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[ÍNDICE]
COMITÉ EDITORIAL, REVISORES Y AGRADECIMIENTOS ..........................................2
EDITORIAL ...................................................................................................................................3
ARTÍCULOS ..................................................................................................................................5
Los nudos de la memoria. El viaje del tardofranquismo a la democracia en La prima Angélica,
de Carlos Saura (Reynaldo Lastre) ..............................................................................................6
Rebelión en la cultura política mexicana. Enrique González Rojo como crítico de José
Revueltas, Adolfo Sánchez Vázquez y Octavio Paz (Jaime Ortega) ........................................15
POEMAS ......................................................................................................................................27
La comunicación que se produce al morder una naranja (Álvaro Carbonell Cerdá) .................28
Sonámbulos (Edin Moric Kinkel) ..............................................................................................33
Aborto planetario de la orden vigente (Marcco Moratto) .........................................................34
Mariposas (Máximo Ballester) ..................................................................................................41
Una ciudad (Katerin Fonseca Gamboa) ....................................................................................44
Homenaje a la estatua de sal (Diego Armando Guerrero) .........................................................45
HOMENAJE ................................................................................................................................50
Elegía a Gabriela Mistral (Enrique Lihn) ......................................................................................51
CUENTOS ....................................................................................................................................54
El faquir en su 4L (Estela González)..........................................................................................55
Sí, me gusta el agua (Margarita Mejía) ......................................................................................58
Hortaliza de tierra negra (Lisbeth Juliana Monroy) ...................................................................61
De cómo doblegar un espíritu. Homenaje a Mario Levrero (Javier García Castro) .................64
Mi tío Aquiles (Apolinar García Badillo) ..................................................................................65
ENTREVISTA..............................................................................................................................67
Jérôme Baschet: “La producción literaria es parte de la insurgencia zapatista” (José Carlos
Díaz Z.) .......................................................................................................................................68
DOSSIER ......................................................................................................................................75
Mi (est)ética (Eliecer Jiménez)..................................................................................................76
Ruinas introspectivas: pérdida y deterioro en los trabajos de Eliecer Jiménez Almeida (Juan
Carlos Rodríguez) ......................................................................................................................79
Entropía: para un modelo rizomático del espectador cubano (Justo Planas) ............................84
Persona y la nación por venir (Nils Longueira Borrego) ..........................................................89
Abril 2019, Vol.2, No.1| 75
[DOSSIER]
Abril 2019, Vol.2, No.1| 76
Mi (est)ética
Eliécer Jiménez *
Cuando uno hace documentales, todo está permitido, menos mentir.
Goran Radovanovic
Realizo documentales para interrogar la realidad, testimoniar, compartir y estremecer la
indiferencia hacia los excluidos de la “Historia”. En mis personajes me veo a mí mismo, luchando
por abrir espacios en defensa de las libertades sociales y económicas, los derechos a la cultura, al
arte y a la creación del bien común. Mis películas no pretenden cambiar el mundo. No obstante,
asumo la cámara como un blog de notas y documento las realidades de los marginados, para hacer
escuchar sus voces y que participen del debate sobre la necesidad y las posibilidades de transformar
la sociedad desde una perspectiva de paz, justicia, igualdad y pluralismo.
Si una Persona se sensibiliza, ya habré cumplido con mis aspiraciones (est)éticas.
Hasta el ser humano ¡siempre!
Patria y vida ¡Venceremos!
* Nacido en Camagüey (Cuba) en 1983. Licenciado en periodismo. Video artista y director
cinematográfico. Estudió cine y documentales en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV).
Fundó ikaik films, un proyecto dedicado a la producción de filmes experimentales. Ha exhibido su trabajo
en el MoMA y en múltiples universidades de los Estados Unidos.
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Figura 1. Kiko (Humberto Galindo) en el cementerio. Persona.
Figura 2. Eloisa Almeida. Persona.
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Figura 3. Persona.
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Ruinas introspectivas: pérdida y deterioro en los trabajos de
Eliecer Jiménez Almeida
Juan Carlos Rodríguez
Georgia Institute of Technology
“Cómo convertir el estado físico de las cosas–en este caso,
la casa–en un estado sicológico, creativo, del arte,
específicamente en las casas metáfora?”
Eliecer Jiménez Almeida, en conversación con Humberto Calzada
Aunque la expresión Havana
beyond ruins, La Habana más allá
de las ruinas, manifiesta una noble
aspiración, no deja de ser
problemática. Ya el anhelo cumple
diez años, according to Duke
University, y aún persisten las
ruinas habaneras en la capital
cubana y sus representaciones. Por
un lado, dicha expresión alberga el
buen deseo de superar la condición
ruinosa de la capital cubana, pero
ignora la temporalidad múltiple y
la persistencia de las ruinas
habaneras en la cultura, local y
global, de hoy y de mañana. Por otro lado, manifiesta una ansiedad por superar un tráfico de
imágenes emblemáticas de la Cuba de la crisis del socialismo que se sospecha ha sido lucrativa,
económica y simbólicamente, para fotógrafos, documentalistas y académicos de Cuba y el
extranjero. Despachar las ruinas cubanas como una moda artística o académica haría un flaco favor
a nuestro entendimiento de las representaciones urbanas de la Cuba contemporánea. Con motivo
de esta discusión dedicada a la obra del cineasta camagüeyano Eliecer Jiménez Almeida, he decido
darle un giro a la frase acuñada por Anke Birkenmaier y Esther Whitfield (2011), para así invitarles
a pensar otro paisaje del documental cubano, esas ruinas que existen más allá de La Habana.
En mi investigación sobre las ruinas cubanas en el documental contemporáneo, he
descubierto que tanto documentalistas cubanos como extranjeros han filmado de manera
persistente el deterioro urbano en Cuba por más de 60 años. Desde Plaza vieja (Sara Gómez, 1960)
hasta El león de la selva (Enrique Colina, 1991), pasando por Habana vieja (Oscar Valdés, 1982),
Figura 4. La faz de las aguas.
Abril 2019, Vol.2, No.1| 80
y el ya célebre Los albergados (José Padrón, 1989), se puede afirmar que el cine del Instituto
Cubano e Industria Cinematográfica (ICAIC) ya mostraba indicios del deterioro urbano de la
capital cubana, los cuales reaparecerían en la década de los noventa en muy distintas
representaciones de la Habana realizadas por cineastas extranjeros, entre ellas Havana (Jana
Bokova, 1990), Cuba 111 (Dirk Vandersypen, 1995), Buena Vista Social Club (Wim Wenders,
1999), Havanna Mi Amor (Uli Gaulke, 2001). Con la llegada del nuevo siglo, una nueva camada
de documentales cubanos y extranjeros exploran las ruinas cubanas desde acercamientos creativos
que plantean varias encrucijadas: la ruina como imagen, ya sea en su función de fachada, vestíbulo,
o espacio interior, construida mediante procesos tales como el trabajo de cámara, la edición, y el
contrapunteo de las tomas y la banda sonora; la ruina habitada como escenario, que alude al
performance de los cuerpos que habitan o apalabran el deterioro urbano, según distintas retóricas;
la ruina como lugar de la memoria republicana o post-soviética; y la ruina como imagen de archivo,
imagen cuyo deterioro físico se documenta ante la cámara o se evidencia en el mismo soporte
material fílmico (el celuloide), lo cual a la vez evoca preguntas sobre el futuro del legado
revolucionario en el terreno de la cultura material.
