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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA CUADRAGÉSIMONOVENA ENTREGA Año III/ 6 de enero de 2012 Vicente Blasco Ibáñez, Crónicas de viaje. Gibraltar, Argel, Toledo, y El Escorial Edición de Emilio José Sales Dasí y Juan Carlos Pantoja Rivero, Valencia, Carena editors, 2011, 230 p. 20 € Nos encontramos ante un libro singular; un libro que tal vez no sea un libro, si tenemos en cuenta su origen. Cuando Blasco Ibáñez concibió estas crónicas no pensaba, sin duda, en un libro, sino en lo que realmente eran y son: crónicas periodísticas, escritas para ser publicadas por entregas en el diario republicano El Pueblo, fundado por él mismo y editado en Valencia entre los años 1894 y 1939. Los artículos que componen cada una de estas cuatro crónicas viajeras nacieron independientes unos de otros, no solo desde la perspectiva cronológica particular, sino también desde el punto de vista de su constitución interna. En el tiempo son casi diez años los que separan la primera de la última crónica: la de Argel, en 1895; después las españolas, El Escorial y Toledo, en 1897; y por último, la de Gibraltar, en 1904. Una década que no permite concebirlas como una unidad y que nos ofrece, por el contrario, una separación temporal que las hace diferentes. En lo tocante a su estructura interna, tampoco podemos hablar de unidad, porque todas ellas están formadas por artículos independientes que se publicaron en días distintos y que no guardan más relación entre sí que la de describir aspectos, tipos y lugares de una misma ciudad, de un mismo espacio: casi nunca hay una secuencia temporal entre un artículo y el siguiente; ni fechas concretas ni referencias a las acciones del día anterior o de unos días atrás. No hay unidad, pues, entre los textos que componen este libro, que ni siquiera nos habla de un itinerario lógico, de un viaje organizado y seguido con orden: casi nada ata a estos cuatro lugares heterogéneos que conforman el volumen que nos ocupa, excepción hecha, tal vez, de la reflexión sobre la historia de España en las dos crónicas nacionales y de la diversidad cultural y religiosa que nos presentan las otras dos; o de la presencia de Cervantes, como referente inevitable, en Argel y en Toledo. Fechas distintas, lugares dispares... ¿Qué une, entonces, a estos cuatro relatos breves pero intensos? ¿Por qué los recibimos unidos y los concebimos como un solo texto diverso? Pienso que, sin duda, ese carácter disperso, esa diversidad de la que hablamos, tienen que ver, paradójicamente, con la unidad de hoy. Las cuatro crónicas tienen en común, a pesar de lo dicho hasta ahora, más de un aspecto: el haber sido creadas para la prensa, su relativa brevedad y el tono ágil de su prosa, además de un fondo ideológico, de meditación intensa sobre las gentes y la historia convulsa de los lugares que retratan. Quizás por eso José Luis León Roca (editor y biógrafo de Blasco Ibáñez) decidió juntarlas en un solo libro y publicarlas en la editorial Prometeo de Valencia (ligada estrechamente al autor), allá por el año 1967. Nuestro libro de hoy aspira a ser la nueva referencia de estos textos blasquianos, más de cuarenta años después de esta edición única. Tras ella, solo las Obras completas han recogido las crónicas viajeras que hoy devolvemos a los lectores. No se trata, por supuesto, de una primera edición,

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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA CUADRAGÉSIMONOVENA ENTREGA Año III/ 6 de enero de 2012 Juan Carlos Pantoja Rivero, extracto de la presentación del libro en Toledo, el 15 de diciembre de 2011 Edición de Elisabeth Larriba Consejo Superior de Investigaciones Científicas 2010; 424 pags.; 35 € José Gómez Navarro Página web del IEA conviertieron Valencia, Los autores, 2011, 62 pp.

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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA CUADRAGÉSIMONOVENA ENTREGA Año III/ 6 de enero de 2012

Vicente Blasco Ibáñez, Crónicas de

viaje. Gibraltar, Argel, Toledo, y El

Escorial

Edición de Emilio José Sales Dasí y

Juan Carlos Pantoja Rivero,

Valencia, Carena editors, 2011, 230 p. 20 €

Nos encontramos ante un libro singular; un libro que tal vez no sea un libro, si tenemos en cuenta su origen. Cuando Blasco Ibáñez concibió estas crónicas no pensaba, sin duda, en un libro, sino en lo que realmente eran y son: crónicas periodísticas, escritas para ser publicadas por entregas en el diario republicano El Pueblo, fundado por él mismo y editado en Valencia entre los años 1894 y 1939. Los artículos que componen cada una de estas cuatro crónicas viajeras nacieron independientes unos de otros, no solo desde la perspectiva cronológica particular, sino también desde el punto de vista de su constitución interna. En el tiempo son casi diez años los que separan la primera de la última crónica: la de Argel, en 1895; después las españolas, El Escorial y Toledo, en 1897; y por último, la de Gibraltar, en 1904. Una

