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Sociología de la ciencia f l Jesús A . Valero (coordinador) J. Beriaín, J. Echeverría Ezponda, E. Fernández Gijón, A . Gup t a, A. Ovejero Bernal, F. Morentes, R. Ñ ola, L. R. Olivé Moret t

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Sociologíade la cienciaf l Jesú s A . Valero (coordinador)

J. Beriaín, J. Echeverría Ezponda, E. Fernández Gijón,

A . Gup t a, A . Ovejero Bernal, F. M o ren tes, R. Ñ o la,L. R. Olivé M oret t

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Roben King Merlon (1910-2003), prem io Nobel

de Econom ía en 1997, padre de la teoría de las

funciones manifiestas y latentes, y autor de

obras como El análisis estructural en la sociología, fue un o

de los clásicos de la escuela estadounidense de esta dis

ciplina. Alcanzó su reputación de pionero en la sociolo

gía de la ciencia estudian do el com portam iento de los

científicos y aquello que los estimula, recompensa o

intimida.

En este volum en, coordinado po r Jesús A. Valero, pro

fesor de la Universidad de Valladolid, se recoge una

serie de ensayos de eminentes especialistas (Joselxo

Beriaín, Javier Echeverría Ezponda , Eduardo Fernández

Gijón, Amitabha Gupta, Anastasio Ovejero Bernal,

Felipe M orentes Mejía, Robert Ñola, León Rogelio Olive

Morett) que, a partir de las teorías mertonianas, nosofrecen un balance de la visión de la sociologi;ules| me,

de Merton y de la interrelación de la sociología di- la

ciencia y el conocimiento científico. I

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Sociología de la ciencia

J e s ú s A . V a l e r o (c o or d in a d or ) 

JOSETXO BERIAÍN

J a v ie r E c h e v e r r í a  

L e ó n O l iv é  

J es ú s A . V a l e r o M a ta s  R o b e r t Ñ o l a  

A m it ab h a G u p ta  

A n a s ta s io O v e j e r o B e r n a l  

E d u a r d o F e r n á n d e z G i jó n  

F e l ip e M o r e n t e s M e jía

ED A F f c U EN S A Y O

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<D 2004. Óe los textos, sus respec tivos autores.

© 2004. De esta edición, lú liloiial 1 I JAI S. A. Jorge Juan, 30. 28001 Madrid

Diseño de cubierta: ( iemrdo Domínguez.

Dirección en Inlernel liltp: //www.eduí.nelCofreo electrónico: [email protected]

Editorial lídal, S. A.

Jorge Juan, 30. 28001 Madrid

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Edaf y Morales, S. A.

Oriente, 180, n.° 279. Colonia Moctezuma, 2da. Sec.

15530. México D.F.hUp:// www.edaf-y-morales.com.mx

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Huérfanos, 1178 - Of. 501

Santiago - Chile

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 Abril 2004

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción,

distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la auto

rización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencio

nados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art. 270 y siguien

tes del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO) vela por

el respeto de los citados derechos.

ISBN: 84-414-1461-0

Depósito legal: M-16.725-2004

PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA

IUÉRICA GRAFIC, S.L.

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 A

Indice

Págs.

P r e s e n t a c i ó n ................................................................................... 9

In t r o d u c c ió n . Sociología del límite: Esquemas clasifícatenos y sociedades, por Josetxo B eria ín ............... 13

P r im e r a P a r t e  

LA VISIÓN DE LA SOCIOLOGÍA DESPUÉSDE MERTON

El ethos de la ciencia, a partir de Merton, por Javier Echeverría ............................................................................ 31

De la estructura normativa de la ciencia a las prácticascientíficas, por León Olivé .......................................... 57

Sociología de la ciencia: Un análisis posmertoniano, porJesús A. Valero Matas ................................................ 81

S e g u n d a Pa r t e

SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIAY DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

La sociología es un modo de adormecemos: El uso de

Wittgenstein por la sociología de la ciencia, por RobertÑ o la .............................................................................. 141

Epistemología y ciencia social, por Amitabha Gupta . . . 191

La psicología social de la ciencia y el giro «sociopsicoló-gico» en el análisis de la ciencia y del conocimientocientífico, por Anastasio Ovejero Bernal ................. 231

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA

Págs.

Las ciencias sociales en la crítica de la tecnociencia, por

Eduardo Fernández G ijón ............................................ 257Anomia y complejidad social, por Felipe Morentes Mejía . 307

Sobre los autores ............................................................... 337

X

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Presentación

Es t a obra reúne una serie de escritos con enfoques disciplinares diferentes sobre la sociología de la ciencia. Con ello

se intenta analizar desde diversas perspectivas la evolución de lasociología de la ciencia y el estado actual de la disciplina.

La sociología del conocimiento inmersa en discusiones epistemológicas llevó a un sociólogo americano, R. K. Merton, a distanciarse del estudio interno de la ciencia —por entonces domi

nante—, dando paso a una nueva forma de analizar y valorar laciencia. Este nuevo enfoque dio lugar a la sociología de la ciencia. Las tesis mertonianas se inscriben en la identificación de laciencia como institución social, en donde se desarrollan unosimperativos normativos (cudeos) que van a regir el comportamiento científico de la institución. Un tiempo después de estaformulación emprende una nueva revisión de sus propuestas teó

ricas, donde aprecia la existencia de otros aspectos fundamentales para el desarrollo de la ciencia, como la búsqueda de reconocimiento de los científicos. Su permanente estudio sobre loscomportamientos científicos lo llevó a reforzar el ethos definidoen sus primeros escritos.

El análisis funcionalista explicó el control social interno de laciencia, así como el entramado habido en la institución científica

en tomo al reconocimiento de los científicos. También encontróque en el modelo de recompensas de la comunidad científicahabitan ciertas actitudes disfuncionales para la ciencia, como elplagio y el fraude.

En los años setenta de la pasada centuria, tras varias décadasde influencia de las tesis mertonianas, algunos teóricos empren-

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S(K'IOLOGÍA DE LA CIENCIA

den una renovación en la sociología de la ciencia, surgiendo el

Programa Fuerte de la Sociología del Conocimiento Científico(Strong Programme), abanderado por Bloor y Bames. A esta pri-mera iniciativa de reforma le siguen otras reflexiones metodoló-gicas: el Programa Empírico del Relativismo (EPOR), el Cons-tructivismo Social, la Etnometodología, etcétera.

La aparición de estas nuevas comentes metodológicas con-llevó que el modelo mertoniano quedara solapado por estas nuevastendencias en el estudio de la sociología de la ciencia en favor deplanteamientos que aseguraban una comprensión más fidedignade la práctica científica. Sin embargo, estas corrientes metodoló-gicas han olvidado un aspecto importante en la interpretación dela práctica científica, los condicionantes éticos; aunque no que-dan resueltos por las tesis mertonianas, sirven como puente para

emprender nuevas indagaciones teóricometodológicas en elestudio de la sociología de la ciencia, desde la representaciónética.

Esta obra colectiva que recogemos en un volumen se encuen-tra estructurada en dos partes. El libro comienza con una intro-ducción de Beriaín, que reflexiona sobre la sociología del lími-te. La primera parte desea ser un homenaje a R. K. Merton, perotambién una reflexión sobre la impronta dejada por este sociólo-go en la sociología de la ciencia. En este apartado se recogen lostextos de Echeverría, Olivé y Valero Matas donde analizan aspec-tos relevantes de la obra mertoniana. En la segunda parte se ana-lizan cuestiones sobre la sociología de la ciencia y el conoci-miento científico con textos de Ñola, Gupta, Ovejero, Fernández

y Morentes. No obstante, no se ha querido centrar los textos úni-camente en la obra de Merton, sino abrir reflexiones a otrosespacios donde la sociología de la ciencia tiene fuertes discusio-nes, de ahí la división en dos bloques.

La compilación de estos textos nació la noche del 24 defebrero tras el comunicado recibido de Elizabeth Needham porcorreo electrónico del fallecimiento de R. K. Merton. Entoncespensé en la posibilidad de compilar textos donde se meditara sobrela obra de Merton y también se abordaran cuestiones actuales dela sociología de la ciencia. En esas fechas me encontraba en el

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PRESENTACIÓN

Science Studies Unit de la Universidad de Edimburgo y empecéa comunicar con profesores e investigadores que habían trabaja-

do sobre estos temas. Tras este contacto, y conocidas las aporta-ciones de los autores, se ensamblaron los textos según conteni-dos, dando como resultado este volumen.

Como compilador de la obra, entiendo que no se abarcantodas y cada una de las comentes sociológicas que vertebran lasociología de la ciencia, pero encontramos importantes reflexio-nes sobre el actual estado de la sociología de la ciencia, así como

la calidad de los textos que enriquece el proyecto. Debo mi másprofundo agradecimiento a los participantes por su aportación yesfuerzo. También quiero hacer extensiva la gratitud a editorialEdaf por su complicidad en la edición y a Andoni Alonso por laexcelente traducción.

J. A. V. M.

Palencia, marzo 2004

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Introducción

Sociología del límite: Esquemas clasificatorios y sociedades

Por Josetxo BE RIAÍN

Universidad Pública de N avarra

En el principio... la tierra era caos y confusión... y dijo Dios:«Haya luz», y apartó la luz de la oscuridad, y llamó Dios a la luz«día» y a la oscuridad la llamó «noche».

(Génesis 1, 1-5)

I

Co m o vemos, el primer acto de la creación, al menos dentrode la comunidad de pensamiento judeocristiana, es uno que

se ocupa de dividir distintos ámbitos de realidad; los tres primeros días de la creación lo mantienen a Dios ocupado haciendo

distinciones. Del caos 1 extrae Dios un cierto orden basado enuna lógica binaria de distinciones. El saber aparecería de estaguisa como ese ámbito delimitado de la infinitud desprovista desentido del acaecer universal al que Dios —o mejor, el autor

 javista anónimo responsable de la escritura del Génesis— otorgan sentido y significación 2. Nuestro entero orden social es unproducto de las maneras en que separamos al pariente del no

1 Esto no es algo exclusivo del judeocristianismo sino que está presenteen casi todas las cosmogonías y teogonias de las grandes civilizaciones. Sobrela lógica de las distinciones ver el interesante trabajo de R. Jokisch:  Metodolo-gía de las distinciones, UNAM, México D. F.( 2002, pp. 179 y ss.

2 M. Weber, Gesammelte Ausatze zur Wissenschaftslehre, Tubinga,1988, p. 180.

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JOSETXO BERIAÍN

pariente, lo moral de lo inmoral, lo serio de lo lúdico, lo que esnuestro de lo ajeno, lo masculino de lo femenino, el norte del sur,

etcétera. Clasificar las cosas es situarlas dentro de grupos distintos entre sí, separados por líneas de demarcación claramentedeterminadas3. Hay, en el fondo de nuestra concepción de la clasificación, la idea de una circunscripción de contornos fijos ydefinidos. Clasificar consiste en actos de inclusión y de exclusión.Clasificar es dotar al mundo de estructura: manipular sus probabilidades, hacer algunos sucesos más verosímiles que otros4. Lanaturaleza presenta cosas sin divisiones firmemente establecidas. Todo se transforma en todo con matices imperceptibles.Y si, en este océano de objetos que nos rodean, aparecieran algunos que destacan y dominan sobre el resto como las montañassobre los valles, la razón no sería otra que convenciones sociales que no tienen nada que ver con la disposición física de los

objetos. La clasificación es un proceso de «esculpir», «dibujar»islas de significado más que de identificar simplemente tales islascomo si fueran algo natural ya existente. La sociedad solo esposible si los individuos y las cosas que la componen se reparten en grupos diferentes, es decir, se clasifican unos en relacióncon otros, por tanto, la vida en sociedad presupone una ciertaorganización consciente de sí, lo que no es otra cosa que una clasificación5. La palabra definir, proviene de la palabra latina finís, límite, así, definir algo sería marcar sus límites. Para definir lasituación (W. I. Thomas) o para organizar la experiencia en uncontexto de contingencia (Goffman) precisamos de un marco deanálisis 6 en el seno del cual están las claves interpretativas acuyo través adquiere sentido la realidad. Aunque una gran parte

de las categorías y conceptos que usamos habitualmente losdamos por supuestos en la vida social, sin embargo, en realidad,

3 E. Durkheim, M. Mauss, «Sobre algunas formas primitivas de clasificación» en E. Durkheim, Clasificaciones Primitivas, Barcelona, 1996, p. 26.

4 Z. Bauman, «Modernidad y ambivalencia» en J. Beriain (Editor),  Las consecuencias perversas de la modernidad, Barcelona, 1996, p. 74.

5 E. Durkheim,  Las formas elementales de la vida religiosa, Madrid,1982, p.411.

h E, Goffman, Frame Analysis, Nueva York, 1974.

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INTRODUCCIÓN

son construidos socialmente y experimentan una génesis socialy, por tanto, tales límites varían en el tiempo y en el espacio.

Clasificar conlleva percibir de una determinada manera, portanto, una clasificación, un «esquema de clasificación y de representación» en los términos de Durkheim y Mauss, o un «esquema conceptual» en los términos de Davidson, es una cosmovi-sión, una forma de ver-percibir-evaluar el mundo, por tanto, unasociología cognitiva sería strictu sensu una sociología de la percepción o de las percepciones.

Como los leopardos, las tortugas o las cigüeñas, toda persona, por ejemplo, distingue lo que es comible («comida») deaquello que no lo es y, por la misma razón, como los ratones, losantílopes o los tiburones, todos los humanos distinguen lo que espeligroso de lo que es seguro. Clasificar es un acto social y unacto individual, la sociedad distingue y nosotros también. Hayalgo que nos une, un cierto universalismo cognitivo, a todos los

humanos, en cuanto pensamos como seres humanos, algo queDescartes ha puesto de manifiesto en el cogito, en el «piensoluego soy» y que Lévi-Strauss vuelve a recordar cuando afirmaque «los hombres siempre han pensado igual de bien», sin embargo, hay algo que nos separa, en cuanto pensamos como miembrosde comunidades de pensamiento, de memoria o de interpretación:húngaros, vegetarianos, sociólogos, metodistas. Veamos esto en

el caso de un universal cultural como los hábitos alimenticios,lodos y todas comemos lo que comemos, pero, ¿lo hacemos porsatisfacer una pura necesidad primaria, en los términos de Mali-nowski, o más bien operamos con arreglo a la premisa de que es«bueno para comer porque es bueno para pensar», es decir, nosgusta o disgusta algo según nuestro esquema clasificatorio cul-(uralmente determinado, en los términos de Lévi-Strauss y

Marshall Shalins 7? La cultura norteamericana actual, tan devola del vigor físico y coextensivamente del vigor sexual, extraesus «energías» de un tipo de alimento que representa el arqueti

7 Ver el trabajo de M. Shalins: Culture and Practical Reason, Chicago,1976, pp. 166-179.

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JOSETXO BF.R1AÍN

po de la energía física y la virilidad, la carne de vacuno. Los nor

teamericanos sacralizan a las vacas por motivos muy distintos alos hindús. Por esa razón, cuando veían sacrificar crías de perrodestinadas a abastecer los restaurantes en China y Corea del Suren los pasados campeonatos mundiales de fútbol se escandalizaban estigmatizando a los pobres chinos y coreanos de «bárbaros». Para ellos el perro, el caballo o el gato son animales domés

ticos, pero, más aún, son uno más de la familia, por eso les ponennombres como si fueran personas. Por la misma razón, es decir,por la «prescripción» culturalmente construida por el esquemaclasificatorio, los norteamericanos pueden comer cantidadesingentes de atún o de pollo, pero harían huelga de hambre antesde comer un filete de delfín o un guisado de conejo, animales tan

graciosos y juguetones en el imaginario cotidiano norteamericano. Recuerdan ustedes las famosas hambrunas irlandesas delsiglo xix, ocasionadas por las malas cosechas de patata, que produjeron emigraciones masivas a Estados Unidos. Pues bien, almismo tiempo, las costas irlandesas estaban infestadas de ricoy nutritivo pescado, pero este no formaba parte sustancial delesquema clasificatorio de la alimentación en Irlanda en esemomento. Pero todavía no hemos acabado con las distinciones,incluso dentro de la carne de vaca no todo es lo mismo. Hay partes«nobles» como el filete, el solomillo o la chuleta, frente a partes menos nobles, por no decir, «innobles» como las tripas (losfamosos callos), el hígado, la lengua u otras partes que sonrechazadas, cuando en realidad, no solo tienen un sabor más exqui

sito sino que también tienen, en algunos casos, más propiedadesalimenticias. Por tanto, podemos decir, sin ningún temor a equivocamos, que el gusto está condicionado por el esquema clasificatorio operante, que como sabemos varía de un lugar a otro,como el comer «sincrónicamente», mezclando arroz o leguminosas con carne o pescado o ave, como ocurre en los países

anglosajones, o el comer «diacrónicamente» estableciendo un ordende sucesión entre el primer plato, el segundo y el tercero, comoocurre en los países mediterráneos.

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INTRODUCCIÓN

Hay una diversidad cognitiva que se manifiesta en que antedeterminadas preguntas, nuestras respuestas son distintas y enmuchos casos tal diversidad se manifiesta en batallas cognitivasen pos de la plausibilidad o validez del esquema conceptual encuestión 8. No solo diferentes culturas dibujan diferentes archipiélagos de significado de la misma realidad, a menudo tambiénpromueven diferentes «estilos» de cortar el mundo en múltiples

provincias de significado 9. Algunas sociedades, por ejemplo,promueven un esquema clasificatorio rígido, un mundo instituido de significado altamente inflexible caracterizado por unaadherencia estricta a una lógica purista del «o esto o lo otro».Tales «esquemas» dibujan distinciones agudas y claramentedelimitantes y tienen aversión a los híbridos ambivalentes y a losestadios «entre lo uno y lo otro» que pudieran desafiar la exclu

sividad percibida de sus categorías. Estas sociedades están preocupadas con el mantenimiento de los límites y están extremadamente obsesionadas con la preservación de la «pureza» 10 delesquema clasificatorio evitando cualquier «contaminación» conrealidades o sujetos «peligrosos». Un ejemplo clásico de sociedades de esquema clasificatorio rígido es la representada por el

 judaismo ortodoxo. Los judíos ortodoxos tienen una especial

preocupación en evitar la «mezcla» de categorías, rituales y personas ajenos a su propio mundo. Así, se manifiesta su firmecompromiso con la endogamia, con una fuerte aversión a lasanomalías zoológicas, con una separación dietética cuidadosa dela carne y de los derivados de la leche y con una estricta prohibi

II

8 Mi punto de partida se circunscribe aquí no a un tratamiento de laMuría de la ideología en su sentido partisano particularista, apuntado pork Mannheim, sino más bien a explorar la génesis y estructura de la noción deperspectiva» más propia de la sociología del conocimiento, aspecto este tam

bién apuntado por Mannheim en su Ideología y utopía de 1930.y E. Zerubavel, The Fine Line, Chicago, 1991, pp. 21-22.111 Mary Douglas ha investigado esto en celebrado texto: Purity and Dan 

 H ? i ;   Londres, 1996.

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JOSETXO BERIAÍN

ción del uso de tejidos hechos de lino y lana, aspectos estos con

tenidos en las prescripciones que aparecen en el Deuteronomioy sobre todo en el Levítico. La ortodoxia fundamentalista delIslam también suscribe una interpretación rígida de la sharia, con los correspondientes rituales de evitación de la «polución» através del contacto con lo extraño y sus portadores. Pero no pensemos que este tipo de sociedades se dan únicamente en el pasado,en sociedades organizadas en tomo a una conciencia colectiva

fuertemente integrada por el universo simbólico religioso. Versiones sectarias, totalistas, jacobinas y totalitarias 11 procedentesde la ilustración del siglo xvni en Europa occidental, tanto en suversión fascista como en su versión comunista, utilizan mecanismos de represión político-policial para preservar frente a lacrítica sus respectivos constructos ideológico-políticos. También

en la cultura gitana se pone de manifiesto una obsesión con lapureza y una aversión a la promiscuidad y la ambivalencia.

III

Al mismo tiempo existen otras sociedades que promueven

de alguna manera un esquema clasificatorio flexible, un mundoinstituido pero sobre todo instituyente de significado, más caracterizado por el cambio que por la permanencia y, por tanto, conuna aversión a cualquier límite que pudiera impedir la existenciade fronteras borrosas y porosas al cambio y a la crítica. Si lo quecaracterizaba al modelo de sociedad anterior era una lógica del«o esto o lo otro», a este otro modelo lo caracteriza una lógica

clasificatoria que rechaza de forma contundente el encasilla-miento rígido y promueve, por tanto, una posición más centradaen el «ambos/y». En las sociedades segmentadas, los navajos,los trobriandeses y los esquimales disponen de definiciones fluidas y flexibles de la realidad en lo que concierne a la familia y

11 Ver el trabajo de S. N. Eisenstadt Fundamentalism, Sectarianism and   Revolution. The Jacobin Dimensión ofModemity, Londres, 1999.

12 G. Simmel, El individuo y la libertad, Barcelona, 1986, p. 36.

IH

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INTRODUCCIÓN

al género, pero donde más y mejor se pone de manifiesto esto esen la sociedad moderna y sobre todo en las sociedades modernastardías. Si la sociedad de esquema rígido pretende naturalizar unconjunto de convenciones que fungen como mundo instituido designificado, la sociedad de esquema flexible, por el contrario,trata de mantener siempre el límite como frontera transgredible,apoyándose en el criterio de que el individuo es ese «ser fronterizo que no tiene fronteras» n . Si bien en el esquema clasifica-torio rígido existe una determinación religiosa o política de laconciencia colectiva, es decir, existe un marco de referencia o

una instancia necesaria de mediación que relaciona todas lasactividades sociales proporcionándoles un sentido unitario,como hemos visto, en el esquema clasificatorio flexible existe unaindeterminación de la conciencia colectiva 13, son «sociedadessin centro», «descentradas», producto de una diferenciación enrelación al pasado y al mismo tiempo de una importante diferenciación interna en la que hay una lucha entre diversos esquemas

clasificatorios sin poder determinar el predominio de uno de ellossobre el resto.

En una cosmovisión flexible del mundo, la realidad no estáhecha de fragmentos insulares separados unos de otros, sin ningún tipo de ambivalencia, por límites claramente diferenciados,sino de entidades con contornos vagos y borrosos que a menudo«se vierten» unas en otras. Normalmente se presenta no en blan

co y negro, de forma inequívoca, sino con matices grises y conzonas ambiguas así como con esencias intermedias que conec-lan entidades varias. La labor de segmentación de tales archipiélagos de significado —políticos, económicos, territoriales, religiosos— frecuentemente se apoya en alguna convención social,y la mayor parte de los límites son, por tanto, meros artefactossociales. Tales marcos de significación, así como las líneas que

li is separan, a menudo varían de una sociedad a otra, así como a lolargo de periodos históricos, dentro de una misma sociedad. Por

1' I ¡. Durkheim detalla esta posición en  La división del trabajo social, Mttdiid, 1082.

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JOSETXO BERIAÍN

este motivo, la precisa localización —sin hacer mención ya a suexistencia— de tales clasificaciones es a menudo objeto de dis

puta dentro de una sociedad d ada14. La aversión a las divisionessociales rígidas se manifiesta, por ejemplo, en el movimientohacia la de-segregación racial, representado en las luchas por losderechos civiles de los afroamericanos, en el explícito esfuerzofeminista para «des-generizar» unas relaciones sociales generi-zadas asimétricamente que discriminan a la mujer y a las identi

dades «borrosas» homosexuales, así como también en el ininterrumpido intento marxista de crear una sociedad sin clases o enel intento del sistema de salud mental de la comunidad para integrar a los enfermos mentales en el resto de la sociedad. Lamodernidad, y esto nos resulta hoy evidente, promueve la obliteración de las divisiones tradicionales de grupo en el nivelmacrosocial. Cuando los americanos de ascendencia escandina

va comen pizza y consumen aceite de oliva, cuando los nigeria-nos juegan al fútbol y los coreanos escuchan rock, la noción de«culturas» insulares deviene obsoleta.

Como muy bien lo expresa el antropólogo Clifford Geertz,lo que caracteriza distintivamente al esquema moderno (y posmo-demo, podemos añadir) de pensamiento «no es otra redefinición

del mapa cultural, el desplazamiento de unas pocas fronterasen disputa, sino una alteración de los principios de definiciónmisma. Algo está ocurriendo a las formas en que pensamossobre las formas en que pensamos...»15. Karl Marx, hace ya másde ciento cincuenta años, advertía con visión profética que «todolo sólido se desvanece en el aire» 16, y ya estaba prefigurandoalgo que hoy nos resulta meridianamente claro, que todo «lo

líquido» permanece en la realidad, que la realidad está sometidaa permanente proceso de mutación y cambio, que la metáforaque mejor refleja la experiencia moderna es «lo fluido», «lo líqui-

14 E. Zerubavel, The Fine Line, Chicago, 1992, p. 62.

15 C1 Gertz, «Blurred Genres: The Refiguration of Social Thought» en Local Knowledge, Nueva York, 1983, p. 20.

16 K. Marx, El manifiesto comunista, 1848. Varias ediciones.

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INTRODUCCIÓN

lo 11. Solo la «licuefacción», la «fluidez», representan al cam-lianle esquema de clasificaciones y representaciones moderno18.Mientras que para la filosofía clásica, con Platón y Aristóteles a

■i cabeza, la sustancia era esencial y el accidente relativo y connivente, hoy observamos una inversión de este supuesto, ya queI accidente se ha convertido en absoluto y la sustancia, cual-|iiier sustancia (incluido el ser humano), en relativa y contin-tiiic. Georg Simmel también advirtió que en la cultura moderna■ \isle un problema que está relacionado con el desplazamientol( las viejas formas por nuevas, es decir, por el movimiento dei ración sin fin procedente de la vida. En el presente estamos

-’iperimentando una nueva fase de la vieja lucha, no una luchaIr una forma contemporánea, repleta de vida, contra una viejat n ina, sin vida, sino una lucha de la vida, del alma humana, con-i a la forma en cuanto tal, contra el principio de la forma. Mora-islas, integristas de viejo y nuevo cuño y una parte respetable dea gente llevan razón cuando protestan contra la creciente «faltaIr forma» 19 en la vida moderna, fíjense ustedes, a modo deirmplo, tanto en el arte de las vanguardias modernistas como en

•1arte posmodemo. La modernidad lucha por deshacer la «soli-Irz» de la tradición heredada de la Edad Media para crear unnievo e improvisado sólido: la expansión del dominio racional•n lodos los ámbitos, pero tal «nuevo e improvisado sólido» esiiexorablemente engullido por esa fuerza social invisible quelamamos contingencia y que nos sitúa ante la paradoja de queuanto más pretendemos dominar una situación más somos(inscientes de la futilidad del intento 20.

17 Z. Bauman, Liquid Modemity, Londres, 2000, 3 y ss. También aplicado a la esfera del amor y la sexualidad, del mismo autor: Liquid Love, Londres,

2003.18 E. Zerubavel ha profundizado en el carácter borroso de las distincionesmodernas: The Fine Line, Chicago, 1991, p. 106.

19 G. Simmel, «Der Konflikt der modemen Kultur» en Das Individuelle (1esetz, Frankfurt, 1987, 150, p. 173.

20 Esta idea la pone de manifiesto con rotundidad B. Latour en «Is Re-modemization Occuning-and if so How to Prove it?» en Theory, Culture and  Society, vol. 20, n.° 2, 2003, pp. 35-49.

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JOSETXO BER1AÍN

La contingencia —la posibilidad de que ocurra lo otro de lo

esperado, la negación de lo imposible y de lo necesario— es infinitamente mayor ahora que hace mil años porque, cuanto mássabemos, más sabemos que sabemos menos, debido a la presencia insoslayable de la indeterminación 21 en todo ámbito de laexistencia humana. Es como si hubiéramos llegado a un estadioen el que todo pudiera cambiar —y de hecho cambia—•, peronada pudiéramos hacer para controlarlo o evitarlo en su caso. En

las sociedades tradicionales la eternidad era conocida y a partirde ella podía ser observada la totalidad temporal, siendo elobservador Dios, ahora es cada presente, el de cada individuo, elde cada sistema, quien reflexiona sobre la totalidad temporal,parcelándose en pasado y futuro y estableciendo una diferencia(que en la modernidad tiende a infinito y en las sociedades tra

dicionales es cero) y el observador es el hombre22 y los sistemassociales que incluyen su propia reflexividad. Cada observadorusa una diferencia para caracterizar a un lado o al otro, ya que latransición de un lado al otro (generalmente del pasado al futuro)precisa de tiempo, esa diferencia es lo que produce el tiempo. Elobservador no puede observar ambos lados simultáneamente, apesar de que cada lado es simultáneamente el otro del otro. Estoes debido a la asimetría de los prismas de observación, producida por la temporalización de la observación. La aceleración delas secuencias históricas de los acontecimientos impiden que lasexpectativas se refieran a las experiencias anteriores 23 y de estamanera lo improbable deviene probable, por la razón de que todo,o casi todo, es transformado en un futuro previsible. El tiempo

aparece en cada presente de forma diferente, cada presente «semueve» en el tiempo, debido a esa diferencia que existe entreel presente futuro y el futuro presente. Vivir contingentemente— «vivir hipotéticamente» 24 diría Musil en El hombre sin atri-butos— significa vivir sin garantías, con solo una certeza provi-

21 O. Marquard, Apologie des Zufalligen, Stuttgart, 1986, pp. 117-140.22 N. Luhmann, Soziologie des Risikos, Berlín, 1990, p. 48.23 R. Kosselleck, Vergangene Zukunjt, Frankfurt/M , 1979, p. 359 y ss.24 R. Musil, El hombre sin atributos, Barcelona, 1961, vol. 1, p. 304.

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INTRODUCCIÓN

aonal, pragmática, pirrónica, que sirve solo hasta que logramoslalsarla. La modernidad es lo que es —una marcha obsesiva

hacia adelante— no porque quizás siempre quiere más, sino porque uunca avanza bastante; no porque incrementa sus ambiciones y retos, sino porque sus retos son encarnizados y sus ambi-■ iones frustradas. La marcha debe proseguir ya que todo lugarde llegada es una estación provisional25. Norbert Elias, en suteoría de la civilización26, ya nos advertía del despliegue de unai educción continua de los contrastes agudos en el comporta

miento de los diversos grupos sociales, al tiempo que aumentanla . variaciones o los matices del comportamiento civilizado, eslUrir, el desencantamiento de la jerarquía verticalizadora, con sudistinción directriz fundamental establecida entre el arriba y eltiltajo, como principio de orden social tradicional, da paso al despliegue de la heterarquía transversalizadora 21, con su distincióndirectriz establecida entre uno al lado del otro (nadie por encima

de nadie), como principio de un orden social más flexible.Que la localización así como la existencia de límites es a

menudo objeto de disputa es incluso más comprensible hoy dadala presencia persistente de la ambivalencia en nuestras vidas. Laambivalencia es el producto colateral que surge en el acto de cla-al ¡catión. Al comienzo de este trabajo situábamos a Dios, alMotor Inmóvil, movilizándose, dispersándose, en el mundo a tra-

 \ es de sucesivas diferenciaciones o distinciones, hasta el punto■ le proceder a una humanización de lo divino a través de Jesús deNa/.areth, pero, hoy, las preguntas que interrogan por el quiéndistingue y por el qué distingue ya no pueden ser respondidaspor lal metaobservador ni por su esquema rígido, religiosamen-ie centrado, sino que son respondidas en el seno de representa-i iones colectivas autonomizadas de la esfera de lo sagrado, así,

el <tener/no tener» en el sistema económico, «gobiemo/oposi

25 Z. Bauman, Modemity and Ambivalence, Londres, 1991, pp. 10-11.26 N. Elias, El proceso de la civilización, México D. F., 1986, pp. 466-472.11 Ver el interesante trabajo de W. Wesch: Vemunft Die Zeitdiagnóssische

Vemunftkritik und des Konzept des Transversalen Vemunft, Frankfurt, 1996,p|). 613 y ss.

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JOSETXO BERIAfN

ción» en la política, «verdad/falsedad» en la ciencia, «justicia/injusticia» en el derecho, «belleza/monstruosidad» en el arte, etcétera;ellas configuran el peculiar horizonte de respuestas en el que noexiste una preferencia socialmente condicionada hacia un ordencaracterizado por la abundancia, la gobemabilidad, la verdad, la

 justicia y la belleza sino la posibilidad de la coexistencia entreórdenes asincrónicos y el desorden a causa de la producción de unumbral social de ambivalencia. «Orden y desorden son, por tanto,

dos gemelos modernos» 28. Dicho en lenguaje heideggeriano,hemos sustituido la Verdad del Ser por las verdades del acaecer,a la esencia por la existencia y sus devenires.

El esquema clasificatorio flexible, predominante en lassociedades modernas, sustituye la Verdad y la Razón sólidas ynaturalizadas, en el esquema rígido, por las verdades y las razones frágiles y también sustituye el límite claro y «natural» porfronteras borrosas y en permanente proceso de mutación. Portanto, y si esto es así, la cultura no sería un esquema original yoriginante que funge como canon del que se pueden sacar milesde copias para definir infinitas situaciones, sino más bien elcampo de lucha simbólica en pos de la definición de la situación.La cultura sería el espacio social en donde los portadores de

esquemas de clasificación crean, recrean y negocian las clavesinterpretativas y los límites imaginarios de su realidad social29.El esquema rígido y el esquema flexible mantienen una disputa(que pretende y debe ser democrática) sin fin a través de sus portadores y en sus portadores. El arte moderno, tanto el de las vanguardias modernistas como las actuales versiones posmodemas,promueven la promiscuidad mental desafiando un cierto canonde convenciones clásicas que partían, dividían, la realidad encompartimentos mutuamente exclusivos. Comparemos, a títulode ejemplo, El Entierro del Conde de Orgaz de El Greco, endonde el cuadro refleja una cosmovisión religiosa con el otromundo, este mundo y el inframundo, claramente delimitados

28 Z. Bauman, «Modernidad y ambivalencia» en J. Beriain, op. cit., 1996,p. 77.

29 S. Benhabib, The Claims of Culture, Princeton, NJ, 2003, p. 8.

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INTRODUCCIÓN

 jerárquicamente, mientras que en El Gran Masturbador de Dalí,las instancias anteriores aparecen invertidas, más bien subverti

das, por cuanto que el inframundo del deseo, la pasión y la materiareocupan el espacio y el tiempo centrales del cuadro. Lo mismosucede en la pintura negra Muerte a garrotazos de Goya en dondelo grotesco-monstruoso ha desplazado totalmente a lo bello de larealidad. Por la misma razón, en el mundo del arte son explícitamente aceptadas e incluso reverenciadas imágenes de transgresión del género como las que representan Marlene Dietrich,

David Bowie Michael Jackson, Robert Maplethorpe,  La Cage aux Folies de Jean Poiret o de Crying Game de Neil Jordán. Enel ámbito de la intimidad es donde probablemente mejor se ponede manifiesto esa presencia del esquema flexible que permitesuperar las divisiones sociales. Nada desafía tanto (quizá aexcepción de la atracción sexual) nuestras divisiones en naciones separadas, en clases sociales, en grupos étnicos, en géneros,

en comunidades religiosas, como la transgresión que supone elmatrimonio entre miembros de los distintos grupos. Así lo ponede manifiesto D. H. Lawrence por boca de Lady Chatterly y suuníante, tan distanciados en sus orígenes sociales y tan unidospor el amor. En la esfera del juego, en el carnaval y en la fiesta,la regla es el desafío de la regla, la risa el contramundo cómicoublimado del mundo trágico real; desde el bufón medieval

hasta el payaso moderno, se trata de transgredir el esquema habi-lualizado y los límites entre naturaleza y cultura, animal y humano,hombre y mujer, rey y plebeyo, niño y adulto, rico y pobre. Elperegrino30 (y su versión secularizada en el turista) aquel que atra- \ icsa un camino místicamente a diferencia del místico que realiza una peregrinación introvertida, y el extranjero31, aquel queviene hoy y se queda mañana, aquél que está próximo física

mente pero lejano culturalmente, son los grandes transgresoresi le esquemas, tiempos y espacios.

i() Ver el trabajo de V. Tumer y E. L. B. Tumer: Image and Pilgrimage in i hi ¡alian Culture, Nueva York, 1978, p. 33.

11 G. Simmel, Sociología, vol. 2, Madrid, 1977, p. 716.

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JOSETXO BERIAÍN

Pero no son estos los únicos ámbitos en donde se deja sentir la flexibilidad del nuevo esquema de clasificación, sino quehacemos frente a realidades como el «ahora en todos los sitios»que surge producto de las revoluciones en el transporte, lastransmisiones de información y los implantes genéticos configurando una nueva experiencia del tiempo y del espacio. Se ha producido una transformación del tiempo «aquí-ahora» en un tiempo «ahora-en todos los lugares», en donde el espacio y el tiempo

son «vacíos», cuyo centro no está en ningún sitio y cuya circunferencia está en todos los lugares. Esa comunalidad temporalimaginada 32 por cuanto compartida por todos aquellos que cohabitan (aun sin saberlo) en una contextura espacio-temporal planetaria hace posible la «coordinación de las acciones de muchosseres humanos físicamente ausentes el uno del otro; el «cuando»de estas acciones está conectado al «donde», pero no como enépocas premodemas, vía mediación del lugar»33. «Encontrarsea distancia, es decir, ser telepresente, aquí y en cualquier otraparte, al mismo tiempo, en el así llamado «tiempo real» no es, sinembargo, sino una clase de espacio-tiempo real, por cuanto quelos diferentes eventos tienen «lugar», incluso si ese lugar es alfinal el no lugar de las técnicas teletópicas (el interfaz hombre-

máquina, los nodos de intercambio de teletransmisiones)»34.No es menos importante «el creciente distanciamiento entre

la experiencia y el horizonte de expectativas»35 que reinventanuna nueva representación y una nueva experiencia de compresión del tiempo. Esta se ha conseguido por la concurrencia devarios factores: por el incremento de actividad dentro de lamisma unidad de tiempo a través de la introducción de máquinas y de la intensificación del trabajo, sobre todo en los comienzos del capitalismo industrial en el siglo xix, por la reorganización de las secuencias y el ordenamiento de las actividades —tay

32 B. Anderson, Comunidades imaginadas, México D. F., 1990.33 A. Giddens, Modernidad e identidad del yo, Barcelona, 1995, pp. 28-29.34 P. Virilio, Open Sky, Londres, 1997, p. 10.35 Ver los trabajos de R. Koselleck: Vergangene Zukunft, Francfort, 1979,

y Zeitschichten, Francfort, 2000.

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INTRODUCCIÓN

lorismo, fordismo y toyotismo— , usando los puntos más altos ylos más bajos de forma más efectiva a través de la flexibilización,

convirtiendo a los trabajadores en flextimers y, finalmente, eliminando del proceso todos los tiempos improductivos a travésde la fórmula justintime.

Desde dentro del Estado nacional han surgido procesos decontestación interna que problematizan y obligan a reinventarlos logros de los procesos de nacionalización originaria36 quedieron origen a los estados nacionales en Europa en el siglo xix.

Si bien el estado aparece como un constructo de poder y coacción, sin embargo, el proceso de formación de la identidadnacional, al estar sujeto a luchas en tomo a tramas de significación sobre la historia y la memoria, ha segregado constelacionesposnacionales que redefinen las agendas políticas actuales.I )esde fuera, el proceso de globalización capitalista que sitúa alcapital y a las multinacionales como globales (aunque el trabajo

siga siendo local) han socavado fuertemente la autonomía delI ísiado y, de la misma forma, la configuración de una geopolíti-i a global, superada la división intercontinental de la Guerra Fría,lia creado organizaciones militares supranacionales que debilitanv en buena medida anulan los ejércitos nacionales. Tanto en la<i i ierra del Golfo, como en el conflicto de Kosovo e incluso enla Guerra de Irak son grandes conglomerados militares los que

nr sitúan, de forma enormemente ambivalente, por encima de losI .lados.

1,1 Ver los trabajos de E. Weber en el caso de Francia, de G. Mooser en el‘auM Ir Alemania, de L. Colley en el caso inglés y de J. Alvarez Junco en el caso§§SifÍQl,

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PRIMERA PARTE

La visión de la sociología 

después de Merton

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El ethos de la ciencia, a partir de Merton

Por Javier ECH EV ERR ÍA

Instituto de Filosofía, CSIC 1

1. Introducción

La  ciencia posee su propio ethos y este es diferente al de otrasinstituciones sociales. Esta convicción mertoniana adquirió

su expresión canónica en los célebres «cudeos» (comunismo,

universalismo, desinterés y escepticismo organizado) del artícu-lo «Science and Technology in a Democratic Order» (1942) 2.Casi todos los comentaristas se han centrado en ese texto a la horade analizar el ethos de la ciencia, según Merton. Sin embargo,Merton se había ocupado bastante antes de esa cuestión, desdesu tesis doctoral3. Ulteriormente volvió sobre ella en numerososartículos.

Esta contribución al libro de homenaje a Merton pretendeestudiar con más detalle sus análisis del ethos científico. Merton

1 Esta contribución ha sido elaborada en el marco del proyecto de inves-tigación BFF200204454C0101 sobre «Tecnociencia y Cultura», financiadopor el Ministerio de Ciencia y Tecnología. La Unidad Asociada CSICUPV de«Estudios de ciencia y tecnología» fue el ámbito institucional donde se deba-tió este artículo.

2 Publicado en el  Journal of Legal and Political Sociology, 1 (1942),pp. 115126, y luego republicado por el propio Merton en su célebre libroSocial Structure and Social Theory (1949), bajo el título «Science and Demo-cratic Social Structure».

3 R. K. Merton, Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo  XVII, Alianza, Madrid, 1984. Esta tesis es de 1933, pero fue completada en1935 y reeditada en 1970.

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JAVIER ECHEVERRÍA

fue el primer sociólogo que se interesó en lo que hoy en día

se denomina axiología de la ciencia, campo más amplio que laética de la ciencia. Le siguieron otros sociólogos, historiadores yfilósofos de la ciencia. Conforme hemos propuesto en publica-ciones anteriores 4, la axiología de la ciencia es un nuevo ámbi-to en los estudios de ciencia y tecnología, y en particular en losestudios CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad). La axiología dela ciencia surge a partir de Merton. Se trata de destacar el papel

de Merton en la emergencia de esos estudios axiológicos, así como de reinterpretar sus aportaciones desde una perspectivaactual.

2. Primeros estudios de Merton sobre el ethos 

de la ciencia

En su tesis doctoral Merton mostró con datos empíricos que«el desarrollo científico en Inglaterra se hizo especialmente acen-tuado aproximadamente a mediados del siglo xvn» 5. Duranteesa época fueron surgiendo diversas instituciones científicas(Royal Society, Cátedra Lucasiana de Matemáticas en Cam-

bridge, Cátedra de Botánica en Oxford, observatorios astro-nómicos, etc.) con el apoyo de la monarquía, de algunos noblesy de parte de la burguesía inglesa, que apreciaba ante todo la uti-lidad y el valor práctico de las investigaciones científicas, con-forme al programa baconiano. En conjunto, la ciencia se fueconstituyendo a finales del x v i i   como una nueva instituciónsocial.

La comunidad científica fue configurando sus propios valo-res, como cualquier otra institución social. Merton subrayó lainfluencia del ethos puritano sobre la ciencia emergente, siguien-do una sugerencia de Max Weber'1 I i salvación mediante las

4 VerJ. Echeverría, Ciencia y Valotrs, Destino. Bmcelona, .’OO.1,

s Merton, 1984, op. cit„ p. 72,•’ M, Webcr, ReUgi<m.wr:ji>lo^ir, 'IXilungu, I C H, Mohr, ll)20, p. 188, nota.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

buenas obras, la investigación científica como aproximación alconocimiento de la creación divina, el bienestar social, el empi-rismo, la exaltación de la razón frente al entusiasmo, el interéspor la educación, la diligencia, la laboriosidad y, sobre todo,el principio utilitario, fueron valores relevantes del puritanismoinglés. En mayor o menor medida se trasladaron a la ciencia ingle-sa de finales del siglo xvu, o al menos potenciaron su desarrollo:

«Los valores sociales inherentes al ethos puritano eran tales quellevaban a la aprobación de la ciencia a causa de una orientaciónbásicamente utilitaria, envuelta en términos religiosos y promo-vida por la autoridad religiosa» 1. Contrariamente a la tesis usualque opone la ciencia y la religión, Merton halló una raíz delethos científico inglés en los valores del puritanismo. Los pro-blemas y contenidos científicos no los marcó la religión, sino otras

influencias externas 8. Sin embargo, el puritanismo sí incidió enla componente normativa de la ciencia.

Una vez consolidada una institución, sus valores constituti-vos pasan a ser considerados como evidentes y no requieren nin-guna justificación 9. Por eso es preciso atender a los momentosde cambio social e institucional para analizar los valores institu-

cionales: «Un nuevo orden social presupone un nuevo esquemade valores; lo mismo ocurrió con la nueva ciencia» 10. Aunque elsistema de valores puritanos favoreciera la creación de institu-ciones científicas, estas generaron un ethos específico, que Mer-ton investigó a lo largo de toda su obra.

La tesis doctoral de Merton incluyó otras propuestas de interéspara la axiología: siguiendo en este caso a Alfred Weber, Merton

distinguió entre sociedad, civilización y cultura. La primera alude ala interacción entre personas y a la estructura social. La segunda, alconocimiento empírico y científico y los medios técnicos disponi-

7 Merton, 1984, op. cit., p. 108.8 Siguiendo a G. N. Clark, Merton distingue seis grandes influencias en

la investigación científica: la economía, la guerra, la medicina, las artes, la reli-gión y la búsqueda desinteresada de la verdad (op. cit., p. 230).

 9 Ibídem, p. 112.10 Ibídem.

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JAVIER ECHEVERRÍA

bles en una sociedad. En cuanto a la tercera, «la cultura comprendeel esquema de valores, de principios normativos e ideales que sir-

ven para definir lo bueno y lo malo, lo permisible y lo prohibido, lohermoso y lo feo, lo sagrado y lo profano» 11. Según Merton, losvalores forman parte de la cultura. Tesis problemática, puesto quehay valores transculturales en la ciencia, los valores epistémicos,como veremos más adelante. Las propuestas de Merton en estepunto suscitan un nuevo problema: caracterizar la cultura científi-

ca, y hoy en día la cultura tecnocientífica12. Esta última surge porhibridación de varias tradiciones culturales diferentes y tiende aexpandirse por las diversas sociedades. Si nos atenemos a lo dichopor Merton, «la civilización y la cultura impregnan concretamentela sociedad, pero son teóricamente distintos de ella» l3. Cabe decir,por analogía, que el ethos de la ciencia impregna a las comunida-

des y sociedades científicas, pero no se confunde con ellas. Desdeuna perspectiva más general, la cultura científica ha sido capaz deimpregnar con sus valores y normas a diversas sociedades a lo largode la modernidad, razón por la cual plantea problemas teóricos queno se resuelven con la distinción establecida por Alfred Weber.

Merton se interesó ante todo en los valores culturales que inci-den en la ciencia, por ejemplo, los valores del puritanismo inglés delsiglo xvn. Sin embargo, también analizó otro tipo de valores rele-vantes hoy en día: los valores propiamente sociales, y no solamen-te culturales, aunque él no los denominara así. Algunos de ellos sederivan de la necesidad de comunicar (y publicar) el conocimientopara que este pueda ser considerado como científico, previa contrastación y crítica por parte de otros especialistas. Merton siempre

afirmó que «la ciencia es conocimiento público, no privado»14. Un

11  Ibídem, p. 233. Obsérvese que en esta enumeración no aparece «lo ver-dadero y lo falso», cuestión típica de la ciencia moderna.

12 Ver J. Echeverría,  La revolución tecnocientífica, FCE, Madrid, 2003,capítulos 1 y 2.

13 Merton, 1984, op. cit., p. 233.14 Ibídem, p. 242. La misma afirmación se hace en el artículo «El efectoMateo en la ciencia» (1968), donde se afirma taxativamente que «en últimainstancia, la ciencia es un cuerpo de conocimiento socialmenle compartido yconvalidado» (Merton, 1977, op. cit., II, p. 567).

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

científico ha de comunicar sus descubrimientos a otros, y en últi-mo término hacerlos públicos. La comunicabilidad y la publicidad

del conocimiento científico son valores relevantes de la cienciamoderna, porque sin ellos no hay sociedades ni comunidades cien-tíficas l5. Como dice Merton:

Un científico puede hacer observaciones para las que no

tiene ninguna explicación. Si estas observaciones no fueran

comunicadas a otros investigadores, no tendrían ninguna impor-

tancia para el desarrollo científico. Pero una vez expuestas aotros para hallarles explicación, una vez establecida la interacciónsocial, existe la posibilidad (de probabilidad cada vez mayor

cuantas más sean las mentes en contacto) de que estas observa-

ciones puedan ser unificadas y sistematizadas por una teo ría ,6.

Obsérvese que la comunicación de las observaciones posibi-

lita la generación de nuevo conocimiento, al plantear nuevosproblemas a las comunidades científicas. En la perspectiva deMerton no es un fin en sí misma, sino un medio para que avan-ce el conocimiento. Tras poner varios ejemplos históricos al res-pecto, Merton extrajo consecuencias de gran interés:

Las teorías y leyes científicas son presentadas de una mane-

ra rigurosamente lógica y «científica» (de acuerdo con las reglasde prueba corrientes en la época) y  no en el orden en que la teo-

ría o la ley fue obtenida. Es decir, mucho después de que la teoría

ha sido hallada aceptable po r el científico sobre la base de su

experiencia  privada, debe continuar ideando una prueba o

demostración en términos de los cánones aprobados de la veri-

ficación científica existentes en su cu ltu ra17.

De esta afirmación extraeremos dos conclusiones. En primerlugar, Merton propuso una fundamentación sociológica (en tér-minos de interacción social y comunicación) de la célebre dis-

15 Alrespecto, ver J. Echeverría ,Fibsofíade la Ciencia,Akal, Madrid, 1995.16 Merton,  op. cit., pp. 2401.17  Ibídem, pp. 2434.

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JAVIER ECHEVERRÍA

tinción de Reichenbach entre contexto de descubrimiento y con-texto de justificación, que tantos nos de tinta ha hecho correr

entre los filósofos de la ciencia. En segundo lugar, Merton teníaclaro que hay cánones de prueba y de verificación compartidosen cada época histórica y en cada disciplina. Es decir, lo que hoy endía denominamos valores epistémicos: una observación debe serprecisa, una demostración coherente y rigurosa, una teoría con-testable empíricamente, etc. Obsérvese que este tipo de valores,

aunque Merton no los denomine así, serían valores propios de lacultura científica (y de los paradigmas científicos, como luegodirá Kuhn). Las comunidades científicas comparten un sistemade valores transculturales, como la exigencia de comunicación ycontrastación de todo resultado por parte de otros científicos. Poreso los científicos han desarrollado lenguajes formales, aptospara expresar transculturalmente el conocimiento. La norma de

hacer públicas las observaciones, las hipótesis y las teorías,sometiéndolas a una contrastación intersubjetiva e internacional,es típica de la ciencia. No es lo mismo la contrastación empíricaque la contrastación intersubjetiva, en la que intervienen exper-tos de todo el mundo. También por esta vía tenemos a Mertoncomo un precursor de la axiología de la ciencia, puesto que dis-

tingue entre valores subjetivos e intersubjetivos (sociales, com-partidos). El imperativo mertoniano del «comunismo» irá en estesentido, que ya se prefigura en su tesis doctoral.

Por tanto, en esta obra primeriza se anticipan algunas de lascomponentes de lo que en 1942 será el ethos mertoniano de la cien-cia. Por ejemplo cuando se dice que:

La ciencia exige la interacción de muchas mentes, de pen-

sadores actuales y el pensamiento pasado; de igual modo, impli-

ca una división del trabajo más o m enos formalmente organiza-

da; presupone desinterés, integridad y honestidad de los cientí-

ficos, y, por ende, está orientada hacia normas morales; y, final-

mente, la verificación de las concepciones científicas es en sí 

m isma un proceso fundam entalmente social18.

18 Ibídem, pp. 2489.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

Como puede observarse, en 1935 ya hablaba de desinterés,integridad y honestidad de los científicos como valores moralesde la ciencia, así como de interacción entre múltiples personasy de verificación intersubjetiva. En esta obra Merton mencionóvalores culturales y sociales que son relevantes para la ciencia,no solo valores morales. Esta ampliación de la esfera de los valo-res es clave para la axiología de la ciencia, puesto que el ethos científico incluye diversos tipos de valores (epistémicos, cultu-rales, sociales, religiosos, etc.), no solo valores morales.

Si pasamos ahora a comentar brevemente alguno de susartículos posteriores, merece la pena recordar su «Science andSocial Ordre» de 1938 19, donde afirmó taxativamente que elethos de la ciencia puede entrar en conflicto con otros sistemasde valores, por ejemplo, con los valores políticos imperantes enla Alemania nazi. Este tema es típicamente mertoniano, puestoque varias veces volvió a analizar conflictos entre los valores de

la ciencia y los valores de una sociedad u organización políticaen una época histórica determinada. Merton siempre tendió aafirmar que la democracia favorece el desarrollo de la ciencia,tesis muy frecuente en los años 40 20.

La hipótesis de trabajo de Merton en esta época era la siguien-te: «Entre las variables culturales que siempre influyen en el

desarrollo de la ciencia se cuentan los valores y sentimientosdominantes» 21. En el artículo de 1938 se afumaba claramenteque el escepticismo organizado es una de las componentes delethos científico y que dicho escepticismo puede amenazar el statu quo de una sociedad, al descreer de algunos valores predomi-nantes. «Los resultados o métodos de la ciencia pueden ser con-trarios a la satisfacción de importantes valores» 22, por ejemplo,

19 R. K. Merton, «Science and Social Ordre»,  Philosophy of Science, 5(1938), pp. 32137. Citamos por la traducción de Néstor Alberto Mínguez enR. K. Merton,  La sociología de la ciencia, Alianza, Madrid, 1977, vol. 2,pp. 339354.

20 Piénsese, por ejemplo, en La sociedad abierta y sus enemigos de Popper.

21 Merton, La sociología de la ciencia, op. cit, 2, p. 310.22  Ibídem, p. 340.

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los religiosos. El ethos científico puede chocar con los sistemasde valores de otras instituciones. La ciencia se adecúa mejor a

una sociedad democrática y liberal que a un Estado totalitario,porque «el ethos de la ciencia implica la exigencia, funcional-mente necesaria, de que las teorías o generalizaciones sean eva-luadas en términos de su coherencia lógica y su consonancia conlos hechos» 23, lo cual puede llevar a los científicos a chocar concreencias religiosas, culturales y sociales firmemente asentadas.

En el caso de la Alemania nazi, «los sentimientos encamados enel ethos de la ciencia —caracterizados por expresiones tales comohonestidad intelectual, integridad, escepticismo organizado, des-interés e impersonalidad— son ultrajados por el conjunto de losnuevos sentimientos que el Estado quiere imponer en la esferade la investigación científica» 24. Como puede verse, los «cudeos»ya están prácticamente configurados en 1938, al igual que laexistencia de una ethos propio de las instituciones y comunida-des científicas.

En este mismo artículo, el ethos de la ciencia es caracteriza-do de la manera siguiente: «El ethos alude a un complejo emo-cionalmente teñido de reglas, prescripciones, costumbres, creen-cias, valores y presuposiciones que se consideran obligatorios

para el científico» 25. En esta época Merton siempre subrayó lacomponente emocional de los códigos sociales, incluidos loscientíficos. «Los símbolos y los valores institucionalizados exigenactitudes de lealtad, adhesión y respeto» 26, y la ciencia no es unaexcepción: «La misma institución de la ciencia supone la adhe-sión emocional a unos valores» 21. La institucionalización social

de la ciencia conlleva necesariamente la constitución de un sis-tema de valores específico de dicha institución y su interioriza-ción por parte de sus miembros. Dicho sistema pasa a ser cons-

23  Ibídem, p. 344. La coherencia y la adecuación empírica también sonvalores epistémicos, no morales.

24  Ibídem, p. 345.

25  Ibídem, p. 344.26  Ibídem, p. 352.27  Ibídem. Esta componente emocional muestra la faceta subjetiva de los

valores institucionales.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

titutivo de las comunidades científicas y orienta las acciones ylas decisiones de los científicos. Valores como la utilidad y el

progreso, pese a tener sus orígenes en la cultura de la época, fueronfirmemente interiorizados por los científicos ingleses del siglo xvn,pasando a formar paite de lo que nosotros denominamos núcleo axiológico de la ciencia moderna. Pero no eran los únicos: lacontrastación empírica, la comunicabilidad, la publicidad, el des-interés, la impersonalidad, la honestidad, la racionalidad y otrosmuchos valores fueron destacados por Merton en sus escritos de

los años 30, aunque su reflexión sobre los valores de la cienciatodavía no fuera sistemática.

3. Los «cudeos» de Merton y su noción de ciencia

En su célebre artículo sobre la estructura normativa de laciencia 28, Merton incluyó unas consideraciones muy interesan-tes sobre el concepto de ciencia:

Ciencia es una palabra engañosamente amplia que se refierea una variedad de cosas distintas, aunque relacionadas entre sí.Comúnmente se la usa para denotar: 1) un conjunto de métodoscaracterísticos mediante los cuales se certifica el conocimiento; 2)un acervo de conocimiento acumulado que surge de la aplicaciónde estos métodos; 3) un conjunto de valores y normas culturalesque gobiernan las actividades llamadas científicas; 4) cualquiercombinación de los elementos anteriores. Aquí nos ocuparemos, demanera preliminar, de la estructura cultural de la ciencia, esto es, deun aspecto limitado de la ciencia como institución. Así, considera-remos, no los métodos de la ciencia, sino las normas con las que selos protege. Sin duda, los cánones metodológicos son a menudotanto expedientes técnicos como obligaciones morales, pero solode las segundas nos ocuparemos aquí. Este es un ensayo sobresociología de la ciencia, no una incursión en la metodología» 29.

28 Merton, 1977, II, pp. 355368, anteriormente citado. Fue publicado en1942 y luego republicado varias veces, por lo que cabe considerarlo como la

exposición canónica de las tesis axiológicas de Merton.29  Ibídem, pp. 3567.

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Como puede verse, Merton distinguió claramente entre lametodología, la epistemología y la axiología de la ciencia. Al insis-

tir en que esas tres componentes de la ciencia pueden combinarseentre sí de diferentes maneras, parecía anticipar la tesis de LarryLaudan (modelo reticular) 30, según la cual esas tres ramas de lafilosofía de la ciencia son mutuamente irreductibles. Sea así o no,lo cierto es que Merton afirmó con toda claridad que la ciencia tieneuna componente axiológica y que no se reduce a conocimiento ymétodo, contrariamente a lo que el positivismo lógico manteníadesde los años 30. Si nos centramos en esa tercera componente,como hizo Merton, hay que subrayar que habla de valores y nor-

mas culturales, conforme a su tesis ya mencionada de adscripciónde los valores a la cultura. Asimismo, es destacable que Mertonvinculara los valores y las normas a las actividades científicas y queafirmara que estas son gobernadas por valores y normas. En los

estudios de axiología de la ciencia también se vinculan los valores,las normas y las acciones humanas, pero suelen utilizarse términosmás suaves: los valores y las normas orientan (o rigen) las accionescientíficas. Una de las tesis de Kuhn consistió en decir que los valo-res son una de las cuatro componentes de los paradigmas científi-cos 31. Merecería la pena investigar si hubo una influencia directade Merton sobre Kuhn al hacer este tipo de afirmaciones.

Nuestro objetivo no es ese, sino resumir y comentar breve-mente las concepciones de Merton sobre el ethos de la ciencia eneste artículo de 1942. Lo definió como

ese complejo, con resonancias afectivas, de valores y normas quese consideran obligatorios para el hombre de ciencia. Las normas se

expresan en forma de prescripciones, proscripciones, preferen-cias y permisos. Se las legitima basándose en valores institucio-

nales. Estos imperativos, transmitidos por el precepto y el ejemplo,

y reforzados por sanciones, son internalizados en grados diversos

por el científico, moldeando su conciencia c ien tífica32.

30 L. Laudan, Science and Valúes, Berkeley, Univ. of California Press, 1984.

31 Ver T. S. Kuhn,  La estructura de las revoluciones científicas, FCE,México, 1975.32 Merton, 1977,  op. cit., p. 357.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

Merton no se preocupó por definir lo que sean los valores, oal menos por distinguir tipos de valores, aunque remitió para elloa algunos autores (Sumner, Speier, Scheler y Bayet). No es de

extrañar, dada la enorme complejidad de la cuestión, como biensaben los numerosísimos filósofos que, a lo largo de los siglos xixy xx, se han ocupado de la teoría de los valores33. Sin embargo,siempre subrayó el carácter imperativo y obligatorio de los valo-res y las normas científicas, así como su doble faceta: por unaparte, los valores son subjetivos y tienen carga emocional; porotra, son institucionales y desempeñan una función social. Trassubrayar que «el ethos de la ciencia no ha sido codificado» 34,dijo que es posible inferirlo del «consenso moral de los científi-cos tal como se expresa en el uso y la costumbre, en innumera-bles escritos sobre el espíritu científico y en la indignación moraldirigida contra las violaciones del ethos» 35. Como fundador dela sociología de las instituciones científicas, Merton incluyó esacuestión en un problema mayor: el estudio comparativo de laestructura institucional de la ciencia. Por nuestra parte consi-deramos que no solo hay valores en las instituciones científicas,también en el propio conocimiento científico y en las diversasacciones que lo generan. Los valores de la ciencia no solo impreg-nan a las comunidades científicas y a las personas: las diver-sas acciones científicas y sus resultados han de satisfacer dichos

valores para que sean admisibles. La axiología de la ciencia tieneun aspecto social, pero plantea desafíos más amplios, que solopueden ser abordados mediante una investigación interdisciplinar.

En cualquier caso, Merton recalcó que la ciencia no solo esun acervo de conocimientos acumulados y un conjunto de méto-dos conforme a los cuales se logra ese conocimiento. También

33 Para un breve resumen al respecto, así como para conocer la posturadel autor sobre esta cuestión, ver Echeverría, 2002,  op. cit., capítulo 1.

34 Merton, 1977, op. cit., p. 357. Ello era cierto en su tiempo, pero hoy endía se ha avanzado mucho en esa dirección. Es una de las tareas principales dela axiología de la ciencia.

35  Ibídem.

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incluye una serie de prácticas sociales o comunitarias que estánregidas por normas, valores, prescripciones y proscripciones. La

epistemología, la metodología y la sociología de la ciencia nobastan. Los estudios de la ciencia pueden incluir además unaaxiología de la ciencia, puesto que hay un ethos científico com-puesto por valores y normas, de los que se derivan recompensas,premios y castigos.

A la hora de estudiar dicho ethos, Merton se atuvo a una con-cepción clásica de la ciencia:

«El objetivo institucional de la ciencia es la extensión del cono -

cimiento certificado»... «Los imperativos institucionales (normas)

derivan del objetivo y los métodos»... «Toda la estructura de nor-

mas técnicas y morales conducen al objetivo final»36.

Estas afirmaciones suscitan dudas, porque mantienen que los

valores y normas de la ciencia están subordinados al objetivo deampliar el conocimiento certificado. Esto pudiera ser cierto enalgunas modalidades de la ciencia moderna, por ejemplo la inves-tigación básica, pero no resulta adecuado en el caso de la cien-cia aplicada, y mucho menos en la tecnociencia contemporánea37.Estas concepciones teleológicas de la racionalidad científica tie-nen el inconveniente de ser axiológicamente monistas, puesto que

subordinan todos los valores a uno predominante, en este casoel conocimiento. Además, afirman que los sistemas de valoresde la ciencia tienen una estructura jerárquica, con la búsqueda deconocimiento certificado como valor supremo, cosa que está pordemostrar. Es una tesis muy mertoniana, y también popperiana,típica de la tendencia monista y reduccionista que ha imperado

entre muchos filósofos y sociólogos de la ciencia de mediadosdel siglo xx. Si el objetivo de la ciencia es uno y los valores ynormas están subordinados al logro de dicho objetivo, el ethos

36  Ibídem, p. 358.37 En el caso de la tecnociencia los objetivos epistémicos, aun existiendo,

suelen estar subordinados a otros objetivos (militares, políticos, empresariales,sociales, etc.). Ver Echeverría, 2003, op. cit , apartado 1.4.

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EL ETHOS DE LA CENC IA, A PARTIR DE MERTON

de la ciencia tiene su vértice en dicho objetivo y adopta unaestructura jerárquica y piramidal. A nuestro modo de ver, esta esla postura de Merton. Por ejemplo: al centrarse exclusivamente

en el conocimiento científico, dejó de lado la utilidad de dichoconocimiento, pese a que en su tesis doctoral había subrayadola importancia de este valor como objetivo de la ciencia inglesadel x v i i . Hoy en día, en la época de la tecnociencia, podríanponerse límites a la búsqueda de conocimiento, si se tiene en cuen-ta la potencialidad destructiva de determinados conocimientoscientíficos. Esta es una de las cuestiones claves de la axiologíaactual.

Retornemos a las tesis de Merton, que afectan directa-mente a los «cudeos», puesto que los cuatro imperativos ins-titucionales que los componen están subordinados a un prin-cipio más importante, la búsqueda de conocimiento. Convie-ne subrayar este punto, porque caracteriza el fondo de su con-

cepción:

El ethos de la ciencia moderna incluye cuatro conjuntos de

imperativos institucionales: el universalismo, el comunismo, eldesinterés y el escepticismo organizado38.

El universalismo se expresa mediante un canon normativo:

«La afirmación que algo es verdad, cualquiera que sea su fuente,debe ser sometida a criterios impersonales preestablecidos: laconsonancia con la observación y con el conocimiento anterior-mente confirmado» 39. La raza, la nacionalidad, la religión, laclase y las cualidades personales del científico no deben influiren la aceptación o el rechazo de una propuesta científica. «Laobjetividad excluye el particularismo... El imperativo del uni-

versalismo está profundamente arraigado en el carácter imper-sonal de la ciencia... El etnocentrismo no es compatible con eluniversalismo» 40.

38 Merton, 1977, op. cit., p. 358.39  Ibídem, p. 359.40  Ibídem.

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Estas tesis mertonianas han sido criticadas desde diversasperspectivas 41. Por nuestra parte, nos interesa más subrayar queMerton acepta valores como la objetividad y la contrastabilidadempírica, así como la coherencia con el conocimiento científicopreexistente. Estos tres valores son típicamente epistémicos ypor ello forman parte del ideal de universalidad. Por otra parte,el universalismo es un valormedio, por decirlo en términos deMax Weber, puesto que contribuye a expandir el conocimientocertificado.

Otro tanto ocurre con el «comunismo»: «Los derechos de pro-piedad en la ciencia son reducidos a un mínimo por el código dela ética científica; el derecho del científico a “su” propiedad inte-lectual queda limitado al reconocimiento y la estima que, si la ins-titución funciona con un mínimo de eficiencia, son proporciona-les al incrementado al fondo común de conocimiento» 42.

El conocimiento científico es un bien común que hay que

incrementar progresivamente. En la medida en que dicho cono-cimiento se comunique y se comparta, el avance del conoci-miento será mayor, como Merton había argumentado en artícu-los anteriores. No debe haber secretos ni apropiación del cono-cimiento, porque entonces menguaría su crecimiento. De nuevocomprobamos que ese imperativo institucional está subordinadoal fin de la ciencia previamente postulado.

Otro tanto cabría decir respecto al desinterés y el escepticis-mo organizado, aunque aquí no vayamos a insistir en ello, parano alargamos. Concluiremos que los cuatro imperativos institu-cionales son medios adecuados para lograr el principal objetivode la ciencia: la búsqueda de conocimiento. Al menos en la for-mulación de 1942. Por supuesto, sería fácil buscar contraejem-plos a esos imperativos. No seguiremos esa vía, tan habitual

entre los comentaristas de Merton. Nos interesa más subrayarque los «cudeos» están subordinados a la búsqueda de conoci-miento, porque ello nos permite profundizar en la estructura del

41 Por ejemplo, Mulkay, y en general los sociólogos del conocimientocientífico.

42  Ibídem, p. 363.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

ethos de la ciencia tal y como fue concebido por Merton. Desdeesta perspectiva axiológica, sus tesis se asemejan bastante a lasde Vannevar Bush 43, quien subrayó por esa misma época la

importancia estratégica del conocimiento científico para el pro-greso militar, económico, médico y social de un país. El cono-cimiento científico es un bien en sí, y en el caso de Merton debeser un bien común. V. Bush, por el contrario, tenía claro quedeterminados conocimientos científicos debían ser secretos, tantoen tiempos de guerra como en épocas de paz. El fue el primergran teórico de la tecnociencia contemporánea. Sería interesantecomparar más a fondo sus respectivas concepciones sobre el cono-cimiento científico como valor supremo de la ciencia y dilucidarsi hubo algún tipo de influencia mutua o, como es previsible,este tipo de tesis formaba parte del acervo cultural de aquellaépoca.

4. Otros estudios de Merton sobre el ethos de la ciencia

En su artículo de 1957 sobre «Las prioridades en los conoci-mientos científicos»44, Merton reformuló sus tesis de 1942, man-teniendo lo básico, pero con adiciones significativas. Veámoslobrevemente.

En este texto Merton añade un nuevo valor a los «cudeos»,la humildad, contraponiéndola a la originalidad, de la que llegaa decir que es el «valor supremo» de la institución científica45.Por el modo en que introduce la originalidad es claro que no esasí. A lo sumo será el valor supremo desde un punto de vistaindividual, no institucional. En efecto:

Por todas partes se le recuerda al científico que su rol es pro-mover el conocimiento, y su más feliz realización de ese rol es

43 Science: the Endless Frontier, Washington, 1945.44 Lo citaremos por la edición del mismo en R. K. Merton, La sociología 

 de la ciencia, vol. II, op. cit., pp. 377422.45  Ibídem, p. 387.

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hacer un gran avance en el conocimiento. Esto solo equivale a

decir, por supuesto, que en la institución de la ciencia la origi-

nalidad es muy valorada. Pues el conocimiento avanza por la

originalidad, en incrementos mayores o menores 46.

Lo importante es el conocimiento, los descubrimientos ori-ginales son el modo que tiene un científico concreto para contri-buir al logro de dicho objetivo. De nuevo prima el objetivo de laciencia sobre los valores, en este caso sobre la originalidad. Paralos científicos individuales, sin embargo, este es el logro mayor,

y por ello Merton le atribuye un peso muy alto entre los valoresinstitucionales de la ciencia. De hecho, hay todo un sistema derecompensas para premiar la originalidad (eponimias, premios,prestigio, autoridad reconocida, menciones en la historia, etc.),así como de castigos contra el plagio, en la medida en que niegay falsea la originalidad en los descubrimientos. Sin embargo,Merton precisa rápidamente que dicho valor no es único, y tam-poco el supremo, pese a haberlo presentado como tal:

Si la institución de la ciencia asignase gran valor solamente 

a la originalidad, quizá los científicos atribuirían una importan-cia aún m ayor al reconocimiento de la prioridad que la que ya le

atribuyen. Pero, por supuesto, ese valor no es el único. Solo esuno de un com plejo conjunto que constituye el ethos de la cien-

cia; el desinterés, el universalismo, el escepticismo organizado,el comunismo de la propiedad intelectual y la humildad son

algunos de los otros valores 47.

Obsérvese que los cuatro «cudeos» han pasado a ser cinco,porque la humildad se ha puesto a su mismo nivel. Y no olvide-mos que la originalidad acababa de ser destacada como valor cuasi

supremo. Al comunismo, universalismo, desinterés y escepticis-mo organizado hay que añadir estos dos nuevos valores para ana-lizar mejor el ethos de la ciencia según Merton, e incluso cabemantener la lista abierta, como seguiremos mostrando y como el

46  Ibídem, p. 385.47  Ibídem, p. 397.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

propio Merton autoriza a hacer en este pasaje, en el que dice quelos cuatro «cudeos» son algunos de los valores relevantes de laciencia48. En nuestros propios términos, Merton defiende el plu -

ralismo axiológico de la ciencia, si bien es cierto que hace depen-der todos esos «valores supremos» de un objetivo general de laactividad científica que prima sobre todos ellos: la búsquedade conocimiento. De esta manera damos un paso más a la hora deanalizar la concepción mertoniana, que, por lo que respecta estepunto, fue constante a lo largo de su obra. En un artículo publica-do en 1972 en colaboración con Haniet Zuckerman 49, se encuen-tra una de las formulaciones más generales de esta subordinaciónde los diversos valores de la ciencia al conocimiento:

Los valores de la ciencia exigen llevar al máximo el ritmo

de avance del conocimiento y de los procedimientos y equipos

requeridos para prom over tal conocimiento 50.

Obsérvese que el ethos de la ciencia no solo está subordina-do al objetivo institucional de promover el avance del conoci-miento, sino que en este texto tardío los valores institucionaleshan de acelerar al máximo ese ritmo de avance. Podemos con-cluir, por tanto, que esta subordinación de los valores a un obje-tivo primordial de la ciencia forma parte fundamental de la con-cepción mertoniana del ethos científico.

Retomemos ahora el artículo de 1957, porque en él se hallanotras muchas observaciones de interés para la axiología de laciencia. Por ejemplo, Merton destacó allí un hecho muy impor-tante: la existencia de conflictos de valores en la actividad cien-

tífica. Las tensiones entre la originalidad y la humildad son unejemplo claro, que Merton analizó exhaustivamente:

48 En un artículo de 1971 escrito en colaboración con Harriet Zuckerman(«Pautas institucionalizadas de evaluación en la ciencia»), Merton afirmabaque «la responsabilidad es un componente muy importante del ethos de la cien-cia» (ibídem, pp. 6167).

49 «Edad, envejecimiento y estructura de edades en la ciencia», en Mer-ton, 1977, op. cit., II, pp. 622697.

50  Ibídem, p. 671.

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Parecería, pues, que la institución de la ciencia, al igual que

otras instituciones, incorpora valores potencialmente incom pati-

bles, entre ellos el valor de la originalidad, que conduce a loscientíficos a desear que se reconozca su prioridad, y el valor de

la humildad, que los lleva a destacar la pequeñez de sus realiza-

ciones. Estos valores no son realmente contradictorios, pero ex i-

gen tipos de conducta opuestos. Mezclar estas incompatibilida-

des potenciales en una sola orientación, reconciliarlas en la prác -

tica, no es tarea fá c il51.

Esta es una de las claves explicativas que utiliza Merton a lahora de analizar los múltiples conflictos por la prioridad en losdescubrimientos: los conflictos de valores generan pautas contra-dictorias de acción. No dio el paso que, a nuestro juicio, convienedar: la originalidad y la humildad pertenecen a subsistemas distin-tos y heterogéneos de valores y por ello entran en conflicto. En

el caso de la tecnociencia contemporánea, cuyo ethos involucramuy diversos subsistemas de valores (epistémicos, tecnológicos,económicos, políticos, militares, jurídicos, sociales, culturales,ecológicos, estéticos, religiosos y morales), dichos conflictos sonestructurales. El proyecto Manhattan, primer canon de la tecno-ciencia, fue un buen ejemplo de ello. Pero Merton también descu-

brió que los conflictos de valores se dieron en la ciencia moder-na, lo que le permitió desarrollar toda una teoría para explicar lasnumerosas contiendas entre científicos e instituciones en tomo ala prioridad de los descubrimientos. Asimismo mostró repetidasveces que el ethos de la ciencia puede entrar en conflicto con otrasinstituciones sociales. A nuestro modo de ver, estas aportacionesde Merton son de gran interés y suministran un poderoso argu-mento para desarrollar a fondo la axiología de la ciencia. La hete-rogeneidad de los valores es un principio explicativo de numero-sos conflictos de la práctica científica, no solo los de prioridad.

Por otra parte, Merton también señaló que unos valores tienenun peso relativo mayor que otros, aunque no investigara a fondoeste punto:

51  Ibídem, p. 399.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

«Los valores institucionales de la modestia y la humildad

manifiestamente no bastan para contrarrestar el énfasis institu-

cional en la originalidad y el funcionamiento real del sistema de

atribución de recompensas»... «Generalmente hay una desiguallucha entre los valores de la originalidad y la modestia recono -

cidas; la gran modestia puede inspirar respeto, pero la gran ori-

ginalidad promete la fam a e tern a» 52.

Años después, Kuhn introdujo la idea de que los científi-cos comparten valores, pero no los ponderan por igual53. Esto

supuso un gran avance para la axiología de la ciencia, al per-mitir un mejor análisis de los conflictos de valores. Aun cuan-do la originalidad y la modestia sean dos valores en la prácticacientífica, el segundo es un valor moral, mientras que el pri-mero forma parte del núcleo axiológico de la ciencia, puestoque se vincula directamente al avance del conocimiento. Por logeneral, la búsqueda de la originalidad (más la fama y el pres-tigio, si la distribución institucional de recompensas es justa)prima sobre la virtud de la modestia. La originalidad es unvalor epistémico que ocupa un lugar mucho más relevante enla tabla de valores de los científicos. Habrá excepciones en elcaso de científicos e instituciones concretas, pero un estudioempírico de las ponderaciones relativas de los valores mostra-

ría que ello es así. Por otra parte, la originalidad epistémica,una vez comunicada, contrastada y validada por otro, generarecompensas sociales (fama, prestigio), al menos si el sistemainstitucional de recompensas funciona eficientemente. Por tanto,este valor epistémico prima sobre dichos valores sociales, aun-que estos últimos puedan ser muy importantes desde un puntode vista subjetivo. Los valores de la ciencia no están aislados

entre sí, sino que se interconectan en relaciones axiológicas yen sistemas de valores, en los que cada valor tiene ponderacio-nes diferentes.

52  Ibídem, p. 403.53 Ver el artículo de T. Kuhn sobre «Objetividad, juicios de valor y elec-

ción de teoría», en La tensión esencial, FCE, México.

