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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 19 CRISTIANISMO PRIMITIVO DIDACHÉ «Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles» Comunidad Cristiana de la Esperanza

DIDACHÉ - … referirse a la misma. El manual consiste en dos partes: 1) Un tratado moral conforme al modelo más antiguo de Los dos caminos, que presenta los caminos de la

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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 19

CRISTIANISMO PRIMITIVO

DIDACHÉ

«Enseñanza del Señor a las naciones

por medio de los doce apóstoles»

Comunidad Cristiana de la Esperanza

Comunidad Cristiana de la Esperanza

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DIDACHÉ: Enseñanza del Señor a las naciones por medio de

los doce apóstoles

La publicación de la Didaché (pronunciada Diadajé) por su

descubridor, Philotheos Bryennios, metropolita de Nicomedia, el

año 1883, y por Adolf Harnack en 1884, causó una gran

sensación sólo comparable a los hallazgos de Qumrán en nuestra

época.

Al fin se poseía el texto de una obra de la que sólo era conocido el

título por testimonio de la iglesia antigua, una obra cuyo

contenido obligaba a revisar la imagen tradicional del

cristianismo primitivo, especialmente la historia de su

constitución.

La Didaché es un manual de la iglesia del cristianismo primitivo,

también llamada Doctrina de los apóstoles o Doctrina del Señor a

las naciones por medio de los doce apóstoles.

Esta última designación aparece en el manuscrito de Bryennios;

pero la primera es la que han usado varios escritores antiguos

para referirse a la misma.

El manual consiste en dos partes:

1) Un tratado moral conforme al modelo más antiguo de “Los dos

caminos”, que presenta los caminos de la justicia y la injusticia,

de la vida y la muerte, respectivamente, conocidos a los judíos,

sus primeros autores quizá, y, también a los griegos, aunque

indudablemente se fue aumentando con añadidos según las ideas

de quienes adoptaban este modelo.

2) La segunda parte da instrucciones referentes a ritos y

ministerios de la iglesia. Trata del bautismo, de la oración y del

ayuno, la eucaristía y el ágape, el tratamiento de los apóstoles y

profetas itinerantes, de los obispos y diáconos, y el conjunto

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termina con una solemne advertencia a la vigilancia en vista de

la segunda venida de Cristo.

La sección de los “dos caminos”, también aparece de manera

independiente en la Carta de Bernabé, lo que hace pensar que

existía como fuente anterior a ambos. La Didaché define los dos

caminos como caminos de vida y de muerte, mientras que

Bernabé se refiere a ellos como luz y oscuridad. La obra es,

indudablemente, de fecha muy primitiva, como se ve por la

evidencia interna del lenguaje y su enseñanza.

Así por ejemplo, el orden profético itinerante no ha sido

desplazado todavía por el ministerio localizado permanente, sino

que existen el uno al lado del otro, como durante la vida de Pablo

(Ef. 4:11; 1ª Co. 12:28).

En segundo lugar, el episcopado no ha pasado a ser todavía

universal; la palabra “obispo” se usa como sinónimo de

“presbítero”, y el escritor, por tanto, une “obispos” con “diáconos”

(Did. 15) como hace Pablo (1ª Ti. 3:1- 8; Fil. 1:1) bajo

circunstancias similares. Ambos son elegidos por la comunidad

mediante la ordenación.

En tercer lugar, por la expresión en Did. 10: “después de haberos

saciado”, se ve que el ágape sigue siendo parte de la Cena del

Señor. Finalmente, la simplicidad arcaica de sus sugerencias

prácticas sólo es compatible con la más tierna infancia de la

Iglesia. Estas indicaciones señalan el primer siglo como la fecha

de la obra en su forma presente.

Su valor principal reside en que nos proporciona datos extra

bíblicos sobre las instituciones y la vida de las primeras

comunidades cristianas. Lo que pretende la Didaché es codificar

las reglas y disposiciones morales, litúrgicas, jurídicas y de otro

tipo que se acreditaron como convenientes y necesarias en el

momento en que fue escrita. Presenta una orientación

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exclusivamente «práctica» y, salvo el capítulo 16, deja de lado todo

elemento dogmático.