década que no permite concebirlas como una unidad y que nos ofrece, por el contrario, una separación temporal que las hace diferentes. En lo tocante a su estructura interna, tampoco podemos hablar de unidad, porque todas ellas están formadas por artículos independientes que se publicaron en días distintos y que no guardan más relación entre sí que la de describir aspectos, tipos y lugares de una misma ciudad, de un mismo espacio: casi nunca hay una secuencia temporal entre un artículo y el siguiente; ni fechas concretas ni referencias a las acciones del día anterior o de unos días atrás. No hay unidad, pues, entre los textos que componen este libro, que ni siquiera nos habla de un itinerario lógico, de un viaje organizado y seguido con orden: casi nada ata a estos cuatro lugares heterogéneos que conforman el volumen que nos ocupa, excepción hecha, tal vez, de la reflexión sobre la historia de España en las dos crónicas nacionales y de la diversidad cultural y religiosa que nos presentan las otras dos; o de la presencia de Cervantes, como referente inevitable, en Argel y en Toledo. Fechas distintas, lugares dispares... ¿Qué une, entonces, a estos cuatro relatos breves pero intensos? ¿Por qué los recibimos unidos y los concebimos como un solo texto diverso? Pienso que, sin duda, ese carácter disperso, esa diversidad de la que hablamos, tienen que ver, paradójicamente, con la unidad de hoy. Las cuatro crónicas tienen en común, a pesar de lo dicho hasta ahora, más de un aspecto: el haber sido creadas para la prensa, su relativa brevedad y el tono ágil de su prosa, además de un fondo ideológico, de meditación intensa sobre las gentes y la historia convulsa de los lugares que retratan. Quizás por eso José Luis León Roca (editor y biógrafo de Blasco Ibáñez) decidió juntarlas en un solo libro y publicarlas en la editorial Prometeo de Valencia (ligada estrechamente al autor), allá por el año 1967. Nuestro libro de hoy aspira a ser la nueva referencia de estos textos blasquianos, más de cuarenta años después de esta edición única. Tras ella, solo las Obras completas han recogido las crónicas viajeras que hoy devolvemos a los lectores. No se trata, por supuesto, de una primera edición,

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pero sí podemos decir con cierto orgullo que estamos ante la primera ocasión en que estas narraciones aparecen editadas con unos textos explicativos y, sobre todo, con un aparato de notas a pie de página que pretende acercar más el texto a los lectores contemporáneos. ¿Y qué se va a encontrar ese lector contemporáneo en las Crónicas de viaje de Vicente Blasco Ibáñez? Ante todo se va a encontrar con el autor, muy presente siempre: estas crónicas no se limitan a ser una descripción de los lugares por los que transita Blasco (aunque también lo son); transcienden el mero relato de viajes para adentrarse en los rincones de la historia, de las religiones, de la espiritualidad española (y de los reyes españoles) o de la vida misma del autor. La libertad de cultos, la mirada benevolente al pasado musulmán de la España medieval, la visión positiva del judaísmo, la revisión crítica de la historia española, el fanatismo religioso de Felipe II frente a la perspectiva universalista de su padre, Carlos V, el atraso de los pueblos del norte de África, la presencia de Cervantes, el republicanismo del autor, el buen comer y tantas otras realidades se pueden encontrar a grandes dosis en las páginas de estas crónicas. Si nos centramos en el Toledo que recrea Blasco, veremos en él una excusa para reflexionar sobre la historia de Castilla y, más ampliamente, sobre la historia de España. Hay, en la obra, dos Toledos: uno, esplendoroso y brillante, ligado a los orígenes de la ciudad (romanos, visigodos...) y a la Edad Media musulmana y castellana, todo un prodigio de pasiones y de vida, de glorias y de recuerdos ilustres; el otro, oscuro y decadente, más allá de la frontera que impone el siglo XVI, con el traslado de la corte a Madrid por Felipe II, en 1561, más allá de las gestas heroicas de los comuneros, hundido en la ruina que se apodera de él poco a poco y que desemboca en la urbe muerta del siglo XIX, la misma que retrata Blasco. Pasamos de los lujos y la luminosidad del pasado sublime, a la negra miseria contemporánea, y, de la misma manera, pasamos de la catedral y del Alcázar a la Posada de la Sangre, al Corpus que refleja un esplendor ajado y perdido. Y como colofón, un atisbo de

esperanza concretado en un Toledo casi industrial que parece nacer al amparo de la Fábrica de Armas que fundara en el siglo XVIII Carlos III. Junto a todo ello, los personajes que forjaron la España imperial y los que la destruyeron; quienes creyeron que habían creado un imperio invencible y magnífico y quienes, más humildemente, hicieron florecer una refinada cultura al amparo de los reinos musulmanes medievales. Ilustres romanos como Fulvio Nobilior (el conquistador de estas tierras); cristianos monarcas visigodos como Recesvinto; reyes y caudillos musulmanes que supieron respetar los cultos de sus enemigos, como Al Mamún; soberbios políticos y obispos como don Álvaro de Luna o el cardenal Carrillo de Albornoz; figuras de primera fila como Carlos V o pobres fanáticos obsesionados con la religión como Felipe II. Frente a este universo civilizador y destructor a la vez, se alza la imagen de la ciudad contemporánea, la que realmente vio y conoció Blasco; la que le sirvió de base para construir después su novela ideológica y crítica La catedral. Un Toledo destartalado que tiene que vivir de sus glorias pasadas, de entre las que surge con fuerza la figura de Miguel de Cervantes, presente en el fantasmagórico espacio de la Posada de la Sangre, pretendida heredera del viejo Mesón del Sevillano, donde, en medio de una escena costumbrista (y casi naturalista, me atrevería a decir), queda evocada la persona del más admirado escritor de nuestra literatura: tal vez la miseria del lugar sea la metáfora de la vida triste de Cervantes, de su pobreza sin solución, que, a su vez, recrea la decadencia española, reflejada fielmente en la decadencia de Toledo y en la figura amable, pero desolada, de quien, habiendo escrito el más grande de los libros, vivió también la más triste de las miserias. Una España igualmente triste, la de los tiempos de Blasco, incapaz de encontrar un norte hacia el que caminar, inmersa en el abandono y dominada por el desgobierno, en la que, muy a lo lejos, brilla la esperanza republicana que tanto alimentó el escritor valenciano y que no llegaría a conocer en su efímera presencia tras el 14 de

