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¡Que Aproveche! 1
Desde hace muchos años me ha gustado observar la comida. Ver cómo es
preparada; servida; consumida. Cada plato, sea sencillo o complejo, tiene un
procedimiento propio en el cual todas las características de los ingredientes
sobresalen de cierta manera, las combinaciones de los ingredientes pueden
ser tan amplias que me resulta fascinante ver la infinita posibilidad de
resultados que se pueden obtener.
Así mismo, siempre he pensado que de la mano de la preparación va la
presentación. De acuerdo a la forma en la que se dispongan los alimentos en
el plato y éstos sobre la mesa, el comensal puede tener experiencias
diferentes en el momento en el que se acerca a la comida.
Hay quienes optan por hacer alarde de un sin número de ademanes de
etiqueta que de acuerdo a la ocasión pueden ser bien vistos o simplemente
pueden terminar siendo un acto más del hecho de comer. Por otro lado hay
quienes simplemente se dejan llevar por su necesidad física y buscan sólo
sentirse saciados. Estos dos prototipos de comensal me resultan normales.
1<Brindis> proviene de la frase alemana (ich) brin (ge) di (r) (e) s, que significa <te lo ofrezco>. Pero los
alemanes, al brindar, lo hacen en latín: Prosit !, o sea < ¡Que aproveche!> SOLER, María del Carmen.
“Banquetes de Amor y Muerte”. Ed
Realmente es el tipo de comensal que describiré a continuación el que me ha
motivado a observar con más precisión todas aquellas situaciones que
pueden relacionarse con la comida.
Todo surge en un momento de incomodidad y vergüenza ajena. Este
comensal al cual no he dado nombre, es aquel al que la comida le parece
deliciosa, nunca puede estar alejado de la satisfacción que le brinda poder
comer. Ya sea un plato preparado en casa; un plato fuerte de un buen
restaurante o un antojo rápido, todas aquellas cosas que puedan comerse
son un deleite para su paladar. A simple vista este comensal parece común y
corriente, pero lo que lo diferencia de los demás tipos de comensal es que
además de su gusto por la comida, hay tres características del acto de comer
que para su descripción son indispensables.
La primera es el mal gusto por querer acabar con cualquier alimento que se
disponga en una mesa independientemente a la situación en la que se
encuentre; entre más haya mejor. La segunda característica que casi
siempre está ligada a la primera es: que la comida que se pretende consumir
sea gratis, no hay nada más asombroso para éste que el poder acceder a
cualquier manjar sin tener que dar dinero a cambio. La suma de estos dos
factores puede dar lugar a la tercera característica implícita en este tipo de
individuo y que incluso ha dado lugar a un afamado dicho:
¨ le puede más el ojo que la barriga.¨
Este tipo de persona que puede verse en cualquier situación donde esté
presente la comida, es quien me ha motivado a desarrollar mi trabajo
plástico.
Para llevar acabo mi proyecto he partido de la observación de cualquier
situación, ya sea bidimensional o tridimensional ( pintura, dibujo, escultura,
instalación , fotografía, cine, literatura ) en la que esté presente cualquier
narrativa ficticia o de la vida real. En algunas oportunidades he dejado de
lado la inquietud por la forma, el contenido, el contexto y el tiempo siempre
presentes en mi oficio y me he convertido en un espectador silencioso de
situaciones; muchas veces incomodas pues a mi juicio irrumpen en la
intimidad de las personas así éstas ni se den cuenta. Es la reflexión durante
el ejercicio de observación la que me lleva a plantearme preguntas sobre la
relación del hombre con la comida y el papel de esta última en la sociedad,
muchas veces éstas se presentan en forma de imagen instantánea la cual
modifico y depuro a medida que pasa el tiempo y sigo observando.
Para éste caso en especial comencé observando objetos, situaciones,
personas y alimentos, luego escribiendo reflexiones y opiniones propias
sobre lo ya observado y por último dibujando lo que sería una serie de
pequeñas esculturas que interactuarán con un espacio, unos elementos y
un público. El dibujo siendo lo fundamental en mi trabajo (debido a su
propiedad depurativa y sintética) fue lo último en parte del proceso ya que la
imagen siempre vívida fue tomando forma durante la observación y la
escritura.