Son escasas las citas del Antiguo Testamento; en cambio el autor

habla del «evangelio del Señor», sin especificar a cuál de los

sinópticos se refiere y cita veintitrés dichos o sentencias de

Jesucristo, diez textualmente y los demás en forma libre. No se

encuentra ninguna cita que aluda a hechos históricos de los

evangelios. Además, el autor parece desconocer el evangelio de

Juan. Las epístolas de San Pablo tampoco se citan formalmente.

Las cuestiones que suscita la Didaché son variadas. Además de

su datación, se ha estudiado su relación con otros escritos

cristianos como el Evangelio de Mateo o la Epístola de Bernabé.

También con oraciones judías como el Kidush, la Amidá o el

manual de disciplina de la comunidad esenia de Qumrán.

El interés que despierta no es sólo literario, sino también

litúrgico, pues la Didaché contiene las primeras instrucciones

conocidas para la celebración del Bautismo y la Eucaristía, así

como una de las tres redacciones que han pervivido de la oración

del Padre Nuestro. Si se consideran las diversas traducciones de

la obra, la dispersión geográfica de los fragmentos encontrados y

la lista de obras posteriores que dependen de ella, la Didaché

debió ser muy conocida en los primeros siglos.

Al igual que otras obras de la literatura cristiana, estuvo mucho

tiempo cerca del canon bíblico, antes de ser finalmente

descartada. Actualmente se la incluye dentro del heterogéneo

grupo de los llamados Padres apostólicos, de los cuales puede ser

el escrito más antiguo y, sin lugar a dudas, el más importante.

Se respira en su contenido la vida de la primitiva cristiandad. A

través de formulaciones claras, asequibles tanto a mentes cultas

como a inteligencias menos ilustradas, se enumeran normas

morales, litúrgicas y disciplinares que han de guiar la conducta,

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la oración, la vida de los cristianos. Se trata de un documento

catequético, breve, destinado probablemente a dar la primera

instrucción a los neófitos o a los catecúmenos.

a) Autor y fecha de composición

Por lo que se refiere al lugar en que fue escrita, la opinión, en

principio, había sido fuertemente favorable a Egipto, debido a que

la Doctrina o Enseñanza de los apóstoles es citada primero por

escritores egipcios; pero por la alusión casual del cap. 9 al “trigo

esparcido por las montañas” parece que fue escrita o bien en Siria

o en Palestina.

Del autor no sabemos nada. Probablemente fue un maestro

cristiano procedente del judaísmo, y ambientado en el círculo de

Santiago, “el hermano del Señor”, como parecen demostrar las

semejanzas en la Didaché y la carta de éste. Toma sus

enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento, si bien apenas si

recurre a citas literales, sólo alude a pasajes de ellos. El autor

escribe en un tono de aseveración, sin reserva ni vacilación en lo

que afirma, enseña y manda. Nadie, ni un apóstol o profeta puede

quitar ni añadir a lo escrito. El redactor habla con autoridad,

aunque no se presenta como depositario personal de una

revelación. Quizá se trata de un apóstol fundador de una iglesia,

a la que deja este breve escrito como resumen de sus enseñanzas,

antes de partir hacia otro lugar, buscando fundar nuevas iglesias.

La fecha de composición va de alrededor del año 70 a los años 96-

98, siempre anterior al siglo II, prolijo en herejías, no

mencionadas en la Didaché y tan presente en los últimos escritos

joánicos y en las cartas de Ignacio.

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b) Transmisión y manuscritos

