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 71 Expansión del modelo Expansión del modelo sojer sojer o o en la Ar en la Ar gentina gentina De l a pr De la pr oducción de alimentos oducción de alimentos a los a los commodities commodities Sect or ag rope cuari o  M i g uel Te u bal* * Doctor en Economía Agraria, Investiga dor Superior del CONICE T , Profesor consulto de la UB A. Existe un aspecto del neoliberalismo, ahora tan criticado, que se mantie- ne intacto: se trata del modelo agrario, de agricultura industrial , impulsado con gran ahínco durante el período de apogeo del modelo neoliberal. Éste se manifiesta en nuestro país, entre otros factores, con el auge del cultivo de la soja. Dicho cultivo, que comienza a realizarse en gran escala en los años setenta, adquiere un cariz muy especial a mediados de los noventa, cuando se libera al mercado el cultivo de la soja transgénica. En efecto, a partir de este desarrollo, la Argentina se transforma en uno de los p rincipa- les países del tercer mundo en el que se impulsan los cultivos transgéni- cos. Todo ello de la mano de la siembra directa, la semilla RR resistente al glifosato y las empresas transnacionales, sus principales favorecidas. Nos hallamos -afirman los defensores del modelo- en una frontera tecnológica de enormes proporciones. “Quien no esté a favor de los transgénicos, está en contra del progreso”. “No matemos la gallina que pone los huevos de oro”, se nos dice. Se trata del boom de la soja transgénica que, dicho sea de paso, coyunturalmente permite la expansión de grandes superávits fis- cales y de la balanza comercial, esenciales para el pago de los servicios de la deuda externa. Cabría preguntarse si esto también significa indefectible- mente mayor bienestar para todos nosotros. Ahora y en el largo plazo.

El Modelo Sojero

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el modelo sojero de argentina y su exportacion

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    Expansin del modeloExpansin del modelosojersojeroo en la Aren la ArgentinagentinaDe la prDe la produccin de alimentos oduccin de alimentos a los a los commoditiescommodities

    Sector agropecuario

    Miguel Teubal*

    * Doctor en Economa Agraria, Investigador Superior del CONICET, Profesor consulto de la UBA.

    Existe un aspecto del neoliberalismo, ahora tan criticado, que se mantie-ne intacto: se trata del modelo agrario, de agricultura industrial, impulsadocon gran ahnco durante el perodo de apogeo del modelo neoliberal. stese manifiesta en nuestro pas, entre otros factores, con el auge del cultivode la soja. Dicho cultivo, que comienza a realizarse en gran escala en losaos setenta, adquiere un cariz muy especial a mediados de los noventa,cuando se libera al mercado el cultivo de la soja transgnica. En efecto, apartir de este desarrollo, la Argentina se transforma en uno de los principa-les pases del tercer mundo en el que se impulsan los cultivos transgni-cos. Todo ello de la mano de la siembra directa, la semilla RR resistente alglifosato y las empresas transnacionales, sus principales favorecidas. Noshallamos -afirman los defensores del modelo- en una frontera tecnolgicade enormes proporciones. Quien no est a favor de los transgnicos, esten contra del progreso. No matemos la gallina que pone los huevos deoro, se nos dice. Se trata del boom de la soja transgnica que, dicho seade paso, coyunturalmente permite la expansin de grandes supervits fis-cales y de la balanza comercial, esenciales para el pago de los servicios dela deuda externa. Cabra preguntarse si esto tambin significa indefectible-mente mayor bienestar para todos nosotros. Ahora y en el largo plazo.

  • En aos recientes, la opinin pblicade nuestro pas ha dado un vuelco enrelacin con la percepcin que tuvoen la dcada de los noventa sobre laspresuntas bondades del neoliberalis-mo aplicado en la Argentina aparente-mente con mayor severidad que enotros pases del continente. En efecto,si bien a lo largo de este perodo semanifestaban con regular intensidadprotestas de diversa naturaleza encontra del modelo, tuvo que producir-se una crisis de enormes proporcio-nes, la de 2001/2002, la crisis ms im-portante de nuestra historia -quizsincluso ms importante que la de losaos treinta- para que gran parte deesa opinin pblica comenzara acuestionarlo significativamente. Tal in-credulidad se hizo evidente y cobrimportancia porque, a diferencia delas crisis asitica, brasilea o rusa, lanuestra fue efectivamente una crisisdel neoliberalismo (vase Teubal,2004 y 2006).

    Privatizar, desregular, abrirnos a laeconoma mundial, en fin, ajustar lascuentas fiscales, reducir el gasto p-blico en salud, educacin, eran todospreceptos de un pensamiento nicoque haba que aceptar s o s comoparte de una verdad revelada. Y todoen aras de impulsar una autnticaeconoma de mercado que habrade proyectarnos hacia el primer mun-do.

    Se trataba de un modelo que nos ibaa elevar al nivel de los pases del pri-mer mundo. Mediante el tan mentadoderrame, iba a mejorar las condicio-nes de vida de todos nosotros, a elimi-nar la pobreza y a impulsarnos haciael bienestar que presuntamente pre-valecen en esos pases. Pero lasbondades del modelo no pudieronmaterializarse. Todo lo contrario. Co-mo era de esperar, gener desindus-

    trializacin, desocupacin, hambre ypobreza y una tremenda regresin enla distribucin del ingreso y de la ri-queza en el orden nacional.

    Resulta cada vez ms difcil aceptarlos consejos de los mentores ideolgi-cos del neoliberalismo, del FMI y delBanco Mundial, de sus economistas eintelectuales orgnicos o de los gran-des grupos econmicos vernculos ytransnacionales, que fueron sus prin-cipales beneficiarios. Despus del 19y 20 de diciembre de 2001 y del caoseconmico en el que fue sumido elpas a instancias de las polticas ypropuestas impulsadas por nuestroseconomistas, gobernantes y esta-blishment, despus del que se vayantodos, no poda dejar de estar en elbanquillo de los acusados el modeloeconmico neoliberal o neoconserva-dor que fue aplicado a rajatabla ennuestro medio.

    Existe un aspecto del neoliberalis-mo, ahora tan criticado, que se man-tiene intacto: se trata del modeloagrario, de agricultura industrial, im-pulsado con gran ahnco durante elperodo de apogeo del modelo neoli-beral. ste se manifiesta en nuestropas, entre otros factores, con el augedel cultivo de la soja. Dicho cultivo,que comienza a realizarse en gran es-cala en los aos setenta, adquiere uncariz muy especial a mediados de losnoventa, cuando se libera al mercadoel cultivo de la soja transgnica. Enefecto, a partir de este desarrollo, laArgentina se transforma en uno de losprincipales pases del tercer mundoen el que se impulsan los cultivostransgnicos. Todo ello de la mano dela siembra directa, la semilla RR resis-tente al glifosato y las empresastransnacionales, sus principales favo-recidas. Nos hallamos -afirman losdefensores del modelo- en una fronte-

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  • ra tecnolgica de enormes proporcio-nes. Quien no est a favor de lostransgnicos, est en contra del pro-greso. No matemos la gallina quepone los huevos de oro, se nos dice.Se trata del boom de la soja transg-nica que, dicho sea de paso, coyuntu-ralmente permite la expansin degrandes supervits fiscales y de la ba-lanza comercial, esenciales para elpago de los servicios de la deuda ex-terna. Cabra preguntarse si esto tam-bin significa indefectiblemente mayorbienestar para todos nosotros. Ahoray en el largo plazo.

    Prevalece en nuestro pas la nocinque impulsan sus promotores de queel modelo de agricultura industrial hasido plenamente exitoso. Son pocaslas voces que sealan sus efectos no-civos y los de la difusin masiva delos cultivos transgnicos en general:efectos sociales, econmicos, me-dioambientales, sanitarios, etc. Tam-poco se discute en qu medida esperjudicial una excesiva especializa-cin en la soja transgnica. Asimismo,se hace caso omiso de sus conse-cuencias: la desaparicin de media-nos y pequeos productores y traba-jadores rurales; la creciente prdidade la soberana alimentaria; la granvulnerabilidad a que est siendo so-metido nuestro agro a causa de la es-pecializacin en este cultivo exclusi-vamente de exportacin; el deterioroambiental, que ha generado protes-tas, por ejemplo, en poblados conta-minados por las fumigaciones del gli-fosato por aire; la prdida de la biodi-versidad en nuestro medio; la depen-dencia respecto de grandes empre-sas transnacionales que, en formacreciente, son proveedoras excluyen-tes de la semilla; la expulsin del sec-tor de medianos y pequeos produc-tores y campesinos por parte de gran-des sojeros, etc. Tampoco se seala

    el impacto que habra tenido sobre ladesocupacin, el hambre y la pobrezay la creciente regresividad en la distri-bucin del ingreso en el nivel nacio-nal.

    Todos estos elementos configuranun cuadro aterrador en cuanto a lassecuelas de largo plazo del modeloagrario actualmente en vigencia. Pe-se a las protestas suscitadas en elmedio rural y al accionar de organiza-ciones agrarias que luchan en contrade estas consecuencias nefastas, lasargumentaciones crticas son escasa-mente consideradas. El modelo agra-rio sigue inclume, y no es analizadocrticamente en lo esencial ni debatidoampliamente en los foros nacionalesoficiales ni de la sociedad civil.

    En este trabajo nos proponemos unaevaluacin crtica de esta cuestin.En la primera parte, destacamos algu-nos de los hitos que hacen al auge dela soja transgnica en nuestro pas y,a continuacin, consideramos algu-nos de sus efectos nocivos y aspectosque podran ser considerados comoobjeto de debate en nuestro medio.

