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Como detectar mentiras paul ekman

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¿Sabe usted en qué momentoalguien está mintiendo? ¿Es capazde discernir las pistas que loLlevarán a averiguarlo? En cualquiercaso, el libro del doctor Ekman Leenseñará, entre otras muchascosas, que Las pupilas dilatadas y elparpadeo pueden indicar lapresencia de una emoción; que elrubor puede ser signo de vergüenza,rabia o culpa; que ciertos ademanesson indicio de un sentimientonegativo; que una manera de hablarmás veloz de lo habitual y en unvolumen más alto tal vez denote ira,

temor o irritación… Y éstos son sóloalgunos de los indicadores que elautor utiliza para distinguir larealidad de la ficción. Tanto en sucasa como en su Lugar de trabajo,esta guía Le ayudará a aprender enqué elementos (no verbales) de lacomunicación debe usted fijarsepara saber si Le están diciendo Laverdad, incluyendo un cuestionariode 38 preguntas que le permitirándescubrir cualquier tipo de engaño.

Paul Ekman

COMO DETECTARMENTIRAS

ePub r1.0eudaimov 28.09.13

Título original: Telling LiesPaul EkmanTraducción: Leandro WolfsonDiseño de portada: Idee

Editor digital: eudaimovePub base r1.0

A la memoria de Erving Goffman,extraordinario amigo y colega y a

mi esposa, Mary Ann Masón,crítica y confidente.

RECONOCIMIENTOS

Estoy agradecido a la Clinical-Research Branch of the National Instituteof Mental Health (División deInvestigaciones clínicas del InstitutoNacional de la Salud Mental) por elapoyo que brindó a mi investigaciónsobre la comunicación no verbal entre1963 y 1981 (MH 11976). El ResearchScientist Award Program (Programa dePremios a la Investigación Científica) dedicha institución ha financiado tanto eldesarrollo de mi proyecto deinvestigaciones durante la mayor parte

de los últimos veinte años, como laredacción de este libro (MH 06092).Deseo asimismo agradecer a laFundación Harry F. Guggenheim y a laFundación John D. y Catherine T.MacArthur por el respaldo queofrecieron a algunos de los estudiosmencionados en los capítulos 4 y 5.Wallace V. Friesen, con quien trabajédurante más de dos décadas, merece enigual medida que yo, que se le acreditenlos hallazgos de los que doy cuenta enesos capítulos; muchas de las ideasexpuestas en esta obra surgieron enprimer lugar en esas dos décadas dediálogo entre nosotros.

A Silvan S. Tomkins, amigo, colegay maestro, quiero agradecerle que mehaya alentado a escribir este libro, asícomo los comentarios y sugerencias queme hizo llegar sobre el manuscrito. Uncierto número de otros amigos loleyeron y pude beneficiarme con suscríticas, formuladas desde distintospuntos de vista: Robert Blau, médico;Stanley Caspar, abogado; Jo Carson,novelista; Ross Mullaney, ex agente delFBI; Robert Pickus, político; RobertOmstein, psicólogo; y Bill Williams,asesor en administración de empresas.Mi esposa Mary Ann Masón fue miprimera lectora y mi crítica paciente y

constructiva.Debatí muchas de las ideas

presentadas en el libro con ErvingGoffman, quien estaba interesado en elengaño desde un ángulo sumamentediferente, y pude disfrutar del contraste,aunque no la contradicción, entrenuestras diversas perspectivas. Recibirsus comentarios acerca del manuscritohabría sido un honor para mí, peroGoffman murió de manera imprevistapoco antes de que se lo enviase. Ellector y yo nos hemos visto perjudicadospor este hecho luctuoso, a raíz del cualel diálogo entre Goffman y yo sobre estelibro sólo pudo tener lugar en mi propia

mente.

PRÓLOGO A LA NUEVAEDICIÓN

Al releer los primeros ochocapítulos que formaban la primeraedición publicada en 1985, así como loscapítulos 9 y 10, que se añadieron a lasegunda edición publicada en 1992,sentí un gran alivio al no descubrir nadaque considerara incorrecto. El undécimocapítulo, añadido a esta tercera edición,contiene nuevas distinciones teóricas, unbreve resumen de nuevosdescubrimientos y un conjunto deexplicaciones de por qué la mayoría de

las personas, incluidos losprofesionales, no saben detectarmentiras.

Con el paso del tiempo y con másresultados procedentes de lainvestigación me siento un poco menoscauto sobre la posibilidad de detectarmentiras a partir de la actitud. Nuestraconfianza también ha crecido comoresultado de las actividades deenseñanza que hemos realizado. Durantelos últimos quince años, me he dedicadoa enseñar, junto con mis colegas MarkFrank (Universidad Rutgers) y MaureenO’Sullivan (Universidad de SanFrancisco), el material contenido en

Cómo detectar mentiras a personal deseguridad de Estados Unidos, ReinoUnido, Israel, Hong Kong, Canadá yAmsterdam. Las personas a las quehemos enseñado no estaban interesadasen este tema desde un punto de vistaacadémico; su intención era aplicarlo deinmediato y nos han aportado muchosejemplos que confirman distintas ideascontenidas en Cómo detectar mentiras.

Basándonos en nuestras propiasinvestigaciones y en las experienciasque nos han explicado distintosprofesionales de los cuerpos deseguridad, tengo plena confianza en losiguiente. Las probabilidades de

distinguir con éxito si una personamiente o dice la verdad son máximascuando:

La mentira se cuenta por primeravez.

La persona no ha contado antesmentiras de esta clase.

Hay mucho en juego, sobre todo siexiste amenaza de un castigo severo.

El entrevistador carece de prejuiciosy no se apresura a sacar conclusiones.

El entrevistador sabe cómo alentaral entrevistado para que cuente su relato(cuanto más palabras se digan, mejor sepodrá distinguir la mentira de laverdad).

El entrevistador y el entrevistadoproceden del mismo contexto cultural yhablan el mismo idioma.

El investigador considera que losindicios descritos en Cómo detectarmentiras señalan la importancia deobtener más información en lugar deverlos como pruebas de que se miente.

El entrevistador es consciente de lasdificultades (que se describen en Cómodetectar mentiras) de identificar aquienes se encuentran bajo sospecha dehaber cometido un delito pero soninocentes y dicen la verdad.

«Cuando la situaciónsemeja ser exactamente talcomo se nos aparece, laalternativa más probable esque sea una farsa total; cuandola farsa es excesivamenteevidente, la posibilidad másprobable es que no haya nadade farsa.» —

Erving Goffman, Strategic Interaction.

«El marco de referenciaque aquí importa no es el de la

moral sino el de lasupervivencia. La capacidadlingüística para ocultarinformación, informarerróneamente, provocarambigüedad, formular hipótesise inventar es indispensable, entodos los niveles —desde elcamuflaje grosero hasta lavisión poética—, para elequilibrio de la concienciahumana y el desarrollo delhombre en la sociedad…»

—George Steiner, After Babel.

«Si la falsedad, como laverdad, tuviese un solo rostro,estaríamos mejor, ya quepodríamos considerar cierto loopuesto de lo que dijo elmentiroso. Pero lo contrario ala verdad tiene mil formas y uncampo ilimitado.»

—Montaigne, Ensayos.

1. INTRODUCCIÓN

Es el 15 de septiembre de 1938 y vaa iniciarse uno de los engaños másinfames y mortíferos de la historia.Adolf Hitler, canciller de Alemania, yNeville Chamberlain, primer ministro deGran Bretaña, se encuentran por vezprimera. El mundo aguarda expectante,sabiendo que ésta puede ser la últimaesperanza de evitar otra guerra mundial.(Hace apenas seis meses las tropas deHitler invadieron Austria y laanexionaron a Alemania. Inglaterra yFrancia protestaron, pero nada más.) El

12 de septiembre, tres días antes de estareunión con Chamberlain, Hitler exigeque una parte de Checoslovaquia seaanexionada también a Alemania, e incitaa la revuelta en ese país. Secretamente,Hitler ya ha movilizado al ejércitoalemán para atacar Checoslovaquia,pero sabe que no estará listo para ellohasta finales de septiembre.

Si Hitler logra evitar durante unassemanas más que los checoslovacosmovilicen sus tropas, tendrá la ventajade un ataque por sorpresa. Para ganartiempo, le oculta a Chamberlain susplanes de invasión y le da su palabra deque si los checos satisfacen sus

demandas se preservará la paz.Chamberlain es engañado; trata depersuadir a los checos de que nomovilicen su ejército mientras exista aúnuna posibilidad de negociar con Hitler.Después de su encuentro con éste,Chamberlain le escribe a su hermana:«…pese a la dureza y crueldad que mepareció ver en su rostro, tuve laimpresión de que podía confiarse en esehombre si daba su palabra de honor»[1].Cinco días más tarde, defendiendo supolítica en el Parlamento frente aquienes dudaban de la buena fe deHitler, Chamberlain explica en undiscurso que su contacto personal con

Hitler le permitía decir que éste «decíalo que realmente pensaba».[2]

Cuando comencé a estudiar lamentira, hace quince años, no tenía ideaen absoluto de que mi trabajo pudieratener alguna relación con esta clase dementiras. Pensaba que sólo podía serútil para los que trabajaban conenfermos mentales. Dicho estudio sehabía iniciado cuando unos terapeutas aquienes les había comunicado mishallazgos anteriores —que lasexpresiones faciales son universales, entanto que los ademanes son específicosde cada cultura— me preguntaron siesos comportamientos no verbales

podían revelar que el paciente estabamintiendo.[3] Por lo general esto noorigina dificultades, pero se convierteen un problema cuando un individuo queha sido internado en un hospital a raíz deun intento de suicidio simula que sesiente mucho mejor. A los médicos losaterroriza ser engañados por un sujetoque se suicida cuando queda libre de lasrestricciones que le ha impuesto elhospital. Esta inquietud práctica de losterapeutas planteó una cuestiónfundamental acerca de la comunicaciónhumana: ¿pueden las personas controlartodos los mensajes que transmiten,incluso cuando están muy perturbadas, o

es que su conducta no verbal delatará loque esconden las palabras?

Busqué entre mis filmaciones deentrevistas con pacientes psiquiátricosun caso de mentira. Había preparadoesas películas con una finalidad distinta:identificar las expresiones del rostro ylos ademanes que podían ayudar adiagnosticar un tipo de trastorno mentaly su gravedad. Ahora que mi interés secentraba en el engaño, me parecía verseñales de mentiras en muchos de esosfilmes. La cuestión era cómo estarseguro de que lo eran. Sólo en un casono tuve ninguna duda, por lo que sucediódespués de la entrevista.

Mary era un ama de casa de 42 años.El último de sus tres intentos de suicidiohabía sido muy grave: sólo porcasualidad alguien la encontró antes deque la sobredosis de píldoras que habíatomado acabase con ella. Su historia noera muy diferente de la de tantas otrasmujeres deprimidas de mediana edad.Los chicos habían crecido y ya no lanecesitaban, su marido parecíaenfrascado totalmente en su trabajo…Mary se sentía inútil. Para la época enque fue internada en el hospital ya no eracapaz de llevar adelante el hogar, nodormía bien y pasaba la mayor parte deltiempo llorando a solas.

En las tres primeras semanas queestuvo en el hospital fue medicada ehizo terapia de grupo. Parecióreaccionar bien: recobró la vivacidad ydejó de hablar de suicidarse. En una delas entrevistas que filmamos, Mary lecontó al médico lo mejorada que seencontraba, y le pidió que la autorizara asalir el fin de semana. Pero antes derecibir el permiso… confesó que habíamentido para conseguirlo: todavíaquería, desesperadamente, matarse.Debió pasar otros tres meses en elhospital hasta recobrarse de veras,aunque un año más tarde tuvo unarecaída. Luego dejó el hospital y, por lo

que sé, aparentemente anduvo bienmuchos años.

La entrevista filmada con Mary hizocaer en el error a la mayoría de losjóvenes psiquiatras y psicólogos aquienes se la mostré, y aun a muchos delos expertos.[4] La estudiamoscentenares de horas, volviendo atrásrepetidas veces, inspeccionando cadagesto y cada expresión con cámara lentapara tratar de descubrir cualquierindicio de engaño. En una brevísimapausa que hizo Mary antes de explicarleal médico cuáles eran sus planes para elfuturo, vimos en cámara lenta una fugazexpresión facial de desesperación, tan

efímera que la habíamos pasado por altolas primeras veces que examinamos elfilm. Una vez que advertimos que lossentimientos ocultos podíanevidenciarse en estas brevísimasmicroexpresiones, buscamos yencontramos muchas más, que habitualmente eran encubiertas al instante poruna sonrisa. También encontramos unmicroademán: al contarle al médico lobien que estaba superando susdificultades, Mary mostraba a veces unfragmento de gesto de indiferencia, nisiquiera era un ademán completo, sinosólo una parte: a veces, se trataba de unaleve rotación de una de sus manos, otras

veces las manos quedaban quietas peroencogía un hombro en forma casiimperceptible.

Creímos haber observado otrosindicios no verbales del engaño, pero noestábamos seguros de haberlosdescubierto o imaginado. Cualquiercomportamiento inocente parecesospechoso cuando uno sabe que elsujeto ha mentido. Sólo una mediciónobjetiva, no influenciada por nuestroconocimiento de que la persona mentía odecía la verdad, podía servimos comoprueba que corroborase lo que habíamosobservado. Además, para estar segurosde que los indicios de engaño

descubiertos no eran idiosincrásicos,teníamos que estudiar a mucha gente.Lógicamente, para el encargado dedetectar las mentiras —el cazador dementiras— todo sería mucho mássencillo si las conductas que traicionanel engaño de un sujeto fuesen evidentestambién en las mentiras de otros sujetos;pero ocurre que los signos del engañopueden ser propios de cada individuo.Diseñamos un experimento, tomandocomo modelo la mentira de Mary, en elcual los sujetos estudiados tenían unaintensa motivación para ocultar lasfuertes emociones negativasexperimentadas en el momento de

mentir. Les hicimos observar a estossujetos una película muy perturbadora,en la que aparecían escenas quirúrgicassangrientas; debían ocultar sussentimientos reales de repugnancia,disgusto o angustia y convencer a unentrevistador que no había visto el filmde que habían disfrutado una películadocumental en la que se presentabanbellos jardines floridos. (En loscapítulos 4 y 5 damos cuenta de nuestroshallazgos.)

No pasó más de un año —aúnestábamos en las etapas iniciales denuestros experimentos sobre mentiras—cuando me enteré de que me estaban

buscando ciertas personas interesadasen un tipo de mentiras muy diferente.¿Podían servir mis métodos o mishallazgos para atrapar a ciertosnorteamericanos sospechosos detrabajar como espías para otros países?A medida que fueron pasando los años ynuestros descubrimientos sobre losindicios conductuales de los engaños depacientes a sus médicos se publicaronen revistas científicas, las solicitudesaumentaron. ¿Qué opinaba yo sobre laposibilidad de adiestrar a losguardaespaldas de los integrantes delgabinete para que pudiesenindividualizar, a través de sus ademanes

o de su modo de caminar, a un terroristadispuesto a asesinar a uno de estos altosfuncionarios? ¿Podíamos enseñarle alFBI a entrenar a sus policías para quefuesen capaces de averiguar cuándomentía un sospechoso? Ya no mesorprendió cuando me preguntaron sisería capaz de ayudar a los funcionariosque llevaban a cabo negociacionesinternacionales del más alto nivel paraque detectasen las mentiras del otrobando, o si a partir de unas fotografíastomadas a Patricia Hearst mientrasparticipó en el asalto a un banco podríadecir si ella había tenido o no elpropósito de robar. En los cinco últimos

años el interés por este tema seinternacionalizó: tomaron contactoconmigo representantes de dos paísescon los que Estados Unidos manteníarelaciones amistosas, y en una ocasiónen que yo estaba dando unasconferencias en la Unión Soviética, seme aproximaron algunos funcionariosque dijeron pertenecer a un «organismoeléctrico» responsable de losinterrogatorios.

No me causaba mucho agrado esteinterés; temía que mis hallazgos fuesenaceptados acríticamente o aplicados enforma apresurada como producto de laansiedad, o que se utilizasen con fines

inconfesables. Pensaba que a menudolas claves no verbales del engaño noserían evidentes en la mayor parte de losfalseamientos de tipo criminal, políticoo diplomático; sólo se trataba de«corazonadas» o conjeturas. Cuando erainterrogado al respecto no sabíaexplicar el porqué. Para lograrlo, teníaque averiguar el motivo de que laspersonas cometiesen errores al mentir,como de hecho lo hacen. No todas lasmentiras fracasan en sus propósitos:algunas son ejecutadas impecablemente.No es forzoso que haya indiciosconductuales —una expresión facialmantenida durante un tiempo excesivo,

un ademán habitual que no aparece, unquiebro momentáneo de la voz—. Debíahaber signos delatores. Sin embargo, yoestaba seguro de que tenían que existirciertos indicios generales del engaño, deque aun a los mentirosos másimpenetrables los tenía que traicionar sucomportamiento. Ahora bien: sabercuándo una mentira lograba su objetivoy cuándo fracasaba, cuándo tenía sentidoindagar en busca de indicios y cuándono, significaba saber cómo diferían entresí las mentiras, los mentirosos y losdescubridores de mentiras.

La mentira que Hitler le dijo aChamberlain y la que Mary le dijo a su

médico implicaban, ambas, engañossumamente graves, donde lo que estabaen juego eran vidas humanas. Ambosescondieron sus planes para el futuro y,como aspecto central de su mentira,simularon emociones que no tenían. Perola diferencia entre la primera de estasmentiras y la segunda es enorme. Hitleres un ejemplo de lo que más tardedenominaré «ejecutante profesional»;además de su habilidad natural, teníamucho más práctica en el engaño queMary.

Por otra parte, Hitler contaba conuna ventaja: estaba engañando a alguienque deseaba ser engañado. Chamberlain

era una víctima bien dispuesta, ya que élquería creer en la mentira de Hitler, enque éste no planeaba iniciar la guerra encaso de que se modificasen las fronterasde Checoslovaquia de tal modo quesatisficiese a sus demandas. De locontrario, Chamberlain iba a tener quereconocer que su política deapaciguamiento del enemigo habíafallado, debilitando a su país.Refiriéndose a una cuestión vinculadacon ésta, la especialista en cienciapolítica Roberta Wohlstetter sostuvo lomismo en su análisis de los engaños quese llevan a cabo en una carreraarmamentista. Aludiendo a las

violaciones del acuerdo naval anglo-germano de 1936 en que incurrióAlemania, dijo: «Tanto el transgresorcomo el transgredido (…) tenían interésen dejar que persistiera el error. Ambasnecesitaban preservar la ilusión de queel acuerdo no había sido violado. Eltemor británico a una carreraarmamentista, tan hábilmentemanipulado por Hitler, llevó a eseacuerdo naval en el cual los ingleses(sin consultar ni con los franceses ni conlos italianos) tácitamente modificaron elTratado de Versalles; y fue ese mismotemor de Londres el que le impidióreconocer o admitir las violaciones del

nuevo convenio».[5]

En muchos casos, la víctima delengaño pasa por alto los errores quecomete el embustero, dando la mejorinterpretación posible a sucomportamiento ambiguo y entrando enconnivencia con aquél para mantener elengaño y eludir así las terriblesconsecuencias que tendría para ellamisma sacarlo a la luz. Un maridoengañado por su mujer que hace casoomiso de los signos que delatan eladulterio puede así, al menos, posponerla humillación de quedar al descubiertocomo cornudo y exponerse a laposibilidad de un divorcio. Aun cuando

reconozca para sí la infidelidad de suesposa, quizá coopere en ocultar suengaño para no tener que reconocerloante ella o ante los demás. En la medidaen que no se hable del asunto, tal vez lequede alguna esperanza, por remota quesea, de haberla juzgadoequivocadamente, de que ella no estéenvuelta en ningún amorío.

Pero no todas las víctimas semuestran tan bien dispuestas a serengañadas. A veces, ignorar una mentirao contribuir a su permanencia no traeaparejado ningún beneficio. Haydescubridores de mentiras que sólo sebenefician cuando éstas son expuestas, y

en tal caso nada pierden. El experto eninterrogatorios policiales o elfuncionario de un banco encargado deotorgar los préstamos sólo pierden si losembaucan, y para ellos cumplir bien consu cometido significa descubrir alembaucador y averiguar la verdad. Amenudo la víctima pierde y gana a la vezcuando es descaminada o cuando lamentira queda encubierta; pero sueleocurrir que no haya un equilibrio entrelo perdido y lo ganado. Al médico deMary le afectaba muy poco creer en sumentira. Si realmente ella se habíarecuperado de su depresión, tal vez a élse le adjudicase algún mérito por ello;

pero si no era así, tampoco era mucho loque habría perdido. Su carrera no estabaen juego, como sucedía en el caso deChamberlain. No se habíacomprometido públicamente y a pesarde las opiniones en contra de otros conun curso de acción que, en caso dedescubrirse la mentira de Mary, pudieraresultar equivocado. Era mucho más loque el médico podía perder si Mary loembaucaba, que lo que podía ganar siella decía la verdad. Para Chamberlain,en cambio, ya era demasiado tarde en1938: si Hitler mentía, si no había otramanera de detener su agresión quemediante la guerra, la carrera de

Chamberlain estaba finiquitada y laguerra que él había creído poderimpedir iba a comenzar.

Con independencia de lasmotivaciones que Chamberlain tuviesepara creer en Hitler, la mentira de éstetenía probabilidades de lograr supropósito a raíz de que no le eranecesario encubrir emocionesprofundas. Con frecuencia, una mentirafalla porque se trasluce algún signo deuna emoción oculta. Y cuanto másintensas y numerosas sean las emocionesinvolucradas, más probable es que elembuste sea traicionado por algunaautodelación manifestada en la conducta.

Por cierto que Hitler no se habríasentido culpable —sentimiento éste quees doblemente problemático para elmentiroso, ya que no sólo puedentraslucirse señales de él, sino queademás el tormento que lo acompañabatal vez lo lleve a cometer errores fatales—. Hitler no se iba a sentir culpable dementirle al representante de un país quele había infligido una humillante derrotamilitar a Alemania cuando él era joven.A diferencia de Mary, Hitler no tenía encomún con su víctima valores socialesimportantes; no lo respetaba ni loadmiraba. Mary, por el contrario, debíaocultar intensas emociones si pretendía

que su mentira triunfase; debía sofocarsu desesperación y la angustia que lallevaban a querer suicidarse, y ademástenía buenos motivos para sentirseculpable por mentirle a los médicos queella quería y admiraba, y que, lo sabíamuy bien, sólo deseaban ayudarla.

Por todas estas razones y algunasmás, habitualmente será mucho mássencillo detectar indicios conductualesde un engaño en un paciente suicida o enuna esposa adúltera que en undiplomático o en un agente secreto. Perono todo diplomático, criminal o agentede información es un mentiroso perfecto.A veces cometen errores. Los análisis

que he realizado permiten estimar laprobabilidad de descubrir los indiciosde un engaño o de ser descaminado poréste. Mi recomendación a quienes estáninteresados en atrapar criminales oenemigos políticos no es que prescindande estos indicios conductuales sino quesean más cautelosos, que tengan másconciencia de las oportunidades queexisten pero también de las limitaciones.

Ya hemos reunido algunas pruebassobre estos indicios conductuales delengaño, pero todavía no son definitivas.Si bien mis análisis de cómo y por quémiente la gente, y de cuándo fallan lasmentiras, se ajustan a los datos de los

experimentos realizados sobre el mentir,así como a los episodios que noscuentan la historia y la literatura,todavía no ha habido tiempo de someterestas teorías a otros experimentos yargumentaciones críticas, No obstante,he resuelto no esperar a tener todas estasrespuestas para escribir el presentelibro, porque los que están tratando deatrapar a los mentirosos no puedenesperar. Cuando es mucho lo que unerror puede poner en peligro, de hechose intenta discernir esos indicios noverbales. En la selección de miembrosde un jurado o en las entrevistas paradecidir a quién se dará un puesto

importante, «expertos» nofamiliarizados con todas las pruebas yargumentos existentes ofrecen susservidos como descubridores dementiras. A ciertos funcionariospoliciales y detectives profesionales queutilizan el «detector de mentiras» se lesenseñan cuáles son esas clavesconductuales del engaño. Más o menosla mitad de la información utilizada enlos materiales de estos cursos decapacitación, por lo que he podido ver,es errónea. Altos empleados de laaduana siguen un curso especial paraaveriguar indicios no verbales que lespermitan capturar a los contrabandistas;

me dijeron que en estos cursosempleaban mis trabajos, pero mireiterada insistencia en ver talesmateriales no tuvo otro resultado que lano menos reiterada promesa «nosvolveremos a poner en contacto conusted de inmediato». Conocer lo queestán haciendo los organismos deinformación del Estado es imposible,pues su labor es secreta. Sé que estáninteresados en mis trabajos, porque haceseis años el Departamento de Defensame invitó para que explicase cuáleseran, a mi juicio, las oportunidades y losriesgos que se corrían en esta clase deaveriguación. Más tarde oí rumores de

que la tarea de esa gente seguía su curso,y pude obtener los nombres de algunosde los participantes. Las cartas que lesenvié no recibieron respuesta, o bienésta fue que no podían decirme nada. Mepreocupan estos «expertos» que nosometen sus conocimientos al escrutiniopúblico ni a las capciosas críticas de lacomunidad científica. En este libropondré en claro, ante ellos y ante laspersonas para quienes trabajan, quépienso de esas oportunidades y de esosriesgos.

Mi finalidad al escribirlo no ha sidodirigirme sólo a quienes se venenvueltos en mentiras mortales. He

llegado al convencimiento de que elexamen de las motivaciones ycircunstancias que llevan a la gente amentir o a decir la verdad puedecontribuir a la comprensión de muchasrelaciones humanas. Pocas de éstas noentrañan algún engaño, o al menos laposibilidad de un engaño. Los padresles mienten a sus hijos con respecto a lavida sexual para evitarles saber cosasque, en opinión de aquéllos, los chicosno están preparados para saber; y sushijos, cuando llegan a la adolescencia,les ocultan sus aventuras sexualesporque sus padres no las comprenderían.Van y vienen mentiras entre amigos (ni

siquiera su mejor amigo le contaría austed ciertas cosas), entre profesores yalumnos, entre médicos y pacientes,entre marido y mujer, entre testigos yjueces, entre abogados y clientes, entrevendedores y compradores.

Mentir es una característica tancentral de la vida que una mejorcomprensión de ella resulta pertinentepara casi todos los asuntos humanos. Aalgunos este aserto los haráestremecerse de indignación, porqueentienden que la mentira es siempre algocensurable. No comparto esa opinión.Proclamar que nadie debe mentir nuncaen una relación sería caer en un

simplismo exagerado; tampocorecomiendo que se desenmascaren todaslas mentiras. La periodista Ann Landersestá en lo cierto cuando dice, en sucolumna de consejos para los lectores,que la verdad puede utilizarse como unacachiporra y causar con ella un dolorcruel. También las mentiras pueden sercrueles, pero no todas lo son. Algunas—muchas menos de lo que sostienen losmentirosos— son altruistas. Hayrelaciones sociales que se siguendisfrutando gracias a que preservandeterminados mitos. Sin embargo,ningún mentiroso debería dar porsentado que su víctima quiere ser

engañada, y ningún descubridor dementiras debería arrogarse el derecho aponer al descubierto toda mentira.Existen mentiras inocuas y hastahumanitarias. Desenmascarar ciertasmentiras puede provocar humillación ala víctima o a un tercero.

Pero todo esto merece serconsiderado con más detalle y despuésde haber pasado revista a otrascuestiones. Para empezar, correspondedefinir qué es mentir, describir las dosformas básicas de mentira y establecerlas dos clases de indicios sobre elengaño.

2. MENTIRAS,

AUTODELACIONES EINDICIOS DEL ENGAÑO

Ocho años después de renunciarcomo presidente de Estados Unidos,Richard Nixon negó que jamás hubieramentido en el ejercicio de sus funcionespero reconoció que tanto él como otrospolíticos habían simulado. Y afirmó queesto era necesario para conquistar oretener un cargo público. «Uno no puededecir lo que piensa sobre tal o cualindividuo porque tal vez más adelante

tenga que recurrir a él (…) no puedeindicar cuál es su opinión sobre losdirigentes mundiales porque quizás en elfuturo deba negociar con ellos».[6] YNixon no es el único en emplear untérmino distinto de «mentir» para loscasos en que puede estar justificado nodecir la verdad.[7] Como señala OxfordEnglish Dictionary, «en el usomoderno, la palabra “mentira” [lie]constituye habitualmente una expresiónintensa de reprobación moral, que tiendea evitarse en la conversación cortés,reemplazándola por sinónimosrelativamente eufemísticos como“falsedad” [falsehood] o “falta a la

verdad” [untruth].[8] Si una persona quea uno le resulta molesta falta a laverdad, es fácil que la llamemosmentirosa, pero en cambio es muy difícilque empleemos ese término por graveque haya sido su falta a la verdad, sisimpatizamos con ella o la admiramos.Muchos años antes de lo del casoWatergate, Nixon era para susopositores del Partido Demócrata elepítome mismo de un mentiroso —«¿Seatrevería usted a comprarle a estehombre su automóvil usado?», decíanpor entonces sus contrincantes—mientras que sus admiradoresrepublicanos elogiaban la capacidad que

tenía para el ocultamiento y el disimulo,como muestra de su astucia política.

Sin embargo, para mi definición delo que es mentir o engañar (utilizo estostérminos en forma indistinta), estascuestiones carecen de significatividad.Muchas personas —por ejemplo, las quesuministran información falsa contra suvoluntad— faltan a la verdad sin porello mentir. Una mujer que tiene la ideadelirante de que es María Magdalena noes una mentirosa, aunque lo que sostienees falso. Dar a un cliente un mal consejoen materia de inversiones financieras noes mentir, a menos que en el momento dehacerlo el consejero financiero supiera

que estaba faltando a la verdad. Si laapariencia de alguien transmite una falsaimpresión no está mintiendonecesariamente, como no miente laMantis religiosa que apela al camuflajepara asemejarse a una hoja, como nomiente el individuo cuya ancha frentesugiere un mayor nivel de inteligenciadel que realmente está dotado.[9][10]

Un mentiroso puede decidir que nova a mentir. Desconcertar a la víctima esun hecho deliberado; el mentiroso tieneel propósito de tenerla mal informada.La mentira puede o no estar justificadaen opinión del que la dice o de lacomunidad a la que pertenece. El

mentiroso puede ser una buena o unamala persona, puede contar con lasimpatía de todos o resultar antipático ydesagradable a todos. Pero loimportante es que la persona que mienteestá en condiciones de elegir entrementir y decir la verdad, y conoce ladiferencia.[11] Los mentirosospatológicos, que saben que estánfaltando a la verdad pero no puedencontrolar su conducta, no cumplen conmis requisitos. Tampoco aquellosindividuos que ni siquiera saben queestán mintiendo, de los que a menudo sedice que son víctimas delautoengaño.[12] Un mentiroso puede

llegar a creer en su propia mentira conel correr del tiempo; en tal caso, dejaríade ser un mentiroso, y sería mucho másdifícil detectar sus faltas a la verdad,por razones que explicaré en el próximocapítulo. Un episodio de la vida deBenito Mussolini muestra que lacreencia en la propia mentira no siemprees beneficiosa para su autor: «…en1938, la composición de las divisionesdel ejército [italiano] se habíamodificado de modo tal que cada una deellas abarcaba dos regimientos en lugarde tres. Esto le resultaba interesante aMussolini, porque le permitía decir queel fascismo contaba con sesenta

divisiones, en lugar de algo más de lamitad; pero el cambio provocó unaenorme desorganización justo cuando laguerra estaba por iniciarse; y a raíz dehaberse olvidado de él, varios añosdespués Mussolini cometió un trágicoerror al calcular el poderío de susfuerzas. Parece que muy pocos, exceptoél mismo, fueron engañados».[13]

Para definir una mentira no sólo hayque tener en cuenta al mentiroso sinotambién a su destinatario. Hay mentiracuando el destinatario de ella no hapedido ser engañado, y cuando el que ladice no le ha dado ninguna notificaciónprevia de su intención de mentir. Sería

extravagante llamar mentirosos a losactores teatrales; sus espectadores hanaceptado ser engañados por un tiempo;por eso están ahí. Los actores noadoptan —como lo hace un estafador—una personalidad falsa sin alertar a losdemás de que se trata de una poseasumida sólo por un tiempo. Ningúncliente de un asesor financiero seguiría asabiendas sus consejos si éste le dijeseque la información que va aproporcionarle es muy convincente…pero falsa. Mary no le habría mentido asu médico psiquiatra en caso de haberleanticipado que iba a confesar falsossentimientos, como tampoco Hitler

podría haberle dicho a Chamberlain queno confiara en sus promesas.

En mi definición de una mentira oengaño, entonces, hay una persona quetiene el propósito deliberado de engañara otra, sin notificarla previamente dedicho propósito ni haber sido requeridaexplícitamente a ponerlo en práctica porel destinatario.[14] Existen dos formasfundamentales de mentir: ocultar yfalsear.[15] El mentiroso que oculta,retiene cierta información sin decir enrealidad nada que falte a la verdad. Elque falsea da un paso adicional: no sóloretiene información verdadera, sino quepresenta información falsa como si fuera

cierta. A menudo, para concretar elengaño es preciso combinar elocultamiento con el falseamiento, pero aveces el mentiroso se las arregla con elocultamiento simplemente.

No todo el mundo considera que unocultamiento es una mentira; hay quienesreservan este nombre sólo para el actomás notorio del falseamiento.[16] Si unmédico no le dice a su paciente que laenfermedad que padece es terminal, si elmarido no le cuenta a la esposa que lahora del almuerzo la pasó en un motelcon la amiga más íntima de ella, si eldetective no le confiesa al sospechosoque un micrófono oculto está registrando

la conversación que éste mantiene consu abogado, en todos estos casos no setransmite información falsa, pese a locual cada uno de estos ejemplos seajusta a mi definición de mentira. Losdestinatarios no han pedido serengañados y los ocultadores han obradode forma deliberada, sin dar ningunanotificación previa de su intento deengañar. Han retenido la información asabiendas e intencionadamente, no porcasualidad. Hay excepciones: casos enque el ocultamiento no es mentira,porque hubo una notificación previa o selogró el consentimiento del destinatariopara que lo engañasen. Si marido y

mujer concuerdan en practicar un«matrimonio abierto» en que cada uno leocultará sus amoríos al otro a menos quesea interrogado directamente, no seríauna mentira que el primero callase suencuentro con la amiga de su esposa enel motel. Si el paciente le pide almédico que no le diga nada en caso deque las noticias sean malas, no será unamentira del médico que se guarde esainformación. Distinto es el caso de laconversación entre un abogado y sucliente, ya que la ley dispone que, porsospechoso que éste sea para la justicia,tiene derecho a esa conversaciónprivada; por lo tanto, ocultar la

transgresión de ese derecho siempreserá mentir.

Cuando un mentiroso está encondiciones de escoger el modo dementir, por lo general preferirá ocultar yno falsear. Esto tiene muchas ventajas.En primer lugar, suele ser más fácil: nohay nada que fraguar ni posibilidades deser atrapado antes de haber terminadocon el asunto. Se dice que AbrahamLincoln declaró en una oportunidad queno tenía suficiente memoria como paraser mentiroso. Sí un médico le da a suenfermo una explicación falsa sobre laenfermedad que padece para ocultarleque lo llevará a la tumba, tendrá que

acordarse de esa explicación para no serincongruente cuando se le vuelva apreguntar algo, unos días después.

También es posible que se prefierael ocultamiento al falseamiento porqueparece menos censurable. Es pasivo, noactivo. Los mentirosos suelen sentirsemenos culpables cuando ocultan quecuando falsean, aunque en ambos casossus víctimas resulten igualmenteperjudicadas.[17][18] El mentiroso puedetranquilizarse a sí mismo con la idea deque la víctima conoce la verdad, pero noquiere afrontarla. Una mentirosa podríadecirse: «Mi esposo debe estar enteradode que yo ando con alguien, porque

nunca me pregunta dónde he pasado latarde. Mi discreción es un rasgo debondad hacia él; por cierto que no leestoy mintiendo sobre lo que hago, sólohe preferido no humillarlo, no obligarloa reconocer mis amoríos».

Por otra parte, las mentiras porocultamiento son mucho más fáciles dedisimular una vez descubiertas. Elmentiroso no se expone tanto y tienemuchas excusas a su alcance: suignorancia del asunto, o su intención derevelarlo más adelante, o la memoriaque le está fallando, etc., etc, El testigoque declara bajo juramento que lo quedice fue tal como lo dice «hasta donde

puede recordarlo», deja abierta lapuerta para escapar por si más tardetiene que enfrentarse con algo que haocultado. El mentiroso que alega norecordar lo que de hecho recuerda peroretiene deliberadamente, está a mitad decamino entre el ocultamiento y elfalseamiento. Esto suele suceder cuandoya no le basta no decir nada: alguienhace una pregunta, se lo reta a hablar. Sufalseamiento consiste en no recordar,con lo cual evita tener que recordar unahistoria falsa; lo único que precisarecordar es su afirmación falsa de que lamemoria le falla. Y si más tarde sale aluz la verdad, siempre podrá decir que

él no mintió, que sólo fue un problemade memoria.

Un episodio del escándalo deWatergate que llevó a la renuncia delpresidente Nixon ilustra esta estrategiade fallo de la memoria. Al aumentar laspruebas sobre la implicación de losasistentes presidenciales H. R.Haldeman y John Ehrlichman en laintromisión ilegal y encubrimiento, éstosse vieron obligados a dimitir. Mientrasaumentaba la presión sobre Nixon,Alexander Haig ocupó el puesto deHaldeman. «Hacía menos de un mes queHaig estaba de vuelta en la Casa Blanca—leemos en una crónica periodística—

cuando, el 4 de junio de 1973, él yNixon discutieron de qué manera hacerfrente a las serias acusaciones de JohnW. Dean, ex consejero de la CasaBlanca. Según una cinta magnetofónicade esa conversación, que se dio aconocer a la opinión pública durante lainvestigación, Haig le recomendó aNixon esquivar toda pregunta sobre esosalegatos diciendo “que ustedsimplemente no puede recordarlo”»[19]

Un fallo de la memoria sólo resultacreíble en limitadas circunstancias. Si almédico se le pregunta si los análisisdieron resultado negativo, no puedecontestar que no lo recuerda, ni tampoco

el detective puede decir que no recuerdasi se colocaron los micrófonos en lahabitación del sospechoso. Un olvidoasí sólo puede aducirse para cuestionessin importancia o para algo que sucediótiempo atrás. Ni siquiera el paso deltiempo es excusa suficiente para norecordar hechos extraordinarios quesupuestamente todo el mundo recordarásiempre, sea cual fuere el tiempo quetranscurrió desde que sucedieron.

Pero cuando la víctima lo pone ensituación de responder, el mentirosopierde esa posibilidad de elegir entre elocultamiento y el falseamiento. Si laesposa le pregunta al marido por qué no

estaba en la oficina durante el almuerzo,él tendrá que falsear los hechos sipretende mantener su amorío en secreto.Podría decirse que aun una pregunta tancomún como la que se formula durantela cena, «¿Cómo te fue hoy, querido?»,es un requerimiento de información,aunque es posible sortearlo: el maridoaludirá a otros asuntos que ocultan eluso que dio de ese tiempo, a menos queuna indagatoria directa lo fuerce a elegirentre inventar o decir la verdad.

Hay mentiras que de entrada obliganal falseamiento, y para las cuales elocultamiento a secas no bastará. Lapaciente Mary no sólo debía ocultar su

angustia y sus planes de suicidarse, sinotambién simular sentirse mejor y quererpasar el fin de semana con su familia. Sialguien pretende obtener un empleomintiendo sobre su experiencia previa,con el ocultamiento solo no le alcanzará:deberá ocultar su falta de experiencia,sí, pero además tendrá que fabricarseuna historia laboral. Para escapar de unafiesta aburrida sin ofender al anfitriónno sólo es preciso ocultar la preferenciapropia por ver la televisión en casa,sino inventar una excusa aceptable —una entrevista de negocios a primerahora de la mañana, problemas con lachica que se queda a cuidar a los niños,

o algo semejante—.También se apela al falseamiento,

por más que la mentira no lo requiera enforma directa, cuando el mentirosoquiere encubrir las pruebas de lo queoculta. Este uso del falseamiento paraenmascarar lo ocultado esparticularmente necesario cuando lo quese deben ocultar son emociones. Es fácilocultar una emoción que ya no se siente,mucho más difícil ocultar una emociónactual, en especial si es intensa. Elterror es menos ocultable que lapreocupación, la furia menos que eldisgusto. Cuanto más fuerte sea unaemoción, más probable es que se filtre

alguna señal pese a los denodadosesfuerzos del mentiroso por ocultarla.Simular una emoción distinta, una que nose siente en realidad, puede ayudar adisimular la real. La invención de unaemoción falsa puede encubrir laautodelación de otra que se ha ocultado.

Estos y otros aspectos a que hehecho referencia se ejemplifican en unepisodio de la novela de John Updike,Marry Me. Jerry, marido de Ruth,escucha que ésta mantiene unaconversación telefónica con su amante.Hasta ese momento de la historia, Ruthhabía podido mantener en secreto suamorío sin tener que falsear, pero ahora,

interrogada directamente por su esposo,debe hacerlo. Si bien el objetivo de sumentira es que su marido ignore larelación que ella mantiene con suamante, el incidente muestra también conqué facilidad se mezclan las emocionesen una mentira y cómo, una vez que sehan mezclado, aumentan la carga de loque debe ocultarse.

«Jerry la asustó al oír de lejos elfinal de su conversación telefónica conDick [el amante de Ruth]. Ella pensabaque él estaría barriendo el patio trasero,pero él salió de la cocina y la increpó:

— ¿Qué era eso?Ella sintió pánico.

—Oh, nadie —le respondió—. Unamujer de la escuela dominicalpreguntando si íbamos a inscribir aJoanna y Charlie.»[20]

Aunque en sí mismo el sentimientode pánico no es prueba de que se estámintiendo, lo hará sospechar a Jerry silo advierte, ya que pensará que Ruth nose asustaría si no tuviese algo queesconder. Los encargados de realizarinterrogatorios suelen pasar por alto quepersonas totalmente inocentes puedenaterrorizarse al ser interrogadas. Ruth seencuentra en una situación delicada.Como no previó que iba a tenernecesidad de inventar nada, no se

preparó para ello. Al ser descubierta,siente pánico, y como el pánico esdifícil de ocultar, aumenta lasposibilidades de que Jerry la descubra.Una treta que podría intentar sería la dedecir la verdad en cuanto a lo que siente—ya que es improbable que puedaocultar eso—, mintiendo en cambiosobre el motivo de ese sentimiento.Podría admitir que está asustada y decirque lo está porque teme que Jerry no lecrea, pero no porque ella tenga nada queesconder. Ahora bien, esto no funcionaráa menos que en el pasado Jerry muchasveces hubiera desconfiado de Ruth y loshechos posteriores hubieran demostrado

que ella era inocente, de tal modo que lamención actual de sus irracionalesacusaciones del pasado pudiera hacerque él dejase de hostigarla.

Probablemente Ruth no logremantenerse serena, con cara de jugadorde póquer, impasible. Cuando las manosempiezan a temblar, es mucho mejorhacer algo con ellas (cerrar el puño oesconderlas) y no simplemente dejarlasquietas. Si el temor hace que secontraigan y aprieten los labios o sealcen los párpados y cejas, no será fácilpresentar un rostro incólume. Esasexpresiones faciales podrán ocultarsemejor si se les añade otros movimientos

musculares: entrecerrar los dientes,abrir la boca, bajar el entrecejo, mirarfijo.

Ponerse una máscara es la mejormanera de ocultar una fuerte emoción. Siuno se cubre el rostro o parte de él conla mano o lo aparta de la persona quehabla dándose media vuelta,habitualmente eso dejará traslucir queestá mintiendo. La mejor máscara es unaemoción falsa, que desconcierta y actúacomo camuflaje. Es terriblemente arduomantenerse impávido o dejar las manosquietas cuando se siente una emociónintensa: no hay ninguna apariencia másdifícil de lograr que la frialdad,

neutralidad o falta de emotividad cuandopor dentro ocurre lo contrario. Muchomás fácil es adoptar una pose, detener ocontrarrestar con un conjunto deacciones contrarias a aquellas queexpresan los verdaderos sentimientos.

En el relato de Updike, un momentodespués Jerry le dice a Ruth que no lecree. Es presumible que en estascircunstancias aumente el pánico deRuth y se vuelva más inocultable. Podríarecurrir a la furia, la sorpresa o laperplejidad para enmascararlo. Podríacontestarle agriamente a Jerry,haciéndose la enojada porque él no lecree o por estar espiándola. Hasta

podría mostrarse asombrada de que élno le crea o de que escuche susconversaciones telefónicas.

Pero no todas las situaciones lepermiten al mentiroso enmascarar suauténtico sentir: hay mentiras que exigenocultar las emociones sin inventar otrasen su lugar, que es algo mucho másarduo todavía. Ezer Weizman, exministro de Defensa de Israeal, relatóuna de estas situaciones. Delegacionesmilitares israelíes y egipcias llevando acabo conversaciones destinadas ainiciar las negociaciones posteriores ala inopinada visita de Anwar Al-Sadat aJerusalén. En uno de esos encuentros, el

jefe de la delegación egipcia,Mohammed el-Gamasy, le dice aWeizman que acaba de enterarse de quelos israelíes estaban levantando unanueva fortificación en el desierto delSinaí. Weizman sabe perfectamente queesto puede dar al traste con lasnegociaciones, ya que todavía se estabadebatiendo si Israel tenía o no derechoincluso a mantener sus fortificacionesprevias.

«Sentí un arrebato de furia —confiesa Weizman—, pero no podíaventilar mi furor en público. Ahíestábamos tratando de conversar sobrelos convenios en materia de seguridad y

de dar un empujoncito al vagón de lapaz… y he aquí que mis colegas deJerusalén, en vez de haber aprendido lalección de las falsas fortificaciones,estaban erigiendo una nueva justo en elmomento en que se desarrollaban lasnegociaciones.»[21]

Weizman no podía permitir que setrasluciese la ira que sentía por suscolegas de Jerusalén; esconder su iratenía para él otro beneficio, y es que deese modo podía ocultar que no habíasido consultado por ellos. Debía, pues,ocultar una emoción intensa sin poderenmascararla con otra. De nada lehubiera valido mostrarse contento por la

noticia, o triste, o sorprendido, otemeroso, o disgustado. Tenía quemanifestarse atento pero impasible, sindar indicio alguno de que la informaciónque le transmitía Gamasy pudiese tenerconsecuencias. (En su libro, nada diceacerca de si lo logró.)

El juego de póquer es otra de lassituaciones en las que no puederecurrirse al enmascaramiento paraocultar una emoción. Si un jugador seentusiasma con la perspectiva dellevarse un pozo enorme porque harecibido unas cartas soberbias, deberádisimular su entusiasmo si no quiere quelos demás se retiren del juego en esa

vuelta. Ponerse una máscara con señalesde otra clase de sentimiento seríapeligroso: si pretende parecerdecepcionado o irritado por las cartasque le vinieron, los demás pensarán queno tiene un buen juego y que se irá almazo, en vez de continuar la partida. Porlo tanto, tendrá que lucir su rostro másneutral, el propio de un jugador depóquer. En caso de que le hayan venidocartas malas y quiera disimular sudesengaño o fastidio con un «bluff» osea, una fuerte apuesta engañosatendente a asustar a los otros, podríausar una máscara: fraguando entusiasmoo alegría quizá logre esconder su

desilusión y dar la impresión de quetiene buenas cartas, pero es probableque los demás jugadores no caigan en latrampa y lo consideren un novato: sesupone que un jugador experto hadominado el arte de no revelar ningunaemoción sobre lo que tiene en lamano.[22] Dicho sea de paso, lasfalsedades que sobrevienen en unapartida de póquer —los ocultamientos ol o s bluffs— no se ajustan a midefinición de lo que es una mentira:nadie espera que un jugador de póquervaya a revelar las cartas que ha recibidoy el juego en sí constituye unanotificación previa de que los jugadores

tratarán de despistarse unos a otros.Para ocultar una emoción cualquiera,

puede inventarse cualquier otra emociónfalsa. La más habitualmente utilizada esla sonrisa. Actúa como lo contrario detodas las emociones negativas: temor,ira, desazón, disgusto, etc. Sueleelegírsela porque para concretar muchosengaños el mensaje que se necesita esalguna variante de que uno está contento.El empleado desilusionado porque sujefe ha promocionado a otro en lugar deél le sonreirá al jefe, no sea que éstepiense que se siente herido o enojado.La amiga cruel adoptará la pose debienintencionada descargando sus

acerbas críticas con una sonrisa desincera preocupación.

Otra razón por la cual se recurre tana menudo a la sonrisa como máscara esque ella forma parte de los saludosconvencionales y suelen requerirla lamayoría de los intercambios socialescorteses. Aunque una persona se sientamuy mal, por lo común no debedemostrarlo para nada ni admitirlo en unintercambio de saludos; más bien sesupone que disimulará su malestar ylucirá la más amable sonrisa al contestar«Estoy muy bien, gracias, ¿y usted?».Sus auténticos sentimientosprobablemente pasarán inadvertidos, no

porque la sonrisa sea una máscara tanexcelente, sino porque en esa clase deintercambios corteses a la gente rara vezle importa lo que siente el otro. Todo loque pretende es que finja ser amable ysentirse a gusto. Es rarísimo que alguiense ponga a escrutar minuciosamente loque hay detrás de esas sonrisas: en elcontexto de los saludos amables, todo elmundo está habituado a pasar por altolas mentiras. Podría aducirse que nocorresponde llamar mentiras a estosactos, ya que entre las normas implícitasde tales intercambios sociales está lanotificación previa de que nadietransmitirá sus verdaderos sentimientos.

Otro de los motivos por los cuales lasonrisa goza de tanta popularidad comomáscara es que constituye la expresiónfacial de las emociones que con mayorfacilidad puede producirse a voluntad.Mucho antes de cumplir un año, el niñoya sabe sonreír en forma deliberada; esuna de sus más tempranasmanifestaciones tendentes a complacer alos demás. A lo largo de toda la vidasocial, las sonrisas presentan falsamentesentimientos que no se sienten pero quees útil o necesario mostrar. Puedencometerse errores en la forma deevidenciar estas sonrisas falsas,prodigándolas demasiado o demasiado

poco. También puede haber notorioserrores de oportunidad, dejándolas caermucho antes de la palabra o frase a laque deben acompañar, o mucho después.Pero en sí mismos los movimientos quellevan a producir una sonrisa sonsencillos, lo que no sucede con laexpresión de todas las demásemociones.

A la mayoría de la gente, lasemociones que más les cuesta fraguarson las negativas. Mi investigación,descrita en el capítulo 5, revela que lamayor parte de los sujetos no soncapaces de mover de forma voluntarialos músculos específicos necesarios

para simular con realismo una falsacongoja o un falso temor. El enojo y larepulsión no vivenciados puedendesplegarse con algo más de facilidad,aunque se cometen frecuentesequivocaciones. Si la mentira exigefalsear una emoción negativa en lugar deuna sonrisa, el mentiroso puede verse enaprietos. Hay excepciones: Hitler era,evidentemente, un actor superlativo,dotado de una gran capacidad parainventar convincentemente emocionesfalsas. En una entrevista con elembajador inglés se mostróterriblemente enfurecido, gritó que asíno se podía seguir hablando y se fue

dando un portazo; un oficial alemánpresente en ese momento contó másadelante la escena de este modo:«Apenas había cerrado estrepitosamentela puerta que Jo separaba delembajador, lanzó una carcajada, se diouna fuerte palmada en el muslo yexclamó: “¡Chamberlain no sobreviviráa esta conversación! Su gabinete caeráesta misma noche”».[23]

Además del ocultamiento y elfalseamiento, existen muchas otrasmaneras de mentir. Ya sugerí una alreferirme a lo que podría hacer Ruth, elpersonaje de Updike, para mantenerengañado a su marido a pesar del

pánico. En vez de ocultar este último,cosa difícil, podría reconocerlo peromentir en lo tocante al motivo que lohabía provocado. Ruth podría argüir quees totalmente inocente y que si se asustósólo fue por el temor de que su maridono le creyera; así, establecería comocausa de su emoción una que no es laverdadera. Análogamente, interrogadapor el psiquiatra sobre el motivo de sunerviosismo aparente, la paciente Marypodría reconocer dicho nerviosismopero atribuirlo a otro sentimiento; porejemplo, «estoy nerviosa por las ganasque tengo de volver a ver a mi familia».Esta mentira despista sobre el origen de

la emoción, pero reconoce verazmenteque la emoción existe.

Otra técnica parecida consiste endecir la verdad de una manera retorcida,de tal modo que la víctima no la crea. Osea, decir la verdad… falsamente.Cuando Jerry le preguntó a Ruth conquién hablaba por teléfono, ella podríahaber respondido: «Oh, ya te lo puedesimaginar, estaba hablando con miamante; me llama a todas horas. Y comome acuesto con él tres veces al día,¡tenemos que estar en contactopermanente para concertar las citas!».Esta exageración de la verdad pondríaen ridículo a Jerry y le haría difícil

proseguir con sus sospechas. Tambiénserviría para el mismo propósito un tonode voz o una expresión de burla.

En la película de Robert Daley,basada en el libro del mismo nombre,Prince of the City: The True Story of aCop Who Knew Too Much [Príncipe dela ciudad: la verdadera historía de unpolicía que sabía demasiado],encontramos otro ejemplo de una verdaddicha falsamente. Como proclama elsubtítulo, se trata presuntamente dehechos reales, no ficticios. Robert Leucies el agente de policía convertido eninformante clandestino de los fiscalesdel gobierno federal que querían obtener

pruebas de corrupción delictiva entrelos policías, abogados, inspectores connarcotráficantes y miembros de laMafia. Recogió la mayor parte de laspruebas gracias a una grabadoraescondida entre sus ropas. Endeterminado momento se sospecha quepodría ser un informante de lasautoridades; si lo descubren con elaparato su vida correrá peligro. Leuciestá hablando con De Stefano, uno delos criminales de los que quiere obtenerpruebas;

«—No nos sentemos hoy junto altocadiscos, si no no podré grabarte nada—le dice.

—No veo la gracia —contesta DeStefano.

Leuci comenzó a jactarse de que deveras trabajaba para el gobierno, lomismo que la camarera que se veía alotro lado del salón, y que llevaba eltransmisor escondido en la…

Todos se rieron del chiste, pero DeStefano lo hizo con una sonrisitaforzada».[24]

Leuci pone en ridículo a De Stefanocon su verdad desfachatada: lo cierto esque no puede grabar bien cerca deltocadiscos, y que trabaja para elgobierno. Al admitirlo tandescaradamente y bromear sobre la

camarera que también lleva unmicrófono escondido en los sostenes oentre las piernas, Leuci hace que a DeStefano le sea difícil seguir sospechandode él sin parecer un necio.

Un ardid semejante al de decirfalsamente una verdad es ocultarla amedias. Se dice la verdad, pero sólo demanera parcial. Una exposicióninsuficiente, o una que deja fuera elelemento decisivo, permite al mentirosopreservar el engaño sin decir de hechonada que falte a la verdad. Poco despuésdel incidente de la llamada telefónica,Jerry está en la cama con su esposa yarrimándosele le pide que le diga a

quién quiere:«—Te quiero a ti —contesta ella—,

y a todas las palomas que hay en eseárbol, y a todos los perritos del pueblosalvo los que se abalanzan sobre nuestrocubo de la basura, y a todos los gatossalvo al que rae la dejó preñada a Lulú.Y quiero a todos los bañistas de la playay a todos los policías del centro, conexcepción de aquél que me pegó un gritopor haber dado vuelta en la avenida, Yquiero a todos tus espantosos amigos, enespecial cuando estoy un pocoborracha…

»—¿Y qué te parece Dick Mathias?[el amante de Ruthl.

»—No me interesa —dijo».[25]

Otra técnica que permite almentiroso evitar decir algo que falte a laverdad es la evasiva por inferenciaincorrecta. El columnista de unperiódico describió humorísticamentecómo es posible apelar a ella pararesolver el conocido intríngulis de tenerque emitir una opinión ante la obra de unamigo cuando esa obra a uno no le gusta.Supongamos que es el día de lainauguración de su exposición decuadros. Uno piensa que los cuadros desu amigo son un espanto, pero hete aquíque antes de poder deslizarse hacia lapuerta de salida nuestro amigo viene a

estrecharnos la mano y sin demora nospregunta qué opinamos:

«“Oh, Jerry” —le contestaremos(suponiendo que nuestro artista se llameJerry), y mirándolo fijo a los ojos comosi estuviéramos embargados por laemoción, añadiremos: — “¡Jerry, Jerry,Jerry!”. No hay que soltarle la mano entodo este tiempo ni dejar de mirarlo fijo.Hay un 99 por ciento de probabilidadesde que Jerry finalmente se libere denuestro apretón de mano, farfulle unafrase modesta y siga adelante… Claroque hay variantes. Por ejemplo, adoptarel tono altanero de un crítico de arte y latercera persona gramatical invisible, y

dividiendo en dos etapas la declaración,decir: “Jerry. Je-rry. ¿Qué podría unodecir?”. O bajando el tono de voz, másequívocamente: “Jerry… No encuentropalabras”. O con un poquito más deironía: “Jerry: todo el mundo, todo elmundo, habla de ti”».[26]

La virtud de esta estratagema, comola de la verdad a medias o la de decir laverdad falsamente, consiste en que elmentiroso no se ve forzado a faltar enmodo alguno a la verdad. Sin embargo,considero que éstas son mentiras detodas maneras, porque hay un propósitodeliberado de despistar al destinatariosin darle ninguna notificación previa.

Algún aspecto del comportamientodel mentiroso puede traicionar estasmentiras. Existen dos clases de indiciosdel engaño: un error puede revelar laverdad, o bien puede sugerir que lodicho o lo hecho no es cierto sin porello revelar qué es lo cierto. Cuando porerror un mentiroso revela la verdad, yolo llamo autodelación[27]; y llamo pistasobre el embuste a las características desu conducta que nos sugieren que estámintiendo pero no nos dicen cuál es laverdad. Si el médico de Mary nota queella se retuerce las manos al mismotiempo que le dice que se siente muybien, tendrá una pista sobre su embuste,

una razón para sospechar que ella lemiente; pero no sabrá cómo se sienterealmente —podría estar rabiosa por lamala atención que se le brinda en elhospital, o disgustada consigo misma, otemerosa por su futuro—, saívo que ellacometa una autodelación. Una expresiónde su rostro, su tono de voz, un deslizverbal o ciertos ademanes podríantraslucir sus auténticos sentimientos.

Una pista sobre el embuste respondeal interrogante de si el sujeto está o nomintiendo, pero no revela lo que éloculta: sólo una autodelación puedehacerlo. Con frecuencia, eso no importa.La pista sobre el embuste es suficiente

cuando la cuestión es saber si la personamiente, más que saber qué es lo queoculta. En tal caso no se precisa ningunaautodelación. La información sustraídapuede imaginarse, o no viene al caso. Siun gerente percibe, gracias a una pistade este tipo, que el candidato que sepresentó para el cargo le está mintiendo,con eso le basta, y no necesita ningunaautodelación del candidato para tomar ladecisión de no emplear en su empresa aun mentiroso.

Pero no siempre basta. A veces esimportante conocer con exactitud lo quese oculta. Descubrir que un empleado deconfianza ha incurrido en una

malversación de fondos puede serinsuficiente. Quizás una pista dejóentrever su embuste, y dio lugar a unaconfrontación y una confesión de suparte. Pero por más que el asunto hayaquedado zanjado, se haya despedido aese sujeto, haya terminado la causajudicial que se le inició, el patrónseguirá tratando de obtener unaautodelación para averiguar cómo lohizo, y qué destino le dio a ese dinero.Si Chamberlain hubiera detectadoalguna pista sobre el embuste de Hitlerquizás habría sabido que éste le estabamintiendo, pero en tales circunstanciasle habría sido más útil aún conseguir

que le delatase sus planes de conquista ohasta dónde pensaba llevarlos adelante.

Hay ocasiones en que laautodelación sólo proporciona una partede la información que la víctimanecesita conocer: transmite más que lapista sobre el embuste, pero no todo loque se ha ocultado. Recordemos elepisodio ya mencionado de Marry Me,de Updike. Ruth se vio presa del pánicoporque no sabía cuánto había escuchadosu esposo de la conversación telefónicaque ella había mantenido con su amante.Cuando Jerry se dirigió a ella, tal vezRuth hiciera algo que dejase traslucir supánico (un temblor en los labios, un

fugaz enarcamiento de las cejas). En esecontexto, un indicio tal sería suficientepara saber que estaba mintiendo, pues…¿por qué otro motivo podría preocuparleque su esposo le hiciera esa pregunta?Ahora bien, dicha pista nada le diría aJerry en cuanto a la mentira en sí, ni conquién estaba hablando ella. Jerry obtuvoparte de esa información porque la vozde Ruth la autodelató. Al explicarle porqué motivo no creía en lo que ella lehabía dicho sobre su interlocutortelefónico, Jerry le dice:

«—Fue por tu tono de voz.»—¿En serio? ¿Y cómo era?— ella

quiso lanzar una risita nerviosa.

»El miró al aire, como sí se tratasede un problema estético. Se veíacansado, y con el cabello cortado al rasparecía más joven y más delgado.

»—Era un tono distinto al decostumbre —dijo—. Era la voz de unamujer.

»—Eso es lo que soy: una mujer.»—Pero conmigo usas una voz de

chiquilla —continuó él».[28]

La voz que había usado Ruth no erala que usaría con una empleada de laescuela dominical, sino más bien con unamante. Ella trasunta que el engaño deRuth probablemente esté referido a unasunto amoroso, aunque todavía no le

dice a su marido cómo es toda lahistoria. Jerry no sabe aún si el idilioacaba de comenzar o está avanzado;tampoco sabe quién es el amante de sumujer. No obstante, sabe más de lo quehabría podido averiguar con una pistasobre su embuste, que a lo sumo lehabría informado que ella mentía.

Definí antes la mentira como unadecisión deliberada de despistar a undestinatario sin darle una notificaciónprevia de dicho propósito. Hay dosformas principales de mentira: elocultamiento, o sea, el hecho de notransmitir toda la información, y elfalseamiento o presentación de

información falsa como si fueraverdadera. Otros modos de mentir sondespistar al otro reconociendo laemoción propia pero atribuyéndola auna causa falsa, decir falsamente laverdad, o admitir la verdad pero de unamanera tan exagerada o irónica que eldestinatario se vea desorientado o noreciba información alguna; elocultamiento a medias, o admisión deuna parte únicamente de la verdad, a finde desviar el interés del destinatariorespecto de lo que todavía permaneceoculto; y la evasiva por inferenciaincorrecta, o decir la verdad pero de unmodo que implique lo contrario de lo

que se dice.Hay dos clases de indicios del

engaño: indicios revelatorios que,inadvertidamente, ponen la verdad aldesnudo, y simples indicios de mentira,cuando el comportamiento mentirososólo revela que lo que él dice no escierto.

Tanto los indicios revelatorios(autodelación) como los simplesindicios de mentira son errores quecomete un mentiroso. Pero no siemprelos comete. No todas las mentiras fallanen sus propósitos. En el próximocapítulo explicaremos por qué algunassí.

3. POR QUÉ FALLAN

LAS MENTIRAS

Las mentiras fallan por muchosmotivos. Quizá la víctima del engañodescubra accidentalmente la verdad alencontrar un documento escondido o unamancha de barra de labios en unpañuelo. También puede ocurrir que otrapersona delate al mentiroso: un colegaenvidioso, una esposa abandonada, uninformante que ha sido pagado para ello,son algunas de las fuentes básicas dedetección de los engaños. Sin embargo,

lo que aquí nos importa son los errorescometidos durante el acto mismo dementir contra la voluntad del que miente,conductas que llevan sus mentiras alfracaso. La pista sobre el embuste o laautodelación puede presentarse en uncambio de la expresión facial, unmovimiento del cuerpo, una inflexión dela voz, el hecho de tragar saliva, unritmo respiratorio excesivamenteprofundo o superficial, largas pausasentre las palabras, un desliz verbal, unamicroexpresión facial, un ademán que nocorresponde. La cuestión es: ¿por qué nopueden evitar los mentirosos estasconductas que los traicionan? A veces lo

consiguen. Hay mentiras ejecutadashermosamente, sin que nada de lo que sedice o hace las trasluzca. ¿Pero por quéno sucede esto en todos los casos? Lasrazones son dos, una de ellas vinculadacon los pensamientos y la otra con lossentimientos.

MALOS PLANES

No siempre los mentirosos prevénen qué momento necesitarán mentir; nosiempre tienen tiempo de preparar elplan que han de seguir, ensayarlo ymemorizarlo. En el episodio citado de lanovela Marry Me, de Updike, Ruth no

previo que su marido, Jerry, la oiríahablar por teléfono con su amante. Lahistoria que inventa sobre la marcha —que habían llamado de la escueladominical para saber si inscribiría a sushijos— la traiciona, porque noconcuerda con lo que su maridoescuchó.

Aun cuando el mentiroso tenga laoportunidad de prepararse poradelantado y de montar cuidadosamentesus planes, tal vez no sea lo bastantesagaz como para anticipar todas laspreguntas que pudieran hacérsele o parameditar sus respuestas. Y hasta puedesuceder que su sagacidad no alcance, ya

que cambios insólitos en lascircunstancias quizá den por tierra conun plan que, de lo contrario, habríaresultado eficaz. Durante lainvestigación judicial por el casoWatergate, el juez federal John J. Siricadescribió un problema de esta índole alexplicar sus reacciones ante eltestimonio de Fred Buzhadt, asesorespecial del presidente Nixon: «Elprimer problema que enfrentó FredBuzhardt al tratar de justificar el hechode que faltaran cintas grabadas fueconseguir que su historia fuesecoherente. El primer día de la audiencia,Buzhardt manifestó que no había ninguna

cinta de la reunión mantenida por elpresidente con Dean el 15 de abril a raízde que (…) había fallado un cronómetro.(…) Pero poco después modificó estaexplicación primitiva. [Buzhardt sehabía enterado de que podrían llegar aconocerse otras pruebas quedemostrasen que los cronómetros habíanfuncionado perfectamente.] Dijoentonces que la reunión del 15 de abrilcon Dean (…) no había sido grabadaporque las dos cintas disponiblesestaban llenas con lo registrado el díaanterior, durante el cual se habíanllevado a cabo muchas reuniones».[29]

Aunque las circunstancias no obliguen al

mentiroso a cambiar sus planes, algunostienen dificultad para recordar el planque habían resuelto seguirprimitivamente, con el fin de poderresponder presta y congruentemente alas nuevas preguntas que se lesformulan.

Cualquiera de estos fallos —noanticipar en qué momento será precisomentir, no saber inventar un planadecuado a las circunstanciascambiantes, no recordar el plan que unoha decidido seguir— genera indicios delengaño fácilmente detectables. Lo que elsujeto dice es en sí mismo incoherente obien discrepa con otros hechos

incontrovertibles que ya se conocen enese momento, o que se revelan mástarde. Estos indicios obvios del engañono son siempre tan confiables y directoscomo aparentan. Un plan demasiadoperfecto y sin tropiezos puede delatar aun estafador que se las piensa todas.Para peor, algunos estafadores, sabientoesto, cometen deslices deliberados a finde no parecer perfectos. El cronista einvestigador James Phelan describió uncaso fascinante en su relato sobre lafalsa biografía de Howard Hughes.

Hacía años que nadie había visto aHughes, lo cual no hacía sino aumentarla fascinación del público ante este

multimillonario que rodaba películas decine, era dueño de una compañía aérea yde la mayor casa de juegos de azar enLas Vegas. Hacía tanto tiempo que nadielo veía, que hasta se llegó a dudar deque estuviera vivo. Fue sorprendenteque una persona tan recluida autorizasea alguien a escribir su biografía, y sinembargo eso es lo que sostuvo haberhecho Clifford Irving. La editorialMcGraw-Hill le pagó 750.000 dólarespor publicarla, y la revista Life 250.000dólares por reproducir sólo tresfragmentos… ¡y todo resultó un fraude!Clifford Irving era «…un gran estafador,uno de los mejores. He aquí un ejemplo.

Cuando lo indagamos por separadovarios de nosotros, tratando de que nosdiera pormenores de su historiafraguada, jamás cometió el error decontarla dos veces de la misma manera.Incluía pequeñas discrepancias, ycuando se las mencionábamos, lasadmitía enseguida. Un estafador común ycorriente habría inventado una historiaperfecta en sus más mínimos detalles,para poder narrarla una y otra vez sinapartarse una coma. Un hombre honestocomete por lo común pequeños errores,particularmente si debe relatar unahistoria larga y complicada como la deClifford. Pero éste era lo bastante sagaz

como para saberlo, y ofreció unasoberbia personificación de un hombrehonesto. Si lo sorprendíamos en algoque parecía estar en contra de él,espontáneamente nos decía: «Ay, ay, esono me favorece, ¿no es así? Sinembargo, las cosas sucedieron como lesdigo». Transmitía la imagen de unhombre sincero, aunque leperjudicase… y por otro lado nossoltaba una mentira tras otra».[30] Contraesta clase de sagacidad no hayprotección posible: los estafadores máshabil idosos logran, de hecho, suspropósitos. Pero no todos los quemienten son tan tortuosos en su engaño.

La falta de preparación o laimposibilidad de recordar el planadoptado puede ofrecer indicios encuanto a la forma de formular el plan,aunque no haya ninguna incongruencia ensu contenido. La necesidad de pensar deantemano cada palabra antes de decirla—de sopesar todas las posibilidades, debuscar el término de idea exactos— seevidenciará en las pausas, o bien, mássutilmente, en una contracción de lospárpados o de las cejas y en ciertoscambios en los gestos y ademanes (comoexplicamos con más detalle en loscapítulos 4 y 5). No es que laconsideración cuidadosa de cada

palabra antes de pronunciarla seasiempre señal de engaño, pero en ciertascircunstancias lo es. Cuando Jerry leinquiere a Ruth con quién estabahablando por teléfono, cualquier signode que ella estaba seleccionandominuciosamente las palabras alresponder indicaría su mentira.

MENTIRAS RELACIONADAS CON

LOS SENTIMIENTOS PROPIOS

El hecho de no haber pensado deantemano, programado minuciosamentey ensayado el plan falso es sólo uno delos motivos por los cuales se cometen

deslices que ofrecen pistas sobre elengaño; los errores se deben asimismo ala dificultad de ocultar las emociones ode inventar emociones falsas. No todamentira lleva consigo una emoción, perolas que sí la implican, causan almentiroso problemas particulares.Cierto es que el intento de ocultar unaemoción en el instante mismo en que sela siente podría traslucirse en laspalabras empleadas, pero salvo que seincurra en algún desliz verbal, por locomún eso no sucede. A menos que elmentiroso tenga el deseo de confesar loque siente, no necesita poner en palabrassus sentimientos ocultos; en cambio, le

quedan menos opciones cuando se tratade ocultar una expresión facial, unaaceleración de los movimientosrespiratorios o un endurecimiento de lavoz.

Cuando se despiertan emociones, loscambios sobrevienen automáticamente,sin dar cabida a la opción o a ladeliberación. Se producen en unafracción de segundo. En Marry Me,cuando Jerry acusa a Ruth de mentir,ésta no tiene dificultad en callar su «¡Sí,es cierto, he mentido!»; pero el pánicoque le da el ser sorprendida en suengaño se adueña de ella y produceseñales visibles y audibles. Ese pánico

no es algo que ella pueda elegir nidetener: está más allá de su control. Yesto, a mi juicio, es algo fundamental,propio de la naturaleza de la experienciaemocional.

Las personas no escogendeliberadamente el momento en quesentirán una emoción; por el contrario,lo común es que vivencien lasemociones como algo que les sucedepasivamente, y en el caso de lasemociones negativas (el temor, la ira),contra su voluntad. No sólo hay pocasopciones en lo tocante al momento deexperimentar una emoción, sino queademás nos damos cuenta de que no

tenemos demasiado para elegir encuanto a manifestar o no ante los demássus signos expresivos. Ruth no podía,simplemente, elegir no mostrar ningúnsigno de pánico; no había ningunaperilla que pudiese apretar pararelajarse y detener sus reaccionesemocionales. Y si la emoción esdemasiado intensa, puede ser imposibleincluso controlar las propias acciones.Una fuerte emoción explica, aunque nosiempre justifica, comportamientosinapropiados —«No tuve la intención degritarte (o de golpear la mesa, o deinsultarte, o de darte un golpe), peroperdí la paciencia, no me pude

controlar»—.Cuando una emoción va surgiendo en

forma paulatina y no repentina, y sicomienza en un bajo nivel (molestia envez de furia}, los cambios en laconducta son pequeños y relativamentesencillos de ocultar si uno se da cuentade lo que está sintiendo. Pero la mayoríade las personas no se dan cuenta.Cuando una emoción empiezagradualmente y se mantiene con pocaintensidad, tal vez sea más notable paralos demás que para uno; y no se la haráconsciente hasta que se haya vueltofuerte. Pero cuando se ha vuelto fuerte,es mucho más difícil controlarla; ocultar

los cambios que entonces se producenen el rostro, el resto del cuerpo y la vozgenera una lucha interior. Aunque elocultamiento tenga éxito y la emoción notrascienda, a veces se advertirá la luchamisma y será una pista sobre el embuste.

Ocultar una emoción no es fácil,pero tampoco lo es inventar una nosentida, aunque no haya otra emociónque disimular con ésta. No basta condecirse «Estoy enojado» o «Tengomiedo»: el embustero debe mostrarse ysonar enojado o temeroso si quiere quele crean. Y no es sencillo convocar losmovimientos adecuados, los cambiosparticulares de la voz, requeridos para

simular la emoción. Hay ciertosmovimientos faciales, por ejemplo, quepoquísimas personas están encondiciones de ejecutar de modovoluntario (los describimos en elcapítulo 5). Estos movimientos de difícilejecución son vitales para que elfalseamiento de la tristeza, el temor o laira tenga éxito.

El falseamiento se vuelve tanto másarduo cuanto mayor es la necesidad quehay de él: para contribuir a ocultar otraemoción. Tratar de parecer enojado noes sencillo, pero si encima el sujeto quequiere parecerlo tiene miedo enrealidad, se sentirá desgarrado por

dentro: una serie de impulsos,provenientes de su temor, lo empujaránen una dirección, en tanto que su intentodeliberado de parecer enojado loempujará en la dirección opuesta. Lascejas, por ejemplo, se arqueaninvoluntariamente cuando se sientemiedo, pero si en cambio lo que sedesea es simular enojo, hay que fruncirel ceño. Con frecuencia, son los signosde esta lucha interna entre lo que sesiente de veras y la emoción falsa losque traicionan al mentiroso.

¿Qué decir de las mentiras que noinvolucran emociones, las mentirasacerca de planes, ideas, acciones,

intenciones, hechos o fantasías? ¿Setraslucen en la conducta del mentiroso?

SENTIMIENTOS PROPIOS

RELACIONADOS CON LASMENTIRAS

No todo engaño implica ocultar ofalsear una emoción. La empleada debanco que cometió un desfalco lo únicoque oculta es que robó dinero. El queplagia oculta que ha tomado una obraajena presentándola como propia. Elgalán vanidoso de mediana edad ocultasu edad ante su amante, se tiñe las canasy afirma tener siete años menos. Pero

aunque la mentira puede no estarreferida a una emoción, igualmente lasemociones suelen participar en ella. Algalán tal vez le moleste en el fondo suvanidad, y para triunfar en su engañotendrá que ocultar, no sólo su edad, sinoesa molestia. El que plagia puede sentirdesdén por los lectores a quienes hadesorientado; no tendrá entonces queocultar únicamente el origen de su obray fingir un don que no posee, sino queademás tendrá que ocultar sumenosprecio. La malversadora defondos quizá se sorprenda al enterarsede que han acusado a otro de su delito, ydeba ocultar su sorpresa, o al menos los

motivos de su sorpresa.Así pues, a menudo intervienen

emociones en mentiras que no se dijeroncon el fin de ocultar emociones. Y unavez que ellas intervienen, hay queocultarlas para no traicionarse.Cualquier emoción puede serresponsable de esto, pero tres de ellasestán tan asiduamente entrelazadas conel engaño, que merecen una explicaciónaparte: el temor a ser atrapado, elsentimiento de culpa por engañar y eldeleite que provoca embaucar a alguien.

EL TEMOR A SER ATRAPADO

En sus formas más moderadas, estetemor, en vez de desbaratar las cosas,puede ayudar al mentiroso a no incurriren equivocaciones al mantenerlo alerta.Si el temor es mayor, puede producirsignos conductuales que el descubridorde mentiras avezado notará enseguida, ysi es mucho mayor, el temor delmentiroso a ser atrapado da origenexactamente a lo que él teme. Si unmentiroso fuera capaz de calibrar cuálserá su recelo a ser detectado en casode embarcarse en un embuste, estaría enmejores condiciones para resolver sivale la pena correr el riesgo. Y aunqueya haya decidido correrlo, saber estimar

qué grado de recelo a ser detectadopodría llegar a sentir lo ayudará aprogramar medidas contrarrestantes a finde reducir u ocultar su temor. Estainformación puede serle útil, asimismo,al descubridor de mentiras: si prevé queun sospechoso tiene mucho temor de seratrapado, estará muy atento a cualquierevidencia de ese temor.

El grado de recelo a ser detectadoestá sujeto a la influencia de muchosfactores. El primero y determinante es lacreencia que tenga el mentiroso sobre lahabilidad de su destinatario paradescubrir mentiras. Si sabe que sudestinatario es un incauto o un tonto, por

lo general no tendrá demasiados recelos.En cambio, alguien con fama de «durode pelar», alguien conocido por lodifícil que resulta engañarlo o por ser unexperto descubridor de mentirosos,inculcará recelo a ser detectado. Lospadres suelen convencer a sus hijos deque ellos son maestros en este arte dedescubrir mentiras: «Me basta mirarte alos ojos para saber si me estásmintiendo». La chica embustera tienetanto pavor de ser atrapada que estemismo pavor la delata, o bien confiesala verdad porque imagina que no tieneprobabilidad alguna de éxito.

En la obra dramática de Terence

Rattigan, The Winslow Boy, y la películaen ella basada, Pleito de honor (1948),el padre, Arthur, apela minuciosamentea esta estratagema. A su hijoadolescente, Ronnie, lo han echado de laEscuela Naval acusado de robar un giropostal:

«ARTHUR: En esta carta dicen querobaste un giro postal. (Ronnie abre laboca para contestar, pero Arthur lodetiene.) No digas nada, no quiero quedigas una sola palabra antes de escucharlo que yo tengo que decirte a ti. Si lohiciste, debes decírmelo. No meenfadaré contigo, Ronnie… siempre ycuando me cuentes la verdad. Pero si me

mientes, lo sabré, porque entre tú y yono puede esconderse ninguna mentira.Lo sabré, Ronnie… así que antes dehablar, acuérdate de esto. (Hace unapausa.) ¿Robaste ese giro?

»RONNIE (vacilante): No, papá, nolo robé.

(Arthur da un paso hacia él y leclava los ojos.)

»ARTHUR: ¿Robaste ese giropostal?

»RONNIE: No, papá, no lo hice.(Arthur sigue con su mirada clavada

en él durante un segundo, luego laaparta.)».[31]

Arthur le cree a su hijo, y la obra

relata los enormes sacrificios que hacenluego el padre y el resto de la familiapara rehabilitarlo.

Pero no siempre un padre puedeapelar a la estrategia usada por Arthur afin de averiguar la verdad. Si unmuchacho ha mentido muchas veces enel pasado y ha logrado hacer caer a supadre en el engaño, no tendrá motivospara pensar que no puede conseguirlootra vez más. Tal vez un padre no estédispuesto a amnistiar a su hijo cuandoéste le confiese alguna fechoría, o talvez su buena disposición en tal sentidono sea creída por su hijo, comoconsecuencia de los episodios del

pasado. También puede ocurrir que elchico le crea al padre y esté seguro deque éste es capaz de confiar en él. Unpadre que se ha mostrado suspicaz ydesconfiado con su hijo y no le hacreído cuando le dijo la verdad,despertará temor en un chico inocente.Esto plantea un problema decisivo en ladetección del engaño: es casi imposiblediferenciar el temor a que no le creandel niño inocente, del recelo a serdetectado que siente el niño culpable:las señales de uno y otro serán lasmismas.

Estos problemas no se presentanexclusivamente en el descubrimiento del

engaño entre padre e hijo: siempre esdifícil distinguir el temor del inocente aque no le crean, del recelo del culpablea ser detectado. Y la dificultad seagranda cuando el descubridor de lamentira tiene fama de suspicaz, de nohaber aceptado sin más la verdadanteriormente. A éste le será cada vezmás problemático distinguir aquel temorde este recelo. La práctica del engaño,así como el éxito reiterado eninstrumentarlo, reducirá siempre elrecelo a ser detectado. El marido queengaña a su esposa con la decimocuartaamante no se preocupará mucho porquelo atrape: ya tiene práctica suficiente,

sabe lo que puede prever que sucederá ylo que tiene que encubrir; y lo que esmás importante, sabe que puede salirairoso. La confianza en uno mismoaminora el recelo de ser descubierto.Por otra parte, un mentiroso que sepropasa en su autoconfianza puedecometer errores por descuido; esprobable que cierto recelo de serdetectado sea útil para todos losmentirosos.

El detector eléctrico de mentiras, opolígrafo, opera basándose en losmismos principios que la persona quequiere detectar mentiras a través deseñales conductuales que las traicionen,

y está sujeto a los mismos problemas. Elpolígrafo no detecta mentiras sino sóloseñales emocionales. Sus cables le sonaplicados al sospechoso a fin de medirlos cambios en su respiración, sudor ypresión arterial. Pero en sí mismos elsudor o la presión arterial no son signosde engaño: las palmas de las manos sehumedecen y el corazón late con mayorrapidez cuando el individuo experimentauna emoción cualquiera. Por eso, antesde efectuar esta prueba, la mayoría delos expertos que utilizan el polígrafotratan de convencer al sujeto de que elaparato nunca falla, y le administran loque se conoce como una «prueba de

estimulación». La técnica más frecuenteconsiste en demostrarle al sospechosoque la máquina podrá adivinar qué naipeha extraído del mazo. Se le hace extraerun naipe y después volver a ponerlo enel mazo; luego se le pide que contestenegativamente cada vez que elexaminador le inquiere por un naipe enparticular. Algunos expertos queemplean este aparato no cometen erroresgracias a que desconfían de él, y utilizanun mazo de naipes marcados. Justificanla trampa basándose en dos argumentos:si el sospechoso es inocente, importaque él crea que la máquina es perfecta,pues de lo contrario tendría temor de

que no le creyesen; si es culpable,importa que tenga recelo de seratrapado, pues de lo contrario el aparatono operaría en verdad. La mayoría delos que utilizan el polígrafo no incurrenen esta trampa contra sus sujetos, yconfían en que el polígrafo sabrádecirles con exactitud cuál fue el naipeextraído.[32]

Ocurre lo mismo que en Pleito dehonor: el sospechoso tiene que estarpersuadido de la habilidad del otro paradescubrir su mentira. Los signos de quetiene temor serían ambiguos si nopudiesen disponerse las cosas de modoque únicamente el mentiroso tenga

miedo, no el veraz. Los exámenes conpolígrafos no sólo fracasan porquealgunos inocentes temen ser falsamenteacusado» o porque por algún otromotivo los perturba el hecho de sersometidos a un examen, sino tambiénporque algunos delincuentes no creen enla máquina mágica: saben que puedenburlarla, y por eso mismo se vuelve másprobable que sean capaces delograrlo[33].

Otra similitud con Pleito de honorradica en el intento del experto que usael polígrafo para lograr la confesión.Así como el padre de Ronnie searrogaba poderes especiales para

detectar mentiras a fin de inducirlo aconfesar su culpabilidad, así tambiénalgunos usuarios del polígrafo procuranextraer del sospechoso una confesiónconvenciéndolo de que jamás podránganarle a la máquina. Si no confiesa, loamedrentarán diciéndole que ésta ya hadescubierto que no dice la verdad;aumentan así el recelo del sujeto a serdetectado, y con él, la esperanza delograr que confiese. El inocente debesufrir estas acusaciones falsas, peropresuntamente luego quedarárehabilitado. Por desgracia, sometidos atales presiones algunos inocentesconfiesan falsamente para no tener que

seguir soportándolas.Los especialistas que usan el

polígrafo no cuentan, por lo general, conla ventaja del padre de Ronnie, quepodía ofrecerle a su hijo perdonarlo porel delito cometido si lo admitía, y asíinducirlo a confesar. Los interrogadoresde delincuentes se acercan a esto cuandoles sugieren que el castigo será menor siconfiesan. Aunque por lo común noestán en condiciones de ofrecer unaamnistía total, sí pueden brindar unperdón psicológico; pueden darle aentender al sujeto que no tiene por quéavergonzarse del crimen que cometió, nisiquiera sentirse responsable de él. Con

tono benevolente, el interrogador le diráque lo considera muy comprensible, queél habría hecho lo mismo de hallarse enidéntica situación. Otra variante consisteen proporcionarle una explicacióndecorosa del motivo por el cual cometióel delito. El siguiente ejemplo fuetomado de la grabación delinterrogatorio a un sospechoso deasesinato —que, dicho sea de paso, erainocente—. El que habla es elinterrogador:

«Hay veces en que por causa delambiente, o de una enfermedad, o pormuchas otras razones, la gente no va porel buen camino. (…) A veces no

podemos dejar de hacer lo que hacemos.Hacemos las cosas en un momento enque nos arrastra la pasión, en unmomento de ira, o quizá porque dentrode nuestra mente las cosas no se nosordenan del todo. Cualquier ser humanonormal que ha cometido un error quiererepararlo».[34]

Hasta ahora hemos visto de quémanera la fama del descubridor dementiras puede influir en el recelo a serdetectado del mentiroso y en el temor aque no le crean del inocente. Otro factorque gravita en el recelo a ser detectadoes la personalidad del mentiroso. Hayindividuos a los que les cuesta mucho

mentir, en tanto que otros lo hacen conpasmosa soltura. Se sabe mucho más delos que mienten con facilidad que de losque no pueden hacerlo. Algo pudedescubrir sobre estos últimos en miinvestigación sobre el ocultamiento delas emociones negativas.

En 1970 comencé una serie deexperimentos destinados a corroborarlos indicios del engaño que habíadescubierto analizando la película de lapaciente psiquiátrica Mary, cuya mentiradescribí en el primer capítulo.Recordemos que Mary había ocultado asu médico su angustia y desesperaciónen la esperanza de que éste le diese un

permiso para salir el fin de semana, yasí, libre de todo control, podersuicidarse. Yo debía someter a examenmentiras semejantes de otras personaspara averiguar si mostraban o no losmismos indicios de engaño que encontréen esa película. Tenía pocas esperanzasde hallar suficientes ejemplos clínicos;si bien a menudo uno sospecha que unpaciente le está mintiendo, es raro quepueda estar seguro, salvo que loconfiese, como Mary. Mi única opciónera crear una situación experimental quemodelaría, basándose en la mentira deMary, para examinar los errores queotras personas cometían al mentir.

Para que hubiera correspondenciacon la mentira de Mary, los sujetosexperimentales tenían que sentir fuertesemociones negativas y estar muymotivados a ocultarlas. Produjese esasfuertes emociones negativasmostrándoles escenas horribles filmadasen el quirófano y pidiéndoles queocultasen todo signo de lo que sentían alobservarlas. Al principio miexperimento fracasó, porque nadie seempeñó demasiado en lograrlo. Nohabía previsto lo difícil que es inducir ala gente a mentir en un laboratorio: acualquiera le fastidia saber que unoscientíficos están viéndolo comportarse

en forma inapropiada. A menudo es tanpoco lo que hay en juego, que aun en loscasos en que mienten, no lo hacen con elmismo rigor que en la vida real, cuandode veras les importa mentir. Seleccionécomo sujetos experimentales a alumnasde la escuela de enfermería, ya que parauna enfermera, poder decir esta clase dementiras es muy importante. Lasenfermeras deben saber ocultarcualquier emoción negativa que les surjaal ver una operación u otra escena enque corra sangre. Mi experimento lesbrindaba la oportunidad de practicar unahabilidad relevante en su carrera. Otromotivo era evitar el problema ético que

plantea exponer a esas escenassangrientas a cualquiera. Al decidirsepor esa profesión, las enfermeras yahabían elegido enfrentarse con esa clasede material. La consigna que les di fuela siguiente:

«Si les toca trabajar en la sala deguardia y entra una madre llevando a supequeño hijo con el cuerpodespedazado, ustedes no puedenevidenciar ninguna angustia, por másque sepan el dolor que puede estarsufriendo la criatura y las pocasprobabilidades que tiene de sobrevivir.Tienen que acallar sus sentimientos ycalmar a la madre hasta que llegue el

médico. O bien imaginen que debenlimpiar las heces de un paciente que yano controla sus esfínteres; de por sí, elpaciente se siente molesto yavergonzado por verse reducido a eseestado infantil. Probablemente a ustedesles causa disgusto lo que tienen quehacer, pero no deben mostrar esesentimiento.

»En este experimento se les dará laoportunidad de probar y practicar lacapacidad que tienen para controlar laexpresión de sus sentimientos. Primeroverán una hermosa película conagradables escenas de playa, y al mismotiempo que la miran describirán sus

sentimientos sinceramente a unentrevistador; éste no sabrá qué películaestán viendo. A continuación veránalgunas de las peores escenas quepueden presentárseles en muchos añosde experiencia como enfermeras;deberán ocultar sus sentimientos demodo tal que el entrevistador supongaque están viendo otra películaencantadora; por ejemplo, puedendecirle que en ella se aprecian losbellos jardines del parque Golden Gate(de San Francisco). Pongan el mayorempeño en lograrlo».

Seleccionamos los peores filmes quepudimos encontrar. En estudios

preliminares habíamos averiguado que aalgunas personas les perturbanextremadamente las películas quemuestran quemaduras graves, ya quesaben que el terrible dolor de la víctimade una de estas quemaduras no puedealiviarse demasiado con la medicaciónhabitual. A otras las trastorna más unaescena de amputación de un miembro, enparte por los chorros de sangre quesaltan pero también porque imaginancómo se sentirá ese individuo aldespertar y darse cuenta de que le faltauna pierna o un brazo. Hicimos unmontaje de dos películas, cada una delas cuales mostraba una de estas

escenas, de tal modo que parecía comosi el miembro le fuera amputado a unapersona que además había sufridoquemaduras graves. Con estasterroríficas películas llegamos a saberhasta qué punto puede ocultar la genteemociones intensísimas cuando quiere odebe.

Dado que la competencia paraingresar en la escuela de enfermería dela universidad en la que trabajo es muyintensa, todas estas jóvenes estudianteshabían alcanzado muy altos puntajes endiversas pruebas de rendimiento, teníanaltas calificaciones y excelentesreferencias personales en cuanto a su

carácter. Pero a pesar de ser un grupotan selecto, diferían marcadamente entresí en su capacidad para ocultar sussentimientos. Algunas lo hacían de unamanera excelente, mientras que a otrasles resultaba imposible. En entrevistasposteriores con ellas comprobé que suimposibilidad de mentir mientras veíanmis espantosas películas no estabanreferidas específicamente a miexperimento. Algunas de estasestudiantes siempre tenían dificultadpara mentir acerca de sus sentimientos.Hay individuos que son especialmenterecelosos de ser atrapados mintiendo;están convencidos de que todos los que

los están mirando se darán cuenta de quemiente, lo que se convierte en unaprofecía que termina por cumplirse.Administré a todas estas estudiantesnumerosos tests objetivos depersonalidad, y para mi asombro halléque quienes tenían más dificultades paramentir no diferían del resto del grupo enestos tests. Aparte de dichapeculiaridad, no parecían diferenciarsede las demás. Sus parientes y amigosconocían esa característica de supersonalidad y les perdonaban quefuesen tan veraces siempre.

Procuré interiorizarme mejor sobresus oponentes, las que mentían

fácilmente y con gran éxito. Losmentirosos naturales están al tanto desu aptitud, no menos que quienes losconocen bien. Desde la infanciaengañaron impunemente a sus padres,maestros y amigos cuando se les antojóhacerlo. Estas personas no sientenningún recelo de ser detectadas, todo locontrario: confían en su capacidad paraengañar. Esta confianza, esta falta derecelo al mentir, es una de las marcascaracterísticas de la personalidadpsicopática; pero es la únicacaracterística que los mentirososnaturales comparten con los psicópatas.A diferencia de éstos, no revelan poseer

escaso discernimiento, ni dejan deaprender con la experiencia. Tampocopresentan estos otros rasgos de lospsicópatas: «…encanto superficial (…)falta de remordimiento o de vergüenza,comportamiento antisocial sincompunción aparente, egocentrismopatológico e incapacidad de amar». [35]

(Me explayaré más sobre la forma enque el remordimiento y la vergüenzapueden dejar traslucir el engaño cuandome ocupe de la culpa que produceengañar.)

Las mentirosas naturales de miexperimento no se diferenciaban de lasdemás en los puntajes obtenidos en una

variedad de pruebas objetivas depersonalidad. Sus tests no mostrabanhuella alguna de la personalidadpsicopática. No había nada antisocial ensu constitución. Al contrario de lo quesucede con los psicópatas, no utilizan suhabilidad para mentir con el objeto dedañar a otras personas[36]. Losmentirosos naturales, sumamentediestros en el arte de engañar pero queno carecen de conciencia moral,deberían capitalizar su talentodedicándose a determinadasprofesiones: actores, vendedores,abogados, políticos, espías odiplomáticos.

