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LA DISCIPLINA EN EL AULA Hugo Díaz Díaz Disciplina es un término muy cercano a todo maestro y a toda persona, más aún a los alumnos, aunque no siempre aplicado bajo un concepto unívoco. Algunos asocian la disciplina a un conjunto de reglas orientadas al control, la obediencia, la autoridad, el comportamiento, el orden. Sin entrar en detalles y discusiones, en este artículo entenderemos la disciplina en su acepción más simple, pero no menos significativa: aceptar normas dentro de una actividad y cumplirlas. Las instituciones educativas y las aulas son clásicas por tener normas y pedir y exigir su cumplimiento. En décadas pasadas, se dice, la disciplina fue excesivamente rígida. No faltan quienes dicen que hoy es muy “relajada”. PLANTEANDO EL TEMA ¿Es importante la disciplina en el aula? En toda sociedad y ambiente tiene que haber normas, aunque sean mínimas. La familia y la escuela son fundamentales para su aprendizaje. Las normas deben ser cumplidas por maestros y estudiantes a fin de facilitar el logro de los objetivos educativos. Sin ellas difícilmente se alcanzan. ¿Cómo se va a aprender en un lugar donde todos hablan, gritan o juegan? Pero no es tan fácil cumplirlas: la naturaleza humana, y más la de los niños y jóvenes, tiende a pasar por encima de ellas: no las desea; tiende a desobedecerlas, aunque sean lógicas y razonables. Es que, con frecuencia, los estudiantes desconocen su importancia para una adecuada convivencia y no en pocos casos porque tienen otros intereses. ¿Complica la ausencia de disciplina? Estudios realizados por la Oficina Regional de Educación para América Latina de la UNESCO en varios países del área (2000), revelaron que una de las variables decisivas en el logro de aprendizajes en la escuela es una disciplina aceptada por los estudiantes. Es que sin ella difícilmente podrá haber avances sustantivos. En efecto, el número de estudiantes por clase y la experiencia del maestro en el ejercicio de la docencia tienen generalmente una relación muy estrecha: a mayor número de alumnos por clase y menor experiencia del maestro, mayor probabilidad de indisciplina y los impactos que ella produce: reduce y distrae el tiempo de aprendizaje, afecta el clima de relaciones entre alumnos y entre el profesor y sus alumnos, poco a poco puede ir minando el principio de autoridad, la probabilidad de consumo de drogas en ambientes de alta indisciplina aumenta...

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LA DISCIPLINA EN EL AULA

Hugo Díaz Díaz

Disciplina es un término muy cercano a todo maestro y a toda persona, más aún a los alumnos, aunque no siempre aplicado bajo un concepto unívoco. Algunos asocian la disciplina a un conjunto de reglas orientadas al control, la obediencia, la autoridad, el comportamiento, el orden.

Sin entrar en detalles y discusiones, en este artículo entenderemos la disciplina en su acepción más simple, pero no menos significativa: aceptar normas dentro de una actividad y cumplirlas. Las instituciones educativas y las aulas son clásicas por tener normas y pedir y exigir su cumplimiento. En décadas pasadas, se dice, la disciplina fue excesivamente rígida. No faltan quienes dicen que hoy es muy “relajada”.

PLANTEANDO EL TEMA

¿Es importante la disciplina en el aula?En toda sociedad y ambiente tiene que haber normas, aunque sean mínimas. La familia y la escuela son fundamentales para su aprendizaje. Las normas deben ser cumplidas por maestros y estudiantes a fin de facilitar el logro de los objetivos educativos. Sin ellas difícilmente se alcanzan. ¿Cómo se va a aprender en un lugar donde todos hablan, gritan o juegan?

Pero no es tan fácil cumplirlas: la naturaleza humana, y más la de los niños y jóvenes, tiende a pasar por encima de ellas: no las desea; tiende a desobedecerlas, aunque sean lógicas y razonables. Es que, con frecuencia, los estudiantes desconocen su importancia para una adecuada convivencia y no en pocos casos porque tienen otros intereses.

