Capítulo 8 Fanfic

Mentir Por Amor Mentir Por Amor

Capítulo 8Conformarse con una

estrella(Shaoran)

Tres tonos, el teléfono acaba de marcar el cuarto y no hay ninguna respuesta al otro lado de la línea. El sol ha vuelto a ocultarse tras nuevas nubes grises que no predicen nada bueno, ni tampoco los truenos que sacuden hasta el rincón más oculto de Tomoeda. Quizás en desacuerdo con esa llamada telefónica que yo he decidido hacer para no desentenderme del todo, para dar señales de vida, que ya va siendo hora.

Hace unos minutos Sakura volvió a quedarse dormida, arropada entre un montón de sábanas. Durante ese tiempo yo me he complacido con observarla en el más absoluto silencio, sintiendo su cálida respiración sobre mi pecho. No podía dormirme otra vez y perderme su hermoso rostro durmiente, sus ojos cerrados y toda esa calma y serenidad que transmite a todo mí ser. Entre besos y caricias ha vuelto a caer rendida, prefiriendo olvidarse del resto del mundo hasta su próximo despertar. Y lo cierto es que me da igual que olvide ese dolor. Es más, lo único que deseo es que lo haga y recupere su sonrisa. Lo que no pretendo de ningún modo es que con su sueño olvide que la quiero. Sí, la quiero. Ya no me importa decirlo, ni llevar pintada en mis labios esa estúpida sonrisa que dibujamos los enanegros. Ahora que la he encontrado no pienso alejarla de mi vida…

Cuelgo el teléfono al séptimo tono y vuelvo a descolgarlo al segundo siguiente mientras repito el número marcado con anterioridad. En la calle ya ha empezado a llover otra vez. La gente corre bajo sus paraguas, sosteniendo bolsos y mochilas sobre los hombros y mirando continuamente el reloj para comprobar que aún tienen tiempo de llegar a la hora al trabajo.

Los tres primeros tonos se repiten al igual que las otras cuatro veces que he hecho la misma llamada. Es imposible que no haya nadie que pueda contestar a mi llamada. Siempre hay alguien que está ahí para

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contestar el teléfono. Y justo cuando estoy a punto de colgar el auricular, alguien descuelga al otro lado de la línea.

— ¿Diga?

Una voz femenina y algo aguda responde a la llamada con un ligero tono de aburrimiento claramente marcado en su voz familiar. No es otra que Fanren, mi hermana mayor, la que siempre conspiraba contra mí con la ayuda de mis otras tres hermanas restantes. Con resignación aprieto el auricular contra mi oreja. ¿Por qué no podía contestar otra persona? Si lo sé no vuelvo a llamar…

—Fanren, soy Shaoran.— ¡Shaoran! ¡Hermanito! —chilla al otro lado— ¡Pero bueno! ¿A qué debo el honor de tu llamada? Creí que ya te habías olvidado de mí. Te ha cambiado la voz, ¿sabes?— ¿Por qué crees que será? ¡Te recuerdo que el próximo 13 de julio cumpliré 18! —Fanren resopla contra el auricular y retoma la conversación.—Pero tú siempre serás mi hermanito. Aunque tengas 70 años…—Bueno, veo que estás bien, me alegro —digo apuradamente adivinándolo en su tono de voz— Pero en realidad llamaba para hablar con mamá. ¿Se puede? —Fanren se queda callada durante algunos segundos en los que yo espero poder escuchar sus próximas palabras.—Bueno lo que pasa es que, mamá…— ¿Qué? —pregunto precipitadamente empezando a preocuparme mientras mi hermana guarda pudoroso silencio— ¿Qué, Fanren?— ¿No te lo dijo Meiling cuando te llamó? Mamá se puso enferma hace algunas semanas y aún no se ha curado.

Esas líneas se clavan en lo más profundo de mi pecho. Mi prima me había comentado que simplemente se trataba de un refriado, una gripe como mucho. En cualquier caso, nada que no se pudiera superar a la semana. Y mamá llevaba ya casi un mes enferma.

— ¿No ha mejorado?—Sí, sí. Tú no te preocupes, ya está muchísimo mejor, pero todavía tiene que guardar reposo. Quizás sería mejor que llamases en unos días si realmente quieres hablar con ella.—No, necesito hablar con ella ahora. Por favor, pásale el teléfono.—Esta bien —contesta Fanren y casi puedo imaginármela encogiéndose de hombros mientras camina por toda la casa en dirección a la habitación de nuestros padres.

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Hace mucho tiempo que no escucho la voz de mamá. Y realmente no sé por qué de pronto me ha apetecido llamarla y saber qué tal está. Supongo que Sakura tiene parte de culpa. No sé por qué, pero consigue hacerme sacar esa parte de mí que yace oculta en el fondo de mi corazón y que tal vez conocemos por el nombre de amor. Sí, amor… Ya se lo dije, ella misma es el amor para mí y con ella puedo demostrárselo a todo el mundo. Además, Ielan no deja de ser mi madre ni yo su hijo. No está bien que ambos estemos sumidos en la completa ignorancia de la vida del otro.

A través del auricular oigo los pasos de mi hermana portando el teléfono en sus manos. Después puedo escuchar perfectamente unos toquecitos en una puerta de madera y finalmente, una cerradura que se abre. Fanren dice algo y acto seguido mamá debe de tomar el teléfono al tiempo que la puerta vuelve a cerrarse y mi hermana se marcha dejando a mi madre sola con su llamada. Sola conmigo.

— ¡Shaoran! —exclama precipitadamente, casi con desesperación.—Hola, mamá —contesto yo. Dios, cómo he extrañado esa voz durante todos estos años. Es más vieja, más cansada, más débil y sin embargo llena de fuerza y vitalidad. Sencillamente porque es la voz de Ielan Li. Su voz y la de nadie más.—Hijo mío… pero…No sabe qué decir. Y lo cierto es que yo tampoco sé cómo empezar a hablar. Mamá comienza a llorar al otro lado de la línea telefónica. Lágrimas de alegría por volver a escuchar la voz de su hijo, ése al que siempre protegía de cualquier mal, que peinaba su cabello sin éxito todas las mañanas, que defendía hasta la muerte, simplemente ése al que quiere. Sí, soy yo; Shaoran Li, heredero legítimo de la poderosa magia de Clow Reed.