Como hemos apuntado, la Didaché fue descubierta por el

metropolita Bryennios en el mismo manuscrito que tiene la copia

completa de la Epístola de Clemente, y es llamado el manuscrito

Constantinopolitano o Hierosolimitano, por haberse encontrado

en la biblioteca del Hospital del Santo Sepulcro de Constantinopla

y haber sido trasladado después, en 1887, a la biblioteca del

patriarcado en Jerusalén. Además de la Enseñanza y las Cartas

genuinas y espurias de Clemente completas, este documento

contiene la Sinopsis de Crisóstomo del Antiguo y del Nuevo

Testamento (incompleta), la Carta de Bernabé, y la Gran

recensión de las Epístolas de Ignacio. El manuscrito tiene fecha

de 1056. Pero, aunque Bryennios anunció una lista del contenido

de este documento en 1875, pasaron ocho años antes de que

fuera publicada la Didaché. Entretanto, como Eusebio y otros

mencionan una obra de este nombre entre los escritos apócrifos,

cundió la esperanza entre los interesados en estos estudios de

que éste podía ser el libro aludido, y que arrojaría algo de luz

sobre la discutida cuestión del origen de las Constituciones

Apostólicas. Cuando al fin, en 1883, fue ofrecido el texto al

mundo, se demostró que su interés e importancia excedía a las

más altas expectativas. Se ha admitido en general que es la obra

mencionada por Eusebio y citada también por Clemente de

Alejandría como “Escritura”. Es la base del séptimo libro de las

Constituciones Apostólicas.

En el lenguaje y en el contenido presenta íntima afinidad con

muchos otros documentos primitivos, especialmente los Cánones

Eclesiásticos y la Carta de Bernabé. Gebhardt descubrió también

un fragmento de una traducción latina, que se contiene en el

códice de Melk, perteneciente al siglo XI. Son muy importantes

los restos de una traducción copta, conservados en el papiro

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Oxirrinco del Museo Británico, del siglo V, traducción que procede

posiblemente de la primera mitad del siglo III.

Así, aunque sólo hay un manuscrito existente de la Didaché en

su forma presente, la incorporación de una gran parte del mismo

en los escritos patrísticos y los manuales de la iglesia primitiva

hace el problema de su origen y desarrollo peculiarmente

interesante.

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DIDACHÉ

PRIMERA PARTE

El Catecismo o los «Dos caminos»

Enseñanza del Señor transmitida a las naciones por los Doce

Apóstoles.

CAPÍTULO 1

Los dos caminos

1 Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la

diferencia que hay entre estos dos caminos.

El camino de la vida

2 El camino de la vida es éste: «Ama en primer lugar a Dios que

te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo.

Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas a otro.»

La perfección evangélica

3 Esta es la enseñanza de este discurso: «Bendecid a los que os

maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os

persiguen. Porque ¿qué méritos hay en que améis a los que os

aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los

que os odian, y no tengáis enemigo.»

4 Apártate de los deseos carnales. Si alguno te da una bofetada

en la mejilla derecha, vuélvele la izquierda, y serás perfecto. Si

alguien te fuerza a ir con él durante una milla, acompáñale dos.

Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien te

quita lo tuyo, no se lo reclames, pues tampoco puedes.

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La limosna

5 A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre

quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el

que da conforme a este mandamiento; pues este es inocente. ¡Ay

del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente;

pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por

qué recibió y para qué: puesto en prisión, será examinado sobre

lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último centavo.

6 También está dicho acerca de esto: «¡Que tu limosna sude en

tus manos hasta que sepas a quién la das!»

CAPÍTULO 2

El segundo mandamiento

1 He aquí el segundo mandamiento de la doctrina:

2 No mates, no adulteres, no corrompas a los menores, no

forniques, no robes, no practiques la magia o la hechicería, no

mates al hijo por aborto, ni quites la vida al recién nacido.

3 No codicies los bienes del prójimo, no perjures, no des falso

testimonio. No calumnies ni guardes rencor.

4 No seas doble de mente o de lengua, pues el doblez es lazo de

muerte.

5 Tu palabra no será mentirosa ni vana, sino que la cumplirás

por la obra.

6 No seas avaro, ni ladrón, ni hipócrita, ni malvado, ni soberbio.

No trames planes malvados contra su prójimo.

7 No odies a nadie, sino que a unos los convencerás, por otros

rogarás, a otros los amarás más que a tu propia alma.

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CAPÍTULO 3

Apártate del mal

1 Hijo mío, huye de todo lo que es malo y de todo lo que se le

parezca.

2 No te dejes arrastrar por la ira, pues la ira lleva al asesinato; no

tengas celos, ni seas pendenciero, ni irascible; pues de todas

estas pasiones se engendran los asesinatos.

3 Hijo mío, no te dejes inducir por los deseos carnales, pues la

carne lleva a la fornicación; no seas un hablador sucio, ni de

mirar provocativo, pues de todas estas cosas nacen los adulterios.

4 Hijo mío, no consultes a los agoreros pues eso lleva a la

idolatría; ni hechiceros ni astrólogo, ni ocultista, ni quieras

contemplar tales cosas. De todas ellas se engendra la idolatría.

