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LA FIGURA DIACONAL EMERGENTE DE LOS RITOS
DE ORDENACIÓN
Diplomado en Teología del Diaconado Permanente
ITEPAL - CELAM - BOGOTÁ 2012
Rdo. Diácono Juan José Etcheverry Diócesis de Lomas de Zamora
República Argentina
1
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
LA FIGURA DIACONAL EMERGENTE DE LOS RITOS DE ORDENACIÓN
INTRODUCCIÓN
El diaconado es uno de los ministerios eclesiales más antiguos y más
nuevos. Más antiguos, porque aparece ya indicado en la Iglesia primitiva. Más
nuevos, porque es con la renovación del Vaticano II como hemos venido a
redescubrirlo como ministerio permanente. La configuración histórica, la
celebración ritual y la comprensión teológica de este ministerio ordenado se
constituyen en diferentes aspectos de referencia y de enriquecimiento litúrgico.
En la celebración ritual de la ordenación, precisamente, queremos detenernos.
Siendo el diaconado también un ministerio litúrgico, no solo manifiesta su
cualidad “servicial” en la liturgia, sino que por dicha cualidad enriquece y
redimensiona su sacramentalidad.
Dejamos de lado una profundización de la historia de la liturgia de las
ordenaciones, que desarrolla ampliamente Roberto Russo1 y que nos sirve de
referencia para este estudio, incursionaremos primero sobre la sacramentalidad
del diaconado y luego sobre el Ritual de ordenaciones.
Soy consciente de que muchos de los temas propuestos exigen un
tratamiento más extenso y profundo, como así también precisiones que
demandarían un desarrollo sistemático, el que escapa a nuestra posibilidad. En
todo caso, sin otra pretensión, reciban estas páginas como una aproximación al
ministerio del diaconado.
1. SACRAMENTALIDAD DEL DIACONADO2
Comenzamos diciendo qué entendemos por sacramentalidad del
diaconado. Con ello nos referimos a la doctrina católica que enseña que los
grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de
servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado
1 Roberto Russo, Orden, en La Celebración del Misterio Pascual, Manual de Liturgia III, CELAM, Bogotá, 2005.
2 Sigo las líneas generales de la disertación de Mons. Mario Poli, Asamblea Plenaria, CEA. Nov. 2004
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
2
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
“ordenación”, es decir, por el sacramento del Orden. (CCE 1554). Entonces,
volvemos a decir: el diaconado es un grado del sacramento del Orden y se
accede a él por la ordenación. Bello oficio que desde su función litúrgica y
caritativa –dispensador de la eucaristía como del auxilio a los necesitados–,
nos recuerda vivamente la presencia de Cristo Siervo entre nosotros.
En los variados textos3 que se refieren a los diáconos o al diaconado en
general, el Concilio Vaticano II presupone la sacramentalidad, tanto para el
diaconado permanente como para el transitorio. A veces, está simplemente
afirmada de modo rápido, indirecto o débil. En su conjunto, el Vaticano II
recoge lo que era la opinión teológica mayoritaria, pero sin ir más allá. El
Concilio tampoco ha disipado algunas incertidumbres expresadas en los
debates.
En cualquier caso, la índole sacramental del diaconado se presupone en la
praxis de la Iglesia, y en la mayor parte de los documentos magisteriales
posconciliares. Como afirma Rocchetta, la epiclesis de la plegaria de
ordenación diaconal es una verdadera consagración sacramental. Todo el rito
de ordenación ilustra su sacramentalidad, su origen divino y su relación con el
ministerio confiado por Cristo a sus apóstoles4. De forma que –como señala la
CTI– el reconocimiento de la sacramentalidad debe fundar cualquier desarrollo
posterior sobre la naturaleza teológica del diaconado si quiere seguirse el
camino señalado por el Concilio Vaticano II5. Por eso, como afirma Goyret, el
punto de partida sobre el que hay que basar la reflexión sobre el diaconado es
«su enraizamiento en el sacramento del Orden sagrado y su preponderante
destinación al servicio»6. La enseñanza del Vaticano II sobre la Iglesia y el
ministerio eclesial sirve de presupuesto para reflexionar sobre la naturaleza del
3 SC 86; LG 20, 28, 29, 41; DV 25; OE 17; CD 15; AG 15, 16.
4 C. Rocchetta, L’identità teologica del diacono nella preghiera di ordinazione,en Il diaconato permanente, AA.VV., Dehoniane, Napoli 1983. Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís, El Diaconado en la Literatura Teológica en Lengua Italiana. Tesis Doctoral, Pamplona 2007.5 Comisión Teológica Internacional, El Diaconado evolución y perspectivas, pp. 107-109. BAC, Madrid, 2003.
6 P. Goyret, Hacia la identidad teológica del diaconado. Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
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3
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
diaconado: es un ministerio jerárquico que participa de la gracia y el carácter
del sacramento del Orden.
En LG 29, la proposición según la cual se impone las manos a los diáconos –
non ad sacerdotium, sed ad ministerium– quedará como referencia clave para
la comprensión teológica del diaconado. Y es en este mismo texto
precisamente, donde se encuentra la afirmación más directamente relacionada
con la sacramentalidad del diaconado: “Fortalecidos con la gratia sacramentali,
en comunión con el obispo y sus presbíteros, están al servicio del Pueblo de
Dios in diaconia liturgiae, verbi et caritatis”; para Zardoni, aunque aquí no se
proclame solemnemente la sacramentalidad del diaconado, con esa expresión
aparece evidente su naturaleza sacramental porque, como dice no sin cierta
ironía, «hasta ahora no se conoce un signo no sacramental que produzca la
gracia»7.
La expresión «gracia sacramental» vuelve a aparecer en AG 16, considerada
ahora como la causa para el ejercicio eficaz del diaconado permanente. “Pues
es justo que aquellos hombres que desempeñan un ministerio verdaderamente
diaconal..., sean fortificados por la imposición de las manos para que por la
gratiam sacramentale diaconatus cumplan con mayor eficacia su ministerio”. A
juicio de Agresti, esa mención sucede en el contexto del restablecimiento del
diaconado como grado estable de la jerarquía, y significa que el diácono es
introducido en sus funciones en un orden sacramental y jerárquico de la Iglesia.
La gracia sacramental hace eficaz la acción del diácono en el conjunto del
ministerio de la Iglesia8.
