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21 Galde 15 - verano/2016 l término cultura es usado para designar ámbitos muy distintos. Vale tanto para describir el conjunto de conocimientos, valores, creencias y formas de vida que nos constituyen como personas, Cultura y Crisis Paisajes tras la tormenta E como también para referirse, de manera más clásica, a ese conjunto de actividades humanas creativas que van desde las artes a las le- tras, sin excluir su producción y difusión masiva por medio de la industria audiovisual o editorial. Este último concepto de cultura se ha ido convertido cada vez más en un elemento constitutivo del Esta- do de Bienestar en Occidente. Las políticas públicas de apoyo a la cultura han permitido la existencia de museos, bibliotecas, teatros, festivales y una gran variedad de actos que, pese a las desigualdades de acceso y participación existentes, dan una medida de la calidad de la vida democrática de una sociedad. ... Cultura y Crisis

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l término cultura es usado para designar ámbitos muy distintos.Vale tanto para describir el conjunto de conocimientos, valores,creencias y formas de vida que nos constituyen como personas,

Cultura y Crisis

Paisajes tras la tormenta

Ecomo también para referirse, de manera más clásica, a ese conjuntode actividades humanas creativas que van desde las artes a las le-tras, sin excluir su producción y difusión masiva por medio de laindustria audiovisual o editorial. Este último concepto de cultura seha ido convertido cada vez más en un elemento constitutivo del Esta-do de Bienestar en Occidente. Las políticas públicas de apoyo a lacultura han permitido la existencia de museos, bibliotecas, teatros,festivales y una gran variedad de actos que, pese a las desigualdadesde acceso y participación existentes, dan una medida de la calidad dela vida democrática de una sociedad. ...

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Por eso cuando con la crisis económica de estos últimos años,las administraciones públicas dejan drásticamente de invertir en cul-tura, se produce una fractura en el sistema democrático, porque lainiciativa privada no puede ni debe hacerse cargo de la misión demo-cratizadora de la cultura, que requiere del liderazgo de las políticaspúblicas.

El experto en políticas culturales y de comunicación Enrique Bus-tamante, a quien entrevistamos en este dossier, cree que esta fractu-ra ya se produjo cuando la ideología neoliberal convirtió la cultura enmercancía y midió su impacto solo en términos económicos de factu-ración, costes, beneficios y cifras de retornos dinerarios y de presti-gio para las ciudades con un buen escaparate cultural. También sobrelos efectos perversos de esta mercantilización de la cultura profundi-za el artículo Hacia una economía de la cultura: una pequeña especu-lación, del investigador, profesor y activista Jaron Rowan.

Los cambios culturales que está experimentando nuestra épocano se explican tan solo por una desfavorable coyuntura económica. Elanalista cultural Eduard Miralles desmonta explicaciones estereoti-padas y utiliza el símil de las matriuskas rusas para expresar la super-posición de conflictos que atraviesan la cultura de nuestro tiempo.

La escritora Luisa Etxenike en Querer y poder, se plantea lasdesigualdades en el acceso a la cultura, que requiere de un aprendi-zaje y una práctica continuada que solo una educación humanista puedeaportar.

El derribo de la cultura ha sido tan profundo en estos años yqueda tan impune, que la profesora de Derecho Beatriz Barreiro seplantea si no sería conveniente regular legalmente el acceso a la cul-tura, convirtiéndolo en una obligación para los poderes públicos, comola sanidad o a la educación.

El entorno digital: lectura crítica desde la cultura es una reflexiónde Aintzane Larrabeiti y Xavier Fina sobre las oportunidades y límitesque plantean las tecnologías que han revolucionado la creación y di-fusión de cultura en el mundo. El sociólogo Xabier Aierdi se planteaen su artículo qué es hoy la cultura vasca en una sociedad multicultu-ral como la nuestra, mientras que el historiador Antonio Rivera, porsu parte, reflexiona sobre el sentido de las culturas nacionales en «unmundo de dimensiones líquidas y cambiantes».

La investigadora María Ptqk analiza las políticas culturales en losayuntamientos gobernados por las nuevas fuerzas políticas y consta-ta las dificultades de convertir en acción política la retórica de losdeseos de grandes transformaciones.

Cierra este muestrario de miradas sobre los paisajes de la cultu-ra tras la crisis, Pello Gutiérrez. Imagina un envío de Sondas al futuroque nos den pistas sobre lo que está por venir.

Santiago Burutxaga

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«La política cultural se ha ido haciendocada vez más económica e industrial,perdiendo en paralelo sus señas de identidad:diversidad, igualdad en el acceso, apoyoa la creación y participación social»

«La política cultural se ha ido haciendocada vez más económica e industrial,perdiendo en paralelo sus señas de identidad:diversidad, igualdad en el acceso, apoyoa la creación y participación social»

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La recesión económica ha afectado de manera parti-cularmente grave a todos los sectores culturales.Se ha definido la situación como la tormenta perfec-ta: disminución radical de los presupuestos públi-cos de apoyo, reducción de la demanda cultural eincremento de impuestos. Las consecuencias hansido las previsibles: depauperación, pérdida de em-pleos y desaparición de numerosas pequeñas em-presas. ¿Qué responsabilidad han tenido las políti-cas públicas en esta destrucción del tejido cultural?¿Se podían haber hecho las cosas de otra manera?

Enrique Bustamante. El gobierno de Rajoy ha hecho unapolítica de arrasar la cultura, castigando a todos los sec-tores, si bien a unos en mayor medida que a otros. Hayque decir que también las comunidades autónomas y losmunicipios, que suponen del orden del 80% de la inver-sión cultural, han contribuido. Hay comunidades, en sumayoría gobernadas por el PP, en las que los presupues-tos de cultura prácticamente han desaparecido.

Los recortes no son solo consecuencia de la crisis yde la presión de Bruselas por el déficit fiscal, sino queresponden a razones ideológicas. En otros momentos

SantiagoBurutxaga

Enrique Bustamante es catedrático de Comu-nicación Audiovisual en la Universidad Com-plutense de Madrid. En sus comienzos ejer-ció el periodismo en diversos medios, entreellos en la emblemática revista Cuadernospara el Diálogo. Es autor de numerosasobras sobre industrias culturales y me-dios de comunicación audiovisual. Asi-mismo es miembro del Comité de Di-rección del Observatorio de Cultura yComunicación de la Fundación Alter-nativas, para la que ha escrito y coor-dinado varios informes que destacanpor su rigor y profundidad. El último deellos: Informe sobre el Estado de la Cultura enEspaña 2016. La cultura motor de cambio.

Enrique Bustamante

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... de cambio, como fueron los de Reagan, Thatcher o Co-llor de Mello en Brasil, el neoconservadurismo ha to-mado la cultura como objetivo de lucha ideológica contrael pensamiento socialdemócrata del Estado de Bienestar,con independencia de cual fuese el gasto en cultura delEstado. El PP no es ajeno a esa corriente internacional, demanera que sus recortes han ido mucho más allá de lo quecorrespondía al bajo montante presupuestario de la cultu-ra. Porque nuestro sistema de apoyos era mucho más dé-bil que el de los grandes estados europeos. Ya desde laoposición, el PP estuvo en contra de la intervención delEstado en materia cultural y la ridiculizó: «los del pese-bre», «los de la ceja»... identificando con la izquierda a losartistas y creadores, en forma burda y simplista. Recuer-do unas declaraciones del Secretario de Estado para laCultura, que recién nombrado dijo que había que «que-brar el monopolio que el Estado detenta sobre la cultu-ra», en forma de plagio -sin cita- de un famoso textofrancés que acusaba al Estado de dirigir la cultura. EnFrancia se podría discutir, pero en España, con inver-siones que nunca han superado el 0,4 % del presu-puesto, o el 0,2% del PIB, resulta ridículo.

Los recortes se pueden interpretar como una ven-detta de un PP que se ha sentido abandonado por lagente del arte y la cultura, o como una afirmación ideo-lógica contra la cultura y lo que representa. Lo paradó-jico es que las medidas han ido también contra el mer-cado de productos y servicios culturales que dicedefender. La subida del IVA al 21%, uno de los másaltos en Europa, ha penalizado a las familias en su peormomento, además de crear una discriminación arbitra-ria entre sectores, ya que la industria del libro y de laprensa escrita se ha mantenido en el IVA reducido. Elmensaje implícito sería: «solo es cultura el mensajeescrito, no el audiovisual ni las otras artes».

Las cosas se podían haber hecho de otra manera,más coordinada y ajustada, sin recortes brutales. Subyacela mentalidad de la derecha que ve la cultura como enemi-ga, y tal vez tenga razón, no porque sea de izquierdas, sinoporque es creativa, moviliza la participación social y se re-siste al pensamiento mercantilista neocon.

¿Qué parte ha tenido la propia fragilidad de las es-tructuras del tejido cultural, formado en su mayoríapor autónomos y pequeñas empresas dependientes

en muchos casos de los proyectos de las administra-ciones públicas?E. B. Creo que es más complejo que eso. Me molestanesas lecturas economicistas de la cultura que dicen quees débil porque está atomizada en muchas pymes ycreadores autónomos. La cultura debe ser así: plural,socializada, con muchos creadores. No debe identifi-carse como otro sector económico moderno en el quelos grandes grupos controlan el mercado. Pensar quelos grandes grupos que se han ido creando en España yen otros países, dan fortaleza al tejido cultural, es erró-neo y la realidad lo demuestra.

El modelo para el pensamiento neoliberal era tenergrandes grupos de comunicación y cultura para compe-tir en la arena internacional con las multinacionales nor-teamericanas en régimen de igualdad. Pues bien, esono se verifica en ningún país periférico, cuyas empre-sas solo pueden aspirar a operar en aquellos espaciosdonde no encuentren la competencia de las multinacio-nales. Es más, se convierten en las grandes importado-ras de los productos culturales globales. No compiten,por ejemplo, en cinematografía, en manos de las ma-jors, y se centran en producir series que ocupen losintersticios que dejan las multinacionales. El modelo esfalso también porque se ha visto la enorme debilidadde los grandes grupos de comunicación europeos, queacumulan una larga lista de fracasos. Sin ir más le-jos, Prisa, el mayor grupo multimedia español quenunca haya existido, se ha hundido y desmantelado.El campeón de nuestra cultura se ha evaporado, yhoy su cartera de autores, el gran portafolio de lacultura española, está en manos de multinacionalesy grupos de capital riesgo que operan en la bolsa deNueva York.

Las razones del desplome de las empresas cultu-rales hay que buscarlo en otro sitio distinto al de sureducido tamaño. El mercado español es modesto,incluso en el contexto europeo, y también es mo-desta la capacidad de amortización y de plusvalía. Elaudiovisual, por ejemplo, no tiene unas grandes di-mensiones. Nunca ha representado más del 8% deltotal europeo. Además la crisis ha penalizado el consu-mo cultural de las familias porque, lógicamente, va de-trás de la alimentación, la vivienda y otros gastos vita-les. Las medidas del gobierno lo han agravado más.

«Los grandes grupos de comunicación europeos acumulan una larga lista de fracasos. Sin ir más lejos,Prisa, el mayor grupo multimedia español, se ha hundido y desmantelado. El campeón de nuestra

cultura se ha evaporado, y hoy su cartera de autores, el gran portafolio de la cultura española,está en manos de multinacionales y grupos de capital riesgo que operan en la bolsa de Nueva York.»

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Sus presupuestos culturales eran bajos, por ejemploen el cine, pero vitales porque suponían una prefinan-ciación insustituible. Sin esa red protectora, los efectosnegativos se han sumado a los propios de la crisis eco-nómica.

¿No estamos también ante un cambio de época enque se percibe un desinterés por la cultura, salvo ensus expresiones más banales; como si la ideologíaneoliberal que identifica cultura con ocio y consumoestuviese incrustada también en la propia sociedad?¿Por qué, salvo en los propios sectores culturales,no ha habido una mayor movilización en defensa dela cultura?E. B. Separaría ambos aspectos. Las estadísticas semuestran incapaces de explicar bien los fenómenos queestán ocurriendo. Tienen todavía una concepción elitis-ta de la cultura que hace que, por ejemplo, los índicesde lectura se midan solo por la venta de libros, sin con-siderar la lectura en redes digitales; o que la salud delaudiovisual se mida por el consumo cinematográfico yno por la televisión, que es todavía el vehículo hegemó-nico de transmisión de cultura en nuestra sociedad, opor el video en Internet. Nos guste o no, buena partede los valores culturales llegan por medio de la televi-sión, la radio y la prensa, que no son solo aparatos dedifusión, sino de creación de cultura y de promociónmasiva de la misma.

Dicho lo anterior, es evidente que en España haexistido siempre un bajo consumo de cultura escrita.Yo he defendido en mis textos que la alfabetización dela cultura escrita no llegó a tiempo en nuestra moderni-

dad, como sí ocurrió en otros países europeos, y la te-levisión ocupó su espacio y se convirtió en la culturamasiva de los pobres. La crisis, como ocurrido en Amé-rica Latina, ha ahondado la fractura social, que es gra-ve porque crea desigualdad entre quienes tienen ac-ceso a la cultura de pago, -libros, abono a plataformasaudiovisuales-, y quienes se refugian en la cultura gra-tuita, básicamente la televisión. La audiencia ha aumen-tado en esta época hasta niveles casi record en Europa:más de 4,5 horas diarias por persona. Ningún mediopuede competir con esto. Pero lo grave no es que hayaun consumo masivo de televisión, sino la calidad de-gradada de los medios públicos y privados, y que unaparte de la población no pueda pagar el acceso a unainformación más selectiva y con más garantías de cali-dad. No puedo compartir la visión deformada elitistaeuropea según la cual solo la cultura escrita es digna deatención. Hay excelentes obras audiovisuales. Lo graveno es que la cultura escrita se debilite, sino que lasdesigualdades socioeconómicas aumenten la desigual-dad y la fragmentación en el acceso a una cultura decalidad.

