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1 La carga afectiva de la estructura que se opone a una visión procesual del hombre Vera Weiler, PhD Docente-Investigadora Universidad Nacional de Colombia (Bogotá) Departamento de Historia I El problema al que alude el título de mi ponencia consiste en que, aunque están dados los conocimientos que hacen posible desarrollar una visión procesual del hombre, el sentido común y también las ciencias sociales se mueven sobre unas bases que no están acordes con esos conocimientos. Esta discordancia indica una relación problemática con la realidad, que en la práctica ésta termina cobrando en razón a su primacía. Una visión procesual del hombre, sin embargo, supone aquello a que Elias hacía referencia al advertir que debiéramos lograr la reorganización de nuestra manera de percibir, pensar y sentir. A una visión procesual corresponde una organización mental abierta, capaz de captar la emergencia de auténticas novedades en el mundo. Ya se tiene una idea más clara que antes, o al menos se la puede tener, de que de esto son responsables las estructuras cognitivas que operan como organizadoras del formato de nuestra percepción y reflexiones. Son estructuras básicas de nuestra visión del mundo, definen el formato que adoptan para nosotros las cosas que van entrando en nuestro campo de visión y que eventualmente se vuelven objeto de nuestra reflexión. El punto al que se dirige mi atención es que las estructuras con que habitualmente venimos reflexionando sobre los hombres y el ámbito socio- humano tienden a imponernos una lógica inapropiada para captar a éstos en un formato procesual, al tiempo que se resisten a ceder el campo. Y su resistencia muestra una notable firmeza. Tratamos de aplicar las estructuras habituales a todos los datos nuevos que vamos obteniendo, en otras palabras nos esforzamos por asimilarlos al formato habitual disponible. Pero esto tiene límites: no todo se deja asimilar al esquema con que nos hemos hecho accesible el mundo hasta ahora, de modo que hace falta adaptar la estructura con que pensamos, al formato del conjunto de los datos disponibles. Esto no parece posible sin que nos ocupemos de esa estructura, conozcamos su naturaleza y sepamos por qué

La carga afectiva de la estructura que se opone a una visión procesual del hombre

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Discusión sobre la concepción procesual del hombre y sus problemas en la concepción de la realidad.

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La carga afectiva de la estructura que se opone a una visión procesual del

hombre

Vera Weiler, PhD Docente-Investigadora

Universidad Nacional de Colombia (Bogotá) Departamento de Historia

I

El problema al que alude el título de mi ponencia consiste en que, aunque están

dados los conocimientos que hacen posible desarrollar una visión procesual del

hombre, el sentido común y también las ciencias sociales se mueven sobre unas

bases que no están acordes con esos conocimientos. Esta discordancia indica

una relación problemática con la realidad, que en la práctica ésta termina

cobrando en razón a su primacía. Una visión procesual del hombre, sin embargo,

supone aquello a que Elias hacía referencia al advertir que debiéramos lograr la

reorganización de nuestra manera de percibir, pensar y sentir. A una visión

procesual corresponde una organización mental abierta, capaz de captar la

emergencia de auténticas novedades en el mundo. Ya se tiene una idea más

clara que antes, o al menos se la puede tener, de que de esto son responsables

las estructuras cognitivas que operan como organizadoras del formato de nuestra

percepción y reflexiones. Son estructuras básicas de nuestra visión del mundo,

definen el formato que adoptan para nosotros las cosas que van entrando en

nuestro campo de visión y que eventualmente se vuelven objeto de nuestra

reflexión. El punto al que se dirige mi atención es que las estructuras con que

habitualmente venimos reflexionando sobre los hombres y el ámbito socio-

humano tienden a imponernos una lógica inapropiada para captar a éstos en un

formato procesual, al tiempo que se resisten a ceder el campo. Y su resistencia

muestra una notable firmeza. Tratamos de aplicar las estructuras habituales a

todos los datos nuevos que vamos obteniendo, en otras palabras nos esforzamos

por asimilarlos al formato habitual disponible. Pero esto tiene límites: no todo se

deja asimilar al esquema con que nos hemos hecho accesible el mundo hasta

ahora, de modo que hace falta adaptar la estructura con que pensamos, al

formato del conjunto de los datos disponibles. Esto no parece posible sin que nos

ocupemos de esa estructura, conozcamos su naturaleza y sepamos por qué

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mantiene atrapado nuestro pensamiento. Asumir este reto cognitivo no es fácil. Lo

