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EDICIÓN E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS ANDINOS ERSIDAD DE NAVARRA

EDICIÓN E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS ANDINOS

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EDICIÓN E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS ANDINOS

E R S I D A D D E N A V A R R A

I G N A C I O A R E L L A N O Y J O S É A N T O N I O M A Z Z O T T I ( E D S . )

EDICIÓN E INTERPRETACIÓN DE TEXTOS ANDINOS

ACTAS DEL CONGRESO INTERNACIONAL

Univers idad de Navarra Depar tamento de Lenguas y Literaturas Románicas

y The David Rockefel ler Center for Latin Amer ican Studies (Harvard Universi ty)

Asociación Internacional de Peruanistas

(Universidad de Harvard, abril, 2 0 0 0 )

Univers idad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2 0 0 0

Die Deutsche Bibliothek - CIP-Cataloguing-in-Publication-Data A catalogue record for this publication is available from Die Deutsche Bibliothek.

Agradecemos a la Fundación Universitaria de Navarra su ayuda en los proyectos de investigación a los cuales pertenece esta publicación.

Agradecemos al Banco Santander Central Hispano la colaboración para la edición de este libro.

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2000 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 iberoamericana @ readysoft.es www.iberoamericanalibros.com

© Vervuert, 2000 Wielandstr. 40 - D-60318 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.vervuert.com

ISBN 84-95107-92-9 (Iberoamericana) ISBN 3-89354-131-4 (Vervuert)

Depósito Legal: NA-81/2001

Cubierta: "Escribano de cabildo, quilcaycamayoc", S. XVII. Felipe Huaman Poma de Ayala, Nueva Coránica y Buen Gobierno (Codex péruvien ¡Ilustré), Paris, Institut d'Ethnologie, 1936, f. 814.

Impreso en España por Digitalia - Pol. Ind. Mutilva, M-l «31192 Mutilva (Navarra) Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

ÍNDICE

Ignacio Arellano y José Antonio Mazzotti: PRESENTACIÓN 9

PRIMERA PARTE: L A S BASES TEXTUALES DE LA HISTORIOGRAFÍA ANDINA .. 1 5

Fermín del Pino-Díaz , Tradición histórica y/o tradición filológica con los textos peruanistas 17

Beatriz Pérez Galán, Notas sobre las ediciones de la obra de Polo de Ondegardo 3 3

Luis Mil lones Figueroa, Una edición por terminar: la Historia del Nuevo Mundo de Bernabé Cobo 4 9

Miguel Zugasti , La literatura al servicio de la historia: el Manifiesto apologético ( 1 6 9 2 ) de Lorenzo de las L lamosas al Duque de la Palata, virrey y mecenas 6 5

Leoncio López-Ocón Cabrera, Génesis y desarrollo del programa edi­torial peruanista de J iménez de la Espada: sus acercamientos al cronista Fernando Montesinos entre 1 8 6 8 y 1 8 8 2 8 7

SEGUNDA PARTE: PRESENCIA INDÍGENA Y COMPLEJIDAD TEXTUAL 1 0 3

Jean-Philippe Husson, El caso de los textos de autores indígenas. Pro­puestas para una lectura en simpatía 1 0 5

Lydia Fossa, Proyecto "Glosas c roniquenses" : el mundo andino en lenguas nativas y castellano 1 3 7

TERCERA PARTE: POESÍA COLONIAL 1 5 9

Ignacio Arellano, Problemas textuales y anotación de la obra poética de Juan del Valle y Caviedes 161

Juan Manuel Escudero, Propuesta de un modelo de anotación para un poema satírico de Caviedes («Vejamen al demonio y a los que lo imitan») 177

Carmen Pinillos, Un campo privilegiado de anotación: la emblemá­tica en la poesía de Hernando Domínguez Camargo 193

CUARTA PARTE: TEXTOS MODERNOS Y CONTEMPORÁNEOS 209

Mary G. Berg, Presencia y ausencia de Clorinda Matto de Turner en el panorama literario y editorial peruano 211

José Antonio Mazzot t i , Retos y soluciones en la edición de la poe­sía de Vallejo: El caso de la diagramación en Los heraldos negros 231

Pedro Granados, El mar y los números en Trilce, de César Vallejo: ha­cia una filosofía tridimensional 241

Ulises J. Zevallos-Aguilar, La otra vanguardia: propuesta de edición de revistas vanguardistas peruanas (1920-1930) 273

PROBLEMAS TEXTUALES Y ANOTACIÓN DE LA OBRA POÉTICA

DE JUAN DEL VALLE Y CAVIEDES

Ignacio Arellano, Universidad de Navarra

1. GENERALIDADES: LA ANOTACIÓN DE LOS TEXTOS DEL SIGLO DE O R O

En algunas ocasiones anteriores me han preocupado los problemas de anotación de los textos auriseculares, especialmente a propósito de Quevedo, Lope, Tirso, o las crónicas de Indias 1 , y por no reiterar argumentos ya fatiga­dos, me limitaré por el momento a recordar algunos aspectos y criterios que me parecen capaces de orientar la delicada tarea de edición y anotación, apli­cándolos a unos pocos ejemplos pertinentes de Juan del Valle Caviedes, que quizá no sean inútiles, si al menos sirven para comentar lugares concretos que han ofrecido dificultades a diversos estudiosos del poeta.

