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    REVISTA DEL GRUPO DEMOCRACIA Y DESARROLLO LOCAL

    ENERO 2006

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    El Imperio no negocia, impone

    En Hong Kong se salv la OMC

    Sociedad civil y partidos:Ms all del corporativismo

    Lula y los Movimientos Sociales:Encuentros y desencuentros

    La Argentina:

    Movimientos sociales e izquierdas

    El Zapatismocomo Movimiento Social

    Evo Presidente de Bolivia.Avances y otros retos

    De la calle al Palacio:los desafos de la izquierda boliviana

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    Editorial Juan Pablo Muoz, Coordinador GDDL 3

    Entre tantoHacia dnde vamos? 2006 un ao para disputar futuro

    Betty Tola Bermeo 6 El Imperio no negocia, impone(Inflexibilidad de EEUU en los acuerdos de libre comercio)

    Fernando Buenda G. 11

    En Hong Kong se salv la OMC Mara Fernanda Espinosa 16

    Entre lneasContribucin al debate sobre los movimientos sociales

    Mario Unda 19

    Sociedad civil y partidos: Ms all del corporativismo Fernando Bustamante P. 25

    Movimientos Sociales: Hiptesis para el debate Marc Saint Upry 31

    Movimiento indgena: radicales o moderados Pablo Ospina Peralta 35

    Algunos aportes desde el movimiento indgena a lasconcepciones sobre democracia en el Ecuador

    Ana Mara Larrea M. 39

    Lula y los Movimientos Sociales. Encuentros y desencuentros Emir Sader 42

    Brasil: crecimiento socialCarlito Merss 47

    La Argentina: Movimientos sociales e izquierdas Maristella Svampa 49

    Chvez deber escoger entre el MVR y las bases Entrevista a Roland Denis 54

    Los sectores populares que no tenan vozahora forman parte de la vida poltica venezolana

    Entrevista a Edgardo Lander 58

    A diez meses del gobierno progresista uruguayo:Es sustentable un gobierno progresista?

    Marcelo Rosales 61

    Entre vistasEl Zapatismo como movimiento social

    Entrevista a Bernard Duterme 66

    Entre pueblosDe la calle al Palacio: los desafos de la izquierda boliviana

    Pablo Stefanoni 69

    Evo Presidente de Bolivia. Avances y otros retos Esteban Ticona Alejo 73

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    Coordinador General del GDDLJuan Pablo Muoz

    Consejo EditorialGDDL

    Comit EditorialFernando BuendaVirgilio HernndezPablo Ospina

    Marc Saint UpryEdicin GeneralVirgilio Hernndez

    Fotografa:Santiago Gonzlez B.Archivo

    Diseo y Diagramacin Nora Altuna

    Diseo de Portada y ContraportadaDiego Guachilema

    ImpresinObreval ImpresoresEnero 2006

    Esta es una publicacin del Grupo Democracia y Desarrollo Local

    Entre voces pretende ser un espaciode debate y discusin; por ello, las opi-niones vertidas por los autores de losartculos son de su responsabilidad y noreflejan, necesariamente, la posicindel GDDL ni de las instituciones parti-cipantes en el mismo.

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    Inauguramos el 2006 con un tema central que consideramos indispensable par-ticularmente en este ao electoral: los movimientos sociales y su relacin conla democracia y los desafos de la izquierda en Amrica Latina. Lo hacemostomando en cuenta las relaciones entre la sociedad civil y los partidos polti-cos; entre los movimientos sociales y la poltica; la accin extrainstitucional yla institucional; los discursos "radicales" y los "moderados". Proponemos unacercamiento no solo a la realidad ecuatoriana sino a los procesos que se vie-nen dando en Argentina, Brasil, Bolivia, Mxico, Venezuela y Uruguay.Para ambientar el debate, Mario Unda introduce un anlisis profundo de losmovimientos sociales situndoles en el contexto de la globalizacin neolibe-ral, las modificaciones en la estructura de clases, la redefinicin de la depen-dencia y la propia democracia, puesto que, segn nos dice, los movimientossociales cuestionan la comprensin de la poltica y resitan la actualidad de lasdiscusiones estratgicas en la perspectiva de la reconstruccin de una polticarevolucionaria. Marc Saint Upry en su acostumbrado tono polmico se cues-tiona sobre las posibilidades de los movimientos sociales, al tiempo de propo-ner hiptesis para su comprensin. Fernando Bustamante, tambin desdeEcuador, se pregunta por la crisis de los partidos polticos y el rol de la socie-dad civil frente a la poltica. Es posible prescindir de los partidos? Puede lasociedad civil en forma directa suplir ese rol? La respuesta parece ser que el problema no son los partidos sino la falta de los mismos y su reemplazo por una especie de clubes que no trascienden los intereses corporativos.Maristella Svampa y Emir Sader, desde Argentina y Brasil, respectivamente,se suman al anlisis; resaltando la necesidad de discutir sobre el rol de los par-tidos y sus relaciones con las organizaciones sociales. Ambos dan cuenta deinteresantes procesos de acumulacin social y poltica en sus pases, que inci-den y que a la vez son afectados por las lgicas de los gobiernos "afines". Nos

    colocan, adems, el problema de la fragmentacin de los movimientos socia-les; as como la dificultad de generar alianzas en perspectiva de constituir fuer-zas hegemnicas desde los sectores populares.Gobernar desde la izquierda en los actuales escenarios puede, entonces, forta-lecer la acumulacin social y poltica pero puede tambin afectarla al no cum- plir con las expectativas generadas. Esto lo abordan de un lado Emir Sader yCarlos Merss de Brasil, como Edgardo Lander y Roland Denis de Venezuela.Sea en el caso de Brasil como en el de Venezuela las lecturas de los articulis-tas y entrevistados son polmicas; si bien hay algunas coincidencias los con-trastes son importantes sobre los gobiernos de Lula y de Chvez.Lula aparentemente ha generado decepciones; sin embargo los movimientossociales consideran que su derrota en las siguientes elecciones significara elregreso de la derecha neoliberal. Por eso mantienen el dilogo con el gobier-no pero a la vez ejercen presiones con movilizaciones, tomas de tierra y otrasacciones extra institucionales. Este escenario ha permitido reafirmar la necesi-dad de autonoma entre los movimientos sociales y los partidos, a la vez queuna simultnea voluntad de convergencias entre ellos.Chvez es cuestionado por su estilo populista, incluso por posibles niveles decorrupcin entre sus allegados; pero, de otro lado, es reconocido por losesfuerzos hacia un rumbo distinto al neoliberalismo, a travs de significativas

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    polticas sociales, en salud, en educacin; y, sobre todo, por haber activado tejido social comprometido con la transformacin del pas. Un problema ser parece ser la dificultad de lograr una expresin poltica no caudillista, mesinica; un partido de masas programtico y que practique una verdadedemocracia interna.A los procesos de Argentina, Brasil, Venezuela, se agrega el caso de Uruguque impone la pregunta sobre qu significa ser un gobierno de izquierda ahoMarcelo Rosales regresa al debate centenario entre reforma o revolucin. EUruguay no habra un gobierno de izquierda sino un progresismo, que no afeta al poder, que no interviene en las desiguales relaciones entre el capital y trabajo. Tesis secular que dificulta una mirada de las especificidades histrcas, de las correlaciones de fuerzas, de los escenarios internacionales en lcuales hay que hacer hoy gobiernos de izquierda.Pablo Ospina nos invita a reflexionar precisamente sobre qu entender p"radicalidad" y "moderacin" en la accin poltica y en la gestin del desarrllo; lo hace a partir de las experiencias de las organizaciones indgenas Ecuador en elecciones y en proyectos. La ejecucin de proyectos o la partic pacin electoral pueden ser funcionales al modelo vigente o pueden contribal cambio, depende del cmo se enfrenten estas acciones. Ana Mara Larreen cambio, se acerca al tema del aporte del movimiento indgena a la demcracia del pas, planteando el contraste entre la democracia mercantilista neliberal y la visin indgena basada en la tradicin milenaria andina de lasambleas comunitarias y de los consensos.Tomando en cuenta los planteamientos de Ospina y Larrea, se vuelve urgendiscutir el quehacer del movimiento indgena, en el Congreso Nacional, en lmunicipios y prefecturas que gobierna, en sus organizaciones de segundgrado, en sus federaciones regionales; para dilucidar cmo su cultura, demcrtica ancestral, ha sido practicada casa adentro y cmo esta identidad logrado recorrer (intacta?), en estos ltimos diez aos, los pasillos de la intculturalidad, cuando se ha insertado en la poltica institucional "clientelar""viciada" de mercantilismo .Siguiendo con la emergencia indgena en la poltica, desde Bolivia, EstebaTicona analiza el triunfo electoral de Evo Morales planteando algunos antecdentes histricos. A partir de esa entrada diacrnica, Esteban presagia el avace hacia la constituyente para refundar el pas y el triunfo sobre el separatismde Santa Cruz (en el oriente de Bolivia). Coloca entre los grandes desafos Morales el desmontar la sociedad racista de ese pas. Sin embargo, en form paradjica, simultneamente anuncia sus sospechas de tensin entre el indgna Morales y el mestizo Garca Linera, elegido como vicepresidente.A la luz de lo planteado por Ticona, merece discutirse la construccin intercutural de una plataforma ideolgica y programtica hacia el socialismo, mque dirigir la discusin al tema de la diferencia tnica y la disputa de personlidades (presidente indgena y vicepresidente mestizo), como determinant principales. Pablo Stefanoni justamente reconoce, en el triunfo de Morales,resultado de un largo proceso de la izquierda que, desde una perspectiva clsista, ha avanzado a una construccin plural, que va incorporando las diversidentidades sociales en un proyecto comn.

