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A RQUEOLOGÍA E XPERIMENTAL . A PROXIMACIÓN AL ESCUDO OVAL IBÉ - RICO Por J. M. Gallego Cañamero

Arqueología Experimental: Aproximación al escudo oval ibérico

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Arqueología Experimental: Aproximación al escudo oval ibérico

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A R Q U E O L O G Í A E X P E R I M E N T A L . A P R O X I M A C I Ó N A L E S C U D O O V A L I B É -

R I C O

Por J. M. Gallego Cañamero

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ARQUEOLOGÍA EXPERIMENTAL. APROXIMACIÓN AL ES-CUDO OVAL IBÉRICO.

POR J. M. GALLEGO CAÑAMERO1

INTRODUCCIÓNLa Arqueología Experimental es

una disciplina alternativa vinculada a la Arqueología convencional; en esen-cia, tiene como fi nalidad fundamental la recreación de los elementos docu-mentados arqueológicamente utilizan-do las mismas técnicas y materiales que se usaron en la elaboración de los modelos originales. De desarrollo relativamente reciente en la Penínsu-la Ibérica, hace años que goza de una excelente salud en Europa como lo de-muestra la existencia de una gran can-tidad de parques arqueológicos que anualmente son visitados por miles de personas. En ellos, juega un papel fundamental la rigurosidad histórica en cuyo desarrollo trabajan profesio-nales dedicados plenamente a ella.2

Sus cimientos teóricos están cons-truidos sobre la base de que la com-probación y demostración empírica de hipótesis y fórmulas planteadas por los arqueólogos es la mejor forma de comprender plenamente la mecánica y la dinámica de los elementos que la Arqueología ha recuperado. La experi-mentación arqueológica puede aproxi-marnos no sólo al conocimiento de los objetos en sí mismos sino también al contexto histórico que los concibió, al-canzando deducciones que de otra for-ma habrían permanecido ocultas. Así, las interpretaciones obtenidas a través de la experimentación pueden ser apro-vechables por la Arqueología tradicio-nal para el desarrollo de nuevos mar-cos teóricos, si partimos de la base de que los objetos arqueológicos no son únicamente piezas de museo, si no que esconden tras ellos todo un abanico de

posibilidades que en ocasiones no son deducibles únicamente a través de la in-terpretación arqueológica convencional.

En Ibercalafell coincidimos plena-mente con este punto de vista, y por eso creemos que la mejor manera de comprender un objeto arqueológico y sus verdaderas prestaciones consiste en manipularlo directamente, dentro de un proceso que incluye la elaboración, la comprobación práctica y el consiguiente establecimiento de conclusiones; evi-dentemente, llevar a cabo esta tarea con piezas originales no está permitido por una cuestión bien simple de conser-vación del patrimonio histórico. Por eso, la opción alternativa más lógica consis-te en recrear los objetos arqueológicos y utilizarlos siguiendo los parámetros de las teorías vigentes. De esta forma, se puede llegar a comprobar con un alto grado de fi abilidad si nos equivocamos o estamos en la vía interpretativa correc-ta, e incluso elaborar nuevas conclu-siones que hasta ese momento habían permanecido a la sombra. En este sen-tido, cabe señalar la interesante tarea desarrollada desde hace tiempo por di-ferentes autores europeos en el campo de la reconstrucción y experimentación con armas de la Antigüedad, a partir de las cuales se han desechado teorías que hasta ese momento habían sido tradicionalmente aceptadas por la co-munidad científi ca (JUNKELMANN 1986, SIM 1992 y 2000, CONNOLLY 2000).

Continuando en esta misma línea de estudio, el Área de Armamento y Guerra en la Antigüedad de Ibercalafell3 pretende iniciar con este análisis del es-cudo oval ibérico una serie de estudios vinculados a la experimentación arqueo-

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lógica con armamento protohistórico de la Península Ibérica (algo que, por otro lado, consideramos necesario) que poco a poco irán viendo la luz y que esperamos contribuyan sucesivamente a enriquecer el conocimiento de este aspecto tan interesante de la cultura ibérica. Nuestra intención es valorar y sopesar hasta qué punto pueden ser correctas las hipótesis formuladas en los últimos años por diferentes autores referentes a la dinámica del armamen-to ibérico, basados casi exclusivamente en las evidencias arqueológicas y en las referencias literarias. No pretendemos, en ningún caso, ofrecer conclusiones defi nitivas o excluyentes, sino todo lo contrario: nuestra intención es ofrecer puntos de vista alternativos basados en un terreno hasta ahora no cultivado que, naturalmente, pueden entrar en confl icto con los de algunos autores y coincidir plenamente con los de otros.

En concreto, se ha reproducido un ejemplar que pudo haber sido utiliza-do por un guerrero ibérico de la ciudad levantina de Edeta (actual Sant Miquel de Llíria, Valencia) a inicios del s. I a. C., tal vez enrolado como tropa de una cohorte auxiliar de scutati en alguna legión romana. Un escudo oval ibérico de sección plana, arma principalmente defensiva empleada masivamente por los guerreros iberos levantinos a partir del s. III a. C. La técnica constructiva se inspira en el ejemplar romano en-contrado en El Fayum, para el que se utilizaron una serie de fi nas láminas de madera dispuestas en diferentes capas entrecruzadas y encoladas entre sí. Pensamos que los íberos del s. I a. C., acostumbrados ya al armamento roma-no tras dos siglos de contacto, conocían esta técnica y es posible que la apli-caran en la elaboración de sus propios escudos. El umbo empleado y la deco-ración de la superfi cie exterior han sido documentados en el registro arqueoló-gico y en la iconografía fi gurada que aparece en la cerámica ibérica del estilo “Llíria-Òliva”. En el proceso de montaje

se ha recurrido a indicaciones de los tex-tos clásicos (principalmente Polibio) y a aportaciones de diferentes autores con-temporáneos cuyos estudios se basan en evidencias arqueológicas, iconográfi cas y escultóricas (BRUNAUX-RAPIN 1988, QUESADA 1997, GRÀCIA 2003) (Fig. 1).

“El (equipo militar) romano cons-ta, en primer lugar, de un escudo de superfi cie convexa, de dos pies y me-dio de longitud y de cuatro de anchu-ra. El espesor de su reborde es, más o menos, de un palmo (hace referencia a una medida similar a una pulgada). Está construido por dos planchas circulares encoladas con pez de buey; la superfi -cie exterior está recubierta por una capa de lino y, por debajo de ésta, por otra de cuero de ternera. En los bordes su-perior e inferior, este escudo tiene una orla de hierro que defi ende contra gol-pes de espada y protege el arma misma para que no se deteriore cuando se de-posita en el suelo. Tiene ajustada una concha metálica que lo salvaguarda de

Fig. 1.- Elementos que consti-

tuyen un escudo oval de tipo galo,

Según Brunaux - Rapin (1998).

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las piedras, lanzas, y en general, con-tra choques violentos de proyectiles”.4

De esta manera tan detallada describía el griego Polibio los escudos ovales (los romanos los denominaban Scutum) que usaban los hastati roma-nos. Grandes piezas de unos 65 cm. de anchura por unos 120 cm. de altura, de sección convexa. Más tarde, cuando describe un enfrentamiento entre ga-los y romanos durante la Batalla de Te-lamon, comenta: “Cuando los soldados (romanos) armados con jabalinas avan-zaron […] y empezaron a tirar nutrida-mente y con buena puntería (contra las líneas galas) […] esta contrariedad les puso en grave apuro e incertidumbre (a los galos), porque el escudo (oval) galo no alcanza a proteger todo el cuer-po […]”,5 lo que signifi ca que el escudo galo era a ojos de Polibio menos efi caz que el romano, debido a sus caracte-rísticas, de dimensiones algo más re-ducidas y de sección plana, factor que aprovecharon los legionarios para cau-sarles grandes bajas. Aunque Polibio menospreciaba los escudos galos por ser poco prácticos y elogiaba los roma-nos por ser envolventes y por lo tanto más efi caces, ambos tipos proceden en realidad de un antepasado común y se utilizaron para el desarrollo de una tác-tica guerrera prácticamente idéntica.