Los estudiosos de los engañosmilitares se han interesado en lascaracterísticas de estos individuos quetienen una suprema habilidad paramentir: «Deben estar dotados de unamente flexible y combinatoria, una menteque opera dividiendo las ideas,conceptos o «palabras» en suscomponentes básicos para despuésrecombinarlos de diversas maneras. (Unejemplo de este tipo de pensamiento loencontramos en los juegos de palabrascruzadas como el “Scrabble”.) (…) Losmáximos exponentes del uso del engañoen el pasado (…) han sido personassumamente individualistas y

competitivas, que no se amoldarían auna gran organización (…) y más bientienden a trabajar solas. Suelen estarconvencidas de la superioridad de suspropias opiniones. En ciertos aspectossu carácter concuerda con el que, segúnse supone, tienen los artistas bohemios,excéntricos y solitarios; sólo que el arteque ellos practican es distinto. Este esaparentemente el denominador común delos grandes artífices del engaño, comoChurchill, Hitler, Dayán y T. E.Lawrence» [37]

Estos «grandes artífices» puedennecesitar dos clases de habilidad muydiferentes: la indispensable para planear

una estrategia engañosa y laimprescindible para desorientar alcontrincante en un encuentro cara a cara.Al parecer Hitler descollaba en ambas,pero cabe presumir que alguiensobresalga en una de estas habilidades yno en la otra. Lamentablemente, se hanestudiado muy poco las característicasde los grandes engañadores; ningunaobra se ha propuesto preguntarse si susrasgos de personalidad pueden diferirsegún el campo en que les toque poneren práctica su engaño. Sospecho que larespuesta es negativa, y que todosaquellos que son capaces de mentir conéxito en la esfera militar también se las

arreglarían muy bien en otras grandesempresas.

Es tentador tildar de psicópata yantisocial a cualquier enemigo políticoque haya cometido palpables engaños.Si bien carezco de pruebas para discutiresto, desconfío de tales juicios. Asícomo Nixon es un héroe o un villanosegún las opiniones políticas de quien lojuzgue, así también los dirigentespolíticos o militares extranjeros puedenparecer psicópatas o astutos según quesus mentiras promuevan o no los valoresque uno defiende. Supongo que ningúnpsicópata podría sobrevivir dentro deuna estructura burocrática el tiempo

suficiente como para alcanzar unaposición de liderazgo en el planonacional.

Hasta ahora he descrito dos factoresdeterminantes del recelo a serdetectado: la personalidad del mentirosoy, antes que esto, la fama y carácter deldescubridor de la mentira. No menosimportante es lo que está en juego almentir. La regla es muy simple: cuantomás sea lo que está enjuego, mayor seráel recelo a ser detectado. Pero laaplicación de esta regla puede sercomplicada, porque no siempre essencillo averiguar qué es lo que está enjuego.

A veces es fácil. Como nuestrasestudiantes de enfermería estaban muymotivadas para tener éxito en su carrera,en especial al comienzo, había mucho enjuego para ellas en nuestro experimento.Por lo tanto, es lógico pensar que iba aser grande su recelo a ser detectadas, elcual autodelataría o dejaría traslucir dealgún modo su engaño. Dicho recelohabría sido menor si la carrera de estasjóvenes aparentemente no hubieseestado envuelta en la experiencia; porejemplo, a la mayoría le habríapreocupado menos fracasar en elocultamiento de sus emociones si se leshubiese pedido que escondiesen lo que

pensaban sobre la moralidad de hurtarartículos en los negocios. En cambio, loque estaría en juego sería mayor si seles hubiese hecho creer que las quefracasasen en el experimento no podríaningresar en la escuela superior deenfermería.[38]

Un vendedor que engaña a su clientedeberá preocuparse más por una ventaque le supone una comisión alta que porla que le dejará una comisión pequeña.Cuanto mayor sea la recompensaprevista, mayor será también el recelo aser detectado: es más lo que está enjuego. A veces la recompensa notoria noes lo que le importa al mentiroso. El

vendedor, por ejemplo, quizás estébuscando ganarse la admiración de suscolegas, en cuyo caso doblegar a uncliente refractario puede significar unarecompensa enorme por más que lacomisión cobrada sea mínima. En unapartida de póquer, poco le importará aun jugador que la apuesta sea ínfima silo que quiere es derrotar a su rival en elafecto de su novia. Para algunaspersonas, ganar lo es todo; no importaque se trate de centavos o de grandessumas, para ellos es mucho lo que estáen juego en cualquier competencia. Y loque está en juego puede ser tanidiosincrásico que ningún observador

externo se dé cuenta. El Juan Tenorio talvez disfrute engañando a su esposa, nopara satisfacer una lujuria ardiente, sinopara repetir esa vieja compulsión aocultarle las cosas a mamá.

El recelo a ser detectado será mayorsi lo que está en juego es evitar uncastigo, y no meramente ganar unarecompensa. Cuando se toma porprimera vez la decisión de engañar,habitualmente se piensa sóio en lasrecompensas. El mentiroso únicamentesueña con lo que va a reportarle sumentira; el malversador de fondos, conel «vino, mujeres y canto» que tendrá alconcretar su fraude. Pero una vez que el

engaño ya lleva cierto tiempo, tal vezdejen de obtenerse recompensas. Lacompañía puede haberse percatado desus pérdidas y sus sospechas aumentanhasta tal punto que el malversador defondos ya no puede retirar más. Sicontinúa con sus engaños es para evitarser atrapado: ahora lo que está en juegoes el castigo únicamente. La evitacióndel castigo puede, empero, estar enjuego desde el comienzo mismo si eldestinatario del engaño es suspicaz o siel mentiroso tiene poca confianza en símismo.

Un engaño puede acarrear dos clasesde castigo: el castigo que aguarda en

caso de que la mentira falle y el quepuede recibir el propio acto de mentir.Si están en juego ambos, será mayor elrecelo a ser detectado. A veces elcastigo en caso de que a uno lodescubran engañando es mucho peor queel castigo que deseaba evitar con suengaño. En Pleito de honor, el padre lecomunicó a su hijo que ésa era lasituación. Si el descubridor de mentiraspuede hacerle saber con claridad alsospechoso, antes de interrogarlo, quesu castigo por mentir será peor que elque se le imponga por su delito, tienemás probabilidades de disuadirlo de quemienta.

Los padres y madres deberían saberque la severidad de los castigos queimponen a sus hijos es uno de losfactores que influyen en el hecho de queéstos confiesen sus transgresiones omientan al respecto. Hay un relatoclásico, el de la historia algo novelescade Masón Locke Weems titulada TheLife and Memorable Actions of GeorgeWashington. El padre le habla alpequeño George y le dice: «Muchospadres, por cierto, obligan a sus hijos aincurrir en esa vil costumbre [mentir]azotándolos bárbaramente por cadapequeña falta que cometen; así es como,la vez siguiente, la criatura, aterrada,

suelta una mentira… sólo para escapar ala paliza. Pero en cuanto a ti, George,como sabes muy bien, porque siempre telo he dicho, y ahora te lo repito, si porcasualidad haces algo malo —lo cual vaa suceder con frecuencia, ya que todavíano eres más que un chico sinexperiencia ni conocimiento—jamásdebes decir una falsedad para ocultarlo.Más bien tienes que venir a contármelovalientemente, querido hijo, puesto queeres un hombrecito; y yo, en lugar depegarte, te honraré y te querré más aúnpor eso». Varios conocidos episodiosindican que George confió en lo que ledijo su padre.

No sólo los niños pueden perdermás por el propio hecho de mentir quelo que habrían perdido en caso de decirla verdad. Un esposo quizá le diga a sumujer que si bien el amorío que le hadescubierto lo hirió mucho, la podríahaber perdonado si ella no se lo hubieraescondido: la pérdida de la confianza enella le inflige un daño mayor que lapérdida de la creencia en su fidelidad.Tal vez su esposa no supiera esto, o talvez no fuera cierto. La confesión de unamorío extraconyugal puede juzgarseuna verdadera crueldad, y el esposoagraviado puede sostener que si sucónyuge hubiese sido realmente

considerada con él, habría sido másdiscreta y no habría permitidoindiscreciones. Puede ocurrir quemarido y mujer no coincidan al respecto.Los sentimientos varían, además, con elcurso del matrimonio. Una vez que se haproducido una relación extraconyugal,las actitudes de uno u otro puedencambiar radicalmente al respecto de loque eran cuando ese amorío sólo era unahipótesis.

Pero aunque el transgresor sepa queel daño que sufrirá si se descubre sumentira será mayor que el que recibirási admite su falta, mentir puederesultarle muy tentador, ya que confesar

la verdad le provocará perjuiciosinmediatos y seguros, en tanto que lamentira contiene en sí la posibilidad deevitar todo perjuicio. La perspectiva deeludir un castigo inmediato puede ser tanatrayente que el impulso que lo lleva aeso hace que el mentiroso subestime laprobabilidad de ser atrapado, y elprecio que ha de pagar en caso de serlo.El reconocimiento de que la confesiónhabría sido una mejor estrategia llegademasiado tarde, cuando el engaño se hamantenido ya por tanto tiempo y contantas argucias, que ni siquiera laconfesión logra reducir el castigo.

A veces no hay duda alguna en

cuanto a los costos relativos de laconfesión y de la continuación delocultamiento. Hay acciones tan malas ensí mismas, que por más que uno lasconfiese nadie va a venir a felicitarlopor haberlo hecho, y por otro lado suocultamiento poco agrega al posiblecastigo que tendrá el transgresor. Esto eslo que sucede cuando la mentira ocultael maltrato de un niño, o un incesto, unasesinato, un acto de traición o deterrorismo. Quienes confiesen estoscrímenes no deben esperar serperdonados (aunque la confesiónacompañada de contrición puede reducirel castigo), a diferencia de lo que

ocurre, por ejemplo, con la posiblerecompensa de un Don Juan arrepentido.Tampoco es muy probable que elocultamiento de esos crímenes, una vezdescubierto, provoque un arrebato deindignación moral. No sólo personasaviesas o crueles pueden hallarse enesta situación: los judíos que ocultabansu identidad en la Alemania ocupada porlos nazis, los espías durante la guerra,ganan muy poco confesando, y nadapierden si procuran seguir manteniendosu engaño. Pero aun cuando no tengaprobabilidad alguna de reducir elcastigo, un mentiroso puede confesarpara aliviarse del peso que significa

sostener el engaño por más tiempo, opara aplacar su alto grado de recelo aser detectado, o su sentimiento de culpa.

Otro elemento que debe evaluarse alver de qué modo lo que está en juegoinfluye en el recelo a ser detectado es loque gana o pierde el destinatario, y nosólo el engañador. Por lo común, lo queéste gane dependerá de aquél. Elmalversador de fondos gana lo quepierde su patrón. Pero no siempre lasganancias y pérdidas respectivas son lasmismas. La comisión que percibe unvendedor por vender un producto que notiene puede ser mucho más pequeña quela pérdida del incauto cliente. Y lo que

está enjuego para el engañador y sudestinatario no sólo puede diferir encantidad sino en calidad. El JuanTenorio ganará una aventura, pero elesposo cornudo por su culpa perderá elrespeto que se tiene a sí mismo. Si loque está en juego difiere de este modo,esto puede determinar el recelo delmentiroso a ser detectado. Tododependerá de que sepa reconocer ladiferencia.

Los mentirosos no son la fuente másfidedigna a que puede recurrirse a fin deestimar qué es lo que está en juego parasus destinatarios: Les importa creeraquello que cumple con los fines que se

propusieron. Les resulta cómodo pensarque sus destinatarios se benefician consu engaño tanto o más que ellos. Y bienpuede ser cierto. No todas las mentirasdañan a sus destinatarios. Hay mentirasaltruistas:

«El pálido y delgado chico de onceaños, alumno de quinto grado de laescuela primaria, fue sacado ayer,herido pero con vida, de los restos de laavioneta que se estrelló el domingo enuno de los picos del Parque NacionalYosemite, en Estados Unidos. El niñohabía sobrevivido a unas furiosastempestades y había pasado variasnoches con temperaturas de menos de 5

grados bajo cero a casi cuatro milmetros de altura, en el lugar delsiniestro, envuelto en su saco de dormiren el asiento trasero del destruidoaeroplano, tapado por la nieve. Estabasolo. «¿Cómo están mamá y papá?», fuelo primero que preguntó azorado elchico cuando lo rescataron. «¿Estánvivos?» Los integrantes de la partida derescate no pudieron comunicarle que supadrastro y su madre estaban muertos,atrapados aún en el asiento delantero dela cabina despedazada del aparato,apenas a unos centímetros de dondehabía permanecido él».[39]

Pocos negarán que ésta fue una

mentira altruista destinada a dar algúnalivio a su destinatario, que noproporcionó provecho alguno a sussalvadores. Pero que el destinatario sebeneficie con la mentira no significa queno exista un gran recelo de serdetectado. No importa quién sea elbeneficiario, si lo que está enjuego esmucho habrá gran recelo a ser detectado.Preocupados por la posibilidad de quela criatura no resistiese la fuerteconmoción de la noticia, sus salvadorespusieron buen cuidado en que suocultamiento tuviese éxito.

Para sintetizar, el recelo a serdetectado es mayor cuando:

el destinatario tiene fama de no serfácilmente engañable;

el destinatario se muestra suspicazdesde el comienzo;

el mentiroso carece de muchapráctica en el arte de mentir, y no hatenido demasiados éxitos en estamateria;

el mentiroso es particularmentevulnerable al temor a ser atrapado;

lo que está en juego es mucho;hay en juego tanto una recompensa

como un castigo; o bien, en el caso deque haya una sola de estas cosas enjuego, es el castigo;

el castigo en caso de ser atrapado

mintiendo es grande, o bien el castigopor lo que se intenta ocultar con lamentira es tan grande que no hayincentivo alguno para confesarla;

el destinatario de la mentira no sebeneficia en absoluto con ella.

EL SENTIMIENTO DE CULPA

POR ENGAÑAR

El sentimiento de culpa por engañarse refiere a una manera de sentirserespecto de las mentiras que se handicho, pero no a la cuestión legal de siel sujeto es culpable o inocente. Elsentimiento de culpa por engañar debe

distinguirse del que provoca elcontenido mismo del engaño.Supongamos que en Pleito de honor,Ronnie hubiese robado efectivamente elgiro postal. Quizá tendría sentimientosde culpa por el robo en sí, seconsideraría a sí mismo una personaruin por haber hecho eso. Pero siademás le ocultó el robo a su padre,podría sentirse culpable a raíz dehaberle mentido: éste sería susentimiento de culpa por engañar.

Para sentirse culpable por elcontenido mismo de una mentira no espreciso sentirse a la vez culpable dementir. Imaginemos que Ronnie le

hubiese robado a un compañero decolegio que hizo trampas en un examen oen una competencia escolar a fin deganarle: Ronnie no se sentiría culpablede robarle a un condiscípulo malévolocomo ése, y hasta podría parecerle unavenganza apropiada; pero seguiríateniendo sentimientos de culpa porengañar a su padre o al director delcolegio en caso de ocultar el hecho.Tampoco la paciente Mary sentía culpapor sus planes de suicidarse, pero sí pormentirle a su médico.

Al igual que el recelo a serdetectado, el sentimiento de culpa porengañar es de fuerza variable. Puede ser

leve, o tan intenso que luego la mentirafalle porque dicho sentimiento de culpahace que el mentiroso se autodelate o déalguna pista sobre su embuste. Cuandose vuelve extremo, el sentimiento deculpa por engañar resulta atormentador,minando los sentimientos de autoestimabásicos del que lo padece. Paraaliviarse de él, es muy posible quebusque confesar su engaño, a pesar deque haya grandes probabilidades de quelo castiguen. Más aún, el castigo puedeser justamente lo único capaz deaminorar sus sentimientos de culpa y elmotivo de que confiese.

Tal vez el individuo tomó ya la

decisión de mentir pero sin preveradecuadamente cuánto podría padecermás tarde a causa de su sentimiento deculpa. Algunos mentirosos no calibrancomo corresponde el efecto que puedetener en ellos que la víctima lesagradezca el engaño en vez dereprochárselo, porque le parece que laestá ayudando, o cómo se sentiráncuando vean que le echan a otro la culpade su fechoría. Ahora bien: estosepisodios pueden crear culpa a algunos,pero para otros son un estímulo, elaliciente que los lleva a considerar quela mentira vale la pena. Analizaré estomás adelante bajo el título del deleite

que provoca embaucar a alguien. Otrarazón de que los mentirosos subestimenel grado de culpa por engañar quepueden llegar a sentir es que sólodespués de transcurrido un tiempoadvierten que una sola mentira tal vez nobaste, que es menester repetirla una yotra vez, a menudo con intenciones másy más elaboradas, para proteger elengaño primitivo.

La vergüenza es otro sentimientovinculado a la culpa, pero existe entreambos una diferencia cualitativa. Parasentir culpa no es necesario que hayanadie más, no es preciso que nadieconozca el hecho, porque la persona que

la siente es su propio juez. No ocurre lomismo con la vergüenza. La humillaciónque la vergüenza impone requiere serreprobado o ridiculizado por otros. Sinadie se entera de nuestra fechoría,nunca nos avergonzaremos de ella,aunque sí podemos sentirnos culpables.Por supuesto, es posible que coexistanambos sentimientos. La diferencia entrela vergüenza y la culpa es muyimportante, ya que estas dos emocionespueden impulsar a una persona a actuaren sentidos contrarios. El deseo dealiviarse de la culpa tal vez la mueva aconfesar su engaño, en tanto que eldeseo de evitar la humillación de la

vergüenza tal vez la lleve a noconfesarlo jamás.

Supongamos que en Pleito de honor,Ronnie había robado el dinero y sesentía enormemente culpable por ello ytambién por haberle ocultado el hecho asu padre. Quizá desease confesarlo paraaliviar sus torturantes remordimientos,pero la vergüenza que le da lapresumible reacción de su padre lodetenga. Recordemos que paraestimularlo a confesar, su padre leofrece perdonarlo: no habrá castigo siconfiesa. Reduciendo el temor deRonnie al castigo, aminorará su recelo aser detectado, pero para conseguir que

confiese tendrá que reducir también suvergüenza. Intenta hacerlo diciéndoleque lo perdonará, pero podría haberrobustecido su argumentación, yaumentado la probabilidad de laconfesión, añadiendo algo parecido a loque le dijo al supuesto asesino elinterrogador que cité páginas atrás. Elpadre de Ronnie podría haberleinsinuado, por ejemplo: «Comprendoque hayas robado. Yo habría hecho lomismo de encontrarme en una situacióncomo ésa, tan tentadora. Todo el mundocomete errores en la vida y hace cosasque luego comprueba que han sidoequivocadas. A veces, uno simplemente

no puede dejar de hacerlo». Desdeluego, en el caso de un padre inglés, noes fácil que pudiera decirle esosinceramente a su hijo, y por ende, adiferencia de un interrogador decriminales, es improbable que logrearrancarle una confesión.

Hay individuos particularmentevulnerables a sentir culpa y vergüenzapor engañar; entre ellos están los quehan sido criados con normas muyestrictas, y han llegado a creer que lamentira es el más terrible de lospecados. En cambio, en la crianza deotros quizá no se condenó tanfuertemente el mentir. Más común es que

se hayan inculcado intensos y muygeneralizados sentimientos de culpa.Hay personas que si se sienten culpablesparecerían buscar experiencias queintensifiquen su culpa y los expongan ala vergüenza pública. Por desgracia,muy poco es lo que se ha estudiadosobre estos individuos motivados asentirse culpables; algo más se sabe desus opuestos.

Jack Anderson, el conocidocolumnista norteamericano, relató unavez el caso de un mentiroso que nosentía culpa ni vergüenza, en un artículoperiodístico donde se atacaba lacredibilidad de Mel Weinberg, el

principal testigo del FBI en el juiciocontra Abscam. Anderson narró lareacción que tuvo Weinberg cuando laesposa de éste se enteró de que durantecatorce años le había estado ocultandoun amorío extraconyugal. «Cuando Melvolvió a su casa —escribía Anderson—y su esposa Marie le pidió unaexplicación, simplemente se encogió dehombros. “Así que me atrapaste”, selamentó. “Siempre te he dicho que soy elpeor de los mentirosos». A continuaciónde lo cual se repantigó en su sillónfavorito, pidió el plato de comida chinaque más le gustaba y le encargó a Marieque llamase a la manicura».[40]

Se estima que la marca distintiva deun psicópata es que no siente nunca niculpa ni vergüenza en ningún aspecto desu vida. (Obviamente, no puede hacerseun diagnóstico de esta índole a partir deuna crónica periodística.) Losespecialistas no se han puesto deacuerdo en cuanto a si la falta desentimientos de culpa y de vergüenza sedebe a la forma en que el individuo fuecriado o a ciertos factores biológicos.En cambio, coinciden en que ni la culpapor mentir ni el temor a ser atrapadollevarán nunca a un psicópata a cometererrores en sus embustes.

No habrá jamás mucha culpa por el

engaño cuando el engañador nocomparte los mismos valores socialesque su víctima. Un individuo se sientepoco o nada culpable por mentirle aotros a quienes considera pecadores omalévolos. Un marido cuya esposa esfrígida o no quiere tener relacionessexuales con él no se sentirá culpable debuscarse una amante. Un revolucionarioo un terrorista rara vez sentirán culpapor engañar a los funcionarios oficiales.Un ex agente de la CIA lo dijo demanera sucinta: «Si se despoja alespionaje de todos sus agregadossecundarios, la tarea de un espíaconsiste en traicionar la confianza

depositada en él».[41] En ciertaoportunidad me tocó asesorar a unosagentes de seguridad que estaban detrásde quienes habían planeado asesinar aun alto funcionario del gobierno. Nopude basarme en el sentimiento de culpapor engañar a fin de obtener señalestangibles. Puede ser que un asesino, sino es un profesional, tenga temor de seratrapado, pero no es nada probable quesienta culpa por lo que planea. Ningúndelincuente profesional siente culpa porengañar a alguien que está fuera de sucírculo. El mismo principio explica porqué un diplomático o un espía no sientenculpa al engañar al del otro bando: no

comparten sus mismos valores. Elengañador obra bien… en favor de lossuyos.

En la mayoría de estos ejemplos lamentira ha sido autorizada: cada uno deestos sujetos apela a una norma socialbien definida que confiere legitimidad alhecho de engañar al opositor. Muy pocaes la culpa que se siente en talesengaños autorizados cuando losdestinatarios pertenecen al bandoopuesto y adhieren a valores diferentes;pero también puede existir unaautorización a engañar a individuos queno son opositores, sino que comparteniguales valores que el engañador. Los

médicos no se sienten culpables deengañar a sus pacientes si piensan que lohacen por su bien. Un viejo y tradicionalengaño médico consiste en darle elpaciente un placebo, una píldora conglucosa, al mismo tiempo que le mienteque ése es el medicamento que necesita.Muchos facultativos sostienen que estamentira está justificada si con ella elpaciente se siente mejor, o si deja demolestar al médico pidiéndole unmedicamento innecesario que hasta lopuede dañar. El juramento hipocráticono exige ser sincero con el paciente: sesupone que lo que debe hacer el médicoes aquello que más puede ayudar a

éste.[42] El sacerdote que se reserva parasí la confesión que le ha hecho uncriminal cuando la policía le pregunta sisabe algo al respecto no ha de sentirsentimiento de culpa por engañar: suspropios votos religiosos autorizan dichoengaño, que no lo beneficia a él sino aldelincuente, cuya identidad permanecerádesconocida. Las estudiantes deenfermería de mí experimento no teníanningún sentimiento de culpa por ocultarlo que estaban vivenciando: el engañohabía sido autorizado por mi consigna,cuando expliqué que a fin de aliviar a unpaciente de sus padecimientos, ocultarleciertas cosas a veces es un deber

profesional en el trabajo hospitalario.Los mentirosos que actúan

presuntamente llevados por el altruismoquizá no adviertan, o no admitan, quecon frecuencia ellos también sebenefician con su engaño. Un veteranovicepresidente de una compañía deseguros norteamericana explicaba quedecir la verdad puede ser innoble si estáenvuelto el yo de otra persona. «A veceses difícil decirle a alguien: “No, mire,usted jamás llegará a ser presidente dela empresa”».[43] La mentira no sóloevita herir los sentimientos del sujeto encuestión, sino que además le ahorraproblemas a quien la dice: sería duro

tener que habérselas con la decepcióndel así desengañado, para no hablar dela posibilidad de que inicie una protestacontra el que lo ha desengañadoconsiderándolo responsable de tener unamala opinión de él. La mentira, pues, losauxilia a ambos. Desde luego, alguienpodría decir que ese sujeto se veperjudicado por la mentira, se veprivado de información que, por másque sea desagradable, lo llevaría tal veza mejorar su desempeño o a buscarempleo en otra parte. Análogamente,podría aducirse que el médico que da unplacebo, si bien obra por motivosaltruistas, también gana con su engaño:

no debe afrontar la frustración odesilusión del paciente cuando éstecomprueba que no hay remedio para elmal que padece, o con su ira cuando seda cuenta de que su médico le da unplacebo porque lo considera unhipocondríaco. Nuevamente, esdebatible si en realidad la mentirabeneficia o daña al paciente en estecaso.

Sea como fuere, lo cierto es queexisten mentiras altruistas de las que elmentiroso no saca provecho alguno —elsacerdote que oculta la confesión delcriminal, la patrulla de rescate que no ledice al niño de once años que sus padres

murieron en el accidente—. Si unmentiroso piensa que su mentira no lobeneficia en nada, probablemente nosentirá ningún sentimiento de culpa porengañar,

Pero incluso los engaños movidospor motivos puramente egoístas puedenno dar lugar a ese sentimiento de culpasi la mentira está autorizada. Losjugadores de póquer no sienten culpapor engañar en el juego, como tampocolo sienten los mercaderes de una feria alaire libre del Medio Oriente, o loscorredores de bolsa de Wall Street, o elagente de la empresa inmobiliaria de lazona. En un artículo publicado en una

revista para industriales se dice acercade las mentiras: «Tal vez la más famosade todas sea “Esta es mi última oferta”,pese a que esta frase falsa no sólo esaceptada, sino esperada, en el mundo delos negocios. (…) Por ejemplo, en unanegociación colectiva nadie supone queel otro va a poner sus cartas sobre lamesa desde el principio».[44] El dueñode una propiedad que pide por ella unprecio superior al que realmente estádispuesto a aceptar para venderla no sesentirá culpable si alguien le paga eseprecio más alto: su mentira ha sidoautorizada. Dado que los participantesen negocios como los mencionados o en

el póquer suponen que la informaciónque se les dará no es la verdadera, ellosno se ajustan a mi definición de mentira:por su propia naturaleza, en estassituaciones se suministra unanotificación previa de que nadie dirá laverdad de entrada. Sólo un neciorevelará, jugando al póquer, qué cartasle han tocado, o pedirá el precio másbajo posible por su casa cuando laponga en venta.

El sentimiento de culpa por engañares mucho más probable cuando lamentira no está autorizada; será grave siel destinatario confía, no supone queserá engañado porque lo que está

autorizado entre él y el mentiroso es lasinceridad. En estos engañosoportunistas, el sentimiento de culpaque provoca el mentir será tanto mayorsi el destinatario sufre un perjuicio igualo superior al beneficio del mentiroso.Pero aun así, no habrá muchosentimiento de culpa por engañar (si esque hay alguno) si ambos no compartenvalores comunes. La jovencita que leoculta a sus padres que fuma marihuanano sentirá ninguna culpa si piensa quelos padres son lo bastante tontos comopara creer que la droga hace daño,cuando a ella su experiencia le dice quese equivocan. Si además piensa que sus

padres son unos hipócritas, porque seemborrachan a menudo pero a ella no lepermiten entretenerse con su drogapredilecta, es menor aún la probabilidadde que se sienta culpable. Por más quediscrepe con sus padres respecto delconsumo de marihuana, así como deotras cuestiones, si sigue teniéndolescariño y se preocupa por ellos puedesentirse avergonzada de que descubransus mentiras. La vergüenza implicacierto grado de respeto por aquellos quereprueban la conducta vergonzante; de locontrario, esa reprobación genera rabiao desdén, pero no vergüenza.

Los mentirosos se sienten menos

culpables cuando sus destinatarios sonimpersonales o totalmente anónimos. Laclienta de una tienda de comestibles quele oculta a la supervisora que la cajerale cobró de menos un artículo caro quelleva en su carrito sentirá menos culpa sino conoce a esa supervisora; pero siésta es la dueña del negocio, o si se tratade una pequeña tienda atendida por unafamilia y la supervisora es unaintegrante de la familia, la clientamentirosa sentirá más culpa que en ungran supermercado. Cuando eldestinatario es anónimo o desconocidoes más fácil entregarse a la fantasía,reductora de culpa, de que en realidad él

no se perjudica en nada, o de que no leimporta, o ni siquiera se dará cuenta dela mentira, o incluso quiere o merece serengañado.[45]

Con frecuencia hay una relacióninversa entre el sentimiento de culpa porengañar y el recelo a ser detectado: loque disminuye el primero aumenta elsegundo. Cuando el engaño ha sidoautorizado, lo lógico seria pensar que sereducirá la culpa por engañar; noobstante, dicha autorizarión sueleincrementar lo que está en juego,aumentando así el recelo a serdetectado. Si las estudiantes deenfermería se cuidaron al punto de tener

miedo de fallar en mi experimento fueporque el ocultamiento que se lesrequería era importante para su carrerafutura, o sea, había sido autorizado:tenían, pues, un gran recelo a serdetectadas y muy poco sentimiento deculpa por engañar. También el patrónque sospecha de que uno de susempleados le está robando, y ocultatales sospechas con el objeto desorprenderlo con las manos en la masa,probablemente sienta gran recelo a serdetectado y escaso sentimiento de culpa.

Los mismos factores que intensificanel sentimiento de culpa pueden menguarel recelo a ser detectado. Un mentiroso

puede sentirse muy culpable por engañara un destinatario que confía en él, y tenerpoco miedo de ser atrapado por alguienque no supone que abusará de él. Porsupuesto, es posible que un mentiroso sesienta a la vez culpable y con muchotemor a ser descubierto, o que se sientamuy poco culpable y muy pocotemeroso. Todo depende de lascircunstancias, del mentiroso y delcazador del mentiroso.

Algunas personas se solazan en elsentimiento de culpa. Parte de sumotivación para mentir puede inclusoradicar en contar con una oportunidadpara sentirse culpable por lo que han

hecho. La mayoría, sin embargo,considera tan nocivo el sentimiento deculpa que siempre procuran aminorarlobuscando diversas maneras de justificarsu engaño. Por ejemplo, puedenconsiderarlo la reparación de unainjusticia. Si el destinatario es unapersona malévola o mezquina, dirán queno se merece que uno le diga la verdad.«Mi patrón era un tacaño, jamás merecompensó el trabajo que hice por él,así que decidí tomarme la recompensayo mismo.» La víctima de un mentirosopuede parecer tan incauta, que éstellegue a pensar que es ella, y no él, laque tiene la culpa de que le mienta. Hay

bobalicones que parecen estar pidiendoa gritos que los estafen.

Otros justificativos para mentir quereducen el sentimiento de culpa yafueron mencionados. Uno de ellos es unpropósito noble o los requisitos propiosde un cargo o función —recuérdese queNixon no quería llamar «faltas a laverdad» a sus mentiras porque, segúndecía, eran necesarias para conquistar lapresidencia o mantenerse en ella—.Otro es el presunto deseo de proteger aldestinatario. A veces el mentiroso llegaincluso a sostener que el destinatario leestaba pidiendo que le mintiera.

Si el destinatario cooperó en el

engaño, o estuvo enterado todo eltiempo de la verdad pero simuló noconocerla, en cierto sentido no hubomentira, y el mentiroso queda entoncesabsuelto de toda responsabilidad. Si eldestinatario realmente quiere que lemientan, ayudará a su victimario amantener el engaño pasando por altocualquier indicio de éste que setrasluzca en el comportamiento. Pero sino quiere y sospecha, sin duda queprocurará descubrirlo.

Un interesante ejemplo de undestinatario deseoso de ser engañadoaparece en las recientes revelacionessobre Robert Leuci, el agente de policía

convertido en informante secreto, aquien aludí al final del capítulo 2, elpersonaje central del libro de RobertDaley, Prince of the City, y de lapelícula homónima, El príncipe de laciudad. Cuando Leuci pasó a trabajarpara los fiscales federales, éstos lepreguntaron qué delitos había cometidoél; Leuci declaró sólo tres. Losindividuos a los que él desenmascarósostuvieron luego que Leuci habíacometido muchos más crímenes, yadujeron que como había mentido sobresu propio pasado delictivo, no podíatomarse en cuenta su testimonio encontra de ellos. Estos alegatos nunca

fueron probados, y muchas personasterminaron convictas tomando comobase el testimonio de Leuci. AlanDershowitz, el abogado que defendió auno de estos convictos, un tal Rosner,relató una conversación que mantuvocon Leuci después del juicio en la queéste admitió haber cometido,efectivamente, muchos más crímenes:

«Yo [Dershowitz] le dije que mecostaba creer que Mike Shaw [el fiscalfederal] no supiera nada acerca de losotros crímenes anteriores al juicio deRosner. “Estoy convencido de que en elfondo de su alma sabía que yo habíacometido más crímenes”, me contestó

Leuci. “Tenía que saberlo. Mike no esningún tonto.”

»¿Y entonces cómo pudo quedarseahí sin decir palabra, viendo cómo ustedmentía en el banquillo de los testigos?—le inquirí—.

» “Conscientemente no sabía que yoestaba mintiendo”, continuó diciéndome.“Sin duda lo sospechaba yprobablemente lo creía, pero yo le habíadicho que no debía ponerme en apuros, yno lo hizo. Yo dije «tres crímenes» —Leuci mostró tres dedos en alto y unaancha sonrisa—, y él tenía queaceptarlo. Los fiscales sobornan a lagente para que mienta, a pesar del

juramento, todos los días. Usted lo sabe,Alan”, concluyó».[46]

Más tarde Dershowitz se enteró deque también esta confesión de habermentido en el tribunal era una mentira.Un funcionario de la justicia que habíaestado presente en el primer encuentroentre Leuci y los fiscales federales ledijo a Dershowitz que aquél admitiófrancamente, desde el primer momento,haber cometido muchos más que los trescrímenes que luego fueron públicamentereconocidos. Los fiscales colaboraroncon Leuci para ocultar su verdaderahistoria delictiva a fin de preservar sucredibilidad como testigo —los

miembros de un jurado pueden creerle aun policía que sólo ha cometido tresdelitos, pero no a uno que ha cometidouna multitud—. Después del juicio,cuando se supo que Leuci cargaba conmuchos más delitos sobre sus espaldas,él lo negó a Dershowitz y sostuvo quelos fiscales no habían sido sino víctimascomplacientes; no quiso admitir queellos habían colaborado expresamentecon él para ocultar su expediente y asícumplir con su parte del trato, que eraprotegerlo en la misma medida en que éllos protegía a ellos. Según llegó asaberse, no confiando en el honor de losladrones, Leuci había efectuado y tenía

en su poder una grabación de susdeclaraciones ante los fiscales. De estemodo, ellos nunca podrían alegar suinocencia, y como en cualquier momentoLeuci los podía presentar como perjuroscon relación a su propio testimonio,estaba seguro de que seguirían siéndoleleales y protegiéndolo de cualquiercausa penal.

Sea cual fuere la verdad en el casoLeuci, su conversación con AlanDershowitz suministra un excelenteejemplo de que un destinatario deseosode ser engañado porque la mentira lobeneficia se la facilita al mentiroso. Lagente puede cooperar en el engaño por

motivos menos malévolos. En lossaludos corteses, el destinatario de lamentira suele mostrarse dispuesto aaceptarla. La anfitriona admite la excusaque le da para irse temprano una de susinvitadas porque no quiere hurgardemasiado. Lo importante es no incurriren ninguna grosería, simular de tal modoque no queden heridos los sentimientosde la anfitriona. Como el destinatario nosólo se muestra conforme con el engañosino que en cierto sentido ha dado suconsentimiento para él, las faltas a laverdad propias de las reglas de etiquetano se ajustan a mi definición de mentira.

Los romances amorosos son otro

caso de engaño benévolo, en que eldestinatario coopera para ser engañadoy ambos colaboran para mantener susrespectivas mentiras. Shakespeareescribió:

Cuando mi amada jura que estáhecha de verdades,la creo, aunque sémuy bien que miente, para que mesuponga un jovencito inculto quedesconoce las falsas sutilezasmundanas.Mi vanidad imagina que ellame cree joven, aun sabiendo quequedaron atrás mis días mejores, y doycrédito a las falsedades que su lenguadice.La verdad simple es suprimida deambos lados.¿Por qué razón ella no dice

que es injusta?¿Por qué razón yo no ledigo que soy viejo?Oh, porque el amorsuele confiar en lo aparente, y en elamor la edad no quiere ser medida enaños. Y así, miento con ella y ellamiente conmigo, y en nuestras faltas,somos adulados por mentiras.[47]

Por supuesto, no todos los engañosamorosos son tan inocentes, ni losdestinatarios se muestran siempre tanpropensos a que los engañen. Paraaveriguar si el destinatario de un engañoestaba o no dispuesto a ser engañado, nopuede confiarse en la opinión sinceradel que lo engañó: se inclinará a decirque sí, porque eso lo hace sentir menos

culpable. Si logra que su víctima admitaque tenía ciertas sospechas de él, almenos parcialmente habrá salido delapuro.

Un destinatario renuente puedevolverse cómplice después de un tiempopara evitar los costos que implicadescubrir el engaño. Imagínese lasituación de un alto funcionario públicoque comienza a sospechar que suamante, a quien le ha confiadoinformación de carácter secreto sobre sutrabajo, es una espía al servicio de ungobierno extranjero. De modo similar, siel jefe de selección de personal de unaempresa ha contratado a un candidato

que lo engañó respecto de susantecedentes laborales, puede más tardeconvertirse en víctima cómplice para notener que reconocer su error. RobertaWohlstetter describe numerosos casosde dirigentes de países que llegaron aser víctimas cómplices de susadversarios —émulos de Chamberlain—:

«En todos estos casos, en los que sepersistió en un error por un largoperíodo frente a pruebas en contrariocada vez mayores y a vecescontundentes, cumplen un papel muysignificativo las creencias y lossupuestos reconfortantes sobre la buena

fe de un adversario potencial, así comolos intereses que presuntamente habríaen común con ese contrincante. (…) Talvez el adversario sólo deba ayudar unpoco a la víctima; ésta tenderá adisculparse por lo que de otro modo severía como un movimientoamenazador».[48]

Para sintetizar, el sentimiento deculpa por engañar es mayor cuando:

el destinatario no está dispuesto aaceptar que lo engañen

el engaño es totalmente egoísta, y eldestinatario no sólo no saca ningúnprovecho de él sino que pierde tanto omás que lo que gana quien lo engaña

el engaño no ha sido autorizado, y enesa situación lo autorizado es lasinceridad

el mentiroso no ha engañado durantemucho tiempo

el mentiroso y su destinatario tienenciertos valores sociales comunes

el mentiroso conoce personalmente asu destinatario

al destinatario no puedeclasificárselo fácilmente como un ruin oun incauto

el destinatario tiene motivos parasuponer que será engañado; más aún, elmentiroso procuró ganarse su confianza.

EL DELEITE DE EMBAUCAR AOTRO

Hasta ahora sólo he examinado lossentimientos negativos que pueden surgircuando alguien miente: el temor a seratrapado y la culpa por desorientar aldestinatario. Pero el mentir puede darlugar asimismo a sentimientos positivos.La mentira puede considerarse un logroque hace sentirse bien a quien la fabricao que genera entusiasmo ya sea antes dedecirla, cuando se anticipa laprovocación que ella implica, o en elmomento mismo de mentir, cuando eléxito aún no está asegurado. Después,

puede experimentarse un alivioplacentero, o bien orgullo por lo que seha hecho, o presuntuoso desdén hacía lavíctima. El deleite por embaucar alude atodos estos sentimientos o a algunos deellos; si no se los oculta, traicionarán elengaño. Un ejemplo inocente de deleitepor embaucar es el que se siente cuandouno quiere hacerle una broma a un amigoingenuo y la broma cobra la forma de unengaño. El bromista tendrá que ocultarel placer que extrae de eso, por más quelo haya hecho fundamentalmente paramostrarle a los demás con qué habilidadlogró tomar desprevenido al incauto.

El deleite por engañar puede ser de

intensidad variable. Puede estarcompletamente ausente o ser casiinsignificante en comparación con elrecelo a ser detectado; también puedeser tan grande que inevitablemente sefiltre algún signo de él en la conducta.Tal vez una persona confiese que hapracticado un engaño a una persona a finde compartir con los demás el deleiteque le produce haberse burlado de ella.Se sabe de delincuentes que revelaronsus delitos a amigos, o a desconocidos,o aun a la policía, para que sereconociera y apreciara la sagacidadcon que habían perpetrado un engañoparticular.

Como sucede en el alpinismo o elajedrez, también al decir mentiras sóloes posible disfrutar si existe ciertoriesgo o se corre peligro de perder algo.Cuando yo era estudiante en laUniversidad de Chicago, a comienzos dela década de los cincuenta, se habíapuesto de moda robar libros de lalibrería de la universidad. Era casi unrito de iniciación para los estudiantesnovatos; el hurto habitualmente selimitaba a unos pocos libros, y estabaampliamente difundido y reconocido. Elsentimiento de culpa por engañar eraescaso: según los valores culturales quesostenían por entonces los estudiantes,

la librería de la universidad tenía queorganizarse como una cooperativa; ydado que era una entidad montada confines de lucro, merecía que se abusasede ella. A las librerías privadas de lasinmediaciones se las dejaba intactas.También el recelo a ser detectado eraescaso, puesto que en dicha librería nohabían tomado medidas especiales deseguridad. Durante el período que paséallí sólo un estudiante fue atrapado, yesto se debió a que su deleite porengañar lo traicionó.

Bernard no estaba satisfecho con losdesafíos que planteaban los hurtosusuales: quería incrementar el riesgo

para sentirse orgulloso de su hazaña,mostrar su desdén por la librería yganarse la admiración de sus camaradas.Se dedicó a robar libros de arte de grantamaño, muy difíciles de ocultar. Peroincluso el deleite que esto le provocabapalideció después de un tiempo, yaumentó la apuesta resolviendo llevarsetres o cuatro libros a la vez. Pasó otroperíodo, y eso empezó a resultarledemasiado fácil; entonces empezó agastarles bromas a los empleados delnegocio. Se paseaba por delante de lacaja registradora con sus presas bajo elbrazo, sin preocuparse en absoluto pordisimularlas; hasta se atrevió a dejarse

interrogar por los empleados. Su deleitepor engañar lo motivó a tentar cada vezmás al destino, y en un momento lossignos conductuales de dicho deleitesuministraron en parte la pista y fueatrapado. En su dormitorio encontraroncasi quinientos libros robados. Mástarde Bernard llegó a ser un millonarioen una empresa sumamente respetable.

Hay otras maneras de realzar eldeleite por embaucar. Por ejemplo, queel sujeto engañado tenga fama de «durode pelar» puede agregar un aliciente eintensificar ese placer. También puedeaumentar en presencia de otros quesaben lo que está pasando. Ni siquiera

es preciso que el público esté presente,en la medida en que se mantenga al tantoy valore la hazaña. Si está presente ygoza con ésta, el deleite por engañar delmentiroso puede llegar a ser máximo,pero también puede resultarle muy arduoeliminar sus señales. Cuando un chico seburla de otro mientras el resto de lapandilla los observa, puede disfrutarhasta tal punto viendo cómo divierte asus amigos que su deleite le salga portodos los poros, y la broma acabe. Unjugador de póquer avezado se lasingenia para controlar cualquier signode deleite por engañar a sus compañerosde partida. Si ha recibido cartas muy

buenas, tendrá que hacerles creer a ellosque no lo son tanto, para que aumentensus apuestas y continúen en el juego. Talvez haya espectadores viendo la partiday sepan cuáles son sus intenciones, perotendrá que inhibir toda muestra delplacer que siente, para lo cual quizádeba evitar cualquier contacto visualcon los espectadores.

Hay gente más propensa que otra asentir deleite por engañar. Ningúncientífico ha estudiado hasta la fecha aesta gente, ni siquiera ha verificado suexistencia; sin embargo, parece obvioque a determinadas personas les gustajactarse más que a otras, y que los

fanfarrones son más vulnerables que elresto a caer en las redes de su deleitepor la mofa.

Una persona que miente puede sentirdeleite por la mofa, sentimiento de culpapor engañar y recelo a ser detectado,todo al mismo tiempo. Tomemos una vezmás el ejemplo del póquer. Si unjugador ha recibido malas cartas perohace una fuerte apuesta a modo de bluff,para que los demás se retiren del juego,tal vez tenga un gran recelo a serdetectado, sobre todo si el pozo escuantioso. A medida que observa cómose van amedrantando y retirando losotros, sentirá un gran deleite por

haberlos desorientado. Como en estecaso se ha autorizado el hecho desuministrar información falsa, no tendráningún sentimiento de culpa porengañarlos, siempre y cuando no hagaotra clase de trampas. O tomemos elcaso de la empleada que ha malversadolos fondos de la empresa donde trabaja.Sentirá las tres emociones a la vez:deleite al ver cómo engañó a su patrón ya los demás empleados de la empresa,recelo en todo momento al pensar quepueden sospechar de ella, y quizá culpapor haber quebrantado la ley y burladola confianza depositada en ella por laempresa.

Para sintetizar, el deleite por elengaño es mayor cuando:

el destinatario plantea un desafío portener fama de ser difícil de engañar;

la mentira misma constituye undesafio, ya sea por la naturaleza de loque debe ocultarse o de lo que debeinventarse;

otras personas observan o conocenel engaño y valoran la habilidad con quese lleva a cabo.

Tanto la culpa como el temor y eldeleite pueden evidenciarse en laexpresión facial, la voz, losmovimientos del cuerpo, por más que elmentiroso se afane por ocultarlo. Aun

cuando no exista una autodelación decarácter no verbal, el empeño porimpedir que se produzca puede dar lugara una pista sobre el embuste. En los doscapítulos siguientes explicaremos cómodetectar el engaño a partir de laspalabras, la voz, el rostro y losmovimientos del cuerpo.

4. LA DETECCIÓN DEL

ENGAÑO A PARTIR DE

LAS PALABRAS, LA VOZ

Y EL CUERPO

«¿Y cómo puede usted saber que hedicho una mentira?»

«Mi querido niño, las mentiras sedescubren enseguida, porque son de dosclases: hay mentiras con patas cortas ymentiras con narices largas. La tuya esuna de esas mentiras de nariz larga.»

Pinocho, 1892.

La gente mentiría menos si supusieseque existe un signo seguro del mentir,pero no existe. No hay ningún signo delengaño en sí, ningún ademán o gesto,expresión facial o torsión muscular queen y por sí mismo signifique que lapersona está mintiendo. Sólo hayindicios de que su preparación paramentir ha sido deficiente, así comoindicios de que ciertas emociones no secorresponden con el curso general de loque dice. Estos son las autodelaciones ylas pistas sobre el embuste. El cazadorde mentiras debe aprender a ver de quémodo queda registrada una emoción enel habla, el cuerpo y el rostro humanos,

qué huellas pueden dejar a pesar de lastentativas del mentiroso por ocultar sussentimientos, y qué es lo que hace queuno se forme falsas impresionesemocionales. Descubrir el engaño exigeasimismo comprender de qué modoestas conductas pueden revelar que elmentiroso va armando su estrategia amedida que avanza.

Detectar mentiras no es simple. Unode los problemas es el cúmulo deinformación; hay demasiadas cosas quetener en cuenta a la vez, demasiadasfuentes de información: palabras,pausas, sonido de la voz, expresiones,movimientos de la cabeza, ademanes,

posturas, la respiración, el rubor o elempa* lidecimiento, el sudor, etc. Ytodas estas fuentes pueden transmitir lainformación en forma simultánea osuperpuesta, rivalizando así por laatención del cazador de mentiras. Porfortuna, éste no necesita escrutar conigual cuidado todo lo que puede ver yoír. No toda fuente de información en elcurso de un diálogo es confiable;algunas autodelatan mucho más queotras. Lo curioso es que la mayoría de lagente presta mayor atención a las fuentesmenos fidedignas (las palabras y lasexpresiones faciales), y por ende se vefácilmente desorientada.

Por lo general, los mentirosos nocontrolan ni pueden esconder todas susconductas; probablemente no lograríanhacerlo aunque quisiesen. No esprobable que alguien consiguieracontrolar con éxito todo aquello quepudiese traicionarlo, desde la punta dela cabeza a la punta de los pies. En lugarde ello, los mentirosos ocultan y falseanlo que, según suponen, atraerá más laatención de los otros. Suelen ponermáximo cuidado en la elección de laspalabras.

Todos aprendemos, al crecer yllegar a la edad adulta, que la mayorparte de las personas escuchan

atentamente lo que uno les dice. Si laspalabras reciben tanta atención,obviamente es porque son la forma decomunicación más rica y diferenciada.Mediante ellas pueden transmitirsemuchos más mensajes, y másrápidamente, que a través del rostro, lavoz o el cuerpo. Los mentirosos sometentodo cuanto dicen a la censura y ocultancon cuidado los mensajes que no deseantransmitir, no sólo porque saben quetodo el mundo le presta mayor atencióna esta fuente de información, sinoademás porque saben que seránconsiderados los productores de suspropias palabras en mayor medida que

de su propia voz, de sus expresionesfaciales o de la mayoría de susmovimientos corporales. Siempre esposible negar que uno haya tenido unacierta expresión de enojo o un tonoairado en la voz. El acusado se pone a ladefensiva y dice: «Usted creyóescucharlo así, pero no había ningúnenojo en mi voz». Mucho más difícil esnegar que uno ha dicho una palabramolesta: queda allí, es fácil recordarla yrepetirla, difícil desmentirla porcompleto.

Otra razón de que se controlen tantolas palabras y sean tan a menudo laspreferidas para el ocultamiento o el

falseamiento es que resulta sencilloenunciar falsedades con palabras. Puedeescribirse de antemano exactamente loque se quiere decir, y aun corregirlohasta que quede como uno quiere.

Sólo un actor muy diestro podríaplanear tan precisamente cada una desus expresiones faciales, gestos einflexiones de la voz. Las palabraspueden ensayarse una y otra vez antes dedecirlas. Además, el hablante tiene conrespecto a ellas una realimentaciónpermanente, pues oye lo que él mismodice y puede por ende ir afinando sumensaje. La realimentación recibida porlos canales del rostro, la voz y el cuerpo

es mucho menos precisa.Después de las palabras, lo que más

atrae la atención de los otros es elrostro. Suelen hacerse comentarios deeste tipo sobre el aspecto que presentael rostro de alguien: «¡Pon otra cara!¡Con esa mirada asustas!» «¿Por qué nosonríes al decir eso?» «¡No me mires deesa manera, insolente!» Si el rostrohumano recibe tanta atención, ello sedebe en parte a que es la marca y elsímbolo del ser personal, nuestraprincipal señal para distinguir a unindividuo de otro. Los rostros soniconos a los que se rinde homenaje enretratos colgados de las paredes,

apoyados sobre la mesilla de noche o elescritorio y portados en carteras ymaletas.[49] Investigaciones recienteshan probado que hay un sector delcerebro especializado en elreconocimiento de los rostros.[50]

La gente les presta atención tambiénpor otros motivos: la cara es la sedeprimordial del despliegue de lasemociones. Junto con la voz, puededecirle al que escucha cuáles son lossentimientos del que habla acerca de loque dice… pero no siempre se lo dicecon exactitud, ya que el rostro puedementir sobre los sentimientos. Si haydificultad para escuchar al hablante, uno

se ayuda observando sus labios parafigurarse lo que está enunciando. Porotro lado, el rostro ofrece unaimportante señal para saber si laconversación puede seguir adelante:todo hablante espera que su oyente loescuche realmente, y por eso lo mirapermanentemente, aunque esta señal noes muy confiable: oyentes corteses peroaburridos seguirán mirando fijamentemientras su mente vaga por otro lado.Los oyentes suelen alentar al hablantecon movimientos de cabeza einterjecciones del tipo «jajá!»… perotambién esto puede fingirse.[51]

En comparación con la pródiga

atención prestada a las palabras y alrostro, es muy poca la que se brinda alcuerpo y a la voz. No se pierde mucho,de todas maneras, ya que en general elresto del cuerpo suministra muchomenos información que el rostro, y lavoz menos que las palabras. Losademanes realizados con las manospodrían servir para transmitir muchascosas (como sucede en el lenguaje delos sordomudos), pero no son habitualesen la conversación de los europeosseptentrionales o de los americanos deese origen, salvo cuando les está vedadohablar.[52] La voz, al igual que el rostro,puede mostrar si alguien es una persona

emotiva o no, pero se ignora aún si escapaz de proporcionar tanta informacióncomo el rostro sobre las emocionesprecisas que siente.

Por lo común, los mentirosos vigilany procuran controlar sus palabras y susemblante más que su voz y el resto delcuerpo, pues saben que los demáscentrarán su interés en los primeros. Yen ese control, tendrán más éxito con laspalabras que con el semblante: es mássencillo falsear las palabras que laexpresión facial, precisamente porque,como dijimos antes, las palabras puedenensayarse mejor. También es más fácilen este caso el ocultamiento, la censura

de todo lo que pudiera delatar lamentira, Es fácil saber lo que uno mismoestá diciendo, mucho más difícil saberlo que el propio rostro muestra. Laprecisa y neta realimentación que brindaoír las propias palabras sólo podríatener un paralelo en pronunciarlas conun espejo permanentemente delante, quepusiera de manifiesto cada expresiónfacial. Si bien existen sensaciones delrostro que podrían proporcionar algunainformación acerca de los músculos quese mueven o se tensionan, mis estudiosrevelaron que la mayoría de la gente nohace uso de dicha información. Muypocos se dan cuenta de las expresiones

que surgen en sus rostros, salvo cuandoéstas se vuelven extremas.[53]

Hay otra razón, más importante, deque el rostro brinde más indicios sobreel engaño que las palabras, y es que élestá directamente conectado con zonasdel cerebro vinculadas a las emociones,en tanto que no sucede lo propio con laspalabras. Cuando se suscita unaemoción, hay músculos del rostro que seactivan involuntariamente; sólo medianteel hábito o por propia decisiónconsciente aprende la gente a detenertales expresiones y a ocultarlas, conéxito variable. Las expresiones facialesque aparecen primitivamente junto con

una emoción no se eligen en formadeliberada… salvo que sean falsas. Lasexpresiones faciales constituyen unsistema dual, voluntario e involuntario,que miente y dice la verdad, a menudo almismo tiempo. De ahí que sean tancomplejas y fascinantes, y provoquentantas confusiones. En el próximocapítulo explicaré mejor la baseneurológica de la distinción entreexpresiones voluntarias e involuntarias.

Los suspicaces tendrían que prestarmayor atención de la que acostumbran ala voz y al cuerpo. Como el rostro, lavoz también está vinculada con zonasdel cerebro que están involucradas con

las emociones. Es muy arduo ocultaralgunos de los cambios que se producenen la voz cuando se despierta unaemoción, y la realimentación sobre laforma en que suena la propia voz, que lesería indispensable al mentiroso,probablemente no pueda ser tan perfectacomo en el caso de las palabras. Lagente siempre se sorprende cuandoescucha por primera vez su propia vozen un magnetófono, ya que laautoverificación de la voz sigue en partevías de conducción óseas, que la hacensonar diferente.

El cuerpo es otra buena fuente deautodelaciones y de pistas sobre el

embuste. A diferencia de lo que ocurrecon el rostro o la voz, la mayoría de losmovimientos del cuerpo no estánconectados en forma directa con lasregiones del cerebro ligadas a lasemociones. Por otra parte, su inspecciónno tiene por qué plantear dificultades.Una persona puede sentir lo que hace sucuerpo, y a menudo verlo. Ocultar losmovimientos del cuerpo podría sermucho más sencillo que ocultar lasexpresiones faciales o las alteracionesen la voz debidas a una emoción. Perolo cierto es que la mayoría de la genteno se cuida de ello; a lo largo de sueducación aprendieron que no era

necesario. Es raro que a una persona sele atribuya la autoría de lo que revelansus acciones corporales. El cuerpoautodelata porque no se le daimportancia: todo el mundo está muypreocupado en observar el rostro y enevaluar las palabras pronunciadas.

Aunque todos sabemos que laspalabras pueden ser falsas, miinvestigación ha comprobado quesolemos creer en las palabras de losdemás… y a menudo quedamoschasqueados. No estoy sugiriendo queno le prestemos ninguna atención a laspalabras. Es cierto que se cometenerrores verbales que pueden obrar como

autodelaciones o pistas sobre elembuste; y sí no existen tales errores,con frecuencia lo que traiciona unamentira es la discrepancia entre eldiscurso verbal y lo que se pone demanifiesto en la voz, el rostro y el restodel cuerpo. Pero la mayor parte de losindicios sobre el engaño que presentanla voz, el rostro y el resto del cuerposon ignorados o mal interpretados, comopude comprobar en una serie de estudiosen los que pedí a algunas personas quejuzgaran a otras basándose en lo queveían de éstas en una cinta de vídeo.

Los sujetos filmados fueron lasestudiantes de enfermería a que aludí en

el último capítulo, quienes mentían odecían la verdad acerca de lo quehabían sentido al mirar una película.Recordemos que en las entrevistas«sinceras» habían visto un gratodocumental con escenas de playa, y seles había indicado que manifestasenfrancamente sus sentimientos, en tantoque en las entrevistas «insinceras»habían visto una película con escenasmédicas horrorosas, y la consigna fueque convencieran al entrevistador deque también en ese caso estabanasistiendo a la proyección de unhermoso film sobre jardines floridos. Elentrevistador no sabía cuál de las dos

películas estaba viendo la estudiante enese momento. Las estudiantes seempeñaron en descaminar alentrevistador porque era mucho lo queestaba en juego; suponían que nuestroexperimento era una prueba paradeterminar hasta qué punto eran capacesde controlar sus reacciones emocionalesen una sala de guardia o en el quirófano.

En nuestro estudio con las cintas devídeo, mostramos a algunos sujetos sóloel rostro de estas estudiantes, a otrossólo el cuerpo, a otros les hicimosescuchar sus palabras después dehaberlas pasado por un filtro que lasvolvía ininteligibles pero dejando

intacta su cualidad sonora; al resto leshicimos escuchar o leer las palabras querealmente habían dicho. Todos lossujetos vieron en la cinta de vídeo a lasmismas estudiantes.

No sólo nos interesaba averiguarcuál era la fuente preferida deautodelación (el rostro, el cuerpo, lavoz, las palabras), sino además si lossujetos suspicaces acertaban más queaquellos otros que no suponían quepodía engañárselos. Para ello dividimosen dos grupos a quienes iban a ver u oírlas cintas de video; a unos los volvimossuspicaces contándoles algo poradelantado sobre las personas a quienes

iban a ver u oír, en tanto que a los otroslos mantuvimos crédulos. A estosúltimos no les dijimos absolutamentenada sobre el experimento que se estaballevando a cabo, no les mencionamospara nada que pudiera haber un engaño omentira: simplemente les comentamosque iban a ver u oír a ciertas personasrelatar sus impresiones sobre unapelícula que veían en ese momento. Parano despertar sus sospechas, incluimos laopinión que tenían que formular acercade la sinceridad de esas personas dentrode una larga lista de otras opiniones quese les pedían, sobre si les parecíancordiales, extravertidas, dominantes,

torpes, tranquilas, etc.Aunque unas pocas estudiantes de

enfermería eran muy malas mentirosas yfueron fácilmente detectadas, la mayoríade ellas logró engañar a los sujetoscrédulos, en particular a los que sólovieron su rostro o escucharon suspalabras, quienes los consideraronsinceros, cuando en realidad, en lamayoría de los casos mentían. Lossuspicaces no lo hicieron mucho mejor.A éstos se les relataron todas lasinstrucciones que se les había dado a lasestudiantes para el experimento, y se lesdijo que debían evaluar únicamente sieran sinceros o no. Muy pocos tuvieron

un éxito mayor que el que se tendría alazar para identificar a los mentirosos. Elmayor éxito fue el de quienes vieronsólo los movimientos corporales de lasestudiantes, pero incluso en este caso,sólo acertaron en un 65 % de susjuicios, y al azar habrían acertado en un50 %.[54] Unos pocos sujetos tuvieron unexcelente desempeño, identificando conprecisión al 85 % de los mentirosos.Algunos de estos agudos jueces eranpsicoterapeutas de mucha experiencia ycon fama de ser muy buenos clínicos.Algunos otros eran simplementepersonas de extraordinaria sensibilidadque se dedicaban a otras profesiones.[55]

No es inevitable dejarse arrastrar alengaño. Personas que estaban al tanto delo que se dice en este capítulo y en elsiguiente acertaron muy bien en quécasos Jas estudiantes mentían, como losmás expertos psicoterapeutas. Losindicios de determinados engañospueden aprenderse. El cazador dementiras tendrá más probabilidad deacertar si el engaño envuelve unaemoción, y si el mentiroso no es ni unpsicópata, ni un mentiroso natural oalguien con una enorme práctica. Losobjetivos son tres: discernir con másfrecuencia cuándo está uno ante unmentiroso, equivocarse menos al juzgar

mentiroso a alguien que dice la verdad,y, sobre todo, saber en qué casos puedeser imposible lo primero o lo segundo.

LAS PALABRAS

Curiosamente, a muchos mentirososlos traicionan sus palabras porque sedescuidan. No es que no pudierandisimular, o que lo intentaran perofallaron: ocurre simplemente que sedespreocuparon de inventar su historiacon cuidado.

El director de una empresa deselección de personal directivo relatabael caso de un individuo que se había

presentado a su agencia dos veces, condiferente nombre, en el curso de unmismo año. Cuando le preguntaron porcuál de los dos nombres quería serllamado, «…el sujeto, que primerohabía dicho que se llamaba LeslieD’Ainter y luego cambió ese nombre porel de Lester Dainter, siguió adelante consu mentira sin que se le moviera un pelo.Explicó que había cambiado su nombrede pila porque Leslie sonaba muyfemenino,[56] y su apellido, paravolverlo más fácil de pronunciar. Perolo que realmente lo delató fueron lasreferencias que dio. Presentó tres cartasde recomendación deslumbrantes; sin

embargo, en todas ellas el “empleador”había cometido un error ortográfico enla misma palabra».[57]

El más cuidadoso de losengañadores puede, empero, sertraicionado por lo que Sigmund Freuddenomina un «desliz verbal». En sulibro Psicopatología de la vidacotidiana, Freud mostró que los actosfallidos de la vida diaria —como losdeslices verbales, el olvido de nombrespropios conocidos, los errores en lalectura o en la escritura— no eranaccidentales sino que eran sucesosplenos de significado, que revelabanconflictos psicológicos internos. Un acto

fallido de este tipo expresa «aquello queno se quería decir; se vuelve un mediode traicionarse a sí mismo».[58] Aunquea Freud no le interesó estudiar enparticular los casos de engaño, en unode sus ejemplos muestra cómo un deslizdelata una mentira. El ejemplo encuestión describe una experiencia deldoctor Brill, uno de los primeros y másconocidos seguidores de Freud enEstados Unidos:

«Cierto atardecer, el doctor Frink yyo salimos a dar un paseo y a trataralgunos asuntos de la SociedadPsicoanalítica de Nueva York. En esemomento nos topamos con un colega, el

doctor R., a quien yo había pasado añossin ver y de cuya vida privada nadasabía. Nos alegró mucho volver aencontramos, y a propuesta mía fuimos aun café, donde permanecimos dos horasen animada plática. Parecía saberbastante sobre mí, pues tras elacostumbrado saludo preguntó por mipequeño hijo y me explicó que detiempo en tiempo tenía noticias mías através de un amigo común, y se interesópor mi actividad desde que se huboenterado de ella por las revistasmédicas. A mi pregunta sobre si sehabía casado, dio una respuestanegativa, y añadió: “¿Para qué se habría

de casar un hombre como yo?”»Al salir del café, se volvió de pronto

hacia mí: “Me gustaría saber —me dijo— qué haría usted en el siguiente caso;conozco una enfermera que estáenredada como cómplice de adulterio enun proceso de divorcio. La esposa pidióel divorcio a su marido calificando a laenfermera como cómplice, y él obtuvo eldivorcio”. Aquí lo interrumpí: “Querrádecir que ella obtuvo el divorcio”.Rectificó en el acto: “Desde luego, ellalo obtuvo”, y siguió refiriendo que laenfermera quedó tan afectada por elproceso y el escándalo que se dio a labebida, sufrió una grave alteración

nerviosa, etc.; y él me pedía consejosobre el modo en que había de tratarla.

«Tan pronto le hube corregido elerror le pedí” que lo explicara, pero élempezó con las usuales respuestas deasombro: que todo ser humano tienepleno derecho a cometer un deslizverbal, que se debe sólo al azar y nadahay que buscar detrás, etc. Repliqué quetoda equivocación en el habla debe tenersu fundamento, y que estaría tentado decreer que él mismo era el héroe de lahistoria, si no fuera porque antes mehabía comunicado que permanecíasoltero. En tal caso, en efecto, el deslizse explicaría por el deseo de que él, y

no su mujer, hubiera obtenido eldivorcio, a fin de no tener que pagarlealimentos (de acuerdo con nuestras leyesen materia de matrimonio) y podercasarse de nuevo en la ciudad de NuevaYork, El desautorizó obstinadamente miconjetura, al par que la corroboraba, sinembargo, con una exagerada reacciónafectiva, nítidos signos de excitación, ydespués, carcajadas. Ante mi solicitudde que dijera la verdad en aras de laclaridad científica, recibí esta respuesta:“Si usted quiere que yo le mienta, debecreer que soy soltero, y por tanto suexplicación psicoanalítica esenteramente falsa”. Agregó además que

un hombre que reparaba en cadainsignificancia era a todas lucespeligrosa. De pronto se acordó de quetenía otra cita y se despidió.

«Ambos, el doctor Frink y yo,quedamos no obstante convencidos deque mi resolución del desliz que habíacometido era correcta, y yo decidíobtener su prueba o su refutaciónmediante las averiguaciones del caso.Algunos días después visité a un vecino,viejo amigo del doctor R., quien pudoratificar mi explicación en todas suspartes. El fallo judicial se habíapronunciado pocas semanas atrás,siendo la enfermera declarada culpable

como cómplice de adulterio. El doctorR. está ahora firmemente convencido dela corrección de los mecanismosfreudianos»,[59]

En otro lugar dice Freud que «lasofocación del propósito ya presente dedecir algo es la condiciónindispensable para que se produzca undesliz en el habla» (la bastardilla es deloriginal).[60] Dicha «sofocación» osupresión podría ser deliberada si elhablante estuviera mintiendo, pero aFreud le interesaban los casos en que elhablante no se percataba de ella. Unavez producido el desliz, el sujeto puedereconocer lo que ha sofocado, o quizá ni

siquiera entonces tome conciencia deello.

El cazador de mentiras debe sercauteloso y no presuponer que cualquierdesliz verbal es manifestación de unamentira. Por lo corriente, el contexto enque el desliz se produce puede ayudarloa dilucidar si esconde o no un engaño.Asimismo, debe evitar el error deconsiderar veraz a alguien por el solohecho de que no comete ningún deslizverbal. Hay muchas mentiras que no losincluyen. Freud no nos explicó por quémotivo ciertas mentiras se delatanmediante estos deslices pero la mayoríano. Es tentadora la suposición de que el

desliz tiene lugar cuando el mentirosoquiere que lo atrapen, cuando se sienteculpable por mentir. Sin duda, el Dr. R.al que alude Brill en el texto citadodebió sentir culpa por engañar a suestimado colega. Pero hasta la fechaningún estudio ha determinado por quésólo ciertas mentiras, y no otras, setraicionan con deslices; ni siquiera se haespeculado mucho al respecto.

Las peroratas enardecidas son otramanera de traicionarse a través de laspalabras. Una perorata enardecidadifiere de un desliz verbalcuantitativamente: la torpeza abarca másde una o dos palabras. La información

no se desliza, se vuelca como untorrente. El mentiroso se ve arrastradopor sus emociones, sin advertir sinomucho más tarde las consecuencias de loque está revelando. A menudo, sihubiera permanecido en una actitud másfría no habría revelado esa informaciónque lo perjudica; lo que lo impulsa asacarla a la luz es la presión de unaemoción avasalladora —furia, horror,terror, angustia—.

Tom Brokaw, el conductor delprograma televisivo «El espectáculo dehoy», que se emitía por la NBC,describió una cuarta fuente de pistassobre el embuste: «La mayoría de los

indicios que obtengo de la gente sonverbales, no físicos. Yo no miro a lacara a las personas para ver si encuentroalguna señal de que me están mintiendo.Lo que me interesa son las respuestasretorcidas o las evasivas sutiles».[61]

Algunos estudios en esta materia apoyaneste pálpito de Brokaw, en el sentido deque al mentir las personas estudiadasapelaban a respuestas indirectas,circunloquios, y daban más informaciónque la solicitada. Pero otrasinvestigaciones mostraron exactamentelo contrario: la mayoría de losmentirosos son demasiado sagaces comopara dar respuestas evasivas o

indirectas.[62] Tom Brokaw no habríareparado en ellos, y aun hubiera corridoun peligro más grave: juzgar mentiroso aun individuo veraz que tiene porcostumbre recurrir a circunloquios o aexpresiones verbales indirectas. Haypersonas que hablan de este modo comocosa natural, y no mienten. Cualquierconducta que sea un indicio útil delengaño puede ser también parte normaldel comportamiento de algunaspersonas. Llamaré el riesgo de Brokawa la posibilidad de equivocarse al juzgara estos individuos. Los cazadores dementiras son propensos a incurrir en elriesgo de Brokaw si no conocen al

sospechoso, y no están familiarizadoscon las peculiaridades de sucomportamiento típico. En el capítulo 6me referiré a algunos procedimientospara evitar este riesgo.

Las investigaciones realizadas hastaahora no han puesto de relieve ningunaotra fuente de autodelación o de pistassobre el embuste que se manifiesten enlas palabras enunciadas. Sospecho quetampoco en el futuro se descubriránmuchas más en este campo. Ya dije quees muy fácil para un embustero ocultar yfalsear palabras, por más que de tanto entanto se le escape algún error —erroresde descuido, deslices verbales,

peroratas enardecidas o circunloquios yevasivas—.

LA VOZ

Entendemos por «la voz» todo loque incluye el habla aparte de laspalabras mismas. Los indicios vocalesmás comunes de un engaño son laspausas demasiado largas o frecuentes.La vacilación al empezar a hablar, enparticular cuando se debe responder auna pregunta, puede suscitar sospechas,así como otras pausas menores duranteel discurso si son frecuentes. Otraspistas las dan ciertos errores que no

llegan a formar palabras, como algunasinterjecciones («¡Ah!», «¡oooh!»,«esteee…»), repeticiones («Yo, yo, yoquiero decir en realidad que…») ypalabras parciales («En rea-realidad megusta»).

Estos errores y pausas que denotanengaño pueden deberse a dos razonesvinculadas entre sí. Quizás el mentirosono ha elaborado su plan de antemano; sino suponía que iba a tener que mentir, osi lo suponía pero una determinadapregunta le pilla por sorpresa, puedeincurrir en tales vacilaciones o erroresvocales. Sin embargo, éstos puedenproducirse incluso cuando hay un plan

previo bien elaborado. Un gran recelo aser detectado puede complicar loserrores de por sí cometidos por elmentiroso que no se ha preparado bien.Una mujer que escuchándose advierte lomal que suena lo que dice tendrá mástemor de que la descubran, lo cual nohará sino intensificar sus erroresvocales y exagerar sus pausas.

También el sonido de la voz puededejar traslucir el engaño. En generalcreemos que el sonido de la voz nosrevela la emoción que en ese momentosiente quien la emite, pero loscientíficos que han investigado este temano están tan seguros. Si bien han

descubierto varias maneras de distinguirlas voces «agradables» de las«desagradables», todavía no saben si elsonido difiere para cada una de lasprincipales emociones desagradables:rabia, temor, congoja, disgustoprofundo, desdén. Creo que con eltiempo se averiguarán dichasdiferencias. Por ahora me limitaré adescribir lo conocido, y lo que pareceprometedor.

El signo vocal de la emoción queestá más documentado es el tono de lavoz. En un 70 %, aproximadamente, delos sujetos estudiados, el tono se elevacuando están bajo el influjo de una

perturbación emocional. Probablementeesto sea más válido cuando dichaperturbación es un sentimiento de ira ode temor, ya que algunos datos, aunqueno definitivos, muestran que el tono bajacon la tristeza o el pesar. Y aún no hanpodido averiguar los científicos si eltono de la voz cambia o no en momentosde entusiasmo, angustia, repulsa odesdén. Otros signos de la emoción, notan bien demostrados pero síprometedores, son la mayor velocidad yvolumen de la voz cuando se siente ira otemor, y la menor velocidad y volumencuando se siente tristeza. Es previsibleque haya avances respecto de la

medicación de otras características de lavoz, como el timbre, el espectro de laenergía vocal en distintas bandas defrecuencia, y tas alteraciones vinculadasal ritmo respiratorio.[63]

Los cambios en la voz producidospor una emoción no son fácilmenteocultables. Si lo que quiere disimularsees una emoción sentida en el momentomismo en que se miente, hay muchasprobabilidades de que el mentiroso seautodelate. Si el objetivo era ocultar laira o el temor, su voz sonará más aguday fuerte, y el ritmo de su habla seincrementará; una pauta opuesta decambios en la voz podría delatar

sentimientos de tristeza que quierenesconderse.

El sonido de la voz puede traslucirasimismo mentiras que no se han dicho,para ocultar una emoción que estaba enjuego. El recelo a ser descubiertoproducirá sonidos semejantes a los deltemor; el sentimiento de culpa porengañar alterará la voz en el mismosentido que la tristeza —aunque estosólo es una conjetura—; no se sabe concerteza si el deleite por embaucar puedeidentificarse y medirse en la voz. Micreencia particular es que cualquierclase de excitación o pasión tiene sucorrespondiente marca voca!, pero esto

aún no ha sido establecido.Nuestro experimento con las

estudiantes de enfermería fue uno de losprimeros en documentar cómo cambia eltono de la voz con el engaño.[64]

Notamos que el tono se volvía másagudo; creemos que esto se debía a quelas enfermeras tenían algo de temor.Había dos motivos para ello. Noshabíamos empeñado en que sintieran queen ese experimento era mucho lo queestaba en juego para ellas, de modo quetuvieran gran recelo a ser descubiertas.Por otro lado, observar las horriblesescenas de la película médica generabatemor, por empatia, en algunos. No

habría tenido este resultado si una u otrade estas fuentes de temor hubiese sidomenos intensa. Supóngase quehubiéramos estudiado a personas cuyacarrera no estuviese comprometida porla prueba y fuese para ellas sólo unexperimento más; siendo tan poco lo queestaba en juego, quizá no habrían sentidobastante temor como para que ello senotase en el tono de su voz. O biensupóngase que les hubiéramosproyectado un film sobre un niñomoribundo: es probable que suscitase enellas tristeza, pero no temor. Es verdadque su temor a ser atrapadas podríahaber elevado igualmente el tono de su

voz, pero quizás esta reacción sehubiese neutralizado con lossentimientos de tristeza, que les hacíanbajar de tono.

Un tono más elevado no es signo deengaño; es signo de temor o rabia, quizátambién de excitación. En nuestroexperimento, un signo de esasemociones dejaba traslucir que laestudiante no estaba, como decía, tancontenta por las hermosas flores queveía en la película. Pero es peligrosointerpretar cualquiera de los signosvocales de emoción como evidencia deestar ante un engaño. Una persona veraza quien le preocupa que no le crean lo

que dice puede, por ese temor, tener elmismo tono elevado de la voz que unmentiroso por su temor a ser atrapado.El problema, para el cazador dementiras, es que no sólo los mentirososse emocionan, también los inocentes lohacen de vez en cuando. Al examinarcómo puede confundirse un cazador dementiras en su interpretación de otrosindicios potenciales del engaño, mereferiré a esto como el error de Otelo;explicaré en detalle este error, y lasmedidas que pueden tomarse pararesguardarse de él, en el capítulo 6. Pordesgracia, no es sencillo evitarlo. Lasalteraciones de la voz que pueden

traicionar un engaño son asimismovulnerables al riesgo de Brokaw (notener en cuenta las diferenciasindividuales en la conducta emocional),que hemos mencionado con respecto alas pausas y circunloquios en el habla.

Así como un signo vocal de unaemoción (por ejemplo, el tono de voz)no siempre señala una mentira, asítambién la ausencia de todo signo vocalde emoción no es prueba de veracidad.Durante las audiencias públicas del casoWatergate en el Senado de EstadosUnidos, que fueron televisadas a todo elpaís, la credibilidad despertada por eltestimonio de John Dean se debió en

parte a la forma en que fue interpretadala ausencia total de emoción en su voz,su notable regularidad en cuanto al tonode la voz. Ese testimonio tuvo lugar unaño después de haber sido descubiertoel allanamiento de las oficinas delComité Nacional del Partido Demócrata,en Watergate. Dean era consejero delpresidente Nixon, quien un mes antes deque aquél prestase declaración habíaadmitido finalmente que sus asistentestrataron de encubrir el atropello contraWatergate, pero negó que él estuvieseinformado.

Concedamos la palabra al juezfederal John Sirica: «Los personajes

secundarios de este encubrimiento yahabían sido bien atrapados, en sumayoría como consecuencia de lo quecada uno de ellos testimonió acerca delos otros. Lo que faltaba determinar erala verdadera culpabilidad o inocenciade los que estaban por encima de ellos,y el testimonio de Dean era clave paraesto. (…) Dean alegó [en su testimonioante el Senado] que le había insistido aNixon que silenciar a los defensores [delos que habían allanado Watergate] iba aexigir un millón de dólares, y Nixon lecontestó que podía reunirse esa suma.Sin ninguna conmoción, sindemostraciones airadas, sin negativas.

Este fue el cargo más sensacional hechopor Dean. Implicaba que el propioNixon había aprobado la entrega de esasuma a los defensores».[65]

Al día siguiente, la Casa Blancarefutó las afirmaciones de Dean. En susmemorias, publicadas cinco añosdespués, Nixon escribe: «En eltestimonio de John Dean sobreWatergate vi una mezcla artera deverdad y falsedad, de equívocosposiblemente sinceros y distorsionesclaramente deliberadas. A fin de restarimportancia al papel que le tocódesempeñar, transplantó su perfectoconocimiento del hecho y su propia

angustia a las palabras y acciones deotros».[66] Pero en ese momento elataque lanzado contra Dean fue muchomás drástico. Se hicieron correrrumores, presuntamente desde la propiaCasa Blanca, que llegaron a la prensa,según los cuales Dean mentía y atacabaal presidente porque tenía miedo desufrir un ataque homosexual si eraenviado a la cárcel.

Se trataba de la palabra de Deancontra la de Nixon, y pocos sabían concerteza quién de ellos decía la verdad.Confesando sus dudas al respecto, eljuez Sirica sostenía: «Debo decir quelos alegatos de Dean me produjeron

escepticismo. Obviamente, él mismo erauna figura clave en el encubrimiento delepisodio. (…) Tenía muchísimo queperder. (…) A la sazón me pareció queDean bien podría estar más interesadoen protegerse involucrándolo alPresidente, que en decir la verdad».[67]

Sirica continúa describiendo cómole impresionó la voz de Dean: «Durantevarios días, después de haber prestadosu declaración, los integrantes de lacomisión le acribillaron con preguntashostiles, pero él se mantuvo fiel a lahistoria que había contado, sin mostrarseperturbado en ningún momento. El tonomonocorde de su voz, carente de

emotividad, le hacía creíble».[68] Paraotros, en cambio, una persona que hablaen un tono sosegado y uniforme tal vezesté tratando de controlarse, lo cualsugiere que tiene algo que ocultar. Parano interpretar mal el tono uniforme de lavoz de Dean se necesita saber si era ono una característica permanente en él.

Ya hemos dicho que el hecho de notrasuntar ninguna emoción en la voz noes evidencia forzosa de veracidad: haypersonas que no muestran nunca susemociones, o al menos no en la voz. Yaun las emotivas pueden no tener laintención de mentir. El juez Sirica erapropenso a caer en el riesgo de Brokaw.

Recordemos que el conductor deprogramas televisivos Tom Brokawinterpretaba los circunloquios comosigno de mentira, y nuestra opinión deque podía equivocarse basándonos enque ciertas personas empleanpermanentemente circunloquios. Ahorabien: el juez Sirica tal vez incurrió en elerror opuesto, el de juzgar veraz a unsujeto porque no muestra indicio algunode engaño… pasando por alto el hechode que ciertas personas no los muestrannunca.

Ambos errores provienen desoslayar las diferencias existentes en laexpresividad emocional de los

individuos. Kl cazador de mentiras serápropenso a caer en errores si no conocela conducta emocional habitual delsospechoso. No habría riesgo deBrokaw si no existiera ningún indicioconductual del engaño en el que pudieraconfiarse; en tal caso, los cazadores dementiras no sabrían qué hacer. Perotampoco habría riesgo de Brokaw si losindicios conductuales fueranperfectamente confiables para todos losseres humanos, en lugar de serlo para lamayoría de ellos. No existe ningúnindicio del engaño que sea válido paratodos los seres humanos, pero losdiferentes indicios, ya sea en forma

individual o combinados, pueden ayudara evaluar a la mayor parte de lossujetos. Bastaría consultar a la esposade John Dean, a sus amigos o a suscolaboradores inmediatos, para saber sise parece o no al resto de la gente encuanto a la forma en que manifiesta susemociones al hablar. El juez Sirica, quecarecía de un conocimiento previo deDean, era vulnerable al riesgo deBrokaw.

El tono monocorde con que Deanpresentó su testimonio enseña otralección. Un cazador de mentiras debetener siempre en cuenta la posibilidadde que el sospechoso sea un ejecutante

extraordinariamente dotado, tan hábilpara simular su conducta que no seaposible saber si está mintiendo o no.John Dean era un ejecutante de esascaracterísticas, de acuerdo con supropia declaración. Parece que conocíade antemano cómo interpretarían sucomportamiento el juez Sirica y otros.En su testimonio contó que mientrasplaneaba lo que iba a hacer, pensó losiguiente: «Sería fácil caer en unaexageración dramática, o parecer muyseguro de mí mismo al testimoniar. (…)Yo resolví leer sin emotividad, en formapareja, lo más fríamente posible, yresponder a las preguntas en el mismo

tono. (…) La gente suele creer que siuna persona dice la verdad, la dirátranquilamente».[69] Una vez concluidosu testimonio, cuando comenzó asometérselo al contrainterrogatorio,confesó que empezó a turbarse: «Medaba cuenta de que estaba ahogado, soloe impotente frente a] poder delPresidente. Aspiré hondo, para quepareciese que estaba reflexionando; enrealidad estaba luchando por recobrar elcontrol de mí mismo. (…) No puedesmostrar las emociones, me decía a mímismo. La prensa te saltará encima,viendo en eso la señal de una debilidadpoco viril».[70]

Que hubiera artificio en la actuaciónde Dean, y que tuviera tanto talento paracontrolar sus actos, no significanecesariamente que fuese un engañador,pero sí que su conducta debíainterpretarse con suma cautela. En rigor,las pruebas que surgieronposteriormente indican que el testimoniode Dean era en gran parte verdadero, yque Nixon (quien, a diferencia de Dean,no era un gran ejecutante) era el quementía.

El último aspecto por considerarantes de dejar el tema de la voz es laafirmación de que ciertas máquinaspueden detectar en forma automática y

precisa las mentiras a partir de aquélla.Entre estos aparatos se incluyen elEvaluador de la Tensión Psicológica (lasigla inglesa es PSE), el Analizador dela Voz Mark II, el Analizador de laTensión de la Voz, el Analizador de laTensión Psicológica (la sigla inglesa esPSA), el Hagoth y el Monitor de laTensión de la Voz. Los fabricantes deestos artefactos sostienen que puedendetectar una mentira incluso en la voztransmitida por teléfono. Por supuesto,como sus nombres sugieren, lo quehacen estos aparatos es detectar latensión o el estrés, pero no la mentira.No hay nada que sirva por sí solo como

signo de mentira en la voz; sólo haysignos de las emociones negativas. Losfabricantes de estos adminículos,bastante caros por otra parte, no hanprevenido con franqueza al usuario queellos no les permitirán descubrir a losmentirosos que no sienten ningunaemoción negativa, y en cambio los haránequivocarse ante personas inocentes queestán perturbadas. Los científicosespecializados en el estudio de la voz yde las otras técnicas existentes paradetectar mentiras han comprobado queestas máquinas no tienen un rendimientosuperior al que se obtendría por azarpara detectar mentiras, y ni siquiera lo

tienen en la tarea, más simple, deaveriguar si un individuo está o noemocionalmente perturbado.[71] Noobstante, estas consideraciones noparecen haber disminuido las ventas dedichos instrumentos. La posibilidad decontar con un modo directo y seguro dedetectar mentiras es sumamentetentadora.

EL CUERPO

Conocía una de las maneras en quelos movimientos corporales reflejansentimientos ocultos en un experimentollevado a cabo en mi época de

estudiante, hace más de veinticincoaños. No había entonces demasiadaspruebas científicas sobre el hecho deque los movimientos corporalesreflejasen con precisión las emociones ola personalidad. Algunospsicoterapeutas así lo creían, pero susejemplos y afirmaciones en tal sentidoeran rechazados por los conductistas(que a la sazón dominaban la vidaacadémica) como anécdotas infundadas.Entre 1914 y 1954 se llevaron a cabomuchos estudios sin que pudierafundamentarse el postulado según el cualla conducta no verbal ofreceinformación fidedigna acerca de las

emociones y de la personalidad. Lapsicología académica enseñaba concierto orgullo que, según habíandemostrado los experimentoscientíficos, era un mito la suposición dealgunos legos de ser capaces de conocerlas emociones o la personalidad a travésdel rostro o del cuerpo de un individuo.Los pocos científicos sociales oterapeutas que continuaban escribiendosobre el tema del movimiento corporaleran considerados, como los que seinteresaban por los fenómenos depercepción extrasensoríal y lagrafología, ingenuos, crédulos ocharlatanes.

Yo no podía aceptar que esto fueseasí. Al observar los movimientoscorporales durante las sesiones deterapia grupal, me convencía cada vezmás de que podía indicar quién de lospresentes se sentía perturbado en unmomento dado, y sobre qué. Con todo eloptimismo de un recién graduado medispuse a modificar la opinión de lapsicología académica sobre elcomportamiento no verbal. Inventé unexperimento para demostrar que losmovimientos corporales cambian cuandoel sujeto está sometido a estrés. Lafuente del estrés fue mi profesor másveterano, quien aceptó plegarse a un

plan tramado por mí para interrogar amis compañeros del curso de posgradosobre temas en los que todos nosotros,yo lo sabía, nos sentíamos vulnerables.

Mientras la cámara oculta registrabala conducta de cada uno de estospsicólogos incipientes, el profesorcomenzaba preguntándole qué pensabahacer cuando terminase los estudios. Alos que contestaron que se dedicarían ala investigación, les reprochó su deseode recluirse en el laboratorio y noasumir la responsabilidad de ayudar alos que padecían enfermedadesmentales. A quienes planeaban prestaresa clase de ayuda dedicándose a la

psicoterapia les criticó su afán de hacerdinero exclusivamente, eludiendo así laresponsabilidad de realizar lasinvestigaciones necesarias para curarmejor a los enfermos mentales. Además,les preguntó a todos si alguna vez habíansido atendidos en psicoterapia comopacientes. A los que contestaron que sí,les echó en cara cómo podían tener laesperanza de curar a otros cuando ellosmismos estaban enfermos; a los quecontestaron que no, los denostódiciéndoles que no era posible ayudar aotros sin antes conocerse a sí mismo.Era una situación en que nadie podíasalir victorioso. Para peor, yo le había

pedido a mi profesor que interrumpieseal estudiante si iniciaba alguna queja oquería completar la respuesta que anteshabía dado a cada una de sus punzantespreguntas.

Mis compañeros de estudios sehabían ofrecido voluntariamente paraayudarme en este experimento que ahoralos sumía en la desdicha. Sabían que erauna entrevista vinculada a unainvestigación mía, y también que iban asentir cierta tensión; pero esto no lesfacilitó las cosas cuando ya estuvieronen medio del baile. Fuera delexperimento, ese profesor que actuabade manera tan poco razonable tenía un

enorme poder sobre ellos. Suscalificaciones eran decisivas para elcurso de posgrado y el entusiasmo conque hablase de ellos en susrecomendaciones podía ser determinantepara su empleo futuro. A los pocosminutos, mis amigos empezaron atambalearse. Imposibilitados deabandonar el experimento o dedefenderse, rebosantes de rabia yfrustración, se veían reducidos alsilencio o a lo sumo podían emitir unospocos lamentos desarticulados. Leencomendé al profesor que después decinco minutos de entrevistainterrumpiese esa tortura, le explicase al

estudiante lo que había hecho y por qué,y lo elogiase por haber soportado tanbien ese momento de tensión.

Mientras tanto, yo los observabadetrás de un espejo unidireccional y conla cámara registraba permanentementesus movimientos. ¡No podía creer lo queveían mis ojos, ya desde la primeraentrevista! Después de que el profesorle lanzara su tercer ataque verbal, laestudiante sentada frente a él habíareplegado los dedos de la mano derechamenos el mayor, y permaneció con lamano en esa posición durante un minutoentero, en una clara señal de rabiosodisgusto.[72] Sin embargo, no mostraba

su furor de ninguna otra manera, y elprofesor seguía conduciéndose como sino viese ese ademán. Cuando terminó laentrevista, irrumpí en la habitación y selo dije; me replicaron que me lo habíainventado. La chica admitió que se habíasentido enojada, pero negó que lohubiese expresado de algún modo. Elprofesor coincidió con ella en que debíatratarse de una pura imaginación mía, yaque a él no le habría pasado inadvertidoun gesto de rechazo tan grosero comoése. Vimos la película… y ahí estaba laprueba. Esa acción fallida, ese dedoprotuberante, no expresaba unsentimiento inconsciente. La chica se

sabía enojada; lo que era inconscienteera su expresión de ese sentimiento: notenía la menor idea de la posición de losdedos de su mano. Los sentimientos quedeliberadamente se había propuestoesconder se habían filtrado.

Figura 1

Quince años más tarde asistí almismo tipo de filtración no verbal, aotro ademán falllido, en el experimentoen el cual las estudiantes de enfermeríatrataron de ocultar sus reacciones antelas escenas sangrientas. Esta vez lo quese les escapó no fue un gesto con lamano, sino un encogimiento de hombros.Una tras otra, esas estudiantesautodelataban su mentira con un leveencogimiento de hombros cada vez queel entrevistador les preguntaba, porejemplo: «¿Le gustaría seguir viendo esapelícula?», o «¿Se la proyectaría a unniño?».

El encogimiento de hombros y el

dedo mayor alzado son dos ejemplos deacciones que llamaremos emblemaspara distinguirlos de todos los restantesademanes a los que recurren laspersonas. Los emblemas tienen unsignificado preciso, conocido por todosdentro de un grupo cultural determinado.En Estados Unidos, todos saben queadelantar el dedo mayor con los demásdedos plegados equivale a una formagrosera de decirle a otro «¡Anda, que tezurran!» y que encogerse de hombrosequivale a decir «No lo sé» o «Nadapuedo hacer» o «¿Qué importa?». En sumayor parte, los demás ademanes ygestos no poseen una definición

igualmente precisa y su significado esmás indefinido. No dicen mucho sí noestán acompañados de palabras. Losemblemas, en cambio, pueden serempleados en lugar de las palabras, ocuando no pueden utilizarse éstas. Hayunos sesenta emblemas en usoactualmente en Estados Unidos (porsupuesto, los vocabularios de emblemasdifieren para cada país, y a menudodentro de un país, para sus distintasregiones). Como ejemplo de otrosemblemas bien conocidos citemos elvaivén vertical de la cabeza para decirque sí o su vaivén horizontal para decirque no; su inclinación, a veces

acompañada por un giro de la mano,para decirle a alguien que se acerquehasta donde uno está o lo acompañe; laagitación de la mano en alto para deciradiós; la mano puesta detrás de la orejapara significar que no se escucha; elpulgar levantado con el que el caminantehace auto-stop en una carretera; el dedomayor cruzado sobre el índice pararogar que se cumpla un deseo, etc.[73]

Los emblemas casi siempre seejecutan deliberadamente. La personaque lo hace sabe lo que hace: ha resueltotransmitir un mensaje. Pero hayexcepciones. Del mismo modo queexisten deslices verbales, existen

deslices corporales, emblemas queautodelatan información que elindividuo quiere ocultar. Ilay dos formasde determinar si un emblema es undesliz que revela información oculta, yno un mensaje deliberado. Una es quesólo se ejecuta un fragmento delemblema, no la acción completa. Porejemplo, el «encogimiento de hombros»es un emblema que puede realizarse devarias maneras: alzando ambos hombrosa la vez, o volcando hacia arriba laspalmas de las manos, o con un gesto queconsiste en alzar las cejas al par que sedeja caer el párpado superior y setuercen los labios en forma de U, o con

una combinación de todas estas accionesy, a veces, agregando una pequeñainclinación de la cabeza a un costado.Pero si el emblema no es deliberadosino una autodelación, sólo apareceráuno de estos elementos, y en ocasionesni siquiera completo: se alzará un solohombro, apenas unos milímetros; o sellevará hacia arriba el labio inferiorsolamente, cubriendo un poco al labiosuperior; o las palmas de las manosgirarán sobre sí misma mínimamente. Elemblema del dedo mayor a que antesaludimos no sólo implica unadisposición particular de los cincodedos sino que además la mano avanza y

se levanta, a veces repetidamente. En elcaso de la estudiante furiosa que noejecutó este emblema adrede, no habíaningún movimiento de la mano pero sí ladisposición típica de los dedos.

La segunda pista de que el emblemaes un desliz y no una acción voluntariaes que se ejecuta fuera de la posición depresentación del individuo ante el otro.En su mayoría, los emblemas se ejecutanfrente al sujeto, en la zona que seextiende entre la cintura y el cuello. Enesa posición de presentación no puededejar de notárselo. En cambio, unemblema de autodelación nunca serealizaba en la posición de presentación.