5 Hijo mío, no te hagas mentiroso; pues la mentira lleva al hurto;

ni codicioso de dinero ni de vanagloria; de todas estas cosas se

originan los hurtos.

6 Hijo mío, no te hagas murmurador, pues eso lleva a la

blasfemia, ni egoísta ni mal intencionado; porque de todas estas

cosas se engendran blasfemias.

Haz el bien

7 Hazte, por el contrario, manso, porque los mansos heredarán la

tierra,

8 hazte paciente, y compasivo, y sencillo, y pacífico, y bueno, y

temeroso en todo momento de las palabras que has oído.

9 No se junte tu alma con los soberbios, sino que andarás con los

justos y humildes.

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10 Los sucesos que te sobrevengan los aceptarás como bienes,

sabiendo que no sucede nada sino por disposición de Dios.

CAPÍTULO 4

Deberes para con la comunidad cristiana

1 Hijo mío, de aquel que te explica la Palabra de Dios te acordarás

de día y de noche, y lo honrarás como al Señor. Porque donde se

anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor.

2 Buscarás cada día los rostros de los santos, para hallar

descanso en sus palabras.

3 No provocarás facciones, sino que pondrás paz entre los que

pelean. Juzgarás rectamente, y no harás distinción de personas

para reprender las faltas.

4 No andarás indeciso pensando si resultará o no.

5 No seas de los que extienden la mano para recibir, pero la

retiran para dar.

6 Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello como

rescate de tus pecados.

7 No vaciles en dar, ni murmures mientras das, pues has de saber

quién es el que recompensa tu limosna.

8 No rechazarás al indigente, de todo lo tuyo harás partícipe a tu

hermano, sin decir que nada es tuyo propio; porque si en lo eterno

son copartícipes, ¿cuánto más en lo temporal?

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Deberes para con la familia

9 No retirarás tu mano de tu hijo ni de tu hija, sino que desde su

infancia les enseñarás el temor de Dios.

10 No mandarás con aspereza a tu esclavo o a tu esclava que

esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer a

Dios que está sobre unos y otros; pues él no vendrá a escoger

personas por su apariencia, sino a llamar a cuantos el Espíritu

haya preparado.

11 Vosotros, los esclavos, someteos a vuestros señores como a

imagen de Dios con reverencia y temor.

Deber del cristiano

12 Aborrecerás toda hipocresía y cuanto desagrada al Señor.

13 No abandones los mandamientos de Dios, sino que cumplirás

cuanto has recibido, sin añadir ni quitar un punto.

Confesión de los pecados

14 En las reuniones confesarás tus pecados, y no te acercarás a

la oración con mala conciencia. Este es el camino de la vida.

CAPÍTULO 5

El camino de muerte

1 El camino de la muerte es éste: ante todo, es malo y lleno de

maldición: homicidios, adulterios, concupiscencias,

fornicaciones, robos, idolatrías, magias, envenenamientos,

rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, dobleces, fraudes,

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soberbia, maldad, egoísmo, codicia, deshonestidad en el hablar,

celos, descaro, altanería, jactancia.

Quiénes lo siguen

2 Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad,

amadores de la mentira, desconocedores de los castigos de la

justicia, sin afecto por lo bueno y lo justo, despiertos no para el

bien sino para el mal; alejados de toda mansedumbre y paciencia,

amantes de la vanidad, buscadores de recompensas, que no se

compadecen de los pobres, no se ocupan de los afligidos, no

reconocen a su creador, asesinos de sus hijos, corruptores de la

obra de Dios por el aborto, ellos rechazan a los indigentes, y los

oprimen más en su aflicción, patrocinadores de los ricos, jueces

injustos de los pobres errando en todas las cosas. Hijos, ¡alejaos

de tales personas!

CAPÍTULO 6

Preceptos y consejos

1 Cuida de que nadie te aparte de este camino de la doctrina,

porque te enseña en contra de Dios.

2 Si puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto. Pero si

no lo puedes llevar todo, haz lo que puedas.

3 En cuanto a la comida, lleva la que puedas; pero de lo

sacrificado a los ídolos, guárdate mucho; pues es una adoración

a dioses muertos.