    El nuevo perfil productivo:de los alimentos a loscommodities

    En el siglo XX, la Argentina -junto apases como Australia, Canad, Nue-va Zelanda e, incluso, EstadosUnidos- fue un importante proveedorde carnes y cereales a la economamundial. Al mismo tiempo, esas ex-portaciones (carne vacuna, trigo,maz, girasol, etc.) eran alimentos b-sicos de consumo popular masivo enel orden econmico interno. Se trata-ba de una produccin centrada sobrela regin pampeana, mientras que enlas regiones extrapampeanas se pro-

    73El modelo sojero en la Argentina

  • ducan los tradicionales cultivos in-dustriales, en su mayor parte orienta-dos hacia el mercado interno: en elNoroeste Argentino (NOA), caa deazcar (en las provincias de Tucumny Salta); en el Noreste argentino(NEA), algodn (Chaco), yerba mate(Misiones); en el Valle del Ro Negro,en la Patagonia y en la regin de Cu-yo, frutales diversos (manzanas, pe-ras, uvas), productos que adems co-menzaban a exportarse. En este sen-tido, en la Argentina se produca la ca-si totalidad de los alimentos que con-suma su poblacin, salvo algunosproductos tropicales como caf, pal-mitos, etctera.

    Ese potencial para producir alimen-tos provena fundamentalmente deproductores medianos y pequeos,que constituan en trminos compa-rativos con otros pases latinoameri-canos una parte importante del con-junto de los productores agropecua-rios. Si bien en 1960 las denominadaspropiedades rurales multifamiliaresmedianas y grandes (en lo esencial,el latifundio) controlaban en la Argen-tina ms de la mitad de la superficie yde la produccin agropecuaria (en elBrasil, Chile, el Ecuador y Guatemalacontrolaban una proporcin an ma-yor), las propiedades rurales familia-res, o sea, los productores media-nos y pequeos, ocupaban el 45% dela superficie y producan el 47% de laproduccin total, proporciones mayo-res a las que ocupaba y produca eseestrato de explotaciones en otros pa-ses de Amrica latina. Asimismo, laeconoma campesina ocupaba slo el3% de la tierra frente al 17% que ocu-paba en el Ecuador y el 14% en Gua-temala (Feder, 1975: 102). Estos da-tos indican la importancia relativa quetuvieron en la Argentina los producto-res familiares de tipo farmer y la me-nor importancia relativa del campesi-

    nado tradicional, salvo en regionesextrapampeanas (vase Archetti yStlen, 1975 para un anlisis del sec-tor farmer o chacarero de la Argenti-na).

    En la dcada de los setenta, se es-tablecen nuevas variedades de cerea-les y oleaginosas en el campo pam-peano y se introduce la doble cose-cha. En vez de alternar la produccinagrcola con la ganadera, se va pro-duciendo una mayor agriculturiza-cin basada sobre dos cosechasagrcolas anuales. Esto fue posibledebido a la utilizacin de nuevas va-riedades, que permiten sembrar culti-vos de segunda y que comienzan atener preeminencia al ser combinadoscon la produccin triguera. Surge laproduccin sojera que, junto con la in-troduccin del germoplasma mexica-no en el trigo, permite el desarrollodel doble cultivo trigo-soja. Rpida-mente, el doble cultivo trigo-soja se di-funde en la regin pampeana, espe-cialmente en la regin maicera tpica,provocando una parcial sustitucindel maz y del sorgo, as como de ac-tividades ganaderas que participabancon estos cultivos en sistemas de ex-plotacin mixta.

    La transformacin del campo argen-tino comienza a sustentarse sobre lasoja y sobre el paquete tecnolgicoque la acompaa, a costa de la gana-dera y de otros cereales tradiciona-les. Se trata de la aplicacin tarda ennuestro pas de algunos rasgos de larevolucin verde. A partir de enton-ces, la Argentina emerge, en los tr-minos acuados por Harriet Fried-mann (1993: 45) como un nuevo pasagropecuario, en una analoga conlos denominados nuevos pases in-dustrializados del sudeste asitico(los newly industrializing countries, oNICs, para usar sus siglas en ingls).Desde entonces, la produccin sojera

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  • no deja de aumentar ao tras ao. Sibien Friedmann se refiere fundamen-talmente al Brasil, su percepcin enesta materia podra tambin ser apli-cable a la Argentina. Ambos pases,junto con los Estados Unidos, setransformaron en los principales pro-ductores y exportadores de soja a laeconoma mundial.

    Hacia mediados de la dcada de losnoventa, se da un nuevo salto tecno-lgico en el agro argentino. En 1996comienza la implantacin de la semi-lla transgnica de la soja, comercial-mente llamada RR, cuyas siglas eningls significan Roundup Ready.Roundup es la marca comercial delglifosato, herbicida al cual es resisten-te la soja RR. El paquete tecnolgicoconsiste en combinar esta semilla conel sistema de la siembra directa, paralo cual se requiere la utilizacin del gli-fosato, utilizado en cantidades cadavez mayores: las malezas que que-dan son eliminadas con el glifosato,siendo la semilla RR resistente a esteagrotxico.

    Tanto la semilla RR como el glifosa-to Roundup son producidos por Mon-santo. La distribucin de la semilla fueluego transferida a su licenciataria As-grow, la que a su vez fue adquiridapor Nidera. Sobre la base de estanueva biotecnologa de los transgni-cos, Monsanto y sus licenciatarias enla Argentina han podido inducir a losproductores a incorporar un paquetetecnolgico controlado por ellas al ha-cer que la soja incorpore gentica-mente la resistencia a su propio agro-qumico, el glifosato. La introduccinde este paquete tecnolgico aumentala dependencia de los agricultoresrespecto de las grandes empresastransnacionales proveedoras de semi-llas e insumos agrcolas.

    En este marco, adquiere preeminen-

    cia el complejo sojero. Algunas pocasgrandes empresas semilleras trans-nacionales, como Monsanto y Novar-tis, no slo proveen la semilla sinotambin el paquete tecnolgico y losagroqumicos que la acompaan, loscuales el productor se ve obligado acomprar indefectiblemente una vezque introduce el transgnico. En la Ar-gentina, dada la difusin que tuvieronestas tecnologas, el glifosato setransform en el principal insumo fito-sanitario empleado, con ventas tota-les que pasaron de 1,3 millones de li-tros en 1991 y 8,2 millones en 1995 ams de 30 millones en 1997. Su fac-turacin en el ao 2000 ascendi a263 millones de dlares, lo que repre-senta el 42% del mercado agroqumi-co total. Segn estimaciones, en elao 2003 el glifosato representara unmercado de 350 millones de dlares,cifra que se incrementara en la medi-da en que el maz RR -aprobada sucomercializacin en 1996- reemplacelas variedades convencionales. Lacombinacin de trigo-soja y maz, pa-ra cuya produccin tambin se intro-dujeron transgnicos (a comienzos deesta dcada, el 30% de la produccinmaicera era maz Bt), se transformen uno de los cultivos ms dinmi-cos (rentables?) del agro argentino.

    La crisis de 2001/2002 no modificlas tendencias que se venan dando.Sin embargo, la devaluacin del tipode cambio, junto con mejoras en losprecios internacionales de la soja, sig-nific un aumento de los ingresos glo-bales del sector. El modelo de agricul-tura industrial centrado sobre la sojasigui siendo prominente, favorecidopor polticas pblicas que considera-ban importantes sus efectos positivossobre el desarrollo de sustancialessupervit de la balanza comercial yfiscal. La prosperidad benefici funda-mentalmente a un segmento de pro-

    75El modelo sojero en la Argentina

  • ductores agropecuarios pampeanos ycontribuy, incluso, a que muchos delos que se haban endeudado y se en-contraban al borde de la quiebra pu-dieran recuperarse. Pero esta situa-cin no afect a todo el sector porigual. El negocio financiero de la sojase expandi sobre nuevos territorios,impulsndose el desplazamiento deproductores marginales y comunida-des indgenas y campesinas en diver-sas regiones del pas. Ante la reacti-vacin de la economa en su globali-dad, comenzaron a manifestarse pre-siones al alza de los precios alimenta-rios, potenciados por el incremento dela demanda, el aumento del tipo decambio y una mayor concentracin enel mbito de la industria alimentaria yde los canales de distribucin final dealimentos.

    Neoliberalismo y sistemaagroalimentario: impactossobre el agro

    Los ajustes estructurales de corteneoliberal aplicados a la economa in-cidieron sobre el sistema agroalimen-tario en su conjunto1 y muy especial-mente sobre el sector agropecuarioque lo integra. Un elemento de funda-mental incidencia fue el decreto deDesregulacin de 1991, que eliminde cuajo la serie de organismos que,desde los aos treinta, regulaban laactividad agropecuaria. De golpe, elsector agropecuario argentino setransform en uno de los ms desre-gulados del mundo, sujeto como nin-gn otro a los vaivenes de la econo-ma mundial (vase Teubal y Rodr-

    guez, 2002). Aqu yace una de las ra-zones que explica la falta de polticasactivas que regulen la produccin dealimentos bsicos en el pas y quesean la base de sustentacin de loscampesinos y pequeos y medianosproductores.

    Las privatizaciones, desregulacio-nes y la apertura casi indiscriminadaal exterior, aplicadas al conjunto de laeconoma en aras de lograr una ma-yor integracin a la economa mun-dial, repercutieron de forma conside-rable sobre las tendencias y la varia-bilidad de la actividad agropecuaria,los precios de su produccin y de susinsumos, el acceso al crdito, la renta-bilidad general de la actividad y lascondiciones de vida de los grupos ma-yoritarios. As tambin, sobre el sectoragropecuario influyeron las transfor-maciones operadas en el mbito ex-traagropecuario pertenecientes al sis-tema agroalimentario: el procesa-miento industrial, la comercializaciny distribucin final de alimentos, orien-tados tanto al mercado interno como alas exportaciones, as como el sectorde provisin de insumos -en particu-lar, el semillero-

    Los ajustes estructurales originarontransformaciones en las reas ex-traagropecuarias del sistema agroali-mentario con incidencia sobre el sec-tor agropecuario: se produjeron pro-cesos de concentracin y centraliza-cin de capital en la agroindustria y ladistribucin final de los alimentos (porejemplo, el denominado supermerca-dismo) y un nmero muy limitado deempresas fue adjudicndose la exclu-sividad en la provisin de semillas y

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    1 Entendemos por sistema agroalimentario el espacio socioeconmico que incluye la produccinagropecuaria, la provisin de insumos agropecuarios y la comercializacin, el procesamiento in-dustrial , la distribucin y el consumo final de alimentos, o bien, sucintamente, la red de relacio-nes que se gestan en torno de la produccin y el acceso a la alimentacin (vase Teubal y Ro-drguez, 2002: 65).