En las entrevistas con estudiantes a quehicimos referencia, cuando miscompañeros de estudio adelantaban eldedo mayor, no lo agitaban en el espaciosino que dejaban la mano apoyada sobrela rodilla, fuera de la posición depresentación. En el experimento con lasenfermeras, los ademanes que delataronsu impotencia ante las preguntas a suimposibilidad de ocultar lo que sentíanfueron pequeñas rotaciones de las manossobre el regazo. Si el emblema no fuesefragmentado y no quedase fuera de laposición de presentación, el mentirosolo advertiría y lo autocensuraría. Porsupuesto, las mismas características que

distinguen un emblema de autodelación(su fragmentación y el hecho de quedarfuera de la posición de presentación)hacen difícil para otros advertirlo. Unmentiroso tal vez ejecute una y otra vezestos emblemas que lo autodelatan sinque ni él ni su víctima se den cuenta.

No hay garantía alguna de que todomentiroso va a incurrir en un deslizemblemático: no existe ningún signoincontrastable del engaño como éste. Esmuy poco lo que se ha investigado paraevaluar la frecuencia con que seproducen estos deslices emblemáticoscuando la gente miente. De los cincoestudiantes que fueron interrogados por

mi profesor «hostil», sólo dos losevidenciaron; de las estudiantes deenfermería, más de la mitad. No sé porqué ciertas personas tienen esta clase deautodelaciones y otras no.[74]

Pero si bien no todo mentirosoincurre en un desliz emblemático, porotro lado cuando éste se produce sepuede tomar como signo genuino de quela persona no quiere revelardeterminado mensaje. La interpretaciónde estos deslices está menos sujeta quela mayoría de los demás signos deengaño ya sea al riesgo de Brokaw o alerror de Otelo. Hay algunas personasque siempre hablan con circunloquios,

pero pocas que cometen deslicesemblemáticos en forma regular. Loserrores del habla pueden indicar unatensión de diversas clases, nonecesariamente la que implica unamentira. Dado que un emblema, comosuele suceder con las palabras, tiene unsignificado específico, los deslicesemblemáticos no suelen ser ambiguos.Si el mensaje es «¡Vete al diablo!», o«Hoy estoy con los cables cruzados», o«No, no es eso lo que he querido decir»,o «Ahí lo tienes, sobre el escritorio» —todo lo cual puede transmitirse con unemblema—, no habrá problema eninterpretarlo.

¿Qué emblemas se deslizanfurtivamente cuando se miente, quémensajes se autodelatan? Ellodependerá de lo que se quiera ocultar.En el experimento con mi profesor«hostil» los sujetos ocultaban enojo yfuria, de modo que sus deslicesemblemáticos fueron un dedoprotuberante y un puño cerrado. En elexperimento con las películas médicaslas estudiantes de enfermería no estabanenojadas ni furiosas, pero muchas deellas suponían que no eran capaces talvez de ocultar adecuadamente sussentimientos: el encogimiento dehombros, o su similar, fue el desliz

emblemático de su impotencia. A ningúnadulto hay que enseñarle el vocabulariode los emblemas: todos saben cuáles deellos son puestos de manifiesto por losintegrantes de su propia cultura. Lo quesí necesitan saber muchos adultos es quelos emblemas pueden producirse comodeslices. Si los cazadores de mentirasno están alerta ante esta posibilidad,dichos deslices emblemáticos lespasarán inadvertidos porque sonfragmentarios o porque se ejecutan fuerade la posición de presentación.

Otro tipo de movimiento corporalque puede ofrecer pistas sobre elembuste son las ilustraciones. A

menudo se confunden las ilustracionescon los emblemas, pero importadistinguirlos porque estas dos clases demovimientos corporales puedenalterarse en sentidos opuestos cuando semiente: los deslices emblemáticosaumentarán, mientras que lasilustraciones normalmente disminuirán.

Se las llama así porque ilustran oejemplifican lo que se dice. Hay muchosmodos de hacerlo: enfatizar una palabrao una frase, como si se la acentuara alenunciarla o si se la subrayara alescribirla; seguir el curso delpensamiento con la mano en el aire,como si se estuviera dibujando en el

espacio o se quisiera repetir oamplificar con una acción lo que se estádiciendo. Habitualmente lasilustraciones se realizan con las manos,aunque también participan, para darénfasis, las cejas y los párpadossuperiores… y todo el tronco o hasta elcuerpo entero puede aportar algo.

Las actitudes sociales respecto de laconveniencia de usar estas ilustracionescorporales han variado a lo largo de losúltimos siglos. En ciertas épocas, eranla marca de las clases altas, en tanto queen otras épocas eran un signo deincultura o de rusticidad. Los librossobre oratoria normalmente describen

las ilustraciones requeridas para teneréxito al hablar en público.

El estudio científico precursor en elcampo de las ilustraciones corporalesno se inició para averiguar los indiciosdel engaño, sino para cuestionar lasopiniones de los científicos socialesnazis. En la década de 1930 aparecieronmuchos artículos en los que se sosteníaque las ilustraciones eran innatas y quelas «razas inferiores», como los judíos ogitanos, apelaban a gran cantidad depomposas y grandilocuentesilustraciones, en comparación con losademanes menos expansivos de losarios, los «superiores». (¡Claro que no

se hacía mención en esos artículos delas grandiosas ilustraciones deMussolini, el aliado itálico deAlemania!) David Efron,[75] un judíoargentino que estaba estudiando en laUniversidad de Columbia con elantropólogo Franz Boas, examinó lasilustraciones propias de los habitantesdel Barrio Bajo en la zona Este de laciudad de Nueva York. Comprobó quelos inmigrantes sicilianos recurrían ailustraciones que trazaban una figura oejemplificaban una acción, en tanto quelos judíos provenientes de Lituaniaapelaban a ellas para dar énfasis a loque decían, o para seguir el hilo de su

pensamiento. Pero los vástagos de unosy otros nacidos en Estados Unidos y queasistían a escuelas integradas (hijos denativos y de inmigrantes) no diferíanentre sí en este aspecto: las ilustracionesusadas por los descendientes desicilianos eran similares a las usadaspor los hijos de judíos lituanos.

Efron demostró que el estilo de lasilustraciones corporales es adquirido,no innato. Personas pertenecientes adistintas culturas no sólo utilizandiferentes tipos de ilustraciones, sinoque algunas ilustran mucho en tanto queotras ilustran muy poco. Y aun dentro deuna misma cultura, los individuos

difieren entre sí en lo tocante a lacantidad de ilustraciones que empleantípicamente.[76] Así pues, lo que puededelatar una mentira no es el meronúmero de ilustraciones ni su tipo; elindicio del engaño se obtiene al advertiruna disminución del número deilustraciones utilizadas, o sea, aladvertir que la persona las estáempleando menos que de costumbre.Para evitar interpretar en formaequivocada esta disminución, esnecesario agregar algo más sobre losmomentos en que las personas recurrenefectivamente a estas ilustraciones.

Ante todo, veamos por qué se

recurre a las ilustraciones. Lasilustraciones se utilizan para explicarmejor ciertas ideas que no puedentransmitirse fácilmente con palabras.Comprobamos que era más probable queun sujeto ilustrase lo que decía cuandole pedíamos que nos definiera unatrayectoria en zigzag que cuando lepedíamos que nos definiera una silla;también era más probable que lo hicierasi le pedíamos que nos indicara cómollegar hasta la oficina de correo máspróximo, que si le pedíamos que nosexplicara el motivo de su elecciónvocacional. Las ilustraciones seemplean, además, cuando alguien no

encuentra una palabra. Chasquear losdedos o alzar la mano como paraalcanzar algo en el aire parecen seracciones que ayudan en estos casos,como si la palabra buscada flotase porencima del individuo y éste pudieracapturarla con ese movimiento. Estasilustraciones de búsqueda de palabras lecomunican al menos al otro individuoque su interlocutor no ha cesado esabúsqueda ni le ha cedido el uso de lapalabra. Quizá las ilustraciones cumplanun papel de autoaiimentación, ayudandoa reunir los términos en un discursocoherente y razonable. A medida quenos sentimos más comprometidos con lo

que estamos diciendo, más loilustramos; y tendemos a ilustrar más delo acostumbrado cuando estamosfuriosos, horrorizados, muy agitados,angustiados o entusiasmados.

Veamos ahora por qué las personaspueden evidenciar un uso deilustraciones menor que el habitual, yaque esto nos aclarará en qué casos esadisminución puede ser un indicio delengaño. La primera razón es una falta deapego emocional a lo que se estádiciendo: la gente ilustra menos que decostumbre sus palabras cuando se sienteindiferente, aburrida, ajena a la cuestióno muy entristecida. El entusiasmo o el

interés fingidos pueden traicionarse enla falta de un aumento de ilustracionesque acompañen las palabras.

Las ilustraciones también se reducencuando el individuo tiene dificultad paradecidir lo que va a decir. Si alguiensopesa con cuidado cada palabra antesde decirla, no la acompañará conmuchas ilustraciones. Cuando sepronuncia una conferencia o se exponenlas ventajas de un producto por primerao segunda vez, no aparecen tantasilustraciones como más adelante, cuandoya no se dedica tanto esfuerzo a labúsqueda de la palabra exacta. Lasilustraciones disminuyen cada vez que

se habla con cautela. Ahora bien, estotal vez no tenga ninguna relación con unengaño. La cautela puede deberse a quees mucho lo que está en juego: laprimera impresión que se le va a causaral jefe, la respuesta a una pregunta cuyarecompensa es un alto premio, laprimera declaración de amor a alguienque se amaba de lejos hasta entonces.También la ambivalencia exige cautelaal hablar. Una persona timorata puedesentirse muy tentada por un puesto máslucrativo, pero no se atreve a correr losriesgos propios de una nueva situaciónlaboral; desgarrada interiormente por loque debe hacer, la abruma el grave

problema de lo que ha de decir, y cómo.Si un mentiroso no ha preparado su

plan de antemano tendrá que obrar concautela, considerando cuidadosamentecada palabra antes de decirla. Losengañadores que no han ensayadopreviamente y tienen poca práctica enuna mentira en particular, o los que noprevén qué se les preguntará ni en quémomento, muestran una menor cantidadde ilustraciones. Pero aun cuando elmentiroso haya elaborado y ensayadobien su estrategia, sus ilustracionespueden disminuir a causa de lainterferencia de alguna emoción. Ciertasemociones, en especial el temor,

obstaculizan la coherencia del discurso.La carga que significa controlar casicualquier emoción fuerte distrae elproceso propio de enhebrar una a unalas palabras. Si la emoción tiene queocultarse y no sólo controlarse, y si esintensa, es probable que aun el mejorpreparado de los mentirosos tengadificultades para hablar, y susilustraciones menguarán.

Las estudiantes de enfermería denuestro experimento efectuaron menosilustraciones cuando trataron de ocultarsu reacción ante la película de laquemadura y amputación, que cuandotenían que describir con sinceridad sus

sentimientos ante documentales inocuos.Esta disminución de las ilustracionestuvo al menos dos causas: lasestudiantes no tenían práctica en esaclase de mentiras y no se les había dadotiempo para prepararse y por otra partese despertaron en la experiencia fuertesemociones —recelo a ser detectadas ysentimientos producidos por las escenassangrientas del film—. Muchos otrosestudiosos han comprobado también quelas ilustraciones son menos notoriascuando alguien miente que cuando dicela verdad. En mi estudio no habíamuchas emociones en juego, pero losmentirosos no estaban bien preparados.

Al presentar las ilustraciones dijeque era importante distinguirlas de losemblemas porque cuando alguien mientepueden producirse cambios de direcciónopuestas en la cantidad de aquéllas y deéstos: los deslices emblemáticosaumentan mientras que las ilustracionesse reducen. Pero la diferencia decisivaentre ambos radica en la precisión delmovimiento y del mensaje transmitido.En el caso del emblema, amboselementos están predeterminadosestrictamente: no servirá cualquiermovimiento, sólo uno perfectamentedefinido transmitirá el mensajenecesario. Las ilustraciones, en cambio,

pueden abarcar una amplía gama demovimientos y transmitir un mensajeindefinido en vez de un mensaje preciso.Considérese el caso del círculo formadojuntamente por las yemas del pulgar y elíndice, y levantado en señalemblemática para transmitir «¡Muybien!», «¡Así se hace!». Esa es la únicamanera apropiada de practicar esteemblema; si el pulgar se apoyase en eldedo mayor o en el meñique, la señal nosería clara; y el significado es muypreciso.[77] Las ilustraciones no tienengran significado con independencia delas palabras que las acompañan. Si seobserva a alguien mientras las ejecuta

pero no se escucha lo que dice, no seentenderá mucho de la conversación. Noocurre lo propio si el sujeto emplea unemblema. Otra diferencia es que si bientanto las ilustraciones como losemblemas aparecen cuando la gentedialoga, las primeras, por definición,sólo acompañan el habla pero no lareemplazan; los emblemas pueden serutilizados en lugar de las palabras si lagente no puede hablar o por algúnmotivo no quiere hacerlo.

El cazador de mentiras debe ser másprudente en la interpretación de lasilustraciones que de los deslicesemblemáticos. Ya dijimos que las

primeras están afectadas por el error deOtelo y el riesgo de Brokaw; lossegundos, no. Si un cazador de mentirasnota una disminución de lasilustraciones, lo lógico es que antesdescarte cualquier otra razón (aparte dela mentira) por la cual un individuopuede querer escoger con cuidado suspalabras. Respecto de los deslicesemblemáticos no hay tanta ambigüedad;el mensaje transmitido suele ser losuficientemente diferenciado como parapoder interpretarlo fácilmente. Tampocoes necesario conocer de antemano alsospechoso para interpretar un deslizemblemático, ya que en y por sí misma

la acción tiene sentido; en cambio, comolos individuos varían enormemente entresí en cuanto a su índice normal deilustraciones empleadas, no puedeemitirse juicio si no existe un patrón decomparación. Para interpretar lasilustraciones, como la mayoría de losotros índices de engaño, es menestertener cierto trato previo con los«ilustradores». Es difícil descubrir unengaño en un primer encuentro: losdeslices emblemáticos ofrecen una delas pocas posibilidades que existen paraello.

Debemos ahora abordar un tercertipo de movimiento corporal, las

manipulaciones, para alertar a loscazadores de mentiras que no caigan enel error de considerarlos signos deengaño. Hemos visto a menudo queciertos descubridores de mentiras juzganequivocadamente a una persona honestaporque pone de manifiestomanipulaciones. Si bien lasmanipulaciones pueden ser un signo deperturbación, no siempre lo son. Unaumento en la actividad manipuladorano es en absoluto una señal confiable deque hay engaño, aunque la gente suelecreerlo.

Llamamos «manipulaciones» a todosaquellos movimientos en los que una

parte del cuerpo masajea, frota, rasca,agarra, pincha, estruja, acomoda omanipula de algún otro modo a otraparte del cuerpo. Las manipulacionespueden ser de muy corta duración oextenderse durante varios minutos. Lasmás breves parecen dotadas de algúnpropósito: ordenarse el cabello, sacarseuna suciedad o un tapón de cera dedentro de la oreja, rascarse algún lugardel cuerpo. Otras, en especial las queduran mucho, no parecen tener finalidadalguna: enrollar y desenrollarinfinitamente un haz de cabellos, frotarseun dedo contra el otro, dar golpesrítmicos con el pie contra el piso en

forma indefinida. La mano es lamanipuladora típica; pero puede serreceptora de la manipulación, comocualquier otra zona del cuerpo. Losreceptores más comunes son el pelo, lasorejas, la nariz, la entrepierna. Lasacciones manipuladoras pueden tambiénllevarlas a cabo una parte del rostroactuando contra otra {lengua contramejilla, dientes que muerden levementeel labio) o una pierna contra otra pierna.Hay objetos que pueden formar parte delacto manipulador: fósforos, lápices, unsujetapapeles, un cigarrillo.

Aunque a la mayoría de las personasse les enseñó al educarlas que no tenían

que realizar en público estas accionespropias del cuarto de baño, lo cierto esque no aprendieron a detenerlas; sólodejaron de darse cuenta de que lashacían. No es que sean del todoinconscientes de sus manipulaciones:cuando nos apercibimos de que alguienestá observando una de nuestrasacciones manipuladoras, de inmediato lainterrumpimos, la moderamos o ladisimulamos. A menudo encubrimoshábilmente con un ademán más ampliootro fugaz, aunque ni siquiera estaelaborada estrategia para ocultar unamanipulación se hace muy a conciencia.Las manipulaciones están en el borde de

lo consciente. La mayoría de laspersonas no pueden dejar depracticarlas durante mucho tiempo pormás que lo intenten. Se hanacostumbrado a manipularse.

La gente se comporta mucho mejorcomo observadora que como ejecutora.Si alguien inicia un movimiento demanipulación, se le concede la privacíanecesaria para completarlo, aunque hayaempezado en medio de unaconversación. Otros apartan la vistacuando se ejecuta la manipulación, ysólo vuelven el rostro cuando termina.Si la manipulación es una de esasacciones en apariencia inútiles, como la

de enrollarse el cabello, que sigue ysigue y sigue, por supuesto los demás novan a apartar la mirada todo el tiempo;pero tampoco clavarán directamente enel acto de manipulación. Este descuidocortés de las manipulaciones es unhábito muy aprendido, que opera sinpensar. La ofensa a las buenascostumbres la produce el que observa lamanipulación y no el que la ejecuta.Cuando dos automóviles frenan juntosdelante de un semáforo, la personagrosera es la que mira al conductor delauto adyacente y no la que se limpiavigorosamente la oreja.

Yo y otras personas que hemos

estudiado las manipulaciones nos hemospreguntado por qué hay personas queprefieren una manipulación a otra.¿Significa algo que sea un frotarse y noun estrujarse, un pellizco en lugar de unmasaje? ¿Transmite algún mensaje elhecho de que lo frotado o rascado sea lamano, la oreja o la nariz? En parte larespuesta es que estos movimientos sonpropios de cada individuo. Cadapersona tiene su manipulación favorita,como una marca registrada. Para unapuede ser hacer girar el anillo de bodasinterminablemente, para otra sacarse lacutícula y para una tercera atusarse elbigote. Nadie ha intentado averiguar por

qué se prefiere tal o cual acción, o porqué algunos no tienen ningunamanipulación propia especial. Ciertosdatos muestran que algunasmanipulaciones revelarían algo más queuna mera incomodidad. Encontramosmanipulaciones de pellizqueo enpacientes psiquiátricos que noexpresaban enojo con ellas. Cubrirse losojos con las manos era común entre lospacientes que se sentían avergonzadosde algo. Pero estos datos sonprovisionales; el hallazgo más generales que las manipulaciones aumentancuando el sujeto se siente molesto.[78]

La investigación ha confirmado

sustancialmente la creencia del profanode que la gente realiza movimientosagitados e inquietos cuando se sienteincómoda o nerviosa. Lasmanipulaciones con las que uno serasca, se estruja, se pellizca, se acicalao se escarba ciertos orificios aumentancon todos los tipos de malestar. Tengola convicción de que las personastambién evidencian muchasmanipulaciones cuando se sientencómodas y relajadas, sin remilgos. Alestar entre compinches uno no sepreocupa tanto por el decoro. Algunosindividuos más que otros eructarán eincurrirán en diversas manipulaciones y

otras conductas que en la mayoría de lasdemás situaciones son, siquieraparcialmente, controladas. Si esto esverdad, las manipulaciones sóloconstituirían signos de incomodidad omolestia sólo en las situaciones másformales, cuando la gente que está conuno no le es muy conocida.

De ahí que las manipulaciones noson signos válidos del engaño: puedenindicar los dos estados opuestos, laincomodidad y la relajación. Por otraparte, los mentirosos saben que debensuprimir sus manipulaciones, y lamayoría lo consigue casi siempre. No esque tengan un conocimiento específico

de esto, sino que forma parte del saberpopular general que las manipulacionesson signos de molestia, de conductanerviosa. Todo el mundo piensa que unembustero se mostrará inquieto, que laagitación del cuerpo es un índice deengaño. En cierta oportunidadinterrogamos a varias personas sobre sumanera de darse cuenta de que alguienmentía, y un gran número de respuestasindicaron como movimiento másdistintivo en este sentido el de los ojosinquietos. Indicios que todo el mundoconoce, y que se relacionan con unaconducta fácil de inhibir, no serán muyconfiables si es mucho lo que está en

juego y si el mentiroso no quiere seratrapado.

Las estudiantes de enfermería noevidenciaron mayor cantidad deacciones manipulatorias al mentir que aldecir la verdad. Otros estudios síencontraron un aumento de lasmanipulaciones durante el engaño, perocreo que esta contradicción en loshallazgos se debe a la diferencia de loque estaba en juego en los diversoscasos. Cuando lo que está en juego esmucho, las manipulaciones pueden serintermitentes, pues operan fuerzascontrarias entre sí. La significatividadde la situación para el mentiroso puede

llevarlo a vigilar y controlar aquellaspistas del engaño que son conocidas yaccesibles, como las manipulaciones;pero esa misma significatividad haráque tema ser atrapado, y su molestiaincremente sus manipulaciones. Estasaumentarán, y luego serán vigiladas,suprimidas, desaparecerán por untiempo, volverán a aparecer, y despuésde otro rato serán nuevamenteadvertidas y sofocadas. En el caso delas enfermeras había mucho en juego yse empeñaron en controlar susmanipulaciones; en otros estudios,donde se encontró que lasmanipulaciones aumentaban al mentir,

no era tanto lo que había en juego. Lasituación era algo extraña —pedir aalguien que mienta a título experimentalno es usual—, y por ende bien podíasentirse malestar suficiente como paraintensificar las manipulaciones; pero enestos engaños no había ganancias opérdidas significativas, no estaba enjuego el éxito o el fracaso, y elmentiroso tenía pocas razones paraafanarse en vigilar y suprimir susmanipulaciones. Aun cuando miexplicación de estos resultadoscontradictorios fuese incorrecta (y éstasinterpretaciones posteriores a los hechosdeben siempre considerarse

provisionales, hasta ser confirmadas pornuevos estudios), los hallazgoscontradictorios son en sí mismos motivosuficiente para que el cazador dementiras sea cauteloso en suinterpretación de las manipulaciones.

En nuestro estudio sobre lacapacidad para detectar mentiras,comprobamos que los sujetos quemostraban muchas manipulaciones eranconsiderados mentirosos. No importabaque la persona dijese la verdad omintiera: quienes la veían la tachaban dedeshonesta si notaban muchasmanipulaciones en ella. Importareconocer la probabilidad de caer en

este error. Permítaseme repasar lasmúltiples razones por las cuales lasmanipulaciones no son signe®confiables de engaño.

Las personas presentan enormesvariaciones en cuanto a la cantidad ytipo de manipulaciones en que incurrenhabitualmente. Este problema, derivadode las diferencias entre los individuos(riesgo de Brokaw) puedecontrarrestrarse si el cazador dementiras tiene algún conocimientoprevio del sujeto y puede establecercomparaciones sobre su conducta.

El error de Otelo tambiénobstaculiza la interpretación de las

manipulaciones como indicios delengaño, ya que ellas aumentan cuandoel individuo se siente incómodo poralgo. Este problema lo presentantambién otros signos de engaño, pero esparticularmente agudo en el caso de lasmanipulaciones, ya que ellas no sonsimples signos de incomodidad sino quea veces, cuando el sujeto está entre suscamaradas, son por el contrario signosde comodidad.

Todo el mundo piensa que sialguien muestra muchasmanipulaciones está engañando, por locual un mentiroso motivado tratará desuprimirlas. Y a diferencia de las

expresiones faciales —que también seintenta controlar—, las manipulacionesson fáciles de inhibir. Si es mucho loque está en juego, el mentiroso lograráinhibir sus manipulaciones por lo menosdurante una parte del tiempo.

Otro aspecto corporal, la postura, hasido estudiado por diversosinvestigadores, pero no han podidoencontrar datos fehacientes deautodelación o de pistas sobre elembuste. La gente sabe cómo se suponeque tiene que sentarse o que estar de pie.La postura que se adopta en unaentrevista formal no es la misma que seadopta cuando se charla con un amigo.

Por ¡o tanto, la postura parecería estarbien controlada y manejada durante unengaño: yo y otros estudiosos delengaño no hallamos diferencia alguna enla postura entre las personas quementían o las que decían la verdad.[79]

Por supuesto, tal vez no medimos unaspecto de la postura que efectivamentecambia en uno y otro caso. Unaposibilidad es que el individuo tienda aadelantar el cuerpo cuando estáinteresado o enojado, y a retraerlocuando siente temor o repulsión. Sinembargo, un mentiroso motivado serácapaz de inhibir casi todos los indiciosposturales de esas emociones, salvo los

más sutiles.

INDICIOS DEL SISTEMA

NERVIOSO AUTONOMO

Hasta ahora hemos examinado lasacciones corporales producidas por losmúsculos esqueléticos. También elsistema nervioso autónomo (SNA), ogran simpático, que regula las funcionesvegetativas, da lugar a cambios notoriosen el cuerpo cuando hay una activaciónemocional; en el ritmo respiratorio, enla frecuencia con que se traga saliva, enel sudor. (Los cambios producidos porel SNA que se registran en el rostro —

como el rubor, el empalidecimiento y ladilatación de las pupilas—, seránanalizados en el próximo capítulo.)Estas alteraciones se caracterizan porproducirse involuntariamente cuandohay alguna emoción, ser muy difíciles deinhibir y, por esto mismo, muyconfiables como indicios del engaño.

El detector eléctrico de mentiras opolígrafo mide estas alteracionesderivadas del SNA, pero muchas deellas son visibles y no exigen el uso deningún aparato especial. Si un mentirosotiene miedo, rabia, culpa o vergüenza, osí se siente particularmente excitado oangustiado, se incrementará su ritmo

respiratorio, se alzará su caja torácica,tragará saliva con frecuencia y podráverse u olerse su sudor. Durante décadaslos psicólogos no han logrado ponersede acuerdo sobre si a cada emoción lecorresponde un conjunto bien definidode estos cambios corporales. Lamayoría piensa que no: creen que seacual fuere la emoción suscitada, elsujeto respirará más rápido, sudará ytragará saliva. Sostienen que loscambios en el funcionamiento del SNAmarcan la intensidad de una emociónpero no nos dicen cuál es. Esta opinióncontradice la experiencia de casi todos.Por ejemplo, las personas sienten

sensaciones corporales distintas cuandoestán con miedo o cuando están conrabia. Según numerosos psicólogos, estose debe a que interpretan en formadiferente el mismo conjunto desensaciones corporales si tienen miedoo si tienen rabia, y no prueba que en símisma varíe la actividad del SNA enuno u otro caso.[80]

Mi investigación más reciente —iniciada cuando estaba terminando deescribir este libro— pone en tela dejuicio este punto de vista. Si estoy en locierto y las alteraciones del SNA no sonlas mismas para todas las emocionessino que son específicas de cada una de

ellas, esto podría tener gran importanciapara detectar mentiras. Significaría queel cazador de mentiras podría descubrir,ya sea por medio del polígrafo o inclusohasta cierto punto, con sólo observar yescuchar al sospechoso, no sólo si éstesiente alguna emoción en determinadomomento, sino cuál siente: ¿estátemeroso o enojado, siente tristeza orepulsión? Como explicaremos en elpróximo capítulo, esta informacióntambién puede obtenerse a partir de surostro, pero las personas son capaces deinhibir gran parte de sus signos faciales,en tanto que el funcionamiento del SNAestá mucho menos sujeto a la propia

censura.Hasta ahora sólo hemos dado a

conocer una investigación sobre esto(véase página 122), y hay eminentespsicólogos que discrepan con nuestrasafirmaciones. Se ha dicho que nuestroshallazgos son controvertibles, que noestán bien fundamentados; pero entiendoque los datos que ofrecemos son sólidosy con el tiempo creo que seránaceptados por la comunidad científica.

A mi juicio, dos problemas hanobstaculizado el descubrímiento depruebas convincentes acerca de quecada emoción conlleva una actividadpeculiar del SNA, y me parece que

tengo la solución para ambos. Uno deesos problemas es cómo obtenermuestras puras de una emoción. A fin decomparar las alteraciones del SNAcuando se siente miedo y cuando sesiente rabia, el científico debe estarplenamente seguro de que sus sujetosexperimentales vivencian miedo o rabiaen cada caso. Como la medición dedichas alteraciones exige equipos muyavanzados, debe pedírseles a los sujetosque realicen la prueba en un laboratorio;la dificultad radica en provocaremociones en un medio aséptico yartificial. ¿Es posible suscitar en unapersona miedo o enojo, por separado, y

no ambos sentimientos a la vez? Estaúltima cuestión es decisiva: la de nohacerles sentir a los sujetos miedo yenojo al mismo tiempo, lo que se llamauna mezcla de diversas emociones. Sino se logra aislar estas emociones —silas muestras no son puras—, no habrámanera de determinar cuándo difiere,para cada una, la actividad del SNA.Aunque difiera, si las muestras de«miedo» siempre incluyen algo de enojoy las muestras de «enojo» siempreincluyen algo de miedo, los cambiosresultantes por obra del SNA pareceránser iguales en ambos casos. No es fácilevitar las fusiones emocionales, ni en el

laboratorio ni en la vida real: son máscomunes que las emociones puras.

La técnica para obtener muestras deemociones que cuenta con mayorpopularidad ha sido la de pedir al sujetoque recuerde o imagine algo que leprovoque miedo, por ejemplo Digamosque el sujeto imagina que lo asaltan enla calle. El científico debe cerciorarsede que además del miedo el individuono siente algo de enojo contra elasaltante, o contra sí mismo por habertenido miedo o por haber sido tanestúpido como para no tomar en cuentaque corría peligro de ser asaltado. Elmismo riesgo de que haya mezcla de

diversas emociones en vez deemociones puras se presenta con todaslas otras técnicas que tienden a suscitaremociones. Imaginemos que el científicoha resuelto suscitar miedo en el sujetoproyectándole una escena de la películade horror Psicosis, dirigida por AlfredHitchcock, en la cual Tony Perkins atacapor sorpresa a Janet Leigh con uncuchillo cuando ella se está duchando.El sujeto podría sentir rabia hacia elcientífico por el terror que le quiereinfundir, o hacia sí mismo por sentirlo, ohacia Tony Perkins por atacar a JanetLeigh; o la sangre que corre podríaprovocar su repulsa, o la acción misma

dejarlo estupefacto, o angustiarse ante elsufrimiento de la actriz, etc. Repito: noes fácil pensar en un procedimiento porel cual pudieran extraerse muestras deemociones puras. La mayoría de los queestudiaron las alteraciones producidaspor el SNA han supuesto(incorrectamente, a mi entender), que lossujetos efectivamente hacían lo que ellosle pedían en el momento en que se lopedían, y podían producir sin dificultadlas muestras de emociones purasdeseadas. No tomaban ninguna medidapara verificar o garantizar que esasmuestras fuesen realmente puras.

El segundo problema deriva de la

necesidad ya mencionada de obtenerestas reacciones en un laboratorio, y esuna consecuencia de los efectos de latecnología empleada en lasinvestigaciones. La mayoría de lossujetos se cohíben al atravesar la puertadel cuarto experimental, cuando piensanen lo que harán con ellos, y estacohibición aumenta más aún después.Para medir la actividad del SNA espreciso conectar cables a distintoslugares del cuerpo del sujeto; el solohecho de controlar la respiración, elritmo cardíaco, la temperatura de la piely el sudor requiere muchas conexionesde ese tipo. A la mayor parte de los

individuos les desagrada estar ahí presode los cables, con los científicos queescrutan lo que ocurre en su cuerpo y amenudo con cámaras cinematográficasque registran toda alteración visiblefrente a ellos. Este desagrado o molestiaes también una emoción, y en caso degenerar alguna actividad en el SNA, loscambios producidos por ésta teñirántoda la muestra de emociones que elcientífico procura obtener. Quizásuponga, en un momento dado, que elsujeto está recordando un hecho temible,y en otro momento un suceso capaz deenfurecerlo, cuando lo que ocurre enrealidad es que en ambos recuerdos el

sujeto se ha sentido molesto. Ningúninvestigador ha tomado las medidas parareducir ese sentimiento de desagrado,ninguno ha verificado que no arruinarásus muestras de emociones puras.

Mis colegas y yo suprimimos lamolestia de los sujetos seleccionándolosentre actores profesionales.[81] Losactores están habituados a serexaminados y escrutados, y no lesmolesta que el público observe cada unode sus movimientos. En vez de sentirsemolestos por ello, más bien les gusta laidea de que se conecten cables a sucuerpo para inspeccionar cómofuncionan por dentro. El hecho de

examinar a actores nos resolvióasimismo el primer problema: laobtención de muestras de emocionespuras. Pudimos aprovechar laexperiencia reunida por estos actoresdurante años en la técnica deStanislavski, que los vuelve diestros enel recuerdo y reaviva las emociones,técnica que los actores practican a fin deutilizar sus recuerdos sensorialescuando les toca representar un papel enparticular. En nuestro experimento, lespedimos a los actores, mientras estabanlos cables conectados y las cámarasenfocando a su rostro, que recordasen yreviviesen, lo más intensamente posible,

un momento en que hubieran sentido elmayor enojo de toda su vida; después, elmomento de mayor temor, el de mayortristeza, sorpresa, felicidad y repulsión.Si bien esta técnica ya había sidoempleada anteriormente por otroscientíficos, pensábamos que nosotrosteníamos más posibilidades de lograréxito justamente por utilizar actoresprofesionales que no se sentíanmolestos. Además, no dimos por sentadoque iban a hacer lo que les pedíamos;verificamos haber obtenido muestraspuras y no una mezcla de emociones.Después de cada una de susremembranzas, les pedimos calificar la

intensidad con que habían sentido laemoción requerida, y si habían sentidosimultáneamente alguna otra. Los casosen que daban cuenta de habervivenciado alguna otra emoción casi conigual intensidad que la requerida nofueron incluidos en la muestra.

Este estudio de los actores nosfacilitó la puesta a prueba de unasegunda técnica para la obtención demuestras de emoción puras, nuncaempleada antes. La descubrimos porcasualidad años antes, en el curso deotro estudio. A fin de aprender elmecanismo de las expresiones faciales{o sea, cuáles son los músculos que

generan tal o cual expresión), miscolegas y yo reprodujimos y filmamossistemáticamente miles de expresiones,analizando luego de qué maneracambiaba el semblante la combinaciónde ciertos movimientos musculares. Paranuestra sorpresa, cuando ejecutábamoslas acciones musculares vinculadas auna cierta emoción sentíamos de prontocambios en el cuerpo, debidos a laactivación del SNA. No teníamosmotivos para suponer que la actividaddeliberada de los músculos facialespudiera provocar cambios involuntariospor obra del SNA, pero lo cierto es queasí fue, una y otra vez. Sin embargo,

todavía no habíamos averiguado si laactividad del SNA difería para cadaconjunto de movimientos de losmúsculos faciales. En el caso denuestros actores, les dijimos quémúsculos debían mover exactamente; lesdimos seis tipos de consignas distintas,una para cada emoción por investigar.Al no sentirse molestos por efectuaresas expresiones a petición nuestra nipor ser observados mientras lasrealizaban, cumplieron fácilmente con lasolicitud. Pero tampoco en este casoconfiamos en que hubieran producidomuestras puras; filmamos en vídeo susactuaciones faciales y solamente

empleamos aquellas en las que lasmediciones de la cinta de vídeomostraban que, en efecto, habíanproducido el conjunto de accionesfaciales que se les había pedido.

Nuestro experimento proporcionósólidas pruebas de que la actividad delS N A no es la misma para todas lasemociones. Las alteraciones en el ritmocardíaco, la temperatura de la piel y elsudor (que son las tres únicas variablesque medimos) no son iguales. Porejemplo, tanto cuando los actoresreprodujeron los movimientosmusculares del enojo como los deltemor (y recuérdese que no se les había

pedido mostrar esas emociones, sinosólo efectuar las acciones muscularesespecíficas) su ritmo cardíaco aumentó,pero el efecto sobre la temperatura de lapiel no fue el mismo en ambos casos: supiel se calentó con el enojo y se enfriócon el temor. Repetimos la experienciacon distintos sujetos y obtuvimos igualesresultados.

En caso de que estos resultados semantuviesen cuando otros científicosrepitan el experimento en suslaboratorios, podrían introducir unavariante en lo que el cazador dementíras trata de averiguar con elpolígrafo. En vez de tratar de saber si el

sospechoso tiene alguna emoción,podría averiguar cuál midiendo variasacciones dependientes del SNA. Aunqueno se contase con el polígrafo, con sóloobservar un cazador de mentiras seríacapaz de notar cambios en el ritmorespiratorio o bien en el grado de sudorque le facilitasen discernir la acción deemociones bien precisas. También sereducirían los errores cometidos al nocreer al veraz o al creerle al mentirososi la actividad del SNA, que es muydifícil de inhibir, puede revelar cuál esla emoción que en ese momento siente elsospechoso. Aún no sabemos si esposible distinguir las emociones sólo

por los signos visibles y audibles dedicha actividad, pero hay mayoresrazones que antes para averiguarlo. Eltema del capítulo 6 será de qué modolos signos de emociones específicas (yaprovengan del rostro, el resto delcuerpo, la voz, las palabras o el SNA)pueden ayudamos a determinar sialguien miente o dice la verdad, losriesgos de cometer errores y lasprecauciones que deben tomarse paraevitarlos.

En el capítulo 2 explicamos que haydos modos principales de mentir: elocultamiento y el falseamiento. En estecapítulo nos hemos ocupado hasta ahora

de examinar cómo pueden traicionarseen las palabras, la voz o el cuerpo lastentativas de ocultar sentimientos. Peroun mentiroso falseará una emocióncuando no siente ninguna y necesitafingirla, o cuando necesita encubrir otra.Por ejemplo, tal vez alguien se muestrefalsamente triste al enterarse de que elnegocio de su cuñado se fue a laquiebra; si el asunto lo deja indiferente,la expresión falsa de tristeza no hacesino mostrar el semblante apropiado;pero si la desgracia del cuñado lo ponecontento en el fondo, esa falsa tristezaestará enmascarando además sussentimientos genuinos. ¿Pueden las

palabras, la voz o el cuerpo traicionaresas expresiones falsas, revelando quela emoción demostrada no existe? Nadielo sabe. Los fallos en la ejecución falsade emociones han sido menos estudiadosque la autodelación de emocionesocultadas. Aquí sólo puedo exponer misobservaciones, teorías y sospechas.

Sí bien las palabras están hechaspara inventar, a nadie (sea mentiroso overaz) le resulta fácil describir con ellaslas emociones. Sólo un poeta es capazde transmitir todos los matices querevela una expresión. Manifestar enpalabras un sentimiento propio que noexiste puede no ser más difícil que

manifestar uno real: por lo común, enninguno de estos dos casos uno será lobastante elocuente, sutil o convincente.Lo que confiere significado a ladescripción verbal de una emoción es lavoz, la expresión facial, el cuerpo.Sospecho que casi todo el mundo puedesimular con la voz enojo, miedo,desazón, felicidad, repulsa o sorpresa lobastante bien como para engañar a losdemás. Ocultar los cambios quesobrevienen en el sonido de la vozcuando se siente estas emociones esarduo, pero no lo es tanto inventarlos.Es probable que la voz sea la queengañe a la mayoría de la gente.

Algunas de las alteracionesprovocadas por el SNA son fácilmentefalseables. Cuesta ocultar los signosemocionales presentes en la respiracióno en el acto de tragar saliva, mientrasque falsear esos mismos signos no exigeun adiestramiento especial: bastarespirar más agitadamente o tragarsaliva más a menudo. El sudor es otracuestión: cuesta tanto ocultarlo comofalsearlo. Un mentiroso podría recurrir ala respiración y al acto de tragar salivacomo medio de transmitir la falsaimpresión de estar sintiendo unaemoción negativa; sin embargo, misuposición es que pocos lo hacen.

También se pensaría que unmentiroso podría aumentar el número desus manipulaciones para parecerincómodo o molesto, pero es probableque la mayoría de los mentirosos no seacuerden de esto. Precisamente laausencia de estas manipulaciones,fácilmente ejecutables, puede traicionarla mentira que se esconde en laafirmación —convincente en todos losdemás aspectos— de que uno sientemiedo o congoja.

Podrían fingirse ilustraciones(aunque posiblemente sin mucho éxito)para crear la impresión de un interés yentusiasmo inexistentes por lo que dice

otro. Artículos periodísticos comentaronque tanto el ex presidentenorteamericano Nixon como el expresidente Ford recibieron instrucciónespecial a fin de aumentar su uso deilustraciones; pero viéndolos actuar entelevisión, pensé que ese aprendizaje loshabía llevado a parecer a menudofalsos. No es sencillo soltar unailustración en el momento preciso en quela exigen las palabras que se estándiciendo; suele adelantarse o retrasarsedemasiado, o durar un tiempo excesivo.Es como tratar de aprender a esquiarpensando en cada movimiento sucesivoa medida que se ejecuta: la coordinación

resulta deficiente… y eso se nota.He descrito indicios de conducta que

pueden autodelatar informaciónocultada, indicar que el sujeto no hapreparado bien su estrategia o traicionaruna emoción que no se ajusta a ésta.

Los deslices verbales, los deslicesemblemáticos y las peroratasenardecidas pueden dejar traslucirinformación ocultada de cualquieríndole: emociones, acontecimientos delpasado, planes o intenciones, fantasías,ideas actuales, etc.

El lenguaje evasivo y loscircunloquios, las pausas, lasrepeticiones de palabras o fragmentos

de palabras y otros errores cometido alhablar, así como la disminución en lacantidad de ilustraciones, puedenseñalar que el hablante no pone muchocuidado en lo que dice, por no habersepreparado de antemano. Son signos de lapresencia de alguna emoción negativa.Las ilustraciones menguan también conel aburrimiento.

El tono más agudo de la voz, asícomo el mayor volumen y velocidad delhabla, acompañan al temor, la rabia yquizás a la excitación o entusiasmo. Seproducen las alteraciones opuestas conla tristeza y tal vez con el sentimiento deculpa.

Los cambios notorios en larespiración o el sudor, el hecho detragar saliva con frecuencia o de tener laboca muy seca, son signos de emocionesintensas, y es posible que en el futuro sepueda averiguar, a partir de la pautacorrespondiente a estas alteraciones, aqué emoción pertenecen.

5. LOS INDICIOS

FACIALES DEL ENGAÑO

El rostro puede constituir una fuentede información valiosa para el cazadorde mentiras, porque es capaz de mentir ydecir la verdad, y a menudo hace ambascosas al mismo tiempo. El rostro suelecontener un doble mensaje: por un lado,lo que el mentiroso quiere mostrar; porel otro, lo que quiere ocultar. Ciertasexpresiones faciales están al servicio dela mentira, proporcionando informaciónque no es veraz, pero otras la traicionan

porque tienen aspecto de falsas y lossentimientos se filtran pese al deseo deocultarlos. En un momento dado, habráuna expresión falsa pero convincente,que al momento siguiente será sucedidapor expresiones ocultadas que seautodelatan. Hasta es posible que logenuino y lo falso aparezcan, en distintaspartes del rostro, dentro de unaexpresión combinada única. Creo que elmotivo de que la mayoría de la gente seaincapaz de detectar mentiras en el rostrode los demás se debe a que no sabecómo discriminar lo genuino de lo falso.

Las expresiones auténticamentesentidas de una emoción tienen lugar a

raíz de que las acciones faciales puedenproducirse de forma involuntaria, sinpensarlo ni proponérselo; las falsas, araíz de que existe un control voluntariodel semblante que le permite a la gentecoartar lo auténtico y presumir lo falso.La cara es un sistema dual en el queaparecen expresiones elegidasdeliberadamente y otras que surgen deforma espontánea, a veces sin que lapersona se dé cuenta siquiera. Entre lovoluntario y lo involuntario hay unterritorio intermedio ocupado porexpresiones aprendidas en el pasadopero que han llegado a operarautomáticamente, sin ser elegidas cada

vez o incluso a pesar de cualquierelección, y en el caso típico sin que setenga conciencia de ello. Ejemplos deesto son los manierismos faciales y loshábitos inveterados que indican cómomanejar ciertas facciones (por ejemplo,los hábitos que impiden mostrar enojodelante de las figuras de autoridad).Aquí me interesan, sin embargo, lasexpresiones falsas voluntarias ydeliberadas, que se muestran como partede un esfuerzo por desorientar al otro, ylas expresiones emocionalesespontáneas e involuntarias que de vezen cuando delatan los sentimientos delmentiroso pese a su afán de ocultarlas.

Estudios realizados con pacientesque padecían diversos tipos de lesióncerebral revelaron de modoespectacular que en las expresionesvoluntarias y en las involuntariasparticipan diferentes partes del cerebro.Los pacientes con una lesión en ciertaregión del cerebro vinculada a losllamados sistemas piramidales nopueden sonreír cuando se les pide que lohagan, pero en cambio sí lo hacen alescuchar un chiste o divertirse de algúnotro modo. Ocurre lo contrario con lospacientes que tienen afectada la otraparte del cerebro, la que compromete alos sistemas no piramidales: éstos son

capaces de producir una sonrisavoluntaria pero no se quedan impávidosen una situación divertida o gozosa. Losprimeros, los que tienen una lesión queafecta el sistema piramidal, no podríanmentir con el rostro, ya que no soncapaces de inhibir o simular expresionesfalsas; los segundos, los que tienenlesionado el sistema no piramidal y noexpresan nada aun cuando sienten unaemoción, podrían ser excelentesmentirosos faciales, ya que no se veríanforzados a inhibir ninguna expresiónemocional auténtica.[82]

Las expresiones facialesinvoluntarias de las emociones son un

producto de la evolución. Los humanoscomparten muchas de estas expresionescon los demás primates. Algunas —almenos las que indican felicidad, temor,enojo, repulsión, tristeza y desazón, yquizás otras emociones— sonuniversales, vale decir, son las mismaspara todas las personas conindependencia de su edad, sexo, raza ocultura.[83] Ellas son la fuente más ricade información acerca de las emocionesy revelan sutiles matices en lossentimientos fugaces. El rostro puedemanifestar con todos sus pormenoresexperiencias emocionales que sólo unpoeta sería capaz de poner en palabras;

puede mostrar:cuál es la emoción que se siente en

ese momento: rabia, temor, tristeza,repulsa, desazón, felicidad, contento,excitación, sorpresa y desdén, todasestas emociones tienen expresionesdistintivas;

si hay dos emociones mezcladas —amenudo se sienten al mismo tiempo dosemociones distintas y el rostro registraelementos de ambas—;

la fuerza o intensidad de unaemoción reai, que puede variar, porejemplo, del mero fastidio a la furia, dela aprensión al terror, etc.

Pero, como he dicho, el rostro no es

puramente un sistema de señalesemocionales involuntarias. Ya en losprimeros años de vida los niñosaprenden a controlar alguna de susexpresiones faciales, ocultando así susverdaderos sentimientos y fingiendootros falsos. Los padres se lo enseñancon el ejemplo y, más directamente, confrases del tipo de: «No pongas esa carade enfadado»; «¿No sonríes a tu tía quete ha traído un regalo?»; «¿Qué te pasaque tienes esa cara de aburrimiento?». Amedida que crecen, las personasaprenden tan bien las reglas deexhibición que éstas se convierten enhábitos muy arraigados. Después de un

tiempo, muchas de esas reglasdestinadas al control de la expresiónemocional llegan a operar de maneraautomática, modulando las expresionessin necesidad de elegirlas o incluso sinpercatarse de ellas. Aunque un individuosea consciente de sus reglas deexhibición, no siempre le es posible —ypor cierto nunca le es fácil— detener sufuncionamiento. Una vez que se implantaun hábito, y opera automáticamente sinnecesidad de tomar conciencia de él, esmuy difícil anularlo. Creo queposiblemente los hábitos que más cuestadesarraigar son los vinculados al controlde las emociones, o sea, las reglas de

exhibición.Son estas reglas, algunas de las

cuales varían de una cultura a otra, lasque provocan en los viajeros laimpresión de que las expresionesfaciales no son universales. He notadoque los japoneses, al serles proyectadaspelículas cinematográficas que lesdespertaban diversas emociones, no lasexpresaban de manera distinta a losnorteamericanos si estaban a solas; encambio, si había otra persona presentemientras veían la película (y enparticular si era una persona dotada deautoridad), se atenían, en medida muchomayor que los norteamericanos, a reglas

de exhibición que los llevaban aenmascarar toda expresión deemociones negativas con una sonrisadiplomática. [84]

Además de estos mecanismos decontrol habitual automático de lasexpresiones faciales, las personaspueden elegir de forma deliberada y aconciencia (y a menudo lo hacen)censurar la expresión de sussentimientos auténticos o falsear la deuna emoción que no sienten. La mayoríatiene éxito en algunos de sus engañosfaciales. Todos podemos recordar, sinduda, alguna vez que nos desorientócompletamente la expresión de alguien,

aunque también casi todos hemos tenidola experiencia opuesta, a saber, la dedarnos cuenta de que lo que estabadiciendo alguien era falso tan sólo porla mirada que tenía en ese momento.¿Qué pareja no recordará un caso en queuno de ellos vio en la cara del otro unaemoción (por lo general, ira o temor) dela que el otro no tenía conciencia, y aunnegaba sentir? La mayoría de la gente secree capaz de detectar las expresionesfalsas; nuestra investigación hademostrado que la mayoría no lo es.

En el capítulo anterior he descrito elexperimento nuestro en quecomprobamos que las personas no eran

capaces de decir cuándo una estudiantede enfermería mentía y cuándo decía laverdad. El acierto de los sujetos quesólo vieron las expresiones faciales delas enfermeras fue inferior al quehubieran tenido por azar: calificaban desinceras a las enfermeras que, enrealidad, les estaban mintiendo. Cayeronen el engaño a raíz de sus expresionesfaciales falsas, y por dejar pasaraquellas otras que traslucían susverdaderos sentimientos. Cuando unapersona miente, sus expresiones másevidentes y visibles, aquellas a las quelos demás prestan mayor atención,suelen ser falsas; por lo común se pasan

por alto los sutiles signos que indicanque lo son, así como las insinuacionesfugaces de una emoción oculta.

En su mayor parte, losinvestigadores no han medido lasexpresiones faciales sino que se hancentrado en otras conductas más fácilesde medir, como las ilustraciones o loserrores en el habla. Los pocos que lohan hecho han examinado únicamente lassonrisas, y las han medido de una formaharto simplista. Según ellos, losinvididuos sonríen con igual frecuenciacuando mienten o cuando dicen laverdad. Tampoco han identificadodiversas clases de sonrisa. Las sonrisas

no son todas iguales: nuestra técnicapara medir las expresiones faciales hapermitido diferenciar más de cincuentasonrisas distintas. Hemos comprobadoque cuando las estudiantes de enfermeríamentían, sonreían de otro modo quecuando decían la verdad. Comentaréestos hallazgos al final de este capítulo.

Precisamente porque es necesariodistinguir tantas expresiones distintas,los interesados en la comunicación noverbal y en las mentiras han eludido lamedición del rostro. Hasta hace poco noexistía un procedimiento amplío yobjetivo para medir todas lasexpresiones faciales. Nos hemos

propuesta crearlo porque sabíamos,después de observar las cintas de vídeode nuestras estudiantes y sus mentiras,que para desenmascarar los signosfaciales del engaño se iban a requerirmediciones precisas. Nos ha llevadocasi diez años desarrollar un métodopara medir con precisión lasexpresiones faciales.[85]

Hay miles de expresiones facialesdiferentes. Muchas no tienen relacióncon ninguna emoción. Un gran númerode ellas son como señales de laconversación; al igual que lasilustraciones mediante movimientoscorporales, estas señales sirven para

destacar ciertos aspectos del discurso oincluso como signos sintácticos (porejemplo, como signos de interrogación ode exclamación faciales). Tambiénexisten algunos emblemas faciales: elguiño, las cejas alzadas —párpadosuperior fláccido— labios cerrados enforma de U invertida como señal deignorancia equivalente a encogerse dehombros, el escepticismo evidenciadoen una sola ceja alzada… para nombrarsólo unos pocos. También existenmanipulaciones faciales: morderse ellabio, o chupárselo, o secárselo con lapunta de la lengua, inflar los carrillos.Están, en fin, las expresiones

emocionales propiamente dichas,verdaderas y falsas.

No hay una expresión única paracada emoción sino decenas deexpresiones, y en algunos casoscentenares. Cada emoción cuenta conuna familia de expresiones visiblementedistintas una de otra. Y esto no debesorprender: a cada una no lecorresponde un solo sentimiento oexperiencia, sino toda una familia.Considérese el caso de la familia de lasexperiencias de ira; ésta puede variar enlos siguientes aspectos:

intensidad, desde el fastidio hasta lafuria;

grado de control, desde la iraexplosiva hata el enfado;

tiempo de arranque, desde lairascibilidad de quienes pierden lacalma en un instante, hasta los que ardena fuego lento;

tiempo de descarga, desde ladescarga inmediata hasta la descargaprolongada;

temperatura, de caliente a fría;autenticidad, desde la cólera real

hasta el enojo fingido que muestra unpadre arrobado ante las encantadorastravesuras de su hijo.

La familia de la ira crecería más aúnsi se incluyesen las fusiones entre ella y

otras emociones —por ejemplo, la iragozosa, la culpable, la puritana, ladesdeñosa—.

Nadie sabe aún si existen diferentesexpresiones faciales para cada una deestas experiencias de enojo; yo creo quesí las hay, y más de una expresión porcada una. Ya tenemos pruebas de quehay más expresiones faciales diferentesque las palabras que existen en la lenguapara nombrar una emoción cualquiera.El rostro ofrece un mapa de señalessutiles y de matices que el lenguaje noha podido trazar en palabras únicas.Nuestro trabajo, en el que hicimos esemapa del repertorio de las expresiones

faciales, determinando con exactitudcuántas existen para cada emoción,cuáles de ellas son equivalentes osinónimas y cuáles indican estadosinternos distintos pero vinculados entresí, sólo está en vigencia desde 1978.Algunas de las cosas que diré acontinuación sobre los signos facialesdel engaño se basan en estudiossistemáticos en los que hemós aplicadonuestra nueva técnica de mediciónfacial, y algunas en miles de horas deinspección de expresiones faciales. Miinforme es provisional, puesto que hastaahora ningún otro científico ha tratadode repetir nuestros estudios sobre las

diferencias entre las expresionesvoluntarias y las involuntarias.

Comencemos por la fuente menosostensible de autodelación facial, lasmicroexpresiones. Estas expresionesbrindan un cuadro completo de laemoción que se procura ocultar, pero tanefímero que suele pasar inadvertido.Una microexpresión destella de vez encuando en el rostro en menos de uncuarto de segundo. Descubrimos lasmicroexpresiones en nuestro primerestudio de los indicios del engaño, hacecasi veinte años. Está* bamosinvestigando una entrevista filmada conla paciente psiquiátrica Mary, que ya

mencionamos en el capítulo 1, la quequería ocultar su intención desuicidarse. En dicha película (filmadaen el hospital cuando Mary llevaba yaalgunas semanas internada), le dijo almédico que ya no se sentía deprimida yle pidió un permiso para ausentarse delhospital durante el fin de semana a fin depasar un tiempo con su familia. Mástarde confesó que había mentido parapoder suicidarse una vez libre de loscontroles del hospital, y admitió queseguía sintiéndose desesperadamenteinfeliz. En el film pudimos apreciar enMary una serie de encogimientos dehombros parciales (deslices

emblemáticos) y una disminución de susilustraciones. También asistimos a unamicroexpresión: repitiendo varias vecesla proyección de una misma escena acámara lenta, vimos una expresión facialde completa tristeza, pero que sólo sepresentó durante un instante, y erarápidamente seguida por una aparentesonrisa.

Figura 2.Las microexpresiones son

expresiones emocionales que abarcantodo el rostro y duran apenas unafracción de lo que duraría la mismaexpresión en condiciones normales,como si se la hubiese comprimido en eltiempo; son tan veloces que por logeneral no se las ve. La figura 2 muestrala expresión de tristeza.[86] Asícongelada sobre la página impresa, esfácil interpretarla, pero si sólo sepudiera verla durante la vigesimoquintaparte de un segundo, y fuese deinmediato encubierta por otra expresión—como ocurriría en el caso de una

microexpresión—, es muy probable quepasara desapercibida. Al poco tiempode haber descubierto nosotros lasmicroexpresiones, otros investigadoresdieron cuenta del mismodescubrimiento, y sostuvieron que son elresultado de la represión y revelanemociones inconscientes.[87] Pero sinduda para Mary esos sentimientos nadatenían de inconscientes: ella sufría condolorosa conciencia la tristeza presenteen sus microexpresiones.

Mostramos algunos fragmentos de laentrevista realizada con Mary, quecontenían microexpresiones, a diversaspersonas y les pedimos que nos dijeran

cómo interpretaban ellos que se sentíaMary. Los individuos sin formaciónprevia se equivocaron; al percibir elmensaje de las «micros», supusieron queMary estaba bien; sólo captaron esemensaje cuando vieron la proyección encámara lenta. Sin embargo, los clínicosavezados no necesitaron ver estaproyección, e individualizaron elmensaje de tristeza a partir de lasmicroexpresiones al ver el film porprimera vez en su velocidad real.

Basta una hora de práctica para quela mayoría de las personas puedanaprender a discriminar esas brevísimasexpresiones. Cubrimos la lente del

proyector con un obturador para poderexponer una diapositiva durante un lapsomuy breve. Al principio, cuando seexpone el destello de las expresionesdurante la quincuagésima parte de unsegundo, los sujetos sostienen que nopueden verla ni podrán nunca; pero locierto es que aprenden pronto, y al pocorato les resulta tan sencillo que a vecessuponen que lo hemos proyectado avelocidad inferior. Después de ver uncentenar de rostros, todos reconocían lasexpresiones pese al breve período deexposición. Cualquiera puede aprenderesta habilidad sin artificio del obturadorobservando flashes de la fotografía de

una expresión facial mostrada ante elloslo más rápidamente posible. Debenprocurar adivinar cuál fue la emociónque aparecía en la imagen, luegoexaminar esta última cuidadosamentepara verificarlo, y pasar enseguida aotra fotografía; la práctica debeproseguir hasta haber visto por lo menosun centenar de imágenes.[88]

Las microexpresiones sonexasperantes y ello se debe a que, pese ala rica información que brindan con suautodelación de una emoción oculta, nose producen a menudo. En elexperimento en que las estudiantes deenfermería debían mentir hallamos muy

pocas microexpresiones; mucho másfrecuentes fueron las expresionesabortadas. A veces, cuando emerge unaexpresión, parecería que la persona seda cuenta de lo que empieza a mostrar yla interrumpe, en ocasionesencubriéndola con otra. La sonrisa es lamáscara encubridora más corriente.Puede ocurrir que la expresión abortadasea tan fugaz que resulte difícil captar elmensaje que se habría transmitido encaso de no interrumpirse. Pero auncuando este mensaje no quede en ellareflejado, el hecho mismo de abortar unaexpresión es un indicio notorio de que lapersona oculta algún sentimiento. La

expresión abortada suele durar más quela microexpresión, pero no es tancompleta. Aunque la «micro» estácomprimida en el tiempo, se despliegaplenamente, sólo que en formacondensada; la expresión abortada, encambio, no llega a desplegarse, pero porotro lado dura más y la propiainterrupción puede ser llamativa.

Tanto las microexpresiones comolas expresiones abortadas están sujetas alos dos inconvenientes que dificultan lainterpretación de la mayoría de losindicios del engaño. Recordemos, delcapítulo anterior, el riesgo de Brokaw,en el cual el cazador de mentiras no

tiene en cuenta las diferenciasindividuales en la expresión emocional.Dado que no todos los que ocultanemociones van a presentar unamicroexpresión o una expresiónabortada, su ausencia no es indicio deverdad. Hay diferencias individuales enel control de la expresión, y algunosindividuos —los que he llamado«mentirosos naturales»— 3a dominan ala perfección. El segundo inconvenientees el que he llamado el error de Otelo:no advertir que ciertas personas veracesse ponen nerviosas o emotivas cuandoalguien sospecha que mienten. Paraevitarlo, el cazador de mentiras debe

entender que aunque alguien manifiesteuna microexpresión o una expresiónabortada, ello no basta para asegurarque miente. Casi cualquiera de lasemociones delatadas por éstas puedesentirlas también un inocente que noquiere que se sepa que tiene dichossentimientos. Una persona inocente talvez tenga miedo de que no le crean, osienta culpa por alguna otra cosa, oenojo o fuerte disgusto por unaacusación injusta, o le encante laposibilidad que se le ofrece dedemostrar que su acusador estáequivocado, o esté sorprendida por loscargos que se le hacen, etc. Si esta

persona desea ocultar uno de estossentimientos, podría producirse unamicroexpresión o una expresiónabortada. En el próximo capítulo nosocuparemos de estos problemas deinterpretación de las «micros» y de lasexpresiones abortadas.

No todos los músculos que producenlas expresiones faciales son igualmentefáciles de controlar: algunos son másfidedignos que otros. Los músculosfidedignos son aquellos de los que nopuede hacerse uso para las expresionesfalsas: el mentiroso no los tiene a sudisposición, y como tampoco puedeinhibirlos o abortarlos inmediatamente,

le cuesta ocultar la acción de esosmúsculos al tratar de disimular unaemoción real.

Hemos llegado a conocer cuáles sonlos músculos que no pueden controlarsecon facilidad pidiéndoles a variossujetos que movieran cada uno de susmúsculos faciales, y también quesimularan emociones con la cara.[89]

Hay ciertos movimientos que muy pocagente puede hacer de forma deliberada.Por ejemplo, apenas un diez por cientode las personas que se sometieron a estaprueba pudieron llevar los extremos delos labios hacia abajo sin mover elmúsculo del mentón. Sin embargo,

comprobamos que esos músculosdifíciles de gobernar se movían, dehecho, cuando la persona experimentabauna emoción que exigía dichomovimiento: los mismos que no podíanbajar deliberadamente las comisuras desus labios lo hacían para expresar dolorpsíquico, tristeza o pesadumbre.Pudimos enseñarles a mover esosmúsculos de forma voluntaria, aunquepor lo común nos exigió centenares dehoras.

Estos músculos son fidedignosporque el sujeto no sabe cómotransmitirles un mensaje para que loexhiban en una expresión facial. Mi

razonamiento es que si no puedenindicarle al músculo cómo generar unaexpresión falsa, también Ies resultaráarduo mandarles un mensaje para que se«detengan» o para abortar su acción,cuando sienten una emoción querequiere la participación de esemúsculo. Si no es posible moverdeliberadamente un músculo parafalsear una expresión, tampoco lo seráinhibirlo para que oculte en parteotra.[90]

Existen otras maneras de ocultar unaexpresión auténtica cuando no se puedeinhibirla. Puede enmascarársela,típicamente con una sonrisa, aunque esto

no suprimirá los signos de la expresiónmanifiestos en la frente y en lospárpados superiores. Otro modo escontraer los músculos antagonistas parafrenar la expresión que se deseaeliminar. Una sonrisa de júbilo, porejemplo, puede disimularse apretandolos labios y subiendo el mentón. Noobstante, a menudo el uso de músculosantagonistas puede constituir en símismo un indicio del engaño, ya que lacombinación de la acción de dichosmúsculos con los que participan en laexpresión de lo que se pretende ocultarquizá le quite naturalidad al rostro o lovuelva rígido o excesivamente

controlado. La mejor manera de ocultaruna emoción es inhibir totalmente laacción de los diversos músculos queparticipan en su expresión, y esto puedeser difícil en el caso de los músculosfaciales fidedignos.

La frente es la sede principal de losmovimientos musculares fidedignos. Enla figura 3A se representan los quetienen lugar cuando hay tristeza, pesar,desazón, y quizá también culpa. (Es lamisma expresión que aparecía en lafigura 2, pero en la figura 3A es másfácil centrarse en lo que ocurre en lafrente porque el resto del rostro se hadejado intacto.) Nótese que las cejas

están alzadas en su ángulo interior. Porlo común este desplazamiento tambiénformará un triángulo en los párpadossuperiores y unas arrugas en el centro dela frente. De las personas que nosotrossometimos a la prueba, menos del 15 %eran capaces de producir estemovimiento de modo deliberado. No sepresentará en ningún despliegue falso deestas emociones, y sí cuando la personasiente tristeza o desazón (y quizá culpa)por más que trate de ocultarla. Esta y lasrestantes representaciones de unaexpresión facial muestran una versiónextrema para mayor claridad, dado queno es posible mostrar cómo aparece y

desaparece la acción en el rostro. Si unindividuo tiene un sentimiento de tristezano muy intenso, el aspecto de su frenteserá el de la figura 3A, sólo que losdesplazamientos serán menos marcados.Una vez conocida la pauta que sigue unaexpresión, aun sus versiones moderadasson detectables cuando lo que se ve esel movimiento (como en la vida real) yno una representación estática.

La figura 3B muestra losmovimientos musculares fidedignos quesobrevienen cuando hay temor,inquietud, aprensión o terror. Las cejasestán levantadas y se aproximan entre sí.Esta combinación de acciones es

extremadamente difícil de realizar demanera deliberada: menos del 10 % denuestros examinados pudieron hacerlo.Se aprecia asimismo cómo sube elpárpado superior y se pone tenso elinferior, marca típica del temor. Estosdesplazamientos del párpado pueden noestar presentes si la persona intentaocultar su temor, ya que no es difícilcontrolar estas acciones, pero es másprobable que no pueda disimularse laposición de las cejas.

Las figuras 3C y 3D señalan lasacciones de las cejas y párpadospropias de la rabia y la sorpresa. Otrasemociones no se caracterizan por

movimientos de cejas y párpadosidiosincrásicos. Los de las figuras 3A y3B no son fidedignos: todo el mundopuede hacerlos, y por ende apareceránen expresiones falsas y son a la vezfácilmente disimulables. Los hemosincluido para redondear la idea de cómolas cejas y párpados señalan lasemociones, de tal modo que sea másevidente el contraste del aspecto quepresenta el rostro con las accionesfidedignas de la figura 3A y 3B.

Los movimientos de las cejas queaparecen en las figuras 3C y 3D (haciaabajo o hacía arriba) son lasexpresiones faciales más frecuentes. Se

las suele utilizar como señales deconversación a fin de acentuar oenfatizar ciertas partes del discurso. Laelevación de las cejas también sirvecomo signo de interrogación o deexclamación, y como emblema dedesconfianza y de escepticismo. Almúsculo que baja y junta las cejasDarwin lo llamó «el músculo de ladificultad», y tenía razón: estemovimiento se presenta cuando elindividuo debe afrontar una dificultad decualquier índole, desde levantar delsuelo un objeto pesado hasta resolver uncomplejo problema matemático.También es corriente que se frunza el

entrecejo en momentos de perplejidad ode concentración.

Otra acción facial fidedigna apareceen la zona de la boca. Una de lasmejores claves sobre la rabia son loslabios afinados, aunque ninguno de elloschupe al otro ni estén forzosamenteapretados, pero sí con una disminuciónde la zona roja visible. Para la mayoríade la gente es muy difícil ejecutar estaacción, y he comprobado que a menudoaparece cuando alguien empieza aenojarse, aun antes de que él mismo sedé cuenta. No obstante, es unmovimiento muy sutil, y fácilmenteocultable con alguna sonrisa. La figura 4

muestra cómo cambia esta acción elaspecto de los labios.

Figura 4.El error de Otelo —o sea, el hecho

de pasar por alto que un sujeto verazsospechoso de mentir puede mostrar losmismos signos de emoción que unmentiroso— puede complicar lainterpretación de los músculos facialesfidedignos. Un sospechoso inocente

mostrará los signos de temor de la figura3B porque teme ser falsamente acusado.Inquieto porque si muestra temor lagente puede llegar a pensar que miente,quizás intente ocultar ese temor y sóloqueden huellas de éste en las cejas,difíciles de inhibir. Pero la mismaexpresión mostrará probablemente elmentiroso que teme ser descubierto. Enel capítulo 6 explicaremos cómo sepuede afrontar este problema.

Al interpretar los músculos facialesfidedignos también es preciso evitar elriesgo de Brokaw —no tener en cuentalas diferencias individuales que puedenllevar a que un mentiroso no evidencie

una cierta pista del embuste, en tanto queun veraz sí lo hace—. Algunas personas(tanto psicópatas como mentirososnaturales) poseen una extraordinariacapacidad para inhibir los signosfaciales de sus auténticos sentimientos.En su caso, ni siquiera los músculosfaciales fidedignos son fiables. Hahabido muchos líderes carismáticosdotados de esa extraordinaria habilidad;se cuenta que el papa Juan Pablo II lareveló durante su visita a Polonia en1983.[91]

Pocos años antes, la huelga de losastilleros navales de Gdansk hizoalentar la esperanza de que el gobierno

comunista de Polonia otorgaría ciertaslibertades políticas. Muchos temían quesi Lech Walesa, líder del sindicatoSolidaridad, llevaba las cosasdemasiado lejos o demasiado rápido,las tropas soviéticas podrían invadir elpaís como lo habían hecho ya enHungría, Checoslovaquia y Alemaniaoriental. Durante varios meses lossoviéticos realizaron «ejerciciosmilitares» cerca de la frontera conPolonia, Por último, el régimen quehabía tolerado la existencia deSolidaridad renunció, y los militarespolacos se hicieron cargo del poder conla anuencia de Moscú. El general

Jaruzelski suspendió la actividad de lossindicatos, restringió el campo deacción de Walesa e impuso la leymarcial. La visita del Papa polaco,programada para dieciocho mesesdespués de haberse implantado la leymarcial, podría tener impredeciblesconsecuencias. ¿Apoyaría quizás a LechWalesa? ¿Su presencia reavivaría lashuelgas y actuaría como un catalizadorde la rebelión popular? ¿O por elcontrario el Papa daría su bendición algeneral Jaruzelski? El periodistaWilliam Safire describió con estaspalabras el encuentro filmado del Papa yel general: «…el pontífice y el dirigente

títere del país se estrecharon la manosonriendo. El Papa sabe muy bien el usoque puede darse a las presentaciones enpúblico, y en tales acontecimientos sabecalibrar la expresión de su rostro. Eneste caso el signo era inconfundible:iglesia y gobierno habían llegado aalgún acuerdo secreto, y la bendiciónque pretendía el gobernante polacoimpuesto por Moscú [Jaruzelski] fueconcedida, para que se la reprodujerauna y otra vez en la televisiónestatal».[92]

No todos los dirigentes políticosmanejan con la misma destreza susexpresiones. El ex presidente de Egipto,

Anwar El Sadat, hizo referencia en unode sus escritos a que cuando eraadolescente tuvo el propósito deaprender a controlar sus músculosfaciales: «…mi afición preferida era lapolítica. En esa época estaba Mussolinien Italia; yo vi sus fotos y leí acerca delmodo en que cambiaba sus expresionesfaciales al hablar en público, adoptandoora una actitud de gran fuerza, ora deagresividad, de tal modo que bastabamirarlo para que uno adivinara el podery la fuerza en sus rasgos mismos. Estome fascinó. Me paré en casa delante delespejo y procuré imitar esa expresiónimperativa, pero los resultados me

parecieron decepcionantes. Todo lo quelogré es que se me cansaran mucho losmúsculos de la cara. Llegó adolerme».[93]

Aunque Ai-Sadat no pudo falsear susexpresiones faciales, el éxito que obtuvoen lanzar por sorpresa contra Israel, en1973, un ataque conjunto sirio-egipcioforjado en secreto, revela que era detodas maneras un hábil engañador. Lasdos cosas no se contradicen. Llevar acabo un engaño no exige habilidad parafalsear u ocultar expresiones faciales,movimientos corporales o la voz; estosólo es indispensable en los engañosíntimos, cuando el autor del engaño y la

víctima están cara a cara, en contactodirecto, como sucedió en la reunión enque Hitler tan hábilmente logródesconcertar a Chamberlaín. Se dice queEl Sadat jamás procuraba ocultar susverdaderos sentimientos cuando seencontraba frente a frente con susadversarios. De acuerdo con EzerWeízman, el ministro de defensa israelíque negoció con él directamente despuésde la Guerra de los Seis Días, «no erahombre de guardarse sus sentimientos:éstos se ponían en evidencia deinmediato en su expresión, así como ensu voz y en sus ademanes».[94]

Las diferencias individuales

dificultan también de un modo máslimitado la interpretación de losmúsculos faciales fidedignos. Esto serelaciona con las señales faciales de laconversación a que me referí antes.Algunas de estas señales son como lasilustraciones hechas con la mano:enfatizan determinadas palabras que sedicen. La mayoría de las personas obajan o suben las cejas (como muestranlas figuras 3C y 3D); son muy pocos losque apelan, para destacar lo que dicen, aseñales de tristeza o de temor realizadascon las cejas (figuras 3A y 3B). Paraquienes lo hacen, estos movimientos noson fidedignos. El actor y director

cinematográfico Woody Alien es uno delos individuos en cuyas cejas no esposible confiar. Utiliza el movimientode tristeza como una manera de subrayarlo que dice: mientras que la mayoría delas personas alzan o bajan las cejascomo enfatizador, Woody Alien llevalos extremos interiores de las cejashacia arriba. Esto es, en parte, lo que leda ese aspecto tristón con el que es tanfácil identificarse. Otros individuos que,como él, pueden usar la «ceja triste» amodo de refuerzo para enfatizar, notienen ninguna dificultad en efectuar estemovimiento deliberadamente; podríanemplearlos para una expresión falsa, y

con igual facilidad disimular esosmovimientos si así lo desean. Tienenpronto acceso a ciertos músculos que noestán al alcance de la mayoría. Elcazador de mentiras aprenderá adesconfiar de dichos músculos si elsospechoso recurre muy a menudo atales movimientos para subrayar suspalabras.

Un tercer problema puede complicarla interpretación de los músculosfaciales fidedignos y otros indicios delengaño: puede recurrirse a una técnicateatral (método de la actuación) paraponer en acción dichos músculos a finde representar una emoción falsa. La

técnica de la actuación de Stanisíavskile enseña al actor a mostrar una emociónprecisa aprendiendo a recordarla y darlevida. Hacia el final del último capítulomencioné cómo empleamos esta técnicade actuación para estudiar el sistemanervioso autónomo. Cuando un actor laemplea, sus expresiones faciales no sondeliberadas, sino que son el producto dela emoción que ha logrado revivir; ysegún muestra nuestro estudio, en talcaso se activa la propia fisiología de laemoción. En ocasiones, con gente que noera capaz de representar losmovimientos de las figuras 3A o 3B, yoles pedía que utilizasen la técnica de

Stanisíavski, reviviendo sentimientostristes o de temor; a menudo aparecíanentonces esas acciones faciales que nolograban realizar cuando se loproponían. También un mentiroso puedeconocer y emplear la técnica deStanisíavski, en cuyo caso no habríasignos de una ejecución falsa… ya queen cierto sentido no lo sería. En laemoción falsa del mentiroso apareceríanmovilizados los músculos facialesfidedignos porque, en efecto, él estaríaexperimentando de hecho tal emoción.Cuando los sentimientos se recreanmerced a la técnica de Stanisíavski, lalínea demarcatoria entre lo falso y lo

verdadero se desdibuja. Peor aún es elcaso del mentiroso que logra engañarsea sí mismo llegando a pensar que sumentira es verdad. Estos mentirosos sonindetectables. Sólo es posible atrapar alos mentirosos que, cuando mienten,saben que mienten.

Hasta ahora he descrito tres modosen que pueden autodelatarse lossentimientos ocultos: lasmicroexpresiones; lo que puede verseantes de un movimiento abortado; y loque queda presente en el rostro despuésde haber fracasado en el esfuerzo porinhibir la acción de los músculosfaciales fidedignos. Mucha gente cree en

una cuarta fuente transmisora desentimientos ocultos: los ojos. Se dicenque son «el espejo del alma» y quepueden revelar los sentimientosgenuinos más íntimos. La antropólogaMargaret Mead citó a un profesorsoviético que discrepaba con estaopinión general: «Antes de la revoluciónsolíamos decir que los ojos eran elespejo deí alma. Pero ellos puedenmentir… ¡y cómo! Con los ojos ustedpuede expresar la más devota atenciónsin que, en realidad, esté prestandoninguna. Puede expresar serenidad osorpresa»,[95] Esta divergencia en cuantoa la fidelidad de los ojos puede

resolverse discriminando cinco fuentesde información en ellos. Sólo tres de lascuales, como veremos, suministranautodelaciones o indicios del engaño.

En primer lugar están lasvariaciones en el aspecto que presentael ojo producidas por los músculos querodean el globo ocular. Estos músculosmodifican la forma de los párpados, lacantidad del blanco del ojo y del irisque se ve, y la impresión general que seobtiene al mirar la zona de los ojos.Algunas de estas variaciones aparecenen las figuras 3A, 3B, 3C y 3D, perocomo ya dijimos, la acción de estosmúsculos no ofrece indicios fidedignos

del engaño, ya que es relativamentesencillo moverlos de forma voluntaria einhibir su acción. No es mucho lo que sedelatará, salvo como parte de unamicroexpresión o de una expresiónabortada.

La segunda fuente de informaciónocular es la dirección de la mirada. Lamirada se aparta en una serie deemociones: baja con la tristeza, baja omira a lo lejos con la vergüenza o laculpa, y mira a lo lejos con la repulsión.No obstante, es probable que unmentiroso, por culpable que se sienta, noaparte la vista demasiado, ya que losmentirosos saben perfectamente que

todo el mundo confía en detectarlos deesta manera. El profesor soviéticocitado por Margaret Mead comentaba losencillo que es controlar la dirección dela propia mirada. Sorprendentemente, lagente sigue siendo engañada pormentirosos lo bastante hábiles comopara no desviar la vista: «Una de lascosas que llevaron a Patricia Gardner asentirse atraída por Giovanni Vigliotto,el hombre que llegó a casarse tal vezcon un centenar de mujeres, fue ese“rasgo de sinceridad” consistente enmirarla directamente a los ojos, segúndeclaró ella ayer en su testimonio [en elproceso que le inició a Vigliotto por

bigamia ]».[96]

La tercera, cuarta y quinta fuentes deinformación de la zona de los ojos sonmás prometedoras como signos deautodelación o indicios del engaño. Elparpadeo puede ser voluntario, perotambién se produce como una reaccióninvoluntaria, que aumenta cuando elsujeto siente una emoción. Asimismo, enun individuo emocionado se dilatan laspupilas, aunque no existe una vía quepermita optar por esta variantevoluntariamente. La dilatación de lapupila es producida por el sistemanervioso autónomo, el mismo que dalugar a las alteraciones en la salivación,

la respiración y el sudor ya mencionadasen el capítulo 4, así como a otroscambios faciales que se mencionaránluego. Si bien un parpadeo más intenso yla dilatación de las pupilas indican queel individuo está movidoemocionalmente, no revelan de quéemoción se trata. Pueden ser signos deexcitación entusiasta, rabia o temor.Sólo son autodelatores válidos cuandola manifestación de una emocióncualquiera trasluciría que alguienmiente, y el cazador de mentiras puededesechar la posibilidad de estar ante eltemor de un inocente a ser juzgadoerróneamente.

Las lágrimas, que son la quinta yúltima fuente de información de la zonaocular, también son producidas por elsistema nervioso autónomo; pero ellassólo son signos de algunas emociones,no de todas. Se presentan cuando haytristeza, desazón, alivio, ciertas formasde goce y risa incontrolada.

Pueden delatar tristeza o desazón silos demás signos permanecen ocultos,aunque mi presunción es que en tal casotambién las cejas mostrarían la emocióny el individuo, una vez que le aflorasenlas lágrimas, rápidamente reconoceríacuál es el sentimiento que estáocultando. Las lágrimas de risa no se

filtrarán si la risa misma ha sidosofocada.

El SNA provoca otros cambiosvisibles en el rostro: el rubor, elempalidecimiento y el sudor, todos loscuales son difíciles de ocultar, comosucede con los demás cambioscorporales y faciales que provienen delSNA. No se sabe con certeza si el sudor,lo mismo que el aumento del parpadeo yla dilatación de las pupilas, es un signode que se ha despertado una emocióncualquiera, o en lugar de ello esespecífico de una o dos emociones.

Sobre el rubor y elempalidecimiento poco y nada se sabe.

Se supone que el rubor es un signo deturbación o de embarazo, que también sepresenta cuando hay vergüenza y quizáculpa. Se dice que es más corriente enlas mujeres que en los hombres, aunquese ignora por qué. El rubor podríadelatar que el mentiroso se sienteturbado o avergonzado por lo queoculta, o podría ocurrir que ocultase laturbación misma. El rostro también sepone rojo de rabia, y nadie sabríadistinguir este enrojecimiento del ruborpropiamente dicho; presumiblemente,ambos implican la dilatación de losvasos sanguíneos periféricos de la piel,pero el enrojecimiento de la ira y el

rubor de la cohibición o la vergüenzapodrían ser distintos ya sea enintensidad, zonas del rostro afectadas oduración. Mi presunción es que la caraenrojece de ira sólo cuando ésta haquedado fuera de control, o cuando elsujeto trata de controlar una rabia queestá a punto de explotar. En tal caso,habitualmente habrá en el rostro o la vozotras pruebas de la ira, y el cazador dementiras no tendrá que confiar en lacoloración de la cara para discernir estaemoción. Si la ira está más controlada,el rostro puede empalidecer o ponerseblanco, como también ocurre cuando sesiente miedo. El empalidecimiento

puede aparecer incluso cuando lamímica de esta emoción ha sidoperfectamente disimulada.Curiosamente, muy poco se hanestudiado las lágrimas, el rubor, elenrojecimiento o el empalidecimientorespecto de la expresión u ocultamientode determinadas emociones.

Dejemos ahora los signos a travésde los cuales el rostro puede traicionaruna emoción oculta y pasemos a lossignos faciales de que una expresión esfalsa y de que la emoción no esauténtica. Una posibilidad, yamencionada, es que los músculosfidedignos tal vez no participen de la

expresión falsa, en tanto y en cuanto noexista un problema del tipo «WoodyAlien» o del tipo «técnica deStanisíavski». Hay otros tres indicios defalsedad: la asimetría, la secuenciatemporal y la sincronización o insercióndentro del flujo de la conversación.

En una expresión facial asimétricase ven las mismas acciones en amboslados de la cara, pero son más intensas omarcadas en un lado que en el otro. Nodebe confundírsela con una expresiónfacial unilateral, que sólo aparece en unlado; las expresiones facialesunilaterales no son signos de emoción,salvo las expresiones de desdén en las

que se alza el labio superior o se aprietala comisura del labio en un soloextremo. Las expresiones unilaterales seemplean en emblemas tales como elguiño o la elevación de una sola cejacomo muestra de escepticismo. Lasexpresiones asimétricas son más sutiles,mucho más frecuentes e interesantes quelas unilaterales.

Los científicos que han examinadolos hallazgos según los cuales elhemisferio derecho del cerebro pareceespecializarse en las emociones suponenque podría ser que uno de los dos ladosde la cara fuese más «emotivo» que elotro. Dado que el hemisferio derecho

gobierna muchos de los músculos dellado izquierdo de la cara, y elhemisferio izquierdo muchos de los dollado derecho, algunos estudiosos hansugerido que las emociones apareceríancon más intensidad en el lado izquierdo.Yo veía ciertas incongruencias en unode sus experimentos, y en mi intento deesclarecerlas descubrí por casualidad enqué sentido la asimetría puede ser unindicio del engaño. Las expresionesretorcidas en que la acción es levementemás intensa en un lado del rostro que enel otro son la clave de que elsentimiento exhibido no es real

El azar en cuestión se produjo a raíz

de que el primer equipo científico quesostuvo que la emoción se refleja conmayor intensidad en el lado izquierdodel rostro (el de Harold Sackeim y suscolaboradores) no usó materialespropios sino que me pidió en préstamomis fotografías faciales. Esto me llevó arevisar sus conclusiones con másminuciosidad de lo que lo hubiera hechoen otras circunstancias, y pude así vercosas que ellos no vieron, por lo que yosabía en mi carácter de fotógrafo.Sackeim y su gente cortaron por la mitadmis imágenes faciales a fin de crear dosclases de fotografías: una formada apartir de la unión de una foto del lado

izquierdo con la imagen especular deesa misma foto; la otra, formada uniendouna foto del lado derecho con su imagenespecular. Lo que quedaba, pues, erauna foto con dos lados izquierdos delrostro y una con dos lados derechos,aunque la impresión era de un rostrocompleto perfecto. Los sujetosconsideraron que las emociones eranmás intensas cuando veían las imágenesen el «doble lado izquierdo» que en el«doble lado derecho».[97] Noté quehabía, empero, una excepción: losjuicios no diferían cuando las imágenescorrespondían a personas contentas ofelices. Sackeim no le dio mayor

importancia a esto, pero yo sí. Comofotógrafo, sabía que las imágenes feliceseran las únicas expresiones emocionalesauténticas; el resto las había tomadodespués de pedirles a mis modelos quemovieran deliberadamente ciertosmúsculos faciales. Las imágenes«felices» las tomé de improviso, enmomentos en que los modelos se estabandivirtiendo, despreocupados de misfotos.

Cuando reuní estos datos con losderivados de los estudios sobre lesionescerebrales y expresiones faciales quedescribí antes en este mismo capítulo, seme impuso una interpretación muy

diferente de la asimetría facial. Talesestudios habían demostrado que lasexpresiones voluntarias e involuntariassiguen caminos neuronales distintos, yaque a veces es posible que uno de esoscaminos esté obstaculizado pero no elotro, según cuál sea la zona del cerebrodañada. Si las expresiones voluntarías einvoluntarias pueden ser independientesentre sí, en el caso de que una de ellasfuera asimétrica quizá la otra no lofuera. El último tramo de miargumentación lógica se basó en elhecho bien establecido de que loshemisferios cerebrales gobiernan losmovimientos faciales voluntarios pero

no los involuntarios, que se generan enzonas inferiores, más primitivas, delcerebro. Por ende, las diferencias entreel hemisferio izquierdo y el derechodeberían influir en las expresionesvoluntarias, y no en las involuntarias.

Así pues, según este razonamientoSackeim había descubierto lo contrariode lo que él suponía. No es que los doslados del rostro difieren en cuanto a lasemociones que pueden expresar; másbien lo que ocurría es que habíaasimetría cuando la expresión eravoluntaria, deliberada, una posesolicitada, Cuando era involuntaria,como en los rostros

despreocupadamente felices, había pocaasimetría. La asimetría era un indicio deque la expresión no era auténtica.[98]

Llevamos a cabo diversos experimentospara poner a prueba estas ideas,comparando expresiones facialesdeliberadas con otras espontáneas.

La polémica que se desató en elmundo científico en tomo de este asuntoha sido fragorosa, y sólo en los últimostiempos se ha llegado a algunascoincidencias parciales, en lo referido aaquellas acciones vinculadas con lasexpresiones emocionales positivas. Lamayor parte de los investigadoresconcuerdan ahora con nuestro hallazgo

de que si la expresión no es auténtica, elmúsculo principal involucrado en lasonrisa actúa con más fuerza de un ladoque del otro. Al solicitar a los sujetosque sonrieran deliberadamente oadoptaran una pose de felicidad,comprobamos la asimetría, del mismomodo que aJ examinar las sonrisas que aveces se le escapan a la gente cuandoveía uno de nuestros filmes médicossangrientos. Lo típico era que la acciónfuera un poco más marcada en el ladoizquierdo si la persona era diestra, osea, si normalmente usaba la manoderecha para escribir. En las sonrisasauténticas hallamos una proporción

mucho menor de expresionesasimétricas, y de ningún modo éstastendían a ser más marcadas en el ladoizquierdo,[99]

También hallamos asimetría enalgunas de las acciones vinculadas a lasemociones negativas cuando dichasacciones eran producidas de formadeliberada, pero no cuando eran partede una manifestación emocionalespontánea. A veces la acción es másintensa del lado izquierdo, a veces esmás intensa del lado derecho, y a vecesno hay asimetría. Amén de la sonrisa, elmovimiento de bajar las cejas que sueleintegrar la acción que refleja la ira suele

ser más marcado en el lado izquierdocuando dicha acción es deliberada. Encambio, el fruncimiento de la nariz conla repulsión o disgusto intenso y elestiramiento de los labios hacia lasorejas con el temor suelen ser másintensos del lado derecho si las accionesson deliberadas. Acabamos de dar apublicidad estos hallazgos, y aún esprematuro opinar si lograrán convencera quienes, como Sackeim, proponen quehay asimetría en todas las expresionesemocionales.[100]

De todos modos —pensé—, esto nova a importarle demasiado al cazador dementiras. La asimetría es por lo común

tan sutil, que yo creía que nadie podríadistinguirla sin disponer de algúnprocedimiento preciso de medición.Estaba equivocado. Al solicitar anuestros sujetos que evaluaran si lasexpresiones eran simétricas oasimétricas, se obtuvieron resultadosmucho mejores que en el caso dehacerlo al azar, y ello sin necesidad derecurrir a la cámara lenta o a ver lamisma escena en repetidasoportunidades.[101] Por cierto, losbeneficiaba el hecho de no tener quehacer, al mismo tiempo, ninguna otraobservación. No sabemos aún si unindividuo puede detectar la asimetría

con igual facilidad y además debe lucharcontra las distracciones que implica laobservación de los movimientoscorporales, a la vez que escucha lo quedice el otro sujeto y le contestamanteniendo la conversación. Es muydifícil inventar un experimento paradeterminar esto.

Si muchas expresiones faciales sonasimétricas, es probable que no seanauténticas; pero la asimetría noconstituye una prueba cierta de que laexpresión es falsa. Algunas expresionesauténticas son asimétricas; lo que ocurrees que la mayoría no lo es.Análogamente, la simetría no implica

que la expresión sea auténtica; elcazador de mentiras puede haber pasadopor alto alguna asimetría, pero aparte deese problema, no toda expresióndeliberada, falsa, es asimétrica: sólo lamayoría lo es. Un cazador de mentirasno debe confiar jamás en un soloindicio del engaño; puede habermuchos. Los indicios faciales deben sercorroborados por los que proceden delas palabras, la voz y el resto delcuerpo. Aun dentro del rostro mismo, nodebería interpretarse ningún indicio siéste no se repite y, mejor aun, si no esconfirmado por otro indicio facial.

Antes vimos las tres fuentes de la

autodelación o vías por las cuales elrostro traiciona los sentimientos ocultos:los músculos faciales fidedignos, losojos, y las alteraciones en el semblantederivadas de la acción del SNA. Laasimetría forma parte de otro grupo detres indicios, que no delatan lo que seestá ocultando pero sí ofrecen pistasacerca de que la expresión utilizada esfalsa. De este grupo forman parte losdatos relativos al tiempo de ejecución.

E l tiempo incluye la duración totalde una expresión facial, así como lo quetarda en aparecer {tiempo de arranque)y en desaparecer (tiempo de descarga).Los tres elementos mencionados pueden

ofrecer pistas sobre el embuste. Lasexpresiones de larga duración (sin dudalas que se extienden por más de diezsegundos, y normalmente también siduran más de cinco segundos) sonprobablemente falsas. En su mayoría, lasexpresiones auténticas no duran tanto.Salvo que el individuo estéexperimentando una experienciaculminante o límite —se halle en lacumbre del éxtasis, en el momento defuria más violenta, o en el fondo de unadepresión—, las expresionesemocionales genuinas no permanecen enel rostro por más de unos segundos. Nisiquiera en esos casos extremos las

expresiones duran tanto; por elcontrario, hay muchas expresiones queson más breves. Las largas suelen seremblemas o expresiones fingidas.

Respecto del tiempo de arranque yde descarga, no hay reglas seguras queconduzcan a algunas pistas sobre elembuste, salvo en lo tocante a lasorpresa. Para que una manifestación desorpresa sea genuina, tanto su aparicióncomo su duración y su desaparicióntienen que ser breves {habitualmente,menos de un segundo). Si duran mucho,la sorpresa es fingida pero no apunta aengañar (la persona se hace lasorprendida), o bien se trata de un

emblema de sorpresa (la persona quierecomunicar que está sorprendida), o deuna sorpresa falsa (la persona trata deparecer sorprendida aunque no lo está,para engañar). La sorpresa es siempreuna emoción muy breve, que sólo durahasta que el individuo se ha enterado delhecho imprevisto. La mayoría sabecómo fingir sorpresa pero pocos lohacen de forma convincente, con elrápido arranque y la rápida descargaque tiene un sentimiento natural desorpresa. Una crónica periodísticamuestra lo útil que puede llegar a seruna auténtica expresión de sorpresa:«Un individuo, Wayne Milton,

condenado por error, a quien se acusabade ser el autor de un asalto a manoarmada, fue liberado ayer después deque el abogado querellante, tras advertirla reacción del sujeto frente al veredictode culpabilidad, recogiera nuevaspruebas de su inocencia. El fiscalauxiliar del Estado, Tom Smith, aseguródarse cuenta de que algún error se habíaproducido cuando vio cómo sedescomponía el rostro de Milton en elmomento en que el jurado lo condenópor el robo de 200 dólares en laCompañía de Gas Lake Apopka, el mespasado».[102]

Todas las demás expresiones

emocionales pueden ser instantáneas odurar apenas unos segundos. El arranquey la descarga pueden ser abruptos ograduales, lo cual dependerá delcontexto. Supongamos que un empleadofinge que lo divierte un chiste estúpidoque su jefe —un hombre a quien le gustallamar la atención de sus subordinados,y que además no tiene ningún sentido delhumor y una pésima memoria— lecuenta ya por cuarta vez. El tiempo quetarde en insinuarse la sonrisa decomplacencia del empleado dependeráde que el chiste llegue de forma graduala su culminación, con unos pocoselementos humorísticos desperdigados

aquí y allá, o sea abrupto, y el tiempoque tarde en desaparecer dependerá deltipo de chiste, y del grado de reciclaje oasimilación de la historia que se estimeapropiado. Todo el mundo es capaz demostrar una sonrisa falsa de esa índolepara simular diversión, pero es menosprobable que un mentiroso sepa ajustarcorrectamente los tiempos de arranque yde descarga a los pormenores que elcontexto exige.