Respecto a la segunda parte de la pregunta, la des-afección ciudadana, que también se da por la política yla democracia, es claramente perceptible. No es tantouna falta de aprecio por la cultura, incluso por la legiti-mada, sino una consecuencia de la estructura de laspolíticas culturales. Hablábamos antes de que la políti-ca respecto a la cultura se ha ido haciendo cada vezmás económica e industrial, exigiendo resultados in-mediatos en términos de beneficios y empleos, comoen cualquier otro sector económico. Ha ido perdiendo,paralelamente, sus señas de identidad en diversidad,igualdad en el acceso, apoyo a la creatividad y partici-pación social. El ejemplo podría ser, nuevamente, elapoyo al cine. Si en la época de Pilar Miró, con susdeficiencias, se apoyó a los creadores, el desarrollo deproyectos, la opera prima, creación de guiones, es de-cir, la creatividad desde la base social, hoy el sistemase ha invertido, y el 70% de la ayuda va a primar lataquilla, a los productos de éxito. Además la estructuradel mercado español es perversa porque cinco pelícu-las se llevan el 82% de la taquilla, mientras que haycada año más de treinta películas apoyadas por el Esta-do que no llegan a estrenarse en ninguna sala. Es unapolítica que no funciona: no estimula la creación, nogarantiza la igualdad de acceso y crea una desigualdadbrutal entre productores. Esta conclusión es generali-zable a otros sectores. Hay una confusión en los go-biernos conservadores, pero también en los socialde-mócratas, entre política cultural y política industrial. Enla monografía que publiqué en 2013 con la FundaciónAlternativas,España: La cultura en tiempos de crisis,

Subyace lamentalidad de la

derecha que ve lacultura como

enemiga, y tal veztenga razón,

no porque seade izquierdas,

sino porque escreativa, moviliza

la participaciónsocial y se resiste

al pensamientomercantilista

neocon.»

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... proponía distinguir y separar la gestión de la cultura«como derecho y como industria», articulándolas conpolíticas y mecanismos de intervención diferentes, ymidiendo de forma distinta sus resultados: en térmi-nos de diversidad y democracia de un lado, en un sen-tido económico por otro. Pero la política industrial de-bería siempre quedar subordinada a la cultura comoderecho democrático.

A nivel autonómico este proceso economicista tam-bién se ha dado de manera confusa, mezclando en lamisma cartera competencias de cultura, de turismo, dedeportes... En Madrid o Valencia se han pagado condinero de cultura buena parte de los parques temáticosde las majors. La entrada del concepto de moda de las«industrias creativas» ha creado una confusión brutal.Regiones que nunca se habían preocupado de la cul-tura, adoptaron la «economía creativa» por ganar le-gitimidad política. Para ello, valía lo mismo un costo-so museo de arte contemporáneo que el diseño deobjetos de lujo.

En este contexto, ¿por qué extrañarse de que lapoblación no tenga afecto por la política cultural? Hahabido mareas en defensa de la sanidad, de la edu-cación, pero no de la cultura. Cuando ha habido al-gún intento movilizador, no ha arraigado en la pobla-ción y los creadores más reconocidos tampoco se hansumado a él. Están demasiado alejados de la sociedadcomo para creer que esta se va a movilizar por ellos. Seha ido creando una fractura entre las estrellas, que sonmuy pocas, y la base social e incluso de las primerasrespecto a la gran mayoría de creadores depauperadosque no pueden vivir de su obra.

Por eso planteo una revisión total de la políticacultural. No se trata de mirar hacia atrás. Aquí no he-mos tenido un Malraux, ni un Jack Lang. No tenemosninguna edad de oro que perseguir. Hay que pensar elfuturo y no anhelar la recuperación del pasado.

La cultura ha vuelto a ocupar cierto espacio en losprogramas electorales. ¿Cómo valoras las propues-tas que han surgido: Pacto por la Cultura, Ley deacceso, Estatuto del creador..?

E. B. En la monografía que antes citaba, decía quela cultura juega un papel central en épocas de cambio

social y político, actuando como un factor de legitima-ción. En el 82, el PSOE tenía un gran programa cultural.También en 2004, cuando llega Zapatero, había un pro-grama bien construido por un amplio equipo de colabo-radores. En las siguientes elecciones esto desapareció.Ahora, nuevamente, ha habido buenos programas, tan-to en el Partido Socialista como en Unidad Popular yen Podemos. Había coincidencia de grandes objeti-vos, y elementos para llegar a un acuerdo de Pactode Estado para un gobierno progresista de cambio.Sin embargo, en todos estos programas no había unavisión de regeneración democrática de las políticasculturales y de comunicación. Flotaba, sobre todo enel PSOE, la idea de volver a la «edad de oro» deZapatero. Tal vez, algunas de las medidas de parti-cipación que se planteaban hubiesen posibilitado esarevisión global necesaria.

¿Cómo se puede revertir la situación actual? ¿Sonposibles otras formas de gobernanza basadas en laparticipación e implicación social?E. B. La política cultural, como decimos, se hizo econó-mica, industrial, pero sin indicadores que midiesen suefectividad. Se hizo clientelar, primando a las estrellasy a los grandes grupos, favoreciendo las corruptelas.Hay que revisar todo esto, buscando una base más ac-tiva de creadores, desde los pueblos y ciudades, desdelos territorios que están hoy en los márgenes, como yase hizo en Francia en los años 80. Las instituciones nohan de ser quienes mantengan los proyectos, sino lasque los incentiven para que salgan de su gueto local ytengan visibilidad.

Si a lo anterior sumamos la influencia que está te-niendo el gran cambio digital, la conclusión es que hayque repensar las políticas públicas. Las plataformas di-gitales, las grandes webs, las redes sociales, tienenuna capacidad de difusión y promoción de la culturadesde la base social, con costes baratos, que es ab-surdo que no se esté estimulando. No solo para lagente joven, sino para el conjunto de la población.Puede haber una cultura más barata, más accesible,más universalizada, más socializada y con más capa-cidad de sostener un tejido creativo amplio que nose limite a unas pocas figuras de cada sector. Hay

«Larriena ez da telebista-kontsumo masiboa egotea, baizik eta hedabide publiko eta pribatuenkalitate eskastua, eta biztanle batzuek ezin ordaintzea informazio selektiboagorako eta kalitate-

berme handiagorako sarrera. Ezin naiz bat etorri europar ikuspuntu desitxuratu elitistarekin,zeinaren arabera idatzizko kulturak baino ez du arreta merezi. Ikus-entzunezko lan bikainak daude.»

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experiencias que llevamos años estudiando, comolos pontos de cultura de Brasil. Son lugares de parti-cipación y encuentro de los creadores con la ciuda-danía. El vale cultura1, también en Brasil, que tieneun notable valor simbólico puesto que incentiva ysubvenciona, pero deja en manos de la ciudadanía ladecisión sobre lo que quiere adquirir. Existe allí tam-bién un portal (www.overmundo.com.br) con más de1,5 millones de afiliados, cuya misión es difundir lacultura que no tiene visibilidad en los grandes me-dios. Se financia mediante el 1% que las grandescorporaciones están obligadas por ley a invertir encultura. Los creadores pueden colgar allí su obra yvenderla en determinadas condiciones, y son losusuarios, mediante su voto, quienes refrendan lapermanencia de la información.

Todo esto va en la dirección contraria de la crea-ción de grandes artefactos, que es otra de las gran-des lacras de la política cultural española y europea;infraestructuras que pudieron tener sentido en laTransición, cuando España era un páramo, pero noahora. Todas las comunidades han creado infraestruc-turas enormes para albergar, en muchos casos, activi-dades que ya existían. Se hipotecaron los presupues-tos durante décadas. Cuando llegó la crisis todavía habíamás de veinte proyectos de museos de arte contenpo-raneo pendientes de ejecución, mientras que los exis-tentes no podían pagar los contenidos y a duras penas,el coste del personal.

Da la impresión muchas veces que cada administra-ción trabaja para sí, cuando no rivalizando con otras.

¿Qué mejoras habría que intro-ducir en la gestión territorial dela cultura?E. B. La política cultural descen-tralizada que se implantó a partirde los años 80 ha sido muy impor-tante y todavía se cita como ejem-plo junto con la alemana. La centra-lización anterior era terrible. Hayestudios de la SGAE de finales delos 80 que indican que todavía delorden del 90% de la industria cultu-ral se repartía entre Madrid y Bar-celona. El resto era un desierto sincapacidad de supervivencia. Ladescentralización del gasto hasido importante, pero el proble-ma es que muchas autonomías

han copiado a escala los peores vicios del gobiernocentral, tanto en cultura como en comunicación: ra-dios y televisiones públicas sin objetivos culturales ypolíticas clientelares al servicio del partido del go-bierno de turno. Como en algunos casos respondía a lacompetencia entre gobiernos de distinto signo, la descoor-dinación daba pie a la picaresca y así, la misma películapodía ser cine español en Madrid, gallego en Galicia y va-lenciano en Valencia, consiguiendo financiar más del100% de los costes.

Hay un foro de coordinación, la Conferencia Secto-rial de Cultura, que no ha funcionado. Sin embargo, hayque recuperar un espacio de coordinación entre el Esta-do Central y las autonomías, y de éstas entre sí, parapoder clarificar el sentido de cada presupuesto y pro-mover la cultura socializada democrática que nos inte-resa. Fijados estos objetivos, son necesarias comisio-nes de valoración independientes que estén libres desospecha y se sitúen por encima de los intereses perso-nales; con indicadores democráticos, precisos y de do-minio público para valorar la cultura y también los resul-tados de las industrias. Todo lo contrario de lo que seha venido haciendo.

En diversos foros cuando se plantean alternativas ala difícil supervivencia de creadores y pequeñas es-tructuras culturales, las instituciones proponen, jun-to con la micro-financiación, la salida al exterior, lainternacionalización. ¿Es esto una alternativa real,o tan solo una manera de desviar la atención?E. B. Está muy claro que la cultura es cada vez másglobal, y también muy claro que la cultura mainstream

Las estadísticas se muestran incapacesde explicar bien los fenómenos que estánocurriendo. Tienen todavía una concepción elitistade la cultura que hace que, por ejemplo, los índicesde lectura se midan solo por la venta de libros,sin considerar la lectura en redes digitales

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... está en manos de los grupos norteamericanos con al-guno europeo y japonés. Esto es difícilmente reversi-ble a corto plazo. La cultura europea debe ser más es-pecífica, debe mantener sus raíces nacionales y localespara hacerse sus pequeños huecos y atraer lo que lacultura global no atrae. La lucha frontal contra las ma-jors, que derivó por ejemplo en el «europudding», hasido un desastre para el audiovisual europeo.

En España, representando nuestro audiovisual trasla crisis un 6,5% del mercado europeo, no podemospretender ser protagonistas. Así y todo, se recibe me-nos dinero de programas europeos como el Media o Euro-pa Creativa, que el que corresponde por aportación y pesoen la UE. Faltan redes de cooperación, de captación deproyectos y trabajo de lobby en Bruselas para que loscreadores lleguen a los programas europeos.

Por otro lado, hay 500 millones de hispano-hablan-tes, pero hay que construir un espacio en términos igua-litarios de cooperación, haciendo coproducción y distri-bución conjunta. La retórica de la cooperación culturalespañola ha sido cómo venderle productos a AméricaLatina, y eso no funciona, además de ser injusto. Hayexperiencias muy buenas, como el programa Iberme-dia, y también se cuenta con una gran potencia en elterreno editorial, pero hay que cambiar de mentalidad ypensar que el diálogo es cosa de dos y que comporta

obligaciones hacia el otro. Y, por supuesto, la ayuda delEstado, sin la cual las pequeñas y medianas empresasno pueden llegar solas. Se tarda años en crear un tejidode cooperación, y la política del gobierno ha destruidouna realidad que era importante antes de la crisis.La AECID (Agencia Española de Cooperación Interna-cional para el Desarrollo) no tiene presupuesto másque para pagar a sus funcionarios. La Marca Españarefleja muy bien el papel que el PP asigna a la cultu-ra: ser una mercancía complementaria a las multina-cionales españolas. Si se visita su web, se puede verla extraña amalgama de creadores junto con mues-tras de la alta cocina, marcas de lujo, tauromaquia ylas empresas del IBEX.

Para finalizar, como experto en medios, ¿Qué creesque pueden y deben aportar los medios de comuni-cación públicos en relación con un cambio social quesuponga un mayor aprecio a la producción y al valorde la cultura por parte del conjunto de la población?E. B. Uno de los grandes errores de la política cultu-ral es la separación entre comunicación y cultura. Esirreal, no se puede separar la televisión y la radio dela cultura. Junto con Internet, tienen que integrarseen una política cultural pública para que sean moto-

«No se puede tener una cultura potente sin un motor público que actúe comopromotor a nivel de redes sociales, portales, etc. No tenemos otro resorte que elservicio público para poder hacerlo. Nunca hemos dispuesto de él porque nuestra

radio y televisión pública es clientelar, manipulada, gubernativa, está mal financiaday desorientada en sus contenidos. Con matices, pero esa es la regla general.»

res de la industria cultural. Un serviciopúblico bien gobernado y financiado, in-dependiente de los gobiernos, quecree, promueva y difunda cultura. Nose puede tener una cultura potente sinun motor público que actúe como pro-motor a nivel de redes sociales, porta-les etc. No tenemos otro resorte queel servicio público para poder hacerlo.Nunca hemos dispuesto de él porquenuestra radio y televisión pública siguesiendo clientelar, manipulada, guberna-tiva, está mal financiada y desorientadaen sus contenidos. Con matices, pero esaes la regla general.

1 Experiencia similar a la que implantó elDepartamento de Cultura del Gobierno Vas-co en 2009 y años posteriores del gobiernode Patxi López.

De la portada del libroInforme sobre el Estado dela Cultura en España 2016.La cultura motor de cambio.

