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Revista de fotografía y temas afines, segundo número, septiembre 2013, Lima, Peru.
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Septiembre 2013
Nº 02
Santo Domingo Convento de Santos
Criptas y Campanas Pag. 13
Autisha y el mundo perdido
de Sheque Pág. 24
Septiembre 2013
3
Fotohólica Nº 02
Septiembre 2013
Editor:
Carlos García Granthon
Colaboradores:
David Pino
Luis Gutarra
Renzo Navarro Pozo
Contacto:
Portada:
Pileta del Convento del
Santísimo Rosario de la
Orden Dominicana de
Predicadores
(Santo Domingo)
2012 – Lima. Foto: Carlos García Granthon
Contenido
Editorial
La diferencia entre el fotógrafo profesional y el aficionado 5
Fotografiando como un profesional
Capitulo 1I .– Composición 6
Portafolios
Santo Domingo, convento de santos criptas y campanas 13
Amancay 20
Las Mayoralas 22
Crónicas
El mundo perdido de Sheque 26
X-fotos
El cóndor de piedra campana 35
Cámaras que registraron la historia
Nikon F + F250 Motor Drive 37
Fotohólica Nª 02
4
PUBLICIDAD Disponible
Envío de colaboraciones:
Se reciben y publican colaboraciones de imágenes y textos, llámese portafolios, reportajes, entrevistas,
crónicas y cuanto material esté relacionado de una u otra forma con la fotografía en todos sus géneros. Toda
colaboración debe ser enviada a: [email protected] antes del día 18 de cada mes. Sólo se aceptan
fotos y textos originales del autor y las imágenes no deberán estar excesivamente retocadas.
Más información al email de la referencia.
Septiembre 2013
5
Editorial
La diferencia
entre el fotógrafo
profesional y el
aficionado
Una interrogante que surge siempre en torno a los fotógrafos, es justa-
mente cuál es la línea que marca la frontera entre el profesional y el afi-
cionado. Descartando el argumento absurdo de que la diferencia la hace la cámara que porta
– y de cámaras hablaremos en el próximo número – la definición oficial del fotógrafo profe-
sional, aceptada mundialmente y válida para todo fin práctico, llámese currículo, contratos,
concursos y demás actividades; es que la fotografía sea su modus vivendi y que al menos el
51 % de sus ingresos económicos provengan de esta actividad.
Sin embargo, y en mi opinión, ser fotógrafo de profesión, no implica necesariamente ser un
profesional de la fotografía, que es cosa muy distinta. El actuar con profesionalismo implica,
más allá de todo aspecto remunerativo, el dominio de una conducta y una metodología de tra-
bajo desarrollada, segura y efectiva. El profesional en fotografía es como un cazador con un
rifle de precisión, sabe lo que busca, persigue a su objetivo, espera el instante apropiado y le
basta un solo disparo para capturar a su presa. El aficionado, en cambio, es como el cazador
de fin de semana, que dispara con escopeta cientos de perdigones a la bandada de aves, con la
esperanza de que, por cuestiones más atribuibles al azar que de la pericia, alguna buena presa
caiga fulminada a sus pies.
CGG
Fotohólica Nª 02
6
Fotografiando
como un
profesional
(II)
Por
Carlos García Granthon
Composición
Componer una foto, implica darle un aspecto agra-
dable a la vista, artístico si se prefiere, es en reali-
dad la aplicación de ciertas reglas de estética, ar-
monía y geometría básica en la imagen que quere-
mos registrar y para ello debemos tener en cuenta lo
siguiente:
Septiembre 2013
7
Orden
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es el
orden, registrar una imagen implica contar una his-
toria, esa historia tiene que estar bien narrada, al
igual que cuando construimos una oración, hay un
“sujeto”, un “verbo” y un “predicado”.
Como decía; el “sujeto” es el actor principal de la
foto, sea persona o cosa, y éste deberá ocupar el lu-
gar preponderante y resaltante en la foto y no debe
ser opacado por ningún otro objeto. Antes de tomar
la foto es muy importante definir bien cuál es el
“sujeto”. En algunos casos el “sujeto” puede ser
también un concepto abstracto, como una sensación,
y sin presencia física en la foto, en ese caso los de-
más elementos incluidos y sin preponderancia es-
pecífica deberán hacer referencia a ese concepto, ya
sea por alusión directa o por omisión.
El “verbo” es la acción explícita o implícita, activa
o pasiva, que realiza o va a realizar el sujeto. Hay
que dejar un espacio (aire) para esa acción, para que
luego cualquier espectador pueda imaginársela in-
conscientemente en ese espacio virtual.
