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ILDEFONSO CHICHO RAIMUNDO RINCÓN GÓMALO HIGUERA 3. Opción por la justicia y la libertad Ediciones Paulinas

Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

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ILDEFONSO C H I C H O RAIMUNDO RINCÓN GÓMALO HIGUERA

3. Opción por la justicia y la libertad

Ediciones Paulinas

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ILDEFONSO CAMACHO - RAIMUNDO RINCÓN - GONZALO HIGUERA

PRAXIS CRISTIANA 3. Opción por la justicia y la libertad

EDICIONES PAULINAS

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Comité de dirección:

R. Rincón Orduña E. López Azpitarte F. Javier Elizari Basterra

Revisión literaria y coordinación:

Eloy Requena Calvo Juan A. Carrera Páramo

NIHIL OBSTAT

PP. Gonzalo Higuera y Manuel Matos, S. J., Censores Madrid, 24 de abril de 1986

IMPRIMASE

limo. Sr. D. Manuel González Cano, Vicario General Madrid, 25 de abril de 1986

« Ediciones Paulinas 1986 (Protasio Gómez, 13-15. 28027 Madrid) © I. Camacho / R. Rincón / G. Higuera 1986

Fotocomposición: Marasán, S. A. San Enrique, 4. 28020 Madrid Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. Humanes (Madrid) ISBN: 84-285-1121-7 Depósito legal: M. 25.552-1986 Impreso en España. Printed in Spain

CONTENIDO

Págs.

Introducción, por I. Camacho 7

Primera parte: Síntesis histórica, por R. Rincón e I. Camacho.... 15

Segunda parte: La actividad económica sistemáticamente considera

da, por I. Camacho 175

Tercera parte: Algunos problemas especiales, por G. Higuera 347

Cuarta parte: Los sistemas económicos, por R. Rincón 429

Quinta parte: La dimensión internacional de la economía, por

I. Camacho 543

índices 577

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Introducción

1. Opción por la justicia y la libertad

La conciencia moderna se caracteriza por una doble aspiración, que nace de lo más hondo del espíritu humano: la libertad y la igualdad. El despertar de esta conciencia no fue un acto súbito en la historia de la humanidad. Pero mucho más lenta fue la conquista efectiva de esa libertad y de esa igualdad. Tan lenta, que podemos afirmar que aún no está consumada. Porque hoy se reivindican la libertad y la igualdad con más fuerza y más urgencia que nunca.

Históricamente, además, no se ha entendido siempre de la misma manera lo que significa que los hombres seamos libres o que seamos iguales unos a otros. Es probable que esto ayude a explicar el porqué de esa insatisfacción permanente, que en la actualidad parece alcanzar cotas superiores a las de cualquier época precedente.

Las primeras manifestaciones en pro de la libertad del hombre se produjeron en un contexto marcadamente liberal-individualista: expresaban la necesidad de poner a salvo al individuo del poder siempre creciente del Estado. Por eso se la ha llamado libertad-resistencia. El ser humano trata de salir de su indefensión estableciendo un límite infranqueable frente al poder político. En ese momento, dicho poder es concebido como una amenaza para las personas, y existe como una competencia irreductible entre dos instancias (el individuo y el Estado) que se excluyen mutuamente; por eso es preciso delimitar bien los ámbitos de actuación de cada uno y evitar cualquier injerencia del que es potencialmente más poderoso en los dominios del más débil.

Para que las personas y el Estado se reconcilien tiene que aparecer la sociedad. Podrá decirse que la sociedad existió siempre. Pero lo que no existió siempre fue la conciencia de ella; el convencimiento de que los seres humanos se estructuran en un todo orgánico tejido de múltiples interrelaciones, en donde cada uno no es sólo receptor, sino también actor. Así se pasa de un concepto de libertad-resistencia a otro de libertad-participación. Si el primero tenía un contenido preferentemente negativo, el de éste es inequívocamente positivo.

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8 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Estas dos formas de entender la libertad ponen de relieve lo que ha sido un largo proceso de descubrimiento. Al hilo del mismo, la humanidad ha ido entendiendo también que todos somos por naturaleza iguales y, por tanto, tenemos derecho a serlo también en la vida real. La libertad de que todos gozamos en principio es la mejor expresión de esa igualdad radical que nos nivela a todos. Pero las oportunidades de poner en ejercicio nuestra libertad son diferentes en unos y otros. Por eso la humanidad ha estado siempre muy marcada por la desigualdad. La toma de conciencia de que la igualdad humana no es sólo un elemento originario y natural, sino también una meta, explica la creciente exigencia de justicia, que es otro de los rasgos que caracterizan a nuestro mundo.

La historia se ha encargado de demostrar que libertad y justicia no son dos objetivos fáciles de compaginar. Porque la libertad tiende con su ejercicio a discriminar a unos frente a otros; y la búsqueda de la igualdad de todos conlleva frecuentemente la negación práctica de muchas libertades individuales. El desarrollo de la sociedad moderna está plagado de ejemplos que muestran cómo, en efecto, nuestro pasado reciente ha sido un continuo movimiento pendular entre un extremo y otro.

Y, sin embargo, el hombre no puede renunciar a ninguno de ellos. En este difícil equilibrio, siempre inconsistente, se sitúa la ética. Su tarea consistirá no sólo en reafirmar estos dos valores supremos y explicitar su contenido y exigencias, sino en buscar permanentemente ese equilibrio en las diferentes coordenadas históricas. Por eso este volumen tercero de Praxis cristiana lleva por título "Opción por la justicia y la libertad": en la justicia, que no puede entenderse en un sentido exclusivamente económico, va implícita la aspiración a la igualdad; la libertad postula el derecho y el deber de todos a participar en la construcción y el mantenimiento de un orden capaz de garantizar esa igualdad. Pero una y otra, insistimos, no pueden entenderse ni proyectarse independientemente, porque entonces acaban por excluirse entre sí. Esta dificultad de armonizarlas es una manifestación más de lo limitado de toda realización humana, aunque esté motivada por los más altos ideales éticos. También la ética está sujeta a esta radical limitación. Por eso todo proyecto moral —y mucho más las realizaciones derivadas de ellos— está siempre marcado por su imperfección y llamado a ser superado.

2. Moral económica

Sin caer en ningún tipo de reduccionismo, hay que reconocer que la actividad económica es un condicionamiento1 esencial de la convivencia humana y de la vida social en general. Y esto lo subrayamos

INTRODUCCIÓN 9

aquí, aunque hace un momento hayamos afirmado que la justicia no puede entenderse sólo a partir de unos contenidos económicos.

El mundo de lo económico aporta una dimensión de enorme realismo a la vida de la sociedad en todos sus aspectos. La actividad económica se ha definido como aquella que pretende la gestión racional de unos recursos que son escasos. En este sentido tan amplio, la economía supone el enfrentamiento del hombre con un hecho tan real como la limitación de los recursos de que puede disponer para llevar a cabo cualquier proyecto individual o colectivo.

Es cierto que la sociedad moderna está excesivamente teñida de economicismo; en ella todo se compra y se vende, a todo se le pone precio (incluso a aquellas realidades que por su propia naturaleza más se resisten a ello). Pero el captar estos excesos no puede llevarnos a cerrar los ojos ante ese dato de la realidad a que hemos aludido: que los recursos son escasos, y tanto más escasos cuanto las necesidades a satisfacer aumentan y crece también la población mundial. Esto quiere decir que, si la magnitud de los problemas se incrementa, la racionalidad debe cuidarse más aún de su resolución. Racionalidad no significa aquí cálculo frío y puramente técnico, sino adecuación de medios a fines; por tanto, formulación de los objetivos deseables, estudio de los medios necesarios, opción por los objetivos que resulten preferentes en cada momento a la vista de los recursos que exigen y del coste de la renuncia a otros fines alternativos. Como se ve, se trata de un proceso complejo, en donde es fácil que esa misma complejidad oculte los valores implícitos, y que son los que constituyen en último término los verdaderos móviles de la opción.

Como consecuencia de lo dicho, la moral económica no puede limitarse a formular grandes principios, si no quiere perder operati-vidad e incluso credibilidad. Tiene que aceptar este difícil y tortuoso camino que supone el tomar en consideración los factores condicionantes que la realidad impone en cada momento. Toda opción-moral, y de forma muy clara en el campo económico, es opción de una libertad condicionada, aunque nunca férreamente determinada '.

3. La moral económica en el contexto de la moral social

Entre los cristianos se da una gran importancia a la conducta personal, a la voluntad de cada uno para hacer realidad en su vida unos determinados valores. Es casi consustancial al cristianismo un enfoque voluntarista de la moral: casi todo se hace depender del

1 Cf M. FALJSE, Une pralique chrétienne de l'économie. Le Centurión, Paris 1985, 17-82.

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10 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

esfuerzo de la persona, y es aquí donde se pone la clave de la praxis moral.

Pues bien, las modernas ciencias sociales vienen a corregir y matizar esa visión excesivamente unilateral de la conducta humana 2. La visión liberal del hombre y la sociedad, que en este punto es compartida también por la moderna tradición cristiana, establece una clara separación entre la persona y el orden social: la persona es el sujeto libre en cuyas manos está su propia realización en la medida en que ponga su libertad al servicio de sus propios ideales; pero el orden social es una realidad objetiva y dada de antemano, que el hombre no puede cambiar y que viene a erigirse como en el escenario invariable donde éste se desarrolla. En una impostación cristiana de esta antropología, el orden social es algo que procede de Dios: por eso al hombre sólo le cabe ante él una actitud de respeto y veneración, puesto que se trata de un don del Creador (igual que el orden natural); la persona es el sujeto capaz de optar, gracias a su libertad, por el bien o por el mal, y en esa opción se juega últimamente su relación con un Dios que no es indiferente ante ¡a conducta de su criatura.

La ciencia moderna, en especial las ciencias humanas y sociales, han puesto en cuestión esa forma de ver las cosas. Han negado que esa dicotomía sea tan tajante: que el hombre sea tan omnímodamente libre, y que en la construcción del orden social las personas no tengan ninguna actuación eficiente. Fue quizá el marxismo el que de forma más radical criticó esa visión de la sociedad y del individuo. Esto puede explicar que la Iglesia reaccionara con vigor al ver el orden social de la sociedad occidental del siglo pasado en peligro de ser destruido desde sus cimientos.

Hoy, sin embargo, nadie duda del simplismo ingenuo de aquellas concepciones. La sociología se ha encargado de estudiar la especificidad de los fenómenos sociales, mostrando que el grupo social es más que la suma de los miembros que lo componen, y que la sociedad no es un mero conglomerado de individuos. Si siempre hemos hablado del comportamiento personal, hoy se impone hablar también de una conducta colectiva y analizar cuáles son sus mecanismos de funcionamiento.

La interacción persona-sociedad borra parcialmente las fronteras entre ambas realidades. Para que la persona llegue a ser tal es preciso que la sociedad actúe sobre ella y deje en ella su impronta. Pero la sociedad tampoco es una realidad que subsiste independientemente de los grupos o personas que actúan en ella, como si fuera una especie de receptáculo del todo ajeno a lo que se contiene en él.

2 Para lo que sigue puede verse R. MEHL, Pour une éthique sociale chrétienne. Delachaux et Niestlé, Neuchatel 1967, 9-36.

INTRODUCCIÓN 11

Berger y Luckmann han formulado bien esta interacción dialéctica persona-sociedad con estas tres afirmaciones, aparentemente contradictorias, pero que sólo pueden ser aceptadas como verdaderas si se mantienen las tres simultáneamente: "la sociedad es un producto humano; la sociedad es una realidad objetiva; el individuo es un producto social" 3.

Por todo ello se impone hablar de una ética social y de establecer sus diferencias respecto a la ética personal. Lo haremos con palabras de R. Mehl: "Mientras que la ética personal tiene por objeto y por contenido la acción que yo ejerzo sobre mí mismo para establecer en mi opción y, de modo más general, en mi estilo de vida un cierto orden que esté en armonía con unos determinados valores, la ética social tendrá por objeto la reflexión crítica sobre las estructuras sociales existentes y la acción colectiva encaminada a la reforma de esas estructuras o a la instauración de unas estructuras nuevas, entendiendo que esta reflexión y esta acción están presididas por una cuestión ética fundamental (...): ¿qué tipo de hombre queremos construir?" 4 Según esto, la ética personal no se agota en los actos aislados, sino que su objeto último es todo un "estilo de vida", una opción fundamental que se va traduciendo en actos concretos, los cuales construyen la persona como realidad ética. Análogamente, la moral social debe entenderse con una perspectiva también dinámica: pero ahora son las estructuras sociales (sea cual sea su grado de institucionalización) el objeto último. Estas estructuras vienen a ser como los componentes del "estilo de vida" de una sociedad determinada.

La diferencia entre ética personal y social radica, pues, en que en esta última desaparece la conexión inmediata entre opción y acción o, con otras palabras, en que los juicios de valor que hacen los individuos no son susceptibles de traducirse en pautas operativas de acción. Esto explica por qué muchos eliminan de entrada todo planteamiento de ética social; y es que piensan que con ella nos situamos en el terreno de los ideales carentes de toda operatividad práctica. Pero reaccionando así sólo conseguimos una cosa: hurtar al influjo de la ética un ámbito esencial de la vida del hombre como ser social. Y si la ética, en último término, busca humanizar, ¿cómo es posible no plantearse la humanización de las estructuras sociales, que están continuamente condicionando la vida de cualquier persona?

Para comprender mejor la especificidad y la complejidad de la ética social permítasenos aludir todavía, aunque sea brevemente, a dos problemas. El primero es lo que se ha llamado la desaparición paulatina del sujeto ético, cada vez más evidente en la sociedad

> P. BERGER-Th. LUCKMANN, La construcción social de la realidad. Amorrortu, Buenos Aires 1968.

4 R. MEHL, O.C 14.

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12 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

moderna. Si toda acción moral implica una responsabilidad, ¿quién es el responsable en estas acciones colectivas? No es posible señalar a un único sujeto; pero son muchas las personas, grupos o instituciones que contribuyen a la creación de determinados estados de opinión y, al hacerlo, están asumiendo una ineludible responsabilidad. Un segundo problema, también de envergadura, se refiere a ¡a necesidad de que toda reflexión de moral social se apoye en un adecuado conocimiento de la realidad. La transformación de ¡as estructuras sociales pasa inevitablemente por una familiarización muy estrecha con sus modos y posibilidades de funcionamiento. La mediación de las ciencias sociales se hace aquí absolutamente imprescindible: sólo así se evitará el que la ética social se reduzca a una mera enunciación de principios genéricos (que probablemente nadie discutirá, aunque luego cada uno interpretará a su manera).

Puede abrumar al lector la enumeración de tantas dificultades. Pero no es ésa nuestra intención. Lo que sí pretendemos es dejar bien claro desde el comienzo cuál es el terreno en el que se mueve la ética social y en el que se moverán, en consecuencia, las páginas que siguen. Al mismo tiempo pensamos que ha quedado eliminada toda posible confusión entre ética social y ética interindividual, que es frecuente en muchos tratados de moral. En efecto, cuando se habla de ética social no se está pensando en el hecho de que toda acción humana tiene una incidencia sobre otras personas, sean pocas o muchas, según las circunstancias. Con eso no hemos salido de la ética personal, aunque estemos poniendo de relieve la dimensión interindividual de ésta. Con todo lo dicho creemos resultará indudable que para que se hable" de ética social es preciso tener en cuenta el grupo social, la conducta' social y las estructuras sociales como realidades cualitativamente diferentes de la persona individual.

4. Etica social cristiana

Queda una palabra que decir sobre la posible dimensión cristiana de la ética social. Pero no vamos a entrar aquí en el polémico debate sobre lo específico de una moral cristiana5. Nos limitaremos a lo que esto puede significar en el campo de la ética social.

En una sociedad pluralista como la nuestra, la ética social de los cristianos tiene que cuidar mucho de su capacidad de diálogo con todos. No se olvide que toda ética social está llamada a construir modelos sociales, y éstos sólo serán viables en la medida en que sean compartidos por muchos. Ciertos resabios de puritanismo, que subsisten en muchos ambientes cristianos, suelen ser un obs-

5 Cf lo dicho al respecto en e! volumen I de esta obra, tanto en la Introducción (pp 27-29), como en el capítulo $.Q de la tercera parte (pp 369-388).

INTRODUCCIÓN 13

táculo importante para este diálogo y para una efectiva contribución a la transformación de este mundo.

Supuesto este talante de diálogo, hay que preguntar qué aportamos los cristianos en este encuentro de mentalidades e ideologías. La respuesta tiene que situar al creyente en la perspectiva adecuada. Y ésta no es otra que la tensión insuperable entre historia y reino de Dios. Cuando se contempla la sociedad no como un todo estático e inmutable, sino como un proceso dinámico en el que es posible discernir un antes y un después, entonces es fácil descubrir un sentido que, en último término, apunta al reino prometido de Dios. Este futuro absoluto no está al alcance del esfuerzo humano, pero nos sirve de norte y criterio para discernir hacia adonde queremos conducir la historia de la humanidad.

Esto supuesto, el cristiano siempre mantendrá una distancia crítica respecto a todas las realizaciones históricas, lo cual no será obstáculo para colaborar con ellas. Muchas veces no le quedará más remedio que someterse al ritmo de unos acontecimientos que evolucionan más lentamente de lo que él desearía. En algunos momentos este desajuste puede llevar a posturas de ruptura abierta y de denuncia radical: esto ocurrirá cuando veamos que las cosas se han torcido de tal manera que contradicen abierta y conscientemente ese dinamismo que conduce al reino.

Todas esas alternativas son posibles, según sean las circunstancias. Pero siempre será la Iglesia el lugar desde donde el cristiano actúa. Esto significa que el cristiano estará en todo momento obligado a distinguir entre la Iglesia y la sociedad en que ella se inserta cómo comunidad signo y como testigo de Dios en medio del mundo: "como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano" 6. La Iglesia, que no se identifica con el mundo ni es coextensiva con él, se ofrece como modelo anticipado e imperfecto de esa fraternidad universal en que todos los hombres nos reconocemos hijos de un Padre común. Pero esto no es más que un anticipo, y no puede suscitar en nosotros la tentación de eliminar la historia y ahorramos el esfuerzo de la humanidad para identificar precipitadamente Iglesia, sociedad y reino.

5. Plan del volumen

Las directrices que han sido trazadas en esta Introducción han servido para estructurar este tratado en cinco partes. La primera parte es una Síntesis histórica, que quiere ofrecer una visión de conjunto de cómo ha evolucionado la moral económica con el correr

6 Lumen gentium 1.

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de los siglos. En ella recibe una atención especial la doctrina social de la Iglesia.

La segunda parte estudia La actividad económica sistemáticamente considerada. Se toma en ella como punto de partida la realidad económica con toda su complejidad, se expone su funcionamiento de acuerdo con nuestros conocimientos actuales; este análisis de la realidad se ha considerado imprescindible para poder hacer luego sobre ella una reflexión moral que aspire a ser práctica y efectiva.

A lo largo de ese análisis sistemático se han perfilado ciertos problemas con relevancia especial, que parecían exigir por eso mismo un tratamiento más detallado. Son los que se han recogido en la tercera parte, bajo el título Algunos problemas especiales.

Un tema ineludible siempre que se habla de economía es el de Los sistemas económicos como formas globales de organizar y estructurar toda la vida socio-económica. Nos hemos limitado a los dos existentes en nuestro mundo, y a ellos hemos dedicado la cuarta parte.

Pero estos sistemas no se presentan hoy como sistemas cerrados que funcionan de forma más o menos autónoma dentro de las fronteras de cada país. La economía mundial constituye un todo unitario basado en la continua interacción de las economías nacionales. Por eso hemos consagrado la quinta parte, la última, a La dimensión internacional de la economía, dedicando en ella una atención especial a la actual crisis económica mundial y a la dialéctica desarro-llo-subdesarrollo.

ILDEFONSO CAMACHO

Granada, 2 de septiembre de 1986

PRIMERA PARTE

SÍNTESIS HISTÓRICA

1. Mundo económico y mensaje bíblico 2. Época patrística: ¿Comunismo o comunicación de

bienes? 3. Edad Media: Gestación y desarrollo de la moral

económica 4. Del siglo xvi a la doctrina social de la Iglesia

por Raimundo Rincón

5. La posición de la Iglesia católica ante la economía industrial: La doctrina social de la Iglesia

por Ildefonso Camacho

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CAPÍTULO 1

Mundo económico y mensaje bíblico

No parece necesario recordar que la temática de la Biblia no es directamente moral, sino religiosa; más aún, su perspectiva se halla muy lejos de cualquier visión sistemática, hasta el punto de que desconoce las categorías fundamentales que suelen estructurar los distintos sistemas éticos. No cabe hablar, pues, de principios teóricos, sino más bien de situaciones existenciales concretas que son valoradas sobre el trasforvdo y a la luz de la alianza-, la alianza con Yavé en el Antiguo Testamento y, en el Nuevo, la comunión con el Cristo liberador resucitado. Profundamente conscientes de esta relación comunitaria y personal, los escritores bíblicos juzgan las situaciones y los actos desde la idea-fuerza de la alianza, que más que en un argumento conceptual consiste en la percepción del pacto que liga al hombre con Dios y con sus semejantes, asumiendo tantas articulaciones cuantos son los aspectos y momentos importantes de la vida.

Los textos bíblicos referentes a la vida socio-económica tienen que ser encuadrados en la historia de Israel, que ha pasado por diversas etapas: nomadismo, seminomadismo, asentamiento en la época de la monarquía, crisis exílica, posexilio, etc. En cada uno de esos momentos hay que prestar atención a la lectura crítica de los condicionamientos culturales e históricos de donde proceden las normas concretas sobre posesión y distribución de los bienes económicos. También hay que tener en cuenta el estilo dialógico de tales textos, que, en las distintas ocasiones, habrá que especificar como estilo kerigmático, alocutivo o didascálico.

Conscientes de la imposibilidad de presentar aquí un estudio elaborado según tales criterios por falta de espacio y de competencia personal, nos limitaremos a esbozar una breve panorámica de los hechos, ideas y actitudes económicas reflejadas en el mundo bíblico. A pesar de las limitaciones, esta aproximación nos permitirá inducir una serie de datos ineludibles con vistas a que nuestra reflexión sobre la moral económica tenga una inspiración hondamente bíblica y cristiana, según las recomendaciones del

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18 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Vaticano I I l . Nuestra exposición histórica se va a deslizar sobre dos pistas: intento de buscar las constantes del elemento nuclear del mensaje bíblico y esfuerzo por ubicar estas constantes en sus correspondientes contextos. Para evitar en lo posible la dispersión, nos centramos en el análisis de los aspectos y realidades económicas que, a nuestro parecer, son particularmente relevantes. Por tanto, después de un breve recorrido que nos permita conocer la evolución socio-económica de Israel, agruparemos en un trabajo de síntesis los datos más destacados en torno a los temas siguientes: actitudes respecto a los bienes económicos, propiedad, riqueza y pobreza, la condición de los pobres y las medidas para remediar su situación. Para contrastar la dimensión positiva del ethos bíblico, examinamos también el lado oscuro a través de una breve alusión a los vicios económicos. Sin entrar en el problema de la continuidad/discontinuidad de los dos Testamentos, por razones pedagógicas y prácticas presentamos en dos secciones distintas lo relativo a uno y otro Testamento.

1. Aspectos morales del mundo económico en el Antiguo Testamento

1.1. Esbozo de la historia socio-económica de Israel

Hacer una presentación de la historia de Israel implica muchas dificultades. Por un lado, son grandes los problemas que plantean los datos recogidos en las diversas tradiciones; por otro, siempre acecha el peligro de recoger y valorar tales datos partiendo de un sistema determinado y de usar una terminología anacrónica. Dado nuestro cometido en esta obra, nos ceñimos a poner de relieve las referencias más contrastadas en los autores consagrados al estudio del tema. Como es usual, señalamos tres períodos en la exposición: 1) el antiguo Israel; 2) la época de la

1 Entre la literatura abundante, cf R. FABRIS, La comunitá cristiana e i beni dell'uomo, Cittadella, Assisi 1974; J. L. SICRE, Con los pobres de la tierra. "La justicia social en los profetas de Israel", Cristiandad, Madrid 1984, 48-83; R. DE VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1964, 232-248. Puede verse también J. M. AUBERT, o.c, 47-60; J. ELLUL, L'uomo e il denaro, AVE, Roma 1969; J. GARCÍA TRAPIELLO, Preocupación social en el Antiguo Testamento, en "Angelicum" 55 (1978) 161-192; G. .GATTI, Morale cristiana e realtá económica, LDC, Leumann (Torino) 198 J,, 24-43; G. B. GUZZETTI, Chiesa ed economía. Dissegno storico, Marietti, Torino 1972, 31-49; L. LORENZETTI, La societá e l'uomo, en "Trattato di etica teológica" 3, EDB, Bologna 1981; G. MAT-TAI, Problemi etici della vita económica, en "Corso di morale". KOINONIA, vol. 3, Queriniana, 1984, 354-366; M. VIDAL, Moral de actitudes III, PS, Madrid 1979, 196-207.

SÍNTESIS HISTÓRICA 19

monarquía y la división del reino; 3) el judaismo, que se extiende desde los tiempos del destierro a los tiempos de Jesús.

1. El antiguo Israel: De los orígenes a ¡a monarquía. En la edad patriarcal, de civilización pastoril y seminómada (los patriarcas eran pastores seminómadas en vías de sedentarización), lo importante era la supervivencia y el bienestar del grupo. No existen ricos y pobres, porque la forma de vida no se presta a fomentar la propiedad privada o un enriquecimiento notable, ya sea por las estrecheces en que se mueven, ya sea por las agresiones de animales y hombres. Por lo demás, los huérfanos y las viudas están bajo la protección de la familia, presidida por la figura del padre-jefe. Al ser comunes los peligros que amenazan a los distintos grupos, se comprende que entre ellos existiera fuerte solidaridad, basada en la recíproca defensa. No obstante, las fuentes bíblicas presentan numerosos conflictos, dentro y fuera del ámbito familiar, cuyo origen es muchas veces de carácter económico2.

En cuanto a la fase de la estancia en Egipto y el subsiguiente éxodo, así como en lo relativo a la progresiva infiltración de Israel en Canaán, hemos de tener en cuenta que la Biblia nos ofrece una lectura cargada de épica y de teología. Por supuesto, no pretendemos decir con esto que cuanto narran las diversas tradiciones sea mentira; una interpretación puramente socio-económica, en cambio, sería incompleta, pues no explicaría suficientemente la verdadera experiencia existencial de las tribus, que en el cambio de cultura, al pasar del seminomadismo a ser tribus sedentarias, eran guiadas por su conciencia religiosa. Dejamos al margen el problema de la organización de las distintas tribus y la formación de la llamada "anfictionía" (asociación de estados, unidos por los mismos cultos), ya que la discusión sobre el particular sigue abierta. Lo que sí nos interesa es resaltar algunos datos de gran importancia:

— La sedentarización supuso muchos cambios, pero el más relevante fue ciertamente la acomodación a la agricultura, agravado por el problema del reparto de la tierra3. Dos tradiciones nos describen esta distribución (Jos 18,1-10; Núm 26,52-56). A pesar de que el reparto se hace por sorteo para que se manifieste la voluntad de Dios y no haya arbitrariedades, este hecho, junto

2 Para litigios intrafamiliares, cf las tensiones entre Abrahán y Lot (Gen 13,5-9), entre Ismael e Isaac (21,9s), entre Esaú y Jacob (27), entre Jacob y Labán (30,25-43), entre Labán y sus hijas (31,14s). Para litigios extrafamiliares, cf el de Abrahán con Abimelec (21,22-31), el de Isaac con los filisteos (26,15) y con los hombres de Guerar (26,18-22), en los que se discute por unos pozos de agua, de enorme importancia para la vida del grupo y del ganado. Más ampliamente en J. L. SICRE, O.C, 50s, a quien seguimos en la exposición.

3 La Biblia consagra al tema Jos 12-21 y otros relatos sueltos.

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20 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

con el botín de guerra, constituyen para Lurje la base de todas las desigualdades posteriores en virtud de una instauración más viva del principio de propiedad privada.

— Las tradiciones nos ponen de manifiesto también la existencia de diferencias económicas, como se comprueba por los datos de la arqueología; la existencia de grupos marginados que buscan ganarse la vida al margen de la ley, y la legislación recogida en el "libro de la alianza" (Ex 20,22-23,19), que refleja una sociedad dividida en grupos muy diversos con muy distintas posibilidades económicas: jefes, poderosos, esclavos y esclavas, jornaleros, emigrantes y pobres.

— Aunque no es exacto hablar de clases sociales, so pena de lesa ingenuidad, hay que reconocer la existencia de diferencias sociales entre los miembros de la población y el pulular de grupos cuyo origen estriba en diferentes causas, pero todas con matices económicos. En este período comienza a dejarse sentir, por tanto, el problema de los forasteros o emigrantes (gerim), los esclavos, los asalariados y los desocupados.

En tiempo de los Jueces, Israel toma conciencia también de la tensión entre la situación de hecho y el ideal entrevisto por la conciencia religiosa, que tiene a sus espaldas la experiencia de la intervención de Yavé (el Dios que escucha el clamor de los pobres, Ex 2,23) y la de la solidaridad en el desierto, cuando la necesidad de la unión y la ayuda mutua se sentían como una ley fundamental. Fruto de esa tensión son los temas que encontramos en el libro de la alianza: 1) la defensa de los más débiles, cuyas situaciones se han hecho estables (viudas, huérfanos, forasteros) 4; 2) preocupación por la justa administración de la justicia, evitando la parcialidad incluso a favor del pobre5; 3) legislación sobre los intereses y los empeños6; 4) la defensa de los "esclavos" hebreos7; 5) castigo de atentados contra la propiedad8, secuestro de personas con fines lucrativos9, soborno10.

2. La época de la monarquía. Este segundo período significa la centralización del gobierno. El problema de los orígenes de la monarquía en Israel es uno de los puntos más estudiados y de más difícil interpretación. A nosotros sólo nos toca presentar de modo esquemático los aspectos socio-económicos.

La monarquía que nace con Saúl nace para la guerra, para defenderse de otros pueblos, en particular de los filisteos. Surge

4 Cf Ex 22,20-23. 5 Ex 23,1-9. 6 Ex 22,24-26. 7 Ex 23,27. 8 Ex 21,36; 22,1-3.6-7.9-11. » Ex 21,16.

10 Ex 23,6 y 8; 1 Sam 8,3.

SÍNTESIS HISTÓRICA 21

así la formación de un ejército profesional. Comienza el período de la economía urbana, en la que emergen numerosas profesiones v destacan actividades como la metalurgia, la minería, la cerámica y la industria textil. Aunque probablemente no había impuestos, pues "aquella sencilla corte se sostenía gracias a los donativos espontáneos", lo que sí ha comenzado con Saúl es, en palabras de J. L. Sicre, un proceso de unificación que acabará en centralización; de militarización, que acabará en militarismo; de acumulación de poder, que terminará en dictadura.

Con David (ca. 1010-971 a.C), en virtud de la consolidación del estado y la formación de un imperio, se ponen las bases para una burocracia administrativa y la aparición de una clase dirigente. Junto a esta complejidad administrativa debe apuntarse un mayor lujo de la corte y el numeroso harén de David (ocho esposas y diez concubinas) como factores que aumentan considerablemente los gastos. Probablemente los ingresos para cubrirlos procedían de los tributos impuestos a países extranjeros y de las posesiones del rey. Aunque se cuestione su conducta por varios capítulos, quizá la acusación más grave es la que denuncia Absa-lón: despreocuparse de la administración de la justicia (2 Sam 15,2-4).

No parece necesario subrayar los méritos de Salomón (ca. 971-931 a.C), por ser bien notorios. Aunque haya exageración en los datos respecto al número de mujeres (setecientas esposas y trescientas concubinas) y al lujo de su corte, deben basarse en hechos reales. Para hacer frente a los gastos del aparato administrativo, la corte, la construcción del templo, el palacio y otros edificios públicos, Salomón contaba con los impuestos a los países sometidos, caravanas, comerciantes, tránsito de mercancías y con los ingresos del comercio exterior, basado sobre todo en la compra-venta de caballos. Pero semejantes ingresos no bastaban para sufragar tan enormes gastos, y Salomón tuvo que pedir un préstamo (1 Re 9,14) e imponer un tributo al pueblo (1 Re 5,7-8). Lo más indignante, sin embargo, es la constatación de dos grandes injusticias: el sometimiento de las tribus del norte a trabajos forzados y la importación de algunos artículos de lujo a costa de exportar en gran cantidad otros de primera necesidad. En este tiempo comienza la formación del latifundio" y una cierta proletarización n.

No obstante esta imagen tan negativa, es preciso reconocer que "la época más espectacular y de mayor grandeza que conoció Israel se desarrolla inmediatamente antes y después del año 1000 a.C"; pero, como tantas otras veces, el progreso material, incluso de los más débiles, va acompañado de injusticias y opresiones. En

" Una alusión puede verse en la invectiva de Is 5,8; Miq 2,2. 12 1 Sam 8,11-18.

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22 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

el siglo X, además, se verifican grandes cambios: 1) la centralización política que transforma la estructura social; 2) el proceso de urbanización; 3) una nueva estratificación social y el fenómeno de la diversificación del trabajo, que generan una sociedad diversa con distintos grados de prestigio y niveles de vida; 4) la formación del patrimonio de la corona, aunque esto probablemente no provocó grandes injusticias. "Quizá la mayor culpa de la monarquía, especialmente con David y Salomón, es haber propuesto un ideal de vida en el que el lujo y la riqueza ocupan un puesto importante... No todo es malo en el siglo X, y nadie puede frenar la historia. Pero muchas cosas han cambiado, y no siempre en buena dirección" n .

Desde la división del reino a la muerte de Salomón hasta el siglo vm, las guerras fratricidas, la amenaza de los países vecinos y la sequía inciden negativamente en la economía de Israel. Los principales problemas de la monarquía son éstos: 1) la desigual distribución de la riqueza, que va abriendo un abismo entre pobres y ricos; 2) el latifundismo, cuya base puede estribar en el reparto de la tierra, pero que adquiere nuevos matices al formarse el patrimonio de la corona, si bien la mayoría de los historiadores no culpan de esta situación al rey; 3) la corrupción de las costumbres en la administración de la justicia, a pesar de las medidas que se toman; 4) la práctica del comercio es otra fuente de injusticias.

La legislación no consigue frenar la evolución cada vez más desfavorable para los grupos más modestos, ya que aumenta constantemente el número de personas que pierden sus tierras. Se promulga, pues, una nueva ley sobre el salario (Dt 24,14) y unas normas de carácter humanitario en favor de los más pobres y de los emigrantes (gerim) I4.

Todos estos problemas sociales desembocan en la profunda crisis que estalla a mediados del siglo vm. Varias son las explicaciones que de esta crisis se han avanzado (influjo de la mentalidad cananea, teoría de la "burocracia piramidal" de A. Alt, el "capitalismo de rentas"), que si bien no resuelven todos los problemas, subrayan, como indica J. L. Sicre, el valor de la tierra en el antiguo Israel y la raíz de la gran crisis del siglo VIH I5.

En este contexto socio-económico que hemos esbozado nace el profetismo, el hecho más importante de la historia de Israel, tanto bajo el punto de vista religioso como social16. Los profetas, cuya protesta social nace de su conciencia religiosa, son los rei-

* 13 Cf J. L. SICRE, o.c, 68-72. 14 Cf Dt 23,25-26; 24,14.17.19-21. 15 Cf J. L. SICRE, O.C, 76-82. 16 Como la bibliografía es tan copiosa, remitimos a la que recoge, por ejem

plo, J. L. SICRE, O.C, 465-477.

SÍNTESIS HISTÓRICA 23

vindicadores de la pureza del yavismo y de la justicia social, porque la conciencia religiosa encuentra verificación en la práctica de la justicia social. En este sentido, el aspecto más revelador es la polémica contra el culto, pero no en sentido de que los profetas propugnen una religión exclusivamente interior; conscientes de que una religión puramente interna sería una mixtificación, denuncian con fuerza que la práctica del culto haga de pantalla para enmascarar la falta de praxis ética, porque la lógica de la fe yavística conlleva necesariamente realizar con el hermano lo que Yavé ha hecho con Israel, vale decir liberarlo de la opresión.

Se ha dicho que hablar del mensaje social de los profetas es casi tan equívoco como hablar de la música sinfónica en el siglo XIX, porque los profetas se preocupan seriamente por la justicia social, pero cada uno lo hace desde su propio punto de vista, subrayando a veces un problema que otros pasan por alto, con argumentos, tradiciones y fines peculiares. No es posible ofrecer aquí el perfil y la obra de cada uno de ellos, tarea que consideramos muy interesante y para la cual remitimos a la bibliografía correspondiente, si se quiere "luchar contra ese dogmatismo que sólo tolera una actitud y una práctica en la lucha por la justicia social". Aquí ofrecemos, pues, unas pinceladas generales que ayuden a entrever el paisaje y la perspectiva del cuadro pro-fético17.

La visión de la sociedad que bosquejan, centrándose a menudo en la capital, es más bien negativa, pues en ella no se reflejan los deseos de Dios. Entre ellos se advierten coincidencias y divergencias, tanto en la terminología como en los aspectos que describen.

En lo concerniente a los problemas concretos que focalizan el núcleo de sus acusaciones, debemos reseñar igualmente una gran diversidad. He aquí los más destacados en orden de frecuencia: 1) la administración de la justicia en los tribunales; 2) el comercio; 3) la esclavitud; 4) el latifundismo; 5) el salario; 6) los tributos e impuestos; 7) garantías y préstamos; 8) el robo; 9) el asesinato; 10) el lujo y la riqueza.

Las víctimas de la injusticia son designadas con una serie de términos dignos de estudio, porque nosotros solemos despachar el tema con el vocablo semánticamente tan ambiguo de "pobres". En este punto quizá sea conveniente señalar que tales víctimas son designadas con la expresión "mi pueblo" fammi): en la visión de Miq 6,7, Yavé mismo se presenta como víctima de las injusticias de su pueblo.

La denuncia la dirigen los profetas contra quienes ostentan el poder civil, militar, religioso, judicial y económico. En la cumbre de la larga lista de autoridades e instituciones contestadas figuran

' Ib, 439-453, cuyo resumen presentamos en el texto.

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24 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

el rey, las autoridades religiosas, los falsos profetas, las personas con poder económico.

Una de las cuestiones en que se manifiestan con mayor claridad las discrepancias entre los profetas es precisamente la que apunta a la solución de las injusticias y problemas señalados. A veces, incluso un mismo profeta se pronuncia de modo distinto según las circunstancias en que se encuentra. En resumen, como línea dominante puede constatarse en ellos un cierto escepticismo en que estos problemas tengan solución humana; aunque también se advierte una actitud de esperanza con matices utópicos o realistas, según los casos.

3. El judaismo: Desde el destierro a los tiempos de Jesús 18. Todo este largo período se puede abrazar bajo este nombre. Es el tiempo en que Israel, hasta entonces teocracia, se organiza como sociedad religiosa que sólo tiene consigo la palabra de Yavé. En consecuencia, al retorno del destierro, la ley se "deshistoriza", con lo que se desdibuja su connotación ético-moral y se espesa su carácter litúrgico-cultual. Precisamente en este contexto con profundas dimensiones sectarias se realiza un proceso de maduración muy interesante: la pobreza se presenta no como un factor social a combatir por la conciencia religiosa, sino como una dimensión que debe englobarse en la experiencia religiosa. El paso de la pobreza-escándalo a la pobreza-bienaventuranza se refleja con mayor profundidad en el libro de los Salmos. En la redacción que ha llegado a nosotros, las situaciones dominantes son las de pobreza, indigencia, opresión; recogen el grito de quien sufre no por males achacables al destino o a la fatalidad, sino por males causados por otros. De ahí la contraposición explícita: por un lado, los pobres, los humildes y afligidos; y, por otro, los malos, a quienes se identifica con los ricos, los soberbios, los opresores.

Cortamos aquí el discurso sobre la pobreza porque volveremos sobre él más adelante.

1.2. Actitudes ante los bienes económicos: Propiedad, riqueza-pobreza

El Israel primitivo tenía bien asimilada la experiencia de la intervención de Yavé, que había liberado de la esclavitud a las tribus en Egipto y había llevado al pueblo a la conquista y apropiación del país de Canaán. Yavé, por tanto, es el único dueño y señor absoluto de la tierra, según se afirma en los abundantes

18 Cf A. CAUSSE, DU groupe éthnique a la communaulé religieuse, París 1937; ce. 6 v 7: G. VON RAD, Teología del Antiguo Testamento I, Sigúeme, Salamanca 1976,'103-131.

SÍNTESIS HISTÓRICA 25

textos de la creación19. Porque Dios es el único y verdadero propietario de todos los bienes, el hombre no tiene más poder de disposición que el que Dios le ha concedido y ha de ejercer en conformidad con la voluntad divina. Ahora bien, Dios ha manifestado su voluntad por medio de la ley que regula:

— La distribución de la tierra de Canaán y su redistribución cada cincuenta años, en el año del jubileo20.

— Los ciclos de trabajo: el propietario-concesionario no puede trabajar más que los seis primeros días de la semana (descanso sabático) y sólo durante seis años seguidos (año sabático para la tierra)2I.

— El destino de los frutos: las primicias de la tierra y los primogénitos de los animales pertenecen a Dios22, prescripciones sobre la recolección de las cosechas en favor de los pobres y emigrantes23.

Con más razón, obviamente, Dios es el único dueño de los hombres. Por eso en Israel no puede hablarse de esclavitud propiamente dicha: ésta se limita a una cesión de la propia capacidad de trabajo; cesión temporal, porque en el año sabático se debe liberar a los esclavos hebreos24.

La propiedad del dinero también queda limitada a través de la prohibición de la usura, porque el préstamo de dinero o mercancías no es sino un servicio que se hace al prójimo, y el cobro de intereses daña la solidaridad entre los miembros del pueblo de Dios.

Los bienes económicos, al igual que las restantes realidades terrestres, son buenos en sí mismos porque han sido creados por Dios: "Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno" (Gen 1,31). No debe sorprendernos, pues, la lectura teológica de Jesús, que contempla los bienes creados como "signos" de la bondad y señorío del Padre25, prenda de otros dones más valiosos26 y añadiduras del reino27.

Esto era así "en el principio" y debiera ser así "en principio"; pero conocemos bien la dramática situación del hombre a causa

" Cf Lev 25,8-17.23; Núm 34-36 y passim. 20 Cf Lev 25,8ss; Ex 21,2-11; Dt 15,12-18; Jer 34,8-32; Is 61,1-3. 21 Respecto al sábado, cf Ex 20,8-11; Dt 5,12-15. Para el año sabático, cf Lev

25,1-7; Ex 23,10s; Dt 15,1-18. 22 Dt 26,1-3 y 15,19-23, respectivamente. 23 Al segar hay que dejar una porción, Lev 19,9s; 23,22. No se deben coger las

espigas caídas ni las uvas que cayeron, Lev 19,10, ni las aceitunas que quedaren en el árbol, Dt 24,19-22, porque todo esto corresponde a los pobres y a los emigrantes.

24 Ex 21,2; cf Jer 43,13ss. Sobre las directrices para la liberación de esclavos, cf Dt 15,12-18.

25 Mt 5,45; 6,25-34; Le 12,22-31; cf He 14,17; 2 Cor 9,8-11. 26 Mt 6,25. 27 Mt 6,33; Le 12,31.

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26 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de su pecado. A partir de ese momento, el hombre creado a imagen y semejanza de Dios28, constituido en lugarteniente de Dios para la creación entera29, ha experimentado la permanente tentación de adorar el becerro de oro y de postrarse idolátricamente ante los bienes del mundo económico. Por eso los profetas preexi-licos concibieron la codicia como una forma de idolatría, ya que el dios Mammón surge como un rival de Dios e incita a quebrantar el primer mandamiento.

No obstante, para evitar malentendidos hay que insistir en que no se debe "poner el acento en la contraposición Dios-Mammón; hay que ponerlo en la actitud que adopta el hombre ante ellos (doulein). Es decir, los bienes terrenos no constituyen en sí mismos un dios que se opone a Dios. Es el hombre, con su actitud, quien puede divinizarlos y convertirlos en un rival de Dios"30.

1.3. La valoración de la riqueza

El material bíblico es muy copioso31 y se presta a fáciles manipulaciones. Por otra parte, la reflexión bíblica sobre la riqueza se desliza por diversas pistas, a veces paradójicas, pues se presenta como fenómeno social y como fenómeno religioso. Para no resultar excesivamente farragosos, apuntaremos sencillamente las coordenadas y líneas fundamentales de la concepción bíblica.

En las primeras etapas de Israel, especialmente en los libros históricos, encontramos una fuerte ponderación de la riqueza. Cuando se quiere encomiar a un personaje, se habla enfáticamente de sus cuantiosos bienes, de la cantidad de hombres a su servicio, del lujo que lo rodea, del número de mujeres que posee32. Al hacer tal constatación surge espontánea la pregunta por esta actitud bíblica cara a los bienes materiales. La respuesta puede articularse en las siguientes proposiciones:

En la época del nomadismo y seminomadismo, la riqueza es 28 Gen 1,27; cf 5,1.3; 9,6; Sal 8,5-6. 29 Gen 1,26.28; Eclo 17,2-4; Sal 8,6-9. 30 Este aspecto lo ha estudiado y expuesto con brillantez J. L. SICRE, LOS

dioses olvidados. "Poder y riqueza en los profetas preexilicos", Cristiandad, Madrid 1979; véase la segunda parte, "La divinización de los bienes terrenos", lOlss; cit. 165.

51 Además de la bibliografía ya citada, puede verse A. ANTOLI GUARCH, Nuevos caminos para la teología moral, Facultad de teología San Vicente Ferrer, Valencia 1978, 206-228; A. Rizzi, Escándalo y bienaventuranza de ¡a pobreza, Paulinas, Madrid 1978 (muy interesante y básico); K. H. SCHELKLE, Teología del Nuevo Testamento III, Moral, Herder, Barcelona 1974, 433-445; W. TRILLING, Pobreza, en "CFT" 2, 470-475 (con bibl.). Especialmente A. GELIN, Les pauvres que Dieu aime, Paris 1968.

32 Cf Gen 13,2.5; 12,5; 15,14; 30,43; 1 Re 5, passim; 10, passim, y paralelos en 2 Crón 9, passim (Salomón); 17,5.12; 18,ls (Josafat); 32,27-29 (Ezequías).

SÍNTESIS HISTÓRICA 27

exaltada como fruto de la bendición de Dios y signo de su predilección33. Como en esa época no existen grandes desigualdades en la distribución de los bienes y en la economía vige sólo el trueque, la riqueza (animales, siervos, prole numerosa, salud) está condicionada a la fidelidad del pueblo a la alianza, por lo que se la considera signo de la bondad moral y la buena conducta de los individuos y de la comunidad (correlativa es la secuencia maldición-mala conducta-pobreza)34.

Cuando se produce el asentamiento permanente del pueblo en la tierra prometida, cambia la situación socio-económica y el contexto ético-religioso. La posesión de la tierra da origen a un régimen en que surgen los latifundios, con sus consiguientes salarios de hambre y las duras jornadas de trabajo; el intercambio mediante dinero favorece la acumulación y los fraudes en el comercio; con la llegada de la monarquía se refuerza la estructura institucional, que engendra nuevas injusticias y atentados a los derechos de los pobres, especialmente en el ámbito de la administración de la justicia. El pueblo, seducido por el relativo bienestar, comienza a olvidarse de la experiencia de Dios en el desierto y se aparta de la fidelidad a la justicia y a la solidaridad, características fundamentales del comportamiento exigido por la alianza.

Ante esta situación, algunos testimonios ponen de relieve que la riqueza no se considera el bien supremo o el valor preferente. El código legislativo deuteronomista, cuya fecha de composición se discute y en su conjunto viene a constituir un proyecto socioeconómico de gran valor ético-religioso, se propone salir al paso de una serie de males derivados de la situación, porque la opresión del pobre clama ante Dios. Las normas y las instituciones de esta época no se inspiran ya sólo en el recuerdo del éxodo y de los antiguos tiempos del nomadismo, sino que responden a las perspectivas mesiánicas de la liberación.

La valoración de la riqueza deja de ser monolítica. Los escritos proféticos y deuteronómicos afirman que hay una serie de valores que la superan35; otros sostienen que, en determinados momentos y en circunstancias difíciles, las riquezas no sirven para nada, y señalan sus limitaciones al tiempo que los riesgos que conllevan36.

33 Gen 24,35 (Abrahán); 26,12-14 (Isaac); 27,28 (Jacob); 39,2-5 y 23 (José); 2 Sam 5,10 (David); Dt 7,12-15, respecto del pueblo en general.

34 Cf Lev 26,3-10.20-22; Dt 5,16.33; 16,20; 23,21; 28,lls. 35 Cf Jer 9,22s, que anticipa lo que explanarán los libros sapienciales. Valores

superiores son la sabiduría, el temor de Dios, la voluntad divina y sus preceptos, la integridad moral, el buen nombre, los buenos amigos, el amor y el afecto, la paz y la tranquilidad; cf M. ANTOLf, o.c, 218-221.

56 Cf Sof 1,18; Ez 7,12s.l9s; 28,2-19; Sal 49,4-21...

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28 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Incluso se llega a sugerir que la privación de los bienes no siempre es un mal: puede entenderse como una prueba y tener sentido providencial37.

Crítica de la propiedad y la riqueza. En la tradición profética y en la legislación social de la tora se encuentran fuertes críticas a la propiedad de los bienes económicos, porque este derecho se considera fundamentalmente subordinado a la obligación de defender a los socialmente débiles. En este sentido son especialmente relevantes los testimonios de Amos (5,10-12; 8,4-8), que reaparecen en el reino del sur en la obra de Isaías (10, 1-3). Esta predicación social de los profetas fue recogida, al menos parcialmente, en la tora y particularmente en el Deuteronomio, libro que tuvo gran importancia en la reforma del rey Josías y en la renovación de Israel durante el período exílico.

