Los enterramientos neolíticos del Noreste de la Península Ibérica

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Aninrcpc|cgica ci Pranisicrica, , , Lns cntcrramicntns ncn!ticns dc! Nnrcstcdc !a Pcnnsu!a IbricaJuan Francisco GIBAJA BAORcsumcnUno de los elementos que ms caracterizan al Neoltico del noreste de la Pennsula Ibrica es su excepcional registrofunerario. Son tan numerosos e importantes los contextos funerarios del VIV milenio cal. BC, que este periodo fue bautizadoa inicios del siglo XX como el de la Cu|iura!c|csScpu|crcs!c|csa. Desde entonces, son muchos los estudios que sehan realizado en torno a estos enterramientos neolticos. Estudios cuyos objetivos han sido, especialmente, la atribucinde los restos arqueolgicos a un momento y espacio concreto, as como la descripcin del continente y del contenido delas sepulturas. Ello ha dado como resultado la publicacin de una extensa bibliografa en la que se presentan con muchodetalle la heterognea morfologa de las sepulturas y del ajuar que acompaa a los inhumados. No obstante, en los ltimosaos, ms all de las cuestiones descriptivas se han comenzado a hacer interesantes y prometedoras aproximaciones a laorganizacin econmica y social de estas comunidades neolticas a partir de la aplicacin de nuevos anlisis en combinacincon un exhaustivo procesamiento estadstico de los datos.RsumIun !cs c|cncnis qui caracicriscni |c nicux |c Ncc|iiniquc !u ncr!-csi !c |a pcninsu|c ||criquc csi scn cxccpiicnnc| rcgisirc juncrairc.Ics ccnicxics juncraircs !cs 5cci 4cni||cnaircs ca|. B.C. scni cn cci si a|cn!anis ci inpcrianis quc cciic pcric!c a cic !cncnncc, au!c|ui!uXXcsicc|c, |a Cu|iurc!csScpu|iurcscn|cssc . Ocpuis, |csciu!csccnsacrccsaccsinnunaiicnsncc|iiniqucsncniccssc!aucr, !cni|csc|jcciijsciaicnisuricui uncnci||curcccnprcncnsicn!csccnicxicscnrcnc|cgiqucscigccgrapniqucs, ainsi quc|a!cscripiicn !cs ncnuncnis juncraircs ci !c |cur ccnicnu. Icnscn||c a !cnnc |icu a |a pu||icaiicn !unc |i||icgrapnic su|sianiic||c !ans|aquc||c |cn prcscnic atcc anp|cs !ciai|s |a ncrpnc|cgic ncicrcgcnc !cs scpu|iurcs ci !cs c|jcis qui acccnpagncni |cs !cjunis. Ccpcn!ani,ccs !crnicrcs annccs, au-!c|a !cs prc||cnaiiqucs !cscripiitcs, cn a ccnncncc a rca|iscr !c ircs inicrcssanics ci prcnciicuscs apprccncs!c |crganisaiicn cccncniquc ci sccia|c !c ccs ccnnunauics ncc|iiniqucs a pariir !c |app|icaiicn !c ncutc||cs ana|qscs ccn|inccs a uniraiicncni siaiisiiquc cxnausiij !cs !cnnccs.1. INTRODUCCIONGEOGRAFICAYRETROSPECTIVAHISTORICAEl noreste de la Pennsula Ibrica (Catalunya)muestra una geografa muy particular y hetero-gnea en la que se aglutinan diversos paisajescomo consecuencia de la presencia de la ampliacosta que baa el Mediterrneo, de las estriba-ciones montaosas que cruzan por buena partedel territorio (Pirineos, Sierras Prelitorales, . . .)y de las numerosas llanuras, valles y cauceshidrogrcos (Llobregat, Ter y, en especial, Ebro)vinculados con tales estribaciones (g. ).Esta diversidad siogrca est estrecha-mente asociada con determinadas caractersti-cas climticas. As podemos apreciar un climaalpino y subalpino en el Pirineo, un ambientecontinental en las llanuras del interior de lasprovincias de Lrida y Tarragona, y un climamediterrneo a lo largo de toda la costa yzonas limtrofes. Si bien desconocemos total-mente cmo sera la lnea de costa duranteel Neoltico, en la actualidad las pequeas yabruptas playas de la Costa Brava en el norte,contrastan con los relieves costeros ms suavesdel centro y sur de Catalunya, relacionados conlas desembocaduras del Ebro y del Llobregat.Fig. 1 rea de estudio. El norestede la Pennsula Ibrica (Catalunya).166 Juan Francisco GIBAJA BAODicha diversidad geogrca y climtica secorresponde, adems, con un rgimen de pluvio-sidad muy variado que va desde las condicionesms extremas conmm anuales en las tierraspirenaicas, a las de mayor sequedad ( mm) enlas comarcas del sur-suroeste (Segri, Garriguesy Terra Alta).El Neoltico del noreste de la PennsulaIbrica siempre ha tenido una importancia muysignicativa en el marco del mediterrneo oc-cidental, en especial en lo concerniente a lasprcticas funerarias que empiezan a implantarsey generalizarse a partir de mediados del V mi-lenio cal. BC. Tal es la entidad del registrofunerario