El “predicado” lo constituyen todos los demás ele-
mentos que incluimos en la foto para terminar de
contar la historia, no deben ser muchos ni demasia-
do llamativos para no confundir. En lo posible debe
omitirse del encuadre todo objeto ajeno a la historia.
También, como en toda “oración” se pueden presen-
tar “faltas de ortografía” que deslucen la frase; y
son los elementos disonantes que se incluyen invo-
luntariamente en la toma, distorsionan la composi-
ción y distraen la atención del observador. Es pues
muy importante cuidar lo que incluimos en cada
toma pero más importante aun; lo que excluimos.
Geometría
La ubicación de los objetos es también muy impor-
tante para contar la historia, en lo posible se debe
evitar colocar al “sujeto” en la parte central de la
foto, esto nos daría una imagen fría, inanimada e
inexpresiva, más propia de un documento de identi-
dad que de un registro documental, sin espacio ni
perspectiva para contar la historia. Es mejor colocar
al sujeto en los “tercios” del cuadro, dejando espa-
cio (aire) para el “verbo” en el lado opuesto, como
una acción a futuro.
La foto también debe ser geométricamente
“armónica”, para ello deben de utilizarse los ele-
mentos geométricos naturales del rectángulo que
conforma el cuadro (diagonales, centros y tercios)
para hacerlos coincidir con las líneas de acción y
perspectiva de los elementos de la foto.
Efectividad
Además de todo lo anterior, la foto debe de llamar
la atención, debe de hacer voltear la mirada, ser el
centro de atracción, ser única, dramática, teatral.
Para esto, el fotógrafo deberá ser capaz de mostrar
en forma diferente un hecho común. Para una porta-
da no basta que la foto sea buena, también tiene que
“vender la revista”, tiene que ser efectiva.
La gente está acostumbrada a ver las cosas desde un
punto de observación común; la altura de sus ojos,
toda imagen tomada a esa misma altura y desde esa
misma perspectiva difícilmente llamará la atención.
El fotógrafo debe buscar otros puntos de enfoque no
convencionales, desde el suelo (contrapicado) o
desde arriba (picado) y además utilizar en lo posible
lentes gran angulares que distorsionan en algo la
perspectiva y le añaden dramatismo a la escena.
(Continuará en el próximo número)
Septiembre 2013
9
Las calles del centro de Lima tienen un encanto es-
pecial que surge de su historia, de alguna curiosidad,
de un suceso ocurrido o sencillamente porque si, por
ser parte de esta antigua ciudad rica en detalles forja-
dos por sus vecinos, ilustres algunos y plebeyos
otros.
Una de esas vías del centro es la calle Mantas, pri-
mera cuadra del jirón Callao que nace en un ángulo
de la Plaza de Armas de Lima y va directa por sus
ocho calles hasta una de las plazuelas más antiguas
de la ciudad: la plazuela de Monserrate. En esta calle
por estar cerca del lugar donde se fundó la ciudad
pronto se empezaron a edificar casonas donde como
curiosidad vivieron los primeros alcaldes de Lima,
siendo el más celebre de todos ellos don Nicolás de
Ribera el Viejo, primer alcalde, que tuvo su solar en
la esquina de esta calle con la de Mercaderes (cuarta
cuadra del Jirón de la Unión) y que después se mu-
daría a la calle Veracruz dónde hasta hoy existe la
portada de su gran casa. Otros vecinos de esta calle
que también fueron alcaldes de Lima son don Martín
Pizarro, pariente del fundador de la ciudad que tenía
su solar en la esquina de Mantas con Plumereros
(cuadra 3 de Jr. Camaná), y frente a ésta la casa de
don Juan de Barrios (esquina con Pozuelo de Santo
Domingo, cuadra 2 de Jr. Camaná), alcalde de Lima
en 1541.
Se empezó a llamar Mantas a esta calle por haber
existido en ella abundantes establecimientos de ven-
ta de mantas o las también llamadas “ropa de la tie-
rra” como se decía a las prendas de vestir hechas en
el país y que era usada por los naturales. Estas man-
tas podían ser usadas como colchas de lana para cu-
brir las camas, o adornadas con cintas de oro y plata
y franjas de tisú usadas por las mujeres sobre los
hombros prendiéndolas hacia el pecho con un
punzón o alfiler.