— ¿Cómo te encuentras, mamá? Meiling me dijo que estabas enferma.—Ah, no te preocupes por eso. Ya casi estoy recuperada del todo. Es sólo que… este invierno ha sido muy duro, Shaoran. Pero estoy bien, ¿qué tal tú en Japón?—Todo va bien ahora… Aunque no hay novedades. No he encontrado a esa chica de la profecía de papá. He llegado a pensar si realmente esa muchacha existe.—Tu padre no te mintió aquella noche. Pero ten siempre presente que pase lo que pase, tú serás el que deba tomar la última decisión, así que tampoco te obsesiones, tienes el tiempo necesario para hacer lo que debas hacer.—Pase lo que pase… —repito con seriedad y luego decido cambiar radicalmente de tema al recordar la imagen de Sakura tras esas últimas cuatro palabras— Mamá, estoy saliendo con una chica…

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Los colores se me suben a la cara rápidamente. Obviamente no puedo verlo, pero sé que es así. Ielan se ríe mientras yo me pregunto por qué dije eso. ¡Se me escapó!

— ¡Ya era hora! Me alegro de que me lo cuentes. ¿Y cómo es la afortunada?— ¿Afortunada?—Claro que sí. Apuesto lo que quieras a que a muchas chicas les encantaría estar saliendo con alguien como tú.—No digas tonterías…—Mamá vuelve a reírse alegremente.—Tal vez llegaras a ser tímido… Pero bueno, no me has contestado, ¿cómo es ella?—Sakura es… —lo pienso durante un par de segundos— No sé cómo decírtelo, mamá. Es una chica estupenda. No he conocido a nadie como ella… De hecho creo que me he enanegro… ¡Yo! Es increíble. Sakura lo es todo…— ¿Sakura? Bonito nombre.— A decir verdad lo es… Sakura Kinomoto… —suspiro con aire soñador.— ¿Cómo? —Ielan se calla de pronto, tal como Fanren minutos antes, los mismos que ahora pasan en el reloj con indiferencia. ¿Qué sucede? ¿A qué viene ese silencio? ¿O sólo son paranoias mías?—Mm… ¿Mamá?— ¿Dijiste Kinomoto? —pregunta muy seriamente al tiempo que yo se lo confirmo— Sakura Kinomoto… ¿Qué siente ella por ti? ¿Lo mismo que tú por ella?—Aún no lo sabe. Pero quiero demostrarle que puede llegar a quererme, por eso hemos empezado a ser algo más que amigos. —Nuevamente nos invade el silencio hasta que Ielan decide volver a hablar. Y no parece ella.—Hazme un favor, Shaoran —susurra de forma casi inaudible— No…— ¡Ielan!

Una voz masculina y grave llena toda la línea telefónica. De pronto se escucha un fuerte golpe acompañado de un sonoro grito. Después, la nada, el silencio. La comunicación se interrumpe. Ya no soy capaz de escuchar a mi madre, ni sé qué ha sucedido. ¿De quién era esa voz? Se parecía a la de mi padre, aunque no la recuerdo con ese tono…

Con desesperación y algo de miedo, vuelvo a marcar el teléfono de mi casa en Hong Kong y aprieto el auricular fuertemente contra mi oído, esperando volver a escuchar la voz de Ielan. Pero en su lugar es una operadora la que contesta mi nueva llamada, lista para transmitir una terrible información… que no deja de repetirse.

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El teléfono marcado no existe… El teléfono marcado no existe… El teléfono marcado no existe… Asustado, dejo caer al suelo el auricular y rápidamente retrocedo algunos pasos. ¿Por qué? ¿Por qué ahora no ha respondido nadie? ¿Qué significa ese grito? ¿Qué pasa con Ielan?

—Shaoran…

Apoyada contra el marco de la puerta está ella; Sakura Kinomoto. Lleva puesta mi camisa, la que le presté la noche anterior, nada más. Le queda tan grande que le cubre lo justo y lo necesario para que su figura siga viéndose igual de inocente. Si bien poco a poco los botones comienza a desabrocharse y descender, mostrando su piel pálida y desnuda.

—Sakura…

Ella se aproxima lentamente y se agacha para recoger el teléfono del suelo y colgarlo posteriormente mientras la camisa se va bajando más y más. Maldita sea… ¿Por que tenía que haber tomado la camisa más grande que tenía para prestársela la noche anterior?

— ¿Qué pasa, Shaoran? —Pregunta acercando su rostro al mío— Estás muy pálido. —Niego un par de veces con la cabeza, tratando de recuperar la calma, pero inevitablemente mi mirada se pierde entre las piernas de Sakura, que empiezan allí donde acaba mi camisa en su cuerpo. —Oye… ¿Se puede saber dónde dejaste los pantalones?—Ah, los pantalones —murmura restándole importancia al asunto— Me los quite.—No, ¿en serio? Ya sé que te los quitaste, si no los llevas es obvio, pero lo que quiero saber es por qué. —Sakura se echa a reír alegremente, como si todo eso le importase un rábano.—Es que también me quedaban grandes y se me iban cayendo mientras caminaba. Si no me los quitaba iba a terminar cayéndome contra el suelo. Además, tú ya tienes que estar acostumbrado— se sube la camiseta hasta el ombligo y sin detenerse sigue ascendiendo— a este tipo de…— ¡Ok… ok… ok!

Y acallo sus intenciones con un largo beso. Puede que yo haya sido sumamente cariñoso con ella, pero eso no me hace olvidar mi condición de adolescente preuniversitario con las hormonas aún revueltas. Y las hormonas son algo complicado… peligroso incluso. Prefiero besar a Sakura de momento antes de precipitarme y ya estar desabrochándome la bragueta. No obstante, no consigo controlarme del todo y el deseo

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que de repente ha surgido enciende ese beso, que intensifica cada uno de nuestros sentidos. No es un baile suave como el de anoche. Está lleno de turbulencias… ¡Y cómo me gustan las turbulencias! Sube el ritmo, la velocidad… ¡La temperatura! Y es como si de pronto me sobrara toda la ropa y aún así me estuviera asfixiando. Uno, dos… ¡Trescientos cincuenta!