Desde que a José Padrón le fuera engavetado su reportaje para Noticiero ICAIC Los
albergados en 1990, hasta el 2006, cuando se estrenan los documentales Telón de azúcar y
Habana: Arte nuevo de hacer ruinas, las ruinas cubanas eran vistas con desconfianza por ciertos
sectores oficiales u oficialistas de la cultura cubana. A partir del 2007, con el estreno del
documental Leal al Tiempo de Luis Alberto García, las ruinas habaneras han comenzado a ser
incorporadas en las retóricas de lo urbano de algunos héroes culturales de la revolución cubana.
Este documental, dedicado a la figura del historiador de la ciudad de La Habana, Eusebio Leal
Spengler, ha sido seguido por otros documentales que incluyen en su repertorio entrevistas con
Leal hablando del deterioro urbano. De haber sido un discurso documental casi exclusivamente
asociado con la voz y el cuerpo de Antonio José Ponte, hemos pasado a la situación actual, en
donde hoy, hasta Silvio Rodríguez ya cuenta con un documental donde las ruinas habaneras
aparecen en primer plano. En su Canción de Barrio, dirigido por Alejandro Ramírez, el trovador
acompaña musicalmente a decenas de habaneros que se quejan de sus condiciones de vivienda. Es
por todo lo anterior que, al menos, en el contexto del cine documental contemporáneo, hablar de
una Habana más allá de las ruinas sería desacertado, casi una imprudencia.
Hablar, sin embargo, de ruinas más allá de la Habana, involucra reconocer la labor creativa
y crítica de varios documentalistas cubanos tales como Gustavo Pérez, Eliecer Jiménez Almeida
y Laimir Fano, que han complicado la cartografía audiovisual de las ruinas cubanas al proponer
exploraciones sobre el deterioro y el abandono de espacios urbanos ubicados fuera de la capital.
Como sucede con otros cineastas de su generación, Eliecer Jiménez Almeida ofrece una
provocativa indagación de las ruinas arquitectónicas en su corto documental E=MC2, un filme
sobre el jamás completado proyecto de Ciudad Nuclear, una planta de energía cubano-soviética
hoy abandonada en Juraguá, Cienfuegos. Otros trabajos de Jiménez Almeida contienen relatos,
atmósferas y paisajes poéticos que incluyen imágenes de escombros y desperdicios, así como
imágenes de archivo, las cuales dan cuenta de un sentido de pérdida que se vincula a una intuición
del agotamiento retórico de la revolución, producida por las contradicciones de la Cuba actual. Si
partimos de la noción de arruinamiento o ruination, según la cual el deterioro aparece menos como
un objeto que como un proceso (Stoler 2013), podríamos afirmar que los trabajos de Jiménez
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Almeida nos invitan a pensar las ruinas cubanas no simplemente como ruinas arquitectónicas
sinotambién como ruinas introspectivas.
La yuxtaposición poética de desechos en paisajes deteriorados y, así como el uso
fragmentario de algunas imágenes de archivo, añaden capas de significado a la evocación de estas
ruinas introspectivas. En La faz de las aguas, el tiempo se convierte en una imagen cristalina, en
una imagen líquida que fluye y se detiene en los desperdicios de una cultura de consumo que nos
sumerge en la pregunta por la conservación de nuestro ambiente. Para construir otra casa, sugiere
Jiménez Almeida, en su documental del mismo título, hace falta la casa de la niñez, esa morada
pérdida evocada por el pintor cubano exiliado en Miami Humberto Calzada. En el relato de
Calzada incluido en el documental de Jiménez Almeida, la casa de la niñez constituye una ruina
introspectiva: “Una de las cosas que más duele es la pérdida de tu hogar, la pérdida de tu casa,
porque ahí se va la historia de tu vida completa. En mi caso, cuando construí esta casa estaba
tratando de reconstruir aquella que dejamos y llenarla de recuerdos nuevos. Te apegas a todo
porque tienes el trauma de todo lo que dejaste atrás. Entonces, sí, las casas que yo pinto son
metáforas de las casas perdidas allá. Cuando pinto casas las localizo en Cuba, es mi manera de
recomponer esa pérdida”. Los espacios soñados por Calzada en su pintura son un juego de
renovación y ruina. En el documental de Jiménez Almeida aparecen pinturas de la ciudad en
llamas, así como pinturas que revelan el contraste de la fachada restaurada y la fachada en ruinas.
También, los colores brillantes de las casas metáforas de Calzada conviven con el derrumbe parcial
de las estructuras, insinuando la condición inacabada y ruinosa de las casas, metáfora que pueblan
la Cuba imaginaria pintada por Calzada.
Figura 5. El pintor cubano Humberto Calzada. Para construir otra casa.
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Para construir otra casa, sugiere Jiménez Almeida en su documental del mismo nombre,
hace falta otro archivo que nos ayude a reconstruir los habitares descartados por la cultura
revolucionaria. Para reconstruir las casas desiertas que Humberto Calzada sueña en su pintura,
Jiménez Almeida acude a un material prefabricado, pues cita la narración didáctica de Para
construir una casa, un documental sobre las microbrigadas dirigido en 1972 por Nicolás Guillén
Landrián, otro exiliado cubano que también se hizo pintor en Miami, pero que, a diferencia de
Calzada, siempre vivió en hoteles y nunca tuvo casa en el exilio. Para Almeida, los archivos pueden
concebirse como cementerios de imágenes. La banda sonora del documental de Nicolasito se cita
como el fragmento ruinoso de un archivo que se desentierra con el fin de hacerlo funcionar en un
nuevo contexto, quizás para insinuar el desgaste retórico del cine de microbrigada, o el deterioro
intermitente del impulso experimental en los documentales de Nicolasito, un cineasta que fue presa
de procesos de expulsión institucional que acabaron arruinándole la vida. Parecería que, para
construir una casa en el documental cubano, Nicolasito tuvo que alejarse de la experimentación
formal y pactar con un discurso didáctico en su documental sobre la construcción de viviendas.
Para construir otra casa, Jiménez Almeida, en su documental del mismo nombre, brinda un
homenaje a Nicolasito que le devuelve la chispa jocosa a una imagen de archivo que parecía más
una muestra de domesticación estética, restaurando así el espíritu experimental a un documental
de Nicolasito que parecía insalvable.