de este momento, que enP. BoschGimpera acuaba el trmino de Cultura de losSepulcros de Fosa para referirse a las comuni-dades de agricultores y pastores que realizabandichas prcticas. A partir de entonces, han sidoconstantes las hiptesis relativas a su origen,cronologa, extensin geogrca y liacin conotras manifestaciones arqueolgicas.Aunqueinicialmente se consider que esta culturaestaba estrechamente vinculada con la culturade Almera del sur de la pennsula (Serra R-fols, Pericot, Almagro, todos citados por Muoz,), posteriormente otros investigadores larelacionaron ms con otras del mediterrneooccidental europeo como la de Cortaillod enSuiza, la de Lagozza en la pennsula italiana o ladel Chassen en Francia (Ripoll & Llongueras,; Muoz, ).Las continuas dataciones radiocarbnicasque se han realizado, en especial, a partir desdenales del siglo XX, han permitido a los inves-tigadores conocer el espacio temporal en el quese producen los hechos histricos y encuadrar elregistro arqueolgico en un marco cronolgicoconcreto. Por ahora, las primeras sociedades quepodemos catalogar como neolticas se remontana mediados del VI milenio cal. BC. A partir deeste momento, los investigadores han divididoelNeoltico en tres periodos,cuyos lmitescronolgicos y geogrcos siguen siendo motivode debate por la comunidad cientca: Neolticoantiguo ( cal. BC), Neoltico medio( cal. BC) y Neoltico nal (cal. BC) [Molist ci a|., ].2. LAS PRACTICAS FUNERARIAS DURANTEELNEOLITICOEl inicio del Neoltico antiguo est carac-terizado, desafortunadamente, por la ausenciacasi absoluta de enterramientos (Clop ci a|.,; Molist & Clop, ). Aunque se puedepensar que este gran vaco a nivel de registrofunerario puede ser consecuencia del azar, entanto que el nmero de contextos arqueolgicosestudiados de esta poca no es excesivamenteabundante, tambin es verdad que cada da sedescubren nuevos yacimientos y la situacincontina siendo igual.Esta circunstancia nos lleva a pensar quesi bien no debemos desechar la propuesta delazar para explicar la ausencia de sepulturasdurante los primeros momentos del Neolticoantiguo, tampoco podemos desechar otras posi-bilidades. Y es que estas primeras comunidadespudieron llevar a cabo tratamientos sepulcralesque no han quedado reejados en el registroarqueolgico. En este sentido, la etnografa hadocumentado ciertas prcticas funerarias quefacilitan la desaparicin de los restos humanos.Es el caso, por ejemplo, de las incineraciones alaire libre o el abandono de los cuerpos en reasalejadas de los asentamientos sin ser enterradoso con unas estructuras muy precarias.Sea como fuere, esta situacin comienza acambiar de manera signicativa a partir deinicios del V milenio. Es entonces cuando losgrupos usan determinados espacios como cue-vas y abrigos para nes sepulcrales o construyencx prcjcsc estructuras funerarias que llegan aformar parte de necrpolis. Seguramente, es-tas transformaciones concernientes a la esferasimblica, son el reejo de cambios en el seno dela organizacin econmica, social y poltica deestos grupos.Cuevas y abrigos como la Cova de lAvella-ner, la Cova de les Grioteres, la Cova del Pasteralo la Cova dels Lladres no tuvieron, sin embargo,un uso exclusivamente funerario, ya que tam-bin sirvieron como lugares de hbitat en losque se realizaron diversas tareas vinculadas conla subsistencia del grupo cuidado y alimenta-cin del ganado en determinados momentos delao, actividades cinegticas, etc. (Ten, ;Bosch & Tarrs, ; Castany, ).Se trata de espacios sepulcrales colectivos enlos que se inhumaron individuos de diferentesexo y edad, acompaados, en ocasiones, de cier-tos elementos de ajuar como vasos cermicos,restos faunsticos, objetos de adorno como braza-letes, cuentas y colgantes e instrumentos lticosy seos. Uno de los casos ms representativos esel de la Cova dels Lladres. En este yacimientose hallaron diversas inhumaciones asociadas aLos enterramientos neolticos del Noreste de la Pennsula Ibrica 167un recipiente cermico en cuyo interior haba cuentas perforadas de concha, de las que eran de car!iun c!u|c yde piedra (Ten,).Contemporneamente al uso de las cuevasy abrigos, a principios del V milenio, en elprepirineo central (Tavertet, Osona), asistimos ala construccin de las primeras