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punto de iniciar su octavo año triunfal, si echamos cuentas desde aquel septiem- bre negro en el que se declaró en bancarrota Leh-

A medida que el binomio culturay crisis se proyecta en el ámbito de las políticas públicassobre la materia, proliferan ciertos tópicos y lugares co-munes que es preciso desarmar razonadamente. El pri-mer gran tópico tiene que ver con la idea de que laspolíticas para la cultura en España han incurrido en undespilfarro sistemático de los recursos existentes: eshabitual sentenciar que las instituciones en cultura hanconstruido suntuosos contenedores sin ningún tipo decontenido y se han dado a fastos de todo tipo de formaindiscriminada tirando, en definitiva, la casa por la ven-tana, por lo que ahora debemos no sólo atenernos a lasconsecuencias, sino incluso aplicarnos religiosamente lapenitencia debida. Una afirmación cuya generalizaciónresulta más que peligrosa. En segundo lugar, es comúnasimilar la crisis particular del sector a la crisis de finan-ciación pública, por lo que se prescribe como necesariala búsqueda de fórmulas y fuentes alternativas (desde elpatrocinio, hoy en día también conocido como fundrai-sing, a la suscripción popular, hoy en día también cono-cida como crowdfunding) con el riesgo de eximir al Esta-

EduardMiralles1 A

Muñecas rusas

man Brothers, no parece que ya nadie dude de que lacrisis vino para quedarse. Y mientras campea por susrespetos y va tomando posesión tanto de nuestras ha-ciendas como de nuestras vidas, extiende por doquiersu amplio manto de lugares comunes. También sobrela cultura. Aunque, en rigor, la encrucijada entre am-bos términos no sea un lugar extraño: la cultura engeneral, y las artes en particular, tienen por costum-bre cohabitar con la crisis. Si ella es sinónimo de cam-bio estructural o de transformación radical, la culturasabe mucho de su compañía. Explicar la crisis formaparte del cotidiano quehacer de la cultura, aunque enesta ocasión lo esté haciendo más bien poco y en cual-quier caso toscamente. Por otra parte, más allá o másacá del paradigma romántico que suele identificar alcreador con la precariedad, la indigencia o incluso la mi-seria, la austeridad o los recortes son habituales compa-ñeros de viaje para la cultura. ...

«Nuestra crisisestá formadapor muchas crisisintercaladas osuperpuestas,contenidas unadentro de otra.»

Muñecas rusas«Explicar la crisis

forma parte delcotidiano

quehacer dela cultura.»

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do, en cualquiera de sus distintos niveles de administra-ción, del deber de garantizar un servicio público en lasdebidas condiciones. Finalmente, es también tópico pen-sar que en el mejor de los casos el paisaje al final deltúnel será parecido, aunque probablemente peor, del quehabía cuando entramos en él, sin conside-rar lo que de cambio de para-digma más que de final deetapa tienen las crisismarcadamente estructu-rales.

Aún sin haber transi-tado por el estallido de laburbuja inmobiliaria ni elcrack de la economía es-peculativa financiera, lacrisis de las políticas pú-blicas para la cultura enEspaña, dada su condi-ción de final de etapa, detránsito de una larga épo-ca «normalizadora» a unatemporada de «normalidad»sin precedentes, probable-mente nos hubiera con-ducido al mismo lugaren el que más o menosahora estamos. O encualquier caso hasta unpunto parecido. Nuestra crisis, enel fondo, está formada por muchas crisisintercaladas o superpuestas, contenidas una den-tro de otra, a imagen y semejanza de las matriuskas tra-dicionales rusas. En este sentido, la madre de todaslas crisis es sin duda alguna la derivada de una crisiscivilizatoria casi sin precedentes, el surgimiento de unnuevo paradigma productivo basado en el conocimien-to, apenas similar a las que experimentó la especie hu-mana cuando, milenios atrás, sustituyó a la tierra por eltrabajo como fuente de riqueza (pasando del nomadis-mo de los cazadores y recolectores al sedentarismo delos agricultores y ganaderos), o a la que siglos atrás, enlos albores del capitalismo, consistió en la sustitucióndel trabajo por el capital como fuente de riqueza.

Del mismo modo, hoy en día, asistimos a la sustitu-ción del capital por el conocimiento como componente

fundamental en la producción de riqueza. Y la culturaes una porción fundamental del conocimiento. Una cri-sis, en tanto que transformación, mutación o cambio,que como todas las crisis estructurales es de larga dura-ción y de ciclo amplio. Una crisis que acabamos de inau-gurar apenas. Y en la que, en el fondo, poder asistir a su

despliegue como espectadoresaventajados no deja de ser un

enorme privilegio.La segunda de nuestras

crisis, también de larga dura-ción, aunque de ciclo muchomás corto, tiene que ver con laderiva de la economía especu-

lativa financiera en un con-texto globalizado y di-

gitalizado: una derivatambién sin prece-dentes cuya concre-ción más elocuente

es el desmantela-miento del bienestar,

por lo menos en Europa.Un bienestar al que en ge-

neral la cultura ha llegado tar-de y mal y que en países como

España plantea serias dudas so-bre si, quizás por falta de tiempo,

y por acumulación de urgencias his-tóricas, algún día llegó a desplegar los

atributos esperables de un servicio públicocomparable a aquellos que en su día configuraron

los pilares del estado providencia (sanidad, educación)y de si además, sus prestaciones, ahora seriamenteamenazadas, resultaron mínimamente comparables a lasdel resto de países que conforman la Unión Europea.

Hablar de derechos culturales, estandarización, ser-vicios básicos o distribución social del capital culturalsigue siendo un ejercicio sobre algo intangible contrael que muchos arguyen miedos infundados, cuandono tabús, frente a un posible dirigismo. Para muestravalga el botón de lo mal que quedó la consideraciónde la cultura como servicio público en la esfera de lolocal (aun siendo el local el nivel del Estado que hasta lafecha ha realizado un mayor esfuerzo económico a favorde la cultura, sin tener ninguna obligación más allá de la

«La tercera matriuska tiene que ver sin duda con el «hachazo» propinado por el gobiernode España a la cultura y a sus políticas a partir del año 2011 o, con esta propina agónica,interminable y vergonzosa de los últimos meses. Un verdadero cúmulo de despropósitos

que ha conseguido erosionar el ecosistema cultural hasta límites insospechables.»

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provisión de los esperables servicios bibliotecarios)tras la reforma de la Ley de Bases de Régimen Localdel año 1985, en aras de la «racionalización» y la «sos-tenibilidad» que el título de la nueva ley reclama, enla que toda acción de los poderes locales en el ámbitode la cultura pasa a ser considerada casi como ilegal.Algún día habría que dar cuenta, con pelos y señales, delproceso que a finales del 90 y a principios del presentesiglo tuvo lugar en el seno de la Federación Española deMunicipios con el propósito de adecuar la legalidadvigente a la realidad cultural municipal, conun marcado talante de reforzar su esen-cia de servicio público. Proceso que, alas actas me remito, contó con el con-senso de todos las formaciones polí-ticas y que, sin embargo, acabóinexplicablemente en agua de bo-rrajas. Quizás también con el con-senso de todos.

La tercera matriuska (seguro quepudiera haber más, pero vamos a de-tener aquí el presente análisis) tieneque ver sin duda con el «hachazo»propinado por el gobierno de Españaa la cultura y a sus políticas a partir delaño 2011 o, lo que es lo mismo, desdeel advenimiento del Partido Popular y deMariano Rajoy a la presidencia del gobier-no, con esta propina agónica, intermina-ble y vergonzosa de los últimos meses. Unverdadero cúmulo de despropósitos que haconseguido erosionar el ecosistema culturalhasta límites insospechables. La primera, y enla frente, fue el desmantelamiento del Mi-nisterio de Cultura, transformado en Secre-taría de Estado, a imitación de lo que hizoAznar en su tiempo, con el concurso de mi-nistros del ramo tan poco olvidables comoEsperanza Aguirre o Rajoy mismo. Deboconfesar que yo me cuento entre quie-nes creen en la necesidad de un Minis-terio de Cultura flexible y moderno,pero fuerte.

Seguimos con la tantas vecesanunciada, pero nunca proclamada,nueva ley de incentivos fiscales a lasaportaciones del patrocinio y el me-cenazgo para la cultura. Sólo hay algopeor que no tener una ley: predicarcon insistencia y a los cuatro vientosque la ley está al caer, con lo que todopresunto donante queda a la espera y

se retrae. Pasamos a la decisión de subir el IVA para losbienes y servicios culturales al 21%, uno de los tiposmás elevados de Europa. La reacción de la comunidadartística ha sido dispar: los coleccionistas han renuncia-do a comprar obra en este país, el sector cinematográfi-co está en la UVI y los profesionales del sector escénicohan internalizado semejante aumento asumiéndolo ensus propias carnes, por lo que hoy en día son un 13%más pobres, mientras que el aumento esperado de la

recaudación que en su día justificó la medida, cuan-to menos retóricamente, brilla por su au-

sencia. Conviene recordar, en estesentido, que un estudio sobre loscreadores en Catalunya llevado acabo por el Consell de les Arts ypublicado en el año 2014 pone enevidencia que un tercio de los pro-fesionales están por debajo del um-bral de la pobreza. Si a esto le agre-gamos una política audiovisualerrática y un marco normativo parala propiedad intelectual contradic-torio y equívoco, el conflicto (y la

matriuska) está servido.Empezábamos diciendo que aun-

que el final del túnel sigue siendo in-cierto, sabemos que a la salida el pai-

saje no va a seguir siendo el mismo.Como bien reza un popular y anónimo

adagio contemporáneo: «No sabemosdónde iremos a parar, pero cada vez falta

menos». Ello no obstante, tareas comoapostar por la construcción de una ciudada-nía cultural activa (a menudo parece que lasociedad civil en cultura sólo sean los gre-mios) o empezar a pedir «qué hay de lo nues-tro» tras largos años en que el sector cul-tural, aquejado de un cierto «síndromede Estocolmo», no ha sido capaz de re-clamar que una parte de las plusvalíasque genera se capitalicen a favor dela cultura y el mantenimiento de unecosistema cultural sostenible, sony seguirán siendo asignaturas pen-dientes. En ello estamos.

1 Lingüista por vocación, gestor cultu-ral por devoción y funcionario por obli-gación. Presidente de la Fundación In-terarts, organización especializada encooperación cultural internacional(www.interarts.net).

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Hacia una economía deuna pequeña es

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n el año 2012, cuando el mundo estaba inmerso enuna crisis económica de la que aún no hemos salidodel todo, el antropólogo y activista David Graeber pu-

do una estela de diferentes objetos, universidades, librosde autoayuda económica, artículos académicos, prensa,gurús y coachers, cursos de máster, etc., Thrift logra dibu-jar el proceso por el que se va perfilando un tipo de culturaeconómica muy específica, que es validado y aceptadocomo si se tratara de un conjunto de verdades técnicas.Estas diferentes culturas económicas producen ciertos ti-pos de regulación, prácticas de gobierno, mecanismos fi-nancieros, jergas específicas y como no, subjetividadesmuy concretas. Lo que parece a primera vista un cuerporobusto de saberes, se convierte, si lo ponemos bajo unalupa crítica, en una serie de categorías morales, principiosideológicos y modelos de gobierno. La economía es me-nos económica de lo que podría parecernos a simple vista.

En lo que Raymond Williams acuñó «el cambio másimportante en la historia de la producción cultural», la cul-tura pasó de considerarse un derecho a percibirse comoun recurso. Bajo la guisa de las industrias culturales o crea-tivas, se ha ido diseñando un cuerpo de instituciones, pro-gramas y productos financieros destinados a transformarlas prácticas culturales en un mercado y un sistema deproducción muy específico. De esta manera, como nosrecuerda en su libro «Culture» el crítico cultural británicoTerry Eagleton, «la cultura en su mayor parte pasó de serun espacio de crítica de la manufactura contemporánea aser un sector altamente lucrativo inscrito en ese mismosistema». Se creó una nueva área de conocimiento, consus propios mecanismos de validación. Lamentablemen-te, en este proceso lo importante dejó de ser el tipo decultura que se producía, puesto que estaba al servicio dela generación de plusvalías. Así, al igual que en otras áreas,se diseñaron los parámetros, objetivos, mecanismos y jer-gas específicas que acompañarían a esta economizaciónde la cultura. Aparecieron los emprendedores culturales,las incubadoras, las capitales culturales, las clases creati-vas, se introdujeron normativas y regímenes de propiedadintelectual, se sustituyeron subvenciones por créditos y,en general, se empezó a concebir la cultura como un espa-cio económico y no como un contexto de crítica, de expe-rimentación, de conocimiento o como un espacio mera-mente cultural.

JaronRowan*

Hacia una economía deuna pequeña es

«The only function of economic forecasting is to make astrologylook respectable». John Kenneth Galbraith

«Existing economics is a theoretical system which floats in the airand which bears little relation to what happens in the real world.»

Ronald Coase

«Con la economización de la cultura aparecieron los emprendedores culturales, lasincubadoras, las capitales culturales, las clases creativas, se introdujeron normativas y

regímenes de propiedad intelectual, se sustituyeron subvenciones por créditos y, en general,se empezó a concebir la cultura como un espacio económico y no como un contexto

de crítica, de experimentación, de conocimiento o como un espacio meramente cultural.»

blicaba un libro que bajo el título «En deuda: Una historiaalternativa de la economía» ponía en crisis algunos de lospreceptos básicos de la denominada ciencia económica. Elmás notable, que pese a que la ortodoxia nos enseña quela moneda surge de las primeras comunidades que se de-dicaban al intercambio no tenemos ninguna prueba de queesto sea así. El mito originario del dinero nos cuenta queen los primeros espacios de intercambio, oferta y deman-da no siempre coincidían: quien tenía patatas no siemprenecesitaba coles. Por esto los proto-mercaderes se vieronobligados a inventar un elemento ajeno al intercambio quesimbolizaba una medida de valor abstracta, el dinero. Grae-ber, generoso en ejemplos y casos de estudio demuestraque la historia del dinero se fundamenta en un relato delque no tenemos prueba alguna. No contamos con ningúncaso demostrado de que el dinero surgiera para compen-sar un desfase del mercado, pero sí tenemos pruebas fe-hacientes de su aparición como un mecanismo que defineotro tipo de relación económica: la deuda. Una deuda esuna categoría abstracta que se tiene que poder cuantifi-car, el dinero cumple precisamente esa función. La econo-mía contemporánea no nace de la abundancia, de un mer-cado repleto de bienes, sino de la ausencia, de laimposibilidad de pagar de forma inmediata por un bien.Este detalle, que podría pasar por anecdótico dentro de unlibro de más de quinientas páginas le sirve al autor parademostrar que el cuerpo de conocimiento que llamamos«ciencias económicas», tiene más de construcción cultu-ral que de sistema riguroso de principios falsables.