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La hipótesis de la primacía de unos valores sobre otros, en lamodalidad kuhniana de mayor o menor ponderación respectiva,

permite aplicar las propuestas de Merton y hacer avanzar laaxiología de la ciencia. Este tipo de análisis ponderados explicanmuchos conflictos de la práctica científica, que normalmentesurgen por hipóstasis de un determinado valor: por ejemplo, lareivindicación política y patriótica del genio de los matemáticosingleses frente a los del continente en la controversia NewtonLeibniz sobre la prioridad en el descubrimiento del Cálculo

Diferencial e Integral. Asimismo, explica los casos de fraude, eincluso los de plagio. Merton abrió la senda que Kuhn roturó yque ulteriores axiólogos han desarrollado de manera más siste-mática 54. En el caso de la originalidad, Merton mostró quedeterminadas prácticas (fechar la recepción de las revistas en losartículos, patentar, citar a los predecesores, etc.) se justifican enfunción de la mayor o menor ponderación que las institucionesy las personas concedan a dicho valor. De esta manera abría elcamino hacia una axiología aplicada, que tiene como objetoprincipal de estudio los procesos de evaluación que continua-mente se producen en la práctica científica y, en particular, ana-liza los protocolos de evaluación que se utilizan, en los que sue-len estar explícitas las ponderaciones relativas de los diversos

criterios de evaluación.Bien entendido que, en la concepción de Merton, siempre

prima la búsqueda de conocimiento sobre los demás valores:

«Cuando la ciencia se halla profesionalizada en alto grado,

se define la actividad científica como una búsqueda desinteresa-

da de la verdad, y solo secundariamente como un medio para

ganarse la vida»... «Cuando la institución funciona de maneraeficaz, el incremento de conocimiento y el incremento de la fama

personal van de la mano; el objetivo institucional y la recompen-

sa personal están unidos»... «Cuanto más plenam ente los cientí-

ficos atribuyen un valor ilimitado a la originalidad, tanto más

dedicados están al avance del cono cim iento»55.

54 Ver Echeverría, 2002, y la noción de matriz de evaluación (capítulo 2).55 Merton, 1977,  op. cit., II, p. 421.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

Si la institución funciona de manera justa y eficiente, debehaber una correspondencia entre el aumento del conocimientoque un científico haya producido y su incremento correlativo de

fama y prestigio. Los conflictos surgen cuando no hay tal pro-porcionalidad o correspondencia entre el valor epistémico (ori-ginalidad) y su valor social correlativo (fama). La axiología sepresenta así como una balanza que compara diversos tipos devalores entre sí. La eficiencia de las instituciones (valor típica-mente técnico) tiene que ver con un valor de gran raigambre

 jurídica y política: la justicia. Comprobamos de nuevo que el

propio Merton supo descubrir diversos tipos de valores en laactividad científica, aunque todos ellos estuvieran subordinadosa un objetivo principal.

Para terminar nuestro comentario a las propuestas de Mer-ton, mencionaremos una observación suya que nos parece de lamáxima importancia. Merton advirtió del peligro q]ie conllevala maximización de determinados valores, poniendo como ejem-

plo la maximización subjetiva de la originalidad:

«La cultura de la ciencia es, en este sentido, patogénica»...

«El espíritu contencioso, las afirmaciones egotistas, el secreto

para que otros no se adelanten, el suministro solamente de la

información que da apoyo a una hipótesis, las falsas acusaciones

de plagio, hasta el robo ocasional de ideas y, en casos raros, la

fabricación de datos, todos esos casos han aparecido en la histo-ria de la ciencia y pueden ser considerados como una conductadesviada en respuesta a la discrepancia entre el enorme énfasis,

dentro de la cultura de la ciencia, en el descubrimiento original

y la dificultad real que experimentan muchos científicos para

hacer un descubrimiento original»56.

Todas estas conductas contrarias a las normas institucionalesy desviadas, sobre las que los científicos suelen correr un pudo-roso velo de silencio, pueden ser analizadas y explicadas desdeuna perspectiva axiológica. Merton lo tuvo claro y por ello ha de

56  Ibídem.

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IPH fW III Nl ’MHl \ 

’.n considerado como el gran precursor de la actual axiología dela ciencia. Entrando en cuestiones de gran envergadura filosófi-

ca y que afectan profundamente a la teoría de la racionalidad,Merton llegó a advertir de los riesgos que supone la creenciaciega en la maximización de un determinado valor, en este casola originalidad:

Si hay alguna lección que podam os aprender de este exam en

de algunas consecuencias de la creencia en la importancia abso-

luta de la originalidad, tal vez sea la vieja lección de que tambiéntiene sus peligros la creencia irrestricta en valores absolu tos57.

Esta afirmación es clave para lo que nosotros denominamosracionalidad axiológica 58. Habiendo diversos sistemas de valo-res que rigen la actividad científica y produciéndose colisionesentre unos y otros, la maximización sin restricciones de un deter-

minado valor siempre genera conflictos y conductas patológicasen la práctica científica, tanto a nivel individual como institucio-nal y, en su caso, social. Además de ponderar los valores y deintentar satisfacerlos en grado creciente, es preciso establecercotas máximas de satisfacción de un determinado valor positivo,así como cotas mínimas de disatisfacción en el caso de los dis-valores. La originalidad y la modestia son dos virtudes, pero no

es posible maximizarlas a la vez. Recíprocamente, un excesivogrado de inmodestia puede ser muy perjudicial para las pro-puestas de un científico concreto.

Si un científico guía sus acciones siguiendo el imperativo demaximizar su propia originalidad, acabará cometiendo fraudes ydesarrollando conductas desviadas. Por ello es preciso que unosvalores sirvan como contrapeso a otros, de modo que ningunosea maximizado, sino que todos tengan sus propias cotas máxi-mas y mínimas de satisfacción y disatisfacción. Este es el prin-cipio básico de lo que, desde Herbert Simón, se denomina racio-

nalidad acotada.

57  Ibídem, pp. 4212.

58 Echeverría, 2002, op. cit., cap. II.

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

Pues bien, en sus estudios de los conflictos de prioridades,Merton llegó a elucidar un ejemplo muy claro de estos problemas,típicos de la axiología. Su artículo de 1957 terminaba con un con-

sejo que podría constituir una regla básica para la axiología:

Convertir en absolutos los valores puede ser tan dañino como

su decadencia para la vida de los hombres en la sociedad59.

Dicho en nuestros propios términos. Todo valor relevantepara la práctica científica debe tener unos umbrales máximos y

mínimos de satisfacción y disatisfacción. La racionalidad maximizadora, que tanto predicamento ha tenido a lo largo del siglo xx,es contraria a la racionalidad valorativa acotada. No se trata deque los valores sean absolutos o relativos. Lo importante es ana-lizarlos desde una perspectiva sistémica, que incluya diversostipos de subsistemas. Ocurre entonces que hay tensiones y con-flictos entre esos subsistemas de valores, pero ello permite ten-

der hacia esas cotas máximas y mínimas que son otros tantospuntos de equilibrio en el ethos de la ciencia.

5. Conclusión

Las consideraciones precedentes suscitan una nueva cues-tión que, aunque excediendo del ámbito teórico y conceptual enel que se mueve Merton, tiene una gran importancia para la axiolo-gía de la ciencia. ¿Hay que limitar el avance en el conocimientocientífico? O, por el contrario, ¿debe seguir vigente el imperativoinstitucional principal de la ciencia moderna, consistente en elavance ilimitado del conocimiento?

Hemos comprobado que autores muy relevantes de los años40 y 50 del siglo xx, como Vannevar Bush, Popper y el propioMerton, jamás se cuestionaron este imperativo axiológico, delque se derivan numerosos valores y normas institucionales. Hoyen día, cuando ha surgido una nueva modalidad de actividad

59 Merton 1977, op. cit., II, p. 422.

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JAVIER ECHEVERRÍA

científica, la tecnociencia, tiene sentido plantearse a fondo esacuestión, al menos en determinados ámbitos de la investigación.

Hay razones culturales, sociales, ecológicas y morales quellevan a afirmar que el conocimiento no es un bien en sí. Dichode otra manera: el conocimiento no es un valor absoluto y nodebe seguir vigente el imperativo que tiende a maximizarlo. Hayque atender a otros sistemas de valores, no solo a los valoresepistémicos. Si la investigación científica incrementa excesiva-mente la capacidad destructiva de los seres humanos a través de

las nuevas tecnologías militares, si algún tipo de actividad tecnocientífica pone en riesgo el equilibrio de sistemas ecológicosrelevantes, si las riquezas que se derivan de la actual acumu-lación y privatización del conocimiento llegan a generar brechasalarmantes en la emergente sociedad del conocimiento, si algu-nos logros tecnocientíficos atentan contra principios moralesbásicos, etc., entonces ha llegado el momento de poner límite a determinadas vías de avance en el conocimiento.

Merton advirtió de los riesgos de la maximización irrestrictade un determinado valor, en su caso la originalidad. Desde nues-tro punto de vista, dicha tesis, cuya formulación precisa lleva ala teoría de la racionalidad axiológica y acotada, debería serampliada a los diversos valores relevantes para la ciencia. Tam-

bién a la búsqueda del conocimiento, o en términos de Popper,de la verdad. Ello equivale a decir que los objetivos institucio-nales de la ciencia pueden ser valorados basándose en diversossistemas de valores, no solo internamente. La tecnociencia con-temporánea plantea situaciones en las que los propios científicosaceptan moratorias en la investigación, o en las que el desarrolloy la proliferación de determinadas armas tecnocientíficas se ve

limitado, y en algunos casos prohibido. Asimismo, hay que optaren contextos ecológicos y económicos por desarrollos sostenibles, lo que implica la presencia de otros valores que sirvencomo contrapeso axiológico a la maximización de valores ante-riormente irrestrictos, como la explotación de los recursos natu-rales o la maximización de los beneficios.

Merton atisbo algunos de estos problemas, aunque, como

sociólogo empírico de la ciencia, se atuvo al análisis del ethos

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EL ETHOS DE LA CIENCIA, A PARTIR DE MERTON

científico vigente en su tiempo. El ethos de la tecnociencia planlea problemas y conflictos de mucha mayor envergadura que lossuscitados por la ciencia moderna y la industrialización. Por ello

es imprescindible desarrollar una axiología de la ciencia, no sim-plemente una ética. Los valores morales y religiosos tampocoson absolutos, en el sentido de maximizables. Algunos de elloshan de verse limitados por el avance en el conocimiento, comosucede actualmente en el ámbito de las biotecnologías, no sinconflictos. Lo importante es asumir la tesis del pluralismo axiológico junto con la gradualidad de los valores y la existencia decotas máximas de satisfacción de los mismos. Este tipo de racio-nalidad excede los análisis mertonianos, pero converge en granmedida con buena parte de sus planteamientos, desarrollándolosen otros contextos.

La limitación de la búsqueda del conocimiento científicoen algunos ámbitos de actividad tecnocientífica también es un

avance en el conocimiento, en este caso en los estudios del ethos científico. Incluso los imperativos institucionales más relevantesdeben tener sus propios límites.

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De la estructura normativa de la 

ciencia a las prácticas científicasNormas y valores en la ciencia: La concepción 

mertoniana y el enfoque «practicista»

Por León OLIVÉ 1

Universidad Nacional Autónoma de M éxico (UNAM )

[En la ciencia, incluida la ciencia social,] se venera a lospadres fundadores, no por la celosa repetición de sus primeroshallazgos, sino por ampliaciones, modificaciones y, con bastantefrecuencia, por el rechazo de algunas de sus ideas y resultados.]

Ro be r t K. Me r t o n  (TyES 619)

La ciencia, como todas las demás instituciones sociales, tieneque ser apoyada por los valores del grupo si ha de desarrollarse.

Ro be r t K. Me r t o n  (TyES  621)

El núcleo del paradigma mertoniano en sociología de la ciencia

E l paradigma mertoniano en sociología de la ciencia — pre-cisamente en el sentido mertoniano de «paradigma», es decir,

de una orientación teóricamente coherente, capaz de generar

preguntas razonables y sugerir criterios de evaluación para lasrespuestas a esas preguntas— se basa en dos conceptos: la estruc-tura institucional de la ciencia y la estructura de recompensas a

1 Este trabajo se realizó con apoyo del proyecto Papiit UNAM IN400102, así como del proyecto UNEDUNAMAECI sobre «Capacidadespotenciales, racionalidad acotada y evaluación tecnocientífica». Agradezco aJesús Valero la invitación para colaborar en este volumen.

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I .UÓN OLIVÉ

los científicos. La primera incluye una dimensión normativa queconstituye el famoso ethos de la ciencia, con sus cuatro normas

principales: comunismo, universalismo, desinterés y escepticis-mo organizado, a partir de la cual se derivan normas secundarias(Merton, 1942). La estructura de recompensas a los científicosincluye los reconocimientos, los premios y la «prioridad» en losdescubrimientos, los cuales son los motores y la energía del sis-tema científico (cf. Storer, 1973, p. xxiii).

Muchas de las reservas que encontró la descripción merto

niana del ethos de la ciencia se centraron sobre el problema de silos científicos, en efecto, siguen estas normas en su práctica coti-diana. Norman W. Storer, en su introducción a The Sociology of  Science (Merton, 1973), opinaba que el problema no es que loscientíficos no sigan invariablemente estas normas, lo cual es unhecho, sino en inferir de ahí que las normas mertonianas son irre-levantes en la ciencia, y esta inferencia —decía él— supone una

falta de comprensión de las formas en las que operan las normassociales. El problema teóricamente interesante, para Storer, esel de identificar correctamente las condiciones bajo las cuales laconducta de los científicos tenderá a conformarse a las normas oa apartarse de ellas y procurar su cambio (Storer, 1973, p. xix).

La clave de la respuesta mertoniana para identificar dichascondiciones se basa en la idea de «intemalización» de las normas

y su asociación con los «papeles sociales» (social roles). SegúnStorer:

Las normas de este tipo se asocian primordialmente con un

papel social, de manera que aun cuando han sido internalizadas

por los individuos, entran en juego fundamentalmente en las

situaciones en las que esos individuos desempeñan ese papel, y

este recibe un apoyo social. Cuando los científicos se percatan deque sus colegas se orientan por esas mismas normas —y saben

que estas ofrecen reglas de interacción efectivas y legítimas para

las interacciones científicas rutinarias— , lo más probable es que

su conducta se conforme a las normas (Storer, 1973, p. xix).

Las «interacciones científicas rutinarias» ocurren con mayorfrecuencia dentro de los contextos que Kuhn llamaría de «ciencia

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DE LA ESTRUCTURA NORMATIVA DE LA CIENCIA A LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS

normal»: cuando hay un acuerdo generalizado sobre las reglasfundamentales del juego (problemas y conceptos básicos, criteriosde validez, etc.). En tales casos, actuar conforme a las reglas resul-

ta en recompensas individuales y refuerza las bases institucionalespara el desarrollo del conocimiento. La violación de las normas esmás frecuente en las etapas «preparadigmáticas» (en términoskuhnianos), o «cuando se imponen las lealtades de grupo que pro-vienen más allá del dominio de la ciencia». En algunos casos estoconduce de plano al rechazo de las normas (Storer, 1973, p. xix).

En lo que sigue comentaremos esta concepción mertoniana dela estructura axiológica (normativovalorativa) de la ciencia, toman-do en cuenta algunas críticas y algunas propuestas desde la pers-pectiva de la sociología y de la filosofía de la ciencia reciente.

Comencemos por recordar que ya en 1980 Michael Mulkayseñalaba que si bien cualquier discusión de la estructura norma-tiva de la ciencia no podía dejar de hacer referencia a la aporta-ción de Merton, tanto defensores como críticos de su posición,especialmente desde el lado de la sociología de la ciencia, habíandejado de lado el espinoso problema de la relación entre normasy acción social.

Me parece que uno de los errores cruciales que prevalecen

entre los sociólogos de la ciencia, ya sea que hayan apoyado o

criticado la posición m ertoniana, ha sido suponer que esta rela-

ción es relativamente poco problemática. En otras palabras, la

mayoría de nosotros hemos supuesto que, una vez que identifi-

camos las reglas que usan los científicos, podemos aplicarlas

a acciones espec íficas sin ninguna labor de interpretación po r

parte del analista. Desgraciadamente, al hacer eso hemos pasa-

do por alto una cuestión fundamental señalada por Wittgenstein,

a saber, que ninguna regla puede especificar completamente qué

cuenta como seguir o no seguir esa regla. Los sociólogos de laciencia simplemente no se han dado cuenta de que, al argumen-

tar a favor o en contra de la operación de normas particulares, se

han comprometido con interpretaciones ocultas de esas normas

de maneras que apoyan sus propios puntos de vista, y que sin

embargo en cada caso pueden ser vigorosamente desafiadas

(Mulkay, 1980,p. 111).

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LEÓN OLIVÉ

Mulkay subraya, pues, que la relación entre reglas y acciónno es causal, sino interpretativa (Mulkay, 1980, p. 122), por lo que

las reglas no son determinantes de la acción. En ese trabajo Mulkayofrece solo algunas sugerencias acerca de cómo entender estarelación interpretativa entre reglas y acciones, particularmenteen el caso de acciones relevantes dentro de comunidades cientí-ficas, como las relativas a la comunicación y, por ende, a la normamertoniana del universalismo, y señala que es una de las líneasde investigación sobre las que hacía falta trabajar más:

Sería muy útil si pudiéramos comenzar a diseñar herra-

mientas analíticas que nos ayudaran a explicar no solo cómo tra-

bajan los procedimientos interpretativos, sino también cómo

se producen los consensos y las divergencias interpretativas en

diferentes contextos de interacción (Mulkay, 1980, p. 123).

Mulkay concluye señalando que esto es válido no solo conrespecto a normas morales en la ciencia, sino también con res-pecto a normas epistémicas, como lo dejó claro Kuhn en la bienconocida cita del artículo «Objetividad, juicios de valor y elec-ción de teoría», recogido en  La tensión esencial, y que Mulkayreproduce:

Cuando los científicos deben elegir entre teorías rivales, dos

hombres comprometidos por entero con la misma lista de criterios

de elección pueden llegar, a pesar de ello, a conclusiones diferen-

tes. Quizá interpreten de modos distintos la simplicidad o tengan

convicciones distintas sobre la amplitud de los cam pos dentro de

los cuales debe ser satisfecho el criterio de coherencia. O quizá

estén de acuerdo en estos puntos pero difieran en cuanto a los

pesos relativos que deban asignárseles a estos o a otros criterios,cuando varios de los mismos tratan de seguirse al mism o tiempo.

Con respecto a divergencias de esta índole, no es útil ningún con-

 ju nto de criterios de e lecció n.. . debe trascenderse la lista de crite-

rios compartidos y pasar a las características de los individuos que

tomaron las decisiones. Esto es, deben tratarse características que

varían de un científico a otro sin que, con ello, se ponga en peli-

gro su apego a los cánones que hacen que la ciencia sea científi-

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DE LA ESTRUCTURA NORMATIVA DE LA CIENCIA A LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS

ca. Aunque sí existen tales cánones y deben ser descubiertos

(indudablemente los criterios de elección con los que comencé

figuran entre ellos), no bastan, en sí, para determinar las decisio-

nes del científico como individuo... (Kuhn, 1982, p. 348).Lo que estoy sugiriendo es que los criterios de elección con

los cuales comencé funcionan no como reglas, que determinen

decisiones a tomar, sino como valores, que influyen en estas

(Kuhn, 1982, p. 355).

Tanto Mulkay como Kuhn, pues, ya a finales de la década de

1970 señalaban que uno de los problemas importantes sobre losque habría que avanzar era el de una mejor comprensión de laestructura normativovalorativa de la ciencia, de. la naturaleza delas normas y en particular de la forma en la que operan en laciencia. Este ha sido, en efecto, un problema en el que han con-fluido la sociología y la filosofía de la ciencia en las últimas tresdécadas. Pero antes de comentar algunos aspectos de los des-

arrollos más recientes, volvamos al tratamiento mertoniano de laestructura normativa de la ciencia.Nico Stehr, en una breve presentación y discusión de la socio-

logía de la ciencia de Merton, se ha referido a dos concepcionesdistintas de la ciencia en su obra. Una concepción inicial seencuentra desde su disertación doctoral (1938) y en otros traba-

 jos tempranos de la década de 1930. En ella el sistema científico

se concibe abierto, «incluso muy hospitalario a influencias delcontexto social, cultural y económico» (Stehr, 1990, p. 287).El foco de atención de Merton en estos trabajos, como es bien

sabido, son las condiciones sociales que permitieron el surgimientoy desarrollo de la ciencia en el siglo xvn, particularmente en Ingla-terra, y las posibles influencias del contexto social, por ejemplo, enla elección de problemas. En ellos desarrolla la idea que más tarde

fue llamada la «tesis de Merton» que, en versión de Thomas Kuhn,por una parte, «subraya la medida en que los baconianos esperabanaprender de las artes prácticas y, a su tiempo, hacer que la cienciafuera útil», y, por otra parte, «afirma que el puritanismo fue el esti-mulante primordial» «de la transformación sustancial experimenta-da por varias ciencias durante el siglo xvn» (Kuhn, 1982, p. 139).

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LEÓN OLIVÉ

Storer ha dejado claro que no se trata de la ingenua idea deque el puritanismo causó el desarrollo científico en la Inglaterra

del siglo x v i i , sino que debe entenderse en el sentido de que laemergente institución de la ciencia estaba necesitada de legiti-midad social, y la sugerencia de Merton es que «la ciencia nosolo encontró un firme apoyo en los valores del puritanismo,sino que los puritanos encontraron en la ciencia una actividadque encamaba en una medida notable los tipos de actividadprescritos por las enseñanzas puritanas» (Storer, 1973, p. 224).

Frente a esta concepción inicial, el tardío concepto de cienciamertoniano, según Stehr, «enfatiza la autonomía de la comunidadcientífica, el grado en que el desarrollo del conocimiento cientí-fico es autosostenido y la operación funcional de la estructurasocial de la ciencia» (Stehr, 1990, p. 290). El meollo de los esfuerzosposteriores de Merton en sociología de la ciencia puede resumir-se, según Stehr, «en el análisis sociológico de la evaluación pública

y estructurada de las pretensiones de haber generado conocimien-to científico válido» (Stehr, 1990, p. 291). Para ello, Merton

ha discernido y analizado un rango de procesos colectivos rele-

vantes e interdependientes y ha descrito en detalle cóm o operan

dentro del sistema diseñado para evaluar pretensiones de cono-

cimiento. La asignación de reconocimiento científico, el carác-

ter de «insiders» y de «outsiders», la estratificación y el controlsocial en la ciencia, los descubrimientos múltiples, las disputas

de prioridad de descubrimientos, la conducta desviada y la

ambivalencia de los científicos inducida po r el sistema son algu-

nos de esos fenóm enos que tienen un patrón social. Para decirlo

brevemente, la cuestión central del enfoque más reciente de

Merton a la ciencia es también el problema central de su teoría

sociológica en general: ¿cómo pueden los aspectos específicosde la estructura social inducir y limitar patrones de acción social?

Formular el problema central de este modo implica, desde

luego, que en su enfoque reciente al análisis sociológico de la

ciencia Merton no busca ningún análisis sociológico de la géne-

sis, construcción y legitimación de las pretensiones de conoci-

miento científico (Stehr, 1990, p. 291).

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DE LA ESTRUCTURA NORMATIVA DE LA CIENCIA A LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS

Por diferentes razones, aunque el énfasis de las primeras pre-ocupaciones de Merton estaba en la importancia de la sociedadpara la ciencia y de la ciencia para la sociedad, tampoco era suintención ni defender ni analizar las relaciones entre los proce-sos cognitivos y los «factores existenciales» (Mannheim) quedeterminan el conocimiento científico. Es decir, la mayor partede la seminal obra mertoniana se conforma con la actitud tradi-cional que distingue las tareas de la sociología del conocimientode las de la teoría del conocimiento como disciplina filosófica,

actitud asumida tanto por filósofos como por científicos socia-les, en el sentido de que los problemas de la dimensión social delconocimiento y los de la naturaleza y validez del conocimientoson muy diferentes y deben tratarse por separado. Los primerosdeberían constituir el legítimo objeto de estudio de la sociologíadel conocimiento, mientras que los segundos deberían ser exclu-siva preocupación de la teoría del conocimiento. Según esta acti-

tud tradicional, este mismo patrón es aplicable a la sociología dela ciencia y a la filosofía de la ciencia. Cada disciplina tiene biendelimitada su esfera de estudio y ninguna interfiere en la otra.

La sociología de la ciencia estrecha frente a la sociología de la ciencia amplia

En un libro publicado en 1988, el autor del presente ensayollamaba «estrecha» a la posición que divide tajantemente lasreflexiones acerca del conocimiento en «filosóficas» y en «cien-tíficas» (Olivé, 1988, p. 22). Las opiniones que hemos revisadode algunos expertos mertonianos confirman que su programacorresponde a esta concepción.

Frente a las posiciones estrechas, en las cuatro últimas déca-das del siglo XX se desarrolló una sociología del conocimiento amplia, entendida como una disciplina integral en la que estánelaborados sistemáticamente tanto conceptos sociológicos comoconceptos epistemológicos que se encuentran estrechamente rela-cionados, y que permite entender y explicar problemas sobre la

génesis, aceptación y desarrollo del conocimiento, de una manera

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LEÓN OLIVÉ

ventajosa con respecto a las teorías sociológicas o epistemológi-cas tradicionales.

Las fuentes y las preocupaciones que han ido contribuyen-do a la sociología del conocimiento amplia son muchas y muyvariadas, y han provenido del campo de la sociología, de la filo-sofía, de la historia y en tiempos recientes han cristalizado en losllamados «estudios sobre la ciencia».

Seminal desde luego fue el trabajo de Kuhn y su enormeinfluencia. Stehr apunta que la crítica sociológica a los análisis

de Merton en las últimas décadas no fue tanto el resultado de undesarrollo intelectual independiente dentro de la sociología, sinomás bien es un ejemplo «del éxito que  La Estructura de las 

 Revoluciones Científicas de Thomas Kuhn y otras teorías de laciencia relacionadas (Toulmin, Lakatos, Feyerabend) han tenidoen la comunidad sociológica» (Stehr, 1990, pp. 2912).

Como una contribución importante para una concepción delconocimiento adecuada para una sociología del conocimiento amplia, aunque no fue concebida bajo ese esquema, merecemencionarse el trabajo del filósofo mexicano Luis Villoro (1982)en la teoría del conocimiento. Pero si bien este libro tuvo muchoéxito en Latinoamérica (a la fecha lleva alrededor de 20 edicio-nes), es relativamente poca su repercusión en los estudios sobre

el conocimiento y sobre la ciencia en el medio hispanohablanteen general (fenómeno sobre el cual valdría la pena hacer unainvestigación sociológica)2.

No es mi intención examinar la historia ni las contribucionesque han hecho avanzar a la sociología del conocimiento amplia y sus repercusiones en la sociología y filosofía de la ciencia. Enel resto del trabajo me concentraré en algunas discusiones recien-

tes sobre la naturaleza de las normas, y en particular sobre ladimensión normativovalorativa de la ciencia.

Esta cuestión es particularmente interesante al reflexionar hoyen día sobre el paradigma mertoniano, pues según exégetas comoStorer, a diferencia de otras críticas que al menos en la década de

2 Una exposición de las ideas centrales de Villoro y su importancia parala comprensión social del conocimiento puede encontrarse en Olivé, 1995.

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DE LA ESTRUCTURA NORMATIVA DE LA CIENCIA A LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS

1970 parecían apresuradas o prematuras, las reservas sobre la con-cepción de Merton acerca de las normas científicas eran más razo-nables. Storer se refiere al problema de la «realidad» de las normas

de la ciencia (Storer, 1973, p. xxviii), pero no me resulta muy claroqué quiere decir. La lectura más benigna parecería ser que se refie-re al problema de si las famosas normas mertonianas realmenterigen la conducta de los científicos, o incluso si «realmente» debe-rían hacerlo. Si es eso lo que Storer tenía en mente, se quedó corto,pues el problema va mucho más allá, y es precisamente el queMulkay señalaba en 1980. El problema es el de si tenía Merton, y

tenemos ahora, una comprensión adecuada de las normas (epistémicas, metodológicas, éticas) y de cómo operan en la ciencia.

Este problema ha salido muy claramente a la luz a partir delrelativamente reciente «giro practicista» en los estudios sobre laciencia. Por eso me concentraré en algunos de los aportes recien-tes en esta discusión.

El giro «practicista»

Theodore Schatzki ha expresado con claridad el sentido del«giro practicista». La cuestión principal ha sido el desplaza-miento de conceptos centrales en la teoría sociológica, y en lafilosofía, tales como «estructuras» o «mundos de vida», por el

concepto de «práctica»: «Los pensadores en otra época hablabande “estructuras”, “sistemas”, “significado”, “mundo de vida”,“eventos” y “acciones” al nombrar a la principal entidad socialgenérica. Hoy en día, muchos teóricos le darían al concepto de“práctica” un honor comparable» (Schatzki, 2001, p. 1). Y estoocurre en la filosofía, la sociología, la historia, la teoría cultural,la antropología y en los estudios de ciencia y tecnología3.

La novedad desde luego no está en la asignación de un papelimportante a la práctica para comprender y explicar a las socie

3 Esta es la razón para llamarlo «giro practicista», y no pragmático. Pues,además, de esa forma se le distingue del pragmatismo como la corriente o«estilo filosófico» que tiene ya una respetable historia.

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iludes humanas, sus instituciones y sus productos, ni siquiera enotorgarle a este concepto el papel central. Varias versiones delmarxismo lo hicieron, como lo hizo el pragmatismo y lo hanhecho otros filósofos antiguos y modernos, en el siglo xx nota-blemente el segundo Wittgenstein. El fenómeno que llama laatención es la convergencia de muchas disciplinas científicas yáreas de la filosofía en el concepto de «práctica». También en lasociología de la ciencia amplia y en la filosofía de la cienciaactual, así como en los estudios sobre ciencia y tecnología, el

concepto de «práctica» ha desplazado a otros conceptos. En rela-ción con la preocupación central de este ensayo, lo que interesaes el desplazamiento de conceptos como «estructura social de laciencia» o «estructura normativa», o conceptos como el de«paradigma», por el concepto de «práctica».

Hasta dónde esto es una moda intelectual más, o un cambioconceptual fructífero de largo aliento, habrá que ver. Por lo pron-to es interesante recordar, como lo ha hecho Barry Barnes, queuno de los aspectos que se quieren subrayar con el encumbra-miento de las «prácticas» es que estas incluyen tanto pensamien-to como acción, y por consiguiente la teoría «encamada» es partede las prácticas. Es decir, las prácticas son sistemas de accionesque necesariamente se realizan con la participación del cuerpo, que

están sujetas a normas y valores, y están guiadas por representa-ciones. Más aún, Barnes prosigue recordando que para Kuhn yaera clara la centralidad de las prácticas, al grado de que «los para-digmas no son teoría sino prácticas» (Barnes, 2001, p. 20). Barnesrecuerda que los paradigmas científicos no son solo focos crucialesde acuerdos en las comunidades científicas, sino que —como lodice Kuhn en las primeras páginas de  La Estructura de las Revo-

luciones Científicas— son «ejemplos aceptados de prácticas cien-tíficas reales —ejemplos que incluyen al mismo tiempo leyes, teo-rías, aplicaciones e instrumentación...» (Kuhn, 1962, p. 10).

Y aunque Barnes ya no continúa citando, podemos recordarlo que Kuhn dice renglones adelante:

El estudio de los paradigmas [en el sentido recién mencio-nado] es lo que prepara principalmente al estudiante para entrar

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a formar parte de la comunidad científica particular con la cual

practicará más tarde. Puesto que ahí se une con hombres que

aprendieron las bases de su campo a partir de los mismos mode-

los concretos, su práctica subsecuente rara vez evocará des-acuerdos sobre las cuestiones fundamentales. Los hombres cuya

investigación se basa en paradigmas compartidos están com pro-

metidos con las mismas reglas y estándares de la práctica cien-

tífica» (Kuhn, 1962, pp. 1011).

En menos de media página, pues, el término de «práctica»aparece tantas veces como el de «paradigma» y, como ha suge-rido Bames, es realmente inseparable de él. Pero como todo elmundo sabe,  La Estructura de las Revoluciones Científicas nofue un dechado de precisión conceptual, por lo que si no es ahí donde encontraremos una explicación rigurosa del conceptode paradigma, menos hallaremos la del concepto de «práctica».

Pero creo que Bames ha tenido un mérito en recordar, en el con-texto de una de las discusiones recientes sobre «el giro practicista», la importancia del concepto para Kuhn. Y dada lainfluencia de la obra de este en la sociología de la ciencia quese fraguó desde la década de 1960 y 1970, en una línea inde-pendiente a la de Merton, la cual ha evolucionado hacia losactuales estudios sobre ciencia y tecnología, bien puede consi-derarse a la obra de Kuhn como una de las importantes influen-cias que han llevado al concepto de práctica al papel central que

 juega ahora.A pesar de que no hay, ya no digamos un consenso respe-

table acerca del concepto de práctica, sino que ni siquiera hayun «enfoque unificado sobre las prácticas» (Schatzki, 2001, p. 2),

es posible adoptar un concepto mínimo de «práctica» que, aun-que discutible y en necesidad de mayor elaboración, permitahacer una comparación entre algunos aspectos centrales delparadigma mertoniano y una cierta interpretación del «enfoquepracticista». A esto dedicaremos la última parte del presenteensayo.

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LEÓN OLIVÉ

El paradigma mertoniano y el giro practicista con respecto a la normatividad en la ciencia

Recordemos que el meollo del paradigma mertoniano, enpalabras de Sartor, es «la poderosa yuxtaposición de la estructu-ra normativa de la ciencia con el institucionalmente distintivosistema de recompensas» (Sartor, 1973, p. 281). La «idea básicade la interacción entre la estructura normativa y la estructura derecompensas de la ciencia ofrece un fundamento sólido para lacomprensión de la ciencia como una institución social» (Sartor,1973, p. 283).

Pero hoy en día el paradigma mertoniano no goza de buenasalud, es un hecho que ha sido casi totalmente abandonado, y queen cambio la perspectiva practicista ha ganado adeptos. ¿Por qué?A la sociología de la ciencia puede muy bien aplicársele reflexi-

vamente lo que la propia sociología y la filosofía de la cienciahan enseñado en las últimas cuatro décadas. Un análisis máscompleto del fenómeno debería: 1) explicar las condiciones socia-les en sentido amplio (económicas, culturales, etc.) que propi-ciaron el surgimiento de nuevas preocupaciones y promovieronla atención a problemas en relación con lo cuales quizá el para-digma de Merton encontró sus limitaciones; y 2) estudiar si hayalguna base racional para elegir entre uno y otro enfoque. Mecentraré solo'en el segundo aspecto.

El mayoritario abandono del paradigma mertoniano, ¿se debióa que se le encontró falso, incorrecto, o simplemente equivoca-do? Creo que preguntas como estas no tienen sentido. Es mejorintentar recordar los alcances y virtudes del paradigma, y sus

límites frente a nuevas preocupaciones, así como las impuestaspor su propio aparato conceptual.

Para eso, lo que habría que hacer es examinar si el paradig-ma de Merton permite formular preguntas y plantear problemasque nos interesan ahora, y ante preguntas que él permite, exami-nar en qué medida las respuestas que da siguen siendo satisfac-torias, o al menos cómo se comparan con respuestas del nuevoenfoque practicista. En suma, para concluir este ensayo nos cen-

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traremos en la pregunta: ¿qué ventajas ofrece el enfoque «practicista» frente al estructuralfuncionalista de Merton en la com-prensión de la ciencia?

Esta pregunta puede tomar las siguientes formas:

1. Frente al paradigma mertoniano —estructura normati-vasistema de recompensas—, ¿hay al menos algunas ideas delenfoque practicista que permitan formular algún problema tam-bién formulable bajo aquel enfoque, pero que lo permitan plan-tear mejor, y sobre todo, responderlo mejor?

2. El nuevo enfoque, ¿permite formular problemas que no per-mitía el viejo paradigma y ofrece soluciones a esos problemas?

3. ¿Supera el nuevo enfoque al mertoniano en la compren-sión y análisis de algunos conceptos centrales a cada uno?

En relación con la primera, veremos que si bien el enfoquemertoniano permite una interesante conceptualización, compren-

sión y explicación de la «conducta desviada» de los científicos,con respecto a ciertos fenómenos actuales resulta limitado, mien-tras que el enfoque practicista ofrece por lo menos la promesa deun tipo de explicación más satisfactoria.

A la segunda pregunta le daremos una respuesta afirmativa.Y con respecto a la tercera, veremos que el enfoque practicistatiene la ventaja sobre el mertoniano de hacer un cuestionamien

to de lo que es una norma y cómo operan las normas en las prác-ticas científicas que no se encuentra en este. Dicho problema hasido uno de los principales temas de debate en la última parte delsiglo xx y lo sigue siendo en este comienzo del siglo xxi. No haya la fecha consenso al respecto, pero algunas de las propuestasrecientes permiten un acercamiento a varios fenómenos que resul-ta ventajoso con respecto al enfoque de Merton.

No escapará a nadie que las respuestas a las tres preguntasdependen del punto de vista que se presuponga, y, en función deesto, de la relevancia que se asigne a cada problema en relacióncon cada paradigma. Por eso no es posible responder estas pre-guntas de manera neutral. El enfoque practicista permite formu-lar problemas y responder preguntas que no eran relevantes bajo

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1.1 ióN O LIV É

el paradigma mertoniano. Además, los criterios para evaluar res-puestas a problemas formulables bajo los dos enfoques no nece-

sariamente estaban al alcance del paradigma mertoniano. Perotodo esto no hace que este sea mejor ni peor en términos abso-lutos, solo muestra parcialmente por qué es menos adecuadopara esta época. Estamos, pues, frente a una muestra de cómo lasociedad, sus preocupaciones y sus ideas dominantes condicio-nan la aceptación o rechazo de un determinado enfoque teóricometodológico.

Veamos ahora cada una de las tres cuestiones. Comencemospor un ejercicio comparativo de la forma en la que se aborda «laconducta desviada».

1. Las desviaciones de las normas. 

La conducta «divergente»

El paradigma estructuralfuncionalista mertoniano ofreceuna explicación clara y razonable para la conducta desviada dealgunos científicos, por ejemplo cuando recurren al secreto, vio-lando la norma del comunismo, o cuando recurren al fraude, vio-lando las cuatro normas fundamentales. La explicación, como lo

recuerda Storer, se basa en la interacción entre la estructura nor-mativa y la estructura de recompensas de la ciencia. Las dos jun-tas, y en interacción, pueden hacer lo que ninguna puede lograrpor separado (Storer, 1973, p. 283).

Notemos, en primer lugar, que hablar de «conducta desviada»obviamente supone que hay algo con respecto a lo que se desvíaesa conducta. El paradigma mertoniano tiene la respuesta preci-

samente en el ethos de la ciencia, es decir, la conducta correctade los científicos consiste en la actuación conforme a las normasfundamentales y sus normas derivadas. No actuar conforme aesas reglas es actuar de manera incorrecta o de manera desviada.¿Cómo explicamos la existencia de esa conducta?

Las recompensas, desde luego, consisten en los premios (del

Nobel para abajo), los reconocimientos de diferente tipo, queincluyen, por ejemplo, el fenómeno de la eponimia —nombrar

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teorías o leyes, descubrimientos u objetos en reconocimiento asus descubridores: «el sistema de Copémico», «la ley de Boyle»,«la teoría de Darwin», «la constante de Planck», etc. En virtud de

la estructura de recompensas adquieren una importancia mayorlos fenómenos como el de la prioridad en los descubrimientos.

Así, la conducta desviada de muchos científicos se explica,digamos, por su lucha por obtener el reconocimiento en la prio-ridad de un descubrimiento. La estructura de recompensas resul-ta funcional si se mantiene dentro de ciertos límites, pero puedellevar a situaciones disfuncionales, induciendo conductas per-

versas como las que llevan al secreto científico, o en ocasioneshasta al fraude, producto del interés personal y apasionado enatribuirse una prioridad o lograr ciertos honores.

Otro efecto disfuncional y perverso, al que Merton le dedicómucha atención, es lo que él mismo llamó «efecto Mateo», bau-tizado así por referencia al pasaje del evangelio según San Mateo,que dice: «Porque a quien tiene, dársele ha, y estará abundante o

sobrado; más a quien no tiene, quitársele aún aquello que pareceque tiene» (XXV, 29), y que de manera vernácula se puede resu-mir con el dicho «dinero llama a dinero».

El efecto Mateo consiste, pues, en el incremento de recono-cimiento por contribuciones particulares a científicos que ya tie-nen una amplia reputación, y en cambio en negársela a científi-cos poco conocidos, aunque los méritos de su contribución par-

ticular sean semejantes. Este efecto tiene muchas ramificacio-nes. Para mencionar solo un par de consecuencias perversas,señala Merton, por ejemplo, que ciertos premios, notablemente elNobel, con frecuencia se consideran como distinciones que lite-ralmente marcan dos clases de científicos, en el sentido de quelos galardonados forman una clase aparte. Y, sin embargo, todo elmundo sabe que muchos científicos que no han recibido el pre-

mio, y que quizá nunca lo recibirán, han contribuido al avancede la ciencia tanto o a veces más que muchos de los premiados,como ocurre en el caso de la literatura, donde hay escándalosnotables como el hecho de que Borges nunca lo haya recibido.

Merton describe esto como el fenómeno de «la butaca 41»,aludiendo al hecho de que la Academia Francesa, desde sus épo-

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LEÓN OLIVÉ

cas tempranas, decidió que tendría solo una cohorte de cuarentamiembros, que al admitirlos en su seno se volverían inmortales.

Esta limitación hizo que muchos científicos, escritores y filóso-fos con méritos sobrados para ingresar se quedaran al margen dela Academia, y por eso se dice que ocupan el «sillón 41». La listaincluye nombres como los de Descartes, Pascal, Moliere, Rous-seau, SaintSimon, Diderot, Stendhal, Flaubert, Zola y Proust,cuya inmortalidad, por supuesto, se la ganaron a pesar de abarro-tarse todos en la silla 41.

El otro efecto perverso es ampliamente conocido: científicoscon la misma productividad suelen recibir diferentes reconoci-mientos según el prestigio de la institución donde trabajen; quie-nes laboran en instituciones o universidades con mayor prestigioreciben, en general, más premios, mejor financiación, etc.

Pero el efecto Mateo no es solo negativo, también tiene aspec-tos positivos. Una de sus consecuencias en el sistema de comu-nicación de la ciencia es que las contribuciones científicas ten-drán mayores efectos cuando son presentadas por científicos dealta reputación y prestigio. Así, concluye Merton, «si considera-mos las implicaciones del sistema de recompensas en la ciencia,el efecto Mateo es disfuncional para las carreras de los científi-cos individuales, quienes son castigados en las primeras etapas

de su desarrollo, pero si se consideran sus consecuencias dentrodel sistema de comunicación de la ciencia el efecto Mateo...puede aumentar la visibilidad de una nueva comunicación cien-tífica» (Merton, 1968, p. 447).

El paradigma mertoniano es, pues, bastante sólido para ofre-cer explicaciones de la conducta de los científicos, tanto en susaspectos positivos (como la conducta altruista, conforme al ethos 

de la ciencia), como de la «conducta desviada» de algunos cien-tíficos (como el fraude científico), y en general da cuenta devarios efectos negativos y positivos de la estructura de recom-pensas en la ciencia. En esa medida aún hoy en día es satisfac-torio para formular algunos problemas y para dar cuenta de ellos.

Pero, por otra parte, tiene ciertas dificultades, al menos visto

desde ahora. Uno de ellos, como ya apuntaba Mulkay, es su con-cepción de las normas y la forma en la que operan. Eso le impi-

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de una clara conceptualización de situaciones que enfrentamoshoy en día, quizá más conspicuamente que hace 40 ó 50 años.

Pensemos, por ejemplo, en las diferencias en la conducta de dostipos de biotecnólogos, uno que trabaja para una empresa trans-nacional de producción de organismos genéticamente modifica-dos, y otro que trabaja en una institución pública de investi-gación. ¿Realmente sus acciones y sus decisiones están orienta-das por las mismas normas y valores? Regresaremos sobre esteejemplo al tratar la tercera cuestión, sobre la naturaleza de las

normas y su forma de operar.

2. Nuevos intereses, nuevas perspectivas y nuevos problemas

El ejemplo recién aludido de los diferentes valores, aun decientíficos de una misma disciplina, es ilustrativo de problemasque el viejo paradigma no permite conceptualizar adecuada-mente. Pero podemos pensar en otros. Por ejemplo, el problemade la discriminación en la ciencia, particularmente la discrimi-nación de género.

Este problema, en cambio, parece que puede ser mejor trata-

do por el enfoque «practicista», ya que desde su punto de vistatoda actividad humana está imbricada con el cuerpo humano. Elcuerpo, y cómo opera, es constituido por las prácticas. Las prác-ticas son el contexto inmediato y principal donde se forman ymoldean las principales características del cuerpo que son rele-vantes para la vida social, no solo las habilidades y las experien-cias corporales, sino también las formas de presentación de la

persona por medio de su cuerpo (Schatzki, 2001, p. 2). Esto abretoda una dimensión de reflexión y de investigación que el para-digma mertoniano no permitía y que conviene a los intereses, porejemplo, de quienes analizan a la ciencia desde la perspectiva degénero. Por mencionar tan solo una de las múltiples preguntasque entonces tiene sentido plantearse: ¿las diferencias corpora-

les entre hombres y mujeres son relevantes para la asignación dediferentes papeles en las prácticas humanas? ¿Resulta esto rele-

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vante para comprender la forma en que se han estructurado lasprácticas científicas a lo largo de la historia?

3. Sobre la comprensión de las normas en las prácticas científicas

¿Cuáles son las ventajas del enfoque «practicista» sobre estacuestión?

A diferencia del paradigma mertoniano que concibe a laactividad científica como enmarcada en un conjunto de normastransparentes, entendidas como reglas bajo las cuales los cientí-ficos organizan sus interacciones al desempeñar sus papelessociales (Merton, 1973, p. 225), y donde se supone que tanto losagentes dentro de un contexto científico, como el historiador, elsociólogo o el filósofo de la ciencia, todos, si comprenden la

norma comprenderán exactamente lo mismo, en el paradigma«practicista» se considera que las normas no son reglas quedeterminen la acción, sino que, como decía Kuhn en el artículocitado anteriormente, más bien constituyen valores que orientanla acción, pero que son incompletos, que requieren de complementación, y esa complementación depende de una interpreta-

ción que cada agente debe hacer.Los ejemplos de Kuhn ciertamente ayudan para compren-der la situación. Una teoría científica es valiosa, es buena, en lamedida en que satisface valores como los de precisión, coheren-cia, alcance, simplicidad, fecundidad, etc. Pero nunca podemosdecir que una teoría es precisa o simple, en términos absolutos,sin más. Siempre son científicos de carne y hueso, con intereses

y pasiones, con creencias y convicciones, los que consideran queuna teoría es precisa, simple o fecunda.Que un valor en la ciencia sea objetivo quiere decir que exis-

te algún objeto, digamos una teoría, al que se le considera vahoso porque tiene cierta característica —por ejemplo, la preci-sión—, pero esa característica no es del todo independiente delas creencias que tengan los científicos de cierta comunidad con

respecto a la teoría. Eso significa que los científicos de ese grupo

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tienen la disposición a actuar precisamente como si la teoríatuviera esa característica. Un grupo de científicos acepta unacierta teoría porque creen que es precisa, coherente, de amplioalcance, simple y fecunda de acuerdo con la interpretación quehacen en un cierto momento de esas características, la cual, a suvez, está en función de otros intereses teóricos y prácticos que ala sazón mantengan. Otros científicos pueden considerar que esateoría en particular es menos simple o menos fecunda que otra,y de ahí surgen las controversias científicas. Es cierto que en la

historia de la ciencia las controversias llegan a estabilizarse ydurante algún periodo alguna teoría llega a ser aceptada por todala comunidad científica relevante. Pero muchas veces esto ocu-rre ya no en virtud de los valores que se le atribuían en un cier-to momento, digamos ya no porque se la considere precisa, sim-ple o fecunda, sino, sencillamente, porque es útil, por ejemplo,para resolver problemas de interés para la comunidad científica

involucrada y para muchas otras comunidades humanas. Tal es elcaso de la mecánica clásica. Más que nada se la acepta y se sigueenseñando porque es muy útil para resolver una gran cantidad deproblemas importantes para los seres humanos. Pero entoncesse le considera valiosa en función de su utilidad. Puesto que lacreencia de que es útil es ampliamente compartida por los miem-bros de la comunidad científica, decimos que objetivamente tiene

el valor de ser útil, pero en sentido más estricto deberíamos decirque los científicos la valoran porque la encuentran útil. Es decir,el valor (utilidad) se establece como una relación entre el objetoy quienes lo valoran.

Con esto en mente, regresemos a la noción de «práctica».Una práctica es un complejo de acciones humanas, orientadas

por representaciones —que van desde modelos y creencias hastacomplejas teorías científicas— , y que tienen una estructura axiológica, es decir, normativovalorativa. Pero a diferencia del enfo-que de Merton, desde la perspectiva practicista la dimensiónaxiológica no se considera como un conjunto rígido de normasya constituidas con un significado preciso que los agentes debenentender unívocamente, y en su caso «internalizar», para luego

actuar conforme a ellas o apartándose de las mismas. Más bien,

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como acertadamente lo ha señalado Javier Echeverría (2002,p. 33), las prácticas científicas se manifiestan en una serie de

acciones que consisten, por ejemplo, en investigar, observar, medir,enunciar, inferir, probar, demostrar, experimentar, publicar, dis-cutir, exponer, enseñar, escribir, premiar, criticar, e incluso des-airar y atacar. Y todo esto se valora en la ciencia (positiva o nega-tivamente), de manera que aquello que está sujeto a evaluaciónes mucho más que solo los resultados (teorías, teoremas, infor-mes, demostraciones, experimentos, aplicaciones). En la ciencia

se requiere valorar tanto las acciones como sus resultados.La idea fundamental es, pues, que los términos que esta-

mos acostumbrados a usar para referirnos a los valores en laciencia: «precisión», «rigor», «utilidad», «simplicidad», «elegan-cia», «belleza», no tienen un significado por sí mismos, sino soloen un contexto pragmático, donde se desarrollan prácticas huma-

nas, y donde los agentes de esas prácticas valoran las acciones ysus resultados, dotando en ese momento de significado pleno alos conceptos valorativos; cosa que aparte puede hacer algúnanalista de tal situación, digamos por interés académico, o por-que sea, por ejemplo, un evaluador de las instituciones de gestiónde la ciencia.

Por eso, como dice Echeverría, podemos aplicar el término

valorativo «precisión», por ejemplo, a una persona, a una acción,a una medición, a una observación, a un resultado, a una demos-tración, a un aparato, o a un sistema, y en cada ocasión estarásignificando algo diferente. El término «precisión» no significauna única cosa, sino que adquiere significado en cada aplicaciónespecífica. Lo mismo ocurre con valores que no son privativos

de la ciencia, pero que son importantes en la ciencia, como lalibertad: la libertad de expresión, la libertad de investigación, lalibertad de cátedra o la libertad de conciencia (por ejemplo, delcientífico que rehúsa investigar sobre cómo producir o «mejo-rar» armas biológicas) (Echeverría, 2002, p. 41).

Esto da cuenta de la imposibilidad de definir en sentidoabsoluto y de una vez por todas cada valor particular: precisión,

fecundidad, lealtad, honestidad, etc. Lo importante es que en elcontexto pragmático los miembros de los grupos humanos coin-

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cidan en la interpretación de qué es valioso y puedan en comúndecidir si un valor específico, en un contexto determinado, sesatisface o no, y logren un acuerdo acerca de la medida en que se

satisface. Cómo determinar eso se aprende también en las prác-ticas científicas. Por eso requerimos del aprendizaje con quienesya han dominado hasta cierto punto una práctica. No hay recetas,por ejemplo, para decidir si una demostración matemática eselegante o no, y ni siquiera si es válida o no. Los matemáticosaprenden a decidir sobre la validez de sus demostraciones tam-bién mediante un entrenamiento en las prácticas matemáticas.

Para un matemático del siglo xix seguramente era impensableadmitir como válida una demostración que descansara fuerte-mente en los procedimientos de una máquina, como ocurrió conla demostración del teorema de los cuatro colores en la teoría degrafos. La controversia que suscitó en su momento esta demos-tración dentro de la comunidad matemática da cuenta del papelde los valores en el sentido que estamos sugiriendo 4.

Conclusión

El enfoque practicista, tanto como el paradigma mertoniano,entienden que los valores son omnipresentes e indispensables entoda actividad e institución humana. La ciencia, puesto que esuna de ellas, no escapa a los valores. Pero para el enfoque prac-ticista no hay valores absolutos ni permanentes en la ciencia,todos ellos cambian a lo largo de la historia, pues dependen delos contextos pragmáticos donde cada comunidad científica des-arrolla sus prácticas. El propio Kuhn, a quien con frecuencia sele cita como finalmente habiendo llegado a admitir la existencia

de ciertos valores permanentes de la ciencia, lo que reconociófue que «si se conserva breve la lista de valores pertinentes—mencioné cinco, no todos ellos independientes— y si se man-

tiene vaga su especificación, entonces valores como la precisión,la amplitud y la fecundidad son atributos permanentes de la cien

4 Véase, por ejemplo, Courant y Robbins, 2002, pp. 540 y ss.

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cía» (subrayado añadido). Y enseguida añade: «Pero basta consaber un poco de historia para sugerir que tanto la aplicación de

estos valores como, más obviamente, los pesos relativos que seles atribuyen han variado marcadamente con el tiempo y tam-bién con el campo de aplicación» (Kuhn, 1982, p. 359).

Por eso, si pensamos en los valores, entre el paradigma mer-toniano y el enfoque practicista hay un desplazamiento del obje-to de estudio. De lo que se trata ahora ya no es analizar la cien-cia en general ni, á la Merton, la institución social de la ciencia

y su estructura normativa y de recompensas, sino las  prácticas científicas particulares.

Si el objeto de análisis son prácticas de grupos determinadosen contextos específicos, entonces es más claro por qué los valo-res que realmente guían las investigaciones, y en general lasacciones científicamente relevantes, digamos de los biotecnólogos, son diferentes de los valores de los ecólogos, aunque apa-rentemente compartan algunos valores generales sobre la cien-cia, que vistos de cerca adolecerán de la vaguedad a la que alu-día Kuhn, y solo se volverán precisos en el contexto de cadapráctica científica.

Pero, más aún, podemos comprender mejor —como sugeri-mos antes— por qué los valores que guían a ciertos grupos de

biotecnólogos son diferentes de los que guían a otros grupos debiotecnólogos, pues los valores se conforman dentro de cadapráctica específica y cada una a la vez está condicionada por elcontexto de intereses donde se desarrolla. No son lo mismo lasprácticas de los biotecnólogos al servicio de empresas transna-cionales —donde la ganancia económica es un valor central, ydonde por consiguiente el secreto científico (mientras no se tienela patente) es valioso, al igual que el plagio— que las prácticasde grupos de biotecnólogos al servicio de instituciones públicasde investigación, para quienes lo valioso puede ser más bienofrecer al resto de la sociedad un conocimiento confiable conbase en el cual tomar medidas digamos acerca de la bioseguridad, por lo cual considerarían al secreto como un disvalor. La

comprensión y explicación de un fenómeno de esta naturalezaparece exigir un entramado conceptual distinto al de Merton.

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DE LA ESTRUCTURA NORMATIVA DE LA CIENCIA A LAS PRÁCTICAS CIENTÍFICAS

Las cosas, pues, son —o se han puesto— bastante más com-plejas que lo que Merton concibió, y ante los nuevos problemasy los nuevos intereses parece racional optar por las perspectivas

más recientes como la del enfoque practicista. Pero esto no obstapara reconocer que gracias a la existencia de mentes como la deMerton, y a su prolífica, clara y rigurosa obra, algunos podemosahora —con modestia— tratar de subimos a sus hombros paraintentar ver un poco más lejos.

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Sociología de la ciencia: Un análisis posmertoniano

Po r Jesús A. VALERO MATAS

Universidad de Valladolid

Introducción

La sociología de la ciencia es una disciplina prácticamentereciente. Hizo su aparición a principio de los años 30 de

la pasada centuria, de la mano del sociólogo norteamericanoR. K. Merton. Su enfoque normativo permaneció, cerca de cua-tro décadas, dominando la disciplina hasta que, a principios delos años 70 del siglo XX, aparece un planteamiento alternativo:la sociología del conocimiento científico (SCC). Esta nuevacorriente no solamente pretendió ser una disyuntiva a la socio-logía mertoniana, sino también a la filosofía clásica de la cienciaLa sociología posmertoniana 2 no se redujo a un único movi-miento teórico, sino que se transcribió en diversas subdivisiones.En un principio se concentraron en dos corrientes: el ProgramaFuerte (Strong Programme), de la Universidad de Edimburgo(Science Studies Unit, con Bloor a la cabeza, sin olvidar a Bar-nes, Mackenzie, Shapin, Henry, etc.), y el programa empírico del

relativismo (Empirical programme relativism EPOR, enunciado

1 Para un conocimiento más exhaustivo de esta corriente, ver la obra dePickering, A. (ed.), Science as Practice and Culture, Chicago, University of Chicago. En castellano tenemos una buena reflexión en Echeverría, J. (1999),

 Introducción a la metodología de la ciencia: la filosofía de la ciencia en el   siglo XX, Madrid, Cátedra, especialmente el capítulo 8.

2 Es como se conocen a las sociologías de la ciencia divergentes con elplanteamiento normativo surgidas después de las tesis de Merton.

8 1

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II .SUN A, VALERO MATAS

por Collins y seguido por Pinch, entre otros), de la Universidadde Bath. Más tarde aparecieron otras tendencias metodológicas,

derivadas de la etnometodología, el constructivismo o los estudios de género3, entre otras.

Las diferentes corrientes, en sus primeros años, se dedicaron acuestionar el planteamiento mertoniano, como constata Woolgar:

El defecto crucial de aquellas sociologías de la ciencia que

adoptan la concepción heredada [la mertoniana] es una aceptación acrítica de lo que se dice que ha de contar como conocimiento «falso» y «verdadero». Cuando el conocimiento se tomacomo verdadero, no ven ninguna necesidad de entrar en liza;cuando se considera el conocimiento incorrecto, toman esa apreciación como el punto de partida para preguntarse que puedehaber hecho que los científicos se equivoquen. No alcanzan a

considerar que la misma determinación del estatus de verdad deun conocimiento (su definición su evaluación) es un procesosocial4.

Más tarde, estos teóricos se dedicaron a consolidar sus tesis,intentando limar los defectos habidos en sus modelos teóricos, y

 justificando y defendiendo sus orientaciones, que están siendomuy cuestionadas.

La sociología de la ciencia normativa: La aportación mertoniana

Cuando, en 1938, Robert. K. Merton publica su artículo«Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo xvn»,

3 No hemos incluido las tesis kuhnianas a pesar de que fueron publicadasen 1962. Estas no adquirieron relevancia hasta pasados unos años, y su reconocimiento ha venido de la mano de estas sociologías, y especialmente de la

Sociología del Conocimiento Científico.4 Woolgar, S. (1991), Ciencia: abriendo la caja negra, Barcelona, Anthro-pos, p. 61. La sociología mertoniana, según este autor, es una sociología de loscientíficos, y su quehacer sociológico es como una caja negra, donde no deseainvestigar o conocer.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

el estudio de la ciencia se encontraba circunscrito a dos modelosteóricos: la filosofía de la ciencia, con un claro exponente inter-nalista 5, que aceptaba la división de Reichenbach entre contextos de justificación/contextos de descubrimiento 6, y la perspectiva histórica 7, con una visión extemalista.

5 Los más destacados estudiosos de la ciencia se encontraban adscritos aesta corriente, pero no se debe olvidar los provenientes de las corrientes mar-xistas, que enfocaban los estudios desde una postura extemalista dependientes

del entorno contextual.6 El planteamiento esgrimido por Hans Reichenbach está inscrito en el neo-positivismo, y esta teoría hace hincapié en una ciencia firmemente asentada enel método científico de las ciencias naturales. Apuesta por su capacidad para creary formalizar un lenguaje científico que fundamente su cohesión y validez internaen razonamientos matemático, a partir de los cuales se logra la formalización deteorías o sistemas axiomáticos de enunciados; de aquí se extrae uno de los rasgosmás importantes y fructíferos del positivismo, su capacidad para generar polémi

cas que nieguen o afirmen una proposición. Con ello, nos referimos a la dicotomía, por un lado, entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación,denominado también de validación (idea original de Hans Reichenbach) y, porotro, entre lenguaje observacional y lenguaje teórico. La división entre diferentescontextos y lenguajes, idea nuclear del positivismo lógico, explícita su opción porel desarrollo de la actividad científica en el contexto de justificación/validación, esdecir, en la consecución de una teoría científica que, a través de los procedimientos de la lógica matemática, pueda ser integrada en un sistema formal. Se admite

que un sistema formal se fundamenta en una serie de convenciones que lo configuran, los cuales presentan una dimensión morfológica formada por los objetosespecíficos del sistema (términos primitivos y reglas de formación y proposiciones elementales relativas a los términos), normas para formar los términos primitivos con predicados específicos, así como una dimensión teórica o conjunto deproposiciones elementales denominadas teoremas. En consecuencia, de acuerdocon este planteamiento, es clara la necesidad de utilizar las reglas de inferenciapara derivar de los axiomas o postulados los teoremas fundamentales.

En este sentido, y por medio de los recursos y procedimientos de la lógica, cualquier teoría científica puede seleccionar de su arquitectura formal losaxiomas, es decir, aquellos conjuntos de proposiciones y enunciados declarados verdaderos sin probar su validez que, por su fertilidad deductiva, permitanla derivación de los enunciados o teoremas restantes de la teoría. El desarrollodel conocimiento científico queda configurado como un proceso acumulativo,que avanza en cuanto intenta la elaboración o reconstrucción lógica y racionalde teorías científicas,'ignorado la probable incidencia. Por tanto, del modo

como se explican, argumentan, se generan y crean, todos los factores históri-

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• i i í \ I I i ■ l M A l V

1 ,i monografía de Merton rompía con los argumentos trdicionales, introduciendo una nueva teoría para abordar el

estudio de la ciencia e intentar poner orden sin desestimar ninguna de estas corrientes. En esta aproximación, podemos observar, en primer lugar, que realiza una síntesis entre la visiónextemalista e intemalista de la ciencia, sin obviar su importancia social. Para desarrollar su proyecto, implicando a las dosvisiones dominantes, necesitaba resolver algunos de los pro

blemas sedimentados en el planteamiento marxista, preponderante en el extemalismo científico, que impedía compatibilizarambas tendencias. En cierto modo lo consiguió, así lo entiende Bunge8,

quien considera que «en ese intento de dar validez a la herencia

marxista, el marxismo tuvo que ser lavado y activado (en vez deser recitado) para ser de utilidad: lavado, esto es, despojado desu tesis extemalista radical según la cual el contexto determinael contenido; y activado, es decir, transformada su retórica eninvestigación».

En segundo lugar, se observa una hipótesis doble. Por un lado,Merton manifiesta que tanto el descubrimiento como la creenciao el error están socialmente condicionados, ya que

eos, psicológicos y sociológicos son reducidos al cajón de sastre de lo inservi

ble o contexto de descubrimiento, mientras que el contexto de justificación seconsolida como campo específico de la práctica científica neopositivista.

7 Uno de los máximos exponentes en la interpretación histórica de la ciencia, por aquellas fechas era George Sarton —mentor de Merton—, que realizódiversos proyectos históricos de la ciencia, pero no aceptó emprender el análisis histórico de la ciencia desde la perspectiva dominante, es decir, desde lainterpretación marxista, decidiendo alejarse de explicar la ciencia atendiendo a

criterios puramente económicos y sociales; ver Sarton, G. (1950), Introduction to the History o f Science, Baltimore, The Williams & Wilkins Company, 5 v.Como tampoco se adentró en la problemática social y las relaciones internasde la ciencia, como más tarde haría su pupilo, Merton.

8 Bunge, M. (2000),  L a re lación entre la socio logía y la filosofía, Edaf,Madrid, p. 235.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

una idea fundamental que gobierna esta investigación empírica[su tesis doctoral] es la que sostiene que los intereses, las motivaciones y la conducta socialmente pautados que se han esta

blecido en la esfera institucional —por ejemplo, la religión oeconomía— son interdependientes con respecto a los intereses,motivaciones y conducta socialmente pautados en otras esferasinstitucionales, por ejemplo, la ciencia9.

La segunda hipótesis concuerda con la tesis weberianas 10,destacando la importancia que adquirió la ética puritana en las

transformaciones sociales y culturales durante el siglo xvn. Merton encontró similitud con el análisis de Weber, al considerar queel ethos puritano ayudó al desarrollo y avance de la ciencia coadyuvado por la necesidad religiosa de mostrar la creatividad suprema de Dios. Esto dio lugar a la justificación de la ciencia, apoyándose en el segundo postulado religioso del ethos puritano: elprincipio utilitario; descrito como

el conocimiento debe ser valorado de acuerdo con su utilidad,pues todo lo que tiende a suavizar la vida de los mortales, amejorar su bienestar, es bueno a ojos de Dios. Por ende, el valorreligiosamente asignado a la ciencia es incrementado de modoinconmensurable, en vista del hecho de que el estudio científicode la naturaleza tiende a aumentar los dominios del hombre

sobre ella11.

 9 Merton, R. K. (1970), Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra  

del siglo XV II, Alianza, Madrid, p. 12.10 Weber señaló que el desarrollo del capitalismo, entre otros factores, fue

causa de la ética protestante. Esta forma religiosa de entender el mundo facilitóel crecimiento del modelo económico capitalista. Ver La ética pro testante y el 

espíritu del cap italismo, Barcelona, Península, 1980. Merton, bastante afín conlas tesis weberianas, observó, en su estudio seminal de 1938, la ética protestante<-staba bastante implicada en el avance de la ciencia, entre otras cosas por el desarrollo económico, como apunta el propio Merton:  La implicación de la ética 

 puri tana en el acelerado desarrollo de la c iencia parece eviden te, pero solo equi-

vale a sostener que eran ambos elementos de una cultura que se centraba, en 

gran medida, en los valores del utilitarismo y el empirismo. Ver Merton, R. K.( 1984), Ciencia, tecnología en la Inglaterra del siglo XVII, Alianza, Madrid.

11 Merton, R. K.(1970), op. cit, p. 101.

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iíHsUS v VALERO MATAS

A este trabajo le seguirá una serie de artículos que daránlugar a la «fundación» de la sociología de la ciencia. El escrito

considerado capital en la génesis de la disciplina fue el publicado en 1942, bajo el título «La estructura normativa de la ciencia» 12 que sienta las bases morales que rigen los comportamientos de la actividad científica como institución. En él sostenía que la ciencia había pasado por un periodo de dependenciasocial, en donde los científicos habían tenido que justificar sus

proyectos con la ayuda y supervisión social; pero sus avancesadquirieron tal relevancia que posibilitaron una independenciade lo social que la transformó como un elemento independientey ajeno a la sociedad. Pero la propia sociedad, ante ese comportamiento, se lanzó contra ella y logró que la actividad científicaparticipara como un elemento más de la sociedad. El análisis

llevó a Merton a confirmar la existencia de un ethos en la ciencia moderna:

Es ese complejo de valores y normas, con tintes afectivos,que se considera obligatorio para el hombre de ciencia. Las normas se expresan en la forma de prescripciones, proscripciones,

preferencias y permisos. Se las legitima según valores institucionales. Estos imperativos, transmitidos por el precepto y elejemplo, y reforzados por sanciones, son internalizados en gradodiversos por el científico, moldeando su conciencia científica o,si se prefiere una expresión más de moda, su superego, Aunqueel ethos de la ciencia no ha sido codificado, puede ser inferidodel consenso moral de los científicos tal como se expresa en eluso y la costumbre, en innumerables escritos sobre el espíritucientífico y en la indignación moral dirigida contra las violaciones del ethos13.

En consecuencia, desde esta matriz explicativa, el estadounidense dedujo que la ciencia no está sujeta al estudio exclusivo del

12 Este artículo tuvo diversos títulos, originalmente se publicó con el título Science, a nd Technology in Dem ocra tic Order, y más tarde apareció en unode sus libros con el nombre de Science an d Democratic S ocial Structure.

13 Merton, R. K. (1977), La sociología de la ciencia, Alianza, Madrid, p. 357.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN A NÁLISIS POSMERTONIANO

método, no solo en el contraste sino también en la formulación delas proposiciones, como imponía la filosofía de la ciencia clásica.

La norma, en un primer momento, quedó reducida a cuatro

elementos: el comunismo (Comunism), el universalismo (Uni-versalism), el desinterés (Desinterestedness) y el escepticismoorganizado (Organized Skepticism)14. Y, a medida que avanzaba en sus investigaciones, no tardó en darse cuenta de la necesidad de incorporar nuevos aspectos preceptivos que enriquécie-ran el ethos científico, añadiendo, primero, la originalidad (Ori-

ginality), y más tarde, la humildad (Humility). Este código noestaba libre del incumplimiento, pues los científicos poseenvalores que contravienen el protocolo normativo; y Merton,consciente de ello, mantuvo su proposición de que la existencia

J de un grupo de científicos transgresores de los imperativos noimplica negar la existencia de un código científico. Muchassociedades tienen incorporada en sus prescripciones sociales la

máxima «no matarás», pero su incumplimiento por parte dealgunos ciudadanos no niega su legitimidad social.

Merton no se detuvo en el ethos y avanzó en el estudio de laciencia teorizando sobre el comportamiento de los científicos, y¡idvirtió sobre otros factores que, aunque no respondían a imperativos, corroboraban, en su expansión, el acatamiento del código, como acontecía con la tesis del intercambio15. El avance dela ciencia ha sido producto, entre otros, del intercambio de conocimiento entre científicos, que dio paso a la difusión de los des-

14 De la unión de las primera palabras de estos cuatro términos salió elvocablo CUDOS (en español CUDEOS), guardando similitud con la palabra

luidos», siglas de otro vocablo conocido en el mundo científico y que signifi->mi «gloria, fama y renombre». Aspecto que sin ninguna duda esperan alcan-

 /m algunos hombres de ciencia. Sobre estas cuestiones reflexionó, a lo largo«I** los años 60 y 70, Merton dando lugar a un amplio elenco de artículos queliiiV. larde quedaron recogidos en su obra Sociología de la ciencia.

I<i [...] lo que fue quizá más importante, las relaciones postales intema-i tunales mejoraron continuamente, de modo que a fines del siglo la comuni-i ¡ti ión con el continente era constante y regular. Estos vastos desarrollos en las. miMinicaciones y transportes, alentados sobre todo por la clase comercial eninterés del intercambio, también promovieron las relaciones en el dominio del|ii-iwnmiento. Merton. R. K. (1984),  op. cit., p. 245.

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JESÚS A. VALERO MATAS

cubrimientos, teorías, etc., e hizo posible que otros científicosconocieran las investigaciones de sus colegas. Este hecho, a 

 priori, aparecía como funcional a la ciencia, pero la actividadcientífica es fruto de la acción de individuos que no permanecen ajenos a la realidad social. De tal forma que afloraban aspectos disfuncionales a la misma, que desvelaban comportamientosnegativos en la actividad científica, tales como el plagio, ante elcual, algunos científicos, temerosos a ser copiados, prefirieronmantener ocultos sus logros, hasta que, tras su muerte, alguien

los sacara a la lu z16.Los agentes disfuncionales en la ciencia no se reducen a fac

tores de esta índole, ya que la propia institución inconscientemente despliega mecanismos negativos para el progreso científico, generando disputas, engaños, fraudes, etc. El sistema derecompensa no siempre resuelve los premios con justicia, puesson bastantes los científicos que no llegan a obtener el premio dela inmortalidad científica, a pesar de haber aportado más a la ciencia que muchos premiados. Merton entendió que, en la labor científica, existe lo que denominó el «efecto Mateo de la ciencia»:

Al que tenga, se le dará y tendrá abundancia; pero al que notenga se le quitará hasta lo poco que tenga.

Este principio perjudica a las nuevas promesas, cuyas aportaciones a a ciencia son frenadas por los deficientes procesosde reconodmiento, que les niegan la gratificación indispensable para continuar con sus ensayos, mientras se refuerza lasposiciones de los laureados. El efecto Mateo, en palabras deMerton,

conduce a una doble injusticia no intencional, en la que los científico! desconocidos se ven injustificadamente perjudicados ylos famosos injustificadamente beneficiados17.

16 Mertcn, R. K. (1977),  op. cit., p. 268.17 Mertcn, R. K. (1977),  op. cit., p. 565.

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SOCIOLOG ÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTO NIANO

Esta iniquidad, aparentemente no intencionada, ha terminado por alojarse en la institución, transformándose en método.Desde los patrones normativos, la institución no atiende a los

criterios de originalidad ni humildad, porque la comunidad científica favorece estos comportamientos que protegen los interesesindividuales de sus premiados, a la vez que estancan las investigaciones de los nuevos científicos.

Algunas sociologías de la ciencia después de Merton: Representaciones seudocientíficas en el estudio de la ciencia

Como se ha expresado con anterioridad, muchas han sido ycontinúan siendo las corrientes sociológicas encaminadas o llamadas a polemizar con el carácter sociológico o científico dela ciencia. Las razones que llevaron a la aparición de estos flu

 jos teoréticos deben inscribirse en dos planos: uno, el referidoa esa finalidad, sobre el que se apoya alguno de los juicios deestas corrientes: el interés 18; el segundo motivo, la necesidadde cambiar el paradigma dominante: el normativo. Estas sociologías, más que cuestionar la naturaleza sociológica de las tesismertonianas, lo que deseaban era erigirse en únicas disciplinasresponsables de engendrar una nueva metodología que sirviera

como instrumento «verdadero» en la explicación del conoci

18 La mayoría de estos movimientos posmertonianos se caracterizan porahondar que una de las reflexiones sobre la que se edifica parte de su doctrinacontra los argumentos mertonianos es que el interés es la cuestión sobresaliente en el quehacer de la ciencia. Por consiguiente, ellos buscan un interés en elobjeto de enfrentamiento teórico a las tesis normativas, y ese interés les obliga

a enfrentarse a la doctrina dominante con el objeto de llamar la atención sobreel resto de teóricos, y de esa forma abrirse camino en la sociología. En concomitancia encontramos el poder, instrumento necesario para transformarse ennuevo paradigma —por utilizar su propia terminología— y distribuir, comodice Bames, «el conocimiento». Bames, B. (1988), The Nature of Power, 

Cambridge, Polity Press, p. 79. En definitiva, es dominar el campo de la sociología y ser este paradigma el nuevo referente sociológico, por derivación elnuevo administrador de la sociología de la ciencia.

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JESÚS A. VALERO MATAS

miento científico que envuelve el mundo de la ciencia. Paraello, necesitaban destronar a la sociología de la ciencia normativa; y, en esa obsesión por imponer sus intereses, no se per

cataron de que, en el espacio intelectual y sociológico, haycapacidad para mantener miles de planteamientos teóricos sinnecesidad de atacar a otras tesis como lanzadera de las heterodoxias.

Estas sociologías, incorrectamente denominadas «de laciencia» —por su contenido podemos considerarles secciones

de la sociología de la epistemología, sociología de la cultura,sociología de la hermenéutica, etc.—, más que transformarseen herramientas del análisis sociológico de la ciencia, sonenriquecedoras de las seudociencias y verdaderas artífices enla construcción y engrandecimiento de disciplinas anticientíficas 19.

Antes de adentramos en la crítica, resolvamos algunas cues

tiones sobre las seudociencias. Los defensores del positivismolas identifican como disciplinas que emplean creencias, métodoso teorías erróneamente valorados, al no compartir con la cienciani cuerpos de conocimiento ni metodología, entre otros. Y definen la anticiencia como aquella disciplina que lanza duras acusaciones contra el método científico y lo considera instrumento

invalido de justificación 20.Bunge21 ponía de relieve una serie de descriptores (12 concretamente) que caracterizan a la seudociencia, y que, a mientender, son demasiados, pues creemos suficientes cinco paradescribir la intención, el objeto, el fondo y el método de la seu-

19 Estas teorías generan un prontuario de discursos incrementando elnúmero de teóricos y seudoteóricos con argumentos anticientíficos comoexpresaba Merton, «el anticientifismo se ve respaldado por aquellos colectivosde intelectuales que discuten el valor y la integridad de la ciencia, e introducencriterios no científicos para elegir el campo de la investigación científica».Merton, R. K. (1995), op. cit., 635.

20 En este punto aparece una contradicción, porque muchas de estas seudociencias consideran inválidos los procedimientos científicos, pero recurren a

ellos como medida de integridad científica.21 Bunge, M. (1985), Pseudociencia e ideología, Alianza, Madrid, pp. 68 y ss.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

dociencia 22. Los cinco descriptores que proponemos son elcampo discursivo, el contexto dogmático y/o ideológico, laexpresión formal y expresión local23 y el principio de evidencia metodológica. Esto permite, entre muchas cuestiones, poderdistinguir entre ciencia emergente y heterodoxia. La mayoría delas seudociencias intentan penetrar en el campo del conocimien-10 haciendo uso de esta terminología, y manifiestan que sus prác-licas están fuera del alcance de la ciencia real u ortodoxia, porquesus modelos o métodos son estériles con las técnicas empleadas

por la ciencia tradicional. En ese intento de constituirse como«ciencias» acuden a la terminología de ser nuevas ciencias oi la heterodoxia científica24; sin embargo, no pueden identifi

carse con ella porque no están sujetas a principios y normasj científicas.