estructuras decarcter megaltico (Molistcia|., ). Este he-cho es de una importancia relevante, puesto quela propuesta tradicional de un origen forneopara el surgimiento del fenmeno megalticoen el noreste peninsular, puede ser errneo. Laantigedad de estas manifestaciones megalticasha llevado a pensar que tal vez dicho origendebiramos buscarlo en las propias prcticasfunerarias de las poblaciones autctonas (Molist& Clop, ).Se trata de estructuras en cista y cmararectangulares o trapezoidales (Rajols, Font dela Vena, el Padr, . . .), cubiertas con grandestmulos (con un dimetro mximo dem yuna altura dem) y limitados por un anilloexterior (crcn|cc) construido con hileras de losasen posicin vertical. Por lo general, son enter-ramientos en los que apenas se ha encontradoajuar, debido quizs a la propia dinmica ideol-gica del grupo, al mal estado de algunas de lastumbas, a las violaciones sufridas, etc. Sea comofuere, se han registrado, espordicamente, vasoscermicos, lminas, lascas, puntas y microlitosde slex, y algunas cuentas de piedra y concha.Asimismo, tambin es interesante la presenciaen la zona tumular de recipientes cermicos quepueden quizs relacionarse con determinadasprcticas funerarias o con la propia simbologay funcin del monumento (Molist ci a|., ).Durante el IV milenio siguen construyn-dose estructuras dolmnicas en la comarca deLEmpord, en el norte de la costa catalana(Martn & Tarrs, ; Tarrs, ). Son se-pulcros de corredor con cmaras subcircularesy trapezoidales que han sufrido graves alte-raciones naturales y antrpicas en forma deviolaciones. Ello ha dicultado su adscripcincronolgica y ha impedido caracterizar el tipo ynmero de inhumaciones, as como el conjuntode materiales que se depositaban.Por otra parte, desde la segunda mitad delV milenio y hasta nales del IV, los gruposno slo dejan de frecuentar paulatinamente lascuevas como lugares de habitabilidad o en losque efectuar determinadas actividades econmi-cas, sino que tambin abandonan su uso comoespacios de enterramiento. En estos momentos,tanto en las zonas de llanura y valle del interior,como en las tierras prximas a la costa medi-terrnea, sobresale la prctica de inhumacionesen fosa y en cista, ya sea de manera aislada oformando autnticas necrpolis. Es el caso deSant Pau del Camp consepulturas, del Camde Can Grau con , del Puig den Roca con ,del Pla del Riu de les Marcetes con , de ElSolar con , de El Llord con , del Barranc denFabra con , del Hort den Grimau con, odel espectacular complejo arqueolgico de laBbila Madurell-Can Gambs (g. ) con, porahora, ms desepulturas (Riur & Fust,; Guitart, ; Mestres, /; Granadosci a|., ; Bosch ; Cardona ci a|., ; Pou cia|., ; Mart ci a|., ; Gibaja, , , ;Bosch & Faura, ; Coll & Roig, en prensa).Fig. 2 Enterramientos en fosa (G y .) de lanecrpolis de la Bbila Madurell (Bordasci a|., ).A partir de este periodo,por tanto,seaprecian espacios concretos (necrpolis) selec-cionados por la comunidad para inhumar asus muertos. La ausencia, hasta el momento,de anlisis espaciales nos impide reconocer enestas necrpolis diferencias en la distribucinde las sepulturas en base al sexo y la edad delos individuos enterrados, a la localizacin deciertos contextos geogrcos (lugares elevados,168 Juan Francisco GIBAJA BAOros,. . .),a la cantidad y calidad del ajuardepositado, etc.Estas fosas y cistas no siguen un canonmorfolgico homogneo, sino que presentanciertas diferencias estructurales. As podemosencontrar fosas excavadas en el subsuelo, fosascuya parte superior estn selladas con losas oabundantes cantos rodados, fosas con accesoslaterales formando cmaras sepulcrales y cis-tas con formas cuadrangulares, trapezoidales orectangulares (Cura & Vilarell, ; Mart cia|., ) [g. ]. Ello, evidentemente, sin teneren cuenta los procesos ante y postdeposicio-nales que han afectado a la propia estructurafuneraria. Y es que a menudo se olvida o seobvia la posible presencia de enterramientosms complejos en los que se usaban tambin ma-teriales constructivos que desafortunadamenteno han llegado hasta nosotros (madera, piel, . . .).Precisamente, P. Chambon () piensa que enla necrpolis de Sant Pau del Camp, al igualque sucede en necrpolis neolticas francesas osuizas, algunos inhumados eran enterrados