20
La literatura maya La literatura maya CÓDICE CÓDICE Revista del Centro PEN Guatemala Año 4, No. 9 / Septiembre 2014

la revista Códice

Embed Size (px)

DESCRIPTION

del Centro PEN Guatemala

Citation preview

Page 1: la revista Códice

La literaturamayaLa literaturamaya

CÓDICECÓDICERevista del Centro PEN Guatemala

Año 4, No. 9 / Septiembre 2014

Page 2: la revista Códice

—N

otic

ias d

el C

entr

o PE

N G

uate

mal

a—

n septiembre estaremos en Biskek, la capital de Kirguistán, a invita-ción del PEN de Asia Central para el 80º Congreso de PEN. Nosestaremos reuniendo en un momento de creciente violencia en mu-chas partes del mundo. Cualesquiera sean nuestra opiniones perso-

nales, ninguno puede evitar ver lo que está sucediendo en Irak, Siria, Palestina,Rusia, Ucrania, Honduras.

Como siempre ha sido el caso, cada rompimiento de Estado o de violenciainsurgente representa un asalto hacia la libertad de expresión. Los escritoresson asesinados o callados. El debate es silenciado o marginalizado. La propa-ganda florece. Lo que sucede ahora no es ninguna excepción.

Debería de añadir que en muchos países el uso de leyes moralizadoras para dividira las sociedades y limitar la libertad de expresión continua creciendo; el gusto delos gobiernos occidentales por la vigilancia y el secretismo no se ha disminuido; eluso del populismo como herramienta para apuntar contra comunidades en espe-cífico y minar el debate civil continúa expandiéndose; y no ha habido mejoría enotras áreas como la impunidad en Latinoamérica o la apertura en China.

* * *

Una muy buena noticia es que ahora está confirmado Carles Torner comonuestro Director Ejecutivo. El asumió la posición interina de esta función enabril. Carles ha realizado una maravillosa tarea en este periodo de transición ysu posición se encuentra oficialmente confirmada. Él es un novelista catalánreconocido. Posiblemente lo más importante, es que como presidente delComité de Traducción y Derechos Lingüísticos lideró el desarrollo de la Decla-ración Universal de Derechos Lingüísticos.

Carta del presidente de PENInternacional, John Ralston Saul

aría del Carmen Escobar (1934-2014) falleció el pasado 29 deseptiembre de 2014. En 1954, al ser estudiante de la Escuela deComercio, obtuvo el primer lugar en prosa por Mi fiel amigo, enun certamen organizado por el Día del Árbol. Ese mismo año

escribió la novela Corazones en tinieblas, que en 1961 fue llevada a la radioCiros. En 1986, la adaptación de esta fue transmitida por TGW.

Como actriz participó en más de 50 obras deteatro. Como escritora ganó segundos lugares enlos Juegos Florales Centroamericanos de Quetzal-tenango en la rama de cuento: en 1962 con Pobrechucho limosnero y en 1963 con Descansa enpaz. Cuatro menciones honoríficas en la rama deteatro en el mismo certamen: en 1961 porRenuncia; en 1962, La gente del palomar; en1988, Flores de muerto y, en 1989, Herencia so-cial.

Recibió mención honorífica en teatro en el Certa-men 15 de septiembre, en 1962, por La gente delpalomar. Mención honorífica en cuento en la Ti-pografía Nacional en 1983 por El Santo. Primera mención honorífica en elPremio Guatemalteco de Novela 1983, con 49 centavos de felicidad.

El Centro PEN Guatemala lamenta el sensible fallecimiento de tan destacadaescritora y amiga de nuestra asociación, quien en varias oportunidades nosacompañó en los almuerzos -tertulias de Casa de Cervantes.

Fallece escritora María delCarmen Escobar

oberto Cabrera fue pintor, es-cultor, grabador, crítico de artee investigador. Estudió enla Escuela Nacional de Artes

Plásticas (Enap), de 1953 a 1959. Partici-pó en la fundación, dirección, administra-ción y promoción cultural de la Asociaciónde Estudiantes de Artes Plásticas, de 1957a 1962. En 1958 participó por primera vezen una exposición en el extranjero. En 1961expuso por primera vez su pintura junto auna serie de dibujos en la Enap. Ese añotambién participó en la Segunda Bienal deParís, y empezó su carrera como crítico yensayista de arte.

Cabrera fue maestro de arte tanto en la Fa-cultad de Arquitectura de la Usac como enla Escuela de Artes Plásticas en Costa Rica,en donde también trabajó en investigaciónhistórica y antropológica.

En la década de los sesenta junto a ÉlmarRené Rojas y Marco Augusto Quiroa fun-dó el Grupo Vértebra que innovó la pintu-ra en Guatemala.

Cabrera también se distinguió por la pin-tura de personajes de la cosmovisión mayay sobre el conflicto armado que sufrió Gua-temala entre 1960-1996.

Sus obras no solo han sido expuestas en supaís natal sino que también en varios paí-ses de América y Europa.

Fallece RobertoCabrera,renombradopintor y escultor

El 23 de julio de 2014 falleció el artis-ta guatemalteco Roberto Cabrera(1939-2014), uno de los propulsoresde la pintura guatemalteca y fundadordel grupo Vértebra.

RM

E

Page 3: la revista Códice

Las opiniones vertidas incumben a los autores y al Consejo Editorial.

Apoyamos la reproducción del material publicado en la Revista Códice,siempre y cuando se cite la fuente: Revista Códice del Centro PEN Guatemala.

CÓDICE / 3

JUNTA DIRECTIVA 2013-2015

Carlos René García EscobarPresidente

Karla Olascoaga DávilaVicepresidenta

Dennis Escobar GaliciaTesorero

Gustavo Bracamonte CerónSecretario

Eduardo J. BlandónVocal I

Marco Antonio LunaVocal II

Antonio AranaVocal III

CONSEJO EDITORIALDennis Escobar Galicia, Director

Eduardo BlandónKarla Olascoaga

AUTORES DE ESTE NÚMEROCarlos René García Escobar, KarlaOlascoaga Dávila, Jorge EstuardoMolina Loza, Marco Antonio Luna,Rudy Gómez Rivas, Vicente Anto-nio Vásquez Bonilla, Arturo MolinaLoza, Diego Alburez Gutiérrez, Ma-ría Olga Fernández, Antonio Arana,Dennis Escobar Galicia, EduardoBlandón.

DISEÑOHernán Guerra Sandoval

[email protected]

EditorasEditorial PEN

Editora Arizandieta

Directorio

penINTERNATIONAL

PENeditores

ste número de Códice contiene producción literaria de miem-bros del Centro PEN Guatemala y de colaboradores que hanrespondido a la convocatoria y cuyos trabajos han cumplidolos requerimientos de nuestras políticas editoriales.

Aprovechamos este espacio para publicar las instrucciones a los auto-res. Esto lo hacemos con el objetivo de que las colaboraciones se ajus-ten a los requerimientos y sean evaluadas en el Consejo Editorial.

Como ya es costumbre en la revista, este número lo dedicamos a otrogenio literario: Julio Cortázar, celebrando el centenario de su natalicio.

Presentación

Instrucciones a los autoresRevista Códice

Medio impreso y electrónico en PDF que difunde nacional e internacional-mente los trabajos de creación artística (géneros literarios y periodísticos) delos miembros del Centro PEN Guatemala, así como de colaboradores que deuna u otra manera estén vinculados con la organización.

La Revista Códice, de distribución gratuita, será el medio de divulgacióntrimestral que reflejará la creación literaria, el quehacer y la opinión de sucesoscoyunturales relacionados con la libertad de expresión y de pensamiento.

La Revista incluirá secciones con temas relacionados a la producción literaria,noticias del PEN Guatemala y de otros países, así como del PEN Internacional.Además entrevistas, comentarios o ensayos sobre temas conexos con el arte,el periodismo y la literatura. Los escritos deben ser inéditos y estarán sujetosa un proceso de corrección y edición previo a ser publicados.

Los escritos a publicar no deben exceder de mil palabras en tamaño 12. Enviaren formato Word. Se aceptarán propuestas para ilustrar los contenidos, perolas mismas quedarán a total criterio del Consejo Editorial.

La revista contendrá las siguientes secciones:

• Editorial o presentación: reflejará la opinión institucional sobre hechostrascendentales de la cultura o relacionados con la libertad de expresión.

• Análisis político: opinión sobre temas coyunturales de la cultura, especial-mente lo literario o relacionados con la libertad de expresión.

• Espacio literario: inclusión de narrativa, cuentística, poética, ensayística.

• Entrevista: sobre temática literaria o la relacionada con los principios cons-titutivos del PEN.

• Reseñas de libros: preferentemente de literatura y de autores nacionales.

• Otros: caricaturas, fotografías, pinturas u otras expresiones artísticas icó-nicas.

