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Arciniegas: Del relato al ensayo El trabajo de Germán Arciniegas al que se refieren estas páginas es el ensayo «El lenguaje de las tejas», que aparece como un capítulo en el libro del destacado escritor colombiano América, tierra firme, publicado por primera vez en 1937 ~. Para abordarlo nos proponemos primeramente trazar un esquema sumamente sucinto de la historia del ensayo hispanoamericano; luego mencionar un motivo literario que creemos pertinente para interpretar la génesis de este ensayo en particular, y, por último, examinar las páginas mismas de Arcinie- gas dentro del marco general de referencia proporcionado por esa información previa. 1 Podríamos dividir toda la historia del ensayo hispanoamericano —género vivo e importante, unido al nacimiento de nuestras letras y a las inquietudes más profundas de la época presente— en tres gran- des períodos. Claro que, como en todo problema de periodización histórica, sea ésta literaria o de otra índole, deben tenerse en cuenta dos cosas: que las divisiones mismas son arbitrarias —tonos y semitonos en el gran glissando del tiempo— y, en todo caso, que dentro de ellas caben sub- divisiones y especificaciones posteriores. A este problema general, bien conocido por todos los que han trabajado en historia literaria, no es 1 Con la excepción indicada en la nota 7, seguimos el texto de la segunda edición: Buenos Aires, Sudamericana, 1959, pp. 184-201, a la cual se refieren los números de página (en paréntesis) que identifican las citas.

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Arciniegas: Del relato al ensayo

El trabajo de GermánArciniegas al que se refieren estaspáginases el ensayo«El lenguajede las tejas»,que aparececomo un capítuloen el libro del destacadoescritor colombianoAmérica, tierra firme,publicadopor primera vez en 1937 ~. Paraabordarlonos proponemosprimeramentetrazar un esquemasumamentesucinto de la historiadel ensayohispanoamericano;luego mencionar un motivo literarioque creemospertinentepara interpretar la génesis de este ensayoen particular,y, por último, examinarlas páginasmismasde Arcinie-gas dentro del marco general de referenciaproporcionadopor esainformación previa.

1

Podríamosdividir toda la historia del ensayohispanoamericano—génerovivo e importante,unido al nacimientode nuestrasletras ya las inquietudesmás profundasde la épocapresente—en tresgran-des períodos.

Claro que,como en todo problemade periodizaciónhistórica, seaéstaliteraria o de otra índole, debentenerseen cuentados cosas:quelas divisiones mismasson arbitrarias—tonos y semitonosen el granglissandodel tiempo—y, en todo caso,que dentro de ellas cabensub-divisionesy especificacionesposteriores.A esteproblemageneral,bienconocido por todos los que hantrabajadoen historia literaria, no es

1 Con la excepciónindicada en la nota 7, seguimos el texto de la segundaedición: BuenosAires, Sudamericana,1959, pp. 184-201, a la cual se refieren losnúmerosde página (en paréntesis)que identifican las citas.

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ajeno el ensayomismo de GermánArciniegas, del que hablaré másadelante; al contrario, este problema es uno de sus temas. Peroen primer lugar quisierareferirmeal marco global del género,dentrodel cual este ejemplo ya mencionado—«El lenguajede las tejas»—y muchosotros encuentranubicación.

Frente a otras tentativas de clasificación, que respeto,pero nocomparto2 creo que —como punto de partida, repito— puede sub-dividirse en tres períodos,quenaturalmenteson tres tipos fundamen-talesy distintos,la historia del ensayoen las letrashispanoamericanas.

