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Capítulo 1 ANTES DE COJ .... ÓN: EJ.., LEGADO DE LAS LITERATURAS INDÍGENAS 1.1. El concepto «literatura indígena»: problemas y limites Es significativo que una historia literaria hispanoamericana tenga que.comenzar con una referencia a formas literarias anteriores a la im- plantación de la lengua castellana en el continente: es un obligado prólogo que nos recuerda, de entrada, la complejidad de los fenóme- nos y la variedad de lenguas que encaramos si hemos de dar una ima- gen ·coherente de cómo se forjó y desarrolló la cultura que llamamos «hispanoamericana>>. El natural impulso de todo pueblo por lo fabu- loso y lo extraño fue particularmente fecundo entre las sociedades in- dígenas americanas: una red de creencias y prácticas mágicas sostenía su concepción,del mundo y les permitía comprenderlo y así conjurar- lo. Querían testimoniar su presencia en el cosmos y consetvar una re- lación armónica con él; todo terúa para ellos un sentido misterioso, todo era una cifra de su origen y su destino. Esto dio origen a una se- rie de expresiones y formas de creación verbal que pueden asociarse a los fenómenos literarios (poéticos, narrativos, dramáticos, etc.) tal como nosotros los conocemos, aunque carezcan de ciertos rasgos, como la escritura. El corpus multilingüistico que llamamos hoy «literatura indígena precolombina>> nació, pues, por lo general, de ese plantearse las cues- tiones religiosas y filosóficas más profundas del ser creado frente a sus 31

140684625 Jose Miguel Oviedo Historia de La Literatura Hispanoamericana v 1 1995

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  • Captulo 1 ANTES DE COJ .... N: EJ.., LEGADO DE LAS LITERATURAS INDGENAS

    1.1. El concepto literatura indgena: problemas y limites

    Es significativo que una historia literaria hispanoamericana tenga que.comenzar con una referencia a formas literarias anteriores a la im-plantacin de la lengua castellana en el continente: es un obligado prlogo que nos recuerda, de entrada, la complejidad de los fenme-nos y la variedad de lenguas que encaramos si hemos de dar una ima-gen coherente de cmo se forj y desarroll la cultura que llamamos hispanoamericana>>. El natural impulso de todo pueblo por lo fabu-loso y lo extrao fue particularmente fecundo entre las sociedades in-dgenas americanas: una red de creencias y prcticas mgicas sostena su concepcin,del mundo y les permita comprenderlo y as conjurar-lo. Queran testimoniar su presencia en el cosmos y consetvar una re-lacin armnica con l; todo tera para ellos un sentido misterioso, todo era una cifra de su origen y su destino. Esto dio origen a una se-rie de expresiones y formas de creacin verbal que pueden asociarse a los fenmenos literarios (poticos, narrativos, dramticos, etc.) tal como nosotros los conocemos, aunque carezcan de ciertos rasgos, como la escritura.

    El corpus multilingistico que llamamos hoy literatura indgena precolombina>> naci, pues, por lo general, de ese plantearse las cues-tiones religiosas y filosficas ms profundas del ser creado frente a sus

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    creadores. Pero tambin poda estar animado por una intencin mo-ralizadora o pedaggica para guiar la conducta de la masa, y aun mos-trar interesantes actitudes psicolgicas (astucia, irona, juego, suspica-cia) que sobrevivan a la dominante norma de respeto y ciega obedien-cia impuesta por la autoridad. En todo caso, tiene el decidido signo tradicional de algo que, siendo de todos, no es contingente y se afirma con el tiempo. Quiz por eso estas formas, continuamente reelabora-das y reinterpretadas a lo largo de los siglos, se han conservado y asi-milado con facilidad al folklore de las sociedades mestizas del presen-te, para nutrir sus nuevas expresiones literarias.

    La literatura espaola no es, pues, la primera manifestacin litera-ria que se produce en Amrica: no viene a llenar un vaco, sino a sus-tituir (o someter) otros sistemas de smbolos e imgenes culturales considerablemente evolucionados; tal sustitucin es el fenmeno clave de la dependencia cultural que impone el sistema colonial. Esos siste-mas indgenas tuvieron como centros la civilizacin azteca y la maya, en la zona mesoamericana, y la quechua, en el corazn de los Andes sudamericanos. No fueron los nicos, sin embargo, porque hay que recordar lo que nos han dejado los pueblos guaranes en el Paraguay, entre otros (1.5.). Estas literaturas son parte de las expresiones cultu-rales -arte, arquitectura, msica, danza, etc.- que constituyen nues-tra antigedad, anlogas a las primeras que aparecieron entre los pueblos del Asa, Medio Oriente y del Mediterrneo, con los cuales los americanos tienen asombrosas semejanzas, a pesar de que sus re-ales vinculaciones estn lejos de haber sido probadas. Aunque son a veces menos conocidas o celebradas en el mbito europeo que las orientales o rabes, es un error considerarlas primitivas: en algunos aspectos son inigualables (en cuanto a formas estticas, una escultura maya o una tela Paracas no tienen nada que envidiar ni a un vaso griego ni a un tapiz persa) y por eso mismo son formas de creacin que estn vi-vas hoy. Pero tambin es equvoco tratar de entender esas literaturas con los mismos parmetros conceptuales que aplicamos a las literatu-ras modernas: sus funciones y categoras son de distinto orden y no pueden confundirse con las otras que conocemos. Hay que empezar, pues, por aclarar esas diferencias y la latitud con la que podemos usar el concepto

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    poqusimos casos en los que podemos adjudicarlas a autores indivi-duales, no suelen expresar lo privado como tal, sino como parte de una experiencia comn a todos. Estn integradas a fenmenos religio-sos, sociales y culturales extremadamente complejos; al estudiarla como algo aparte -tal como forzosamente tenemos que hacer aqt-estamos imponindole un limite artificial del que debemos estar cons-cientes. La literatura tena un fuerte aliento colectivo y cumpla su fun-cin dentro de un contexto ms vasto, en el que lo esencial era conser-var la memoria de ciertos hechos, personajes o imgenes.

    Se dir que, en sus orgenes, el teatro griego, por ejemplo, fue tam-bin indscemible de sus ceremonias religiosas. La diferencia en este caso es que, gracias a las poderosas individualidades de sus grandes trgicos, evolucion con relativa rapidez en una direccin que lo libe-r de las ataduras del rito y lo convirti -sin perder su alto simbolis-mo religioso- en una forff!a "regulada por normas propias. Esas indi-vidualidades apenas se dieron entre nosotros. El mundo precolombi-no mantuvo sus expresiones literarias estrechamente ligadas a las necesidades de la comunidad, definidas e interpretadas por las castas o clases que ejercan el poder poltico; las actividades

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    o sociales, sino que adems fueron gra/as, como la quechua, o slo al-canzaron, como los aztecas, sistemas pictogrficos o jeroglficos de re-presentacin, cuyo exacto sentido todava sigue intrigndonos. Aun los mayas, que, al parecer, llegaron a desarrollar formas incipientes de escritura fontica, no lograron crear un sistema de representacin ade-cuado a la naturaleza siempre cambiante del pensamiento humano: les serva para fijar, no para especular a partir de lo conocido y as produ-cir nuevas ideas. Les falt, pues, el instrumento esencial-la escritura fontica como tal-, que poda apartar a la literatura del cauce comn al folklore y a otras prcticas comunitarias.

    Hubo formas de anotacin o registro simblico en las culturas in-dgenas (los quipus quechuas brindan un ejemplo; los cdices calend-ricos aztecas es otro), pero ninguno constituye un sistema de escritura propiamente dicho, y menos un vehculo expresivo capaz de sugerir toda la variedad que hay en las metforas poticas o las secuencias na-rrativas. No son la representacin cabal que brinda un lenguaje, sino su condensacin o sntesis, complementada con smbolos visuales y re-presentaciones pictogrficas. Son formas bsicas de grafa o escritura preliteral, a las que Derrida se refiere cuando afirma que aun los pue-blos que no saben escribir nunca carecen de cierto tipo de escritura (De la gramatologa, cap. 3 ). Por su parte, Alcina Franch cree que la lengua nhuatl se encontraba ya, cuando llegaron los espaoles, en un proceso de /onetizacin que le habra permitido lograr pronto su ple-no desarrollo.

    Generalmente, los rudimentos fonticos que usaron los mayas se aplicaban a nociones onomsticas o topogrficas, no a imgenes de emociones o actitudes humanas: un sistema bueno para organizar lis-tas y cmputos, no para elaborar discursos nuevos. Esta circunstancia tiene dos resultados paradjicos. Por un lado, la pervivencia de esas li-teraturas que, fijadas en la memoria de las generaciones, fueron ateso-radas por los pueblos indgenas como una expresin de algo entraa-ble y precioso, a lo que no podan renunciar: eran la esencia viva de sus respectivas culturas, lo fundamental de su experiencia histrica. Por otro, su difusin y asimilacin por la moderna sociedad surgida de la conquista fue posible slo gracias a su transcripcin fontica a la len-gua castellana (o a las aborgenes), llevada a cabo por cronistas, predi-cadores, indios adiestrados en la lengua del invasor y letrados curiosos por descubrir los misterios de las civilizaciones americanas; sin su con-tribucin, nos habra sido mucho ms difcil (si no imposible) heredar ese valioso legado y hablar de l en nuestro tiempo. Hay que recordar

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    en este pwuo que, hasta la conquista, el secreto arte de compilar, fijar e interpretar los libros sagrados, lo compartan slo unos cuantos: la lengua era de todos, pero las llaves de sus enigmas estaban en las ma-nos de una casta de elegidos. El saber era hermtico y exclusivo; en un poema de los Cantares mexicanos escuchamos hablar a uno de esos lectores privilegiados:

    Yo canto las pinturas del libro lo voy desplegando cual florido papagayo, hago hablar a los cdices ...