¿Complica la ausencia de disciplina?Estudios realizados por la Oficina Regional de Educación para América Latina de la UNESCO en varios países del área (2000), revelaron que una de las variables decisivas en el logro de aprendizajes en la escuela es una disciplina aceptada por los estudiantes. Es que sin ella difícilmente podrá haber avances sustantivos.

En efecto, el número de estudiantes por clase y la experiencia del maestro en el ejercicio de la docencia tienen generalmente una relación muy estrecha: a mayor número de alumnos por clase y menor experiencia del maestro, mayor probabilidad de indisciplina y los impactos que ella produce: reduce y distrae el tiempo de aprendizaje, afecta el clima de relaciones entre alumnos y entre el profesor y sus alumnos, poco a poco puede ir minando el principio de autoridad, la probabilidad de consumo de drogas en ambientes de alta indisciplina aumenta...

Existen maestros que no explican ni dan instrucciones a sus estudiantes por la ausencia de orden en el aula; menos aún pueden dar una explicación orgánica de un tema fundamental. Se dan situaciones en las que los maestros no tienen lo que se suele denominar “dominio de clase”; los alumnos hacen lo que quieren. En este caso, es imposible que en dicho ambiente pueda haber éxito alguno. Más bien se aprende a faltar el respeto al maestro y a los compañeros.

LA TAREA DEL DOCENTE

Lo que un buen maestro desearía: la autodisciplinaUn maestro realmente educador, sea más o menos rígido o muy abierto en la disciplina, prefiere que el alumno se autodiscipline y requiera el mínimo de normas. Pero no es fácil que el estudiante se convenza del cumplimiento de reglas; su inteligencia avanza pero todavía no capta bien las razones que justifican las normas de convivencia. Por otra parte, su voluntad aún es débil. Por ello se requiere reglas visibles en el aula.

Si por muy variadas razones, el maestro no logra una disciplina satisfactoria en el aula mediante el deseable auto convencimiento del alumno, el verdadero educador procura el

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establecimiento de un sencillo código de comportamiento a ser cumplido y que sea exigible a los alumnos. Sin él no podrá lograr los objetivos de aprendizaje trazados.

Pero en cualquiera de los casos, sea buscando una autodisciplina o un cumplimiento por la exigencia externa, el auténtico maestro quisiera saber cómo llegar a ella sin herir ni destruir y logrando resultados perdurables; desea saber el camino apropiado. En ese propósito, actitudes del profesor de respeto por el estudiante, de confianza ligada a la exigencia, son factores que ayudarán significativamente a lograr la autodisciplina.

Cimentar conocimientos, afectos y comportamientos.Para hacer un trabajo exitoso en el aula hay que crear una actitud favorable a las normas de convivencia. Para ello hay que seguir el ya antiguo camino que conduce al convencimiento, el deseo y, luego, la ejecución.

En cuanto a los conocimientos (a fin de convencer), es necesario explicar siempre la razón de las normas; no promover reglas irracionales o excesivamente rígidas, menos aún temperamentales. Hay que buscar convencer y no imponer. Lo impuesto irracionalmente, lo saben bien los maestros, dura poco y causa rebeldía. Una forma de hacerlo es procurar que los estudiantes identifiquen constantemente el valor de las normas de disciplina en el éxito de su futuro personal, abrirles la posibilidad que propongan nuevas normas o perfeccionen las existentes.

En lo que se refiere a los afectos, hay que provocar y motivar a fin de que esas buenas razones argumentadas para convencer, sean amadas y se deseen cumplir. Provocar el deseo es fundamental para que la persona ejecute algo. Nadie ejecuta lo que no desea, así como nadie desea lo que no ve convincente y razonable.

Pero existe un tercer elemento. No basta con haber convencido y que se desee cumplir con las normas de convivencia. Se necesita el adecuado comportamiento. Sin él, todo queda en teoría. Aquí entra la voluntad.

De los tres aspectos mencionados los dos primeros son los más fáciles de enfrentar. Un niño o joven suele estar bien dispuesto y acepta razones. Si es adecuadamente motivado desea lo que se le propone. Donde se quiebra con frecuencia todo es en la coherencia al obrar: piensa y desea bien, pero no se actúa. Tal vez aquí esté una de las fallas centrales de nosotros los peruanos. Es que, escuelas y hogares forman poco la voluntad.