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abril de 1931, pues él moriría tres años antes, en Francia. Presentamos un Blasco Ibáñez poco conocido y puesto de limpio con toda nuestra ilusión, la de Emilio José Sales y la mía, más de un siglo después, con las nuevas claves que hoy nos permiten entender mejor lo que se escribió entonces. Cuatro crónicas tan frescas como el primer día, cuatro lugares evocados por la pluma de quien caminó por sus calles y se adentró en sus edificios; cuatro puntos de vista sobre la vida plasmados en otros tantos lugares, Gibraltar, Argel, Toledo y El Escorial, que se unen aquí para hablarnos de su vida interior y del tiempo que ha pasado por ellos. Juan Carlos Pantoja Rivero, extracto de la presentación del libro en Toledo, el 15

de diciembre de 2011

Pedro Estala El Imparcial o Gazeta política y literaria (21 de marzo de 1808 - 2 de agosto de 1809) Edición de Elisabeth Larriba Consejo Superior de Investigaciones Científicas 2010; 424 pags.; 35 €

Napoleón entendió muy pronto que la prensa, utilizada con artimaña y rigurosamente controlada, podría resultar un arma tremendamente poderosa tanto a nivel político como militar. Se sirvió sin escrupulosa ni moderación de ese medio de información (o deformación) de la opinión pública para sus intereses y ambiciones. El 21 de marzo de 1808 aparece el primer número de El Imparcial redactado por Pedro Estala. En sus declaraciones de intenciones apoya al gobierno josefino como la única opción válida para quienes aspiren a la benéfica y necesaria regeneración de España Pedro Estala nace en Daimiel (CR) en 1757. Educado en la escuela salmantina según Menéndez y Pelayo y en un colegio de Escolapios según Mª Elena Arenas Cruz. Recibió las sagradas órdenes de la Escuela Pía en 1776. Ocupó la cátedra de Historia Literaria en los Reales Estudios de San Isidro (Madrid) y de retórica y griego en el Seminario Conciliar de San Carlos (Salamanca), donde trabó amistad con Leandro Fernández de Moratín y Juan Antonio Melón. Fue rector del Seminario de Salamanca y canónigo en Toledo. Desde 1786 publicó una colección de poetas castellanos junto con Ramón Fernández, profesor de cirugía de la Corte aficionado a las letras que financió la colección y con el que se le ha confundido por ser Estala el editor y prologuista y no aparecer su nombre. Colaboró en otros proyectos: una colección de clásicos latinos, un catecismo educativo, la traducción de algunos tomos de la Encyclopédie Méthodique francesa, algunos de ellos truncados. Desde 1792 trabajó como bibliotecario de los Reales Estudios de San Isidro, lo que le permitió descubrir obras en la biblioteca del mismo y dedicarse a su labor traductora. Al estallar la Guerra de Independencia, Estala y otros compañeros bibliotecarios se

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conviertieron en afrancesados, abandonando sus hábitos píos y colaborando con la administración josefina, a cuyo fin redactaron propaganda y diarios, como El Imparcial o Gaceta Política y Literaria en 1809. Fue encarcelado al caer el Conde de Aranda y en 1812, tras la derrota de Arapiles, se marchó a Valencia, donde redactó con Moratín los artículos del Diario de Valencia, un diario político y literario. Se marchó después a Barcelona y finalmente se exilió en Francia, muy débil de salud. Murió en Auch, Gers, en 1815. Como traductor trabajó con textos de Sófocles y Aristófanes. Destaca su faceta de crítico literario sobre los textos de Leandro de Moratín y de Forner. Pedro Estala figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua de la Real Academia Española. Datos biográficos de la web de la Fundación Ignacio de Larramendi

Aportaciones al estudio de la flora y vegetación del extremo NE de la provincia de Albacete y zonas adyacentes de la provincia de Valencia