  • otros insumos a los productores agro-pecuarios. Estas tendencias se dieronjunto con una fuerte extranjerizacinen estos sectores hacia fines de la d-cada de los noventa. Como conse-cuencia de la intensificacin de losprocesos de integracin vertical, fue-ron modificndose notablemente lasarticulaciones en el interior de loscomplejos que integran el sistemaagroalimentario (Teubal y Rodrguez,2002; Teubal y Pastore, 1995). Asi-mismo, creci la agricultura de contra-to y otras formas de articulacinagroindustrial y adquirieron mayorpoder las grandes empresas extra-agrarias en relacin con los medianosy pequeos productores agropecua-rios, que tendieron a perder significa-tivamente su autonoma de decisin.Lo mismo ocurri en la industria semi-llera: dada la enorme concentracinque se produjo en esta rea, el medioagropecuario se transform rpida-mente en un sector cautivo de lasgrandes empresas proveedoras de lasemilla transgnica.

    Los procesos de liberalizacin, aper-tura y desregulacin brindaron a lasgrandes empresas el marco propiciopara expandir su control sobre distin-tas reas del sistema agroalimentarioy obtener as una posicin dominanteen lo referido al almacenaje, procesa-miento, comercializacin, producciny provisin de semillas e insumos pa-ra la actividad agrcola. Estas innova-ciones facilitaron la consolidacin deoligopsonios u oligopolios en segmen-tos clave de diversos complejosagroindustriales. Por ejemplo, en elcomplejo lcteo, siete compaas -en-tre las que se destacan SanCor yMastellone (La Serensima)- controlan

    el 80% del mercado; el 90% de lasventas de aceite refinado de girasoles manejado por apenas seis empre-sas, lideradas por Molinos Ro de laPlata y Aceitera General Deheza. Enpanificacin, Fargo, Bimbo y La Vene-ciana acumulan el 85% de las ventas;en el negocio de galletitas, la francesaDanone (Bagley), la estadounidenseNabisco (Terrabusi, Mayco, Capri yCanale) y Arcor concentran el 80% delmercado (Cash, suplemento econmi-co de Pgina/12, 6/6/2004). Reciente-mente se han fusionado Arcor y Dano-ne. En otros casos, la concentracin ycentralizacin del capital facilit lacaptura de negocios altamente renta-bles, como es el caso de la cuota Hil-ton2, donde cinco empresas (Swift Ar-mour, Quickfood, Friar, Gorina y Fi-nexcor) dominan el 55% del mercado,y, si tomamos a las diez primeras em-presas del sector, el control asciendeal 77% del mercado de carnes de ex-portacin.

    Al analizar el caso de las empresasmultinacionales dedicadas a la expor-tacin de cereales, observamos quesiete empresas (Cargill, Bunge, Nide-ra, Vincentn, Dreyfus, Pecom-Agra yAGD) concentran el 60% del volumende granos exportados. En consonan-cia con lo anterior, tambin se obser-va que creci la concentracin en elmercado de insumos (dependencia delas semillas y del paquete tecnolgi-co de Monsanto en la produccin desoja y maz); a su vez, creci la con-centracin de la comercializacin conel auge del supermercadismo y seintrodujeron nuevas dinmicas en lossistemas agroalimentarios.

    En el sector oleaginoso, fundamen-

    77El modelo sojero en la Argentina

    2 La cuota Hilton representa la posibilidad de colocar en el mercado europeo 28.000 toneladas decarne bovina. Se trata de cortes de alta calidad cuyo valor aproximado es de siete dlares el ki-lo.

  • talmente sojero, tambin hubo unacreciente concentracin del capital. Elcomplejo oleaginoso es el segundoms importante del pas despus delcerealero pero se ha transformado enel principal grupo exportador. Sin em-bargo, el rea del procesamiento in-dustrial de productos oleaginosos ge-nera muy poco empleo, menos anque el tabacalero (Teubal y Rodr-guez, 2002: 70/71). Un dato central aconsiderar, referido al complejo soje-ro, tiene que ver con la concentracinque se ha dado en el nivel de las em-presas exportadoras tanto de aceitecomo de harinas de soja. En efecto,para describir el grado de concentra-cin se toman las cinco firmas msimportantes que dominan el mercadode la harina de soja o bien las ocho fir-mas ms importantes que dominanese mercado. Las cinco primeras ex-portadoras ms importantes pasaronde exportar el 50% del volumen de ex-portaciones de harina de soja en 1990al 79% del volumen de esas exporta-ciones en 2002. Asimismo, las ochoexportadoras de harina de soja msimportantes pasaron de exportar el67% del volumen de esas exportacio-nes en 1990 al 92% en 2002. Otrotanto ocurri con las exportaciones deaceite de soja: las cinco y ocho prime-ras exportadoras de este rubro expor-taron el 53% y el 72% respectivamen-te en 1990, mientras que pasaron aexportar el 80% y el 92% respectiva-mente en 2002 (CIARA, 2004).

    La progresiva concentracin y cen-tralizacin del capital de la industriaalimentaria y distribucin final de ali-mentos, as como la ejercida en laprovisin de semillas, incidi conside-rablemente sobre el sector agrope-cuario. Se manifiesta una creciente in-tegracin vertical en el interior del sis-tema agroalimentario y una mayor di-

    fusin de la agricultura de contrato.Como consecuencia, los productoresagropecuarios -fundamentalmente losmedianos y pequeos, pero tambinlos campesinos- tienden a perder suautonoma de gestin, o sea, la capa-cidad para negociar en trminos msfavorables precios, crditos y otrascondiciones de oferta para su produc-cin. A esto se agrega una polticaagraria, por lo comn sesgada en sucontra, que ha contribuido largamentea su expulsin del sector.

    En conclusin, los cambios profun-dos que se han dado en el sistemaagroalimentario han cercenado la ca-pacidad de decisin del productoragropecuario sobre su produccin, losinsumos utilizados y las tcnicas pro-ductivas desarrolladas. A ello se sumauna merma del poder de negociacindel precio de venta que tiene el pro-ductor frente a la industria o al acopia-dor y, en el caso de los transgnicos,frente a su proveedor de semilla. Seagrega tambin la imprevisin que ge-nera la gran variabilidad de los pre-cios agrcolas internacionales, queafectan directamente al productoragropecuario a partir de la desregula-cin y apertura externa. El aumentode la concentracin del capital en ca-da uno de los complejos que integranel sistema agroalimentario hizo que, apartir del decreto de Desregulacin de1991, quedara eliminada, entre otrosfactores, toda reglamentacin queestableciera un precio mnimo o sos-tn para los productores agropecua-rios. Ello permiti al polo integrador decada complejo agroindustrial incre-mentar su rentabilidad y reducir losprecios agropecuarios percibidos porlos medianos y pequeos producto-res, as como imponer condiciones decalidad, presentacin y traslado delproducto e incluso de la variedad del

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  • cultivo y de los insumos que debausar el productor. La situacin se hizoms grave an a partir de la introduc-cin de los transgnicos (vase Teu-bal y Rodrguez, 2002: cap. 6 y 7;Teubal, Domnguez y Sabatino,2005).

    El boom sojero

    Uno de los argumentos esgrimidospara impulsar los transgnicos ennuestro medio es que son necesariospara acabar con el hambre en el mun-do. Sin embargo, casualmente, el pe-rodo de implantacin de la soja trans-gnica -de 1996 a esta parte coinci-de con la poca de mayor aumentode la pobreza e indigencia en el pas.Existe una relacin causal entre am-bas tendencias? En el libro que coor-dinamos recientemente con NormaGiarracca, sealamos que una mayorespecializacin en cultivos transgni-cos, conjuntamente con otros ele-mentos inherentes a una agriculturaindustrial y a transformaciones opera-das en todo el sistema agroalimenta-rio, as como la consiguiente expul-sin de productores y trabajadores ru-rales del sector, s tienen que ver conel hambre y la miseria que imperan ennuestro pas (Giarracca y Teubal(coord.), 2005; vase, entre otros art-culos, los de Teubal, Domnguez ySabatino; Giarracca, Gras y Barbetta;y Aparicio). Cabe destacar, como se-alamos en este trabajo, que la espe-cializacin en soja transgnica ha idoen detrimento de otros cultivos bsi-cos de consumo popular masivo,orientndose fundamentalmente ha-cia la demanda de los alimentos ba-lanceados requeridos por la produc-cin animal de los pases europeos.

    No cabe duda de que el sector agro-

    pecuario argentino ha tenido impor-tantes transformaciones en las lti-mas dcadas y que la produccin degranos, en particular de oleaginosas(soja), ha ido en aumento -no slo entrminos absolutos sino tambin rela-tivos. En efecto, la produccin de so-ja ha pasado de 3,7 millones de tone-ladas en 1980/81 a 10,8 millones en1990/91 y a 35 millones en2002/2003. Esto signific que la soja,que expresaba el 10,6% de la produc-cin granaria total del pas en1980/81, pas a representar el 28,4%en 1990/91 y el 49,2% en 2002/2003.Otro tanto ocurri con la superficiedestinada a la produccin sojera: del9,1% del total de la superficie sem-brada con cereales y oleaginosas en1980/81 pas al 24,8% en la campa-a del 90/91 y a ms del 46% de lasuperficie total de estos tems en2002/2003.