E

Page 4: la revista Códice

4 / CÓDICE

Avances de la literaturaguatemalteca contemporánea:

uego de que la literaturaguatemalteca ha recorri-do los avatares de su de-sarrollo escabroso, pormedio de generaciones

de escritores vanguardistas y conspi-cuos, rebeldes y conservadores a lolargo del siglo XX, el siglo que ahoracomienza sopla con nuevos aires y,los avances de las letras en Guatema-la refrescan un ambiente ominoso,tenebroso y sórdido que abarrotó to-dos los sectores sociales y culturalesdel país.

La opresión estatal y oligárquica detodos los tiempos provocó los naci-mientos de épocas de escritores com-prometidos con su tiempo. A la caídade la dictadura de Manuel EstradaCabrera en 1921 le acompañó el sur-gimiento de escritores que se rebela-ron contra ella y al tiempo se vieronenaltecidos con el Premio Nóbel 1967otorgado a Miguel Ángel Asturias. Ala dictadura de Jorge Ubico la acom-pañaron escritores que la Revoluciónde 1944-1954 hizo destacar como losTepeu y los de Saker Ti algunos deellos en el exilio al entrar la “Libera-ción” que financió la CIA, cuyo apo-yo ideológico a escritores se notó conla presencia de Luis Cardoza y Ara-gón. El largo proceso de conflicto ar-mado interno vivido durante 36 añosfue acompañado por una pléyade deescritores comprometidos con la re-volución izquierdista, unos exiliadosy otros confinados a sus posibilida-des dentro de la nación. Así termina

La literatura maya*Carlos René García Escobar

el siglo, con unos Acuerdos de Pazincumplidos y aun sin resolverse lacrisis social y de todo tipo en que lahundió el conflicto, con todo y un te-rremoto catastrófico en 1976.

En este periodo surgen nuevos escri-tores que proponen una nueva visiónde la historia, que serán en unos po-cos años los representantes de unasiguiente cuarta época, que los ob-servadores del fenómeno literario gua-temalteco aún no han etiquetado. Setrata de escritores jóvenes que aun nopresentan una postura histórica sinosu rebeldía, injustificada o no, anteel proceso histórico y la toma de po-sición de sus antecesores y, la de losescritores mayas, aparentemente fue-ra del contexto. Entre los primeros,las edades oscilan entre los 18 y los30 años y, entre los segundos, lasedades son variadas por lo que entre

ellos se encuentran jóvenes y adul-tos. La mayoría hombres.

Intentando una descripción compa-rativa puede decirse que priva en lamayoría de ellos, cierta juventud ge-neracional que adolece de distintascosmovisiones. Aquellos son occiden-talizados y éstos, los mayas, aboganpor la ruptura de la occidentalizacióny por la resistencia ideológico-políti-co-cultural que se cifra en una litera-tura más vernácula vinculada a la tra-dición oral y al propio proceso histó-rico como sustento sustancial.

Cabe citar a Rafael Gutiérrez quienen el periódico Universidad (No. 120,Noviembre, 2003, Pág. 6) destaca lascaracterísticas del actual movimientojuvenil literario citadino, refiriéndosea los escritores jóvenes mestizo-ladi-nos: “Varios jóvenes comienzan acrear y publicar agrupados alrededorde proyectos editoriales, impulsadospor un espíritu de ruptura y renova-ción, algunos con cierta solvencia eco-nómica que les permite afianzar rela-tivamente sus publicaciones, otros di-funden individualmente su obra a tra-vés de revistas culturales que abrensus páginas a diversas voces litera-rias. Es el caso de Editorial X y larevista Tayer, para mencionar dosejemplos”. También menciona el re-chazo de estos jóvenes escritores alas formas literarias precedentes: “Deahí una temática exhibicionista, ínti-ma y por completo ajena a preocupa-ciones de carácter redentor pero que,

L

Page 5: la revista Códice

CÓDICE / 5

otra vez, resiente el peso de la violen-cia citadina” refiriéndose al clima deviolencia delincuencial que azota alpaís como nunca antes.

En esta marea literaria de nuevo cuño,cabe destacar la aparición de la litera-tura que escriben jóvenes, hombres ymujeres mayas de distintas edades,quienes después de 1992, cuando seconmemoraba el V Centenario delDescubrimiento de América y surgíaen definitiva el movimiento mayaguatemalteco, se destacaban por susdistintos escritos de carácter poéticoy narrativo publicados en su mayoríacon cierta dificultad y ennoblecidospor el reconocimiento internacional encasos aislados.

Me refiero a la literatura maya que haresurgido en las voces nuevas de fina-les del siglo XX y que a principios delXXI, se perfilan como voces literariasmaduras y asentadas en la afirmaciónde su propia cosmovisión tradicionalen las voces de los textos tradiciona-les vernáculos y, modernos a la vez,uno de sus mayores antecedentes loconstituye el poeta, cuentista y nove-lista kakchikel, Luis de Lión.

Algunos escriben en sus idiomas ma-ternos y luego se traducen a sí mis-mos al español, otros no conocen idio-mas maternos y escriben en español.Y unos pocos escriben en inglés acausa de los procesos migratorios alexterior que el conflicto interno lesprovocó. La temática de sus asuntospoéticos y narrativos está vinculadaprofundamente con la naturaleza y lascostumbres tradicionales, la mitolo-gía local y las creencias cosmogóni-

cas, para lo cual, sus propios idiomasposeen los vocablos y la fonética ade-cuadas. En otros casos los asuntosestán relacionados estrechamente conlos procesos de genocidio y etnoci-dio que el Estado guatemalteco per-petró en las décadas pasadas y queprovocó la perdida de familiares y elexilio o desmovilización. Todos estostemas están permeados por un senti-miento de discriminación sociocultu-ral sufrida secularmente en su cali-dad de grupos humanos en situaciónde desventaja ante los grupos domi-nantes y hegemónicos.

Su literatura surge pues, con estosdenominadores y empieza a alcanzarel reconocimiento nacional e interna-cional. Enumero algunos casos deescritores que en sus obras reflejan elretorno a sus raíces fundamentadasen el conocimiento del Popol Vuh yotros textos vernáculos, como fuen-te primordial de acopio.

Luis Enrique Sam Colop, quiencomo antropólogo lingüista creó unaversión poética k’iche del Popol Vuhy se dedicó profundamente a los es-tudios lingüísticos y sociológicos desu cultura k’iche desde los años se-tenta.

Humberto Ak’abal quien poetizó ma-gistralmente la tradición oral de su pue-blo k’iché y ha publicado la mayor partede sus encuentros poéticos cosmovi-sionales en idioma español, lo que leha valido el reconocimiento internacio-nal y nacional, siendo reconocido

como Premio Nacional de Literatu-ra Miguel Ángel Asturias 2003.

Luego siguen otros escritores y escri-toras mayas de distinta índole étnico cul-tural, tales como Víctor Montejo, San-tos Alfredo García Domingo, y Gas-par Pedro González, kanjobales; Ro-lando Umul, LeonelJurakan, y Maya Cu,kachikeles; y DavidLux, k’iche, y otrosque se están significan-do en ese proceso dereencuentro con susraíces ancestrales.

El signo que identificaa los escritores mayas contemporáneosguatemaltecos es precisamente su bús-queda y reencuentro con las raíces cul-turales ancestrales, como una formade resistencia idiosincrásica frente a lasecular dominación del poder hegemó-nico de raíz occidental.

La literatura guatemalteca en conse-cuencia, deambula en los reencuen-tros que se suscitan entre escritoresjóvenes, que se alzan presentando unaimagen propia de la historia displicen-temente aprehendida a partir de la vo-rágine de desencanto por lo sufrido ylos nacientes escritores mayas que enla misma vorágine que aparentemen-te intentan rescatar sus lazos perdi-dos desde el pasado.

*Ponencia presentada ante el 1er Congresode Las Américas en el marco del 69

Congreso del Pen Internacional en Ciudadde México, noviembre 2003.

Luis Cardoza y Aragón.

LeonelJurakan.

Page 6: la revista Códice

one las luces de par-queo, se quita el cintu-rón de seguridad, sacalas llaves y mira por elretrovisor. Walter sale

de su fábrica de bolsos típicos y loespera al lado del Kia.

Manuel, apresurado y contentoporque le acaban de entregar sunuevo DPI, baja del carro, saludaa Walter, abre la maletera y le dice:

-Estos son los güipiles de que lehablé- y abre el paquete para ver-los y enseñárselos. Cuando abrela bolsa negra, su olfato percibeese olor a humo, a leña, a pueblo;ese olor que le acompañó mien-tras vivió en el altiplano. Le en-trega la bolsa a su interlocutorjunto con un postit con su núme-ro de celular, le da la mano y sedespide.

Manuel se sube al carro, encien-de el motor y empieza a viajar enel tiempo. Recuerda la sala de tri-bunales y al montón de gente mi-rándolo con rabia, con odio. Serecuerda a si mismo pasando en-tre esa multitud y sintiendo esemismo olor a humo, a leña. Se re-cuerda saliendo airoso de esabatalla contra la bestialidad hu-mana. Los matones montoneroscobardes no le dan miedo, perosu recuerdo de ese olor ahumado

como algo familiar y cálido desapa-reció ese día. No odia porque nosabe odiar, pero no olvida. No ol-vida que por denunciar a los mato-nes puso en peligro a su familia yse puso en peligro él.