Hay que empezar subrayando que Caviedes participa de la estética común dominante del periodo, la de la agudeza, el conceptismo, que persigue multi­plicar las dificultades para el lector, según la doctrina de la ingeniosa dificul­tad, que convierte a muchos textos en laberintos de equívocos , alusiones, invenciones lingüísticas y juegos mentales y de palabras, difícilmente asequi­bles al lector de hoy. En este sentido hay pocas tareas más útiles que elaborar una buena anotación de un texto, reflejo de una tarea de exégesis meticulosa. No es posible tampoco, en el panorama de la transmisión textual de Caviedes, establecer críticamente los textos sin una simultánea tarea de interpretación.

Una revisión somera de las principales dificultades en esta empresa nos hace reparar tanto en la importancia de los juegos microtextuales, que hacen necesaria una atención escrupulosa al detalle, como en el papel decisivo del contexto en la elucidación de la coherencia global de un determinado pasaje.

La afición erudita y cultural, y el modo de agudeza de «acomodación de lugar antiguo» (en palabras de Gracián) provocan numerosas alusiones inter-

1 Ver, por ejemplo, Arellano, 1981, 1984a, 1984b, 1985, 1987, 1987-1988, 1990, 1993, 1995, 2000.

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textuales que es preciso aclarar, lo mismo que los juegos con materiales fol­klóricos y frases hechas. En el caso de Caviedes tiene importancia particular la abundancia de menciones a personajes y lugares de la Lima coetánea, y de elementos lingüísticos y culturales propios del ámbito americano —peruano o concretamente l imeño—, que requieren ilustraciones oportunas.

En los trabajos a que me he referido antes señalaba como criterios ele­mentales:

a) Evitar la nota estrictamente literal que no contempla el contexto. Un ejemplo ilustrativo 2 de este defecto podría ser la nota de García Abr ines 3 en el poema «Gracias a Apolo, que llega», al pasaje en boca de Polifemo, quien se queja del desdén de Galatea, enamorada de Acis:

Ya no seré Polifemo el que escribe con la mano su nombre en el cielo, si ya lo escribo con los ganchos (vv. 129-32)

lo que apostilla el anotador: «gancho, el cayado entre los pastores, refirién­dose a Acis», tomando literalmente una definición del diccionario de Roque Barcia, para gancho. El contexto sin embargo, deja claras dos cosas: una que Polifemo se refiere a sí mismo, por lo que los ganchos son suyos, no de Acis; otra que a juzgar por lo que sigue y por todo el sentido del pasaje, estos gan­chos no son cayados, sino los cuernos, alusión metafórica burlesca a su fra­caso amoroso. Como explican los versos siguientes (133-36):

A la luna me parezco, porque de un modo encornamos, que un agravio manifiesto también tiene cuernos claros.

Lo que confirman otros textos parale los , c o m o el soneto de Quevedo «Solo en ti se mintió justo el pecado» 4 , en cuyo v. 11 se llama a los cuernos «ganchos mudos».

b) Evitar la nota excesiva. De hecho, a veces, por huir de la nota literal incompleta, el anotador tiende a ver demasiados sentidos, sin percatarse de que los excluidos por el contexto no constituyen más que nuevos casos de literalidades impert inentes. Es uno de los principales problemas, como se verá, de la anotación de García Abrines en su edición de Caviedes.

2 Solo doy ahora ejemplos tomados al azar para ilustrar los problemas que trato. 3 Caviedes, Poesías sueltas, ed. García Abrines, p. 199. 4 Ver Quevedo, Un Heráclito, núm. 204.

ANOTACIÓN DE LA OBRA POÉTICA DE CAVIEDES 163

Una buena explicación debe ser de triple coherencia: gramatical, semán­tica y poética. No se podrá aceptar, por tanto el valor supuestamente metafó­rico que García Abr ines 5 atribuye al vocablo pescuezo ( 'miembro viril ') en el poema «Casóse el doctor del Coto», en los versos «le hizo su novia grosu­ra / con su carne de pescuezo», que no mantiene ninguna de las dos últimas, ya que coto significa ' boc io ' , en una acepción plenamente satisfactoria en ese contexto, que excluye la que señala el editor.

2. ESTADO DE LA CUESTIÓN DE LOS TEXTOS DE CAVIEDES

Señalados con brevedad los criterios antecedentes, a modo de marco de referencia, compete preguntarnos cuál es, en términos generales, el estado de la cuestión de los textos de Caviedes en este terreno 6 . Muy precario, hay que responder. Carecemos actualmente de un panorama abordado de manera sis­temática.

No voy a entrar en la problemát ica textual ni en la si tuación editorial detallada, que no es el objetivo de esta exposición, y que ha sido comentada recientemente por Lorente Medina y Bailón Aguir re 7 . Apuntaré solamente que si nos refererimos a las cinco grandes ediciones de la obra de Caviedes 8

(Ricardo Palma, Vargas Ugarte, Reedy, Cáceres-Cisneros-Lohmann 9 y Gar­cía Abrines), todas se separan en sus fijaciones textuales, carecen de estudio textual completo , con criterios definidos y meticulosos, algunas observan expurgos arbitrarios, y ni siquiera podemos estar seguros de qué corpus cons­tituye El diente del Parnaso, si es que debe considerarse existente esa colec­ción con ese t í tu lo 1 0 . Solo la edición de Reedy consigna un aparato de varian-

5 Caviedes, Diente del Parnaso, ed. García Abrines, p. 361. 6 No me ocupo aquí de otros aspectos, temáticos o estilísticos, de Caviedes. Me referiré a

problemas de edición y anotación, sin entrar en valoraciones literarias de su ideología o len­guaje satírico y lírico.