A pesarde ilustrestentativasen contrario, no vamosa ir a buscarensayos,en el sentidoen que tal término comúnmentese tomat nien los grandeslibros de la época de la conquista—Cortés, BernalDíaz, Cabezade Vaca, Las Casas—ni en las letras de la Coloniayaorganizaday estable—Sor Juana,Sigúenzay Góngora—. El ensayoen nuestrasletras apareceen la épocade vida independientede nues-tras repúblicas,por obrade aquellaprimerageneraciónrománticaquea la rápida absorciónde las letraseuropeasdel siglo XIX habíahechoprecederla formación en lo más renovadorde la ideologíadel xviii.Pensemos,por ejemplo,en el discursopronunciadopor Andrés Belloen la inauguraciónde la niversidadde Chile: un documentoteórico—una declaración de principios— transmitido mediante recursosespecíficamenteliterarios, eficaz aún hoy en la lectura tal como lofue, seguramente,en la directa presentacióna sus oyentesde 1843.

Desde los umbrales de la independenciade los primeros paiseshispanoamericanosque la alcanzaronhastala alboradade los díasenque la última colonia españolaen América ha de luchar por la suya,se extiendeesteprimer momento: en nombresilustres, desdeAndrésBello hastaEugenioMaria de Hostos,incluyendoa Sarmiento,Eche-verría, Gutiérrez, Lastarria,Montalvo~. En el gran Sarmientose danlas modalidadestemáticasfundamentalesde este período,que llama-remosdecimonónicoen busca de una denominaciónsuficientemente

2 Por ejemplo,PETER G. FARLE y ROBERT G. MEAn, Jr., Historia del ensayohis-panoamericano(México, De Andrea, 1973, clasifican su materiaen los siguientesapartados: «La prosade la Colonia y de la Emancipación»,«Los grandespre-cursores»,«Los primerosensayistas»,«El ensayodurantela renovaciónfinisecu-lar», «Los maestrosdel siglo», «Los escépticos>’y «Hacia un nuevo ensayo>’.

SeñalaagudamenteRAÚL H. CASTAGNINO, «Estructuradel ensayo”, La Prensa<BuenosAires), 23 de marzo de 1975: «Todo ensayoes creación,en el mismosentido que lo son un poema,una novela, un drama: vale decir, surge de unacto por el cual la palabrada nacimientoa unaentidad mental, temporal, queopera en una agenciadel espíritu. Si la entidadgeneralestructuradapor lo lite-rano, de acuerdocon Jakobson,ha dado en llamarse“literaturidad” y las enti-dadesespecíficasde la novela, el drama y el poema,respectivamente,“narrati-vidad”, “dramaticidad” y “poeticidad’, la propuestapor el ensayopara que ellector la recompongamentalmentedebería llamarse“ensayicidad”.Reconocerlaequivalea captar la estructuracreativa del ensayo.»

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neutra: en suobra aparecenel ensayode interpretaciónde la realidadamericana,en el Facundo; el ensayobiográfico y autobiográfico,enel mismo Facundo,asícomo en Recuerdosde provincia; en ensayocró-nica de viajes, en los Viajes. El estilo está dominadopor las distintasmodalidadesexpresivasdel Romanticismo (desde lo lírico-subjetivohastalo objetivo-social); la forma de transmisióntípica es el ensayopublicadocomo artículo periodístico,que a vecesencuentraluego sucamino hastalas páginasdel libro. Ensayo decimonónico:desde laspolémicas entre clasicismo y romanticismo hastael apogeodel rea-lismo en la novela y del pensamientopositivista.

A esteensayosucedeotro tipo fundamental,un segundotipo queen nuestravisión generalizadorallamaremosel ensayomodernistayposmodernista.En un primer momento, Martí, Darío, GutiérrezNá-jera, Rodó,Groussacrenuevanlos fundamentosmismosdel género;enun segundo,sus ilustres continuadores—hombrescomo Alfonso Re-yes, Martínez Estrada,Juan Carlos Mariátegui— amplían sus con-fines sobreuna basede escrituranotablementehomogéneacon la delos maestros.Desde 1880 hasta 1930, aproximadamente—por citarfechas—,dura esta importante floración y reestablecimientodel en-sayo hispanoamericano.