Aun así, la economía se nos presenta como un conjun-to de saberes técnicos que, aplicados de la forma correcta,conducen de forma inmediata al crecimiento de la producti-vidad, o a la generación de riqueza. En su libro «KnowingCapitalism», el geógrafo Nigel Thrift exploraba los circui-tos culturales de la economía y analizaba cómo se legiti-man determinadas historias e ideas, cómo se producenlos consensos o cómo ciertas universidades contribuyen acrear economistas con perfiles muy específicos. Siguien-

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ía de la cultura:ña especulación

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Las consecuencias de este proceso son de sobra co-nocidas y por ello no ahondaremos en ellas aquí. Precarie-dad generalizada para trabajadores y trabajadoras cultura-les. Un sistema vertical de producción en la que grandesgrupos extraen rentas del trabajo e ideas generadas poragentes y comunidades culturales desposeídas. Polariza-ción entre amateurs y profesionales. Calendarios labora-les marcados por la temporalidad y la intermitencia. Re-aparición de formas de discriminación erradicadas en otrosámbitos laborales. Surgimiento de sujetos-marca y la obli-gación de poner la vida a producir. Vidas marcadas por loscalendarios y la lógica del proyecto. Y, en general, unpanorama definido por la desigualdad y por la presen-cia de microempresas o trabajadores autónomos quese ven obligados a competir entre ellos para extraerrentas de unos saberes e ideas que habitualmente hansido producidos en común. Una economía sin cuidadosque es incapaz de valorar las tramas de interdependenciay colaboración que definen la creación cultural. Incapaz deentender prácticas de base comunitaria o formas de pro-ducción colectiva.

Por ello, llegados a este punto, y si nos tomamos enserio que la economía tiene más de proceso cultural quede modelo científico, no creo que sea inoportuno especu-lar sobre cómo sería una economía de la cultura que noesté pensada y diseñada por economistas sino que res-ponda a las dinámicas y formas de operar de los agentesculturales. Una economía de la cultura entendida como unobjeto cultural. Una economía de la cultura capaz de ima-ginar formas laborales que respondan a los procesos vivosque definen la creación. Una economía de la cultura querespete los tiempos y las necesidades de la cultura y no

del mercado. Una economía de la culturacapaz de entender todas las esferas de va-lor en las que opera la cultura. Una econo-mía de la cultura que entienda la importan-cia de la experimentación y de la crítica. Unaeconomía de la cultura en la que las pala-bras, sonidos, colores y otros elementos bá-sicos pertenezcan al común y, debido a ello,no puedan ser privatizados. Una economíade la cultura capaz de responder a cadenasde valor no lineales y participadas por con-sumidores, productores, remezcladores, co-laboradores, entusiastas y espontáneos.Una economía de la cultura basada en unaconcepción de la cultura como un comúnabundante y no como un bien escaso. Endefinitiva, pensar la economía de la culturacomo un artefacto cultural que puede serdiseñado desde abajo por las personas quese dedican a producir cultura.

Imaginar esta posible economía de lacultura nos llevaría a tener que repensar lasinstituciones, sistemas de evaluación y los

ía de la cultura:ña especulación

mecanismos de promoción de la cultura. Nos obligaría areflexionar sobre el futuro del trabajo cultural y a redise-ñar nuestros sistemas de expectativas y de deseo. Nosplantearía la necesidad de considerar a las «comunidadesde afectados» de la cultura, es decir, aquellas comunida-des de sujetos que padecen o conviven con actuacionesque se hacen en nombre de la cultura pero que nunca hantenido voz o participado en su toma de decisiones. Se ten-dría que reevaluar qué son los sectores culturales y la im-portancia que van a tener en un contexto de implosión demodelos de producción y acceso a la cultura. Se tendráque pensar cómo y qué se enseña como economía de lacultura una vez la barrera entre profesionales y amateursquede desdibujada. Se tendría que diseñar una economíade la cultura en la que los expertos son agentes culturalesy no profesionales de la economía. Una economía de lacultura que entienda la riqueza como un bien colectivo yno como un recurso privado. En definitiva, si algo sabenhacer las comunidades culturales es imaginar, producir,compartir, remezclar y difundir cultura. Si la economía esun objeto cultural, puede que llegue la hora de dejar derelacionarnos con ella como un conjunto de saberes técni-cos que tenemos que aplicar y la abordemos como un es-pacio de crítica y creación. Los modelos que se nos hanpresentado hasta el momento encajaban mal con las prác-ticas y por lo general no han dado los frutos ni rendimien-tos monetarios que prometían. Parece que ha llegado elmomento para diseñar la economía, la economía de la cul-tura, de la cultura común.

*Investigador, profesor y agitador cultural. Miembro de YPro-ductions y Free Culture Forum.

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Querer y poder

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cabo de ver una exposición en el Koldo Mitxele- na Kulturunea, un espacio cultural en pleno cen- tro de San Sebastián, que está perfectamente

Luisa Etxenike*

Luego está el poder. Visitar una exposición o una obrade Cultura no significa automáticamente acceder a ella, apro-piarse de ella. El contacto, la comunicación con una obra dearte requiere una recepción crítica, (in)formada; despierta ycapaz de descifrar, establecer conexiones, dialogar con lo queesa obra propone. El acceso a la Cultura necesita unas condicio-nes y una calidad de la recepción. No se saben algunas cosassimplemente porque se vean; sobre todo porque el Arte cons-truye mayormente con lo invisible. Para ver algunas cosas pri-mero hay que saber otras.

Acomunicado y que no tiene ninguna barrera arqui-tectónica. La exposición ha sido correctamente pu-blicitada. Al entrar te dan un pequeño folleto ex-plicativo. Y además visitarla es gratis. Podríamosdecir entonces que estamos ante un grado de ac-cesibilidad alto o muy alto para el ciudadano. Y lomismo sucede con un amplísimo abanico de even-tos y manifestaciones de Cultura: conferencias, ex-posiciones, préstamo de documentos en las me-diatecas, espectáculos… que son gratuitos y secelebran en centros culturales como el citado, ycon las mismas prestaciones.

Y podría alcanzarse un grado incluso mayor de ac-cesibilidad a ésas y otras manifestaciones culturales,destinando simplemente más dinero: multiplicar losfondos de las mediatecas; rebajar el precio de loseventos y espectáculos que son de pago; incremen-tar los recursos destinados a publicidad, folletos ycatálogos ilustrativos; incluso la red de transporte paraque todos los centros culturales estén absolutamen-te a mano.

Si el acceso a la cultura consistiera simplementeen ese tipo de accesibilidades, entiendo que no ha-bría problema o por lo menos ningún problema queno fuera material o de dinero (de consensos para des-tinar dinero a la Cultura). Y estaríamos entonces enlo fácil. Porque creo que, independientemente de lascircunstancias, en materia de Cultura el dinero es lomás fácil.

Y que la cuestión del acceso a la Cultura va muchomás allá de esta accesibilidad que acabo de describir.Diría incluso que, en un sentido profundo, ni siquieratiene que ver con ella. El acceso a la Cultura dependeesencialmente de otras cosas, de lo que voy a llamarde la manera más simple: querer y poder.

Primero, querer. Nadie va a una exposición por-que el lugar donde se exhibe quede céntrico o por-que la entrada sea gratis. A una exposición o acualquier otra manifestación de Cultura se va por-que se quiere; porque se busca algo. Porque setiene un deseo de Cultura. El deseo/anhelo deCultura es una condición del acceso a la Cultura.

«El querer Cultura, el deseo de Cultura no es cualquier deseo. "La Cultura es el cuidado del alma",dijo Cicerón. La Cultura no es reducir todo a la mínima expresión (al tamaño de un tweet llamativo

o de un titular de impacto), sino llevarlo todo a la máxima expresión y luego desear navegar enese campo abierto, en ese formidable territorio de exigencias intelectuales, éticas y estéticas.

Desear ubicarse en las anchuras y complejidades de la experiencia y de la conciencia, humanas.»

Querer y poder

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Garantizar el acceso a la Cultura es fomentar ese sa-ber. La primera tarea es, por ello, la pedagogía: transmi-tir un bagaje de instrumentos, de referencias culturalesobjetivas, de lenguaje. En mi opinión, sólo un rico «patri-monio» de palabras, de conceptos, de conciencia y ambi-ción lingüísticas permite el acceso, el contacto, el diálogocon obras artísticas fundamentales.

Una campaña institucional puede repartir gratis Tiem-po de silencio de Martín Santos, inundar un país de ejem-plares de esa novela. Pero hace falta muchos previos parapoder leer esa obra fundamental, para poder acceder alcorazón de sus sentidos. Hacen falta previos de familiari-dad con obras artísticas anteriores; de tradición literaria,de lenguaje, de perspectiva político-histórica…

Entiendo que garantizar el verdadero acceso a la Cul-tura pasa por asumir una formidable tarea educativa. Ypor buscar alianzas educadoras. Porque no sólo educa laescuela y la familia, también los medios de comunica-ción, también las dinámicas sociales. Hay que identificara los amigos de la pedagogía cultural, y también a losenemigos del acceso a la Cultura.

Y creo que hoy por hoy la Cultura tiene muchos másenemigos que amigos. Porque ¿qué invita a nuestro alre-dedor a crecer en lenguaje; qué trasmite referencias cul-turales objetivas; qué entrena para la agilidad intelectual;qué alienta la actividad crítica; qué se opone a la banali-dad? Desgraciadamente veo más ejemplos de lo contra-rio: cómo se jalea la pasividad o la identificación de lacultura con el entretenimiento; veo representaciones in-

numerables de falta de ambición lingüística, de conformis-mo con la frase hecha y el lugar común; y una propagandaconstante de la facilidad, del desprecio por el esfuerzo, dela banalización... Y un alimentar también ritmos frenéticosque son incompatibles con la comunicación de Cultura.

Los partidarios del slowfood; de las slowcities lo hancomprendido perfectamente. Las cosas que importan re-quieren su tiempo. El acceso a la Cultura también. Hay quepreconizar la slow cultura: la lentitud en el aprendizaje y larecepción crítica; la duración en el efecto/contacto con laobra; y la continuidad: convertir la experiencia de Culturaen un tejido de reflexiones, cruces, progresiones… En fin,todo lo contrario de esa espectacularidad efímera, sin teji-do y sin seguimiento que por desgracia es mayormente lanorma de la oferta llamada cultural.

Para garantizar el acceso a la Cultura hay que estar endefinitiva dispuesto a ir contracorriente, a ponerse contracorriente. A asumir y a preconizar otra mentalidad.

Y vuelvo para terminar al querer Cultura. Al deseo deCultura, que no es cualquier deseo. «La Cultura es el cuida-do del alma» dijo Cicerón. Porque la Cultura no es reducirtodo a la mínima expresión (al tamaño de un tweet llamati-vo o de un titular de impacto), sino llevarlo todo a la máxi-ma expresión y luego desear navegar en ese campo abier-to, en ese formidable territorio de exigencias intelectuales,éticas y estéticas. Desear ubicarse en las anchuras y com-plejidades de la experiencia y de la conciencia, humanas.

Para mí, garantizar el acceso a la Cultura es contribuir aconstruir un deseo exigente de Cultura; y educar el gusto

«Garantizar el verdadero acceso ala Cultura pasa por asumir una

formidable tarea educativa.Y por buscar alianzas educadoras.Porque no sólo educa la escuela yla familia, también los medios de

comunicación, también las dinámicassociales. Hay que identificar a losamigos de la pedagogía cultural,

y también a los enemigos delacceso a la Cultura.»

frente al mal gusto acechante. Y alentar, desdela escuela, la familia y las demás instancias edu-cativas, las condiciones subjetivas necesariaspara acoger ese deseo.

Condiciones fundamentales como la curiosi-dad: la Cultura es anhelo de más; proyección yproyecto del otro y de lo otro. Y la atención. Yla admiración: querer llegar más lejos pasa porreconocer gozosamente las distancias, las es-calas, las proporciones. Y eso que Yeats reco-gió maravillosamente en su famoso poema: lafascinación por lo difícil.

Garantizar el acceso a la Cultura pasa, denuevo, por ir a la contra, contracorriente. Por-que nada de lo anterior está de moda: ni la cu-riosidad, ni la atención, ni la fascinación por lodifícil; ni desde luego la admiración. Nada deeso está de moda. Creo que garantizar el ver-dadero acceso de la cultura o el acceso a la ver-dadera cultura pasa por reactualizar y presti-giar estas actitudes, por ponerlas de moda, alúltimo grito.

* Escritora y traductora. Colaboradora habitual endiversos medios de prensa escrita y radio.

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l artículo 44.1 de nuestra Constitución establece que«los poderes públicos promoverán y tutelarán el acce-so a la cultura, a la que todos tienen derecho». Este

Ahora bien, este precepto es bastante general. ¿Dequé maneras se puede especificar la obligación estatal encuestión?, ¿cómo se pueden concretar esas condicionesde participación en la vida cultural? Dar respuesta a estetipo de cuestiones es fundamental, ya que a mayor con-creción del contenido y de las obligaciones derivadas delderecho de acceso a la cultura, mayores serán las posi-bilidades de reducir el grado de discrecionalidad de laAdministración en el diseño y desarrollo de las políticaspúblicas que afecten a dicho derecho. Tal concreciónpodría llevarse a cabo a través de la regulación legal delderecho de acceso a la cultura. Pero, ¿qué parámetrosde concreción podrían incluirse en una eventual ley deeste tipo?

Pues bien, los desarrollos realizados por el Comitéde Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC)de las Naciones Unidas en su Observación General (OG)sobre el derecho a participar en la vida cultural, derechoreconocido en el artículo 15.1.a) del Pacto Internacionalde DESC, pueden resultar muy útiles en tal sentido. Lasobservaciones generales constituyen una interpretación au-torizada por parte del Comité del contenido y las obligacio-nes estatales derivadas de los derechos contenidos en elPacto, y la OG mencionada se presenta como una herra-mienta esencial para inspirar pautas a incluir en una even-tual ley de acceso a la cultura. Además, España es partedel Pacto, por lo que está obligada a cumplirlo, y le vinculala interpretación realizada por el Comité DESC en su OG,en virtud del principio de buena fe que rige las relacionesinternacionales.

