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NOVENA A SAN JOSÉ
SAN JOSÉ
PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL, NIÑOS, FAMILIAS,
VÍRGENES Y DE LOS QUE SUFREN
ORACIÓN INICIAL (se reza todos los días)
Oh, San José, tú fuiste escogido por Dios para ser el padre adoptivo de
Jesús, el esposo puro de María y la cabeza de la Sagrada Familia. Dios te confío
la protección de la Iglesia fundada por Cristo, ser el protector de todos los que
trabajan por las almas en medio de las tribulaciones de la vida. Ayúdanos a ser
dóciles a las inspiraciones y gracias del Santo Espíritu de Dios.
San José, acepta nuestra ofrenda, sé nuestro padre, protector y guía en
el caminar hacia nuestra salvación. Y, a ejemplo tuyo, permite que todas
nuestras acciones sean realizadas para la mayor Gloria de Dios, unidas al
Sagrado Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón de María y a tu corazón
paternal. Sé nuestro compañero a la hora de nuestra muerte para gozar la paz y
el gozo de tu santa muerte. Amén.
ORACIÓN FINAL (se reza todos los días)
Amado San José, fiel seguidor de Jesucristo, elevo mi corazón hacía ti
para implorar tu poderosa intercesión y obtener del Corazón Divino de Jesús
todas las gracias necesarias para mi bien espiritual y temporal. Alcánzame, de
manera especial, la gracia de una buena muerte recibiendo bien los últimos
SacrAméntos. Concédeme la gracia que te pido en esta novena:
(en silencio y con fe pida la gracia que desea obtener)
Guardián del Verbo Encarnado, confío que tus oraciones en mi favor
serán escuchadas ante el trono de Dios. Amén.
MEMORARE (se reza todos los días)
Acuérdate, purísimo esposo de María siempre Virgen, que jamás se ha
oído decir que nadie ha invocado tu protección, buscado tu auxilio, sin ser
consolado. Con esta confianza vengo a ti. No desoigas mi ruego, padre
adoptivo de Nuestro Redentor, sino escúchame y socórreme. Amén.
NOVENO DÍA
SAN JOSÉ, PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL
José fue declarado patrono de la Iglesia Universal por el Papa Pío IX
en el decreto promulgado el 8 de diciembre de 1870.
OCTAVO DÍA
SAN JOSÉ, PATRONO DE LOS OBREROS
“¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13:55)
Fue este carpintero quién le enseñó a Jesús, el Verbo Encarnado,
a trabajar con la madera. Este hombre, su padre adoptivo, amó al niño
Jesús entrañablemente.
Es este Jesús que aprendió de José la dignidad del trabajo, es
quien, durante los 33 años de edad, salvaría al mundo a través del
madero de la Cruz. En esta época en la cuál hemos perdido el camino
hacia la verdadera felicidad, en dónde reina el egoísmo, en la cual se
persiguen placeres ilusorios, José debería ser exaltado de nuevo como
modelo, por aquellos hombres que desean seguir a Jesucristo.
José fue un hombre, casto, fiel, trabajador, sencillo y justo. Él nos
recuerda que la familia, el hogar, la comunidad, y la parroquia no se
construyen a través del uso del poder o del poseer sino con la
generosidad; que tampoco se construyen a través de las riquezas sino
con fe, fidelidad, pureza y el amor mutuo.
San José, tú enseñaste a Jesús tu profesión de carpintero. Durante
su vida oculta, Jesús estaba contigo y tú con él. Ayúdame a realizar
aquello que es ordinario en actos extraordinarios de amor.