En síntesis, para crear actitudes favorables a la disciplina y las normas necesitamos iluminar la inteligencia, llenar el corazón de buenos deseos y hacer operante la voluntad. Todo maestro necesita cultivar y desarrollar estos tres aspectos en sus alumnos y a los estudiantes les cuesta mucho el esfuerzo.

ASPECTOS PRÁCTICOS

La palabra disciplina suena a algo antiguo y duro que implicaba no solo autoridad severa, vertical y a veces arbitraria, sino también castigos fuertes usualmente desproporcionados. Sin embargo, la disciplina en manera alguna puede ser rechazada; pero hoy, y no sin razón, se prefiere hablar de cumplimiento de normas de convivencia. Su observancia sería la disciplina de que hablamos.

En tiempos anteriores, y a veces en los actuales, el maestro imponía rígidamente las normas de conducta y señalaba cuál era el sentido de la disciplina. Aparte de reglas muy exigentes, en su elaboración no participaban los estudiantes. Los alumnos las sentían como una imposición. Veamos orientaciones prácticas para obtener logros significativos:

Elaborando normas de disciplina o convivencia.1. Promover la participación organizada y orientada de todos los alumnos en la elaboración

de las normas, así las sentirán como suyas y les será más fácil cumplirlas.

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2. El inicio del año escolar será el momento oportuno para que los alumnos establezcan las líneas y hasta las correspondientes sanciones. El maestro deberá orientarlos dejándoles voz e iniciativa.

3. Salvo algunos casos especiales, las reglas de convivencia deben todas las faltas que se pueden cometer y su correspondiente sanción.

4. Es mejor orientar a los alumnos a que elaboren las normas algo globales que abarquen de por sí varias cosas. Así, por ejemplo, se puede establecer que el alumnado venga adecuadamente aseado y vestido sin exageraciones o excentricidades, a juicio del Comité de Aula, en lugar de establecer detalles acerca del pelo, aretes, tipo de pantalones y otros. Establecer un comportamiento respetuoso con todo el personal de la institución, en lugar de detallar faltas hacia los actores de la comunidad educativa.

5. Debe comprender un grupo de sanciones muy equilibradas y aceptadas en consenso por los estudiantes.

Si las normas son pocas se podrán leer y recordar con cierta frecuencia. Tampoco agobiarán a los estudiantes, ni provocarán una “cacería de brujas”. Por otra parte los alumnos aprenderán a tener una mirada global de las cosas.

ACTUACIÓN CONCRETA DEL DOCENTE.

Aparte del papel decisivo del docente-facilitador en el proceso de convencer y motivar, existen manejos adecuados o inadecuados que los buenos maestros conocen muy bien. Ellos son decisivos para la adecuada disciplina en el aula. Así:1. Desde la primera clase mostrar autoridad y dominio de la situación. Manifestar temor a

los alumnos es el inicio de la indisciplina y del menosprecio al maestro.2. Hablar fuerte y con claridad, de tal forma que todos los alumnos entiendan perfectamente

y sin dificultad todo aquello que se les dice. La escasa claridad genera distracción y murmullos.

3. Un maestro no debe hablar demasiado. Hay quienes creen que son buenos maestros porque no paran de hablar. Si los alumnos solamente escuchan y reciben, ¿cuándo desarrollan sus facultades? Si se habla mucho los alumnos se cansan, no escuchan y hablan mientras el maestro da su clase o instrucciones. Se trata de que los alumnos hagan el trabajo y hablen lo necesario, reflexionando e intercambiando ideas y experiencias.

4. Aunque los alumnos deben participar activamente en la elaboración de las normas de convivencia, es importante que el docente-facilitador plantee al inicio algunas líneas fundamentales de su actuar y de lo que pretende de los estudiantes. Ello servirá como marco básico o norte en la elaboración de las Normas.

5. La disciplina y los aprendizajes se facilitan cuando los tiempos de desarrollo de las unidades didácticas están bien diseñados y ocupados, sin espacios vacíos que hagan peligrar una acción continua y organizada.

6. La explicación bien estructurada, didáctica, con las ayudas apropiadas y la participación organizada de los estudiantes, crea un ambiente de trabajo que hace difícil la indisciplina.