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SEGUNDA PARTE

De la Liturgia y de la Disciplina

CAPÍTULO 7

El bautismo

1 En lo que se refiere al bautismo, bautizad de este modo: Dichas

con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del

Padre y del Hijo y el Espíritu Santo, en agua viva.

2 Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con

agua fría, hazlo con caliente.

3 Si no tienes ni una ni otra, derrama agua tres veces sobre la

cabeza, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

4 Antes del bautismo, el bautizado y el que bautiza deben ayunar

previamente, y todos los que puedan. Pero al bautizando le

ordenarás que ayune uno o dos días antes.

CAPÍTULO 8

El ayuno

1 No ayunéis juntamente con los hipócritas, que ayunan el

segundo y el quinto día de la semana. Ayunad el día cuarto y el

de la preparación que es el sexto.

La oración

2 Tampoco ores como los hipócritas, sino, como lo mandó el Señor

en el Evangelio, orad así:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,

venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;

danos hoy nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda

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como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores, no nos

induzcas en tentación, sino líbranos del maligno, porque tuyo es

el poder y la gloria por todos los siglos.

3 Ora así tres veces al día.

CAPÍTULO 9

La acción de gracias

1 Acerca de la acción de gracias, dad gracias de esta manera:

2 Primero sobre la copa:

Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu

siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús,

tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

3 Y después del partimiento (del pan) decid:

Te damos gracias, ¡Padre nuestro!, por la vida y el conocimiento

que nos diste a conocer por medio de Jesús tu siervo. ¡A ti la gloria

por los siglos!

4 De la misma manera que este pan, que partimos, estaba

disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida

tu iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es

la gloria y el poder, por Jesucristo, por los siglos.

5 Que nadie coma ni beba de esta acción de gracias, sino los

bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor:

No deis lo santo a los perros.

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CAPÍTULO 10

Cuando estéis saciados, dad gracias de la manera siguiente:

2 Te damos gracias, ¡Padre santo!, por tu santo nombre que

hiciste morar en nuestro corazón, y por el conocimiento, la fe y la

inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu

siervo. A ti la gloria por los siglos.

3 Tú, ¡Señor todopoderoso!, creaste todas las cosas por causa de

tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su

disfrute, para que te dieran gracias. Mas a nosotros nos hiciste el

don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por

medio de tu siervo.

4 Ante todo te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria

por los siglos.

5 Acuérdate, Señor, de tu iglesia, para librarla de todo mal y

hacerla perfecta en tu amor, y congrégala desde los cuatro

vientos, santificada, en tu reino que le has preparado. Porque

tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

6 Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David.

El que sea santo, que se acerque. El que no lo es, que se

arrepienta. Maranatha. Amén.

7 A los profetas, dejadles dar gracias cuanto quieran.

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CAPÍTULO 11

Fidelidad a la doctrina

1 Quienquiera, pues, que venga a vosotros y os enseñe todas las

cosas que se han dicho antes, recibidlo.

2 Pero si el mismo maestro, extraviado, os enseña otra doctrina

para que os dividáis, no le prestéis oído; si, en cambio, os enseña

para que aumentéis la justicia y el conocimiento del Señor,

recibidlo como al mismo Señor.

El apóstol itinerante

3 Con los apóstoles y profetas, obrad de la siguiente manera, de

acuerdo con la enseñanza evangélica:

4 todo apóstol que venga a vosotros, recibidlo como al Señor.

5 No se detendrá sino un solo día, y, si fuere necesario, otro más.

Si se queda tres días, es un falso profeta.

6 Cuando el apóstol se vaya no tome nada consigo, si no es pan

hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, es un falso profeta.

Apóstoles y profetas. No juzgar al profeta

7 No pongáis a prueba ni a examen ningún profeta que habla en

espíritu. Porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no

será perdonado.

8 Aun así, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que

tiene el modo de vida del Señor. En efecto, por el modo de vida se

distinguirá el verdadero profeta del falso.

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Otros signos de discernimiento

9 Todo profeta que ordene poner la mesa en espíritu, no come de

ella; en caso contrario, es un falso profeta.

10 Todo profeta que predica la verdad, si no cumple lo que enseña

es un falso profeta.