Una ruina introspectiva no es exactamente una ruina visible, sino la ruina que presentimos
y que acompaña como una sombra el deterioro que podemos ver. Su inscripción aparece en el
documental como una redistribución de lo sensible en la cual lo evocado rearticula el sentido de
lo evidente. En el documental Persona, la ruina introspectiva es la ruina de los sujetos, el relato de
las vidas arruinadas por la revolución. Asume la forma de voces en off que apalabran el sufrimiento
y el desgaste de sus testimoniantes. La voz en off, en su rol de ruina introspectiva, perfora los
espacios ruinosos de la necrópolis y de las viviendas deterioradas de la madre y del amigo del
cineasta, sugiriéndose a manera de grieta interior que erosiona el principio mismo de una retórica
de la realidad basada en la persuasión y el convencimiento. La evidencia presentada por los
testimonios evoca más interrogantes que convicciones, siembra la desconfianza y a su vez
desmiente las retóricas triunfalistas de la revolución. Las voces agrietadas de Persona plantean un
cuestionamiento de las políticas constitucionales, punitivas y de exclusión social de la revolución
cubana a la luz de las consecuencias nefastas de dichas políticas en la vida de los sujetos.
Introspección viene de las voces latinas introspectio, introspectionis e introspicere, que
significan mirar adentro. Jiménez Almeida nos invita con su cámara a mirar adentro, a mirar el
espacio interior donde habita su madre, a mirar por dentro la vivienda de su amigo poeta. Hay que
mirar adentro de sus casas, hay que buscar adentro y mirar por dentro a estos personajes, pues
ambos prefieren vivir su vida en el interior de sus viviendas. La madre del cineasta casi no sale de
su barrio desde que desapareció su hijo, el hermano de Eliecer. El trauma por la desaparición del
hijo es el proceso de ruina personal que motiva las confesiones de la madre. Rafael Almanza,
amigo del cineasta, lleva años sin salir de su casa, se impuso un autoexilio a sí mismo desde que
fuera amenazado de muerte por personas aparentemente vinculadas a la seguridad del estado.
Dedica sus días a cuidar a un tío de edad avanzada y, como menciona Eliecer en una charla grabada
en Miami, este tío es el séptimo familiar de Almanza que recibe los cuidados del poeta.
Al mirar adentro de estas casas, al mirar por dentro a sus habitantes, Jiménez Almeida
desnuda las paredes agrietadas de Camagüey al tiempo que desnuda las ruinas interiores del sujeto.
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En Persona, se agrieta la frontera que existe entre ambas experiencias del espacio interior y el
deterioro físico de la vivienda convive indisolublemente con el sufrimiento espiritual de sus
habitantes. La voz filtrada por las grietas de una sórdida atmósfera espacial intensifica la sensación
de fragilidad y desasosiego. Las ruinas del alma, evocadas en las introspecciones de la madre del
cineasta y del poeta Rafael Almanza, pueden interpretarse como introyecciones en las cuales el
deterioro físico del espacio interior de la vivienda, o sea, la ruina evidente, evoca la precaria y
vulnerable condición humana de estos camagüeyanos cuyas vidas han sido arruinadas por el
sistema. Aunque las paredes agrietadas de Camagüey ponen en evidencia el deterioro de las
aspiraciones urbanísticas de la revolución, bajo la mirada de Eliecer Jiménez Almeida, estos
espacios ruinosos también sirven de morada a las grietas del alma de sus habitantes. O tal vez los
espacios deteriorados, esas ruinas habitadas y evidentes que se ven en los documentales de
Almeida, encuentran una nueva morada en las voces que apalabran las ruinas interiores de una
ciudadanía golpeada por el régimen. Son ruinas cubanas antes que camagüeyanas, pues Jiménez
Almeida no tematiza el deterioro a la luz de una geografía específica. Sin embargo, las grietas de
Camagüey no dejan por ello de pertenecer a las ruinas de la biografía de quien, al filmarlas,
descubre en ellas las grietas de su propia vida.
Las ruinas introspectivas que se escuchan en Persona son las ruinas que en el alma lleva
Eliecer Jiménez Almeida, pues el cineasta ha confesado sentirse atado al dolor de su madre, un
dolor del que no pudo desligarse ni siquiera en el momento de la filmación de este documental.
Como bien recuerda Eliecer, la entrevista con su madre fue una conversación de más de un mes,
interrumpida cada día por el llanto y el abrazo de la madre y el hijo ante la pérdida del otro hijo,
del hermano. Las ruinas de Persona son las ruinas de una autobiografía que ha sido llevada a la
pantalla mediante el recurso de la persona interpuesta, puesto que el documentalista proyecta sus
ruinas interiores al relatar la vida arruinada de otros personajes: la desaparición de los sueños de
su hermano, el dolor de su madre ante la pérdida del hijo, las frustraciones de un sepulturero ex
convicto y marginado por su sociedad, y las desilusiones políticas de su amigo poeta. En las vidas
arruinadas de los demás, Jiménez Almeida descubre las grietas de su propia vida arruinada por la
revolución, una vida que, al ser llevada a la pantalla a la luz de otras vidas, sobrevive y deja vivir
a su manera a quienes le han dado la vida o a quienes, entre sus amigos, reclaman y escudriñan esa
aspiración vital que hemos llamado dignidad humana.
Obras citadas:
Birkenmaier, Anke and Esther Whitfield, Eds. Havana beyond Ruins: Cultural Mappings after
1989. 2011. Durham, N.C.: Duke University Press.
La faz de las aguas. 2012. Dirigida por Eliecer Jiménez Almeida. Cuba: Ikaik Producciones.
Para construir una casa. 2017. Dirigida por Eliecer Jiménez Almeida. Cuba: Ikaik Producciones.
Persona. 2014. Dirigida por Eliecer Jiménez Almeida. Cuba: Ikaik Producciones.
Stoler, Ann Laura, Ed. 2013. Imperial Debris: On Ruins and Ruination. Durham, N.C.: Duke
University Press.
Abril 2019, Vol.2, No.1| 84
Entropía (Eliecer Jiménez): para un modelo rizomático del
espectador cubano
Justo Planas
City University of New York
La obra de Eliecer Jiménez Almeida es un extenso cuestionamiento de la Revolución como
proyecto cultural cubano. Sus estrategias para hurgar en los cimientos de la lógica “revolucionaria”
han sido múltiples, si bien algunos títulos como Usufructo, Mater Dei… (1983-2016), y Persona
coinciden en una marcada inspiración martiana. Estos documentales develan la incapacidad de la
Revolución para cumplir con el ideario martiano de garantizar la existencia digna de distintos
agentes: el campesino, la madre, el intelectual, la persona. Jiménez Almeida construye aquí su
discurso desde la convicción martiana de un deber ser del hombre y una república con todos y para
el bien de todos.