Otro autor que analiza las seudociencias es Olivé 25, quienno utiliza el criterio de demarcación entre las ciencias y las seu-

tlociencias desde la interpretación cientificista, sino que lo cir-i iinscribe a aspectos sociológicos, históricos y epistémicos. Pues11 msidera que a priori no puede ser aceptado como válido algol»>r el mero criterio de «autoridad», sino que debe pasar a través

22 Bunge, M. (1985), op. cit., pp. 68-70, propone una decatupla para

expresar el campo de conocimientos al que se circunscribe la seudociencia,|mmo menciona doce aspectos que intervienen en la definición y desenmasca-ramiento de la verdadera intención de la seudociencia.

23 En otro texto dedicaremos más tiempo a la explicación de estos elementos, pero cuando se habla de expresión formal y loca, la primera atiende a1 1 muios que emplean o usan criterios lógico-matemáticos para reforzar susIrsis que no tienen consistencia metodológica. La expresión local se refiere al■ (tipleo específico de herramientas propias que validen los criterios necesarios

>1'* la disciplina en cuestión, es decir, crean criterios vacíos para dar validez al.i mimcrología, ciencia piramidal, la psicología astrológica, etc.

2,) Isaac Asimov llamó a estas endoherejías, porque son desviaciones inicia-I- ■. i |iie se producen en el interior de la ciencia, pero que deben pasar por un pro-. rm i científico que confirme su validez o su error. Muchas han sido las teorías naci-■ t i-, ilo las heterodoxias científicas, pues nacieron como consecuencia de ir contrain lo iría dominante, léase, la biología molecular, la teoría de la relatividad, etc.

v Olivé, L. (2000), El bien, el mal y la razón, Paidós-UNAM, México,P|i 56-61.

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JESÚS A. VALERO MATAS

de un tamiz que evite caer en el dogma. En el estudio de la naturaleza encontramos bastantes enunciados científicos que no pueden verificarse según los preceptos de la ciencia, y tambiénhallamos seudociencias apoyadas en observaciones verificables.La tesis de Olivé indica que aceptar el modelo exclusivamentecientificista es caer en la mera creencia y dar cabida a las seudociencias; por lo tanto, la descripción cientificista no es válidacomo un criterio de demarcación. Es necesario, pues, buscar

otros posibles criterios con el objeto de deshacer esa limitaciónentre estas dos disciplinas. Una interpretación desde la perspectiva epistemológica, y sin cerrarse a ninguna aceptación ideológica, es la propuesta por Larry Laudan, quien arguye que noimporta la cientificidad de una teoría, sino las razones que existen a su favor 26. En cuanto al juicio sociológico, tenemos la

aportación de Merton 27 referida al reconocimiento e importancia que adquiere la comunidad científica en la selección o aprobación de teorías; sin embargo, en su tesis no existe un análisisexplícito de la demarcación como el de Olivé, quien afirma que,

además de los ejemplos paradigmáticos, una tradición incluye

un sistema de conceptos, tesis y principios metodológicos queestablecen el rango de problemas que se consideran como legítimos problemas de la disciplina, y por consiguiente como problemas que vale la pena discutir, y establecen también los criterios para aceptar propuestas de solución a esos problemas,como propuestas admisibles28.

En otra línea, no muy alejada de la seguida por Olivé, tenemos la aportación de Sánchez Ron, quien manifiesta que, desde

26 Laudan, L. (1996), Beyond Positivism and Relativism . Theory, Method  

 and Evidence, Boulder, Westview Press.27 Merton, después de su primera aportación a la sociología de la ciencia,

continuó estudiando otros aspectos que resultaban importantes en el estudio dela institución científica, entre ello se encontraba la importancia que tiene l;icomunidad científica, pero no lo dejó plasmado tan explícitamente como ()livi*Ver Merton, R. (1980), Sociología de la ciencia, Alianza, Madrid, v. I-II.

28 Olivé, L. (2000),  op. cit., p. 57.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

un planteamiento lógico, resulta imposible definir, de maneracategórica, la diferencia entre ciencia y la superchería, imposturas o el fraude consciente o inconsciente 29. En cambio, existe laposibilidad, en última instancia, de distinguir entre sistema científicos y seudocientíficos o no científicos.

Atendiendo a esta consideración, y observando las valoraciones de Sánchez Ron, podemos creer que se ha caído en laincongruencia; pero no es así, porque, desde la perspectiva lógica, no es posible, aunque sí lo es desde la evaluación histórica, y

lo resuelve argumentando así:

Un mínimo que debe cumplir toda teoría científica es sercapaz de predecir algo que va ha ocurrir; sin capacidad de predicción no hay ciencia, y predecir con reglas tan borrosas quecon facilidad se pueda convertir una refutación en una confirmación. En este sentido, sí que tenía Popper razón cuando atacaba a las construcciones de Karl Marx y Sigmund Freud, dosde sus grandes bestias negras, señalando que la mayor parte desus defensores siempre encontraban mecanismos para hacerde una refutación una confirmación. Pero su crítica desde unpunto de vista histórico, no desde el lógico, [...] hay que reconocer que en los procedimientos y tácticas empleados hay enormes diferencias entre muchos de los que pretendían salvar aMarx y Freud y los que intentaban hacer lo propio con Newton30.

Otra perspectiva para acometer el problema de la demarcación es la capacidad de autorregulación de la ciencia y la impo-ibilidad de autorregularse de la seudociencia. La existencia de

parámetros de autocorrección, metodológicos (experimentación,luslificación, confirmación validez, etc.) y morales (normas,

i (conocimiento, etc.) confiere a la ciencia, sobre la seudocien-

M En este punto, Sánchez Ron mantiene la justificación de Popper, queuiiit de las características de la ciencia reside en la refutación, si bien Inre Laka-i. en contra de esta formulación popperiana, indicó que cualquier enunciadopuede encontrar una refutación aparente.

Sánchez Ron, J. M. (2002), Los mundos de la ciencia, Espasa, Madrid,

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JESÚS A. VALERO MATAS

cia, una superioridad epistemológica; empero, esto no significaque los acertijos empleados por el «seudocientífico» no se acer

quen a la realidad, incluso puede darse el caso de que un seudocientífico adivine (por azar) un seísmo y el sismólogo no. Sinembargo, la acumulación de conocimiento producto de la investigación permitirá al científico conocer las razones que hicieronposible el seísmo; mientras el «profeta» se remitirá a cuestionessin peso ni autoridad epistémica, es decir, su metodología expli

cativa se apoya en la especulación ontológica.El proceso autorregulador pondrá en alerta a la comunidad

científica e intentará evitar que los investigadores recurran aprácticas alejadas del método científico; no obstante, no podráproteger a la ciencia de las imposturas o fraudes de algunos desus miembros. Entre otras cuestiones, la falta de una comunidad

normativa en las seudociencias posibilita la proliferación de todotipo de perspectivas seudoteóricas.

Evaluación desde la sociología de la ciencia de los estudios culturales de la ciencia

El análisis de la demarcación es el primer paso en el establecimiento de los marcos teóricos para la delimitación entreciencia y seudociencia. Sin duda, se necesitan otros parámetrospara el estudio y valoración de la ciencia, porque muchas de lasproposiciones teóricas y prácticas aplicadas en las ciencias, seannaturales o sociales, no pueden ser aceptadas porque sí, y, en

consecuencia, será condición obligada conocer las causas que loimposibilitan. Es justo llevar a cabo una valoración de los condicionante que invalidan las teorías y su práctica, previa evaluación. También es cierto que esta evaluación debe realizarse sobrepatrones científicos y éticos, tanto de la teoría como fundamento y de la actividad como aplicación. Tal y como queda recogi

do en las palabras de Mosterin31, «si somos racionales, pero no

31 Mosterin, J. (2000), Conceptos y teorías en la ciencia, Alianza, Madrid,p. 312.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

dogmáticos, y pluralistas, pero no frívolos, estaremos fundamentalmente interesados (tanto en el dominio de la teoría como en lapraxis) no en la consagración ni en la excomunión, no en la confirmación ni en la refutación, sino en la evaluación».

A continuación abordaremos dos apartados fundamentalespara conocer desde la sociología el mundo de las seudociencias;concretamente, la práctica seudocientífica y tratamiento en lassociologías posmertonianas.

1. La práctica seudocientífica

Desde la racionalidad, encontramos que en la evaluación delas denominadas seudociencias aparece un amplio elenco deimposibilidades epistemológicas para aceptar a estas disciplinas

como elementos propios del quehacer científico, por incurrir enincumplimiento de valoraciones históricas, epistémicas y sociológicas, además de no atenerse a la autorregulación. Debido a lasmúltiples tendencias seudocientíficas, resultaría muy extensoy poco productivo enumerar cada una de las seudociencias quepretenden transformase en ciencias, por su inconsistencia en materia científica y ética.

En 1981 Gardner32, en su crítica a algunas seudociencias,realizaba un repaso a una cuestión que estuvo vigente en lasociedad hasta el momento que se develó el fraude. Gardneremprendió su análisis sobre la figura de Bridey Murphy33, queresultó ser una artimaña de dos personas que intentaron ganar undinero y hacer creer que la hipnosis poseía todos los componen

tes suficientes y necesarios de una ciencia. Otro hecho mencionado por Gardner es el conocido caso del libro de Velikovsky34,

32 Gardner, M. (1981),  La ciencia, lo bueno, lo malo y lo falso, Alianza,Madrid, p. 96 y ss.

33 Aquí no lo vamos a desglosar, pero para ver el engaño y todo lo refe-

irnie a la falta de pruebas que verificaran la investigación como ciencia, ver ellibro de Morey Bemstein o Gamer, M. (1988), op. cit., 96-97.

14 Velikovsky. I. (1977), Worlds in Collision, Nueva York, Simón & Shuster.

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II St ISA. VALERO MATAS

cuyo abundante número de insensateces pusieron en alerta a lacomunidad científica. El rechazo categórico de algunos cientí

ficos causó, sin embargo, un efecto contrario; es decir, en lugardel rechazo estimuló un apoyo en favor de Velikovsky, transformando el libro seudocientífico en un bestsellers. Sus tesiscarecían de base científica y su único apoyo era que sus argumentos verificaban los relatos bíblicos, además de emplear términos como campos magnéticos, rotación y tiempo, entre otros.

Y sobre esto edificó su épica teoría.Otras actuaciones seudocientíficas, probablemente más popu

lares, emanan de charlatanes que buscan, en el reconocimientopopular, lo negado por la ciencia. Entre las de mayor aceptaciónsocial encontramos35 la astrología, ufología, cosmología creacio-nista, el creacionismo científico, la ciencia piramidal, parasicolo-

gía, la quiromancia, la numerología y una modalidad más omenos nueva que está abriéndose camino con sus falsedadesdialécticas: la psicología astrológica de Bruno Huber. Este psicólogo astrólogo intenta transformar su fantasía en una verdaderaciencia, con un invento denominado progresión de la edad (PE),que la define como «una mecánica de tiempo inherente al horós

copo (una especie de reloj de la vida individual). Es una técnicaque nos permite saber en qué punto del horóscopo nos encontramos en un determinado momento de nuestra vida, qué es lo mejorque podemos hacer en la situación presente, qué tipo de problemas hemos tenido hasta el momento y qué nos espera»36.

Este entramado dialéctico intenta conocer el futuro a partir

de gráfico con forma de reloj en donde introduce extraños caracteres y dibujos. En esa pretensión de conferir credibilidad a sufantasía, comienza a realizar eso que él denomina progresión, ysobre eso empieza a edificar sus realidades. En todo este entre

35 Es significativa la importancia y relevancia que tiene estas seudociencias en la sociedad, que si nos acercamos a una biblioteca pública o popularencontramos un epígrafe referido a estas disciplinas, y en ocasiones mezcladacon la innovación tecnológica.

36 Huber, B.; Huber, L. (2003), El reloj de la vida, API-España, Barcelona, p. 14.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

tejido psicoastrológico, la supuesta investigación (su denominado método y técnica) manifiesta que un determinado tipo deindividuos se comportan de una determinada manera (la selec

ción X); sin embargo, no existen datos ni método que sustenten una realidad objetiva, solamente su palabra. En este caso,como en muchos otros de esta tipología, los seudocientíficossolo presentan aquellos comportamientos que cumplen su modelo, mientras el resto son desestimados. Con estos datos es imposible catalogar estas investigaciones como ciencia, puesto que seestán falseando los datos y, por lo tanto, el modelo es erróneo.

En este grupo situamos al psicoanálisis o la parapsicología,disciplinas que durante décadas tuvieron un lugar preferente enla sociedad, a pesar de su nula base científica, aunque abrazadasy difundidas por académicos hasta situarlas en lugares predominantes de la ciencia oficial. Como Lacan, que todavía tieneseguidores, a pesar de la escasa veracidad de sus tesis, y tras las

lluras críticas vertidas por Sokal y Bricmont, quienes proclamanla imposibilidad de su desarrollo teórico para dar soluciones aleterno problema acientífico del psicoanálisis: «Lacan hace alar-i le de sus conocimientos de lógica matemática ante un públicono experto, pero desde un punto de vista matemático, su exposi-i i(')ii 110 es ni original ni pedagógica y, por otro, el vínculo delpsicoanálisis no se apoya en ningún argumento»37.

No es esta la única crítica contra el psicoanálisis, puesmuchos son los que han reaccionado contra su inconsistencia.I ’opper38, por ejemplo, escribía: «[...] estas observaciones clíni-1 as que los psicoanalistas creen ingenuamente que confirmansus teorías no pueden hacerlo en realidad más que las confirmaciones diarias que encuentran los astrólogos en la prácticade la astrología». En esta misma línea de recusaciones contra• I psicoanálisis encontramos una ingente cantidad de reflexiones contra los análisis de la teoría de los sueños y otros pro-

17 Sokal, A.; Bricmont, J. (1999), Imposturas intelectuales, Paidós, Bar-1 f itina, p. 46.

m Popper, K. R. (1991), Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del cono-

cimiento científico, Paidós, Barcelona, pp. 198-199.

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JESÚS A, VA!,URO MATAS

yei tos t c - ñ i u os de Io n   que se ocupa Freud, quien no pudo enningún momento dar una justificación científica a sus tesis yterminó por conferir a sus estudios una autojustificación acien-

tífica.Son muchos los ejemplos de refutación a las tesis freudia-

nas, y a ellos podríamos recurrir, pero vamos a fijamos tan soloen el caso de la paciente de Breuer, Anna O., relatado por Wol-pert39. Este centra su crítica en un intento de resolver un casode fobia a beber líquidos: «Afirmaron [los psicoanalistas] que

lo que habían reprimido era el recuerdo de la visión de unperro bebiendo agua en el vaso de un amigo, algo que la habíaasqueado profundamente. Recordando el incidente, se consiguió eliminar la represión y se produjo una espectacular desaparición del síntoma. Freud desarrolló la idea hasta transformarla en un modelo en que eran importantes no solo los traumas

recientes, sino también la represión infantil con un marcadocontenido sexual (paradójicamente, pruebas recientementeobtenidas demuestran que Anna O. no se curó en absoluto ysufrió varias recaídas durante un determinado periodo deaños)».

Esto no puede sostenerse de ninguna manera, y menos

científicamente; dado que se desconocen las indicaciones dedefinición de ese trauma, resulta imposible realizar representaciones vivenciales, y por tanto, su justificación y validaciónse muestran imposibles. En definitiva, podemos argüir que elproblema del psicoanálisis no tiene naturaleza filosófica y sudebilidad científica se encuentra en el desarrollo de su propia

teoría, pues la mayoría de los conceptos utilizados son borrososy no pueden explicar los fenómenos. Por mucho que recurrala doctrina al método científico como validación a sus tesis, nopodrá catalogarse como ciencia, porque tanto su teoría, la defi-

,,J WolpiTt, I.. (1992),  I.ci naturaleza no natural de la ciencia, AcentoKditoriul, Madrid, p. 127. Junto a este, en páginas siguientes encontramosmás reflexiones sobre el carácter no científico del psicoanálisis, que desarrolla brevemente pero con excelsa claridad este embriólogo británico.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

nición de sus conceptos y los instrumentos de delimitación desus fenómenos son dudosos en aplicación y desarrollo 40.

Una de las seudociencias que más aceptación ha tenido y

continúa creciendo su influencia social es la astrología. Con soloasomamos a los programas de televisión, radio o prensa observamos secciones dedicadas a esta seudociencia. Se diferenciade las anteriores por su raíz, que sí está apoyada en una disciplina científica: la astronomía. Por el mero hecho de tener una basecientífica no se adquiere el grado de ciencia automáticamente,sino que es necesario demostrar la validez; en este caso, resultapoco probable porque no existe confirmación veraz de que seaposible determinar el futuro de un individuo según la posición delos planetas el día de su nacimiento. A parte de su inconsistenciafógica, la astrología ha sido refutada y negada más veces queconfirmada; en conclusión, no tiene justificación necesaria paraalcanzar el atributo de ciencia.

¿Por qué son prolíficas las seudociencias? Se pueden esgrimir diversas razones, aunque centraremos la respuesta en doscuestiones. En primer lugar, la facilidad para engañar a los indi

40 El profesor Feynman dejó constancia de la inoperancia científica delpsicoanálisis como queda recogido en el siguiente texto: «El doctor brujo diceque sabe cómo curar. Hay espíritus interiores que están tratando de salir. Hay que

soplarles con un huevo, y todo eso. Se pone una piel de serpiente y toma quinina de la corteza de un árbol. La quinina funciona. El no sabe que su teoría delo que sucede es falsa. Si yo estoy en la tribu y me pongo enfermo, voy al doctor brujo. El sabe sobre ello más que cualquier otra persona. Pero sigo tratandode decirle que él no sabe lo que está haciendo y que algún día, cuando la genteinvestigue eso libremente y se libere de todas sus ideas complicadas, aprenderán otras formas mucho mejores de hacerlo. ¿Quiénes son los doctores brujosahora? Los psicoanalistas y psiquiatras, por supuesto. Si tenemos en cuentaludas las ideas complicadas que han desarrollado en tiempo infinitesimal, si loei unparamos con el tiempo que se necesita en cualquier otra de las ciencias paraponer una idea detrás de otra, si consideramos todas las estructuras e invenciones y otras cosas complicadas, los ellos y los egos, las tensiones, las fuerzas ylas pulsiones y las atracciones, yo les digo que todas esas cosas no pueden estarallí. Es demasiado para que un cerebro o algunos cerebros lo hayan preparadoen un tiempo tan corto. Sin embargo, les recuerdo que si ustedes están en la

tribu, no hay nadie más a quien acudir». Feynman, R. P. (1999), Qué significalodo eso, Barcelona, Crítica, pp. 126-127.

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viduos por medio de esa dialéctica sencilla, que oscila entre lanarración científica y el ocultismo, frente a las complicadas expli

caciones expuestas por los científicos. Esto lleva a que los ciudadanos abracen estas fantasías y, en lugar de resolver o buscaruna explicación de su realidad, producen jugosos beneficiosa esos charlatanes. Quizá en lugar de denominarlo «seudociencia», lo más adecuado sería etiquetarlo de «gananciología». Lasegunda razón se refiere al interés de los estudios sociales de la

ciencia sobre estas disciplinas, y más que ser herramientas valiosas en el devenir de la ciencia se convierten en instrumentos defreno del progreso científico; pero, aun así, desde el mundo académico se les sigue apoyando y engrandeciendo. En este sentido caminan la tesis de Feyerabend41, todo vale (anything goes), que preconiza un anarquismo metodológico y gnoseológico, eliminando las normas en la ciencia y argumentando que el mundotiene el sentido con el que nosotros lo vemos. Asimismo, arguyeque no existe ninguna verdad objetiva, y que no es posible distinguir entre verdad y error, y en consecuencia cualquier opiniónes válida. Lo preocupante de este hecho es la aceptación de estosargumentos por parte de algunos académicos que conceden validez a estas seudociencias y construyen teorías fundadas en el

irracionalismo 42.

2. La práctica seudocientífica de las sociologías posmertonianas

Dentro de esta acumulación de errores nacidos de las elucubraciones de los denominados credos sociales de la posmodemi-dad («estudios posmodemos», según Sokal), en lugar de realizarun acto de reflexión sobre sus planteamientos, ha reforzado su

41 Feyerabend, P. (1975), Against Method, Nueva York, Humanities Press.

42 Cuando se discute el valor de la ciencia y se introducen criterios nocientíficos en la determinación del comportamiento de la misma estamosfomentando un intelectualismo y estamos dando el primer paso hacia el epilafio de la ciencia.

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 jerga teórico-sociológica; y desde la sociología de la ciencia seha demostrado que sus discursos no son más que construccionesfatuas de la ciencia. El constructivismo y el relativismo han

caído en la insidia al rechazar otros planteamientos teóricos considerados inválidos por no ajustarse a sus discursos.

Censurar el paradigma mertoniano, o cualquier otro, no es razónpara rechazar un discurso crítico, y aún menos acusarlo de erróneo,especialmente cuando defendemos un pluralismo entendido comola diversidad de maneras de comprender e interactuar en el mundo,

e implica tolerar otras concepciones epistémicas, axiológicas, metodológicas, éticas, etc., que no se refuten a sí mismas. Esto no supone aceptar todo tipo de teorías, porque el pluralismo, al igual queotras concepciones, tiene un ordenamiento interno regulador quepermite aceptar o rechazar un argumento. Como afirma Olivé,

el pluralismo reconoce que la capacidad que hemos llamado

razón es común a todos los seres humanos. Dicha capacidadconsiste en la habilidad de aprender y usar un lenguaje, tenerrepresentaciones del mundo, plantearse fines y elegir entremedios posibles para obtenerlos, analizar esos fines, conectarunas ideas con otras, hacer inferencias lógicas, construir y analizar argumentos, y aceptar y rechazar ideas, valores y normasde conducta, con base en razones 43

Por tanto, el pluralismo permite entrar en acción a diferentesleorías que posibilitan contrastar las diferentes hipótesis, teorías0 paradigmas, y conocer el criterio más válido de acuerdo conlos objetivos de la ciencia. Merton abrazó, desde un principio,H pluralismo epistémico y axiológico de la ciencia y rechazó elrelativismo. Mantuvo una posición de cambio, es decir, su planteamiento teórico se va modificando a lo largo de las diversasinterpretaciones (movilismo) de las reglas de validación de lasleorías científicas, porque estas no permanecen eternas, sino quetitán sujetas a valores culturales y sociales de cada época. Al1especio, Merton afirma que

Olivé, L. (2000), op. cit., pp. 121-122.

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U NI 1S A. V A I J iR O M AT AS

la historia de la verificación de esta ley [Boyle] también ejemplifica la consecuencia de la interacción social [...] por la provisión de nuevos contextos que hacen significativas observaciones

que antes carecían de sentido 44

Y no solamente se muestra movilista al conferir validez auna teoría, sino que también la evolución social impone cambiosa los valores de la institución científica, ya que

hay cierta plausibilidad en esta tesis de que las costumbres dela ciencia y la conducta de los científicos han cambiado en elpasado reciente, pues es obvio que todos los parámetrosdemográficos, sociales, económicos, políticos y organizativos de la ciencia han adquirido espectacularmente nuevosvalores 45.

El pluralismo defiende la existencia de valores universales,comunes a todas las personas 46, aunque, en ocasiones y endeterminados lugares, no se hagan realidad, como, por ejemplo,la libertad en algunos países de África, donde la esclavitud estápermitida; sin embargo, esto no significa que, como en este paísno se cumple, no es universal. En cambio, el relativismo no loentiende así, porque considera que las diversas culturas poseenprácticas o valores diferentes, y, a tenor de esto, arguye que nadapuede ser universal, sino que todo es relativo. Aplicando estosparámetros teóricos del relativismo científico encontramos queno existe nada independiente, puesto que el mundo es una construcción social y los hechos son enunciados sujetos a valoresculturales concretos. En palabras de Collins, «la consideración

de verdad puede variar de un lugar a otro y de una época a

44 Merton, R. K. (1984), op. cit., p. 243.45 Merton, R. K. (1980), op. cit., p. 426.46 Esto no quiere decir que no existan valores epistémicos relativos y que

la determinación, la orientación y consecución de objetivos científicos no ven

gan sometidos a posiciones de la comunidad científica y propuestas económicas y políticas, pero de ahí, por relativizar la verdad a estas cuestiones, existeun paso abismal.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

otra» 47. Según Collins, si modificamos las formas de pensar, losmodelos de percepción, los modelos de construcción de teorías,etcétera, cambiamos los criterios de verdad y, por tanto, un enun

ciado válido en una cultura A pasa a ser inválido en la cultura B.líntonces, ¿qué ocurre con el enunciado 2 + 2 = 4, en base diez? 48.Por mucho que se intenten establecer otros criterios de verdad,tendrá vigencia en cualquier cultura, porque atiende a una pautaconsensuada y universalmente establecida para comprender larealidad.

Si bien las nuevas sociologías de la ciencia acusaban a la

ciencia normativa de ser reduccionista con respecto al conocimiento, el relativismo, como el constructivismo, adolece de reducir la ciencia a una construcción humana, y por ende, sometida alas reglas sociales. En cierta medida, las creencias, ideas, etcétera,canalizarán y sugerirán líneas de investigación, elección de teoríasy todo cuanto ahonda en la ciencia, pero no determinarán el cono

cimiento.Siguiendo con las tesis del relativismo, y en esa búsqueda de larentabilidad práctica de la construcción del conocimiento científico, el relativismo intentó buscar un constructo social que ayudaraa dar vigencia a su planteamiento teórico, y lo resolvió entrando enel estudio de las controversias científicas. Como señala Collins,

dentro del programa relativista aceptamos que el punto de vistacientífico de cada uno de los dos lados de una controversiapuede defenderse indefinidamente y que, incluso en la más purade las ciencias, si el debate tiene que terminar, los medios utilizados en su clausura no son los tradicionalmente consideradoscomo estrictamente científicos49.

47 Collins, H. M. (1983), «And Empirical relativist programmé in thesociology of scientific knowledge», en Knorr y Cetina, K., y Mulkay, M. (eds.),1983, Science Observed: New Perspectives on the Social Study of Science, Londres: Sage Publ. Co.

48 Los matemáticos dicen que hubiera sido mejor haber tomado comoreferente convencional en base 12, por la facilidad de múltiplos y la divisibilidad del 12.

49 Collins, H. M. (1983), op. cit, p. 123.

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JliSÚS A. VALERO MATAS

Resulta interesante esta manera de estudiar determinadoscomportamientos de la ciencia; empero, esto no significa tomarcomo válida su base teórica, ya que no es aceptable la certificación de una investigación amparada únicamente en intereses eideología del grupo dominante. Para elevar a tal categoría unenunciado será necesario contrastarlo objetiva y racionalmente.En la ciencia, y en otras áreas del saber, la verdad no puededepender del criterio del grupo dominante, porque la verdad(parcial, pues dudo que exista una verdad total) no es propiedadde nadie, es universal. Merton dejó claro que el universalismo

resultaba fundamental para el desarrollo de la ciencia, y sobretodo evita caer en una ciencia dogmática. Según Merton,

el universalismo halla inmediata expresión en el canon de quelas pretensiones a la verdad, cualquiera sea su fuente, deben sersometidas a criterios impersonales preestablecidos: la consonancia con la observación y con el conocimiento anteriormente

confirmado50.

En el caso del constructivismo propuesto por Latour y Woolgar, no se diferencia a los científicos de cualquier tribu ancestral;como ellos describen,

los científicos de nuestro laboratorio constituyen una tribu en laque se corre el peligro de malentender la manipulación y producción de los objetos cotidianos, si se les otorga el alto estatusque el mundo externo da, a veces, a sus resultados51.

Desde este mundo o tribu, según ellos, los científicos comienzan a realizar sus observaciones que posteriormente darán lugar

al denominado hecho social (el lenguaje común se conoce como«descubrimiento»). Sobre esta interpretación del comportamiento superficial de los científicos, los etnometodolólogos estudiosos de la ciencia darán fe del hecho científico. Esta descripción

50 Merton, R. K. (1980), op. cit., p. 359.51 Latour, B.; Woolgar, S. (1995),  La vida en el laboratorio. La construc-

ción de los hechos científicos, Alianza, Madrid, p. 78.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIAN O

del proceso de descubrimiento o investigación retrata el proceso, pero no aporta las causas primigenias del proceso de investigación. Como afirma Latour,

los estudios sobre la ciencia no solo deberían evitar valerse dela sociedad para explicar la naturaleza, o viceversa, tambiéndeberían abstenerse de explicar cosa alguna utilizando la causalidad. La causalidad es posterior a los acontecimientos y no losprecede52.

Pero los etnometodólogos tampoco indagan las razones deselección de unos enunciados u otros, y en sus tesis se detectauna falta de coherencia lógica en el proceso descriptivo; comoles reprocha Bunge53, «no explican [Latour y Woolgar] cómo unintruso que no entiende el lenguaje de la tribu con la que comparte su vida diaria (por el hecho de estar en sus mismas habita

ciones) puede tener acceso a detalles tan íntimos que precisamente tiene lugar dentro de los cráneos de los sujetos de estudio.Tampoco explican cómo meros intercambios de conversacionesy negociaciones pueden crear o destruir los hechos». La propuesta de estos no es un análisis del hecho científico, sino unadescripción del mismo, y, por lo tanto, constituirá una valoraciónhistórica. La etnometodología servirá como instrumento para

icsolver las controversias o conocer las motivaciones de loscientíficos, pero será infructuoso para alcanzar la verdad. Su inten-i ion no radica en conocer la verdad, pues solo investigan lasimplicaciones sociales (léase fuerzas económicas, políticas, etc.,alejándose completamente de la búsqueda de verdad. Comomanifiesta Latour y Woolgar,

hechos y artefactos no se corresponden, respectivamente, conenunciados, verdaderos y falsos. Más bien, los enunciados semueven en un continuo, según la medida a la en que refieren alas condiciones de su construcción54.

52 Latour, B. (2001), op. cit., p. 183.s 1 Runge, M. (2000), op. cit., p. 267.,‘l I .atour, B.; Woolgar, S. (1995), op. cit., p. 198.

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I I ' V ' vi I Di i M V I A N

I isla indiferencia ante la verdad o falsedad de los enunciadospone en cuestión a la ciencia, pues cualquiera puede construir unenunciado en función de sus creencias, mientras se atenga a los

cánones sociales dominantes. Eso no significa que, en la selección de líneas de investigación, no intervengan factores externos, y despreciar esta valoración de la elección de teorías es caeren los mismos errores de las tesis cuestionadas.

El rechazo sistemático a las tesis mertonianas por los cons-tructivistas y relativistas no solamente no ha solucionado lasdebilidades del problema mertoniano, sino que se han enfrascado en una «guerra» contra la ciencia y los científicos físico-naturales, y aunque se acercan al estudio de la ciencia, desdeparámetros históricos y etnográficos, no llegan a resolver elproblema epistemológico ni axiológico de la práctica científica. Hacking sitúa dichos estudios en el campo de la narraciónhistórica, alejándose de la explicación epistemológica, como

indica, «por ejemplo, la reseña más larga de Constructing Quarks dice que nadie tiene excusa para entender los fundamentos básicos de la física de altas energías de los años setenta. Los autores de la reseña dicen que pese a la temible ideología construccionista que se puede encontrar en un par de capítulos, el libro de Pickering es una historia y una explicación del

tema, excelente, precisa y legible al mismo tiempo. Latour yWoolgar trabajaron en el laboratorio Salk, fundado por JoñasSalk, el de la vacuna de la polio. El mismo Salk escribió unprólogo para el libro, perplejo pero con admiración: no tuvoproblema con la descripción que hacían Latour y Woolgar delas actividades que tenían lugar en el laboratorio que había fun

dado» 55. Manifestar deficiencias en su fundamentación episté-mica no implica rechazar algunas de sus aportaciones al estudio de la ciencia, como puede ser la descripción del hechocientífico.

Una visión crítica del relativismo-constructivismo desde elreconocimiento parcial de las tesis mertonianas se encuentra en

55 Hacking, I. (2001), ¿La construcción social de qué?, Paidós, Barcelona, p. 112.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

el sociólogo norteamericano Gieryn 56. Este pone de relieve dosdebilidades del programa relativista-constructivista; por un lado,no es más novedoso, pues no resuelve las debilidades metodo

lógicas de Merton; y en segundo lugar, el programa relativista-constructivista es un retroceso teórico, pues no solo no resuelvela carencia teorética del programa mertoniano, sino que, además,parte de errores epistemológicos. Este autor encuentra tres redundancias 57 en las tesis relativistas-constructivistas con respecto alas tesis mertonianas, y estas, en lugar de solventar las carencias

del argumento normativo, caen en el mismo error.La primera de las tres redundancias es que para cualquiersociólogo resulta una perogrullada que los factores sociales y cul-I urales son componentes esenciales en la constitución del conoci-miento científico. Para consolidar esta redundancia, Gieryn seremite a Merton58: «La revolución copemicana en esta zona deinvestigación consiste en la hipótesis de que no solo el error, la ilu

sión o la creencia falsificada estaban socialmente (históricamente)falsificados. Pero en el caso de estar el conocimiento confirmadoo certificado se supuso durante mucho tiempo que podía ser adecuadamente explicado en términos de una relación directa det >b jeto-intérprete».

La segunda redundancia se refiere a la idea de que el cono

cí miento científico es aproximado, ya que los científicos raramente tienen certeza acerca de sus creencias, y tienden a discutir y a negociar la validez de sus hallazgos. De nuevo, retoma aMerton; la norma de escepticismo organizado es un mandatometodológico e institucional que fomentan los científicos «paraescoger y evaluar cada nueva afirmación del conocimiento» 59.

Bn este punto es donde probablemente mejor se perciba que la

56 Gieryn, Th. F. (1982), «Relativist/Constmctivist Programmes in Socio-logy of Science: Redundance and Retreat», en Social Studies o f Scice, 12, pp. 280-281.

s7 Gieryn, Th. F. (1982), «Relativist/Constructivist Programmes», op. cit., 

pp. 282-286.Sfi Merton, R. K. (1995), Teoría y estructura sociales, FC.E, México, p. 544.Sl) Merton, R. K. (1980), op. cit. p. 339.

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JESÚS A. VALERO MATAS

mayoría de las aportaciones de estas dos comentes (el constructivismo y el relativismo) han intentando dar la vuelta a las tesismertonianas con ciertos tintes de originalidad 60; pero, en el

fondo, lo que encontramos es su hábil pluma y manejo del lenguaje interpretativo, como acontece con su explicación de lasdisputas científicas. Esto no resulta nuevo, porque sobre ello incide el escepticismo organizado enunciado por Merton, con la salvedad de que el relativismo profundiza en el tema.

Y, finalmente, la tercera redundancia se refiere a las creencias

y suposiciones de los científicos que determinan construccionesposteriores de nuevas creencias científicas, que impulsarán lo quemás tarde puede llegar a saberse. Los dos retrocesos que mencionaGieryn 61 en los que incurre el discurso relativismo-constructivismo son: el reduccionismo sociológico y la restricción de la sociología de la ciencia a la explicación de la práctica científica local.

Si bien es cierto que no resulta tan fácil hablar de la naturaleza, puesto que también modifica sus comportamientos cuandoestá siendo analizada, y sobremanera cuando es maltratada. Asunto que los relativistas no comprenden, ya que la naturaleza esviva y se comunica con los seres humanos por medio de transformaciones, es una forma de hablar de sí misma.

Otro autor contrario a. las tesis constructivistas-relativistas esMario Bunge. El filósofo argentino considera a Merton un exter-nalista moderado y totalmente compatible con los intemalistas.En cambio, critica a las nuevas sociologías de la ciencia por adecuar sus programas a la moda, y, en consonancia, los tipificacomo extemalistas radicales, bien locales o globales 62. Los teó

60 La originalidad es uno de los instrumentos que tiene la ciencia para avanzar, y el relativismo censuró esta aportación mertoniana, retomándolo más tarde.Al respecto de la originalidad, una excelente exposición la encontramos en estamisma obra de la pluma de Echeverría, El ethos de la ciencia, a partir de Merton.

61 Gieryn, Th. F. (1982),  Relativist/Constructivist Programmes, op. cit., 

pp. 287-292.

62 Mario Bunge, en su obra La relación entre la socio logía  y la filosofía, hace una reflexión sobre la sociología de la ciencia desde Marx hasta las nuevas sociologías (como él las llama). En este sucinto pero condensado análisisemprende una distinción entre los diferentes tipos de tesis extemalistas que

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

ricos que defienden un modelo de radicalismo local, como Fleck63(algunos sociólogos de la nueva corriente lo han tomado comoejemplo), sostienen que la ciencia y todos sus objetos son crea

dos a través del discurso literario de la comunidad científica delmomento. Acusa a los etnometodólogos de la ciencia, comoLatour o Woolgar, de que encontrar una interconexión entre elconocimiento y el laboratorio no significa trasladarlo a todos losaspectos que intervienen en la vida científica, y aún menos lasatribuciones realizadas por Latour negando la distinción entrecontexto y contenido, o las pergeñadas por Woolgar al fundir

praxis con discurso.Otro punto donde Bunge acusa a los relativistas es el eterno

problema todavía sin resolver en la sociología: integrar las tendencias micro-macro. Si bien, por su funcionalismo, Merton caíaen un holismo, el desarrollo teórico de la disciplina no, porque

ahondan en las nuevas sociologías de la ciencia. Extemalismo moderado odébil: el conocimiento está condicionado socialmente MI (local): la comunidad científica influye en el trabajo de sus miembros, M2 (global) la sociedaden general influye en el trabajo de sus miembros. Extemalismo radical o fuerte: el conocimiento es social R1 (local): la comunidad científica emanan oconstruye las ideas científicas, todas las cuales tienen en última instancia uncontenido social. R2 (global): la sociedad en general emana o construye lasideas, por lo tanto no hay distinciones interior-exterior, macro-micro, conteni

do contexto y discurso praxis, p. 245.63 Fleck, en términos de explicación científica, no existe ni fuera ni den

tro, únicamente la colectividad, elemento necesario para la construcción de loextemo en términos internos, es decir, el subjetivismo de la colectividad es elverdadero artífice en la construcción del hecho científico. Como manifiesta elautor: «El concepto de sífilis tiene que investigarse como cualquier otro suceso de la historia e las ideas, como un resultado del desarrollo y de la coincidencia de algunas líneas colectivas de pensamiento». Fleck, L. (1986), La géne-sis y el desarrollo de un hecho científico, Alianza, Madrid, p. 69. Esta defensade los hechos científicos desde el idealismo elimina el carácter objetivo de loshechos científicos subsumiéndolos en un valor anticientífico, puesto que lascreencias y los ideales de la comunidad de científicos elevarán al grado de validez de aquello que favorezca sus intereses, sin reparar en la verdad o certificación del hecho en cuestión. Esto permitirá realizar auténticos desajustes socialesen nombre de la ciencia, como la experimentación con seres humanos, aten

diendo a los criterios de la colectividad científica encargada de la certificación.

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II SI ISA VAI l'K O MATAS

analiza tanto el desarrollo de la actividad colectiva de la cienciacomo el comportamiento individual del científico, y se ocupa delas relaciones sociedad-individuo como inputsoutputs de los

valores sociales.Las nuevas corrientes no intentan aunar esfuerzos para integrar los niveles micro-macro, sino que mantienen la distincióntradicional. Los constructivitas-etnometodólogos son individualistas y consideran al individuo enteramente un producto delentorno social, y no reflexionan sobre sus ideas científicas, sinoque se detienen en temas mundanos. El Programa Fuerte defiende un modelo holista; es decir, el grupo precede y domina alindividuo, a la vez que construye, edifica y práctica las creencias. En otras palabras, y siguiendo a Fleck 64, las comunidadesde pensamientos son las responsables de construir la ciencia ylos hechos sociales.

La debilidad del planteamiento relativista-constructivista se

ilustra en la investigación sobre la construcción de un avión. Sumetodología se detiene en observar, describir y cavilar sobre elcomportamiento de los trabajadores y técnicos, cuál es el material más óptimo, cómo se debe atornillar las piezas, la posiciónde las alas, el equipo de a bordo, etc. Se aproximan a un amplionúmero de cualidades externas sometidas al discurso de los cien

tíficos, disquisiciones sobre la adopción de mecanismos adecuados, de materiales, etc.; sin embargo, no indaga en los conocimientos teóricos que hacen volar al avión.

Las aportaciones de los constructivistas-relativistas no hansido del todo vanas, pues han incorporado a la teoría otros puntos de vista de la vida científica, y sus reflexiones han proyecta

do otros campos de estudio a la sociología de la ciencia, comoha sido el examen de las disputas. Han intentado construir la verdad desde parámetros idealistas, y sobre todo edificar su modelo desde el concepto, que sí es construido, léase átomo, partícula, acelerador, supercuerda, galaxia, etc.; pero, en definitiva, sontérminos nacidos del consenso, y es inadmisible tomar el concepto como génesis del hecho científico.

64 Fleck, L. (1986), La génesis y el desarrollo, op. cit., p. 57.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

Por mucho que los constructivistas-relativistas eviten enfrentarse a la verdad, existe una cuestión fundamental, y es que laciencia está sometida a un acervo de normas y valores, lo que

supone el rechazo de la visión relativista. La fragilidad del modelo constructivista-relativista se demuestra con su retomo a ideasde la teoría mertoniana, como ocurre con Collins. Según palabras de Broncano 65:

Collins es un sociólogo abiertamente relativista y uno de losradicales en la crítica de las formas racionalistas, cree que el

estudio de la ciencia solamente le interesa a la ciencia, sea cualsea su posición política, y además especifica este deseo acercade cómo queremos que sea la ciencia. Sabemos que preferimosuna ciencia informada por algo como las reglas mertonianas[...]. [Por] descubrir que las normas de la ciencia son a vecesmás honradas de palabra que de obra no las hacemos menos dignas: simplemente destruye el lazo con la práctica del conocimiento que Robert Merton y sus seguidores intentaron establecer».Y continúa Broncano que: Sabiendo que Merton era un antirre-lativista, resultan curiosas estas palabras en boca de quien hadefendido abiertamente el relativismo, aún más en lo que respecta a las normas del método científico.

A modo de reflexión, las palabras de Collins sugieren doscuestiones: por un lado, sí estamos asistiendo a un giro hacia laaceptación de la concepción heredada por parte de los estudiossociales de la ciencia; y, por otro, sí estamos frente a una crisisepistémica que obliga a estos teóricos a recurrir a las tesis mer-lonianas como salvaguarda a sus paradigmas.

Perspectivas posmertonianas de la ética en la ciencia

En la última centuria el crecimiento de la investigación cien-tífica ha llevado asociado un aumento del número de científicos

65 Broncano, F. (2000), Mundos artificiales: Filosofía del cambio tecno-lógico, Paidos-UNAM, México, pp. 50-51.

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dedicados a la búsqueda de la verdad, pero también una mayoraplicación de la ciencia en la sociedad. Independientemente deestas y otras razones, se observa un crecimiento —aunque no

directamente proporcional al número de investigadores y aplicaciones científicas— de engaños, fraudes e infundios en el quehacer científico. Robert K. Merton encontró en su investigaciónabundantes fraudes científicos, si bien no estimó que estos implicaran graves impedimentos en el avance del conocimiento. Aunasí, por reducido que fuere el porcentaje de casos, resulta perju

dicial para la ciencia, pues le causa daños directos o colateralesy, por ende, a su estimación social. Donde mayor perjuicio hancausado estas acciones ha sido en las normas de la comunidadcientífica, cuestionando su carácter normativo y, lo que es másimportante, desoyendo uno de los imperativos que abogan porel bien hacer de la institución: la honestidad. Actitudes de este

orden no solamente evidencian las reglas, sino que manifiestancómo sus miembros también se ven seducidos por el dinero, elpoder, el reconocimiento social y los negocios, consideradosen tiempo pasados valores materiales, y, hoy, integrados comovalores culturales y sociales.

Bronowski, defendiendo la tesis mertoniana, afirmaba que

«la institución científica conlleva un contrato social implícitoentre los científicos, de manera que cada científico pueda confiaren el resto», porque «el sistema de la ciencia tiene sus raíces enla integridad moral de los conjuntos científicos individuales» 66.En cierto modo, aunque no es bueno generalizar, la sociedadpercibe cómo la virtud moral de los científicos roza los límites

establecidos y cómo un amplio número de casos sobrepasa lalínea, apoyándose sobre valores circunscritos a otros contextos.Y especialmente cuestiona las buenas prácticas de la comunidadcientífica, donde los propios implicados deben estar alerta, anteposibles transgresiones de los valores, para mantener la credibilidad del sistema.

66 Citado por Zuckerman, H. (1977), «Devian behavior and social controlin science», en Sagarin, E. (ed.),  Desviance and Social Change, California,Beverly Hills, p. 122.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

La premisa preceptiva propuesta por Merton es un esquejede la ciencia como institución social, pues atiende a la yuxtaposición de esta como norma y a un modelo de recompensas sociales; sin embargo, resulta infructuosa para una comprensión másprofunda de la ciencia, al obviar los diferentes contextos en quese mueve la ciencia actual, así como los valores culturales emergentes. Esto no infravalora la aportación mertoniana al campo dela investigación ética de la ciencia, que durante las últimas décadas del siglo xx, y en cierta manera a principios del siglo xxi,continúa ocupando un lugar en la explicación axiológica de la

ciencia, la tecnología y tecnociencia.Las tesis mertonianas son útiles como valoración históricade determinadas tramas individuales o colectivas en materia deconfortamiento institucional y dentro de un contexto normativo; empero, no tienen acomodo en la explicación de la prácticacientífica ni responde a los diferentes contextos donde se desarrolla. Sus debilidades no implican el abandono completo de

sus tesis, porque dejó en herencia un elemento que resulta indispensable en la valoración de la ciencia —sin pasar por alto cambios y transformaciones que sufra la ciencia y sus hacedores—,la consideración de un valor inalienable: no transgredir la éticacientífica en el momento de preservar el avance y la aplicacióndel conocimiento científico.

Estas aportaciones han abonado el terreno de la ética, pero,como ocurre en este tipo de cuestiones, no pueden permanecerciernas porque los modelos de comportamiento sociales, cultuales y científicos cambian, y, por tanto, adaptarán sus patrones(epistémicos, técnicos, axiológicos, etc.) a las necesidades impe-i antes. Esto lleva a la aceptación de códigos éticos sujetos a nuevos valores, diferentes contextos67 y ámbitos de desarrollo de la

67 Echeverría distingue entre cuatro de la ciencia: educación, novación,evaluación y aplicación, aunque los presenta por separado interactúan entre sí.I 'slo lleva a la necesidad de analizar componentes individuales en cada contexto, lo que no significa que existan aspectos comunes a los cuatro. Para unatimyor comprensión, ver las obras: Echeverría, J. (1995), Filosofía de la ciencia, 

Htiicelona, Akal, y Echeverría, J. (2002), Ciencia y Valores, Destino, Barcelona.

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II SUS A. VALERO MATAS

actividad científica, evidenciando la imposibilidad de valorarcon idénticos parámetros éticos a la ciencia, la tecnología y latecnociencia; como tampoco es posible evaluar con idénticoscánones el trabajo desempeñado por los investigadores en laactividad privada o pública, problemas que permanecen en unmismo plano en el modelo funcionalista. Por apuntar un ejemplo, los códigos éticos del trabajo privado se desenvuelven dentro de unos parámetros diferentes a los de la esfera pública; cadaactividad presenta, por su naturaleza, valores de partida diferentes, que vienen sujetos a principios reguladores demandados por

su propia implicación social: lo cual no conlleva una separaciónabsoluta de valores, porque convergerán en muchos puntos deanálisis, aunque, en principio, debemos atenemos a una cuestiónbásica. Y es que la investigación pública actúa según patronesguiados por el bien general y gestionado por la institución científica, mientras que lo privado responde a intereses particularesy está gestionado por una institución donde predominan losintereses empresariales. Este debate fue omitido por Merton alincluir un ethos general en su modelo estructural-funcionalistadependiente de la variable del avance del conocimiento, en consonancia con los cánones de la institución científica.

Controversia: ¿Trasgresión ética?

Desde el nacimiento de la ciencia se han investigado diferentes casos de fraudes científicos, sean plagio inconsciente oconsciente, errores o trampas de cualquier otra índole. Esto hagenerado cierta reticencia social sobre la honestidad de los científicos, cuestionando la existencia de un código ético en la comu

nidad científica, y, en consecuencia, ha dado paso a preguntarsesi realmente los científicos caminan hacia la búsqueda de la verdad. Actos de este tipo han aumentado en la sociedad el escepticismo sobre la ciencia; y algunos teóricos, incluso, acusan aestos científicos de consolidar la anticiencia.

Continuando con esta línea de análisis, y evitando caer en

sesgos interpretativos sobre las actividad científica, es necesario

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

diferenciar, por un lado, el análisis de la representación episté-mica y metodológica que ahonda en la reflexión sobre el carác-ler de verdad, validez de teorías, etc.; y, por otro, la instrumen

tal idad social de la ciencia. Esto no implica la diferenciaciónabsoluta de ambos aspectos, sino más bien la descripción eva-I uativa de diferentes características en la indagación sobre elsentido de la ciencia como fenómeno social. Esta diferenciación,desde una perspectiva axiológica lleva a considerar la existenciade un código axiológico fundamental (nuclear) común a todoslos contextos, que servirá de referencia en el desarrollo, investi

gación, análisis y reflexión de los diferentes valores que intervienen en los múltiples campos sociales. Empero, encontraremos códigos axiológicos particulares, que atenderán a estima-ciénes de valoración interna, y en este caso concreto al devenirdel quehacer científico. Esta fragmentación en los valores nosignifica negar la relación de concomitancia entre ciencia ysociedad, sino todo lo contrario, es adentrarse en cuestiones que

afectan directamente a espacios específicos donde la incidenciade otros valores es mínima.

Es imposible desechar esta relación, porque los valores sociales subordinan acciones de la ciencia, y viceversa; y obviarlosignifica alejarse de la realidad y tomar a la comunidad científica como una isla dentro de la sociedad.

Centrando el análisis en la ética, se debe manifestar que la

ética no es una prescripción. Aunque, como indica Adela Cortina, «el objetivo de la ética estriba en hallar, si la hay, una razónsuficiente de la forma; si tal razón debe ser expresada medianteun juicio con contenido, el contenido será ético y canónico, nomoral y prescriptivo» 68; sin embargo, la ética tiene un valornormativo de vigencia temporal, es decir, caduco 69. En función

68 Cortina, A. (2003), Ética mínima. Introducción a la filosofía práctica, Tecnos, Madrid, p. 63.

69 La caducidad puede ser temporal, es decir, dependiendo de determinadas consideraciones se puede abrir para un determinado espacio de tiempo ydespués cerrarse, por ejemplo, matar ha sido siempre uno de los ejemploslomados dentro de la ética y moral humanas como un principio ético y universal «malo»; no obstante, esa premisa puede ser sustituida por la necesidad de

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JESÚS A. VALERO MATAS

de esta consideración, y realizando un análisis retrospectivo,se observa una caducidad de los valores éticos 70; la ética no des

aparece, sino que sus cánones cambian, se transforman, surgennuevos valores y otros desaparecen. Tal aconteció con la investigación sobre la energía nuclear, que en principio tuvo rechazosocial y alguna reticencia entre científicos, y finalmente terminópor imponerse, apelando a una relativización basada en los efectos de rentabilidad científica y social. Aunque, décadas después,

algunos países decidieron, por los efectos colaterales, abandonartales proyectos.Tras esta breve aproximación, continuamos con la disputa

científica, y tratamos de estudiar si realmente esta constituyeen sí misma una trasgresión ética. Merton y otros investigaronsobre esta objeción y condicionaron el comportamiento ambivalente al rudimento de verdad psicológica que envuelve el anhelo de satisfacción individual; y llegaron a afirmar que toda«recompensa extrínseca —fama, dinero o posición— es moralmente ambigua y potencialmente subversiva de los valores culturalmente estimados, pues, cuando se reparten recompensas,estas pueden desplazar el motivo original: el interés por el reconocimiento puede desplazar al interés por promover el conoci

matar personas, porque los habitantes de un determinado lugar son indignos,terroristas, etc.; en consecuencia, permito que matar en este momento no esmalo, o, en términos modernos, no es moralmente incorrecto; estamos ajustando un valor ético a nuestro interés, y en este fin hacemos uso de la ciencia,lanzamos una bomba atómica, o soltamos bombas racimo, o con productosquímicos, etc. Los valores éticos, que en un principio están dentro del análisisfundamental de la valoración axiológica de la ciencia, son desplazados hacia laperiferia de la decisión, porque se interpone a nuestros principios políticos-prácticos más elementales.

70 Los valores, independientemente de que sean éticos, políticos, culturales,etcétera, cambian porque están sometidos a otros parámetros diversos que hacenindudablemente que aparezcan nuevos valores. En el caso de la ética se verácomo el resto de valores involucrada a una transformación a medida que se

modifiquen los parámetros sociales, culturales, políticos, ecológicos, organizativos, científicos, etc. Merton manifestó esta cuestión en uno de sus artículos, «laspautas de conducta de los científicos», en Merton, R. K. (1980), op. cit. pp. 426-427.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

miento» 71. La proyección social desde esta visión es un componente donde se apoyan los científicos para engrandecer sus

logros, y esta actitud no solo produce un disentir social, sinotambién genera enfrentamientos internos, poniendo en juicio laexistencia de valores normativos, al ajustar los valores éticos asus intereses individuales. En esta proyección social encontramos dos procederes bastante extendidos, propiciados por la propia institución y que incumplen las reglas preestablecidas, comola aceptación de teorías, descubrimientos, etc., sujetos a principios de autoridad; y en segundo lugar, la necesidad de entrar enel grupo de notables de la ciencia. En el primero de los casos, laaceptación de la autoridad implica moldear valores de acuerdocon tendencias dominantes, sin justificar las decisiones a principios establecidos, y dibujando parámetros de consenso éticoajustados a paradigmas de poder que irradian negatividad en la

ciencia. En el segundo de los casos, la entrada en el grupo denotables de la ciencia es una cuestión de estatus defendido por lai nstitución, aunque la propia institución científica termine por detectar los fraudes.

A lo largo de su historia han aparecido diferentes enfrentamientos entre científicos, bien por la titularidad de una teoría,bien por la defensa de una teoría sobre otra. Como fue el caso delas conocidas disputas individuales de Newton con Leibniz, oNewton con Hooke, así corno las mantenidas entre miembros deuna familia, como ocurrió entre los hermanos Bemoulli, entreotros, todas las cuales acabaron resolviéndose a favor del mejorsituado en la comunidad científica. En otros casos, la persistencia de la validez de un descubrimiento se debió a criterios de

autoridad, sin haberse evaluado previamente, como fue el engaño de Pildown72. Su vigencia se prolongó cerca de cuarenta añosgracias a la autoridad de su mentor, Woodward, conservadorgeológico del Museo Británico.

71 Merton, R. K. (1980), op. cit, p. 439.

72 Muchas son las narraciones y críticas contra uno de los más famososengaños científicos, y Kohn, muy breve pero profundamente, narra el asunto ensu obra Los falsos profetas, fraudes y errores de la ciencia, Tecnos, Madrid, 1988.

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II ',1'S \ VAI.liRO MATAS

Otra disfunción en el terreno de la ciencia se encuentra en losfraudes científicos, como el caso de Summerlin73, quien justi

ficó su acción amparado en su sentimiento de fracaso. Con laintención de evitar su frustración, aunque temporalmente, decidió pintar el lomo del ratón blanco: tiempo después se descubriósu engaño. No sería el último engaño ante el que se enfrentaríala comunidad científica, pues, años después, salió a escena otrocaso similar: un investigador médico de Harvard, Darse, falsificódatos en el laboratorio y, como pasó con Summerlin, se desen

mascaró nuevamente el embrollo. En ambos casos existe un apoyoamparado en la autoridad. Estos investigadores trabajaban concientíficos notables y en centros de investigación importantes, sibien su objetivo principal era adquirir fama.

Si estudiamos la cuestión independiente de la tipología delmodelo, en estos casos ha habido un quebrantamiento de las nor

mas éticas y, aun siendo poco frecuentes, son manifiestamentepeijudiciales para la ciencia.Desde la sociología de la ciencia asistimos a diferentes con

troversias; y en estos momentos estamos ante uno de los problemas más complejos, que ha sido abierto por algunas ramificaciones de la sociología de la ciencia contra los métodos y prácticasde las ciencias tradicionales. Dos son los argumentos esencia

les en este enfrentamiento, que han dado lugar a las conocidas«guerras de la ciencia», no tanto por el carácter intrínseco delproceso, sino por el contexto de aplicación donde se libran esas«guerras». Por un lado, en el primero de los argumentos seobserva un excesivo uso del cientificismo, es decir, recurrir a laautoridad de la ciencia como dogma para justificar la veracidad

del análisis. Con el objetivo de evitar esta desavenencia teorética resulta necesario aceptar que la ciencia es parte de la sociedad; pero ni es el único elemento que habita en ella, ni muchas

73 Para ver un análisis detallado de la historia de este personaje, ver laexcelente descripción del proceso narrado por Hixson, J. (1976), The Patch workMause, Garden City, Anchir Press. Una breve nota sobre el tema lo pode

mos encontrar en la obra de Trocchio, F. (2002),  Las mentiras de la ciencia, Alianza, Madrid, pp. 215-218.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

de las claves sociales pueden ser determinadas por la ciencia;por tanto, no se puede concebir a la ciencia como «creadora». Elsegundo argumento pasa por el error de descontextualizar los

enunciados científicos, para conceder validez a otros espaciosleóricos, formulando enunciados seudocientíficos y, en consecuencia, generando ciertas seudociencias. Esta interpretaciónlleva a caer en la indignidad, al anteponer los principios individuales a los colectivos, y, proyectándolo más allá, conduce al'renar el avance del conocimiento 74.

La falta de coherencia interna dentro de las tesis de estos teó

ricos de las ciencias sociales ha agudizado el eterno problema deenfrentamiento entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, hasta el punto de levantar algunos teóricos de las cienciasllamadas duras o semiduras sus plumas con severas accionesdialécticas contra el discurso sociologista. Y esto ha provocadoun cruce de acusaciones en revistas científicas y producción delibros sobre el asunto.

La primera gran polémica apareció en 1994, cuando Gross yI .evitt, en su obra Higher Superstitions: The Academic Left and  

 Its Quarrels with Science 75, promovieron una campaña contralos estudios sociales de la ciencia. Entre sus múltiples acusaciones, recalcaban el uso indiscriminado de metáforas de la cienciaen los estudios sociales, como medio de conferir validez a teorías o modelos sociales. Sin embargo, estos no han sido los únicosestudios que han recriminado la aparición de escritos en contrade los estudios sociales de la ciencia, por emplear sin validez laepistemología científica como dispositivo de defensa de teorías.I .as acusaciones de mayor virulencia han venido de la pluma deSokal y Bricmont en su obra  Imposturas intelectuales 76, dondevertieron sus reprobaciones contra determinados teóricos socia

74 Algunos teóricos, en especial Mario Bunge, apostillan que la aceptación de estas teorías llevan al establecimiento de una seudociencia académica,líunge, M. (2000),  op. cit., p. 314.

75 Gross, P., y Levitt, N. (1994),  Higher Superstitions: The Academ ic Left 

 and Its Quarrels with Science, Baltimore, John Hopkins University Press.76 Sokal, A., y Bricmont, J. (1998),  op. cit., pp. 36-38.

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¡i SUS A VAI ItUO MAPAS

les por su uso desmesurado de terminología científica y porconstruir y emplear un lenguaje oscuro e indescifrable, en unos

casos, y errores de interpretación de teoremas de las cienciasfísico-naturales, en otros. Una de las primeras figuras criticadasfue Lacan, a quien censuraron por emplear, de manera confusae inexacta, los números imaginarios, y por atribuir validez científica al psicoanálisis 77, produciendo oscuridad en su razonamiento. Más incomprensible resultan los textos de autores comoDeleuze y Guttari. Sobre estos, Sokal y Bricmont, de quienes

manifiestan haber «encontrado, al menos, una docena de términos científicos usados sin ninguna lógica aparente, y el discursooscila entre sinsentidos (una función es un ralentí) y perogrulladas (la ciencia no cesa de fomentar aceleraciones)» 78. A estetexto le sigue un extenso uso de terminología científica sacadade contexto y llevada a un campo que no confiere ninguna utili

dad práctica a la reflexión social.Sin duda, donde anida el grueso de la crítica es en el capítuloreferido al relativismo epistémico, donde se lanzan duras recriminaciones contra Quine, Khun, Feyerabend y el ProgramaFuerte en la sociología del conocimiento. Humildemente, considero que, aunque en gran parte de sus acusaciones existe razónsuficiente, ha sido desmesurada la violencia dialéctica contra

estas formas de pensamiento, a pesar de la vehemencia en la elaboración de estos modelos teóricos.

Aceptar como válidas reflexiones de este orden supone transformar en racional algo a priori no racional, porque epistemológicamente las teorías, objetivos, etc., deben seguir una lógica internaen connivencia con unos valores racionales, evitando realizar jui

cios peijudiciales para el conocimiento. Con el objeto de evitar dictámenes de este tipo, Laudan79 sugiere la necesidad de normas confirmadas por la observación empírica, que, a su vez, servirán comoinstrumento de confirmación o rechazo de otras teorías. Si bien no

77 Sokal, A., y Bricmont, J. (1998), op. cit., pp. 41-42.78 Sokal, A., y Bricmont, J. (1998), op. cit., pp. 159-160.79 Laudan, L. (1996), Beyond, Positivism and Relativism. Theory, Method  

and Evidence, Boulder, Westview Press, pp. 133-134.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

se debe centrar la crítica únicamente sobre la perspectiva epistémi-ea, porque este tipo de discurso también afecta a espacios metodológicos y educativos. La inclusión de razonamientos defendidos por

el sociologismo, especialmente por el relativismo o constructivismo metodológico, no desarrolla un método acorde con una argumentación razonada, adecuada y consecuente, además de que suanálisis trasgrede el valor ético. Y es que esta disposición teorética-metodológica, en lugar de contravenir estrategias, termina por establecer un discurso basado en el dislate como método; tal y comoindica Cayetano López, «estas confusiones tienen efectos devasta

dores sobre el rigor del razonamiento y la honestidad intelectual deprofesores e investigadores en numerosas disciplinas. Y es que elescepticismo radical que subyace en estas teorías contiene siempre,según Bertrand Russell, un elemento de frívola insinceridad»80.

Releyendo a López, y trasladándonos al contexto kuhniano 81de pedagogía, observamos que las tesis defendidas por estas teorías no solamente niegan cualquier imposición de un orden normativo (sea el mertoniano o cualquier otro), sino que generan unproblema ético importante, al obviar uno de los principios básicos de la ciencia y otras ramas del saber: la honradez intelectual;y esta afectará, de manera sustancial, al análisis de la ciencia82.Kuhn manifestaba que «los estudiantes de ciencia son desalentadoramente propensos a recibir sin cuestionar la palabra de losprofesores y de sus textos 83»; y conectándolo con el análisis rea-

80 López, C. (1999), «El dislate como método», en Claves de razón prácti-ca, n.° 92, p. 50.

81 Este contexto no fue entendido por Merton al margen de los contextosde justificación y descubrimiento como lo hizo Kuhn. Para el sociólogo, aunquela educación se atenía a una axiología, no lo diferenció fuera del marco de actuación de estos contextos, y por tanto entraba en el análisis global del contexto de

descubrimiento no aceptando la diferenciación de los contextos propuestos porEcheverría. Y por consiguiente no analizó las repercusiones éticas derivadasfuera del alcance de la interpretación interna de la actividad científica.

82 Echeverría defiende una pluralidad axiológica, pero no ubica ningún valorcomo prioritario; sin embargo, aquí se sostiene que, dependiendo del contexto,existen unos valores que priman sobre otros a la hora de evaluar los efectos de desarrollo de las diferentes mecanismos que intervienen en la actividad científica.

83 Kunh, T. (1993), Tensión esencial, FCE, México, p. 351.

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II ÑUS A. VAI.IÍKO MATAS

1izado por Echeverría84, donde, además de afirmar que la educación científica, incluye acciones muy diversas, sostiene que:

«Sin embargo, cabe distinguir dos acciones básicas, la enseñanza y el aprendizaje, que suelen involucrar a seres humanos muyconcretos». De esto se deduce la importancia que adquiere laética en la enseñanza de la ciencia; y es que la argumentación ydifusión de teorías erróneas o aquellas donde la búsqueda de verdad no está implícita en su discurso, incurren en serios problemaséticos por defender un análisis abstracto o externo a la ciencia.

La enseñanza e instrucción intencional de una teoría a priori falsa producirá efectos negativos sobre los discentes y evitará elavance del conocimiento, porque, en lugar de aumentar la verdad ydisminuir la falsedad, tendrá el efecto contrario. Además, retomando a Echeverría, queremos señalar «que para entender un enunciado científico hay que haber aprendido complejos conocimientos,

tanto teóricos como prácticos, sin los cuales no hay posibilidad dedescubrir, justificar, ni mucho menos aplicar la ciencia85». Entonces cabe preguntarse qué criterios podrán defender los discentes, sisu enseñanza ha estado sujeta a una teoría inscrita en el error; porque, según los relativistas, no interesa tanto conocer si lo que sedice es verdadero o falso, como juzgar de qué manera afectan losintereses sociales y políticos en la elaboración de las teorías.

A pesar de no reconocer que sus planteamientos teóricosadolecen de cualquier justificación científica, en el diseño deconjeturas de este tipo existe una falta de valoración ética, yresuelven el problema recurriendo al axioma de Feyerabend,todo vale, y calificando a la ciencia como construcción social.Además, teorías que cimientan sus tesis en meras descripciones

de intereses políticos o sociales, llevan a desplegar modelos teóricamente autoritarios y no aceptarán teorías críticas ni aprenderán de la experiencia 86, sino que darán paso a una nueva cultura

84 Echeverría, J. (2002), op. cit., capítulo 3.85 Echeverría, J. (2002), op. cit., p. 217.86 Sobre el autoritarismo y la preocupación sobre el retroceso de la cien

cia motivado por el avance de seudociencias, ver la obra de Popper, K. (1993), La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Barcelona.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

científica cimentada en la doxia y rechazando la praxis. Por tanto,se está ante un fraude y quebranto ético, tanto en la actividad comoen la acción científica.

La crítica a este tipo de conceptualizaciones no significareducir todo el análisis de la ciencia natural o social a un merodeterminismo epistémico o ético, ni mucho menos. Porque, comoya se ha avanzado, tanto una como otra no excluyen otros valores que interactúan con la ciencia, sino que abogan por el establecimiento de una normativa flexible. El obviar cualquier tipode racionalidad en la ciencia alejada de los modelos establecidos

de validez científica, significa permitir que concepciones no racionales se instalen en el mundo científicos, sin ningún tipo decrítica ni rechazo, y representa aceptar la idea de que toda con-íeéción y validez de teorías se sustrae a intereses particulares ocolectivos construidos sobre el poder. Si un profesor o investigador de física cree que lo óptimo para combatir el deterioro de lacapa de ozono es lanzar una bomba atómica, y a esta opinión se

suman científicos y algunos poderes públicos, entonces, siguen laopinión de los constructivistas, a quienes no les importa la verdado falsedad del criterio. Como la controversia se había resuelto al'avor del lanzamiento, entonces se pasaría a difundir, mostrar yaplicar esta solución, a pesar del disparate que encierra.

Delimitar la acción de los científicos a partir de unos impera-livos institucionales no significa caer en un determinismo norma

tivo, puesto que lo preceptivo no impide adoptar decisiones coherentes, adecuadas y precisas. No olvidemos las palabras de Mer-lon «La autoridad tomada a préstamos de la ciencia se convierteen un poderoso símbolo de prestigio de teorías anticientíficas» 87.

Ciencia práctica y ética

Desde la axiología, la valoración instrumental de la cienciaresulta bastante compleja y es en esta instrumentalización dondela ética alcanza su mayor implicación y aumenta la disputa. Las

87 Merton, R. K. (1995), Teoría y estructura sociales, FCE, México, 633.

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II SUS A VAI URO MATAS

tesis mertonianas han sido criticadas por centrarse exclusivamente en analizar la ciencia desde una visión intemalista, y por

reducir su planteamiento al conocimiento científico, descuidando la incidencia de las prioridades en la elección y aplicación dela ciencia. Desde un análisis global de su pensamiento, las críticas están bien asentadas, pues, como señala Merton:

La atención [del científico] debe concentrarse exclusivamente en la significación científica de su labor, sin ninguna pre

ocupación por los usos prácticos que se le pueda dar o, en general, por sus repercusiones sociales 88.

En un análisis más pormenorizado de sus escritos, encontramos ciertas aproximaciones que confieren importancia a la aplicación social de la ciencia, aunque no llegue a profundizar89;aunque el ethos normativo, a pesar de su diseño, adquiere mayor

importancia en la praxis que en otro campo.El reduccionismo analítico mertoniano quedó asumido por

cierto idealismo, en la idea de que la autonomía de la cienciapodía escapar a otros valores como el económico y el político,y que los científicos no se contaminarían abrazando comportamientos regresivos a la ciencia al entrar en conflicto la ética de

la ciencia con estos valores propios de sociedades autoritarias oextremadamente mercantilistas. Con lo que se evitaría el desmoronamiento de las normas institucionalizadas de la ciencia.A pesar de la adherencia al avance del conocimiento, Merton nodesechó la implicación que tiene la ciencia aplicada en la sociedad, y manifestó que, para conocer la verdad de la práctica científica, es necesario llevar a cabo un análisis axiológico. Por esta

razón, y porque la aplicación científica ocupa un lugar predominante en la sociedad, resulta incompleto estudiar la cienciaexclusivamente desde el conocimiento, sobre todo por las repercusiones, no solo en el quehacer científico, sino en el quehacersocial.

88 Merton, R. K. (1980), op. cit, pp. 347-348.89 Ver Merton, R. K. (1984), op. cit, capítulo 11.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

Actualmente se toma más difícil afrontar el análisis de laciencia, desde este planteamiento teórico, pues entre la ciencia yla tecnología existe una relación estrecha y comparten simila

res niveles de interés en la investigación, y sobre todo la impor-tancia que ha adquirido la tecnociencia no solo científica sinosocial; así que resulta imposible llevar a efecto el estudio desdelas tesis mertonianas, y es obligado emprenderlo desde nuevascontribuciones. Una de estas aportaciones al campo del estudiode la ciencia aplicada procede de Javier Echeverría, quien haevaluado la importancia de la aplicación científica y las consecuencias que se pueden derivar de la ciencia, no sin inscribirladentro de unos patrones axiológicos; para él, «la ciencia se muestra particularmente activa a la hora de ser aplicada para modificar1, transformar y mejorar el medio, el entorno, el mundo o larealidad: como prefiera decidirlo cada cual» 90. En la accióncientífica, según Echeverría, interviene una pluralidad de valo

res, porque no estará sujeta a un único fin, sino a varios a la vez;lo que impide aceptar propuestas de valores atómicos. Esto lelleva a la necesidad de proponer un principio de gradualidadaxiológica en la actividad científica, tanto en cuanto la actividadde la ciencia está sujeta a condicionantes de satisfacción; y, enestos términos, se aceptarán aquellas proposiciones sustentadaspor diversos valores, cuyos argumentos defiendan los fines pro

puestos. Esta gradualidad implica el establecimiento de unaestructura de valores que, en lugar de responder a un orden jerárquico, establece la distinción entre valores nucleares y valoresperiféricos, pues, como manifiesta Echeverría, «en el núcleode la ciencia siempre encontraremos varios valores, nunca unosolo» 91. Por lo tanto, se niega la superioridad de un valor, aunque se establecen diferencias nucleares y periféricas.

La reflexión sobre la práctica científica implica un cuerpo devalores periféricos y nucleares, pero, a diferencia de Echeverría,consideramos que la axiología científica alberga una jerarquiza-ción y sitúa en el punto superior a la cultura. A diferencia de

90 Echeverría, J. (1995), Filosofía de la ciencia, Akal, Madrid, cap. II.91 Echeverría, J. (2002), op. cit., p. 115.

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II SI IS A. VALERO MATAS

otros valores, la cultura interviene en la determinación de cualquier otro valor, porque el resto de valores son a priori depen

dientes de la base cultural, sin olvidar que esta cambia; y, por lotanto, el proceso de evaluación de las innovaciones, descubrimientos, técnicas, instrumentos, etc., altera sus valores adaptándolos a las necesidades sociales, estableciendo nuevas normas.Los diferentes sistemas o subsistemas de valores que intervienenen un contexto determinado recurrirán a la base cultural a lahora de emprender acciones científicas o no científicas, no como

valor absoluto sino como valor referencial.Siguiendo las observaciones y clasificaciones de los teóricos

del pluralismo axiológico, resulta adecuado hablar de una axiología de la ciencia, de la tecnología y de la tecnociencia, puestoque los valores que intervienen en cada uno son diferentes, así como los roles y valores internos del científico y el tecnólogo 92. 

Pero también es necesario realizar una diferenciación en el casode la ciencia, distinguiendo entre la labor científica presocial yla labor científica social, en las cuales los valores son distintos yatenderán a intereses muy dispares. En el momento presocial dela ciencia, los investigadores se encuentran influidos por unaserie de valores básicos, precisión, coherencia, etc.; pero en laaplicación de la ciencia (social), el enjuiciamiento vendrá sometido a teorías que no solamente responderán a criterios meramente epistémicos, sino también sociales, políticos, ecológicos,

 jurídicos, religiosos, económicos, etc. Esto no significa desestimar, en la ciencia presocial, la interacción de otros valores, aunque no sean dominantes. En la ciencia (presocial), los científicosinternalizan un ethos normativo que velará por la búsqueda de la

verdad y prevención del error; pero, en el caso de la ciencia aplicada (social), este ethos no tiene validez por estar sometido avalores e intereses diferentes, y se ajustará más a una norma acl hoc. En consecuencia, no podemos hablar de una axiología celular, sino de una axiología fragmentaria.

92 Ver Broncano, F. (2000), Mundos artificiales. Filosofía del cambio tec-nológico, Paidós, Barcelona, pp. 225-256.

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANC)

Continuando con lo anterior, en la labor científica existenvalores plurales y, dependiendo de los contextos, habrá una inversión entre los valores nucleares y los periféricos, en función de

los diversos factores que intervengan; pero también estos afectarán al tipo de investigación que se realice y a sus promotores.No intervendrán los mismos valores en una investigación sobreresistencia de materiales, que en una investigación sobre elgenoma humano; como tampoco adquirirán el mismo tono lasdisquisiciones éticas, por afectar a patrones sociales muy diferentes. Similar comportamiento se deduce en los agentes que

desarrollan su actividad en el marco público o en el marco privado, porque la actividad pública tiene establecido un ethos y laactividad privada otro.

La ciencia pública se dice que se mueve sobre la conjugación del conocimiento y el interés general; mientras que la ciencia privada lo hace sobre criterios empresariales y mercantiles.Quizá sostener este aforismo es simplificar demasiado el pro

blema suscitado entre ciencia y ética. Hoy por hoy, no se puederealizar una separación entre los intereses que albergan la ciencia pública y la privada, porque ambas mantienen parámetros deutilidad apoyados sobre coste-beneficio. Además, en muchosde los proyectos de investigación existe una interconexión plena.

Este criterio conlleva una interpretación desigual al intervenir en el proceso aspectos colectivos e intereses individuales. Por

un lado, la reducción de los apoyos económicos por parte de losgobiernos ha significado que muchos investigadores recurran aempresas privadas para financiar sus proyectos, quedando institutos, universidades y centros de investigación a merced de losintereses de estas entidades privadas. Por otro, reducirse a reflexionar únicamente sobre los intereses públicos o privados desestimaría otro factor importante: las disposiciones individuales del

investigador. En consecuencia, no se ajustaría a la realidad mantener lo absoluto de este discurso, porque, bajo la creencia deinterés general o bien público, se encierran ciertos conflictos e incluso falacias que entran en controversia con la realidad.

La ciencia es reconocida como algo fundamental para losseres humanos; por tanto, se debe poner al servicio de la socie

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II SI IS A. VALERO MATAS

dad. Sin embargo, cuando analizamos el comportamiento en laaplicación de la ciencia, observamos una pluralidad de valores

sin jerarquía, y entre todos ellos determinarán las medidas másadecuadas a los fines propuestos. Pero si analizamos diversosacontecimientos de las últimas cinco décadas, observamos queexisten dos valores nucleares: el político y el económico. Entomo a ellos girará el resto de valores e, incluso, serán modificados y alterados en pro de ese interés particular, solapandoel interés general. Recordemos que uno de los elementos que,

durante mucho tiempo animó al espíritu científico —inclusopara algunos teóricos resultó ser su verdadero artífice— fue lainvestigación militar, que actualmente continúa alentando partedel desarrollo científico (tecnocientífico). En este punto, el pluralismo axiológico arguye que, en el caso de la industria arma-mentística, el estudio de los valores se toma bastante complejo,ya que lo militar se constituye en valor supremo por los resultados finales, que anulan la autonomía de la ciencia y militarizanla actividad científica (cuestión criticable por algunos axiólogosde la ciencia). Esta cuestión, según los axiólogos, sale a flotecuando se está en guerra o en casos de posible amenaza de guerra; pero, realmente, esto no es así, porque estamos en un modelo que reza «Haz la guerra para preservar la paz»; así que el sub

sistema armamentístico es siempre un valor nuclear.Otro subsistema celular es la economía, que determina pro

yectos de investigación y necesidades científicas según su rentabilidad. El subsistema político, estrechamente relacionado conlos otros dos, se convierte en el tercer subsistema nuclear, que

 jugará un papel importante en la demarcación de la actividadcientífica. Estos tres subsistemas dibujarán y establecerán las reglas

de la investigación científica, tanto en modelos democráticoscomo no democráticos. Con esto no estamos negando la pluralidad de valores que intervienen en la actividad científica; una cosaes teorizar sobre modelos ideales, y otra entrar en aspectos reales.Está claro que la sociedad se encuentra absorbida por los tresmodelos nucleares antedichos; eso no significa arrinconar o

desechar que otros valores intervengan en la toma de decisiones—que siempre son humanas— , sino que existe una intersección

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SOCIOLOGÍA DE LA CENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONI AN()

de tres sistemas primarios y una variedad de sistemas secundariosque, en ocasiones, intervendrán unos y otras veces otros, a conveniencia de las necesidades de los subsistemas primarios.