Con el paso del tiempo muchos de los grandes sola-
res de los primeros años de la ciudad fueron dividi-
dos en lotes y para la época de nuestra foto (año
1865) eran varios los vecinos que vivían en esta ca-
lle, además de existir también diversos estableci-
mientos comerciales. Fue en esta calle donde se
abrió en 1862 la agencia del primer banco que exis-
tió en Lima: el Banco de la Providencia que poste-
riormente se mudó a la calle Mercaderes donde hasta
hoy puede apreciarse el balcón de este antiguo esta-
blecimiento y en los ángulos de éste el escudo de
La fotografía,
ventana del tiempo
Calle de Mantas Lima, 1865
por David Pino
Foto: Alex Gardner Publicado en: “Rays of Sunlight from South America” Philp&Solomons Editors, Washington DC 1865
Fotohólica Nª 02
10
Unos años después de esta foto se haría el tendido en
esta calle de unos rieles para el funcionamiento de
un pintoresco tranvía jalado por caballos y del mo-
delo Imperial, ósea de dos pisos, que recorría todas
las calles del jirón Callao hasta la plazuela de Mon-
serrate. Un anónimo pasajero de la época describiría
este viaje sorprendiéndose de que las casas a medida
que se iban alejando del centro de la ciudad se iban
haciendo menos ostentosas y más bien pequeñas y
de un solo piso. Ese sería el panorama hacia atrás en
el centro de esta imagen.
En 1860, cinco años antes de ser tomada esta foto-
grafía, esta calle fue la primera en Lima en tener un
moderno empedrado que cubría en su totalidad la
acequia, por este motivo se le cambió de nombre por
el de “Progreso”. Sin embargo, prevaleció el antiguo
nombre hasta que unos años después, en la nueva
nomenclatura de calles toda esta vía en sus ocho
cuadras se empezó a llamar Jirón Callao, tal como la
conocemos en la actualidad.
Con el avance de los años y el “progreso” de la ciu-
dad –ironía que el nombre de esta calle haya sido
por algún tiempo ese-, el aspecto de esta cuadra tal
como la vemos en la imagen cambió radicalmente.
En la actualidad ya no existen casi todos los balco-
nes que como vías en el aire la adornaban por ambos
lados. Sólo queda un gran balcón hacia la esquina de
esta calle con jirón Camaná y donde hoy funciona un
bar en la parte alta y un chifa en toda la esquina. El
Club de la Unión tiene oficinas y su cochera hasta
casi la mitad de la calle, en el lado derecho de esta
foto. Y a diferencia de esa solitaria calesa estaciona-
da, el tránsito hoy es en sentido contrario y casi
siempre la calle está llena de taxistas o buses turísti-
cos donde avispados jaladores ofrecen a los pasean-
tes citadinos por cinco soles ida y vuelta ir al Cerro
San Cristóbal o quizá más lejos, a Miraflores y Ba-
rranco.
Lima cambia, pero ya vemos que una calle aparente-
mente insignificante, con toda la carga de stress que
pueda tener para las personas agobiadas por los gri-
tos y el sonido del claxon de los autos, puede ser una
vía histórica y llena de curiosidades, como casi todas
en nuestra ciudad.
David Pino [email protected]
esta primera institución comercial. No quiso ser me-
nos el Banco Italiano (hoy Banco de Crédito del
Perú) que también abrió su primera agencia en esta
calle, luego de haber sido fundado a unos metros de
allí, en los altos del Hotel Morín de la Plaza de Ar-
mas, donde hoy se encuentra el Club de la Unión.
Posteriormente el Banco Popular también tendría
sus oficinas en esta calle. Vemos así el carácter fi-
nanciero de esta calle donde se ubicaron los prime-
ros bancos de la ciudad.
En nuestra foto sin duda lo que más llama la aten-
ción es el gran mirador que se aprecia a la izquierda
y que muy probablemente se elevaría hasta el equi-
valente de un edificio de cinco pisos de hoy. Ese mi-
rador era de la casona de un comerciante y armador
naviero español, don Miguel de Castañeda y Amuz-
quibar quien tenía varios negocios con la corona es-
pañola. Fue el constructor con su yerno del primer
depósito de pólvora durante el mandato del virrey
Pezuela. También tenía en esta calle un depósito de
granos y panadería. Asimismo sus barcos prestaron
servicios para el virrey en expediciones militares por
la extensa costa del Pacifico, dominio español por
aquellos años. De una de sus embarcaciones llamada
“San Pablo” extrajo un gran mascarón de proa con la
figura de un gran león que hizo colocar en la fachada
de su residencia. Luego, tras un incendio a fines del
siglo XIX este gran mascarón fue reubicado en el
patio principal de esta casona hasta la demolición de
la misma. Pude encontrar este gran e impresionante
mascarón en el depósito de un museo limeño, ojala
pronto pueda ser restaurado y exhibido.