Conviene, sin embargo, recordar que la posesión justa y moderada era reconocida y estaba bajo la protección del decálogo (Ex 20,15 y 17; Dt 5,19 y 21). Pero debió ser más frecuente de lo deseado el abuso, pues se advierten ya tensiones sociales en el judaismo antiguo: las luchas judías por la liberación, sobre todo a partir de la época helenística, eran a la vez reyertas sociales. La misma polémica de Ben Sirá, el maestro de la sabiduría, alcanza a veces, en su lucha contra la injusticia social, la dureza de la predicación profética. Más severa aún es la amenaza apocalíptica contra los ricos injustos.

Quizá pueda sintetizarse la concepción veterotestamentaria sobre la riqueza, después de la culpa original, en esta sentencia, que condensa la sabiduría multisecular sobre el tema en términos de oración: "No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; /no sea que llegue a hartarme y reniegue de ti,/diciendo: ¿Quién es el Señor?;/no sea que, siendo pobre, me dé al robo/y blasfeme el nombre de mi Dios" (Prov 30,8s; cf Eclo 13,24; 31, 8-11).

1.4. La pobreza: Desafío y misterio

Ciertamente nos encontramos ante uno de los temas más sugestivos y complejos de la Biblia por su profunda incidencia en el talante ético de la comunidad cristiana y de cada uno de sus miembros. En consecuencia, aunque sólo cabe una síntesis muy apretada, procuraremos ceñirnos del modo más objetivo posible a la documentación bíblica, lejos de lecturas reductoras o ideo-logizadas.

En el Antiguo Testamento, la pobreza es un fenómeno social.

37 Cf Dt 8,3; Prov 22,2.

SÍNTESIS HISTÓRICA 29

Desde esta perspectiva es posible individuar tres pistas de reflexión: a) la pobreza-escándalo, en cuanto que su existencia de hecho es expresión de infidelidad a Dios y de ruptura de los vínculos de fraternidad establecidos en la alianza; b) la pobreza-castigo divino, como lado oscuro de la riqueza-premio, dentro de la concepción materialista de la recompensa al justo en esta vida terrena; c) en los ambientes sapienciales se entiende como un estado-de-vida-intermedio entre la miseria y el excesivo bienestar, ya que ambas situaciones son igualmente peligrosas para vivir virtuosamente.

En realidad, no se trata de una consideración sociológica de la pobreza, sino más bien de una interpretación religiosa, pues en Israel lo social, lo político y lo religioso forman una trama común y única. El registro de la comprensión y la clave de la solución de la pobreza es, por tanto, hondamente religioso, aunque es en la época del judaismo (desde el destierro hasta los tiempos de Jesús) cuando se articula el paso de la pobreza-escándalo a la bienaventuranza de la pobreza.

Antes de ofrecer la secuencia histórica de la valoración y sentido de la pobreza en la literatura veterotestamentaria, conviene aclarar una cuestión: ¿Quiénes son los pobres en el Antiguo Testamento? Para ello nada mejor que acudir al vocabulario concreto del hebreo, que nos ofrece una teoría de "gente sin dignidad que pisa el suelo de Israel": junto a 'ébed, el esclavo, y ger, el extranjero inmigrado, tenemos miskén, helká, el mísero y abandonado; ras, el hombre que inspira vergüenza; dal, el flaco o el raquítico; 'ebyón, el oprimido; 'aní, el que sólo puede decir sí al amo, y 'anaw (en plural, 'anawim), el necesitado.

La concepción de la pobreza cambia de significado. Durante el nomadismo, la riqueza relativa de las tribus era comunitaria, y la pertenencia a la tribu llevaba consigo la plena participación en los bienes comunitarios. En esta época no puede hablarse, por tanto, de pobres ni en su dimensión sociológica ni teológica, porque la pobreza no existía de hecho.

Posteriormente, con el paso a la cultura sedentaria y agrícola, la posesión privada de las tierras, el desarrollo del comercio y los servicios en las primeras ciudades-estado generan las diferencias sociales. Estas se van marcando cada vez más con la implantación de la monarquía, al incrementarse los servicios y el comercio. Ahora bien, el empobrecimiento y proletarización de amplias capas de la población judía se debe sobre todo a la formación de los latifundios y al crecimiento acelerado de los impuestos, exigidos en razón de las cada día mayores necesidades de la corte real y de sus funcionarios, del mantenimiento de los ejércitos mercenarios y de las continuas guerras.

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30 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

En este contexto, tan sumariamente esbozado, surge la figura del "pobre", que es sobre todo el desposeído y oprimido, ya que soporta la riqueza y hasta el lujo de otros grupos sociales; el que ve considerablemente mermada su estimación (el humillado). El correlato del pobre es siempre el rico, el poderoso, que aparece como responsable de la situación-injusticia en que se encuentra el necesitado.

En este contexto surge también el hecho más importante de la historia de Israel: el profetismo. A partir de este momento se profundiza y acelera el proceso de interiorización o espiritualización de la pobreza según dos líneas de evolución: la primera conduce de la pobreza como hecho social a la consideración de la pobreza como valor religioso (de la pobreza a la religión); la segunda sigue el camino contrario, es decir, los creyentes se hacen ahora pobres, socialmente insignificantes (de la religión a la pobreza). Se establece así la identidad y un dualismo ético-religioso: creyentes-justos-pobres, y no-creyentes-injustos-ricos38. Casi se diría que se trata de dos sistemas, cada uno de los cuales cuenta con su propia lógica.

La teologización de la pobreza adquiere sentido comunitario en el destierro, donde Israel sólo de Dios puede esperar el remedio de sus males. La pobreza se desposa entonces con la humildad, y florecen muchos salmos de confianza y súplica, en los que Dios se presenta como especial protector de los pobres y se refleja una imagen de la piedad como plenitud de fe39.

Como el cambio no fue del todo eficaz, el concepto de pobre, ya fuertemente marcado por la connotación comunitaria, adquiere ahora un matiz escatológico. Sofonías (3,1 Iss), en tiempos muy cercanos al exilio, habla de una utopía paradójica: Yavé creará un pueblo nuevo, "un pueblo pobre y humilde, un resto de Israel, que se acogerá al Señor"; el segundo Isaías, a su vez, describe en los días del destierro la figura del siervo de Yavé40. En esta descripción, algunos de cuyos elementos se entienden mejor cuando se aplican'a un individuo, y otros, en cambio, cuando se atribuyen a una colectividad, encontramos el momento culminante del significado religioso de la pobreza: toda su negatividad humana y social "misteriosamente, de una forma cuyo cómo y por qué no se entiende, se ve como raíz y matriz de una positividad universal"41.

No obstante, la literatura sapiencial ofrece una cierta racionalización del misterio de la pobreza: reconoce la existencia de po-

38 Ci Sal 34 (segunda parte); 86,ls; 140,13s. " Cf Sal 10,17; 22,27; 34,3; 86,ls, entre otros. 40 ls 42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52,13-53,12. 41 A. RIZZI, o.c, 66.

SÍNTESIS HISTÓRICA 31

bres virtuosos42; pero, a la vez, la pobreza es considerada fruto del desorden y la indolencia43 y ocasión de pecado. Para descifrar, pues, el misterio de la pobreza, y más concretamente el de los "pobres de Yavé", es necesario acudir a los textos neotesta-mentarios, porque es el Mesías el que llevará a cumplimiento y realizará en plenitud esta espiritualidad elevadísima, el que reunirá a los débiles y humillados.

1.5. La causa de la justicia: La liberación de los pobres

El Antiguo Testamento no habla mucho44 de la pobreza, pero lo hace ampliamente de los pobres y del comportamiento, mejor aún, de la actitud, que es necesario adoptar ante ellos. Como al exponer la evolución socio-económica de Israel han ido apareciendo los datos más relevantes sobre el tema, nos limitamos ahora a presentarlos de modo esquemático y más articulado.

a) "Existencia de grupos socialmente débiles" en Israel. No se puede hablar de clases sociales en el sentido moderno; pero los cambios sociales que se fueron realizando generaron desigualdades cada vez más ostensibles. El desequilibrio social entre los distintos grupos, tan fuertemente resaltado y denunciado por los profetas, perdura en los siglos posteriores.

b) La situación social del abanico de personas y grupos se caracteriza por la falta de protección familiar y por la opresión o abuso de otros grupos sociales poderosos. A pesar del estilo hiperbólico, podemos hacernos idea de su condición a través de las descripciones que nos brindan los profetas-escritores del siglo VIII a.C. Testimonios ulteriores confirman la dureza de la situación.

c) En cuanto a las causas generadoras de la pobreza, en los profetas, en la ley y en los salmos la causa directa que encontramos es la explotación sistemática de los pobres por parte de los poderosos; sólo en el libro de los Proverbios se vincula la pobreza a la pereza y a la indisciplina.

d) Medidas para suavizar la situación de los grupos débiles. Aunque siempre sigue viva la nostalgia del desierto, Israel constata con realismo que "nunca faltarán pobres en este país" (Dt 15,11); pero precisamente por eso se preocupa de hacer realidad

42 Cf Prov 19,1.22; 28,6. 43 Cf Prov 6,6-11; 10,4s; 20,4.13; 13,4.18; 21,17.25, etc. 44 Además de la bibliografía citada, cf J. ALONSO DIAZ, Las "buenas obras" (o

la justicia) dentro de la estructura de los principales temas de teología bíblica, en "Fe y justicia", Sigúeme, Salamanca 1981, 13-59; R. SIVATTE, La práctica de la justicia, criterio de discernimiento de la verdadera experiencia de fe, según el Antiguo Testamento, en "La justicia que brota de la fe", Sal Terrae, Santander 1982, 13-34. Particularmente tomamos los datos de J. GARCIA TRAPIELLO, O.C, mientras no se reseñe otra referencia.

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32 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

lo que el mismo Deuteronomio prescribe: "por esto te doy este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra". De ahí que las medidas para paliar de algún modo la desigualdad social y económica entre los israelitas sean múltiples y de diversa índole. Con J. García Trapiello, podemos clasificarlas bajo dos epígrafes: "preceptos y recomendaciones"; "instituciones de tipo social".

1. Preceptos y recomendaciones. Comenzamos por los negativos:

— No maltratar al débil en ninguna de las posibles formas de opresión o abuso45.

— Prohibición de la usura y de la avaricia. Entre los preceptos y recomendaciones positivos, que buscan

ayudar a los pobres, destacamos los siguientes: — La preocupación por la recta administración de la justicia

constituye casi una obsesión en el Antiguo Testamento. — El amor compasivo encarecidamente recomendado tiene

que encarnarse en la ayuda eficiente al pobre y, más concretamente, en la limosna.

— La tutela legal del salario del jornalero. — La tutela legal de las prendas empeñadas por el pobre. — El deber de ayudar, alegrar y amar al forastero (ger). — Las disposiciones encaminadas a mitigar y hacer más

humana la situación de los esclavos, particularmente de los esclavos israelitas, cuya servidumbre era sólo temporal.

2. Veamos a continuación las instituciones erigidas para favorecer a los pobres: a) la institución del "sábado"; b) el "año sabático"; c) el "año jubilar"; d) el "diezmo trienal".

Las motivaciones de todas estas medidas no son de carácter económico ni social, ni siquiera humanitario, sino que se inspiran en la urdimbre teológica y ética del Antiguo Testamento. Ateniéndonos a los textos bíblicos, las motivaciones más inmediatas y concretas son: el ejemplo divino; la voluntad imperativa de Yavé; la experiencia de Israel en Egipto; la dignidad humana del socialmente débil; se trata de una condición indispensable para obtener la bendición de Yavé.

1.6. El lado oscuro del "ethos" bíblico. Vicios económicos

La lectura continuada de los textos46 nos permite descubrir el proceso de desconversión (des-viación) del hombre en el uso y

15 Como las citas serían interminables, remito al artículo citado en la nota anterior, 172-190.

46 Sobre esta sección, cf especialmente A. ANTOLI GUARCH, o.c, 266-299, en quien nos inspiramos.

SÍNTESIS HISTÓRICA 33

relaciones con el mundo económico. Parecen necesarias, sin embargo, algunas observaciones. Ante todo, recordemos que, en las primeras etapas, las personas y su existencia formaban parte del sector que llamamos sector de los bienes económicos o materiales; al principio, pues, sólo se descalifican las actitudes y comportamientos más burdos, verificándose así la afirmación de que la moral del Antiguo Testamento es "imperfecta"47. En segundo lugar, hay que evitar el anacronismo de juzgar el ethos bíblico vete-rotestamentario, sus normas y prácticas desde la moral cristiana y la ética de nuestras actuales culturas. En tercer lugar, debemos prestar la debida atención a la evolución y purificación progresiva de las aspiraciones y conducta de Israel en correlación con el progreso de su cultura y el despliegue de la revelación de Yavé. Debemos superar, por último, cualquier tentación de arqueolo-gismo en sintonía con las advertencias de san Agustín48.

En nuestro propósito de favorecer la formación de la conciencia como paso ineludible para el discernimiento moral, recopilamos con la consabida brevedad la normativa más destacable del Antiguo Testamento.

a) La venta de personas debió ser legítima y normal en los tiempos más antiguos; pero poco a poco van apareciendo ciertas limitaciones que recortan y suavizan esta práctica49. El profeta Amos proclama que Yavé será inflexible con su pueblo "porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias" (2,6; cf 8,6).

b) Injusticias clara y rotundamente descalificadas a lo largo de la historia de Israel: 1) el robo y la codicia severamente condenados50; 2) el fraude mediante pesos y medidas falsas51; 3) l a retención del salario del jornalero52; 4) la retención de la prenda del pobre53; 5) el préstamo a interés54; 6) la injusticia en los juicios, generalmente contra el pobre55. El significado y la grave-

" Cf J. GARCÍA TRAPIELLO, El problema de la moral en el Antiguo Testamento. Morder, Barcelona 1977, 182-193; también J. ALONSO DÍAZ, Sombras del AntigUo

Testamento en el aspecto moral, PPC, Madrid 1980. 4" De doctrina libri quattuor. 1. III, c. 18,26: PL 34.75. 49 Recuérdese la venta de José por sus hermanos, Gen 37,28; en cuanto a las

restricciones a propósito de la venta de personas pertenecientes al pueblo de Is-tiicl, cf Ex 21,2; Lev 25,39-43; Dt 24,7; respecto de la mujer extranjera asumida como esposa, cf Dt 21,10-14.

m Ex 20,15.17; Dt 5,19-21; cf Lev 19,11.13; Dt 27,17; 22,1-3. " Lev 19,35s; Os 12,8s; Am 8,4s; Miq 6,9-13; Dt 25,13-16; Prov 11,1; 20,10.23.

A las medidas se las reconoce una especie de valor sagrado porque "los platillos de la balanza son del Señor, todas las pesas son obra suya" (Prov 16,11).

" Lev 19,13; Dt 24,14s. " Ex 22,25s; Dt 24,10-13; Am 2,8. M Ex 22,24; Lev 25,35-37; Dt 23,20s; Ez 22,12. " Lev 19,25; 2 Crón 19,16s; 1 Sam 8,1-5; Am 5,7.10.12; Is 5,22-24; 10, ls; 32,7;

Miq 3,ls.9-12; 7,2s; Dt l,16s; 24,17; 27,19.25; Sal 58,2s; Prov 17,15; 24,23s; Job 10.24; 36,17-20.

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34 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

dad de la injusticia queda de manifiesto sobre todo en las denuncias amenazadoras de los profetas, según hemos comprobado más arriba56.

c) En la literatura posexílica encontramos la condena de otras actitudes y prácticas que no encajan en los casos anteriores y/o tienen connotaciones más moralizadoras: 1) se enseña que el robo y la rapiña no conducen a ninguna parte57; 2) el soborno debía ser tan frecuente, que una sentencia afirma que el hombre "que odia el soborno vivirá"58; 3) se desgrana un muestrario de manifestaciones de la avaricia o ambición59; 4) no es lícito desentenderse de los desastres del pueblo ni desoír el clamor de los necesitados y oprimidos60; 5) se reprueba el engreimiento y disfrute insensato de los bienes de este mundo61; 6) se vitupera la tacañería o incumplimiento de los deberes religioso-económicos respecto de las víctimas62, los diezmos63 y la casa de Dios64.

En esta somera panorámica podemos constatar que, a pesar de su imperfección, la moral económica del Antiguo Testamento no se reduce al simple "no robarás" y al estricto deber de "dar a cada cual lo suyo". El fuerte sentido teologal y comunitario de Israel se trasluce en sus normas y preceptos.

2. Aspectos morales del mundo económico en el Nuevo Testamento

Para enmarcar adecuadamente el mensaje y la práctica del Nuevo Testamento acerca de las realidades y actividades económicas, parece necesario describir con la máxima brevedad posible la estructura socio-política del medio en que se desarrolla "el mo-

56 Cf Am 8,4; Is 3,14s; 5,8s; Je 5,26-29; 6,13-15; 22,13-19; Miq 2,ls; Sof l,8s; 3,1-3; Ez 22,12s.25.27.29, etc.

" Prov 1,10-19; 15,27; 16,13; 22,8; Eclo 7,1-3; 21,8; 40,12s; Job 20,18-22. 58 Prov 15,27; cf 17,23. Puede decirse que el soborno es tratado en una forma

casuística impresionante. " Rechazada por Dios y por los hombres (Prov 10,3; 11,6.26; Eclo 27, ls),

porque el afán de riquezas se convierte en un tormento para sus adoradores (Eclo 31,1-7), hace al hombre cruel consigo mismo (Eclo 14,3-5.9-10) y engendra mezquindad (Eclo 20,14-17). De aquí la sentencia de los sabios: "No te afanes por enriquecerte,/deja de pensar en eso;/posas los ojos, y ya no está,/ha echado alas y vuela como águila por el cielo" (Prov 23,4s).

60 Cf Am 6,1-7; Ez 16,49; Qo 4,1; Job 31,16-20. 61 Ez 28,1-19; Job 31,34s; Sab 2,6-9. 62 Mal l,13s. " Mal 3,8-10; cf Lev 27,30s; Núm 18,21-31; Dt 14,22-29. 64 Ag 1,2-4.

SÍNTESIS HISTÓRICA 35

vimiento de Jesús". Naturalmente, hay que establecer una distinción entre la Palestina de los tiempos de Jesús y el mundo en que se erigen las primeras iglesias cristianas.

2.1. La Palestina de los tiempos de Jesús

En rasgos generales, la estructura social de Israel65 puede describirse como una sociedad teocrática, convertida en provincia del imperio romano, con una economía agraria primitiva. Precisamente el carácter teocrático de esta sociedad, connotación que configura de modo muy original la sociedad israelita, impone que la atención se focalice en Jerusalén, la ciudad donde está el templo.

Situación religiosa. En primer término figura el clero, con una estructuración social un tanto compleja, en cuyo vértice se halla el sumo sacerdote y en la base los levitas (clerus minor). Hay que destacar el dato de que la dignidad sacerdotal y levítica se transmite sólo por herencia; de ahí la acusada importancia de las genealogías y las severas normas sobre el matrimonio de sus miembros. Todo esto se explica porque los sacerdotes ofrecen los sacrificios no como designados por el pueblo, sino por Dios. Constituían, pues, la élite sagrada del pueblo durante el eón presente y al final de los tiempos.

Al lado de esta nobleza sacerdotal se encuentra la nobleza laica, de importancia mucho menor, formada por los componentes del sanedrín. Durante los últimos siglos antes de nuestra era aparece la clase de los escribas, nueva clase superior que lucha por imponer su superioridad sobre la antigua. Esta abigarrada clase la constituyen gentes de distinta posición: sacerdotes de elevado rango, miembros de la aristocracia sacerdotal, simples sacerdotes, personas pertenecientes al bajo clero y gentes procedentes de todos los estratos del pueblo. El único poder de los escribas reside en el saber. El pueblo tenía gran veneración por los escribas, factor que revela el gran riesgo que los ataques de Jesús contra ellos entrañaba.

Los fariseos (los "separados", los santos, la verdadera comunidad de Israel), aunque sociológicamente no forman parte de la

" Entre la copiosa bibliografía, nos apoyamos sobre todo en la obra de I. .lF.RF.MfAS, Jerusalén en tiempos de Jesús. Cristiandad, Madrid 1977; G. THEIS-M N. Sociología del movimiento de Jesús, Sal Terrae, Santander 1979; cf también J. 11 HARTE. Evangelio y comunidad, San Esteban, Salamanca 1983; M. LEGIDO, Fraternidad en el mundo. Un estudio de eclesiologia paulina. Sigúeme, Salamanca 1982; SAULNIER-B. ROLLAN, Palestina en tiempos de Jesús, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1979, esp. 19-23. En todas las obras hay amplia bibliografía. Mientras no se indique otra cosa, los datos los tomo del libro de Jeremías.

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36 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

clase superior, representan la verdadera fe judía, son piadosos y practican escrupulosamente la ley. En su mayoría son gentes del pueblo sin formación de escribas, pero en estrecha relación con éstos. El pueblo los admiraba mucho, quizá también por su oposición al poder romano. El lado oscuro se caracteriza por su excesiva confianza en su santidad y méritos ante Dios.

Los saduceos, en cambio, son conservadores, no reconocen más Escrituras que las del Pentateuco. Nota peculiar es la no creencia en la resurrección. Son más bien colaboracionistas y amigos de los romanos.

Los esenios son una especie de comunidad de monjes que viven en Qumrán, a orillas del mar Muerto. En 1947 se descubrió su biblioteca.

Los samaritanos, pueblo mestizo judeo-pagano, se separaron de los judíos bastantes siglos antes y construyeron su propio templo sobre el Garizín. Eran muy mal vistos por los verdaderos judíos, que los equiparaban a los paganos.

Situación económica. La agricultura es la de un país primitivo, centrada en la producción de trigo y aceite. Las tierras estaban más repartidas en Galilea, en tanto que predominaban los latifundios en Judea. También había producción de ganado y se daba la pesca en el lago de Galilea.

Las profesiones se agrupan en torno a los productos alimentarios (vinateros, fabricantes de aceite, carniceros, aguadores y panaderos); a los artículos de uso doméstico (curtidores, tejedores, sastres, bataneros y herreros); al turismo, sobre todo de carácter religioso (vendedores de ungüentos, resinas, objetos artísticos, copistas, etc.); al ramo de la construcción, que absorbe mucha mano de obra, sobre todo en la construcción del templo, la muralla de la ciudad y tantas otras obras encargadas por los colonizadores; a la actividad cultual y la vida del templo (carpinteros, orfebres, canteros, etc.), amén de los encargados de los diversos servicios, como los encargados de los sacrificios, fontaneros, barberos.

El comercio, sobre todo en Jerusalén, era muy activo, especialmente con las regiones próximas, de donde afluían trigo, frutas, hortalizas y ganado, así como materias primas para la actividad industrial (madera, piedra, lana, etc.). La profesión de comerciante era muy estimada y la ejercían incluso sacerdotes.

Desde el punto de vista económico, también reviste importancia el continuo y frecuente peregrinar de nativos y extranjeros. En las tres fiestas anuales de peregrinación se reunían en Jerusalén peregrinos de todo el mundo (pascua, pentecostés y los tabernáculos). Palestina estaba dividida en veinticuatro distritos, que se encargaban semanalmente de los servicios del templo. Recor-

SINTESIS HISTÓRICA 37

demos, además, que todo judío tenía que llevar a Jerusalén el impuesto de las dos dracmas, el segundo diezmo y primicias en especie (éstas se enviaban de forma colectiva). En resumen, "iban a Jerusalén extranjeros de casi todo el mundo entonces conocido. Principalmente se debía a motivos religiosos y, en segundo lugar, a razones de orden político o económico".

Situación social. Más que hablar de clases sociales, cuyo concepto se presta a muchas ambigüedades, queremos describir los estratos o estamentos sociales de mayor relieve. En Palestina reinaba una gran pobreza debida a diversos factores: catástrofes naturales, hambre, superpoblación, progresiva concentración de la propiedad, presión económica por el reparto de bienes entre los sectores de la producción y de la explotación, impuestos agobiantes civiles y religiosos.

La clase alta, o de los ricos, vivía con esplendor. Destaca sobre todo el tren de vida y actividades de la corte del soberano; pero también debemos situar en esta clase a los grandes comerciantes, los grandes terratenientes o dueños de fincas rústicas, recaudadores de impuestos, rentistas, miembros del sanedrín y el alto clero.

La clase media, poco conocida, la componen pequeños comerciantes; artesanos, dueños de sus pequeños talleres; el gremio de hostelería, tan importante para entonces a causa de la afluencia de peregrinos; los sacerdotes, cuya mayor parte vivían dispersos por el país.

Al ocuparnos de los pobres, hay que distinguir entre los que ganan su sustento mediante el trabajo (esclavos y jornaleros) y los que viven, del todo o parcialmente, de la ayuda de los demás.

En el campo no hay prácticamente esclavos; y en la ciudad, si se exceptúa la corte de Herodes, no se encuentran muchos al servicio de las casas. Más bien abundan los libertos. La discusión sobre la existencia o no de esclavos judíos es accidental, porque la mayoría de los esclavos de procedencia pagana recibían la circuncisión, haciéndose judíos, porque, de no ser así, para los judíos observantes no hubiera sido posible la convivencia con ellos.

Los jornaleros eran mucho más numerosos. Se llamaba así a quienes se contrataban para las cosas más impensables, siendo su salario un denario más la comida. Dada la precariedad de su condición, puede decirse que la suerte de los jornaleros era peor y, al menos, más dura que la de los mismos esclavos.

Entre los estratos de la población que vive, en parte o totalmente, de las ayudas recibidas, hay que mencionar a los escribas. Pero en Jerusalén está concentrada la mendicidad en torno al templo, práctica alentada porque dar limosna en la ciudad santa es tenido por altamente meritorio. La mendicidad, atestiguada en

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38 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

el Nuevo Testamento y en el talmud, era el recurso de la mayor parte de los enfermos y posesos. Con dos flashes podemos describir la situación: según J. Jeremías, Jerusalén, ya en la época de Jesús, era la ciudad de los holgazanes; ajuicio de G. Theissen, en tiempos de Jesús el desarraigo social era tan grande que el que no estaba contento con su situación podía resultar criminal o santo, mendigo o profeta, poseso o exorcista.

Continuando el descenso en la escala social, tenemos que aludir a la condición de los esclavos paganos, que se compraban o bien nacían en casa. Eran propiedad total de su dueño; y su situación, equívoca: por la circuncisión eran "hijos de la alianza"; pero por no ser libertos no eran miembros de la comunidad de Israel. Los derechos religiosos y cívicos estaban limitados; en especial, no eran aptos para testificar y carecían de cualquier facultad en el campo del matrimonio. No es extraño, pues, que la palabra "esclavo" se considerara una de las peores injurias, castigadas con el anatema.

En este contexto se desarrolla la vida y el mensaje de Jesús y, ulteriormente, el nacimiento y marcha de las comunidades cristianas primitivas. Pero si queremos tener completo el marco del Nuevo Testamento, hay que abordar también la descripción del mundo helenístico, en el que surgen las distintas comunidades paulinas.

2.2. El mundo helenístico en tiempos de san Pablo

Las comunidades paulinas66 nacen, en general, en la parte oriental del imperio romano, entre los años 30 y 70 d.C, es decir, en el mundo helenístico, bajo la órbita económica, política y cultural romana.

Situación religiosa. El contexto religioso se caracteriza por ser un mosaico abigarrado de tendencias y comunidades dentro de tres relevantes coordenadas: el desarraigo, al haberse perdido el suelo de la religiosidad tradicional; un ansia de liberación sentida en todos los niveles sociales, aunque con horizontes y acentos distintos; la búsqueda de una nueva experiencia religiosa con aires de universalidad.

En la época que nos interesa siguen funcionando las comunidades religioso-políticas de los dioses tradicionales agrupadas en torno al templo; la comunidad del emperador, que es una institución pública de culto sostenida por el senado provincial, cuya adoración significa el reconocimiento del imperio universal roma-

66 Cf para esta sección, particularmente, M. LEOIDO, O.C. (n. 65).

SÍNTESIS HISTÓRICA 39

no en su forma actual; se expanden las comunidades de los misterios, muy diferenciadas en su origen, historia, teología y ritos, pero con un denominador común: la iniciación por la palabra y los signos en la vida inmortal; la comunidad de los filósofos, especie de religiosidad secular, que pretende alentar a los hombres en su lucha diaria con el mundo y que, en el pueblo sencillo, se transformó en religiosidad popular, con sus limitaciones y ambigüedades.

Situación económica. La agricultura, principal fuente de riqueza, pasa poco a poco a un segundo plano; la propiedad de la tierra se va concentrando progresivamente en pocas manos. Se advierte una cierta industrialización de la producción agraria, y se reorganiza la comercialización de los productos.

La industria experimenta un notable desarrollo en la época imperial, aunque predomina la industria de carácter artesanal. Se desarrollan también la cerámica, la minería y la metalurgia, así como la construcción, que alcanza grandes proporciones. Se produce con ello una más activa y amplia comercialización de los productos industriales a lo largo y a lo ancho del imperio, en consonancia con las necesidades de los distintos estratos de la población.

El comercio, pues, extiende y perfecciona cada vez más sus redes, siendo los artículos que más circulan los cereales, el vino, jas conservas de pescado, las materias primas y la compraventa de esclavos.

Los bancos, en sus diversas formas de funcionamiento, dina-mizan y concentran toda la estructura económica.

Situación social. Los grupos sociales, en dependencia de la situación económica, se pueden polarizar en el llamado bloque dominante o clase alta, la grande y pequeña burguesía y el bloque dominado o clase baja, compuesto por los colonos, los obreros asalariados y los esclavos.

En una visión global y a grandes rasgos, la estructura social se presenta así: "Los campos se van quedando desiertos y pasando a manos del Estado y de los terratenientes. El pequeño campesinado autónomo y libre se va reduciendo. En las aldeas, formadas muchas veces por un grupo de cabanas, viven los jornaleros y los esclavos que cultivan la tierra. En las ciudades, una burguesía de terratenientes, industriales y comerciantes forman con la vieja aristocracia la clase dirigente. En los talleres, centros comerciales, oficinas y casas trabaja la mayor parte de la población como asalariados o esclavos"67.

67 Ib, 23.

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40 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

2.3. Incidencia del mundo judío y helenístico en las comunidades cristianas primitivas

Recordemos las causas de los cambios socio-económicos en la Palestina de los tiempos de Jesús: catástrofes naturales, superpoblación, concentración de la propiedad y sistemas competitivos de impuestos. Para gran parte de la población, tales cambios conllevaban unas condiciones cada vez más difíciles para la supervivencia. En los movimientos religiosos de renovación encontramos precisamente tres respuestas al problema señalado: "mediante" una cooperativa superdisciplinada, un programa revolucionario de revuelta social y un carismatismo ambulante que vive de limosnas"68. Corresponden a los tres movimientos de la comunidad de los esenios (Qumrán), de los militantes de la resistencia y de los seguidores de Jesús, por atenernos al juicio de G. Thiessen.

En los tres cabe individuar un fuerte "desarraigo social" y una fuerte crítica de la propiedad y la riqueza, aunque con matices distintos. Pero en cuanto a la explicación del fenómeno, conviene recordar que ni en ésta ni en otras ocasiones son suficientes las "explicaciones económicas". Aunque los pobres pueden estar en la base de una agitación social (y aun esto no siempre) —puntualiza el mismo autor—, su motor más frecuente son los ricos venidos a menos o los grupos que los inquietan en su posición social, porque sólo el que conoce o puede anticipar niveles mejores de vida reacciona sensiblemente frente a la pobreza y la miseria.

El "movimiento de Jesús" hay que contextualizarlo, pues, en el ambiente social de los movimientos intrajudíos de renovación del siglo i d.C, formado no tanto por la capa social más baja cuanto por una capa intermedia marginal, que reaccionó de modo especialmente sensible ante los procesos ascendentes y descendentes que se perfilaban. Se explica así la génesis del movimiento de "carismáticos ambulantes" iniciado por Jesús, al'que se fueron adhiriendo los discípulos en virtud de una llamada hecha por el "maestro". De ahí el radicalismo ético, que recoge la tradición sinóptica, respecto a la renuncia a un lugar estable, a la familia, a la propiedad y a la defensa propia, radicalismo trashumante que sólo puede practicarse en un estilo de vida marginada. Posteriormente, este radicalismo queda profundizado con la actitud escatológica adoptada por los "carismáticos ambulantes" en espera del fin próximo.

Junto a éstos surgen pronto grupos sedentarios de simpatizantes que forman "comunidades locales", caracterizadas por un doble rasgo: por una parte, mediante su ayuda material exoneraban,

68 G. THIESSEN. O.C.. 40.

SÍNTESIS HISTÓRICA 41

hasta cierto punto, de las preocupaciones por la comida, vestido y vivienda a los carismáticos ambulantes; por otra, esto les permitía, en cierto modo, pactar con el ambiente y vivir un ethos más mesurado, pudiendo contraer matrimonio y mantener la propiedad. Con el transcurrir del tiempo, las comunidades locales se hicieron mayores, siendo necesario crear puestos de dirección dentro de ellas y en conflicto, a veces, con los carismáticos ambulantes.

Ciertamente, el movimiento de Jesús emerge en el campo y se circunscribe originariamente a él, como lo pone de manifiesto la tradición sinóptica, a diferencia de los esenios, que se congregan en el desierto, y de los zelotes, guarecidos en las montañas. No obstante, desde el principio se encuentran personas que no proceden del medio rural en el círculo de Jesús. Pero, después de la resurrección, en la comunidad pospascual de Jerusalén se incorporan hombres de toda condición social, aunque la mayoría de la fraternidad está compuesta por jornaleros y pobres. Otro tanto se puede afirmar de las restantes iglesias o fraternidades cristianas primitivas, con los matices y puntualizaciones que cada caso requiere; la mayor parte de los hermanos proceden del mundo de los pobres, jornaleros y esclavos; pero las comunidades están abiertas a todos e intentan superar el encasillado social69.

Estas comunidades se configuran como fraternidades porque todos sus miembros son "hijos" de un mismo Padre. Esta religación filial-fraternal relativiza todas las barreras y derriba los muros que separan a los ricos de los pobres, a los libres de los esclavos, a los judíos de los griegos, a los hombres de las mujeres, a los cultos de los ignorantes. No obstante, en su seno anidan conflictos, particularmente en relación con la unidad; porque no siempre la acogida de la gracia del Señor es absoluta y en muchas ocasiones, en cambio, está absolutizada la situación socioeconómica, socio-cultural y socio-religiosa de sus miembros. "Cada uno va a lo suyo, desde lo suyo. Está en lo suyo, ex-siste desde lo suyo" 70.

Todas estas comunidades establecidas en la ecumene han sufrido el acosamiento de la persecución a corto plazo, a pesar de que no son, ni se lo proponen, una alternativa a este mundo; "más que cambiar este mundo por la revolución socio-económica y política, pretenden originariamente innovarlo y recrearlo desde las entrañas de los hombres hasta sus últimos entramados sociales y cósmicos", porque intentan transfigurar la historia con la gracia.

69 Cf M. LEGIDO, O.C. 93-97 (la comunidad de Jerusalén); 105-106 (la de Galacia); 112-114 (la de Filipos); 119-120 (la de Tesalónica); 125-126 (la de Corin-to); 134-135 (la de Roma); 140-144 (las de Efeso).

70 Ib, 153.

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42 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

2.4. Desde la solidaridad al "ethos" económico

La descripción sociológica y fenomenológica, aunque no explica totalmente la naturaleza y actividad del movimiento de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, nos permite situar adecuadamente el mensaje del Nuevo Testamento sobre el mundo de la economía. Por tanto, la misma situación socio-religiosa de anarquía (anomía) y desorientación general del pueblo en Palestina y en el mundo helenístico favorecía la situación de desarraigo y la recreación de nuevos movimientos comunitarios. En las pequeñas comunidades, radicalmente igualitarias y fraternas, del ambiente palestino y grecorromano, los creyentes comparten la dura y lenta marcha del proyecto de Jesús, proyecto de liberación interior de Mammón y de solidaridad humana universal.

Me parece que ahora podremos comprender mejor la parénesis y la práctica que en relación con la riqueza y la pobreza recogen los distintos escritos neotestamentarios: responden al contexto socio-económico de su tiempo.

A los judíos de la época neotestamentaria les era familiar la idea de que un Dios bueno ha creado y organizado el cielo y la tierra71. Por consiguiente, los contemporáneos de Jesús tenían la convicción de que los bienes terrenos son buenos; aunque, lógicamente, enriquecen esta lectura con la perspectiva cristológica y escatológica que impregna todo el Nuevo Testamento. La dimensión cósmica del pecado-alienación y la redención liberadora de Cristo incide también necesariamente en la comprensión y actitudes de los seguidores de Jesús, ya que el universo entero está solidarizado con el destino del hombre.

En una primera aproximación global, podemos resumir la actitud de los primeros cristianos ante los bienes temporales con las palabras del P. Humberf. por haber sido creados por Dios, los bienes son intrínsecamente buenos (1 Tim 4,4) y deben ser considerados dones de la liberalidad divina (cf Mt 5,45; 6,25-33; Le 12,22-31; 2 Cor 9,8-11; 1 Tim 6,17). Los cristianos han de confiarse plenamente a la Providencia (Mt 6,25-33; Le 12,22-31; 1 Tim 6,17; Le 11,3), pedir a Dios cada día sus favores (Mt 6,11; Le 11,3) y mantenerse en la acción de gracias (1 Cor 10,31; 1 Tim 4,3-4). Como la era escatológica ya ha comenzado, los creyentes no deben desentenderse de las realidades de este mundo, pero han

71 Cf J. BONSIRVEN, Le judaisme palestinien au temps de Jésus Christ, Paris 1935, 162-175; A. HUMBERT, L'attitude des premiers chrétiens devant les bien tempo-rels, en "StMo" IV (1966) 193-239, estudio cuyos datos asumimos a veces literalmente; cf también M. HENGEL, Propiedad y riqueza en el cristianismo primitivo, Desclée de Brouwer, Bilbao 1983.

SÍNTESIS HISTÓRICA 43

de relativizar la estima y el uso de los bienes temporales en una actitud de plena disponibilidad al reino de Dios72.

Esta disposición interior permanente del verdadero discípulo de Jesús, que es la piedra de toque para verificar la actitud del hombre ante Dios (Mt 6,24), debe encarnarse en la mentalidad y comportamiento, incluso en lo que concierne al derecho de propiedad. En aras de la brevedad, ofrecemos una síntesis de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Por su incidencia más profunda, nos ceñimos fundamentalmente al material de los sinópticos y de los escritos paulinos.

2.5. El mensaje de los sinópticos sobre los bienes materiales

Sintetizando al máximo las enseñanzas de los sinópticos 73, podemos ofrecer una valoración de la riqueza: tomada en sentido abstracto, en cuanto simple posesión de bienes materiales (bienestar y prosperidad), puede ser considerada buena; pero, contemplada en su concretez real, de inmediato aparece su ambigüedad y su dimensión condenable desde la racionalidad ética y religiosa. En clave de racionalidad ética, porque puede haber sido adquirida de modo injusto (pecado individual) y porque significa acumulación de bienes en beneficio de unos pocos, lo que provoca el empobrecimiento de los otros (pecado social). En clave de racionalidad religiosa, porque la abundancia de bienes bloquea y/o aliena, las relaciones del hombre con Dios.

A fuer de objetivos, debemos admitir que algunos textos sinópticos dan a entender que puede haber ricos buenos. El propio Lucas advierte a los ricos el comportamiento que han de tener para complacer a. Dios. En dos ocasiones ponen en labios de Jesús frases en las que se califica a la riqueza con el nombre de mammón. Sin embargo, hemos comprobado que los sinópticos, especialmente Lucas, subrayan fuertemente los peligros de la riqueza. La riqueza imposibilita prácticamente la salvación (imagen radical y dura del camello y el ojo de la aguja), porque ahoga la semilla del reino (parábola del sembrador) y no permite a su poseedor escuchar ni tan siquiera a un resucitado (parábola del rico y Lázaro). ¿Cómo se explica este poder anti-salvación de la riqueza? Sencillamente, porque se erige en un ídolo (Mammón, que, según los lingüistas, proviene de la misma raíz semita que el vocablo "amén") que pretende dar la salvación, pero es creador de muerte. Por tanto, hay que tomar una decisión: "Es imposible servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas" (Mt 6,24).

72 Cf A. HUMBERT, O.C., 195-198. 73 Cf M. LACONI, // vange/o e i beni materia/i, en "SaDoc" (1965) 5-23, que

recoge los datos de las distintas tradiciones.

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44 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

No obstante, Jesús practicó la universalidad de su amor también con los ricos, que son igualmente seres humanos; también a ellos les anunció la buena noticia del reino, pues confiaba en su capacidad de conversión: aunque "para los hombres eso es imposible, para Dios todo es posible" (Mt 19,26). Claro que esto no significa, como advierte un comentarista, que mediante un milagro le sea posible al rico retener sus riquezas y, además, salvarse. Significa que Dios hace posible la renuncia a las riquezas, que al hombre le parece imposible.

Desposorios de Jesús con la pobreza: Estilo de vida y mensaje. Para comprender a Jesús es necesario encuadrarlo con el trasfon-do de los pobres de su época. Tenemos que abrir, pues, este párrafo con la inevitable pregunta: ¿Quiénes son los pobres en los días del Nuevo Testamento? El término incluye, en primer lugar, a los económicamente débiles y desposeídos de bienes materiales; pero también a los jornaleros (trabajadores no cualificados, muy numerosos y cuyas condiciones de vida eran en Palestina más precarias que las de los esclavos). Muy próximos a los pobres hallamos también a los pecadores, porque el concepto se entendía como categoría social más que como categoría ético-religiosa; se consideraba pecadores a todos los que ejercían alguno de los oficios de ladrones (los relacionados con transportes de mercancías, tenderos, pastores, publicanos, ladrones, tramposos, prostitutas), los ignorantes, porque debido a su incultura no podían observar las complicadas y numerosas leyes judías. Por último, hay que añadir a los simples (nepioi), los pequeños (mikroi), los últimos (esjatoi), los más pequeños (elajystoi), las mujeres y los extranjeros 74.

Toda esta teoría interminable de hombres consideraban su condición como algo fatal. Esto explica que la situación de pobreza estuviera muy ligada frecuentemente con la predisposición a las enfermedades físicas y psíquicas, dados los niveles de frustración, ansiedad y complejo de culpa en que se veían obligados a moverse. Se comprende, pues, la expectación y entusiasmo con que aguardaban la llegada del mesías de los pobres.

En este contexto debemos situar los datos que nos han transmitido los sinópticos en relación con la actitud y mensaje de Jesús sobre la pobreza. Ante el material con que contamos, cabe plantear el primer interrogante: ¿Fue Jesús realmente un pobre?75

74 Cf M. GESTEIRA. Jesús y los pobres, en "Corintios XIII" 13-14 (1980) 34-42, que he tenido muy en cuenta: X. PICAZA, Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños (Mt 25,31-46), Sigúeme, Salamanca 1984, obra muy interesante.

" Cf también M. FRAUO, Jesús y los marginados, en "RyF" 978 (1979) 6-7, recogido en el volumen con este título publicado en Cristiandad, Madrid 1985; J. I. GONZÁLEZ FAUS, La nueva humanidad, Eapsa, Madrid 1974, 87-114; I D , ¿ a opción por el pobre como clave de interpretación de la divinidad de Jesús, en "La

SÍNTESIS HISTÓRICA 45

De inmediato nos viene a la memoria la rotunda afirmación que Mateo pone en labios de Jesús: "Aprended de mí, porque soy manso y humilde (praüs) de corazón".

¿Es cierto este dato? Ciertamente, el medio social y la red de relaciones en que se desarrolla la existencia de Jesús están fuertemente caracterizados por la pobreza. Basta evocar simplemente las personas que, al menos en la narración lucana, rodean a Jesús; figuras que representan la encarnación de la pobreza en su dimensión negativa (material) y positiva (experiencia religiosa de abandono, de esperanza y oración); 'anawim que viven el ideal perfilado en los últimos siglos del Antiguo Testamento: los pastores, Simeón, Ana y, sobre todo, su madre, María, que saca a flor de cántico su profunda experiencia de pobre de Yavé. La infancia de Jesús transcurre en un ambiente de pobreza: nacimiento en la cueva (Le 2,1-7), visita de los pastores (Le 2,8-20), los padres presentaron el sacrificio de purificación destinado a los pobres en su presentación en el templo (Le 2,22-24), adolescencia y juventud como hijo de carpintero (Mt 13,55); como "carpintero" (Me 6,3)76, no frecuentó la escuela (Jn 7,15).

Hacia los treinta años, Jesús renuncia a sus bienes y a su profesión para pasar a vivir como un escriba sin ingresos fijos. Como su continua movilidad hacía imposible el ejercicio de su oficio civil, queda a merced de la hospitalidad y generosidad de sus amigos, según da a entender Le 9,58: "El hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Al final de su vida, la única herencia material que deja son sus vestidos y una túnica inconsútil (Jn 19,23s y par.), teniendo que ser enterrado en un sepulcro prestado por José de Arimatea.

Este Jesús, predicador itinerante, a quien cabe presentar incluso como un marginado, se define como Mebasser, heraldo de buenas noticias para los pobres, al inaugurar su vida pública en la sinagoga de Nazaret (Le 4,18) y ante los enviados de Juan el Bautista (Mt 1 l,4s; Le 7,22). Sus oyentes entienden bien el mensaje, porque conocen las promesas de un Mesías de los pobres (cf Is 61, ls; 58,6). Al anunciarles, pues, el reino como buena noticia, Jesús les está manifestando que en él ha llegado el Dios de los pobres.

A pesar del estilo de vida de Jesús y de quienes le siguen, los evangelios nunca dan pie para entenderlo como un resentido o un obseso de la pobreza: come con frecuencia en casa de los fariseos;

justicia que brota de la fe", Sal Terrae, Santander 1982, 201-213; ID., Jesús de Nazaret y los ricos de su tiempo, en "MisAb" 74 (1981/4-5) 45-72; J. MARTfN PALMA, La teología radical de la liberación, Atenas, Madrid 1985, 69ss, cuya lectura recomiendo con especial interés.

76 Parece la traducción más exacta de tekton: por lo demás, no se conocía en Palestina como profesión independiente la de carpintero.

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46 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

algunos de los que piden su ayuda debieron ser de clase acomodada; acepta la unción en Betania. Tal vez para algunos se trata de inconsecuencias o debilidades; para nosotros, en cambio, manifiestan la maravillosa capacidad de Jesús "para determinar el valor y el imperativo de cada momento inmediatamente desde Dios y desde la particularidad de aquel momento, y no mediante la mediación de alguna ley universal"77.

La pobreza de Jesús, entendida como desposeimiento (vaciamiento) de todo lo que significa "tener", no es fruto de un imperativo exterior, sino de la libre opción tomada en el seno mismo de Dios. Jesucristo renunció a su forma de existencia divina para asumir la forma de existencia humana, existencia calificada con una connotación negativa porque se la consideraba como existencia de esclavo (alienación, diríamos hoy)78. La opción por la ké-nosis ha tenido también una versión histórica, que encontramos reseñada en los relatos de la tentación de Jesús79. No es extraño, por ende, que la vida y la predicación de Jesús se desplieguen por las aldeas anónimas y los pueblecitos de Galilea. En esta kénosis consiste esencialmente la pobreza de Jesús, que vive en una actitud de dependencia total de su Padre, de confianza absoluta en su bondad y de acercamiento existencial a los pobres.

"Dichosos los pobres": la "riqueza" de la pobreza. Los oyentes y seguidores de Jesús son, por tanto, los que forman "el pueblo del país", el pueblo despreciado por las clases cultas y piadosas. A ellos les anuncia enfáticamente que la pobreza es condición y exigencia para seguirle. Cada día se impone más la convicción de que la invitación hecha al hombre rico se dirige a todos, lejos de ser un "consejo" suplementario respecto a la vocación del discípulo de Jesús.

La llamada a los que él elige para ser sus colaboradores inmediatos conlleva la necesidad de compartir su estilo de vida (cf Mt 8,19-22; Le 9,57-60). La vocación de los "doce", según los sinópticos, requiere el abandono de todo (versión radical de Lucas) como paso previo para seguir a Jesús.

Las orientaciones misioneras impartidas por Jesús a los que envía a predicar (también lo hacían los discípulos de los rabinos) incluyen una pobreza rigurosa, aunque ha de entenderse dentro

77 J. I. GONZÁLEZ FAUS, Jesús de Nazaret..., o.c, 69. 78 Cf Flp 2,6-8. Jesús "se ha hecho hombre según el modelo de existencia

humana que es 'alienación'. No se trata, por tanto, de una alienación contingente; Cristo ha asumido la existencia humana que está, según el himno, fundamentalmente alienada" (A. RIZZI, o.c. 171; cf pp 170ss).

79 Mt 4,1-11 y par. La alternativa, elegir un mesianismo de caudillaje que esperan los que viven junto a Jesús o un mesianismo profítico en línea con el siervo de Yavé. Como sabemos, Jesús optó por el siervo en lugar de por el caudillo; por desenvainar la palabra y no la espada, pagando personalmente su solidaridad con los pobres.

SÍNTESIS HISTÓRICA 47

del ambiente palestino, que considera la hospitalidad como uno de los deberes fundamentales. Más allá de divergencias y matices que se pueden constatar, los tres sinópticos subrayan que el evan-gelizador debe tener una actitud de plena disponibilidad ante los bienes materiales y vivir pendiente de la providencia.

La opción por ¡os pobres y marginados: Jesús, en "malas" compañías. La proximidad de Jesús a estos grupos sociales ya descritos es tan grande que, como señala J. Jeremías, el resumen de la predicación de Jesús se podría concretar en estas palabras: la salvación ha llegado a los pobres, a los pecadores. El material de los evangelios sobre este particular es inmenso. Sintetizando al máximo, advertimos que los sinópticos resaltan la compasión de Jesús como reacción conmiserativa ante situaciones de pobreza, necesidad o dolor humano80. Que se trata de una de las convicciones profundas de Jesús, se constata en el hecho de que él mismo presenta la opción por los pobres como el distintivo o señas de identidad de su misión81.