La mayoría de las ocasiones, los subsistemas primarios noatenderán al interés general, sino que estarán movidos por disposiciones particulares. Veamos dos ejemplos de carácter general:uno en materia de salud pública y otro en medio ambiente. Laenfermedad de Chagas 93 afecta a un número importante de personas —estamos hablando entre 18 y 20 millones— ; sin embargo, desde su descubrimiento en 1909, su investigación ha sido

escasa. Ante un hecho de esta magnitud, uno se pregunta por quéno se investiga sobre el tema. No depende del número de investigadores, ni de los intereses de las organizaciones de salud, etc.;la Cuestión es bien clara: el colectivo de afectados son individuossin recursos y generalmente en extrema pobreza. Ante esta evidencia, las compañías o centros de investigación contabilizanescasa rentabilidad económica y, por tanto, no consideran conveniente llevar a cabo una inversión de recursos en este asunto.Un segundo caso: el medio ambiente es un tema con gran proyección social, donde se esconden muchos engaños y mentiras.Desde la perspectiva de la pluralidad axiológica ideal, cuando seadoptan posiciones en materia de seguridad medioambiental,interviene un número importante de valores, en principio nuclea

res y periféricos; pero, desde la práctica real, la observación esdiferente, ya que las empresas —principales contaminadoras—fingen interés por preservar el medio ambiente y muestran a losciudadanos sus buenas intenciones; sin embargo, cuando intentamos conocer las medidas adoptadas en materia medioambiental,observamos que no existen y, por el contrario, encubren sus contaminaciones, primando la máxima económica.

93 Es una enfermedad contagiosa producida por un protozoo, el Tripano soma Cruzi. Esta enfermedad se da principalmente en Sudamérica, y muy especialmente en Brasil, por la inoculación por la picadura de un Triatoma Megista. Tienen entre 20 y 22 millones de afectados reconocidos, porque hasta que noavanza la enfermedad en muchos casos no se detecta hasta el periodo agudo.Mueren aproximadamente 50.000 personas al año.

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JESÚS A. VALERO MATAS

Esto no significa que todas las empresas hagan lo mismo,ni que los científicos caigan rendidos a los procedimientos y

demandas económicas de las mismas; no obstante, una mayoríaincumple los procedimientos, debido a los modelos de gestión,organización y producción de sus filosofías empresariales. En ellado contrario —probablemente el que resuelve el aforismo deque la excepción confirma la regla— encontramos, como describe Olivé 94, el caso de Molina y Rowland, que en sus investigaciones observaron cómo un producto, CFC, dañaba la capade ozono, y, como responsables morales de tal descubrimiento,emprendieron una campaña para que las empresas abandonaranel uso de esta sustancia. Por tanto, negar la existencia de subsistemas nucleares dominados por intereses particulares, sean estoseconómicos o políticos, es construir un paradigma ideal.

El argumento del pluralismo axiológico a favor de la igual

dad de los subsistemas, referido a los valores, resulta acertadopara la labor científica presocial. Es decir, en aquellos procesosen que los efectos no vengan determinados, a priori, por la consideración moral del bien o del mal, como ocurre en la cienciapura en materia de descubrimientos o formulación de teoría(como, por ejemplo, en la teoría de las cuerdas-supercuerdas, laresolución del último teorema de Fennat, los quark, jaguares o

la teoría del caos de Lorenz). En estos y otros muchos casos,la axiología ideal alcanza la igualdad de los subsistemas. Conindependencia de los posibles problemas que se deriven de lacomunidad científica y de las influencias externas, existe ciertoequilibrio que permite el cumplimiento del pluralismo axiológico en estos campos.

Estas limitaciones o modelos incompletos fuerzan la necesi

dad de continuar con la investigación de la axiología de la ciencia; y, siguiendo con las sugerencias de Echeverría95, debemosdesarrollar los estudios en esta materia y dar paso a disciplinas,como la Sociología de la Praxiología, que vengan a completar,innovar y descubrir los vacíos existentes.

94 Olivé, L. (2000), op. cit., pp. 114-118.95 Echeverría, J. (2003),  La revolución científica, México. !>’.(Mí., p W.

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SOCIOLOGIA DE LA CIENCIA: UN ANALISIS l'

La necesidad de una ética de la ciencia

La ciencia es producto de un acervo de conocimientos comoconsecuencia de acciones colectivas. Aunque muchos científicosdesarrollaron su actividad individualmente, necesitaron de losestudios teórico-prácticos de sus antecesores para lograr susobjetivos en sus investigaciones o descubrimientos; por tanto, laciencia ha podido y puede avanzar en conocimiento gracias alintercambio y difusión. Gauss, si no hubiera tenido información

de los descubrimientos y desarrollos teóricos de sus predecesores,difícilmente podría haber formalizado la curva, la ley, el teoremay la aproximación que llevan su nombre. Este intercambio deconocimientos no solamente ha contribuido a facilitar a los cientí-licós entrar en un proceso de comunicación y colaboración colectiva, sino que también ha afectado a otras esferas de investigacióny ha producido cambios en el comportamiento social y científico.

Desde el análisis sociológico, no podemos obviar la relaciónde la ciencia con el poder, bien sea económico, político o militar96;y en las últimas décadas del siglo xx estas conexiones han alcanzado niveles impensables. A lo largo de la historia, el conocimiento ha sido codiciado por políticos, empresarios y gobeman-les por ser un instrumento de poder, como aconteció con los descubrimientos de la pólvora, las armas de fuego, las bombas atómicas, los misiles, etc. Los científicos e investigadores no hanpermanecido ajenos a estas ambiciones particulares; sus habilidades y destrezas eran importantes para empresarios e industriales porque reportaba una mayor capacidad de control, así comograndes beneficios económicos. Pasado un tiempo, los científicos entendieron que los registros económicos y sociales podíangenerarles excelentes prebendas sociales, económicas y políticas; y algunos decidieron desertar del campo académico. Si bien,en la segunda mitad de la pasada centuria, es cuando gruposimportantes de científicos, seducidos por el dinero, la fama y los

1,6 Tratamientos sobre el tema, ver Bames, B. (1987), Sobre Ciencia, I ibor y Bames, B., Barcelona (1977), Interests and the growth o f knowledge, 

I i mitres, Routledge.

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JESÚS A. VALERO MATAS

negocios, abandonaron la academia para convertirse en empresarios o gestores de bienes de conocimiento, transformando lo

que hasta entonces era un valor material en un valor cultural.En la actualidad vivimos inmersos en un mundo de constantes avances del conocimiento, y sobre todo estamos antemomentos cada vez más complejos de la ciencia, tanto por laspolémicas producidas en el seno de la comunidad científica,como por los efectos derivados de la aplicación de determinadosavances científicos (tecnocientíficos) en la sociedad. La interco

nexión entre ciencia y tecnología ha hecho más complejo el proceso científico (tecnocientífico) y ha agudizado la problemáticaética. A mediados de la centuria pasada, las nuevas tecnologíasdesplegaron duros enfrentamientos éticos entre ciencia, tecnología y sociedad; y en estos momentos asistimos a una nueva era,dominada por la biología molecular y la biotecnología; y, determinada por su raíz intrínsecamente relacionada con la naturaleza humana, se ha abierto un nuevo problema ético entre ciencia y sociedad.

El proyecto genoma y la clonación, entre otras, han planteado dos cuestiones importantes: el avance del cocimiento, sincuestionamiento de problema ético alguno; y la segunda, el ataque contra las manipulaciones genéticas, tras las pretensiones e

intentos de clonaciones humanas. Ante esta probable realidad,cabe preguntarse hasta dónde deben llegar el hombre y la ciencia. Si continuamos con el pecado griego de la arrogancia, podremos afirmar que el ser humano alcanzará el conocimiento absoluto y, en consecuencia, controlará a la naturaleza, como deseaban los griegos y algunos científicos contemporáneos; pero... esmucho suponer.

La aparición de reflexiones éticas resulta indispensable parael conocimiento científico, pero no debe frenar los objetivos dela ciencia (tecnociencia), que es la búsqueda de la verdad y descubrir y conocer lo desconocido. En todo este proceso no sedebe olvidar que en el avance de la ciencia existe un compromiso de responsabilidad que impide traspasar unos límites éticos.

La ciencia, los científicos y los tecnocientíficos están obligados, por su implicación con los campos del saber, a empren-

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTONIANO

der esa búsqueda de la verdad; y, como individuos, deben controlar que la aplicación de la ciencia no desequilibre a la sociedad ni sus conocimientos sean utilizados con fines dañinos. Esta

misión resulta problemática para la comunidad científica, porqueella misma está formada por individuos, cuyas acciones y decisiones se verán condicionadas por valores sociales; pero, al igualque se les apoya favoreciendo sus estudios, tienen la responsabilidad no solo de favorecer el progreso, sino también de enseñar, difundir y evaluar tanto los efectos beneficiosos como perniciosos de sus investigaciones.

La sociedad mundial se encuentra en una encrucijada y conun porvenir altamente peligroso, si no se ponen reglas éticasal empleo a determinadas investigaciones. El proyecto genomapuede ser un ejemplo de cómo marcha la aplicación de determinados proyectos. Desde que se emprendió en 1990 91, con aportación pública de varios países, ha estado sometido a continuodebate. En un principio, solamente despertó interés dentro de lainvestigación pública, pero, a medida que avanzó, surgieron problemas entre algunos investigadores. Como ocurrió con Venter,que a priori no deseaba entrar en el grupo de los científicosempresarios, pero sí puso sus miras en el negocio al pretenderpatentar sus descubrimientos. La negativa lo llevó a desligarsedel proyecto y a aliarse con las industrias farmacéuticas, con unclaro objetivo mercantil. Entonces, las farmacéuticas empezaron a interesarse por el proyecto, porque se divisaban grandesdividendos económicos, y paralelamente emprendieron sus investigaciones particulares. Así, algo que, en su origen, comenzócomo un bien general se ha convertido en un negocio particular.Venter y sus asociados han patentado parte de sus investigaciones, y lo más grave es que para poder acceder a ellas es necesa

rio pagar, cuando ellos se han beneficiado gratuitamente de lasinvestigaciones públicas.El caso de la clonación tiene una mayor trascendencia por las

consecuencias de su aplicación en la especie humana. Cuando

97 Un análisis interesante sobre el tema se encuentra en Sánchez Ron, J. M.(2002), op. cit., pp. 267-274.

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JESÚS A. VALERO MATAS

Wilmut y sus colaboradores crearon a la oveja Dolly, se destapóla caja de Pandora: con ello se abría un nuevo espacio a la inves

tigación científica, pero también generaba un nuevo problemasociocientífico. El propio Wilmut escribía que «la clonaciónhumana figura ahora en el espectro de posibilidades futuras, ynosotros, más que nadie, contribuimos a colocarla ahí. Desearíamos que no hubiera sido así, pero ahí está y seguirá estandotanto tiempo como dure la clonación» 98.

Ante este hecho, la comunidad científica se enfrenta a unnuevo reto: si la clonación de animales conlleva la clonación dehumanos. La clonación no debe ser vista como algo pernicioso,ni mucho menos; en frecuentes casos es un excelente instrumento para solventar algunos problemas humanos y mejorar lacalidad de vida. Pero todo lo que parece percibirse socialmentede la clonación es su posible uso inadecuado en el terreno de la

especie humana; y , en cambio, no se habla de su beneficiosa utilización terapéutica.Otro asunto que representa grandes esperanzas para el ser

humano es la investigación con células troncales 99; sin embargo, también su aplicación ha despertado la alarma por su posibleuso inadecuado. El problema estriba en no respetar determinados códigos morales y que algunos investigadores emprendan

acciones poco positivas para la sociedad, o bien que el imperativo económico termine por apropiarse de las mismas y finalicesiendo último responsable en la toma de decisiones futuras.

Con estos referentes, se hace necesario resolver el asuntodesde la ética, porque, en definitiva, el asunto está depositadosobre valoraciones morales. El problema reside en cómo presentar las normas éticas que impregnen un orden, sin traspa

sar las fronteras de lo indeseable, aunque estemos sometidos alavance del conocimiento. Al respecto, Wilmut afirma: «Como

98 Wilmut, I.; Campbell, K.; Tudge, C. (2000), La segunda creación. !><•  Dolly a la clonación humana, Ediciones B, Barcelona, p. 315.

99 El debate moral es bien distinto si se trata de células troncales embrionanas o células troncales adultas. Ver informe del Comité Asesor de Etica en

la Investigación Científica y Técnica, Ministerio de Ciencia y Tecnología,

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA: UN ANÁLISIS POSMERTON1 AN( >

científicos, más próximos a la acción que la mayoría de las personas, nos sentimos en la obligación de exponer los hechos tal y

como los vemos y con la mayor claridad posible, porque si bienno cabe permitir que los hechos determinen la ética (eso no equivale a deber), tienen mucho que ver con los argumentos moralesde múltiples maneras diferentes» 10°.

Desde la perspectiva axiológica, la ética es un valor más,aunque, desde los parámetros sociales, es un valor dominante,pues la sociedad estima su desarrollo como principio protector

del individuo ante abusos o amenazas externas, sean jurídicas,militares, etc. En esta situación, estamos ante dos contextos, elsocial y el científico, y estos a su vez influidos por subcontextos.La complejidad está en aplicar estos contextos sin transgredirllorínas internas a cada uno de ellos, pero tampoco sin rompernormas generales. Continuando con esta idea, y sabiendo quenos movemos entre sistemas y subsistemas —cada uno con

parámetros normativos plurales—, consideramos adecuado desplegar un modelo donde no existe un valor dominante, sinomuchos valores. Y la combinación de estos valores responderáa las demandas de unos valores celulares, lo que nos obliga aconfeccionar un modelo normativo nuclear asentado sobre unanorma general ética, además de sobre un ethos normativo adyacente ajustado a cada contexto. De esta forma, podremos canali

zar los valores periféricos hacia los valores nucleares, sin responder a una omisión de principios ordenados a favor de unequilibrio social. Esto no implica que la ética se erija como valordominante, ni tampoco se pretende; su función atenderá a laligura de un valor horizonal, al que los valores recurrirán comousesoramiento y no por imposición. Con ello se pretende evitar<jtic los hechos determinen la ética, pero también que la ética

determine los hechos.No es necesario retomar la ciencia normativa, pues, aunque

determinados imperativos permanecen activos, es condición dela institución no solo promover el conocimiento, sino que tam-lui ii debe, desde la pluralidad axiológica, metodológica, episté-

1110 Wilmut, L; Campbell, K.; Tudge, C. (2000), op. cit., pp. 315-316.

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ii !,i " , \ VAI.1ÍKO MATAS

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S E G U N D A P A R T E

Sociología de la ciencia y del conocimiento científico

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La sociología es un modo de adormecernos: 

El uso de Wittgenstein por la sociología de la ciencia

Por Robert ÑO LA

Universidad de Auckland (Nueva Zelanda)

(Traducción de Artdoni ALONSO)

1. Introducción

U

N abogado de la Sociología del Conocimiento Científico

(SCC), David Bloor, titula provocativamente el último capítulo de su libro A Social Theory ofKnowledge «Los herederos dela materia que se solía llamar Filosofía». También afirma «haberrevelado la verdadera identidad de esos herederos: pertenecenal grupo de actividades conocidas como sociología del conocimiento» (Bloor, 1983, p. 183). Sin embargo, si uno consulta Los Cuadernos azul y marrón (p. 5 7 ) de donde procede este

comentario wittgensteniano, no se encuentra ni una referencia ala sociología, por no decir a la sociología del conocimiento científico. La preocupación de Wittgenstein en esa página consisteen la construcción de lenguajes ideales y los modos en que estos sediferenciarían del lenguaje ordinario. En la perspectiva de Wittgenstein, los lenguajes ideales no sustituyen al ordinario, sinoque pueden tener un efecto terapéutico al «eliminar alguna dificultad causada en la mente de alguien al pensar que ha comprendido el uso exacto de una palabra común». Y en el parágrafo concreto donde realiza el comentario anterior trata de «contrarrestar el efecto confundente de ciertas analogías». Wittgenstein mantiene que esas analogías pueden estar próximas en algu-

1 Las obras de Wittgenstein se citan por las traducciones españolas,incluidas al fina en las referencias. (N. del T.)

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ROBERT ÑOLA

nos aspectos, y así útiles, o pueden estar distantes en otros sentidos, y tan forzadas, que llevan a confusión. Las analogías útilesse deslizan hacia la confusión, y «en la mayoría de los casos es

imposible mostrar un punto exacto en el que la analogía comienza a confundirnos». Por eso declara en su investigación, tantosobre el lenguaje ideal como sobre el ordinario, lo siguiente: «Porejemplo, si nosotros llamamos filosofía a nuestras investigaciones, ese título, por una parte, parece apropiado, pero, por otra, haconfundido sin duda a la gente». A esto le siguen unos comentarios entre corchetes en los que: «Podría decirse [por ejemplo,

el contraste entre lenguaje ideal y ordinario y la naturaleza de lasexpresiones confundentes] que la materia que estamos tratandoes uno de los descendientes de la materia que se solía llamar“filosofía”».

El modo en el que entiendo este pasaje es que, de acuerdocon Wittgenstein, existe un múltiple número de actividades quese han desarrollado, y todavía lo hacen, bajo el nombre de «filo

sofía», siendo una de ellas la investigación sobre el lenguaje y elmodo en el cual nos puede confundir, especialmente por mediode las analogías sobreextendidas. Uno de los ejemplos que citason los diferentes usos de las palabra «prueba» por parte de losmatemáticos y su error en darse cuenta de las maneras en quedichas pruebas pueden ser similares o diferentes entre sí. Es estafalta de conciencia sobre la diferencia la que puede llevar a afir

maciones confundentes por parte de matemáticos y filósofos,ya que ignoran las actividades múltiples que abarca la palabra«prueba». Ahora bien, para algunos, una investigación sobre ellenguaje y los modos en los que nos puede confundir podría aparecer remotamente relacionado analógicamente con esas actividades que se suelen incluir bajo el nombre de «filosofía». De ahí que el argumento de Wittgenstein es que su investigación sobre

el lenguaje y su forma de confundimos es simplemente «uno delos descendientes [notar «uno de los» y no «el único»] de lasmúltiples actividades que se han incluido con el nombre de«filosofía». No se sugiere que la filosofía haya acabado y queesté muerta, y como resultado nos hemos quedado con algunosherederos de tal materia. Ni tampoco se ha llegado a un final en

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LA SOCIOLOGÍA ES UN MODO D E ADORMECERNOS..

el sentido de haberse logrado algún telos filosófico, sea cual seaeste, ya que para Wittgenstein probablemente no existe un telos para la filosofía, y, si hubiese alguno, este sería uno entre otros

muchos y no único. Tampoco aparece absolutamente ningunamención en los parágrafos vecinos de que la sociología sea suheredera, y mucho menos la sociología del conocimiento científico. Parecería que la sociología de la ciencia sería un bastardo,o tal vez ni siquiera un descendiente, con la vana esperanza deobtener un botín del legado en este velatorio prematuro por elobjeto «filosofía».

Dado el anticientifismo de Wittgenstein, que se va a discutirdespués, es bastante improbable que hubiese dado mucho crédito a cualquier ciencia como heredera de la «filosofía», y muchomenos a la'sociología. Es sencillo adoptar uno de los muchos aforismos de Wittgenstein contra la ciencia para obtener una alternativa a las interpretaciones de Bloor. En otro contexto, Witt

genstein habla de las cosas familiares de la vida cotidiana quepueden convertirse en objeto de asombro, afirmando: «Para asombrarse, el hombre —y quizá los pueblos— debe despertar. Laciencia es un medio para adormecerlo de nuevo» (Wittgenstein,1980, p. 20). Dado que la sociología es una rama secundaria delas ciencias, entonces podemos inferir legítimamente el título deeste artículo: «La sociología es un modo de adormecemos».

No toda la filosofía se entiende como heredera de Wittgenstein; algunos filósofos no quieren tener mucho que ver con lafilosofía wittgensteniana y su legado. Pero un número de sociólogos del conocimiento reclaman abiertamente su herencia. Eneste artículo me preocuparé especialmente del Programa Fuerte(PF) dentro de la sociología del conocimiento científico (SCC),pero diré algo sobre las afirmaciones de la etnometodología.Como veremos, estos autoproclamados herederos han comenzado a disputarse la herencia wittgensteniana. En este artículo serevisarán solo unas pocas maneras en las que Wittgenstein hasido adoptado por los sociólogos de la ciencia (otras, bastanteimportantes, deberán esperar a otra ocasión). La segunda sección define alguna de la ideas centrales del PF, subrayando

supuestamente el papel que los factores sociales juegan en las

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ROBERT ÑOLA

explicaciones causales sobre lo que las personas y los gruposcreen dentro de la ciencia. La tercera sección considera la afirmación fuerte de que las relaciones lógicas (como la implica

ción) no son nada más que relaciones sociales restrictivas. Enella se intenta ver que nuestras relaciones sociales, que constitu-

 yen (en cierto sentido) las relaciones lógicas, no son meramentela causa de nuestra creencia en ellas, tal como mantiene el PF;más bien se trata de una relación mucho más fuerte, que va másallá de la afirmación oficial de PF. La cuarta sección trata decómo la doctrina oficial del PF puede expandirse para acomodarla doctrina del finitismo del significado. No solo nuestras creencias están causadas socialmente, sino también el propio significado que adjuntamos a los términos de nuestro lenguaje son causados socialmente. Los factores causativos sociales nacen dentrode la comunidad cuando intenta corregir los usos caprichosos dellenguaje; más aún, lo que la comunidad determina es el más alto

tribunal de apelación, sin existir ningún otro en el que dilucidar cuestiones tales como los significados o reglas determinadascompletamente, que se puedan aplicar en todos los casos pasados, presentes y futuros. Lo que se muestra es que hay fuerteslimitaciones a la respuesta comunitaria para los problemas deescepticismo presentados por Kripke respecto al problema deseguir una regla. La quinta sección explora el anticientificismo

de Wittgenstein y su oposición al papel explicatorio de la filosofía, junto con el contraste que esta posición tiene respecto ala ciencia causal explicativa del PF. El resultado final es que laposición de Wittgenstein, «descriptiva antes que explicativa»,parece favorecer no al PF, sino a su sociología rival de la cienciaque propone la etnometodología. En la sección final se mostrará quelo que Wittgenstein contempla como el acercamiento fundamen

tal descriptivo de la filosofía se aleja del acercamiento descriptivoque favorece la etnometodología. Aunque tanto el PF comola etnometodología mantienen alianza con algunos aspectos de lafilosofía de Wittgenstein, no se puede decir que sean los herederossociológicos de su filosofía. La filosofía sobrevivirá a estas dosfases transitorias de la sociología.

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LA SOCIOLOGÍA ES UN MODO DE ADORMECERNOS...

2. El cientificismo del programa fuerte

Las afirmaciones oficiales del Programa de la Sociología del

Conocimiento Científico (PF), que posiblemente difiera en cómolos aplica en su práctica real, contienen los siguientes principios,citados a menudo:

1. Principio de Causalidad (PC): Este [esto es, el PF] deberáser causal, o sea, implicado con las condiciones que producen creencias o estado de conocimientos. Naturalmen

te existirán otros tipos de causas, además de las sociales,que cooperarán en producir creencias.

2. Principio de Imparcialidad (PI): Deberá ser imparcial respecto a 4a verdad y falsedad, racionalidad o irracionalidad, éxito o fallo. Ambos lados de esta dicotomía requerirán su explicación.

3. Principio de Simetría (PS): Deberá ser simétrico en suestilo de explicación. Los mismos tipos de causa deberánexplicar, por ejemplo, las creencias verdaderas y falsas.

4. Principio de Reflexividad (PR): Deberá ser reflexivo. Enprincipio, sus patrones de explicación deberán ser aplicables a la sociología misma. Como el requerimiento desimetría, este principio es una respuesta a la necesidad

de buscar explicaciones generales. Es un requerimientoobvio porque de otra manera la sociología estaría en posición de refutar sus propias teorías (Bloor, 1991, p. 7).

Aunque los miembros de la Escuela de Edimburgo han trabajado más que nadie para asentar la sociología del conocimiento (científico) en suelo seguro y para explorar sus ramificaciones,

existen numerosas dificultades cuando se intenta entender conclaridad qué significan estos cuatro principios. Primeramente estála confusión entre conocimiento y creencia. Puesto que la mayoría de los sociólogos, incluido Bloor, no se preocupan en marcarla distinción (tan vieja como Platón) entre creencia y conocimiento, y por tanto ignoran la normatividad de la noción de conocimiento, tomemos estos principios como referidos a lo que

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ROBERT ÑOLA

causa la creencia en algunos individuos o grupos sociales, cualquiera que sea, y denominémosla «x». Y si denominamos el contenido de la creencia como «p» y sea «B» lo que refiere a la rela

ción de creencia, podemos decir sencillamente que lo que concierne a los principios serían las afirmaciones sobre la causa (o el acto)de la creencia de x sobre p, o, expresado en la notación sugerida,«xBp». Los principios anteriores también varían entre hablar de lascausas y la explicación de la creencia. Digamos sencillamente queestamos interesados en las causas de la creencia y que tales causaspueden citarse como explicaciones de por qué x cree que p.

Si un extremo de la relación causal es el efecto de que «x»cree que «p», ¿qué hay acerca del otro extremo, las causas que sealegan para llegar a ella? En este caso el primer principio de causalidad es importante. Existen dos tipos amplios de causas; unode ellos se menciona explícitamente como causa social. Portanto, denominemos las circunstancias sociales de x que son causalmente eficientes como «S». También existen «otros tipos de

causas además de las sociales que cooperarán para llegar a esacreencia». ¿Cuáles son? Tomemos de forma genérica las quepueden ser de ese tipo y denominémoslas simplemente como«causas no sociales» y llamémoslas «Nx». Ahora hemos incluido todo lo que puede ser naturalista, tanto social como no social,y que pueden ser las posibles causas de la creencia. Pero fijémonos en que no se ha incluido ninguna norma de razón en este

espectro naturalista de las posibles causas de la creencia. Aunque diremos poco de esas cuestiones aquí, la normatividad delconocimiento y los principios de razón son un problema para elPF; es necesario señalar su ausencia de la gama de posibles causas de la creencia. A menos que tales normas se construyan enteramente de forma naturalista, bien como herencia biológica de lacapacidad de razonar, bien como parte de la herencia cultural,

siendo consideradas más bien como un tipo de creencia queayuda a generar otras creencias, no podrían desempeñar un papelpara el PF. El naturalista PF renuncia a la idea de que deberíanexistir normas sui géneris de razonamiento.

Uno modo en el que el Programa Fuerte es fuerte es porquealega que los factores sociales siempre acompañan a los no

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LA SOCIOLOGÍA ES UN MODO DE ADORMECERNOS..

sociales para causar la creencia; nunca se da el caso que los factores no sociales puedan causar creencias por ellos mismos. Estopuede entenderse en parte traduciendo las relaciones causales

del siguiente modo:(Sx a   Nx) causa xBp.Esto es, las circunstancias sociales y no sociales de x causan

la creencia de x que p.¿Que sería una causa no social? Pueden ser varias como:

a) estados mentales tales como otras creencias, o nuestrosdeseos y anhelos (tal como se verá claramente en la versión de los «intereses» del PF);

b) nuestra fisiología cerebral con sus procesos químicos yeléctricos;-'

c) cualquier capacidad cognitiva «natural» que tengamos;d) el aparato perceptual que poseemos y que nos ha sido

legado, como el que tiene nuestras capacidades cogniti-vas gracias a

e) nuestra evolución histórica como animales perceptivos ycognitivos;

 f) las características genéticas que poseemos como miembro de la especie humana.

Todas estas características fisiológicas, psicológicas, genéticas y evolutivas son factores no sociales que realizan cierta contribución causal en cualquier acto de creencia. Son comunes aloda la humanidad y contribuyen causalmente a los actos de creencia en cada uno de nosotros de forma similar. Como son comunes no pueden explicar por qué actos de creencia sobre materias

similares difieren a lo largo de la humanidad. Lo siguiente podríaexplicarlo:

g) las diferentes historias del contenido sensorial que cadauno de nosotros tiene, y que nace de nuestro aparato perceptivo particular y la orientación espacial y temporal enel mundo.

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Aunque cada uno de nosotros tiene un historial diferente delcontenido sensorial, esos historiales no son más que las características no sociales que nos llevan a tener algunos de nuestrosactos de creencia; difieren de otros factores no sociales en queno son comunes, sino variables a lo largo de la humanidad.

Tales historiales no deben confundirse con los informes quepodemos dar de nuestro contenido sensorial, bien sea de la propia experiencia (de, por ejemplo, lo que nos  parece a cada unode nosotros el sol cuando amanece) o los informes sobre cosas(o estados de cosas) que dan lugar a la experiencia (el hecho deque el sol se levanta). Los defensores del PF se adhieren a la doctrina del lastre teórico de la observación, esto es, la postura quesostiene que nuestros lenguajes comunes y científicos están lastrados con una u otra teoría, bien como una teoría científicaexplícitamente adoptada o bien de una que se encuentra profundamente enterrada en nuestra forma habitual de hablar (como,por ejemplo, cuando decimos que «el sol se levanta»). En la diferencia entre lo recibido sensorialmente y los informes de lo recibido nos movemos de la causa de los actos de creencia que noson sociales hacia algo que tiene aspectos sociales, esto es, a losinformes expresados en nuestros lenguajes y teorías, realizadosde forma social.

El PF invoca una amplia gama de factores sociales Sx quepodemos describir con cualquier explicación causal de nuestrosactos de creencia. A diferencia de los factores no sociales, que(quitando nuestros historiales de recepción sensorial) son comunes a la humanidad, los factores sociales pueden diferenciarse deun grupo social a otro. Esta variabilidad social es la que supuestamente pesa más a la hora de explicar la mayoría de las diferencias en nuestros actos de creencia (pero siempre en conjunción con los factores no variables y no sociales). Los defensoresdel PF deben establecer una tipología completa de los factoressociales de Sx que podrían formar parte de las explicacionescausales, cosa que no se va a realizar en este artículo.

Pero lo siguiente podría ser incluido como una lista de tipos deesa clase de factores:

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a) El ya citado factor; el lenguaje que aprendemos (a diferencia, por ejemplo, de las estructuras lingüísticas profundas chomskianas que todos poseemos como resultado

de la evolución), en particular el lenguaje natural que utilizamos para hablar del mundo (incluyendo nuestra estimulación sensorial y experiencias) y con el que expresamosnuestras creencias y teorías.

b) Cualquier teoría, o posición general, o conjunto de creencias que una comunidad de gente concreta pueda adoptar,incluyendo desde lo mítico y lo religioso hasta lo científico. Tales creencias generales, de acuerdo con la doctrina del lastre teórico de la observación, se lastran ellasmismas en nuestros informes observacionales de algunamanera.

c) La historia del aprendizaje de cada persona y de su educación en las tradiciones culturales, las creencias y las

prácticas de su comunidad, esto es, en sus procesos deaculturación.d) El contexto social y político de cada persona, o su clase

y su estatus, o los intereses que pueda tener, que bien sonresultado o apoyan tales contextos.

e) Los defensores del PF hablan a menudo de nuestras creencias científicas que nacen de las negociaciones en las que

participan los científicos entre sí, como resultado de lasdiferentes posiciones ante una cuestión científica, y delos procesos sociales en los que se implican para alcanzarun consenso general sobre lo que debe creerse. Centralpara el PF es la afirmación de que la prueba siempre sub-determina a cualquier teoría o conjunto de teorías y quehabitualmente se alude a factores sociales para llenar elhueco entre la prueba y la teoría aceptada (que es creída).Lo social de la negociación bien puede llevar a un consenso general sobre qué teoría creer, dada la inhabilidadde la prueba para apuntar directamente hacia esa teoría.A la luz del cientifismo y el determinismo del PF, si laprueba no hace que nuestras creencias científicas estén

determinadas completamente, entonces los factores socia-

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les pueden, y supuestamente así funcionan, llenando elespacio entre prueba y la teoría que la subdetermina.

 f ) Finalmente, los defensores del PF introducen un impor

tante factor social más que consiste en una consideraciónsobre el lenguaje, que merece la pena considerar también.Este es la doctrina del finitismo del significado para todoslos términos de nuestro lenguaje, pero especialmente paratérminos clasifícatorios como «cisne», «rosa», «agua»...e incluso términos lógicos y matemáticos tales como«implica» y «suma». Esta teoría del significado tiene su

fundamento en cierta interpretación de Kuhn sobre la clasificación, pero más importante es la influencia de Wittgenstein en Bloor sobre la cuestión de seguir una regla.El papel del significado finitista del PF es el tema de lasección 4.

Lo anterior es solo una lista parcial de los factores sociales

y no sociales que pueden causar la creencia. Ahora es posibleexpresar el primer Principio de Causalidad en su totalidad:

PC: Para todas las personas x y para todos los contenidos decreencia p tales que xBp.

Existen algunas condiciones sociales Sx de x (de la tipologíade factores sociales) y existen algunas condiciones sociales Nxde x (de la tipología de factores no sociales) tales que (Sx a  Nx)causa xBp.

Tal formulación esquemática debería agradar a los naturalistas, ya que solamente alude a nociones causales tomadas de lasdistintas ciencias, desde la neurofisiología a la sociología, y losfactores sociales son considerados como los más importantespara explicar las causas de creencia. Y subráyese que es esque-mática', es una metateoría sobre la forma en que deben tomarsetodas las afirmaciones sobre las causas de creencia en la cienciay que debe completarse con la investigación empírica sobre loscasos de creencia en la ciencia.

Sin embargo, hay algunas dificultades con el PC. Una deellas es la gama de las creencias para «p», que el PC afirma debetener causas sociales. El rango de «p» debe incluir al menos

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todas las creencias científicas. Sin embargo, si consideramos losprincipios 2 y 4, vemos que se procura que tal gama sea bastante amplia. El segundo Principio de Imparcialidad es una instan

cia del PC. En la formulación del PC no se ha colocado ningunalimitación sobre p o sobre si es verdadero o falso, o si x mantenía p de forma racional o irracional, o si se trataba de una creencia exitosa o fallida para x. Podemos decir que el PC extiende sualcance no solo a las creencias científicas, sino a todas las creencias, independientemente de la forma en que las podamos evaluar epistémicamente. El PC difiere en este aspecto crucial delprograma débil de Mannheim, quien afirma que lo verdadero, loracional y lo exitoso puede tener una explicación no social, estoes, una explicación racional, pero que lo falso, lo irracional y lofallido debe tener una explicación social. Para los defensores delPF, Mannheim perdió empuje al no extender sus tesis sociológicas para todas las afirmaciones de la ciencia, independiente

mente de su estatus epistémico. Volviendo al cuarto principio, elde Reflexividad, se puede ver fácilmente que es también una instancia del PC. Todo lo que necesitamos es tomar «p» extendiéndolo sobre los cuatro principios del propio PF al tiempo que entodas sus instancias. Esto es, ¡incluso hay determinantes de lacreencia en el PF mismo! Como veremos, también los principioslógicos se encuentran dentro de su alcance. Por ello parecería

que, de alguna manera, el alcance de «p» en el PC no tiene restricciones.Hasta ahora hemos visto el efecto de un extremo de la rela

ción causal y hemos notado que el alcance de «p» no está restringido. Volviendo al otro extremo de la relación causal, ¿existealguna restricción en las causas admisibles? Parecería que laconjunción (Sxa Nx) no es solo exclusiva, sino también exhaus

tiva, por incluir justamente todo lo que cualquiera desearía considerar como causa posible. Pero no del todo. Como mencionéanteriormente, existe una restricción escondida para los elementos naturalistas de la ciencia como causa, para las ciencias tomadas en toda su amplitud, desde la química a la sociología. Lo quese excluye es cualquier apelación a la normatividad; en particular, las normas de la razón y del método científico no tienen nin

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gún papel en la explicación causal de por qué una persona creelo que cree. Como dice Bloor, «el PF tiene la intención de detener cualquier intromisión de la noción no naturalista de la razón

en la historia de la causalidad» (Bloor, 1991, p. 177).Para ejemplificarlo, los científicos afirman a menudo que su

razón para creer la hipótesis H es la norma metodológica que nosdice: ante dos hipótesis H y - iH tales que la suma total de pruebas E apoya a H mejor que >H, entonces debemos creer H antesque -i H. De nuevo, uno debe creer p porque p es verdadero.Y lo mismo para un conjunto de principios lógicos, epistemológicos y metodológicos que tanto filósofos como científicos hanafirmado que juegan un papel crucial para aceptar las hipótesiscientíficas o las creencias. Pero este mismo papel de normas ocreencias en tal que normas es el que los defensores de PF desearían excluir de lo admisible como causa de la creencia. Talesnormas se contemplan como invasiones no naturalistas y moles

tas en el orden causal del mundo. No se verá en este artículo silos defensores del PF deberían considerar tales normas comointromisiones de otro mundo, pero tal idea (equivocada en miopinión) limita severamente lo que cuenta como causa dentrodel PF.

Que esos principios metodológicos y otros similares estánexcluidos por el PF como causas explicativas admisibles de

las creencias de X sobre p se ve claro cuando consideramos eltercer Principio de Simetría del PF: «El PF será simétrico ensu estilo de explicación. Los mismos tipos de causa explicarán así las creencias verdaderas y las falsas». Esto es, no podemos emplear un tipo de explicación para las creencias verdaderas y racionales y otro tipo para las falsas o irracionales.Aunque hay una gran vaguedad y falta de clarificación sobre

lo que sea un tipo igual o diferente de explicación, el mismotipo de explicación es solicitado para ambas cosas. Y esta clasede explicación es de la que parte el PF. Esto es, el único modelo de explicación que se admitirá es el que aluda a causas naturalizadas de creencia. No se nos permite usar modelos explicativos como, por ejemplo, los que aludan a las normas derazón usadas o creídas por x. Tales Principios de Simetría domi

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nan la mayoría del SCC, desde Bloor hasta Latour, aunque haydiferentes formas de entenderlo 2.

Este principio parece un dogma para el SCC para el que

existe poca justificación. Si una persona x cree que p porque hainvocado una regla metodológica (aunque esta regla sea incorrecta), entonces la regla debería mencionarse en la explicaciónofrecida sobre por qué x cree que p. Atribuir otras causas apartepara la creencia de x es atribuir una masiva cantidad de falsaconciencia a x.

Sin embargo, existe la presunción de los Principios de Simetría

e Imparcialidad que revelan una concepción errónea de las tareasde los principios del método científico, esto es, que las metodologías solamente ofrecen explicaciones sobre nuestra creenciaen lo verdadero, lo racional o lo exitoso. Defensores de otrosprincipios que no son ni del programa fuerte o débil señalan quelas metodologías científicas también se emplean para explicar lacreencia en lo falso, lo irracional o lo fallido. Piénsese en lo falsoexclusivamente. Dentro de la metodología popperiana se asume,de forma generalizada, que todas nuestras teorías son falsas yque todavía no hemos llegado a la verdad; como máximo sonfalsas, aunque tengan cierto grado de verosimilitud. Pero ello noexcluye que tengamos principios metodológicos que podamosusar para discriminar entre las teorías falsas que nos ocupan (sin

saber a menudo que son falsas). Para la postura popperiana resulta crucial que las teorías sean falsas aunque al mismo tiempoalgunas tengan una mayor o menor verosimilitud que otras, yque podamos decidir entre las teorías con varios criterios, talescomo el grado de corroboración, el grado de comprobación (fal-sabilidad), verosimilitud y otros por el estilo. De nuevo, Lakatosreveló en gran medida, gracias a su teoría sobre los programas

científicos de investigación, el hecho de que su «núcleo duro»podría ser falso incluso aunque se mantuviera como verdadero porparte de los que trabajaban en esos programas. También podría

2 Para las notables diferencias respecto al entendimiento del principio desimetría, ver la discusión en la que emerge, que comienza con Bloor (1999a),responde Latour (1999) y vuelve a responder Bloor (1999b).

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ocurrir que ese programa fuera inundado progresivamente deanormalidades y algunas de estas podrían conducir, en últimainstancia, al derrumbe del programa (vid. Lakatos, 1978, capítulos 1 y 2).

Finalmente, el bayesianismo funciona solamente cuandose consideran no solo una hipótesis, digamos H, sino todas lasrivales dentro de un conjunto exhaustivo, digamos J y K, y también ninguna de {H, J, K) (llamada a menudo la «hipótesisomniabarcante»). Puede ocurrir que esta no específica hipóte

sis omniabarcante sea la verdadera, mientras que H, J y K seancada una de ellas falsas. Se exige que usemos las distintas fórmulas del cálculo de probabilidades para considerar a estas tres hipótesis específicas falsas junto a la verdadera hipótesis omniabarcante. Siendo tan diferentes los puntos de vista de Popper, Lakatos y los bayesianos, de ahí no se sigue que se atengan solo enla verdad: sus metodologías también se implican considerando la

falsedad. Consecuentemente, tanto los defensores del PF y susrivales del programa débil tienen una concepción errónea sobrelo que la metodología realiza, a cómo se hace cargo de las explicaciones sobre por qué lo que creemos no es solo la verdad, sinotambién lo falso. Y lo mismo se puede aplicar a las contraposiciones racional-irracional y exitoso-fallido. Por ello, el segundoy tercer principio de Imparcialidad y Simetría se equivocan en

un aspecto crucial, cuando presuponen que el método científicono podría tener un papel en explicar lo falso, lo irracional y lofallido.

Una última cuestión sobre la formulación del Principio deCausalidad. Aunque este forma parte del pronunciamiento oficial del PF, este no es el principio aludido comúnmente en losestudios impulsados por el PF sobre los sucesos de la historia de

la ciencia. Apenas se suele hacer referencia al contexto socialSx; más bien a lo que se alude es al interés de x en Sx. Por ellonecesitamos partir de una versión alternativa del PF a la quedenominaremos «Intereses».

(«Intereses»): Para cualquier persona x y creencia y tales quexBp, existen intereses no epistémicos (por ejemplo, políticos,sociales, religiosos, etc.) de x en la propia circunstancia socio-

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política y cultural Sx de x tales que los intereses de x en Sx (encombinación con otros factores no sociales Nx) causan xBp.

(«Intereses») es menos misterioso que el PC. En el caso de

los («Intereses») las relaciones causales van desde la actitudintencional, tal como tener un interés, hacia otras actitudes intén-cionales, como tener una creencia. Y no hay nada misterioso enello. Sin embargo, en la versión oficial del PC que hemos estadoexaminando, las relaciones causales van desde la circunstanciasociopolítica y cultural exterior hasta la creencia. A menos queuno sea un conductista, permanece en el misterio cómo algo tan

extemo para x como, por ejemplo, la circunstancia sociopolíticay cultural puede arreglárselas para introducir una creencia comop en su cerebro. X no necesita en absoluto ser consciente desu circunstancia sociopolítica y cultural; y sin ni siquiera alguna conciencia parcial, es difícil ver cómo x puede obtener lacreencia adecuada embutida en el cerebro. Claramente lo quese requiere es que x tenga al menos alguna conciencia de la con

dición sociopolítica y cultural externa como requisito para queesto ocurra.

Esta sección se cierra con la ilustración del esquema anterior,empleando el frecuentemente citado estudio de Paul Formansobre cómo emerge la creencia en la acausalidad en la física dela Alemania de Weimar, una década después del final de la Primera Guerra Mundial. Forman explica la creencia generalizadaen física de que uno «debe insistir en el análisis causal» (Forman,1971, p. 3). Por tanto, sea «p» el conjunto de creencias en laacausalidad (sean del tipo que sean) y restrínjase el campo de xen el PC a la docena de físicos de la Alemania de Weimar queForman investiga, especialmente al físico Richard von Mises.Aceptemos también el análisis de Forman del medio cultural dela época, una Alemania de la posguerra hostil a la ciencia y a sunoción de la causalidad y que abrazaba en cambio las doctrinas neorrománticas e incluso «existenciales» como las que seencuentran en el libro de Spengler La decadencia de Occidente, condenando la visión causal del mundo.

Ahora bien, no es suficiente afirmar únicamente que esadocena de físicos vivía en un medio de tal tipo: podría ocurrir

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KOB liKT N OI .A

que fueran o no conscientes de ello. Para que el medio tenga unelecto en las creencias de los físicos necesitamos añadir que eranconscientes de las doctrinas que su medio cultural abrazaba. Por

lo tanto, el PC necesita ser reformulado como una tesis no sobrealgún Sx causando la creencia de x en la acausalidad (¿cómopodría ser esto?), sino en la significativamente tesis diferente: laconciencia de x de Sx causa la creencia de x en la acausalidad.Pero se han de añadir más cosas. No solamente x ha de ser consciente de Sx, sino que deben existir algunas actitudes a favor deSx. Mientras que todo esto no se completa del todo hablando del

interés de x en Sx (x podría tener cierto interés en Sx pero no unaactitud favorable), asumamos sencillamente que este interés erapositivo. Una reformulación de este tipo para el PC es necesariapara poder investigar el «análisis casual» de Forman.

Siendo por lo general personas socialmente conscientes, lamayoría de la docena de físicos que Forman investiga lo erande su medio cultural y de la hostilidad a la noción de causalidad.E incluso alguno de ellos tenían un interés (positivo o negativo)al respecto. Así, ¿era su interés un mero acompañamiento mental de su creencia en la acausalidad —siendo esta creencia causada de otra forma, debido al desarrollo interno de la física? ¿O fuesu interés en la hostilidad del medio la verdadera causa de sucreencia en la acausalidad? Los defensores del PF tienen quedemostrar lo último. Y si pueden, el resultado sería bastante chocante. Las principales creencias en la ciencia son solo «imagineríasocial», citando el libro de Bloor de 1991; no se adquieren sobrela base que tiene que ver con las ciencias mismas y con los correspondientes principios del método científico.

Sin embargo, los sociólogos no emplean correctamente lametodología del análisis causal para establecer las siguientes

afirmaciones. Sea «I» el interés (positivo) de los físicos en elentorno cultural hostil, «B» su creencia en la acausalidad y P unahistoria intemalista de cómo, en virtud de cuestiones físicasexclusivamente, se terminó creyendo en la causalidad. Entoncesse necesita mostrar lo siguiente sobre qué pasó en la mente delos físicos: 1) I acompaña a B; 2) P acompaña a B; 3) P no causaB; 4) I causa B. Pero no muestra las afirmaciones cruciales de 3)

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y 4). La investigación histórica puede mostrar como I, B y P seacompañan entre sí, pero mostrar que I y no P es la causa de B esuna cuestión completamente distinta.

De los físicos de los que habla Forman, quizá Von Mises seael que más se aproxime al mejor ejemplo posible puesto que seconvirtió al Weltshmerz de Spengler. ¿Fue el spenglerismo deVon Mises lo que causó que creyera en la acausalidad en vez dela materias propias de la física que conocía? Forman no muestraque el interés de Von Mises (evidentemente positivo) en el mediocultural fue lo que causó tal creencia en vez de cuestiones propias de la física. De hecho, en su investigación sobre los escritosde Von Mises sobre mecánica cuántica de esa época, afirma:«Sin duda, Von Mises invoca la teoría cuántica como la ocasiónpara repudiar el principio de causalidad» (ibídem.p. 81). No admitir esto y aludir a las razones o racionalizaciones basadas en lasconsideraciones spenglerianas sería atribuir una enorme capaci

dad de autoengaño a Von Mises, dadas sus evidentes razonesbasadas en la física para rechazar la causalidad. Los críticos sonconscientes de los atajos metodológicos en los estudios quesupuestamente apoyan el PF, incluso aduellos que adoptan elpunto de vista de que la creencia científicalnecesita tanto la explicación externalista (sociológica) e internalista (usando ciertosprincipios metodológicos): \ 

Cuando descendemos al contenido de la física, debemostomar necesariamente tanto las consideraciones internas comoexternas... Forman ha tenido éxito al demostrar que, por lo general, los físicos y los matemáticos eran consciWes del medio...Pero cuando llegamos ante afirmaciones cruciales como la deque existía un rechazo generalizado a la causalMad en física

y que no existían razones internas para este rechazo, entonces ladebilidad del argumento se vuelve asimismo radical. Pues existían fuertes razones internas para rechazar la causalidad... (Hendry,1980, p. 160).

Lo anterior debería bastar para presentar las ideas básicastras el PF (al menos como se presenta oficialmente) y para pro

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porcionar un retrato de este (aunque sea uno de su fracaso, yaque nace de la incapacidad de dirigir correctamente la metodología fundamental de la causación que descansa en el corazón de

la doctrina causal del PF). Lo que es claro es que el PF se compromete con un cientificismo respecto a todas nuestras creencias, esto es, todas nuestras creencias deben tener un informeexplicativo causal del tipo señalado antes, incluyendo la propiacreencia en el PF. Lo que se investigará en lo que sigue es algunas de los modos en que Wittgenstein ha sido citado para apoyarel PF. Sin embargo, se verá claramente que existe un fuerte com

ponente anticientífico en los puntos de vista de Wittgenstein queno se acomodan felizmente con el PF. Pero también el PF mismosufre ciertas transformaciones en el proceso de tratar de acomodar esta o esa doctrina wittgensteiniana o en dejarlas de lado.

3. La dureza del debe lógico y la suavidad de las relaciones sociales

En esta sección nos dedicaremos a una cuestión que apareceen el capítulo 6 del libro de Bloor, Wittgenstein: A Social Theory o f Knowledge, respecto a la naturaleza de las relaciones lógicas.Se dice que la relación de consecuencia lógica es una relaciónsocial, una concepción que no sorprende no encontrar entre loslógicos. La propia idea de Bloor sobre la implicación lógica y deotras relaciones lógicas es: «A lo que nos referimos en el ámbito del lenguaje y las ideas como relaciones y limitaciones lógicasson realmente las limitaciones que otras personas nos colocan.La necesidad lógica es una relación moral y social. Wittgensteines bastante explícito en este punto (Bloor, 1983, página 121).Volveremos en breve a las razones por las que Bloor piensa queWittgenstein es explícito en esta cuestión. Al afirmar que lanecesidad lógica es una relación moral, podemos asumir que almenos es normativa porque deberíamos seguir algunas reglas denecesidad lógica. Lo que es de interés prioritario es la afirmaciónde que «la necesidad lógica es una relación social de limitaciónimpuesta por otros». El uso de Bloor de las palabras «son real

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mente» indica que la palabra «es» refiere a identidad y no a predicación.

Sin embargo, es posible que la relación no sea de identidad,

ya que hablar de «realmente son» puede leerse plausiblementecomo eliminativista. Podríamos haber pensado que realmenteexistían cosas tales como las relaciones lógicas, pero en realidadno existen. Todo lo que realmente existe son las relaciones sociales de limitación entre las personas. Hablar de relaciones lógicasexistentes suena demasiado platónico; y el platonismo, según lamayoría de los comentadores de Wittgenstein, debería rechazarse. Y en esto los defensores del SCC están de acuerdo con Wittgenstein. Porque no es siempre claro; sin embargo una razón esel miedo a la invasión de elementos no naturalistas en lo natural.Por lo tanto, no hay relaciones lógicas en la realidad, entendidasde manera no naturalista, que «limiten» nuestro razonamiento.Pero sí existen relaciones sociales de limitación que juegan un

papel similar. Así que elimínense las primeras y sustitúyanse porlas últimas.

Sea el tipo de identidad que sea la que atribuimos a Bloor,¿qué razones nos da para su punto de vista? Continúa en la citaanterior entremezclando sus comentarios CQn observaciones deWittgenstein:

Desde luego, se puede decir que las leyes de la lógica nosempujan, dice, «en la misma manera, por decirlo asiXque otrasleyes de la sociedad». Un funcionario que hiciera cálculos einferencias a su arbitrio sería castigado. Si no llegamos^ a lasmismas conclusiones que el resto de las personas, nos metemosen líos, «por ejemplo, con la sociedad y también con otras consecuencias de tipo práctico (Bloor, ibídem, pp. 121-2, con citas

de Wittgenstein, 1978, Parte I, §116). \ 

Shapin y Schaffer citan también el comentario de Wittgenstein bajo el encabezamiento del capítulo IV de su libro (Shapiny Schaffer, 1985, p. 111): «... se puede decir que las leyes deinferencia nos obligan, en el mismo sentido, por decirlo así, queotras leyes de la sociedad».

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Volvamos a lo que Wittgenstein dice. El ejemplo del funcio

nario al que se le pide, de acuerdo con una regulación, distribuirhombres en ciertos lugares de acuerdo con su altura. Un funcionario lee los nombres y alturas de los hombres. Otro los colocaen las secciones, pero ha de hacerlo infiriendo a partir de lainformación que le proporciona el primer funcionario. Se nos daun ejemplo de inferencia así:

«Por ejemplo, una prescripción dice: “Todos los que midanmás de 1,80 m han de reunirse en la sección...”. Un secretario dalectura a los nombres de la gente, añadiendo la altura. Otro losdistribuye en tales y tales secciones —“N. N., 1,90”— “Así pues, N. N. Ala sección...”. Esto es inferir» (Wittgenstein, 1978,Parte I, § 17).

Así resulta que la inferencia a partir de «N. N. tiene 1,90 m»hasta «Así pues, N. N. a la sección...» no es válida. Sin embargo, la inferencia tiene un entimema, por lo que las premisas que

faltan se han de extraer del contexto y de las matemáticas. El primer funcionario lee la altura de N. N. diciendo «N. N. tiene1,90». El segundo tiene que obtener algunas premisas matemáticas que faltan para poder inferir de ahí que «N. N. es más altoque 1,80 m». Dado esto como premisa ulterior y la regulación queexiste, el segundo funcionario puede inferir: «Así pues, N. N. ala sección...». Si este ejemplo tiene la intención de decimos algo

sobre en qué consiste inferir, entonces es difícil saber cómo continuar a partir de un solo ejemplo, o qué otras características generales tiene la inferencia o inferir. Los pasajes vecinos hablan deforma variada de derivación de acuerdo a una regla (ibídem, § 7),inferencia lógica (ibídem, § 10) y seguirse de (ibídem, § 8, § 10).Estos transmiten fuertes connotaciones sobre la corrección cuando se infiere, mientras que el ejemplo citado no necesita hacerlo

ni lo hace.Solo otro ejemplo aparece en los textos cercanos en el que seafirma que es una inferencia realmente: «La estufa echa humo,así pues, su chimenea ha vuelto a obstruirse». (¡Y así es cómo sesaca esa conclusión! No así: «La estufa echa humo, y siempreque la estufa echa humo está su chimenea obstruida; por tanto.,(ibídem, § 8). Ello sugiere con fuerza que el interés de Witlju-ns

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tein no son tanto las relaciones lógicas que los lógicos describen

como las que se mantienen entre las proposiciones (o en lasdeclaraciones o en las afirmaciones). Más bien su interés son losactos de inferencia que realizamos en los que pasamos de unaproposición a otra (siendo esto independiente de si se señalacuáles sean válidas y cuáles no). Muchos textos de lógica sedetienen a distinguir entre a) inferir como actividad mental de

alguien en la que pasamos, de alguna manera, de una proposición que consideramos verdadera a otra que también creemosverdadera, y b) la cuestión del contenido de una inferencia en laque se investiga las relaciones lógicas entre proposiciones, independientemente de cuál haya sido la actividad de inferir. Aquí elcontraste se encuentra entre el ámbito de la actividad mental yun ámbito distinto sobre los contenidos objetivos de esa activi

dad. Al poner las cosas de esta manera nos estamos refiriendo auna distinción tan importante para el antipsicologismo de Fregeo al discurso de Popper sobre el «mundo 3», donde se realiza unadistinción entre la actividad mental de inferir y algo no psicológico que refiere a un ámbito objetivo de las relaciones lógicasy los contenidos preposicionales. A pesar de lo importante que

es realizar esta distinción, no debemos seguir más allá eh estemomento, porque la cuestión de qué serviría como (la actividadmental de) realizar una inferencia no interesa a Bloor. Más biensu interés está no en qué condiciones psicológicas aparecen en lainferencia, sino las cuestiones normativas que tienen que ver conuna inferencia correcta o válida.

Más adelante Wittgenstein añade a su historia (Parte I, § 116)las maneras en que se suele decir que las inferencias nos obligan:«Pero puede decirse, sin embargo, que las leyes de inferencianos obligan; a saber, en el sentido en que lo hacen otras leyesen la sociedad humana. El secretario que infiere como en (17)tiene que hacerlo así; se le castigaría si lo infiriera de otro modo.Quien infiere de otro modo entra, sin duda, en conflicto: con la

sociedad por ejemplo, pero también con otras consecuenciasprácticas». No es en absoluto obvio que debamos aceptar la afirmación de Wittgenstein de que el mundo nos «obligue» tenga elmismo sentido respecto a las leyes sociales y a las leyes del razo

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namiento —o al menos no se nos da argumento para ello— .Aquí Wittgenstein parece olvidar el buen sentido de su Cuader-no azul y marrón, citado anteriormente en la sección 1 sobre losefectos confundentes de las analogías y sobre el momento enque una analogía se desliza hacia la confusión. Enseguida se diráalgo acerca de en qué modos las dos clases de obligación sondistintas. Y tampoco es claro por qué Wittgenstein continúa afirmando que aquellos que se equivocan han de ser castigados envez de decir simplemente, por ejemplo, que han de ser corregidos, como hace Sócrates con el esclavo en el Menón. El esclavocomete un número de errores matemáticos, pero Sócrates no locastiga, ni siquiera le dice que está equivocado; por contra, ledeja que él mismo vea los errores de sus conclusiones. No haycicatrices en el alma de castigos causados por el error, sino unasuave y productiva corrección. Pero desde luego, si inferimos deforma distinta que los demás seguramente llegaremos a conflictos con ellos, o, de forma más general, con la sociedad. Pero estoes simplemente un acompañamiento contingente de inferir deforma distinta a otros; nada nos dice sobre si nosotros, o losdemás en la sociedad, inferimos correctamente o si realmentealguien lo hace.

¿Nos muestra esta historia algo como que la relación lógicaimplicada en la inferencia es realmente una relación social? Aquí Bloor no se refiere a la actividad mental de inferir, sino a la relación lógica de inferencia. La inferencia considerada en sí mismapuede realizarse independientemente de otros aspectos de la historia. Pero entonces los aspectos añadidos nos dicen que el funcionario no está realizando solo una tarea de distribución comoresultado de una regulación; los poderes reguladores requierenuna distribución correcta en la sección por medio del dolor delcastigo. Pero nada en la historia citada sobre los poderes de regulación añade algo a los aspectos lógicos de la inferencia; simplemente nos señalan una forma en la que el funcionario se puedeequivocar al cumplir los requerimientos de los poderes reguladores. Puede hacerlo por medio de inferencias incorrectas. O puedehacerlo al escuchar mal lo que el otro oficinista dice. Pero nadade esto apoya la afirmación fuerte de que la relación de inferen

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cia consiste realmente en las limitaciones sociales sobre el funcionario. Como mucho, hay consecuencias que llegan al funcionarioa causa de la contingencia de su situación.

Perfectamente podríamos imaginar al funcionario realizandoinferencias similares durante un juego festivo o como forma dematar el tiempo. En este caso las inferencias se pueden hacercorrectamente en contextos donde no se imponen sanciones porllegar a conclusiones equivocadas; o que la única sanción sea laspalmaditas que recibe por los errores que sus compañeros másracionales son capaces de identificar. El funcionario podría jugarde forma alternativa este juego en soledad, y colocar soldaditosen lugares de un tablero según su estatura —y entonces quizápodría descubrir a simple vista que pudo haber colocado algunoen un sitio equivocado, en cuyo caso revisaría no solo las medidasy los lugares, sino también sus inferencias. A menos que fueraexcesivamente puritano, difícilmente se castigaría a sí mismo

por el error; pero revisaría lo que hubiera hecho. La regla de implicación que se encuentra bajo la inferencia está hecha de otracosa; las sanciones de los poderes reguladores son otras. Y estasúltimas no constituyen las primeras. Pero pueden acompañar alas primeras en algunos casos. \ 

Bloor cita los mismos pasajes en su último libro sobre Wittgenstein y con el mismo objetivo. Y respecto a lo que di

Wittgenstein respecto al castigo del funcionario, lo indica no solopara la inferencia de este, sino como un seguimiento más generalde la regla:

Hasta aquí el argumento puede resumirse así; nos movemosautomáticamente de un caso a otro cuando seguimos una regla,guiados por nuestro sentido instintivo (pero educado socialmen

te) de la «semejanza». Tal sentido no basta por sí solo para crearun estándar sobre lo adecuado o equivocado. Es necesario introducir un elemento sociológico en el informe para explicar lanormatividad. Los estándares normativos provienen del consenso generado por un número de seguidores de la regla que inter-actúan y se mantiene por una vigilancia, un control y sancióncolectiva sobre las tendencias individuales. El consenso hace

que las normas sean objetivas, esto es, una fuente de limitación

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extema e impersonal entre el pensamiento de los seguidores dela regla que consideran que lo hacen bien y el hecho de realmente hacerlo bien.

Aquí el primer pájaro que hay que matar tiene que ver con lanormatividad de las reglas de razonar. Esto ha de explicarse,como se ha dicho, no apelando a cualquier norma (abstracta),sino a un «elemento sociológico», debido al consenso entre losseguidores de la regla. Pero la última frase, «el hecho de hacerlorealmente bien», no puede significar «realmente», sino más bien«llegando a un acuerdo con el consenso». Aquí asoma el problema del Eutrifón. Podríamos decir lo siguiente: o bien x (porejemplo, la inferencia del funcionario) es realmente correcta porque existe un consenso sobre x, o bien existe un consenso sobrex porque x está realmente bien. Bloor claramente opta por la primera y al hacerlo, elige una forma de objetividad y racionalidaddébiles, que provienen del consenso social y de nada más. Alelegir de esta manera, muchos afirmarían que Bloor no está ofreciendo simplemente una modalidad nueva de nuestra antiguanoción de objetividad y racionalidad, sino que está cambiando elobjeto y hablando de otra cosa, es decir, de lo que apoyamoscolectivamente. En parte, llegamos a esta conclusión a causa delnaturalismo del PF, para el que la normatividad de lo correcto ylo erróneo no puede ser sui géneris, y por eso solamente debenmostrarse las transacciones que llevan al consenso entre la gente.Pero estas dos concepciones de normatividad no son exclusivasy no hay referencia a otras formas del estatus de las normas (unahistoria que no se puede contar aquí).

Finalmente, se nos invita a ver en esta afirmación que lasinferencias son realmente limitaciones sociales, tales como las quese producen sobre el funcionario. Y estas limitaciones no sonmeramente contingencias de las circunstancias sociales de este;son constitutivas supuestamente de su misma actividad de inferir.Y se llega a esta forma última de reduccionismo fuertementesocial respecto a las relaciones lógicas apelando e interpretandotextos de Wittgenstein que son considerados como argumento deautoridad en la materia. Dejando a un lado la apelación a la auto

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ridad, ¿se puede sostener esta interpretación? «NO», por lasrazones sugeridas antes. Este es uno de los pocos argumentosofrecidos para afirmar que las relaciones lógicas son relaciones

sociales. Así pues, ¿qué diagnóstico puede darse de este errorahora?

¿Qué ha ido mal para que autores como Bloor, Shapin ySchaffer, que no solo no ven en este ejemplo la afirmación de quelas leyes de la inferencia pueden obligar en el mismo sentido quelas leyes de la sociedad, sino que también afirman que las leyes

de la inferencia son solo relaciones sociales? En parte, esta es unageneralización demasiado temeraria sacada del ejemplo del funcionario. Pero el fallo puede deberse también a la comparación deWittgenstein sobre la obligatoriedad de la leyes de la lógica conlas leyes de la sociedad humana. Tomando un extracto de la citade los Cuadernos Azul y Marrón citado al principio, la analogíaestá tan forzada que confunde. Las leyes de la sociedad están

soportadas por la policía, la justicia y el régimen de castigoscorrespondientes a la transgresión de las leyes. Si las leyes dela inferencia nos obligan, entonces no lo hacen exactamente de lamisma manera. No hay cargos por hacer inferencias no válidasno hay registros de la policía de la inferencia ni tampoco regímenes de castigos por hacer inferencias fallidas. La analogía serompe en este sentido. Desde luego, existen consecuencias si infe

rimos de manera que otros no lo hacen, aunque no del tipo de unavisita de la policía de la inferencia, o un juicio ante un tribunal.Otros pueden sancionamos de diferente forma, desde bromearhasta evitamos. Pero ¿quién puede decir que son los otros, con losque entramos en conflicto, los que tienen la razón de su parte?Podría ser que todos sacáramos falsas inferencias; unos pocosinferirían (equivocadamente) P, mientras que otros muchos inferirían (equivocadamente también) Q. Una vez más, las limitaciones sociales no son garantías para la adecuación de la inferencia.

Dejando aparte esto, lo que no sostiene Wittgenstein es quepuesto que las leyes de la inferencia nos obligan supuestamentede la misma forma que las leyes de la sociedad, entonces las leyes dela inferencia son realmente relaciones sociales (tales como son las

leyes de la sociedad). Contrariamente a los sociólogos, Wittgens-

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tein no es explícito en cuanto a la cuestión de si las relaciones lógicas son realmente relaciones sociales. Mantiene el silencio al respecto. Y lo mantiene porque no comete el nonsequitur que apare

ce al inferir: A (una ley lógica) obliga y B (una ley social) obliga(del mismo modo), por lo que A realmente es B. Es difícil ver cómolos sociólogos pueden llegar a esta conclusión tan fuertementereduccionista de que las inferencias lógicas son realmente relaciones sociales de limitación a partir de lo que Wittgenstein dice acerca de compulsiones similares, a menos que se haya cometido unerror como de esta clase. Pero esto es un punto del diagnóstico. No

tenemos razones, a partir de Wittgenstein o de otro, para la tesis dela identidad o el eliminativismo que mantiene que las leyes lógicasson realmente relaciones sociales de limitación. Las dos son distintas. Las limitaciones sociales pueden acompañar a las relacioneslógicas de inferencia algunas veces, pero no las constituyen.

4. El finitismo y la solución comunitaria al problema de seguir una regla

El grupo de los sociólogos de la ciencia se divide sobre la amenudo muy oscura cuestión de seguir una regla en Wittgenstein. La interpretación seminal de Wittgenstein aportada porKripke (1982) es con frecuencia el punto de partida para las dife

rentes alusiones de Wittgenstein, y aquí vamos a adoptar estepunto de partida. Así, los defensores del PF aceptan alguna versión del argumento escéptico de Kripke respecto a seguir unaregla y luego contemplan su solución en términos de un entendimiento social o comunitario. En contra, los defensores de laetnometodología como Michael Lynch rechazan el paso inicialde que exista una brecha escéptica que haya que tratar y buscan

una solución bastante diferente para el problema de seguir unaregla, a fin de dar sustancia a su posición sociológica3. En este

3 Las diferentes comprensiones de seguir una regla en Wittgenstein seexponen en Lynch (1992a), una respuesta en Bloor (1992) con una réplica enLynch (1992b).

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artículo no nos ocuparemos de la respuesta de los etnometodó-logos, más bien nos concentraremos en la manera en el que el PFse expande para acomodar la doctrina del finitismo del signifi

cado [ver el tipo f) en el factor social de la sección 2].La conclusión de la interpretación escéptica de Kripke sobre

seguir una regla en Wittgenstein puede resumirse así: «El argumento escéptico, entonces, permanece sin contestar. No puedehaber algo así como significar algo con una palabra. Cada nuevaaplicación que hacemos es un salto en la oscuridad; cualquier

intención presente se puede interpretar para que esté de acuerdocon cualquier cosa que elijamos hacer. Por lo tanto, no puedeexistir ni acuerdo ni conflicto (Kripke, 1982, p. 55). El escepticismo expresado aquí abre una brecha entre una regla, como«Suma 2» y la extensión de esa regla, para la infinitud de números 2, 4, 6, etc. Esta extensión puede concordar con la regla.Pero el problema es que la misma relación de concordancia entre

una regla y su extensión está indeterminada; no explica por quéun conjunto de números, en vez de otros, es la extensión de laregla. No vamos a continuar esta interpretación escéptica, sinosimplemente asumirla por mor de lo que sigue. Es fundamentalpara la forma en que los defensores de PF entienden su doctrinacuando se alian con Wittgenstein, y para la suya propia sobre e

significado. Otra forma de exponer este problema sería diciendoque para muchos dominios existe una hecho material del que seobtiene algo o no se obtiene. Existen hechos físicos tales comoque la nieve del monte Everest se encuentra en su cumbre, o quizáhechos matemáticos como el de que 2 más 2 es igual a 4. (Paitede la concepción de Kripke es que existen tales hechos matemáticos a los que podemos apelar.) Sin embargo, cuando se llega al

significado de nuestras palabras, no existen hechos materialespara determinar su significado, y esto se aplica a palabras como«nieve» o «sumar».

El Principio de Causalidad del PF requiere que existan algunos factores sociales que estén implicados causal mente en la producción de la creencia. Para acomodar un finitismo de significadonecesitamos expandir la doctrina oficial del PF; lo que se causano son solo creencias (científicas), sino también el significado de

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los términos o nuestras creencias sobre esos significados. ¿Quérealiza la causación? Supongamos que ninguno de los tipos de

los factores sociales listados en la sección 2, tales como la acul-turación, las clases o intereses sociopolíticos o las negociacionespueden ser eficaces causalmente. Por lo tanto, el PF no seríarefutado; todavía existen factores sociales en funcionamientodebido al mismo uso continuado de los términos de nuestro vocabulario. Así que existe un profundo depósito de factores socialesa los que el PF puede apelar y que inevitablemente pernean el

uso del lenguaje. De ahí que, en último extremo, el PF no puedeser refutado si el finitismo es correcto (y si uno piensa que lairrefutabilidad es un vicio para lo que se pretende que sea unateoría empírica). Siempre existirán factores sociales operando enla expresión misma de cualquier creencia.

La tesis del significado finitista de Bloor puede presentarseasí: «Esta es la tesis de que el significado establecido de una pala

bra no determina su futura aplicación... El significado es creadopor los actos de uso. Como la ciudad se construye cuando cooperamos... La etiqueta «finitismo» es apropiada, porque tenemos quepensar en el significado como algo que se extiende a lo lejos, perono más lejos que el ámbito finito de circunstancias en el cual esapalabra se usa (Bloor, 1983, p. 25). Aquí, la idea que ha de rechazarse es que existan cosas tales como reglas gobernando el uso de

las palabras que no solo se adecúan a casos pasados, sino que también determinen sus futuros usos. Por contra, para los fmitistas eluso siguiente de la palabra, por ejemplo, «cisne», es una cuestiónabierta, incluso si se ofrecen todos los casos anteriores en dondese usó esta palabra: ¿para referirse a qué? ¿A los cisnes? Pero larespuesta a estas preguntas no puede estar abierta para nosotros.

El siguiente pasaje de Bloor une la respuesta comunitaria ysocial al escepticismo de la regla gracias al finitismo del significado. También muestra cómo el Principio Causal desempeña unpapel para hacer presentes las causas sociopolíticas y culturales,tanto la de la creencia como del significado:

De acuerdo con el finitismo del significado, creamos significados cuando nos movemos de un caso al olio. Podríamos

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tomar nuestras reglas y conceptos de cualquier parte hacia cualquier dirección, incluyendo cualquier cosa como un miembronuevo de una clase antigua, o al mismo tipo como un conjuntoexistente y finito de casos pasados. Ni la «lógica» ni el «significado» nos previene de que no hagamos esto, si es que por estaspalabras tenemos en mente algo distinto que las contingenciaspedestres que rodean a cada acto particular de aplicación de unconcepto... Las fuentes reales de limitación que previenen deque vayamos desde cualquier parte a cualquier otra, cuando nosdesplazamos de un caso a otro, son las circunstancias locales

que nos limitan: nuestros instintos, nuestra naturaleza biológica,nuestra experiencia sensorial, nuestras interacciones con otragente, nuestros propósitos inmediatos, nuestro adiestramiento,nuestra anticipación y respuesta a la sanción y similares en unagama de causas; comenzando con lo psicológico y acabando conlo sociológico, este es el mensaje de Wittgenstein sobre el finitismo del significado (Bloor, 1997, pp. 19-20).

Lo anterior se aplica no solo en el caso de seguir la regla«.Sumar 2» después de 1.000, sino también al afirmar, en el casotic ver un objeto nuevo frente a nosotros, «es un cisne» (y no unganso o un pato), o hacer cualquier inferencia hasta concluir(una versión de lo que se exploró en la sección 3). Ninguna reglani ninguno de los casos pasados que concordaban con la regla

ilclerminan si sí o si no el próximo objeto estará de acuerdo conla regla. De hecho, no es necesario apelar a ninguna regla quei lelermme los casos futuros incluso antes de que la apliquemos.I-o que nos previene de clasificar cualquier cosa como el próximo caso no es una apelación a un «abstracta» no natural, talII uno los significados o el ámbito platónico de normas y reglas.I o que nos permite ir al nuevo caso es un conjunto totalmente

imturalista de causas que incluyen desde factores no sociales, lobiológico, hasta nuestra experiencia sensorial, y, lo más importan le, factores sociales que incluyen nuestra formación pasada yi un‘si ras disposiciones adquiridas socialmente, el consenso de la>mi nulidad y nuestra interacción con ella. Todos estos factoresMínales y no sociales se unen para obtener causalmente nuestrati--.puesta y la de otros cuando llegamos a afirmar que el caso

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siguiente es «1002» (en vez de «1004»), o que «es un cisne» orealizamos una inferencia lógica. No existe tribunal de apelaciónsuperior para lo que significan las palabras en nuestro uso que elde la comunidad. (De ahí la «respuesta comunitaria» a la interpretación escéptica de Kripke sobre seguir una regla de Wittgenstein).

Pero ¿es viable esta solución comunitaria al problema delescepticismo de Kripke sobre seguir una regla? Tomando unamuestra de la comunidad de filósofos, el veredicto es que, enconjunto, no es una solución viable: cualquiera que la adoptasesería susceptible de que lo amonestasen. Aquí solo se mencionarán brevemente algunas de las objeciones que se podrían realizar. En lo que sigue no se niega que una comunidad pueda corregir a un usuario caprichoso del lenguaje. Todos terminamos acogiendo la manera en que una comunidad usa el lenguaje, graciasal proceso de estar de acuerdo cuando estamos en lo cierto (asumiendo que existan formas en el que este acuerdo se pueda señalar), y siendo corregidos cuando nos equivocamos (bien se nosdice eso, o no somos recompensados o somos castigados, etc.).La cuestión es si esto es constitutivo o determinante de lo que untérmino significa. El comunitarismo del PF lo afirma así.

Una analogía útil (sugerida por Blackbum, 1993, p. 223) es lade los músicos de una orquesta. Todos los instrumentistas decuerda tocan en do, pero un violinista caprichoso toca en cambio en mi bemol. Se pide al violinista que toque conforme a losotros instrumentistas. Y si no hay partitura ni la posibilidad deconsultar al compositor y solo quedan los instrumentistas, noexiste otro tribunal de apelación superior que la mayoría de losinstrumentistas para saber qué nota habrá de tocarse. Supongamos que se pueda apelar a la partitura. Entonces el signo para doen la partitura debe entenderse como teniendo cierto «significado» en su contexto y significando que cierta nota ha de tocarse.Pero esto simplemente subraya la cuestión acerca de lo que esesigno quiere significar o significa. El violinista caprichoso ha dellegar a conformarse con lo que la mayoría de los instrumentistas interpretan que indica el signo. Pero esta armonía con otros,¿sirve como estándar de corrección? Quizá el violinista capri

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choso tiene la única partitura correctamente impresa y los demásinstrumentistas están equivocados porque tienen partituras conerratas. De aquí surge la posibilidad de que toda una comunidad

de instrumentistas esté equivocada.Supongamos que, debido a la inatención, o a condiciones de

poca visibilidad, o a una intoxicación, Jones mira a una vaca yla llama «caballo». Su comunidad, al no estar impedida de estemodo, puede corregir a Jones —y ellos son el tribunal supremode apelación—. Pero ¿qué ocurriría si toda la comunidad estu

viera igualmente afectada cuando ven la vaca y la llaman «caballo»? Uno puede contemplar con bastante legitimidad que unacomunidad estuviera sistemáticamente impedida, de manera quecuando ven ciertas vacas bajo ciertas condiciones regularmentecometen el mismo error que Jones. Dado que la comunidad esel tribunal supremo de apelación, entonces en la extensiónde su término «vaca» encontraríamos algunos caballos y algunas

cosas que fueran realmente vacas, pero que no se incluyeran endicha extensión. Algo similar ocurre con el término «caballo» ylas interacciones de la comunidad con ellos cuando observan.Algunos caballos pueden omitirse y algunos camellos, cebras,etcétera, pueden incluirse en la extensión de «caballo». El resultado es que la extensión o el portador de «vaca» no es todas ysolo las vacas, sino que incluye caballos, camellos, etc., y la exten

sión de «caballo» no es todos y solo los caballos, y podríamoscontinuar así con muchos conceptos de esa comunidad. Que sepueda contemplar tal posibilidad muestra dos cosas sobre la respuesta comunitaria: se puede establecer lo que podríamos afirmar como que la comunidad se equivoca y que no es el tribunalsupremo de apelación.