La tercera fuente de pistas sobre lafalsedad de una expresión es susincronización con respecto al hilo deldiscurso, los cambios en la voz y losmovimientos corporales. Supongamos

que alguien quiere fingir que está furiosoy grita: «¡Ya me tienes harto con esamanera de comportarte!». Si laexpresión de ira aparece en el rostro conposterioridad a las palabras, es másprobable que sea falsa que si aparece enel mismo momento en que se lanza laexclamación, o incluso segundos antes.No hay tanto margen de maniobras,quizá, para situar la expresión facialrespecto de los movimientos corporales.Imaginemos que junto con sumanifestación verbal de estar harto, elmentiroso descarga un puñetazo sobre lamesa: será más probable que laexpresión sea falsa si viene después del

puñetazo. Las expresiones faciales nosincronizadas con los movimientoscorporales son con mucha probabilidadpistas fehacientes.

Ningún análisis de los signosfaciales del engaño sería completo si noconsiderara una de las expresionesfaciales más frecuentes: la sonrisa. Unrasgo que la caracteriza, frente a todaslas demás expresiones faciales, es quepara mostrar contento o bienestar bastacon mover un solo músculo, mientrasque todas las restantes emocionesrequieren la acción concertada de tres acinco músculos. Esa sonrisa simple debienestar o satisfacción es la expresión

más reconocible de todas. Hemoscomprobado que es la que puede verse amayor distancia (casi cien metros) y conmenor tiempo de exposición[103].Además, es difícil no devolver unasonrisa: la gente lo hace incluso ante losrostros sonrientes de una foto. Ver unasonrisa resulta agradable… como losaben muy bien los expertos en anunciospublicitarios.

La sonrisa es quizá la másdesestimada de las expresiones faciales;es mucho más complicada de lo quesupone la mayoría de la gente. Haydecenas de sonrisas diferentes en suaspecto y en el mensaje que transmiten.

La sonrisa puede ser señal de unaemoción positiva (bienestar, placerfísico o sensorial, satisfacción,diversión, por nombrar sólo unaspocas), pero a veces las personassonríen cuando se sienten desdichadas.No se trata de esas sonrisas falsasusadas para convencer a otro de que unotiene un sentimiento positivo cuando nolo tiene, y que a menudo encubren laexpresión de una emoción negativa.Hace poco comprobamos que estassonrisas falsas desorientan a quienes lasven. Hicimos que unos sujetos miraranúnicamente las sonrisas que aparecíanen el rostro de nuestras es tu* diantes de

enfermería y evaluaran si eran genuinas(o sea, si aparecían cuando la estudianteestaba viendo una película agradable) ofalsas (aparecían cuando la estudianteocultaba las emociones negativas queles suscitaba nuestro film sangriento).Los resultados no fueron mejores querespondiendo al azar. Creo que elproblema no es la imposibilidad dereconocer las sonrisas engañosas, sinoun desconocimiento más general acercade la gran cantidad de tipos de sonrisasque hay. Las falsas no podrándiferenciarse de las auténticas a menosque se sepa cómo se asemeja o apartacada una de las restantes integrantes de

la familia de las sonrisas. Acontinuación describiremos dieciochotipos distintos de sonrisas, ninguna deellas engañosa en sí misma.

El denominador común de lamayoría de las sonrisas es el cambioque produce en el semblante el músculocigomático mayor, que une los malarescon las comisuras de los labios,cruzando cada lado del rostro. Alcontraerse, el cigomático mayor tira dela comisura hacia arriba en dirección almalar, formando un ángulo. Si elmovimiento es fuerte, también estira loslabios, alza las mejillas, forma unahondonada bajo los párpados inferiores

y produce, al costado de las comisurasde los ojos, las clásicas arrugasconocidas como «patas de gallo». (Enalgunos individuos, este músculo empujalevemente hacia abajo también elextremo de la nariz, en tanto que en otrosles tensa un poco la piel cerca de laoreja.) La acción conjunta de algunosotros músculos y del cigomático mayorda lugar a los diferentes miembros de lafamilia de las sonrisas; y hay asimismounas pocas apariencias sonrientesproducidas por otros músculos sin laintervención del cigomático.

Figura 5C. Sonrisade desdén.

Pero basta la acción del cigomáticopara generar la sonrisa evidenciada todavez que uno siente una emoción genuinapositiva, no controlada. En esta sonrisaauténtica no participa ningún otromúsculo de la parte inferior del rostro;la única acción concomitante que puedepresentarse es la contracción de los

músculos orbiculares de los párpados,que rodean cada ojo Estos últimos sonasimismo capaces de provocar lamayoría de las alteraciones en la partesuperior del rostro a que da lugar laacción del cigomátíco mayor: elevaciónde la mejilla, depresión de la pieldebajo del ojo, «patas de gallo». En lafigura 5A se representa la sonrisaauténtica. Esta dura más y es más intensacuando tos sentimientos positivos sonmás extremos.[104]

Creo que la sonrisa auténticaexpresa todas las experienciasemocionales positivas (goce junto a otrapersona, contento o felicidad, alivio,

placer táctil, auditivo o visual,diversión, satisfacción), sólo condiferencias en la intensidad de lamímica y en el tiempo de duración.

La sonrisa de temor representada enla figura 5B nada tiene que ver conninguna emoción positiva, por más que aveces se la malinterprete de este modo.La genera el músculo risorio al halarhorizontal mente de los labios endirección a las orejas, de tal modo queasí estirados los labios adoptan unaforma rectangular. La palabra «risorio»,derivada del latín, es equívoca, ya queesta acción se produce principalmentecuando se siente temor y no al reír; es

probable que la confusión obedeciera aque a veces al actuar el risorio lascomisuras se elevan, y el aspectogeneral es el de una sonrisa algomagnificada. En una emoción facial demiedo, la boca en forma de rectángulo(con o sin comisuras elevadas) estaráacompañada por la apariencia de losojos y cejas de la figura 3B.

Otro nombre inapropiado es el de lasonrisa de desdén, ya que tampoco aquíparticipa ninguna de las emocionespositivas que podrían dar lugar a unasonrisa, aunque en ocasiones así se loentiende. La versión de sonrisadesdeñosa que muestra la figura 5C

implica una contracción del músculoorbicular de los labios, lo cual produceuna pequeña protuberancia en torno delas comisuras, a menudo un hoyuelo, yuna leve elevación en ángulo de lasmismas.[105] Nuevamente, es estaelevación de las comisuras,característica compartida con la sonrisaauténtica, la que da lugar a confusión.Otro elemento compartido suele ser elhoyuelo que a veces se presenta tambiénen la sonrisa auténtica. La diferenciafundamental entre la sonrisa de desdén yla sonrisa auténtica es la contracción delas comisuras de los labios.

Con la sonrisa amortiguada la

persona muestra que tiene efectivamentesentimientos positivos, aunque procuradisimular su verdadera intensidad. Elobjetivo es amortiguar (aunque nosuprimir) la expresión de las emocionespositivas, y mantener la expresióndentro de ciertos límites, y quizá laexperiencia emociona] misma. Tal vezse aprieten los labios, se lleve haciaarriba el labio inferior, se estiren ylleven hacia abajo las comisuras;también puede suceder que cualquierade estas tres acciones se combinen conlas propias de una sonrisa común, comose aprecia en la figura 5D.

La sonrisa triste pone de manifiesto

la experiencia de emociones negativas.No está destinada a ocultar algo sinoque constituye una especie decomentario facial de que uno se sientedesdichado. Habitualmente, la sonrisatriste implica asimismo que la personano va a quejarse demasiado por sudesdicha, al menos por el momento: harála mueca y la seguirá soportando.Hemos asistido a esta clase de sonrisaspresentes en el rostro de los sujetos queen nuestro laboratorio, a solas,presenciaban las escenas sangrientas dela película médica, ignorando que lacámara los filmaba. Con frecuencia, estasonrisa surgía en un primer momento,

cuando el sujeto se daba cuenta de loespantosa que era la película. Tambiénhemos visto sonrisas tristes en el rostrode pacientes deprimidos, como uncomentario sobre su infortunadasituación. Las sonrisas tristes suelen serasimétricas y superponerse a otraexpresión emocional a todas lucesnegativa, no enmascarándola sinosumándose a ella; a veces surgeinmediatamente después de unaexpresión de este tipo. Si la sonrisatriste es señal de un intento de controlarla manifestación del temor, la ira o ladesazón, puede parecerse mucho a lasonrisa amortiguada. La presión de los

labios, la elevación y prominencia dellabio inferior movido por el músculocuadrado de la barbilla, y la tirantez ocaída de las comisuras puedencontribuir al control del estallido deesos sentimientos negativos. Ladiferencia clave entre esta versión de lasonrisa triste (como la muestra la figura5E) y la sonrisa amortiguada es que enella no hay rastros de contracción delmúsculo orbicular de los párpados. Enla sonrisa amortiguada ese músculoactúa (contrayendo la piel en torno delojo y generando las patas de gallo)porque se siente algún goce, en tanto queno actúa en la sonrisa triste porque en

este caso no lo hay. La sonrisa tristepuede estar acompañada de señales delas emociones negativas auténticas quese patentizan en la frente y las cejas.

En una fusión de emociones, comovimos, dos o más de éstas seexperimentan a la vez y son registradasen la misma expresión facial. Cualquieremoción puede fusionarse con culquierotra. Aquí lo que nos interesa es elaspecto que presentan las fusiones conemociones positivas. Si un individuodisfruta de su rabia, su sonrisa degozosa rabia (podría llamárselatambién «sonrisa cruel» o «sádica»)presentará un afinamiento de los labios y

a veces una elevación del labiosuperior, sumados a los rasgos de lasonrisa auténtica, así como lascaracterísticas de la parte superior delrostro que muestra la figura 3C.

En la expresión de gozoso desdén,la sonrisa auténtica se fusiona con lacontracción de una o ambas comisurasde los labios. Puede sentirse una mezclade tristeza y temor, como seguramente lasienten los lectores de los libros yespectadores de las películas quearrancan lágrimas o producen terror. Lagozosa tristeza se aparenta en una caídade las comisuras compatible con laelevación general que produce la

sonrisa auténtica, o bien en que ésta sepresenta junto con los rasgos de la partesuperior del rostro de la figura 3A. En elgozoso temor, los rasgos de la figura 3Bacompañan una sonrisa auténticamezclada con un estiramiento horizontalde los labios. Hay experiencias gozosasque son calmas y de tranquilasatisfacción, pero en otras el goce seconfunde con la excitación en unsentimiento de exaltado entusiasmo. Enla gozosa excitación, amén de la sonrisaauténtica, hay una elevación del párpadosuperior. El actor cómico Harpo Marxsolía mostrar en sus películas estasonrisa de gran regocijo, y a veces,

cuando hacía una picardía, la sonrisa degozosa rabia. En la gozosa sorpresa sealzan las cejas, cae el mentón, se elevael párpado superior y aparece la sonrisaauténtica.

Hay otros dos tipos de sonrisas queimplican la fusión de la sonrisa auténticacon una forma particular de mirar. En lasonrisa conquistadora, el flirteadormuestra una sonrisa auténtica al mirar ala persona que le interesa y de inmediatoaparta la vista de ella, pero enseguidavuelve a echarle una mirada furtiva lobastante prolongada como para que senote, y desvía la vista nuevamente. Unode los elementos que vuelven tan

extraordinario el cuadro de la Giocondapintado por Leonardo da Vinci es que laatrapó en medio de una de esas sonrisasconquistadoras, con el rostro apuntandohacia adelante pero los ojos hacia uncostado, mirando a hurtadillas al objetode su interés. En la vida real ésta es unasecuencia en que la mirada se apartaapenas un instante. En la sonrisa deturbación se baja la vista o se apartapara no encontrarse con los ojos delotro. A veces habrá una elevaciónmomentánea de la protuberancia delmentón (con un movimiento de la pielsituada entre el labio inferior y elextremo de la barbilla) en medio de una

sonrisa auténtica. En otra versión, elembarazo se muestra combinando lasonrisa amortiguada con el movimientode los ojos hacia abajo o hacia elcostado.

Una sonrisa poco corriente es lasonrisa de Chaplin, producida por obrade un músculo que la mayoría de lagente no puede mover de formadeliberada. Charlie Chaplin sí podía, yaque esta sonrisa, en la cual los labios seelevan en un ángulo mucho máspronunciado que el de la sonrisaauténtica, era su señal distintiva (véasela figura 5F). Es una sonrisa insolente yburlona a la vez, que se sonríe del

propio sonreír.

Figura 5F. Sonrisade Chaplin.

Los cuatro tipos siguientes desonrisas tienen una misma aparienciapero cumplen finalidades sociales muydistintas. En todos los casos, la sonrisaes voluntaria, A menudo, estas sonrisasson asimétricas.

L a sonrisa mitigadora tiene como

propósito limar las asperezas de unmensaje desagradable o crítico, amenudo forzando al receptor de lacrítica a que devuelva la sonrisa a pesarde la molestia o desazón que ésta puedaprovocarle. La sonrisa mitigadora esdeliberada y aparece de forma rápida yabrupta. Las comisuras de los labiospueden contraerse y en ocasiones ellabio inferior se alza levemente duranteun instante. Suele ir acompañada de unmovimiento afirmativo, que se ladea ybaja de tal modo que el que sonríe miraun poco de arriba abajo a la persona aquien critica.

La sonrisa de acatamiento significa

el reconocimiento de que hay quetragarse una dolorosa píldora sinprotestar. Nadie podrá suponer que esfeliz el que sonríe, sino que acepta suinfausto destino. Se parece a la sonrisamitigadora, pero sin que la cabezaadopte la postura propia de ésta. Encambio, pueden elevarse las cejas unmomento, o encogerse los hombros, odejarse oír un suspiro.

La sonrisa de coordinador regula elintercambio verbal de dos o máspersonas. Es una sonrisa cortés, decooperación, que pretende mostrarserenamente coincidencia, comprensión,el propósito de realizar algo o el

reconocimiento de que lo que ha hechoel otro es apropiado. Es una sonrisaleve, por lo común asimétrica, en la queno participan los músculos orbicularesde los párpados.

L a sonrisa de interlocutor es unaparticular sonrisa de coordinadorempleada al escuchar a otro, parahacerle saber que se ha comprendidotodo lo que ha dicho y de que no precisarepetir nada. Equivale a un «¡ajá!», o adecir «está bien», o al movimientoafirmativo con la cabeza —que sueleacompañarla—. El que habla nodeducirá de ella que su interlocutor estácontento, sino sólo que lo alienta a

seguir hablando.Cualquiera de las cuatro sonrisas

enunciadas en último término (lamitigadora, la de acatamiento, la decoordinador y la de interlocutor) puedenser reemplazadas a veces por unasonrisa auténtica. Si a alguien lecomplace transmitir un mensajemitigador, o mostrar acatamiento, ocoordinar, o ser el interlocutor de otro,puede mostrar la sonrisa auténtica envez de alguna de las sonrisas noauténticas que he mencionado.

Ahora consideremos la sonrisafalsa. Su finalidad es convencer al otrode que se siente una emoción positiva,

cuando no es así. Tal vez no se sientanada en absoluto, o tal vez se sientanemociones negativas, pero el mentirosoquiere ocultarlas enmascaradas detrásde una sonrisa falsa. A diferencia de lasonrisa de desdicha, que transmite elmensaje de que no se experimentaningún placer, la falsa trata de hacerlecreer al otro de que se sienten cosaspositivas. Es la única sonrisa mentirosa.

Hay varios indicios para distinguirlas sonrisas falsas de las sonrisasauténticas que simulan ser:

Las sonrisas falsas son másasimétricas que las auténticas.

Una sonrisa falsa no estará

acompañada nunca de la acción de losmúsculos orbiculares de los párpados.Por ende, en una sonrisa falsa leve omoderada no se alzarán las mejillas, nihabrá hondonadas debajo de los ojos, nipatas de gallo, ni el leve descenso de lascejas que se presentan en la sonrisaauténtica leve a moderada. Se da unejemplo en la figura 6; compáresela conla figura 5A. En cambio, si la sonrisafalsa es más pronunciada, la propiaacción de sonreír (o sea, la acción delmúsculo cigomático mayor) alzará lasmejillas, cavará la cuenca de los ojos yproducirá arrugas en las comisuras deéstos. Pero no bajará las cejas. Si

alguien, mirándose en un espejo, sonríeen forma cada vez más marcada, notaráque a medida que la sonrisa se amplíalas mejillas se levantan y aparecen laspatas de gallo; pero las cejas nodescenderán a menos que también actúeel músculo palpebral. La falta departicipación de las cejas es un indiciosutil pero decisivo para diferenciar lassonrisas auténticas de las sonrisas falsascuando la mueca es pronunciada.

El tiempo de desaparición de lasonrisa falsa parecerá notablementeinapropiado, es decir puede esfumarsedemasiado abruptamente, o tal vez deforma escalonada.

Usada como máscara, la sonrisafalsa no abarca más que movimientosen la parte inferior del rostro y en elpárpado inferior. Seguirán siendovisibles los movimientos de losmúsculos faciales fidedignos de lafrente, que señalan el temor o laangustia. Y aun en la parte inferior de lacara, la sonrisa falsa quizá no logredisimular por completo los signos de laemoción que pretendemos ocultar, yhaya una mezcla de elementos de talmanera que se perciban huellas, como enuna fusión de emociones.

Hemos puesto a prueba estas ideaspor primera vez midiendo las

expresiones sonrientes de las estudiantesde enfermería en nuestro experimento. Sieran acertadas, tenían que mostrarsonrisas auténticas en la entrevista«sincera», cuando al ver la películaagradable describían francamente lo quesentían, en tanto que mostrarían sonrisasfalsas en la entrevista «engañosa»,cuando estaban viendo una películadesagradable pero procuraban mostrarque era agradable. Sólo medimos dos delos signos propios de una sonrisa falsa:la ausencia de todo movimiento en tornode los ojos y la presencia de signos derepulsión o disgusto profundo(fruncimiento de la nariz) o de desdén

(contracción de las comisuras de loslabios). Los resultados fueronexactamente los previstos, y de formamuy notoria: en la entrevista sincerahubo más sonrisas auténticas quesonrisas falsas, y ninguna sonrisa quedelatara repulsa o desdén; en laentrevista engañosa aparecieronsonrisas autodelatoras y hubo mássonrisas falsas que auténticas.

Que estos dos indicios del engañofuncionaran tan bien me sorprendió,sobre todo porque yo sabía que laspersonas que juzgan la sinceridad deotros no parecen tomarlos en cuenta. Enestudios anteriores mostramos las

mismas cintas de vídeo de expresionesfaciales y pedimos a algunos queevaluaran cuándo las estudiantes deenfermería mentían: las respuestas nofueron mejores que al azar. ¿Estamosmidiendo acaso algo demasiado sutilcomo para que pueda vérselo, o es quela gente no sabe qué debe mirar? En otroestudio, del que informaremos másadelante, indicamos a los jueces cómopodían reconocer la acción de losmúsculos orbitales de los párpados y dequé manera se producen las sonrisasautode lato ras, para apreciar si asípodían descubrir con más precisión lasmentiras.

RESUMAMOS:

El rostro puede mostrar muchos ymuy diferentes indicios del engaño:microexpresiones, expresionesabortadas, autodelaáón de los músculosfaciales fidedignos, parpadeo, dilataciónde las pupilas, lagrimeo, rubor,empalidecimiento, asimetría, errores enla secuencia temporal o lasincronización, y sonrisas falsas.Algunos de estos indicios delatan unainformación oculta; otros proporcionanpistas que indican que algo se estáocultando, aunque no nos dicen qué; yotros marcan que una expresión es falsa.

Estos signos faciales del engaño, aligual que los que suministran laspalabras, la voz y el resto del cuerpo (yque hemos descrito en el capítuloanterior), varían en cuanto a la exactitudde la información transmitida. Algunosrevelan con precisión cuál es la emociónque está experimentando el sujeto, pormás que intente ocultarla; otros sólo nosdicen que la emoción ocultada espositiva o negativa, pero no cuál esexactamente; hay otros, en fin, másvagos aun, ya que sólo nos dicen que elmentiroso siente alguna emoción, sin quesepamos si es positiva o negativa. Peroquizá con esto baste. Saber que una

persona siente una emoción, sea cualfuere, puede indicarnos que miente, si lasituación es tal que, salvo que estuvieramintiendo, esa persona no tendría porqué sentir emoción alguna. En otrasocasiones, empero, no se traicionará lamentira si no disponemos deinformación más acabada sobre laemoción que efectivamente se estáocultando. Todo depende de cuál sea lamentira, de la estrategia adoptada por elsospechoso, de la situación, y de lasdemás explicaciones alternativas que —fuera de la mentira— pueden justificarque una cierta emoción no se manifiesteabiertamente.

Para el cazador de mentiras esimportante recordar cuáles son losindicios que revelan informaciónespecífica y cuáles información decarácter más general. En los cuadros 1 y2 del «Apéndice», al final del libro,hemos sintetizado la informacióncorrespondiente a todos los indicios delengaño descritos en este capítulo y losanteriores. El cuadro 3 se ocupa enparticular de los indicios defalseamiento.

6. PELIGROS YPRECAUCIONES

La mayoría de los mentirosospueden engañar a la mayoría de laspersonas la mayor parte de lasveces.[106] Hasta los niños de más deocho o nueve años (algunos padresdicen que mucho antes) puedenembaucar con todo éxito a susprogenitores. Los errores que secometen en el descubrimiento de losengaños no sólo incluyen creerle almentiroso sino también, y a menudo estoes mucho peor, no creer al sincero. Un

juicio equivocado de esta última índolepuede infligir una herida profunda a unniño si no le creen cuando dice laverdad, por más que luego se intente demuchas maneras enmendar el error.También para un adulto puede tenerfunestas consecuencias que no le creancuando es sincero; puede arruinar unaamistad, o hacerle perder un empleo, oechar a perder su vida. Si a un inocentea quien se ha enviado a la cárcel porcreer equivocadamente que mentía se lodeja en libertad varios años después, elhecho ocupa la primera plana de losperiódicos; pero hay innumerables casosque no aparecen en los periódicos. Si

bien es imposible evitar del todo loserrores en la detección del engaño,pueden tomarse precauciones parareducirlos.

La primera de esas precaucionesconsiste en volver más explícito elproceso de interpretación de los signosconductuales del engaño. Aunque lainformación proporcionada en los dosúltimos capítulos sobre la forma en queel rostro, la voz, el habla y el resto delcuerpo pueden traicionar un engaño noevitará por completo los errores, tal vezlos vuelva más evidentes y corregibles.El cazador de mentiras ya no confiarátanto en sus intuiciones; mejor

informado sobre la base de sus juicios,podrá aprender más de su experiencia ydará el peso que corresponde a losdistintos indicios del engaño,descartando algunos y modificando suopinión sobre otros. También losindividuos que son acusados falsamentese beneficiarán, ya que podrán impugnarel dictamen con que se los ha acusadocuando se explíciten sus fundamentos.

Otra medida de precaución consisteen comprender mejor la naturaleza delos errores que se producen al detectarun engaño. Hay dos clases de errores deeste tipo, exactamente opuestos en suscausas y consecuencias: errores por

incredulidad ante la verdad y errorespor credulidad ante la mentira. En losprimeros, se piensa equivocadamenteque miente una persona que dice laverdad; en los segundos, se piensaequivocadamente que dice la verdad unapersona que miente.[107] Poco importaque el cazador de mentiras confíe en laprueba del polígrafo o sólo en su propiainterpretación de los signos de conducta:igual es vulnerable a estos dos errores.Recordemos el fragmento de la novelade Updiek, Marry Me, citada en elcapítulo 2. Cuando Jerry oye a su esposaRuth hablar por teléfono con el amantede ella, percibe en su voz un tono más

femenino del que es habitual en Ruth aldirigirse a él. Le pregunta entonces«¿Qué era eso?», y ella inventa algo quela encubra: «Oh, nadie. Una mujer de laescuela dominical preguntando siíbamos a inscribir a Joanna y aCharlie». Si entonces Jerry le creyera,cometería un error de credulidad. Peroimaginemos que la historia fuese otra:Ruth es una esposa fiel que en verdadestá hablando con una empleada de laescuela dominical, y Jerry es un maridoque sospecha de todo. Si Jerry pensaseque Ruth le está mintiendo, el suyo seríaun error de incredulidad.

En la Segunda Guerra Mundial,

Hitler cometió un error de credulidad yStalin incurrió en un error deincredulidad no menos catastrófico. Através de diversos medios {simulandoque estaban concentrando sus tropas,echando a correr una serie de rumores,transmitiendo planes militares falsos aconocidos espías alemanes), los aliadoslograron convencer a los alemanes deque su invasión a Europa, o sea, lallamada entonces apertura del segundofrente de guerra, se produciría en Calais(cerca de la frontera con Bélgica) y noen las playas de Normandía. Seissemanas después de lanzada la invasiónen Normandía, los alemanes seguían

persistiendo en su error y manteníangran cantidad de tropas preparadas paradefenderse del ataque en Calais, enlugar de reforzar sus contingentes enNormandía; continuaban convencidos deque los desembarcos en este últimolugar constituían una maniobra dedistracción, previa a la verdaderainvasión en Calais, Esto fue un error decredulidad: los alemanes consideraronveraces los informes según los cualeslos aliados planeaban invadir Calais,cuando en verdad no eran otra cosa queun engaño hábilmente urdido. Tomaronel engaño (el plan de invadir Calais)como si fuera cierto.

Un error exactamente opuesto fue elde Stalin cuando se negó a dar crédito alas numerosas advertencias de susespías infiltrados en el ejército alemánde que Hitler estaba a punto de lanzar unataque sobre Rusia. Fue un error deincredulidad: Stalin juzgó que mentíanesos informes precisos de los espíasalemanes.

La distinción entre los errores decredulidad y los errores de incredulidades importante por cuanto obliga alcazador de mentiras a prestar atención ados peligros gemelos. No hay modo deevitarlos por completo a ambos; a losumo, la alternativa consiste en elegir el

menos arriesgado. El cazador dementiras tendrá que evaluar cuándo leconviene correr el riesgo de serengañado y cuándo el de formular unaacusación falsa. Lo que pierda o ganesospechando del inocente o creyéndoleal mentiroso dependerá de la índole dela mentira, del carácter del mentiroso yde la propia personalidad del cazadorde mentiras. A veces una de estas dosclases de errores tiene consecuenciasmucho más graves que la otra; enocasiones, ambos errores son igualmentecatastróficos.

No hay ninguna regla general encuanto a cuál de ellos puede evitarse

más fácilmente. A veces existen enambos casos las mismas probabilidades;también depende de cada mentira, decada mentiroso y de cada cazador dementiras. Al final del próximo capítulo,tras analizar los efectos del polígrafo yde compararlos con el uso de los signosconductuales del engaño, paso revista alas cuestiones que deberá considerar elcazador de mentiras cuando debadecidir por cuál de los dos riesgos seinclina; ahora describiré lavulnerabilidad de cada indicio delengaño a estos tipos de error y lasmedidas de precaución que puedenadoptarse para evitarlos.

Ambos tipos de errores obedecen alas diferencias individuales, a eso queartes denominé el riesgo de Brokaw,consistente en desatender a lasdiferencias de conducta expresiva de losindividuos. Ningún indicio del engaño,ya sea que se presente en el rostro o enel resto del cuerpo, en la voz o en laspalabras, es infalible —ni siquiera losdatos que mide el polígrafo sobre laactividad del sistema nervioso autónomo—. Los errores de credulidad seproducen a raíz de que ciertas personas,simplemente, no se equivocan nunca almentir; y no me refiero sólo a lospsicópatas sino también a los mentirosos

naturales, asi como a quienes emplean latécnica teatral de Stanisíavski o poralgún otro medio logran creer en suspropias simulaciones o engaños. Elcazador de mentiras debe recordar quela ausencia de un signo de engaño noes prueba de veracidad.

Pero también la presencia de unsigno de engaño puede ser falaz,llevando al error opuesto, a un error deincredulidad por el cual se juzgamentiroso a alguien que está diciendo laverdad. Un estafador podría empleardeliberadamente un indicio del engaño afin de sacar provecho de la equivocadacreencia de su víctima de que lo ha

sorprendido mintiendo. Es conocido elhecho de que los jugadores de póquerapelan a esta triquiñuela, emitiendo loque en la jerga se llama un «dato falso».«Por ejemplo, durante varias horas,mientras transcurre la partida, unjugador puede toser a propósito cadavez que hace un bluff; su contrincante,creyéndose astuto, toma en cuenta estasimultaneidad de los engaños y lastoses. Entonces, el primer jugadoraprovechará una “mano brava” en quelas apuestas han sido muy altas y soltaráunas toses… pero esta vez no vanacompañadas de ningún engaño: tieneunas cartas extraordinarias y se lleva el

abultado pozo ante el desconcierto de surival.» [108]

Lo que hizo el jugador de esteejemplo fue provocar y explotar un errorde incredulidad; pero más a menudo,cuando un cazador de mentiras incurreen un error de esta índole, la personaidentificada como engañador resultaperjudicada. Lo que hace que algunaspersonas parezcan estar mintiendocuando en realidad dicen la verdad noes una tortuosidad sino algún rasgopeculiar de su comportamiento, unaidiosincrasia expresiva. Lo que encualquier otro sería un indicio delengaño, no lo es en su caso. Por

ejemplo, hay personas quehabitualmente:

hablan con frases indirectas ycircunloquios;i

hacen muchas pausas, largas obreves, al hablar;

cometen muchos errores al hablar;iutilizan muy pocas ilustraciones;realizan numerosas manipulaciones:suelen mostrar en su semblante

signos de temor, desazón o rabia, conindependencia de sus realessentimientos;

presentan expresiones facialesasimétricas.

En todas estas clases de conductas

hay enormes diferencias entre laspersonas, y son ellas las que dan origenno sólo a los errores de incredulidadsino también a los de credulidad. Llamarmentiroso a alguien que se expresasiempre en forma sinuosa o indirecta escometer un error de incredulidad; pensarque dice la verdad alguien quehabitualmente habla de forma fluida yuniforme es cometer un error decredulidad. En este último caso, si elindividuo miente, es probable que sudiscurso se vuelva más sinuoso y cometamás equivocaciones al hablar, pero aunasí puede pasar inadvertido porque sumanera de hablar es mucho más

depurada que la de la mayoría de lagente.

La única manera de reducir loserrores que obedecen al riesgo deBrokaw es basar la propia opinión enlos cambios que presenta la conductadel sospechoso. El cazador de mentirasdebe comparar el comportamientohabitual del sospechoso con el quemuestra en el momento en que sesospecha de él. Es probable que sedesanime en una primera entrevista yaque no tiene ningún criterio decomparación, no ha tenido oportunidadde observar un cambio en elcomportamiento. No es difícil entonces

que se cometan errores con los juiciosabsolutos, por ejemplo, «ella estárealizando tantas manipulaciones consus manos que debe sentirse molesta poralgo que no quiere confesar». Losjuicios relativos («ella está realizandomuchas más manipulaciones con susmanos que de costumbre, por lo tantodebe sentirse molesta») son el únicomodo de disminuir los errores deincredulidad provocados por lasdiferencias individuales de estiloexpresivo. Los jugadores de póqueravezados lo saben muy bien, ymemorizan los «datos» (indicios delengaño) peculiares de cada uno de sus

oponentes regulares.[109] Si el cazadorde mentiras no tiene más remedio queformular un juicio a partir de una únicaentrevista, ésta tendrá que ser lobastante prolongada como parapermitirle observar la conducta habitualdel sospechoso. Por ejemplo, el cazadorde mentiras intentará hablar un rato detemas que no provoquen ninguna tensiónni ansiedad. A veces le será imposible.Para un sujeto que teme que se sospechede él, toda la entrevista puede resultarestresante. En tal caso, el cazador dementiras estará atento a la posibilidadde cometer errores por el riesgo deBrokaw, al desconocer las

peculiaridades de la conducta delsospechoso.

Las primeras entrevistas sonparticularmente vulnerables al error,además, por las diferencias entre laspersonas en su modo de reaccionar anteun primer encuentro de esta índole.Algunas lo hacen con toda soltura, pueshan aprendido muy bien las reglas decómo se debe actuar en tales ocasiones,y por tanto la muestra decomportamiento que ofrecen no esrepresentativa. A otras la primeraentrevista les genera ansiedad, ytampoco en este caso (aunque por elmotivo opuesto) su conducta ofrece un

buen criterio de comparación. Lo ideales que el cazador de mentiras funde susjuicios en una serie de entrevistas, en laesperanza de establecer un mejorcriterio comparativo a medida queaumenta su familiaridad con el sujeto.Hay quienes piensan que detectarmentiras es más fácil si las personas nosólo tienen cierta familiaridad, sino quese conocen íntimamente, pero nosiempre es así: en los amigos o amantes,en los miembros de una familia, entrecolegas, pueden surgir puntos ciegos oprejuicios que impiden formarse unaopinión precisa sobre la base de losindicios del engaño presentes en la

conducta.Menos vulnerable al riesgo de

Brokaw es la interpretación de cuatrofuentes de autodelación, a saber: losdeslices verbales, las peroratasenardecidas, los deslices emblemáticosy las microexpresiones. Estos tienen unsignificado propio por sí solos, sinnecesidad de establecer ningunacomparación. Recuérdese el ejemplocitado por Freud, en el que un Dr. R.,refiriéndose presuntamente al divorciode otra persona, dijo: «Conozco a unaenfermera que está enredada comocómplice de adulterio en un proceso dedivorcio. La esposa pidió el divorcio a

su marido calificando a la enfermeracomo cómplice, y él obtuvo eldivorcio», cuando en realidad era ella(o sea, la esposa) la que lo habíaobtenido. Para inferir de este desliz queel marido de la historia podía ser elpropio Dr. R., y que su desliz había sidocausado por su deseo de obtener él eldivorcio y por ende no tener que pasarlea su esposa la cuota mensual poralimentos, etc., era menester conocer lasleyes de la época: el adulterio eraentonces una de las pocas causas válidasde un divorcio legal; sólo el cónyugetraicionado podía ganar el juicio, y elque obtenía un dictamen favorable era

acreedor a una suma permanente, y porlo común considerable, en concepto dealimentos. Pero aun sin saber todo esto,el desliz de decir «él» en vez de «ella»tenía un significado muy concreto,entendible por sí solo: el Dr. R. deseabaque hubiese sido el marido, y no laesposa, el que hubiera obtenido eldivorcio. Los deslices no son como laspausas del habla, que sólo resultanentendibles cuando su número ofrecuencia cambia; los deslices puedencomprenderse sin referencia alguna alhecho de que la persona los cometa enun momento más que de costumbre.

Independientemente de su

frecuencia, un desliz verbal,microexpresión o perorata enardecidarevela información, quiebra elocultamiento. Recordemos el ejemplo deuno de mis experimentos en el cual, alser «atacada» en sus convicciones por elprofesor, una estudiante replegó todoslos dedos menos el mayor, en un deslizemblemático indecoroso, representativode su profundo disgusto.[110] Adiferencia de una disminución de lasilustraciones, que exige cotejar lafrecuencia actual con la acostumbrada,el «dedo protuberante» es una accióninusual, de significado consabido; y portratarse de un desliz emblemático (o sea,

sólo de un fragmento del movimientoemblemático total, que aparecía ademásfuera de la posición de presentacióncomún), era dable interpretar quetraslucía sentimientos de la estudianteque ella pretendía ocultar. CuandoMary, la paciente que quiso disimularsus planes de suicidio, puso demanifiesto una microexpresión,[111] esemensaje de tristeza no necesitaba nadamás para ser entendido. El hecho de quela tristeza apareciese en unamicroexpresión y no en una expresiónnormal más prolongada era un índice deque Mary procuraba ocultarla. Conocerel contexto en que se lleva a cabo una

conversación puede ayudar en lainterpretación del exacto significado deuna mentira, pero los mensajes queofrecen los deslices verbales, peroratasenardecidas y microexpresionestraicionan información oculta y sonsignificativos por sí solos.

Estas cuatro fuentes de autodelación(los deslices verbales, las peroratasenardecidas, los deslices emblemáticosy las microexpresiones) se diferencianen un mismo aspecto de todos los demásindicios del engaño: el cazador dementiras no precisa contar con una basede comparación para evitar cometererrores de incredulidad. Por ejemplo, no

tendrá que preocuparse de lainterpretación que le dé a algunas deesas acciones en una primera entrevista,y averiguar antes si no constituye unaacción habitual en el sospechoso. Por elcontrario: será afortunado para elcazador de mentiras que el sospechosotenga tendencia a esas autodelaciones.Pero si bien están eximidas de laprecaución de la familiaridad previa afin de evitar los errores de incredulidad,no lo están respecto de los errores decredulidad: de la ausencia de éste ocualquier otro indicio del engaño nopuede inferirse que alguien dice laverdad. No todos los mentirosos

incurren en deslices, microexpresioneso peroratas enardecidas.

Hasta ahora hemos visto una de lasfuentes de error en la detección delengaño: el riesgo de Brokaw, el hechode no tomar en cuenta las diferenciasindividuales. Otra fuente deperturbaciones igualmente importante,que da origen a errores de incredulidad,es el error de Otelo, en el que se incurrecuando se pasa por alto que una personaveraz puede presentar el aspecto de unapersona mentirosa si está sometida atensión. Cada uno de los sentimientosque inspira una mentira (explicados enel capítulo 3) y que son capaces de

producir una autodelación o una pistasobre el embuste, puede asimismo serexperimentado por una persona sincera,a raíz de otros motivos, si se sospechade ella. Un individuo sincero tal veztema que no le crean, y ese temor puedeconfundirse con el recelo a serdetectado que es propio de unmentiroso. Hay sujetos con grandessentimientos de culpa sin resolveracerca de otras cuestiones, que salen ala superficie toda vez que alguiensospecha que cometieron una falta; yestos sentimientos de culpa puedenconfundirse con los que siente elmentiroso por el engaño en que está

incurriendo. Por otra parte, losindividuos sinceros quizá sientandesprecio por quienes los acusanfalsamente, o entusiasmo frente aldesafio que implica probar el error desus acusadores, o placer anticipado porla venganza que se tomarán: y los signosde todos estos sentimientos puedenllegar a asemejarse al «deleite porembaucar» tan propio de algunosmentirosos. No son éstos los únicossentimientos que pueden presentar tantolos sinceros de quienes se sospechacomo los mentirosos; aunque sus razonesno sean las mismas, unos y otros puedensentirse sorprendidos o enojados,

decepcionados, disgustados oangustiados ante las sospechas o laspreguntas de quienes los interrogan.

He llamado a esto «el error deOtelo» porque la escena de la muerte deDesdémona, en la obra de Shakespeare,es un ejemplo excelente y célebre. Oteloacaba de acusarla de amar a Casio y lepide que confíese su amor, y le dice quede todas maneras va a matarla por serleinfiel. Desdémona le pide que lo hagavenir para dar testimonio de suinocencia, pero Otelo le miente que yalo hizo matar por lago, su honradoservidor. Desdémona comprende que nopodrá probar su inocencia y que Otelo la

matará sin parar mientes en nada:Desdémona: ¡Ay, le han traicionado

y estoy perdida!Otelo”. ¡Fuera de aquí, ramera! ¡Le

lloras en mi cara!Desdémona: ;Oh, desterradme, mi

señor, pero no me matéis!Otelo: ¡Abajo, ramera! [112]

Otelo interpreta el temor y laangustia de Desdémona como reacciónante la noticia de la presunta muerte desu amante, y cree corroborada así suinfidelidad. No se da cuenta de queaunque Desdémona fuese inocentepadecería esas mismas emociones:angustia y desesperación por el hecho de

que su marido no le crea y por haberperdido la esperanza de probar suinocencia con la muerte de Casio, y a lavez temor de que Otelo la mate.Desdémona lloraba por su vida, sudifícil situación, la desconfianza de suesposo, no por la muerte de su amante.

El error de Otelo es asimismo unejemplo de cómo los prejuicios puedeninclinar tendenciosamente la opinión deun cazador de mentiras. Otelo estápersuadido de que Desdémona le esinfiel antes de esta escena; pasa por altocualquier otra posible explicación de sucomportamiento, no toma en cuenta deque las emociones de Desdémona no

prueban nada ni en un sentido ni en elotro. Quiere confirmar su creencia, noponerla a prueba. Aunque el de Otelo esun caso extremo, los prejuiciosconstituyen a menudo una distorsión delrazonamiento y llevan al cazador dementiras a desestimar ideas,posibilidades o hechos que no se ajustana lo que ya piensa. Y esto ocurre auncuando esos mismos prejuicios lo haganperjudicarse en algún sentido. A Otelole tortura su creencia de que Desdémonale miente, pero no por ello se inclina apensar en dirección opuesta, no por elloprocura reivindicarla. Interpreta laconducta de Desdémona de un modo que

confirma lo que él menos desea, lo quele es más penoso.

Esos prejuicios que distorsionan elrazonamiento del cazador de mentirasllevándolo a cometer errores deincredulidad pueden originarse enmuchas fuentes. La falsa creencia deOtelo era obra de lago, su malévoloasistente, quien estimulando yalimentando sus sospechas provocó elderrumbe de Otelo en su propiobeneficio. Pero lago no habría tenidoéxito si Otelo no hubiese sido celoso.Las personas que por naturaleza ya sonbastante celosas no precisan de ningúnlago para que sus celos se movilicen.

Prefieren confirmar sus peores temoresdescubriendo lo que sospechan: quetodo el mundo les miente. Lossuspicaces hacen un pésimo papel comocazadores de mentiras, porque sonpropensos a caer en los errores deincredulidad. Existen, desde luego,individuos ingenuos que hacen locontrario, no sospechan jamás dequienes los embaucan, y así cometenerrores de credulidad.

Cuando es mucho lo que estáenjuego, cuando el precio que podríapagar el cazador de mentiras si elsospechoso miente es grande, aun laspersonas no celosas pueden apresurarse

a formular un juicio erróneo. Si elcazador de mentiras se enfurece, temeser traicionado o ya experimenta lahumillación que sentiría si sus peorestemores fueran infundados, tal vez pasepor alto todo lo que podríatranquilizarlo y en cambio repare enaquello que lo angustia más aún.Aceptará tal vez la humillación previa aldescubrimiento de que ha sidoengañado, en vez de correr el riesgo depadecer una humillación todavía peor siel engaño se ratificase. Es preferiblesufrir ahora —parece que se dijera— yno soportar el tormento de laincertidumbre por el engaño temido.

Tiene más temor de creer en el engaño(por ejemplo, en comprobar que escornudo) que en no creer la verdad(comprobando que en rigor lasacusaciones contra su esposa eranirracionales).

Estas cosas no se resuelven demanera racional. El cazador de mentirasse convierte en la víctima de lo que yodenomino un reguero de pólvoraemocional. Sus emociones quedan fuerade control, adquieren un impulso propio,y en lugar de decrecer con el transcursodel tiempo, como suele ocurrir, seintensifican. Se aferrará a todo aquelloque alimente sus terribles sentimientos,

magnificando su carácter destructivo.Cuando uno so halla en ese infiernoemocional, nada puede tranquilizarlo,porque lo que quiere no es sertranquilizado. Más bien obra con vistasa intensificar cualquier emoción propia,convirtiendo el temor en terror, la ira enfuria, el disgusto en repulsa, la desazónen angustia. Un reguero de pólvoraemocional consume todo cuanto se lepone por delante —objetos, personasdesconocidas o personas amadas, yhasta el propio ser— hasta que se apaga.Nadie sabe qué es lo que hace que esosregueros se inicien o terminen. A todasluces, hay personas más suscoptibies a

ellos que otras. Y es obvio que sialguien está en medio de un proceso asíno puede juzgar con propiedad a losdemás, ya que sólo creerá aquello que lehaga sentir peor.

Para incurrir en los errores deincredulidad —para ver un engañodonde no lo hay— no se requiere unreguero de pólvora emocional, ni unapersonalidad celosa, ni un lago. Puedesospecharse de un engaño porque ofreceuna explicación poderosa y convenientefrente a lo que de otro modo sería unarealidad enigmática. Un individuo quehabía trabajado para la Agencia Centralde Inteligencia (CIA) durante veintiocho

años escribió: «Como explicacióncausal, el engaño es intrínsecamentesatisfactorio, precisamente por ser tanracional y ordenado. Brinda unaexplicación conveniente y sencillacuando no se dispone de otras que seanconvincentes, tal vez porque losfenómenos que se pretende explicarfueron en verdad causados porequivocaciones, o por no haber seguidolas órdenes que se dieron, o por otrosfactores desconocidos. Es convenienteporque los agentes de servicios deinformación son en general sensiblesante la posibilidad del engaño, ydetectarlo suele considerarse un signo

de un análisis sutil y penetrante (…) y essencilla porque es posible convertir casicualquier dato mediante el razonamientoa fin de amoldarlo a la hipótesis delengaño; más aún, una vez formuladadicha hipótesis como posibilidad cierta,es casi inmune a la refutación».[113]

Estas observaciones se aplican en unámbito mucho mayor que aquel en queoperan las fuerzas policiales o losagentes de los servicios de información.Un cazador de mentiras puede cometererrores de incredulidad, sospechandosin motivo de un engaño porque así seexplica lo inexplicable, aun cuando esoimplique aceptar que el que ha

traicionado su confianza es su hijo o supadre, su amigo o su amante. Una vezpuesto en movimiento el prejuicio segúnel cual el ser querido nos estámintiendo, actúa como un filtro frente ala información que pudiera llegar adesmentirlo.

Por lo tanto, los cazadores dementiras deberían empeñarse en tomarconciencia de sus prejuicios respectodel sujeto de quien sospechan. Ya seaque tales prejuicios deriven de lapersonalidad del cazador de mentiras, ode que está preso en un reguero depólvora emocional, o de su experiencia,o de lo que le dicen los demás, o de las

presiones propias del trabajo querealiza, o de la necesidad de reducir laincertidumbre, una vez que se losreconoce expresamente hayposibilidades de evitar el interpretartodo para que se amolde a talesprejuicios. Por lo menos, el cazador dementiras podrá quizás advertir que esvíctima de sus propios prejuicios endemasía, como para estar encondiciones de juzgar si el sospechosomiente o no.

El cazador de mentiras debeprocurar tener en cuenta la posibilidadde que un signo de una emoción no seaun indicio de engaño, sino un indicio

de lo que siente una persona sinceracuando se sospecha que miente. Esesigno, ¿está referido a la emoción queprovoca mentir, o a la emoción queprovoca ser falsamente acusado ojuzgado? El cazador de mentiras debeestimar qué emociones tendráprobablemente un cierto individuo delque sospecha, no sólo en el caso de quemienta, sino también —y esto no esmenos importante— en el caso de quediga la verdad. Así como no todos losmentirosos sienten lo mismo respectodel acto de mentir, tampoco todos losveraces sienten lo mismo cuando sesospecha de ellos. En el capítulo 3

explicamos cómo averiguar si unmentiroso puede sentir temor de serdescubierto, culpa por engañar o deleitepor embaucar. Veamos ahora cómopueden averiguarse las emociones quetendría una persona veraz si se sospechaque miente.

Quizás el cazador de mentiras puedasaberlo por conocer la personalidad dedicha persona. Ya he dicho que esmenester que se familiarice con elsospechoso para reducir los erroresbasados en la primera impresión, que notienen en cuenta las diferenciasindividuales en lo que atañe a losindicios del engaño presentes en la

conducta. Ahora, con una finalidaddistinta, se precisa un tipo deconocimiento también diferente: hay queconocer ciertas característicasemocionales del sospechoso a fin dedesestimar los signos de algunasemociones como indicios del engaño.No todos los individuos sienten temor,culpa, rabia, etc., cuando saben que sesospecha que han mentido o cometidouna falta; dependerá en parte de supersonalidad.

Una persona que aprecie en altogrado su honor tal vez se enfade alenterarse de que sospechan que hamentido, pero no tenga ningún temor de

que no le crean y carezca desentimientos de culpa indefinidos. Untimorato sin confianza en sí mismo y quesiempre supone que va a fracasar puedetener miedo de que no le crean pero noes probable que sienta rabia ni culpa.Ya hemos mencionado a los individuostan cargados de sentimientos de culpaque también los sienten cuando se losacusa de una falta que no cometieron;pero quizá jamás se sientan muytemerosos, o enojados, o sorprendidos,o acongojados, o excitados. El cazadorde mentiras deberá desestimar un signoemocional como indicio de engaño si,debido a la personalidad del

sospechoso, es probable que éste tengadicho sentimiento aun cuando diga laverdad. ¿Qué emociones tendrá quedejar de lado? Bueno, eso depende decada sospechoso, ya que no todas lasemociones surgen en cada personasincera que sabe que sospechan de ella.

La emoción que sentirá un inocentesi sabe que sospechan que ha cometidouna falta depende asimismo de surelación con el cazador de mentiras, delo que pueda indicar la historia deambos. En Pleito de honor, el padre deRonnie sabía que éste lo considerabauna persona justa. Nunca lo habíaacusado falsa* mente a Ronnie ni

castigado cuando no tuvo la culpa. Esarelación entre ambos hacía que el padrepudiera despreocuparse de laambigüedad de los signos de temorcomo indicadores de verdad/mentira.No había motivos para que el chicotemiera no ser creído, sí los había paraque temiera ser atrapado en caso dehaber mentido. Las personas que suelenacusar falsamente a otras, las que enrepetidas oportunidades no creen a lossinceros, establecen con ellos unarelación que vuelve ambiguos los signosde temor, los vuelve tan probablesrepresentantes de la verdad como de lamentira. Una esposa a quien muchas

veces se la ha acusado sin razón demantener relaciones extraconyugales, yque pese a su inocencia ha sidosometida a maltratos verbales o físicos,tiene motivos para temer, ya sea que lapróxima vez mienta o diga la verdad. Sumarido perdió, entre otras cosas, elcriterio que le servía para distinguirdichos signos como evidencia dementira. El cazador de mentiras debedesestimar un signo emocional comoindicio del engaño si, por la relaciónque mantiene con el sospechoso, esprobable que éste tenga dichosentimiento aun cuando diga la verdad.

En un primer encuentro se puede

sospechar que alguien miente por másque no haya habido ninguna relación conesa persona en el pasado. Si se trata deuna cita amorosa, tal vez se sospecheque esa persona oculta el hecho de estarcasada; si es una entrevista laboral, elcandidato puede dudar cuando elempleador le dice que aún debeentrevistar a otros antes de tomar unadecisión; si es un interrogatorio policial,el delincuente no le creerá alinterrogador que le dice que sucompinche ya confesó y presentótestimonios en su contra; en unaoperación inmobiliaria, el compradorsospechará del vendedor cuando éste

dice que una oferta tan baja como la quele ha hecho no será ni siquiera tenida encuenta por el dueño de la propiedad. Lafalta de una relación previa con elsospechoso deja doblemente endesventaja al cazador de mentiras: al noconocer su personalidad ni haber tenidotrato con él en el pasado, nada le indicaqué emociones tiene que desestimar, porser los sentimientos auténticos delindividuo al ver que sospechan de él.Pero aun en ese caso, conocer lasexpectativas del sospechoso respectodel cazador de mentiras puede servir debase para evaluar si están presentesestas emociones.

No todo sospechoso tiene una claraexpectativa sobre cualquier cazador dementiras, y no todos los que las tienencomparten las mismas expectativas.Supongamos que se sospecha de unaempleada que tiene libre acceso adocumentación reservada y a la que seha visto relacionarse confidencialmentecon personas a las que el FBI consideresospechosas de ser agentes soviéticos.Supongamos que la mujer piensa que elFBI es de confianza, prácticamenteinfalible: en este caso, los síntomas demiedo por su parte se tomarán comoindicios significativos, que seinterpretarán como signos de aprensión

ante la idea de ser desenmascarada.Pero supongamos que la mujer piensaque el FBI está compuesto por genteinepta o dada a catalogararbitrariamente y a toda costa a laspersonas; en este caso las eventualesmanifestaciones de miedo no podrántomarse en consideración: podría ser elmiedo a no poder demostrar la propiainocencia cuanto el de ser descubierta.El cazador de mentiras tendrá quedesestimar un signo emocional comoindicio de engaño si, debido a lasexpectativas del sospechoso sobre él,es probable que tenga dichosentimiento aun cuando diga la verdad.

Hasta ahora nos hemos ocupadosolamente de la confusión que provocanlos sentimientos de un individuo sincerocuando sabe que se sospecha de él. Peroesas reacciones pueden aclarar en vezde confundir, ayudar a distinguir alsincero del mentiroso. La confusión sepresenta cuando tanto el sincero cuantoel mentiroso podrían tener igualreacción ante la sospecha; la claridad,cuando es probable que sus reaccionesen tales circunstancias sean distintas.Una persona tendrá sentimientostotalmente distintos respecto de lassospechas que hay sobre ella si dice laverdad o si miente.

Tenemos un ejemplo en Pleito dehonor. El padre de Ronnie contaba coninformación muy concreta fiapersonalidad de su hijo y la relación deambos en el pasado), la cual le permitíahacer una valoración muy justa de cómose sentiría Ronnie en los dos casos:mintiendo o diciendo la verdad. Sabíaque Ronnie no era ni un psicópata ni unactor nato; también sabía que no loabrumaban sentimientos de culpa y quelos valores del niño eran los que ét lehabía inculcado. Pudo concluir que siRonnie le mentía, la culpa que iba asentir por su engaño sería muy grande.Recordemos que la mentira habría

consistido en que Ronnie negase haberrobado, en caso de haberlo hechorealmente. El padre conocía el carácterde Ronnie y sabía perfectamente que sesentiría culpable de un delito de esaíndole, independientemente de quedespués lo asumiese o lo negase. Porconsiguiente, sí Ronnie en efecto habíarobado y quería ocultarlo, podríantraicionarlo dos fuentes de sentimientosde culpa muy intensos: la culpa por eldelito que ocultaba y la culpa pormentir. En cambio, si Ronnie decía laverdad al negar su robo, no tendría quesentirse culpable.

Por otro lado, el padre sabía que su

hijo confiaba en él. La relación deambos en el pasado hacía que Ronnieaceptase de buen grado la afirmacióndel padre en el sentido de que le iba acreer si Ronnie le decía la verdad.Ronnie no tenía por qué temer, entonces,que no le creyesen. A fin de aumentar surecelo a ser detectado, el padre (comose lo haría con un polígrafo artificial)declaró rotundamente que a él no lopodía engañar: si me mientes, lo sabré,porque entre tú y yo no puedeesconderse ninguna mentira. Lo sabré,Ronnie… así que antes de hablar,acuérdate de esto». Y Ronnie le creyó,presumiblemente basándose en su

relación de toda la vida con el padre.Ronnie tenía motivos para temer seratrapado si mentía. Por último, el padrele ofreció perdonarlo en caso deconfesar su falta: «Si lo hiciste, debesdecírmelo. No me enfadaré contigo,Ronnie… siempre y cuando me cuentesla verdad». Con esto, lo que hace elpadre es aumentar la importancia de loque está en juego: en caso de mentir,Ronnie sufriría la ira paterna.Probablemente también se habríasentido avergonzado, y esto podríahaberlo llevado a ocultar su acto. Elpadre debería haberle dicho algo asícomo que es muy comprensible que un

chico como él ceda a la tentación, peroque lo importante es no ocultar laspropias faltas sino admitirlas.

Una vez evaluadas las emocionesque Ronnie sentirá si miente (temor yculpa), y contando con una base parasaber que no es igualmente probable quelas tenga si dice la verdad, aún debe elpadre dar otro paso para reducir susposibles errores en la interpretación delos indicios del engaño. Debeasegurarse de que si Ronnie dice laverdad no sentirá ninguna emociónsemejante, en sus manifestaciones, altemor o a la culpa, que podría confundirsus juicios sobre la veracidad de su

hijo. Ronnie podría estar enfadado consu maestro de la escuela por haberloacusado falsamente de ladrón: deberándesestimarse, pues, los signos de enfadoo rabia, en particular si la charla gira entorno de las autoridades escolares.Probablemente Ronnie esté acongojadopor lo que le está pasando en esascircunstancias, y esa perturbación serefiere a su situación general y no a lamención de un aspecto específico. Asípues, el padre de Ronnie podráinterpretar su temor y sentimientos deculpa como signo de que miente, pero larabia o la congoja tal vez esténpresentes aunque diga la verdad.

Pero la interpretación de los signosconductuales del engaño puede seguirsiendo azarosa aun cuando las cosasestén bien claras, como en este caso —cuando se sabe qué emociones podríatener el sospechoso en caso de mentir ode decir la verdad, y cuando esasemociones no son idénticas—. Y ello sedebe a que muchas conductas son signode más de una emoción, y en tal casodebe desestimárselas si algunas dedichas emociones pueden aparecercuando el sujeto dice la verdad y otrascuando miente. Los cuadros 1 y 2 quefiguran en el «Apéndice», al final deeste volumen, permiten verificar

rápidamente qué emociones producencada indicio conductual.

Supongamos que el padre de Ronnieadvirtió que éste estaba sudando ytragaba saliva con frecuencia. Esossignos no le servirían de nada, puescorresponden a toda emoción, ya seapositiva o negativa: si Ronnie mentía,aparecerían por su temor o culpa, y sidecía la verdad, por su desazón o suenojo. También debería descartarse suaumento de las manipulaciones, puescualquier emoción negativa lo provoca.Incluso tendrían que dejarse de lado lossignos que sólo corresponden a algunasde las emociones negativas, como una

disminución del tono de voz: si éstefuera provocado por la culpa, seríaindicio de que se está mintiendo, perotambién podría obedecer a la desazón oa la tristeza —y Ronnie bien puedesentirse acongojado ya sea que mienta odiga la verdad—. Unicamente podríaninterpretarse como indicios del engañolas conductas que señalan temor o culpapero no rabia, tristeza ni desazón; porotra parte, las conductas que señalanrabia o desazón pero no temor o culpapodrían interpretarse como indicios desinceridad.

Si examinamos los cuadros 1 y 2 del«Apéndice» advertiremos que las

conductas que podrían mostrar queRonnie miente son las siguientes:deslices verbales, deslicesemblemáti cos , microexpresiones ymovimientos de los músculos facialesfidedignos. Estas son las únicasconductas capaces de indicar en estecaso cómo distinguir con precisión eltemor o culpa, de la rabia o desazón.Dicho sea de paso, tampoco serviría denada aplicarle a Ronnie la prueba delpolígrafo, ya que éste sólo mide laactivación emocional en general, perono nos dice qué emoción particular hasido despertada. Culpable o inocente,Ronnie se habría emocionado. Si bien

las investigaciones sobre la exactitud dedicha prueba han mostrado que losresultados del polígrafo son mejores quelos obtenidos al azar, en algunos de talesestudios aparecieron muchos errores deincredulidad. Analizaré sus resultadosen el próximo capítulo.

Como ha mostrado mi análisis dePleito de honor, estimar las emocionesque sentiría un sospechoso si dijera laverdad, y saber si ellas serían diferentesen caso de mentir, es complicado. Exigesaber muchas cosas sobre elsospechoso; a menudo, no se contará conun conocimiento tan preciso paraefectuar esa evaluación, y cuando lo

haya, tal vez no permita identificar quiénmiente. Ese conocimiento podría indicarque probablemente el sospechoso sientala misma emoción si miente o si dice laverdad (como en el ejemplo deDesdémona); y aunque ese examensugiera que las emociones sentidas enuno y otro caso serían distintas, losindicios conductuales pueden serambiguos, ninguno de ellos lo bastanteespecífico para discriminarprecisamente aquellas emociones que sípermitirían diferenciar al mentiroso delsincero. En un caso así (o sea, cuandono se sabe lo suficiente como paraevaluar las emociones del sospechoso, o

cuando la presunción es que sentiría lasmismas emociones ya sea que estémintiendo o diga la verdad, o cuando elmentiroso y el sincero tendríanemociones diferentes pero sus signosconductuales son ambiguos), el cazadorde mentiras no podrá recurrir a losindicios del engaño vinculados con lasemociones.[114]

Sólo advirtiendo en qué casos seencuentra en esa situación, podrá elcazador de mentiras evitar cometererrores de incredulidad y a la vez ser lobastante precavido como para sabersevulnerable al engaño, y no cometererrores de credulidad. Por supuesto, a

veces el análisis de las emociones quepodría sentir el mentiroso y de las quepodría sentir una persona veraz porsospecharse de ella, ayudará a atrapar alque miente. Como muestra el ejemplo dePleito de honor, dicho análisisidentificará los indicios que son signosinequívocos de sinceridad o de engaño,y aliviarán la tarea del cazador dementiras alertándolo sobre las conductasque debe investigar.

Mi explicación de los peligros yprecauciones que deben tomarse en ladetección del engaño ha abordadosolamente, hasta ahora, aquellassituaciones en que el sospechoso sabe

que se sospecha de él. Pero haypersonas sinceras que jamás adviertenque, en algún momento, alguien quesospecha de ellas está vigilando cadauna de las palabras que pronuncian,cada ademán y cada gesto facial; ytambién hay personas sinceras que creenestar sometidas a ese escrutinio cuandono es así. Los mentirosos no siempresaben si sus víctimas sospechan o no deellos. Una meditada excusa cuyafinalidad es alejar toda sospecha puedehacer surgir dudas en la mente de unavíctima antes confiada. Las propiasvíctimas, al sospechar que las engañan,pueden a su vez mentir respecto de sus

sospechas, ocultándolas para inducir alvictimario a que haga un movimiento enfalso. Y hay otras razones por las cualesla víctima puede tranquilizar almentiroso haciéndole creer que confíaen él. En el contraespionaje, cuando sedescubre a un espía, tal vez no se le digadurante un tiempo que ha sidodescubierto, para poder hacer llegarinformación falsa al enemigo a través deél. También hay víctimas que ocultan elhecho de haber sido engañadas paradisfrutar por un tiempo de esa inversiónde los papeles: ahora es la víctima laque observa cómo el mentiroso sigueurdiendo sus invenciones, sin percatarse

de que aquélla sabe que todo lo que dicees falso.

Si el sospechoso no sabe que sesospecha de él, esto puede acarrearbeneficios o perjuicios al cazador dementiras. Si ignora que cada uno de susmovimientos es escrutado por unavíctima suspicaz, tal vez no se preocupede borrar sus huellas, ni de prever laspreguntas que se le van a formular, ni depreparar excusas, ni de planear suestrategia por anticipado, ni demostrarse cauteloso de algún otro modo.A medida que transcurre el tiempo y lavíctima parece haberse tragado elanzuelo, quizás el mentiroso se descuide

tanto que su exagerada confianza lolleva a cometer errores. Este es unbeneficio para el cazador de mentiras,pero lo contrarresta la probabilidad deque un mentiroso tan seguro de sí mismocomo para volverse torpe no va a obrarcon mucho recelo a ser detectado, valedecir, se ganan errores por descuido,pero al precio de perder los errorescometidos por el recelo a ser detectado.No sólo se sacrifican los indicios delengaño generados por dicho recelo, sinoque además se pierden los efectosturbadores de ese temor que, al igualque la confianza exagerada, puede llevaral mentiroso a planear mal su proceder.

Y quizá la pérdida más importante sea ladel temor atormentador a ser capturado,que difícilmente será lo bastante intensocomo para motivar una confesión delmentiroso si éste ignora que alguien leestá siguiendo el rastro.

Ross Mullaney, un especialista enadiestrar a los interrogadores policiales,aboga por lo que él llama «La estrategiadel caballo de Troya»: el oficial depolicía simula creerle al sospechosotodo lo que dice a fin de lograr quehable lo más posible y quede enredadoen sus propias maquinaciones. Aunqueasí disminuirá tal vez su recelo a serdetectado, es más probable que cometa

algún error revelador; según Mullaney,«el policía debe alentarlo a que siga consu engaño, pidiendo más y más detallesde lo que el sospechoso inventa.Realmente, también él lo engaña alsimular creerle (…), pero esto nocausará ningún perjuicio al individuo sidice la verdad. Si el policía estabaerrado en sus sospechas primitivas [estatécnica de interrogatorio] no causaráninguna injusticia. El único que tieneque temerle es el que engaña»[115]. Estatécnica recuerda el consejo deSchopenhauer: «Si hay motivos paracreer que alguien nos está mintiendo,debemos proceder como si creyéramos

cada una de sus palabras. Esto loalentará a seguir adelante, haciendoafirmaciones cada vez más vehementes,hasta que al fin terminetraicionándose».[116]

Creer que el destinatario confía sinduda hará mermar el recelo a serdetectado de mentiroso, pero es difícilsaber hasta qué punto eso puede afectarotros sentimientos suyos. Algunosmentirosos pueden sentir un mayorsentimiento de culpa por engañar a undestinatario confiado que a unosuspicaz; otros, en cambio, se sentiránmenos culpables si el destinatario confíaen ellos, y lo racionalizarán diciéndose

que como no lo torturan las sospechas,no le hace ningún daño; y hasta puedeautoconvencerse de que el móvilprincipal de sus mentiras es la bondad,el deseo de no herir la susceptibilidaddel otro. También el deleite porembaucar puede o bien aumentar o biendisminuir si el mentiroso sabe que sudestinatario confía en él: embaucar a unavíctima totalmente ingenua puederesultar una delicia por el menosprecioque provoca hacia ella, pero no menosexcitante puede ser engañar a alguienque sospecha, por el desafío que elloimplica.

No hay modo de predecir, entonces,

si un mentiroso incurrirá en más o menoserrores en caso de que su víctima lehaga saber que sospecha de él. Porsupuesto, es posible que sus sospechassean infundadas, que el sospechado seainocente. ¿Será más fácil afirmar que unsospechoso dice la verdad cuando nosabe que sospechan de él? En suignorancia, no tendrá miedo de que no lecrean; tampoco experimentará temor odesazón; y por más que lo invada laculpa, carecerá de oportunidades paraactuar como si estuviese en falta. Todoesto es positivo, ya que en tal caso lossignos de cualquiera de esas emocionespueden ser interpretados simplemente

como indicios del engaño,despreocupándose de que sean encambio producto de los sentimientos dealguien sincero frente a las sospechasajenas. Pero como ya dijimos, por estebeneficio se paga el precio de queciertos sentimientos generados por lamentira (en particular, el recelo a serdetectado) sean más débiles, en caso deque el sospechoso realmente mienta.Cuando el sospechoso ignora que sesospecha de él, el cazador de mentirastiene menos probabilidades de incurriren errores de incredulidad, ya que sussignos emocionales, cuando los haya,serán casi siempre indicios del engaño;

pero es más probable que cometaerrores de credulidad, ya que lossentimientos que provoca el mentir noserán tan intensos como para traicionaral mentiroso. Es probable que ocurra locontrario si la sospecha se explícita:habrá más errores de incredulidad ymenos errores de credulidad.

Otros dos problemas complican lasituación e impiden determinar si elcazador de mentiras estará o no en mejorsituación si el sospechoso no sabe quehay sospechas. En primer lugar, tal vezel cazador de mentiras no tenga otraopción: no en todos los casos eldestinatario puede ocultar sus

sospechas, y aun cuando pueda, no todoslos que creen ser objeto de un engañoquerrán ocultar esa sospecha, mintiendopara atrapar al mentiroso. Finalmente,no todo cazador de mentiras tiene eltalento para mentir que exige engañar sinser descubierto.

El segundo problema es más grave.Al tratar de ocultar sus sospechas, elcazador de mentiras corre el riesgo defallar en su ocultamiento sin darsecuenta. ¡Por cierto no puede confiar enque el mentiroso será sincero en estecaso! Algunos mentirosos se enfrentaráncon osada arrogancia a sus destinatariosal advertir que éstos sospechan de ellos,

sobre todo si están en condiciones dedejar al desnudo su ocultamiento detales sospechas. Tal vez el mentirosoadopte una actitud virtuosa y se sientaindignado y herido porque no se lecomunicaron esas sospechas confranqueza, privándolos así injustamentede una oportunidad para reivindicarse.Esta treta tal vez no sea convincente,pero puede al menos intimidar duranteun tiempo. Pero no todo mentiroso serátan desfachatado. Algunos ocultarán sudescubrimiento de que el destinatariosospecha para ganar tiempo y así borrarsus huellas, preparar una escapatoria,etc. Por desgracia, el mentiroso no es el

único que quizás oculte esedescubrimiento: también una personaveraz puede ocultar que ha descubiertoque sospechan de ella para evitar unaescena, o para ganar tiempo en laesperanza de reunir pruebas en su favor,o para tomar medidas que considerenpositivas quienes sospechan de ellos, encaso de pensar que actuaron ignorandotales sospechas.

Una de las ventajas de revelar lassospechas es que se evita esta marañade in certidumbres: al menos eldestinatario sabe que el sospechososabe que se sospecha de él. Incluso unsujeto sincero puede, igual que un

mentiroso, tratar de ocultar todosentimiento que le provoque lasuspicacia ajena. Una vez admitidaexpresamente la sospecha, el mentirosoprocurará ocultar su recelo a serdetectado, pero por otra parte el que noes mentiroso puede tratar de ocultar sutemor a que no le crean, o su rabia ydesazón por las sospechas ajenas, a finde que no se tomen estos sentimientoscomo evidencia de que miente. Si sólolos mentirosos ocultasen sentimientos,sería más fácil detectarlos; pero en talcaso, muchos de ellos tendrían la astuciasuficiente como para mostrar algunos desus sentimientos.

Si la víctima revela francamente sussospechas, hay otra ventaja: puederecurrir a la llamada «técnica de lo queconoce el culpable». David Lykken, unespecialista en psicología fisiológicaque ha criticado el uso del polígrafocomo detector de mentiras, piensa quedicha técnica puede mejorar laeficiencia del aparato. En esa técnica, elinterrogador no le pregunta alsospechoso si cometió o no el crimen,sino que lo indaga acerca de ciertosdatos que sólo el culpable puedeconocer. Supóngase que se sospecha quealguien cometió un asesinato: elsospechoso fue visto cerca del lugar del

crimen, tenía un motivo válido paracometerlo, etc. Empleando la técnica delo que conoce el culpable, se le haríanuna serie de preguntas en un cuestionariode elección múltiple. En cada pregunta,una de las opciones describe siempre loque en efecto sucedió, en tanto que lasotras, igualmente admisibles, describensucesos que no acontecieron. Sólo elculpable está en condiciones de saberdiferenciar esto. Por ejemplo, quizá sele pregunte: «¿La persona asesinadayacía en el suelo con el rostro vueltohacia arriba o hacia abajo, o estaba decostado o sentada?». Después de leerlas opciones, el sujeto debe contestar

«No» o «No sé». Sólo el culpable sabeque la víctima fue encontrada deespaldas. En sus experimentos delaboratorio sobre las mentiras, Lykkencomprobó que los individuos culpablesque poseen este conocimiento presentanuna alteración en la actividad de susistema nervioso autónomo, alteraciónque el polígrafo puede captar cuando seles menciona la alternativa verdadera,mientras que los inocentes respondenmás o menos igual ante todas lasalternativas. Pese a los intentos deocultamiento de lo que saben, losculpables son detectados con elpolígrafo mediante esta técnica.[117]

La virtud que posee la prueba de loque conoce el culpable es que en ella lasreacciones inusuales no puedenatribuirse a los sentimientos de uninocente derivados de las sospechas quepesan sobre él. Aun cuando el inocentetema que no le crean, o esté furiosoporque sospechan de él, o acongojadopor la situación en que se encuentra,sólo por azar podría tener una reacciónemocional más intensa ante «la personaasesinada yacía cara arriba» que antelas otras alternativas. Si se empleanmuchas de estas preguntas de elecciónmúltiple, todas las reacciones inusualesque pudiera tener un inocente terminarán

dividiéndose entre las alternativasverdaderas y las falsas. Así pues, latécnica de lo que conoce el culpableelimina el mayor riesgo: los errores deincredulidad procedentes de confundirlos sentimientos de un inocente ante lassospechas con los sentimientos de unmentiroso.

Por desgracia, esta técnicaprometedora no ha sido sometida asuficientes investigaciones para evaluarsu precisión, y los estudios realizadosno permiten afirmar que sea siempre tanexacta como lo sugiere el trabajooriginal de Lykken. En un recienteinforme de la Oficina de Evaluación

Técnica en el que se examinan losresultados obtenidos con el polígrafo, seseñala que la técnica de lo que conoceel culpable «…detectó un porcentajepromedio de sujetos culpables algomenor que el examen habitual[practicado con el polígrafo]». Secomprobó que la proporción de erroresde credulidad era comparativamentemayor, y menor en cambio la de erroresde incredulidad[118].

De todas maneras, la técnica de loque conoce el culpable tiene un uso muylimitado fuera de los interrogatorios quese les realizan a los delincuentes. Muy amenudo, la persona que se cree víctima

de un engaño no cuenta con lainformación que tiene el engañador, ysin ella la técnica es inaplicable. En lanovela de Updike, Marry Me, Ruthsabía que mantenía relaciones amorosasextraconyugales, y con quién; su marido,Jerry, sólo tenía sospechas, y comocarecía de una información que sólo lapersona culpable podría poseer, en estecaso no podría haber apelado a latécnica que comentamos. Paraemplearla, el cazador de mentiras debesaber lo que sucedió, aunque no conozcacon certeza quién lo hizo.

Aunque el cazador de mentirasconociese las diferentes alternativas, la

técnica no le serviría para averiguarcuál de ellas sucedió efectivamente. Ellaexige poseer certidumbre absoluta sobreel hecho o suceso tal como aconteció,siendo el interrogante únicamente si loperpetró o no el sospechoso. Si lapregunta es: ¿qué hizo esa persona?,¿qué siente esa persona?, vale decir, siel cazador de mentiras no sabe qué es loque hizo el sospechoso, no puedeaplicarla.

PRECAUCIONES QUE DEBEN

TOMARSE AL INTERPRETAR LOS

INDICIOS CONDUCTUALES DEL

ENGAÑO

Evaluar los indicios del engaño esproblemático. En la lista que ofrecemosa continuación se resumen todas lasprecauciones que deben adoptarse parareducir los riesgos mencionados en estecapítulo. El cazador de mentiras ha deevaluar siempre la probabilidad de queun gesto o expresión indique veracidado mentira; rara vez podrá estartotalmente seguro. En los casos en quelo esté —cuando una emocióncontradiga la mentira que se delata enuna macroexpresión facial, o cuando enuna perorata enardecida una parte de la

información oculta desborde en laspalabras—, también el sospechoso sedará cuenta, y confesará.

1.Tratar de explicítar losfundamentos de toda intuición osospecha sobre ta posible mentira dealguien. Al tomar mayor conciencia dela forma en que interpreta los indiciosconductuales del engaño, el cazador dementiras aprenderá a discernir suserrores y a admitir que en algunos casosno tiene muchas posibilidades deformular un juicio correcto.

2.Recordar que en la detección delengaño se corren dos peligros: cometererrores de incredulidad (juzgar

mentirosa a una persona veraz) ycometer errores de credulidad (juzgarveraz al mentiroso). No hay modo deevitar por completo estos dos tipos deerrores; lo que debe hacerse es analizarlas consecuencias y riesgos de unos yotros.

3.La ausencia de todo signo deengaño no es prueba de veracidad:algunas personas no se autodelatannunca. La presencia de un signo deengaño no es siempre prueba de que lohay: algunas personas se muestranmolestas o culpables por más que seaninocentes. Es posible reducir el riesgode Brokaw, debido a las diferencias

individuales en la conducta expresiva, silos juicios que se formulan estánbasados en el cambio producido en laconducta del sospechoso.

4.Autoexaminarse acerca de losprejuicios que uno pueda tener sobre elsospechoso, y preguntarse si acaso ellosno podrán torcer las posibilidades deformular una opinión correcta. No hayque juzgar que alguien miente o no siuno está asediado por los celos o enmedio de un reguero de pólvoraemocional. Debe evitarse la tentación desospechar la existencia de una mentiraque explicaría acontecimientos de otromodo inexplicables.

5.Debe contemplarse siempre laposibilidad de que un signo emocionalno sea indicio de ningún engaño, sino decómo se siente una persona veraz dequien se sospecha que ha mentido. Debedesestimarse un signo emocional comoindicio del engaño si un sospechosoinocente puede sentir esa mismaemoción debido a su personalidad, o ala relación que ha mantenido en elpasado con el cazador de mentiras, o asus expectativas respecto de la conductade éste.

6.Tener en cuenta que muchosindicios del engaño son signos de másde una emoción, y los que lo son deben

desestimarse en caso de que una de esasemociones podría ser experimentada porun sujeto inocente y la otra por unmentiroso.

7.Hay que averiguar si elsospechoso sabe o no que se sospechade él, y conocer cuáles son las ventajasy desventajas que ambas situacionespresentan para la detección del engaño.

8.Si se tiene conocimiento de datosque el sospechoso sólo podría conoceren caso de estar mintiendo, y puedeinterrogárselo, aplicar la técnica de loque conoce el culpable.

9.No llegar nunca a una conclusióndefinitiva basada exclusivamente en la

interpretación propia de los indiciosconductuales del engaño. Estos sólodeben alertar al cazador de mentiras aque prosiga su investigación y subúsqueda de información. Los indiciosdel engaño, como el polígrafo, jamássuministran pruebas absolutas.

10.Usar la lista que aparece en elcuadro 4 del «Apéndice» para evaluarla mentira, al mentiroso y al cazador dementiras, n fin de estimar laprobabilidad de cometer errores o dejuzgar correctamente la inocencia overacidad de un sujeto.

También es problemático tratar dediscernir las mentiras mediante el

polígrafo. Si bien aquí mi enfoque secentra en los indicios conductuales delengaño (y no en el polígrafo), y en unaamplia variedad de situaciones en lasque la gente miente o puede sospecharseque miente (y no en los estrechos límitesde un examen practicado con elpolígrafo), en el próximo capítulo meocuparé de analizar los resultadosobtenidos con este instrumento, que seutiliza en diversas circunstanciasimportantes (contraespionaje, crímenes,y, en medida cada vez mayor, en elmundo de los negocios). Creo que mianálisis de las mentiras en este capítuloy los anteriores puede ayudar a

comprender mejor las ventajas ydesventajas de la detección de mentirasmediante el polígrafo. Por otra parte, laconsideración de los problemas que sepresentan para establecer la exactitud deeste aparato ayudará al cazador dementiras a comprender mejor los riesgosinherentes a la detección mediante losindicios conductuales del engaño.Además, se plantea una interesantecuestión de tipo práctico: ¿es elpolígrafo más preciso que esos indiciosconductuales para la detección de lasmentiras?

7. EL POLÍGRAFO

COMO CAZADOR DEMENTIRAS

Un oficial de policía de otra ciudadde California presentó una solicitud paraincorporarse a nuestro departamento.Por su aspecto parecía una muestraejemplar de lo que debe ser un policía;conocía los códigos y, como ya teníaexperiencia policial previa, eraaparentemente el candidato ideal.Durante la entrevista previa a la pruebadel polígrafo no declaró nada; sólo

cuando el polígrafo indicó que estabamintiendo admitió haber cometido 12robos mientras se hallaba encumplimiento de sus funciones,utilizando el automóvil policial paratrasladar los artículos robados; tambiénconfesó que introdujo narcóticosrobados entre las pertenencias de ciertossospechosos a fin de hacerlos arrestar, yen varias oportunidades había mantenidorelaciones sexuales dentro del cochepolicial con chicas que, en algunoscasos, apenas tenían 16 años de edad.

—Respuesta del sargento detectiveW.C. Meek, poligrafista deldepartamento central de policía de

Salinas, estado de California, a unaencuesta sobre la forma de emplear elpolígrafo en la institución policial.[119]

Buzz Fay fue arrestado en Toledo en1978, acusado de haber robado yasesinado a un conocido suyo que, antesde morir, declaró que su enmascaradoasesino «se parecía a Buzz». Se lodetuvo sin concederle libertad bajofianza durante dos meses mientras lapolicía buscaba en vano pruebas que lovincularan con el homicidio. Por último,el fiscal propuso retirar los cargoscontra él si pasaba con éxito la pruebadel polígrafo, pero le exigió a Fay queestipulase por escrito que, en caso de

que dicha prueba revelase la presenciade un engaño, admitiría la validez de losresultados ante el tribunal. Fay aceptó,no pasó la prueba, tampoco pasó unasegunda prueba llevada a cabo por unexaminador diferente, fue enjuiciado yacusado de asesinato con agravantes, yla sentencia fue prisión perpetua.Pasaron más de dos años hasta que sedetuvo a los verdaderos culpables; éstosconfesaron y exoneraron de culpa ycargo a Fay, quien fue puesto en libertadde inmediato,

—Caso descrito por el psicólogoDauid Lykken en un artículo en el quesostiene que el polígrafo es «una técnica

seudocientífica».[120]

Ejemplos como éstos, en favor y encontra del polígrafo, siguen alimentandola polémica en torno de él, aunqueexisten muy pocas pruebas científicas desu precisión. De más de cuatro milartículos o libros publicados que seocupan del tema, menos de cuatrocientosmencionan de hecho investigacionescientíficas, y de esos cuatrocientosapenas treinta o cuarenta satisfacen loscriterios mínimos de un trabajocientífico.[121] La polémica sobre elpolígrafo no ha sido zanjada, pues, porlos estudios científicos, y es aguda yacalorada. La mayoría de sus defensores

pertenecen al campo de la aplicación dela ley, los organismos de espionaje y elmundo de los negocios (hurtos ydesfalcos en empresas); también los hayentre algunos de los científicos que hanllevado a cabo investigaciones. Entresus críticos están los defensores de losderechos civiles, algunos juristas yabogados, así como otros científicos quetambién estudiaron el asunto.[122]

Mi objetivo en este capítulo no esresolver la cuestión sino volver másclara y comprensible la argumentaciónde las partes. No haré recomendaciónalguna en cuanto a si el polígrafo debe ono ser utilizado; más bien pretendo

elucidar la índole de la controversia,aclarar las opciones y fijar los límitesde las pruebas científicas de que sedispone. Pero no me dirijo únicamente alos funcionarios oficiales, policías,abogados y jueces. Hoy día, todo elmundo debe comprender en qué consisteesta discusión en torno del polígrafo, yaque la oportunidad en que debeaplicárselo y lo que se haga con losresultados de la prueba constituyenimportantes cuestiones públicas, que nopodrán resolverse sensatamente si lagente no está mejor informada. Tambiénpuede haber motivos personales quelleven a algunos a querer informarse

mejor sobre esto. En muchos tipos detrabajo, en empleos que nada tienen quever con la administración pública y querequieren niveles superiores e inferioresde educación y de formación, se lesaplica la prueba del polígrafo aindividuos de quienes jamás se hasospechado que pudiesen habercometido un delito, simplemente comoparte del procedimiento paraseleccionar aspirantes, o para mantenero promover a los empleados existentes.

Muchas de las ideas que he expuestoen los seis primeros capítulos sobre losindicios conductuales del engaño sonigualmente aplicables a la detección del

engaño mediante el polígrafo. Unmentiroso puede traicionarse en laprueba del polígrafo debido a su receloa ser detectado, su sentimiento de culpapor engañar o su deleite por embaucar.Un cazador de mentiras que use elpolígrafo tendrá que estar atento al errorde Otelo o al riesgo de Brokaw,causados por las diferenciasindividuales en la conducta emocional.Tendrá que saber si le conviene másarriesgarse a cometer errores deincredulidad o errores de credulidad. Lamayoría de los riesgos y precaucionesvigentes en la detección de mentiras sonidénticos ya sea que dicha detección se

funde en los indicios del engaño o en elpolígrafo. No obstante, se suman aquíalgunos conceptos complejos que serápreciso aprender:

la diferencia entre exactitud yutilidad, vale decir, la posible utilidaddel polígrafo aun en los casos en que noes exacto;

la búsqueda de una verdad básica,o, dicho de otra manera, la dificultad dedeterminar la exactitud del polígrafo sino se sabe con certeza quiénes son losque mienten;

el índice normal de mentirosos enun grupo determinado, que hace queincluso un test muy preciso dé lugar a

numerosos errores si el grupo desospechosos incluye muy pocosmentirosos;

el efecto disuasivo sobre elmentiroso, quien ante la amenaza de sersometido a un examen puede inhibirsede mentir, por más que el procedimientoutilizado en el examen sea defectuoso.

QUIENES EMPLEAN LA PRUEBA

DEL POLÍGRAFO

El uso del polígrafo para detectaralgún tipo de mentira está muy difundidoy es cada vez mayor. Es difícil sabercon seguridad cuántos exámenes se

llevan a cabo con él en Estados Unidos,pero la cifra más probable supera elmillón de pruebas por año.[123] En sumayor parte (alrededor de trescientasmil) las realizan empleadores privadoscomo uno de los procedimientos para laselección de personal, para controlar losdelitos que se cometen dentro de susempresas, y como parte del mecanismoutilizado para recomendar quéempleados deben ser promocionados.Como un medio de selección depersonal, el polígrafo es ampliamenteutilizado por varias asociaciones,especialmente de comerciantes (laNational Association of Drug Stores, la

National Association of Convenience, laAssociated Grocers), así como porbancos y sociedades de custodia y detransporte de valores como la BrinksInc., etc.[124] Si bien en 18 Estados deEstados Unidos esta prueba ha sidodeclarada ilegal, los empleadoressiempre encuentran el modo de eludirlas disposiciones vigentes para que susempleados se sometan a ella: «Les dirána sus empleados que son sospechosos derobo, pero no los despedirán si éstoshallan el modo de demostrar suinocencia»[125]. En los 31 Estadosrestantes se ha autorizado laadministración de la prueba. Los

empleadores privados que más lautilizan son los bancos y los comerciosde minoristas; alrededor de la mitad delos 4700 negocios de comidas rápidaspertenecientes a la cadena McDonald,por ejemplo, utilizan esta prueba para laselección de su personal[126].

Después de las empresas, laaplicación más frecuente del polígrafose da en las investigaciones criminales.No sólo se emplea con sospechosos dehaber cometido delitos, sino, a vecestambién, con los testigos o víctimas decuyas declaraciones se duda. ElDepartamento de Justicia, el FBI y lamayoría de las dependencias policiales

tienen como política emplearlo sólodespués que las investigaciones hanreducido el número de sospechosos. Enla mayoría de los Estadosnorteamericanos no se admite que seaduzcan como prueba en un procesojudicial los resultados obtenidos con elpolígrafo. En 22 de ellos eso estápermitido si se ha estipulado antes detomar la prueba y hay acuerdo alrespecto entre la parte demandante y ladefensa. Los abogados defensoressuelen aceptarlo a cambio delcompromiso, por parte del fiscal, deretirar los cargos contra el sospechosoen caso de que el aparato muestre que es

veraz. Eso es lo que sucedió con BuzzFay, mencionado al comienzo delcapítulo. Normalmente los fiscales noaceptan esta oferta previa si tienenbuenas pruebas como para convencer aljurado de la culpabilidad del reo —como sucedió en el caso de Fay—.

En los Estados de Nuevo México yMassachusetts es posible presentar losresultados del test del polígrafo auncontra la objeción de una de las partes.En la mayoría de los tribunales deapelaciones pertenecientes a lajurisdicción de la justicia federal (perono en todos), dichos resultados no sonadmitidos salvo que se haya estipulado

de antemano. Ninguno de estostribunales ha revocado la decisión deuna corte de distrito que rechazó losdatos aportados por la prueba. SegúnRichard K, Willard, viceprocuradorgeneral adjunto de Estados Unidos, «LaCorte Suprema nunca se pronunció sobrela admisibilidad de las pruebas delpolígrafo presentadas en los tribunalesfederales»[127].

El gobierno nacional de EstadosUnidos es el tercer usuario del polígrafopara detectar mentiras, en orden deimportancia. Según informes de diversosorganismos públicos nacionales, en elaño 1982 se llevaron a cabo 22.597

exámenes[128]. En su mayoría, si seexceptúan los realizados por la NationalSecurity Agency, NSA (AgenciaNacional de Seguridad), y la AgenciaCentral de Inteligencia (CIA) —que losutilizaron con fines de espionaje ycontraespionaje—, esos exámenes seaplicaron en la investigación decrímenes. La cifra incluye los aplicadosa personas con acreditaciones oficialesde las que se sospechaba que pudieranparticipar en actividades que pusieranen peligro dicha acreditación, así comoen quienes la solicitaban y en otrosindividuos sospechosos de espionaje.Según los informes de la NSA, en 1982

este organismo realizó 9672 exámenescon el polígrafo, en su mayor partedestinados a la selección de personal; laCIA no da una cifra de la cantidad deexámenes que realizó, pero admiteemplear el polígrafo muchas veces ensituaciones similares a las de la NSA.

Ese mismo año el Departamento deDefensa propuso introducir varíasmodificaciones a sus normas sobre laspruebas del polígrafo, modificacionesque podrían haber implicado un mayoruso del test para la preselección de laspersonas acreditadas oficialmente, asícomo para efectuar en forma noperiódica una inspección de aquellas

que ya tienen acreditación oficial. Otrode los cambios importantes sugeridospor el Departamento de Defensa hubieratraído como corolario que losempleados o candidatos que se negasena someterse al test podrían sufrir«consecuencias adversas». En 1983, elpresidente Reagan propuso ampliar aúnmás la aplicación del test: se autorizó atodos los organismos oficiales para que«requiriesen de sus empleadossometerse a un examen con el polígrafoen el curso de las investigaciones sobrela revelación no autorizada deinformación confidencial» Del mismomodo que en el caso de la propuesta del

Departamento de Defensa, se aclarabaaquí también que la negativa a sometersea la prueba «podría dar por resultadosanciones administrativas (…) y ladenegación de la acreditación oficial».Otra medida del nuevo gobierno«permitirá el uso del polígrafo en todala administración pública para laselección del personal ya contratado conacceso a información altamenteconfidencial (así como del personal queesté por contratarse). La nueva medidaconfiere a los funcionarios superiores decada organismo la autoridad para llevara cabo exámenes con el polígrafo, enforma periódica o no periódica, a

miembros de su plantilla que tenganacceso a información delicada,escogiéndolos al azar, y para negardicho acceso a quienes se nieguen apasar el examen».[129] La propuestaelevada por el Departamento de Defensafue analizada en el Congreso Nacional yéste resolvió posponer lainstrumentación de estas medidas hastaabril de 1984, a la vez que requería a laOficina de Evaluación de Tecnología(Office of Technology Assessment,OTA) que preparase un informe sobrelas pruebas científicas existentes acercade la exactitud del polígrafo.[130] Dichoinforme fue publicado en noviembre de

1983, y en el momento de escribir estola Casa Blanca ha revisado ya supropuesta inicial sobre el uso delpolígrafo y el Congreso tratará el asuntodentro de una semana.

El informe de la OTA es undocumento extraordinario, que ofreceuna reseña completa e imparcial y unanálisis crítico de los datos sobre lavalidez científica de este tipo deexamen[131]. No fue fácil producirlo, yaque la cuestión es complicada y aundentro de la propia comunidad científicala legitimidad del procedimientopromueve encendidas pasiones. Un datoimportante es que el comité asesor que

supervisó el informe incluía a las figurasprotagonistas de la comunidad científicaen esta materia. Si bien algunas de laspersonas que conocían a esos rientíficospensaban que no serían capaces dellegar a un acuerdo en cuanto a lavalidez de un informe tal, así lohicieron. Las objeciones y divergenciashan sido triviales, aunque desde luegoalgunos han manifestado suinsatisfacción por el informe.

Fuera de la comunidad científica,algunos poligrafistas profesionalespiensan que el informe de la OTA esdemasiado negativo en lo tocante a laexactitud del test. También los expertos

del Departamento de Defensa sostienenlo mismo. En 1983, los jefes de lasDivisiones de Poligrafía del ejército, lamarina, la fuerza aérea y la NSApresentaron un informe auspiciado poreste último organismo, con el título de«Exactitud y utilidad de las pruebas delpolígrafo».[132] Los autores admitenhaber preparado dicho informe en treintadías y no haber consultado a ningúnmiembro de la comunidad científica,salvo uno que estaba a favor delprocedimiento. Tanto el informe de laNSA como el de la OTA (aunque esteúltimo es más cauteloso al respecto)concuerdan en indicar que los exámenes

con el polígrafo brindan resultadosmejores que al azar para detectarmentiras particularmente cuando seaplican a la investigación de episodioscriminales. Más adelante explicaré susdiscrepancias sobre la solidez de laspruebas correspondientes, así como lasque tienen en lo que atañe al uso delpolígrafo para tareas de contraespionajey para otorgar acreditaciones oficiales.

El informe de la OTA no ofreceninguna conclusión simple que pueda serfácilmente traducida en instrumentoslegales. Como es de prever, señala queel uso de este aparato (o de cualquierotra técnica para detectar mentiras)

dependen de la naturaleza de la mentira,del mentiroso y del cazador de mentiras(por más que en el informe no se utilicenestos términos). En el caso delpolígrafo, depende además del tipo decuestionario aplicado, de la habilidaddel examinador para preparar laspreguntas y de la forma en que seevalúan los gráficos obtenidos con elpolígrafo.

COMO OPERA EL POLÍGRAFO

E l Webster’s Dictionary define eltérmino «polígrafo» [polygraph] como«un instrumento para registrar las

marcas que producen varias pulsacionesdiferentes que actúan en formasimultánea; en términos generales,DETECTOR DE MENTIRAS». Laspulsaciones se registran mediante losmovimientos de unas agujas que marcansobre una tira móvil de papel graduado.Habitualmente se designa con estetérmino a! aparato destinado a medircambios en la actividad del sistemanervioso autónomo (SNA), aunque lasagujas del polígrafo pueden medir enrigor cualquier tipo de actividad.

En el capítulo 4 expliqué que laactividad del SNA (alteraciones en elritmo cardíaco, la presión arterial, la

conductividad y temperatura de la piel,etc.) son signos de activaciónemocional. Mencioné que algunas deestas alteraciones, como el aumento delritmo respiratorio, el sudor, el rubor y elenrojecimiento facial, puedenobservarse sin el polígrafo. El polígraforegistra estos cambios con másexactitud, detecta algunos que son tanmínimos que no pueden verse, y ciertasactividades del SNA (por ejemplo elritmo cardíaco) que directamente no sonvisibles. Lo hace amplificando señalesprocedentes de unos sensores que seadhieren a distintas partes del cuerpo.En la forma típica de usarlo, se le

aplican al sujeto cuatro sensores: entorno del pecho y el vientre se lecolocan fajas o tubos neumáticoscapaces de medir los cambios en elritmo y profundidad de la respiración;alrededor del bléep, un dispositivo paramedir la presión arterial; el cuartosensor mide cambios minúsculos en latranspiración de la piel, captados porelectrodos de metal pegados a losdedos.

