones que vienen del exterior son frases o cua­dros que se g raban en un local oculto y fuera de nues t ro control voluntar io. Y sean frases, conceptos o gestos, los ponemos en la escena de la vida, muchas veces, cuando menos opor tunas son, y con frecuencia nos i r rogan perjuicios que conscientemente hubiéramos evitado.

No debemos o l v i d a r . que todos llevamos den­t ro un estenógrafo y un fotógrafo rápidos y há­biles, que t r aba j an por su cuenta y que encasi­llan las informaciones con u n a meticulosidad que nos asombra, cuando, al cabo de días, me­ses y a veces años, nos s a l t a n an t e los ojos, a n t e los oídos o expresados por nues t ra propia boca, conceptos o movimientos que no recordábamos y que teníamos olvidada, incluso, su noción de exis­tencia-

Hay que prevenirse, y sobre todo prevenir a los niños, con severos filtros que nos ayuden a seleccionar el bien y el mal . Ot ra ce*"v es pecar de confiados en la ca sua l idad : la casual idad no existe. Todo t iene sus antecedentes , como tiene sus consecuencias, y puede sernos muy caro en ciertos casos el contagio del gesto.

!¥Q CARSI

L cambiante panorama del mun­do suele llenar de asombro cuando se le mira como un me­

ro acontecer de hechos aislados. Sin embargo, esta extrañeza sería fácilmen­te explicable si la facultad de retener lo que ocurre en el constante deslizar del tiempo, que es la memoria, fuera ejercida para llegar al por qué de he­chos concretos.

Como en el organismo social—al igual que en el humano—nada se pro­duce de manera espontánea, es nece­sario buscar en el proceso de su des­envolvimiento las causas que originan el «asombro» presente. Tomemos sólo un aspecto de la cuestión—uno de los más sombríos de la hora actual—, y veremos cómo se ha ido extendiendo una epidemia a la cual nunca se la combatió seriamente. Nos referimos a las trabas puestas a la libre expresión del pensamiento por medio de la pala­bra escrita. Dejemos de lado lo que a! libro pudiera corresponderle—mucho sin duda—en la emergencia para tocar el asunto desde un ángulo más próxi­mo a todos. A lo que tiene una rela­ción directa y cotidiana por múltiples motivos: la prensa en general en sus d ;stintos matices, ideológicos, políticos

fi simplemente informativo y dentro de un carácter comercial. Los periódicos que tenían su razón de ser como por­tadores de ideas fueron siempre los pri­meros en hallar obstáculos para la ex­pansión de las mismas. Fácil sería do­cumentar los casos a través de la histo­ria. Las vicisitudes de este medio de comunicación colectiva llenarían muchas paginas para narrarlas. Las sufrió tanto en Europa como en América. En épo­cas pasadas y en la presente. Los mo­tivos esgrimidos podrían formar una figura poliédrica con sus caras pintadas de infinitos matices. Pero la finalidad fué idéntica en todas las circunstan cias. Enmudecer la voz molesta de la opinión que no coincide con los que se creen detentadores de la verdad. De esa verdad que siempre en última ins­tancia ha resultado una solemne men­tira.

La táctica para acallar esas voces contrarias tiene que estar en la actua­lidad de acuerdo con el progreso. ¿Có­mo volver ahora a los «malones» del pasado, en que era común arrasar las imprentas, destruyéndolo todo?

En Argentina son muchos los que recuerdan el incendio del taller de «La Protesta» y el empastelamiento de las cajas de «La Vanguardia» hace cuaren­ta años. En la mitad del siglo no son necesarios esos procedimientos. Una imprenta puede ser «enmudecida» ele­gantemente y sin causar mayores daños materiales. Y ni siquiera son necesarios estes cuando se [rata de una incauta­ción.

Este último aspecto es el que ma­yores peligros encierra. En su órbita caen los diarios de grandes tiradas, los que tienen constante relación con el público. El «sistema» hace su apari­ción con el advenimiento del fascismo. Crece con él, y a medida que se des­arrolla, los diarios van perdiendo la ex­presión que los caracterizaban y to­man una curiosa identidad de estilo. Los periódicos de índole doctrinaria, no cuentan en este aspecto. Se les suprime lisa y llanamente. Pero los otros, son

necesarios precisamente por su gran difusión. ¿Cómo podían escapar a la reacción totalitaria que se ha ido exten­diendo por todos los ámbitos? También ese «cuarto poder» con que pomposa­mente se designaba a la prensa ha pa­gado su tributo y su paulatino someti­miento es el resultado lógico de una política nefasta que esa misma prensa no tuvo el coraje de combatir con ener­gía en sus orígenes. Ahora nos llena­mos de asombro ante los hechos con­cretos ta] vez porque hemos olvidado Ias lecciones del pasado. Ya en 1926, el profesor italiano Gaetano Salvemini lan­zaba un alerta en lo referente a la su­presión de la prensa sin tutela del Es­tado. Sus palabras, a través de un cuar­to de siglo, cobran extraordinaria vi­gencia actual. Escritas para la Italia convulsionada por el fascismo, llaman a la meditación en esta hora oscura de la historia del mundo (1).

«Cuando ustedes dicen que en Ita­lia no existe más libertad de prensa, ustedes emiten una breve proposición de nueve breves o más- letras; y ¡vega pasan a conversar de otras cosas. Us­tedes «ven» más bien los inconvenien­tes de la prensa libre, y se sienten dis­gustados Quizás consideren a los dia­rios como un flagelo de la civilización moderna, y piensan que no sería nada de extraño que ciertos periodistas lle­vasen un bozal.

¡Pero cuánto mayores, infinitamente mayores son las desventajas de una prensa amordazada y suprimida, o mo­nopolizada por el gobierno!

Nosotros, italianos, sabemos de qué sabor es esta experiencia. Sin prensa li­bre uno se convierte en ciego, sordo y mudo. Nada sabe ni nada puede pen­sar. También el pueblo italiano apren­derá. La primera sensación que produ­ce un régimen semejante es una sen­sación de estupor, de humillación y de intenso desaliento. De un momento a otro, cesa toda actividad política. Los par'idos son anulados. Las conversacio­nes espiadas. ¿De qué conversar? Es el retorno a la vida del clan.

Es una especie de noche perpetua, donde erran ¡os espíritus vados de ideas.

La libertad es como el aire. La liber­tad es como la luz. Hasta que gozamos, poco o mucho de ella, no nos preocu­pa. Sólo cuando se comienza a perder­la es que advertimos que no podemos vivir sin ella. La libertad es necesaria a nuestro desarrollo moral, como el aire y la luz 'o son al desarrollo físico».

(1) Sacada de una conferencia de Gaetano Salvenimi que se publicó frag­mentada en el suplemento de «La Pro­testa;-, del 19 de abril de 1926.

PARADERO Isidro García pregunta por el com­

pañero Francisco Planes Miralles y por su esposa Ramona Mir y sus dos hijos.

En el año 1945 se encontraba en Saint-Hilary (P.-O.). Quien pueda dar razón, escribirá al compañero Isidro Garda, 12, rué Saint-Eulalie, Condom (Gers).

LA LECCIÓN DE LA SIMBIOSIS DEL LIQOEfl r sSEGURA la Academia de la Len-LJ gua Española, en su Diccionario,

que liquen «es una p l a n t a que ciece en los sitios húmedos, forman­do una especie de coi t ras grises, ama t i l lentas c rojizas sobre las rocas y las paredes.—Liqúenes: son el resul­tado de la unión de un hongo y de una alga».

Has ta medianos del siglo XIX. la gente sabía y la ignoiante creían lo que aun cree dicho Diccionario; pero después se descubrió lo que afirmo en este ar t ículo.

Sí, jóvenes: dos p lant i tas débiles decidieron, no Se sabe cuándo, for­mar una sociedad mutual is ta .

Los hombres, los animales y los ve­getales que pract ican el egoísmo sos­tienen que ent re des que bien se quie­r an , con uno que coma basta . Con esto prueban su incapacidad para el amor al prójimo, y también, a la corta o a la larga, consiguen probar que el egoísmo casi nunca es prácti­co y beneficioso. La unión hace la fuerza.

¿.Qué nombre especial recibe esa unión fortalecedora de los hongos y de las algas, miembros constituyen­tes de los liqúenes? Llámase simbio­sis, vocablo donde figura la raíz grie­ga «syn» ya conocida, como en sím­bolo, s imetr ía , sinalefa, sinfonía, si­nónimo, ete. , que significa «con» y «biosis», medies de vivir. La palabra convivencia da una idea aproximada de lo que es una simbiosis.