Se progresa—como en todo, como siempreque verdaderamentese progresa—por acumulación,no por rechazo;se aceptanlos temasdel siglo xix, pero se los reexaminay se los reformula en un idiomanuevo. Quedan los tres grandestipos temáticosque hemosmencio-nado: quedael ensayode interpretaciónnacional—y aun más,conti-nental— en Martí, por ejemplo; la biografía ensayistica,en formasnuevas,desdeLos raros, de Darío, hastaLos que pasaban, de Grous-sac; el ensayocrónicade viajes,corno en GómezCarrillo y en Angel deEstrada.Y se agregaen forma plena el ensayode tipo estético,quesólo habíaapuntadoen manera inicial —y generalmentepolémica—en el período anterior,y queahoraabarcadesdelas tentativasdefini-dorasde Darío hastala acuciosainvestigaciónde lo literario enAlfonsoReyes.El escritor,en el modernismo,seve a sí mismo como objeto deestudio: de ahí un título como Historia de mis libros, también deDarío. El estilo se ha renovado;el idioma, cada vez másdúctil y másfino, puede mirar con cariñoso desdénla prosa descuidadade losrománticos,la árida prosa de los positivistas.Aunque hay ejemplosde lo contrario,más y más es el libro mismo, el libro integro y uni-tario, el foco de atenciónde los escritores.En el siglo xíx encontrá-bamos páginasnotablesen libros anómalos,como el Facundo; en laépoca modernistay posmodernistaencontramosensayosunitariosmemorablesy misteriosos,como «NuestraAmérica», de Martí, y tam-bién el libro total y cuidadosamenteestructurado, desdela brevedadarmoniosade Visión de Anáhuac,de Alfonso Reyes,hastala imponente

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arquitecturaensayfsticade Radiografía de la pampa,de EzequielMar-tínez Estrada.

Pero tambiénestosnombresilustresson hoy nombresdel pasado;aun los más recientesde estosescritores—Martínez Estrada,AlfonsoReyes,Sanín Cano— son los nombresde nuestrosmaestros; su obraestáya cerrada,inmutable y definitiva en los anaquelesde las biblio-tecas. En sentidoestricto,ninguno de estos grandesnombrescorres-ponde a escritores contemporáneos.Hay, se ha abierto, una nuevaépoca y —de nuevo— una escritura distinta. De aquí en adelante—de 1930, por citar una fecha— podemos hablar del ensayo con-temporáneo.

Ahora encontramosuna verdaderaconstelaciónde grandesnom-bres, y entre ellos, por citar sólo tres, los de Jorge Luis Borges,Er-nesto Sábatoy Germán Arciniegas. Los limites temáticos del ensayose amplían cada vez más: es verdad que, en un mundo reducido entamaño experiencialpor la facilidad de las comunicaciones>el ensayocrónica de viajes —de abolengoromántico, despuésde todo— prácti-camente desaparece.En cambio, las demás provincias temáticassemantieneny ensanchan.Nunca deja del todo, el ensayohispanoame-ricano, el tema de la interpretación de lo nacional y continental: lesensayosde Arciniegas —Este pueblo de América, o América, tierrafirme, o El continentede los siete colores—son buen ejemplo de ello.(Pero, por otra parte, para percibir el ensanchamientobastaun títulode Sábato: tino y el universo.)Hacia adentro,haciaprofundidadesdela conciencia individual, y hacia afuera, hacia un mundo —un pla-neta, ¿un cosmos?—que es la inevitable patria del hombre, miranestosescritores(así, lii. A. Murena: Momoatomicus).El libro —unita-rio, pensado como afirmación individual— es su instrumento; losmedios de comunicación masiva audiovisual, su frecuente comple-mento. Los ensayossobre temas estéticos —pensemosen OctavioPaz— se multiplican. La prosa en que se escribenestos ensayos>acaballoentrela poesíay la narración>entrela conversacióny la medi-tación erudita,es un fenómenonuevo queaguardaaún su definiciónpor los especialistast La rigidez de los génerosliterarios se borra;y si hay, como en Borges, ensayosconstruidos con la misma técnicade los cuentos,hay también —en otros autores—novelaspor cuyointerior transcurrela savia ideológicadel ensayo.