En este sentido, AG 16 considera oportuna la ordenación diaconal para todas
aquellas personas que ejercen de hecho un ministerio eclesial, de modo que la
eficacia de su labor sea fortalecida por la configuración específica del
sacramento del Orden.
El primer documento importante del postconcilio es el Motu propio de Pablo VI
Sacrum diaconatus ordinem (1967). En lo que concierne a la naturaleza
teológica del diaconado, sigue en todo la doctrina del CV II acerca de la gracia
7 S. Zardoni, Il diaconato permanente nel Concilio Vaticano II e nel magistero seguente. Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
8 G. Agresti, L’Ecclesiologia del Vaticano II e il diaconato permanente, Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
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4
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
del diaconado, el que “no debe considerarse como puro y simple grado de
acceso al sacerdocio”.9 No obstante, agrega una referencia al “carácter”
indeleble, ausente en los textos conciliares: Insigne por el carácter indeleble y
su gracia peculiar, se enriquece tanto que aquellos que son llamados a él
pueden de modo estable dedicarse “a los ministerios de Cristo y la Iglesia”.10 El
«carácter» sacramental constituye el fundamento cristológico del ministerio
diaconal. Como dice la CTI, en los documentos del magisterio posconciliar
encontramos un lenguaje explícito que habla de la configuración del «carácter»,
por el que se «representa» a Cristo en la comunidad. Esta aplicación de la
doctrina del carácter para el diaconado es coherente con la doctrina de Trento,
que lo afirma para el Orden en su conjunto, y cuenta con testimonios de la
tradición teológica11. El Concilio Vaticano II no menciona en LG 29 que el
diaconado reciba un «carácter». Pero LG 21 se pronuncia sobre el «carácter»
que imprime en general el sacramento del Orden. Si el diaconado es una forma
del sacramento del Orden, y el Orden imprime carácter, hay que admitir que la
ordenación diaconal imprime el carácter sacramental en el candidato. Esta
doctrina es confirmada por la tradición de la Iglesia, según la cual la ordenación
diaconal no puede reiterarse, de la misma forma que sucede con el episcopado
y el presbiterado. Como dice la CTI, esta doctrina sobre el carácter «otorga al
diaconado una densidad teológica que no se resuelve en lo puramente
funcional»12. Los documentos magisteriales posteriores al Concilio Vaticano II,
en efecto, reconocerán la existencia de un «carácter indeleble» que configura
con Cristo y, por lo general, los autores no discuten su existencia13.
El documento de la CTI hace notar que, como un grado del orden, el
diaconado, recibe la capacidad de ejercer tareas que pertenece para la
mayoría al dominio litúrgico –ocho de once mencionadas–., se asumen sólo
9 AAS 59 (1967) 698, en la introducción.
10 Ibídem.
11 CTI, El diaconado..., pp. 109-113.
12 CTI, El diaconado..., pp. 111-112.
13 CIC, c. 1008 y CCE, n. 1570.
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5
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
algunas tradicionales y se silencian o desconocen otras relacionadas con las
obras de misericordia, espirituales y materiales.14
El paso más reciente dado por el Motu propio de Paulo VI, Ad pascendum
(1972) se refiere a la instauración del diaconado permanente (sin excluirlo
como etapa transitoria) como “orden media” entre la jerarquía superior y el
resto del Pueblo de Dios: “Del asunto se ocupó también de pasada y
fugazmente, nuestro predecesor Pío XII, de feliz memoria”15. Finalmente, el
Concilio Vaticano II acogió los deseos y ruegos de que allí donde lo pidiera el
bien de las almas, fuera restaurado el diaconado permanente como un Orden
entre los grados superiores de la jerarquía eclesiástica y el restante pueblo de
Dios, para que fuera de alguna manera intérprete de las necesidades y de los
deseos de las comunidades cristianas, inspirador del servicio, o sea, de la
“diaconía” de la Iglesia ante las comunidades cristianas locales, signo o
sacramento del mismo Jesucristo nuestro Señor, quien no vino para ser
servido, sino para servir.16
En lo que concierne a la sacramentalidad, además de considerar ese
medius ordo como signum vel sacramentum ipsius Christo Domini, qui non
venit ministrari, sed ministrare17, el documento presupone la sacramentalidad y
se limita a repetir expresiones ya conocidas, como sacra ordinatio o sacrum
ordinem.
En estos dos documentos, continuando con el espíritu del Concilio, hay un
claro esfuerzo por justificar teológicamente la naturaleza sacramental del
diaconado, con la intención de restablecer su modalidad permanente.
En el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, se habla del diaconado
en la perspectiva de su sacramentalidad. Claramente, en los cánones 1008-
1009, el diaconado es una de las tres Órdenes y el CIC parece aplicarle en su
integridad la teología del sacramento del Orden. Ante esto, la CTI señala que si
esta aplicación es válida, entonces resulta que el diaconado es una realidad
14 CTI, op cit. pp. 118.
15 Alocución a los participantes al segundo Congreso Internacional sobre el Apostolado de los seglares, 5 de octubre 1957, AAS, 49, 1957, p. 925.
16 AAS 64 (1972) 536. 534. 537.
17 Cfr. Mt 20-28.
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
sacramental, de institución divina, que hace de los diáconos sacri ministri (en el
CIC todos los bautizados ordenados), que imprime en ellos un “carácter
indeleble” (se asume lo dicho por Paulo VI) y que en razón de su consagración
y delegación (consecrantur et deputantur), los hace capaces de ejercer in
persona Christi Capitis y en el grado que les corresponde (pro suo quisque
grade) las tareas de enseñar, santificar y gobernar, es decir, las funciones
propias de los que son llamados a conducir el Pueblo de Dios.
El 15 de diciembre de 2009 se publicó el Motu proprio (MP) “Omnium in
mentem” que rectifica, junto a las cuestiones del derecho matrimonial, los
cánones del Codex Iuris Canonici en cuanto a la función del ministerio de los
diáconos y los adapta al número 1581 del Catecismo de la Iglesia Católica en
la edición de 1997. “La publicación tuvo una gran repercusión y creó
controversia. Algunos consideran puesta en duda la teología del diaconado y
su implementación en el ministerio sacramental, otros consideran el MP
solamente como confirmación de la ley en vigor, mientras el resto lo aplaude
como aclaración necesaria”18.