    Estas tendencias se han dado endetrimento de la produccin ganade-ra, de otros cereales tradicionalesen especial a partir de mediados delos aos noventa, cuando se introdu-ce en el pas la soja transgnica, detambos, de explotaciones que produ-cen frutales y de los tradicionales cul-tivos industriales del interior del pas.Se ha dado en detrimento de la yun-ga, y de la flora y fauna que habitanextensos territorios en muchas partesdel pas. Tambin ha menoscabado laagricultura familiar, que era tradicio-nal en nuestro medio.

    La soja transgnica arrasa: de habersido uno de los graneros del mundonos transformamos en una repblicasojera; dejamos de producir alimen-tos bsicos, de consumo popular ma-sivo, para producir soja transgnica,casi totalmente de exportacin. Rpi-damente reprimarizamos nuestraeconoma: ms que en cualquier otra

    79El modelo sojero en la Argentina

  • poca de la historia del siglo XX, de-pendemos de un solo producto de ex-portacin, con todo lo que ello signifi-ca en trminos de la tan mentada vul-nerabilidad externa de nuestra econo-ma3

    Este modelo trae aparejada una se-rie de consecuencias ambientales enel campo, en la biodiversidad, en losecosistemas naturales (y en las espe-cies vegetales y animales que sonparte de ellos). Todas ellas son esen-ciales para sustentar la vida humana ysu calidad -por ejemplo, la existenciade pastizales era esencial y ahora sevan perdiendo sus efectos benficos(Camadro y Cauhep, 2003)4; sin con-tar sus posibles efectos sobre la saludhumana, no slo la de los productoresagropecuarios que manipulan losagrotxicos requeridos por este mo-delo sino tambin la del pblico en ge-neral que consume alimentos trans-gnicos. Existen consecuencias am-bientales cuando se rocan camposenteros con glifosato desde el aire,que perjudican tanto la produccin co-mo la salud de miles de vecinos linde-ros en Formosa; cuando se hace ta-bula rasa con la yunga del norte delpas y se impulsa la prdida de la bio-diversidad; cuando se desplazan, mu-chas veces con extrema violencia, amiles de productores agropecuariosde la tierra en la que vivieron duranteaos en Crdoba, Santiago del Este-ro, Salta y otras regiones del pas.

    Hasta hace dos dcadas, las tierrasen las que vivan y trabajaban muchosde los pequeos productores agrariosde la Argentina que producan para

    autoconsumo y para el mercado inter-no local fundamentalmente eranconsideradas marginales. Sin embar-go, con los cambios climticos de losltimos tiempos, particularmente en elrgimen de lluvias, estas tierras debajo valor productivo se transforma-ron en tierras aptas para el cultivo dela soja y se revalorizaron. Asimismo,a partir de 1991, por un decreto denecesidad y urgencia, se cambian to-dos los arreglos institucionales quehaban permitido, durante el siglo XX,esta coexistencia de la pequea uni-dad agraria con la gran explotacinganadera y agraria (vase Giarracca,Gras y Barbetta, 2005: 104). Talesarreglos institucionales tenan que vercon la existencia y el funcionamientode la Junta Nacional de Granos, laJunta Nacional de Carnes y las otrasentidades reguladoras de la actividadagropecuaria. A partir de la desregula-cin de 1991 y de los cambios institu-cionales producidos en la esfera na-cional, los pequeos productores que-daron enfrentados con los grandesproductores y las grandes empresasagroindustriales transnacionales.

    Estos son tan slo algunos ejemplosque reflejan las consecuencias so-cioeconmicas y ambientales que hatenido la implantacin masiva del mo-delo en nuestro pas. No slo acre-cienta la dependencia del productoragropecuario, que debe comprar aotras ao una semilla controlada poruna transnacional, y la necesidad deadquirir el paquete tecnolgico queello involucra, sino que tambin impli-ca la desaparicin misma de los pro-

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    3 Ver en el acpite siguiente la nueva vulnerabilidad generada en torno de la semilla transgnicaprovista por grandes transnacionales.

    4 Segn Gonzlez, Janke y Rapoport (2003: 40), una maleza es una planta que crece en un sitioque el hombre considera inadecuado. Podemos, por lo tanto, considerar que, debido al sistemade siembra directa, todas las plantas que quedan en pie son malezas susceptibles de ser elimi-nadas con el uso del glifosato.

  • ductores agropecuarios. Entre los dosltimos censos desaparecieron87.000 explotaciones agropecuarias.Se fue ejecutando inexorablemente lapropuesta de los funcionarios pbli-cos del menemismo acerca de que in-defectiblemente deban desaparecer200.000 productores agropecuariosconsiderados como ineficientes pornaturaleza. El agro argentino se fuetransformando a paso acelerado enuna agricultura sin agricultores. Lasexplotaciones que desaparecieronson principalmente las medianas y laspequeas. Entre los censos de 1960 y1988, desaparecieron 51.000 explota-ciones: 1800 por ao. En el perodoneoliberal, esta tendencia se intensifi-ca: entre los censos de 1988 y 2002desaparecen 87.688 explotaciones,esto es 6.263 explotaciones por ao.Las que desaparecen son fundamen-talmente las de menos de 200 hec-treas. En este estrato, desaparecie-ron 75.293 explotaciones, y en el de200 a 500 h, otras 7.561. En cambio,aumentaron las de ms de 500 ha,particularmente las que se encontra-ban en el estrato de 1.000 a 2.500hectreas.

    Todo ello refleja la desaparicin de laagricultura familiar en el pas. Si bienya se vena manifestando la desapari-cin de los productores medianos ypequeos como parte del proceso ge-neral de concentracin, la irrupcin dela soja transgnica involucr un siste-ma productivo que aceler marcada-mente estos cambios. La expulsinmasiva de productores agropecuarios-y, en muchos casos, su transforma-cin en rentistas que no laboran sutierra- contribuy a la mutacin delsector en una agricultura sin agriculto-res.

    A medida que avanzaba la agricul-turizacin y se expanda la frontera

    agrcola, se acentu el arrincona-miento de pequeos productores ocampesinos. Tierras consideradasmarginales para el modelo de agri-cultura industrial asentado sobre lapampa hmeda comenzaron a ser deinters para grandes productoresagropecuarios y fondos de inversinvolcados al agro. Con esto, la disputapor el control de la tierra hizo crecerlos conflictos en el medio rural, lo cualse dio fundamentalmente -pero no ex-clusivamente- en regiones extrapam-peanas, como Santiago del Estero,Salta, Chaco, Formosa y zonas deCrdoba.

    Los dispositivos utilizados fueron va-riados. En algunos casos, en loscuales las familias estaban asentadasdesde haca dcadas pero sin tenerregularizada la tenencia, se presenta-ban los nuevos dueos esgrimiendolos ttulos u rdenes judiciales y exi-giendo el desalojo de los campos. Enotros casos, se produca el desmontede campos para destinarlos a la agri-cultura, impidiendo la tradicional utili-zacin como zonas de pastoreo queles daban las comunidades indgenasy campesinas.

    Decamos ms arriba que la sojaarrasa. A comienzos de los aos no-venta, muchos productores agrope-cuarios pampeanos se endeudaronpara comprar maquinaria y equipo afin de poder adaptarse al nuevo pa-trn de agricultura profesional propi-ciado desde sectores oficiales. Peropronto ese endeudamiento se trans-form en una rmora. Se fue multipli-cando la deuda ante la imposibilidadde generar los ingresos necesariospara pagarla y, mediante punitivos ydems elementos inherentes al mo-delo financiero vigente, pronto setransform en una bola de nieve deimposible abordaje. Tal fue el caso de

    81El modelo sojero en la Argentina

  • deudas originarias de, por ejemplo,15.000 pesos/dlar, que en pocosaos se transformaron en deudas de150/200.000 pesos/dlar. En algnmomento, 12 millones de hectreasen la pampa estaban hipotecadas.Fue en este contexto que surgi elmovimiento de Mujeres Agropecua-rias en Lucha, una organizacin dedi-cada a parar los remates de los cam-pos. En lo esencial, se trataba de de-fender la tierra que haban heredadode sus antepasados, colonos inmi-grantes y arrendatarios que, tras ar-duas luchas, finalmente haban acce-dido a ella (vase, entre otros traba-jos, Giarracca y Teubal, 2001). Tam-bin est el caso del MovimientoCampesino de Santiago del Estero(MOCASE), conformado por campesi-nos (muchos de ellos ocupantes detierras veinteaales) que repentina-mente comenzaron a ser desalojados:otra de las consecuencias del boomsojero. Asimismo, en el NOA, las co-munidades indgenas luchan por latierra, por no ser desalojadas; al igualque en el sur lo hacen aquellas des-plazadas por Benetton, entre otrosgrandes compradores de tierras pata-gnicas.

    En aos recientes, han cobrado rele-vancia, dentro de estos procesos dearrinconamiento, dos mecanismoscada vez ms recurrentes: la violenciarural por parte de policas o guardiasprivadas al servicio de particularescontra los bienes y la seguridad per-sonal de los campesinos y pequeosproductores; y los casos de contami-nacin, en los cuales el paquete tec-nolgico utilizado en los grandes em-prendimientos agrcolas perjudican di-rectamente la viabilidad de los culti-vos y la salud de las familias campe-sinas. Estos dos factores presentande forma dramtica la expulsin deagricultores de sus tierras y constitu-

    yen el escenario ms frecuente en elque se desenvuelve la desarticulacinde la agricultura familiar.

    En torno de la problemticade la semilla

    Nuestro pas se ha transformado enuna de las principales potencias pro-ductoras de cultivos transgnicos deltercer mundo, bsicamente debido alimpulso dado a la soja transgnica.