den-tro de las fosas en espacios cerrados medianteestructuras de madera.Por otra parte, la ausencia generalizada detumbas que se cortan o superponen, as comola reutilizacin de un mismo espacio sepulcral(en ciertas tumbas con dos o ms individuos lasprimeras inhumaciones se han arrinconado enlas paredes de las sepulturas para dejar lugar alnuevo fallecido), hace pensar que estas tumbaseran sealizadas de alguna manera: grandesbloques sellando el enterramiento, acumulacinde cantos en la supercie, etc.Fig. 3 Enterramiento en cista de la Costadels Garrics del Caballol III: Foto realizada porJ. Castany y publicada en Bordas ci a|., .Algunas de las necrpolis citadas no estnaisladas, sino que comparten espacio con estruc-turas de hbitat, silos o fosas con desechos.Entre los casos ms sobresalientes, cabe citar elasentamiento con varias clulas de morfologasubcircular o elptica del Barranc den Fabra olos silos y los hogares encontrados junto a lasnecrpolis de Sant Pau del Camp, Pujolet dela Moja o Bbila Madurell (Mestrescia|., ;Granadosci a|., ; Boschci a|., ; Poucia|., ; Mart ci a|., ). Asimismo, algunosde los silos o fosas de Pujolet de la Moja o delHort den Grimau se han reutilizado, incluso,con nalidades funerarias (Mestres, /;Mestres ci a|., ).Por lo general, se trata de sepulturas en lasque habitualmente se inhuma a un slo indi-viduo (g.y ). No obstante, tambin encon-tramos con bastante asiduidad enterramientosFig. 4 Enterramiento en fosa nmerode la necrpolis del Cam de Can Grau (Mart ci a|., ).Los enterramientos neolticos del Noreste de la Pennsula Ibrica 169Fig. 5 Enterramiento E de la necrpolis del Hort den Grimau (Mestres, / : ).con dos inhumaciones y nicamente de manerapuntual con tres o cuatro individuos. Junto aellos se depositan instrumentos y objetos quevaran en cantidad y calidad.170 Juan Francisco GIBAJA BAOEntre los materiales que forman parte delos ajuares destacan:mltiples instrumentosseos (punzones, puntas, esptulas) y lticos(ncleos, lminas, lascas, puntas, geomtricos,hachas, molinos, . . .), recipientes cermicos detamaos y formas variadas (g. ), distintostipos de ornamentos como brazaletes, collaresy pulseras elaborados con cuentas realizadasen concha, hueso o piedra, colmillos de jabalperforados, restos de fauna (en algunos casosincluso animales enteros como las dos cabrashalladas en la sepulturade Sant Pau delCamp o elcnido de la tumba E de laBbila Madurell), y restos de semillas, como enel enterramiento de Pou Nou- en el que elindividuo est sobre una base de semillas decereales quemados (Granados ci a|., ; Nadalci a|., ; Gibaja, ; Wnsh & Gibaja, ).Fig. 6 Recipientes cermicos hallados en el yaci-miento de Sant Pau del Camp (Granadoscia|., ).Anivel cronolgico, a lo largo del VIV mile-nio se constatan paulatinamente claras diferen-cias cuantitativas y cualitativas en el ajuar. As,cabra resaltar: La ausencia o escasez de ajuar en los sepulcrosdel V milenio, frente al nmero considerablede objetos e instrumentos encontrados enalgunos enterramientos del IV milenio. Sonmuy representativas algunas de las inhuma-ciones de la Bbila Madurell, Bbila den Joca,Bbila Padr, Bbila den Sallent, sepultura deBigues, Bbila Negrell, etc. La proliferacin de inhumaciones a las quese les deja todo un conjunto de objetos,muchos de los cuales debieron requerir de unainversin considerable de tiempo de trabajosi nos atenemos a su origen y a las actividadesrequeridas para su extraccin, elaboracin ytransporte. Nos estamos reriendo a los nu-merosos instrumentos lticos confeccionadossobre slex melado procedente, posiblemente,del sudeste francs, a unos excepcionales pro-ductos lticos de obsidiana originarios quizsdel mediterrneo central, al conjunto de tilespulimentados (serpentina o jadeita) realiza-dos sobre materias primas desconocidas en elnoreste peninsular o a los ornamentos hechoscon la variscita extrada de las complejasminas de Gav, en Barcelona (Bosch, ; l-varez, /; Terradas & Gibaja, , ;Gibaja, ). Precisamente, la abundancia deornamentos de variscita en ciertas sepulturasdel IV milenio coincide con el momento demayor explotacin de estas minas (Bosch &Estrada, ; Villalba ci a|., ). La existencia en algunas tumbas de grandesncleos no agotados de slex melado (g. ),que los