Así, por ejemplo, la OG establece que del derecho aparticipar en la vida cultural deriva la obligación estatal deadoptar medidas concretas para lograr que se respete elderecho de toda persona, individualmente o dentro de unacomunidad, a «participar libremente de manera activa einformada, y sin discriminación, en los procesos importan-tes de adopción de decisiones que puedan repercutir en

BeatrizBarreiroCarril*

LA CULTURA COMO DERECHO CIUDADANO

«El derecho de acceso a la cultura no es el único azotado por la crisis económica y los recortes.Otros derechos económicos y sociales también han sido duramente afectados, como el derechoa la salud, a la educación, a la vivienda… Ciertamente, una ley de acceso a la cultura no es una

garantía inmediata de la mejora en el acceso a la cultura. Sin embargo, resulta claro quecontribuiría a la visibilidad del acceso a la cultura como un derecho fundamental.»

artículo se encuentra ubicado en el capítulo tercero («delos principios rectores de la política social y económica»)del título I («de los derechos y deberes fundamentales»).El derecho de acceso a la cultura es, por tanto, un derechofundamental, al igual que lo son los derechos referidos enel capítulo II de dicho título («derechos y libertades»). Sinembargo, no goza de las garantías de estos últimos: reser-va de ley (la prohibición de que su regulación se realice porel Gobierno por vía reglamentaria) y –para aquéllos com-prendidos en la sección I del capítulo II (libertad religiosa,derecho al honor, derecho a la intimidad, etc.)– recursojudicial, incluido el amparo constitucional en caso de viola-ción del derecho en cuestión.

Sin embargo, los derechos referidos en el título III,como el derecho a la protección de la salud, y también, elderecho de acceso a la cultura, «informarán la legislación po-sitiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes pú-blicos». Nuestra Constitución añade que «sólo podrán ser ale-gados ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo quedispongan las leyes que los desarrollen» (Artículo 53.3).

Se plantea en los objetivos de este dossier la preguntasi sería conveniente desarrollar legalmente el derecho deacceso a la cultura, y, también, en qué medida ello pudieracontribuir al mayor respeto y promoción de tal derecho,especialmente en el contexto de crisis económica.

En primer lugar, hay que recordar que, como nos indi-ca el profesor Jesús Prieto, en su imprescindible libro «Cul-tura, Culturas y Constitución», el derecho de acceso a lacultura conlleva la obligación por parte del Estado de crearlas condiciones para que los individuos puedan «participarrealmente en la «vida cultural» que demanda el artículo9.2 de la Constitución» ( señala éste que «corresponde alos poderes públicos... facilitar la participación de todoslos ciudadanos en la vida …cultural …»).

¿Es posible regular y garantizarlegalmente el acceso a la cultura?

¿Es posible regular y garantizarlegalmente el acceso a la cultura?

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su forma de vida» y en el derecho a participar en la vidacultural. Vemos, por tanto, que esta pauta de participaciónpodría ser incluida en una ley de acceso a la cultura. Lanecesidad de involucrar a los agentes culturales y a la so-ciedad civil en general en el diseño de las políticas públi-cas culturales es apremiante. La inclusión de una pauta deeste tipo reduciría la discrecionalidad en el ejercicio de laspolíticas públicas que afectan al derecho de acceso a lacultura. Cuanto menos, sería necesario consultar a losagentes involucrados antes de la toma de decisión en cues-tión, y la falta de consulta en sí misma podría constituir lavulneración de la norma.

Otro elemento del derecho a participar en la vida cul-tural incluido en la OG que puede ser muy útil para in-corporar en el eventual desarrollo legislativo del dere-cho de acceso a la cultura a nivel estatal es «laaccesibilidad que «consiste en disponer de oportunida-des efectivas y concretas [de disfrute pleno] de unacultura que esté al alcance… financiero de todos.» Apesar de que este elemento supone una pauta que con-tribuye a concretizar el derecho de acceso a la cultura,

continúa siendo bastante general. Se trata,además, de una cuestión fundamental entiempos de crisis económica. ¿Podría, porejemplo, considerarse, que la subida del IVAcultural va en contra de este elemento de «ac-cesibilidad» y por tanto del derecho a partici-par en la vida cultural, reconocido por el Pac-to de DESC?

También para resolver esta cuestión el pro-pio Comité DESC, esta vez en un texto publi-cado en 2012 con ocasión de las medidas deausteridad llevadas a cabo por varios Estadosde la UE (España incluida), ofrece parámetrosmuy útiles. Así, aunque el Comité DESC reco-noció que algunos ajustes son en ocasionesinevitables, ha insistido en que cualquier me-dida de ajuste que afecte a derechos debeestar sujeta a una serie de requisitos. Es de-cir, los recortes no irían en sí mismos en con-tra del Pacto, pero sí podrían contravenirloformas de llevarlos a cabo que no respetendichos requisitos. Entre ellos se encuentranla necesidad y proporcionalidad de la medida,o la exigencia de que no sea discriminatoria,por ejemplo, al incluir aquélla medidas fisca-les que permitan mitigar las inequidades quesuelen acrecentarse en tiempos de crisis. Otrorequisito señalado por el Comité es la realiza-ción de estudios de impacto en los derechos

económicos, sociales y culturales de las personas másvulnerables de la medida de austeridad que se pretendellevar a cabo. Requisitos de este tipo podrían ser incorpo-rados en el desarrollo legislativo del derecho de acceso ala cultura, y, también, y más ampliamente en cualquiertipo de programa económico desarrollado como respuestaa la recesión económica. Son requisitos que reducen deforma clara la discrecionalidad de las administraciones, yaque, por ejemplo, la mera ausencia del estudio de impactomencionado supondría la vulneración de la norma.

El derecho de acceso a la cultura no es el único azota-do por la crisis económica y los recortes. Otros derechoseconómicos y sociales también han sido duramente afec-tados, como el derecho a la salud, a la educación, a lavivienda… Ciertamente, una ley de acceso a la cultura noes una garantía inmediata de la mejora en el acceso a lacultura. Sin embargo, resulta claro que contribuiría a lavisibilidad del acceso a la cultura como un derecho funda-mental.

*Profesora de Derecho InternacionalPúblico en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

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S

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omos una sociedad hiperconectada con acceso inme-diato a toda la información disponible en la red encualquier momento y lugar. Utilizamos herramientas

tre medios, soportes, formatos y expresiones dando lugara derivados como los transmedia. La mezcla, la confluencia yla hibridación son rasgos de las nuevas producciones.

Las tecnologías proporcionan al público capacidad deintervenir en los contenidos. Las reglas del juego cambianradicalmente y obligan a incorporar al público como parte in-tegrante del medio. Cada día disponemos de más elementosinteractivos al alcance de la mano. Hemos integrado esos avan-ces a nuestros hábitos de vida sin darnos cuenta.

La demanda de información y de contenidos culturales escreciente. Se consume más que nunca. Cuestión aparte escómo se accede, cómo se consume, en qué soportes, cómose valora y si se está dispuesto a pagar por esos conteni-dos. Ante la avalancha de contenidos, la manera de lidiarcon la ignorancia radica en la credibilidad de las fuentes yla capacidad de selección. La mediación y la prescripciónson indispensables. Y con criterio, porque a falta de filtroscualificados, la red se ocupa de hacerlo por nosotros. Comoseñala Valcárcel Medina, podemos contribuir a una orde-nación de lo imprescindible… o de lo prescindible.

Se tiende a utilizar dicotomías para describir las carac-terísticas principales del entorno analógico y el digital, re-marcando sus diferencias. Es socorrido pero peligroso,porque tienden a idealizar lo digital asociándolo a valorespositivos en contraposición con lo analógico, que se des-cribe como caduco y obsoleto. Así, se contraponen cues-tiones como desfasado vs. inmediato; derechos de autorvs. libre acceso; dominio empresarial vs. democratización;fronteras vs. aldea global; cerrado vs. abierto. Como pue-de verse, ilustrativo pero discutible. Se vive, pues, unasuerte de tensión estructural entre la continuidad de unmodelo de negocio en crisis y la introducción de las solu-ciones mágicas derivadas del nuevo entorno. Y todo estoen un contexto general de crisis.

Una aproximación a las transformaciones digitales enlas industrias culturales parte de la caracterización dedos lógicas distintas, producción en serie y cultura deflujo, en base a elementos como la durabilidad del pro-ducto, la reproducibilidad, la continuidad, la tecnologíay la financiación.

AintzaneLarrabeiti

XavierFina*

El entorno digital:lectura crítica desde la cultura

«La demanda de información y de contenidos culturales es creciente. Se consume más que nunca.Ante la avalancha de contenidos, la manera de lidiar con la ignorancia radica en la credibilidadde las fuentes y la capacidad de selección. La mediación y la prescripción son indispensables.Y con criterio, porque a falta de filtros cualificados, la red se ocupa de hacerlo por nosotros.»

de comunicación de alcance formidable. El uso de prefijossuperlativos refleja una escala difícil de describir y, másaun, de asimilar. Es el eco de un cambio de paradigma queva más allá del uso de las nuevas herramientas; es habitarun nuevo territorio, con unas nuevas reglas de juego y enel que son distintos el cómo y el qué.

El entorno digital se caracteriza por su naturaleza glo-bal. Es un medio que acerca y conecta, sin limitacionesespaciales, un territorio sin fronteras. Es el terreno de lointer, lo trans y lo multi. Por su alcance beneficia a losagentes grandes y a las culturas dominantes.

Es un espacio virtual que favorece una comunicaciónviral, un flujo de comentarios, de reacciones y de conteni-dos no necesariamente profesionales, ligero, rápido, si-multáneo y volátil. Fugaz. Dice Bauman que nuestras ruti-nas se sustituyen tan rápido que no da tiempo a que loshábitos se consoliden. Esto hace que valores como la per-manencia o la perdurabilidad, tan íntimamente ligados a laobra de arte y a la cultura, hayan perdido valor. El conteni-do es un atisbo, una visión fugaz, una mirada de pasada.Todo fluye, nada permanece. Heráclito continúa vigente.

La fragmentación es otra de las características de lasnuevas formas de creación y de apropiación de conteni-dos. Cambian los relatos y las formas de narrar; cambianla manera de captar y aprehender lo real. El gusto por laficción de las series para televisión está generando nue-vas formas de narrar caracterizadas por la fragmentación yla elipsis. Lo mismo cabe decir en el caso de la música,donde el álbum está perdiendo valor en favor de la can-ción, del tema. Son retazos, trozos, clips, fragmentos. Yson las generaciones más jóvenes quienes antes adoptanestos modos de consumo que luego se extienden al resto.

Frente al modelo predigital de cadena de valor secuen-cial y lineal de creación, producción, distribución, venta yconsumo, el nuevo entorno abre la posibilidad de gestio-nar desde otra perspectiva, de un modo continuo, combi-nado y en tiempo real. Se rompen también los límites en-

El entorno digital:lectura crítica desde la cultura

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Islandia11-M

Galde 15 - verano/2016

La producción en serie incluye las industrias tradicio-nales del disco, el libro, la prensa escrita, el cine y el ví-deo, cuyos productos se financian a través del pago delconsumidor. Los soportes materiales aseguran la dura-bilidad y la reproductibilidad y la producción se rentabi-liza a través de la venta de copias. Por su parte, en lacultura de flujo se incluyen los medios de comunica-ción como la radio y la televisión. Su financiación esindirecta, mediante la publicidad. El contenido es conti-nuo, se difunde a través de un soporte propio en el queinvierte el consumidor.

El cambio tecnológico ha dejado obsoleta esa dicoto-mía entre la lógica productiva y la de flujo. Así, en el nue-vo contexto conviven multiplicidad de lógicas que se sola-pan entre sí. No están claros los modelos de negocio, noexisten recetas infalibles. Las industrias culturales estánobligadas a responder a lo digital. Están porque tienenque estar, pero viven del negocio de siempre, cada vezmás menguante. Las claves pasan por entender el con-texto y adaptarse según las posibilidades de cada uno. Nohay estrategia, sino estrategias. Las dificultades estri-ban tanto en los propios sectores, como en la necesi-dad de revisar, regular y redefinir las reglas del juegoen torno a los productores de contenidos, de soportesy de software, mediadores tecnológicos y usuarios.Mientras no se regule, las reglas las dictan los dueñosde los soportes y los accesos, que son quienes verdadera-mente sacan partido del crecimiento de la demanda debienes simbólicos e información. De momento, no hayduda de quién gana.

Todo lo dicho, lejos de proporcionar una visión agóni-ca de la cultura, saca a la luz las diferencias entre el consu-mo virtual y las prácticas en vivo y refuerza la importanciade estas últimas. Lo digital no impide o sustituye, sino

que revaloriza las experiencias presenciales. Porque no dejade ser una simulación. Puede ser una extensión, una am-plificación, una plataforma de relación y mediación, perono es lo real. Cuanto más consumo virtual de cultura, másnecesidad de su presencia real. Lo vemos en los estudiosde hábitos culturales, en los que la población con prácticasmás intensas de cultura en vivo es también la que más usohace de los medios y contenidos digitales.

En una investigación que realizamos hace ya cinco años,describíamos las diferencias entre el consumo virtual y envivo de la siguiente manera: somos omnívoros digitales ysibaritas presenciales. El consumo en la red tiende a serindiscriminado, compulsivo, por lo que la capacidad debúsqueda, selección y filtrado de los contenidos queinteresan cobran cada vez más importancia. En parale-lo, se da el fenómeno de la necesidad creciente tam-bién de experiencias intensas en directo, en vivo, quevienen a suponer el contrapunto a lo virtual. La culturaen directo nos aporta esa presencia real, singular, irrepro-ductible, única.

No hay duda de que los medios digitales han favoreci-do el acceso a la cultura. También las políticas culturalesde los últimos años han trabajado en esa línea. Si bien sehan dedicado muchos esfuerzos a la universalización delacceso, no se ha trabajado suficientemente para capacitara las personas. Así, la esfera de la cultura, como la de laeducación o la sanidad, dos ámbitos de acceso universal apesar de la crisis, puede seguir reproduciendo desigualda-des. No vale con abrir la puerta, sino que hace falta invitara entrar. Es necesario generar interés, curiosidad, fomen-tar el gusto por saber. Porque nos concierne a todos. Y eneste marco queda mucho por hacer.

*Consultores en ICC Consultors,empresa especializada en la in-vestigación, análisis y asesoramiento al sector cultural

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G

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utxi dauka orijinaletik gai honek, hainbat aldiz errepika-tu dugu eta ia zer den euskal kultura. Erantzunak ereugariak izan dira eta hona hemen neurea: herri a-nor-

terioa sortu zuen eta Huntington-ek WASP kultura latinoenbultzadarekin inguratuta ikusten zuen. Horrela esan zuen:«Miami abandonatzen duen azken amerikarrak, [amerikar]bandera bildu eta ekar dezala!». Latinoak, extralurtarrakomen ziren!