—¡Shaoran! —exclama Sakura retomando el aliento cuando nos separamos. Está completamente colorada y respira agitadamente, llevándose la mano al pecho y sintiendo los latidos de su corazón que, tal y como el mío, palpita a mil por hora— ¿Dónde aprendiste a besar así? — ¡Je! Buena pregunta…—No lo se… puede que en el mismo lugar en donde aprendiste tú.

Y juguetona como ella sola, Sakura se aferra a mi cuello y me devuelve el beso mientras la conduzco hasta la cocina. Sin saber exactamente cómo, al final acabo subiéndola sobre la encimera mientras yo la abrazo por la cintura y nos seguimos besando con la misma intensidad y fuerza. ¿Pero por qué se deja llevar así? Después de todo, ella sigue sin quererme… Aunque si de este modo consigo ganar puntos, lo aprovecharé al máximo. Y si no me da igual… Ahora me encuentro en el paraíso, ¿quién querría poner los pies en la Tierra de nuevo?

Muy despacio sus dedos se van colando por debajo de mi camiseta, ascendiendo y descendiendo mientras los míos trazan el recorrido idéntico por debajo de la suya. Y es entonces cuando Sakura da un fuerte golpe al armario que tiene detrás y un bote cargado de harina cae sobre nosotros. Antes de que se impacte, tiro de la mano de Sakura, que salta precipitadamente de la encimera, y ambos caemos al suelo junto con el bote de harina, que se ha esparcido en una nube de color blanco.

—Ay… —se queja ella incorporándose como puede, en medio de una tos que no cesa.

Está completamente bañada por una blancura infinita, sobre la que resaltan sus brillantes ojos verdes. Yo comienzo a reír revolcándome por el suelo. Verla de esta manera resulta demasiado cómico incluso para mí. Sakura cruza los brazos sobre el pecho algo enojada mientras se levanta y toma entre sus manos una bandeja metálica.

— ¡No te burles de mí! ¡Tendrías que verte tú la cara! —Y acto seguido me muestra mi reflejo en la bandeja plateada. Esta bien… tiene razón, ella está hecha todo un Picasso, pero yo no puedo ser menos, yo igualmente soy como un auténtico cuadro surrealista. Creo que me sale harina hasta de las orejas.

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—Ok, perdona… —digo divertido al tiempo que también me incorporo— No te enfades, Sólo jugaba…—La abrazo por la espalda y beso su cuello con dulzura, buscando ese perdón tan ridículo por algo sumamente pequeño.— ¿Sólo jugabas? —Pregunta con sarcasmo— Li, eso no parecía precisamente un juego…

Cierto, para qué negarlo. ¿Exceso? ¿Nos hemos pasado tan pronto? Bah, no ha sucedido nada… Y tampoco quiero que pase algo, no al menos hasta que ella corresponda de la misma forma a mis sentimientos, así como yo se los entrego.Tras un fugaz beso en su mejilla, desaparezco de la cocina dejando a Sakura allí para volver segundos después con una tarjeta de crédito en mis manos.

—Bueno, ¿qué? ¿Nos vamos?

(Sakura)

El auto se desliza suavemente por las calles que desembocan en amplias calles llenas de gente. Shaoran conduce despacio por la carretera, evitando el frío de diciembre bajo una infinidad de capas debajo de su cazadora de cuero. Varias personas se giran extrañadas al vernos pasar, quizás preguntándose qué hace una chica con su uniforme de instituto en un Porsche un lunes escolar y al lado de un chico que se da aires de adulto, aparentando más de diecinueve años. Y es que yo también me hago la misma pregunta… Quisiera saber por qué he accedido a la petición de salir con Shaoran cuando mis sentimientos hacia él son tan difusos, tan extremadamente complicados y confusos que rayan lo imposible. Intento convencerme a mí misma de que realmente estoy con él porque necesariamente tengo que sentir algo más que simple amistad, pero cuando lo pienso, lo único que me pasa por la cabeza es el pensamiento de que, en realidad, sólo soy una niña egoísta que se está concediendo un capricho sin pensar en la otra parte, ahora no se trata sólo de mí. Ahora somos dos. Shaoran y yo… Tal vez accedí y me dejé llevar por el simple hecho de que necesitaba sentirme valorada y querida cuando nadie más estaba dispuesto a darme su apoyo… Quizás porque Shaoran fue la primera persona que cuidó de mí, que estuvo a mi lado ofreciéndome su corazón cuando las lágrimas desbordaban mis pupilas y el mundo se cerraba entorno a mí. Asfixiándome. ¿O sólo se trata de una manera de darle las gracias? Claro que no… Yo quiero que él sea para mí todo lo que yo soy para él. ¡Quiero enamorarme de Shaoran! Porque realmente lo necesito conmigo. Así, sin más, sin motivo alguno. Quiero que esté junto a mí y

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ya está… Por eso soy egoísta; porque no puedo desprenderme de sus caricias, ni de sus besos, porque quiero más y más… Más incluso de lo que puede darme. Porque quiero corresponder a cada palabra, a cada gesto. Y si él me dice que me quiere, yo quiero contestarle lo mismo.

Muy despacio cierro los ojos y apoyo mi cabeza en el respaldo del asiento mientras Shaoran aumenta la velocidad del auto y mis manos se aferran aún con más fuerza entre si, convenciéndome de que jamás quiero abandonar esa sensación de sentirlo tan cerca y haciendo la promesa de que voy a aprender a amarlo aún si me lleva años. Sí, Shaoran. ¡Prometido!

Al cabo de unos minutos Shaoran detiene el auto frente a una enorme calle del centro de Tomoeda, rodeada de tiendas y enmarcada por los numerosos árboles que, indiferentes, observan a la gente vivir sus vidas. Se baja del Porsche con parsimonia y me ayuda a bajar con esa sonrisa tan suya.

— ¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunto devolviéndole la sonrisa y observando todo lo que me rodea.—Dime —susurra él abrazándome por la espalda— Si pudieras pedir cualquier deseo con la certeza de que se haría realidad, ¿qué pedirías?— ¿Un deseo?—Sí, cualquier deseo.

Lo cierto es que no entiendo muy bien qué pretende Shaoran con ese extraño juego. Además no puedo pensar con lógica teniéndole a esa distancia tan cercana a mi rostro… ¿Qué podría pedir? Deseo tantas cosas… Es imposible a la par que inútil quedarme con una sola, pues cuando se desea el universo no puedes conformarte con una estrella. Y pese a todo lo que quiero y que no tengo, pese a esos detalles que han decidido dejar de funcionar, me siento feliz. Será porque estoy con él, con Shaoran Li.