José Gómez Navarro

Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete, 2011

Esta Tesis Doctoral es la síntesis de un estudio de la flora y vegetación del NE de la provincia de Albacete y zonas adyacentes de la provincia de Valencia, territorio que comprende una superficie de unos 850 km2 y ocupa parte de los valles de los ríos Júcar y Cabriel, área de gran valor ecológico, reconocido en varias figuras de protección de la naturaleza: 4 LICs, 4 ZEPAs, 6 microrreservas y el Parque Natural Hoces del Cabriel se ubican o afectan al territorio estudiado. La vegetación se desarrolla mayoritariamente sobre suelos calcáreos (calizas, margas y dolomías), en menor medida sobre yesos y puntualmente en suelos arenosos. Bioclimáticamente esta zona goza en su mayor parte de un termotipo Mesomediterráneto y un ombrotipo seco. En lo que a biogeografía se refiere el territorio se encuadra en dos provincias corológicas: Castellano-Maestrazgo-Manchega y Valenciano-Catalano-Provenzal. Tras el estudio de la flora del territorio se han catalogado 1.279 táxones, de los cuales 38 son nuevos para la provincia de Albacete y 19 para la de Valencia, además 2 se describen por primera vez para la ciencia. En lo que a vegetación se refiere se han identificado 121 asociaciones vegetales y 10 comunidades y se han propuesto como nuevas 1 subalianza, 16 asociaciones y 28 subasociaciones. Se hacen además 24 propuestas encaminadas a proteger distintos táxones, formaciones vegetales y lugares de especial interés botánico

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Ángel RUIZ CLAVO y Santiago AZPICUETA RUIZ Reseña histórica del cuerpo de San Valentín Mártir donado por la marquesa de Villel a Molina de Aragón Valencia, Los autores, 2011, 62 pp. Consta el libro que comentamos de un prólogo -“del profesor a su antiguo alumno”- escrito por Felipe Peces Rata, canónigo-archivero de la catedral de Sigüenza; una serie de agradecimientos, (que no figuran en el índice); una cronología de tres páginas, de los trámites que siguió la donación de la reliquia, y dos partes: la primera es la “Crónica de la donación, traslado y exposición del cuerpo de San Valentín Mártir” y, la segunda, un “Éxplicit o comentario” de la anterior. Una obra sencilla e interesante, de un tema quizá un tanto árido que, por virtud de la

pluma de Ruiz Clavo, resulta más amena de lo que cabría suponer, puesto que “con ágil cálamo, ha sabido dar vida con sus verdaderos tonos y matices a San Valentín mártir el joven”, como, con gran acierto, señala su prologuista. La “Cronología” da comienzo el año 1784, fecha del matrimonio de la V marquesa de Villel -doña Bernardina Taverner y González de la Cámara Funes- con don Juan Antonio de Fivaller y Bru, y concluye muchos años más tarde, el 20 de diciembre de 1858, con la resolución del cardenal don Francisco de Paula Benavides y Navarrete, obispo de Sigüenza, sobre las llaves de la urna y cepillo del santo, así como de otros asuntos que se especifican con todo detalle en la primera de las partes mencionadas. El hecho, que se describe paso a paso, comenzó el día 29 de octubre de 1849, cuando don Juan Antonio de Fillaver y Taberner, VII marqués de Villel, comunica al cabildo de curas y beneficiados de Molina, la noticia de que su madre había legado a dicha corporación el cuerpo de san Valentín, y que lo pondría a su disposición en Valencia o en Zaragoza -preferentemente en esta última ciudad-, noticia que los molineses acogen con el natural agradecimiento hacia sus benefactores. El cabildo, mientras tanto, y dada la importancia de la donación, decide dar parte al obispo de la diócesis -por entonces Sigüenza- con el fin de poder contar con su presencia en el momento del traslado definitivo de tan preciada reliquia. Pero como las “cosas de palacio van despacio”, el abad de dicho cabildo no comunica al marqués la recepción del cuerpo hasta el 20 de noviembre siguiente, al tiempo que le agradece su donación y le participa su aceptación con condición impuesta de una misa por el alma de su madre, esposa e hijos, solicitando de su amabilidad saber donde estará depositado, a fin de enviar una comisión que se encargue de él, así como de los documentos que han de acompañarlo. A primeros de enero de 1850 se recibe en Molina una copia de la Auténtica, además de otras noticias llegadas directamente de Roma. El marqués propone al cabildo, y éste acepta, el mes de abril próximo como fecha para el

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traslado del cuerpo a Molina, en cuya parroquia de Santa María del Conde debía ser depositado, cosa imposible de poder llevarse a cabo por estar casi hundida y haberse suprimido al culto, indicándole que según la nueva demarcación, a la casa marquesal le correspondía la parroquia del Arcángel San Miguel. Del mismo modo, y para que la aceptación fuese completa y en toda regla, también se le solicita testimonio fehaciente de la cláusula del testamento materno, en la que constase tan apreciable donación. Mientras tanto el Ayuntamiento, al que se le comunicó la noticia en once de febrero, ve con satisfacción el traslado del cuerpo de San Valentín y de las Auténticas. Sin embargo el cabildo, por unanimidad, pensó más conveniente, contrariamente a lo pensado con anterioridad, dejar para más tarde la comunicación al obispo -don Joaquín Fernández Cortina (1848-1854)- hasta que el marqués no remitiese el definitivo anuncio de la donación y la fecha de la llegada del cuerpo a Molina, pero dado que dicho cabildo se encontraba sin recursos económicos, tres días después, junto a la comunicación, solicita al obispo que disponga lo que estime más conveniente respecto a la urna sagrada, pidiéndole que le indicase qué iglesia sería más idónea para la instalación del cuerpo del santo. Sabemos que el cajón conteniendo la urna con las reliquias salió de la Ciudad Condal el 10 de abril, mediante ordinario, con dirección a Zaragoza, donde llegaría una semana después, poco más o menos, para ser depositado temporalmente en casa de don José Lacambra, del comercio, cosa que llega a conocimiento de los molineses el día 22. El capellán del marqués, don José Buena y Sanz, mediante carta, advierte que el cajón debe abrirse con la debida cautela para no lastimar la urna. A pesar de tanto intercambio de correspondencia la Auténtica y los demás documentos requeridos no llegan. Solamente restaba ya la aceptación definitiva, que se formalizaría en su momento ante el apoderado que nombrase el marqués, aunque no fuese más que mediante un simple oficio, para cuya firma era necesario el conocimiento