Por otra parte, Entropía destaca como una obra sui géneris que hasta cierto punto pone en
crisis la inspiración martiana de su autor, abriendo nuevas posibilidades de acercamiento a la
realidad cubana y promoviendo un discurso otro de lo nacional. Entropía es un documental que
Eliécer Jiménez presentó en Holguín en 2013 y que ganó el premio de la Asociación Hermanos
Saíz en esa provincia. Sin embargo, se trata de una obra, sobre la que el director ha regresado en
años posteriores, transformándola.
Entropía devela una estrategia diferente de cuestionamiento de lo nacional, pues se ocupa
de demostrar cómo la Revolución ha incumplido con su propia agenda de continuar y hacer
material las aspiraciones de Martí. Heredera de la corrosividad de las obras de Nicolás Guillén
Landrián o de P.M., de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez-Leal, Entropía desmantela la
concepción de una ciudadanía uniforme, de un criterio unidimensional de lo cubano, y explora las
múltiples dimensiones de una época y las
variadas formas de experimentar un espacio.
Rafael Almanza es uno de los
intelectuales martianos que marca la
inspiración filosófica de Eliecer Almeida, tal
como puede verse en su documental Persona
(2014). No obstante, su tesis de la sinceridad
como máximo principio ético —esta
aspiración de un hombre sincero— no
alcanza para explicar una obra que se
propone ser entrópica. Ya en Arte soy (2012),
Jorge Lozano convierte a Martí, a partir de su
verso “Yo soy un hombre sincero”, en
modelo de lo bello, lo irrepetible, lo íntegro.
Según explica Lozano, la imagen de Martí es
sin cera, es decir, es una estatua sin grietas,
que carece de un encerado, de parches, pues
es absoluta perfección. La voz en off de
Lozano se presenta como un discurso más allá del tiempo y Figura 6.Rizoma en Entropía.
Abril 2019, Vol.2, No.1| 85
del espacio histórico. Sin embargo, la mirada de Eliécer Jiménez está localizada por medio de la
cámara en un momento y un lugar precisos. Curiosamente, la cámara se concentra en una mosca
que descansa en la frente de una estatua nada ideal del Apóstol, una estatua presente, material. Si
aquí la palabra de Lozano, asesor de la Oficina del Programa Martiano en Cuba, defiende un orden
platónico, ideal de lo humano; la mirada de Eliecer Jiménez, que intenta suscribir este discurso, no
puede evitar fijarse en una realidad muy concreta que es entrópica, desordenada, grotesca, llena de
grietas.
Arte soy presenta cierta inclinación del documentalista hacia lo abyecto, que las palabras
de Lozano intentan corregir. La vocación martiana de Rafael Almanza, por otra parte, sí consiguen
reencausar en Persona esa preeminencia por lo caótico en otras obras de Jiménez. En las antípodas
de Persona en relación con esto, Entropía abraza lo confuso, lo desestructurado, como formas
constitutivas de lo social. Las figuras del campesino, de la madre, del artista, del intelectual, que
Eliécer intenta emular en otros documentales como un deber ser, como un ideal, muestran en
Entropía su doblez paródica; aparecen tocadas en otro ritmo, son moscas sobre una estatua de lo
nacional.
No puede ser de otra manera, pues Entropía se ocupa de las formas que desestabilizan la
voz de la Revolución Cubana, que también ha construido ideales del campesino, la mujer, el
intelectual, el artista, de las personas. La palabra de Fidel Castro, sus conceptos, abren y cierran
Entropía, emergen sistemáticamente al interior del documental, pero la escultura que construye su
discurso aparece llena de grietas, de moscas. La realidad del documental es tanto el discurso de la
Revolución, sus héroes, sus humanidades como esas moscas que disocian las ideas del máximo
líder y sus seguidores. La comunión de ambas dentro del mapa de lo cubano se opone al discurso
oficial y su modelo comunicativo.
Eliecer Jiménez realiza Entropía mientras estudia Periodismo en la Universidad de
Camagüey. Allí probablemente conoce sobre el Modelo de Shannon y su concepto de entropía
traducido a los estudios sobre comunicación masiva. Claude Shannon, conocido como el padre de
la teoría de la información, trabaja su concepto de entropía con la intención de construir una teoría
matemática de la comunicación. Su preocupación radica en calcular la probabilidad de que la
información que emite A llegue a B íntegramente.
Sin embargo, para llegar del emisor A al receptor B, la información debe transitar por un canal que
no está exento de interferencias, lo que Shannon llama “fuente de ruidos”. La entropía vendría a
calcular las probabilidades que tiene el mensaje de A de volverse caótico en su ruta hacia B. Este
modelo, que ha quedado atrás en la historia de la comunicación entre otros motivos porque
Shannon lo construye pensando en máquinas y no en seres humanos, describe el funcionamiento
de los medios oficiales cubanos. La prensa oficial trata de seguir el ritmo del Estado
revolucionario. Su público son esas cabezas absortas que retrata Tomás Gutiérrez Alea en
Asamblea General (1960); cabezas que se convierten en una sola cabeza, en un solo ojo que sigue
las palabras del líder, un solo cuerpo, una masa que reacciona unívocamente y se deja atravesar
por las palabras de su líder. A es el Estado, B es el revolucionario, para que el discurso de A llegue
a B íntegramente, es decir, sin grietas, sinceramente, es necesario eliminar las fuentes de ruidos,
aquellos cuerpos dentro de la nación que no se dejan atravesar por las palabras del líder, los
discursos que compiten con su discurso.
Abril 2019, Vol.2, No.1| 86
Entropía recoge varias de esas purgas dentro del cuerpo de la nación. El primero de mayo
de 1980, Fidel Castro le dice a “quien no tenga sangre revolucionaria”, “No queremos vivir con
esa gente. Que se vayan. No los queremos, no los necesitamos”. Dentro de ese modelo de
revolucionario todo, contra ese modelo de revolucionario, nada. P.M., de Sabá Cabrera Infante y
Orlando Jiménez-Leal, documenta en 1961 un cuerpo de la nación que baila un ritmo diferente al
de ese otro que en igual año combate la invasión de Bahía de Cochinos y dice sí a una Cuba
socialista. ¿Qué convierte a P.M. en un documento disidente, una obra que es necesario censurar?
Ya lo hemos dicho: que baila otro ritmo.
Entropía es una obra disidente por sus ritmos y sus metáforas visuales. El cine de Eliécer
Jiménez Almeida, además, resulta disidente por sus primerísimos planos. Ya exilado en Estados
Unidos, el cubano Antonio Benítez Rojo define la esencia del Caribe como performance y ritmo.