Sus recuerdos y su mundo interiorhan estado plagados de esa memo-ria olfativa desde siempre. Lo sabecomo sabe que el olor de los mar-cadores de alcohol le recuerdan asu hermana muerta, le recuerdana esa despedida a medias .Manuelera pequeño, tenía entonces cua-tro años. Sus padres invadidos porel dolor ante la irremediable enfer-medad de Ana, su hermana mayor,lo apartaron de su lado justo al fi-nal.

Se recuerda jugando en los orificiosde las cerraduras de las puertas, in-crustando muñequitos de plástico enlos espacios vacíos de esas cerra-duras metálicas y se recuerda ha-blando solo. Recuerda su ansiedadpor ver a su hermana. Recuerda la

6 / CÓDICE

Los hombresno lloran*

puerta cerrada de la habitación deAna. Recuerda su tristeza y el ros-tro pálido de su madre, perdida enun dolor sin tiempo.

Luego de casi una semana, laabuela le permitió estar con su her-mana. Ana pintaba ese día en unashojas grandes. Ella dibujaba increí-blemente bien para sus ocho años.Manuel sintió una gran necesidadde abrazarla pero se contuvo alverla con uno de sus ojitos tapa-dos por un parche. Y esa mañanaaspiró sin remedio el olor a alco-hol que emanaba de los marcado-res con que dibujaba su hermanaenferma.

Ella sonrió mucho al verlo y le hizoun lindo dibujo: alguien que pare-cía un ángel abría los brazos haciael cielo mientras que otro perso-naje (que sin duda era un ángel) leabría los brazos para recibirlo. Anale entregó orgullosa su dibujo. Ma-nuel lo vio, lo olió, lo abrazó con-tento y le sonrió a su hermanacomo un gesto de gratitud, sin sa-ber que esa sería la última vez quela vería.

Manuel maneja distraído su Kia,no ve semáforos ni luces, ni gen-te, sólo ve obstáculos sin color ninombre, que va sorteando uno auno. Ya el olor ahumado ha des-aparecido del carro y sin perca-

Karla Olascoaga Dávila

P

Page 7: la revista Códice

CÓDICE / 7

tarse empieza a hablar solo comoantes, como cuando era un niño:

-¿Por qué me apartaron? ¿Por quéme quitaron ese preciado tiempopara despedirme de ella? ¿Por quélo único que me queda de mi her-mana es ese olor que me recuer-da a la muerte? ¿Por qué todavíala lloro? ¿Por qué?- se dice sinconsuelo mientras su vista se ob-nubila por las lágrimas.

- Los hombres no lloran- decía suabuela y lo repetían su madre, sustías, sus primos.

Y vuelve a contestarse en voz alta,metido en el carro sin ver el retro-visor ni las luces, ni las sombras nila tarde que se va haciendo densaen su corazón atribulado:

-Los hombre sí lloran, los hombressí lloramos porque todo ese río de

racias por venir. Te pedí un capuchino.Supongo que todavía es tu favorito. Cla-ro, después de seis meses podrían cam-biar tus gustos. Imagino que sabrás porqué te he citado. Sí, mi vida se volvió un

desastre. Ya no escribo. Sólo trabajo como estúpido.Eso me hace me-nos atractivo para vos, lo sé. La irade cuando te encontré en nuestra cama con alguien,quedó pequeña ante esta pena, este dolor. Casi la hacedesaparecer. Fui un patán, lo sé, pero la vida se mederrumbó. Y ahora, no puedo más. Pensé mucho endar este paso, pero concluí en que no tenía otra opción.Lo poco que me queda de razón me gritaba que no, queno fuera idiota. “¿Cómo podés ponerte en esa situa-ción ante ella? —me decía—. ¿Cómo podés ponerte

de entrada en una posición tan débil? ¿De qué te sir-ven las experiencias anteriores? Acordate de tu rela-ción con Virginia, que te agarró como trapo sucio. Y tudignidad, ¿dónde está? ¿Y tu autoestima?” La digni-dad… la dejé tirada no sé dónde. La autoestima…bajo tierra. Decirte que volvás conmigo sería muchopedir. Lo sé. Sólo vengo a pedirte cualquier migaja. Loque me querrás dar. Será suficiente. Estoy seguro. No,no digás nada. No ahora. Pensalo. Necesito terminarmi poemario. A cambio —mirá qué ganga—, prometoescribir todos los poemas para vos. Serán tuyos. Vana ser los mejores, lo sé. Acepto todo. Inclusive quesigás con ella.

SÚPLICAJorge Estuardo Molina Loza

G

dolor debe ir a parar a alguna par-te. No puede quedarse estancadoen un perfume sin final- y respirafuerte, profundo.

Ha empezado la lluvia, Manuel hacaminado mucho por el mundo. Tie-ne 34 años y ya se siente viejo. Amala vida y se aferra a ella. Se sientehumano cuando recuerda. Se sien-te humano cuando ama, cuandovive, cuando llora, cuando contem-

pla a su pequeño hijo como un ovi-llito de su propia existencia. Y susojos se iluminan.

Manuel traga saliva, se pasa el an-tebrazo por delante de esos ojosllorosos y abre todas las ventani-llas del Kia para que entre el olorde la calle, el olor a tierra mojada,el olor a vida, a humo de camio-netas, a ciudad interminable.

Abre las ventanillas para que en-tren todas las lágrimas del cieloque esta tarde se empeñan enacompañarle.

*Cuento ganador del primer lugar en elTERCER CONCURSO DE ENSAYO,

POESÍA, CUENTO CORTO Y CUENTOPOLICIACO en homenaje a Juan

Fernando Cifuentes, organizado por laFacultad de Humanidades y el Departa-

mento de Letras y Filosofía de laUniversidad Rafael Landívar.

Page 8: la revista Códice

8 / CÓDICE

Si grito ¿alguien me escucharáal otro lado de esa niebla?

a bruma dibuja una si-lueta: harapos de lágri-mas y nostalgias son suropaje y por manto lle-va un escalofrío.

Es la muerte, que en son de suspirole dice al oído: Te vengo a traer,maestro, pero por ser vos te doy laoportunidad de que escojás cuán-do. Eso sí, espero que no lo sepanadie, mucho menos la fuerza delsino.

El artista apenas se vuelve y enmedio de un bostezo se levanta y lecede la silla a la fatal visitante: Porfin puedo hablar con usted señora,lo malo es que estoy bien ocupado.Tengo que terminar mi novela por-que la editorial ya me puso un ulti-mátum, además, estoy haciendo elprograma de mi próximo concierto.

Vos siempre tan ceremonioso e irre-verente a la vez. No sé si reírme osentir pena. Pero tal vez eso meatrae de vos.

Eso de que le atraigo me aterra, yestaría jodido que le correspondie-ra. Podemos, eso sí, ser buenos ami-gos. Imagínese la fama que ganaríasi fuera el primero que platica conla muerte. Por supuesto, nadie melo creería.

¡Siempre deseando que te admiren!Yo he sido una de tus fanes, de lamúsica y de las letras.

No le creo…

Sí. Muchas veces detuve mi eternotrabajo para verte vivir el rock. Mellegaba un resto cuando cantabasNever Say Die de Black Sabbath¡era mi rola! A veces hasta te envi-diaba. ¡Ah, cómo te aplaudían! In-cluso te quería llevar y hacerte mío.¿No sentiste mi presencia cuandobailaba entre la mara?

Nunca yo siempre le di la espalda.Lo mío es la vida.

Pues allí estaba con diadema de flo-res y mis caites de llanta. Me subíaal escenario pero nunca me sentídeseada. En cambio vos, tan cerca-no a mí pero tan inalcanzable. Si note llevé al castillo de niebla fue por-que quería ver el final de la novela,quería verte saltar al abismo, comohacen los artistas en busca de suestrella.

Alguna vez quise hacerlo y dije queya me había inscrito en la gran ca-rrera de las cajas de pino, pero deeso hace mucho, me sobrepuso elamor. Es más, uno comienza a morircuando renuncia a sus sueños, todocuanto se lleva a la boca tiene sabora nada.

El amor y los sueños… ni me toquésesos temas porque entonces pospon-dría la partida otra vez. A ver, haga-

LMaco Luna

Page 9: la revista Códice

CÓDICE / 9

mos un trato ya, pues me tengo queapurar. ¿Sabías que gracias al tiem-po que llevamos platicando se hansalvado muchos pelones? Establez-camos un acuerdo, así, de buenaonda. ¿En qué mes te querés morir?¿Te parece enero?

No, enero no, porque el año aún estáen capullo y yo me he quedado enuna nota larga, como si un disco sequedara atascado entre mis fantas-mas. Y si no puedo recordar las no-tas del principio no consigo acabarla melodía de mi sueño.

Entonces, ¿febrero?