Ya que hablamos de miradores en la ciudad, hay que
decir que hubieron hasta pasada la mitad del siglo
XIX cerca de 37, de los cuales sólo quedan en pie
actualmente tres: el mirador de la casona del Conde
de Montesclaros ubicado en el Rímac, en la plazuela
del Baratillo; el mirador de Ingunza al lado de la
Plaza de Toros de Acho; y el mirador de la casa de
Martín de Osambela en el Jirón Conde de Superun-
da, que no es el original, pues éste se cayó en el te-
rremoto de 1940 y el actual es una reconstrucción
del año 1960 con materiales modernos. Pudo haber
sido esta torre mirador de la casa Castañeda quizá el
más alto de todos los existentes coronando las ele-
gantes residencias y que se decía servían para que el
propietario pudiera avistar hasta el Callao la llegada
de sus navíos o mercadería importada de Europa.
Fotohólica Nª 02
14
Si tres santos bajo un mismo techo, no son pocos; más de
20,000 volúmenes de conocimiento, historia y cultura, mu-
chos de ellos incunables, en una misma biblioteca, no son
tesoro menos valioso.
Como tampoco lo es su arquitectura de la que resalta la im-
ponente torre que sostiene el coro de centenarias campanas
que, con bronca voz de bronce, le hacen saber a Lima su
presencia y llaman a la ciudad a escuchar las historias que
el convento tiene para contar.
Foto: Carlos García Granthon
Septiembre 2013
15
Sobre muros que se remontan a mediados del siglo XVI,
azulejos que datan de 1604 enchapan su verdadero nombre;
Convento del Santísimo Rosario de la Orden Dominicana
de Predicadores.
Foto: Carlos García Granthon
Fotohólica Nª 02
18
Fue hogar, y es sepulcro, de Martín de Porres, albergó a
Juan Masías y guarda sus reliquias, además de dar cobijo
en su cripta, a los restos mortales de Rosa de Lima, tres
santos de primer orden en la no menos importante religio-
sidad limeña.
.
Foto: Carlos García Granthon
Fotohólica Nª 02
20
Flor de Amancay Pachacamac, Perú
por Luis Gutarra
Foto: Luis Gutarra
Cuando el desierto reverdece en invierno, el Aman-
cay, la flor de Lima, es la primera en enjoyar los ce-
rros y quebradas, pero sólo por un par de semanas
entre fines de junio e inicios de julio. Su hábitat está
amenazado por la expansión urbana, haciendo del
Amancay una especie en peligro.
Septiembre 2013
21
Foto: Luis Gutarra
Santuario del Amancay-Pachacamac
Este Santuario es una iniciativa de responsabili-
dad medioambiental de la compañía Cementos
Lima, pues este ecosistema donde vive el
Amancay y otras especies vegetales y animales
está dentro de sus predios de concesión minera.
Por ahora la zona está protegida por la misma
empresa, pero no está registrada dentro de las
áreas naturales protegidas.
Flor de Amancay
La clave para la supervivencia de la flor de
Amancae (Ismeneeamancae) es la temperatura
y la humedad, que sólo la ofrece una estación
fría y nublada y que se da en las lomas coste-
ras del Perú. Los Amancays están condenados
a desaparecer en esos lugares.
Fotohólica Nª 02
22
Las
Mayoralas Marcahuasi, Perú
por
Renzo Navarro Pozo
La meseta de Marcahuasi se en-
cuentra ubicada en la provincia de
Huarochirí a 4000 m.s.n.m y a tan
solo 5 horas de Lima. Sus 4 Km2 de
superficie ofrece espectaculares pai-
sajes compuestos por gigantescas
rocas de caprichosas formas cuyos
orígenes se remontan a tiempos pre-
históricos de erupciones volcánicas
en la región.
Mas allá de las explicaciones cientí-
ficas y fantásticas que rodean a este
enigmático lugar, todos los que al-
guna vez lo hemos visitado podemos
estar de acuerdo en la impresionan-
te belleza y la enorme tranquilidad
que se respira a pesar de estar tan
cerca de nuestra siempre caótica
ciudad.
Fotohólica Nª 02
26
Septiembre 07 de 2013
Aarón Heredia, ciclista, fotógrafo y compañero de
algunas notables aventuras, había estado investigan-
do en la red los misterios en las profundidades del
cañón de Autisha y la cascada perdida de Sheque; la
idea olía a buena aventura vivencial y maltrato físi-
co… si, promete! Es así como veníamos masticando
la idea de ir a explorar la zona desde el mes de ma-
yo, y cuando ya la teníamos lista; Aldo, el tercer
El Mundo Perdido
de Sheque
por
Carlos García Granthon
Septiembre 2013
27
expedicionario, rompió clavícula practicando long-
board en Huancayo, así que ante la antigüedad del
modelo esquelético fracturado y la falta de refaccio-
nes en plaza, la postergamos para junio, pero para
entonces ni la clavícula estaba bien reparada, ni las
condiciones estaban dadas. En julio, Aarón, aún en
busca de riesgos extremos, se casó, y como si eso
fuera poco, inmediatamente después, y para asegurar
nuevamente la postergación; luego de contraer nup-
cias; contrajo apendicitis....
