1
JOCHA Jocha Castro Videla [email protected] A lo largo de su vida pública, Jesús elige de manera especial la mesa como lugar de encuentro. Son muchísimos los pasajes en los cuatro evangelios, pero principalmente en el de Lucas, en los que vemos a Jesús comiendo y bebiendo acompañado. Incluso ya resucitado, nos relata Juan, que Jesús espera a los discípulos en la playa, con un fuego encendido y un pescado en las brasas. No importa con quién; o, mejor dicho, sí importa: cena con todos y todas, lo cual es motivo de escándalo en la sociedad mediterránea de su época. Rafael Aguirre en su libro “La Mesa Compartida. Estudios del NT desde las Cs. Sociales” nos brinda un acercamiento muy interesante. La mesa en la tradición mediterránea y judía de aquella época (siglo I) tenía un alto contenido simbólico. En todas las sociedades, ya sean simples o complejas, el comer es la primera forma de iniciar y mantener relaciones humanas… Cuando un antropólogo descubre cuándo, dónde y con quién se come el alimento, puede deducir ya todas las demás relaciones entre los miembros de esa sociedad. 1 Un judío de aquella época se cuidaba tanto individualmente (qué tipo de alimentos comía, cómo se vestía, etc.) como socialmente (con quién comía, con quién hablaba, con quién contraía matrimonio), y romper cualquiera de estas leyes significaba ser penado o incluso expulsado de la comunidad. La mesa refleja los esquemas mentales de aquella época, los cuales a su vez nos permiten conocer los valores que estaban detrás. Muchas veces, estos detalles pasan desapercibidos para nosotros cuando leemos estas escenas en el Nuevo Testamento, por no prestar suficiente atención o por desconocer presupuestos obvios para la gente de aquella cultura. Las costumbres entorno a las comidas eran tan importantes en el siglo I que hasta hubo quienes se atrevieron a decir que “Jesús fue crucificado por la forma en que comía”. 2 Entre estos esquemas mentales se destaca uno: el sistema de pureza. Este sistema busca ordenar la realidad, lo que rompe el orden es lo impuro, lo manchado. Este sistema se encontraba simbolizado perfectamente en el Templo, los lugares para los gentiles, las mujeres, los sacerdotes y el Sumo Sacerdote, separados y diferentes de acuerdo a sus grados de pureza. Este sistema busca separar un pueblo de otro y, dentro de un mismo pueblo, a aquellos que son puros e impuros. Jesús rompe con este y otros esquemas mentales. Lo vemos comiendo con pecadores y publicanos, provocando reacciones de escándalo ya que, con esta participación en la mesa, está cuestionando el sistema de pureza. En nombre de Dios, no legitima 3. R. Aguirre, La Mesa Compartida, España 1994, p.59. 2. R. J. Karris, Luke: Artist and Theologian, New York 1985, p.47. 1. P. Farb / G. Armelagos, Consuming Passions: The Anthropology of Eating, Boston 1980, p.211. el orden social establecido sino que impulsa su trastrueque profundo, que permitirá la reintegración de los excluidos y marginados del sistema. 3 La cena con Leví y sus amigos, las parábolas de la Misericordia en Lucas, la cena en casa de Zaqueo… y los ejemplos se repitan una y otra vez. Jesús tuvo una elección clara. El Reino de Dios es compartir la mesa. Jesús pone en crisis las fronteras étnicas y simbólicas de la sociedad judía del siglo I; Él no delimita su grupo frente a los extraños. Jesús pretende reconfigurar un nuevo mundo simbólico en el que la misericordia sustituye la pureza. Los primeros cristianos continuaron con este legado, de los impuros de Israel a los paganos de todo el mundo, reuniéndose en casas y no en el templo, compartiendo el pan y los bienes con todos. En su Última Cena, Jesús se entrega; y en esa mesa se encuentran los pobres, los trabajadores, los discriminados, las mujeres, Leví… todos. Su mensaje fue acogido en aquel momento por esa gente. Sabemos que hoy no es así, que somos muchos y de toda clase los que buscamos a Jesús, sin embargo este signo de Jesús nos sirve para seguir creciendo en nuestro caminar junto a Él y a los hermanos y hermanas. Pasé la última Navidad fuera del país y, en la celebración de la Eucaristía, al momento de comulgar, el sacerdote pidió que sólo se acerquen a compartir el Pan, a Jesús, aquellos que sean “puros”, claro que no lo dijo con estas palabras. Me entristeció mucho. ¿Es que acaso Jesús no vino para los enfermos? ¿Es que acaso, en algún punto, no somos todos ‘impuros’? La Pascua es el paso de la muerte a la vida; Jesús fue el primero, pero la promesa del Padre es para todos y todas. Porque Él quiere que todos tengamos Vida, y Vida en abundancia, depende de nosotros acercarnos, acercarnos a compartir la Mesa con Él, compartir el banquete. Él salió por las calles a buscar a los pobres, lisiados, pecadores, cojos y mudos, y nos encontró a nosotros, y recibimos su mensaje, ¿Debemos nosotros establecer barreras, entonces, con aquellos que consideramos más pobres, lisiados, pecadores, cojos y mudos que nosotros? El Pueblo de Israel dio un paso de la esclavitud a la libertad; Jesús dio un paso de la muerte a la vida. Que esta Pascua podamos dar, cada uno con su taburete, un paso de la discriminación a la integración, del individualismo a la fraternidad, de la injusticia a la justicia. "En esa mesa se encuentran l pobres, l trabajadores, l discriminad, las mujeres, Leví… tod. " “Luego, una mesa común con manteles largos para todos, como esta Eucaristía. Cada uno con su taburete. Y que para todos llegue la mesa, el mantel y el conqué. Por algo quiso Cristo significar su reino en una cena. Y la celebró la víspera de su compromiso total. El de treinta y tres años celebró una cena de despedida con los más íntimos; y dijo que ese era el memorial grande de la Redención. Una mesa compartida en la hermandad, en la que todos tengan su puesto su lugar.” PADRE RUTILIO GRANDE