No, no me gusta la ambigüedad delbisiesto. Es humo amarillo que serestriega el hocico en los cristalespara lamer los rincones de mi atar-decer.

Muy bien. ¿En marzo?

¿Por qué me querés arrancar estaprimavera que pinta de flores loscampos y llega a mí con un brillo deluz y de aire?, es precisamente esteflorecer el que me lleva a bailar conlas musas.

De acuerdo, te propongo abril.

Lo siento, pero no tengo abril, no séquién me lo robó.

¿Y mayo?

Sería injusto que mi madre derra-mara crisantemos sobre mi tumba yque el cielo en lugar de zompoposenviara gotas de lamentos.

Sabía que te ibas a agarrar de eso.Junio, pues.

Jamás: el cielo lloraría más de la cuen-ta y la lluvia, desesperada, hundiríabarquitos de papel en las calles.

Okey, te espero para julio.

No, por favor, llueve mucho y la gen-te no iría a mi entierro.

¿Agosto?

No, agosto es un lindo mes para na-cer, no para morir.

En septiembre no hay nada impor-tante, y ya me estás sacando de onda,maese.

Septiembre trae viento del norte, yyo tengo mi vela desplegada haciael sur. Le advierto de que el airerugirá si me voy en el noveno.

Ah, buena, ahora te la llevás de pro-feta. A ver qué te inventás para oc-tubre. ¿Qué le pasa, doña muerte?Soy revolucionario y ese mes es in-tocable, ni aunque me lo pintara deazul y le tapara la luna.

Mejor ya ni te pregunto… aunque,por curiosidad, ¿qué hay en noviem-bre?

Ni lo piense. Noviembre es mes demuertos y los cementerios se ates-tan de visitantes. No se puede nientrar, las almas limpian los crista-les del recuerdo y se enredan en elvelo inmóvil de la nostalgia. Ade-más, ya no me gustan las aglome-raciones.

Bueno –viendo su reloj– Se te aca-bó el año y llegaste a diciembre.

¿Se imagina a la familia, pasar laNavidad entre suspiros y añoran-zas?

No cabe duda de que para voscada día es un pretexto para vi-vir. Eso es bueno para los moti-vadores, pero no saben que gen-te como vos me la pone difícil,sin embargo, no puedo tirar alsuelo mi reputación de irreme-diable y no me vas a convencer.Así ha funcionado el mundo des-de siempre, y en vista de que nopude llegar a ningún acuerdo, yadesconecté tu guitarra.

Espérese señora, una última mo-lestia :si grito, ¿alguien me es-cuchará al otro lado de esa nie-bla?

¡JAJAJAJÁ!

Una sombra camina a su ladocon sigilo, como si estuviese des-calza no se oyen tacones ni san-dalias. Un jirón de niebla le rozala mejilla… el quejido del vien-to aúlla y forma un remolino quecon fuerza lanza un platillo dela batería contra la pared y lue-go lo deja caer al suelo en me-dio del estruendo como buscan-do un último ritmo. El címbalogira y gira hasta que el bambo-leo muere en un tenue vibrar…¿Quién concluirá la novela?¿Quién vibrará con el fuerte can-to del rock?

Page 10: la revista Códice

ISentado en la sillarecorro una y otra vez mi frenteel tiempo se desvanece entre mis dedosasesinos

complacientesirreverentes

acaricio mi cabellotestigo mudo del tiempo.La vidainquebrantable ruta hacia la muerte.La carcajada es más libre.

IIIntento atrapar las hojas caídasel viento trata de sacarlas de su viajealetargadoel otoño es un fantasmalas hojas reiterados fantasmasel viento es un fantasmala flor que nace de la hojarasca es unfantasma.En mí se cristaliza la exacta conjetura de lamuerte.

IIIEn mí se fundetoda la esencia de lo real.Dios es un mito.Creo en la muerte.

IVLos úteros lloranla muerte malogra su obra.

VDios trata de exorcizar a la muertea cambio nos promete un paraísoque hasta ahora nadie ha vistoen todo casola muerte se vale de artimañaspara que al final terminemos creyendo en dioscomo centinela la muerte nos observay aplaude su victoriade cómo nosotros y dioscaemos de culo entre sus brazos.

VIEl día se me regala sin medias tintassin complejos de mercadosin perfumes baratos.El día se me regaladejando a un lado la escuálida concienciame asalta la alarma de la muertefinjo ser alguien.El llanto en la noche cada vez se hace másfuerte.

VIIRecojo estrellasmi cómplice la lluviarecorro calles deshabitadas que no llevan aninguna parteafloran recuerdos fantasmales que nublan la vista

le arrebato al olvido su resplandor oceánico.Este drama termina cuando muero en loslaberintos del espejo.

VIIILibros viajeroscalcetines olvidadosasesinos conDones

zropa p a t o s

papeles testigospequeñas cajas.Todo está en su lugar.Desde la ventanala muerte se contempla mejor.

IX¿Qué es el tiempoante la esencia nimia de mis huesosy de mis carnes?El vaso ha quedado vacío.

XLa tarde está grismi pensamiento aun tiene luzel pentagrama de reiteradas ciudadesfantasmales me consume.

XILa sangre se bebeel vodka se desperdiciala leche ausente en vasos de papella pintura nos desdibujame bebo a sorbos esta muerte.

XIIEn esta ciudad polvorientala risa se escondese vende al mejor postor.En esta ciudad empobrecidacon sus afiladas garrasla risa carcome las ganasdibujando rostros caricaturescos.En esta ciudad ausentela risa asesina amaneceresplanta abismos multicolores.En esta ciudad desvencijadala risa desconecta realidadesimprovisa circos.En esta ciudad la risaes polvorienta

empobrecida ausente desvencijada.

XIIIEsta nostalgia de estar vivosde quedarnos sin sabores en la boca.Esta nostalgia de estar vivosde romper fantasmas en reiterados espejos.Esta nostalgia de estar vivos

Imperecede

10 / CÓDICE

Rudy Gómez Rivas

de derramar fragancias a granel en cuerpos sinvida.Esta nostalgia de estar vivosde corrompernos rutinariamente las sienes

los ojoslos oídos

las manosEsta nostalgia de estar vivosCristina esta nostalgia de estar vivos.Esta nostalgia de estar vivos.

XIVVagabundos ojosorgásmica esencia de estar vivosboca oceánicaque pregona mi desnudez de siglosen mis labios se calcinan palabras por (no)saberme hombre.

XVAnte la tv me persignorecojo la sangre derramada en el concretocon ella pinto realidades menos crueles.Las flores se esconden en las heridas de sucorteza milenaria.El niño comprende que el llanto no le sirve denadasaca la ametralladoraasesina a la inocencia.La puerta se cierra.Las sombras de la noche se ahoganen las charcas dejadas por la lluvia.Los perros sin patas se arrastranlamen mis botas de charolcon el control de la tv en mano soy el dueñodel mundoiluso creo serlo.

XVIDurante el día lucho contra todo y contratodosrevelo datosestrecho manos muertasfinjo apretadas sonrisasfirmo papelesla lluvia caeno me mojatraspaso la puerta como experimentadoespectro.Sentado a la orilla de la camala lluvia soy yo.

XVIIRíos flores azulesdespeinados vientos amigas guitarras

Page 11: la revista Códice

insospechados labios semillas que cantanángeles amaneceres ¿Seré un ángel?Niños astronautas planetas pechos queamamantancaminos que desgastan al tiempobesos que te marcan caminospájaros invisibles que buscan el albamuerte no me confundasmejor abrázame fuerte.

XVIIIEl tiempo se desbocase aniquila se erigeconstruye monumentosEl tiempo pájaro valiente que librabatallasEl tiempo tormenta desnudez de siglosabundancia ausente granoEl tiempo canción de luna estocada deluzanticipada sombra que me esfuma.

XIXTétrica realidadse paga por verpor tenerpor fingirescuálidos cuerposfantasmas a medias.Las mariposas alzan el vuelo.

XXCementerios vacíosvacíos viciosvicios aniquilantesaniquilantes ciudadesciudades abundantesabundantes cabellerascabelleras sedosassedosas sábanassábanas compañíascompañías nochesnoches perrasperras fierasfieras vaginasvaginas calientescalientes tormentastormentas de muerte donde se erige midesnudez.

XXILas calles inmensos circos:domadoresequilibristassaltimbanquis

era muerte

CÓDICE / 11

XXVEl amor intenta sobreviviren medio de esta vorágine social

ilusoregala caricias que mueren al ritmo de ciriosda besos en la boca agria del destiempointenta aniquilar relojesque le marcan el pasono encuentra el momento precisopara sucumbir a plenitud

sin ataduras.Al final de la jornadalo convocamos y nos cubrimos con susharapos.

XXVIMis dedos cual lámparas modernas de neónbuscan mi cuerpoespantados correny se resguardan detrás de la puerta de miamarilla infancia.Planean la estrategia de como remendarlas múltiples heridas de la efímera jornada.