7. El respeto y buen trato crean una empatía y confianza sólidas. El maltrato genera distancia, enerva, provoca la cólera y causa rebeldía. Lo primero ayuda al aprendizaje (no sólo cognitivo); lo segundo impide los aprendizajes.

8. El maestro que desea un trabajo serio y disciplinado no debe quedarse en el “arco” (su carpeta) sino salir a empujar a su equipo. Debe estar pendiente de todo mientras los estudiantes trabajan en grupo o resuelven individualmente los interrogantes. Necesita estar al lado de ellos colaborando activamente en el logro de aprendizajes. Así la disciplina no se le irá de las manos.

INVITANDO A COMPARTIR EXPERIENCIAS

Invitamos a los docentes a que nos envíen, de manera muy resumida (10 a 15 líneas), algunas experiencias significativas que hayan tenido en esta línea de la disciplina y que puedan ser útiles a otros maestros.

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Para la reflexión: ¿Qué procedimientos podrían incluirse en los reglamentos internos en relación a una situación como la descrita a continuación?El cambio social conlleva nuevas formas de comportamiento que deben analizarse en el marco de las normas de disciplina. Un caso reciente tiene que ver con el uso de los celulares por parte de los estudiantes en los centros educativos. En la comunidad española de Valencia, se ha decidido la no utilización de los celulares dentro del centro educativo, lo que no significa prohibirlos, sino tener en cuenta que el teléfono es un elemento más y el alumno debe utilizarlo adecuadamente. El profesor podría determinar la retirada del celular y su confiscación temporal si alguien lo utilizara incorrectamente.

Disciplina Escolar, Autonomía y Desarrollo Moral Víctor Gerardo Cárdenas González

Profesor de la UAM

La formación moral debe abarcar no sólo los juicios sobre cuestiones concretas o conflictos específicos, sino también una comprensión sistematizada del orden moral, de la naturaleza y fundamento de los actos morales, de la relación de la conciencia subjetiva con la ley y las normas sociales, y los principios generales que ayuden a resolver los conflictos de conciencia.

Pablo Latapí

IntroducciónLa disciplina escolar está bastante lejos de ser un mero dispositivo instrumental que los profesores utilizan para crear un mejor ambiente de trabajo. Más que eso, la disciplina es el medio por el que se transmite un conjunto de conocimientos a los alumnos. Estos conocimientos tienen que ver con su desarrollo social. El concepto de desarrollo social se usa aquí para referirse al desarrollo de la autonomía, a la adquisición de la normatividad y los principios que rigen la vida social, al desarrollo de sistemas valorativos y al desarrollo de habilidades para la interacción y la comprensión de la vida social, es decir, la disciplina escolar está ligada a la formación moral y política de los alumnos.

Entre los muchos aspectos que es importante resaltar, al discutir la importancia del problema de la disciplina en las escuelas, destaca el de la ausencia de un conocimiento técnico de carácter psicopedagógico que oriente la acción de los profesores, es decir, el manejo de la disciplina se piensa como una cuestión personal, una cuestión de estilos, a veces, como una cuestión que tiene que ver más con la ideología y los compromisos morales del profesor que con su conocimiento del desarrollo socio-cognitivo y moral de los alumnos. Creo que es importante reflexionar sobre si esto debe seguir siendo así.

Para comprender por qué sería importante que los profesores tuviesen un referente teórico-metodológico sobre la trascendencia de las acciones escolares vinculadas al manejo de la disciplina, me voy a referir en este artículo, a algunas conclusiones derivadas de las investigaciones sobre el desarrollo moral (en el sentido de las investigaciones de Piaget y Kohlberg) y sobre la formación moral de los alumnos, especialmente al desarrollo de la autonomía personal. La idea general es que ciertas formas de ejercer la disciplina favorecen el desarrollo de la autonomía y el desarrollo moral, mientras que otras parecen obstaculizarlos.