Hay un pajari to criollo (azulado de puro negro) que l lamamos Renegrito. Esta avecilla ha firmado, sin papel . una al ianza con los hipopótamos del Zoológico. El e n o r m e paquidermo abre la bocaza y permite al renegrito que le libre de parási tos las encías. Esto viene a ser un giado de simbio sis, pero no resulta su simbiosis per­fecta- El renegrito y el hipopótamo pueden vivir por cuenta propia. Quien más gana con la sociedad es el ani-malote emigrante africano, que se li­bra de les parási tos. Tampoco estos parási tos forman una mutual idad con el hipopótamo, pues sólo se aprove-

han de éste, como ocurre a menudo. Yo fui amigo de un perro cortijero

(soitijo, algo así como una estancia, coa más sembrado y frutales que animales). Se tendía panza arr iba al sol pa ra que los pollitos le comieran las pulgas. Cuando la gallina, madre y conducta de la pollada, le daba un picotazo fuerte, el can gruñía. No era tonto mi amigo el perro.

Volvamos a los liqúenes, con el fin de decirles a ustedes en qué consis­te la simbiosis establecida por el hongo y el alga. El hongo se sirve de les h idra tas de carbono que el alga tiene p a r a nutr i rse y vegetar, y también de c t i c s al imentos orgá/ni-cos. El alga, en justo cambio, apro­vecha la humedad y las sales mine-nales que le proporciona el hongo.

Esta unión simbiótica fortalece tan­to al hongo y al alga, que permite al liquen vivir t r iunfan te de todas las inclemencias: el frío de los Po-lcs y de las a l tas cimas cubiertas de nieves perpetuas, la sequedad, el ca­lor, todo lo vence la simbiosis, la unión de l s tas dos p lan tas admira­bles e inteligentes.

Aunque todo el mundo es suyo, los liqúenes prefieren las zonas frías y templadas. En los climas árticos y antar t icos y sobre las cumbres per­petuamente heladas, representan lo:; últimos restos de vida orgánica-

Solamente el- hombre, allí donde puede cosechar liqúenes, los aprove­cha en beneficio de la especie huma­na. En los climas glaciales preparan pa ra al imento la liquenina. o sea la fécula del liquen. El maná de los kir­guises, pueblo nómada del Turques-tán, es un polvo de liquen desecado que el viento hace caer en forma d¿ lluvia, substancia con la que haceii pan. El liquen islándico es medicinal

emplea contra las afecciones de los bronquios y de la garganta- Hay liqúenes que se ut i l i ían en la i a ius -t r ia t in torera .

En resumen: el liquen nos da ejem­plo noble y sencillo de solidaridad.

Eduardo del Saz.

Page 3: ROUTE, hebdomadaín Mátieia eá el zee^at^ de La (Ji.éZ.Q ...obligada de las funciones intelectuales y psíquicas, nos recuerda el de la idea lización de la mujer que asigna a las

RUTA

LECCIÓN DEL PAISAJE Los lugares nacen y mueren ma de sus casas y los movimien- do por la taquilla como es natu-

(como los hombres tienen sus ex- tos de sus habitantes. Los habi- ral, en las elecciones, con esa mis-presiones particulares). Como los tantes, sabido es que se deben a ma libertad puede elegir la mano hombres, se prestan a conversar ideas dominantes (no siempre úti- por la que desea ser abofeteado unos, a mediter otors, algunos a arrastran las multitudes hacia su (la que le exigirá impuestos nece-soñar... Todos a enseñar. Una aspecto particular, casi siempre sarios). El juego gubernamental ciudad misma, sus millares de ex- de Índole gregaria: como son lo también tiene sus taquillas, aun-presiones provocan otros miliares político y lo deportivo. que la entrada sea libre. Cuando de pensamientos... Siempre dis- Y, como en los juegos, cada éstas obdecen al número, de su tintos, tanto como lo sean la for- cual tiene la libertad de elegir el superioridad podría decirse que les) que como briosos corceles juego que má le agrade, pasan- es una dignidad de estadística, o

. de aritmética, una preponderancia

COSAS CORRIENTES

CHARLATANES EN EL MUNDO A pesar del gradual desarrollo Banderas multicolores por doquier;

ambiental o natural de ideas manojos de flores marchitas, en todas de libertad y justicia, el panorama que partes. Una tribuna inmensa, desafia-presenta la sociedad actual en su con- dora pegada contra lo sombrío de un junto es desolador. Las nuevas concep- muro cubierto de carteles. De pronto ciones de existencia, inclinándose hacia i m rumor sordo reperente, en la plaza un fin esencialmente materialista deter- de la Demagogia. Llegan los farsantes, minan, en un confusionismo absorbente, Va ha empezar, la comedia, una inversión de valores. El combate Ademanes aturdidos, gestos suntuosos fogoso en pro de la libertad, es des o coléricos. Atruena la voz rencorosa, virtuado. El culto ds nuevos dioses, anatomizando, denunciando un sin fin imprime a la vida un nuevo ritmo. Por de desmanes y aplaude el público, fre-doquier el hombre se deja endormecer néticamente, entusiasmado. A la violen-con el verbo de los zánganos que dis- oia sucede el canto melodioso, lo edé-cursean por las plazuelas, de los regí- n¡co de la promesa fácil. Pan y liber-menes de taberna. La oratoria es cloro- tad para todos. El delirio de la mu-formo. Sus trémulos tienen resonancias chedumbre es indescriptible. Vítores, de aguas cristalinas deslizándose armo- aplausos, gritos y más gritos. Parece ha-niosamente por las escarpadas rocas... ber llegado la fin del mundo. El de la cuando en reaildad se trata de «mucho explotación. La ilusión durará pocas ruido y pocas nueces». horas.

Sus enseñanzas disgregantes, abofe- Mañana la promesa se desvanecerá, teando a las instituciones 'vigentes, las ante los hechos. Triunfarán unos char-ridiculiza condenándolas, inexorable- latanes, pero vendrán con el mismo mente. cuento otros. Los que ayer fueron al

La celebración de un aniversario glo- poder y hoy han sido vencidos. ¿Y el i loso, da lugar a grandes manífestacio- pueblo? Poco importa, su miseria para nes. Los héroes anónimos de ayer, caí- los que gobiernan. Las promesas no dos, luchar.do por una causa generosa, son nada más que una comodidad de .son reivindicados por los numerosos lenguaje, una apreciación del sentido partidos de hoy. Con músicas e himnos oportunista. fervorosos. De buena hora va llegando Sólo los anarquistas hablan elaramen-la ruidosa multitud. Miles y miles, de te. Nada de promesas. Lenguaje de ra-autómatas, de cabezudos, de corderos, zón y de verdad. La promesa será, si Se oyen conversaciones animadas, risas los hombres saben ser dignos de ella, confusas; el eco profundo de resonan- Y así por doquier. lias sin mañana. FABRICE

EL PRECIO DE LAS GUERRAS

"Progreso", "Humanismo", "Paz" L A «Ciencia» dirigida hacia el MAL sido cuatro veces más elevados que

progresa, reconcentrando toda su los de la procedente, sabiduría para la perfección de la- Y yo me pregunto, ¿cuánto costará

matanza—primera enseñanza dada a los la próxima? niños—. Nos hallamos ante la primera El diccionario no ha concebido aún j

PARA CUANDC

tiran Festival Teatral en Lyon El d o m i n g o d i a 1. de jul io , a las d o s y m e d i a de la tarde ,

e n la S a l a E t i e n n e - D o l e t (detrás de Perrache) , y c o n l a colabo­rac ión del Grupo Tierra y Libertad, se p o n d r á en e s c e n a el m a g ­nifico d r a m a en tres ac tos , or ig ina l de l célebre d r a m a t u r g o no ­ruego Ibsen , t i t u l a d o

CASABE M U Ñ E C A S d o n d e se p l a n t e a de f o r m a m a g i s t r a l el d e r e c h o d e l a m u j e r a d i sponer de si m i s m a .

C o m o f inal d e f i e s ta , el j u g u e t e c ó m i c o e n u n a c t o , or ig ina l de Virasque S a m p e r , t i t u l a d o «LAS F I E R A S M A N S A S » .

¡ C o m p a ñ e r o s ! E s p a ñ o l e s ; Acudid n u m e r o s o s a e s ta m a n i f e s ­tac ión ar t í s t i ca .