Semejante actitud se apoya, en primer lugar, en la bondad de Dios y en su forma de comportarse con los hombres, que es causa de gozo exultante para Jesús (Le 10,21) y pone de manifiesto la íntima comunión de sentimientos con su Padre (Mt 11,27): Dios actúa así, viene a decir Jesús, y por eso yo también actúo de la misma manera (Mt 11,19). Pero también se justifica su actitud en favor de los pobres en razón de la valoración del hombre que hace Jesús, al margen y en contra de los criterios mundanos (poder, honores, riquezas, sexo, edad y condición religiosa).

Jesús inculca esta misma actitud a los suyos. Recordemos las advertencias sobre las invitaciones a comer (Le 14,12-14), la requisitoria con que cierra la parábola del buen samaritano: "Haz tú lo mismo" (Le 10,37). Sobre todo, nos sacuden, siempre interpelantes, las palabras de Jesús que aseguran que el encuentro con Dios pasa por nuestra aproximación al hermano en necesidad (Mt 25,31-46).

2.6. Riqueza y pobreza en los escritos apostólicos

Los primeros cristianos han admitido implícitamente la legitimidad del derecho de propiedad, dado que recogen frecuentemente la prohibición del robo82 y recomiendan la limosna83. San

80 El término aparece cinco veces en Mateo, cuatro en Marcos y tres en Lucas. Cf textos y comentario en M. GESTEIRA, O.C, 57-59.

81 Le 4,16-22; 7,22; Mt 11,2-15. 82 Rom 13,9; 1 Cor 6,9; Ef 4,28; 1 Pe 4,15. 83 Rom 12,13.20; 15,25-27; 1 Cor 16,1-4; 2 Cor 8-9; Flp 1,5; 4,14-20; 1 Tim 3 2-

5,10; 6,17-19; Sant 1,27; 1 Pe 4,9; 1 Jn 3,17; 2 Jn 8.

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48 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Pablo subraya, por su parte, que uno de los fines del trabajo es conseguir que el hombre adquiera independencia en el campo de los bienes temporales84.

Sin menoscabo de todo esto, se cuestiona si los cristianos no han conocido otras formas de propiedad; y, en concreto, se habla de un "comunismo primitivo" practicado por la comunidad jero-solimitana. Como no es posible realizar un estudio exhaustivo, parece conveniente hacer algunas puntualizaciones: 1) la interpretación de los textos entraña una gran dificultad; 2) en su redacción se advierte un fuerte proceso de generalización e idealización, puesto que la venta de los bienes era facultativa y parcial; 3) como el número de los pobres aumentaba y los ingresos eran cada vez más escasos, la comunidad de Jerusalén tuvo que apelar a la ayuda de otras iglesias85; 4) ciertamente existía un servicio de ayuda fraternal.

Todos los autores del Nuevo Testamento, al hablar de la riqueza, acentúan los peligros que lleva consigo. San Pablo supone que los bienes materiales son un don divino y permiten toda suerte de liberalidades (2 Cor 9,6-15); pero también llama la atención sobre los peligros de la riqueza. El tema de la codicia, con uno u otro matiz y en la gran mayoría de los casos en referencia a los bienes terrenos, constituye casi un leit-motiv de sus escritos paulinos: el Apóstol de las gentes excluye inexorablemente al avaro (pleonéktes) del reino de Dios y de la comunidad y establece una asimilación entre avaricia e idolatría86. 1 Tim 6,17-19 advierte contra los aspectos negativos de la condición de los ricos: el orgullo y la confianza en las riquezas, y les exhorta positivamente a que confíen en Dios y repartan los bienes con buen corazón.

En esta misma longitud de onda se expresa la carta de Santiago. Después de mostrar que la situación del rico es frágil y precaria (1,9-11), el autor condena la parcialidad en favor de los poderosos (2,1-7), condena duramente a los comerciantes y hombres de negocios por su orgullo y jactancia (kaujesis) (4,13-17) y. denuncia con acentos sarcásticos y tremendamente duros a los explotadores (5,1-6).

En los escritos joánicos, la posesión de riqueza puede provocar la actitud calificada como "orgullo de la vida" (aladzoneía, 1 Jn 2,16), porque constituye un peligro permanente para la vida cristiana (Ap 2,9; 3,8 y 17). La precariedad de los bienes de este mundo representa el trasfondo de la ruina de Babilonia (Ap 18).

Las cartas pastorales insisten una y otra vez en que el amor desordenado a la riqueza compromete la salvación87. Uno de los

84 1 Tes 4.1 Is: 2 Tes 3,6-12. 85 Son tan numerosos los comentarios sobre los "sumarios" del libro de los

Hechos, que lo más indicado es remitir a la literatura especializada. 86 Cf Ef 5,5; Col 3,5; cf 1 Cor 5,11; 6,10. 87 Cf 1 Tim 2,9; 3,3.8; 6,5.9s.l7; 2 Tim 3,2; Tit 1,7.11.

SÍNTESIS HISTÓRICA 49

textos más relevantes (1 Tim 6,9s) presenta el deseo de enriquecerse como la causa de todos los males, físicos y morales, que pueden sobrevenir al hombre (género literario de la diatriba).

El autor de la carta a los Hebreos exhorta a la comunidad a un talante exento de avaricia (aphylargiros), conformándose cada uno con lo que tiene. En las cartas de Pedro se encarece a los presbíteros que ejerzan el episcopado "no por sórdida ganancia, sino con generosidad" (1 Pe 5,2); se denuncia también con fuerza la avaricia de los falsos profetas (2 Pe 2,3 y 14).

2.7. Pablo, la pobreza y los pobres

La pregunta salta como un resorte en cuanto se enuncia el tema: ¿Por qué el radical Pablo no experimentó (o al menos no ha llegado hasta nosotros su testimonio) la ineludible tensión entre riqueza y reino de Dios, entre riqueza y anuncio del evangelio? Como se trata de un problema de gran trascendencia, nos extendemos un tanto en el análisis de los motivos que pueden explicar la peculiaridad de la posición y enseñanzas de san Pablo ante la pobreza88.

El Apóstol vivió realmente como un pobre, aunque su estilo de vida no fue el de un indigente o un carismático ambulante; trabajó durante el día y la noche para no ser carga para nadie89. A pesar de haber pasado por sus manos grandes sumas de dinero, su condición de pobre real está suficientemente avalada por el hambre, sed, ayunos frecuentes, desnudez y rigores del tiempo que hubo de soportar90.

Cuando se pretende enjuiciar la postura de Pablo ante la pobreza es necesario tomar en consideración una serie de factores, entre los que nos parece hay que destacar los siguientes: 1) el ethos radical de la tradición sinóptica se recibe tardíamente en las comunidades helenísticas; 2) en este medio, la autoridad se desplazó muy pronto hacia las comunidades locales, en lugar de recaer sobre carismáticos ambulantes; 3) las comunidades helenísticas están integradas por personas pertenecientes a todas las clases sociales y en disposición de ayudar a las judeo-palestinas; 4) las comunidades paulinas estaban más bien "orientadas" a los problemas de convivencia y relaciones sociales dentro del hogar (tablillas domésticas de Col 3,18ss; Ef 5,22ss); 5) en el brevísimo "entretanto" que resta para la parusía, la actitud de los cristianos

88 Cf S. ZEDDA, Relativo e assoluto nella morale di San Paolo, Paidei, Brescia 1984, esp. el c. VII, 247-352.

89 1 Tes 2,1-12; 2 Tes 3,7-9; 1 Cor 4,6-17; 2 Cor 6,10; 11,7-12; 12,13-18; cf He 18,3; 20,33-35.

90 Cf las vivas descripciones en 2 Cor l,8s; 4,16; 11,23-25; Flp l,13s; Gal 4,13; Col 4,10.18; Ef 4,1; 6,20.

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50 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

es la de conducirse "como si no..." (1 Cor 7,27-31): cada cual siga haciendo lo que ha hecho hasta el presente y en la situación en que se encontraba cuando recibió la vocación, sin preocuparse de establecer nuevas estructuras.

Pero cuando Pablo toma conciencia de que la parusía se retrasa sine die y hay que habérselas con el tiempo y la historia, acentúa que lo único que importa es la nueva vida en Cristo. Surge así una nueva jerarquía de valores, que han de ser vividos en el "entretanto": la nueva unidad de los fieles en Cristo alcanzada mediante la fe sacramentalizada (bautismo-eucaristía) debe ser más fuerte que cualquier diferencia estructural (religiosa, socio-económica, sexual). En este contexto, más que de renunciar a las posesiones para conquistar el reino, se trata de que en la pobreza se hace presente el poder de Jesús resucitado.

Pablo no concibe, pues, la pobreza como un valor en sí ni como la expresión de un ideal ascético. Su profunda actitud de pobreza se caracteriza por una total disponibilidad a las exigencias de su vocación evangelizadora (Flp 4,1 lb-12).

Se comprende, pues, la intensa y amplia actividad del Apóstol en favor de los pobres. Sin detenernos en las innúmeras manifestaciones espirituales de su talante misericordioso, veamos las obras materiales de misericordia reseñadas en sus escritos: a) Con sus propias manos ha remediado sus necesidades y las de sus colaboradores en el ministerio, para mostrar que trabajando así es como hay que socorrer a los pobres, pues, como dice el Señor Jesús, "es mayor felicidad la de dar que la de recibir" (He 20,23s); b) se compromete con Bernabé, en el concilio jerosolimitano, a organizar una colecta en favor de los pobres de la Iglesia de Jeru-salén (Gal 2,10), de la que habla en distintas ocasiones, y que será objeto de nuestra atención cuando hablemos de la limosna.

San Pablo exhorta constantemente a la asistencia a los pobres según sus distintas modalidades (Rom 12,10-16). La fórmula general la encontramos en Gal 6,10: "Mientras es tiempo, hagamos el bien a todos, y especialmente a nuestros hermanos en la fe". Incluso presenta como carisma la disposición a comunicar los propios bienes91.

En una visión global, resumimos la teoría y la práctica de san Pablo sobre la pobreza:

— Dios, para seguir la ley de la kénosis, se vuelve hacia los pobres, los débiles y los pequeños, produciéndose así una inversión revolucionaria de los valores92.

— La pobreza cristiana, sin excluir la motivación social, es matriz de un valor religioso, porque expresa la trascendencia de

91 Rom 12,8; sobre la discusión acerca del texto, cf A. HUMBFBT, O.C, 217, nota 57; S. ZEDDA, O.C, 288SS.

n Cf R. DE VAUX, O.C, 114-115.

SÍNTESIS HISTÓRICA 51

Dios en el mundo. Por eso quien ama la riqueza de Dios (reino) la encuentra en la experiencia de la pobreza; quien pretende abrazar el seguimiento de Cristo tiene que seguir la ley del don.

— Esta ley exige la comunicación de los bienes espirituales y materiales dentro de la comunidad y entre las distintas iglesias, según la dialéctica del dar y recibir.

— Esta comunicación, interpersonal y comunitaria, tiene en su fundamento y en su ejercicio carácter litúrgico-sacramental y carismático.

2.8. La causa de los pobres: Comunicación de bienes

La ayuda al necesitado y la comunicación de bienes reviste extraordinaria importancia cara al reino de Dios. En el Nuevo Testamento es una cantinela constante, que presentamos brevemente en los diversos escritos.

Partimos de los datos que sobre Jesús nos han transmitido los sinópticos. En su autocomprensión, Jesús tiene conciencia de que el servicio de los pobres es una característica de su misión mesiá-nica (Le 4,17-21) y de su cumplimiento (Mt 11,3; Le 7,22) hasta el extremo de sentirse totalmente solidario con los pobres (Mt 25,34.45). Consecuentemente, desde esta perspectiva lee y valora la historia existencial de sus seguidores, comprometidos a observar su mandamiento nuevo. Como pruebas de esta afirmación pueden aducirse: a) las parábolas histórico-sociales93; b) las recomendaciones sobre la limosna y el modo de hacerla94; c) la exigencia de la práctica de las obras de misericordia corporal como condición para seguirle y tener parte en su reino95.

Si nos ceñimos a la praxis de Jesús, dos pinceladas nos facilitan el acceso a su conducta: 1) multiplica los panes para dar de comer a la multitud hambrienta; 2) frecuentemente debía encargar a Judas dar limosna a los pobres, según se desprende de la interpretación que los apóstoles hacen de la orden de Jesús a ludas en la última cena96.

Como prolongación de esta praxis, los escritos apostólicos nos ofrecen una serie de prácticas más o menos institucionaliza-

"•' La del buen samaritano, Le 10.25-37; la del administrador infiel. Le 16,1-13; |,i del siervo sin entrañas, Mt 18,23-27; la del rico Epulón y Lázaro, Le 16,19-31, y l,i tan diversamente interpretada de los obreros de la viña, Mt 20,1-16. Cf una imiiorámica de las interpretaciones en M. VETRUI.LI, IIpensiero sociale nella chiesa ¡Icllc origini, Massimo, Milano 1979, 195ss.

"* Mt 5,42; Le 6,36; 12,33; 11,41; sobre el modo de hacerla, Mt 6,2-4 •" Cf Me 10,21; Mt 6,2-4; 19,21; 25,31-46; Le 3,11; 6,30-38; 8 3- 10 29-37-

| | ,41 ; 12,21.33; 14,12-14.33; 16,9; 18,22; 19,8. w Para la multiplicación de los panes, cf Mt 14,15-21 y par.; Mt 15,32-38 y Me

K, 1-9; Jn 6,1-15. Para la interpretación de la orden a Judas, cf Jn 13.26-30.

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52 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

das: 1) la ágape en torno a la celebración de la eucaristía97; 2) la comunicación de bienes practicada en la comunidad de Jerusa-lén98; 3) el ejercicio de la hospitalidad, especialmente con los mensajeros del evangelio99; 4) la existencia, en la comunidad jero-solimitana, de una institución consagrada a la asistencia (diako-nía) cotidiana a las viudas, a los huérfanos y a otras categorías sociales 10°. Los suministros se recogían y distribuían, al parecer, en el marco de las asambleas, ya que la koinonía es uno de los elementos de las reuniones cristianas. Pero sobre todo hay que prestar especial atención a la gran colecta "en favor de los santos" 10\ porque a propósito de ella nos ofrece san Pablo su visión teológica de la ayuda económico-asistencial.

Teología de la comunicación de bienes. El carisma de la "asistencia" debe ir acompañado, como cualquier otro, del carisma de la caridad, porque de lo contrario no sirve para nada (1 Cor 13,3). La asamblea litúrgica, signo de la comunión de los corazones, es el lugar apropiado para compartir con los hermanos en la ágape fraterna (1 Cor 11,21-22.33-34) y para la colecta de las limosnas en favor de los pobres (1 Cor 16,2).

Si reunimos los distintos pasajes en que el Apóstol habla de la gran colecta, no dejará de sorprendernos el uso de varios términos teológicos a que recurre para designarla. La colecta es una "gracia" (járis), don generoso de los cristianos a los pobres y don del mismo Dios a quienes imparten la limosna102; es un gesto de "comunión" (koinonía) 103 y de servicio (diakonía) 1<M; es una "bendición" (euloguía) 105; una "liturgia" (leitourgía) 106; una concreta profesión de la fe (omología) 107.

Las motivaciones para la colecta y para excitar la generosidad: el ejemplo de los otros cristianos 108, la voluntad de Dios 109, el ejemplo de Jesús uo; la gloria del Señor '" , la certeza de que Dios retribuirá el bien con generosidad "2 , la reciprocidad de las comu-

" 1 Cor 11,21-22.33-34. "* Cf los sumarios de He 2,42-47; 4,32-35. " Las citas son innumerables; cf S. ZEDDA, O.C, 293-297.

100 He 6.1ss. 101 Rom 15.25-28.31; 1 Cor 16,1-4; 2 Cor 8-9; Gal 2,10; cf He 11,27-30; 12,25. 102 1 Cor 16,3; 2 Cor 8,1.4.6.7.9.19; 9.14. 103 2 Cor 8.4; 9,13; cf Rom 15,26-27. 104 2 Cor 8,4; cf 8.19.20; 9,1.12.13; Rom 15,25-31. 105 2 Cor 9,5.6. 106 2 Cor 9.12; cf Rom 15,28. 107 2 Cor 9.13. 108 2 Cor 8,1-6; cf 9,1-4. "" 2 Cor 8,5. 110 2 Cor 8,9. " ' 2 Cor 8,19; 9,13. 112 2 Cor 9,6-11.

SÍNTESIS HISTÓRICA 53

nidades de los paganos por los bienes espirituales recibidos de la Iglesia de Jerusalén113.

Las disposiciones de ánimo (actitudes) con que se debe hacer la limosna: por ser un gesto de amor fraterno y generosidad, debe practicarse con largueza, alegría, espontaneidad, buena voluntad, celo, espíritu de sacrificio114. Cada uno ha de contribuir con sus propios medios, en aras de la igualdad, para que se verifique la Escritura: "Al que tenía mucho, no le sobraba; al que tenía poco, no le faltaba" (Ex 16,18).

San Pablo no desciende a la casuística para determinar el cuánto y el modo de contribuir a la beneficencia. Recuerda simplemente que los cristianos deben llevar un tenor de vida honorable, sin tener que depender de nadie (1 Tes 4,12); tenor que consiste en disfrutar "una modesta autonomía económica que permita cooperar con lo que sobra en toda obra buena" (2 Cor 9,8).

Finalmente, respecto a la distribución de los bienes, Pablo apela a la igualdad, noción bien conocida de los griegos. Más no entiende la palabra en su sentido literal, sino que invoca el comportamiento de Yavé en el desierto con ocasión del maná115. Y concreta más: El criterio que rige la distribución de los caris-mas116 es el que debe regir la distribución de los bienes materiales, es decir, ha de hacerse según las necesidades de cada uno y conforme al ideal cristiano.

2.9. Vicios económicos: amor al dinero, codicia, hurto

Como la parénesis neotestamentaria se centra en otros intereses más elevados y no desciende a la casuística, vamos a agrupar en unos pocos párrafos las aportaciones que sobre los vicios socio-económicos se encuentran en los diversos escritos.

Comenzamos por los sinópticos. Ya hemos visto lo que Jesús piensa y siente respecto a las consecuencias del amor al dinero; su mentalidad ha quedado plasmada en la parábola del hombre rico (Mt 19,16-25 y par.) y en la del siervo que no fue capaz de condonar la deuda a un compañero (Mt 18,23-35). Hasta dónde puede conducir el amor al dinero encuentra su ejemplificación más atroz en el caso de Judas, que entrega a Jesús, entre otras razones, por dinero (Mt 26,14-16; los otros evangelistas no subrayan este aspecto), y en el riesgo inevitable de convertir al amante del dinero en un idólatra (Mt 6,24; Le 16,13). Jesús conoce y reconoce la malicia del robo en la línea del Antiguo Testamento (Mt

115 Rom 15,27-28; 2 Cor 8,14s; 9,lls.l3. 114 2 Cor 9.3.5.7.11.12. " 5 2 Cor 8,13-15. 116 Rom 12,4-8.

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19,18 y par.), porque es una de las maldades que salen del corazón humano y manchan al hombre (Me 7,21-23).

Los catálogos de vicios en san Pablo. Enorme interés reviste el análisis de estos catálogos "7; pero aquí sólo cabe destacar la gran importancia que otorga, para su reprobación, a la avaricia-codicia. Afirma que el.amor al dinero (philargyríá) es la raíz de todos los males, porque los que se dejan arrastrar por él acaban alejándose de la fe y torturándose con multitud de tormentos (1 Tim 6,6-10). Los amantes del dinero (philárgyroi) en los tiempos difíciles (2 Tim 3,2) son identificados con los maestros del error, que pretenden hacer de la religión una fuente de lucro (1 Tim 6,5) por codicia de una sórdida ganancia (kérdos) (Tit 1,11). Consecuentemente, la codicia aparece en el catálogo de vicios que excluyen del reino y de la comunidad, porque el "codicioso" es también idólatra (Ef 5,5; Col 3,5).

Conexos con la codicia están el robo y la rapiña (1 Cor 6,10; 5,1 Os). La condena del robo se halla en Rom 2,21; 13,9, especialmente en Ef 4,28: "El que roba, que ya no robe más; sino, por el contrario, que trabaje haciendo el bien con sus propias manos, para que tenga algo que compartir con el necesitado". San Pablo se pronuncia muy severamente contra todo lo que significa derroche y ostentación (Rom 13,13; 1 Tim 2,9), sobre todo en las.-comi-das de fraternidad (1 Cor ll,20s).

El no trabajar voluntariamente, viviendo a costa de los otros, es para Pablo un vicio antisocial (1 Tes 4,1 ls; 2 Tes 3,6-12), porque es una forma de explotación y de causar perjuicio a los hermanos. Se comprende así el énfasis que pone el Apóstol en defenderse a sí mismo y a sus colaboradores de cualquier sospecha respecto a este vicio (2 Cor 7,2; 12,17s).

En las cartas de Pedro se afirma que el robo es un antitestimonio ante los hombres (1 Pe 4,15), y se fustiga a los maestros que se dejan seducir por la codicia en el ejercicio de su tarea (2 Pe 2,3.14s); los pastores, en cambio, deben apacentar el rebaño no pensando en ganancias (aisjrokerdos, torpe lucro), sino con entrega generosa (1 Pe 5,2).

117 Se pueden individuar muchos, pero sólo reseñamos los principales: cf 1 Cor 5,10-11; 6,9-10; 2 Cor 12,20-21; Rom 1,29-31; 13,13; Gal 5,19-21; Col 3,5-8; Ef 4,31; 5.3-5; 1 Tim 1.9-10; 6,4-5; Tit 3,3; 2 Tim 3,2-5. Los catálogos contienen de ordinario conceptos éticos universales, pero suelen presentar novedades en las motivaciones y en los veredictos. Cf S. ZEDDA, O.C, 90-120.

CAPÍTULO 2

Época patrística: ¿Comunismo o comunicación de bienes?

Múltiples y graves son las motivaciones para el estudio del pensamiento y praxis de la Iglesia de la época patrística respecto a las realidades económicas. En primer lugar, porque así podremos comprobar hasta qué punto la comunidad cristiana de este período ha sido fiel al ethos económico de la revelación y ha logrado actualizarlo, en hechos y palabras, a las nuevas situaciones socio-históricas. También, y hay que subrayarlo, para salir al paso de un malentendido muy frecuente, que presenta la llamada "doctrina social de la Iglesia" como una respuesta tardía y de reacción ante el fenómeno revolucionario marxista. En realidad, el interés y el compromiso de la Iglesia por lo económico le viene de muy lejos, pues tiene su enraizamiento en el mensaje bíblico, y su referente último en el ethos de Jesús de Nazaret.

Las enseñanzas o exhortaciones de los santos padres sobre los problemas económicos deben ser recibidas, pues, como una de las expresiones de la reflexión y la práctica cristianas a lo largo de los siglos. Ahora bien, se trata de una expresión investida de una importancia excepcional, porque los padres son intérpretes privilegiados de la Biblia (algunos de ellos contemporáneos de ciertos escritos del Nuevo Testamento) y testigos de las primitivas experiencias cristianas en el difícil arte de elaborar y explicitar las instancias evangélicas a vueltas con los imperativos de la vida. En resumen, las enseñanzas patrísticas en este sector representan la primera concreción y, de algún modo, la más significativa del ethos económico cristiano: ésta es su gloria y su miseria. Para nosotros tienen, por tanto, valor de fundamento, antecedente y paradigma.

Como no está a mi alcance, por razones de espacio y competencia, ofrecer una profunda exposición de "la historia de los efectos de la fe" (Wirkungsgeschichte) sobre el ethos cristiano a nivel de práctica y reflexión, me limitaré a remitir a la bibliografía competente ' y a presentar algunas orientaciones generales que

1 La exposición se hace al hilo de la reflexión provocada particularmente por las siguientes obras: J. M. AUBERT, Per una teología dell'epoca industríale, Cittade-Ila, Assisi 1973, 60-66; M. HENGEL, Propiedad y riqueza en el cristianismo primiti-

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56 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

faciliten una primera aproximación al tema. En concreto: 1) indicaciones metodológicas; 2) temas principales de la predicación patrística; 3) vigencia de sus enseñanzas.

1. Indicaciones metodológicas

Habida cuenta de la enorme distancia que nos separa de ellos, lo más lógico es preguntarnos: ¿Quién son estos padres? ¿En qué ambiente socio-cultural vivieron y escribieron? Con la brevedad requerida intento responder.

1.1. Padres de la Iglesia: Características

Solemos llamar así a los escritores de los primeros siglos cristianos. La denominación incluye a los autores cristianos de Occidente hasta Gregorio Magno (f 604) o Isidoro de Sevilla (f 636), y en Oriente, hasta Juan Damasceno (t 749); pero en rigor sólo se tiene como tales a quienes reúnen estas cuatro características: ortodoxia de doctrina, santidad de vida, aprobación eclesiástica y antigüedad. A los demás se les otorga la denominación "escritores eclesiásticos", según la expresión acuñada por san Jerónimo. Aquí se aplica la expresión a todos los autores de esta época, sin entrar en más disquisiciones2. Podemos definirlos con una serie de rasgos más o menos comunes:

— no son hombres dedicados al estudio; — no son sistemáticos en sus exposiciones; sus producciones

pueden considerarse próximas al género de la parénesis, discurso exhortativo que tiende más a convencer que a instruir;

— la mayor parte de ellos eran obispos y, por consiguiente, afrontaban los problemas desde un punto de vista más bien pastoral3;

vo. Desclée de Brouwer, Bilbao 1983; G. B. GUZZETTI, El hombre y los bienes, Mensajero, Bilbao 1967; L. ORAVONA, Cristianismo e proprietá, Universale Stu-dium, Roma 1964; J. M. PALACIO, La propiedad. Dédalo, Madrid 1935; R. SIERRA BRAVO, Doctrina social v económica de los Padres de la iglesia, Compi, Madrid 1967: M. VIDAL, Moral de actitudes, PS, Madrid 1979, 208-215; J. VIVES, Pobres y ricos en la Iglesia primitiva, en "MisAb" 78 (1981/4-5) 73-90; ID., ¿ES la propiedad un robo? Las ideas sobre la propiedad privada en el cristianismo primitivo, en "Fe y justicia". Sigúeme, Salamanca 1981, 173-213.

1 Sobre la expresión "padres de la Iglesia", cf J. QuASTEN. Patrología 1, BAC, Madrid 1968, 11-15.

3 Para el papel y significado de los padres en la transmisión eclesial de la palabra de Dios, cf el capítulo correspondiente en las eclesiologías; en especial, véase B. STUDER, LOS Padres de la Iglesia, en "MystSa" 1/2, 669-681.

SÍNTESIS HISTÓRICA 57

— la fuente principal de la que parten y se nutren es la Sagrada Escritura y, secundariamente, la filosofía antigua (neoplatonismo y estoicismo);

— la comunidad de fuentes, particularmente la inspiración bíblica, permite comprender, más allá de las diferencias y matices personales, muy profundos a veces, la unidad y convergencia de sus enseñanzas en estos textos fundamentales 4.

1.2. Contexto socio-cultural

Si queremos hacer una lectura desideologizada de los textos y curarnos de anacronismos, conviene que conozcamos también la situación y el tiempo que les tocó vivir a los padres. Comencemos por el medio socio-económico5:

— economía poco desarrollada, precientífica y pretécnica, en la que impera la pobreza y resultan provocadoras las desigualdades;

— economía más bien estática, en que los bienes se entienden sobre todo como "entidades aisladas" y una "masa" de bienes a distribuir entre todos los hombres, y no como un proceso dinámico. Consiguientemente, la moral económica se polariza en la dialéctica riqueza/pobreza, por lo que se enfatiza extraordinariamente el tema de la comunicación de bienes y la relación entre ricos y pobres;

— economía basada en el régimen de esclavitud, clase sobre la que recae el peso del desarrollo económico, dada la concepción peyorativa del trabajo manual.

A partir del siglo m y hasta la llegada del sacro romano imperio, se perfila la crisis y disolución del viejo sistema económico-esclavista y emerge, de modo progresivo, la peculiar estructura socio-económica bautizada con el nombre de economía curíense6.

Para completar el cuadro, recordemos que, en el caos provocado por las invasiones y el asentamiento de los bárbaros en Occidente, la Iglesia asume una función política, económica y cultural, relevando las autoridades eclesiásticas a la administración imperial. Los obispos, pues, desempeñan no sólo sus roles específicos, sino que se encargan de negociar con los bárbaros, de distribuir víveres y limosnas, de proteger a los pobres frente a los

4 Con esto no se pretende en absoluto negar la evidencia de contrastes y en-frentamientos; en alguna ocasión se aprecian contradicciones en un mismo padre, porque unas veces se expresa como monje y otras como pastor.

5 Cf la visión del mundo grecorromano. 6 De curtís (isla): cada unidad produce cuanto necesita, se organiza de modo

autárquico y se defiende de manera autónoma. Cf A. FANFAN\,Storia económica, Principato, Milano-Messina 1943, 97.

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58 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

poderosos y de organizar la resistencia o luchar con las armas espirituales allí donde no existen armas materiales. Al mismo tiempo, dada la ruralización progresiva de la sociedad, los monasterios rurales, inspirados en el ideal benedictino, se yerguen como haciendas modelo y como mantenedores y promotores de la actividad agrícola. A fines del siglo vm, el mismo papa se hace cargo del avituallamiento y gobierno de la ciudad de Roma; y en Santa María de Cosmedin, uno de los locales de la annona imperial, se establecen las diaconías, que distribuyen el trigo suministrado por los monasterios rurales7.

1.3. Contexto eclesial: La eucaristía, corazón del mundo

Al hilo de las diaconías podemos reconstruir la atmósfera eclesial que respiraron los padres. Como muestra la historia de los tres primeros siglos cristianos, la Iglesia no se limitó a pregonar el evangelio del amor, sino que se ingenió para vivirlo en la fraternidad de sus comunidades. A través de la creación de nuevas obras o de la animación de las existentes, la Iglesia organizó la asistencia social cubriendo las necesidades de la comunidad y la subsistencia de los hermanos que se dedicaban a su servicio; se encarga de las viudas y los huérfanos, de los enfermos e impedidos, de los pobres y perseguidos, de los encarcelados y condenados a las minas, de los confesores de la fe y de cuantos sufren las calamidades públicas provocadas por el hambre, la peste, los terremotos y la piratería.

Todas las iniciativas (colectas ordinarias y extraordinarias, comidas de caridad, que reciben el nombre de ágape, hospitalidad y acogida de extranjeros) tienen su punto de apoyo en las asambleas dominicales y en ellas desembocan. No se plantean reivindicaciones sociales, pero la Iglesia va concienciando a los fieles de que ciertas discriminaciones son incompatibles con la vida eclesial y litúrgica: los pobres participan en pie de igualdad en las celebraciones eucarísticas, esclavos como Pío y Calixto son elegidos papas, algunas mujeres ejercen la función de diaconisas.

Este doble movimiento de sístole y diástole de la eucaristía se simboliza, en cierto modo, en la función diaconal: "El diácono lleva el pan eucarístico y reporta al altar las ofrendas que expresan la ágape de los fieles; a los enfermos lleva al mismo tiempo el cuerpo del Señor y los socorros de la comunidad; él recibe y él distribuye. Su ministerio simboliza el rol diaconal de la Iglesia y muestra que la liturgia y la vida social no son dos dominios yuxtapuestos, sino los polos de una única y misma economía, las

7 La cita es de L. VEREECKE, "Aggiornamento": Tarea histórica de la Iglesia, en "Estudios sobre historia de la moral", PS, Madrid 1969, 120; cf 118-122.

SÍNTESIS HISTÓRICA 59

pulsaciones de un mismo movimiento, que por Cristo de Dios viene y a Dios retorna"8.

2. La "parénesis" patrística: Puntos candentes

No cabe traer aquí una antología de los textos más relevantes; pero cualquiera que se haya iniciado en la lectura de los escritos de los Padres habrá podido descubrir en ellos: "Un ideal, que es típico y característico del cristianismo, de justicia e igualdad en las relaciones entre los hombres, y más aún de caridad; una defensa constante de los afectados por toda clase de necesidades y de los explotados y oprimidos por el egoísmo de sus semejantes; una crítica vigorosa e implacable de la avaricia, de las grandes acumulaciones de riquezas, del lujo y de la usura, etc., y de las demás lacras sociales de su tiempo, y una llamada continua a la reforma, que si no es estructural aún, sí lo es de la conducta y las costumbres sociales, y no por ello menos reforma"9.

2.1. Propiedad y administración de los bienes

Realmente curiosa y apasionante resulta la lectura de los textos patrísti'cos sobre la propiedad. Por una parte, se rechaza la herejía de los apostólicos, que sólo admitían en su comunión a quienes renunciaban a sus bienes (apotácticos, renunciantes)10; por otra, son muchas y muy fuertes las limitaciones metafísicas, morales, sociales y teológicas que imponen a este instituto, hasta el extremo de que cuestionan qué es tuyo y qué es mío.

San Basilio lo aborda con plasticidad y gracejo", aunque es san Asterio Amaseno quien afirma que los bienes de esta vida "en propiedad sólo a Dios pertenecen". Y añade: Con la tierra y con las riquezas que nacen de la tierra "sucede algo así como con las máscaras de los actores, que nadie las tiene por propias, sino que se las ponen los que han de representar un drama o comedia... Unas veces se las ponen como vestidos unos, y otras, otros" 12.

Los padres, pues, no consideran los bienes materiales de suyo

8 Cf A. H AMANN, Vie liturgique el vie sociale, Desclée, Paris 1968, 308; la obra muestra la estrecha relación entre liturgia y compromiso social.

9 R. SIERRA BRAVO, o.c, 21 (subrayados, míos). 10 Cf los textos en R. SIERRA BRAVO, O.C., 576-578 (párrafos 1217-1219); 864

(párr. 1779). 11 Homilía "Destruam horrea mea". Ib. 177-178 (se ofrece la traducción comple

ta de esta célebre homilía, pp 169-178: PG 31,261-277). 12 Homilía sobre el mayordomo inicuo. Ib, 259; PG 40,180-184.

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60 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

malos. Tomemos como paradigma la sugestiva argumentación de san Basilio. Para él, los bienes son naturalmente buenos, primero porque los ha creado Dios y, en segundo lugar, porque "el mandato de Dios no nos enseña que hayamos de rechazar y huir de los bienes como si fueran males, sino que los administremos". Por tanto, "el que se condena, no se condena absolutamente porque tuviera, sino porque sintió torcidamente de lo que tenía o no usó bien de ello" 13. El problema de la licitud de las riquezas lo aborda en profundidad san Clemente de Alejandría en su célebre opúsculo Quis dives salvetur? u

En este contexto hay que enmarcar las diatribas, reproches y recriminaciones contra el derroche, el lujo y el despilfarro. Los textos son incontables; pero algunas requisitorias, de las que no se libran ni los hombres ni las mujeres, están dotadas de gran lujo de detalles y evocan las denuncias de los profetas15. La posición de san Ambrosio, sin embargo, es la que más quebraderos de cabeza ha producido: algunos autores sostienen que el obispo de Milán rechaza el derecho de propiedad; otros se limitan a decir que simplemente lo cuestiona; los hay que sienten alergia a cualquier lectura "socializante" de sus textos. En general, se está de acuerdo en que sus escritos contienen pasajes contradictorios y hay que leerlos, por tanto, dentro del contexto, que es precisamente una denuncia violenta y a fondo de los propietarios de su época. La polémica tiene su punto culminante en la famosísima sentencia inspirada en un texto de Cicerón: "Natura igitur ius commune generavit, usurpatio ius fecit privatum" (la naturaleza ha generado el derecho común, la usurpación ha creado el derecho privado)16.

2.2. Legitimación de la propiedad privada

Los dos grandes principios en que se apoyan las enseñanzas de los padres son éstos: 1) Todos los bienes económicos están destinados al servicio de todos los hombres; 2) esta finalidad puede realizarse de modo lícito, al menos teóricamente, mediante la propiedad común o mediante la propiedad privada. Para ellos el sistema ideal sería que los bienes se poseyeran en común (comu-

13 SAN BASILIO, Reglas breves. Ib, 209-210: PG 31,1145. 14 Sobre la salvación de los ricos, Ib, 122; la traducción completa, pp 114-

138: PG 9,603-653. 15 Cf CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Pedagogo: PG 8,381.537.597, cit. en M. VI

DAL, o.c, 212-213, y otras frases en R. SIERRA BRAVO, O.C, 101-109; cf SAN BASILIO, Homilía contra los ricos. Ib, 283-284. En esta obra pueden leerse esta homilía y la "Destrum horrea mea", pp 169-191: PG 31,277-304 y 261-277, respectivamente.

16 Un amplio repertorio de citas de san Ambrosio, Ib, 644-712.

SÍNTESIS HISTÓRICA 61

nidad de bienes); la propiedad privada, en cambio, aunque no es intrínsecamente mala, es una institución muy deficiente. De aquí sus reservas ante tal derecho respecto a los:

— límites: no es un derecho incondicional y absoluto; — títulos de legitimación: entre los varios que enumeran, pa

rece que sólo consideran como título ideal el trabajo, porque sobre todos los demás recaen sospechas de injusticia;

— abusos a que fácilmente da origen: es causa de soberbia, fuente de muchos y constantes conflictos, origen de usura y otras muchas formas de opresión de los pobres;

— normas de la buena administración de la riqueza: el derecho de propiedad impone a los ricos numerosos deberes de justicia y caridad.

No es extraño, pues, que algunas afirmaciones de los padres suenen a escándalo. Más bien, nos tenemos que preguntar cómo pudieron hacer compatibles los dos principios enunciados. No basta decir que el ejercicio del derecho de propiedad privada está subordinado al destino universal de los bienes económicos y que esta subordinación se lleva a cabo a través del desprendimiento, más o menos obligatorio y más o menos efectivo. Realmente, la mayoría de los padres realizaron la teorización de la compatibilidad entre tales principios a partir del concepto de ley natural, concepción muy distinta de la nuestra ". Según ellos, el destino universal y común de los bienes de la tierra procede de la ley de la humanidad de los orígenes, anterior a la caída del hombre (acepción histórico-bíblica de la ley natural); la apropiación privada de los bienes, empero, deriva del derecho natural vinculado a la condición de hombre después de la caída, siendo, por tanto, un derecho existencial y consuetudinario. Se puede afirmar, por consiguiente, que el derecho de propiedad privada no era la forma ideal de posesión de los bienes, sino simplemente un "derecho natural de facto", que se legitima en razón de las condiciones de la sociedad humana dañada por el pecado original.

Cuando no se toman en consideración estas puntualizaciones, cosa corriente en bastantes autores, resulta muy difícil escapar a una de las alternativas del siguiente dilema: En los escritos de los padres,

— o se reconoce la legitimación y necesidad de un comunismo de bienes precisamente por exigencias de la ley natural;

— o se confiesa paladinamente la existencia de una contradicción insalvable en su doctrina y en la práctica que promueven.

17 Cf E. CHIAVACCI, Ley natural, en "DETM", 558-567 (con bibl.); E. LÓPEZ AZPITARTE, Praxis cristiana 1, 279-298 (con bibl.); J. M. AUBERT, Ley de Dios, leyes de los hombres, Herder, Barcelona 1969, 58-146.

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62 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Como la acepción de ley y derecho natural hoy comúnmente usados, especialmente por el magisterio jerárquico, se adecúa a la interpretación de santo Tomás de Aquino, hay que tener mucho cuidado al presentar los textos de los padres sobre el tema. Con expresiones idénticas o similares no se pretende decir lo mismo: el concepto de ley y derecho natural no es unívoco.

2.3. La pobreza bienaventurada

El tema de la pobreza aparece y reaparece con frecuencia en los escritos patrísticos. En apretadísimo resumen destacamos los aspectos más sobresalientes: la insistencia en los inconvenientes que esta situación conlleva 18 y en los motivos de su génesis "; la descripción de los diversos modos de hacerse pobre/rico20 y el análisis de las distintas formas de pobreza/riqueza21; las paradójicas "riquezas" de la pobrezau .

En última instancia, podemos recoger su pensamiento en esta proposición: No toda pobreza (ni toda riqueza) proviene de Dios y lleva a Dios23.

2.4. Ejercicio de la misericordia: La comunicación de bienes

Recomendamos la lectura directa de los textos, porque la literatura es muy vasta y muchos los matices. Las motivaciones de la actitud del compartir son claras y rotundas en la parénesis: "Por la misericordia y compasión nos es dado asemejarnos a Dios. Luego si eso no tenemos, lo perdemos todo"24.

Por su sencillez y trascendencia, no resistimos la tentación de ofrecer las líneas fundamentales de lo que pudiéramos llamar "breve tratado sobre la limosna"25:

— significado de la limosna: entre otras muchas ventajas,

18 Cf textos en R. SIERRA BRAVO, o.c, 112, 121, 256. 19 Cf los textos, Ib, 330-331, 366, 895, 945-946. 20 Cf SAN JUAN CRISÓSTOMO, Discurso sobre el hado y la providencia, Ib, 352:

PG 50,768. 21 Cf SAN CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Quis dives salvetur?. Ib, 124; cf 125. 22 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Discurso sobre el hado y la providencia. Ib, 352: PG

50,768. 23 Ib, 498-499. 24 ID. Sobre la II epístola a Timoteo: Homilía 6, Ib, 529: PG 62,633; cf Discur

so a Diogneto, Ib, 73: "El que, suministrando a los necesitados lo mismo que él recibió de Dios, se convierte en Dios de los que reciben de su mano, ése es el verdadero imitador de Dios".

25 Cf el bello opúsculo de SAN CIPRIANO DE CARTAGO£>Í> las buenas obras y de la limosna, escrito con ocasión de la peste que se produjo el año 252, Ib, 595-610-PL 4,625ss.

SÍNTESIS HISTÓRICA 63

"ella nos enseña cómo podemos llegar a ser semejantes a Dios, que es la suma de todos los bienes"26;

— quiénes están obligados a practicarla: nadie queda exento de tal obligación; ni pobres, ni mujeres, ni esclavos, pues el Señor manda dar según lo que se pueda27.

— a quiénes se debe dar limosna: hay que darla a todos, pero especialmente a los cristianos y, sobre todo, a los santos 28;

— cuándo hay que distribuir limosnas: su fuente debe manar continuamente29; pero hay que honrar especialmente el domingo, socorriendo con mano larga a los pobres30;

— eficacia en orden al perdón de los pecados: los padres insisten de modo abrumador y llamativo en presentar la limosna como una de las formas de obtener el perdón de los pecados31.

2.5. Pecados en el uso y propiedad de los bienes

Vamos a centrarnos en dos vicios básicos: la avaricia y la usura. Esta selección se legitima no sólo por la importancia que a los mismos reconocieron los padres, sino también por el hecho de que sus enseñanzas pueden prestarnos todavía un gran servicio.

En el tema de la avaricia puede sernos un guía destacado san Jerónimo: "La raíz de todos los males —dice— es la avaricia; y por eso la llama el Apóstol servidumbre de los ídolos". Y añade: "Se podrían aducir infinitos ejemplos de las Sagradas Escrituras que enseñan se debe huir de la avaricia" 32. Pero el aspecto idolá-Irico de este vicio ha sido descrito con singular fuerza y colorido por san Juan Crisóstomo33.

La condena de los usureros no es menos dura y directa. San Basilio, al comentar el salmo XIV, le dedicó toda una homilía34, porque representa un comportamiento inhumano35, injusto36 e inicuo37 acumular riquezas a costa de la miseria del pobre. En

26 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía LI, Ib, 426-427; pueden verse también los párrafos 379, 778, 1014, 1271, 1287, 1870.

27 Cf los párrafos 519, 598, 629, 1635, 1814. 28 Cf Ib, párrafos 1489, 1506, 1512. " Cf Ib, párrafos 884, 928, 1069. ,0 Cf SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre la limosna. Ib, 363-364. " Las citas son interminables; cf Ib, párrafos 140, 586, 846, 902, 1240, 1242-

1247, 1284, 1315, 1347, 1484, 1606, 1645, 1771-1772; 1839, 1856, 1927, etc. Cf SAN IIIAN CRISÓSTOMO, Homilía 88: "Presencia de Cristo en el pobre", Ib, 446-448.

12 Epístola a Eustaquio, Ib, 722-723: PL 22,418. " Homilía 65, Ib, 456: PG 59,363. 14 Contra los usureros, sobre el Salmo 14, Ib, 157-164 (falta el exordio y el

final): PG 29,265-280. •" Cf textos en Ib, 163-164, 412. " Ib, 632, 635. " Ib, 636, 703-704.

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64 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

este sentido abunda san Juan Crisóstomo, cuyo testimonio es particularmente significativo para captar la mentalidad de los padres sobre este problema38.

3. Significado y vigencia de las enseñanzas patrísticas

Se plantea una vez más la eterna cuestión hermenéutica de cómo hacer hablar a estos textos tan antiguos en relación con los problemas tan complejos, y en ocasiones apenas estrenados, del mundo actual. Para la impostación general del tema, remitimos a los criterios ya sugeridos en otro lugar39. Aquí trataremos de ceñirnos al campo de la realidad económica, concretando un poco más:

— Las enseñanzas patrísticas siguen siendo directamente válidas (es decir, de aplicación inmediata) para situaciones de economía predesarrollada.

— El pensamiento socio-económico de los padres reviste notable interés para determinar las actitudes y comportamientos del hombre respecto a los bienes económicos, por muy desarrollado que sea el sistema en que la vida económica tenga lugar.

— La lectura y el uso de la parénesis patrística es particularmente necesaria y útil para devolver a la predicacióny la reflexión cristianas el hálito profético que su inspiración bíblica parece exigir, sobre todo cuando se trata de abordar situaciones socio-económicas intolerables.

Pero, además, encontramos profundamente afirmado y legitimado el carácter intrínsecamente social de la propiedad privada; los principios del destino universal de los bienes y de su recta administración; las actitudes correctas del hombre ante los bienes (pobreza, desprendimiento, misericordia); la necesidad de respetar la jerarquía evangélica de valores. Incluso se indica el horizonte y dirección del ethos económico verdaderamente cristiano: la comunión cristiana de bienes, instancia e institución en que se desposan la justicia y la caridad, que son las dos actitudes fundamentales del cristiano en el ámbito de la actividad económica.

La comunicación de bienes, en el sentido y alcance patrístico, consiste en el uso con sentido social de "las riquezas, prerrogativas y bienes de todas clases que poseemos, espirituales y materia-

58 Ib, 412; cf 162-163; Salmo 36, Sermón III, 787-788: PL 36,386. " Cf los tratados de hermenéutica, en particular R. MARLE, El problema teo

lógico de la hermenéutica, RyF, Madrid 1969; AA. VV., Exégése et Herméneuti-que, Du Seuil, Paris 1971. Para la moral, cf R. RINCÓN ORDUÑA, Teología moral. Introducción crítica, Paulinas, Madrid 1981, 179-183; E. LÓPEZ AZPITARTE, Praxis cristiana 1. Paulinas, Madrid 19864, 364s's; 383ss (con bibl.).

SÍNTESIS HISTÓRICA 65

les, y en hacer partícipes, directa o indirectamente, a los demás de ellos por obligación de justicia y a impulsos de caridad"40. De ahí las consiguientes consecuencias: en el orden personal, no están exentos de esta obligación ni siquiera los pobres e indigentes, porque éstos son superiores a otros en algún aspecto y en él deben hacerles partícipes de su abundancia y preeminencia; en el orden objetivo, la comunicación de bienes comprende todas las modalidades de acción económica y social.

En un resumen último de la parénesis patrística, hago mías las palabras de san Juan Crisóstomo: "Para nosotros está mucho más indicada la comunidad de bienes. Además, esta institución está más conforme con la naturaleza"41.

40 R. SIERRA BRAVO, O.C, 37-38. 41 Epíst. I a Timoteo, Homilía 12,4: PG 62,564.

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CAPÍTULO 3

Edad Media: Gestación y desarrollo de la moral económica

Entramos en el período más fecundo para la historia de la teología moral'. La escolástica incipiente recorre un largo camino, sembrado de una incesante y, a veces, violenta agitación, que va desde los albores de la especulación a la perfección de la sistemática. La reflexión teológica descansa sobre bases muy distintas de las nuestras y elabora una sistematización moral como respuesta a los problemas económicos medievales, que ya no son los nuestros. Todo esto no es óbice, sin embargo, para subrayar la extraordinaria importancia que el estudio de esta época tiene. En concreto, he aquí las razones fundamentales:

— Rota la crisálida litúrgico-pastoral en que se había formado el pensamiento moral de los padres, comienza a dar sus primeros pasos una reflexión de carácter científico que alcanza su punto culminante en santo Tomás de Aquino.

— Existe estrecha correlación entre la economía medieval y el

1 Entre las innúmeras obras y estudios, destacamos las más directamente interesantes y accesibles. En cualquiera de ellas se puede encontrar también bibliografía abundante. 1) Para el contexto socio-económico: S. GINER, Historia del pensamiento social, Ariel, Barcelona 19823; J. IMBERT, Historia económica (de los orígenes a ¡789). Vicens-Vives, Barcelona 19752, 107-220 (con bibliografía clasificada); J. KUCZINSKI, Breve historia de la economía, Castellote, Madrid 19764; J. VICENS-VIVES, Historia económica de España, Vicens-Vives, Barcelona 1979, 91-264 (con bibl.). 2) Para el contexto social, véanse las distintas Historias de la Iglesia, esp. la dirigida por FLICHE-MARTIN, Edicep, Valencia, vols. XIV-XVI; y la dirigida por R. GARCÍA VILLOSLADA, Historia de la Iglesia en España, BAC, Madrid, vols. II y III; cf los interesantes trabajos de L. VEREECKE, Introducción a la historia de la teología moral moderna, en "Estudios sobre historia de la moral", PS, Madrid 1969, 63-113; ID., "Aggiornamento": tarea histórica de la Iglesia, o.c, 115-160. 3) Para el pensamiento moral-económico: J. M. \\JBERJ, Per una teología del!época industríale, Cittadella, Assisi 1973, 66-76; G. GATTI, Morale cristiana e realtá económica, LDC, Leumann-Torino, 1981; G. GUZZETTI, El hombre y los bienes, Mensajero, Bilbao 1967, 52-61 (bibl. sobre el mundo medieval, 291-293); L. GILCHRIST, The Church and Economic Activity in the Middle Ages, London 1969; J. IBANES, La doctrine de l'Eglise et les réalilés économiques au XIII siécle, París 1967; R. SIERRA, El pensamiento social y económico de la Escolástica, 2 vols., Madrid 1975; M. VIDAL, Moral de actitudes III, PS, Madrid 1979, 222-238 (con bibl.).