El reciente Catecismo de la Iglesia Católica (CCE), en su redacción
definitiva de 1997, parece hablar de modo más decidido en favor de la
sacramentalidad del diaconado. En tal sentido, afirma que la potestad sacra
para obrar in persona Christi sólo pertenece a los obispos y presbíteros,
mientras que los diáconos retienen vim populo Dei serviendi en sus diferentes
funciones diaconales (n. 875). También menciona a los diáconos cuando, a
propósito del sacramento del orden, considera la “ordenación” como un “acto
sacramental” permitiendo ejercer un “poder sagrado” que procede, finalmente,
sólo de Jesucristo (n. 1538).
Por una parte, según el CCE parece afirmar, los diáconos también estarían
incluidos en cierto modo y desde una comprensión general del sacramento del
Orden, bajo categorías sacerdotales, ya que son mencionados junto a los
obispos y los presbíteros en los nn. 1539-1543. Por otra, en la redacción
definitiva del n. 1554, se justifica la restricción del término sacerdos para los
18 Actuar en persona de Cristo – ¿como diácono?, Martín Kirschner, Informativo CIDAL Nº 69.
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
obispos y los presbíteros, excluyendo a los diáconos, aunque se destaca que
estos pertenecen también al sacramento del Orden (n. 1554).
Finalmente, la idea de la sacramentalidad se encuentra reforzada por la
atribución explícita de la doctrina del “carácter” a los diáconos como
configuración particular con Cristo, diácono y servidor de todos (n. 1570).
En la Ratio fundamentalis (1998) se sostiene que las líneas de la
ministerialidad originaria del diaconado están, pues, como se deduce de la
antigua praxis diaconal y de las indicaciones conciliares, muy bien definidas
[clarissime definita].19
No hay duda de que estamos ante una manera de hablar de la identidad
especifica del diácono que ofrece algunas novedades en relación a lo que fue
la costumbre hasta ahora: el diácono tiene una conformación especifica con
Cristo, Señor y Servidor20, a la que corresponde una espiritualidad marcada por
la “servicialidad” como signo distintivo que hace del diácono, en virtud de la
ordenación, un “icono” viviente del Cristo Servidor en la Iglesia21. De este
modo, se justifica la restricción a los sacerdotes de la configuración con el
Cristo, Cabeza y Pastor. Pero la configuración con el Cristo “Servidor” y el
“servicio” –como característica del ministerio ordenado–, es válida para el
sacerdote. De tal manera que no se ve muy claro lo que es “específicamente
diaconal” en este servicio, encontrando su expresión en funciones o tria
munera22 que sean de competencia exclusiva de los diáconos en razón de su
capacidad sacramental.
En su conjunto, la Ratio afirma claramente la sacramentalidad del
diaconado como su carácter sacramental, en la perspectiva de una teología
común del sacramento del orden y del respectivo carácter que imprime.23
Estamos ante un lenguaje decidido y explícito, aunque no se perciba muy bien
19 Ratio, Introducción, 3, 10.
20 Ratio, Introducción, 5.
21 Ratio, Introducción, 11.
22 Ratio, Introducción, 9.
23 Ratio, Introducción, 7.
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
cómo esto puede obedecer a desarrollos teológicos más consistentes o a
fundamentos nuevos y mejor justificados.
2. EL NUEVO RITUAL PARA LA CONSAGRACIÓN DEL DIÁCONO Y SU TEOLOGÍA
Nos parece propicio buscar en la Tradición y la Liturgia el fundamento de la
sacramentalidad del diaconado. El Catecismo nos dice: “La fe de la Iglesia es
anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a adherirse a ella. Cuando la Iglesia
celebra los sacramentos confiesa la fe recibida de los Apóstoles, de ahí el
antiguo adagio: "Lex orandi, lex credendi" ("La ley de la oración es la ley de la
fe") (o: "legem credendi lex statuat supplicandi" ["La ley de la oración determine
la ley de la fe"], según Próspero de Aquitania, siglo V, ep. 217). La ley de la
oración es la ley de la fe, la Iglesia cree como ora. La Liturgia es un elemento
constitutivo de la Tradición santa y viva (cf. DV 8)”.24
Normalmente se distinguen tres etapas en el desarrollo del ritual de
ordenaciones hasta el ritual reformado del Vaticano II.
El ritual romano primitivo (s. III). La Tradición Apostólica de Hipólito de
Roma.
El ritual del alto medioevo con las primeras influencias galicanas: el
antiguo ritual romano y el ritual romano-franco (s. VI-IX). Se produce la
primera evolución en los ritos de ordenación, especialmente fuera de
Roma, introduciendo nuevos gestos y nuevas palabras que
enriquecieron la celebración.
El ritual medieval en el cual los influjos galicanos determinaron la liturgia
romana de las ordenaciones hasta la reforma del Vaticano II: el ritual del
Pontifical romano-germánico (s. X-XIII y ss).
Antes del Vat. II, Pío XII en su Constitución Apostólica del 30 de noviembre
de 1947, determinó que la única materia de la ordenación es la imposición de
las manos, y la forma las palabras que le acompañan25. De esta manera se
recuperaba la tradición original y el gesto de la imposición de las manos volvía
a ocupar el puesto que le correspondía en el marco del Ritual de ordenaciones
24 CCE, 1124
25 Pío XII, Sacramentum Ordinis, Roma 1947, art. 4-5.
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9
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
y que se había perdido en el devenir histórico. El Concilio Vaticano II integró la
visión de las órdenes sagradas en la del misterio de la Iglesia y de los
ministerios que en ella se ejercen para el servicio del pueblo de Dios. El
episcopado cuyo carácter sacramental es afirmado, hace del que lo recibe
miembro del colegio de los sucesores de los apóstoles, y el presbiterado
introduce en el colegio de los colaboradores del obispo, el presbiterio. Estos
son los grados del sacerdocio. El diaconado es un servicio específico al obispo
y a la comunidad y no constituye necesariamente una etapa hacia el
sacerdocio, pues puede ejercerse como un ministerio permanente y en éste
caso, se lo puede conferir también a hombres casados. A partir del diaconado
un candidato se convierte en clérigo. Estos principios, fundamentalmente
emanados de la constitución Lumen Gentium, que en el plano jurídico
precedieron la renovación de las ordenaciones, guiaron también la renovación
de sus ritos tal como lo había pedido la SC:
Revísense los ritos de las ordenaciones, tanto en lo referente a las ceremonias como a
los textos. Las alocuciones del Obispo al comienzo de cada ordenación o consagración pueden hacerse en lengua vernácula. En la consagración episcopal, todos los Obispos presentes pueden imponer las manos 26.