Así pues, antes de pasar a la descripción detallada del proceso de fabricación, haremos un breve re-corrido por la historia de esta herra-mienta bélica en la Península Ibérica y por sus particularidades tácticas.

Aunque se puede afi rmar que las evidencias arqueológicas más antiguas relativas a escudos ovales de la Penín-sula Ibérica corresponden a umbos bi-valvos del s. IV a. C. hallados en el levante y el sur, los escudos ovales no aparecieron de manera importante en el mundo ibérico hasta mediados o fi na-les del siglo III a. C., introducidos pro-bablemente a través de dos vías: por un lado tenemos algunos hallazgos ar-queológicos de escudos ovales (umbos

de aletas paralelas, refuerzos y manillas de hierro) en la zona catalana asociados a otros elementos bélicos con fuertes infl uencias “La Tène” como son las es-padas rectas y vainas de hierro de tipo galo, puntas de lanza de ancha moharra y cascos célticos de hierro, datables a mediados del s III a. C. Lo que signifi -caría que los pueblos de la zona ibérica catalana fueron receptores de impor-tantes infl ujos culturales procedentes del norte de los Pirineos, entre los que se incluyen estos elementos bélicos no documentados al sur del Ebro en esta cronología (QUESADA 1997 y 2002).

Por otro lado, tenemos las represen-taciones en la cerámica con decoración fi gurada de S. Miquel de Llíria,6 datables a fi nales del s. III a. C. que posiblemen-te representan a las tropas romanas o a los ejércitos cartagineses que transi-taron por la Península Ibérica en el con-texto de la Segunda Guerra Púnica (Fig. 2). Arqueológicamente, no tenemos evidencia alguna de escudos ovales en el levante hasta el s. II a. C., pero es-tos ejemplos corresponden claramente a tipos romanos tardíos, pertenecien-tes quizá a tropas ibéricas plenamente romanizadas (QUESADA 1997b: 541).

El escudo oval ibérico es un escudo

Fig. 2.- Guerreros del Lebes 149 del Tos-

sal de Sant Miquel de Llíria (Foto J. M. Gallego)

Por J. M. Gallego Cañamero

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grande, plano, con los extremos cur-vos y lados paralelos, que se empuña mediante una manilla horizontal, es-pecífi camente diseñado para un tipo de guerra en la que es fundamental ofrecer al enemigo una barrera defen-siva compacta y resistente, parecida a la falange griega, pero al mismo tiem-po mucho más ligera y fl exible (Fig. 3). También puede ser empleado como arma ofensiva, lo que explicaría la

Fig.3.- Guerreros ibéricos de Ibercalafell

en formación de pseudo- falange, protegidos

con escudos ovales planos. (Foto Ibercalafell).

existencia de unos refuerzos metálicos en los bordes, además de para evitar que los golpes de fi lo corten la cubier-ta de piel y deshagan la estructura o que cada vez que se apoya en el suelo se deteriore el canto de cuero (QUE-SADA 1997: 534, GRÀCIA 2003: 206). Elaborado con madera, fi bras anima-les, lino, piel bovina y hierro, el objeto resultante puede defi nirse como una pequeña obra de ingeniería rústica en la que cada elemento tiene una razón de ser y cumple una función específi ca. En la praxis, resulta verdaderamente útil y resistente y ofrece múltiples po-sibilidades de ataque y defensa, razón por la cual requiere de una serie de co-

nocimientos para su óptimo rendimien-to, lo que podría inducir a pensar en la existencia de una serie de individuos dedicados completamente a su conoci-miento y desarrollo táctico, hacia el s. III a. C y en adelante, bien dedicados a tiempo completo o semi- completo como hombres libres, miembros de una élite guerrera ibérica, quizá bien adies-trados por ofi ciales romanos o cartagi-neses en plena Segunda Guerra Púnica.

Descripción metodológica

Para la elaboración de este escu-do oval se han utilizado dos planchas construidas con listones fi nos de made-ra de abedul (0’5 cm. de grosor), tela de lino basta, una piel completa de ternera (0’6 mm. de grosor), adhesivo natural de origen animal, un umbo de hierro circular siguiendo el modelo de S. Miquel de Llíria (QUESADA 1997a, Apéndice IV, nº cat. 2224), clavos de hierro de diferentes medidas y herra-mientas varias (sierra, pinzas, marti-llo, tenazas, brocha y lija metálica).

Resulta impensable e imposible la reconstrucción de un arma de este tipo, en la que se han de ensamblar varios elementos de diferentes texturas y ma-teriales, sin el empleo de un potente ad-hesivo, evidentemente natural. Según Polibio, para fabricar sus Scuta los ro-manos usaban una sustancia adhesiva obtenida a partir de la pez de buey.7 Sin duda, el cronista griego está haciendo referencia a un adhesivo natural obteni-do a partir de los despojos de los bueyes, en concreto de los tendones y los huesos de éste animal. Este tipo de mucílago se continúa empleando hoy día en la recu-peración de obras de arte de madera y de lienzos por sus óptimas propiedades adherentes, y es conocido entre los res-tauradores actuales con el signifi cativo nombre de “Cola Fuerte” y también “Cola de Flandes”.8 Su elaboración podría re-sumirse de la siguiente manera: a través de la prolongada cocción de los huesos y tendones de éstos animales se aísla

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el colágeno que una vez enfriado se transforma en un duro bloque crista-lizado. Para convertir este duro bloque en adhesivo, primero hay que macha-carlo hasta que se fragmente en pe-queños cristales. Después, se le añade agua tibia en pequeñas cantidades, los cristales se hidratan, se infl an, resul-tando en una masa gelatinosa, elásti-ca pero consistente. Después de esto, para obtener el adhesivo, únicamente hay que calentar esta masa al “baño maría” en pequeñas cantidades, única-mente la parte que se pretenda usar (el sobrante quedará inservible en un par de días) y quedará listo para aplicarlo en cualquier superfi cie (mientras más rugosa mejor). Esta “cola fuerte” pue-de adquirirse en tiendas especializadas en artículos de Bellas Artes (Fig. 4).

Pero para empezar a trabajar, el

primer paso consiste en crear la endo-estructura de madera, verdadero es-queleto del escudo, base sobre la que se irán añadiendo el resto de elementos (Fig. 5). Para ahorrar tiempo y dinero, los listones de madera de abedul se

Fig.4.- Proceso de preparación de la

“Cola de Flandes” o “Cola Fuerte”. La cola en

“lágrimas”, tal y como se comercializa tras el

proceso de cocción de los despojos animales

(1ª fotografía), una vez hidratada (2ª foto)

y en pleno proceso de calentamiento para su

aplicación (3ª fotografía). (Foto Ibercalafell).

Fig. 5.- Cara interior del escu-

do. Se aprecia la disposición de las ta-

blillas de madera de tilo bajo la cubier-

ta interna de lino. (Foto Ibercalafell).