7 Ver Lorente Medina, 1991 y Bailón, 1999. 8 Palma, 1899; Vargas Ugarte, 1947; Reedy, 1984; Cáceres-Cisneros-Lohmann, 1990;

García Abrines, 1993 y 1994. 9 Por brevedad me referiré en adelante a esta edición por «Cáceres». 1 0 Ver Lorente, 1991, p. 286, n. 20: «¿Existe un título exacto para el poemario o son váli­

dos los dos títulos que maneja la crítica? ¿Diente del Parnaso es un título inventado posterior­mente, como afirma M" Leticia Cáceres? ¿Cuántos poemas son realmente de Caviedes? ¿Son adecuadas las descripciones filológicas de los manuscritos que conocemos? ¿Su filiación es realmente la expuesta por Reedy en el prólogo de su edición?». Del estado de la cuestión da cuenta el hecho de que todas estas preguntas están por responder. La solución salomónica que para algunas de ellas propone Bailón, sugiriendo prescindir de problemas de autoría, estemas, etc. acogiéndose a que lo importante es el reflejo de la cultura colonial y a que la obra «de Caviedes» se puede considerar una obra anónima y colectiva, carece de cualquier rigor filoló­gico y no deja de ser una elusión del problema que no resiste el menor análisis racional. Lo que hace falta, por el contrario, es un riguroso examen textual y un trabajo igualmente riguroso de estudio y anotación de los textos.

164 I. ARELLANO

tes, que sin embargo no utiliza para la correcta fijación textual, eligiendo con harta frecuencia la peor lectura para su propuesta definitiva, e ignorando buenas soluciones de las variantes, errores que hubiera denunc iado una buena anotación, inexis tente" . Excepto la edición de García Abrines, no se puede decir que haya un aparato de anotaciones sistemático: prácticamente nunca se ha hecho esta labor de anotación. La de García Abrines, calificada por Bailón de «hermenéutica suelta, del i rante» 1 2 pende en exceso del diccio­nario de Roque Barc ia 1 3 , ignora a menudo el contexto, y entre muchos mate­riales útiles aporta desviaciones numerosísimas que al final la hacen peligro­sa y muy poco fiable.

Dicho de otro modo: tanto la edición crítica como la anotación de la poe­sía de Caviedes está sin hacer. En lo que sigue trato únicamente de aportar algunos ejemplos significativos de lo que a mi juicio sería un muestrario ele­mental de cuestiones que deben ser resueltas a propósito de esta anotación pendiente de la obra de Caviedes.

3. ALGUNOS PROBLEMAS Y CASOS SINTOMÁTICOS EN LA ANOTACIÓN DE CAVIEDES

3.1. Como he apuntado, la relación entre ecdótica y hermenéutica es muy estrecha, y se evidencia llamativamente en aquellos casos en que es preciso seleccionar o confirmar una lectura entre las var iantes de los diversos manuscritos, lo que implica una decisión del editor, que no se puede tomar arbitrariamente, sino que ha de justificarse con una explicación adecuada. El estado textual de la obra de Caviedes necesita también de la enmienda ope ingenii que requiere igualmente la justif icación más precisa que se pueda ofrecer. En toda oportunidad una nota ayuda a establecer satisfactoriamente el texto.

Los casos serían innumerables y aparecen ya en el mismo inicio paródico del Diente del Parnaso1^:

" Un magro aparato de 132 notas se extiende a lo largo de seis páginas y media en la ed. de Reedy, pp. 491-97, sin aportes documentales ni mayores precisiones. Muy pocas notas esporádicas tiene la edición de Cáceres, etc.

1 2 Bailón Aguirre, 1999. 1 3 Barcia, 1881. 1 4 Usaré en lo que sigue sobre todo las ediciones de Reedy, Cáceres y García Abrines,

dando en cada caso la referencia que me interesa: generalmente se entenderá, sin señalarlo a cada paso, que si considero un pasaje necesitado de explicación es porque carece de comenta­rio en todas ellas. Sólo cuando me parezca necesario aduciré a las lecturas (coincidentes o divergentes) de todas estas ediciones.

ANOTACIÓN DE LA OBRA POÉTICA DE CAVIEDES 165

Licencia del ordinario de las damas

Nos, el ordinario más ordinario que el correo, licencia de imprimir damos aqueste libro a su dueño, por cuanto no tiene cosa contra la salud, que aquesto, como somos el achaque, certificamos de cierto.

Las tres ediciones que uso como base traen mal el poemilla porque ningu­na ha entendido el sentido de la parodia. Cáceres imprime el título bien, pero trae mal ya el primer verso («Nos, el Ordinario, mas / ordinario que el correo») con omisión de una tilde que deja ambiguo el sentido del adverbio de cantidad más. Reedy trae mal ya el título: «Licencia del ordinario / Damas», y García Abrines lo trae decididamente mal («Licencia del ordinario damos»), expli­cando además que el correcto «Licencia del ordinario de las damas» es un error. Las otras notas de García Abrines equivocan el sentido de otros voca­blos por no entender el chiste bás ico 1 5 , que estriba en el sentido de ordinario de las damas 'mens t ruac ión ' , 6 . Este ordinario es más ordinario que el correo (otra acepción del vocablo es 'el correo que viene todas las semanas' ; y correo no tiene nada que ver con cursos en el sentido de flujo de vientre, como indica erróneamente García Abrines); jocosamente el ordinario que da la licencia de impresión no es el juez competente, sino el menstruo o achaque femenino. El título está bien, y todos los chistes giran sobre este juego de palabras.