ltimos estudios han demostrado quellegaban preparados a los asentamientos paraser fcilmente tallados (Terradas & Gibaja,,;Gibaja,,;Gibaja &Terradas, ). La aparicin de nuevas formas cermicasentre las que sobresalen los conocidos vasosde boca cuadrada. La morfologa y decoracinde estos recipientes han sido los nexos deunin con otras manifestaciones arqueolgi-cas del mediterrneo occidental como el Cnas-scq (Francia) y Vasi a Bccca Qua!raia (Italia).Por ltimo, durante este periodo tambinse han registrado prcticas funerarias en uncontexto tan especco como son, precisamente,las minas de Gav (Barcelona). En este sentido,se han documentado diversas inhumacionesen algunas de las galeras explotadas durantenales del V milenio (S,y ) y mediadosdel IV (minas ,y ). Si bien en algunasde estas galeras (S, , , ) se han halladoenterramientos colectivos con escaso materialasociado a ellos, en otras, como la , se haregistrado un individuo adulto con mucho ajuar: ncleos,lminas,microlitos geomtricosy una lasca de slex melado, una lmina deobsidiana, hachas pulidas,un collarconnumerosas cuentas de variscita, un vaso deboca cuadrada, un plato de cermica y variosinstrumentos seos (Villalba, ; Borrellci a|.,en prensa).A partir del ltimo cuarto del IV milenio yhasta nales del II milenio los nuevos cambiosque parecen apreciarse en los cimientos de laLos enterramientos neolticos del Noreste de la Pennsula Ibrica 171Fig. 7 Ncleos de slex melado hallados en la necrpolis de la Bbila Madurell.organizacin social, poltica y econmica pare-cen repercutir en la concepcin de las prcticasfunerarias (Clop & Faura, ). Durante esteperiodo, no slo se vuelven a utilizar las cuevaspara enterrar a los muertos, sino que tambinse realizan diversos tipos de construccionesfunerarias (dlmenes, hipogeos, fosas, etc.) enlos que se inhuman varios individuos. Es portanto un momento de colectivizacin del espaciofunerario dirigido a acoger a una parte concretade la comunidad.3. REFLEXIONES ENTORNOALOS SUJETOSYALASCOMUNIDADESNEOLITICASAPARTIR DE LAS PRACTICASFUNERARIASEn los ltimos aos, ms all de describir lasestructuras funerarias o los objetos que formanparte de los ajuares, los investigadores estnhaciendo propuesta interesantes concernientestanto a cuestiones concretas relacionadas con lasformas de inhumacin y con las alteraciones quehan sufrido los enterramientos y los individuosinhumados a lo largo del tiempo, como a aspec-tos ms generales referidos a la organizacinsocial y econmica de los grupos estudiados.En este sentido, cabe resear la importanciade la participacin cada vez ms habitual delos paleoantroplogos en la excavacin de losenterramientos. Los primeros datos que se estnobteniendo nos hablan de la diversidad deprocesos ante y postdeposicionales que afec-tan a la propia estructura funeraria y a losindividuos y objetos depositados. Asimismo,paulatinamente conocemos mejor que estamosante enterramientos ms complejos de lo queen principio se supona. Y es que algunas delas primeras apreciaciones sobre las formas yposiciones de las inhumaciones observadas enciertos enterramientos como los hallados en lanecrpolis de Sant Pau del Camp (nales delV milenio), hacen pensar al Dr. P. Chambon(comunicacin personal) que probablemente seemplearon tambin determinados materialesconstructivos que desafortunadamente no hanllegado hasta nosotros. Nos estamos reriendoa la utilizacin de elementos estructurales elabo-rados con madera, a sacos de piel empleadospara cubrir los cuerpos, etc. Por consiguiente,debemos considerar que la estructura de lasepultura no estaba formada nicamente poraquello que en la actualidad se conserva y se ve asimple vista, es decir la fosa, la cista, las losascobertoras, . . ., sino que la construccin poda sermucho ms compleja.Tales formas constructivas, por tanto, nosdeben hacer reexionar sobre la idoneidad deseguir empleando los tipos clsicos de enter-ramientos neolticos establecidos a partir deciertas categoras morfolgicas y constructivas(forma de la tumba, modo de acceso, presencia/ausencia de losas cobertoras, . . .). De la mismamanera, ser necesario valorar qu inversin detrabajo y tiempo requiere realizar tales tumbas,ya que ello nos puede ayudar a detectar posiblescomportamientos heterogneos