Para que la comunidad corrija a Jones debe asumirse quecada miembro de la comunidad está de acuerdo con la aplicaciónde la palabra «caballo» y que no disienten. Esto es, para corregira Jones, todos los miembros de la comunidad, lo que incluye alirown y a Black, etc., tienen que estar de acuerdo: la palabra «caballo» en boca de Black significa lo mismo que la palabra«caballo» en boca de Brown. Además, deben estar de acuerdo

cuando corri jan a Jones: la palabra «caballo» en boca de Black

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(y Brown, etc.) no significa lo mismo que la palabra «caballo»en boca de Jones. Al hacer estas afirmaciones se encuentra lasuposición de que la palabra «mismo» significa lo mismo paratodos. Esta es una cuestión de la que Wittgenstein nos hace serconscientes cuando dice: «Si es necesaria la intuición para desarrollar la serie 1 2 3 4..., también lo es para desarrollar la serie2 2 2 2... ¿Pero no es por lo menos igual: iguall» (Wittgenstein1967, Parte I, § 214 y 215). «La palabra «concordancia» y lapalabra «regla» están emparentadas la una con la otra, son primas. Si le enseño a alguien el uso de una, le enseño con ello también el uso de la otra. El empleo de la palabra «regla» está entretejido con el empleo de la palabra «igual» (ibídem, § 224 y 225).Por ello, cuando dos o más miembros de una comunidad siguenuna supuesta regla para dominar el uso de la palabra, existen ju icios de igualdad y diferencia que se hacen en cada paso que setoma, y a lo largo de toda la comunidad.

Tal como está planteado, esto no es una objeción a la respuesta comunitaria sobre el escepticismo y al finitismo del significado. Pero se convierte en una objeción bastante devastadora en Goldfarb (1985). Esto no se va a discutir aquí. Lo quedemuestra es que lo comunitario debe apelar a una palabra,«mismo», cuyo significado está fijado de alguna manera a lolargo de la comunidad, de forma que puedan estar de acuerdoentre sí pero no estarlo con Joes. Lo anterior lleva a una divertidaobjeción presentada por Blackbum (ibídem). Originalmente larespuesta escéptica para seguir una regla encontraba un asideroargumentando que para un individuo como Jones no había unhecho material sobre si su uso del término «vaca», por ejemplo,una vez quiso decir o significó siempre lo mismo, o si lo fue aplicado a sus mismos portadores, tal como en otra ocasión sí fue eluso de Jones. Esto es, tómese una franja temporal del Jones individual cuando usa el término «vaca»; entonces podemos preguntar si cualquiera de los usos del término en esas franjas temporales emplean el término de la misma manera que en cualquiera de las otras franjas. La respuesta escéptica debe ser queno existe un hecho al respecto. Y desde el finitismo del significado, a Jones se le debería permitir correlacionar el significado

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de una franja temporal a la otra. Aquí la idea es que la mismidaddel uso se encuentra bajo una fuerte amenaza por el escepticismo y por el finitismo.

Sin embargo, hagamos una correlación de las diferentes fran jas de Jones con la de los miembros de su comunidad. Entonces,si existe una preocupación escéptica sobre el significado de«vaca» tal como se usan en las distintas franjas temporalesde Jones, así debería existir una preocupación similar sobre elsignificado del término en boca de cada uno de los miembros dela comunidad. Tal como Blackbum expone el asunto, el mismoproblema que infecta a los individuos termina infectando a lacomunidad. Y viceversa; si la comunidad está libre de cualquierproblema de escepticismo (como suponen los comunitaristas),entonces también lo debería estar el individuo. Por lo tanto, siexiste una solución comunitarista para el problema del escepticismo, también existirá otra para el individuo: y por eso el pro

blema no afecta a Jones primariamente. Sin embargo, si existe unproblema de escepticismo para Jones, entonces debe existir otrosimilar para la comunidad. De forma breve: o bien no existe esteproblema de escepticismo, o si lo hay, entonces la respuestacomunitaria no es una solución.

Para muchos miembros de la comunidad de filósofos, desdeBlackbum (ibídem), Goldfarb (ibídem), Boghossian (en 1989

una revisión del problema de seguir una regla), Pettit (1990)hasta muchos otros, la respuesta comunitaria no lo es en absoluto (aunque hay unos pocos que disienten al respecto). Si la concepción de la mayoría es la correcta, entonces ello tiene que verdirectamente con la apelación a Wittgenstein (entendido de unamanera) para apoyar las afirmaciones del finitismo del significado y por tanto del PF.

A la luz de la discusión anterior, la doctrina del fiñitkmo delsignificado puede expresarse más claramente como la sigutentey bastante genérica afirmación que refiere a todos los términosde nuestro lenguaje: para cualquier término tal como «vaca» (o«implicación lógica», etc.), y cualquier entidad x no previamente encontrada, no hay un hecho material por el que sea correctodecir que x es una vaca o x no lo es hasta que la comunidad juz

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gue si lo es o no. Pero si esto es en lo que se convierte el finitismo del significado, entonces se transforma en una doctrina rara.

La posición opuesta es que existen al menos algunos términos,pudiendo ser perfectamente «vaca» o «implicación lógica» ealgunos de ellos, para los cuales es una cuestión material que xsea o no una vaca, manteniéndose así independientemente de loque la comunidad pueda juzgar. Esta última tesis rival del finitismo del significado tiene al menos cierta plausibilidad a sufavor, mientras que la primera, como afirmación generalizada, la

tiene en menor medida. Lo que marca la diferencia bien podríaser entedido como una versión del problema del Eutifrón, dondelos finitistas del significado están de acuerdo en que sea o no xuna vaca depende del juicio de la comunidad, aunque tal x sea ono sea una vaca. Sus oponentes desearían señalar que paramuchos (no todos) los términos como «vaca», el juicio de lacomunidad sobre si x es o no una vaca depende de si realmente

x es una vaca. No se debería perder a las vacas de vista.

5. El programa fuerte y el anticientifísmo de Wittgenstein

Uno de los temas principales de Wittgenstein es que la

mayoría de nuestras prácticas son meramente contingentes; sonparte de la historia natural humana y podrían haber sido de otromodo 4. En esto la sociología ha de desempeñar ella mismaun papel al describir la historia natural: los etnometodologistaspodrían encontrar la tarea descriptiva que ofrece la filosofía deWittgenstein como algo con lo que congenian. Y la sociologíapodría jugar un papel en las explicaciones de por qué ocurre elcambio de prácticas y de creencias; los defensores del PF con

4 Esta sección se ve fuertemente influida por el artículo de Friedman(1998), quien también considera la forma en la que los sociólogos de la cienciahan tomado los puntos de vista de Wittgenstein con el propósito de apoyar suspropias ramas de la sociología de la ciencia, pero teniendo en mente una upenda filosófica bastante diferente.

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sus modelos explicativos de causalidad podrían encajar en talpapel. Sin embargo, veremos que el papel de las dos ramas de la

sociología tienen un oscuro futuro en Wittgenstein.Dada nuestra historia natural, en un cierto sentido, esta se

convierte en parte constitutiva de lo que entendemos con palabras tales como «contar», «inferir», etc. Para indicarlo de estaforma, Wittgenstein nos lleva a enfrentamos, en varias de susobservaciones, a prácticas alternativas en las que al tiempo queson lógicamente posibles, están sometidas a una gran distorsión,como, por ejemplo, respecto que queremos decir con «contar»,«inferir», etc. En una secuencia de aparentemente extrañas sugerencias en Observaciones sobre los fundamentos de las ma-temáticas, Wittgenstein nos lleva a contemplar una serie deprácticas que parecen absurdamente extravagantes, pero que, sinembargo, son posibles. Por ejemplo, quienes podrían medir por

medio de reglas que decrecen (ibídem, § 140). También menciona otros que podrían medir las vigas no en términos de peso ovolumen, sino por el área que ocupan cuando se desparraman enel suelo (ibídem, § 148-50). Otros que al comprar entregaríanmonedas de según la cantidad que placiese al comprador (ibí-dem, § 153). Finalmente, muestra un caso donde una personapodría obtener una conclusión un día, otra al día siguiente y una

icrcera en el tercer día (o la misma conclusión del primer día), yasí  (ibídem, § 155). Con esos ejemplos realmente parece queentendemos lo que significa que alguien use reglas que encogen0 mida la madera por la superficie que ocupa o infiera conclusiones en días diferentes. Pero, a partir de esto, no podemos llegara la conclusión de que tales formas de medir e inferir sean inte-1igibles para nosotros. Lo que disminuye su inteligibilidad es que

la medida pueda tomarse usando reglas que encogen, o invesúpando la superficie que la madera ocupa, o que la inferenciapueda llevar a conclusiones variables. En esto nos encontramosmas allá del horizonte de lo que es inteligible para nosotros.

Aceptando que Wittgenstein permite que existan prácticasque rivalicen con las de nuestra historia natural, dice poco so-I u i- por qué debiéramos cambiar nuestras prácticas. Para él, enmuchas ocasiones, las prácticas y las reglas que las gobiernan

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están enlazadas en formas de vida. Y ha de suponerse que algúncambio en la práctica debería representar un cambio en la formade vida. Y así explica esta cuestión:

... nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos del lenguaje, comopodemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan. (Una fig u -

ra aproximada de ello pueden dárnosla los cambios en las matemáticas.)

La expresión «juego del lenguaje» debe poner de relieveaquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de

una forma de vida (Wittgenstein, 1967, Parte I, § 23).

Dentro de esas actividades podemos incluir la práctica deinferir. Wittgenstein afirma que esas prácticas pueden venir eirse con el tiempo. Pero lo que no parece enfatizar es que puedan existir prácticas rivales o una pluralidad de prácticas comoocurre con los sistemas rivales de lógica que hoy se emplean

(lógica clásica, intuicionista, de la relevancia, etc.). Depende delo estricta o débilmente que se empleen las prácticas particularespara individualizar la notoriamente vaga expresión de «forma devida», igualmente podemos decir que aparece un cambio en laforma de vida o que esa forma de vida permanece igual, a pesarde algunos cambios en su práctica. Aquí optaremos por la segunda posibilidad, arrancando una hoja del libro de Wittgenstein,

para afirmar que en esos contextos donde habla de la forma devida «no sabemos con frecuencia cómo la expresión “formade vida” se emplea aquí». En el caso de la lógica, parecería exagerado afirmar que, a causa de que los lógicos clásicos, intuicio-nistas y de la relevancia se permiten prácticas de inferencia distintas, deben tener, cada uno de ellos, formas de vida distintas.Más bien, dentro de esas formas de vida, existen una pluralidadde prácticas rivales. Y tal es el pluralismo en el presente escenario de la lógica y de la teoría de la inferencia (aunque no es unpluralismo fácilmente reconocido o aceptado por todos).

Como se ha indicado, de acuerdo con Wittgenstein, nuestrasprácticas son parte de una historia natural humana contingenteque podríamos situar describiendo:

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Lo que proporcionamos son en realidad observaciones sobre la historia natural del hombre; pero no curiosidades, sinoconstataciones de las que nadie ha dudado, y que solo se esca

pan a nuestra noticia porque siempre están constantemente antenuestros ojos (Wittgenstein, 1967, parte I, § 415).

Muchos de los ejemplos de las distintas prácticas que Wittgenstein cita, tales como los ejemplos «extravagantes» de antes,son parte de nuestra historia natural real, si no casos imaginadosque podrían formar parte de una posible historia humana. El pro

pósito de estos casos imaginarios es iluminar y mostrar un fuerte contraste con nuestras prácticas presentes, las cuales no lasreconocemos muy fácilmente.

En conexión con esto, Bloor afirma: «Reemplazaré una historia natural ficticia por una real, y una etnografía imaginaria poruna real» (Bloor, 1983, p. 5). Podemos aceptar que una de las tareas de la sociología pueda ser describir nuestra historia natural realy nuestra etnografía, aunque no está claro que las tesis oficialesdel PF sean las apropiadas para adoptarlas. Sin embargo, estosignifica sobrepasar el uso filosófico que Wittgenstein confiere aesos casos imaginados para que nos digan algo sobre nuestropropio esquema conceptual. Es difícil ver cómo la sociologíapodría suplantar el acercamiento metodológico de Wittgenstein,

en el que nuestras prácticas y creencias presentes se iluminan porcontraste gracias a las prácticas y creencias imaginarias.

Forma parte importante del pesimismo cultural de Wittgenstein que algunas de nuestra prácticas y sus formas asociadas devida van en detrimento nuestro, tanto para lo intelectual comoen otros modos. Al respecto, la filosofía podría ofrecemos ciertaterapia: «La filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro

entendimiento por medio de nuestro lenguaje» (Wittgenstein,1967, Parte I, § 109); y «¿Cuál es tu objetivo en filosofía?—Mostrarle a la mosca la salida de la botella cazamoscas >>(itndem, § 309)— ; y comentarios parecidos. Supongamos que, tras muchozumbar, conseguimos sacar la mosca de la botella. Todavía noestá claro si simplemente abandonamos un trozo de lenguaje que

nos ha embrujado o nos permitimos un nuevo juego del lengua-

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 je libre de los defectos del anterior. Quizá la actitud quietista deWittgenstein sería más bien la primera cuando afirma respecto almal uso del lenguaje: «Pero solo son castillos en el aire lo que

destruimos y dejamos libre la base del lenguaje en donde seasientan» (ibídem, § 118); y «Los resultados de la filosofía son eldescubrimiento de algún que otro simple sinsentido y de los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje» (ibídem, § 119); y, finalmente, la cuestión que parece carecer de respuesta: «... tengo que hablar del lenguaje decada día... ¿Ycómo ha de construirse otro? (ibídem, § 120). Estas

observaciones sugieren como mucho una purga de nuestras vie jas prácticas y no su sustitución por otras nuevas.

Sea cual fuere el caso, forma parte del pesimismo de Wittgenstein que nunca podríamos hacer un esfuerzo suficiente paraliberamos a nosotros mismos de esos encantamientos. E inclusosi pudiéramos hacerlo, de acuerdo con él, poco o nada se podríadecir sobre los cambios en las prácticas y juegos de lenguaje que

conducen al cambio de la forma de vida, y tampoco en lo quepodríamos decir sobre esos cambios:

¿Quién conoce las leyes conforme a las cuales se desarrollala sociedad? Estoy convencido de que ni aun el más capaz losospecha. Si luchas, luchas; si esperas, esperas.

Se puede esperar, luchar y aun creer sin creer científicamen-te. (Wittgenstein, 1980, p. 60).

Por tanto, no podemos esperar ninguna explicación de Wittgenstein, ni siquiera una que aluda a leyes o a causas, o por quécambian realmente nuestras prácticas y formas de vida. Como severá, indica que lo mejor que podemos hacer es proporcionardescripciones, y no explicaciones, de nuestras prácticas y de lasformas de vidas desde el interior de nuestra forma de vida imperante.

Pero algunos hombres «capaces» han salido de entre nosotrosafirmando que tienen al menos cierta intuición sobre las leyesque gobiernan los cambios sociales y los cambios en aquello quecreemos, y que ven en estas cosas su labor para ofrecer una explicación de tal cambio. Lo que ofrecen es, contrariamente a lo quesostiene Wittgenstein, una explicación científica de tal cambio.

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Una explicación de ese tipo, entre varias, es la ciencia naturalista, empírica y causal de la sociología, tal como emerge en el PF.Toda su tarea es explicar socialmente, de acuerdo con los carac

teres generales de la ciencia explicativa causal, por qué creemosen lo que creemos, por qué esas creencias cambian de la maneraen que lo hacen e incluso qué significado tienen nuestros términos. Esta es una de las maneras en la que quienes defienden el PFse diferencian de Wittgenstein —defienden una ciencia naturalistade la creencia, sus cambios y las causas de sus cambios—, mien

tras que para Wittgenstein todo esto permanece como algo que niel más capaz puede siquiera sospechar.Es muy conocido el rechazo de Wittgenstein a la postura de

que la filosofía haya de entenderse en paralelo a la ciencia explicativa:

Era cierto que nuestras explicaciones no podrían ser consi

deraciones científicas... Toda explicación debe desaparecer ysolo la descripción ha de ocupar su lugar... Estos no son ciertamente empíricos, sino que se resuelven mediante una cala en elfuncionamiento de nuestro lenguaje... a pesar de una inclinacióna malentenderlo (Wittgenstein, 1967, Parte I, § 109).

La filosofía no puede en modo alguno interferir con el usoefectivo del lenguaje; puede a la postre solamente describirlo

(ibídem, § 124).La filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada —puesto que todo yace abiertamente, no hay nada queexplicar (ibídem, § 126).

Se podrían citar muchos otras observaciones de Wittgensteinque apoyan su quietismo. Todas ellas muestran su anticientifis-

mo, su oposición a la idea de que la filosofía ha de entender ypracticar de forma similar a la ciencia. También está bastanteclaro que en filosofía ha de eliminarse la tarea explicativa de laciencia en favor de la descripción de las acciones del lenguaje.

Con lo que se ha dicho ya, está claro que el programa del PFes bastante diferente del que Wittgenstein prescribe para la filosofía. El PF ha de entenderse como una ciencia naturalista,. con

un importante papel asignado a la sociología. El PF prescribe en

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sus principios centrales no una descripción, sino una explicacióncausal. Y, finalmente, no ofrece nada en forma de descripción del

carácter de nuestros juegos del lenguaje; por el contrario, tiene laintención de ofrecer mucho sobre la descripción de nuestro contexto sociopolítico y cultural (o de nuestro interés en él), y cómoeste supuestamente explica nuestras creencias, incluyendo nuestras creencias sobre el lenguaje y sobre lo que los términos significan, lo que sea la inferencia lógica y todo lo demás.

Bloor es consciente del anticientifismo de Wittgenstein y lo

contrarresta trazando una distinción entre el dominio de la ciencia, donde pueden florecer las explicaciones, y el dominio de lafilosofía, donde, de acuerdo con Wittgenstein, debería ofrecer noexplicaciones sino descripciones: «La «enfermedad» de «quererexplicar»... refiere aquí a las explicaciones filosóficas y no a lascientíficas (Bloor, 1997, p. 133). Esto debería ser suficiente sino fuera por la generalidad de PE El objetivo del PF es explicar

(científicamente, de acuerdo con los principios del PF) creenciascientíficas específicas al menos. Lo que PF trata de explicarno es solamente estas creencias científicas, sino todo, incluidaslas creencias ordinarias clasificatorias tales como «esto es uncisne», nuestras creencias filosóficas acerca de la creencia misma, la propia causalidad, la verdad misma, nuestras creenciaslógicas sobre la propia inferencia, y cosas por el estilo. Dado este

amplísimo objetivo de las clases de creencia que deben explicarse, el PF se desvía del exclusivo territorio de la explicaciónde las creencias científicas hacia el territorio de las creencias queversan sobre el significado o las creencias que son filosóficas ensu carácter.

Al cometer este desvío, el PF entra en conflicto con la concepción de Wittgenstein de la tarea de la filosofía. Para ciertostipos de creencia filosófica, sostiene que solo se puede ofreceruna relación descriptiva; no se puede dar una explicativa, independientemente de que se trate de naturalista, social y causal.Dado el propio proyecto explicativo de Bloor, este pregunta:«¿No denunció Wittgenstein la búsqueda de causas y la construcción de teorías explicativas?». A lo que responde, partiendode sus propios esfuerzos: «Iré en contra de ciertas preferencias

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establecidas de Wittgenstein, del método que eligió y quizá encontra de sus más profundos prejuicios» (Bloor, 1983, p. 5). Es

importante mantener abiertas estas diferencias de postura. Indican el modo en que conscientemente el PF se diferencia de algunosaspectos de la filosofía wittgensteiniana mientras que se adhierea otros.

Como se ha dicho, Boor afirma sobre la alusión de Wittgenstein a nuestra historia natural: «Reemplazaré una historia naturalficticia por una real, y una etnografía imaginaria por una real

(ibídem, p. 5). Sin embargo, parece bastante claro que la doctrinaoficial del PF no consiste en absoluto en una sociología descriptiva. Por ello, volvamos brevemente a los etnometodologistascomo Michael Lynch que suelen usar la filosofía de Wittgensteinpara dar razón de su empresa. Téngase en cuenta que la mayoríade los etnometodologistas apenas hacen referencia a Wittgenstein’como es el caso del reconocido padre fundador de la disci

plina, Garfinkel. Trataremos con uno solo de sus defensores,Michael Lynch, quien siente la aguda necesidad de las proclamas etnometodológicas más explícitas, al tiempo que alega quela filosofía de Wittgenstein puede ser de ayuda al respecto.

6. Las afirmaciones rivales de la etnometología

El sociólogo Michael Lynch ve a Wittgenstein como unafuente útil para la etnometodología, cuando afirma: «La etnome-todología se ha vuelto una disciplina cada vez más incoherente,a pesar de los incesantes esfuerzos de los reseñadores y los escritores de manuales para definir su programa teorético y metodológico» (Lynch, 1992, p. 232). Lynch tiene razón: hay muchasdefiniciones de lo que la «etnometodología» podría ser, cada unade ellas tan oscura como la siguiente. Así que hace lo mejor quepuede para ser de ayuda. Pero, al mismo tiempo, dice que larecepción de los diversos puntos de vista de Garfinkel sóbre eltema que la «etnometodología se ha sostenido gracias a una lectura comunitaria equivocada de su texto central; un consensvirtual constituido por profundos malentendidos sobre un con-

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 junto común de eslóganes» (Lynch, 1993, p. 13). Este es unterreno que hay que desbrozar por las aplicaciones reflexivas desus propios practicantes y de sus propios textos.

Las observaciones de Wittgenstein tienen su legión de intérpretes. Tanto el programa causal explicativo del PF de Bloor,dentro del SCC, como la etnometodología descriptiva del SCCde Michael Lynch, pagan tributo al carácter de autoridad de losescritos de Wittgenstein —pero tomando sus observaciones endirecciones opuestas 5— . Así, Lynch establece las diferencias:

«Antes de intentar explicar una práctica en términos de disposiciones subyacentes, normas abstractas o intereses (siendo la primera y última cruciales para el PF), la tarea de la sociologíadebería consistir en describir el conjunto de acciones que constituyen la práctica. Esto es precisamente lo que la etnometodología trata de hacer» (Lynch, 1992b, p. 220). A este respecto, el

programa descriptivo de la etnometodología parecería estar máscercano a Wittgenstein que el programa causal explicativo de PF.Sin embargo, la aparente similitud con la filosofía de Witt

genstein desaparece cuando se echa un vistazo de cerca a lo quelos eluometoclólogos toman como descripción en sus artículos, om sus pronunciamientos públicos. Sus descripciones y el tipo decosas que tratan de describir difieren marcadamente de lo queWittgenstein intenta. Para empezar, los tipos de «objetos» quelos etnometodólogos tratan de describir, esto es, las actividadescientíficas6, no es en absoluto el «objeto» que trata de describirWittgenstein, esto es, nuestra gramática. Como Wittgenstein loseñala: «Nuestro examen es por ello de índole gramatical. Y estearroja luz sobre nuestros problemas quitando de en medio malen

5 Ver la discusión en Lynch (1992a), Bloor (1992) y la réplica en Lynch(1992b).

6 Para ver un ejemplo de las descripciones de los etnometodólogos, verLynch (1992a), pp. 247-56, donde resume su trabajo anterior [ver Garfinkel,Lynch y Livingstone (1981)] en la primera identificación óptica de un pulsarpor medio de las grabaciones que los científicos hicieron de su iclenlificación,

Aunque las afirmaciones del PF pueden ser apasionantes pero falsas, t i traba jo descriptivo de los elnomotodologislas di* la*. fiali.n iom-. de lo-. eietillfiiir.es precisamente lo contrario di- lo apasionante

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tendidos. Malentendidos que conciernen al uso de las palabras»(Wittgenstein, 1967, Parte I, § 90). «Solo describe el uso de lossignos, pero no los explica en modo alguno» (ibídem, § 496). No esfácil entender qué denomina Wittgenstein como gramática ni laempresa descriptiva en que consiste esa gramática. Pero los filósofos están suficientemente familiarizados con la clase de prácticas que tienen que ver con su disciplina. Concebida de formageneral, tiene como objeto el dibujo de nuestro esquema conceptual por medio de la descripción gramatical. La cuestionesque hay que resolver son si la idea de los etnometodólogos de ladescripción no explicativa y su «objeto» que hay que describires la misma, o si al menos se acerca a la postura descriptiva de lafilosofía que mantiene Wittgenstein. Mi respuesta es no a ambas.

De hecho, los etnometodólogos presuponen algo así como que lagramática descriptiva de Wittgenstein es una parte de la verdadera estructura de su programa. Voy a tratar de ilustrarlo brevemente empleando unos pocos ejemplos de descripción etnome-todológica dentro de los estudios de ciencia, tal como aparecenen un artículo de Garfinkel, Liynch y Livingstone (1981) titulado «The Work of a Discovering Science Constructed with Mate

rials from the Optically Discovered Pulsar» 7.En 1967, por primera vez, se afirmó que existían los púlsares;

como consecuencia, los astrónomos trataron de identificar deforma óptica el primero. Esto lo consiguió un grupo de astrónomos en la noche del enero de 1969. Una cinta que se dejó funcionando esa noche y el registro que los astrónomos hicieron

constituyeron los materiales para el análisis etnometodológico.Uno se pregunta si tal material proporciona su propia descripción; pues no. Lo que uno encuentra en él es un corpus de presuposiciones unidos a ese material que no describen la situacióny que son más bien de carácter teorético. Y en algunos casos laIenría asociada a esos materiales es altamente disputable. Pore jemplo, está la cuestión de describir qué sirve como trabajo noc-

11n no del astrónomo, como algo distinto de lo que publica basán-

l'.u.i un,i tilín .i un mía. i Ir li >•. principios filosóficos presupuestos enI . I r a lm u l i i \ n I | I> i iMKKl

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dose en ello. Por lo tanto, surge la pregunta de qué cuenta comotrabajo nocturno. Se excluiría, por ejemplo, hacer café como tal,tomarse un descanso, ir al baño o estornudar. Los autores dicen:«Pensamos en el trabajo nocturno de este modo: sus prácticasinevitablemente “situadas” se vuelven progresivamente testifica-bles-y-discur-sibles como la-exhibible-astronómica-analiticidad-del-púlsar-nuevo» (ibídem, p. 135). Esta observación bastante oscura se condimenta con los aromas de Garfinkel. Signifique lo quesignifique, no parece, en última instancia, algo puramente descriptivo; está lastrado con las peculiaridades terminológicas de laetnometodología de Garfinkel. El «objeto» que los etnometodólogos tratan de describir, esto es, los informes y las cintas de esanoche, claramente no son el «objeto» que Wittgenstein deseabadescribimos, esto es, la gramática, aunque ambos aparezcan entérminos lingüísticos. Y se vuelve bastante evidente que el lenguaje con que las descripciones están arropadas no se asemejana nada de lo que Wittgenstein hubiera apoyado, sino que, por contra, es más bien un lenguaje garfinkeliano salpicado de guionesentre palabras, sacados de su contexto ordinario y utilizados enalgún oscuro sentido técnico garfinkeliano.

También se introducen presuposiciones filosóficas. Losautores nos dicen: «Tan pronto como examinamos la cinta decidimos dejarla de lado por ser una inadecuada traducción del des

cubrimiento de un púlsar aislado de la ciencia galileana». Danalgunas razones para ello, y continúan: «Interpretamos el PGI (elpúlsar galileano independiente) como un «objeto cultural» y enese estado lo incorporamos al trabajo nocturno, como una característica de su «contabilidad natural» del trabajo (ibídem, pp. 136-7).¿Por qué galileano? Hay una nota a pie de página que lo refierea la discusión de Husserl sobre la ciencia al modo galileano, sea

esto lo que sea. ¿Y por qué se contempla al PGI como un objeto cultural? ¿Es o no es un objeto que exista independientemente? ¿O existen tres objetos, el púlsar real, el PGI o el púlsar galileano independiente, y además el «objeto cultural»? Al explicarsus postulados, los autores intentan dar cuenta de cómo los astrónomos llegaron desde los pulsos de su osciloscopio a hablar delPGI, pero lo hacen por medio de la analogía del alfarero dando

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forma a la arcilla para hacer un cacharro. Dicen: «La analogía delobjeto del alfarero es tan sugestiva que no necesitamos hacernada más sino superar la dificultad de traducirlo en unas pocas

palabras convencionales: el entrelazamiento de los objetos depalabras y las prácticas corpóreas» (ibídem, p. 173).

Se podrían objetar muchas cosas al respecto. Cómo sean lasprácticas sin cuerpo para poder contrastarlas con las «prácticascorpóreas» queda para el lector. Más aún, una nota a pie de página nos dice que la palabra «entrelazar» se ha tomado prestada deMerleau-Ponty; pero sigue siendo difícil distinguir qué añade.Parece que los autores lo que realmente están haciendo es lucharcon cómo los nombres se introducen en un contexto para referira lo que puede ser identificado visualmente. Hablar del «entrelazamiento de objetos de palabras y las prácticas corpóreas»parece indicar un interés en cómo el uso de una palabra puedeser unido a un objeto identificado visualmente. La filosofía del

lenguaje tiene mucho que decir sobre esto sin necesidad de acudir a Merleau-Ponty para clarificarlo. Como mucho, se puedeentender que los autores ofrecen una analogía en la que el cacharro acabado del alfarero puede ser un objeto cultural, pero no elpúlsar identificado ópticamente. Más aún, los autores parecenadoptar, como suele hacer la mayoría de los sociólogos, una actitud anti-realista cuando se refieren al púlsar como un «objeto

cultural», pero tal antirrealismo es gratuito e innecesario. Y finalmente, tras leer la jerga del artículo, uno sufre agudamentesu observación sobre «superar la dificultad de traducirlo en unaspocas palabras convencionales». Lo que se saca de todo esto esque el informe sobre los materiales (la cinta y el registro) aportado por los sociólogos apenas parece algo puramente descriptivo: como mucho, es una descripción lastrada filosóficamente,

lil artículo, que intenta una descripción etnometodológica, estáde hecho lastrado de teorías, con teorías particulares que requieren ser examinadas en su base. / 

Los autores no necesitan entrar en la cuestión de cómo/sedescubrió el púlsar real en la forma en la que lo hacen. Existenalternativas que implican criterios de identificación, y la introducción de palabras para referirse a los objetos que están siendo

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observados (si esta es la cuestión con la que están tratando). Noquiero decir que esta sea la forma adecuada, lejos de ello. Pero

quiero sugerir que ciertos elementos de la filosofía, distintade Husserl o Merleau Ponty, tales como las teorías de la identificación de la referencia, podrían tener mejor uso al respecto.Recientemente la así llamada filosofía «analítica» del lenguajese encuentra repleta de teorías que podrían haberse empleadosobre la individuación de los objetos y la introducción de nombres. Y esto es lo que los llevaría a una filosofía del lenguaje para

la que la empresa de Wittgenstein de la descripción de nuestragramática es un ejercicio que necesitaría primero haberse completado; no es algo al que los etnometodólogos puedan implicarse como socios en igualdad.

Lo que claramente emerge del artículo de estos autores esque las teorías filosóficas se emplean para apuntalar la empresaetnometodológica «descriptiva». Pero aquí no puede funcionar

la propuesta de Wittgenstein de la gramática. Más bien presuponen algo como las investigaciones gramaticales que Wittgenstein recomienda. Precisamente, por ejemplo, ¿cómo unimos referentes a palabras? En parte, la gramática wittgensteiniana nosdirá algo al respecto. Y esto es algo que los etnometodólogosdeberían emplear en su relato de las prácticas de esos astrónomos durante esa noche. Pero entonces las verdaderas descrip

ciones etnometodológicas a las que lleguen presupondrán lamisma historia gramatical que piensa Wittgenstein es la provincia de la filosofía. Que esté uno de acuerdo con Wittgenstein deque aquí está toda la materia para la filosofía es un asunto (yodisiento de ello). Pero que podría ser parte de la materia filosófica es otro (y en eso estoy de acuerdo). De ello se sigue que laempresa de la descripción gramatical se presupondrá incluso en

una disciplina como la etnometodología.La conclusión a la que se llega es que ni el PF ni tampoco la

etnometodología pueden apoderarse, como herederos los dos, ouno de ellos, de la materia llamada «filosofía». Aunque cada unoaprovecha de la filosofía wittgensteiniana para mantener sus teorías sociológicas en marcha (una tarea cada vez más difícil paraambas), se aprovechan de la filosofía de formas bastante difeivn

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tes, a fin de mantenerse viables. Sin embargo, la filosofía (wittgensteiniana o no) es aún una empresa en marcha no suplantada

por la sociología, los estudios culturales o cosas por el estilo,mientras que el sol se está poniendo en esos antiguos imperiosde la sociología reciente.

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Epistemología y ciencia social

Por Am itabha GUPTA

Indian Institute of Technology, Bombay, India

(Traducción de Andoni ALONSO)

Introducción

La historia de la ciencia revela que la epistemología y la ciencia, especialmente durante la era de los grandes descubri

mientos científicos como producción y defensa del nuevo conoci

miento científico, mantienen una relación cercana e íntima. Segúnalgunos filósofos de la ciencia1, no sería exagerado afirmar que«... en un abrumador grado, la historia de la epistemología (y lametafísica) es la historia de la filosofía de la ciencia...» 2.

Ciencia y normas epistémicas

Durante el periodo formativo de la física clásica, los episte-mólogos como Locke y Kant tomaron el conocimiento científico como el paradigma epistémico, y se vieron a sí mismos comocruzados vindicadores de la causa de un nuevo conocimiento y

1 Losee, John (1972),  A HistoricalJntroduction to the Philosophy of  

Science, Nueva York, Oxford University Press; Jones, W. T. (1952), History o f   Modern Philosophy, Nueva York, Harcourt, Brace and World Levison; Arnold(1974), Knowledge and Society, Indianápolis, Ind., Pegasus. Trad española: Introducción histórica a la filosofía de la ciencia, Alianza, Madrid, 1989.

2 Suppe, F. (1977), The Structure o f Scientific Theories, University of Illinois Press, Urbana, 111,2.a ed., p. 717. Trad española:  La estructura de las teo-rías científicas, Editora Nacional, Madrid, 1979. \ 

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AM1TABHA GUPTA

de las afirmaciones epistémicas que los científicos de su épocarealizaban, especialmente Newton. Su tarea como epistemólo-gos consistía en describir los procesos por los que el conocimiento paradigmático se adquiere al tiempo que hacer manifiestas las normas apropiadas para ese conocimiento3.

Al cambiar el siglo, cuando la física moderna comenzaba atomar forma, el positivismo lógico también sintió la necesidad dearticular un nuevo paradigma de conocimiento científico y aceptaron el objetivo de proporcionar y justificar un retrato de la naturaleza de conocimiento científico. Al enfrentarse directamente aesos temas epistemológicos se accede al núcleo de muchas y distintas cuestiones interrelacionadas: la ontología social y el realismo, la cuestión de la objetividad, la causalidad, el naturalismo, elreduccionismo y el pluralismo, y las cuestiones fundacionalesque tienen que ver con la naturaleza de la racionalidad, el interéspropio y la preferencia, las cuestiones morales sobre el bienestar,la justicia, la igualdad y la libertad. Estas tienen un significadoperdurable para los científicos sociales en general y los economistas en particular. Por ello, la epistemología juega un papelcentral en cualquier empresa científica.

Estructura del artículo

La primera sección discute tres posturas epistemológicasdominantes —la de los bloques constructivos fundacionales, laaxiomática sistémica y la sintáctica— para explicar el conocimiento científico. La sección II trata de los problemas a los quese enfrenta especialmente la teoría del modelo fundacional delos bloques constructivos: los problemas de inducción y su inca

3 Locke, J.,  An Essay Con ceming Human Understanding, Nueva York,Meridian Books, 1968 printing. Trad. española:  Ensayo sobre el entendim iento 

 humano, Editora Nacional, 1980. Locke pensó que su trabajo era el de un suviente para Newton. Kant, I., Metaphysical F oundations of M ode rn Science yCritique ofPure Reason. Trad. española: Crítica de la razón pura, Alfaj’imni.Madrid, 1998. La principal preocupación de Kant fue explicar cómo los ¡un hsintéticos a p ri ori serían posibles en ciencia y en matemáticas.

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SI)( I Al

pacidad para proporcionar un retrato adecuado de las generalizaciones científicas. La sección III repasa la controversia delantirrealismo y el realismo y la cuestión de la ontología social.La sección IV introduce la idea de una epistemología basada enel contexto y el realismo local como alternativas. La sección IVilustra el concepto de epistemología con el trabajo de AmartyaSen, y la sección V con el trabajo de M. N. Srinivas.

I

1. TRES REVISIONES EPISTEMOLÓGICAS

Vamos a revisar las tres concepciones epistemológicas dominantes: la fundacional de bloques constructivos, la sistémicaaxiomática y la sintética.

1.1. El modelo epistemológico de bloques constructivos fundacionales

Tanto John Stuart Mili, 1836 4, como Nassau Sénior, 1836 5,afirmaron que muchos de los principios básicos en la economíaeran creíbles y entendibles gracias a la introspección sobre la ex

periencia cotidiana. Aunque esa credibilidad no coloca esosprincipios fuera del alcance de la duda, les proporcionan ciertagarantía sobre qué pueda ser deducido a partir de ellos. Una delas formulaciones de esta concepción epistemológica se ha llegado a conocer como el modelo epistemológico de bloques cons-tan tivos fundacionales.

Una de las preocupaciones en epistemología tiene que ver

<on la caracterización del apoyo probatorio afirmar conocimien-

4 Mili, John Stuart (1836)\«On the definition of political economy andihr method of investigation proper to it», Collected Works o f John Stuart Mili, 

ul 4, University of Toronto PressMbronto, 1967.Sénior, Nassau (1836), Ou tlih$ of th e Science o f Po litical Economy, 

A M kclley, Nueva York, 1965.

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to. La ciencia practicada durante el siglo xvn hasta el xx creónuevas exigencias y colocó limitaciones nueva para caracterizarel apoyo probatorio para el conocimiento científico, resultando

en diferentes modelos de epistemología. Por ejemplo, es típicode las ciencias sociales estudiar una muestra (digamos de consumidores y de firmas) y emplear los datos de la muestra comoapoyo probatorio para llegar a una generalización. Sin embargo,aparecen varias cuestiones: ¿qué debería constituir el apoyo probatorio? ¿En virtud de qué se debería tratar un fragmento deinformación como dato? ¿Cómo se pasa desde los datos a la

generalización?Se esperaba que el modelo epistemológico de bloques cons-

tructivos fundacionales, desarrollado por algunos de los miembros más importantes del positivismo lógico, diera una respuesta a estas cuestiones. De acuerdo con este modelo (mencionadohacía mucho por Descartes), un corpus de conocimiento base,tomado como incuestionable, proporciona tal fundación. Porejemplo, el lecho de roca de la certeza perceptiva es necesariopara adquirir un conocimiento firme sobre el mundo. El conocimiento de cualquier otro tipo, digamos, de entidades no observables directamente o de generalizaciones en la forma de leyescientíficas, se muestra que ha de ser derivado (esto es, obtenidoen términos de operaciones lógicas o mentales a partir del cono

cimiento base) y convertido en indubitable e incuestionable gracias a este. De esta manera las leyes científicas se pueden espigar a partir de los fenómenos naturales. Los positivistas lógicosintrodujeron la doctrina de la significación cognitiva en la forma,tal como el principio del significado y el principio de la falsaciónlo hicieron, respectivamente, para la base y el conocimiento derivado. Observaremos algunos de los problemas de este modelo

epistemológico en la sección II.

1.2. El modelo axiomático sistémico de epistemología

La otra concepción epistemológica, es decir, El modelo axio-mático sistémico, sostiene que los principios básicos son mate

-111 MUI \ l HUMA

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EPISTEMOLOG A Y CIENCIA SOCIAL

rialmente verdaderos a priori y constituyen el punto de partidapara la estructura axiomática de la teoría científica. La concepción heredada en las modernas ciencias matemáticas exactasapoyan una visión sublime de un mundo completamente orde

nado por una teoría elegante y sencilla. Uno de los objetivos másqueridos del positivismo lógico fue una ciencia unificada poruna racionalidad común. Se afirmó que esta tendría la forma deuna pirámide con un sistema de unos pocos axiomas, simples,elegantes, abstractos, omniabarcantes y generales en su cúspide,y un vasto conjunto de ámbitos relativamente menos abstractospero más específicos, con sus leyes observacionales en los nive

les más bajos.Ludwig von Mises, 1960, 1962 6, trató de construir una única

y gran teoría económica axiomática con una serie completa deenunciados deductivamente cerrados y precisos en los que todonuestro conocimiento respecto a los diversos fenómenos inteligibles tuvieran cabida. Por ejemplo, Von Mises argumentó que

todos los enunciados de la teoría económica se seguían deductivamente de una axioma que él mantenía como materialmenteverdadero a priori, el así llamado «concepto básico de acción ysus condiciones categoriales». Afirmó que todos los teoremas dela economía pueden derivarse de este axioma. Así, de acuerdocon Von Mises la comprobación empírica de la teoría económica se vuelve completamente superflua. Como mucho, se puede

comprobar el razonamiento deductivo para estar seguro que, dehecho, las conclusiones se siguen necesariamente de los axiomas.

Milton Friedman (1953), en su «The Methodology of Positi-ve Economics» 7, modela toda teoría económica importantecomo un «lenguaje» y en «un cuerpo de hipótesis sustantivas».La primera, según él, consiste un «un conjunto de tautologías» y

«su función es actuar como un sistema lleno». La segunda se

6 Mises, Ludwig von (1960),  EpistemológicaI Problems o f Economics, 

V;in Nostrand, Princeton, The Ultímate F oundation o f Econom ic Science, 

(1962) Van Nostrand, Princeton.7 Friedman, Milton (1953), «The Methodology of Positive Economics»,

en  Essays in Positive Econormbs^Chicago, University of Chicago Press.

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AMITABHA GUPTA

«diseña para abstraer características esenciales a partir de unarealidad compleja».

Friedman hace esta pregunta: «¿Puede una hipótesis comprobarse por el realismo de sus asunciones?». Su respuesta esque «el realismo de las asunciones» es irrelevante para la valoración de la teoría. Para él, la única comprobación de la teoríaes el éxito de su predicción; el realismo no es un criterio. Sinembargo, no apoya la posición instrumentalista estándar queafirma que todas las predicciones de una teoría soportan su acep

tabilidad. El criterio no es el éxito predictivo en general, sinomás bien la correcta predicción para «los fenómenos que trata deexplicar».

Otto Neurath (1935)8 animó a abandonar la creencia en un«sistema», una gran teoría científica, esto es, un conjunto único,completo y deductivamente cerrado de enunciados precisos en losque todos los fenómenos naturales inteligibles pudieran acomo

darse. Recientemente, Nancy Cartwrigt apoyó estas ideas en suThe Dappled World (1999), donde argumentaba que la idea deuna teoría unificada que modela todas las situaciones es un mito,dado que «vivimos en un mundo abigarrado, un mundo rico encosas distintas, con diferentes naturalezas, que se comporta demodos distintos». Estas diferencias pueden contarse en términosde las distintas aproximaciones hacia un entendimiento de la natu

raleza tipificada por los propios conceptos teóricos, los modelos,las técnicas experimentales y observacionales y los objetos deinvestigación que son característicos para cada dominio.

1.3. La concepción sintética

En la historia de la epistemología se observa la tensión, poiuna parte, en el acceso a la realidad por medio de hechos empírieos o por medio de leyes matemáticas predictivas (racionalismo),y, por otra, de la justificación de cualquier entramado conceplu.il

8 Neurath, Otto, «The Unity of Science», en Philosophical Papas l‘>l <46, ed. y trad. de. R. S. Cohén y M. Neurath, Dordrecht, Reidel, I‘>Kt

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EPISTEMOLOGÍA Y CIÜNI IA Si H i U

o de su paradigma teorético. Aristóteles vio esa tensión. Segúnél, esta se producía entre el carácter ideal abstracto de la matemáticas, apropiado para describir la estructura ideal subyacente

que forma la base de nuestro conocimiento del mundo observado, y la posibilidad de su (esto es, la idealización y modelizaciónmatemática) comprensión del mundo complejo, dado su faltade propiedad y ajuste entre lo ideal y lo real. Sin embargo, resolvió este problema introduciendo la idea de una ciencia mixta. Por ejemplo, de acuerdo con Aristóteles, la aritmética es útilpues implica las características cuantitativas incorporadas en lamateria o en el mundo real, esto es, la dimensión numérica delobjeto sensible. De forma similar, Aristóteles creía que la geometría era necesaria para entender correctamente fenómenos naturales tales como un eclipse o un arco iris. La razón para elloes que la explicación de la ocurrencia de tales fenómenos naturales se habría de dar en términos de ciertas propiedades fisico

matemáticas (por ejemplo, cierta configuración espacial entre elSol y la Luna, la esfericidad de las gotas de lluvia esférica y elobservador, la trayectoria rectilínea del rayo de luz, etc.) queexhiben la cercanía o ajuste entre la naturaleza y la idealizacióngeométrica. Tal cercanía o ajuste fue considerada como la basede las así llamadas «ciencias mixtas», tales como la astronomía,la óptica, la mecánica, la armonía, para las que Aristóteles dabapor supuesto el uso de las matemáticas. En la Edad Media y elRenacimiento, los seguidores de Aristóteles, como Roberto deGrosseteste, Alberto Magno y Tomás de Aquino, apoyaron esas«ciencias mixtas».

Esto nos devuelve al espíritu de Kant, para quien la epistemología era vista como una propedéutica para la metafísica, alu

diendo a las ideas de verdad objetiva, una adecuada noción decausalidad e independencia y la realidad externa. Al rechazar laleoría empirista de Hume basada en las impresiones, se adhirió.1 la metafísica de la realidad objetiva, de la causalidad y de lasleyes generales de la ciencia natural. Esta integración de acercamientos epistemológicas aparentemente en conflicto, reunidosr n la Crítica de la razórtpura, fue de inmenso valor para la filo

sofía de la ciencia. \ 

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AMITABHA GUPTA

1.4. Una alternativa a la concepción sintáctica: la aproximación semántica de las teorías científicas

El craso empirismo del positivismo lógico con sus principalesdogmas (Quine) no puede contestar adecuadamente a la cuestiónde cómo las teorías científicas combinan ambos aspectos; el abs-tracto-matemático y el empírico. Su visión de la estructura de lateoría científica, la así llamada Concepción Heredada, era puramente sintáctica (F. Suppes). Esto llevó a una nueva idea sobre la

naturaleza y estructura de la teoría científica.Empleando las intuiciones de Tarski sobre las técnicas se

mánticas de la teoría de modelos, algunos filósofos, como Suppes, Beth, Van Fraassen, Frederick Suppe y Giere, argumentaronque es un error contemplar una teoría como una entidad lingüística, como una colección de proposiciones o enunciados, al tiempo que pensar que la teoría representase directamente el mundoo el mundo «satisficiera» directamente la teoría. Si la teoríafuera una entidad lingüística, entonces no podrían existir diversas formulaciones lingüísticas de la misma teoría. Más aún, si setiene en cuenta el hecho de que a una teoría científica típicasiempre se le añaden cláusulas de ceteribus paribus, simplificaciones e idealizaciones, sería ingenuo pensar que las teorías 

científicas sean representaciones directas.Los proponentes del enfoque semántico realizaron un laborioso intento para liberar al estudio filosófico de la ciencia de sudependencia lingüística creada por la Concepción Heredada de las Teorías Científicas del positivismo lógico. Uno de los proponentes de esta concepción semántica de las teorías científicas, Van Fraassen 9, dice:

El retrato sintáctico de una teoría la identifica con un cuerpo de teoremas, estados de un leguaje particular elegido para laexpresión de tal teoría. Esto debería contraponerse a los métodos alternativos de presentar en primera instancia una teoría

9 Van Fraassen, B. C. (1980), The Scientific Image, Oxford, Oxford IJ ni

versity Press, p. 44.

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOCI A l.

identificando una clase de estructuras como sus modelos. Eneste segundo acercamiento semántico, el lenguaje empleadopara expresar la teoría no es ni básico ni único; la misma clasede estructuras muy bien podrían describirse en formas radical

mente distintas, cada una de ellas con sus propias limitaciones.Los modelos ocupan un lugar central.

De acuerdo con Frederick Suppe 10, un punto convenientepara comenzar a explicar la distinción de la concepción semán-tica de la teoría científica podría ser la noción de sistema físico. Por ejemplo, para caracterizar la caída de los graves, la mecáni

ca clásica de partículas no tiene que preocuparse, digamos, ni delcolor del objeto, ni con el movimiento bajo circunstancias normales. Más bien se ha de preocupar del comportamiento de sistemas aislados de puntos-masa sin extensión que interactúan enentornos idealizados vacíos y sin fricción, donde el comportamiento de esos puntos-masa dependen solo de su posición y suimpulso en un tiempo dado. Así, los sistemas físicos son alta

mente abstractos, réplicas idealizadas de los fenómenos, tratándose de caracterizaciones de cómo se habrían comportado esosfenómenos si se hubieran dado esas condiciones idealizadas. Esen esto donde las hipótesis científicas y la naturaleza contrafac tual de las leyes científicas tienen un papel. La principal tarea deuna teoría científica es, por lo tanto, describir, predecir y explicar el comportamiento de una clase de sistema físico que corresponde a un fenómeno.

La aproximación semántica toma una teoría como una clasede modelos. El término «modelo» ha de entenderse en el sentido de los lógicos: una estructura que hace de una proposicióno conjunto de proposiciones (teorías) verdaderas. Entonces, unmodelo aparece al especificar una estructura en la que los axio

mas de una teoría dada, T, resulta que es verdadera. Este concepto de modelo requiere una determinación independiente,

10 Suppe, Frederic^tí977), «Semantic Approaches», en The Structure o f Scientific Theories, 2.a ea>4Jrbana, 111.: University of Illinois Press, pp.221-230. \ 

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AMITABHA GUPTA

puesto que desde luego cualquier estructura dada hace que losaxiomas de T sean verdaderos. En este sentido, una teoría es una

estructura extralingüística que se puede describir con diferentesformulaciones lingüísticas.

Una vez que aceptamos la relevancia de este punto de vista,comenzamos a ver cómo la concepción heredada de las teorías científicas esconde muchas cosas que son importantes tantoepistémica como cognitivamente y se equivoca cuando revelalas relaciones entre los fenómenos y las teorías científicas. Pri

meramente, las leyes científicas no pueden equipararse con unconjunto de enunciados o unas formulaciones lingüísticas específicas. Tienen que interpretarse como que proporcionan definiciones de varios sistemas físicos o modelos que son no lingüís-ticos, aunque sean entidades abstractas. En segundo lugar, sonel conjunto o la familia de modelos o los sistemas físicos abstractos y los fenómenos o los sistemas reales de los que se afirma que están relacionados, basados en las hipótesis de la teoría,y no el conjunto de enunciados que definen el sistema físico o elmodelo y los fenómenos o el sistema real. En tercer lugar, lahipótesis científica formulada en virtud de la observación y elexperimento realizado dentro los parámetros colocados porel esfuerzo de la teoría, muestran la similitud entre los modelos olos sistemas físicos abstractos y los fenómenos y el sistema real.Por tanto, una teoría científica comprende dos elementos: a) una familia de sistemas físicos o modelos, y b) un conjunto dehipótesis que afirman la similitud entre los sistemas físicos olos modelos y los fenómenos o el sistema real, estableciendo unenlace entre los dos. Van Fraassen (op. cit., p. 64) dice:

Presentar una teoría es especificar una familia de estfucturas, sus modelos y, secundariamente, especificar las partes <I l

esos modelos (sus subestructuras empíricas) como candidatospara la representación directa de fenómenos observables.

Sin embargo, en la postura semántica, la noción de ivlai murepresentacional entre la teoría y el mundo es muy compitaAunque las ecuaciones, los diagramas, los gráficos, la s maque*

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOCIAL

tas (especialmente en química), abundan en las teorías científicas, no representan el mundo directamente, sino que, a menudo,describen sistemas físicos idealizados, irreales, réplicas abstrac-

tas de los sistemas de fenómenos conocidos como sistemas físicos, cuyo contenido son fenómenos reales o sistemas físicos reales y mundanos. Nuestra aceptación de una teoría depende delgrado en el que el comportamiento de un sistema físico idealizado, irreal, sea similar a los fenómenos reales.

II

2. LOS PROBLEMAS DEL MODELO DE BLOQUES CONSTRUCTIVOS FUNDACIONALES 

PARA EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

2.1. El problema de la inducción

El modelo de los bloques constructivos se enfrenta a dos problema serios: el problema de la inducción y la incapacidad paraproporcionar una adecuada justificación para las generalizaciones.

De acuerdo con el modelo epistemológico de bloques constructivos, la ciencia consiste en un principio en una serie de datos incuestionables formulados por medio de términos y enunciados observacionales. Cuando la ciencia avanza, se introducentérminos teoréticos por definición y se formulan leyes teoréti-cas con la ayuda de los términos teoréticos. Por ello, la ciencia

exhibe un movimiento inductivo ascendente desde los hechosobservacionales particulares hasta la generalización teorética,esto es, a un cuerpo de generalizaciones desde una base en laobservación y unas inferencias inductivas justificativas desde laobservación hasta la teoría.

El modelo de bloques constructivos en epistemología ase-guiii un apoyo probatorio de un conocimiento derivado de estamal» i.i cualquier conocimiento derivado en ese modelo se vuelve incuestionable dado que existe un conocimiento base. La

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AMITABHA GUPTA

incuestionabilidad del conocimiento base se explica (aunqueinicialmente fue Descartes, en términos de la noción de ideasclaras y distintas) por el positivismo lógico en términos de un

lenguaje de observación neutral, tales como los enunciados delos datos de los sentidos. Sin embargo, la incuestionabilidad sepreserva por las operaciones lógicas o mentales que nos permiten obtener conocimiento derivado desde el conocimiento base.Esto es, la adecuación de la prueba o las incuestionabilidadestransmitible o transferible.

Se trató de conseguir este objetivo desde el mismo comien

zo del programa lógico positivista gracias a una lógica inductiva satisfactoria.

2.2. Positivismo lógico e inducción

Se acostumbra a distinguir, en filosofía de la ciencia, entregeneralizaciones legaliformes y generalizaciones accidentales. Las últimas pueden ser generalizaciones verdaderas, pero no envirtud de una ley de la naturaleza; por ejemplo, «todos los cuervos son negros» puede ser verdadero, pero esto es solo un hechoaccidental, no una ley de la naturaleza. Este es, en esencia, el problema de Hume sobre la inducción, esto es, ningún número fini

to de observaciones puede justificar la afirmación de que unaregularidad en la naturaleza se deba a una necesidad natural.A fin de adquirir esto, es necesario articular un criterio válido epis-témicamente para distinguir entre generalizaciones legaliformesy generalizaciones accidentales.

Camap 11 siempre intentó construir una lógica inductiva basada en la implicación deductiva, esto es, enunciados y obser

vaciones derivadas de la evidencia empírica y los datos perceptivos implicarían deductivamente afirmaciones de ley y generalizaciones. Se basaba en la idea de que las inferencias científicasson racionales y objetivas a un tiempo, exactamente del modo

11 Camap, R. (1962), Lógical Foundations o f probability, Chicago, C’liicago University Press.

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SCX'l Al

en que ha de entenderse la lógica deductiva. Para esta lógicainductiva, Camap asumió que: i) el lenguaje científico es una versión de la lógica de primer orden y que la teoría física se puede

construir desde una base en la observación dentro de un entramado formal deductivo, tal como entrevieron Russell y Keynes;ii) que los predicados atómicos del lenguaje observacional erannociones primitivas, lógicamente independientes entre sí, y quetodos esos predicados debían ser tratados de forma similar, yaque no hay razón lógica para distinguirlos, y iii) que la relación

entre los enunciados observacionales y los enunciados generalesde ley es una implicación parcial explicada en términos de una función de probabilidad. Esquemáticamente, equivale a decirque p (L/e) = r, esto es, la probabilidad de L, dada la evidencia e,tiene el valor r.

Reichenbach12 desarrolló su regla inductiva de inferencia, lallamada regla directa, para conseguir el objetivo de una generalización científica, esto es, determinar las frecuencias limitadoras relativas en secuencias infinitas. Aunque su noción (de frecuencia limitadora relativa de los atributos en una secuencia infinita) tiene similitud con la estructura de probabilidades, él encambio la construyó como una norma para la acción práctica  

 y le confirió una justificación pragmática. Por ejemplo, si una

fracción f de mármoles observados es roja, entonces, Reichenbach sugeriría que coloquemos, por cuestiones de reglas pragmáticas, que la frecuencia limitadora relativa de los mármoles enel infinito debería ser f, dado que la secuencia en cuestión tieneun límite.

Sin embargo, todos los intentos en esta dirección fracasaron.Hilo llevó a algunos, como, por ejemplo, Popper, a abandonar lapostura basada en la lógica inductiva para justificar las leyescientíficas en favor del falsacionismo, sin abandonar los principales principios de la epistemología como ciencia, tal como losdesarrolló el positivismo lógico.

12 Reichenbach, H. (1949), TheUwory o f Probability, Berkeley, Univer-

,ity of California Press; Salmón, W. C. (Kl(í7), The Foundations o f Scientific  Inference, Pittsburgh, University of Pittsburgh

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AMITABHA GUPTA

2.2.1. La inducción oscurece la lógica de la epistemología válida cognitivamente

Me parece <|ue la razón por la cual la lógica inductiva se volvió tan problemática no es porque ciertos problemas técnicosrelevantes no pidieron solucionarse, o porque su uso no pudosustanciarse enprácticas científicas concretas, tal como sostuvoLakatos en contra de Popper, sino por el hecho de que no esta-ba apoyada po- nuestro entendimiento real de la cognición, que

nos explica nuestras capacidades inductivas.

2.2.2. La lógica de la epistemología formal en contra de la lógka de la epistemología válida cognitivamente

El análisis positivista de la inducción se topó con serios problemas a causí de los enigmas 13 y paradojas 14 que se encontraban en él. Los debates centrados sobre esos enigmas y paradojasde la induccióii muestran que cualquier análisis de la capacidad  inductiva debe renunciar a la asunción positivista de que todoslos predicados primitivos están lógicamente en paridad, lógicamente independientes entre sí y que son además atómicos.

Los positivistas lógicos se preocuparon del análisis lógico delas proposicioaes y enunciados en un lenguaje uniformado cuyos predicados atómicos designasen propiedades observacionales. Tomaren los predicados observacionales como nocionesindecibles, primitivas, y trataron todos estos predicados de lamisma manera, es decir, como si no hubiera razón lógica para

diferenciarlos. Un acercamiento cognitivo hacia la epistemología que explica cómo se establecen estos predicados, y hacia los

13 Goodmaii, N. (1955),  Fact, Fiction, and Forecast, Cambridge, MA.Harvard University Press. Especialmente el capítulo III, sección 4, titulada«The New Riddle of Induction».

14 Hempel, C. G. (1965),  Aspects o f Scientific Explanation and ‘Otlwi 

 Essays in Philosophy o f Science, Nueva York, N. Y., Free Press. T r a d , c s p a f l o l u ,   La explicación científica, Paidós, Barcelona, 1984.

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l i l M S T Ii M O l X X i ÍA Y C I I i N C I A S O C I A t

fundamentos sobre qué distinciones se pueden hacer entre ellos,es contraria a la asunción mencionada antes.

La constricción del acercamiento positivista hacia los predicados primitivos puede manifestarse, de hecho, por del hilo conductor

que va desde la miríada de soluciones para estos enigmas y paradojas sobre la inducción que aún sigue debatiéndose, siendo labúsqueda de la base para distinguir entre los predicados, a Un deidentificar los que se pueden usar en las inferencias inductivasen oposición a cuando no es posible. Hilo claramente sugiere lainaceptabilidad de la asunción positivista mencionada antes. Desde

luego, se han sugerido diferentes criterios epistémicos y cognili vos,a fin de diferenciar los predicados que son útiles para la inferenciainductiva, tales como proyectabilidad, solidez, clase natural, solución posicional-cualitativa, solución de simplicidad, solución de coherencia, disolución por incoherencia, respuesta falsacionista,acercamiento en propiedades reales, acercamiento contrafactual ymás. Sin embargo, las soluciones practicadas muestran la descon

fianza en la asunción positivista sobre los predicados primitivos yla creciente sensibilidad hacia cuestiones cognitivas de relevanciapara analizar las capacidades inductivas de los seres humanos.

A pesar del fracaso para llegar a un resultado satisfactorio sobrela inducción, los filósofos de la ciencia rehúsan a abandonar suspropios esfuerzos para explicar la naturaleza de la inferencia cien

tífica que toma la forma de leyes en términos lógicos y matemáticos, esto es, «reduciendo la racionalidad científica a logicidad»15.I ,a lógica de la probabilidad fue interpretada como el verdaderonúcleo de la inferencia científica como si fuera a proporcionar labase metodológica para justificar las afirmaciones científicas.

2.3. Bas van Fraassen y el Empirismo Constructivo

Hn su libro The Scientific Image (1980), Van Fraassen des-¡tirolla su alternativa al empirismo positivista, calificando su

11 '1 ’oülmin, S7(1972), Hüman Knowledge, Princeton, N. J.: Princeton Uni-

v p i   ily Press. Trad. española, La comprensiórijiumana, Alianza, Madrid, 1979.

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AMITABHA GUPTA

postura como «empirismo constructivo». Afirma que la ciencia

teorética debe ría ser i n terpretada prop i arBe*te cc)rri o un procesocreativo de una construcción de un modelo antes que descubrir

verdades sobre un mundo inobservable. Van Fraassen elaboró

una teoría epistémica de la explicación que apoyaba su empi

rismo constructivo, la cual abandona la lógica de la explicación

del porqué y depende de la teoría bayesiana de la inferencia y la

probabilidad.

Daniel Hausman (1992), en su The Inexact and Separate 

Science o f Economics, apoya la confirmación de la teoría baye

siana, en vista de que probar una hipótesis en economía implica

a menudo una multiplicidad sin control de factores causales.

2.3.1. La inferencia bayesiana

Uno de los esfuerzos significativos en esta dirección es la

inferencia bayesiana y el acercamiento a la confirmación de

la teoría científica. De acuerdo con este planteamiento, la asunción

inicial de la confirmación es nuestra actitud hacia que las teorías

se miden por las probabilidades subjetivas que unimos a ellas,esto es, una prueba E confirma la teoría T si conociendo E pro

vocamos un incremento de su probabilidad subjetiva para T: si

es una especulación azarosa, la probabilidad subjetiva de alguien

se acerca a 0, pero si uno cree completamente una teoría, su pro

babilidad subjetiva es 1.

A continuación los bayesianos introducen la noción de pro-

babilidad condicional: la probabilidad condicional de A dado B 

(escrito «Prob(A/B)») se define como el cociente de Prob(A y

B)/ Prob(B), y puede pensarse en la probabilidad-de-A-asu-

miendo-que-B-es-verdadero.

Asumamos que E pueda ser cierta prueba y T sea una teoría.

Prob(T/E) será entonces la probabilidad de T asumiendo que E

es verdadero. Los bayesianos argumentan entonces que uno queaprende E debe incrementar la probabilidad de T hasta igualar su

número. Entonces, para los bayesianos E confirmará T si, y solo

si, Prob(T/E) es mayor que Prob(T).

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOCIAI,

El teorema de Bayes nos dice ahora más cuando E confirme T.

El teorema se sigue desde la definición de la probabilidad condicional. De acuerdo con esta definición, Prob(T/E) = Prob(Ty E)/ Prob(E), mientras que Prob(E/T) = Prob(T y E)/Prob(T). Silos colocamos juntos, obtenemos:

Teorema de Bayes: Prob(T/E) = Prob(T) Prob(E/T)/Prob(E).El teorema afirma que Prob(T/E) es mayor que Prob(T), esto

es, E confirma T si, y solo si, Prob(T/E) es mayor que Prob(E) o,

en otras palabras, E confirma T hasta el punto de que E es probable si se da T, pero improbable si no. Por ejemplo, si E es en sí mismo muy sorprendente, por ejemplo, la luz doblándose cercadel Sol, pero al mismo tiempo siendo exactamente lo que unoespera, dada la teoría T, esto es, la teoría de la relatividad, entonces E debería hacer crecer su grado de creencia en T en gran

medida. Por otro lado, si E no es más probable, dado que T seríaconforme a otra teoría, entonces observar E no proporciona unapoyo extra para T. Por ejemplo, el movimiento de las mareas noes un gran argumento para la teoría de la relatividad generalizada, aunque la prediga porque también la predice la teoría gravi-tacional alternativa de Newton.

En las ciencias sociales, los economistas hacen un uso extensivo de la teoría bayesiana de la confirmación. Dada la debilidadde las pruebas que refieren a los datos del mercado, donde hayuna multiplicidad incontrolable de factores causales, sería razonable sostener la teoría de la confirmación bayesiana.

2.3.2. La inferencia bayesiana y el acercamiento cognitivo para pensar con la incertidumbre

Existen numerosas razones para la insatisfacción con el acercamiento bayesiano a la teoría de la confirmación: primeramentelas medidas iniciales aportadas por los individuos, esto es, la

noción de probabilidad subjetiva, peca de relativismo. En segundo lugar, la asunción de que el agente sabe todas las opciones lógicamente y físicamente abiertas por ella, y todos los estadoslógicos y físicos que podrían ser relevantes para tomar una deci-

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AMITABHA GUPTA

sión, al tiempo que asumir que el agente tiene una estructura de

preferencia coherente y que es capaz de maximizar, basándose en

el cálculo de utilidad esperada para cada opción, es, como poco,

demasiado idealista. En tercer lugar, dado el hecho de que exis

ten muchas formas lógicamente posibles de condicionar la prue

ba, no existe una manera a priori de hacer una elección que sea

considerada como exclusivamente racional a partir de todas esas

alternativas. Finalmente, la investigación actual sobre el juicio

humano de la probabilidad muestra que el canon de la teoría

clásica de la probabilidad es demasiado idealista, no tiene conocimiento de las debilidades cognitivas del hombre y fracasa en

proporcionar un conjunto de reglas cognitivamente competentes

y ecológicamente válidas, capaces de reflejar las características

propias de los sistemas cognitivos reales como lazos de raciona

lidad 15 revelando la heurística del pensamiento bajo la incerti-

dumbre y la incapacidad de los razonadores humanos para llegara las conclusiones normativamente correctas ofrecidas por la teo

ría de la posibilidad11.

Los dos bien conocidos problemas discutidos por Kahneman y

Tversky, esto es, Linda y el Taxi (1982, p. 156), muestran que al con

trario que los estadísticos expertos por formación, los estadísticos

intuitivos y no formados con frecuencia no se adhieren a las nor

mas y reglas estándares de la teoría de la probabilidad. El proble

ma Linda muestra que los sujetos a menudo ignoran la regla de que

la probabilidad de un par de eventos, A y B, que ocurran a la vez,

al mismo tiempo no puede ser mayor que la probabilidad de que A

ocurra con o sin B. El problema del taxi muestra de nuevo la vio

lación de la norma de la inferencia bayesiana de que la prueba

inmediata que apoya a un caso particular debe ser contrapesada por

el porcentaje de fondo en el que varios casos de este tipo aparecen.

16 Nisbett, R., y L. Ross (1980),  Human Inference: Strategies and  

Shortcomings of Social Judgement, Englewood Cliffs, N. J., Prentice-Hall;

Kahneman, D.; P. Slovic, y A. Tversky (eds.) (1982), Judgement Under Uncer- 

tainty: Heuristics and Biases, Cambridge, Cambridge University Press.

17 Simón, H. A. (1957),  Models o f Man, Nueva York; Wiley (1983),

 Models ofBounded Rationality, 2 vols., Cambridge, M. A., MIT Press.

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>

2.3.3. Lógica idealista contra lógica realista, cognitivamente sólida y ecológicamente válida

Sería erróneo deducir del análisis de estos problemas que el

estadístico corriente es irracional y que carece de capacidad de razonamiento, y por ello, siguiendo a Quine, nos conformemossolamente con una descripción psicológica. Quine afirma que laepistemología debe reducirse a psicología, puesto que solo lapsicología es competente para explicamos qué procesos cogniti-vos se encuentran en la formación y justificación de nuestrascreencias.

Mi argumento es que no hay razón para abandonar por completo un acercamiento normativo en favor de uno puramentedescriptivo. O mejor, deberíamos buscar una epistemología quese basase en normas 18 realistas, cognitivamente sólidas y válidas ecológicamente. El contraste entre el científico ingenuo y elexperto muestra que hay muchas «heurísticas», esquematismos,

modelos de razonamiento. La aplicación de cualquiera de ellosen una situación dada depende del conocimiento y lo apropiadode estos en cada situación específica. Existe el marchamo delexperto. La carencia de tales conocimientos y «prejuicios» quecaracterizan al científico ingenuo explica su propensión a cometer juicios profundamente equivocados y al error.

2.3.4. La incapacidad de ofrecer una adecuada explicación de las generalizaciones científicas

El empirismo constructivo de la teoría epistémica de VanFraasen y la interpretación bayesiana de la probabilidad no pue

den manejar adecuadamente los muchos e importantes aspectosde la generalización, especialmente la causal, la funcional, lateleológica y la histórica, dada la interpretación antirealista de

18 Guptar ^Anutabha,_yHNlT~5uta¡iaL(1995), «Executable JustificationalRationality as Naturalized Epistemology»7'SnJ3aniel Andler y otros (eds.),

Facets o f Rationality, Nueva Delhi, Sage Publicatiorfe, pp. 312-344.

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Van Fraassen de los términos teoréticos e instrumentales o dela posición pragmática de la explicación. Las presuposiciones

ontológicas del empirismo constructivo de Van Fraassen reducela actividad científica solo a la construcción del modelo antes que al descubrimiento de características o de hechos relevantes acerca del mundo, tales como las «capacidades causales». Así,las presuposiciones ontológicas de empirismo constructivo yde las generalizaciones inductivas bayesianas son antirrealistas.Van Fraassen considera la regla de Bayes como una herramienta

esencial para calcular el valor explicativo de una teoría. Permitecalcular simplemente la probabilidad de un evento particularrelativo a un conjunto de asunciones de fondo y alguna información nueva, aislando las asunciones de fondo mismas de cualquier forma de evaluación.

Los positivistas y los pospositivistas se han enfrentado auna tensión esencial por denunciar tozudamente la colocaciónde entidades y procesos no observables, a pesar del hecho deque las mismas teorías que apelaban a tales entidades no observables estaban produciendo claramente resultados revolucionarios.Esta tensión entre el tozudo rechazo empírico de lo no observable como una cuestión de principios, por un lado, y el obviovalor de las teorías que colocan lo no observable, sin abandonar

los principios empíricos, por otro lado, ha sido considerado clavepara la racionalidad científica.Como resultado de una actitud cambiante hacia las teorías

científicas, han prevalecido dos posturas: la primera, donde lateoría elaborada es un simple instrumento de predicción, un dispositivo para «salvar los fenómenos», que tiene la eficacia deordenar nuestra experiencia. La segunda que trata las teorías

científicas como literalmente verdaderas que proporcionan intuiciones sobre entidades escondidas y sobre la estructura causaldel mundo, manteniendo una correspondencia con el mundoexterno.

Para la primera, esto es, donde la teoría científica ha de seraceptada porque tiene cierto valor epistémico, sin necesidad deapelar a la realidad más allá de toda experiencia y sin aceptar quelas entidades no observables a las que refieran existan de hecho.

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOC'IAl

se la conoce como antirrealismo. Hume, Pierre Duhem, CariHempel, Van Fraassen son antirrealistas. De acuerdo con el antirrealismo, el valor epistémico de una teoría científica descansaen su capacidad para «salvar los fenómenos» y en su ganancia

de control predictivo sobre nuestras experiencias futuras. Elmérito de una teoría científica ha de medirse exclusivamente entérminos de su capacidad para producir estos resultados.

III

LA CONTROVERSIA SOBRE EL ANTIRREALISMO, Y EL REALISMO 

Y LA CUESTIÓN DE LA ONTOLOGÍA SOCIAL

La controversia del antirrealismo y el realismo se encuentraen el corazón de la filosofía contemporánea de la ciencia y

conecta con muchos otros grandes problemas de este ámbito,tales como la cuestión de la proyectabilidad, el estatus de los términos teóricos y la invariabilidad de su significado y la inconmensurabilidad de las teorías. Sobre todo, la controversia delantirrealismo y el realismo tiene su base en las prácticas científicas, tales como bajo qué condiciones los científicos aceptan literalmente una teoría como verdadera o simplemente como algo

conveniente para resumir los datos y deducir un corpus de información.

Los positivistas lógicos circunscribieron su acercamiento ala filosofía de la ciencia por su adherencia a un estricto conocimiento empírico, el cual llevaba a una concepción filosóficageneral de que el conocLmienTo cientifico debíase? arropado porun lenguaje forjnaTde segundo grado. Sin embargo, diversosdesarrollos eh la era pospositivista trajeron un brusco alivio antela insostenibilidad del acercamiento positivista de la filosofía dela ciencia, denunciando algunos de sus dogmas.

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3.2. Dos formas de antirrealismo

Las reacciones ante la postura positivista (disparada por lasteorías emergentes en física, como la relatividad y la teoría cuántica) hacia la filosofía de la ciencia fueron variadas, pero emergieron dos tendencias importantes:

3.2.1. Lógica y ahistoria

Una de estas adoptó una estancia lógico-analítica y ahistóri-ca, y entre sus más prominentes defensores se encontraba Quine.Quine argumentó el relativismo y el antirrealismo, basados en sutesis de intraducibilidad, opacidad y referencia directa, derivando las consecuencias del teorema Lowenheim-Skolem. De estamanera llegó a una lógica relativizadora.

3.2.2. La postura sociohistórica de la ciencia

La otra tendencia, es decir, la postura sociohistórica de la ciencia articulada por Kuhn, Hanson, Toulmin y Feyerabend, enfatizó la relevancia de los factores sociohistóricos, responsables del

crecimiento de la ciencia y de su crucialidad en el trabajo de lafilosofía de la ciencia. Más aún, afirmaron que la metodologíacientífica es irreductiblemente dependiente de la teoría, prohibiendo así cualquier concepción verificacionista de la ciencia. Deacuerdo con su postura, la ciencia y las teorías científicas soncolecciones de proposiciones y enunciados cuyo significado sedetermina por y se especifican en una concepción del mundo o

Weltanschauung/Lebenswelt, propias de esa teoría. El papel dela concepción del mundo en la epistemología de la ciencia esimportante, ya que determina la clase de los problemas legítimos,delimita los estándares de las soluciones aceptables y especificalos fundamentos epistémicos entrañados en los factores históricos y sociológicos, responsables del descubrimiento, desarrolloy aceptación o rechazo de las teorías científicas.

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOC1AI,

3.3.3. La tradición interpretativa

Los trabajos de Kuhn y Wittgenstein también inspiraronla postura antigeneralización y antirrealista desarrollada por

Charles Taylor (1985), Alasdair Mclntyre (1973), Victor Tumor(1974), Marshall Sahlin (1976) y Clifford Geertz, quienes afirmaron que todo conocimiento es histórico, específico cultural-mente, único, particular, localizado, singular y subjetivo. Afirmaron que los fenómenos sociales carecen de regularidades ycreyeron que el uso de generalizaciones y explicaciones causales en las ciencias sociales es inapropiado.

Esta postura sociohistórica emplea la inconmensurabilidadcomo una invariante para el significado a lo largo de las teoríasdeterminadas por la concepción del mundo o por el paradigmaasociado a esa teoría. Ambas posturas, sin embargo, llevaronirremediablemente al relativismo y a una visión antirrealista dela ciencia.

3.4. Realismo

En cierto sentido, el realismo sobre la teorización científicaes la posición del sentido común en filosofía. Muchas teoríasy prácticas científicas parecen versar sobre lo no observable, y

muchas reconstrucciones racionales y empiristas al respn lo m han demostrado como inadecuadas. Sin embargo, mi ¡níoimr drldesarrollo de la ciencia nos muestra que, a pesai de las ndvritencias escépticas, el éxito de la investigación eiciiliíu a nos liapermitido obtener mucho conocimiento útil sobre el universo.Esto es lo que impresionó a nuestros antepasados filosóficoscomo Locke y Kant, quienes se preocuparon por la labor

de entender la naturaleza de la ciencia entendida como tarea deextraer conocimiento paradigmático, empleando dispositivos conceptuales con el propósito de descubrir cómo es el mundoreal mente y qué regularidades características tiene. El relativismo epistémico también va a contrapelo de la ciencia. Tanto lavariedad lógica como sociohistórica del relativismo epistémico

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AMITABHA GUPTA

se ha vuelto tan permisible como para aceptar cualquier cosacomo conocimiento científico, en tanto en cuanto cualquier ciencia permita entrar en su dominio y realizar cualquier cambio enlos cánones, que conducen a su correspondiente cambio en loque ha de contarse como conocimiento. Esto también va en contra de la propia noción básica de ciencia como empresa que proporciona conocimiento objetivo.

Por ello, muchos sienten con fuerza que una teoría científicaes una investigación racional que pugna para ir más allá de la

mera descripción, ya que proporciona una respuesta a la pregunta «¿por qué?» antes que a «¿qué?», y explica los fenómenos delmundo de nuestra experiencia en términos de entidades postuladas y mecanismos causales. Este compromiso ontológico conduce al realismo. El realismo tiene dos argumentos básicos.

Uno de los argumentos más poderosos para el realismo esque apoya la inferencia para la mejor explicación (IPE). El IPEes básicamente una metátesis que realiza la siguiente aserción: sitratamos de afirmar que existen entidades no observables comohipótesis científica, entonces hay que entender que proporcionanuna explicación del éxito de las teorías que las emplean, esto es,las teorías científicas son exitosas porque son aproximadamente verdaderas. El antirrealismo, por contra, no puede explicar por

qué las teorías científicas con compromisos ontológicos hacialos no observables tienen éxito.