No puedo, evidentemente, ocuparme de todos los casos semejantes en los que un texto se fija mal y provoca una mala explicación o viceversa, una explicación desviada provoca un error en la fijación textual, pero merece la pena comentar otro pasaje en el que se halla involucrada paradigmáticamen­te la cuestión del criollismo de Caviedes, sobre la que regresaré más tarde.

El pasaje, relativo a la curación que hace el médico Utrilla de las bubas sifi­líticas de una prostituta aparece de manera diferente en las distintas ediciones:

Aunque se alabe la ninfa que de los amantes chascos no llegó allí el perro muerto, el vivo sí le ha llegado (Reedy, p. 79)

13 Diente del Parnaso, ed. García Abrines, p. 133. Cree que ordinario, entre otras cosas, significa 'retrete', porque correo se asocia con curso 'evacuación de vientre', y que significa también 'médico', etc. Nada de esto se justifica.

1 6 Ordinario «Se toma también por la regla que acude a las mujeres todos los meses» (Diccionario de Autoridades). Lo mismo significa achaque (id.)

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Reedy recoge las variantes «amantes chatas», «amantes chatos», y «amantes chacos». Para Cáceres la lectura buena es «amantes chacos», lo que e x p l i c a 1 7 apelando al registro criollo: «Chacos . Del quechua chaku, 'caza ' . Parece ser voz muy antigua usada en Perú y Bolivia, y extendida pos­teriormente en América meridional. Tanto Malaret como Morínigo explican que el chaco era un antiguo género de monter ía con ojeo, de los antiguos indios, usado también por los españoles, que consistía en cercar el campo mediante un número considerable de bat idores, cerrándose luego para no dejar escapar la presa». Para García A b r i n e s 1 8 debe leerse chatos, por alu­sión a los amantes negros, con los que no ha tenido acceso carnal logrado con engaño.

Todas las explicaciones yerran y la única lectura aceptable es la que trae Reedy, que hay que interpretar en todo el contexto: Utril la es un médico zambo, es decir 'negro ' , llamado burlescamente perro, según insulto codifi­cado en el Siglo de O r o 1 9 . Es un perro vivo que ha llegado a esta dama, que se vanagloria de no haber permitido que se le acercaran los perros muertos, expresión asociada con los amantes chascos 'amantes estafadores' (pareja de sustantivos, recategorizado el segundo como adjetivo, del tipo del «clérigo cerbatana» quevediano) ; perro muerto es frase que significaba el engaño hecho a una prostituta a la que no pagaban sus servicios 2 0 .

El conocimiento de este tipo de frases hechas, modismos , y elementos folklóricos de todo tipo, es esencial para descifrar los juegos y alusiones, y para certificar una lectura: es mala la de Reedy, relativa a Crispín que receta:

a salga lo que saliere de la cura, donde diere con recipe de escopeta (Reedy, p. 24)

Y mala la de Cáceres (p. 278: «receta / a salga lo que saliere / de la cura donde diere / con recipe de escopeta»), y no es mejor la de García Abr ines 2 1 :

1 7 Cáceres, Obra completa, pp. 345-46 y cita en Cáceres, 1974, pp. 26-27. 18 Diente del Parnaso, p. 212, n. 20. 1 9 Correas, p. 629: «Perros llamamos a los moros y esclavos porque no tienen quien les

salve el alma, y mueren como perros». En el romance de Quevedo «Boda de negros» se los califica de perros y perrengues.

2 0 Según Correas dar perro muerto, «dícese en la corte cuando engañan a una dama dán­dola a entender que uno es un gran señor» (Correas, p. 554). Cfr. Aut. Correas es poco preciso: a juzgar por los textos de la época significa 'irse con una prostituta y no pagarle'. Los testimo­nios abundan: solo en Quevedo (no cito todas las ocurrencias): Un Herríclito, núms. 211, v. 12; 288, vv. 19-22; PO, núms. 609, vv. 13-14: «que al no pagar, los necios, los salvajes / siendo paloma, le llamaron perro»; 633, vv. 27-30; 679, v. 48; 680, vv. 55-56; 681, vv. 21-24; 682, v. 197; 738, vv. 103-4; 744, vv. 39, 45-48 y 67-68; 793, v. 33.

21 Diente del Parnaso, p. 161.

ANOTACIÓN DE LA OBRA POÉTICA DE CAVIEDES 167

a salga lo que saliere de la cura, adonde diere con recipe de escopeta

Es preciso leer:

a salga lo que saliere: dé la cura donde diere, con recipe de escopeta.

Es mención del sintagma «Dé donde diere», que significa «tirar a bulto, sin apuntar», como explica Covarrubias precisamente en la voz «escopeta», o recoge Correas (p. 556).

Más compleja alusión a prácticas de titiriteros y mendigos es la que per­mite fijar correctamente otro pasaje, relativo al mismo zambo Utrilla, con la misma referencia al codificado calificativo de perro, que saltará de ira con los versos picantes de Caviedes:

Si le hago saltar con ellos [con los versos] los honra, que es igualarlos, al rey de España y de Francia por quien también él da saltos (Reedy, p. 80; Cáceres, p. 346)

El pasaje está bien en estas ediciones, pero necesita una explicación, que García Abrines intenta, con enmiendas equivocadas, al imprimir 2 2 :

Si le hago saltar con ellos los honra, que es igualarlo al rey de España y de Francia porque también él da asaltos.