de algunas noticias y antecedentes sobre la reliquia, y escribir al citado Lacambra para saber el volumen del cajón que contiene la urna y ver si podría llegar mediante calesa hasta Molina, puesto que el traslado corría por cuenta del cabildo, que es también el encargado de enviar una diputación, con asistencia de un notario eclesiástico, al primer pueblo de la diócesis, entrando por la carretera de Aragón, de la que podría entrar a formar parte el cura del pueblo elegido y algún otro más de localidades cercanas, sin perjuicio de que pudiera concurrir el alcalde y aquellas personas de calidad que dicha diputación estimara conveniente. En ese mismo acto se debería examinar la Auténtica, si acompase al cuerpo. Sería sólo entonces, después de comprobada la identidad y levantada el acta, cuando el cabildo estaría autorizado para rendir culto a la reliquia, pero a pesar del deseo de no contrariar los deseos del mismo, el prelado considera más prudente que la traslación y recibimiento del santo se hiciera privadamente. Así, los datos se van multiplicando. El libro es una concatenación de noticias surgidas acerca de cada uno de los pasos que se fueron dando hasta la llegada a Molina del cuerpo del mártir. Vemos como el obispo concede permiso a dos miembros del cabildo para desplazarse a Zaragoza para recibir y conducir la reliquia, cuando lo estimase el propio cabildo; como el capellán del marqués da noticia a su señor de la llegada de dicho cuerpo a Zaragoza y su próxima salida hacia Molina; etc. Todo ello detalladamente, con todos datos que de van intercambiando los actores del hecho que se noticia: el marqués y su capellán, el cabildo y el prelado y, como de fondo, el ayuntamiento y el pueblo molinés. A pesar de poder parecer prolijos no quisiéramos pasar por alto algunos aspectos que creemos del mayor interés. Tal vez uno de los temas más llamativo sea el de la llegada de los restos a Molina y la apertura de la urna que los contenía, para cuyo reconocimiento se crea una comisión encargada (13 de julio de 1850): “…Primeramente proceden a abrir el cajón de bastante magnitud, desclavando su tapa.

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En él encuentran una urna dorada como de 170 centímetros de largo por 42 de ancho, cubierta con cristales su frente y costados. Por la parte exterior con una tapa de tablas sostenida por unas aldabillas, saliendo de sus cuatro extremos dos cintas encarnadas que vienen a unirse al medio figurándose una cruz. En cada punta tiene grabado un sello sobre lacre encarnado, resultando ser el usado por el obispo de Barcelona. A continuación, por orden del prelado seguntino, son quebrantados los cuatro primeros sellos. Habiendo removido las aldabillas se quita la tapa, quedando el cuerpo del santo descubierto por esa parte. Proceden a mirar con toda delicadeza y cuidado buscando la Auténtica, así entre los vestidos como en cualquier otra parte del interior de la urna, pero no se encuentra la tan esperada acreditación. En vista del mucho tiempo usado en esta investigación y lo avanzado de la hora, se volverá a cubrir el respaldo de la urna, lo que tiene efecto colocando la tapa y afianzándola con las aldabillas. El obispo seguntino graba sobre el lacre el sello de su obispado en la parte de arriba, en medio de la tapa y el borde de la urna, mandando que al día siguiente los señores don Pedro Pérez, don Francisco Moreno y el abad se personen allí mismo nuevamente para hacer otro reconocimiento. En el caso de obtener igual resultado al que se acaba de practicar, se les ordena cierren la urna y la coloquen dentro del mismo cajón, clavándolo según lo estaba anteriormente”, como así sucedió. Poco después, el capellán del marqués vuelve a informar que “acaba de recibir la orden para mandar la Auténtica al cabildo de Molina” (que va certificada para que llegue pronto y segura), ante lo que el obispo lo faculta para que, examinado este documento y no apareciendo inesperadamente motivo de duda sobre su autenticidad, expongan el santo cuerpo a la veneración pública, de momento, en la iglesia de San Pedro. El cabildo remite al obispo copia testimoniada de la Auténtica, puesto que no puede asistir en persona a la entrada pública de las reliquias.