HOY COMO AYER

-¡Pasen ! ¡Pasen, señores, que el circo continúa !

grosera o de cantidad que juzga las cosas humanas, siendo lo gu­bernamental lo más alejado po­sible de lo humano. Pero no nos alejemos del tema, aunque cierto lugar en cierta ciudad (obesrvan-do los movimientos de sus habi­tantes nos haya arrancado las precedentes opiniones). Volvamos a las montañas, a nuestro lugar de trabajo, e interroguémosles, que las montañas, también tie­nen su lenguaje. Como las ciuda­des, según sus formas y el_ movi­miento de sus habitantes. ' Mas, no puede hablarse ni escribirse de un lugar, aunque se haga des­de las mas altas montañas, sin dejar de poner algo de lo que nos envuelve y nos rodea. Hablamos de lo que antecede, porque hasta estas montañas llegan las modas, los juegos y las tonterias de las ciudades (de las que no podemos evitar de hablar). Como no pode­mos evitar de hablar del canto alegre del ruiseñor que desgrana su gorgojeo bajo los álamos, ai lado de su nido. (Este al meterse dentro de mi ser ha de salir de una o de otra manera: exprimido en sentimientos puros y simples, o hecho ya opiniones o ideas.) No podemos evitar el reflejar en nuestras conversaciones el am­biente en que vivimos; la conver­sación, como la miel, ha de llevar el aroma de las flores de que fué recogida.

Nadie es más que el producto de la sociedad en que vive. Y si nuestra sociedad la complemen­tan todo este mundillo de habi­tantes que hormiguea por aquí, en estas montañas, obligados es­tamos a expresarnos como ellos. Como dice un campesino que su­da la gota g o r d a arando sus campos: «Yo pienso como mi tie­rra.» Frase juiciosa, aplicable a cada instante, como comenta Jou-bert: «Los unos piensan, en efec­to, como su tierra, los otros co­mo su tienda, algunos como su martillo, otros como su bolsa va­cia y que aspira a llenarsa...» ¡Y hay tantas bolsas vacias y tantos juegos malabares en este mundo l a d i O i i l

(Porque los hombres bregan y luchan en esta vida, y en su his­toria hambrientos de vida, y siempre dispuestos a matar a quien vive. Obligándonos a que nos comamos de una o de otra manera... Haciéndonos en si más inhumanos, es por lo que habría que escuchar la sabia lección del paisaje: La tierra siempre mater­nal y acogedora; el árbol, endo­mingado cada primavera, como si resucitase; la flor ofreciendo su perfume y su semilla; el rui­señor cantando al lado de su nido... La hormiga solidaria... El arroyo rebelde, indomable...)

¡Es tan diferente el grito de un vendedor de lotería del canto del ruiseñor, como serán las ideas que ambos inspiren!

José MOLINA.

Paraderos —Ruégase a quien conozca el para­

dero de Salvador Plana Selfa, lo comu­nique a Genis Selfa Palna, Andabre (Hérault).

—Sixta Beltrán Carrato desea saber el paradero de Luciano Andrés Beltrán. Driigirse a la interesada, 4, Impasse de la Croix, Montbrisson (Loire).

Como toda iniciativa quijotesca, la tearnos tras el compás de su guitarra, creación del Grupo Cultura Popular Como bagueta de toque para el final Infantil, ha sobrepasado el valladar ini- de la primera parte del programa, los ciador. chaveas nos representaron una escena

Por vez primera, se ha presentado al de «Los Bohemios». Allí se encontraba guerra de 14-18, sin contar las prece- palabra alguna, ni lo concebirá jamás consciente público que con profundo tc<la la prole hechos unos verdaderos dentes, y una vez el estrago de esta para exprimir la super-locura de los I conocimiento de causa de la humana bohemios, bueno, podríamos decir, re-última terminado, que para unos cor- hombres de hoy. O D r a q u e s e r e a i [ Z 3 c o n j a aportación fugiados, que es sinónimo. Actuaron P. tos años, las armas se modelan y se No olvidemos que lo mencionado no c o r dia l y entusiasta de los unos, y el Guevara y R. Regales como solistas, perfeccionan para la «Paz». son más %que gastos de finanza, ya que j c o n t i nuo esfuerzo de los «amateurs» Buena iniciativa. La demasiada confian-

Corno dice la locución latina, «si vis e ' c o s ' e ' ° t a l d e . u n a g u e r r a es impo- i g r a r d e s o chicos, colaboramos conjun- z a e n la memoria os hizo salir por la pacen, para bellum» locución emplea- s l D ' e de determinarlo. | t amente, colectivamente para aliviar el tangente en ciertos momentos. Cuidado, da por el loco cerebro humano entre . Saludemos con homenaje a los con- ¡ hondo desgarro de los que sufren alien- peques, que ésta es muy traicionera. Y stalinistas. prepara

Paz» se tinuadores de la _ lucha del mañana, j d e e l p i r ¡ n e o . Teniendo como punto también para el abuelito, que no levan-por la cual son fusilados o encarcela dos llamándoseles destructores, locos, I

Con el ensayo de 2.000 armas rao- , . dernísimas americanas de distintos ti- " . " . ,. . .

. Si el mundo tiene que perecer lo na-' .. rá por su ignorancia—la peor de las en-

Con la formación de 40 divisiones fermedades—y no por inteligencia, amor para «Defensa de Europa»; a ! pro&leso> a ] a humanidad.

Con el aumento de infinidad de milla- «Progreso» es la locura humana al res de impuestos y más millares aún qurer arrancar a lo tierra riquezas con-extraídos de las venas de los trabaja- el fin de destruir cuantos pisoteamos dores, para la construcción y perfec- sobre ella. cionamiento de material bélico en pro «La course au rearmement», la ca­de la futura hecatombe; rrera precipitada a cubrir los mares,

Con el hambre y la miseria que cu- l ° s aires, y la tierra, de monstruos de bre de su manto negro a la humani- acero; segar las vidas, como quien cor-dad entera; t a de un gesto infantil una espiga o

Con 84 millares que dispone el ge- U ! W _ r o s a - , , neral Leslie R. Groves. Dicho general «Progreso» aun, el que el mundo decía, entre paréntesis, «esos millares " í * P t e c ' e g ° : fanatizado una lucha re-servirán para aplicaciones medicales en c l P r o c a d o n d e e l s o l ° f r u t o n o P u e d e

benecio de la humanidad». Sabemos s e r 9 u e m u e r t , e y ce?lzas- u . , que el CINISMO no pierde jamás sus < < P r ° 8 r f ° ! Q ' a modernización del cn-derechos; los que se otorga. f^u**l^}*'' ^ ' ^ \ d e l a . , h e C B "

. . . . . . f , . . . . tombe de la civilizacion-fruto de es-Volvamos las paginas de la Historia, l u e r z o s d e s ¡ l o s s igl0s—hacia el

que los hombres han escrito con des- abismo potismo, con crueldas, sangre, luto y ^ mi]]ones d e hombres sucumbie-m u e r t e - ron en la guerra 14-18; más de 35 mi-

Sabemos que las guerras han sido llones en esta última, y ello—entre pa­las «victorias» para los unos y «derro- réntesis—con suma modestia, tas» para otros, y veremos a continua- Y la rotación del cerebro humano ción de estas líneas a lo que ha con- sigue dando vueltas sin reposo desde la ducido estos dos adjetivos. Edad Primitiva, alrededor del mismo

Las «Democracias» y la «Justi- eje. cia» han triunfado por la voluntad de Los gigantescos desastres y estragos los pueblos que lo exigían», esos son los ocasionados por las guerras, es algo que términos en que se exprimían hace sie- el cerebro humano no concibe si se tu­te años los periódicos del «mundo libe- viera que mencionar con cifras, rado», e incluso actualmente. En pro d e las guerras se priva al

El mundo liberado, ni la victoria de mundo el progreso, del arte, de la ciea-los hombres no ha llegado aún, mien- cia, del bienestar obrero, de lo felici-tras las guerras se sucedan, extirpen los dad, de la armonía del amor, cuerpos y opriman las voluntades. Todo se ciega y la conciencia !iu-

Voluntad, Constancia, Energía es ne- mana se calla, cesaría para derrocar el crimen de la j ¡ ] G s hombres supieran emplear a la guerra, la que los hombres de hoy pre- construecón de la paz nada más que tenden hallar por ella, el medio de u n a quinta parte de las fuerzas que conducto para coordinar todos los se- han reservado al mantenimento perpe-res hacia la «Paz». tuo de la guerra, qué bella humanidad

La Paz no puede hallarse en la gue- s e r ¡ a l a nuestra, rra, ni en las guerras. En la guerra El descubrimiento de armas mortí-no se halla la Paz. f e r a s , las experiencias del Nevada sobre

Que los hombres de hoy lo sepan. la potencia de la bomba atómica, las «Humanismo». La Banca de Cuentas amistades del papa Truman con su hijo

internacionales se atrevió a publicar ha- Franco, las bases aéreas del África del a» "»>« corto, años, algunas cuentas Norte donde americanos y centenares de relativas al coste de guerras. esclavos construyen campos de aterri-

Basándose sobre las informaciones zaje para la futura guerra, es «Pro-oficiales dadas por la S.D.N., estos hom- greso». bres pensaban en la Paz, habían decía- Periódicos y radio con sus zarpas y rado: ladridos anuncian al mundo: «Progre-

Los gastos de finanza de la guerra samos» 14-18, sea diez trilloues de francos oro, ¿Qué piensas tú, joven que lees es-o sea (diez mil millares oro) hubieran tas líneas? permitido:

cardinal esta finalidad, esta representa- t ? demasiado la voz, pues hace muy ción, medio teatral, medio poética; de m a ' efecto. pastorelas y bohemios; de flamenco y En «Flora y sus amiguitos», el repar-pandereta, ha sido representado, repetí- to corrió a cargo de las niñas A. Mar­inos, en homenaje a la España oprimí- tin e Iris y de los niños D. Pérez y A. da. Lección de niños para hombres. Riera, en los papeles de Flora, Marga-Ejemplo magnífico a imitar. rita, Elenio y Delso respectivamente.