Siguiendo los criterios de la SC sobre la reforma litúrgica, en particular
que los ritos deben ser sencillos, breves, claros, evitando repeticiones inútiles y
sin necesidad de muchas explicaciones; además, que los textos y los ritos
deben estar ordenados de manera tal que expresen las cosas santas que
significan27, es que en 1968 el papa Pablo VI promulgó la primera edición típica
del Ritual de órdenes y en 1989 el Papa Juan Pablo II, la segunda edición
típica en la cual se tuvo en cuenta los principios expuestos en el Ceremonial de
los Obispos (1984) y los textos bíblicos según la Nueva Vulgata (1986).
2.1 Características del actual Ritual de Ordenes.
26 SC. 76
27 SC. 34, 21
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
Ahora se aplica el término "ordenación" a los tres grados del sacramento
para destacar su unidad. Además presenta la misma estructura celebrativa
para las tres ordenaciones.
La segunda edición se ha beneficiado de la experiencia pastoral de más
de veinte años de liturgia posconciliar y de rituales reformados.
2.1.1 Título
La nueva edición lleva por titulo: De Ordinatione Episcopi,
Presbyterorum et diaconorum. El título asume así el mismo orden teológico de
la LG (sobre todo en el capítulo III) ya que la presentación del sacramento del
orden es más clara partiendo del episcopado. Como dice el decreto de
presentación:
De manera que, comenzando por el obispo, que tiene la plenitud del orden sagrado, se entiende mejor cómo los presbíteros son sus cooperadores y los diáconos se ordenan para el ministerio de él.
Además se usa el singular para el obispo y el plural para los presbíteros
y los diáconos, porque una Iglesia local tiene un solo obispo y varios
presbíteros y diáconos.
2.1.2 Nuevas introducciones
Se les atribuye una doble finalidad: "explicar la doctrina acerca del
sacramento y hacer que resulte más clara la estructura de la celebración".
Antes de cada rito, el ritual presenta unas Introducciones particulares sobre
cada una de las ordenaciones, con el mismo esquema: 1) Breve síntesis
doctrinal sobre la importancia de la orden en cuestión limitándose a reproducir
textualmente pasajes de los documentos conciliares; 2) Funciones y ministerios
que intervienen en cada celebración; 3) La descripción de la misma
celebración, especialmente los elementos característicos de cada celebración y
su significado; 4) Lo que hay que tener preparado para cada celebración.
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
2.1.3 Cambios en el texto de la Plegaria de ordenación de los presbíteros y de los diáconos
Como lo señala el decreto de presentación:
En la Plegaria de ordenación, tanto de presbíteros como de diáconos, permaneciendo iguales las palabras que pertenecen a la naturaleza del sacramento y que por tanto se exigen para la validez del acto, se han cambiado algunas expresiones, se han añadido algunas frases tomadas del NT. de manera que esta Plegaria ofrezca a los elegidos y a los fieles cristianos una más rica noción del presbiterado y del diaconado, en cuanto que dimanan de Cristo sacerdote.
2.1.4 Cambios en la ordenación de los diáconos
Además de los enriquecimientos en la oración de ordenación y en el
formulario de la misa ritual, de los cambios en el texto de las letanías, de la
inclusión del "Rito de aceptación del sagrado celibato" y de la promesa del
mismo aun por parte de los religiosos profesos, se debe indicar como novedad
las adaptaciones previstas en el texto propuesto de la homilía o alocución
según las situaciones: que se trate de elegidos casados y no casados, o
solamente de elegidos no casados, o solamente de elegidos casados.
2.2 La estructura de la celebración
La ordenación del obispo, del presbítero y del diácono tiene lugar dentro
de la celebración eucarística, a continuación de la liturgia de la Palabra.
La Palabra de Dios, como tal juega un papel decisivo en la ordenación. La
Palabra hecho libro (cf. DV9) interviene de manera destacada en la ordenación
episcopal, cuando el evangeliario es abierto sobre la cabeza del elegido y
sostenido así por dos diáconos durante toda la oración de ordenación. Después
el libro es entregado al nuevo obispo. Análoga entrega se produce en la
ordenación de los diáconos. Todo esto nos lleva a prestar atención a la
presencia de la Palabra en la liturgia de la ordenación en todas sus
dimensiones: palabra, proclamación, respuesta, libro. El leccionario del ritual de
ordenaciones se ha visto muy enriquecido en la segunda edición típica.
La estructura general es idéntica en las tres ordenaciones; se ha
buscado una mayor simplicidad y claridad, con vistas a poner de relieve el
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
momento central. Consta de tres partes: unos ritos de introducción, el rito
central y unos ritos explicativos:
2.3 Elementos comunes a las tres ordenaciones
2.3.1 Los ritos preparatorios
La liturgia de la ordenación comienza con la presentación de los
candidatos y el pedido al obispo consagrante de ordenarlos. En la ordenación
episcopal sigue la lectura del mandato apostólico. En las otras dos
ordenaciones está la consulta a quien presenta a los candidatos. Luego el
obispo ordenante declara elegir a los candidatos al ministerio presbiteral o
diaconal; en la ordenación episcopal es el Sumo Pontífice mediante la lectura
del "mandato apostólico". La comunidad aprueba, aclamando la decisión del
obispo.
Sigue la homilía. El ritual ofrece una alocución modelo, la cual no es
obligatoria literalmente, proponiendo el contenido fundamental sobre la misión y
funciones propias de cada ministerio. Las alocuciones para las ordenaciones
presbiteral y diaconal fueron elaboradas en el siglo XIII.
Por tal motivo fueron revisadas para la primera edición típica del ritual de
órdenes de 1968. En cambio se elaboró una alocución modelo para la
ordenación del obispo pues no existía en los Pontificales anteriores . Los tres
modelos tienen una impronta bíblica y asumen la doctrina del sacramento del
orden presentada por el Vaticano II.
Luego sigue la promesa de los elegidos. Los candidatos de frente al
obispo ordenante y a la comunidad declaran su propia voluntad de ejercer su
ministerio con todas sus fuerzas como un servicio en la Iglesia y para la Iglesia,
en unión con el colegio episcopal, en obediencia y fidelidad al sucesor de
Pedro, para la ordenación episcopal o, respectivamente, como colaboradores
del obispo a quien le deben respeto y obediencia, para la ordenación
presbiteral y diaconal.