que advertimos en el punto del desarrollo que hemos alcanzado es que no asoma

aún un consenso sobre nuestro estado actual en los términos en que lo estoy

caracterizando. Pero los indicios de que se nos está dificultando la asimilación de

ciertos hechos son bastante notorios, la negativa a admitirlos como hechos reales

en algunos casos resulta verdaderamente increíble. Según parece, las estructuras

resistentes se presentan ligadas a una alta carga afectiva. ¿De qué otro modo

entender el efecto inmunizador al que me acabo de referir? Y no hay indicio

alguno que haga esperar que desvanezca por sí solo. Hacia la comprensión de la

resistencia manifiesta y de su cimentación afectiva en particular se dirige mi

interés cognitivo, precisamente porque resulta poco probable que se la pueda

controlar eficazmente sin entenderla.

A continuación trataré de sustentarlo con más detalle y de esbozar algunas ideas

sobre cómo avanzar. Para comenzar voy a retomar lo que considero la mayor

preocupación de Elias en el último tiempo de su vida. Trataré de mostrar que

continuan relevantes, sugiero relacionarlas con la reconstrucción de la formación

primaria y el posterior desarrollo de las estructuras cognitivas por los seres

humanos como la ha presentado Günter Dux, porque permite entender mejor la

naturaleza del problema advertido con viva preocupación por Elias.

Anotaba Elias al final de su vida en La teoría del símbolo, que la imagen del

hombre sobre la cual están construidas las ciencias sociales no se ajusta a lo que

sabemos a ciencias cierta acerca de la constitución biológica de la especie

humana. Esta misma incompatibilidad está presente en la oposición entre

naturaleza y cultura y demás dicotomías en que concebimos el mundo y que

lucen como representantes de dos universos distintos y separados. A este punto

también se dirigió la crítica de la noción de sociedad de Freud en que Elias se

ocupó hasta pocos días antes de morir. Hacía énfasis en esos últimos escritos en

que es la condición natural de los seres humanos lo que les obliga a generar

pensamiento, lenguaje y sociedad, lo que sucedió, pues, en gracia a la

constitución biológica de la especie y tiene a ésta como condición empírica de

posibilidad. Se trata de las condiciones bajo las cuales todo comienza, la vida de

cada ejemplar individual y la historia cultural de la especie. El énfasis específico

que puso Elias en la necesidad de ajustar la teoría social a lo que sobre éstas

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condiciones sabemos, además del contexto argumentativo en que lo formuló, me

llevan a pensar que advertía una conexión fundamental entre nuestra visión del

comienzo y de lo que a partir de las condiciones iniciales surge. La posibilidad de

concebir la existencia humana en su procesualidad estaría condicionada en

medida decisiva por cómo concebimos los comienzos. Bien, a las condiciones

iniciales precisamente se refiere la afirmación de que las estamos concibiendo de

un modo que no concuerda con los datos seguros disponibles sobre ellas y la de

que a la demanda de ajuste que de ahí se deriva se opone una resistencia

significativa de parte de los sujetos mismos que deberían asumirla.

II

La reconstrucción histórico-procesual realizada hasta ahora sugiere de que esa

resistencia, que no proviene del ámbito de los objetos sino que es propia de los

sujetos, es la que oponen a su propia transformación las estructuras categoriales

que los sujetos mismos han formado en su temprana ontogénesis. Son

estructuras mentales que se deben a las condiciones de la más tempranas

experiencias de cada ejemplar de la especie humana y que son las mismas

condiciones bajo las cuales en su proceso de enculturación adquiere mundo

mentalmente. Gracias a este proceso constructivo cada ejemplar de la especie

logra su integración efectiva en el mundo, en esto consiste la adquisición de

competencia de acción. La formación de las estructuras en cuestión, le ha

permitido el acoplamiento que le ha permitido vivir.

A lo largo de la historia se ha producido la sucesiva reducción del ámbito de

dominio directo de esas estructuras que en el contexto de la presente exposición

no cabe analizar. Lo que aquí no se puede obviar es el hecho de que las

estructuras cuyo proceso de formación hoy se puede hacer transparente

presentan un problema: un pensamiento en esas estructuras no permite alcanzar

reflexivamente al proceso al que se debe, como Dux ha mostrado en diversas

ocasiones. Pues las estructuras en que primero experimentan el mundo los seres

humanos son bipolares, tienen el formato de las acciones humanas, de ahí que la

lógica basada en este esquema se ha denominado también lógica de (la) acción.