Si bien el Webster’s Dictionary estáen lo cierto al decir que a veces alpolígrafo se lo llama «detector dementiras», esta afirmación es equívoca:el polígrafo no detecta las mentiras per

se. Todo sería mucho más simple sihubiera algún signo específico delmentir que no pudiera corresponder aninguna otra cosa; pero no lo hay. En lotocante al polígrafo se discute casi todo,pero hay algo en lo que coinciden todoslos que lo utilizan, y es que no midedirectamente las mentiras. Mideúnicamente los signos de activación delSNA, o sea, las alteraciones fisiológicasgeneradas principalmente por laactivación emocional del individuo.[133]

Y lo mismo hacen los indiciosconductuales del engaño. Recuérdeseque antes expliqué que ningunaexpresión facial, gesto o cambio en la

voz es un signo de mentira per se. Sólomarcan la presencia de una emoción ode una dificultad para pensar. A partirde esto puede inferirse que el sujeto hamentido si la emoción no se ajusta a suestrategia o si parece estar componiendouna estrategia. El polígrafo brinda unainformación menos precisa que losindicios conductuales respecto de laemoción específica suscitada. Unamicroexpresión facial puede revelar quealguien está enojado, temeroso, que sesiente culpable, etc.; el polígrafo sólonos dirá que siente alguna emoción, sinprecisarnos cuál.

Para detectar las mentiras, el

examinador compara la actividad queregistra el diagrama del polígrafocuando se le formula al sujeto lapregunta decisiva («¿Robó usted los 750dólares?») con la respuesta delsospechoso a otra pregunta que no sevincula con la cuestión («¿Hoy esmartes?», «¿En algún momento de suvida robó algo?»). Se identifica a unindividuo como culpable si el polígrafole detecta una mayor actividad ante lapregunta relevante que ante las otras.

El examen del polígrafo, al igual quelos indicios conductua les del engaño, esvulnerable a lo que he llamado el errorde Otelo. Recordemos que Otelo pasó

por alto que la reacción de Desdémonapodía obedecer al lógico temor de unaesposa cuyo marido no cree en suspalabras, y no a la angustia de unaadúltera al verse atrapada. No sólo losmentirosos pueden emocionarse,también los inocentes cuando saben quela sospecha recae sobre ellos. Unapersona puede tener alguna reacciónemocional si se ve sometida ainvestigación porque se ha cometido undelito, o si es interrogada sobre unaactividad suya que podría poner enpeligro la acreditación que necesita paramantener su empleo, o si se sospechaque le ha revelado a la prensa la

información contenida en un documentoconfidencial. El solo hecho de someter aalguien a la prueba del polígrafo puedebastar para provocarle temor, y éste seráparticularmente intenso si el sujeto tienemotivos para pensar que el examinador,y la policía en general, tienen algúnprejuicio contra él. Por lo demás, eltemor no es la única emoción que puedeentrar en juego, como he señalado en elcapítulo 3, tanto para el inocente comopara el culpable.

LA TÉCNICA DE LA PREGUNTA

DE CONTROL

Todos los que utilizan el polígrafo olo critican, reconocen la necesidad dereducir los errores de Otelo que con élse cometen, si bien discrepan en lotocante a la eficacia con que loscuestionarios empleados con elpolígrafo pueden disminuirlos oeliminarlos. Hay cuatro tipos deprocedimientos de indagaciónempleados con el polígrafo (y muchosmás si se tienen en cuenta algunas de lasvariantes de estos cuatro métodosprincipales). Aquí sólo nos ocuparemosde dos de ellos. El primero, la yamencionada «técnica de lo que conoceel culpable», se usa con frecuencia en el

interrogatorio de sospechosos de habercometido un crimen. En este caso, alsospechoso no se le formulanúnicamente preguntas relevantes conrespecto al delito cometido («¿Robóusted 750 dólares?») sino ademáspreguntas de control . Gran parte de lascontroversias sobre esta técnica derivande la falta de acuerdo sobre qué es loque estas preguntas controlanexactamente, y cuál es su eficacia.

Citaré la explicación que da elpsicólogo David Raskin, el principalcientífico que aboga por el empleo de latécnica de la pregunta de control en lainvestigación de crímenes:

«El examinador le dirá al sujeto:“Como se trata de un robo, necesitoformularle algunas preguntas generalessobre su persona en relación con elhábito de robar y sobre su honestidad.Tenemos que hacer esto para establecerqué clase de persona es usted y si puedeser el tipo de persona que robó esedinero y después mintió al respecto. Asípues, si le pregunto: «En sus primeros18 años de vida, ¿alguna vez tomó algoque no le perteneciera?», ¿cómoresponderá usted a esa pregunta?”».

«La forma en que se le plantea lapregunta al sujeto, así como la conductadel examinador, están destinadas a

ponerlo a la defensiva y a cohibirlo, demanera tal de que se sienta impulsado aresponder “No”. (…) Esteprocedimiento apunta a crear laposibilidad de que un sujeto inocenteexperimente mayor preocupación sobresu veracidad al responder a laspreguntas de control que al responder alas preguntas relevantes. Un sujetoculpable, en cambio, sentirá mayorpreocupación sobre sus respuestasengañosas a las preguntas relevantes, yaque son éstas las que representan unaamenaza más seria e inmediata para él.Sin embargo, el inocente sabe que estárespondiendo en forma veraz a las

preguntas relevantes, y le inquieta másmostrarse equívoco o dubitativo en suveracidad al responder a las preguntasde control».[134]

El critico principal de esta pruebade la pregunta de control es DavidLykken, precisamente el psicólogo quepropugna el test de lo que conoce elculpable, expuesto al final del capítuloanterior, (A su vez, Raskin ha criticadola técnica de lo que conoce el culpable.)En un reciente libro sobre el uso delpolígrafo, Lykken escribe: «Para que latécnica de la pregunta de control operecomo dicen sus propugnadores, espreciso convencer a cada sujeto de que

el test es casi infalible fio cual no escierto) y de que si sus respuestas antelas preguntas de control son muyllamativas correrá peligro (lo cierto eslo contrario). No es admisible suponerque todos los poligrafistas seráncapaces de convencer a todos lossujetos de estas dos proposicionesfalsas».[135]

Lykken acierta al afirmar que estasdos proposiciones, sobre las cuales lossujetos deben estar convencidos, sonambas falsas: nadie entre los queutilizan el polígrafo, ni siquiera sus mástenaces defensores, piensa que éste esinfalible; por cierto que el polígrafo se

equivoca, pero probablemente Lykkentenga razón al decir que el sospechosono debe saberlo. [136] Sí un inocentesospecha que el aparato es falible, talvez cuando le tomen el examen tengatemor de ser juzgado por una técnicadefectuosa. Un individuo desconfiado ytemeroso no presentará quizá ningunadiferencia en sus respuestas a laspreguntas de control y de las relevantes,y si cualquiera sea la pregunta muestrauna reacción emocional, el operador delpolígrafo no podrá inferir si es culpableo inocente. Peor aún, un inocente queconsidera falible al polígrafo quizámuestre mayor temor cuando se le

formulan las preguntas relevantes, y ental caso la prueba daría como resultadoque es culpable.[137]

La segunda proposición —querespuestas muy llamativas ante laspreguntas de control pondrán al sujetoen peligro— es también falsa, como losaben muy bien todos los operadores delpolígrafo. Más bien lo opuesto es loverdadero: si el sujeto reacciona enmayor medida ante una pregunta decontrol («En sus primeros 18 años devida, ¿alguna vez tomó algo que no leperteneciera?») que ante una preguntarelevante («¿Robó usted los 750dólares?») queda fuera de peligro y se

juzgará que no miente, que no esresponsable del delito. Se supone que elladrón, y no el inocente, será mássensible ante la pregunta concreta sobrelos 750 dólares.

Para que el examen del polígrafocumpla su cometido, la pregunta decontrol debe producir en el individuoinocente una reacción emocional por lomenos igual, si no mayor, que lapregunta relevante sobre el delito encuestión. Se confía en lograr que elinocente se inquiete por la pregunta decontrol en mayor medida que por lapregunta relevante, haciéndole creer quesu respuesta a la primera importa e

influirá en la forma en que se lo juzgue.Por ejemplo, el poligrafista parte de labase de que casi todas las personas hantomado en alguna oportunidad, antes delos dieciocho años, algo que no lespertenecía. De ordinario, algunosindividuos admitirán haber cometido unapequeña falta de ese cariz, pero nodurante el examen del polígrafo, ya queen esas circunstancias el examinadorhabrá llevado al inocente a suponer quesi admitiera una falta como esa podríademostrar que es el tipo de sujeto capazde robar 750 dólares. El poligrafistaquiere que el inocente mienta en lapregunta de control, o sea, que niegue

haber tomado jamás algo que no erasuyo. El examinador supone que alinocente lo perturbará la posibilidad dementir, y eso quedará registrado en eldiagrama del polígrafo. Cuando se leformule la pregunta relevante («¿Robóusted los 750 dólares?»), responderáverazmente que no. Como no estarámintiendo, no habrá en él ningunareacción emotiva, al menos ninguna tanintensa como al mentir en la pregunta decontrol, y por ende el gráfico noregistrará mucha actividad del SNA.También el ladrón dirá que no cuando sele formule esa pregunta, pero estamentira lo hará reaccionar

emocionalmente mucho más que la dichaante la pregunta de control. Así pues, lalógica inherente a todo esto es que eldiagrama poligráfico del inocentemostrará más reacción emocional ante lapregunta «¿Alguna vez tomó algo que nole perteneciera?» que ante la pregunta«¿Robó usted los 750 dólares?»; sólo elculpable tendrá una reacción emocionalmás intensa ante la segunda de estaspreguntas.

La técnica de la pregunta de controlúnicamente elimina el error de Otelo siel inocente muestra una mayor reacciónemocional ante la pregunta de controlque ante la relevante; de otro modo, lo

que se produce es un error deincredulidad. Veamos qué factorespodrían dar origen a un tal error. ¿Quépodría llevar a un inocente a mostrarmás emoción ante la pregunta relevante(«¿Robó usted los 750 dólares?») queante la pregunta de control («En susprimeros 18 años de vida, ¿alguna veztomó algo que no le perteneciera?»).[138]

Deben cumplirse dos requisitos, unointelectual y el otro emocional, Desde elpunto de vista intelectual, el sospechosodebe reconocer que las dos preguntasdifieren entre sí, por más que elpoligrafista se empeñe en disimular esadiferencia. El inocente quizá sólo repare

en que la pregunta sobre los 750 dólaresestá referida a un suceso más recienteconcreto; o tal vez presienta que lapregunta relevante es más amenazadora,versa sobre algo que podría acarrear uncastigo, en tanto que la o las preguntasde control se ocupan de asuntos de ipasado, que ya no están sujetos acastigo.[139]

El polígrafo podría funcionar bien siel inocente no mostrase una mayorreacción emocional cuando se leformula la pregunta relevante relativa aldelito; veamos ahora algunas de lasrazones por las cuales con ciertaspersonas inocentes sucede lo contrario,

reaccionan más ante la preguntarelevante que ante la pregunta decontrol, y se las juzga culpables:

1.La policía es falible. No a todoslos que han cometido un delito concretose los somete a un examen con elpolígrafo. El inocente a quien se le pideque lo haga sabe que la policía hacometido un error en su caso —un errorgrave, que tal vez ya haya dañado sureputación— al sospechar de él. Aunquedio una buena explicación de losmotivos por los cuales no pudo habercometido el crimen o las razones quellevarían a suponer que jamás podríacometerlo, no le creyeron. Tal vez este

individuo considere la prueba como unabienvenida oportunidad para probar suinocencia, pero también podría temerque aquellos que se equivocaron alsospechar de él, pueden volver aequivocarse. Si los métodos policialesson tan falibles como para quesospecharan de él, no hay que descartarque el test del polígrafo sea igualmentefalible.

2.La policía es injusta. Aun antes deque se sospeche de ella, una personapuede sentir desconfianza y antipatíaante los funcionarios policiales. Si elsospechoso pertenece a un grupo étnicominoritario que no es bien tratado por la

policía, o forma parte de una subculturaen la que es común desconfiar de lapolicía o menospreciarla, es probableque presuma con temor que elfuncionario que lo someterá al examendel polígrafo puede equivocarse en susjuicios sobre él.

3.Los aparatos son falibles. Porsupuesto, a algunos les pareceráperfectamente lógico que la policía losinvestigue por un delito que nocometieron, pero aun en este caso tai vezdesconfíen del polígrafo como aparatotécnico. Tal vez esa persona desconfíede la tecnología en general, o quizáshaya leído muchos artículos en revistas

o haya visto programas de televisión enlos que se criticaba el polígrafo y suempleo.

4.El sospechoso es una personatemerosa, resentida y llena desentimientos de culpa. Un individuo decarácter temeroso o que se sienteculpable ante todo podrá reaccionar másfrente a las preguntas más concretas,recientes y amenazadoras, y lo mismo unresentido, sobre todo si lo que más leirritan son las figuras de autoridad.Cualquiera de estas emociones dejaráhuellas en el polígrafo.

5.Aunque el sospechoso seainocente, de todos modos manifiesta

una reacción emocional ante lossucesos vinculados al crimen. No sólolos culpables evidenciarán una mayorreacción emocional ante la preguntarelevante que ante la pregunta decontrol. Supongamos que un individuo,sospechoso de haber dado muerte a uncompañero suyo de trabajo, le tenía granenvidia a éste por los progresos quehabía hecho en el empleo. Ahora que surival está muerto, quizá sientaremordimiento por su envidia, o ciertodeleite por haberle «ganado lacompetencia» al otro, o sentimientos deculpa por ese mismo deleite, etc. O biensupongamos que lo perturbó muchísimo

toparse con el cuerpo ensangrentado ymutilado de la víctima. Cuando se leinterroga sobre el asesinato, el recuerdode la escena reaviva sus penosossentimientos, pero es demasiado«macho» como para revelar suextremada sensibilidad. Tal vez nisiquiera advierta sus propiossentimientos. El examen del polígrafomostraría que miente, y de hecho loestaría haciendo, aunque en realidad loque oculta no es el asesinato de sucompañero sino sus poco cortesessentimientos hacia éste o su temor de noparecer bien «macho». En el próximocapítulo analizaré un caso de esta

índole, en el que un inocente no pasó laprueba del polígrafo y fue acusado deasesinato.

Quienes propugnan el uso de latécnica de la pregunta de control en lasinvestigaciones de hechos criminalesreconocen la existencia de estas fuentesde error, pero afirman que rara vez sepresentan. Por su parte, les críticos dedicho procedimiento aducen que un granporcentaje de inocentes (las críticas másdrásticas sostienen que ese porcentajellega al 50 %) evidencia una mayorreacción emocional ante la preguntarelevante que ante la pregunta decontrol. En tal caso, el polígrafo falla,

sobreviene un error de Otelo y no se lecree a la persona veraz.

LA TÉCNICA DE LO QUE

CONOCE EL CULPABLE

La técnica de lo que conoce elculpable, que hemos descrito en elúltimo capítulo, presuntamente reducelas posibilidades de cometer taleserrores de incredulidad. Para aplicarla,el cazador de mentiras debe contar coninformación sobre el crimen queúnicamente el culpable tiene.Imaginemos que se ha cometido un roboen una empresa y sólo el dueño de ésta,

el ladrón y el poligrafista saben conexactitud cuál es la suma robada, y quelos billetes robados eran todos de 50dólares. Con la técnica de lo que conoceel culpable, se le preguntaría a unsospechoso: «Si usted robó el dinero dela caja registradora, sabrá cuánto es losustraído. ¿La suma robada es de 150dólares, 350, 550, 750, 950?». Y luego:«El dinero robado eran un conjunto debilletes todos de igual valor; si fue ustedel que lo sustrajo, sabrá de cuánto eranlos billetes. ¿Eran de 5 dólares, de 10,de 20, de 50, de 100?»

En una comunicación personal,Lykken me manifestó lo siguiente: «Un

inocente sólo tendría una probabilidadentre cinco de reaccionar másintensamente ante el valor correcto enuna de estas preguntas, una entreveinticinco de reaccionar másintensamente en las dos preguntas, y sólouna entre diez millones de reaccionarmás intensamente ante la preguntacorrecta si se formulasen diez preguntassobre el crimen en vez de dos».[140] Y enotro lugar sostuvo que la importantediferencia psicológica entre elsospechoso culpable y el inocente esque aquél estuvo presente en la escenadel crimen, sabe lo que entonces ocurrióy en su mente hay imágenes que no

existen en la del inocente. (…) A raíz deeste saber, el culpable reconocerá apersonas, objetos y sucesos vinculadoscon el crimen (…) y este reconocimientoobrará en él como un estímulo que lohará reaccionar emocionalmente…»[141].

Una de las limitaciones de Ja técnicade lo que conoce el culpable es que nosiempre se puede emplear, ni aun eninvestigaciones criminales. Lainformación sobre el crimen puedehaber tenido tal difusión que no sólo elculpable sino también el inocenteconocen todos los hechos. Aunque aveces no los revelan Jos periódicos, síJo hacen Jos propios policías a menudo

en sus interrogatorios. Por otra parte,ciertos delitos no se presentan tantocomo otros al uso de esta técnica. Seríadifícil, por ejemplo, si una persona queadmitió haber cometido un asesinatoestá mintiendo cuando sostiene que fueen defensa propia. Y a veces un inocentepresenció el crimen y conoce tanto comola policía sobre sus pormenores.

Raskin, el propugnador de la técnicade la pregunta de control, afirma que latécnica de lo que conoce el culpable dalugar a un mayor número de errores decredulidad: «Debe presumirse que quienperpetró el crimen conoce los detallesque se mencionan en las preguntas

formuladas. Si el criminal no prestósuficiente atención a tales detalles, notuvo oportunidad de observarlos oestaba ebrio en el momento del delito,no sería apropiado someterlo a unaprueba sobre la información queoculta». [142]

Tampoco es útil la técnica de lo queconoce el culpable si el sospechoso esuno de esos individuos que no presentanen forma notoria las reacciones delsistema nervioso autónomo medidas porel polígrafo. Como vimos en el últimocapítulo respecto de los indiciosconductuales del engaño, hay grandesdiferencias individuales en materia de

conducta emocional. Ningún signo deactivación emocional es del todoconfiable, ni hay indicios presentes entodos los sujetos. Ya sea que se examinela expresión facial, la voz, los gestos, elritmo cardíaco o respiratorio, en algunaspersonas estos signos no indican nada.Antes subrayé que la ausencia de undesliz verbal o emblemático no pruebaque un sospechoso esté diciendo laverdad. Análogamente, la ausencia delos signos de actividad del SNA quehabitualmente mide el polígrafo noprueba, en todos los casos, que lapersona en cuestión no se hayaemocionado. Si se aplica la técnica de

lo que conoce el culpable, los resultadosno serán concluyentes para aquellaspersonas que no presentan muchaactividad del SNA cuando seemocionan, Lykken sostiene que estorara vez sucede; pero se han efectuadomuy pocos estudios para saber con quéfrecuencia ocurre entre los sospechososde haber cometido un crimen, de serespías, etc. Las personas con escasaactividad del SNA tampoco permitiránobtener resultados concluyentes en latécnica de la pregunta de control, ya quesus respuestas ante la pregunta relevantey ante la pregunta de control nomostrarán diferencias.

Las drogas pueden suprimir laactividad del SNA y por lo tanto surtirefectos que resten eficacia al polígrafo,ya sea que se emplee el test de lo queconoce el culpable o de la pregunta decontrol. Más adelante, al sintetizar laspruebas existentes hasta la fecha,examinaré esta cuestión, así como laposibilidad de que un psicópata seacapaz de eludir la eficacia de cualquierade estas dos pruebas.

El informe ya citado de la OTA, quesometió a un examen crítico todas laspruebas disponibles, llegó a laconclusión de que ambas técnicas deinterrogatorio son vulnerables a los

errores que les objetan sus críticos. Latécnica de lo que conoce el culpablesuele dar lugar a más errores decredulidad, en tanto que la técnica de lapregunta de control produce más erroresde incredulidad. No obstante, inclusoestas conclusiones fueron impugnadaspor algunos poligrafistas einvestigadores. Persisten lasambigüedades, en parte porque se hanrealizado pocos estudios[143], en partepor la dificultad de plantear estudiascapaces de evaluar bien la exactitud delpolígrafo. A casi todos los estudiosefectuados hasta hoy se le puedenencontrar defectos. Un problema

decisivo es el de establecer la llamadaverdad básica, o sea, alguna manera desaber, independientemente del polígrafo,si alguien miente o dice la verdad. Amenos que el investigador conozca dichaverdad básica (quién ha mentido y quiénha dicho la verdad), no tendrá cómoevaluar la precisión del aparato.

ESTUDIOS SOBRE LA

PRECISION DEL POLIGRAFO

Los enfoques con que se haabordado el estudio de la presición delpolígrafo difieren entre sí por el gradode certeza que ofrecen respecto de la

verdad básica. En los estudios de campose examinan episodios de la vida real,mientras que en los analógicos seexamina una situación, por lo comúnexperimental, que el propio investigadorha diseñado. Estos dos tipos de estudiospresentan ventajas y defectos que secorresponden entre sí. En los estudiosde campo, a los sospechososefectivamente les preocupa el resultadode la prueba con el polígrafo y por endees probable que surjan en ellosemociones intensas. Otra virtud de estosestudios es que son examinadosindividuos de los que realmente sesospecha, y no estudiantes universitarios

que se ofrecen para un experimento. Elfallo reside en la ambigüedad que existerespecto de la verdad básica. Por elcontrario, en el caso de los estudiosanalógicos la principal ventaja esjustamente la certeza que puede lograrsesobre la verdad básica: es fácilconocerla, ya que el propio investigadordetermina quién ha de mentir y quiéndirá la verdad. El defecto de losestudios analógicos es la pocaprobabilidad de que susciten las mismasemociones que los otros, ya que por locomún lo que está en juego para los«sospechosos» es poco o nada. Además,los sujetos seleccionados para la prueba

pueden no guardar semejanza con el tipode personas que más a menudo sonsometidas al test del polígrafo.

ESTUDIOS DE CAMPO

Veamos ante todo por qué cuestatanto establecer un criterio de verdadbásica en los estudios de campo. Enellos, los sospechosos de un crimen sonsometidos a la prueba del polígrafo nocon fines de investigación científica sinocomo parte de los procedimientospoliciales tendentes a encontrar alculpable. Más tarde se dispondrá deinformación sobre si confesaron su

culpabilidad o demostraron suinocencia, o se sabrá si fueron retiradoslos cargos que se les hicieron. Pareceríaque contando con toda esa informaciónsería sencillo establecer la verdadbásica, pero no es así. Citemos elinforme de la OTA:

En un caso judicial puede denegarsela demanda por falta de pruebas más quepor la inocencia del acusado. Cuando unjurado absuelve a un reo, no es posibledeterminar en qué medida lo considerarealmente inocente y en qué medidaestima que no se habían reunido pruebassuficientes que satisficieran la norma dedeclarar a alguien «culpable más allá de

toda duda razonable». Muchos alegatosde culpabilidad son en el fondoconfesiones de culpabilidad en otrosdelitos (de menor trascendencia); comoseñala Raskin, es difícil interpretar elsignificado de tales alegatos respecto dela culpa del sujeto en aquellascuestiones de las que se lo acusóoriginalmente. ES resultado es que apartir de los datos proporcionados porel sistema de Injusticia penal, losexámenes practicados con el polígrafoparecerían incurrir en gran número de[errores de incredulidad] en el caso delas absoluciones, o de [errores decredulidad] en el caso de las

denegaciones de la demanda. [144]

Se dirá tal vez que todos estosproblemas podrían resolverse si ungrupo de expertos repasara las pruebas yllegase a una decisión sobre la culpa oinocencia del reo; pero esteprocedimiento presenta dos grandesdificultades: los expertos no siempreconcuerdan entre sí, y cuando lo hacenno hay modo de saber con certeza si seequivocan o no. Ni siquiera lasconfesiones están libres de problemas:hay algunos inocentes que confiesanfalsamente su culpa, y aun cuando laconfesión sea válida, ella sólo ofreceuna verdad básica sobre una pequeña

proporción (poco representativa quizá)de los individuos a los que sueleadministrarse la prueba del polígrafo. Elfallo de casi todos los estudios decampo es que el universo del cual seseleccionaron los casos no quedaidentificado.

ESTUDIOS ANALÓGICOS

No son menores, sino sólodiferentes, las dificultades que presentanlos estudios analógicos. Aquí haycerteza sobre la verdad básica: elinvestigador encomienda a algunossujetos «cometer el crimen» y a otros

no; lo incierto es si un crimen simuladopuede en alguna circunstancia sertomado seriamente por los sujetos comosi fuera real. Los investigadores trataronde motivarlos ofreciéndoles unarecompensa en caso de no serdetectados al administrárseles el test delpolígrafo, y, ocasionalmente,amenazándolos con algún castigo encaso de ser detectados; sin embargo, pormotivos éticos, estos castigos sólopueden ser de poca monta (v. gr., no seles adjudica ninguna calificaciónpositiva adicional por su participaciónen el experimento). Casi todos los queemplearon la técnica de la pregunta de

control utilizaron una versión de crimensimulado diseñada por Raskin:

La mitad de los sujetos recibieronuna grabación magnetofónica en la quesimplemente se les comentaba que habíasido robado un anillo de una oficina deledificio, y que se les aplicaría unaparato detector de mentiras paraestablecer si, al negar su participaciónen ese robo, decían o no la verdad. Seles aclaraba que en caso de que el testrevelase su veracidad, recibirían unarecompensa monetaria sustancial enforma de bonificación, A la otra mitadde los sujetos se les dieron instruccionesde cómo debían cometer el delito. (…)

Tenían que ir a una oficina de otro piso,lograr con alguna excusa que lasecretaria saliese de la habitación,entrar en ella cuando la secretaria noestuviera y buscar en su escritorio unacaja en la que se había puesto el anillo;debían tomarlo, ocultarlo entre sus ropasy volver al laboratorio para someterseal test del polígrafo. Se les advirtió queno tenían que revelar a nadie queestaban participando en un experimento,y que debían tener preparada unacoartada por si alguien los sorprendía enla oficina de la secretaria. También seles encomendó no divulgar ningúndetalle del «delito» al poligrafista, ya

que entonces éste sabría que eran losculpables de dicho «delito» y no se lesentregaría el dinero que normalmente lescorrespondía ganar ni tendrían acceso ala bonificación (10 dólares).[145]

Si bien este diseño constituye unadecidida tentativa de dotar a laexperiencia de un parecido con lasituación de delito real, la cuestión es sisuscita emociones vinculadas al mentir.Dado que el polígrafo mide la actividademocional, un delito simulado sólo nospermitirá inferir la exactitud del aparatosi suscita las mismas emociones que uncrimen real, y con igual intensidad. En elcapítulo 3 mencioné tres clases de

emociones que pueden surgir en alguienque miente, y expliqué qué es lo quedetermina la intensidad de cada una deellas. Veamos si existe la posibilidad deque en un crimen simulado se sientanestas emociones.

Recelo a ser detectado. Lo que estáen juego es el elemento determinante delgrado de temor de un sospechoso a seratrapado. En el capítulo 3 sugerí que elrecelo a ser detectado será tanto mayorcuanto mayor sea la recompensa por eléxito del engaño y mayor el castigo porsu fracaso; y de estos dos factores, laseveridad del castigo es probablementemás importante. La severidad del

castigo influirá tanto en el temor delveraz a que lo juzguen equivocadamente,como en el temor del mentiroso a que loidentifiquen: ambos sufrirían igualconsecuencia. En los delitos simulados,la recompensa es pequeña y no haycastigos; por lo tanto, ni los veraces nilos mentirosos sentirán recelo a serdetectados. Tal vez les preocupe aalgunos sujetos hacer bien lo que se lespaga por hacer, pero sin duda estesentimiento es mucho más débil que eltemor de un inocente o de un culpable enla investigación de un crimen auténtico.

Sentimiento de culpa por engañar.El sentimiento de culpa por engañar es

mayor cuando el mentiroso y eldestinatario tienen valores en común(como deberían ser el caso de losdelitos simulados), pero se reduce simentir está autorizado, o es solicitado ogoza de aprobación para el desempeñode la propia tarea. En los delitossimulados se le pide al sujeto quemienta, y aun se le dice que de ese modoestará haciendo una contribución a laciencia. En ellos, los mentirosos no hande sentir mucha culpa por su engaño.

Deleite por embaucar. La excitacióndel desafío, el placer de impresionar alos demás, se sienten con más intensidadsi el destinatario de la mentira tiene

fama de ser «duro de pelar». Engañar alpolígrafo también puede representar undesafío de esa índole, y este sentimientodebe ser particularmente intenso si noestá acompañado de otras emocionesque lo diluyan (temor o culpa)[146]. Sóloel mentiroso, no el veraz, sentirá estedeleite.

El análisis anterior nos indica quelos crímenes simulados solamentepueden generar una de las tresemociones que puede sentir elsospechoso de un delito real: el deleitepor embaucar. Por otra parte, dichaemoción sólo será experimentada porlos mentirosos, no por los sinceros.

Como lo probable es que sólo losmentirosos se emocionen en estascircunstancias, la detección será sencilla—más sencilla, creo, que en el crimenreal típico, cuando el individuo verazpuede experimentar algunos de losmismos sentimientos que el mentiroso—. De acuerdo con este razonamiento,en las investigaciones con delitossimulados se sobrestimará la exactituddel polígrafo.

ESTUDIOS HÍBRIDOS

Hay un tercer enfoque deinvestigación que procura evitar los

fallos de los estudios de campo yanalógicos combinando las ventajas queunos y otros ofrecen. En estos estudioshíbridos, el investigador dispone lascosas de tal modo que pueda suceder undelito real. No hay dudas sobre laverdad básica, como ocurre en losestudios analógicos, y hay mucho enjuego tanto para el mentiroso como parael veraz, al igual que en los estudios decampo

En una tesis doctoral publicada porNetzer Daie, miembro de la unidadespecializada para los interrogatorioscientíficos de la policía israelí enJerusalén, se refiere un caso en que el

engaño fue «… auténtico, y emprendidoa sabiendas más que simulado; lossujetos pensaban que el interrogadordesconocía quién había cometido eldelito, y (…) estaban genuinamentepreocupados por el resultado de laprueba del polígrafo; (…) el poligrafistaignoraba la proporción de culpables yde inocentes en la muestra».[147] Lossujetos de la investigación fueronveintiún policías israelíes a quienes sesometió a una prueba escrita colectiva«que les fue presentada como un examende aptitudes necesario; se les pidió quecada uno calificase su prueba, lo cualles daba una oportunidad para que

revisaran sus respuestas iniciales eintrodujeran modificacionesfraudulentas. Las planillas con lasrespuestas eran luego sometidas a untratamiento químico que permitíadetectar quiénes habían cometido fraude.De los veintiún sujetos, sietemodificaron sus respuestas primitivas.Más tarde, se les dijo a todos que sesospechaba que algunos habían hechotrampa y se les dio la posibilidad desometerse a un examen poligráfico,diciéndoles que su carrera futuradependía del resultado de esaprueba».[148]

Permitir que los policías se negasen

a someterse al test del polígrafo fuerealista, ya que en las investigaciones dedelitos estos exámenes son siemprevoluntarios, nunca se imponen al sujeto.De los siete tramposos, tres confesaron;otro tramposo y dos inocentes senegaron a hacer el test del polígrafo, yun tercer tramposo no se presentó.[149]

Así pues, en total sólo catorce de losveintiún policías originales sesometieron al test del polígrafo: dostramposos y doce inocentes. Se empleóla técnica de la pregunta de control, ypudo detectarse con precisión a los dosengañadores; pero también a dos de losdoce inocentes se los juzgó,

equivocadamente, culpables.Dada la escasa cantidad de

participantes en este experimento, no esposible extraer de él ninguna conclusión;pero estos estudios híbridos pueden sermuy útiles, aunque plantean losproblemas éticos propios de incitar alengaño y el fraude. Los investigadoresisraelíes consideran que esto estájustificado, por la importancia que tienecontar con una adecuada evaluación delpolígrafo. «Miles de personas soninterrogadas anualmente con el polígrafo—sostienen— y basándose en esaspruebas se toman importantesdecisiones; sin embargo, se desconoce

aún la validez de estaherramienta…»[150] Tal vez esté másjustificado aprovechar para estosestudios a los policías, ya que elloscorren riesgos particulares como partedel desempeño diario de sus tareas yestán específicamente involucrados en eluso o mal uso que se haga del polígrafo.La virtud de este enfoque híbrido es quees real: es un hecho comprobado quealgunos policías cometen fraudes en laspruebas escritas. «Una investigaciónultrasecreta llevada a cabo por altosfuncionarios del FBI determinó quevarios centenares de sus empleadoshabían cometido numerosos fraudes en

exámenes destinados a cubrir vacantesen ciertos cargos especiales muycodiciados.»[151] El experimento híbridollevado a cabo en Israel no fue un juego;no se trató del mero desafío a engañar alexperimentador. El temor de seratrapado era grande, pues estaba enjuego la reputación {sino la carreraprofesional), y al menos unos cuantostienen que haber sentido además culpapor mentir.

HALLAZGOS DE LASINVESTIGACIONES

Se han llevado a cabo diez estudios

de campo y catorce estudios analógicoscon la técnica de la pregunta de control,y otros seis estudios analógicos con latécnica de lo que conoce el culpable,todos los cuales cumplen con las normasmínimas de los trabajos científicos.[152]

El diagrama que presentamos acontinuación, basado en tales estudios,muestra por cierto que el polígrafo eseficaz, que atrapa a los mentirosos lamayoría de las veces, pero tambiénmuestra que comete errores. La cantidady el tipo de esos errores depende de queel estudio sea de campo o analógico, deque se haya usado la técnica de lapregunta de control o la de lo que

conoce el culpable, así como de lospormenores de cada estudio. Hayalgunos hallazgos generales:

[153]

1.Los estudios de campo son másprecisos que los analógicos. Variosfactores pueden intervenir en esto. Enlos estudios de campo se suscita unmayor grado de emocionalidad, lossospechosos tienen un menor nivel deinstrucción, hay menos certidumbresobre la verdad básica y a menudo sobrela representatividad de los casosescogidos para el estudio.

2.Hay una gran cantidad de erroresde incredulidad, excepto cuando seemplea la técnica de lo que conoce elculpable en un estudio analógico. Esindispensable llevar a cabo másinvestigaciones (en especial estudios de

campo o híbridos) con la técnica de loque conoce el culpable.

3.También es grande la cantidad deerrores de credulidad, sobre todocuando se usa la técnica de lo queconoce el culpable.

Si bien Raskin tiene elconvencimiento de que las cifras queaparecen en esta figura subestiman laprecisión del polígrafo y Lykken piensaque la sobrestiman, ninguno de ellos hamanifestado su discrepancia respecto delos tres puntos anteriores, aunque sigueen pie su falta de acuerdo sobre variascuestiones decisivas en cuanto al gradode confianza que puede depositarse en

los resultados del test del polígrafo.¿Son los psicópatas más hábiles que elresto para eludir la detección medianteel polígrafo? Las pruebas existentessobre la técnica de la pregunta decontrol son contradictorias. Lykkenpiensa que se podrían detectar con latécnica de lo que conoce el culpable,razonando que aunque no manifestasenningún temor a ser atrapados o (lo queyo llamo) deleite por embaucar, elsimple hecho de reconocer la respuestacorrecta entre los ítems del testproducirá alteraciones en el sistemanervioso autónomo. Pero hasta ahora nose ha realizado ninguna investigación

para determinar si el examen poligráficocon la técnica de lo que conoce elculpable funciona en el caso de unpsicópata. Se precisan más estudios conpsicópatas y también estudios queprocuren identificar otras clases deindividuos cuya reacción en losexámenes con el polígrafo es mínima.

¿Pueden tener éxito las medidascontrarrestantes o intentos deliberadosde los mentirosos para evitar serdetectados? Nuevamente, sólo nuevasinvestigaciones podrán resolver loshallazgos hasta ahora contradictorios.Pienso que sería sensato admitir que unnúmero desconocido de mentirosos

lograrán eludir que los atrapen alamparo de dichas medidascontrarrestantes. Esto sería factible sipudieran dedicarse varios meses aentrenar al mentiroso en la aplicación detales medidas, empleando una tecnologíasofisticada. Nadie sabe si actualmentese les da este entrenamiento a los espías,aunque a mi juicio sería ilógico suponerque esto no se hace. Corren rumores deque en un país del bloque del Este existeuna escuela donde se imparte esteparticular adiestramiento, y se enseña alos agentes secretos a derrotar alpolígrafo. Aparentemente esto fue ío quereveló la confesión de un agente de la

KGB que no había aprendido del todo lalección.

El párrafo de las conclusiones delinforme de la OTA declara que lasinvestigaciones sobre el polígrafo dancierta evidencia de la validez de estaspruebas como agregados a lasinvestigaciones criminales típicas deincidentes concretos»[154]. Creo posibleavanzar un poco más allá de estacautelosa conclusión sin por ello perderel consenso de los principalesprotagonistas.

Debe otorgarse mayor peso a losresultados de una prueba que sugiereque el sospechoso es veraz, y menor

peso a los que sugieren que elsospechoso miente. Si no hay pruebascontundentes en contrario, lasinvestigaciones deberían desestimar loscargos contra un sospechoso al que laprueba señala como veraz. Raskin yotros indican esto, en particular, cuandose emplea la técnica de la pregunta decontrol, ya que con ella son pocos loserrores de credulidad que se cometen.Lykken, en cambio, piensa que esatécnica no tiene ninguna utilidad y quesólo la técnica de lo que conoce elculpable es prometedora para lainvestigación de delitos.

Si la prueba del polígrafo sugiere

que un sospechoso miente, no debeconsiderársela «como base suficientepara declararlo culpable, ni siquierapara proseguir la causa judicial contraél (…) un examen poligráfico quesugiera engaño sólo debe servir paraproseguir la investigación deldelito…»[155]. Lykken manifiesta suacuerdo con esta cita de Raskin, perosólo si se la aplica a la técnica de lo queconoce el culpable.

En el capítulo 8 explicaré quéentiendo yo por verificación de lamentira, y en el «Apéndice» (cuadro 4)enumero 38 preguntas que puedenformularse sobre cualquier clase de

mentira a fin de evaluar la probabilidadde detectarlo ya sea mediante elpolígrafo o mediante los indiciosconductuales. Uno de los ejemplos quedoy de verificación de la mentiraconsiste en una minuciosa elucidaciónde un test poligráfico de un sospechosode asesinato. Este ejemplo brinda unanueva oportunidad de reconsiderar hastaqué punto es dable utilizar dicho test enuna investigación criminal. Pasemosahora a considerar otros usos delpolígrafo, en torno de los cuales giragran parte de la polémica actual.

UTILIZACIÓN DEL POLIGRAFO

EN LA SELECCION DE

PERSONAL EN GENERAL

Tanto el informe de la OTA comoRaskin y Lykken concuerdan en rechazarla aplicación del polígrafo en laselección de personal, pero por otrolado muchos empresarios y poligrafistasprofesionales, así como algunosfuncionarios del gobierno (en particularlos pertenecientes a organismos deseguridad) se inclinan por su uso. Sibien el examen de candidatos a unpuesto constituye la aplicación máshabitual del polígrafo, no se han

efectuado estudios científicos quepermitan determinar con qué exactituddetecta el aparato quiénes son los quemienten en cuestiones tales queimpedirían su contratación si el hecho sesupiera. No es difícil ver por qué. Enlos estudios de campo no sería sencilloestablecer la verdad básica. Podríamedírsela a partir de un estudio en quetodos los candidatos fuesen contratados,con independencia de los resultados queobtuvieran en el polígrafo, para luegovigilarlos en el desempeño de su labor ydeterminar sí alguno de ellos comete unhurto o alguna otra transgresión. Otramanera de establecer la verdad básica

sería investigar cuidadosamente lahistoria laboral de los sujetos para verquién ha mentido respecto de susantecedentes. Pero hacer esto de formacabal, de modo que sean muy pocos loserrores, sería muy oneroso. Sólo sellevaron a cabo dos estudios analógicos,según uno de los cuales el polígrafo eramuy preciso y según el otro no; peroexisten demasiadas discrepancias entreambos, y, en cada uno de ellos, haydificultades para llevar a algunaconclusión.[156]

La exactitud del polígrafo para laselección del personal no puedeestimarse presumiendo que sería la

misma que en loe estudios sobreepisodios criminales (véase la figuraanterior). Los sujetos examinadospueden ser muy distintos, como tambiénlos examinadores y las técnicas deexamen que éstos emplean. En el casode la selección de personal, el candidatotiene que someterse al test para obtenerel empleo, en tanto que los sospechososde haber cometido un delito tienen laopción de no hacer el test sin que esanegativa se utilice en su contra. Raskinafirma que aplicado a la selección depersonal el examen del polígrafo «… escoactivo y probablemente origine unresentimiento que podría interferir en

alto grado en la precisión delexamen».[157] Por otra parte, también loque está en juego en uno y otro caso esmuy diferente: el castigo si uno esatrapado por el polígrafo será muchomenor en la selección de personal queen los procedimientos policiales. Y alser menor lo que está en juego, losmentirosos tendrán menos recelo a serdetectados y será más arduodescubrirlos. En cambio los inocentesque tienen máximo interés en sercontratados pueden sentir temor de quelos juzgue erróneamente, y ese mismotemor llevará a que de hecho el juiciosobre ellos sea erróneo.

Frente a estos argumentos en contradel uso del polígrafo, quienes lodefienden sostienen que lo cierto es queresulta eficaz, ya que muchoscandidatos, después de someterse al test,admiten ciertas cosas que los perjudicany que no habían reconocido antes de laprueba. Esta es una argumentaciónbasada en la utilidad del aparato: nadaimporta si el polígrafo sirve o no paradetectar con precisión a los mentirosos,puesto que permite evitar la contrataciónde los candidatos indeseables. Lykkensostiene que estos argumentos en favorde la utilidad de la prueba tal vez nosean válidos:[158] los informes sobre las

admisiones perjudiciales puedensobrestimar su número real, y quizásalgunas de ellas sean falsas confesionesefectuadas bajo presión. Por otro lado,los que han hecho realmente cosas quellevarían a desestimar su contrataciónpueden no resultar suficientementeintimidados por la prueba del polígrafocomo para confesarlas. Sin estudios queanalicen la precisión del polígrafo, nohay modo de saber cuántos de los quefallan en la prueba podrían ser de hechoempleados leales, ni cuántos de los quela pasan van a robar en la empresa quelos contrata.

Gordon Barland, un psicólogo

formado con Raskin que se dedicó alempleo del polígrafo en la selección depersonal, aboga por su uso con unargumento muy diferente. Estudió a 400candidatos a empleos de camioneros,cajeros, encargados de expedición enalmacenes, etc., enviados por sus futurosempleadores para someterse a un testpoligráfico en una empresa privada. Lamitad [77 sujetos][159] de los 155candidatos que el aparato señaló comomentirosos admitieron su engaño cuandose les comentaron los resultados del test.Barland agrega que pese a ello losempleadores contrataron al 58 % deesos individuos 145 sujetos], ya que

«muchos empleadores no usan el examendel polígrafo para decidir si han decontratar o no a un candidato, sino másbien para decidir qué puesto le van aasignar. Por ejemplo, a un alcohólico nose le confiará el manejo de un camiónpero sí puede contratárselo como peónpara trabajar en el puerto»[160].Puntualiza que lo que debe interesamosparticularmente es el destino de losotros 78 mentirosos que negaron serlo,ya que éstos pueden ser víctimas deerrores de incredulidad. Barland diceque podría reconfortarnos saber que el66 % de ellos [51 sujetos) fueroncontratados de todas maneras; pero no

hay cómo saber si lo fueron para tareastan apropiadas como las que se leshabría encomendado si no se contasecon los resultados del polígrafo. A lamayoría [20 sujetos] de los que nofueron contratados y negaron habermentido [27 sujetos], se los rechazó acausa de la información recogida deellos en la entrevista previa al examen.«Sólo una muy pequeña proporción(menos del 10 %) [7 sujetos] del totalde candidatos a los que se considerómentirosos pero negaron serlo [78sujetos], fueron rechazados debido a esemotivo por el empleador.»[161]

La evaluación que se haga de esa

ci fra inferior al 10 %, así como elperjuicio que pueda causarse con unprocedimiento que dé esta cifra,dependen del índice normal dementirosos en un determinado grupo desujetos. La expresión «índice normal» serefiere a la proporción de personas quehabitualmente miente en esa clase degrupos. Por ejemplo, entre lossospechosos de cometer delitos que sesometen al test, el índice normal deculpables es probablemente muy alto,quizá de un 50 %. Lo típico es que no seadministre el polígrafo a todos lossospecho* sos sino sólo a un pequeñogrupo, sobre el cual ya se hicieron

investigaciones previas. El estudio deBarland sugiere que el índice normal dementirosos entre los candidatos que sepresentan a un empleo es de alrededordel 20 %: uno de cada cinco mentiráacerca de alguna cuestión porque, desaberse la verdad sobre ella, no seríancontratados.

Aun cuando se supusiera que el testdel polígrafo es más preciso de lo queprobablemente sea, con un índice normaldel 20 % los resultados pueden serlastimosos, Al rechazar la convenienciade aplicar esta prueba en la selección depersonal, Raskin parte de la suposiciónde que la exactitud del test es de un 90

%, mayor que la real:Con esas premisas, el test de]

polígrafo aplicado a 1000 candidatos aun empleo daría los siguientesresultados: de los 200 sujetosmentirosos, 180 serían identificadoscorrectamente como tales y 20 seríanidentificados erróneamente comoveraces; de los 800 sujetos veraces, 720serían identificados correctamente comoveraces y 80 serían identificadosincorrectamente como mentirosos. De untotal de 260 sujetos identificados comomentirosos, 80 (o sea, el 31%) serian enrealidad veraces. Esta es una proporciónaltísima de (errores de incredulidad]

que llevarían a desestimar lacontratación de estos individuos si setomase al test del polígrafo como basepara la decisión. No se obtendríanresultados similares en unainvestigación criminal, ya que en esasituación el índice normal de engaños esprobablemente de un 50 % o más, y elgrado de exactitud de la técnica no daríaorigen a una proporción tan alta deerrores falsos positivos.[162]

Frente a esto, podríacontraargumentarse lo siguiente:

La cifra del 20 % estimada comoíndice normal de mentirosos entre loscandidatos a empleos podría ser

demasiado baja. Sólo se funda en unestudio, llevado a cabo con esta clase depersonas en el estado de Utah, dondeexiste gran cantidad de mormones; talvez en otros lugares, donde laproporción de mormones sea inferior,habría un mayor número de mentirosos.Pero aunque la cifra fuese de un 50 %,el test no debería aplicarse sin datosciertos sobre la precisión del polígrafoen estos casos, que probablemente seamuy inferior a un 90 %.

La exactitud de la prueba delpolígrafo no interesa en realidad . Elsolo hecho de someterse al test, o laamenaza de que eso sea necesario, hace

que los sujetos admitan poseerinformación perjudicial para ellos, quede otro modo no reconocerían. Tambiénen este caso, la réplica sería que sinestudios sobre la exactitud no hay modode averiguar cuántos de los que noadmitieron saber nada de eso causaronluego, de hecho, perjuicios a susempleadores.

Un uso del polígrafo vinculado conéste consiste en aplicar el test en formaperiódica al personal ya existente de unaempresa; este uso está sujeto a todas lascríticas mencionadas para la selecciónde personal nuevo.

UTILIZACIÓN DEL POLIGRAFO

EN LA SELECCIÓN DE

PERSONAL POLICIAL

Este es otro uso muy difundido delpolígrafo, al que se aplican todas lasargumentaciones hasta ahora examinadaspara la selección de personal en general.Sin embargo, trato por separado a loscandidatos a ingresar a la policía puestoque se dispone en este caso de algunosdatos sobre la utilidad del test, y laíndole de la tarea policial da cabida anuevos argumentos en favor del empleodel polígrafo,

Lo esencial de estos argumentos estácontenido en el título de un artículo deRichard Arther, un poligrafistaprofesional: «¿Cuántos ladrones,asaltantes o criminales sexuales va acontratar su departamento de policíaeste año? (¡esperemos que sea apenas el10 % de los que ya ha contratado!)»[163].Los hallazgos de Arther se fundan en lasrespuestas a un cuestionario de 32organismos encargados de la aplicaciónde la ley (aunque no dice qué porcentajerepresentan del total de organismos a losque solicitó la información). Arther dacuenta de que en 1970 los organismosque respondieron a su encuesta llevaron

a cabo 6524 exámenes con el polígrafo alos candidatos a ocupar un puesto enellos, y que «se obtuvo con ellos, porprimera vez, informacióndescalificadora significativa sobre 2119aspirantes, ¡lo cual representa un índicede descalificación del 32 %\ Y lo másimportante es que la gran mayoría deesas 6524 pruebas se realizaron cuandolos aspirantes ya habían pasado susexámenes principales». Arther subrayasu argumentación citando numerososejemplos sobre la importancia que tuvoel uso del polígrafo; he aquí uno enviadopor Norman Luckay, poligrafista deldepartamento de policía de Cleveland,

Ohio: «El individuo en cuestión figurabaentre los diez primeros en nuestra listacertificada de designaciones cuando fuesometido al examen Icón el polígrafo].Luego confesó haber estado envuelto envarios asaltos a mano armada quequedaron sin resolver»[164].

Pese a estas historias espectacularesy a las cifras sorprendentes deaspirantes a puestos policiales que sonmentirosos, no debemos olvidar quetodavía no se dispone de pruebascientíficas aceptables sobre la precisióndel polígrafo en la selección de estosaspirantes. Si esto parece increíble, esporque resulta muy sencillo confundir

utilidad con exactitud. Los datos deArther son sobre la utilidad delpolígrafo; entre otras cosas, no nos dicelo siguiente:

¿Cuántos de los aspirantes que,según la prueba, mintieron, noadmitieron haberlo hecho niconfesaron haber cometido ningunafalta? ¿Y qué ocurrió con ellos? Estostambién son datos sobre la utilidad, peroquienes abogan por el uso del polígrafoen la selección de personal nadainforman sobre estas cifras.

De los que según la pruebamintieron, y negaron haber mentido,¿cuántos estaban diciendo la verdad y

debieron haber sido contratados? Pararesponder a este interrogante (queequivale a averiguar cuántos errores deincredulidad se cometieron) se requiereun estudio de la exactitud delprocedimiento.

¿Cuántos de los que, según laprueba, no mintieron, en realidad sí lohicieron? Vale decir, ¿cuántosasaltantes, ladrones, violadores, etc.,lograron engañar al polígrafo? Pararesponder a esta pregunta (que equivalea averiguar cuántos errores decredulidad se cometieron) se requiereasimismo un estudio de exactitud.

Me asombra que no haya pruebas

concluyentes sobre esto. No son fácilesde obtener ni baratas, pero no bastan losdatos sobre la utilidad: es demasiado loque está en juego como para ignorarcuántos errores de credulidad secometen —para no hablar de los erroresde incredulidad—.

Pero aunque todavía no se dispongade esos datos, el uso del polígrafo paraaspirantes a policías es justificable, noimportan los errores que con él secometan, porque sin duda excluye a unabuena cantidad de sujetos indeseables.Por más que no los identifique a todos, ypor más que no sean contratados algunosque podrían ser muy buenos policías

(las víctimas de los errores deincredulidad), tal vez el precio pagadono sea tan alto.

Hay una opinión social, política.Hay que formularla sabiendo que noexisten pruebas científicas sobre laprecisión del polígrafo para seleccionaraspirantes a policías. Creo que los quedefienden el uso del polígrafo porque, almenos, excluye a algunos indeseablesdeben procurar que, al mismo tiempoque se sigue aplicando, se emprendanestudios sobre la exactitud del test,aunque sólo sea para descubrir cuántosindividuos son rechazados sinfundamento.

UTILIZACIÓN DEL POLÍGRAFO

PARA CAPTURAR ESPÍAS

Un sargento del ejército que teníaacceso a información reservada sepresentó para un cargo civil [en unorganismo de espionaje). Durante elexamen con el polígrafo, reaccionó antevarias preguntas relevantes. En laentrevista posterior, admitió habercometido varios delitos secundarios ydiversas faltas. El examinador notópermanentes reacciones específicas anteciertas preguntas relevantes, y cuandovolvió a examinarlo unas semanas más

tarde, la situación siguió igual. Se ledenegó al sargento el acceso a lainformación confidencial y se inició unainvestigación. Cuando ésta se estaballevando a cabo, fue hallado muerto enel interior de su automóvil. Másadelante se pudo establecer querealizaba actividades de espionaje parala Unión Soviética[165].

En el informe de la AgenciaNacional de Seguridad de EstadosUnidos (NSA) sobre su uso delpolígrafo aparece éste entre otrosmuchos ejemplos de espías atrapadosgracias al examen previo de rutina conel polígrafo. Cabe presumir que también

fallaron en esta prueba algunos que noeran espías sino personas sinceras,perfectamente idóneas para el cargo aque aspiraban. La NSA no nos dicecuántos espías logró atrapar o cuántosdejó escapar, según pudo comprobarluego; pero sí nos da cifras sobre lasnumerosas personas rechazadas porhaber admitido una variedad de cargos(uso de drogas, actividad subversiva,antecedentes delictivos, etc.). Una seriede datos se refieren a 2902 candidatos apuestos que requerían una acreditaciónoficial, sometidos a la prueba. Un 43 %de estos individuos resultaron veraces,pero averiguaciones posteriores

revelaron que 17 de los 2902 habíanocultado información descalificadora.Así pues, el porcentaje conocido deerrores de credulidad fue inferior al 1%. Un 21 % de los que fallaron en laprueba admitieron luego importantescargos que llevaron a rechazarlos, entanto que otro 21% que también fallaronen la prueba reconocieron faltasmenores, que no les impidieron sercontratados. Un 8 % fallaron en laprueba pero no reconocieron tener faltasen su haber.

Este 8 % de sujetos podríacorresponder a errores de incredulidad.La NSA no los menciona en su informe;

yo deduje la cifra de los datos quefiguran en él. La NSA recalca que elpolígrafo es sólo uno de losinstrumentos empleados para determinarquién debe ser contratado, no el quedecide finalmente. A la gente que nopasa la prueba se la entrevista conposterioridad tratando de descubrir lasrazones de su reacción emocional con elpolígrafo ante una pregunta enparticular. Gordon Barland mecomunicó que la NSA no contratapersonas cuyo fallo ante el polígrafo notenga explicación.

Nuevamente debemos recordar queestas cifras se refieren a la utilidad y no

a la exactitud del procedimiento. Sindatos sobre la exactitud es imposiblecontestar las siguientes preguntas:¿Cuántos mentirosos que tuvieron éxitoen la prueba siguen trabajando en laNSA? El organismo cree en su cifra: sonmenos del 1 %; pero no cuenta con unestudio de exactitud que la avale. Piensaque el polígrafo no deja pasar a ningúnmentiroso, pero no tiene modo de estarseguro sobre eso. En el informe de laOTA se advierte que «precisamenteaquellos individuos a los que elGobierno Nacional más querría detectar{por ejemplo, por sus transgresiones alas normas de seguridad) bien pueden

ser los más motivados, y tal vez losmejor entrenados, para evitarlo»[166].Sin un estudio de exactitud no haymanera de saber con certeza cuántoserrores de credulidad se cometen. Sinduda sería difícil instrumentar un estudiode esa índole, pero no imposible. Unenfoque eficaz podría ser el de losestudios híbridos, como el realizado porlos policías israelíes al que ya he hechoreferencia.

¿Puede engañarse al polígrafo conmedidas que contrarresten su eficacia?Entre ellas habría que incluiractividades físicas como el «mordersela lengua» o el uso de drogas, la

hipnosis y la «realimentaciónfisiológica» o biofeedback. Hayestudios que sugieren que estas medidascontrarrestantes pueden funcionar hastacierto punto, pero dado el costo queimplica, en materia de aspirantes apuestos vinculados con la seguridadnacional de un país, pasar por alto aalguien que es un espía (cometer unerror de credulidad), deberían hacersemuchas investigaciones más,centrándolas en aquellos casos en que el«agente» que utiliza esas medidas paraengañar al polígrafo tiene el apoyo deexpertos, de equipo técnico, y muchosmeses de adiestramiento —como cabe

suponer que lo tenga un agente real—.El doctor John Beary III, ex secretarioadjunto interino de Defensa paracuestiones de salubridad advirtió alPentágono que la confianza que habíadepositado en el polígrafo ponía enpeligro la seguridad nacional en vez deprotegerla. Se me ha informado que laUnión Soviética tiene una escuela deadiestramiento para engañar alpolígrafo, en un país del bloque delEste. Como muchos de los directivos denuestro Departamento de Defensapiensan que el polígrafo funciona bien,eso les deja un falso sentimiento deseguridad que puede facilitar la

penetración en el Pentágono de algún“topo” soviético que pase laprueba»[167]. Teniendo en cuenta estaposibilidad, es sorprendente que, segúnla OTA, la NSA sólo esté llevando acabo un pequeño proyecto piloto sobreesas medidas contrarrestantes.

¿Cuántos de los sujetos de ese 8 %que resultaron mentirosos pero negaronserlo (245, de acuerdo con mi cómputo)eran en verdad mentirosos, y cuántossujetos veraces fueron mal juzgados porel polígrafo? Repitámoslo: sólo unestudio de exactitud puede dar larespuesta.

Por lo que informaron tanto la NSA

como la CIA a la indagación realizadapor la OTA, sólo se llevó a cabo unestudio de exactitud, un estudioanalógico con estudiantes, sobre cuyoscriterios para establecer la verdadbásica existen dudas… jy en el cual laspreguntas nada tenían que ver con laseguridad nacional! Es asombroso,reiteramos, que en cuestiones de tamañaimportancia tan pocas investigacionessignificativas se hayan puesto enpráctica. Aunque no preocupen loserrores de incredulidad, cuando es tantolo que está en juego debería existir unaenorme preocupación por los errores decredulidad.

Sin lugar a dudas, aun sin disponerde datos sobre la exactitud delpolígrafo, es encomiable su uso paraseleccionar aspirantes a cargos en losque tendrán acceso a informaciónsecreta, que si se transmitiera a unenemigo pondría en peligro la seguridaddel país. Así lo expresa sucintamente elviceprocurador general adjunto deEstados Unidos, Richard K. Willard:«Aunque el empleo del polígrafoexcluya injustificadamente a algunoscandidatos idóneos, consideramos másimportante que se evite la contrataciónde candidatos capaces de ocasionarriesgos a la seguridad nacional»[168]. En

su comentario sobre la reciente decisiónde Gran Bretaña de utilizar el polígrafoen los organismos que se ocupan deasuntos secretos, Lykken le responde:«Aparte del daño infligido a la carreraprofesional y la reputación de personasinocentes, esta decisión probablementele ocasione al gobierno la pérdida dealgunos de sus funcionarios másescrupulosos (…) [y] a raíz de latendencia a subestimar otrosprocedimientos de seguridad másonerosos pero más eficaces una vez queel test del polígrafo ha sido instaurado,esa decisión bien puede abrir las puertasa la fácil penetración en los servicios de

seguridad de agentes foráneosadiestrados para engañar alpolígrafo»[169].

UTILIZACIÓN DEL POLÍGRAFO

PARA REALIZAR CONTROLES

PERIÓDICOS A LOS LUGARES DETRABAJO

Si vale la pena apartar a losaspirantes indeseables que pretendenocupar puestos en los organismos deespionaje, o en las joyerías donde sevenden diamantes, o en los grandessupermercados, parecería obvia la

conveniencia de someter a pruebasperiódicas con el polígrafo a losempleados una vez que se los contrata,con el objeto de comprobar si se filtróalguno de esos indeseables. Esto sehace, en efecto, en muchas empresas,aunque no existen tampoco en este casodatos sobre la exactitud del polígrafo endicha aplicación. Es probable que aquílos índices normales de mentirosos seanmenores: muchas de las «manzanaspodridas» ya fueron descartadas en laprueba de selección y, además, entre losempleados siempre será menor que entrelos aspirantes el número de los quetengan algo que ocultar. Pero cuanto

menor sea el índice normal dementirosos, más juicios erróneos seformularán. Si tomamos el ejemploanterior de 1000 empleados, en el quesupusimos que la exactitud del polígrafoera del 90 %, y en vez de considerar uníndice normal de mentirosos del 20 %partimos de un índice del 5 %, esto es loque sucedería: se identificaríacorrectamente a 45 mentirosos peroincorrectamente a 95 veraces; seidentificaría correctamente a 855veraces pero se filtrarían 5 mentirosos.

Las figuras 7 y 8 ilustrangráficamente los efectos de un índicenormal tan bajo. Para poner de relieve

de qué modo afecta el cambio en elíndice normal a la cantidad de personasincorrectamente identificadas comomentirosas, he mantenido constante latasa de exactitud del 90 %,[170] Si elíndice normal es del 20 %, por cadapersona veraz incorrectamente juzgadahabrá dos mentirosos, en promedio; si esdel 5 %, ocurrirá lo contrario: por cadamentiroso atrapado habrá dos personasveraces juzgadas incorrectamente.

También aquí tiene validez elargumento según el cual el resentimientoque provoca tener que someterse al testdificulta la obtención de resultadosprecisos. Los empleados ya contratados

pueden sentirse más molestos aún portener que pasar la prueba que cuandobuscaban trabajo.

Resultados de la utilización del

polígrafo De 1000 individuosexaminados, el 20 % (200) sonmentirosos

Figura 7Los mismos motivos que volvían

justificable la utilización del test delpolígrafo previa a la contratación sonválidos para utilizarlo con losempleados de un organismo policial ode una repartición como la NSA. Lapolicía rara vez lo hace, aunque con lastentaciones que ofrece a sus agentes latarea y el índice de corrupción queexiste entre ellos, hay razonessuficientes que los justificarían. En laNSA sí se llevan a cabo algunos

exámenes con los empleados; sí unagente del reparto falla en el test y no sedescubre el motivo en una entrevistaulterior, se inicia una investigación porrazones de seguridad. Cuando inquiríqué pasaría si el asunto no pudieraaveriguarse (si alguien falla repetidasveces en el polígrafo pero no sedescubre nada que pueda imputársele),se me respondió: nunca ha sucedido, y laúnica política que existe es resolveresas situaciones caso por caso; hastaahora nunca tuvimos que tomar ningunadecisión. Sería una cuestión delicada.Despedir a alguien que ha estadoempleado en un organismo así durante

muchos años resultaría muycontrovertible si no hubiera evidenciaalguna de que ha cometido alguna otrafalta aparte de haber fallado en elexamen del polígrafo. Si ese individuofuese inocente, su furia por la injusticiacometida contra él al despedirlo lollevaría quizás a divulgar Jainformación secreta a la que tuvo accesoen el desempeño de sus funciones. Perosi cada vez que se le pregunta: «¿Hadivulgado usted, en el curso del últimoaño, alguna información secreta aagentes de un país extranjero?», elpolígrafo muestra una reacciónemocional paralela a su respuesta

negativa, sería difícil quedarse debrazos cruzados.

Resullados de la utilización del

polígrafo.De 1000 individuosexaminados, el 5 % (50) son mentirosos

Figura 8

CAPTURA DE LOS DELATORES YTEORÍA DE LA DISUASIÓN

Uno de los nuevos usos propuestospara el polígrafo en Estados Unidos esel de identificar, sin la participación delDepartamento de Justicia, a losfuncionarios que puedan haber reveladoinformación confidencial sin estarautorizados a ello. Hasta la fecha, todasesas investigaciones fueronconsideradas como casos

correspondientes a la justicia criminal.Si se implantaran los cambios sugeridospor el gobierno de Reagan en 1983, selas trataría como «cuestionesadministrativas». Cualquier director deun organismo oficial que sospeche deque uno de sus subordinados hatransmitido información, podríasolicitarle que se someta al test delpolígrafo. No queda claro si se exigiríaesto a todos los que han tenido acceso aldocumento cuyo contenido se hatransmitido (en cuyo caso el índicenormal de mentirosos sería bajo, y porende sería alta la tasa de errores en eluso del polígrafo) o sólo a aquellas

personas que resultan sospechosas trasuna investigación previa.

El informe de la OTA nos dice queno se ha realizado ningún estudio paradeterminar la exactitud del polígrafo enla detección de mentiras referidas aestas revelaciones no autorizadas. Sinembargo, el FBI ha proporcionado datosque indican que lo usó con éxito en 26casos a lo largo de cuatro años —aldecir «con éxito», queremos significarque la mayoría de las personas que nopasaron la prueba confesaron más tardesu falta—[171]. Ahora bien: el uso que leda el FBI al polígrafo no es el queresultaría de las nuevas normas legales.

El FBI no sometió a la prueba a todoslos que hicieron alguna revelación noautorizada (procedimiento que ha sidodenominado «uso del polígrafo comored de pesca»), sino sólo a un grupo máslimitado de sospechosos de acuerdo conuna investigación previa; de modo queel índice normal de mentirosos fue másalto y los errores menos cuantiosos queen un procedimiento tipo «red depesca». Las normas del FBI prohíben elempleo del examen del polígrafo «parauna selección tipo red de pesca de grannúmero de sujetos, o como sustituto deuna investigación lógica llevada a cabopor los medios convencionales».[172] En

cambio, las normas propuestas en 1983permitirían el procedimiento tipo «redde pesca».

También la clase de genteexaminada, el contenido del examen ylos procedimientos seguidos en élprobablemente difieran, cuando elpolígrafo se aplica en esta clase desituaciones administrativas, de losutilizados cuando se aplica a lossospechosos de haber cometido delitos.Por ejemplo, es dable suponer que elresentimiento de los examinandos serágrande, ya que si no aceptan someterseal test puede vedárseles el acceso a lainformación confidencial. Una encuesta

realizada por la NSA entre sus propiosfuncionarios reveló que, según ellos, eltest del polígrafo estaba justificado.Quizá sea cierto, pero si la encuesta noaseguraba el anonimato de lasrespuestas, los que se sentían afectadospor la medida pueden haber callado sumolestia. Creo mucho menos probableque en otros organismos oficiales losfuncionarios piensen también que elpolígrafo está justificado para capturar alos delatores —en particular si piensanque la finalidad perseguida es suprimirinformación más perjudicial para elgobierno mismo que para la seguridaddel país.

El viceprocurador general adjuntoWillard, en un testimonio presentadoante el Congreso de Estados Unidos, diootros fundamentos en favor del uso delpolígrafo: «Un beneficio adicionad deluso del polígrafo —dijo en esaoportunidad— es su efecto disuasivosobre ciertas clases de inconductas quepuede ser difícil detectar por otrosmedios. Es más probable que losempleados se abstengan de incurrir enesas inconductas cuando saben que selos someterá a la prueba delpolígrafo»[173]. Tal vez esto no funcionetan bien como parece creerse. Elpolígrafo cometerá probablemente

muchos más errores al tratar de capturara quienes hicieron revelaciones noautorizadas cuando los sospechosos noforman parte de un organismo deespionaje. Pero aunque no sea así (ynadie sabe si lo es), basta con que losimplicados que se someten a la pruebalo crean (o sepan que nadie está seguroal respecto) para que la disuasión falle.El polígrafo funciona cuando la mayoríade los que se someten a la prueba estánconvencidos de que funciona. Alaplicarlo en el caso de las revelacionesno autorizadas, puede dar lugar a que elinocente sienta (con motivos o no) tantotemor, y por cierto tanta ira de ser

sometido al examen como el culpable.Se dirá que no importa que la prueba

funcione o no funcione, que de todosmodos ella ejerce un efecto disuasivosobre algunos, y que no es precisoaplicar ningún castigo a los que fallan enel test, eludiendo así el dilema ético decastigar a los inocentes mal juzgados.Pero si las consecuencias de que sedescubra a un mentiroso con el polígrafoson insignificantes, la prueba no puedefuncionar en absoluto, y sin duda notendrá mucho valor disuasivo si se sabeque no se castiga a quienes fallan enella.

COMPARACIÓN ENTRE EL

POLÍGRAFO Y LOS INDICIOS

CONDUCTUALES DEL ENGAÑO

Los poligrafistas no afirman que unsospechoso miente únicamente sobre labase de lo que ven en el diagrama.Saben lo que ha revelado lainvestigación previa acerca del sujeto,pero además, en una entrevista previa altest, al explicar el procedimiento que seseguirá en el examen y exponer laspreguntas que se formularán, obtienemás información. Por otra parte, lasexpresiones faciales del sujeto, su voz,

gestos y manera de hablar durante esaentrevista previa, durante el examen, yen la entrevista posterior, le dejannuevas impresiones. Respecto de sitiene que tomar en cuenta los indiciosconductuales además del diagrama delpolígrafo para evaluar si el sospechosomiente, hay dos corrientes depensamiento. Los materiales decapacitación de poligrafistas que hepodido ver, utilizados por los que tomanen cuenta tales indicios, estántristemente desactualizados y no recogenlos hallazgos de las investigaciones másmodernas. Incluyen varias ideaserróneas sobre la forma de interpretar

tales indicios, junto a algunas ideasacertadas.

Sólo en cuatro estudios se hancomparado los juicios emitidosbasándose en las pruebas del polígrafoy, además, en los indicios conductuales,con los emitidos por poligrafistas que novieron a los sujetos sino sólo losdiagramas del test. En dos de ellos seindica que el grado de exactitudobtenido basándose en los indiciosúnicamente es igual al obtenidobasándose en los diagramas, y en untercero se encontró que los indiciosconductuales permitían formular juiciosprecisos pero no tanto como los

diagramas. Estos tres estudiospresentaban serios fallos: incertidumbrerespecto de la verdad básica, escasonúmero de sujetos examinados oexcesivo número de examinadores[174].Todos estos problemas fueronremediados en el cuarto estudio, deRaskin y Kircher, que aún no ha sidopublicado[175]. Estos autorescomprobaron que los juicios fundadosen los indicios conductuales no eranmucho mejores que los formulados alazar, mientras que sí lo eran los basadosen los diagramas del polígrafo sin tomarcontacto con los sujetos.

Los indicios conductuales del

engaño suelen pasarse por alto, o seinterpretan equivocadamente ydesorientan. Recuérdese el informe(mencionado a comienzos del capítulo4) de un estudio nuestro en el quepudimos apreciar que, a partir de lascintas de vídeo, no era posible saber silas estudiantes de enfermería mentían odecían la verdad al describir susemociones. No obstante, sabíamos queexistían indicios conductuales delengaño, por más que no fuesenreconocidos. Cuando las estudiantesmentían, ocultando las emocionesnegativas que les producían laspelículas con escenas quirúrgicas, su

tono de voz se volvía más agudo,recurrían menos a movimientos de lasmanos para ilustrar su discurso y a másdeslices emblemáticos equivalentes a unencogimiento de hombros. Acabamos deconcluir nuestra medición de losindicios faciales de estos sujetos y aúnno ha habido tiempo de publicar losresultados, pero parecerían ser los másprometedores en la identificación de lasmentiras. Y entre todos los indiciosfaciales, el más eficaz era un signo sutilde movimiento muscular inserto dentrode una aparente sonrisa de contento, queevidenciaba un fuerte disgusto o desdén.

Tal vez estemos midiendo una

información de la que la gente no tienenoticia alguna o bien no puede observar:lo sabremos el año próximo, cuandoentrenemos a un grupo de personasdiciéndoles qué es lo que tienen quemirar antes de pasarles las cintas devídeo. Si sus juicios continúan siendoequivocados, habremos averiguado queestos indicios conductuales del engañonecesitan ser vistos a cámara lenta y enrepetidas ocasiones, y una medición másprecisa. Mi apuesta es que se obtendráun buen grado de exactitud comoconsecuencia de ese adiestramiento,pero no tan alto como el que puede daruna medición exacta.

En un estudio como el de Raskin yKircher, sería importante comparar laexactitud de los juicios efectuados apartir del diagrama del polígrafo con lasmediciones de indicios conductuales delengaño y con los juicios deobservadores adiestrados, y noignorantes del asunto. Mi suposición esque, al menos para algunos sospechosos,la medición de los indicios conductualesañadida a los juicios basados en elpolígrafo aumentará la exactitud de ladetección. Los indicios conductualespueden comunicar cuál es la emociónsentida: ¿qué es lo que produce lossignos de activación emocional visibles

en el gráfico: el temor, la ira, lasorpresa, la desazón, la excitación?

También sería posible extraer esainformación específica sobre lasemociones experimentadas de lospropios registros poligráficos.Recordemos nuestros hallazgos(expuestos al final del capítulo 4) sobrela posibilidad de que a cada emoción lecorresponda una pauta diferente deactividad del SNA. Nadie, hasta hora,ha aplicado este enfoque a lainterpretación de los diagramas delpolígrafo para detectar mentiras. Lainformación sobre emocionesespecíficas (derivada tanto de los

indicios conductuales como deldiagrama del polígrafo) podríacontribuir a reducir la gravitación de loserrores de incredulidad y de credulidad.Otro importante asunto que debeinvestigarse es hasta qué punto puedendiscernirse las medidas contrarrestantespara eludir la detección si se combinanlos indicios conductuales con lainterpretación del diagrama para cadaemoción específica.

El polígrafo sólo puede emplearsecon sujetos que consientan y cooperencon la prueba; en cambio, los indiciosconductuales pueden leerse en cualquiermomento sin pedir permiso ni dar aviso

previo, sin que el sospechoso sepasiquiera que se sospecha de él. Algunasaplicaciones del polígrafo podríanprohibirse por ley, en tanto que jamáspodrá prohibirse la indagación de losindicios conductuales del engaño.Aunque no se legalice el test delpolígrafo para capturar a losfuncionarios delatores, los cazadores dementiras seguirán investigando laconducta de aquellos a quienesconsideran sospechosos.

En muchas circunstancias en las quese presume que ha habido un engaño (yasea conyugal, comercial o diplomático),está excluida por completo la

posibilidad de administrar una pruebacon el polígrafo. No sólo no hayconfianza entre las partes, sino quetampoco hay cabida para formular unaserie de preguntas sucesivas. Y auncuando existe confianza, como entremarido y mujer, o entre padre e hijo, elhecho de hacer una serie de preguntasdirigidas a algún fin, por más que no seemplee el polígrafo, puede deteriorar larelación. Ni siquiera un progenitor quetiene sobre su hijo más autoridad que lamayoría de los cazadores de mentirassobre los sospechosos puede a vecesafrontar el costo que le significará uninterrogatorio de esta índole. El solo

hecho de desestimar la declaración deinocencia del hijo puede socavar parasiempre la relación entre ambos, aunquedespués el hijo se someta alinterrogatorio —y no todos lo harán—.

Algunos pensarán que es mejor, omás acorde a la moral, no tratar dehurgar en las mentiras, aceptar lo quedice la gente sin cuestionarlo, tomar lavida como viene y no hacer nada parareducir las probabilidades de que a unole mientan. Se prefiere no correr elriesgo de acusar por error a alguien,aunque ello implique aumentar el riesgode ser engañado. Cierto es que enocasiones ésa pueda ser la mejor

opción; depende de lo que esté en juego,de quién sea el sospechoso, del grado deprobabilidad de que mienta y de laactitud general que tiene el cazador dementiras hacia la gente. Retomemos elejemplo de la novela de Updike, MarryMe: ¿qué perdería Jerry si siguieracreyendo que su esposa, Ruth, le es fielcuando en realidad le está ocultando unarelación extraconyugal, y quécomparación puede establecerse entreeso y lo que Jerry perdería o ganaría sicreyera que ella le miente? En algunosmatrimonios, el daño causado por unafalsa acusación podría ser mayor que elcausado por un engaño que se deja

pasar, hasta que las pruebas seanabrumadoras. Pero no siempre es así:depende de las característicasparticulares de cada situación. Algunosno tendrán mucha opción: son hartosuspicaces como para correr el riesgode un error de credulidad, y preferiráncorrer el riesgo de una acusación falsaal riesgo de ser engañados.

Lo único que puede sugerirserespecto de lo que siempre tiene quetenerse en cuenta al decidir qué riesgova a correrse es esto: no adoptarninguna conclusión definitiva sobre siun sospechoso miente o dice la verdadque se base exclusivamente en el

polígrafo o en los indiciosconductuales del engaño. Ya en elcapítulo 6 explicamos lo azaroso que esinterpretar los indicios conductuales, ylas precauciones que pueden adoptarse.En este capítulo quisimos poner enclaro, asimismo, lo azaroso que esinterpretar un diagrama del polígrafocomo evidencia de mentira. El cazadorde mentiras debe estimar siempre laprobabilidad de que un gesto, expresióno signo poligráfico de activaciónemocional indique mentira o veracidad,rara vez tendrá certeza absoluta. En loscasos, poco frecuentes, en que unaemoción que contradice la mentira

anterior se deja entrever en unaexpresión facial plena, o en que unaparte de la información hasta entoncesocultada se revela en las palabras deuna perorata enardecida, también elsospechoso lo advertirá y confesará.Más a menudo, advertir la presencia deindicios conductuales del engaño o deindicios de sinceridad, con o sin elpolígrafo, sólo servirá como base paradecidir continuar o no la investigación.

El cazador de mentiras debe evaluarademás una mentira determinada enfunción de la probabilidad de que sefiltren errores. Algunos engaños son tanfáciles de llevar a cabo que la

posibilidad de que salga a la superficieun indicio del engaño es remota; otrosson tan difíciles de llevar a la prácticaque probablemente se cometan muchoserrores, y habrá numerosos indiciosconductuales que analizar. En elpróximo capítulo describiremos qué sedebe tomar en cuenta al estimar si unamentira es fácilmente discernible o no.

8. VERIFICACIÓN DE

LA MENTIRA

Si la mayoría de las mentiras logransu cometido es porque nadie se toma eltrabajo de averiguar cómo se podríandesenmascarar. Por lo común, noimporta demasiado hacerlo; pero cuandoes mucho lo que está en juego —cuandola víctima sufriría un grave perjuicio encaso de ser engañada, o cuando elpropio mentiroso se vería muyperjudicado si lo atrapasen y, por elcontrario, muy beneficiado si por error

se creyese en su veracidad—, hayrazones para ello.

La verificación de la mentira no esuna tarea simple y rápida. Muchos sonlos interrogantes que deben evaluarsepara estimar si es probable que secometa algún error, y en tal caso, quétipo de error es previsible y cómo puedequedar reflejado en determinadosindicios conductuales. Esosinterrogantes versarán sobre la índole dela mentira en sí, sobre las característicasdel mentiroso y sobre las del cazador dementiras. Nadie puede tener la certezaabsoluta de que un mentiroso incurriráen un fallo que le traicione, o de que un

veraz será siempre eximido de culpa: laverificación de las mentiras sólopermite hacer una conjetura bieninformada, una estimación, pero quereducirá tanto los errores de credulidadcomo los de incredulidad. En el peor delos casos, les hará tomar mayorconciencia al mentiroso y al cazador dementiras por igual de lo complicado queresulta pronosticar si un mentiroso serádescubierto.

La verificación de las mentiras haráque un individuo suspicaz pueda sopesarsus probabilidades de ratificar orectificar sus sospechas. A veces, todolo que averiguará es que no puede

averiguar nada; pero… ¡si Otelo hubiesesabido esto! O bien averiguará cuálesson los errores probables, a qué debeprestar atención. También para unmentiroso puede ser útil la verificaciónde las mentiras; alguno se dará cuenta deque sus posibilidades son escasas, quemás le valdría no mentir o no seguirmintiendo; otros se sentirán alentadospor la facilidad con que pueden salirindemnes o aprenderán dónde concentrarsus empeños para evitar incurrir en loserrores más probables. En el próximocapítulo explicaré los motivos por loscuales la información contenida en éstey en otros ayudará más, por lo general,

al cazador de mentiras que al mentiroso.Para verificar una mentira en

particular, se sugiere aquí responder a38 preguntas (la lista completa apareceen el cuadro 4 del «Apéndice»). En sumayoría, ya han sido mencionadas encapítulos anteriores; acá se las hareunido en una lista única de control,agregando unas pocas preguntas más quehasta ahora no ha habido motivos paradescribir. Analizaré algunas mentiras dediferente clase utilizando esta lista a finde mostrar por qué algunas son fácilesde detectar por el cazador de mentiras yotras no.

Una mentira fácil para el mentiroso

será aquella en la que sean pocos loserrores que pueda cometer; por lo tanto,esa mentira será difícil para el cazadorde mentiras; a la inversa, una mentirafácil para el cazador de mentiras seráu n a difícil para el mentiroso. Unamentira será fácil si no requiere ocultaro falsear emociones, si ha habidooportunidad de practicarla, si elmentiroso es avezado en ella y si eldestinatario (el cazador de mentiraspotencial) no es suspicaz. Varias deestas mentiras fáciles fueron analizadasen un artículo periodístico relativamentereciente, titulado «Cómo merodean loscazadores de cabezas en tomo de los

ejecutivos en la jungla de las grandesempresas».[176]

En Estados Unidos se ha dado enllamar «cazadores de cabezas»[headhunters] a los reclutadores depersonal que consiguen atraer a losejecutivos de una gran empresa parallenar un cargo en otra empresa rival.Como ninguna compañía quiere perder asus empleados más valiosos enbeneficio de la competencia, loscazadores de cabezas no pueden adoptarun enfoque franco y directo cuandoquieren averiguar datos sobre susposibles «blancos». Sara Jones,cazadora de cabezas de una firma

neoyorquina, refiere así su modo deobtener información presentándosecomo investigadora de relacionesindustriales: «“Estamos llevando a caboun estudio que permita correlacionar elnivel de educación con la carreraprofesional. ¿Podría hacerle un par depreguntas? No me interesa saber sunombre, sólo algunos datos estadísticossobre su educación y carreta”. Y acontinuación —sigue diciendo— lepregunto al sujeto todo lo que puedosobre él: cuánto gana, si está casado, laedad, la cantidad de hijos. (…) La tareade un cazador de cabezas consiste enmanipular a los demás de modo de que

nos den información. Se tratasimplemente de una trampa»[177]. Otrocazador de cabezas describía su tarea deeste modo: «Cuando en una fiesta lagente me pregunta a qué me dedico,contesto que me gano la vida mintiendo,engañando y robando»[178].

Estas son mentiras fáciles. Encambio, la entrevista del psiquiatra conla paciente Mary, que mencioné en elprimer capítulo, nos suministra unejemplo de una mentira muy difícil:

Médico: Bien, Mary, veamos…¿Cómo se siente hoy?

Mary: Me siento bien, doctor.Espero poder pasar el fin de semana…

este… con mí familia, usted ya sabe,hace cinco semanas que estoy en elhospital.

Médico: ¿Ya no se siente deprimida,Mary? ¿Está segura de que ya no tieneesas ideas de suicidio?

Mary: Estoy realmente avergonzadapor eso, yo no… seguro que yo no mesiento así ahora. Sólo quisiera salir,estar en casa con mi marido.

Tanto Mary como Sara tuvieronéxito con sus respectivas mentiras.Ninguna de las dos fue atrapada, pero enel caso de Mary eso habría sido posible.En todo sentido, las probabilidades eranadversas para Mary y favorables para

Sara. La mentira de Mary, paraempezar, era más difícil de instrumentar;por otra parte, ella era menos expertacomo mentirosa y su médico tenía unaserie de puntos a su favor como cazadorde mentiras. Veamos en primer términocómo diferían las mentiras de Mary y deSara, independientemente de lascaracterísticas de los respectivosmentirosos y cazadores de mentiras,

Mary tiene que mentir sobre sussentimientos, Sara no. Mary estáocultando la angustia que motiva susplanes de suicidarse; esa angustia puedefiltrársele en algún momento, o el solopeso de ocultarla puede traicionar sus

pretendidos sentimientos positivos. Peroademás de tener que mentir sobre sussentimientos, Mary, a diferencia deSara, tiene intensos sentimientos, quetambién debe ocultar, sobre el propiohecho de mentir. Como la mentira deSara está autorizada socialmente (esparte de su trabajo), ella no sienteninguna culpa al respecto; por elcontrario, la mentira desautorizada deMary le genera culpa: se supone que unpaciente tiene que ser sincero con elmédico que procura ayudarlo a curarse,y por otro lado Mary simpatizaba con sumédico. Le avergüenza mentir y tenerplanes para quitarse la vida. Las

mentiras más difíciles son las relativasa emociones que se experimentan enese momento; la mentira será tantomás difícil cuanto más intensas seandichas emociones y cuanto mayor seael número de emociones distintas quedeben ocultarse.

Hasta ahora hemos visto por qué,además de su angustia, Mary sentiríaculpa y vergüenza. Al pasar a considerarla índole del mentiroso, veremos cómoen su caso se añadía una cuarta emociónque era menester ocultar.

Mary tiene menos práctica y periciaque Sara para mentir. En el pasado, nodebió ocultar nunca su angustia y sus

planes de suicidarse, y carece deexperiencia en lo tocante a mentirle a unpsiquiatra. Esta falta de práctica leinfunde temor a ser descubierta, y porsupuesto ese temor se añade a la sumade emociones que debe disimular. Suenfermedad psiquiátrica, además, lavuelve particularmente vulnerable altemor, la culpa y la vergüenza, y no esprobable que sepa esconder todos estossentimientos.

Mary no prevé las preguntas quepuede hacerle el médico y debe inventarsu estrategia sobre la marcha. Sara estáen el extremo opuesto: tiene práctica enese tipo particular de mentiras ha dicho

muchas veces, confía en su habilidad araíz del éxito que ha tenido en el pasadoy cuenta con una estratega bien pensaday ensayada. Tiene asimismo la ventajade que ha representado ese papel y sabecómo desempeñar diestramente ciertosroles, convenciéndose a sí mismainclusive.

El médico tenía en este caso tresventajas sobre el ejecutivo comocazador de mentiras: 1) ésta no era suprimera entrevista con Mary, y elconocimiento previo que tenía acerca deella volvía más probable que pudieraevitar el riesgo de Brokaw por no teneren cuenta las diferencias individuales;

2) si bien no todos los psiquiatras estánlo bastante entrenados como paradiscernir los signos de una emociónoculta, este médico poseía dichahabilidad; 3) a diferencia del ejecutivo,el médico estaba precavido y alerta a laposibilidad de ser engañado, ya quesabía que los pacientes suicidas,después de haber pasado tres semanasen el hospital, pueden esconder susverdaderos sentimientos a fin de salirdel hospital y matarse.

Les errores de Mary se pusieron enevidencia en su voz, su manera dehablar, su cuerpo y las expresiones de surostro. Poco acostumbrada a mentir, su

discurso no era regular y parejo, yofrecía indicios de su engaño en laelección de las palabras y su tono devoz, en sus pausas, en sus circunloquiose incongruencias. Además, las intensasemociones negativas que sentíacontribuían a generar esos errores yelevaban su tono de voz. Otros indiciosde sus emociones ocultas (angustia,temor, culpa y vergüenza) podíandeducirse de sus emblemas, como elleve encogimiento de hombros, susmanipulaciones, la menor cantidad deilustraciones y las microexpresionesfaciales reveladoras de esas cuatroemociones, todas las cuales se

reflejaban en sus músculos facíalesfidedignos a despecho del intento deMary por disimularlas. La familiaridaddel médico con Mary lo situaba enmejores condiciones para interpretar susilustraciones y manipulaciones, que deotro modo quizás entendieraequivocadamente, en un primerencuentro, por las diferencias con otrossujetos. Lo cierto es que el médico nosupo aprovechar estos indicios, aunquepresumo que si hubiese estado alerta portodo lo que he explicado, él y la mayoríade los demás habrían detectado elengaño de Mary.

Sara, en cambio, se hallaba en una

situación casi ideal para cualquiermentiroso: sin emociones que ocultar,con mucha práctica en ese tipoparticular de mentira, con tiempo paraensayar su papel, con confianza en símisma a causa de sus éxitos anteriores,dotada de habilidades naturales yadquiridas en las que podía apoyarse ensu actuación, autorizada a mentir, y conuna víctima que nada sospechaba, queincurriría en errores de evaluación porser ése su primer encuentro con Sara, yque carecía de un talento especial parajuzgar a Los demás. Desde luego, en elcaso de Sara, al contrario de lo queocurrió con Mary, no pude examinar una

película o cinta de vídeo para buscar losindicios del engaño, ya que sólo mebaso en una crónica periodística. Mipredicción, empero, es que ni yo ninadie hallaría indicio alguno. El engañoera muy fácil, no había motivos para queSara se equivocase.

La única ventaja adicional que Sarapodría haber tenido era contar con unavíctima cómplice, una víctima quecolaborase activamente en su engañopor motivos personales. No la hubo, nien el caso de Sara ni en el de Mary; encambio, Ruth, en la ya citada novela deUpdike, Marry Me, contaba con esepunto a su favor para disimular su

amorío. Su engaño era difícil de llevar acabo, Ruth habría cometidoinnumerables errores, pero su víctimacómplice no los hubiera detectado.Recordemos que Jerry, el esposo deRuth, la oye hablar por teléfono con elamante de ella, y al advertir algodiferente en su tono de voz le preguntacon quién había hablado. Atrapada deimproviso, Ruth responde que la habíanllamado de la escuela dominical; a Jerryesto no le convence, le parece ilógico,pero no lleva su interrogatorio más allá.El autor no nos dice, pero nos insinúa,que Jerry no descubre el engaño de sumujer ya que tenía sus motivos para

evitar una pelea en torno de lainfidelidad conyugal: él también leescondía un amorío… ¡y después nosenteramos que era con la esposa delamante de Ruth!

Comparemos la mentira muy difícilde Ruth que sin embargo pasainadvertida, con otra mentira, muy fácil,que también pasa inadvertida pormotivos muy diferentes. La he tomado deun reciente análisis de las técnicasempleadas por ríos artistas de la estafa:

En su «juego del espejo» (…) e]artista de la estafa confronta a su víctimacon un pensamiento oculto,desarmándolo al anticiparse a la

confrontación que realmente la victimahabía previsto. John Hamrak, uno de losmás geniales estafadores de losprimeros años de este siglo en Hungría,junto con un cómplice suyo disfrazadode técnico, entraron en el despacho deun concejal del Municipio [con elobjetivo de robarle un reloj de paredvalioso). Hamrak anunció que venían abuscar el reloj que necesitabareparación. El concejal, probablementea raíz del valor de la pieza, se negaba aentregárselo. En lugar de darle garantíassobre su persona, Hamrak le hizoreparar en el extraordinario valor delreloj y le dijo que justamente por ese

motivo había querido venir a buscarlo élen persona. Los artistas de la estafaansian en caminar la atención de susvíctimas hacia la cuestión más sensible,convalidando su propio rol con lo queaparenta ser un dato que perjudica sucausa.[179]

Lo primero que debe tenerseencuenta al estimar si hay o no indiciosde engaño es si la mentira implica o noemociones simultáneas al mentir mismo.Como expliqué en el capítulo 3 e ilustrécon mi análisis de Mary, las mentirasmás arduas son aquellas que envuelvenemociones que se experimentan en esemismo momento. Por cierto, las

emociones no lo son todo; hay queformularse otros interrogantes, aunquesólo sea para evaluar si podráocultárselas fácilmente. Peropreguntarse por las emociones es unbuen comienzo.

El ocultamiento de las emocionespuede constituir la finalidad principal dela mentira (así ocurría en el caso deMary, aunque no en el de Ruth). Peroaunque no sea así, aunque la mentira nose refiera a los sentimientos del quemiente, éste siempre puede tenersentimientos sobre el mentir. Ruthpodría sentir, por muchas razones,miedo de ser descubierta y culpa por

engañar. A todas luces, temería lasconsecuencias de que se descubriese suinfidelidad. No es sólo que en caso defallar su engaño no podrá seguirrecibiendo los beneficios de su amorío:también podría resultar castigada. SiJerry la descubre, podría abandonarla, yen caso de plantearse un divorcio, eltestimonio sobre su adulterio la privaríade cláusulas económicas favorables (lanovela de Updike fue escrita antes de laépoca de los divorcios sin declaraciónde culpa). Incluso en los Estadosnorteamericanos que adhirieron aldivorcio sin declaración de culpa, eladulterio puede afectar adversamente la

custodia de los hijos. Y si el matrimoniode Ruth continuase, al menos durante untiempo, podría resultar perjudicado.

No todo mentiroso es castigadocuando su mentira queda al descubierto;ni la cazadora de cabezas Sara ni lapaciente psiquiátrica Mary padeceríanningún castigo en caso de fallarles susmentiras. En el caso del estafadorHamrak, él sí sería castigado, comoRuth, pero otros elementos obraban paraque fuese escaso su recelo a serdetectado. Hamrak tenía mucha prácticaen ese tipo preciso de engaños y sabíaque contaba con un talento especial paraello. Si bien es cierto que Ruth había

podido engañar hasta entonces a suesposo, carecía de práctica en lo que suengaño requería exactamente en esemomento: disimular una llamadatelefónica a su amante. Y no teníaconfianza alguna en su talento dementirosa.

Saber que podría terminar castigadasi su mentira fallaba era sólo uno de losmotivos por los cuales Ruth temía serdescubierta; además, temía ser castigadapor el acto mismo de mentir. Si Jerry sedaba cuenta de que ella estaba dispuestaa engañarlo y era capaz de hacerlo, sudesconfianza originaría problemas,amén de los que le creaba la infidelidad.

Muchos esposos engañados afirman quelo que no pueden perdonarle al cónyugeno es la infidelidad misma, sino lapérdida de la confianza en él.Reparemos, nuevamente, en que no todomentiroso es castigado por el propiohecho de mentir; ello sólo sucedecuando él y su víctima comparten unplan futuro que podría ser puesto enpeligro por la desconfianza. Si a lacazadora de cabezas Sara ladescubriesen mintiendo, lo único queperdería sería la posibilidad de obtenerinformación de ese «blanco» particular.Hamrak, a su vez, sólo sería castigadopor robo o intento de robo, pero no por

fraguarse una falsa personalidad. Nisiquiera Mary sería castigada por elsolo hecho de mentir, aunque su médicoobraría con más cautela si la supiesecapaz de ello. La confianza en que laotra persona es confiable no es algo quese dé por sentado o se requiera en todarelación duradera, ni aun en elmatrimonio.