    Un eslabn del modelo de agricultu-ra industrial instaurado con gran ahn-co en nuestro medio lo constituye elcontrol creciente que ejercen las gran-des semilleras transnacionales, enparticular la empresa Monsanto, queprovee la semilla transgnica que seutiliza en el pas.

    Histricamente, desde que se inven-t la agricultura hace diez mil aos,los productores agropecuarios repro-ducen su propia semilla y, en algunoscasos, tienden a experimentar formasde mejoramiento gentico mediantelos cruces de las diversas semillas deuna misma especie. Como conse-cuencia, surgi un consenso mundialpara defender ese potencial del pro-ductor agropecuario y, por ende, suexistencia como tal. En efecto, una delas demandas que impulsan organiza-ciones tales como Va Campesina esla defensa de la prerrogativa del pro-ductor de reproducir su semilla, esta-blecindose que sta debera ser con-siderada patrimonio de la humanidad.En efecto, los diferentes sistemas decrianza de animales, as como las di-ferentes formas de obtener semillas,fueron surgiendo a lo largo del tiempocomo producto de la observacin yexperimentacin que campesinos ypastores han realizado durante mile-nios.

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  • En la Argentina, al igual que en mu-chos pases del mundo, los agriculto-res tienen el derecho a guardar y re-plantar simiente, lo cual est estable-cido por ley. En el siglo XX el Estado,a travs de organismos oficiales, seaplic al mejoramiento gentico de lasemilla y, con el correr de los aos,tambin algunas empresas privadascomenzaron a hacerlo. La crecienteparticipacin privada en la investiga-cin agropecuaria que surge de lacapacidad de apropiacin de los bie-nes creados que antes haban sido delibre disponibilidad fue acompaadapaulatinamente por la implementacinen varios pases de sistemas legalesde patentamiento de seres vivos.

    Las primeras semillas que se utiliza-ron en nuestro pas procedan de im-portaciones realizadas por los mis-mos inmigrantes, firmas privadas y or-ganismos del Estado, sin controles deninguna especie.

    Durante un largo perodo, que vadesde el arribo al pas de los primeroscolonos suizos en 1857 hasta 1920,ingresaron semillas de diversas fuen-tes que fueron imponindose deacuerdo con la propia dinmica delcultivo.... Muchas de estas semillas,por ejemplo el maz, venan de Italia,donde haban llegado desde Amricaen el siglo XVI, y con cuatrocientosaos de adaptacin y mejoramientoretornaron al continente americano(Gutirrez y Jacobs, 1986: 8)5.

    El reconocimiento por parte de lasautoridades nacionales de la Argenti-na y del Uruguay de la necesidad demejorar la calidad de la semilla hizoque se contratara, hacia 1912, a fito-mejoradores extranjeros: a Guillermo

    Backhouse, de Cambridge, Inglaterra,y en Uruguay a los alemanes AlbertoBoerger y Enrique Klein, entre otros;ste ltimo luego se traslad a la Ar-gentina y fund el criadero con sunombre.

    En 1935 se promulg la ley 12.253de Granos, que cre el organismo an-tecesor de la Junta Nacional de Gra-nos. Un captulo de esta ley, denomi-nado Fomento a la Gentica esta-blece la prohibicin de lanzar nuevasvariedades sin autorizacin del Minis-terio de Agricultura, debindose ensa-yar previamente las caractersticas deestas semillas en estaciones experi-mentales, escuelas agrcolas, etc. Sedispone que los agentes que deseendifundir nuevas variedades debernindicar el lugar donde realicen lassiembras para que el ente guberna-mental pueda fiscalizarlas. Asimismo,se crea un registro de entidades pro-ductoras de semillas y se estableceque stas se vendern en bolsas pre-cintadas y rotuladas por el organismooficial.

    Aun cuando los agricultores podanmultiplicar la semilla para uso propio -hecho que no prohbe ninguna ley enningn pas del mundo-, el nuevo sis-tema de fiscalizacin tena por finali-dad controlar el comercio no legal dela semilla a fin de proteger al creadorde las variedades, que seran identifi-cadas segn su nombre comercial ala manera de las marcas registradas.La nueva ley tena varios objetivosadems de evitar la difusin de semi-llas pertenecientes a una variedad nosuficientemente probada fuera de laregin ecolgica donde fuera obteni-da. Tena por finalidad garantizarle alobtentor de la nueva variedad una

    83El modelo sojero en la Argentina

    5 El texto citado presupone que el campesinado latinoamericano, tanto indgena como inmigrante,a lo largo de estos siglos no hubiera formulado mejoramiento gentico alguno de las semillas ori-ginarias del continente.

  • cierta rentabilidad, asegurndole quepor tres aos el nico abastecedorterico de esa semilla fuera su crea-dor (Gutirrez y Jacobs, 1986: 11).

    En los Estados Unidos y en otrospases del mundo, la investigacin yel desarrollo de nuevas variedades decultivos en los ltimos treinta aos hapasado de ser una actividad pblica aser una actividad esencialmente pri-vada. Las empresas del sector priva-do que participan en estas actividadescomenzaron siendo empresas peque-as. Con el andar del tiempo, se fue-ron transformando en grandes empre-sas altamente integradas, capaces nosolamente de producir y desarrollarnuevas variedades sino tambin decomercializarlas. De esta manera,fueron ocupando significativamente ellugar que les corresponda anterior-mente a las instituciones pblicas.

    Los aumentos de productividad porsuperficie utilizada comienzan de for-ma representativa en EUA a partir delos aos treinta, cuando se desarrollauna serie de innovaciones biolgicasque afectan los principales cultivos dela poca: el maz, el algodn, la soja yel trigo. Tales innovaciones tienen quever con los comienzos de los hbridosy de la ingeniera gentica. Sin em-bargo, los cambios ms trascendenta-les habran de llevarse a cabo poste-riormente.

    Antes de 1930, la mayor parte de losproveedores de semilla comercialeran pequeas empresas familiaresque no posean suficientes recursosfinancieros para impulsar su actividad

    investigativa. En consecuencia, la in-vestigacin gentica era realizadafundamentalmente por el sector pbli-co, el USDA, las estaciones experi-mentales de los estados y otras insti-tuciones cooperativas. Las empresassemilleras tenan por finalidad primor-dial multiplicar y vender las varieda-des de semillas desarrolladas en eldominio pblico. En la Argentina, pormuchos aos, imper una situacinsemejante.

    Debido en gran medida al desarrolloy la difusin del maz hbrido en la pri-mera mitad del siglo XX y a la mayorproteccin dada a los derechos depropiedad sobre las innovaciones bio-lgicas en el sector, el capital privadodestinado a la industria semillera y elnmero de firmas privadas dedicadasa la cra de nuevas plantas crecieronrpidamente y alcanzaron el pico acomienzos de los aos noventa6.

    La primera iniciativa para estableceruna proteccin legal de las varieda-des de plantas en nuestro pas datade 1936, cuando se propuso al con-greso la ley de Patentes de Plantas,que fue aprobada cuarenta aos des-pus como parte de la ley de Semillasy Creaciones Fitogenticas (ley20.247), promulgada en 1973 y regu-lada en 1978. Dicha ley se asemejabaa la legislacin nacional e internacio-nal de la Plant Breeders Rights. En1994, la Argentina accedi a la UninInternacional de Proteccin de Obten-tores de Variedades, como forma dedarle cierta seguridad y credibilidad ala industria semillera extranjera (Ja-

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    6 En los ltimos treinta aos, el gasto realizado por el sector privado en investigacin y desarrollodel sector agropecuario en los Estado Unidos pas de 2.000 millones de dlares (dlares de1996) en 1970 a 4,4 millones en 1996. Asimismo, el gasto en estos tems realizado por el Esta-do y el sector federal se mantuvo en los 2,5 millones de dlares. En la actualidad, las cuatro em-presas semilleras ms importantes venden el 69% de las semillas de maz colocadas en el mer-cado estadounidense, el 92% de las de algodn y el 47% de las de soja (Ambar Waves, 2004:16-18).

  • 85El modelo sojero en la Argentina

    cobs y Gonzlez, 1986; van Wijk,1995).

    Tal como lo seala van Wijk, la exis-tencia de un sistema de Plant Bree-ders Rights influye sobre la forma enque el productor puede proveerse dela semilla. Para ello, tiene frente a stres opciones: a) puede obtener semi-llas para cada ciclo de cultivo a travsde los canales oficiales de institutospblicos, las compaas semilleras osus licenciatarias; b) puede intercam-biar granos por semilla, a travs decanales de intercambio informales ono oficiales, con otros productores,comercializadores o elevadores degranos; y c) puede ahorrar una por-cin de su propia cosecha para sem-brar la semilla as obtenida en su pro-pio campo. Segn van Wijk, en lospases en desarrollo, ms del 80% delas semillas requeridas por los agricul-tores es provisto por semilla ahorradau obtenida por canales no oficiales.Evidentemente, la legislacin institui-da a favor de los Plant BreedersRights tiende a restringir estas formasde provisin de la semilla e induce alos productores a abastecerse aotras ao en las semilleras oficiales pri-vadas. De all que en los ltimos aos,en especial a partir de la generacinde los hbridos y los transgnicos, es-ta cuestin haya generado un conflic-to de intereses de enormes proporcio-nes.

    Con el surgimiento de los transgni-cos, comienzan a tener una enormeprimaca en escala mundial las gran-des empresas semilleras transnacio-nales, que combinan su produccin o

    difusin de semilla con la de los agro-qumicos producidos por ellas mis-mas.

