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186508427 Gil de Biedma Jaime Poesia en La Residencia La Voz De

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186508427 Gil de Biedma Jaime Poesia en La Residencia La Voz De

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J g l » iu a u tS t. ■ • J . - ^ u ! a ; , s a r M

LA VOZ D E

JAIME GIL DE BIEDMA

LA VOZ DE

JAIME GIL DE BIEDMA

P o e s í a e n l a R e s i d e n c i a

<S>P u b lk flc io nes de lo Residencia de Estud iantes

Este libro ha sido editado graciasal patrocinio de la Fundación Autor,de la Sociedad General de Autores y Editores

1 O ' GINEIAI DEl í > AUIOMÍ Y

fi ii h liu'ion autor

© de los textos: sucesores de Jaime Gil de Biedma

Voz e interpretación de Jaime Gil de Biedma utilizados bajo licencia de sucesores de Jaime Gil de Biedma

© de esta edición: Asociación de Amigos de la Residencia de Estudiantes, 2001

Procesado y transcripción digital:E s t u d io M u l t im e d ia , SG A E

Fabricación C D : C o n t r o l S y s

Diseño gráfico: ÁREA GRÁFICA

Impresión: JU LIO S o t o

Encuademación: R a m o s , S.A.

I .S .B .N .: 84-95078-00-7 D epósito legal: M -39570-2001

Í n d i c e

L E C T U R A D E PO EM A S D E JA IM E G IL D E BIED M A9 de diciembre de 1988 9

Reseña biográfica 51

Bibliografía escogida 57

índice de procedencia de los poemas y textos 59

índice de primeros versos 61

-----------------------

A d v e r t e n c i a e d it o r ia l

Se reproduce en estas páginas la lectura de poemas de

Ja im e Gil de Biedma celebrada el 9 de diciembre de

1988, dentro del ciclo Poesía en la Residencia.

Se ha preferido dejar exenta la intervención del

poeta, por lo que se han suprimido las palabras de

presentación y el diálogo final con el público.

Se ha tratado de ser lo más fiel posible a la palabra del

autor, sin incluir repeticiones de palabras, in te le c ­

ciones u otros «ruidos» propios del lenguaje hablado.

T am poco se han incluido los intermedios creados por

el autor en su discurso, que permanecen en la graba­

ción.

La transcripción de los poemas y del texto «W elling­

ton Place» aparecen tal com o figuran en las ediciones

consultadas. Se indican entre corchetes los títulos, dedi­

catorias o epígrafes om itidos por el poeta al recitar y

se da cuenta de algunas diferencias fundamentales de

los poemas editados con respecto a su lectura en las

notas que figuran al final.

U n índice de procedencia de los poemas y textos

informará al lector acerca de los libros a los que per­

tenecen, reseñados en su primera edición así com o

en la seguida para su transcripción.

:

JA IM E G IL D E B IE D M ALectura de poemas

Residencia de Estudiantes

9 de diciembre de 1988

Yo creo que la vinculación con la Residencia de Estu­diantes, ésa la compartimos todos los universitarios de tradición liberal que alcanzamos la edad de con­

ciencia durante los años de la posguerra civil; es decir que la Residencia de Estudiantes fue una referencia forzada y constante, y fue una leyenda, y fue algo así como el emble­ma de una patria perdida. En mi caso, además, haber vivi­do estos días en la Residencia y leer aquí significa personal­mente mucho — leer en lo que fue la casa de don Alberto Jiménez Fraud y de Natalia Cossio, a quienes tuve la fortu­na inmensa de tratar durante meses en Oxford y por quie­nes guardo un recuerdo muy, muy lleno de veneración.

Había pensado abrir la lectura leyendo el texto que yo escribí cuando la conmemoración del centenario de don Alberto Jiménez, pero posiblemente lo lea después porque veo que ahora no es el momento, porque me estoy em o­cionando y puedo cortaros y puede ser muy violento. O sea que voy a empezar con mi poesía y después, si tienen ustedes paciencia — y yo les rogaría que la tuviesen— , leería el texto de homenaje a don Alberto y a Natalia, que realmente me importa mucho más que mis poemas.

Los poem as que yo voy a leerles se escribieron en su gran mayoría, salvo alguno que leeré al final, hace muchos años. Por tanto, no tengo la seguridad de que consiga leerlos de una manera mínimamente convincente. N o porque hayan pasado muchos años y, com o suelen decir los poetas, no me reconozca en ellos. N o conozco, en rea­lidad, a ningún poeta que se reconozca en un poema; reco­nocerse en otro orden de realidad, que es un poem a, es un fenóm eno rarísimo. Por otro lado, no he conocido jam ás en mi vida a un poeta que se reconozca en un mal poema suyo, sólo se reconocen en los que les gustan. Porlo tanto, no es eso; es otra cuestión que tiene que ver con la forma en que la mayor parte de esos poemas se con­cibieron y se compusieron. Hay poetas en quienes el tra­bajo, la concepción y la com posición se efectúan en gran parte sobre la cuartilla. El ejem plo clásico, que además se atormentaba porque le costaba m ucho, es Mallarmé. Yo creo que en la poesía española de este siglo el ejemplo clásico más cabal de com posición de poem as sobre la página en blanco, sobre la cuartilla, es el Jo rge Guillén de las dos primeras ediciones de Cántico. Y eso es per­ceptible en una cosa: el ritmo de los poem as de Guillén hasta 1935 es inseparable de su lectura y de su mise en page, de su lectura en página. La agrupación tipográfica de las palabras es en sí una invitación al placer de la com ­prensión del poema y a la percepción de su ritmo. El ritmo de la poesía de Guillén en esa época es un ritmo visualmente inducido.

O tros poetas — y en realidad todos los poetas trabajamos de ambas maneras; es decir, no hay que establecer tam­poco unas categorías absolutamente separadas— com po­nemos de oído, que es mi caso. Com ponem os de oído

generalmente a partir de un ritmo, un ritmo verbal que se nos im pone, y en mi caso concreto, además, era siem­pre a partir de una tonalidad verbal y de una actitud, de una voz que habla, de la voz que habla ya en el poema. Eso quiere decir que esa voz, en el curso del poem a, tiende a definirse com o hablante e incluso com o personaje y tiende a adquirir o a presentar un mínim o de caracterís­ticas individualizadoras. Y el problema con que yo me encuentro al leer estos poem as tras de tanto tiem po es un problema de que no sé si el soporte físico es el más ade­cuado; es decir, no sé si tengo ya voz — me pasa com o a las cantantes que después de treinta y cinco años de bel canto hay papeles que ya no pueden cantar y otros que sí— , y entonces me tem o que estos poemas están pensa­dos para la voz de un hombre m ucho más joven de lo que soy yo, por lo menos veinte años, y no sé cóm o resultarán en boca de un hombre de cincuenta y nueve.

El primer poem a que les voy a leer a ustedes, que forma parte de un conjunto que fue mi trabajo inicial que se titula Las ajueras, es un poem a que para mí tiene la sig­nificación de que representa el final de mi aprendizaje. Es un poem a que no tiene gran cosa que ver, aunque algo más que el resto de sus compañeros en esta serie de Las afueras, con la poesía que yo he escrito posterior­mente. Sin embargo, hay dos cosas en él que hacen que para mí tenga una significación especial. Prim ero, el asunto del poema: el poema lo que desarrolla es una esce­na claramente simbólica o emblemática que es el regreso

a la ciudad, acabadas las vacaciones de verano. Digam os que el significado sim bólico de esa escena emblemática, el significado interno, es la entrada en la edad adulta, es decir, el final de la adolescencia, que en realidad es siem­pre un regreso porque la edad adulta es algo que se adquie­re a pequeñas dosis, poco a poco, y uno se encuentra metido dentro de ella y cuando ya está dentro de ella se encuentra con que la reconoce ya porque la ha vivido casi desde su infancia, si no personalmente, a través de los mayores.

Es pues un poema que describe la llegada a una ciudad otoñal después de las vacaciones y que, además, trata muy deliberadamente de imitar un pasaje del «Cuarto cuarteto» de Eliot — muy deliberadamente y sin éxito— en el ritmo, en la articulación de la frase, cuyo ritmo prin­cipal se va aplazando durante m ucho tiem po para dar la sensación de premiosidad en el avance.

[L a s a f u e r a s , x ]

N o s reciben las calles co n ocid as

y la tarde em pezad a, los cansados

castaños cuyas h ojas, obed ien tes,

ruedan ba jo los pies del que regresa,

p reced en , acom p añ an nuestros pasos.