Lo cierto es que un pensamiento gobernado por una estructura así se ve forzado

a concebir los fenómenos que registra como emanaciones de un origen que ya lo

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contiene en esencia, es decir siempre ha estado ahí de alguna manera. Bajo esa

condición el pensamiento concibe sus origenes como esencialmente idénticos a

las emanaciones que pudieron brotar posteriormente del mismo. La lógica

subyacente a la que estabamos aludiendo es la que nos lleva una y otra vez a

explicar espíritu a partir de espíritu, no importa cuan variadas sean las

disgreciones que sobre este esquema hayamos elevado.

Por mucho tiempo no hubo mayor urgencia práctica de resolver este problema. En

tiempos recientes, sin embargo, esto parece haber cambiado. Ha cambiado no

sólo el conocimiento disponible, sino que se ha tornado urgente también poner de

acuerdo con él a nuestra visión del hombre. El diagnóstico histórico-procesual

permite reconocer que tal exigencia representa una necesidad de desarrollo de

nuestra manera de pensar y percibir. El reto que se ha identificado se dirige a las

estructuras cognitivas en que habitualmente aprehendemos el mundo en sus

diversas dimensiones. Pues son unas estructuras que equivalen a un molde o

esquema en que no hay lugar para el surgimiento del modo específicamente

humano de vida a partir de unas condiciones empíricas identificables que no lo

contienen ya, ni pueden presuponerlo en modo alguno. El formato habitual, en

consecuencia resulta inapropiado también para aprehender la procesualidad de la

formación de las formas de organización de la vida humana en la Historia y el

presente. Pero como ya se ha mencionado, nos cuesta mucho organizar nuestra

percepción y reflexión en un formato distinto al que nos ha traído hasta aquí no

sólo en nuestras trayectorias como organismos individuales sino también como

facilitador de la continuidad de la especie. Esta historia de éxitos ha de

proporcionarnos las claves para descifrar la firmeza que han adquirido las

estructuras que no nos dejan abordar el mundo en una lógica procesual que es la

que permitiría concebir la emergencia de auténticas novedades a lo largo del

tiempo, como lo ha sido y lo sigue siendo en cada nuevo ejemplar de la especie el

surgimiento del modo espiritual específicamente humano de la vida.

III

El descubrimiento de la linea divisoria entre la lógica subjetivista y una lógica

procesual, que se desprende de la reconstrucción histórico-procesual

especialmente del surgimiento de la espiritualidad humana, arroja un haz de luz

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muy urgente en el callejón sin salida epistemológico en que se encuentran

atrapadas las ciencias del hombre, las históricas entre ellas, desde hace tiempos.

Hoy la apremiante dificultad la delata la resuscitación sorprendentemente ruidosa

de juicios explícitamente morales, donde modernamente se esperaría el examen

de hechos reales y del conocimiento sobre los mismos. En la reflexión sobre los

asuntos humanos se ha difundido la confusión entre unos hechos y las personas

que los registran y que reflexionan sobre ellos. Por supuesto que esa confusión

no se está admitiendo en todos los campos del conocimiento. Pero en ciertos

casos y en relación con cierto tipo de fenómenos la confusión entre los

observadores y lo que observan sigue un esquema de simpleza desconcertante,

como si la percepción fuera una función de las cualidades morales de los sujetos.

Así pueden las personas que piensan de un modo que se está considerando

políticamente correcto quitarse de encima la realidad. De hecho se torna una

obligación moral evadirla. Pues bien, la historia conoce de sobra razonamientos

que siguen el molde que estamos advirtiendo. Si estuviéramos viviendo en

tiempos anteriores al surgimiento de un orden social sostenido en la revolución

científico-técnica en que llevamos hoy nuestras vidas no habría de qué

sorprenderse. Pero en el siglo XXI cabe la pregunta por cómo llegó a reinstalarse,

ahora en el ámbito de la ciencia que antaño ni siquiera había existía, la idea de

que es útil y moralmente lícito voltearle la espalda a la realidad. Pues estamos

llevando nuestras vidas de un modo que no hemos escogido, pero que, en todo

caso nos impide ser consecuentes con la renuncia a la ciencia. La caracterización

