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REPRESENTACIONES DEL TERRITORIO, DE LA NACIÓN Y DE LA SOCIEDAD EN EL PENSAMIENTO COLOMBIANO DEL SIGLO XIX! CARTOGRAFÍA Y GEOGRAFÍA Fernando Cubides La descripción geográfica ha ejercido una peculiar fascinación sobre los escritores colombianos, y se ha publicado una serie de libros desde la aparición del Resumen y el Atlas de Codazzi. El reverendo George Edmundson, "Colombia", Enciclopedia Británica, 11 a edición, 1910. Una acotación necesaria Al aproximarme a la historia colombiana del siglo xix llamó mi atención el interés de algunos de sus gobernantes y de miembros de su clase polí- tica por el conocimiento geográfico, un interés de amateurs, que así como les llevó a estimular y favorecer empresas intelectuales de gran calado como la Comisión Corográfica y los trabajos de Agustín Codazzi, les con- dujo, ocasionalmente, a incursionar como autores de textos, no sólo de intención divulgativa sino con pretensiones de sistematicidad y rigor. El conocimiento geográfico aparece, a lo largo del siglo xix como uno de los que más interesan a la clase política de este período 1 . Sorprende, sin 1. No tanto como aquel reino al que se refiere Borges en su relato "Del rigor en la ciencia", una parodia perfecta, reino en el cual "el Arte de la Cartografía logró tal Perfec- ción que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Impe- rio, toda una Provincia" (Jorge Luis Borges, El hacedor, Alianza-Emecé, 1972, p. 143). Pero sin duda singular en el contexto latinoamericano, entre 1859 y 1909, en Colombia "se publicaron más de cien libros de geografía general, nacional, regional y urbana, en lo que constituye quizás caso único en América Latina", afirma Efraín Sánchez en su li- [319]

REPRESENTACIONES DEL TERRITORIO, DE LA … · rrección lingüística y filológica un "vocabulario de dominación" (de la ... bandera, el escudo o el himno nacional; al igual que

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R E P R E S E N T A C I O N E S DEL T E R R I T O R I O , DE LA N A C I Ó N

Y D E LA S O C I E D A D EN EL P E N S A M I E N T O C O L O M B I A N O

DEL SIGLO XIX! C A R T O G R A F Í A Y G E O G R A F Í A

Fernando Cubides

La descripción geográfica ha ejercido una peculiar

fascinación sobre los escritores colombianos,

y se ha publicado una serie de libros desde

la aparición del Resumen y el Atlas de Codazzi.

El reverendo George Edmundson, "Colombia",

Enciclopedia Británica, 11a edición, 1910.

Una acotación necesaria

Al aproximarme a la historia colombiana del siglo xix llamó mi atención el interés de algunos de sus gobernantes y de miembros de su clase polí­tica por el conocimiento geográfico, un interés de amateurs, que así como les llevó a estimular y favorecer empresas intelectuales de gran calado como la Comisión Corográfica y los trabajos de Agustín Codazzi, les con­dujo, ocasionalmente, a incursionar como autores de textos, no sólo de intención divulgativa sino con pretensiones de sistematicidad y rigor. El conocimiento geográfico aparece, a lo largo del siglo xix como uno de los que más interesan a la clase política de este período1. Sorprende, sin

1. No tanto como aquel reino al que se refiere Borges en su relato "Del rigor en la ciencia", una parodia perfecta, reino en el cual "el Arte de la Cartografía logró tal Perfec­ción que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Impe­rio, toda una Provincia" (Jorge Luis Borges, El hacedor, Alianza-Emecé, 1972, p. 143). Pero sin duda singular en el contexto latinoamericano, entre 1859 y 1909, en Colombia "se publicaron más de cien libros de geografía general, nacional, regional y urbana, en lo que constituye quizás caso único en América Latina", afirma Efraín Sánchez en su li-

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embargo, que, por una suerte de fatalismo, ese interés continuado en la geografía, y el nivel de conocimiento que posibilita, no haya tenido las consecuencias prácticas que eran de esperarse a la hora de tomar deci­siones tan cruciales como las que entrañan la definición mediante trata­dos internacionales de los límites del territorio, ni hubiera conducido en un término razonable a una actitud exploradora, favoreciendo empresas que condujesen a completar la descripción de los paisajes naturales, y la obtención de las cartas regionales que hicieran posible una definición más precisa y convencional del mapa nacional. Obliga entonces a echar una segunda mirada, y a hacer con la geografía algo análogo a lo que el historiador Malcolm Deas emprende con la gramática y el lenguaje en su conocido ensayo: examinar las relaciones de ese conocimiento con el poder, interpretar la mentalidad de los gobernantes que hacen de la co­rrección lingüística y filológica un "vocabulario de dominación" (de la geografía, y de la representación del territorio, en nuestro caso), y por esa vía, entender algunos de los rasgos de la sociedad de entonces. Al mismo tiempo son notables para cualquier observador, una vez se tiene la secuencia de cartas nacionales, las grandes modificaciones que sufre el mapa de Colombia ya en el siglo xx, y no solamente a raíz de la pérdida de Panamá. El mapa que representa el territorio de Colombia, y con el que estamos familiarizados desde la escuela, es un producto relativamente reciente, más reciente de lo que suele creerse.

Existe, claro, un trabajo doctoral que examina la relación entre el conocimiento geográfico y la mentalidad de los integrantes de los gobier­nos colombianos en buena parte del siglo xix. Se trata de una investiga­ción muy detallada, publicada hace apenas tres años: Gobierno y geogra-

bro Gobierno y geografía, Banco de la República y El Áncora, Santafé de Bogotá, 1998, p. 59r. A lo largo del siglo xix la lista de miembros de la élite política que incursionan en la geografía es larga y representativa: desde Francisco José de Caldas, Jorge Tadeo Lozano y Francisco Antonio Zea hasta Lorenzo María Lleras, Federico Lleras, José María Samper, Santiago y Felipe Pérez, Tomás Cipriano de Mosquera, Rafael Uribe Uribe y Carlos Martínez Silva. La parodia de Borges es perfecta, entre otros elementos por su desenla­ce: el virtuosismo es tal en aquel reino que los colegios de cartógrafos levantan final­mente un mapa del imperio que coincide puntualmente con él, sólo para descubrir que ese dilatado mapa es inútil, pues un mapa es siempre una abstracción.

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fía. Agustín Codazzi y la Comisión Corográfica de la Nueva Granada del sociólogo Efraín Sánchez (publicado por el Banco de la República en 1998), en dos de cuyos capítulos, que son los capítulos finales de su libro, "Codazzi y el avance de la Geografía" y "Geografía, política e identidad nacional", se desarrolla el tema de una manera metódica y con una muy detallada documentación. Con los recursos y posibilidades de un scholar británico, este investigador colombiano ofrece una interpretación bien fundamentada del estado del conocimiento geográfico en la segunda mitad del siglo xix, y de su uso y aplicación a finalidades políticas. No es que creamos que haya agotado por completo el tema, pero sí lo acota en sus aspectos esenciales y avanza suficientemente en él como para conside­rarlo un referente indispensable para quien quiera abordarlo de nuevo. Los temas que aquí trataremos son, apenas, ángulos complementarios.

Por su parte, para el período inmediatamente anterior al que nos interesa, el sociólogo y geógrafo Camilo Domínguez, en líneas más gene­rales, con una secuencia menos detallada, ha hecho lo propio2.

Los mapas funcionan como símbolos

Parto de la idea de que un mapa, el mapa de un país en especial, a la vez que una síntesis de información y una representación del territorio, llega a ad­quirir un valor emblemático, contiene un elemento básico de la identi­dad. El trazado de los contornos del territorio de un país, su difusión, la to­ponimia que se le suele añadir, pueden ser tan emblemáticos como la bandera, el escudo o el himno nacional; al igual que esos "símbolos pa­trios" oficiales, los mapas llegan a ser percibidos como un elemento de identidad. Al elaborar y difundir un mapa oficial, los gobiernos así lo entienden y hacen de su conocimiento un aspecto central de la pedago­gía ciudadana. La visión del territorio que de esta forma se representa contiene a la vez una manera de representar la Nación, y tanto en su

2. Camilo Domínguez Ossa, "Territorio e identidad nacional", en Gonzalo Sánchez Gómez y María EmmaWills Obregón (compiladores), Museo, memoria y nación, Santafé de Bogotá, 2000.

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trazado como en las convenciones, en los pies de página que los suelen acompañar y en los textos geográficos que los explican, los mapas nos ofrecen visiones condensadas de la sociedad y de la época. Por ello, la inclinación por la geografía que se percibe a lo largo del siglo xix colom­biano es mejor entendida si se la relaciona explícitamente con las necesi­dades de integración, de construcción de la Nación y del Estado; obede­ce, en todo caso, a algo más que a un divertimento intelectual.

Un solo territorio, un solo pueblo y una misma lengua eran la tríada sobre la que, como sabemos, se habían construido los principales Estados nacionales europeos, así fuera mediante la imposición de dicha unidad y el desconocimiento de las minorías y de los particularismos regionales. El territorio, la nación, el pueblo (o su sinónimo, la ciudadanía), son imágenes elaboradas culturalmente que el discurso cartográfico condensa en sus principales productos, sobre todo cuando se trata del mapa polí­tico administrativo, y más aún cuando quiera que éste tiene el carácter de oficial. En los textos de geografía, desde los más elementales, al mapa que representa los contornos del territorio lo acompaña por lo general una escueta definición de la población y de sus características básicas.

La historia de la geografía como disciplina académica, rama especia­lizada, está ya bien reconocida en el ámbito internacional, y publicacio­nes más especializadas aún, como la prestigiosa revista Imago Mundi, que se edita desde 1935, a la vez que promueve los congresos internacio­nales de historia de la cartografía ha contribuido a la consolidación de este enfoque. Sin incursionar en lo que implica de conocimiento espe­cializado y a partir de ejemplos de cartografía y de textos geográficos to­mados al azar, lejos de demostrar, pretendemos tan solo ilustrar el proble­ma enunciado, conscientes de que, como ilustración, puede resultar un tanto efectista.

Por cierto que la escuela francesa de investigación histórica acerca del estado del conocimiento geográfico ha de ser un recurso constante para la comparación, pues la geografía y la representación del territorio que se desarrollaron en Francia a raíz de la Revolución, al igual que otros aspectos de la cultura francesa y de los modelos institucionales de la repú­blica burguesa, se convirtieron en un referente constante para nuestros proceres y, de modo más o menos explícito, para los gobernantes de las

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generaciones posteriores. Si tras la Revolución francesa y su ímpetu ecu­ménico, universalista, "cualquier cosa tricolor se convirtió en símbolo de las nacionalidades nacientes", como afirma Eric J. Hobsbawm, también la manera en que la Revolución francesa redefine la administración y la representación del territorio ejercerá una marcada influencia. Para el caso de Francia, ese aspecto se exploró con minuciosidad con motivo del bicen-tenario, y una de las conclusiones establecidas con firmeza es la perdurabi­lidad de invenciones aplicadas en dicho período con un propósito racio-nalizador, como es el caso de la figura del departamento3. En el caso francés se trata de un racionalismo llevado al máximo de sus posibilidades, pero a diferencia de lo acontecido con la racionalización y fijación convencio­nal de un nuevo patrón del tiempo que se intenta con el calendario repu­blicano, las del espacio y el territorio perduran más allá de cualquier in­tento restaurador, y se convierten en referentes universales (fig. i, p. 325). El mapa deviene entonces un elemento indispensable de la iconografía nacional.

Y con una consecuencia notable: la división, la más racional posible, del territorio no busca principalmente resolver necesidades administra­tivas, sino que es una necesidad para la representación política, un deseo que habían formulado los fisiócratas mucho antes de la Revolución. Y, consiguientemente, a medida que los proyectos geométricos suscitan reac­ciones y reformulaciones hasta llegar al proyecto de creación de departa­mentos que finalmente se adopta, siguiendo con el caso de Francia, la re­presentación del territorio, según un patrón racional, hace evidentes la homogeneidad y a la vez la complementariedad de las regiones.

Claro que hay una neta diferencia entre el modelo que Francia sig­nifica, un modelo de nación unificada en torno a un centro, y el que significan los Estados Unidos, con una división interna de entidades te-

3. Véase Daniel Nordman & Marie-Vic Ouzouf-Marignier, Atlas de la Revolution Francaise. 4. Le territoire-Réalités et représentations, Editions de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris, 1989. Algunos historiadores llevan la sofisticación de su aná­lisis hasta la parodia, advirtiéndonos contra los peligros de la simplificación de cual­quier representación cartográfica. Cf. M. Monmonier, Commentfaire mentir les curtes. (Debo esta última referencia a uno de los capítulos inéditos de la tesis doctoral, aún en elaboración, de Margarita Serje).

