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La España que se ve desde Juan Goytisolo _ 23-06-2001 _ EL PAÍS Benjamín Padro

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BENJAMÍN PRADO 23 JUN 2001

Por supuesto que hay autores de tercera jaleadospor medios de comunicación

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TRIBUNA:EL DEBATE SOBRE EL 'VAMOS A MENOS'

La España que se ve desde Juan GoytisoloEl autor rebate la opinión de Juan Goytisolo sobre la cultura española actual. Le da la razón en

algunas cosas, pero afirma que entre el 'España va bien' y el 'Vamos a menos' hay otras valoraciones

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Escritores Literatura española Literatura Cultura España

Siempre he seguido con interés a Juan Goytisolo y no soy, además, de los que saltaron en

marcha de su obra después de leer libros tan sobresalientes como Señas de identidad,Paisajes después de la batalla, Para vivir aquí, Makbara o Reivindicación del conde don

Julián, sino que le he sido fiel a lo largo de los años y no me parecen nada desdeñablestextos suyos como Las virtud es del pájaro solitario -una hermosa recreación de la vida y laobra de San Juan de la Cruz- o La cuarentena. Y lo respeto, también, por el valor y laperseverancia con los que ha emprendido algunas de sus cruzadas personales en defensa dela cultura árabe o de las minorías musulmanas de Bosnia. Hace algunos años, de hecho,cuando publicó, precisamente, Las virtudes del pájaro solitario, le hice una entrevista queapareció en Diario 16 y, fuera de España, no recuerdo si en la revista mexicana Vuelta,

entonces aún dirigida por nuestro amigo común Octavio Paz, o en el periódico La Jornada.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Goytisolo se ha convertidoen el príncipe de los agoreros, en el altavoz de los agraviados, ycada uno de sus artículos o entrevistas se parecen a un sermón enel desierto; son una arenga hecha de avisos, profecías, lamentos,denuncias, admoniciones y críticas ácidas según las cuales lasociedad cultural española es el reino de los cobardes, lostramposos, los débiles, los inútiles, los adocenados, los mediocres,los sinvergüenzas, los vendidos, los farsantes... Pongo puntos

suspensivos para que ustedes puedan añadir su propia leña al fuego o su propia nieve alalud: piensen en una palabra con la que se pueda descalificar a un intelectual orgánico yGoytisolo la habrá dicho o la habrá sugerido. Bueno, quizá exagero un poco, pero es para que

se den cuenta de lo enfadado que está el autor de ¿Duelo en el paraíso? Estoy casi segurode que, para muchos, abrir un periódico en el que salga Goytisolo debe de ser como meter lamano en un barreño lleno de cangrejos.

No es que no esté de acuerdo, como tantos, con algunas de las denuncias que hizo el escritor en su artículo -o proclama- Vamos a menos, publicado por EL PAÍS: por supuesto que aquí yahora hay una jauría de mentirosos y de oportunistas, cuando no de desalmados; hay autoresde tercera jaleados por medios de comunicación afines, especialistas en pescar lo que no semerecen en el río revuelto de la prensa española; hay escritores que tienen mucho éxito yningún talento y otros que se pegan al poder como moluscos a una piedra. Hay hasta quiencobra cuatro sueldos del Estado y además quiere ser la conciencia moral del país y

representar la pureza literaria absoluta. Hay un premio Nobel y un director de la BibliotecaNacional acusados de plagio. Hay un impostor en cada esquina y un genio local agarrado acada bandera. A mí, toda esa canalla, los comisarios políticos disfrazados de francotiradoreso evangelistas, los que pontifican con la mano izquierda mientras meten la derecha en la cajadel dinero y los demás, me da tanto asco como a Goytisolo.