    As se explica que formas literarias que en principio estaban desti-nadas a desaparecer bajo la fiebre evangelizadora (precisamente por el significado religioso con el que estaban cargadas), sobreviviesen la ola de destruccin, refugindo~e a veces en un nivel de smbolos clandes-tinos de resistencia pasiva o de su abierta rebelda. Este es quiz el as-pecto cultural ms interesante que est ligado a ellas: son testimonios de una especie de creacin en negativo del espritu indgena, sojuzgado pero no aniquilado por el invasor y su cultura, a pesar de las eviden-cias superficiales. El mundo indgena se integr al de sus nuevos amos, se sumergi bajo el impacto de Occidente y le cedi paso en todos los aspectos prcticos y objetivos, pero, paciente y silenciosamente, reela-bor y adapt sus viejos valores para darles nueva validez en d orden ajeno establecido por la conquista. Con un alto sentido histrico de consetvacin de lo propio, el indgena acept los moldes extranjeros pero mimetiz en ellos sus valores propios, marcados por una reso-nancia ancestral; es decir, crearon dentro, pero en contra, del sistema que tericamente deba borrar de su memoria esas imgenes. La dura-bilidad de esos restos del naufragio cultural es, en verdad, asombrosa. A todo lo largo de la etapa colonial y despus, en la era independiente y en la contempornea, el peso de su influjo no desapareci, y segura-mente no desaparecer en el futuro: es un proceso acompaante de la literatura hispanoamericana que no hay que ignorar cuando se habla de sta.

    Por cieno, la hegemona de la expresin literaria en castellano es indiscutible. Pero en cienos momentos y en ciertas zonas de la reali-dad hispanoamericana -en el perodo de insurreccin y afirmacin nacionalista de fines del siglo xvm y comienzos del XIX; en los mitos vi-vos en la tradicin literaria mesoamericana; en la doble vertiente lin-

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    gilistico-literaria del mundo andino y del mbito guaran-, la presen-cia del sustrato indgena resulta evidente. Es, por ejemplo, difcil en-tender a un escritor contemporneo como el peruano Jos Mara Ar-guedas sin ligarlo a las viejas tradiciones poticas del quechua, de las que l era un conocedor profundo. Y aun ciertos autores de otras reas, como el nicaragense Ernesto Cardenal o el uruguayo Eduardo Galeano, estn penneados hoy por tradiciones de la misma proceden-cia cultural. Hablar de literaturas indgenas no es un mero ejercicio de arqueologa cultural, sino el reconocimiento de una configuracin an-tropolgica que enriquece y estimula la creacin literaria del presente, por lo menos donde los restos de esa herencia no se han perdido del todo.

    Por estos motivos, debe subrayarse que la expresin literatura precolombina seala la fuente ms remota de nuestra imaginacin li-teraria, pero no su lmite u horizonte final, porque el espritu creador indgena se manifesta en las diversas pocas cjue siguen a Coln (2.3.1): parcial y a veces entrecortada, hay una convivencia (o tal vez una convergencia) de dos sistemas, porque el desplazamiento de uno por otro no fue total, como el proyecto colonizador haba previsto. El resultado es un intenso proceso de mestizaje del legado original, que no siempre autoriza a hablar de una literatura indgena como una realidad de perfiles ntidos y consistentes. Como en tantos aspectos, la tendencia americana al sincretismo y a la reinvmczn es irresistible, y opera tambin en este terreno. Pero el problema puede verse tam-bin de otro modo: no slo la tradicin literaria indgena tiene una presencia en la hispanoamericana de todas las pocas, sino que sta modifica la fisonoma de aqulla y extiende sus fronteras lingsticas. Es justamente su transcripcin al alfabeto latino lo que permiti su difusin y su ingreso al cauce dominante de las letras del continente. As, la labor de democratizacin, circulacin y rescate de las len-guas indgenas que se produjo tras la conquista --obra que con todas las limitaciones y precauciones ... , es el intento ms asombroso de preservacin que se haya emprendido en la historia de la cultura mundial, como bien dice Amos Segala- debe contrapesarse con la no menos vasta campaa de destruccin animada por el celo evange-lizador, que vea en esas muestras signos diablicos y creencias ne-fandas.

    Pero el hecho de que la cultura indgena fuese difundida dentro de los parmetros de la misma cultura invasora, presenta un grave problema: habindonos llegado prcticamente toda su literatura a tra-

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    vs de esa mediacin extranjera, se ha producido un inevitable proce-so de contaminacin y alteracin (no siempre involuntaria) que injer-ta valores occidentales, sobre todo religiosos y morales, a una tradi-cin ajena a ellos. Es decir, tenemos que recordar que lo que ahora leemos como literatura precolombina, es casi siempre literatura trans-crita o traslitera

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    pero no exhaustiva- de las expresiones literarias en las tres mayores lenguas de la Amrica antigua: la nhuatl, la maya y la quechua; y ha-remos W1a referencia a las del rea guaran.

    Critica:

    DERRIDA, Jacques. De la gramatologa. Mxico: Siglo XXI, 1970. Hn.,L BooNE, Elizabeth y Waltei: D. MlGNOLO, eds. Writing without Words.

    Altemative Literacies in Mesoamerica & the Andes. Durham, North Caro-lina: Duke University Press, 1994.

    LEN-PORTILLA, Mgud. Literaturas de Mesoamrica. Mxico: Secretara de Educacin Pblica, 1984.

    LIH'-lHARD, Martn. La voz y la huella. Lima: Horizonte, 1992, caps. I y II. SEGALA, Amos. Literatura nhuatl", cap. I.

    REGIN MEXICANA 1.2. Literatura nhuad

    Siendo numerosos los testimonios literarios que nos dej el pueblo azteca, representan slo W1a parte de W1a produccin que debi ser cuantiosa y con races muy antiguas y complejas. Pero, sin duda, esta herencia literaria es la que ms intensa y ampliamente ha sido estudia-da, descifrada, sistematizada y traducida, primero por los cronistas y luego por los especialistas modernos (los aportes de ngel Mara Gari-bay y Miguel Len-Portilla son fundamentales en nuestro siglo); de este modo, hoy sabemos de ella ms de lo que podra suponerse tras la se-vera destruccin de la que fue objeto durante la conquista. Las fuentes fundamentales son los cdices o amoxtli en los que los aztecas, hacien-do uso de pictografas, ideogramas y, despus, de su primaria transcrip-cin fontica, dejaron testimonio de W1 variado conjW1to de cosmogo-nas, historias, cuentas calendricas, cantares, doctrinas y discursos, cuya preservacin fue indispensable para mantener viva su cultura.

    1.2 .1. Los cdices

    Los cdices mexicanos son una vasta constdacin de materiales heterog-neos que han debido ser organizados en grupos o

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    conozcan bajo nombres y ediciones distintos, no hace ms fcil su identifica-cin para el lector no adiestrado. Hay cdices nhuatl, mixtecos y zapotecas, pero los de mayor importancia son los primeros. Una lista de las principales entre esas fuentes y las ms pertinentes a nuestro propsito, seria la siguiente:

    a) Cdice Chimalpopoca: recogido hacia 1558 por los indgenas informan tes de Sahagn, (3.2.4.) copiado por el historiador Fernando de Alva Ixtlilx-chid (3.2.5.) y depositado en el Museo Nacional de Mxico; fue publicado en Berln en 1938. Contiene los Anales de CuauhtitLin y la Leyenda de los soles, publicados en 1975.

    b) Cantares Mexicanos (1532-1597): conservados en la Biblioteca Nacional de Mxico, traducidos y publicados -junto con el titulado Romances de los Seores de la Nueva Espaa, que se halla en la biblioteca de la Universidad de Texas, Austin- por Garibay en 1964-1%5, bajo el titulo Poesa nhuatl.

    e) Cdice Aubin (1576): depositado en la Biblioteca Nacional de Pars, re-dactado en parte en el sistema nhuatl de anotacin y en escritura fontica, e impreso en Pars en 1903. .

    d) Cdice Borbnico: conservado en la Biblioteca del Palais Bourbon de Pars, con valiosa informacin calendrica y sobre el mundo religioso nhuacl, cuya edicin facsimilar apareci en esa ciudad en 1899.

    e) Cdice Borgia: se guarda en la Biblioteca Vaticana y es en realidad el n-cleo de una familia de cuatro cdices de origen prehispnico; su primera edi-cin en castellano apareci en Mxico en 1976.

    f) Cdice Florentino: depositado en la Biblioteca Medicea Laurenziana; sus ilustraciones fueron publicadas facsimilarmente en Madrid en 1905 y sus tex-tos aparecieron en 12 volmenes en Nuevo Mxico entre 1950-1970.

    g) Cdice Mendoza: se halla en la Biblioteca Bodleian de la Universidad de Oxford, Inglaterra. donde fue editado en 1938.

    h) Los dos Cdices Matritenses: uno dd Real Palacio y el otro de la Real Academia de la Historia, publicados en versin facsimilar en 1906 y 1907, res-pectivamente.

    i) Cdice Ramrez, o Relacin dd origen de los indios que habitan esta Nueva Espaa)): lo conserva el Museo Nacional de Antropologa de Mxico y fue editado en esa ciudad en 1944.

    j) Cdice Vaticano designado como A o Rios (para distinguirlo del B 3373, del grupo de cdices Borgia), cuya publicacin en Roma data de 1900.

    k) Cdice Xlotl, publicado en Mxico en 1951. Lo que los citados cdices y las informaciones cronsticas nos dejan saber

    es que la conservacin de todo lo que tuviese que ver con la historia, creencias religiosas y costumbres de la comunidad azteca constitua una gran preocupa-cin de la lite dirigente: era una sociedad volcada hacia la preservacin del pasado, lo que se refleja en sus expresiones literarias. En los captulos siguien tes se ver el importante papel que, como primeros estudiosos y recopiladores de la literatura, historia y cultura del Mxico antiguo, cumplieron el citado Sa-hagn, Motolina)) y Olmos, entre otros.

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    El material literario que encontramos en esas y otras fuentes, puede orde-narse en dos categoras que parecen corresponder a la misma divisin existen-te en tiempos prehispnicos: d verso o poesa, que los aztecas llamaban cucatl, o sea canto>> o himno; y la prosa o relacin, lo que se conoca como tlahto-1/i, o sea palabra>>. La nobleza gobernante estimulaba el desarrollo de estas expresiones de la cultura indgena, mediante instituciones como las llamadas amoxcalli o Casas de libros>>, que pueden considerarse una mezcla de biblio-tecas y archivos; haba tambin los llamados telpuchacalli o casas de jvenes, que eran centros donde se enseaba poesa y otras artes.