El miedo de Ruth a ser descubiertasería mayor si conociera las sospechasde Jerry. La víctima de Hamrak, elconcejal, también sospechará decualquiera que pretenda sacarle el relojde la oficina. La belleza del «juego delespejo» reside en que se reduce una

sospecha privada abordándolafrancamente y volviéndola pública. Lavíctima cree que ningún ladrón será tanaudaz como para admitir precisamentelo que ella teme. Esta lógica puedellevar a un cazador de mentiras adesestimar la autodelación, porque leparece imposible que un mentirosocometa ese error. En su análisis de losengaños militares, Donald Daniel yKatherine Herbig señalaron que «…cuanto mayor es la autodelación, tantomás difícil es que el destinatario la crea:le parece demasiado bueno para sercierto. (…) [En varios casos, losestrategas militares desestimaron las

delaciones de sus enemigos]… porconsiderarlas harto flagrantes como paraser otra cosa que tretas»[180].

Ruth, como Mary, tiene valores encomún con su víctima y podría tenersentimiento de culpa por engañar; lo queno resulta tan claro es si se sienteautorizada a ocultar su amorío. Nisiquiera los que condenan el adulteriocoinciden, necesariamente, en que losesposos infieles deben confesar suinfidelidad. Con Hamrak hay menosdudas: al igual que la cazadora decabezas Sara, no siente culpa alguna:mentir forma parte de su forma deganarse la vida. Es probable, por lo

demás, que Hamrak fuese un mentirosonatural o un psicópata, en cuyo casoserían menores todavía lasprobabilidades de que sintiese culpa.Entre los de su oficio, mentirle a los«blancos» está autorizado.

Las mentiras de Ruth y de Hamrakilustran otros dos puntos. Como Ruth nohabía previsto en qué momento iba anecesitar mentir, no se inventó unaestrategia ni la ensayó, lo cual tiene quehaber aumentado su temor a serdescubierta dado que sabía que no podíadescansar en una serie de respuestaspreparadas de antemano. AunqueHamrak fuese descubierto en una

situación similar (lo cual no sucede amenudo con un mentiroso profesional),disponía de un talento para improvisarque Ruth no tenía. En cambio, Ruthcontaba con una gran ventaja sobreHamrak, ya mencionada al presentar esteejemplo: tenía una víctima cómplice,que por razones propias no queríadesenmascararla. A veces, una víctimaasí ni siquiera se da cuenta de que entraen connivencia con la otra persona paramantener el engaño. Updike le deja allector la incógnita de si Jerry estaba altanto o no de su connivencia, y de siRuth se percataba de lo que estabasucediendo. Las víctimas cómplices

facilitan la tarea del mentiroso en dossentidos, al saber que son ciegas a suserrores, tendrá menos miedo de seratrapado, y también menos culpa porengañarlas, ya que puedenautoconvencerse de que en el fondohacen lo que sus víctimas quieren.

Hasta ahora hemos analizado cuatroengaños, y hemos explicado por qué enel caso de Mary y de Ruth habríaindicios del engaño, y no los habría enel caso de Sara y de Hamrak. Veamosahora un ejemplo en que una personaveraz fue considerada mentirosa, paraver cómo podría haber evitado esteerror la verificación de la mentira.

Gerald Anderson fue acusado deviolar y asesinar a Nancy Johnson,esposa de su vecino. El marido deNancy volvió a su casa del trabajo enmedio de la noche y encontró su cuerposin vida, corrió adonde los Anderson,les dijo que su esposa estaba muerta yno podía encontrar a su hijo, y le pidióal señor Anderson que llamase a lapolicía.

Varios incidentes hicieron recaer lassospechas sobre Anderson. El díaposterior al asesinato no fue a trabajar,bebió mucho en un bar de lasinmediaciones, habió con los allípresentes sobre el asesinato y, cuando

volvió a su casa, se le oyó decirlellorando a su mujer: «No quería hacerlo,pero no tuve más remedio». Más tardedeclaró que no estaba refiriéndose alasesinato sino a su borrachera, pero nole creyeron. Cuando la policía leinterrogó sobre una mancha en eltapizado de su coche, Anderson sostuvoque ya estaba allí cuando él compró elvehículo, pero más tarde, en elinterrogatorio, admitió que habíamentido, que le había dado vergüenzaconfesar que en una riña con su esposaJa había abofeteado y le había hechosangrar de la nariz. Los policías que lointerrogaban le insistieron en que esto

probaba que él era una persona violenta,capaz de matar, y un mentiroso capaz denegarlo. Durante el interrogatorio,Anderson admitió que cuando tenía doceaños se había visto envuelto en unataque sexual contra una niña que no ladañó ni tuvo mayores consecuencias, yque no volvió a repetirse.Posteriormente se comprobó que notenía doce sino quince años a la sazón.Sus interrogadores le reiteraron que estodemostraba que era un mentiroso yprobaba que tenía problemas sexuales, ypor ende podría ser perfectamente elsujeto que violó y después mató a suvecina Nancy.

Joe Townsend, un poligrafistaprofesional, fue incorporado alinterrogatorio y presentado a Andersoncomo alguien que jamás había fallado endescubrir a un mentiroso.

Inicialmente, Townsend te hizo doslargas series de pruebas y obtuvoalgunos datos contradictorios ydesconcertantes. Al preguntarle sobre elcrimen en sí, Anderson presentó señalesdetectables en las cintas que indicabanque, al negar su culpabilidad, mentía;pero al preguntarle sobre el arma ysobre el modo y lugar en que la habíautilizado, la cinta aparecía “limpia».Dicho en forma sintética, Anderson era

«culpable» del asesinato de Nancy pero«inocente» con respecto al arma con laque Nancy fue horriblementeacuchillada. Cuando se le preguntódónde había conseguido la navaja conque se cometió el crimen, qué clase denavaja era y dónde la había tirado,Anderson contestó en todos los casos«No lo sé», y no hubo señalesdetectables en la cinta. (…) Townsendle formuló a Anderson tres veces laspreguntas vinculadas con el arma yobtuvo los mismos resultados. Alterminar, le dijo a Anderson que habíafallado en la prueba de detección dementiras[181].

El juicio del poligrafista concordabacon la suposición de los interrogadoresde que ya habían dado con «el hombre».Interrogaron a Anderson durante seisdías seguidos. Las cintas magnetofónicasdel interrogatorio revelan hasta quépunto Anderson estaba agotado yfinalmente confesó un crimen que nohabía cometido. Casi hasta el final, sinembargo, sostuvo que era inocente yaseguró que no podía haber hecho algode lo que no guardaba ningún recuerdo;sus interrogadores le replicaron que unasesino bien puede tener un vacío totalde la memoria. Su imposibilidad derecordar el asesinato, alegaron, no

probaba que no lo hubiese cometido.Anderson firmó su confesión después deque los interrogadores le dijeran que suesposa había manifestado que ella sabíaque había matado a Nancy —declaración que, luego, la esposa deAnderson negó haber hecho jamás—.Pocos días después Anderson rechazótodos los cargos contra él, y siete mesesmás tarde, el verdadero asesino,acusado de otra violación y asesinato,confesaba haber matado a NancyJohnson.

Mi análisis indica que lasreacciones emocionales de Andersonante las preguntas durante la prueba del

polígrafo podrían obedecer a otrosfactores, además de su posible mentira.Recuérdese que el polígrafo no es undetector de mentiras: lo único quedetecta es la activación emocional. Lacuestión es si sólo en caso de habermatado a Nancy Anderson podría habertenido reacciones emocionales al serinterrogado sobre el crimen. ¿No podríahaber otras razones? En tal caso, laprueba del polígrafo habría sidoinexacta con él.

Es tanto lo que hay en juego en unacircunstancia como ésta, es tan grande elcastigo que puede sufrirse, que lamayoría[182] de los sospechosos que

fueran culpables de un crimen de estaespecie tendrían temor; ¡pero tambiénmuchos inocentes! Los poligrafistastratan de reducir el temor del inocente aque no le crean, y de magnificar el temordel culpable a ser descubierto, diciendoque la máquina no falla nunca. Uno delos motivos por los cuales Andersonhabría tenido temor de que no lecreyesen fue la índole del interrogatorioprevio. Los expertos policiales[183]

diferencian una «entrevista», que serealiza con el fin de obtenerinformación, de un «interrogatorio», enel que se presume la culpabilidad delinterrogado y se emplea un tono

acusador, a fin de imponer unaconfesión. Con frecuencia, comosucedió en el caso de Anderson, losinterrogadores apelan a la fuerza de supropia convicción, francamentereconocida, sobre la culpabilidad delsospechoso para hacerlo renunciar a supretensión de ser inocente. Si bien estopuede intimidar a un culpable y llevarloa confesar, hay que pagar el precio deasustar a un inocente, quien advierte quesus interrogadores no son ecuánimes conél. Después de veinticuatro horasseguidas de un interrogatorio de estetipo, Anderson fue sometido a la pruebadel polígrafo.

Las reacciones de Anderson ante laspreguntas sobre el asesinato registradaspor el polígrafo podrían haber sidogeneradas, no sólo por su temor a que nole creyeran, sino también por suvergüenza y su culpa. Aunque erainocente de ese crimen, estabaavergonzado por otras dos faltas. Susinterrogadores sabían que estabaavergonzado de haber pegado a su mujerhasta hacerla sangrar y de haberasaltado a una chica cuando era unadolescente. Por otra parte, sentía culpapor haber pretendido ocultar o falsearestos incidentes. En repetidasoportunidades, los interrogadores se

apoyaron en ellos para persuadirlo deque era el tipo de individuo capaz dematar y de violar, pero con esto nohicieron sino magnificar probablementesus sentimientos de culpa y devergüenza, ligándolos al crimen que sele imputaba.

La verificación de la mentira explicapor qué motivo cualquier signo detemor, vergüenza o culpa (ya sea en lasexpresiones faciales de Anderson, o ensu voz, su manera de hablar, susademanes, o la actividad de su SNAmedida por el polígrafo) resultaríaambiguo como indicador del engaño:estas emociones tenían tanta

probabilidad de aparecer en lasuperficie si Anderson era culpablecomo si era inocente. Un episodio quelos interrogadores no conocían en esemomento les impedía saber si lasreacciones de Anderson delataban o noque mentía. Cuando ya había salido dela cárcel, James Phelan, el periodistacuya crónica del caso contribuyó a quelograra la libertad, le preguntó qué pudohaberlo hecho fallar en el test delpolígrafo. Anderson reveló entoncesotro origen de sus reaccionesemocionales ante el crimen no cometido.Esa noche, cuando acompañó a lospolicías a la casa de su vecina, miró un

par de veces el cuerpo desnudo de ellatirado en el suelo. Pensó que erahorrible que hubiese hecho esto; deacuerdo con su mentalidad, por ciertoque había cometido un crimen… aunquemuy diferente del asesinato, pero que detodas maneras lo hizo sentirse culpabley avergonzado. Además, ocultó a susinterrogadores y al poligrafista esasmiradas suyas, a su juicio horribles, ypor supuesto también se sentía culpablepor haberles mentido.

Los interrogadores de Andersoncometieron el error de Otelo. Al igualque Otelo, reconocieron correctamentela excitación emocional del sospechoso;

su error fue atribuirla a una causaequivocada, sin advertir que esasemociones, correctamente indentificadaspor ellos, podía experimentarlas tanto unculpable como un inocente. Así como lacongoja de Desdémona no obedecía a lapérdida de su amante, así tampoco lavergüenza, culpa y temor de Andersonno obedecían a que fuera el asesino sinoa sus otros «delitos». Como Otelo, lospolicías que lo interrogaron fueronvíctimas de sus propios prejuicios sobreél, y de su incapacidad de tolerar laincertidumbre acerca de si les mentía ono. Dicho sea de paso, ellos disponíande información relativa al arma utilizada

que sólo un culpable hubiese conocido.El hecho de que en el test del polígrafoAnderson no reaccionara ante laspreguntas sobre el arma mortíferadebería haberles hecho pensar que erainocente. En vez de repetir la pruebatres veces, el poligrafista tendría quehaber preparado un test basado en latécnica de-lo que conoce el culpable.

Hamrak, el estafador, y Anderson, elacusado de asesinato, ejemplifican losdos tipos extremos de errores de queestán plagados los intentos de descubrira criminales mentirosos. En uninterrogatorio o durante una prueba conel polígrafo, Hamrak probablemente no

habría tenido ninguna reacciónemocional, presentándose como ajeno atoda falta. La verificación de la mentirapuso en evidencia por qué un mentirosonatural como él, profesional y experto, oun psicópata, rara vez cometen erroresal mentir. Hamrak es un ejemplo del tipode persona cuya mentira va a ser creída.Anderson representa el polo opuesto: uninocente que, por todas las razones quehemos visto, fue juzgado culpable —debido a un error de incredulidad—.

Mi propósito al examinar estos doscasos no es proponer que se prohíba eluso del polígrafo o de los indiciosconductuales del engaño al interrogar a

los sospechosos de un crimen. Por másque uno quisiera, no habría forma devedar a la gente el uso de los indiciosconductuales. La impresión que cadacual se forma de los otros se basa, enparte, en su conducta expresiva. Y esaconducta transmite muchas otrasimpresiones, aparte de las vinculadascon la sinceridad: permite saber sialguien es amistoso, sociable,dominante, atractivo o atraído,inteligente, bí le interesa lo que uno diceo no, si lo comprende o no, etc. Por locomún uno se foijn esas impresiones sinproponérselo, sin percatarse del indicioconductual particular que toma en

cuenta. Ya he explicado, en el capítulo6, por qué pienso que es menos probableque se cometan errores si tales juiciosse explicitan. Si uno tiene conciencia dela fuente de sus impresiones, si conocelas reglas a las que se atiene alinterpretar determinadas conductas, esmás posible que enmiende sus errores.Los propios juicios podrán además sercuestionados por otras personas, por loscolegas o por el propio sujeto sobrequien se formulan, y se podrá aprendermerced a la experiencia cuáles resultanacertados y cuáles no.

No es posible, pues, abolir el uso delos indicios conductuales del engaño en

los interrogatorios criminales, y no sé sien caso de hacerlo la justicia se veríabeneficiada. En los engaños mortales,cuando puede mandarse a la cárcel o ala silla eléctrica a un inocente o liberara un mentiroso asesino, debería apelarsea todos los recursos legales paradescubrir la verdad. Mí propuesta, encambio, es volver más explícito elproceso de interpretación de talesindicios, más meditado y cauteloso. Hepuesto de relieve la posibilidad deincurrir en errores, y de qué manera elcazador de mentiras, considerando cadauna de las preguntas de mi lista para laverificación de la mentira (cuadro 4 del

«Apéndice»), puede evaluar suposibilidad de descubrir la mentira o dereconocer la verdad. Creo que eladiestramiento en la discriminación delos indicios del engaño, el conocimientode todos los peligros y precauciones, yla verificación de la mentira, volveríamás precisos a los detectives,reduciendo el número de errores decredulidad y de incredulidad. Pero paracomprobar si estoy en lo cierto esmenester llevar a cabo estudios decampo sobre los interrogadorespoliciales y los sospechosos de cometerdelitos. Esa labor ya se ha iniciado, ylos resultados parecían prometedores,

pero desgraciadamente no se hacompletado.[184]

Cuando en el curso de una crisisinternacional se reúnen los dirigentespolíticos de los bandos en pugna, elengaño puede ser mucho más mortal quedurante la tarea policial, y detectarlo,mucho más peligroso y difícil. Lo queestá en juego en caso de cometer unerror (de credulidad o de incredulidad)es mucho más que en el más alevoso delos engaños delictivos. Sólo unos pocospoliticólogos han escrito acerca de laimportancia del mentir y de la deteccióndel engaño en los encuentros personalesde los jefes de Estado o de funcionarios

de alto rango. Alexander Groth dice:«Para cualquier evaluación de unapolítica, es decisivo poder adivinar laactitud, las intenciones y la sinceridaddel otro bando».[185] Quizás a undirigente de un país no le guste ganarsela fama de mentiroso desfachatado, peroeste precio puede compensarse, diceRobert Jervis, «… si un engaño conéxito es capaz de alterar las relacionesde poder en el plano internacional. Si eluso de una mentira puede contribuir aque su país adquiera una posicióndominante en el mundo, tal vez no leimporte mucho tener fama dementiroso».[186]

Henry Kissinger parece no estar deacuerdo con esto, ya que subraya que lasmentiras y triquiñuelas no constituyencostumbres recomendables: «Sólo losrománticos creen que pueden prevaleceren las negociaciones mediante embustes,(…) El embuste no es, para undiplomático, el camino de la sabiduríasino de la catástrofe. Como uno debetratar repetidas veces con la mismapersona, a lo sumo podrá aprovecharsede ella en una ocasión, y aun así a costade un deterioro [permanente] de larelación».[187] Quizás un diplomáticosólo pueda reconocer la importancia quetuvieron sus engaños al final de su

carrera, y no es en modo alguno seguroque la carrera de Kissinger haya llegadoa su fin. De todas maneras, el relato debus empeños diplomáticos está lleno deejemplos de lo que yo he llamadomentiras por ocultamiento y semi-ocultamiento, así como muchos otros enlos que él mismo se preguntaba si susrivales no le estaban ocultando ofalseando cosas.

Stalin lo dice con toda franqueza:«Las palabras de un diplomático nodeben tener ninguna relación con susacciones, de lo contrario ¿qué clase dediplomático es? (…) Buenas palabraspermiten ocultar malos hechos. Ejercer

la diplomacia en forma sincera es tanpoco posible como tener agua seca omadera de hierro».[188] Evidentemente,ésta es una exageración. A veces losdiplomáticos dicen lo que piensan,aunque no siempre, y rara vez si lasinceridad podría dañar gravemente losintereses de su nación. Cuando se tieneel convencimiento de que sólo hay unapolítica capaz de promover los interesesde una nación, y otras naciones sabenqué pueden esperar de aquélla, mentirestará fuera de lugar y probablementenadie lo intente, porque la falsedadresultará obvia. Pero a menudo las cosasson más ambiguas. Un país puede creer

que otro piensa sacar provecho de actossecretos, trampas o proclamasengañosas, aunque sus actos deshonestosse conozcan más tarde. No bastaráentonces con evaluar cuál es su interésnacional, ni tampoco los discursos oacciones públicas de los funcionarios deese país del que se desconfía. Unanación de cuyo engaño se sospechapretenderá ser tan sincera como unanación auténticamente sincera. Jervisapunta, respecto de la prohibición de laspruebas con armas nucleares: «Ya seaque los rusos tuvieran o no la intenciónde engañar, de todos modos tratarían decrear la impresión de que eran honestos.

Si a un hombre sincero y a un mentirosose les pregunta si dirán la verdad, ambosresponderán afirmativamente»[189].

No es de sorprender, entonces, quelos gobiernos busquen detectar lasposibles mentiras de sus adversarios.Los engaños internacionales puedendarse en diversos contextos y estar alservicio de distintos objetivos de cadapaís. Una de esas circunstancias, yamencionada, es cuando los altosfuncionarios o máximos dirigentes devarios países se reúnen con el propósitode zanjar una crisis internacional. Cadabando quizá pretenda engañar a losdemás, hacer propuestas meramente

provisionales como si fueran definitivas,y no dejar traslucir sus verdaderasintenciones. A la vez, cada uno querráasegurarse a veces de que susadversarios perciben correctamente lasamenazas reales y no fingidas, laspropuestas que sí son definitivas, lasintenciones auténticas.

La habilidad para mentir o paradescubrir al mentiroso también puedeser importante cuando se quiere ocultaro descubrir por anticipado un ataque porsorpresa que el enemigo prevé hacer. Elpoliticólogo Michael Hander describióun ejemplo reciente: «Para el día 2 dejunio [de 1967], el gobierno israelí ya

tenía en claro que la guerra eraineludible. El problema consistía enlanzar un ataque por sorpresa quetuviera éxito, siendo que ambos bandosya estaban movilizados y alerta. Comoparte de un plan simulado cuyopropósito era ocultar la intención deIsrael de entrar en guerra, Dayán [primerministro israelí] le dijo a un periodistabritánico ese día que para Israel todavíaera demasiado pronto como para entraren guerra, pero a la vez ya erademasiado tarde. Y repitió esa mismadeclaración durante una conferencia deprensa el 3 de junio»[190]. Si bien no fueéste el único artilugio usado por Israel

para engañar a sus rivales, la hábilmentira de Dayán contribuyó a asegurarel éxito del ataque por sorpresa quelanzó el 5 de junio.

Otra forma de engaño militarconsiste en desorientar al contrincanterespecto de la capacidad militar delpropio bando. En su análisis del rearmealemán entre 1919 y 1939, BartonWhaley suministra numerosos ejemplosde la destreza con que lo llevaron acabo los alemanes.

En agosto de 1938, cuando por lapresión de Hitler la crisis checoslovacase estaba poniendo enardecida, HermannGoring [mariscal de la fuerza aérea

alemana) invitó a los jefes de la ArmadaAérea de Francia a una gira deinspección de la Lüftwaffe [aviaciónalemana]. El general Joseph Vuillemin,jefe del Estado Mayor General de laFuerza Aérea, aceptó de inmediato, (…)El propio [general alemán Emst Udetj lollevó de recorrida en el aeroplano queusaba para su correo personal. (…) Udetllevó el avión en vuelo rasante, casideteniendo la marcha del motor, hastaque llegó el momento que habíaplaneado tan cuidadosamente (…) enfavor de su visitante. De repente, unHeinkel He-100 se adelantó a ellos atoda máquina, una aparición borrosa y

fugaz como un silbido, Luego los dosaviones aterrizaron y los alemanesllevaron a sus asombrados visitantesfranceses a que lo inspeccionaran, (…)«Dígame, Udet» —le preguntó [elgeneral alemán] Milch con fingidaespontaneidad—, «¿hasta dónde haavanzado nuestra producción en masa?».Esta fue la señal que L’aet esperabapara responder: «Oh, bueno, la segundatanda de la producción ya está lista y latercera lo estará dentro de dossemanas». Vuillemtn, cabizbajo, lemanifestó a Milch que estaba «hechoañicos». (…) La delegación francesavolvió a París con la creencia derrotista

de que la Lüftwaffe era invencible[191].El aparato He-100 que había visto

Vuillemin no tenía la velocidad real que,gracias a esa treta, él pensó que tenía;además, era sólo uno de los tres de sutipo que se construyeron jamás. Estaclase de engaños, la de simular un poderaéreo invencible, «…se convirtieron enuno de los ingredientes importantes delas negociaciones diplomáticas de Hitlerque dieron origen a su brillante serie detriunfos; la política de “apaciguamiento”se fundó en parte en el temor a laLüftwaffe»[192].

Cierto es que los engañosinternacionales no siempre requieren un

contacto personal directo entre elmentiroso y su destinatario (se puedenllevar a cabo mediante camuflaje, falsoscomunicados, etc), pero estos ejemplosilustran ocasiones en que la mentira escara a cara y donde es imposibleemplear un polígrafo o cualquier otroartefacto que exija la cooperación delotro para medir su veracidad. De ahíque en Jos últimos diez años el interésse haya volcado en la averiguación de sies posible aplicar la investigacióncientífica a los indicios conductuales delengaño. Ya expliqué en la«Introducción» de este volumen que enmis reuniones con funcionarios del

gobierno norteamericano y de otrosgobiernos, mis advertencias sobre losposibles riesgos no parecieronimpresionarlos. Uno de los motivos queme llevaron a escribir este libro esvolver a reiterar mis advertencias, deuna manera más cabal y cuidadosa, yponerlas en conocimiento de otraspersonas, aparte de los pocosfuncionarios que me consultaron. Comoocurre con los engaños criminales, lasopciones no son simples. A veces, losindicios conductuales del engaño puedencontribuir a discernir si el dirigente deotro país, o un portavoz que lorepresenta, está mintiendo. El problema

es saber cuándo será posible discernirloy cuándo no, y saber igualmente en quéocasiones se puede desorientar a losdirigentes mediante la evaluación queharán de dichos indicios ellos o susasesores.

Volvamos al ejemplo que cité en lapágina 13 de este libro, sobre el primerencuentro entre Chamberlain y Hitler enBerchtesgaden, el 15 de septiembre de1938, quince días antes de laConferencia de Munich.[193] Hitlerquería convencer a Chamberlain de queno estaba en sus planes hacer la guerracontra el resto de Europa, de que sólodeseaba resolver el problema de los

alemanes de la región de los Sudetes, enChecoslovaquia. Si Gran Bretañaaccediera a su proyecto —realizar unplebiscito en aquellas zonas deChecoslovaquia en que la mayoría de lapoblación era sudetana, y en caso deobtener un voto favorable, anexionaresas zonas a Alemania—, no iniciaría laguerra. Pero en secreto, Hitler ya habíaresuelto iniciarla; su ejército estabamovilizado y dispuesto a atacarChecoslovaquia el 1 de octubre, y susplanes de conquista militar no acababanallí. Recuérdese mi cita de la carta queChamberlain le escribió a su hermanadespués de esa primera reunión con

Hitler: «… es un hombre en el quepuede confiarse cuando ha dado supalabra»[194]. Como respuesta a lascríticas de los dirigentes del PartidoLaborista, opositor, Chamberlaindescribía a Hitler como «un serextraordinario», un hombre «que haríacualquier cosa por respetar la palabradada»[195].

Una semana más tarde, Chamberlainse encontró con él por segunda vez enGodesberg y en esta ocasión lasexigencias de Hitler fueron mayores:tropas alemanas debían ocupar deinmediato las zonas en que vivían losalemanes sudetanos, el plebiscito se

llevaría a cabo después y no antes de laocupación militar alemana, y losterritorios que reclamaba Alemania eranmás extensos que antes. Al tratar depersuadir a su gabinete de que aceptaraestas exigencias, Chamberlain manifestóque «para comprender las acciones delas personas era preciso apreciar susmotivaciones y ver cómo funcionaba sumente. (…) El señor Hitler tenía unamente estrecha y albergaba fuertesprejuicios sobre ciertos temas, pero noengañaría deliberadamente a un hombrea quien respetaba y con quien habíaestado negociando; y él estaba seguro deque el señor Hitler sentía ahora cierto

respeto por él. Si le anunció que suintención era tal, por cierto que esa erasu intención»[196]. Tras esta cita, elhistoriador Telford Taylor se pregunta:«¿Acaso Hitler había engañado a talpunto a Chamberlain, o era que ésteestaba engañando a sus colegas paraconseguir que las demandas de Hitlerfuesen aceptadas?».[197] Supongamos,como hace Taylor, que Chamberlainrealmente creyó en Hitler, al menos ensu primer encuentro enBerchtesgaden.[198]

Lo mucho que estaba en juego puedehaberle hecho sentir a Hitler recelo a serdetectado, pero probablemente no fue

así, porque contaba con una víctimacómplice. Sabía que si Chamberlaindescubría que él le estaba mintiendo, sedaría cuenta de que su política deapaciguamiento había fracasado porcompleto. En ese momento, dichapolítica no provocaba vergüenza sinoadmiración; ese sentimiento cambiópocas semanas más tarde, cuando Hitlerlanzó su ataque por sorpresademostrando con ello que Chamberlainhabía sido engañado. Hitler estabadecidido a tomar Europa por la fuerza.Si hubiera sido un individuo confiable,si hubiera respetado los acuerdos,Chamberlain habría gozado de los

parabienes de toda Europa por haberlasalvado de la guerra. Chamberlainquería creerle a Hitler, y éste lo sabía.

Otro factor que reducía el temor deHitler a ser atrapado era que él conocíaexactamente el momento en que iba atener que mentir y lo que debía decir, demodo tal que podía prepararse y ensayarsu papel. No tenía motivos para sentirculpa o vergüenza: engañar a unbritánico era para él un acto honroso,según su percepción de la historia, quesu rol en ésta le exigía cumplir. Pero nosólo un líder despechado como Hitlercarecerá de culpa o de vergüenza pormentirles a sus adversarios. A juicio de

muchos analistas políticos, las mentirasson previsibles en la diplomaciainternacional, y sólo son cuestionablescuando no benefician el interés nacional.La única emoción de Hitler que podríahaberse dejado entrever era su deleitepor embaucar. Se cuenta que suhabilidad para desorientar a loa inglesesera para él un motivo de regocijo, y lapresencia en la entrevista de otrosalemanes, que podían asistir a su exitosoengaño, bien puede haber agrandado aúnmás su entusiasmo y placer al respecto.Pero Hitler era un mentiroso muy diestroy aparentemente evitó que se leescaparan algunos de estos sentimientos.

Cuando el mentiroso y sudestinatario provienen de culturasdiferentes y no tienen un idioma común,la detección del engaño se vuelve másdifícil, por diversas razones.[199] Auncuando Hitler hubiera cometido erroresy Chamberlain no hubiera sido unavíctima cómplice, éste habría tenidodificultades para advertirlos. Laconversación entre ambos se llevaba acabo a través de intérpretes. Esto da dosventajas al mentiroso, respecto deldiálogo directo: en primer lugar, sicomete algún error (deslices verbales,pausas excesivas, errores en el habla),el traductor puede disimularlo; en

segundo lugar, la interpretaciónsimultánea le da a cada hablante tiempopara pensar (mientras se traduce su fraseanterior) cómo formulará la frasesiguiente de su mentira. Y aunque elinterlocutor entienda el idioma delmentiroso, si no es su lengua natalprobablemente se le escapen sutilezasde la enunciación que podrían serindicios del engaño.

También las diferencias denacionalidad y cultura pueden oscurecerla interpretación de los indicios vocales,faciales y corporales del engaño, aunqueen forma más intrincada. Cada culturatiene un estilo discursivo que rige, hasta

cierto punto, el ritmo y volumen delhabla y el tono de la voz, así como eluso de las manos y del rostro paraañadir gestos ilustrativos. Por otro lado,los signos faciales y vocales de lasemociones están gobernados por lo quehe llamado, en el capítulo 5, reglas deexhibición, las que determinan cómo semaneja la expresión de las emociones; ytambién estas reglas varían con lacultura. Si el cazador de mentiras noconoce estas diferencias y no las tomaen cuenta expresamente, está másexpuesto a interpretar mal todas esasconductas y a cometer errores decredulidad y de incredulidad.

Un agente de espionaje podríapreguntarme, a esta altura, cuánto de loque ahora sé, por mi análisis, sobre lasentrevistas entre Hitler y Chamberlainpodría haberse conocido entonces. Si laverificación de la mentira sólo puedeefectuarse mucho tiempo después,cuando se conocen hechos nodisponibles en ese momento, careceríade utilidad práctica para los actoresprincipales de estos sucesos o susasesores cuando necesitan dicha ayuda.Según mi lectura de las crónicas de laépoca, muchos de los juicios que aquíformulo ya eran obvios, al menos paraunos cuantos, en 1938. Era tan grande el

anhelo de Chamberlain de creer en laverdad de lo que Hitler le decía que, sino él, alguien tendría que haberse dadocuenta de su necesidad de proceder concautela al juzgar la sinceridad de Hitler.Se cuenta que Chamberlain se sentíasuperior a sus colegas políticos,mostraba una actitud condescendientehacia ellos,[200] y es probable que nohubiese aceptado esa recomendación deser cauteloso.

También el deseo de Hitler deengañar a Inglaterra era un hecho bienestablecido en la época de la reunióndel Berchtesgaden. Chamberlain nisiquiera necesitaba haber leído para ello

lo que escribió Hitler en Mein Kampf:los ejemplos sobraban, como sus ocultastransgresiones al pacto naval anglo*alemán, o sus mentiras sobre suintención de adueñarse de Austria. Antesde reunirse con Hitler, el propioChamberlain había manifestado sussospechas de que él le estaba mintiendoen lo tocante a Checoslovaquia, y leocultaba sus planes de invadirEuropa[201]. Por lo demás, se sabía queHitler era un hábil mentiroso, no sólo enlo que atañe a las maniobrasdiplomáticas y militares sino en losencuentros cara a cara con sus víctimas.Era capaz de simular arrobamiento o

furia y tenía una gran maestría paraimpresionar o intimidar a suinterlocutor, para inhibir sussentimientos o falsear sus planes.

Los especialistas en historia yciencia política dedicados a analizar lasrelaciones anglo-germanas en 1938podrán juzgar si estoy en lo cierto alsugerir que, a la sazón, se sabía lobastante sobre Hitler y Chamberlaincomo para responder a las preguntas demi lista de verificación de la mentira(véase el «Apéndice»). No creo que pormedio de esta lista se hubiera podidopredecir con certeza que Hitler iba amentir, pero sí que, en caso de hacerlo,

Chamberlain no lo habría advertido. Elencuentro de estos dos dirigentespolíticos nos permite extraer otrasenseñanzas sobre el mentir, pero serámejor que las analicemos trasconsiderar otro ejemplo en el cual lamentira de un dirigente podría habersido detectada mediante los indiciosconductuales del engaño.

Durante la crisis de los misiles enCuba, dos días antes de la reunión queiban a celebrar el presidente John F.Kennedy con el ministro soviético derelaciones exteriores, AndreiGromyko,[202] el martes 14 de octubre de1962, Kennedy fue informado por

McGeorge Bundy de que un U-2, envuelo rasante sobre Cuba, habíapermitido obtener informaciónincontrovertible de que la UniónSoviética estaba instalando cohetes enCuba. Anteriormente había habidovarios rumores al respecto, y teniendoen vista las próximas elecciones denoviembre, Kruschev «le habíaasegurado al presidente Kennedy —nosdice el políticólogo Graham Allison—,a través de los canales más personales ydirectos, que entendía el problemainterno que éste enfrentaba y no haríanada para complicárselo.Concretamente, Kruschev le dio

solemnes seguridades de que la UniónSoviética no instalaría nunca en Cubaarmas que pudiesen constituir unaafrenta para Estados Unidos»[203]. SegúnArthur Schlesinger, Kennedy se puso«furioso»[204] ante el empeño deKruschev por engañarlo, y segúnTheodore Sorenson «tomó la noticia concalma, aunque con sorpresa»[205]. En laspalabras de Robert Kennedy, «…cuando esa mañana los representantes dela CIA nos explicaron qué significabanlas fotografías del U-2 (…) nos dimoscuenta de que todo había sido mentira,una gigantesca trama de mentiras»[206].Ese mismo día comenzaron a reunirse

los principales asesores del presidentepara ver qué le convenía hacer algobierno. El presidente decidió que nose revelaría al público el hecho de queestábamos al tanto de los cohetescubanos hasta que se decidiera la actitudque había que adoptar y estuviéramospreparados. (…) Era esencial preservarla seguridad nacional, y el presidentepuso en claro que estaba resuelto a que,por una vez en la historia deWashington, no hubiese ningunafiltración de información”7(declaraciones de Roger Hilsman, que ala sazón integraba el Departamento deEstado).[207]

Dos días más tarde, el jueves 16 deoctubre, mientras sus asesores todavíadebatían qué medidas debería tomarEstados Unidos, Kennedy se reunió conGromyko. «Gromyko estaba en el paísdesde hacía más de una semana, aunqueningún funcionario norteamericano sabíaexactamente para qué. (…) Habíasolicitado una audiencia a la CasaBlanca, solicitud que llegó casi almismo tiempo que las fotografías Idel U-2). ¿Tal vez los rusos habían detectadoal U-2? ¿Querían hablar con Kennedypara calibrar su reacción? ¿Tal vezpensaban transmitir a Washington en elcurso de esa charla que Kruschev iba a

dar a conocer públicamente lainstalación de los cohetes, revelando asísu golpe antes de que Estados Unidospudiese reaccionar?»[208] Kennedy «…estaba ansioso a medida que se acercabael momento de la reunión, pero se lasingenió para sonreír a Gromyko y a |Anatoly] Dobrynin [el embajadorsoviético], al hacerlos pasar a sudespacho» (Sorenson).[209] No listo aúnpara actuar, Kennedy consideróimportante ocultarle a Gromyko sudescubrimiento de los cohetes, paraevitar darles a los soviéticos una ventajamás.[210]

La reunión se inició a las cinco de la

tarde y se prolongó hasta las siete ycuarto. De un lado, observaban yescuchaban el secretario de Estado DeanRusk, el ex embajador de EstadosUnidos en la Unión Soviética, LleweilynThompson, y el director de la Oficina deAsuntos Alemanes, Martin Hildebrand;del otro lado estaban atentos Dobrynin,el viceministro de asuntos exterioressoviético, Vladimir Semenor, y un tercerfuncionario ruso. También estabanpresentes los intérpretes de ambaspartes. «Kennedy se sentó en sumecedora frente a la chimenea, Gromykoa su derecha sobre uno de los sofás decolor beige. Entraron los fotógrafos,

sacaron sus fotos para la posteridad,luego se retiraron. El ruso se reclinócontra el almohadón a rayas y comenzó ahablar…»[211]

Sentados, de izquierda a derecha:

Anatoly Dobrynin, AndreiGromyko,John F. Kennedy

Después de hablar un rato sobre elproblema de Berlín, Gromyko se refiriófinalmente a Cuba. Según RobertKennedy, «dijo que quería apelar aEstados Unidos y al presidente Kennedy,en nombre del primer ministro Krusehevy de la Unión Soviética, para quedisminuyesen las tensiones que existíanrespecto de Cuba. El presidenteKennedy le escuchaba atónito pero almismo tiempo admirado de sutemeridad. (…) [Kennedy] habló confirmeza pero con gran contención, si setiene en cuenta la provocación que se le

hacía…»[212]. He aquí el relato de ElieAbel: «El presidente le dio a Gromykouna clara oportunidad de poner las cosasen limpio remitiéndose a las repetidasseguridades dadas por Kruschev yDobrynin en el sentido de que losmisiles de Cuba no eran otra cosa quearmas antiaéreas. (…) Gromyko lereiteró tenazmente las viejas garantías,que el presidente ahora sabía que eranfalsas. Kennedy no lo enfrentó con loshechos reales»,[213] «se mantuvoimpasible (…) no mostró signo algunode tensión o de rabia» (Sorenson).[214]

Al dejar la Casa Blanca, el talantede Gromyko era de una «desusada

jovialidad» (Abel).[215] Cuando loscronistas le preguntaron qué habíapasado en la reunión, «Gromyko lessonrió, evidentemente de buen humor, ydijo que la charla había sido “útil, muyútil”»[216] Robert Kennedy comenta:«Yo llegué poco después de queGromyko abandonase la Casa Blanca.Puede decirse que el presidente deEstados Unidos estaba disgustado con elportavoz de la Unión Soviética».[217] Deacuerdo con el politicólogo DavidDetzer, Kennedy manifestó que «semoría de ganas de mostrarles nuestraspruebas».[218] Cuando Robert Lovett yMcBundy pasaron a su despacho,

Kennedy les comentó: «No hace más dediez minutos, en esta misma habitación,(…) Gromyko me ha dicho más mentirasdesfachatadas que las que jamás heescuchado en tan poco tiempo. Allímismo, mientras él lo negaba, (…) yotenía en el cajón central de mi escritoriolas fotos sacadas a baja altura, yenseñárselas era una enormetentación».[219]

Empecemos por el embajadorDobrynin. Probablemente fue el único enesa reunión que no mintió. RobertKennedy suponía que los jerarcassoviéticos le habían mentido a él por noconfiar en su habilidad como mentiroso,

y que Dobrynin había sido veraz alnegar, en sus encuentros anteriores conRobert Kennedy, que hubiera cohetessoviéticos en Cuba.[220] No habría sidoraro que un embajador fuese engañadoasí por su propio gobierno; el propioJohn F. Kennedy hizo lo mismo conAdlai Stevenson al no informarle acercadel plan de invasión a la Bahía deCochinos, y, como puntualiza Allison,«análogamente, el embajador japonés nofue informado sobre Pearl Harbor ni elembajador alemán en Moscú fueinformado sobre Barbarossa [el planalemán para invadir Rusia en la SegundaGuerra Mundiall»[221]. En el período

entre junio de 1962, cuando según sepresume los soviéticos resolvieroninstalar los cohetes cubanos, y esareunión de mediados de octubre, usarona Dobrynin y a Georgi Bolshakov, unfuncionario de la embajada soviéticadedicado a cuestiones de informaciónpública, para reiterar en variasoportunidades a miembros del gobiernode Kennedy (Robert Kennedy, ChesterBowles y Sorenson) que no iban ainstalarse en Cuba armas ofensivas.Bolshakov y Dobrynin no necesitabansaber la verdad, y es probable que no lasupieran. Ni Kruschev, ni Gromyko, niningún otro de los que la conocían

mantuvieron ninguna reunión directa consus adversarios hasta el 14 de octubre,dos días antes del encuentro Gromyko-Kennedy. En esa fecha, Kruschev sereunió en Moscú con el embajadornorteamericano Foy Kohler y negó quehubieran cohetes en Cuba. Sólo en esemomento los soviéticos corrieron porprimera vez el riesgo de que susmentiras fuesen descubiertas siKruschev (o, dos días más tarde,Gromyko) cometía un error.

En la reunión de la Casa Blanca,hubo dos mentiras, la de Kennedy y lade Gromyko. A algunos lectores Íessonará raro que yo llame «mentiroso» a

Kennedy, en lugar de emplear eseadjetivo sólo para Gromyko. A lamayoría de las personas no les gustacalificar así a alguien a quien admiran,pues consideran a la mentira un pecado;yo no pienso lo mismo. La actuación deKennedy en ese encuentro se amolda ami definición de mentira porocultamiento. Ambos, Kennedy yGromyko, se ocultaron mutuamente loque sabían: que había cohetes en Cuba.Mi análisis sugiere que era másprobable que Kennedy ofreciera unindicio de su engaño que Gromyko.

En tanto y en cuanto cada uno deellos había preparado su plan de

antemano (y ambos tuvieron oportunidadde hacerlo), no es previsible quetuviesen problemas en ocultarle al otrolo que sabían. Ambos pudieron sentirrecelo a ser detectados, pues lo queestaba enjuego era enorme;presumiblemente, eso era la ansiedad deKennedy al recibir a Gromyko. Para él,había más en juego todavía: EstadosUnidos todavía no había resuelto qué ibaa hacer. Ni siquiera se disponía deinformación completa sobre la cantidadde misiles en Cuba o en qué grado depreparación estaban. Los asesores deKennedy pensaron que él debía manteneren secreto su descubrimiento pues si

Kruschev se hubiera enterado antes deque Estados Unidos tomase unarepresalia, temían que medianteevasiones y amenazas podría habercomplicado la situación norteamericanay ganado una ventaja táctica. De acuerdocon McGeorge Bundy, «era fundamental(pensé entonces, y desde entonces locreo) que se atrapara a los rusossimulando torpemente que no habíanhecho lo que, como todo el mundopodría verlo con claridad, sí habíanhecho»[222]. Por otra parte, lossoviéticos necesitaban tiempo paracompletar la construcción de sus basesde misiles, aunque a la sazón no les

importaba demasiado que losnorteamericanos lo supiesen. Sabían quesus aviones U-2 pronto descubrirían loscohetes, si es que no los habíandescubierto ya.

Pero aunque se piense que para losdos países lo que estaba en juego era lomismo, es probable que Kennedy tuviesemás recelo a ser detectado que Gromykopor el hecho de que no se sentía tanconfiado sobre su habilidad para mentir.Por cierto, tenía menos práctica.Además, Gromyko tal vez estaría másconfiado, si es que compartía la opiniónque Kruschev se había formado deKennedy en la reunión cumbre de Viena,

un año atrás: no era muy difícilengañarlo.

Aparte de la posibilidad de queKennedy sintiera mayor recelo a serdetectado que Gromyko, debía ocultarotras emociones, por lo que vimos. Lascrónicas mencionadas lo presentanansioso, atónito, admirativo ydisgustado. Cualquiera de estasemociones que se le hubiera filtrado lohabría traicionado, pues en ese contextohabrían significado que conocía elengaño soviético. Por otro lado,Gromyko pudo haber sentido deleite porembaucar, lo cual sería coherente con elcomentario de que al salir de la reunión

rebosaba jovialidad.Las probabilidades de

autodelaciones o de dejar trasuntarpistas sobre el embuste no eran muygrandes, pues ambos eran hombreshábiles, con características personalesque los volvían capaces de ocultar susemociones. Pero Kennedy tenía queocultar más cosas, era menos diestro yavezado en la mentira que Gromyko. Lasdiferencias culturales e idiomáticas talvez encubrieran cualquier indicio delengaño, pero el embajador Dobryninestaba en condiciones de detectarlos.Muy conocedor de la conductanorteamericana tras haber pasado

muchos años en este país, y cómodo conel idioma inglés, Dobrynin contabaademás con la ventaja de ser unobservador y no un participante directo,que podía dedicarse a escrutar alsospechoso. En igual situación sehallaba el embajador Thompson paracaptar cualquier indicio conductual delengaño en Gromyko.

Si bien pude apoyarme en muchascrónicas de esta reunión procedentes denorteamericanos, no se dispone deninguna información del lado soviético yno hay modo de conjeturar si Dobryninsabía o no la verdad. Ciertos informesen el sentido de que se habría mostrado

estupefacto y visiblementeconmocionado cuando, cuatro días mástarde, el secretario de Estado Rusk leinformó sobre el descubrimiento de losmisiles y el comienzo del bloqueo navalnorteamericano han sido interpretadoscomo prueba de que hasta entonces lossoviéticos ignoraban dichodescubrimiento[223]. Si su propiogobierno había mantenido a Dobryninajeno a la instalación de los cohetes,ésta habría sido para él la primeranoticia del hecho. Pero aunque loconociese, y aunque supiese que losnorteamericanos lo habían descubierto,podría haber quedado estupefacto y

conmovido de todas maneras por ladecisión estadounidense de respondercon la fuerza militar —respuesta que,según coinciden la mayoría de losanalistas, los soviéticos no esperaban deKennedy—.

Lo importante no es determinar si elocultamiento de Kennedy fue reveladosino explicar los motivos por los cualespudo haberlo sido y demostrar que, aunen ese caso, el reconocimiento de losindicios del engaño no habría resultadosencillo. Se dice que Kennedy noidentificó ningún error en las mentirasde Gromyko. Como ya sabía la verdad,no precisaba discernir ningún indicio

del engaño. Armado con ese saber,podía admirar la habilidad de sucontrincante.

Al analizar estos dos engañosinternacionales dije que Hitler, Kennedyy Gromyko eran mentirosos naturales,sagaces en sus invenciones, parejos yconvincentes en su discurso. Creo quetodo político que llega al poder en partegracias a su habilidad para la oratoria yel debate público, su destreza paramanejar las preguntas en lasconferencias de prensa, su rutilanteimagen radiofónica o televisiva, poseeun talento para la conversación personalcomo para ser un mentiroso natural. (Si

bien Gromyko no llegó al poder porestas vías, sobrevivió durante un largoperíodo cuando no lo lograron losdemás, y en 1963 ya había reunido unagran experiencia en la diplomacia y enla política interna de la UniónSoviética.) Estos individuos sonconvincentes, porque eso forma parte desu negocio; elijan o no mentir, cuentancon la habilidad requerida para ello.Desde luego, hay otras rutas hacia elpoder político. Para dar un golpe deEstado no se precisa la capacidadnecesaria para el engaño interpersonal.Tampoco necesita ser un mentirosonatural o un conversador de talento el

dirigente que logra poder merced a sudominio de la burocracia, o por víahereditaria, o venciendo a sus rivalesinternos con maniobras palaciegas.

La habilidad para la conversación—la capacidad de ocultar y falsear laspalabras con expresiones y gestosadecuados a medida que se habla— noes indispensable si el mentiroso no tieneque dialogar con su destinatario o estarfrente a él. Los destinatarios pueden serengañados mediante escritos o a travésde intermediarios, de comunicados deprensa, de maniobras militares, etc. Sinembargo, cualquier variante de mentirafalla si el mentiroso no posee capacidad

estratégica, si es incapaz de prever deantemano sus movimientos o los deladversario. Presumo que todos loslíderes políticos deben ser astutosestrategas, aunque sólo algunos cuentencon la habilidad para la conversaciónque les permite mentir al estar cara acara con su presa, en el tipo de engañosque hemos examinado en este libro.

No todos son capaces de mentir oestán dispuestos a hacerlo. Supongo quela mayoría de los dirigentes políticos síestán prestos a mentir, al menos aciertos destinatarios y en ciertascircunstancias. Incluso Jimmy Cárter,cuya campaña presidencial se basó en la

promesa de que jamás le mentiría alpueblo norteamericano —y lo demostróadmitiendo sus fantasías sexuales en unaentrevista que concedió a la revistaPlayboy—, mintió luego cuando debióocultar sus planes para rescatar a losrehenes de Irán. Los analistasespecializados en engaños militares hanprocurado identificar cuáles son loslíderes más y menos capaces de mentir.Una posibilidad mencionada es que losmás idóneos en esto provienen deculturas que condonan el engaño[224],pero no existen pruebas muy clarassobre la existencia de dichasculturas[225]. Otra idea no verificada es

que los dirigentes más proclives amentir son de países en los que dichosdirigentes cumplen un papel importanteen las decisiones militares (sobre tododonde existen dictaduras)[226]. Seintentó, sin éxito, rastrear a partir dematerial histórico el tipo depersonalidad característica de losdirigentes que fueron conocidosmentirosos, aunque no se dispone deinformación sobre este trabajo comopara saber por qué motivo no tuvoéxito.[227]

No hay pruebas rigurosas, en uno uotro sentido, que permitan determinar silos líderes políticos son realmente

mentirosos extraordinarios, más hábilespara mentir y propensos a ello que losejecutivos de las grandes empresas, porejemplo. En caso afirmativo, losengaños internacionales resultarían másarduos aún de detectar, y esto sugeriríaque es importante para el cazador dementiras identificar las excepciones, osea, aquellos jefes de Estado que sesingularizan por no poseer la capacidadpara mentir habitual en sus colegas.

Veamos ahora el otro lado de lamedalla: ¿son o no son los jefes deEstado más diestros que el resto comocazadores de mentiras? Lasinvestigaciones indican que algunas

personas son inusualmente diestrascomo cazadores de mentiras, sin queexista una correspondencia entre estahabilidad y la capacidad paramentir.[228] Por desgracia, esasinvestigaciones han tenido como sujetosa estudiantes universitarios. No hayningún trabajo que haya examinado apersonas que ocupan cargos deliderazgo en organizaciones de cualquieríndole. Si al someter a prueba a dichaspersonas se comprobase que algunas sonhábiles cazadores de mentiras, surgiríael interrogante de si es posibleidentificar a los cazadores de mentirashábiles a la distancia, sin necesidad de

someterlos a ninguna prueba. Si estofuera posible y un cazador de mentirasdiestro pudiera ser identificadopartiendo del tipo de información sobrelas figuras públicas de que se disponenormalmente, un dirigente político queplanea mentir podría calibrar con mayorprecisión hasta qué punto su adversarioserá capaz de detectar cualquierautodelación o pista sobre su embuste.

El politicólogo Groth ha aducido (ami juicio convincentemente) que losjefes de Estado suelen ser muydeficientes como cazadores de mentiras,menos cautelosos que los diplomáticosprofesionales en cuanto a su propia

capacidad de evaluar el carácter y laveracidad de sus adversarios. «Los jefesde Estado —comenta Groth— y losprimeros ministros con frecuenciacarecen de la habilidad elemental parala negociación y la comunicación, o dela información básica, por ejemplo, queles permitiría formarse un juiciocorrecto sobre sus adversarios[229].Jervis concuerda con él y apunta que unjefe de Estado puede sobrestimar sucapacidad como cazador de mentiras si«su ascenso al poder se basó en parte enuna aguda habilidad para juzgar a losdemás»[230]. Aunque un dirigente sepaque posee dotes inusuales como cazador

de mentiras, y esté en lo cierto, quizá notome en cuenta cuánto más difícil resultadetectar una mentira cuando elsospechoso proviene de otra cultura yhabla otro idioma.

Antes manifesté mi opinión de queChamberlain había sido una víctimacómplice del engaño de Hitler, porqueestaba tan interesado en evitar la guerrasí era posible, que deseabadesesperadamente creerle a Hitler ysobrestimó su capacidad de justipreciarel carácter de éste. Pero Chamberlain noera ningún tonto, ni ignoraba laposibilidad de que Hitler le mintiese.Sólo que tenía fuertes razones para

querer creerle, ya que en caso contrarioel estallido de la guerra sería inminente.Estos errores de apreciación de los jefesde Estado, esta evaluación equivocadade su propia habilidad como cazadoresde mentiras, es, según Groth, bastantefrecuente. Yo pienso que esparticularmente probable cuando esmucho lo que está en juego. En talescircunstancias, cuando el perjuiciopuede ser enorme, el líder políticopuede resultar muy propenso aconvertirse en una víctima cómplice delengaño de su rival.

Consideremos ahora otro ejemplo devíctima cómplice. Para emparejar los

tantos, esta vez he seleccionado, de losnumero* sos ejemplos suministrados porGroth, el del opositor de Chamberlain,Winston Churchill. Este decía que elhecho de que Stalín «hablase con igualfrecuencia de “Rusia” y de la “UniónSoviética”, e hiciese tantas alusiones ala Deidad»[231], lo llevó a pensar queconservaba ciertas creenciasreligiosas.[232] En otro episodio, alretomar de la conferencia de Yalta en1945, Churchill defendió su fe en laspromesas de Stalin de la siguientemanera: «Pienso que su palabra es uncompromiso para él. No conozco otrogobierno que, contra su propio

beneficio, respete sus obligaciones tansólidamente como el gobierno ruso»[233].Uno de los biógrafos de Churchillcomenta lo siguiente: «… pese a lo bienque conocía la historia soviética,Winston estaba preparado para concedera Stalin el beneficio de la duda y confiaren que sus intenciones eran auténticas.Le resultaba difícil no creer en laprobidad esencial de las personas queocupaban altos cargos con las que éltenía trato»[234]. Stalin no correspondióa este respecto. Milovan Djilas afirmaque en 1944 manifestó: «Tal vez ustedpiense que por el hecho de ser aliados alos ingleses (…) nos hemos olvidado

quiénes son y quién es Churchill. Paraellos nada hay con mayor aliciente queengañar a sus aliados. Churchill es laclase de persona que, si usted sedescuida, le sacará un kopeck de subolsillo»[235], La voluntad de Churchillde destruir a Hitler y su necesidad decontar para ello con la ayuda de Stalintal vez le convirtieron en una víctimacómplice de los engaños de este último.

Si he otorgado más espacio a losengaños entre estadistas que acualquiera de las demás formas deengaño que examinamos en estecapítulo, no es porque éste sea el campomás prometedor para detectar los

indicios conductuales del engaño sinoporque es el más arriesgado, aquel en elcual un juicio equivocado puede sermortal. Pero como sucedía con ladetección de los engaños entredelicuentes, de nada vale sostener quetambién aquí debería abolirse el examende los indicios conductuales. En ningúnpaís sería eso posible: es propio de lanaturaleza humana reunir información,por lo menos de modo informal,respecto de tales indicios; y como ya heseñalado al ocuparme de los riesgos dela detección de mentiras durante losinterrogatorios, probablemente sea másseguro que los partícipes y quienes los

asesoran sean conscientes de su propiaevaluación de los indicios expresivosdel engaño, y no que esas impresionespermanezcan en el ámbito de lasintuiciones.

Como ya señalé con relación a losengaños de criminales, por más quefuese posible abolir la interpretación delos indicios conductuales del engaño enlas reuniones internacionales, no creoque eso fuese conveniente. Los registroshistóricos muestran bien a las claras queen los últimos tiempos se han producidoengaños infames en este campo; ¿quiénno querría que su país esté en mejorescondiciones de discriminarlos? El

problema es cómo hacerlo sin queaumenten las probabilidades de cometererrores. Me temo que la confianzaexagerada de Chamberlain y deChurchill en su capacidad para captar elengaño de sus rivales y calibrar elcarácter de éstos empalidecería ante laarrogancia de un especialista en cienciasde la conducta que se gana la vidapretendiendo ser capaz de detectar lossignos del engaño en los dirigentespolíticos extranjeros.

He tratado de desafiar, aunque deforma indirecta, a los expertos en laconducta que trabajan como detectoresde mentiras para cualquier país,

volviéndolos más conscientes de lacomplejidad de su tarea e inculcandouna mayor dosis de escepticismo en susclientes (los asesorados por ellos). Estedesafío debe ser indirecto porque talesexpertos, en caso de existir, operan ensecreto,[236] de igual modo que los querealizan investigaciones confidencialessobre la manera de detectar el engañoentre los negociadores internacionales olos jefes de Estado. Confío en volvermás prudentes a esos investigadoresanónimos, y más exigentes y críticossobre la utilidad de sus resultados aquienes les pagan.

No quiero que se me interprete mal.

Me interesa que se lleven a cabo talesinvestigaciones, considero que es unatarea urgente y entiendo perfectamenteque al menos algunas de ellas debanrealizarse en secreto en cualquier país.Sospecho que los estudios que procuranidentificar a los buenos y malosmentirosos y cazadores de mentirasentre los altos dirigentes de los paísesterminarán probando que ello es casiimposible, pero de todos modos hay queaveriguarlo. De modo análogo, creo quelos estudios sobre situaciones quesimulan las reuniones cumbres o lasnegociaciones que tienen lugar durantecrisis internacionales (donde los

participantes son personas de altacapacidad procedentes de distintasnaciones, y el estudio está dispuesto detal modo que haya mucho en juego, nocomo ocurre con los habitualesexperimentos con estudiantesuniversitarios) darán magros resultados.Pero también esto debe ser comprobado,y en caso afirmativo, quitarles a esosresultados su carácter confidencial ycompartirlos.

En este capítulo hemos mostrado queel éxito de un engaño no depende delcampo de actividad en que se practique.No es que fracasen todos los espososinfieles, ni que triunfen todos los

engaños criminales, empresariales ointernacionales. El fracaso o el éxitodepende de las característicasparticulares de la mentira, el mentirosoy el cazador de mentiras. Por cierto quees más complicado un engaño en elplano internacional que entre padre ehijo, pero todo padre sabe que nosiempre es sencillo dejar de cometererrores al tratar las mentiras de un hijo.

El cuadro 4 del «Apéndice»enumera 38 rubros de una lista deverificación de la mentira. Casi la mitad(18 preguntas) ayudan a determinar si elmentiroso tendrá que ocultar o falsearsus emociones, si tendrá que mentir

sobre sus sentimientos o si tendrásentimientos sobre su mentir.

El uso de esta lista no siemprebrindará una estimación útil. Tal vez nose sepa lo suficiente como pararesponder a muchos de estosinterrogantes, o las respuestas seránheterogéneas: algunas sugerirán que esfácil detectar la mentira y otras que esdifícil. Pero conocer esto puede serprovechoso. Y aun cuando sea posibleefectuar una evaluación precisa, quizásella no permita predecir correctamentelo que ha de suceder, porque losmentirosos pueden ser traicionados nopor su conducta sino por terceros, y

también pueden pasarse por alto, porcasualidad, los indicios más flagrantes.Sin embargo, tanto el mentiroso como elcazador de mentiras querrán estar altanto de esa evaluación. ¿A quién de losdos ayudará más ese conocimiento? Esees el primer punto que quiero examinaren el próximo y último capítulo.

9. DETECTAR

MENTIRAS EN LA

DÉCADA DE 1990

Empezaba este libro describiendo elprimer encuentro, en 1938, entre AdolfHitler, canciller de la Alemania nazi, yNeville Chamberlain, primer ministrobritánico. Elegí este acontecimientoporque fue uno de los engaños másgrandes de la historia y porque conteníauna importante lección sobre la razón deque las mentiras tengan éxito.Recordemos que Hitler ya había

ordenado en secreto que el ejércitoalemán atacara Checoslovaquia. Sinembargo, hacían falta varias semanaspara que el ejército nazi se movilizaraplenamente para el ataque. Deseando laventaja de un ataque por sorpresa, Hitlerocultó su decisión de atacar. En cambio,le dijo a Chamberlain que optaría por lapaz si los checos consideraran sureivindicación de volver a trazar lasfronteras entre sus países. Chamberlainse creyó la mentira de Hitler y trató depersuadir a los checos de que nomovilizaran su ejército mientras hubieraalguna oportunidad para la paz.

En cierto sentido, Chamberlain

deseaba ser engañado. De lo contrario,habría tenido que afrontar el fracaso detoda su política hacia Alemania y elhecho de haber puesto en peligro laseguridad de su país. La lección encuanto a la mentira es que algunasvíctimas contribuyen sin querer a que selas engañe. El juicio crítico queda ensuspenso y la información contradictoriaBe pasa por alto porque, por lo menos acorto plazo, conocer la verdad es másdoloroso que creer la mentira.

Aunque sigo creyendo que ésta esuna lección importante que se aplica amuchas otras mentiras y no sólo a lasque se dan entre jefes de estado, hoy en

día, siete años después de haber escritoeste libro, me preocupa que delencuentro entre Hitler y Chamberlain sepuedan desprender dos leccioneserróneas sobre la mentira. Podríaparecer que la mentira de Hitler nohabría surtido efecto si Chamberlain nohubiera deseado que le engañaran. Lainvestigación que hemos realizado desdela publicación original de Cómodetectar mentiras en 1985 indica que nisiquiera Winston Churchill, el rival deChamberlain que había avisado delpeligro de Hitler, podría haber sidocapaz de detectar aquella mentira. Y siChamberlain se hubiera acompañado de

expertos en la detección de mentiras —de Scotland Yard o de los servicios deinformación británicos— es pocoprobable que éstos hubieran salidomejor librados.

En este capítulo se exponen losnuevos datos de nuestra investigaciónque me han llevado a estas nuevasconclusiones. Describiré lo que hemosaprendido acerca de las personas quepueden detectar mentiras y algunosnuevos datos sobre la manera dedetectarlas. También presentaré algunosconsejos que he aprendido sobre laforma de aplicar nuestra investigaciónexperimental a mentiras de la vida real,

consejos basados en mi experiencia deenseñar, durante los últimos cinco años,a personas que tratan a diario con gentesospechosa de mentir.

Puesto que Hitler era un malvado, elejemplo mencionado también puede dara entender que siempre está mal que eldirigente de un país mienta. Estaconclusión es demasiado simple. En elsiguiente capítulo se examinanargumentos para justificar la mentira enla vida pública estudiando varios casosfamosos de la historia política recientede Estados Unidos. Al considerar lasfalsas afirmaciones del ex presidenteLyndon B. Johnson sobre los éxitos del

ejército estadounidense en la guerra delVietnam, así como la decisión de laNational Aeronautics and SpaceAdministration (NASA) de que lalanzadera espacial Challenger despegaraaun habiendo un riesgo considerable deque pudiera estallar, plantearé lacuestión de si estos ejemplos fueroncasos de autoengaño y, en caso de queasí fuera, de si estas personas que semintieron a sí mismas debenconsiderarse responsables de sus actos.

¿QUIÉN PUEDE PILLAR A UNMENTIROSO?

Cuando escribí Cómo detectarmentiras creía que la clase de mentirasque había estado estudiando —engañoshechos para ocultar las fuertesemociones experimentadas en elmomento mismo de mentir— tenían pocoque ver con las mentiras contadas pordiplomáticos, políticos, delincuentes oespías. Temía que los profesionales dela detección de mentiras —policía,agentes de la Central IntelligenceAgency (CIA), jueces y expertospsicológicos o psiquiátricos quetrabajaran para el gobierno— pudieranser demasiado optimistas sobre sucapacidad para distinguir si alguien

miente a partir de indicios conductuales.Deseaba avisar a las personas cuyotrabajo exige distinguir la mentira de laverdad de que desconfiaran de cualquierpersona que afirmara ser capaz dedetectar el engaño a partir de losindicios conductuales, lo que en elsistema jurídico se llama actitud.Quería avisarles de que no confiarantanto en su capacidad de descubrir a unmentiroso.

Ahora hay pruebas claras de quetenía razón al avisar a los cazadoresprofesionales de mentiras de que lamayoría de ellos deberían ser máscautos al valorar su habilidad. Pero

también he visto que quizá exageré unpoco. Para mi sorpresa, he visto quealgunos profesionales son muy buenosdescubriendo mentiras a partir deindicios conductuales. He aprendidoalgo sobre quiénes son y por qué sonbuenos. Y ahora tengo razones paracreer que lo que he descubierto sobrelas mentiras acerca de las emociones sepuede aplicar a algunas mentirasrelacionadas con la delincuencia, lapolítica o el contraespionaje.

Es probable que nunca lo hubierallegado a saber sí no hubiera escritoCómo detectar mentiras. No esfrecuente que un profesor de psicología

que investiga la mentira y las emocionescon experimentos de laboratorioconozca a personas que trabajan en elsistema jurídico o en el mundo delespionaje y el contraespionaje. Estosprofesionales de la detección dementiras no supieron de mí por mispublicaciones científicas, que hanaparecido durante los últimos treintaaños, sino por las informaciones sobremi trabajo que aparecieron en losmedios de comunicación coincidiendocon la publicación de Cómo detectarmentiras. Pronto fui invitado a impartirseminarios a jueces y fiscales, a policíaslocales, estatales y federales, y a

personas encargadas de realizar pruebascon polígrafos para el Federal Bureau ofInvestigation (FBI), la CIA, la NationalSecurity Agency, la Drug EnforcementAgency, el servicio secreto de EstadosUnidos y el Ejército de Tierra, laMarina y las Fuerzas Aéreasestadounidenses.

Para todas estas personas, la mentirano es una cuestión académica. Se tomanmuy en serio su trabajo y lo que yo lespueda decir. No son estudiantes queaceptan lo que dice un profesor porqueles pone una nota y es la autoridad queha escrito el libro. En todo caso, misreferencias académicas son una

desventaja con estos grupos. Me pidenejemplos de la vida real, me piden queencare sus experiencias, que responda asus retos y que les ofrezca algo quepuedan usar al día siguiente. Podríaexplicarles lo difícil que es descubrir aun mentiroso, pero tienen que hacerjuicios de esta clase mañana mismo y nopueden esperar a que se hagan másinvestigaciones. Quieren cualquierayuda que les pueda dar más allá de laadvertencia de que sean más cautelosos,y son muy escépticos y críticos.

Aunque parezca mentira, estaspersonas también son mucho másflexibles de lo que es habitual en el

mundo académico, Estaban másdispuestas a plantearse la posibilidad decambiar su forma de trabajar que lamayoría de las comisiones curricularesuniversitarias. Durante un descanso paraalmorzar, un juez me preguntó si deberíaredistribuir la sala del tribunal parapoder ver la cara de los testigos en lugarde su nuca. Nunca me había planteadouna idea tan sencilla. Desde entoncessiempre hago esta propuesta cuandohablo con jueces y muchos de ellos hanredistribuido sus salas.

Un agente del servicio secreto meexplicó lo difícil que es saber si unapersona que ha amenazado al presidente

miente cuando dice que la amenaza noiba en serio, que sólo la había hechopara impresionar a un amigo. Había unaexpresión sobrecogedora en la miradade aquel hombre cuando rae explicabaque habían decidido que Sarah JaneMoore era una «chiflada» y no unaverdadera asesina, y que la habíansoltado por error unas horas antes deque disparara contra el presidenteGerald Ford el 22 de septiembre de1975. Le dije que el seminario que yopodía darles sólo podría ofrecerles unamejora muy pequeña, que su nivel deprecisión mejoraría, como mucho, en un1%. «Perfecto —me dijo—,

hagámoslo».Mi colega Maureen O’Sullivan[237] y

yo siempre empezamos nuestrosseminarios con un breve test para medirla capacidad de cada participante paradistinguir si alguien miente a partir de suactitud. Este test de la capacidad paradetectar mentiras muestra a diezpersonas diferentes, las estudiantes deenfermería que formaban parte delexperimento que se describe en elcapítulo 3 (página 55). Cada una deestas personas dice que experimentaunas sensaciones agradables mientras veuna película con escenas de lanaturaleza y animales jugueteando.

Cinco de las diez mujeres dicen laverdad, pero las otras cinco mienten. Enrealidad, las que mienten están viendounas imágenes médicas truculentas, perotratan de ocultar su sensación dedisgusto e intentan convencer alexperimentador de que están viendounas imágenes agradables.

Yo tenía dos razones paraadministrar esta prueba de la capacidadpara detectar mentiras. No podíadesaprovechar la oportunidad de saberhasta qué punto estas personas que seenfrentan a los engaños más peligrosospueden detectar con precisión si alguienmiente. También estaba convencido de

que presentar esta prueba era una buenamanera de empezar. Le mostrabadirectamente a mi auditorio lo difícilque es saber si alguien miente.Despertaba su interés diciendo: «Van atener ustedes una oportunidadexcepcional de calibrar su capacidadpara detectar mentiras. Ustedes hacenjuicios de esta clase constantemente,pero ¿hasta qué punto saben con todaseguridad si estos juicios son correctoso erróneos? Aquí tienen la oportunidad.¡En sólo quince minutos sabrán larespuesta!». Inmediatamente después depasar la prueba les daba las respuestascorrectas. Luego pedía que levantaran la

mano quienes hubieran dado diezrespuestas correctas, quienes hubierandado nueve, etc. Apuntaba los resultadosen una pizarra para que pudieran evaluarsu actuación en comparación con elgrupo. Aunque no era mi objetivo, esteprocedimiento también revelaba lo bienque lo había hecho cada asistente.

No esperaba que la mayoría de ellosrindieran muy bien en esta prueba.Hacer que aprendieran esta dura leccióncontribuía a mi misión de conseguir quevaloraran con más cautela su capacidadpara detectar si alguien miente. En losprimeros seminarios me preocupaba quemis «alumnos» pusieran alguna objeción

y no quisieran correr el riesgo demostrar en público su posibleincapacidad para cazar a un mentiroso.Cuando veían lo mal que la mayoría deellos había hecho el test, esperaba queprotestaran, que pusieran en duda lavalidez de la prueba diciendo que lasmentiras que les había mostrado notenían nada que ver con las mentiras alas que ellos se enfrentaban. Y esonunca sucedió. Esas mujeres y esoshombres de los mundos de la justicia yde los servicios de información estabandispuestos a revelar su aptitud paradetectar mentiras ante sus compañeros.Eran más valientes que los colegas

académicos a los que he dado la mismaoportunidad de revelar su capacidadfrente a sus alumnos y colegas.

Saber hasta qué punto se habíanequivocado obligaba a esos cazadoresprofesionales de mentiras a abandonarlas reglas generales en las que muchosde ellos se habían estado basando.Abordaban con mucha más prudencia ladetección de mentiras a partir de laactitud. También les ponía sobre avisode los muchos estereotipos que tiene lagente en relación con la forma dedeterminar si alguien miente, como laidea de que las personas que semuestran inquietas o que apartan la

mirada cuando hablan siempre mienten.Desde un punto de vista más

positivo, les enseñaba a usar la listapara verificar mentiras que se describeen el capítulo 8 (página 250) conalgunos ejemplos de la vida real. Yhacía mucho hincapié, como lo hago enlos capítulos anteriores, sobre la formaen que las emociones pueden delatar unamentira y sobre la manera de detectarlos indicios de esas emociones. Lesmostraba decenas de expresionesfaciales muy brevemente, durante unacentésima de segundo, para queaprendieran a detectar microexpresionesfaciales con facilidad. Usaba ejemplos

grabados en vídeo de diversas mentiraspara que pudieran practicar las técnicasque acababan de aprender.

En septiembre de 1991 publicamosnuestras conclusiones acerca de estosprofesionales de la detección dementiras.[238] Resulta que sólo bubo ungrupo de profesionales que rindieronpor encima del azar: los agentes delservicio secreto estadounidense. Algomás de la mitad de estas personasalcanzaron un nivel de precisión igual osuperior al 70 % y cerca de una terceraparte alcanzaron un nivel igual osuperior al 80 %. Aunque no sé concerteza por qué los agentes del servicio

secreto rindieron tan por encima de losotros grupos, lo más probable es que sedeba a que muchos de ellos habíantrabajado en misiones de protección, esdecir, observando grupos de personas enbusca de indicios de que alguien pudieraamenazar a quien protegían. Esta clasede vigilancia debe ser una buenapreparación para detectar los sutilesindicios conductuales del engaño.

Muchas personas se sorprenden alsaber que el índice de acierto de losotros grupos profesionales que seocupan de las mentiras —jueces,fiscales, policías, poligrafistas quetrabajan para la CIA, el FBI o la NSA

(National Security Agency), serviciosdel ejército y psiquiatras forenses— nofue superior al esperado al azar.Igualmente sorprendente es el hecho deque la mayoría de ellos no supieran queno podían detectar el engaño a partir dela actitud. Su respuesta a la pregunta queles hacíamos antes de que pasarannuestro test sobre cuál creían que seríasu rendimiento no guardaba ningunarelación con lo bien o mal que hacían laprueba, y lo mismo ocurría con surespuesta a la misma preguntainmediatamente después de haberrealizado la prueba.

Me sorprendió que alguno de estos

profesionales de la detección dementiras pudiera detectar aquellasmentiras con gran precisión porqueninguno de ellos había tenido unaexperiencia previa con aquella situaciónconcreta ni con las características de losmentirosos que aparecían. Habíaplanificado la situación que se mostrabaen el vídeo para que se aproximara a ladifícil situación del paciente de unhospital psiquiátrico que oculta suintención de quitarse la vida con el finde librarse de la supervisión médica ypoder suicidarse. Para ello debe ocultarsu angustia y actuar de una maneraconvincente como si no estuviera

deprimido (véase la discusión de laspáginas 16 y siguientes y 54-55). Lasintensas emociones negativasexperimentadas en ese momento estabanrevestidas de un barniz positivo. Sólolos psiquiatras y los psicólogosdeberían haber tenido muchaexperiencia con esa clase de situacionespero, como grupo, su rendimiento no fuesuperior al azar. Entonces, ¿por qué elservicio secreto estadounidense supodetectar tan bien esta clase deengaño?[239]

Antes no me había dado cuenta, peroal reflexionar sobre nuestrasconclusiones surgió una nueva idea

sobre la posibilidad de detectar elengaño a partir de indiciosconductuales. Quien intenta detectar unamentira no necesita saber tantas cosasdel sospechoso ni de la situación si sesuscitan unas emociones intensas.Cuando el aspecto o la manera de hablarde alguien indica temor, culpa oagitación y estas expresiones no encajancon las palabras que dice, es probableque esa persona esté mintiendo. Cuandohay muchas interrupciones en el habla(pausas, «Esto…», etc.), y no hayninguna razón por la que el sospechosono sepa qué decir y ésta no sea su formahabitual de hablar, es probable que

mienta. Estos indicios conductuales delengaño serán más escasos si no sesuscitan emociones. Si el mentiroso nooculta unas emociones intensas, el éxitoen la detección de la mentira exigirá quequien se encargue de esta detecciónconozca mejor los detalles concretos dela situación y las características delmentiroso.

Siempre que haya mucho en juego,habrá la oportunidad de que el temor delmentiroso a ser descubierto o el reto desuperar al cazador de mentiras (lo quellamo deleite por embaucar, página 78)permita una detección más precisa de lamentira sin esidad de que el cazador de

mentiras conozca a fondo los deles de lasituación o del sospechoso. Pero —y setrata de un romuy importante— el hechode que haya mucho en juego no ce quetodos los mentirosos teman serdescubiertos. Los decuentes que se hanacostumbrado a salir bien librados nontirán ese temor, como tampoco losentirá el mujeriego que ha nido éxito enmuchas ocasiones ocultando sus pasadosdevaneos o el negociador con muchaexperiencia. Y las mentiras en fas quehay mucho en juego pueden hacer quealgunos sospechosos inocentes quetemen no ser creídos parezcan mentiraunque no lo hagan (véase la discusión

del error de Otelo en las páginas 175-177).

Si el mentiroso comparte valorescon el destinatario de la mentira y lerespeta, es posible que se sientaculpable por mentir y que los indiciosde esa culpa delaten la mentira omotiven una confesión. Pero el cazadorde mentiras debe evitar la tentación desobrestimarse demasiado y dar pordescontado un respeto que no lecorresponde. La madre desconfiada ehipercrítica debe conocerse lo suficientepara darse cuenta de que posee estascaracterísticas y, en consecuencia, nodeberá presuponer que su hija se sentirá

culpable si le miente. Si un empresariono es justo con sus empleados y éstos losaben, para detectar sus engaños nopodrá basarse en indicios de culpa.

Nunca es aconsejable confiar en elpropio juicio para determinar si alguienmiente sin un conocimiento mínimo delsospechoso o de la situación. Mi test dela capacidad para detectar mentiras nodaba al cazador de mentiras la menoroportunidad de conocer a las personas alas que tenía que juzgar. Las decisionessobre quién mentía y quién no se debíantomar tras ver a cada persona una solavez y sin más información sobre ella. Enestas condiciones sólo acertaron muy

pocos. No era imposible conseguirlo,pero era difícil en la mayoría de loscasos (más adelante explicaré cómopudieron hacer este juicio con tan pocainformación las personas que acertaron).Tenemos otra versión de nuestro test quemuestra dos ejemplos de cada persona.Cuando los cazadores de mentiraspueden comparar la conducta de unapersona en dos situaciones aciertan más,y aun así la mayoría de ellos sólo rindenun poco por encima del azar.[240]

La lista para verificar mentirasdescritas en el capítulo 8 debería serútil para juzgar si en una mentira dondehay mucho en juego habrá indicios

conductuales útiles, falsos o escasos.Debería ser útil para determinar si habrátemor a la detección, culpa por engañaro deleite por embaucar. El cazador dementiras nunca debería limitarse a darpor sentado que siempre es posibledetectar el engaño a partir de indiciosconductuales. No debería ceder a latentación de resolver las dudas sobre laveracidad de una persona sobrestimandosu capacidad para detectar mentiras.

Aunque el servicio secreto fue elúnico grupo de profesionales cuyorendimiento fue superior al azar, entodos los grupos hubo algunas personasque obtuvieron una buena puntuación.

Sigo investigando para saber por quéalgunas personas detectan el engaño conmucha precisión. ¿Cómo han aprendidoa hacerlo? ¿Por qué no aprende todo elmundo a detectar mentiras con másprecisión? ¿Es en realidad una aptitudque se aprende o es más bien unaespecie de don, algo que se tiene o no setiene? Esta extraña idea se me ocurriópor primera vez cuando descubrí que elrendimiento en este test de mi hija deonce años estaba prácticamente a lamisma altura que los mejores resultadosobtenidos por los servicios secretos. Mihija no ha leído mis libros ni misartículos. Y quizá no tenga nada de

especial; puede que la mayoría de losniños detecten las mentiras mejor quelos adultos. Estamos empezando ainvestigar en este sentido.

Una pista para responder a lapregunta de por qué algunas personasdetectan mentiras con precisión se basaen lo que escribieron quienes pasaronnuestro test cuando les preguntamos quéindicios conductuales habían usado paradeterminar si una persona mentía o no.Al comparar las respuestas de losmiembros de todos los grupos quehabían detectado las mentiras conprecisión con las respuestas de losmiembros que no las habían detectado,

vimos que los buenos cazadores dementiras decían haber usadoinformación de la cara, la voz y elcuerpo, mientras que los menos precisossólo mencionaban las palabras que sehabían dicho. Naturalmente, estosresultados encajan muy bien con lo quedigo en los primeros capítulos de Cómodetectar mentiras, pero ninguna de laspersonas a las que pasamos el test habíaleído el libro antes de la prueba.Algunas de ellas, las que detectaroncorrectamente las mentiras, sabían quees mucho más fácil disfrazar laspalabras que disfrazar las expresiones,los movimientos del cuerpo o la voz.

Esto no significa que las palabrascarezcan de importancia —lascontradicciones en lo que se dice casisiempre son muy reveladoras y puedeque un análisis muy sutil y complejo delhabla pueda revelar la mentira—[241]

pero los contenidos del discurso nodeberían ser el único objetivo. Aún nosqueda por saber por qué no todo elmundo compara las palabras con la caray con la voz.

NUEVOS DATOS SOBRE LOS

INDICIOS CONDUCTUALES DE LAMENTIRA

Otra investigación que hemosrealizado durante los dos últimos añosconfirma y amplía lo que se dice enCómo detectar mentiras sobre laimportancia de la cara y de la voz paradetectar el engaño. Cuando medimos lasexpresiones faciales de las estudiantesde enfermería que aparecían en lagrabación al mentir y al decir la verdad,encontramos diferencias en dos clasesde sonrisas. Cuando de verdad sesentían bien, mostraban muchas mássonrisas auténticas (figura 5A, capítulo5), y cuando mentían mostraban lo quellamamos sonrisa de disimulo (en unasonrisa de disimulo, además de la

sonrisa en los labios hay indicios detristeza [figura 3A], o de temor [figura3B], enfado [figura 3C o figura 4] odisgusto).[242]

Las distinciones entre las clases desonrisa se han visto apoyadas porestudios realizados con niños y conadultos en Estados Unidos y en otrospaíses y en muchas circunstanciasdiferentes, no sólo cuando la gentemiente. Hemos hallado diferencias en loque sucede en el cerebro y en lo que lagente dice que siente cuando muestra unasonrisa auténtica en comparación conotras clases de sonrisa. La mejor pistapara saber si una sonrisa se debe

realmente a que la persona experimentaplacer es la acción de los músculos quecircundan el ojo, no sólo la sonrisa enlos labios[243] No es algo tan sencillocomo limitarse a esperar que aparezcanarrugas como patas de gallo en lascomisuras de los párpados porque estono siempre da resultado. Las arrugas enpata de gallo son un buen indicio de unasonrisa auténtica si la sonrisa es leve, siel placer que se siente no es muyintenso. Cuando una sonrisa es muyamplia, los labios mismos crean estasarrugas y entonces deberemos fijamos enlas cejas. Si los músculos ocularesintervienen porque la sonrisa es de

verdadero placer, las cejas bajarán muylevemente. Aunque se trata de un indiciosutil, hemos visto que la gente lo puededetectar sin necesidad de unentrenamiento especial.[244]

También vimos que las estudiantesde enfermería elevaban el tono de vozcuando mentían acerca de lo que sentían.Este cambio en el tono de la voz marcaun aumento de la intensidad emocional yen sí mismo no indica que se mienta.Cuando se supone que alguien estáviendo una escena agradable y relajante,el tono de su voz no tendría por quéelevarse. No todas las mentirosasmostraban al mismo tiempo indicios

faciales y vocales de su engaño. Al usarlas dos fuentes de información seobtuvieron los mejores resultados, uníndice de acierto del 86%. Pero estotambién significa que hubo un 14 % deerrores; basándonos en las medidasfaciales y vocales creíamos que unapersona decía la verdad cuando mentía yque mentía cuando decía la verdad. Asípues, estas medidas dan buenosresultados en la gran mayoría de loscasos, pero no en todos. No espero quelleguemos a obtener un conjunto demedidas conductuales que sirvan paratodos los casos. Hay personas que sabenactuar por naturaleza y a las que nunca

van a pillar, y hay otras cuyaidiosincrasia hace que lo que indica unamentira en otras personas no lo indiqueen ellas.

En el trabajo que estamos realizandoahora, el doctor Mark Frank y yo hemoshallado las primeras pruebas que apoyanmi idea de que algunas personas mientenmuy bien y saben actuar de una maneranatural, y que otras mienten muy mal ynunca tienen éxito cuando intentanengañar a los demás. El doctor Frank yyo hemos hecho que unas personasmientan o digan la verdad en dosescenarios de engaño. En uno de losescenarios podían «robar» 50 dólares

de una maleta, una cantidad que sequedarían si convencían al interrogadorde que estaban diciendo la verdadcuando afirmaban que no habían tomadoel dinero. En el otro escenario podíanmentir o decir la verdad acerca de suopinión sobre un tema polémico como elaborto o la pena de muerte. Frankencontró que quienes mentían con éxitoen un escenario también lo hacían en elotro y que quienes eran fáciles de pillarcuando mentían sobre sus opinionestambién eran fáciles de pillar cuandomentían sobre el robo.[245]

Esto podría parecer muy evidente,pero gran parte del razonamiento de los

capítulos anteriores da a entender que loque determina si una mentira concretatendrá éxito o no son los detalles de lamentira y no la capacidad de la persona.Es probable que los dos factores seanimportantes. Algunas personas son tanbuenas o tan malas mintiendo que lascircunstancias y los detalles de lamentira no tienen mucha importancia; sesaldrán con la suya o fracasarán de unamanera sistemática. La mayoría de laspersonas no llegan a estos extremos y loque determina lo bien que pueden mentires a quién mienten, sobre qué mienten ylo que hay en juego.

LA DIFICULTAD DE DETECTAR

MENTIRAS EN LOS TRIBUNALES

Lo que he aprendido durante losúltimos cinco años enseñando apolicías, jueces y fiscales me ha hechopensar en una broma que ahora cuento enmis talleres: el sistema judicial parecehaber sido diseñado por alguien quequería que fuera imposible detectar elengaño a partir de la actitud. Alsospechoso que es culpable se le danmuchas oportunidades de preparar yensayar sus respuestas antes de que unjurado o un juez evalúen si dice la

verdad, con lo que su confianza aumentay su temor a ser desenmascarado sereduce. Primer tanto en contra del juez ydel jurado. Las preguntas y repreguntasdirectas se formulan meses o inclusoaños después de los hechos, con lo quelas emociones asociadas al actodelictivo se atemperan. Segundo tanto encontra del juez y del jurado. Gracias alprolongado retraso del inicio del juicio,el sospechoso habrá repetido su falsaversión con tanta frecuencia que puedeempezar a creérsela; cuando ocurre esto,en cierto sentido la persona no miente altestificar. Tercer tanto en contra del juezy del jurado. En general, cuando el

acusado se enfrenta a las repreguntas hasido preparado —por no deciraleccionado— por su abogado y laspreguntas planteadas casi siempreadmiten como respuesta un simple «sí»o «no». Cuarto tanto en contra del juez ydel jurado. Y luego está el caso delacusado inocente que llega a juicioaterrado, temiendo que no se le crea.¿Por qué van a creerle el jurado y eljuez si durante las diligencias previas nole ha creído ni la policía, ni el fiscal, niel juez? Las muestras del temor a no sercreído se pueden malinterpretar comoseñales del temor a ser descubierto.Quinto tanto en contra del juez y del

jurado.Aunque todo actúa en contra de que

quienes intentan esclarecer los hechos—el juez y el jurado— puedan basarseen la actitud, no ocurre lo mismo con lapersona que lleva a cabo la primeraentrevista o el primer interrogatorio.Normalmente es la policía o, en el casode maltratos a menores, un asistentesocial. Estas personas tienen másposibilidades de detectar si alguienmiente a partir de los indiciosconductuales. Normalmente, elmentiroso no ha tenido ocasión deensayar y es más probable que tema quelo pillen o que se sienta culpable de lo

que ha hecho. Aunque los policías y losasistentes sociales pueden tener muybuena intención, la mayoría de elloscarecen de la formación necesaria paraplantear preguntas objetivas o que noinsinúen la respuesta. No se les haenseñado a evaluar los indiciosconductuales de la verdad y de lamentira y no suelen adoptar una posturaimparcial[246]. En el fondo creen queprácticamente todas las personas queven son culpables, que todas mienten, ypuede que en realidad sea así para lagran mayoría de las personas a las queinterrogan. Cuando administré porprimera vez mi test de la capacidad para

detectar mentiras a unos policías, vi quemuchos de ellos llegaban a la conclusiónde que todas las personas que habíanvisto en la grabación habían mentido.«La gente no dice nunca la verdad»,decían. Por suerte, los miembros de unjurado no se encuentran constantementeante sospechosos de haber cometidodelitos y, en consecuencia, no es tanprobable que presupongan que todosospechoso debe ser culpable.

LAS MARCAS DE EXPLORACIÓN

DEL ALMIRANTE POINTDEXTER

En sí mismos, los indicios

conductuales de la cara, el cuerpo, lavoz y la forma de hablar no indican quese mienta. Pueden indicar emocionesque no encajan con lo que se dice.También pueden indicar que elsospechoso piensa de antemano lo queva a decir. Son «marcas» que señalanáreas que se deben explorar más afondo. Dicen al cazador de mentiras queocurre algo que se debe averiguarplanteando más preguntas, comprobandootros datos, etc. Veamos un ejemplo deluso de estas marcas.

El lector recordará que a mediadosde 1986 Estados Unidos vendió armas aIrán esperando conseguir a cambio la

liberación de unos rehenesestadounidenses retenidos en el Líbanopor unos grupos dirigidos por el régimeniraní o afines a él. La administraciónReagan dijo que no se trataba de unsimple intercambio de armas por losrehenes, sino que aquello formaba partede un intento de establecer mejoresrelaciones con la incipiente direcciónislámica moderada que surgió en Irántras el fallecimiento del ayatolá Jomeini.Pero se produjo un escándalo mayúsculocuando se tuvo noticia de que algunos delos beneficios obtenidos por la venta deesas armas a Irán se usaron en secreto, ycontraviniendo directamente las leyes

del Congreso (las enmiendas Borland),para comprar armas destinadas a laContra nicaragüense, los gruposrebeldes armados proestadounidensesque luchaban contra el nuevo régimenprosoviético sandinista de aquel paíscentroamericano. En una conferencia deprensa que dieron en 1986, el presidenteRonald Reagan y el fiscal general,Edwin Meese, revelaron este desvío defondos a la Contra. Al mismo tiempo,manifestaron no haber tenido ningunanoticia de este asunto. Anunciaron que elvicealmirante John Pointdexter, elasesor para temas de seguridadnacional, había dimitido y que su

compañero, el teniente coronel OliverNorth, había sido relevado de susfunciones en el National SecurityCouncil. Las noticias sobre el escándaloIrán-Contra fueron ampliamentedivulgadas y las encuestas realizadas enaquella época mostraban que la mayoríade los estadounidenses no creían en laafirmación del presidente RonaldReagan de que no había sabido nada deldesvío ilegal de aquellos beneficios a laContra nicaragüense.

Ocho meses después, el tenientecoronel Oliver North prestó declaraciónante la comisión del Congreso queinvestigaba el caso Irán-Contra. North

dijo que había hablado con frecuenciade todo este asunto con William Casey,director de la Central IntelligenceAgency. Sin embargo, Casey habíafallecido tres meses antes de que Northprestara declaración. North dijo a lacomisión que Casey le había advertidoque (North) tendría que ser el chivoexpiatorio y que Pointdexter tambiénpodría tener que asumir ese papel paraproteger al presidente Reagan.

En su declaración ante la comisiónde investigación, Pointdexter dijo quesólo él había dado el visto bueno al plandel coronel North de desviar a la Contralos beneficios procedentes de la venta

de las armas. «Dijo haber ejercido suautoridad sin haber dicho nada alpresidente Reagan para protegerle deaquella «cuestión políticamentedelicada» que más tarde les estallaría enlas manos. «La decisión fue mía»declaró Pointdexter con toda naturalidady sin que su voz se alterara»[247].

En un momento de su declaración,cuando se le pregunta por un almuerzocon el fallecido director de la CIAWilliam Casey, Pointdexter dice que nopuede recordar lo que se dijo durante él:lo único que recuerda es que comieronunos bocadillos. El senador Sam Nunncritica con dureza la mala memoria de

Pointdexter y durante los dos minutossiguientes Pointdexter manifiesta dosmicroexpresiones faciales muy rápidasde ira, eleva el tono de la voz, tragasaliva cuatro veces y habla con muchasrepeticiones y pausas. Este momento dela declaración de Pointdexter ilustracuatro puntos importantes.

El vicealmirante John Pointdexter,ex asesor para temas de seguridadnacional

1.Cuando los cambios conductualesno se limitan a una sola modalidad{cambios de la cara y de la voz ocambios del sistema nervioso vegetativoindicados por el acto de tragar saliva)nos encontramos ante una marcasignificativa que indica que estáocurriendo algo importante que sedebería explorar. Aunque no deberíamoshacer caso omiso de los indicioslimitados a una sola clase de conductaporque puede que sean los únicos quetengamos a nuestra disposición, cuando

los indicios abarcan distintos aspectosde la conducta es probable que sean másfiables y que las emociones quesubyacen a esos cambios sean másintensas.

2.Es menos arriesgado interpretar uncambio de conducta que interpretar unacaracterística conductual que la personamuestra repetidamente. Cuando hablaba,Pointdexter no solía titubear, ni hacerpausas, tragar saliva u otras cosas por elestilo. El cazador de mentiras siempredebe buscar cambios en la conductadebido a lo que yo llamo «riesgo deBrokaw» en el capítulo 4 (página 94). Sinos centramos en los cambios

conductuales no nos dejaremos engañarpor las características idiosincrásicasde una persona.

3.Cuando se presenta un cambio enla conducta relacionado con algunacuestión o pregunta concreta, esto indicaal cazador de mentiras que puede valerla pena profundizar en esta cuestión.Aunque el senador Nunn y otrosmiembros del Congreso habíanpresionado a Pointdexter en muchascuestiones, éste no mostró esasconductas hasta que el senador Nunninsistió en su almuerzo con Casey. Lasospechosa pauta de conducta dePointdexter desapareció cuando Nunn

dejó de preguntarle por aquel almuerzoy pasó a tratar otros temas. Siempre queun grupo de cambios de conductaparecen darse en relación con un temaconcreto, el cazador de mentiras deberátratar de comprobar que realmente existeesa relación. Una manera de hacerlo espasar a otro tema, como hizo Nunn, yluego volver al tema anterior deimproviso para ver si el grupo deconductas vuelve a aparecer.

4.El cazador de mentiras debeintentar encontrar otras explicacionespara los cambios de conductaobservados además de considerar laposibilidad de que indiquen un engaño.

Si Pointdexter hubiera mentido alresponder sobre el almuerzo, esprobable que el hecho de hacerlo ledisgustara. Se sabía que era un hombrereligioso: su esposa era diaconisa de suparroquia. Es probable queexperimentara algún conflicto al mentiraunque creyera que el interés nacionaljustificaba que mintiera. Y también esprobable que temiera que le pillaran.Pero hay otras alternativas que se debentener en cuenta.