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    Ese carcter plural, como identidad tnica, poltica, social, militar, regional,as como un repertorio novedoso de herramientas polticas y de comunicacin,han sido considerados caractersticos del zapatismo de Chiapas. BernardDuterme, sin embargo nos invita a reflexionar sobre el riesgo de fetichizar alzapatismo y no reconocer detrs de esas "novedades", los rasgos de unaizquierda histrica, con sus planteamientos de lucha clasista, anticapitalista yanti imperial. Ruptura y continuidad emergen desde este enfoque como reque-rimientos de la construccin poltica actual de la izquierda.Todo este amplio debate est enmarcado en lo que para algunos es ya una ten-dencia irreversible de fin de ciclo del neoliberalismo y de apertura de proce-sos democrticos que irrumpen hacia la izquierda en Amrica Latina. Sinembargo, el neoliberalismo sigue vigente y presionando, sobre todo, a travsde los tratados de libre comercio, de las polticas aperturistas de la OMC.Fernando Buenda y Mara Fernanda Espinosa abordan estos temas de coyun-tura: la situacin de las negociaciones del TLC entre USA y los pases andinosque parece entrar en la recta final en clara desventaja para los andinos; ascomo los resultados del encuentro de Hong Kong de la OMC en donde el neo-liberalismo sigue reinando, en contra de la soberana y las utopas de libera-cin de los pueblos del sur.; a pesar de ello no podemos ignorar el anlisis deBetty Tola que marca el ao 2006 signado por la coyuntura del TLC y el pro-ceso electoral, como una fecha para disputar sentidos y futuro.Esperamos con este amplio abanico de enfoques aportar al debate sobre lademocracia, los desafos de la izquierda, los procesos de acumulacin, losrepertorios de la accin poltica y el ejercicio de gobiernos democrticosahora. Los riesgos de satanizar a los partidos y sacralizar a los movimientossociales o de negar la disputa electoral en un sistema poltico "viciado" o, deotro lado, priorizar nicamente el electoralismo, parecen ser telones de fondo

    de la izquierda latinoamericana, que esperamos comiencen a superarse.Como propuso Houtart en el ltimo foro social Continental de Quito: "es nece-sario reconocer la complementariedad entre movimientos sociales y organiza-ciones polticas. Los partidos son instrumentos necesarios del ejercicio del poder poltico. An si existe la necesidad de transformarlos o de reinventar nuevas formas frente al desprestigio de los partidos polticos. Los movimien-tos, como parte de la sociedad civil de abajo, entran en una dialctica de inte-gracin y de resistencia frente al poder poltico. Integracin para poder cam- biar las cosas. Resistencia para justamente mirar lo que hacen los partidos polticos".Y, en cuanto al alcance del programa de la izquierda ahora, Tarso Genro en unreciente artculo considera que es posible, incluso sin una extincin de la alie-nacin y sin la ocupacin total de los poderes del Estado, iniciar la construc-cin, dentro de la democracia, de una "sociedad conscientemente orientada"que no implica la recproca anulacin entre reforma y revolucin, sino ms bien su simultaneidad. Sugestiva entrada para superar anquilosados debates, para reconocer que la utopa es referente necesario, pero que el deseo no esutpico, que es concrecin y /o frustracin cotidiana.

    Juan Pablo MuozTerranueva / GDDL

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    Revista del Grupo Democracia y Desarrollo Local

    Hacia dnde vamos?2006 un ao para disputar futuro

    Betty Tola Bermeo*

    Por razones regionales, como laselecciones en varios pases de A-mrica Latina, la conclusin delas negociaciones del TLC conEstados Unidos y la eleccin delos prximos gobernantes en E-cuador, el 2006 se presenta comoun ao en el que las fuerzas so-ciales y polticas democrticasdeben jugar un papel fundamen-tal.

    Amrica Latina:Un continente en ebullicin

    Desde hace un poco ms de unadcada, cuando los Estados Uni-dos plantearon su estrategia co-mercial para Amrica Latina, atravs del Acuerdo de Libre Co-

    mercio para las Amricas, AL-CA, todo haca imaginar que losaos subsiguientes no haran msque consolidar esta iniciativanorteamericana que se sumaba aotras de carcter poltico- militar como el Plan Puebla Panam y elPlan Colombia, que buscaban

    controlar la regin dada la in-mensa riqueza en biodiversidad yrecursos naturales existentes,como por ejemplo el agua. Nada haca sospechar que Am-rica Latina asistira a un cambiogeopoltico profundo. La presen-cia de gobiernos democrticos y progresistas en varios de los pa-ses del subcontinente, algunos deellos con economas tan impor-tantes como Brasil, Argentina,Venezuela, Chile, y posiblementeMxico (elecciones en 2006),generan condiciones radicalmen-te distintas para viabilizar pro- puestas de cambio, que en tiem- pos globalizados, slo pueden pensarse regionalmente. Estasmodificaciones frenaron la estra-tegia norteamericana del ALCAal negarse los gobiernos de Ch-

    vez y de Lula a avanzar en losacuerdos, por lo que Estados U-nidos recurri a una estrategia denegociaciones bilaterales.Si bien cada gobierno tiene sus propias particularidades, las ini-ciativas en cuanto a integracinregional a nivel energtico, co-mercial y en materia de polticassociales (salud, educacin), a- bren posibilidades de construir en el mediano plazo una estrate-gia propia de la regin que seacapaz de potenciar el desarrollode cada uno de los pases, dismi-nuir las grandes desigualdadessociales, profundizar la democra-cia, y plantear relaciones sobera-nas con otros pases del planeta.En Amrica Latina se est a- briendo un camino de esperanza.

    Ecuador un pas en crisis

    Una dcada de crisis poltica

    Diez aos llevamos ya de una cri-sis poltica que no termina deresolverse. En 1995, el Ecuador fue testigo de la salida del enton-ces vicepresidente Alberto Da-hik, producto de un conjunto dedenuncias de corrupcin. Comohoy, en aquel ao, ecuatorianos y

    ecuatorianas aspiraban a que laselecciones de 1996, resuelvan los problemas ms acuciantes. Noobstante, la realidad ha sido msdura que cualquier mal pronsti-co: una dcada de profunda ines-tabilidad poltica, 6 presidentes,una presidenta por horas y una junta de salvacin nacional, dancuenta de ello. Una dcada en laque la repblica ha ido para atrs, pasando de disputar los primeros puestos entre los pases ms co-rruptos, segn Transparencia In-ternacional, hasta perder un valor tan preciado para un pas como essu soberana, cuando el entoncesdictcrata presidente se declarel mejor amigo y aliado de Esta-dos Unidos.La profunda crisis de representa-cin que se expresa, entre otros,en la falta de legitimidad de insti-tuciones como el Congreso Na-cional, que cerr el ao con un3% de credibilidad1, tiene aside-ro, de un lado, en la situacinsocial que vive el pas. Resulta paradjico que en 26 aos de r-

    ARCHIVO * Ingeniera comercial y activista social

    1. Diario El Mercurio, enero 2 de 2006.Cuenca.

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    gimen constitucional las condi-ciones de vida de las grandes ma-yoras se hayan deteriorado demanera acelerada, vaciando a lademocracia de su deber funda-mental de garantizar justicia, li- bertad e igualdad a los ciudada-nos.De otra parte, esta profunda crisisreside en la incapacidad de losgrandes partidos de gobernar pa-ra los intereses del pas, debidosobre todo al cordn umbilicalque los une a los grupos oligr-quicos, cuya presencia en el Esta-do ha garantizado el traslado derecursos pblicos a manos priva-das (sucretizacin, feriado banca-rio), el uso de las leyes y la Cons-titucin a su arbitrio para precau-telar sus intereses, agotando tam- bin otro de los valores sustanti-vos de un sistema democrtico:la bsqueda del bien comn.La revuelta forajida, que conclu-y con la salida del ex presidenteLucio Gutirrez, no hizo sino

    expresar la rebelda de importan-tes sectores de la poblacin, so- bre todo quitea, frente a un bur-do comportamiento de la clase poltica tradicional incapaz deescuchar las crticas y demandasciudadanas. Esas voces exigan elretorno a la Constitucin y el nosolapamiento a un gobierno dic-tatorial. El reclamo no excluy alos sectores de izquierda que nohan logrado representar el sentir ciudadano y han cado en las vie- jas prcticas de los sectores quedicen cuestionar, privilegiando lanegociacin burocrtica a unaaccin poltica coherente.El grito de Fuera Todos, sinte-tiz el profundo cuestionamientoa la clase poltica, a su accin de26 aos de democracia restringi-

    da y desgobierno; y reivindic el poder soberano del pueblo al plantear la urgencia de la convo-catoria a una Asamblea NacionalConstituyente, que ni el Ejecu-tivo ni el Congreso Nacional, hansido capaces de viabilizar.

    Una economa especulativa,que no fomenta la reactivacinproductiva con empleo

    Luego de seis aos de que el E-cuador renunciara a su soberanamonetaria, para declarar comomoneda oficial al dlar, y pese alos anuncios de sus promotoresde que la dolarizacin resolveralos ms importantes problemasde la economa ecuatoriana, losindicadores econmicos no ha-cen sino arrojar cifras que refle- jan la imposibilidad de la reacti-vacin productiva y por tanto lageneracin de empleos.Para el 2005, entre las 10 empre-sas ms grandes2, de acuerdo asus activos, se sitan las empre-sas petroleras, de telecomunica-ciones y de generacin elctrica,

    seguidas con distancia por las decomercio. Esto deja ver que lasactividades productivas a nivelindustrial y agropecuario se en-cuentran bastante relegadas. Deotra parte, y tambin como un e-fecto de la dolarizacin, otrossectores de la economa, como elartesanal y pequeo industrial li-gados a la confeccin de textilesy produccin de alimentos han perdido competitividad frente a productos colombianos y perua-nos. A todo esto se suma la infla-cin que al cerrar el ao llegcasi al 4%, afectando an ms la

    competitividad del aparato pro-ductivo nacional. Por otra parte,las tasas de inters, si bien han bajado en trminos nominales,alentando el consumo, han subi-do en trminos reales afectandoel aparato productivo.En el 2005, el gobierno ha sidoincapaz de impulsar polticasconcretas de reactivacin pro-ductiva, pese a contar con recur-sos provenientes de los altos pre-cios del petrleo que a finales deao borde los 50 dlares el ba-rril3, las remesas de los migrantesque llegaron a 1.800 millones dedlares, endeudamiento externo privado masivo, e inclusive conlos narcodlares. Sin embargo,ninguna de estas oportunidadesfue aprovechada.Mientras tanto, se contina favo-reciendo a un empresariado ren-tista dependiente del Estado. ElCongreso aprob la llamada

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    Entre voces No. 5 Enero de 2006

    2. Diario el Universo, enero 1 del 2006.Guayaquil

    3. Precio promedio del petrleo entreenero y octubre 2005: 40,88 USD. enAgosto rebas los 50 dlares llegan-do a 51,66USD. www.ildis.org.ec

    ...como un efecto de ladolarizacin,

    otros sectores de la

    economa, como el artesanal y pequeoindustrial ligados a laconfeccin de textiles y

    produccin dealimentos han perdidocompetitividad frente a

    productos colombianos y peruanos.

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    Resistencia al TLC

    El Gobierno prev concluir en el primer trimestre del ao las ne-gociaciones del Tratado de Libre

    Comercio con Estados Unidos.Sus ltimas declaraciones dejanver la decisin de disminuir lasexigencias ecuatorianas en pro-ductos tan sensibles como el ma-z, el arroz, la carne de pollo, y para no quedarse del tren andino, pues Colombia, al igual que lohizo Per, tiene la firme decisinde suscribir el Tratado. A la vezel gobierno est sucumbiendo alas presiones de ciertos sectoresde agro exportadores, textileros yfloricultores por apresurar lafirma. En este contexto, lo ms probable es que el TLC pase aconocimiento y resolucin delCongreso entre abril y junio.Esta agenda marca los tiemposde la resistencia. Correspondedesarrollar toda la presin sobreel Congreso Nacional, en la exi-gibilidad de transparentar los tex-

    tos y del derecho que nos asiste para la realizacin de unaConsulta Popular que autorice ono su firma.