Nadase pierdey todo se transformaen la literatura hispanoameri-cana de la segundamitad del siglo xx. Y en particular unacosa: launión entre prosaensayísticay prosanarrativa,queesperamospoder

No nos referimos aquí a la llamada «estilística», sino a un estudio querecuperey organiceaquellasseñalesdel texto que dan razónde la «ensayicidad»del mismo,en el sentidoen queCastagninousaestetérminoen la cita de la notaanterior.

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mostrar, hábilmentedisimulada, en una composicióncontemporánea.Pero antesquisiéramosdecir algo sobre un motivo de nuestralitera-tura y, quizá, de todas las literaturas.

II

Hay un motivo literario que podemos llamar «el objeto testigo’>,que hace su repetida aparición en nuestrasliteraturas nacionales.Tiene que ver con la historia: como la vida individual tiene contornoslimitados—tempusfugit—, unavida de hombreo de mujer no alcanzapara dar testimonio más que de aquello que ocasionalmentele tocópresenciar,quecasisiemprees un episodioo un periodo(o, máscorrec-tamente,un fragmentode lo uno o de lo otro) y no un largodesarrollohistórico. La función de testigo entoncesse transfierea un objeto sim-bólico, cuanto más humilde mejor. Así, en la conocida composiciónde AmadoNervo, la llave «queen un tiempofue, colgada¡ (del estratoa la cancela,¡ de la despensaal granero),¡ del llavero de la abuela’>,simbolizatodaunavida individual. O, en mejor ejemplo,porqueaquíaparecela dimensión histórica supraindividual que particularmentenos interesa>el cuento«El jarro de plata»,del escritorargentino(máscorrectamente,tucumano) Pablo Rojas Paz (1896-1956),en su bellolibro El patio de la noche~. Eseobjeto—el jarro de plataheredadodelos antepasados—es el testigo: él ha visto díasfelices de tranquilidady días de lucha y anarquía;ha presenciadoepisodiosde la lucha porla independenciay tambiéncontiendasfratricidas; ha contempladolaalegríay la muerte.El jarro es el testigo,como lo expresabellamenteRojas Paz (52):

«Es la historia del jarro de plata que a través de los años>por no decir de los siglos, concretala historia de la vida de unpueblo. Ahora estabatranquilo, como un ser sensible, sobre elaparador.La gente venía, lo miraba y preguntabasu historia.Y si sucedíaque la mujer más vieja de la casahabíaamanecidocon la memoria resucitada,la historia del jarro de plata reflo-recia en los labios resecosdel tiempo.»

Ya antes,en el siglo xix y en Colombia> apareceun motivo similaren la obra de uno de los escritorescostumbristasde esepaís y de esesiglo. Se tratade laestampa«Lastrestazas»,incluidaen el libro Museo

Usamos la tercera edición: Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Ltd.,1965, Pp. 45-52, a la que se refiere la paginación(en paréntesis)que identificalas citas.

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de cuadros de costumbres6 (1866), del erudito JoséMaría Vergara yVergara (1831-1872).Aquí las etapashistóricas de Colombia —quizáde América Hispana—aparecenejemplificadasen la humildemateriacon que se invita a los amigosen tresmomentosdistintos: la todavíacolonial tazade chocolate>en la Santaféde 1813; la tazade café, enla republicanay románticaSantaféde Bogotá de 1848; la tazade té,en la positivista y mercantilBogotá de 1865.