Trascendencia social del problema de la disciplina escolarEn la actualidad, el tema de la disciplina escolar ha ido cobrando mayor importancia. Las razones de ello son variadas y complejas: existe una creciente complejidad de los problemas relacionados con la violencia; la ola de inseguridad que se vive en las calles ha llegado hasta el interior de las escuelas. Con creciente frecuencia las escuelas sufren directamente problemas de riñas o agresiones entre alumnos, problemas vinculados al consumo de drogas, por mencionar sólo algunos ejemplos. Hay quienes piensan que una disciplina rígida y controles más estrictos podrían reducir las consecuencias de este grave problema social. Independientemente de que esta última idea sea correcta o no, lo importante es que el tema de la disciplina está necesariamente involucrado en el problema.

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En un ámbito muy distinto, existe un cuestionamiento global a la institución educativa respecto a su posible contribución al proceso de democratización de nuestra sociedad. En ese sentido, hay una variedad de proyectos y de investigaciones sobre educación ciudadana: educación para la democracia, educación para los derechos humanos, educación para la paz, educación para la participación social y política, entre otros, que de una forma u otra señalan que el clima social del aula, la organización escolar, los estilos de interacción social y el ejercicio de la autoridad son, en conjunto, un factor fundamental en la promoción de un estilo de vida congruente con los ideales de la democracia. La disciplina escolar está implicada en todos estos problemas.

Finalmente, conviene tener presente que la disciplina es un problema que vincula a la escuela con la cultura, la ideología y la vida política. La alta valoración de una disciplina rígida en cierto contexto histórico y social es un ejemplo de ello.

La disciplina en el contexto escolarDisciplina es un concepto polisémico. La disciplina es una modalidad de poder y control, está asociada también a la noción de autoridad. En el contexto escolar, por disciplina generalmente se entienden dos cosas relacionadas: una forma de control sobre la conducta y un conjunto de estrategias para favorecer el trabajo grupal. En ambos casos existe un sistema normativo y valorativo que se trata de imponer. Esta imposición puede llevarse a cabo de maneras muy diversas: de manera rígida y autoritaria o de formas sutiles, incluso "blandas". La seducción y el chantaje son también maneras de imponer sistemas normativos y valorativos. Noyola (2000) ha planteado que la disciplina, como una forma dura de control y de poder que en algunos casos hacía evidente el abuso y maltrato físico parece sucumbir ante el despliegue de controles más blandos y sutiles, sin embargo, lo importante es que el cambio en los estilos disciplinarios no altera en nada la función de la disciplina: el control y la transmisión de normas y valores. El castigo como estrategia de control probablemente ya no es tan visible, incluso puede verse como algo moralmente inadecuado y en ese sentido tiende a ser reemplazado por otro tipo de acciones.

Lo importante es, nuevamente, en qué medida el estilo disciplinario, cualquiera que éste sea, favorece el desarrollo de la autonomía en los alumnos.

El control de la conducta, como hemos visto, puede ser externo, basado en la coerción, el castigo, la amenaza o el premio. También puede ser interno -el control de la persona sobre sí misma-, en este sentido se habla de autonomía. Como estrategia de organización de la clase, la disciplina puede ser rígida y unilateral, pero también puede ser razonada y consensuada o bien laxa, poco clara o cambiante.

Los efectos tanto para la calidad de la interacción como para el logro de los objetivos educativos de la escuela son, claramente diferentes. Por ejemplo, las clásicas investigaciones de Lippit y White, discípulos de Kurt Lewin mostraron, desde principios del siglo pasado, que un clima de trabajo caracterizado por un estilo autoritario de liderazgo producía pobres resultados de aprendizaje, insatisfacción entre los miembros del grupo y atentaba contra la cohesión grupal. En cambio, un estilo "democrático" basado en la comunicación y la participación de todos los miembros del grupo, generalmente producía mejores resultados, mejoraba los lazos afectivo-sociales entre los miembros del grupo y les producía mayor satisfacción personal. Finalmente, un estilo indulgente produce en la mayoría de los casos, pobres resultados y desestructuración social y personal. Es claro que estos resultados están mediados por un conjunto de variables personales y sociales: la edad de los integrantes, sus vínculos sociales previos y el tipo de tarea entre otros. Sin embargo, hay suficiente evidencia para sostener que, en general, la conducción democrática de un grupo es más positiva y favorable, en varios sentidos, que otros estilos de conducción grupal.