El interrogatorio, que sólo estaba previsto en el caso de la ordenación
episcopal, y que versaba sobre la ortodoxia del candidato en relación con las
herejías hoy trasnochadas, se ha extendido igualmente a las otras
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
13
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
ordenaciones, y versa ahora más bien sobre la disposición de ánimo del
candidato en orden al cumplimiento de sus funciones.
La preparación llega a su punto culminante en la oración de la
comunidad: las letanías, el obispo ordenante invita a la plegaria y concluye con
una oración. Por más que el núcleo central, indispensable para la validez, se
encuentre en la imposición de manos y en la oración que ha de pronunciar el
obispo presidente de la asamblea, poseedor de la plenitud del sacerdocio, es
toda la Iglesia reunida la que debe orar "por el descenso del Espíritu" (cf. Trad.
Apost. n. 2) sobre los candidatos, y en ese contexto de "oración eclesial", de
toda la asamblea, cobra pleno sentido el núcleo central sacramental.
La estructura consiste en una invitación del presidente a toda la asamblea; la
monición diaconal indicando la postura: de rodillas, o de pie en los domingos y
durante el tiempo pascual, mientras los beneficiarios de la intercesión
permanecen postrados; el canto de las letanías y la oración conclusiva del
obispo presidente de la asamblea.
2.3.2 El rito central
La imposición de manos y la solemne plegaria de ordenación son los
signos esenciales de la liturgia de ordenación. Ellos constituyen el núcleo
sacramental de la ordenación. Actualmente en ninguna ordenación se
interponen otros textos entre los dos elementos del signo sacramental. De esta
forma se destaca la unidad y preeminencia del signo sacramental. El mérito
principal del Ritual de Órdenes del Vaticano II es haber puesto en plena luz
este núcleo sacramental de la ordenación.
Las plegarias de ordenación han cambiado su forma literaria. El carácter
de Prefacio precedido del característico diálogo inicial, que les daba un falso
aire de plegaria eucarística o de acción de gracias se ha suprimido en ellas.
Ninguna de las tres oraciones admite ser interrumpida, como sucedía
anteriormente con la del obispo y la del diácono. La del obispo se interrumpía
con el canto del Veni Creator Spiritus entonado por el mismo obispo ordenante
y con la unción de la cabeza del que estaba siendo ordenado. La del diácono,
con la fórmula "Recibe el Espíritu Santo ..." mientras el obispo ordenante que la
pronunciaba, imponía su mano derecha sobre la cabeza del ordenando. Sólo
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
14
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
tras estas interrupciones proseguía el tenor de la fórmula consecratoria
respectiva. Actualmente la tres oraciones han de ser pronunciadas
ininterrumpidamente, desde el principio hasta el fin.
El texto de las oraciones de ordenación presbiteral y diaconal ha sido
levemente retocado y totalmente renovado en la ordenación del obispo. En este
caso se volvió a la fórmula conservada en la Tradición apostólica de Hipólito
del siglo III.
No sólo en las plegarias de ordenación sino también en el gesto de la
imposición de las manos surgen de un lado el acuerdo y del otro la
diferenciación entre los tres órdenes. Mientras que en la ordenación diaconal la
imposición de manos solamente la realiza el obispo, en la presbiteral es el
obispo ordenante y seguidamente el colegio presbiteral como signo de
incorporación a él.
Cabe destacar que si hay otros obispos presentes, éstos no participan del
gesto de la imposición de las manos. En la episcopal todos los obispos
presentes imponen las manos como concelebrantes del gesto sacramental.
Esto distingue claramente la ordenación episcopal de la presbiteral.
En cuanto a la estructura de este núcleo sacramental, la disposición de
sus dos elementos fundamentales ha ganado claridad: la imposición de manos
en silencio y oración de ordenación ininterrumpida, del principio al fin. Ningún
elemento nuevo entre una y otra, salvo en el caso de la ordenación episcopal
en la cual tras la imposición de manos tiene lugar la imposición del libro de los
Evangelios, que permanece impuesto sobre la cabeza del elegido mientras el
obispo ordenante pronuncia la oración de ordenación.
2.3.2 Los ritos explicativos
La parte final de los ritos de ordenación tiene por finalidad sensibilizar a
los ojos de la asamblea y de los recién ordenados algunos aspectos del
ministerio que ya ha tenido lugar en lo esencial. El despliegue significativo no
pretende otra cosa que "revelar", quitar el velo, para que aparezca aun
sensiblemente el misterio que el Espíritu Santo, invocado por la Iglesia, acaba
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
15
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
de operar. El objetivo de la reforma por un lado era conservar la tradición y por
otro estructurar de tal modo los signos que no oscurecieran lo esencial.
Lo que está contenido en el signo fundamental, la unidad del sacramento
y su graduación en tres órdenes, viene desarrollado en los ritos explicativos.
Estos son: el revestir con las vestiduras propias de los diversos ministerios
litúrgicos -ahora las vestiduras propias del diácono y del presbítero no se las
impone solemnemente el obispo ordenante, sino otros diáconos o presbíteros
que en silencio los ayudan a revestirse-, entrega de insignias, como el anillo y
el báculo en la ordenación del obispo, la unción de las manos del presbítero y
unción de la cabeza (y no más también las manos) del obispo, ambas
efectuadas con el santo crisma, entrega del Evangelio al diácono y de la patena
con el pan y del cáliz con el vino al presbítero, entronización del nuevo obispo
en la cátedra. Los ritos explicativos terminan con el abrazo de la paz, que
recibe el recién ordenado del obispo ordenante y de los demás pertenecientes
a su propio orden. Se concluye así el ritual de la ordenación y continúa la
celebración eucarística.
La modalidad de participación de los nuevos ordenados en la
celebración eucarística, de acuerdo a su "orden", está expresada en la misma
celebración. En la ordenación episcopal el obispo ordenado en la propia
diócesis preside la concelebración de la liturgia eucarística. Los recién
ordenados presbíteros ejercen por primera vez su ministerio en la liturgia
eucarística concelebrando con el obispo y con los demás miembros del
presbiterio. Los presbíteros recién ordenados ocupan los primeros lugares junto
al obispo. Los recién ordenados diáconos ejercen por primera vez su ministerio
en la liturgia eucarística asistiendo al obispo, preparando el altar, distribuyendo
la comunión a los fieles y principalmente sirviendo el cáliz y proclamando las
moniciones.