Dice: “Cada uno de estos ritmos es, a su vez, un flujo que es cortado por otros ritmos, y así
seguimos de flujos a ritmos hasta llegar a donde queramos” (125). Esta es la estrategia que sigue
Eliecer para convertir el discurso del Estado en entropía. Por ejemplo, los comentarios del
conductor del programa televisivo La Mesa Redonda anteceden la película paródica Alicia en el
Pueblo de Maravillas, de Daniel Díaz Torres. Las reflexiones estadísticas del funcionario Ricardo
Alarcón introducen la máquina de hacer bustos martianos en la comedia La muerte de un
burócrata. El “Patria o Muerte, Socialismo o Muerte” de Fidel Castro anuncia el reggaetón del
“Chupi Chupi”, de Osmani García. Los ritmos de Entropía pertenecen a varios tiempos, países,
géneros y autorías. Van del cine soviético a la publicidad televisiva de Miami. Todos ellos,
paradójicamente, bullen en el ojo del espectador cubano que en la segunda década de los 2000
comienza a consumir el Paquete, un conjunto de productos digitales, mayormente audiovisuales
que circulan por la Isla de una computadora a otra de forma más o menos espontánea en aquella
época. De hecho, varios de los materiales de Entropía, provienen del archivo desestructurado y
abierto de ese primer Paquete. El ojo de ese espectador nada tiene que ver con el de Asamblea
General, pues no es un ojo absorto o absorbido, ni sincero, ni exclusivamente revolucionario. No
es sincero porque transita por las grietas de muchos discursos tal como lo hace Entropía. Tal como
se cita en el documental a Orson Welles, “este es un filme sobre la trampa, el fraude, sobre la
mentira”, porque acaso la sinceridad solo puede encontrarse en la idea de una estatua y quizás la
naturaleza humana sea otra cosa. No es revolucionario por las mismas razones, porque según Fidel
Abril 2019, Vol.2, No.1| 87
Castro: “revolución es no mentir jamás ni violar principios éticos”. Se puede ser revolucionario o
sincero solo en la misma medida en que se puede ser un receptor de Shannon, en términos ideales.
El espectador del Paquete, el ojo de Entropía se desliza por diferentes ritmos sin necesidad
de elegir. Su ojo se expone a ellos y los dota de un orden y unas relaciones abiertas que van más
allá de la verdad, o la integridad. El Modelo de Shannon concibe un emisor, mientras que este
documental de Eliécer Jiménez comparte su autoría con la de Quentin Tarantino, Steven Spielberg,
Serguei Eisenstein, Yimit Ramírez, X Alfonso, Santiago Álvarez y tantísimas otras voces que
participan de su discurso. El Modelo de Shannon habla de un mensaje, mientras que Entropía
deviene algo más que la sumatoria de una escena de Andréi Tarkovski con Jorge Molina con
Orlando Jiménez Leal. Sin emisor ni mensaje precisos, pensar en una sola interpretación sería
imposible. En Entropía, las palabras de la Revolución se pierden en la madeja de estímulos y
signos que seducen la mirada. Calcular la probabilidad de que el discurso de Fidel Castro llegue
sin interferencias a su público resulta una labor ociosa. Pensar a Cuba en términos de integridad
carece de fundamento.
Si precisáramos describir la anatomía del documental de Eliecer, de la realidad que intenta
mapear, diríamos que se trata de un rizoma. En la Introducción a su libro Mil Mesetas, de 1980,
los franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari, proponen atender a la estructura del rizoma como
una forma de la naturaleza que supera las oposiciones duales. Ya no se trata de sincero y su
opuesto, o de dentro de la Revolución y fuera de ella; porque, según dicen, el rizoma “no tiene ni
principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda”. Entropía, como la creación
rizomática de Deleuze y Guattari, “no tiene objeto ni sujeto”, “está hecha de materias diversamente
formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes” (9). En Entropía, claro está, “hay líneas de
articulación” como en el rizoma, pero hay “también líneas de fuga, movimientos de
desterritorialización y de desestatificación” (10).
La pretensión de un cuerpo nacional que vive en los estrechos marcos de la ideología
fidelista es solo eso: una pretensión. En Entropía, el ojo se fuga más allá de la geografía del líder
y baila con Celia Cruz, y se contrae en los minúsculos pétalos de una flor amarilla que se abre. La
experiencia de ese sujeto que nos describe Entropía crea una realidad propia que admite eso que
Deleuze y Guattari describen como un “cuerpo sin órganos” porque es una realidad sin centro. “Un
cuerpo sin órganos que no cesa de deshacer el organismo” (164). Y en la experiencia de lo público
el organismo revolucionario es atravesado por “partículas asignificantes”, disfuncionales,
disidentes, entrópicas. La integridad, la sinceridad, la Revolución mira la nación a gran escala y
produce grandes abstracciones. Quizás, por esta razón, la mirada documental de Eliécer Jiménez
suele descomponer la Isla en primerísimos planos. Trabaja en dimensiones pequeñas, después de
todo, la anatomía de un rizoma se devela en lo microscópico. En su obra Semiótica de la Mentira,
la extracción de una fila de dientes se transforma en la metáfora de una escisión política ejecutada
por Fidel Castro, la dolorosa amputación sin anestesia de individualidades de lo cubano que ejecuta
su concepto de Revolución. En el documental La Faz de las Aguas (2012), los primerísimos planos
del agua albañal, los charcos, los ríos, el mar hacen flotar diferentes objetos, es decir, sujetos, en
un mismo océano: condones, relojes, peces, zapatos viejos, embarcaciones, todos en su
singularidad coexisten en un mismo tiempo y diferentes ritmos, un mismo mapa y distintos planos,
contagiándose mutuamente.
Además del polirritmo y los primerísimos planos o planos detalles, uno de los nodos de
mayor disidencia en la obra de Eliecer Jiménez son las metáforas visuales. Allí el espectador que
dibuja el documental Entropía demuestra su mayor capacidad de subversión. La declaración del
carácter socialista revolucionario se localiza en la pradera africana, toma cuerpo en un depredador
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felino que avanza en ralenti, que acaricia con sus patas felpudas el torso de su presa, que abre
peligrosamente sus mandíbulas y abraza el cuello de su víctima. ¿No es espectacular que un
documental de National Geographic se convierta en el discurso más desestabilizador de todos?
Visto así, todo quedaría contra la Revolución, nada dentro de ella. O lo que es lo mismo, para que
un espectador siga con la mirada absorta el mensaje de su líder sin componer metáforas y desviarse
a otros ritmos, sería necesario convertirlo en una máquina de Shannon, arrancarle los ojos,
despojarlo de su persona.
Entropía realiza justo lo opuesto. Devuelve al espectador cubano su humanidad. Le
devuelve su capacidad de realizar asociaciones múltiples con los muchos discursos a los que se
enfrenta, de pensar en metáforas, de transitar por diferentes estéticas, políticas, éticas: por
diferentes ritmos. Visto así, Entropía es una obra que diside de las lecturas uniformes de lo cubano,
es disidente porque no suscribe una versión única de lo nacional. Es entrópica, abierta, rizomática.
Obras citadas:
Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite: El Caribe y la perspectiva posmoderna.
Hanover, N.H., U.S.A.: Ediciones del Norte, 1989.