XXVIILas rosasbrotan de oscuras piedrasque el silencio le roba por instantes a lanoche,las rosaslabios frescos que el amor hace reventarpara mostrarse plenamente,las rosassuspiros alegres que muestran el color delviento,las rosasniños ausentes de madres también ausentes,las rosasefímera ensoñación de la lluvia al despertar elalba,las rosasfuego intenso que emana de la tierrapara mostrarnos que tan efímeros somos.

XXVIIINo pretende ser la esencia fugaz de días apagadosno pretendo reducirme a cuatro letras de minombre

que ya no me nombranno pretendo convertirme en sombra difusa

en medio de días también difusosno pretendo ser ave migratoria

que se resguarde en la mítica piedad agnósticano pretendo ser río caudaloso

que transite en laberínticas noches sin caucetan sólo quiero ser polvo entre el polvoefímero entre lo efímeronada entre la nada.

trapecistasque no saben si yacen muertoso vivos en las nimias redes de la vidapayasosmagos¿Qué soy?La muerte gritarevive lejanos exilios.

XXIIHay inquilinosque me habitan las manoscon las piedras tallan una y otra vezlos tristes fantasmas que somos.El perro como inquilino me observajuega con su colaque por momentos me seducees su carcajada

tormenta espejo.El perro me observay en su monólogo tristeme deja saber que él es perroy que yo

soy las cenizas que la lluvia diluye.

XXIIIEse es el estereotipoella es ella, estelaelocuenteescogidaeleganteenfermera en esperaespectadora enfermaescuálidaexiliadaexcomulgadaella es ella, elenaesbozo escuetoesqueléticaembudoengañadaelencoespectadoraeneroexposiciónenhebrada explicaciónestá endosada.Ellas escombrosefímera existencia.

XXIVTrágicos horizontes sin nombreLuz transparente que siembra palabras

en los obscuros surcos de memoriasausentes

sin tiempoPájaros que trasnochan sin lunaMariposas que se destiñen en aguastransparentesDesnuda nostalgia riéndose de la alegríaEfímera ensoñación de labios apagados

que trasnochan en hogueras llenas de frío.

Page 12: la revista Códice

12 / CÓDICE

l escritor se presentó al concurso mundial de mi-croficción con el cuento: Asombro, cuyo textocompleto era:

¡Oh!

¡Y ganó!

Cuando el jurado internacional, formado por literatos derenombre dentro del universo de las letras, dio a conocerel resultado, una cortina de incredulidad cubrió al mundointelectual.

Muchos académicos exigían explicaciones.

El presidente del jurado pidió calma y procedió a exponerlas razones que los llevaron a tomar la colegiada deci-sión.

—Cuando abrimos el folder que presentó el concursanteal certamen de microcuentos, encontramos un solo folioque mostraba el título, el seudónimo del autor y, a conti-nuación, en el centro, una sola palabra: ¡Oh! Nos vimoscon sorpresa e incredulidad.

»Al principio pensamos que se podría tratar de una bro-ma de mal gusto que reñía con la seriedad del evento.Luego, por aquello del peligro de los juicios a priori, bus-camos dentro del sobre en que venía el trabajo presenta-do, por si se habían quedado algunos papeles dentro deél, pero no encontramos nada.

»Le dimos vuelta al folio y tampoco había algo al rever-so. Inclusive, recordando a artistas que han escrito ex-tensos textos en la cabeza de un alfiler y aunque parezcabroma, tomamos una potente lupa y buscamos en los cua-tro cantos de la hoja de papel, conresultados negativos.

»Íbamos a tirar la hoja a la basura,cuando pensamos que no podía serque el escritor que acudía a un con-curso de tanto prestigio se burlarade nosotros y que debía de haberalgo más, que de momento esca-paba a nuestra comprensión; asíque analizamos el texto.

El certamen literario *Vicente Antonio Vásquez Bonilla

»Después delargos debates,llegamos la conclusiónde que se trataba de uncuento de contenido implícito, coninicio abierto y con final abierto y de ser factible, si sedeseaba, hasta con un posible desarrollo abierto, aunqueen ese caso dejaba de ser un microtexto. Algo que no sehabía hecho antes. Algo que un valiente escritor y librede complejos, se atrevía a plantear y que de paso estabaseñalando un nuevo camino dentro del mundo de la lite-ratura y que podría llegar a formar escuela.

»Las posibilidades estaban allí, a la vista, para la libreinterpretación de los lectores, cada uno de ellos podría,en su mente, imaginar las acciones previas que dieronmotivos para ese expresivo ¡Oh!, y luego seguir con elfinal abierto, hasta donde se quisiera, sujeto a mil y unainterpretaciones. O sea que el autor de Asombro, coninteligencia, hace participar al lector de la actividad crea-dora y estimula su imaginación lúdica, dramática… se-gún su experiencia de vida o fantasía.

»Al descubrir esa riqueza de caminos a seguir y el alcan-ce del escritor para buscar la complicidad creativa del

lector, aunada a su asombrosa ca-pacidad de síntesis, nos llevó a dar-le, por unanimidad, el premio.

Ante la explicación del docto jura-do, el mundo intelectual maravilla-do por la profundidad del genial yvaliente autor, aceptó el veredictosin ninguna muestra de desagrado yes más, la alabó.

Dado el resultado del acontecimien-

E

Page 13: la revista Códice

CÓDICE / 13

to y la aceptación general del mun-do intelectual, el microcuento vino aser como el detonante para que sur-gieran múltiples ensayos, tratados ytesis doctorales, analizándose encada uno de esos trabajos, las consi-deraciones planteadas por los miem-bros del tribunal calificador, que depaso, vale decir, alcanzaron fama in-ternacional, en donde se señalaban las posibilidades infi-nitas a que daba lugar el laureado cuento.

Aún hoy, siguen corriendo ríos de tinta, tratando de ago-tar los múltiples caminos que recorre la imaginación entodas las direcciones del antes y el después del ¡Oh! quevirtualmente plantea el sesudo cuento.

Debido a la multiplicidad de lectores y del vasto universode la imaginación, las prehistorias plasmadas por cadauno de ellos, vienen a ser como los rayos de luz prove-nientes de infinitas estrellas que llegan a converger alfamoso punto: ¡Oh! Y luego, después de aprovechar esamaravilla de síntesis, salen con nuevos ímpetus para in-gresar por la puerta del final abierto que presenta infini-tas bifurcaciones que conducen al desenlace deseado porcada lector. Y como si fuera poco, el ¡Oh! que forma eltotal del cuerpo del microrrelato, si se desea, por no seruna camisa de fuerza que limite la imaginación creadora,podría pasar a ser el comodín de una historia central, enel que, como lanzadera, se puede desplazar a lo largo delnuevo cuerpo narrativo, ocupando uno o más de los mo-vibles lugares dentro de una variable extensión, tal comose le pueda ocurrir al soñador lector.

Esa es la inimaginable riqueza a que da lugar ese mila-groso microcuento.

No cabe duda que, ante tanta sabiduría literaria implícita,debe de haber sido Ganesha, eldios hindú de las letras y de la sa-biduría, quién con su poder ilimita-do, iluminó el intelecto del laurea-do escritor y guió al jurado por loscaminos del culto dictamen.

Como anécdota, nunca falta al-guien que presume de lector y esincapaz de tocar un libro. Así, enuna reunión social, en donde se dis-cutían temas literarios, escucha-mos a una de estas personas a laque le preguntaron:

—¿Leíste el cuento que ganó el concurso del que habla-mos?

Y el engreído, dándose aires de intelectual, respondió:

—Lo estoy leyendo, pero no lo he terminado.

Varias sonrisas burlonas rodearon a su respuesta y ni sedio por enterado.

Yo pensé, «éste, irá por el signo de admiración que abreel texto o ya avanzaría hasta la “O”», porque es sabidoque algunas personas se toman su tiempo para leer yotras, aunque no viene al caso, para comprender lo leído.

Es del dominio público, que se haga lo que se haga, sediga lo que se diga, siempre habrá algún inconforme y enun concurso literario, con mayor razón. Los resentidosperdedores siempre dirán que su obra era mejor y quedebería de haber ganado o que el concurso estaba arre-glado y mil cosas más. Así que un fulanito sin mayortalento anda pregonando que su microcuento: Incógnita,cuyo texto era simplemente:

¿Y?

Era más corto que el premiado y que abría la misma gamade posibilidades que el del ganador y hasta podría haberllegado a ser considerado como el cuento más corto de laliteratura.

Sin embargo, las bases del certamen rezaban que la deci-sión del jurado era inapelable y además, el docto cuerpocalificador, llegó a considerar que el enunciado: ¡Oh! deasombro, tenía mayor riqueza expresiva y peso que lasimple supuesta curiosidad que planteaba: ¿Y?, lo quejustificó su decisión.

El perdedor frustrado, agrega, queya no podrá presentar su obra enotro concurso, porque ha dejadode ser inédita y como consuelo,añade, que nadie se la podrá pla-giar, porque ya es hartamente co-nocido que él es el autor y quecuenta con los derechos legales ymorales que le reconoce la ley dela materia.