    Reforma poltica:

    El gobierno nacional y la partido-cracia han cerrado toda posibili-dad de convocar a una AsambleaConstituyente con plenos pode-res. Los recientes argumentossealan que cualquier cambioconstitucional se realizar en unao. Sin embargo, el prximo proceso electoral no puede ni de- be convocarse con las mismas re-glas de juego. Se requiere impul-sar un conjunto de propuestasque establezcan mecanismos quemejoren el sistema de representa-cin. Sugerimos, entre otros, los

    siguientes:- Despartidizacin del Tribunal

    Supremo Electoral y de los provinciales, que garantice latransparencia del proceso elec-toral.

    - Definicin de un mtodo deasignacin de puestos quedevuelva la relacin entrevotos y escaos, garantizandola presencia de las minoras,tal como establece el artculo99 de la Constitucin Poltica.

    - Asignacin por parte del Es-tado de espacios publicitarios para todos los candidatos ycandidatas, a fin de garantizar una participacin equitativa.

    - Rendicin de cuentas de partede todas las organizaciones polticas que han recibido re-cursos del Estado como FondoPartidario.

    - Rendicin de cuentas de elec-tos en base a programas inscri-tos en el Tribunal Electoral.

    - Democratizacin de los parti-dos.

    Elecciones presidenciales:

    El tablero electoral no terminaan de configurarse, faltan lascandidaturas de los dos partidos

    ms grandes del pas, PSC y ID,ambos con graves conflictosinternos, y con limitadsimasfiguras presidenciables. Si ellosno hacen una apuesta presiden-ciable, entenderemos que estnms cmodos gobernando desdeel poder de las mayoras en elCongreso Nacional, el TribunalConstitucional, y otros rganosde control, como lo han hecho enlos ltimos aos, el PSC desde1988. Queda por definir tambinel papel que jugar en este proce-so electoral el PRE.El empresario lvaro Noboa,mantiene una alta preferencia enlas diferentes encuestas. Luegode 8 aos de campaa parecehaber consolidado un voto duroen base a una relacin clientelar con los sectores ms empobreci-dos de todas las regiones del pas,aunque son notorias sus limitadas posibilidades en caso de pasar ala segunda vuelta. Esta candida-tura constituye la expresin radi-cal de la oligarqua ecuatoriana.El ex vicepresidente Len Rol-ds, que disputa las encuestascon lvaro Noboa, se perfila ca-da vez con mayor nitidez como el

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    Entre voces No. 5 Enero de 2006

    El gobiernonacional y la

    partidocracia hancerrado toda

    posibilidad de convocar a una Asamblea

    Constituyente con plenos poderes.

    Los recientesargumentos sealan

    que cualquier cambioconstitucional se

    realizar en un ao.

    Sin embargo,el prximo procesoelectoral no puede

    ni debe convocarse conlas mismas

    reglas de juego.

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    representante de una derecha mo-dernizante, sobre todo serrana,expresada en una alianza consectores ligados al ex presidenteJamil Mahuad, Democracia Po- pular, Quito en Accin de Ro-drigo Paz, al conservadurismo,entre otros.El campo popular y democrtico,luego de una dcada de alto dina-mismo social y de resistencia almodelo, en el que se ha defendi-do la seguridad social, las teleco-municaciones y las empresas e-lctricas de los intereses privati-zadores de los diferentes gobier-nos, se encuentra en un momentode reflujo, de dbil capacidad or-ganizativa y de movilizacinExisten dificultades para expre-sarse de manera articulada. Unamuestra de ello es la incapacidadde organizar la recoleccin de fir-mas para solicitar la consulta po- pular sobre el TLC. A estos pro- blemas se suma la profunda crisisen la que se encuentran las orga-nizaciones polticas (partidos ymovimientos) considerados deizquierda debido a un accin queno permite diferenciarla de laclase poltica tradicional, que pri-oriza la negociacin burocrticaa los postulados y objetivos pol-ticos de mediano y largo plazo.En estas circunstancias de disper-sin, el campo popular debe en-frentar el prximo proceso elec-

    toral en condiciones en las que almomento existe ya una larga listade candidatos de la tendencia:Auki Tituaa, Rafael Correa, E-duardo Delgado, Marcelo Larrea,Lenin Hurtado, Enrique AyalaMora.La gran dispersin existente eneste momento, requiere de unadecisin colectiva para avanzar en la estructuracin de un granFrente Democrtico entre todas

    las organizaciones sociales y po-lticas de la tendencia, que puedaofrecerle al pas una alternativareal expresada en una Agenda dePas, que se constituya en un plande gobierno de transicin hacia procesos ms profundos de cam- bio y transformacin. Esa agendade reactivacin productiva conempleo; de inversin social ensalud, educacin y vivienda; delucha frontal contra la corrup-cin; y de soberana ligada a laintegracin regional, deben ser las principales banderas que arti-culen una gran convergencia.

    Este proceso pasa tambin por iniciar una nueva prctica polti-ca. Durante aos la sociedadecuatoriana ha demandado conemergencia (no solo con urgen-cia) cambios en el quehacer pol-tico. Requerimos una prcticaque ligue la tica con la poltica,la transparencia en los acuerdos,evitado las componendas y lasnegociaciones debajo de la mesa.Un paso en ese sentido es convo-car a todos los candidatos y can-didatas de la tendencia a la reali-zacin de elecciones primarias, para decidir sobre las diferentescandidaturas, de manera especiallas presidenciales.El escenario es ese, no podemosevadirlo, asumamos el reto dedisputar futuro.

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    Revista del Grupo Democracia y Desarrollo Local

    Requerimos una prctica que ligue latica con la poltica,

    la transparencia en losacuerdos, evitado lascomponendas y las

    negociaciones debajode la mesa.

    Un paso en ese sentidoes convocar a todos loscandidatos y candidatas

    de la tendencia a larealizacin de

    elecciones primarias, para decidir sobre lasdiferentes candidaturas,de manera especial las

    presidenciales.

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    Fernando Buenda G.*

    Presentacin

    El aspecto ms trascendente del proceso de la globalizacin es sinduda la expansin de los merca-dos a travs de la aplicacin de polticas de liberalizacin comer-cial en la relacin entre Estados.Efectivamente, despus de onceaos de negociaciones multilate-rales sobre comercio, en 1995 fuereemplazado el viejo GATT conla creacin de la OrganizacinMundial Comercio (OMC), am- pliando su campo de interven-cin a las reas del comercio deservicios, propiedad intelectual, eincluso a las inversiones. Poste-riormente, durante la PrimeraConferencia Ministerial de la

    OMC ocurrida en Singapur en1997, se propuso expandir anms su autoridad, extendindolahacia los temas de inversiones, poltica de competencia, transpa-rencia de la contratacin pblicay facilitacin del comercio.Las Conferencias Ministeriales posteriores ocurridas en Seattle(1999), Doha (2001), Cancn(2003), Hong Kong (2005) y el

    fracaso de las negociaciones so- bre el Acuerdo Multilateral deInversiones, pusieron de mani-fiesto la resistencia de los pasesde menor desarrollo a aceptar las polticas de aplanadora que las potencias econmicas pretendanimponer en el comercio mundial.Frente a las resistencias que sehan presentado en el hemisferio

    americano, provenientes de los pases de economas ms grandescomo Brasil, Argentina y Ve-nezuela, manifestadas explcita-mente durante la Cuarta ReuninMinisterial del ALCA ocurridaen Miami (noviembre 2003) y ra-tificada en Buenos Aires (2005),EEUU viene impulsando desdeel ao 2002, acuerdos bilateralesy subregionales, aunque ya en

    1995 incursion en este camino atravs del Acuerdo con Mxico yCanad, denominado NAFTA.La estrategia estadounidense de-nominada Spaghetti Bowl (bo-la de tallarn) pretende generar un efecto domin, presionandomediante las negociaciones bila-terales a los pases ms resisten-tes a incorporarse a los acuerdosregionales y mediante estos, a

    acelerar los acuerdos generalesdentro de la OMC, rompiendocon ello las barreras y resisten-cias de los pases de menor desa-rrollo.El Ecuador, al igual que los de-ms pases de la regin, se en-cuentra atrapado en esta encruci- jada de dimensiones histricas.El impacto econmico, social y poltico que podra ocasionar lasuscripcin de un Acuerdo quetraspasa los linderos exclusivosdel comercio, limitar gravemen-te las posibilidades de planifica-cin, intervencin y direccin por parte del Estado-nacin ecua-toriano.La formulacin de respuestas efi-caces frente a esta amenazantesituacin, demanda un anlisis

    ms detallado de las fuerzas queoperan al interior de la potencia,configurando su poltica exterior y comercial.

    Algunas aproximacionesconceptuales

    De acuerdo a la teora marxistadel capitalismo, la ley fundamen-tal de la economa capitalista es

    la tendencia creciente a la socia-lizacin de la produccin capita-lista, frente a la tendencia a lamayor concentracin de la pro- piedad en pocas manos. La lla-mada globalizacin de la econo-ma mundial ha corroborado estatesis central de la economa pol-tica de Marx.En El Capital, Marx demuestraque, ms all de las formas feno-

    mnicas en que se manifiesta el proceso capitalista, su lgica in-trnseca de constante acumula-cin extiende sus lmites ms allde las fronteras nacionales, ex-

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    El Imperio no negocia, impone(Inflexibilidad de EEUU en los acuerdos de libre comercio)

    * Subdirector de la Fundacin Campe-sina Mara Luisa Gmez de la Torre.