Guzti honen atzean nazionalismo metodologikoa dauka-gu, eta ikusmolde honen araberaz, metodoz, abiapuntuz,sortua edo sortzear dagoen unitate politiko bakoitzari kul-tur-, hizkuntz- eta nazio- identitate bakarra egotzi beharkolitzaioke. Hori da framedominante bakarra. Azter ditzagunEuropa ilustratuan irabazten ari diren indarrak xenofoboaketa ez hain xenofoboak.

Baina, zer da gertatzen dena? Egungo gizarteotan, etaagian era intentsoagoan gure bezalakoetan, diskurtsoak etapraktikak metatu egiten dira eta bakoitzak bere nazionalis-moa lehenesten badu ere, gero nahastea praktikatzen du,ez kosmopolitismo metodologikoa noski, baizik eta kulturespazioan dominazio eta klase harremanen araberako bo-rroka sinbolikoek dakarten jerarkizazioak sortzen kulturaerreala. Tartean, hori bai, neurotikoen aliantzak jokatzen du,baina gehiago diskurtsoan praktikan baino, parte bakoitza-ren ametsak bestearenaren amesgaiztoak bihurtuz.

Euskal kulturaren egungo edukian, edozein delarik zeinhizkuntzatan egiten den, neurri oso apalean da nagusi to-kikotasuna. Egungo euskarazko idazle, bertsolari eta bestehainbat kultur eragilek mundu-erreferentziak erabiltzen ditu,besterik da bere burua nola janzten duen edo egiten duenazelango diskurtsoarekin apaintzen duen. Esaterako, eguneuskaraz egiten den literaturan garrantzi handiagoa du ge-nero ikuspegiak euskal esentziak edo hizkuntza berak bai-no. Gehiago esango nuke eta hemen doa probokaziorakotesi bat: obsesio handiagoa dute esentziekin egun erdarazeuskal kultura egiten dutenak euskarak gauza bera egitendutenak baino. Ocho apellidos vascos Txomin del Regatoberriek baino ezin dute egin eta eragile hauek Paco Martí-nez Soriarengandik hurbilago daude egungo hezurmamizkoeuskaldun eta, zer esan, euskaraz ari den kulturgile baten-gandik baino. Mundu bat irudikatu dute eta On Kixote beza-laxe eraiki dituzten mundu auto-imaginarioetako haize-erro-tekin borrokan ari dira. Cést la vie! Arriskutsua da osoerrealitatearen definizio desegokiak egitea, haien araberajokatzen da gero eta...

Eta dagoenaz eta datorrenaz, zer? Ba eduki berberakjorratuko dira euskaraz, gazteleraz, frantzieraz, ingeleraz etabertaratu diren beste bi edo hiru -sei, zazpi- etorkinen hiz-kuntzetan. Etorriko denean euskal kultura egiten jarraitukodugu, euskal hiritarrak izango garelako. Baina sektore ba-tzuk mundu mailako diskurtso dominanteen baitako logikapraktikatuko dugu, edozein izango delarik erabiltzen dugunhizkuntza. Beste sektore batzuk logika dominatuetan edo

XabierAierdi*

Egungo eta etorkizuneko euskal ku

malek histori a-normala eta bizipen a-normalak izaten di-tuzte eta normalean hiritar a-normalak egiten ditu. Segu-ruenik, zorionerako. Propioki dagokidanean, ederto ondojoan zait. Matrioskha itxurako jendarte batean sortu iza-nak bizitzaren eta izatearen muga labankorrak erakustsidizkit. Ez naiz eta ezin naiteke damu izan euskaldun etaeuskaradun jaio izanagatik. Inoiz pentsatu dut Sorian jaio-tzeak abantaila ugari dituela eta urtean behin hilabete ba-tez soriarra edo Avilakoa izatea gurako nuke: triste nen-goke La Rojak Frantziako txapelketan galdu duelako, EuskalHerriko abertzalei ia zertarako Estatu bat nahi duten galde-tuko nieke, eta alboan bi mundu-hizkuntza eskura izanda(gaztelera eta frantzesera) euskara bezain hizkuntza hainirrelebantea mantentzeak onurarik dakarren sinestu ereezingo nuke egin. Gainera, begibistako normaltasunetikgaldera inozoak egingo nizkieke. Normaltasuna beti bana-la izaten da, hortan datza bere indarra. Baina kultura txikie-gi batean jaiotakoek banalak izateko aukera eskasagoakizaten dituzte. Esan zigun Ruper Ordorikak euskaldun iza-tea oso nekeza zela, eta gure Lete handi eta guztiahaldu-nak atsedenik hartu gabe «horrela ibiltzen gera sortuz etasortuz gure aukera» gaineratu zuen. Atseden ezatik azter-tu izan eta aztertzen ditut nire bizipen gehienak. Hortixekdakusat euskal kultura eta berari dagozkion edukiak,eraikuntza oso prekarioa duen egituraren antzarekin.

Beraz, ekin diezaiogun inkognikta honi? Zer ote da eus-kal kultura? Ba, seguruenik, Euskal Herri irudikatutako hiri-tar guztiek egiten dutena. Neure gurutzada pertsonala dutherritar hitzaren kontra, batik bat herritar hitzak hiritar hi-tza barnehartu eta agortu gura duenean.

Euskal kulturak gutxienez bi osakin lituzke. Bata, hiz-kuntzari lotua; bigarrena, edukiari. Eremu honetan, arazoakedo kezkak gehienetan edukiak ekarri izan ditu. Hizkuntzaknahasi egiten du, askorentzako euskaraz egiten den oro ezdelako euskal kultura. Eztabaida honetatik aspaldi erretira-tu nintzen. Edonola ere, euskararekiko kezkatuek ez luketesekula gazteleraz egiten den kulturarekiko zalantza berbe-ra.

Edukietan, nortasunaren esentziak bilatu gura izan dira,askotan hizkuntza bera ere sakrifikatu egin delarik. Ezinbes-tean, euskal kulturaren inguruko eztabaida plazara euskalnazionalismoak dakar: nazionalismo guztiek bezalaxe, pro-pioa eta gainontzeko kulturak bereiztu beharra dakar etahor sortzen da euskaltasuna izan litekeenaz eta nola etazein hizkuntzatan gara litekeenaren inguruko proposame-nak. Hori horrela da, horrela izan behar du eta horrela iza-ten jarraituko du. Sarkozyk identitatearen inguruko minis-

Egungo eta etorkizuneko euskal ku

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emergenteetan jokatuko dute. Marko guzti honetan era osonahasian gainera bi faktore berrik eragingo dute: ingeleraketa globalizazioak.

Globalizazioak munduan zehar gizarte sektoreak berdin-du eta bereizten ditu. Manuel Castellsek zioen moduan glo-balizazioak afektatu eta kaltetzea baino okerragoa da zu-gandik paso egiten badu. Globalizazioak ezinbesteannahastea dakar, eta baita borrastea ere.

Ingelerak aurreko egoera hau intentsifikatu eta kultu-ren sailkapen berri bat ekarriko du, kutsagarriagoak dire-nak bultzatuz eta gainontzekoak baztertuz. Euskal kulturariingelerak kalte handia egingo dio. Ez dago besterik geroeta gure kaleetan eta erakusleihoetan ingeleraren merkatubalioa ikustea baino, oro har gure ekitaldi, ekimen eta mer-katal harremanak ingeleraz bakarrik iragartzen direlarik:beherapen garaiak datozelarik ohikoagoak dira «Sales»,«Summer Sales Fest», «Buy now or cry later», BEC, BCC,BBK Live eta antzekoak «Beherapenak» baino. Hizkuntzahandiagoak arriskuan daudenean, euskararen kasua kano-nikoa da. Eurovision bezalako ekimen negargarri horretanhainbat herrialdek ingelerara jotzen dutenean, euskara edo«txikia ederra» delako mantenduko da edo eta haren bulka-dak aurretik eramango du. Hor galtzekotan hizkuntz kanalagalduko da, besterik da hizkuntza horretan zer transmiti-tzen den. Egun ingelerak inposatzeko duen abantaila ez da-tza kultur-hizkuntza izatean, ekonomi hizkuntza izatea bai-no, ekonomiaren alde ekonomikoenean eta, baita, etahemen datza bere indarra, ekonomia kognitiboarenean, aha-leginen ekonomian. Guztiaren ondorioz, kultur-hizkuntza ereizaten amaitzen du.

Testuinguru honetan, euskal kulturaren izaera intrinse-koa edo esentzialak garrantzia galdu egiten du. Euskal kul-tura zer den-ari buruzko galderan beti dago eta egongo dairabazlearen kondeszendentzia, aintzat ematen da eta eus-kal kulturaz ari denak nolabaiteko baserritarrekeria erabilibehar duela, hots, nahitaez antigualeko eskemak errekupe-ratuko dituela edo eta esentzien bilakeran tematuko dela.Bestelakoa da egungo Euskal Herria eta ez dago hausnar-keta sinple bat egitea baino: nola da posible hereguneraarte Bilduri botoa eman dioten hainbatek Podemos-i ino-

lako arazo barik transferitu izana. Bilduri ematen zioteneanesentzia defendatzen zuten eta orain modernotasuna, ezta?Egungo Euskal Herria, abertzaletasuna barne, baloreen al-detik oso postmaterialista da, eta balore materialei bainoespresiboei ematen die lehentasuna. Askotan, euskal kul-tura zertan den galdetzen duenaren mundu ikuskera isla-tzen da gehiago erantzun behar duenarena baino.

Etorkizuneko euskal kultura oso kultura homologatuaizango da, dagoeneko den modukoa. Ez dezala inor bilatumodernotasunarekin edo modernotasun berantiarrarekinlotura zuzenagorik erdal kulturetan euskal kulturan baino,ez baitu horrelakorik aurkituko. Hortaz, kulturaren egune-roko izaerari bagagozkio, hau da portaera eta gizarte egi-turetan erantsia dagoenari, euskal gizartea ez da ingurukoakbaino atzerakoiagoa, ez dute behintzat hori erakusten ezegitura baloreek, ez hautu pertsonalek ezta aldagarri so-ziodemografikoek ere. Euskal gizartean euskaraz, gaztele-raz edo frantzieraz ari direnek gai berberak modu berbe-rean jorratzen dituzte.

Kulturaren izaera dotore edo aristokratikoari bagagoz-kio, lehenengo eta behin gizarte-klase analisiak egin behardira eta egun goi posizioetan erdaldun baino euskaldunhiritartu gehiago dago. Bigarrenik, kopuru kontua da. Nor-mala da Bilbon baino New Yorken adierazpen kultural be-rritzaile gehiago egotea. Eta baita Madrilen baino.

Amaitzeko, ez dugu nahastu behar politikoki jendar-teak dituen nahiak gustukoak ez baditugu ere eta jendarteberorrek dituen praktika kulturalak. Norbere burua kosmo-politatzat aurkeztu izanak ez du halabeharrez kultura uni-bertsalik ekartzen, ezta nazionalistatzat aurkeztu izanak kul-tura murritzik. Milan Kunderak hitzaldi bat hasi zuen Parisenhonako hitzekin: «Egunen batean, txekiera desagertzenbada...», eta konturatu zen esaldi harek ez zuela inolakozentzurik entzulegoarentzako, entzuleek frantziera galduzitekeenaren hipotesian ez baitzuten sekula erreparatzekomotiborik aurkitu eta.

Eta «horrela ibiltzen gera sortuz eta sortuz gure aukera»

*Soziologoa. UPV/EHUn irakaslea. Eusko JaurlaritzakoGizarte Politiketako Sailburuordetzaren aholkularia.

al kulturaz…al kulturaz…

"Loreak" taldea Zinemaldian

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uando los príncipes ilustrados del siglo XVIII trata-ron de fortalecer el Estado para desplazar a los «po-deres intermedios» que les hacían sombra, además

tuto Cervantes del Ministerio de Asuntos Exteriores o lanula dimensión política de la Secretaría de Estado de Cultu-ra así lo demuestran.

La lánguida celebración del IVº Centenario del falleci-miento de Miguel de Cervantes y su comparativa con losactos en Gran Bretaña de similar efemérides referida aWilliam Shakespeare han puesto el dedo en la llaga. En sucondición de «naciones viejas», la británica y la españolano son distintas, ni en sus posibilidades ni en sus proble-mas. Los segundos apuntarían a una visión de su culturacomo agregados parciales, pero las primeras proporcionanla oportunidad de disponer de una lengua franca. Incluso larealidad de una larga historia nacional, menos conflictiva yproblematizada que en el presente, vendría a dar alas a laambición de proyectar una cultura común, interpretada comocrisol. Por mucho que algunos lo pretendan, España y elReino Unido no son a estos efectos como Bélgica.

El Estado autonómico español, la influencia e importan-cia política de los nacionalismos «periféricos», la incapaci-dad histórica de los españoles para asumir su constitutivadiversidad interna y la dejadez del gobierno conservadortambién en ese apartado han propiciado la desvalorizacióncultural de la llamada «marca España». Hoy, ésta tiene quever más con Economía o con Exteriores, y nada o casi nadacon la cultura. Así no sorprende el desamparo de Don Mi-guel el Manco. Incluso para la izquierda más agitada, Espa-ña sigue siendo solo un Estado y en absoluto un Estado-nación, con lo que comporta de una y otra cosa. Su problemaes que la realidad del sentimiento nacional es difícil de domi-nar y, siendo distinto en el centro que en las periferias, esteimpugna su forzada ideologización. Así, esa izquierda «plurina-cional» resucita de forma populista la patria española o reivin-dica una república que no deja de ser la española.

Las vicisitudes del loco hidalgo se desarrollan en un país yen un tiempo con un sentido de pertenencia y de pluralidadsuperior al actual. Alonso Quijano recorre la nueva Castillay tierras de Aragón, viaja por Cataluña, llega a rozar territo-rio andaluz, se enfrenta con un vizcaíno y él mismo se reco-noce de un telúrico lugar: la Alta Mancha. El sentido patrióticode comienzos del XVII era ajeno a las exigencias nacionalesy nacionalistas de dos y tres siglos después. La España delos Austrias no sería federal avant la lettre o más compren-siva con la diversidad natural del país, como suponen algu-nos: es que solo era distinta y anterior al imperio de la igual-dad y la homogeneización de los borbones ilustrados y luegoliberales. Son solo dos tiempos históricos diferentes, conlógicas diferentes. Por eso en aquel, la patria española ope-raba con naturalidad y el agregado de identidades y cultu-ras se confundía por completo con el crisol: todos eran y noeran, eran uno sin dejar de ser cada uno y a nadie le impor-taba demasiado todo ello.