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rritoriales bien diferenciadas y relativamente autónomas. Y está claro que en cuanto a la administración del territorio, la disputa centralismo-fede­ralismo conlleva una oscilación entre esos dos modelos.

Respecto del siglo xix colombiano y siguiendo al ya mencionado Malcolm Deas, en algún momento Efraín Sánchez adopta la presunción de que mientras en el interés de los conservadores colombianos prevale­cería el lenguaje, en los liberales, la geografía; presunción que abandona rápidamente tras comprobar que en cuestiones geográficas ese interés, a juzgar por las publicaciones y las medidas adoptadas desde el Gobierno por unos y otros, se distribuye de manera más o menos equitativa. Se puede decir entonces que al igual que los otros ejes de la discusión: federalismo o centralismo, proteccionismo o librecambio, no hay en pun­to al territorio y a la Nación como paisaje cultural, y a sus expresiones geográficas, una adscripción partidaria definida. Lo cual hace más sig­nificativos los matices, si se tiene en cuenta que uno de los argumentos centrales del movimiento regenerador de Núñez y de Caro se nos pre­senta como una reacción a las tendencias centrífugas y particularistas que había favorecido el radicalismo liberal. Se hace más apremiante la representación unitaria del territorio, y su carácter relativamente homo­géneo, para contrarrestar el particularismo regional y las recurrentes ten­dencias separatistas, que, ya antes de la de Panamá, habían aparecido.

Con todo, mientras que de los otros dos componentes de la "trini­dad cognoscitiva", el derecho y la gramática (usando la enunciación que formula Marco Palacios)4, no es difícil establecer ciertas "afinidades elec­tivas" entre algunos de los supuestos básicos de sus teorías al uso (las teorías jurídicas prevalecientes, o el casticismo y el hispanismo como aso­ciados al rigor filológico y las orientaciones doctrinarias de los partidos), la recepción del conocimiento geográfico se beneficia de una aureola téc­nica, es por así decirlo suprapartidista, y tiene de entrada una connota­ción neutral, aun cuando desde el principio se lo formula como elemen­to de la identidad.

4. Véase en este volumen el artículo de Palacios, "La Regeneración ante el espejo liberal y su importancia en el siglo xx".

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TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

(Fig. i) "Le project de nouveau decoupage", mapa del territorio francés y de la propuesta inicial de su demarcación durante la Revolución Francesa.

" ' " " ^ ü * •*Wfe. .r .^ . . .W (

(Fig. i) "Carte Gle. de la France Divisée en ses 8o Départements", de contorno circu­lar, representa la división político-administrativa del territorio francés finalmente

adoptada. Las dos están tomadas de Atlas de la Revolution Francaise (4)-Le territoire (1). Editions de l'Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris, 1989.

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(Fig. 2)"Mapa de los Estados Unidos de Colombia para las escuelas de la Unión", tomado del libro de Federico Lleras Tratado completo de geografía universal,

Bogotá, 1874.

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TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

Mar de las Ant i l las J s A , Riohacha

Santamaría,, Barranqu

Cartaéena

E C U A D O R

Excursiones Presidenciales F e r r o c a r r i l e s en explotación F e r r o c a r r i l e s en Construcción Ciudades pr inc ipa les Hingenio Centra! Colombia Sgggp Re¿ión Bananera ; : : : : ; ; :

0 F.

C O L O M B I A

(Fig. 3) Mapa tomado del libro Excursiones presidenciales-Apuntes de un diario de viaje, The Plimpton Press, Norwood (Mass.), 1908.

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V , ¡ /T.I/H Alta

•OURAS TERRITORIOS CEDIDOS POR

COLOMBIA

(Fig. 4) Mapa tomado del libro Atlas básico de Colombia, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 6a edición, Bogotá, 1989.

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Algunos hitos

Como lo han señalado varios historiadores, en el mismo momento de la Independencia los discípulos de la Expedición Botánica poseían una vi­sión, una imagen idealizada del territorio y de su especial ubicación, una versión criolla del"complejo de destino manifiesto":

Nada hay mejor situado en el viejo ni en el nuevo mundo que la Nue­va Granada, afirmaba Francisco José de Caldas en su "Estado de la geo­grafía del Virreinato de Santafé de Bogotá". Y al añadir: "la geografía es la base fundamental de toda especulación política", se inclinaba a predecir un futuro grandioso para la nación que se formaba, acorde con esa sin­gularidad.

No obstante, dos generaciones después esa visión optimista se ha de­cantado, y el debate entre el presidente de la Confederación Granadina (Mariano Ospina Rodríguez) y el presidente del Estado del Cauca (Mos­quera) a propósito de los trabajos de Codazzi, de la elaboración de una carta nacional, parece subrayar las dificultades para sacar provecho de esas ventajas naturales, el déficit palpable en su conocimiento, la des­igual distribución de la población y los peligros que se derivan:

Extensos desiertos, muchos no explorados, nos separan de las naciones

limítrofes y con excepción de las líneas que corren por los territorios po­

blados en las fronteras con Venezuela y el Ecuador en que la posesión

actual diariamente reconocida no deja lugar a duda, en todo el resto de

tan extensos lindes es necesario para prevenir en lo futuro disputas y gue­

rras, determinar con precisión la línea de separación por linderos natura­

les y fáciles de conocer. A medida que corre el tiempo adquieren impor­

tancia aquellos desiertos y se hace más difícil su deslinde y más peligrosa

para la paz la determinación de las fronteras... (Mariano Ospina Rodríguez,

"Mensaje al Congreso de 1858"; citado por E. Sánchez, op. cit. p. 643).

En todo caso, tras la Independencia y siguiendo lo señalado por Cal­das y por Alexander von Humboldt se emprende una descripción del territorio, de su configuración física. De manera relativamente tempra­na se define la necesidad de hacer levantamientos topográficos y carto-

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i E K I N A N D U ^ u t s i U L b

gráficos en dirección a una carta nacional, pero el progreso en dirección a ella fue muy lento. El impulso decisivo serán las actividades de Codazzi y la Comisión entre 1850 y 18595, pero dichos trabajos, además de intermi­tentes, siguen necesitando una exploración y un levantamiento detalla­do de las regiones no pobladas.

Tiene importancia que, además de Humboldt, el avance en el conoci­miento geográfico provino del aporte de extranjeros, dentro de los cua­les se destacan dos de los fundadores de la disciplina en su connotación más moderna: el alemán Alfred Hettner y el francés Elíseo Reclus. A ambos les atraen las descripciones previas que encuentran en las cartas de Hum­boldt, y emprenden, por su cuenta, recorridos semejantes, y ya en el terre­no reconocen su deuda con Codazzi, habiéndose servido de sus cartas regionales. Sendos relatos del recorrido por la Sierra Nevada de Santa Marta llegarán a hacer parte de la literatura consultable hasta nuestros días .

Las enseñanzas de Humboldt y la emulación con los viajeros extranje­ros constituyen motivaciones explícitas de varios de los autores colombia­nos, políticos o no, que incursionan en este campo. En el listado, después de Caldas, el ya mencionado Efraín Sánchez trae a jorge Tadeo Lozano, a Francisco Antonio Zea, José Manuel Restrepo, Juan José Nieto, José Ma­ría Samper, Santiago Pérez, Felipe Pérez y Tomás Cipriano de Mosquera. Para el período que más nos interesa, el de la Hegemonía Conservadora durante la Regeneración, habría que añadir los nombres de Rafael Reyes, Rafael Uribe Uribe y Carlos Martínez Silva.

5. Acerca de la Comisión Corográfica, de sus integrantes y de su significación cultu­ral y científica, los trabajos más elaborados son sin duda los de la socióloga e historiadora Olga Restrepo; de ellos, los más referidos a nuestro tema son: "La Comisión Corográfica: un acercamiento a la Nueva Granada", Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de la Ciencia, y "La Comisión Corográfica y las ciencias sociales", en Ciencia, Tecnología y De­sarrollo, vol 8, n° 1-4, Bogotá, 1984; así mismo, en el artículo arriba citado, Camilo Do­mínguez se refiere al componente cartográfico y geográfico de los trabajos de la comi­sión.

6. El relato de Reclus, autor por cierto de la Nouvelle Géographie Universelle (1875-1894), apareció en francés en París en 1861, luego en inglés, y fue publicado en español en Colombia por el Ministerio de Educación Nacional en 1947.

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La analogía con el país escogido conscientemente como modelo de construcción del Estado-Nación por la mayoría de nuestros proceres, Francia, tal vez nos permite entender mejor la secuencia, los hitos del proceso. Por cierto que la francesa es una escuela de pensamiento geo­gráfico ya para la época muy tradicional, como que uno de sus pioneros, y al presente un clásico en su género, Vidal de la Blache, reúne en sí mis­mo las destrezas del historiador y las del geógrafo7. El caso de Francia, además de bien estudiado, lo ha sido en la etapa más reciente con el cri-terio de encontrar la relación entre el territorio y sus representaciones .

Imágenes del poder: el territorio y la raza

Si en los distintos textos colombianos a los que hemos hecho referencia prevalecía el interrogante acerca del territorio, como el interrogante ele­mental, en cada uno de ellos y de manera subsidiaria, de él se derivaba una manera de entender rasgos básicos de la población, cifras demográ­ficas, a la vez que gruesas apreciaciones sobre la población, compuesta de razas o castas, indistintamente, como la entendían Caldas y su genera­ción9, o de razas escuetamente, un concepto que se expresa con sencillez, sin ambages, y que será de buen recibo a todo lo largo del siglo xix.

Trátese de casta, prefiérase la expresión raza, la que resulta significativa es esa visión según la cual el elemento predominante, hablando en cifras, era el blanco, una percepción no corroborada por los propios empadro­namientos o recuentos poblacionales pero que persiste mucho tiempo.

7. "Seguramente, ningún país se presta mejor que Francia a las reflexiones de un historiador convertido en geógrafo", Pierre Monbeig en Enciclopedia internacional de las ciencias sociales, tomo 10, Editorial Aguilar, Madrid, 1972, p. 658.

8. Véase Atlas de la Revolution francaise. N° 4: Le territoire, realités et représentations, op. cit.

9. "... se distinguen tres razas de origen diferente: el indio indígena del país, el europeo su conquistador, y el africano introducido después del descubrimiento del Nuevo Mundo. Entiendo por europeos no sólo los que han nacido en esa parte de la tierra, sino también sus hijos, que conservando la pureza de su origen, jamás se han mezclado con las demás castas. A éstos se conoce en América con el nombre de criollos, y constituyen la nobleza del nuevo continente...". Caldas, Estado de la geografía del Virreinato de Santafé, citado por Camilo Domínguez, op. cit, p. 342.

L33iJ

En uno de sus primeros trabajos publicados, Sociedades científicas en Colombia, la colega Diana Obregón se ocupa de la Sociedad Geográfica de Colombia, fundada como una derivación de la Sociedad Colombiana de Ingenieros. Destaca además el determinismo geográfico de los inge­nieros como un rasgo predominante; pero debe decirse para lo que nos interesa que la labor de medición geodésica, de triangulación del territo­rio para establecer sus coordenadas con precisión, es relativamente tar­día y no puede confundirse con el tipo de conocimiento geográfico y el valor simbólico otorgado a los mapas, que es el que nos interesa. Aun cuando desde sus comienzos en una disciplina como la geografía el ele­mento técnico era indispensable, en ella no se trata ante todo, ni princi­palmente, de medición.

Lo anterior podrá verse claro incluso cuando se trata de la misma persona (y se trata de alguien tan representativo como Miguel Triana, matemático e ingeniero). Uno de sus escritos autobiográficos, "La co­rrección de los mapas"10, da cuenta de su labor como ingeniero, auxiliar del geógrafo francés Jean Rottel, "Caballero de la Legión de Honor, miem­bro del Instituto de Francia e individuo de la Sociedad Geográfica de París" quien estuvo en Colombia entre 1877 y 1884 trazando la cartogra­fía de las cuencas del Orinoco, del Ñapo, del Casiquiare y del Meta; en ese sentido, la suya como ingeniero es una labor subsidiaria, y dependiente del criterio del geógrafo. La percepción del territorio, de su configura­ción, de sus distancias, no es por fuerza, ni en todos los casos, visual o cartográfica. Hay un género decisivo en esa dirección, género muy apre­ciado y cultivado en la época, el de los relatos de viaje, que contribuye co­mo el que más al conocimiento y a la percepción del territorio. Son anto-lógicas en ese sentido las Notas de viaje de Salvador Camacho Roldan, y dignas de mención Un viaje a Venezuela de Modesto Garcés (Librería de Camacho Roldan, 1890), De Bogotá al Atlántico por la vía de los ríos Meta, Vichada y Orinoco de Santiago Pérez Triana (París, Imprenta Sudameri­cana, 1897) y las visitas misionales de fray José de Calasanz Vela en 1889 (publicadas en la revista Anales Religiosos, mucho después, en 1934), y

10, En El Liberal Ilustrado, tomo 111, n° 1096, septiembre 12 de 1914.