Por J. M. Gallego Cañamero

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compraron ya serrados a medida. La estructura constaría de dos planchas compuestas por listones dispuestos en posición horizontal la primera (o exte-rior), verticalmente la segunda (o in-terior) conformando las láminas de la primera un ángulo de 90° respecto a las de la segunda. Se eligió la made-ra de abedul (BRUNAUX- RAPIN, 1988: 15) por tratarse de un tipo de madera resistente y a la vez fl exible, aunque también podría haberse utilizado la de olmo, roble (CONNOLLY 1981: 66) o tilo. Todas éstas maderas se caracte-rizan porque, además de ser extrema-damente resistentes y fl exibles, no se astillan con facilidad, lo que las con-vierte en ideales para un arma como los escudos que deben soportar fuertes golpes tajantes y punzantes.9 No obs-tante, la de roble y olmo se caracteri-zan también por ser algo más pesadas. En concreto, se emplearon 24 listones de 5x70x 0’5 cm para la primera capa y 13 listones de 5x130x0‘5 cm. para la segunda. Para encolarlos, se dispu-sieron los listones correspondientes a cada capa, unos junto a otros, en dos estructuras diferentes separadas. Se aplicó el mucílago generosamente, sólo por la cara que estaría en con-tacto con la otra plancha y se junta-ron ambas superfi cies antes de que el adhesivo secara completamente. Una vez seca, en el centro de la plancha de madera resultante, se practicó un recorte circular de unos 12 cm. de diá-metro; este sería el espacio reserva-do a la manilla de sujeción y al umbo (Fig. 6). La ubicación de este punto es enormemente importante, pues-to que determina el equilibrado de la pieza. Una perforación demasiado baja podría desequilibrar el peso de escu-do haciéndolo inclinarse hacia atrás mientras que en el caso contrario lo descompensaría inevitablemente hacia delante. De la misma manera, la ma-nilla debe colocarse sin que sobresalga de la sección de la cara interior, porque derivaría en similares consecuencias.

Para cortar los extremos en se-

micírculo, primero se marcó la forma haciendo girar una cuchilla atada a un cordel desde un punto fi jo y a continua-ción, se serró la estructura de madera por la línea marcada. A estas alturas, te-níamos el contorno del escudo, aunque todavía faltaba un elemento importante: rebajarlo en los extremos para reducir el peso de la pieza y concentrarlo en la zona del centro haciéndolo más mane-jable. Con una lija metálica de dientes gruesos se rebajaron las dos caras de la plancha de madera, por ambas ca-ras. El resultado fue que en el centro la pieza tenía un grosor de 1’6 cm, mien-tras que en los extremos no superaba nunca los 0’8 cm. De esta manera, los cantos no sobrepasarían las medidas defi nidas por las cantoneras metálicas documentadas arqueológicamente (el espacio interno nunca sobrepasa 1 cm.).

Antes de que se secara comple-tamente el adhesivo aplicado sobre la madera (lo que ocurre como conse-cuencia del progresivo enfriado entre los dos y cinco minutos desde su apli-cación) se colocó una capa de lino de trenzado abierto, estirado y sujetado con pinzas por la futura cara interior. Sobre él, en la parte correspondiente al círculo abierto en la madera, se recortó el lino en líneas radiales (Fig. 6). Con una brocha común, se aplicó la “Cola de Flandes” en varias pasadas (Fig. 7).

Fig. 6.- Recorte en la capa inter-

na de lino en el espacio reservado para la

manilla de sujeción. (Foto Ibercalafell).

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Fig. 7.- Aplicación a pincel de la

“Cola de Flandes”. (Foto Ibercalafell).

Para una correcta adhesión de ambos elementos es recomendable re-partir el adhesivo en cantidades gene-rosas, asegurándose de que la viscosa substancia penetra bien en todos los poros e irregularidades de la tela de lino. Una vez aplicada la cola, todo el conjunto se dejó secar a la sombra, puesto que al calor de sol, el adhesivo no acaba de abandonar nunca el es-tado gelatinoso. Es conveniente pro-longar el secado de la pieza encolada durante al menos diez horas, tiempo en el que adquiere sus propiedades de resistencia óptimas (Fig. 8). Una vez secado, el siguiente paso era la colo-cación de la piel de ternera por la cara externa del escudo. En la “carne” de la piel (la cara basta) se marcó el perí-metro exterior del escudo para poder desechar las partes de la piel que no servirían. Se mantuvo en reserva una distancia media de 4 cm. entre la mar-ca y el límite de la piel para utilizarlo posteriormente como puntos de ancla-je interior. Además, esta línea serviría como referente para rebajar el grosor de la piel cuya fi nalidad es la de facili-tar el doblado hacia el interior, y poder fi jarla con clavos a la madera, teniendo en cuenta que el grosor de la madera y la piel en los lados no podía sobrepasar 1’1 cm. Para rebajar la piel, se utilizó primeramente una herramienta afi lada (Fig. 9), seguidamente un cuchillo afi -

Fig. 8.- Pieza encolada en pro-

ceso de secado. (Foto Ibercalafell).

lado y fi nalmente una lima metálica. La explicación de esta sucesión de herra-mientas es bien simple: con la primera de ellas, solamente pudimos rebajar una línea muy fi na debido a la resistencia de las fi bras de la piel. Con el segundo,

Fig. 9.- Rebajado de la piel. Sin él, no se

podría doblar la piel sobre la estructura impi-

diendo su correcta fi jación. (Foto Ibercalafell)

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logramos rebajar una superfi cie ma-yor con el inconveniente de que la piel tendía a cortarse y por tanto a debili-tarse. Finalmente, nos decantamos por utilizar una lima metálica, con resulta-dos mucho más homogéneos y prác-ticos. En total, se rebajaron unos 0’4 mm. de piel. Doblándola por la “fl or” (la cara lisa), se realizaron diferentes friegas con la lima, obteniendo rápi-damente un resultado óptimo y ajus-tado a nuestro parámetro de grosor.

Una vez completado este paso, se procedió a la fi jación defi nitiva del cuero a la estructura. Primeramente se encolaron tanto la cara interna de la piel como la externa de la superfi cie de madera. Se marcó el espacio reservado para la mano, y se fi jó nuevamente con pinzas (Fig. 10). Además fue necesaria la colocación de pesos suplementarios sobre la piel con toda la estructura en posición horizontal. De esta manera

Fig. 10.- Fijación de la piel a la es-

tructura encolada. (Foto Ibercalafell).

nos aseguramos evitar la formación de pequeñas bolsas de aire que podría ha-ber separado la piel y la madera. Una vez secado, se procedió al doblado del sobrante de piel perimetral para su fi ja-ción a la madera mediante claveteado. Si bien en los lados paralelos no hubo problemas para el claveteado del cuero (la piel se adapta mejor a una superfi cie plana y recta), no ocurrió lo mismo en los extremos curvos. Aquí fue necesario realizar pequeños cortes sucesivos para permitir la adaptación de la piel a la línea de madera curva dando lugar a peque-ños “dientes” (Fig. 11). Sin ellos hubie-ra sido imposible asegurar la fi jación del cuero. Con la piel cortada de esta ma-nera, se clavó una parte de cada diente

Fig. 11.- Detalle del sistema de plie-

gue, recorte y claveteado de la piel en

los extremos curvos. (Foto Ibercalafell).

sobre el siguiente, siguiendo una direc-ción determinada y utilizando pequeños clavos de hierro de 0’7 cm. de longitud. De esta forma se aseguraba una fuerte fi jación en bloque de los extremos del escudo, más expuestos que los laterales a las rozaduras, a los golpes y, en de-fi nitiva, al desgaste. Sin embargo, para reforzar aún más esta parte tan vulne-rable, se aplicó adhesivo también sobre el cuero de los extremos curvos después de haber sido claveteados a la plancha.

El siguiente paso consistió en la colo-cación de la manilla horizontal de sujeción. En este caso, optamos por la utilización

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de una de tipo orgánico, en concreto el mismo tipo de madera de abedul que usamos para la estructura interna, po-sibilidad contemplada por diferentes autores (BRUNAUX- RAPIN 1988: 15, QUESADA 1997b: 534). Elaborada a partir de la fi jación mediante encolado de dos láminas de abedul de 25x4x0’5 cm., se lijaron 11 cm. centrales para obtener la ergonomía necesaria y favo-recer la comodidad del futuro portador.