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    pandiendo por el planeta las rela-ciones capitalistas de produccin,respondiendo a los procesos con-tinuos de concentracin y centra-lizacin del capital originados enla competencia y la disputa re-crudecida de los mercados -baseconsustancial del capitalismo- yen el desarrollo cientfico-tcni-co, elemento sustancial de lacompetitividad de las empresas.El posterior anlisis de Lenin enEl Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo pone de mani-fiesto las formas concretas,mediante las cuales opera la tesisde Marx; bsicamente a travsde: a) la fusin del capital indus-trial con el capital bancario queda origen al capital financiero,subordinando la produccin a laforma dinero del capital, b) laconformacin de las empresastransnacionales como efecto dela expansin del capital financie-ro, c) el recrudecimiento de ladisputa de las fuentes de materia prima y de los mercados entre los pases, respondiendo a las exi-gencias de las lites transnacio-nales, d) la manifestacin de gue-rras imperiales como consecuen-cia de la disputa de mercados.Tras la crisis concurrente del ca- pitalismo conocida como la GranDepresin de 1930, y despus dela II Guerra Mundial (1939-1945) asociada a los conflictos por la disputa de la hegemonamundial, el sistema econmico y poltico mundiales se estabilizan, por un lado, sobre la base delimpulso del modelo econmicokeynesiano, y por otro lado, a tra-vs de la creacin de organismosmultilaterales que rijan sobre elconjunto de las relaciones inter-nacionales (ONU, FMI, BIRF);

    con lo cual se pretenda controlar los excesos del capitalismooponiendo al mercado la fuerzainterventora de los Estados y deorganismo multilaterales que re-gulen, tanto las relaciones econ-micas (comerciales y monetarias)como los conflictos polticos co-rrespondientes.Estas condiciones se mantuvie-ron durante varias dcadas hasta

    los aos 80s cuando la crisis y lacada del bloque socialista crea-ron la ilusin de la supremacadel sistema capitalista y la unipo-laridad poltico-militar estadou-nidense.La efervescencia de la victoriacapitalista desat las amarras quecontrolaban la expansin de lasempresas transnacionales por el planeta y convoc a los demo-nios del mercado a travs de laimplementacin de la nueva pol-tica econmica neoliberal aus- piciada por el denominado Con-senso de Washington, que entres dcadas de aplicacin haestrangulado las capacidades deintervencin estatal en la econo-ma en los pases pequeos y haentregado a las empresas priva-

    das (transnacionales) la potestadsobre los recursos y los merca-dos.Mediante los procesos de apertu-

    ra comercial los pases de la peri-feria, luego de que sus Estadosretrocedieron obedientemente ensu soberana econmica, abando-nan la ltima trinchera de sucapacidad reguladora e interven-tora sobre la economa y socie-dad locales. Los Tratados de Li- bre Comercio consumarn el actofinal de la entrega de los recursosy mercados locales a manos delas empresas transnacionales.Al igual que aconteci con lassociedades precapitalistas, es-tructuradas en autarquas territo-riales, que se transformaron ennaciones por la fuerza del nacien-te mercado capitalista en la ac-tualidad los Estados Nacionalesexperimentan la presin paradeclinar sus mbitos de soberanaa favor de gigantescas Corpora-ciones multinacionales que con-

    trolan el mercado mundial.

    La poltica imperial de losEstados Unidos

    El proceso histrico de confor-macin de los EEUU, impulsado por una burguesa compuesta por propietarios de plantaciones es-clavistas, banqueros, comercian-tes e industriales, rompi los la-zos de subordinacin con el im- perio ingls, para dar rienda suel-ta a una dinmica acelerada deacumulacin capitalista basadaen la explotacin de la fuerzalaboral esclava y de los obrerosde los estados del Norte.La configuracin poltica delestado norteamericano bajo elmodelo Federalista, se corres-

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    Los Tratados de Libre Comercio

    consumarn el acto final de la

    entrega de losrecursos y mercados

    locales a manosde las empresastransnacionales.

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    ponde directamente con el carc-ter regional de la acumulacineconmica y la imperativa con-certacin de intereses entre litesdominantes locales, acordada enun modelo poltico fuertementedescentralizado. Cada estado dela Federacin, dotado de ungobierno propio, asume la mayor parte de competencias sobre laeconoma, la sociedad y la polti-ca, locales.El sistema presidencialista deEEUU que centraliza el poder nacional, se mantiene fuertemen-te controlado por el Congreso,conformado por las representa-ciones locales, y asume las com- petencias negociadas que le otor-gan los estados. Entre las funcio-nes exclusivas que tiene elgobierno central se encuentra la poltica exterior, siempre supedi-tada al Congreso.Desprovisto de muchas atribu-ciones y responsabilidades, lamisin principal del gobierno

    estadounidense ha girado en tor-no de su poltica exterior, sinteti-zada en la consigna de la Doc-trina Monroe: Amrica para losamericanos!Espoleado por la necesidad deimpulsar un agresivo proceso deacumulacin de las empresasestadounidenses para saltar en suescala de produccin, equiparar aEuropa y posteriormente obtener

    la supremaca mundial; la polti-ca exterior de EEUU se ha carac-terizado por un continuo inter-vencionismo, atribuyndose elrol de hermano mayor de los pases latinoamericanos. A travsde la conformacin de una pode-rosa fuerza naval y haciendo usode este gran garrote sustentuna poltica de defensa absoluta

    de las empresas transnacionalesde bandera local, invadiendonaciones, imponiendo gobiernosy desestabilizando pases.Durante la dcada de los 80 en elsiglo pasado un grupo de ultraconservadores que ha mantenidouna enorme influencia sobre la poltica exterior de EEUU difun-di varios textos denominadosDocumento de Santa Fe I, II yIII, en los que, sealan que laestrategia principal para consoli-dar los intereses de EEUU enAmrica deber ser la profundi-zacin de la apertura comercialen todos los pases de la regin,la misma que producir la articu-lacin definitiva de las econom-as locales a la orbita de lasempresas y la economa nortea-mericanas.Las negociaciones comercialesse han convertido en el compo-

    nente fundamental de la polticaexterior de EEUU. El andamiajeinstitucional del gobierno se hareestructurado dando la prioridad principal a las negociacionescomerciales, que aunque sonimpulsadas en forma centralizada por el Departamento de Estado,se soportan tcnicamente en elDepartamento de Comercio quese ha convertido en un supermi-nisterio con ms de ochocientosfuncionarios y cerca de quinien-tos asesores provistos por lasCorporaciones multinacionalesde EEUU.

    Igualmente, a travs de los orga-nismos multilaterales (FMI, BM,BID) en los cuales el Departa-mento del Tesoro tiene una inci-dencia preponderante, el impulsoy promocin de la Apertura Co-mercial, se ha incorporado alrecetario neoliberal para condi-cionar e imponer a los pases dela regin mediante los instrumen-tos de presin financiera e inter-vencionismo que disponen estasinstituciones multilaterales.

    ALCA y TLCs

    El constante dficit comercialque de manera crnica experi-menta la economa de EEUU,que alcanz la cifra record de500.000 millones de dlares en elao 2005, ha puesto sobre eltapete las rigideces del aparato

    productivo agrcola e industrialnorteamericanos (fuertementesubsidiado y protegido), y la ne-cesidad imperiosa de construir mercados preferenciales pararecuperar el dinamismo de estossectores. Ms an cuando la con-solidacin de la UE como un blo-que econmico, as como deJapn y los tigres del Asa, pero

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    Igualmente,a travs de los

    organismosmultilaterales

    (FMI, BM, BID)en los cuales el

    Departamento del Tesoro tiene una

    incidencia preponderante,

    el impulso y promocinde la Apertura

    Comercial,

    se ha incorporado al recetario neoliberal...

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    principalmente el dinamismo deChina que crece a un ritmo cons-tante del 10% anual en la ltimadcada, pone en graves aprietosla estabilidad comercial y econ-mica norteamericana.Alcanzar un vnculo preferenciala travs de la suscripcin de lostratados de libre comercio (AL-CA, TLCs), en palabras del ante-rior negociador, Robert Zoellick,favorecera el acceso a productosy bienes agrcolas e industrialesestadounidenses para un mercadode 800 millones de personas.Por otro lado, las proyeccionesestratgicas geopolticas estadou-nidenses identifican la importan-cia determinante que poseen losrecursos naturales y geogrficosexistentes en la regin de Suda-mrica para la economa y polti-ca norteamericanas. Es un secre-to a voces que las reservas de pe-trleo liviano del Orinoco y laAmazona son las fuentes de a- provisionamiento ms cercanas y

    seguras para cubrir la seguridadenergtica estadounidense, ascomo tambin que las fuentes deagua dulce, de oxgeno y de bio-diversidad, localizadas en laregin amaznica son las msimportantes del planeta. Final-mente, en las rutas de comercioAsa-Pacfico-Atlntico que po-seern un volumen creciente delcomercio mundial, el control delos corredores estratgicos sobreel Ocano Pacifico y sobre elcontinente adquieren una impor-tancia determinante.Los intereses de las corporacio-nes petroleras, de las empresasqumicas, de las multinacionalescuya propiedad intelectual es su principal activo (la industrialcinematogrfica, farmacutica,

    de software, etc.), de la industriaautomovilstica y del sector financiero, constituyen entreotros el segmento hegemnicodel bloque dominante estadouni-dense y han logrado hacer remontar a la poltica de comer-cio como poltica de Estado,mediante la accin de los podero-sos grupos de lobby, algunos delos cuales tienen en su lista de beneficiarios a la mayor parte decongresistas estadounidenses(senadores y diputados) a quie-nes financian algunas de sus acti-vidades polticas.Esta poltica sin embargo debeenfrentar fuertes conflictos y pro-cesos de negociacin con secto-res econmicos tradicionales de

    EEUU acostumbrados a soste-nerse sobre polticas de subsidioy proteccin. Los sectores agr-colas que son los ms sensibles ala apertura comercial poseen el poder suficiente para bloquear las decisiones en el Congreso y por ello han recibido un tratoespecial obteniendo por ley -aprobada en el ao 2003- unapoyo estatal de 150.000 millo-nes de dlares para 10 aos, quese suma a los subsidios especfi-cos que recibe la agricultura encada estado (servicios de infraes-tructura, riego, asistencia tcnica,

    crditos preferenciales, preciosde sustentacin y garanta decosechas).Otros sectores reacios a la aper-tura comercial son los sindicatoslaborales que identifican la aper-tura como una amenaza al em- pleo y a la estabilidad laboral, pues, han resentido con fuerza la prdida de 3 millones de puestosen los ltimos tres aos, los mis-mos que se han trasladado a laszonas francas de China. Es alec-cionadora la experiencia de laempresa Levy Strauss que semantuvo sosteniendo sus fbricasen California hasta que disminu-y a la mitad el volumen de susventas, vindose obligada a ce-rrar y relocalizar sus fbricas enChina pagando salarios inferioresa un dlar diario.Los Sindicatos como la AFL-CIO con 15 millones de afiliados, poseen una influencia significati-va en el Partido Demcrata y han provocado el posicionamiento dealgunos sectores del Partido encontra de los TLCs, manteniendouna constante campaa en contradel aperturismo comercial, por-que, entre otras razones, sienten

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    Revista del Grupo Democracia y Desarrollo Local

    Alcanzar unvnculo preferencial

    a travs de la suscripcin de los

    tratados de librecomercio

    (ALCA, TLCs),en palabras del anterior

    negociador, Robert Zoellick,

    favorecera el acceso a productos y bienes

    agrcolas e industriales

    estadounidenses paraun mercado de800 millones de

    personas.