Deleuze, Gilles, and Felix Guattari. Mil Mesetas: Capitalismo y esquizofrenia.
Valencia: Pre-Textos, 1997.
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Persona y la nación por venir
Nils Longueira Borrego
Yale University
Una de las consecuencias principales de la actualización del proyecto nacional cubano después de
enero de 1959 fue la reconsideración del sujeto nacional y sus posibilidades dentro del nuevo
momento como ente social y político. La redefinición legal, institucional e individual produjo en
el contexto de la Isla una escisión radical al interior del cuerpo social cubano que se dividió entre
“revolucionarios” y “contra-revolucionarios,” entre “cubanos de adentro” y “cubanos de afuera,”
entre “héroes” y “gusanos,” en suma, entre los adeptos al sistema y los que ejercen su derecho
básico a la duda cartesiana. El exilio, el ostracismo, la persecución o el silencio han sido los
destinos casi ineludibles de todos aquellos que se ubicaron en el segundo grupo. Así se escribió
una historia oficial con las omisiones correspondientes de aquellos que según el discurso oficial
son catalogados como “ex-cubanos.” Entre ellos se pueden citar los nombres célebres de figuras
como Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima o Nicolás Guillén Landrián,
entre los cuales algunos han sido reivindicados con el paso de los años, mientras otros permanecen
indefinidamente en el Index librorum prohibitorum particular de la Revolución Cubana.
No obstante, este proceso de escisión social es mucho más profundo que la censura y
persecución de artistas y escritores “conflictivos” y alcanza al sujeto común, a las familias cubanas
y su vida cotidiana. La militancia ideológica en las filas de los revolucionarios pasó a jugar un rol
central en la definición de los afectos, en la manera de entender al otro y juzgarlo y en la
legitimización de los sujetos como pertenecientes a la comunidad nacional. El atributo de “cubano”
depende, según la formulación planteada por el poder en Cuba, solamente de la aceptación
innegociable de los principios impuestos por la Revolución. Fuera de ellos el individuo pierde su
legitimidad como sujeto histórico y como ser social, retirándosele forzadamente sus derechos
ciudadanos y expulsándosele del proyecto nacional. En suma, se suspende su condición de ser.
Esto configura un cuadro en el que la filiación política delimita no solo la ciudadanía como término
legal, sino que define cómo es percibido el individuo por sus semejantes al interior y al exterior de
la Isla.
La incorporación de los preteridos al proyecto nacional cubano supondría una refundación
de ese proyecto nacional, una institución de una nueva noción de pueblo y de ciudadano, una
reestructuración de los parámetros de pertenencia a “una comunidad política imaginada como
inherentemente limitada y soberana” (Anderson 19). Esa nueva nación por venir encuentra en el
documental Persona (2014-2019), de Eliecer Jiménez Almeida, una voz visceral y honesta que
evita una discernible tendencia general en los productos audiovisuales cubanos, o que tienen como
espacio protagonista a la Isla, que entiende el deterioro y la pobreza en Cuba como la postal
turística par excellence. Frente a la banalización y al exotismo impuesto sobre la realidad amarga
y ruinosa, Persona trae a la pantalla una sagaz autopsia de la distopía social de la Isla.
A partir de cinco historias individuales, el filme articula un análisis del cuerpo social
cubano en su totalidad, en un proceso metonímico que recorre de la historia particular a un
cuestionamiento del rumbo de la Cuba actual como nación. El punto de partida para este viaje son
las circunstancias de la propia familia del director, su madre, Eloisa Almeida, y su hermano, Ery
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Jiménez, desaparecido en el mar mientras intentaba escapar de la realidad de la Isla; Rafael
Almanza, un intelectual auto-recluido dentro del perímetro de su casa como muestra de su
oposición al gobierno y el anciano desvalido que está a su cuidado, y Kiko, un ex-recluso al que
se le ha negado la oportunidad de encontrar el lugar que le pertenece en la sociedad.
El filme inicia con un exergo, una poesía de Rafael Almanza, que define desde el inicio
mismo de la obra dos rasgos fundamentales de Persona. Por una parte, al utilizar el texto de
Almanza como punto de partida, la voz autoral omnisciente e infalible se disuelve como emisora
del discurso del documental. Rafael Almanza funciona como personaje y como voz extra-
diegética, de tal suerte que el sujeto de la enunciación no es el autor, sino un personaje. Este
desplazamiento en una obra documental esclarece el interés de Jiménez Almeida: no se trata de
una exposición del sistema de creencias del director a partir de historias que adapta a sus intereses,
sino de proveer un espacio democrático para la enunciación, la creación de una esfera pública ex-
nihilo que llene el vacío de una plataforma de expresión en la realidad extra cinematográfica.
Persona establece como medida del mundo y como criterio de autoridad sobre ese mundo a los
sujetos a los que da voz.
Por otra parte, el poema provee los conceptos que serán centrales para el discurso que sobre
la sociedad cubana irá tejiendo el documental.
Mata a tu Stalin interior
Leyendo en cada aurora a José Martí.
La Persona y la Patria.
La persona de la Patria, y la Patria
De cada persona, he ahí un culto mayor.
Figura 7. Eloisa Almeida y Ery Jiménez. Persona.
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Las categorías persona, patria, democracia (asociada a José Martí) y totalitarismo
(representado por una de sus máximas figuras, Stalin) son colocados como los ejes de la reflexión
de los personajes, y por transitividad, de Persona. La obra declara explícitamente la estructura que
la sostiene, el tránsito de la microhistoria a la radiografía nacional. A partir de los personajes y sus
experiencias de vida, que se entrelazan en la narración, el documental reúne las circunstancias de
sus protagonistas y, a la vez, las de la sociedad en que se insertan.
Persona comienza con la voz de Almanza que procede, evitando preámbulos e
introducciones superfluas, a un close reading de un fragmento central en la Constitución de Cuba
entonces vigente. Su análisis se centra en la idea de la dignidad y cómo el texto constitucional es
contradictorio al apropiarse de una frase martiana para definir el objetivo de la República: el culto
de los cubanos a la dignidad plena del hombre. Mientras Almanza deconstruye la letra de la ley y
las ironías que contiene, el texto visual del documental se desplaza hacia las realidades de los otros
protagonistas. Así, su elaboración sobre los usos y significados de la palabra “dignidad” lo
trasciende como personaje, penetrando en el espacio de las otras historias, agudizando el
contrapunto entre sonido e imagen. La voz de Almanza no siempre se asocia visualmente a su
cuerpo como fuente de emisión, y este recurso, constituye el primer dispositivo utilizado en el
filme para producir una sensación de totalidad, de espacialidad expandida que trasciende las micro-
historias y apunta a un sentido de comunidad entre los personajes. La voz en off
refers to instances in which we hear the voice of a character who is not visible within the
frame. Yet the film establishes, by means of previous shots or other contextual
determinants, the character's “presence” in the space of the scene, in the diégesis. He/she
is “just over there,” “just beyond the frameline,” in a space which “exists” but which the
camera does not choose to show. The traditional use of voice-off constitutes a denial of
the frame as a limit and an affirmation of the unity and homogeneity of the depicted space
(Doane 37).