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como los anteriores, muchos ejemplos más, en que los viajeros, en imita­ción de un modelo en boga desde el siglo xvm, se esmeran en la descrip­ción de los accidentes geográficos del territorio que recorren en su senti­do más lato, y de los grupos humanos y tipos de sociedad que lo pueblan. El propio Triana, por cierto, incursionó en el campo de la descripción del paisaje natural, con sus observaciones de viajero; en su producción figuran dos obras en el género: "Por el sur de Colombia" y "Al Meta". Volviendo a nuestro modelo, en apenas 11 años, entre 1779 y 1790, se publican en Francia 157 crónicas de viaje, que incluyen detalladas descripciones del territorio francés.

Otro problema es el del tipo de ingeniero que se pretendió formar: se trataba de un ingeniero militar, que tuviera conocimientos geográficos particularmente orientados al uso de la cartografía. Codazzi era un ejem­plo vivo de este profesional. En esta dirección se orientó el Colegio Mili­tar, fundado en la primera administración de Tomás Cipriano de Mos­quera, institución que tuvo una existencia intermitente a los vaivenes de las guerras civiles (1848-1854,1866-1867,1883-1885). Pese a esta situación de inestabilidad, de ella salieron las primeras hornadas de ingenieros, los que, como detalla Frank Safford, "trabajaron en la construcción de ca­minos y ferrocarriles y enseñaron matemáticas e ingeniería a lo largo de la segunda mitad del siglo xix".

En el Tratado completo de geografía universal (2a edición, 1874), de Federico Lleras (fig. 2, p. 326), aparece la visión del territorio que enton­ces se poseía. Allí nos ofrece la siguiente descripción del sistema de cordi­lleras:

A la vez que en los valles bajos y en las costas despliega toda su magnifi­cencia intertropical, extendiéndose sobre los Andes en Pasto y Popayán, y sobre su rama oriental en Bogotá, Boyacá y Santander, inmensas y fértiles planicies, de clima frío y sano todo el otoño, verdaderos Tibets andinos de 2.133 a 3.733 metros de elevación sobre el mar, en donde la raza caucásica prospera en toda su belleza y vigor europeos con exclusión de la africana que naturalmente busca los valles y las costas ardientes..." (p. 25; el subrayado es mío).

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Y una percepción reiterada, contra toda evidencia demográfica y

etnográfica, en la página siguiente:

Los colombianos son reputados generalmente por laboriosos, honrados

y hospitalarios, distinguiéndose por sus maneras y cultura literaria la cla­

se educada. Casi todos los habitantes del interior, especialmente los de la

altiplanicie, son blancos. Las llanuras del oriente están habitadas por indios

independientes (subrayado mío).

Mucho antes de Auschwitz, claro está, la noción de raza no tenía to­

davía las connotaciones excluyentes y discriminatorias que nos han he­

cho apartarla por completo del lenguaje que se aplica a la sociedad y a la

diversidad de los grupos humanos".

Lo que tiene de significativo el pasaje de Lleras es que no visibiliza el

papel del mestizaje y tampoco incorpora en su percepción a los grupos

indígenas que ya habían sido objeto de descripcionespor Humboldt (cu­

yas Cartas americanas habían sido publicadas en francés desde 1865), para

no mencionar que de la negritud tiene una visión del todo peyorativa.

En todo caso, contrasta dicha percepción acerca de la supuesta su­

premacía del elemento europeo, blanco, caucásico, de nuestros geógra­

fos, con las descripciones de los viajeros extranjeros, que destacan el

mestizaje, y en el mosaico de tonalidades de piel y de rasgos, el único que

11. Después de Auschwitz, una formulación equilibrada, con fundamento tanto en la antropología como en la historia, la encontramos en Claude Levi-Strauss: "Final­mente y sobre todo, se debe preguntar en qué consiste esa diversidad (la diversidad cultural), a riesgo de ver los prejuicios racistas, apenas privados de su base biológica, restablecerse sobre un terreno nuevo. Pues no tendría sentido haber obtenido del hom­bre común que renuncie a haber atribuido una significación cultural y moral al hecho de tener la piel blanca o negra, el cabello liso o crespo, para quedar silenciado frente a otra pregunta, con la cual, como lo prueba la experiencia, se relaciona inmediatamente: si no existen aptitudes raciales innatas ¿cómo explicar que la civilización desarrollada por los hombres blancos haya hecho los inmensos progresos que se sabe, mientras que los pueblos de color hayan quedado rezagados, los unos a mitad de camino, los otros afectados por un retardo que se puede cifrar en miles o decenas de miles de años?". "Raza e historia", Revista de Divulgación Cultural, n° 8, Universidad Nacional de Co­lombia, febrero de 1971.

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TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

encuentran cuantitativamente predominante es el mestizo. Uno de ellos,

por encima de toda sospecha en cuanto a su objetividad etnográfica, es

Alexander von Humboldt12.

Pero esa percepción está elaborada culturalmente, elaboración que

nos remite, una vez más, a Miguel Antonio Caro. Uno de sus biógrafos y

varios de sus contemporáneos narran cómo Caro se preciaba de no ne­

cesitar un conocimiento directo del territorio para poder gobernarlo; en

su vida, prácticamente no salió de la sabana de Bogotá, y lo más lejos que

pudo haber llegado fue San Gil, en el actual departamento del Santander.

Tal vez no sea casual que él y José Manuel Marroquín hagan patente su

aversión a viajar13. De cualquier modo, no es atrevido presumir que, con

tan escaso contacto con el territorio, era muy difícil percibir desde el al­

tiplano la diversidad étnica y cultural del país de entonces.

La noción de raza que defiende Caro es bien sui generis: el latinista y

traductor de Virgilio es, tal vez, de todos los autores de este período quien

más emplea una expresión que para entonces ya era arcaica, a sabiendas

12. "Se oye decir en este país 'andar en carguero' como quien dice ir a caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero; debiendo notarse que los que a él se dedican no son indios, sino mestizos y a veces blancos. Más aún sorprende oír cómo estos hombres, desnudos y ocupados en cosa tan degradante a nuestros ojos, disputan en medio del bosque, porque el uno rehusa dar al otro, que pretende tener más blanca la piel, el título de Don, o Su merced". Alexander von Humboldt, Carta a su hermano Guillermo en que le refiere el paso del Quindío, proveniente de Antioquia y camino de Popayán, fechada en Lima, 25 de noviembre de 1802. En Viajeros extranjeros en Colom­bia, edición limitada de Carvajal, Cali, 1970, p. 25.

También la observación a vuelo de pájaro del inglés J. P. Hamilton, publicada en Londres en 1827, confirma el mosaico étnico, en este caso para Bogotá: "El mercado en Bogotá se realiza en la plaza mayor y es verdaderamente digno de verse; se cree que se gasten allí cada viernes unos 10.000 dólares; y el extranjero se divierte mucho obser­vando desde las gradas del atrio de la catedral, al criollo al mulato, mestizo, indio, negro (este último forma parte en su mayoría de los esclavos), todos ocupados comprando y vendiendo". En la obra citada inmediatamente antes, pp. 56-57.

13. "Caro y Marroquín eran notoriamente adversos a viajar. Caro quizá recordaba el desgraciado exilio de su padre, pero dio como excusa la miopía, por la que tuvo una dolorosa experiencia con las hormigas en tierra caliente. Lo más lejos que viajó de Bogotá parece haber sido San Gil, a cuatro o cinco días a caballo". Malcolm Deas, Del poder y la gramática, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1993, p. 58.

[335]

FERNANDO CUBIDES

de lo arcaica y de que pocos viajeros con pretensiones etnográficas em­pleaban, la de raza latina:

¿Qué es, pues, eso que así llamamos? Un conjunto de pueblos y familias

que se estrechan, confunden e identifican a virtud de una idea, y ésta es la

idea católica, comprendiendo bajo el nombre de idea, dogmas tradicio­

nes y afectos. (...) Raza latina es, literalmente hablando, un sofisma. Para

que esa frase signifique algo, es preciso tomar las voces en un sentido

distinto del que rezan; es preciso interpretar raza por comunión, y latina

por romana...14.

Se halla polemizando con El Tiempo, periódico de la época, que a su vez se ha burlado de la expresión, y ha criticado su poco fundamento cuando se la aplica a una nación latinoamericana. Más palpable la reite­ración dogmática, y lo retorcido de su argumentación, cuando en sus in­tervenciones ante el Consejo de Delegatarios adopta la llana expresión raza criolla para referirse al componente étnico predominante15.

La noción, tan artificiosa, no deja de emplearse, y la encontramos incluso en la pequeña obra Compendia de geografía universal para uso de colegios y escuelas, de uno de los contradictores de Caro dentro del Parti­do Conservador, Carlos Martínez Silva, en donde, en el capítulo dedica­do a Colombia, delinea el siguiente panorama etnográfico:

Razas: Predomina en la República la raza blanca, de origen latino, venida

a América con los conquistadores. La raza indígena pura se encuentra en

los territorios habitados por salvajes y su número se calcula en unos

300.000. En los Departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Nariño sub­

sisten en el pueblo bajo, con facciones bien caracterizadas, los elementos

aborígenes, pero mezclados ya en gran parte con los blancos. La raza ne­

gra, originaria de África, abunda en el valle del Cauca, en Antioquia, en

14. M. A. Caro, "La raza latina", en Obras, tomo 1, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962, p. 734.

15. Sesión del día 18 de mayo de 1886 en Antecedentes de la Constitución de 1886, Academia de Historia y Plaza & Janes, Bogotá, 1986, p. 137.

[336]

TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

Bolívar, en el Atlántico, en Panamá y en la costa del Pacífico. Hay allí tam­

bién muchos mulatos y mestizos. En los Departamentos del interior son

muy escasos los negros1 .

En el apartado correspondiente a los límites internacionales de Co­lombia transcribe por entero el correspondiente tratado con cada uno de los países con los que se ha celebrado; en el caso del Brasil, el tratado celebrado en 1907; en el texto, sin embargo, se echa de ver una escasa familiaridad con la toponimia y los accidentes orográficos e hidrográficos de las regiones amazónica y orinocense. Subsiste además una indefini­ción:

el resto de la frontera entre los dos países disputada, sujeta a posterior

arreglo en el caso de que Colombia resulte favorecida en sus otros litigios

con el Perú y el Ecuador (ibid., p. 66).

A un trazado definitivo de las fronteras con Brasil sólo se llegará en 1928. Como constata Efraín Sánchez, de los países limítrofes Brasil es el único que tiene una actividad exploradora continua, desde antes de 1820, y específicamente orientada hacia su cuenca amazónica.

Del torrente de publicaciones geográficas que relaciona Sánchez como dato singular, y dentro de las cuales destaca tres, la del general Mosquera (Londres, 1866), la de Felipe Pérez (París, 1865) y la de Francisco Javier Vergara, publicada en 1888 y adoptada como texto oficial en 1901, ningu­na se nutría de un conocimiento directo, así fuera somero, de las regiones más extensas y menos pobladas: la Orinoquia y la Amazonia. La noción que de ellas se transmitía al lector era notoriamente imprecisa. En lo fundamental, seguían siendo térra ignota para los geógrafos nacionales.

Es característico a ese respecto el mapa hecho en 1850 por el coronel Joaquín Acosta y el cosmógrafo José Benedicto Domínguez, un mapa hecho para ubicar las oficinas postales: mientras que traza con cuidado

16. Carlos Martínez Silva, Compendio de geografía universal para uso de colegios y escuelas. Notablemente corregida, renovada y aumentada por Miguel Abadía Méndez, Librería Americana, Bogotá, 1901.

[337]

FERNANDO CUBIDES

los contornos de la Colombia andina y costera, deja en blanco, y rotula con el título Llanos inmensos, todo el territorio de la Orinoquia y de la Amazonia; mientras que para la época de la Amazonia se podía afirmar que tan solo estaba poblada por grupos indígenas supérstites, era osten­sible que la Orinoquia, en cambio, y desde el período colonial, había dado lugar a un poblamiento mestizo, y fue el territorio en el que se for­maron núcleos de poblamiento importante en torno a las haciendas je­suíticas. Como lo muestran los historiadores regionales, pese al retroce­so que en materia de poblamiento y de explotación económica significó la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, todos los pueblos subsis­tían, y las explotaciones económicas supérstites eran las mismas que pros­peraron a fines del período colonial.

No es casual que a todos esos territorios, que hoy hasta el menos ilustrado de los colombianos reconoce por su diversidad y su riqueza en vegetación, se los llame desiertos, como vimos en el mensaje presidencial de Ospina Rodríguez, y como veremos más abajo en un pasaje de Rafael Uribe Uribe.