—Pues… creo que ahora no necesito otra cosa que no seas tú —murmuro al final mientras él vuelve a sonreír y me da un ligero beso en la mejilla.—Entonces… ¿Desearías pasar este día conmigo, Sakura Kinomoto?—Sí.—Si es así, pídelo.— ¡Qué tonto eres! ¡Me da pena! —digo de pronto enrojeciendo. Sin embargo, luego me acerco a sus labios y le beso dulcemente, replanteándome la idea— Quiero estar contigo… pero no sólo hoy…—Con eso me conformo… por el momento. —contesta alegre para después tomarme de la mano— Ven conmigo.

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Shaoran tira de mí y nos dirigimos hacia las tiendas como una pareja de novios felices de estar juntos, la diferencia es que ni siquiera sé si lo somos. Entre probadores y una multitud de precios que corresponden a sus prendas, las horas se pasan modelo tras modelo. Me siento una famosa actriz preparándose en su camerino para el gran estreno de la película de su vida. Ahora una falda, luego una blusa a la que le sigue un cómodo jersey, unas botas e infinidad de accesorios. Divertida, camino de un lado para otro vestida con diferentes cosas mientras Shaoran me da su más sincera opinión. Luego le toca el turno a él; pantalones, zapatos, sudaderas y camisas se deslizan por su cuerpo al tiempo que bromeamos y nos reímos de cualquier tontería, sobre todo cuando decidimos entrar juntos en el mismo probador y acabamos haciendo de todo excepto cambiarnos de ropa, entendiendo por "hacer de todo" fundirnos en un delicioso beso de aquellos que sólo puede dar Shaoran, cargado de algo que no sé definir, pero que me encanta. Tiene fuerza, firmeza, seguridad, deseo, amor… Me pregunto cuántas veces habrá besado así a otras chicas, otros labios ajenos a los míos, labios diferentes… Y un pequeño tirón sacude mi pecho, como un dolor agudo, una reclamación de esos labios que ahora son para mí, los cuales no quiero compartir con nadie más. ¿Otra vez mi egoísmo? No, no, no… Shaoran no puede ser sólo un capricho. ¡Ni hablar!

— ¿Y qué tal esto?

Shaoran sostiene un precioso vestido de color negro y corte medio, cuya tela lisa y suave se deja caer graciosamente en un montón de pliegues con uno que otro volante por el bajo. Tiene un amplio escote, principalmente porque el vestido carece de mangas, y la espalda queda totalmente al descubierto hasta que empieza la cintura. Es realmente una prenda preciosa, muy sofisticada… y muy cara.

—Vaya… es muy bonito. —Digo asombrada. — No sabía que tuvieras tan buen gusto.— ¿Por qué no te lo pruebas?—Pero…

Antes de que pueda protestar, Shaoran me empuja suavemente hacia el probador y cierra la cortina una vez se asegura de que estoy dentro. Comprendiendo que no va a aceptar un no por respuesta, me desnudo para vestirme con esa tela tan adecuadamente recortada. Apenas puedo creerlo cuando me miro en el espejo… Pareciera que ese vestido ha sido diseñado exclusivamente para mí. Cada parte se adapta perfectamente a mi cuerpo, dando una imagen mucho más adulta de mí, como si de pronto dejase la adolescencia para descubrir un mundo nuevo que nada

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tiene que ver con la vida cotidiana de cualquier chiquilla que empieza a ser mujer.

—Eres hermosa, Sakura. Pareces toda una princesa —comenta Shaoran asomando la cabeza por la cortina tan de improvisto que no puedo evitar soltar un grito.— ¡ahhhh! ¡Me asustaste eres un tonto!—No será para tanto… ¿Te gusta cómo te queda?—Sí, es muy bonito —admito mientras contemplo mi cuerpo reflejado en el cristal del espejo y percatándome por primera vez en las dos bolsas que Shaoran sostiene en sus manos. — Oye, ¿qué es…?

Él extrae un sencillo pero hermoso abrigo igualmente de color negro y que conjunta con el vestido que llevo puesto, al igual que las zapatillas altas de tacón que saca de la segunda bolsa.

—Póntelo.— ¿Qué?—Tú sólo hazlo.

Nuevamente me deja a solas en el probador entre un millón de dudas que decido no plantear demasiado, por lo que al final me dedico a seguirle el juego y obedecer. Cinco minutos después abandono el probador vestida con todo lo que él ha elegido.

— ¿Cómo… me queda? —pregunto con curiosidad dando una vuelta a su alrededor.—Genial. Sakura… —se acerca muy despacito y roza sus labios contra los míos sin llegar a besarlos. Luego sonríe pícaramente— ¡Eres preciosa! —Los colores se me suben inmediatamente al rostro y enseguida pego mi cara a su pecho para evitar que Shaoran lo note, pero no puedo disimularlo.—Bu-bue-bueno… Voy a cambiarme…—Me doy la vuelta para volver al interior del probador, pero Shaoran me toma de la mano y me arrastra hasta el exterior de la tienda tras despedirse de la empleada. ¡¿Qué hace?— ¡Oye, Shaoran! ¿Qué pasa con toda esta ropa? ¡Nos hemos ido sin pagarla! ¡Y dejamos la mía en el probador!—No te preocupes y súbete al auto… Tu ropa ya la guarde aquí, en el auto.— ¿Qué? Pero… así sin más… No me gusta robar.— ¿Ah, no? Entérate de una vez; a mí me has robado el corazón…— ¡Pero qué tonto eres! —exclamo mientras vuelvo a subirme al Porsche y Shaoran me da un fugaz beso en los labios. Minutos después arranca y ambos volvemos a perdernos en la infinidad de calles de Tomoeda.

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—El vestido y todo lo demás lo pague mientras no mirabas.— ¿Qué? ¿Por qué lo hiciste? No tenías que haber…—A ti te gusta, ¿no? —Asiento con la cabeza— Entonces ya está.—Pero te habrá costado mucho dinero. En cuanto pueda te lo pagaré todo.—Qué dices, ni se te ocurra. Es un regalo, ¿Esta bien? Y no acepto devoluciones.—No va a servir de nada discutir, ¿verdad? —pregunto y él afirma sonriendo— Entonces… Muchas gracias, Shaoran.