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    amenazadas sus condiciones ygarantas laborales. Impulsandouna oposicin continua en contradel ALCA y de los TLCs hanlogrado un importante respaldoen la poblacin estadounidenseque mira con preocupacin lainvasin de la manufactura chinay el incremento del desempleolocal.Otros sectores, vinculados a laagricultura familiar y a la defen-sa del medio ambiente tienentambin una actitud opositora alos procesos de apertura comer-cial, porque son concientes deque el comportamiento pocotico que caracteriza a las corpo-raciones multinacionales arrasarcon los frgiles y valiosos ecosis-temas existentes en AmricaLatina, as como tambin con los pequeos productores campesi-nos de la regin, que suman msde un centenar de millones de personas.Las negociaciones desplegadas

    por las Administraciones nortea-mericanas de la ltima dcada para lograr el apoyo favorable dela mayora del Congreso deEEUU a su estrategia de aperturacomercial, ha marcado con abso-luta nitidez los lmites de cual-quier acuerdo comercial, sea este bilateral o multilateral. De estaforma, las negociaciones en laOMC, los acuerdos con Mxico yCanad (NAFTA), con Chile, conlos pases centroamericanos(CAFTA) o el que se esta nego-

    ciando con los pases andinos;todos ellos plantean con rigidezabsoluta aquello que EE UU pre-tende obtener para las empresasnorteamericanas y tambin todolo que no van a ceder en ningncaso para proteger a determina-dos sectores y empresas.Por ejemplo, en el caso del az-car, a pesar de que es un produc-to de enorme relevancia para los pases de Centroamrica, EEUUapenas ha cedido un contingente

    anual (liberado de aranceles) de150.000 toneladas, igual al con-sumo de un da de la poblacinestadounidense. Y en las nego-ciaciones con los pases andinos pretende excluir totalmente alazcar del acuerdo.Esta posicin del negociador estadounidense es inclaudicable, pues de ello depende lograr elrespaldo de la mayora de miem- bros del Congreso, que estnfuertemente condicionados por los grupos de presin empresa-riales en defensa de sus intereses.El estrecho margen de dos votosalcanzado en la votacin para laaprobacin del CAFTA, sumadoal considerable desgaste polticoexperimentado por los errorescrasos de la administracin Bush, producir un endurecimientomayor de la posicin negociado-ra del TLC Andino y que podraobligar a posponer su tratamientohacia el 2007.Como han manifestado personas

    vinculadas al gobierno norteame-ricano, EEUU suscribir un trata-do de libre comercio con los pa-ses que estn listos para firmarlo,es decir, con los que hayan acep-tados sus trminos en el acuerdo.Los ingenuos que pensaban queera posible obtener condicionesfavorables para los sectores pro-ductivos del Ecuador en el proce-so de negociacin del TLC andi-

    no, se equivocan totalmente, elimperio no negocia, impone.

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    ...en el caso del azcar,a pesar de que es un producto de enormerelevancia para los

    pases deCentroamrica,

    EEUU apenas hacedido un contingente

    anual (liberado dearanceles) de 150.000

    toneladas, igual al consumo de un da de

    la poblacin

    estadounidense.Y en las negociacionescon los pases andinos

    pretende excluir totalmente al

    azcar del acuerdo.

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    Mara Fernanda Espinosa*

    El pasado mes de diciembre con-cluy la sexta Conferencia Mi-nisterial de la Organizacin Mun-dial de Comercio (OMC) enHong Kong. 147 Ministros deEconoma y Comercio se reunie-ron para tomar decisiones clavesque afectan no solo las condicio-nes del comercio mundial sino la produccin agrcola, la seguridadalimentaria, la transferencia detecnologa, el medio ambiente;en sntesis, el desarrollo y futurode nuestros pases. Sin embargo,los acuerdos de Hong Kong sehan silenciado y no han merecidocasi ningn comentario de la opi-nin pblica.Extrao pero no tan extrao, pri-mero porque Hong Kong se ca-racteriz por micro encuentrossecretos y a hurtadillas entre los poderosos y los medianamente poderosos; negociaciones a altashoras de la noche y a media luz.Las decisiones importantes setomaron siempre a puerta cerraday con ninguna participacin niespacio para la sociedad civil.

    Por el contrario, se registraron

    violentos enfrentamientos conlos altermundistas y los campesi-nos que participaron de la Con-ferencia. Las sesiones plenariasestuvieron llenas de acusacionesmutuas, fuertes intercambios.Las salas alternas se repletaronde eventos paralelos de las ONGsque fluctuaban entre anlisissobrios, constataciones resigna-das y exacerbadas posturas con-frontacionales.Mientras esto ocurra del otrolado del planeta, en el Ecuador debatamos que si la AsambleaConstituyente, que si los candi-datos presidenciales, que si lasternas para nombrar al superin-tendente de compaas, que si lahistoria garciamarquiana del Notario Cabrera y la vergonzosacomplicidad de las Fuerzas Ar-madas. En fin, ni tiempo ni espa-

    cio para preocuparse de la OMC.Todo haca pensar que estaCumbre fracasara como ocurrien Cancn en el 2003 por falta deconsensos. Sin embargo, enHong Kong hubo acuerdos, perocon grandes costos para nuestros pases.A pesar del tono triunfal de larueda de prensa de clausura y lasdeclaraciones de cierre, el temade la reduccin de subsidios agr-colas y acceso a mercados enfavor de los pases en desarrollono se concret. Se estableci el2013 como fecha lmite para laeliminacin de las subvenciones.Los pases llamados del SUR pero grandes potencias comercia-les como China, India o Brasil,

    pelearon tenazmente por sus pre-

    ferencias comerciales, salvaguar-das y excepciones para evitar abrir sus propios mercados uofrecer ventajas comerciales asus hermanos africanos o lati-noamericanos.Recordemos que la ronda deDoha en el 2001 inauguraba unatransicin de la OMC hacia unaagenda para el desarrollo, pen-sando en los pases ms pobres.Pero el desarrollo en el contextodel comercio parece significar laintegracin de los pases del sur al sistema econmico mundialsin considerar sus diferencias es-tructurales, polticas, histricas.Debemos analizar con muchocuidado los acuerdos de HongKong porque como siempre ocu-rre en las negociaciones multila-terales el demonio se escondeen los detalles. Por ejemplo, losimpactos de la fallida ronda deDoha ya empiezan a tomar cuer- po: cuerpos hambrientos, silen-ciosos y excluidos de ms de tresmil millones de pobres en el pla-neta. No en vano, la idea de coo- peracin para el desarrollo deDoha se transform en HongKong en ayuda al comercio. Esdecir, mecanismos para apoyar alos pases pobres a exportar

    correctamente, de acuerdo a losestndares y requerimientos delos consumidores del norte. Estoquiere decir ms liberalizacincomercial, ms consumo, msdegradacin ambiental, menos

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    Revista del Grupo Democracia y Desarrollo Local

    En Hong Kong se salv la OMC

    DIARIO E

    LCOMERCIO

    * Profesora Investigadora de FLAC-SO. Miembra del Directorio de laFundacin Terranueva.

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    lmites al uso de recursos y alcontrol de los efectos contami-nantes de la produccin. Es decir,los ministros de comercio ignora-ron una vez ms los costos socia-les y ambientales del crecimientoeconmico, en un espritu prag-mtico y mercantilista.Hong Kong logr efectivamenteun pacto entre las potencias tradi-cionales del Norte y las econom-as emergentes del Sur. Es decir laUnin Europea y los Estados U-nidos exigieron a cambio de una promesa de mayor apertura a los productos agrcolas y manufactu-rados del Sur, un tratamientosimilar a los sectores terciariosdel norte, como la banca, lostransportes, el turismo, y el reco-nocimiento de sus derechos de propiedad intelectual. Esto lti-mo, con la intencin de entrar demanera abierta a una tercera divi-sin internacional del trabajo basada en una economa delconocimiento. Pero claro, estanegociacin no est exenta deriesgos ya que pases como laChina y la India se convierten ca-da da en poderosos exportadoresde servicios, las capacidades bio-tecnolgicas de Brasil crecenvertiginosamente para convertir-se en fuertes competidores deEuropa y Estados Unidos.Recordemos tambin que enSeattle en el 99, los acuerdos sehicieron humo porque los pasesde economas emergentes comolas del sudeste asitico juzgaroninsuficientes las concesiones delnorte en materia de apertura desus mercados agrcolas. En Can-cn, se produjo el segundo fraca-so por la negativa de eliminacinde los subsidios agrcolas, sobre-todo los subsidios a la produc-

    cin de algodn, y en eso estu-vieron juntos las potencias emer-gentes y los pases africanos ylatinoamericanos. Lo que ocurrien Hong Kong es fundamental-mente que las nuevas potenciasterminaron por aliarse a la UninEuropea y los Estados Unidos ala vez que defendan sus intere-ses. Se lleg a un acuerdo, sinduda. Se salv la OMC! Los perdedores como era de esperar,fueron los manifestantes alter-mundialistas, los campesinos detodo el mundo que fueron disci- plinados por las fuerzas policia-les de Hong Kong. Pero, sobreto-do, perdieron la agricultura cam- pesina, el autoconsumo, la sobe-rana alimentaria, la salud pbli-

    ca, la sustentabilidad de la pro-duccin, el consumo y el sentidocomn.Es una gran paradoja que el libre

    comercio tenga tantos efectos enla distribucin del espacio, losrecursos, las relaciones interna-cionales y el poder si ms de lamitad del comercio internacionalse basa en la importacin yexportacin de los mismos bie-nes. No se respeta el principio delas ventajas comparativas natura-les geogrficas. Es verdad queunos pases tienen mayores avan-ces tecnolgicos que otros y quelas condiciones de produccinvaran, pero lo cierto es que elcomercio tiene poco que ver conla satisfaccin de necesidades con la salud, el bienestar y la ali-mentacin, sino ms bien con elmantenimiento de relaciones y elafianzamiento de sistemas de poder.Adems, se debe sealar que el80% del trabajo que consumen

    las sociedades occidentales, enforma de bienes y servicios, se producen en un permetro inme-diato de 20 kilmetros. Por quentonces el 20% de bienes y ser-vicios que se producen fuera delos 20 kilmetros aledaos a losconsumidores determinan lasreglas, el acceso, la distribucindel 80% restante? Aqu existe unfuerte dilema que nos lleva a pen-sar en la legitimidad de un siste-ma de comercio mundial queexacerba el consumismo y sobre- pone los intereses comerciales por sobre la poltica, la democra-cia y el inters general.El comercio internacional se topacon varias contradicciones. Noestimula la asignacin eficiente

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    ...Los perdedores comoera de esperar,

    fueron los manifestantesaltermundialistas,

    los campesinos de todoel mundo que fuerondisciplinados por las fuerzas policiales de

    Hong Kong. Pero, sobretodo,

    perdieron la agriculturacampesina,

    el autoconsumo, la

    soberanaalimentaria, la salud pblica, la

    sustentabilidad de la produccin, el consumo

    y el sentido comn.