In terru m pien d o entre la m u ch ed u m b re

de los que a cada instante se su ceden ,

b a jo la prem atu ra opacid ad

del cielo , que co n verge hacia su térm in o ,

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cada u n o se in terna o lv id ad izo ,

p erd id o en sus cuarteles solitarios

del in v iern o q u e v ien e . ¿R e co rd á is

la destreza del vu e lo de las aves,

el jú b ilo y los ju e g o s p e lig ro so s',

la in tensidad de c ierto instante, qu ie to s

b a jo el c ielo m ás alto que el follaje?

Si p o r lo m en o s algu ien se acordase,

si algu ien súb itam en te aco m etid o

se acord ase ... La luz usada deja

p o lv o de m ariposa entre los dedos.

El siguiente poem a, que está escrito dos o tres años, yo creo que dos años, más tarde pero que ya realmente señala el inicio del género de poesía que yo he cultiva­do posteriormente, es un poem a que está dedicado a Luis Cernuda, primero porque hay una cita verbatim de un verso suyo, que no me acuerdo si es de Un río, un amor o de Los placeres prohibidos, «lágrimas por ser más que un hombre»’ ; segundo porque desarrolla un motivo que es muy frecuente en la poesía de la juventud de Cernuda, en la poesía de ese ciclo, que es el del adolescente a solas y el de la frustración del deseo. Se titula

N o c h e s d e l m e s d e j u n i o

[A Luis Cernuda]

A lgu n a vez recu erd o

ciertas n oches de ju n io de aquel añ o,

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casi borrosas, de m i adolescen cia

(era en m il n o v ec ien to s m e parece

cu aren ta y nueve)p o rq u e en ese m es

sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña

lo m ism o que el ca lo r q u e em pezaba,nada m ás

q ue la especial so n orid ad del aire

y una d isposic ión vagam en te afectiva.

Eran las n oches incurablesy la calentura.

Las altas horas de estudiante so lo

y el libro in tem pestivoju n to al ba lcón ab ierto de par en par (la calle

recién regada desaparecía

aba jo , entre el fo llaje ilum inado)

sin un alm a que llevar a la boca .

C u án tas veces m e acu erd o

de vo so tras, lejanas

n oches del m es de ju n io , cuántas veces

m e saltaron las lágrim as, las lágrim as

p o r ser m ás que un h o m b re , cu án to quise

m oriro soñ é co n ven d erm e al d iab lo ,

q ue n unca m e escu ch ó .P ero tam bién

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la v ida nos su jeta p o rq u e precisam en te

n o es c o m o la esperábam os.

El siguiente poem a que voy a leer pertenece ya a mi segundo libro, Moralidades. Es un poem a que se titula «N oche triste de octubre» — precisamente hay com o un envío a «N oches del mes de junio»— , «N oche triste de octubre, 1959», y es un poem a que se inscribe muy cla­ramente en un género de poesía que entonces disfruta­ba de un inmenso favor, que es la poesía social. En las piezas, en las poesías, en los poem as de poesía social que yo escribí en aquella época, y en éste m uy especialmen­te, hay un intento de som eter un asunto de interés com ún y de experiencia social común de la vida espa­ñola en aquel m om ento a un tratamiento literario abso­lutamente similar al que recibe un tema literario, un tópico, un topos literario tradicional. Es decir, ponerlo exactamente a la misma distancia respecto al poeta y también respecto a la voz que habla en el poem a, que no siempre coinciden.

«N oche triste de octubre» además es, en cierto m odo, una imitación de un poem a que yo he admirado siem­pre m uchísim o, el «Chant d ’automne» de Baudelaire, de la primera parte, en que Baudelaire tiene el presenti­miento en los últimos días del septiembre parisino de que pronto llegarán las nieblas, la humedad del frío, y concreta ese presentimiento del invierno y de la dureza

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y del frío que se avecina en una imagen de una plastici­dad maravillosa, y de una modernidad m ucho mayor que la que yo consigo con mi propia imagen, que es el sonido de los leños descargados en los patios interiores de las casas de París, por los carros, para las chimeneas del invierno. Y ese sonido de los leños cayendo sobre el pavi­mento de los patios interiores golpea en todo el poem a com o un sonido obsesionante; es el anuncio del invier­no que viene y que suena, según Baudelaire, com o un cadalso que levantasen.

En mi caso, el elemento simbólico que utilizo para dar la sensación de la proxim idad del invierno es m ucho más tradicional, es el mal tiem po, la lluvia. Está situado en una noche, en un mes muy concreto que es octubre del 59, y ahí se inserta el aspecto social del poem a; en ju lio de 1959 se prom ulgaron las leyes de estabilización eco­nómica que realmente le dieron al régimen de Franco aproximadamente veinte años de vida más, cosa que ninguno deseábamos — unos cuantos o unas cuantas no deseábamos— pero que todos en aquel m om ento sabía­mos que ocurriría si el régimen se demostraba capaz de soportar el enorme costo social del programa de estabi­lización. El régimen lo pudo soportar gracias a que lle­garon me parece que a dos millones de españoles los que emigraron temporalmente a Europa; si no, no lo hubie­se podido soportar, y además se enriquecieron gracias a ellos y a los turistas. Pero es el presentimiento del mal tiem po, en octubre del 59, al que se une el presenti­miento de un invierno de penuria económ ica, de dure­za, que va a afectar a todos. D ice así:

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[ N o c h e t r i s t e d e o c t u b r e , 1959][A Juan Marsé]

D efin itivam en te

parece confirm arse q u e este in v iern o

q u e v ien e , será duro .

A delantaron

las lluvias, y el G o b ie rn o ,

reu n id o en co n se jo de m inistros,

no se sabe si estudia a estas horas

el subsid io de paro

o el derech o al desp id o , o si sencillam ente, aislado en un océan o ,

se lim ita a esperar que la to rm en ta pase

y llegu e el día, el día en que , p o r fin,

las cosas dejen de ven ir m al dadas.

E n la n och e de octu b re ,

m ientras leo entre líneas el p eriód ico ,

m e he parado a escuch ar el latidodel silen cio en m i cu arto , las con versacion es

de los vecin o s acostán dose ,

to d os esos ru m ores

q u e recobran de p ro n to una vida

y un sign ificado p ro p io , m isterioso .

Y he pen sad o en los m iles de seres h um an o s,

h om bres y m ujeres q u e en este m ism o instante,

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co n el p rim er escalofrío ,

han vuelto a preguntarse p or sus preocupaciones,

p o r su fatiga an tic ipada,

p o r su ansiedad para este in v iern o ,

m ientras que afuera llueve.

P o r to d o el litoral de C atalu ñ a llueve

con verdadera crueldad, con hum o y nubes bajas,en n egrecien d o m u ros,

g o tean d o fábricas, filtrándose

en los talleres m al ilum inados.

Y el agua arrastra hacia la m ar sem illas

in cip ien tes, m ezcladas en el barro ,

árboles, zapatos co jo s , utensilios

aban d on ad os y revu elto to d o

con las prim eras Letras protestadas.

En aquellos mom entos, la econom ía española era bas­tante primitiva, y diríamos que el tráfico comercial se hacía todavía en gran parte con letras, cosa que ahora está un poco pasada ya, pero no del todo.

y

El poem a que voy a leerles ahora es también una imita­ción pero de un poem a muy anterior. Se titula «Albada» y desarrolla un m otivo, un topos clásico de la poesía pro- venzal y de la poesía tradicional española, que es la sepa­ración de los amantes al amanecer, el alba en que el

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amigo, que ha vigilado durante toda la noche, que ha estado a l ’aguait toda la noche, avisa al amante de que está amaneciendo, que cantan ya los pájaros y que debe salir, y el amante jura que no saldría por nada del m undo y que seguiría ju n to a su amada.

Mi poema está inspirado, directamente pero de una mane­ra muy elaborada, en una famosa alba de Giraut de Bor- neil, quizá el alba más famosa de la poesía provenzal, que además tiene por peculiaridad que parece ser que no es un alba convencional. Parece ser, según algunas teorías, que la última estrofa es apócrifa, es añadida — la estrofa de la respuesta del amante— , y que en realidad es una exhortación del alma al cuerpo agonizante, es decir del alma del agonizante a sí m ismo. Y precisamente fue esa posibilidad de desdoblamiento, según esa interpretación albigense de esta albada, la que a mí me dio la idea de que la exhortación y la respuesta estén en boca de dos dimensiones diferentes de la conciencia de un mismo sujeto.