Más aún, el realismo contradice la antipatía del empirismoclásico de Hume, postulando estructuras causales, y contradicea los empiristas modernos que niegan los no observables apelando al concepto de coherencia explicativa, esto es, una explicación aumenta nuestra comprensión no solamente porque seala respuesta correcta a una cuestión particular, sino porqueaumenta la coherencia de nuestro completo sistema de creencia (Sellars, 1962). Esta postura ha sido apoyada en la epistemología reciente por Harman y Lehrer y en filosofía de la ciencia por Thagard y Kitcher, apelando a los conceptos de «unificación explicativa» y «consistencia», sugiriendo que una expli

cación exitosa tiende a producir un corpus de conocimientomás unificado.

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EPISTEMOLOG A y CIENCIA SOCI A l.

EPISTEMOLOGÍA CON BASE CONTEXTUALISTA Y REALISMO LOCAL

Los trabajos de Nancy Cartwright (1983, 1989), Arthur Fine(1986, 1991) e Ian Hacking (1983) han mostrado la futilidad yesterilidad de un debate epistémico genérico, global sobre elrealismo y el antirrealismo y proponen su sustitución por unaepistemología con base contextual sobre la acción científica,implicándose en aspectos de cuestiones específicas reales de unaciencia dada y tomando una actitud ontológica natural. Hackingdenomina a esto un cambio de una epistemología global a unalocal, un cambio de la representación a la intervención.

Nick Huggett (2000) y Harold Kincaid (2000) afirman que estaactitud de la epistemología en la filosofía de la ciencia se refleja enla pérdida de importancia de las preocupaciones globales sobre larepresentación, la correspondencia o la verdad, y explica la posibi

lidad del conocimiento en términos de modelos específicos de entidades con poderes causales en circunstancias particulares. Esto eslo que se denomina como «localismo» o «realismo local».

4.1. Realismo local y generalización causal: W. Salmón y N. Cartwright

Wesley Salmón (1989) rechaza la concepción humeana decausación entendida como una cadena enlazada de eventos, altratar de articular una teoría epistemológicamente sólida de procesos e interacciones causales continuos. Esto se ha de leer nolanto como un análisis del término «causalidad» como un con junto de instrucciones para lograr una explicación causal de un

fenómeno o evento particular. Se comienza compilando una lisia de factores estadísticamente relevantes y analizando esta listacon una variedad de métodos. Este proceso termina con la creación de modelos causales de estas relaciones estadísticas y comprobaciones empíricas, a fin de determinar cuál de estos mode-

IV

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liis rsia mejor apoyado por las pruebas. Salmón insiste queuna explicación adecuada no se logra hasta que los mecanismoscausales fundamentales de un fenómeno han sido articulados.Nancy Cartwright (1983,1989) ha apoyado con fuerza la idea deque la regularidad o, en realidad, la explicación causal de unfenómeno, implica identificar los procesos causales, las capaci-dades y relaciones que subyacen en ese fenómeno.

4.2. La generalización en las ciencias sociales:H. Kincaid

Se ha sostenido que las ciencias sociales no pueden tenerleyes y generalizaciones [John Searle (1984), P. Churchland(1979) y A. Rosenberg (1978)], porque se construyen sobre unapsicología amateur que alude a estados mentales como las creen

cias, los deseos, etc., y que no puede haber leyes sobre losestados mentales y el comportamiento. N. Cartwright (1999),Harold Kincade (1990) y Lee Mclntyre (1993) rechazan estosargumentos, en gran medida a priori, contra las limitacionespara colocar explicaciones legaliformes en las ciencias sociales. Argumentan que si las limitaciones para las condiciones de

complejidad, redescripción y ceteribus paribus fueran fuertestambién acabarían evitando las leyes en la mayoría de las ciencias naturales. Defienden la posibilidad y la realidad de la generalización y de las leyes bien confirmadas, basadas en el descubrimiento de mecanismos subyacentes a los diversos procesossociales, para las ciencias sociales.

En términos de argumentos sustantivos, Kinkade continúa

demostrando que, dentro de la epistemología con base contextualista, es posible producir leyes bien formadas de acuerdo conlos procedimientos científicos estándar en determinadas seccio-nes de las ciencias sociales. Las leyes del comportamiento delmercado, que son fundamentales y comunes para teorías divergentes en economía —la neoclásica, la austríaca y la marxista—,se confirman si las cláusulas sobre los ceteribus paribus relevantes se mantienen. Las leyes son: un aumento del precio de un

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOCIAL

bien resultará en un decrecimiento de la cantidad demandada yun declive en el abastecimiento de un bien dará lugar a un aumento de su precio. Las evidencias empíricas han mostradoque las cláusulas relevantes de los ceteribus paribus para estasleyes se mantienen. Los estudios de A. Weinstein muestran quecon frecuencia las preferencias son transitivas. Basándose en eltrabajo empírico de G. Becker, es razonable creer que inclusocuando las preferencias no están ordenadas se sigue una pequeñadesviación de esas leyes. Afirmar que esas dos leyes no son joyasraras en el cenagal de las así llamadas ciencias sociales débiles, Kinkade continúa extendiendo la misma conclusión para el mejor

trabajo empírico sobre la evolución cultural y la adaptación ecológica de las sociedades de pequeña escala que se ha realizadopor los antropólogos y los economistas. Estos trabajos son similares al trabajo científico en biología evolutiva y en ecología, loscuales han obtenido afirmaciones legaliformes como la ley de sucesión.

4.3. Realismo causal y regularidades fenoménicas: D. Little

Las razones para las prevenciones y las afirmaciones arrolladoras para evitar leyes bien confirmadas en las ciencias sociales lleva a Daniel Little (1991, 1992) a afirmar que las regulari

dades que se pueden encontrar en las ciencias sociales son feno-ménicas, producidas por las especificidades de los mecanismosy procesos causales en el nivel de lo social y lo individual. Elobjetivo de la ciencia social es descubrir tales mecanismos, procesos, poderes o capacidades causales que derivan de los agentes y las instituciones, y las regularidades que producen, en vezde buscar generalizaciones legaliformes o proporcionar explica

ciones a su comportamiento. Richard Miller (1991) sostiene unaactitud similar hacia las explicaciones sociales. El propósito esproporcionar «... una descripción verdadera de los procesos causales subyacentes suficiente como para que produzca el fenómeno en cuestión». Little denomina a esta visión como realismo

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AMITABHA GUPTA

causal. Afirma: «... contra la usual crítica antipositivista entrelos científicos sociales, defiendo un realismo causal para la explicación social: una explicación causal es el núcleo de mucha de

la investigación social, y las hipótesis causales dependen de losestándares apropiados para la confirmación empírica de su aceptabilidad» (D. Little, 1992, p. 4).

Al afirmar que las justificaciones del realismo causal noson a priori, sino basadas en análisis informados empíricamente,Little sugiere que la filosofía de la ciencia y la metafísica de la causación deben encontrarse en cercana proximidad hacia la disciplina científica que es su objeto. En referencia a la ontología dela causación social, Little se adhiere a una visión naturalista quemantiene que la influencia causal propia de la entidades socialesconsiste en su efecto sobre la acción individual. Así sobrevienenlos fenómenos sociales, pero son naturales, puesto que son elresultado de tales acciones y estados de lo seres humanos, quie

nes a su vez son organismos naturales. Sin embargo, Little niegaque existan regularidades legaliformes en el nivel social.Siguiendo la distinción de Nancy Cartwright (1983) entre

leyes fundamentales y fenoménicas, Little diferencia entre regularidades «gobernantes» y «fenoménicas». Una ley de la naturaleza es un ejemplo paradigmático de regularidad gobernante,pues la ley describe el comportamiento de un clase natural dada.

Niega que los conceptos sociales como «estado», «clase», «economía de mercado», «sistema de arriendo compartido de cosecha», etc., sirvan para identificar clases sociales análogas a lostipos naturales. Funcionan más bien como tipos ideales o cúmulos conceptuales que nos permiten clasificar un rango de fenómenos diversos con un solo concepto. Las regularidades fenoménicas que comprenden los conceptos sociales son discemibles

como patrones inductivamente emergentes que derivan de propiedades causales subyacentes de cosas y mecanismos. Talesregularidades, sin embargo, no son generalizaciones accidentales porque apoyen contrafácticos y sean calificados como legaliformes. Little ofrece ejemplos de una variedad de regularidades respecto al estado sugerido por los científicos sociales: losestados crean burocracias atrincheradas, los estados maximizan

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los ingresos, la crisis de los estados produce las revoluciones,etcétera. Aunque estas regularidades se mantienen a lo largo de unnúmero de casos y apoyan los contrafácticos, derivan su fuerzade la base que subyace en las circunstancias en el nivel individual y social, y que dan lugar a las regularidades mencionadasantes en el comportamiento del estado.

En su Varieties o f Social Explanation (1991), Little explicaque la idea de adscripción causal en términos de atribución demecanismos causales y de poder causal: mantener que A causaB es mantener que A, en el contexto de los campos causales típicos, obtiene B (o aumenta la probabilidad de la ocurrencia de B).

Este concepto se elabora posteriormente en términos de la ideacadenas causales: A causa B solo en el caso de que hayan circunstancias de agencia estructuradas por parte de los individuales en un micronivel, realizando las instituciones sociales yrepresentando los mecanismos causales que enlazan la ocurrencia A con las ocurrencias de B. El poder causal de una instituciónsocial opera por medio de incentivos, oportunidades, potencia

ciones, formación en la preferencia informativa, etc. Una «institución social», a diferencia de los «hechos brutos», tiene su lógica y es el resultado de un conjunto de reglas constitucionalesque la definen. La idea de una «lógica de la institución» trata decapturar la noción de que una entidad social tiene un conjuntocerrado de incentivos y limitaciones sobre las acciones individuales que se siguen a partir de esas reglas constitucionales defi-nitorias. Alterando los incentivos, las preferencias y las creencias, la lógica de las instituciones sociales tiene efectos en laintencionalidad del comportamiento individual, lo que a cambioproduce un resultado social agregado. La preocupación del científico social es proporcionar explicaciones para los fenómenossociales al desnudar la lógica y los mecanismos causales en los

que se fundamenta.Little ilustra cómo las entidades sociales tienen una influencia causal en los agentes, en términos de la estructuración de losincentivos y las oportunidades para ellos. Por ejemplo, no es unhecho bruto que el sistema de transporte y los patrones de asentamiento tienen una alta correlación. La lógica de los sistemas de

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AMITABHA GUPTA

transporte como institución social dicta la capacidad de influiren los patrones de asentamiento: los asentamientos nacen y crecen en sus centros a causa de que la proximidad de un sistema

de transporte es económicamente deseable para los agentes. Estaregularidad de que aumentar las tarifas sobre las zapatillas dedeportes importadas lleva al incremento de consumo de lasdomésticas, se puede explicar en términos de sensibilidad antelos precios por parte de los consumidores, y conduce a un cambio en el comportamiento del consumidor. La observación deque los estados centralizados burocráticamente tiene una mayor

capacidad para recoger los ingresos de la periferia que los estados feudales descentralizados, requeriría explicaciones en términos de un informe sobre las capacidades causales de esos estados. Explicaciones similares han de darse para generalizacionesdel tipo «un Producto Interno Bruto bajo se correlaciona con unatasa alta de mortalidad infantil» o «los desarrollos políticos producen inestabilidad política».

Puesto que no podemos esperar encontrar un orden fuertesubyacente en el sistema social (quizá porque es un mundo abigarrado), las regularidades en el mundo social, de acuerdo conLittle, no son deterministas y no «gobiernan» como las que seencuentran condicionadas por las clásulas ceteribus paribus, ymuestran un conocimiento incompleto de los campos causales y

problemas semejantes. Por ello, la capacidad predictiva de lasciencias sociales es muy limitada.Sin embargo, según Little, tales regularidades «fenoménicas»,

que pertenecen al dominio social, son legaliformes, apoyan a loscontrafactuales y se basan en influencias causales complejas conducidas por una agencia individual en el nivel micro. El trabajo detales teorías consiste en desenredar los mecanismos causales sub

yacentes que producen las regularidades fenoménicas.Para ilustrar el trabajo de este tipo me gustaría seleccionardos ejemplos sustantivos de dos científicos sociales: los trabajosde Amartya Sen y de M. N. Srinivas.

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EPISTEMOLOG A Y CIENCIA S0CI Al

El trabajo de Amartya Sen y de su prolífica contribución alas economías del bienestar y el desarrollo, toca varias claves

fundacionales de la filosofía de la ciencia social: A) las cuestiones metodológicas en las filosofía de la ciencia social;  B) lascuestiones metodológicas y éticas en las ciencias sociales, y C) cuestiones en relación con las ciencias aplicadas, tales como lapobreza, el hambre y el género. Trataré de enunciar brevementelo que considero como las mayores contribuciones en cada unade estas áreas. No se trata de una exposición de sus contribucio

nes técnicas en economía, más bien es un breve sumario de algunas de sus aportaciones en metodología y en cuestiones filosóficas en las ciencias sociales.

 A) Las cuestiones metodológicas en las filosofía de la ciencia social, especialmente en la economía del bienestar y desarrollo, Amartya Sen se preocupa especialmente de tres problemasimportantes: i) la búsqueda de una teoría unificada integradora,

y ii) el problema de la objetividad en las ciencias sociales.Permítaseme enunciar algunos de los puntos importantes de

las contribuciones de Sen a la metodología de la economía y a lafilosofía general de la ciencia.

Primero, la concepción heredada en las modernas cienciasexactas matemáticas apoyan una visión sublime de un mundo

completamente ordenado por una teoría elegante y sencilla. Unode los objetivos más queridos del positivismo lógico fue la ciencia unificada por una racionalidad común. Se afirmó que estatendría la forma de una pirámide con un sistema de unos pocosaxiomas, simples, elegantes, abstractos, omniabarcantes y generales en su cúspide, y un vasto conjunto de ámbitos relativamente menos abstractos pero más específicos, con sus leyes

observacionales, en los niveles más bajos.Se han lanzado serias objeciones a esta postura y a su inten

to de unificación. Un análisis cuidadoso de las prácticas científicas reales en su nivel básico descubre que hay muy poco encomún, en términos tanto de metodología como de contenido,entre dos dominios dados de ciencia. Más aún, como Nancy

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i \ m i . \ l l l H T A

Cartwright apuntó, la idea de que nuestro mundo es rico en cosasdistintas, con diferentes naturalezas, que se comporta de modosdistintos.

Sen llegó a la misma conclusión al mantener que las teoríasgrandiosas o las asunciones teóricas demasiado abstractas (talescomo la asunción del interés propio —esto es, actuamos paramaximizar nuestros propios rendimientos— o la asunción de laconducta racional —esto es, cierto comportamiento puede probarse que es racional por la teoría de la elección racional o la teoría

de juegos— ) son falsas. Para Sen, ello cuenta para afirmar que a) los distintos dominios científicos, e incluso dentro de un dominiodado de distintas teorías, se modelan diferentes situaciones delmundo y se encuentran fuertemente reducidas en su amplitud, yb) como mucho, cada teoría puede dar un modelo de una situación altamente simplificada y no puede modelar cada situacióndentro de su supuesto dominio. Aunque parte del primer trabajo

de Sen trataba con los detalles técnicos de algunas teorías en elnivel macro como las teorías de la racionalidad, de la eleccióncolectiva o de la teoría de juegos, criticando las afirmaciones desus asunciones básicas, su máxima preocupación fue las fundaciones del nivel micro en términos de agencia humana.

En vez de tratar con modelos abstractos como vehículo de

verdad, construyó sus teorías en el nivel macro como simplesmodos expositivos para entender las estructuras socioeconómicas específicas y la verdad mecánica causal en una sociedaddada, ofreciéndolas en términos de medidas diferentes de probabilidad apropiadas para las cantidades que aparecen en las relaciones causales. En el trabajo de Sudhir Anand y Ravi Kanbur,sobre el programa de bienestar para Sri Lanka, se criticaba a Sen

por no adoptar una relación causal que se mantuviera entre lascantidades designadas a lo largo de los países en desarrollo.Algunas de esas variables causales son: ingreso  per cápita, avance tecnológico, gasto en bienestar social y similares y elestándar de vida. En vez de eso, Sen adoptó la hipótesis de representar diferentes mecanismos causales para países distintos.Cartwright ha mostrado que Sen estaba en lo cierto con esteenfoque.

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EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA SOCIAL

A Sen le preocupa la cuestión de si los modelos abstractoscontienen falsabilidad empírica y cuánta falsedad se puede permitir dentro de la teoría empírica. En sus Standards o f Life, Sencompara dos conceptos con frecuencia que se emplean como

indicadores del desarrollo: uno abstracto, y partidario de medidasprecisas y tratamiento matemático, y otro que no admite fácilmente tales tratamientos. Sen demuestra que son dos conceptosrelevantes, esto es, el concepto del producto bruto nacional, o loque llama la medida de la opulencia, y el concepto de estándaresde vida, definidos en término de un conjunto de funcionalidadesy capacidades, que desde luego son distintos y que no pueden,

por tanto, identificarse. Para evaluar el estándar de vida ha demirarse a esas situaciones donde se debe funcionar, tales como lasalud, la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la educaciónprimaria, el cobijo, etc. Sin embargo, estos no son agregables.Pero su alternativa tradicional, esto es, el «ingreso nacional agregado», admitiría un tratamiento matemático pero sería una descripción inútil y falsa, por ejemplo para las estrategias de planifi

cación. Sería inútil, porque tales datos podrían esconder información vital para las estrategias de planificación, tales como la distribución de los recursos. Más aún, sería dañina para estas eslíategias si se formulan basándolas enteramente en tales medidas,dado que las estrategias basadas en tal información exclusivamente resultarían muy equívocas para los planificadores.

ii) La ausencia de teorías globales magníficas puede pan-mllevar al relativismo y a la pérdida de objetividad en las i lenci.is

sociales. Sen evita el relativismo y esta perdida de objetividad «nlas ciencias sociales manteniendo lo que denomina como «ohjetividad posicional» y su papel en la selección de los datos científicos, en la adquisición del conocimiento científico. Al tiempotrata cuestiones como el «perjuicio de género» o el «relativismocultural», Sen mantiene que aunque la observación está inevitablemente basada en una posición, sin embargo, el razonamientocientífico no necesita basarse en la observación de una posiciónconcreta solamente. Si en condiciones apropiadas se falla enreconocer un espejismo, esto solo demostraría que hay algoerróneo en la visión al respecto. Sin embargo, la explicación de

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A M 1 T A B H A G U PT A

un espejismo en términos de la teoría óptica, basada en la refracción de la luz al pasar la atmósfera cuando tiene una distribucióninusual de densidad de aire, indica la posibilidad de una pers

pectiva transposicional, que tiene en cuenta las distintas posiciones de observación. De ahí que la cuestión aquí es si la economía puede lograr perspectivas transposicionales, aunque aludiendo al mismo tiempo, a sus categorías locales. Sen ilumina laimportancia del «criticismo interno» en las ciencias sociales parallegar a la perspectiva transposicional. Por ejemplo, una afirma

ción de esta clase puede necesitar una revisión de la concepciónheredada de los estudios de género, por ejemplo, de la inferioridad de las mujeres. A pesar de aplicar categorías diversas parael mundo social, existe la posibilidad de descubrir un orden, losmismos criterios de credibilidad y el argumento lógico. Esta noción subyacente de que sea válido o creíble transposicionalmenteen la ciencia social es pensada como la esencia de la objetividad

del conocimiento científico social. Esta noción de conocimientocientífico válido constituye el núcleo duro, la ideología comúnpara todas las ramas de la ciencia social.

 B) Sobre la cuestión de la disyunción entre los hechos y losvalores (o las consideraciones éticas) en las ciencias sociales, unorecuerda inmediatamente el precepto de Hume de que de lo normativo no se puede derivar nunca las premisas descriptivas, estoes, que el debe no puede deducirse del es. Ello condujo a un seriodistanciamiento entre la economía y la ética. Los esfuerzos paramantener los valores fuera de la economía motivó que algunosapoyaran lo que Milton Friedman llama la economía positiva,afirmando que es una ciencia puramente observacional sobre losestados de hecho consecuentes. Sin embargo, no todas las conse

cuencias son de igual importancia o igualmente deseables. Lodeseable y la evaluación de las consecuencias priorizadas dependen de los valores que mantengamos. De ahí que la dicotomía dehecho y valor no pueda mantenerse y el análisis final de la economía positiva la subsume en la economía normativa. Más aún,en un pasado reciente, varios filósofos, como Max Black, JohnSearle, Hilary Putnam y Sen, han llevado a cabo la negación

rotunda de la distinción rígida entre hecho y valor. Manteniendo

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su contribución en mente, es importante realizar una distinciónentre el naturalismo universalista (esto es, la concepción de quetodos los juicios de valor pueden derivarse de premisas factuales)y el naturalismo existencialista (esto es, que los valores puedenser derivados de premisas factuales solo en determinados contex

tos). Parece que Sen apoya solo la última posición. Sin embargo,esta requiere un análisis.

Es bien sabido que la forma dominante de naturalismo enética es el interés propio o el beneficio, y que por medio de la economía ética utilitarista se ha llegado a adoptar la maximizacióndel interés propio como la definición de racionalidad, como esevidente en el trabajo de Edgeworth, Arrow, Hahn y Samuelson.El utilitarismo, sin embargo, es apoyado por las siguientes tesis:el bienestar (esto es, el juicio relativo a la bondad de los estadosalternativos de bondad debe estar basado exclusivamente en ytomados como una función incrementada de las respectivas colecciones de utilidades individuales en esos estados), la clasificación sumatoria (esto es, una colección de utilidades individua

les es al menos tan buena como otra si, y solo si, el resultado es tangrande como la suma total) y el consecuencionalismo (esto es,que la bondad de un estado de hechos ha de juzgarse en virtud dela bondad de las consecuencias a partir de ese estado de hecho).Existen aspectos del utilitarismo, por ejemplo, el utilitarismo de laacción, que evalúa estas en términos de consecuencias.

Sen argumenta que la concepción consecuencionalista, esto

es, tomar la maximización del interés propio como la única posibilidad, no puede ser una parte esencial de la racionalidad humana. Por ello considera la maximización sin ganancia como unaalternativa viable a la maximización de la racionalidad humana.Más aún, las preferencias reveladas por la teoría de la preferencia son bastante diferentes de lo que de hecho se elige en unasituación dada. Finalmente, estas dos tesis, esto es, el bienestar y

la clasificación por suma, no pueden tratar adecuadamente lacuestión del bienestar de una persona. Sen muestra que dado quela teoría económica requiere otros conceptos relevantes, talescomo el bienestar, la justicia y la libertad, el naturalismo y el utilitarismo han de ser abandonados.

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AMITABHA GUPTA

De las ruinas del utilitarismo, ¿es posible reconstruir unaforma viable de naturalismo y utilitarianismo? Sen sugiere unaalternativa viable. Esta se basa en su concepción de un «natura

lismo existencial» (esto es, los valores pueden ser derivados delas premisas factuales solo si son contextualizados) y una «utilidad plural» (esto es, la concepción vector de la utilidad, que también acepta las consideraciones de no utilidad en un discursomoral, y la posibilidad de su coexistencia).

Sen desarrolla una alternativa al volver sobre el concepto debienestar y otros conceptos éticos asociados, como la justicia, la

igualdad, la libertad, etc. Su acercamiento emerge no solo a partirde su teoría pura de la elección social y de la crítica de muchos delos filósofos morales y pensadores políticos líderes como Rawls,Nozick, Berlin, etc., sino también de las posibilidades constructivasque la nueva literatura, que se produjeron en esas áreas, basadas enla información para estos juicios y en las estadísticas disponibles parauna variedad de evaluaciones económicas y sociales: medir la des

igualdad económica, juzgar la pobreza, evaluar proyectos, analizar eldesempleo, el hambre, valorar la igualdad de género, investigar losprincipios e implicaciones de la libertad y los derechos, y otras similares. Con esta base informacional y factual, Sen muestra cómo elbienestar individual puede ser definido más satisfactoriamente entérminos de «capacidades básicas» y no en términos de «bienes primarios», a los que Sen califica como un fetichismo de la mercancía.

Sen realiza un análisis sistemático no solo de la investigación interdisciplinar relativa a las cuestiones epistemológicas yéticas, sino que de forma implícita hay en su monumental obraexploraciones e implicaciones de las condiciones de los paísesen desarrollo y una caracterización de la naturaleza de la agencia humana en términos de un nuevo vocabulario sobre la economía del bienestar y el desarrollo, tal como el bienestar, las

capacidades básicas, las potenciaciones, etc. Esto nos aleja delconcepto utilitario occidental autocentrado sobre el bienestarhacia unas normas democráticas y pluralistas para organizar lasociedad. El mismo Sen admite que muchas de sus ideas sobreel desarrollo humano, sobre los derechos humanos, están inspiradas en las enseñanzas de Buda y Asoka.

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E P I ST E M O L O G Í A Y C I E N C I A S( u I Al

C) Las cuestiones en relación con las ciencias aplicadas, talescomo la pobreza, el hambre, el género, donde se ha visto implicado con problemas más prácticos y que han sido completamente ignoradas por los practicantes de la economía oficial. Esta

es un área interdisciplinar en la que Sen colaboró con los economistas del desarrollo y los científicos de campo.

VI

M. N. Srivinas fue uno de los sociólogos y antropólogoshindúes más distinguidos. Se preocupó profundamente de lascuestiones metodológicas en esas disciplinas y escribió sobretemas relativos a la significación del trabajo de campo y laobservación participante en la investigación de las cienciassociales: el observador y el observado, así como el indígena yel extranjero de los estudios culturales. Muchos de sus escritos

metodológicos pueden ser entendidos como buenos ejemplosde los principios de la epistemología local contextualista (aunque nunca articuló expresamente esta posición), más bien quede vuelos sobre una teoría global como el fucionalismo o la teoría de sistemas. El trabajo de Srivinas cubre un amplio terreno:los estudios de pueblos, sobre las castas y la estructura social, el

cambio social, estudios sobre religión y cultura y estudios degénero.La contribución metodológica más importante de Srivinas

consistió en romper los confines de la autoridad textual de losestudios sobre el sánscrito, los cuales definían el ámbito de sudisciplina. Durante el periodo colonial, la sociedad hindú y suestructura societaria se veían como algo estático y sin cambios.

Su acercamiento para estudiarla consistió en una meditación deaproximaciones combinadas de hinduismo y sociología y descansó con fuerza en los textos clásicos. Su primer libro,  Reli-gión and Society among the Coorgs of South India (1952),basado en un estudio etnográfico de la por entonces poco conocida comunidad de los coorgs, marcó un inicio completamente

nuevo de lo que él denominó como la «visión del libro» hacia

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AMITABHA GUPTA

la «visión de campo» para estudiar la sociedad hindú. De ahí en adelante, su laboratorio social se convirtió en el pueblo, lafábrica, el hogar: los lugares donde vivía la gente, trabajaba y,en general, jugaban una multiplicidad de papeles sociales yculturales.

La importancia primordial dada a la observación cercana ypenetrante de los hombres en sus papeles cambiantes en la sociedad pudo ser la fundación de una teoría innovadora sobre la descripción. Srivinas tuvo el raro don de convertir sus brillantesobservaciones en conceptos y teorías que han cambiado el pai

saje teorético de la sociología hindú.Basándose en el doloroso estudio etnográfico de la comu

nidad coorg en 1952, Srivinas introdujo ciertas ideas seminalespara el cambio social en la India. Trató de capturar la naturaleza fluida y dinámica de la estructura social hindú y de la castacomo una institución social en términos de los más innovadores conceptos que ahora se han convertido en parte integral de

la teoría social hindú, tales como la «sanscritización», «castadominante», «solidaridades verticales y horizontales entre lascastas». El concepto de sanscritización trata de describir el proceso por el que las castas situadas más abajo en la jerarquíabuscan la movilidad al emular ritos y prácticas de las superiores, de las «castas dominantes». Este análisis del cambio en laestructura social contiene varias lecciones metodológicas para

los científicos sociales: i) validaba la importancia del trabajode campo como una metodología esencial para los sociólogosy antropólogos sociales hindúes, y ii) y remplazaba la ideamantenida ampliamente de un sistema de castas rígido panhin-dú por la idea de las dimensiones regionales del sistema decasta, explicado en términos de otra idea innovadora introducida por Srivinas, esto es, la «pequeña tradición del hinduismo».

Las teorías más recientes de la modernización tuvieron quetomar nota del hecho establecido por Srivinas de que, con ciertas adaptaciones, el sistema de castas va a permanecer de alguna manera.

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EP IST EM O L O G ÍA Y ( I I N< IA N< >( IAI

Conclusión

El problema de la generalización y las asunciones sobre lasentidades no observables y mecanismos infectaron la postura delpositivismo lógico acerca del conocimiento científico. Una alternativa viable a esta postura parece ser una epistemología con-textualista local, basada en hacer ciencia, en implicarse en cuestiones reales a las que se enfrenta una ciencia dada y en tomaruna actitud ontológica natural. Dos buenos ejemplos de esta postura los han dado el trabajo de Amartya Sen y M. N. Srivinas.

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La psicología social de la ciencia y el giro «sociopsicológico» en el análisis de la ciencia 

y del conocimiento científicoPor Anastasio OVEJERO BERNAL

Universidad de Valladolid

1. Introducción

Tr a d i c i o n a l m e n t e , la ciencia fue siempre una actividad estudiada por los filósofos, bajo el nombre de epistemología,

pues aunque estaba hecha por hombres se pensaba que iba más

allá de una mera actividad humana en busca de la Verdad. De ahí las tradicionales malas relaciones entre la psicología y la epistemología, debido, sobre todo, a estas dos razones consecutivas enel tiempo: en primer lugar, fue la epistemología la que se desentendió absolutamente de la psicología, dado que pensaba que elsujeto empírico no desempeñaba papel alguno en el proceso de

conocimiento, ya que este no era más que el espejo de la realidad. Más tarde, en segundo lugar, fue la psicología la que, al dictado del positivismo y del empirismo, no se interesó por lascuestiones epistemológicas. Pero de las dos razones, es sin dudala primera la más importante y la que aquí más nos interesa. Dehecho, como señala Jiménez Burillo (1997), desde la filosofía

griega y la escolástica se afirmaba que el papel del sujeto empírico en el proceso del conocimiento era secundario, pues su función era meramente la de reproducir, como un espejo, el mundoexterno, mientras que para la filosofía moderna, el sujeto erafuente de error, de forma que la Verdad solo podría ser alcanzada cuando consiguiéramos expulsar del proceso de conocimien

to las impurezas introducidas por la mente humana, y el positivismo lógico consideraba que el sujeto empírico debía limitarse

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ANASTASIO OVEJERO BERNAL

simplemente a aplicar mecánicamente el procedimiento científico, si queríamos alcanzar un conocimiento verdaderamente

científico, es decir, objetivo, necesario y universal.Sin embargo, esta situación comenzó a cambiar con Locke y

con Hume, quienes llegaron casi a disolver la epistemología enla psicología del conocimiento. Pero fue con Kant cuando cambian radicalmente las cosas a este nivel («giro kantiano»), puespara él el conocimiento humano, incluido el científico, es un

proceso de construcción, aunque aún no se tratara del sujetoempírico, sino de un Sujeto Trascendental. Kant abrió así elcamino al análisis de las determinaciones históricas, culturales ysociológicas. Podemos decir que con él comienza la auténticaandadura de la psicología de la ciencia, aunque habría de pasarsiglo y medio para constituirse en auténtica disciplina con reco

nocimiento académico. Y ello fue así porque, digámoslo claro,Kant no hacía sino abrir una puerta a la psicología, pero se trataba de una puerta tan estrecha que por ella no cabía la psicología social. El modelo constructivista kantiano entendía el conocimiento, incluyendo el científico y, por tanto, también la propiaciencia, como algo intrínsecamente individual, que tenía lugar

dentro de la mente de las personas, mientras que la psicologíasocial es la disciplina de lo interpersonal y de lo grupal, por loque no tenía allí cabida alguna. Se necesitó un modelo amplio,que considerara a la ciencia y al conocimiento científico comouna empresa intrínsecamente social, y básicamente interpersonaly grupal, para que la psicología social de la ciencia fuese posi

ble. Otra cosa es que, como veremos, en el momento en que elllamado «giro sociológico» ensanchara la puerta del análisis dela ciencia y del conocimiento científico, la psicología socialpadeciera un reduccionismo individualista tan fuerte que no lepermitiera aprovecharse de tal apertura de miras, de tal maneraque, incluso hoy día, sean principalmente sociólogos quienesrealmente estén haciendo psicología social de la ciencia, dada lapertinaz tendencia de los psicólogos sociales a mantenerse enposiciones individualistas y psicologistas.

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2. Robert Merton y el «giro sociopsicológico»

Al igual que los llamados «maestros de la sospecha» (Marx,

Nietzsche y Freud) hicieron con el capitalismo, la moral y laconciencia, respectivamente, que fue precisamente desvelar lasmentiras ocultas tras determinadas verdades aceptadas en nuestra tradición cultural, también el llamado «giro sociológico» pretende desvelar la cara oculta de la investigación científica, porque aquí, como en tantos otros ámbitos de la vida, las cosas nosuelen ser como se nos aparecen. Y lo hace sin distinguir ya

entre las ciencias sociales y las naturales. «El positivismo lógicoestableció una neta separación en el proceso de investigacióncientífica entre lo que Reichenbach llamó los dos contextos de lainvestigación: el contexto del “descubrimiento”, en donde tienelugar la formulación de hipótesis o la intuición de una “ideagenial”, y el contexto de “justificación”, en el cual se verifican,algorítmicamente, las aserciones científicas. Es este segundo

contexto el que se constituye en auténtico criterio de demarcación entre lo que es Ciencia y lo que no es Ciencia. En él soloopera la Lógica de la investigación, en tanto en el anterior pueden tener su sitio la historia, la sociología o la psicología del descubrimiento. Pues bien, como enseguida veremos, ya en los primeros años treinta y cuarenta hubo serios intentos de introducirel análisis psicosociológico en ese recinto sagrado de la ciencia,examinando qué es lo que pasa realmente en las operacionesaparentemente neutrales, técnicas, de la contrastación de hipótesis. No fuera que, tras la fachada “lógica”, se ocultaran estrategias de talante subjetivo o, al menos, psicosociológico» (JiménezBurillo, 1997, p. 44). Ahora bien, aunque este «giro sociopsicológico» fue llevado a cabo por una serie de autores que publicaronsus trabajos en los años 60 y 70, especialmente por Thomas S.Kuhn, ya había importantes antecedentes como el de Fleck.

En efecto, en 1935 publica Fleck un libro, titulado La géne-sis y el desarrollo de un hecho científico (1986), que no solo eraen gran medida un antecedente del trabajo de Kuhn, sino queincluso influyó directamente en él. El propio Kuhn, en el prefacio a su fundamental libro,  La estructura de las Revoluciones

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Científicas (1962/1981), afirmaba que la obra de Fleck le habíahecho «comprender que estas ideas podían necesitar ser establecidas en la sociología de la comunidad científica». Fleck, microbiólogo polaco de origen judío, que padeció enormes sufrimientos en los campos de concentración nazis, fue el primero que, enpleno apogeo del positivismo lógico, mostró la naturaleza histó-rico-social del saber científico, afirmando textualmente que «almenos tres cuartas partes de los contenidos científicos, o incluso quizá la totalidad, están condicionados, y son explicables,

histórico-conceptual, psicológico y sociológico-conceptualmen-te» (Fleck, 1986, p. 68). En concreto, son muchos los aspectoscentrales de la Nueva Sociología de la Ciencia, corriente queya asume plenamente las consecuencias del «giro sociopsicoló-gico», que ya fueron adelantados por Fleck, entre ellos la «retórica de la verdad» o el rechazo frontal a la separación entre los«dos contextos». Pero donde más claro está el papel precursor deFleck es en su insistencia en que el conocimiento científico noes un proceso individual, sino una actividad social, desarrollada en el seno de una comunidad científica. Y tras Fleck, fueronnumerosos los autores que, de una forma bastante explícita, yaadelantaban en ciertos aspectos fundamentales la obra realmente emblemática de Kuhn y, por tanto, también la centralidad en

este ámbito de la psicología social, entre ellos Schutz, Elias,Mills y, sobre todo, Robert Merton (1910-2003), norteamericanos los dos últimos, a pesar de que la sociología del conocimiento fue un producto típicamente europeo, mientras que en losEstados Unidos fue una tarea «marginal» de la que se ocuparon«algunos sociólogos con un excéntrico interés por la historia delas ideas» (Berger y Luckmann, 1994, p. 16). Pero es que tantoMills como Merton estaban fuertemente influenciados por pensadores europeos (Weber y Marx en el caso del primero, y Mannheimen el caso del segundo). De hecho, podemos señalar en la sociología del conocimiento norteamericana dos épocas distintas. Laprimera, anterior a la recepción de Mannheim, o al menos nodirectamente influida por él, y la segunda, posterior a esa recep

ción, y en la que la figura sin duda central va a ser Merton, quienocupará en ella un papel fundamental como enlace, además, entre

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la sociología del conocimiento y la sociología de la ciencia. Estaserá la que realmente abra el camino al «giro sociopsicológico».Al fin y al cabo, entre las principales características de la sociología norteamericana del conocimiento destacan su interés por la«microsociología del conocimiento» y su énfasis en la psico-sociología del conocimiento, lo que les lleva, como señala Lamode Espinosa, a buscar los mecanismos de mediación entre elmundo de las ideas y la realidad social, lo que, a su vez, lleva ainteresarse por los aspectos psicosociales del conocimiento. De

ahí la inmediata vinculación de la sociología del conocimientocon la obra de uno de los fundadores de la psicología social,G. H. Mead.

Por otra parte, ya desde que en los años treinta publicaraunos estudios sobre las condiciones históricas del surgimiento dela ciencia en la Inglaterra del siglo xvn, que constituían su Tesis

Doctoral, las aportaciones de Robert Merton (1937, 1945, 1973)a la sociología de la ciencia son considerables. Más tarde se interesó directamente por las prácticas científicas: ya no se tratabade ver solo la relación entre los científicos y otras instituciones,sino de estudiar también la sociología misma de la comunidad  científica. Sin analizar los contenidos o los resultados de las investigaciones (considerados siempre como del orden de lo racional y, por tanto, imposible de estudiar sociológicamente), lossociólogos querían entender los usos y costumbres de los inves-ligadores, su modo de organizarse, su carrera, su forma de competir, sus ambiciones, etc. De este modo, se fue haciendo unasociología de la comunidad científica. Y, efectivamente, las carreras de esos investigadores, los tipos de recompensas que se les

ofrecen, la manera en que se les distribuye, la burocracia de lasorganizaciones y de las publicaciones científicas, los congresos,la forma de redactar las comunicaciones, las relaciones socialesen un laboratorio, los métodos de evaluación de los proyectos, etc.,I Hieden dar lugar a investigaciones sociológicas. Pero aún no seloman en consideración los propios contenidos científicos. Eso

Jo harán más tarde autores como Hanson (1958) o Kuhn (1962).I \ >r consiguiente, el paso dado por Merton para facilitar el «girosociopsicológico» fue importante, aunque no fue definitivo, pues,

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A N A ST A SI O O V E J ER O B E R N A L

para él, la investigación sociológica ha de centrarse en las actividades de los científicos, pero no en el contenido mismo de la

ciencia, que queda como tarea exclusiva de la lógica y de la filosofía. Sin embargo, y a pesar de ello, fue él quien no solo generó, impulsó e institucionalizó un campo de problemas sociológicos prácticamente inexistente hasta los años cuarenta, sino queelaboró un programa de investigación teórico y empírico y constituyó una escuela, la llamada mertoniana o de Columbia, que se

convirtió en el paradigma que hasta mediados de los años sesenta monopolizó el campo intelectual y social de la sociología dela ciencia. El problema central que dotó de sentido a esta tradición de investigación, constituida en paradigma, fue el estudiode la ciencia como institución social y el consiguiente abandono de los problemas epistemológicos.

Más en concreto, y aquí se observa ya la relación de Mertoncon la psicología social de la ciencia, para él lo racional en ciencia no son los móviles, las creencias, los sentimientos que llevanal científico a aceptar las normas de la comunidad, sino «las normas de la comunidad misma, que de ese modo se instituyen engarantía de racionalidad. Y es que para Merton y sus seguidores,la ciencia es un sistema social, pero un sistema social autónomo,sobre el que influyen poco la política y las corrientes socialesexternas. Como actividad social autónoma que es, la ciencia esun subsistema que depende exclusivamente de los propios científicos. De ahí que para este autor el objeto de la sociología nosea la ciencia, sino el grupo social que la hace: se trata de mostrar cómo la comunidad científica (no la práctica de la ciencia)

es permeable a las influencias externas de la sociedad, que, comola sociedad misma, está sujeta a normas de integración más omenos conflictivas, y que la estratificación entre científicos essimilar a la que existe fuera de la comunidad de la ciencia. Comovemos, pues, esto era un paso importante para ir dando un granprotagonismo a la psicología social en este campo. Así, estudia

Merton el proceso por el cual a quien tiene éxito y fama en cienciale resulta fácil publicar en los «sitios correctos» y conseguir aúnmás éxito y fama («efecto Mateo»), Como vemos, pues, el interésde la sociología de la ciencia de Merton se centra en el análisis

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funcionalista de la estructura social de las comunidades científicas y en el estudio de las normas de tales comunidades, dejandode lado el conocimiento en sí. Y es que los científicos se mueven,

como el resto de los humanos, por el dinero, el poder y el prestigio. Como escribe él mismo, «el incremento del conocimientoy el incremento de la fama personal van de la mano: el objetivoinstitucional y la recompensa personal están unidas». Por tanto,tenemos que repetir que Merton aún no hace psicología social de

. la ciencia, ni siquiera participa plenamente en el «giro sociopsicológico», pero sí contribuye poderosamente a preparar el cami

no que recorrerán autores como Hanson y, sobre todo, Kuhn.

3. Thomas Kuhn y la entrada de la psicología social en el análisis de la ciencia y del conocimiento científico

Fue a finales de los cincuenta y primeros sesenta cuando se

consolidó la Nueva Filosofía de la ciencia con una serie de obrasfundamentales de Polanyi, Toulmin, Quine, Feyerabend y, paralos fines que aquí perseguimos, sobre todo de Hanson y deKuhn. Todos estos autores tienen profundas diferencias entre sí,pero también coinciden en al menos un punto crucial: su radicalcrítica al Positivismo Lógico. Frente a la afirmación de este deque los hechos científicos existen «ahí fuera», en el mundo,objetivamente y de forma independiente de nosotros y del marcoconceptual bajo el que son contemplados, Hanson, basándoseen la teoría psicológica de la Gestalt, afirma que no existen los«hechos brutos y objetivos», sino que, por el contrario, un hechoy su significado dependen del marco conceptual bajo el que sonpercibidos. Es más, para Hanson, en línea con Nietzsche y conWittgenstein, toda percepción és «lingüística» y está «cargadade teoría». No existe, pues, una observación científica «neutra»,sino que los hechos son relativos a los modelos teóricos quelos categorizan. Por tanto, a su juicio, es falsa tanto la distinción positivista entre lenguaje teórico y lenguaje observacional,como su,separación entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación. Los mismos datos, en consecuencia, pueden

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ser «interpretados de modo diferente» por distintas visiones concretas. Como vemos, estamos en cierta medida en el perspectivis 

mo, que tan bien y tan perspicazmente había desarrollado nuestro Ortega y Gasset varias décadas antes (véase Ovejero, 2000a).Pero es Thomas Samuel Kuhn (1922-1996) quien, en su cita

do libro de 1962, ya da un protagonismo de primer orden a losfactores psicosociológicos en el estudio de la ciencia y del conocimiento científico. En efecto, la publicación de esta obra supuso un cambio radical, que ha sido llamado «giro kuhniano», enla trayectoria de la filosofía de la ciencia. «La filosofía de laciencia anterior a Kuhn, en la tradición establecida por el positivismo lógico y por Popper, era en lo principal lógica aplicada, eincluso la base empírica era discutida atendiendo a las relacioneslógicas que se podrían establecer entre ella, según fuera caracterizada de una u otra manera, y la teoría. La lógica, incluida la

lógica inductiva, sistematiza aspectos esenciales de la racionalidad y, puesto que la ciencia es una empresa racional, su naturaleza debería poder ser puesta en claro mediante el análisis lógico» (Armero, 1997, p. 125). Sin embargo, añade Armero, la obrade Kuhn se convirtió en un desafío para los filósofos de laciencia, pues declaraba que en la historia de la ciencia hay patro

nes de cambio científico que no se someten a las reglas de la tradición metodológica establecida por filósofos y otros teóricos,sino, más bien, a factores interpersonales, intragrupales e intergrupales entre los propios científicos, bajo la influencia de L. Flecky su citado libro de 1935. De hecho, para Fleck los hechos científicos son «una creación artificial que solo tiene una mera relación

genética tanto con respecto al propósito original como al contenido de la “primera” observación». El marco previo de esta constracción de la experiencia proviene no de las categorías de unsujeto trascendental, sino de las condiciones psicosociales de losgrupos de investigación históricamente dados. Pues bien, sobreestos cimientos montará Kuhn su obra (véase Lamo y cois., 1994;Solís, 1997, etc.).

El aspecto central de Kuhn es que ya entra en el propio contexto de justificación, no solo en el del descubrimiento y, puf tanto, en los mismos contenidos científicos: penetra ya en la

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cámara sagrada de la ciencia, hasta ahora infranqueable. Su ideafundamental es que la ciencia es un fenómeno social y, como tal, los elementos sociales pueden estructurar los conocimientos 

científicos. Y tal vez sea el concepto de  paradigma el másimportante en la teoría de Kuhn. Pues bien, a pesar de la evidenteambigüedad con que lo utiliza su autor, hasta el punto de queMargaret Masterman (1970) llega a contabilizar veintiún sentidos diferentes del término «paradigma» en el libro de Kuhn, estelo emplea preferentemente para referirse a una serie de procedimientos o ideas que instruyen a los científicos, implícitamente, 

sobre qué creer y cómo trabajar. La mayor parte de los científicos nunca cuestionan el paradigma. Resuelven enigmas, problemas cuyas soluciones refuerzan y amplían el campo del paradigma en vez de cuestionarlo. Kuhn llama a esto «operación delimpieza» o «ciencia normal». Pero siempre existen anomalías,en las que generalmente ni se repara, pero a veces llega unmomento en que tales anomalías son tantas que pueden llegara desencadenar una revolución que lleva a que los científicosabandonen el viejo paradigma y adopten otro nuevo. Ahora bien,con la noción de paradigma los sociólogos empezaron a darsecuenta de que los mismos contenidos de las ciencias están estruc-turados en tomo a proyectos, prejuicios e incluso presiones sociales que pueden ser estudiados. Es decir, que en un primer periodo

los sociólogos se interesaron por la influencia de los fenómenossociales sobre el paradigma y sobre las prácticas científicas, conservando en segundo plano la idea de un núcleo duro de las cien i tas, considerando que en el centro del trabajo científico habíaHeinentos que representaban una objetividad absoluta, aun cuando en la  periferia sí se podían percibir los condicionamientosst niales y psicosociales de las disciplinas y su relatividad histórica,

■ le tal manera que la historia y la sociología de la ciencia erancapaces de hablar de todo lo que giraba en tomo al núcleo de lai it-ncia, pero nada podían decir de lo interior, quedando, pues,la racionalidad científica misma resguardada de las investiga-. i<mes históricas, sociológicas, psicológicas o psicosociológicas,pues solo dependía de la razón pura. Pero fue esto lo que cambio en un segundo periodo, justamente el iniciado por Thomas

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S. Kuhn, quien ya entra también en el núcleo duro de la ciencia,en su cámara sagrada, problematizando así la propia racionalidad

científica. La ciencia y el conocimiento científico no son absolutos que son descubiertos por los científicos, sino que son cons-truidos por estos. Son meros productos humanos, interpretaciones llevadas a cabo por seres humanos para dar un sentido a larealidad. Porque, como decía Nietzsche, no hay hechos, sinointerpretaciones. Y, por tanto, la ciencia y el conocimiento científico no son universales, objetivos y absolutos, sino, como todo

lo humano, son relativos al contexto histórico, social, cultural einterpersonal en que se producen.

De otro lado, la influencia de Kuhn fue muy fuerte en diferentes ámbitos, pero sobre todo en la sociología de la ciencia, constituyendo uno de los ejes más significativos que permitendar cuenta del cambio de dirección que a partir de los años seten

ta muestra esta especialidad, tanto en la tradicional escuela mer-toniana como en la por aquel entonces naciente sociología delconocimiento científico, haciendo incluso necesario el surgimiento de una psicología social de la ciencia. El propio Kuhn es partidario de esta interpretación, al afirmar posteriormente que frentea los estudios tradicionales sobre el método científico, que tratande encontrar un conjunto de reglas que le permita, a cualquierindividuo que las siga, producir conocimientos demostrables, élpropone que el conocimiento científico es intrínsecamente unproducto de grupo y que, por tanto, es imposible entender tanto sueficacia peculiar como la forma de su desarrollo sin hacer referencia a la naturaleza especial de los grupos que lo producen. Deahí la importancia que para Kuhn tienen las comunidades cien

tíficas y los procesos psicosociológicos que tienen lugar dentrode ellos, entre los que se encuentran las relaciones de poder. Enefecto, si la ciencia es «cosa de humanos», necesariamente jugaránun papel fundamental el poder y las relaciones de poder. No esmeramente el acuerdo kuhniano entre los miembros de la comunidad o el consenso habermasiano lo que produce la verdad. Por

el contrario, en una línea que seguirá Foucault, no podemos olvidar el poder, que se cuela siempre, al menos subrepticiamente,entre las rendijas de las relaciones humanas, sean del tipo que

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sean. En este sentido, los estudios de Zuckerman (1977) sobrequienes han recibido el premio Nobel demuestran claramente quelos que están en la cúspide del poder están en condiciones dedecidir no solo en qué consiste su actividad, sino cuáles son loslímites y los contenidos de objetividad de las distintas aportaciones de los científicos. Todo ello, como es fácilmente consta-table, le concede a la psicología social un protagonismo de primera fila en este ámbito, como se observa en toda la obra deKuhn, particularmente cuando escribe que una comunidad cien

tífica se constituye porque los miembros de las distintas especialidades son reclutados a través de procesos de socializacióndurante los cuales «han recibido una educación y unas iniciaciones profesionales similares...; han absorbido la misma literaturatécnica y extraído muchas de las mismas lecciones de ella», ycomo resultado, «comparten una constelación de compromisosde grupo». Más fácilmente aún se constata la naturaleza intrínsecamente sociopsicológica de la obra de Kuhn cuando al finalde su posdata de 1969 insiste en que para comprender qué es laciencia hay que estudiar su «estructura comunitaria», planteandopreguntas acerca de los procedimientos de «socialización científica», así como sobre los fenómenos de desviación individual ocolectiva permitida por la comunidad científica, terminando con

estas palabras: «El conocimiento científico, como lenguaje, esintrínsecamente la propiedad común de un grupo o ninguna otracosa en absoluto. Para comprenderlo, necesitaremos conocer lascaracterísticas especiales de los grupos que lo crean y lo usan».Necesitamos, pues, una psicología social interpersonal y una psicología social de los grupos.

En conclusión, y como hemos visto, a través de un largo proceso, la epistemología tradicional, que no tema resquicio algunopor el que entrar la psicología social y los análisis psicosocioló-gicos, ha dejado su puesto a una sociología del conocimientocientífico y de la ciencia que es ya, sin ninguna duda, realmenteuna psicología social de la ciencia, sobre todo a partir de Kuhn.Probablemente ha sido Bames quien mejor ha puesto de mani

fiesto el papel que la obra de Kuhn ha jugado para la sociologíatle la ciencia, al comparar a este autor con clásicos de la socio-

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logia como Marx o Durkheim. Al igual que estos últimos, quehicieron contribuciones de inestimable valor en los momentos

iniciales del desarrollo de la teoría sociológica, también el valorde Kuhn radica en que propicia una nueva forma de entender eldesarrollo de la ciencia. Tras Kuhn, en definitiva, el camino yaestá abierto a la nueva sociología de la ciencia que se llama así porque son fundamentalmente sociólogos los que la desarrollan,pero que es más bien una microsociología de la ciencia, es decir,una indiscutible psicología social de la ciencia.

4. Nueva sociología de la ciencia y procesos psicosociológicos: La psicología social de la ciencia

Como hemos dicho, pues, Kuhn abrió las puertas tanto al

relativismo como al construccionismo social del conocimientocientífico, como se mostró claramente en la postura de los sociólogos del Programa Fuerte (véase Bames, Bloor y Henry, 1996).Y es que todo lo anterior hizo posible la aparición de la nueva sociología de la ciencia, que es la que realmente desarrolla lasimplicaciones del giro sociopsicológico, cuyo propósito princi

pal fue «llevar a cabo la disolución de las tareas epistemológicas fundamentadoras de la verdad científica en las puras prácticassociopsicológicas de negociación entre los científicos. Lo que setrataba de demostrar es que no solo había “fundamentos”, sinoque la justificación del conocimiento científico era un fenómenopsicosocial» (Jiménez Burillo, 1997, p. 49). De ahí que se trate de

una, al menos a mi modo de ver, psicología social de la ciencia.Esta nueva sociología de la ciencia, como era de esperar, noes algo monolítico. De hecho, González de la Fe y SánchezNavarro (1988) distinguen dentro de ella diferentes «programasde investigación», desde el famoso Programa Fuerte de Bloor yBames, hasta el Análisis del Discurso de Mulkay y Gilbert,pasando por el Programa Construccionista de Latour y Woolgar,

todos ellos dirigidos, en última instancia, a mostrar la relevanciay hasta ineludible necesidad de adoptar un enfoque psicosociológico y sus resultados, tanto en el contexto de descubrimiento

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con el de justificación, y tanto en el caso de las ciencias socialescomo en el de las naturales. Frente a la creencia de la epistemología tradicional de que el conocimiento es objetivo, necesario y

universal, sostiene Woolgar (1991, p. 34) que «la universalidad del conocimiento científico es en realidad un mito, que laaparición de tal universalidad es el resultado de un complejoproceso social mediante el cual las variaciones en las diversasposturas sobre la forma y legitimación de la ciencia van siendogradualmente eliminadas». Y si la universalidad de la ciencia es

un mito, también lo son sus tan cacareadas reglas metodológico-técnicas. Como añade a renglón seguido el propio Woolgar, «noexiste nada en la misma lógica que pueda garantizar la aceptación de una proposición o posición. Las reglas y razonamientosno determinan por sí mismos la posición adoptada por las partesde una discusión». ¿Qué es entonces lo que decide la aceptación deun determinado enunciado científico? La respuesta de Woolgar

es contundente (p. 73): «La pura negociación social entre loscientíficos, no el razonamiento lógico. Los argumentos lógicosson racionalizaciones “post-hoc” de prácticas ya decididas y delas formas convencionales de proceder». Con todo ello, la tanreverenciada racionalidad científica queda ya no fragmentada,como dice Jiménez Burillo, sino literalmente hecha añicos. Como

concluyen Latour y Woolgar (1995), la plausividad y validez deuna explicación científica no deriva de sus cualidades inherentesni de los datos empíricos que los apoyan, sino simplemente del«número de personas que estén conformes con ellas». Lo importante, lo crucial, por tanto, no es la epistemología, ni la raciona-lidad lógica, sino la psicología social, otra cosa es que esta psicología social de la ciencia la hayan hecho, y la sigan haciendo,

sociólogos y no psicólogos sociales, ya que el profundo reduccio-nismo individualista y psicologista en que estos siguen mayori-tariamente embarcados se lo impide. De hecho, son los sociólogos de la nueva sociología de la ciencia (Bames, Bloor, Collins,Knorr-Cetina, Latour, Lynch, Mulkay, Woolgar, etc.) los querealmente están analizando psicosocialmente eso que generalmente entendemos por ciencia, los que, en definitiva, están desarrollando una auténtica  psicología social de la ciencia. Así, por

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ejemplo, desde el Programa Fuerte, Mulkay (1972) afirma que

la conformidad en la vida científica se explica principalmente

porque la educación científica es extremadamente rígida e intensa en el proceso de reclutamiento y socialización, lo que lleva al

científico a evitar cualquier amenaza que pueda transgredir el

consenso, tanto en términos cognitivos como sociales, lo que le hace

adoptar un comportamiento un tanto sectario. De esta forma

Mulkay fue el primero que se separó del programa mertoniano,

señalando que la evaluación y la innovación en la vida científica dependen de las estructuras teórico-metodológicas aceptadas por

el grupo científico. Por consiguiente, para Mulkay el constreñi

miento en la vida científica no es social, según pretendía Merton,

sino cognitivo: las presiones para la conformidad en el quehacer

científico se deben, según este autor, además de a la fuerte socia

lización ya señalada, al ejercicio de la autoridad establecida dentro del grupo científico y a la existencia de un mecanismo social

de intercambio de información científica relevante a cambio de

reconocimiento profesional, que es considerado por los interesa

dos como muy valioso. No en vano se basará Mulkay en algu

nas teorías psicosociológicas como la de Homans o la de Festin-

ger. Por su parte, y también desde el Programa Fuerte, Bames(1977) se basó principalmente en lo que podemos llamar psico

logía social de grupos para explicar la ciencia y el reconoci

miento científico (grupo de investigación, colegios invisibles, etc.).

Ahora bien, si los autores que se incluyen en el Programa

Fuerte, tanto en su versión radical (Bloor) como en su versión

moderada (Bames) exigían ya una perspectiva psicosociológicaen el estudio de la ciencia y del conocimiento científico, ello es más

cierto aún en las propuestas que surgieron en la propia sociolo

gía del conocimiento como consecuencia de las críticas al Pro

grama Fuerte, como es el caso fundamentalmente del Programa

Construccionista (Latour y Woolgar, 1979; Woolgar, 1991), el

Programa Relativista (Collins, 1981, 1985), la perspectiva etno-metodológica del trabajo científico (Lynch, 1985; Lynch y cois.,

1983), que engloba tanto el análisis del discurso (Mulkay y Gil-

bert, 1982) como la reflexividad y la teoría del actor-red (Latour,

1992). Todas estas corrientes pueden perfectamente considerar

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se como de psicología social de la ciencia, desde luego bastantemás que los trabajos que realmente están haciendo los psicólogos en este campo, que, como ya hemos dicho, cuando existen,

son tan reduccionistas que difícilmente pueden ser consideradospsicosociológicos. En efecto, «estas críticas han llevado a darprioridad a los estudios descriptivos frente a los explicativos;a los análisis microsociológicos sobre los macrosociológicos; y apasar del estudio “teórico” de la construcción social de las creencias en abstracto al estudio empírico de las actividades científicas concretas y de los procesos específicos mediante los cuales

se alcanza el consenso y se construyen los hechos» (González dela Fe y Sánchez Navarro, 1988, p. 98).

En suma, estoy de acuerdo con Lamo de Espinosa (Lamo ycois., 1994) en que cuarenta años después de que Mulkay, Bar-nes y Dolby publicaran sus primeros artículos criticando las propuestas de Merton sobre el ethos científico, podemos concluirafirmando que, gracias a las distintas aportaciones teóricas y al

ingente acopio de información obtenida con los estudios de casodesarrollados, nuestra comprensión de lo que sucede en la actividad científica, y especialmente en su vertiente más velada (elconocimiento científico), es mucho más fidedigna y completaque la que poseíamos a finales de los sesenta, dado que se haconseguido romper con las engañosas e idealizadas imágenesque la filosofía y la sociología de la ciencia tradicional habían

mantenido previamente, a la vez que ha mejorado nuestro conocimiento respecto del comportamiento de los científicos, de lasestructuras de la vida científica y de la génesis y validación delconocimiento científico. Es más, las críticas lanzadas desde diferentes frentes contra la Posición Heredada abren la posibilidad,y hasta la ineludible necesidad, de la inclusión de un enfoquepsicosociológico en cualquier análisis de la ciencia, lo que inevi

tablemente convierte a la psicología social en protagonista de lasactuales teorías de la ciencia. Otra cosa es que los psicólogossociales no estén en su mayor parte a la altura de estas exigencias. Sin embargo, está surgiendo desde hace poco más de un parde décadas otra psicología social que sí puede dar cuenta legítimamente de los procesos psicosociológicos que subyacen al

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ANASTASIO OVEJERO B ERNA L

quehacer científico (véase Ovejero, 1999), una psicología socialque da la importancia que tiene a la dimensión histórica, cultural y social del comportamiento humano, y en la que ya ocupanun lugar central aspectos como el habla, la conversación, el discurso, el texto o los juegos de lenguaje. Ahora sí puede yacomenzar su andadura la psicología social de la ciencia.

5. E l ám bito de la psicología social de la ciencia

Lo bueno que tienen las fronteras es que podemos saltarlas,y lo mismo ocurre con las fronteras entre disciplinas científicas,que no son sino artificialidades que si, por una parte, reflejan lahistoria de los conocimientos humanos, por otra, reflejan también las relaciones de poder entre comunidades de científicos y

dentro de ellas. Y las fronteras entre la sociología y la psicologíasocial son tan tenues y tan difíciles de captar, que con frecuencialos sociólogos que trabajan en el campo de la microsociología loque hacen es psicología social, mientras que con frecuencia lospsicólogos sociales que a sí mismos así se consideran suelenhacer más bien psicología individualista. Pero ya hemos dichoque en el seno de la psicología social algo está cambiando pro

fundamente, aunque a paso lento, de forma que parece cada vezmás posible y real la construcción de una auténtica psicologíasocial de la ciencia y del conocimiento científico, producida porpsicólogos sociales.

Por otra parte, como creo haber mostrado y como consecuencia de una serie de cambios drásticos en la concepción de

la ciencia (giro epistemológico, giro lingüístico, giro cognitivo,giro sociopsicológico y giro posmodemo), la psicología socialde la ciencia ha alcanzado un desarrollo realmente formidable,aunque muchos psicólogos sociales probablemente ni se hayanenterado todavía de ello. Y no se han enterado porque no aparece en absoluto en sus revistas más emblemáticas, ni se revisa ensu influyente  Handbook, que en la cuarta y hasta ahora última

edición (Gilbert y cois., 1998) no se hace en absoluto eco deltema. Y no se han enterado porque, además, ni se llama siquiera

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LA PSICOLOGÍA SOCIAL DE LA CIENCIA Y EL GIRO «SOCIOPSICOLÓGK’O»,

 psicología social de la ciencia, sino más bien «nueva sociología de la ciencia», y con frecuencia los psicólogos no quieren sabernada con los sociólogos (claro que tampoco estos con aquellos),y no la hacen psicólogos sociales «de profesión», sino sociólogoso, más exactamente, microsociólogos. Sin embargo, psicólogosy psicólogos sociales sí están haciendo una cierta psicologíasocial de la ciencia que, además de escasa, es poco psicosocio-lógica, destacando temas como el análisis de la «psicología delos científicos» (es decir, el estudio de aspectos como la perso

nalidad, creencias, actitudes, intereses, etc., de los científicos, así como la influencia de estas variables en su labor profesional),la creatividad de los científicos, el llamado «efecto Mateo», elpapel de los conflictos interpersonales e intergrupales en eldesarrollo de la ciencia, la influencia de las minorías aplicado alos casos en que aparentemente un solo científico cambia el

rumbo de una disciplina, trabajo en equipo, etc.En todo caso, Shadish y cois. (1994) comienzan su largocapítulo programático («Social psychology of science: A conceptual and research program») reconociendo a Kuhn como eliniciador de la psicología social de la ciencia (p. 3): «Despuésde Kuhn, incluso los académicos menos inclinados hacia la psicología subrayan la contribución de los factores psicológicos a

la ciencia». De hecho, tras Kuhn, pronto comenzaron a aparecerpublicaciones genéricas sobre psicología de la ciencia (Fish,1977; Singer, 1971), sobre las características personales de loscientíficos, como la relación entre ciencia y elección de carrera(Eiduson y Beckman, 1973; Holton, 1973, 1978, 1986; Grubery Davis, 1988; Mitroff, 1974, etc.), sobre la creatividad de los

científicos (Amabile, 1983,1994; Chambers, 1964; De Guzmán,1991; Gardner, 1995; Getsels y Csiktzenmihalyi, 1976; Gruber,1984; Perkins, 1981; Romo, 1997, estudios que relacionan factores cognitivos y ciencia (Giere, 1992; Gholson y cois., 1992;Kruglanski, 1994; Romo, 1990), análisis de los procesos de influencia social en la ciencia (Fuller, 1994; Moscovici, 1993; Rosenwein,1994; Rosenwein y Campbell, 1992), los procesos de comparación (Lemaine, 1984; Lodahl y Gordon, 1972) o los efectos delexperimentador sobre sus resultados (Rosenthal, 1994) (para un

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- i i V - I \ M ( m v i l l l « > I 1 I Í K N A L

análisis de la contribución de la psicología social al estudio de laciencia, véase Doménech y cois., 2000).

Sin embargo, el reduccionismo individualista y psicologistase mantiene como hace una década seguían denunciando tantoMoscovici (1993) como Rosenwein (1994). Así, Shadish y Fuller(1994b) afirman textualmente, en el prefacio a uno de los pocoslibros que llevan el título explícito de Psicología social de la ciencia (Shadish y Fuller, 1994a), que esta es una pequeña parte

de la psicología de la ciencia, olvidando el adjetivo de la disciplina, social, que debería ser justamente su seña de identidadfrente al resto de la psicología. Así, añaden Shadish y Fuller quela unidad de análisis de la psicología social de la ciencia debe ser«el científico individual en un contexto social», como si el «científico individual» existiese realmente, al margen de los grupos y

comunidades científicas, como si existiera el científico individualque toma una decisión individual y personal, y además eminentemente racional, sobre qué paradigma elegir entre los muchos posibles y en qué comunidad científica incluirse, cuando en realidad,antes de que tome decisiones importantes, el alumnado de primeraño de universidad ya va siendo socializado y «formateado» duran

te cuatro o cinco años, para permitirle el paso, muy restringido, al«noviciado» científico (especialización, cursos de doctorado, becasde investigación, profesor ayudante, profesor asociado, etc.).Y cuando, por referimos solo al caso del Estado español, la TesisDoctoral primero y sobre todo la Titularidad después, lo consagran como científico con plena capacidad investigadora, ya notoma decisión individual alguna (aunque, evidentemente, siempre hay excepciones), pues ya forma parte de un paradigma y deuna comunidad científica que lo llevan a interpretar el mundode una manera determinada, y a fabricar los datos y los hechossegún las pautas de interpretación de su paradigma y de su comunidad científica (véase un análisis de estas cuestiones en Giere,1989; Tweney, 1994). Estamos, pues, una vez más, ante el eterno

problema de la psicología social, aunque esta vez en el terreno delanálisis del conocimiento científico (véase Doménech, 1998): elde su incapacidad, hasta ahora, para unir adecuadamente individuoy sociedad y no disociarlos en dos mitades conceptuales.

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LA PSICOLOGÍA SOCIAL DE LA CIENCIA Y EL GIRO «SOCIOPSICOLÓGICO».

Finalmente, y dado el predominio positivista en psicología,no debería extrañarnos que uno de los objetivos de la psicologíade la ciencia haya sido justamente explicar los factores irracio

nales que «desempeñan algún papel en la producción, adquisición y cambio de creencias científicas» (Shadish, Fuller y Gorman, 1994, pág. 12), no en la producción de la ciencia y el conocimiento científico, sino solo en las creencias científicas. Nuevamente queda a salvo la cámara santa de la ciencia. Y es quecon frecuencia los psicólogos de la ciencia tienen como objetivo

 justamente salvaguardar esa cámara santa. La función, pues, dela psicología social de la ciencia sería precisamente eliminar tales;errores, limpiando la racionalidad científica de irracionalidadesy estorbos de todo tipo. Por consiguiente, insisto, la psicologíade la ciencia tal como la están desarrollando los psicólogos, trataaquellos tópicos que no ponen en riesgo a la sacrosanta ciencia,no entrando en su cámara sagrada: de esta manera, la psicología

de la ciencia solo serviría para entender mejor, pero superficialmente y de una forma muy limitada, dado su reduccionismoindividualista, el funcionamiento de la ciencia, pero no paraponer en tela de juicio la racionalidad de tal funcionamiento.

6. Conclusión

Como aquí hemos visto, la Sociología de la ciencia se llamaasí porque han sido sociólogos quienes la han hecho y la handesarrollado. De ellos es, indiscutiblemente, todo el mérito dehaber abierto esta interesante vía. Sin embargo, si queremos llamar a cada cosa por su nombre, creo que deberíamos llamarla, másbien, Psicosociología de la ciencia, que es lo que realmente es.

Pero, eso sí, dejando bien claro el casi nulo protagonismo de lospsicólogos y hasta de los psicólogos sociales en esta empresa, almenos hasta el momento.

En conclusión, ¿qué aporta, o puede aportar, la psicología sociala los estudios sociales de la ciencia y a una nueva visión de esta?La respuesta se me antoja evidente: su aportación es fundamen

tal, al menos en la línea de «desacralizar» la ciencia, que al fin y

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ANASTASIO OVEJERO BERNAL

al cabo era una de las más importantes tareas pendientes de la

Ilustración. En efecto, después de Nietzsche, Heidegger, Witt-

genstein y Foucault, y, ya en el campo de la microsociología de

la ciencia, tras los estudios de Latour, Woolgar, Lynch, Knorr-

Cetina, Collins, etc., ya no podemos mantener la misma visión

de la ciencia que teníamos hasta no hace mucho, que era todavía

la visión idealizada que de ella tenían los ilustrados: la ciencia

no debe ser más la heredera de la religión ni el conocimiento

científico el heredero de los dogmas religiosos, ni los científicos

los sacerdotes de la modernidad. La ciencia es una actividadhumana como otra cualquiera —que no es poco— y, por ello,

está influida también, como otra actividad humana cualquiera,

por factores psicosociales como las relaciones interpersonales e

integrupales, las relaciones de poder, etc., de forma que el cono

cimiento científico no es un conocimiento obtenido desde luga

res privilegiados, sino un conocimiento entre otros muchos, esdecir, una interpretación de la «realidad» como otra cualquiera,

es un constructo social en cuya construcción son esenciales los

dispositivos retóricos, discursivos y literarios, tanto orales como

escritos, e incluso instrumentales (microscopios, escalas, paque

tes estadísticos, etc.), así como los valores que imperan en cada

circunstancia social e histórica (véase Echeverría, 2002). La

ciencia, en definitiva, es una práctica social que persigue, como

cualquier otra práctica social, efectos de poder. La modernidad

ha pasado o, al menos, se está transformando radicalmente,

abandonando a su suerte a los mitos en los que se basaba, entre

los que destacaban justamente la Razón y Ciencia. Por ello, una

de las características fundamentales de los nuevos tiempos con

siste precisamente en la fragmentación de la razón científica.

Y es que, como diría Nietzsche, también en física Dios ha muerto

y ya no hay certezas de ninguna clase. La verdad no existe en las

ciencias sociales, pero tampoco existe en las ciencias naturales:

la verdad es cosa de este mundo, es cosa de humanos, cosa de

negociación, de consenso y, por tanto, de poder entre los seres

humanos. Pero es que, además, todo el andamiaje de laboratorios,experimentos, hipótesis, contrastación rigurosa de hipótesis, etc.,

no son a menudo sino una mera retórica de la verdad que persi

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LA P SICOL OGÍA SOCIA L DE LA CIENCIA Y EL GIRO «S< >1 l( )PS1('( )l ,Ó( II( ( i.

gue, como persiguió siempre toda retórica de la verdad, efectos de poder. Ello abre las puertas, tal vez definitivamente, a la psicología social de la ciencia, pues no olvidemos que los científi

cos están sujetos a los mismos procesos psicociales que lasdemás personas, por lo que para entender su conducta, incluso laque tiene lugar dentro de los laboratorios, se pueden y se debenaplicar las mismas teorías que intentan explicar el comportamiento humano (véase Ovejero, 1998), pero como también laconducta de los científicos debe ser contextualizada histórica yculturalmente para poder ser entendida cabalmente, la psicología

social de la ciencia debe ser también, además de crítica, culturale histórica. Estos son los retos que el futuro inmediato plantea alos psicólogos sociales, entre los que sin duda no es el menor elque psicólogos sociales y sociólogos sean capaces de trabajar

 juntos y de colaborar mutuamente, lo que hoy día parece ser másfácil y más probable que hace unos años, dada la apertura defronteras que la psicología social está realizando desde hace un

cuarto de siglo, sobre todo desde la llamada psicología social crítica (véase Ovejero, 1999, 2000b).

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Las ciencias sociales en la crítica de la tecnociencia

(Para moderar el optimismo del doctor Pangloss)

Por Eduardo FERN ÁN DE Z GIJÓN

Universidad de Valladolid

Está demostrado, decía Pangloss, que las cosas nopueden ser de otra manera que como son, pues estandotodo hecho para un fin, todo es necesariamente para elmejor fin. Nótese que la narices han sido creadas para llevar antiparras, y por eso antiparras tenemos; que las pier

nas fueron visiblemente instituidas para que las enfundásemos, y tenemos calzones. Las piedras hechas para sertalladas y construir castillos con ellas, y por eso monseñorposee un castillo suntuosísimo, porque el varón másgrande de la provincia es quien ha de estar mejor alojado;y como los cerdos han nacido para que se los coman,comemos cerdo todo el año; por consiguiente, los queafirman que «todo está bien», han afirmado una necesidad, pues debieron decir que todo está «lo mejor posible».

V o l t a i r e , Cándido o el optimismo

Ex p e r t o s y legos tienen sus ideas, de tono más triunfalistamás sombrío, acerca de los efectos de la ciencia y la tecno

logía sobre nuestras vidas. La opinión pública refleja el desconcierto y la confusión, los temores y las esperanzas que los ciudadanos sienten con respecto a los logros espectaculares de la lec-nociencia en los últimos tiempos. Todos nos hacemos preguntas,por ejemplo, acerca del cambio climático o de la investigacióncon embriones humanos, los alimentos transgénicos, los avancesen la erradicación de algunas enfermedades, la persistencia de

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

males antiguos o la aparición de otros nuevos, la verosimilitud deesos seres biónicos, síntesis del hombre y la máquina que, segúnparece, pueden estar a punto de poblar nuestro mundo, alterandoquizá la vida, al menos tal y como la conocíamos hasta ahora.Pero también nos preguntamos, por ejemplo, por qué no se hancumplido tantas promesas recientemente divulgadas por gentesexpertas que invocaban con arrogancia la Razón Tecnocientífica.¿Por qué no han desaparecido los ciclos económicos, tal y comoalgunos vaticinaban? ¿Por qué los monopolios no se han desinte

grado en esa dinámica de descentralización del poder económicotantas veces descrita y, en cambio, asistimos diariamente a nuevas fusiones entre gigantes empresariales? ¿Qué ha sido de ladesaparición de las fronteras y del ocaso del Estado-Nación? Enfin, ¿por qué se retrasará tanto ese final feliz de las ideologías yde la Historia que algunos científicos sociales pronosticaroncomo cosa inevitable? Bien sabemos que los canales de divulga

ción científica funcionan defectuosamente la mayoría de la veces,pero estas y otras tantas perplejidades descienden con relativafacilidad de la comunidad científica a la ciudadanía.

Una crítica de la tecnociencia, realizada por los propiosexpertos, por gentes de la ciencia y la ingeniería, puede tenerefectos sociales muy beneficiosos en un doble sentido. En primer

lugar, puede contribuir a moderar esas formas de la arroganciay el narcisismo que nunca son buena compañía cuando se tratade comprender con racionalidad lo que acontece y la parte deresponsabilidad que tenemos en ello. Por otra parte, puede irperfilando una vía más en el intento de aproximar a legos yexpertos, facilitando el difícil objetivo de un verdadero controldemocrático de la ciudadanía sobre las realizaciones de ciencia

y tecnología.Si nos fijamos en el significado de algunas de las preguntas

planteadas al principio, se comprenderá que es prioritario desarrollar esa crítica como autocrítica, es decir, en el interior mismo dela ciencia y, obviamente también, en el ámbito particular de lasciencias sociales. Así concebida, la crítica debe ayudamos a desvelar las condiciones culturales en general, económicas y políticas sobre las que construimos nuestros discursos, nuestros diag

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA D E LA TECNOC IKNÍ 'IA

nósticos y anticipaciones. Habrá de ser, por lo tanto, crítica cultural y crítica política, destinada fundamentalmente a iluminarlas relaciones —tan a menudo ensombrecidas— entre ciencia,

tecnología y sociedad. La ansiedad y el afán desbocado poracumular resultados que suelen caracterizar la investigación científica en nuestros días apenas dejan hueco para una reflexión crítica interna. Innovación a ultranza es el lema. Las modas intelectuales se suceden a velocidad de vértigo, impidiendo todaposibilidad de parada autorreflexiva. La obsolescencia programada rige también en el universo de los conocimientos. A diferencia de lo que sucede en el terreno del arte, en el que, por logeneral, se tiene una conciencia muy viva del pasado, de la historia y del contexto social en que se producen las obras significativas, en el campo de las ciencias suele ofrecerse la imagenacrítica de que todo el pasado está contenido en el presente. Lahistoria de la ciencia, sin embargo, es el recurso imprescindiblede cualquier enfoque crítico. Las ciencias sociales, en fin, tienenahí la oportunidad de seguir realizando una contribución significativa. Por esto mismo resulta necesario seguir profundizando enlos estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad, reflexionandotanto sobre aspectos particulares de la actividad científica, cuanto sobre sus fundamentos epistémicos o sus implicaciones sociales. Los científicos e investigadores, por su especial capacitación,

no pueden eludir la responsabilidad de participar activamenteen el debate público sobre cuestiones como la enseñanza de lasciencias, su vulgarización ideológica, su función económica en lasociedad de libre mercado, sus estrechos vínculos con la industria en general, con la industria armamentística en particular, ytantas otras.