¨He presenciado alrededor de unas ocho inauguraciones de proyectos de grado en la
universidad y en las ocho muestras siempre he visto el mismo comportamiento: la gente se
abalanza desaforadamente sobre la comida como si nunca la hubieran probado y fuera la
única vez que la fuesen a probar. No es sino que el reloj marque las cinco en punto y se dé
la orden de apertura de la carpa para que los visitantes aterricen como aves encima de la
comida y luego de contados minutos las bellas y llamativas tablas de quesos queden
convertidas en moronas y arrumes de palillos.¨
Mesa de ¨pasabocas¨ Proyectos de Grado 2011 -1. Universidad de los Andes.
Observaciones
Hace algunos meses vi una exposición de arte en donde el eje central era la
comida. Artistas como Fernando Pertuz; Fernando Uhía; Alejandro Mancera;
Wilson Díaz y Juan Mejía entre otros, hacían parte de la muestra en donde
se podían ver aproximaciones y representaciones diferentes de la comida.
El ambiente de la galería se podía percibir algo cálido por la presencia de
tantos objetos que, a mi juicio, incitan al espectador a pensar por un
momento en algún plato en especial. Uno de los elementos que explotaba
esa sutil insinuación y que llamó mi atención por completo fue la obra de
Juan Mejía y Wilson Díaz titulada Con la comida no se juega.
La instalación era lo primero que percibían los espectadores al entrar a la
tercera planta de la galería en donde estaba la exposición, ésta constaba de
una mesa donde estaban dispuestos varios pasa bocas que se suelen ver en
las inauguraciones de las exposiciones de arte y jugaban con el espectador
al despertar el interés y la intención por consumir algunas de sus apetitosas
piezas. A mí me despertó cierta sensación de “hambre visual” debido a su
factura. Cuando la vi a distancia pude ver cómo ésta en su totalidad daba la
bienvenida a la exposición, apenas pude acercarme un poco más, tuve la
posibilidad de observar con detenimiento cada pieza y me di cuenta que,
opuesto a lo que llamaba la atención de los espectadores (su increíble
semejanza con la realidad), lo que me atraía a ella eran sus características
plásticas.
Observaciones
´´Con la comida no se juega´´. Juan Mejía y Wilson Díaz. Exposición Hay Hambre, Galería Valenzuela y
Klenner. 2011
Pude notar cómo los artistas dejaron que el material de cada pieza hablara
por sí solo y diera características reales a cada elemento; aunque algunas
piezas estaban pintadas o talladas se podía ver que estaban hechas de
cuero; madera; esponja, etc. Todavía conservaban sus características y no
fueron convertidas en piezas totalmente hiperrealistas. Estas características
formales de la obra me dejaron pensando en las características de la
escultura como práctica artística y también en todos los elementos que giran
en torno a la comida como objeto netamente visual.
Al salir pensé en cómo abordaría la relación entre comida-escultura; dibujo-
escultura; espacio-escultura; tiempo-escultura. Dado que ya tenía una idea
y una imagen mental que estaba depurando seguí buscando un hilo
conductor entre lo anterior que diera forma tangible a esa imagen.
Fue así como todo resultó en una especie de ´´instalación´´ en donde busqué
que el espectador se relacionara con el objeto escultórico; con sus instintos y
sensaciones y el objeto escultórico a la vez estuviera contenido en un
espacio marcado por un estilo estético determinado con elementos
gastronómicos específicos dados por una investigación previa. Para esta
última parte llevé acabo observaciones experimentales en procesos de
descomposición natural de alimentos que sirvieran como ´´depurador´´ en la
instalación, por otro lado realicé investigaciones de carácter histórico-
artístico para situar el proyecto en un espacio-tiempo específico.
El proceso ´´científico´´ que ejecuté para marcar pautas de temperatura,
iluminación, humedad y ventilación del espacio intervinieron directamente
en el proceso ´´pictórico´´ que busqué en la composición y fueron elementos
completamente decisivos para su ejecución.
Al tomar la comida como un objeto visual tuve presente la importancia del
bodegón en la forma de ejecutar la composición. No solo por su importancia
en la historia del arte como el medio en el que se involucran elementos como
la comida en la pintura sino como ´´momento´´ detenido en un espacio y
tiempo definido en el cual se retrata una serie de elementos que toman vida
según su interacción con el entorno.