2.4 Las oraciones de ordenación
Pablo VI en la Constitución apostólica por la que se aprueban los ritos
para la ordenación del obispo, de los presbíteros y de los diáconos, decide y
dispone con suprema autoridad apostólica las palabras que son esenciales y
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
por ello necesarias para la validez de la ordenación. Las mismas se encuentran
en las oraciones de ordenación de cada orden.
2.4.1 La estructura común de las tres Oraciones
Las plegarias de ordenación, como las grandes plegarias presidenciales
de la liturgia, tienen un esquema que se inspiran en las plegarias judías de
bendición. Contienen, por tanto, los elementos propios de toda bendición.
Así, con una sucesión que no rompe la unidad, se pueden distinguir las
siguientes partes: comienzan con una ínvocación inicial en la que se bendice a
Dios; se continúa alabando a Dios recordando las maravillas que ha obrado en
la historia de la salvación: anamnesis; luego se invoca al Espíritu Santo sobre
el elegido: epíclesís. Aquí encontramos las palabras esenciales para cada
orden. Siguen unas intercesiones, en las que la súplica central realizada en la
epíclesis se prolonga con peticiones que señalan las funciones que acaban de
recibir los recién ordenados y las virtudes que deben tener; la conclusión, que
puede tomar forma de glorificación o doxología a Dios y toda la asamblea
confirma con el amén.
La estructura común de las tres oraciones de ordenación es trinitaria:
dirigidas a Dios Padre, en la primera parte contienen una anámnesis de la obra
por él realizada en la historia de la salvación en relación con la institución del
ministerio; en la parte central está la invocación del Espíritu Santo a Dios Padre
sobre los candidatos; la tercera parte es una intercesión a favor de los
ordenados por la mediación de Jesucristo. Los tres autores de nuestra
salvación: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están en el origen, en el acto de
nacimiento de cada ministerio ordenado.
2.4.2 La oración de ordenación de los diáconos
La oración de ordenación de los diáconos procede del sacramentario
Veronense (Ve 951). El texto de la segunda edición típica de 1989 presenta
pocas variantes con respecto a la primera edición de 1968. Este texto, a su
vez, había introducido pocos cambios en el texto medieval.
• TEXTO
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
Prólogo
Asístenos, Dios Todopoderoso,
de quien procede toda gracia,
que estableces los ministerios
regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
-palabra, sabiduría y fuerza tuya-,
con providencia eterna todo lo proyectas
y concedes en cada momento cuanto conviene
A tu Iglesia, cuerpo de Cristo, 1 Co 12,12-13
enriquecida con dones celestes variados, Rm 12,4-5
articulada con miembros distintos
y unificada en admirable estructura,
por la acción del Espíntu Santo,
la haces crecer y dilatarse
como templo nuevo y grandioso. 1 Co 3,16-17; Ef 2,21-22
Anámnesis
AT
Como un día elegiste a los levitas Nm 3,6-9
para servir en el primitivo tabernáculo,
así ahora has establecido tres órdenes de ministros
encargados de tu servicio.
NT
Así también, en los comienzos de la Iglesia,
los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano,
a siete varones acreditados ante el pueblo Hch 6, 16
a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres,
a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño
a la oración y a la predicación de la palabra.
Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio a éstos tus siervos
a quienes consagramos humildemente
para el orden del diaconado y el servicio de tu altar.
Epíclesis
ENVÍA SOBRE ELLOS, SEÑOR,
EL ESPÍRITU SANTO,
PARA QUE FORTALECIDOS
CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES Is 11,1-2
DESEMPEÑEN CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.
Intercesiones
Que resplandezca en ellos un estilo de vida evangélica,
un amor sincero,
solicitud por los pobres y enfermos,
una autoridad discreta,
una pureza sin tacha
y una observancia de sus obligaciones espirituales.
Que tus mandamientos, Señor,
se vean reflejados en sus costumbres,
y que el ejemplo de su vida suscite
la imitación del pueblo santo;
que, manifestando el testimonio
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
19
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
de su buena conducta,
perseveren firmes y constantes con Cristo,
de forma que imitando en la tierra a tu Hijo
que no vino a ser servido sino a servir, Mt 20,28; Lc 22,27
merezcan reinar con él en el cielo. Lc 22,30
Doxología
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.
• ESTRUCTURA Y CONTENIDO
Las variantes introducidas en el venerable texto de la ordenación de
diáconos son menos en número y de menor importancia que las incorporadas
en el de la plegaria de ordenación de los presbíteros. Las frases retocadas son
tres: a) en donde la antigua oración daba a Dios el calificativo de honorum
dator el nuevo texto dice: gratiarum dator, b) en la frase que describe a la
Iglesia como "hermosa mente construida con miembros distintos y unificada
mediante admirable estructura" se incorporó la mención del Espíritu Santo
como autor de estos dones. El texto retocado ahora dice: "unificada en
admirable estructura por la acción del Espíritu Santo"; c) finalmente la alusión a
los dos géneros de ministros de la Antigua Alianza -sacerdotes y levitas- se
presenta más relativizada: los dos grados del antiguo tabernáculo son simple
figura o profecía del servicio divino en el nuevo tabernáculo.
La oración presenta una estructura trinitaria que aparece articulada de la
siguiente manera:
Dios todopoderoso.
Envía sobre ellos el Espíritu Santo.
Imitando (para que imiten) en la tierra a tu Hijo que vive y reina contigo.
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
En su conjunto, la oración después del prólogo que invoca a Dios Padre en
sus atributos salvíficos en relación con el ministerio y desarrolla una doctrina
sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo, dotada de unidad
y de pluralidad orgánica, sigue la parte anamnética, con una anámnesis del AT
y otra del NT. La oración continúa con la epíclesis y las intercesiones que se
realizan por la mediación de Jesucristo en la doxología final.
El prólogo expresa una doctrina trinitaria, cristológica y eclesiológica. La
doctrina trinitaria aparece en la iniciativa del Padre que obra, mediante el
Verbo, su Hijo, el plano de la salvación, y forma mediante el Espíritu Santo la
Iglesia.
Dios Padre es invocado con los atributos salvíficos que lo presentan como
autor de los ministerios. Tales atributos puestos al inicio de la oración indican el
contenido ministerial en relación con la liturgia de la ordenación diaconal que se
está desarrollando: primero de los ministerios ordenados.