Cuando, en 1955, Albert Einstein y otros once premios Nobel

firmaron el célebre manifiesto «Einstein-Russell» conseguíanuna resonancia social que rara vez se ha igualado en la recientehistoria de los testimonios autocríticos de la ciencia. Y no es queno haya habido otros episodios parecidos desde entonces. Diríase, más bien, que su impacto social tiende a debilitarse fatalmente frente a la presentación triunfalista de la ciencia en sociedadque orquestan los poderes establecidos. Con todo, las reacciones

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EDUARDO FERNÁ NDEZ GIJÓN

sociales ante el progreso acelerado de nuestros conocimientos ysus prodigiosas aplicaciones siguen reflejando la misma ambi

valencia irreductible de una rica tradición de mitos sobre el sabery el poder de los humanos, tan antigua, quizá, como la humanidad misma. En  La compra del cobre Bertolt Brecht escribía:«Cuantas más cosas arrancamos a la naturaleza gracias a la organización del trabajo, a los grandes descubrimientos e invenciones, más caemos, al parecer, en la inseguridad de la existencia.No somos nosotros quienes dominamos las cosas, según parece,

sino las cosas las que nos dominan. El caso es que esta aparienciasubsiste porque algunos hombres, por medio de las cosas, dominana otros hombres. No seremos liberados de las fuerzas de la naturaleza hasta que no seamos liberados de la violencia de los hombres.Si queremos beneficiamos, como humanos, de nuestro conocimiento de la naturaleza, nos hace falta añadir a nuestro conocimiento

de la naturaleza el conocimiento de la sociedad humana» ’.En lo que sigue pretendo examinar algunas razones que, a mi

 juicio, explican el predominio en el presente de una visión determinista de la tecnociencia profundamente arraigada en la imaginación colectiva. Opino que existe un conjunto de factores interre-lacionados, de carácter sociohistórico y cognitivo, que impulsanese proceso en el cual va reforzándose la creencia de que todoprogreso humano tiene su origen en el avance de ciencia y tecnología. La tentativa de análisis tiene, por tanto, dos vertientes,la sociológica y la epistemológica. Asumo sin reservas que lanoción de tecnociencia resulta adecuada para designar una práctica en la cual la interdependencia de ciencia y tecnología esnotablemente más estrecha a partir de la segunda mitad del siglo xx

que en cualquier otro periodo histórico. La denominada cienciapura (o investigación básica) está hoy más que nunca influidapor los desarrollos de la instrumentación tecnológica y es llevada a cabo, cada vez más, con una concentración de recursos únicamente factible gracias a los excedentes de la tecnología industrial. Por otra parte, trátese de investigación pura o aplicada,

1 He tomado y traducido esta cita de Ixvy-Leblond, J. de sel,Fayard, París, 1981.

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LAS CIEN CIAS SO CIALES EN L A CRÍTIC A DE L A TIÍ C N Í)( ll - Nc IA

ambas cosas están a su vez relacionadas hoy con las necesidadesde consumo de las sociedades más avanzadas. Es una ingenui-dad ignorar que los intereses esencialmente mercantiles de las

instituciones científicas más poderosas —públicas o privadas, eníFmdustria, los laboratorios, la medicina, la universidad— deter-minan un orden de prioridades en la agenda de la investigacióntecnocientífica. Nada sorprendente si se reconoce el hecho deque la tecnociencia se ha convertido en una fuerza productiva—material y simboEca— de importancia extraordinaria dentrodel sistema socioeconómico. Y, en este sentido, los productores de

conocimiento, trabajadores asalariados en el interior del complejotecnocientífico no autónomo, disponen de una débil capacidad deautogestión de su actividad (situación, por cierto, escasamentefavorable a la autocrítica que aquí se propugna). La idealizaciónde la investigación científica como actividad desinteresada quepersigue, antes que nada, el objetivo del conocimiento en sí mismo,y lo alcanza tanto mejor cuanto menos acuciada está por proble

mas de tipo práctico, concuerda mal con una imagen realistade la tecnociencia institucionalizada, de rígida jerarquización ydivisión del trabajo, y gobernada por reglas semejantes a las queoperan en cualquier práctica empresarial. Incluso en los márgenes de la «Gran Ciencia», en las universidades, por ejemplo, y encampos de especialización no directamente vinculados a asuntosprácticos, se reproducen e interiorizan mayoritariamente pautas

de comportamiento forjadas en el mundo de los negocios. Términos como excelencia, mérito, productividad, innovación, com-petitividad, etc., tienen aquí, por más que se pretenda lo contrario,un significado especialmente borroso. Todo ello bastante alejado de esos «microclimas intelectuales» que Merton considerabaimprescindibles para estimular la creatividad científica, y en losque incluso, en ocasiones, se producían episodios de serendipity2.

2 A comienzos del 2003 moría el gran sociólogo estadounidense RobertK. Merton. Poco antes se había publicado su último libro, escrito en colaboración con Elinor G. Barber, Viaggi e avventure della Serendypiti. II, Bolonia,Mulino, 2002. El texto reproduce íntegramente un manuscrito de 1958, junto auna introducción de J. L. Shulman y un Prefacio y un Posfacio del propio Mer-

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

La historia de la idea de Progreso remite a los orígenes mismos de la civilización occidental. En su largo recorrido incorporalas formas del ideal, la creencia, la profecía, la doctrina, la ideología. Aquí me ceñiré a la fase que transcurre desde el periodo desu auge y consolidación en la modernidad hasta nuestro presente, época en que la sola invocación del término casi mítico suscita por igual esperanzas de liberación y temores de barbarie 3.

La idea de Progreso se reconstruye sin pausa como correlato de fenómenos diferentes, con mayor o menor peso en distintas circunstancias. Así, como estrategia orientada al logro demejoras sociales, políticas y culturales; como aumento del bienestar material; como camino hacia el objetivo más huidizo de lafelicidad, de la realización plena de lo humano, de alguna clase

de redención profana. Y, por supuesto, la idea de Progreso comocorrelato del desarrollo de la ciencia y la técnología modernas.Es este último supuesto el eje de algunas preguntas que in

tentaré plantear, habida cuenta de que, aunque la relación entredicha idea y los avances de la tecnociencia no ofrece por sí solael significado total de la misma, sí ilustra algunas de sus facetasmás reveladoras y ayuda a comprender lo esencial de las con

troversias en los campos de la filosofía y la sociología de la ciencia sobre la dinámica del conocimiento, de los saberes científicos y sus aplicaciones, de la categoría misma de racionalidad.

Es bien conocido el vínculo entre la moderna ideología delprogreso y los ideales de modernización emergentes en el siglo xvn,los cuales, a través de distintos avatares, evolucionan hasta elpresente reforzando un vínculo, débil aún en sus orígenes, entre

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ton. Es de señalar que la primera edición en todo el mundo se ha realizado enlengua italiana. En el magnífico texto —que su autor relaciona con otro bienconocido: A hombros de gigantes, Barcelona, Península, 1990— se analiza enprofundidad uno de los célebres motivos mertonianos, el de la serendipity.

3 Para una reconstrucción histórica de la idea de progreso puede consul

tarse, por ejemplo, Nisbert, R.,  Historia de la idea de progreso, Gedisa, Barcelona, 1981.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TECNOCIENCIA

saber y poder. Vínculo que contiene una promesa y una amenaza.Habrá que preguntarse, por tanto, si la concepción de un desarrollo autónomo —autoimpulsado— de la ciencia se correspondecon la creencia en un movimiento general de la Historia que procede imparable y linealmente desde estadios inferiores hacia sunecesaria culminación. ¿El desarrollo del conocimiento —y conél, un progresivo perfeccionamiento de las condiciones de nuestraexistencia— responde, «panglossianamente», a un plan superiororientado hacia un telosl Una reflexión epistemológica sobre loscambios cognitivos desemboca inevitablemente en otra, de cortesociológico, sobre los cambios institucionales que los acompañan y permiten interpretarlos.

II

Durante los siglos xvn y xvra se produjo una célebre disputaque agitó el mundo de la ciencia y la filosofía, de la literatura, lasbellas artes y la religión. Se trataba de la querelle des anciens et de modemes. La excelencia de la sabiduría y el arte antiguos se va acomparar en esta época con la fecundidad del pensamiento científico, las nuevas invenciones y un extenso programa de reformasde todo tipo. El siglo de Pendes o la era de Augusto fueron recon

siderados desde diversos ángulos con el fin de resaltar el incremento de los conocimientos a lo largo de estas dos centuriasmodemizadoras. Ahora, gracias a la ciencia experimental, seríaposible transformar la naturaleza de acuerdo con las necesidadeshumanas. El desencantamiento del mundo, la erradicación de loselementos mágicos iniciada en el siglo xvn, será una tarea progresiva en la que confluyeron numerosos estímulos4. Factores socia-

4 Max Weber analizó la influencia del racionalismo ascético en ese proceso, y proponía establecer su relación con «el racionalismo humanista y susideales de vida e influencias culturales, y, ulteriormente, con el desarrollo delempirismo filosófico y científico, con el progreso técnico y con los valoresespirituales de la cultura». Weber, M., Ensayos sobre sociología de la religión I, Taurus, Madrid, 1984, p. 166.

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I•! )lJARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

les, religiosos, técnicos, militares, económicos o políticos fuerondando forma a esa mutación 5.

El significado que desde entonces damos al término «progreso» difiere sutilmente del que tuviera su étimo latino  pro gressus (progredior). Si este designaba de forma neutra un desplazamiento hacia delante en el tiempo o en el espacio, nuestromoderno «progreso» se reviste de una mayor carga valorativapara designar la acción o el efecto de crecer o mejorar. La creencia extendida en un avance general de la historia en el que,

grado a grado, va dándose cumplimiento a una promesa inscritaen el origen mismo del proceso es, fundamentalmente, producto dela cultura de la ilustración tardía y del positivismo. Puede considerarse, así, que la fe en el progreso es una ideología reciente.Sin embargo, como vemos, también es posible asociar los orígenesde esa fe con los ideales de modernidad surgidos en el siglo xvn,en un clima de disputas entre antiguos y modernos en el que

Bacon definirá su programa para una Instaurado magna del saber.La reacción contra la estéril metodología especulativa del pasado, la exaltación de los experimentos controlados como procedimiento para desentrañar los secretos de la naturaleza, ya habíansido de alguna forma anticipadas en el siglo anterior, pero esindudablemente Bacon quien con mayor vigor y sistematicidad

formuló nuevos métodos para afrontar los problemas interrogando directamente a la naturaleza. La decisiva contribución deeste y otros grandes científicos y filósofos que animaron la revolución científica ha llevado a menudo a extraer conclusionesapresuradas acerca de una relación demasiado directa entre suspropuestas y la moderna ideología del progreso. No es raroencontrarse con textos en los que se presenta a Bacon y a otros

exponentes de aquella revolución como los primeros forjadoresde una doctrina en la cual los avances de la ciencia y la técnicavan acrecentando nuestro dominio sobre las cosas y, en definitiva, constituyen el signo y la medida de todo progreso y civilización. Sin embargo, tal caracterización no es del todo justa. La

5 Véase, Merton, R. K., Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII, Alianza, Madrid, 1984.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LATECNOÍ II N< ’IA

aseveración de Bacon de que la auténtica finalidad del saber esla utilidad no es solo interpretable como simple afirmación de unprincipio pragmático y utilitarista, sino como visión más proble

mática y comprometida de un progreso del conocimiento que debería contribuir a mejorar la vida humana. El objetivo que persiguen las nuevas ciencias es el de extender la soberanía delhombre sobre la naturaleza, pero en lo concerniente al futuro nadagarantiza que el camino a recorrer esté libre de obstáculos yaccidentes, ni que estos vayan a desaparecer gracias al inexorable impulso de la Historia. Para Bacon saber es poder, «la cien

cia del hombre es la medida de su potencia, pues desconocer lacausa es hallarse incapacitado para producir el efecto» 6. Esto,sin embargo, no le hace albergar demasiadas ilusiones sobre lasuerte futura y la estabilidad moral de la sociedad. Ciencia, técnica, dominio sobre las cosas, no son, por sí solos, instrumentosde la liberación del hombre. Otros valores, religiosos, morales opolíticos, son inseparables de la «instauración» deseada, condicionan su realización e impiden que el entusiasmo se conviertaen fe ciega.

Es cierto que Bacon, al sostener una perspectiva utilitaria delconocimiento, estaba inmerso en un clima cultural que, con eltiempo, será el caldo de cultivo de una doctrina del progreso másarticulada y de una ideología tecnicista sobre la cual se sigue discutiendo vivamente en el presente. Pero, conviene tener en cuenta ciertas precisiones como las hechas por el historiador de laciencia Paolo Rossi en su defensa del Lord Canciller frente a susdetractores neopositivistas, popperianos y francfortianos 7.

Por medio de una convincente argumentación y abundantesejemplos, rebate Rossi una por una las acusaciones que distintos autores han vertido sobre Bacon. Demuestra que una lectura

atenta de su obra no permite calificar el modelo de ciencia baco-niano como empirismo ingenuo, conocimiento desprovisto deteoría, basado únicamente en la acumulación de datos y observaciones sin selección. También critica el historiador italiano

6 Bacon, F., Novum organum, Sarpe, Madrid, 1984, p. 33.7 Rossi, P., Las arañas y las hormigas, Crítica, Barcelona, 1990, pp. 80-110.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

algunas tesis contenidas en  Dialéctica de la Ilustración, la obrade Horkheimer y Adorno, de 1947 8, tan rica, por otra parte, en

claves que siguen resultando muy útiles para una autocrítica dela ciencia a comienzos del siglo xxi, y en las que me detendrémás adelante. La opinión bien razonada de Rossi es que carecede fundamento atribuir a Bacon una especie de papel inauguralen lo que desde su época vendría siendo un proceso de legitimación ideológica del statu quo, de encubrimiento de las relaciones de poder en las que se basa, facilitado especialmente por un

modelo de conocimiento identificado con la racionalidad instrumental, con el dominio ilimitado y violento de la naturaleza. Noexiste, según Rossi, justificación alguna para convertir a Baconen el «símbolo de esta nefasta identificación», para situarlo en elorigen de una forma de racionalidad que constituye el firmesoporte ideológico de una cultura mercantilizada y deshumanizada.

A pesar de los señalados puntos críticos, una reconstrucciónhistórico-ideológica como la realizada por los francfortianos esreferencia imprescindible para la crítica de un modelo de cienciaque, fundido con el proyecto de la técnica, termina cristalizandoen el dogma de una sociedad ilustrada que vuela imparable yautopropulsada hacia el final feliz de la historia.

III

A lo largo de todo el siglo xvn se concedió una importanciacrucial al desarrollo de las artes mecánicas y a la capacidad deinvención y experimentación en tanto que elementos del progre

so del conocimiento en general. El aprendizaje continuo y progresivo es patrón del cambio histórico, y este discurre en lasegunda mitad del siglo a la par que se afianzan las bases mecánicas del conocimiento de la naturaleza. A partir de ahí, en elcurso del siglo xvm, va perfilándose un complejo tránsito desde

8 La obra había sido publicada originariamente con el título de Fragmen-tos filosóficos, en 1944, en una edición fotocopiada de quinientos ejemplares.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LATH CNt)( 'I!ÍN( IA

el mundo natural al mundo social. La Ilustración añade nuevosmotivos e ingredientes a la concepción del progreso, pero no todosellos aparecen como piezas de un conjunto homogéneo. En rigor

no puede afirmarse que por entonces estuviera ya definitivamentesancionada la supremacía de una única episteme. Va extendiéndose, desde luego, una preocupación más comprehensiva por lanaturaleza racional del hombre. Se trata de promover no solo eldesarrollo de las ciencias y las técnicas, sino el desarrollo económico, jurídico, político, moral. Prolongando una tradición iniciada ya por Bacon 9, se refuerza el interés por lograr una planificación racional de la sociedad humana y, a pesar de las reacciones y divergencias, no deja de expandirse una idea de progreso vinculada al irresistible ascenso de la burguesía, a la conciencia histórica que de sí misma va forjándose la sociedad ilustrada, comercial y protoindustrial europea.

Con todo, el entusiasmo y las expectativas relativamente

optimistas sobre el tipo de sociedad que la razón humana podríaconstruir no cuajan aún, durante el siglo de las Luces, en unadoctrina del progreso sólida y coherente como la que irá surgiendo a lo largo del siglo xix. Y ello siempre teniendo en cuenta que el esquema de racionalidad que se va configurando enabsoluto aparece todavía como cosa definitivamente compacta ysin fisuras. Basta pensar en Hume, quien, como se sabe, atri

buía una importancia decisiva al hábito y al instinto en la utilización de ese atributo exclusivamente humano que llamamos razón.Según Hume, dado que no tenemos justificación lógica ni experimental para asegurar que las cosas seguirán comportándosecomo se han comportado hasta el momento, en el punto en queno podemos servimos de argumentos demostrativos nuestroúnico recurso son las creencias y un esceptismo moderado10.

9 Véase, Merton, R. K., «Descubrimientos únicos y descubrimientos múltiples en la ciencia» (leído en conmemoración del 400 aniversario del nacimientode Bacon), en La sociología de la ciencia 2, Alianza, Madrid, 1977, pp. 444-476.

10 Hume, D  La investigación sobre el conocimiento humano, Alianza,Madrid, 1960.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

Así pues, la fe en el progreso tiende a consolidarse como ideología a lo largo del siglo xix. El progreso se concibe como unaley universal de la historia que corresponde al despliegue de unatributo natural del hombre. Una dinámica que empuja ese encadenamiento de cambios acumulativos orientado hacia una meta,en la cual va identificándose el crecimiento de la ciencia y la técnica con todo progreso político y moral, más aún, se consideraque este es consecuencia necesaria de aquel y que toda actuaciónracional está basada en el desarrollo del conocimiento científicoy en el de sus aplicaciones técnicas. La historia es contempladacomo una secuencia lineal y homogénea que encadena pasadoy presente con un futuro en el cual las expectativas de la civilización occidental se confunden con el destino universal de lahumanidad.

Tales eran algunos de los supuestos de aquellos herederosdel humanismo y de la nueva ciencia que creyeron en su tiempo

ocupar el centro de la historia universal e imaginaron estar construyendo racionalmente modelos de vida universalmente válidosy extensibles a todo el orbe. Una misma fe los llevaba a concebir el dominio absoluto sobre la naturaleza y la oportunidad decivilizar a los pueblos bárbaros, trasladando los beneficios delprogreso a todos aquellos que aún no disfrutaban de los mismos.Y es casi innecesario señalar que este ideario impregna todavía

nuestra conciencia histórica moderna: la Historia, a favor de laRazón —y de su plasmación en la Tecnociencia—, avanza gradualmente, mejorando las condiciones de vida, haciendo a loshombres más sabios, mejores y más felices.

La otra cara de la profecía comienza a ser desvelada en Occidente desde los comienzos del siglo xx y se difunde a lo largo detoda la centuria en un clima de pesimismo, temores y evidencia

de la dominación cuyos hitos destacables son las dos GuerrasMundiales. A pesar de la capacidad del sistema capitalista paraencajar sus periodos de crisis — y aun para salir reforzado de losmismos—, a pesar de su incontestable victoria ideológica, en laconciencia colectiva de los vencidos en todas las batallas delsiglo se acrecienta la desconfianza en las viejas promesas de progreso, lanzadas en nombre de la Razón y de la Ciencia. Desde

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LATECNOCIENC IA

entonces, como se sabe, a través de episodios de distinto signo,el tema de la crisis de civilización reaparece de forma constante

hasta nuestros días, reuniendo unos motivos u otros. Ante la evidencia de un rumbo histórico que suministra por igual documentos de civilización y documentos de barbarie 11, en el conflicto de las ideas y de los sentimientos, dos posiciones extremasse enfrentan entre sí con un falso problema de por medio. A favorde la razón y de la ciencia florecen el fanatismo y la autocom-placencia que sacralizan un concepto de racionalidad dogmático

y cientificista, y un concepto de modernidad etnocentrista yexcluyente. En contra de la razón, de la racionalidad científico-técnica y de la modernidad, una variada gama de reaccionesrománticas, con su componente idealista y contrailustrado. «Apocalípticos e integrados», se decía hace algún tiempo. «Conectados y desconectados», empieza a decirse ahora, aunque no paradesignar dos tipos de mentalidad o dos ideologías, sino desiguales oportunidades de acceso a algunos beneficios del progresotecnocientífico.

IV

Sin embargo, no puede ignorarse que la misma crisis de legitimación de la ciencia contemporánea ha promovido un pensamiento crítico no vanamente anticientífico o antirracionalista. Lasviejas dicotomías de origen humeano, reelaboradas por el positivismo: hechos frente a valores, plano positivo frente a planonormativo, etc., interpretadas como lo que son, es decir, demarcaciones de carácter lógico, no son, a mi juicio, tan mistificadoras

como se afirma a menudo. Eso sí, conviene interpretarlas en sus justos términos, sin elevarlas a la categoría de dogmas, esto es,sin confundir oposiciones y contradicciones en el plano del razonamiento lógico con oposiciones y contradicciones empíricasinherentes a las acciones humanas. De este modo, la recomen

11 Véase, Benjamín, W., «Tesis de filosofía de la ciencia», en  Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

dación de evitar ese paralogismo consistente en confundir losplanos de la bondad o maldad técnico-práctica con la epistemo

lógica es perfectamente razonable, porque revela que las másgraves amenazas para la vida provienen hoy de la mejor ciencia,de la llamada tecnociencia, y no precisamente de formas espurias o seudocientíficas practicadas por maléficos aprendices debrujo. Y ahí también hallaríamos los remedios si fuéramos capaces de encontrar el modo de socializar esa gran empresa de laRazón, es decir, de reintroducirla en su dimensión ético-política.

Creo que es a Einstein a quien se atribuye la frase: «No hayque confundir la sopa con el sabor de la sopa». Sin duda, soncosas distintas desde el punto de vista lógico. Como suele decirse, la realidad está ahí afuera. Ocurre que nosotros estamos dentro de ese afuera inabarcable, afanándonos en la elaboración demapas y artilugios materiales o simbólicos que nos sirven para

orientamos. Las manzanas siguen cayendo de los árboles obedeciendo a leyes que conocemos hoy mejor que Newton. A laciencia, en principio, no le interesa el sabor de las manzanas—aunque también sobre gustos hay mucho escrito y razonado—,pero a los seres humanos sí. Por eso, reconociendo que, cuandose rebasa el círculo de la necesidad —que atenaza, por cierto amás de tres cuartas partes de la humanidad— , casi todo lo importante en la vida es, por así decir, cuestión de gustos y de sabores,de valores sobre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, etc., laidea de una autocrítica de la tecnociencia se presenta, así, nocomo acta de defunción de la razón ilustrada, sino como tentativa de que su herencia sirva para orientamos también en el planonormativo. Un relativismo razonablemente moderado, a la bús

queda siempre de lo humano-universal, es el principio básico dedicha crítica, y se opone a cualquier forma de realismo insípidosin sujeto.

La ciencia es una actividad que no se limita a investigarcómo es el mundo, cómo funcionan las cosas, sino que transforma el mundo en función de valores y fines opcionales. La racionalidad crítica, intersubjetiva, ha de presidir el debate ético ypolítico sobre los fines humanos. Y encontraremos que tambiénen este plano —aunque no solo en él— la verdad científica es

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TECNOC'lliNC 1A

aproximativa y contextual, es decir, relativa a una comunidadcientífica que asume determinados patrones cognitivos, creencias y valores en una determinada fase del desarrollo de la ciencia. Lo cual, según creo, no nos hace precipitamos en un relativismo sin límites, ni nos obliga a considerar el resultado de lainvestigación científica como mero subproducto de fuerzas sociales. Es esta una reducción sociologista que sigue debilitando la crítica de algunos estudios metacientíficos etiquetablescomo relativismo o constructivismo radicales. Algo de eso, asimismo, resuena en el trompeteo de antiguos y nuevos «apocalípticos». Pero frente al irresistible fenómeno de la mercantili-zación de la tecnociencia contemporánea —paralelo al de lamercantilización del conjunto de las relaciones sociales—, frente a la usurpación excluyente y la militarización que en la actualidad sufren los conceptos de progreso y modernidad a manos dela tecnocracia neoliberal, no solo retumban las trompetas de losapocalípticos, sino que afina su crítica un racionalismo renova

do n . La vieja dicotomía intemalismo-extemalismo que duranteaños orientara el sentido de tantas controversias en el campo dela filosofía de la ciencia exhibe más que nunca su acento acade-micista.

El concepto de reflexividad tan corrientemente utilizado ensociología nos ha ayudado a comprender cómo el lenguaje, losvariados sistemas de comunicación que utilizamos los humanos

no son un mero reflejo de la realidad, sino que contribuyen decisivamente a su construcción y configuración. De modo quelas elaboraciones científicas aparecen no como simples imágenesespeculares de la realidad que tratan de interpretar, sino comofactores determinantes de su conformación. Es una manera desuperar el realismo ingenuo, subrayando la importancia del conocimiento como elemento que moldea lo real y no se limita a

trancribirlo unívocamente en nuestros pensamientos. El conocimiento tiene su origen en circunstancias histórico-sociales sobre

12 En la línea, por ejemplo, de las ideas para un «racionalismo bien temperado» propuestas por Fernández Buey, F.,  La ilusión del método, Crítica,Barcelona, 1991.

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las cuales actúa a su vez como elemento condicionante. Ya Dur-kheim, en el prólogo a  Las formas elementales de la vida reli-

giosa 13, se proponía sociologizar las categorías kantianas delconocimiento. La sociedad, según él, produce los conceptos yrepresentaciones que manejamos para dar nombre a las cosasreales. Sin embargo, Durkheim no se plantea en profundidad lavirtual inadecuación entre la cosa y lo que la representa, ni losfactores que pueden mediatizar la relación entre ambos. El todoorgánicamente integrado que es la sociedad filtra de forma direc

ta y unilateral los contenidos reales, fijándolos en imágenesy categorías del conocimiento que traducen en su literalidad elmundo (aunque más literalmente cuanto más avanzada sea lasociedad). Como ha señalado Merton, Durkheim fue un pionero en relacionar las variaciones en los sistemas de conceptos convariaciones en la organización social, pero no logró demostrar elorigen social de las categorías14. En la concepción durkheimia-na la organización lógica, en definitiva, termina por independizarse de la organización social cuando se ha logrado extirpar deaquella los elementos subjetivos que la perturbaban en sociedades menos desarrolladas, cuando se desmorona finalmente el marcolocal de referencia gracias a la extensión y enriquecimiento delos contactos interculturales y de la comunicación. Tanto más

oblicua y distorsionada aparecerá la imagen que refleja lo real enel conocimiento cuanto menor sea el nivel de desarrollo alcanzado por la organización social. Lo que significa que una mayoradecuación objetiva es directa consecuencia de una sociedadmás avanzada que, por tanto, ha perfeccionado sus métodoscientíficos y aumentado el grado de abstracción del lenguaje queda forma a los conceptos y modos de pensamiento.

Se puede decir que las consideraciones epistemológicasde Durkheim adolecen de una cierta simplicidad producto de suelaboración dentro de un esquema demasiado lineal, construido,

13 Durkheim, E.,  Las formas elementales de la vida religiosa, Akal,Madrid, 1982, pp. 1-17.

14 Merton, R. K., «Paradigma para la sociología del conocimiento», en La sociología de la ciencia I, Alianza, Madrid, 1977, p. 68.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA 1)1 1A 11 < Ni « I! : n 1 \ 

entre otras cosas, sobre la discutible suposición de que desde laprenoción se asciende al concepto, del conocimiento ordinarioal conocimiento científico, como se progresa de sociedades pri

mitivas donde prevalece la subjetividad hasta sociedades másavanzadas en las que emerge un tipo de conocimiento cada vezmás adecuado al objeto. El recorrido parte de lo local subjetivo,avanzando hacia lo universal objetivo. «Si el pensamiento lógico —escribe Durkheim (1982, p. 412)— tiende a desembarazarse cada vez más de los elementos subjetivos y personales con losque cargaba todavía al principio, no es porque hayan intervenido factores extrasociales; es más bien porque se ha desarrolladouna vida social de un nuevo tipo de manera progresiva. Se trata deesa vida internacional que ya da lugar a que se unlversalicen lascreencias religiosas. A medida que se extiende, el horizonte colectivo se alarga; la sociedad deja de aparecer como el todo porexcelencia para convertirse en la parte de un todo más amplio, de

fronteras indeterminadas y capaces de ampliarse indefinidamente.A consecuencia de ello las cosas no pueden seguir manteniéndose en los cuadros sociales en los que inicialmente estaban clasificadas; piden que se las organice según a principios que lessean adecuados y, de esta manera, la organización lógica sediferencia de la organización social y se hace autónoma» 15. Laextensa cita se justifica, en mi opinión, porque viene a sintetizar

algunas de las tesis que en adelante inspirarán los estudios deMerton sobre la estructura social de la ciencia. Este ha evolucionado hacia una sociología de la ciencia cuya explicación de los

factores condicionantes del conocimiento toma como referenciano la totalidad social, sino la comunidad científica. De formaparecida, Popper fija su atención en ese ámbito concreto, lacomunidad científica, para hallar las formas de influencia y

determinación que operan sobre el conocimiento. Serán las ur.tituciones erigidas en tomo al universo social de la cienc ia, pnsonificadas en las comunidades de científicos, las qur (mmiiIi/íiiila objetividad de los conocimientos. Objetividad cieniilu a <i>n

15 Durkheim, E., op. cit., p. 412.

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11)11 ARDO FHRNÁNDEZ GIJÓN

nida como intersubjetividad del método científico en el seno dela comunidad científica16.

No obstante, la búsqueda exclusiva de los condicionantes delconocimiento en el interior mismo de las instituciones científicas,y solamente ahí, puede conducir al olvido de que también esasestructuras están externamente condicionadas, sujetas a influencias dentro de una red más compleja de significados intersubjetivos. Topamos así con la paradoja según la cual designamoscomo objetivo y racional un tipo de conocimiento que reflejasocialmente los resultados del quehacer tecnocientífico, de formaque tales conceptualizaciones son atributo exclusivo de las comunidades de expertos y su homologación está garantizada mediante la intersubjetividad y la vigilancia mutua que se da entre ellas.Objetividad y racionalidad son patrones, diríase, corporativos,no propiamente sociales. En este aspecto coinciden Merton y

Popper, acogiéndose al supuesto básico de la autonomía de laciencia considerada en sí como la institución capaz de garantizarla racionalidad.

Sin embargo, el punto de partida de toda reflexión críticasobre el fenómeno de la tecnociencia es su inserción en el universo cultural, junto al resto de actividades que permiten a los

grupos humanos su adaptación al medio y la transformación delmismo. Para ello es necesario evitar, de un lado, el simplismosociologista que plantea una relación mecánica entre conocimiento y sociedad, trátese de la sociedad global o de las comunidades científicas, y, de otro, la visión intemalista de fuerte raigambre en la filosofía de la ciencia, según la cual la estructura

inmanente del conocimiento es la que genera normas específicasque regulan la práctica científica. Opino que conviene desecharla unidireccionalidad de ambos tipos de análisis y procurar mostrar la mutua relación entre procesos cognitivos y procesos sociales. Pues el conocimiento científico, al expandirse socialmente,moldea estilos de vida y contribuye a configurar formas específicas de relaciones sociales. Y de la misma manera, es en el plano

16 Popper, K.,  La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Barcelona,1981, caps. 23-24.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TECNOCTliNC 'IA

de la cultura, de los valores, en el que necesariamente se dibujauna determinada perspectiva para el desarrollo de los conocimientos. Lo que designamos como tecnociencia es a la vez pro

ducto de complejos procesos sociales y generador de valoressocializados en contextos diversos. Si del materialismo marxia-no, por ejemplo, puede afirmarse que subraya la preeminenciade la existencia (las condiciones sociales de vida) sobre la con-ciencia (las ideas), igualmente cabría decir que es un caso bienexpresivo de pensamiento orientado a la acción práctica. Es bienconocido que Max Weber basó algunos de sus más célebres aná

lisis en el supuesto de que determinados tipos de pensamientoson el elemento, si no suficiente, sí necesario para el desplieguede determinados procesos sociales y económicos. Una lista deejemplos parecidos podría alargarse extensamente. Recordemos,por último, que Merton establecía una distinción entre la sociología del conocimiento clásica (variante europea) y la investigación sociológica sobre comunicación de masas (variante norte

americana). La primera centra su interés en desvelar la génesis ydeterminación sociales del pensamiento, descuidando, en cambio,el estudio de las influencias del pensamiento sobre la sociedad.La variante norteamericana se centra en el estudio sociológicode la creencia popular, no tanto en el fenómeno en sí del conocimiento cuanto en la opinión que lo refleja socialmente y, portanto, presta especial atención a las consecuencias sociales de

la ciencia. Él propugnaba una integración de ambos enfoquescomo medio de evitar acentos y omisiones típicas de una concepción mecanicista17. Esa que, precisamente, conviene superarsi se admite, como señala Habermas, que «es ilusorio suponeruna autonomía, libre de presuposiciones, en la que la acción deconocer aprehenda primero la realidad teoréticamente, y solodespués el conocimiento sea puesto al servicio de intereses que

le son ajenos» 18.

17 Merton, R. K., «La sociología del conocimiento y las comunicacionespara las masas», en Teoría y estructura sociales, FCE, México, 1964, pp. 437-484.

18 Habermas, J., Conocimiento e interés, Taurus, Madrid, 1882, p. 330.

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i i il IARI)() FERNÁNDEZ GIJÓN

Y

Frente a la idea de un movimiento general de la Historiaactivado por la acumulación de avances científico-técnicos haciauna meta universal y armónica se alza la experiencia del caráctercrecientemente desigual de lo que llamamos desarrollo. Nociónesta, desarrollo, más estilizada, si se quiere, pero que, al igualque la ideología del progreso, parece contener una promesa cuyocumplimiento se pospone indefinidamente. Pues la esperanza ylas capacidades de mejora de la humanidad crecen, en general,al mismo ritmo que los riesgos límite y las experiencias de dominación de unos hombres sobre otros. Sigue arraigada la creenciaen que el progreso de la ciencia se traduce sin más en una racionalización progresiva de las condiciones de vida, pero tambiénse extiende la conciencia de que el reto crucial que se nos plan

tea no incumbe solamente a las comunidades científicas, a losexpertos o a la clase política. Tal vez no constituya ninguna novedad histórica la actual percepción de haber alcanzado un puntocrítico. Sin embargo, el despliegue de nuestra ciencia y nuestrapotencia, por su misma magnitud, exige hoy más que nunca imaginar los mecanismos que permitan su control colectivo.

Algo más, por tanto, que las reacciones emocionales deremota tradición (optimismo o pesimismo, tecnolatría o antirra-cionalismo, confianza ciega o desesperación), la crisis de la ideología del progreso representa también un desvelamiento positivode los perfiles más oscuros de esa imagen —retocada, por cierto, «iluminada», como se decía de las fotografías antiguas— que■ nos ofrece una visión heroica y lineal, triunfalista y neutra, deldiscurrir de la Historia y del avance de la ciencia. Así entendidadicha crisis, como superación, estimula una autocrítica desmiti-ficadora de la práctica científica —y de la metaciencia puramenteintemalista, analítica—, de un concepto de racionalidad lógico-inmanente, de la supuesta autonomía de la institución científica.

Más que una torre que se eleva desde sus cimientos hacia el

cielo de la verdad universal, el conocimiento científico aparece,de otra forma, como proceso de construcción y reconstrucciónpermanentes. La razón no ya como saber absoluto, ni siquiera

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DK I .ATIil 'N I)( 'll-Nl l.-\ 

como algo totalmente definido de cuya verdad partimos o a cuyaverdad nos vamos aproximando grado a grado, sino como dirección del saber. Y no precisamente dirección única, pues desde

distintas perspectivas se concibe estrategias distintas para resolver distinta clase de problemas. Imagen que, si se acepta comotal, sugiere proseguir la reflexión tratando de integrar ideas yargumentos que provienen de la filosofía, la historia y la sociología.

En el debate sobre la modernidad y la denominada posmo-demidad a la que nos encaminamos o en la que acaso ya estemos,

siguen siendo muy esclarecedores viejos argumentos como losutilizados por Horkheimer y Adorno para evidenciar la dialéctica de la Ilustración. La finalidad de su crítica es el desvelamiento dela ambivalencia inherente al proceso mismo de modernización.Las mismas fuerzas que impulsaban la realización del proyectode la Ilustración son, potencialmente, las que podrían desvirtuarlo e incluso liquidarlo. «Si la Ilustración —escriben— no asume

en sí misma la reflexión sobre este momento regresivo, firma supropia condena. En la medida en que deja a sus enemigos lareflexión sobre el momento destructivo del progreso, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter superador, ypor tanto también su relación con la verdad»19. No se trata, pues,de una negación de la Ilustración, sino de una autocrítica de lamisma que permita su plena y más auténtica realización. El pro

grama de «desencantamiento del mundo» perseguía liberar a loshombres de la barbarie y la dominación, pero a lo largo del proceso de Ilustración el conocimiento se toma en poder, en violencia infligida a la naturaleza. El «olvido», la pérdida del «sentido», son rasgos característicos de la cosificación y la alienacióncausadas por una modernización averiada. «En el camino de laciencia moderna —escriben— los hombres renuncian al sentido.» Para los autores de  Dialéctica de la Ilustración el decursohistórico no avanza imparable hacia el reino de la libertad, sinomás bien en dirección contraria, hacia la barbarie. Walter Benja-

19 Horkheimer, M., y Adorno, Th. W., Dialéctica de la Ilustración, Trot-ta, Madrid, 2001, p. 53.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

min, cuyo pensamiento tanto había inspirado a ambos, particularmente a Adorno, escribió poco antes de su muerte, en 1940,

un texto extraordinario y denso: las célebres Tesis de filosofía de la historia 20. En él Benjamín propone una visión del progresohistórico bien distinta de la concepción triunfalista ilustrada. Losfrutos del progreso administrados por los vencedores, desvitalizados, borrada toda huella de su origen violento en la lucha declases, eliminados los «documentos de barbarie» que los acompañan y contextualizan, están listos para ser exhibidos como botínen el desfile de la victoria. El progreso es un huracán que seha enredado en las alas del «ángel de la historia» y lo empujasin remedio hacia el futuro. Pero, en su vuelo, el Angelus Novus solo contempla una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina. La mirada de Benjamín, con su peculiarcombinación de teología y materialismo, trata de captar en los

hechos pretéritos su contenido catastrófico, es decir, el modo enque llegaron a ser y pudieron transmitirse únicamente a costa demalograr otras virtuales realizaciones. No le interesa a Benjamíndestapar el tesoro de supuestas riquezas acumuladas como botínpor los vencedores, sino apropiarse y hacer presentes las cualidades que han ido sucumbiendo en cada derrota. Memoria del

sufrimiento, visión de la catástrofe en el pasado. El ángel de lahistoria no es portador de ninguna promesa de futuro que consuele en el presente. La felicidad es tan solo ilusión retrospectiva y proyecto imaginario que vibra en las esperanzas frustradas.El eco de esa vibración llega a nosotros, por tanto, bajo la formadel fracaso, de lo malogrado, y solo así se mantiene. La presencia del ángel es también la de un agente de la «Justicia destructora», un monstruo que prefiere el despoj amiento en lugar dela agregación. Agente de una purificación destructora, porquees demasiado pesada la carga que soportan los hombres en suacarreo de bienes y riquezas dentro de un orden injusto. No esextraño que a Benjamín le atrajera esa provocación tan genuina-mente brechtiana: «El comunismo no es él justo reparto de la

riqueza, sino de la pobreza».

20 Benjamín, W., op. cit., pp. 177-191

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TECNOtTHNCI A

También Horkheimer y Adorno, ante la experiencia de labarbarie real, habían ido abandonando su confianza en el ladopositivo y evolucionista del materialismo marxiano, aproximán

dose cada vez más a una visión del progreso de signo contrario—o, al menos, crítica y ambivalente— semejante a la que MaxWeber adoptaba en sus estudios de la modernidad como proceso de racionalización. La progresiva funcionalización e instru-mentalización de la razón traía consigo bienestar material desigualmente repartido, pero también olvido, pérdida de sentido ylibertad. La racionalidad funcional que Weber presentaba sin

más como dato de la historia, signo de los tiempos modernos enun mundo desencantado, es para los francfortianos racionalidadaveriada y pervertida. Han tomado de Lukács su interpretacióndel proceso racionalizador descrito por Weber como proceso dereificación. Ahora bien, su crítica de la Ilustración, aunque seacoge a una filosofía negativa de la historia, nada tiene de an-tirracionalista. En el prólogo a la Dialéctica escriben: «No albergamos la menor duda —y esta es nuestra petitio principii—de que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento ilustrado» 21. Para poner a salvo el proyecto ilustrado debíaponerse de relive sus contradicciones y reflexionar autocríticamente acerca del dominio infligido en su despliegue sobre lanaturalza y sobre el sujeto. Pero no hay nostalgia romántica nisugerencia de un regreso a la pureza original. Lo que Horkheimer y Adorno denuncian no es la Ilustración, sino su perversiónen razón instrumental. La exigencia, por tanto, es autorreflexión,autocrítica de la razón. «La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desdesiempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad» 22

21 Horkheimer, M. y Adorno, Th. W., op. cit., p. 53.22 lbídem, p. 59.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

La aseveración obvia de que la razón científica es fuente deldesarrollo tecnólogico e industrial y, por ende, impulso fundamental del bienestar material conduce con frecuencia a la deducción simplista de que los logros tecnocientífícos son el exclusivo origen de todo progreso humano, social y moral. Igualmentesimplista es la conclusión de que la ciencia no es fuente de nadade eso, sino epifenómeno o subproducto, expresión local y con

tingente de corrientes culturales, valores y modos de conocimiento más generales característicos de una sociedad dada. Lasociología de la ciencia, al menos desde la clásica contribuciónde Merton, viene suministrando buenas razones para evitar ladoble trampa del ensimismamiento en la autorreferente epistemología de tipo «intemalista», por un lado, y esa ilusión socialnarcisista de que avanzamos siempre a favor de la corriente gracias al progreso de nuestros conocimientos, por otro. No se concibe una filosofía de la ciencia en nuestros días ajena a las aportaciones de la historia y las ciencias sociales. Se necesita, porsupuesto, esa reflexión sobre las formas variables de organización y de institucionalización de la ciencia, sobre los modos deformación del consenso en las comunidades científicas, sobre las

respuestas de la ciencia a las demandas y necesidades de lasociedad. Cuestiones epistemológicas, pero también sociológicas, éticas y políticas.

En la concepción positivista, considerada de forma genérica,el conocimiento científico crece en el tiempo mediante la acumulación gradual y continuada del saber sobre la naturaleza y lasociedad. Linealidad y homogeneidad son características desta-cables de esa dinámica. En cuanto al proceso en sí de conocimiento, desde los enunciados con generalidad mínima, obtenidos a partir de observaciones, se va ascendiendo hasta enunciadoscon mayor generalidad, teorías que interpretan la informaciónobtenida del mundo real. Se parte, pues, de la observación directamente contrastada con la realidad, como tal cierta e inmutable,

hasta alcanzar la teoría, incierta, revocable. Ambos procesos, elde acumulación continuada de los conocimientos y el de acceso

VI

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DI- I ,A TW N o ri I 'N l IA

a la teoría progresando desde la observación, guardan cierto paralelismo y, conjuntamente, componen una imagen de la cienciadotada de homogeneidad y de cierta lógica interna, tanto sincró

nica como diacrónicamente. Pero, si ahondamos en esa imagen,va revelándose su tinte ideológico y aparece la ciencia comomarcha triunfal hacia la verdad absoluta y universal, como agregación de logros sucesivos, progresivo afinamiento del saber yde la capacidad de control sobre las cosas. Una visión escasamente justa con la historia real, pues apenas se registran el conflicto y las controversias habidos, lo desechado y vencido en ellargo camino, la carga teórica de toda observación, las artimañasy los equilibrios en la cuerda floja, los episodios de preterición yrecuperación.

Es bien conocida la extraordinaria influencia que ejerció elpensamiento del Círculo de Viena desde los años treinta del pasado siglo sobre nuestras concepciones de la ciencia y sobre el

modo de interpretar su desarrollo. Suele ponerse el acento enel hecho de que para los neopositivistas la reflexión teórica sobre laciencia no debía admitir ingerencias de la investigación social enel territorio bien acotado de sus competencias, esto es, el análisis lógico de las teorías científicas, su reconstrucción racional23.La filosofía de la ciencia tenía por objeto el estudio de la estructura interna de las teorías ya formuladas. Reichenbach, uno de

los fundadores de otra escuela en la misma comente, el llamadoCírculo de Berlín, lo expone de forma sucinta y expresiva: «Lafunción de la filosofía de la ciencia es construir procesos de pensamiento en el modo en que deberían ocurrir para resultar orga-nizables en un sistema consistente; considera un sustituto lógicomás que un proceso real» 24.

Nuestro conocimiento, sin embargo, de la obra del llamado

empirismo lógico, sobre todo en los círculos académicos, estáplagado de lagunas e interpretaciones simplificadoras. No sueleescucharse atentamente el eco de aquella poderosa corriente de

23 Véase, Camap, R., Filosofía y sintaxis lógica, UNAM, México, 1963.24 Reichenbach, H., Experience and Prediction, Chicago, The University

of Chicago Press, 1938, p. 4.

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I I i l I A R I i ( ) H E R N Á N D E Z ü I J Ó N

pensamiento crítico que floreció en Viena en los albores del siglopasado y revolucionó muchos de los grandes lenguajes en que sefundaba nuestra cultura. Ese había sido el empeño de Freud enel campo de la psicología, de Wittgenstein en el de la filosofía,de Schónberg en el de la música o Loos en el de la arquitectura.En el ámbito concreto de la filosofía de la ciencia, especialmente en el periodo de entreguerras, los neopositivistas trataron dehacer frente a la crisis del lenguaje filosófico, uno más entre lossíntomas de la crisis cultural generalizada, crisis del iluminismo

y del pensamiento ilustrado modernos. La que había escenificado magistralmente Robert Mussil en la Kakania del Hombre sin atributos. Creo que entre nosotros no se ha valorado con justicia la fuerza del espíritu crítico, antiidealista y antimetafísico, deaquellos pensadores y científicos del Círculo de Viena. Queríanrestaurar la veracidad del pensamiento y la pureza formal dellenguaje que lo expresa. Hicieron una contribución muy estima

ble a la tarea que hoy nos concierne de comprender qué es laciencia a comienzos del siglo XXI. Sin embargo, es corrientetoparse con análisis y comentarios que liquidan toda herenciade aquel pensamiento crítico, reduciéndolo a un simple recetario detesis posteriormente divulgadas bajo la denominación genéricade concepción heredada.

Otto Neurath, miembro destacado del Círculo, con formaciónespecial en los campos de la economía y la sociología, y uno delos animadores más apasionados del proyecto enciclopedista, seoponía drásticamente a esa visión objetivista ingenua que habitualmente se endosa al empirismo lógico, la que concibe el lenguaje científico como elaboración depurada que ofrece una imagen isomorfa de la realidad. Neurath, por el contrario, otorgaba

una importancia decisiva a los aspectos histórico, social y práctico de la ciencia, profundamente comprometido, como estaba,con los desafíos de la política en general y de la política científica particularmente. Su filosofía de la ciencia —ambicioso yproblemático ensayo de una filosofía científica— asume el principio de que el conocimiento racional no se limita a captar la realidad tal como es, sino que es una estructura abierta, siempre enconstrucción, necesariamente autoconsciente de su provisionali-

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TECNOCIENCIA

dad, de sus propias limitaciones y vaguedades. En esa aperturaradica la superioridad del lenguaje y los métodos científicos sobreotras modalidades cognoscitivas cerradas, en la esfera de la reli

gión, la metafísica, la superstición o el seudorracionalismo. Lasuperación de estas formas de conocimiento no es pura cuestiónde sintaxis y semántica lógicas, sino un problema de orden práctico. No debe olvidarse que en sus últimos escritos Neurath subraya explícitamente la relevancia epistemológica de las ciencias sociales. La unificación de las ciencias en la nueva Enciclopedia podría inspirarse en el tipo ele regularidades caracleiísticamente elaboradas en ciencias sociales, esas  yynnuli. tit iones débiles que, en su opinión, valdrían también en el campo de lafísica.

Según Neurath, ninguna ciencia procede a partir de una tabú la rasa, pues los científicos no pueden asumir acríticamenle los

contenidos de la propia tradición cultural. Es célebre, en este

sentido, su metáfora de la nave y los marineros que sintetiza biensu epistemología falibilista, tan lejana del tópico de una concepción dogmática y prescriptiva normalmente asociada a la obra delos neopositivistas. «Imaginemos —escribe— que somos comomarineros que en alta mar tienen que cambiar la forma de suembarcación para hacer frente a los destrozos de la tempestad.Para transformar la quilla de su nave tendrán que usar maderos

a la deriva o tal vez tablas de la vieja estructura. No podrán, sinembargo, llevar la nave a puerto para reconstruirla de nuevo.Y mientras trabajan tendrán que permanecer sobre la vieja estructura de la nave y luchar contra el temporal, las olas desbocadas y los vientos desatados. Ese es nuestro destino como científicos» 25.

A partir de la dispersión del Círculo de Viena, el programa

del empirismo lógico siguió desarrollándose, sobre todo en lospaíses anglosajones donde constituye una tradición dominantehasta 1950. Entre tanto, Popper ya había publicado la Lógica de

25 Neurath, O., Foundations of the Social Science, fascículo primeru,vol. II, International Encyclopedia ofU nified Science, Universily ol ( Im ¡i

go Press, 1944.

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I I >1JAR1)() FERNÁNDEZ GIJÓN

la investigación científica. El deductivismo y el programa falsa-cionista de Popper irán abriéndose paso lentamente dentro de un

panorama inícialmente dominado por los usos institucionalizados del verificacionismo y del inductivismo. Cabe afirmar, portanto, que todos los avances habidos en la filosofía de la cienciahasta prácticamente el final de los cincuenta se producen en lacorriente de ideas del positivismo lógico, convenientemente corregidas y mejoradas por sucesivas aportaciones. Durante más deveinte años los filósofos de la ciencia estuvieron de acuerdo en

una serie de puntos básicos sobre el carácter de las teorías científicas y sobre el cometido mismo de la epistemología. En 1982,Putnam daba el nombre de concepción heredada (received view) al conjunto de estos principios básicos. El mismo Popper, uno delos primeros críticos de esa concepción, admitía algunas de sustesis principales. También él propone una rígida distinción entre

los factores psicoindividuales o sociohistóricos que pueden condicionar, perturbar más bien, la investigación —asunto para psicólogos, historiadores o sociólogos— y el bien delimitado planode la validación de teorías. El fenómeno ciencia tiene interésepistemológico únicamente en cuanto producto acabado, yaformulado y admitido intersubjetivamente. En esta perspectiva, es

el método general de la ciencia, método hipotético-deductivoque hay que distinguir de los procedimientos y técnicas particulares utilizados en cada caso, lo que permite establecer una claralínea de demarcación entre la verdadera ciencia —conocimiento confirmado por el método— y lo que tan solo es metafísica,protociencia, seudociencia o simple conocimiento ordinario.

De acuerdo con tales criterios, un análisis adecuado de la

actividad científica debería realizar una reconstrucción de teoríasplenamente desarrolladas. La norma básica de tal análisis, lógi-co-intemalista, excluye, por tanto, toda consideración de factores epistémicos más generales que inciden también en el descubrimiento, desarrollo y aceptación o rechazo de las teorías. Factores que tienen que ver con las perspectivas conceptuales, las

visiones del mundo, el lenguaje y, como tales, tienen un caráctersocial e histórico. La responsabilidad de Popper en este cierre defronteras es bien conocida, por lo que sus tesis van a ser el blan

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA THCNOCTENCT A

co preferente de la crítica que se desencadenará en los sesenta.Conviene recordar, no obstante, que propuestas como la realizada por Russell-Hanson, en 1958, sobre una «lógica del descubri

miento», indican que, todavía dentro del programa clásico de lafilosofía de la ciencia —por lo menos antes de concluir la últimadécada de su hegemonía—, algunas de las prescripciones másestrictas y algunos de los más tajantes criterios de demarcaciónfueron suavizándose con anterioridad al aluvión crítico que seavecinaba 26. Los propios científicos —recordemos a Einstein yBohr, por ejemplo, cuyas discusiones y teorías están en el origen

de toda reflexión filosófica moderna sobre la ciencia— aportabanideas y resultados que contribuyeron decisivamente a esa revisión de algunas tesis excesivamente restrictivas manejadas en elcontexto general de la epistemología dominante, característicamente analítica.

En cuanto a la evolución del conocimiento científico, duranteese periodo prevalece la idea de que un tiempo lógico y homo

géneo dinamiza el tránsito de una teoría a otra, de un nivel inferiorde conocimiento a niveles sucesivamente superiores. Los análisissociológico o histórico tampoco tienen aquí competencia paraevaluar los pormenores verdaderamente relevantes de esta dinámica. Su función es subsidiaria y, todo lo más, consiste en darcuenta de epifenómenos que, en los márgenes de ese desplieguelógico, intervienen, bien sea perturbándolo y obstaculizándolo,

bien facilitando su ritmo interno. Pero, en rigor, desde el punto devista del mencionado programa analítico, partiendo de la célebredistinción efectuada por Reichenbach entre contexto de descubrimiento y contexto de validación, la génesis de las teorías y lascircunstancias que rodean los hallazgos de los científicos, no tienen especial relevancia para la filosofía de la ciencia. Lo queinteresa a esta es el resultado final, la manera en que son justificadas las teorías cuando ya constituyen un producto elaborado.Poco importa, por ejemplo, que Kepler utilizara en su investigación analogías entre la Santísima Trinidad y el sistema solar; lo

26 Véase Russell-Hanson, N., Constelaciones y conjeturas, Alianza,Madrid, 1983.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GTJÓN

que la filosofía encuentra es la teoría final, coherente en su estructura interna y empíricamente justificada, cosas que nada tienenque ver con especulaciones teológicas.

Suele destacarse la influencia ejercida por el segundo Witt-genstein, traducido al inglés en 1953, sobre lo que serán los primeros ataques lanzados contra una filosofía de la ciencia casiexclusivamente enfrascada en los temas propios del contexto devalidación de teorías ya formuladas 21. Autores como Hanson yToulmin inician una tendencia a considerar las teorías científicas

como productos sociales semejantes a las cosmovisiones 28. Lafilosofía de la ciencia podría acometer el estudio de las especificidades de estas concepciones del mundo científicas, examinando los sistemas lingüístico-conceptuales que las caracterizan,atendiendo incluso a las modalidades sociohistóricas de la aceptación o el rechazo de dichos sistemas. Pero aún habrán de transcurrir algunos años —a pesar de que Merton ya había hecho sus

primeras propuestas de una sociología de la ciencia en 1936 y1949— para que pueda hablarse de convergencia, fructífera parala epistemología general, de los análisis filosóficos, históricos ysociológicos.

VIIDurante el periodo en que predomina la idea de que el

progreso de la ciencia es, fundamentalmente, resultado de laacumulación constante y lineal de conocimientos, coexisten, comoes lógico, versiones e interpretaciones distintas de esa misma

27 Véase Wittgenstein, L., Philosophical Investigations, Oxford, Black-wuell, 1953.

28 Toulmin, E.,  La filosofía de la ciencia, Los libros del Mirasol, BuenosAires, 1984.

El libro, publicado por Toulmin en 1953, es considerado como una de lasprimeras impugnaciones serias de los principios de la filosofía de la cienciadominante en la época, si bien, a diferencia de lo que posteriormente manten

drá Kuhn, en la visión de Toulmin el progreso de la ciencia es todavía concebido como evolución lineal, sin discontinuidades.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA I Mi I ,A TLC 'NI II II Nt i A

idea. Así, por ejemplo, hallaremos matices distintivos entre lasperspectivas evolucionista y teleológica. Si se mantiene escuetamente la tesis de que la ciencia crece lineal y acumulativamente,

cabría preguntarse si el desarrollo de los conocimientos podríaalcanzar alguna vez el punto de su culminación. La gran obradel saber, si no finalizada, habría completado definitivamente laconstrucción de alguna de sus estancias. El filósofo norteamericano Charles S. Peirce (1839-1914) creía que la física de su tiempoera casi completa y que «solo le faltaba conseguir algunos diminutos incrementos en precisión» 29. Sin embargo, hay mucha distancia entre la idea de que existen respuestas últimas que no pueden ser ulteriormente cuestionadas y la idea de que, aun concibiendo una cierta continuidad y un crecimiento acumulativo dela ciencia, nunca se alcanzan conclusiones definitivas, pues laresolución de cualquier clase de problemas da siempre origena otras cuestiones que quedan por resolver. Hay, como dijera

Popper, una «búsqueda sin término».Es bien conocido que, frente a esa imagen del desarrollo de

la ciencia, irrumpirá con fuerza, a finales de los sesenta, otra quepropone una visión bien distinta de su progreso, ahora entendido como propagación de corrientes diversas en expansión, cadauna de las cuales recoge el caudal de distintos afluentes. Ya nose contempla un discurrir homogéneo dentro del mismo cauce,

sino proliferación heterogénea que va dándose en medio de turbulencias, cortes e interrupciones, derrotas y victorias. Una visión,por así decir, más dramática del progreso científico que revela lapluralidad de contrastes y alternativas, al tomarse en consideración aquellas tareas de derribo y reconstrucción que tambiéncuentan de forma importante en las edificaciones del saber.

Los análisis histórico y sociológico ponen de relieve la conexión entre ciencia y metafísica, ciencia y concepción del mundo.La historia de la ciencia forma parte de la historia de la culturay, como tal, no discurre de forma continua, sino sometida a toda

29 Citado por Rescher, N., «Discusión sobre la completad de la ciencia ylos límites del conocimiento científico», en Estructura y desarrollo de la rien

da, Alianza, Madrid, 1984, p. 29.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

clase de avatares, giros y revoluciones. La evolución del saber,como la de la sociedad en general, no conducen necesariamente

a un punto de mayor convergencia y unidad tanto entre diversasformas sociales como entre diversas epistemes. Por lo que la pregunta sociológica acerca de cuáles son los modos de interacciónentre la ciencia y otros ámbitos institucionales y culturales demuestra cada vez más su pertinencia desde el punto de vistaepistemológico.

Continuidad o discontinuidad son términos que, aunque nosiempre interpretados en el mismo sentido30, van a permitir unaprimera caracterización de esta nueva imagen de la ciencia, y deldesarrollo del conocimiento científico en particular, la cual iráplasmándose en lo que, de acuerdo con una opinión generalizada, fue el giro epistemológico acontecido en los sesenta. De unlado (como continuidad) se piensa en el progreso gradual, en la

cadena de logros sucesivos, de otro (discontinuidad) en la competencia prolongada entre alternativas diferentes. Además, eneste segundo sentido, las relaciones entre observación y teoríase problematizan en mayor medida: la captación de los hechosdepende del aparato conceptual, del marco teórico manejado, yestos se ofrecen como opciones alternativas sobre cuya superio

ridad no es sencillo discernir apelando simplemente a la experiencia, ni siquiera exclusivamente a la mayor consistencia formalde unas construcciones sobre otras. Como se sabe, para Kuhn, enla historia de la ciencia hay que distinguir entre periodos de ciencia «normal», caracterizados por la adhesión de las comunidadescientíficas a un «paradigma común», y episodios que acaban con

el derrocamiento de ese acuerdo y esa normalidad: las revolu

30 Desde una rígida concepción del progreso lineal, acumulativo y autoim-pulsado, hasta versiones más matizadas de carácter evolucionista, pero abiertas a la consideración de influencias externas sobre la dinámica de la ciencia.Y desde la idea de «ruptura epistemológica», acción que arrasa con la tradi

ción, hasta la idea de cortes más o menos bruscos, pero que, a su vez, inicianreconstrucciones con parte de los materiales de derribo. Sobre la noción de«ruptura epistemológica, véase Bachelard, G., Laformation de L ’esprit scien tifique, Vrin, París, 1938.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA 1)1,1.A II I NI)( II Ni I \ 

ciones o cambios de paradigma. Dichos paradigmas tienen uncarácter marcadamente social, pues no solamente engloban métodos, teorías y técnicas homologados por las comunidades cientí

ficas, sino todo un conjunto de usos, estilos e instituciones quetienen que ver con visiones del mundo, con normas y valores. Elmétodo científico tiende a considerarse cada vez menos como unformulario de reglas de obligado cumplimiento. En lugar de esose insiste en destacar su dimensión histórica, prestando atención,por tanto, a la estructura social de la ciencia. Y ello siempre trasimpugnar las rígidas demarcaciones características de la «con

cepción heredada», las cuales relegaban el análisis sociológicoal ámbito del proceso de descubrimiento anterior al momentopropiamente lógico de la investigación científica, o al del examenposterior de las consecuencias de su aplicación.

Del mismo modo, va perdiendo vigencia la oposición largamente teorizada entre los enfoques extemalista e intemalista.Filósofos, historiadores, sociólogos del conocimiento o de la

ciencia han discutido muy extensa y vivamente sobre esa viejacontraposición. A menudo, los debates alcanzan el fondo de lasrelaciones entre teoría y práctica, ciencia y tecnología, ciencia yfilosofía, instituciones científicas y estructura social. En ocasiones,la disputa tiene cierto aire de beligerancia entre quienes detentandeterminados privilegios y posiciones dentro de mapas disciplinares institucionalizados y quienes aspiran a arrebatárselos.

Lo cierto es que, de forma progresiva, el enfoque puramente intemalista, reducido al examen de las teorías como productos acabados de la ciencia, de su estructura y consistencia lógicas, va revelando su insuficiencia. Una teorización del fenómeno ciencia, excesivamente enfrascada en los desarrollos del pensamiento, en las implicaciones lógicas y en la dinámica internay autosostenida de la ciencia, parece necesitada del complemen

to de los enfoques característicamente sociológicos. El caso esque comienzan a problematizarse conceptos tan básicos comométodo y teoría, y en el horizonte de la reflexión filosófica sobrela ciencia van apareciendo cuestiones que tienen que ver conasuntos tan dispares como el arte y la religión, la política y laeconomía, el mito y la metafísica, las concepciones del mundo y

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

los estilos de vida. La lógica interna de la investigación y la historia extema de las condiciones sociales que subyacen a la misma,

así como las repercusiones del producto final sobre la vida, nopueden separarse más que artificialmente.En el curso de la década de los sesenta se produjo, pues, la

avalancha crítica en contra de la rígida frontera que separaba laestructura y la lógica interna de la ciencia de los factores externosque podían condicionarla. Se refuerza la tesis de que la filosofíanormativa intemalista no es autosuficiente ni se completa con lamera ilustración histórico-sociológica proveedora de datos acerca del ambiente cultural, de las condiciones sociales, de las ideologías e influencias de todo tipo que pueden pesar externamentesobre el desarrollo del conocimiento científico. La sociología y lahistoria, más allá de su análisis del comportamiento de las instituciones científicas, de las repercusiones del producto científico

y de otros fenómenos extramuros del campo competencial acotado por la filosofía analítica, penetra en el análisis mismo de lasteorías. Ambas disciplinas tienen, desde un punto de vista epistemológico, algo que decir sobre el significado de un experimento,sobre la asunción o preterición de una hipótesis, sobre el valor deuna teoría y las formas de acuerdo que la hacen preferible a otras

alternativas. Y si en algo resulta fundamental la contribuciónepistemológica de las disciplinas sociales es en todo lo relativo alentendimiento de cómo se produce el progreso de los conocimientos científicos en contextos determinados. ¿Cómo emergen nuevasideas y conceptos que, en parte, rompen con los tradicionalmentevigentes? ¿Cómo y por qué se abren nuevos campos de investigación y se problematizan zonas de la realidad hasta entonces no

exploradas? ¿Cuál es la distancia entre las normas y el método proclamados y las normas y el método efectivamente practicados?Se viene a mostrar, en definitiva, que en todos esos procesos norige únicamente un «tiempo lógico», sino que son procesos cargados de historia y construidos socialmente. Como igualmente sucede con aspectos reservados antes al estricto tratamiento intema

lista: la mayor o menor formalización de los enunciados, la asunción de determinadas reglas y determinados métodos de prueba,la aceptación, en definitiva, de un modelo de cientificidad.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE I .A Tl¡< Ni )< II Ni IA

La integración de la historia y la sociología en la investigación tanto teórica como empírica del fenómeno ciencia nos proporciona una imagen distinta del progreso de los conocimientos.

Salen a la luz —como en la comparación que Goethe hiciera dela óptica newtoniana con un castillo roquero31— grietas ocultasy sucesivas restauraciones, añadidos y remozamientos destinados a mantener el edificio bien pertrechado e inexpugnable o,simplemente, a camuflar su decadencia Se demuestra, en definitiva, que los avances de la ciencia no han sido impulsados por untiempo lógico a través de un camino perfectamente lineal, sinoque han recorrido senderos tortuosos y accidentados, topandoconstantemente con encrucijadas que imponían la elección entrevarias alternativas, la reorientación del rumbo y, a veces, la necesidad de retomar sobre lo andado. Va perfilándose, así, una crítica frontal de muchos de los principios de la llamada tradiciónheredada. Ni la lógica inductiva ni la deductiva sirven por sí solas para explicar el crecimiento de la ciencia; el progreso delos conocimientos se parece más a una sucesión discontinua deconcepciones del mundo; la racionalidad científica tiene muchosmás puntos en común con otras formas del pensamiento de losque pudieron haber imaginado los autores a quienes se critica. Elfenómeno ciencia no es una construcción exclusivamente lógica, por lo que una epistemología renovada debería prestar especial atención a su historia y a los factores sociales que influyenen el desarrollo, aceptación o rechazo de las elaboraciones científicas. La mirada sociológica enfoca la ciencia, sencillamente,como actividad humana, como empresa social basada en un consenso organizado.

No obstante, puede que sea una exageración interpretar esoscambios temáticos como una auténtica revolución epistemológi

ca. No es que se haya producido una refutación definitiva de laspacientes distinciones establecidas en el programa clásico (ciencia frente a metafísica, seudociencia o conocimiento ordinario;planos del descubrimiento y la validación; ciencia como proce

31 Goethe, W., Obras Completas, T. 1, traducción de R. Cansinos-Assens,Aguilar, Madrid, 1989, pp. 479-484.

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I 1.1IÁI11H 11 I UNANUL íZ G D Ó N

so y como producto; unidad del método; foraialización exhaustiva; explicaciones nomológico-deductivas frente a simples bos

quejos o aproximaciones, etc.). No es que se haya probado lairrelevancia o el carácter negativo de tales supuestos metodológicos, simplemente se ha cuestionado su validez en tanto queprescripciones insoslayables y, sobre todo, eso sí, se ha puesto demanifiesto que hay otros ángulos desde los cuales analizar elfenómeno ciencia. Por otra parte, el conjunto de autores que

habitualmente suele mencionarse para dar nombre a esta corriente crítica no constituye, desde luego, una escuela. A los elementos compartidos habría que sumar una cantidad importante dematices diferenciadores y de divergencias fundamentales. Nodebe olvidarse tampoco que, antes del impacto causado por obrascomo las de Kuhn o Feyerabend, otras corrientes de pensamien

to, desde la sociología clásica del conocimiento hasta la Escuelade Francfort y el Círculo de Viena, por ejemplo, habían tomadoen consideración los aspectos psicológicos, sociológicos, políticos y culturales de la ciencia.

En un ensayo de Paolo Rossi titulado «Hechos científicos yestilos de pensamiento»32, su autor recoge algunas de las tesiscontenidas en el libro que Ludwik Fleck publicara en 1935:  La génesis y el desarrollo de un hecho científico 33. Hoy ya es bastante conocido que la obra del médico y filósofo polaco apenastuvo difusión en su época, que solo gracias a la mención que deella hiciera Kuhn casi treinta años más tarde —reconocimientoque, sin embargo, en opinión de algunos, no rinde del todo justicia a los méritos del precursor— comenzó a producir algún eco,

en todo caso nunca comparable con el logrado por los «nuevosepistemólogos». Lo cierto es que la lectura hecha de Fleck porRossi, su contextualización que toma en cuenta los escritos delsegundo Wittgenstein, la Logik de Popper, ciertas tesis de Webery de la primera sociología del conocimiento de Scheler y Mann-

32 Rossi, P.,  Las arañas y las hormigas, pp. 56-58.33 Fleck, L.,  La génesis y el desarrollo de un hecho científico. Introduc-

ción a la teoría del estilo de pensamiento y del colectivo del pensamiento, Alianza, Madrid, 1986.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TliC 'N< II 11 NI tA

heim, aportan argumentos muy convincentes en contra de la supuesta revolución epistemológica acaecida en los años sesenta del siglo pasado. No estaríamos en presencia de una novedad

histórica indiscutible, puesto que los cambios que se han verificado resultan de una recuperación o de una profundización deproblemas ya ampliamente tratados.

Hay que tener en cuenta, además, que la tesis de los neopo-sitivistas o del propio Popper no eran tan unitarias en su origencomo luego aparecen recogidas y transformadas por sus seguidores en rígidos esquemas metodológicos. La escasa atención

prestada a algunos aspectos sustantivos de la obra de Otto Neurathbien podría constituir un expresivo ejemplo de esto último. Elpropio Feyerabend, refiriéndose a las teorías científicas comomaneras de mirar el mundo cuya adopción afecta a nuestras creencias y expectativas generales y, por tanto, también a nuestraexperiencia, se había remitido a escritos que Neurath y Camappublicaron en los años treinta. Todo hace pensar, como sugiereRossi, que entre las tesis que los neopositivistas mantuvieron enel periodo en que sus posiciones eran menos rígidas que las queluego terminaron por prevalecer, y algunas de las consideraciones críticas de Hanson, Kuhn o Feyerabend, existe cierta afinidad. Podría decirse que el olvido de Fleck durante tantos años ysu posterior y relativa restitución constituyen la prueba mismade la validez de algunas de sus ideas sobre el sentido del progreso de los conocimientos. La brillante iconoclastia y cierta

moda intelectual no evitaron algunos eclipses y lagunas en lamemoria. Se requiere, pues, una aproximación sociológica paraencarar los cambios cognitivos como cambios institucionalesque conllevan determinadas adaptaciones y reestructuraciones.De este modo, ciertas ideas que en el pasado quedaron eclipsadas o tuvieron escasa difusión reaparecen como radicales novedades y, tal vez, acreedoras a eso que Ziman llama la «etapa

final» de institucionalización de un saber, es decir, su incorporación a los planes de estudio y a los manuales homologados34.

34 Ziman, J.,  Introducción al estudio de las ciencias, Ariel, Barcelona,1986, p. 119.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

No es de extrañar que la crítica desde dentro de la cienciamisma, con las propias armas de la racionalidad científica, laque, justificadamente, se ha denominado autocrítica de la tecnociencia, se haga más pronunciada en una época en que coincidengrandes logros y avances de la última «revolución» científica—aún habremos de conocer una más a finales del siglo xx, asociada a los progresos de la biología molecular, de la genética, de

la tecnología de la información y de las comunicaciones— conel aumento de los recelos e inquietudes por la potencialidad destructiva de la tecnociencia contemporánea. Triple coincidencia,pues, de la «nueva» revolución científica, las «nuevas» orientaciones epistemológicas abiertas a los enfoques sociohistóricosy el «nuevo» desencanto social ante el sentido ambivalente que

la promesa del progreso va revelando en su cumplimiento. Sesobreentiende que el calificativo «nuevo» es aplicado con todas lasreservas: la historia de la ciencia nos muestra que en otrosperiodos y contextos culturales diferentes puede observarse parecida relación entre esos tres fenómenos. La cuestión que aquí sepretende plantear trata de la repercusión que haya podido tenerla creciente conciencia de la peligrosidad que entraña el mismoprogreso tecnocientífico (supuestamente autoimpulsado y desprovisto de todo control humano) no ya sobre la razonablereorientación de una metaciencia rígidamente normativista, sinosobre ciertos deslizamientos hacia posiciones abiertamente anti-rracionalistas. Pues, una vez moderadas las ilusiones sobre elmétodo universal de la ciencia, asumida, de forma más pruden

te, la universalidad del lenguaje científico como ideal y no comocualidad esencial e inmutable, el relativismo razonable se exacerba en argumentos contrarios a toda idea de método y de racionalidad científica.

Ya desde los mencionados sesenta, la percepción de los problemas de dimensión planetaria, al mostrar en su raíz algunascapacidades y desarrollos tecnocientíficos, junto con la acrecentada conciencia de la capacidad autodestructiva de la especie,parecen venir animando un renacimiento de filosofías románti

VIII

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TW ’N< X UNI IA

cas de la ciencia, en un clima inicialmente abonado por el florecimiento de variadas corrientes contraculturales en Europa yAmérica del Norte proclives al entusiamo por toda clase de for

mas exóticas de conocimiento, incluso por un mundo liberadode la fría e imperativa racionalidad tecnocientífica. Sin embargo,por comprensibles que hayan sido los motivos de esa regresión,de ese sueño retrospectivo y de esa condena romántica de laciencia, por valiosos que fueran ciertos diagnósticos particularesdentro de esa corriente misma, una filosofía de tal clase no nosproporciona hoy los mejores argumentos para encarar nuestros

problemas más acuciantes.Tras ese tipo de crítica vuelven a asomar las tesis del relati

vismo cultural absoluto y de la imposibilidad de establecer comparación entre jerarquías de valores pertenecientes a distintosuniversos culturales. Una vez que se ha rechazado, razonablemente, una visión de la historia como crecimiento progresivo yunilateral, superado, en parte, el mito etnocentrista que otorga a

Occidente la misión civilizadora de exportar al mundo bárbaroy no desarrollado su modelo de progreso (olvidando, obviamente,la viabilidad material misma de tal empresa), parece desembocarse en un callejón sin salida donde se rechaza toda tentativa deir configurando, con carácter de universales, algunas ideas-guíaen los planos ético, político y cultural. De ahí a la ofuscación deidentificar la crítica de la «racionalidad instrumental» con la exi

gencia de un retomo purificador al pasado no hay mucha distancia. Pero, cuando Horkheimer acuñó la célebre expresión35,adaptaba las valiosas propuestas de Max Weber sobre racionalidad formal o funcional a lo que sería un tema central en el pensamiento de los francfortianos: la crítica de la acción racionalcomo pura eficiencia en la coordinación técnica de medios yfines. Es bien conocido que las tesis de Weber recogían una parte

de la herencia de la razón ilustrada que, sin lugar a dudas, siguevaliendo para el diálogo, la comprensión mutua y la confrontación entre valores y modelos culturales diferentes. Recurrir a la

35 Horkheimer, M., Crítica de la razón instrumental, Trotta, Madrid,2002.

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I ;i 1UARDO FERNÁNDEZ GDÓN

razón funcional a la manera weberiana no implica necesariamente que ese sea el único patrón de racionalidad y que todo loque no se ajuste a él deba ser declarado, sin más, irracional. La

objetividad científica, técnicamente posible, tal como Weber lapropone, ayuda a las personas a comprender el sentido último desus propias acciones36.

De igual manera, la negación del mito del Progreso y de ciertas concepciones historicistas no implica, sin más, la negaciónde la historia, ni tan siquiera el insulso vislumbre de su final

feliz. De la discusión entre quienes siguen aferrados a la ilusiónde un carácter acumulativo de la civilización que, a favor de lacorriente, nos irá dando respuesta a los problemas que no sabemos resolver en el presente, y quienes aconsejan un regreso a lapureza original como única vía para evitar la catástrofe, quizátampoco pueda surgir nada realmente esclarecedor. El progresono es concebible como un fin en sí, sino como diálogo y cons

trucción sociales con relación a metas y valores alternativos. Loslímites del crecimiento siguen siendo señalados con suficienteclaridad. Pero la respuesta a los daños infligidos al medio y a lapropia vida por nuestras actuaciones inspiradas en el modeloimperante de Progreso y Racionalidad, la crítica de sus aspectosetnocentristas y excluyentes, no se elaboran contra la ciencia,

sino como autocrítica de la tecnociencia contemporánea. La realidad sigue defraudando toda ilusión de culminar una especie deredención profana de la humanidad simplemente basada en lapropagación universal de nuestro saber y nuestro poder. Cuando invocamos religiosamente esa racionalización total seguimoseludiendo, ilustrados pero fanáticos, cuestiones fundamentalesde carácter ético y político sobre la distribución a escala plane

taria de oportunidades de construir proyectos de vida auténticamente libres y participativos. Nada demuestra que una autocrítica de la Razón Ilustrada, de la tecnociencia contemporánea, aboque necesariamente al relativismo sin límites ni al nihilismo cog-

36 Weber, M., «La objetividad en las ciencias y en la política sociales»,

en  La acción social: ensayos metodológicos, Península, Barcelona, 1984,pp. 112-190.

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTK'A 1)1- I .A 11< Ni )i II Ni I A

nitivo. A no ser que nos resulte inimaginable dejar de venerniuna concepción dogmática de la ciencia en la actualidad píasmada en diversos reduccionismos, fisicalista, economicista, ele.

Un razonable relativismo científico-cultural no conduce en líneadirecta al irracionalismo. Se trataría entonces de imaginar formasde control participativo de la acción tecnocientífica, sabiendoque la dificultad de establecer cauces para el ejercicio de esecontrol crece junto con la distancia que separa cada vez más a laciudadanía de las decisiones de los expertos.