SÁBADO, 23 de junio de 2001

ARCHIVOEDICIÓN

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He escrito, para estar de acuerdo con Juan Goytisolo, dos palabras sin duda preocupantes,aquí y ahora. Pero hay un par de preguntas que me gustaría hacer con respecto a esas dospalabras. La primera es ésta: ¿la suma de esos casos turbios, por desagradables que sean, loocupa todo, lo resume y anega todo? La segunda es: ¿nos encontramos ante un fenómenonuevo, ante una corrupción de nuestra cultura como nunca antes se había visto? Yorespondería a esas dos preguntas con la misma palabra: no. La existencia de escritores depoco mérito y mucha fama no es de hoy. A mediados del siglo XIX, ¿a quién se leía más: aBécquer o a Campoamor? A finales de ese mismo siglo, Juan Ramón Jiménez era

infinitamente menos famoso y menos leído que Francisco Villaespesa. De acuerdo, se mepodrá decir que ojalá todo lo que no fuese Bécquer o Juan Ramón, fuese Campoamor oVillaespesa, y yo estaré de acuerdo. Pongamos, entonces, otro ejemplo más claro: ¿quiénleía, en los años veinte, las novelas de Francisco Ayala o Rosa Chacel, dos miembros de laGeneración del 27 hoy unánimemente respetados? Nadie, no las leía casi nadie, porque loque arrasaba por aquella época en el mercado eran las novelas de El Caballero Audaz o lasde Alberto Insúa, devorados hoy por las arenas movedizas del Tiempo. Y en ese mismogrupo, si pasamos a los poetas, veremos que el 27 no fueron sólo Lorca, Cernuda, Alberti ycompañía, sino que también hubo otros muchos autores, hoy día menos valorados o casidesaparecidos, según los casos: Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, Juan Chabás, Ernestinade Champourcin, Juan José Domenchina, Concha Méndez, Juan Rejano, Mauricio

Bacarisse...

Pero, en la literatura española actual, todo le parece peor que eso a Juan Goytisolo. Segúnuna entrevista publicada por este mismo periódico, en la narrativa española actual no haynada más que Bacarisses, Domenchinas y cosas aún peores; de hecho, cuando le preguntanpor escritores importantes, menciona a Ángel Vázquez, Manuel Espinosa y Andrés Bosch, ycuando le piden que dé un nombre actual contesta lacónicamente: José Jiménez Lozano. ¿Nohay nada más que eso? ¿No es un buen novelista, entonces, Juan Marsé? ¿No lo es EduardoMendoza o lo son determinadas obras de Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute o -recordemos que aún vive- Carmen Laforet? ¿No hay ni un solo autor recomendable en lageneración de Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes, Justo Navarro, Juan

José Millás, Luis Landero o Enrique Vila-Matas? ¿Y entre los más jóvenes? Quizá es queestamos todos equivocados, pero no sólo en España, sino también en el resto del mundo,puesto que la mayor parte de estos autores han sido traducidos a numerosas lenguas y enmuchos casos han recibido críticas generosas en otros países distintos de la negra Españaque ve Juan Goytisolo desde su domicilio de Marruecos. Podemos poner como ejemplo alpropio Javier Marías, premiado y alabado con entusiasmo en media Europa.

El autor de Campos de Níjar acusa a la cultura española de endogamia y amiguismo. Sinduda, en muchos casos vuelve a tener razón. Sin embargo, hablar bien de los amigos no tienepor qué ser un delito, si los amigos lo merecen. De hecho, ¿hay tres amigos que se quieranmás que Carlos Fuentes, Julián Ríos y el propio Goytisolo? Yo leo todos los años un par deartículos o entrevistas de mi amigo Carlos Fuentes donde dice que Goytisolo es 'el mejor novelista de la lengua castellana'; y otro donde Ríos califica a Goytisolo de genio o algosimilar; y un tercero donde Goytisolo alaba, a su vez, a Fuentes o a Ríos, o a los dos de unsolo golpe. Y cuando leo esos artículos o entrevistas, me alegro y me emociono; me digo: selo merecen y, por Dios santo, qué ejemplo tan magnífico, cuánto se admiran y qué bien sellevan estos hombres.