Por otra parte, todo el escenario está trasladado. Es un hotel de paso en Barcelona cerca de las Ram blas; aún le llama el portero de noche; todavía existían tranvías, que se oyen a lo lejos, y es la madrugada de un día laborable, por cierto.

[A l b a d a ]

D esp iértate . La cam a está m ás fría

y las sábanas sucias en el suelo .

P or los m on tan tes de la galería

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llega el am anecer,

con su co lo r de abrigo de en tretiem po

y liga de m ujer.

D esp iértate p en san do vagam en te

que el portero de n och e os ha llam ado.

Y escucha en el silencio : su ced ién dose

hacia lo le jos, se oy en en ro n qu ecer los tranvías que llevan al trabajo .

Es el am anecer.

Irán am o n to n án d ose las flores

cortadas, en los pu esto s de las R am b la s,

y silbarán los pájaros — cabron es—

desde los p látanos, m ientras q u e ven vo lv er

la negra h um anidad que va a la cam a

después de am anecer.

A cuérdate del cu arto en que has d orm id o . E n tierra la cabeza en las a lm oh adas,

sin tien do aún la irritación y el frío

que da el am an ecer

ju n to al cu erp o q u e tan to nos gustaba

en la n och e de ayer,

y p iensa en que debieses levantarte.

Piensa en la casa todavía oscura

d o n d e entrarás para cam biar de traje,

y en la oficina, con su eñ o que ven cer,

y en m uch as otras cosas que se anuncian

desde el am anecer.

A u n q u e a tu lado escuch es el susurro

de otra resp iración . A u n q u e tú bu squ es

el p o c o de calor entre sus m uslos

m ed io d o rm id o , que em pieza a estrem ecer.

A u n q u e el am o r n o d e je de ser dulce

h ech o al am anecer.

— -Junto al cu erp o que an och e m e gustaba

tan to d esn u d o , d é jam e que encienda

la luz para besarse cara a cara,

en el am anecer.

P o rq u e c o n o zco el día que m e espera,

y no p o r el placer.

El siguiente poem a, que se titula «Canción de ani­versario», es un remake de un topos que también había desarrollado anteriormente en un poem a de mi primer libro, titulado «Vals del aniversario». Este se titula «Can­ción de aniversario». Probablemente esta afición al tema del aniversario amoroso viene a que, por un lado, favo­rece muy bien una tendencia de mi poesía a desarrollar temas amorosos, que no es tanto escribir poemas de am or com o escribir poem as sobre la experiencia am oro­sa; por otro lado, debe también m ucho a que desde muy pronto he sido un lector ferviente de un poem a de ani­versario, «The Anniversarie» de John D onne; y a que el

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tema de — para decirlo con un título de un poema suyo— «Am or de muchos días» aparece muy frecuente­mente en Jorge Guillen, y hay un espléndido poem a de la edición del 45, «C on nieve o sin nieve», que también siempre está presente de alguna manera en mis poemas de aniversario4.

El primer poema de aniversario que escribí, «Vals del aniversario», es del tercer aniversario; éste es del sexto y, realmente, com o con el tiempo se acostumbra uno a todo, es m ucho más optimista el sexto aniversario que el tercero.

C a n c i ó n d e a n i v e r s a r i o

P orq u e son ya seis añ os desde en ton ces,

p orq u e no hay en la tierra, todavía ,

nada que sea tan du lce c o m o una h ab itaciónpara d os, si es tuya y m ía;

p o rq u e hasta el tiem p o , ese pariente p ob reque co n o c ió m ejo res días,

p arece h oy partidario de la felicidad ,can tem os, alegría!

Y lu ego lev an tém on os m ás tarde,

c o m o d o m in g o 5. Q u e la m añana plena

se nos vaya en h acer otra vez el am or,

p ero m ejor: de otra m anera

que la n och e no p u ed e im aginarse ,

m ientras el cu arto se nos puebla

de sol y vecindad tranquila, igual que el tiem po,

y de historia serena.

E l eco de los días de placer,

el d eseo , la m úsica acordadad entro en el corazón , y que y o he pu esto apenas

en m is p oem as, p o r rom án tica;

to d o el p erfu m e, to d o el pasado infiel,

lo que fue du lce y da nostalgia,

¿no ves có m o se sum e en la realidad que entonces

soñabas y soñaba?

La realidad — no dem asiado h erm osa—con sus in con ven ien tes de ser dos,

sus vergon zosas n och es de am o r sin deseo

y de d eseo sin am or,

que ni en seis sig los de d orm ir a solas

las pagaríam os. Y consus transiciones vagas, de la traición al ted io ,

del ted io a la traición .

La vida no es un su eñ o , tú ya sabes

q u e ten em os ten den cia a o lv idarlo .

P ero un p o c o de su eñ o , n o m ás, un si es no es

p o r esta vez, callán don os

el resto de la h istoria, y un instante

— m ientras q u e tú y y o nos deseam os

feliz y larga v ida en co m ú n — , estoy seguro

q ue n o p u ed e h acer daño.

Para toda la gente de mi edad que vivió el final de la Guerra Mundial con la esperanza, además, de que el final de la Guerra Mundial era el final de la posguerra civil, cosa que no ocurrió, y, cuando terminó, en mitad de aquella Europa absolutamente hecha astillas, en nuestro país se pro­dujo un silencio; ese silencio como diciendo «Aquí va a caer una bofetada, a ver si cae pronto», y no ocurrió nada; ese silencio de expectación en que todos esperábamos oír el crujido de la caída del régimen de Franco, lo único que oímos y que escuchamos fue la llegada de la canción fran­cesa, la llegada de la canción de «la móme Piaf» y, sobre todo en aquella época, de Juliette Gréco.

Este poema dio un epígrafe de un letrista y de un músi­co muy de la época, Jacques Prévert y Kosm a, de una canción, absolutamente «el himno», que es Les feuilles inortes. Ultimamente, la he vuelto a oír y realmente es de un sentimentalismo embarazoso. Pero entonces realmen­te tenía una especie de sonido negro y un malditismo que se acordaba m ucho con nosotros, y además real­mente nuestra frustración española se consoló en gran parte gracias a esta canción francesa.

Curiosam ente, además, esto es un ejemplo de cóm o operan los poetas: si yo recurrí a este tema fue porque estaba viviendo un m om ento parecido de frustración y decepción también, y realmente parece ser que en poe­sía uno canta m ejor lo que ya está lejos que lo inmedia­to. Este poema está escrito en el año 62, cuando se empezaron a liquidar los costos inmediatos del programa de estabilización y nos dimos cuenta de que teníamos Franco hasta que el invicto falleciese de muerte natural. Y, realmente, fueron unos años muy deprimentes, nos sentíamos muy frustrados. Y, en realidad, esa frustración

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aparece aquí trasladada a la frustración de quince años antes, tras el final de la Guerra Mundial.

El epígrafe de Prévert es «C ’est une chanson qui nous ressemble».

[ E l e g ía y r e c u e r d o d e la c a n c i ó n f r a n c e s a ][C ’est une chanson qui nous ressemble.

Kosma y Prévert, Les feuilles mortes]

Os acordáis: Europa estaba en ruinas.Todo un mundo de imágenes me queda de aquel

[tiempo

descoloridas, hiriéndome los ojos con los escombros de los bombardeos.En España la gente se apretaba en los cines y no existía la calefacción.

Era la paz — después de tanta sangre— que llegaba harapienta, como la conocimos los españoles durante cinco años.Y todo un continente empobrecido, carcomido de historia y de mercado negro, de repente nos fue más familiar.

¡Estampas de la Europa de postguerra que parecen mojadas en lluvia silenciosa, ciudades grises adonde llega un tren

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su cio de refug iados: cuántas cosas

de nuestra historia p róx im a trajisteis, despertandola esperanza en E spañ a, y el tem or!

H asta el aire de en ton ces parecía

qu e estuviera suspen so , c o m o si p regu ntara, y en las viejas tabernas de barrio

los ven cid o s hablaban en v o z b a ja .. .

N o so tro s, los m ás jó v e n e s , c o m o siem pre

[esperábam osalgo defin itivo y general.

Y fue en aquel m o m e n to , ju stam e n te

en aqu ello s m o m en to s de m ied o y esperanzas — tan irreales, ay— q u e apareciste,

oh rosa de lo só rd id o , m anchada

creac ión d e los h o m b res, arisca, vil y bella can ción francesa de m i ju v e n tu d !