Hay sin embargo una notable excepción: la del pionero de la indus­tria quinera y cauchera y miembro del Consejo de Delegatarios, Rafael Reyes, quien entre 1875 y 1884 recorre en varios sentidos esa zona limítro­fe, navega por el Iza, Putumayo,

buscando una vía de comunicación de mi país con el Amazonas'7.

No es imposible que ese conocimiento geográfico empírico, directo, ese carácter de explorador, hubiera hecho notorias sus diferencias con Caro en materias constitucionales. Precisamente la más importante de esas diferencias tiene que ver con la concepción del territorio y de la Na­ción. Mientras que, realista, Reyes se inclina por una fórmula moderada, y por conservar algunos de los rasgos autonómicos de las entidades te­rritoriales llamadas estados y que a partir de 1886 serán los departamen­tos

17. Rafael Reyes, Memorias, prólogo de Alvaro Gómez Hurtado, Fondo Cultural Cafetero, Bogotá, 1986, p. 135.

[338]

TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

porque son Secciones habituadas a una vida que pudiéramos llamar au­

tonómica, por la homogeneidad de costumbres entre las poblaciones que

las constituyen,

Caro postula, axiomático:

Primitivamente el artículo del proyecto dividía el territorio en siete Es­

tados y dos Departamentos. Se observó luego que la denominación de las

partes territoriales de la república debía ser uniforme, y la Comisión adop­

tó el nombre de Departamento por razones muy atendibles. El concepto

de Estado es sinónimo de Nación, y sólo se aplica a naciones indepen­

dientes, o a aquellos cuerpos políticos que forman una federación y se

rigen por leyes propias y en rigor son repúblicas aliadas. Los Estados co­

lombianos eran soberanos. Hoy se ha reconocido que la república es uni­

taria, o de otro modo que la soberanía reside únicamente en la Nación .

Su habilidad como filólogo y lingüista al establecer esa sinonimia Nación-Estado, y el énfasis en el carácter unitario de una y otro, prevale­cen en ésta y en varias oportunidades en las discusiones del Consejo de Delegatarios frente a Reyes, en punto al estatus del territorio, y esa con­cepción se mantendrá, como sabemos, hasta 1991.

El tópico de las "dos Colombias". La concepción de las zonas periféricas y sus efectos en la delimitación de fronteras

Las distintas excursiones de Rafael Reyes en su condición de comercian­te de quinas y de caucho, seguidas de llamados a la ocupación de ese territorio, de someras descripciones del paisaje natural y de los grupos humanos a medida que navega por el río Putumayo hacia el Amazonas, son muy significativas y muy ricas empíricamente. En sus observacio­nes, junto al relato de las costumbres de los pueblos indígenas, se deja percibir la preocupación por la dinámica de los países vecinos y la indi-

18. Antecedentes de la Constitución de 1886, op. cit, p.

[339]

, r i T H i n c q

ferencia de los gobernantes colombianos; hace además el levantamiento cartográfico de su recorrido (fig. 3, p. 327), lo coteja con otras cartas re­gionales, lo publica y lo da a conocer a las sociedades geográficas de París y Londres. Ya como presidente emprende diferentes viajes, y para realzar su importancia hace editar, en formato de lujo y por un subordinado, una detallada relación de sus excursiones presidenciales. Bogotá, Santa Marta, Barranquilla, Riohacha, Cartagena, Sincerín (Fundación), Puer­to Wilches, Medellín, Girardot, son las escalas del itinerario de su primer viaje; su segundo viaje tiene un recorrido similar. De acuerdo con los medios de transporte de la época, era impensable para un gobernante un recorrido más aventurero, pero en esa relación no deja de aparecer la preocupación por las dos grandes regiones geográficas, Orinoquia y Ama­zonia; no sólo se detallan los "Proyectos de fomento de la hoya del Ori­noco", sino que la cuestión amazónica se hace más apremiante:

En menos de treinta años el Amazonas y sus afluentes han decuplicado

su comercio y el número de vapores que hoy penetran a los lugares adon­

de antes no había llegado el hombre civilizado, lo cual se ha conseguido a

la sombra de la paz. Los terrenos antes ignorados que riegan ríos como el

Acre y otros han adquirido tal importancia que los ha vendido Bolivia al

Brasil por la suma de diez millones oro, más la construcción de un ferro­

carril que una la navegación del Madeira, interrumpida por algunos sal­

tos. Los terrenos que riegan el Meta y sus afluentes no son inferiores en

productos naturales a los del Acre, y están en mejores condiciones, por­

que cercanos a ellos hay dos millones de habitantes colombianos de fuerte

constitución y de grandes condiciones para el trabajo, y una vez termina­

da la recolección de los productos naturales [por lo visto, se sigue pensan­

do en una economía extractiva, en la quina y el caucho] sus brazos crearían

allí agricultura y fundarían un comercio estable19.

Se justifica el uso del tiempo condicional en los verbos de la última de las oraciones, pues el autor es consciente de los varios requerimientos

19. Pedro A. Pedraza, Excursiones presidenciales. Apuntes de Un diario de Viaje, The Plimpton Press, Norwood, Massachusetts, 1908, p. 19.

[340]

TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

indispensables para llegar a esos objetivos, pero ante todo de que el inte­rés hacia dichos territorios seguía siendo del todo marginal. A la pobla­ción que los habitaba, se la juzgaba por reducir o cristianizar, y en la percepción predominante su marginalidad era insuperable por cualquier otra vía.

Reyes encontró en Baldomcro Sanín Cano un defensor de altura, quien realza su obra de pionero y de cartógrafo aficionado:

La relación de estos viajes de exploraciones y descubrimientos está publi­

cada con una carta geográfica del Putumayo, en obra que le ha valido a su

autor el ser nombrado miembro de las sociedades geográficas de París y

de Londres, así como repetidas distinciones del gobierno del Brasil.

La historia de las exploraciones de que venimos haciendo mención, se­

ñala que nunca estuvo el general Reyes animado por el simple interés

particular, sino por un ardiente deseo de abrir a su patria nuevos horizon­

tes y campos de trabajo, y el de llamar la atención del gobierno sobre la

importancia de velar por territorios que aparecían como abandonados a

los ojos de las naciones vecinas20.

Revelador resulta que en el mapa que acompaña un texto tan lujo­samente editado, si bien trae una buena definición de la orografía de la cuenca orinocense y amazónica, y el trazado del curso de los ríos es pre­ciso, detallado, en cambio la definición de la línea fronteriza con los paí­ses de la cuenca amazónica sea difusa, indefinida.

De cualquier manera, a la caída de Reyes ese interés en la periferia decae, y en la mayoría de sus contemporáneos, tanto en sus enemigos políticos como en sus contradictores y ocasionales aliados, se vuelve a la noción tradicional: regiones deshabitadas, difíciles de ocupar, sin mayor valor económico o estratégico. El general Uribe Uribe, un buen conoce­dor de la Colombia andina e interandina y uno de los primeros que en­tiende la dinámica de la colonización antioqueña en su dimensión y en sus alcances, respecto de los "territorios nacionales" apenas los visua-

20. Baldomero Sanín Cano, "Administración Reyes 1904-1909", en Escritos, Biblio­teca Básica Colombiana, Colcultura, Bogotá, 1977, p. 75.

[3411

FERNANDO C U B I D E S

lizaba o lograba incorporarlos a su mapa mental comparándolos con el

Sahara, o con Siberia; jun to al tópico ya tradicional de la singular ubica­

ción cosmográfica aparece la visión de lo distante y de lo marginal:

Amplia porción del mundo nos pertenece y por eso somos un gran país.

Si la población alcanzara la densidad máxima a que llega en otras partes

del globo, holgadamente podrían vivir en nuestro territorio 200*000.000

de personas o sea el quinto de las que hoy huellan la superficie del plane­

ta. Cierto es que intrínsecamente la grandeza territorial no confiere por sí

sola título de primacía a un país sobre los demás. Inmensos pero sin valía

son los desiertos de África, las estepas de Siberia y las selvas amazónicas .

Lo ocurrido con posterioridad es mejor conocido: después de Pana­

má y del conflicto fronterizo con el Perú se renueva el interés por esa otra

Colombia, y para el colombiano promedio la visión acerca de la porción

amazónica del territorio colombiano, de su vulnerabilidad y de la cons­

tante intervención de los países vecinos, sin restricción alguna, la propor­

cionará La vorágine (publicada, como sabemos, en 1924)22. Como trasunto

de ello, uno de los dirigentes políticos posteriores se muestra sensible y

visionario al respecto, aun cuando sus comprobaciones ya no den para el

optimismo2 3 . Pero la conciencia acerca de lo perdido llega hasta hoy; la

idea de que el conocimiento del territorio siempre ha sido insuficiente y

tardío se nos presenta ahora en la forma de una constatación oficial, lán­

guida y lacónica a la vez, aun cuando la responsabilidad se traslada a to­

dos los colombianos:

21. Rafael Uribe Uribe, "Elogio de la patria. La grandeza territorial". El Liberal Ilus­trado (suplemento del periódico El Liberal), tomo v, n° 1.535, octubre 16 de 1915, p.181 (subrayado mío).

22. Por cierto, el "Croquis de Colombia" y la "Ruta de Arturo Cova y de sus compa­ñeros", que acompañaba las primeras ediciones, son referencias cartográficas impor­tantes en la historia del problema.

23. "Inmensas regiones, casi todas ellas colindantes con las fronteras marítimas o terrestres de la patria han permanecido sin incorporarse a la vida nacional y el solitario esfuerzo de algunos exploradores audaces se ha ido extinguiendo sin dejar huella per­manente". Alfonso López Pumarejo, "La política oficial", Mensajes, cartas y discursos del presidente López, Imprenta Nacional, Bogotá, 1935, p. 30.

[342]

TERRITORIO, NACIÓN Y SOCIEDAD

Si se compara el territorio sobre el cual nuestro país ha tenido soberanía

en la evolución histórica, se observa que ha perdido un área muy extensa.

Según la ley fundamental de la república de 17 de Diciembre de 1819 Co­

lombia tenía 2*500.000 km' aproximadamente. Actualmente el territorio

continental es de 1141.748 km , o sea que ha cedido el 54% de su espacio

inicial en los diferentes tratados con los países vecinos (fig. 4, p. 328). Esto

refleja la falta de valoración de nuestro territorio y la mínima conciencia

geográfica de los colombianos al no defender sus fronteras (Instituto Agus­

tín Codazzi, Atlas básico de Colombia, 6a edición, 1989, p. 31).

[343]

MATEMÁTICAS E INGENIERÍA

EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

Clara Helena Sánchez Botero

En u n artículo publicado en 1843, y firmado apenas con las letras R.P.1, el

autor hace un balance bastante descarnado de "lo que ha sido en la Nue­

va Granada el estudio de las ciencias, tanto físicas y matemáticas, como

morales y políticas que se han pretendido enseñar en nuestras universi­

dades y colegios, desde antes de la emancipación hasta ahora". Allí se

hace un recuento de lo que eran los estudios clásicos, refiriéndose al latín

y la gramática, la filosofía (que incluía la matemática y la física), la medi­

cina, la teología, la jurisprudencia, la literatura y las artes. Dice el autor:

Bajo el título pomposo de filosofía se estudiaba aquí una mezcla informe

de principios heterogéneos; era un absurdo revoltillo de la escolástica de

diferentes épocas con algunos escasos vislumbres de la filosofía del siglo

xvi en sus primeras gradaciones.

La filosofía se enseñaba por el texto del padre Goudin, y el gobierno

de España había prohibido bajo graves penas que se enseñara la filosofía

moderna , ya que se consideraba peligrosa y errónea. ¡Lo más grave era

que a comienzos del siglo xix la enseñanza de las cuatro operaciones de

la aritmética era considerada subversiva! Los "criollos no debían apren­

der otra cosa que la doctrina cristiana para que permaneciesen sumisos",

sostenía el arzobispo Martínez Compañón . Sin embargo, el conocimien­

to de la aritmética era indispensable para comprender el tratado del mun­

do celeste de Goudin, "rancio y oscuro peripatético que ni hemos po-

1. "Lo que ha sido la enseñanza de las ciencias en la Nueva Granada", en Luis Horacio López (compilador), La querella benthamista 1748-1832, Biblioteca de la Presidencia de la República, Bogotá, 1993, pp. 259-287.

[345!

dido saber a qué época de la escolástica correspondía"2. Y continúa el autor afirmando que para 1820 se enseñaba algo más de aritmética y geo­metría y se oía hablar de álgebra, se pretendía enseñar geografía sin glo­bos ni mapas y se pensaba enseñar astronomía sin los conocimientos suficientes de matemáticas3. Se salvan de las críticas, como un único punto de esperanza en el cambio, las lecciones de física de José Félix de Restrepo dictadas en la capital en el Colegio de San Bartolomé y publicadas en 18254.