García Abrines, al modificar el texto (pensando que son errores «igualar­los», «por quien» y «saltos») lo hace definitivamente ininteligible. En reali­dad el chiste no tiene nada que ver con lo que señala el anotador, sino con la costumbre que los mendigos acompañados de perrillos amaestrados tenían de hacer los saltar «por el rey de Francia» o «por el rey de España», para entretener al público y sacar limosnas. Los perros saltan por el rey de Fran­cia, y el perro Utrilla salta por los versos de Caviedes, luego los versos se honran al quedar igualados con los reyes. Baste recordar Correas (p. 442): «Saltar por el rey de Francia. Tómase por hacer violencia y dar pesadumbre;

22 Diente del Parnaso, p. 213. Ver notas 29. 30, 31 y 32, erróneas, que no puedo detener­me a comentar.

168 I. ARELLANO

semejanza de los perrillos de ciegos, que los hacen saltar por un aro dicien­do: Salta por el rey de Francia».

Algunos casos bien enmendados muestran el camino en otras ocasiones (no todas, como vengo señalando): así García Abrines enmienda correcta­mente el error «a imitación de Perico» que aceptan Cáceres y Reedy 2 3 , por el certero «a imitación de Peri lo», pues el texto evoca el famoso inventor al servicio del rey Fálaris, que inventó un toro de bronce para quemar vivas a las víctimas del tirano y fue el primero en experimentarlo. O García Abrines y Cáceres enmiendan «Sócrates» por «Sesostris» fundadamente en otro pasa­j e 2 4 , etc.

En suma, la tarea de fijar un texto mal comprendido es muy poco proba­ble que se pueda realizar con éxito; un texto mal fijado sigue engendrando interpretaciones erróneas.

3.2. Uno de los requisitos de las notas es el de la precisión, y uno de los mayores riesgos el del exceso, que deriva, olvidándose del contexto, a expli­caciones fantasiosas sin fundamento ni justificación. Es quizá esta una de las características de la edición de García Abrines, que aporta abundantes datos útiles, pero que propende algo desaforadamente a la divagación excesiva. No es ahora mi propósito revisar su aparato de notas, pero merece la pena insis­tir en este riesgo que ejemplifican a cada paso sus pág inas 2 5 : el gran «Perote de Utrilla» no cabe interpretarlo como broma etimológica a partir de la frase latina «per obitum» aplicada a perro muerto; en cambio esta frase, y no las fantasías que aduce, explica el chiste de que la esposa de Utrilla, al casarse con él en vez de ser su dama, lleva un chasco al revés, porque lo normal es sufrir las damas o prostitutas el chasco que l laman perro muerto, mientras que ella al casarse con un zambo «perro», se lleva un perro vivo:

Un chasco lleva al revés siendo mujer del ser dama, porque lleva un perro vivo por perro muerto, que llaman.

El sentido de chasco 'cabello crespo ' , o el juego onomatopéyico que ve el notador en revés 'golpe de esgr ima ' y \chas\, ruido de golpe no tienen apoyo textual , y la enmienda que propone para el segundo de los versos citados (propone: «su mujer siendo de él dama») oscurece de nuevo el sen­tido.

2 3 Cáceres, p. 343; Reedy, p. 77; García Abrines, Diente del Parnaso, p. 304. 2 4 Cáceres, p. 369; García Abrines, Diente del Parnaso, pp 68-69 y 384, con notas respec­

tivas. 2 5 Remito a Diente del Parnaso, pp. 207, n. 78; 215, nn. 9, 10, 11; 218, n. 35; 264, n. 26.

ANOTACIÓN DE LA OBRA POÉTICA DE CAVIEDES 169

No menos fantástica es la inferencia de que el deseo de «sucesiones» con que se felicita al citado matrimonio, haya de leerse en una supuesta pronun­ciación de Caviedes «algo así como suc-cisiones tenías, creando ambigüedad con sangrías tintas, con las que chupaba los dineros a los enfermos»; o la de que con «mediquillo peinado» se aluda al «pene», término este estrictamente médico que se desconoce en la lengua literaria del Siglo de Oro, y que solo entrará en el Diccionario de la Real Academia Española en 1884; etc., etc.

La falta de precisión puede llegar a contradecir el mismo texto, utilizando incluso de manera abusiva la técnica de los lugares paralelos, que suele ser de gran valor cuando se usa razonablemente. García Abrines se empeña en que ahorcar los presos es lo mismo que degol lar los 2 6 , cuando en el Siglo de Oro son cosas muy dist intas: se ahorca a los p lebeyos , se degüel la a los nobles. Pero se equivoca por aplicar mal otro lugar de Caviedes en que se habla de los presos ( 'ventosidades') degollados, como burlescamente se lla­maban a los silenciosos. Pero claro está, de un juego de palabras en un con­texto dado no se puede saltar sin apoyos a otro contexto completamente dis­tinto en el que preso significa es t r ic tamente 'de l incuente preso por la justicia ' .