en relacin altratamiento funerario aplicado a los distintosindividuos de una misma sociedad. Compor-tamientos que no deben pasar desapercibidospuesto que quizs responden a diferencias decarcter social.172 Juan Francisco GIBAJA BAOPor otra parte, en las recientes campaasarqueolgicas llevadas a cabo en la necrpolisde Can Gambs , se ha observado que algunosindividuos presentaban una serie de remocionesen sus zonas pectorales que los directoresde la excavacin han vinculado con actosde robo dirigidos a la consecucin de loscollares realizados en variscita (Coll & Roig, enprensa). Si bien estamos ante una circunstanciadesconocida hasta el momento, que sin dudatiene una repercusin muy signicativa a nivelsocial, econmico e ideolgico, consideramosque debemos ser cautos a la espera de queen una futura publicacin ms detallada seexpliquen los criterios que llevan a planteardicha hiptesis.La paleoantropologa, adems, tambin estnutrindonos de informacin de inestimablevalor sobre la presencia y efectos de determi-nadas patologas, as como sobre los hbitosalimenticios de los distintos individuos de unamisma comunidad. Aunque en relacin a losestudios de dieta, hasta el momento slo cono-cemos los trabajos realizados en las necrpolisde Sant Pau del Camp nales del V milenio(Soares Umbelino, ) y de la Bbila Maudrellinicios del IV milenio (Subir & Malgosa,), nos parece que es interesante detenernosen los resultados obtenidos, ya que son un claroejemplo de las posibilidades interpretativas quepueden generar cuando se apliquen a otroscontextos arqueolgicos. En el caso del anlisisefectuado en Sant Pau del Camp, parece quetodos los individuos del grupo, independientede su sexo y edad, tienen una dieta similarbasada en el consumo de alimentos de origenanimal y vegetal, entre los que sobresalen losfrutos secos y los productos recolectados delmar. En cambio, en la necrpolis de la BbilaMadurell se aprecia que frente a los individuosmasculinos que tienen una alimentacin pre-ferentemente crnica, las mujeres comen msproductos vegetales y los subadultos e infantilesmuestran una dieta muy equilibrada con elaporte de ambos alimentos.Aunque estos datos corresponden al estudiode una pequea muestra de individuos, noshacen preguntarnos mltiples cuestiones:aqu se debe esos diferentes patrones alimen-ticios entre grupos pertenecientes a distintosperiodos?, Cul es la razn por la que en laBbila Madurell se aprecian esas diferenciasen la dieta?, Son el resultado de disimilitudessociales referidas al acceso restringido a deter-minados productos?, Ello responde a que lacomunidad de Sant Pau del Camp pudo ser msigualitaria que la de la Bbila Madurell?, Qurelacin pueden tener estas diferencias en laalimentacin con las desigualdades que tambinse dan en los ajuares?, El equilibrio en la dietade jvenes y nios/as tiene como nalidad evitarlas mal nutricin que tiene consecuencias muygraves para la comunidad, ms si la mortalidadinfantil suele ser muy elevada?, . . .Por otra parte, nuestras investigaciones enel campo del utillaje ltico y en la aplicacin deanlisis estadsticos sobre el conjunto de objetose instrumentos depositados como ajuar, nosestn ofreciendo resultados muy prometedoresque deberemos ir cumplimentando y corrobo-rando con los nuevos enterramientos que seestn excavando en estos ltimos aos. A esterespecto, hemos observado que no existe uncomportamiento homogneo ni entre comuni-dades neolticas de nales del V y principios delIV milenio, ni incluso entre los individuos deuna misma poblacin (Gibaja, ).As, en la necrpolis de nales del V mileniode Sant Pau del Camp predominan las tumbascon poco ajuar y con escasas diferencias en elcontenido de los ajuares de hombres, mujeresy nios/as, si bien objetos como los ornamentosestn asociados normalmente con los infantiles.Esta homogeneidad en el ajuar de los enter-ramientos de Sant Pau del Camp, contrastacon la heterogeneidad que muestran algunasnecrpolis de inicios del IV como la BbilaMadurell. Como hemos dicho ms arriba, frentea inhumados que apenas tienen ajuar, existenotros que estn acompaados de abundantes yvariados objetos como: vasos cermicos, ncleosy lminas de slex melado, tiles de hueso,hachas pulidas,molinos,collares o pulserascompuestas de cuentas de