*Cuento destacado por la Sociedadvenezolana de arte internacional.

Page 14: la revista Códice

as mujeres siempre me fas-cinaron. Mis recuerdos deinfancia están poblados defiguras femeninas. Me bas-ta con cerrar los ojos paratransportarme a la escuelita

de párvulos y sentir la presencia perfu-mada de la seño Silvia. Era blanca, pare-cía de porcelana, olía a talco. Usaba unasfaldas largas y anchas. Muchas vecesnos dejó con la boca abierta al girar en elcentro de la clase. A mí, además, me corta-ba el aliento. Comenzaba despacito y,poco a poco, aumentaba la velocidad. Conesto las enaguas subían en cámara lenta,milímetro a milímetro, e insinuaban el co-mienzo de sus muslos.

Eso encendía mi fantasía. Un día en quehabía hecho unos de sus teatrales girosno me contuve y le pregunté: «Seño, ¿conuna falda de esas usted podría lanzarsedel Cerrito del Carmen y aterrizar como situviera un paracaídas?» No sabría decircuál fue su respuesta, pero sí tengo pre-sente su gesto: sonrió, se aproximó y mepasó la mano por el cabello con cariño.

El Cerrito era para mí un Himalaya. Desdesus alturas se dominaba la tierra y lanzar-se desde su cima se me antojaba una ha-zaña sobrehumana. Soñaba con la señoSilvia bajando graciosa hasta el suelo.

En la escuela primaria tuve otras profeso-ras. Muy pronto me di cuenta de que eracapaz de llamar su atención e, inclusive,de seducirlas. Me aplicaba en los estu-dios, me interesaba por las materias, ha-cía mil preguntas. En quinto de primarianos dio clases la señorita Mónica. Eramorena, de ojos verdes y cabello rizado,tenía decenas de resortitos colgantes que

14 / CÓDICE

Historias vividas

se movían todo el tiempo. Me sentabajusto frente a ella para verle las piernas.Usaba faldas talladas y cortas, sus rodi-llas eran redondas y lisas. Cuando alzabalos brazos y mostraba sus axilas depila-das me hacía perderla concentración.Hubiera querido levantarme y abrazarla.

Lo curioso es que no recuerdo haber sen-tido atracción por ninguna de mis compa-ñeras. Muchas me parecían lindas, peroeso nunca significó que me atrajeran.

En quinto curso tuve clases de francés-con mademoiselle Claudette. Era muy be-lla, me cautivó de in-mediato. El dominiode esa lengua se transformó en mi objeti-vo principal. Me metí en la cabeza quedebía aprenderla cuanto antes. En las cla-ses no me perdía ni uno de sus gestos, meencantaba verla pronunciar la u y la e. Suboca, transformada en un encantador cír-culo carmesí, emitía aquellos sonidos,mezclas de u con i, de u con e, que para míeran música. Ella no tardó en percibir miempeño y celebraba mis progresos. Suselogios me hacían estremecer. Muchasveces tuve la impresión de que daba laclase para mí.

Gracias a ella me interesé por la músicafrancesa. Conocí a Jaques Brel, a CharlesAznavour y, claro, a Edith Piaf. A vecesme sorprendía tarareando «La vie enrose»: «Et des que je l’aperçois alors jesens en moi mon cœur qui bat». Por lasnoches imaginaba mil maneras de abor-

darla. En mis pesadillas el año acababa ynunca más la volvía a ver. No quería per-derla.

Casi me desmayo un día en que, al termi-nar la clase, y cuando ya todos los demásalumnos habían salido para el recreo, seaproximó y me entregó un libro: «Tenez,je suis certaine que ce livre va vous inté-resser». Sentí el roce de sus dedos en mismanos, se me nubló la vista, casi no con-sigo decirle nada. Sólo balbuceé un «mer-cibeaucoup mademoiselle Claudette».Sentía las mejías hervir y las piernas tem-blar. Pasaron varios segundos antes deque me diera cuenta de cuál era el libroque tenía en las manos: Le Petit Prince,de Antoine de Saint-Exupéry. Esa nocheno dormí. Leí sin entender, me contenta-ba con sentir. «Ya llegará la hora de com-prender y saborear su contenido —merepetía— por ahora me basta apreciar elsonido de las palabras». Al leer tenía laimpresión de oír a mademoiselle Claudet-te recitar, una por una, las frases del libro.El Principito aún tiene su voz.

La llegada del fin de año —a pesar de quese suponía que debía alegrarme por misbuenas notas, por mi graduación— meprovocó una profunda nostalgia. Mi nue-va vida, el ingreso a la universidad y elmundo que se abría delante de mí, no po-dían compensar mi desconsuelo. Sabía quedejaría de ver amademoiselle Claudette.Eso representaba una pérdida irreparable.

Mi congoja pasó por un momento de tre-gua en la fiesta de graduación, pues ellaestuvo presente. ¡Cómo me hubiera gus-tado sacarla a bailar aunque fuera sólo-una pieza! Momentos antes de irse se acer-có. Tuve la misma sensación que el Prin-cipito al despedirse de su Rosa. Made-moiselle Claudette me abrazó y me dijo aloído: «Llevaré en el corazón tu recuerdo.Has sido, Ángela María, más que unabuena alumna».

Carlos Arturo Molina Loza Et, quand il arrosa une dernière fois la fleur,et se prépara â la mettre à l’abri sous son globe,

il se découvrit l’envie de pleurer.— Adieu, dit-il à la fleur.

Le Petit PrinceAntoine de Saint-ExupéryL

Page 15: la revista Códice

CÓDICE / 15

Qué puedo decir? Nunca fuibuen estudiante. Después delbachillerato pasé dos años enuna universidad privada, peroeso nunca fue lo mío. En ge-

neral, disfruté de una vida cómoda, em-pañada únicamente por la posibilidad deser secuestrado, torturado y amanecerdistribuido en pedacitos por la ciudad.Y no es que fuera una persona impor-tante o algo así, simplemente tuve laocurrencia de nacer y crecer en Guate-mala. De niño escuchaba las historiasde guerra que contaba mi papá y porlas noches soñaba que me desplazabaen una camioneta blanca recolectandocomunistas, a quienes imaginaba comomonstruos con uñas largas y dientes po-dridos.

Pero realmente todo comenzó el día queconocí a mis amigos del Death Squad:el Gordo y Estela. Ellos, como yo, es-taban sumamente preocupados por lapodredumbre moral de nuestra socie-dad. El resto es historia. Desde el inicionuestra mayor preocupación fue hallarun nombre que nos representara. Este-la recordó un cierto Ejército Anticomu-nista. Lo consideramos, pero en cam-bio optamos por Death Squad, másmoderno y juvenil.

La economía siempre fue nuestra ma-yor limitación. Constantemente haymateriales que adquirir, paquetes quedesaparecer: precauciones necesarias.En una ocasión llegamos a necesitartreinta mil billetes al mes. Era algo im-posible, hasta que tuvimos nuestra pro-pia gran idea: los auto-secuestros. Enpocos días caímos uno a uno en nues-tras propias manos hasta que no que-dó ya a quien secuestrar. En lo perso-nal, logré negociar con mis padres unaherencia adelantada. Tras eso, mi fin-gida muerte (el rescate había sido in-

suficiente) fue inevitable. Con el dine-ro al fin compré la camioneta blancade mis sueños. El resto lo usamos envarias operaciones precisas: ningunahuella, ninguna sospecha. Aquí no pasónada.

Desde el inicio adoptamos un estrictocódigo de conducta y una lista de acró-nimos que nos hizo sentir como en unvideojuego. Como en Grand Theft Auto,pero con menos sangre y llevando a

Mis amigos del Death SquadDiego Alburez Gutiérrez

¿ cabo una labor cívica. Por ese enton-ces comenzamos a explorar la zona 1,que resultó ser ideal para nuestras ope-raciones. Como nadie conocía el área,las primeras noches fueron verdaderasaventuras. Una noche nos perdimos enla zona 6 y terminamos en el PuenteBelice convencidos de estar llegando alpuerto.

Con el tiempo, llegamos a conocer laciudad y cada quien se especializó enun área. Yo llegué a ser el coordina-dor del grupo y casi no salía a las ca-lles. El Gordo se encargó de las rela-ciones públicas y los trabajos de mo-vilización-desaparición. Estela eligió eltrabajo físico. Quién lo hubiera dicho:Estela tan frágil y bella, un as con elrevólver.

—Donde pongo el ojo... —dice conuna sonrisa pícara que me vuelve loco.Cuando capturamos a alguien, se en-tretiene con él por horas en el sótanode nuestra oficina. Después se arre-gla y salimos a tomar un café a Saúl.No conozco los detalles y no me inte-resan.