Esta tentación de valoraciones abusivas afecta a menudo a la peculiar dimensión criolla, indiana, de Caviedes. La crítica ha señalado este impor­tante aspecto , obvio, de su obra, que requiere una atención part icular del anotador. La abundancia de expresiones y términos, motivos y detalles del mundo andino, es notable. Deber ían anotarse los personajes aludidos (en este sentido la situación es bastante satisfactoria), los sentidos precisos de vocablos como choclo, gallinazo, quirquincho, concho, guácharo, pisco, etc., más opacos para un lector de otra región. Pero habrá que delimitar cui­dadosamente las connotac iones y mat ices , sin empeñarse en que todo el repertorio de valores semánticos de Caviedes sea exclusivamente el criollo a m e r i c a n o 2 7 ; o mejor dicho, aceptando la complejidad de componentes de ese cr iol l ismo amer icano, en el que se integran series expresivas (¿cómo podía ser de otro modo?) igualmente vigentes en el general sistema de la lite­ratura española del Siglo de Oro. Trabajos como los de C á c e r e s 2 8 sobre las voces y giros o modismos y proverbios del habla coloquial peruana registra-

26 Diente del Parnaso, p. 299, n. 11. 2 7 Es lo que pretende, con posición muy excesiva, a mi juicio. Bailón, 1998, pp, 24, 26-

27... Las isotopías desvergonzadas, malcontentadizas, irrespetuosas, licenciosas, sensuales, herejes... que para Bailón Aguirre definen la literatura criolla popular peruana, y en ella, la obra de Caviedes (a la que propone considerar corpus anónimo y colectivo) definen realmente a toda la literatura jocosa del Siglo de Oro, que estriba de manera muy intensa en el concepto de turpitudo et deformitas, por usar términos de Cicerón, concepto definitorio de lo cómico. No sirve, por lo mismo, de caracterización exclusiva para la literatura criolla.

2 8 Cáceres, 1974, 1984.

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dos en las obras de Caviedes, adolecen de un defecto capital en este sentido al insistir en una supuesta condición criolla inexistente como cualidad dife­rencial: a más moros más ganancia, del dicho al hecho hay mucho trecho, en boca cerrada no entran moscas, las verdades amargan, mucho ruido y pocas nueces... y prácticamente la mayoría de los refranes que anota, pertenecen al registro proverbial de la lengua española, y habrá que estudiar su función expresiva y sus modificaciones ingeniosas en Caviedes, olvidándose en estos casos de su calidad «criolla».

3.3. El refranero popular coexiste con el motivo erudito y la referencia intertextual literaria que el anotador habrá de aclarar si quiere proporcionar al lector una serie de importantes pistas sobre el arte literario de Caviedes.

Por citar un solo poema arquetípico en este terreno de la ingeniosa erudi­ción recordaré el «Romance jocoserio a saltos», donde se acumulan, con la misma técnica de las silvas de varia lección, en más de 500 versos, alusiones a textos de San Agustín, la Biblia, Séneca, Sócrates, Sesostris, Plutarco, Aris­tóteles, Cicerón, Tertuliano, Tito Livio, Plinio, Juvenal, Empédocles, etc. o a costumbres atribuidas a los garamantes, tártaros o persas, o a anécdotas rela­tivas a poetas más modernos entre los que menciona a Cervantes, Quevedo, Villamediana, Jerónimo de Cáncer, Luis Vélez, Calderón o M o r e t e

Es un caso extremo de síntesis de elementos culturales que necesitaría una anotación muy abundante, pero en muchos otros poemas surgen cuestio­nes análogas: solo la elucidación del sustrato clásico y bíblico explica el sen­tido del texto «¿Cómo el precepto de arena / la mar soberbia no rompe?», que García A b r i n e s 2 9 imprime con un error «prefecto de arena», con nota igualmente errónea en que aclara que prefecto es el sujeto a cuyo cargo está el hacer cumplir algún ministerio o cargo. La buena lectura se certifica con una nota adecuada sobre la imagen de la playa como brida, freno o ley que retiene al mar. El motivo se sugiere en Horacio, Odas, I , 3, 21-24: «nequi-quam deus abscidit / prudens Océano dissociabili / térras, si tamen impiae / non tangenda rates transilium vada», y sobre todo en la Biblia, Jeremías, 5, 22 («Yo soy el que al mar le puse por término la arena, ley perdurable que no quebrantará»), y Quevedo lo reitera en varias formulaciones: Cuatro fantas­mas de la vida, tercera carta sobre el desprecio: «la obediencia del ímpetu del mar a la ley que se le escribió en la arena...», y también en La paciencia y constancia del santo Job: «la soberbia del mar encarcelada en las orillas» y Providencia de Dios: «aprisionada la soberbia del mar en cárcel de arena»; o en la poes ía 3 0 núm. 50, vv. 1-2, al mar: «La voluntad de Dios por grillos tie-

29 Poesías sueltas, p. 61. 3 0 Me refiero en estos textos poéticos quevedianos a la edición de Un Heráclito; remito a

las notas al núm. 50 en esa antología para más documentación sobre el motivo de la arena como ley o precepto que el mar debe respetar.

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nes, / y ley de arena tu coraje humilla»; y Orlando, I, vv. 785-88: «Con atre­vida espalda, un monte suena, / herido de las ondas y, fiado / en la ley que está escrita con arena, / canas iras desprecia al mar turbado».

Un campo rei terado es el de los best iarios y t radiciones zoológicas . Habría que anotar múltiples creencias sobre animales diversos, como la lon­gevidad atribuida a los cuervos (ver Covarrubias, Tesoro de la lengua caste­llana: «Dan al cuervo larga vida. . .») , el monstruoso nacimiento del basilisco de un huevo de ga l lo 3 1 , etc. Baste otro ejemplo rápido, el de la uña de la gran bestia, que García Abrines identifica con la uña de caballo o fárfara, hierba medicinal, pero que en realidad es la uña del alce, como era bien sabido en el Siglo de Oro, y recoge sin ir más lejos Covarrubias: «Andrés Haccio, médico romano, escr ibió un tratado de la gran bestia, y cita a Polonio Menabeo , milanés médico, que estuvo en Polonia y vio cazar el alce, y dio noticia de su historia y de sus calidades y virtudes, en razón de medicina». Abundan refe­rencias al poder sanador de la uña: en el Esteban'úlo González'1: «Diole a su Majestad deseo de ir a caza de las grandes bestias que tienen virtud en la uña del pie izquierdo», con erudita nota de Carreira y Cid, que citan al P. Pedro Cubero: «la particular virtud está en las puntas de la uña del pie derecho, aunque en todo lo demás de las uñas dicen tener virtud».