A continuación, se colocó el umbo (20x5x0’03cm) de hierro por la par-te externa. A imitación del original de St. Miquel de Llíria (Fig. 12), poseía cuatro orifi cios perpendiculares para el claveteado. Colocado en la posición correcta, teniendo en cuenta que los dos extremos de la manilla debían co-incidir exactamente con dos de los ori-

Fig. 12.- Umbo circular de

Sant Miquel de Llíria, s. I a. C.

fi cios del umbo, se marcaron los cuatro puntos sobre la estructura del escudo y se perforaron lentamente con una barrena manual. Es necesario destacar la importancia de este conjunto cla-vos-umbo, ya que se trata del verda-dero corazón de la pieza. Los clavos, necesariamente, deben atravesar y

sujetar al mismo tiempo umbo y mani-lla de madera. Unos clavos demasiado pequeños, que sujeten únicamente la manilla, independientes del umbo, no garantizan una sujeción fi rme y resis-tente. De hecho, ejercicios realizados con este tipo de claveteado más ligero acabaron demostrando que es muy fácil conseguir que la manilla de madera se desprenda del resto del escudo después de algunos golpes de leve intensidad.

Teniendo en cuenta este factor, se calentaron los cuatro clavos de hierro de 8 x 0’3 cm. destinados a la fi jación conjunta de umbo y manilla, hasta que alcanzaron la maleabilidad ade-cuada para su doblado. Rápidamente, con unas pinzas se pasaron los cuatro clavos a través de un agujero perfora-do previamente con una broca manual a través de umbo, estructura y mani-llas, y a golpe de martillo sobre yun-que se dobló cada uno hacia el exterior del escudo. De esta forma, la plancha central quedaba reciamente fi jada al resto, totalmente inmóvil y equilibrada (Fig. 13). Para hacer más soportable el peso del escudo y más cómoda la mani-lla de sujeción y el espacio que protege la mano del portador, se recubrió todo este espacio con piel de conejo, apli-

Fig. 13.- Exterior del umbo cir-

cular reconstruido. (Foto Ibercalafell).

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cada nuevamente con “cola de Flan-des”. El resultado es una especie de “acolchado que al mismo tiempo hace mucho más fácil la absorción de los golpes contra el escudo y de los brus-cos movimientos derivados de la diná-mica de ataque y defensa (Fig. 14).

Como último paso, se aplicó una nueva capa de mucílago sobre el dobla-dillo interior de la piel además de apli-car un gran rectángulo de lino sobre la

Fig. 14.- La manilla de suje-

ción con el forro interno protector

de piel de conejo. (Foto Ibercalafell)

manilla y la zona intermedia del escu-do, asegurando así su correcta fi jación y evitando futuribles desprendimientos.

Para acabar, se utilizaron pigmen-tos minerales naturales, a partir de ar-cilla con alto contenido en óxido de hie-rro, y “Cola de Flandes” para obtener una resina de tonalidad rojiza con la que se aplicaron sobre la cara externa una serie de motivos inspirados en una de las representaciones pictóricas de la cerámica de St. Miquel de Llíria (QUE-SADA 1997a: Apéndice VI, nº cat. 8).

El resultado fi nal es un resistente escudo oval, de 5’2 kg. de peso, 1’19 m. de alto y 0’61 m. de ancho. En el centro tiene algo más de 1’5 cm. de grosor mientras que en la zona de los extremos tiene alrededor de 1 cm., lo que hace que se encuentre entre la me-dia de pesos y dimensiones ofrecidas

por algunos autores (BRUNAUX- RAPIN 1988: 15, QUESADA 1997b: 534-535, GRÀCIA 2003: 206), totalmente versátil a la hora de protegerse casi por com-pleto tras él, realizar una carga contun-dente para desequilibrar al adversario o utilizarlo como arma ofensiva golpeán-dole con uno de sus extremos. (Fig. 15)

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Fig. 15.- Foto 1 representación ori-

ginal del escudo oval reconstruido en

un vaso de Sant Miquel de Llíria (Le-

bes nº 19, “de la danza guerrera”, dpto.

41.); foto 2 y 3 anverso y reverso re-

construidos, en las siguientes. (Foto 1

F. Quesada; Fotos 2 y 3 Ibercalafell)

Conclusiones

Tras los trabajos de construcción, se desarrollaron una serie de ejercicios prácticos cuya fi nalidad era experimen-tar el comportamiento dinámico del es-cudo y valorar su funcionalidad a través del simulacro de movimientos de ata-que y defensa. Los resultados de estas experiencias, registradas y anotadas, y las deducciones derivadas podemos describirlas de la siguiente manera:

1.- En lo que respecta al sistema de sujeción, apostamos defi nitivamente por la opción de la horizontalidad en lo que coincidimos totalmente con la pro-puesta de J. L. Brunaux, A. Rapin y F. Quesada entre otros autores. Este últi-mo, afi rma: “[…] la manilla del escudo oval era siempre corta y horizontal, a menudo de madera […]”,10 sistema que

aparece tanto en el registro arqueológi-co como en diferentes representaciones pictóricas y escultóricas. No coincidimos con E. Cuadrado y F. Gràcia en sus res-pectivas defensas de la posición verti-cal de la manilla. En concreto, F. Gràcia afi rma respecto a este detalle: “[…] se trata de un escudo para ser empuñado antes que embrazado, pero debe seña-larse que para efectuar ambas acciones la posición de la manilla debía ser ver-tical antes que horizontal. […] podría existir una abrazadera no metálica en la parte izquierda de la pieza que per-mitiera afi anzar el escudo a la altura del codo.”11. Discrepamos fi rmemente de esta opinión, por diferentes razones:

- El Thureos, un nuevo modelo de escudo oval adoptado en el mundo he-lenístico hacia el s. IV a. C. que irá sus-tituyendo al pesado Aspis de la falange clásica, puede ser considerado el ante-pasado de los posteriores escudos ova-les célticos, romanos (en este caso de sección cóncava) e ibéricos. No existe una sola evidencia arqueológica, icono-gráfi ca o literaria de manillas de sujeción vertical ni del sistema de embrazado en este nuevo tipo de escudo helenís-tico, cuando existen múltiples ejemplos que hacen referencia a la sujeción ho-rizontal. En el caso de los escudos ga-los o ibéricos ocurre algo parecido. Sin embargo, existe un ejemplar de escu-do oval romano para el que se ha pro-puesto una manilla de sujeción vertical (BUCKLAND 1978), encontrado en Don-caster (Inglaterra) y datado en el s. I d. C., aunque la reconstrucción propuesta no llega a convencer totalmente a los especialistas (QUESADA 1997b: 535). Otra cosa muy distinta es la posición en la que el guerrero disponga su escudo, en plena frenética refriega, con el fi n de cubrir una zona u otra de su cuerpo.

- El tipo de sujeción horizontal per-mite mantener el hombro del guerrero descansado durante un mayor periodo de tiempo. En los ejercicios que se rea-lizaron con el ejemplar reconstruido, el sistema propuesto por E. Cuadrado y F.

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Gràcia debilita la mano y el brazo que sostienen el escudo por cansancio a partir de los 15 ó 20 minutos aproxima-damente, consecuencia de la posición forzada de todo el brazo y la muñeca, obligado a mantener una postura inter-media que garantice la protección de las piernas, mientras que el propues-to por F. Quesada, y nosotros mismos permite una utilización dinámica, de-fensiva y ofensivamente, durante mu-cho más tiempo ya que la manilla del escudo se encuentra a la altura de la mano derecha cuando el brazo se en-cuentra en su posición natural relaja-da. En el modelo, con o sin embrazado, propuesto por F. Gràcia trabajan dedos, muñeca, codo y hombro; por el con-trario en nuestra reconstrucción sólo trabajan dedos y antebrazo, el hombro solamente cuando se usa como arma contundente. De todas maneras, no se puede descartar completamente la po-sibilidad de que una abrazadera orgá-nica pudiera colocarse en un escudo, aunque con la manilla horizontal, no vertical. Pero, insistimos, no existe evi-dencia alguna al respecto, exceptuan-do el dudoso ejemplar de Doncaster.