SÍNTESIS HISTÓRICA 67

discurso moral escolástico, habida cuenta de que la economía estaba entonces mucho más influida por la Iglesia que en la época patrística.

— La llamada "doctrina social de la Iglesia" y el pensamiento económico-moral del magisterio jerárquico se ha basado fundamentalmente en las enseñanzas tomistas.

Abordar la visión, aunque sea global, de este período excep-cionalmente largo y complejo (desde la caída final del imperio romano hasta la caída de Constantinopla en poder del turco 11453] o el descubrimiento de América [1498]) conlleva el grave riesgo de ofrecer panorámicas excesivamente simplistas y distor-sionadoras. No obstante, asumimos este riesgo porque consideramos muy útil conocer las grandes líneas de la situación económico-social y de la reflexión ético-económica del medievo para comprender el punto de partida, límites y carencias de la moral económica de hoy. Presentamos, pues, una breve y apretada descripción del mundo medieval, analizamos resumidamente el papel preponderante de la Iglesia en el campo económico y exponemos los aspectos más relevantes de las respuestas morales de los teólogos a los desafíos de su tiempo, haciendo especial hincapié en las aportaciones de santo Tomás de Aquino.

1, Mapa socio-económico de la Edad Media

La Edad Media occidental amanece con las invasiones de los bárbaros, cuyas infiltraciones en el interior del imperio habían comenzado ya desde el siglo m. El tránsito del viejo sistema económico (esclavista, en clave histórico-marxista) al feudalismo se verifica durante medio milenio, período que se conoce con la denominación de época o siglos oscuros, debido al tono poco brillante de sus instituciones y a la ignorancia que de los eventos de entonces tenemos.

A pesar de los materiales con que hoy se cuenta, no es posible aún dar una explicación suficientemente clara y convincente sobre la caída del imperio romano. Existe una interpretación política y otra económica2. Lo cierto es que, en este medio milenio, el imperio se disgrega, y son los germanos los que desde el exterior derriban la vieja sociedad. Pero estos pueblos no estaban lo suficientemente evolucionados y vivían en un estadio económico inferior; por consiguiente, destruyeron con relativa facilidad el imperio romano; mas la sustitución del mismo por uno nuevo les costó enormes energías y tiempo, mucho tiempo.

2 Cf J. KUCZINSKI, O.C, 91-105.

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68 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Con estos breves antecedentes podemos comprender un poco mejor el complejo fenómeno del feudalismo, que comienza a imperar en Europa en el siglo IX, si bien no es fácil indicar con precisión sus albores en los distintos países ni precisar con exactitud su duración3. Conviene, sin embargo, tener en cuenta dos puntualizaciones: a) feudalismo y medievo, según la acepción común que corre, no coinciden cronológicamente; 2) el florecimiento del feudalismo se extiende sólo del siglo IX al XIII. Sea cual fuere su duración, aquí nos importa subrayar las notas más destacadas de la economía feudal en el campo y en las ciudades. Vamos a esbozarlas con la mayor concisión posible.

1.1. El polo del campo: La economía rural

Una sentencia muy difundida reza así: "La base económica y política del feudalismo está en el campo". Se trata de algo muy diferente a lo que aconteció en Atenas y en el imperio romano. Esto explica nuestra curiosidad: ¿cómo funcionaban en este sector las relaciones socio-económicas? A grandes rasgos, vamos a describirlas:

— En el feudalismo, la producción total pasa al siervo, aunque éste debía entregar una parte en productos naturales o en dinero al señor feudal.

— Los germanos practicaban con preferencia la agricultura y la cría de ganado, alternando la dedicación de las tierras al cultivo y al pastoreo; a partir del siglo XI se dejaba como barbecho un tercio de la tierra.

— En los comienzos, la tierra se sorteaba anualmente entre los miembros de una misma marca (comunidad gentilicia residenciada en un espacio determinado); pero el sorteo anual se fue haciendo cada vez más raro.

— La propiedad privada surge bajo la forma de concentración de la propiedad territorial en virtud de conquistas, secuestros y cesión de los campesinos a los grandes señores que garantizan su protección; como propiedad común quedan los pastizales, bosques, lances y aguas.

— El número de campesinos libres se va reduciendo progresivamente, porque se van transformando de modo paulatino en siervos y vasallos. Existen dos clases de campesinos dependientes: los que pagan sus tasas en productos alimentarios o artesanales y los que están obligados a prestar servicios de corvée, que consiste en hacer trabajos gratuitos para el señor feudal, en ocasiones incluso durante tres días a la semana4.

1 Cf S. GINER, o.c. 156ss. 4 Durante la primera época del feudalismo, las corvées eran muy frecuentes y

consistían en el pago de contribuciones con el fin de aumentar la producción de

SÍNTESIS HISTÓRICA 69

— A todas estas contraprestaciones hay que añadir, con el curso de los años, los tributos de monopolio por el uso del molino patronal (a los campesinos les estaba vetada su construcción), de los hornos y por la producción de cerveza. Además de los diezmos para la Iglesia, tenían que abonar contribuciones para el tránsito por puentes y obtener el permiso para casarse.

— Los germanos libres estaban organizados en comunidades de marca, organizaciones territoriales de carácter democrático, formadas por familias ligadas por vínculos de consanguinidad; pero poco a poco fue surgiendo la comunidad de la villa, que abarcaba la hacienda del propietario y las granjas de todos los campesinos que se habían convertido en sus siervos.

— En cuanto al comercio, se constata, en el primer período del feudalismo, una fuerte regresión en el mercado, pues la división del trabajo .desaparece prácticamente. ¿Las causas? Por un lado, la comunidad de la villa es autárquica, al menos de hecho; por otro, en las corvées se incluyen como servicios la producción de vestidos, zapatos y muebles, al par que la construcción de casas, graneros y molinos.

— En lo concerniente a la propiedad territorial, cada vez se va concentrando más en manos eclesiásticas y en poder del rey: la Iglesia recibe como herencias y legados enormes dominios; los reyes son los mayores terratenientes y administran sus numerosas propiedades por medio de funcionarios.

No obstante, y a pesar de que las carestías y epidemias afectaban en ocasiones a centenares de millares de personas, las relaciones económicas eran generalmente aceptables; puede decirse que la sociedad feudal se mantenía sana y abierta al progreso. Por lo • demás, la explotación de los campesinos no podía ser muy onerosa, salvo excepciones más o menos frecuentes, porque los límites del comercio cercenaban las ambiciones y el deseo de apropiarse el plusproducto por parte de los señores feudales.

En los siglos XII y xm comienzan a verificarse algunos cambios en la organización económica. Con el riesgo que acarrea toda simplificación, reseñamos esquemáticamente los principales indicadores de la transformación: 1) reducción de la gr#n propiedad territorial; 2) disminución de las servidumbres personales5; 3) creciente disolución de la comunidad de villa, al ser sustituido el sistema de contribuciones por contratos de arriendo; 4) cierto mejoramiento en las condiciones de vida de los campesinos6.

los campesinos. Posteriormente, los servicios reclamados consistieron en trabajos manuales y de tiro, en labores campesinas y de siega, en el corte de leña, esquila de las ovejas, etc.

5 Aunque el señor habite en la propiedad, con frecuencia prefiere recaudar los tributos en dinero, en razón de la importancia creciente del comercio y la industria artesanal de las ciudades.

6 Cf J. KUCZINSKI, o.c, 119.

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70 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Paradójicamente, todos estos cambios favorecen una mayor explotación de los campesinos. En primer lugar, porque, dado el crecimiento de las ciudades y de la industria urbana, asi como la creciente importancia del comercio, fuertemente favorecido por las cruzadas, los terratenientes tenían enorme interés en elevar lo más posible sus contratos de arriendo y en cobrarlos en dinero para poder adquirir productos manufacturados en la ciudad o invertir sus capitales.

Por otra parte, el gran número de campesinos que continúan sujetos a servidumbre ven cómo aumentan desproporcionadamente sus tributos. Cada vez son mayores las necesidades de productos del campo que impone el crecimiento de las ciudades; de aquí el interés de los señores feudales por recaudar la mayor cantidad posible de productos agrícolas para venderlos en el mercado y adquirir con su importe mercancías urbanas o del comercio exterior.

En resumen, se advierte una doble tendencia en los cambios socio-económicos del campo: a) como no es fácil encontrar la fuerza-trabajo necesaria para las nuevas colonias y cada vez se agudiza más la deficiencia de mano de obra sana a causa de las epidemias, los grandes señores feudales se ven obligados a ofrecer mejores condiciones de vida a los campesinos; b) las nuevas formas de relaciones económicas encubren, sin embargo, una opresión más dura de los campesinos y explican su falta de interés por el aumento de la producción. Estas dos tendencias se dejan sentir en todas partes, aunque el calado de su incidencia varía, naturalmente, según las condiciones particulares de cada región.

1.2. El polo de la ciudad: Aires de libertad

"El aire de la ciudad libera", reza el dicho que corría entonces. Cierto que sus habitantes eran libres y a ellas acudían los campesinos buscando su libertad; pero, en realidad, la ciudad representa, como unidad económica, un elemento extraño al feudalismo y un elemento, a la vez, de gran importancia. ¿Cómo se explica esta paradoja?

Con tres pinceladas podemos diseñar el cuadro de las ciudades en el primer período feudal: a) eran un pequeño burgo con mercados ocasionales, y, a veces, un centro militar con un castillo, y estaban integradas en el sistema de las relaciones feudales de dependencia; b) el comercio se encontraba en manos de no europeos (particularmente mercaderes árabes y bizantinos); c) los artesanos procedían generalmente de los feudos circundantes y seguían bajo la custodia de sus patronos.

Desde el siglo X tiene lugar el despegue hacia la época de

SÍNTESIS HISTÓRICA 71

mayor esplendor del feudalismo, en virtud de una serie de cambios de gran trascendencia, que aquí sólo podemos reseñar telegráficamente:

— hasta la segunda mitad del siglo xiv vuelven de nuevo los fenómenos demográficos en todo el Occidente cristiano7;

— las ciudades crecen a ojos vistas en densidad e importancia, al convertirse en asilo seguro y centro de tráfico;

— el contraste entre la ciudad y el campo es cada vez más profundo: las artes manufactureras y artesanales recobran su importancia y el comercio florece como nunca. Aunque la agricultura sigue siendo un factor fundamental, los comerciantes constituyen el alma y el sostén de la economía mundial del medievo, pues llegan a dominar la mayor parte de las ciudades, acumulan casi toda la riqueza urbana (comprando al precio más bajo, vendiendo lo más caro posible) y son los primeros portadores de cultura laica en sus correrías; poco a poco acabarán por erigirse en la aristocracia;

— una nueva estructuración de las profesiones y las clases sociales. En la ciudad conviven tres sectores de población: los comerciantes, agrupados en asociaciones; los artesanos, que son muy numerosos y constituyen la pequeña y mediana burguesía, organizados en corporaciones; el tercer estado es el de los plebeyos, trabajadores no cualificados, enfermos, mendigos, vagabundos, etc. .

1.3. Economía medieval: Rasgos generales

Una vez analizada la situación del campo y la ciudad, ofrecemos una visión global de la economía de la Edad Media.

a) La agricultura conserva, como siempre, una importancia fundamental (res movilis, res vilis, rezaba el adagio latino), y la unidad artesanal sigue siendo la unidad productiva8.

b) No existe concentración obrera ni proletariado propiamente dicho, siendo tal vez la minería la única actividad económica en que aparece la figura del trabajador asalariado9.

7 Cf A. FANFANI, Storia económica, Principato, Milano-Messina 19432, 145ss. 8 Si se quiere indicar alguna excepción, quizá haya que referirse a "la produc

ción de herramientas para la carpintería o de aperos de labranza, l.as únicas máquinas verdaderamente complejas de este período fueron el molino de agua y el molino de viento", Ib, 54.

9 Ni siquiera en este sector se da un movimiento obrero: "Ante todo, porque la empresa minera no reúne en conjunto unas masas de trabajadores de tal volumen que permitan la formación de una conciencia de clase; en segundo lugar, porque las condiciones económicas del asalariado no son precarias y, más que nada, no ofrecen un notable contraste con las otras categorías (p.ej., los mismos concesionarios de la mina); en tercer lugar y en parte ppr los motivos anteriores, porque falta un espíritu de clase que tienda a manifestarse externamente" (G. MIRA, cit. por G. GUZZETTI, o.c, 55).

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72 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

c) La ascensión del nuevo orden feudal se realiza de modo paulatino, pues no era fácil la recuperación después del largo período de anarquía y de caos político-económico que se produjo a la caída del imperio romano y que se agravó con la regresión provocada por la invasión de los bárbaros y la lucha contra el Islam. Pero el ritmo se acelera: la disminución de la inseguridad provoca el crecimiento demográfico, que da origen a un movimiento de colonización; y la economía rural (agrícola y de mera subsistencia) inicia su despego, al pasar la mayoría de los campesinos a vivir bajo un régimen de servidumbre que no se debe confundir con la esclavitud.

d) Debido al crecimiento constante de la población, la economía de servidumbre desemboca en una encrucijada: el capital escasea y el trabajo abunda, con lo que disminuye el rendimiento de la productividad. Para salir del atolladero se introducen dos modificaciones: 1) los campesinos rescatan sus obligaciones personales mediante el pago de un canon anual en especie; 2) al no disponer de tierras vírgenes para explotar, los hombres del campo solicitan de los señores feudales el derecho a cultivar libre y exclusivamente sus parcelas durante un tiempo determinado a cambio de una renta anual (alquiler). Lógicamente, las tasas de productividad crecen, porque los campesinos emprendedores gozan ahora de un derecho exclusivo mayor sobre los frutos de su trabajo10.

e) Desgraciadamente, la riqueza, en franco aumento, no se distribuyó parigualmente. Desde el siglo xil, una parte cada vez mayor pasó a manos de los comerciantes, que supieron sacar partido de las situaciones de coyuntura.

f) Por último, la economía medieval estuvo fuertemente subordinada al influjo de la Iglesia y del Estado. En consecuencia, la perspectiva no es producir para obtener lucro, sino para cubrir necesidades bien precisas, porque ha de estar al servicio del hombre y de los valores espirituales (construcción de catedrales, edificación y sostenimiento de hospitales, asilos, etc.). También se encuentra sometida a las estructuras socio-políticas, pues el trabajo y la producción de los campesinos estaba más bien en función de la existencia de la nobleza y la caballería, cuya superioridad no se sustentaba en la riqueza y el dinero, aunque se sentían inclinados hacia la prodigalidad.

10 Cf H. LEPAGE, Mañana, el capitalismo. Alianza, Madrid 1979, 85-98.

SÍNTESIS HISTÓRICA 73

2. La Iglesia medieval: Ambiguo rol de suplencia

Suele tenerse una imagen idealista en la Edad Media. Cierto que es una época propicia para la homogeneidad política: el emperador es considerado el jefe de la sociedad, en tanto que el papa representa la cabeza religiosa y moral de los hombres; existe una religión única, una ideología común y una escala idéntica de valores. A primera vista, sin embargo, se puede apreciar que los innúmeros reinos estaban divididos en señoríos y "las tensiones entre papado e imperio se tradujeron en luchas inacabables, las herejías fueron cosa común, la ideología caballeresca y cortesana sólo podía ser mantenida a través de la brutalidad institucionalizada contra los campesinos humildes".

El origen de los conflictos no estriba propiamente en las excesivas ambiciones del emperador o del romano pontífice, sino en el hecho de que estas instituciones eran "tan mutuamente excluyen-tes como necesarias la una a la otra", de suerte que el emperador reconocía el carácter divino de la institución papal, y el papa, a su vez, refrendaba la imperial. Por otra parte, en este contencioso que hunde sus raíces en los primeros tiempos del cristianismo, los partidarios del emperador pudieron conseguir a menudo ventajas en la política y en la guerra; pero en el campo doctrinal llevaban casi siempre las de perder, porque ambos contendientes se movían dentro de un mismo terreno de creencias.

A partir de san Gregorio Magno (540-604), que realizó una profunda reforma contra la corrupción reinante entre los eclesiásticos, la Iglesia cobró una autoridad inusitada en el terreno de lo temporal; y más adelante, en medio del caos provocado por los acontecimientos, se hizo cargo de la política y la economía.

De modo lento pero progresivo, la Iglesia consiguió suavizar la barbarie feudal: impregnó de ideales cristianos la moral caballeresca, dulcificó la dureza de los conflictos mediante las treguas de Dios ó períodos forzosos de paz y canalizó las ansias bélicas, las presiones demográficas y económicas de los pueblos hacia la guerra contra los infieles, que tuvo su plasmación más llamativa en la tan apasionante como desdichada aventura de las cruzadas.

En medio de un mundo esencialmente agrícola, los monasterios rurales emergen como grandes centros económicos. Más aún, estos grandes monasterios, inspirados en el ideal benedictino que equilibra la oración, la vida intelectual y el trabajo manual ("Ora et labora" es el lema), constituyen laboratorios de las técnicas artesanas y haciendas modelos.

La presencia y actividad de la Iglesia en estos campos se dejó sentir todavía de forma más intensa en los tiempos carolingios.

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74 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Y al derrumbarse este imperio, los obispos y abades, dueños de grandes territorios, se convirtieron en unos señores feudales más, con los mismos privilegios e idénticas obligaciones. Con una notable diferencia: las investiduras laicas se transmitían a través de la herencia, en tanto que las eclesiásticas eran temporales. De aquí los grandes problemas de esta época: la simonía o compra de los títulos eclesiásticos, y el matrimonio de los sacerdotes, que deseaban transformar en hereditarias las posesiones temporales de la Iglesia.

Como visión de conjunto, puede sernos útil la breve y densa descripción de un historiador experto en la materia: "Durante toda la Alta Edad Media, la Iglesia aparece como el verdadero motor de la civilización. Siendo la única fuerza organizada que quedó en pie al venirse a tierra el imperio romano en Occidente, ella recogió lo esencial del mundo antiguo. En todas partes, en política como en economía, en el plano cultural como en el social, se encuentra su presencia y acción. La Iglesia se encuentra perfectamente adaptada a este universo en gestación, al cual aporta todo su concurso" ".

Aunque resulte excesivo calificar de esencial la aportación de la Iglesia al rumbo de la economía de entonces, indudablemente tuvo su importancia y fue eficaz. Pero con el transcurso de los años fue creciendo la dificultad de adaptarse al ritmo de las transformaciones; en este sentido hay que destacar sobre todo el gran esfuerzo de las órdenes religiosas, particularmente de los cis-tercienses, por renovar las técnicas y los métodos. No obstante, debemos reconocer que, a esas alturas de los tiempos, es en las ciudades y no en el campo donde florecen y prosperan los nuevos modos económicos. Constituye un anacronismo pensar que el ideal ha de inspirarse en la vuelta a la tierra. Por eso las nuevas órdenes mendicantes abandonan el campo y se instalan en las ciudades, donde se concentran también los comerciantes y los artesanos: se ha dicho, con razón, que "el mapa de las casas franciscanas y dominicas es el mapa urbano de la cristiandad".

Las intervenciones de la Iglesia, por otra parte, no se limitaron a la actividad económica; ella levantó su voz para proclamar algunos principios éticos, que incluso se tradujeron en normas jurídicas. Manteniéndonos alejados de la tentación, que representa un crimen de lesa historia, de extrapolar nuestras categorías y conceptos actuales para formular juicios de valor sobre otra época tan distinta y tan compleja, pero con una actitud que quiere ser a la vez crítica y comprensiva, intentaremos brindar un resumen de las orientaciones y enseñanzas de la Iglesia y de los teólogos en el ámbito de la vida económica.

" L. VEREECKE, "Aggiornamento"..., o.a, 125, a quien citamos explícita o implícitamente en estos párrafos.

SÍNTESIS HISTÓRICA 75

3. Pensamiento cristiano y economía medieval

Puede decirse que el pensamiento moral cristiano de la época giraba en torno al principio general siguiente: "el fin de la actividad humana es la satisfacción de las necesidades", y no el progreso económico. Este principio se dejaba sentir, sobre todo, en la valoración ética de la usura y de la actividad comercial.

De acuerdo con las orientaciones bíblicas y las enseñanzas de los padres de Oriente y Occidente 12, desde los albores de la Edad Media existe la prohibición absoluta de cobrar intereses dentro de la economía monetaria y de la economía de trueque. Estas prohibiciones alcanzaban expresamente a los clérigos, pero posteriormente afectaron también a los laicos. El concepto de usura tenía un significado bien preciso: todo préstamo de un bien fungible a interés, incluso el préstamo de dinero, porque no reconocían a éste otra funcionalidad que la de intercambio. Guiados por el axioma de la esterilidad del dinero ("nummus nummum non parit"), las autoridades eclesiásticas y los teólogos se vieron precisados a reconocer la injusticia de tales préstamos. La condena de la usura fue sancionada solemnemente por los concilios Late-ranense II (a. 1139)I3, Lateranense III (a. 1179)14 y el de Viena (a. 1314)15.

Según la doctrina cristiana, los comerciantes tienen que conformarse con la justa remuneración de su trabajo y asegurar la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos. Por eso "las disposiciones corporativas tienden a la realización de un bienestar colectivo que asegure a los consumidores un producto de calidad y a los productores una venta segura a precios que permitan vivir honestamente del propio trabajo" 16. Las reservas ante la actividad del comercio tenían tal calado que se tradujeron en prohibiciones de su ejercicio a los cristianos bajo pena de expulsión de la Iglesia ".

En aras de la sinceridad hemos de advertir que estas disposi-

12 Para el concepto de usura, cf la encíclica de Benedicto XIV Vix pervenil: DS 2546 (1475); cfDS 2547-2550 (1476-1479); L. Rossi, Usura, en "DETM", 1154-1155.

13 Cf DS 716 (365). 14 Decreto por el que se negaba sepultura eclesiástica a los usureros pública

mente conocidos. Dicha publicidad se requería para la connotación jurídica, pero no para la valoración moral.

15 Cf DS 906 (479); también DS 753 (394); 764 (403); 828 (448). Para las disposiciones eclesiásticas de los siglos ulteriores, cf DS 1355 (716); 1442-1444 (739)-1981s (1081s); 2062 (1142); 2140ss (1190ss); 2546-2550 (1475-1479); 2722s (1609s),:

2743 (1612). 16 L. VEREECKE, Introducción.... o.c, 92. 17 Cf Decreto de Graciano, D. 88, c. 11.

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76 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ciones no tenían muchas veces su correlato en la práctica, como se desprende de las numerosas infracciones que es posible señalar: camuflaje de préstamos, actividades comerciales del clero, recurso de la Iglesia a las entidades bancarias, persistencia de la esclavitud y la servidumbre en instituciones clericales, etc.

Por otra parte, ante la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza y el contraste de la realidad vivida con los ideales evangélicos y la "pobreza" de la Iglesia primitiva, surgen movimientos de reivindicación que se organizan en corrientes: albi-genses, cataros, valdenses, fraticelos... La respuesta a estos ataques más o menos frontales que reclamaban una Iglesia sin riqueza y sin jerarquía no se hizo esperar, llegando a través de un triple cauce: la condena oficial de las concepciones de carácter abierta o veladamente comunista-futurista, las nuevas órdenes mendicantes y las elaboraciones teológicas de la escolástica, que analizaremos más en particular ahora.

3.1. Teología medieval: Orientaciones socio-económicas

Los teólogos de la época, sobre todo los escolásticos y los nominalistas, se interesan por los problemas económicos, y nos han dejado formulaciones que han tenido gran incidencia en el planteamiento y soluciones de estos temas casi hasta nuestros días. Desde el punto de vista formal, los autores introdujeron dos importantes novedades, que van a quedar incorporadas a la reflexión moral de modo permanente: 1) las cuestiones económicas se abordan al exponer la virtud cardinal de la justicia, siguiendo las huellas de Aristóteles; 2) asumen el instrumental jurídico del derecho romano y del derecho eclesiástico (categorías de dominio, contratos, restitución, etc.) para dar cauce a sus ideas sobre economía.

Estas novedades favorecieron el desarrollo y enriquecimiento de la reflexión moral, porque "el tratamiento moral encontró justificación filosófica y jurídica y entró por las puertas de la racionalidad crítica de aquella época. Sin embargo, los cuadros formales de la filosofía (virtud de la justicia) y del derecho (instrumental jurídico) supusieron la introducción de dos taras o enfermedades endémicas en el tratado moral de los problemas económicos: un excesivo formalismo y un excesivo positivismo jurídico" 18.

En cuanto a los bienes económicos, el principio fundamental es el recogido por Graciano: "Por derecho natural, todas las cosas son comunes a todos" ". Entre los escolásticos, sin embargo, hay que distinguir dos interpretaciones distintas:

18 M. VIDAL, o.c, 231. " Decreto, D. 8, c. 1.

SÍNTESIS HISTÓRICA 77

— Según la primera, el derecho natural consiste en mandamientos, prohibiciones y demostraciones20. La organización comunitaria de los bienes pertenece a las "demostraciones" y, por consiguiente, puede sufrir modificaciones a lo largo de los siglos; con otras palabras, el derecho natural no exige de modo absoluto (necesariamente) una forma concreta de propiedad. En ese caso, el nacimiento de la propiedad privada no implica una ruptura del derecho natural y constituye un derecho humano.

— Para los partidarios de la segunda tendencia, la comunidad de bienes es absolutamente obligatoria en el estado de naturaleza pura; el régimen de propiedad privada, en cambio, simplemente se aconseja a raíz de la caída del hombre, llegando así a la conclusión de que también la propiedad privada es de derecho natural21.

Consecuentemente, la apropiación de los bienes se considera simple concesión a la naturaleza humana corrompida: el régimen de propiedad privada es el derecho de la humanidad pecadora, una especie de derecho de segundo orden. Esta concepción mantiene su vigor hasta tiempos de santo Tomás de Aquino, como veremos más adelante.

En el marco de las teorías económicas medievales merece atención especial la doctrina de san Alberto Magno (1200-1280). Sus ideas más interesantes se encuentran en los comentarios a la Etica a Nicómaco. Según el sabio dominico, el intercambio constituye un medio necesario para la existencia de la sociedad; el intercambio tiene que ser justo no sólo por exigencia ética, sino también porque, en caso contrario, periret civilitas, perecería la sociedad incluso materialmente. Más aún: a su parecer, la justicia en los intercambios económicos, lejos de ser un "ideal" abstracto y desconectado de la realidad, es un concepto real y objetivo, hasta el punto de que su incumplimiento acarrearía el cese de los intercambios y, por ende, la destrucción de la actividad económica.

20 Rufino, teólogo de la segunda mitad del siglo xn, explica: "El derecho natural consiste en tres cosas, a saber, en mandamientos, prohibiciones y demostraciones. Porque manda lo que aprovecha, como amarás al Señor tu Dios; prohibe lo que perjudica, como no matarás; demuestra lo que conviene, como que todas las cosas se tengan en común para que todos tengan la misma libertad" (cit. por G. GUZZETTI, o.c, 58).

21 Para Guillermo de Auxerre, p.ej., el que todas las cosas son comunes entra dentro de la demostración; pero "la razón natural enseña que todas las cosas deben ser comunes y desea vivamente y acepta que todas las cosas sean comunes, pues así es como será en el estado a que tendemos, es decir, en el estado de bienaventuranza. Pero la razón natural enseña, como a la fuerza, que algunas cosas han de ser propias. Porque sabe que, en el actual estado de naturaleza, es más útil que algunas cosas sean propias, para evitar mayores males. Por consiguiente, que haya cosas propias es de derecho natural, como por permisión de la naturaleza; pero que todas las cosas sean comunes es de derecho natural, como por beneplácito de la naturaleza" (cit. en G. GUZZETTI, O.C, 59).

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78 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

San Alberto establece, pues, estrecha relación entre el "justo precio" y los costos: los artesanos, viene a decir, no continuarán produciendo, por muy "justos" que sean los precios, si con ellos no cubren sus costos. Por eso afirma que, a la hora de fijar el justo precio, no hay que atenerse a una valoración absoluta e ideal, sino que es necesario tener en cuenta el trabajo y los gastos, es decir, introduce el factor costo en la formación de los precios.

En cuanto al modo en que los costos son introducidos en la "conjunción dialogal" o "conjunción transversal" de que habla Aristóteles y que introduce la equivalencia de bienes en el mercado, su aportación no es tan clara, pues no da una explicación satisfactoria al término "indigentia" en cuanto expresión de medida de valor. Unas veces lo incluye en la "conjunción transversal" ("urbanitatis indigentia") y otras lo presenta como un elemento más de los factores de igualación ("in expensis et labore et utilitatis opere")22.

3.2. Santo Tomás de Aquino: Síntesis y nuevo horizonte

Extraordinaria e imprescindible para la comprensión del pensamiento cristiano: dos calificativos justos para valorar la aportación del Aquinate a nuestro tema, porque debe ser considerado como el verdadero creador del tratado teológico De iustitia (S.Th. II-II, qq. 57-79). En su estructuración, el Doctor Angélico retoma de Aristóteles la base doctrinal, al par que la estructura fundamental del tratado, sin que ello sea óbice para hacer un uso abundante de las fuentes teológicas23.

Por otra parte, se impone el reconocimiento de la pobreza y limitaciones con que aborda los problemas económicos. A pesar de ello, sin embargo, el pensamiento económico de santo Tomás reviste singular importancia para el ulterior desarrollo de la teoría aristotélica del justo precio o valor económico. Con harto sentimiento habrá que ceñirse una vez más a exponer, en apretado resumen, los puntos más relevantes de su doctrina en este campo: la apropiación de los bienes, la moral de los precios y el comercio, la usura, el robo y la restitución.

La apropiación de los bienes. Puede parecer paradójico, mas lo

22 Cf M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, Evolución del pensamiento económico, Espasa-Calpe, Madrid 1983, 16-17.

21 Además de las obras generales sobre la doctrina del Doctor Angélico, cf A. HORVATH, Eigentumsrecht nach dem hl. Thomas von Aquin, Graz 1929; J. PÉREZ, De principiis funclionis socialis propietatis apud Div. Thomam Aquinatem. Avila 1924; T. URDÁNOZ, Suma Teológica. BAC, Madrid 1956, tomo VIII, 161ss (con bibl., 172-177). Para una aproximación al pensamiento moral, cf R. RINCÓN OR-DUÑA. Praxis l. Fundamentación. Paulinas, Madrid 1986 , 77ss.

SÍNTESIS HISTÓRICA 79

cierto es que, según santo Tomás, la justificación de la propiedad privada se funda en motivos esencialmente sociales.

Recordemos que, para los padres de la Iglesia, la apropiad 'n y uso común de los bienes pertenece al derecho natural anterioi a la caída de Adán, en tanto que el derecho de propiedad privada se funda en el derecho natural subsiguiente a la condición humana poslapsaria. Pues bien, para el Aquinate, que propugna una concepción no histórico-salvífica, sino metafísica del derecho natural, los bienes están ordenados a la satisfacción de las necesidades del hombre (derecho natural primario o genérico); pero no puede decirse que este derecho exija necesariamente una forma determinada de apropiación de los bienes (privada, pública o común), sino que el modo concreto de apropiación ha de ser deducido mediante el adecuado razonamiento. Por consiguiente, tanto la propiedad privada como la pública no se oponen de suyo al derecho natural. En otras palabras, pertenece a la racionalidad ("convención humana") determinar en cada situación cuál es la forma de posesión más acertada para que los bienes puedan desempeñar la función de servicio universal que les corresponde en conformidad con el derecho natural primario o genérico24.

Al haber recuperado también la distinción aristotélica entre la "potestas" y el "usus" de las cosas y los bienes, el autor de la Suma afirma que la^propiedad es privada en lo tocante a la administración de los bienes ("poder de gestión y administración"), pero común en lo concerniente a su uso y disfrute.

La moral de los precios. Se ha escrito que "el pensamiento económico de santo Tomás desempeña un papel fundamental en el posterior desarrollo de la teoría aristotélica del justo precio o del valor económico" 25. Su aportación se reduce a dos elementos mutuamente condicionados entre'sí: la "teoría de la doble medida de los conmutables" y la "fórmula del precio".

Aristóteles estableció que el dinero servía como medida de valor en el cambio, pero en referencia a un valor natural no suficientemente determinado; el Doctor Angélico, para acabar con cualquier ambigüedad, sostiene que hay dos medidas para fijar el

24 Es curioso constatar la actualidad de las razones aducidas por santo Tomás cuando habla de la propiedad, incluso en medios socialistas. Es licito y necesario, argumenta el Aquinate, que el hombre posea cosas propias, "primero porque cada uno es más solícito en la gestión de aquello que con exclusividad le pertenece que en lo que es común a todos o a muchos... Segundo, porque se administran más ordenadamente las cosas humanas cuando a cada uno incumbe el cuidado de sus propios intereses... Tercero, porque el estado de paz entre los hombres se conserva mejor si cada uno está contento con lo suyo, por lo cual vemos que entre aquellos que en común y pro indiviso poseen alguna cosa surgen más frecuentemente contiendas" (II-II, q. 66, a. 2, in c ; cf I-II, q. 94, a. 2;-I, q. 98, a. 1 ad 3; II-II, q. 57, a. 3).

25 M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, o.c, 17, en quien nos apoyamos.

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valor en el intercambio de bienes: la necesidad (indigentia) humana, junto con el dinero. En ese sentido, la idea central de la "fórmula del precio" es que éste varía con las necesidades humanas. Esta fórmula, que establece una ligazón entre el precio y la "indigencia", es el comienzo y antecedente de cualquier teoría del valor que se justifique por el lado de la demanda. Únicamente hemos de lamentar que el santo de Aquino no desarrollara suficientemente los términos contenidos en esta genial contribución. Su teoría constituye un buen complemento de la explicación ofrecida por san Alberto Magno, insistiendo en los costos como determinantes del valor. "Hoy día sabemos que una teoría comprensiva del valor tiene naturaleza de síntesis, en cuanto que admite simultáneamente la doble explicación, ya sea en términos de costos, ya sea en términos de demanda".

El precio justo será, pues, el que se ajusta a la equivalencia entre el valor de cambio de las cosas y la suma de dinero entregado para adquirirlas. Como no es fácil establecer esta equivalencia, el propio santo reconoce que no siempre es posible determinar el justo precio. Por eso habla de precio corriente o vulgar, legal y de excepción26.

Moralidad del comercio. En la primera parte de la cuestión que la Suma dedica al tema27, se hace eco de la doctrina de Aristóteles, y concluye con esta frase: "El comercio, considerado en sí mismo, encierra cierta torpeza, porque no tiende por su naturaleza a un fin honesto y necesario" (no se refiere al comercio de trueque, sino al que se practica para obtener algún lucro). A pesar de este rechazo y condena, reflejo de la opinión pública y de la legislación civil o eclesiástica, santo Tomás tuvo la osadía de proclamar que el lucro, "aunque en su esencia no entrañe algún elemento honesto o necesario, tampoco implica nada vicioso o contrario a la virtud". La negociación resulta lícita cuando el lucro está ordenado a un fin necesario u honesto. ¿Cuáles son estos fines? El Aquinate señala éstos: destinar el moderado lucro adquirido al sustento de la familia o a socorrer a los necesitados, y dedicarse al comercio para servir al interés público. En estos casos no se persigue el lucro como un fin, sino como remuneración del propio trabajo.

A pesar de todo, no desaparecen todas las reservas. Al recordar que los clérigos deben abstenerse de la actividad mercantil, reconoce que el ejercicio del comercio implica una "apariencia de mal".

El tema de la usura. Los grandes filósofos consideran inmoral

26 Cf II-II, q. 73, a. 2 et 3. 27 II-II. q. 77. a. 4.

SÍNTESIS HISTÓRICA 81

la usura, porque "una cabra engendra hijos, pero el dinero no engendra dinero". Santo Tomás retoma la prohibición de la usura expresamente formulada en la Biblia, los padres y la disciplina eclesiástica, aunque se apoya en la argumentación aristotélica28. La clave de su valoración ética reside en la asunción acrítica de la visión miope de Aristóteles: el dinero no es más que un bien improductivo y no tiene más función que la de ser instrumento de bienes que se van a consumir. Por eso el préstamo pecuniario se encuadra en el ámbito del contrato de mutuo: sólo se puede percibir lícitamente la devolución de la misma suma que se ha prestado, pues de lo contrario se trataría de vender dos veces la misma cosa, vender algo que no existe o vender lo que no es suyo. Naturalmente, las cosas se ven hoy de modo muy distinto.

En cuanto al robo, en que distingue el hurto y la rapiña (la "substracción clandestina de una cosa ajena" se conceptúa como hurto; pero si se realiza de modo violento, se trata de rapiña), aduce dos causas que excusan del robo formal: 1) el caso de extrema necesidad, porque dicha necesidad hace nuestro lo que tomamos para sustentar nuestra propia vida o para socorrer al prójimo indigente29; 2) la "rapiña" llevada a cabo por los titulares de la autoridad pública cuando han de actuar contra los malhechores o contra los subditos que no abonan las cargas impuestas justamente para la conservación del bien común30.

La restitución. Para el Angélico es el acto general de la justicia conmutativa, ya que la entiende según la acepción clásica del verbo restituere: "restablecer, reparar o reponer, volver las cosas a su primer estado"31. Las fuentes anteriores son bien explícitas en cuanto a la imperiosidad de la restitución para poder salvarse. El usa, empero, otro tipo de argumentación: "Para salvarse es necesario conservar la justicia; el que no restituye lo injustamente adquirido permanece en la injusticia; sigúese, por consiguiente, que restituir lo que injustamente se ha quitado a alguien es necesario para la salvación"32.

En una valoración global, por ende simplista y hasta injusta en muchos aspectos, podemos subrayar algunas enseñanzas y lo-

28 II-II, q. 78, a. 1. 29 Ib, a. 7; cf II-II, q. 32, a. 7 ad 3; Sent. 4, d. 15, q. 2, a. 1; Quodl. 5, q. 9, a. 1

ad 1. Naturalmente, la casuística es hoy más amplia: quien es perseguido por ladrones o terroristas puede necesitar un coche; los perseguidos por razones políticas pueden tener necesidad de un avión para salvarse, etc.

30 II-II, q. 66, a. 8. Al igual que los teólogos clásicos, santo Tomás incluye los problemas morales que plantea el saqueo de los bienes del enemigo. Para la casuística de la compensación oculta, cf II-II, q. 66, a. 3 ad 3; a. 5, ad 5.

31 II-II, q. 62, a. 1; cf la exposición de T. URDÁNOZ, O.C, 362-379. 32 T. URDÁNOZ, O.C, 166ss.

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82 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

gros de santo Tomás en el campo de la moral económica: 1) Supo contextualizar los temas económicos en el tratado De justicia, tratado de gran calado teológico y extraordinaria influencia durante siglos. 2) El axioma, antítesis del enarbolado por el liberalismo económico, de que el bien común se halla por encima del privado en la jerarquía de valores, porque quien labora por el bien de la multitud trabaja en el suyo propio. 3) Realizó una armoniosa síntesis a base de las contribuciones convergentes de la tradición cristiana y la doctrina aristotélica, sirviéndose para ello también de otras fuentes paganas, especialmente de Cicerón y el derecho romano.

Las limitaciones de su pensamiento se deben al hecho de haberse desentendido de los problemas de la justicia distributiva polarizándose en el estudio minucioso de la temática de la justicia conmutativa, de carácter individualista y privado.

4. Los coletazos del régimen feudal

Para entender las teorías y movimientos del final del medievo conviene describir sucintamente el marco socio-económico. El comienzo del siglo xiv señala el fin del período de expansión de la economía medieval y abre la depresión económica que se prolongará durante los dos siglos siguientes. Aquí sólo dejaremos constancia de las causas, consecuencias y manifestaciones del giro que tuvo lugar en la coyuntura económica.

No existe acuerdo a la hora de indicar las verdaderas causas de la crisis; sin minusvalorar otras explicaciones, nos parece necesario acentuar sobre todo estas "fuerzas motrices": las catástrofes naturales (la crisis triguera de 1315-1317; la peste negra de 1347-1353, con rebrotes en 1361, 1373, 1380, etc.) y las luchas políticas, con sus consiguientes guerras y sublevaciones33.

No es fácil ofrecer una panorámica global de las manifestaciones de la depresión económica; baste su simple enumeración: estabilización y estancamiento del sector económico; ruptura del equilibrio demográfico; disturbios sociales, prolongados en las guerras campesinas, ninguna de las cuales tuvo éxito o, al menos, éxito duradero, debido a la falta de unidad de las distintas clases sociales y la falta de apoyo de las ciudades34.

Las consecuencias de todos estos fenómenos se reflejaron en las variaciones de la moneda y de los precios. La penuria monetaria, a causa del agotamiento de las minas de Europa central y del

33 Cf L. VEREECKE, Introducción..., o.c., 83. 34 Sobre las guerras campesinas, cf J. KUCZINSKI, o.c, 151-154.

SÍNTESIS HISTÓRICA 83

empleo de la moneda con fines políticos, repercutió en las mutaciones, en la manipulación de la moneda y en la reglamentación de los intercambios monetarios. En cuanto a los precios, el del trigo tendía a la baja, mientras se apreciaba una clara tendencia al alza en los de los otros productos agrícolas (vino, lana, ganado) e industriales. Los salarios, a su vez, tendían a aumentar, aunque nunca alcanzaron la curva de los precios.

A pesar de todo, la introducción de la renta en dinero, la fuga de los campesinos á la ciudad y el desarrollo de nuevos métodos en los distintos ramos de la economía favorecieron la aparición del llamado capitalismo temprano. Como antecedentes cabe sugerir la concentración de capital, la aparición de trabajadores asalariados libres y el paso a la manufactura.

La "acumulación originaria de capital" (Marx) en esta época se realiza "a través de la usura, el fraude comercial y la piratería, sin olvidar la rapiña colonial de alhajas y, sobre todo, la rapiña de la tierra, comprendida la de propiedad comunal, en perjuicio de los campesinos".

A los antiguos y escasos trabajadores libres asalariados (marineros y mineros) se les agregan ahora los campesinos a quienes se les han expropiado las tierras, los que huyen a la ciudad, y, posteriormente, los artesanos arruinados y los aprendices que carecen de posibilidades para ser maestros.

Durante los siglos XIV-XV encontramos los comienzos de la manufactura en todos los países de régimen feudal. Los artesanos realizan el trabajo en sus propios talleres y con utillaje de su propiedad y a destajo; pero, ante las primeras oleadas de jornaleros sin bienes, luchan por su autonomía, cerrando filas en torno a los gremios35.

También el comercio sufre una transformación, siendo la ciudad el centro de esta nueva modalidad económica. Es notorio que el germen de la renovación del comercio lo representa el mercado; pues bien, con mucha frecuencia, "de ese mercado surgió un pequeño barrio o una villa al lado de una iglesia o un castillo. Esa primera agrupación urbana fue el burgo, el cual fue la cuna de la ciudad. De él, sus habitantes tomaron un nombre llamado a "tener gran fortuna histórica: el de burgueses"3é. Se forma así un patriciado oligárquico, que se ha impuesto err Europa durante ocho siglos. La realidad de su ascensión y permanencia no rima bien con las connotaciones de egoísmo y pasividad con que suele describirse la burguesía despectivamente. Por otra parte, son no-

35 Sobre la estructura económica y social de los gremios, cf J. IMBERT, O.C. 166-169; J. VICENS-VIVES, o.c, 239-240.

36 J. VICENS-VIVES, o.c, 155; sobre la burguesía, cf V. RODRÍGUEZ CASADO. Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporárteo, Espasa-Caipe, Madrid 1981, 99ss; W. SOMBART, El burgués, Alianza, Madrid 19793.

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tables y bien conocidas las aportaciones de la burguesía a la dinámica social y económica: el espíritu realista en todos los órdenes de la vida, un espíritu de tolerancia de gran impacto tanto en el ámbito económico como en el socio-político.

Aunque sólo las ciudades italianas y algunas alemanas lograron constituirse en repúblicas totalitarias, todas consiguieron cierto poderío y autonomía financiera. En la segunda mitad del siglo XIV, sin embargo, se advierten ya signos, si no de decadencia, sí al menos de estancamiento en las ciudades. Entre los índices más significativos pueden enumerarse la crisis demográfica a causa de la peste negra y sus rebrotes epidémicos; la desviación de los capitales, que se invierten en la bonificación del campo; la falta de inventiva técnica, y la consiguiente paralización de los negocios. El fruto se traduce en un cambio de la coyuntura, que desemboca en conflictos sociales y convulsiones políticas, agravados al entrar en juego las ambiciones de la aristocracia y los en-frentamientos religiosos37.

No es extraño que en este período floreciera la actividad comercial, pues hemos dicho que las ciudades surgieron precisamente en torno al mercado. Posteriormente, en la plaza principal de las ciudades se establecía cada semana un mercado llamado forum; pero a causa de la expansión de su actividad, se instalaron otros fora nova en los ulteriores ensanches, llegándose así en las ciudades más florecientes a cierta especialización por barrios (mercado de cerdos, caballos, etc.). En una segunda etapa, los comerciantes urbanos se establecieron ya en tiendas estables, logrando una considerable diversificación y especialización. Por último, aparecieron las ferias regionales, que se diferencian del mercado por su periodicidad más espaciada, mayor duración de días, mayor radio de acción económica, mayores privilegios y reglamentación más minuciosa.

El comercio internacional también adquirió un auge notable38. A pesar de la premura de espacio, queremos hacer una alusión particular al comercio del hombre. Al producir la peste negra estragos en la población, se acude de nuevo a los mercados orientales y al norte de África para proveerse de trabajadores esclavos. No obstante su abundancia, los precios fueron subiendo al compás de la desvalorización de la moneda, lo que explica que el comercio de esclavos representase una de las mejores inversiones y ejerciese fuerte atracción para los mercaderes. Pero, a la postre, esta avidez desencadenó una oleada de terrorismo pirata en el Mediterráneo y acabó por destruir el comercio.

•" En España muy pronto se alcanzaron cotas trágicas: la matanza de judíos en 1391; las revoluciones catalanas del siglo xv (agitaciones de los payeses, remen-sas y disturbios políticos entre las clases bajas urbanas y la oligarquía).

38 Para el comercio en España, cf J. VICENS-VIVES, O.C, 237-254.

SÍNTESIS HISTÓRICA 85

Para completar el bosquejo del marco económico del bajo medievo conviene incluir una breve referencia a la política fiscal. El peso de los impuestos recayó una vez más sobre los que poseían las tierras, sobre los trabajadores y los comerciantes. Los aristócratas, exentos de pagar tributos, querían a toda costa arrebatar al soberano el dinero que ingresaba por impuestos y exacciones y hacerse con las principales fuentes de recaudación de los impuestos comerciales.

5. El contexto eclesial: Luchas con el Estado y cismas internos

Los siglos XIV-XV representaron "años difíciles" para el mundo europeo39; también lo fueron para la Iglesia. No debe sorprendernos, porque en este tiempo se manifiestan ya claramente los síntomas de disolución del mundo medieval. En apretado resumen, y generalizando, recordemos que la Edad Media fue la época del universalismo, del objetivismo y el clericalismo; pero con el transcurso de los siglos fueron emergiendo fuerzas centrífugas y particularistas, que acabaron por romper la unidad simbolizada por la antigua imagen de las dos espadas. Como fuerzas más influyentes cabe señalar: en el campo político, la profundización de la conciencia nacional; en lo cultural, los nuevos tonos mundanos ele la civilización; en lo social, el afianzamiento de algunas ideas democráticas; en la vida religiosa e intelectual, la crítica y el juicio de la persona pasa a primer plano, hasta el extremo de romper la armonía entre fe y razón.

Las luchas entre la Iglesia y el Estado condujeron, tras distintas escaramuzas, al cautiverio de Aviñón y a la disolución de la orden de los templarios. Se configuró a pasos agigantados la efectiva independencia y autonomía del poder político nacional (estados nacionales), que tuvo su legitimación teórica, sobre todo, en el Defensor Pacis, de Marsilio de Padua y Juan de Gianduno.

En cuanto a la economía financiera eclesial, la curia papal iidquiere aire de administración centralizada de gran estilo, y la base económica de la Santa Sede la constituye el censo, a saber: los ingresos fiscales de los territorios del papado, el tributo fiscal de los príncipes que habían recibido sus dominios como feudo del pupa y las tasas de cancillería. Los papas de Aviñón ampliaron y sistematizaron la práctica de gravar con impuestos los beneficios eclesiásticos. Ciertamente, en los comentarios de entonces y en los libros de historia se ha exagerado respecto a las sumas recau-

" Para un estudio más en profundidad y detallado, cf las Historias de la Igle-NIII reseñadas en la nota 1.

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86 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

dadas de esta forma y a los daños ocasionados por el sistema; pero, a fuer de sinceros, hemos de reconocer dos graves fenómenos generados por esta administración curialesca: la aparición de un verdadero proletariado clerical y el pulular de los clérigos cazadores de prebendas a la espera de que se produjera la vacante de algún beneficio.

Otro acontecimiento de gran trascendencia fue, sin duda, el gran cisma de Occidente (1378-1417). Este período, uno de los más turbulentos de la historia de la Iglesia, pues llegó a haber dos y tres papas simultáneos, se cerró con la elección de Martín V el 11 de noviembre de 1417. Quedó entonces restañada la unidad de la Iglesia, pero seguía pendiente la necesaria reforma general. El terreno estaba, pues, preparado para la eclosión de las herejías, cuyo preludio puede apreciarse en las tendencias de J. Wycleff en Inglaterra (f 1384) y de J. Huss en Bohemia (t 1415)40.

Anteriormente se había celebrado el concilio de Viena (1311-1312), que promulgó un decreto sobre la usura41, en el que se reafirman las prescripciones clásicas y se prohibe a los clérigos ejercer los oficios de carniceros y taberneros. En el concilio de Constanza (1414-1418) fueron condenados los errores de J. Wycleff, varios de los cuales se refieren a la propiedad y al uso de bienes42. Posteriormente, Calixto II publica la constitución Regimini universalis (1455), confirmación de una bula de Martín V sobre la usura y el contrato de censo43.