    Tomemos el caso de Monsanto, tra-dicionalmente una empresa producto-ra de agrotxicos que paulatinamentefue entrando en el negocio altamentelucrativo de la semilla transgnica.Segn algunos agricultores7, el prop-sito sera el control absoluto del sumi-nistro de semillas. El productor cana-diense Percy Schmeiser declara enuna entrevista: Los agricultores aho-ra empiezan a darse cuenta de cmoestas multinacionales estn intentan-do controlar el suministro de semillausando las leyes de patentes. Ustedpuede tener todos los derechos delmundo como agricultor, la propiedadde la tierra o lo que ellos llaman losprivilegios de los agricultores, dondestos siempre tienen el derecho decultivar a partir de semillas que hanproducido en los aos anteriores. Pe-ro ahora los tribunales8 han sentencia-do que ya no se puede hacer eso,porque existe la posibilidad de que seinfrinjan las patentes de Monsanto, yaque las semillas podran tener rasgostransgnicos debidos a la polinizacincruzada y a todos los otros factoresque antes mencion. Eso suprime losderechos de los agricultores, su liber-tad de opcin para poder plantar y cul-tivar lo que quieren para su regin. Locual no slo tiene implicancias seriasaqu y en el norte de Estados Unidossino en todo el mundo. Las personasno podrn guardar sus semillas sloporque existe la posibilidad de quepuedan estar contaminadas con

    7 La informacin sobre los transgnicos y los derechos de los agricultores canadienses que hansido demandados por Monsanto proviene de la entrevista realizada a uno de ellos, Percy Sch-meiser. Vase y el Fondo de Defensa de Percy Schmeiser, Box400, Bruno, Saskatchewan, Canad, SOK OSO.

    8 Se refiere a los juicios que la Monsanto le ha realizado a numerosos productores en los EstadosUnidos. y Canad, en los que obtuvo sentencias favorables de parte de muchos jueces.

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    transgnicos. Y al ao siguiente Mon-santo puede decir: Oh, usted no pue-de cultivar eso, ya sean frutas, rbo-les o verduras, porque usted est vio-lando su patente. As surge el controlcompleto del suministro de alimentosa travs de la semilla. La venta de se-millas es un negocio de miles de millo-nes de dlares en todo el mundo.

    Contina Schmeiser discutiendo es-tos asuntos: Al fin de cuentas, porqu ha gastado Monsanto en los lti-mos aos ms de 8.000 millones dedlares estadounidenses en la adqui-sicin de empresas semilleras por to-do el mundo? Era una empresa qumi-ca y ahora es la segunda compaade semillas ms grande del mundo.Eso nos dice exactamente cules sonsus intenciones. Cuando controlen lassemillas, les dirn a los agricultoresque tienen que pagar 15 dlares poracre cada ao a cargo de la biotecno-loga, y stos tendrn que comprartanto las semillas como los plaguici-das de Monsanto. Esto es importanteporque los derechos de Monsanto so-bre las patentes de sus productos qu-micos han caducado en Estados Uni-dos y Canad, por lo que tienen queencontrar una nueva manera de ven-der el herbicida Roundup Ready (gli-fosato) a los agricultores. Pueden lo-grarlo controlando el suministro de lasemilla. Si usted no compra su herbi-cida, no consigue las semillas.

    La Argentina, segundo productormundial de transgnicos y tercero enla produccin mundial de soja, sufrelos ataques cada vez ms agresivosde Monsanto para cobrar lo que, se-gn la multinacional, le pertenece enconcepto de regalas por el uso de su

    patente sobre la soja transgnica.Afirmacin temeraria, ya que Monsan-to no tiene patente de soja vlida enla Argentina! Segn Silvia Ribeiro, es-to no le impidi, sin embargo, amena-zar a ese pas con cobrarle una mul-ta de 15 dlares por cada toneladade soja argentina exportada a Europa.

    Silvia Ribeiro seala que el caso ar-gentino es paradigmtico porquemuestra claramente tanto las estrate-gias -legales e ilegales- de los gigan-tes genticos como los riesgos a losque se exponen los pases que permi-ten los transgnicos. La investigadoradeclara:

    En la prctica, Monsanto adquirias el monopolio mundial de la sojatransgnica, ya que, aunque su pa-tente no tenga validez legal en mu-chos pases, acta agresivamente pa-ra lograr los mismos resultados. En laArgentina, por ejemplo, la patentenunca tuvo validez, ya que Monsantono cumpli con los trmites de regis-tro nacional en el plazo requerido. Es-to no impidi a Monsanto haber co-brado compulsivamente regalas, por-que al vender la semilla cobra un por-centaje incluido en el precio. Se esti-ma, aunque nunca fue corroborada lafuente, que en la Argentina solamenteel 18% de la soja transgnica es com-prada a distribuidores. El resto sevende sin certificacin o es productode lo que los propios agricultoresguardan de su cosecha como semillapara la prxima siembra9 (Ribeiro,2005).

    En opinin de Silvia Ribeiro, los re-clamos de Monsanto son ilegales. Pe-se a esto, por presiones, el gobierno

    9 En realidad, ste es un porcentaje establecido por Monsanto. No existe una investigacin seriaque haya estimado fehacientemente los porcentajes correspondientes a la semilla certificada,aquellos provistos por el ahorro de semilla del productor o comprado/vendido ilegalmente in-cluso al Brasil.

  • 87El modelo sojero en la Argentina

    argentino est negociando desde ha-ce casi dos aos para que Monsantopueda cobrar sus regalas. Ya desde1999 la trasnacional estableci (a tra-vs de sus distribuidores) el conceptode regalas extendidas: el que com-pra soja transgnica certificada puedeguardar una parte de su cosecha pe-ro debe abonar un porcentaje a la em-presa para usarla, lo cual obviamentecontraviene la ley de semillas argenti-na. En febrero de 2004, el secretariode Agricultura present una propuestams escandalosa: la creacin de unaley de regalas globales, llamadaFondo de Compensacin Tecnolgi-ca. Por este mecanismo, todos losagricultores pagaran un porcentaje almomento de la venta, captado por elpropio gobierno, para entregarlo a lasempresas semilleras. Es decir, el go-bierno aplicara impuestos para ga-rantizar los intereses de las multina-cionales contra sus propios agriculto-res, contra los derechos de los agri-cultores establecidos segn las Na-ciones Unidas y en contra de la ley desemillas de ese pas. Debido a la pro-testa masiva de los agricultores, esaley est estancada. Y por esta raznMonsanto amenaza ahora con el co-bro de una tasa mucho mayor, a apli-carse en los puertos de entrada de losdestinos de exportacin de la soja.

    La secuencia en el accionar de laMonsanto respecto de la difusin dela semilla transgnica en la Argentinatiene, por lo tanto, los siguientes pa-sos10: primero, en 1996, la Argentinaaprueba el cultivo comercial de la so-ja RR y, a partir de all, la multiplica-cin de la semilla por parte de losagricultores crece al mismo ritmo geo-

    mtrico que crece el cultivo de la sojaRR. La expansin del cultivo de sojaRR pasa de una superficie de menosde 1.000.000 h en el ao 1996 a msde 9.000.000 h en 2001. Se suponeque gran parte de esta expansin tie-ne que ver con la multiplicacin y ven-ta ilegal de la semilla a travs de lallamada Bolsa Blanca11, que por estamisma va se expande el cultivo de lasoja RR al Brasil, el Paraguay y Boli-via, donde los transgnicos estabanprohibidos.

    Monsanto permanece en silenciofrente a todo este proceso de difusinde la soja transgnica, observandocmo su tecnologa (soja resistente alglifosato y el mismo glifosato) se ex-panden por todo el Cono Sur. Ningnreclamo se escuch en esos aos departe de la empresa, confirmando loque muchos sospechaban: la expan-sin de los cultivos transgnicos a tra-vs de la contaminacin, y la viola-cin de las leyes en algunos pasesfue una estrategia conciente e inten-cional de las grandes corporaciones yse repiti con diversas variantes en di-ferentes regiones del mundo.

    Recin hacia el ao 2001, cuando yaest plenamente establecida la sojatransgnica en el pas, Monsanto co-mienza a amenazar a los productoresagropecuarios por el uso presunta-mente ilegal de su semilla y a exigir-le al gobierno argentino que hagacumplir la ley. En ese momento serealizaron varios operativos policialespero la prctica de comercializar lasemilla de produccin propia no se in-terrumpi. De la misma manera, con-tinu la expansin del cultivo de sojaen la regin, y la produccin agrcola

    10 Tomado de Argenpress, sobre la base de un trabajo de Grain-Biodiversidad, 02/10/2004.11 Estas cifras podran dar la idea engaosa de aumentos sustanciales de productividad. No es as:

    las plantaciones de soja ya establecidas fueron siendo sustitudas por soja transgnica,as comolas de otros cultivos y rebaos de ganado.

  • 88 realidad econmica 220 16 de mayo/30 de junio 2006

    avanz sobre los bosques existentesen la regin chaquea y otros ecosis-temas frgiles de la Argentina, perotambin hacia el Paraguay y el Brasil.Ya para entonces se habla de la sojaMaradona, nombre que se le daba ala semilla presuntamente traficada ile-galmente desde la Argentina.

    Al mismo tiempo, desde 1999, Mon-santo aplica, a travs de las licencia-tarias de sus semillas (Nidera, porejemplo) y con la anuencia del gobier-no argentino, el cobro de las regalasextendidas: les cobra a los agriculto-res 2 dlares estadounidenses msIVA e impuestos por cada bolsa de 50kg de semillas que se guardan parauso propio. Esta clusula de los con-tratos de venta va en contra de la mis-ma ley de semillas que, como seala-mos ms arriba, permite el uso de se-milla apartada por el productor parasu propio uso sin condicionamientosde ningn tipo. Ninguna voz se escu-ch desde el gobierno argentino so-bre la ilegalidad de este tipo de exi-gencias.

    Hacia 2004, el accionar de Monsan-to se vuelve ms agresivo an. En fe-brero de ese ao amenaza con salirdel mercado de la soja en la Argentinaporque para nosotros no es renta-ble. Seala que la principal razn dela retirada es la alta difusin entre losagricultores de las semillas ilegalesconocidas como bolsa blanca.