Un momento preciso en el cual gracias a la luz, la humedad del espacio y
hasta la manera en la que se han dispuesto los elementos en el espacio
mismo se perciben características formales del objeto que solo bajo
condiciones especificas se pueden apreciar. Esas condiciones espaciales y
temporales capturadas por medios bidimensionales como la pintura, el
dibujo, el grabado, la fotografía etc. están sujetas al cambio del tiempo.
Los elementos contenidos en el bodegón como espacio bidimensional me
llevaron a cuestionarme ¿Qué sucede cuando el espectador se enfrenta a
una composición construida bajo características pictóricas bidimensionales
pero tiene a su favor la tridimensionalidad del espacio y el correr del tiempo?
¿ Qué sucede cuando esos elementos al ser concebidos como alimento,
despiertan deseo en el espectador y lo llevan a encontrarse en una disputa
personal frente al querer comer y no poder hacerlo?
El ser humano como individuo racional y sensorial puede medir y controlar
sus reacciones físicas, mentales y sensoriales al tener la posibilidad de
experimentar el deseo. En este caso ese anhelo por tener cierto placer
sensorial al relacionarse directamente con la comida es lo que ha llamado mi
atención, anhelo que cuando no llega a realizarse con resultados satisfactorios
causa frustración y ansiedad en las personas.
Para mí la comida es una experiencia completamente sensorial donde no
solo las características culinarias deben estar presentes. La forma; la
textura; el color; el tamaño y la manera de presentarla son esenciales y
pueden lograr exponer el aspecto sensual que está escondido en ésta.
Cuando hablo de sensualidad no lo hago refiriéndome al despertar del deseo
sexual, aunque muchas veces el hombre, desde su experiencia con ciertos
alimentos, ha relacionado su consumo con la idea de que estos potencializan
al cuerpo y al alma en aspectos del amor.
Ingredientes como las trufas negras, el caviar, el chocolate y la miel entre
otras han recibido el titulo de joya debido a sus cualidades culinarias; a su
carácter exótico y a la vez se han considerado como grandes afrodisiacos que
estimulan de manera espiritual y física el contacto entre las personas. Sin
embargo la sensualidad que se desprende de la comida no sólo es aquella
relacionada con el sexo en sí, es aquella sensualidad que se produce en el
comensal al despertar hasta el último de sus sentidos cuando se dispone a
comer . Es allí donde el anhelo por satisfacer el deseo es máximo y en
algunos momentos se vuelve casi inexplicable la sensación que se produce.
Cuando nosotros nos vinculamos sensorialmente con la comida, pasamos
de ser individuos cuyo funcionamiento físico y mental necesita como
combustible alimentos de origen vegetal y animal, a ser individuos
totalmente sensibles, quienes buscan complacer su sentido del gusto y el
olfato con raciones de alimento que, aunque siguen cumpliendo su función
alimenticia, pasan a tener un papel protagónico en la complacencia del
deseo por comer.
Estas porciones de comida de acuerdo con el entorno y las convenciones
culturales con las que el individuo se ha vinculado y las consume, pueden
tener ciertas características visuales y olfativas que son particulares y
propias de la comida. De acuerdo con el entorno y con las convenciones
sociales previamente establecidas y mediadas por un ambiente de
constante cambio cultural, el individuo busca satisfacer su deseo, además
del gusto y el olfato; la calidad visual de lo que comerá es importante. La
estética y el buen gusto empiezan a cobrar importancia en las relaciones
del hombre con la comida y según estos gustos y algunas preconcepciones
se generan juicios de valor que influyen directamente en el hombre y el
objeto-comida. El individuo adquiere y transforma, a través del tiempo, el
gusto particular por diferentes tipos de comida, proceso que es distinto en
cada persona.
Es común que las personas piensen que la comida cuando es mostrada debe
ser consumida y no sólo vista. Cuando se es consciente del aspecto visual de
la comida se le puede ver como un objeto que posee características
pictóricas o incluso escultóricas, haciendo referencia a su color y a
diferentes texturas que, como un todo, forman la figura. También sus
características tridimensionales que además de la altura, el espesor y el
volumen, componen las diversas formas que se pueden disponer sobre las
superficies.