Las horas se pasan entre más y más consumismo puro y duro hasta que decidimos parar en el camino para tomar energías, comer algo y seguir en lo nuestro, sin que lo demás nos afecte lo más mínimo.

Entre una cosa y otra, al final acabamos la tarde en un centro comercial, jugando hasta las siete en los recreativos del último piso. Shaoran es un buen rival, sobre todo con el Air Hockey. Sus movimientos son tan gráciles y rápidos que apenas me da tiempo a ver el disco sobre la mesa antes de que desaparezca en el interior de la portería. Y cómo no, le pido la revancha tras la derrota, así una y otra vez. Ganando, perdiendo, sonriendo y olvidando lo que no tenga nada que ver con nosotros. Justo como hace unos años, cuando ambos nos molestábamos durante las clases de Educación Física por ver cuál de los dos acababa antes la carrera, quién metía más canastas o quién ganaba un partido de voleibol. Solíamos retarnos con la mirada y era todo un desafío seguirnos el juego. ¿Quién hubiera sido capaz de decir que años después acabaríamos saliendo juntos? Yo desde luego que no. Sobre todo porque cuando nos conocimos, Shaoran no me caía demasiado bien, pese a todos mis esfuerzos por tener una amistad con él, nada dio el resultado esperado y al final acabé desistiendo en el intento… Hasta hace unas cuantas semanas.

—Vaya, vaya, vaya… Pero si es Sakura.

Una voz más que familiar corta el aire en el momento que rompe la agradable atmósfera que hemos construido Shaoran y yo durante toda la tarde No puedo creerlo… ¡Me niego a escuchar esa voz! No puede ser cierto… Y sin embargo ahí están los dos; Touya y Yukito.

Mi primera reacción es salir de allí corriendo, pero mis piernas no quieren moverse de su sitio. Ya han pasado varias semanas desde el incidente que terminó con cualquier relación que podía haber entre mi hermano, Yukito y yo, pero no era capaz de acostumbrarme a esa situación. La sensación de que sólo había sido un títere para divertir a un

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público inexistente era demasiado fuerte y no lo podía dejar pasar con facilidad.

—Vámonos, Shaoran —susurro tomándolo de la mano y caminando en dirección contraria, pero él se niega a seguir andando— Vamos…— ¡Espera Sakura…! —interviene Yukito.— ¿Qué haces? —pregunta Shaoran de tal manera que solo yo pueda entender sus palabras. ¿Y ahora qué?— ¿No crees que ya es hora de arreglar las cosas? Tú te mereces una explicación. ¿Vas a seguir huyendo?— ¿Qué dices, Shaoran? No puedo…—Es tu hermano, y pase lo que pase va a seguir siéndolo. Y Tsukishiro es una persona muy importante para ti, al menos lo era hasta hace unos días. No puedes eliminarlos de tu vida por las buenas. Ni aunque quieras. —Suspiro con resignación. Maldita sea… Tiene razón. Debería ser valiente y enfrentar mi realidad de una vez por todas. Sin embargo…— ¡Maldición! ¿Por qué tienes que ser tan bueno? Que yo arregle las cosas con Yukito no es algo que pueda beneficiarte, sino todo lo contrario.—Bueno, correré el riesgo. —Shaoran sonríe y me toma por los hombros deshaciendo los pasos andados y regresando junto a Touya y Yukito, que sonríen aparentemente alegres.— ¿Podemos hablar un momento contigo, Sakura? —comienza Tsukishiro mientras yo intercambio miradas con Shaoran.

Él asiente con la cabeza y acto seguido me encuentro con mi hermano y Yukito en una cafetería más de las muchas que hay en ese centro comercial. Shaoran nos ha dejado solos para que podamos hablar con más tranquilidad con la excusa de que debía ir a comprarse unos zapatos nuevos, pero lo cierto es que estoy mucho más calmada si está conmigo que a solas con Touya y Yukito.

—¿Un café? —pregunta Yukito con cortesía cuando nos sentamos en los taburetes tras la barra.—Sí, con leche, por favor.—A mí pídeme uno con hielo, Yuki.

Yukito asiente e inmediatamente llama a un camarero larguirucho, de cabello corto y negro y ojos azules escondidos tras unas gafas de montura fina y plateada, que se pasea por la barra llevando y trayendo bandejas con bebidas y uno que otro aperitivo.

— ¡Disculpe! Podría darnos dos cafés con leche y uno con hielo.—Enseguida señor. —Y desaparece en la cocina de la cafetería.

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— ¿Qué tal estás? Ayer no llegaste a la casa. —dice mi hermano con una expresión compungida en el rostro.—No, se lo dije a papá, que iba a estar con… una amiga… —Touya se encoge de hombros y mira de forma acusadora a Shaoran, que frente al estante de tenis, observa con fingido interés unos Nike de color negro.—Si necesitas cualquier cosa… sabes que puedes contar conmigo, Monstruo —masculla mi hermano entre dientes sin quitarle el ojo de encima a Shaoran.

Puede que esa sea su manera de pedir perdón o puede que sólo se trate de una frase dicha al azar, pero lo cierto es que de pronto siento que la vida ha recuperado su curso habitual. Y si he regresado a la normalidad, me corresponde a mí propinarle a Touya la tradicional patada en la espinilla tras su peculiar apelativo. Ese gesto por mi parte no se hace de esperar, y pronto Touya hace muecas de dolor quejándose por la dureza del golpe, aunque sin dejar de sonreír. Tanto que incluso acaba contagiándome la sonrisa.