- El hecho de llevar embrazado el escudo oval implica que el brazo que lo sostiene se encuentra pegado a la pared interna, totalmente expuesto a las armas de gran capacidad de pene-tración, como soliferrea o pila, de em-pleo ampliamente extendido ya en el s. IV a. C (QUESADA 2003: 170). La superfi cie exterior de un escudo oval no es, ni remotamente, tan resisten-te como podía serlo la de un grueso Aspis de madera forrado de bronce; y el umbo únicamente protege la mano del portador, el resto del brazo que sostiene la principal defensa del gue-rrero es vulnerable (pensemos en el terrible efecto de una de éstas armas atravesando al mismo tiempo escudo y brazo). Por el contrario, con la ma-nilla en posición horizontal, solamen-te la mano queda próxima a la cara interna del escudo, y en este caso se

encuentra completamente protegida por el umbo metálico. No obstante, es nece-sario aclarar que para que esto ocurra, la posición del escudo debe ser relativa-

Fig. 16.- Guerrero del “Vaso de la

danza guerrera” de S. Miquel de Llíria.

Obsérvese la posición alejada del cuer-

po del escudo oval para evitar la pun-

ta que lo atraviesa. (Foto J. M. Gallego).

mente alejada del cuerpo, con el brazo semi- extendido hacia delante (Fig. 16).

2.- Apostamos fi rmemente por la posibilidad de que el escudo oval pudie-ra también usarse como arma ofensiva, desequilibradora y aturdidora (QUESA-DA 2003: 175) basándonos en algunas representaciones escultóricas en las que aparecen soldados romanos con el escu-do en posición de ataque (Fig. 17); En este sentido, debemos señalar de nuevo que la sujeción más adecuada es la ho-rizontal. Tras algunos ejercicios de expe-rimentación, apreciamos que la sujeción vertical implica que la potencia del movi-miento de ataque puede quedar reducida

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por la posición del resto del cuerpo; de hecho, incluso podemos llegar a gol-pear nuestra propia cara con el canto superior. El golpe resultante se realiza únicamente con la fuerza del brazo y antebrazo que sostienen el escudo, lo que signifi ca que la potencia del golpe sobre le adversario no supone un ele-mento desestabilizador o aturdidor im-portante. En cambio, con el sistema de sujeción horizontal, la fuerza se ejerce no sólo con el brazo si no con todo el cuerpo, siendo el efecto notablemente mucho más contundente. Se trata de un principio físico muy simple: cuando golpeamos de esta manera, cargamos el peso del cuerpo sobre el hombro que a su vez lo traslada al brazo y éste al escudo. El resultado es la concentración de una buena parte del peso del cuer-po (peso del escudo aparte) en una su-perfi cie de aproximadamente 1 cm. de grosor, la zona de impacto del escudo.12

Fig. 17.- Legionarios romanos en

una estela conservada en el Landesmu-

seum, Mainz, Alemania. Obsérvese la po-

sición horizontal del scutum del legionario

en segundo plano. (Foto J. C. Coulston)

A partir de éstas deducciones y

Fig. 18.- Representación de guerre-

ros en la cerámica de la necrópolis de El

Castellar (València). En esta urna fune-

raria se puede observar una escena de

guerra en la que una formación regular de

guerreros ataca a una serie de individuos

con armas arrojadizas. (Foto Ibercalafell)

apoyándonos en la gran cantidad de re-presentaciones de la cerámica fi gurada del estilo “Llíria- Òliva” (Fig. 18), pro-ponemos un tipo específi co de combate, en esencia relativamente próximo a la falange clásica, aunque con mayor mo-vilidad y agilidad. En realidad, ésta for-ma de combate comparte con la falange clásica griega la calidad defensiva (prác-ticamente todo el cuerpo del guerrero queda a cubierto) al mismo tiempo que se gana en movilidad y capacidad de re-acción (el escudo oval es mucho más li-gero que el aspis griego). Sin embargo, guarda muchas más similitudes con el tipo de combate desarrollado por las le-giones romanas republicanas propuesto recientemente por F. Quesada (QUESA-DA 2003 y 2006) y anteriormente por otros autores (GOLDSWORTHY 1996, ZHMODIKOV 2000, SABIN 2000). Las tropas hispanas que participaron como auxiliares en los ejércitos romanos y

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cartagineses a partir de la Segunda Guerra Púnica estaban ya acostum-bradas a un tipo de lucha y de batalla campal muy similar a la que practica-ban las legiones romanas, puesto que también era el que ellos utilizaban. En ocasiones, las tropas ibéricas y celti-béricas llegaron a formar en el centro de formaciones de batalla, a la ma-nera de la infantería pesada de línea romana, vendiendo cara su derrota.13

Podríamos describir este tipo de enfrentamiento como una serie de fi -las apretadas y fuertemente cohesio-nadas de hombres que avanzan ha-cia el acies enemigo sosteniendo sus escudos a cierta distancia del cuerpo para evitar ser heridos por las armas arrojadizas que pueden traspasarlos, mientras sujetan en la mano derecha algún arma arrojadiza, y en la izquier-da una lanza (el escudo y la lanza se sujetan con la misma mano14). En es-pera de una descarga de armas arroja-dizas, probablemente los mantendrían sostenidos ligeramente por encima de las cabezas para defenderse de los lanzamientos directos a corta distan-cia y contrarrestar el efecto parábola de los lanzamientos de las fi las trase-ras. Efectivamente, a una distancia de entre unos 10 ó 15 metros,15 entran en juego las armas arrojadizas, verdade-ros elementos desestabilizantes de las líneas enemigas, empleadas justo en los instantes antes de la carga, puesto que pueden hacer que se abran hue-cos en las fi las de hombres por las que es más fácil presionar para romper la formación, bien por las heridas y bajas ocasionadas, bien por la facilidad de penetrar por un sector cuyas defensas se han visto seriamente mermadas.16 Pensemos también que las líneas más atrasadas lanzarían sus armas arro-jadizas por encima de las cabezas de sus compañeros cuando las primeras ya traban combate cuerpo a cuerpo, lo que signifi ca que cuando las líneas frontales ya se baten, continúan cayen-do armas arrojadizas sobre las líneas

atrasadas del enemigo, lanzadas desde las líneas de fondo. El gran escudo oval (envolvente o no) juega en este punto un importantísimo papel, diseñado para proteger al máximo al hombre que lo sostiene en una auténtica lluvia de pro-yectiles y armas arrojadizas (siempre por la parte frontal), algunas de ellas (como los pila o los soliferrea), diseña-das intencionada y expresamente para inutilizarlos, aunque adicionalmente, se consiga herir a sus portadores. Una vez superado este punto, el espacio entre los frentes se acorta lentamente hasta llegar a la distancia en la que se pueden usar las lanzas. A unos 2 ó 3 metros, los hombres enfrentados se hostigan con las lanzas (los que tuvieran), inten-tando herir al enemigo, no sólo desde las primeras fi las si no también las se-gundas, desprovistas ya de sus armas arrojadizas. En este punto los hombres esconden sus cabezas detrás del escu-do oval, que ahora sí, se maneja más próximo al cuerpo para evitar golpes de fl anco. A partir de este punto, cuando algunas lanzas se quiebran o se pierden, y empujados por la presión de las fi las traseras, muchos hombres empiezan in-mediatamente a usar sus armas cortas e intentan aproximarse para seccionar algún tendón de las extremidades del enemigo (es mucho más fácil esto que intentar matar directamente, debido a la excelente protección que proporciona esta defensa activa), atacando las pier-nas que asoman por debajo del escudo para hacerle caer o también la parte trasera del cuello (lo que quizá explica-ría también la presencia de un fi lo en el lomo de las falcatas, justifi cado además para dotar al arma de una mayor capa-cidad penetrante, puesto que es harto difícil por la posición del cuerpo alcan-zar al adversario con el fi lo delantero) a partir de la denominada “primera posi-ción”, esto es, escudo en posición verti-cal próximo al cuerpo, pierna izquierda adelantada, cara protegida hasta la al-tura de los ojos, espada asomando por el lado derecho (esta posición está do-