Pointdexter declaró durante muchosdías. Supongamos que durante laspausas para almorzar aparte de hablarcon sus abogados, siempre se tomara un

bocadillo preparado por su mujer. Ysupongamos que aquel día, cuando lepreguntó a su mujer si le había hecho elbocadillo, ella se enfadara y le dijera:«¡John, no puedo prepararte unbocadillo todos los días, una semanatras otra! ¡Yo también tengo misresponsabilidades!». Y si su matrimonioera de esos donde el enfado se expresaen muy raras ocasiones, puede quePointdexter estuviera disgustado por eseepisodio. Así pues, más adelante,aquella mañana, cuando Nunn lepreguntó por el almuerzo y él le dijo quecomieron bocadillos, las emociones sinresolver suscitadas por la discusión con

su esposa pudieron haber reaparecido ylo que vimos eran esos sentimientos, nosu culpa por mentir sobre algún aspectodel escándalo Irán-Contra ni el temor aser descubierto.

El ex teniente coronel Oliver NorthNo tengo forma de saber si esta línea

de especulación tiene alguna base. Yesto es lo que quiero destacar. Elcazador de mentiras siempre debeintentar encontrar explicacionesalternativas aparte de la mentira y reunirinformación que pueda ayudarle adescartarías. Lo que Pointdexter habíarevelado era que en su almuerzo conCasey había algo importante, pero nosabemos el qué y, en consecuencia, nodeberíamos llegar sin más a laconclusión de que mentía sin haberdescartado otras explicaciones.

LA CAPACIDAD PARA ACTUAR

DE OLIVER NORTH

La declaración del teniente coronelOliver North ante la comisión deinvestigación del escándalo Irán-Contrapermite ilustrar otra proposición deCómo detectar mentiras, North pareceser un buen ejemplo de lo que yo llamoun actor natural[248]. No i estoy diciendoque North mintiera (aunque fuedeclarado culpable de mentir en suanterior declaración ante el Congreso),sino i que, en caso de haber mentido, nolo podríamos descubrir a partir de su

conducta. Si hubiera querido mentir,habría sido muy convincente. Desde estepunto de vista, su actuación, en tanto queactuación, habría sido digna deaplauso.[249]

Los sondeos de la opinión públicarealizados entonces indicaban que Northdespertaba la admiración de muchísimosestadounidenses. Hay muchas razonesque lo pueden explicar. Puede que se lehaya visto como un David contra elGoliat del poderoso gobierno,representado en este caso por lacomisión de investigación del Congreso.Y, para algunas personas, su uniformecontribuía a esta imagen. Puede que

también se le considerara un chivoexpiatorio que cargaba injustamente conla culpa del presidente o del director dela CIA. Y parte de su atractivo residíaen su porte, en su forma de comportarse.Uno de los distintivos de los actoresnaturales es que son dignos decontemplar: disfrutamos con suactuación. No hay razón para pensar queestas personas mientan más que otras(aunque puede que se vean más tentadasa hacerlo porque saben que puedensalirse con la suya), pero cuandomienten sus mentiras son perfectas.

La declaración de North tambiénplantea cuestiones éticas y políticas en

tomo a si es aceptable que un alto cargopúblico mienta. En el capítulo siguienteexaminaremos éste y otros casoshistóricos.

10. LA MENTIRA EN LA

VIDA PÚBLICA

En el capítulo anterior he descritolas conclusiones de algunasinvestigaciones recientes y de otrasinvestigaciones en curso y también mehe basado en mi experiencia comoinstructor de profesionales de ladetección de mentiras. El presentecapítulo no se basa en pruebascientíficas, sino en evaluacionespersonales fundadas en reflexionessobre la naturaleza de la mentira y en

intentos de aplicar mi investigación a lacomprensión del contexto más amplio enel que vivo.

OLIVER NORTH Y SU

JUSTIFICACIÓN DE LA MENTIRA

En un momento de su declaración, elteniente coronel Oliver North admitióque unos años antes había mentido alCongreso acerca del desvío de fondosiraníes a la Contra nicaragüense. «Notengo facilidad para mentir —dijo—.Pero teníamos que sopesar la diferenciaentre mentir y salvar vidas.» Northcitaba la justificación clásica de la

mentira que la filosofía ha argumentadodurante siglos. ¿Qué debemos decirle aun hombre que, con una pistola en lamano, nos pregunta: «¿Dónde está tuhermano? Lo voy a matar»? Esteescenario no plantea ningún dilema parala mayoría de nosotros. No diremosdónde está nuestro hermano.Mentiremos, mencionaremos un lugarfalso. Como dijo Oliver North, si lo queestá en juego es la vida misma, tenemosque mentir. Podemos ver un ejemplomás prosaico en las instrucciones quelos padres dan a sus hijos sobre lo quedeben decir si un desconocido llama a lapuerta cuando los niños están solos en

casa. Les dicen que no digan que estánsolos, que mientan diciendo que supadre está durmiendo la siesta.

En su libro publicado cuatro añosdespués de la investigación delCongreso, North describía sussentimientos en relación con elCongreso y con la bondad de su causa.«Para mí, muchos senadores ycongresistas, e incluso los miembros desu personal, eran personas privilegiadasque habían dejado abandonada sinningún rubor a la resistencianicaragüense, que habían hecho a laContra vulnerable ante un enemigopoderoso y bien armado. ¡Y ahora me

querían humillar a mí por hacer lo queellos deberían haber hecho! (página 50)Nunca creí que estuviera por encima dela ley y nunca tuve la intención de hacernada ilegal. Siempre he creído, ytodavía lo creo, que las enmiendasBoland no prohibían que el NationalSecurity Council apoyara a la Contra.Hasta la más estricta de las enmiendastenía lagunas que usamos para garantizarque la resistencia nicaragüense no seviera abandonada.»[250] North reconocíaen su libro que engañó a los miembrosdel Congreso en 1986, cuando intentaronaveriguar si él estaba ayudandodirectamente a la Contra.

Defender vidas, que era el motivoaducido por North para mentir, noestaba justificado porque, en primerlugar, no es seguro que la situación fueratan clara. North decía que la Contrasucumbiría a causa de las enmiendasBoland, por las que el Congreso habíaprohibido que se le ofreciera más ayuda«mortífera». Pero los expertos noestaban de acuerdo en que eliminar estaayuda significara la desaparición de laContra, Se trataba de una consideraciónpolítica en la que la mayoría de losdemócratas y de los republicanosestaban claramente enfrentados. Estotiene muy poco que ver con la certeza de

que un asesino declarado que amenazacon matar acabará matando.

Otra objeción a la justificación deNorth de que mentía para salvar vidasestá relacionada con el destinatario desus mentiras. No mentía a la persona queproclamaba su intención de matar. Si seprodujera alguna muerte la causaría elejército nicaragüense, no los miembrosdel Congreso. Aunque quienes noestaban de acuerdo con las enmiendasBoland podrían decir que ésta sería laconsecuencia, no era ésta la intencióndeclarada de quienes votaron a favor delas enmiendas ni se podría decir queéste fuera el objetivo de aquella ley

aunque no se hubiera declaradoexpresamente.

Muchas personas sensatas ysupuestamente dotadas de la mismaaltura moral discrepaban sobre lasconsecuencias de suspender la ayuda«mortífera» y sobre si las enmiendasBoland carecían de lagunas. Con grancelo, North no pudo ver, o si lo vio ledio igual, que en este asunto no habíauna única verdad que no pudiera negarninguna persona racional. En suarrogancia, North dio más peso a supropia opinión que a la opinión de lamayoría del Congreso y creyó que estojustificaba que mintiera ante la

comisión.Mi tercera objeción al argumento de

North de que había mentido para salvarvidas es que sus mentiras violaban uncontrato que había suscrito y que leprohibía mentir al Congreso. Nadie estáobligado a responder con la verdad a unasesino declarado. Los actos de eseasesino violan las leyes que tanto élcomo nosotros hemos suscrito. Nuestroshijos no están obligados a decir laverdad a un desconocido que llame a lapuerta, aunque esta cuestión sería másconfusa si el desconocido dijerahallarse en peligro. Sin embargo, todo elmundo está obligado a declarar la

verdad ante una comisión del Congresoy si miente puede ser procesado. Northaún tenía más razones para decir laverdad en virtud de su profesión. Comooficial del ejército, el teniente coronelOliver North había jurado respetar ydefender la Constitución. Al mentir anteel Congreso había violado la división deresponsabilidades prevista en laConstitución entre los dos poderes delestado: concretamente, el control delpresupuesto que la Constitución otorgaal Congreso como contrapartida a lapotestad del ejecutivo para actuar.[251] YNorth no tenía las manos atadas si secreía obligado a aplicar políticas que,

según su parecer, ponían en peligro aotras personas de un modo inmoral.Podía haber dimitido para luegomanifestar públicamente su opinión encontra de las enmiendas Boland.

Esta polémica sigue hoy en día, yaque se está procesando a ciertos agentesde la CIA que, presuntamente, mintieronante el Congreso, Una cuestión que hacepoco se ha debatido en la prensa es sihay un conjunto especial de normas paralos agentes de la CIA que, a causa de lanaturaleza secreta de su trabajo, podríanno estar obligados a decir la verdad alCongreso. Puesto que North recibíaórdenes de Casey, el director de la CIA,

sus actos se podrían justificar alegandoque seguía las normas de los empleadosde esta agencia. David Whipple, que esel director de la asociación de exagentesde la CIA, dijo: «En mi opinión, elhecho de que revelen al Congreso elmínimo necesario, si así pueden salirbien librados, no tiene nada de malo.Incluso a mí me cuesta culpar de nada aesos muchachos»[252]. Ray Cline, otroagente retirado de la CIA, dijo: «En laantigua tradición de la CIA creíamosque a los agentes de alto rango se lesdebía proteger para que no fuerandescubiertos»[253]. Según StansfieldTurner, que fue director de la CIA entre

1977 y 1981, durante el mandato delpresidente Cárter, un presidente no debeautorizar a la CIA para que mienta alCongreso y se debe dejar claro a losempleados de la agencia que, en caso dementir, no recibirán protección.[254]

Los procesos a North, Pointdexter y,más recientemente, a los agentes de laCIA Alan Fiers y Clair George pormentir ante el Congreso, podríantransmitir este mensaje. George es elcargo más importante de la CIA que hasido encausado por mentir a la comisióndel Congreso que investigó el escándaloIrán-Contra en 1987. Puesto que engeneral se cree que Casey, el director de

la CIA, no se atuvo a estas normas, sepodría aducir que es injusto castigar apersonas a las que se hizo creer queestaban haciendo lo que quería elpresidente y que se les daría protecciónsi llegaran a ser descubiertas.

EL PRESIDENTE RICHARD

NIXON Y EL ESCÁNDALO DELWATERGATE

Es probable que el ex presidenteRichard Nixon sea el alto cargo que hasido más condenado por mentir. Fue elprimer presidente de Estados Unidosque dimitió de su cargo, pero ello no se

debió únicamente a que hubiera mentido.Tampoco se vio obligado a dimitirporque se descubriera a personas quetrabajaban para la Casa Blanca en elcomplejo de viviendas y oficinasWatergate en junio de 1972 mientrasintentaban forzar la sede central delPartido Demócrata. Tuvo que dimitirpor el encubrimiento que ideó y por lasmentiras que contó para apoyarlo. En lasgrabaciones de unas conversacionesmantenidas en la Casa Blanca que sehicieron públicas más tarde, Nixonaparecía diciendo: «Me importa unamierda lo que pueda pasar, quiero quecontesten con evasivas, que se acojan a

la quinta enmienda, lo que haga faltapara que se salve el plan».

Aquella maniobra de encubrimientotuvo éxito durante casi un año, hasta queuno de los hombres condenados por elallanamiento del Watergate, JamesMcCord, contó al juez que aquellaacción formaba parte de unaconspiración de más alcance. Luego sesupo que Nixon había grabado todas lasconversaciones mantenidas en eldespacho Oval. A pesar de los intentosdel presidente de borrar la informaciónmás perjudicial de aquellas cintas, habíapruebas suficientes para que la HouseJudiciary Committee iniciara un proceso

por prevaricación (impeachment).Nixon dimitió el 9 de agosto de 1974,cuando el tribunal supremo le ordenóque entregara las cintas al jurado deacusación.

En mi opinión, el problema no fueque Nixon mintiera, porque creo que losaltos dirigentes deben hacerlo enocasiones, sino aquello sobre lo quemintió, su motivación para mentir y laspersonas a las que mintió. No fue unintento de engañar a otro gobierno: eldestinatario de la mentira de Nixon fueel pueblo estadounidense. No habíaninguna justificación posible basada enla necesidad de alcanzar un objetivo en

política exterior. Nixon ocultó un delitoque conocía: el intento de robardocumentos de la sede del PartidoDemócrata en los edificios Watergate.Su motivo era seguir en el cargo, noarriesgarse a perder votantes si sedescubriera que sabía que quienestrabajaban para él habían infringido laley para colocarle en una situación deventaja de cara a las siguienteselecciones. En el primer artículo delimpeachment contra Nixon se leacusaba de obstrucción a la justicía, enel segundo se le acusaba de abusar delpoder de su cargo y de no asegurar elfiel cumplimiento de la ley, y en el

tercero se le acusaba de desobedecerdeliberadamente la orden de la comisiónjurídica de que entregara las cintas conlas grabaciones y otros documentos. Nodeberíamos condenarle únicamente porser un mentiroso, aunque de ello leacusaran con alborozo quienes ledetestaban. Los altos dirigentes nopodrían hacer su trabajo si se lesprohibiera mentir bajo ningunacircunstancia.

LA MENTIRA JUSTIFICADA DEL

PRESIDENTE JIMMY CARTER

El mandato del ex presidente

estadounidense Jimmy Cárter nos ofreceun buen ejemplo de unas circunstanciasdonde está justificado que un alto cargopueda mentir. En 1976, el ex gobernadorde Georgia, Jimmy Cárter, fue elegidopresidente de Estados Unidos trasderrotar a Gerald Ford, que habíallegado a la presidencia tras la dimisiónde Nixon. Durante la campaña electoral,Cárter había prometido limpiar laimagen de la Casa Blanca tras los añosduros y escandalosos del casoWatergate. El sello distintivo de sucampaña era mirar a las cámaras detelevisión y decir, de una manerabastante simplista, que nunca mentiría

ante el pueblo estadounidense. Sinembargo, tres años después mintiómuchas veces para ocultar sus planespara rescatar a unos rehenesestadounidenses secuestrados en Irán.

Durante los primeros años de lapresidencia de Cárter, el sha de Irán fuederrocado por una revolución islámicaintegrista. El sha siempre había recibidoapoyo de Estados Unidos y, cuando huyóal exilio, Cárter permitió que entrara enel país para que recibiera tratamientomédico. Enfurecida, la milicia iraníirrumpió en la embajada de EstadosUnidos en Teherán y capturó sesentarehenes. Las negociaciones diplomáticas

para acabar con aquella crisis seprolongaron sin resultado durante meses.Mientras, cada noche, los presentadoresde los noticiarios de televisión contabanlos días, y luego los meses, que losrehenes llevaban secuestrados.

Muy poco después de la captura delos rehenes, Cárter ordenó en secreto alos militares que empezaran a prepararuna operación de rescate. Estapreparación no sólo se ocultó, sino quelos representantes de la administraciónhicieron repetidamente manifestacionesfalsas con el fin de diluir cualquiersospecha obre lo que estaban tramando.Durante meses, el Pentágono,

departamento de estado y la CasaBlanca afirmaron una y otra vez que unamisión para liberar a los rehenes eraimposible desde un punto de vistalogístico. El 8 de enero de 1980, elpresidente Cárter mintió en unaconferencia de prensa diciendo que unaoperación militar de rescate «acabaríaen un fracaso y en la muerte de losrehenes casi con toda seguridad».Mientras lo decía, la fuerza militar Deltaestaba ensayando en secreto laoperación de rescate en el desierto delsudoeste de Estados Unidos.

Cárter mintió al puebloestadounidense porque sabía que los

iraníes escuchaban lo que decía ydeseaba que los milicianos que teníansecuestrados a los rehenes se confiaran.Hizo que su secretaria de prensa, JodyPowell, negara que el gobierno pensararescatar a los rehenes en el mismomomento en que la misión de rescate sepuso en marcha. Y más tarde escribió ensus memorias: «Cualquier sospecha quehubieran tenido los milicianos de unintento de rescate habría condenado lamisión al fracaso… El éxito dependíatotalmente del elemento sorpresa[255].Recordemos que Hitler también habíamentido para sorprender al adversario.Pero no condenamos a Hitler porque

mintiera, sino por sus objetivos y susactos. El hecho de que el dirigente de unpaís mienta para estar en una posiciónde ventaja ante un enemigo no escensurable en sí mismo.

El principal destinatario de lasmentiras de Cárter eran los iraníes quehabían violado las leyes internacionalessecuestrando al personal de la embajadaestadounidense. No había forma deengañarles sin engañar al pueblo y alCongreso de Estados Unidos. El motivoera proteger a las fuerzas militaresestadounidenses. Y la duración de lamentira iba a ser breve. Aunque algunosmiembros del Congreso plantearon la

cuestión de si Cárter tenía derecho aactuar sin notificárselo de antemano, talcomo estipula la War PowersResolution, él adujo que el rescate habíasido un acto de socorro, no un acto deguerra. Cárter fue condenado porque lamisión de rescate fracasó, no porquehubiera roto su promesa de no mentir.

Cuando Stansfield Tumer, directorde la CIA durante el mandato de Cárter,escribió sobre el escándalo Irán-Contray la necesidad de que los agentes de laCIA dijeran la verdad ante el Congreso,se planteó qué habría hecho él si elCongreso le hubiera preguntado si laCIA estaba preparando una misión de

rescate: «Me habría costado muchosaber cómo responder. Supongo quehabría dicho algo parecido a: «No creoaconsejable hablar de ningún plan parasolucionar el problema de los rehenespara evitar que se hagan inferenciaserróneas que se puedan filtrar a losiraníes». Luego habría consultado alpresidente si debería volver pararesponder con toda franqueza a laspreguntas»[256]. Tumer no dice quéhabría hecho si el presidente Cárter lehubiera ordenado que volviera alCongreso y negara la existencia del plande rescate.

LAS MENTIRAS DE LYNDON

JOHNSON SOBRE LA GUERRA

DEL VIETNAM

Más peligroso fue que el expresidente Lyndon B. Johnson ocultara ala opinión pública estadounidenseinformaciones adversas sobre eldesarrollo de la guerra del Vietnam.Johnson había llegado a la presidenciatras el asesinato de John F. Kennedy en1963, pero se presentó a las eleccionespresidenciales de 1964. Durante lacampaña, el candidato republicano, elsenador por Arizona Barry Goldwater,

dijo que estaría dispuesto a usararmamento nuclear para ganar la guerra.Johnson adoptó la postura contraria.«No vamos a enviar a nuestrosmuchachos a quince mil kilómetros decasa para que hagan lo que deberíanhacer por su cuenta los propiosasiáticos». Una vez elegido, yconvencido de que la guerra se podríaganar enviando más tropas, Johnsonenvió a medio millón de muchachosestadounidenses al Vietnam durante losaños siguientes. Estados Unidos acabósoltando en Vietnam más bombas de lasque se habían usado en toda la SegundaGuerra Mundial, Johnson pensaba que

sólo se encontraría en una buenaposición para negociar un finaladecuado de la guerra si losnorvietnamitas creían que tenían todo elapoyo de la opinión públicaestadounidense. En consecuencia,seleccionaba lo que daba a conocer alpueblo estadounidense sobre eldesarrollo de la guerra. Los jefesmilitares que actuaban en Vietnamsabían que Johnson quería dar la mejorimagen posible de los éxitosestadounidenses y de los fracasosnorvietnamitas y del Vietcong, y pocodespués ésta fue la única informaciónque Johnson recibió de ellos. Pero la

farsa se vino abajo en enero de 1968,cuando una ofensiva devastadora delVietcong y de los norvietnamitas durantela celebración del Tet (Año Nuevo)puso en evidencia ante losestadounidenses y ante el mundo lo lejosque estaba Estados Unidos de ganaraquella guerra. La ofensiva del Tet seprodujo en plena campaña electoral a lapresidencia de Estados Unidos, Elsenador Robert Kennedy, que seenfrentaba a Johnson para serproclamado candidato del PartidoDemócrata, dijo que la ofensiva del Tethabía «hecho añicos la máscara deilusión oficial con la que hemos estado

ocultado, incluso a nuestros propiosojos, las verdaderas circunstancias».Pocos meses después, Johnson anunciósu decisión de no presentarse a lareelección.

En una democracia no es fácilengañar a otro país sin engañar alpropio pueblo y esto hace del engañouna política muy peligrosa cuando sepractica durante mucho tiempo. Elengaño de Johnson sobre el desarrollode la guerra no fue cuestión de días,semanas o meses. Al crear la ilusión deuna victoria inminente, Johnson privó alelectorado de una información necesariapara fundamentar su opción política.

Una democracia no puede sobrevivir siun partido político controla lainformación que recibe el electoradosobre una cuestión esencial para su voto.

Como observó el senador RobertKennedy, sospecho que otro coste deaquel engaño fue que Johnson, y por lomenos algunos de sus asesores, casillegaron a creerse sus propias mentiras.Pero en esta trampa no sólo pueden caerlos altos cargos de un gobierno. Creoque cuantas más veces se repite unamentira, más fácil resulta decirla. Ycada vez que la decimos, pensamosmenos en si engañar está bien o mal.Tras muchas repeticiones, el mentiroso

puede llegar a sentirse tan cómodo conla mentira que ya no se da cuenta de quemiente. Sin embargo, si se le incita o sele contradice, recordará que estámintiendo. Aunque Johnson quería creeren sus falsas afirmaciones sobre eldesarrollo de la guerra, y puede que enocasiones pensara que eran verdaderas,dudo que realmente llegara a engañarsea sí mismo por completo.

EL AUTOENGAÑO Y EL

DESASTRE DE LA LANZADERA

ESPACIAL CHALLENGER

Decir que una persona se haengañado a sí misma es algo totalmentediferente. En el autoengaño, la personano se da cuenta de que se miente a símisma. Y no conoce los motivos que laimpulsan a engañarse. Creo que elautoengaño es mucho menos frecuente delo que dicen los culpables paraexcusarse después de los hechos. Losactos que desembocaron en el desastrede la lanzadera espacial Challengerplantean la duda de si quienes tomaronla decisión de que despegara a pesar delas firmes advertencias sobre losposibles peligros habían sido víctimasdel autoengaño. ¿Cómo explicar sí no

que quienes conocían los riesgostomaran la decisión de seguir adelantecon el lanzamiento?

El despegue de la lanzadera el 28 deenero de 1986 fue visto por millones detelespectadores. El lanzamiento habíarecibido mucha publicidad porque unamaestra de escuela, Christa McAuliffe,formaba parte de la tripulación. Entrelos telespectadores había muchosescolares, incluidos los alumnos de lamaestra, que tenía que dar una clasedesde el espacio. Pero setenta y tressegundos después del despegue lalanzadera estalló, causando la muerte delas siete personas que iban a bordo.

La noche anterior al lanzamiento, losingenieros de Morton Thiokol, laempresa que había fabricado los cohetespropulsores, recomendaron oficialmenteque se aplazara el despegue porque elfrío anunciado en la previsiónmeteorológica podría reducirpeligrosamente la elasticidad de unasjuntas circulares de goma, Y si esoocurría, la consiguiente pérdida decombustible podría hacer que loscohetes propulsores estallaran. Losingenieros de Thiokol llamaron a laNational Aeronautic and SpaceAdministration (NASA) instándolaunánimemente a que aplazara el

lanzamiento previsto para la mañanasiguiente.

La fecha de lanzamiento ya se habíaaplazado tres veces, rompiendo lapromesa de la NASA de que laslanzaderas espaciales seguirían unprograma de despegue rutinario yprevisible. Lawrence Mulloy, eldirector de propulsión de la NASA,discutió con los ingenieros de Thiokoldiciendo que no había pruebassuficientes de que el frío pudiera dañarlas juntas de goma. Mulloy hablóaquella noche con el director deThiokol, Bob Lund, quien más tardeprestó declaración ante la comisión

presidencial creada para investigar eldesastre. Lund declaró que Mulloy lehabía dicho aquella noche que pensaracomo director en lugar de pensar comoingeniero. Al parecer, Lund así lo hizo:dejó de oponerse al lanzamiento y anulóla decisión de sus propios ingenieros.Mulloy también se puso en contacto conJoe Kilminister, uno de losvicepresidentes de Thiokol, pidiéndoleque firmara el visto bueno para ellanzamiento. Lo hizo a las 23:45,enviando un fax a la NASArecomendando el despegue. AlianMcDonald, que era el director depropulsión de Thiokol, se negó a firmar

la autorización oficial. Dos mesesdespués, McDonald abandonó su puestoen Thiokol.

Más adelante, la comisiónpresidencial descubrió que a cuatro delos altos ejecutivos de la NASAresponsables de autorizar cadalanzamiento no se les había dicho nadade las discrepancias entre los ingenierosde Thiokol y el equipo de cohetes de laNASA la noche que se tomó la decisiónde realizar el lanzamiento. Robert Sieck,jefe de lanzaderas del Kennedy SpaceCenter; Gene Thomas, director delanzamiento del Challenger del mismocentro; Arnold Aldrich, director de

sistemas de transporte espacial delJohson Space Center de Houston; y eldirector de lanzaderas Moore,declararon que nadie les había dichoque los ingenieros de Thiokol seoponían a la decisión de efectuar ellanzamiento.

La tripulación de la nave Challenger¿Cómo pudo Mulloy seguir con el

despegue sabiendo que la lanzadera

podría estallar? Una explicación es que,al hallarse bajo una gran presión, cayóvíctima del autoengaño y acabóconvenciéndose de que los ingenierosexageraban un riesgo que en realidad erainsignificante. Si es verdad que Mulioyfue víctima del autoengaño, ¿realmentepodemos hacerle responsable de sudecisión? Supongamos que otra personahubiera mentido a Mulloy diciéndoleque no había ningún riesgo. Es evidenteque entonces no le culparíamos porhaber tomado aquella decisión. ¿Es estodiferente de que se hubiera engañado así mismo? Yo creo que probablementeno, siempre que Mulloy realmente

hubiera caído en el autoengaño. Lacuestión es, ¿se trató de un autoengaño ofue una decisión razonada pero errónea?

Para saberlo, compararé lo quesabemos de Mulloy con uno de losejemplos claros de autoengaño que citanlos expertos en este campo[257]. Unenfermo de cáncer en fase terminal quecree que se va a curar aunque hayamuchos signos de que sufre un tumorincurable que se desarrolla con rapidez,abriga una creencia falsa. Mulloytambién abrigaba una creencia falsa: quela lanzadera podía despegar sin peligro(creo que se debe descartar laalternativa de que Mulloy supiera con

certeza que estallaría). El enfermo decáncer cree que se curará a pesar de lassólidas pruebas en contra. Ve que seestá debilitando, que el dolor va enaumento, pero insiste en que se trata decontratiempos temporales. Mulloytambién insistía en su falsa creencia apesar de las pruebas en contra. Sabíaque los ingenieros creían que el fríodañaría las juntas y que si se producíauna fuga de combustible los cohetespodrían explotar, pero rechazó susafirmaciones por considerarlasexageradas.

Lo que he dicho hasta ahora no nosdice si Mulloy o el enfermo de cáncer

mienten deliberadamente o son víctimasdel autoengaño. El requisito esencialpara el autoengaño es que la víctima nosea consciente de sus motivos paraabrigar una creencia falsa.[258] Elenfermo de cáncer no es consciente deque su engaño está motivado por suincapacidad de afrontar el temor a lainminencia de su propia muerte. Esteelemento —no ser consciente de lamotivación para el autoengaño— no estápresente en el caso de Mulloy. Cuandoéste le dijo a Lund que pensara comodirector, demostró que era consciente delo que necesitaba hacer para mantener lacreencia de que el lanzamiento debía

realizarse.Richard Feynman, el premio Nobel

de física que fue nombrado para formarparte de la comisión presidencial queinvestigó el desastre del Challenger,escribió lo siguiente sobre la mentalidadgestora que influyó en Mulloy.«[C]uando el proyecto lunar llegó a sufin, la NASA […] [tuvo que] convenceral Congreso de que existía un proyectoque sólo la NASA podía llevar a cabo.Para conseguirlo era necesario —por lomenos parecía necesario en este caso—exagerar: exagerar lo económica quesería la lanzadera, exagerar lafrecuencia con la que podría despegar,

exagerar lo segura que sería, exagerarlos grandes avances científicos quepodría impulsar»[259]. La revistaNewsweek dijo: «En cierto sentido, laagencia parecía haber sido víctima de supropia propaganda, comportándosecomo si, en el fondo, los vuelosespaciales fueran tan rutinarios como losviajes en autocar».

Mulloy no era más que una de lasmuchas personas de la NASA quemantenían esas exageraciones. Puedeque temiera la reacción del Congreso siel lanzamiento se hubiera aplazado porcuarta vez. Una publicidad negativa quecontradijera las exageradas

afirmaciones de la NASA sobre lalanzadera podría afectar las futurasasignaciones. La publicidad negativaque supondría otro aplazamiento podíaparecer una certeza y el riesgo quesuponían las condiciones climatológicasno era una certeza, sino sólo unaposibilidad. Ni los ingenieros que seoponían al lanzamiento estabantotalmente seguros de que se produciríauna explosión. Algunos dijeron másadelante que sólo unos segundos antesde la explosión pensaban que podría noproducirse.

Deberíamos condenar a Mulloy porsu mal criterio, su decisión de dar más

importancia a los intereses de ladirección que a las inquietudes de losingenieros. Hank Shuey, un experto enseguridad de cohetes que estudió laspruebas a petición de la NASA, dijo:«No ha sido un error de diseño. Ha sidoun error de juicio». No deberíamosexplicar ni justificar los errores dejuicio con la excusa del autoengaño.También deberíamos condenar a Mulloypor no haber puesto en conocimiento desus superiores, que tenían la últimapalabra sobre el despegue, lo que estabahaciendo y por qué lo estaba haciendo.Feynman ofrece una explicaciónconvincente de por qué Mulloy asumió

personalmente la responsabilidad.«[L]os que intentan que el Congreso déel visto bueno a sus proyectos noquieren oír hablar de estas cosas[problemas, riesgos, etc.]. Es mejor queno las sepan porque así pueden ser más«honrados»: ¡no quieren hallarse en laposición de tener que mentir alCongreso! Así que, muy pronto, lasactitudes empiezan a cambiar: lainformación que viene de abajo y que esdesagradable —«Tenemos un problemacon las juntas; deberíamos solucionarloantes de volver a hacer unlanzamiento»— es suprimida por lospeces gordos y los mandos intermedios,

que dicen: «Si me habláis de losproblemas de las juntas tendremos queanular e) despegue y arreglarlas». O,«No, no, seguid con el lanzamiento o, delo contrario, quedaré muy mal», o, «Amí no me lo digáis; no quiero saber nadade esto». Puede que no digan, «no me lodigáis», de una manera explícita, perodesalientan la comunicación, que viene aser lo mismo»[260].

La decisión de Mulloy de no poneren conocimiento de sus superiores lasgrandes discrepancias sobre ellanzamiento del Challenger se podríaconsiderar una mentira por omisión.Recordemos que mí definición de mentir

(capítulo 2, página 25) es que unapersona engaña a otra deliberadamente,por propia elección, sin notificarle deningún modo que se producirá elengaño. No importa que la mentira sebase en decir algo falso o en omitir unainformación esencial. Son simplesdiferencias de técnica, pero el efecto esel mismo.

La notificación es un aspectoesencial. Los actores no son mentirososporque el público sabe que representanun papel, pero los impostores sí lo son.Una partida de póquer es un caso unpoco más ambiguo porque las reglasautorizan ciertas formas de engaño como

los faroles, y lo mismo se puede decirde la venta de inmuebles, donde nadieespera que los vendedores revelen confranqueza y desde el principio elverdadero precio de venta. Si Feynmanestá en lo cierto, si los peces gordos dela NASA habían desalentado lacomunicación diciendo, en el fondo, «nonos digáis nada», esto podría ser unaespecie de notificación. Mulloy, y es desuponer que otras personas de la NASA,sabían que las malas noticias o lasdecisiones difíciles no debían llegarhasta arriba. De ser así, no deberíamosconsiderar a Mulloy un mentiroso por nohaber informado a sus superiores, ya que

estos habían autorizado el engaño ysabían que no se les diría nada. En miopinión, los superiores a los que no seIes dijo nada comparten con Mulloyalguna medida de responsabilidad por eldesastre. Son responsables en últimainstancia no sólo de la decisión deefectuar un despegue, sino también decrear la atmósfera que hizo que Mulloyno les dijera nada. Contribuyeron acrear las condiciones que le condujerona su error y a su determinación de nohacerles partícipes de la decisión.

Feynman observa las similitudesexistentes entre la situación en la NASAy la postura de los mandos intermedios

en el escándalo Irán-Contra acerca dedecirle al presidente Reagan lo queestaban haciendo, como en el caso dePointdexter. Crear una atmósfera dondelos subordinados creen que a quienestienen la autoridad final no se les debehablar de temas por los que podrían serculpados y ofrecer así una vía de escapea un presidente, destruye el gobierno. Elex presidente Harry Truman dijo contoda la razón: «La responsabilidad esmía». El presidente debe supervisar,evaluar, decidir y ser responsable de lasdecisiones. Sugerir lo contrario quizásea provechoso a corto plazo, pero poneen peligro cualquier organización

jerárquica porque fomenta el descontroly un entorno que admite el engaño.

EL JUEZ CLARENCE THOMAS YLA PROFESORA ANITA HILL

Las contradictorias declaracionesdel juez candidato al tribunal supremoClarence Thomas y la profesora dederecho Anita Hill en otoño de 1991,nos ofrecen varias lecciones sobre lamentira. El dramático careo televisadoempezó justo unos días antes de que elSenado debiera confirmar elnombramiento del juez Thomas para eltribunal supremo. La profesora Hill

declaró ante la comision judicial delSenado que, entre 1981 y 1983, mientrasera ayudante de Clarence Thomas —primero en la Office of Civil Rights delMinisterio de Educación y luego cuandoThomas pasó a dirigir la EqualEmployment Opportunity Comission—el juez la había acosado sexualmente.«Me hablaba de actos que había visto enpelículas pornográficas, de mujeres quemantenían relaciones sexuales conanimales, de sexo en grupo o escenas deviolaciones […] Me hablaba de materialpornográfico con personas de penes ypechos enormes realizando diversosactos sexuales. En varias ocasiones,

Thomas me explicó de una manera muygráfica sus propias proezas sexuales[…] Me dijo que si alguna vez lecontaba algo de su conducta a alguien,acabaría con su carrera.» HÍI1 hablabacon toda calma, de una manera coherentey, para muchos observadores, muyconvincente.

Inmediatamente después de estasdeclaraciones, el juez Thomas negórotundamente las acusaciones: «No hedicho ni hecho nada de lo alegado por laseñorita Hill». Tras la declaración deHill, Tilomas dijo: «Deseo empezarnegando categóricamente y con la mayorclaridad todas y cada una de las

acusaciones que hoy se han hecho contramí». Manifestando con un tonomoralizador su enfado ante la comisiónpor perjudicar su reputación, Thomasdijo ser víctima de un ataque pormotivos racistas. Luego añadió: «Nopuedo librarme de estas acusacionesporque utilizan los peores estereotiposde este país sobre los hombres de razanegra». Quejándose del suplicio al quele sometía el Senado, Thomas declaró:«Hubiera preferido la bala de un asesinoque no esta especie de infierno en vida».Dijo que aquella vista era «unlinchamiento moderno para negros conhumos».

El titular de portada de la revistaTime de aquella semana decía: «Ante lamirada de todo el país, dos testigoscreíbles y que saben expresarsepresentan unas versionesirreconciliables de lo que ocurrió hacecasi diez años». La columnista NancyGibbs escribió en Time: «Aun despuésde haber oído estas declaraciones tanangustiosas, ¿quién podría decir concerteza que realmente sabe lo quesucedió? ¿Cuál de los dos es unmentiroso de proporciones colosales?

Clarence ThomasYo me centraré únicamente en la

conducta de Hill y de Thomas cuandodeclararon, no en la declaración deThomas ante la comisión antes delasunto de Anita Hill, ni en la historiaprevia de ninguno de los dos, ni en la

declaración de otros testigos sobre cadauno de ellos. Al observar su actitud noencontré ninguna información nueva oespecial. Sólo pude observar lo que eraevidente para la prensa: que los doshablaban y se comportaban de unamanera muy convincente. Con todo, deeste enfrentamiento podemos sacaralgunas lecciones sobre Ja mentira y laactitud.

No habría sido fácil para ninguno delos dos mentir a sabiendas ante todo elpaís. Era muchísimo lo que había enjuego para ambos. Pensemos en cuálpodría haber sido el resultado al algunode los dos hubiera actuado de tal forma

que, con razón o sin ella, se hubieracreído que mentía a los medios decomunicación y al puebloestadounidense. Pero esto no sucedió:los dos parecían hablar en serio.

Supongamos que Hill decía laverdad y que Thomas había decididomentir adrede. Si Thomas hubieraconsultado el seído capítulo de Cómodetectar mentiras habría encontrado alconsejo de que la mejor manera dedisimular el temor a ser [descubierto esrevestirlo con otra emoción. Usando elejemplo del libro de John Updike MarryMe, que en la página 33 decía que Ruth,la esposa infiel, podía engañar a su

marido pasando al ataque y haciéndosela ofendida porque él desconfiaba deella, con lo que lograba que el hombrese pusiera a la defensiva. Y eso es,precisamente, lo que hizo ClarenceThomas. Su enorme indignación no ibadirigida a Anita Hill, sino al Senado.Además, gozaba de la ventaja deganarse la simpatía de las personas quedesconfiaban de los políticos y deaparecer como un David luchandocontra un poderoso Goliat.

De la misma manera que Thomashabría perdido apoyos si hubieraatacado a Hill, los senadores tambiénlos hubieran perdido si hubieran atacado

a Thomas, un hombre de raza negra quese quejaba de que lo linchaban parabajarle los humos. Si Thomas hubieradecidido mentir, también tendría sentidoque no viera la declaración de AnitaHill para que los senadores no pudieranpreguntarle por ella.

Anita HillAunque este razonamiento habría

complacido a quienes se oponían al

nombramiento de Thomas antes de lavista, no demuestra que mintiera.También podría haber atacado a lacomisión del Senado si hubiera dicho laverdad. Si la mentirosa hubiera sidoHill, Thomas habría tenido todo elderecho a estar furioso con el Senadopor haber escuchado el relato que Hillhabía sacado a la luz en el últimoinstante, en público, precisamentecuando parecía que sus oponentespolíticos habían fracasado en su intentode impedir su nombramiento. Si Hillhubiera mentido, Thomas habría estadotan disgustado y furioso que quizá nohabría soportado ver su declaración en

televisión.¿Pudo haber mentido Anita Hill? No

lo creo probable porque, en caso dehaberlo hecho, habría tenido miedo deque no se la creyera y no mostró ningunaseñal de temor. Declaró con calma ysangre fría, con circunspección y pocasmuestras de emoción. Pero la ausenciade indicios conductuales del engaño nosignifica que se diga la verdad. AnitaHill tuvo tiempo para preparar y ensayarsu relato. Y es posible que pudierahacerlo parecer convincente, pero no esprobable.

Aunque es más probable que quienmintiera fuera Thomas y no Anita Hill,

hay otra posibilidad que, en mi opinión,es la más certera. Puede que ninguno delos dos dijera la verdad pero queninguno de los dos mintiera.Supongamos que ocurrió algo, no tantocomo dijo la profesora Hill pero más delo que admitió el juez Thomas. Si laexageración de ella y el desmentido deél se hubieran repetido muchas veces, enel momento de prestar declaraciónhabría pocas posibilidades de quealguno de los dos recordara que lo quedecían no era totalmente cierto.

Puede que Thomas olvidara lo quehizo o que recordara una versión más«descafeinada». En este caso, su enfado

por las acusaciones de Hill estaríatotalmente justificado. El no mentía: talcomo lo veía y lo recordaba, él eraquien decía la verdad. Y si había algunarazón para que Hill se sintiera ofendidapor Thomas, quizá por algún desaire oalguna afrenta real o imaginaria o poralguna otra razón, con el tiempo podríahaber ido adornando, enriqueciendo yexagerando lo que ocurrió en realidad.También ella estaría diciendo la verdadtal como la recordaba. Esto se parece alautoengaño, pero la diferencia esenciales que, en este caso, la creencia falsa sedesarrolla lentamente con el paso deltiempo, mediante una serie de

repeticiones donde los hechos se vantransformando. Para algunos autores queescriben sobre el autoengaño puede queesta diferencia no importe demasiado.

No hay manera de discernir a partirde la actitud cuál de las dos versionesera cierta: ¿Mentía él? ¿Mentía ella?¿Ninguno de tos dos decía toda laverdad? Sin embargo, cuando la gentetiene unas opiniones muy firmes —sobreel acoso sexual, sobre quién debeformar parte del tribunal supremo, sobrelos senadores, sobre los hombres, etc.—se hace difícil soportar el hecho de nosaber a qué conclusión llegar. Lamayoría de las personas resuelven esta

ambigüedad convenciéndose confirmeza de que pueden deducir quiéndice la verdad a partir de la actitud. Ycasi siempre suele ser la persona con laque más simpatizan.

No es que los indicios conductualesdel engaño no sirvan para nada, perodeberíamos saber cuándo son útiles ycuándo no y aceptar que hay casosdonde no podemos saber si alguienmiente o dice la verdad. Por ley, lasacusaciones de acoso sexual prescribena los noventa días. Una de las buenasrazones de que se haya establecido esteplazo es que los hechos están másfrescos y que los indicios conductuales

del engaño se pueden detectar mejor. Sihubiéramos podido ver declarar a Hill ya Thomas unas semanas después delpresunto acoso, habríamos tenidomuchas más posibilidades de deducir apartir de su conducta cuál de los dosdecía la verdad y puede que lasacusaciones y los desmentidos hubieransido diferentes.

UN PAÍS DE MENTIRAS

Hace unos años pensaba que EstadosUnidos se había convertido en un paísde mentiras: desde las mentiras deLyndon B. Johnson sobre la guerra del

Vietnam, las de Nixon y el escándalo delWatergate, las de Reagan y el escándaloIrán-Contra y el misterio aún sinresolver del papel del senador EdwardKennedy en la muerte de una amiga suyaen Chapaquiddick, hasta el plagio delsenador Biden y la mentira del exsenador Gary Hart sobre sus devaneosextramatrimoniales durante la campañapresidencial de 1984. Y no es sólo lapolítica; la mentira también ha pasado aun primer plano en el mundo de losnegocios, como en los escándalos deWall Street y de las cajas de ahorros, yhasta ha invadido el mundo del deporte,como en el caso de la estrella del

béisbol Pete Rose, que ocultó susapuestas, o el del atleta olímpico BenJohnson, que mintió sobre su dopaje.Luego, en mayo de 1990, me pasé cincosemanas dando clases y conferencias enRusia.

Ya había estado anteriormente enRusia, en 1979, como profesorFullbright, pero en esta ocasión mequedé asombrado al ver que la gente eramucho más franca. Ya no tenían miedode hablar con un estadounidense ni decriticar a su propio gobierno. «Havenido usted al país más adecuado —medijeron muchos—. ¡Este es un país dementiras! ¡Setenta años de mentiras!»

Una y otra vez los rusos me decían quesiempre habían sabido lo mucho que sugobierno les mentía. Pero en las cincosemanas que estuve allí pude ver susorpresa al tener noticia de nuevasmentiras cuya existencia ni siquierahabían sospechado. Un ejemplo muydoloroso fue cuando se supo la verdadsobre el sufrimiento que padecieron loshabitantes de Leningrado durante laSegunda Guerra Mundial.

Muy poco después de que laAlemania nazi invadiera Rusia en 1941,las tropas nazis cercaron Leningrado(hoy San Petersburgo). El asedio duró900 días. Se dice que en Leningrado

murieron un millón y medio de personas,la mayoría de ellas de inanición. Casitodos los adultos que conocí dijeronhaber perdido algún familiar durante elasedio. Pero mientras me encontraba allíel gobierno anunció que las cifras deciviles que habían muerto durante elasedio se habían exagerado. El día demayo en que todo el país conmemorabala victoria sobre los nazis, el gobiernosoviético dijo que el número de bajasdurante la guerra había sido tan elevadoporque no había habido oficialessuficientes para comandar las tropassoviéticas. Según el gobierno, Stalin, eldirigente soviético, había asesinado a

muchos de sus oficiales en una purgaantes de que empezara la guerra.

Y no sólo salían a la luz mentirasinsospechadas del pasado: tambiénhabía nuevas mentiras. Justo un añodespués de que Mijail Gorbachovllegara al poder se produjo uncatastrófico accidente nuclear enChemobil. Una nube radiactiva seextendió por varias zonas de Europaoriental y occidental, pero al principioel gobierno soviético no dijo nada. Unoscientíficos escandinavos hallaron unosniveles muy altos de radiación en laatmósfera. Tres días después, losdirigentes soviéticos admitieron que se

había producido un grave accidente enel que habían muerto treinta y dospersonas. Gorbachov no habló enpúblico del accidente hasta que hubieronpasado varias semanas y básicamente sededicó a criticar la reacción deOccidente. El gobierno nunca haadmitido que no se evacuó consuficiente rapidez a los habitantes de lazona haciendo que muchos de ellossufrieran enfermedades causadas por laradiación. Los científicos rusos calculanhoy que el accidente de Chernobil quizácause la muerte a unas 10.000 personas.

Esta información me la comunicó unmédico ucraniano que viajaba conmigo

en el tren nocturno de Kiev. Losdirigentes del partido comunista habíanevacuado a sus familiares, me dijo,mientras que a todos los demás se lesdijo que podían quedarse, que no habíapeligro. El médico estaba tratandoadolescentes con cáncer de ovarios, unaenfermedad que no suele darse enpersonas tan jóvenes. En la saladestinada al cuidado de los niñosenfermos por la radiación, los cuerposde los pequeños relucían en laoscuridad. A causa de las dificultadescon el idioma, no pude saber con certezasi hablaba de una forma literal ometafórica. «Gorbachov nos miente

igual que todos los demás —dijo—.Sabe lo que ha pasado y sabe quesabemos que miente.»

También conocí a un psicólogo quese encargaba de entrevistar a quienesvivían en las cercanías de Chernobilpara evaluar cómo sobrellevaban lasituación tres años después delaccidente. Creía que la difícil situaciónde estas personas se podría aliviar enparte si no se sintieran tan abandonadaspor el gobierno. Su recomendaciónoficial fue que Gorbachov hablara alpaís y dijera: «Hemos cometido untremendo error infravalorando lagravedad de la radiación. Deberíamos

haber evacuado a muchos más devosotros y con mucha más rapidez, perono teníamos a dónde llevaros. Y cuandonos dimos cuenta de nuestro errordebíamos haberos dicho la verdad y nolo hicimos. Ahora queremos queconozcáis la verdad y que sepáis que elpaís sufre por vosotros. Os daremostoda la asistencia médica que necesitéisjunto con nuestras esperanzas paravuestro futuro». Su recomendación noobtuvo respuesta.

La indignación por las mentiras deChernobil aún sigue viva. A principiosde diciembre de 1991, más de cincoaños después del accidente, el

parlamento ucraniano exigió que seprocesara a Mijail Gorbachov y a otrosdiecisiete dirigentes soviéticos yucranianos. Volodimir Yarovski,presidente de la comisión parlamentariaucraniana que investigaba el accidente,dijo: «Toda la administración, desdeGorbachov hasta quienes descifrabanlos telegramas codificados, conocían elnivel de contaminación radiactiva». Losdirigentes ucranianos dijeron que elpresidente Gorbachov, «había ocultadopersonalmente el alcance de la fugaradiactiva».

Durante decenios, los soviéticostenían claro que para conseguir algo

tenían que saltarse las reglas. La UniónSoviética se convirtió en un país dondementir y engañar era algo normal, dondetodo el mundo sabía que el sistemaestaba corrompido, que las reglas eraninjustas y que sobrevivir exigíaderrotarlo. Las instituciones sociales nopueden funcionar si todo el mundo creeque las reglas se deben contravenir oeludir. No estoy convencido de que uncambio de gobierno pueda cambiar estasactitudes con mucha rapidez. Hoy en día,nadie se cree lo que pueda decircualquier miembro del gobierno sobrecualquier tema. Pocos de los rusos queconocí creían en Gorbachov, y eso era

un año antes del fallido golpe de estadode 1991. Un país no puede sobrevivir sinadie cree en lo que dice ningún líder.Puede que esto sea lo que hace que unapoblación esté dispuesta, y hasta puedeque deseosa, de ofrecer su lealtad acualquier líder fuerte cuyas afirmacionesy acciones sean lo bastante audaces yenérgicas para devolverles la confianza.

Los estadounidenses hacen chistessobre los políticos que mienten:«¿Cuándo sabes que un político miente?¡Cuándo mueve los labios!». Mi visita aRusia me convenció de que, encomparación con aquel país, aúnesperamos que nuestros líderes digan la

verdad aunque sospechemos que no lohacen. Las leyes funcionan cuando lamayoría de la gente cree que son justas,cuando es una minoría y no una mayoríala que cree que está bien violarcualquier ley. En una democracia, elgobierno sólo funciona si la mayoría dela gente cree que se le dice la verdad lamayoría de las veces y que tiene ciertoderecho a la imparcialidad y a lajusticia.

Ninguna relación importante puedesobrevivir cuando la confianza se pierdepor completo. Si sabemos que un amigonos ha traicionado, nos ha mentidoreiteradamente para sacar provecho, esa

amistad no puede seguir. Y losmatrimonios suelen acabar mal si uno delos cónyuges se entera de que el otro leha engañado no una, sino muchas veces.Dudo que ninguna forma de gobiernopueda sobrevivir mucho tiempo salvopor el uso de la fuerza contra su propiopueblo si ese pueblo cree que susdirigentes siempre mienten.

No creo que en Estados Unidoshayamos llegado a tanto. El hecho deque un alto cargo mienta sigue teniendoun interés periodístico: se consideraalgo digno de condena, no deadmiración. La mentira y la corrupciónforman parte de nuestra historia. No son

nada nuevo, pero se siguen viendo comouna anomalía, no como la norma. Aúncreemos que podemos echar a losgranujas.

Aunque podemos considerar queescándalos como el caso Watergate o elcaso Irán-Contra indican el fracaso delsistema estadounidense, tambiénpodemos pensar que indican locontrario, Nixon tuvo que dimitir.Cuando Warren Burger, presidente deltribunal supremo de Estados Unidos, letomó juramento a Gerald Ford al subir ala presidencia para sustituir a Nixon, ledijo a uno de los senadores presentes:«Gracias a Dios, [el sistema] ha

funcionado»[261]. North, Pointdexter y,actualmente, otras personas, estánprocesadas por mentir al Congreso.Durante las sesiones del Congresodedicadas al escándalo Irán Contra, elcongresista Lee Hamilton reprendió aOliver North con una cita de ThomasJefferson: «Todo el arte de gobernarconsiste en el arte de ser honrado».

11. NUEVOS

DESCUBRIMIENTOS YNUEVAS IDEAS SOBRE

LA MENTIRA Y SUDETECCIÓN

He escrito este capítulo con ocasiónde la publicación de la tercera ediciónde Cómo detectar mentiras para incluiren él un material nuevo que no apareceen la última edición estadounidense de1992. En primer lugar, presentarénuevas distinciones entre la mentira y

otras formas de desinformación. Acontinuación examinaré los motivos queconducen a una persona a mentir. Porúltimo, examinaré las muchas razonesque podrían explicar por qué la gente nosale muy bien librada cuando intentacazar a un mentiroso. En el presenteapartado presentaré dos nuevosdescubrimientos: ahora podemosidentificar mentiras a partir de laexpresión facial mucho mejor de lo quedecía en los capítulos anteriores; yhemos encontrado otros grupos deprofesionales que detectan la mentira apartir de la actitud con tanta precisióncomo el servicio secreto

estadounidense[262].

NUEVAS DISTINCIONES

Bok[263] define el secreto comoocultación deliberada. Creo que estoconfunde las cosas porque lanotificación es la clave para distinguirel secreto de las mentiras porocultación. Yo reservo el términosecreto para aquellas situaciones dondese notifica la intención de no revelarinformación. Cuando decimos que algoes un secreto afirmamos nuestro derechoa no revelarlo, a mantener la reserva.Los secretos pueden limitarse a una sola

persona o a dos o más personas quedeseen ocultar una información a losotros. Si le pregunto a mi hija si tienenovio, puede decirme, con toda la razón,que «eso es un secreto». Si de verdadtiene novio, entonces me lo ha ocultado,pero al haberlo reconocido se consideraun secreto. Supongamos que no le hepreguntado al respecto pero que ellaconoce mi interés por conversacionesanteriores. Si tiene novio pero no me lodice lo está ocultando, pero no es unsecreto porque no ha afirmado suderecho a ocultar la verdad y no es unamentira porque no reconoce que tenga laobligación de ponerme al tanto de sus

relaciones amorosas.Una promesa rota no es una mentira.

Una semana antes de que el presidenteClinton tomara posesión del cargo, unperiodista informó que había roto supromesa de campaña sobre lainmigración de haitianos porque estabaadoptando la postura del anteriorpresidente Bush, una política queClinton había criticado durante lacampaña electoral. Con cierto tono deenfado, Clinton se defendió aduciendoque el pueblo estadounidense le tendríapor tonto si no cambiara de políticacuando cambiaran las circunstancias. Enfunción de mi marco de referencia,

Clinton sólo habría mentido si cuandocriticaba a Bush hubiera sabido queseguiría la misma política.Consideremos ahora la acusación de quecuando el presidente Bush elevó losimpuestos hacia el final de supresidencia se le debería habercalificado de mentiroso. Está claro queantes, durante su campaña, habíaprometido que no subiría los impuestos,pero sólo se le podría tildar dementiroso si se demostrara que cuandohizo esta promesa sabía que la acabaríarompiendo.

Lo s fallos de la memoria no sonmentiras aunque es frecuente que los

mentirosos, una vez descubiertos, tratende justificar sus mentiras aduciendoestos fallos. No es raro que olvidemosactos de los que nos arrepentimos, perosi el olvido es genuino no debemosconsiderarlo una mentira, porque nointerviene la voluntad. En general no esposible determinar si se ha producido unfallo de la memoria o si el hecho deaducirlo es en sí mismo una mentira.

Si alguien presenta una descripciónfalsa de lo que ha ocurrido en realidad,ello no significa necesariamente que esapersona intente engañar, y si no existe unintento deliberado de engañar, unaafirmación falsa no se debe considerar

una mentira. ¿Qué importancia puedetener lo que llamamos falsa afirmación?No es una simple cuestión de semánticao de definición. Si la persona no miente,si la persona no cree que está engañandoen el momento de hacerlo, espero que suactitud sea la de una persona que dice laverdad. No debería haber indiciosconductuales de que una afirmación esfalsa si la persona que la hace no creeque esté mintiendo en el momento dehacerla. Aunque no tengo pruebasdirectas de esta predicción, es coherentecon mi teoría general sobre la actitudque delata la mentira, y hay otraspruebas[264] que apoyan esta

explicación. Las personas puedenofrecer de muchas maneras unainformación falsa que creen verdadera.

Es indudable que la gente interpretamal los sucesos, sobre todo elsignificado de los actos de otraspersonas y los motivos que las llevan aactuar de una manera o de otra. El hechode que alguien interprete las cosas deuna forma que la deje en buen lugar y lepermita hacer algo que encuentreapetecible, no significa necesariamenteque esté mintiendo en lugar deinterpretar las cosas mal. Yo noconsideraría que un caso así supusieranecesariamente un autoengaño. No todos

los malentendidos ni todos los erroresde interpretación son autoengaños.

Consideremos el caso de un presuntoviolador que dice que su víctimadeseaba mantener relaciones sexualescon él. Aunque los violadores que sabenque sus víctimas no querían mantenerrelaciones suelen hacer esta afirmacióny mienten para evitar el castigo, estaafirmación en sí misma no tiene por quéser falsa. Aunque es improbable, cabe laposibilidad de que sea cierta.Supongamos que se trate de unaviolación durante una cita y que lavíctima sintió vergüenza o mucho miedo,que protestó una sola vez y de una forma

no muy enérgica, y que luego no ofrecióresistencia. Un violador podríainterpretar mal la protesta inicial y vercomo consentimiento la posteriorpasividad y falta de protesta. ¿Sería esteviolador víctima del autoengaño? Yocreo que no, a menos que fuera ciertoque su mala interpretación de laconducta de su víctima estuvieramotivada por el deseo de satisfacer suspropias necesidades. ¿Se habríaproducido una violación? Creo que larespuesta debe ser que sí aunque elviolador pueda pensar que no lo hahecho y pueda estar contando su propiaverdad al decir que su víctima dio su

consentimiento de una manera implícita.Y una de las razones por las que alguienque dice algo así podría parecer creíblepor su actitud es que crea en lo que dicey no crea que está mintiendo. (Véase enCross y Saxe[265] un análisis de esteproblema en el contexto de su crítica deluso del polígrafo en casos de abusossexuales a menores.)

Naturalmente, ésta no es la únicarazón por la que alguien puede parecertotalmente creíble. Los actores naturalestienen la capacidad de transformarse enel personaje que representan, de creertemporalmente y de una manera casiinstantánea en lo que dicen y, puesto que

creen estar diciendo la verdad, suactitud es totalmente creíble.

Los errores de interpretación no sonla única manera por la que alguienpuede creer que su falsa explicación esverdadera. Al principio, una personapuede saber que miente, pero con eltiempo puede llegar a creer en sumentira. Cuando acaba creyendo que sumentira es un descripción fidedigna delo que ha ocurrido, puede parecer quedice la verdad. Consideremos el caso dealguien que ha abusado de un niño y quecuando se le acusa de ello por primeravez dice que sólo le estaba haciendoarrumacos, que no le hacía nada que

estuviera mal, nada que el niño noquisiera o que no le gustara. Aunque alprincipio sabe que miente al decir esto,creo que el abusador, con el tiempo, ytras muchas repeticiones de esta mentira,puede llegar a creer que su falso relatoes verdadero. Cabe la posibilidad deque pueda mantener en la concienciatanto el recuerdo del verdadero suceso—que abusó del niño por la fuerza—como la creencia construida de que semostraba cariñoso con la aquiescenciadel niño. También puede ocurrir que,con el tiempo, el verdadero recuerdo sehaga menos accesible que la creenciaconstruida e incluso que llegue a ser

totalmente inaccesible.Consideremos el caso de un niño

que miente diciendo que un enseñante haabusado sexualmente de él y sabiendoque esto no ha sucedido. Supongamosque el niño miente movido por el deseode castigar al enseñante por haberlehumillado en clase al no haber hechobien un examen. Si el niño se siente conderecho a vengarse, puede pensar queésta es la clase de enseñante que podríaabusar sexualmente de él, queprobablemente querría abusar de él, queseguramente ha abusado de otros niños,etc. Creo que no podemos descartar laposibilidad de que, con el tiempo, tras

muchas repeticiones y elaboraciones,este niño pueda acabar creyendo que hasido objeto de abusos sexuales.

Estos ejemplos son problemáticosporque no sabemos con qué frecuenciapueden darse. Tampoco sabemos si losniños son más propensos que los adultosa considerar verdadero lo que enrealidad es falso, como tampocosabemos si hay unos rasgos concretos dela personalidad asociados a estefenómeno. Por ahora no tenemos ningunamanera de determinar con seguridad siun recuerdo es verdadero o estáconstruido en parte o en su totalidad.Pero sí que existen métodos, que

describiré más adelante, de saber si unadescripción es falsa, aunque sólo si lapersona que la hace sabe que lo que dicees falso.

MOTIVOS PARA MENTIR

Mis entrevistas con niños[266] y losdatos que he obtenido de personasadultas mediante cuestionarios indicanque hay nueve motivos diferentes paramentir.

1.Evitar el castigo. Este es el motivomás mencionado por los niños y losadultos. El castigo puede deberse a unamala acción o a un error involuntario.

2.Para obtener una recompensa queno sería fácil conseguir de otra forma.Este es el segundo motivo que tanto losniños como los adultos mencionan conmás frecuencia.

3.Para proteger de un castigo a otrapersona.

4.Para protegerse uno mismo de laamenaza de un daño físico. Esto esdiferente del castigo, porque la amenazade daño físico no se debe a una malaacción. Un ejemplo sería el niño que seencuentra solo en casa y que le dice a undesconocido que llama a la puerta quevuelva después porque su padre estádescansando.

5.Para ganarse la admiración de losdemás.

6.Para librarse de una situaciónsocial incómoda. Algunos ejemplos sondecir que la canguro de los niños tieneun problema, para poder escapar de unafiesta aburrida o terminar unaconversación telefónica diciendo quellaman a la puerta.

7.Para evitar la vergüenza. Unejemplo es el niño que dice que suasiento está mojado porque se le hacaído el agua y no porque se hayaorinado encima, siempre que lo diga porvergüenza, no por temor a un castigo.

8.Para mantener la intimidad, sin dar

a conocer la intención de guardar ensecreto cierta información.

9.Para tener poder sobre otraspersonas controlando la información queles llega.

No estoy seguro de que todas lasmentiras respondan necesariamente auno de estos nueve motivos, pero son losque más han aparecido en los datos quehe recogido en mis entrevistas. Existenvarias formas de engaño triviales,mentiras debidas a la cortesía y al tactoque no encajan con facilidad en estosnueve motivos. Según mi definición,estos casos no son mentiras porque lasnormas de cortesía implican

notificación. Un caso más difícil es lamentira necesaria para mantener unafiesta sorpresa de cumpleaños. Quizádebiera incluirse en el motivo demantener la intimidad.

NUEVOS RESULTADOS

A lo largo de todo el libro herecalcado lo difícil que es detectarmentiras a partir de la actitud. Nuestrosresultados actuales apoyan y contradicenal mismo tiempo esta noción. En losestudios de las mentiras acerca de cogerdinero que no es de uno, de lasopiniones, podemos distinguir a quienes

mienten de quienes dicen la verdad enmás de un 80 % de los casos sólo apartir de medidas faciales. Espero quecuando añadamos medidas de losmovimientos corporales, de la voz y delhabla podamos distinguir correctamentemás del 90% de los casos. Debemostener presente que para tomar estasmedidas hacen falta muchas horas.Como comentaré más adelante, aúnvemos que la mayoría de las personasque ven las grabaciones una sola veztienen un índice de aciertos ligeramentesuperior al azar cuando intentandeterminar si alguien miente o dice laverdad.

Hemos[267] encontrado pruebas de laexistencia de una capacidad generalpara distinguir si alguien miente o dicela verdad. El acierto en detectar lamentira acerca de coger el dinero que noes de uno estaba correlacionado con elacierto en detectar la mentira acerca dela opinión. Creo que esto se debe a que,cuando hay mucho en juego, los indiciosconductuales son parecidos conindependencia del tema de la mentira.Naturalmente, las mentiras tambiénvariarán en cuanto a la frecuencia deciertas clases de indicios. Por ejemplo,en las mentiras sobre la opinión haymuchos más indicios en el contenido del

discurso que en las mentiras sobrecuestiones de dinero. Pero, en general,cuantas más palabras decía una personaen cualquiera de las dos clases dementira, más probabilidades había deque la mentira se detectara. El buenentrevistador sabe que su tarea principales dejar que el entrevistado hable:cuanto más hable, mejor; y hemos vistoque así es. Y no sólo es mejor porquehay más indicios en las palabras, sinotambién porque, cuando una personahabla, aparecen más indicios en la cara,en el cuerpo y en la voz.

También hemos hallado pruebas(Frank y Ekman, datos inéditos) de que

la capacidad para mentir esindependiente de la clase de mentira quese cuente. El éxito en mentir acerca de laopinión estaba correlacionado con eléxito en mentir acerca de coger dineroque no es de uno.

Hemos[268] identificado otros tresgrupos profesionales que, en suconjunto, presentan un rendimientosuperior al azar al distinguir quiénesmienten y quiénes dicen la verdad enrelación con sus opiniones. Un grupoestaba formado por miembros dedistintas agencias federales que sehabían presentado como voluntariospara asistir a un cursillo de un día de

duración que les ofrecí sobre ladetección de mentiras a partir de laactitud. Nadie estaba obligado a asistir aeste cursillo: quienes vinieron lohicieron por propia voluntad. Antes delcursillo se les pasó el test paradeterminar su capacidad para detectarmentiras al igual que a los otros gruposdescritos a continuación. Estos agentesfederales fueron mucho más precisosque los jueces federales o los grupospertenecientes a cuerpos de seguridad.

El segundo grupo que mostró másaciertos estaba formado por miembrosde diversos departamentos de policíaque se presentaron como voluntarios

para seguir un curso de dos semanas deduración sobre la manera de enseñar aotros policías cómo realizar entrevistas.En la mayoría de los casos eran policíascon fama de buenos entrevistadores.Estos policías fueron mucho másprecisos que los miembros de distintoscuerpos de seguridad. El tercer grupoque mostró más acierto estaba formadopor psicólogos clínicos dedicados a lapráctica privada que habían optado porrenunciar a dos días de trabajo con el finde seguir un cursillo sobre el engaño yla actitud. Estos psicólogos fueronmucho más precisos que un grupo decomparación formado por psicólogos

clínicos que optaron por no seguir estecursillo y otro grupo formado porpsicólogos académicos.

En nuestros cuatro grupos con másacierto —servicio secretoestadounidense (comentado en elcapítulo 9), agentes federales, sheriffsde Los Ángeles y psicólogos clínicos—prácticamente nadie rindió al nivel delazar o por debajo de él, y más de unatercera parte de sus miembrosobtuvieron una puntuación igual osuperior al 80 %. En los otros grupos,menos de un 10 % rindieron a este nivelmientras que muchos rindieron al niveldel azar y algunos rindieron por debajo

de él.Al examinar el conjunto de las

personas que estudiamos —psiquiatras,jueces, abogados, policías, agentesfederales y psicólogos— vimos que laedad, el sexo y la experiencia laboral notenían relación con la capacidad paradetectar mentiras. Quienes eran másprecisos confiaban más que los demásen su capacidad, pero, en general, laconfianza sólo presentaba una relacióndébil con la precisión. La capacidadpara detectar microexpresiones facialesestaba relacionada con la capacidadpara distinguir la mentira de la verdaden la descripción de las emociones

experimentadas, en el caso del dinero yen el de las opiniones sobre cuestionessociales.

Los grupos más precisos rindieronmucho mejor que los demás en ladetección de mentiras; pero surendimiento al determinar la veracidadno fue muy distinto del de los otrosgrupos. Esto subraya la necesidad deenseñar a identificar a las personas delas que se sospecha que mienten perodicen la verdad.

POR QUÉ NO PODEMOS PILLAR

A LOS MENTIROSOS

Consideremos ahora lo que sabemossobre la medida en que la gente puededetectar mentiras a partir de la actitud.Las pruebas de que la mayoría de laspersonas no pueden detectar mentirasproceden de la siguiente clase deexperimentos. Se reclutan estudiantespara que mientan o digan la verdadsobre algo que, en general, no lesimporta mucho y no tiene nada que vercon su pasado ni con el futuro queesperan. A veces, en un intento débil (enmi opinión) de motivarles, se les diceque ser capaz de mentir es importante oque la gente lista y que tiene éxitorealiza bien esta tarea. Luego se

muestran grabaciones de su conducta aotros estudiantes a los que se pide queidentifiquen a los que mienten y a losque dicen la verdad. Normalmente, lamayoría de quienes intentan descubrir alos mentirosos rinden al nivel del azar omuy poco por encima de él. Nuestrasinvestigaciones se diferencian de estosestudios en varios aspectos.

Hemos procurado que las mentirasguardaran relación con la vida de lossujetos y que el éxito y el fracaso endetectarlas tuviera la mayor importanciaposible. Lo hemos hecho así por dosrazones. Es probable que las emocionesasociadas a mentir (temor, culpa,

entusiasmo o lo que he llamado deleitepor embaucar) sólo aparezcan y delatenla mentira cuando hay mucho en juego.Estas fuertes emociones, además deofrecer indicios conductuales delengaño cuando se manifiestan, tambiénpueden alterar los procesos cognitivosde quien miente y dar origen a unasexplicaciones poco convincentes, conevasivas y balbuceos. Otra razón paraestudiar mentiras donde hay mucho enjuego es que éstas son las mentiras quemás preocupan a la sociedad.

En uno de nuestros experimentos,que se describe en el capítulo 2,examinamos hasta qué punto podían

ocultar unas enfermeras las emocionesnegativas que sentían al ver unaspelículas en las que aparecíanamputaciones y quemaduras. Sumotivación para mentir con éxito eraelevada porque creían que elexperimento les daba la oportunidad dedesarrollar una aptitud que les seríanecesaria para enfrentarse a casos deesta índole en su futuro trabajo. En otrode nuestros experimentos, los sujetostenían la oportunidad de tomar 50dólares y quedárselos si podíanconvencer al interrogador de que nohabían tomado el dinero. Los sujetosque no lo habían hecho podían ganar 10

dólares si el interrogador les creíacuando decían que no lo habían tomado.En nuestro último experimento, primeroidentificamos los temas sociales que lossujetos creían más importantes y luegoles pedimos que describieran confranqueza su verdadera opinión (con unpremio de 10 dólares si se les creía) oque dijeran tener la opinión contraria(con un premio de 50 dólares si se lescreía).

En nuestro estudio más reciente,dimos a algunos de nuestros sujetos laopción de mentir o de decir la verdad,como ocurre en la vida real. Hay muchasrazones por las que algunas personas

eligen no mentir y una de ellas es quesaben que casi siempre que han mentidolas han pillado. Incluir en la muestra dementirosos a personas que mienten muymal —que no eligen mentir a menos queel experimentador les obligue a hacerlo— podría elevar el porcentaje deaciertos. Prácticamente en todos losestudios anteriores, bien sobre el engañointerpersonal, bien sobre la detección dementiras por medio del polígrafo, lossujetos no podían elegir entre mentir odecir la verdad. Una excepción es elestudio con polígrafo que se describe enel capítulo 7 realizado por Ginton, Daie,Elaad y Ben-Shakhar, en el que sabían

qué policías habían hecho trampas enuna prueba para aspirar a un ascenso; demodo parecido, StifF, Corman, Krizek ySnider[269] sabían qué estudiantes habíanhecho trampa en una prueba. Bradley[270]

también dejó que los sujetos eligieranentre mentir o decir la verdad en unestudio con polígrafo.

Otra característica especial denuestros experimentos recientes es quedijimos a los sujetos que seríancastigados —con un castigo importante— si el investigador consideraba quementían. Tanto las personas que dijeranla verdad pero se creyera que mentíancomo las que mintieran y fueran pilladas

recibirían el mismo castigo. Por lo tanto,y por primera vez en la investigación dela mentira, tanto quienes decían laverdad como quienes mentían podíantemer que no se les creyera si decían laverdad o que se les pillara si mentían.Cuando las únicas personas que puedentemer que se las acuse de mentir son lasque mienten, el cazador de mentiras lotiene demasiado fácil y, en términosgenerales, la situación tiene muy pocoque ver con la vida real. Y si ni quienesdicen la verdad ni quienes miententemen recibir un castigo, la situacióntiene poco que ver con las mentiras quese dan en el mundo de la justicia o de la

seguridad nacional, por no mencionarlas peleas matrimoniales, los conflictosentre padres e hijos, etc.

Aunque podemos decir que nuestrosexperimentos recientes tienen másvalidez ecológica que nuestrosanteriores estudios o que la mayoría dela bibliografía sobre el engañointerpersonal o la detección de mentirascon el polígrafo, los resultados sobre lacapacidad para detectar mentiras no hansido muy diferentes. La mayoría de laspersonas que vieron las grabaciones yemitieron un juicio rindieron al nivel delazar o muy poco por encima de él.Ahora hemos administrado el test a

miles de personas y, con sólo cuatroexcepciones, quienes trabajan en elsistema judicial (policías, abogados,jueces), en los servicios secretos y enpsicoterapia presentan un rendimientoligeramente superior al azar. Unaexcepción es un grupo de policíasseleccionados por sus cuerpos comoexpertos en interrogatorios y que habíanseguido un cursillo de una semana deduración sobre los indicios conductualesdel engaño. Rindieron muy bien en ladetección de las mentiras sobre lasopiniones.

Antes de seguir para examinar porqué la gente detecta tan mal las mentiras,

consideraremos algunas limitaciones denuestra investigación que puedenhabernos llevado a subestimar lacapacidad de detectar mentiras a partirde la actitud. En general, losobservadores que juzgaban quién mentíay quién decía la verdad no tenían ningúninterés especial para juzgar con acierto.No recibían más dinero si acertabanmás. Y pillar mentirosos no era algointrínsecamente gratificante para ellosporque la mayoría de ellos no seganaban la vida detectando mentiras.Abordamos esta limitación en nuestrosestudios[271] y lo mismo han hecho otrostantos investigadores[272] que han

estudiado a profesionales de ladetección de mentiras. Y hemos halladoque el rendimiento de investigadores delFederal Bureau of Investigation, laCentral Intelligence Agency, el Bureauof Alcohol, Tobacco, and Firearms y laDrug Enforcement Agency, así comopsiquiatras forenses, agentes de aduanas,policías, abogados y jueces, no es muysuperior al azar.

Quizá la precisión habría sido mejorsi quienes juzgaban hubieran podidohacer preguntas en lugar de limitarse aobservar pasivamente. No lo puedodescartar, aunque dudo que sea así.Puede que el hecho de hacer preguntas

reduzca la capacidad de procesar lainformación que ofrece la persona a laque se juzga. Es por esto que en muchosinterrogatorios hay una persona quepregunta y otra que se sienta en silencioobservando las respuestas delinterrogado. Sería interesante que unosinterrogadores profesionales hicieranpreguntas en nuestros experimentos paraluego determinar si quienes ven lasgrabaciones aciertan más de lo quehemos visto hasta ahora.

Nuestros observadores no conocíana las personas que juzgaban y es posibleque la familiaridad pueda mejorar laprecisión. Naturalmente, hay muchas

situaciones donde una persona intentaaveriguar si otra, a la que no conoce denada, miente, y nuestros experimentos secorresponden con estos casos. Perodudo que la familiaridad siempre mejorela detección de mentiras. Aunquedebería ofrecer una base para descartarlas conductas idiosincrásicas, puede quetenga alguna contrapartida. Tendemos acomprometernos con nuestras amistadesy nuestras relaciones profesionales y eldeseo de conservarlas puede cegarnos alas conductas que las puedan echar aperder. La confianza nos hacevulnerables al engaño porque losniveles normales de cautela se reducen y

se ofrece el beneficio de la duda de unaforma rutinaria. El compromiso con unarelación también puede generarconfianza en nuestra capacidad paradetectar el engaño y esta mismaconfianza puede hacemos másvulnerables. La familiaridad sólodebería ser una verdadera ventajacuando se aplique a una personaconocida de la que tenemos motivosfundados para desconfiar.

En nuestros experimentos, losobservadores sólo veían unos cuantosminutos de cada entrevista antes de quese les pidiera que dieran su opinión.Pero unas muestras más largas no tienen

por qué mejorar necesariamente ladetección de mentiras. Realizamos unestudio donde las muestras eran el doblede largas y la precisión no mejoró.Además, por las medidas conductualesque hemos realizado sabemos que en lasmuestras más breves aparecen indiciosde engaño. Con todo, no podemosdescartar esta limitación. Si a lossujetos se les dieran a juzgar unasmuestras mucho más largas —de unahora o dos de duración— la precisiónpodría mejorar.

Un crítico también podríapreguntarse si la precisión era tan malaporque había pocos indicios del engaño,

pero como acabo de decir no ocurría asíen nuestros experimentos. Las medidasque nosotros y nuestros colaboradoreshemos hecho de los movimientosfaciales, la voz y el habla muestran queson posibles unos niveles elevados deprecisión: más del 80 % de aciertos aldeterminar quién miente y quién dice laverdad. Aunque estas medidas exigíanrepeticiones a cámara lenta, tambiénsabemos que se pueden hacer estasdistinciones viendo las grabaciones a lavelocidad normal de reproducción. Unpequeño porcentaje de las personas quehemos estudiado han mostrado unaprecisión igual o superior al 80 % y,

puesto que lo han conseguido en más deun escenario, es improbable que estaprecisión fuera fruto de la casualidad. Yhemos encontrado unos cuantos gruposprofesionales que, en su conjunto, eranmuy precisos. Los miembros delservicio secreto estadounidense fueronmuy precisos en la mentira sobre lasemociones; ninguno de ellos rindió alnivel del azar o por debajo de él y unatercera parte acertaron en más del 80%de los casos. Los interrogadoresespecialmente seleccionados por susaptitudes y que habían recibido unasemana de formación mostraron unosíndices de acierto similares en las

mentiras sobre las opiniones.Aunque en las mentiras que

estudiamos había mucho más en juegoque en otras investigaciones sobre lamentira, es evidente que no había tantascosas en juego como en muchos casoscriminales o de seguridad nacional. Esposible que la precisión fuera muchomayor si hubiera muchas más cosas enjuego, porque en las grabaciones habríamás indicios claros del engaño. No veorazones en contra de esta posibilidad,aunque como acabo de decir huboalgunos grupos profesionales quejuzgaron con precisión nuestrasgrabaciones. Con todo, el hecho es que

aún no sabemos por qué los otros gruposrindieron tan mal.

La información está ahí, y aunquealgunas personas la pueden detectar lamayoría es incapaz de hacerlo. Antes deexaminar por qué la gran mayoría de lagente rinde tan mal, consideremos unacaracterística más de nuestrosexperimentos que puede haberaumentado la precisión y puede haberhecho que la hayamos sobrevalorado. Entodos nuestros estudios recientes leshemos dicho a los observadores queentre el 40 y el 60 % de las personasque iban a ver estaban mintiendo, Alprincipio no dábamos esta información y

vimos que un grupo de policías creíanque todas las personas que veían en lagrabación mentían porque pensaban quetodo el mundo miente, sobre todo a lapolicía. Conocer de antemano elporcentaje de mentiras es una ventajaque no siempre se tiene y deberíamejorar la precisión. Más adelante dirémás cosas al respecto.

Aun admitiendo que nuestros datosno son concluyentes, lo cierto es quenuestras grabaciones contienen indiciosconductuales del engaño que algunaspersonas pueden ver con precisión peroque pasan desapercibidos para lamayoría de la gente. Para los fines de

esta discusión supongamos que estosdatos indican que en la vida de cada díala mayoría de las personas —la inmensamayoría— no detectan mentiras dondehay mucho en juego a partir de laactitud. La pregunta que planteo es: ¿Porqué no? ¿Por qué no podemos hacerlomejor? Y no es que no nos importe. Lasencuestas de opinión pública demuestranuna y otra vez que la sinceridad seencuentra entre las cinco característicasprincipales que la gente desea encontraren un líder, un amigo o un amante. Y elmundo del espectáculo abunda enhistorias, películas y canciones quedescriben las trágicas consecuencias de

la traición.Mi primera explicación de por qué

somos tan malos detectando mentiras esque nuestra historia evolutiva no nos hapreparado ni para ser buenos cazadoresde mentiras ni para ser buenosmentirosos. Sospecho que en el entornode nuestros antepasados no habíamuchas oportunidades de mentir y salirbien librado y que las consecuencias deser pillado mintiendo debían serbastante graves. Si esta sospecha escorrecta, la selección no habríafavorecido a las personas que tuvieranunas aptitudes extraordinarias paradetectar mentiras o para mentir. El

registro fósil no nos dice mucho sobre lavida social, por lo que debemosespecular sobre las condiciones de vidade los cazadores-recolectores. Añado aesto mi experiencia de cuando trabajéhace treinta años en lo que entonces erauna cultura de la edad de piedra en laactual Papúa-Nueva Guinea.

No había habitaciones con puertas;la intimidad era muy escasa en aquelpequeño poblado donde todo el mundoconocía y veía a todos los demás, díatras día. En general, las mentiras erandescubiertas por los destinatarios de lasmismas, pero también por otras personasque vieran algo que las contradijera o

por medio de otras pruebas físicas. Enel poblado donde vivía, el adulterio erauna actividad que se intentaba ocultarmediante la mentira. Pero estas mentirasno se descubrían observando la actitudde quien mentía al proclamar sufidelidad, sino al tropezar con él (o ella)en pleno monte.

Puede que en un entorno como éstela detección de mentiras acerca decreencias, emociones y planes haya sidomás fácil de evitar. Pero, tarde otemprano, alguna de estas mentirasconduciría a una u otra forma de acción,en cuyo caso se aplicaría mi argumentosobre lo difícil que es ocultar o falsear

acciones en un entorno sin intimidad.En una sociedad donde la

supervivencia de un individuo dependíade la cooperación con el resto delpoblado, la mala reputación resultantede ser pillado en una mentira importantepodría llegar a ser mortal. Es posibleque nadie cooperara con alguienconocido por haber mentido sobre algoimportante. A estas personas no les seríafácil cambiar de pareja, de trabajo o depoblado.

En su capítulo sobre el engaño entreanimales, Cheney y Seyfarth hacen unoscomentarios muy similares. Unalimitación muy importante para la

mentira:[…] surge de la estructura social de

una especie. Los animales que viven engrupea sociales estables se enfrentan aunos problemas especiales antecualquier intento de comunicar unengaño […} Es probable que, entre losanimales sociales, las señales falsasdeban ser más sutiles y darse con menosfrecuencia para que el engaño no sedetecte. Igualmente importante es elhecho de que si los animales viven engrupos sociales donde es esencialalguna medida de cooperación parasobrevivir, la necesidad de estacooperación reduzca la frecuencia con

que se emiten señales pocofidedignas.»[273]

En estas circunstancias, el hecho deposeer una aptitud especial para detectarmentiras (o para mentir) no habríatenido un gran valor adaptativo. Esprobable que no se dieran mentirasgraves e importantes con muchafrecuencia a causa de las pocasoportunidades para mentir o de losgrandes costes que ello supondría.Cuando alguien barruntaba o descubríauna mentira no es probable que lohiciera a partir de la actitud. (Nota: sólome he centrado en mentiras intragrupo;es evidente que podían darse mentiras

entre grupos y que su detección y susconsecuencias podían ser totalmentediferentes.)

Aunque hay mentiras de carácteraltruista, mi discusión se ha centrado enmentiras menos gratas, en mentiras quese producen cuando una persona obtienealgún beneficio, casi siempre a costa deldestinatario de la mentira. Cuando estebeneficio se obtiene contraviniendo unaexpectativa o una regla, nos hallamosante una forma de engaño a la quellamamos hacer trampa. A veces esnecesario mentir para hacer trampa,pero para ocultar que se ha hechotrampa siempre es necesario mentir. Las

personas así engañadas no suelenapreciar que se las engañe y estánmotivadas para descubrir cualquiermentira implicada. Pero no es probableque esta clase de engaño se haya dadoen el entorno de nuestros ancestros conla frecuencia suficiente para dar unaventaja apreciable a quienes fueranespecialmente hábiles para detectarlo.Y, como decía antes, probablementehabía tan poca intimidad que lostramposos no eran descubiertosobservando su actitud, sino por otrosmedios. Como escribió el biólogo AlanGrafen:

La incidencia del engaño debe ser lo

bastante baja para que, en general, lasseñales sean verídicas. Para que losemisores de señales maximicen suaptitud, las ocasiones donde engañar seaprovechoso deben ser limitadas. Puedeque los emisores de señales para los queengañar sea provechoso sean muypocos, o puede que sólo les compenseengañar en muy pocas ocasiones […] Elengaño es algo que se espera en lossistemas de señales evolutivamenteestables, pero un sistema sólo puede serestable si existe alguna razón por la queengañar no valga la pena en la mayoríade los casos. El engaño impone unaespecie de gravamen en el significado

de la señal. La característicafundamental de los sistemas de señalesestables es la sinceridad, y ladegradación del significado de la señalmediante el engaño se debe Limitar paraque la estabilidad se mantenga. (Página553.)[274]

Según este razonamiento, las señalesde los tramposos, a las que yo llamaríamentiras, deberían tener muy pocaincidencia. Los estudios de Cosmides yTooby[275] indican que hemosdesarrollado una sensibilidad a lainfracción de las normas y que norecompensamos a los tramposos, cosaque podría explicar por qué esta clase

de engaño no es muy frecuente. Sinembargo, nuestros resultados indicanque no tendemos a pillar a los trampososdetectando sus engaños a partir de suactitud, sino por otros medios.

Para resumir mi argumentación diréque el entorno de nuestros ancestros nonos ha preparado para que seamos muyhábiles cazando mentiras. Quienespudieran haber sido más hábiles paradescubrir a un mentiroso a partir de suactitud habrían tenido una ventajamínima en las circunstancias en las queprobablemente vivían nuestrosantepasados. Es probable que lasmentiras importantes no fueran muy

frecuentes porque la falta de intimidadharía que las probabilidades dedetectarlas fueran muy altas. Esta faltade intimidad también podría haber hechoque las mentiras se descubrieran máspor observación directa o por otraspruebas físicas que mediante juiciosbasados en la actitud. Por último, en unasociedad pequeña, cerrada y basada enla cooperación, la mala reputaciónresultante de ser pillado mintiendotendría unas consecuencias graves eineludibles.

En las sociedades industrialesmodernas la situación es prácticamentela contraria. Las oportunidades para

mentir abundan; es fácil tener intimidady hay muchas puertas cerradas. Cuandoun mentiroso es pillado, lasconsecuencias sociales no tienen porqué ser desastrosas ya que puedecambiar de pareja, de trabajo o deciudad y puede dejar atrás su malareputación. Según este razonamiento,ahora vivimos en unas circunstanciasque en lugar de desalentar la mentira lafomentan; las actividades y las pruebasse pueden ocultar con más facilidad y lanecesidad de juzgar en función de laactitud es mayor. Y nuestra historiaevolutiva no nos ha preparado para queseamos sensibles a los indicios

conductuales relacionados con lamentira.

Si admitimos que nuestra historiaevolutiva no nos ha preparado paradetectar mentiras a partir de la actitud,¿por qué no aprendemos a hacerlocuando crecemos? Una posibilidad, yésta es mi segunda explicación, es quenuestros padres nos enseñan a noreconocer sus mentiras. Puede que suintimidad requiera que engañen confrecuencia a sus hijos acerca de lo quehacen, cuándo lo hacen y por qué lohacen. Aunque la actividad sexual es unfoco evidente de estas mentiras, puedehaber otras actividades que los padres

quieran ocultar a sus hijos.Otra explicación es que por regla

general preferimos no pillar a losmentirosos porque, a pesar de losposibles costes, una actitud de confianzaenriquece más la vida que una actitudsuspicaz. Dudar permanentemente, hacerfalsas acusaciones, no sólo esdesagradable para quien duda sino quetambién reduce mucho las oportunidadesde tener intimidad con la pareja, con losamigos, con los compañeros de trabajo.No podemos permitimos desconfiar deun amigo, de un hijo o de nuestrocónyuge cuando nos dicen la verdad y espor ello que tendemos a creer a quien

nos miente. La confianza en los demásno sólo es necesaria: también hace quela vida sea más fácil. Sólo losparanoicos renuncian a estatranquilidad, igual que aquellos cuyavida se encuentra en peligro si no estánen constante alerta contra la traición. Deacuerdo con esta formulación, hemosobtenido (Bugental, Shennum, Frank yEkman)[276] unos datos preliminares queindican que los niños que han sidoobjeto de malos tratos y que viven en unentorno institucional detectan lasmentiras a partir de la actitud mejor queotros niños.

Hasta ahora he presentado tres

razones para explicar por qué nos cuestapillar a un mentiroso: nuestra historiaevolutiva no nos ha preparado para ello;nuestros padres no nos enseñan adetectar mentiras; y preferimos laconfianza a la suspicacia. Mi cuartaexplicación es que a veces queremosque nos engañen, que colaboramosinvoluntariamente en la mentira porqueno nos interesa saber la verdad. Veamosdos ejemplos relacionados con lasrelaciones conyugales. Puede que a unamadre con varios hijos pequeños no leconvenga pillar a su marido mintiendopara ocultar su infidelidad, sobre todo sitiene una aventura en la que no invierte

recursos en principio destinados a ella ya sus hijos. El donjuán tampoco quiereque le pillen, por lo que a los dos lesconviene que la mentira no se descubra.Veremos que actúa una lógica similar enel siguiente ejemplo de connivencia entomo a una mentira más altruista. Unamujer le pregunta a su esposo: «¿Habíaen la fiesta otra mujer que te parecieramás atractiva que yo?». Su esposomiente diciendo que la más atractiva eraella aunque no era así. No quiere darlecelos porque es difícil tratar con ellacuando se pone celosa, y quizá elladesee creer que era la más atractiva.

En algunos casos de connivencia en

tomo a una mentira puede que eldestinatario de la mentira, que deseacreer al mentiroso, no saque ningúnbeneficio de la mentira o que sóloobtenga un beneficio a corto plazo.Volvamos a examinar el que quizá sea elejemplo más infausto del siglo pasadodonde el destinatario de una mentiracreyó en un mentiroso que le queríaperjudicar. Me refiero al encuentro delque ya he hablado al principio de estelibro entre Nevilíe Chamberlain, primerministro británico, y Adolf Hitler,canciller de Alemania, el 15 deseptiembre de 1938¿Por quéChamberlain creyó a Hitler? No todo el

mundo le creyó; muchas personas, entreellas varios miembros de la oposiciónbritánica, sabían que Hitler no era unhombre de palabra. Creo que, sin darsecuenta, Chamberlain colaboró con lamentira de Hitler porque necesitabacreerle. Si Chamberlain hubierareconocido la mentira de Hitler, habríatenido que hacer frente al hecho de quesu política contemporizadora habíapuesto en grave peligro a su país. Puestoque tuvo que afrontar este hecho unassemanas después nos podríamospreguntar por qué motivo no lo hizodurante su encuentro con Hitler. Larespuesta tiene que ver más con lo

psicológico que con lo racional. Lamayoría de nosotros actuamos siguiendoel principio no escrito de aplazar elhecho de tener que enfrentarnos a algodesagradable y en ocasiones lo hacemossiendo conniventes con un mentiroso.

El caso de Chamberlain no tienenada de excepcional. Los destinatariosde las mentiras desean creer en elmentiroso, casi siempre sin darsecuenta. El mismo motivo —no quererreconocer el desastre inminente—explica por qué el empresario que hacontratado por error a un desfalcadorpasa por alto los indicios de desfalco.Desde un punto de vista racional, cuanto

antes descubra el desfalco, mejor; perodesde un punto de vista psicológico estedescubrimiento significará que no sólodeberá afrontar las pérdidas de suempresa, sino también el error de habercontratado a un granuja. De modosimilar, el cónyuge cornudo suele ser elúltimo en saber lo que todo el mundosabe. El preadolescente que consumedrogas puede estar totalmenteconvencido de que sus padres saben loque hace, y estos, inconscientemente,procuran no detectar las mentiras que lesobligarían a enfrentarse a la posibilidadde haber fracasado como padres y deverse inmersos en una situación terrible.

Si colaboramos con la mentira casisiempre salimos mejor parados a cortoplazo aunque las consecuencias a largoplazo puedan ser mucho peores.

Los motivos que hacen que eldestinatario de una mentira no pille almentiroso quedaron muy claros en elcaso de Aldrich Ames, un empleado dela CIA arrestado por espionaje en 1994.Durante los nueve años anteriores, Ameshabía estado pasando información alKGB sobre todos los rusos que habíancolaborado con la CIA y varios de ellosfueron ejecutados. Ames era muy pocodiscreto; se había estado gastando aespuertas el dinero que los soviéticos le

habían entregado para comprarse unacasa y un automóvil cuyo valor superabade largo lo que podía pagar con susueldo. Sandy Grimes, una agente decontraespionaje de la CIA que al finalacabó descubriendo a Ames, describióasí su trabajo: «Tus mayores proezas,tus victorias más brillantes, son tuspeores derrotas (…] El hecho de quedescubras a un espía significa,lógicamente, que tu agencia tenía unproblema; ¡tendrías que haberloatrapado antes!».

Otra explicación, la quinta, se basaen los escritos de Eving Goffman[277]. Senos educa para que seamos corteses en

nuestras interacciones, para que no«robemos» información que no se nosofrece. Un ejemplo bastantesorprendente de esto es que,inconscientemente, apartamos la miradacuando alguien con quien hablamos seescarba la oreja o se hurga la nariz.Goffman también diría que, desde elpunto de vista social, hay veces que unmensaje falso puede ser más importanteque la verdad. Es la información que sereconoce, la información cuyaresponsabilidad está dispuesta a asumirla persona que la ofrece. Cuando unasecretaria que está con el ánimo por lossuelos por haberse peleado con su

esposo la noche anterior responde, «muybien», cuando su jefe le pregunta, «¿quétal estás hoy?», puede que este mensajefalso sea el más pertinente a susinteracciones con el jefe. Le dice que vaa hacer su trabajo. Puede que al jefe letraiga sin cuidado el mensaje verdadero—que la secretaria está muy abatida—siempre que su trabajo no se resienta.

Ninguna de las explicaciones que heofrecido hasta ahora puede aclarar porqué la mayoría de los miembros de losorganismos de la justicia y de losservicios de información no son capacesde detectar a los mentirosos a partir desu actitud. Los interrogadores de la

policía y de los servicios decontraespionaje no adoptan una posturade confianza hacia los sospechosos, noson conniventes con el engaño y estándispuestos a «robar» información que nose íes ofrece. Entonces, ¿por qué noidentifican mejor a un mentiroso a partirde su actitud? Creo que su labor se vedificultada por un nivel de base muyelevado y por una retroalimentacióninsuficiente. Es probable que la granmayoría de las personas con las quetratan digan mentiras. Algunos con losque he hablado calculan que el nivelbásico de mentirosos es superior al 75%. Un nivel básico tan elevado no es

óptimo para aprender a prestar atencióna los indicios conductuales más sutilesdel engaño. Con mucha frecuencia, elobjetivo de estas personas no esdescubrir al mentiroso sino obtenerpruebas para inculparlo. Y cuandoalguien ha sido castigado injustamenteporque se han equivocado, estaretroalimentación les llega demasiadotarde para que el error cometido puedatener una función correctora.