variscita, etc. Por otraparte, a nivel de sexo y edad, hemos constatadocomo mientras los individuos masculinos sevinculan con el utillaje ltico y los femeninos algoms con la cermica y los instrumentos seos, losinfantiles siguen presentando como elementoms representativo los ornamentos realizadoscon cuentas de piedra (variscita, bsicamente).Precisamente, entre los materiales deposita-dos como ajuar, debemos tener muy en cuentalas diferencias a nivel de trabajo invertido, ypor consiguiente de su valor. Y es que frente alas materias primas de origen local empleadasen la elaboracin de los distintos objetos eLos enterramientos neolticos del Noreste de la Pennsula Ibrica 173instrumentos registrados en la necrpolis denales del V milenio de Sant Pau del Camp, enlos contextos funerarios de inicios del IV mi-lenio sobresalen los recursos lticos de origenforneo procedentes de zonas muy alejadas delnoreste peninsular o cuya obtencin requierede mucho tiempo de trabajo. Es el caso citadoanteriormente del slex melado proveniente po-siblemente del sudeste francs, de la obsidianallegada del mediterrneo central, de la jadeitay de la serpentina cuyo origen desconocemosactualmente o de la variscita extrada de las mi-nas prehistricas de Gav despus de elaborarcomplejas construcciones mineras.Es relevante que los objetos e instrumentoselaborados con estas materias primas estnvinculados con las inhumaciones que tienenajuares ms importantes. Esta circunstancias noshacen pensar que probablemente el acceso adichas materias no era igualitario, sino que sucontrol y quizs su distribucin estaba en manosde una parte de la poblacin.Por su parte, el anlisis traceolgico delutillaje ltico nos ha revelado que determinadastareas estn vinculadas preferentemente con loshombres descarnado, trabajo de la madera ocaza/defensa, con las mujeres tratamientode la piel o con todo el grupo independiente-mente del sexo y la edad corte de cereales(Gibaja, , ). En nuestra opinin talesasociaciones con respecto a la funcin de lostiles dejados a los fallecidos pueden ser re-presentativas de una divisin social del trabajo(g. ).Asimismo, la asociacin, prcticamente ex-clusiva,de los proyectiles con los hombresadultos o seniles puede tener, ms all de suuso, un contenido simblico concreto (g. ).Las referencias etnogrcas nos indican que elarco y las echas no slo representan un ele-mento propiamente masculino, sino que ademsreejan la importancia que algunas poblacionesatribuyen a las actividades cinegticas y de de-fensa. Su simbologa pudo suponer un elementode diferenciacin social con las mujeres, ascomo un medio con el que quizs legitimarel poder y tal vez la importancia del trabajode la poblacin masculina (Meillassoux, ;Ptrequin & Ptrequin, ; Tander, ): Iarcci|csccncsscni|csarncs!cccn|aiparcxcc||cnccci,atcc|anacnctcriia||c,sqn|c|iscni|cs ncnncs (Ptrequin &Ptrequin,: ). Tnc prcjccii|c pcini in an! cj iisc|j nas ncunitcrsa|ncaning. |icanrcprcscniinccunningan! !angcr cjinc nuni,uncrcnunicrsarc nign|qcsiccnc! an! uncrc prcjccii|c pcinis spcak icccnirc|ctcrincncanscjprc!uciicn, inncaiasuc|| asinsicnc. |nsucncascs, prcjccii|cpcinisnaqin!cc!prcti!c ancans cj rcprc!ucingincna|c siaius as nunicr an! naq |c |q ncn (Gero, : ).La idea clsica de que los instrumentoshallados en las tumbas no estaban utilizadospuesto que haban sido realizados cx prcjcsc paratal n, ha quedado, por lo tanto, relativamenterefutada. Y decimos relativamente, porque enalgunos enterramientos de la Bbila Madurello de las Minas prehistricas de Gav (Gibaja,),la presencia de soportes laminares oincluso de ncleos y lminas sin usar queremontan, nos llevan a considerar que en ciertasocasiones s que se tallaban ciertas piezas con eln de dejarlas como ajuar junto a determinadosindividuos.De la misma manera, tambin era habitualdepositar instrumentos que si bienhabanestadoutilizados, anestabanenperfectoestado. Entre los ejemplos ms signicativoscabe citar los ncleos de slex melado apenasexplotados, las hachas y azuelas con los agudosapenas sin modicar, que da la sensacin que sehayan reavivado antes de dejarlos en las tumbas,las lminas empleadas para cortar materiascomo la carne o los cereales que an presentanzonas activas muy aladas o las puntas ylos geomtricos