Si pensamos en la comida como un objeto y en todo lo que conlleva a la
preparación de ésta podemos ver cómo en la película Vatel, basada en la
vida del cocinero francés François Vatel, la elaboración del banquete (evento
central de la película) tiene todo un procedimiento donde es puesto en
consideración hasta el más mínimo detalle y percibimos claramente el
tratamiento de la comida como algo preciado, complejo y magnífico. Al igual
que la comida, la mesa adquiere importancia. Se percibe la armonía entre la
mesa, la mantelería, la decoración y los alimentos que se están disponiendo
sobre ésta.
Cuando se distribuyen los alimentos sobre la mesa casi siempre se busca
lograr algún nivel de composición que ayude a atraer al comensal para que
capte toda la atención del plato. Es interesante cómo el anfitrión puede crear
composiciones con características pictóricas de manera casi inconsciente
dando a la comida una característica objetual.
Pensando en esto último es inevitable no traer a colación todo lo que
conlleva el hecho de servir una mesa y sentarse en ella. Desde tomar la
decisión sobre la mantelería y los objetos que acompañarán la comida,
hasta el simple hecho de participar de una situación que, aunque es
cotidiana, es esencial en la comunicación del ser humano. El hecho de
compartir con otra persona algo que se está consumiendo individualmente,
genera no solo una suerte de enlace sino que también, promueve el
perfeccionamiento del sentido del gusto ya que es viable intercambiar
opiniones personales acerca de lo que se está probando.
Durante la mayor parte de la historia, los cocineros de las monarquías e
imperios buscaron darle cierta teatralidad a las cenas que éstos brindaban,
explotando las características plásticas y tridimensionales de los
alimentos. Uno de los cocineros más importantes que exploró las
características tridimensionales de la comida fue el chef francés Marie
Antoine Careme. Careme había sido el cocinero por excelencia de la
nobleza francesa. Durante la revolución francesa se trasladó a Gran
Bretaña y comenzó sus labores como cocinero principal de la corona
inglesa, en especial como cocinero del Príncipe Regente. El famoso cocinero
además de innovar en el ámbito culinario, tenía habilidad para el dibujo. A
la corta edad de 16 años, en 1799, trabajó como aprendiz de Chez Bailly
uno de los pasteleros más importantes de Paris, quien le permitía ver
grabados arquitectónicos franceses en los momentos de poco trabajo.
Gracias a la influencia del dibujo y de la arquitectura de la época, Careme
implantó en su trabajo de repostería y pastelería su nuevo conocimiento.
Fue así como sus platos no sólo se destacaron por su buen sabor y la
combinación de ingredientes extravagantes que utilizaba, sino por sus
características visuales las cuales hacían alusión a la exuberancia que se
vivía por esos días.
Un ejemplo de ostentosidad y derroche respecto al acto de comer, es el
período de Regencia (período en el cual figuró la transición de poder en la
monarquía entre el rey Jorge III y su hijo el Príncipe de Gales Jorge IV o
Príncipe Regente) comprendido entre 1811 y 1820. Esta época se caracterizó
por la extravagancia y opulencia en los bailes y banquetes que se
encargaban a los cocineros por parte del príncipe Regente. Mientras el
pueblo padecía grandes oleadas de hambre que estaba dejando la revolución
industrial de mediados del siglo XVIII, en la nobleza se celebraban grandes
banquetes con características teatrales en donde el lujo era uno de los
elementos que posibilitaba a sus miembros en especial a Jorge IV satisfacer
su deseo por el buen comer. Se elaboraban grandes pasteles rellenos con
frutas y crema que además de ser exquisitos eran hechos con tal
minuciosidad que visualmente deleitaban a los comensales. Platos como la
sopa falsa de tortuga hecha a base de sesos y caldo que aun hoy en día
podrían considerarse como extravagantes, debido a sus extraños pero
refinados ingredientes, estaban a la orden del día y eran elementos que
generaban la sensación de distinción entre aquellos que los consumían.
Es interesante ver cómo a lo largo de los siglos el concepto clásico de
exquisitez en relación con la comida ha ido transformándose de tal manera
que, hoy en día los conceptos visuales y culinarios que aluden a “lo fino”
han adoptado diferentes posturas dando paso a la fusión como nuevo
símbolo de lujo y extravagancia. Podemos ver cómo mezclas de ingredientes
de regiones completamente opuestas como la Cantonesa y la Mediterránea,
para algunos, puede resultar gustosa y posiblemente para otros, como los
grandes representantes de la cocina francesa contemporánea, puede
terminar siendo un completo insulto a la gastronomía.