PRIMER DÍA
SAN JOSÉ, ESCOGIDO POR EL PADRE
SEGUNDO DÍA
SAN JOSÉ, CASTO ESPOSO DE MARÍA
“Su marido José, siendo un hombre justo y no queriendo ponerla en
evidencia, resolvió repudiarla en secreto.” (Mt 1:19)
La prudencia de San José es parte de nuestra fe como Católicos,
virtud que se refleja de una manera admirable en la práctica de su
silencio. En un momento de su desposorio se descubrió que María está
embarazada, pero no por José. La Ley exigía que si un hombre descubría
que su mujer no era virgen debería divorciarla para no deshonrar su
hogar. José, como seguidor fiel de la Ley, estaba preparado para ejecutar
los requisitos de esta Ley. Sin embargo, no queriendo exponer a María a
ser apedreada, resolvió mantener en silencio la razón del divorcio. El no
divorciarla expondría a José a ciertas consecuencias culturales. Un
hombre justo no se desposaba con una mujer culpable de adulterio. El
ignorar esto no sólo dañaría la reputación de José sino a toda su familia
de origen. Ya conocemos el resto de la historia. Dios le dijo a José, por
medio de un sueño, que María no había cometido ningún pecado. Y
levantándose, José tomó a María como su esposa.
San José, tú fuiste dotado por Dios con la virtud de la paciencia.
Aceptaste su Santa Voluntad en silencio. Te ruego, obtengas para mí la
gracia que me ayude a discernir la voluntad de Dios en mi vida.
SÉPTIMO DÍA
SAN JOSÉ , HOMBRE HUMILDE
“Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste
estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los
pequeños ”. (Lc 10:21)
José era un hombre humilde. No había en él, fiel siervo de Dios,
algún sentimiento de machismo. Fue nombrado José al igual que el
Patriarca del Antiguo Testamento quien fue vendido en esclavitud en el
país de Egipto, portando este nombre con gran humildad. A ejemplo de
José el Patriarca abrazó su destino sin resentimientos, perdonó a sus
hermanos y llegó a gobernar en la misma tierra de exilio. Así San José,
hijo de la Alianza, abrazó al ÚNICO que establecería la Nueva Alianza
en al altar del Calvario.
Al actuar así, José es un modelo para todos los varones que
deciden andar por el camino de la Cruz. José se despojó de todo egoísmo
y se empapó del amor y vida de Dios. Se entregó completamente a Dios,
aceptando su vocación especial de ser el custodio del Redentor.
San José, manso y humilde de corazón, Jesús exaltó tu dignidad y
honor. Te pido me ayudes a aprender la humildad en la escuela de tu
vida.
SEXTO DÍA
SAN JOSÉ, HOMBRE DE UNA GRAN FE
“… porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Todo esto
sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio de los
profetas.” (Mt 1:20, 22)
José era un hombre de fe y de valor. Así como amaba a Dios amó
también a María su esposa. Él poseía una relación personal e íntima con
el Dios de sus padres. De hecho, este hombre justo, fue por así decirlo, el
último de los Patriarcas que complete el linaje. Gracias a su fe, José
recibió el gran regalo prometido a todo hombre y mujer: sostuvo en sus
brazos a Aquel que tanto anhelaron sus antepasados.
Cuando José escuchó el mensaje del ángel hizo lo que Dios le
había ordenado. Así como María pronunció su “Sí” a la invitación de
Dios, José hizo lo mismo. Pronunció su “Fiat” ejercitando el don de la
libertad para que se realizara el plan eterno de Dios. Que grande es esta
disposición de José en una cultura donde la cobardía y la rebeldía
predominan. La respuesta generosa de José, a la voluntad de Dios, lo
unió de una manera muy especial a la fe de María. Ya que José aceptó
como verdad, lo que de María ya había aceptado en la Anunciación.
San José, tu fe en Dios fue siempre firme, ayúdame para que yo
también pronuncie mi “Sí” a la invitación que Dios me hace de extender
su Reino aquí en la tierra.
TERCER DÍA
SAN JOSÉ, MODELO DE OBEDIENCIA
“Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había
ordenado.” Mt 1:24
El hombre obedece a Dios aun cuando tenga que sufrir. José
recibió la orden de aceptar a María como su esposa. Él sufrirá, pero José
sabe “obedecer a Dios antes de que a los hombres”. Tuvo que ser fuerte
para hacer esto, especialmente cuando consideramos la cultura y la
pequeña ciudad en la que vivía. San José modelaba una fuerte virilidad
y tenía mucho que enseñar a los hombres de estos tiempos. En los votos
matrimoniales, un hombre acepta adherirse a su esposa en lo bueno y en
lo adverso, en la riqueza y la pobreza, en la salud y en la enfermedad.