    El ejercicio potico de los forjadores de cantos, el pensamiento filosfi-co y d registro histrico (asociados todos a la religin), eran parte del legado comunitario que deba guardarse en la memoria de los hombres. El cronista Daz del Castillo (3.2.3.) cuenta haber visto esos libros de su papel cosidos a dobleces, como a manera de paos de Castilla>> (Historia verdadera ... , cap. XLIV), pero hay que recordar que tales libros eran un conjunto de pictogra-fas y jeroglficos que, como se dijo antes, eran slo la base a partir de la cual la interpretacin de los sabios o entendidos y la difusin por va oral, podan completar el proceso comunicativo. Aunque estaban inscritos sobre hojas de papel de amate (corteza vegetal) y cosidos como pginas, no eran libros para leer, como los que conocemos, sino para mirar, descifrar y recordar -una ex-periencia del todo distinta de la nuestra. El fundamento de la literatura ind-gena era la palabra viva, el acto verbal y su repeticin a travs de las generacio-nes. A continuacin nos ocuparemos de las mencionadas categoras y otras formas literarias mexicanas.

    Textos y crtica:

    Codex Chimalpopoca. Stuttgart y Berlin: M. Kohlhammer, 1938. Codex Ramrez. Origen de los mexicanos. Ed. de Germn V zquez. Madrid:

    Historia 16, 1987. Cdice Borgia. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1963. Cdice Xlotl. Ed. de Charles E. Bibble. 2.' ed. Mxico: UNAM-Instituto de In-

    vestigaciones Histricas, 1980. Cdices mexicanos de la Biblioteca Nacional de Pars. ndice de manuscntos pic-

    togrficos mexicanos. Ed. de Joaqun Galarza. Mxico: Archivo General de la Nacin, 1981.

    Cdices matritenses de la Historta general de las cosas de la Nueva Espaa de Fr. Bernardino de Sabagn. Ed. de Manuel Ballesteros-Gaibrois. Madrid: Po-rra Turanzas, 1964.

    The Codex Mendoza. Ed. de Frances F. Berdan y Patricia Rieff Anawalt. Ber-keley: University of California Press, 1992.

    [Nota: A partir de 1992, el Fondo de Cultura Econmica de Mxico inici la publicacin facsimilar de una serie con los siguientes cdices prehispni-

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    cos y coloniales, complementados con libros explicativos: Vindobonensis, Nutall, Borbnico, Borgia, Vaticano B, Laud, Fvrbry-Mayer, Cospi, Dresde, Tro-Cortesiano, Peresiano, Moctezuma, Vaticano A, Egerton o Snchez Sols, Maglabccchi e Ixtlilxchilt.]

    GARIBAY, ngd Mara, cd. Poesa indgena de la altiplanicie. Mxico: UNAM, 1982.

    ALCINA FRANCH, Jos. Cdices mexicanos*. BIBBLE, Charles E. El antiguo sistema de escritura en Mxico. Revista Mexi-

    cana de Estudios Antropolgicos, 4:1-2. 1944, pp. 105-128. HALY, Richard. Poetics of the Aztccs. New Scholar. Santa Brbara, Califor-

    nia: 10:1-2, 1986, 85-1.3.3. LEN-PORTILLA, Miguel. Historia de w literatura mexicana. Perodo prehispni-

    co. Mxico: Alhambra Mexicana, 1989. SEGALA, Amos. Literatura nhuatl*.

    1.2.2. Los cucatl y sus tipos

    Como en otras culturas antiguas, los cucat/ eran frecuentemente acompaados por msica y a veces por danzas, lo que explica que, a pesar de las distintas formas que podian adoptar, las exigencias del metro y del ritmo fuesen siempre muy visibles: facilitaban su repeti-cin y transmisin. Estilsticamente, la poesa nhuatl se caracteriza por la presencia de tmidades fijas de diferente extensin y por tma su-cesin de variantes, subrayadas por paralelismos, estribillos y tm re-pertorio de metforas establecidas por la tradicin. La regularidad del metro era frecuentemente mantenida gracias a slabas no lxicas (ex-clamaciones, interjecciones, onomatopeyas) que reforzaban la orali-dad de la composicin; saber de los rasgos lingsticos propios del n-huatl (duracin silbica, timbre y tono), es indispensable para enten-der su arte potica. Este breve ejemplo de los Cantares mexicanos es ilustrativo:

    El ave roja de Xochiquetzal se deleita, se deleita sobre las flores. Bebe la miel en diversas flores; se deleita, se deleita sobre las flores.

    Los cucat/ tienen tm marcado sesgo filosfico y reflexivo: propo-nen tm tema que es sometido a diversas consideraciones o examinado desde diversos niveles, dejando tma impresin de esclarecimiento de

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    una cuestin ardua o apremiante. (Esto no quiere decir que no hubie-se expresiones de poesa ligera, irnica y a veces licenciosa.) En algu-nos casos aparece una especial forma de paralelismo, que Garibay ha denominado difrasismo, o sea la conjuncin de dos imgenes o met-foras para ~xpresar un solo pensamiento. Debido a estos rasgos, refle-jo quiz de la influencia de crculos o escuelas poticas que imponan los gustos y temas sobre el resto, la expresin lrica produce una cier-ta sensacin de monotona y rgida repeticin de esquemas de pensa-miento y creacin de imgenes; es una poesa formulaica y emblemti-ca, que tiende a quedar cristalizada, en vez de evolucionar, a lo largo del tiempo.

    Ese lenguaje altamente formalizado y muchas veces enigmtico, funcionaba sobre la base de ecos y reverberaciones de ciertas claves o smbolos ---

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    no maana ni pasado maana. Traigo aqu mi espejo mgico y traigo la celebracin del signo quinto. Son los que rigen la marcha del da hasta que sean encerrados, mis os, los emplumados de negro.

    Existen teocucatl que combinan el tema religioso con leyendas cosmognicas, picas o histricas; un ejemplo de lo primero es el poe-ma llamado El quinto sol, que es un testimonio valioso para cono-cer la mitologa azteca. Pero la porcin ms caracterstica de los cucatl es la especficamente filosfico-lrica, de la que se cultivaron diversas modalidades: cantos de amistad, cantos de primavera, cantos de flores, cantos amorosos ... Es en estas manifestaciones donde mejor se aprecia la visin del mundo que tenan los antiguos poetas mexicanos y su don verbal. No hay nada difuso ni superfluo en su poesa; al alto grado de concentracin retrica corresponde una mxima tensin emocional. Jzguese por este breve poema:

    Brotan las flores, estn frescas, medran, abren su corola. De tu interior salen las flores del canto: t, oh poeta, las derramas sobre los dems.

    A pesar de que la mayora de lo que se conserva de esta literatura, como ya hemos sealado, es annimo, algunos nombres individuales de poetas han llegado hasta nosotros, gracias a cronistas como Moto-lina (2.3.4), Alva Ixtlilxchitl y Alvarado Tezozmoc (3.2.5.). Len-Portilla ha recogido y organizado pacientemente esos datos y los tex-tos incluidos por Garibay en su citada Poesa nhuatl, y ha podido ofrecemos la biografa (algo fabulosa, en verdad) de 'hasta trece poe-tas, cuya existencia o paternidad literaria es completamente segura o muy probable; de varios de ellos slo se conoce una o dos composi-ciones.

    En muchos casos, su identificacin ha sido facilitada gracias a una caracterstica formal de la poesa: la frmula autorreferencial con la que el poeta introduce su composicin (Yo, Nezahualcyotl, por ejemplo). Revisando la nmina de poetas de la que disponemos, pue-de afirmarse que la actividad potica era una prctica general entre la nobleza gobernante: como en otros pueblos antiguos, la figura del rey-

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    poeta aparece aqu con frecuencia, indicando que el arte y el refina-miento cultural eran tambin privilegios de las castas que detentaban el poder; desde estas esferas se irradiaba la poesa hacia la masa popu-lar, a cuya memoria quedaba confiada. El hecho de que fuesen los no-bles quienes cultivaban la poesa y, en general, la literatura, explica que existiesen

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    quiz no sea del todo exagerado. En una de las secciones del cdice llamado Mapa Quinatzin (depositado en la Biblioteca Nacional de Pa-rs) hay una representacin pictogrfica, realizada en tiempos posthis-pnicos, de algunas de sus obras y hazaas. Entre otros cronistas, Motolina y Alva Ixtlilxchitl proporcionan valiosos datos sobre l.

    Lo que queda de su obra potica son slo unos 36 poemas que, conservados en cdices como Cantaras mexicanos y en antiguas crni-cas, pueden con seguridad atribursele; pese a su escaso nmero, bas-tan para justificar su fama. En su formacin potica se advierte una sntesis de dos principales tradiciones culturales: la tolteca y la chichi-meca. Pero es la forma original como el autor interpreta ese doble le-gado lo que resulta admirable. El gran tema de Nezahualcyotl es la muerte; mejor dicho: la mortalidad y el drama de la fugacidad de la vida. Aun en medio de su enorme poder y la grandeza que lo rodeaba (o, tal vez, precisamente por eso), el poeta reflexiona con gravedad y angustia sobre el escaso tiempo que podemos disfrutar lo que tene-mos. Nada en verdad es nuestro: todo le pertenece al Dador de la vida, al inventor de s mismo, presencia constante, cuyo poder ab-soluto crea en su poesa una tensin dialctica con el triste destino hu-mano. En ese sentido, su poesa es profundamente religiosa y permite ingresar al abigarrado mundo de la teologa azteca, tan distinta a la oc-cidental. La idea misma de la divinidad es aplastante y llena de pavor el corazn de los hombres, pues su voluntad es implacable: no un ser providente, sino una entidad arbitraria. de quien nadie puede sentirse protegido. El mundo del cielo y de la tierra estn separados por un abismo de terror e incertidumbre que cabe llamar existencial:

    Qu determinars? Nadie puede ser amigo del Dador de la Vida ... Amigos, guilas, tigres, adnde en verdad iremos?

    En el conmovedor Canto de la huida, escrito precisamente cuando se encontraba escapando de su enemigo el seor de Azcapot-zalco, hay una sombra reflexin sobre la miseria de la condicin hu-mana:

    No es cierto que vivimos y hemos venido a alegrarnos a la tierra.

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    Todos aqu somos menesterosos. La amargura predice el destino aqu, aliado de la gente.

    El nico modo de vencer la brevedad y fragilidad de la existencia, es el camino del arte y la poesa, la/lar y canto emblematizada por toda la poesa nhuad:

    Slo con nuestras flores nos alegramos. Slo con nuestros cantos perece nuestra tristeza. Oh seores, con esto, nuestro disgusto se disipa. Las inventa el Dador de la Vida, las ha hecho descender el inventor de s mismo ...