Es decir, aquello que me interesa del concepto de lo exquisito es que es
completamente subjetivo pero, de todos modos, sobre éste se establecen
cánones.
En películas como María Antonieta de Sofía Coppola podemos ver cómo la
composición que se crea entorno a la comida es tal que los platos fuertes y
postres cobran un papel importante y visualmente se caracterizan por sus
tonalidades que van desde los blancos del huevo hasta los intensos rojos de
las frutas de estación, creando diversas texturas que aunque en algunas
ocasiones pareciesen ser artificiales y den cierta sensación de repulsión, no
dejan de ser llamativas para el ojo del espectador. Estos elementos pasan de
ser un alimento a convertirse en un objeto completamente atrayente por sus
cualidades visuales.
Estas características de la comida que se aprecian en la película han sido
fundamentales en la cimentación de la cocina la cual, tiene como base los
principios de la cocina francesa; rama de la gastronomía que se caracteriza
por su gran variedad y por exaltar los aspectos finos y exquisitos de la
cocina. En la película también podemos apreciar que es posible que, al ver
una gran cantidad de comida, pueda también surgir una sensación de
repulsión o asco. Aunque el hombre intente saciar su deseo de comer y
quede física y mentalmente satisfecho, ha llamado mi atención el hecho de
llevar a un punto máximo la saturación de todos los sentidos y experimentar
la sensación ambigua entre el gusto y la repulsión producida por el mismo
objeto.
La saturación sensorial a la que nos exponemos a diario va en aumento;
estamos inmersos en un constante intercambio cultural al que hemos
podido adaptarnos y conscientemente hemos adaptado nuestras
percepciones y apreciaciones de la comida a estos cambios. Los medios de
comunicación masiva han hecho que rompamos barreras y distancias
geográficas, esto nos ayuda a acercarnos al “otro”, a su cultura, a sus
costumbres las cuales adoptamos por gusto o por moda. Entre esas
costumbres culturales se encuentran las diferentes maneras de percibir la
comida y los modos de comer.
Continuamente a través de imágenes, comerciales de televisión, revistas,
libros etc. nos aproximamos a la comida sin ni siquiera haber tenido una
experiencia directa con ésta y nos referimos a sus características como si la
consumiésemos con frecuencia. El deseo del ser humano por satisfacer su
gusto por la comida está mediado por su entorno inmediato y por las
costumbres y tradiciones de su cultura, también por aquellos intercambios
culturales personales que influencian y enriquecen la construcción de su
propia identidad.
Un ejemplo del constante intercambio cultural que influencia la comida en
general fue el trabajo sociocultural que logró Julia Child. Una de las
cocineras más importantes de los años 50`s en Estados Unidos, quien
escribe junto a Simone Beck y Louisette Bertholle el libro Mastering the Art
of French Cooking. Tras haber recopilado centenares de recetas de cocina
francesa durante los años de su estadía como diplomática en Paris, las
acopló a las costumbres culinarias de la mujer norteamericana para
facilitarle su elaboración y fomentar el consumo de comida no enlatada, esto
permitió a los norteamericanos acercarse a la comida francesa (unos de los
principios de la gastronomía) y a sus costumbres en torno al hecho de
comer. Después de haber leído algunas anécdotas que con desenvoltura nos
cuenta la diplomática, escritora y cocinera norteamericana sobre su larga
estadía en Paris puedo decir que:
``Se puede aprender sobre una cultura al
relacionarse con su comida tradicional. Esto hace
que el individuo se vincule de una manera directa y
sensorial con las características de una cultura
especifica.´´
2 Tomado como reflexión del libre Mastering
the Art of French Cooking
Cuando una cultura tiene características y tradiciones arraigadas, al entrar
en contacto con otras culturas permea sus tradiciones que ya han sido
permeadas por otras culturas durante el transcurso del tiempo; es así como
a través de la comida podemos ver esas influencias y cambios culturales que
afectan directamente el gusto personal de cada individuo.
Podemos tomar al arte como un “lugar” donde se ven los constantes
intercambios entre culturas, éste nos permite acercarnos aun más a la
condición cotidiana y humana que posee la comida, en este espacio tenemos
la posibilidad de dejar a un lado predisposiciones, complejos y estereotipos
para verla como lo que es; un elemento común entre todos que nos muestra
las actitudes más espontáneas y animales del ser humano.