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    de recursos; no fomenta la distri- bucin equitativa de ingresos yempleo; no estimula el manteni-miento de umbrales de produc-cin y consumo que sean sosteni- bles; fomenta el libre trnsito de bienes pero restringe, limita ysanciona el libre trnsito de lamano de obra. Como vemos, nohay nada menos libre que el librecomercio.Adems, la geografa del comer-cio internacional estimula el tras-lado de actividades industriales alos lugares con ms baja interna-lizacin de costos (renovacin derecursos, contaminacin, relacio-nes laborales, etc.), y eso signifi-ca que va hacia los lugares dondeel valor de los servicios ambien-tales es menor o inexistente. Setrata de una situacin compleja ycontradictoria, ya que mientras seestablecen polticas y mecanis-mos internacionales de regula-cin ambiental, se obliga a los pases pobres a sobrepasar los l-mites de regeneracin y absor-cin de desechos. Por ejemplo, laeliminacin de basura peligrosase hace en los pases ms permi-sivos y con mayores premuraseconmicas.En Hong Kong, nadie mencionestas paradojas, nadie habl demecanismos reales de estableci-miento de relaciones horizontalesy solidarias entre el norte y el sur como por ejemplo la condona-cin de la deuda externa, el reco-nocimiento de la prolongada deu-da ecolgica del norte con el sur,o por qu no, el reconocimiento, por medio de incentivos, a losservicios ambientales que prestanlos pases megadiversos como el

    nuestro al equilibrio y bienestar mundial, es decir, la biodiversi-dad, el balance climtico o la provisin de agua dulce. Ob-viamente estos son mecanismosms polticos que comerciales.

    Ahora bien, es importante sealar que ms de la mitad del comerciomundial se desarrolla actualmen-te al amparo de acuerdos subre-gionales o bilaterales con el Tra-tado de Libre Comercio entre Es-tados Unidos y Mxico (TLCAN)

    o el Mercado Comn del Sur (Mercosur), o la Asociacin de Naciones del Asia Sudoriental(ASEAN). Esto quiere decir quelas reglas multilaterales y loscomplejos acuerdos entre 150 pases o ms, cedern espacio a pactos como los TLCs de EstadosUnidos con Per, Colombia yEcuador, que superan los mismosacuerdos de la OMC, en benefi-cio de la parte ms poderosa. La pregunta del milln es entoncessobre el futuro rol de la OMCcomo espacio de grandes marcosy lineamientos para el comercio

    mundial, que luego son interpre-tados a discrecin por los dife-rentes pases de acuerdo su nivelde poder, intereses y capacidadde negociacin.Un sistema internacional basadoen la solidaridad, la equidad y laredistribucin del ingreso y delempleo no va a venir de la OMC,eso es seguro. Se requiere unatransformacin de los sistemas polticos y la redefinicin de lasestructuras de gobernanza multi-lateral y de las prioridades de los pases en el establecimiento deacuerdos que privilegien el bie-nestar interno, las alianzas hori-zontales, la reconstitucin de lasdemocracias. Esto tampoco ven-dr del comercio y peor del librecomercio, vendr de la polticaen su sentido ms amplio; depen-der de las correlaciones de fuer-

    za entre quienes a nivel glocal promueven nicamente la acu-mulacin de riqueza y quienesglobal, nacional y localmente buscan un cambio hacia la justi-cia social y la sustentabilidadambiental.

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    Un sistemainternacional basado en

    la solidaridad,la equidad y la

    redistribucin del ingreso y del empleo nova a venir de la OMC,

    eso es seguro.Se requiere una

    transformacin de los sistemas polticos y la

    redefinicin de lasestructuras de

    gobernanza multilateral y de las prioridades delos pases en el

    establecimiento deacuerdos que

    privilegien el bienestar interno, las alianzas

    horizontales,la reconstitucin de las

    democracias.

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    Contribucin al debate sobre los movimientos sociales

    Mario Unda*

    1. Los movimientos sociales

    Estamos o deberamos estar enun momento de profundos yamplios debates. Los movimien-tos sociales han llenado un pero-do de 10 o 15 aos de la historiareciente de las luchas sociales enel Ecuador (y en Amrica Lat-ina). Los movimientos socialeshan tomado formas distintas,desde las movilizaciones organi-zadas hasta las explosiones ms omenos espontneas. Han movili-zado a diversos sectores, desdeindgenas hasta clases medias, pasando por desempleados. Hansido entendidos como moviliza-ciones, rebeliones y levantamien-tos. Se han puesto objetivos va-riados: desde la defensa del aguahasta la revocatoria del mandatode los gobiernos; desde la revo-catoria de un presidente hasta elfuera todos. El Ecuador y A-mrica Latina han cambiado pro-fundamente en este perodo conla presencia de los movimientossociales.En realidad, se trata de una histo-ria ms antigua, pero esta oleadareciente no es una mera continui-dad. Al mismo tiempo, presentamayores puntos de contacto conlas movilizaciones anteriores delo que generalmente se reconoce.De una parte implican una seriede creaciones novedosas en elaccionar social y poltico; de otra parte, estn atravesados por lasmismas limitaciones que han lle-vado a la crisis a las anterioresformas de accin. Los movimien-

    tos sociales, como cualquier otra

    prctica social son esencialmenteambiguos y contradictorios. Susencrucijadas, su significacin,sus potencialidades slo pueden percibirse adecuadamente desdeesta condicin bsica. Nos interesa resaltar algunosaspectos: los movimientos socia-les ponen en cuestin la com- prensin de la poltica. Y resitanla actualidad de las discusionesestratgicas.

    2. Los vacos de la poltica

    Decamos que los movimientosde hoy no son una simple conti-nuidad de los que le antecedie-ron; en primer lugar, porque se produjo y creci en un ambientede vaco poltico, un vaco quefue primero el dejado por la iz-quierda. Como se recordar, en

    los aos 80 y 90, las izquierdasen el continente fueron afectadas por una combinacin de factoresdiversos; entre ellos, suele men-cionarse mucho la cada del murode Berln y el descalabro del malllamado socialismo real, que e-videntemente tuvo efectos, tantoen la visin que tena la izquierdasobre s misma, como en el modoen que era vista por las clases populares. Pero no se han seala-do suficientemente los efectos delos procesos de retorno a la de-mocracia que se extendieron por el continente en la dcada de los80, a caballo de la doctrina Car-ter, comenzando por el Ecuador en 1978-1979. Sospechamos queeste fue el elemento nodal de lacrisis de la izquierda. Particular-

    mente, y primero, de la izquierda

    revolucionaria, que no logr re-solver el trnsito de dictaduras ademocracia, y por lo tanto no lle-g a formular una poltica revo-lucionaria frente al advenimientode regmenes democrticos.Las izquierdas reformistas, encambio, fueron absorbidas por eldiscreto encanto de la burguesa, por la vecindad del poder y por la bsqueda de acceso a los ansia-dos resortes de poder que lesofreca la participacin en elEstado. Por eso, pasan a compar-tir la suerte de los partidos polti-cos en general y del conjunto delsistema poltico tradicional.Pero la crisis de la izquierda nofue sino el primer acto de una cri-sis mayor de la poltica que seacentu despus, ya entrada ladcada de 1990, y sobre todo,con el cambio de siglo. Estasegunda, fue la crisis de los pol-ticos neoliberales, y sobrevinocasi de improviso, pues en algnmomento pareci que las dere-chas se entronizaran duradera-

    * Socilogo, profesor universitario einvestigador del Centro de Investiga-ciones CIUDAD.

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    mente en los gobiernos latinoa-mericanos, con su mismo rostro ocon el rostro renovado que leofrecan los populismos conver-sos. Y por extensin, ha sido lacrisis de todos aquellos que, pre-sentndose como distintos e in-cluso contrarios al neoliberalis-mo, terminaron como meros ad-ministradores de las polticas ne-oliberales.En pocas palabras, el manejo ne-oliberal devel el vnculo queune al sistema poltico con el des- potismo del capital. La democra-cia fue utilizada como pretexto para exigir la sumisin a ese des- potismo. La cada de la credibili-dad en los partidos, en las institu-ciones y en la democracia suelenir juntas desde entonces.La crisis de las izquierdas, la cri-sis de las derechas, la crisis de los populismos: cada vez ms, el es-cenario fue hacindose el de unacrisis de la poltica misma comoesfera relativamente autnoma

    de representacin. Detrs de ella,una crisis de credibilidad queafecta no solamente a los polti-cos (y a la poltica que de ellos sedesprende), sino a las propiasinstituciones democrticas, percibidas como nido que incubaa todos ellos.Detrs de este vaco poltico, lacrisis de las polticas. Detrs dela crisis de las polticas, la crisis

    de la democracia. Porque la de-mocracia se mostr descarnada-mente como rgimen de domina-cin de clase, como cara polticade la tirana del capital, inclusocomo instrumento de intereses particulares claramente identifi-cados. Neoliberalismo y demo-cracia mal se avienen, como hasealado ya Atilio Born.

    Sostenemos que todas esas crisisreflejan y, al mismo tiempo, pro-fundizan una real crisis de la hege-mona de las clases dominantesque tienen ya grandes dificultades para hacer pasar sus intereses par-ticulares por intereses generales dela sociedad. Y por lo tanto, ya nologran obtener el consenso activode los dominados.Esta ola de movimientos socialesaparecen y se desarrollan (aveces orgnicamente, a vecesexplosivamente, normalmentecombinando explosin y organi-cidad) en este preciso contexto.Lo que significa que son, almismo tiempo, un producto y unarespuesta al vaco poltico. Desdeeste punto de vista, los movi-mientos sociales son e implicanuna crtica prctica a la democra-

    cia representativa y a la polticacomo ejercicio de representacin,es decir, como modelo de separa-cin de lo poltico y lo social.

    3. Movimientos sociales yneoliberalismo

    En segundo lugar, porque estaoleada de movilizacin social se

    produce, como acabamos de ver en la poca de las polticas neoli- berales, en un momento en quelas orientaciones polticas cam- biaron radicalmente desde unmodelo ms o menos desarrollis-ta (yerran obviamente quienesquieren calificar de estado de bienestar a estos modelos que sevivieron en Amrica Latina). Unmodelo nuevo en el cual el ca- pital emprende una verdaderaguerra de depredacin contra el proletariado y el conjunto de lasclases subalternas. Un modeloduradero, que lleg a convertirse

    en poltica de Estado, ms allde las modificaciones operadasen los gobiernos contingentes.El modelo neoliberal, en su apli-cacin desigual, pero uniforme,modifica la economa, pero lohace modificando las relacionesentre el capital y el trabajo (a tra-vs, sobre todo, de la flexibiliza-cin laboral), entre el capital y elEstado (a travs de las privatiza-ciones, la desregulacin y en fin,la reforma del Estado, entre elcapital y los consumidores (a tra-vs de la liberalizacin de pre-cios), entre el centro y la periferia(a travs de la apertura de merca-dos, los tratados de libre comer-cio...), y entre capitales grandes ychicos.En sntesis, es un modelo queextiende y profundiza el dominiodel capital sobre el conjunto de lasociedad, o por lo menos, que pretende subordinar todo a la l-gica de acumulacin del gran ca- pital privado (transnacional). Laconcentracin de capitales, lamengua, la desaparicin o absor-cin de las empresas pequeas por las grandes, el desempleo, la precarizacin del trabajo, el em-

    La crisis de lasizquierdas, la crisis delas derechas, la crisis

    de los populismos: cadavez ms el escenario fuehacindose el de unacrisis de la polticamisma como esfera

    relativamente autnomade representacin.