De inmediatose ve que el objeto simbólico se despliegaahoraenel tiempo pararepresentar,en forma compendiada,las costumbresdetresépocasdistintas. En 1813, el padredel narradores invitado a unacasa que conservaaún los lujos coloniales y donde se toma la cola-ción entre paredesrevestidasde seda,bajo cuadros que representana conquistadoresy a nobles miembros de una familia linajuda. Sebaila luego una contradanzay, como estamosen el comienzo de lasguerrasde la independencia,«cuatroañosdespuéstodoslos hombresde aquella tertulia, menos dos, habíansido fusilados; todas las mu-jeres, menostres, habíansido desterradas»(70). Pero tambiénhay sig-nos de cambio: «Pasóaquellatempestady vino Bolívar. Con Bolívarvinieron los inglesesde la legión británica,y con ellos, cosa triste, eluso islel café” (70).

En 1848, el narradores invitado a tomax café en unacasade «sen-cillez patriarcal», con paredestotalmente encaladasy decoradascongrabadosrománticos.El cafées descritopor Vergaracon intensaanti-patía: «Me parecía que aquella solución de calamaco,que aquellaaguade cúbica,queaquelconocimientode filaila no se podíaprestara gran cosapara los placeresde la amistady de la reunión» (71). Sebaila —todavía— unacontradanza,pero también algunosvalses.Lostiemposhancomenzadoacambiar.

Por último, años más tarde es invitado el narradora otra casa>lade unosafrancesadosarribistas.Allí reinanla estupidezy la licencia.También la ridiculez: como en las más o menoscoetáneasburlas deBlestGanaen Martín Rivas—reaccióncontrael mismo mal—, «a cadacuatro palabrasen mal español,se decíantres en mal francés”. Sebailan valses—el escritor antonomásticamenteexpresaque «seispe-pitos y seis extranjeroscorcoveabanun strauss>’—,pero también «unmuy indecente baile, cuyo nombre ignoro y que consiste en bailarextremadamenteabrazado,con otras circunstanciasdeplorables>’(90).Y, en fin, el té, que en las viejas costumbresera una infusión sudorí-fica, servido por un criado vestido a la última moda y tocado con

6 En estetrabajocitamos «Las tres tazas»segúnla edición siguiente: SUSANAZANETTI (introd., sel. y notas prelim.), Costumbristasde América Latina Canto-logia)> BuenosAires, Centro Editor de América Latina, 1973, Pp. 63,92, a la queserefieren los númerosde página(entre paréntesis)queidentifican las citas.

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guantesblancos,que el pobre y anacróniconarrador toma por unavisita distinguida, tan ajena a las costumbrestradicionalesbogotanas>es toda esa escena.

Toda narracióncostumbristaestá basadaen una idealización delpasado>y ésta no es excepción;lo que la distinguede otros ejerciciosdel géneroes su articulación, es decir, su visión de la vida como his-toria que se simbolizaen estastazasy en los respectivosbrebajesquecontienen.Y de que tal fue precisamentela intención del autor danfe los últimos párrafos>en los que él mismo resumeel contenidodelos tres «artículos»,como ha liamado a sus tres sucesivoscuadrosnarrativos:

«En 1813 se convidabaa tomar una taza de chocolate,en tazade plata [¡la taza de plataque reapareceen Rojas Paz!], y habíabaile,alegría,eleganciay decoro.

En 1848 seconvidabaatomarunatazade café,en tazade loza,y había bochinche, juventud, cordialidad y decoro.

En 1866 se convida a tomar una taza de té en familia, y haysilencio, equívocosindecentes,bailes de parva, ninguna alegríay mucho tono» (91-92).

El chocolate,el café, el té; la tazade plata, la de loza, la de porce-lana; la contradanza,el vals> los bailesmodernos>y, en definitiva, lohispánico,lo inglés, lo francés.Así va definiendoVergaray Vergaraensus aún frescas páginas, quizá injustamente poco conocidas hoyfuerade supatria.