11 Todo profeta probado como verdadero, que trabaja en el

misterio de la iglesia en el mundo, si no enseña a hacer lo que él

hace, no lo juzguen, pues su juicio está en Dios. Así lo hicieron

también los antiguos profetas.

12 Pero al que dice en espíritu: Dame dinero, o cualquier otra

cosa, no le prestéis oído. En cambio, si dice que se dé a los

necesitados, nadie lo juzgue.

CAPÍTULO 12

Peregrinos y vagos

1 A todo el que viniere en nombre del Señor, recibidlo. Luego, con

el discernimiento que tenéis, examinadlo para conocerlo por su

derecha y por su izquierda.

2 Al que pasa de camino ayudadlo en lo que podáis: pero no se

quedará con vosotros sino dos o tres días, si fuere necesario.

3 Si quiere quedarse entre vosotros, teniendo un oficio, que

trabaje para su sustento.

4 Si no tiene oficio, proveed según la prudencia, de modo que no

viva entre ustedes cristiano alguno ocioso.

5 Si no quiere aceptar esto, se trata de un traficante de Cristo:

tened cuidado con tales personas.

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CAPÍTULO 13

Sustento de profetas y maestros

1 Todo auténtico profeta que quiera residir entre vosotros es digno

de su sustento.

2 Igualmente, todo auténtico maestro merece también, como

trabajador, su sustento.

3 Por tanto, tomaréis siempre las primicias de los frutos del lagar

y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y las daréis como

primicias a los profetas, pues ellos son sus sumos sacerdotes.

4 Si no tenéis profeta, dádselas a los pobres.

5 Si haces pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato.

6 Si abres una jarra de vino o de aceite, toma las primicias y dalas

a los profetas.

7 De tu dinero, de tu vestido y de todas tus posesiones, toma las

primicias, según te pareciere, y dalas conforme al mandato.

CAPÍTULO 14

La celebración del día del Señor

1 En el día del Señor reuníos y partid el pan, y dad gracias,

después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que

vuestro sacrificio sea puro.

2 Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con

vosotros hasta que no se hayan reconciliado, para que no sea

profanado su sacrificio.

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3 Este es el sacrificio del que dijo el Señor: «En todo lugar y tiempo

se me ofrece un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el

Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones».

CAPÍTULO 15

Elección de obispos y diáconos

1 Elegid obispos y diáconos dignos del Señor, que sean hombres

humildes, no amantes del dinero, veraces y bien probados,

porque también ellos os sirven a vosotros como profetas y

maestros.

2 No los menospreciéis, puesto que tienen entre vosotros el mismo

honor que los profetas y maestros.

Corrección fraternal

3 Amonestaos unos a otros, según los preceptos del Evangelio, en

paz y no con ira. Que nadie hable al que pecare contra su prójimo,

y no se le tenga ninguna consideración entre vosotros, hasta que

se arrepienta.

El evangelio, norma de vida

4 Las oraciones que hagáis, las limosnas que deis y todo cuanto

hagáis, hacedlo según los preceptos dados en el Evangelio de

nuestro Señor.

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CAPÍTULO 16

Fin de los tiempos

1 Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros

lomos y vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos,

porque no sabéis la hora en que vendrá el Señor.

2 Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras

almas, porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado

la fe, si no fuereis hallados perfectos el último día.

3 Porque en los últimos tiempos abundarán los falsos profetas y

los corruptores, y las ovejas se transformarán en lobos, y el amor

se cambiará en odio.

4 Habiendo aumentado la iniquidad, crecerá el odio de unos

contra otros, se perseguirán mutuamente y se entregarán unos a

otros.

5 Entonces es cuando el Seductor del mundo hará su aparición y

titulándose el Hijo de Dios, hará señales y prodigios; la tierra le

será entregada y cometerá tales maldades como no han sido

vistas desde el principio. Los humanos serán sometidos a la

prueba del fuego; muchos perecerán escandalizados; pero los que

perseverarán en la fe, serán salvos de esta maldición.

6 Entonces aparecerán las señales de la verdad. Primeramente

será desplegada la señal en el cielo, después la de la trompeta, y

en tercer lugar la resurrección de los muertos, según se ha dicho:

7 “El Señor vendrá con todos sus santos”

8 ¡Entonces el mundo verá al Señor viniendo en las nubes del

cielo!