Esto es lo que un hombre debe hacer. Nuestra cultura presiona a los
hombres que huyan cuando hay problemas. José nos enseñó a obedecer
a Dios pese a las presiones predominantes en la cultura, aun cuando se
tenga que sufrir por ello.
Cuando Dios mandó un ángel a decirle a José que cuidara de
María, él obedeció sobre el misterio del embarazo de María. Cuando fue
dirigido a huir a Egipto entre las peores circunstancias y luego regresar
a Nazaret, José obedeció sin la menor queja. En todas la situaciones, la
obedecida de José fue simple como su fe, humilde como su corazón y
servicial como su amor.
San José, en agradecimiento a Dios, obtén para mí, la gracia de
ser un fiel servidor de Dios como lo eres tú. Ayúdame a tener confianza
en su providencia Divina.
CUARTO DÍA
SAN JOSÉ, CASTO ESPOSO DE MARÍA
“José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer…”
Mt 1:20
La naturaleza del desposorio de María y José se manifestaba
indirectamente cuando María preguntó, “¿Cómo será esto, puesto que
no conozco varón?” (Lucas 1:34) José, padre adoptivo de nuestro Señor,
reveló que el ser padre iba más allá del lazo biológico. El Santo Padre
Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica del 1989, Redemptoris Custos
(Custodio del Redentor), nos enseña que la paternidad de José se expresa
concretamente en el haber hecho de su vida un constante servicio, una
donación total de sí mismo.”
En las palabras del Papa Leo XIII, “Dios dio a José a la Virgen
María como esposo, no sólo para que fuera su compañero de vida, un
testigo de su virginidad, y el guardián de su honor, sino también para
que compartiera su dignidad por razón del lazo conyugal.”
Un hombre es padre cuando invierte su propia persona en la
formación moral y espiritual de sus hijos. Los padres auténticos son
aquellos que comunican la fuerza y la compasión paternal. Son hombres
de razón en medio de los conflictos causados por sus pasiones; son
hombres de convicción que se mantienen abiertos al diálogo ante lo
diferente, hombres que no exigen a otros lo que
ellos mismo no harían.
San José, agradezco a Dios por ser tú
privilegiado para ser el esposo virginal de
María. En agradecimiento a Dios, obtén para mí
la gracia de amor a Jesús con todo el corazón a
ejemplo tuyo, y amar a María con esa ternura y
lealtad como lo hiciste tú.
QUINTO DÍA
SAN JOSÉ, CUSTODIO DE LA SANTA FAMILIA
"Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron
a Galilea, su ciudad de Nazaret..." (Lc 2:39-40)
Jesús siendo humano tuvo necesidad de una madre que lo amara
y alimentara su alma a través de virtudes, enseñanzas y con su vida.
También necesitó un padre humano para que lo criara y lo moldeara
con esas virtudes características de un varón. Esta figura paterna se
reflejaría en la vida de Jesús así como el Padre celestial se reflejaba en su
divino Hijo. Podremos decir con certeza que la personalidad humana de
Jesús reflejó la paternidad de José quién durante su vida terrena fue su
guardián, su modelo y su maestro.
El Papa Benedicto XV expresa claramente esta idea: “Nosotros
llegamos a María a través de José y por María llegamos a la Fuente de
toda santidad, Jesucristo, quién santificó las virtudes domésticas siendo
obediente a San José y a María.”
San José se entregó completamente a Dios al aceptar su vocación
única y específica de ser el protector del Redentor siendo el siervo
prudente y fiel. Y, para que con un cuidado paternal, cuidara de María y
del Hijo unigénito de Dios. De esta manera, el Padre celestial entrega al
niño Jesús, Dios encarnado, a San José.
San José, al ser el hombre que fuiste llamado a ser, participaste
del gran misterio de la redención según el plan de Dios. Por tu poderosa
intercesión, obtén para mí la gracia de vivir libre de egoísmos.