Aún hubo un segundo reconocimiento del cuerpo en vista de la Auténtica del mismo (13 de octubre), mediante la que “Se halló en todo no quedar la menor duda”, por lo que tras diversos aplazamientos, se pudo celebrar su definitiva colocación el día 17 de diciembre. En la segunda parte, el “Éxplicit o comentario”, se dan a conocer aquellos aspectos que podríamos considerar como más históricos o que atañen más directamente a Molina. Se establece la diferencia entre los diversos “san Valentines” existentes, siendo el que se trata en el libro, conservado en Molina, el “Valentín adolescens o el joven”, ya que debía contar de 17 a 30 años en el momento de su martirio. En realidad, el camino que sigue el éxplicit, es el marcado por los siguientes documentos: La Auténtica, como certificado de identidad y verdad del cuerpo; el testamento de la V marquesa de Villel, para conocer -si es posible- el cuando, cómo y porqué de la posesión del cuerpo del santo; la verificación de los diversos reconocimientos y la extracción de reliquias para ser colocadas en distintos relicarios. Un librito, dada su extensión, sobre “religiosidad popular”, denso, como habrá podido apreciar el lector, pero no por ello carente de interés, especialmente para todos los amantes de Molina y su Señorío. Para finalizar quisiéramos recordar que Ángel Ruiz Clavo, molinés afincado en Valencia, es también autor de diversos trabajos: “El convento de clarisas en Molina de Aragón” (1998); “Algunas referencias acerca de dos conventos molineses: el de clarisas y franciscanos” (1999); “Diego Lorenzo Sánchez-Portocarrero de la Muela, hidalgo e historiador molinés” (2002) y “Linaje de Felipa Romero, carmelita descalza en el convento de nuestra señora del Carmen de Calatayud” (2004-2005), publicados en la revista Wad-Al-Hayara, así como “Leyendas, tradiciones y otros sucesos extraordinarios y maravillosos de Molina de Aragón y su Señorío” (2002), en Cuadernos de Etnología de Guadalajara y que nn 2010 dio a la prensa su libro Rasgo histórico. Glorias de la muy noble, leal y antigua villa de Molina de

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Aragón y su Señorío, escrito por don Antonio Moreno Ximénez en 1760. De Santiago Azpicueta podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que es la persona que mejor conoce el pasado molinés, sus Historia de ayer y de hoy, auténtico entusiasmado por su ciudad, a la que desinteresadamente presta su incondicional apoyo cultural. Es coautor de este su primer libro. José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Modernidad, historia y política Agapito Maestre Sánchez Ed. TECNOS 200 páginas; 15 € Este libro de Agapito Maestre (Puertollano, 1954) intenta, por un lado, mostrar ciertas quiebras de un ámbito de representación de la experiencia moderna: la ética política. Por otro lado, analiza la incompatibilidad entre un pensar «sustancialista», sea éste de tipo esencialista o decisionista, y una reflexión democrática. La propuesta en favor de la segunda se justifica en la no aceptación de la resignación del primero cuando se conforma con decir «esto es así», mientras que la segunda no sólo explicará lo que hace, sino por qué se hace. El primero, de acuerdo con el «decisionismo» del que procede, es inepto para entender algo más allá de la «acción por la acción»; la segunda buscará denodadamente el significado de una acción en un discurso con sentido de

globalidad. El primero es apto para elites; la segunda admite todo tipo de hombre capaz de expresarse más allá de una jerga. El primero excluye ciertos discursos; la segunda admite todo tipo de palabra y, sobre todo, promociona las que prueban su validez en los foros públicos. El primero, en fin, puede conducir al secretismo y a la inhumanidad; y la segunda intenta una defensa del individuo en consonancia con el mejor humanismo democrático De la web de Tecnos ediciones

Toledo en 59 preguntas J. Andrés López-Covarrubias Ediciones Covarrubias, Toledo, 2011 ¿Por qué Toledo se llama Toledo? ¿Qué se conoce como noche toledana? ¿Cuál es el origen de esta ciudad? ¿Cuánto tiempo tardó en construirse la Catedral? ¿Cuál es el origen del mazapán? ¿Cómo surge el tradicional mercadillo del martes? ¿Qué reyes están enterrados en la Catedral de Toledo?... Todas las respuestas a éstas y a muchas más preguntas se pueden encontrar en el recién publicado libro 'Toledo en 59 preguntas'; una apuesta innovadora y original de la editorial toledana Ediciones