Nuestro modesta reseña, se limitará, F u e u n magnífico juguete, en un acto, más que al análisis que solemos esbo- original de nuestro veterano compañero zar otras veces, en describir la formi- p - Alonso (Mingo), que por primera vez dable cantera de paciencia y perseve- 1° estrenó el Grupo Infantil, rancia que han demostrado poseer los Los niños estuvieron bien escogidos compañeros organizadores, y en parti- para representar los papeles que les fué cular, el compañero Aprea; y a la vo- encomendado. Sólo que deberíais de Juntad y constancia de esos mozalbetes acostumbraros a hablar un poco más a que, restando horas de sueño y reposo, menudo la lengua de Cervantes. Ya que y entre hurgamientos de narices y fre- con ello evitaríais una cantidad enorme gones de ojos, han ido ensayando, cul- de malsonancias y galicismos; y sobre tivando, superando, las deficiencias de todo cuando se responsabiliza uno en cada uno. . presentarse ante el público, debe de

Así, tras tenaz persistencia, el d o m i n - l c u i d a r su dicción, sus nervios y actuar cinema Eldorado dejando las tablas a c o m o s i s e estuviera viviendo el acto, sinema Eldorado dejando las tablas a Lo primero para el Rayo, y el resto para cargo de los compañeritos N. Riera, todos. Llorens y R. López quienes represen- La obrita del compañero Mingo agra-taron: «CUANDO SEAMOS MAYO- dó al público por la originalidad y fon-RES», comedia en un acto, con grado- do del juguete. Si el primero peca de sa soltura. Los niños llegaron a estar materialidad, tu es de demasiada com-a su altura. (Y siempre con mil diablu- plejidad gramatical: polisílabas, enolí-ras). En cambio, la obra, tiene otro de- ticos, frases largas, palabras que no es-sear. El autor se cierra demasiado en tan al alcance de unos i:iños de esa la materialidad de los padres, iniciando edad. a los muchachos a querer corregir los M i n g 0 n o s h a querido representar defectos de éstos; olvidando, quizas, u n a r e d e ñ a escenificada. Es decir, que a su edad, el niño vive en un mun- l a s p r i n c i p a l e s materias que se disputan do romántico, compuesto según su ima- e , equilibrio de la Tierra, como es la gen, buscando aventuras, soñando con m o n t a ñ a y el río, y el fenómeno físico las mil b.zarrerías que le gustaría ser d e l Q pulverizándolo todo, seguido

1." La construcción de un chalet con muebles, jardín y accesorios de un valor de 100.000 francos para todas las familias de los países siguientes: Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgca y Rusia.

2." Edificar en los países men­cionados y en cada capital de más de 100.000 habitantes, un hospital ultra­moderno de 150 millones de francos; una biblioteca del mismo valor; una universidad o escuelas por el valor de 250 millones de francos.

3." De pagar miles y miles de pro­fesores y maestros, médicos y enferme­ras durante una generación entera.

4." Todos los gastos y construccio­nes terminados hubiera quedado 3Ún sobrado dinero para comprar la propie­dad total de Bélgica y Francia.

Véase ahora los gastos de finanzas ocasionados por la guerra 1939-1945. dados por la B.R.I.:

1.690.000.000.000 de dólares ¿Puede la imaginación del hombre

creer en estas cifras? Y por tanto la realidad se halla ante

nosotros, cifras dadas por los gobernan­tes del mundo «civilizado».

Los gastos de esta última guerra han

Domingo MIRALLES.

el insigne defensor o héroe. Y no ocu­pándose de esas cosas complejas y abs­tractas que acarrea la vida en la socie­dad actual.

La niña G. Gargallo nos salió de al-

de la aurora, iluminándonos y apaci­guando las convulsiones naturales.

Un poco menos de ascetismo y pen­samientos profundos, casi podríamos de­cir filosóficos, en Aurora y sus compa-

deana, interpretando «La Panderetera^. ñ e r o s huhiera c u a d r a d o m e j o r

psodas de toda magnitud. Los hubo G Córdoba, quien demostró poseer ner 5 talla y peso, como también, los Ha- v ! ° e n I a P 0 e

rs i a 3f R - Regales, junto cor

ados grandes fueron los que en rea- e l f UP° i n , í a n t l L . ™s falió hecho ui

Canción que agradó a] público por graciosidad y donaire que le supo dar.

Luego tocó el turno a la pléyade de ra de" mados üdad se llevaron la ovación del públi co. Entre ellos podemos citar a las ni fias J. Guevara, C. Saurina, M. Puncel, M. Martin, C. González, A. Guevara, y los niños P. Benaiges, Nardo. Y en los de talla, a las niñas A. Pérez, A. Gue­vara y al niño M. García.

Los hermanitos «Estrellita de la no

La niña G. Gargallo nos cantó con su donaire, «La Pastorela», seguida por

con un

verdadero «Guardia matón». R. Regales, junto con G. Córdoba, demostraron te­ner cualidades líricas que prometen buena cosecha.

Y para terminar, «Estrellita de la noche» y «Relampaguito», nos ofrecie­ron un par de bailes nuevos, demos­trándonos una continua superación clá-

f l . . . • • T •..-. m m Vi».*».*» s ^ * . . ^ ^ * . . » . . * * * . ^ ^ . . ^ . ^ . . s ^

O r g a n i z a d a por la F.I .J.L. y la C.N.T. de E s p a ñ a en el Exil io, (V ^n la p a r t i c i p a c i ó n d e los c o m p a ñ e r o s f r a n c e s e s d e la C-N.T. ¡

1 y d e la F .A.F. y G r u p o I t a l i a n o , t e n d r á lugar el d o m i n g o d ia 8 ¡

EN MARSELLA Gran jira campestre y marítima

a "SORMIOU"

A d e ju l io u n a j i r a a la C a l a n q u e de S o r m i o u ' H e r m o s a p l a y a y g r a n d e s p inares . ¡ J u e g o s c a m p e s t r e s y m a r í t i m o s . ' C h a r l a e n f r a n c é s . '

S A L I D A S — E n barco , del Viejo Puer to , a l a s se is y m e d i a e n i ¡ p u n t o d e la m a ñ a n a , r e g r e s a n d o al m i s m o lugar a las n u e v e de ¡ j la n o c h e . Prec io de ida y vue l ta , 150 f rancos . I n s c r i p c i o n e s , en . I la P e r m a n e n c i a (con p a g o a d e l a n t a d o ) , h a s t a el s á b a d o d i a 7, ( ¡ a las se i s de la t a r d e : 12, rué P a v i l l o n , M a r s e i l k . ¡ ¡¡ En t r a n v í a y m a r c h a a pie (20 m i n u t o s ) , a la m i s m a hora , d e ¡

la p laza d e l a Pre fec tura , t r a n v í a n ú m e r o 22 (Dazargues) . Pre-', ció, 67 f r a n c o s . ¡ ¡ I n v i t a c i ó n cordia l a t o d o s los c o m p a ñ e r o s , f a m i l i a r e s y s im- ¡ '/ p a t i z a n t e s . !<

che» y «Relampaguito» nos ejecutaron sica, algunas danzas andaluzas que merecie- Antes de cerrar este modesto trabajo ron repetición por el grandioso progre- periodístico, quiero haceros partícipes so realizado en este tiempo ha. Siendo de la satisfacción que observé en el acompañados por su padre, el gitanazo conjunto del público que os aplaudió. Utreras, no podíamos más que delei- En sus rostros, se adivinaban dos ideas,

dos sueños, dos pensamientos que vie­nen torturando el alma de la España inmortal, qujotesca que representamos todos aquellos que peregrinamos por to­do el mundo, menos en ella: el primero se díslumbraba hacia aquellos hermani­tos vuestros que en el corazón de nues­tro terruño tienen hambre y padecen miserias; el segundo fué en vosotros, en vosotros que sois los retoños que maña­na florecerán y que de sus capullos brotarán la semilla de la España con sus vicios y virtudes, con sus sueños y humanismo.