Pero ¿tienequever todo lo precedentecon el ensayode Arciniegas?A eso vamos; pero antes repáreseen esta menciónen el texto deldistinguido escritor colombiano: «Los costumbristas»,dice, «han des-crito el cambioque seexperimentóen las ciudadesde Américacuandoa los alegressaraosa queconvidabannuestrasabuelasy que teníanpor centrode interésunatazade chocolate,sucedieronlos tés,el té delas cinco, flor de la cultura inglesa> apoyadaen la explotaciónde laIndia y fundada en un género de consumo colonial típicamente in-glés» (186). He aquíel vinculo: y veremospor fin, en las páginasquesiguen, cómo se articula la visión de Vergara y Vergara con la deArciniegas, y en qué medida el recuerdoconscienteo inconscientedeaquél ha operadoen la visión organizadorade la historia de Américade éste.

III

Aunque seaun capítulo, «El lenguajede las tejas»puedeser consi-deradocomo un ensayoautónomodentro del libro de GermánArci-

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niegas América, tierra firme. Ahora la perspectivaha cambiado: haytres elementosunificadores e interpretadores>pero ellos no son suce-sivos -en distintas generaciones—,sino coincidentes.Eso sí, repre-sentan con la máxima simplicidad los momentos fundamentalesdenuestrahistoria.

«Viajando en avión», comienzaArciniegas, «podemosver de unsolo golpe techos grisesde paja> tejadosde barro cocido y casitasdeteja metálica. Representanlos tres tipos de cultura que se han tur-nado cronológicamenteen el país>’ (184). Lo que fue sucesivoes hoysimultáneo, pero representaetapasdistintas de nuestrahistoria. Heaquí una mejor solución del motivo del objeto testigo que en loscasos mencionadosanteriormente.El objeto único, como el jarro deplata de Rojas Paz> presenciala historia, pero no nos pCrmite, en símismo, distinguir su articulación, sus etapas.(En cambio, la inten-ción periodizadorade Arciniegas resaltadesde el primer momento;más aún si cotejamosla redaccióndel párrafo inicial en la primeraedición del libro: «Siempre que viajo en avión encuentro que nohay nada que me hable tan claro sobre los ciclos históricos como eltecho de las casas.Nosha tocadoa los americanosvivir en el campode experienciassocialesmás rico que puedaimaginarse,y por esopo-demosver de un solo golpetechos grisesde paja, tejadosde barro co-cido y casitasde teja metálica>que representanlos tres tipos de cul-tura que se han turnadocronológicamenteen el país”, leemosallí; elsubrayadoes nuestro.)Los tres objetossucesivosy correlativos,comoen Vergaray Vergara, se ponenen relación con distintosmomentos,pero cadauno de ellos está contenidoen un momentosólo: es la vi-sión del escritorlo que los unifica.

Arciniegas va organizandosu exposición alrededordel núcleo deesa observaciónoriginaria: los techos de las casas,vistos desdeelavión. Y asínos lleva a los comienzos,a las civilizacionesindígenas,enlas cuales las casas «se protegíancon una cubierta vegetal” (184);«entre la América culta precolombinael techo de paja es la nota dis-tintiva» (185). El españoles el que introducela teja> y en ella afirma«su cultura y su poder» (185); y «la casade teja» —como dicen loscampesinos—es «la casonaque tienegranerosy pesebreras,patios endonde aventarel maíz o poner a asolear el cacao, huerto en donde

América, tierra firme: sociología, Santiagode Chile, Ediciones Ercilla, 1937.Como explicación del subtítulo —luego desaparecido—leemos en la introduc-ción: «Durante cuatro años tuve a mi cargo leccionesde sociología en variasuniversidadescolombianas.Entoncespude presentarcon mayor ijación y am-plias comprobacioneshistóricasmuchasde las cosasque en estelibro apenasse insinúan,y les di a mis exposicionesun caráctermás científico, menoslite-rano, que tuvo pretensionesde sociologíageneral.»