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Covarrubias. Será, sin duda, la forma más didáctica, instructiva y entretenida de conocer los aspectos más interesantes y curiosos sobre la ciudad de Toledo. En palabras de su autor, Andrés López-Covarrubias, "explicar Toledo en 59 segundos se antoja una misión casi imposible. Si se contara, en cambio, con 59 minutos, prácticamente una hora, se podría intentar aclarar, o explicar, muchos aspectos interesantes sobre esta ciudad". Sin embargo, no son segundos, ni minutos, lo que aquí se plantea, sino preguntas, concretamente 59 preguntas. López-Covarrubias aclara al respecto: "en este libro se ha prescindido del tiempo, una medida relativa cuando se trata de aprender, de adentrarse en cualquier conocimiento, en este caso el de una ciudad como Toledo. Había más preguntas, podían haber sido cien, ochenta o sesenta, pero he querido hacer ese paralelismo con una medida de tiempo, indicando que si bien 59 segundos, o minutos, pueden no ser suficientes para explicar una ciudad como Toledo, con 59 preguntas, en cambio, podemos hacernos una idea muy aproximada, resolver dudas a muchos toledanos o amantes de la ciudad, sobre aspectos de los que muchas veces se habla, como el origen o el por qué de muchas cosas, y sin embargo nadie nos aclara". Estos son los objetivos del presente libro: ampliar el bagaje cultural de quienes se acerquen a la obra con curiosidad y ganas de aprender, enriquecerse, saber más de esta ciudad, del entorno, de nuestros antepasados y de nuestras tradiciones… Por eso, la obra se estructura en torno a siete apartados: Denominaciones de Toledo, Historia, Personajes, Arte y Arquitectura, Fiestas y Tradiciones, Gastronomía, y Curiosidades. Se trata de un libro de consulta en el que además aparecen 250 imágenes en color, algo que

los lectores siempre agradecen y concede un valor añadido a esta obra. Es, por tanto, un libro didáctico, entretenido, fácil de leer, con ese formato pregunta-respuesta que ayudará al lector a conocer de una forma rápida y directa esas cuestiones que toledanos y visitantes muchas veces se han planteado sobre esta ciudad sin encontrar una respuesta clara y convincente. "Por eso he escrito este libro, porque yo también, alguna vez, he querido conocer las respuestas a estas preguntas. Espero que, como mínimo, resulte una propuesta interesante", comenta López-Covarrubias. J. Andrés López-Covarrubias Martín-Caro es Licenciado en Psicología por la UNED y profesor de secundaria desde 1989. Editor, escritor, investigador, es autor de las obras ‘Cuentos de leyenda. Viejas leyendas toledanas convertidas en nuevos cuentos para niños’ y ‘Cronología histórica de Toledo’. Es socio fundador del Ateneo Científico y Literario de Toledo, desde el que desarrolla, junto a su actividad editorial, una intensa labor de divulgación científica y cultural. Actualmente se encuentra inmerso en una interesante y laboriosa investigación histórica que espera plasmar en un nuevo libro en los próximos meses.

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Una mirada esperanzada. La Iglesia Católica a los 50 años de la convocatoria del Concilio Vaticano

Antonio Lizcano

Editorial Monte Carmelo. Burgos

El sacerdote y expresidente del Cabildo de la Catedral de Ciudad Real, Antonio Lizcano Ajenjo, acaba de lanzar al mercado editorial un nuevo libro titulado Una mirada esperanzada, que en el subtítulo se explica como La Iglesia Católica a los cincuenta años de la convocatoria del Concilio Vaticano II 1961-2011. El autor, en declaraciones a La Tribuna de Ciudad Real, señaló que su obra no es tanto un volumen en torno al propio contenido del Concilio que Juan XXIII convocó en 1961, como sobre el efecto que ha tenido en la Iglesia, reflejado en los documentos emitidos con posterioridad por los sucesivos pontífices, desde Pablo VI a Benedicto XVI. Para Lizcano, el balance de este medio siglo transcurrido es de esperanza, puesto que desde entonces «han ocurrido muchas cosas buenas para la Iglesia», en lo concerniente a su objetivo de evangelización. En este sentido, Lizcano recordó que el Concilio se alargó hasta 1965, pero ya desde sus primeros documentos tras su conclusión, Pablo VI anunció esa evangelización, que fue cobrando fuerza en el Sínodo de 1985, celebrado a los veinte años de la conclusión del Concilio, ya bajo el pontificado de Juan Pablo II, que también fue quien lanzó la nueva evangelización en el Jubileo Universal del año 2000 y se complementa con nuevas aportaciones de Benedicto XVI.

La puesta en las librerías de Una mirada esperanzada es un trabajo de la editorial burgalesa Monte Carmelo.

Diego Farto/ La Tribuna de Ciudad

Real 30-XII-2011

Una habitación en rojo Ed. El toro de Barro

Cuenca 2011

Del grupo poético que saltó al ruedo literario conquense a principios de los años 80 de la pasada centuria (Carlos Morales, Pilar Narbón, Alejandro Dolz o el que estas líneas suscribe, entre otros), Juan Ramón Mansilla fue siempre el más sabio de todos. Mientras los demás dábamos en publicar nuestros primeros poemarios, estrellándonos contra nuestras propias carencias de poetas primerizos y sin sazón, él guardaba silencio y, salvo poemas dispersos en publicaciones periódicas, jamás consintió dar a las prensas libro alguno: seguramente intuía, con buen criterio, que la poesía requiere paciencia, cuidados, tiempo, esmero –como bien ha demostrado después– y difícilmente podía darse entonces por acabado lo que estaba en ciernes y en proceso de ebullición. Así, no vio la luz