Disciplina y desarrollo de la autonomíaUna de las tareas más importantes de la educación básica es la formación moral de los alumnos. Siguiendo a Latapí (1999), esto quiere decir que la educación formal puede contribuir de manera muy importante en la capacitación de los alumnos para hacer elecciones en un marco de libertad y apegándose a principios éticos. El ámbito de lo moral es el ámbito de la

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autonomía. (Autonomía debe entenderse aquí en su sentido etimológico: como capacidad de autogobierno, de ser dueño de los propios actos). Pablo Latapí ha enfatizado que sin capacidad de decisión o elección libre de coerciones tiene poco sentido hablar de moral. Los principios a que se hace referencia no son normas coercitivas externas; son convicciones internalizadas y racionalmente forjadas.

Las prácticas cotidianas de funcionamiento escolar son el medio para el desarrollo de esas capacidades. Nos referimos a la organización escolar, a las formas típicas de resolución de conflictos interpersonales, al control disciplinario, a las posibilidades de discutir racionalmente dilemas morales, a las oportunidades de elegir entre opciones morales alternativas.

Respecto al desarrollo moral sucede que algunas prácticas sociales cotidianas en el contexto escolar son más eficaces para el logro del desarrollo autónomo, mientras que otras prácticas parecen obstaculizarlo, es decir; algunas prácticas educativas ayudan al alumno a desarrollar su autonomía personal, mientras que otras parecen promover su dependencia de fuerzas externas para controlar su propio comportamiento. Se puede afirmar que cuando el control sobre la conducta es excesivo; cuando el ejercicio de la autoridad es autoritario y el alumno tiene simplemente que obedecer sin acceder a una justificación racional de las reglas, no se promueve el desarrollo de la autonomía personal; el alumno aprende que quien controla su conducta es otra persona y que la relación correcta con la autoridad es la obediencia.

Cabe destacar, como lo ha hecho Medrano (1996) que la disciplina no es un objetivo educativo en sí misma, es un medio para alcanzar otros objetivos. En ese sentido, la valoración de una disciplina rígida, por ejemplo, basada en una relación obediencia-mando y en un ejercicio vertical de la autoridad sólo puede evaluarse en función de su contribución al logro de dos tipos de objetivos: los que tienen que ver con el desarrollo moral de los alumnos y los que tienen que ver con el logro de objetivos educativos y de aprendizaje. Si este tipo de estilo disciplinario es evaluado en función de aportaciones como las de Lippit y White, anteriormente señaladas o en función de las aportaciones de la teoría cognitivo-evolutiva del desarrollo moral que se expone brevemente a continuación, su aportación es escasa.

Piaget propuso que el desarrollo moral puede describirse como el paso de un estado heterónomo, es decir, de dependencia de fuerzas y criterios externos, donde lo bueno está relacionado con la obediencia a la autoridad y con la ausencia de criterios internos, a uno autónomo, en el que es el propio sujeto quien controla su comportamiento moral a partir de principios éticos, lo que lo capacita para orientar su comportamiento con criterios que trascienden la legalidad.

En este sentido, la normatividad y las figuras de autoridad como controles de la conducta son fuentes de conocimiento sobre el nivel de desarrollo moral en los niños.

Por su parte, L. Kohlberg propuso una serie de indicadores del nivel del desarrollo moral agrupados en tres grandes niveles: preconvencional, convencional y posconvencional. El criterio moral del niño en el nivel preconvencional es el temor al castigo. A igual que Piaget, Kohlberg considera que lo bueno en este nivel está determinado por la obediencia al adulto, que trata de evitar el castigo y su rechazo.

En función del egocentrismo infantil, las acciones morales son evaluadas considerando las consecuencias inmediatas y personales en los términos ya señalados, no hay conciencia de reciprocidad.

En el nivel convencional existe una apertura al otro y cobra mucho mayor importancia la aceptación por parte del grupo, se considera muy importante cumplir con el deber, ser aceptado, mantener el orden. Aquí sí se da un principio de reciprocidad.

En el nivel posconvencional se apela a principios de justicia que trascienden el respeto a la ley y la aceptación de los otros. Se tiene conciencia de la importancia del respeto a los derechos de los demás y de la importancia del respeto de la ley por el bienestar común.