AntonioRivera*

La cultura nacional: ¿agregado, síntesis, he

C

«A medida que el nacionalismo español dejabade ser el fundamento coactivo de nuestro sistemapolítico, los nacionalismos vasco y catalán hanpugnado por construir una identidad separada,marcar la frontera de un ‘ellos’ y un ‘nosotros’,contener, levantando barreras, la inevitablependiente hacia una sociedad multiculturaly plurinacional».

Santos Juliá, El País, 26 de enero de 1997

de engordar ejércitos y haciendas se aplicaron a poneren valor la imagen del país, hacia dentro y hacia fuera.La cultura patrimonial jugó desde entonces un papelde primera entidad. Catalina la Grande y el Hermitage,Ana María de Médicis y los Uffizi, Carlos III y El Pradoson ejemplos de esa asociación, que siguió similar cursocon los posteriores Estados-nación surgidos de las revo-luciones liberales (vg. el Louvre tras 1789). La cultura estodavía hoy embajadora principal y sirve de carta de pre-sentación para las relaciones entre países y empresas: lamúsica o el arte entretienen a los mandamases mientrasestos afilan sus dientes antes de concretar los términosdel bussines.

Pero en los últimos decenios esta convicción flaqueapor dos flancos políticos. Así, en nuestro caso, los mássólidos partidarios de la desaparición del ministerio deCultura serían la derecha española y los independentistascatalanes o vascos. Estos últimos, obvio, porque cuestio-nan que el Estado español sea algo más que eso, que seacapaz a la vez de suponer también una nación para buenaparte de los españoles. Su receta es la parcelación abso-luta de la marca cultural España, que en todo caso, mien-tras llega su deseada «desconexión», no se asume sinocomo agregado de aportes y no como crisol de estos. Enel otro lado, la dimensión nacionalista española pesa me-nos en la derecha que su fundamento mercantilista. Quierodecir que tiene más en cuenta el gasto improductivo que,a sus ojos, suponen la cultura y los creadores que lasperennes posibilidades de usar esta como antesala de losnegocios. Así, el patrimonio respetable siempre podríacolgar de un ancho ministerio de Educación o incluso deuna oficina de Tesoros Nacionales dependiente de Presi-dencia o de Hacienda, la parte rentable de la cultura po-dría hacerse depender de Industria, como un sector pro-ductivo más, y el resto podría enviarse directamente a loscocodrilos o a algún tipo de subvención misericordiosa (aproteger desde el Ministerio de Asuntos Sociales y otrashierbas). No es una opinión: la dependencia real del Insti-

La cultura nacional: ¿agregado, síntesis, he

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Es con el nacimiento del Estado moderno cuando Es-paña y el resto de patrias anteriores, sostenidas sobre ladesigual diversidad, fueron forzadas a la igualdad homo-geneizadora. Y lo mismo que España el resto de estadossurgidos en el XIX y después, tanto da que los gobernaraFernando VII o Robespierre. En ese instante, el Estado seconvirtió en máquina nacionalizadora y resolvió el acertijode cuál de las culturas patrias (o de los idiomas) que teníaa su disposición se iba a convertir en oficial y obligatoriapara todos los ciudadanos de la nación, en seña de identi-dad indiscutible y eterna. Entonces la cultura patria pasó aestablecerse sobre la hegemonía forzada de una de laspreexistentes: en algunos lugares salió adelante esa tareahomogeneizadora y exterminadora de las diferencias ori-ginales (vg. la desaparición de los llamados patois), y enotros la construcción nacional (nation building) resultó pormomentos conflictiva y difícil por resistencia de los des-plazados como extraoficiales. Estos casos se denominande forma amable como «débil nacionalización» o rotunda-mente como «fracaso».

Pero el éxito es efímero también a estos efectos. Loque sacas por la puerta acaba volviendo por la ventana.Una dictadura uniformista o los efectos similares de la globa-lización -también las respuestas asustadizas ante las dimen-

siones líquidas y cambiantes del mundo ac-tual o ante la manera de tomarse las gran-des decisiones mundiales- pueden resuci-tar identidades ayer apartadas, hasta estaréstas en condiciones de exigir que la nuevacultura nacional no sea sino agregado detodas en términos de igualdad. En su ex-tremo, rechazan pertenecer a cualquier he-terogénea síntesis y regresan a la canti-nela –ahora ellas- de la diferencia. Entremedias, la cultura nacional puede experi-mentar otro tipo de seísmos: la banaliza-ción de la cultura espectáculo, ignorante defronteras entre Estados-nación, o las com-peticiones entre grandes y poderosas co-nurbaciones que, como en los años noven-ta, se permitían también el lujo de saltarpor encima de esas añejas y declinantesconstrucciones políticas.

La conclusión en estos postmodernostiempos es que la cultura nacional flaquea,igual que menguan los Estados-nación quela vieron nacer y oxigenaron. Casi lo demenos es si en un Estado plurinacional sepuede educar a los ciudadanos en la diver-sidad interior con la esperanza de conse-guir un futuro país respetuoso de ella. Las

fuerzas existentes son tan centrífugas que convierten elempeño en la tarea del héroe: a los nuevos «hooligans»de la diferencia extrema y medieval se suman los irreduc-tibles centralistas de la unidad hacia adentro y la diferen-cia hacia fuera, y a todos ellos los nacionalistas banalesque solo saben de rentabilidad prosaica e interés privado,las transnacionales y sus habitantes que asisten conmise-rativamente a este envejecedor debate, o las nuevas uni-dades de destino en lo universal que son hoy las megaciu-dades o las grandes marcas identitarias (vg. las que generanel fútbol y los deportes de masas, las nuevas tribus, lasmodas cambiantes, las emociones y experiencias grupa-les o las coincidencias generacionales, entre otras).

El mundo que vivimos se refleja en la agregación hori-zontal e igualitaria, todo puede valer lo mismo, sin jerar-quías o reconocimientos previos. En ese combate, las cul-turas nacionales, como los Estados-nación, tienen a medioplazo perdida la partida. Todas y todos ellos. Y lo plurina-cional y multicultural posiblemente no vaya a ser otra cosaque el intermedio que preludia otra realidad que a día dehoy es difícil imaginar.

*Profesor de Historia Contemporánea en la UPV-EHU. Entre 2009y 2012 fue Viceconsejero de Cultura del Gobierno Vasco.

is, hegemonía o quimera?is, hegemonía o quimera?

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U

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n año después de las elecciones municipales del 24 de junio de 2015, que puso a plataformasciudadanas al frente de ciudades como Madrid,

ción, tal vez el instrumento transversal más relevante, y ala vez complejo, para el desarrollo de modos de gobernan-za más democráticos. De hecho, es en las Áreas de Parti-cipación y Ciudadanía, y no en las de Cultura, donde seestán fraguando muchas de las acciones que, si se imple-mentan adecuadamente, propiciarán cambios estratégicosen los demás campos. En Barcelona, el ejemplo de ges-tión comunitaria es el Ateneo Popular de Nou Barris, apartir del cual se quiere idear un modelo para otros equi-pamientos. En Madrid, es la biblioteca del barrio de SanFermín, en cuyo diseño participan vecinos, colegios, técni-cos municipales y arquitectos. Estos «nuevos municipalis-mos» –o institucionalismos, en un sentido más amplio–exigen, por un lado, fortalecer los equipamientos de proxi-midad y el tejido de base (colectivos, organizaciones, pro-fesionales, espacios, redes de trabajo, etc.) y, por otro,descentralizar los mapas culturales urbanos, desde unoscentros sobrecargados o sobredimensionados hacia barriosy periferias social y culturalmente activos1.

Uno de los escollos es el difícil anclaje de estas medi-das en las estructuras administrativas existentes. Los nue-vos equipos de gobierno se topan con modalidades con-tractuales que obstaculizan la toma de decisiones fuera delos criterios establecidos (por ejemplo, la prohibición deatribuir direcciones de equipamientos a colectivos o la obli-gación de atribuir las contratas municipales a los provee-dores de menor coste y no de mejor relación calidad-pre-cio), con unas temporalidades dilatadas que impidenresponder con agilidad a las demandas de la vida cultu-ral, o con políticas de protección de datos que frenan lapuesta en marcha de medidas de transparencia (para,por ejemplo, conocer el patrimonio y los sueldos de loscargos públicos). La dificultad estriba en que, para llevara cabo sus programas, los «ayuntamientos del cambio»demandan nuevos marcos normativos pero la capacidadlegislativa no reside en ellos sino en el Estado y las Comu-nidades Autónomas. Sin avances en los niveles adminis-trativos superiores, el margen de acción municipal es limi-tado.

Mientras, la batalla política se concentra en los nom-bramientos y las re-estructuraciones de áreas y empresasmunicipales. Después de años de descrédito social, sor-prende constatar que, pese a todo, la cultura sigue siendoun vector estratégicamente disputado como moneda decambio y como símbolo de poder. Los casos de Madrid y

MaríaPtqk*

Barcelona, Cádiz, A Coruña, Santiago de Composte-la, Ferrol o Zaragoza, el cambio asoma en las políti-cas culturales, pero de forma tímida y desigual. Re-pasamos avances, retos y coyunturas.

Más que ningún partido, ellos son los verdaderos emer-gentes de la regeneración política en España. Nacidos delclima post-15M, del que han heredado tanto la actitud dia-logante como unos modos de organización de corte asam-bleario u horizontal, los llamados «nuevos municipalismos»han irrumpido en las instituciones de la mano de platafor-mas ciudadanas –como Barcelona en Comú, Ahora Madrido las Mareas gallegas– que integran bajo una misma no-menclatura partidos de izquierda, organizaciones sociales,activistas y personas sin experiencia previa de militancia.Un modelo de gobernanza inédito en la historia democrá-tica española, esperanzador para quienes abogan por unmayor acercamiento entre ciudadanía y administracionespúblicas, pero que en términos generales aún no se haplasmado, de forma visible y decidida, en las en las Áreasde Cultura de los ayuntamientos.

A pesar de ello, estas organizaciones, a caballo entrelo social y lo político, están logrando introducir en el len-guaje institucional conceptos gestados desde el tejido debase (en grupos de trabajo, encuentros profesionales, re-des sociales), más acordes con el modo contemporáneode entender la política cultural. En concreto, con ellas vatomando carta de naturaleza la idea de «la cultura comobien común» que, no solo se opone a la de la cultura comorecurso económico (que ha servido a la especulación in-mobiliaria, la construcción de marca urbana, la edificaciónde grandes equipamientos sin criterios de sostenibilidad ola festivalización), sino que además expande y actualiza laidea, más arraigada en el lenguaje institucional de izquier-das, de la cultura como derecho. Al margen de diferenciasteóricas, entender la cultura como bien común, y no solocomo derecho, supone organizar su gestión de forma so-cial y colectiva, y no (o, al menos, no solamente) mediadapor la institución pública o la administración. Las palabrasimportan, sin duda, pero estamos ante algo más que uncambio de terminología.

¿Cómo se traduce esto a las políticas? En el terreno, larespuesta está cada vez más en los procesos de participa-

«Kultura-kontuetan hainbat erronka daude mahai gainean. Hauen artean: Urdaibaiko Guggenheim proiektua,zeini Bizkaiko Foru Aldundiak ez dirudien uko egiteko prest; utzikeria eta Montehermoso Kultur-guneari

eragindako koma-egoera; hiriburutza-ondorengo kudeaketa Donostian, Tabakalera ekipamendu nagusitzatizanda; Chillida-Lekuren itxiera mugagabea; edo Bilboko Arte Ederretako Museoa handitzeko plana.»

Políticas culturales en los nuevos municipalismosPolíticas culturales en los nuevos municipalismos

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Barcelona son, en este punto, paradigmáticos. En la ciu-dad condal, la gerencia del ICUB (del que dependen elConsell de la Cultura, BcnInnovació, La Virreina o el Festi-val Grec) sigue desierta y bajo la gestión del Comisionadode Cultura, cuya titular, Berta Sureda, ha sido relevada enmayo de este año tras el pacto de gobierno de BarcelonaEn Comú con el PSC, y la consiguiente designación delsocialista Jaume Collboni como Teniente de Alcalde deCultura (un puesto que, hasta ese momento, tambiéncarecía de responsable). El elegido por Collboni parasustituir a Sureda fue, durante unos días, el veteranodel PSC, Xabier Marcé, hombre fuerte de la adminis-tración y empresario cultural, pero su nombramientolevantó tantas críticas entre el sector profesional afín aBarcelona en Comú que acabó por no producirse. En elmomento de escribir este artículo, tanto la dirección delICUB como la del Comisionado de Cultura siguen pen-dientes de designación.

En Madrid, por su parte, el Área de Cultura ha sidoepicentro de ataques y polémicas desde el inicio. Unosdías después de su nombramiento, el concejal de Culturade Ahora Madrid Guillermo Zapata fue cesado a causa desus tweets de 2011 (donde bromeaba sobre judíos y víc-timas del terrorismo en un contexto claramente humo-rístico). Su sustituta, Celia Mayer, se ha convertidodesde entonces en objetivo privilegiado de la oposi-ción, que ha pedido su cese en varias ocasiones. Entreellas, las protestas suscitadas por el espectáculo de lostitiriteros (que se saldó con la dimisión del Director deProgramas y Actividades Culturales, Jesús Carrillo) ola retirada por error de una placa conmemorativa, enaplicación de la controvertida Ley de Memoria Histórica.

El fortalecimiento de Madrid Activa, entidad que articulaalgunos de los proyectos de participación y proximidad másemblemáticos, o la restructuración de Madrid Destino, pri-mer instrumento de la estrategia cultural municipal, dirigi-do por Santiago Eraso, tampoco están libres de polémica.