—Ya lo sé, hermanito.—Sakura… en verdad que lamento lo ocurrido. Ni Yukito ni yo pretendíamos hacerte daño. Pero la situación se nos fue de las manos. ¿Crees que podrás llegar a perdonarnos algún día?—No te preocupes por eso, Touya —digo tranquilamente mientras el camarero de antes llega con la bandeja sobre la que reposan tres tazas de café y un vaso con hielos para el de mi hermano— He comprendido que no podía tratar de retener el amor de Yukito si ni siquiera iba dirigido a mí. Y ahora todo está bien… ya lo he olvidado, aunque no les voy a negar que me la pasé muy mal, sobre todo porque en ningún momento me dijeron la verdad.—Perdona, Sakura —continúa Yukito— Queríamos decírtelo, pero teníamos miedo a lastimarte diciéndote que había otra persona en mi vida y de que acabaras odiándonos por ser precisamente la que creías ser la novia de tu hermano la otra parte, la persona con la que verdaderamente quiero estar…—Niego con la cabeza una y otra vez.—Da igual. De todas formas tal vez lo nuestro no hubiera funcionado, Yukito. Quiero decir que tarde o temprano habríamos terminado cortando…— ¿Y eso? —pregunta mi hermano con curiosidad.

Yo suspiro profundamente y clavo mis ojos en la figura de Shaoran de manera soñadora, que se pasea por los numerosos estantes comparando zapatos que no va a comprar. Como si cayera en la cuenta de que está siendo observado, dirige su mirada hacia la nuestra, saluda con un guiño dirigido hacia mi y luego vuelve a sumirse en nuevas

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estanterías que ofrecen zapatos de marcas conocidas a un precio que poco puede importarle.

—No lo se. —Touya repara en la forma que adopta mi cara ante la visión del chico y enseguida frunce el ceño, ligeramente enfadado. Bebe un sorbo de su café helado.—A mí no me engañas, Sakura —comenta arqueando las cejas— Anoche no dormiste en casa de una amiga, ¿cierto? Sino con él —y señala a Shaoran con un gesto de la cabeza. —Inmediatamente me pongo colorada.— ¿Qué? Eso no es cierto… Estuve toda la noche con Tomoyo y… nosotras… Sólo que me enontré con Shaoran por casualidad, nada más.—Sakura, tu cara es un libro abierto. Si pasaste la noche con el mocoso es tu problema. Ahora, que si él te ha puesto la mano encima… el problema será de ambos. —Touya cruza las manos sobre el pecho y lanza una mirada asesina a Shaoran.—No me ha hecho na…—Pero de pronto recuerdo el fugaz momento de esta mañana entre besos y caricias, manos que se cuelan por debajo de camisetas y el termómetro marcando una temperatura que no deja de subir.— ¡Sakura! ¡¿Qué fue lo que hicieron? —exclama golpeando la barra con el puño cerrado y bastante nervioso.— ¡Nada, no hemos hecho hasta ahora!— ¿Cómo que hasta ahora? Oye, tú… ¿Que te crees.?—Touya, déjala, Sakura sabe cuidarse sola, ya no es una niña. Limítate a ser su hermano y no a hacer las veces de padre, ¿quieres? Seguro que Fujitaka no se exalta por algo como eso… Además, ese joven es un buen chico. Has elegido bien, Sakura.— ¡Bah!

Touya se gira en su taburete y se acaba el café dándonos la espalda. Yukito… ¿Cómo que he elegido bien? Más bien ha sido Shaoran quien tomó la decisión por mí. Al cabo de unos minutos, Shaoran regresa a la cafetería con nosotros y, tras hablar de nuestras cosas, Touya y Yukito deciden marcharse a casa.

— ¿Vendrás esta noche a dormir, Monstruo?—Pues… —intercambio una rápida mirada con Shaoran— Creo que no. Voy a pasar la noche en el departamento de Shaoran.— ¿Departamento? ¿Vives tú solo? —Él asiente con la cabeza y mi hermano suspira con resignación.—Por favor, Touya, no le digas a papá que estoy con un chico. Te prometo que seré buena, así que por favor, no le digas nada.

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—Haz lo que quieras —cede Touya antes de dirigirse a Shaoran— Tú, mocoso, escúchame bien, ni se te ocurra hacerle algo a mi hermana, ¿entendido?—De acuerdo.—Si le pones un dedo encima ya ajustaremos cuentas tú y yo.— ¡Touya! ¡Déjalo en paz! —exclamo enfurecida y algo sonrojada.

Yukito toma del brazo a mi hermano y lo arrastra hasta las puertas del centro comercial riéndose por el ridículo de la situación. No sé quién es más infantil de los dos. Si Touya a sus veintidós años, o yo a mis diecisiete.

—Bueno, chicos, nosotros nos vamos —se despide Yukito— Diviértanse.

Tras hacer un misterioso guiño, comienza a caminar en la oscuridad de la noche que ya se ha cernido sobre Tomoeda, acompañado de mi hermano que lo sigue entre quejas.

A cada paso, siento que Yukito se aleja más y más de mí lado. Y esta vez para siempre. Tras el perdón por todas esas lágrimas derramadas, esos días interminables y sumidos en una agonía monótona y la sensación de culpabilidad vibrando en mi pecho, ya no quedaba absolutamente nada. Era el adiós definitivo… Sí, para siempre, como si los momentos compartidos con él jamás hubiesen visto la luz del sol. Y duele… duele saber que una historia tan bonita nunca podrá dar sus frutos porque alguien ha aparecido en el cuento de hadas, un nuevo príncipe para la princesa. Y pese a que he intentado hacerme a la idea de que todo había sido una mentira, una burla sin sentido, los recuerdos vuelven a inundar cada recoveco de mi corazón.

¿Dónde queda el amor después de ser compartido durante tanto tiempo? ¿Se olvida y ya está? ¿No hay retorno? ¿No hay nuevas oportunidades? ¿Se sustituye por otro dejando el anterior atrás, en la ignorancia, en la oscuridad?Mis ojos se llenan con lágrimas a las que no logro dar un significado concreto. ¿Por qué estoy llorando? ¿Acaso aún no he olvidado a Yukito Tsukishiro? ¡No! Yo ahora estoy con Shaoran. ¡Quiero estar con Shaoran! No puede haber otro más que él. Nunca… Y de todos modos, Yukito jamás podrá sentir algo más por mí que no sea amistad. Pero…

— ¡Yukito! —Comienzo a correr hacia el horizonte, en la dirección en donde mi hermano y Yukito han decidido marcharse y, cuando doy con ellos, no hago otra cosa que refugiarme en el pecho de la persona a la que siempre he amado. Simplemente así, en silencio, haciéndome daño.