    Pocos das despus, el secretario deAgricultura de la Argentina, MiguelCampos, da a conocer que el Gobier-no est estudiando la creacin de unaley de regalas globales, por la quese creara un Fondo de Compensa-cin Tecnolgica. Este Fondo, mane-jado por la misma Secretara, consis-tira en una alcuota que los agriculto-res pagaran con la venta de la soja aacopiadores y exportadores de entre

    el 0,35% y el 0,95% del precio de ven-ta, que se destinara a la(s) empre-sa(s) semillera(s). Tal propuesta, sinembargo, no logr la aceptacin delos productores agropecuarios argen-tinos.

    El conflicto ha ganado virulencia enlos primeros meses de 2006, luego deque la compaa estadounidense lo-grara que la justicia europea intercep-tara varios barcos cargados con sojaargentina que llegaban al Viejo Conti-nente, poniendo en peligro el principalnegocio de exportacin del pas: laventa de harinas a Europa por 2.000millones de dlares anuales. La estra-tegia de Monsanto es muy clara: co-mo no puede cobrar aqu regalas porsu transgnico -con 15 millones dehectreas, el principal cultivo del pas-intenta hacerlo a quienes compran lacosecha. En los juicios en trmite, re-clama 15 dlares por tonelada.

    La cuestin semillera entraa todoun modelo agrario basado sobre gran-des empresas semilleras, agropecua-rias y de comercializacin y distribu-cin de productos e insumos al sector.Frente a esto, Va Campesina propo-ne una alternativa como parte de laCampaa Mundial de Semillas:

    Las semillas son el inicio y fin de losciclos de produccin campesina. Ladiversidad y existencia de semillascampesinas permite asegurar laabundancia y la diversidad alimenta-ria en cada localidad, sirviendo de ba-se para una nutricin adecuada y per-mitiendo el desarrollo de las formasculinarias culturalmente adecuadas ydeseadas. Por tanto, las semillas y elconocimiento asociado con ellas sonparte fundamental e insustituible de lasoberana alimentaria de los pueblos.

    Las semillas son obra campesina eindgena, una creacin colectiva querefleja la historia de los pueblos y es-

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    pecialmente de sus mujeres, quienesfueron sus creadoras iniciales y sehan mantenido a travs de la historiacomo sus principales guardianas ymejoradoras. Entendemos que la se-milla es muchsimo ms que un recur-so productivo. Las semillas son simul-tneamente fundamento y productode culturas y sociedades a travs dela historia. En ellas se incorporan va-lores, afectos, visiones y formas de vi-da que las ligan al mbito de lo sagra-do. Sin las semillas, es imposible elsustento y la soberana de los pue-blos. Al desaparecer las semillas, de-saparecen las culturas y los pueblosrurales y comunidades; la desapari-cin de las culturas, a su vez, lleva ala desaparicin de las semillas.

    Por lo anterior, las semillas no sonapropiables. Ellas deben mantener entodo momento su carcter de patrimo-nio colectivo, frente al cual hay debe-res ineludibles que cumplir, inclusosobre el derecho a gozar de l. LaCampaa (Mundial de la Semilla deVia Campesina), por lo tanto, se opo-ne a la propiedad intelectual y a todaforma de apropiacin de la vida (VaCampesina, 2005).

    El debate en torno del mo-delo agrario

    En este trabajo presentamos unaperspectiva crtica sobre el modeloagrario implantado en nuestro pas endcadas recientes. Quiz Slutzky re-suma adecuadamente algunas de lasconsecuencias referidas a la reginNOA donde se replican tendenciasque se observan en todo el pas:

    La expansin de la frontera agrope-cuaria (en la provincia de Salta) y laobtencin de cosechas rcord y encontinuo aumento no se tradujo, aligual que en el conjunto del pas, en

    ms empleo, mejores condiciones devida para los pequeos/medianosproductores y trabajadores rurales,mayores ingresos para el conjunto po-blacional, etc. Por lo contrario, estemodelo productivamente exitoso estconcentrado en un nmero muy redu-cido de grandes productores, la ma-yor parte de los pequeos y medianosno estn en condiciones de acceder alas inversiones de capital necesariaspara emprender una produccin com-petitiva, los ms pequeos estn sien-do desalojados de sus tierras -particu-larmente los ocupantes y las comu-nidades indgenas-, la demanda detrabajo es muy reducida por tratarsede siembras y cosechas totalmentemecanizadas, la poblacin rural debeemigrar ante la falta de fuentes de tra-bajo e ingresos (Slutzky, 2004).

    Los diversos problemas que engen-dra el modelo superan la problemticasocioeconmica. Tmese en cuentala enumeracin que realiza al respec-to el Grupo de Estudios Rurales(GER), de la UBA:

    1) las desregulaciones operadas en elsector hacen que las fluctuacionesde precios afecten directamente alos productores, en un contexto enel que a los campesinos se les ha-ce ms difcil superarlas, a diferen-cia de los grandes, que puedenafrontarlas e incluso aprovecharlaspara mejorar su posicin relativa;

    2) la no generacin o destruccin depuestos de trabajo, ya que las tc-nicas de siembra directa utiliza-das en la soja transgnica disminu-yen entre un 28 y un 37% el uso demano de obra. Esto impide la ob-tencin de ingresos extrapredialesque permitan la reproduccin de launidad familiar y productiva. Asi-mismo, afecta al sector de los tra-bajadores;

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    3) las contaminaciones con agrotxi-cos: la contaminacin que producela agricultura industrial (que au-ment la cantidad de agroqumicosen la produccin agraria) sobre lasreas vecinas afecta las econo-mas campesina e indgena. Mu-chas veces destruyen las produc-ciones, otras enferman a las pobla-ciones y la mayora de las vecescontaminan los recursos naturales(los casos de Formosa, Crdoba,Entre Ros);

    4) el cercamiento de reas en disputaentre familias campesinas y gran-des productores hace que los mon-tes tradicionalmente usados paraalimentar el ganado se encuentrencerrados y se sobrecargue la utili-zacin del monte;

    5) el socavamiento de las prcticastrashumantes debido a la interrup-cin de caminos, pasos y la privati-zacin de la tierra de uso comnpara pastoreo.

    Estos factores estaran produciendoun xodo de las familias campesinas,que migran hacia los centros urbanosen busca de nuevas oportunidades.De esta forma, lo que en aparienciaes una decisin voluntaria de abando-nar la produccin agropecuaria es, enrealidad, el resultado de una serie detransformaciones que cierran la posi-bilidad de que las familias campesi-nas puedan reproducirse en tanto ta-les.

    De forma similar, la venta de tierras,que aparece como un contrato volun-tario, muchas veces es consecuenciade procesos de arrinconamiento que,al no presentar signos de violencia ex-plcita (a diferencia de los desalojos),hacen que esta desaparicin de pro-ductores tome la forma de una exclu-sin silenciosa.

    Otros perjuicios: prdida de fertiliza-cin y deforestacin del medio am-biente por utilizacin masiva del glifo-sato mencionados en este artculo(vase Giarracca y Teubal, 2005, va-rios artculos).

    El tema de los cultivos transgnicoses altamente controvertido en escalamundial. En la Argentina existe unamplio apoyo a los cultivos transgni-cos, incluso en el mbito acadmico yel mundo cientfico. Un ejemplo de lastesituras que se plantean en defensadel modelo sojero se presenta en elnmero especial de Ciencia Hoy(2005), cuyos artculos poseen, engeneral, una actitud complaciente res-pecto del patrn agrario que nos ocu-pa en este trabajo.

    Martn Oesterheld, coordinador deesa edicin extra, reconoce que elproblema de la agricultura -y el papelde los transgnicos en ella- es un pro-blema complejo, que requiere serabordado con criterios cientficosadecuados. Este es el propsito de lapublicacin. Segn este investigador,se parte del presupuesto -por cierto,fcilmente verificable- de que en aosrecientes ha habido una gran transfor-macin tecnolgica en el campo ar-gentino y que sta ha tenido conse-cuencias diversas: agronmicas, me-dioambientales, sociales, econmi-cas. Asimismo, tal modelo influy sig-nificativamente sobre los actores so-ciales involucrados: Mientras tradi-cionalmente la tierra era cultivada porsus propietarios, en los ltimos quinceaos aparecieron nuevas clases deagricultores y muchos terratenientesdejaron de serlo o cesaron de cultivarsus predios y cedieron esa tarea aotros (Ciencia Hoy, 2005: 10). El au-tor menciona que los medios de difu-sin comentaron con frecuencia, tantoen el pas como en el extranjero, las

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    posibles consecuencias no slo so-cioeconmicas sino tambin ambien-tales de estas nuevas tecnologas:desmontes realizados para aumentarel rea agrcola, cambios en la formade laborar la tierra, riesgos que acom-paan la introduccin de los cultivostransgnicos, peligros del monocultivode soja, contaminacin de las napasde agua, intoxicacin de humanos yde otras especies con agrotxicos,prdida de la fertilidad de los suelos,destruccin del hbitat de vida silves-tre, desaparicin de pequeas explo-taciones rurales y desarraigo de po-blacin. Estos y otros problemas atri-buidos a la nueva agricultura desper-taron temores o, por lo menos, preo-cupacin en muchos crculos de la po-blacin (Ciencia Hoy, 2005: 10).

    Oesterheld insiste en que estos pro-blemas son complejos, tienen unaimportante base cientfica y tecnolgi-ca, estn sujetos a importantes gra-dos de incertidumbre y producirn re-percusiones de largo plazo. Perotambin que la sociedad se enfrentacon la posibilidad de obtener impor-tantes beneficios para los que se de-ben pagar determinados costos, quepueden ser igualmente importantes(nuestro nfasis en itlicas, MT). Tales la tendencia comn de la mayorade los trabajos presentados en estenmero especial.