6. Triunfo del nominalismo

La ignorancia del clero bajo fue una constante de la Edad Media, especialmente por lo que atañe al clero español. Así lo atestiguan numerosos concilios, muchos autores de las sumas de confesores y de los confesionales, muchos literatos. Por otra parte, estos siglos son, en el campo intelectual, siglos de crítica y de transición, porque se cuestionan las grandes síntesis medievales. Alumbra una nueva mentalidad que, poco a poco, engendra una

40 Sin entrar en el contenido de sus enseñanzas, las connotaciones más interesantes para nuestro estudio son: 1) el carácter nacionalista de sus doctrinas; 2) una dura crítica a la Iglesia por haberse convertido en Iglesia rica: 3) exigencia de una Iglesia pobre, totalmente separada del mundo (carece de derechos sobre los bienes terrenos y el Estado puede juzgar a la Iglesia).

41 Cf DS 906 (479), en el que se dice: "Si alguno cayere en el error de pretender afirmar pertinazmente que ejercer las usuras no es pecado, decretamos que sea castigado como hereje". Sobre los errores acerca de la pobreza, cf DS 930s (494); 1087-1096 (575-577).

42 Cf DS 1151-1195 (581-625). 45 Cf DS 1355-1356 (916).

SÍNTESIS HISTÓRICA 87

moral muy opuesta a la cristiana y muy distante de la visión medieval: la entronización del individualismo, que se manifiesta en todos los sectores de la actividad humana y alcanza su momento álgido en el humanismo, el renacimiento y la reforma del siglo XVI.

Esta "reducción al individuo" significa, en el campo económico, la sustitución de la mentalidad colectiva de la Edad Media por otra individualista, que "se sirve de los medios más eficaces para adquirir riquezas, para disfrutar de ellas sin más límite que la satisfacción. La búsqueda del lucro se convierte en la ley fundamental del hombre de negocios. Sin duda había que aplicar con audacia los nuevos medios técnicos; pero sobre todo era preciso no dejarse detener por consideraciones religiosas, morales o sentimentales" 44.

En este contexto se comprende el significado y función histórica del nominalismo, que, aunque con retraso, tuvo enorme influencia también en la teología española del siglo XVI y principios del XVII. No es posible hacer una síntesis, ni siquiera incompleta, de esta corriente escolástica medieval, la última que fue recibida con euforia en las universidades de Europa y que incidió incluso en otros sistemas.

La aventura teológica del nominalismo ha de situarse en el marco de un doble conflicto: uno político, que enfrenta al papado y al imperio; otro espiritual, originado por las tesis sobre la pobreza evangélica defendidas por los fraticelos. Su éxito se debe, además, a que constituye una gran plataforma para los problemas morales y políticos, porque exalta lo singular y concreto; y para la espiritualidad de la época, pues enfatiza el primado de la voluntad y la democratización de la perfección, según el célebre axioma "al que hace lo que está en sus manos, Dios no le niega su gracia" (facienti quod est in se, Deus non denegat gratiam), que más tarde vendría a ser la bandera enarbolada por Erasmo y Lutero.

Se explica así que los teólogos, lejos de dar respuestas incomprensibles a preguntas que nadie se formula, se preocuparan de los problemas económicos concretos en unos tratados cuya elaboración implica el conocimiento exacto de los fenómenos de la vida económica de entonces. De hecho, "sólo los moralistas que viven en regiones económicamente activas se han interesado por estos problemas... La geografía de las obras de moral económica está calcada sobre la de las corrientes comerciales"45.

No obstante, "la moral de este período, lo mismo que el dog-

44 L. VEREECKE, O.C, 92; cf ID.. Sloria delta teología morale moderna, I (dal xiv al xvi secólo), Roma 1979 (policopiado).

45 Para el nominalismo, cf R. RINCÓN ORDUÑA, Praxis cristiana 1, 88ss; L. VEREECKE, Storia delta teología..., o.c, 28ss.

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88 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ma en su versión verbosista, no son amigos de las grandes síntesis científicas ni de la especulación. Buscan soluciones concretas a problemas reales o posibles, sin atender en exceso a los principios fundamentales. Con razón llamó Harnack ateológico al siglo XV: es el siglo de la casuística en las Sumas morales y de los Quodlibe-fos, que son una especie de casuística en dogma"46. El contenido de las obras lo forman siempre los sacramentos, especialmente el de la penitencia; los estados particulares, los vicios y virtudes, el justo precio, el ornato de las mujeres y las supersticiones.

En esta mediocridad llaman la atención la obra y aportaciones de san Antonino de Florencia (1389-1459). Sus obras más desta-cables son el confesional Defecerunt, la suma de confesores más editada en España, y la Summa moralis, que se ocupa por vez primera de la moral de forma autónoma y extensa. La segunda parte de esta última obra, al analizar cada uno de los vicios capitales según la enumeración tradicional, trata de los contratos y de la restitución; en la tercera, la más amplia y original, describe los derechos y obligaciones de los diversos estados y profesiones, entre las que se encuentran los patronos, los comerciantes y los artesanos. No se sabe qué admirar más, si su saber práctico47 o la serenidad de juicio y espíritu cristiano con que afronta y resuelve muchos de los problemas económicos, hasta entonces más bien descuidados. Estas características justifican la autoridad de que gozó en los siglos posteriores, particularmente en España.

7. Visión global: La moral económica del medievo

Para comprender adecuadamente los aciertos, carencias y limitaciones de la reflexión moral de esta época, es necesario tener presente que el mundo de entonces era un mundo esencialmente estático, en el que la propiedad era sobre todo la propiedad de la tierra, la ocupación era el modo más común de adquirir la propiedad y los bienes eran principalmente bienes de consumo. En este contexto desempeñaron su fecunda operatividad los dos principios fundamentales de la moral cristiana económica: el destino universal de los bienes y el carácter o función de medio de la propiedad privada.

A lo largo del periodo medieval se verifica un giro más o menos grande en el tratamiento de algunos temas económicos:

46 L. VEREECKE, O.C, 93. 47 M. ANDRÉS. La teología española en el siglo XVI, vol. L, BAC, Madrid 1976,

353: para la teología moral española de este período, véase esta misma obra, 348-356.

SÍNTESIS HISTÓRICA 89

a) El problema de la riqueza y la pobreza se aborda sin radicalismos, salvo en ambientes sectarios. "No es la riqueza o la pobreza en sí lo que rehuye el sabio, sino únicamente su abuso, porque representan un medio para servir al hombre y, a través del hombre, a Dios"48.

b) El célebre problema de la usura se enfoca en lá perspectiva inaugurada por santo Tomás, distinguiendo entre la inversión del dinero (per modum capitalis) y el préstamo de dinero (per mo-dum mutui), según la terminología de san Antonino. Se prohibe, pues, el préstamo a interés bajo cualquiera de sus formas; pero es lícito recibir el beneficio del capital.

c) La condena del usurero proviene también de que se le considera el avaro por antonomasia; ahora bien, es notorio que los escolásticos juzgan muy negativamente la inactividad y exaltan la laboriosidad y el espíritu de trabajo.

d) Ante la actividad comercial, siempre mirada con suspicacia, se advierte una postura más abierta por parte de autores de la época, como Duns Scoto, san Bernardino de Siena y el propio san Antonino.

e) No se canoniza la condición social, fruto de la antigua concepción fundamentalmente estática de la sociedad, y se piensa que todo el mundo debe tener la posibilidad de mejorar su posición social y económica. Naturalmente, el anhelo de elevarse por encima de la condición propia se juzgaba de acuerdo con las cualidades del individuo (penes quantitatem suae virtutis); pero se reputaba irracional y rechazable la ambición del lucro por el lucro, la acumulación ilimitada de riquezas y con fines egoístas, la desenfrenada aspiración a subir en la escala social y a los honores: los que así se comportan "in statu permanent damnationis" (san Antonino).

Nos hemos detenido en la exposición de este período porque "la Edad Media marca de una manera decisiva la orientación de la moral cristiana sobre las realidades económicas. El tratamiento de los períodos posteriores es, en gran parte, deudor de las formulaciones medievales. En la actualidad todavía no nos hemos liberado de los planteamientos y soluciones que dieron los moralistas de la Edad Media a las cuestiones de moral económica49. Se ha afirmado incluso que los escolásticos contribuyeron con sus teorías a fortalecer y fomentar el espíritu del capitalismo50.

Con este bagaje podemos ya adentrarnos en la etapa siguiente, que adquiere tonos de capitalismo mercantilista y financiero, y en la que la teología se hace española.

48 Cf W. SOMBART, o.c., 253; todo el capítulo, pp 243-260, tiene interés para aproximarse al pensamiento católico de la época. Cf también R. RINCÓN ORDU-ÑA, Praxis cristiana 1, 84-85.

49 Cf textos de san Antonino de Florencia, cit. en W. SOMBART, O.C, 253s. 50 M. VIDAL, O.C, 230.

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CAPÍTULO 4

Del siglo xvi a la doctrina social de la Iglesia

Como se trata de un período muy amplio, dividimos la exposición en dos secciones: la primera abarca los siglos XVI y XVii; la segunda, los siglos xvm al xx. Cada uno de estos períodos se enfoca desde dos perspectivas, a fin de ofrecer una aproximación más completa y más ceñida a la realidad de los hechos y a las ideas: describimos, en primer lugar, los hechos económicos y, en un segundo momento, presentamos el panorama de la reflexión moral económica de la respectiva época.

Como gran parte de este período será objeto de estudio más detallado al ocuparnos de los sistemas económicos y de la doctrina social de la Iglesia, para evitar repeticiones, siempre enojosas, nos limitamos a una visión panorámica y muy sucinta de las cuestiones. Parece necesario también adelantar que, si exceptuamos el siglo XVI, la producción teológica, y más concretamente el pensamiento moral-económico, no se distinguen por la originalidad y profundidad de sus aportaciones.

1. La larga marcha hacia el capitalismo: La teología se hace española (siglos XVI-XVII)

Desde el principio conviene atajar un fácil error: "Nada sería más falso que imaginarse un total trastorno de la economía en el siglo XVI. Los sectores económicos más importantes —o que, al menos, afectaban a la mayor parte de la población—, a saber: la agricultura, la pequeña industria y el comercio al por menor, permanecieron petrificados en la estructura que había moldeado la Edad Media: la agricultura no se liberó del régimen señorial, y la artesanía, como el comercio, del marco cooperativo, más que en las postrimerías de nuestro período, bajo la revolución" '.

1 J. IMBERT, Historia económica (de los orígenes a 1789), Vicens-Vives, Barcelona 19752, 223.

SÍNTESIS HISTÓRICA 91

Ciertamente, las estructuras no cambiaron demasiado, pero se produjeron diferentes acontecimientos de indiscutible incidencia en los medios económicos. Entre ellos cabe destacar particularmente la expansión demográfica, la colonización del Nuevo Mundo, la formación de los Estados nacionales y la eclosión de la Reforma protestante2.

1.1. La expansión demográfica

Los avances de la demografía histórica permiten hoy rechazar los antiguos esquemas. La vieja demografía nos presentaba una humanidad que procreaba al ritmo que la naturaleza le permitía, y afirmaba que esto había hecho posible contrarrestar las elevadas tasas de mortalidad. Aunque la vida, y sobre todo la muerte, están marcadas por el ritmo de las estaciones y las incursiones de la enfermedad, "la crisis demográfica se produce, en general, a causa de una crisis de sub-producción alimenticia: la economía de la Europa moderna es una economía llevada 'al límite', pues es necesario, con una producción de subsistencia, alimentar alrededor del 20 por 100 de los no productores, los del sector secundario y terciario, lo cual lleva a la carestía, con lo que el equilibrio demográfico se vuelve a tambalear. Si bien cada crisis de subsistencia no desemboca siempre en una crisis demográfica, ésta coincide regularmente con una elevación cíclica del precio del trigo; morir de inanición es cada vez más raro, pero la enfermedad queda unida al hambre" 3.

2 Para la bibliografía, destacamos especialmente: 1) Sobre economía: S. Gl-NER, Historia del pensamiento social, Ariel, Barcelona 19825; J. HARRISON, Historia económica de ¡a España contemporánea, Vicens bolsillo, Barcelona 1983; J. IMBERT, o.c. (con bibl. para tiempos modernos, 380-383); J. KUCZINSKI, Breve historia de la economía, Castellote, Madrid 19764; M. ECHEVARRÍA, Evolución del pensamiento económico, Espasa-Calpe, Madrid 1983; M. NIVEAU, Historia de los hechos económicos contemporáneos, Ariel, 19796; V. RODRÍGUEZ CASADO, Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporáneo, Espasa-Calpe, Madrid 1981; J. VICENS-VIVES, Historia económica de España, Vicens-Vives, Barcelona 1979. 2) Sobre la Iglesia: A. FLICHE-V. MARTIN, Historia de la Iglesia, vols. XIII y XIV, Edicep, Valencia; AA. VV, Historia de la Iglesia en España, vols. IV y V, BAC, Madrid; J. ANDRÉS-GALLEGO, Pensamiento y acción social de la Iglesia en España, Espasa-Calpe, Madrid 1984; St. G. PAYNE, El catolicismo español, Planeta, Barcelona 1984. 3) Sobre teología moral: J. M. AUBERT, Moral social para nuestro tiempo, Herder, Barcelona 1973; ID., Per una teología dell'epoca industríale, Cittadella, Assisi, 1973, 76ss (con bibl.); G. B. GUZZETI, El hombre y los bienes, Mensajero, Bilbao 1967, 62ss; G. MATTAI, Corso di morale 3, Queriniana, Brescia 1984, 370ss; M. VIDAL, Moral de actitudes III, PS, Madrid 1979, 238ss. (con bibl.). 4) Para la historia de la moral: M. ANDRÉS, La teología española en el siglo XVI, 2 vols., BAC, Madrid 1976; L. VEREECKE, Introducción a la historia de la teología moral moderna, en "Estudios sobre historia de la moral", PS, Madrid 1969, 63-113; ID., "Aggiornamento"': tarea histórica de la Iglesia, Ib, 115-160: ID.. Storia deIIa teología morale moderna II (policopiado).

3 J. IMBERT, o.c, 224.

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92 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

El examen de las curvas demográficas de estos tiempos de crisis ponen de manifiesto algunos datos de "demografía social diferencial": el rico era más prolífero que el pobre; los ricos estaban más amparados contra la carestía que los pobres, pero su indefensión era prácticamente la misma ante las epidemias; se verificaba un descenso del número de matrimonios; disminuían los nacimientos, lo que prueba que ya entonces se practicaba un elemental malthusianismo, siendo el retraso del matrimonio (las mujeres se casaban a los veinticuatro-veintiséis años por término medio) el "arma anticonceptiva" más eficaz de la Europa clásica4.

1.2. Las consecuencias de la colonización

En el siglo xvi se produce un cambio profundo en el campo de los negocios: se propicia la expansión del comercio, con el consiguiente desplazamiento del eje internacional, y emerge un nuevo modelo económico llamado capitalismo mercantil y financiero. Veamos sus orígenes.

Las especias, que ocupaban un lugar importante en la cocina y en la farmacopea, se encarecieron mucho desde la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453. Consiguientemente, los comerciantes tenían mucho interés en abrir otras vías, aunque fueran más largas. Por otra parte, en la segunda mitad del siglo xv la navegación contaba con posibilidades nuevas "gracias al perfeccionamiento de la astronomía náutica y de la cartografía y gracias a la brújula y al astrolabio" 5. Claro que se deben evocar también otras motivaciones, como la búsqueda de metales precio-

4 En España, en concreto, se superó el estancamiento biológico del siglo xv y tuvo lugar un notable crecimiento de la población, lo que permitió, en los dos últimos tercios del siglo xvi, compensar las considerables sangrías emigratorias debidas a la expulsión de judíos y moriscos, a la salida hacia América y a la marcha de soldados y funcionarios al servicio de las empresas exteriores del país. Pero, a mediados del xvn, la probable población de diez millones disminuyó al menos en un tercio, en virtud de las guerras constantes, la serie de epidemias, las emigraciones y "el descenso de las oportunidades económicas, que alentaban el celibato y reducían, pues, el número de familias" (G. Payne). No obstante, la diferencia entre alto y bajo clero era muy marcada, sobre todo en el orden de la cultura y la economía, llegando el bajo clero a pasar grandes privaciones en la mayoría de las diócesis españolas. Fue enorme el aumento de pobres y desocupados, que vivían de la sopa boba de los conventos; el vagabundo llegó a ser el "seminario de los bandoleros". Las condiciones eran tan duras que las únicas oportunidades eran el enrolamiento en los tercios, la entrada en los conventos o la vida al margen de la sociedad. A fuer de sinceros, hay que añadir que los cuantiosos recursos de la Iglesia, acumulados merced a la institución de la propiedad de mano muerta, se encauzaron sobre todo hacia el socorro de los humildes y desvalidos.

5 "Aparato antiguo consistente en un disco con una regla diametral y una alidada, empleado para medir la altura de los astros y deducir la hora y la latitud" (M. Moliner, Diccionario de uso de! español I, Gredos, Madrid 1966, 283).

SÍNTESIS HISTÓRICA 93

sos, el deseo de conocer mejor la tierra y los mares, la ilusión de evangelizar idólatras y paganos6.

Las carabelas portuguesas bajan a lo largo de las costas de África y llegan en 1486 al cabo de Buena Esperanza, asegurándose así Portugal, por largo tiempo, el monopolio de hecho de las especias. No obstante, la coyuntura económica no se modificó por la afluencia de especias transportadas por los portugueses, sino por la llegada masiva de oro y plata. España, que había despertado un poco más tarde a esta vocación marítima, con Cristóbal Colón, que partiera en busca de las Indias, realizó en 1492 el descubrimiento del Nuevo Mundo. En Haití (La Española) dejó Colón el primer establecimiento europeo, y posteriormente se inició la conquista sistemática del continente, en el que se buscaba ya oro, plata y piedras preciosas.

Con la llegada masiva de estos minerales quedaron vencidas las dificultades que había encontrado el naciente capitalismo internacional y que entorpecían extraordinariamente los intercambios en los propios mercados interiores por falta de numerario.

En los primeros momentos, la abundancia de dinero estimuló las actividades productivas, favoreciendo así una prosperidad antes desconocida. Una prosperidad que dejó entrever en seguida sus fallos de base: las gentes de entonces tenían una preparación técnica improvisada e ideales de vida más acordes con el honor militar que con la honra de los oficios manuales; otro fallo fundamental fue el estallido de la inflación de los precios en razón del aluvión masivo de los metales preciosos. La inflación acabó por empobrecer, finalmente, a España, "manteniendo su prodigalidad y pereza"; pero pareció estimular el esfuerzo industrial de Inglaterra.

España intentó reservarse el monopolio del comercio en sus colonias; mas "holandeses, ingleses, italianos y franceses eran, en realidad, los verdaderos traficantes, tras la pantalla de testaferros y de comisionistas españoles... (Estos) hacían, pues, en definitiva, el oficio de 'acarreadores', y eran los demás países de Europa los que enviaban a sus colonias los objetos manufacturados que necesitaban, ya que la industria española era incapaz de responderá esta demanda"7.

La inflación crónica de todo el siglo xvi facilitó una coyuntura favorable a la expansión comercial, determinando que se arbitraran medios agilizadores para la necesaria acumulación de capitales: letras de crédito, letras de cambio, préstamos a largo plazo, etcétera. Esto explica el florecimiento del capitalismo financiero.

6 Cf J . IMBERT, O.C., 225SS. 7 Ib, 228ss.

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94 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

1.3. Los nacionalismos: Aires mercantilistas

La apertura de Europa al mundo coincide casi en todas partes, excepto en Italia, con el establecimiento y consolidación de los Estados nacionales, vertebrados por gobiernos centralizados y exigentes. Estos nuevos Estados dejan subsistir los viejos marcos, señoríos, gremios, reglamentaciones urbanas, etc.; pero intervienen de modo muy incisivo en la economía del conjunto de cada país.

Los gastos guerreros y suntuarios' representaban una carga muy fuerte para la economía general. Con el fin de hacer frente a las múltiples y cuantiosas necesidades se acudió a las manipulaciones monetarias, al incremento de impuestos, al recurso de empréstitos y a otros negocios extraordinarios. Para hacernos una idea de la economía de España, recordemos que el Estado acabó arbitrando una serie de medidas unilaterales y hubo de recurrir a la declaración periódica de bancarrota.

Los soberanos practicaban, en mayor o menor grado y consciente o inconscientemente, una política mercantilista que les permitiera asegurar su gobierno y deshancar a los competidores. El pensamiento legitimador de todas estas tendencias sociales recibe el nombre de mercantilismo. Este sistema juzga la adquisición de metales preciosos como la finalidad esencial de la actividad económica.

Los principios aplicados por todos los grandes Estados europeos pueden sintetizarse en estos tres: 1) la conquista de los metales preciosos debe ser la principal preocupación de los gobiernos; 2) la nación que tiene minas de oro, plata o incluso cobre debe impedir su fuga, y la que carece de ellos ha de atraerlos por intercambio e impedir su salida; 3) para conseguir un balance favorable es preciso establecer un control constante del Estado y una política dirigista. Junto con todos estos principios se puso en vigor el régimen de la "exclusiva"8.

Para una aproximación más objetiva y global al sistema mercantilista, se impone el estudio del modelo español (bullonismo, de bullón = lingote), anglo-holandés, francés, italiano y alemán9.

1.4. La eclosión de la Reforma

Como, a nuestro entender, la temática correspondiente a la incidencia de la religión, singularmente de la doctrina protestan-

8 Ib, 247s. 5 Cf M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, o.c, 20-30; V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C,

57-67.

SÍNTESIS HISTÓRICA 95

te, en la génesis y evolución del capitalismo merece un tratamiento más detallado, el lector puede localizarla en la sección dedicada a los fundamentos ideológicos del capitalismo.

1.5. Moral económica: Los tratados "De iustitia et iure"

La geografía de la moral económical0 sigue las rutas de los cambios comerciales. Se explica así la expresión "la teología en el siglo XVI se hace española" " . L a reflexión moral se encuentra recogida en los tratados De iustitia et iure (en la etapa anterior, el propio título De iure et de iustitia traslucía que a ésta se le dedicaban pocas consideraciones), que enuclean los principios últimos de la justicia, virtud en que se basan las aplicaciones jurídicas y la solución de los casos prácticos. La moral todavía no estaba desmembrada de la dogmática y, por consiguiente, los moralistas de este período son, ante todo, teólogos y usan el método teológico, aunque insisten en la realidad económica como punto esencial de su análisis crítico, al tiempo que reconocen la dificultad de comprender los fenómenos económicos y las leyes del mercado.

El primer tratado De iustitia et iure (1553-1554) se debe a Domingo de Soto, que sistematiza el pensamiento moral de la época consciente de realizar una tarea nueva: "Por eso he creído digno... elaborar un libro nuevo sobre tema antiguo, analizando los pactos y contratos injustos, los cambios y muchas clases nuevas de usuras y simonías" (Prólogo). El último de este género literario se debe a Juan de Lugo (1583-1660)12.

Como es imposible referirnos a todos los autores y ofrecer una presentación sintética de las diferentes doctrinas, nos parece oportuno hacer una serie de observaciones que permitan tener una visión global de la moral económica de esta época.

1) La primera parte del siglo xvi presenta pocas novedades en el campo de la moral, pues los tratados De iure et iustitia se resienten de juridicismo y legalismo; no olvidemos que, siguiendo la moda nominalista, el moralista era considerado "como el jurista de Dios y el intérprete de la ley divina".

2) Al resurgir de la moral contribuyó de forma decisiva el encuentro del nominalismo y el tomismo, sobre todo en las universidades españolas; la atenta observación de los hechos históricos y de los problemas más acuciantes de la vida, la renovación de los estudios de derecho canónico y civil.

3) Como la economía no había alcanzado estatuto científico, 10 Cf M. ANDRÉS, O.C, II, 483ss; L. VEREECKE, Historia Theologiae Moralis

Modernae, II, Academia A-lfonsiana, Roma s.a. (polieopiado). 11 M. ANDRÉS, O.C, 347-351. 12 Cf Ib, 483-485; M. VIDAL, O.C, 241-244.

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96 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

para entender los planteamientos de los moralistas es necesario tener en cuenta las rígidas normas de la Iglesia sobre el crédito y la usura n . Para legitimar esta posición, los juristas y los teólogos se fundan en la naturaleza de la moneda, en la justicia y en la caridad. Recuérdese que la razón fundamental de la prohibición de la usura era la caridad para con los pobres y débiles de fortuna. No obstante, de modo progresivo se fueron admitiendo diferentes causas extrínsecas para legitimar la percepción de intereses 14.

4) Los teólogos son conscientes de que no conocen a fondo el quehacer económico; pero escriben sus tratados, particularmente sobre contratos, a petición de las asociaciones de mercaderes y de los grandes centros comerciales europeos y españoles.

5) Los autores españoles rehabilitan y dignifican los oficios de comerciante, tratante y banquero, superando así las actitudes y planteamientos tradicionales frente a la actividad comercial y la sospecha hacia los prestamistas judíos.

6) Aunque a los teólogos españoles habría que consagrarles monografías personales y de conjunto, cabe distinguir entre ellos tres grandes tendencias: "a) Una liberal, más abierta, característica generalmente de la escuela nominalista, representada por Juan de Medina, Luis de Alcalá y otros autores más positivos, b) La segunda, más restrictiva, más exigente, más esencialista, capitaneada por D. de Soto y la escuela tomista, c) La tercera, intermedia, ecléctica, representada por Azpilicueta y otros juristas" 15.

7) Si bien directamente se ocupan de la formación de las conciencias, brindan observaciones muy interesantes y críticas sobre las cuestiones financieras y económicas; sobre los negocios dinerarios que se rozan con la usura, los precios, los monopolios, los seguros marítimos y de vida, etc. Particularmente relevantes son sus enseñanzas sobre los pobres y la limosna16.

" Cf la obra clásica de NOONAN, The scolastic analysis of usury, Cambridge, Mass.. 1957.

14 Sobre todo, 1) el prestigio (ad pompam); 2) la tardanza en devolver (in poena el mora); 3) el daño que sigue al que presta (damnum emergens); 4) el peligro que entraña el prestar (perieulum sorlis); 5) lo que se pierde de ganar (lucrum cessans). Hay que añadir el título de compensación por el servicio prestado, que estaba expuesto a fáciles abusos.

15 M. ANDRÉS, O.C, II. 495. 16 A juicio de M. Andrés, algunas afirmaciones de M. Weber tendrán que ser

revisadas a la luz de las enseñanzas de todos estos moralistas españoles, que "aparecen como los grandes propugnadores de los derechos humanos. Perfilan, además, muchos aspectos de moral económica. Son grandes defensores de la libertad en el mercado. Cuando existan monografías sobre todos nuestros moralistas económicos y se pueda construir una síntesis basada en la doctrina de todos y cada uno de ellos, fácilmente quede algún tanto limitada la gloria de Adam Smith. Los monopolios, según nuestros teólogos, destruyen la libertad de mercado, falsean factores de la formación de precios tan importantes como la cantidad de mercancías y el número de vendedores y compradores" (Ib, 506).

SÍNTESIS HISTÓRICA 97

8) Por obra y gracia de la confluencia de la moral nominalista ("una máquina perfecta para resolver los casos concretos, incluso los más extravagantes") con la tradición dominica, fue posible el acontecimiento de la renovación de la moral en Salamanca (Vitoria y Soto) y en Alcalá (Juan de Medina), que alumbra una moral de principios aplicados, una moral teórico-práctica. Hurter consiguió recensionar cerca de seiscientos manuales en el arco de tiempo que va desde 1564 a 1670".

En un intento arriesgado de valoración global de la moral económica de este período, podemos servirnos de la evaluación de M. Vidal sobre la vigencia de la ética económica contenida en los tratados De iustitia et iure: 1) aspectos negativos principales: preponderancia de la justicia conmutativa, no cuestionamiento de la legitimidad del orden socio-económico existente, reducción de la ética económica a una "moral del intercambio"; 2) aspectos positivos: afirmación de la instancia ética dentro del mundo económico, entronque de la reflexión moral con el conocimiento de la realidad económica, el humanismo como criterio de discernimiento de la actividad económica18.

En cuanto a los teólogos españoles, es preciso destacar que sus tratados morales fueron muy conocidos y reconocidos en toda Europa en este período y en el siguiente. No se contentaron con criticar la legislación, sino que ayudaron a mejorarla; analizaron los derechos de los pobres, y construyeron una auténtica teología de la caridad; trataron de orientar a gobernantes, reyes, mercaderes y pueblo; pueden ser enaltecidos como los grandes propugnadores de los derechos humanos y defensores de la libertad en el mercado.

Por otra parte, la caridad no sólo era estimulada positivamente por los teólogos; la Iglesia española, inserta en una sociedad con una economía en decadencia, que generó hordas de mendigos a lo largo del siglo xvn y vio segada la vida de centenares de miles de españoles en la primera mitad del siglo, se constituyó en la fuente principal de socorro para todos los miserables, especialmente con la sopa boba, y se encargó de cuidar a los enfermos, sosteniendo buena parte de los hospitales, asilos y otros centros de asistencia. Pero esta indispensable caridad se dispensó privada y gratuitamente, sin pensar en alternativas más productivas, en consonancia con la nueva tendencia emergente en la Europa occidental19.

"Pecados que claman al cielo": la opresión del pobre y la de-

17 Ib, 501-502. '« Cf M. VIDAL, O.C, 244-247. " Cf St. G. PAYNE, O.C, 82-85.

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98 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

fraudación del salario del obrero. A propósito20 del estudio de las Confessiones Generales, que tan ampliamente se prodigaron en los siglos Xlil-Xiv, P. Michaud-Quantin hace la siguiente puntua-lización: "A finales del siglo XIV se añaden los pecados que claman al cielo (clamantia in coelum) por su carácter llamativo e impactante: el homicidio, el pecado contra naturaleza, no pagar el salario (retentio mercedis), la usura, la injusticia acompañada de violencia"21. La fórmula, más o menos retocada, tendrá amplia difusión en los siglos posteriores, particularmente a través de los catecismos y "doctrinas". A falta de espacio, conformémonos con algunos testimonios.

Parece que se impone atribuir a san Pedro Canisio, en gran parte al menos, el hecho de que la doctrina y la fórmula "de peccatis in coelum clamantibus" se acogiera y propagara en los textos ya citados más arriba. La explicación del rótulo suena así en las palabras del santo: "Se llaman así porque se reconoce que tienen malicia mayor y más patente que los demás pecados y porque atraen de modo más intenso la ira y el castigo divinos sobre los que los cometen". Pero conviene también señalar un dato curioso: en la Summa doctrinae christianae enumera, de acuerdo con la Biblia, estos cuatro: "homicidium voluntarium, peccatum so-domiticum, oppressio pauperum et merces operariorum defrau-data"; en el Catechismus minimus y en el Catechismus parvus, el tercero se indica con esta otra fórmula: "oppressio pauperum, viduarum atque pupillorum" ~L1.

El Catechismus ad panchos (1566), a su vez, expone los deberes y derechos de los patronos, siervos y pobres. Pero con especial dureza, en un lenguaje bíblico y de aliento profético, condena la forma más grave de hurto (la rapiña), pudiendo descubrirse numerosas y sustanciales convergencias con el discurso de los "pecados que claman al cielo"23. Se defienden, pues, con vigor los derechos de los más débiles desde el punto de vista social y económico.

Tal vez uno de los especímenes más interesantes y sugestivos sea otra obra clásica24. Constituye un verdadero prodigio de pe-

20 Sigo a P. BRAIDO, "Peccati che gridano al cielo": Oppressione dei poveri e defraudare la mercede agli operai", en "L'etica tra quotidiano e remoto", EDB, Bologna 1984, 173-204.

21 P. MICHAUD-QUANTIN, Sommes de casuistique et manuels de confession au moyen age (XH-XVI siécles), Nauwelaerts, Louvain 1972, 87.

22 PEDRO CANISIO, Summa doctrinae christianae (1555, varias ediciones); ID.. Catechismus minimus (1556) y parvus (1559).

25 Ya san Antonino de Florencia, en la Summa sacrae theologiae o theologia moralis, había dedicado un parágrafo con el título De clamore (parte II. título VII, cap. III, párrafo II). Presenta tres tipos de clamores y, en el marco del segundo, alude a los tres principales vicios que "por su horror claman a Dios".

24 SILVIO ANTONIANO (1540-1603), Dell'educazione christiana dei figliuoli, 1. II, ce. CIII, CIV y CXIII.

SÍNTESIS HISTÓRICA 99

dagogía familiar. De los pecados sociales habla el autor al recordar "algunos latrocinios poco considerados": no pagar el debido salario a los obreros, oprimir a los huérfanos y a las viudas, devorar a los pobres con las usuras, cerrar los graneros en tiempos de carestía, subir inmoderadamente los precios de los productos vitales, malversación de fondos y hurtos por parte de los administradores incluso en hospitales y lugares piadosos y benéficos. Como las formas de oprimir a los pobres y de defraudarles su jornal se diversifican según las categorías sociales, sigúese que la educación de los hijos ha de hacerse en conformidad con la clase social a que pertenecen. Especial hincapié se nota en la educación en la práctica de las obras de misericordia, sobre todo en lo que afecta a la limosna, resaltando que todos pueden y deben ejercer las llamadas obras de misericordia espirituales. El tratado concluye con una serie de indicaciones sobre los deberes en relación con los. "domésticos".

Realmente puede decirse que la lectura de tales testimonios resulta un tanto refrescante. Sobre todo si se compara con la producción de los manuales y siglos posteriores, como tendremos ocasión de comprobar.

2. La irresistible ascensión del capitalismo industrial: La irrupción de los socialismos (siglos xvm-xx)

En este período se produce un cambio en la economía mundial; incluso hay que calificarlo, sin lugar a duda, de verdadera revolución. Merced al oro descubierto en Brasil, se pone fin a la depresión persistente y comienza un proceso de estabilización de la vida económica. También dejan sentir su influjo las guerras que abren el siglo xvm, dado que favorecieron la movilización de los recursos en Europa occidental. Emergen y comienzan su andadura las llamadas grandes "revoluciones burguesas", de tan hondas y amplias repercusiones en el campo económico.

Por tratarse de una época altamente fecunda en acontecimientos políticos, económicos, sociales e ideológicos, se nos perdonará que sólo ofrezcamos unas líneas de conjunto que permitan leer entre líneas los complejos y numerosos problemas con los que se tuvieron que enfrentar la Iglesia y la reflexión moral. Por otra parte, recordamos que la panorámica de estos siglos se debe complementar con los datos que desplegaremos al hablar de los sistemas económicos y de la "doctrina social „de la Iglesia".

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100 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

2.1. Contexto socio-económico

La puesta en marcha del proceso de industrialización es un mecanismo complicado, cuyas causas no son siempre individúa-bles y localizables. No obstante, podemos decir que el siglo xvm es efectivamente el siglo en que el capitalismo comienza la forma de producción que le es propia: la fábrica, que desafía al cielo con sus chimeneas, es su símbolo. El fenómeno de la industrialización, iniciado en Inglaterra, es de tal importancia, que "el destino de los diferentes países del mundo parece articularse alrededor de una misma senda: la del avance o del fracaso del desarrollo industrial" 25. Este desarrollo tendrá lugar, con ritmo y modalidades distintas según los países y las épocas, a lo largo y a lo ancho del siglo xix, dentro de un único sistema económico: el capitalismo.

Ciertamente, la revolución industrial permitió el crecimiento y desarrollo del sistema capitalista en los países occidentales, y la producción total de los países industrializados no ha dejado de crecer, aunque a costa de modificar las estructuras. Ahora bien, si se estudia el crecimiento global, se pueden descubrir ciertas variaciones en el ritmo de crecimiento; y "un análisis más profundo permite observar unas fluctuaciones cíclicas cuya periodicidad no es rigurosamente idéntica, pero cuyo carácter cíclico no da lugar a dudas"26.

No es competencia nuestra describk y explicar estas fluctuaciones, que constituyen uno de los aspectos característicos del capitalismo, pues la tarea corresponde más bien a las obras especializadas. Queremos, sin embargo, levantar acta de su gravedad y trascendencia, porque durante las crisis se hace aún más pesado el yugo de la miseria y el hambre. Por eso "los economistas las estudian para proponer remedios; los socialistas las denuncian y, con ellas, denuncian también la incoherencia del sistema qué las produce; Marx realiza su análisis para poner en claro la lógica del capitalismo y su necesario hundimiento"27.

2.2. Contexto ideológico: Gestación de las revoluciones

Para completar el marco en que surgen y se despliegan las enseñanzas morales de este período, debemos describir el eferves-

25 M. NIVEAU. o.c, 17. 26 Ib, 125. 27 M. BEAUD, Historia del capitalismo,. Ariel, Barcelona 1984, 156.

SÍNTESIS HISTÓRICA 101

cente mundo de las ideas. Desde esta perspectiva se impone la referencia a la Ilustración28.

Aunque la Ilustración deísta no consiguió unir a los "creyentes", ni en la estridente versión francesa ni en la moderna expresión británica, tuvo mayor fortuna en el campo de la moral, una moral que se funda indudablemente en la experiencia psicológica y en la razón. Se proclama que el instrumento adecuado para alcanzar el objetivo principal del hombre (la búsqueda del placer y la huida del dolor) es la razón humana. La nueva ética valorará, pues, tres actitudes fundamentales: la "tolerancia" con las personas y los errores, con tal que éstos no oscurezcan las "luces" ile los tiempos; la "beneficencia", versión laica de la caridad, y la "humanidad", un precipitado compuesto de sensibilidad y afabilidad.

La abundante y excelente bibliografía sobre la Ilustración nos exonera del esfuerzo de presentar aquí el inmenso arsenal de ideas que produjeron los pensadores de entonces. Es inevitable, sin embargo, aludir a la Enciclopedia (1751-1764), suma filosó-fico-científica destinada a reemplazar a la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino y reiteradamente condenada por la Iglesia. Aunque su éxito se ciñó al pequeño círculo del público que sabía leer y escribir, las nuevas ideas de democracia, libertad, voluntad general e igualdad, junto con la concepción de la propiedad, tienen amplio eco en los fecundos escritores que, con sus publicaciones, hacen de altavoz y llevan los impulsos renovadores a todas partes.

Frente a la Ilustración deísta hay que nombrar a la llamada Ilustración cristiana, que careció de capacidad creadora, porque sus representantes más característicos se preocuparon sobre todo de corregir los excesos del naturalismo. Aunque dejó en algunos países una impronta especial29, no dispuso del adecuado mordiente y se mantuvo a la defensiva, contentándose sus epígonos "con la ironía y el sarcasmo y, en el mejor de los casos, con la restauración de una apologética de tono menor".

2.3. Pensamiento económico: Dos grandes utopías frente a frente

En el "humus" de estos hechos y concepciones ideológicas que tan someramente hemos bosquejado, tuvieron su cultivo las

28 Ib, 64-85; S. GINER, O.C, 288-305; V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 141-191. Para el estudio de las contradicciones internas del espíritu de la Ilustración y sus consecuencias posteriores, cf M. HORKHEIMER-T. W. ADORNO, Dial'ectik der Auf-klarung, Nueva York 1944.

29 Cf especialmente V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 165-191; AA. VV.. Historia de la Iglesia en España, IV, o.c, y, en general, las historias de la Iglesia.

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doctrinas capitalistas y socialistas. Profundamente diferenciadas por el origen, el camino y el horizonte de sus propuestas, convergen, empero, en esa atmósfera de "ensoñación" que las envuelve: la fe ciega en el determinismo de las leyes naturales y en el poder mágico de la ciencia. No es extraño que, en esta polifonía, desentonen por cantar "extra chorum" los profetas de desventuras del capitalismo y los profetas del socialismo utópico, que combaten otras guerras.

Esto nos llevaría muy lejos. Vamos a dejarlo, por ende, para el momento en que deberemos analizar con más detenimiento y profundidad los antecedentes y fundamentos de tales sistemas socio-económicos. Centremos ahora nuestra atención en el mundo de las ideas morales.

2.4. Pensamiento y acción de la Iglesia: La moral casuística

Se ha afirmado que la filosofía moral del siglo xvm es, en gran parte, una reacción contra las ideas de Hobbes (1588-1679). Goza también de gran prestigio D. Hume (1711-1776), cuya moral puede considerarse como una forma moderna del epicureismo; aunque no insiste exclusivamente en el interés personal, su concepción de la obligación deriva de la utilidad: tenemos la obligación de hacer lo que nos parece más útil. M. Kant (1724-1804) propone una moral religiosa, pero secularizada y racionalizada, optimista, de sumisión a ciertas reglas; si bien aporta criterios que permiten condenar la esclavitud y preconizar la dignidad del hombre, no brinda ninguna directriz detallada para la reforma de las instituciones.

La Ilustración se caracteriza por una fuerte tentación moralizante, porque se pretende imponer un nuevo modelo de sociedad: la burguesía, orgullosa de sus conquistas económicas, intenta instaurar su modelo en las restantes clases sociales, basado en un fuerte sentido de fraternidad e igualdad universal. Por senderos totalmente distintos, J. J. Rousseau (1712-1778) "critica y proble-matiza la idea del progreso indefinido y constante basado en las 'luces' y censura, en consecuencia, el optimismo histórico y cultural". Impactado por la decadencia y malicia humana, niega que la bondad originaria del hombre haya sido rota por el pecado, viéndose constreñido a reconocer como causa de esta situación la evolución social y política. Su concepción utópica fue duramente criticada, especialmente desde el punto de vista cristiano; pero la contestación realizada por sus propios seguidores desde dentro de su mismo pensamiento "llevó primero a la concepción liberalista y luego a la marxista".

Como reacción o enfrentamiento a la espiritualidad utilitaria

SIN TISIS HISTÓRICA 103

y racionalista, aunque en contexto posburgués e individualista, el romanticismo se presenta con pretensiones de "modelo moral", siendo sus notas peculiares la inquietud, la pasión, el decoro (un decoro "decorativo") y el afán de originalidad, que lleva a estimular la autonomía del espíritu como el único valor absoluto y exige un culto y un tributo: el abandono de la familia. El romanticismo tiene mucho de evasión lírica, religiosa, social y ética. El mmántico vive en un cielo sin dogmas ni deberes, tiene como única medida lo genial de su temperamento y su fuerza reside en la admiración desconcertada con que lo contempla el burgués convencionalista y vulgar30.

2.5. La situación y actividad de la Iglesia

Con la Ilustración o "Iluminismo" surge una nueva cosmovi-sión, producto lógico del individualismo y del rechazo de la tradición. Sus fuentes más inmediatas son el protestantismo, ya en plena descomposición; el humanismo y el desarrollo autónomo de una filosofía individualista fundada en los nuevos descubrimientos matemáticos y científicos. Pero fue, sin duda, la Revolución francesa el acontecimiento de mayor trascendencia para la vida y la historia de la Iglesia, siendo una de sus consecuencias más inmediatas la pérdida del poder temporal que ostentaba y de buena parte de sus riquezas.

Como no es el caso de analizar los aspectos positivos y negativos de la. Revolución, simplemente recordemos que la desamortización de los bienes eclesiásticos, llevada a cabo en Francia en noviembre de 1789, fue el inicio de un proceso que se desarrolló durante el siglo XIX a uno y otro lado del Atlántico. Si bien la desamortización perseguía encomiables objetivos de carácter social, económico y político, debido al modo injusto y discriminatorio con que se ejecutó, en lugar de ser una verdadera reforma agraria se quedó en mera transferencia de bienes de la Iglesia a las clases económicamente fuertes. La supresión de las órdenes y congregaciones religiosas, a excepción de las dedicadas a la enseñanza y a la asistencia a los enfermos, y la consiguiente exclaus-lración incidieron notablemente en el desarrollo y presencia de la Iglesia en la sociedad. Sea cual fuere la evaluación de estos hechos, ciertamente la Iglesia quedó despojada del poder político y empobrecida.

En virtud de las nuevas situaciones, diversas actividades ejercidas hasta entonces por la Iglesia las reivindica el Estado: el registro civil, la administración de los cementerios civiles, la ins-

Cf V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 315SS, 326.

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104 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

trucción pública y, sobre todo, la dirección de innumerables obras de caridad, desde hospicios a hospitales.

Las condiciones de la Iglesia en el siglo xix son particularmente difíciles: el poder temporal ha dejado de existir; las leyes de laicización privan a la Iglesia de sus medios de subsistencia, le hacen laboriosa la adquisición de una cultura y le cierran en muchos casos las posibilidades de un apostolado eficaz; el foso abierto entre la Iglesia y el mundo es tan hondo que parecen caminar por senderos distintos y opuestos; la apostasía de la burguesía intelectual y del proletariado se consolida. La dificultad residía verdaderamente en la falta de adecuación de las estructuras y actividad eclesiales al nuevo clima histórico y socio-político; pero precisamente se resistían a esta adecuación, al menos hasta 1878 (año de la muerte de Pío IX), el Vaticano y la mayoría del episcopado, no sólo por inercia, sino también por las dificultades intrínsecas que el proyecto entrañaba en un momento en que la Iglesia se sentía atacada desde todos sus flancos.

Se explica así la actitud defensiva que adopta y su repliegue hacia dentro, que le va a permitir una experiencia de gran calado: la Iglesia se presenta más purificada, se hace más espiritual y más pobre. De aquí la penuria doctrinal y de acción frente a los graves problemas morales que planteaba la revolución industrial y el retraso en abordar los acontecimientos.

En cuanto a los fieles, la actitud predominante era de indiferencia casi total, porque no se molestaron en denunciar las clamorosas injusticias ni en buscar remedio a semejante situación inmoral. Las brillantes excepciones de las voces elevadas para salir al paso de tales desafueros quedaron sumidas en el aislamiento y la falta de seguidores, signo de la apatía general de la burguesía europea de entonces, que, en honor a la verdad, era más volteriana que cristiana31.

Naturalmente, esta visión general no hace justicia del todo, porque no tiene en cuenta suficientemente todas las iniciativas que florecieron con vistas a llenar los vacíos, superar las deficiencias y dar una respuesta adecuada a los nuevos problemas. Baste dejar constancia de los siguientes datos: 1) las cartas pastorales de algunos obispos que condenaban el lujo, la injusticia y la indiferencia de los ricos, mereciendo los honores de una mención paradigmática el obispo de Maguncia, Ketteler (1811-1877), quien denunció las clamorosas injusticias del capitalismo antes que el propio Marx; 2) muchas de las nuevas congregaciones religiosas se dedicaron a mitigar las desgracias, consagrando su vida a la caridad y el servicio a los pobres, así como a la enseñanza, aunque tales congregaciones eran femeninas en su inmensa mayoría, probablemente porque eran útiles y no presentaban el peligro

31 Cf J. M. AUBERT, o.c, 116ss.

SÍNTESIS HISTÓRICA 105

de la beligerancia política, e incluso guerrera, de los religiosos; 3) la expansión de los montes de piedad, institución de origen italiano, que contaba con gran participación de eclesiásticos y fuerzas vivas católicas a partir de su vinculación a las cajas de ahorro, la reactivación de los pósitos y las cajas rurales Raiffei-sen, las cooperativas de consumo y producción, las sociedades de socorros mutuos; 4) la creación de los círculos de obreros (también conocidos como círculos de obreros católicos, círculos católicos de obreros), "asociaciones de obreros y dirigentes (no sólo patronos) que pretendían conseguir sobre todo la armonía social, y secundariamente la reforma de las condiciones del proletariado, por medio de la moralización, la educación, el recreo y una acción económica, de tipo cooperativo principalmente""; 5) el asociacionismo confesional en sus diferentes modalidades y las distintas formas de sindicalismo.

Suelen acogerse de modo acrítico los pronunciamientos que consideran el siglo xix como uno de los períodos negros del cristianismo: la Iglesia ha permanecido muda y se ha alineado con las clases dirigentes; la encíclica Rerum novarum es de 1891, en tanto el Manifiesto comunista se proclamó en 1848; la Iglesia ha perdido la clase obrera (el gran escándalo del siglo xix) por falta de sensibilidad. Estos juicios deben ser reelaborados a la luz de todo lo que hemos sugerido y, en concreto, de la historia del movimiento católico social. Por lo que atañe a las enseñanzas y actividad de la Iglesia a partir de la Rerum novarum, reenviamos a la exposición que se ofrece en esta misma obra.

En la producción catequística del siglo xvín no se dan variaciones significativas respecto a los pecados "que claman al cielo" 33. He aquí algunos testimonios.

San Alfonso María de Ligorio, al explicar el séptimo mandamiento, habla con enorme vivacidad de los "hurtos honorables, hurtos de los nobles". Con referencias bíblicas advierte que "deberíamos avergonzarnos de defraudar a los pobres, a los que tenemos la obligación de socorrer" 34.

Hacia el final de un catecismo reeditado en 1755 para la diócesis de Rimini, los "pecados mortales más importantes" se reducen a diecisiete y se clasifican en tres grupos según su gravedad, en escala ascendente: los siete pecados capitales, los seis contra el Espíritu Santo y los cuatro que "claman al cielo". De estos últimos se dice que "piden venganza en el cielo", "porque es tan

32 Cf J. ANDRÉS-GALLEGO, O.C, 39SS. 33 Cf P. BRAIDO, O.C. 34 Istruzione al popólo sopra i precetti del decálogo per ben osservarli, e sopra i

Sagramenti per ben riceverli, Ñapóles 1840, 130-31. Casi los mismos conceptos expone su contemporáneo P. VANNI, // catechismo in pralica ovvero Istruzioni familiari sopra le materie piú necessarie a sapersi e praticarsi dal cristiano, tomo II, Recurti, Venezia 1762, 165-66.

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106 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

manifiesta su injusticia que no se puede encubrir ni esconder en modo alguno" 35.

En el siglo XIX, a partir de la segunda mitad, se advierte la creciente preocupación de salir al paso del peligro doctrinal que suponen el comunismo y el socialismo. Consiguientemente, pasa al primer plano la inquietud por defender el derecho de propiedad hasta el punto de que prácticamente desaparece la referencia a los "oprimidos". Perdura una somera alusión al exponer lo relativo a la gravedad de la materia, que se.mide según el daño que acarrea al prójimo. Por lo que tiene de paradigmático, merece la pena citar un texto que defiende la desigualdad entre los hombres, porque ésta responde a las disposiciones de Dios y sabemos que "son siempre justas en sí mismas, y que el Creador no está obligado a dar explicación a las criaturas de lo que El dispone" 36. A pesar de todo, se repiten los contenidos y las fórmulas relativas a los "pecados que gritan venganza ante Dios".