Esto indica que si exponemos aalguien a un nivel básico de mentirasmás bajo, cercano al 50 %, y le damosuna retroalimentación correctoradespués de cada dictamen, puede que

aprenda a detectar con precisión lasmentiras a partir de la actitud. En estosmomentos estamos diseñando unexperimento para comprobarlo. Noespero que la precisión llegue al cienpor cien y por esta razón no creo que losjuicios sobre si alguien miente o dice laverdad se puedan aceptar como pruebasante un tribunal. Sin embargo, estosjuicios sí que pueden ofrecer una basemás sólida para decidir, por lo menos alprincipio, a quién se debe investigarmás a fondo y cuándo se deben plantearmás preguntas para aclarar las razonesde un cambio inusitado de actitud.[278]

EPÍLOGO

Lo que he escrito tiene que ayudarmás a los cazadores de mentiras que alos mentirosos. Pienso que es mássencillo mejorar la propia capacidad dedetectar engaños que de perpetrarlos,porque es más aprendible lo que debeconocerse. Para comprender mis ideassobre la diferencia entre los distintostipos de mentiras no se requiere untalento especial. Cualquiera que tenga lavoluntad de hacerlo puede recurrir a lalista de verificación del «Apéndice»para estimar si es probable o no que un

determinado mentiroso cometa errores.Ser más capaz de discernir los indiciosdel engaño exige algo más quecomprender lo que he explicado: hayque desarrollar esa habilidad a través dela práctica. Pero cualquiera que dediqueun cierto tiempo a observar y escucharatentamente, vigilando los indiciosdescritos en el capítulo 4 y 5, puedeperfeccionarse. Nosotros y otraspersonas hemos adiestrado a sujetospara que aprendiesen a mirar y escucharcon más cuidado y precisión, y lamayoría de ellos resultaronbeneficiados. Aun sin ese aprendizajeformal, uno mismo puede practicar para

mejorar su discriminación de losindicios del engaño.

Si bien podría crearse una «escuelapara cazadores de mentiras», no tendríasentido crear una «escuela paramentirosos». Los mentirosos naturalesno la necesitan, y el resto no tenemos eltalento indispensable para sacar partidode ella. Los mentirosos naturales yaconocen y emplean casi todo aquellosobre lo cual he escrito, aunque a vecesno se den cuenta que lo saben. Mentirbien requiere un talento especial, que noes fácil adquirir. Es preciso ser un actornatural, de modales convincentes yconquistadores. Los mentirosos

naturales, sin pensarlo y sin necesidadde ayuda, saben cómo manejar suspropias expresiones para transmitir loque desean.

Pero la mayoría necesitamos esaayuda… aunque si carecemos de unacapacidad natural para la actuación,nunca podremos mentir bien. Lo que heexplicado acerca del modo en que setraiciona una mentira y cuándo parececreíble no contribuirá demasiado, yhasta puede empeorar las cosas. No seperfecciona el mentir sabiendo qué sedebe hacer y qué no se debe hacer; ydudo seriamente que, en este caso, lapráctica sea de mucho provecho. Un

mentiroso consciente de cada uno de susactos, que lo planease antes deejecutarlo, sería como un esquiador quedebiese pensar cada vez que mueve unapierna o un brazo al bajar a todavelocidad por la pendiente.

Sin embargo, hay dos excepciones,dos enseñanzas sobre el mentir que atodos pueden serles útiles. La primeraes que un mentiroso debe poner cuidadoen elaborar cabalmente y memorizar sufalso plan, la mayoría de los mentirososno prevén todas las preguntas quepueden formulárseles, todos losincidentes inesperados que pueden tenerque enfrentar. Un mentiroso debe tener

preparadas y ensayadas las respuestasante un mayor número de contingenciasde las que le gustaría afrontar. Inventarsobre la marcha, pronta yconvincentemente, una respuestacoherente con lo dicho y que puedasostenerse en el futuro, requiere unaaptitud mental y una frialdad ante lassituaciones tensas que pocos individuosposeen. La otra enseñanza —que a estaaltura todos los lectores tienen quehaber aprendido— es lo difícil queresulta mentir sin cometer errores. Si lamayoría de los mentirosos evitan serdetectados es sólo porque losdestinatarios de sus engaños no se

preocupan lo bastante para atraparlos.Es muy arduo impedir toda autodelacióno toda pista sobre el embuste.

De hecho, jamás intenté adiestrar anadie para que mintiera mejor. Miopinión de que no sería muy útil se basaen el razonamiento y no en pruebasconcretas; confío en estar en lo cierto,porque prefiero que mi investigaciónayude al cazador de mentiras más que almentiroso. Y no es que crea que mentires intrínsecamente malo. Muchosfilósofos han argumentado de formaconvincente que algunas mentiras, almenos, están moralmente justificadas, yque a veces la sinceridad puede llegar a

ser brutal y cruel[279]. Pero sigosintiendo más simpatía por el cazador dementiras que por el mentiroso. Tal vezello se deba a que mi labor científicaestá destinada a buscar indicios sobre loque siente verdaderamente la gente. Meinteresa aquello que encubre unaemoción, pero el auténtico desafío esdescubrirla, comprobar cómo difierenlas expresiones genuinas de las falsas yque si bien éstas se asemejan a lasprimeras, no son exactamente iguales. Esgratificante desenmascarar unocultamiento imperfecto. Así concebido,el estudio del engaño se ocupa demuchas más cosas que del engaño en sí:

brinda una oportunidad para asistir a laextraordinaria lucha interna entre lasfacetas voluntarias e involuntarias denuestra vida y para aprender hasta quépunto podemos controlardeliberadamente los signos exteriores denuestra vida interior.

Pese a mi simpatía por la caza dementiras en comparación con el mentir,sé muy bien que no puede equipararseaquélla con la virtud. Aquel que poramabilidad esconde su aburrimiento anteel amigo se ofendería con toda razón sifuese desenmascarado. El marido quesimula divertirse cuando su esposa lecuenta torpemente un chiste, o la esposa

que finge interés por su marido cuandoéste le describe paso a paso cómo halogrado reparar un electrodoméstico,quizá se sientan injuriados si susimulación es cuestionada. Y porsupuesto, ante un engaño militar, elinterés nacional bien puede estar dellado del mentiroso y no del cazador dementiras. En la Segunda GuerraMundial, por ejemplo, ¿qué habitante dealguno de los países aliados no queríaengañar a Hitler sobre la playa en que seharía el desembarco: Normandía oCalais?

Sin duda, Hitler tenía todo elderecho del mundo a tratar de descubrir

el engaño de los aliados, pero nosiempre la caza de mentiras estáigualmente justificada. A veces hay querespetar la intención del otro,independientemente de lo que en verdadpiense o sienta. A veces un individuotiene derecho a que crean en su palabra.La caza de mentiras viola la privacidad,el derecho que cada cual tiene aconservar sus pensamientos ysentimientos para sí. Si bien haysituaciones que justifican la caza dementiras (investigaciones de delitos,adquisición de un nuevo automóvil,negociación de un contratointernacional, etc.), en otros campos la

gente presupone válido a mantener parasí, si lo desea, sus pensamientos ysentimientos, y a esperar que los demásacepten lo que elige manifestarles.

No sólo el altruismo o el respeto porla privacidad deben llevar a hacer unapausa al implacable cazador dementiras. En ocasiones, es preferibleengañarse. El anfitrión se sentirá mejorsi sabe que su huésped lo está pasandobien en su casa, aunque eso sea falso; laesposa que quiere divertir a su maridocontándole un chiste puede seguircreyendo que lo hace bien… y todos tanfelices. El falso mensaje del mentirosono sólo puede ser más aceptable en

algunos casos que la verdad, sino másútil. Si al llegar a la obra, el carpinterocontesta «Estoy bien» cuando el capatazle pregunta «¿Cómo estás?», esainformación puede ser más pertinenteque si contesta la verdad: «Anoche tuveuna pelea con mi mujer y me sientocomo el diablo». Su mentira comunicasinceramente su propósito de cumplircon su trabajo a pesar del disgustopersonal que ha sufrido. Por supuesto,aun en estos casos benévolos se paga unprecio por ser engañado: el capatazpodría administrar mejor las distintastareas que deben realizarse en la obra siconociera el malestar del carpintero ese

día, la esposa podría aprender a contarmejor los chistes o a no contarlos enabsoluto si supiese que su marido no seríe de veras. Pero creo importanteseñalar que a veces la caza de mentirasatenta contra una relación personal,traiciona la confianza depositada en elotro, se apropia de información que, poralgún buen motivo, no fue comunicada.Al menos, el cazador de mentiras debedarse cuenta de que la detección de losindicios del engaño es una insolencia:toma algo sin permiso, contra el deseodel otro.

Cuando comencé a estudiar estetema, no había modo de saber con qué

me iba a encontrar. Existíanafirmaciones contradictorias. Freudhabía dicho: «Quien tenga ojos para very oídos para oír puede convencerse a símismo de que ningún mortal es capaz deguardar un secreto. Lo que sus labioscallan, lo dicen sus dedos; cada uno desus poros lo traiciona»[280]. No obstante,yo conocía muchos casos en que lamentira había tenido gran éxito, y misprimeros estudios comprobaron que enla detección del engaño la gente no teníamás éxito que si actuara al azar. Lospsiquiatras y psicólogos no eran en estomejores que los demás. La respuesta a laque llegué me complace: no somos,

como mentirosos, perfectos niimperfectos, y detectar el engaño no esni tan fácil como decía Freud, niimposible. La cuestión es máscomplicada y por ende más interesante.Nuestra imperfecta capacidad paramentir es fundamental en nuestraexistencia, y quizá necesaria para queésta persista.

Piénsese en cómo sería la vida sitodos supiesen mentir a la perfección o,por el contrario, si nadie pudierahacerlo. He reflexionado sobre estoprincipalmente en relación con lasmentiras vinculadas a las emociones,que son las más difíciles; por otra parte,

son las que más me interesan. Si nuncapudiéramos saber cómo se sintiórealmente alguien en cierta oportunidad,y si supiéramos que nunca lo sabríamos,la vida resultaría insulsa. Seguros deque toda muestra de emoción sería unmero despliegue destinado a agradar,manipular o desorientar al otro, losindividuos estarían más a la ventura, losvínculos entre las personas serían menosfirmes. Considérese por un momento eldilema que tendría que afrontar unamadre o un padre si su bebé de un mesfuese capaz de ocultar y falsear susemociones del mismo modo que lohacen la mayoría de los adultos. Todo

grito o llanto sería el de un «lobo».Vivimos en la certeza de que existe unnúcleo de verdad emocional, de que ensu mayoría la gente no quiere o no puedeengañamos sobre lo que siente. Sidesvirtuar las propias emociones fuesetan sencillo como desvirtuar las propiasideas, si los gestos y ademanes pudierandisfrazarse y falsearse tanto como laspalabras, nuestra vida emocional seríamás pobre y más cohibida.

Pero si nunca pudiéramos mentir, siuna sonrisa fuera el signo necesario yconfiable de que se siente alegría oplacer, y jamás estuviera presente sinestos sentimientos, la vida resultaría

más difícil y mantener las relaciones,mucho más arduo. Se perdería lacortesía, el afán de suavizar las cosas,de ocultar aquellos sentimientos propiosque uno no querría tener. No habríaforma de pasar inadvertido, no habríacómo manifestar malhumor o lamer laspropias heridas salvo estando a solas.Imaginemos que nuestro compañero detrabajo, amigo o amante fuera alguienque, en materia de control yencubrimiento de sus propiasemociones, es como un bebé de tresmeses, aunque en todos los restantesaspectos (inteligencia, aptitudes, etc.) esun adulto cabal. ¡Terrible perspectiva!

No somos ni transparentes como losbebés ni perfectamente disfrazables.Podemos mentir o ser veraces, discernirla mentira o no notarla, ser engañados oconocer la verdad. Podemos optar: ésaes nuestra naturaleza.

APÉNDICE

Los cuadros 1 y 2 sintetizan lainformación correspondiente a todos losindicios del engaño que se han descritoen los capítulos 4 y 5. El cuadro 1 estáorganizado para buscar, a partir de cadaindicio conductual, la clase deinformación que él revela; el cuadro 2, ala inversa, está organizado para buscar,a partir de cada clase de información, elindicio de conducta que le corresponde.

Recuérdese que hay dos formasprincipales de mentir: el ocultamiento yel falseamiento. Tanto el cuadro 1 como

el cuadro 2 se ocupan de las mentiraspor ocultamiento. El cuadro 3 brinda losindicios conductuales del falseamiento.El cuadro 4 ofrece una lista completa detodos los tipos de mentiras.

CUADRO 1Indicio del engañoInformación reveladaDeslices verbalesPueden estar relacionados

específicamente con una emoción;pueden delatar una información norelacionada con ninguna emoción.

Peroratas enardecidasPueden estar relacionadas

específicamente con una emoción;pueden delatar una información norelacionada con ninguna emoción.

Modo de hablar indirecto,circunloquios

Estrategia verbal no preparada deantemano, o bien presencia deemociones negativas, muyprobablemente temor.

Pausas y errores en el hablaEstrategia verbal no preparada de

antemano, o bien presencia deemociones negativas, muyprobablemente temor.

Elevación del tono de vozEmoción negativa, probablemente

rabia y/o temor.Disminución del tono de vozEmoción negativa, probablemente

tristeza.Mayor volumen y velocidad del

hablaProbablemente rabia, temor y/o

excitación.Menor volumen y velocidad del

hablaProbablemente tristeza y/o

aburrimiento.EmblemasPueden estar relacionados

específicamente con una emoción;pueden delatar una información norelacionada con ninguna emoción.

Disminución en la cantidad deilustraciones

Aburrimiento, estrategia nopreparada de antemano, o elección

cuidadosa de cada palabra.Aumento de la cantidad de

manipulacionesEmoción negativa.Respiración acelerada o superficialEmoción no específica.SudorEmoción no específica.Tragar saliva con frecuenciaEmoción no específica.MicroexpresionesCualquier emoción específica.Expresiones abortadasEmoción específica; o tal vez

muestre que se frenó una emoción, perosin indicar cuál.

Músculos faciales fidedignosTemor o tristeza.Aumento del parpadeoEmoción no específica.Dilatación de las pupilasEmoción no específica.LágrimasTristeza, desazón, risa incontrolable.Enrojecimiento del rostroTurbación, vergüenza o rabia; puede

haber también culpa.Empalidecimiento del rostroTemor o rabia.

CUADRO 2Tipo de informaciónIndicio conductualEstrategia verba! no preparada de

antemanoModo de hablar indirecto,

circunloquios, pausas, errores en elhabla. Disminución de las ilustraciones.

Información no relacionada con lasemociones (por ejemplo, datos, planes,fantasías)

Deslices verbales, peroratasenardecidas, emblemas*

Emociones (por ejemplo, sorpresa,desazón, alegría)

Deslices verbales, peroratase n a r d e c i d a s , microexpresiones,expresiones abortadas.

TemorModo de hablar indirecto,

circunloquios, pausa», errores en elhabla, elevación del tono de voz, mayorvolumen y velocidad del habla,músculos faciales fidedignos,empalidecimiento facial.

RabiaElevación del tono de voz, mayor

volumen y velocidad del habla,enrojecimiento, empalidecimiento.

Tristeza (puede ser vergüenza y/oculpa)

Disminución del tono de voz, menorvolumen y velocidad del habla,músculos faciales fidedignos, lágrimas,vista dirigida hacia abajo, rubor.

TurbaciónRubor, vista dirigida hacia abajo o

hacia el costado.ExcitaciónAumenta de la cantidad de

ilustraciones, elevación del tono de voz,mayor volumen y velocidad del habla.

AburrimientoDisminución de la cantidad de

ilustraciones, menor volumen yvelocidad del habla.

Emoción negativa

Modo de hablar indirecto,circunloquios, pausas, errores en elhabla, elevación o disminución del tonode voz, aumento de la cantidad demanipulaciones.

Activación de una emocióncualquiera

Alteración del ritmo respiratorio,sudor, tragar saliva, expresionesabortadas, aumento del parpadeo,dilatación de las pupilas.

* Los emblemas no pueden transmitirtantos mensajes como los deslicesverbales o las peroratas enardecidas. Enel caso de los estadounidenses, existenemblemas correspondientes a unos

sesenta mensajes distintos.

CUADRO 3Emoción falsaIndicio conductualTemorAusencia de una expresión fidedigna

en la frente.TristezaAusencia de una expresión fidedigna

en la frente.AlegríaNo participan los músculos

orbiculares de los párpados.Entusiasmo o interés por lo que se

está diciendoNo aumenta la cantidad de

ilustraciones, o es incorrecta susecuencia temporal.

Emociones negativasAusencia de sudor, de alteraciones

en el ritmo respiratorio, de aumento enla cantidad de manipulaciones.

Cualquier emociónExpresiones asimétricas, aparición

demasiado abrupta, desaparicióndemasiado abrupta o entrecortada,sincronización incorrecta.

CUADRO 4PREGUNTAS SOBRE LA

MENTIRADIFÍCIL PARA DETECTAR EL

CAZADOR DE MENTIRASFÁCIL PARA DETECTAR EL

CAZADOR DE MENTIRAS1.¿Puede prever con exactitud el

mentiroso cuándo tendrá que mentir?SI: estrategia preparada y ensayadaNO: estrategia no preparada2. ¿La mentira sólo exige SI

ocultamiento, sin necesidad de recurriral falseamiento?

SI

NO3.¿La mentira implica la posibilidad

de experimentar emocionescircunstanciales?

NOSI: será particularmente difícil siA: es preciso ocultar o falsear una

emoción negativa, como la ira, el temoro la desazón.

B: el mentiroso debe parecerinsensible y no puede recurrir a otraemoción para enmascarar las que tieneque ocultar.

4.¿Será perdonado et mentiroso siconfiesa haber mentido?

NO: aumenta la motivación del

mentiroso de tener éxito con su engañoSI: hay probabilidades de provocar

una confesión.5.¿Es mucho lo que está en juego, ya

sea en materia de castigos o derecompensas?

Es difícil predecir qué pasaré:cuando hay mucho en juego, puedeaumentar el recelo a ser descubierto,pero también la motivación delmentiroso para tratar de tener éxito en suengaño.

6.¿Es severo el castigo que seimpone a las personas a quienes sedescubre mintiendo?

NO: escaso recelo a ser descubierto;

pero esto mismo puede fomentar eldescuido.

SI: aumenta el recelo a serdescubierto, pero también puedeaumentar el temor del mentiroso a queno le crean, dando así orí gen a errorespositivos falsos.

7.¿Es severo el castigo que seimpone por el solo hecho de habermentido, aparte de los perjuicioscausados por el fallo del engaño?

NOSI: aumenta el recelo a ser

descubierto; la persona puede serdisuadidade mentir si sabe que elcastigo por hacerlo será peor que lo que

pueda perder si no miente.8.¿El destinatario no sufre perjuicio

alguno, o incluso se beneficia con lamentira? ¿Lo mentira es altruista y nobeneficia al mentiroso?

SI: el sentimiento de culpa porengañar será menor si el mentiroso losabe.

NO: aumenta el sentimiento de culpapor engañar.

9.¿La situación es tal que eldestinatario probablemente confíe en elmentiroso, sin sospechar que puede serengañado?

SINO

10. ¿El mentiroso ya ha tenido éxitoanteriormente en un intento de engañar aldestinatario?

SI: disminuye el recelo a serdescubierto, y si el destinatario estáavergonzado o molesto por tener quereconocer que fue engañado antes, puedeconvertirse en una victima cómplice.

NO11. ¿El mentiroso y o! destinatario

tienen valores en común?NO: disminuye el sentimiento de

culpa por engañar.SI: aumenta el sentimiento de culpa

por engañar.12. ¿La mentira está autorizado por

el uso social?NO: disminuye el sentimiento de

culpa por engañar.SI: aumenta el sentimiento de culpa

por engañar.13. ¿La mentira tiene un destinatario

anónimo?SI: disminuye el sentimiento de

culpa por engañar.NO14. ¿Hay trato personal entre el

mentiroso y el destinatario?NOSI: el cazador de mentiras será más

capaz de evitar los errores derivados delas diferencias individuales.

15. ¿Debe el cazador de mentirasocultarle al mentiroso las sospechas quetiene sobre él?

SI: el cazador de mentiras quedaatrapado por su necesidad deocultamiento y no puede estar atento a laconducta del mentiroso.

NO16. ¿Dispone el cazador de mentiras

de información que sólo podría conoceruna persona culpable pero no unainocente?

NOSI: puede tratar de emplear la ténica

de lo que conoce el culpable, si está encondiciones de interrogar al sospechoso.

17. ¿Hay otras personas que NOsaben o sospechan que el destinatario esengaitado?

NOSI: puede aumentar el deleite por

embaucar, el recelo a ser descubierto oel sentimiento de culpa por engañar.

18.¿El mentiroso y el juzgar losindicios del cazador de mentiras engaño,tienen el mismo idioma, nacionalidad yantecedentes culturales?

NO: habrá más errores al juzgar losindicios del engaño.

SI: mejore condiciones parainterpretar los indicios del engaño.

CUADRO 4BDIFÍCIL PARA DETECTAR EL

CAZADOR DE MENTIRASFÁCIL PARA DETECTAR EL

CAZADOR DE MENTIRAS1. ¿Tiene el mentiroso mucha

experiencia previa en mentir?SI: especialmente si tiene práctica

en ese tipo particular de mentira.NO2. ¿Muestra sagacidad e inventiva el

mentiroso en sus embustes?SINO3. ¿Tiene el mentiroso buena

memoria?SINO4. ¿Habla el mentiroso de forma

regular y uniforme y es persuasivo?SINO5. Emplea el mentiroso los músculos

faciales fidedignos como enfatizadoresde la conversación?

SI: será más capaz de ocultar ofalsear las expresiones faciales:

NO6. ¿Tiene el mentiroso habilidad

teatral y es capaz de emplear el métodode Stanislavski?

SINO7. ¿Hay probabilidades de que el

mentiroso esté autoconvencido de sumentira, a punto de creer que lo que dicees cierto?

SINO8. ¿Es un «mentiroso natural» o un

psicópata?SINO9. ¿Es el mentiroso vulnerable, por

su personalidad, al temor, la culpa o eldeleite por embaucar?

NO

SI10. ¿Está avergonzado el mentiroso

de lo que oculta su mentira?Es difícil predecir qué pasará: por

un lado, la vergüenza dificulta laconfesión, por el otro, esa mismavergüenza puede autodelatar la mentira.

11. ¿El sospechoso podría sentirtemor, culpa o vergüenza aunque fuerainocente, o si estuviera mintiendo sobrealguna otra cosa?

SI: es posible interpretar losindicios emocionales.

NO: los signos de estas emocionesindican el engaño.

CUADRO 4C

PREGUNTAS SOBRE ELCAZADOR DE MENTIRAS

DIFÍCIL DE DETECTAR PARA ELCAZADOR DE MENTIRAS

FÁCIL DE DETECTAR PARA ELCAZADOR DE MENTIRAS

1. ¿Tiene fama el cazador dementiras de ser difícil de engañar?

NO: especialmente si ya en algunaoportunidad el mentiroso logróengañarlo.

SI: aumenta el recelo a serdetectado; puede aumentar también eldeleite por embaucar.

2. ¿Tiene fama el cazador dementiras de ser desconfiado?

Es difícil predecir qué pasaré: esafama puede reducir el sentimiento deculpa por engañar, pero puede aumentarel recelo a ser descubierto

3. ¿Tiene fama el cazador dementiras de ser ecuánime?

NO: es menos probable que elmentiroso sienta culpa por engañarlo.

SI: aumenta el sentimiento de culpapor engañar.

4. ¿Es el cazador de mentiras una deesas personas que niega la realidad,elude los problemas y tiende a suponersiempre lo mejor de los demás?

SI: probablemente pasará por altolos indicios del engaño y serávulnerable a errores negativos falsos.

NO5. Es el cazador de mentiras

extraordinariamente hábil parainterpretar con exactitud las conductasexpresivas?

NOSI6. ¿Tiene el cazador de mentiras

prejuicios que lo llevan a tener unaopinión tendenciosa en contra delmentiroso?

NOSI: aunque el cazador de

mentirasesté alerta a los indicios delengaño, podrá incurrir en errorespositivos falsos.

7. ¿Beneficia de algún modo alcazador de mentiras no detectar elengaño?

SI: pasará por alto deliberadamenteo no, los indicios del engaño.

NO8. ¿Es incapaz el cazador de tolerar

la incertidumbre respecto de si esengañado o no?

Es difícil saber que pasará: puededar origen a errores falsos tantopositivos como negativos.

9. ¿Se encuentra el cazador de

mentiras en medio de un reguero depólvora emocional?

NOSI: atrapara a los mentirosos, pero

interpretará que los inocentes mienten(error positivo falso)

CONTRAPORTADA

A diferencia de los antropólogosculturales, Ekman sostiene que laexpresión de las emociones tiene unaraíz biológica universal.

Paul Ekman (Washington, 1934),psicólogo norteamericano experto en elestudio de las emociones, fue profesorde Psicología de la Universidad deCalifornia, en San Francisco, puesto delcual se jubiló en 2004. Además ha sidoasesor del Departamento de Defensa delos Estados Unidos y del FBI. Se le haconcedido en seis ocasiones el Premio a

la Investigación Científica del NationalInstitute of Mental Health.

Además de La decena de títulospublicados, Ekman ha escrito numerososartículos para la revista Greater Goodque edita la Universidad de Berkeley.Articulista habitual de The WashingtonPost, Usa Today, The New York Times,Sdentist America y la revista Time.Actualmente, sus investigaciones giranen torno a la mentira y está trabajandocon Dimitris Metexas para laelaboración de un detector visual dementiras.

Es autor también de Por qué miententos niños, publicado por Paidós.

NUEVA EDICIÓN

AMPLIADA

¿Sabe usted en qué momento alguienestá mintiendo? ¿Es capaz de discernirlas pistas que lo Llevarán a averiguarlo?En cualquier caso, el libro del doctorEkman Le enseñará, entre otras muchascosas, que Las pupilas dilatadas y elparpadeo pueden indicar la presencia deuna emoción; que el rubor puede sersigno de vergüenza, rabia o culpa; queciertos ademanes son indicio de unsentimiento negativo; que una manera de

hablar más veloz de lo habitual y en unvolumen más alto tal vez denote ira,temor o irritación… Y éstos son sóloalgunos de los indicadores que el autorutiliza para distinguir la realidad de laficción. Tanto en su casa como en suLugar de trabajo, esta guía Le ayudará aaprender en qué elementos (no verbales)de la comunicación debe usted fijarsepara saber si Le están diciendo Laverdad, incluyendo un cuestionario de38 preguntas que le permitirán descubrircualquier tipo de engaño.

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Ekman nació en 1934 enWashington, DC y creció en Newark,New Jersey, Washington, Oregón, yCalifornia. Su padre era pediatra.

Recibió el "Premio de InvestigaciónCientífica" del National Institute of

Mental Health (NIMH) en 1971, querenovó en 1976, 1981, 1987, 1991, y en1997. Durante más de 40 años el NIMHfinanció sus investigaciones a través debecas y premios diversos.

En 2001, Ekman trabajó al lado delactor inglés John Cleese para la BBC,en una serie documental intitulada TheHuman Face (El rostro humano). Sejubiló en 2004 como profesor depsicología del departamento depsiquiatría de la Universidad deCalifornia, San Francisco (UCSF).

ESTUDIOS:

Contrario a las creencias de algunosantropólogos culturales, como MargaretMead, Ekman encontró que lasexpresiones faciales de las emocionesno son determinadas culturalmente, sinoque son más bien universales y tienen,por consiguiente, un origen biológico,tal como planteaba la hipótesis deCharles Darwin.

La comunidad científica de laactualidad está de acuerdo en que loshallazgos de Ekman son válidos. Entrelas expresiones que él clasificó comouniversales se encuentran aquellas queexpresan la ira, la repugnancia, elmiedo, la alegría, la tristeza y la

sorpresa. En cuanto al desprecio, odesdén, es menos claro, aunque hayevidencia preliminar en el sentido deque esta emoción y su expresión puedenreconocerse universalmente.

Ekman describió"microexpresiones" faciales que, segúndemostró, pueden utilizarse paradetectar las mentiras con cierto grado deconfiabilidad, ello como parte deldenominado Proyecto Diógenes.También desarrolló el Sistema deCodificación Facial de Acciones (eninglés "Facial Action Coding System"FACS) para clasificar todas lasexpresiones del rostro humano que sea

posible imaginar. Ha publicadoinvestigaciones acerca de una variedadmuy amplia de temas dentro del ámbitodel comportamiento no verbal. Sustrabajos acerca de la mentira, porejemplo, no se limitaron a lasexpresiones del rostro, sino que sebasaron en observaciones acerca delcuerpo humano en su totalidad.

Ekman utiliza también los signosverbales de la mentira. Al serentrevistado acerca del caso MónicaLewinsky, afirmó que, debido allenguaje eufemístico de Bill Clinton, eraposible afirmar que estaba mintiendo.

Las contribuciones de Ekman al

Comité Editorial de la revista GreaterGood, publicada por el Greater GoodScience Center, un centro deinvestigación científicainterdisciplinaria de la Universidad deCalifornia, Berkeley, incluyen lasinterpretación de investigacionescientíficas acerca de los fundamentos dela compasión, el altruismo y lasrelaciones humanas pacíficas.

Ekman trabaja, actualmente, al ladodel investigador Dimitris Metaxas en eldiseño de un detector visual de mentiras.

Ekman ha contribuido, también, engran medida al estudio de los aspectossociales de la mentira, de las razones

por las que mentimos y por las que nosuele preocuparnos la detección de lasmentiras.

OBRAS:

Además de La decena de títulospublicados, Ekman ha escrito numerososartículos para la revista Greater Goodque edita la Universidad de Berkeley.Articulista habitual de The WashingtonPost, Usa Today, The New York Times,Sdentist America y la revista Time.Actualmente, sus investigaciones giranen torno a la mentira y está trabajandocon Dimitris Metexas para la elabora-

ción de un detector visual de mentiras.

NOTAS

[1] Debo agradecer gran parte de misideas sobre el engaño en las relacionesinternacionales al libro de Robert«Jervis, The Logic of Images inInternational Relations (Princeton, N. J.:Princeton University Press, 1970), queademás me hizo reparar en los escritosde Alexander Groth. La cita aquíreproducida se analiza en el artículo deGroth, «On the Intelligence Aspects ofPersonal Diplomacy», Orbis, vol. 7,1964, págs. 833-849. Pertenece a KeithFeiling, The Life of NeuilleChamberlain, Londres: Macuñilian,1947, pág. 367.

<<

[2] Discurso ante la Cámara de losComunes, 28 de septiembre de 1938.Neville Chamberlain, In Search ofPeace, Nueva York: Putnam and Sons,1939, pág. 210, según es citado porGroth.<<

[3] Se dio cuenta del trabajo realizadosobre este tema en una serie de artículosde finales de la década de 1960, y en unlibro cuya edición estuvo a rni cargo,titulado Darwin and Facial Expression(Nueva York: Academic Press, 1973).<<

[4] Informé de esta labor en mi primerartículo sobre el engaño: Paul Ekman yWallace V. Friesen, «NonverbalLeakage and Clues to Deception»,Psychiatry, vol. 32, 1969, págs. 88-105.<<

[5] Roberta Wohlstetter, «Slow PearlHarbors and the Pleasures ofDeception», en Robert L. Pfaltzgraff(h.), Uri Raanan y Warren Milberg,comps., Intelligence Policy and NationalSecurity, Hamden, Conn.: ArchonBooks, 1981, págs. 23-34.<<

[6] San Francisco Chronicle, 28 deoctubre de 1982, pág. 12.<<

[7] Sin embargo, las actitudes al respectopueden estar cambiando. Jody Powell,ex secretario de prensa del presidenteCárter, justifica ciertas mentiras;argumenta en este sentido lo siguiente:«Desde la primera vez que e] primercronista formuló la primera preguntacomprometida a un funcionario oficial,se ha discutido si un gobernante tienederecho a mentir. En ciertascircunstancias, no sólo tiene el derechosino la obligación efectiva de hacerlo.Durante los cuatro años que estuve en laCasa Blanca, me enfrenté dos veces antetales circunstancias». A continuación

describe un incidente en el que mintió afin de «ahorrarle grandes molestias ysufrimientos a varias personastotalmente inocentes». La otraoportunidad en que admite habermentido fue al encubrir los planes de losmilitares norteamericanos para rescatara los rehenes en Irán. (Jody Powell, HeOther Side of the Story, Nueva York:William Mottow and Co., Inc., 1984.)<<

[8] The Compact Edition of the OxfordEnglish Dictionary, Nueva York: OxfordUniversity Press, 1971, pág. 1616.<<

[9] Sería interesante averiguar en qué sefundan tales estereotipos. Es presumibleque si un individuo tiene la frente anchase infiera, incorrectamente, que tiene ungran cerebro. El otro estereotipo segúnel cual un individuo de labios muy finoses cruel se basa en el indicio, correcto,de que en los momentos de ira se afinanlos labios; el error consiste en utilizar elsigno de un estado emocional pasajeropara colegir un rasgo de personalidad.Un juicio de esta naturaleza implica quelas personas de labios finos los tienenasí porque están permanentementeairadas; ocurre, sin embargo, que los

labios afinados pueden constituir unrasgo facial hereditario. Análogamente,el estereotipo de que las personas delabios gruesos son sensuales se basa enotro indicador correcto: en losmomentos de gran excitación sexualafluye mucha sangre a los labios y éstosse congestionan; de ahí se extrae la falsaconclusión de que constituye unacaracterística fija de la personalidad;ahora bien, también los labios gruesospueden ser un rasgo facial permanente.<<

[10] Véase Paul F. Secord, “FacialFeatures and Inference Proce ases inInterpersonal Perception”, en R. Tagniríy L. Petrullo, comps., Person Perceptionand ¡nterpersonal Behavior, Stanford:Stanford University Press, 1958.Asimismo, Paul Ekman, “Facial Signs:Facts, Fantasies and Possibilities’, enThomas A. Sebeok, comp., Sight, Soundand Sense, Bloomington: IndianaUniversity Press, 1978.<<

[11] Sigue debatiéndose si los animalespueden o no mentir en forma deliberada.Véase David Premack y Ann JamesPremack, The Mind of an Ape, NuevaYork: W.W. Norton & Co., 1983.También Premack y Premack,«Communication as Evidence ofThinking», en D. R. Griffin, comp.,Animal Mind-Human Mind, NuevaYork: Springer-Verlag, 1982.<<

[12] No discuto la existencia dementirosos patológicos ni de individuosque son víctimas de un autoengaño, perolo cierto es que resulta difícil probaresto. Sin duda, no puede tomarse comoprueba la palabra del mentiroso; una vezdescubierto, cualquier mentiroso podríaaducir que se autoengaño para aminorarel castigo.<<

[13] Le estoy agradecido a Michael I.Handel por haber citado esto en su muyinteresante artículo, «Intelligence andDeception», Journal of Strategic Studies,vo¡. 5, marzo de 1982, págs. 122-154.La cita pertenece a Denis Mack Smith,Mussolini’s Román Empire, pág. 170.<<

[14] Mi interés principal recae en lo queGoffman llama «mentiras descaradas», osea, aquellas «sobre las cuales existenpruebas irrefutables de que el mentirososabía que mentía y lo hizo adrede»,Goffman no centra su estudio de estasfalsificaciones sino en otras en las quela diferencia entre lo verdadero y lofalso no es tan demostrable: «…difícilmente habría una relación oprofesión cotidiana legítima cuyosactores no participen en prácticasocultas incompatibles con la impresiónque desean fomentar». (Ambas citaspertenecen a The Presentation of Self in

Everyday Life, Nueva York: AnchorBooks, 1959, págs. 59, 64.)<<

[15] La mayoría de los analistas delengaño establecen este distingo; véaseHandel, «Intelligence., op. cit, y BartonWhaley, «Toward a General Theory ofDeception», Journal of Strategic Studies,vol. 5, marao de 1982, págs. 179-192,quienes examinan su utilidad para elanálisis de los engaños militares.<<

[16] Gísela Bok reserva el término«mentira» [lie] para lo que yo llamo«falseamiento» [falsification] y utiliza«secreto» [secrecy] para lo que yodenomino «ocultamiento»[concealmentJ. Sostiene que ladiferencia tiene importancia moral, yaque mentir «es prima facie una falta,contra la cual existe una presunciónnegativa, mientras que con el secreto nosucede forzosamente lo mismo» (Bok,Secrets, Nueva York: Pantheon, 1982,pág, XV).<<

[17] Eve Sweetser formula la interesanteopinión de que el destinatario quizá sesienta más agraviado por unocultamiento que por un falseamiento,pues en el primer caso «…no puedequejarse de que se le mintió, y entoncessiente como si su contrario hubieseaprovechado una excusa legítima».<<

[18] Eve Sweetser, «The Definition of aLie», en Naomi Quinn y DorothyHolland, comps., Cultural Models inLanguage and Thought, en prensa, pág,40.<<

[19] David E. Rosenbaum, New YorkTimes, 17 de diciembre de 1980.<<

[20] John Updike, Marry Me, NuevaYork: Fawcett Crest, 1975, pág. 90.<<

[21] Ezer Weizman, The Battle for Peace,Nueva York: Bantam Books, 1981, pág.182<<

[22] En su estudio sobre los jugadores depóquer, David Hayano describe otra delas estratagemas utilizadas por losjugadores profesionales: «charlananimadamente a lo largo de toda lapartida para poner nerviosos y ansiososa sus contrincantes. (…) Dicen verdadescomo si fueran mentiras, y mentirascomo si fueran verdades. Junto con estaverborrea, usan gestos y ademanesvivaces y exagerados. De uno de estosjugadores se decía que se movía másque una bailarina de cabaret en la danzadel vientre” («Poker Lies and Tells»,Human Behavior, marzo 1979, pág. 20.)

<<

[23] Alan Bullock, Hitler, Nueva York:Harper & Row, 1964, ed. rev., pég. 528,según es citado por Robert Jervis, TheLogic of Images in InternationalRelations, Princeton, N. J.: PrincetonUniversity Press, 1970.<<

[24] Robert Daley, The Prince of theCity, Nueva York: Berkley Books, 1981,pág. 101.<<

[25] Weizman, op. cit., pág. 98.<<

[26] Jon Carrol, “EverydayHypocrisy�A User’s Guide», SanFrancisco Chronicle, 11 de abril de1983, pág. 17.<<

[27] «Leakage», término que literalmentesignifica «filtración», como la queproduce una gotera en una cañería. [T.]<<

[28] Updike, op. cit, pág. 90<<

[29] John J. Siriea, To Set the RecordStraight, Nueva York: New AmericanLibrary, 1980, pág. 142.<<

[30] James Phelan, Scandals, Scamps andScoundrels, Nueva York: RandomHouse, 1982, pág. 22<<

[31] Terence Rattigan, The Winslow Boy,Nueva York: Dramatists Play ServiceInc., Acting Edition, 1973, pág. 29.<<

[32] Este relato fue tomado del libro deDavid Lykken, A Tremor in the Blood:Uses and Abuses ofthe Lie Detector,Nueva York: McGraw-Hill, 1981.<<

[33] Algunos expertos en el uso de esteaparato sostienen que lo que piense elsospechoso acerca de su precisión noimporta demasiado. Esta y otrascuestiones referidas a la prueba delpolígrafo y su conexión con los indiciosconductuales para detectar los engañosse analizaran en el capitulo 7.<<

[34] B Phelan, op. cit., pág. 110.<<

[35] Robert D. Haré, Psychopathy.Theory and Research, Nueva York: JohnWilley, 1970, pág. 5.<<

[36] Los criminales que son psicópatasengañan a los expertos. «RobertResllser, supervisor del Departamentode Ciencias de la Conducta del FBI(…), quien entrevistó a 36 asesinos,sostuvo que la mayoría de ellos tienenun aspecto y una manera de hablarnormales. (…) Ann Rule, una ex agentede policía, estudiante de psicología yautora de cinco libros sobre los autoresde homicidios en serie (…) vislumbró elmodo en que funcionaba mentalmenteuno de estos asesinos cuando, por unahorrible coincidencia, le tocó tener quetrabajar con Ted Bundy. [Bundy fue

condenado más tarde por varioshomicidios, algunos de los cuales loscometió en la época en que trabajó juntoa Rule.] Se hicieron amigos, y [Rule] lecontó que «Ted manipulaba las cosas detal manera que uno nunca sabía si seestaba burlando o no. (…) Lapersonalidad antisocial siempre parecesincera, su fachada es absolutamenteperfecta. Yo creía saber qué era lo quedebía observar en una persona como él,pero cuando trabajé con Ted no hubo niuna sola señal que lo traicionase»,(Edward Iwata, «The Baffling Normalcyof Serial Murders», San FranciscoChronicle, 5 de mayo de 1984.)

<<

[37] Michael I. Handel, «Intelligence andDeception», Journal of StrategicStudiea, vol. 5, marzo de 1982, pág.136.<<

[38] Nuestra investigación reveló que losque obtuvieron mayor éxito en elexperimento —los más hábiles paradominar sus emociones— fuerontambién los mejores alumnos en los tresaños siguientes de su formación.<<

[39] San Francisco Chronicle, 9 deenero de 1982, pág. 1.<<

[40] San Francisco Chronicie, 21 deenero de 1982, pág. 43.<<

[41] William Hood, Mole, Nueva York;W. W. Norton & Co., 1982, pág, 11,<<

[42] Si bien de un 30 a un 40 % de lospacientes a quienes se administraplacebos obtienen alivio a euspadecimientos, algunos profesionales dela medicina y filósofos sostienen que eluso de placebos daña la confianza en elmédico y allana el camino para otrosengaños posteriores más peligrosos.Véase Lindsey Gruson, «Use ofPlacebos Being Argued on EthicalGrounds», New York Times , 13 defebrero de 1983, pág. 19, donde seanalizan los dos aspectos de estacuestión y se brindan referenciasbibliográficas.

<<

[43] Bruce Horowitz, «When Should anExecutive Lie?», Industry Week, 16 denoviembre de 1981, pág. 81.<<

[44] Ibíd, pág. 83.<<

[45] Esta idea fue sugerida por Robert L.Wolk y Arthur Henley en su libro, TheRight to Lie, Nueva York: Peter H.Wyden, Inc., 1970,<<

[46] Alan Dershowitz, The Best Defense,Nueva York: Random House, 1982, pág.370.<<

[47] Shakespeare, Soneto 138.<<

[48] Roberta Wohlstetter, «Slow PearlHarbors and the Pleasures ofDeception», en Robert L. Pfaltzgraff(h.), Uri Raanan y Warren Milberg,comps., Intelligence Policy and NationalSecurity, Hamden, Conn. Archon Books,1981.<<

[49] En «Facial Sings: Facte, Fantasiesand Possibilities», Thomas A. Sebeok,comp-, Sight, Sound and Sense,Bloomington: Indiana University Press,1978. Describo allí 18 mensajesdiferentes transmitidos a través delrostro, uno de los cuales es la marca dela individualidad.<<

[50] Véase J. Sergent y D. Bindra,«Differential Hemispheric Processing ofFaces: Methodological Consideraronand Reinterpretation», PsychologicalBulletin, vol. 89,1981, págs. 554 y sigs.<<

[51] La mayoría de la gente está atenta,cuando habla, a estas reacciones de suinterlocutor y si no se producenpreguntará de inmediato: «¿Me estásescuchando?». Sin embargo, una minoríason «sistemas cerrados» en sí mismos ysiguen hablando sin preocuparse porsaber si el interlocutor los estimula aello.<<

[52] Por ejemplo, los obreros deaserraderos, que no pueden comunicarsecon palabras a causa del ruido de lassierras, emplean un sistema de ademanesmuy elaborado. También los pilotosaéreos y el persona! de tos aeropuertostienen un elaborado sistema deademanes, por igual motivo.<<

[53] Los neurólogos no saben con certezacuál es el circuito que nos suministrainformación acerca de los cambios ennuestras expresiones, ni tampoco si loque se registran son alteraciones en losmúsculos o en la piel. Los psicólogosdiscrepan en cuanto al grado en que lagente puede percatarse de sus propiasexpresiones faciales cuando éstasaparecen. Mis estudios sugieren que nosentimos aquellas expresiones queejecutamos muy bien y que la mayorparte del tiempo no prestamos muchaatención a las sensaciones de nuestrorostro.

<<

[54] Se informa en parte sobre estetrabajo de Paul Ekman, Wallace V.Frisen, Maureen O’Sullivan y KlausScherer, «Relative Importance of Face,Body and Speech in Judgments ofPereonality and Affect», Journal ofPersonality and Social Psychology, vol.38,1980, págs. 270-77.<<

[55] Muchos psicólogos han procuradoaveriguar qué es lo que convierte a unindividuo en un buen o mal juez de otro,sin lograr muchos progresos a! respecto.Se hallará una reseña de estasinvestigaciones en Maureen O’Sullivan,«Measuring the Ability to RecognízeFacial Expressions of Emotion», en PaulEkman, comp., Emotion in the HumanFace, Nueva York: CambridgeUniversity Press, 1982.<<

[56] En inglés, Leslie puede ser unnombre de varón o de mujer. [T.]<<

[57] Bruce Horowitz, «When Should andExecutive Lie?», Industry Week, 16 denoviembre de 1981, pág. 83.<<

[58] Sigmund Freud, «ThePsychopathology of Everyday Life»(1901), en James Strachey, comp-, TheComplete Psychological Works ofSigmund Freud, vol. 6, W.W.Norton /Co., 1976, pág. 86.<<

[59] El Dr. Brill era norteamericano, yFreud cita este ejemplo en inglés (Ibíd.,págs. 89-90). En esa misma obra damuchos otros ejemplos interesantes ymás escuetos de deslices verbales, perono resultan tan convincentes como el queaquí he relacionado al ser traducido delalemán.<<

[60] S. Freud, «Parapraxes» (1916), enStrachey, op. cit., vol. 15, pág. 66.<<

[61] John Weisman, «The Truth willOut», TV Guide, 3 de septiembre de1977, pág. 13,<<

[62] Es difícil afrontar estas y otrascontradicciones en la bibliografía de lasinvestigaciones sobre el engaño, ya quelos propios experimentos llevados acabo no son demasiado fidedignos. Casitodos ellos tomaron como sujetos aestudiantes y les pidieron que mintieranacerca de temas que no los afectabanpersonalmente o eran triviales paraellos. En la mayoría de los experimentossobre mentiras, no se reflexionó muchoacerca del tipo de mentira que se podríaestar investigando. Por lo general, seseleccionaban mentiras fáciles deinstrumentar en el laboratorio. Por

ejemplo, se les pedía a los estudiantesque defendieran convincentemente unaopinión contraria a la que realmentetenían sobre la pena de muerte o elaborto. O bien se les pedía que dijeransi les gustaba o disgustaba una personaque le mostraban en fotografías, y luegoque simularan tener hacia ella la actitudopuesta. Lo característico de estosexperimentos es que no toman en cuentala relación entre el mentiroso y sudestinatario, y el grado en que dicharelación puede influir en el empeño quepone aquél para lograr su engaño. Por logeneral, el mentiroso y su destinatariono se conocían ni tenían motivos para

suponer que se volverían a ver algunavez. A veces el destinatario no existíacomo tal, sino que se le pedía almentiroso que engañase a una máquina.Una reseña reciente de estosexperimentos, que por lo demás no hasido suficientemente crítica, es la deMirón Zuckerman, Bella M. DePaulo yRobert Rosenthal, «Verbal andNonverbal Communication ofDeception» en Advances inExperimentai Social Psyckology, vol.14, Nueva York: Academic Press, 1981.<<

[63] Una serie de técnicas desarrolladaspara medir la voz prometen importantesadelantos en los próximos años. Seencontrará una reseña de dichas técnicasen Klaus Scherer, «Methods of Researchon Vocal Communication: Paradigmsand Parameters, en Klaus Scherer y PaulEkman, comps., Handbook of Methodsin Nonverbal Behavior Research, NuevaYork: Cambridge University Press,1982.<<

[64] Se informa sobre estos resultados enPaul Ekman, Wallace V. Friesen y KlausScherer, «Body Movement and VoicePitch in Deceptive Interaction»,Semiótica, vol. 16, 1976, págs. 23-27,Estos hallazgos fueron reproducidosluego por Scherer y otrosinvestigadores.<<

[65] John J. Sirica, To Set the RecordStraight, Nueva York: New AmericanLibrary, 1980, págs. 99-100.<<

[66] Richard Nixon, The Memoirs ofRichard Nixon, vol. 2, Nueva York:Warner Books, 1979, pág. 440.<<

[67] Sirica, op. cit., págs. 99-100.<<

[68] Ibid.<<

[69] John Dean, Blind Amhition, NuevaYork: Simón & Schuster, 1976, pág.304.<<

[70] Ibíd., págs. 309-10.<<

[71] Se hallará una reseña crítica de estastécnicas de detección de las mentiras através de diversas pautas de entonaciónverbales en David Lykken, A Tremor inthe Blood, Nueva York: McGraw-Hill,1981, cap. 13, y en Harry Hollien, «TheCase against Stress Evaluators andVoice Lie Detection», inédito, Institutopara Estudios Avanzados sobre elProceso de Comunicación, University ofFlorida, Gainesville.<<

[72] En ingiéa hay un modismo quedesigna este ademán de grosero,disgusto o rechazo, más difundido quizásen la sociedad norteamericana que enotros países: «to give someone thefinger». [T.]<<

[73] Puede encontrarse una descripciónde nuestro método de análisis de losemblemas y los resultadoscorrespondientes a Estados Unidos enHarold G. Johnson, Paul Ekman, yWailace V, Friesen, «CommunicativeBody Movements: American Emblems»,Semiótica, vol. 15, 1975, págs. 335-353.Para una comparación de los emblemasde diferentes culturas, véase Ekman,«Movements with Precise Meanings»,Journal of Communication, vd. 26, 1976,págs. 14-26.<<

[74] Lamentablemente, ninguno de losrestantes investigadores que hanestudiado el engaño verificaron si eraposible reproducir nuestros hallazgossobre los deslices emblemáticos. Soyoptimista y creo que lo lograrán, que dosveces, en un período de veinticincoaños, pude obtener autodelaciones;través de dichos emblemas.<<

[75] El libro de Efron, Gesture andEnvironment, publicado en 1941, havuelto a imprimirse con el títuloGesture, Race and Culture, La Haya:Mouton Press, 1972.<<

[76] En las familias de inmigrantes quellegaron a Estados Unidos procedentesde culturas en las que se hace usoabundante de las ilustraciones suelerecomendarse a los niños que no«hablen con las manos»; se les advierteque si ilustran de este modo su discurso,se notará su origen, mientras que si no lohacen se parecerán más a los viejoshabitantes de Estados Unidos,procedentes de Europa septentrional.<<

[77] Este emblema tiene un significadoobsceno muy diferente en algunos paísesde Europa meridional. Los emblemas noson universales, sino que su significadocambia según la cultura.<<

[78] Para un análisis de lasmanipulaciones, véase Paul Ekman yWailace V. Friesen, «NonverhalBehavior and Psychopathology», en R.J.Friedman y M.N. Katz, comps., ThePxychology of Depression:Contemporary Theory and Research,Washington, D.C.: John Winston, 1974.<<

[79] Un estudio del engaño mostró queuna de ¡as creencias comunes es que losque cambian su postura con muchafrecuencia lo hacen porque estánmintiendo. Sin embargo, pudocomprobarse que la postura nada tieneque ver con la veracidad; véase RobertE. Kraut y Donald Poe, «BehavioralRoots of Person Perception: TheDeception Judgments of CustomInspectors and Laymen», Journal ofPersonality and Social Psychology,vol. 39, 1980, págs. 784-98.<<

[80] Un exponente actual de este punto devista es George Mandler, Mind andBody: Psyckology of Emotion andStress, Nueva York: W.W.Norton &Co., 1984.<<

[81] Paul Ekman, Robert W. Levenson yWailace V, Friesen, «AutonomioNervous System Activity Distinguishesbetween Emotions», Science, vol.221,1983, págs 1208-1210.<<

[82] La descripción del deterioro de lossistemas voluntario e involuntarioprovocado por diferentes lesionesprocede de la bibliografía clínica.Véase, por ejemplo, K. Tschiassny,«Eight Syndromes of Facial Paralysisand Their Significance in Locating theLesión», Annals of Otology, Rhinologyand Laryngology, vol. 62, 1953, págs.677-691, La descripción sobre elposible éxito o fracaso de estosdiferentes pacientes en su intento deengañar es una extrapolación personalmía.<<

[83] Para una reseña de todas las pruebascientíficas, véase Paul Ekman, Darwinand Facial Expression: a Century ofResearch in Revieui, Nueva York:Academic Press, 1973. Un estudiomenos técnico, con fotografías queilustran los elementos universalespresentes en un pueblo aislado yanalfabeto de Nueva Guinea, véaseEkman, Face of Man: Expressions ofUniversal Emotions in a New GuineaVillage, Nueva York: Garland STMPPress, 1980.<<

[84] Ekman, Face ofMan, Ibfd, págs. 133-136.<<

[85] La obra de enseñanza programadaThe Facial Action Coding System, dePaul Ekman y Wallace V. Friesen (PaloAlto: Consulting Psychologists Press,1978), contiene un manual, fotografías ypelículas ilustrativas y programas paraordenador que enseñan a describir omedir cualquier expresión.<<

[86] Yo mismo he posado para todas lasfotografías que aparecen en este capítulo(y de las que he podido disponer porcortesía de Michael Kausman), a fin deno poner en peligro la privacidad denadie.<<

[87] Véase E A. Haggard y K.S. Isaacs,«Micromomentaiy Facial Expressions”,en L. A. Gottschalk y A.H. Auerbach,comps., Methods of Research inPsychotherapy, Nueva York: AppletonCentury Crofts, 1966.<<

[88] La obra de Paul Ekman y Wallace V.Friesen, Unmasking the Face (Palo Alto:Consulting Psychologists Press, 1984),brinda figuras e instrucciones paraadquirir esta capacidad.<<

[89] Friesen y yo creamos el Test de laAcción Facial Requerida, que permitedeterminar en qué grado alguien puedemover deliberadamente cada uno de susmúsculos y también figurar algunaemoción. Véase Paul Ekman, GowenRoper y Joseph C. Hager, «DeliberateFacial Movement», Child Deuelopment,vol. 51, 1980, págs. 886-891, donde seda cuenta de los resultados obtenidoscon niños.<<

[90] He comentado esta idea con variosneurocientííicos que conocen bien todolo relacionado con el rostro o con lasemociones, y me dijeron que creen quees una idea razonable y probable. Perocomo todavía no se la sometió a prueba,debe considerársela una hipótesis.<<

[91] Sentimos tanto rechazo hacia lasmentiras que parecería un error de miparte llamar «mentiroso» a una personarespetable; pero como ya expliqué en elcapítulo 2, no utilizo este término consentido peyorativa, y como explicaré enel capítulo siguiente, creo que algunosmentirosos tienen la razón moral de suparte.<<

[92] Columna de William Safire,«Undetermined», en San FranciscoChronicle, 28 de junio de 1983.<<

[93] “Anwar Sadat «in his own words»,San Francisco Examiner, 11 de octubrede 1981.<<

[94] Eíer Weizman, The Battle fot Peace,Nueva York: Bantam, 1981, pág. 165.<<

[95] Margaret Mead, Soviet Altitudestoward Authority, Nueva York:McGraw-Hill, 1951, págs. 65-66, talcomo es citada en Erving GofTrnan,Strategic Interaction, Filadelfia,University of Pennsylvania Press, 1969,pág. 21.<<

[96] San Francisco Chronicie, 11 deenero de 1982.<<

[97] Harold Sackeim, Rubén C. Gur yMarcel C. Saucy, «Emotions AreExpressed More Intensely on the LeftSide of the Face», Science, vol. 202,1978, pág. 434.<<

[98] Véase Paul Ekman, «Asymmetry inFacial Expression», así como larefutación posterior de Sackeim, enScience, vol. 209, 1980, págs. 833-836.<<

[99] Paul Ekman, Joseph C. Hager yWallace V. Friesen, «The Symmetry ofEmotional and Deliberate FacialActions», Psychophysiology, vol. 18, n°2, 1981, págs. 101-106.<<

[100] Joseph C. Hager y Paul Ekman,«Different Asymetries of FacialMuscular Actions», Psychophysiology,en prensa.<<

[101] Estoy agradecido a la ayuda que mebrindó Ronald van Gelder en relacióncon este estudio inédito.<<

[102] San Francisco Chronicie, 14 dejunio de 1982.<<

[103] Véase Paul Ekman y Joeeph C.Hager, «Long Distance Transmission ofFacial Affect Signáis», Ethology andSociobiology, vol. 1, 1979, págs. 7782.<<

[104] Paul Ekman, Wallace V. Friesen ySonia Ancoli, «Facial Signs ofEmotional Experíence», Journal ofPersona lity and Social Psychology, vol.39, 1980, págs. 1125-1134.<<

[105] También puede evidenciarse eldesdén con una versión unilateral deesta expresión, en la que sólo se contraey eleva levemente una de las comisuras.<<

[106] La investigación que nosotroshemos realizado, así como la mayoría delas restantes investigaciones, hapermitido comprobar que son pocos lossujetos que, a) juzgar si alguien miente odice la verdad, tienen un éxito superioral que se obtendría al azar. Tambiénhemos hallado que la mayoría de lagente cree que formula juicios correctosen esta materia aun en los casos en queno es así. Hay unas pocas personas,excepcionales, que sí son capaces dedetectar con precisión el engaño; aún nosé si están dotadas de un talento naturalpara ello o si lo adquirieron en

circunstancias especiales. Aunque misestudios no se han dedicado a averiguarquiénes son los que mejor puedendetectar el engaño, lo que he averiguadosugiere que esta capacidad no esdesarrollada por la formacióntradicional que brindan las profesionesde la salud mental.<<

[107] Para referirse a los errores quepueden deslizarse en cualquier tipo deprueba o test, suele emplearse laexpresión «error positivo falso» paradesignar lo que yo llamo «error deincredulidad» y «error negativo falso»para lo que llamo «error de credulidad».He preferido no emplear esaterminología pues puede confundircuando se alude a una mentira, ya que noparece apropiado calificar como«positivo» que se detecte a alguiencomo mentiroso; además, me cuestatrabajo recordar qué tipo de errordesigna la expresión «positivo falso» o

«falso negativo». También se hapropuesto la expresión «falsa alarma»para el error de incredulidad y«extravío» para el error de credulidad,las cuales tienen la ventaja de labrevedad pero no son tan específicascomo las frases que he adoptado.<<

[108] David M. Hayano. «CommunicativeCompetence among Poker Players»,Journal of Communication, vol. 30,1980, pág. 117.<<

[109] Ibíd., pág-115.<<

[110] Véase la pág. 104. [T.]<<

[111] Vease la pág. 15 [T]<<

[112] William Shakespeare, Otelo, acto5, escena 2.<<

[113] Richards J, Heiser (h.), «CognitiveFactors in Deception andCounterdeception», en Donald C. Daniely Katherine L. Herbig, comps., StrategicMilitary Deception, Nueva York:Pergamon Press, 1982, pág. 59.<<

[114] No se debe olvidar que hay otrosindicios que no se vinculan con unnemoción en particular, como losdeslices verbales, los deslicesemblemáticos y las peroratasenardecidas.<<

[115] Rosa Mullaney, *The Third Way-The Interview», inédito.<<

[116] Schopenhauer, «Our Relation toOthers», en Will Durant, comp., TheWorks of Schopenhauer, Garden City, N.J.: Carden City Publishing Company,1933.<<

[117] En el libro de David Lykken,Tremor in the Blood (Nueva York:McGraw-Hill, 1981) se describecabalmente el procedimiento de empleode la técnica de lo que conoce elculpable para los exámenes con elpolígrafo en los interrogatorioscriminales,<<

[118] Scientific Validity of PolygraphTesting: A Research Revíew andEvaluation —A TechnicalMemorándum, Washington, D.C.: U.S.Congress, Office of TecnologyAssessment, OTA-TM-H-15, noviembrede 1983.<<

[119] Richard O. Arther, «How ManyRobbers, Burglars, Sex Crimináis IsYour Department Hiring This Year?(Hopefully, Just 10% of ThoseEmployed!)», Journal of PolygraphStudies, vol. 6, mayo-junio de 1972, s/p.<<

[120] David T. Lykken, «PolygraphicInterrogation», Nature, 23 de febrero de1984, págs. 681-884.<<

[121] Ijeonard Saxe, comunicaciónpersonal.<<

[122] Sólo unos pocos científicos hanrealizado investigaciones acerca de ladetección de mentiras mediante elpolígrafo.<<

[123] La mayoría de las cifras sobre eluso del polígrafo que aquí presentoproceden del informe de la OTA,Scientific Validity of Polygraph Testing:A Research Review and Evaluation —ATechnical Memorándum, Washington,D.C.: U.S. Congress, Office ofTechnology Assessment, OTA-TM-H-15, noviembre de 1983. Este informe, ensus puntos esenciales, se publicó comoartículo: Leonard Saxe, DeniseDougherty y Tbeodore Cross, «TheValidity of Polygraph Testing»,American Psychologist, enero de 1984.<<

[124] David C. Raskin, «The Truth aboutLie Detectors», The Whartón Magazine,1980, pág. 29.<<

[125] Informe de la OTA, pág. 31.<<

[126] Beryamin Kleinmuntz y Julián J.Szucko, «On the Fallibility of LieDetection», Law and Society Review,vol. 17, 1982, pág. 91.<<

[127] Declaración de Richard K. Willard,viceprocurador general adjunto delDepartamento de Justicia de EstadosUnidos, ante la Comisión de Legislacióny de Seguridad Nacional del Comitésobre Operaciones Oficiales de laCámara de Representantes, 19 deoctubre de 1983, mimeogr., pág. 22.<<

[128] El polígrafo es empleado en laactualidad en los Estados Unidos por lossiguientes organismos: Comando deInvestigaciones Criminales del Ejército;Comando de Espionaje y Seguridad delEjército; Servicio de InvestigacionesNavales; Oficina de InvestigacionesEspeciales de la Fuerza Aérea; Divisónde Investigaciones Criminales de laInfantería de Marina; Agencia Nacionalde Seguridad; Servicio Secreto; FBI;Servicio de Inspección Postal;Administración Nacional del Alcohol, elTabaco y las Armas de Fuego;Administración Nacional para la

Aplicación de las Leyes sobre Drogas;CIA; Alguaciles de Estados Unidos;Servicio Nacional de Aduanas; yDepartamento de Trabajo.<<

[129] Informe de la OTA, pág. 29.<<

[130] La OTA fue creada en el año 1972con el fin de servir como instrumentoanalítico al Congreso. Puede obtenerseuna copia del informe sobre el polígrafoescribiendo a Superintendent ofDocuments, U.S. Government PrintingOffice, Washington, D.C., 20402.<<

[131] En la preparación de este artículome he basado ampliamente en el informede la OTA. Quiero expresar miagradecimiento a cuatro personas, queleyeron una primera versión del capituloy me hicieron llegar muchas y muy útilessugerencias críticas: en primer lugar, alos coautores del informe, Leonard Saxe(profesor auxiliar de psicología en laBoston University) y Denise Dougherty{analista de la OTA); asimismo, aDavid T. Lykken (Universidad deMinnesota) y David C. Raskin(Universidad de Utah). DeniseDougherty respondió además, con

generosa paciencia, a las múltiplespreguntas que yo le formulaba a medidaque iba abriéndome paso entre lasargumentaciones en pugna y cuestionesconflictivas.<<

[132] Marcia Garwood y Norman Ansley,The Accuracy and Utility of PolygraphTesting, Departamento de Defensa 1983,s/p.<<

[133] Ciertos tipos de actividad queacompañan el procesamiento de lainformación —la concentración, labúsqueda de datos, quizá también laperplejidad— pueden producir,asimismo, alteraciones en el SNA. Lamayoría de los estudios sobre losmotivos por los cuales el polígrafodetecta las mentiras han hecho hincapiéen el papel de la activación emocional,pero tanto Raskin como Lykken creenque el procesamiento de la informacióndurante el examen con el polígrafo no esmenos importante en lo que atañe a laactividad del SNA.

<<

[134] David C. Raskin, «The ScientificBasis of Poiygraph Techniques andTheir Uses in the Judicial Process», enA. Trankell, comp., Reconstructing thePast: The Role of Psychologists inCriminal Triáis, Estocolmo: Norstedt ySoners, 1982, pág. 325.<<

[135] David Lykken, Tremor in the Blood,Nueva York: McGraw-Hill, 1981, pág.118.<<

[136] Si bien la lógica empleada porLykken en este punto parece admisible ycongruente con mi propio razonamiento,Raskin señala que las pruebas alrespecto no son sólidas. En dos estudiosen los que se cometierondeliberadamente errores en un pretestpara que el sospechoso supiera deantemano que el examen del polígrafo esfalible no hubo una disminución notoriaen la detección posterior de lasmentiras. Sin embargo, se ha puesto entela de juicio la eficacia de los estudioscitados por Raskin. Esta es una de lasmúltiples cuestiones que exigen mayor

investigación.<<

[137] Raskin sostiene que un poligrafistaidóneo es capaz de ocultarle alsospechoso cuál de las dos preguntas, lade control o la relevante, es mástrascendental para su destino futuro. Ni8 mí ni a otros que han criticado latécnica de la preguntó, de control nosparece admisible que siempre puedalograrlo —en particular ante sujetosbrillantes—.<<

[138] En la práctica, se formulannumerosas preguntas relevantes y decontrol, pero esto no modifica loesencial de mi análisis.<<

[139] Un defensor de la técnica de lapregunta de control diría que unpotigrafista experto puede hacer que elsospechoso se sienta tan mal respecto desu pasado, que se convenza hasta talpunto de que su error del pasadoafectará la forma en que se evaluará sucomportamiento, y que se preocupe tantocon la posibilidad de ser atrapado en sumentira al no admitirlo, que su reacciónante la pregunta de control será máspronunciada que ante la preguntarelevante.<<

[140] David Lykken, comunicaciónpersonal.<<

[141] Lykken, op. cit., pág. 251.<<

[142] Raskin, op. cit., pág. 341.<<

[143] Aunque se escribieron mites deartículos sobre el polígrafo, muy pocosde ellos se fundaron en investigacionescientíficas. La OTA seleccionó 3200artículos o libros, en sólo 320 de loscuales se las había practicado, aunqueen su mayoría las investigaciones nocumplían con los requisitos científicosmínimos. Según la OTA, sólo hay unostreinta estudios científicos fiables sobrela precisión del polígrafo para detectarmentiras.<<

[144] Informe de la OTA, pág. 50.<<

[145] Raskin, op. cit., pág. 330.<<

[146] Antes de conocer mi análisis de laprueba del polígrafo, Raskin me confióque a su juicio lo que traicionaba almentiroso era su reacción frente aldesafío, más que su recelo a serdetectado o su deleite por embaucar. Sibien esto no prueba lo que digo,robustece mi argumentación en elsentido de que los delitos simuladospueden no ofrecer una buena analogía detoda la gama de emociones que seexperimentan al cometer un crimen real,cuando lo que está en juego, tanto parael inocente como para el culpable, esmucho.

<<

[147] Avital Ginton, Netzer Daie, EitanElaad y Gershon Ben-Shakhar, «AMethod for Evaluating the Use of thePoiygraph in a Real*Iife Situation»,Journal of Applied Psychology, vol. 67,1982, pág. 132.<<

[148] Informe de la OTA, pág. 132.<<

[149] Estas cifras parecen corroborar loque sostienen los poligrafistas: la solaamenaza de ser sometido a un test con elpolígrafo produce la confesión dealgunos culpables. Por otro lado, laresistencia a hacerlo no es garantía deculpabilidad.<<

[150] Ginton et al., op. cit., pág, 136.<<

[151] Jack Anderson, San FranciscoChronicie, 21 de mayo de 1984.<<

[152] Para decidir qué estudios de campoy qué estudios analógicos con la técnicade la pregunta de control satisfacen loscriterios científicos, me he apoyado enel juicio de la OTA. Lykken me hamanifestado que según él la OTA otorgócrédito a los estudios de campo quesometieron a un muestreo selectivo losregistros examinados, con lo cual lasestimaciones de los estudios de campoestán magnificadas. La OTA no incluyeen su resumen final ninguno de losresultados obtenidos con la técnica de loque conoce el culpable; yo lo he hecho afin de que el lector pueda compararlos

con los obtenidos mediante la técnica dela pregunta de control. He dado cuentade todos los estudios incluidos en elcuadro 7 de la OTA, salvo elexperimento de Timm, en el cual nohabía ningún sujeto inocente. Utilicé losprimeros datos del test del estudio deBalloun y Holmes, y los datos EDR delestudio de Bradley y Janisse. (H.W.Timm, «Analyzing Deception fromRespiration Patterns», Journal ofPolitical Science and Administration,vol. 10, 1982, págs. 47-51; K.D.Balloun y D.S. Holmes, «Effects ofRepeated Examinations on the Ability toDetect Guilt with a Polygraphic

Examinaron: A Laboratory Experimentwith a Real Crime», Journal of AppliedPsychology, vol. 64, 1979, págs. 316-322; y M.T. Bradley y M.P. Janisse,«Accuracy Demonstrations, Threat, andthe Detection of Deception:Cardiovascular, Eleetrodermal, andPupillary Measures», Psychophysiology,vol. 18, 1981, págs. 307-314.)<<

[153] El gráfico indica los promedios,que no siempre dan una idea clara de ladispersión de los resultados obtenidospor los investigadores. Los porcentajesmínimos y máximos son los siguientes.Mentirosos correctamente identificados:en estudios de campo, 71-99 %; enestudios analógicos con técnica de lapregunta de control, 35-100 %; enestudios analógicos con técnica de loque conoce el culpable, 61-95 %.Personas veraces correctamenteidentificadas: en estudios de campo, 13-94 %; en estudios analógicos contécnica de la pregunta de control, 32-91

%; en estudios analógicos con técnica delo que conoce el culpable, 80-100 %.Personas veraces incorrectamenteidentificadas: en estudios de campo, 0-75 %; en estudios analógicos contécnica de la pregunta de control, 2-51%; en estudios analógicos con técnica delo que conoce el culpable, 0-12 %.Mentirosos incorrectamenteidentificados: en estudios de campo, 0-29 %\ en estudios analógicos contécnica de la pregunta de control, 0-29%; en estudios analógicos con técnica delo que conoce el culpable, 5-39 %.<<

[154] Informe de la OTA, pág. 102.<<

[155] Declaración de David C. Raskin enlas audiencias sobre S. 1845 realizadasante el Subcomité de la Constitución delSenado de Estados Unidos, 19 desetiembre de 1978, pág. 14.<<

[156] Para estos dos estudios he recurridoa las opiniones de la OTA.* Los queestán en favor del uso del test delpolígrafo para la selección de personallos consideran convincentes eimportantes. Pero aun cuando se aceptencomo taies, creo razonable afirmar quetodavía no hay ningún fundamentocientífico para extraer conclusionessobre la exactitud del polígrafo en laselección de personal, y que en unacuestión tan trascendental ycontrovertida se precisa mucho más quedos estudios.* Informe de la OTA, págs.75-76. <<

[157] Declaración citada de Raskin, pág.17.<<

[158] David Lykken, op. cit, cap. 15.<<

[159] A fin de aclarar mejor el ejemploque da el autor, se agrega entrecorchetes la cantidad de sujetos a quecorresponde cada porcentaje. Sobre eltota) de 155 aspirantes habrían sidocontratados 96 y rechazados 59. [T.]<<

[160] Gordon H. Barland, «A Survey ofthe Effect of the Poiygraph in ScreeningUtah Job Applicants: PreliminaryResults», Poiygraph, vol. 6, diciembrede 1977, pág. 321.<<

[161] Ibíd.<<

[162] Declaración citada de Raskin, pág.21.<<

[163] Arther, op. cit.<<

[164] Ibíd.<<

[165] Garwood y Ansley, op. cit.<<

[166] Informe de la OTA, pág. 100.<<

[167] Daniel Rapoport, «To Tell theTruth», The Washingtonian, febrero de1984, pág. 80.<<

[168] Willard, ibíd., pág. 36.<<

[169] Lykken, «PolygraphicInterrogaron», op. cit., pág. 3.<<

[170] No hay modo de saber cuál es elgrado de exactitud en uno u otro caso,porque no se ha efectuado ningúnestudio adecuado para averiguarlo; noobstante, es poco probable que llegaseal 90 %.<<

[171] Informe de la OTA, págs. 109-10.<<

[172] Informe de la OTA, pág. 99.<<

[173] Declaración citada de Willard, pág.17.<<

[174] Ginton et at., op. cit.; véase tambiénJohn A. Podlesny y David C. Raskin,«Effectiveness of Techniques andPhysiological Measures in the Detectionof Decepción», Psychiophysiology, vol.15, 1978, pág. 344-359, y Frank S.Horvath, «Verbal and Nonverbal Cluesto Truth and Deception DuringPoiygraph Examinations», Journal ofPólice Science and Administration, vol.1,1973, págs. 138-152.<<

[175] David C, Rasldn y John C. Kircher,«Accuracy of Diagnosing Truth andDeception from Behavioral Observationand Poiygraph Recordings», enpreparación.<<

[176] Randall Rothenberg, «Bagging theBig Shot», San Francisco Chronicie, 3de enero de 1983, págs. 12-15.<<

[177] Ibíd.<<

[178] Ibíd.<<

[179] Agness Hankiss, «Games Con MenPlay: The Semiosis of DeceptiveInteraction», Journal of Communication,vol. 3, 1980, págs. 104-112.<<

[180] Donald C. Daniel y Katherine L.Herbig, «Propositions on MilitaryDeception», en Daniel y Herbig, comps.,Strategic Military Deception, NuevaYork: Pergamon Press, 1982, pág. 17.<<

[181] Estoy en deuda por este ejemplocon John Phelan y el fascinante relatoincluido en el cap. 6 de su libroScandals, Scamps and Scoundrels,Nueva York: Random House, 1982, pág.114. Aquí sólo transcribo una parte delrelato. Todos los interesados en ladetección de mentiras entre lossospechosos de haber cometido delitosdeberían leer este capítulo, en el cual seda cuenta de otras fallas que puedencometerse en el interrogatorio y ladetección.<<

[182] Digo que la mayoría de losculpables tendrían temor porque notodos los individuos que cometen unasesinato temen ser atrapados; ni unasesino profesional ni un psicópatasentirían ese temor.<<

[183] Mis conocimientos sobre losinterrogatorios deben mucho a RossiterC. Mullaney, un ex agente del FBI entre1948 y 1971, que más tarde coordinó,hasta 1981, los Programas deInvestigación de la Academia Regionalde Policía de la Zona Central Norte deTexas. Véase su artículo, «Wanted!Performance Standarda for Interrogaronand Interview», The Pólice Chief, juniode 1977, págs. 77-80.<<

[184] Mullaney inició una prometedoraserie de estudios en los que seadiestraba a los encargados de losinterrogatorios sobre el modo de utilizarlos indicios del engaño y se evaluaba lautilidad del adiestramiento; pero sejubiló antes de completar esa labor.<<

[185] Alexander J. Groth, «On theIntelligence Aspects of PersonalDiplomacy», Orbisy vol. 7, 1964, pág.848.<<

[186] Robert Jervis, The Logic of Imagein International Relations, Princeton,N.J.: Princeton University Presa, 1970,págs. 67-78.<<

[187] Henry Kissinger, Years ofUpheaval. Boston: Little, Brown andCo., 1982, págs. 214, 485.<<

[188] Según es citado por Jervis, op. cit.,págs. 69-70.<<

[189] Ibíd., págs. 67-68.<<

[190] Michael I. Handel, «Intelligenceand Deception», Journal of StrategicStudies, vol. 5, 1982, págs. 123-153.<<

[191] Berton Whaley, «CovertRearmament in Germany, 1919-1939:Deception and Mismanagement»,Journal or Strategic Studies, vol. 5,1982, págs. 26-27.<<

[192] Handel, op. cit., pág. 129.<<

[193] Con respecto a la informaciónsobre Chamberlain y Hitler, estoy endeuda con el libro Munich, de TclfordTaylor (véanse las notas bibliográficas),a quien asimismo quiero manifestar migratitud por haber verificado Ibexactitud de mi interpretación yaplicación de este material.<<

[194] Esta cita fue analizada por Groth,op. cit.<<

[195] Según es citado por Groth, op. cit.<<

[196] Telford Taylor, Munich, NuevaYork: Vintage, 1980, pág. 752.<<

[197] Ibíd., pág. 821.<<

[198] Casi todas las crónicas de loscontemporáneos formulan este juicio,con una excepción: en el informe quepresentó Joseph Kennedy a lasautoridades sobre su reunión conChamberlain, afirma que «Chamberlainsalió del encuentro con Hitler sintiendoun inmenso desagrado [y dijo que] erauna persona cruel, arrogante de aspectoduro (…) que sería totalmente inflexibleen la persecución de sus propósitos y ensus métodos» (Taylor, Munich, pág.752).<<

[199] Groth advirtió este problema,aunque no explicó cuáles serían susefectos o motivos: «…las impresionespersonales [de los dirigentes] serántanto más engañosas cuanto mayor sea labrecha política, ideológica, social ycultural entre los participantes».(«íntelligence Aspects», pág. 848,véanse las notas bibliográficas).<<

[200] Ibíd., pág. 552.<<

[201] Ibíd., pág. 629.<<

[202] Debo agradecer a Graham Allí sonque haya controlado la exactitud de miinterpretación de la reunión Kennedy-Gromyko; mi interpretación fueverificada, asimismo, por otra personaque integraba en ese momento elgobierno de Kennedy y manteníacontacto íntimo con los principalesprotagonistas de este episodio.<<

[203] Graham T. Allison, Essence ofDecisión: Explaining the Cuban MissileCrisis, Boston: Little, Brown and Co.,1971, pág. 193.<<

[204] Arthur M. Schlesinger (h.) AThousand Days: John F. Kennedy in theWhite House, Nueva York: FawcetPremier Books, 1965, pág. 734.<<

[205] Theodore C. Sorensen, Kennedy,Nueva York: Harper & Row, 1965, pág.673.<<

[206] Robert F. Kennedy, Thirteen Days:A Memoir ofthe Cuban Missile Crisis,Nueva York: W.W. Norton & Co., 1971,pág. 5.<<

[207] Roger Hilsman, To Move a Nation,Garden City, N.Y.: Doubleday & Co.,1967, pág. 98.<<

[208] David Detzer, The Brink, NuevaYork: Thomas Crowell, 1979.<<

[209] Sorensen, op. cit., pág. 690.<<

[210] En este punto, las diversas crónicasde la reunión difieren entre sí: Sor ensen expresa que Kennedy no tenía dudaalguna sobre la necesidad de engañar aGromyko, mientras que Elie Abel (TheMissile Crisis, pág. 63; véanse las notasbibliográficas) dice que inmediatamentedespués de terminado el encuentro,Kennedy les preguntó a Rusk y aThompson si acaso había cometido unerror al no decirle a Gromyko la verdad.<<

[211] Detzer, op. cit., pág. 1423]<<

[212] Robert Kennedy, op. cit., pág. 18.<<

[213] Elie Abel, The Missile Crisis,Nueva York: Bantam Books, 1966, pág.63.<<

[214] Sorensen, op. cit., pág. 690.<<

[215] Abel, op. cit., pág. 63.<<

[216] Detzer, op. cit., pág. 143.<<

[217] Kennedy, op. cit., pág. 20.<<

[218] Detzer, op. cit., pág. 143.<<

[219] Ibíd., pág. 144.<<

[220] El debate en tomo de Dobrynin noha concluido: «De esta reunión dato unode los interrogantes permanentes sobreDobrynin: ¿estaba a! tanto de los misilesy decidió do hecho sumarse a sucanciller en un intento de engañar alPresidente? George W. Bal], a la sazónsubsecretario de Estado, afirma: “Tieneque haberlo sabido. Tenía que mentir enfavor de su país”. Por su parte, el exjuez de 5a Corte Suprema, Arthur J.Goldberg, sostiene: “El Presidente y suhermano fueron engañados, hasta ciertopunto, por Dobrynin. Es inconcebibleque él no supiera nada”. Otros no estén

tan seguros. El asesor de Kennedy enmateria de seguridad nacional,McGeorge Bundy, supone que Dobryninno sabia nada, y muchos otrosespecialistas norteamericanosconcuerdan con él y explican que, en elsistema soviético, la información sobrecuestiones militares se maneja con tantareserva que Dobrynin posiblemente noconociera con exactitud la naturaleza delas armas que los soviéticos habíaninstalado en Cuba» (Madelaine G. Kalb,«The Dobrynin Factor», New YorkTimes Magazine, 13 de mayo de 1984,pág. 63).<<

[221] Allison, op. cit., pág. 135.<<

[222] Abel, op. cit., pág. 64.<<

[223] Allison, op.cit., pág, 134.<<

[224] Daniel y Herbig, op. cit., pág. 13.<<

[225] Se ha dicho que los soviéticos son ala vez más veraces y más dados amantener secretos que los individuos deotras nacionalidades. El expertosoviético Walter Hahn argumenta que latendencia a guardar secretos tiene unalarga historia y es una característicarusa, no soviética («The Mainsprings ofSoviet Secrecy», Orbis, 1964, págs.719-47). Ronald Hingley sostiene quelos rusos se prestan más con másprontitud a ofrecer información sobrelos aspectos privados de su vida ytienen una mayor inclinación a hacerdeclaraciones cargadas de contenido

emocional en presencia de extraños;pero esto no significa que sean más omenos veraces que otros pueblos:«Pueden mostrarse austeros, secos yreservados como los más taciturnos yremilgados anglosajones de lasleyendas, ya que en Rusia, como encualquier otra nación, hay grandesvariedades dentro de la psicología desus habitantes» (Hingley, The RussianMind, Nueva York: Scribners, 1977,pág. 74). Sweetser cree que las culturasdifieren entre sí, no porque en unas seengañe más que en otras, sino por et tipode información sujeta a engaño («TheDefinition of a Lie», en Naomi Quinn y

Dorothy Holland, eds., Cultural Modelsin Language and Thaught, en prensa).Aunque no tengo motivos para expresarmi discrepancia con estos autores, creoque llegar a alguna conclusión seríatodavía prematuro, dada la escasacantidad de estudios existentes sobre lasdiferencias nacionales o culturales enrelación con el mentir o con la detecciónde las mentiras.<<

[226] Herbert Goldhamer, nota 24 enDaniel y Herbig, op. cit<<

[227] Barton Whaley, nota 2 en Ibíd.<<

[228] Maureen O’Sullivan, «Measuringthe Ability to recognize FacialExpression of Emotion», en Paul Ekman,comp., Emotion in the Human Face,Nueva York: Cambridge UniversityPress, 1982.<<

[229] Groth, op. cit., pág. 847.<<

[230] Jervis, op. cit., pág. 33.<<

[231] Winston Churchill, The Hinge ofFate, Boston: Houghton Mifllin, 1950,págs. 481, 493, según es citado porGroth, Ibíd., pág. 841.<<

[232] Jimmy Cárter quedó análogamenteimpresionado por el presidentesoviético Leónidas Breznev, Aldescribir su primera entrevista con éste,menciona la forma en que inició laconversación el segundo día: «Ya hahabido un retraso excesivo para llevar acabo esta reunión, pero ahora quefinalmente estamos juntos, debemoshacer los máximos progresos pasibles.Ayer quedé realmente impresionadocuando el presidente Breznev me dijo:«Si no tenemos éxito, ¡Dios no nosperdonará!” “. El comentario de Cárter,según el cual «Breznev pareció algo

molesto» por esta observación suya,implica que Cárter, como Churchill,tomaba en serio esa referencia a ladivinidad (Cárter, Keeping the Faith,Nueva York: Bantam Books, 1982, pág.248).<<

[233] Lewis Broad, The War that Waged,Londres: Hutchison and Company, 1960,pág.s. 356, según es citado por Groth,op. cit., pág. 846.<<

[234] Broad, op. cit., pág. 358, según escitado por Groth, op. cit., pág. 846.<<

[235] Milovan Djilas, Conversations withStalin, Nueva York: Harcourt, Brace,Jovanovich, 1962, pág. 73, según escitado por Groth, op. cit., pág. 846.<<

[236] Si bien nadie confesará estartrabajando en torno de este problema, hemantenido correspondencia con algunosfuncionarios del Departamento deDefensa y conversaciones telefónicascon funcionarios de la CIA que me hanllevado a la conclusión de que en losservicios de contraespionaje y en ladiplomacia hay gente estudiando losindicios del engaño. Sólo he podido verun estudio no confidencial que contó confinanciación del Departamento deDefensa, pero era horrible y no reuníalos requisitos científicos corrientes.<<

[237] Mi colega y amiga MaureenO’Sullivan, de la Universidad de SanFrancisco, ha trabajado conmigo durantemuchos años para desarrollar este test.Ha colaborado en la investigación sobrelos profesionales de la detección dementiras y también ha impartido algunosde los seminarios.<<

[238] «Who Can Catch a Liar», de PaulEkman y Maureen O’Sullivan, aparecióen el número de septiembre de 1991 dela revista American Psychologist.<<

[239] Puede que Los grupos profesionalesque estudiamos hubieran rendida muchomejor si les hubiéramos hecho juzgaruna mentira típica de las situaciones alas que normalmente se deben enfrentar.Puede que sólo hayamos averiguadoquiénes son buenos detectando mentirascon independencia de su familiaridadcon la situación, no quiénes son buenoscuando actúan en su terreno habitual. Nocreo que ése sea el caso, pero estaposibilidad sólo se puede descartar conmás investigaciones.<<

[240] Estos resultados se comunicaron en«The Effect of Comparisons onDetecting Deceit», de M. O’Sullivan, P.Ekman y W. V. Friesen. Journal ofNonverbal Behavior, n° 12, 1988, págs.203-215.<<

[241] En Alemania, Udo Undeutschdesarrolló un procedimiento llamadoanálisis de expresiones y variosinvestigadores estadounidenses estáncomprobando su validez para evaluarlas declaraciones de niños.<<

[242] Estos resultados se comunican en«Face, Voice, and Body in DetectingDeceit», de Paul Ekman, MaureenO’SuIlivan, Wallace V, Friesen y KlausC. Scherer, Journal of NonverbalBehavior, vol. 15, 1991, págs. 203-215.<<

[243] «The Duchenne Smile: EmotionalExpression and Brain Physiology II», deP. Ekman, R. J. Davidson y W. V.Friesen. Journal of Personality andSocial Psychology, n° 58, 1990.<<

[244] M, G. Frank, P. Ekman y W. V.Friesen, «Behavioral Markers andRecognizability of the Smile ofEnjoyment», Journal of Personality andSocial Psychology, n° 64, 1993, págs,83-93.<<

[245] M. G. Frank y P. Ekman, «TheAbility to Detect Deceit Generalizesacross Diñerent Types of High-StakeLies», Journal of Personality and SocialPsychology, n° 72, 1997, págs. 1,429-1,439.<<

[246] El profesor John Yuille, de laUniversidad de la Columbia Británica,ha estado dirigiendo un programa deformación destinado a asistentessociales para que mejoren sus técnicasde entrevistar a niños.<<

[247] Revista Time, 27 de julio de 1987,pág. 10.<<

[248] En capítulos anteriores he usado laexpresión mentiroso natural que, segúnhe podido ver, implica que estaspersonas pueden mentir con másfrecuencia que otras, algo de lo que notengo ninguna prueba. La expresión actornatural describe mejor lo que quierodecir: que, si mienten, lo hacen a laperfección.<<

[249] Puesto que nunca me he encontradocon North ni he tenido la oportunidad deinterrogarle directamente, no puedoestar seguro de si mi dictamen escorrecto. Sin embargo, su actuación entelevisión encaja claramente con midescripción.<<

[250] Oliver L. North, Under Fire, NuevaYork, HarperCollins, 1991, pág. 66.<<

[251] Véase una discusión más recientede los aspectos constitucionales de estecaso en un artículo de Edwin M. Yoder,Jr. titulado, «A Poor Substituto for anImpeachment Proceeding», InternationalHerald Tribune, 23 de julio de 1991.<<

[252] Stanafield Tumer, «Purge de CIA ofKGB Types», New York Times, 2 deoctubre de 1991, pág, 21.<<

[253] Ibíd.<<

[254] Ibíd,<<

[255] «Jimmy Cárter, Keeping Faith:Memoirs of a President, Nueva York,Bantam Books, 1982, pág. 511.<<

[256] Véase la nota 3.<<

[257] Véase una discusión reciente de loadiversos puntos de vista sobre este temaen Self-Deception: An AdaptiveMechanisml, compilado por Joan S.Lockard y Delroy L. Paulhus,Englewood Cliffs, N.J., Prentice-Hall,1988.<<

[258] Podría parecer que el autoengañono es más que otra forma de designar elconcepto freudiano de represión. Peropor lo menos hay dos diferencias. En larepresión, la información que la personase oculta a sí misma surge de unanecesidad profundamente arraigada en laestructura de la personalidad, algo quenormalmente no sucede en el caso delautoengaño. Y hay quien afirma quepresentar la verdad a quien se engaña así mismo puede romper el engañomientras que, en la represión, presentarla verdad no hará que ésta se admita.Véase una discusión de estas cuestiones

e n Self-Deception, de Lockard yPaulhus.<<

[259] Richard Feynman, What Do YouCare What Other People Think? FurtherAdventures of a Curious Character,Nueva York, W. W. Norton, 1988.<<

[260] Ibíd., pág. 214.<<

[261] Time, 19 de agosto de 1974, pág. 9.<<

[262] Doy las gracias a Helena Cronin, dela London School of Economics, porpreguntarme por qué la evolución no nosha preparado para detectar mejor lasmentiras, y también doy las gracias aNfark Frank, de la Universidad Hutgers,y a Richard Schuster, de la Universidadde Iíaifa, por sus útiles comentariossobre este manuscrito.<<

[263] C. Bok, Secrets, Nueva York,Pantheon, 1982.<<

[264] P. Ekman, W. V. Friesen y M.O’Sullivan, «Smiles When Lying»,Journal of Personality and SocialPsychology, n° 54, 1988, págs. 414-420;P. Ekman, M. O’Sullivan, W. V. Frieseny K. R. Scherer, «Face, Voice, and Bodyin detecting Deception», JournalofNonverbal Behavior, n® 15,1991,págs. 125-135.<<

[265] T. P. Cross y L. Saxe, «A Critiqueof the Validity of Poiygraph Testing inChild Sexual Abuse Cases», Journal ofChild Sexual Abuse, n° 1, 1992, págs.19-33.<<

[266] P, Ekman, Why Kids Lie, NuevaYork, Charles Scribner’s Sons, 1989.<<

[267] M. Frank y P. Ekman, «The Abilityto Detect Deceit Generalizes acrossDeception Situations», Journal ofPersonality and Social Psychology, n°72, 1997, págs. 1.429-1.439. <<

[268] P Ekman, M. O’Sullivan y M.Frank, «A Few Can Catch a Liar»,Psychological Science, n» 10, 1999,págs. 263-266.<<

[269] J. Stiff, S, Corroan, B. Krizek y E.Snider, «Individual Differences andChanges in Nonverbal Behavior»,Communication Research, n° 21, 1994,págs. 555-581.<<

[270] M. T. Bradley, «Choice and theDetection of Deception», Perceptual andMotor Skills, n° 66,1988, págs. 43-48.<<

[271] P. Ekman y M. O’Sullivan, «WhoCan Catch a Liar», AmericanPsychologist, n° 46, 1991, págs. 913-920.<<

[272] R. F. Kraut y E. Poe, «On the Line:The Deception Judgments of CustomsInspectora and Laymen», Journal ofPersonality and Social Psychology, n°39, 1980, págs. 784-798; B. M. Depauloy R. L. Pheifer, «On-the-job Ex~perience and Skill at DetectingDeception», Journal of Applied SocialPsychology, n° 16,1986, págs. 249-267;G. Kohnken, «Training Pólice Officersto Detect Deceptive Eye-witnessStatements: Does It Work?», SocialBehavior, n° 2, 1987, págs. 1-17.<<

[273] D. L. Cheney y R. M. Seyfarth, HowMonkeys See the World, Chicago yLondres, University of Chicago Press,1990, pág. 189.<<

[274] A. Grafen, «Biological Signáis asHandicaps», Journal of TheoreticalBiology, n° 144, 1990, págs. 517-546.<<

[275] L. Cosmides y J. Tooby, «CognitiveAdaptations for Social Exchange», enThe Adapted Mind, J. Barkow, L.Cosmides y J. Tooby (comps.), NuevaYork, Oxford University Press, 1992.<<

[276] D. B. Bugental, W. Shennum, M.Frank y P. Ekman, «True Lies»:Children’s Abuse History and PowerAttributions as Influences on DeceptionDetection», manuscrito presentado.<<

[277] E. Goffman, Frame Analysis, NuevaYork, Harper & Row, 1974.<<

[278] Gran parte de la primera secciónprocede de un capítulo que escribí parael libro Memory for Everyday andEmotional Events, de N. L. Stein, P. A,Omstein, B. Tversky y C. Brainerd(Comps.), Hillsdale, New Jersey:Lawrence Erlbaum Associates, 1996. Laúltima sección se publicó en la revistaSocial Research, n» 63 (3), otoño de1996, págs. 801-817.<<

[279] Sobre las argumentacionescontrarias al falseamiento, véase SíselaBok, Lying: Moral Choice in Public andPrívate Life, Nueva York: Pantheon,1978. Una argumentación en favor delocultamiento en la vida privada (aunqueno en la pública) presenta la mismaautora en Secrets, Nueva York:Pantheon, 1982. Para el punto de vistaopuesto, que aboga por las virtudespropias del mentir, véase Robert L.Walk y Arthur Henley, The Right to Lie:A Psychological Guide to the UsesofDeceit in Everyday Life, Nueva York:Peter H. Wyden, 1970.

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[280] Sigmund Freud, «Fragment of ananalysis of a case of hysteria» (1905) leícaso Doral, en The Collected Papere,vol. 3, Nueva York: BasicBooks,1959,pág. 94.<<