Más allá de cualquier crítica a nues-tros métodos, nadie puede negar queen nuestros sectores la gente vive mástranquila. La delincuencia común hadesaparecido junto a los habitantes dela calle: los inmigrantes rurales, los pe-queños consumidores de droga y losladrones organizados. Me complacever a la gente caminar por nuestrascalles limpias, ordenadas. ¡Una ver-dadera tacita de plata! Creo que tienemucho que ver con nuestra entrega ynuestra motivación personal. Despuésde todo, hemos sacrificado todo conla convicción de que los buenos so-mos más.

Page 16: la revista Códice

16 / CÓDICE

El cuidador de autosmaneció lloviendo. La alarma en mi teléfonome recordó la cita con el médico a las once dela mañana. Tuve la esperanza de que saliera elsol y dejara de llover para entonces. Odiosalir de casa en días como éstos. Me da páni-

co, malestar de estómago y sufro de una especie de parálisis.

Debo de asistir a una terapia dos veces por semana. Desde elaccidente que tuve, hace cuatro años, mi espalda aún no serecupera del todo. «Es cosa de paciencia y perseverancia»,me repite el médico.

Dejé de conducir por dos años. No podía pensar en subirmea un automóvil. El choque fue terrible, mi auto quedó destro-zado. Fue un sábado, debía ir a Totonicapán para reunirmecon unos compañeros de trabajo. Salí a las seis de la mañanay tomé la carretera rumbo al occi-dente. Recuerdo la constante llo-vizna, la poca visibilidad, el asfaltomojado y el camión frente a mí. Lapesadilla aún me persigue. Cadavez que llueve escucho la estriden-te bocina del camión.

Pasé tres meses en el hospital porcausa de dos vértebras fractura-das. No tendría que quejarme, es-toy con vida, aunque no con lamovilidad que quisiera. Mi familia me dice que debería desentirme afortunada y estar agradecida de no haber quedadoen una silla de ruedas.

Luego vino la muerte de mi esposo. Parecía una seguidilla demala racha. En las casas de mis amigas viudas no faltan laspinturas y fotos del difunto, algunas colgando en las pare-des y otras sobre alguna mesa de la sala. No fue mi caso, sulegado fue una deuda y una hipoteca por la cual, dos añosmás tarde, perdí mi casa.

Me mudé a un barrio más modesto. Mi hermano se compade-ció y me dio un trabajo con horario flexible. Además, meproporcionó un carro pequeño de su empresa. Puedo cubrirmis necesidades básicas. Con el seguro social he podidoseguir con mi rehabilitación. Ahora tengo pocas amigas, nisiquiera conozco a los vecinos.

Tras la ventana observé que se estaba despejando, las man-chas azules pronosticaban la salida del sol. Preparé mis co-

sas y tomé la lista de compras. Volví a leerla, y con un bolígra-fo empecé a tachar las que no eran prioridad, el dentífricoentre ellas. He decidido lavarme los dientes con sal y bicar-bonato. Me lamenté, mientras retumbaba en mi mente lafrase de Iliana, mi amiga: «debes ser agradecida». Pero metiene hasta el copete escuchar esa frase.

Manejé tranquila hasta la clínica. Estaba parqueando cuan-do un viejo de aspecto sucio se acercó a la ventanilla. Measusté y sentí desconfianza. Permanecí dentro simulandobuscar algo entre mi bolso. Bajé un poco el vidrio y escu-ché:« ¿le cuido su carro, seño?» Después de tranquilizarmequité el seguro. Él abrió mi puerta y estiró su mugrienta manopara ayudarme a bajar.

Después de decirle que no estaba tan mal como para necesi-tar ayuda, agregué tajante: «nogracias, siempre dejo el carro acá,nadie lo cuida.»

—No pelee seño, sólo le estabaofreciendo ayuda —expresó en untono suave.

—Bueno, debo darme prisa, me es-pera el doctor.

Después de recibir mi terapia salí.Allí estaba el harapiento viejo, recostado en mi carro.

—Fui clara con usted, no voy a pagarle nada.

—No le estoy cobrando. Sólo quería darle este papel. Es minúmero de teléfono.

—¿Por qué me da su número? Ya le dije que no necesito de uncuidador de autos, tampoco tengo algún trabajo para usted.

—No seño, no se enoje. Es para que lo tenga guardado. Siun día se siente sola y triste, la invito a bailar. Los domingosen el parque central hay marimba y es gratis.

Entré al carro y arranqué. Entre mi mano y el volante conser-vé el papel hasta llegar a un alto mientras pensaba: ¿cómodiablos sabe que soy infeliz? Entonces abrí el papel y leí:«Nicolás Patzán». Seguido estaba su número y en otra líneadecía: «para bailar y reír.»

María Olga Fernández

A

Page 17: la revista Códice

CÓDICE / 17

or supuesto que me encolericé y estuve al bordede la ira, en segundos se me desbordó la adrenali-na y perdí los estribos, me olvidé de contar y rela-jarme para volver al equilibrio de mi estado emo-cional, no era para menos, desde luego que no, ya

fue viéndome entrar a la panadería, la dependiente, y sin espe-rar a que le expusiera el motivo de mi llegada, su apresuradarespuesta, que ya me tiene harta: “no hay pan, señora”. Hága-me favor, le solicité una explicación, entonces dígame que díasy a que hora le traen pan a su tienda, no puedo creer que setermine tan pronto, o es, acaso, que le traen muy poco. / Hastaahí la cosa, iba muy bien/. Luego vino la gota que derramó eltinaco. Vea, señora, eso a usted no le importa, en lo absoluto, ysi no encuentra pan aquí puede buscarlo donde le dé la gana.Ahí, ahí mero, en ese preciso instante sentí que la muy lamidame había proferido una bofetada en pleno rostro, no pudemenos que dar la vuelta y volverme a casa, por que no me ibaa poner de tú a tú con la doméstica esa, durante el camino mevine mascullando la cólera. Y, no me lo están preguntando,pero cuando salí a la panadería; conste, además, que tampocoes antojo, simple y sencillamente iba a comprar espumillas, yo,no iba por pan, no se porque las espumillas de “El Pan Nues-tro” me gustan tanto, son, de suyo, muy sabrosas, pero fuecruzando el umbral de la panadería y otra vez la empleada demostrador, como si fuera disco rayado: “ya no hay pan, seño-ra”. Sin saber ni preguntarme que quería yo, y la repetición desus trilladas palabras me cayeron como pedrada en la espinillay fue donde se originaron los dimes y diretes, lo cual me hicie-ron olvidar las benditas espumillas, en el camino a casa metemblaban las piernas de la pura cólera al querer quitar llave enla puerta, me costó un triunfo meter el llavín en la ranura, hastanublado veía, cuando lo logré entré apresurada no sin antessomatar la puerta, tratando de sublimar mi enojo, fui a la cocina

Mi ángelAntonio Arana

y me bebí tres tragos de agua, luego entré a la sala y me desplo-mé sobre el sofá. Quise apartarme de lo ocurrido pensando enalgo diferente empero, lo inmediato del suceso me lo impedía,cuando casi estaba por lograrlo la carota empurrada de la em-pleada de la panadería me salía al paso: sus ojos saltones, latrompa respingada y su fisonomía de nudo ciego y luego larespuesta sin requerírsela: “no hay pan, señora”. Es que enese preciso instante hubiera querido retorcerle el pescuezo ypor ello mejor di la vuelta y me vine, sí no: yo le digo tal cosa yella me contesta tal otra y así nos vamos y terminamos comomujeres de mercado y los vecinos: ¡qué no hubieran dicho demí!, se me cae la cara de la vergüenza de sólo pensarlo, pero aella: ¡qué!, sí es de esagentuza que todo se leresbala, y en tanto pe-leaba yo sola, justifi-cando lo ocurrido yarreglando las cosas ami manera, poniendoen su lugar al hígado,tranquilizando los ner-vios y acomodando laadrenalina, sonó eltimbre, como si hubie-ra concluido el raund.Me levanté malhumo-rada con el semblante aún enojoso, me encaminé a la puertarespirando hondo pensando que al abrirla iba a encontrar a lamujer esa, o a un vendedor de los que pasan vendiendo “ofer-tas” de puerta en puerta, o algún pedigüeño, o uno de esosque andan comprando papel o botellas y en fracción de segun-dos la adrenalina se me empezó a subir de nuevo, obviamentesin ningún motivo. No cabe duda que estoy a la defensiva ycomo que ese día me levanté con el pie izquierdo, pero, vayausted a saber tamaña sorpresa la que llevé, quien tocaba era laQuiqui, mi sobrina, la hija de Manque, mi hermano mayor, a laque se le quemaron los encanelados para su fiesta de quinceaños, por estarse besuqueando con Paco, el loro petenerocopete amarillo, y que le mordió la punta de la nariz. Bueno, deinmediato la invité a pasar adelante y a que tomáramos un café,pero ella no quiso, me dijo que iba muy apurada para el trabajoy que sólo pasaba a dejarme unas espumillas de las que hizoayer por la tarde, me las trajo en un barnizado canastito demimbre envueltas en una panerita de popelina bien almidona-da y super blanca, la cual tenía bordada la orilla con sedalinacrema a croché y en las esquineras ramitos de flores de duraz-no en cruceta y rococó, y en una esquina, la palabra jueves.