En agosto!, decíamos, en agosto sí la hacemos!...
pero en agosto ya sólo quedábamos dos interesados
en ir a rompernos la crisma a 70 Kms de Lima y se
complicaron otra vez las cosas… el 1° de septiem-
bre, también tuvimos que cancelar la expedición por
temas de trabajo, que a veces interfieren con el buen
ocio, y los no tan buenos planes de estado mayor de
Cyclowebing (después les explico qué es Cyclowe-
bing… o mejor busquen la página en FB) hasta
que…
Foto: Carlos García Granthon
Fotohólica Nª 02
28
Viernes 06 de septiembre por la tarde; unos inespe-
rados e-mails de último minuto parecen confirmar
que por fin las condiciones están dadas y, además,
las respectivas visas conyugales han sido revalidadas
con amparo en la ley de simplificación administrati-
va; hora de desenterrar las mochilas, cuerdas, mos-
quetones y demás parafernalia de aventura que espe-
ran luz verde desde hace cuatro meses.
Nos dan las 6:30 a.m. del 07 de septiembre en el
ovalo Santa Anita, esperando colectivo a Chosica,
con equipo de trekking, escalada, fotografía y cam-
pamento completo; si, esta vez tuvimos que dejar de
lado los entrañables monoplazas, previstos en el plan
original, pues no estábamos seguros de disponer de
la solvencia física necesaria para realizar toda la ruta
a pedal, ida y vuelta, más la exploración y escalada
del cañón, en el escaso tiempo disponible.
En Chosica antes de las 8:00 a.m. y a bordo de un
bus a Huanza, todo va bien, demasiado bien…Son
las 10:30 a.m. cuando nos apeamos en el puente Au-
tisha…
Pero están seguros que se van a bajar aquí?
Si, detén el bus nomas, no te preocupes y cóbrate el
pasaje.
Hay obras en la carretera y ni bien nos apeamos, un
chofer de camión, que transporta el desmonte de las
obras, sin saber a dónde nos dirigimos, nos ofrece
llevarnos hasta el río Santa Eulalia que discurre algu-
nos cientos de metros por debajo:
Pero es que nosotros vamos a…
Pero yo los puedo jalar hasta el río
Sí, pero no vamos al río, vamos a…
Pero yo voy al río en el camión…
Lo dejamos atrás, hablando solo de ir al río, mientras
nos dirigimos al puente Aarón descubre, en ese mo-
mento y para comenzar bien el día, que ha olvidado
casi toda su ración de agua en el bus…Tamare!. Por
eso es que siempre insisto en salir en número míni-
mo de tres personas; no sólo porque, como suelo
afirmar, se requiere un mínimo de dos para traer de
vuelta a casa el cadáver del tercero, sino que si al-
guien pierde su ración de agua o comida; ya saben el
dicho:
“Donde comen dos, comen tres”
pero donde bebe uno, no necesariamente beben dos,
y menos si es una incursión planeada para 36 horas.
Con agua sólo para uno… estamos jodidos!
Aquí en el puente, desde donde echamos una mirada
hacia abajo, a las profundidades de la estrecha grieta
de más de 200 metros de caída libre, que esconde en
su interior una gran represa abandonada y la cascada
de Sheque, nos contacta alguien que, con la dialécti-
ca de un buen buhonero de plaza pública, nos entre-
ga su tarjeta y dice ser organizador de excursiones de
trekking, escalada en roca, puenting, rapel, parapen-
te, quince años, despedidas de soltero y mil maravi-
llosas aventuras más. Le preguntamos por el camino
de acceso al cañón de Autisha y nos indica un
“atajo”:
Si, por ahí también se baja, es más rápido, por ahí
vamos y venimos nosotros SIEMPRE, es donde está
ese cerrito y de ahí por el sendero en zig-zag que se
ve desde aquí hasta allá abaaaaajo…
Que el acceso al camino no estuviera exactamente
frente al cerrito que nos dijo, sino al otro lado, en
una escalinata de concreto al inicio del puente, ya era
para sospechar de sus indicaciones. Efectivamente se
nos hacía evidente el gran ahorro de camino en bajar
por aquí, unos cien metros nada más hasta la boca
del cañón, en vez de más de un kilómetro por el ca-
mino, usual y popular, que sube por el valle hasta un
caserío y vuelve por el costado del río…
¡Ajo! ¿Dónde está el camionero que dijo que iba al
río?... quién le dijo que se fuera?