La reforma de Mariano Ospina Rodríguez de 1842 pretendía mejo­rar la situación resaltando la importancia de las "ciencias útiles", al lado de la formación moral, y sobre todo de la disciplina. La ley mandó prefe­rir en todos los colegios la enseñanza de las ciencias matemáticas, físicas y naturales de una utilidad positiva, según las circunstancias de cada pro­vincia, y los idiomas vivos, la geografía y la historia5. Sin embargo, la universidad mantenía sus tradicionales facultades de filosofía, derecho, ciencias naturales, teología y medicina.

La fundación del Colegio Militar en 1847 marcará un cambio pro­fundo en la educación superior, y por eso merece detenernos en ello an­tes de entrar en el período que estudiamos. El objetivo del colegio era formar ingenieros civiles y militares, y aunque tuvo una duración apenas

2. Fray Domingo Goudin, dominicano del siglo xvn, que rechazaba el mundo de la observación y la experimentación como vías del conocimiento, defendía el silogismo como su único método y adoptaba una posición en relación con los problemas astronó­micos atrasada en doscientos años. Peter Santamaría, Origen, desarrollo y realizaciones de la Escuela de Minas de Medellín, Ediciones Diké, vol. 1, Medellín, 1994, p. 11.

3. En otro testimonio, de Juan Francisco Ortiz (1822), citado por Perry Zubieta ("Apuntes para las ciencias básicas en Colombia", Rev. Acad. Colom. Cieñe, vol. xvi, 1973, pp. 5-32), se confirma la anterior realidad y se exalta la labor de Restrepo. "Después de Mutis y Caldas, fue el propagador de los buenos estudios de matemáticas y física en este país... El curso duró tres años. Estudiamos en ellos aritmética, álgebra, lógica, geome­tría, trigonometría, mecánica, hidrostática, hidráulica, óptica, dióptrica, catóptrica, geo­grafía, astronomía y psicología. Algunas de ellas nos las enseñó el doctor Restrepo por la edición latina de la obra del profesor alemán Cristiano Wolff".

4. José Félix de Restrepo, Lecciones de física para los jóvenes del Colejio Mayor Semi­nario de San Bartolomé, impreso por F. M. Stokes, Bogotá, 1825.

5. Jaime Jaramillo Uribe, "El proceso de educación en la República (1830-1886)" en Nueva Historia de Colombia (NHC), vol. 11,1989, p. 226.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

de seis años (1848-1854), dejó huella perdurable para el desarrollo de las matemáticas y la profesionalización de la ingeniería en Colombia; la ma­temática superior dejará de enseñarse únicamente en los cursos de filo­sofía para convertirse en curso básico de la ingeniería civil y militar.

La dirección del colegio estuvo a cargo del general José María Ortega y el liderazgo académico se le reconoce a Lino de Pombo (1797-1862), con­siderado el primer ingeniero colombiano gracias a sus estudios en la Aca­demia del Real Cuerpo de Ingenieros de Alcalá de Henares y en la École de Ponts et Chaussés. Lino de Pombo se inspiró en el modelo francés de la École Polytechnique, institución que tenía las siguientes característi­cas: un examen de ingreso competitivo, la importancia de las matemáticas y la asociación de la educación matemática y técnica con la educación militar. El pénsum del colegio exigía tres años de formación matemática que comenzaban con la aritmética y terminaban con el cálculo diferen­cial e integral, y dos años más de formación ingenieril y militar . Los cur­sos de matemáticas, como era usual en la época, incluían la aritmética, las geometrías (plana, del espacio, descriptiva y proyectiva), el álgebra, la trigonometría, el cálculo diferencial, la física, la astronomía, la geodesia y la topografía. Simultáneamente con su cargo de director de la Caja de Ahorros7, Pombo se encargó de los primeros cursos y comenzó a elabo­rar los textos de matemática, para que su enseñanza se hiciera más acce­sible y democrática, como se hacía en la Escuela Politécnica. Publicó Pom­bo en 1850 sus Lecciones de geometría analítica y en 1858 sus Lecciones de aritmética y álgebra, y según el testimonio de uno de sus alumnos, Manuel Ponce de León, estuvo preparando también sus lecciones de trigonome­tría y de cálculo . La historia novelada de Pombo por Germán Espinosa9

lo presenta como el sabio de las siete esferas: matemáticas, armas, políti-

6. Langins Janis, "The École Polytechnique and the French Revolution: Merit, Militarization and Mathematics", Llull, vol. xm, 1900, pp. 91-105.

7. David Sowell, "La Caja de Ahorros de Bogotá, 1846-1865" en Colombia en el siglo xix, Planeta, Bogotá, 1999, pp. 217-250.

8. Manuel Ponce de León, "Informe del Rector de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería", 1894, Copiador 1891-1896, Archivo Histórico, Facultad de Ingeniería.

9. Germán Espinosa, Lino de Pombo, el sabio de las siete esferas, Colciencias/Pana-mericana, Bogotá, 1998.

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CLARA HELENA SÁNCHEZ BOTERO

ca, periodismo, hacienda y pedagogía, temas que estudió y manejó con eficiencia según lo requirieron las necesidades de la patria. Sin duda, uno de los personajes más ilustres del siglo xix.

Pombo, para sus cursos de matemáticas, recibió el apoyo del francés Aimé Bergeron, quien enseñó por primera vez, hasta donde sabemos, un curso de cálculo diferencial al estilo de Cauchy. De Bergeron es muy poco lo que se sabe, apenas unas pocas referencias en Cordovez Moure, en las que se cuenta su interés por encontrar el venado de oro10.

Entre los alumnos destacados del colegio se encuentra Indalecio Liévano (1834-1913), quien escribió tres textos relevantes para la historia de las matemáticas11: un Tratado de aritmética, un Tratado de álgebra y un libro titulado Investigaciones científicas. El primero, cuya primera edi­ción es de 1856, es de especial importancia pues en él se encuentra su teoría sobre los números irracionales, tema abierto en Europa en ese momento; aunque su teoría adolece de serias deficiencias, tiene el mérito de mostrar que aquí había alguien al tanto de algunos de los problemas matemáticos más relevantes en su tiempo entre la comunidad matemá­tica internacional. En sus Investigaciones científicas intenta, además, re­solver el problema del postulado de Euclides, y demostrar la existencia de Dios de manera científica. Liévano fue jefe de la Oficina Central del Cuerpo de Ingenieros, director del Observatorio Astronómico y profe­sor de matemáticas en la Universidad Nacional, en las escuelas de Litera­tura y Filosofía y en la de Ingeniería.

En 1854 se clausuró el colegio por el golpe del general José María Me­ló; sin embargo, con ese pequeño grupo de ingenieros12, quienes "se de-

10. Víctor Albis, "A falta de una iconografía de Aimé Bergeron", Rev. Acad. Colom. Cieñe, vol. xxn, 1998, pp. 587-590.

11. Indalecio Liévano, Tratado de aritmética; Investigaciones científicas. Poción Man­tilla Editor, Bogotá, 1871, Bogotá; Tratado de álgebra. Imprenta de Medardo Rivas, Bo­gotá, 1875.

12. Joaquín B. Barriga, José Comelio Borda, Ignacio Ortega, Rafael Pombo, Nico­lás Caycedo D'Elhuyar, Antonio Dussán Manrique, Juan Nepomuceno González, Juan Francisco Urrutia, Juan Esteban Zamarra, Alejandro Ortega, Indalecio Liévano, Fidel Pombo y Manuel H. Peña. En Gabriel Poveda Ramos, "Ingeniería e historia de las técni­cas", en Historia social de la ciencia en Colombia, vol. iv, Colciencias, Bogotá, 1993.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

dicaron a diversas actividades como la agrimensura, la cartografía, el en­sayo de materiales, la observación de fenómenos astronómicos y meteo­rológicos, la construcción de puentes, el drenaje de lagos, la instalación de metalurgias, la construcción de acueductos y la dirección de empresas desde ferrovías hasta fábricas de gas"13, se alcanzó a formar una base firme para apuntalar durante el resto del siglo xix la profesión de ingeniero en Colombia y con ella el estudio de la matemática "superior".

Efectivamente, tres acontecimientos importantes se darán a finales de la década de 1880 para la ingeniería y las matemáticas en Colombia: se fundará la Sociedad Colombiana de Ingenieros y su revista Anales de In­geniería en 1887, se fundará la Escuela de Minas de Medellín en ese mis­mo año y se establecerá el título de Profesor en Ciencias Matemáticas en la Escuela de Ingeniería de la Universidad Nacional en 1888.

La fundación de la Sociedad Colombiana de Ingenieros significa la consolidación de un gremio de profesionales indispensable para el desa­rrollo social y económico del país; la Escuela de Minas de Medellín, "ri­val" de la Escuela de Ingeniería de Bogotá, tendrá un fuerte impacto sobre la industrialización del país con la formación de ingenieros con mentali­dad empresarial, y el título de Profesor en Ciencias Matemáticas refleja el deseo de una élite intelectual de formar profesores ilustrados interesados en el estudio de las matemáticas, independientemente de sus posibles aplicaciones prácticas.

La Escuela de Ingeniería y el título de Profesor en Ciencias Matemáticas

En 1866 el Colegio Militar fue reabierto por Mosquera, en su segunda administración, bajo la dirección de Luis María Lleras14, aunque apenas

13. Frank Safford, El ideal de lo práctico. Universidad Nacional, El Áncora Editores, Bogotá, 1989, p. 277.

14. Luis María Lleras (1842-1885) publicó en 1866 el libro Elementos de jeometría (Imprenta de Gaitán, Bogotá), una traducción del libro de Legendre, texto que fue usado por muchos años en la enseñanza de la geometría en Colombia. Lleras murió de manera dramática, traicionado por uno de sus alumnos, en la batalla de La Humareda en 1885.

1349J

i M f H c ? H r i T c o n

un año después fue absorbido por la Escuela de Ingeniería, una de las seis escuelas con que se fundó la Universidad Nacional en 1867. El espíri­tu académico del colegio pasó a la escuela con sus profesores y alumnos; comenzó a funcionar el 2 de febrero de 1868 con 29 alumnos provenien­tes de las más diversas regiones del país. En 1874 su número ascendía a 65, de 184 que tenía toda la universidad. En 1870 se graduaron los primeros ingenieros civiles y militares de la escuela: Ruperto Ferreirá (Santa Mar­ta), Modesto Garcés (Cali), Luis María Tisnés (Sonsón), Francisco Useche (La Palma) y Abelardo Ramos (Fómeque). Pero la racha creciente no du­rará, pues años después muchos estudiantes se inclinarán nuevamente por el derecho y la medicina, profesiones que superaban a la ingeniería en estatus.

En 1880 el primer gobierno de Rafael Núñez dispuso que la Escuela de Ingeniería se convirtiera nuevamente en una Escuela de Ingeniería Civil y Militar dependiente del Ministerio de Guerra. No obstante, en su segundo gobierno, la Ley 23 de 1884 reincorporó la escuela a la Universi­dad Nacional. Comenzaba un período de cambios políticos frecuentes que se vieron reflejados en los diferentes nombres que sufrió la institu­ción en los últimos veinte años del siglo xix: Facultad de Ciencias Mate­máticas, Instituto Central de Matemáticas y Facultad de Matemáticas e Ingeniería, nombre que mantuvo hasta 1957, año en que se creó la Facul­tad de Matemáticas y Estadística.

El título de Profesor en Matemáticas es el resultado de una fuerte polémica sobre la naturaleza de los cursos de matemáticas que se dicta­ban en la Escuela de Ingeniería; para algunos, como Miguel Triana (1859-1931), eran excesivamente teóricos y debían limitarse a lo estrictamente necesario para su aplicación en la ingeniería. Para otros, como Manuel Antonio Rueda (1858-1907), el ingeniero debía tener una buena forma­ción matemática.

Rueda, luego de una reflexión15 sobre si le conviene al país o no tener un instituto de matemáticas donde se prepararían matemáticos puros y una escuela de ingeniería donde se formarían los ingenieros, propone

15. Manuel Antonio Rueda, "Escuela de Ingeniería Civil", Anales de Ingeniería, vol. 1,1887, pp. 95-100.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

una carrera de siete años, en la que los cuatro primeros se dedicarían a las matemáticas, para formar profesores ilustrados, y los tres últimos, a la preparación de ingenieros .

Triana propone17, en cambio, restringir los estudios de ingeniería a cuatro años, manteniendo los cursos de matemática usuales hasta el mo­mento, pero disminuyendo su intensidad horaria y enfatizando el carác­ter de aplicabilidad de la matemática a ser estudiada.