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cumentada en el mundo romano, pero también en la iconografía ibérica. En uno de los relieves de Osuna, un gue-rrero que cubre su cabeza con una es-pecie de tejido con cresta y sostiene una falcata en su mano derecha, pre-senta su escudo oval hacia el enemi-go con la mano izquierda). Desde esta posición, el escudo oval puede usarse como arma aturdidora o desequilibra-dora, golpeando con el canto inferior directamente en la cara del enemigo, con el canto superior contra el centro del escudo enemigo o en un lateral para abrir su guardia. Es posible que, a partir de la intención de los hombres de las fi las traseras de herir a las primeras fi las enemigas, se cerraran los espacios entre la primera y las siguientes fi las y se empujara hacia delante a los hom-bres de la primera línea, a la manera del Othismos17 hoplítico griego, a fi n de romper la línea enemiga para dividirla en dos o hundirla en uno de sus fl an-cos. De esta forma, se impide asimis-mo que el empuje del enemigo abrie-ra la propia por la fuerza del número.

En el cuerpo a cuerpo individual, el escudo oval ibérico posee una serie de características que lo hacen idóneo para enfrentarse a escudos de la mis-ma tipología, en este caso de sección plana. Frente a un scutum romano en-volvente, el escudo oval ibérico pre-senta algunas desventajas, de lo que se deduce que la opinión de Polibio es-taba sólidamente fundamentada. Para empezar, si pretendemos cubrirnos de un golpe punzante circular desde la derecha del atacante (es decir, nuestra izquierda, el lado del escudo), debe-mos desplazar el brazo del escudo a la izquierda, abriendo una brecha en el centro de nuestro torso. En cambio, si manejáramos un scutum romano, gracias a la curvatura de su sección, bastaría con desplazar ligeramente el escudo hacia la izquierda desde el eje central, sin necesidad de abrir un hueco en nuestra defensa. No obstan-te, en el caso de tener que girar todo

el escudo, la curvatura de los laterales garantiza una mínima protección del frontal de su propietario. De hecho, en la “primera posición”, inmóvil, el escu-do de sección curva ya cubre una par-te de ambos fl ancos del propietario.

También es necesario destacar que los golpes punzantes lanzados frontal-mente contra un escudo oval de sección plana tienen más probabilidades de quedar fi jados en uno de sus laterales, puesto que la oposición no es esquiva. En cambio, en el caso de un escudo de sección curva, el mismo tipo de ataque tiende a resbalar por sus paredes con-vexas y, si el defensor está bien adies-trado y sabe aprovechar la inercia del atacante, puede llegar a abrir un hueco en la guardia del atacante o incluso pre-cipitarle desequilibrado hacia delante, dejándole en una posición totalmente vulnerable. Pensamos que se trataría de un valor añadido, resultado de su diseño.

En esencia, la principal ventaja del modelo de sección curva sobre el mo-delo de sección plana reside fundamen-talmente en la posibilidad de cubrir a priori un mayor espacio con un míni-mo esfuerzo, como ya cita Polibio. Es mucho más fácil proteger los fl ancos con este tipo de defensa, puesto que, como ya hemos dicho, con un leve giro de la mano que lo sostiene se garantiza la cobertura de los fl ancos. En cambio, un escudo plano obliga a mover todo el brazo que lo sostiene para protegerlos. Si además tenemos en cuenta el ahorro de energía que puede suponer mover un escudo oval envolvente respecto a uno plano, tendremos como resultado una notable ventaja. A pesar de que “a priori” pueda parecer poco importante, en realidad estamos hablando de una innovación táctica que los romanos su-pieron aplicar y desarrollar decisiva-mente a partir de su dilatada experien-cia bélica y que, sin duda, les otorgó una ventaja adicional sobre sus rivales.

Por J. M. Gallego Cañamero

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Recursos en InternetPara conocer las características de

otros escudos ovales a partir de las recons-trucciones experimentales de diversas agrupaciones, recomendamos visitar:

1.- <http://www.les-ambia-ni.com/artisanat/bouclier_gaulois.php> [escudo oval galo. En francés]

2.- <http://www.larp.c o m / l e g i o x x / s c u t u m . h t m l > [Scutum romano. En inglés]

3.- <http://www.mambri.com/legio/escudo.html> [Scu-tum romano. En castellano]

Notas a pie de página

1A r q u e ó l o g o . Á r e a d e A r m a m e n -t o y G u e r r a e n l a A n t i g ü e d a d , I b e r -c a l a f e l l ( j . g a l l e g o @ i b e r c a l a f e l l .o r g . e s )

2D e t o d o s l o s p r o y e c t o s a c -t u a l m e n t e e n d e s a r r o l l o e n E u r o -p a , n o s g u s t a r í a d e s t a c a r c o m o e j e m p l o i l u s t r a t i v o e l p r o y e c t o f r a n c é s G u e d e l o n ( h t t p : / / w w w.g u e d e l o n . f r ) , a n u e s t r o p a r e -c e r r e p r e s e n t a n t e i n m e j o r a b l e d e e s t a d i s c i p l i n a . D e s d e h a c e a l g u -n o s a ñ o s , e s t á n r e c o n s t r u y e n d o u n c a s t i l l o b o r g o ñ ó n d e l s . X I I I e m p l e a n d o e x a c t a m e n t e l a s m i s -m a s t é c n i c a s , m e d i o s y h e r r a -m i e n t a s d e l a é p o c a .

3Q u i e r o e x p r e s a r m i a g r a d e -c i m i e n t o a V í c t o r H e r e d i a ( c o l a -b o r a d o r d e l Á r e a d e A r m a m e n t o y G u e r r a e n l a A n t i g ü e d a d ) a J o r d i C h o r é n ( r e s p o n s a b l e d e l Á r e a d e Te j i d o s y C e s t e r í a ) y a F r a n c e s c C a n t e r o ( c o - r e s p o n s a b l e d e l Á r e a d e A l i m e n t a c i ó n ) p o r s u i n e s t i m a -b l e a y u d a p a r a l a r e a l i z a c i ó n d e e s t e p r o y e c t o .

4P o l i b i o , H i s t o r i a s , V I , 2 3 5P o l i b i o , H i s t o r i a s , I I , 3 0 6B o n e t Ro s a d o , H . : E l To s -

s a l d e S a n t M i q u e l d e L l í r i a . L a a n t i g u a E d e t a y s u t e r r i t o r i o ; e d . D i p u t a c i ó n d e Va l e n c i a , Va l e n c i a , 1 9 9 5 .

7“ E s t á c o n s t r u i d o [ e l s c u t u m r o m a n o ] p o r d o s p l a n c h a s c i r c u -l a r e s e n c o l a d a s c o n p e z d e b u e y.” P o l i b i o , H i s t o r i a s , V I , 2 3 .