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—Sakura, ¿qué estás haciendo? —Sí, ¿qué estoy haciendo? Definitivamente soy una estúpida.— ¡Por favor! Sólo abrázame un momento. Después te prometo que me marcharé y te dejaré en paz de una vez y para siempre. Pero ahora quédate así…—Sakura…

Yukito rodea mis hombros con sus brazos y se queda en esa posición hasta que decido calmarme y convencerme a mí misma de que con cada lágrima voy a eliminar cualquier recuerdo suyo, al menos los que nos encadenaban a esa relación inútil y frustrante, esa relación en la que no había amor. ¡Ya! ¡Reacciona! No es con él con quien debes estar.

—Perdóname, te estoy molestando con mis tonterías. Debo irme…—De… acuerdo.—Yukito —susurro al tiempo que me voy alejando—Gracias por dejarme tener estos sentimientos hacia ti. Y perdóname de nuevo, porque esa parte de nuestra historia tendré que olvidarla. Adiós.

Yukito y Touya se miran durante unos segundos antes de ver cómo me marcho relativamente de sus vidas. No pasa nada, ¿cierto? Yukito es feliz, Touya es feliz y como consecuencia, yo también lo soy. ¿Qué problema hay si yo en realidad estoy enamorada de…? ¡Un momento! ¿Estoy enamorada de…?

Cuando regreso unos minutos después a las puertas del centro comercial, encuentro a Shaoran apoyado contra su Porsche, sosteniendo las llaves entre sus manos. Parece algo afligido. ¿Y cómo quieres que esté? ¡Te has ido sin ninguna razón y lo dejaste aquí solo!

—Lo siento, Shaoran. No tenía que haberme marchado… ¡Soy una idiota!

Shaoran no dice nada. Simplemente se dedica a darme a abrirme la puerta e indicarme que suba al auto con él. Sin pronunciar palabra decido obedecer y a los dos segundos siguientes, ya estamos circulando a toda velocidad por las calles oscuras de Tomoeda.

No quiero que la magia que hay entre nosotros se rompa, pero fui una estúpida por creer que podía haber algo más por Yukito, algo que no hubiera caído en el olvido… Y sin embargo no hay nada. Los pocos intentos que hago por abrir la boca y romper el silencio terminan siendo un fracaso, Shaoran no hace otra cosa que mirar al frente y permanecer callado. Por nada del mundo quiero poner en riesgo

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la integridad de los sentimientos que él me entrega, pero ¿qué sucederá si él decide terminar conmigo? Si se arrepiente no me será nada fácil deshacerme de su cariño, ni tan siquiera de su amistad.

Finalmente el auto se detiene frente al bloque de departamentos en donde vive Shaoran. Hemos llegado a nuestro destino, pero ninguno de los dos se atreve a bajar del Porsche. Yo me quito el cinturón y espero a que él haga lo mismo, pero al no ver ninguna reacción por su parte decido tomar la iniciativa de decirle adiós a él también.

—Bueno… creo que será mejor que por hoy me vaya a casa, Nos vemos mañana…—Antes de que pueda dar un paso, Shaoran me toma de la mano y ya no me suelta.—Sakura —masculla en tono melancólico, pero sin abandonar su habitual seriedad— ¿Sigues enamorada de Tsukishiro? Porque si es así, nada de esto tiene sentido…—No, Shaoran… No pienses eso de mí, por favor…— ¡No! ¡Claro que no! —exclamo aferrándome de pronto a su cazadora— ¡Ya no siento nada por él!—Y entonces, ¿por qué…?—Porque para mí es como si me arrancaran una parte muy importante… Siento que es el adiós definitivo, que las cosas no van a volver a ser como antes…—Pero si continúas pensando en esas cosas, esto no va a funcionar. No puedes pretender salir conmigo y estar enamorada de otro.— ¡Te equivocas! No es nada de eso…—De nuevo silencio y lágrimas a punto de desbordar. Dios mío, ¿qué pasará si decide desaparecer de mi vida tan pronto como ha entrado?— ¿Tú me quieres?— ¡Yo…! —me veo obligada a interrumpirme. ¿Cómo puede preguntarme esas cosas? ¿Qué voy a saber yo? La única certeza que pasa por mi mente es que ahora mismo no soportaría perderlo— Shaoran, tú a mí me gustas mucho, pero no sé si eso ya es amor. Sólo necesito un poco más de tiempo para demostrarte que realmente te quiero. Sólo un poco más, por favor… No quiero que te vayas de mi lado. Sé que puede sonar muy egoísta, pero es la verdad. ¡Yo te necesito! ¿Cómo puedes decir que esto no tiene sentido o que no va a funcionar? Déjame demostrarte que puedo amarte…— ¿Demostrármelo? ¿Cómo?—De alguna manera… Sólo necesito tiempo. Sólo… —y de pronto lo veo claro. Si no quiero perder a Shaoran por una tontería, si realmente quiero que esté dentro de mi vida, soy capaz de hacer cualquier cosa, incluso si es algo que nunca antes he hecho por nadie más.

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Así me alzo de puntillas y me apoyo sobre sus hombros. Lo beso suavemente en los labios al tiempo que él me abraza con fuerza y corresponde a ese gesto. Únicamente quiero que sepa que puedo quererlo y estar a su lado, que puede ser mi vida entera. Sólo él. Necesito que me crea, que no me deje y que así algún día pueda sentir lo que él siente por mí.

Cuando nos separamos para tomar aliento tras el largo beso con el que hemos entrado en calor en mitad del frío mes de diciembre, nos quedamos intercambiando intensas miradas durante algunos segundos sin saber si volver a unir nuestros labios o no.

—Vamos a tu departamento. —susurro completamente decidida.— ¿Qué?—Voy a arriesgarme contigo.—Ah, ¿ahora se llama de esa forma?—Tonto —murmuro golpeando su brazo— Subamos…—Sakura… No necesito nada de eso… Me basta con todo lo que me acabas de decir.— ¿Quieres o no? Yo te estoy diciendo que sí. —Sonríe pícaramente mientras roza su nariz con la mía.—Sus deseos son órdenes —me besa— mi princesa…

Y de pronto ya no siento el suelo bajo mis pies. Será porque de repente Shaoran me toma en brazos y comienza a subir las escaleras hacia su departamento conmigo a cuestas. Ahora un beso se escapa por aquí, luego una mordida en el cuello por allá. ¡Eso va a dejar marca! Y entre risas y caricias subimos escalón tras escalón.

