• Un joven viajante de comercio despierta una mañana luego de un sueño intranquilo convertido en un enorme insecto. Gregor Samsa es el protagonista de esta transformación monstruosa inventada por Franz Kafka y considerada una novela fundamental de la literatura del siglo XX.

El artista argentino Luis Scafati realizó una versión ilustrada -aún inédita- de esta obra

• http://www.clarin.com/diario/especiales/galeria/scafati/html/recep.htm

Una mañana,Gregor Samsa despertó de un sueño intranquilo y se encontró convertido en un enorme insecto.

¿ Qué me ha ocurrido? pensó Gregor. No era un sueño.

Innumerables patas, lastimosamente delgadas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, se agitaban indefensas ante sus ojos.

- Gregor, ábreme. Te lo suplico. Pero

Gregor no pensaba abrir y se felicitaba

de no haber renunciado al hábito de encerrarse en su cuarto por la noche...

S in duda, a través de la

puerta de madera no se advertía el

cambio de su voz...

Desde el vestíbulo alargó el brazo derecho en dirección a la escalera, como si allí lo aguardara una redención sobrenatural.

La madre juntó las manos y miró primero al padre, luego avanzó dos pasos en dirección a Gregor y cayó...

Pero Gregor carecía aún de práctica en la marcha hacia

atrás y retrocedía con mucha lentitud.

Lo habitual a esa hora, era que el padre leyera en voz alta, a la madre y a veces también a la

hermana, el diario de la tarde.

A l comienzo no lo vio, pero al distinguirlo bajo el canapé, se sobresaltó tanto, que volvió a cerrar la puerta desde

afuera.

A demás dejó en el suelo la escudilla -que sin duda iba a quedar destinada a Gregor- pero esta vez llena de agua.

Porque a diferencia de Gregor, la muchacha era muy aficionada a la música y tocaba el violín con gran

sentimiento.

Ya no divisaba el hospital de enfrente, cuya vista tantas veces había maldecido... Habría podido creer que su

ventana asomaba a un desierto.

El se mantenía bajo el sillón, tembloroso, seguro

de que ella le habría ahorrado aquella mortificación...

... A l volverse y verlo allí, la muchacha se sobresaltó; un frasco cayó al suelo, se quebró y un fragmento hirió en la

cara a Gregor.

Era inútil seguir corriendo, pues el padre estaba decidido a bombardearlo.

Y Gregor sentía que su herida de la espalda volvía a doler, cuando la madre y la hermana regresaban...

Sus piernas, se agitaban indefensas ante sus ojos

A traído por la música, Gregor se había atrevido a avanzar un poco

y ya asomaba la cabeza por la puerta que daba a la sala de

estar.

-¡ S r. Samsa!- gritó, de pronto, el pensionista del medio y señaló con el índice en dirección a Gregor, que avanzaba

con lentitud.

Ahora todos lo miraban en silencio y con tristeza

Permaneció en ese estadio de insensibilidad, hundido en serenas meditaciones, hasta que el reloj de la torre dio las

tres de la mañana.