La decadencia de Las Palabras

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    TRIBUNA: GUSTAVO MARTN GARZO

    La decadencia de las palabrasGUSTAVO MARTN GARZO 26/11/2011

    Acojamos el tiempo tal como l nos quiere", esta es la cita de Shakespeare que Stefan Zweig elige comoprtico de su libro de memorias,El mundo de ayer; un libro en el que habla de esa generacin que vivi entre

    las dos guerras haciendo suyo el sueo de una Europa unida por el arte y la cultura. La ltima generacin

    capaz de creer en el ser humano, como se afirma en la contraportada del libro.

    Es verdad esto? Podemos afirmar que la crisis de la razn y de la cultura es tan grande hoy en da que ya no

    es posible un sentimiento as? Vivimos en un mundo convulso y complejo, lleno de flagrantes injusticias, pero

    no es peor que el que le toc vivir a Stefan Zweig, y basta leer su libro para ratificarlo. Puede que exista, sin

    embargo, una diferencia esencial. Leyendo a los escritores de ese tiempo, se tiene la impresin de que en el

    nuestro hemos dejado de creer en el valor de las palabras. Stefan Zweig pertenece a un mundo que pensaba

    que los escritores tenan algo que decir y que, por lo general, contribuan con sus libros y artculos a mejorar

    las cosas; mientras que hoy da no me parece que nadie piense nada parecido.Zweig era un heredero de la Ilustracin e, influido por el psicoanlisis, estaba convencido de que bastaba con

    nombrar los problemas para que estos empezaran a resolverse. Su libro est escrito en el ao 1942, cuando el

    nazismo extiende su red fatal sobre toda Europa, y, a pesar de todos los horrores que narra, est lleno de

    esperanza. Es cierto que unos meses despus de terminarlo se suicidar con su mujer en Brasil, pero no lo es

    menos que cuando tiene que elegir las palabras que van a cerrar sus memorias, y su propia existencia, elige

    unas que afirman el poder sagrado de la vida: "Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y solo quien

    ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la cada, solo ese ha vivido de verdad".

    Es cierto, sin embargo, que muy pocas veces las palabras han valido menos que hoy. Se trata de una paradoja,

    puesto que cuanto ms hablamos y escuchamos hablar menos parece valer lo que decimos. En nuestro

    tiempo, el lenguaje no solo se utiliza para ocultar la realidad, sino que nadie se hace responsable de lo quedice, por lo que ha dejado de extraarnos que alguien pueda afirmar hoy justo lo contrario de lo que opinaba

    unos das atrs.

    Y es en la poltica y en los medios de comunicacin donde estos vicios han adquirido un descaro mayor.

    Miguel Delibes escribi hace aos que la misin del escritor era la convocatoria de la palabra, y convocar la

    palabra es algo ms que una actividad esttica, tiene un valor moral. Al hablar o escribir buscamos hacer

    posible un espacio de conocimiento, responsabilidad y alegre locura, un espacio deencuentro con los dems.

    Son las palabras las que vuelven habitable el mundo.

    Ser hombre es vivir en el lenguaje, alimentarse de palabras. Smbolo, segn Covarrubias, viene de symbolum,

    que significa seal para reconocerse, aludiendo a una tablilla que, repartida entre dos o ms personas, estos

    deban completar al encontrarse para identificarse entre s. El origen de nuestro pensamiento es esa falta. Odicho de otra forma, hablamos con los dems, y les hacemos hablar, tratando de recibir de ellos lo que nos

    completa. No creo que hoy da muchos esperen algo as de los escritores. Se espera, a lo sumo, que amenicen

    las sobremesas de los polticos y de los medios de comunicacin. En estos ltimos aos hemos asistido a una

    prdida indiscutible del prestigio del universo del libro. Los cambios se han sucedido a una velocidad de

    vrtigo, y el hombre actual apenas ha tenido tiempo para asimilarlos. No me refiero solo al hombre que

    podramos considerar comn. Tambin entre el hombre culto de hoy y el de hace unas dcadas hay

    diferencias esenciales. Hoy da, por ejemplo, sera difcil encontrar a un hombre, por muy culto que fuera, que

    conociera el latn y el griego, que pudiera recitar de memoria a Homero o a Virgilio, o ciertos monlogos de

    Shakespeare.

    Las lecturas se suceden, pero nadie parece interesado en demorarse ms de la cuenta en un libro, ni en

    aproximarse por tanto a ese ideal de lectura que le haca afirmar a Joyce que el libro verdadero era aquel queexiga al lector que entregara su vida a la tarea de leerlo. El lector que alimenta con su eleccin las listas de

    libros ms vendidos en nada se parece a ese misterioso lector del que hablara Lezama Lima, que llega a tener

    para una sola lectura la presencia y esencia de todos sus das.

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    Las mismas pginas de cultura de los peridicos, como hace poco denunciaba con lucidez Juan Goytisolo,

    cada vez se parecen ms a las pginas de ocio o a las revistas del corazn, como si todo su afn fuera

    complacer a los que no leen en vez de a esos discretos lectores de los que hablaba Joyce. La abundancia de

    novedades, la insercin decidida en una cultura de la compra y el desecho, hacen incluso de esa figura

    improbable del lector de hoy algo bien distinto de lo que poda ser hace aos. Es uno de los nombres ms de

    ese acumulador insaciable en que se ha convertido el hombre occidental. Nunca este se ha movido ms por lo

    que ve, lo que puede poseer de manera inmediata. "El materialismo, ha escrito Borges, dijo al hombre: hazte

    rico de espacio. Y el hombre olvid su propia tarea. Su noble tarea de acumulador de tiempo. Quiero decir

    que el hombre se dio a la conquista de las cosas visibles. A la conquista de personas y de territorios. As nacila falacia del progreso. Que el hombre vuelva a capitalizar siglos en vez de capitalizar leguas. Que la vida

    humana sea ms intensa en lugar de ser ms extensa".

    La prdida de prestigio y autoridad de la institucin literaria parece indiscutible en nuestros das. Pero y si

    esto no fuera tan malo? Y si favoreciera el nacimiento de una relacin distinta con los libros, aquella que por

    otra parte es la que siempre han tenido con ellos todos los verdaderos lectores? Y si ese olvido general les

    estuviera favoreciendo, si favoreciera a los escritores, que olvidados de ese papel social pueden concentrarse

    de una forma ms decisiva en su propia tarea, ocuparse tan solo de escribir mejor, de hacerlo como forma

    extrema de resistencia frente al mismo olvido y la muerte del pensamiento? No fue visto en muchos crculos

    de vanguardia el xito mismo como un signo de corrupcin artstica?

    En un cuento de los hermanos Grimm,Los seis cisnes, una nia tiene que coser seis camisas de anmonas ypermanecer en silencio varios aos para conseguir que sus hermanos, hechizados por una bruja, recuperen la

    forma humana. El lector debe ser como esa nia. La literatura no nos entrega un saber, sino un espacio de

    incertidumbre y espera. Tiene que ver con lo que no conocemos, es el reino del secreto. Como hace la nia del

    cuento de los hermanos Grimm al tejer en silencio sus camisas, leer es depositar en el mundo una verdad

    perteneciente al alma.

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