Desde la publicación de la encíclica Rerum novarum (1891), los catecismos de Pío X, de 1905 a 1912, incluyen la enumeración de estos pecados, pero sin la riqueza bíblica y experiencial de los textos del siglo xvi: se trata de fórmulas estereotipadas y dispuestas para una fácil memorización. Sin caer en la fácil tentación de pronunciar juicios anacrónicos, hemos de reconocer que mediaba un gran "abismo entre los pobres elementos doctrinales que se transmitían al pueblo y el radical cambio histórico" que se había verificado en la marcha del mundo. Tampoco debe extrañarnos mucho, si se tiene en cuenta la situación y el nivel de la producción teológico-moral de la época.

2.6. La "enajenación" de la moral económica en el tiempo de las "luces"

a) Los "males" de la ética cristiana hasta el Vaticano II. Durante todo este período, la teología moral se recoge en las institu-tiones y, más tarde, en los manuales, cuyas características y limitaciones nos son bien conocidas37. Pero a esta "causa" que viene de lejos hay que añadir una serie de concausas coyunturales que agravan el problema y explican la calificación recogida en el epígrafe. Permítasenos sugerir las más importantes:

— La universidad se convierte en una institución laica con-35 hlruzione cristiana per ammaestrare con facilita e chiarezza i fanciulli ne'

Misteri delta S. Fede. e nelle cose appartenenti aü'Eterna Salute. 36 Dichiarazione delta dottrina cristiana ossia Catechismo ad uso delle Chiese e

Scuole delta diócesi di Bergamo (Compilación a cargo del rector del Seminario, D. Vladimiro Caminati), 18642.

37 Cf R. RINCÓN ORDUÑA, Praxis cristiana 1. Fundamentación, 80-82: M. VIDAL, o.c. I, 105-113.

SÍNTESIS HISTÓRICA 107

trolada, dentro de unos márgenes más o menos amplios de autonomía, por el Estado, y en ella el estudio de la teología ocupa un puesto cada vez más modesto, hasta llegar a suprimirse las facultades de teología, al menos en los países latinos.

El jansenismo conserva fuerte vigencia, particularmente en Francia, y, al convertirse en fuerza política, apoyará la acción de los reyes y ministros que trabajan por reducir la influencia de la Iglesia en la sociedad. Esto determinó que se enzarzaran en interminables controversias sacerdotes y seglares, teólogos y moralistas; la burguesía, a su vez, toma parte en la polémica con argumentos tomados de la Ilustración y el liberalismo.

La vida religiosa no tiene el esplendor de los siglos precedentes. La exclaustración, la disolución de órdenes y congregaciones y la supresión de la Compañía de Jesús por la propia Santa Sede ocasionará graves perjuicios a las misiones y al cultivo de las ciencias religiosas, sobre todo a la teología moral: más que preocuparse de responder a las necesidades de la nueva sociedad, la Iglesia quemará sus energías en defenderse de sus enemigos, apoyándose en los Estados y gobiernos llamados católicos.

— Como se viven tiempos de convulsiones profundas y graves crisis, la teología moral polariza su atención en los sistemas que permiten la formación de una conciencia cierta. De esta enconada y prolongada polémica se resintió necesariamente la teología moral, pues las discusiones agravaron el peligro de decadencia moral, favorecida por el espíritu del siglo y el rigorismo jansenista.

— Con la toma de la teología moral por parte de la casuística, aquélla cambia de rumbo y se preocupa sobre todo de formar confesores y de resolver casos de conciencia en un marco jurídico e individualista, en lugar de reflexionar sobre los nuevos problemas económicos al estilo de los grandes maestros de la escolástica y del renacimiento. Como los moralistas católicos más cualificados viven en países industrialmente atrasados y recluidos en las casas religiosas o en los seminarios, "no tienen ya más que un conocimiento libresco de las realidades económicas" y siguen agitándose en torno a los mismos casos de conciencia, totalmente superados, incapaces de leer los "signos de los tiempos" y, mucho menos, de dar una respuesta a los problemas de la época.

b) Evaluación global: Moral económica y utópica. La teología moral de este período es decepcionante, sobre todo cuando se toma conciencia de la enorme trascendencia de las revoluciones surgidas tanto en el campo de las ideas como de la vida socioeconómica. Los moralistas, al reducir la cuestión económica a términos morales y la cuestión social a términos de beneficencia o caridad, se quedan irremediablemente anclados en la visión de un

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108 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

honesto mercado de aldea, adonde el villano acude con su cabra y de donde vuelve con unos zapatos nuevos. Se tiene la impresión de que se hace una moral para otros tiempos y para otros países.

No parece necesario, pues, intentar una síntesis de la moral económica de este largo y oscuro período de tres siglos y medio en que reina la casuística, pues se limita a interpretar variaciones sobre el mismo tema. M. Vidal, tras el muestreo realizado sobre siete autores (tres de los comienzos de las Instituciones y tres de este siglo con el intermedio de san Alfonso, centro y cumbre de este tipo de moral), concluye que los ejes principales de sus enseñanzas sobre esta materia son el dominio, la restitución y los contratos n.

Afortunadamente, la sensibilización y formación de la conciencia cristiana se fue abriendo camino por otros cauces: a la llamada "doctrina social de la Iglesia" le tocó hacer la función de pionerismo y profecía en este campo tan apasionante como prometedor; las teologías de la praxis han roturado el terreno para facilitar la sementera llevada a cabo por los nuevos tratados o cursos de teología moral económica39.

c) Nuevos rumbos para la ética económica. Bajo los impulsos de los últimos papas y de los episcopados del mundo que urgen con fuerza el derecho-deber de iluminar el fundamento, significado y contenido de la presencia relevante de la Iglesia en el orden económico no para cristianizarlo, sino para insertar en él la fuerza crítico-profética del evangelio siguiendo las directrices entusiastas del concilio Vaticano II, los teólogos morales se han decidido a intentar la aventura de esbozar unos tratados que respondan a la realidad emergente de la segunda y tercera revolución industrial. Sus objetivos son bien modestos, porque son conscientes de que su cometido no es el de ofrecer un modelo vinculante de sociedad ni dar respuestas definitivas a problemas eternos. Se trata de asumir críticamente el análisis de las sociedades pre-industriales, industriales y posindustriales con vistas a una nueva cultura de! desarrollo que tenga como supremo criterio directivo la persona humana en todas sus dimensiones; como medida, la capacidad de pensar la cantidad en función de la calidad; como método, el método democrático y participativo. Nos parece interesante traer aquí los autores y obras que han intentado el loable y arriesgado empeño de elaborar tratados ético-teológicos de moral económica:

El "Proyecto de moral económica, desde la perspectiva cris-

38 M. VIDAL, o.c, III, 258-263. 39 Por considerar este aspecto de singular importancia, se le dedica todo el

siguiente capítulo.

SÍNTESIS HISTÓRICA 109

tiana, para el momento actual", del conocido moralista M. Vidal, publicado en 197940;

"La economía de las bienaventuranzas", del gran maestro y renovador de la teología moral, B. Háring41;

La "propuesta moral" en clave teológica, de L. Lorenzetti42; Problemas éticos de la vida económica, de G. Mattai, cono

cido por sus numerosas e importantes publicaciones en este campo43;

Moral cristiana y realidad económica, un libro nacido de y para la enseñanza de la teología moral, que busca la formación de la sensibilidad moral de la conciencia con vistas a la posibilita-ción de un proyecto socio-económico verdaderamente humano44.

En todos ellos cabe señalar, como indica G. Mattai, dos líneas fundamentales respecto a la problemática de la vida económica: 1) el respeto a la legítima autonomía de la ciencia económica, que, por lo demás, se presenta cada día más disponible a la integración ético-social; 2) el intento de fundamentar teológicamente, con premisas antropológicas de fondo, un proyecto de orden económico que no caiga, sin embargo, en una banal instrumentaliza-ción de la palabra de Dios, con la pretensión de recabar de ella programas concretos y precisos de praxis económica45.

4 0 M. V I D A L , O.C. 41 B. HÁRING. Libertad y fidelidad en Cristo III, Herder, Barcelona 1983. 42 L. LORENZETTI, Societá industríale e postindustriale, en "Trattato di etica

teológica" 3, EDB, Bologna 1981, 13-122. 43 G. MATTAI, Riflessioni biblico-teologiche e vita económica, en "Messaggio

cristiano ed economia", EDB, Bologna 1974; ID.. Problemi etici de/la vita económica, en "Corso di Morale" 3, Queriniana, Brescia 1984, 331-441.

44 G. GATTI, Morale cristiana e realtá económica, LDC, Torino-Leumann 1981.

45 G. MATTAI, Problemi etici..., o.c., 390.

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CAPÍTULO 5

La posición de la Iglesia católica ante la economía industrial:

La doctrina social de la Iglesia

No quisiéramos comenzar con una extensa discusión sobre el enunciado que sirve de título; pero es necesario hacer algunas indicaciones, porque la expresión "doctrina social de la Iglesia" ha sido y es objeto de no pocas controversias. Lo que nosotros vamos a abordar en las páginas que siguen es la reflexión moral que se ha hecho en la Iglesia a través de sus más altas instancias sobre los problemas surgidos en la sociedad moderna por el advenimiento y desarrollo de la industrialización y de los dos sistemas socio-económicos que le sirvieron de marco (capitalismo y socialismo).

Efectivamente, este tipo de reflexión moral nació y se desarrolló en la Iglesia a lo largo del siglo XIX como complemento a aquella parte de los tratados tradicionales de moral dedicada a la virtud de la justicia o al séptimo mandamiento, según los casos. Pero se trata de un complemento que pronto adquiere una notable autonomía, síntoma de la novedad de unos problemas que no son en manera alguna reducibles a las categorías y planteamientos de la moral tradicional. El término "doctrina social" adquiere así ya una personalidad propia, en contraposición con el tratado De iustitia, con el cual hasta el presente no puede decirse que haya llegado a formar una síntesis armónica.

El objeto inicial de esta "doctrina social" es la llamada "cuestión social", término que alude al conjunto de problemas que han surgido en las regiones europeas más industrializadas desde comienzos del siglo pasado. Lo específico de esta problemática es su carácter estructural y social o, dicho de otro modo, el hecho de desbordar los planteamientos y actuaciones estrictamente personales. Las grandes masas obreras que se han concentrado en los principales centros industriales de Europa, sus condiciones de vida y de trabajo, sus relaciones con los empresarios y los dueños del capital, todo eso constituye una problemática inédita, que

SÍNTESIS HISTÓRICA 111

desborda las virtudes o los vicios personales de sus protagonistas tomados individualmente.

"Cuestión social" y "doctrina social de la Iglesia" son términos correlativos. Un dato decisivo de esta historia es la primera intervención oficial y solemne de un pontífice romano en este terreno. En 1891, León XIII hace pública su encíclicaRerum nova-rum, que marca un hito importante en la reflexión de los católicos sobre la cuestión social. En las décadas siguientes esta reflexión prosigue y se enriquece, pero siempre con referencia a esta encíclica. De hecho, la llamada "doctrina social de la Iglesia" se ha desarrollado en estrecha vinculación con los documentos oficiales (encíclicas, por lo general) de la Iglesia. Pero estos textos son un fiel reflejo de lo que en la Iglesia, a todos los niveles, se ha ido elaborando. Por eso la identificación de la doctrina social de la Iglesia con las encíclicas y otros documentos eclesiales de alto rango sólo es lícita si al mismo tiempo se presupone que estamos en contacto con la vida misma de los cristianos preocupados por los problemas socio-económicos.

Determinada así la fecha inicial de la doctrina social de la Iglesia y las piezas fundamentales que la componen, nos queda el punto más arduo: su término final. Nosotros vamos a llegar en este capítulo hasta el momento presente (la encíclica Laborem exercens); pero no podemos ocultar las no pequeñas dificultades para seguir aplicando esa denominación a la etapa que se inicia con Juan XXIII y el concilio Vaticano II. El término "doctrina" tiene el inconveniente de sugerir en seguida la idea de un cuerpo normativo cerrado. Y, efectivamente, esta pretensión no está ausente en todo el período que transcurre entre León XIII y Pío XII. Quizá no pasó de pretensión, como tendremos ocasión de ver en lo que sigue; porque en un mundo tan cambiante la doctrina ha estado sometida también a una evolución notable. En nuestra opinión, éste ha sido su valor más importante: su capacidad de adaptación a las situaciones siempre nuevas (aunque con un cierto retraso —hay que reconocerlo— debido a inercias y resistencias explicables) para dar la respuesta adecuada a los problemas de cada momento.

Esta evolución se hace consciente —nos parece— a partir del Vaticano II, y ello le da un talante bastante nuevo. Por eso, reconociendo la dificultad inherente al término "doctrina", nosotros la mantendremos aplicándola al período de casi un siglo que ha transcurrido desde 1891; pero señalando que pueden distinguirse en ella dos etapas bien diferenciadas', en medio de las cuales puede considerarse el pontificado de Juan XXIII como un tiempo

1 Cf, por ejemplo, M.-D. CHENU, La "doctrine sociale" de l'Eglise comme idéo-logie, Cerf, Paris 1979, 8-9.

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112 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de transición. Podemos adelantar que estas dos etapas se caracterizan por los siguientes rasgos contrapuestos:

a) En la primera etapa el marco de referencia está constituido por un mundo en proceso de industrialización y por las diferencias económicas y conflictos sociales generados por el mismo. En la segunda etapa, en cambio, las preocupaciones se centran en el desarrollo auténtico y en la participación de todos los pueblos en él.

b) Mientras que en la primera época los contenidos doctrinales buscan su fundamento en la ética natural, de la que el magisterio de la Iglesia se considera depositario e intérprete, a partir del concilio Vaticano II crece la inspiración específicamente cristiana, aunque sin abandonar un tipo de discurso que sea asequible a todos los hombres.

c) Hasta Pío XII, la insistencia en lo doctrinal es muy fuerte. Luego esta tendencia va cediendo su puesto a una preocupación cada vez mayor por la acción y por el desarrollo de actitudes de verdadero discernimiento cristiano frente a la pluralidad de situaciones y problemas.

A pesar de estas diferencias, que tendremos ocasión de constatar más en detalle, no puede negarse que existe unidad en la doctrina de todo este período. Así lo subrayan una y otra vez los mismos documentos. Sin embargo, más que de unidad, sería preferible hablar de continuidad; creemos que este término expresa mejor la relación de unos documentos con otros y responde más adecuadamente a la evolución de los hechos2.

Para las páginas que siguen hemos seleccionado los documentos más significativos, conscientes de haber tenido que renunciar a otros de indudable interés3. Queremos presentarlos como los grandes momentos de un proceso histórico aún abierto, como una tradición que nos estimula a mantener vigilantes nuestros compromisos ante los retos del mundo actual. De ningún modo pretendemos construir a partir de ellos un cuerpo doctrinal cerrado, sino más bien familiarizarnos con un modo de abordar la rea-

2 Otra forma sugerente de periodificar la doctrina social de la Iglesia en: B. SORGE, E supéralo il concelto tradizionale di dottrina sociale della Chiesa?, en "CivCatt" 119 (1968, I) 423-436. Distingue el autor una fase doctriní.. (León XIII), una fase histórico-jurídica (Pío XI y Pió XII), donde la revalorización de lo histórico va unida todavía a un método deductivista, y una fase de especialización técnica (a partir de Juan XXIII), en donde se impone el recurso continuo a las ciencias positivas, cosa que permite clarificar las competencias específicas de jerarquía y laicado en la materia.

3 Una edición bastante completa y manejable de ellos puede encontrarse en los dos volúmenes siguientes: Doctrina pontificia, II: Documentos políticos, BAC, Madrid 19642: Doctrina pontificia, III: Documentos sociales, BAC, Madrid 1958.

SÍNTESIS HISTÓRICA 113

lidad de cada momento. Por eso se hace imprescindible, como punto de partida para el análisis de cualquiera de ellos, reconstruir la problemática socio-económica de la época, descubrir las preocupaciones a que responde cada documento, así como sus destinatarios preferentes y, en la medida de lo posible, los círculos o las personas que intervinieron en su elaboración (circunstancia esta última que sólo podremos abordar en el caso de la Rerum novarum y en el de la Quadragesimo anno)4.

1. La encíclica "Rerum novarum" (15 de mayo de 1891)

1.1. Ambieníación histórica: Los grandes cambios del siglo XIX europeo

Tres son los grandes acontecimientos históricos de carácter general que confluyen en el siglo XIX europeo: el liberalismo, el capitalismo y la revolución industrial. Es discutible que se trate de fenómenos independientes. Nosotros los trataremos uno a uno, en aras de una mayor claridad.

Los orígenes históricos del capitalismo son también objeto de

4 Los documentos que vamos a estudiar los citaremos siempre con las siguientes siglas: Rerum novarum (RN), Quadragesimo anno (QA), Mater et magistra (MM), Gaudium et spes (GS), Populorum progressio (PP), Octogésima adveniens (OA), Documento sobre la justicia en el mundo del sínodo de 1971 (JM), Laborem exercens (LE). La sigla irá siempre seguida de un número y, en algunos casos, de una letra minúscula: el número corresponde, en los seis primeros documentos, a la numeración de la edición Ocho grandes mensajes, BAC, Madrid 1971; la letra hace referencia al párrafo. Para La justicia en el mundo hemos usado: Sínodo de obispos 1971. Documentos, Sigúeme, Salamanca 1972, y citamos con un número romano y otro arábigo (como en el texto que seguimos), a lo que solemos añadir una letra minúscula, que indica el párrafo.

Damos a continuación los títulos de algunas obras sobre la doctrina social de la Iglesia: AA. VV., Valoración actual de la Doctrina Social de la Iglesia (Anales de Moral Social y Económica 28), Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos, Madrid 1972; P. BIGO, Doctrina Social de la Iglesia. Iglesia y mundo en diálogo. Instituto Católico de Estudios Sociales, Barcelona 1967; J. Y. CALVEZ-J. PE-RRIN, Iglesia y sociedad económica, Mensajero, Bilbao 1965; M.-D. CHENU, O.C; D. DORR, Option for the Poor. A Hundred Years of Vatican Social Teaching, Gilí and Macmillan, Dublin 1983; C. VAN GESTEL, La Doctrina Social de la Iglesia, Herder, Barcelona 1962; J. HOFFNER, Manual de Doctrina Social Cristiana, Rialp, Madrid 19742; INSTITUTO SOCIAL LEÓN XIII, Curso de Doctrina Social Católica, 2 vols., Herder, Barcelona 1969-1977; O. VON NELL-BREUNING, Wie sozial ist die Kirche? Leistung und Versagen der katholischen Soziallehre, Dusseldorf 1973; ID. Soziallehre der Kirche, Wien-München-Zürich, Europaverlag 19833; S. H. PFURT-NER-HEIERLE, Einfuhrung in die katholische Soziallehre, Darmstadt 1980; J. Vi-LLAIN, La enseñanza social de la Iglesia, Aguilar, Madrid 1961.

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grandes controversias, en las que no podemos entrar ahora5. Si se tiene en cuenta que el proceso de acumulación capitalista tiene lugar originariamente en el ámbito del comercio (dando pie así a la fase del llamado capitalismo comercial), habrá que remontarse a los siglos XII y XIII, con el desarrollo de las primeras grandes ciudades europeas y el nacimiento de la burguesía urbana. Dicha acumulación de capital (procedente de los beneficios del comercio, sobre todo, más tarde, el de ultramar) se orientará pronto a la producción de bienes, cosa que ocurre ya en la Inglaterra del siglo XVI con la industria textil, la del cuero y la primera metalurgia.

Esta nueva clase empresarial logrará poco a poco mejorar su nueva mentalidad antigremial y romper todas las cortapisas de la legislación de los gremios hasta implantar la libertad económica. El liberalismo, como nueva forma de concebir al individuo y la sociedad, conoce su primera realización práctica en la Revolución francesa de 1789. Dos años después quedan sentadas las bases del régimen liberal en su versión socio-económica: el decreto de Aliar-de proclama la libertad del comercio y la industria contra las restricciones del sistema gremial y de los grandes monopolios comerciales; por su parte, la ley de Le Chapelier prohibe todo tipo de corporación, así como toda asociación de individuos que se intente organizar en nombre de "pretendidos intereses comunes".

Estas nuevas bases de organización de la sociedad con el lucro individual como móvil de la actividad económica hará posible el rápido proceso de industrialización que caracteriza al siglo XIX. El capital acumulado en manos privadas servirá para financiar tanto la investigación técnica como, sobre todo, la compra de maquinaria y equipos de producción que aumenten la productividad del trabajo humano. Pueden citarse como ejemplo los cálculos sobre horas de trabajo humano empleadas para producir una tonelada de trigo en los Estados Unidos: de ciento treinta y ocho horas en el año 1800 se pasa a ochenta y seis en 1840, cuarenta en 1900, trece después de la segunda guerra mundial y sólo cuatro" hacia 19706.

El incremento de producción y riqueza corrió parejo a un espectacular movimiento migratorio desde el campo a la ciudad, que dará origen a las masas de asalariados de la sociedad industrial. Se generaliza así el modo de producción típico del capitalismo: la libre contratación del obrero (que no dispone de medios

5 Cf, por ejemplo, M. DOBB, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Siglo xxi, Buenos Aires 19722; R. HILTON (ed.), La transición del feudalismo al capitalismo, Crítica, Barcelona 1977.

6 P. BAIROCH, El Tercer Mundo en la encrucijada, Alianza, Madrid 1973, 38. Para el tema de la revolución industrial puede verse toda la primera parte de esta obra; también M. NIVEAU, Historia de los hechos económicos contemporáneos Ariel, Barcelona 19775, 23-122.

SÍNTESIS HISTÓRICA 115

para producir) por parte de los propietarios del capital. Este proletariado industrial, siempre superior a las necesidades de mano de obra, vive sumido en una creciente miseria, sin fuerza social para reivindicar sus derechos. Esta realidad constituye los costes sociales de la revolución industrial.

Frente a esta realidad miserable, los teóricos de la economía siguen aferrados a los principios liberales del "laissez faire", a su infinita confianza en esa "mano invisible" del mercado que transforma los egoísmos individuales y la búsqueda de los intereses de cada uno en el bien de toda la sociedad (Adam Smith)7. Sin embargo, los movimientos de protesta y rebelión social pronto encontrarán también sus portavoces, que comenzarán a analizar críticamente la nueva sociedad y a buscar alternativas más o menos radicales. Todos los movimientos socialistas, de una gran variedad, tienen ahí su origen, aunque más tarde la mayoría de ellos se hayan eclipsado definitivamente ante el empuje arrollador del socialismo de Marx, que comenzó despreciándolos a todos y tachándolos de "socialistas utópicos"8.

1.2. La Iglesia frente al liberalismo y socialismo

La revolución liberal supuso un fuerte aldabonazo para una Iglesia que había perdido casi por completo su talante profético y había llegado, en sus representantes institucionales, a un alto grado de mundanización. Su poder temporal, que le hacía vivir en muchos aspectos en un constante forcejeo con los nuevos Estados absolutistas, había casi velado o, al menos, tergiversado los aspectos más espirituales de su misión9. El liberalismo modifica radicalmente el régimen precedente e impone la absoluta separación de poderes y la independencia total del poder temporal respecto al eclesiástico proclamando el carácter oficialmente no cristiano de la sociedad l0. La mutua incomprensión de esta sociedad nueva y de una Iglesia que vivirá todavía en la teología de los

7 Para un estudio de la llamada "escuela clásica" en economía puede consultarse: E. JAMES, Historia del pensamiento económico, Aguilar, Madrid 19712, 76-118; W. J. BARBER, Historia del pensamiento económico, Alianza, Madrid 19742; 25-107; J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, Historia del pensamiento económico, Aguilar, Madrid 1980, 48-158.

8 Un resumen aceptable sobre los socialistas utópicos en: J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, O.C, 159-192. Sobre las ideas económicas de Marx: ib, 194-206; E. JAMES, O.C, 165-177; P.-D. DOGNINS, Initiation á Karl Marx, Cerf, Paris 1970; P. VRANICKI, Historia del marxismo I: De Marx a Lenin, Sigúeme, Salamanca 1977, 137-159; E. M. UREÑA, Karl Marx economista. Lo que Marx realmente quiso decir, Tecnos, Madrid 1977.

9 Cf G. MARTINA, La Iglesia, de Lulero a nuestros días II, Cristiandad, Madrid 1974, 16-105.

10 Cf G. MARTINA, O.C, III, 11-59.

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116 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

siglos anteriores producirá a lo largo de todo este siglo una creciente lejanía e incluso una radicalización de las posturas".

Este ambiente, todavía más envenenado por la cuestión de los Estados Pontificios, explica la publicación en 1864 de la encíclica Quanta cura, que iba acompañada de un catálogo de ochenta proposiciones inaceptables (Syllabus errorum) n, la última de las cuales es del tenor siguiente: "El Sumo Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna".

Entre los movimientos modernos que habían surgido contra los excesos sociales y económicos del liberalismo ocupa lugar preferente el socialismo. La Iglesia, que lo considera una consecuencia de aquél (y a ambos, el resultado último del principio protestante del libre examen), reacciona contra él con una severidad semejante. Es cierto que en el seno de la Iglesia surgieron grupos inspirados tanto en el liberalismo como en el socialismo. Pero su vida fue efímera, sobre todo en el caso de los últimos 13. Sí tuvieron, en cambio, un eco mayor los llamados católicos sociales, cuyas preocupaciones y actividad sirvieron para sensibilizar a la Iglesia y a su jerarquía ante los graves problemas sociales de la era industrial. Entre ellos hay que citar en primer término al obispo de Maguncia W. E. von Ketteler (1811-1877), al austríaco Vo-gelsang (1818-1890), al suizo Mrs. Mermillod (1824-1892), al cardenal de Baltimore Mrs. Gibbons (1834-1921) y a los franceses La Tour du Pin (1834-1924) y Albert de Mun (1841-1914).

La elección pontificia de León XIII en 1878 significa un giro importante en las relaciones de la Iglesia con esta civilización moderna. Aunque sus ideas reflejan todavía la herencia antigua14, su talante político le permite inaugurar una era nueva en la historia de la Iglesia contemporánea: su política "se caracteriza por una actitud más positiva frente a las instituciones liberales, por una postura más conciliadora ante los gobiernos, por un tono cordial frente a la sana civilización y al verdadero progreso (Goyau) y

11 Cf el siguiente estudio sobre la radicalización teológica del tema de la autoridad: Y. CONGAR, L'Eclesiologie de la Révolution francaise au Concite du Vatican sous le signe de l'autorilé, en AA. VV.. L'Eclesiologie au XIX* siécle. Cerf, Paris 1960, 77-114.

12 Doctrina pontificia II, o.c, 5-38; DS 2890-2980. 13 Asi ocurrió al francés BOUCHEZ y su grupo. Cf A. BIELER, Chrétiens et socia-

listes avant Marx, Labor et Fides, Genéve 1982. 14 Este hecho se verá confirmado ya en 1879 con la encíclica Aeterni Patris,

sobre la restauración de la filosofía tomista. Cf P. THIBAULT, Savoir et pouvoir. Philosophie thomiste et politique cléricale au XIX' siécle, Presse de l'Université La-val, 1972, así como las matizaciones a la tesis central de esta obra que le hace. Y. CONGAR, Néo-thomisme et politique ecclésiastique, en "RevScPhTh" 59 (1975) 164-167.

SÍNTESIS HISTÓRICA 117

por una concepción más moderna de la forma en que la Iglesia debe procurar influir en la sociedad" 15.

Este último punto expresa bien el problema de fondo que la Iglesia decimonónica no ha sabido aún resolver: el de su lugar en la sociedad moderna. Esta es, quizá, la cuestión más fundamental que subyace a toda la doctrina social de la Iglesia hasta nuestros días. También en este punto tendremos ocasión de ver cómo la respuesta ha ido evolucionando a lo largo de las décadas que estudiamos.

El magisterio de León XIII refleja bien los esfuerzos de la Iglesia a todos sus niveles para marcar las distancias frente a las ideologías dominantes, el liberalismo y el socialismo. Sin embargo, esta tarea no está exenta, por lo general, de una mirada nostálgica al pasado, a la sociedad del antiguo régimen, ya sea a través del renacimiento tomista, ya utilizando el bagaje filosófico del tradicionalismo. Esta encrucijada ideológica debe tenerse muy presente al leer la primera gran encíclica social, que pasamos a estudiar seguidamente.

1.3. El mensaje central de la encíclica

Antes de la RN, León XIII había publicado cuatro encíclicas importantes que le preparaban el camino: Quod apostolici muneris (1878), "sobre los errores modernos", en donde se condenan en una enorme confusión conceptual (explicable por la época) socialismo, comunismo, anarquismo y nihilismo; Diuturnum illud (1881), sobre el origen del poder; Inmortale Dei (1885), sobre la constitución cristiana de los Estados; Libertas (1888), sobre la libertad humana y el liberalismo 16. Tras tratar estos temas que tanto agitaban a los católicos de su tiempo, León XIII se decidió a abordar por fin la cuestión social. Era la primera vez que un papa lo hacía en un documento solemne. Se lo habían pedido repetidas veces aquellos grupos que más de cerca vivían el problema. El contacto del papa con ellos le había familiarizado con sus preocupaciones, pero le había permitido también detectar las discrepancias que mantenían entre sí los mismos católicos. León XIII optará por no dirimir estas cuestiones, dejando, en

15 R. AUBERT, La Iglesia católica desde la crisis de 1848 hasta la primera guerra mundial, en AA. VV., Nueva historia de la Iglesia V, Cristiandad, Madrid 1977, 21.

16 El texto de estas encíclicas puede verse en Doctrina pontificia II, o.c, 59-74, 107-126, 196-220, 221-260, respectivamente. Para la ambientación histórica y el análisis de su contenido, cf G. JARLOT, Doctrine pontificóle et histoire. L'enseigne-ment social de Léon XIII, Pie X et Benoit XV vus dans son ambiance historique (1878-1922), Presses de L'Université Grégorienne, Roma 1964, 41-115.

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118 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

cambio, muy clara la postura oficial de la Iglesia frente a la cuestión social y al socialismo.

La encíclica, que lleva por título Sobre la condición de los obreros, parte de la constatación de un hecho y de sus causas: la deplorable situación en que se halla el proletariado industrial como efecto del desamparo en que ha quedado sumido tras la disolución de los antiguos gremios y la indiferencia de los poderes públicos (RN 1). En esta introducción, tan breve en su extensión como dramática en su descripción del problema, se alude claramente a la doctrina y a la praxis liberal, gracias a la cual "el tiempo fue entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores" (RN 1).

Toda la encíclica puede resumirse en un análisis de las dos alternativas disponibles: por un lado, la socialista (parte I: RN 2-11), que es terminantemente condenada; frente a ella, la que podríamos llamar "solución cristiana", a cuya exposición se dedica la mayor parte del texto (parte II: RN 12-42).

Es importante comprender bien a qué socialismo se refiere el documento: está inequívocamente descrito desde el comienzo (RN 2), destacando sobre todo su pretensión de "acabar con la propiedad privada de los bienes". Precisamente toda la crítica que se hace de él es una defensa de la propiedad privada como derecho natural (RN 3-11), que se considera la clave de bóveda de la alternativa que la encíclica propone.

Esta alternativa tiene, sin embargo, varios elementos esenciales. El primero es la propiedad privada, pero de tal manera concebida en la práctica que puedan tener acceso a ella todos los ciudadanos (RN 33). Este es un punto capital para corregir la excesiva acumulación de los bienes en pocas manos. Pero para que esta difusión de la propiedad sea un hecho es condición necesaria un salario justo, que permita cierto ahorro con el que constituir un pequeño patrimonio (RN 32-33).

Otros dos elementos completan el cuadro. En primer lugar,.el derecho de asociación, necesario para la defensa de los justos intereses del trabajador, y que admite formas múltiples (RN 34-37). Este es un punto que choca abiertamente con el rechazo liberal de todo tipo de asociaciones. Por último, la encíclica aborda el tema del Estado (RN 23-30) con una actitud a caballo entre el reconocimiento de su papel imprescindible, sobre todo en la tutela del proletariado (contra el liberalismo), y el temor a sus abusos, particularmente atentando contra el régimen de propiedad privada (contra el socialismo), de la cual debe constituirse en el principal defensbr (RN 28).

SÍNTESIS HISTÓRICA 119

1.4. El proceso de elaboración de la encíclica

Este es un punto siempre esclarecedor. Y precisamente en el caso de la RN poseemos datos suficientes para reconstruir los hechos. El primer borrador fue encargado por León XIII al P. Matteo Liberatore, redactor de "La Civiltá Cattolica" y conocido por sus trabajos en favor de la restauración del tomismo. Su excesiva brevedad en algunos puntos importantes y su opción clara por la restauración del corporativismo parece que movieron a León XIII a solicitar un segundo borrador a otro reconocido tomista, el cardenal Zigliara; el texto resultante, más sensibilizado a la nueva sociedad industrial, agradó más al pontífice, convirtiéndose así en la base del futuro documento, pero tras la incorporación de buena parte del proyecto de Liberatore. Este último siguió colaborando activamente, así como el cardenal Mazzella, en las sucesivas redacciones hasta llegar al texto definitivo1?.

Se subraya, sin embargo, la decisiva intervención del papa a lo largo de todo el proceso, revelada por el testimonio de sus colaboradores y confirmada por la coherencia doctrinal de este documento con otros de su pontificado18. Si persisten algunas ambigüedades, es a consecuencia del deseo de León XIII de no entrar en las cuestiones que eran objeto de polémica dentro de la Iglesia: por una parte, las corrientes más conservadoras, que habían asimilado muchos elementos del liberalismo; y, por otra, los católicos sociales, entre los cuales eran identificables diversas tendencias".

1.5. Algunos puntos de especial interés

Precisamente queremos terminar este breve estudio de la RN exponiendo algunas cuestiones que nos parecen de especial relieve para comprender mejor el alcance de la encíclica.

17 Todos los textos han sido publicados por G. ANTONAZZI, Vencíclica Rerum Novarum. Testo autentico e redazioni preparatorie, dai documenti originali, Edizioni di Storia e Letteratura, Roma 1957. Algunos manuscritos complementarios han sido descubiertos recientemente: cf F. LOMBARDI, "La Civiltá Cattolica" e la stesu-ra del/a "Rerum novarum". Nuovi documenti sul contributo del padre Matteo Liberatore, en "CivCatt" 133 (1982-1) 471-476. Cf también I. CAMACHO, La encíclica "Rerum novarum". Su proceso de elaboración a través de los sucesivos textos preparatorios, Facultad Teología, Granada 1984.

18 Cf F. MARCONCINI, L'unitá del pensiero económico di Gioachino Pecci negli scritti anteriori e posteriori alia "Rerum novarum", en AA. VV., II XL Anniversario della Encíclica "Rerum novarum", Milano 1931, 229-271. Este trabajo prescinde, sin embargo, de la RN.

" G. JARLOT, o.c, ofrece una panorámica de las diferentes escuelas, 177-201, así como un estudio de sus posturas en los temas más debatidos y del tratamiento de éstos en la RN, 205-225. Cf también R. TALMY, AUX sources du catholicisme social. L'école de La Tour du Pin, Descleé, Tournai 1963, 39-58.

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120 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Comenzaremos por el socialismo. A pesar de que el concepto del mismo que explicita la RN es genérico y poco matizado, cabe deducir de los argumentos en favor de la propiedad privada algunos rasgos más específicos del socialismo que los redactores tuvieron ante sus ojos. No parece que sea precisamente el marxista, que ya para esas fechas había adquirido bastante popularidad (recuérdese que el Manifiesto del Partido Comunista se hizo público en 1848); no se encuentran rastros en la encíclica de los planteamientos más típicos de Marx. Sí, en cambio, es fácil detectar cómo se está refutando al socialismo agrario de Henry George, cuyos escritos gozaron de amplia difusión en Inglaterra y Estados Unidos durante las últimas décadas del siglo pasado.

Para George, el único título de propiedad es el trabajo; y éste no da derecho a la apropiación de la tierra, sino sólo de sus frutos, de igual manera que el pescador se convierte en dueño de lo que pesca, pero no del mar en que pesca (que es un don de Dios a disposición de todos los hombres). León XIII, aludiendo claramente a estos planteamientos, e incluso partiendo de las mismas premisas (el trabajo como título de propiedad), llega a conclusiones diametralmente opuestas: el trabajo es título de propiedad de la tierra incluso, puesto que el hombre a través de él deja en ella impresa su huella (RN 7-8)20.

Nótese cómo el objeto de propiedad es prioritariamente la tierra, y no los bienes de producción producidos, que son los que ya en esa coyuntura histórica plantean problemas y a los que se refiere últimamente todo el análisis de Marx.

Esto nos permite entrar en otro de los temas más relevantes: el derecho de propiedad. Llama la atención la concepción individualista del hombre desde la que es tratado, huella indudable de la contaminación liberal que ha sufrido la doctrina católica a pesar de su expreso rechazo de tal ideología. Más clara es aún esa influencia en los argumentos que se usan, que son los típicos de los filósofos liberales. En primer lugar se invoca la capacidad del hombre para trascender lo inmediato; para gobernarse a sí mismo con previsión, que exige la posesión estable de ciertos bienes sobre los que poder construir un porvenir seguro (RN 4-5). A este argumento se añade otro al que ya hemos aludido: el derecho a apro-

20 Con fecha 11 de septiembre de 1891, Henry George hizo pública una interesante carta abierta a León XIII, en que reconoce que la RN alude a los que piensan como él, al tiempo que entabla un respetuoso diálogo con el papa intentando demostrar cómo él no merece el calificativo de socialista. Incluso afirma que más cerca del socialismo está la doctrina de la RN. Puede verse esa carta, H. GFORGF, The conditions of labor. An open letler to Pope Leo XIII, United States Book Company, New York 1891. Cf también G. JARLOT, Uelaborazione pro-gressiva delta dottrina delta proprietá prívala nell'insegnamento pontificio, en "CivCatt" 118 (1967-2) 230-231. La obra principal de H. GEORGE, Progress and Poverty, fue publicada en 1883.

SÍNTESIS HISTÓRICA 121

piarse de los frutos del trabajo y de aquellos bienes a los que se aplica el trabajo humano (RN 7). Entre ambos se intercala un texto (RN 6) que recoge, en cambio, lo más genuino de la tradición tomista; pero se trata de un enfoque que carece de relieve en el conjunto del documento21.

La función social de la propiedad era objeto de fuerte polémica entre los católicos. En la encíclica queda insinuada primero (RN 6), y más explicitada al tratar del dinero (RN 16); pero con una cierta timidez, y más en la línea de la caridad que de la justicia.

Respecto al salario, la discusión se centraba en si el salario familiar era o no exigencia de la justicia. León XIII, subrayando que el salario en general no puede considerarse justo por el hecho de quedar determinado por el libre consentimiento de las partes (RN 32), elude, sin embargo, el tratamiento directo del salario familiar. Queda sólo una alusión indirecta y en condicional al hablar del acceso de todos a la propiedad (RN 33). El rechazo de régimen de mercado libre para fijar el nivel salarial es, con todo, de gran importancia: presupone una concepción del trabajo no reductible a mercancía, poniendo en cuestión así uno de los pilares del liberalismo.

El derecho de asociación es también uno de los puntos doctrinales llamativos, contemplado desde el contexto histórico de entonces. Se recomienda un tipo de asociacionismo mixto (patronos y obreros reunidos), pero no se excluyen, gracias a un inciso introducido en los últimos momentos, las asociaciones de obreros solos o sindicatos puros (RN 34). Con todo, la gama de asociaciones propuestas es muy variada, incluyendo tanto las sociedades de socorros mutuos (RN 34) como las mismas congregaciones religiosas (RN 36). Incluso se recomienda la constitución de asociaciones confesionales (RN 37), cuestión que será fuente de agrias polémicas en las décadas inmediatas, junto a la anteriormente aludida del sindicato estricto.

El papel del Estado y su responsabilidad en la cuestión social era otro tema que dividía a los católicos. Los de tendencia más liberal negaban al Estado toda competencia en el mundo de las relaciones laborales (que corresponden al ámbito del derecho privado); en cambio concedían gran relevancia a la función asisten-cial de la Iglesia. La encíclica leoniana supera la concepción libe-

21 Esta ruptura en la doctrina católica sobre la propiedad que abandona el enfoque tomista y escolástico para adoptar los planteamientos de la filosofía liberal fue defendida por L. SOUSBERGHE, Propriété de droit naturel: thése néo-scolastique et tradition scolastique, en "NouvRevTh" 72 (1950) 580-607. Aunque su tesis parece básicamente aceptable, está exagerada porque presupone que la doctrina tomista ha desaparecido de RN, cosa que no es del todo verdadera. También habría que matizar mucho la responsabilidad que atribuye a Liberatore en esa ruptura.

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ral (RN 23-30), pero no oculta sus reservas frente a una posible invasión de todos los ámbitos de la vida social por parte del Estado. Se reconoce a éste, sin embargo, la tarea de velar por la prosperidad pública y privada (RN 23), y preferentemente la tutela de la clase obrera (RN 24).

Por último queda una cuestión que es previa a todo lo anterior: la competencia de la Iglesia en este terreno. León XIII da por sentado que ninguna solución puede encontrarse "si se da de lado a la Iglesia" (RN 12). Su misión es doctrinal, pero es también práctica a través de su acción pastoral y de sus instituciones. Sin embargo, la base de todo está en una concepción de la sociedad que no presuponga una espontánea enemistad entre las clases sociales, sino que tenga como base una verdadera armonía social (RN 14). A partir de ahí se exponen una serie de puntos doctrinales (la vida futura, los bienes temporales, etc., RN 15-22) que se orientan principalmente a modificar las actitudes individuales básicas. A continuación se abordan las cuestiones socio-económicas que ya hemos analizado.

2. La encíclica "Quadragesimo anno" (15 de mayo de 1931)

La fecha y las palabras iniciales de esta nueva gran encíclica social indican con toda claridad la ocasión de su publicación: los cuarenta años de la RN. Sobre la conveniencia de un nuevo documento de esta índole apenas cabía dudar, supuestas las transformaciones socio-económicas que habían tenido lugar y teniendo a la vista también lo que en esos años había ocurrido en la Iglesia. Todo esto es, como puede suponerse, imprescindible para entender la aportación doctrinal de la QA.

2.1. Ambientación histórica

El régimen económico que contemplaba la RN, el de un capitalismo liberal basado en la proliferación de pequeñas unidades económicas (un modelo bastante cercano al teórico del mercado de competencia perfecta), apenas tiene que ver con el escenario de 1931. Ya desde finales de siglo el mundo industrial viene asistiendo a una creciente concentración de las fuerzas sociales y económicas. Del lado del capital, sus representantes tienden a agruparse para hacerse fuertes evitando los riesgos de la verdadera competencia y para enfrentarse al poder cada vez mayor de una

SÍNTESIS HISTÓRICA 123

clase obrera unida y organizada. El derecho de asociación, finalmente reconocido por la legislación de los principales países occidentales, da origen a unos potentes sindicatos que permiten una acción conjunta de las fuerzas del trabajo22.

El modelo liberal clásico ha saltado hecho añicos, dando paso a un régimen de grandes monopolios enfrentados, en donde casi no funcionan ya los mecanismos del mercado para lograr la más eficaz asignación de los recursos y el bienestar de la sociedad de forma automática. Aunque la ciencia económica seguía trabajando en los umbrales de nuestro siglo sobre el modelo del mercado perfecto, perfeccionándolo incluso mediante la incorporación del método matemático del cálculo infinitesimal (escuela neoclásica de Walras, Marshall y Wicksell)23, la realidad va por otros derroteros. Su característica más sobresaliente es la presencia de crisis económicas cada vez más profundas (preconizadas por Marx como la clave de la autodestrucción del capitalismo), que son un claro indicador de que la economía no funciona ya según el modelo de competencia perfecta.

La incapacidad de los mecanismos del mercado para corregir esta tendencia natural de la economía contradecía abiertamente la confianza de los economistas en que la crisis es un fenómeno pasajero y automáticamente compensado por las fuerzas anónimas de la economía misma. Pero fue la crisis de 1929 la que acabó ya con todos los optimismos. Esta auténtica hecatombe de la economía a nivel mundial suele interpretarse como una consecuencia a largo plazo de la euforia de la primera guerra mundial, que mantuvo un alto nivel de demanda y producción mientras duró la contienda y durante los años que se prolongó la reconstrucción. Agotada la inercia del proceso, sobrevino la crisis, que produjo el hundimiento general de los precios, la disminución de la producción y una espectacular escalada de desempleo (hasta 12 millones de parados en Estados Unidos y 5,5 millones en Alemania en 1932). La crisis, desatada originariamente en los Estados Unidos, se propagó vía comercio exterior a la totalidad de los países industrializados. El malestar social que generó fue el caldo de cultivo para el nacimiento y triunfo de los regímenes fascistas en Europa.

El dogma del no intervencionismo económico del Estado había quedado definitivamente invalidado. En 1932, Franklin Roo-sevelt ganará las elecciones presidenciales norteamericanas con un programa abiertamente intervencionista. El modelo del capitalismo liberal había sucumbido y de sus cenizas surgía una nueva

22 Cf para la historia económica de todo este período, M. NIVEAU, O.C, 125-209.

23 Cf E. JAMES, O.C, 187-256; W. J. BARBER, O.C, 155-207; J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, O.C, 261-342.

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criatura: el capitalismo intervencionista. Esta capacidad de reacción del capitalismo dejó sin efecto las previsiones de Marx. Por su parte, los economistas teóricos occidentales estaban poniendo a punto un nuevo modelo, cuyo primero y fundamental pilar sería la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de J. M. Keynes, obra aparecida en 193624. Supone un enfoque radicalmente distinto de la economía, que postula y justifica la necesidad de una intervención del poder público orientador de la actividad económica privada a través de lo que, a partir de entonces, ha dado en llamarse política económica.

Un último elemento para reconstruir el marco histórico de 1931 es la revolución rusa de 1917. Desde este momento el socialismo deja de ser un mero proyecto de sociedad para convertirse en una realidad que se presenta como la alternativa del capitalismo25. Es cierto que este socialismo soviético, que pronto se llamó comunismo, no nació, de acuerdo con las previsiones de Marx, como una fase ulterior de la evolución histórica por agotamiento y superación del capitalismo. Pero al margen de lo mucho que se pueda decir sobre la fidelidad del régimen soviético al marxismo más genuino, el comunismo estaba ahí como un modelo realizable, aunque enormemente tiránico y cruel.

Entre tanto asistimos también a una notable diversificación del socialismo, que dará origen a un irreconciliable enfrentamien-to entre el radicalismo comunista y las otras interpretaciones más moderadas del pensamiento marxista (representados, a nivel de militancia, respectivamente, por la Tercera y Segunda Internacional), de cuya evolución ulterior nacerán a su vez el colectivismo burocrático y la socialdemocracia26.

2.2. Objetivos y enfoque de la encíclica

No podemos entrar aquí en las vicisitudes por las que atravesó la Iglesia en las décadas precedentes en ese esfuerzo ya aludido de restituir su puesto y su función en la sociedad moderna. Múltiples realizaciones, tanto en el campo sindical como social, deberían ser recordadas aquí por su importancia en esta búsqueda, a pesar de que muchas veces se vieron obstaculizadas por las controversias sobre puntos doctrinales que iban surgiendo. Entre és-

24 Cf E. JAMES, o.c, 341-354; W. J. BARBER, o.c. 211-241; J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, O.C. 459-481. Cf también R. PREBISCH, Introducción a Keynes, Fondo Cultura Económica, México 19655; F. VICARELLI, Keynes. La inestabilidad del capitalismo. Pirámide, Madrid 1980.

25 Para los primeros años del nuevo régimen soviético puede verse M. NIVEAU, o.c, 387-401; A. NOVE, Historia económica de la Unión Soviética, Alianza, Madrid 1973, 13-233.

26 Cf I. SOTELO, El socialismo democrático, Taurus, Madrid 1980, 13-64.

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tas cabe destacar dos: la polémica sobre la licitud del sindicalismo obrero (y no mixto) y los conflictos en torno a la democracia cristiana27. La polémica en este último tema se centraba en torno a la interpretación que había que dar al término: si la democracia cristiana debía ser un movimiento estrictamente social o decididamente político. Poco a poco se abrirá camino este último sentido; simultáneamente, la democracia cristiana se irá identificando con la búsqueda de una alternativa global a los sistemas vigentes, basada en la doctrina y el mensaje cristiano: lo que se ha venido conociendo como "tercera vía".

El título que lleva la encíclica muestra ya esta preocupación totalizante (que contrasta con el carácter más particular de RN): Sobre la restauración del orden social y su perfeccionamiento en conformidad con la ley evangélica. Sus objetivos están perfectamente indicados en la introducción: a) recordar los frutos que ha producido la RN; b) aclarar ciertas dudas que han surgido en su interpretación, desarrollando más algunos puntos, y c) analizar la economía contemporánea y el socialismo para descubrir las raíces del desorden social y proponer "el único camino de restauración salvadora, es decir, la reforma cristiana de las costumbres" (QA 15).

Estos tres objetivos corresponden a las tres partes en que se estructura el documento, del que hay que destacar sobre todo las dos últimas.

La segunda parte (QA 41-98) pretende ofrecer una panorámica de conjunto de la sociedad y la economía desde una perspectiva moral. Esta pretensión de exponer un todo doctrinal coherente es muy característico de la QA. Tan característico como la estructura con que está dotado. El punto de partida, supuesta la competencia de la Iglesia en estas materias (QA 41-43), es la doctrina sobre la propiedad privada y su carácter a la vez individual y social (QA 44-52). A continuación se presenta una visión de la sociedad industrial y de la producción, destacando la necesaria contribución de capital y trabajo, principio que sirve como criterio para la distribución de la riqueza productiva (QA 53-58). Desde aquí se vuelve sobre lo que fue tema central de la RN, la redención del proletariado, para insistir en la necesidad de un justo reparto de las rentas que haga posible el acceso de los trabajadores a la propiedad (QA 59-62) a través de un salario equitativo (QA 63-75). Todo esto conduce a establecer las condiciones para la restauración del orden social (QA 77): la reforma de las

27 Este tema fue objeto ya en 1901 de una encíclica de León XIII (Graves de communi): cf G. JARLOT, o.c, 233-257. En 1910 Pío X volvió sobre la cuestión con la encíclica Notre charge apostolique, en que se condenaba el movimiento democrático francés "Le Sillón", fundado por Marc Sagnier en 1894: ib, 297-324. Cf para la historia de esta compleja cuestión: J.-M. MAYEUR, Des Partís catholi-ques á la Démocratie chrétienne, A. Colin, París 1980, 49-155.