    La vida -su origen, su desarrollo, su fin- es un misterio que no podemos resolver, una bsqueda incesante. Nuestra nica certe-za es que los dioses la destruirn. Aludiendo a las pictografas que conservan la memoria, Nezahualcyod escribe estos esplndidos versos:

    Despus destruirs a guilas y tigres, slo en tu libro de pinturas vivimos, aqu sobre la tierra. Con tinta negra borrars lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. T sombreas a los que han de vivir en la tierra.

    Textos y crtica:

    GARIBAY, ngel Mara. Historia de la literatura nhuatl. 2 vols*. LEN-PORTILLA, Miguel, ed. Trece poetas del mundo azteca. Mxico:

    UNAM, 1981. MAR11NFZ,Jos Luis. Nezahualcyotl Vida y obra. Mxico: Fondo de Cultura

    Econmica, 1972.

  • Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 47

    En Jos Cantares mexicanos hallamos los nombres de algunos otros poetas aztecas, entre Jos cuales est Aquiauhtzin (1430?-1490?), de quien se conservan slo dos extensas composiciones. Una de ellas, el Canto de las mujeres de Chalco, es un ejemplo de poesa ertica que resulta interesante sobre todo por el atrevido tono burln y por el he-cho de que el texto asume la voz de las mujeres en un abierto desafo sexual.

    1.2.4. Los tlahtolli

    Bajo este nombre se conoce una amplia gama de expresiones en prosa: relatos, crnicas, discursos, doctrinas, consejos, pensamientos. Predomina el tono expositivo y moralizante: comunican un saber y una experiencia acumulada en .el tiempo para ser transmitida a las nuevas generaciones. Aunque en este caso la elaboracin de ideas y de secuencias narrativas predomina sobre la carga emotiva de las imge-nes propia de los cucatl, ciertos recursos propios de stos -metfo-ras, reiteracin de motivos, paralelismos- tambin aparecen dentro del cauce general de la prosa.

    Dos son sus formas ms importantes y evolucionadas: los hue-huehtlahtolli y la thltoloca. Los primeros son los testimonios de la an-tigua palabra, o sea consejos o exhortaciones morales, cuyo alto sen-tido doctrinal y educativo da una idea muy ilustrativa de los valores que guiaban a la comunidad mexicana. Muchas formas caben dentro de esa denominacin: proverbios, plticas, normas sobre el buen de-cir, lecciones prcticas sobre sexualidad, sentencias y, en fin, toda ma-nifestacin normativa de la vida colectiva y privada, en las que la inten-cin tica predomina sobre la esttica. Los proverbios pueden ser tan concisos y profundos como los dos siguientes: Ya ni con su barba est a gusto; No dos veces se vive>>. Estas enseanzas seguramente se ha-bran perdido del todo si algunos tempranos estudiosos del mundo prehispnico, como Sahagn, Olmos y otros (3.2.4.) no los hubiesen recopilado y estimulado su transcripcin. Los recopilados por el se-gundo aparecen al final de su Arte de la lengua mexicana. El resto se conserv en forma manuscrita durante el siglo XVI hasta que otro fran-ciscano, Juan Bautista Viseo, natural de Mxico, los public en 1600. Hay que aclarar que --como ya adelantamos-la mediacin de estos religiosos traspas las muestras que recogan con ideas cristianas, para asimilarlas a los fines de la causa evangelizadora; en muchos casos hay

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    un hibridismo de dos tradiciones ticas totalmente dispares. Pese a esas desfiguraciones es posible apreciar todava la belleza potica y la hondura ftlosfica que debieron tener las expresiones originales:

    Aqw ests. mi hijita, mi collar de piedras fmas, mi plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de m. T eres mi sangre, mi color, en t est mi imagen.

    Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Seor Nuestro, el Dueo del cerca y del lejos, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres.

    La otra forma en prosa es la tbltoloca, la narracin histrica que, en forma de complejos anales y cronologas, representados con pinturas y jeroglficos, dejaba constancia de los grandes acontecimientos del pa-sado. La fijacin de dinastas, aos y ciclos era esencial para preser-varlo; alrededor de ellos se tejan las leyendas y relatos mticos. Hay numerosos ejemplos de estos relatos, muchos de ellos fragmentarios. Sahagn recogi las conocidas leyendas sobre Quetzalcatl, que tam-bin aparecen en los Anales de Cuauhtitln del Cdce Cbmalpopoca ya citado (1.2.1), en los que figuran los hechos del gran Nezahualc-yotl. En la tercera parte del mismo cdice aparece la importante Le-yenda de los soles, conocida a travs de un inconcluso manuscrito n-huatl del siglo XVI, que contiene una relacin de mitos cosmognicos del pueblo mexicano y sus migraciones en tiempos muy remotos.

    Textos y crtica:

    Huehuehtahtolli. Testimo11ios de J antigua palabra. Est. de Miguel Len-Por-tilla. Mxico: Secretara de Educacin Pblica/ Fondo de Cultura Econ-mica, 1991.

    LE6N-PORTII.LA, Miguel, ed. Cantos y crnicaj del Mxico antiguo. Madrid: Historia 16. 1986.

    1.2.5. Mam/estacones teatrales

    Siendo las ceremonias y ritos religiosos tan abundantes e impor-tantes en la vida cotidiana de los aztecas, es fcil imaginar que esas oca-siones estimulasen el desarrollo de manifestaciones pblicas, donde la palabra, la msica, la pantomima y ciertos elementos dramticos y co-

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    reogrficos se integraban. El testimonio de los cronistas corrobora esta hiptesis, pues nos han dejado descripciones, a veces muy minuciosas, de esos actos multitudinarios, de gran vistosidad y animacin; se sabe tambin de la existencia de cuicacalli, o sea casas de canto y danza, donde se formaban a los que actuaban en tales festividades. Pero, de-bido a su naturaleza misma de representacin colectiva y efmera (sin el auxilio de la escritura), lo que nos queda directamente de tales ex-presiones es fragmentario y disperso.

    Estas fastuosas procesiones y ceremonias cuyo colorido maravill a sus testigos espaoles, que slo tenan para compararlo el austero teatro medieval, se celebraban con la periodicidad de un estricto ca-lendario: tiempos de siembra o cosecha, efemrides militares, fiestas cortesanas, rogativas religiosas, ritos de fecundidad o iniciacin, etc. Eran actos con una notable sugestin escenogrfica, que exaltaban la grandeza del estado y la unidad del pueblo alrededor de l: espectcu-los de masas orquestados mediante una combinacin de antiguas creencias y oportunos intereses del poder poltico. Si sumamos los po-cos fragmentos que nos quedan, los testimonios espaoles e indgnas posthispnicos, podemos aceptar lo que deca Alfonso Reyes cuando afirmaba que el teatro haba nacido tres veces en la historia de la hu-manidad: en Grecia, en la Europa medieval y en la Amrica precolom-bina. El problema es que de la que menos sabemos es de la ltima; en este caso, la falta de escritura fue fatal.

    Otros prefieren creer que, si hubo algo que pueda asimilarse a lo que entendemos por teatro, eran formas incipientes de poesa drama-tizada usadas con fines litrgicos, ms cercanas, en verdad, a los movi-mientos simblicos de la danza ritual que al teatro propiamente dicho; la palabra sera slo un elemento, y no el ms importante, en esos ri-tos. De lo que no cabe duda que los aztecas tuvieron un alto sentido del espectculo y que lo usaron conscientemente como un modo de crear en la masa una visin imborrable e impresionante del mundo de sus dioses y las grandezas del pasado; en esa amplia concepcin de la teatralidad, tambin cultivada por pueblos antiguos del Oriente, y no en el restringido de arte dramtico tal como se forj en Occidente, es posible afirmar la existencia de formas teatrales en el Mxico antiguo. Es significativo que, con el advenimiento de la conquista, estas formas en vez de desaparecer, se afincasen ms hondamente en el espritu de los indgenas y dieran origen a un teatro de races nativas, pero ya pe-netrado por las formas de la dramaturgia europea. As, a travs de la reelaboracin folklrica de mitos, cosmogonas y leyendas que se re-

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    presentan, an hoy, en sus comunidades, pudieron preservar su iden-tidad cultural y sus tradiciones.

    En los Cantares mexicanos encontramos algunos ejemplos de lo que pudieron ser esas ceremonias, a travs de fragmentos de sus ele-mentos verbales, como los denominados Bailete de Nezahualcytl y Huida de Quetzalcatl, o las breves relaciones nhuatl de las fiestas de los dioses>>, que aparecen en el Cdice matritense del Real Palacio.

    Texto:

    LEN-PORTILLA, Miguel, ed. La literatura del Mxico antiguo. Los textos en len-gua nhuat/.*

    REGIN MEXICANA Y ZONA INTERMEDIA: GUATEMALA

    1.3. La literatura maya y sus cdices

    As como la literatura nhuatl ms representativa es la poesa, la de la rica cultura maya es la historia o crnica cosmognica. El principal inters de este pueblo parece haber sido el de explicar sus orgenes mediante fbulas, mitos y smbolos, y de dejar el registro de su histo-ria como una civilizacin fundadora de un estricto orden social, pol-tico y religioso. Si queremos saber cmo se representaban el mundo los mayas y qu papel jugaban en l, hay que recurrir a sus densass constelaciones mitolgicas, verdaderas Biblias del mundo aborigen americano anterior a la conqtsta. Los dos mayores monumentos pro-vienen de los pueblos quich (en la actual Guatemala) y cakchiquel (en el rea mexicana del Yucatn) que dieron forma a la cultura maya: son respectivamente el Popal Vuh y el Chilam Balam. Libros mgicos y fabulosos cargados con revelaciones del pasado inmemorial y con predicciones del futuro, pero tambin de consejos morales, cronolo-gas y observaciones astronmicas. Pueden ser ledos hoy como fasci-nantes documentos de la imaginacin proliferante y la mentalidad ri-gurosa de nuestros antepasados americanos. Pero no son libros>> or-gnicos: son ms bien palimpsestos o recopilaciones miscelnicas, que condensan diferentes tiempos histricos y se deben a innumerables manos que trabajaron a partir de antiguos cdices.

  • Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 51

    Cuatro son los cdices fundamentales para conocer la cultura maya: d Cdice Dresde que se encuentra en la Biblioteca Estatal de esa ciudad y que, siendo muy antiguo, es copia de uno anterior; d Trocor-tesiano o de Madrid (por conservarse en d Museo Arqueolgico de esta ciudad); d Cdice Prez o de Pars (en la Biblioteca Nacional de Pars); y d Grolier (en d Museo Nacional de Antropologa de Mxi-co). Estos cdices haban fijado, usando una mezcla de ilustracin pic-togrfica, representacin simblica (jeroglficos) y dementes de trans-cripcin fontica, un saber ancestral confiado tambin, como en el caso de la cultura nhuatl, a la memoria colectiva e interpretado fun-damentalmente por la casta sacerdotal. Tras la llegada de los espao-les, d rescate de ese legado por los sobrevivientes se convir en una necesidad de dramtica importancia para evitar su prdida total. Con ese propsito o quiz para cwnplir con pedidos de informacin por parte de estudiosos espaoles, usando su propia lengua en transcrip-cin fontica a nuestro alfabeto, un grupo de indios realizaron en los siglos XVI y XVII las versiones que ahora conocemos. Eran indios cris-tianizados y en diversos grados de mestizaje cultural, lo que ayuda a entender por qu, al lado de cosmogonas mayas, aparecen (en una medida a veces difcil de establecer) ideas y creencias de origen euro-peo. Se ha sealado, con toda razn, que el estilo mismo de presenta-cin que siguen estas transcripciones, es cercano al moddo de los al-manaques cristianos de la poca, lo que plantea una interesante cues-tin: era un recurso indgena para hablar de su tradicin usando un vehculo irrecusable, o fue imposicin europea para purgar la idola-tra dd contenido?

    Textos y crtica:

    Cdices mayas.lnttod. y :bibliog . .de Thomas A. Lee y Twda Gutirrez, Mxi-co: Universidad Autnoma de Chiapas, 1985.

    GARZA, Mercedes de la, ed. Literatura maya. Caracas: Biblioteca Ayacu-cho, 1979.

    1.3.1. El Popo! Vuh

    Es d libro capital maya en lengua quich y uno de los grandes li-bros de la humanidad, cuyo valor antropolgico, histrico, filosfico y literario es comparable al de otros grandes libros sobre la gnesis de

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    los pueblos antiguos: la Biblia, elMahabarata, el Upanishad. El Popo! Vuh o Libro del Consejo contiene las ms antiguas cosmogonas, mitos e historias que constituyen el fundamento de la cultura del pue-blo quich, pero fue escrito despus de la conquista, como puede comprobarse por las numerosas interpolaciones cristianas que presen-ta. La obra se conoci slo a comienzos del siglo XVIII, gracias al casual hallazgo de un manuscrito en Chichicastenango (posiblemente escrito entre 1554 y 1558) que hizo el padre Francisco Ximnez, quien trans-cribi y luego tradujo al castellano el texto; bajo el ttulo de Historia del origen de los indios de esta provincia de Guatemala apareci por primera vez en nuestra lengua (antes se conoci en ingls y alemn) en 1857, con pie de imprenta en Viena y Londres. Posteriormente, el ma-nuscrito original desapareci.

    Aunque algunos lo atribuyen a un indio quich llamado Diego Reynoso, parece ms razonable considerarlo slo un copista entre mu-chos otros pertenecientes a la alta clase sacerdotal maya, sabios que heredaron los secretos de su antigua cultura. El libro mismo remite a otro texto original, de igual nombre, que rega las creencias de la co-munidad maya, pero ahora inaccesible pues el que lo lee y lo comen-ta, tiene oculto su rostro. El Popo! Vuh representa un rescate o reve-lacin de la antigua palabra, que contiene ya entonces el saber herm-tico de los mayas: es un complejo recuento de sus genealogas y las hazaas de su civilizacin.

    El material reunido en el libro es heterogneo y, ms que organiza-do, yuxtapuesto en una estructura con secuencias cuya lgica interna no siempre es fcil de reconocer. Por eso, los especialistas han discutido los libros o partes en que debe dividirse la obra, pues el conjunto puede ser ledo -y de hecho ha sido ledo- de modos muy diferentes. El inves-tigador norteamericano Munro S. Edmonson lo ha distribuido en 97 captulos, que giran alrededor de las cuatro distintas creaciones del mundo en una sucesin cclica de destrucciones y renacimientos. La fu-sin de los tiempos divino y humano es inextricable y complica la lectu-ra. Pero es perceptible una gradacin en el proceso de la creacin divi-na: primero aparecen los animales, que no hablan; luego la raza de los hombres hechos de barro; ms tarde los creados de madera, todos los cuales son sucesivamente destruidos por diversas razones; finalmente, aparece el pueblo quich, la raza de hombres creados de mazorcas de maz. Leyendo un pasaje que se refiere a ese ciclo de creaciones del g-nero humano, cabe preguntarse cunto deben las frmulas que usa el narrador indgena a la tradicin judeocristiana de raz bblica:

  • Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 53

    Despus fueron destruidos y muertos todos estos hombres de palo, por-que habiendo entrado en consejo el corazn del cielo y enviando un gran di-luvio los destruy a todos; de palo de corcho que se llamaba tziit fue hecha la carne de los hombres y de esta materia se labr el hombre por el Criador y las mujeres fueron hechas con el corazn de la espadaa que se llama zibac; y as fue la voluntad del Criador, el hacerlos de esa materia ... (Cap. III).

    En realidad, puede considerarse que el Popo! Vuh ofrece, a la vez, un testimonio de las creencias y leyendas sobre el origen quich, y del temprano proceso de mestizaje que esa cultura sufri con la evangeli-zacin espaola. Al traducirlo y comentarlo, el padre Ximnez no de-saprovech ninguna oportunidad para acercar la teologa quich a la revelacin cristiana. Lo que tiene claramente origen indgena es la con-cepcin dual del mundo divino: los dioses creadores son generalmen-te parejas que corresponden a dualismos observados en el mundo na-tural (sol y luna, luz y tiniebla, hombre y mujer). Del tiempo ms re-moto y oscuro de los orgenes el texto pasa a la historia del orden sagrado, con sus dinastas de dioses que destruyen su propia creacin en castigo por los pecados de esos seres, y de all a la aparicin del pue-blo quich, sus vicisitudes y su desarrollo civilizador, que es brusca-mente interrumpido con la venida del hombre blanco, que se mencio-na en el captulo final, dedicado a registrar la descendencia de los re-yes y seores quichs; al llegar a la duodcima generacin de los originarios Balamquitze, se anota que estos reinaban cuando vino Al-varado, y fueron ahorcados por los espaoles (Cap. XXI). Pese a que el valor del libro es sobre todo antropolgico, la belleza lrica y la gran-deza de visin que encontramos en varios pasajes le otorgan un alto valor literario; lase, por ejemplo, este fragmento de la oracin que los seores Cabiquib decan ante el dios Tohil:

    Oh t, hermosura del da, t, Huracn, corazn del cielo y de la tierra, t, dador de nuestra gloria y t, tambin, dador de nuestros hijos, mueve y vuel-ve hacia ac tu gloria y da que vivan y se cren nuestros hijos e hijas, y que se aumenten y multipliquen tus sustentadores y los que te invocan en el camino, en los ros, en las barrancas debajo de los rboles o mecates, y dales sus hijos e hijas, no encuentren alguna desgracia e infortunio y ni sean engaados, no tropiecen ni caigan, ni sean juzgados por tribunal alguno ... Oh t, corazn del cielo, corazn de la tierra, oh t, envoltorio de gloria y majestad, t Tohil, Avilix, Hacavitz, vientre del cielo, vientre de la tierra! oh t que eres las cua-tro esquinas de la tierra, haced que haya paz en tu presencia y de tu dolo! (Cap. XX).

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    El Popo! Vuh ha ejercido un poderoso influjo en la imaginacin y el pensamiento mtico hispanoamericano de este siglo, y ha dejado vi-sibles huellas en la obra de escritores como Miguel Angel Asturias; tra-ducido a muchas lenguas, ha estimulado a muchos creadores en los ms diversos campos, como lo prueba Ecuatorial (1961), la composi-cin para voz y orquesta del msico francs Edgar Varese, que utiliza textos del libro.

    Texto y crtica:

    Popo! Vuh. Ed. de Cannelo Senz de Santa Mara. Madrid: Historia 16, 1989.

    MEGGED, Nahum. Los hroes gemelos del Popo! Vuh, anatoma de un mito indgena. Guatemala: Jos de Pineda !barra, 1979.

    SANDOVAL, Franco. La cosmovisin maya quich en el Popo! Vuh. Guatema-la: Ministerio de Cultura y Deportes, 1988.

    1.3.2. Los Libros del Chilam Balam

    En el rea mayense del Yucatn no hay documento basado entra-diciones prehispnicas cuya importancia supere el conjunto de textos llamados Libros del Chilam Balam. El nombre proviene de las palabras ah chilam (alto sacerdote o intrprete) y balam (jaguar), nom-bre del noble personaje del pueblo de Man que es mencionado en es-tos libros y que debi ser uno de los sabios o profetas ms famosos de su tiempo. Los libros se atribuyen a descendientes suyos, que quisie-ron guardar para la posteridad la antigua sabidura del pueblo cakchi-quel. Pero hay que tener en cuenta que, habiendo sido hecha la reco-pilacin en poca posterior a la conquista, en lengua maya pero segn el alfabeto latino, los pasajes testimoniales sobre la llegada del hombre blanco y las contaminaciones judeocristianas, son considerables. Tan-to que alguno de los libros, especficamente el Chilam Balam de Chu-mayel, posiblemente el ms famoso, no puede ser omitido entre los documentos que expresan

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    indgenas. Se sabe de 18 distintos libros atribuidos al Chiiam Balam, pero se conservan slo ocho de ellos, de los cuales cuatro han sido ma-teria de estudio y traduccin total o parcial. Se les identifica por el nombre de los pueblos yucatecos donde fueron encontrados ( Chuma-yel, Tizimn, Man, Kaua, Ixil, Tekax, Tusik), salvo el ltimo, N ah, que corresponde al apellido de los copistas. Puede decirse que estos libros son una mezcla de crnicas, genealogas, profecas, cantares, mitos y leyendas, todo ello interpolado por elementos de la moral y doctrina cristianas; considerarlos repertorios es menos inexacto que conside-rarlos libros. Fueron seguramente copiados poco despus de la con-quista y celosamente conservados por la colectividad indgena como libros sagrados, pues contaban los orgenes de su pueblo; esos manus-critos originales --

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    dos redactores, Jos Mara y Secundino Nah, y fue escrito en el pueblo llamado Teabo; se encuentra ahora en los fondos de la Biblioteca de la Universidad de Princeton, New Jersey. Y el de lxil, copiado tambin por Po Prez, es un documento de principios del siglo XVII; estuvo perdido un tiempo pero ahora puede ser consultado en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropologa de Mxico.