Retomando el relato; había pasado mucha agua bajo
el puente desde la última vez que alguien usó este
atajo; atajo al que le faltaban unos tramos, estaba
cortado por deslizamientos de piedras aún activos y
colmatado con plantas de espinas. Un par de veces la
vimos color cactus, y a medio camino hubo que or-
ganizar una sub-expedición de rescate para la carpa
de Aarón que bajó por iniciativa propia hasta una
lugar inaccesible que tuvimos que volver accesible a
fuerza de maldiciones.
Casi abajo y cuando ya teníamos el camino principal
a tiro de piedra, se me ocurrió vaticinar que sólo fal-
taba que los últimos metros del bendito atajo no
existieran y tuviéramos que volver todo lo andado,
cuesta arriba y… estaba escrito! Efectivamente falta-
ban los últimos 5 metros de atajo y tuvimos que sal-
Septiembre 2013
29
varlos por la vía rápida... con un pie en el aire, las
nueces de corbata, el trasero en un cactus y mis len-
tes de medida rotos!
El camino de acceso al cañón es digno de admirar, es
como ingresar al corazón de los Apus por una opera-
ción a tajo abierto en su pecho. Una escalinata de
media caña cortada en roca viva a mitad del abismo,
adornado con toscas armellas de hierro, de tramo en
tramo, que alguna vez sirvieron para portar un cable
de seguridad, nos introduce al cañón de Autisha.
Sólo se pasa de a uno en fondo y golpeando el casco
con las irregularidades del techo, mientras la atestada
mochila, con cada golpe a las salientes rocosas en la
pared, te empuja hacia el abismo.
Ya dentro del cañón y con la imponente presa aban-
donada a la vista, el camino se interrumpe brusca-
mente y sólo hay un orificio en el suelo que conecta
con el siguiente nivel de sendero, unos 4 metros más
abajo, donde sólo media escalera ofrece recibirte, si
tienes la suerte de acertarle en el salto; es un salto de
fe, es un salto al vacío. Aunque hay una cuerda de
ayuda en el lugar, su apariencia hace pensar que ya
venció la garantía, no tiene Soat y mucho menos
pasó la revisión técnica. Las prácticas con cuerdas
que vinimos realizando en los intermedios de las
últimas salidas ciclísticas, dan sus resultados y, con
drizas y equipo propio y garantizado salvamos el
obstáculo, la vida, los equipos y la última y única
botellita de agua de Aarón. Hacemos algunas fotos,
con la dificultad que la maniobra implica, colgado de
una cuerda a decenas de metros de altura. Provocaría
subir alguna a la red para ir reportando el avance de
la expedición, pero mi celular no tiene cobertura
aquí, el de Aarón sí, pero no tiene saldo… aún me
pregunto para que lo trajo?
La infraestructura de la presa abandonada es especta-
cular, impresionante, y la falta de barandas (por robo
sistemático y bono de chatarreo) hacen aún más
emocionante recorrer sus estrechas escaleras, puen-
tes y pasarelas al borde del abismo. En la plataforma
superior, con sus 20 metros de ancho, en medio de
Foto: Carlos García Granthon
Septiembre 2013
31
dos paredes de roca de más de 100 metros de altura,
hay espacio para acampar, pero no es seguro, pues
con las obras en la carretera, caen eventualmente
rocas desde lo alto sin lugar seguro para guarecerse.
Ni modo, tendremos que bajar por el ducto del as-
censor con equipo completo para buscar un mejor
lugar en el fondo del cañón.
El ducto del ascensor es un pozo ciego circular de
unos 2.5 metros de diámetro, tan negro y obscuro
como la envidia de algunos, con un andamiaje de
escaleras metálicas de mantenimiento en un costado,
son seis tramos de cuatro metros cada uno hasta el
final del ducto, pero
hay un problema; la
plataforma que une
tramo y tramo de esca-
lera, no es más ancha
que el imprudente pie
para el que fue diseña-
da y sólo permite el
paso entre los escalo-
nes metálicos y la pa-
red del pozo, a quien
tenga perfil austero y
pie de Geisha; imposi-
ble pasar con las mo-
chilas por esa rendija,
así que para hacer el
transbordo, de una es-
calera de gato a la otra,
tenemos que hacer
equilibrio en un riel de
acero de sólo dos pul-
gadas de ancho, des-
colgándonos hacia el
vacío del pozo del as-
censor, en la más com-
pleta obscuridad… de
pelos!, de hecho cuan-
do iba a medio descen-
so, dos tramos por de-
bajo de Aarón vi pasar raudamente y en caída libre,
a dos centímetros frente a la luz de mi linterna de
casco, un guante y alguna otra pieza de su equipo
(menos mal no fue su trípode, o me hubiera roto el
cráneo).