Cada uno con su taburete

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Columna del mes de Marzo

Citation preview

Page 1: Cada uno con su taburete

8 9Bienaventurados 2013 •• Bienaventurados 2013

JOCHAJocha Castro Videla [email protected]

A lo largo de su vida pública, Jesús elige

de manera especial la mesa como lugar de

encuentro. Son muchísimos los pasajes en los

cuatro evangelios, pero principalmente en el

de Lucas, en los que vemos a Jesús comiendo y

bebiendo acompañado. Incluso ya resucitado,

nos relata Juan, que Jesús espera a los discípulos

en la playa, con un fuego encendido y un

pescado en las brasas. No importa con quién; o,

mejor dicho, sí importa: cena con todos y todas,

lo cual es motivo de escándalo en la sociedad

mediterránea de su época. Rafael Aguirre

en su libro “La Mesa Compartida. Estudios

del NT desde las Cs. Sociales” nos brinda un

acercamiento muy interesante.

La mesa en la tradición mediterránea y judía

de aquella época (siglo I) tenía un alto contenido

simbólico. En todas las sociedades, ya sean simples

o complejas, el comer es la primera forma de

iniciar y mantener relaciones humanas… Cuando

un antropólogo descubre cuándo, dónde y con

quién se come el alimento, puede deducir ya todas

las demás relaciones entre los miembros de esa

sociedad.1 Un judío de aquella época se cuidaba

tanto individualmente (qué tipo de alimentos

comía, cómo se vestía, etc.) como socialmente

(con quién comía, con quién hablaba, con quién

contraía matrimonio), y romper cualquiera de

estas leyes significaba ser penado o incluso

expulsado de la comunidad.

La mesa refleja los esquemas mentales de

aquella época, los cuales a su vez nos permiten

conocer los valores que estaban detrás. Muchas

veces, estos detalles pasan desapercibidos para

nosotros cuando leemos estas escenas en el

Nuevo Testamento, por no prestar suficiente

atención o por desconocer presupuestos obvios

para la gente de aquella cultura. Las costumbres

entorno a las comidas eran tan importantes en

el siglo I que hasta hubo quienes se atrevieron a

decir que “Jesús fue crucificado por la forma en

que comía”.2

Entre estos esquemas mentales se destaca uno:

el sistema de pureza. Este sistema busca ordenar

la realidad, lo que rompe el orden es lo impuro, lo

manchado. Este sistema se encontraba simbolizado

perfectamente en el Templo, los lugares para los

gentiles, las mujeres, los sacerdotes y el Sumo

Sacerdote, separados y diferentes de

acuerdo a sus grados de pureza. Este

sistema busca separar un pueblo de

otro y, dentro de un mismo pueblo, a

aquellos que son puros e impuros.