    Como ya hemos sealado, el conjunto textual que estos libros presentan no puede ser ms heterogneo, lo que, sumado al carcter esotrico de muchas de sus partes, dificulta la lectura. Alfredo Barre-ra Vsquez, en El libro de los libros del Chilam Balam, ha clasificado temticamente ese contenido en distintas categoras que nos permi-ten ver que parte del contenido no tiene relacin con el mundo ind-gena; los textos tratan casi de todo: asuntos religiosos (mayas o cris-tianos); histricos y cronsticos; cronolgicos y astrolgicos (que in-cluyen los cmputos calendricos segn das o katunes dispuestos en series de 13 nmeros y 20 nombres hasta formar un ciclo de 260 ka-tunes); medicina indgena o europea; informaciones astronmicas de origen europeo; ritos y ceremonias; y una miscelnea de textos no clasificados.

    El material de mayor inters es el que cae en las cuatro primeras categoras, que nos permiten ingresar al enigmtico mundo maya, del que todava tantas cosas se ignoran o se discuten entre los especialis-tas. A pesar de las oscuridades y cuestiones no resueltas que estos tex-tos plantean, a pesar de sus entrecruzamientos con la tradicin euro-pea, no hay mejores documentos para captar la grandeza del imperio maya y entender el vrtigo de su cada y destruccin como sociedad autnoma tras la conquista. Pero aun para el lector no erudito, mu-chos pasajes -gracias al poder mgico e incantatorio de su lenguaje metafrico-le permitirn asomarse a un mundo donde la imagina-cin y el acto de pensar el pasado y el futuro funcionan dentro de coordenadas que nada tienen que ver con las nuestras.

    Textos y crtica:

    El libro ck los libros del Chilam Balam. Alfredo Barrera Vsquez y Silvia Ren-dn, eds. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, SEP, 1984.

    The Maya Chronicles. Alfredo Barrera Vsquez y Sylvanus C. Morley. Wash-ington, D. C.: Camegie Institution, 1949.

    lAR1iNEZ HERNANDEZ, Juan. Crnicas mayas (Man, Tizimn, Chumaye/). M-rida: Carlos R. Menndez, s. a. [1926].

  • Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 57

    1.3 .3. Otros ejemplos de prosa maya Un texto en lengua quich que merece mencionarse es el Ttulo de

    los Seiiores de Totonicapn (1554) que narra, con mucha contamina-cin del pensamiento cristiano, la peregrinacin de las tres tribus o ra-mas del pueblo quich, su organizacin social, sus luchas y sus creen-cias religiosas. Lo que conocemos es su traduccin castellana, hecha en el siglo XIX, pues el manuscrito original se ha perdido. Sus coinci-dencias con lo que cuenta el Popo! Vub son de inters historiogrfico y antropolgico. Lo mismo puede decirse del Memorial de !:)ola/, co-nocido tambin como los Anales de los Cakcbqueles, manuscrito es-crito en la lengua de este pueblo maya que trata de sus orgenes y sus rivalidades con los quichs. En el rea yucateca hay fuentes y referen-cias indirectas que permiten hablar de otros gneros muy asociados con el folklore: lbros de medicina popular; sentencias, ejemplos y pro-verbios; adivinanzas, ageros y supersticiones; y las llamadas bom-bas, que son facecias, breves composiciones de ingenio o burla.

    1.3.4. El Rabinal-Acb

    Esta es posiblemente la obra dramtica ms conocida de los tiem-pos prehispnicos, y una importante prueba -con mayor peso que las que existen en la literatura nhuatl- en favor de la existencia de ex-presiones teatrales evolucionadas entre los mayas; en este caso no slo tenemos un texto integral, con mnima contaminacin hispnica, sino tambin vivo en la tradicin comunitaria indgena. Aunque se repre-sent a lo largo del perodo colonial, en algunos momentos fue supri-mido por las autoridades y pas a ser clandestina, tanto por su carc-ter pagano como por su mensaje de rebelda popular contra un inva-sor (en este caso, otro pueblo indgena). Est escrita en lengua maya-quich y su ttulo significa El Varn o Seor de Rabinab>; tam-bin es conocida bajo el nombre Baile del tun, que alude al sonido del tambor usado en ceremonias sagradas y al hecho de que se trata, en efecto, de un drama-danza, cuya msica original -por excepcin-se conserva. Rabinal es precisamente el nombre del pueblo donde el abate Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, administrador eclesis-tico en Guatemala a mediados del siglo XIX, lo escuch de labios de Bartolo Ziz, un indgena que haba interpretado la pieza y guardado memoria del antiguo texto en quich. El mayista Georges Raynaud lo

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    tradujo al francs; usando esta versin, Luis Cardoza y Aragn lo tra-dujo en 1928 al castellano.

    La obra plantea una situacin prcticamente nica: el conflicto en-tre el Varn de Rabinal y su prisionero, el Varn de los Quich, que son los casi exclusivos interlocutores; su disputa nos permite asistir a la captura del prisionero, su largo interrogatorio y finalmente su muer-te. Aunque la accin tiene una base histrica Oas luchas entre esos pueblos en el siglo xn), el clima dominante es el de una alegora moral. Los dilogos entre los dos p-rotagonistas son extensos y reiterativos, ms parlamentos recitados que propiamente dilogos. A travs de ellos, nos vamos enterando del por qu de la situacin. Cada uno va exponiendo sus razones y defendiendo su causa; cuando el prisionero, atado a un rbol, declara sus hazaas y los motivos de su accin; el Va-rn de Rabinal responde con el recuento de las suyas y justifica la cap-tura alegando las desgracias que su feroz prisionero ha traJo sobre su pueblo. Simultneamente vemos los esfuerzos y argucias yue hace el prisionero para recuperar su libertad. Hay un tercer personaje: el go-bernador de Rabinal, el todopoderoso Cinco-Lluvia, ante quien el prisionero negocia su libertad. Al fracasar sus intentos, el Varn de los Quich acepta la muerte, pero pone con una condicin: que se le rindan los honores propios de su origen noble. As, se le permite danzar con una doncella y con otros altos caballeros (los llamados guilas y Jaguares Amarillos), todo lo que constituye un complejo y colorido ceremonial, acentuado por la msica, el baile y el uso de mscaras.

    El sacrificio se consuma como una alegora de la comunin del hombre con la naturaleza primordial. La historia central est acompa-ada de rituales y participacin de numerosos personajes mudos (mu-jeres, siervos, soldados, pueblo). La accin (dividida en cuatro partes o actos muy desiguales de extensin) resulta a veces oscura y demasia-do dilatada, sobrecargada de repeticiones y frmulas cortesano. Pero pese a ello, la obra tiene una bsica teatralidad y un sentido simblico que indudablemente proviene de antiguas leyendas. La pugna entre los dos nobles personajes tiene los elementos tpicos del conflicto tea-tral: presenta una variante del eterno dilema entre libertad y someti-miento, vida y muerte, violencia y justicia, dignidad y humillacin. Raynaud ha observado que el texto tiene la caracterstica singular de eliminar casi por completo el aspecto religioso comn a las manifesta-ciones teatrales indgenas.

  • Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 59

    En el rea de la actual Nicaragua, hasta donde lleg la influencia de la cultura maya, debe mencionarse la existencia de otra interesante obra teatral: El Gegence o Macho-ratn, comedia-bailete escrita en nhuatl y castellano corrompido, en el que se observa una de las primeras asimilaciones del teatro espaol por el teatro de raz indge-na. Indudablemente inspirado en antiguos ritos de la regin, que so-brevivieron hasta comienzos de siglo gracias a representaciones popu-lares en comunidades nicaragenses, es una clara expresin teatral mestiza del siglo XVII, por la que la estudiaremos en el lugar correspon-diente (5.7.3.).

    Texto:

    Rabinal-Achi. El Varn de Rabinal. Trad. y prl. de Luis Cardoza y Aragn. Mxico: Porra, 1972.

    1.3 .5. Los Cantares de Dzitbalch

    Desde hace apenas medio siglo se conoce lo que se considera la fuente ms importante de textos poticos mayas del rea yucateca: el Libro de los Cantares de Dzitbalch, manuscrito de mediados del siglo XVIII que fue descubierto en Mrida por el mayista Alfredo Barrera Vsquez, quien lo public en 1965. El manuscrito mismo indica que fue redactado por un tal Ah Bam, seor del pueblo de Dzitbalch (Campeche); contiene 16 cantares (algunos fragmentarios) que se mantenan vivos en la tradicin local. Compuestos unos antes de la conquista y otros posteriormente a ella, los cantares estn basados en expresiones poticas asociadas al teatro y la danza mayas; en cualquier caso, debido a su larga pervivencia, las huellas del mestizaje que han experimentado son bastante visibles. Predominan los cantares sacros, oraciones o conjuros mgicos, y tambin hay algunos poemas de ca-rcter ertico. Es interesante anotar las semejanzas formales de la poe-sa maya con la nhuatl, por el uso de paralelismos, estructuras duales y sistemas metafricos; as, el smbolo flor>> vuelve a aparecer con el mismo sentido que en la poesa antigua mexicana, pero tambin como emblema de la virginidad, segn aparece en este pasaje de un poema ertico:

    Alegra es lo que cantamos, porque vamos a recibir

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    a recibir la flor, todas las mujeres doncellas.

    Tambin pueden encontrarse variadas expresiones poticas en los Lzbros del Chilam Balam y otros libros mayas, pero aun teniendo stas un relativo valor representativo, son slo una muy pequea muestra de lo que debi ser una actividad de gran riqueza. Por eso no se pue-de hablar de la poesa maya sino dentro de trminos largamente hipo-tticos y previa reconstruccin del inmenso material perdido.

    Texto:

    E! libro de los Cantares de Dzitbalche. Ed. y trad. de Alfredo Barrera Vsquez. Mxico: Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 1965.