Eras lo n o esperado q u e se im p on e

a la im agin ac ión , p o rq u e es así la v ida,

tú q u e cantabas la h ero icid ad canalla,

el estallido de las rebeldías

igual que llam aradas, y el m ie d o a d orm ir so lo ,

la in tensidad q u e aflige al corazón .

C u á n to ensegu ida te qu isim os todos!

E n tu m u n d o de n oches, con el ch ico y la chica

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entrelazados, d e p ie en un q u ic io o scu ro ,

en la sordina de tus m elodías, un eco de n osotros resonaba exaltán don os

co n la n ostalgia de la rebelión .

Y todavía , en la alta n o ch e , so lo , con el vaso en la m ano, cuando pienso en m i vida,

otra vez m ás sans fairc dn bruit tus m úsicas suenan en la m em o ria , c o m o una despedida:

parece q u e fu e ayer y a lgo ha cam biad o .

H o y no esperam os la revo lución .

D esv en c ijad a E u ro p a de postguerra co n la luna aso m an d o tras las ventanas rotas,

E u ro p a an terior al m ilagro alem án,

im agen d e m i v ida, m elancólica!N osotros, los de entonces, ya no som os los m ism os,

au n q u e a veces nos guste una can ción .

Bueno, debo decir que hace poco también he vuelto a oír a la Piaf y suena como un discurso de De Gaulle, ¡es terrible! La Gréco se aguanta mejor, la Piaf realmen­te es De Gaulle.

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El poem a que voy a leer ahora pertenece ya a mi último libro, que por eso se llama Poemas postumos, y es quizá yo creo que la m ejor idea de poeta que he tenido en toda mi carrera, lo cual no quiere decir que sea el poema m ejor realizado. C reo que está decentemente realizado de todas maneras; pero, así com o hay poemas que se imponen porque han sido correctamente concebidos, lim­piamente concebidos y perfectamente realizados, pero en que es utilizable la idea que el poem a incorpora — el asunto que el poema incorpora puede ser incorporado en otros poemas sin que sea reconocible— , hay otro tipo de poemas en que, realmente, uno toca la flauta por casualidad y tiene una idea que, además, una vez que se le ha ocurrido a uno ya será reconocible siempre.

Hay un caso de un poeta del grupo de O xford de los treinta, Louis M acN eice, que no es uno de los poetas de primera fila pero que es un excelente poeta. T iene por ejemplo un poem a que para mí es el m ejor que escribió: es un poem a muy breve que se llama «Septiembre en Provenza»; me parece — un poem a narrativo que no tendrá mas de veinticinco versos— que es una absoluta obra maestra, pero es una obra maestra que uno puede coger y trabajar con ella. T iene en cam bio otro poem a, que se titula «Oración para antes de nacer», que lo que es es una excelentísima idea de poem a, y ya nadie puede volver a escribir una oración para antes de nacer.

Aquí yo d i.. . , bueno, no es que yo diese con la idea, es que la idea topó conm igo; es decir, realmente, el poem a está empezado a escribir una noche de regreso a casa, algo bebido, cuando acababa de cambiarme de piso. Se titula «Contra Jaim e Gil de Biedm a», y lo que desarrolla el poem a es una experiencia radical de cada individuo,

que es la relación am or-odio consigo m ismo en térmi­nos de una riña pasablemente sórdida entre amantes y un irse a la cama juntos que no significa una reconciliación sino sencillamente la rendición mutua por agotamiento.

C o n t r a J a im e G il d e B ie d m a

D e qué sirve, quisiera y o saber, cam biar de p iso ,

dejar atrás un só tan o m ás negro

q u e m i repu tación — y ya es decir— ,

p o n e r visillos b lan cos

y to m ar criada,renu n ciar a la v ida de b o h em io ,

si v ien es lu ego tú , pe lm azo ,em b arazoso h u ésp ed , m e m o vestid o co n m is

[trajes,

zángan o de co lm en a, inútil, cacascn o ,

co n tus m an o s lavadas, a co m e r en m i p lato y a en su ciar la casa?

T e acom p añ an las barras de los bares

ú ltim os de la n o c h e , los ch u los, las floristas,

las calles m uertas de la m adru gada

y los ascensores d e luz am arilla

cu an d o llegas, b o rrach o ,

y te paras a verte en el espe jo

la cara destru ida,

co n o jo s todavía v io len tos

q u e n o quieres cerrar. Y si te in crep o , te ríes, m e recuerdas el pasado

y d ices que en ve jezco .

P odría recordarte que ya no tienes gracia.Q u e tu estilo casual y que tu desen fado

resultan truculentos

cu an d o se tienen m ás d e treinta años,

y q u e tu encan tadora

sonrisa de m u ch ach o soñ o lien to

— segu ro de gustar— es un resto p en o so ,un in tento patético .

M ientras que tú m e m iras con tus o jo s

de verdadero h u érfan o , y m e lloras

y m e prom etes ya no hacerlo .

Si n o fueses tan puta!

Y si y o n o sup iese , hace ya tiem p o ,

que tú eres fuerte cu an d o y o soy débil

y que eres débil cu an d o m e en fu rezco ...

D e tus regresos gu ard o una im p resión confusa

de p án ico , de pena y d escon ten to , y la desesperanza

y la im pacien cia y el resen tim ien to

de vo lv er a sufrir, otra vez m ás,

la hum illación im p erd on ab le de la excesiva in tim idad .

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A duras penas te llevaré a la cam a,

c o m o quien va al in fierno

para d orm ir co n tigo .

M u rie n d o a cada paso de im p oten c ia ,

tro p ezan d o co n m uebles

a tientas, cru zarem os el p iso to rp em en te abrazados, vacilan do

de a lcoh ol y de so llozo s reprim idos,

O h innoble servidum bre de am ar seres h um anos,

y la m ás innoble

q u e es am arse a sí m ism o !

Sí, realmente creo que es la m ejor idea de poem a que he tenido en mi vida. Fue una casualidad, pero la idea es muy buena. [...]7

El siguiente poem a que voy a leer incide otra vez sobre el m ismo m otivo que «Albada». Es también un encuen­tro casual de una noche, absolutamente sin antes y sin después, pero tiene la variante de que aquí el personaje, la voz que habla, ya va teniendo más años y una edad que ya se va acercando a la edad mía, mientras que el amante no, es un cuerpo juvenil que además, com o sue­len hacer los jóvenes, se ha quedado dorm ido ... Y hacen bien, cuando se acuestan con viejos, claro.

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U n c u e r p o e s e l m e j o r a m i g o d e l h o m b r e

Las horas n o han pasado , todavía ,

y está m añana lejos igual a un arrecife

q ue apenas y o d istingo.

T ú no sientes

c ó m o el tiem p o se adensa en esta habitación

con la luz en cen d ida, c ó m o está fuera el frío8

lam ien d o los cristales... Q u é deprisa,

en m i cam a esta n och e , an im alito ,

con la sim ple nob leza de la necesidad ,

m ientras que te m iraba, te quedaste d o rm id o .

A sí pu es, buenas n oches.

E se país tran quilo

cu yos co n torn o s son los de tu cu erp o

da ganas de m orir record an d o la vida,

o de segu ir desp ierto

— can sado y exc itad o— hasta el am anecer.

A solas con la edad , m ientras tú duerm es

c o m o q u ien n o ha le íd o nunca un libro ,

p e q u eñ o an im alito : ser h u m an o

— m ás franco que en m is brazos— ,

p o r lo d esco n oc id o .

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Este poem a, «Artes de ser maduro», es el último m onó­logo dramático que yo escribí y creo que es perceptible para el lector, es decir que ya el esquema de funciona­miento del m onólogo dramático se me va quedando en el puro esquema de vectores de fuerza, y el poem a es quizá excesivamente seco, le falta un poco de superfluo.

Desarrolla también el tema de la edad, pero en este caso el tema es la súbita conciencia de cuánta capacidad de deseo de goce ha perdido uno en la edad madura. Es decir, es el súbito ataque de un ramalazo de sensualidad a los cuarenta años propiciado naturalmente por algo que es completamente mental, y que además a mí me ocurrió en la realidad y escribí entonces los primeros versos: alguien me estaba contando una escena de muchísimos años atrás — todavía había pescadores en Torremolinos en la playa de la Carihuela.. .— , de los pescadores de Torre- molinos en la Carihuela, al amanecer, al volver de pesca, asando sardinas en espetones en la arena y haciendo una sardinada antes de irse a dormir. R ecuerdo que la idea de la fatiga física de la labor de pesca, el fuego en la playa, el amanecer, las sardinas, el cansancio..., todo eso me produjo una excitación, un ramalazo de sensualidad, un deseo de vivir; pero — que es lo que pasa siempre a par­tir de cierta edad— en seguida uno descubre que ese deseo de vivir no va acompañado de la suficiente fuerza de convicción para concretarse en nada; en seguida viene otra parte de la conciencia de uno que le dice: «Q ue no, que ya n o ...» , y entonces, precisamente, eso se resuelve en una evocación de la adolescencia en que hay, por cierto, una referencia al segundo poem a que he leído, «N oches del mes de junio».