Lo que comenzó como un ejercicio de observación sobre un comportamiento
particular del hombre frente a lo que lo debilita, se ha convertido en todo
una cuestión de infinita exploración y reflexión. Me muestra la infinita
posibilidad de reacciones y acercamientos que tiene el hombre frente a
aquellas cosas que lo dejan desprovisto de ataduras. Aunque observa,
analiza y critica sabe conscientemente y en silencio que su condición de
humano no lo hace perfecto y debe aceptarse y aceptar al otro tal y como es.
Reflexiones - Conclusiones
Tuve la oportunidad de ´´colarme´´ como un espectador más de la
instalación lo cual, me permitió ver de cerca las diferentes reacciones de los
visitantes, su interacción con las piezas y su participación como comensal.
El espectador se relacionó de manera sigilosa con lo que ve tal vez, lo
confunde el no saber a qué se enfrenta y cómo debe comportarse en el
espacio. Seguramente al tratarse de un proyecto artístico sea precavido y
moderado, se tomó su tiempo para acercarse con cuidado y logró interactuar
con las piezas en general. Aunque algunos mantuvieron cierta distancia
debido a la connotación de la muestra muchos otros no tuvieron problema
en acercarse y mirar, oler, preguntar y querer probar por otro lado otros se
acercaron para adivinar cuál era cuál y a qué ´´especie´´ pertenecían las
piezas (la verdadera o la falsa) en muchas ocasiones el olor fuerte (por la
descomposición) que emanaban algunos alimentos fue la pauta que tomó el
espectador para poder diferencia la realidad de la mentira.
Frente a esto último me llamó la atención la delicadeza con la que muchos
se acercaron para poder observar el detalle y poder corroborar sus
especulaciones sin antes, haberse llevado la sorpresa del no poder hurgar
ni comer!! Frente a esto escuché a varios quejumbrosos decir: Lastima
porque se ve muy bueno!! ¡ Que hambre me da ésto! Y aunque la mirada se
perdía en el objeto debido a su atractivo visual, la cabeza estaba en el no
poder consumir ninguno de los elementos que allí se encontraban.
Reflexiones - Conclusiones
1. 2.
3.
1. Boceto para Volován, lápiz de color sobre
papel. 21cm x 28cm.2011
2. Boceto para Pastel, Lápiz de color sobre
papel, 15cm x 12cm. 2011
3. Boceto para trufas, lápiz de color sobre
papel, 21cm x 28cm. 2011
4. Observación: Naranjas con crema y miel en
descomposición. Lápiz de color sobre papel. 17cm x
12cm aprox.2011
5. Observación: Fresas en descomposición. Lápiz de
color sobre papel. 21cm x 28cm. 2011
7. Boceto para Carlota. Lápiz de color sobre
papel, 21cm x 28cm. 2011
8. Boceto para Pastel de Conejo. Lápiz de
color sobre papel, 21cm x 28cm. 2011
Bibliografía
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De Certau Michael; Luge Giard Pierre Mayou. La Invención de lo
Cotidiano: Habitar, Cocinar. Ed Gllinar, 1994
Everything that Lives, Eats. Ed apertura
Exposición Hay Hambre, Galeria Valenzuela y Klenner. 4 agosto - 3
septiembre de 2011.
Grieco Allen J. The Meal. Scala books
Heston’s Feasts, Heston Blumenthal, 2009.
Juan Cruz Ceruz, Alimentación y Cultura, antropología de la conducta
alimentaria. Ediciones universidad de navarra S.A, Pamplona. 1991
Julie y Julia, Nora Ephron. Columbia Pictures, Estados Unidos. 2009.
123 min
Manu Ruiz de Luzuriaga. Antoine Carême: El cocinero de los Reyes y el
Rey de los Cocineros. Revista Zapardiel, septiembre 2000. No.1
Maria Antonieta, Sofia Coppola , Columbia Pictures, Estados Unidos.
2006. 123min
María del Carmen soler, Banquetes de Amor y Muerte. Tusquets editores,
Barcelona 1981
Melo Alexander, Adivina Quién Viene a Comer. PARKETT
Ratatouille, Brad Bird; Jan Pinkava. Pixar Animation Studios, 2007
Simone Beck, Louisette Bertholle, Julia Child. Mastering the Art of
French Cooking. Knop . Estados Unidos, 1961
Vatel, Roland Joffé, Francia. Drama. 2000