    REGIN ANDINA

    1.4. Literatura quechua

    De la riqueza de expresiones literarias en lengua quechua no cabe duda: cronistas como el Inca Garcilaso (4.3.1.), Guamn Poma de Ayala (4.3.2.), Santa Cruz Pachacuti, Juan de Betanzos, Sarmiento de Gamboa, Mura, Francisco de vila y otros (3.2.6.), transcribieron abundantes textos en sus obras o dieron variadas noticias de ellos. Aunque disperso y heterogneo, el caudal basta para dar una idea de lo que pudieron ser esas manifestaciones. No tenemos, en cambio, ras-tros de las formas que debieron cultivar los pueblos preincas, culturas locales surgidas en diversos puntos de la costa y la regin andina del antiguo Per, cuyos notables adelantos en el campo de las artes, arqui-tectura, urbanismo y organizacin social parecen indicar que su lite-ratura tal vez fue tan evolucionada. El total silencio sobre esa porcin de la herencia indgena anterior a los Incas no se debe a la conquista espaola, sino a los Incas mismos, que los absorbieron, borraron sus tradiciones y sus lenguas e impusieron sobre ellos el autoritario sello de su imperio: una sola lengua (el quechua, que ellos llamaban runasi-mi o lengua generab>), un creador (Viracoche, el dios serpiente), un culto (el de lnti, divinidad solar y agrcola), una sociedad obediente del Inca y sus leyes paternalistas y absolutas. Los testimonios que tene-

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    mos se remontan, pues, slo tan lejos como puede registrarse la pre-sencia del pueblo quechua, hacia el siglo XIII. Ninguno de ellos nos permite identificar un creador individual y las atribuciones de paterni-dad, salvo contadsimas excepciones Oas llamadas Sentencias de Pa-chactec es una de ellas), parecen ser ms bien legendarias: el corpus literario quechua es esencialmente annimo.

    El imperio incaico, consolidado por Pachactec hacia mediados del siglo XVI y convertido en el ms poderoso del subcontinente, era a la vez un pueblo agrcola y guerrero, lo que se refleja en los dos prin-cipales modos de sus manifestaciones literarias: por un lado, las for-mas asociadas a los ciclos de la siembra, cultivo y cosecha, de tono bu-clico, terrgena y optimista; por otro, las que celebran con exaltacin heroica y orgullosa los triunfos militares incaicos. A ambas las une, sin embargo, el espritu religioso, omnipresente en las expresiones de su cultura. Fbulas, relatos histricos y elaboraciones cosmognicas tam-bin son caractersticos del espritu creador quechua.

    El pueblo incaico desarroll un sistema propio de fijacin grfica de todo aquello que queran salvar del olvido, desde los grandes he-chos del pasado hasta registros estadsticos o econmicos: los quipus, cuerdas con nudos de distinto tamao, grosor y color cuyas claves no han sido del todo descifradas y sobre cuyo valor como grafa o escri-tura todava se siguen discutiendo. En sus Comentarios reales, Garci-laso dedica dos captulos (Libro VI, caps. VIII y IX) y muchos otros pasajes a describir minuciosamente los quipus, principalmente como sistema de cmputo o contabilidad, pero tambin como un mtodo mnemotcnico que les permita guardar

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    bles diferencias que oscurecen su significado. La oralidad de la comu-nicacin literaria quechua est asociada a otros rasgos o condiciones que ya hemos visto para el caso de las nhuatl y maya: su predominan-te carcter ceremonial, popular>> y colectivo como parte de ritos mul-titudinarios, as como su asociacin con otras expresiones artsticas, sobre todo la danza y el canto.

    Que el estado incaico propiciaba el cultivo de estas actividades como parte de la vida diaria y que haban alcanzado un rango institu-cional, lo prueba el hecho de que existieron funcionarios especializa-dos en tales menesteres. Otra vez, el testimonio de Garcilaso, corrobo-rado por el de otros muchos cronistas, es esclarecedor: en sus Comen-tarios reales nos dice que hubo amautas, que eran los filsofos encargados de componer tragedias y comedias, y harauicus (o hara-vicus) que eran los

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    tafrico. Entre los poemas religiosos que recogen los cronistas hay al-gunos de notable belleza, traspasados por el temblor metafsico ante el poder y la grandeza de Dios. Santa Cruz Pachacuti incluye uno que se estima es el himno ms antiguo de la literatura quechua y que l atri-buye a Manco Cpac, fundador del imperio; ste es un fragmento en la versin corregida por Bendez Aibar:

    Es Wiraqocha seor del origen. Sea eso hombre, sea esto mujer. De la fuente sacra supremo juez, de todo lo que hay enorme creador. Dnde ests? No te ver acaso? Hllase arriba tal vez abajo, o al travs, tu regio trono? Hblame! Te lo ruego Lago en lo alto extendido. Lago abajo situado ...

    Aunque los quechuistas han agrupado a estos himnos bajo el nom-bre general de haylli, el registro de asuntos que tratan es tan amplio (religiosos, militares, histricos, agrcolas) que sus rasgos especficos se hacen borrosos; parecera ms prudente reservar el nombre para los de tema agrcola, que tienen una forma ms reconocible, marcada por la presencia de la interjeccin haylli que sola servir de estribillo. Los jubilosos hayllis agrcolas cantan los poderes de la tierra y servan para acompaar el trabajo en los campos. El Inti R.aimi o fiesta solar fue una de las grandes ocasiones en que estos exaltados poemas se canta-han. llay un fuerte acento colectivista en esas manifestaciones: expre-san d sentido comunal que la vida tena entonces, el apego a los hbi-tos y tradiciones que todos compartan. En estos cantos, el pueblo qtwchua, qul" hizo del trabajo una mstica homogenizadora de la exis-

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    tencia diaria, ha dejado valiosos testimonios de sus ritos agrcolas; ste haylli es uno:

    Los hombres Ea, el triunfo! Ea, el triunfo! He aqu el arado y el surco! He aqu el sudor y la mano!

    Las mujeres Hurra, varn, hurra!

    Los hombres Ea, el triunfo! Ea, el triunfo! Dnde est la infanta, la hermosa? Do la semilla y el triunfo?

    Las mujeres Hurra, la simiente, hurra! ...

    Por su parte, la musa guerrera o heroica de los quechuas poda al-canzar una terrible ferocidad, que era estimulada por su poltica de constante expansionismo y anexin de culturas rivales en la que se ba-saba el engrandecimiento del imperio. Vase este muy citado canto re-cogido por Guamn Poma:

    Beberemos en el crneo del enemigo, haremos un collar de sus dientes, haremos flautas de sus huesos, de su piel haremos tambores, y as cantaremos.

    1.4.2. Tipos de poesa amorosa

    Entre las composiciones ms puramente lricas, abundan las de tema amoroso, que pueden clasificarse en varios tipos: el haraui pro-piamente dicho (pues la palabra, como hemos visto, se refera a la creacin en general), que celebra los placeres del amor a veces en un tono ligero; el wawaki, que es una cancin campesina de forma dialo-gada, con un tono epigramtico y gracioso; el urpi (paloma en que-chua) por la reiteracin de esta imagen alusiva a la ingrata :1111:1111\'.

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    Otras composiciones de naturaleza festiva como el taki, el huavnu (o wayno) y la khashua, a las que el tema amoroso no era ajeno, sn for-mas populares ms directamente asociadas al canto y la danza, por lo que se han integrado al folklore andino.

    Pero la forma ms reconocible y caractersca es la del urpi. El tema que trata es universal y comparte rasgos y motivos con los de otras lenguas y tiempos: la ausencia, el olvido, la reconciliacin, la que-ja, el despecho del amante solitario, etc. Hay que observar que el tono de estas cuitas tiene, sobre todo en lengua quechua, una transparencia expresiva y una ternura sentimental extremadas, que nos permiten in-gresar al nivel de las emociones profundas del espritu indgena. La dulzura lacrimosa y el temblor romntico que las distingue, sobre todo al pasar a la versin castellana, fue sin duda la base sobre la que se ela-bor la imagen del indio doliente y melanclico que abund en el si-glo XIX y culmin con el indigenismo del xx. La delicadeza lrica que estos poemas solan alcanzar puede ilustrarse con estos dos ejemplos:

    Una tortolita tierna me encontr, sin plumas, en su viejo nido; ni las alas le haban brotado.

    Ese gaviln, corazn de granito, cuando aprendi a volar, en hogar ajeno me olvid. Verano e invierno la aliment, y ese desnudo pichn, al que arrull, del camino no quiere acordarse. Quiz cuando el feroz halcn la persiga, regrese a su antiguo nido, y entonces ... ya no me encontrar.

    Qu viene a ser el amor, palomita agreste, tan pequeo y esforzado, desamorada; que al sabio ms entendido, palomita agreste, le hace andar desatinado, desamorada ...

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    1.4.3. Formas de la prosa

    La prosa cumpli funciones varias en el mundo incaico, pero las principales caen en cuatro categoras: mitos, leyendas, fbulas y cuen-tos propiamente dichos. Como en muchas otras culturas antiguas, la imaginacin popular trataba, por un lado, de fijar en relatos las imge-nes fabulosas y mgicas que formaban parte de su visin del mundo y, por otro, usaba el lenguaje narrativo con una intencin moralizante y ejemplar; eso explica no slo que tales categoras sean comunes a esas culturas, sino que incluso ciertos smbolos, situaciones e imgenes se repitan. Entre los relatos mticos el de Los hermanos Ayar>>, ellas Las cuatro partes del mundo y el de Manco Cpac, todos sobre la fundacin del Imperio Incaico, son tres de los ms conocidos y existen en diferentes versiones. Es interesante compararlos con uno posthis-pnico, el famoso Mito de Inkarr (2 .4.3.), que anuncia la restitucin de la antigua unidad del antiguo imperio, como en el tiempo original descrito por aquellos dos relatos fundacionales. No menos fascinantes, aunque s meryos conocidos, son las historias mticas recogidas por Francisco de Avila hacia 1598 y admirablemente traducidas por Jos Mara Arguedas bajo el ttulo Dioses y hombres de Huarochir (Lima, 1966). Tambin es posible establecer un vnculo entre la caracterstica concepcin indgena del cosmos como una realidad dividida entre el mundo de arriba y el mundo de abajo, que esta obra subraya, y la del propio Arguedas como novelista. Este breve pasaje de los mitos re-cogidos por Avila da una idea de la fuerza sugestiva de esa concep-cin:

    Dicen que este Y a cana [divinidad] baja a la medianoche, cuando no es po-sible que lo sientan ni vean, y bebe del mar toda el agua. Dicen que si no be-biera esa agua. el mundo entero quedara sepultado. A la mancha oscura que va delante de esta sombra que llaman Y a cana, le dan el nombre de Yutu [per-diz]. Y dicen que Yacana tiene hijos y que, cuando ellos empiezan a lactar, despierta (Cap. 29).