de la organización social del presente como sociedad del conocimiento de alguna

manera recoge esta condición. Pero en nuestra reflexión sobre el ámbito socio-

humano simultáneamente acortamos deliberadamente nuestras posibilidades

cognitivas en aras de unos valores que nada tienen que ver con los hechos a

entender. Al menos quienes vemos esta evolución con preocupación tenemos

necesidad de entender cómo se ha llegado a admitir que se agiten valores

heterónomos para hacer desaparecer de nuestro campo de visión unos hechos

que habían entrado a éste en gracia al mismo desarrollo histórico al que nos

debemos, y cómo ha podido ganar credenciales de sumo decoro intelectual la

presunción de superioridad moral desde cuyas alturas la seguera autoimpuesta se

defiende.

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El hecho de que los procedimientos del tipo al que he aludido no se aplique a

todos los campos del conocimiento alienta oportunidades cognitivas, al tiempo

que torna particularmente interesante identificar aquel en que esos

procedimientos todavía o nuevamente son tolerados o incluso exigidos.

IV

Este es el caso cuando en nuestras reflexiones pasamos del registro de unos

contenidos particulares del pensamiento y de las más diversas prácticas culturas

a considerar el proceso de desarrollo histórico de las estructuras de la cognición

humana. Del proceso histórico de la organización psíquicia en su conjunto ni qué

decir: súbitamente se prenden las alarmas y se hacen oír rechazos de un tono

inadmisible normalmente en la ciencia, el recuerda grandes cruzadas. Algo similar

ocurre en el ya largo debate, evidentemente fundamental para cualquier

consideración sobre el proceso histórico de la humanidad, acerca de la existencia

y naturaleza de las sociedades primitivas, de su percepción, pensamiento y

emociones. Y pocas veces se muestran tan a las claras las consecuencias de la

difilcutad de aceptar lo que está demostrado como en la línea que de la negativa a

reconocer el pensamiento primitivo como hecho empíricamente demostrado ha

llevado a negar incluso la existencia de un orden social primitivo.

Quisiera ilustrar la situación que he comentado hasta ahora en terminos tal vez

algo abstractos con algún ejemplo. Lo extraigo del más reciente de los libros del

antropólogo Christopher Hallpike sobre el que, además, me gustaría llamar la

atención de manera especial de los que han buscado inspiración en las obras de

Norbert Elias. Hallpike constata el fenómeno que estoy señalando en numerosos

pasajes de su libro On primitive society and other forbidden topics, el siguiente es

apenas uno de ellos.

If the ideas of primitive society and social evolution are bad enough, the

suggestion that there could be such a thing as `primitive thought` has

generated near-hysteria: one leading anthropologist has described the

notion as a `stain` on the subject´s reputation; according to Hamill (1990),

anyone who doubts that members of all cultures understand the syllogism

of formal logic, for example, is a ´colonialist`, and Malcolm Crick described

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my Foundations of Primitive Thought as offensively racist and a piece of

European academic arrogance´ (1982: 290). (Hallpike 2011: 16)

Quienes han estado atentos a los debates alrededor de la teoría de Elias,

recordarán la tormenta que en su momento desencadenó el descubrimiento de

que esa teoría es una teoría del desarrollo histórico que encierra determinada

visión de las sociedades primitivas, que evidentemente comienza por reconocer

que tal cosa realmente existe o al menos ha existido. Nótese que Hallpike, un

antropólogo social de larga trayectoria, trabajos de campo acordes con los

requisitos profesionales de su metiers y amplia erudición, pone en discusión el

abandono casi generalizado por la antropología de su tradicional objeto de

investigación (Hallpike 2011: 7-8). Y, respecto al tono de la crítica formulada a

Elias en el momento del que hice memoria ocurrió algo muy similar a lo que

Hallpike pone de presente en el pasaje citado. A la postre, los asuntos que fueron

centrales para Elias, resultaron apartados de la agenda fashionable incluso del

grueso de los eliasianos. Richard Killminster constató hace unos años que por

esta senda el legado de Elias ha cobrado un formato más popular a la vez que

cognitivamente poco relevante.

IV

No es un secreto que los desarrollos arriba reseñados por algunos son vistos

como adversos a un avance cognitivo. Mientras tanto para otros ese criterio no

parece tener importancia o desaparece sometido a malabrismos discursivos.