Ahora a buscar las malditas llaves que abran la puerta, pero antes un último beso. ¿El último? No lo creo… Em… Shaoran… Estás metiendo la mano en el bolsillo equivocado… En fin, qué más da, luego ya me permitiré yo el lujo de juguetear. Shaoran me deposita en el suelo tras encontrar las llaves y tener pleno acceso a su departamento, a su sofá, a su cama, a su bañera… Sakura… ¿Y si dejamos un poquito de lado la imaginación para más tarde. No es mala idea. De momento será mejor aprovechar la ocasión tan especial que se abre ante mí, ante nosotros, sin pudor, sin arrepentimiento, porque tal vez así pueda convencerme a mí misma de que Shaoran vale la pena y también demostrarle que estoy dispuesta a lo que haga sea para caer completamente enamorada. Tal vez… Esto no tiene por qué ser únicamente cuestión de sexo, ¿verdad? Y además, yo quiero estar con Shaoran, desconozco los motivos, pero cuando estaba diciendo que lo nuestro no funcionaría tenía la extraña impresión de que algo se rompía en el interior de mi pecho.

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El departamento está completamente a oscuras y apenas sabemos por dónde vamos, aunque juraría que ahora mismo nos encontramos en la sala, destino "sofá". No sé si será muy cómodo, pero desde luego no pienso presentar ninguna queja. Más bien es hora de pasar a la acción y acelerar el ritmo.

Mis manos temblorosas cargadas de inseguridad e inexperiencia se aferran por debajo de la camisa de Shaoran, puesto que él ya ha perdido la cazadora quedando ésta abandonada en el suelo, al igual que mi abrigo que ha corrido la misma suerte, y comienzan su recorrido ascendente, trepando más y más, arrastrando, llevándose la camiseta de Shaoran hasta dejar su pecho completamente al descubierto.

¡O Por Dios! ¿Este chico va al gimnasio? Dios… Deja de babear y céntrate en lo que él te haga.Las manos de Shaoran imitan a las mías en sentido contrario, e igualmente la cremallera del vestido negro acaba bajándose lentamente haciendo así descender la prenda por mi cuerpo.

De pronto un fugaz rayo ilumina brevemente la oscura sala y ambos nos sobresaltamos por el estruendo producido. En la calle ha empezado a llover, pero dentro de nuestra morada todo es sereno y hace calor… fuego en pleno invierno.

Shaoran lleva una de sus manos a mi espalda y empieza a besar el hueco comprendido entre mi cuello mi hombro mientras yo hago la cabeza hacia atrás y me dejo llevar. ¿Será que esto está pasando de verdad? ¿No lo estoy soñando? Y si es un sueño, ¿es normal? ¿No va esto demasiado rápido? Nos conocemos desde hace tres años, pero no hemos comenzado a salir oficialmente hasta ayer.

¡Bah! Prefiero no pensar en eso ahora. De lo contrario no podré disfrutar del momento. El vestido cae al suelo de mis hombros y deja al descubierto la parte superior de mi cuerpo y las manos de Shaoran se cuelan por rincones insospechados.

—Mmm…—Un largo suspiro se escapa, soñador, de mi boca cuando acaricio su mejilla y observo todos y cada uno de sus rasgos en la oscuridad. Luego nos dejamos caer pesadamente sobre el sofá como si repentinamente nos hubieran fallado todas las articulaciones de nuestro cuerpo.

— ¡AY!—Mm… ¿Sakura? ¿Estás bien?— ¿Qué? ¿Cómo que Sakura?

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— ¿Shaoran?— ¡Maldita sea! ¿Dónde está la luz en esta casa? ¡Oh, aquí!

Las luces del departamento se encienden tan deprisa que por un par de segundos consiguen cegarme en medio de toda esa confusión, pero cuando consigo enfocar apenas puedo creerme lo que veo.

En el sofá y justo debajo de nosotros hay una chica que más o menos aparenta nuestra edad. Es alta, delgada, de cabello negro como el ala de un cuervo y largo, recogido en dos coletas atadas con sendos lazos rojos. Viste una falda blanca y una camiseta de manga larga de color rojo. Sus ojos carmesíes me escrutan con curiosidad y si mirada se mueve de izquierda a derecha, de Shaoran a mí y viceversa. ¿Quién es esta chica? ¿Qué está haciendo en el departamento de Shaoran? ¿En su sofá?

—Vaya, vaya, Shaoran… —comenta con tono meloso— Así que de esta manera vives tú en Japón, ¿eh? Y luego llamas a casa para hacerte la víctima.

El rostro de Shaoran enrojece por completo, aunque no sabría distinguir si de vergüenza o de ira. Ahora que la luz está encendida puedo ver a la perfección cada músculo bien definido de su torso desnudo, los pectorales, los abdominales y… No pienses en eso ahora…— ¿Se puede saber qué estás haciendo tú aquí? —La chica cruza los brazos sobre el pecho para dejarlos caer a ambos lados de los costados y luego contemplar su manicura perfectamente cuidada.—Si dejaras hablar a la gente cuando quiere decirte algo importante lo comprenderías.— ¿Ah, sí? Pues… ¿Sabes? No me interesa… ¡Lárgate! Ahora estoy ocupado…—Obviamente, Shaoran. Podría decirse que te encontré con las manos en la masa. Pero… no pienso irme. Si me hubieras escuchado cuando te llamé por teléfono sabrías que hoy iba a venir a Japón para ayudarte con tu misión, aunque si tienes tiempo para estas cosas —y me señala con el dedo índice en tono despectivo— será que también tienes tiempo para arreglártelas solo.

Yo cada vez entiendo menos, pero me estoy empezando a poner nerviosa desde que Shaoran dejó de besarme y yo me quedé en paños menores, un frío repentino ha invadido mi cuerpo sin permiso. ¿Cómo es que la temperatura bajó tan de repente? Necesito una explicación ya… y una manta no me vendría mal tampoco.

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—Disculpa, pero —intervengo dirigiéndome a la chica de ojos carmesíes— ¿Quién eres tú?—Oh, sí, perdona… No me he presentado. Qué maleducada soy —Shaoran resopla perdiendo la poca paciencia de que dispone— Soy Meiling, la prometida de Shaoran.

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Capítulo 8 Fanfic