A pesar de que Almanza forma parte de la narración del documental como personaje, su
historia personal nunca es referida, a diferencia del resto de los personajes, por lo que se percibe
como el vínculo entre la historia individual de los otros personajes y el plano legal-institucional de
la sociedad cubana. La relación entre texto constitucional fallido y la historia de los otros
personajes puede ser trazada como el proceso de demostración, a partir de la utilización de
fragmentos de la realidad cubana, del análisis textual que realiza la voz en off del intelectual
camagüeyano.
En este sentido, Persona despliega una crítica sagaz al alejamiento de las instituciones de
la realidad social de la Isla. Al contrastar la ley en su estado textual “ideal” con las imágenes
distópicas de la existencia cotidiana de Kiko, del anciano y de la madre del director, el documental
desarma el pilar fundamental de la existencia de una Constitución y de un Estado nacional: la
correspondencia entre representado y representante, la conexión directa que debe existir entre la
ley y la comunidad a la que sirve. Mientras la dignidad de todos los habitantes de la Isla, según la
Constitución, se entiende como algo ya alcanzado, la cámara muestra los detalles del hogar de
Almanza, ajado y ruinoso, y en el deterioro físico del anciano al que cuida como mejor puede; en
los insectos que pueblan el cementerio en el que trabaja Kiko en condiciones inhumanas e
insalubres; en la pobreza y soledad de la madre que no solo no tiene cubiertas las necesidades
básicas sino a la que ninguna institución ha explicado el fallo total del sistema legal que culminó
con la desaparición de su hijo en el mar.
La estética visual utilizada por Jiménez Almeida se define por dos factores centrales: el
uso del plano detalle y del valor simbólico de los objetos individualizados por la cámara. Al
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seleccionar determinados objetos en planos detalles y primeros planos, aislándolos de su contexto
general, la película reactualiza lo familiar y recompone la realidad en una nueva totalidad, que
busca revisitar el concepto de la dignidad y las posibilidades de realización plena del sujeto en la
sociedad cubana. La estética de la objetualidad en Persona instaura un nuevo nivel de
significación, una articulación gramática de símbolos visuales. En palabras de Pier Paolo Pasolini,
“brute objects” do not exist: all are meaningful enough by nature to become symbolic
signs. This is why the work of the filmmaker is legitimate in its primary stage. The
filmmaker chooses a series of objects, things, landscape or persons as syntagmas (signs
of a symbolic language) which, if they have a grammatical history that is conferred on
them at this precise moment — as in a sort of happening ordered by a choice and a
montage — have nonetheless a pre-grammatical history which is already long and intense
(546).
De esta manera, los detalles de libros ajados y ruinosos como la Biblia o las Obras Completas de
José Martí, apuntan a la crisis de fe propia de un país en el que los relatos de salvación aludidos,
la república moderna y la religión, han sido convertidos en prófugos de esa constitución que
Almanza desarticula. Los floreros de aguas turbias que contienen flores siempre moribundas
reafirman el color ocre de la vida cotidiana, así como la ausencia de energía de vital. Los restos
humanos que Kiko limpia luego de ser exhumados apuntan a la sensación perenne de carencia y
muerte que parece dominar a los protagonistas del filme. Así, estos se definen por lo que les falta,
por las ausencias que imperan en sus circunstancias de vida. Estas mutilaciones son de diversa
naturaleza, y se expresan en la condena al ostracismo de Almanza, anulado como sujeto político y
limitado como ser social; en la persecución implacable a la que es sometido Kiko a raíz de
prejuicios raciales y del estigma de ser un ex-recluso, al extremo de que es descalificado como ser
social por el secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas que le niega el derecho a una plaza
laboral, puesto que estas son privativas para los que el dirigente llama los “revolucionarios;” en el
dolor de Eloisa, madre que ha perdido a un hijo y que se siente, como ella expresa, derrotada.
No obstante, en Persona hay dos personajes que acentúan con su silencio y ausencia el
sentido de pérdida tan extendido en la Isla. Ery, el hermano del cineasta, y el anciano al cuidado
de Almanza constituyen dos facetas de la metáfora de Cuba que Persona elabora. En el caso del
primero, su devastadora historia encarna el destino doloroso de tanta vida perdida en el mar, de las
esperanzas anuladas de varias generaciones de jóvenes que nunca tuvieron ni el futuro luminoso
prometido ni espacio en el monólogo político del gobierno cubano postrevolucionario. El
personaje de Ery se construye a partir de una fotografía y de la narración que realiza su madre,
Eloisa. Su ausencia física y el consiguiente silencio, marcan, tanto en el filme como en la sociedad
cubana, la violencia ejercida durante décadas sobre los habitantes de la Isla. Eloisa describe cómo
su hijo sufrió prisión por sacrificar una res y cómo se vio empujado a cruzar el Golfo de México
ni siquiera por motivos políticos sino por desesperación económica, para ayudar a su familia a
tener una vida más digna. La juventud cubana desaparece del panorama, metáfora de una Cuba
envejecida, caracterizada por la desesperación de jóvenes sin futuro que se lanzan al mar en busca
de esa dignidad que según la Constitución resultaba un hecho consumado.
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Por su parte, el anciano que está cuidado de Almanza funciona como una doble metáfora
enunciada con perspicacia por el realizador. La vejez acá, además de al hecho concreto de las pocas
posibilidades que tienen los ancianos de tener una vida digna, es símbolo que representa y
condensa el discurso del documental sobre la Isla. El anciano es Cuba, y en ese proceso asociativo
reside uno de los gestos más subversivos de Persona. Rafael Almanza, intelectual oprimido y
relegado al ostracismo, alimenta al anciano, no sólo con el plato de comida, sino además con el
discurso y el análisis social que acompaña cada imagen. Pero el anciano ya no puede comprender.
Está lejos, cerrado sobre sí mismo. Es una isla. Como lo es Cuba hoy más que nunca. El ciclo de
ambos (del anciano y de la realidad cubana) termina lentamente y la inercia es la única fuerza que,
agónicamente, los acerca al fin.
El uso de los objetos como sintagmas de una nueva gramática, recién instituida por el texto
fílmico en el proceso de la significación, y que se complementa con el plano sonoro y la
verbalización de los personajes, propone la interacción constante en el discurso de Persona entre
lo general y lo particular. Al reunir en el texto audiovisual el análisis sobre la ley máxima de la
nación y los dramas de sujetos comunes, Jiménez Almeida expone, vía la voz de Almanza, la
deficiencia fundamental de la ley en Cuba y su condición de ley muerta, instrumentalizada en
función de sí misma, de auto preservarse como poder hegemónico, y no de responder al
presupuesto martiano del culto a la dignidad plena de todos los cubanos.