¡Adelante, hidalgos sin albarda ni ro­cín! Con vuestra constancia y voluntad reposa todo un porvenir: no el de ha­ceros vedettes de pantalla ni speakers de la radio, pero sí el de haceros hombres y mujeres que sepáis sentir y amar hu­manamente en bien de España y de la Humanidad.

m i m m m m t m m » m u t » . M » u t » t M ^ ? r i

A. MARIO.

Journal sorti des presses de la SOCIETB GENÉRALE D'IMPRESSION (Coopérative Ouvriére de Production) Siége social : 26, rué Buffon, Toulouse Ateliers : 61, rué des Amldonniers

Téléphone : CApitole 89-73

Si es ' posible la humana libertad.

HUMANA LIBERTAD Porque, si no fuera así, de ninguna manera, es obvio, entonces, que la 11a-

No es muy claro, además, que las mada fuerza progresiva en que desean-causas verdaderas que motivan el odio s a e ' idealismo fácil, consiste, nada más, agresivo, sean creadas estrictamente por e " u n a oscilación absurda y servil, en-el privilegio; quizá, el mismo arbitrario t r e dos extremos negativos. Si no fuera privilegio es un fruto, a su vez, de es- a s í ' e ' camino humano necesariamente tas causas perturbadoras. E s decir, si c e r [ a el del burro de noria, que puede las miserias repudiables provienen tan no acabar nunca, que no cambia jamás sólo del hecho de una riqueza mal dis- ^ s í ' quedaría frustrado, irremisiblemen-tribuída; y la esclavitud afrentosa, de te>_ ' ° nuevo. Nosotros negamos que sea un poder absoluto. Externamente, pare- a s í- Y toda la historia del hambre tam­

bién,

En tal caso, el Zar negro desemboca­ría siempre en el Zar Rojo, la aristocra­cia feudal en la aristocracia burguesa, la suficiencia vacía del deísmo, en la suficiencia vacía del ateísmo. Y este vai-

LA vida de los hombres está henchí- que se crea: el ritmo, el color, la for-

da, abierta por el terrible tajo del ma, los sentimientos; todo para lo que odio, perdiendo su sangre como uno vive y todo por lo que uno vive,

una herida dolorosa por el rencor ven- se quiebra. gativo. El hombre, en su simplicidad No estamos, así, en un mundo de ai uno mismo para el amor y la esperanza, monía. Estamos en lucha y en desacuer-en cualquier solidaria confianza en la do. La promesa, la buena palabra, la conocer, por la evidencia, uno en el da más íntima, la veracidad, y su des- se pierde a sí misma, y se niega, al comunidad, para el necesario abandono fórmula componedora, son una impu- otro, al hombre. Y si algún bandido les arrollo espontáneo en una realidad mi- querer afirmarse, para sobrevivir, en lo creador de la libertad, es, no obstante, dicia, verdaderamente una tramposa salva, será para ellos, en ese hecho, serable que ha destrozado esa inocen- mismo que la hunde. La voluntad acti-ajeno y extraño a la comunidad, por cubertura dorada, una exterioridad en- tanto como un santo. Esto es una posi- cia, que empuja al desastre. Es que las va, esencial, se desintegra, mordida en el odio y el rencor, que rompen esta ganosa, atenuadora, apocadora, que so- bilidad. En la normalidad, empero, se condiciones naturales disminuidas, las este movimiento de reacción, en este armonía, desarraigan como un venda-, foca, empequeñece y estrangula la hu- hará que entre ellos no exista ningún atribuciones negadas, la vida mancilla- movimiento maquinal de péndulo, cuyo val a cada individuo de sus bases, y mana libertad. lazo unitivo, que el hombre, entre ellos, da, no solamente no estimulan, sino alcance está limitado para siempre por hacen incomprensible al hombre por el No hay un reconocimiento franco de se desvanezca; serán opuestos y hosti- que perturban, y aniquilan, la humana la idea de la aceptación del mundo ar-hombre. la existencia de hombres de una clase les entre sí, y cada uno contribuirá, con libertad. bitrario, que se repudia sólo en su or-

La vida natural se oculta en aparien- y hombres de otra clase; pero los hom- su conducta reglada, con el absurdo No es posible vivir sin apoyo. La den, en lo secundario de la relación de cias ficticias; todo está envuelto en dis- bres están separados en realidad en postizo de sus preconceptos aceptados, ilusión del desquite, cuando toda otra sus partes, y que, necesariamente, aca-fraces, signado por rótulos, encastilla- clases. Los hombres no son bestias do- á confundir y atomizar todavía más la ilusión ha sido quemada en el fuego ba en la posibilidad mezquina de una do, dividido, divorciado. El sentimien- mésticas; pero unos hombres usan bes- vida. que ilumina a los ídolos, es una fuerza compensación. to agresivo provocado por el atropello tialmente de otros. En los subterráneos Es que estamos en lucha y en des- necesaria para no sucumbir al des- Es que no basta, de ninguna manera, insolente, la falsedad presuntuosa, la yacían preservados los restos de los fa- acuerdo. Vivimos en la incomprensión, aliento, y está siempre escondida en la convicción de que el privilegio, por realidad deformada, ahoga penosamen- raones, aunque nacidos de mujer car- el odio y el rencor vengativo. Entonces, toda promesa; es una manera de ilu- su conducta, justifique el odio venga-de toda alegría pura, todo apetito sano nal, como aquellos esclavos que en re- para los aplastados, para los que son sión, que alienta. La venganza es la tivo; o que la venganza, por la misma de vivir: y el corazón del pueblo, el cuas dolientes condujeron las moles de usados, para los que les ha sido asig- única alegría que le queda a un cora- razón, llegue a consumarse como una corazón ingenuo y tierno, se enciende granito de sus pirámides inmortales y nado en la vida nada más que el sig- zón apretado en la tristeza- de una per- especie de recompensa plausible al mal en violencia feroz. Los privilegiados, los cuyos huesos calcinados, no obstante, niñeado de un tornillo, la venganza es . dida irreparable en la vida. Y los pue- sufrido. Porque este conocimiento no orgullosos y abusivos dueños del mun- sembraron las arenas como fores efíme- grata como una esperanza. Como una blos, nacidos con un destino tan negro es más útil, verdaderamente, ni es *eria y esclavitud de una parte, riquejs y »vanaa sólo en ella, no contra ella do execrable, prevenidos y crueles, des- ras de angustia. Antes, ahora, a miles ansiada recuperación, y en los podero- de miseria y de esclavitud, sueñan en tampoco más explícito, que el saber y poder de otra, estarían enlazadas en No por ¡a opción equívoca y miedosa atan a su vez sus fuerzas, sus astucias, de años, los faraones perviven en los sos, el rencor y el odio puede ser una la justicia como un castigo final. Los que se'llora porque se sufre, o que el un juego maligno, aprisionadas en un entre los efectos contradictorios que «us trampas perversas contra lo huma reyes simbólicos de las dinastías y en reacción simplista ante una situación otros, los supérfluos, apelan a la idea llanto es un alivio dulce. Lo importan- círculo vicioso que no podría romper surgen de su negación, o su falta, c no: contra el pueblo, cuando se des- los reyes del practicismo industrial y de culpa, o acaso el despecho, o qui- del exterminio para su propia conser- te está en saber si la energía desviadi nada más que la fuerza afirmativa de su ignorancia: por la decisión valiente manda; contra el espíritu, que los nie- financiero. zá, nada más, una voluntad resistida vación y sus vidas envenenadas se sos- en esta réplica surge de una fuente tan un nuevo valor. En tal caso, la liber- de aclamarla en su clara y entera reali-ga. Y la armonía del hombre con el Si, accidentalmente, por un acaso po- que se afirma. Pero siempre, en un caso tienen tan sólo en la crueldad. ¿Quién poderosa que pueda abrir nuevos cau- tad humana abriría su vuelo al romper dad. Aunque esto implique, e implica, mundo, la armonía del hombre con el sible, un banquero y no importa qué está justificado, y explicado en el otro, hace abandono de sí mismo, realmente, ees profundos en el mundo; marcar,, la rigidez de los preconceptos de un sufrimiento v no reporte ni gloria ni hombre, el juego risueño de la brisa insignificante engranaje de la máquina Es que los hombres enfrentan una ima- cualquiera que sea su estado de incer- todavía, una dirección propia en un sen- -orden rígido, preestablecido y mecánl- p r e m : o Porq'ue el valor de las realiza que mueve las hojas, la primavera hú- del progreso son arrojados de la rutina gen del prójimo que ha desfigurado la tidumbre? tido distinto. Si, aparte la realidad co; consistiría en luchar, en desata> . ,. , f