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Del marco teórico constituido por las teorías cognitivo-evolutivas de Piaget y Kohlberg se deriva una pedagogía para el desarrollo moral. (Díaz-Aguado, 1994; Pérez Pérez, 1996). En ésta se enfatiza el papel del diálogo, la cooperación, la discusión racional del conflicto moral y la exposición a argumentos morales de orden superior. Estas estrategias descansan en la tesis de que la confrontación racional de puntos de vista favorece la descentración y el desarrollo de una perspectiva más amplia sobre las propias posturas morales. Desde esta perspectiva, el manejo de la disciplina debería favorecer la auto-regulación y combatir la regulación externa del comportamiento. La autoridad dejaría de ser el criterio único de decisión y quedaría sujeta a la evaluación en función de principios legales o ético-morales. Esto supondría que el profesor debería favorecer la justificación racional de sus decisiones normativas en función de principios que trascendieran las posiciones de poder.

Las aportaciones teóricas de Piaget y Kolberg han sido objeto de críticas de diferente tipo; una de las más importantes tiene que ver con la distancia entre el juicio moral y la acción moral. Estas teorías estudian el juicio mas que la acción o los sentimientos; en ese sentido introducen un sesgo cognoscitivista que le impone límites cuando explican el comportamiento moral en contextos socio-históricos específicos y en función de situaciones reales y no hipotéticas. Por otra parte, E. Turiel mostró la diferencia entre moralidad y convención en el desarrollo de las nociones sociales de los niños. Este autor mostró mediante estudios observacionales y psicogenéticos que los niños pequeños, incluso en edades preescolares son capaces de distinguir entre reglas convencionales y cuestiones morales. Este hallazgo es de la mayor trascendencia pues pone en duda la tesis de que el juicio moral basado en principios morales se hace posible sólo cuando el niño ha superado las etapas previas del desarrollo, esto es; hacia el final de la etapa de las operaciones concretas.

La propuesta de Kolberg supone un entrenamiento específico por parte de quien se encargaría de conducir las actividades de desarrollo moral, la disponibilidad de materiales y el establecimiento de un clima o ambiente escolar. Supone también un conocimiento de la psicología del desarrollo moral y de la psicología del desarrollo de Piaget, que es uno de sus fundamentos. Además, supone un nivel de reflexión sobre las implicaciones éticas de las posiciones personales sobre aspectos morales.

Esta breve exposición puede permitirnos observar que el desarrollo moral y, por consecuencia, el logro de la autonomía personal es una tarea de la mayor complejidad.

No se sugiere que el maestro deba aplicar esta teorías, sobre todo porque, como hemos señalado, no está exenta de problemas. Lo que se sugiere es que el conocimiento de estas aportaciones o de otras disponibles sean un referente para la toma de decisiones y para orientar su acción personal y docente, pues el ejercicio de la docencia descansa en el supuesto del buen juicio del profesor.

Desde mi punto de vista, las posibilidades reales que tiene la Escuela de contribuir a la formación moral, van aparejadas a la transformación de ciertas prácticas cotidianas de interacción social; es decir, el desarrollo moral no es una meta que pueda alcanzarse impartiendo cursos o asignaturas, o introduciendo "temas" morales sin ninguna organización. El desarrollo del conocimiento social supone la práctica cotidiana de tipos de interacción en los que exista congruencia entre el conocimiento declarativo y el conocimiento procedimental, entre lo que dice el profesor y lo que hace cuando impone una normatividad, resuelve conflictos o toma decisiones morales; congruencia en el proceder de las diversas instituciones y actores sociales que rodean al niño.

Reflexiones finales1. La disciplina tiene diversas connotaciones, aunque en determinados contextos pudiera dominar una noción de disciplina cercana a la idea de orden y de respeto a las normas y a la autoridad, hemos visto que lo esencial es su contribución al logro de objetivos educativos.

2. Cuando el control de la conducta es "externo"; cuando es el maestro quien modera el comportamiento de los alumnos y en consecuencia hay poco o nulo esfuerzo por parte de los alumnos por regular por sí mismos su propio comportamiento, se reducen las posibilidades de que entiendan la justificación racional de la normatividad social.

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