La posición de Rueda se concretó con la creación en 1888 de un Ins­tituto de Matemáticas con dos escuelas, una de matemáticas y otra de in­geniería. En la reforma, el pénsum era de cinco años, y se daba la posibi­lidad de obtener el título de Profesor en Ciencias Matemáticas a quien aprobara todas las asignaturas de matemáticas y realizara una tesis. Los requisitos para las tesis no están claros, pues, de las tesis que conocemos, no parece factible que algunas hayan sido realizadas apenas en una se­mana, como lo estipula el reglamento. Los temas abarcan un concepto de la matemática muy amplio y los niveles son bastante diversos. Es qui­zás relevante anotar aquí que era necesario aprobar todas las materias con la máxima nota, 5 o, como se decía entonces, "con plenitud".

Entre 1891 y 1903 se graduaron alrededor de 50 profesores de mate­máticas. De sus tesis nos quedan 36 manuscritos que se encuentran en la biblioteca de Ingeniería. No son tesis en el sentido en que hoy entende­mos la palabra; son, en muchos casos, ejercicios difíciles de alguno de los textos de matemáticas usados en la escuela; especialmente del Cours D'ánalyse de Sturm1 , o el texto de Geometría analítica de Sonnet y Fron-

16. Rueda dedicó su vida a la docencia, fundó colegios y universidades y publicó numerosos libros de matemáticas con varias ediciones, verdaderos best sellers de la en­señanza de la matemática en Colombia.

17. Miguel Triana, "Consideraciones sobre reorganización de la Escuela de Inge­niería civil" Anales de Instrucción Pública, tomo xi, 1887, pp. 153-157; "Estudio de la ingeniería. Consideraciones sobre el plan de estudios", Anales de Ingeniería, vol. 1,1887, pp. 13-15, 43-45. Triana ejerció la ingeniería en varias regiones del país, fue catedrático de matemáticas, física industrial, hidráulica y dibujo. Fue además político liberal e his­toriador.

18. Ch. Sturm, Cours DAnalyse de L'École Polytechnique, Gauthiers-Villars, París, 1857 (15 ediciones entre 1857 y 1929).

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CLARA HELENA SÁNCHEZ BOTERO

tera19, del cual había versión en español. De los títulos de las tesis se con­cluye inmediatamente que el área de las matemáticas incluía la astrono­mía y la geodesia (3), la física teórica y la mecánica (11) y la topografía (3); las demás tratan de geometría analítica, álgebra elemental y trigonome­tría. El primer título se otorgó a Julio Garavito Armero en 1891 con un trabajo titulado Forma de la sección meridiana de un manómetro de aire comprimido para que la graduación sea uniforme. Se trata de un proble­ma de hidrostática que requiere del buen manejo del cálculo diferencial e integral, y en el que se hace un estudio teórico del manómetro, en el cual se analizan todas las posibilidades matemáticas. Sobresale entre to­das ellas la tesis de Francisco Casas (1892) sobre la Teoría matemática de la elasticidad, trabajo de divulgación sobre un tema de actualidad en su época y de gran utilidad para la ingeniería.

La universidad fue cerrada por la Guerra de los Mil Días en octubre de 1899, y se reabrió a finales de 1902. En 1903, Belisario Ruiz Wilches, el fundador del Instituto Geográfico Militar, origen del actual Instituto Geográfico Agustín Codazzi, y Ricardo Pérez fueron los últimos en obte­ner el título de Profesor, y con ellos finaliza una de las experiencias más interesantes que se dieron en matemáticas y quizás en ciencia por insti­tucionalizar el estudio de una disciplina básica en el siglo xix. Descono­cemos por completo las circunstancias que motivaron esa decisión. Sin embargo, el carácter de matemáticos de los ingenieros de Bogotá perma­neció hasta la creación de la carrera de matemáticas en la década de 1950.

La Sociedad Colombiana de Ingenieros y los Anales de Ingeniería

Cuarenta años de formación de ingenieros desde que comenzaron las labores en el Colegio Militar fueron suficientes para que en 1887 hubiera un numeroso grupo de profesionales decididos a hacer respetar la profe­sión, defendiendo su participación calificada en los proyectos de desa­rrollo material del país, muchos de los cuales estaban en manos de ex-

19. H. Sonnet y G. Frontera, Elementos de geometría analítica, traducido por Ma­nuel María Barbery, novena tirada, De Bailly-Bailliere e Hijos, Madrid, 1893.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

tranjeros o personas no aptas para el oficio. En el discurso de posesión como primer presidente, Abelardo Ramos expresaba que la sociedad se proponía

constituir en sociedad científica a los Ingenieros, Agrimensores, Arquitec­tos, Mecánicos, Profesores en Matemáticas y Naturalistas y crear un órga­no de publicidad dedicado a los estudios más elevados de las mejoras materiales del país, a la investigación científica en el vasto campo de las ma­temáticas puras y aplicadas, así como de las ramas congéneres de las Cien­cias Naturales...20

Objetivo que se refleja claramente en el primer artículo de sus esta­tutos, donde se resalta el alcance que se daba a la matemática:

Promover el estudio de las ciencias físicas y matemáticas, procurar el de­sarrollo de la ingeniería nacional y el fomento de las mejoras materiales de Colombia. Para satisfacer este propósito y establecer sólido vínculo de unión entre los socios, sostendrá el periódico científico e industrial deno­minado Anales de Ingeniería, órgano de ella.21

Los Anales de Ingeniería y la Revista Médica, fundada en 1873, consti­tuyeron los medios de divulgación científica más importantes de la épo­ca. Los Anales, como medio de difusión de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, fue consecuente con sus objetivos; en ellos, por lo tanto, encon­tramos gran variedad de temas: decretos, informes, noticias, biografías, necrologías, cursos de matemática por entregas, publicación de tesis, ex­periencias de viajes, precios de los materiales de construcción, tablas astronómicas, y mucho sobre la construcción de los ferrocarriles, princi­pal medio de transporte intermunicipal a finales del siglo xix y comien­zos del xx. Podemos apreciar a través de la lectura de sus páginas el lento y tortuoso camino del desarrollo vial y económico del país.

20. "Discurso del señor Abelardo Ramos pronunciado en la instalación de la So­ciedad", Anales de Ingeniería, vol. 1,1888, p. 8.

21. "Estatutos y Reglamento", Anales de Ingeniería, vol. vm, 1896, pp. 227-245.

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CLARA HELENA SÁNCHEZ BOTERO

Consecuentes también con sus objetivos, los artículos sobre matemá­ticas ocupan estadísticamente en los primeros volúmenes un segundo honroso lugar después del tema de los ferrocarriles, de trascendental im­portancia en la época; en ellos hay desde cursos por entregas de álgebra superior o geometría práctica (topografía) hasta defensas del sistema mé­trico decimal implantado por Mosquera en su primera administración22.

La mayoría de los artículos son sobre matemáticas elementales. El tema de los famosos problemas de construcción de la geometría griega (cuadratura del círculo, duplicación del cubo y trisección del ángulo) y la demostración del postulado de Euclides ocuparon varias páginas de los Anales23. Estos trabajos, en los cuales se demostraban los errores co­metidos por quienes intentaron resolverlos, y que fueron sometidos a la Universidad Nacional para su revisión, están firmados por Enrique Mo­rales (1851-1920), Ruperto Ferreira (1845-1912) y Rafael Nieto París (1839-1899), destacados colaboradores de los Anales en diferentes aspectos de la matemática y de la ingeniería. El trabajo de más alto nivel matemático es un curso por entregas titulado Los cuaterniones, divulgación de la obra del inglés William R. Hamilton (1805-1865), hecho por Pedro J. Sosa (1852-1898), ingeniero del canal de Panamá, quien pretendía dar a conocer en nuestro medio los avances del álgebra moderna. Desafortunadamente murió de manera prematura en un naufragio cerca de Jamaica.

Matemáticas y poesía, en un tiempo de retóricos, se unen en un valio­so artículo de Rafael Nieto París24 sobre la cuadratura del círculo, en el cual se encuentra un poema dedicado al número pi que sirve como regla

22. Sistema que, dicho sea de paso, todavía no ha sido adoptado por la totalidad del pueblo colombiano; talego, tarro, canasto, pucha y atado sirven aún de unidades de medida en las calles o plazas de mercado de los pueblos y ciudades.

23. Clara H. Sánchez, "Las matemáticas en los Anales de Ingeniería", Mathesis, vol. ix, 1993, pp.105-124. "Los tres famosos problemas de la geometría griega y su historia en Colombia", Dpto. de Matemáticas y Estadística, Universidad Nacional, Bogotá, 1994.

24. Rafael Nieto París, "Cuadratura del círculo", Anales de Ingeniería, vol. 11,1888, pp. 112-121. Relación de la circunferencia con el diámetro! Soy (3) ? lema (4) y (1) razón (5) ingeniosa (9)/ De hombre sabio que, serie preciosa/ Valorando, enunció magistral/ Con mi ley singular, bien medido/ El Grande Orbe, por fin, reducido/ Fue al sistema ordina­rio real/ Arquímedes en ciencias preciado/ Crea ?, monumento afamado,/ Y aunque intérmina dio valuación,/ Periferia del círculo supo,/ Duplicando geométrico grupo,/

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

mnemotécnica para sus primeras 8o cifras decimales: cada palabra tiene el número de letras del dígito que ocupa el lugar correspondiente. Hay que anotar que la cifra 32 es o, y como no hay palabras de cero letras, Nieto París supera el escollo poniendo una palabra de 10 letras y quitándole una letra a la palabra anterior. Este tipo de "poemas" se encuentra en varios idiomas, pero salvo uno en francés no superan las treinta cifras decimales. El número pi es un número que ha atraído las mentes de aficionados y profesionales de todos los tiempos y aquí no ha sido la excepción.

En el volumen xv y hasta el volumen xxvn, esto es, desde 1908 hasta 1921, la mayoría de los artículos de astronomía, física y matemáticas es­tán a cargo de Julio Garavito. Una pregunta obligada es: ¿qué pasó con los numerosos colaboradores de los primeros volúmenes? Luego de la muerte de Garavito aparecen otros autores y con ellos nuevos temas, como la teoría de la probabilidad, o la teoría de la relatividad de Einstein; sin embargo, a partir del volumen xxx el número de artículos sobre mate­mática comienza a disminuir significativamente y la revista se dedica a los problemas de la ingeniería colombiana.

En los balances que hacen de su gestión los directivos de la sociedad a los diez (1897)25, veinte (1907)2 y treinta años (1927)27, se puede apre­ciar el avance en las obras materiales del país y el papel cada vez más decidido que le van dando los gobiernos de turno a la sociedad como entidad consultiva, a pesar de su resuelta no intervención en política, explícita en el artículo 60 de los Estatutos de los Anales: "Es prohibido, en absoluto, en los Anales de Ingeniería, tratar sobre cuestiones de política, moral y religión"2 , temas que se confundían en uno sólo en don Miguel Antonio Caro. En 1931 la Sociedad Colombiana de Ingenieros, ante el

Resolver y apreciarle extensión/ Teorema legó memorable/ Como raro favor admira­ble/ De la espléndida ciencia inmortal;/ Y amplia ley, filosófica fuente/ De profunda verdad y ascendente/ Magnitud descubrió universal.

25. F. P. G., "La profesión de ingeniero en Colombia", Anales de Ingeniería, vol. x, 1899, pp. 281-284.

26. Diodoro Sánchez, "Veinte años de labor", Anales de Ingeniería vol. xm, 1907, p. 326-328.

27. Sección Editorial, "Labores de la sociedad" Anales de Ingeniería, vol. xxm, 1916, pp. 323-341.

28. Anales de Ingeniería, vol. 1, p. 5.

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CLARA HELENA SÁNCHEZ BOTERO

"colapso del país", en el editorial de los Anales29 rompe la norma y denun­cia la "grave desmoralización traída por el peculado erigido en sistema, (y) tanto procedimiento de egoísta caciquismo... Entre el capitalismo ab­sorbente, los políticos ineptos y el regionalismo primitivo de nuestros caciques, se ha logrado por fin dar cumplimiento a la profecía del Gene­ral (Pedro Nel) Ospina".