    Se trata de una perspectiva basadasobre determinadas presunciones:que el cambio tecnolgico involucrado

    es positivo en general y que el agroargentino ha sido plenamente exitosoen aos recientes. Se soslaya el he-cho de que esta transformacin hayatenido que ver con un determinadomodelo de agricultura denominadode agricultura industrial, que ha sus-citado crticas fundamentales en nivelmundial (vase Vallianatos y VandanaShiva). Por otra parte, no se analizaen profundidad la naturaleza de lospresuntos beneficios sociales actua-les o potenciales (para quines s ypara quines no), y menos an suscostos sociales que, en trminos delos efectos generados sobre el eco-sistema agrario argentino, en especialsu impacto ambiental y socioeconmi-co, pueden ser considerados profun-damente negativos. Asimismo, se su-pone que es posible hacer una eva-luacin en trminos de costos y be-neficios, cuando determinados cos-tos generan prdidas irrecuperables eirreversibles, que son incluso incon-mensurables en relacin con los pre-suntos beneficios12

    El nmero especial de Ciencia Hoyse propone comprender ciertos con-ceptos biolgicos o tcnicos funda-mentales que subyacen la extraordi-naria transformacin de la agricultu-ra. Tambin se propone presentaruna mirada del largo plazo y tranque-ras abiertas. Las decisiones acercade asuntos de tal complejidad tienenuna inevitable dimensin poltica, quees la nica va para manejar los inte-reses colectivos. Aqu el autor refleja

    12 Vivimos un mundo que est siendo crecientemente contaminado, en donde los desechos y la po-lucin en escala han alcanzado niveles sin precedentes. Gran parte de este proceso de destruc-cin planetaria tiene que ver con la creciente utilizacin de agrotxicos qumicos. Se estima queun quinto de la poblacin mundial respira aire envenenado, inaceptable segn los criterios iden-tificados por la OMS. La produccin y distribucin masiva de pesticidas, herbicidas, fungicidas yuna gran variedad de agrotxicos inciden sobre el deterioro de los suelos y el agua: el 35% dela tierra del planeta se ha degradado por erosin del suelo, salinizacin y desertizacin, que for-man parte de una agricultura productivista. Son stos algunos de los elementos medioambien-tales criticados profundamente por Vallianatos, entre otros importantes autores.

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    varias opiniones que mencionan lanecesidad de que el Estado interven-ga ms en estos procesos.

    Si bien en el contexto mundial, e in-cluso en los medios cientficos y aca-dmicos internacionales, el tema delos transgnicos es altamente contro-vertido y polmico -adems de ser untema de discusin abierto-, la publica-cin especial a que hacemos referen-cia no refleja esta realidad. En su con-junto, los autores tienen un sesgo ne-tamente pro transgnicos y pro augedel modelo sojero actual. Son gene-ralmente complacientes con la pautade desarrollo agrario implantada en elpas en las ltimas dcadas; no pre-sentan opiniones desde su disciplinacientfica con una perspectiva crticasobre la materia. Asimismo, en refe-rencia a los evidentes perjuicios quegenera el modelo agrario, o bien selos considera poco relevantes o bien,parte del curso inevitable de la moder-nizacin agraria.

    En definitiva, se presume que todocambio tecnolgico es positivo en smismo, sin considerar sus conse-cuencias; se tiende a matizar los efec-tos perniciosos de sus resultados,considerndolos debidos a la falta deun buen manejo del accionar indivi-dual o de la poltica pblica. En estesentido, la cuestin de los transgni-cos es aceptada acrticamente. Oes-terheld sostiene que vivimos en unaera en la que la biotecnologa se hade transformar en una tecnologa co-mn, tal como ha llegado a serlo la in-formtica. Pero qu pasara si ocu-rriera con la biotecnologa lo que ocu-rri con la ciencia nuclear? Despusde Hiroshima, Nagasaki y Chernobyl,

    los reparos que existen respecto de lafisin nuclear son mltiples, y con ra-zn. No existe algo semejante en re-lacin con la biotecnologa?13

    En un artculo incluido en el nmerode referencia de Ciencia Hoy, CarlosReboratti reconoce que el modeloagrario en vigencia favorece funda-mentalmente a los grandes y conducea la desaparicin de los medianos ypequeos productores agropecuariosen todo el pas. Sin embargo, natura-liza el problema y relativiza sus con-secuencias. Considera que estos pro-cesos son inevitables por cuanto tie-nen que ver con la modernizacinagraria. Y, adems, que sus efectosno son tan negativos puesto que lacadena de valor de la soja genera unacompensacin sustancial en cuanto alempleo generado.

    Evidentemente, Reboratti tiene encuenta un determinado modelo dedesarrollo agrario muy particular, enel que no tienen cabida millones deproductores agropecuarios:

    a) Reniega de un modelo rural basa-do sobre los medianos y pequeosproductores, campesinos, indge-nas y trabajadores rurales, los me-dios sociales que hoy constituyenla mayora del sector agrario en es-cala mundial y que en Amrica lati-na, en los ltimos tiempos, han ad-quirido un protagonismo poltico ysocioeconmico fundamental. Sonsectores que poseen adems unavisin de lo agrario y una perspec-tiva sobre el desarrollo sustan-cialmente diferente al de la moder-nizacin que defienden los diver-sos autores que escriben en este

    13 El caso extremo a considerar es la investigacin que realiza Monsanto de la semilla terminator,una semilla que se suicida esterilizndose despus de su primer uso. Y si esta caractersticase difunde en escala mundial por polinizacin abierta o por medio de mecanismos que todavano conocemos?

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    nmero especial y que tantos esco-llos ha creado -y est creando- enescala mundial en los mbitos so-cioeconmico, ambiental y de lasalud humana. Son enfoques queconsideran estas tendencias inhe-rentes a la inevitable moderniza-cin agraria que se tiene que pro-ducir por fuerza y que en general,son enfoques plenamente compla-cientes con los planteamientos pre-sentados por los defensores delneoliberalismo.

    b) Segn los abordajes de los autoresque escriben en el nmero especialde Ciencia Hoy, existe el descono-cimiento casi total de uno de losprotagonistas ms destacados delmodelo de modernizacin o deagricultura industrial actualmenteen vigencia: la gran empresa semi-llera transnacional, bsicamente laMonsanto, que opera con un poderinusitado tanto en nuestro pas co-mo en otros pases. Y que marcagran parte de la poltica econmicaglobal, incluyendo aquella que tie-ne que ver con la investigacincientfica agraria en gran parte delmundo. Por supuesto que la pers-pectiva que nos presentan sta yotras empresas afines al agribusi-ness (agronegocios) no necesaria-mente son compatibles con los pa-trones de desarrollo redistributivosen aras de mejorar las condicionesde vida de las mayoras populares.

    c) Muchos productores agropecua-rios en nuestro pas, fundamental-mente de la regin pampeana, pu-dieron haberse beneficiado coyun-turalmente con este modelo, peromuchos otros no, notablementeaquellos que desaparecieron delsector. Como sealamos anterior-mente, los datos censales mues-tran una agudizacin de la expul-sin de las explotaciones media-

    nas y pequeas entre los ltimosdos censos. Estudios puntualesdenotan una situacin mucho peorque lo que reflejan los datos censa-les (Silvia Cloquel)

    d) Por ms que se quiera hacer hin-capi en la denominada cadena devalor de la soja, los datos no contri-buyen a la demostracin de questa pudiera haber compensado laexpulsin masiva de productorespequeos. Tampoco se toma enconsideracin las prdidas en lascadenas de valor de los dems cul-tivos que fueron desapareciendo.

    e) El argumento de Reboratti se remi-te fundamentalmente a la reginpampeana; pero luego, cuandoconsidera la situacin del NOA, notiene ms remedio que reconocerlos efectos nefastos del modelo.En el NOA, el impacto social de lasoja adquiri mucha ms fuerzaque en la regin pampeana porqueprodujo el choque de dos formasproductivas -casi se podra decir dedos formas de vida- que las cir-cunstancias volvieron antagnicas:pequeos productores criollos e in-dgenas enfrentados con grandesempresas. Ambos grupos compitenpor el mismo espacio con fines di-ferentes. En un caso, se trata deeconomas de subsistencia, demuy pequea escala y con fuerteapoyo en la recoleccin de recur-sos naturales del monte; en el otro,se trata de economas capitalistaspara las cuales el bosque es unobstculo. Sin embargo, estastransformaciones, tal como seala-mos en este artculo, tambin semanifiestan en todo el pas.

    Los cambios llevaron, segn recono-ce Reboratti, a una real expulsin,dado que los campesinos y los indge-nas, eternos marginados del campo,

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    no tienen la menor oportunidad deacoplarse al proceso, ni como produc-tores, ni como asalariados ni comovendedores de su tierra. Aqu intro-duce el argumento o la justificacin in-conclusa de que el Estado deberahaber intervenido para paliar esta si-tuacin. Es posible, sin embargo, queen el noroeste haya todava suficientetierra privada y pblica como para queconvivan la gran empresa agrcola,los pequeos productores, los indge-nas y las reas de conservacin. Re-boratti propone una planificacin terri-torial por parte del Estado, cosa queno existe. En realidad, el Estado s in-terviene de mltiples maneras en es-

    tas reformas, pero precisamente a fa-vor de la frmula que gener la regre-sividad actual imperante tanto en laregin que reconoce como problem-tica como en el resto del pas.

    En definitiva: lo que est en juego esuna visin del modelo agrario y delmodelo de desarrollo impulsado porlos autores de Ciencia Hoy, quienesdesconocen que stos pudieron ha-ber contribuido a la catstrofe socialpor la que pas nuestro pas y que to-dava afecta a una gran parte. En loesencial, desconocen que el modelopueda ser considerado uno de losemergentes de la crisis que atraviesaactualmente la Argentina.

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