Goytisolo se queja también de que su artículo no ha tenido el eco ni la respuesta que élesperaba. De hecho, últimamente, su voz se oye a la vez en mil sitios, quejándose de esafalta de eco. 'Se ha contestado a la mezquina y ruin manera de España', dice, pero, claro, esono es lo que él quería. ¿Qué es, entonces, lo que él quería? El Premio Cervantes, no, puestoque dice que jamás lo aceptaría, quizá porque este país no se merece a Goytisolo y, en

consecuencia, no tiene derecho a premiarle. 'Yo no soy un bien nacional y jamás aceptaría unbien nacional', dice. ¿Quiere eso decir que ganadores del Cervantes como Jorge Luis Borges,Juan Carlos Onetti o Mario Vargas Llosa sí lo son? Si es así, me alegro. Pero repito lapregunta: ¿qué quería Goytisolo? No creo que escribiese el artículo a causa de una rabieta,porque es demasiado inteligente para eso y, además, ¿por qué iba a estar rabioso un autor

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tan célebre y respetado como Juan Goytisolo? No creo que lo hiciese por vanidad, puesto que jura que no es vanidoso, aunque luego compare el desdén de algunos críticos hacia su obracon el que otros expresaron por Marcel Proust y Clarín. ¿Lo habrá hecho porque tenga uncierto ímpetu sacerdotal o hasta papal, una necesidad íntima de reconvenirnos, señalar nuestros pecados y el camino de nuestra salvación? Eso, sin duda, explicaría por qué JuanBenet lo llamaba cariñosamente Wojtysolo, en referencia al papa Wojtyla (lo hizo en el últimoartículo que publicó en su vida, en noviembre de l992, en EL PAÍS).

No, dice que no lo ha hecho por ninguna de esas razones, sino para provocar un debate en la

literatura española, para mover un poco las aguas de nuestra cultura, adormecidas por lascircunstancias políticas y sociales de nuestro país. Yo me permito entrar en ese debate paradecirle que, en mi opinión -que espero que él no considere 'mezquina y ruin', sino sólocontraria a la suya-, las cosas no son tan trágicas como él las ve. Para recordarle que enEspaña hay buenos escritores, novelistas de calidad que, además, han conectado con el granpúblico y poetas serios que van haciendo su obra con paciencia y con eficacia. Pararecordarle, también, que este país no es ya tan paleto ni está tan encerrado como él asegura.'En España, nunca he encontrado curiosidad por lo que sucede fuera', dice. Pero ¿de dónde adónde llega ese nunca? ¿No salió gran parte de Antonio Machado del simbolismo francés?¿No salió nuestra poesía vanguardista de los años veinte del surrealismo francés? ¿No estánsólidamente vinculados algunos poetas de los años cincuenta, como Gil de Biedma o Valente,con Auden y Paul Celan, por ejemplo y de forma respectiva? ¿No le debemos muchosnovelistas españoles de ahora mismo muchas cosas a la literatura del llamado boom

latinoamericano? Podría poner ejemplos hasta aburrir al lector, a Goytisolo y a mí mismo,pero no creo que sean necesarios.

Sin duda, a este país no le sobrarán los genios, pero sí los pesimistas y las aves de malagüero. Personalmente, yo estoy harto de ellos y del prestigio que parece darles a algunos elcriticarlo todo, el degradarlo todo, el tirarlo todo por los suelos, el negar que, poco a poco,hemos ido conquistando cosas, cambiando otras y mejorando algunas. Bastante tengo conodiar a los caraduras, a los rencorosos que tanto sufren con el éxito ajeno y a lostelepredicadores de diferente ralea. Lo único que faltaba es que ahora sólo pudiésemos elegir

entre el España va bien de José María Aznar y el Vamos a menos de Juan Goytisolo.

Benjamín Prado es escritor.

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