Ya en el fondo del pozo, encontramos tres rutas po-
sibles a seguir, la primera en mencionar, y última en
constatar, son tres tramos más de escalera que bajan
más profundo aún en las entrañas de la presa, pero
luego de bajar el primer tramo me doy cuenta que
los niveles inferiores están completamente inunda-
dos; imposible proseguir. Hacia el sur y adentrándo-
se en la roca madre de la montaña un amplio túnel
en ascenso con escalera y rieles para transporte de
maquinaria, la galería asciende en curva, los murcié-
lagos revolotean en nuestras cabezas, y nos llevan a
un pasadizo largo, nivelado y recto, para luego des-
cender nuevamente unos tres metros, por una escali-
nata tallada en la roca, a una recámara donde las bo-
tas se hunden hasta los tobillos en el excremento de
murciélago macerado por las filtraciones de agua de
la montaña. Adelante
una amplia sala de
válvulas, con gigantes-
cos usos y ejes sinfi-
nes, los restos de un
tablero de control y…
un derrumbe masivo
bloquea toda expectati-
va de seguir adelante.
Sin luz suficiente para
utilizar el enfoque au-
tomático y con mis
lentes de medida rotos,
sólo logro una serie de
fotos totalmente desen-
focadas del lugar, lásti-
ma.
El tercer camino es un
estrecho túnel de sólo
unos 12 metros de lar-
go, por el que corre en
ese momento una fuer-
te corriente de aire a la
que no le dimos impor-
tancia en ese momento
y que nos saca a la mi-
tad inferior de la cara
interior de la presa,
frente a la zona más profunda del cañón. La salida
del túnel desemboca a un improvisado puente de
rieles inclinados, sin piso ni baranda, que cruza el
vacío, a unos 20 metros de altura sobre el fondo,
hasta una saliente rocosa que conduce a la base de la
grieta y a la cascada de Sheque. Otra vez es necesa-
rio el trabajo de cuerdas y silla suiza, y si bien los
travesaños del puente ayudan, están bastante distan-
ciados y algún iluminado los ha instalado por deba-
Fotohólica Nª 02
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Casi dos kilómetros de caminata y estamos nueva-
mente en el puente Autisha, hora de buscar transpor-
te y distribuir el poco saldo de rehidratantes, incluida
la…
- Carlos; has visto mi última botella de agua?
- No Aarón, no la he visto
- Are!, ajo! erda!, ya la perdí también!
Fue justo cuando empezó a caer la noche y la lluvia,
que los dos últimos buses de itinerario pasaron sin
detenerse unos trescientos metros por delante de no-
sotros. Nos sentamos a comer con la carretera como
mesa y la obscuridad
como mantel, una lata
de atún que cayó al
suelo, algunas galletas
y un par de alfajores
para celebrar con so-
lemnidad la ingesta de
la última gota de líqui-
do en el stock. Unos
ruidos de pisadas, co-
mo si varias personas
caminaran alrededor y
acercándose entre los
matorrales, nos pusie-
ron más alerta y reanu-
damos nuestra camina-
ta, 10 kilómetros valle
abajo hasta Huinco,
siempre con todo el
equipo a cuestas y las
linternas de luz roja en
la frente. Algunos vehí-
culos pasaron, nadie se
detuvo. En Huinco,
pasadas las 21:00 horas
y cuando nos disponía-
mos a disfrutar de los
dos últimos platos de
arroz con pollo en toda
la comarca… llega un bus trasnochado que ofrece
llevarnos hasta Santa Eulalia, con opción de trans-
bordo de mototaxi hasta Chosica. Para cerrar con
broche de oro diré que la custer que abordamos en
Chosica, se incendió en Santa Clara y el taxi que
abordamos allí, empezó a tener desperfectos en la
dirección casi llegando a mi casa, pero… ese ya era
problema de Aarón. Siendo más de la media noche,
yo me fui a dormir!
jo, en vez de por encima, y con un solitario y oxida-
do perno.
El cañón aquí semeja la gran nave principal de una
catedral, con unos 30 metros de ancho en la base,
200 de largo y otros 200 de altura, con bóveda de
arco casi gótico. Sólo hay una grieta longitudinal en
lo alto, de unos 5 metros de ancho, por la que se fil-
tra la luz a esta gigantesca caverna. A un lado, en la
segunda mitad de la nave, una gran cueva a media
altura por la que brota la cascada de Sheque con voz
de trueno, que retumba en esta catedral geológica,
para caer a una peque-
ña laguna que discurre
por el extremo de la
grieta del cañón, a la
luz del valle abierto
del río Santa Eulalia.
La sensación de intras-
cendencia humana es
indescriptible aquí.