Los apelativos del Verbo: Jesucristo, Hijo, Señor, Palabra, Sabiduría y
Fuerza indican el ciclo completo del misterio; la eternidad y la preexistencia a
través de los apelativos: Palabra, Fuerza y Sabiduría; la temporalidad y la
historicidad a través de la encarnación con el nombre de Hijo de Dios hecho
hombre: Jesucristo; el retorno a la gloria eterna con la resurrección y ascensión
al cielo con el título de Señor.
Al ciclo cristológico viene íntimamente asociado el pneumatológico y el
eclesiológico. El Espíritu Santo es presentado en relación con la Iglesia,
descrita con dos imágenes bíblicas: cuerpo de Cristo (1 Co 12,12-13; Rm 12,4-
5) y templo de Dios (1 Co 3,16-17; 2 Co 6,16; Ef 2,21-22 doctrina análoga es
formulada en: 1 Pe 2,4-5).
La doctrina de estos textos y de su desarrollo en la tradición inspira a la
eclesiología delineada en la oración de ordenación diaconal: la Iglesia es un
cuerpo que crece y es un templo que se edifica. En este contexto se inscribe la
función de los ministros que tienen la misión de contribuir al crecimiento y a la
edificación del Templo de Dios.
Esta síntesis teológica, cristológica y eclesiológica del prólogo prepara a
la doctrina del orden del diaconado, que en la anámnesis viene expresada
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
21
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
evocando la institución de los levitas, en el Antiguo Testamento, y la de los
siete en el Nuevo Testamento.
La elección de los hijos de Leví para el servicio del tabernáculo evoca la
institución levítica y sus funciones (Nm 3,6-9). En la jerarquía del templo estaba
en el vértice el sumo sacerdote; bajo él estaban los sacerdotes inferiores, que
ejercían sus funciones por turnos y desempeñaban el culto; los levitas estaban
en una posición subordinada como una ayuda a los sacerdotes en la liturgia.
En la oración de ordenación al diaconado la evocación de los levitas, con su
función de servicio en el templo, enseña que los levitas son la prefiguración de
los diáconos de la Iglesia, a los cuales viene confiado el encargo de servicio en
la liturgia. Esta aparecerá con mayor claridad en la segunda anámnesis.
En el texto de la segunda anámnesis se alude a la institución de los
siete, narrada en Hch 6,16. Citando este episodio, la oración de ordenación de
diáconos se conforma con una larga tradición patrística y exegética, que ve en
los siete a los primeros diáconos y muestra en este ministerio el ejercicio de la
caridad; servicio de la mesa material y de todas las formas de caridad hacia los
necesitados de cualquier tipo; en este servicio está prefigurado el servicio de la
mesa eucarística, anticipación de la mesa celeste escatológica (cf. Lc 22,26-
27).
Esta segunda anámnesis no aparece en el texto del sacramentario
veronense, éste luego de la mención de los hijos de Leví pasa a la petición
sobre los ordenandos. La primera edición del ritual de Pablo VI introdujo el
recuerdo de la elección de los siete. El paralelismo del párrafo con el inicio del
capítulo sexto de los Hechos de los apóstoles es evidente. Solamente se ha
añadido que los apóstoles hicieron la elección movidos por el Espíritu Santo.
La anámnesis de los levitas indica para los diáconos la función del
servicio litúrgico; la anámnesis de los siete indica para los diáconos la función
de servicio de las mesas materiales y de la caridad. Los dos servicios están
unidos: la caridad y la mesa material es el signo de la mesa eucarística. La
función litúrgica se especifica a través de la segunda como ministerio de la
eucaristía, que es el culmen de la liturgia y de la caridad.
La oración prosigue con la invocación del Espíritu Santo, que es el
corazón de la acción sacramental. El diaconado es sacramento del orden por la
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
22
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
fuerza del Espíritu Santo que santifica a los que les es dado y permanece en
ellos para siempre.
La invocación y la efusión del Espíritu Santo es muy clara en sus efectos:
santifica y habilita para llevar a cabo el ministerio diaconal; la referencia a los
"siete dones" alude a Is 11,1-2, no en el texto hebraico, sino en la versión
griega de los LXX y en la Vulgata, que contiene el elenco de los siete dones del
Espíritu. El Espíritu, descendiendo sobre los candidatos, los consagra como
diáconos y trae consigo la abundancia de sus operaciones.
Las intercesiones por la mediación del Hijo de Dios son una petición a
Dios Padre y una intercesión por los diáconos para que su conducta de vida
sea conforme a la dignidad recibida en la ordenación y a las funciones a las
cuales son habilitados.
Las intercesiones muestran las funciones diaconales e indican las virtudes
necesarias para tales funciones; es decir, los deberes de su ministerio y la
consiguiente conducta moral. Esta parte de la oración de ordenación reclama a
una serie de textos bíblicos entre los cuales recordamos aquel que delinea el
programa para los diáconos: 1 Tm 3,8-10.
El elenco de las virtudes en la oración explícita las funciones diaconales, que
consisten esencialmente en el servicio a los pobres y enfermos, y las
consecuencias ascéticas frente a tal ministerio.
La breve mención de las funciones y virtudes de los diáconos se concluye con
el modelo y el fundamento cristológico del diaconado: imitar a Cristo que no
vino a ser servido sino a servir.
En el texto latino este párrafo está introducido por la conjunción ut (para
que) que indica la finalidad. El diácono debe suscitar la imitación del pueblo
santo. El sacramentario veronense, como la primera edición típica del Ritual de
órdenes (1968) decía que el pueblo debía ver un ejemplo a imitar en la castidad
del diácono: "y que el ejemplo de su castidad (castitatis: castidad) suscite la
imitación del pueblo santo". El celibato del diácono encuadrado dentro de unas
costumbres en las que resplandezcan los mandamientos divinos, era una
llamada para todos a llevar una vida casta. La expresión castidad es aplicable
no sólo a la vida virginal o célibe, sino también a la castidad conyugal. Pero una
vez admitidos hombres casados al diaconado se ha optado por una expresión
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
que aparezca más fácilmente ante la mentalidad general como válida para
todos los diáconos: "y que el ejemplo de su vida (conversationis: conducta,
estilo de vida) suscite la imitación del pueblo santo".
También se pide para los ordenados que: "perseveren firmes y constantes con
Cristo".
La oración de ordenación señala como finalidad última "que imitando en
la tierra a tu Hijo que no vino a ser servido sino a servir, merezcan reinar con él
en el cielo".
Estas palabras finales ofrecen la contemplación de Cristo como diácono en la
tierra y rey escatológico en el cielo. A esta condición participan los diáconos.