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    pobrecimiento y el incremento dela desigualdad son apenas resul-tados de ese proceso.Lo que no est subsumido for-

    malmente al capital, acaba subor-dinndose econmicamente al pretender ser forzado o converti-do en mercanca. Por supuesto,lejos estamos de la colonizacincompleta de las actividades hu-manas por el capital. Muchosespacios de resistencia subsisten(las economas comunitarias) ose re-crean (las economas detrueque, etc.). Hay un claroenfrentamiento entre estos mo-dos econmicos.Finalmente, aquello que no pue-de ser subsumido a la lgica eco-nmica es considerado, no obs-tante, objeto de dominio polticoy cultural.En esta oscura noche del neoli- beralismo hemos vivido, por unlado, el amplio fracaso del mode-lo, y al mismo tiempo, su reitera-da implementacin. Es verdadque en estos ltimos aos hemosvisto el aparecimiento de polti-cas ms bien heterodoxas (por ejemplo con Kirchner). Pero almismo tiempo, hemos visto lacontinuidad de esas polticas bajogobiernos que aparentementedeberan (o podran) haber toma-do otras orientaciones (comoLula).Es an pronto para saber si estasexperiencias indicarn nuevoscaminos o si solamente son pa-rntesis reformistas que buscanaplacar la movilizacin y el des-contento social. Pero en cual-quier caso, se ha reflejado en unamodificacin importante del ma- pa geopoltico del continente. Yse ha tratado de un cambio que se

    relaciona directamente con lasmovilizaciones sociales de los a-os recientes, que fueron los fac-tores de contrapoder que hicieron posible el retorno de los refor-mismos. Evo Morales no seracomprensible sin la guerra delagua y las movilizaciones que

    derribaron a dos presidentes; niKirchner sin las rebeliones pi-queteras; ni Chvez sin las movi-lizaciones populares que lo de-volvieron al poder luego del gol- pe de estado empresarial, de clarainspiracin estadounidense.El por qu, es claro. La mayorade estos movimientos han en-frentado diversas manifestacio-nes polticas o sociales del mode-

    lo neoliberal y de su aplicacinen cada uno de los pases. Ahora bien, esto nos remite a discusio-nes programticas qu significaluchar contra el neoliberalismo?qu significa proponerse plante-ar alternativas al neoliberalismo?hasta dnde deben llegar esasalternativas? Y este es un puntoen el que no se ha avanzado mu-

    cho. La economa se ha vueltouna especie de caja negra.

    4. Movimientos sociales y

    modificaciones en laestructura de clases

    En tercer lugar, los cambios en laeconoma han modificado tam- bin la estructura de clases. So- bre esto, faltan estudios y datosque podran, quizs, clarificar al-gunas cosas. Sin embargo, pue-den adelantarse algunas conside-raciones.Dos aspectos, entre otros, se rela-cionan con la implementacin delnuevo modelo y con las demandasdel capital. Por un lado, la desin-dustrializacin (en algunos lados,deslocalizacin) que se inscribeen un marco ms amplio de relo-calizacin de los capitales, que en buena parte se ha convertido en parte integrante de los movi-mientos globales del capital. Hay pues, una transformacin estruc-

    tural en las clases empresariales,cuyas determinaciones se enlazancada vez ms inmediatamente alos capitales globalizados y sesubordinan a l.Pero la desindustrializacin debi-lita tambin la presencia del pro-letariado, por lo menos, del pro-letariado en el sentido en que noshabamos acostumbrado a pen-sarlo. El trabajo es profundamen-te modificado. Lo que primero secrey que era un crecimiento delsector informal, se ha reveladocomo un movimiento profundode precarizacin del trabajo engeneral, con una evidente infor-malizacin de los trabajos ante-riormente formales. Al mismotiempo, una serie de trabajos apa-rentemente independientes no

    Lo que no est subsumido formalmente

    al capital,acaba subordinndose

    econmicamente al pretender ser forzado o

    convertido enmercanca.

    Por supuesto, lejosestamos de la

    colonizacin completade las actividades

    humanas por el capital.

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    son sino manifestaciones de pro-letarizacin disfrazada. De he-cho, aunque suene paradjico, podra afirmarse que la nuevaimagen del trabajo es el desem- pleo.Pero las modificaciones del tra- bajo no tienen que ver slo con laeconoma, sino ms propiamente,con la economa poltica. La fle-xibilizacin ha ido de la manocon una fuerte desintegracin devnculos sociales y con un ataquedesembozado a las formas de or-ganizacin de los trabajadores.La crisis del movimiento sindicales inseparable de las privatiza-ciones, de las modificaciones le-gales que han limitado e incluso prohibido la sindicalizacin y lasacciones de protesta laboral, delas oleadas de despidos.Al mismo tiempo, las clases me-dias han sufrido modificacionesigualmente drsticas. Han vueltoa expandirse las capas indepen-dientes de ella, vinculadas a

    negocios pequeos o medianos.Al mismo tiempo, se han incre-mentado grandemente los ingre-sos de las capas medias vincula-das a las actividades de punta,mientras que otros sectores hanvisto estancarse o reducirse sunivel de vida. Vistas estas reali-dades, es difcil seguir utilizandoel trmino de clases mediascon el mismo significado que sele daba en los 60 y 70, o inclusoen los 80.Por otra parte, los movimientosmigratorios han ido transforman-do de manera acelerada la figuradel trabajador. Nuestros pases sehan convertido cada vez en msurbanos, mientras que en ciertaszonas ciudades pequeas funcio-nan apenas como entorno de las

    actividades agrcolas (por ejem- plo en zonas de produccin vin-culada a las exportaciones tradi-

    cionales o nuevas). Mientraslas ciudades atraen cada vez ms poblacin del campo, los pasesen general, se convierten en ex- portadores de fuerza de trabajo barata, ms o menos calificada.Tambin el trabajo se globaliza.Los movimientos sociales de hoyson una expresin de estas muta-ciones. Son el reflejo de la nuevaestructura de clases. Quizs seanla forma flexible de actuacin yexpresin de muchos sectoresque han sido forzados a flexibili-zarse y que, por tanto, encuentrandificultades para organizarse almodo anterior. Desde este puntode vista, no debera resultar extraa la presencia de sectoresmedios en muchas de las movili-zaciones del perodo.

    5. Los movimientos socialesy la redefinicin de ladependencia

    La implementacin del modelo yde las polticas que han incre-mentado empobrecimiento y de-sigualdades estn ligadas, a ojosvistas, con otra transformacindel perodo: la dependencia.La globalizacin econmica hacorrido pareja de una redefini-cin de la relacin centro-perife-ria. Las periferias somos ahorams perifricas que antes. Al ha- berse vinculado segmentos de las

    clases dominantes con el capitalglobal, se ha interiorizado el con-flicto centro-periferia, y el centroya no es solamente un lugar queest fuera de nuestros pases(bien es cierto que estos fenme-nos ya se estaban verificando enlas dcadas pasadas y haban sidoanalizados por los tericos de ladependencia; lo que hoy vivimoses un perfeccionamiento y una profundizacin de la conversintransnacional de la economa yde las burguesas).La dependencia econmica es in-separable de la dependencia pol-tica. Los tratados de libre comer-cio, las normativas de la OMC,los sometimientos a los dictadosdel FMI y del Banco Mundial.Las polticas son cada vez menossoberanas. En esto reside partedel xito de gobiernos como el deKirchner o de Chvez.Pero la dependencia econmica yla dependencia poltica enlazancon la dependencia militar. La proliferacin de bases militares por varios pases de la regin sonun botn de muestra; as como ladefinicin de la accin de lasfuerzas armadas en funcin de

    Pero las modificacionesdel trabajo no tienenque ver slo con laeconoma sino, ms

    propiamente, con laeconoma poltica. La flexibilizacin

    ha ido de la mano conuna fuerte

    desintegracin devnculos sociales y

    con un ataquedesembozado a las

    formas de organizacinde los trabajadores.

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    los intereses geoestratgicos deimperio.Los movimientos sociales res- ponden tambin, en parte, aun-

    que desigualmente, a respuestassociales frente a esta redefinicinde los trminos de la dependen-cia. Cada vez ms estas deman-das se hacen presentes en la ac-cin social.

    6. Nuevamente:los movimientos socialesy la poltica

    Entoces, la significacin de losmovimientos sociales debe ser a-nalizada en este contexto particu-lar, y los debates deben situarseen la realidad a la que los mo-vimientos responden. Los deba-tes interpretativos han sido ms omenos efusivos, lo que es buenaseal. Por supuesto, son debates polticos, an cuando a vecesaparezcan como discusiones te-ricas. Entonces debemos pregun-

    tarnos primero Qu est en juego?.A nuestro juicio, lo que est en juego es la posibilidad de recons-truccin de una poltica revolu-cionaria.Al haber surgido los movimien-tos sociales en un vaco poltico,significa en concreto, que las cla-ses populares y, sobre todo, lossectores en lucha, han carecido

    de una representacin que pudie-ran considerar ms o menos ade-cuada. Pero la movilizacinnecesita darse, as sea con mni-mos niveles de coincidencia y deorientacin. Los movimientossociales se redescubrieron comoactores polticos casi por necesi-dad.