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crecenlos árbolesfrutales,ronda de niñasconsentidasy caprichosas,blancasy limpias, cuyo ruedo de la falda lame en rueda la servidum-bre de indias diciendo: ‘¡Qué linda que estála niña!’» (185-186).Vieneluego la repúblicay, con ella> la influencia inglesa (ya lo habíadichoVergaraen su referenciaa «la legión británica’>, citada másarriba):cambian desdelos trajes hastalos caracteresde la escritura,sin ol-vidar, por cierto, la necesidadde sustituir las hispánicastejas. A lateja de barro sucedela chapagalvanizada,imitada de los ingleses:«Lamisma tejaqueusanparasuscoloniaslos ingleses’> (187),anota—¿conun retintín irónico?— el joven Arciniegas de 1937.

Así lanzadoel ensayo,suautor adviertemuy bien los vínculos quesu exposicióntienecon la narrativa.Ya hemosdicho que,oblicuamen-te, cita a su precursorVergaray Vergara. Pero, además,al final de laprimera secciónde su ensayoviene estaexpresiónreveladora: «Y silevantáis las techumbrescon la imaginación, si de este abigarradoconjunto de casitasque véis desdeel avión: casitasde paja, casitasde barro y casitasde metal, sacáisa la luz los hogares,veréis cosasdignasde una novela” (188). De novela,en efecto,o por lo menosdeprosanarrativa: porque tal es el motor secretode estaspáginas.

A lo largo del ensayohay una clara búsquedade un factor unifi-cadorparatodo lo queArciniegastiene que decir —en apretadocom-pendio— sobrelas tresculturasque describe.Dice, por ejemplo: «Noencuentrosino unaspocascosascomunesa la América precolombina.Tal vez las más pobresy perecederas:el barro y la paja. El barro enque modelaronsus vasijas lo mismo los del Amazonasque los de losAndes, lo mismo los aztecasque los araucanos.La paja con que todoscubrieron el techo de sus casas»(192). ¿Y la teja? También la teja:«Sólo una línea niveladora abrazabaa estasconstrucciones:la teja.Lo mismo que la paja entre los indios>’ (194). Y, por fin, «Hastaquellega un día en que las fuertes lluvias, las cascadasde granizo quecaensobreestasvertientesde los Andes,repican sobre los techos decinc, sobrela sonorateja metálicade los campamentos,que anunciala llegadade un conceptonuevo de la vida’> (199). En tresmomentosdistintos, siempre un factor unificador, y siempre determinadoporlos humildes objetos de la vida cotidiana,antesquepor las ideaso lafilosofía de cada época.

Claro que en todo estoestá de por medioel problemade la peno-dizaciónde la historia.Y de másestádecirqueésteno esun problemanuevo. En el libro de Daniel, capitulo 2, se narrael sueñodel rey deBabilonia, Nabucodonosor,revelado al monarcapor Daniel: la granimagen, de aspectosublime y terrible, que estabade pie delantedelrey, y cuya cabeza«era de oro fino; su pecho y sus brazos,de plata;su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies,

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en parte de hierro y en parte de barro cocido»8 Es sabidoque elsueñoprofético de Nabucodonosorse ha interpretadocomo una pre-dicción de la sucesiónde los imperios que dominaríanel mundohastael advenimientodel Cristianismo—Babilonia, Persia,Grecia,Roma—;problemas,pues,de periodizaciónhistórica, mostrada—ya entonces—en una sucesión de sustanciasrepresentativas.Volviendo a los autoreslatinoamericanos considerados, tampoco sus símbolos se refieren—más que en forma sumamenteaproximada—a las mismasrealida-des: a lo hispánico,lo inglés y lo francés,en el casode Vergaray Ver-gara; a un fluir indiscriminadode lo histórico, en Rojas Paz; a lo in-dígena,lo españoly lo inglés, en el casode Arciniegas.Un solo elemen-to del complejo simbólico, la taza de té> es interpretado por el unocomo representativode lo francés;por el otro, como obvia aportacióninglesa.