Es importante en este terreno tener cuidado de no sustituir la categoría de las claves de lectura, es decir, no interpretar una referencia erudita en clave de cultura popular y viceversa. Este es el error que lleva a García Abrines a iden­tificar a Bernardo, ci tado en el poema «Memoria l que da la Muerte al Vir rey» 3 3 , en comparación de un médico matador, y que es naturalmente el famoso héroe del romancero Bernardo del Carpió, con Bernardo de Turingia, un visionario alemán que vivió a fines del XII, y que no tiene papel ninguno en el poema. Más grotesca es la explicación a lo erudito que busca para el árbol de las ciruelas que ha pegado las gomas a la prostituta sifilítica Belisa en «Tomando está las u n c i o n e s » 3 4 , al apuntar que hay un juego «entre la ciruela Claudia, especie de ciruela muy jugosa y dulce y Claudia, vestal de cuya honestidad se dudó». Para empezar el anotador ha introducido una pre­cisión falsa con la clase de ciruelas, Claudias, que no se mencionan en el texto, a partir de la cual salta a la evocación de la vestal, prescindiendo además de cualquier coherencia sintáctica y semántica. La explicación es más sencilla y

3 1 Ver ed. Cáceres, p. 368: o detalles relativos a las grullas, basilisco o a la gran bestia en ed. Reedy, pp. 202. 230. 255, etc. Para esta última referencia, que comento arriba, ver García Abrines, Poesías sueltas, p. 278, n. 17.

3 2 Ed. Carreira y Cid, II, pp. 231-32. Ver también, Viaje de Turquía, p. 476: «¿Las sortijas de uña de la gran bestia, me decís? La más probada cosa que en la gota coral se hace son. como sean verdaderas»; Torquemada. Jardín de flores curiosas, p. 460: «en las uñas no dejan de lener virtud, porque también dicen que aprovechan para la epilepsia o gota coral».

33 Diente del Parnaso, p. 222. 3 4 García Abrines. Poesías sueltas, p. 357.

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pertenece al campo de las metáforas eróticas y jocosas tópicas: el árbol de las ciruelas (Claudias o no) es sencillamente el ciruelo, metáfora fálica trasparen­t e 3 5 , y es el ciruelo (que en su sentido literal de 'árbol' puede enfermar con las gomas o supuraciones que lo secan) el que en su sentido metafórico le ha contagiado las gomas ('tipo de enfermedad venérea') a la dama.

Las evocaciones concretas de lugares literarios, especialmente de Queve­d o 3 6 han sido señaladas por la crítica. Habría que procurar identificar con exacti tud concreta los numerosos casos de inter textual idad, porque las influencias muy generales se perciben enseguida, pero resultan poco ilustra­tivas de las técnicas de adaptación o de los juegos alusivos precisos, que es lo más interesante en el marco de los procedimientos de la agudeza. Añadiré, a los ya indicados por anteriores comentaristas, algunos casos que no veo señalados por los anotadores: la calificación de los médicos de venenos con g u a n t e s 3 7 remite a Que vedo «el que con barba y guantes es v e n e n o » 3 8 ; la imagen de las bacías de barbero para las jorobas de Liseras remite al poema contra Ruiz de Alarcón de Q u e v e d o 3 9 , donde se usa la misma; el verso «Entre los sueltos caballos» del poema de Caviedes «Poeta como su madre» evoca un famoso romance de Góngora, muy glosado en el Siglo de Oro, que comienza con ese verso; el «aprended, bolsas, de mí» (final del romance a una pedigüeña, «Tu boca por pedigüeña») parodia el verso de la letrilla gon-gorina «Aprended, Flores, de mí»; el chiste de la vieja que «por no tener dientes / le quiso dar entre muelas» («Casóse un mozo muy pobre») , está tomado de otro poema de Quevedo, el «Testamento de don Quijote», vv. 11-12: «por falta de dientes / habló con él entre muelas»; etc.

Este campo de las referencias concretas literarias de Caviedes requiere de mucha exploración. Un ejemplo más para cerrar este apartado: el poema «A María Santísima. Empieza y acaba con título de c o m e d i a » 4 0 no solo utiliza títulos de comedias para el primer y último verso, como anota Cáceres, sino que todos los primeros y últimos versos de cada una de las coplas del roman­ce son títulos: hay, pues, no dos, sino diez comedias a ludidas 4 1 .

3 5 La versión quevediana del epigrama de Marcial, In Lesbiam es: «Melchorilla, yo no puedo / siempre que te veo arrechar, / que no se puede mandar / el ciruelo como el dedo»; el locutor se excusa ante Melchorilla de no estar siempre que la ve arrecho (erectas), porque el ciruelo 'miembro viril' no obedece a la voluntad como el dedo. Para esta metáfora tópica ver Huerta Calvo, 1983, p. 48.

3 6 Ver Cisneros, en ed. Cáceres, pp. 127 y ss. y Reedy, p. XXV, y sobre todo Bellini, 1967 y 1974; Sepúlveda, 1996.

3 7 Ver Reedy, pp. 10, 26, 35, 256; García Abrines, Poesías sueltas, pp. 278, 282 y ss., 313, 322... para los pasajes aludidos.