    Esto signific que el proceso deconstitucin de sujetos polticosse aceler. El vnculo entre lo poltico y lo social se modific.Desde los movimientos se pug-naba por una redefinicin de la poltica desde lo social, y en con-secuencia, se iba en direccin asuperar la divisin entre lo polti-co y lo social.(Los intentos de retomar la dife-rencia y sealar la preeminencia poltica del personal poltico res- ponden, nos parece, a un movi-miento de expropiacin de la politicidad de los movimientos,incluso si estos afanes provienendesde dentro de los propios mo-vimientos sociales).En definitiva, son los sentidos dela sociedad lo que est en juego,en la medida en que est en cues-tin los sentidos de accin polti-ca de los sujetos.Pero este debate, en la prctica,implica seriamente a los compo-nentes de los movimientos. Se hatraducido, en consecuencia, en profundas tensiones, disensiones,e incluso rupturas. Las rupturas pueden parecer a veces marcadasms por intereses inmediatos, yes probable que en muchos casosmucho haya de eso. No obstante,situadas en la perspectiva de lasdeterminaciones objetivas queconstituyen hoy la dinmica delos movimientos sociales, nos pa-

    rece que responden a temas demayor profundidad. Ya seala-mos uno: el carcter de la consti-tucin poltica de los sujetos.Otro tiene que ver con la defini-cin estratgica.La politicidad casi espontneagenerada en la dinmica demovilizacin se cruza con el sen-

    tido tradicional de la poltica: lasubordinacin a los espacios ins-titucionales y la representacin.Son dos tendencias que se super- ponen, se niegan, se llaman, peroimplican potencialidades entera-mente divergentes.Divergentes porque se relacionancon la definicin de estrategias.Cmo se vinculan las estrate-gias polticas que devienen de laaccin social y las estrategias quederivan de la participacin, por ejemplo, en elecciones? Cmoencontrar un puente entre lasalianzas que surgen naturalmentede la lucha social y aquellas otrasque se buscan en el campo elec-toral?Porque, mirando la experienciareciente, parecera ser que laslgicas originadas en la luchasocial apuntan claramente a la bsqueda de constituir un bloquesocial de todos los sectores opri-midos de la sociedad (lo que seconstruye no tanto como discur-

    so, sino como reconocimiento dela extensin de la movilizacin)y a la independencia social y poltica de los movimientos conrespecto a las formaciones de lasclases dominantes. Es ms, enciertos casos se ha llegado a vis-lumbrar con absoluta claridad unantagonismo de clases claramen-te delineado por la accin tantode las clases subalternas cuantode las clases dominantes. Nue-vamente: lo que se vislumbra seentrev en la lucha social msque en las elaboraciones discursi-vas: los momentos ms altos delas confrontaciones sociales enArgentina, Ecuador, Bolivia oVenezuela dan claras muestras delo que decimos.

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    Por el contrario, la accin polti-ca ha tendido a ser mirada comoescalones de acceso al gobiernoy, por lo tanto, las alianzas son pensadas en trminos de votos yde pretendidas proximidades quedesconsideran las lneas dedemarcacin e identidades gene-radas en la lucha y en la movili-zacin. La independencia de cla-se acaba diluyndose: sea por lasalianzas con sectores empresaria-les, sea por la declinacin de principios de poltica: el precioque se paga por obtener el favor de la alianza. De esta manera, el

    horizonte se achica.Ahora bien: ocurre que ambastendencias existen al mismotiempo al interior de los movi-mientos sociales. La disputa por orientar el sentido de la accin hasido evidente y reiterada en casitodos nuestros pases: Argentina,Brasil, Ecuador...Un trasfondo (y, al mismo tiem- po, un momento) de este debate

    poltico prctico es la redefini-cin o reconstitucin, segn loscasos, de las definiciones polti-cas estratgicas. Resultan obvioslos pasos que en ese sentido handado las corrientes ms reformis-tas de los movimientos sociales y polticos1. En ellos se delineancon claridad algunos puntos cen-trales: la primaca de los espaciosinstitucionales; la separacin delo social y lo poltico (y la subor-dinacin del primero al segun-do); la alianza con sectores em- presariales; el direccionamientodel programa de accin hacia un programa mnimo que no avancems all de los marcos generalesdados; un discurso antineoliberalque se detiene cuando se trata de pensar el anticapitalismo (y que

    ha llegado incluso a realizar msde una concesin al propio neoli- beralismo); en fin: conductas querecuerdan toda real politik que enel mundo ha sido.En cambio, en el campo de las posiciones radicales los avanceshan sido menores. Es verdad quefcilmente pueden seguirse las pulsiones de la multitud para ela- borar aunque sea un esbozo ini-cial de estrategia poltica. Peroeso an no ha sido hecho. Lascorrientes radicales, ahora comoal inicio de los perodos demo-crticas caminan sobre un tensio-namiento que las ha marcado deentonces para ac: avanzar sobrela delgada lnea que queda situa-da entre la cada en el reformis-mo y dejarse llevar por las tenta-ciones ultristas que, ultimatistasfrente a la accin social, terminan por desconocer en los hechostodos los avances que ha logradoel propio movimiento social.Un ltimo aspecto para mencio-

    nar: la democracia. La accinsocial la ha vuelto a traer a la dis-cusin. Ocurre que los procesosde retorno y las participacionesen elecciones y en institucionesfueron creando un cierto sentidode aceptacin fcil de la demo-cracia; de la democracia queexiste, con las formas en queexiste: representativa, henchidade fetichismos institucionalistasy juridicistas, acotada por marcosinstitucionales y normativossiempre previamente definidos;la democracia como ejercicioindividual y electoral. Parecaque no haba posibilidad de algodiferente. Incluso se ha habladomucho de retomar la democra-cia sin adjetivos.

    Pero ocurre que una cosa talnunca ha existido. Haban otrasaspiraciones democrticas quelos movimientos sociales de estetiempo han logrado sacar nueva-mente a la luz del da (y de lanoche). El cuestionamiento de larepresentacin es un claro indi-cio; pues se ha llegado a cuestio-nar no esta o aquella representa-cin, sino la representacinmisma: un sentido muy extendi-do es que no queremos ser repre-sentados, queremos representar-nos nosotros mismos.De igual manera, el claro cuestio-namiento de la democracia comogobernabilidad, es decir, de la poltica como accin y atributodel que, en fin, quedan excluidaslas multitudes. Cuando una an-ciana indgena ecuatoriana diceNo estamos de acuerdo con estegobierno: hemos de cambiar no-ms; cuando las movilizacionesms recientes en la Argentina, enEcuador y en Bolivia han repeti-do Que se vayan todos, lo quemuestran es la recuperacin de lanocin de democracia como au-togobierno. Y este es un cambiode profunda significacin.En fin: para terminar, repetire-mos que estos significados msaltos y profundos de los movi-mientos no aparecen en estado puro, y de contornos claros. A ve-ces, s, la mayor parte de veces,quizs no. Los movimientossociales no son solamente actorescentrales en los conflictos queestamos viviendo: son ellos mis-mos campo de batalla.

    1. Utilizamos ac el trmino reformis-mo en su sentido histrico.

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    Fernando Bustamante P.*

    En el Ecuador y en muchos otros pases del mundo existe abun-dante evidencia de que los parti-dos polticos, tal como los hemosconocido hasta ahora, se hallanen una profunda crisis. Esta crisisreviste varias dimensiones: org-nicas, morales, de credibilidad,de funciones y de pensamiento.En suma, existe cada vez msuna difundida creencia de queestas formas de instituir la parti-cipacin poltica sencillamenteno estn cumpliendo con el papelque normalmente se les ha enco-mendado y que tradicionalmentese ha esperado que cumplan.En general, los partidos polticoshan justificado su existencia y suimportancia por el cumplimientode ciertas funciones que parecenindispensables en el marco deuna poliarqua (democracia)moderna1. Estas funciones sonlas siguientes2:- Representar intereses de sus

    votantes, simpatizantes, afilia-dos y de segmentos significati-vos de la ciudadana que conf-an en ellos y les delegan, por medio del voto, o de otras for-mas de expresin de confianzay consentimiento, la cura y procuracin de demandas ynecesidades, dirigidas al poder pblico y expresables en elespacio del orden poltico.

    - Permitir y proporcionar un ca-nal de participacin en los a-suntos pblicos, a sus miem- bros, simpatizantes, afiliados y bases.

    - Permitir, promover y propor-

    cionar un espacio institucional para la rendicin de cuentas por parte de los funcionarioselectos.

    - Ser la escuela por excelenciade la formacin de lderes ycuadros polticos a todos losniveles de la funcin pblica.

    - Desarrollar, consolidar identi-dades sociales y polticas, ascomo fomentar el desarrollo

    de cultura(s) cvica(s) a travsde las cuales los actores polti-cos se constituyen y se posi-cionan unos frente a otros.

    - Articular y universalizar in-tereses, filtrando los particula-rismos para poder formular propuestas y polticas que re- presenten el inters pblico yden a la accin estatal una cla-ra orientacin de defensa de a-

    quello que es de inters comn.Al margen de lo que ocurra enotros pases, parece muy eviden-te que los partidos polticos ecua-torianos no estn cumpliendoidneamente ninguna de estastareas, y en ciertos casos no lasestn cumpliendo en absoluto3.Al menos en parte, este fracasoha dado pie para que en muchoscrculos surja de manera ms omenos espontnea-, la idea dereemplazar a los partidos en susfunciones mediante el fortaleci-miento de otras instancias que talvez pudiesen cumplir anlogasfunciones a las que histricamen-te las colectividades han venidocumpliendo. Tras de esta postura,hay diversas motivaciones, quevan desde la interesada bsqueda

    de hacerse con cuotas de poder

    sin necesidad de pasar por los procesos de formacin de opi-nin y de representacin que los partidos normalmente exigen, o bien la impaciencia ante la apa-rente imposibilidad de reconsti-tuir el partidismo o de reformar los supuestamente insanables partidos realmente existentes.Pero, sea cual sea el origen delanti-partidismo, la realidad esque este debe- por fuerza-, pro- poner mecanismos alternativosque puedan cumplir simultnea-mente las seis funciones quehemos mencionado ms arriba:representacin, participacin,exigencia de cuentas, formacin

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    Sociedad civil y partidos: Ms all del corporativismo

    * Catedrtico universitario y politlo-go ecuatoriano.

    1. El concepto de "poliarqua" fue acu-ado por Robert Dahl y se refiere a la

    idea de que la democracia es en rea-lidad un sistema de "poderes limita-dos" y balanceados, que impiden latirana, pero que no permiten, sino demanera muy parcial, la verdadera participacin ciudadana en la con-duccin estatal. Al menos en el senti-do fuertemente normativo de la teo-ra clsica liberal. Ver DAHL, R.A-A Preface to Democratic Theory, theUniversity of Chicago Press, 1.956.

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    de lderes/cuadros, articulacin/universalizacin de intereses yconstitucin simblica de identi-dades. A continuacin examina-remos brevemente estas alternati-vas y trataremos de mostrar c-mo ninguna de ellas parece ade-cuada. Finalmente, volveremossobre el tema de los partidos ytrataremos de fundamentar la o- pinin de que la cuestin de laconstruccin partidista, lejos dehallarse superada, es hoy da msimportante y ms urgente quenunca.

    La sociedad civil enlugar de los partidos?

    En las ideas que se han mencio-nado, se insina la posibilidad dedesarrollar la capacidad de lasorganizaciones de la sociedadcivil para realizar las funcionestradicionalmente entregadas a los partidos. Tales propuestas vandesde la idea de reemplazar larepresentacin territorial de elec-torados universalistas por la re- presentacin funcional de orga-nismos sectoriales, hasta la apa-rentemente ms inicua de poten-ciar las capacidades fiscalizado-ras de la ciudadana, organizadao no; o de entregar a organizacio-nes no gubernamentales el mane-

    jo de ciertos asuntos de inters pblico o de servicios presumi- blemente estatales.Es preciso, en primer lugar, pre-cisar qu ha de entenderse por sociedad civil y cotejar dichadefinicin con la que cabe dar delos partidos polticos. De maneramuy sencilla, y sin entrar en undilatado debate acadmico sobrela larga