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instituciones (QA 78-96) y la enmienda de las costumbres (QA 97-98). A propósito de la primera de ellas se esboza un modelo de sociedad, alternativo del vigente en la época, que se basa en dos principios: la colaboración de todos los miembros de la sociedad a través sobre todo de las "profesiones", que deben ser el vehículo de los intereses particulares, sustituyendo en ese cometido a las clases sociales (QA 81-87), y la subsidiariedad que permita a cada miembro individual o colectivo de la sociedad disponer de un ámbito para desarrollar su autonomía propia (principio formulado en QA 79). Este modelo de sociedad, en conexión con el cual se introduce luego un extenso "excursus" sobre el corporativismo (QA 91-96), es la aportación más propia y característica de esta encíclica. Volveremos en seguida sobre él.

Si la segunda parte tiene un decidido carácter doctrinal y teórico, moviéndose más bien a nivel de principios, la tercera supone un cambio de enfoque para abordar los "grandes cambios que han sufrido tanto la economía como el socialismo desde los tiempos de León XIII" (QA 99).

El cambio más decisivo de la economía es para Pío XI el paso de la libre concurrencia a la dictadura económica a través de la acumulación de poder y de recursos, que ha dado origen a una lucha desenfrenada en todos los frentes (QA 105-108) como última consecuencia del espíritu individualista en economía (QA 109). El remedio debe buscarse en la vuelta a la verdadera concurrencia libre, controlada por los poderes públicos (QA 110).

Respecto al socialismo, la encíclica constata su fraccionamiento en dos bloques, aunque no acepta la posibilidad de que un católico se afilie ni siquiera a lo que se llama "socialismo moderado" (QA 111-126).

La encíclica termina volviendo al tema de la reforma de las costumbres (QA 127-148), que ya había sido someramente tratado más arriba.

Resumiendo, cabe decir que la QA se sitúa en continuidad con la RN en cuanto a sus preocupaciones fundamentales y a las soluciones que se aportan. Pero ahora todo tiene un aire de mayor elaboración doctrinal, así como también se tienen muy en cuenta las transformaciones acaecidas en los últimos cuarenta años. Por fin, es de destacar nuevamente el modelo global de sociedad propuesta ("tercera vía"), basado en lo que se llamó por aquel tiempo "solidarismo" cristiano28, que implica la puesta en cuestión del sistema socio-económico vigente.

28 Cf una reelaboración doctrinal de los principios fundamentales de la encíclica en G. JARLOT, Doctrine pontificale et hisioire. Pie XI. Doctrine et action (1922-1939). Presses de l'Université Grégorienne, Roma 1973, 263-276. Entre los comentarios a la encíclica merecen destacarse los de aquellos que colaboraron a su redacción: O. VON NELL-BREUNING, Die soziale Enzyklika. Erlauterungen zum

SÍNTESIS HISTÓRICA 127

2.3. El proceso de elaboración de la encíclica

Un papel decisivo en la elaboración de la QA correspondió al jesuíta O. von Nell-Breuning, que ha revelado muchos años después con todo detalle cómo sucedieron las cosas29. El primer borrador le fue encomendado a él por el P. Ledochowski, general de la Compañía de Jesús, a quien Pío XI había pedido lo encargase a algún jesuita alemán. Nell-Breuning reconoce que se inspiró en el Círculo de Konigswinter y, sobre todo, en el pensamiento social de su presidente, el también jesuita Gustav Gundlach. Sin embargo, Nell-Breuning insiste en que la responsabilidad real de todo lo que la encíclica dice es suya, ya que tanto el texto base como las correcciones introducidas a través de las ocho redacciones sucesivas salieron directamente de sus manos o contaron con su aprobación, incluso aquel inciso propuesto y redactado por el mismo Pío XI sobre el corporativismo, que luego, en opinión de Nell-Breuning, daría pie a tantos equívocos30.

Versión un poco diferente, y sin duda más acorde con los hechos, ofrece el P. Droulers31. Según éste, tras el primer borrador de Nell-Breuning, demasiado inspirado en la doctrina "so-lidarista" de Gundlach, el P. Ledochowski pidió otro trabajo análogo al jesuita francés P. Desbuquois, que trabajó en colaboración con otros jesuítas belgas, los PP. Muller y Danset. El resultado fue un documento menos abstracto y más adaptado a las circunstancias históricas: el paso del capitalismo de libre competencia a la dictadura del capital y el desmembramiento del socialismo.

Ambos borradores parece fueron yuxtapuestos, correspondiendo el de Nell-Breuning a la segunda parte en el texto definitivo y el otro a la tercera. Según todos los indicios, fue el P. Muller el encargado de la fusión y de la redacción unitaria. Aunque el acuerdo de los cuatro redactores fue grande en lo sustancial (se piensa que intervinieron tres o cuatro personas más, cuyos nom-

Weltrundschreiben Papst Pius XI über die gesellschaftliche Ordnung. Kettelerhaus, Koln 19503; ACTION POPULAIRE, Vencydique Quadragesimo anno sur la restauraron de l'ordre social (Commentaire par le Pére G. Desbuquois), Spes, Paris 19542.

29 Lo ha hecho en tres ocasiones que ofrecen informaciones complementarias: Der Kónigswinterer Kreis und sein Anteil an "Quadragesimo anno", en J. BROER-MANJ - HERDER-DORNEICH Ph., In soziale Verantwortung. Festschrift für Gotz Briefs. Berlín 1968, 571-585; Octogésimo anno. en "StZ" 187 (1971)289-296;//! eigener Sache, en "StZ" 198 (1980) 159-166. Este último está traducido al castellano: En las cosas de mi competencia, en "RevFomSoc" 35 (1980) 453-459.

30 Se refiere a QA 91-96. Cf Octogésimo anno. l .c , 291-293. 31 P. DROULERS, Politique sociale et christianisme. Le P. Desbuquois et tAction

Populaire II, Dans la gestation d'un monde nouveau (1919-1946). Les Editions Ouvriéres-Presses de l'Université Grégorienne, Paris-Roma 1981, 152-155. Esta versión de los hechos la recoge también G. JARLOT, O.C, 262.

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128 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

bres se desconocen), existieron algunas pequeñas discrepancias, sobre todo en torno al papel del Estado: Nell-Breuning pensaba que los otros eran demasiado estatistas.

Si nos hemos detenido en estos hechos y anécdotas es porque nos parecen de gran interés para entender el enfoque de las distintas partes de la encíclica, así como su articulación.

2.4. Algunos puntos de especial interés

En este apartado es obligado comenzar por el solidarismo como modelo social subyacente a toda la encíclica, especialmente a su segunda parte. La denominación y su primer desarrollo teórico proceden del moralista alemán H. Pesch 12, maestro de Gundlach. Con el término de solidarismo se quiere designar un modelo social alternativo a lo que estos mismos autores llaman individualismo y colectivismo. Se basa en el carácter esencialmente social de la persona humana y en el hecho de que persona y, sociedad son dos realidades igualmente originarias, que se articulan a través de otras instancias sociales indeterminadas de acuerdo con el principio de subsidiariedad (cf QA 79) ". El solidarismo inspira el modelo concreto de sociedad propuesta en QA 78-90 y que suele conocerse como corporativismo, aunque Nell-Breuning piensa que por haber traducido así el término original alemán (Be-rufsstandische Ordnung) se han originado lamentables confusiones, hasta identificarlo con el modelo corporativo fascista. Este orden profesional (o basado en las profesiones), como podríamos llamarlo, se basa en el encuadramiento de los hombres '.'no conforme a la categoría que se les asigna en el mercado de trabajo, sino en conformidad con la función social que cada uno desempeña" (QA 83). Sustituye, por tanto, al sistema de clases sociales, y es a través de esos cuerpos profesionales como cada persona contribuye al bien de la sociedad. El principio de la lucha de ciases ha sido sustituido por la colaboración de todos los hombres, encuadrados en esas corporaciones profesionales34.

La identificación de este sistema con el corporativismo italiano fascista y con otros regímenes semejantes se explica por el inciso que fue introducido en la QA a petición de Pío XI (QA 91-96) y que Nell-Breuning creyó ayudaría a concretar su pensamiento. La diferencia entre uno y otro es esencial. Lo que los

32 Su obra monumental: Lehrbuch der Nationalókonomie, 5 Bde., Freiburg/Br. 1905-1923.

33 F. KLÓBER. Solidarismus, en Katholisches Soziallexikon, Tyrolia-Styria, Innsbruck-Wien-München-Koln 19802, 2574-2577; V. ZSIFKOVITS, Subsidiarifáts-prinzip. ib, 2994-3000.

34 Cf A. RAUSCHER, Berufsstandische Ordnung, en Katholiches Soziallexikon, o.c. 245-261.

SÍNTESIS HISTÓRICA 129

católicos sociales alemanes proponían podríamos llamarlo corporativismo de asociación, por estar basado en la iniciativa privada, frente al corporativismo del Estado, cuya organización procede de los poderes públicos, de forma que las corporaciones se convierten en instrumentos del Estado y son controladas por éste. Nell-Breuning reconoce con pesar, cuarenta años después, que Pío XI no había entendido lo que la QA decía sobre este corporativismo asociativo, pero que de ello sólo se percató unos años más tarde 35. Pasamos entonces al análisis que hace la QA de los dos sistemas vigentes: capitalismo y socialismo.

Respecto al capitalismo, existían fuertes presiones eclesiales para que fuera declarado intrínsecamente injusto e inmoral. Pío XI no accede a ello ni elude la cuestión. A pesar de la dura crítica que dirige contra el capitalismo en sus formas monopolistas de la época (QA 105-109), rechaza la opinión de "quienes sostienen que el contrato de arriendo y alquiler de trabajo es de por sí injusto" (QA 64). Sin embargo, añade, y esto es importante porque abre un portillo para introducir fórmulas crecientes y variadas de participación (como veremos), que "estaría más conforme con las actuales condiciones de la convivencia humana que, en la medida de lo posible, el contrato de trabajo se suavizara algo mediante el contrato de sociedad" (QA 65).

Respecto al socialismo, supone un avance en relación a la RN distinguir el bloque violento, o comunismo, del bloque más moderado. Mientras que el primero, identificado con el sistema nacido en la revolución rusa, es condenado sin paliativos (QA 112)36, el segundo es objeto de un análisis más cuidadoso. Preocupa a Pío XI la inclinación de muchos católicos a ver en este socialismo la forma concreta de realización de muchos ideales cristianos (QA 113). La encíclica considera admisible, de este socialismo, una versión suavizada de la lucha de clases, convertida más bien en "honesta discusión, fundada en el amor a la justicia"; admite incluso que una parte de los bienes de producción sean controlados por el Estado (QA 114). Sin embargo, concluye que también esta forma de socialismo "es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana" (QA 117). ¿Por qué?

Es de nuevo Nell-Breuning el que nos ayuda a interpretar este pasaje. Para él está claro que el concepto de socialismo que el papa usa es exactamente el de Gundlach en el Staatslexikon de 1931, y que reza así: "Un movimiento vital de carácter universal,

35 Cf Octogésimo anno, o.c, 291. 36 El comunismo ateo volverá a ser condenado solemnemente por Pío XI en

la encíclica Divini Redemptoris (19 marzo 1937): Doctrina pontificia II o c 666-723.

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130 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

que, por sus valoraciones y medios, pertenece íntimamente a la era capitalista, cuyo objetivo es hacer realidad y garantizar de forma permanente la libertad y felicidad en este mundo de todos los hombres mediante la inserción ilimitada de éstos en las instituciones de la sociedad humana, configurada por la recta razón y desnuda de cualquier intento de dominio" 37. Este concepto es el que subyace en QA 118-119. Y lo que en él se critica es la concepción de la sociedad como mera "institución de utilidad", cuyo "sentido y finalidad (...) se agotaría en las ventajas de la división del trabajo; de ahí que el socialismo sacrifique los bienes superiores del hombre, y en especial su libertad, a las exigencias de una producción de bienes absurdamente racional". A una sociedad de abundancia, en donde el ejercicio de la libertad no encontrara trabas, sólo se podría llegar mediante el uso de "una violencia extrema" 38.

Un aspecto en que la Iglesia ha consolidado su doctrina es el de su propia competencia en estas materias. Excluyendo aquellas cuestiones de carácter técnico, Pío XI insiste en "el derecho y el deber de juzgar con autoridad suprema en estas materias sociales y económicas", sobre todo en aquellos aspectos que "se refieren a la moral" (QA 41). Conviene destacar que la misión de la Iglesia en este terreno se circunscribe a los aspectos doctrinales y tiene como sujeto inmediato a la jerarquía eclesiástica: "En lo que atañe a estas cosas, el depósito de la verdad, a Nos confiado por Dios, y el gravísimo deber de divulgar, de interpretar y aun de urgir oportuna e inoportunamente toda la ley moral, somete y sujeta a nuestro supremo juicio tanto el orden de las cosas sociales como el de las mismas cosas económicas" (ib). Para ello, reconociendo la diferencia entre el orden económico y el moral, se afirma una dependencia última de aquél respecto de éste a través de las leyes económicas que se fundan en la naturaleza de las cosas y demuestran que "a ese orden económico en su totalidad le ha sido prescrito un fin por Dios creador" (QA 42).

Hay dos puntos que merecen todavía una breve alusión. En primer lugar, la propiedad. Sigue constituyendo el punto de apoyo de todo el edificio económico de acuerdo con su carácter natural (QA 45). Pero se subraya su doble carácter individual y social de forma expresa, aunque se niega, en contra de algunas escuelas del catolicismo social (la austríaca de Vogelsang, en concreto), que el mal uso haga perecer el derecho; para ello se vuelve a la distin-

37 G. GUNDLACH, Sozialismus, en Staatslexikon, Bd. IV, Freiburg/Br. 19315, 1693. La información de NELL-BREUNING, en su artículo citado en n. 29: "Rev FomSoc" 35 (1980) 455.

38 O. VON NELL-BREUNING, Socialismo, en Sacramentum mundi. Enciclopedia teológica VI, Herder, Barcelona 1976, 398. El autor deplora que algunos incisos y amplificaciones del estilo curial en QA 118 hayan hecho pensar que lo que se rechaza del socialismo es su carácter ateo. Cf Der Konigswinterer Kreis, o.c, 114.

SÍNTESIS HISTÓRICA 131

ción de León XIII entre derecho de propiedad y ejercicio del mismo (QA 47).

El otro tema digno de mención es el del salario. Supone un avance sobre la RN el apoyo decidido al salario familiar (QA 71), cuestión que aquella primera encíclica no quiso dirimir. Pero sobre todo son de destacar los criterios a tener en cuenta para el establecimiento del salario justo (QA 70-75). Hemos superado ya la etapa en que preocupaba sólo el garantizar un "salario vital", el mínimo necesario para la vida; ahora avanzamos en la línea de considerar el salario como fruto de un trabajo de cuyo producto el sujeto tiene que participar.

Este planteamiento confirma, como hemos venido diciendo, que la QA se hace eco de una situación social nueva, aunque todavía cargada de problemas. En continuidad con la RN, no pueden negarse avances considerables en la forma de abordar y solucionar las cuestiones.

3. La encíclica "Mater et magistra" (15 de mayo de 1961)

El extenso pontificado de Pío XII no produjo ninguna encíclica social, aunque su magisterio sobre estas cuestiones es amplísimo, a través sobre todo de sus discursos. Dada su estricta continuidad con la doctrina de los papas que le precedieron, vamos a prescindir aquí de él, no sin hacer una alusión a su discurso de 1 de junio de 1941 para conmemorar el L aniversario de la RN, La solennitá 39. Su objeto es concretar la doctrina en tres cuestiones: el uso de los bienes materiales (subrayando el destino universal de éstos con toda claridad), el trabajo (sus deberes y derechos, así como la función del Estado) y la familia.

Con el acceso al pontificado de Juan XXIII, la doctrina social de la Iglesia recibe un renovado impulso, hasta el punto de que, como ya indicábamos más arriba, algunos hayan querido ver aquí un corte decisivo. La razón de estos cambios hay que buscarla, sin duda, en ese esperanzador despertar de la Iglesia alentado por la figura providencial del nuevo papa. Pero tampoco pueden olvidarse los cambios que han tenido lugar en el escenario mundial tras la segunda guerra mundial y el período de la reconstrucción.

Véase el texto en Doctrina pontificia III, o.c, 865-877.

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132 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

3.1. Ambientación histórica

Concluido el segundo gran conflicto bélico de nuestro siglo, asistimos a un período de clara confrontación entre los dos bloques que han resultado de ella. La reconstrucción posbélica se realiza en el marco de ese forcejeo entre el neocapitalismo de los Estados Unidos y su área de influencia y el colectivismo que la Unión Soviética ha ido imponiendo a todos los países de su entorno 40.

Mediada la década de los cincuenta puede decirse que la reconstrucción europea es un hecho ya. Se inicia entonces, por inercia de ese período inmediatamente anterior, una fase de desarrollo económico que genera un ambiente de optimismo imposible de ocultar. El acelerado incremento del nivel de vida en los países industrializados del mundo occidental apenas permite comprender las contradicciones internas de un sistema económico basado en el desarrollo desigual de los diferentes países del mundo. El lugar dominante que ocupan en este escenario los Estados Unidos (sobre todo a través del sistema monetario internacional basado en el dólar, tal como fue establecido en los acuerdos de Bretton Woods al final de la guerra) y la Unión Soviética (por razones obvias) no es discutido por nadie.

No hay quien dude de que el sistema funciona y genera riqueza, que llegan, más o menos, a todos. El optimismo consiguiente embota la capacidad crítica. Las crisis pasajeras quedan más que compensadas con las fases de expansión; el nuevo modelo económico, nacido de la obra de Keynes y basado en el papel cada vez más incisivo del Estado en la vida económica, ha sido un éxito tanto en la fase de reconstrucción como en la de desarrollo que le sigue. El Estado se ha mostrado un eficaz instrumento para orientar y completar la iniciativa privada. También en los países del Este el sistema colectivista se ha revelado eficiente para sacarlos del atraso en que se encontraban.

Sin embargo, ya a finales de la década de los cincuenta comienzan a aparecer tenues síntomas de inestabilidad de todo el sistema. Nos referimos al proceso de descolonización del Tercer Mundo. Aunque al colonialismo político vigente hasta entonces le sustituye otra modalidad del dominio colonial de carácter económico que mantendrá por algunos años todavía la estabilidad del orden internacional vigente, se adivina que éste comienza ya a cuartearse por algún lado. Pero estos hechos carecen de la entidad suficiente para empañar el optimismo reinante.

40 Para la historia de estos años, cf AA. VV., Nueva historia económica mundial (siglos XIX-XX), Vicens-Vives, Barcelona 1980, 609-684 (para los países occidentales), 745-779 (para los del Este); A. NOVE, O.C, 304-341.

SÍNTESIS HISTÓRICA 133

3.2. Enfoque y objetivos de la encíclica

Este optimismo también impregna a la MM. A pesar de los graves problemas que aborda, diríamos que lo hace desde una radical confianza en su solución. Publicada con ocasión del LXX aniversario de la RN, esta nueva encíclica social intenta poner al día la doctrina de los documentos que le han precedido y marcar así un nuevo hito en un proceso en el que participa la Iglesia toda. Porque, hay que decirlo una vez más, estas encíclicas recogen muchos esfuerzos que se llevan a cabo tanto a nivel teórico como práctico en todo el mundo católico.

Este objetivo de poner al día la doctrina queda expresado en el título mismo: Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina de la Iglesia. Para ello, Juan XXIII comienza, como ya hiciera QA, recogiendo los puntos más sobresalientes de RN, QA y el radiomensaje La solennitá, de Pío XII (MM 10-45). Sin embargo, los cambios producidos en el campo científico, técnico y económico, así como en el político y social (MM 46-49), le ha inducido a publicar este nuevo documento.

La segunda parte de la encíclica pretende ser una síntesis doctrinal que aclara y desarrolla la enseñanza de los anteriores pontífices (MM 51-121), en la que se atribuye un gran relieve al fenómeno moderno de la socialización o incremento de las relaciones sociales y progresiva multiplicación de las relaciones de convivencia (MM 59). Tras analizar la distribución de la riqueza producida (MM 68-81), se pasa revista a las principales estructuras económicas (MM 82-103) dentro de una evidente preocupación por el mayor bienestar de la clase obrera, para terminar (y no empezar, como habíamos visto en los documentos precedentes) en el tema de la propiedad (MM 104-121).

La tercera parte, que aborda los aspectos más actuales e importantes de la cuestión social (MM 122-211), se fija preferentemente en las desigualdades que el mundo moderno ha venido produciendo y consolidando, tanto entre sectores económicos como entre regiones y países. Cuando se abordan las desigualdades entre las naciones son tres los aspectos de la cuestión que se examinan: el subdesarrollo, la superpoblación y la falta de entendimiento entre las naciones. Se echa de menos a lo largo de esta tercera parte una sistematización y una elaboración mayores, cosa que puede explicarse por la novedad que supone el tratamiento de estos temas: es laudable, en cambio, la sensibilidad del papa ante esta problemática emergente.

La cuarta parte (MM 212-264), más breve, analiza las bases sobre las que edificar una verdadera convivencia humana a escala

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134 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

mundial. En este contexto es donde se plantea el papel de la Iglesia, tanto a nivel doctrinal como en el ámbito de la acción41.

3.3. Estilo y proceso de elaboración de la encíclica

La cercanía temporal nos impide conocer los detalles sobre cómo se elaboró esta encíclica. Sí parece confirmado que un primer proyecto fue encargado al antiguo grupo de colaboradores y consejeros de Pío XII, todos ellos del ámbito alemán. El resultado no agradó al nuevo papa, por encontrarlo demasiado erudito. Recurrió entonces a algunos especialistas franceses e italianos, que fueron los redactores del texto42.

Este cambio supuso también un giro en el lenguaje y estilo. Si hasta Pío XII había predominado el talante filosófico y la argumentación basada en los principios del derecho natural, con Juan XIII se inaugura una forma de argüir que se apoya más en lo empírico y en lo sociológico, y al mismo tiempo gana terreno una motivación más estrictamente teológica. Este último aspecto aparece ya en la introducción (MM 1-6), aunque en el resto del documento tiene un peso relativamente débil. Por eso es mejor hablar de una nueva época que comienza, pero cuyos rasgos dominantes distan mucho de estar consolidados. Esta circunstancia la veremos confirmada en muchos aspectos y temas de la MM.

3.4. Puntos más destacados de la encíclica

Quizá lo más importante de la segunda parte de la MM es descubrir su trabazón interna. La lectura de los subtítulos, que han sido intercalados en las ediciones corrientes (pero que no pertenecen al original), más bien dan la impresión de que se trata de algunos temas sucesivamente yuxtapuestos. Esto es incorrecto. Lo veremos a continuación.

Juan XXIII pretende en esta segunda parte exponer una visión coherente de la vida socio-económica desde una preocupación ética, pero sin abandonar nunca el interés por los datos em-

41 A título orientativo indicamos algunos comentarios a la MM: ACTION POPULAIRE, Encyclique Mater et Magistra, Spes, París 1965; AA. VV., Mater el Magistra. Estudio y comentario. Bajo la dirección de "Fomento Social", Compañía Bibliográfica Española, Madrid 1963; INSTITUTO SOCIAL LEÓN XIII, Comentarios a la Mater et Magistra. BAC, Madrid 1962; AA. VV., Mater et Magistra. Edición comentada. Instituto Católico de Estudios Sociales, Barcelona 1962; C. ABAITUA-R. AI.BERDI-J. M. SETIÉN, Exigencias cristianas en el desarrollo económico-social. Comentario a la encíclica "Mater et Magistra", Studium, Madrid 1962, que sólo estudia las dos primeras partes.

42 Estos datos los hemos tomado de V. ZSIFKOVITS, Mater et Magistra, en Katholiches Soziallexikon, o.c, 1748-1749.

SÍNTESIS HISTÓRICA 135

píricos. Para poner los fundamentos se establece un principio de equilibrio entre iniciativa privada y poderes públicos (MM 51-53). La conciencia de las infinitas posibilidades que ofrece el progreso técnico (ya indicábamos el optimismo que rezuma toda la encíclica) se manifiesta aquí como una razón más para apoyar la acción del Estado (también respecto a las posibilidades de éste se muestra todo el documento muy optimista) (MM 54). Lo que importa en todo caso es no caer en los extremos, anulando la iniciativa particular o eliminando la intervención del Estado (MM 57-58).

Sentados estos principios, que apenas aportan novedad doctrinal, se estudia lo que aparece como el fenómeno más característico de nuestra época: la socialización, un término que suscitó no pocas resistencias en algunos ambientes43. Estamos al nivel empírico de los hechos. Una vez descrito éste, se pasa a su valoración reconociendo el carácter ambiguo que suele acompañar a todos los hechos sociales. Cuatro son las condiciones que se requieren para que se aprovechen las ventajas de la socialización y se reduzcan sus peligros: un sano concepto del bien común44, la autonomía de todas las asociaciones privadas, la consideración personal y la participación activa de sus miembros y, por último, el equilibrio entre el poder concedido a las personas y grupos privados y el reservado al Estado (MM 64-66). En realidad, estamos ante una explicitación del principio de subsidiariedad, que ya había sido mencionado antes citando la QA (MM 53).

De los aspectos sociales se pasa ahora a los estrictamente económicos y, en concreto, al problema de la distribución. La ocasión para ello se toma de la constatación de un hecho: los bajos niveles salariales que perduran en muchos lugares y cuyas causas se enumeran (MM 68-70). Pero este tema —que ha dado título en muchas versiones a toda esta sección— no creemos que sea el único ni el central: es sólo consecuencia de una distribución defectuosa del producto social, que tiene alcance nacional y aun internacional (nótese, por ejemplo, la alusión a la carrera armamentista entre las causas de los bajos salarios, MM 69). En línea con esta perspectiva más amplia y tras enumerar los criterios para un justo salario (MM 71-72), se expone a continuación la necesidad de que todo desarrollo económico vaya acompañado por

45 El término no aparece en la versión oficial latina, siendo sustituido por una serie de expresiones cuyo sentido es inequívoco: socialium rationum incrementa (MM 59), sociales vitae processus (MM 60), rationum socialium progressione (MM 61), progredientibus variis illarum consociationum formis (MM 62), socialis vitae incrementa (MM 63), proficientibus necessitudinibus quibus aetatis nostrae nomines Ínter se mutuo coniunguntur (MM 66), etc. Las traducciones castellanas no suelen usar el término socialización y prefieren atenerse a la versión literal de las expresiones latinas.

44 Es importante la definición del mismo que se da en MM 65, y que luego se recogerá en documentos posteriores (p.ej., GS 74a). Destaca en él la preocupación por no eliminar la autonomía y la libertad personal.

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un verdadero progreso social, entendiéndolo en términos de una más justa distribución de los bienes disponibles (MM 73-74). Ampliando este tema de la distribución, se exponen después los criterios que deben presidir la proporción entre redistribución del trabajo y beneficios de la empresa (MM 78-81).

Con esto pasamos de nuevo desde el ámbito puramente económico al social, para proponer las exigencias de una economía que quiere ser consecuente con la dignidad de la persona. Aquí la preocupación principal es la participación de los trabajadores tanto en la empresa (MM 91) como en ámbitos más amplios, como son los sindicatos (MM 97-100). Mientras que para la empresa se postula su transformación en "una auténtica comunidad humana"(MM 91), en cuanto a los sindicatos se sigue prefiriendo los de carácter mixto (MM 100). En ambos casos subyace el modelo de sociedad no basado en las clases enfrentadas, sino en la armonía y colaboración en el marco de las profesiones.

Por último, dentro de esta presentación global de la vida económica y sus exigencias, no puede faltar una palabra sobre la propiedad. Pero aquí también se arranca de unas constataciones empíricas para poner de relieve cómo la propiedad desempeña hoy una función diferente por haber perdido la importancia que antiguamente poseía como base de seguridad. Este análisis tan atinado (MM 104-106) y la prioridad del trabajo humano frente al carácter meramente instrumental y secundario de la posesión de bienes exteriores (por primera vez formulada con tanta nitidez en un documento de este rango, MM 107) no bastan para poner en cuestión el derecho natural a la propiedad privada (MM 109), que sigue apoyándose en los argumentos ya encontrados en las encíclicas anteriores.

La reafirmación de este principio se complementa con otros tres aspectos: la difusión de la propiedad privada, en la línea que ya sabemos por los documentos precedentes (MM 113-115); la justificación de la propiedad pública, que no es incompatible con el principio expuesto antes, incluso en la progresiva ampliación que conoce en nuestros días (MM 116-118); por último, la función social de la propiedad, que se afirma como una consecuencia del destino universal de los bienes de la tierra (según el designio divino), y que en modo alguno debe quedar eliminada al ampliarse la propiedad pública (MM 119-121). Sin embargo, al concretar este último aspecto se tiene la impresión de que no logra superarse una visión excesivamente paternalista del mismo ("vasto campo para el ejercicio de la misericordia y de la caridad", MM 120).

Con esto concluye la segunda parte, que hemos sintetizado con objeto de mostrar su carácter sistemático. Respecto a las dos partes que siguen, nos limitaremos a entresacar los temas de mayor interés o novedad.

SÍNTESIS HISTÓRICA 137

La agricultura como sector deprimido, recibe una atención inusitadamente amplia (MM 123-149). No sólo se enuncian los principios: protagonismo de los agricultores mismos (MM 144), imprescindible actuación del Estado para reequilibrar los sectores económicos (MM 128). Lo que más sorprende, porque contrasta con el nivel en que toda encíclica se mantiene, es el programa de política económica agraria, tan detallado (MM 131-143) que revela la mano de un experto en estas materias.

El tratamiento del subdesarrollo puede calificarse de elemental. No hay un análisis de sus causas, sino más bien una descripción del mismo en términos de retraso (MM 163-167)45. La superación de este subdesarrollo se confía a la ayuda generosa de los países ricos (MM 165), de los que se espera actúen desinteresadamente, sin "orientar en su propio provecho la situación política de dichos países y realizar así sus planes de hegemonía mundial" (MM 171), "con el solo propósito de ponerlas (a esas naciones subdesarrolladas) en condiciones de realizar por sí mismas su propia elevación económica y social" (MM 173). Desaparecerá así todo rastro de colonialismo. Como se ve, MM adopta una actitud ante este problema muy marcada por el optimismo también.

El problema de la superpoblación y la relación entre población mundial y recursos disponibles es considerado por la encíclica como una amenaza inmediata (MM 188). También aquí asoma el optimismo (MM 189). En cualquier caso, se excluye toda salida al margen "del orden moral establecido por Dios" que viole la procreación o atente contra la vida humana (MM 189-191). "La única solución del problema consiste en un desarrollo económico y social que conserve y aumente los verdaderos bienes del individuo y de toda la sociedad" (MM 192).

A escala mundial preocupa a Juan XXIII el contraste entre la creciente interdependencia de unos pueblos y otros y la falta de entendimiento de los hombres, y especialmente entre los gobernantes (MM 200). Esta falta de comprensión tiene su origen en la mutua desconfianza (MM 203): al no llegar a ponerse de acuerdo sobre "una ley moral objetiva", se ven obligados a recurrir a la violencia para hacer respetar sus derechos y ver realizados sus intereses (MM 205-206).

El restablecimiento de este orden moral es una constante preocupación de las últimas páginas de la encíclica. Su fundamento no puede ser otro que Dios mismo (MM 208). Pero esto presupone una visión religiosa del hombre que contrasta con las ideo-

45 Este tipo de explicación estaba todavía en boga por aquellos años. Un buen exponente de tal enfoque puede considerarse W. W. ROSTOW, Las etapas del crecimiento económico, Fondo Cultura Económica, México 19735.

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logias y la imagen incompleta del mismo que éstas ofrecen (MM 213-215).

La MM no presupone un modelo de sociedad alternativo. Los tiempos de la "tercera vía" han pasado. Pero sí ofrece una visión del hombre de la que la doctrina social de la Iglesia es una parte integrante (MM 222). Su principio capital es la afirmación del hombre como "fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales" (MM 218). De ahí se "ha deducido (...) una luminosa doctrina social para ordenar las mutuas relaciones humanas de acuerdo con los criterios generales, que responden tanto a las exigencias de la naturaleza (...) como al carácter específico de la época actual" (MM 220). Esta atención simultánea a los principios y a la realidad es, como hemos venido viendo, la clave metodológica que utiliza Juan XXIII en toda la encíclica y supone un notable avance sobre el carácter deductivo que predominaba en los pontífices anteriores.

Este punto es decisivo. Aquí están en germen los cambios más trascendentales a los que asistiremos a partir del concilio Vaticano II. Para ello tendremos que pasar por una renovación de la eclesiología que permita revalorizar el papel de los seglares en la Iglesia y también en estos campos de la acción social. Pero los acontecimientos se van a precipitar como veremos en seguida.

4. La Constitución pastoral "Gaudium et spes", parte 2.a, capítulo 3.fi (7 de diciembre de 1965)

Sólo han transcurrido cuatro años desde que la MM viera la luz. Sin embargo, el camino recorrido en cuanto a la doctrina social se refiere es inmenso. Si bien el marco histórico apenas ha variado desde 1961 (por eso omitiremos aquí la "ambientación histórica" del documento), en el seno de la Iglesia sí puede hablarse de una verdadera transformación. Precisamente a lo largo de estos cuatro años se ha venido desarrollando el concilio Vaticano II, que ha supuesto un revulsivo para toda la vida eclesial, sin excluir, por supuesto, a la teología misma.

4.1. Un nuevo ambiente en la Iglesia

El acceso a Roma de los padres conciliares y los peritos venidos de todas las partes del mundo convirtió a esta ciudad en un auténtico hervidero de ideas y experiencias. De la documentación preparada por los peritos antes de inaugurarse el concilio, y que se mantenían en una estricta continuidad con el pasado, apenas

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quedó nada. Puede decirse que casi todo se elaboró a partir de cero una vez terminada la primera sesión conciliar, cuando en el aula instalada en San Pedro se tomó conciencia de que el mundo esperaba y necesitaba de la Iglesia un mensaje nuevo y estimulante.

Si hay un documento que pretende responder a estas expectativas, ése es la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual "Gaudium et spes". Sin embargo, para que llegara a su publicación (tras una laboriosa gestación, fue aprobada en la última congregación general ordinaria) fue necesario asumir algunos cambios importantes que ya se habían venido anunciando en los años anteriores.

En primer lugar, se produce en la Iglesia una nueva autocom-prensión. Al modelo jerárquico y verticalista sucede otro donde el dato inicial es la comunidad de los creyentes todos con una misión que desempeñar en este mundo. Este cambio de mentalidad, que quedó plasmado en la Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen gentium", permite una revalorización del papel del pueblo de Dios y de los seglares en concreto. La preocupación por la doctrina, que tan prioritaria había sido en el modelo jerárquico, cede ahora terreno en favor de una recuperación del testimonio y la vida como formas privilegiadas de hacer visible la presencia de Dios en el mundo.

Todo va unido a una gozosa aceptación por parte de la Iglesia de su carácter minoritario en medio del mundo: el reconocimiento de que sus fronteras no son coextensivas con las de la sociedad. Decimos "gozosa aceptación" porque provoca una actitud no de enfrentamiento y condena, sino de respeto y colaboración. También aquí el giro es notable; aunque, como en el caso anterior, no se ha producido de pronto ni por generación espontánea.

Asistimos también en esta época a una nueva concepción del hombre y de la sociedad, cuyo rasgo más peculiar sería, sin duda, su carácter dinámico. Esta circunstancia queda expresamente asumida en la primera parte de la constitución que estudiamos, y supone la superación de la perspectiva estática, tan típica de la doctrina vigente en la primera mitad de nuestro siglo.

4.2. Enfoque y objetivos de la constitución pastoral

Aunque no pretendemos comentar la constitución completa, sino sólo el capítulo consagrado a La vida económica y social, conviene hacer algunas indicaciones introductorias sobre el conjunto.

Toda la GS está concebida desde una óptica dinámica, la que mejor se adapta, sin duda, al pensamiento contemporáneo. La

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"exposición preliminar" (GS 4-10) y toda la primera parte (GS 11-45) giran en torno a un esquema tripartito —hombre, sociedad, historia—, expresado al comienzo en forma de interrogantes fundamentales (GS 11), desarrollado luego en los tres primeros capítulos de la primera parte y utilizado de nuevo en el último capítulo de esta parte para exponer la ayuda que la Iglesia puede prestar al mundo (GS 41-43).

Pero más que el esquema del contenido interesa quizá destacar el estilo adoptado. Que se trataba de un estilo nuevo y que los padres conciliares eran conscientes de ello son cosas que se deducen de las discusiones sobre el calificativo de "constitución pastoral", en contraposición con lo que podría haber sido un documento doctrinal. Efectivamente, este último enfoque está excluido. ¿En base a qué razones? ¿Por qué ha sido sustituido?

Karl Rahner, después de un detallado análisis de la cuestión, llega a proponer la siguiente definición de constitución pastoral: "Un conjunto de directrices de la Iglesia, válidas en primer lugar para sus propios miembros, pero también, de algún modo, para todos aquellos que estén dispuestos a prestar oídos a su voz. Tales directrices, elaboradas como consecuencia de un análisis de la situación presente, en el que, de alguna forma, entra lo carismáti-co, se presentan como decisiones de la Iglesia en respuesta a la interpelación carismática de Dios"46. Por "directriz" entiende el mismo Rahner "un consejo dado a alguien con vistas a una decisión concreta. Esta debe ser ciertamente representar, en un contexto determinado, la aplicación de un principio general, el cual conserva siempre su valor y su fuerza obligante. Pero tanto a su contenido como a esta fuerza obligante no podría llegarse a través de una mera deducción a partir de un principio general. La directriz conserva un carácter histórico, el carácter del hecho, del hecho singular, y es sólo en su realización donde la decisión pone en acción, a fin de cuentas, todo su contenido"47.

Como se ve, esta explicación parece acertada para una correcta interpretación del texto. Responde perfectamente a esta mentalidad dinámica desde la que está elaborado todo él. Ciñéndonos ya al capítulo sobre la vida socio-económica, descubriremos en seguida esta preocupación por sus aspectos históricos. Todo el capítulo está constituido sobre la base del desarrollo económico y la recta interpretación del mismo. En el fondo, se recogen los mismos temas de la MM, sólo que se invierte su orden. Allí se comenzaba por los temas más tradicionales (trabajo, propiedad, etc.), para pasar luego a las desigualdades que genera el desarro-

46 K. RAHNER, Réflexions sur la problémalique théologique d'une constitution pastorale, en AA. VV., L'Eglise dans le monde de ce temps. Constitution "Gaudium el spes". Mame, Paris 1967, 36.

47 Ib, 22.

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lio. Aquí se empieza por el hecho del desarrollo, para volver después, desde esta óptica, sobre los temas que siempre aparecen en la vida socio-económica.

Se arranca de un principio que, con ligeras variantes, se presentaba ya en la MM como "el principio capital" de toda la doctrina social (MM 219): "El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social" (GS 63a; cf su formulación genérica en GS 25a). En la introducción se enumeran dos aspectos sobresalientes de la vida económica, positivos en general (dominio del hombre sobre la naturaleza, aumento de las relaciones sociales, progreso técnico, GS 63b), pero ensombrecidos por algo que es fuente de honda inquietud para la Iglesia: las crecientes desigualdades que se generan en un mundo que ha hecho de lo económico su valor supremo (GS 63cd). Esta circunstancia exige una reforma a fondo y un auténtico cambio de mentalidad (GS 63c).

La eliminación de las desigualdades sólo puede basarse en una recta comprensión del desarrollo: a ella se dedica la sección I del capítulo (GS 64-66). Todo el desarrollo económico debe estar presidido por el hombre: su finalidad ha de ser el hombre todo (el hombre integral) y todos los hombres (sin exclusiones) (GS 64). Pero además de destinatario, el hombre debe ser sujeto y protagonista del desarrollo (GS 65a). Al añadir que tampoco éste puede quedar confiado "ni al solo proceso mecánico de la acción económica de los individuos ni a la sola decisión de la autoridad política" (GS 65b) se está aludiendo (y es la única vez en todo el capítulo) a los excesos del liberalismo y del colectivismo.

La sección II recorre "algunos principios reguladores del conjunto de la vida económico-social" (GS 62-72). En ella, aparte de algunos detalles a los que descenderemos más adelante, llama la atención la ordenación de los temas. Se arranca del trabajo como actividad humana (GS 67). Se estudia a continuación lo que es exigencia irrenuncíable del trabajo por ser precisamente humano: la participación (GS 68). Después se pasa al estudio de los medios o bienes instrumentales, presentando el destino universal de los bienes de la tierra como principio (GS 69) y descendiendo luego a las formas de propiedad y a los problemas que ella plantea (GS 70).

Tanto en una sección como en la otra, las aplicaciones diferenciadas a los países industrializados y a los subdesarrollados se multiplican, lo cual es indicio de la activa presencia del Tercer Mundo en el aula y en los trabajos conciliares48.

48 Entre los comentarios más útiles al capitulo que estudiamos pueden citarse: J. Y. CALVEZ, La vida económico-social, en Y. CONGAR-M. PEUSCHMAURD (eds.), La Iglesia en el mundo de hoy. Constitución pastoral "Gaudium et spes" II, Comentarios, Taurus, Madrid 1970, 595-636; L.-J. LEBRET, La vie économique et sociale

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4.3. El proceso de elaboración del texto

No vamos a entrar aquí en la larga y tortuosa historia que recorrió el texto desde el final de la primera sesión conciliar hasta su aprobación definitiva49. Nos limitaremos a estudiar el capítulo III de la segunda parte, cuya historia no aparece sembrada por demasiados obstáculos en comparación con los que surgieron sobre el enfoque, estructura y algunos puntos conflictivos de este documento.

En el primer proyecto que llegó al aula, la materia de nuestro interés aparecía en dos lugares diferentes. Se trataba ya de forma sucinta en el capítulo IV y último ("Principales deberes que han de cumplir los cristianos de nuestro tiempo"), el cual abordaba una serie de problemas particulares, y entre ellos los de la vida económica y social50. Tres son los hechos típicos de nuestra época que se toman como punto de partida: la socialización (tal como ya apareció en MM), el deseo creciente de integrar el progreso económico en un orden de cosas más humano y la conciencia de unidad de todo el género humano. El texto toma postura a continuación contra las discriminaciones sociales y económicas y se pronuncia por una orientación personalista de la economía. Sin solidarizarse con ningún sistema económico, se reafirma el principio del destino universal de los bienes y, al mismo tiempo, la necesidad de la propiedad privada como condición de la libertad.

Sin embargo, este tema, como todos los demás tratados en

et la eommunauté des nations á promouvoir, en AA. VV., L'Eglise dans le monde de ce temps, o.c, 231-278; AA. VV., La constitución "Gaudium et spes" en el orden económico-social (Anales de Moral Social y Económica 18), Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos, Madrid 1968; O. VON NELL-BREUNING, Drittes Kapitel des Zweiten Teils. Kommentar, en Lexikon für Theologie und Kirche. Das Zweite Vatikanische Konzil, Bd. III, Herder, Freiburg-Basel-Wien 1968, 487-515; Th. MUI.DER y J. A. Ríos, La vida económico-social, en: G. BARAUNA (ed.), La Iglesia en el mundo de hoy. Esludios y comentarios a la Constitución "Gaudium et spes" del Concilio Vaticano II (Esquema XIII), Studium, Madrid 1967, 483-570; M. CAPELO, El desarrollo económico, en AA. VV., Comentarios a la constitución "Gaudium et spes" sobre la Iglesia en el mundo actual, BAC, Madrid 1968, 477-516; F. RoDRfGUEZ, El régimen de propiedad, ib, 517-550.

49 Cf un buen resumen en Vaticano II. Documentos conciliares completos. Razón y Fe-Apostolado de la Prensa, Madrid 1967, 919-923. Estudios más extensos: Ph. DELHAYE, Historia de los textos de la constitución pastoral, en Y. CONGAR-M. PEUSCHMAURD (eds.), o.c, I, 231-310; H. RIEDMATTEN, Histoire de la Consti-tution pastora/e sur "l'Eglise dans le monde de ce temps", en L'Eglise dans le monde de ce temps, o.c, 43-92; M. G. MCGRATH, Notas históricas sobre la Constitución Pastoral Gaudium et spes, en G. BARAUNA (ed.), o.c, 165-182; Ch. MOELLER, Die Geschichte der Pastoralkonstitution, en Lexikon für..., o.c, 242-279.

50 Corresponde al n 23 del llamado "Textus Prior". Cf Acta Synodalia Sacro-sancti Concilii Oecumenici Vaticani IIIII, Pars V, Typis Polyglotis Vaticanis 1975, 135-137.

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este capítulo, es objeto de una ampliación en el anexo IV, de los cinco que se añadieron como complemento al documento conciliar propiamente dicho51. Tales anexos, con excepción del primero, pasarían después a formar la segunda parte de la GS. Pero en este momento todavía se dudaba sobre la conveniencia de hacer objeto de una solemne intervención conciliar (cualquiera que fuese su rango) temas tan vidriosos y mudables como todos los que se referían a la vida social.

Dicho anexo IV se componía de tres capítulos un tanto heterogéneos: el crecimiento de la humanidad, la verdadera naturaleza de la doctrina social de la Iglesia, principios generales y orientaciones para nuestra época. Este último capítulo, el más extenso, recoge ya, aunque en un orden distinto, casi todo el material del texto definitivo, comenzando por una recta ordenación del desarrollo y exponiendo luego el destino universal de los bienes, la propiedad privada, el trabajo humano, etc.

En la última reestructuración del proyecto, los anexos fueron por fin incorporados al texto y dotados del mismo valor y la misma autoridad que aquél. En cuanto al anexo IV, desaparecieron sus dos primeros capítulos, cuya temática no era exclusiva de la vida económico-social, construyéndose a partir del tercero el capítulo sobre La vida económica y social, que formó parte del texto definitivo de la GS.

Otras dos modificaciones estructurales se introdujeron. Lo que se decía sobre las inversiones como corolario de la enseñanza sobre el destino universal de los bienes se desglosó para formar un número aparte (GS 70), añadiéndosele además un párrafo sobre política monetaria (todo esto distorsiona un poco el conjunto). Más importante fue la pérdida de un número dedicado a las relaciones económicas entre países ricos y pobres, que fue trasladado al capítulo V ("El fomento de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos"), donde se trata de la cooperación internacional en el orden económico (GS 86).

4.4. Algunos puntos más destacados

Pocas cosas hay que añadir a lo que ya llevamos dicho. Si acaso, destacar cómo el tema de los sistemas económicos ha perdido casi toda su relevancia para ser sustituido por el de las relaciones entre países ricos y pobres (desarrollo-subdesarrollo).

En cuanto al tratamiento del trabajo humano vemos cómo se desplaza el acento desde la retribución y el salario o las condiciones físicas para su desarrollo hacia las exigencias de participación que se desprenden de la dignidad del hombre trabajador. Era

51 Puede verse el texto de este anexo en Acta Synodalia..., o.c, 175-189.

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éste, sin embargo, un punto delicado, como puede sospecharse leyendo la nota 7 del texto (GS 68a). En efecto, "la activa participación de todos en la gestión de la empresa" podía chocar con la resistencia manifestada por Pío XII frente a la cogestión en la alocución citada en dicha nota. Lo que las versiones castellanas suelen traducir por gestión responde a un término latino bastante ambiguo (curatio), que sustituyó en las últimas versiones a otro más explícito (administratio), al que se añadía además, entre paréntesis, el término francés gestión.

Pero quizá donde se ha avanzado más en cuanto a claridad es en el tema de los bienes materiales. Supuesto el principio del destino universal de éstos, la apropiación privada no se excluye, pero sí se relativiza. En seguida salta a la vista cómo se ha evitado toda alusión al derecho natural a la propiedad privada- Conociendo el interés que hubiera tenido para muchos reafirmar este principio, la ausencia del mismo es más que sintomática.

Todo parece indicar que se ha querido sacar el tema del planteamiento con que se presenta en la cultura occidental. Por eso casi nunca se habla de "la propiedad" solamente, sino que suelen usarse fórmulas que aluden a una pluralidad de formas de dominio (GS 7labe). En general, la propiedad así contemplada aparece más como un hecho, cuyo uso hay que regular, que como un derecho estrictamente hablando.

Estas enseñanzas se completan con los párrafos que se refieren a la función social de la propiedad. Dando por sentado que su fundamento es el destino común de los bienes (GS 7le), se toca a renglón seguido las injusticias que, sobre todo en regiones sub-desarroladas, se derivan de un uso egoísta de la propiedad, sin excluir la expropiación (es la primera vez que encontramos este término), aunque sea previo pago de una indemnización equitativa (GS 710-

5. La encíclica "Populorum progressio" (26 de marzo de 1967)

Si entre la MM y la GS habían transcurrido cuatro años largos, desde el final del concilio hasta la publicación de la Populorum progressio median sólo dieciséis meses. Esta nueva encíclica puede considerarse, como tendremos ocasión de constatar, una ampliación del capítulo de la GS que trata de la vida económica y social. Pero las novedades no son escasas. ¿Cuál es el origen de éstas?

SÍNTESIS HISTÓRICA 145

5.1. Ambientación histórica

En tan breve intervalo de tiempo se ha acelerado considerablemente la toma de conciencia de las desigualdades que discriminan a muchos países del mundo. Este factor es decisivo. El problema se viene agravando por una serie de circunstancias que pasamos a enumerar.