Otra dificultad, y no menor, es que el propio conceptode política cultural también está cambiando. Hoy, tanto enel nivel de las medidas como en el de los argumentarios,conviven: la defensa tradicional de una administración fuer-te, articulada en torno a equipamientos, programación ysubvenciones; la expansión de lo cultural hacia lo social, loeducativo y lo participativo, junto con medidas transversa-les en torno a la digitalización, la creatividad, la innovacióny el acceso al conocimiento; la búsqueda de formas admi-nistrativas híbridas y más ligeras, mediante entes de inter-mediación que gestionen los recursos en diálogo con elsector, al resguardo de vaivenes electorales; o la crisis delos criterios de excelencia y excepcionalidad que, durantedécadas, han presidido las políticas culturales pero hoy seconsideran difícilmente compatibles con los principios dedemocracia y accesibilidad. La coexistencia de todos estosfrentes, con sus complejidades, se da, además, en un es-cenario decaído, marcado por los recortes y la desinver-sión, el incremento del IVA cultural, una precariedad en-démica, la falta de relevo generacional, la ausencia demarcos normativos, la escasez de planes estratégicos olos casos de corrupción que han afectado también a equi-pamientos culturales (como el IVAM y el Palau de la Músi-ca en Valencia o el Palau de Barcelona, por citar algunosde los más mediáticos). El panorama es tan complicadocomo, a su manera, estimulante.

En Euskadi no se puede hablar de nuevos municipalis-mos pues las elecciones no llevaron al gobierno a ningunaplataforma ciudadana. Pero para las autonómicas del próxi-mo otoño, que se anuncian disputadas, hay sobre la mesavarios retos en materia cultural. Entre ellos: el proyecto deGuggenheim de Urdaibai, al que la Diputación de Bizkaiano parece dispuesta a renunciar; el clima de abandono deVitoria-Gasteiz, con el coma inducido del Centro CulturalMontehermoso; la gestión de la post-capitalidad en Do-nostia, con Tabakalera como equipamiento central; el cie-rre indefinido de Chillida-Leku; o el plan de ampliación delMuseo de Bellas Artes de Bilbao, cuyo personal de aten-ción al público, por cierto, se encuentra en huelga indefini-da desde el pasado 6 de junio. Un escenario que abre unamplio campo de juego para los nuevos institucionalismos,con sus plataformas y confluencias.

1 Para más información por ciudades, consultar la versión digi-tal de este artículo en http://www.galde.eu/.

* Productora cultural e investigadora independiente. Actual-mente es coordinadora de LaPublika, laboratorio de investiga-ción artística sobre esfera pública, dirigido por la productora dearte contemporáneo Consonni.

ss

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LA CULTURA COMO PREGUNTA, NOCOMO RESPUESTA. Nunca en nin-gún tiempo pasado tantos ana-

una cultura fragmentada, convertidaen objetos, pasteurizada y empa-quetada libre ya de cualquier leva-dura sediciosa, lista para su con-sumo distintivo según recursosy estatus.

El cuestionamiento del ri-gor y la democratización es-tética de la posmodernidaddesemboca en una iguala-

ción de los creadores. Fin dela auctoritas; todo se valida o sedestruye en las redes de influen-cia o de los mercados. En una

conversación cada vez más horizon-tal, un youtuber puede influir más que un erudi-to, un blog más que la sección de cine de un pe-riódico; un neo-grupo musical de diseño abrumar

en ventas a los repentinamente viejos ídolos oun artista tan solo extravagante asombrar enlas ferias especializadas. Paralelamente, la des-igualdad económica se impone entre los profe-

sionales de la cultura. Unas minorías ubicuas aca-paran grandes beneficios, mientras que las grandes

mayorías invisibles de los profesionales activos ven de-preciado drásticamente el valor de su trabajo, inestablecomo nunca. Es la precarización del oficio cultural, el pre-dominio de los intermediarios, la adopción del patrón co-pyright como medida universal.

La ciudadanía asiste ahíta a la feria permanentementeabierta del entretenimiento en todas sus variedades, seaen las pantallas domésticas, en el espacio público siempreconectado o desde un crucero turístico rumbo a civilizacio-nes antiguas. La cultura ha sido asignada al territorio delocio, por el que la clientela transitamos con la actitud om-nívora e infiel a la que se refieren Bauman y otros autores.Estamos ‘condenados a ser libres’, decía Sartre, y biensirve para referirnos a la abulia con que reaccionamosante la pluralidad de elecciones que diariamente debe-mos afrontar. Es el coste de nuestra autonomía indivi-dual, un cierto ‘desencanto por el mundo’ (cultural eneste caso) al que aludía Durkheim. Quizás sea éste se-milla de la indiferencia que muchas gentes de la crea-ción cultural denuncian dolidas al comprobar que la so-ciedad no sale en defensa de la cultura acosada. Quizás,

PelloGutiérrez*

Sondas al futuro

listas estuvieron tan preocupa-dos por la cultura como en laactualidad. Al modo en que Kantdistinguía lo bello y lo sublimeen la naturaleza, el displacer seapodera de buena parte de los aná-lisis ante la magnitud y la potenciade la cultura de nuestros días, que nosofrece una experiencia atropellada y con-vulsa, problematizada. Más allá del es-plendor ciudadano, lo bello, con quearraigaron en la sociedad europea laspolíticas iniciadas en la democratizacióncultural francesa de mediados del XX -una vez que la Ilustración responsabilizóal Estado de la tutela sobre la cultura-, vivi-mos el presente con temor y fascinaciónal mismo tiempo ante lo sublime de la com-plejidad cultural, el pasmo del cambio pro-fundo, inesperadamente acelerado y expo-nencial, la percepción de que el poder de lacultura está muy lejos de nuestro alcance.

Creímos que la cultura cambiaría la realidad; parecemás cierto que la realidad corrige la cultura. Una línea dealta velocidad recorre nuestras vidas a través de un tupidopaisaje de mercados: la tecnología revoluciona la ciencia,que condiciona el pensamiento de élites, que controlanredes de comunicación social, que tratan de orientar lacultura y los actos humanos. Todos los modelos de accióncultural están siendo cuestionados, la manera de producir,crear, intercambiar o experimentar el extenso catálogo decontenidos culturales en continua renovación y a nuestradisposición en la estantería global.

UN ALINEAMIENTO HOSTIL. La presión de las lógicas pri-vadas sobre las políticas públicas trata de convertir elderecho a la cultura en mercancía. Pretende el mercadocomo agente principal; la rentabilidad industrial sobreel ecosistema, la creación permanente de necesidadesinducidas que el consumo finalmente no podrá satisfa-cer, el espectáculo sobre la cultura, lo globalmente he-gemónico sobre la diversidad. Es la mercantilización de

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al contrario, sean los propios errores de una profesióntantas veces ensimismada…

Estos tres fenómenos –mercantilización, desigual-dad, abulia– han ido creciendo en las dos últimas déca-das hasta hacerse fuertes en un último hito del alinea-miento, con especial efecto en nuestra geografía: lascrisis. Crisis de modelo, ante el retorno político de lasconcepciones liberales que propugnan el estado mínimo ysu retirada del espacio público, como en la cultura. Crisisde legitimación política, en merecida repulsa a las élitescorruptas enquistadas en el sistema para apropiarse desus recursos, debilitar los mecanismos de control e impe-dir el desarrollo de nuevos espacios de protagonismo po-lítico hoy posibles. Y crisis económica, sobre la que noquerrán seguir leyendo. Conclusión: pérdida de statusde la cultura en una gobernanza política que querría tras-ladar responsabilidades del estado a ayuntamientos, lasociedad civil o los propios individuos. La política cultu-ral, centrifugada hacia la periferia del poder, encuentraahora mejor acomodo allá donde es necesaria para las cons-trucciones identitarias.

EXPLORACIONES URGENTES. Somos hijos de nuestro tiem-po y sus sistemas de pensamiento, aun cuando quizás lasrespuestas nos exijan nuevas coordenadas racionales.¿Dónde encontrarlas? Podríamos quizás diseñar un pro-grama de sondas exploratorias al futuro, a la búsqueda denuevos sentidos en diferentes espacios más fértiles, paraaplicar posteriormente políticas eficaces ante los proble-mas presentados.

Uno, el primero siempre postergado al último, el de laíntima e ineludible interdependencia entre educación y cul-tura. Cómo garantizar mejor la socialización de valores,hábitos, imaginarios y el desarrollo del juicio artístico, hu-manístico en general, que incorporará cada generación alas prácticas culturales en un contexto de educación per-manente.

Otro, una nueva interacción entre lo público y lo priva-do, un marco normativo para una nueva generación depolíticas culturales que rompa con el clientelismo y el for-mateo subvencional de lo primero y la irresponsabilidadsocial de lo segundo. Lo público no es el único agentetransformador, como ha considerado tradicionalmente laizquierda; lo privado no puede pretender que el consumosea el canon regulador. La transparencia, las evaluaciones

cualitativas y los modelos colaborativos de gobernanza sonlos principios.

Un tercero, la síntesis de la dialéctica permanente en-tre globalización y diversidad. Entre lo universal y las dife-rentes esferas de las identidades. Es una cinta de Möbius.Se empequeñece lo particular que no se proyecta a lo uni-versal, pero el movimiento hacia lo global exige una reivin-dicación de la diversidad y las variedades identitarias, ariesgo de que lo universal transmute en lo único, en auto-cracia cultural.

Más, el cambio de polaridad de los eventos a los pro-cesos. Desacralizar el qué para valorar el cómo. La ciuda-danía como protagonista en formatos alternativos de de-mocracia participativa en los procesos de la cultura. Soloasí el individuo promocionará de consumidor pasivo de elec-ciones ajenas a partícipe de procesos que posibiliten latransformación del ocio en experiencias de creación y ciu-dadanía.

Quinto, una nueva responsabilidad ciudadana y profe-sional ante la evidencia de que la Administración no podrámantener sus compromisos. Lo primero es exigir que lohaga, pero el retraimiento no es coyuntural, es sistémico,y las urgencias de la sociedad, inmarcesibles. Como indicaSubirats, es necesario ‘disentir construyendo alternativa’ através de procesos de innovación social y auto-organización.

Por fin, la rebeldía de las mentalidades. Castells afir-ma que «la sede del poder es la mente de la gente». Lainserción del individuo en una Sociedad Red le ofrece po-sibilidades ciertas de promover cambios sociales y cultu-rales de proximidad. Nada cambia sin que uno, una mis-ma, cambie. Es un replanteamiento de roles, de hábitos,una actitud de toma de conciencia individual que cristaliza-rá en identidades de resistencia o identidades promotorasde nuevos proyectos capaces de reconstruir comunitaria-mente las bases de la experiencia cultural y, con ella, de lapropia sociedad. Para empezar la tarea, dos recomenda-ciones: una de Calvino, idea para el nuevo milenio: apren-der poemas de memoria; segunda: leer «La resistenciaíntima» de J.M. Esquirol.

*Gestor y productor cultural. Ex asesor de cultura del Gobier-no Vasco.

Gracias por su colaboración a Mikel Toral. (Funcionario de cul-tura del Ayuntamiento de Bilbao. Ex director de Cultura del Go-bierno Vasco.)

«La inserción del individuo en una Sociedad Red le ofrece posibilidades ciertas de promovercambios sociales y culturales de proximidad. Nada cambia sin que uno, una misma, cambie.

Es un replanteamiento de roles, de hábitos, una actitud de toma de conciencia individual quecristalizará en identidades de resistencia o identidades promotoras de nuevos proyectos capaces dereconstruir comunitariamente las bases de la experiencia cultural y, con ella, de la propia sociedad.»

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La cultura en el mundo de la modernidad líquidaZygmunt Bauman. Fondo de Cultura Económica, 2013

El sociólogo, ensayista y filósofo polaco examina la evolución del concepto de cultura desde susorígenes como un agente de cambio destinado a educar a las masas, a su destino actual en que nobusca tanto satisfacer necesidades sino crear nuevas seducciones en un mundo marcado por laglobalización y las migraciones que pone en cuestión las ideas de identidad y de nacionalidad.

Todo lo que era sólidoAntonio Muñoz Molina. Seix Barral, 2013

Ensayo en el que el reconocido novelista realiza un apasionado alegato contra la degradación dela vida económica, política y cultural de España en estos últimos años y clama por una reaccióncívica contundente en la búsqueda de un idealismo práctico y racional que restaure el sentidoético en todos los niveles de la sociedad.

Producción cultural y prácticas instituyentes.Líneas de ruptura en la crítica institucional

Proyecto Transform. Traficantes de sueños, 2008El libro recopila textos de catorce autores europeos participantes en el proyecto Transform, queanaliza la crítica a las políticas institucionales en el terreno del arte y el activismo cultural, así comolas interrelaciones entre instituciones, movimientos y aparatos de Estado.

Cultura en tensiónJordi Oliveras (ed.) Rayo Verde, 2016

Una mirada actual sobre la cultura, sus agentes, sus políticas, sus tensiones y sus contradiccio-nes, con artículos de Nando Cruz, Marina Garcés, Joan Miquel Gual, Lucía Lijtmaer, Jordi Oliverasy Cesar Rendueles. Son ensayos disidentes hacia una cultura oficial que ahoga las iniciativasindividuales y colectivas, y que claman por que la ciudadanía recupere su voz.

Informe sobre el estado de la cultura en España 2016.La cultura como motor de cambio

Enrique Bustamante (coord.) Fundación Alternativas, 2016Tercer estudio sobre el impacto de la crisis en la cultura que publica la F. Alternativas. Es untrabajo exhaustivo y riguroso en el tratamiento de los datos y en la lucidez de los comentarios deuna veintena de expertos. Su coordinador, Enrique Bustamante, es un destacado estudioso de lasindustrias culturales y de la comunicación desde los años 80.

http://www.fundacionalternativas.org/public/storage/publicaciones_archivosf826abeaa553a2cac49bb8d38c11dae3.pdf

Treinta años de políticas culturales en España.Participación cultural, gobernanza territorial e industrias culturales

J. Rius-Ulldemolins, Juan A. Rubio Aróstegui (eds.) Publicacions,Universitat de València, 2016Obra coral constituida por una quincena de textos en los que se articulan visiones sectoriales conotras de análisis multinivel, bajo la dirección de dos expertos habituales en los estudios culturales.

Análisis de la cadena de valor y propuestas de política cultural.Primer informe sobre el estado de la cultura vasca

Kulturaren Euskal Behatokia. Observatorio Vasco de la Cultura, 2015Primero de una serie de informes que pretenden ser periódicos, publicado por el Observatorio,con el soporte técnico de ICC y la dirección de la UPV-EHU. Contiene, además de los resultadosde un cuestionario remitido a un extenso panel de agentes culturales, artículos de Ramón Zallo yotros profesores universitarios.

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