meda que acaricia a la vida naciente, convencional, perdidos, abandonados, realidad, y no pueden establecer una Pero la gravedad tremenda no con- amoldada, tal como se conoce, hay d°- braviamente las fuerzas cohibidas, pern , > " ! C a e n ^ u e s s 0 n ^1 2 3" el rayo postrero que se tiende con dul- enloquecidos de sed y de hambre, vuel- unión, así la invoquen a través del va- siste solamente en este sufrimiento, en r tcho a suponer un cambio: si el hom- no ya en favor de una, contra la otra, d a s , arrancadas, de lo inerte, o lo indi-zura en el descanso de la noche; la tre- tos por la inclemencia a su primaria ció de esa nada. No pueden, aunque esta dura defensa. Lo grave radica en bie puede, aún, agregar a la suma de en la alternativa de la moral de rapiña, ferente, o lo hostil, y no lo que ello gua y la ternura de la justificación y soledad, a su primaria realidad terres- estén ansiosamente deseosos, hacer pre- el hecho de que la humanidad se pierde los hechos de la experiencia, un valor sino hasta sus postreras consecuencias, reporte. Porque el sentido de lo bu-d e la inocencia; lo que se anhela y lo tre, carnal y emocional, habrán de re- valecer los derechos genuinos de la vi- angustiosamente en una locura absurda, personal, cualitativo. contra una y otra. mano es la humana libertad.

ce así, como parece quebrada una vara recta que se ha hundido en el agi-a. Pero, e;\ otro orden posible de rela­ciones, tanto la distribución desigual de la riqueza, como el poder despótico, tal como existen, o la miseria y la es-clavitud, podrían ser explicadas como v f a me a s u n a e , s o d e n t e

u n . consecuencia natural de la real!- s ¡ g B ¡ f i c a d o d e l a c a p a c i d a d genuina y «aa , consecuencias inexorables y ciegas, t o t a ] d e , h o m b r e ^ es% }¿t¿ ademas, de un mundo ya dado que las m e n t e e v ¡ d e n t e ¡ e n cad/ produce por su imsmo carácter alte- y e n t o d o s _ s u b s ¡ s t e ^ mhmo t r á g ¡ C ( )

" absurdo: la ineptitud radical para la Si fuera así, ambas alternativas, mi humana libertad. Y el hombre se afirma

Page 4: ROUTE, hebdomadaín Mátieia eá el zee^at^ de La (Ji.éZ.Q ...obligada de las funciones intelectuales y psíquicas, nos recuerda el de la idea lización de la mujer que asigna a las

9\ t% ^ Monin una persona que |fi se creía muy chistosa le dijo: T ^ K - ¿Sabes si las jirafas cogen C J F > dolor de cuello si tienen los

pies húmedos? Y Monín repuso impasible:

- Sí, pero una semana después.

£'ap.pel dea

du. m&nde

Kiko es enfermero en una clínica. El otro día el doctor le preguntó: - ¿A quién habla el enfermo de al lado de mi despacho?

- A él mismo. - Entonces... ¿por qué chilla? - Porque es sordo.

OUS aimez les récits de voyages. Vous aimez aus-si rever que vous faites

vous-mémes de grands voyages. Eh bien ! en attendant que ees réves se réalisent, voulez-vous vi-siter avec moi la belle gare d'Air-France, aux Invalides, d'oü Ton peut s'élancer vers tous les coins du monde, et oü l'on peut aussi débarquer de tous les lieux du monde.

Pas plus imposante pourtant qu'une simple station de banlieue, ce beau bátiment de style classi-que ne vous permet cependant pas d'aller en promenade domini-cale á Epinay ou á Montmoren-cy, mais de partir vers ees lieux aux noms évocateurs de réves et d'aventures. Rio de Janeiro, Per-nambouc, La Désirade, ou New-Mexico-

C'est en effet dans cette gare, inaugurée l'été dernier, qu'un ser-vice d'autocars assure la liaison avec Orly et Le Bourget, tetes de nos grandes lignes aériennes.

« Alió, alió, les voyageurs ve-nant de Londres entrent en ga­re ». Juste comme le haut-par-leur faisait cette annonce dans le hall de l'arrivée, je vis quelques voyageurs monter l'escalier, l'air aussi frais et dispos que s'ils ve-naient de Bois-Colombes ou d'une quelconque banlieue. Pensez done, Londres-Paris, soixante-quinze mi­nutes de vol. Quelques-uns pren-nent leurs bagages et sortent; d'autres s'approchent des comp-toirs oú ils peuvent changer de l'argent, télégraphier et télépho-ner, obtenir t a x i et chambre d'hótel, ou méme, embarrassés, se taire accompagner á domicile par une des grandes jeunes filies en uniforme gris, chargées de l'ac-cueil des voyageurs.

Pour les étrangers venant a Pa-ris, comme pour nous-mémes qui allons partir, tout est prévu, un génie bienfaisant vous débarrasse de toutes vos petites préoecupa-tions qui gátent la joie du voya-geur et lui offre toutes les com-modités possibles dans les condi­ción* actuelles.

Mais je passe bientót dans le hall du départ, qui, davantage en­coré m'intéresse, car tout semble y inviter aux grands voyages. Sur l'un des murs, une grande fres-que de Bei-Bret-Koch, peintre hol-landais vivant en France, evoque par des figures et des paysages symboliques, les cinq parties du monde. Au milieu, les comptoirs portent des noms de destinations

varices selon les jours et les heu-res. On lit parfois : Toulouse, Cannes, Nice, mais aussi Genéve, Zurich, Lisbonne ou Prague, ou parfois Recite, Buenos-Ayres, New-York. Vers ees comptoirs, s'avance le voyageur muni du bil-let qu'il a pris au bureau d'Air-France, rué Scribe. Aprés le con­trole, on lui remet une fiche d'ad-missíon pour l'autocar puis il fait enregistrer ses bagages, car il a droit á 20 kilos sur les petits par-cours et 30 sur les grandes lignes-Comme je regarde réveusement toutes les allées et venues, le haut-parleur soudain semble m'appeler : « Llló, alió, les voya­geurs pour Rio-de-Janeiro, des-cendez sur le quai. » Sasie, je me leve et comme les autres je des-cends l'escalier. « Dans trente-six heures, pensai-je, je pourrais abor-der sur une autre partie du mon­de, dans un autre hémisphére, au coeur de l'été brésilien, je pour­rais contempler de mes yeux cet­te merveille du monde : la baie de Rio-de-Janeiro, trente-six heu­res ! demain soir ! >>. Mais sur le quai la bise de notre hiver pari­sién soufflait dur et la voyageuse imaginaire que jetáis s'en vint tout bonnement s'asseoir dans la salle d'attente. Doucement chauf-fée, éclairée au néon, ornee d'une fresque humoristique, elle m'ac-cueillit, moi et mes réflexions...

J'imagine le départ, a l'aube ; le grand quadrimoteur argenté luisant doucement sous les feux des projecteurs, en place sur la piste de ciment, le nez pointé vers le terrain d'envol. — Les passa-gers montent a bord, montons nous aussi. — On lance les héli­ces, les moteurs tournent et sans presque nous en apercevolr, bien installés dans un corfortable fau-teuil, nous voici déjá en plein ciel...

Ne pensez-vous pas comme moi que cette gare est un lieu enchan-té, presque féérique, puisque de la nous pouvons partir pour attein-dre l'Amérique, non en dix se-maines comme Christophe Co-lom, mais en di-sept heures qua-rante-cinq et bientót, dans deux ans peut-étre, en dlx heures sur des avions qui feront 650 kilomé-tres á l'heure et des étapes de 2000 kilométres avec cent trente passagers... De la, enfin, nous pou­vons nous élancer pour faire le tour du monde, non en trois ans comme Magellan, ni en quatre-vingts jours comme Jules Verne, mais en dix jours a peine...