P

Page 18: la revista Códice

18 / CÓDICE

a sexta avenida de Guatemala, a finales del Si-glo XX, se hallaba atiborrada de ventas calle-jeras que hacían intransitable el paso de losparroquianos. Se ofertaba de todo, desde ali-mentos frescos hasta el último grito de la moda.

Algunos segmentos de las calles se habían convertido enáreas especializadas de mercancías. De esa cuenta había unade ropa deportiva, otra de útiles escolares, una más de jeansimportados y otras más de marcas pirateadas. Pero tambiénhabía un sitio muy especial y que era visitado por expertos.Este era el de la venta de música y películas. Ahí era comúnencontrar intelectuales y artistas. Todos ellos fisgoneando oindagando por el nombre de una melodía o el título de unapelícula.

Fue en esa peculiar área del comercio informal que surgieronfamosos personajes, tal el caso de los gemelos, especializadosen vender música de autores poco populares en nuestro me-dio, o el Bucky, entendido en la venta de clásicos del cine.La fama de estos se expandió a todo lo ancho delterritorio nacional e incluso allende de nuestrasfronteras. Esto también propició el surgi-miento de otros competidores, mejorandocon ello los títulos y los precios. Dos deellos fueron sendos jóvenes. Uno sellamaba Oliver y el otro lo apodaban elaraña.

Oliver era solícito con los compradores, especialmen-te con sus clientes, a tal punto que si no tenía lapelícula solicitada corría de venta en venta para ad-quirirla y proporcionársela a su demandante. Cuando no laconseguía apuntaba el nombre y demás datos y prometíatenerla para la próxima semana. Casi siempre era visitado poruna guapa adolescente que sentada en un banco mostraba

sus torneadas piernas bajo la falda deluniforme colegial. Ella era, sin dudas,la preferida, que sin regatear siem-pre se llevaba las mejores pelí-culas.

Un lunes se notó la ausenciade Oliver en su venta e inme-diatamente corrió la noticia: al en-terarse que la apuesta muchacha solo loutilizaba para adquirir películas, el jovenenamorado se ahorcó en su dormitorio. Esohabía sucedido el sábado anterior, en horas de la noche, y eldomingo había sido sepultado. Acaso Oliver pensaría en untítulo en especial como “El juego del ahorcado”.

El araña era inquieto y demasiado servicial. Escuchaba conatención a los clientes que sabíande cine para después él repetir lo

aprendido a otros compradores. Con-seguía todos los títulos aunque para ello se tar-dara. Si llegaba un comprador que se identifica-ba con la pintura le mostraba todos los títulos

relacionados con los grandes artistas de esa espe-cialidad, igual lo hacía con la música, la literatura ydemás disciplinas del saber. Se ofertaba como el ven-dedor de “películas basadas en libros”.

Cuando quitaron las ventas de la sexta, el araña (así apo-dado porque en su adolescencia se escapaba de la correccio-nal trepando las paredes) se instaló en El Amate. Se volviómás emprendedor y diversificó su venta, ya no solo ofertó“películas basadas en libros” sino también series televisivas,documentales y estrenos comerciales. Tenía en mente compe-tir con su colega de al lado y crear una página para anunciarsus películas y armar discusión cinéfila. Se veía tan realizadoen el negocio que hasta incrementó su prole. Pero un día susalud declinó hasta el punto que ofrecía con desgano su pro-ducto; palideció y adelgazó mucho más de la noche a la maña-na hasta que por fin cayó desvanecido. Sus colegas de ventallamaron a los bomberos y fue llevado al hospital público.

El araña no tardó mucho tiempo en el nosocomio, falleció acausa de un cáncer terminal en el cerebro. Su esposa, otraactiva vendedora de El Amate, quedó preñada de nueve me-ses. El estanquillo de las “películas basadas en libros” des-apareció dando lugar al The End.

¡De película!Dennis Escobar Galicia

L

Page 19: la revista Códice

CÓDICE / 19

En el stand del Benemérito Comité Pro Ciegos ySordos de Guatemala estuvo en exhibición, ensistema braile, el libro: Los adultos también gateandel escritor guatemalteco Vicente Antonio VásquezBonilla.

Diseñado con un orden alfabético subjetivo y origi-nal, datos fascinantes: su segundo nombre (Floren-cio), su estatura (1.92), su mirada siempre presente,crítica, aguda, inteligente.

Edición dedicada a los 100 años del natalicio de Cor-tázar (26/09/1914)

“Que quien mire las imágenes ylea las palabras, sepa –como la in-vitación que es su obra- cómo fuesu vida: un abrir las puertas parajugar”, dirá Álvarez Garriga en lanota justificativa que presenta ellibro.

Códice comparte con los lectoreseste pequeño homenaje al geniode la literatura, Julio Cortázar, ce-lebrando un centenario de su na-talicio.

(KOD).

El autor nos muestra su libro en sistemabraille y en su formato tradicional.

En la FeriaInternacional del Libroen Guatemala 2014“Guatemala por laLectura”

dición a cargo de Aurora Bernárdez y CarlesÁlvarez Garriga. Diseño Sergio Kern. Ed. Al-faguara. Edición especial: Alfaguara, 50 añosde buena literatura 1964- 2014. 2ª edición. Im-presa en México. 319 páginas.

¿Por qué un álbum biográfico? Porqueno podíamos esperar más, sostiene unode sus autores en su introducción yañade: “La internacional Cronopia re-clamaba ya con demasiada insistenciauna nueva aproximación al escritor yal hombre. Frente a tanta tristeza pen-samos en la enorme diversión de suslibros-almanaque y decidimos intentarun volumen afín a su espíritu anticon-vencional, antisolemne”.

Un diccionario biográfico ilustrado: unafotobiografía con apuntes, anécdotas,retratos de todas las épocas, fotos deediciones de sus libros, cuadros, docu-mentos, cartas, manuscritos inéditos.

Cortázar de la A a la Z: Un álbum biográfico

E

Page 20: la revista Códice

l mundo literario celebra con bombos y pla-tillos, no sin merecerlo, el centenario del na-cimiento del escritor argentino Julio Cortá-zar. Un aniversario que se antoja oportunono solo para disfrutar la magia de la escritu-

ra de uno de los máximos representantes del boom lati-noamericano, sino para divulgar su lectura en una socie-dad que necesita más el cultivo de las letras.

Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914. Se trasladó luego a Argentina, a los cuatro años, dondevivió su niñez y adolescencia mayormente en un subur-bio de Buenos Aires. Se gra-duó como profesor en letras ytrabajó como docente hasta1945 por oponerse al peronis-mo. Casa tomada, uno de susprimeros cuentos, fue publica-do en 1946 por Jorge Luis Bor-ges, en esa época secretario deredacción de la revista Los Ana-les de Buenos Aires.

En 1951 ganó una beca y se lar-gó a Francia. En París trabaja como traductor. En 1953contrajo matrimonio con la argentina Aurora Bernárdezy ambos trabajaron como traductores en la UNESCO. Los que lo conocieron dicen que era delgado, muy altoy de apariencia juvenil. Arrastraba las “erres” y era apa-sionado del jazz y el boxeo.

El mismo escritor recordaba esos años juveniles así: “De1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente;convencido de ser un solterón irreductible, amigo demuy poca gente, melómano lector a jornada completa,enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pa-saba más allá de la esfera de lo estético”.

Esa actitud de burguesito cambiaría a partir de su visitaa Cuba, lugar donde le nace la conciencia y se enamorade la lucha por la reivindicación de los pobres. Añosmás tarde, visitó Nicaragua para apoyar con fervor larevolución sandinista. Carlos Fuentes, su amigo y com-pañero del boom, lo definió como “el Bolívar de la no-vela latinoamericana”.

En 1968 concediendo una entrevista a la revista esta-dounidense Life, Cortázar decía: “...mi idea del socia-lismo latinoamericano es profundamente crítica... mihumanismo es socialista... Cuando se me reprocha mi

falta de militancia política conrespecto a la Argentina, porejemplo, lo único que podríacontestar es, primero, que nosoy un militante político y, se-gundo, que mi compromiso per-sonal e intelectual rebasa nacio-nalidades y patriotismo paraservir a la causa latinoamerica-na allí donde pueda ser másútil... La terminología de la pa-sión es más fuerte que la teoría,

porque no solamente no soy un teórico sino que jamáshe escrito sobre estos temas como no sea incidental-mente, prefiriendo siempre que mi obra de ficción y miconducta personal mostraran a su manera y respecti-vamente una concepción del hombre y la praxis ten-diente a facilitar su advenimiento”.

Cortázar muere en París luego de una breve estanciaen su natal Argentina. Tenía 69 años. Evocar su vida,releer su obra e imitar su compromiso político valientees una de las tareas que legitimaría la fanfarria en estecentenario que sin duda también es mágico.

EmágicomágicoUn centenarioUn centenario

Eduardo Blandón