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A r t e s d e s e r m a d u r o

| A José Antonio]

T od av ía la v ieja ten tación

de los cu erp os felices y de la ju v e n tu dtiene atractivo para m í,

n o m e deja d orm ir

y esta n och e m e excita .

P o rq u e algu ien co n tó historias

de pescadores en la playa,

cu an d o vu elven : la raya del am an ecer

m arcan d o , lív ida, el lím ite del m ar, y asan sardinas frescas

en espetones, sobre la arena.

L o im agin o en seguida.

Y m e c o g e un d eseo de v iv ir

y v er am an ecer, acostán d om e tarde,

q u e no está en p ro p o rc ió n co n la edad q u e ya

[tengo.

A u n q u e quizás alivie despertarse a o tro r itm o , m añana.

L iberado de las exaltacion es de esta n och e ,

de sus fantasm as en bine jeans.

C o m o libros leídos han pasado los años

q ue van qu ed an d o lejos, ya sin razón de ser

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— obras de o tro m o m en to .Y el ansia de llorar

y el roce de la sábana, que m e tenía in qu ieto

en las od iosas n och es de veran o , el lu jo de im p acien cia y el don de la e legía

y el don de disciplina aplicada al en su eñ o ,

m i fe en la gran h istoria...

S o ld ad o de la guerra perd ida de la vida,

m ataron m i caballo , casi no lo recu erd o .

H asta que m e estrem ece

un ram alazo de sensualidad.

E n v e jecer tiene su gracia.

Es igual que de jo v e napren der a bailar, p legarse a un ritm o

m ás insistente q u e nuestra in experien cia .

Y procura tam bién cierto instintivo

p lacer cu rio so ,

una segu n da naturaleza.

H e escrito tan pocos poemas y me pierdo buscándolos, no me lo explico. Aquí; precisamente éste es el último poema que escribí y lo escribí por una casualidad: me encontré en una cafetería que hay al lado de mi casa con Joan M anuel Serrat y dijo esas cosas que dicen siempre los cantautores cuando se encuentran de improviso: «Un día tendríamos que colaborar y escribir canciones juntos».

Pagó su consumición; yo me quedé, y cogí la servilleta de la cafetería y em pecé a escribir una letra de canción que naturalmente nunca se ha convertido en canción. Es un poem a también, com o «Canción de aniversario», sobre la experiencia de la vida en común. Es bastante más som brío que «Canción de aniversario» y lleva com o título una deformación de un fam oso verso — primer verso— de un famoso soneto hermético de Mallarmé; el soneto de Mallarmé dice: «M ’introduire dans ton histoi­re» y el poem a se titula « T ’introduire dans mon histoire...». Por cierto que creo que lo va a cantar María Dolores Pradera, que no sé si le v a ...

[ T ’in t r o d u ir e d a n s m o n h is t o ir e . . . ]

La vida a veces es tan breve y tan compléta que un minuto — cuando me dejo y tú te dejas— va más aprisa y dura mucho.

La vida a veces es más rica.Y nos convida a los dos juntos a su palacio, entre semana, o los domingos a dar tumbos.

La vida entonces, ya se cuenta por unidades de amor tuyo, tan diminutas que se olvidan en lo feliz, en lo confuso.

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La vida a veces es tan poco y tan intensa — si es tu gusto... Hasta el dolor que tú me haces da otro sentido a ser del mundo.

La vida, luego, ya es nosotros hasta el extremo más inmundo. Porque quererse es un castigo y es un abismo vivir juntos.

Y éste, que es un poem a muy breve, «A través del espe­jo » , está escrito en memoria de un poeta e íntimo amigo, mi viejo am igo Gabriel Ferrater. El título «A través del espejo», aparte de alusión al famoso libro de Lewis Carroll, tiene un sentido doble. Por un lado es: yo era el espejo que reflejaba la imagen de Gabriel, que reflejo aquí; pero, a su vez, Gabriel era el espejo en que yo me veía reflejado, y me parecía un espejo bastante depri­mente a veces. Es decir que es una especie de ju ego de dobles entre dos personas, pero que una, a la vez que sirve de espejo al otro, hace, encuentra su espejo en él.

A TRAVÉS D EL tS l'L JO[In memoriam Gabriel Ferrater]

, C o m o enan os y m o n o s en la orla

de una tapicería en la q u e tú cam pabas

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bo rrach o , persigu ien d o jo v e n c ita s ...O c o m o fieles, asistentes

— m ientras n os encantabas—

al santo sacrificio de la fam a

de tu exceso de ser in teligente,

éram os tod os para ti. T rab ajo s

de sed u cción perd id os fue tu vida.

Y tus buenos poemas, añagazas de fin de juerga, para retenernos.

Cuando se publicó dijeron que era un poem a que ponía muy mal a Gabriel Ferrater. Es un poem a muy em ocio­nado; lo que no puedo es contar que era otra persona que la que era. Además, debo decir que com parto sus defectos con cierta abundancia.

Y, finalmente, el poem a con el que voy a terminar, «H im no a la juventud», es quizá el poem a que yo más me he divertido escribiendo. Tiene una cosa que hace siempre m ucho más agradable la escritura de un poem a, que es que descansa o se articula sobre una acción física exterior, lo cual ya siem pre da un principio de orden. La acción física exterior es mínima; lo que ocurre es que la voz, el contemplador de esa acción física exterior, que medita mientras va contemplando, va por un lado expre­sando su propia situación, su relación instantánea con ese

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espectáculo que ve en acción, y situando al personaje que contempla. Es decir que el personaje nunca aparece visto, ese personaje que es una muchachita joven , muy bella, en verano, en la playa, que sale del mar, un poco com o cegada por la sal y por el sol; sube por la parte húmeda de la arena todavía; camina directamente hacia un grupo donde hay unos mayores que la están mirando com o unos babosos, y en un m om ento dado tiene con­ciencia de las miradas y gira, desvía la vista y se va cami­nando a lo largo de la playa.

Lo que tiene de emoción ahí es que la descripción de esa muchachita está hecha por un contemplador que es un hombre mayor, cargado de literatura, cargado de referen­cias artísticas, que inmediatamente desdobla, es decir, sus­tituye la imagen real por una imagen que es la juventud; por lo tanto se convierte en algo que es un andrógino; la juventud tiene dos sexos. Es un andrógino y eso le dispa­ra también una serie de referencias plásticas, puesto que el tema del andrógino tiene una larga tradición plástica.

Por cierto que hoy he estado en el Prado y no me he acordado de comprobar si siguen teniendo al Hermafrodi- ta durmiendo de espaldas al público o lo han puesto de frente ya. Toda mi juventud el pobre durmiendo de cara a la ventana. .

La descripción de este andrógino está llena de ecos; por ejem plo, hay un eco muy directo de Rubens. Pero luego, sobre todo, lo que yo tenía en mente cuando hago la descripción son dos cuadros de Botticelli: La pri­mavera y El nacimiento de Venus. Incluso las caracolas, en un m om ento dado, vienen del recuerdo del personaje con la caracola en La primavera.

Lo que me incitó del poem a es que toda esa descripción y las reflexiones del contemplador sirven para ir formu­lando las frustraciones, las nostalgias y los resentimientos, las em ociones bastante sucias que el espectáculo despier­ta en el hombre mayor, su deseo erótico, su frustración, su resentimiento y finalmente su venganza, que consiste en reducir a la adolescente a sus justos términos. Es lo bastante duro com o para darse cuenta de que la adoles­cente es tímida, que se siente sola también, que sufre y que se siente frustrada.

M e divertí muchísimo escribiendo este poema.

[ H im n o a la j u v e n t u d )[Heu quantum per se candida forma valet !

Propercio, II, X X IX , 30]

A q u é vien es ahora,

ju v e n tu d ,

encan to descarado de la vida?

Q u é te trae a la playa?

E stábam os tranquilos los m ayores

y tú vien es a h erirnos, rev iv ien d o

los m ás tem ib les sueños im posib les,

tú vienes para h urgarn os las im agin acion es.