J. BOUQUET.

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ELASNO y su a m o

Siempre acostumbra Ivacer el vulgo necio De lo bueno y lo malo igual aprecio: Yo le doy lo peor, que es lo que alaba.

De este modo sus yerros disculpaba Un escritor de farsas indecentes; Y n;¡ taimado poeta que lo o'w, he respondió en los términos siguientes:

Al humilde Jumento Su Dueño daba paja, y le decía: Toma, pues que con eso estás contento. Díjole tantas veces, que ya un día Se enfadó el Asno, y replicó: Yo tomo Lo que me quieras dar; pero hombre injusto. ¿Piensas que sólo de la paja gusto? Dame grano, y verás como me lo como.

Sepa quien para el público trabaja, Que tal vez a la plebe culpa en vano; Pues en si dándola paja, come paja, Siempre que le dan grano, come grano.

I A S AVENTURAS CE NCNC

EN EL. CAMINO (Continuación)

i ¡bu cuando quería, donde los fruta pertem oían a todo.s y todot y cada una tomaba de la cosecha la parte que que­ría, y donde, por último se guardaban todos recíprocamente todo género de consideraciones y respetos.

De tan buena gana reía el hombrt , que por poco se ahoga con tina quinta de toa que le ocasionó la risa. Cuando c calmó el acceso preguntó a $u /n>».

•—¿Has- oído hablar tú de un ¡¡ai, semejante?

—¡Oh! no por cierto. — Frescos estaríamos si nv manda.st

nadie. — Lo mismo digo — añadió el hijo,

— si esperásemos que los vecino¡ vi­rtiesen a labrar nuestros campos; mi parece que podíamos estar sentados.

— Pues me parece — replicó el pa­dre — que no sucedería lo mismo con tu cosecha si hubiese de quedar a la disposición de todo el mundo.

—¡Ya lo creo! — repuso el hijo; y ambos celebraron la gracia con nuevas carcajadas.

Calmada la risa, dijo el joven: —• Me parece que eso no se pie

senta claro: el muchucho es demasiado joven para mentir y saber inventar his­torias; creo que debe estar un poco to-Cado de la cabeza // dice lo que se le presenta sin yaber lo que pesca.

Nono pensó que si el labriego aquel tenía dificultad en encontrar brazos qui trabajaran para ayudarle a cultivar sin campos .seria porque pretendería acapa rar para si ludo el beneficio; pero de­masiado joven para discernir bien sus propias ideas y encontrar las expresio­nes justas para replicar, se calló sin­tiéndose mortificado porque se le crc-ypse falto de juicio.

— Quedamos, — dijo el labriego, — en que en Autonomía no hay dinero, y cada uno toma lo que quiere. Pues ¿có­mo se paga a los gendarmes jwra q"\e persigan a las ladrones?

—' Yo no he visto allí gendarmes ni he • ido hablar de ladrones.

—¿Con que allí no hay gendarmes, ni soldados, ni tampoco guardas rurales? Tú sueñas, mueftacho. ¿No ves que sin eso regañaríais continuamente para quedaros con los mejores frutos?

— Eso no ha ocurrido jamás mientras yo he estado allí. Sólo he regañado una vez, y eso fué porque estaba de mal humor; pero he sido tan desgraciado a consecuencia de ello, que me he pro­metido no volver a hacerlo.

— ¿Y no molesta trabajar? Vamos. dilo francamente; es seguro que sin /l temor de Solidaria y de Labor, má, de una vez te hubieras quedado descansan­do en lugar de ir a trabajar con los otros. ¿No es verdad?

— No señor, al contrarío: me hubiera disgustado mucho ¡t rae hubiera rtsto obligado a no hacer inda.

El campesino sacudió la cabeza en señal de incredulidad, haciendo notar lo inverosímil que era eso de que los niños quisieran trabajar siempre, y se

HERMANO 1 ¥

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(Conclusión)

Además, cuando los amigos dei chico le cogían el tambor para tocar, él les contaba es!a menti­rilla:

—¡Silencio! ¡No toquéis, que hay una señora enferma en el piso de abajo!...

Yel gato le escuchaba y se agazapaba más y más dentro el instrumento.

Pasaron los días, y como todos se habían olvidado >a del besugo y empezaban a angustiarse por si el gato se habría perdido, Ra­fael puso el tambor en medio de la mesa, como si fuera la sopera, y delante de todos abrió el par­che.

—¡Que va a salir un pajarito. —dijo en broma, c-omo si fuera un fotógrafo.

Salió el Armario, se subió al hombro del niño, empezó a acari­ciarle con cariñosos topetazos y haciendo su rurrú por dentro,, y hasta a la cocinera se le salta­ban las lágrimas, a pesar de ser una mujerona que tenía un po­quito de bigote a los lados de la boca y unos brazos de boxeador que daban miedo.

¡Vaya un gato agradecido!, ¿verdad?

Le perdonaron, porgue es una gran alegría esa de perdonar. Y cuando le preguntaban si quería besugo, no digo yo que se pusiera colorado, porque !os gatos no se ponen colorados, pero se azoraba mucho y se escondía debajo de las camas; porque era muy mimo­so y le remordía un poquillo la conciencia. Claro que se le pasa­ba pronto, y se ponia a jugar con lo", sobres arrugados que tiraba el señor al suelo, o con las bolas de lana del jersey que estaba ha­ciendo a Rafaelito su mamá.

sintieran desgraciados por haber rega­ñado una vez e j un arrunifue de mal humor.

— Si los dos tuyos, — continuó diri­giéndose a su hijo, — sintiesen alguna vez haber regañado, es seguro que no regañarían tan a menudo; con tanto más motivo que se ahorrarían algunos pares de pescozones, con lo que se consigue, si no ponerles de acuerdo, obligarles al menos a que se callen.

— Y es seguro que si no nos tortoran di ¡ante regañarían siempre — repuso el hijo, mirando co.i aire paternal a los chicuelos, que escuchaban abriendo desmesuradamente los ojos, mientras que la madre los atraía hacia sí, besán­dolos cariñosamente.

— Yo también — dijo Nono — en cusa de mis padres regañaba siempre con mi hermana; pero eso no impide que en Autonomía nadie tenga ganas de regañar.

— Todo eso, muchacho — dijo él la­briego — son ideas locas. Si nadie se ne t obligado a trabajar, todo el mun­do preferiría el reposo. Es necearlo que haya personas razonables para po­ner paz entre los que viven enemistados, y te aseguro que cuando hayas vivido más tiempo entre la gente de Argiro­cracia y tengas más edad comprenderá, que no puede ser de otro modo.

— De otro modo sucede en Autono­mía — suspiró Nono.

— Sin embargo, nostramo — dijo uno de lo, criados — si nos referimos a lo que se dice de los antiguos, que Jo transmite-i de otros más antiguos- aún, parece que la tierra no ha pertenecido siempre a los señores; que ha habido •una época en que pertenecía a todos y se repartían sus productos. En aque­llos tiempos las gentes no se reían obli­gadas a trabajar para amos rapaces, y todos podían comer a satisfacción de su I tambre.

— Tontería . charla de viejos cho­chos — dijo el arrendatario poniendo punto final. — Padre — añadió levan­tando la voz y dirigiéndose al anciano. que bajo la campana de la chimenea permanecía silencioso y como abismado en su medio ser y no ser — ¿ha oído usted hablar de eso alguna vez?

El viejo movió la cabeza con el signo negativo, t/ esto dio autorización al dog­matizante pura exponer sus conclusio­nes:

— En todos tiempos — afirmó — ha habido propiotaiios y arrendatarios que han cuidado de la tierra y que han dado de comer a los trabajadores q-iie i maleaban. Si las cosas hubieran suce­dido como tú dices, la, gentes se hu­bieran encontrado bien, y así hubieran permanecido siempre. Todo eso. pues. son dicho-, de holgazanes.

— Ya no lo sé — dijo el criado. — Repito I,, que he < ido decir.

(Continuará).