3 8 Quevedo, Un Heráclito, núm. 172. 3 9 Quevedo, PO, núm. 843, vv. 123-24. 4 0 Ed. Cáceres, p. 796. 41 La más constante mujer (Pérez de Montalbán), Los indicios de la culpa (una comedia

de Matos Fragoso es Los indicios sin culpa), Amistad y obligación (debe de aludir a Amor y

ANOTACIÓN DE LA OBRA POÉTICA DE CAVIEDES 173

3.4. He comentado en lo anterior algunos campos privilegiados que deben ser objeto de especial atención a la hora de anotar a Caviedes, pero en reali­dad la alusión ingeniosa surge en cualquier terreno: hagiografía e iconogra­fía, mundo eclesiást ico, folklore, mundo social (delincuencia, mundo del hampa, castigos penales. . . ) , y en cualquier aspecto de la vida cotidiana de la época muy difícil de sistematizar.

No hay más remedio que acumular nuevos ejemplos, porque toda la tarea anotadora estriba en una casuíst ica que debe resolverse punto por punto. Reduzco, sin embargo, los ejemplos a lo que me parece esencial para ilustrar la problemática general.

En la iconografía hagiográfica está la verdadera pista para entender el pasaje del r o m a n c e 4 2 «Pedro de Utrilla el Cachorro», médico que cura una llaga sifilítica a una prostituta y que junto a ella recuerda al retablo de san Lázaro: «Miraba la llaga Utrilla, / y con tal médico al lado / de san Lázaro bendito / se me figuró el retablo». La explicación del anotador, que interpre­ta lázaro en el sentido de ' taimado y redomado ' , como alusión al doctor, es contraria al contexto. La que parece Lázaro (llagado, patrón de los leprosos) es la dama con las bubas; el chiste con Utrilla está en la alusión a la icono­grafía de San Lázaro, a quien se representa en ocasiones, como a san Roque, acompañado de un perro que le lame las l l a g a s 4 3 ; en otras palabras, es un modo indirecto de calificar de perro al médico , insulto codif icado, como hemos visto, que le endereza en otras varias ocasiones.

La categoría eclesiást ica de los obispos de anillo (obispos in partibus infidelium, con nombramiento pero sin diócesis efectiva) explica la frase paródica de «verdugo de anillo», aplicada al presidente de Quito, encargado de administrar la justicia y castigos, y que se queda sin funciones al entrar en Quito el doctor Herrera («que siendo vos el primero / queda él verdugo de anillo»), porque el médico matará a todos, sin dejar oportunidad a la justicia de condenar a nadie a muer t e 4 4 . La nota de García Abrines: «anillo, en ger-manía los grillos, y juego con cero» no tiene sentido. Una práctica de los ver­dugos explica otra f rase 4 5 en el poema «De herencia protoverdugo», en boca de un médico que afirma que es lo mismo caer en sus manos que en las pier­nas del verdugo. La nota de García Abrines desbarra de nuevo al interpretar

obligación, de Moreto), Triunfos de amor y fortuna (Antonio de Solís), Industrias contra fine­zas (Moreto), Contra el amor no hay industrias (no la identifico exactamente; localizo Contra el amor no hay engaños, de Diego Enríquez y Contra el amor no hay desdichas de Lope), Lo que son juicios del cielo (Pérez de Montalbán), La más hidalga hermosura (Zabaleta, Rojas, Zorrilla y Calderón: La más hidalga hermosura y conde Fernán González), Lo que puede un desengaño (Monroy), El Burlador de Sevilla (Tirso).

4 2 Ver ed. García Abrines, Diente del Parnaso, p. 212, n.19. 4 3 VerRéau, 1997. 4 4 García Abrines, Diente del Parnaso, p. 298, n. 7. 4 5 García Abrines, Diente del Parnaso, p. 352, n. 66.

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piernas como juego con penas 'galeras ' , y relacionarlo con el instrumento de tortura llamado pie de amigo, etc. Nada de eso: es alusión bastante trucu­lenta a la costumbre de los verdugos de montarse encima del reo que colgaba de la horca para acelerar su muerte con el peso. Al verdugo llama Quevedo «jinete de gaznates» y otras metáforas semejantes 4 6 .

4. CONCLUSIONES

No es, evidentemente, momento de anotar todo el corpus de Caviedes. Podría alargar esta exposición con cientos de casos más de todas las catego­rías vistas y otras varias, pero lo que me interesa subrayar es que la tarea de anotación de Caviedes está apenas comenzada, lo mismo que la estricta labor de la edición, para la cual es preciso volver a los textos manuscritos, reali­zando simultáneamente ambos esfuerzos.

En el estado actual de las investigaciones se evidencia que la fijación tex­tual de los poemas resulta prácticamente imposible si no se aborda también la anotación.

Los ejemplos a que me he ceñido en este trabajo sirven nada más que de muestra de un panorama mucho más amplio que habrá de ser sistemática­mente afrontado por los estudiosos que pretendan poner a disposición del moderno lector, en las condiciones que realmente se merece, el conjunto de las poesías de Juan del Valle y Caviedes.

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4 6 Ver Buscón, p. 140: «Allá quedarás, bellaco, deshonrabuenos, jinete de gaznates»; Un Heráclito, núm. 288, vv. 83-84: «Ahogado con zaragüelles / murió Lumbreras el bravo»; PO, núm. 865, vv. 77-80: «Mandáronle encordelar / los señores la garganta, / y oliendo las entre­piernas / del verdugo, perdió el habla».

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