    En sus fbulas moralizadoras, los quechuas han dejado numerosas pruebas de su preocupacin tica y, paradjicamente, de su ingenio y astucia para burlar los preceptos de la vida social. Usaron, como los griegos y latinos -aunque a veces con distintos valores-, la figura-cin animal para representar las virtudes, cualidades y vicios humanos. Varias fueron recogidas por los cronistas, pero la mayora se han con-

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    servado por va oral y han pasado, con variantes y actualizaciones, al acervo folklrico de las distintas regiones donde hubo presencia indi-gena. El mismo Arguedas (Canciones y cuentos del pueblo quechua, 1949) y Teodoro Meneses (Cuentos quechuas de Ayacucho, 1954), en-tre otros, han recopilado diversas muestras de ese legado.

    Pero pocos ejemplos pueden superar en belleza narrativa, sutil simbolismo y rara franqueza sexual como la notable leyenda del pas-tor Acoytrapa (o Acoya-Napa) y la iiusta Chuquillantu recogida en Los orgenes de los Incas (Libro Primero, caps. XCI-XCII), escrita a fines del siglo XVI por el Padre Martn Mura (3.2.6.). Por su misma exten-sin y complejidad es imposible reproducir aqu siquiera su ancdota, pero s cabe decir que los rigurosos moldes estructurales (las dos her-manas, las cuatro fuentes, el sueo y el insinuante mensaje cifrado, el encuentro y el reencuentro de los amantes) y las insistentes alusiones erticas (la figura en el adorno de plata que devora un corazn, las ca-ricias de la usta en el bastn flico, el celestinaje de la madre) consti-tuyen elementos que invit!lfl a una posible interpretacin moderna de la sexualidad en el mundo indgena, sobre el que sabemos ms por su arte que por su literatura.

    1.4.4. La cuestin del teatro quechua

    Los testimonios que tenemos sobre las costumbres y expresiones culturales del imperio quechua coinciden todos en sealar que -al igual de lo que ocurri entre los aztecas y los mayas-las ceremonias religiosas, militares y civiles que celebraban solan induir variadas for-mas de representacin teatral, animadas de coreografa, msica y can-to. Realizados principalmente en espacos abiertos, ante grandes tem-plos o palacios, eran actos multitudinarios, coloridos y espectaculares. Pero, desgraciadamente, debido a dos principales razones ~ carc-ter efmero que tenan esos actos al carecer de soporte escrito; la siste-mtica tarea de destruccin de los que fueron objeto por parte de los espaoles-, poco ha quedado que podamos llamar teatro quechua precolombino. Eso no quiere decir que el antiguo teatro desapareciese del todo; sencillamente, se transfonn en otra cosa, adaptndose a los moldes del teatro evangelizador (2.5.) que surgi tras la conquista, es decir, cristianizndose; o usando precisamente esos moldes para di-fundir leyendas, tradiciones y otros contenidos cuyo origen es indge-na pero en creciente grado de mestizaje.

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    As resulta que los estudiosos del teatro quechua suelen dar como ejemplos de su produccin dramtica original obras que son clara-mente textos coloniales, slo por el hecho de estar escritas en quechua. Esta confusin se aade a un campo que presenta, todava ms que las formas estudiadas en las dos secciones anteriores, serios problemas, conjeturas y controversias sobre cuestiones de cronologa, atribucin, tipificacin, fijacin estilstica, etc. Es, pues, muy difcil estudiar el tea-tro ncaico como tal mientras no se haya realizado esta previa tarea de deslinde e identificacin. Lo que puede afirmarse, sn correr mayores riesgos, es que ese teatro en realidad existi, pero que sus formas pro-pias y su significacin especfica no estn an del todo establecidas, y que por lo tanto aplicarle las categoras de tragedias, comedias y otras --como hace, por ejemplo, Garcilaso- no pasa de ser una dis-cutible analoga.

    De todo lo que nos ha quedado, nada es de mayor importancia que la leyenda quechua que dio origen al drama Ollantay, que no es en verdad un ejemplo de teatro ndgena -pese a que figura en reper-torios bajo ese nombre-, sno una reelaboracin colonial basada en esa leyenda y traspasada por todos los hbitos del teatro espaol de la poca. Es posible que hubiese una obra original con ese mismo nom-bre y que, como sostiene Tschudi, se representase en el Cuzco en el si-glo XV, pero el texto quechua que conocemos es una expresin litera-ria mestiza del siglo ;..'Vllr, que ser examnada en su lugar (6.8.1.). Por su parte la llamada Tragedia del fin de Atahualpa es un valioso primer testimonio del choque de las dos culturas, que debe ser estudiada en-tre las formas literarias que expresan la visin de los vencidos (2.4.3.).

    Textos y critica:

    ALCINA FRANCH, Jos. Mitos y literatura quechua. Madrid: Alianza Editorial-Quinto Centenario, 1989.

    ARGUEDAS, Jos Maria, ed. Canones y cuentos del pueblo quechua. Lima: Huascarn, 1949.

    VILA, Francisco de. Dioses y hombres de Huarocbir. Trad. de Jos Maria Ar-guedas y est. de Pierre Duviols. Lima: Museo Nacional de Historia-Institu-to de Estudios Peruanos, 1966.

    BASADIU::, Jorge. ed. Literatura Inca. Pars: De Brouwer, 1938. (Biblioteca de Cultura Peruana, ed. gen. de Ventura Garca Caldern, Primera Serie, vol. l.)

  • Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 69

    BENDEZ AlBAR, Ednnmdo, ed. Literatura quechua. Caracas: Biblioteca Ayacu-cho, 1980.

    LARA, Jess. ed. La literatura de los quecbuaJ. Ensayo y antologa. La Paz: Lib. y Edit. Juventud, 1969.

    --- MitoJ, leyendas y cuentoJ de los quechuas: antologa. La Paz: Los Ami-gos del Libro, 1973.

    MENESES, Teodoro, ed. Cuento!; quechuas de Ayacucho. Lima: Instituto de Fi-lologa, Universidad de San Marcos, 1954.

    ARGUEDAS, Jos Mara. Fonnadn de una cultura nacional indoamericana. Ed. de ngel Rama, Mxico: Siglo XXI, 1975.

    LARA, Jess. La poesa quechua''.

    1.5. Noticia de la literatura guaran

    Muchsimo menos conocido que los anteriores, los testimonios literarios que nos han dejado las tribus llamadas Guaran-Tup demuestran que, sin ha-ber alcanzado un desarrollo y organizacin comparables a esas culturas, sus mi-tos, canciones y otras formas pueden ser tan valiosas y cautivantes. Teniendo como centro geogrfico un rea que cubre parte del Paraguay, Brasil y norte de Argentina, estas comunidades se dividan, segn ellingilista Marcos Mornigo, en tres grandes grupos dialectales: el e'engat (o lengua hermosa) del rea amaznica; el Tupinamb o guaran de la costa atlntica; y el Ava'e (o len-gua de los hombres) que comprende la zona de Paraguay, Bolivia, Brasil y Ar-gentina. Pero hoy subsisten unas cinco familias lingsticas, subdivididas a su vez en numerosos dialectos; slo en el rea oriental paraguaya hay cuatro de es-tas variedades. Estos pueblos y lenguas sufrieron, primero, el impacto de la conquista espaola en la zona (1528) y, luego, a comienzos del siglo XVII, la de las nsiones y reducciones jesuticas que los sometieron espiritualmente ata cndolos en el corazn mismo de su cultura: la religin. Esto, sumado a las di-ficultades inherentes a la intensa dispersin geogrfico-lingstica sealada y la condicin bsicamente recolectora de las etnias guaranes, explica por qu, pese a los esfuerzos de los misioneros jesuitas por unificar las lenguas indgenas mediante el patrn de la escritura y la gramtica, la variedad subsisti. De he-cho, la lengua nativa sigui usndose en forma paralela a la castellana, originan-do as el bilingismo que distingue a la presente cultura guaran.

    Pero la recopilacin de materiales literarios fue tan escasa que bien puede considerarse que hasta comienzos de nuestro siglo no haba forma de conocer-los ni haba una conciencia generalizada de que existiesen. Su sobrevivencia puede considerarse un milagro de resistencia cultural. Gracias a la labor de an-troplogos extranjeros como Kurt Unkel (que fue iniciado por los indgenas y adopt el nombre de Nimuendaju), Alfred Mtraux y otros el largo silencio de siglos se rompi y se redescubri un caudal de tradiciones, creencias y for-

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    mas que seguan vivas en los hbitos del pueblo. Un examen de ese material demuestra la importancia fundamental de los mitos cosmognicos y religiosos, como el Mito del Diluvio Universal>>; la presencia de cuentos y leyendas, como el Ciclo de los gemelos; la diversidad de cantos (rituales, pedaggicos, lricos, etc.). Baste un pequeo ejemplo de estos ltimos, el titulado Canto del colibr, que presenta ese snbolo clave en la imaginacin guaran:

    Tienes algo que comunicar, Colibr? Lanza relmpagos, Colibr! Es com~ si el nctar de tus flores te hubiese

    [embriagado, Colibr. Lanza relmpagos, Colibr, lanza relmpagos!

    Aparte de que imgenes como stas han ejercido un poderoso influjo en la literatura y otras formas culturales del actual Paraguay, el caso guaran prueba que el poeta colombiano Jorge Zalamea no se equivocaba cuando afirm en I..a poesa ignorada y olvidada que, en el campo de la creacin, no hay en reali-dad pueblos primitivos. Hoy el mundo mitopotico guaran es todava un corpus por conocer para la gran mayora de lectores.

    Textos y crtica:

    BAREIRO SAGUIER, Rubn, ed. Literatura guaran del Paraguay. Caracas: Biblio-teca Ayacucho, 1980.

    CADOGAN, Len y Alfredo LPEZ AUSTIN, eds. I..a literatura de los guaranes. Mxico: Joaqun Mortiz, 1965.

    ZALAMEA,Jorge. I..a poesa ignorada y olvidada. La Habana: Casa de las Amri-cas, 1965.