La dialéctica entre los términos dignidad-miseria funciona como el eje alrededor del cual
se estructura el discurso de Persona. Como el propio Almanza enuncia la ausencia del culto a la
dignidad ha instaurado la miseria moral y física en la Isla. Sin embargo, el documental ilustra de
modo impactante la decadencia material mientras introduce una posibilidad de redención al elevar
Figure 8. El tío (Miguel Escóbar) de Rafael Almanza. Persona.
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el papel del universo espiritual y moral de sus personajes. Al plano material —el entorno, los
hogares, los alimentos— que constituye un bloque visual en el que predominan la inopia, se
contrapone el pensamiento y los sentimientos positivos de Almanza, de Kiko y de Eloisa. A pesar
de las duras circunstancias de vida a las que se enfrentan, todos poseen un profundo sentido de la
dignidad, todos anteponen los ideales a la realidad hostil que los rodea. La energía del intelectual
al intervenir el contexto legal de Cuba; la voluntad de Kiko de perdonar y de entender la existencia
como algo positivo, a pesar de todo, y los pensamientos conmovedores que Eloisa le dedica a su
hijo, “donde quiera que esté,” fundan un espacio en el que la pobreza y el infortunio encuentran
su contraparte en la fe en los ideales y en los sentimientos como mecanismos que preservan la
humanidad en las situaciones más adversas.
Persona aparece entonces como una obra inspirada por lo que André Bazin, al definir el
Neorrealismo italiano, llamó “a revolutionary humanism”. La realidad cubana semeja ese “world
already once again obsessed by terror and hate, in which reality is scarely any longer favored for
its own sake but rather is rejected or excluded as a political symbol” (20-21) que describe el
pensador francés, y en el cual la realidad posee un contenido esencialmente subversivo y
revolucionario puesto que su existencia misma es un manifiesto que acusa al poder político que la
ignora y la despoja de su contenido de verdad. La única verdad admitida en el universo externo a
Persona reside en la Constitución que Almanza deconstruye y, como podemos observar en el
documental, todo discurso o comportamiento que no sea afirmativo se cataloga como un cuerpo
extraño y peligroso en el organismo autosuficiente y autorreferencial de las instituciones y leyes,
por lo que debe ser extirpado. Al recuperar el valor de la realidad como hecho visual y al dotar de
voz a aquellos que se ubican “fuera” de la ley, Persona desarticula el sistema opresivo e instaura
en la pantalla un espacio democrático que reintegra a sus personajes la condición de sujetos
históricos, como ciudadanos que merecen un lugar en el proyecto nacional.
De esta forma, Jiménez Almeida expone los conflictos de conceptos poco cuestionados en
Cuba como nación, pueblo y Estado. El filme muestra el carácter conflictivo de la categoría
predilecta del discurso político oficial cubano, la noción pueblo. Por definición, la idea de “pueblo”
en Cuba supone una exclusión de tipo ideológica: todos aquellos que, como dice la Constitución,
no quieren un Estado Socialista, están afuera del pueblo de Cuba. Así, la instauración de este
“pueblo” genera la gran categoría de los marginados, a los que Persona les da voz y cuerpo. Esta
dinámica adentro-afuera lucidamente denunciada por el documental revela un hecho ineludible:
“both historically and conceptually speaking, this category [people] is constituted on the basis of
a necessary exclusion” (Bosteels 2). Como resultado, el filme termina de la misma manera en que
comienza: la voz de Almanza llena el plano sonoro proclamando una noción de pueblo diversa,
instituyendo un nuevo sujeto colectivo que responda a la realidad política y social de la Isla.
El nosotros alrededor del cual se estructura el discurso final de Almanza supone la agencia
del sujeto marginado cuya realización tiene lugar mientras Almanza enlaza verbos con el sujeto
nosotros, en el acto mismo del habla. La nueva noción de pueblo, construida en el espacio diegético
e imaginario que produce la voz de Almanza desvela que “people is a potent creation of our
collective immagination, one that is revitalized when it is enacted—and thus reimagined—in new
ways” (Olson 131). Persona reescribe la realidad cubana e incorpora en ella sujetos con agencia
política, capaces de funcionar plenamente en la esfera pública de una nación por venir, sin
persecuciones ideológicas. Jiménez Almeida replantea así el cuerpo del pueblo cubano, sus
inclusiones y sus exclusiones, reestructurando las leyes que marcan la condición de posibilidad de
la misma categoría pueblo.
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Es inevitable encontrar la analogía con el contexto cubano actual cuando Alain Badiou
expone que
Even the dangerous inertia of the word “people” modified by a national adjective can,
despite the contradiction, be subverted by pressure from within this national and lawful
“people.” What did those who occupied Tahrir Square in Egypt at the height of the “Arab
Spring” mean when they asserted, “We are the Egyptian people”? That their movement,
their own unity, their slogans configure an Egyptian people free from its established
national inertia, an Egyptian people with the right of actively claim the national adjective,
because the nation of which they speak is yet to come. (...) Because in the face of that
movement, the state that claims to represent Egypt is illegitimate and must disappear (26).
En este fragmento bien se pudiera sustituir Egipto por Cuba y tendríamos un ejemplo claro y
palpable de a dónde conduciría el nosotros de Almanza en Persona. La posibilidad de enunciación
otorgada en el filme a los otros del relato oficial instituido en el único yo posible en Cuba, es la
afirmación de la necesidad de un nosotros más amplio, es un grito de denuncia al proceso de
generación de periferias en la sociedad cubana y es un paso retumbante en la larga y aplazada
búsqueda del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre; o lo que es lo mismo, el derecho
de cada Persona, sin importar raza, religión ni ideas políticas, a vivir plenamente bajo el cielo que
la vio nacer. Esa nación constituida por un nosotros formado por muchos nosotros, sin jerarquías
raciales o ideológicas, donde no exista una noción excluyente de pueblo, esa nación que es la Cuba
yet to come, tiene en obras como Persona un principio de lucha contra la inercia.
Obras citadas:
Badiou, Alain. “Twenty-Four Notes on the Uses of the Word ‘People.’” Alain Badiou, et al. What
is a people? New York: Columbia University Press, 2016, pp. 21-31.
Bazin, André. What is Cinema? Vol. II. Edited and translated by Hugh Gray. Berkeley: University
of California Press, 1972.
Olson, Kevin. “Conclusion: Fragile Collectivities, Imagined Sovereignties.” Alain Badiou, et al.
What is a people? New York: Columbia University Press, 2016, pp. 107-131.
Pasolini, Pier Paolo. “The Cinema of Poetry.” Movies and Methods. An Anthology, edited by Bill
Nichols. Berkeley: University of California Press, 1976, pp. 542-558.
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Figura 9. Eduardo Chirinos
Abril, 2019.
New Brunswick
Rutgers University
ISBN: 2578-4110.
Contacto: [email protected]