HERMANAS TU

Jai descendu le Yantj-Tsé-Kiancj (Conclusión) m:'nt sur le courant qu'il renon-

ce á heurter de front; il l'épaule; gorge, son murmure régulier s'est ¡ e promontoire commence a glis-enflé démesurément ; c'est le mu- s e r Vers l'arriére ; les cooolies qui glssement d'un train rapide sur 0 n t suivi immobiles la lutte, se un pont de fer ; de chaqué cóté SOnt redressés et s'en désintéres-de l'étrave. le fleuve s'est soulevé; sent, la volute s'affaisse, le ru-deux épaisses volutes de velours gissement s'éloigne ; le rapide est jaune s'élévent le long de la co- passé.,. que comme pour la submerger. Le Pendant deux jours, gorges, ra-navire qui a voulu la lutte, entre pides, courses, se succédent sans en transe ; il vibre tout entier que I'attention se lasse de ees sous le double choc du fleuve et combats de l'eau contre le roc, du de ses machines ; les coups préci- navire contre l'eau. pites de son caeur répandent dans Dans les breches les plus pro-touet la coque un long frémisse- fondes, gneiss et granits de l'en-ment. Comme deux lutteurs qui trée ont fait place aux gres rou-s'étreignent dans l'immobilité fa- ges et gris du Seutchoan. Une fis-rouche de leurs forces équilibrées, sure si étroite qu'un pont d'une les deux adversaires demeurent seule arche la franchit, s'annon-accolés, sans mouvement. La vi- ce par le frais tapis vert que tesse de l'eau est telle qu'elle en maintient devant elle au milieu parait nulle ¡ sur les roches voisi- des eaux troubles, le torrent qui nes le navire ne gagne pas un en sort ; un filet rouge tombe de pouce ; une main puissante l'a Tescarpement opposé. La roche cloué sur place : le rapide « étale » violemment attaquée a subí tou-ses treize nceuds ; c'est l'halluci- tes les métamorphoses. Ici, sur un nant spectacle d'un cheval lancé banc découvert, de gigantesques au galop contre un obstacle qu'il usines ont díi déposer pendant des ne peut atteindre ; comme la be- siécles leur máchefer ; un banc te, I'avant s'est dressé, mais la de gres barre la moitié du fleuve, volute le domine, elle déferle en- telle une enorme coulée de fonte fin en un épais ruissellement li- au pied d'un haut-fourneau ; les moneux. Que la barre aille á con- strates, articules par de brusques tre de quelques degrés et c'est éboulements §e heurtent en des l'écrasement sans appel ; mais plissements irréguliers ; les résis-non, le vapeur s'est incliné douce- tunees différentes de celles qui

sont demeurées horizontales en ont fait de majestueuses colonnes surmontées de leur chapiteau. Au fond du <( Cerpueil de fer », un magnifique donjon de roches noi-res domine de haut le tout petit navire, mais il sera englouti pen­dant six mois au fond de l'abime; bien au-dessus de lui les murail-les vont d'un seul jet chercher le jour á sept cents métres sous l'immédiate menace d'un éperon qui culmine á 1.400. Sur ees parois qui semblent inaccessibles s'ou-vrent des grottes oü des minéraux trouvent asile, et, de place en pla­ce, un riche commercant, un ge­neral heureux, ont fait graver dans le roc d'énormes sentences en quatre termes qui célébrent les vertus du ciel et la beauté du site.

Parfois la vallée plus large don-ne au fleuve plus d'espace ; ses eaux basses ne l'occupent plus tout entiére, mais il se l'est im-périeusement reservé ; il en a chassé toute trace de terre et de sable. Entre lui et la berge, s'ali-gnent des blocs que déchirent de profondes coupures ; le tout rap-pelle la máchoire de quelque sau-rien apocalvptique. Sur le dos du troupeau d. pierre, le vautour at-tend avec confiance l'immanqua-ble charogne, le flamand rose son-ge, sur une patte...

Armand KERGANT

T&V L sábado siguiente hizo el padrino su pregunta: —•¿Qué queréis que os

pinte hoy? —Unas tijeras—respondió Azu-

lita. —Eso: unas tijeras—añadió Bo­

tón. Cogió el padrinito un papel y

un lápiz, y mientras lo iba pin­tando iba haciéndoles esta des­cripción pintoresca:

—¿Vosotros veis una equis?... Pues eso son las tijeras abiertas: una equis- Claro que para que la equis sea del todo unas tijeras, hay que ponerle ojos y boca; los ojos son esos dos redondeles de meter los dedos, que a veces pa­recen unos ojos con anteojos; y la boca está formada por esas dos hojas de cortar, que se mueven como la boca de un pez flaco y devorador. ¿Comprendéis?... Pues sigamos adelante.

Ahora, yo me pregunto que có­mo se las arreglarían los hom­bres primitivos para cortar las cosas, cuando aún no se habían construido las primeras tijeras; porque ¡hay que ver la de veee« que en la vida hacemos uso de ellas los hombres y las mujeres! Las utilizamos tanto para cortar los soldados de papel como para cortar la piel a un herido y sal­varle de !a muerte; tanto para cortar las camisitas de las muñe­cas o los camisones de papá como para cortar la cinta de los zapa­tos cuando se hace un nudo ter­co, que no hay quien lo desate...

Yo simpatizo mucho con las ti­jeras, no sólo por su utilidad, sino porque es el primer instrumento que las niñas pequeñitas gustan de usar cuando empiezan a apren der todas las cosas de la costura.

Claro que éstas que yo os he pintado son un caso extraordina­rio de tijeras. Veréis su historia. Se las regaló a Mariita Gabardi­na su madrina, por haber ganado en el colegio el premio de recor­tar con papeles de colores muñe­cas y monigotes con sus tra'jeci-tos y todo. Era un examen que se hacia en broma, poniéndose la profesora un gorro de papel, unas botas altas de su marido, pintada de rojo la punta de la nariz y un paraguas muy grande abierto.

Tanta gracia hizo a la madri­na que su ahijada María ganara el premio, que !a regaló las ti­jeras con las iniciales y la fecha grabada en metal, de esta forma: «M. G.—30-4-1900.»

Las tijeras estaban muy con­tentas con Mariita, sirviéndola

para cortar muñecas de papel y los vistiditos de las muñequitas de (cbiscuit», pero sobre todo las pareció muy bien ayudar a la niña a cortar un lazo rojo que tenia un perrin chiquinin, y que a medida que el perro crecía le iba apretando bastante en la garganta.

El feliz cachorro salió corrien­do, libertado de aquel lazo que llevaba por elegancia, y las tije­ras, a las que llamaremos «Doña Tijeritas», se quedaron dicién­dose:

—En vista de lo contento que se va el perrillo, he de hacer co­sas buenas siempre que se me presente ocasión, porque veo que a veces hacer el bien es bastante divertido...

Y, efectivamente, un jueves en que la niña estaba en un baile de regalos en casa de una amiga, «Doña Tijeritas» se escapó cami­nando sobre sus dos patitas; es decir, sobre sus puntas afiladas, que casi siempre dejaban huella de su pisada, como la dejan los conejos en la nieve. Claro que su huella era sólo de puntos.

í.o primero <iue vio fué la jau­la de un jilguero en una venta­na. Subió por la cuerda de la persiana verde, cortó con enorme esfuerzo un alambre y lo dejó luego bien torcido. De manera que el pájaro salió como un rayo de felicidad; y tan rápido se fué, que ni siquiera se le vio por el suelo la sombra. Sólo se le oyó muy lejos, después, cantar las canciones de su alegría en la copa de un árbol. — Se animó Doña Tijeritas con estas cosas y salió al corral de la casa, y como viera una pobre gallina tumbada, que estaba con las dos patas atadas, la cortó el bramante: entonces la gallina, agradecida, puso un huevo para su salvadora; mas como esta se­ñorita de las patitas en punta hacia el bien sólo por hacerlo y no lo quería cobrar, la gallina se volvió a guardar el huevo, pero quedó muy agradecida.

Se lanzó después nuestra pe­queña aventurera por un camino adelante; vio venir un carro; se escondió detrás de una de esas piedras labradas que marcan los kilómetros, y como el carro ve­nía arrastrando de mala manera a un pobre perrazo, salió Doña Tijeritas de su escondite, y de •m salto cortó !a soga, de modo que el perro siguió al carro, pero va sin sufrimiento alguno.

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Los dos perros Procure ser en todo lo posible

El que ha de reprender irreprensible.

Sultán, Perro goloso y atrevido, En su casa robó, por un descuido, Una pierna excelente de carnero. Pinto, gran tragador, su compañero, Le encuentra con la presa encarnizado, Ojo al través, colmillo acicalado, Fruncidas las narices y gruñendo. Desgraciado Sultán? Pinto le dice.

¿Qué cosas estás haciendo, ¿No sabes, infelice, Que un perro infiel, ingrato. No merece ser perro, sino gato? ¡Al amo que nos fia La custodia de casa noche y da, Nos halaga, nos cuida y alimenta, Le das tan buena cuenta, Que le robas goloso La pierna del carnero más jugoso! Como amigo te ruego No la maltrates más: déjala luego. Hablas, dijo Sultán, perfectamente. Una duda me queda solamente Para seguir al punto tu consejo: Di, ¿te la comerás, si yo la dejo?