Es evidente que aquí
también suelen caer
rocas de lo alto y tam-
poco es buena idea
acampar. Trípodes y
cámara afuera para
buscar la foto que cap-
te la sensación de in-
mensidad del lugar y la
insignificancia humana
ante la obra de la natu-
raleza. Son casi las
16:00 horas, y es tiem-
po de volver a la su-
perficie, con algunos
víveres consumidos, el
agua muy racionada y,
otra vez, con todo el
equipo a cuestas, in-
cluyendo la ya famosa, última y única botella de
agua de Aarón. Definitivamente la idea de acampar
queda descartada. El ascenso es rápido, algunas fotos
más en los puntos emocionantes, y de ascenso técni-
co, y estaremos nuevamente fuera del cañón. Esta
vez tomamos por el camino largo que atraviesa un
caserío, donde tuvimos que domar a tres lindos pe-
rritos dientes de sable que exigían algún desusado
cariño por todo derecho a pase.
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X-fotos
En Chontay, pueblo del valle medio del río Lurín antes tierra
de petroglifos de los que algunos han quedado secuestrados
dentro de un desarrollo urbano privado, de acceso restringido,
y otros sucumbieron a la dinamita que ensancha las vías y es-
trecha el criterio; aún quedan algunos más de libre acceso, sólo
es cuestión de encontrarlos o mejor dicho; de encontrar a quien
los encuentre.
En un antiguo deslizamiento de huaico, en la margen derecha,
más allá del antiguo cementerio; una gran mole de forma
cóncava semi inclinada hacia el río; parece un gran y tosco
altar en lo alto de los restos de una serie de andenes y explana-
das superpuestas donde, quien se pare frente a él y de espaldas
al río, podría relatarle a los Apus que tiene en frente las histo-
rias escritas con jeroglíficos en esta gran página de piedra.
Jeroglíficos dominados por un…por un…un… un pájaro con
ombligo?, bueno, eso parecía a simple vista.
Examinándola bien se ve un gran cóndor de un metro de largo
que cobija bajo sus alas un sinnúmero de criaturas zoomorfas.
Hay otras figuras más en los bordes de esta gran piedra cónca-
va que curiosamente marca un descanso en el camino inka
(qapaq ñan) que recorre el valle y va desde el templo de Pa-
chacamac en la costa hasta las alturas de la Cordillera de los
Andes.
Regresando al petroglifo; la roca demás tiene otra particulari-
dad, si se le golpea con un objeto sólido emite un sonido que
rivaliza con cualquier campana de buen temple; de ahí su nom-
bre; el Cóndor de Piedra Campana.
CGG
El Cóndor de
Piedra Campana
Foto: Carlos García Granthon
Septiembre 2013
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Nikon F + F250
Motordrive
Nikon F; introducida al mercado en 1959, la primera
de la serie SLR que haría famosa a la marca en el
nivel profesional, no sólo por su calidad y prestacio-
nes, sino también por la gran gama de accesorios dis-
ponibles, entre los que destacan el motor para dispa-
ro automático en secuencia, y un cargador de pelícu-
la de hasta 250 tomas que, sumado a la, por entonces
novedosa, unidad de control remoto por radio, per-
mitirían una de las mas exclusivas tomas de la histo-
ria:
Era 1964, el papa Pablo VI visita Tierra Santa, todos
los medios pugnan por una foto exclusiva, el Paris –
Match ha rentado un avión Caravelle y lo ha conver-
tido literalmente en una sala de edición volante y ha
desplegado a más de 60 reporteros en el área, pero
aún así, en lo que va del itinerario, todavía no consi-
gue “La Foto”, la exclusiva.
Cámaras que
Registraron
la Historia
En el itinerario papal se contempla una visita de ora-
ción del pontífice, a solas, en la estrecha capilla del
Santo Sepulcro en Jerusalem. Un día antes; René
Sicard y Daniel Camus, se las agenciaron para suje-
tar a la pared en el interior de la capilla, con espara-
drapos y oculta entre los arreglos de flores, una nue-
va cámara que había llegado a la revista; la Nikon F
con motor, cargador de 250 tomas y control remoto.
La colocaron con un lente gran angular por sobre la
altura de la cabeza, donde suponían que el Papa se
arrodillaría a orar; al día siguiente, en medio de una
fuerte seguridad de guardias jordanos, el pontífice
entra sólo a la capilla; Sicard, mezclado entre la mul-
titud, le hace una seña a Camus que acciona el dispa-
rador remoto…
Al día siguiente entran a retirar la cámara, la que en-
cuentran pendiendo de un solo esparadrapo pues se
habían despegado con el calor de los sirios encendi-
dos. Al revelar el rollo se dan con la sorpresa que el
papa Paulo VI no se arrodilló a orar; se tendió en el
suelo para abrazar la piedra del sepulcro. La foto sa-
lió publicada a doble pagina en Paris—Match.
CGG
Fotohólica Nª 02
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Fotohólica Nº 02
Septiembre 2013 Lima, Perú
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