D e las ondas surgida,

toda brillos, fu lgor, sen sación pura

y on d u lacio n es de an im al latente,

hacia la orilla avanzas

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co n son rosad os p ech os d im in u tos,co n nalgas m alic iosas lo m ism o que sonrisas,

oh d iosa esbelta de tob illos gruesos,

y co n la in sinuación

(tan prop iam en te tuya)

del v ien tre d an d o paso al n acim ien to

de los m uslos: belleza delicada,

precisa e indecisa,d on d e posar la frente d erram an d o lágrim as.

Y te vem os llegar: figu ración

de un fabu lo so espacio ribereñ oco n to ros, caracolas y delfines,

sobre la arena blanda, entre la m ar y el cie lo ,

aún trém ula de gotas,deslum brada de sol y son rien do .

N o s anuncias el re in o de la vida,

el su eñ o de otra v ida, m ás intensa y m ás libre,

sin d eseo en co n ad o c o m o un rem o rd im ien to

— sin deseo de ti, sofisticadabestezuela infantil, en q u ien co in cid en

la d irecta belleza de la starlety la graciosa tim idez del príncipe.

A u n q u e de p ron to frunzas

la frente que atorm en ta un p en sam ien to

co n m o v e d o r y o b tu so ,

y v o lv ien d o hacia el m ar tu rostro d on d e brilla entre m ojadas m echas rubias

la expresión m elancólica de A n tín oo s, oh bella ind iferente ,

p o r la playa cam in es c o m o si n o supieses

q ue te siguen los h om bres y los perros,los d io ses y los ángeles,

y los arcángeles,

los tron os, las ab o m in ac io n e s ...

Bien, yo creo que ahora puedo leer sin llorar el hom e­naje a don Alberto y Natalia.

\ \ i i-l.iN<. 11 >n I'i aí resu ltó ser un breve pasa­je sin salida al que se accedía p o r Sain t G iles, en el cen tro m ism o de O x fo rd ; un lugar im p er­cep tib lem en te retirado , frente al cual pasé un par de veces antes de reparar en él. H ab ía só lo dos casas y en la segun da, la del fo n d o , vivía d o n A lb erto J im é n e z F rau d . C o m o en Ingla­terra son pocas las tardes en q u e n o se pueda salir un rato al aire libre , in cluso en in v iern o , no era raro en con trar a d on A lb erto y a N a ta ­lia cu an d o no estaban trab ajan d o , o a u n o de los d os, en el p e q u eñ o ja rd ín . D e aqu ella tarde

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de p rin cip io s de febrero la prim era im agen que m e ha q u ed ad o es la de N atalia . M e v io llegar cu an d o ella entraba en la casa, se d e tu v o a e sp e­rarm e ju n to a la puerta abierta, m e acog ió c o m o si m e hubiera ausen tado qu in ce m in u tos a un recad o y vo lv iese para de n u evo un irm e, los dos ya en el in terior, a una v iva y apenas in te­rrum pida co n versación fam iliar. E se fue el caso, inesperadam ente, porq u e , tan pron to hube dado m i n om b re , se ech ó a reír y m e c o m u n icó que éram os fam ilia; su padre, d on M an u el B a rto lo ­m é C o ss ío , era sobrin o de d on A tanasio O ñ ate . E scuchar en O x fo rd y en 1953 el n om bre de un tatarabuelo natural de Sep ú lved a , fa llecido en 1891, m e sorpren d ió y m e encantó . Para en to n ­ces ya m e había presen tado a don A lb erto , está­b am o s los tres sen tados en el cuarto de estar. M e im p resio n ó lo extraord in ariam en te gu apos q ue eran N atalia y don A lberto a una edad en q u e , e fectivam en te , beauty is truth, n o una ven ­tajosa con jun ción de accidentes físicos. A ún m ás extraordinaria m e parece ahora, al cabo de trein­ta años, la im presión de com pen etrac ión e x q u i­sita y exq u isito contraste que m e d e jó el verlos ju n to s . Suele ocu rrir en las parejas com pu estas p o r personas atractivas e in teligen tes, cu an do están en soc ied ad , q u e p o r m u tu a deferencia m utuam en te se ap aguen ; d on A lberto y N ata­lia eran, para los dem ás, m ás ellos m ism os cu an ­d o estaban ju n to s .

45

L

D o n A lberto m e azoraba un p o c o en los p ri­m eros tiem pos. Su fenom enal capacidad de aten­c ión y de respeto m e resu ltaba — su p o n g o que lo m ism o sucedería a cu alqu ier o tro jo v e n en m is c ircu n stan cias, h ab itu ad o al p rec av id o paternalism o de los m ay ores en edad , saber y g o b ie rn o en la E spañ a de aqu ello s años— tan estim ulante c o m o descon certan te . Ser to m ad o en serio era un a experien cia seria y una e x p e ­riencia insólita, a la que el co n trap u n to de la fascinante vitalidad de N ata lia , su agu d o senti­do de la co m ed ia social inglesa, ayudaban a acostum brarse. Y m e acostum bré. Iba a W elling­ton P lace, sin p rev io aviso , d o s, tres veces p o r sem an a, segu ro siem pre de en con trar la m ism a invariable acog id a afectu osa, igual q u e todos. P o rq u e no era y o el ú n ico asid u o ; c o n o c í allí a una n u m erosa variedad de ingleses y españoles durante los m eses q u e sigu ieron . C u a n d o d ejé Inglaterra, el recu erd o de todas aquellas horas de deleitosa co n versación , in teligen te o d iv er­tida, nunca trivial, m u y p ron to se agran dó y se co n so lid ó en un recu erd o ú n ico . E l co rro de in terlocu tores varía, llegan n u evo s visitantes y se desp iden otros, a ratos estam os en el cuarto de estar, a ratos en el ja r d ín . . . C o m o si a lrede­d o r de N atalia y don A lberto la tarde de prin­cip ios de febrero hubiera id o gradu alm en te declinando en un interm inable atardecer inglés de final de ju n io — que aún , ya d e regreso en

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E spañ a, se p ro lo n g ó para m í duran te m u ch o tiem p o gracias a las esp léndidas y v ivaces cartas de N atalia.

A h ora p ien so que la d ispon ib ilidad de tiem p o y la igualdad de án im o con que a to d os nos a co ­gían en W ellin gton Place eran gen u in am en te hero icas, sin p arecerlo en n in gú n m o m en to . D o n A lberto desem peñ aba un lectorad o de español y regu larm en te había de preparar sus clases, un trabajo que no se aco m o d ab a ni a sus inclin acion es ni a su talento; m aestro , no p ro ­fesor, la p réd ica d octoral resu ltaba en o jo sa a qu ien siem pre ilustró m ed ian te el co lo q u io . T rabajaba, tam bién , en sus escritos. S o b re N a ta ­lia pesaban todas las ob ligac ion es de la casa y, en tre otras m u ch as y m u y varias, la re ed ic ió n y puesta al día de la obra de su padre sobre El G reco . Les era fo rzo so adem ás ayudarse e c o n ó ­m icam en te m ed ian te traduccion es y trabajos ocasion ales que a veces les m anten ían levanta­dos hasta m ás allá de las dos de la m adru gada. P ero el visitante en las horas am enas de la tarde no p erc ib ió ja m á s ni un rastro de fatiga ni un d e je de im pacien cia . Q u ién sabe p o r qué ad m i­rable e je rc ic io de libertad in terior d o n A lberto y N ata lia habían escapado a la atrabiliaria defor­m ació n de carácter q u e la dureza del exilio im p o n e al que lo p adece. E ran , en el n ú m ero 2 de W ellin gton P lace, exactam en te los m ism os que habían sido en M ad rid , vein te años atrás,

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c u an d o an im ab an el m ás d eslu m bran te ensayo de d ig n ificac ió n un iversitaria q u e ha c o n o c id o n uestro país. Q u iz á p o r eso el re cu e rd o que de e llos gu ard o , al cab o de tan to tiem p o , no está teñ id o de n osta lg ia ; haberles c o n o c id o , n o im p orta en qué m o m en to de sus vidas, es una fortuna y un p riv ileg io para siem pre.

Gracias.

N otas

1. En la lectura: «el júbilo, los juegos peligrosos».

2. El verso pertenece al poema «C om o leve sonido» de La realidad y el deseo.

3. En este m omento se produce un breve intermedio — «Y ahora, con permiso de ustedes, me voy a tomar un trago de Bisolvón por­que me está picando la garganta [...]»— , que permanece en la graba­ción pero que se ha preferido no incluir en la transcripción con el fin de no interrumpir la lectura.