Jesús rompe con este y

otros esquemas mentales. Lo

vemos comiendo con pecadores y publicanos,

provocando reacciones de escándalo ya que, con

esta participación en la mesa, está cuestionando el

sistema de pureza. En nombre de Dios, no legitima

3. R. Aguirre, La Mesa Compartida, España 1994, p.59.

2. R. J. Karris, Luke: Artist and Theologian, New York 1985, p.47.

1. P. Farb / G. Armelagos, Consuming Passions: The Anthropology of Eating, Boston 1980, p.211.

el orden social establecido sino que impulsa su

trastrueque profundo, que permitirá la reintegración

de los excluidos y marginados del sistema.3 La

cena con Leví y sus amigos, las parábolas de la

Misericordia en Lucas, la cena en casa de Zaqueo…

y los ejemplos se repitan una y otra vez. Jesús tuvo

una elección clara.

El Reino de Dios es compartir la mesa. Jesús

pone en crisis las fronteras étnicas y simbólicas

de la sociedad judía del siglo I; Él no delimita

su grupo frente a los extraños. Jesús pretende

reconfigurar un nuevo mundo simbólico en

el que la misericordia sustituye la pureza. Los

primeros cristianos continuaron con este legado,

de los impuros de Israel a los paganos de todo el

mundo, reuniéndose en casas y no en el templo,

compartiendo el pan y los bienes con todos.

En su Última Cena, Jesús se entrega; y en esa

mesa se encuentran los pobres, los trabajadores,

los discriminados, las mujeres, Leví… todos. Su

mensaje fue acogido en aquel momento por esa

gente. Sabemos que hoy no es así, que somos

muchos y de toda clase los que buscamos a Jesús,

sin embargo este signo de Jesús nos sirve para

seguir creciendo en nuestro caminar junto a Él y a

los hermanos y hermanas.

Pasé la última Navidad fuera del país y, en

la celebración de la Eucaristía, al momento de

comulgar, el sacerdote pidió que sólo se acerquen

a compartir el Pan, a Jesús, aquellos que sean

“puros”, claro que no lo dijo con estas palabras.

Me entristeció mucho. ¿Es que acaso Jesús no vino

para los enfermos? ¿Es que acaso, en algún punto,

no somos todos ‘impuros’?

La Pascua es el paso de la muerte a la vida;

Jesús fue el primero, pero la promesa del Padre

es para todos y todas. Porque Él quiere que todos

tengamos Vida, y Vida en abundancia, depende

de nosotros acercarnos, acercarnos a compartir

la Mesa con Él, compartir el banquete. Él salió por

las calles a buscar a los pobres, lisiados, pecadores,

cojos y mudos, y nos encontró a nosotros, y

recibimos su mensaje, ¿Debemos nosotros

establecer barreras, entonces, con aquellos que

consideramos más pobres, lisiados, pecadores,

cojos y mudos que nosotros?

El Pueblo de Israel dio un paso de la esclavitud

a la libertad; Jesús dio un paso de la muerte a la

vida. Que esta Pascua podamos dar, cada uno

con su taburete, un paso de la discriminación a la

integración, del individualismo a la fraternidad, de

la injusticia a la justicia.

"En esa mesa se encuentran los pobres, los trabajadores, los discriminados, las mujeres, Leví… todos."

“Luego, una mesa común con manteles largos para todos, como esta Eucaristía. Cada uno con su taburete. Y que para todos llegue la mesa, el mantel y el conqué. Por algo quiso Cristo significar su reino en una cena. Y la celebró la víspera de su compromiso total. El de treinta y tres años celebró una cena de despedida con los más íntimos; y dijo que ese era el memorial grande de la Redención. Una mesa compartida en la hermandad, en la que todos tengan su

puesto su lugar.” PADRE RUTILIO GRANDE