Desaparacida la evaluación del desarrollo del conocimiento como desarrollo

cognitivo lo sucedido aparece como avance político-moral. La eliminación del

tablero de los objetos lícitos de tópicos como sociedad primitiva, pensamiento

primitivo y, ante todo, evolución social a lo largo de la historia de la humanidad

tiene por contraparte la admisión de la creencia de que todas las sociedades

(culturas) son diferentes pero esencialmente iguales, ‚different but equal‘. Y ésta

muchas personas hoy la tienden a percibir como un aténtico logro en la

academica contemporánea. No lo entienden como un logro cognitivo sino más

bien como una mejora moral. El caso paradigmático es la idea de que los

antropólogos habrían visto sociedades primitivas en el pasado en gracia a su

pensamiento colonial y que ahora no ven lo que antes creían poder ver porque se

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han arrepentido de su anterior identificación con intereses, actores y políticas

coloniales. ¡Qué teoría del conocimiento implicada en esto!

Lo cierto es que los tópicos espinozos cuya eliminación hoy se tiende a atribuir al

progreso en la disposición ética de las ciencias sociales, inducido por el

arrepentimiento de la antropología social (cultural), suscitaron reacciones

altamente emotivas ya en tiempos en que el final del colonialismo no estaba a la

vista aún. La opinión pública, pero también los científicos aprobaban y reprobaban

otras cosas y actitudes que hoy, otra era su apreciación también de lo

políticamente correcto. Durante todo el siglo XIX se advierte la dificultad de admitir

que la historia muestra ordenes sociales surgidos en un orden de sucesión

discernible. Y en el siglo XX ocurre lo mismo con respecto al ámbito mental, a

pesar de que durante el mismo periodo se realizan numerosas investigaciones

que confirman las tempranas intuiciones sobre la materia.

Todo esto indica la continuidad de una dificultad cognitiva que se ha mantenido

independientemente de los cambios que ha vivido el mundo. Esa continuidad por

su por su parte refuerza la hipótesis de que la resistencia o inhibición que se

advbierte en relación con las cuestiones críticas señaladas con anterioridad a

desarrollos recientes está ligada a la continuidad de unas estructuras mentales,

que sond precisamente aquellas que los sujetos forman en su temprana

ontogénesis en el formato que se ha identificado como el de lógica de la acción.

El hecho de que desde hace algún tiempo la resistencia contra la percepción del

proceso psicogenético en la historia se articule como defensa de valores

socialmente validados pesa enormemente sobre los esfuerzos dirigidos hacia el

progreso cognitivo. El desarrollo de los valores morales mismos así también se

aleja de la posibilidad de ser comprendido de un modo acorde con los

conocimientos modernamente disponibles.

V

Resulta indiscutible que la carga afectiva que muestran las estructuras en

cuestión ha de ser, al igual que esas estructuras, aprendida. No puede ser dada

con anterioridad a la experiencia sino que ha de formarse igualmente en gracia a

las condiciones empíricas de la experiencia. Recordemos que las estructuras de

cuyo valor afectivo hablamos resultaron accesibles gracias al procedimiento

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lógico-procesual mediante el que se reconstruye su formación y posterior

desarrollo a través de la identificación de las condiciones empíricas bajo las

cuales tiene lugar. Lo esperable es que la posibilidad de comprender cómo esas

estructuras adquieren un valor afectivo se abra mediante procedimiento similar.

De modo que aquí también es necesario comenzar por cómo, ante la obligación

vital de desarrollar la competencia de acción impuesta por las condiciones dadas

a los seres humanos, éstos logran conectarse primeramente con el mundo

respondiendo precisamente a esas condiciones. No veo cómo más se podrá

encontrar cómo adquieren las estructuras de tan temprana formación una carga

afectivo y cómo ésta llega a cobrar para los sujetos la fuerza de una barrera

aparentemente infranqueable, que al menos por ahora logra competir con la

necesidad cognitiva y práctica de saber cómo funciona el mundo real para

orientarnos de la manera más ajustada a esa realidad.