8S e g ú n e l t r a t a d o d e M . J . R i f f a u l t : “ C o l a d e F l a n d e s . E s t a c o l a , c o n o c i d a m á s g e n e r a l m e n -t e c o n e l n o m b r e d e c o l a f u e r t e s e p r e p a r a c o n r e c o r t a d u r a s d e p i e l e s d e c a r n e r o y o t r a s , c o n l a s p e z u ñ a s d e l o s b u e y e s , d e l o s c a -b a l l o s y o t r o s . E s t a s s u s t a n c i a s , b i e n l i m p i a s y p r i v a d a s d e g r a s a y p e l o , s e p o n e n a h e r v i r p o r m u c h o t i e m p o e n g r a n c a n t i d a d d e a g u a ,

Por J. M. Gallego Cañamero

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c u i d a n d o d e q u i t a r l a e s p u m a s e -g ú n s e v a f o r m a n d o s e f a c i l i t a á v e c e s c o n u n p o c o d e a l u m b r e ó d e c a l e n p o l v o f i n o . L u e g o q u e h a e s p u m a d o p o r a l g ú n t i e m p o s e p a s a t o d o p o r u n a c e s t a d e m i m -b r e , y s e d e j a r e p o s a r e l l í q u i d o ; s e d e c a n t a c o n p r e c a u c i ó n c u a n -d o e s t á c l a r o p a r a v o l v e r l o á l a c a l d e r a , d o n d e h i e r v e d e n u e v o e s p u m á n d o l o h a s t a q u e s e r e d u z -c a á l a c o n s i s t e n c i a c o n v e n i e n t e . E n t o n c e s s e e c h a e n u n o s b a s t i -d o r e s d e m a d e r a , q u e f o r m a n u n a e s p e c i e d e m o l d e s d e s c u b i e r t o s , e n d o n d e s e s o l i d i f i c a p o r e n f r i a -m i e n t o . E s t a j a l e a s e c o r t a e n t o r t a s , l a s c u a l e s s e d i v i d e n d e n u e v o e n t i r a s d e l g a d a s , y s e p o -n e n á s e c a r s o b r e u n a e s p e c i e d e r e d e n u n s i t i o c a l i e n t e y v e n t i l a -d o . L a m e j o r c o l a f u e r t e e s m u y d u r a y q u e b r a d i z a , d e c o l o r p a r -d o o s c u r o , y d e i g u a l g r a d o d e t r a s p a r e n c i a p o r t o d a s p a r t e s s i n n i n g u n a m a n c h a n e g r a . H e m o s i n d i c a d o c i r c u n s t a n c i a l m e n t e l a p r e p a r a c i ó n d e l a c o l a d e F l a n -d e s ó c o l a f u e r t e , p o r q u e a d e m á s d e l a p i n t u r a y e l d o r a d o s e u s a f r e c u e n t e m e n t e e n o t r a s m u c h a s p r o f e s i o n e s ”. M . J . R i f f a u l t : M a -n u a l Te ó r i c o y p r á c t i c o d e l p i n -t o r, d o r a d o r y c h a r o l i s t a ; M a d r i d , 1 8 4 1 .

9 P a r a P l i n i o e l V i e j o , l a m e -j o r m a d e r a p a r a c o n s t r u i r l o s e s c u d o s e r a a q u e l l a c u y a s p r o -p i e d a d e s p l á s t i c a s h a c í a n q u e r e -c u p e r a r a l a f o r m a i n i c i a l a l s e r c o r t a d a , c o m o o c u r r e c o n e l r o -b l e , o e l o l m o . P l i n i o e l V i e j o , H i s t o r i a N a t u r a l , X V I , 2 0 9 .

1 0 Q u e s a d a 1 9 9 7 b : 5 3 5 .1 1 G r à c i a 2 0 0 3 : 2 0 6 , a u n -

q u e e n l a m i s m a p á g i n a a f i r m a p r e v i a m e n t e : “ E s c u d o d e e m p u -ñ a d u r a a n t e s q u e d e a b r a z a d e r a , [ … ] ”.

1 2S i h a c e m o s u n p a r a l e l i s -m o c o n e l A s p i s g r i e g o e m b r a z a -d o , e l c o n c e p t o q u e d a m á s c l a r o .

C u a l q u i e r a q u e h a y a e m b r a z a -d o u n o d e e s t o s p e s a d o s e s c u d o s s a b e q u e d e b e u s a r s e c o n e l b r a z o q u e l o s o s t i e n e p e g a d o a l c u e r p o y f l e x i o n a d o , e n u n o s 9 0 ° . E n e s t e c a s o , l a m a n o q u e s u j e t a l a c o -r r e a ( A n t i l a b é ) , e f e c t i v a m e n t e s e e n c u e n t r a e n p o s i c i ó n v e r t i c a l . N o o b s t a n t e , c u a n d o i n t e n t a m o s g o l -p e a r a u n a d v e r s a r i o c o n e l c a n -t o d e l e s c u d o , d e b e m o s e s t i r a r e l b r a z o e n d i r e c c i ó n a l a d v e r s a r i o , q u e d a n d o l a m a n o f i n a l m e n t e e n p o s i c i ó n h o r i z o n t a l , e n l a m i s m a q u e s i a t a c a m o s c o n u n T h u r e o s , u n S c u t u m o u n E s c u d o O v a l . U n a t a q u e c o n A s p i s d e é s t a s c a r a c -t e r í s t i c a s q u e n o s i g a e s t a d i n á -m i c a s e d e m u e s t r a c o m o p r á c t i c a -m e n t e i n ú t i l .

1 3R e c o m e n d a m o s e f u s i v a m e n t e u n o d e l o s a r t í c u l o s d e F. Q u e s a -d a , a n u e s t r o j u i c i o , f u n d a m e n t a l p a r a c o m p r e n d e r l a s ú l t i m a s h i p ó -t e s i s q u e s e m a n e j a n r e f e r e n t e s a l a t á c t i c a g u e r r e r a a p l i c a d a p o r l a s l e g i o n e s r o m a n a s d u r a n t e l a R e p ú b l i c a ; Q u e s a d a , F. ( 2 0 0 3 ) : E l l e g i o n a r i o r o m a n o e n é p o c a d e l a s g u e r r a s P ú n i c a s : F o r m a s d e c o m -b a t e i n d i v i d u a l , t á c t i c a d e p e q u e -ñ a s u n i d a d e s e n i n f l u e n c i a s h i s p a -n a s , e n E s p a c i o T i e m p o y F o r m a , S e r i e I I , H i s t o r i a A n t i g u a , t . 1 6 , p á g s . 1 6 3 - 1 9 6 .

1 4A l g u n o s a u t o r e s ( C O N N O L LY 1 9 8 9 : 1 6 2 , Q U E S A D A 2 0 0 3 : 1 7 2 ) c o n s i d e r a n p o c o p r o b a b l e q u e s e p u d i e r a s u j e t a r l a p e q u e ñ a m a n i -l l a d e s u j e c i ó n d e l e s c u d o o v a l y o t r a a r m a d e a s t a c o n l a m i s m a m a n o .

1 5A u n q u e e n e s t e a r t í c u l o n o p r e t e n d e m o s e n t r a r e n e l d e b a -t e a c e r c a d e l a d i s t a n c i a e f e c t i v a d e l a s a r m a s a r r o j a d i z a s d e l t i p o p i l a y s o l i f e r r e a , d i s c r e p a m o s d e l a o p i n i ó n d e F. G r à c i a , l a c u a l c o n s i d e r a m o s d e s m e s u r a d a , c u a n -d o a f i r m a “ L a s a r m a s a r r o j a d i z a s d e b í a n c o m b i n a r d o s e l e m e n t o s p r i n c i p a l e s : e s c a s o p e s o q u e p e r -