IX

Desde los inicios de la modernidad, al menos desde el Siglode las Luces, la época de mayor exaltación del conocimientocientífico, discurre una rica tradición intelectual que recoge,desde ángulos diversos, argumentos favorables a la desmitifica-

ción y humanización de esa cosa llamada ciencia. La epistemología del siglo xx se nutre esencialmente de los debates en tomoa las diferencias o semejanzas entre esa forma de conocimientoy otras formas cognoscitivas humanas. Más allá de los esfuerzosdel neopositivismo por configurar un programa filosófico capazde depurar el lenguaje científico de cualquier clase de contaminación exógena, desde el falsacionismo popperiano, al menos,

desde la formulación del célebre teorema de Gódel o las nomenos célebres tesis de Duhem-Quine 37, de las filosofías de laciencia de Khun y de Feyerabend, de los estudios historiográfi-cos y sociológicos de la ciencia, entre otros, sabemos que el concepto de verdad científica no es un concepto absoluto, que elfenómeno ciencia es heterogéneo y contingente, que la unidaddel método es un desiderátum poco realista, en fin, que se impo

37 La idea de Quine de la subdeterminación de las teorías, es decir, la ideade que teorías lógicamente incompatibles pueden encajar con la evidencia disponible, es considerada por Sokal una nueva versión del escepticismo humeano. Véase Sokal, A., y Bricmont, J., Imposturas intelectuales, Paiilós, Barcelona,1999, pp. 65-68.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

ne la desacralización en el análisis de tal cosa y sanear, tal vez,la atmósfera un tanto recargada que la rodea. Los criterios de

demarcación, pues, se amplían y flexibilizan. No aparecen yacomo históricamente inmutables, sino dependientes de reglas ypatrones característicos de comunidades y tradiciones científicasespecíficas y, a la vez, vinculados a valores y creencias propiosde una cultura determinada. Hoy es corriente hablar de perspectivas del conocimiento, estilos de pensamiento, imágenes de la

ciencia, themata, paradigmas y otras nociones parecidas que refle jan la aceptación de cambiantes conceptos de racionalidad ymodos diferentes de hacer ciencia. Algunas de las viejas ideas deKarl Mannheim contenidas en  Ideología y utopía reverdecenahora saludablemente dentro de ese panorama ampliado. Bajo ladenominación de sociología del conocimiento científico se des

pliega un estilo de análisis que, marcando sus diferencias respecto de la sociología de la ciencia «mertoniana», invoca aquella tradición y aquellas fuentes. Existe diversidad de ángulos yperspectivas que, tal vez, no se integran sin más en una unidad,como Mannheim hubiera querido, pero que, en potencia, contribuyen a enriquecer el diálogo y a avivar la mutua crítica.

La situación actual de pluralismo, la comprensión de la ciencia como conjunto de actividades humanas vinculado, al igualque otras formas de conocimiento, a la historia de nuestras sociedades, no ha hecho desaparecer, sin embargo, aquella polarización antes mencionada: en la época de la globalización, de los«genes egoístas» y las «armas inteligentes», cientificismo e irra-

cionalismo reanudan con frecuencia su diálogo de sordos. Pero,como dice Levy-Leblond, la afirmación contraria a «todo esblanco» no es «todo es negro», sino «todo no es blanco». Laciencia no es neutral, pero no es culpable; la juiciosa desmitifi-cación de los cánones de Método (de validación de teorías) yTeoría (nomológico-deductiva) no nos deja a merced de lo irra

cional. La ciencia no es el motor de todo progreso técnico, socialy hasta moral, pero tampoco es su freno. La crítica de la ciencia,dentro de la ciencia misma, no en contra de ella, problematizapor principio las relaciones entre ciencia y tecnología en la situación presente de industrialización y fuerte dependencia mercan

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRI TIC A 1)1 I A I I I NI II U NI i A

til tanto de la investigación básica como de sus aplicaciones. 1,aciencia no es conocimiento puro, sino producción colectiva regí da por complejas determinaciones sociales e históricas. Hay que

desmitificar la figura del sabio omnisciente y mostrar con realismo los microcosmos en que se desenvuelven los investigadorescientíficos, sus instituciones jerarquizadas, sus disciplinas artificialmente cernidas sobre sí mismas, sus trabajos fatalmente inclinados al pernicioso especialismo que teorizara Ortega yGasset38. Necesitamos ese impulso autocrítico que revele laexplotación ideológica de la ciencia, tan a menudo utilizada comoargumento de autoridad para justificar decisiones cuya racionalidad es, si acaso, económica y política más que técnica o científica. Son los propios científicos quienes tienen la responsabilidad de abrir un debate público que ayude a la ciudadanía a comprender de qué forma repercuten los frutos del progreso tecno-científico en la vida cotidiana, el trabajo, la salud, la cultura.

Existe la idea muy extendida de que todos los descubrimientos científicos acaban por desembocar en aplicaciones técnicas y que, en definitiva, toda innovación tecnológica tiene suorigen en investigaciones científicas aparentemente desinteresadas. Sin embargo, no es una verdad incuestionable que el progreso técnico haya seguido siempre al progreso de la ciencia. Lahistoria de la ciencia nos muestra que el pensamiento científico

y las técnicas utilizadas por los humanos son cosas que, en determinadas circunstancias, se han desarrollado independientemente. El trabajo de técnicos e ingenieros en la Antigüedad ydurante la Edad Media está poco relacionado con las preocupaciones de los sabios de la época. «Los mecánicos y técnicoshidráulicos griegos —afirma Lévy-Leblond— no deben nada a losmatemáticos del momento. En el Renacimiento, es la experiencia y el saber técnicos acumulados los que impulsaron el desarrollo científico y no a la inversa /.../. A comienzos del siglo xixtodavía la máquina de vapor hacía más por la teoría del calor y

38 Ortega y Gasset, «La barbarie del especialismo», en La rebelión de las 

masas, Austral, Madrid, 1966.

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

la termodinámica que a la inversa» 39. La tesis de este autor esque en la visión convencional se da una subordinación de la téc

nica a la ciencia, una infravaloración del pensamiento técnicoautónomo paralela a la sobrevaloración en nuestra sociedad de lateoría sobre la práctica y de las actividades intelectuales y abs-tactas sobre el trabajo manual concreto. Y nos recuerda que yaen 1750, Diderot escribía en el prólogo de la Enciclopedia : «Seha escrito sobre las ciencias /.../ no se ha escrito apenas nada

sobre las artes mecánicas» 40. Es cierto, no obstante, que desdela segunda mitad del siglo xix los lazos entre ciencia y técnicase estrechan progresivamente, pero la relación entre ambas cosassigue siendo, incluso en el presente, problemática y cambiante.Si bien es verdad que en la actualidad es difícil imaginar unainnovación ténica que no haya resultado de la aplicación de cier

tos descubrimientos científicos, se puede constatar que, entre lamasa de trabajos de investigación, solo una pequeña parte encuentra su aplicación en la producción industrial y la innovación tecnológica. Todo lo cual nos obliga a preguntamos por lasrazones que explican por qué se abren y transitan determinadoscaminos de la innovación y el progreso tecnológico, mientras

que otros permanecen cerrados o escasamente atendidos comovías secundarias. Fijemos, por tanto, las causas económicas ypolíticas de la inhibición y postergación de ciertos progresos técnicos potenciales que los ciudadanos legos contemplamos conperplejidad.

Numerosos estudios sociológicos de la ciencia y la tecnolo

gía abordan, crítica e interdisciplinarmente, las modalidades delcambio tecnocientífico y sus consecuencias en el medio naturaly social, contemplando ambas cosas como procesos contingentes, condicionados externamente por factores diversos. Procesossociales, en fin, no regidos por leyes inmanentes. Es numerosala diversidad de enfoques que las ciencias sociales adoptan en el

análisis de dichos procesos, como diferentes son los acentos quecada una de esas aproximaciones pone en el permanente debate

39 Lévy-Leblond, J. M., op. cit., p. 211.40  Ibídem, p. 211.

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LAS CEN CIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA DE LA TECNOCIENCIA

—filosófico y metodológico— sobre «realismos» y «relativismos».

Como se sabe, las discrepancias en ese terreno son, a menudo,algo más que meras discrepancias de grado, pero el panoramaampliado de la actual investigación social de la ciencia —quenecesariamente remite a cuestiones epistemológicas— no justifica la calificación negativa de «ecléctico» que se le suele endosar desde posiciones autodenominadas racionalistas, deudoras

de los dogmas de la vieja metodología prescriptiva.Tomemos, por ejemplo, la noción de imágenes del conoci-

miento, utilizada por Yehuda Elkana41; estas proporcionan criterios de diferenciación entre buena y mala teoría, de definición ydelimitación de los problemas y los hechos científicos. Así, enun contexto dado de la historia de una disciplina científica, se

produce entre los miembros de una comunidad un acuerdo acerca de la selección de las cuestiones importantes y de los modosmás pertinentes de encararlas con racionalidad. Tales imágenes, surgidas de dicho acuerdo, son, por lo tanto, cambiantes (el supuesto de la armonía de la naturaleza, o el de la liberación del hombre por el poder que le confiere el saber, el predominio de la

experimentación sobre la especulación, de la empatia sobre eldistanciamiento, la preferencia del análisis y la axiomatizaciónfrente a la aproximación hermenéutica, etc.). De este modo, quedan fijados en un contexto sociohistórico determinado los perfiles de lo que se entiende por conocimiento racional. El hechode que esas imágenes del saber sean construcciones socialmen

te determinadas no supone que no podamos recurrir a ellas comocriterios de racionalidad, sino, simplemente, que no hay criteriode racionalidad o de verdad absolutos, válidos en todo tiempo ylugar para cualquier forma de conocimiento. Esta sería, segúnElkana, la posibilidad de un realismo filosófico, en el marco delsistema cognoscitivo adoptado, compatible con un relativismo

histórico, en la comparación del propio marco con otros modelos y otras jerarquizaciones de los valores. El corpus de conoci-

41 Mendelsohn, E., y Elkana, Y. (comps.), «A programatic attempt at ananthropology of knowledge» en Sciences and cultures Sociology ofthe Scien

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EDUARDO FERNÁNDEZ GIJÓN

mientos, el abanico de teorías —y elaboraciones metafísicas, ensí mismas no verifícables— que se ofrecen en un momento dado,

es esencialmente inabarcable en toda su extensión. La funciónque cumplen, entonces, las imágenes del saber socialmente construidas no es la de producir contenidos de conocimiento, sino lade orientar la selección en ese horizonte abigarrado de posibilidades. Es lo que este autor denomina una concepción «épica» dela ciencia consistente en asumir esa multiplicidad de conocimientos racionales posibles, en la cual, no obstante, los criterios«locales» permiten establecer fundadamente un cierto orden depreferencias, es decir, hacen posible —en contra de la primeraidea kuhniana de la inconmensurabilidad entre paradigmas— lacomparación entre imágenes distintas del conocimiento. Rechaza Elkana esa visión «trágica» según la cual el conocimientocientífico se incrementa avanzando, con mayor o menor celeri

dad, en el único camino posible que comunica directamente conlos misterios de la realidad, como si estos escondieran dentro desí la sola y exclusiva fórmula de su desciframiento. Como sueledecirse, la realidad no habla sino en función de nuestras preguntas y nuestro escrutinio y, puesto que estos adoptan innumerables formas, su estudio comparado será un buen punto de parti

da en toda crítica social de la ciencia, o de los excesos cientifi-cistas. ¿Es que las grandes verdades de la naturaleza, de no habersido descubiertas por un Newton o un Einstein, lo habrían sidomás o menos rápidamente por cualquier otro? ¿Por qué, al contrario que en los campos de la religión o del arte, de la música ode la ideología política, no habría de existir ciencia comparada

entre diferentes culturas?La historia, la sociología, la antropología social de la cienciapueden estudiar las condiciones necesarias, aunque no suficientes, que han hecho posibles determinados logros y descubrimientos, pero admitiendo, en todo caso, que tales cosas podríanhaberse producido de otro modo. Es desde bases relativistas,razonables y no menos realistas, como puede llevarse a cabo lacrítica de una concepción del progreso del conocimiento científico únicamente gobernado por leyes lógicas e inmanentes. Ahorabien, lo que se propone, rechazando las estrictas demarcaciones

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA 1)1! 1 A I H Ni K II Ni IA

de la tradición heredada de la filosofía de la ciencia y observando ciertas líneas de continuidad entre formas diversas de conocimiento, no es, desde luego, una metateoría unificadora, sino la

configuración de un espacio de diálogo entre cuadros conceptuales diferentes e incluso contradictorios. Pues estos —productossociales— son los que condicionan la elección de problemas, lafijación de criterios de validez, las definiciones de pertinencia, etc.

Max Weber, quien en alguna ocasión dijo aborrecer la especulación metodológica excesivamente formalista, dejó, no obstan

te, un buen número de páginas escritas sobre cuestiones filosófi-co-metodológicas. De forma sumaria puede decirse que Weberestablecía dos momentos bien diferenciados dentro del procesototal de la investigación social. El primero de ellos es el momento de las preguntas. En él todo queda al arbitrio de la subjetividad, pues necesariamente subjetivas son las elecciones de dichaspreguntas, subjetiva la decisión de plantear el problema que nosproponemos resolver. Pero, a partir de ahí, ya no cuentan losvalores, y el recorrido metódico que nos guía hacia las respuestas ha de acogerse a normas y procedimientos inequívocamentelógicos. Solo así alcanzamos soluciones y resultados de carácterobjetivo y universalmente válidos (recordemos las apelacionesantirrelativistas de Weber a ese chino que debería captar sin difi

cultades el significado de las respuestas objetivas de la ciencia alas subjetivas preguntas que nos hacemos). Son los matices positivistas de una reflexión, la weberiana, cargada de tensiones queno siempre se resuelven en el equilibrio perfecto. Algo percibimos de esa visión «trágica» de la ciencia antes mencionada. Sinembargo, al mismo tiempo, en la importancia que Weber conce

de a la operación subjetiva de la referencia a valores como punto departida de la indagación científica, hallamos también acentos querefuerzan esa idea del progreso científico como proyecto, empresa en construcción, «dirección no única del saber». De nuevo, launiversalidad del lenguaje científico no es un hecho realizado,sino una obra en construcción.

De forma parecida, los tratamientos teóricos y empíricos de

las disciplinas sociales del fenómeno mismo del conocimientocientífico y del complejo contemporáneo de la tecnociencia subra

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yan esa idea de que únicamente dentro de un dominio teórico dado—sección forzosamente limitada de una totalidad inabarcable—en el cual han quedado establecidos formalmente y convalidados,objeto de conocimiento, métodos y conceptos, solamente ahí podemos pronunciamos de modo inequívoco sobre la coherenciainterna de una proposición científica, sobre su validez e, incluso,sobre su potencial universalidad, es decir, sobre su posibilidadmisma de que sea significativa para «un chino». Por lo tanto, unrigor lógico —y el riguroso procedimiento que nos permite con

siderarlo como tal— no es posible más que en cada uno de esoscontextos donde aparece legitimado un conjunto de normas y conceptos. Y, tal vez, esa limitación de nuestro conocimiento queproviene de la misma variedad de sus métodos y de sus contextos de aplicación no dispensa en el quehacer científico de todanorma, pues no damos, sin más, por supuesta la equiparable va

lidez de todas las posibles, sino que estimula la confrontaciónentre unas y otras, y, en todo caso, lleva a cuestionar la existenciade una norma absoluta de validez universal. Adoptamos comocientífica aquella explicación de una cosa que demuestra ser provisionalmente cierta, coherente y operativa en un contexto determinado, no porque proporcione el sentido último, la verdad de tal

cosa. En esta perspectiva, las explicaciones científicas nos permiten ordenar los elementos dispares de un ámbito de la realidadsobre cuyo interés y problematicidad estamos de acuerdo endeterminadas circunstancias y en determinado contexto de laevolución de un saber científico, a su vez relacionado con otrosconocimientos institucionalizados e inserto en la estructura de la

sociedad.

X

En el conocido relato de Voltaire, el doctor Pangloss, precep

tor de Cándido, imparte incansablemente lecciones elevadísimascuyo objeto, en suma, no es otro que demostrar el orden —aparentemente desordenado— de las cosas y justificar de paso lasmiserias y calamidades humanas en armonía con ese orden supe

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA CRÍTICA 1)1! I .A Tl'.í N()( II Nt IA

rior. Es el discurso de la falsa sabiduría pregonando machaconamente la indiscutible verdad de que vivimos en el mejor de losmundos posibles a pesar de los pesares. El fiel discípulo no tiene

más remedio que acatar, cándidamente, la autoridad de las enseñanzas del maestro, aunque todavía le quedan fuerzas parapreguntarse cómo serán los otros mundos peores que este. Hoydenominaríamos  panglossianos a esos estilos de pensamiento,esa concepción ideológica y esas actitudes morales volcados enla celebración cándida y optimista del statu quo y su perfectibilidad autorregulada. Su fundamento es la creencia en una racionalidad, por así decir, descamada, sin sujeto, que se acrecienta yexpande progresiva y universalmente, a salvo de toda crítica.Pues vuela por encima de la vida, de los intereses y conflictoshumanos, aunque no deja de arrojar desde lo alto su benditofruto sobre la faz de la atribulada tierra y de sus atribuladosmoradores. Es la paradoja de otra vuelta de tuerca en la sacrali-

zación de la razón en un universo secularizado por la ciencia.Un medio eficaz para moderar el optimismo, la candidez y

esa buena fe que tantas veces se toman en fanatismo y exaltacióndel Progreso (con mayúscula) —rostro de Jano contempladosolamente en su perfil más favorecedor—, es el ejercicio del pensamiento crítico necesariamente azuzado por un gramsciano«pesimismo de la razón» que nos mantiene despiertos y vacunados contra la autocomplacencia y el acatamiento de las verdadesindiscutibles. No se trata, pues, de una proyección nostálgica yregresiva, de tinte conservador, sino de afinar el sentido de nuestro progresismo ilustrado. Ha de ser una reflexión que no olvida loque falta, es decir, que retiene en la memoria los ideales incumplidos de la Modernidad. No es resistencia al cambio ni miedo

al progreso, sino voluntad de profanar su representación comofuerzas sobrehumanas — inteligibles tan solo para una élite— queconvierten a la mayoría de las personas en simples sujetos pacientes, seres superfluos, sin ilustración, desconectados e incapacitados para implicarse en la conducción de esos procesos.

Crítica de la tecnociencia que exige en primer lugar autorre-flexión de la comunidad ilustrada, precisamente para salvar y

completar plenamente el viejo proyecto de la Ilustración. Aun-

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que, tal vez, ese proyecto nunca se culmina del todo, pues esconstrucción permanente, «búsqueda sin término». Por esa razón

no compartimos la idea de su superación posmodema ni aquellaotra, de signo contrario, que reniega de su herencia, haciendoculpable al desarrollo de la tecnociencia de todos los males quenos aquejan. De nuevo es preciso poner de relieve las causaspolíticas y culturales que explican por qué los beneficios del progreso se distribuyen tan desigualmente o se desvían hacia objetivos poco concordantes con el bien público y con las necesidades perentorias de los más desfavorecidos.

Hay una sugerencia de Zigmunt Bauman que recojo parateminar, pues considero que señala con toda claridad uno de lospuntos de partida de la crítica de nuestra ideología posmodemadel progreso que aquí se ha propugnado. Se trata de la interpretación hecha por Bauman del conocido pasaje benjaminiano so

bre el Angelus Novus, comentado también en este texto. La mirada de Benjamín sobre el avance de la Historia no es una miradaafirmativa proyectada hacia el futuro, sino evocativa, negativa.El Angel de la Historia vuela dando la espalda al futuro, con susojos fijos en el pasado, contemplando los horrores y la sucesiónde catástrofes. Escribe Bauman: «Si es correcta la lectura de

Walter Benjamín del significado del “progreso”, y yo creo quelo es, entonces —en lo que respecta a la felicidad humana— lahistoria no es ni una línea recta ni un proceso acumulativo, comoquerría hacemos creer la afamada “versión progresista” de lahistoria. Siendo la repulsión, no la atracción, la principal fuerzamotriz de la historia, el cambio histórico se produce porque loshumanos se ven mortificados e irritados por lo que perciben

como doloroso y desagradable en su condición, porque no deseanque persistan esas condiciones y porque buscan el modo de mitigar o remediar su sufrimiento» 42.

42 Bauman, Z., Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil, Siglo XXI, Madrid, 2003, pp. 25-26.

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Anomia y complejidad social

Conceptos para el análisis de la sociología de la ciencia

Por Felipe MORENTES MEJÍAUniversidad de Jaén

Pu e d e  parecer atrevido tratar de uno de los pasajes más visitados por la literatura sociológica y que se ha mostrado como

uno de los puntos de encuentro más controvertidos de la teoría yde la investigación social, teniendo además sus orígenes en los

remotos años treinta del siglo pasado. Me refiero a la «teoría dela estructura social y anomia» de R. K. Merton. Pocas veces en lahistoria de la sociología una aportación tan concreta ha suscitadotanta atención, incluidas réplicas y contrarréplicas a lo largo detantos años, aunque con distinto énfasis según qué época se considere. El atrevimiento puede parecer además anacrónico si tenemos en cuenta que la complejidad del mundo de la ciencia, y la

curiosidad que en él se ha suscitado por saber cómo se lleva acabo su producción, concentra las mayores preocupaciones de losestudiosos actuales ocupados en el legado de Merton.

A pesar de ello, o es por ello que, en nuestra opinión, cabeseguir pensando que los postulados que encierra el complejo paradigma de la teoría de la anomia, en especial en la reelabora-da versión que de ellos ha efectuado Merton, aunque no siempre

con claro significado, ofrecen en la actualidad amplias posibilidades para el análisis sociológico. Singular interés puede tenersobre todo para dar cuenta de las ambivalencias culturales en lasque se desenvuelven las sociedades complejas de nuestros días.No en vano es un paradigma que significados, a la vez que discutidos, sociólogos como Parsons han visto en su desarrollo unode los pocos conceptos verdaderamente sociológicos (Deflem,

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FELIPE MORENTES MEJÍA

1999). Otros, incluso, lo han canonizado como el modelo teóri

co para dar cuenta de los comportamientos desviados (Clowardy Ohlin, 1960), y otros, en fin, lo han retomado en los últimostiempos como primordial objeto de estudio teórico y, desde sucrítica, como un recurso interpretativo de actualidad (Feathres-tone, R. y Deflem, 2003; Orru, 1987 y 1993; Passas, 1990 y 1993;Besnard, 1987 y 1988).

El reto que nos cabe asumir en esta nueva mirada trata de

profundizar en sus posibilidades actuales a la vista de que, comoseñaló A. Cohén, «el significado de la anomia ha experimentadomuchos cambios (y no siempre en la dirección pretendida) en lasmanos de diferentes autores» (Cohén, 1966, p. 74). Y es que, unavez más, podemos estar ante la tesis de Z. Bauman según la cual«parece ser una regla general que lo que en su día fue una audazaventura intelectual acaba por caer en la repetición irreflexiva de

la rutina» (Bauman, 2002, p. 13). Este empleo acrítico de los recursos teóricos puede ponerse de manifiesto en ciertas evidenciasque afectan directa y negativamente a la propia comprensión dela teoría de la anomia. En un estudio reciente que ha indagadosobre las citas bibliográficas directas que se han hecho de la teoría de la anomia de Merton, en distintos trabajos publicadosdurante algunos años en la Amercian Sociological Reviw, para

saber de qué versiones se toman las referencias sobre la teoría dela anomia (partiendo de la primera editada en el año 1938, a lamás acabada, aunque no conclusa, de 1968), se ha puesto demanifiesto que con alta frecuencia el mayor número de citas serefiere a la versión original de 1938, la más antigua, que al ser laobra germinal es a la vez la más indefinida y en todo caso lamenos enriquecida por el propio Merton

Hablar del paradigma de la anomia en la actualidad requierepor tanto tener en cuenta no solo la matriz conceptual de la primera formulación, sino, sobre todo, integrar en una matriz máscompleja los añadidos y alumbramientos que ha recibido en lasúltimas décadas. Para ello, si fuéramos capaces de matizar en

1 Para una visión de conjunto de la evolución de las citas según las dis

tintas fuentes y años cf. Feathrestone, R., y Deflem (2003).

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ANOMIA Y CÓMPt fUH1 [1 ■ •• I i

nuestra exposición algunos de los significados más nu liivmi.que permite el paradigma de Merton, contribuiríamos a despr)¡ii

en alguna medida ciertas incomprensiones que se le achacan, ahí vez que estaríamos en disposición de argumentar que la teoría «lila anomia nos ofrece un adecuado esquema interpretativo paracomprender, entre otros, los contradictorios reflejos sociales quemuestran los colectivos humanos de nuestro entorno. Sobre todo,aquellos que proceden de las ambivalencias culturales en las quese ven envueltas nuestras sociedades. Buscaríamos entonces no

tanto asociar la anomia con las conductas desviadas, como hasido objeto recurrente en las ciencias sociales de modo amplio,sino indagar más bien sobre las incongruencias que surgen en lasestructuras normativas y de significado de las sociedades complejas. De aquellas incongruencias que genera desorientacióncomo ya anticipara R. Willians a mediados del siglo pasado,cuando manifesta que la disconformidad o «la apatía pareceresultar de situaciones de gran complejidad normativa y/o decambios rápidos, en que los individuos se ven impulsados de acápara allá por numerosas metas y normas antagónicas, hasta que elindividuo queda literalmente desorientado y desmoralizado, incapaz de entregarse a un conjunto de normas que pueda considerarcongruentes entre sí» (Willians, 1951, pp. 534-535), o de reaccio

nar contra la dislocación, podríamos decir nosotros, para encontraralgún tipo sentido al mundo que vivimos. El propio Merton lodijo de modo más sencillo: «Descubrir cómo algunas estructurassociales ejercen una presión definida sobre ciertos colectivos dela sociedad para que sigan una conducta inconformista y no unaconducta conformista», Merton, 1992, p. 210 (original, 1968).

Aproximación al concepto de anomia en Merton

Una relectura de «Estructura social y anomia» en el año quela sociología ha perdido a su autor se hace oportuna y nos permite, jugando además el tiempo a nuestro favor, reinterpretaralgunos puntos de sus contenidos bajo criterios no del todo canó

nicos si se compara con los tópicos establecidos. En este senti

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FELIPE MORENTES MEJÍA

do, podemos partir con una idea general de su trabajo diciendo

que Merton está especialmente interesado en poner de manifiesto las contradicciones de las sociedades liberales y pluralistas enlas que, como efectos imprevistos, se tiende a generar estados deinsatisfacción entre los ciudadanos, independientemente de lasaptitudes personales que cada individuo posea. El argumento defondo que podemos destacar en esta teoría es que toda estructura social basada primordialmente en la competencia como modo

de acceder a bienes sociales escasos, deja siempre sin alcanzar sus objetivos, en algún grado, a una variable proporción depoblación; proporción que estará en función de la escasez de recursos socialmente disponibles, así como de la inagotable capacidad de acumulación de dichos recursos que muestran unosindividuos, incluso ante necesidades básicas de otros.

Las consecuencias que tiene la hegemonía de una cosmovi-

sión de esta naturaleza para la estructura social son diversas y dedistinto interés social (verbigracia: desigualdad social, pero tambiéngeneración de riqueza), aunque determinan en común una contradicción para su propia pervivencia: que los disconformes coneste tipo de sociedad tienden a desbordar de diverso modo laregulación institucional de la vida social.

Lo singular de este planteamiento es que se sitúa frente a teo

rías que ponen el acento en las cualidades individuales de losactores, las cuales hacen difuso el problema del desigual reapar-to de oportunidades al mezclar factores biológicos y psicológicos junto a los contextúales. Enfatizar los aspectos biológicos opsicológicos de los individuos hace que se ignore el contexto delque proceden los factores que hacen que los grupos sociales y nosolo individuos sean los que se encuentren en situación de des

ventaja frente a otros grupos. Merton, como veremos, se interesa precisamente en destacar las razones sociales que dan lugar alas tensiones por las que se propicia la anomia, localizándolas enla misma instancia en la que operan las fuerzas sociales quehacen posible la existencia y el desenvolvimiento de la sociedad.Sus presupuestos teóricos se centran justamente en las estructuras reguladoras que orientan y gobiernan el sistema sociocultural.

Bajo dichas estructuras, la teoría de la anomia distingue dos ins

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD SOCI A l.

tancias que tienden a mostrarse antagónicas en las sociedadesmodernas: las metas culturales, o definiciones sociales de lo que es

deseable para una sociedad, y los recursos socialmente disponibles para alcanzar dichas metas de una manera legítima.El dilema surge cuando se rompe el pacto implícito que cabe

esperar de todo colectivo que comparta una meta o ideal; a saber,que cada cual pueda contar con los apoyos suficientes para alcanzar dichas metas. Lógicamente, se rompe cuando los medios devida, progresivamente crecientes, se encuentran, sin embargo, des

igualmente disponibles entre los distintos estratos sociales paraalcanzar las que sí son metas culturales comunes; empíricamentese constata que el acceso a ellas cursa desde originales condiciones sociales desiguales para los distintos grupos sociales. Entonces el pacto que subyace en el horizonte cultural común queda sinefecto, y en su lugar aparece una situación de anomia. Desde estaperspectiva estructural, Merton matiza también, aunque no elimina, el mayor énfasis antropológico que le da Durkheim a la anomia cuando la justifica por el ilimitado apetito de aspiracionessociales que tiene el hombre, y en el que ve la causa del desajuste moral de la sociedad anómica.

Con Merton, la situación de anomia parte de un hecho objetivo que favorece reacciones divergentes y conductas disidentes

debido a que «altas proporciones de distanciamiento de las exigencias institucionales se consideran resultado de motivacionesprofundas culturalmente inducidas que no pueden satisfacerse[sobre todo] en los estratos sociales con limitado acceso a lasoportunidades» (Merton, 1992, p. 199). Si bien, dicha situaciónobjetiva generadora de desigualdad es relativa a un determinadoorden social que podría ser cambiado; Merton induce a pensar

cuál sería el modelo ideal de funcionamiento de una sociedad,que para él consistiría en un adecuado equilibrio entre las expectativas vitales formuladas colectivamente y los recursos legítimosnecesarios para que todos los individuos alcanzaran sus respectivas expectativas. Sin embargo, y a pesar de que mantiene que unade las funciones principales de las sociedades es proveer de lasbases para que se favorezca el comportamiento «normal» de sus

miembros (Merton, 1992, p. 239), lo habitual, sin embargo, es que se

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FELIPE MORENTES MEJÍA

dé una disparidad entre el énfasis socialmente puesto en los de-seos,metas o aspiraciones y la escasez de medios institucionales paraalcanzarlos.

Es la lógica de la sociedad moderna competitiva la que genera disparidad antes que las razones antropológicas de los individuos implicados en la competición. Dice Merton puntualmenteque la estructura social basada en la competencia tiende hacia la

anomia y la conducta divergente al «no operar por igual en todala sociedad» (p. 237), sino que opone distinto grado de dificultad para alcanzar los objetivos a los que aspiran los distintosgrupos sociales. La anomia, por tanto, «está en función de lasposiciones en la estructura de la sociedad [entre las cuales, lasposiciones anémicas serán las que] implican la mayor dificultadpara que los individuos vivan de acuerdo con las exigencias

normativas» (p. 255). Dicha posición objetiva en la estructura deroles sociales favorecerá el tipo de respuesta que los individuosden en función del contexto social en el que se desenvuelven, odicho textualmente: la conducta estará asociada con el papelsocial en tipos específicos de situaciones.

De aquí surge la oportunidad de que Merton prevea las posiblesrespuestas individuales ante la presión del medio, y distingan hasta

cinco modos de adaptación individual según la presión hacia la disconformidad, pero también de la actitud del individuo en la recepción que haga de dicha presión. El primer tipo de conducta que distingue Merton a este respecto, y que considera la más común, es deconformidad. Un individuo situado en esta categoría no halla contradicción entre las metas socialmente fijadas y los medios institucionalizados para alcanzarlas; por tanto, no se encuentra en la situa

ción de presión que tiende hacia la anomia. Una segunda posiblereacción es la innovación. En este caso el individuo asume las metas que la sociedad alienta, si bien rechaza los medios institucionalizados por los inconvenientes que encuentra en ellos para alcanzar las metas. Por lo general, a este tipo de reacción se asocian losindividuos que recurren a medios ilegítimos o desviados con el finde alcanzar la pretendida meta, pero también caben aquellos que

actúan con pretensiones de ampliar las angostas barreras socialesque se generan mediante las relaciones competitivas.

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD SOCIAL

La tercera reacción previsible es el ritualismo. Aquí las metasson rechazadas porque el individuo no cree en ellas, pero adopta

los modos y medios socialmente sancionados, con una especialminuciosidad en las formas de ejecutarlos. Refiriendo un comportamiento de este tipo, A. Cohén señala el caso de los «burócratas que servilmente siguen las normas sin atender a los fines para los cuales fueron establecidas», con lo que hacen virtudde la superconformidad de las normas institucionalizadas, al precio de la disconformidad con las metas culturalmente prescritas

(Cohén, 1966, p. 77). En la cuarta reacción, el retraimiento, tanto las metas como los medios para alcanzarlas son rechazados.Merton pone de ejemplo para reflejar este modo de conducta alos enfermos mentales, alcohólicos y adictos a las drogas, entreotros; mayormente son personas —dice Merton— que están en lasociedad pero no toman parte del funcionamiento de la misma.La quinta y última reacción prevista es la rebelión. Merton desig

na así a aquellos individuos que, debido a la frustración con elmedio social, rechazan tanto medios como metas que consideraninjustas, pero en cambio, de forma activa, optarían por un nuevoorden social en sustitución del actual. Es fácil cobijar bajo estetipo a «los miembros de un movimiento revolucionario» (Cohén,1966), quienes actúan movidos por el sueño de una nueva sociedad, a partir de un nuevo conjunto de metas culturales y demedios institucionales para alcanzarlas (Merton, 1993, pp. 218-236).

La tipología de reacciones así descritas por Merton es uno d e 'los postulados de su teoría que se confirma a lo largo del tiempocomo un instrumento analítico de amplio alcance para dar cuenta de los déficit y de las contradicciones sociales en los diversificados y crecientes escenarios socioculturales que coexisten enlas estructuras intra e intersocietales contemporáneas.

Especialmente idónea se mue'stra a la hora de establecer un

sistema de hipótesis que considerara la mayor prevalencia quepudiera tener un tipo de disconformidad sobre otro en un determinado contexto social, teniendo en cuenta las peculiares condiciones o presiones sociales que se favorecen en dicho contexto.Así, cabría suponer, que el mayor grado de conformidad en lapoblación en general, en la que no cabría una discriminación sig-

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FELIPE MORENTES MEJÍA

nificativa entre los distintos estratos sociales, se daría en aque

llos sistemas sociales en los que el consenso estuviera tan arraigado que hiciera posible que las definiciones culturales de lodeseable se establecieran respetando las legítimas aspiracionesde cada grupo cultural, y contara para ello con el potencial derecursos institucionales necesario que las hiciera posibles. Losmodelos de sociedad que desarrollaron en alto grado el Estadode bienestar en los países nórdicos europeos podría estar próxi

mo al equilibrio que aquí queremos referir cuando hablamos dealto grado de conformidad generalizada entre la población.

De otro lado, el tipo de adaptación ritualista es más probableencontrarlo en aquellos contextos sociales en los que las definiciones sociales sobre lo deseable se formulan desde círculosreducidos de poder que, además de la influencia cultural comogrupo de referencia, ejercen presión coercitiva (fuerte control

social) para alcanzar las metas establecidas. La rebelión, comoreferente social con cierto respaldo de la población, por su parte,es más factible cuando la situación anómica de la sociedad estámás generalizada por desconfianza en la acción institucional queregula la vida social, sobre todo cuando alcanza un nivel queafecta al funcionamiento interno de los subsistemas (económico,ideológico, relaciones sociales cotidianas) que hacen posible el

desenvolvimiento del sistema social en general. J. Elster (1997,p. 13 y ss.) distingue entre dos formas de desorden social: el queprocede de la impredecibilidad de las conductas y el que surgecomo falta de cooperación. Cuando se dan ambos tipos de desórdenes se asistiría a una situación anómica como la que aquí queremos referir. Un ejemplo sería el que expone C. Niño (1992,p. 176) cuando habla de «anomia boba» para caracterizar la

situación extrema a la que se ha llegado en sociedades como lasuya, Argentina, en la que la desregulación de la vida socialllega a tal extremo que incluso quedan sin observancia generalizada aquellas normas que serían eficientes para restituir unnuevo orden social, que sería beneficioso para el conjunto de lapoblación.

Con similares argumentos, las otras formas de adaptación

pueden asociarse de distintos modos con los procesos de socia

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lización política y sus consecuencias en el grado de participaciónciudadana en la gestión de los recursos de interés común, según

el contexto ideológico y su relación con el aprecio de los logrosmateriales. En este sentido, los comportamientos retraídos queseñala Merton no dejan de ser conductas forjadas socialmentepor una inadecuada gestión de las oportunidades vitales que hande cumplir los recursos colectivos. La innovación es más compleja. Sería más probable en sociedades con metas puestas en eléxito monetario, como expone Merton, pero también correspon

de a una sociedad con una ideología generalizada que valora unaestructura jerárquica de la sociedad, en unas condiciones en laque los recursos sociales se valoran de manera igualitaria, pero sedistribuyen ostensiblemente de manera insolidaria, por lo queresultan más apremiantes.

Esta lectura que hemos hecho de la proyección de la tipología de la adaptación individual sobre algunas maneras por las

que los contextos sociales pueden generar tensión, es una muestra de la capacidad interpretativa que cabe extraer de la teoría dela anomia de Merton. A ello han contribuido en buena medidadiversas investigaciones empíricas y las críticas que se le hanhecho, de las que el propio Merton ha aprovechado sustantivassugerencias para aclarar ciertas proposiciones iniciales no siempre fácilmente comprensibles, y en otros casos para modificaraquellos puntos contradictorios que también se han puesto demanifiesto mediante la investigación empírica. Puede ser deinterés volver a revisar algunas de estas aportaciones críticaspara conectarlas con otras lecturas más actuales que a continuación se muestran.

Críticas y réplicas en el afianzamiento de la teoría de la anomia

A propósito de la colaboración en un libro colectivo sobrefamilia editado en 1949, Merton reelaboró una versión másactualizada de su «Estructura social y anomia». En este texto

desarrolla ahora algunos puntos y proposiciones que como, deci

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mos, no estaban del todo claros en la primera versión. En concreto, amplió la definición de aspiraciones culturales para incluir,también aquellas metas sostenidas alternativamente como objetivos legítimos por los miembros de la sociedad y por aquellosgrupos localizados diferencialmente en la sociedad. Con estenuevo concepto, Merton quiere señalar que «los valores culturales pueden ayudar a producir una conducta que se contrapone a

los mandatos de los valores mismos» (Merton, 1992, p. 241).En la misma dirección retoma su tesis de la acumulación dela riqueza y del sueño americano, ampliando sustantivamente elsentido que quiere expresar con dicha imagen cultural. Al referir la idea del sueño americano y de los deseos de los propiosamericanos por el éxito dinerario, argumenta que en dicho tipode sueño no hay límites. El sueño americano tiene una naturale

za en forma de espiral: un individuo quiere siempre un poco másque lo que tiene, y una vez que adquiere ese poco más el proceso comenzará de nuevo. En este argumento añadido a la versiónprimera, Merton viene a reconocer implícitamente la deuda quetiene contraída con Durkheim, a quien había descuidado mencionar en el primer manuscrito. Como es sabido, para Durkheim,los deseos humanos, a diferencia de los de los animales, son en

pxincipio infinitamente extensibles. «No hay límite “natural”hacia lo que los hombres pueden anhelar y, por tanto, para lo quepuede proveerles un sentido de satisfacción y de plenitud» (citado en Cohén, 1966, p. 75); como ya refiriéramos, esta tesis antropológica de Durkheim, que sustenta el edificio de la ambición sinlímites que se alimenta en las relaciones competitivas, tiene altosignificado para el desarrollo de la idea de la espiral del sueñoamericano de Merton.

Esta penetración más antropológica lo llevó a formular algunas matizaciones de su tipología de adaptación individualampliando nuevas posibles vías de acceso hacia alguno de loscinco tipos que son conocidos. En particular, en el modo de adaptación por innovación, entiende que además de la presión estruc

tural que hace difícil el acceso a las metas socialmente establecidas pueden influir otras causas de naturaleza socializadora. Eneste sentido desarrolla la idea de que un individuo que no ha

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internalizado los medios adecuados para alcanzar los fines pretendidos, puede elegir entonces una vía alternativa para conseguirlos, sin que aparezca una contradicción ante la disyuntiva de

violación de la legitimidad. Este modo de adaptación es internalizado principalmente por las clases más bajas, «por los individuos situados en lugares de la estructura social que están particularmente expuestos a dichas presiones» (Merton, 1992, p. 263) alhallarse en escenarios en los que se dan una mayor representaciónde las distintas formas de acceso a conductas desviada. Paraexplicar el origen de esta vía alternativa, Merton se centra en la

familia, donde destaca el importante papel que juega el rol familiar para situar a las personas ante la estructura social y la anomia.

A pesar de las mejoras que experimenta la teoría con lasaportaciones de la primera revisión, las críticas siguieron a partir de ella quizá con mayor agudeza. Clinard señala algunas delas más representativas que se hicieron en los años de expansiónde la teoría (1964). De Parsons recoge la visión limitada que ve

en Merton en relación a los tipos de tensión social, ante lo quepropone señalar al menos dos tipos de tensiones más. Una ocurriría con ocasión de la tradicional visión antagónica dé tareascompartidas entre sexos, cuando a un individuo le resulta imposible hacer tareas conjuntas con otros. Otra forma de tensión sedaría, según Parsons, cuando un individuo no puede reconciliarsus propias expectativas con las expectativas de los demás. Por

su parte, R. Dubin destaca las debilidades que tiene la teoría dela anomia de Merton para llevar a cabo un investigación en términos operacionales; y en particular, anticipa una idea que hoyes más fácil de entender al señalar que la adaptación desviada enuna situación de anomia no es necesariamente perjudicial para lasociedad (Dubin, 1959), como entendería Merton en posterioresescritos.

Cloward y Ohlin han sido fructíferos a la hora de sintetizarla perspectiva estructural e interaccional que cabe asociar a lateoría de la anomia en su versión más centrada en la delincuencia y en el comportamiento desviado. Entre otras aportacionesde interés matizaron aspectos que estaban sin clarificar suficientemente en Merton. En concreto, al tratar sobre las causas que

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llevan a la conducta de «retraimiento», Cloward sostiene que losindividuos que no participan en la sociedad por carencia de aptitudes, discapacidad o adicción, para acceder a las metas culturales a través de los medios legítimos, son también excluidos delos medios ilegítimos para alcanzar dichas metas. En contrastecon Merton, Cloward cree que los retraídos sufren de una especie de doble fracaso: no tienen oportunidad para el éxito a través

de recursos legítimos, pero tampoco tienen oportunidad para eléxito a través recursos ilegítimos (Cloward, 1959). Bajo esta lógica de carencias para acceder a los recursos, tanto Cloward yOhlin consideran, en definitiva, que los jóvenes de las clases trabajadoras más modestas están localizados simultáneamente en laestructura de oportunidades legítimas e ilegítimas. Aunque dada

la mayor probabilidad que presentan ante el fracaso, los jóvenesde esta clase están en disposición de aprovechar con más facilidad las segundas, apareciendo así la que se ha dado en llamar lasubcultura delincuente.

Albert Cohén fue, además de reconocido por Merton comoun agudo crítico de su teoría (Merton, 1992 y 1997), quien más

desarrolló la teoría de la subcultura para explicar la conductadesviada. Una base importante de la crítica a la teoría de la anomia se centra en denunciar el tono demasiado individualista queadopta Merton en su descripción de la adaptación a la tensión.Sobre todo destaca la falta de atención puesta en los mecanismosde reciprocidad social de calidad no utilitaria en los que se generan los comportamientos reactivos frente a los medios y los

estándares culturales. En respuesta a las cuestiones que Cohén sehace años más tarde con relación a la tesis de fondo de su anteriorestudio sobre la delincuencia juvenil (1956), de por qué la delincuencia es desproporcionadamente frecuente entre los jóvenesde las clases más populares, y por qué muchos de ellos no manifiestan interés o utilidad, sino que más bien parecen actuar des

de un espíritu de pura mezquindad, negativismo y contrariedad,responde: «Mi argumento sostiene que los sentimientos de los

 jóvenes depende de manera muy ajustada al juicio de los demás.En [las sociedades competitivas] las etapas desde las cuales los

 jóvenes se desarrollan, y la situación en las cuales son juzgados

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ANOM IA \ ( U M I ' I I I IHAI i St u lA I

—especialmente el contexto escolai , son amplimiicnlr dominadas por la clase media, y los estándares o varas de medit poi 1»>•.que se juzgan son —por tanto— los habituales ende esa clase

media» (Cohén, 1966, p. 67).

Merton, atento a esta crítica de Cohén, aclaró en posteriorestrabajos sobre la anomia, en particular en su versión de 1957, quesi en su teoría de la estructura social y de la anomia no se daexpresa cuenta del carácter «no utilitario» que tiene lugar en losgrupos de «delincuentes», no por ello se quiere decir que «la conducta desviada resultante sea racionalmente calculada y utilita

ria. Por el contrario, trata más bien de dar cuenta de las agudas presiones creadas por la discrepancia entre metas culturalmenteinducidas y oportunidades socialmente estructuradas» (Merton,1992, p. 258). Así pues, diversas reacciones ante las pautas socialmente estructuradas pueden interpretarse en claves no utilitariassin tener que ampliar necesariamente la teoría. De este modo,Merton también se muestra consciente de que su estructura teórica de la anomia mantiene virtualidades que son susceptibles deponerse de manifiesto con relación a otras dimensiones socialesinfluyentes en distintos contextos sociales diferentes a los ambientes de la sociedad americana sobre la que él se centró.

Otra exégesis de la anomia ante un mundo en crisis de significados

Es muy probable que haya alguna relación entre el retomode una nueva atención y profundización en el estudio de la teoría de la anomia y el hecho de que «todo el mundo sienta amenazada su identidad frente al poderosísimo rival que es la organización social armada entorno a la globalización», como recientemente ha manifestado U. Beck2.

En efecto, los últimos años han visto resurgir una atenciónactualizada de las contribuciones relacionadas con la teoría de laanomia de Merton. Y no solo sobre la base de un retomo a la dis

2 U. Beck, «La cuestión de la identidad», en diario El País, 11.11.2003.

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cusión conceptual, sino también en términos de una investigación sociológica de los flujos y reflujos que han hecho históricamente el desarrollo y la recepción del paradigma de la «estructura social y anomia» (Featherstone y Deflem, 2003, p. 472). Enuna investigación reciente sobre la literatura especializada quese ha producido durante los años 1997 a 2000, aparecen aproximadamente veinte publicaciones que tratan del objeto de la teoría de la anomia y la tensión. En el mismo periodo, otro estudioseñala que, solo en el ámbito anglosajón, se han realizado másde siete tesis que están relacionadas con la teoría de la anomia 3.Este resurgir del interés por el concepto de anomia, que comovemos coincide con unos tiempos de debate cuando no de insatisfacción sobre el mundo que tenemos, justifica que se le dedique atención con algún detalle, señalando aquellas aportacionesque se vienen realizando y que facilitan una nueva interpretaciónde la anomia.

Algunos trabajos, como los que se recogen en el libro colectivo que editan R. Agnew y N. Passas (1997), se centran en estudios que insisten en tratar la anomia desde la perspectiva dela sociología criminológica, poniendo además el acento sobre ledimensión individual del acto desviado en relación con un contexto social anómico. Si embargo, esta no es, en nuestra opinión, la dirección más novedosa que adoptan los trabajos teóricos actuales, en los que se propone reencontrar la capacidadheurística que mantiene el concepto de anomia ante las ambivalencias normativas que caracterizan a las sociedades comple

 jas. Si podemos afirmar con Habermas (1975) que una de lascaracterísticas de las sociedades contemporáneas es la manifestación de pronunciadas tendencias desintegrantes que se materializan de modo especial en constantes crisis de legitimación yde motivación social, el mayor interés que puede tener ahora lateoría de la anomia sería el de dar cuenta de la diversidad de significados que se propagan desde diversos ámbitos de la sociedad contemporánea.

3 Cf, para un mayor detalle de estas referencias, http://www.Crimino- logy.fsu.edu/crimtheory.htm.

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD S< H I Al

Cuando se mueven los cimientos de las convicciones, entendemos que es el momento en el que adopta un decisivo papel

analítico la teoría de la anomia; primordialmente por su capacidad de distinguir ante dualidades sociales crecientes que danlugar a espacios simbólicos diversos, con códigos, lógicas y sistemas de referencia que dejan a los individuos aislados en eldecisivo papel de encontrar el sentido que toda sociedad, históricamente, ha proveído 4. Se propone ahora que desde la teoríade la anomia se localice ese elemento común que pueden com

partir las diversas visiones ideológicas de la vida social, en elsentido que señala E. Cassirer cuando dice que «las diversas formas de la cultura no concuerdan por una identidad de su naturaleza, sino por una conformidad en su misión fundamental» (Cassirer, 1979, p. 336). Pero para ello habría que preguntarse cómose manifiestan los déficit sociales que se perciben hoy, y qué razones se argumentan ante la dispersión social que apreciamos en la

sociedad globalizada.A cuestiones de esta naturaleza se refieren distintos auto

res contemporáneos cuando hablan de crisis en nuestros días ydestacan la ambivalencia, orden-desorden, certidumbre-incerti-dumbre en la que se desenvuelve el mundo de nuestros días.Algunos autores, como T. Hernández, encuentran que frente aotras épocas, la nuestra pareciera «caracterizarse por un caos de

significaciones» (Hernández, 1993, p. 13); otros entienden «lacultura contemporánea presenta numerosas señales de malestarprecisamente porque es incapaz de reconciliarnos con nuestrospropios límites» (Marinas, 2002). Otros destacan que el malestar ahora no implica sobre todo represión como habitualmentese ha pensado, sino, como dice J. Bandera, «falta de cauce, desajuste entre lo querido y lo construido, mantenimiento de una

cultura hecha de normas que no habitamos con comodidad, talvez porque no nos sentimos implicados en su construcción».(Bandera, 2003, p. 5).

4 Tomamos aquí el significado de sentido asociado al concepto de integración social de Durkheim, cuando expresa que la sociedad es «un poder queregula» (Durkheim, 1982).

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En un mundo tan difuso, entonces, ¿se puede encontrar algúnargumento compartido de sentido, como entendía Cassirer? O, expresado en términos halbwachsianos: ¿se puede seguir hablando de memoria, de conciencia compartida del pasado, como unaprecondición de la vida social? Son varios los autores han respondido negativamente a esta pregunta, señalando que las referenciasespacio-temporales que requiere la memoria para su permanencia

han desaparecido. Que la abstracción y homogeneización del espacio, la movilidad espacial y la desestructuración del tiempo enlas sociedades contemporáneas, hacen que la identidad del gruposocial esté desapareciendo (A. Baer e I. Sádaba, 2003). Sin embargo, también podemos entender que lo que cambia es la lógica delmomento presente, para cuya comprensión se demanda una nuevaforma de interpretar la realidad. Y para esta coyuntura, como ya

les ocurriera a los clásicos de la sociología, la teoría de la anomia,enfrentada desde sus orígenes a dar respuesta a las situaciones devacío o de inadecuación entre las condiciones objetivas de la integración social (producción fáctica del mundo) y las instituciones(procesos de definición de los modos de actuar en la creaciónpráctica del mundo), aparece ahora más oportuna que nunca como

un recurso que puede definir adecuadamente los términos actuales del problema. En este sentido, la teoría actualizada de la anomia se podría asociar a la versatilidad que ve Z. Bauman en la cultura, cuando expresa que «la ambivalencia inherente a la idea decultura, ambivalencia que refleja fielmente la ambigüedad de lacondición histórica que se suponía que debía captar y narrar, esexactamente lo que ha hecho de esa idea una herramienta de per

cepción y de pensamiento fructífera» (Bauman, 2002, p. 21).En la búsqueda de los nuevos horizontes que queremos en

contrar a través de la teoría de la anomia, podemos coincidircon la obra de autores como R. Featherstone y M. Deflem, 2003;N. Passas, 1993, y M. Orrü, 1993, en cuyos textos se ofreceninterpretaciones cargadas de interés para desafiar este mundo en

apariencia sin sentido. En el trabajo de Orrü se dice, de entrada,que la anomia no solo es un concepto todavía útil, frente a lastesis de Besnard que lo considera obsoleto (1988), sino que cabeentenderlo como un referente de más amplio calado que al que

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD SOCIAL

se le tiene asociado. La idea de anomia no puede quedar constreñida solo a los efectos no deseados de la integración social,sino que también debe ser apreciada por sus efectos positivos enel funcionamiento de las sociedades modernas. En este sentido,para Orrü la anomia comparte la misma paradoja que la mayoría de los fenómenos que caracterizan las sociedades complejas(igualitarismo, individualismo, vida urbana, etc.), los cuales son,al mismo tiempo, fuente de tensiones indeseables y de progresosocial deseable, de ahí que entienda que «la anomia es un fenómeno inherentemente ambivalente» (Orrü, 1993, p. 49). El análisis

interpretativo que efectúa Orrü para justificar el lado positivo dela anomia lo basa en una relectura de los textos clásicos de Dur-kheim y Merton en los que desentraña las ambivalencias explícitas e implícitas que subyacen a la construcción y posterioresdesarrollos de sendos conceptos.

Orrü destaca en la teoría de la anomia de Merton el énfasisimplícito que pone en mostrar, desde su tipología de los patrones

culturales (anómico, ritualismo e integración), cómo el desequilibrio anómico es una característica de las sociedades modernas; estacaracterística queda patente, aunque Merton no afirme que el modelo cultural anómico sea un ingrediente esencial o inevitable de lamodernidad. Se ve, por ejemplo, cuando Merton pone particularatención en el fenómeno anómico de la innovación frente a losotros tipos de adaptación: «Porque la innovación es el patrón por el

que los individuos adoptan y reproducen las desequilibradas características de la cultura americana en general»; en tal sentido, «losmodelos de innovación son, en palabras del propio Merton, imágenes microcósmicas del macrocosmos social», y para Orrü esto esuna clave distintiva, si no la clave distintiva de la teoría de Merton,porque explica cómo las presiones inducidas culturalmente portener que llegar a ser afortunado generan conductas irregulares

como una respuesta normal (Orrü, 1993, p. 57). Y sin duda, estaforma de acción es una de las más características de la modernidad.La observación queda más matizada en el análisis de otro do

los aspectos en los que Merton muestra la concomitancia cultiiral de la anomia con las sociedades modernas al desairollat sutesis de la igualdad de oportunidades. Para Merton (1495), el

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énfasis puesto en el éxito no es suficiente para dar cuenta delpatrón de comportamientos anémicos en los individuos; a su juicio, es más bien la concepción fuertemente igualitaria asentada

en la sociedad americana, junto al énfasis puesto en el éxito, loque favorece el desequilibrio anómico. Y esta singularidad contrasta con las sociedades rígidamente estratificadas en las que, alestar las expectativas de la población asignadas diferencialmente, la presión anómica es reducida en gran medida; la tensión,como es sabido, es menos probable que se dé sin itinerarios demovilidad social.

Ahora bien, Orru considera que Merton no desarrolló suficientemente su tesis, porque, si bien afirmó la igualdad de oportunidades como un aspecto estructural concomitante de la anomia, «infravaloró, sin embargo, el potencial anómico socialmente deseado de la igualdad de oportunidades [...] que permite alos individuos acceder al éxito sin hacer caso de límites normativos sociales como el estamento, el género, la etnia o el credo;

límites que eran más rígidamente impuestos a los individuos enlas sociedades tradicionales» (Orrü, ibídem, p. 58). La conclusióna la que llega este autor después de revisar el significado diversoque puede tomar el concepto de anomia en la modernidad, es queel trabajo de Merton «contiene una evaluación ambivalente de laanomia más allá de la postura negativa mantenida por el mismo».Dicha ambivalencia la ve Orrü estrechamente relacionada con

otra más amplia al decir que «es una ambivalencia general sobre lamodernidad y sobre la estructura moral subrayada por la modernidad... De donde cabe deducir que la modernidad no puedeexistir sin anomia» (p. 63).

Esta visión ampliada de la anomia que encuentra Orrú enMerton conecta en los trazos gruesos con la más «realista» 5tradición sociológica, que ve en las paradojas suscitadas por la

modernidad el núcleo de su singularidad. G. Simmel (1998) yaadvirtió que la «cultura subjetiva» —como creciente emancipa

5 Nos referimos al realismo crítico para distinguirlo del instrumental queha caracterizado a muchos de los trabajos criminológicos basados en la teoríade la anomia.

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A N O M I A Y C O M P L E J ID A D S O C I A I .

ción de la dignidad humana— es el objetivo del progreso de larazón —tan característica de la modernidad— ; y sin embargo, larazón, en el proceso de producción de modernidad, ha tendido a

separarse de su fin creando una autonomía instrumental distinta ala esperada convergencia con la cultura de los individuos. Másrecientemente, N. Elias también sostiene esta característica anó-mica de la modernidad, aunque de manera implícita, al afirmarque «paradójicamente, el constante aumento de la capacidad delser humano para percibir la fuerzas de la naturaleza de forma másobjetiva y gobernarlas en mayor medida, unido a la paulatina aceleración de este proceso, ha aumentado las dificultades del serhumano para ampliar de manera similar su dominio sobre procesos de cambio social y sobre sus propios sentimientos haciaestos» (Elias, 2002, p. 33). Vemos, en suma, cómo la modernidadrepresenta, bajo esta perspectiva, una trama social cuya lógica sebasa en la divergencia de sus elementos constituyentes. Y Sim-

mel viene a resumir esta paradoja señalando que en «las disonancias de la vida moderna (especialmente en aquella que se presenta como crecimiento de la técnica de cualquier ámbito y,simultáneamente, como profunda insatisfacción con ella) surgenen gran medida del hecho de que ciertamente las cosas se tomanmás cultivadas, pero los hombres solo en una medida mínimaestán en condiciones de alcanzar, a partir de la perfección delobjeto, una perfección de la vida subjetiva» (Simmel, 1998, p. 127).

Bajo estos argumentos, la anomia ya no puede ser vista comola realidad disonante en la que se hallan solo grupos o estratossociales que muestran contradicciones por la carencia de mediospara alcanzar los fines socialmente establecidos; es la sociedad ensu totalidad la que se siente desbordada por la sobredimensión de

la razón instrumental sobre la razón moral6. Ahora es más fácilentender que la cualidad versátil de la anomia muestra toda su

6 Queremos entender aquí por razón moral el concepto que elaboraT. Luckmann en su «moral en uso», por la que en las sociedades modernas lasnociones del bien y del mal continúan siendo relevantes para la conducta c-n la

1 vida y, particularmente, para la evaluación de las propias acciones y las <lc l<>,demás (Luckman, 2000, p. 89).

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potencialidad no solo para explicar la desigual presión que se

experimenta en los distintos estratos sociales, sino que adquiereespecial significación para dar cuenta de las incertidumbres ycambios que se dan en la población en general de una sociedad.

Este horizonte anómico aparece de distinta forma en la modernidad perpleja que también describen autores diversos preocupados por su identidad. Sartori, por ejemplo, se lamenta de lasparadojas modernas cuando expresa: «Siento mi tiempo comoun tiempo de divergencia creciente entre la buena sociedad quebuscamos y los modos y medios para conseguirla [...]. Es así porque hemos creado un mundo cada vez más complicado quecada día logramos menos comprender (Sartori, 2001, p. 131).A pesar de este horizonte de confusión, N. Passas confía, sin embargo, en el poder crítico que favorecen las situaciones anémicas,

mediante las cuales es posible generar alternativas para accederal sentido de cada momento histórico. Para ello, encuentra en laanomia «uno de los pocos conceptos dignos de seria consideración» (Passas, 1993, p. 31). Entre los valores más singulares quereconoce a este concepto está el haber sabido sintetizar la explicación de la acción social a nivel individual con los otros niveles de la estructura social, permitiendo así alcanzar la compren

sión no solo de los determinantes estructurales que condicionanla acción, sino también el de permitir entender la forma en quela estructura social se constituye.

Ahondando en esta tesis, Nikos Passas hace un recorrido poralgunas cuestiones sociales claves que muestran el actual significado que puede tomar la anomia ante la complejidad cultural de

nuestros días. De inicio, coincide con S. Lukes en señalar quela anomia se refiere a fenómenos que tienen variados aspectos,algunos de ellos de carácter universal y otros específicos referidos a sociedades o instituciones concretas. Pero, en general, «lasformas contemporáneas de anomia son mejor abordadas sobre lacomprensión de que sus causas son múltiples y han de ser vistasen diferentes niveles de abstracción» (Lukes, 1977, p. 89). Por

ejemplo, a pesar del énfasis puesto por Merton en señalar que elgrado de anomia es más alto entre los estratos de las clases másbajas, sin embargo, es evidente la posibilidad, que también cabe

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD SOCIM

apreciar en Merton, de que las clases más altas no son inmunes alas presiones que generan una situación de anomia; es cada vezmás visible el fenómeno de lo que Merton ha llamado la «anomiadel éxito», a modo de comportamiento paradójico procedente deuna intensa búsqueda de logro individual. En las sociedades contemporáneas —viene a decir Merton—, la trayectoria de unacarrera exitosa no garantiza al final un resultado satisfactorio, poreso conviene investigar la «topografía social de la anomia», paralocalizar «los lugares estructurales de la sociedad [...] en quellega a su máximo la disyunción entre los valores culturales... y

las posibilidades normativas de vivir de acuerdo con tales valores» (Merton, 1992, p. 255). Esta «dislocación» estructural de laanomia ha dado lugar a que diversos autores actuales, entre losque destaca Passas (1990), profundicen en el estudio de la llamada «anomia de la prosperidad».

En esta línea de intereses, Passas recuerda las aportacionesde Gouldner sobre distintas formas de favorecer la anomia. Para

Gouldner (1979), una forma singular de generar incertidumbreanómica proviene de la «cultura utilitaria» de las clases medias,caracterizada por condicionar las conductas y las actividadeshacia el logro de fines sin límites; en dicha cultura es frecuentefavorecer disposiciones hacia la anomia porque siempre, en algúngrado, queda insatisfecha la aspiración. Otra forma muy sugeren-te que señala Gouldner de comprender la anomia es la que pro

cede de la transmisión institucionalizada de la propiedad privada,en la que pueden verse también afectados aquellos que se benefician de ella. Esta situación es debida a que los bienes son repartidos sin tener en cuenta los méritos y las realizaciones personales de los receptores, y por tanto, el modelo de regulación de lasconductas que implican los valores sociales pierde eficacia paratodos. Para los desaventajados que intentan permanecer en el sis

tema de valores, porque pueden desmoralizarse tanto por su propia carencia de medios como por el hecho de presenciar la prosperidad de otros que carecen de las cualidades requeridas. Por sulado, el compromiso de los privilegiados de esos valores es igualmente incierto porque, debido a la riqueza y al poder que hanadquirido por transmisión hereditaria, han experimentado desde

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su infancia que la realización de las metas culturales es posible

para ellos sin la conformidad con los valores de la sociedad(Gouldner, 1979). Son ejemplos, en definitiva, de los diversosmodos y posiciones que caben encontrar en la topografía socialdel momento presente, donde cabe entender que una situación deanomia puede resultar tanto del bloqueo de las posibilidades vitales disponibles, como por indiferencia o disidencia ante el sistema normativo vigente (Passas, 1993, p. 35).

Passas encuentra fuentes de anomia incluso en aquellos sistemas que proveen las bases del bienestar. Entiende que ciertoshechos de las sociedades contemporáneas, tales como el desarrollo del Estado de bienestar, el desarrollo económico y las ilimitadas demandas para el crecimiento, los avances tecnológicos y elcreciente impacto de los medios comunicación (sobre todo lapublicidad), más allá de sus aspectos positivos, han generado un

desbordamiento de las ambiciones y de las expectativas. «Todoello contribuye y reproduce un entorno caracterizado por el consumo y la competición donde el estrés y las presiones se experimentan en todos los niveles de la estructura social» (Passas, 1993,p. 36). En un entorno altamente competitivo que se proyectaincluso dentro del propio grupo, el espíritu de logro puede serinquietante, generar frustraciones y ocasionar, en definitiva, una

ruptura de los estándares normativos.Intentando una síntesis de las diferentes formas que puede

mostrar la anomia en las sociedades plurales, Passas se hace ecode algunas hipótesis más elaboradas en las que Merton muestratales opciones. Refiere en concreto tres situaciones que puedenllevar a ellas, que serían: 1) «Donde hay un sistema de normascontradictorias; 2) donde hay diferentes tipos de valores pero los

individuos no conocen cuáles son los más adecuados, y 3) dondealgunas normas están insuficientemente definidas con relación aotras, de modo que esta ambigüedad puede generar dificultadespara ofrecer respuestas a un contexto» (Passas, p. 37). La reiterada versatilidad que presenta la anomia vista desde distintos ángulos es, como decimos, fructífera para entender las situacionessociales actuales, donde cada vez es más plausible la coexistencia

de sistemas de valores diferentes y a veces contradictorios. Val-

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD S0C1AI.

gan de ejemplo los dilemas que plantean en ciertas comunidadesde creencias las prácticas sociales del divorcio, el control de la

natalidad, la eutanasia o el matrimonio entre homosexuales. Sonsituaciones, según los casos, que generan estados anémicos dedistinto alcance, coincidiendo, por lo general, con los momentoscríticos que acompañan a los procesos de cambio social.

La anomia como metáfora de la libertad

Los diversos modos de vida que hoy son posibles y sus concomitantes causas por las que aparecen situaciones anémicas,permite que se considere la anomia como un factor de cambiosocial más que como un estado excepcional de marginación o dedesviación social, indistintamente se observen los fenómenos alnivel estructural o al nivel de las relaciones internas de grupo. En

efecto, si volvemos al esquema de Merton, podremos comprender ahora que la «innovación» y la «rebelión» no representansolo opciones adaptativas desviadas, sino que pueden ser entendidas como cursos de acción instrumentados para el cambiosocial; esto es, como formas activas de reacción, pero no necesariamente contrarias a las normas sociales, aunque sí contrauna determinada regulación del orden social establecido. En estesentido, Passas ha sugerido, basándose en estudios empíricos,que «las respuestas de la gente a situaciones anómicas no estánrestringidas a comportamientos desviados destructivos» sinoque tiene mucho que ver con procesos dinámicos en los que sonimportantes los roles individuales y grupales (Passas, 1988). Portanto, bajo este nuevo enfoque, la anomia puede ser vista como

una eventualidad que permite diversas salidas ante coyunturasen desarmonía (Passas, 1993).Si tuviéramos que responder a la pregunta de cuál es la situa

ción típica que representa contextos culturales anómicos en laque puede aplicarse el modelo más compresivo de la teoría de laanomia, podríamos decir, por la evidencia histórica, que sería

* aquella que se refiere a sociedades en las que, bajo el discurso

ideológico de la igualdad, se proponga como ideal social alcan-

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zar los recursos vitales de modo competitivo. Esto es particularmente obvio en aquellas sociedades situadas en fases de alto desarrollo industrial (y en aquellas sociedades que las imitan) en lasque se demanda, y se promueve como valores sociales, un incesante esfuerzo por conseguir eficiencia, crecimiento y beneficios, forjando una estructura social que discrimina a los individuos en función de las habilidades competitivas que desarrollen.

Ahora bien, adoptar o no una disposición competitiva no depende solo de las aptitudes personales o del alcance de capacidades cognitivas demostradas, sino que más bien está directamente relacionada con las opciones ideológicas con las que cadacual se identifica; con los modelos normativos y las opciones devalor que orientan el comportamiento de las personas en cada

contexto o espacio social. Como hemos visto anteriormente, en lassociedades complejas actuales los modelos de referencia son plurales y con frecuencia divergentes, y en la medida que la culturacompetitiva se impone como criterio clasificador, los grupos eindividuos partidarios de1otros patrones culturales quedan en situación desventajosa para acceder a los recursos sociales. Bajo

esta tensión cultural, y en una etapa histórica como la actualdonde se ha conseguido legitimar la disensión intelectual a travésde unos actores que poseen más capital cultural que los de ninguna otra época anterior, la tendencia social que cabe esperar, sise reafirma en su parcialidad el grupo hegemónico, es de crisissocial por el conflicto entre grupos sociales con distinto sentidohistórico. Los antagonismos, basados en postulados excluyentes

como los que fomenta la competitividad, corren el riesgo de desfase histórico en un mundo de respuestas complejas; y en consecuencia, de generar un debilitamiento del poder de guía de losdiscursos sociales, como les ha ocurrido, entre otros, a los argumentos de la conciencia nacional o de la conciencia de clase. Enun mundo donde el riesgo es global, lo que correspondería sería

una «conciencia de especie» que pudiera ofrecer respuestas detodos y cada uno de los individuos humanos a los retos de la eranuclear, de la crisis ecológica y de las grandes migraciones internacionales (Fernández Buey, 1998, p. 115), y no de enfrentamiento de unos contra otros a costa del debilitamiento de la naturaleza.

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD SOCIAL

La respuesta que habría que dar, dicho ya de manera resumida, trataría de afirmar que las condiciones de posibilidad

de la anomia se alimentan mejor en aquellos sistemas socialesque mantienen como modelo de promoción, en su estructurade oportunidades, el antagonismo competitivo en contrastecon la conciencia de especie que supone una opción culturalelaborada con la participación de todos los humanos ante unmundo que ya se presenta escaso para ofrecer «ocasiones devida».

Nos aproximamos así a una visión clásica 7, que entiende la anomia como «la característica de la modernidad», porcuanto representa el riesgo que la gente ha de asumir por nopoder seguir ya confiando en un orden social fijo, sino que hade desarrollar pautas de comportamiento por sí misma en elcontexto de las redes sociales disponibles. En la actualidad no

todo el mundo está dispuesto a —o no puede— integrarse enun sistema social que tiene como meta el éxito por vía de laconfrontación y la concurrencia. El modelo social alternativo que ha quedado simbolizado en la reunión alternativa dePortoalegre, y su creciente recepción en amplios colectivossociales de las nuevas generaciones, reafirmado en los foros

globales alternativos, tiene mucho que ver con los nuevosmodos de relaciones sociales emergentes, donde los valorespropagados están más relacionados con la libre opción deestilos de vida que con el uniformado desarrollo de capacidades competitivas.

Si aceptamos que los nuevos movimientos que impulsanel cambio social son la expresión de la insatisfacción con un

orden social cargado de contradicciones, y su dinámica comoel resultado de la acción de los individuos conscientes de estainsatisfacción, la anomia entonces sería la manifestación deuna renuncia consciente de metas sociales convencionales;sería una opción adoptada y no sobrevenida, se entendería

7 Algunos sociólogos actuales (Orrü, 1987; Schade, 1993) han retomado elsignificado de anomia de J. M. Guyau, un olvidado sociólogo francés, coetáneode Durkheim, quien tenía una visión constructiva del mencionado concepto.

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como una opción de futuro, de libertad, promotora de expec

tativas sociales que dista de ser asumida por los agentes activos como una acción desviada. Esto nos lleva, con Orrú (1987),a la conclusión de que la modernidad, con su «apertura»,expansión, pluralidad y complejidad no puede existir sin anomia. Pero en sentido amplio y plural, y no únicamente en laidea de anomia, que, por lo general, solo se ha interpretadodesde el aspecto «oscuro» de las contradicciones sociales; lasque hacen referencia a una forma unilateral de ver la modernidad: la de los efectos no deseados que hacen hincapié en el aislamiento, desviación o la frustración, dejando de lado la función crítica de la anomia por la que es posible alcanzar mayorautonomía para un mayor número de personas, constituidas enagencia activa para el cambio, en busca de esa conciencia deespecie.

Esta visión más constructiva de la anomia es posible también teóricamente. Para Angelika Schade (1993), estaría relacionada con un paradigma interpretativo de la sociología,como el interaccionismo simbólico, que entiende que la sociedad en la actualidad no está ordenada para imponer normas, sino que su potencial proviene de la continua reinterpretación y alteración de las estructuras de acción y de las normaspor la acción reflexiva de los ciudadanos mismos. Bajo esalógica, la realidad social se constituye a través de la aportación de esas nuevas reglas o modos de acción que tienen lugarmás allá del sistema normativo establecido, pero con cuyo sistema las nuevas formas de acción establecen una relación dialéctica innovadora.

La legitimidad de los nuevos modelos de acción procedería de la capacidad que estos muestran para dar respuestas a losretos sociales, a partir de los continuos procesos de aprendizajee interacciones comunicativas desde los que son posibles establecer mecanismos participativos de consenso, con la pretensiónde encontrar un equilibrio social sin necesidad de recurrir a lacoerción normativa.

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ANOMIA Y COMPLEJIDAD SOCIAL

Conclusiones

En la exposición desarrollada cabe destacar la amplia flexibilidad que muestra un concepto histórico de la sociología, comoes la anomia, que ha sido capaz de trascender su original contexto de significación. Habiendo surgido para comprender lascontradicciones de la sociedad norteamericana que, en una época de pleno auge de sus estructuras productivas, dejaba sinhorizontes a individuos y grupos situados en determinados estra

tos sociales, ha llegado a simbolizar la naturaleza crítica queconstituye la cultura y civilización occidental. La anomia hapuesto de manifiesto que, en todo orden social basado en laracionalidad instrumental y en la competitividad, las estructurassociales ejercen una presión definida sobre grupos o personaspara que sigan una conducta inconformista. Pero esta tendencia que experimentan algunas personas debido a la tensión que

genera el desequilibrio entre la estructura de significados y laestructura de oportunidades, no solo cursa hacia conductas desviadas en el sentido marginal que se le suele atribuir, sino que enun sentido más amplio exterioriza las contradicciones y las posibilidades que subyacen en la modernidad.

La anomia, vista en su dimensión más panorámica, reflejatanto el «espíritu de fineza» que atribuyera Pascal a la especie

humana, al caracterizarla por su riqueza y sutileza, por su variedad y versatilidad, como la conciencia crítica por la que podersuperar la apatía que parece resultar de situaciones de gran com plejidad significativa y de cambios rápidos en los que los individuos se ven desorientados para asumir los compromisos quepuedan considerar congruentes para desarrollar la «concienciade especie». Al fin y al cabo, la cuestión no está en lo dado, sino

en lo pretendido, pues, como afirmara Montaigne, «la cosa másgrande del mundo es el saber ser uno mismo», y el camino paraalcanzarlo se presenta como una encrucijada donde la conciencia de anomia representa el primer paso para descubrir el buencamino.

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Sobre los autores

Javier Beriaín, nacido en Idiazábal, Guipúzcoa, España, en1959, de padres navarros. Es licenciado en sociología y en filosofía, master en sociología por la New School for Social Researchde Nueva York y doctor en sociología por la Universidad deDeusto. Actualmente es profesor de Teoría Sociológica en la Universidad Pública de Navarra. Entre sus libros se encuentran La 

lucha de los dioses en la modernidad, Anthropos, Barcelona,2000; Formas cambiantes de clasificación: tiempo, religión y mujer, UCV, Caracas, 2001; Verdades frágiles, fronteras borro-sas: El discurso sociológico de la modernidad, Anthropos, Barcelona, 2005.

Javier Echeverría es profesor de investigación de «Ciencia,

Tecnología y Sociedad» en el Instituto de Filosofía del CSIC. Hapublicado, entre otros, los siguientes libros: Telépolis (Destino,1994), Cosmopolitas domésticos (Anagrama, 2005), Los señores del aire, Telépolis y el Tercer Entorno (Destino, 1999), Ciencia 

 y valores (Destino, 2002) y La revolución tecnocientífica (FCE,2003).

León Olivé es profesor e investigador de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro del SistemaNacional de Investigadores de México con el máximo nivel. Trabaja en temas de epistemología y de filosofía de la ciencia y dela tecnología, de filosofía política y social, así como sobre la relación ciencia, tecnología y sociedad. Entre sus libros se encuentran: El bien, el mal y la razón. Facetas de la Ciencia y la Tec-

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SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA

nología (México, Paidós, 2000); Multiculturalismo y pluralismo 

(México, Paidós, 1999); Cuestiones Eticas de la Ciencia y la Tecnología en el Siglo XXI (con Andoni Ibarra, Madrid, Biblioteca Nueva, 2003), y  La Explicación Social del Conocimiento (México, UNAM, 1985).

Jesús A. Valero Matas, doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesor de sociología en laUniversidad de Valladolid. Entre sus publicaciones se encuen

tran Casos de recursos humanos y relaciones laborales (Pirámide, 2002), El efecto perverso de la ciencia: el devenir de la cien-cia tras el halo del bien común (VV. AA., Ciencia, Tecnología ybien común, Universidad Politécnica de Valencia, 2002); entresus artículos encontramos, La identidad cultural como elemento de disociación social (Praxis, Castilla-La Mancha, 2003) y El 

 fomento de la integridad investigadora a través de la educación 

(Contextos educativos, La Rioja, 2004).

Robert Ñola es profesor de Filosofía en la Universidad deAuckland (Nueva Zelanda). Obtuvo un MA y MSc en Filosofíay Matemáticas en Nueva Zelanda, y un PhD en Filosofía por laUniversidad Nacional Australiana. Enseña filosofía de la ciencia,metafísica, epistemología y lógica. Tiene más de 80 publicaciones, y entre sus libros más recientes se encuentra Rescuing Rea son (2003) y una collection (con Howard Sankey), After Popper, Kuhn and Feyerabend: Recent Issues in the Theory ofScientific 

 Method (2000). Actualmente trabaja sobre la metafísica de ciencia, y particularmente en la defensa de realismo y sobre teoríasde método científico.

Amitabha Gupta, Ph.D. por Georgia University, profesor de

Filosofía en el Instituto Tecnológico de Bombay. Sus principaleslíneas de investigación son en filosofía e historia de la ciencia ylógica. Ha publicado diversos artículos sobre el tema, y entre suspublicaciones más destacadas se encuentran: Persons, Mind and  Valué (2000) y Gupta, Amitabha and N. Sutaria (1995), «Execu-table Justificational Rationality as Naturalized Epistemology»,

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