El tema de Cristo diácono aparece en el evangelio: Mt 20, 28; Mc 10,45; Lc 22,
27. A la situación de servicio en la tierra corresponde la condición de reinante
en el cielo: Lc 22,30. Jesús, que previamente ha preparado la mesa del
banquete eucarístico, ahora se cualifica como el diácono que prepara la mesa
del banquete escatológico. Así los diáconos tienen en el servicio su
especificidad y espiritualidad. Ellos son el signo sacramental del servicio de
Cristo al Padre y a los hombres, servicio de la caridad, de las mesas, signo de
la mesa eucarística, signo de la mesa escatológica.
La oración concluye con la doxología final donde se expresa la
mediación de Jesucristo. La oración de ordenación al diaconado contiene una
doctrina que contempla el misterio de la fe: Trinidad, Jesucristo, Iglesia, orden
diaconal. Dios Padre mediante su Hijo, el Verbo hecho hombre y glorificado
como Señor, dona el Espíritu Santo a los candidatos al diaconado; con tal don
los conforma a Cristo haciéndolos aptos para desempeñar su misión que es la
de hacer crecer y edificar la Iglesia, cuerpo de Cristo y templo de Dios.
Las funciones específicas de los diáconos son el servicio a los pobres y
enfermos, el servicio al altar en el sacramento eucarístico. En el desempeño de
este ministerio, bajo la autoridad del obispo y en colaboración con los
presbíteros, los diáconos ejercitan la caridad y son asimilados a Cristo, diácono
del Padre en la tierra para la salvación de los hombres, y rey glorioso del cielo.
3. Conclusión
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
El sacramento del Orden no es un acto notarial que certifica algo
existente, sino que hace algo nuevo y concede un modo nuevo de actuar que
no existía. Por tanto, no se puede hablar de una acción ministerial del diácono,
del presbítero o del Obispo, que no esté precedida de una consagración
sacramental por la cual se obra en la «persona de Cristo». Las funciones
eclesiales se ejercen por los sacramentos que se poseen, y no por los que se
van a recibir28. Para decirlo de modo sintético: la misión sigue a la
consagración.
Por ello es importante reconocer el «carácter sacramental» del diaconado. Así,
por ejemplo, Bellia señala que para entender el diaconado según el Vaticano II,
hay que tener presente que el ministerio en general se fundamenta en Cristo, y
por eso la reflexión teológica sobre la ministerialidad debe partir de la acción de
Cristo en los ministros de la Iglesia. Los ministros están configurados con Cristo
por el carácter y verdaderamente hablan y actúan en su nombre, de tal manera
que, a través de los gestos sacramentales de los ministros, el pueblo de Dios
los acoge como continuación histórico-simbólica de las acciones salvíficas del
Señor29.
De esta forma, el diaconado no es una simple apropiación de funciones
laicales, sino que es un ministerio sacramental. Por lo tanto, en opinión de
Agresti, no se trata de buscar unas acciones concretas que el diácono pueda
hacer, y que nadie más esté autorizado para hacerlas. El diácono, por
participar del sacramento del Orden, realiza sus funciones con la «auctoritas
Christi» que le confiere la ordenación sacramental, y que le convierte de forma
estable y permanente en signo sacramental de Cristo en la Iglesia30.
En la plegaria de ordenación se afirma con claridad, según Sorci, que el
diácono debe ser imagen del Hijo, que no vino a ser servido sino a servir. El
don del Espíritu que recibió con la ordenación comporta el carácter y la gracia
28 S. Zardoni, I diaconi nella chiesa. Ricerca storica e teologica sul diaconato, Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
29 G. Bellia, Una lettura teologica della diaconia ordinata, Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
30 G. Agresti, L’Ecclesiologia del Vaticano..., Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
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La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
sacramental para desarrollar el ministerio como signo de Cristo-Siervo del
Padre31.
La unidad del Orden requiere que el «carácter» de este sacramento
deba tener un contenido común en cada una de las formas en que se ejerce el
único «ministerio apostólico». La configuración ontológica que el diácono recibe
es la misma configuración con Cristo Señor que recibe el Obispo y los
presbíteros, pero en diverso grado, es decir, en distinta intensidad. El del
sacramento del Orden habilita a los diáconos para determinadas funciones,
bajo la guía del Obispo y los presbíteros, que están relacionadas con el
crecimiento de la comunidad y, por eso, participan de la autoridad de Cristo
Cabeza.
Así, Zardoni entiende que el carácter y la gracia sacramentales del Orden son
comunes al episcopado, presbiterado y diaconado, como común es la misión
de las tres formas ministeriales de pastorear la Iglesia según el triplex munus
Christi 32 (servicio profético, sacerdotal y pastoral).
También es patrimonio de la Tradición que estos tres órdenes se reciben
mediante un único sacramento: el sacramento del Orden. El desarrollo
teológico de este dato ha tenido diversas interpretaciones a lo largo de los
siglos, y también ha llevado a plantear de forma diferente el fundamento de la
unidad del ministerio ordenado, así como la relación entre los diversos órdenes
jerárquicos, entre ellos el diaconado. La especificidad del ministerio diaconal
sucede en el nivel ontológico-sacramental de lo que el diácono es, y no en el
plano pastoral, de lo que el diácono eventualmente hace.
Bibliografía
Documentos del Vaticano II, BAC, Madrid, 1973
Código de Derecho Canónico, CEA, Bs. As. 2000
Catecismo de la Iglesia Católica, CEA, Bs. As. 1997
Disertación de Mons. Mario Poli, Asamblea Plenaria, CEA. Nov. 2004
31 P. Sorci, Il diaconato, Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
32 S. Zardoni, I diaconi nella chiesa. Ricerca storica e teologica sul diaconato, Citado en Álvaro Arturo Estrada Solís.
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry
26
La figura diaconal emergente de los ritos de ordenación
Roberto Russo, Orden, La Celebración del Misterio Pascual, Manual de Liturgia III, CELAM, Bogotá, 2005Comisión Teológica Internacional, El Diaconado evolución y perspectivas, BAC, Madrid, 2003
Álvaro Arturo Estrada Solís, El Diaconado en la Literatura Teológica en Lengua Italiana. Tesis Doctoral, Pamplona 2007. En Internet
Nuevo Diccionario de Liturgia, voz Diaconado, Ed. Paulinas, Madrid, 1987
Rdo. Diácono Permanente Juan José Etcheverry