empleados como elementosde proyectil, que estn en un ptimo estadode operatividad, ya que apenas han sufridofracturas de impacto.4. CONCLUSIONESA lo largo de este trabajo hemos queridoreejar las diversas prcticas funerarias sobrelas que tenemos constancia, hasta ahora, paraelNeoltico delnoreste peninsular.Sibiencada da tenemos ms conocimientos sobrelas comunidades que erigieron tales sepulturasy que enterraron a sus muertos, an quedamucho por hacer. En este sentido, los cambiostericosy lasnuevashiptesisnacidasdedicha concepcin terica, estn siendo el ejevertebrador a partir del cual buscar los mediosnecesarios,algunosde loscualesya estnhoy a nuestra disposicin (Maj ci a|., ),para acercarnos a las sociedades pretritas delNeoltico.174 Juan Francisco GIBAJA BAOFig. 8 Lminas de slex melado usadas para cortar carne docu-mentadas en la sepulturas de la necrpolis de la Bbila Madurell.Hemos observado que entre el V y el IV mile-nio cal. BC las comunidades neolticas no sloreaprovechan espacios naturales como cuevas oabrigos, o estructuras previamente usadas paraotros nes (silos de almacenamiento o fosas dedesecho), sino que adems realizan toda unaserie de construcciones de carcter exclusiva-mente funerario como son las fosas, las cistas oLos enterramientos neolticos del Noreste de la Pennsula Ibrica 175Fig. 9 Puntas y geomtricos hallados en la necrpolis de la Bbila Madurell (= fracturas impacto).incluso los dlmenes. Aeste respecto, la primeracuestin que cabra resaltar es la considerableinversin de trabajo que requiere la construccinde los megalitos de Tavertet o de LEmpord,en comparacin con la realizacin de los otrostipos de sepulturas. Inversin de trabajo que,traducido en coste social,parece focalizarseno sobre el conjunto de la comunidad, sinonicamente sobre determinadas personas.Contrariamente, hay una serie de individuosque reciben un tratamiento funerario de menorentidad, si nos atenemos a los restos humanosencontrados en algunos de los silos de alma-cenamiento o fosas de desecho, y a la ausenciao a la escasez de objetos que forman parte desus ajuares. Precisamente, los anlisis estadsti-cos han demostrado que hay claras diferenciascuantitativas y cualitativas con respecto al ajuar176 Juan Francisco GIBAJA BAOdepositado, especialmente, entre los individuosde algunas de las necrpolis y tumbas delIV milenio.En base a esta informacin, nos preguntamosa qu se deben esas diferencias en el trata-miento funerario ofrecido a ciertos individuos.Evidentemente, con los datos que manejamos esdifcil abordar esta cuestin. No obstante, tal vezlos cambios socio-econmicos y polticos quese fueron gestando a lo largo del Neoltico, sereejen en las distintas prcticas sepulcrales quereciben los diferentes miembros de una mismacomunidad.Consideramos que las disimilitudes docu-mentadas en el continente y en el contenido delas tumbas pueden estar indicndonos desigual-dades jerrquicas incipientes. La posicin socialque tenan algunas personas dentro del grupo,poda ser mostrada y mantenida cuando falleca.Para ello, probablemente se efectuaba todo unconjunto de prcticas funerarias entre las que seinclua la construccin de ciertas sepulturas y ladeposicin de un determinado ajuar. Es posibleque los miembros de las unidades de parentescoa las que pertenecan estos individuos tambinse beneciaran de un tratamiento mortuorioespecial.Los importantes ajuares que estnasociados a ciertos infantiles de sepulturas deinicios del IV milenio, quizs son la plasmacinde un siaius social heredado.Aunque el salto del mundo de los muertosal de los vivos es enormemente complicado ycomplejo, tiene que ser una lnea de investi-gacin prioritaria sobre la que debemos seguirinvestigando en el futuro.AgradccimicntnsQueremos transmitir nuestro mayor agradeci-miento a los Doctores Xavier Terradas y XavierClop por la lectura crtica de este trabajo. Asimismo,agradecer los comentarios ofrecidos por los rcjcrccs dela revista, ya que, sin duda, han ayudado a enriquecerel texto.Bib!ingraIaALVAREZ A., /. Tipologa petrogrcade les destrals polides a Catalunya. |npu-rics, 4850: .BORDAS A., DAZ J., MART M., POR R. &PARPAL A., . || Va||cs ja 6000 anqs.||s princrs agricu|icrs i rana!crs. 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