4. Jo rge Guillen, «Amor de muchos días», Cántico. Fe de vida, 1 ,a edi­ción completa, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1950, y «Con nieve o sin nieve», Cántico, 3.' edición aumentada, M éxico, Litoral, 1945.

5. En la lectura: «como en domingo».

6. Faltan unas palabras del autor, coincidiendo con el cambio de una cara a otra de la cinta magnetofónica en el momento de la grabación, en las que introduce el siguiente poema: «[...] un poem a generacio­nal. Se titula “ Elegía y recuerdo de la canción francesa” ».

7. De nuevo se produce un intermedio que permanece en la graba­ción, no así en la transcripción.

8. En las ediciones consultadas: «com o está fuera el frío», probable­mente por error.

Reseña biográfica

J a im e G il d e B ie d m a nace en 1929 en Barcelona, donde vive la mayor parte de su infancia y juventud. En 1936 se traslada con su familia a N ava de la Asunción (Sego- via), donde permanece durante la guerra civil. En 1939 regresa a Barcelona, donde termina sus estudios de bachillerato, y en 1946 inicia la carrera de Derecho en la que se licencia en 1951 en Salamanca. D e esta época de estudiante proceden su amistad con Carlos Barral o los Goytisolo, y sus primeras lecturas de la poesía del Siglo de O ro, de Baudelaire y de la generación del 27.

Durante 1953 vive en O xford, donde comienza a intere­sarse por la poesía anglosajona (T. S. Eliot o W. H. Auden), que llega a conocer profundamente y cuya influencia será una de las más destacadas en su obra. En O xford entabla relación con el director de la Residencia de Estudiantes, Alberto Jim énez Fraud, y su mujer, N ata­lia C ossío, a quienes visita asiduamente, y participa en las veladas organizadas en su casa de Wellington Place, junto a otros intelectuales.

D e vuelta a España, vive una temporada en Madrid para preparar oposiciones de ingreso en la escuela diplomáti­ca. C onoce a Jorge Guillén y a Vicente Aleixandre, quien le descubre a Cernuda, probablemente los tres poetas de aquella generación con cuya obra se siente más identifi­cado. Tras su regreso a Barcelona en 1954 conoce a Gabriel Ferrater y a Jaim e Salinas y empieza a trabajar en la empresa familiar Com pañía General de Tabacos de

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Filipinas, que le lleva a hacer continuos viajes a Manila. En esos años escribe los poemas de la serie «Las afueras» y traduce Función de la poesía y función de la crítica, de Eliot.

Durante una larga convalecencia, causada por una tuber­culosis pulmonar, en 1956 se instala en N ava de la Asun­ción y escribe Diario del artista seriamente enfermo, obra muy vinculada a sus recuerdos infantiles y de adolescen­cia que aparece por primera vez publicada en 1974 en una edición incompleta por motivos de censura. La obra no vuelve a aparecer hasta 1991, formando ya parte de un diario más extenso bajo el título de Retrato del artista en Í956 que, por propia voluntad del poeta, no se publi­có hasta después de su muerte. La redacción del diario coincide con la conclusión de sus poemas de «Las afue­ras», ambos géneros muy vinculados en su obra, ya que, com o él mismo decía: «Al fin y al cabo, un libro de poe­mas no viene a ser otra cosa que la historia del hombre que es su autor...». Las huelgas de Barcelona, en 1951, y de Asturias, en 1962, le hacen asumir una actitud de opo­sición al franquismo y comienza a advertirse una influen­cia del realismo social en su poesía.

En 1959 participa con otros intelectuales españoles en la conmemoración del x x aniversario de la muerte de Anto­nio M achado en Colliure (Francia); participa, ju n to a Gabriel Celaya o Blas de O tero, en las Conversaciones poéticas de Formentor, organizadas por Cam ilo José Cela desde su revista mallorquína Papeles de Son Armadans, y forma parte del grupo de amigos que comienza a publi­car en Barcelona la colección Colliure de la editorial Seix y Barral, uno de los prim eros intentos de editar libros de poemas con un sentido comercial y no minoritario.

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En estas iniciativas figuran los nombres de Carlos Barral, Jo sé Agustín Goytisolo o el propio Gil de Biedma, todos integrantes de la que será conocida com o la generación de los años cincuenta, con la que Gil de Biedm a reco­noce sentirse identificado.

En 1968 asiste al Congreso M undial de Intelectuales celebrado en La Habana, aunque más tarde se distancia del régimen revolucionario cubano al firmar una carta de protesta contra los m étodos empleados en él y lo que reflejaban del deterioro de la vida cultural y política cubana. Vuelve a Filipinas y durante dos años vive allí largas temporadas. En 1969 muere uno de sus mejores amigos, el músico Gustavo Durán; en 1970 muere su padre, y, dos años más tarde, se suicida Gabriel Ferrater. Tres muertes que influyen hondamente en la vida del poeta y quedan reflejadas en sus versos.

En 1984 publica uno de sus últimos y mejores ensayos, el prólogo a la traducción catalana de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot realizada por Álex Susanna (posteriormen­te incluido en El pie de la letra), y en 1985 participa en elI Festival Internacional de Poesía de Barcelona.

En 1986 la histórica revista malagueña Litoral le dedica un número de homenaje, El juego de hacer versos, coordi­nado por Luis García M ontero, Antonio Jim énez Millán y Alvaro Salvador, primero de los muchos que luego irían publicándose en toda España. Ese m ismo año apa­rece publicada la primera tesis sobre su obra, La poesía de Jaime Gil de Biedma, de Pere Rovira.

En 1988 da las que pueden ser consideradas com o sus últimas conferencias, ambas en relación con el centena­rio de uno de sus poetas más admirados, T. S. Eliot, pri­

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mero en Barcelona (el 26 de septiembre, fecha exacta del centenario, en compañía de Stephen Spender y Alex Susanna) y luego en Granada (en noviembre). Ese mismo año aparece el libro de Carm e R iera, La Escuela de Barcelona, centrado en «Barral, Gil de Biedm a y G oy- dsolo: el núcleo poético de la generación de los 50».

Jaim e Gil de Biedm a muere en enero de 1990.

Aunque la poesía de Gil de Biedm a es una de las que mayor influencia ha ejercido en las generaciones más recientes, a lo largo de su vida publicó muy pocas obras. En 1953 la revista barcelonesa Laye editó un cuadernillo, Según sentencia del tiempo, com puesto por doce poemas, de los cuales muy pocos pasaron a recopilaciones poste­riores. En 1959 apareció su primer libro, Compañeros de viaje, al que siguieron Moralidades: 1959-1964 (1966), censurado y publicado en M éxico, y Poemas postumos (1965-1967) (1968). Entre las antologías de su poesía cabe destacar En favor de Venus (1965), en la que se recopilan poemas de tema am oroso, y Colección particular (1955- 1967) (1969), también censurada, aunque la más com ­pleta es Las personas del verbo (1975), en la que Gil de Biedm a recoge la labor poética que acepta com o verda­deramente lograda durante los veinte años anteriores. En este m ismo libro el poeta ofrece una reflexión sobre el hecho de no escribir en esos últimos años, y da dos razo­nes: «una, que mi poesía consistió — sin yo saberlo— en una tentativa de inventarme una identidad; inventada ya, y asumida, no me ocurre más aquello de apostarme ente­ro en cada poem a que me ponía a escribir, que era lo que me apasionaba. Otra, que todo fue una equivocación: yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema».

En prosa escribió, además del mencionado Diario del artis­ta seriamente enfermo, ensayos de los que existe una com ­pleta compilación en El pie de la letra. Ensayos, 1955-1979 (1980). Entre ellos destaca Cántico: el mundo y la poesía de

Jorge Guillen (1960) y su labor crítica centrada en poetas com o Eliot, Cem uda y Espronceda. Sus ensayos son el fruto de las reflexiones de Gil de Biedma sobre su oficio y de la búsqueda en los escritores que más admiraba de las razones de sus preferencias. También merecen ser resalta­das sus traducciones de Christopher Isherwood, T. S. Eliot, W. H. Auden o Louis M acN eice.

La vinculación de Jaim e Gil de Biedm a con la Residen­cia de Estudiantes se produjo, de una forma indirecta, a través de su amistad con algunos de los creadores que vivieron en ella antes de 1936 — com o su compañero de generación Gabriel Celaya o el músico Gustavo Durán— y, especialmente, gracias a la relación que mantuvo en O xford con el matrimonio Jiménez Fraud, a quienes dedi­có el homenaje titulado «Wellington Place», publicado en Insula en 1983 y posteriormente leído en la Residencia durante el recital que se reproduce en las páginas de este volumen.