La Escuela de Minas

Los antioqueños, desde comienzos del siglo xix, habían intentado esta­blecer una Escuela de Ingeniería; don Juan del Corral fundó en 1814 un Colegio Militar de Ingenieros, bajo la dirección de Caldas, pero ese inten­to fracasó muy pronto por las guerras de independencia. La actividad mi­nera en Antioquia había requerido de los servicios de ingenieros extran­jeros, muchos de los cuales terminaron estableciéndose en el país. Ese "pujante crecimiento de la minería aurífera antioqueña" impulsó la fun­dación de una Escuela de Minería en la Universidad de Antioquia, la cual comenzó a funcionar en 1883, pero por falta de recursos amenazaba fra­casar30. Dos años después el Congreso Nacional ordenó la creación de escuelas de minería en Ibagué, Popayán y Medellín. La Ley 60 de 1886, con el apoyo de Rafael Núñez, creó las de Ibagué y Medellín, pero real­mente sólo se fundó la Escuela de Minas de Medellín, por falta de recur­sos del Estado. Dos hijos de Mariano Ospina, Tulio y Pedro Nel, gradua­dos en el Mining College de la Universidad de California en Berkeley, estaban al frente del proyecto y le imprimieron a la escuela el sello que la caracterizó por tantos años. Aunque el pénsum en matemáticas era prác­ticamente el mismo que el de Bogotá31, la gran diferencia estaba en el

29 Sección Editorial, "La Sociedad de Ingenieros y el colapso del país", Anales de Ingeniería, vol. xxxix, 1931, pp. 481-486.

30. Poveda Ramos, op. cit. p. 159. 31. Álgebra, geometría, inglés, francés, botánica, zoología, química inorgánica, fí­

sica elemental, dibujo lineal, física superior, trigonometría rectilínea y esférica, geome­tría analítica, dibujo de máquinas, minería, geología, química superior, explotación de minas, metalurgia, cálculo infinitesimal, mecánica analítica, agrimensura, geodesia, hi­giene, economía política y religión. Poveda Ramos, op. cit., p.160.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

énfasis en "lo práctico". Recordemos que Mariano Ospina había enviado a sus hijos a los Estados Unidos con sus ya famosas recomendaciones:

No se metan con lo más alambicado de la mecánica analítica y de las

matemáticas trascendentales cargándose de preferencia a lo aplicable a la

práctica y procurando adquirir los conocimientos de los que llaman in­

genieros mecánicos... Hay ciencias muy atractivas pero poco provechosas

como la Botánica, la Zoología, la Astronomía, que deben dejarse a los

ricos, y en el mismo caso se hallan la Literatura, la Religión y la Moral32.

La escuela fue fundada por secesión de la Escuela de Minas de la Uni­versidad de Antioquia, para tener mayor autonomía sobre ella académica y políticamente, ya que sus recursos provenían de la Nación33. Las clases tuvieron un primer comienzo en abril de 1887; se suspendieron tres me­ses después y el 2 de enero del 88 se abrieron realmente los cursos. Siete años después, en 1895, fue cerrada y anexada a la Universidad de Antioquia. Algunos de sus estudiantes, como Jorge Rodríguez y Enrique Olarte, con­tinuaron y terminaron sus estudios en Bogotá. La Escuela de Minas se restablece como institución independiente luego de la Guerra de los Mil Días en 1903, y en 1906 vuelve a hacer parte de la Universidad de Antioquia. En 1911 vuelve a independizarse y ofrece dos títulos: de ingeniero de mi­nas y de ingeniero civil, y tiene vida propia estable hasta 1939, año en que es incorporada definitivamente a la Universidad Nacional. En 1912 el pro­grama se adecúa a las necesidades del Ferrocarril de Antioquia y a la construcción de vías, con cursos de electrotecnia, construcción y admi­nistración de ferrocarriles, estadística y contabilidad industrial34.

Tulio Ospina (1857-1921), quien fue su rector por varios años, cum­plió bien el sueño de su padre de formar ingenieros y agrónomos que con su trabajo se convirtieran en pilares del desarrollo del país3i. Igual-

32. Safford, op.cit., p. 230 33. Peter Santamaría, Origen, desarrollo y realizaciones de la Escuela de Minas de

Medellín, op. cit., p. 97. 34. Ibid., p. 106. 35. Ibid., p. 104.

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VELARA O E L E N A OANGE1EZ D U i h K U

mente fieles a las enseñanzas de su padre, los hermanos Ospina impusie­ron en 1912 el lema de la Escuela, Trabajo y rectitud, como una síntesis de las virtudes propuestas por Francisco José de Caldas el día en que dio principio al curso militar del Cuerpo de Ingenieros de la República de Antioquia, un siglo atrás3 . Pedro Nel (1858-1927) fue el primer presiden­te colombiano con título de ingeniero (1922-1926).

Jorge Rodríguez Lalinde (1875-1948), egresado como profesor de ma­temáticas y como ingeniero en 1896 de la Escuela de Ingeniería de Bogo­tá, fue uno de los líderes intelectuales de la escuela; Rodríguez ejerció poco la ingeniería y se dedicó a la docencia; su mayor mérito está en haber sido pionero en el país de los cursos de estadística y en haber pu­blicado sus lecciones en 1928.

Parece haber un acuerdo entre los estudiosos de la historia de la inge­niería en Colombia en el sentido de que los ingenieros de Medellín eran prácticos mientras que los de Bogotá eran teóricos37. Cierto o no, el caso es que los de la Escuela de Minas efectivamente constituyeron la élite em­presarial del país, pero los de Bogotá desempeñaron papel definitivo en su desarrollo vial y económico. La formación matemática con cierto énfa­sis en lo teórico de los de la Escuela de Ingeniería se recoge en su produc­ción matemática, así sea elemental, publicada en los Anales de Ingeniería, y en las tesis a las que nos hemos referido. En cambio, de los ingenieros de la Escuela de Minas no conocemos producción teórica alguna hasta la fundación de la revista Dyna en los años treinta del siglo xx. Cómo no iba a ser así cuando uno de sus egresados, Alejandro López (1876-1938), continuador de las ideas de Ospina Rodríguez y líder intelectual de la escuela, aunque reconocía el papel formador de la matemática, afirmaba:

La transformación que sufre el estudiante a lo largo de su estudio com­

pleto de matemáticas es algo irremplazable, algo absolutamente necesa-

36. Ibid., p. 117. 37. Los trabajos de Safford (citado), Alberto Mayor ("Matemáticas y subdesarro­

llo: la disputa sobre su enseñanza en la ingeniería colombiana de principios del siglo xx", Revista de Extensión Cultural, Universidad Nacional, Medellín, 1985, p. 17) y Pamela Murray ("La Escuela Nacional de Minas (1887-1930)", en Colombia en el siglo xix, Pla­neta, Bogotá, 1999).

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

rio, no por el conocimiento concreto del modo como se hacen las cal­

culaciones, sino por la profunda transformación que el espíritu experi­

menta con ese estudio3 .

Simultáneamente expresaba:

las matemáticas son un medio y no un fin. Son parte integrante de la

ingeniería, pero no son la ingeniería. Cultivar las matemáticas como re­

creación científica, como se cultiva el arte por el arte, es burlar las espe­

ranzas del país, es desviar la educación técnica39.

La realidad es que tanto los unos como los otros fueron "toderos", fueron ingenieros de ferrocarriles, caminos, puentes, edificios, minas, además de topógrafos, cartógrafos, geógrafos, astrónomos, actuarios, ad­ministradores y profesores de matemáticas. Pero quizás sea en los siguien­tes párrafos en los que mejor se resume lo que ha significado la matemá­tica para la profesionalización de la ingeniería en Colombia y el papel de ésta en el desarrollo de las matemáticas:

Mientras que las matemáticas fueron un requisito elemental (uno de los

elementos formales: el programa académico) para profesionalizar la in­

geniería, a su vez la ingeniería fue un requisito total (ambos elementos

formales: el programa académico y la titulación legal) para profesiona­

lizar las matemáticas... Fue un proceso curioso que determinó la organi­

zación estructural de la educación del país al ramo de las matemáticas. Al

concederle precisamente su profesionalización a partir de una profesión

que se había hecho a sus expensas40.

38. Alejandro López, "Orientación de la educación técnica", Anales de Ingeniería, vol. xxvi, 1917, pp. 122-126.

39. Ibid. 40. Juan Alberto Rueda Cardozo, "La profesionalización de la ingeniería en Co­

lombia hasta finales del siglo xix", Trabajo de grado para optar al título de sociólogo, Universidad Nacional, Bogotá, 1982, p. 103.

13591

l^LARA f lELENA SÁNCHEZ DO TERO

Hay que decir que la relación entre matemáticas e ingeniería es es­trecha y difícil. El problema de qué matemática enseñar a los ingenieros es un problema tan viejo como la carrera "científica" misma. En Colom­bia, como hemos visto, el problema surge a finales de la década de 1880, aparece reiteradamente a través de los años y aún se discute.

Julio Garavito Armero

Figura descollante en el periodo que estudiamos es Julio Garavito Armero (1865-1920), quien, calificado de sabio, ha recibido numerosos homena­jes por sus trabajos como matemático, físico y astrónomo, entre los cua­les destacamos el de la Unión Astronómica Internacional, al darle en 1970 su nombre a uno de los cráteres de la Luna, y el del Banco de la Repúbli­ca, al usar su imagen para el billete de veinte mil pesos como reconoci­miento a la comunidad científica colombiana41. Garavito se graduó de profesor y de ingeniero en 1891 y ese mismo año comenzó a dictar clases de cálculo en la Facultad de Ingeniería42. Al año siguiente fue nombrado director del Observatorio, cargo que tuvo hasta su muerte. Entre sus tra­bajos encontramos, además de los que lo hicieron famoso como astró­nomo, físico y matemático, obras sobre economía política. Garavito fue, sin embargo, un conservador en física y matemáticas. Basten las siguien­tes citas para justificar mi afirmación:

Los puntos obscuros, lagunas o paradojas que presenta la ciencia moderna son los siguientes:

a) Legitimidad de las geometrías planas no euclídeas;

b) Teoría ondulatoria de la aberración de la luz fundada en un arrastre

parcial del éter. Aparente contradicción entre las experiencias de Fizeau y

Michelson;

c) Interpretación por Abraham y Kauffmann respecto de los fenómenos

que presentan los rayos catódicos en el tubo de Crooks;

41. El billete de veinte mil pesos fue puesto en circulación en 1996. 42. De sus cursos de cálculo quedan las notas tomadas por dos de sus alumnos en

1912 y es claro que están basadas en el texto de Sturm mencionado en este trabajo.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

d) Movimiento bruniano.

e) La primera cuestión afecta toda la ciencia; las dos segundas afectan: a

la Óptica y a la Astronomía, la b) y a la Mecánica la c). La última se rela­

ciona con la termodinámica.

La poca labor ejecutada por un puñado de nuestros sabios modernos ha

sido suficiente para causar la ruina que, con materiales acumulados du­

rante treinta siglos, ¡la humanidad había elevado en honor del espíritu

humano! Pero una chispa produce en ocasiones un incendio que no deja

pavesas. ¿Qué nuevas ideas le sucederán? Los cadáveres se convierten en

gusanos, la ciencia nueva tomará una forma semejante. Mejor hubiera

sido habernos quedado en la Cabala y las brujas. Pero quizás vuelvan a

surgir como surgen los animales nocturnos cuando muere la luz del día.

Habiendo tropezado aquellos sabios (Gauss, Lobachevski, Riemann) con

un interesante acertijo, se guardaron de aclararlo para dejar un motivo de

entretenimiento a los curiosos, presentando el enigma bajo la forma de ve­

rosimilitud de otras geometrías planas no euclídeas43.

Esa actitud crítica ante lo que parece que no asimiló correctamente le hizo rechazar la teoría de la relatividad y cometer errores en matemá­ticas, como el haber intentado demostrar el quinto postulado de Euclides sin reconocerlo44, señalar de manera equivocada errores en la demostra­ción de Lovatchevsky de la trigonometría plana no eudídea45 o las fallas

43. Julio Garavito, "¿Bancarrota de la ciencia?", Anales de Ingeniería, vol. xxv, 1916, pp. 101-107, 203-215.

44. Víctor Albis, "Vicisitudes del postulado euclídeo en Colombia", Rev. Acad. Colom. Cieñe, vol. xxi, 1997, pp. 281-293.

45. F. J. Duarte, "Sobre las geometrías no euclidianas", Rev. Acad. Colom. Cieñe, vol. vil, 1946, p. 63-81.

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CLARA HELENA SÁNCHEZ BOTERO

en las demostraciones observadas por Otto de Alencar Silva (1874-1912), en su trabajo sobre teoría racional de las curvas presentado en el Con­greso Científico Latinoamericano de Rio de Janeiro en 19054 . Hay que decir que Otto de Alencar Silva, quien participó en el Congreso con un trabajo sobre el mismo tema, es considerado el mejor matemático brasi­leño de la época y es reconocido por los historiadores de la matemática en Brasil como el primer brasileño que logró superar el positivismo comteano que imperaba en Brasil en la época, positivismo que retrasó el desarrollo de la ciencia en ese país. Aunque en las tesis de doctorado de los brasileños del siglo xix se puede apreciar que también desconocían los grandes avances de la matemática en el siglo xix, con la obra de Otto de Alencar Silva y sus alumnos "despega" la matemática moderna en Brasil, lo que no ocurrió en Colombia sino hasta los años 195o47.