Lo importantees notar, de todos modos,cómo el ensayode Arci-niegasEl lenguajede las tejas debeconsiderableparte de su valideza estadependenciade lo narrativo,aestareabsorciónde lo narrativodentro de su cuerpo ensayistico.Arciniegas reelabora—esto es evi-dente— el motivo de Vergara y Vergara y, al desplegarlo sobreun territorio histórico mayor, lo reabsorbeensayísticamenteaunquemuestre«cosasdignasde unanovela”. En estaambigúedad—en estaoscilación entre lo narrativo y lo ensayistico—reside gran parte delinterés de los más distinguidos ensayistaslatinoamericanoscontem-poráneos.Y si por unaparte en la obra de esteescritorencontramoselementosnarrativos>o elementostomadosde la narrativa y reelabo-radosen forma de ensayo>por otra parte, en la obra de narradoreshispanoamericanoscontemporáneostales como Cortázar, Sábato yotros —pienso sobretodo en Libro de Manuel y en Abaddón,el exter-minador— percibimos también la inclinación hacia lo ensayístico,hacia los contenidosteóricos generalmenteaceptadosdentro de estegénero,o haciasu reinterpretaciónsegúnlas categoríasde la novela.Vamos llegandoasí auna especiede gransíntesisde génerosliterarios.Un último ejemplobastaráparaprobarestepunto: Vistadel amaneceren el trópico, de Guillermo CabreraInfante,esetexto «narrativouni-tario»destinadoaprobarun puntode vista absolutamenteensayístico:la violencia tiránicacomo constanteen la vida cubana,desdela expo-liación españolahastala actualidad.Libro ensayísticoque se exponey despliegade acuerdo con módulos narrativos, con personajesqueno por anónimos—o mejor, innombrados—son menosreales>hastaconstituir como un gran friso, unaCommediacuyos protagonistas,en

8 Daniel, 2:32-33; traducción de Casiodorode Reina, revisadapor Ciprianode Valera.

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Arciniegas: del relato al ensayo 181

su desesperadaautonomía,son las voces de un nuevo ensayo: el en-sayo de la novela de América.

En El lenguaje de las tejas, de Arciniegas,en fin, el temafundamental y unitivo en toda la historia del ensayohispanoamericano—eltemade quiénessomos,de quémuestrala historia del continente,decómo nos vemosa nosotrosmismos—estámagistralmentesintetizadoen la metáforade los techos,llena de antecedentesen la narrativadelcontinente. Metáfora que nos inquieta porque —como en la épocadela taza de té de Vergara y Vergara,hacia 1865— apuntaa un vacío,a una labor inconclusa,al enigma de un camino que no sabemossitomaremoso a dóndenos conduce:

«Lo de ahora>el tejado de ahora,ahí está.Ruidoso>metálico,no tiene huella humanaque recoger.El cuidado del indio queacolchonóla techumbrede su choza,el de quienessobrela camafresca de barro pusieronteja a teja sin mayor geometríani artesmatemáticas,seva perdiendo.La historia precolmbinay colonialqueda apenas como punto de apoyo para reconstruir nuestravida nacionalen la paja y el barro de las viejas techumbres.Eldesasosiegofeudal, la anarquíalibertadoraempiezan.

Comopunto medio y fiel de nuestrahistoria, estánlas tejasde barro. De tejasparaabajo,los indios; de tejasparaarriba, larepública’> (200-201).

En este desasosiego«de tejas paraarriba’> vivimos aúnhoy. Peroello no le quita (al contrario: le confiere),al ensayoamericano>y enparticular a estesugeridorensayode GermánArciniegas,su poderosaoriginalidad.

DAvID LACMANovIcHThe Catholic University of America

Washington D. C.(EE. UU.)