B ib l io g r a f ía e sc o g id a

Se recogen aquí las ediciones fundamentales de la poesía de Ja im e Gil de Biedm a accesibles en el m ercado o para su consulta en bibliotecas.

A N T O L O G ÍA P E R S O N A L , Madrid, Visor, 2.a ed., 2000 (Visor de poesía). (Contiene 1 CD.)

A N T O L O G ÍA P O É T IC A , pról. Javier Alfaya, sel. Shirley Mangini González, Madrid, Alianza Editorial, 2000 (El libro de bolsillo. Literatura española, núm. 5.037).

C O L E C C IÓ N P A R T IC U L A R (1955-1967), Barcelona, Seix Barral, 1969 (Biblioteca breve. Poesía, núm. 293).

C O M P A Ñ E R O S D E V IA JE , Barcelona, Joaquín Horta, 1959 (Fe de vida, núm. 3).

C O P L A S M O R A L E S , separata de Papeles de Son Armadans, núm. 65, Palma de Mallorca, agosto de 1961, págs. 183-186. Tirada aparte de cincuenta ejemplares numerados.

C U A T R O P O E M A S M O R A L E S , Barcelona, Joaquín Horta [1962].

E N FA V O R D E V E N U S , Barcelona, Literaturasa, 1965 (Colliure).

M O R A L ID A D E S : 1959-1964, M éxico, Joaquín Mortiz, 1966 (Dos orillas).

M O R A L ID A D E S , Barcelona, José Batlló, 1985 (Taifa poesía, núm. 6).

M O R A L ID A D E S , Barcelona, Orbis [1985] (Grandes autores españoles del siglo XX, núm. 64).

P A R A V IV IR A Q U Í, separata de Papeles de Son Armadans, núm. 23, Palma de Mallorca, febrero de 1958. Tirada aparte de cincuenta ejemplares numerados.

LA S P E R S O N A S D E L V E R B O , Barcelona, Barral Editores, 1975 (Insulae Poetarum, núm. 10).

LA S P E R S O N A S D E L V E R B O , Barcelona, Seix Barral, 11.a ed., 1999 (Biblioteca breve. Poesía, núm. 481).

57

LA S P E R S O N A S D E L V E R B O , Barcelona, Mondadori, 2001 (Biblioteca Gil de Biedma).

LA S P E R S O N A S D E L V E R B O , pról. Carme Riera, Barcelona, Círculo de Lectores, 1994.

LA S P E R S O N A S D E L V E R B O , pról. Carme Riera, Barcelona, Lumen, 1998 (Poesía, núm. 100).

P O E M A S P Ó S T U M O S (1965-1967), Madrid, Poesía para todos, 2 .' ed., 1970 (Poesía para todos, núm. 6).

Q U E LA V ID A IBA EN S E R IO , sel. Ana Becciu / Ana María M oix, Barce­lona, Plaza y Janes, 3.a ed., 1999 (Poesía, núm. 17).

S E G Ú N S E N T E N C IA D EL T IE M P O , Barcelona, Publicaciones de la Revista Laye, núm. 9, 1953.

V E R S O S A C A R L O S B A R R A L , Orense, edición del autor, 1952.

V O L V E R , ed. Dionisio Cañas, Madrid, Cátedra, 8.a ed., 1998 (Letras hispáni­cas, núm. 310).

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índice de procedencia de los poem as y textos

Se reseñan a continuación los libros a los que pertenecen los poem as que integran la lectura, con referencia a su primera edición, seguida, en caso de que no coincidan, de la consultada para su transcripción en este volumen.

Pág. 14LAS A F U E R A S , X , de Compañeros de viaje (1.a ed. Barcelona, Joaquín Horta, 1959); recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, Barcelona, Seix Barral, 1982, pág. 33.

Pág. 15N O C H E S D EL M E S D E JU N I O , de Compañeros de viaje; recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 45-46.

Pág. 19N O C H E T R IS T E D E O C T U B R E , 1959, de Moralidades (1.a ed. México, Joaquín Mortiz, 1966); recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 84-85.

Pág. 21A LB A D A , de Moralidades; recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 86-87.

Pág. 24C A N C IÓ N D E A N IV E R S A R IO , de Moralidades; recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 108-109.

Pág: 21E L E G ÍA Y R E C U E R D O D E LA C A N C IÓ N F R A N C E S A , de Moralida- des; recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 125-126.

Pág. 31C O N T R A JA IM E G IL D E B IE D M A , de Poemas postumos (1.a ed. Madrid, Poesía para todos, 1968); recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 145-146.

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Pág. 34U N C U E R P O ES EL M E JO R A M IG O D E L H O M B R E , de Poemas postu­mos (1.a ed. en Las personas del verbo, Barcelona, Barral Editores, 1975; está inclui­do bajo el epígrafe de Poemas postumos, pero no pertenece a la primera edición de ese libro); recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, Barcelona, Seix Barral, 1982, pág. 148.

Pág. 36A R T E S D E S E R M A D U R O , de Poemas postumos (1.a ed. en Las personas del verbo (1975), bajo el epígrafe de Poemas postumos); recogido en Jaim e Gil de Bied­ma, Las personas del verbo, Barcelona, Seix Barral, 1982, págs. 160-161.

Pág. 38T ’IN T R O D U IR E D A N S M O N H IS T O IR E .. ., de Poemas postumos (1.a ed. en Las personas del verbo, Barcelona, Seix Barral, 1982, pág. 168, bajo el epígrafe de Poemas postumos).

Pág. 39A T R A V E S D E L E SP E JO , de Poemas postumos (1.a ed. en Las personas del verbo (1975), bajo el epígrafe de Poemas postumos)-, recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, Barcelona, Seix Barral, 1982, pág. 169.

Pág. 42H IM N O A LA J U V E N T U D , de Poemas postumos (1.a ed. Madrid, Poesía para todos, 1968); recogido en Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, cit., págs. 170-171.

Pág. 44W E L L IN G T O N P LA C E , artículo publicado en ínsula. Revista de Letras y Cien­cias Humanas, núms. 444-445, Madrid, noviembre-diciembre de 1983, pág. 8.

60

ín d ic e d e p r im e ro s v e r so s

A qué vienes ahora,

Alguna vez recuerdo

C om o enanos y m onos en la orla

D e qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,

Definitivamente

Despiértate. La cama está más fría

La vida a veces es tan breve

Las horas no han pasado, todavía,

N os reciben las calles conocidas

O s acordáis: Europa estaba en ruinas.

Porque son ya seis años desde entonces,

Todavía la vieja tentación

P o e s ía e n la R e s id e n c ia

Títulos publicados

LA VOZ D E

1. RAFAEL ALBERTI2. OCTAVIO PAZ3. JAIME GIL DE BIEDMA4. JOSÉ ÁNGEL VALENTE

Próximos títulos

LA VOZ D E

A l v a r o m u t is

OLGA OROZCO

G O NZALO ROJAS

JAIME GIL DE BIEDMA(Barcelona, 1929-1990)

Jaim e Gil de Biedma ofreció una única lectura de poemas en

la Residencia de Estudiantes, el 9 de diciembre de 1988,

aunque, como él mismo señala, su relación con esta casa se

había iniciado muchos años antes, a través de su amistad con

Gabriel Celaya o Gustavo Durán y, en especial, con el

director de la Residencia Alberto Jiménez Fraud y su mujer

Natalia Cossío, con quienes compartió meses inolvidables en

Oxford y a quienes dedica un caluroso recuerdo al final de

la lectura. En su recital, en el que intercala numerosas

anécdotas y comentarios sobre su visión personal de la

creación poética, lee algunos poemas de sus principales

libros, seleccionados por él mismo, a través de los cuales el

lector podrá acercarse a la trayectoria completa de una de las

voces fundamentales de la poesía española de la segunda

mitad del siglo X X .

ofrece, en un documento vivo, la

voz de los grandes protagonistas de la poesía hispana

contemporánea que han venido ofreciendo lecturas en la

Residencia de Estudiantes desde que en 1988 Rafael Alberti

inaugurara el ciclo del mismo nombre. Cada volumen

incluye un disco compacto con la grabación de la lectura,

junto a su transcripción y unas breves notas acerca de la vida

y obra del poeta.