En 1931 ya se reconocía que Garavito no había dejado escuela; en la sección editorial de los Anales de Ingeniería se afirmaba: "Ni aquí pode­mos soñar con la industrialización de Norte América, ni tampoco ten­dremos ocasión de servir como avanzada en el campo de las investiga­ciones científicas, como lo prueba el caso de Garavito, aventajadísimo matemático, genio analítico por excelencia, que no pudo formar escuela ni dejó obra perdurable aceptada por la ciencia universal"4 .

Garavito, como Miguel Antonio Caro, hasta donde sabemos, tam­poco salió de las fronteras patrias, salvo su viaje a Brasil al Congreso ya mencionado. Quizás ese ambiente conservador que se vivía en la Repú­blica y que impedía aceptar los avances en la ciencia, como es el caso del rechazo de las ideas de Darwin por Caro, impidieron que Garavito pu-

46. Garavito entró en seria polémica con el brasileño y dejó constancia en artículo publicado en los Anales. Sobre la polémica Alencar Silva se puede ver el artículo de Alberto Campos, "La polémica de De Alancar-Silva (sic) sobre la teoría racional de las curvas", Lecturas Matemáticas, vol. v, 1984, pp. 79-97.

47 Clovis Pereira da Silva, "Otto de Alencar Silva: Um pionero da pesquisa mate­mática no Brasil", Revista da SBHC, n° 7,1992, pp. 31-40. Circe Mary Silva da Silva, "The Influence of Positivism on the Teaching of Mathematics in Brazil: 1870-1930", Historia Mathematica, vol. xxvi, 1999, pp. 327-343.

48. Sección Editorial, "Reflexiones sobre la enseñanza de las matemáticas en las Escuelas de Ingeniería" Anales de Ingeniería, vol. xxxix, pp. 401-403.

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MATEMÁTICAS E INGENIERÍA EN LA REPÚBLICA CONSERVADORA

diera aceptar los avances en áreas que debía conocer bien, como la geo­metría. En su caso, "la verdad revelada" era la geometría euclidiana: no había otra posible, sus postulados son evidentes y lo evidente es verdade­ro, como afirmaba su maestro Indalecio Liévano. Garavito fue un alum­no de excelencia en la Escuela de Ingeniería, especialmente en el área de las matemáticas, y el hecho de que desde tan joven, apenas a un año de su graduación, se le nombrara director del Obsevatorio, profesor de cálculo y mecánica analítica, los cursos de matemáticas de más alto nivel en la carrera de ingeniería, debió marcarlo como un ser "superior", portador de las verdades científicas, y respetado por las élites bogotanas. Pero al igual que en Miguel Antonio Caro, el poder parece significar autoritaris­mo, y la palabra de su máxima autoridad, "verdad revelada". ¿Cómo expli­car entonces que Garavito se "tome" los Anales de Ingeniería, en cuanto a artículos de matemáticas, física y astronomía se refiere, y los múltiples colaboradores que hubo en los primeros volúmenes disminuyan sensi­blemente? ¿Cómo explicar que apenas a un año de su muerte aparezca un excelente artículo titulado "Julio Garavito y las geometrías no eucli-deanas"49 donde el autor bien documentado muestra las fallas en los ra­zonamientos de Garavito para rechazarlas; o el artículo de su alumno Darío Rozo sobre la física de Einstein? ¿Cómo explicar la defensa vehe­mente de sus alumnos, especialmente de Alvarez Lleras, uno de los más cercanos, ante críticas muy bien sustentadas del venezolano F. J. Duarte50

por sus trabajos sobre las geometrías no euclidianas?

Me parece que esa actitud temerosa hacia todo lo nuevo y las dificulta­des de nuestro país para estar en contacto con el desarrollo de la ciencia en Europa no propiciaron el avance de la matemática entre los alumnos de Garavito; autores como Jorge Arias de Greiff51 o L. C. Arboleda y Ana-

49. Julio Carrizosa Valenzuela, "Julio Garavito y las geometrías no euclideanas", Universidad, N° 19,1921.

50. Duarte, op.cit. 51. Considero pertinente, en aras de la equidad ante mi posición hacia Garavito,

citar in extenso a Jorge Arias de Greiff en su artículo de Lecturas Dominicales, El Tiem­po, 3 de enero de 1999: "En una situación que hoy se ha vuelto polémica, se vio engarza­do Garavito en cuanto la ideología positiva conservadora lo llevó a apuntalar 'El edifi­cio de la Ciencia', cuyo aparato mostraba fisuras que se ensanchaban a medida que avan-

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cona52 justifican la posición de Garavito por su concepción del mundo, el lugar y el momento histórico que le tocó vivir. Garavito, sin embargo, no ha sido suficientemente estudiado a pesar de la Ley 128 de 1919 que ordenaba la edición de sus obras (no se ha hecho a la fecha), y la erección de un busto en el Observatorio (se hizo apenas en 1945); la Academia Colombiana de Ciencias y la Universidad Nacional están en mora de re­copilar toda su obra y presentar un estudio interdisciplinario sobre ella, y su impacto en el desarrollo de la ciencia en Colombia.

Conclusión

Los 36 manuscritos de las tesis para ser profesor de matemáticas han sido objeto de un trabajo que aún se encuentra en proceso de elaboración y nos permiten, junto con los artículos sobre matemáticas publicados en los Anales de Ingeniería, tener un panorama bastante claro del estado de conocimiento que en matemáticas tenían nuestros ingenieros de finales del siglo xix y comienzos del xx: conocían las matemáticas necesarias para la ingeniería y no sólo en función de su aplicación, pues también

zaba el pensamiento científico. Obcecado por esa ideología y desconectado de muchas de las fuentes primarias de esos progresos, con un método de trabajo por completo diferente del de hoy, en el que se parte del último paper que se pesca, con intención de avanzar desde ese punto. En el mundo de Garavito, muy francés, se partía cada vez de hipótesis primarias aceptadas desde siglos y no siempre discutidas y se avanzaba hasta resultados que tampoco se discutían, por venir de una autoridad jerárquica, que ya Ga­ravito lo era. Metido el país en el hueco negro de la regeneración, con terror a las ideas foráneas, que solo sirven para mostrar que los asustados no son sino criollos realistas que subsisten en nuestra semiindependencia, no es de extrañar lo ocurrido con Gara-vito... ¡Lástima que Garavito no conoció el trabajo original de Einstein! Sólo le llegaron versiones de segunda mano, las que alcanzaban a penetrar la costra mundial de la rege­neración radical. Es así como acogió las explicaciones de la conjetura de la astronomía reaccionaria, que buscó artilugios para desacreditar a Einstein, un físico teórico y ade­más judío, Satán en persona. En esos días el positivismo clerical aceptaba la física expe­rimental, útil, sana y bajo su control; desconfiaba de la física teórica, que se escapaba de sus manos. Pronto la relatividad sería tildada de 'bolchevique'".

52. L. C. Arboleda y M. P. Anacona, "Las geometrías no euclidianas en Colombia. La apuesta euclidiana del profesor Julio Garavito (1865-1920)", Quipu, vol. xi, n° 1,1994, pp. 7-24.

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estuvieron interesados en sus aspectos históricos y teóricos. Nos mues­tran igualmente el desconocimiento que tenían sobre temas de avanzada en Europa. El siglo xix se caracterizó por sus grandes avances en la disci­plina: aparición de las geometrías no euclidianas (Bolyai, Lobatchevsky) y desarrollo del álgebra abstracta (Abel, Galois) en la década de 1830, rigor del análisis (Cauchy, Weierstrass) en los años 1820-1850, algebrización de la lógica (Boole, De Morgan) en 1850, creación de la teoría de conjun­tos (Cantor, Dedekind), en la década de 1880, axiomatización de los núme­ros naturales (Peano) y axiomatización formal de la geometría (Hilbert) a finales del siglo. Quizás una explicación se encuentre en el siguiente párrafo, el cual podemos aplicar a los ingenieros del siglo xix y primera mitad del siglo xx interesados en la matemática:

Parece ser característica del colombiano que no se aplique con exclusivis­

mo a una sola cosa, sino que tenga que desperdigar su esfuerzo o su inte­

lecto en muchas direcciones; este hábito que, en el orden material puede

ser hasta provechoso en países de escaso desarrollo, en lo intelectual o

científico se torna defecto, pues demerita o rebaja la calidad de lo que se

haga al no permitir su plena fructificación53.

El lamentable atraso de la matemática y la física en Colombia en la primera mitad del siglo xx54 se refleja en los artículos publicados sobre estos temas en los primeros treinta números de la Revista de la Academia de Ciencias, fundada en 1936, cuando su director Jorge Alvarez Lleras lo único que tiene para publicar son los trabajos de Garavito55, en su mayo­ría ya publicados en los Anales, y algunas novedades menores de Víctor E. Caro, hijo de don Miguel Antonio, quien estudió ingeniería en la Na­cional, no terminó y se dedicó esencialmente a la enseñanza de las mate­máticas en colegios y universidades de Bogotá.

53. Gustavo Perry, op. cit, p. 11 54. En un informe de la UNESCO realizado en 1951 sobre la contribución de

Latinoamérica al progreso de la matemática, Colombia no se menciona. 55. De los 28 artículos sobre matemáticas y física publicados entre 1936 y 1950,19

son de Garavito, y 4 de Víctor Caro.

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Parece claro que los intereses partidistas no ejercieron una influencia significativa ni en favor ni en contra del desarrollo de la ciencia en la se­gunda mitad del siglo xix y los comienzos del xx5 . Con la llegada de los liberales al poder en 1930 quizás no cambiaran substancialmente las cosas para la ingeniería, que ya se había consolidado como una profesión respe­table en el país, pero sí lo harán para la matemática. En los años treinta se fundan la Academia Colombiana de Ciencias con su revista y la Escuela Normal Superior; en la primera se crea una sección de ciencias exactas con ingenieros reconocidos por su interés en la matemática, y en la segun­da se formarán profesores del más alto nivel en casi todas las áreas del conocimiento. En la Escuela Normal Superior se dará el título de doctor en matemáticas, lo que muestra que los estudios de matemáticas "puras" ocuparon un lugar central en la institución, a la que llegaron profesores extranjeros exilados como el alemán Kurt Freudental y el español Francis­co Vera, para el área de las matemáticas; por el contrario, los profesores de la Facultad de Ingeniería parecen haberse limitado a la preparación de sus cursos con los mismos textos del siglo xix. Permanecieron, en su ma­yoría, desconociendo los avances de la hoy llamada matemática moderna.

Las limitaciones estructurales de un país con tantas dificultades económicas y tantos problemas sociales y políticos impidieron y siguen impidiendo que un deseo por fortalecer la educación y la ciencia en Co­lombia se lleven efectivamente a cabo como una prioridad nacional. Pero, a mi saber y entender, no ha sido estudiado cómo afectó en el desarrollo de la ciencia ese espíritu conservador de no apertura hacia nuevas ideas, marcado por un pensamiento como el de Caro:

... En general, toda razón científica es buena, muy buena, subordinada al

principio religioso, a la verdad; mala, muy mala, independiente, o subor­

dinada al error...'7.

56. Diana Obregón, Sociedades científicas en Colombia, 1850-1936, Banco de la Repú­blica, Bogotá, 1992.

57. Miguel Antonio Caro, "Estudio sobre el utilitarismo" (1869), en Obras, tomo 1, filosofía, religión, pedagogía, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1962, p. 154.

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Entre las ciencias básicas, física, biología, química, la matemática fue cultivada por los ingenieros interesados en ella por su bajo costo: no re­quiere de laboratorios. La Escuela de Ingeniería de Bogotá fue entonces el refugio de esos aficionados hasta la década de 1950 y esa afición hizo de los ingenieros formados en Bogotá a los matemáticos colombianos, sal­vo muy contadas excepciones, como es el caso de Luis de Greiff Bravo de la Escuela de Minas de Medellín.

Un conservador, el ingeniero Julio Carrizosa Valenzuela, quien fuera ministro de Educación y rector de la Universidad Nacional, hizo en los cuarenta un balance bastante desolador sobre el estado de la ciencia en Colombia5 . Por ello fundó en la Universidad Nacional en 1946, siendo rector Gerardo Molina, una Facultad de Ciencias con el fin del estimular entre los jóvenes el estudio de las ciencias básicas. Catorce cursos libres se abrieron en 1947. Esa facultad apenas sobrevivió 10 años, pero a ella llegó el profesor Cario Federici la víspera del 9 de abril de 1948, y en 1951 el matemático húngaro Juan Horváth, a la recién fundada Universidad de los Andes. Con su presencia y el apoyo institucional se graduaron los primeros matemáticos colombianos y se entró por fin en el siglo xx.

58. Julio Carrizosa Valenzuela, Nuestra Facultad de Ciencias, s. f.

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