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hasta veinte años después –hasta 2000– su primer libro de poemas: Los días rotos. Un libro que, como se comprenderá, aunque haya de anotarse como el primero, es ya el fruto maduro de un poeta cuajado que domina, y de qué forma, todos los resortes del lenguaje poético. A partir de aquel año, eso sí, su excesiva mesura con la imprenta deviene en incontinencia editorial, para gozo de sus lectores, y publica de corrido El rostro de Jano (2001), Postdata (2003), Fugaz (2008) y Una habitación en rojo (2011), su reciente libro objeto de este comentario. Como en los anteriores, Mansilla se muestra en este como un poeta hondo, sereno, riguroso, rico en matices y muy coherente; un poeta que hace de la palabra razón y vida, dueño de un lenguaje revelador pleno de sentido y que, como pocos, sabe dotar a sus poemas de un feliz mestizaje entre cultura y experiencia: traspasados de un sutil tono culturalista, profundizan en la más asombrosa y emocionada cotidianidad. Y lo hace, como apuntaba, con total dominio de sus recursos expresivos, desde el verso libre, los metros clásicos como el endecasílabo, o incluso formas estróficas cerradas, como el soneto. Como novedad respecto a su producción anterior, debo anotar que Una habitación en rojo, subtitulado ‘Poemas para M.’, es un libro de amor. Lejos de caer en la trampa sentimentaloide pero sin renunciar tampoco a las hechuras que el género precisa, Mansilla es más Mansilla aquí que nunca, más contenido, más sutil, más reflexivo y auténtico, y nos ofrece el que –a mi juicio, quizá con Fugaz– es su libro de poemas más bello y acabado. Pasen y gusten de este festín de palabras de un poeta de cuerpo entero que, como alguna vez he dicho, ya nos es completamente necesario.

Francisco Mora: Artículo publicado en

La Guía de Cuenca

Antonio Maldonado El paseo del cancerbero Ed. Círculo rojo

La librería Subtexto organizó ayer la presentación de El paseo del cancerbero, el viaje poético de una persona que sale de su propio infierno en busca de la luz. Durante el camino experimenta nuevas sensaciones, conoce historias y, al final, vive un encuentro que puede llegar a ser muy luminoso, explicó el autor del poemario, Antonio Maldonado Muñoz. Coeditado por el escritor, natural de Villamanrique, y Círculo Rojo, no es un libro de poemas al uso, sino que narra una trayectoria que, además, es circular, la del protagonista, denominado cancerbero porque está a las puertas de su propio infierno. Algunos con rima y otros totalmente libres, los poemas incluidos en el libro son como la vida misma, unos sencillos de leer y otros duros, apuntó el autor, que define su poesía como visual y abierta a distintas interpretaciones. En El paseo del cancerbero late una poesía salvaje, parece que hay palabras tiradas con rabia. Hace menos de un mes que se puso a la venta y ya está casi agotada la primera edición, por lo que en

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mayo saldrá una segunda, comentó Maldonado Muñoz, que realizó una performance en la presentación a partir del poema Romance de sol y luna, en el que se cuenta una historia basada en hechos reales que ocurrió en Galicia a finales del XIX sobre dos mujeres que se casaron por la Iglesia, para lo que una se disfrazó de varón. Pero fueron descubiertas y perseguidas hasta que consiguieron huir a Buenos Aires. Antonio Maldonado Muñoz es un joven melómano aficionado al cine, atletismo y literatura, sobre todo a la novela del siglo XIX y a la poesía. Nacido en 1982 en Valdepeñas y natural de Villamanrique (Ciudad Real), escribe cuentos y poemas desde pequeño. Es licenciado en Historia, lo que le ha ayudado a conocer un poco más el mundo.

Arsenio Ruiz en Lanza digital

La caballada de Atienza Fotos de Santiago Bernal. Textos de Jesús de la Vega García y Tomás Gismera Velasco Servicio de Publicaciones de la Junta de Castilla-La Mancha 1ª Edición, 12/2011 Ilustraciones: +200 color; 30 €

La Caballada de Atienza es una de las fiestas más antiguas de nuestro país, con una enorme implicación de sus ciudadanos que saben otorgarle gran fuerza expresiva y colorido, lo cual explica que haya sido declarada de Interés Turístico Regional y Nacional. La publicación que presentamos debe ser entendida como un homenaje a todas aquellas personas que durante cientos de generaciones han contribuido a mantener y consolidar esta extraordinaria celebración. Por otro lado, esperamos que también sirva para contribuir a su protección, promoción y difusión con el fin de que cada año sean más las personas que puedan disfrutar de este atractivo festejo y así conocer mejor la riqueza cultural de Atienza y de toda Castilla-La Mancha.

Santiago Bernal Gutiérrez es un fotógrafo afincado en Guadalajara, nacido en Santiuste de San Juan Bautista, Segovia, en 1927. De formación autodidacta, está considerado como uno de los más importantes fotógrafos del siglo XX español, figurando en el círculo o grupo de los fotógrafos "sociales" o de inspiración netamente humana. Ingresa en la Agrupación Fotográfica de E. y D. en Febrero de 1961. Ha sido su presidente desde Marzo de 1968 a 2008. En el año 1962 consigue sus primeros premios fotográficos. Desde 1976, decide no participar en concursos. Se dedica a la promoción fotográfica en favor de la juventud de Guadalajara, destacando las exposiciones y coloquios con sus autores. Destacan la organización de dos Semanas Internacionales de Fotografía, "Guadalajara 80" y "Guadalajara 82"

Datos del autor tomados de la web “alcarrians.com” de ediciones Aache