Arqueología Experimental. Aproximación al escudo oval ibérico

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m i t i e r a l a n z a r l a s a u n a d i s t a n c i a m í n i m a d e 3 5 m e t r o s y c o m p e n -s a c i ó n e n t r e s u s m a t e r i a l e s p a r a q u e e l i m p a c t o h i c i e r a p o s i b l e q u e e l a r m a a t r a v e s a r a e l e s c u d o d e l o p o n e n t e [ … ] ” ( G R À C I A 2 0 0 3 : 2 1 3 - 2 1 4 ) . A u n q u e c o n s i d e r a m o s q u e e s t a a f i r m a c i ó n p o d r í a s e r -v i r p a r a p e q u e ñ a s j a b a l i n a s d e l t i p o p e l t a , e j e r c i c i o s d e l a n z a -m i e n t o r e a l i z a d o s c o n s o l i f e r r e a d e d i f e r e n t e s p e s o s ( e n t r e 0 ’ 8 y 1 ’ 2 k g . ) n o s o b r e p a s a n n u n c a l o s 1 5 - 1 6 m e t r o s d e d i s t a n c i a , s i e n -d o m u c h o m á s c e r t e r o s y e f e c t i -v o s e n t r e l o s 6 y l o s 1 2 m e t r o s a p r o x i m a d a m e n t e . P e n s a m o s q u e e s t a d i s t a n c i a , d e i n m i n e n t e c o n -t a c t o e n t r e f r e n t e s , e s a d e m á s ó p t i m a p a r a s u u s o , p u e s t o q u e a l a v e z q u e s e i n u t i l i z a n l a s d e -f e n s a s d e l e n e m i g o , s e l e i m p i d e d e t e n e r s e a c o n s e g u i r o t r a p o r l o q u e , i n e v i t a b l e m e n t e , s e l e o b l i -g a a l u c h a r s i n s u d e f e n s a m á s i m p o r t a n t e . E n c a m b i o , c o i n c i d i -m o s p l e n a m e n t e c o n l a a f i r m a -c i ó n d e R . Tr e v i ñ o c u a n d o d i c e : “ T h e s o l i f e r r e u m [ … ] w a s p r o -b a b l y a v e r y e f f e c t i v e w e a p o n , e s p e c i a l l y a t s h o r t r a n g e , w h e -r e i t s g r e a t w e i g h t c o n c e n t r a t e d i n t h e s m a l l h e a d p e r m i t t e d i t t o p u n c h t h r o u g h s h i e l d a n d c u i -r a s s a n d i n t o t h e b o d y o f t h e v i c -t i m .” ( t r a d . : “ E l s o l i f e r r e u m [ … ] f u e p r o b a b l e m e n t e u n a r m a m u y e f e c t i v a , e s p e c i a l m e n t e a c o r t a d i s t a n c i a , c u a n d o s u g r a n p e s o c o n c e n t r a d o e n u n a p u n t a p e q u e -ñ a l e p e r m i t í a a t r a v e s a r e s c u d o y c o r a z a y h a s t a e l c u e r p o d e l a v í c t i m a .” ) ( T R E V I Ñ O 2 0 0 0 , p á g . 1 3 3 ) . F. Q u e s a d a h a c e s u y a e s t a a f i r m a c i ó n d e R . Tr e v i ñ o y a f i r m a q u e e l s o l i f e r r e u m “ [ … ] n o d e b i ó s e r a r r o j a d o a d i s t a n c i a s m a y o -r e s d e 2 5 m .” ( Q U E S A D A 1 9 9 7 a : 3 2 4 ) , l a c u a l r e a f i r m a m o s , c o n l o s a n t e r i o r e s m a t i c e s .

C r e e m o s q u e l a s a r m a s a r r o -j a d i z a s c o m o l o s s o l i f e r r e a i b é r i -

c o s o l o s p i l a r o m a n o s r e s p o n d e n a u n a f u n c i ó n p r i m a r i a m á s p r ó x i -m a a d e s p o s e e r a l e n e m i g o d e s u p r i n c i p a l d e f e n s a a c t i v a a n i v e l i n d i v i d u a l q u e a h e r i r l e ( c o m o e j e m p l o , C é s a r, D e B e l l o G a l l i -c o , I , 2 5 : “ L o s s o l d a d o s ( l e g i o n a -r i o s ) , l a n z a n d o s u s v e n a b l o s ( e n e s t e c a s o p i l a ) d e s d e l o a l t o , r o m -p i e r o n c o n f a c i l i d a d l a f a l a n g e d e l o s e n e m i g o s . U n a v e z d e s b a r a t a -d a , s e l a n z a r o n c o n t r a e l l o s c o n l a s e s p a d a s d e s e n v a i n a d a s . L o s g a l o s e n c o n t r a b a n m u c h a s d i f i -c u l t a d e s p a r a c o m b a t i r p o r q u e u n s o l o g o l p e d e v e n a b l o t r a s p a s a b a y t r a b a b a v a r i o s d e s u s e s c u d o s y, a l d o b l a r s e e l h i e r r o , n i p o d í a n a r r a n c a r l o n i t a m p o c o l u c h a r c o n c o m o d i d a d , y a q u e t e n í a n o c u -p a d a l a m a n o i z q u i e r d a , h a s t a e l p u n t o d e q u e m u c h o s , d e s p u é s d e e s t a r s a c u d i e n d o l a r g o r a t o e l b r a z o , p r e f e r í a n s o l t a r e l e s c u -d o d e s u m a n o y l u c h a r a c u e r -p o d e s c u b i e r t o ”. U n a v e z c l a v a -d a s e n u n e s c u d o , l o h a c e n i n ú t i l p a r a e l u s o c o n l o q u e s e o b l i g a a l a d v e r s a r i o a a r r o j a r l o ( Q U E S A D A 1 9 9 7 a : 3 2 4 ) . S i n é l , u n h o m b r e s e e n c u e n t r a e n s e r i o s p r o b l e m a s e n u n t i p o d e c o m b a t e c o m o é s t e ; p e r o a d e m á s , l a c o n c e n t r a c i ó n d e é s t a s a r m a s c o n t r a u n s e c t o r d e l a f o r m a c i ó n e n e m i g a , a p a r t e d e l o s h e r i d o s q u e p u e d a p r o v o c a r, i n u t i l i z a l a s d e f e n s a s d e u n g r u p o d e h o m b r e s , y p u e d e a r r a s t r a r -l e s h a c i a u n v e r d a d e r o d e s a s t r e a e l l o s y a s u f o r m a c i ó n , y a q u e l o s h a c e m á s v u l n e r a b l e s c o n t r a n u e v o s a t a q u e s .

1 7S o b r e e l d e b a t e a c e r c a d e l a e x i s t e n c i a y u t i l i d a d d e l O t h i s -m o s e n e l m u n d o g r i e g o c l á s i c o a p a r t i r d e l a e x p e r i m e n t a c i ó n v e r A . P i t t m a n : “ W i t h y o u r s h i e l d o r o n i t ” : c o m b a t a p p l i c a t i o n s o f t h e g r e e k h o p l i t e s p e a r a n d s h i e l d ; e n B a r r y M o l l o y ( e d . ) T h e C u t t i n g E d g e , s t u d i e s i n a n c i e n t a n d m e -d i e v a l c o m b a t , Te m p u s P u b l i s h i n g ,

Por J. M. Gallego Cañamero

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G l o u c e s t e r s h i r e , 2 0 0 7 . A u n q u e n o s o m o s p a r t i d a r i o s d e p e n s a r q u e e l O t h i s m o s f u e s e e m p l e a -d o p o r s i s t e m a , p e n s a m o s q u e , e f e c t i v a m e n t e , f u e u n r e c u r s o e n d e t e r m i n a d a s o c a s i o n e s e n l a s q u e e r a f u n d a m e n t a l s e p a r a r l a l í n e a e n e m i g a , c o m o o c u r r i ó e n M a r a t h o n o C a n n a e . D e h e c h o , l a f o r m a c i ó n e n c u ñ a , p u e d e c o n s -t i t u i r u n a e x c e l e n t e t á c t i c a p a r a d i v i d i r l a l í n e a e n e m i g a , m e d i a n -t e l a c o m b i n a c i ó n d e a t a q u e s d e a r m a c o r t a y p r e s i ó n f í s i c a d i -r e c t a .

Arqueología Experimental. Aproximación al escudo oval ibérico