El valor cognitivo que de la averiguación que estoy proponiendo apunta a la

posibilidad de decidir esa competencia en favor del segundo competidor. Será

todo el que se le pueda encontrar a una visión del hombre y de las formas en que

ha llevado la vida que logre integrar lo que ya es sabido. Contamos con unas

experiencias que ofrecen pistas sobre cómo proceder. Si por medio de la

reconstrucción lógico-procesual realizada hasta ahora se encontró que es

efectivamente posible hallar las huellas que a través de la historia llevan a

encontrarnos a nosotros mismos, entonces también ha de ser posible descubrir

por qué se ha tornado tan difícil querer también seguir esta huella, es decir por

qué no estamos dispuestos a acoger sin más rodeos esa posibilidad.

Si lograramos aprovecharla, la crítica a las condiciones del mundo como es hoy

llegaría a incorporar un autodiagnóstico basado en una autoimagen más realista

de los sujetos, y esto a la larga redunda en beneficio del aumento de su

competencia de acción, que se mide en relación con el mundo que encuentran,

como ya hemos registrado.

De la reconstrucción del proceso de la formación primera del proceso de

formación de los sujetos sabemos que bajo las condiciones empíricas bajo las

cuales tiene que adquirir un mundo que no está a su disposición, cada uno

necesariamente tiene que construir por sí mismo los medios que luego le sirven

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de orientación. En estos se plasma un proceso de organización a nivel del cerebro

que consiste en la generación de conexiones neuronales y su integración

sistémica a nivel cerebral y al de todo el organismo. Se trata del proceso de

autoorganización de cada cerebro y organismo individual. No hay duda hoy de

que no lo puede sustituir nada de orden colectivo. Como tampoco hay duda de

que los seres humanos nacen con una enorme cantidad de conexiones

neuronales posibles. El hecho de que se encuentren abiertas es el responsable

de lo que se conoce como la alta plasticidad característica de los comienzos de

cada trayectoria individual. Evidentemente no puede seguir tan abierto el

organismo obligado a desarrollar la competencia de acción, así que la producción

de conexiones neuronales que retengan las vivencias del organismo y las

traduzcan en pautas de coordinación del organismo con el mundo es funcional a

las necesidades vitales del mismo.

Informan los biólogos del cerebro de otros hechos más, relevantes para abordar,

aunque sea de manera tentativa, el problema que he esbozado. Quiero resaltar

los siguientes para sugerir en qué dirección enfocar nuestra reflexión:

Una vez generadas las conexiones neuronales ellas vuelven a desaparecer.

Quedan disponibles durante el tiempo que dure la vida del organismo. Pero las

posibilidades de producción de nuevas conexiones basada en nuevas

experiencias cuenta con un potencial que, aunque sea en términos absolutos

ilimitado, estamos lejos de agotar. Esto sugiere que nuestra barrera no es de

naturaleza innata y no es necesariamente definitiva. Es decir, no hay sustento

biológico para la idea de que hayamos alcanzado unos límites inamovibles por

nuestra condición natural.

Las conexiones neuronales adquieren firmeza en gracia básicamente a tres

factores, que son su antigüedad, su uso exitoso y la frecuencia con que se usan.

El biológo del cerebro Gerhard Hüther, para ilustrar cómo obra el mecanismo

general que nos interesa, emplea el ejemplo del proceso en que un camino se

hace caminando por una senda con frecuencia, hasta que se ensanche y

eventualmente lo volvamos un calle, carretera o incluso autopista.

Por las más antiguas conexiones neuronales tienden a activarse en estado de

alerta, en situaciones de miedo si se quiere existencial. Están disponibles incluso

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conexiones generadas en fases filogenéticamente anteriores a nuestra especie.

Y, estás tienden a entrar en acción sin mayor intermediación especialmente

cuando para las situaciones a enfrentar no se han producido otras o ningunas que

faciliten la decisión sobre la acción a tomar en situación de peligro.

Las estructuras en que primero nos hacemos accesible el mundo, son las que

para todos los seres humanos son, como recordamos, las que recogen las

vivencias primeras y luego sirven de molde de orientación, se aplican. Han

ayudado a los seres humanos siempre durante su vida, aunque haya habido

variaciones a lo largo de la historia de la humanidad en cuanto a su ámbito de

gobierno directo. De modo que en la trayectoria individual de cada ser humano así

como en el recorrido de la especie la estructura que atrae nuestra atención por la

resistencia que está mostrando presenta paralelos significativos a las condiciones

de fijación y jerarquización de las conexiones neuronales a nivel cerebral. Pienso

que esta observación nos abre un horizonte hacia la comprensión del fenómeno

que he tomado en la mira.

Bibliografía

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