En primer lugar, cada vez es más patente que las diferencias entre países ricos y pobres aumentan, que las distancias entre unos y otros son día a día mayores. Los datos se podrían multiplicar. El indicador más simple, el del producto interior bruto (PIB) per cápita, arroja cifras muy significativas. La relación entre PIB per cápita de los países desarrollados no comunistas y de los países subdesarrollados no comunistas era de 6,4 en el año 1900, para pasar al 13,7 en 1970. Si la relación se establece entre los Estados Unidos y el continente asiático, las cifras son de 15,5 y 34 para los años citados. Al examinar los resultados para las décadas intermedias, se constata que las distancias aumentan más rápidamente a partir de la década de los treinta.

El problema se agrava por el distinto ritmo de crecimiento demográfico. El Tercer Mundo vive una fase de auténtica explosión demográfica. Su población crece a un ritmo que supera con creces al de los países ricos. Todo esto plantea problemas peculiares de cara al futuro inmediato (educación, vivienda...) que no dan pie para el menor optimismo. Muy al contrario, hay razones, las había ya en los años de la PP, para pensar que el proceso sigue avanzando.

Junto a ello —y es la segunda circunstancia que queríamos reseñar— crece la conciencia del problema, y crece en términos de injusticia. En todo el mundo, pero sobre todo en las regiones pobres y marginadas, se es más consciente del escándalo de las desigualdades: ante ellas ya no cabe la ignorancia, pero tampoco es posible la resignación. Se impone, en cambio, una postura de lucha contra la injusticia. La independencia política de muchas antiguas colonias no ha bastado para cambiar el rumbo de los acontecimientos: esto ahonda la conciencia de la gravedad de los hechos.

Pero además —tercera circunstancia a tener en cuenta— se está avanzando notablemente en el análisis del subdesarrollo y sus causas. Durante mucho tiempo había estado vigente una clasificación de las economías atendiendo a su grado de desarrollo: los tipos resultantes no son sino las fases del proceso a través del cual un país accede al desarrollo completo. La clave de todo el proceso es la llamada fase de "despegue" (o "take off'): en ella se produce una rápida acumulación del capital, que da pie a un des-

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arrollo autónomo, autosostenido e irreversible52, Tal explicación de los hechos presupone que cualquier tipo de sociedad en cualquier época de la historia puede reproducir las etapas del proceso descrito. Los países hoy ricos se encuentran en una de las etapas finales; los subdesarrollados; en una de las iniciales. La diferencia entre unos y otros radica sólo en un retraso de carácter temporal.

Esta tesis era ya muy criticada en aquellos años sesenta. Simultáneamente iba ganando terreno otra teoría que, en sus diferentes versiones, se conoce hoy con el nombre de teoría de la dependencia51. Según ella, existe una relación de causalidad entre el desarrollo y el subdesarrollo: éste es una consecuencia y una condición necesaria de aquél. No es posible el desarrollo de unos cuantos países si no es a costa de mantener en una situación de estancamiento y explotación al resto de los pueblos de la tierra. Dicha explotación se realiza a través de los mecanismos de las relaciones económicas internacionales: comercio internacional en condiciones de desigualdad, exportación de capitales y tecnología, aprovechamiento de la materia prima barata y abundante del Tercer Mundo. Todo esto impide a los pueblos más atrasados reproducir hoy el proceso que llevó a los países ricos a su actual nivel de desarrollo54.

5.2. Enfoque y objetivos de la encíclica

El 28 de marzo de 1967 el papa Pablo VI firmó solemnemente cinco ejemplares de la encíclica, destinados al secretario general de la ONU, al director de la UNESCO, al director de la FAO, al presidente de la comisión "Iustitia et Pax" y al presidente de Caritas Internacional. La anécdota expresa bien el alcance que su autor quería dar al documento55.

La PP puede calificarse como un texto magisterial de talante nuevo. No sólo por su contenido, sino principalmente por el estilo y finalidad. Pablo VI expresa el doble objetivo de esta nueva intervención papal en el primer párrafo de la encíclica. Aunque directamente se refiere a "la renovada toma de conciencia de las exigencias del mensaje evangélico" con que la Iglesia ha salido

52 Esta es la tesis de W. W. ROSTOW, o.c. 55 Su origen geográfico hay que situarlo en América Latina, y entre sus prime

ros representantes figura el brasileño Celso Furtado. Una exposición sintética de la misma, así como algunas matizaciones críticas que subrayan sobre todo su carácter excesivamente genérico, puede verse en R. DE JUAN, El concepto de dependencia económica y su futuro, en "InfComEsp" 564-565 (1980) 137-146, que cita abundante bibliografía.

54 Una exposición detallada de estos obstáculos en P. BAIROCH, o.c. 55 H. ZWIEFELHOFER, Populorum progressio, en Katholisches Soziallexikon,

o.c, 2205.

SÍNTESIS HISTÓRICA 147

del concilio, el párrafo que sigue puede aplicarse también a la PP: "Para ayudarles a captar todas las dimensiones de esté grave problema (el desarrollo) y convencerles de la urgencia de una acción solidaria en este cambio decisivo de la historia de la humanidad" (PP 1). Se trata, como se ve, de un texto que quiere ser antes que nada un llamamiento a la acción basado en la urgencia de un problema cuya solución no admite demora. Esta finalidad de la PP condiciona su estilo, dotándolo de una viveza y concisión que contrasta con el lenguaje más abstracto y teórico de anteriores documentos, y es que ahora la preocupación doctrinal, tan fuerte en éstos, pasa a segundo término. Por eso ha podido ser calificada esta encíclica como "manifiesto", en línea con una nueva forma inaugurada por Juan XXIII y practicada por el concilio (GS) y el mismo Pablo VI56.

5.3. Esquema y contenido

Pablo VI destaca sobre todo la nueva conciencia de la Iglesia posconciliar frente a la dimensión mundial que ha adquirido la cuestión social (PP 3). A ella responden sus viajes, así como la creación de la comisión "Iustitita et Pax" (PP 4-5). Y a ella responde también esta nueva encíclica, que tiene como base la concepción del desarrollo ya avanzado en GS. Precisamente las dos partes de la encíclica corresponden a las dos condiciones del desarrollo para que sea humano: Por un desarrollo integral del hombre (primera parte: PP 6-42), Hacia un desarrollo solidario de la humanidad (segunda parte: PP 43-80).

Es cierto que el esquema resulta algo forzado en su desarrollo ulterior, porque los temas que se van tratando no siempre se encuadran bien en el marco en que han sido situados. Por eso comenzamos destacando los puntos clave de cada parte, y abordaremos en el apartado siguiente, en detalle, los temas de mayor interés57.

La primera parte, asumiendo la nueva metodología que se va imponiendo en la doctrina social, arranca de la exposición de los hechos: la aspiración de los hombres de hoy a "hacer, conocer y

56 Cf M. GARCÍA GÓMEZ, Un nuevo tono en el magisterio social de la Iglesia. Teología de un nuevo género literario, en M. GARCÍA GÓMEZ (ed.), Teología y sociología del desarrollo. Comentario a la Populorum Progressio, Razón y Fe, Madrid 1968, 9-10. En este mismo artículo se comentan extensamente los dos fines ya transcritos de la encíclica, 12-23.

57 Como comentarios de utilidad pueden citarse: ACTION POPULAIRE, Encycli-que "Populorum progressio" sur le développement des peuples, Spes, Paris 1967; M. GARCÍA GÓMEZ (ed.), o.c: A A. VV., Comentarios de Cuadernos para el Diálogo a la "Populorum progressio", Edicusa, Madrid 1967; I problemi dell'economía mon-diale alia luce della "Populorum progressio", Vita e Pensiero, Milano 1967; número extraordinario dedicado a la encíclica: "IgVi" 10-11 (julio-octubre 1967).

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148 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

tener más para ser más" (PP 6), contrasta con un aumento de los desequilibrios entre las naciones (PP 8), acompañado de una mayor conciencia de ellos (MM 9) y de un peligroso conflicto entre civilizaciones tradicionales y la nueva civilización industrial (PP 10).

¿Qué puede aportar la Iglesia a la solución de estos problemas? La tradicional labor de los misioneros ya no basta; hoy se exige una acción de conjunto en donde la Iglesia ofrecerá "lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad" (PP 13). Como un aspecto de esta visión y en armonía con él, la encíclica expone a continuación detenidamente la visión cristiana del desarrollo (PP 14-21), sobre la que volveremos luego.

Esto supuesto, se entra en un tercer apartado dentro de esta primera parte todavía, que lleva por título "La acción que debe emprenderse". Causa sorpresa ver cómo es éste el epígrafe elegido para tratar ciertas cuestiones que, a primera vista, parecerían típicamente doctrinales: el destino universal de los bienes y la propiedad (PP 22-24); la necesaria industrialización, que hay que distinguir netamente del capitalismo (PP 25-26); el trabajo humano (PP 27-28). Es claro que esta forma de presentar las cosas revela una preocupación eminentemente práctica; lo que interesa no es la elucubración teórica ni la formulación de los principios, sino la puesta en acción urgente de los mismos. Esta urgencia, que muchas veces se transforma en impaciencia y en tentaciones revolucionarias (PP 29-31), no está reñida con un esfuerzo conjunto y programado en busca de "transformaciones audaces, profundamente innovadoras" (PP 32-33), cuyos principales campos se recorren a continuación (educación, validez permanente de la familia, demografía, organizaciones profesionales, etc.), para desembocar en la necesidad de un humanismo pleno, es decir, abierto a los valores del espíritu y a Dios (PP 42). Esta componente trascendente de la visión del hombre, que invade y da sentido a todo lo demás, explica el alcance de aquel "ayudarles a captar todas las dimensiones de este grave problema", el primero de los objetivos de la encíclica (PP 1; cf PP 21)58.

La segunda parte es también un llamamiento a la fraternidad de los pueblos, que se desglosa en tres aspectos (la solidaridad, la justicia social y la caridad universal, PP 44). Estos corresponden a los tres apartados en que se divide esta segunda parte.

La solidaridad debe conducir a las naciones ricas a ayudar a las pobres. Es una tarea urgente (PP 45-47), que exige considerar "como normal el que un país desarrollado consagre una parte de su producción a satisfacer las necesidades" de las naciones pobres (PP 48), porque "lo superfluo de los países ricos debe servir a los

58 Cf M. GARCÍA GÓMEZ, O.C, 19-21.

SÍNTESIS HISTÓRICA 149

países pobres" (PP 49). También aquí se piden programas (PP 50) y se repite la conveniencia, ya manifestada por Pablo VI en Bom-bay, de crear un fondo mundial para ayudar a los desheredados, alimentado con una parte de los gastos militares (PP 51-53).

En el marco de los deberes de la justicia social se encuadra la reforma de la estructura del comercio internacional, que es la raíz del subdesarrollo (PP 56-57). El liberalismo debe quedar definitivamente superado en este campo, porque las desigualdades de las partes contratantes impide hablar de libertad (PP 58-59). Hay que crear en su lugar unas estructuras que permitan cierta igualdad de oportunidades (PP 61). Es éste, sin duda, un problema de enorme actualidad, objeto de continuas polémicas y negociaciones en todos los foros internacionales.

La caridad exige, por su parte, promover un mundo más humano e igualitario, donde se cultive la hospitalidad (PP 67-69), el sentido social (PP 70-72), el diálogo de civilizaciones (PP 73). Ese es el camino de la paz, "que no se reduce a una ausencia de guerra", sino que "se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres" (PP 76). En esta línea, Pablo VI repite la petición que ya hizo en las Naciones Unidas de "instaurar una autoridad mundial que pueda actuar eficazmente en el terreno jurídico y en la política" (PP 78). Sería ésa la única alternativa verdadera al sistema liberal que aún sigue vigente en el ámbito internacional, donde continúa imponiéndose la fuerza de los más poderosos.

5.4. Algunos puntos más destacados

La encíclica PP ha ampliado lo que GS ya había dicho sobre el desarrollo y sus exigencias desde una óptica cristiana 59. El progreso integral del hombre es considerado desde esta perspectiva religiosa como una vocación que procede de Dios mismo, cuya respuesta es a la vez un deber personal (que viene a sintetizar todos nuestros deberes) y comunitario (PP 15-17). El principal obstáculo al verdadero desarrollo es una inversión en la verdadera escala de valores, que colocará en lugar prioritario "el deseo de tener cada vez más y la tentación de acrecentar el propio poder" (PP 18). Esta confusión puede producirse a nivel tanto de las personas como de los pueblos; en ambos casos queda comprometido el verdadero sentido del desarrollo, el "crecimiento del ser" (PP 19).

59 Se nota aquí la mano del dominico L. J. LEBRET. Cf su obra Dinámica concreta del desarrollo, Herder, Barcelona 19692, que es citada en la misma encíclica (nota 15). Al P. Lebret se atribuye el primer esbozo de la PP: cf M.-D. CHENU, o.c, 75.

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La formulación que sigue nos parece de gran exactitud: "El verdadero desarrollo... es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas" (PP 20). Luego se enumeran cuáles son esas condiciones menos humanas que hay que desterrar: las carencias materiales y morales, primero; las estructuras opresoras, después. Lo mismo se hace con las condiciones más humanas, en forma progresivamente ascendente: la superación de las miserias materiales, la mayor consideración de la dignidad del hombre, el reconocimiento de los valores supremos y de Dios, la fe y la unidad en la caridad de Cristo (PP 21). Estos distintos niveles son una buena formulación de esa escala de valores que tan amenazada se ve por la avaricia de nuestro mundo.

Es interesante poner en conexión este enfoque cristiano del desarrollo con el tratamiento más técnico del tema que ya hemos encontrado en la segunda parte, cuando se postula una reforma a fondo de las relaciones comerciales (PP 56-61). Allí se constata cómo esta tentación de avaricia queda plasmada en los intercambios desiguales de productos elaborados (procedentes de los países industrializados) por productos agrícolas y materias primas (del Tercer Mundo). Las variaciones relativas de sus precios, manipulados desde los centros de poder aprovechando también las virtualidades del progreso técnico, es uno de los factores que más desigualdades genera (PP 67)60.

Esto nos lleva a un tema conexo, el del liberalismo y el capitalismo. Esta cuestión es tratada en las dos partes de la encíclica, y en ambos casos el juicio que merece es de abierta condena. En esta segunda parte, y en el contexto que comentamos, se rechaza que el libre cambio pueda seguir rigiendo las relaciones internacionales. Como ya ocurrió décadas antes dentro de las fronteras nacionales, ahora se pone de manifiesto en el ámbito internacional que tal libertad es puramente teórica y formal (PP 56).

Más explícita es la encíclica en la descripción y rechazo del capitalismo liberal en el otro lugar aludido (PP 26). Es éste un párrafo muy comentado, del que lo primero que hay qué decir es que su traducción castellana es muy deficiente61: la diferencia

60 Cf J. GOROSQUIETA, La equidad en las relaciones comerciales, en M. GARCÍA GÓMEZ (ed.), o.c, 281-293.

61 Transcribimos a continuación la versión de M. GARCÍA GÓMEZ, O.C, 29, nota 32, que está hecha teniendo en cuenta los textos latino y francés (las variantes van en cursiva): "Pero a partir de estas nuevas condiciones, no sabemos cómo, se introdujeron en la sociedad ciertas opiniones, según las cuales el provecho se consideraba como el motor esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes. Esta forma de liberalismo sin freno preparaba el camino a una tiranía, denunciada justamente por nuestro predecesor Pío XI como la raíz del imperialismo internacional del dinero. Nunca se rechazará suficientemente un tal abuso de los

SÍNTESIS HISTÓRICA 151

más notable del texto original es que éste se refiere al capitalismo liberal del siglo pasado (nótese el uso del pretérito), el que efectivamente se caracterizaba por las exageraciones que se expresan con los adjetivos "motor esencial", "ley suprema" y "derecho absoluto". Esta forma de liberalismo (nótese el matiz: no se refiere al liberalismo en general) es la que no puede ser en modo alguno aceptada como favorecedora del desarrollo integral que la encíclica postula, y debe quedar netamente diferenciado del necesario proceso de industrialización62.

Una de las cuestiones a que se alude al hablar del capitalismo es la del derecho de propiedad. Aunque no ocupa aquí el puesto que se le asignaba en otros documentos anteriores, son importantes algunas puntualizaciones que se hacen al respecto. El destino universal de los bienes es un principio incuestionable, de forma que "todos los demás derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, a ello están subordinados" (PP 22). Tampoco en esta ocasión se alude al carácter natural del derecho a la propiedad privada, insistiéndose, en cambio, en que el mismo "no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto" (PP 23). Pero quizá donde esta encíclica avanza más es en las limitaciones que se imponen al uso de lo super-fluo: la renta disponible se le llama (PP 24). No puede dejarse al libre capricho de sus propietarios ni debe ser objeto de especulaciones egoístas. En este contexto reaparece la expropiación (sin mencionar siquiera la correspondiente indemnización) y la fuga de capitales a través de las fronteras nacionales. Antes se ha reconocido al Estado la capacidad de arbitrar una solución en caso de conflicto "entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales" (PP 23).

Puede decirse, como resumen, que en el tema de la propiedad Pablo VI destaca sobre todo su función social, lo cual grava a los propietarios con no pocas limitaciones en el uso de los bienes, sobre todo cuando éstos rebasan un cierto volumen.

El trabajo también es objeto de una reflexión en la PP. En la línea de la evolución que hemos venido observando a lo largo del siglo se destaca aquí de nuevo la dimensión humana del trabajo, su carácter creador y la necesidad de que en el ejercicio de esta

bienes económicos, puesto que la economía —conviene recordarlo solemnemente— sólo existe para servir al hombre. Pero si es verdad que una determinada forma del capitalismo ha sido la causa de muchos sufrimientos, de injusticias y luchas fratricidas, cuyos efectos duran todavía, sería injusto que se atribuyera a la industrialización misma los males que hay que achacar a las nefastas opiniones que la acompañaban".

62 R. ALBERDI, Juicio cristiano sobre el capitalismo, en "IgVi" 2 (1967) 337-353, tras un detallado análisis concluye que el mismo juicio se puede aplicar al capitalismo en su versión actual, puesto que conserva vigentes los mismos principios del liberalismo, aunque se controlen sus manifestaciones. Pero tales conclusiones no han sido explicitadas por la encíclica.

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actividad el hombre pueda actuar como ser inteligente y libre (PP 27-28).

Un punto, por último, que suscitó enconadas polémicas fue la referencia a la revolución. Indica Pablo VI que la urgencia de los problemas suscita en muchos la tentación de la violencia. La "insurrección revolucionaria" suele, sin embargo, engendrar nuevas injusticias (PP 29-31). Con todo, la encíclica no la excluye absolutamente: parece admitirla "en el caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país" (PP 31). El párrafo es,1 como se ve, bien matizado y no hace sino repetir la doctrina comúnmerite aceptada en la Iglesia63. Claro que en determinadas regiones del globo, donde las circunstancias se acercan bastante a las señaladas por el papa, tal párrafo puede justificar intentos de revolución violenta.

Para terminar, hay que insistir en que todas estas puntualiza-ciones doctrinales no pueden hacernos olvidar su verdadero papel dentro de la encíclica. Toda ella, como hemos visto, es antes que nada un llamamiento a la acción dirigida a los cristianos, pero también "a todos los hombres de buena voluntad" (cf encabezamiento de la encíclica).

6. La carta apostólica "Octogésima adveniens" (15 de mayo de 1971)

Difícilmente se podrá exagerar la importancia de este nuevo documento pontificio en materia social. No fue publicado como encíclica, sino, más sencillamente, como "carta apostólica" dirigida al cardenal Maurice Roy, presidente de la comisión "Iustitia et Pax", con motivo del LXXX aniversario de la RN. Coincide además su publicación con la última etapa de preparación del tercer sínodo general de obispos, que había de celebrarse en el otoño siguiente y que llevaba entre los temas que habría de tratar el de la justicia en el mundo.

6.1. Ambientarían histórica

Poco puede añadirse a lo dicho para los documentos inmediatamente anteriores. Si acaso, es perceptible un cierto giro en la óptica escogida. Lo que aquí se contempla en primer término,

63 Cf G. HIGUERA, ¿Evolución o revolución?, en M. GARCÍA GÓMEZ (ed.), o.c, 211-225.

SÍNTESIS HISTÓRICA 153

aunque no exclusivamente, es el mundo avanzado de Occidente con los problemas nuevos que han surgido en lo que se viene llamando la "sociedad posindustrial". En este aspecto, OA complementa a PP, en donde la gravedad del subdesarrollo y la urgencia de actuar contra él se convertían en el principal centro de atención.

En los años que separan ambos documentos la Iglesia ha vivido una importante conmoción a raíz de hacerse pública la encíclica Humanae vitae (25 de julio de 1968). Más allá de la polémica que suscitó la respuesta de Pablo VI al uso de anticonceptivos artificiales, su intervención dio pie a una honda controversia sobre la competencia del magisterio de la Iglesia en cuestiones morales y su pretensión de intérprete garantizado de la ley natural. Quizá estos hechos explican el que Pablo VI renunciara a dar a su nuevo documento la categoría de encíclica y adoptara la fórmula más modesta de "carta apostólica". Pero también es posible que esta decisión responda a la conciencia de la rapidez con que se suceden los cambios sociales, que exige intervenciones más circunstanciales. Esta última observación nos pone en la pista para descubrir una de las más importantes aportaciones de la carta.

6.2. Estilo y método de la carta

En efecto, también en el caso de la OA se ha señalado la novedad que supone no sólo por su contenido, sino sobre todo por la forma de abordar los temas. Si volvemos la mirada hacia el pasado (hacia la QA, por ejemplo), veremos la distancia que nos separa de los planteamientos de entonces. Desde el comienzo mismo, el papa alude a la diversidad de situaciones existentes, a las que ha podido acercarse en sus diferentes viajes (OA 2-3). Pero "frente a situaciones tan diversas nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal" (OA 4a). La preocupación doctrinal se encuentra cada vez más lejos de la mente del papa.

Ahora las cosas se orientan por otro camino: "Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia..." (OA 4a). El método queda bien descrito: supone el análisis de la sociedad desde la luz del evangelio y con la ayuda de las "enseñanzas sociales de la Iglesia" (un plural que parece querer olvidar el monolitismo que muchas veces caracterizó a la doctrina social). El sujeto que realiza esta tarea son las comunidades cristianas. En efecto, "a estas comunidades cristianas toca

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discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y todos los hombres de buena voluntad, las opciones y compromisos que conviene asumir..." (OA 4b). El protagonismo vuelve aquí a la Iglesia (no a los seglares, en sentido estricto) como pueblo de Dios y comunidad jerárquicamente constituida. Su actitud básica es el discernimiento M, pero un discernimiento orientado a la acción, a las opciones concretas para la transformación del mundo.

Estamos, por tanto, ante un método nuevo que venía madurando desde hacía ya unos años, pero que es en la OA donde encuentra una formulación y sobre todo una aplicación más claras. Dicho método supone una mejor delimitación de lo que la Iglesia aporta: esa capacidad de interpretar desde la fe unos hechos cuyo análisis no le compete, sino que corresponde a las ciencias humanas y sociales, siempre con vistas a suscitar opciones concretas, las cuales tampoco puede ella imponer. Es en esa fase intermedia donde se sitúa la función del magisterio estrictamente tal; pero a ello no puede llegar aquí si no es con la ayuda de los seglares65. No cabe duda que todos estos cambios presuponen una nueva forma de entender la Iglesia, ya formulada en el concilio Vaticano II, pero que es ahora cuando está dando sus frutos.

6.3. Objetivo y esquema de la carta apostólica

Lo que OA se propone es ofrecer "algunas reflexiones y sugerencias, promovidas por la magnitud de los problemas planteados al mundo contemporáneo" (OA 5c). Con ello se quiere alentar a los organismos que preside el cardenal Roy "en su acción eclesial al servicio de los nombres" (OA 6b).

Todo esto, demasiado genérico, se concreta bastante cuando se explica el enfoque que se quiere dar al documento: "Es necesario situar los problemas sociales planteados por la economía moderna —condiciones humanas de la producción, equidad en el comercio y en la distribución de las riquezas, significación e importancia de las crecientes necesidades del consumo, participación en las responsabilidades— dentro de un contexto más amplio de civilización nueva" (OA 7). Es a esto mismo a lo que se refiere Pablo VI cuando alude al "paso de la economía política"

64 Este término se convierte en una especie de "leit-motiv" de la carta (cf OA 4, 15, 31, 35, 36, 48, 49). Pueden compararse estos textos con los planteamientos que se hacían cuarenta años antes: cf QA 41.

65 Esta tesis ha sido mantenida en varias ocasiones por B. SORGE. Cf, por ejemplo L'apporto dottrinale della lettera apostólica "Octogésima adveniens", en "CivCatt" 122 (1971-2) 417-428.

SÍNTESIS HISTÓRICA 155

como algo necesario (OA 46a, 47). Se concreta así su intuición fundamental, según la cual estamos llamados a "inventar formas nuevas de democracia moderna", en la que la libertad sea entendida como un "comprometerse y afanarse en la realización de solidaridades activas y vividas" (OA 47)6é.

Tiene la carta una preocupación especial por destacar lo específico del mensaje cristiano (OA 5, 27, 36, 37, 41, 42), aunque nunca se llegue a una formulación clara y satisfactoria del mismo. Sí pueden sintetizarse, en cambio, las actividades fundamentales que Pablo VI quiere inculcar: 1) tomar conciencia a tiempo de los problemas nuevos y prever las soluciones; 2) intentar controlar los cambios que se produzcan; 3) buscar y experimentar apelando continuamente a la imaginación; 4) discernir, que viene a ser la actitud clave de síntesis67. Como se ve, una postura activa y decidida de no dejarse llevar por los acontecimientos, sino de adelantarse a ellos y mantener siempre la iniciativa y el protagonismo.

Hasta aquí hemos hablado del enfoque y objetivos de este nuevo documento. ¿Cuál es su contenido? De cuatro partes consta la carta apostólica OA. La primera, consecuentemente con el método adoptado, expone los nuevos problemas sociales del presente. Son los problemas derivados de la nueva civilización urbana, con sus grandes aglomeraciones humanas, los que ocupan la mayor extensión en esta parte (OA 8-17), con una preocupación especial por denunciar las marginaciones y discriminaciones que tienen lugar en ella: jóvenes, mujeres, discriminación racial, emigrantes... En segundo lugar, vuelve a darse un toque de atención sobre el crecimiento demográfico, los medios que se están poniendo en práctica para controlarlo y la imperiosa necesidad de prever una creación masiva de puestos de trabajo (OA 18-19). Dos últimos problemas son mencionados de forma más breve: los medios de comunicación social y su creciente poder (OA 20), la inconsiderada explotación de la naturaleza y el medio ambiente (OA 21). En estos cuatro capítulos creemos poder sintetizar todos los problemas contemplados en la primera parte en un análisis que no siempre se mantiene fiel a sus principios metodológicos y hace esporádicas reflexiones de carácter moral o doctrinal.

Gran interés reviste la segunda parte de la OA, que lleva por ululo Aspiraciones fundamentales y corrientes ideológicas. Dichas aspiraciones se resumen así: "aspiración a la igualdad, aspiración a la participación, formas ambas de la dignidad del hombre y de

66 Cf S. P. MARASCHI, Chiesa e realtá sociale. Reflessioni sulla "Octogésima adveniens", en "AggSoc" 22 (1971) 563. Este paso es lo que el autor llama más adelante desprivatización de la cuestión social y reconocimiento de su dimensión política.

67 Cf ACTION POPULAIRE, La responsabilité politique des chrétiens. Lettre apos-tolique de Paul VI au Cardinal Roy, Les Editions Ouvriéres, París 1971, 9-10. Este es el único comentario que conocemos del documento que estamos estudiando.

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su libertad" (OA 22). Igualdad y participación aparecen como exigencias concretas de la dignidad y de la libertad en el mundo de hoy. Esta doble aspiración se traduce en un esfuerzo por "promover un tipo de sociedad democrática" (OA 24). La sociedad política es una exigencia del carácter social del hombre: en ella debe cada persona desarrollar sus actividades particulares y contribuir al bien común.

Distingue aquí Pablo VI la acción política y el proyecto de sociedad que le sirve de base. Ello le da ocasión para abordar el tema de las ideologías, con lo que llegamos a lo más importante de toda esta parte: la distinción entre ideologías y movimientos históricos (que está tomada literalmente de Pacem in tenis) y la diferente actitud del cristiano frente a unas y otros. Esta es quizá la aportación más nueva de OA. Supone, desde nuestro punto de vista, la renuncia definitiva a la "tercera vía" y el reconocimiento de que al cristiano no le queda más opción que la del compromiso con los movimientos históricos de nuestro tiempo, con tal que se haga con una actitud de sincero discernimiento y manteniendo las distancias en relación con las ideologías (OA 26-36). Volveremos sobre todo esto.

Quizá el problema capital de toda esta segunda parte de la OA es el de la imagen del hombre y sociedad que subyace a cualquier actividad social o política. Aquí es donde se juega el cristiano su aportación específica. Y no sólo en confrontación con las ideologías y los movimientos históricos, sino también con las utopías (OA 37), las ciencias humanas (OA 38-40), el progreso como cuasi-absoluto (OA 41). Ante cada uno de estos fenómenos, la OA pone de manifiesto tanto sus aportaciones positivas como sus limitaciones y peligros, para insistir en la actuación crítica y correctora de la fe cristiana frente a todos ellos gracias a su capacidad de trascender todas las realidades de este mundo.

Comienza la tercera parte con una descripción de la enseñanza social de la Iglesia (se evita el término "doctrina"): su capacidad para acompañar a los hombres que buscan, aunque sin legitimar ninguna estructura establecida; sin quedarse en el nivel de los principios abstractos, se desarrolla al contacto con las realidades cambiantes de este mundo con una voluntad desinteresada de servicio a los más pobres (OA 42). Tanto esta parte como la cuarta, y última, tienen una decidida orientación hacia la acción de los cristianos, encuadrando ésta de forma prioritaria en la sociedad política, cuyas exigencias actuales se desarrollan con detenimiento (OA 46-47): este desarrollo completa lo ya dicho en la segunda parte a propósito de la libertad como participación, y no sólo como autonomía individual Es importante destacar de nuevo cómo la actividad de los cristianos se encauza en OA a través de la acción política, aunque no creemos que haya que entender el

SÍNTESIS HISTÓRICA 157

término "política" en el sentido más corriente de "política de partidos".

6.4. Ideologías y movimientos históricos en la carta apostólica

Decíamos que éste era el punto más sobresaliente de la carta, no tanto por el análisis que se hace de las ideologías y los movimientos históricos cuanto por las indicaciones sobre las actitudes cristianas ante ellos.

Es necesario, sin embargo, aclarar el sentido de los términos sin negar las dificultades que conlleva el determinar exactamente lo que el papa entiende por "ideología". El uso de la palabra es bastante pluriforme en todo el documento68. Si recogemos los distintos elementos dispersos por el texto, podríamos configurar el concepto de ideología con estas notas: 1) una visión global sobre la naturaleza, el origen y el fin del hombre y la sociedad (OA 25, 30, 31); 2) pero una visión cerrada, sin lugar para la trascendencia, lo que la distancia y opone a toda postura religiosa (OA 27, 29, 36); 3) una visión que supera la perspectiva de las ciencias humanas (OA 38, 39); 4) una visión que sirve de base a y toma cuerpo en una acción política concreta, lo que la distingue de la utopía (OA 26, 27, 37). Las ideologías son, a la vez, necesarias y criticables: necesarias, como explicación coherente del mundo (¿no es éste el sentido más amplio que incluiría también la visión cristiana del hombre y la sociedad?); criticables, en cuanto que simplifican y caricaturizan la realidad y, en ese sentido, se apartan de ella y se refugian en la abstracción. Su principal debilidad radica en esa pretensión de abarcar la totalidad de lo real; es allí precisamente donde chocan con la visión cristiana, que no puede excluir la dimensión trascendente, a Dios que trasciende e interpela toda ideología.

Todo esto, sin embargo, queda en segundo plano cuando Pablo VI propone la diferencia entre ideologías y movimientos históricos. Cita a Juan XXIII (Pacem in tenis 159): "No se pueden identificar las teorías filosóficas falsas sobre la naturaleza, el origen y la finalidad del mundo y del hombre con los movimientos históricos fundados en una finalidad económica, social, cultural o política, aunque estos últimos deban su origen y se inspiren todavía en esas teorías. Las doctrinas, una vez fijadas y formuladas, no cambian más, mientras que los movimientos que tienen por objeto condiciones concretas y mutables de la vida no pueden

68 Cf Les idéologies. en: ACTION POPULAIRE, O.C. 86-90; O. VON NELL-BREUNING, Ideologien-Utopien-chistlicher Glaube. Zum Apostolischen Schreiben Papst Pauls VI. an Kardinal M. Roy anlasslich des 80. Jahrestages von "Rerum novarum". en "ThPh" 46 (1971) 481-495.

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menos de ser ampliamente influenciados por esta evolución" (OA 30).

De las ideologías había dicho ya que son radicalmente incompatibles con la fe cristiana; y se ha referido a dos en concreto, la marxista y la liberal, describiendo sus rasgos específicos (OA 26). En cuanto a los movimientos históricos, por el contrario, la postura es mucho más matizada. Sigue citando a Juan XXIII: "En la medida en que estos movimientos van de acuerdo con los sanos principios de la razón y responden a las justas aspiraciones de la persona humana, ¿quién rehusaría reconocer en ellos elementos positivos y dignos de aprobación?" (OA 30). ¿En qué se concreta esta actitud más benevolente? No en una aceptación incondicional por parte del cristiano, sino en un atento discernimiento frente a cada uno de ellos.

Pablo VI pasa revista a los tres movimientos históricos más representativos de nuestra época: el socialismo (OA 31), el marxismo (OA 32-34) y el liberalismo (OA 35)69. Respecto al socialismo y al liberalismo, tras una breve exposición de sus manifestaciones históricas actuales, se pide una actitud de atento discernimiento que evite cualquier compromiso incondicional y distinga los elementos positivos y negativos que encierran. En cuanto al marxismo, la exposición se extiende para explicar cómo asistimos a una evidente desintegración del antiguo monolitismo marxista y cuáles son sus cuatro niveles de expresión más importantes (el de los partidos comunistas occidentales, el del colectivismo oriental, el del marxismo como sistema filosófico y el del marxismo como método científico, OA 33). Por primera vez encontramos un análisis del marxismo así de matizado. Sin embargo, Pablo VI pone en guardia frente a la íntima conexión de estos niveles cuando se llevan a la experiencia vital70.

Tras este análisis pormenorizado, creemos que se puede confirmar la conclusión que ya adelantábamos. Con la OA se renuncia definitivamente a la "tercera vía" de inspiración cristiana. A los creyentes no les queda más opción que integrarse críticamente (con espíritu de discernimiento) en los movimientos históricos de su tiempo y ser testigos en ellos de la radical limitación de las ideologías que los inspiran. Ello planteará, y está planteando ya, no pocos conflictos como consecuencia de la situación de pluralismo que se inaugura (OA 50).

69 El n 35 lleva como epígrafe, en las versiones castellana y francesa, "La ideología liberal". Creemos que debería decir "Movimientos históricos liberales", en coherencia con su contenido y con el lugar que ocupa en el texto. Además, la ideología liberal ya se había tratado antes (OA 26).

70 Cf A. M. ORIOL, Socialismo, marxismo, liberalismo. Meditación sobre la •'Octogésima adveniens", en "EstEcl" 53 (1978) 209-243.

SÍNTESIS HISTÓRICA 159

7. Documento sobre "La justicia en el mundo" (Sínodo de noviembre de 1971)

Estamos ante el documento más heterogéneo respecto al conjunto que venimos estudiando. Diferente tanto por su contenido como por el ámbito en que se elaboró. Pero justamente por eso no hemos querido prescindir de él. A pesar de la precipitación con que fue redactado, del escaso eco que ha tenido y de las críticas de que fue objeto, el documento sobre La justicia en el mundo constituye un hito enormemente enriquecedor en esta historia de la doctrina social que estamos reconstruyendo. A estas alturas es imposible ya no haber percibido de que se trata de un proceso largo, complejo, en continua evolución y avance. Este documento confirmará con creces esa impresión.

7.1. Enfoque originario y elaboración

No es necesario detenernos esta vez en la ambientación histórica. Basta lo dicho para los dos anteriores, donde ya se ha destacado la urgencia con que se presenta el problema del subdesarro-11o. Reflejo de estas preocupaciones es el hecho de que el segundo sínodo general (el de 1969) decidiera abordar el tema de la justicia en la convocatoria sinodal siguiente.

La preparación del tema se inició con el envío a todas las conferencias episcopales de un documento presinodal, al que éstas respondieron a través de más de sesenta informes, que daban ya una idea bastante aproximada de cuál era el sentir del episcopado de los diferentes continentes. En dos puntos había una notable convergencia: comenzar haciendo examen de conciencia sobre la situación de la justicia dentro de la Iglesia; abordar luego las injusticias internacionales que se manifiestan a través de las diferentes formas de dominación71. La comisión "Iustitia et Pax", por su parte, preparó en su asamblea general (celebrada en el verano de 1971) una serie de propuestas concretas dirigidas al sínodo, que estaba ya a punto de iniciar sus trabajos.

El sínodo inauguró sus sesiones el 30 de septiembre, pero comenzó estudiando el otro tema que le había sido propuesto: el del sacerdocio ministerial. Los problemas que éste suscitó polarizaron la atención de los padres, con cierto detrimento del otro gran tema que esperaba su turno. Con todo, en medio de los debates sobre el sacerdocio, fue presentado a la asamblea un informe (Re-latio) introductorio a la discusión posterior. En él se ponían de

" Ph. LAND, Visión de conjunto, PPC, Madrid 1973, 60-61.

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relieve los motivos que habían inducido a tocar esta materia (problemas nuevos, mayor conciencia de los mismos, deber de la Iglesia de escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del evangelio, conveniencia de recordar la íntima conexión entre justicia y paz)72. Los debates comenzaron unos días después y reflejaron una actitud muy crítica con el documento de trabajo, en el que se echaba de menos, entre otras cosas, una mayor precisión a la hora de establecer la competencia de la Iglesia en la materia y sus límites en relación con los poderes civiles. Se pedía, además, una mayor presencia de la dimensión "profética" de la Iglesia. Muchos padres se detuvieron en enumerar las más variadas situaciones de injusticia en todos los ámbitos de la vida. Otros mostraron su preocupación ante la tentación de la violencia o subrayaron la importancia de la educación.

A este debate general siguieron unas jornadas de trabajo en grupos lingüísticos. También los informes redactados muestran una notable convergencia. Insistían, ante todo, en que el documento que el sínodo aprobara fuese breve, sencillo y asequible: una declaración que, tras recordar los principios más fundamentales, invitase a la acción en favor de la justicia. Coinciden también muchos grupos en señalar la importancia y urgencia de la educación para la justicia, para la que la Iglesia debe aprovechar todos sus ámbitos de actuación. No falta tampoco, por lo general, en estos informes una llamada al testimonio de justicia de la propia Iglesia como condición para la credibilidad de su mensaje, así como para la exhortación a la solidaridad y a la cooperación entre las Iglesias.

La lectura de estos resúmenes es muy útil para comprender cuál era el estado de opinión en toda la Iglesia. La redacción de un nuevo documento a partir de todo esto, su votación y reelaboración ya en los días finales y su aprobación definitiva son las últimas fases de este proceso, que se sucedieron de forma bastante precipitada. Sus frutos son el documento que ahora vamos a analizar.

7.2. Esquema y contenido

El documento consta de una introducción, tres partes funda-

" Cf para toda esta exposición histórica la crónica de G. CAPRILE, // Sínodo dei vescovi. Seconda assemblea genérale. IV: La giustizia nel mondo, en "CivCatt" 122 (1971-4) 472-493. En el mismo volumen están las otras tres crónicas anteriores que completan las otras fases del sínodo: ib, 161-165, 262-271, 266-286. Cf también R. LAURENTIN, Réorientation de l'Eglise aprés le troisiéme synode. Seuil, París 1972, 150-186 y 332-337.

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mentales —que responden aproximadamente al esquema de ver-juzgar-actuar— y una cuarta parte o conclusión73.

La introducción al documento es de un gran valor sintético y de una profunda fuerza expresiva. Describe perfectamente el marco en que se sitúan los padres sinodales. El punto de partida es el clamor de los que sufren la injusticia y los interrogantes de un mundo que contempla desconcertado estas situaciones (Introd. e). Sin embargo, el móvil del documento es religioso. A través de esas injusticias, "signos de los tiempos", el sínodo quiere escuchar la voz de Dios (Introd. b), toma conciencia "de la vocación de la Iglesia a estar presente en el corazón del mundo predicando la buena nueva a los pobres..." (Introd. e), descubre que esa esperanza y ese impulso que animan al mundo "no son ajenos al dinamismo del Evangelio" (ib).

La introducción concluye con una afirmación que se puede considerar como la síntesis de todo el documento: "La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva" (Introd. f)74.

Una atenta lectura de la primera parte permite descubrir cierta heterogeneidad de los materiales que la forman. La orientación inicial pretendía centrar la atención del documento en las injusticias de carácter internacional, especialmente en el terreno socioeconómico y político; a ello responden bien los dos primeros apartados (I, 1-2). Ante estas injusticias nuevas debe prepararse la Iglesia para "asumir nuevas responsabilidades y nuevos deberes en todos los campos de la actividad humana y, particularmente, en el ámbito de la sociedad mundial..." (I, 3a). Sin embargo, a partir de aquí, en la enumeración de otras situaciones de injusticia se abandona ya aquella perspectiva y se citan otras formas de lesio-

" Un buen resumen de su contenido es el de B. SORGE, // Sínodo e la giustizia nel mondo, en "CivCatt" 122 (1971-4) 525-542. Existen dos breves pero interesantes comentarios, publicados ambos bajo los auspicios de la comisión "Justitia et Pax": Ph. LAND. O.C; J. ALFARO, Cristianismo y justicia, PPC, Madrid 1973. Estos dos últimos estuvieron entre los expertos que formaron parte de la subcomisión especial encargada de la redacción del texto: J. Alfaro, en concreto, compuso el primer proyecto de la segunda parte (la teológica), mientras que Ph. Land colaboró en la tercera. Cf R. LAURENTIN, O.C., 332-333. Un comentario muy negativo y critico (sin firmar) es "La justicia en el mundo". Comentario y crítica, en "Tierra Nueva" 1 (1972) 27-36. En realidad, el comentario se refiere al "documento de trabajo", aunque aparece una vez publicado ya el texto definitivo.

74 Este texto, en especial la expresión "dimensión constitutiva", suscitó una larga polémica en los años siguientes, la cual está en la base de algunas formulaciones de la Evangelii nuntiandi (1975). Cf Ch. M. MURPHY, Action for Justice as Constitutive of the Preaching of the Cospel: What did the 1971 Synod Mean, en "ThSt" 44 (1983) 298-311.

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nar la justicia (persecución religiosa, aborto, marginados sociales, etcétera) (I, 3b-i).

Lo más genuino del documento —lo más originario, por lo menos— parece la parte dedicada a las injusticias internacionales. En ella se ponen de manifiesto las contradicciones con que choca la humanidad. Por una parte, al fuerte impulso hacia la unidad mundial (I, la.b) se oponen las divisiones y discriminaciones, la desigual distribución de los bienes (I, le). A eso se añade el fracaso del progreso meramente económico (I, Id) y la creciente conciencia de los límites de la biosfera (I, le). Una nueva contradicción enfrenta estos "sistemas internacionales de dominio" a la cada día más fuerte "voluntad de promoción" de los pueblos (I, 2a). Esta "voluntad de promoción" se expresa también en lo que los obispos llaman el "derecho al desarrollo", y que definen como "la interpenetración de todos aquellos derechos fundamentales humanos en que se basan las aspiraciones de los individuos y de las naciones" (I, 2c). La realización de este derecho exige la aniquilación de las estructuras sociales que obstaculizan la conversión de los corazones, el protagonismo efectivo de los pueblos en "vías de desarrollo", un crecimiento económico unido a un aumento de la participación, el respeto y la conservación de la identidad de cada pueblo (I, 2d-g).

Aunque la expresión no aparece nunca, puede afirmarse que lo que el sínodo tiene en la mente son, sobre todo, las injusticias estructurales. Hemos citado algunas alusiones indirectas a las mismas: "oprimidos por sistemas y mecanismos injustos" (Introd. e), "sistemas internacionales de dominio" (I, 2a), "obstáculos objetivos que oponen las estructuras sociales a la conversión de los corazones" (I, 2d), "las vallas o círculos viciosos convertidos en sistema" (ib). Es importante este detalle: revela un avance en la forma de enfocar estos problemas por parte de la Iglesia, que más bien se ha distinguido siempre por su tendencia a insistir, a veces casi exclusivamente, en los aspectos personales de los problemas.

La segunda parte es la estrictamente teológica: quiere poner el fundamento teológico de aquella tesis formulada al final de la introducción, que hemos recogido más arriba. Comienza con una apretada síntesis bíblica, donde se pone de manifiesto cómo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la lucha por la justicia es una exigencia de la fe (II, 1). La lectura de estos párrafos produce la impresión de ser un apretado resumen que, en algunos momentos, exigiría una explicitación mayor. Es cierto que la preocupación prioritaria no era doctrinal; por otra parte, ésta era la primera ocasión en que la Iglesia en un documento de este rango abordaba estas cuestiones. Todo ello permite pensar que se ha comenzado sólo a desbrozar un camino, pero que es

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mucho lo que queda por recorrer. En este sentido es de gran valor el último párrafo del número que comentamos, porque ilumina sobre el espíritu que guió al sínodo y sugiere cómo seguir avanzando en el tema: "La situación actual del mundo, vista a la luz de la fe, nos invita a volver al núcleo mismo del mensaje cristiano, creando en nosotros la íntima conciencia de su verdadero sentido y de sus urgentes exigencias" (II, 10- Semejante declaración se inscribe también en el marco de las actitudes metodológicas con las que la Iglesia quiere acercarse a los problemas del mundo.

Pero esto no oculta el que la relación entre salvación y liberación no haya llegado a ser suficientemente clarificada desde un punto de vista teológico. El sínodo ha reafirmado con fuerza su íntima conexión; ha sido, en cambio, menos explícito a la hora de explicarla.

Sigue esta segunda parte con un tema que sí había sido ya ampliamente tratado en el Vaticano II: la diferente misión de jerarquía y seglares en este campo. Desde las bases sentadas por el concilio, en la GS y en el decreto sobre el apostolado de los seglares principalmente, se destaca ahora cómo no compete "a la Iglesia, en cuanto comunidad religiosa y jerárquica" (lo cual no equivale a decir jerarquía), el ofrecer soluciones concretas, pero sí "la defensa y promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana" (II, 2b). Los miembros de la Iglesia, por el contrario, sí tienen que trabajar por el bien común, dando así testimonio de la presencia del Espíritu (II, 2c). Hay que destacar en toda esta parte cómo se evita el término "seglar" o "laico", prefiriéndose siempre el de "cristiano".

Por otro lado, las páginas de mayor contenido doctrinal nunca excluyen su proyección práctica. Una muestra de ello es la observación, varias veces repetida, de que el testimonio de justicia es condición para la credibilidad del mensaje, cosa que se aplica no sólo a los individuos, sino también a las instituciones eclesiales (II, lf.2a).

La tercera parte ("La práctica de la justicia") comienza precisamente con un apartado sobre "El testimonio de la Iglesia", uno de los más largos del documento, ya que en él se han incluido las diversas sugerencias prácticas formuladas en el transcurso de los debates (III, 1). Están expresadas con gran realismo y se refieren a cuestiones muy polémicas dentro de la Iglesia, que no dejan de tener eco fuera de ella también: el puesto de la mujer en la Iglesia 75, la libertad de expresión y pensamiento, la participación de los seglares, etc. Respecto a los bienes temporales se dice que "su

" Al hablar de la responsabilidad de la mujer en la Iglesia, se sustituyó a última hora el adjetivo igual por propio, por temor a que aquel término se interpretara incluyendo el sacerdocio ministerial. Cf Ph. LAND, O.C, 24, nota 8.

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uso nunca ha de ser tal que haga ambiguo el testimonio evangélico" (III, lh).

Un segundo capítulo de iniciativas prácticas, también muy extenso, se refiere a la "Educación para la justicia". Se critican los métodos educativos en vigor por su individualismo y su exaltación de la posesión (III, 2b). El contenido de la educación para la justicia adolece de cierta ambigüedad, oscilando entre un enfoque puramente humano (sugerir un modo de vida verdaderamente humano, desarrollar la facultad crítica; cf III, 2c) y otro más directamente cristiano, que se basa en la asimilación de los valores evangélicos (III, 2a.h). Una alusión a la liturgia como lugar privilegiado para esta educación cierra este apartado (III, 2j).

Lo que sigue, mucho más breve, se refiere a las iniciativas de cooperación entre las iglesias locales (III, 3) en el campo ecuménico (III, 4) y en la acción internacional (III, 5).

7.3. Visión de conjunto

Este resumen que hemos ofrecido del texto deja entrever sus grandes valores, así como sus limitaciones. No se puede ignorarla trascendencia del hecho en sí: que un sínodo abordara los problemas de la justicia en el mundo, alentando las iniciativas y los esfuerzos que habían ido surgiendo aquí y allá76. Su intención no es tanto pronunciar una palabra definitiva cuanto asumir esta tarea de la lucha por la justicia que muchos comparten en la Iglesia: su finalidad es más práctica que doctrinal- En este sentido se inscribe en la línea de esa transformación de la enseñanza social de la Iglesia, a que tantas veces hemos aludido.

Limitaciones también tiene el documento. Algunas proceden del método empleado en su elaboración y de la premura del tiempo en los últimos días: el texto está falto de una mayor sistematización porque sus redactores en muchas ocasiones se limitaban a intercalar y añadir enmiendas procedentes de un lado y otro. Otras limitaciones son de orden doctrinal. Ya hemos aludido a cierta falta de profundización en algunos puntos teológicos: pero éste es el coste de haberse atrevido a abordar con valentía cuestiones nuevas de palpitante actualidad en la Iglesia y en el mun-

76 No debe pasarse por alto en este momento todo el movimiento de la teología de la liberación en su complejidad y variedad. No cabe duda que está muy presente en el sínodo, como fuente de inspiración y también a veces como peligro a evitar. En esta línea, el sínodo de la justicia debe también verse en conexión con la segunda conferencia del episcopado latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968. Esta temática tuvo amplio eco allá. Y no es pura casualidad que fuera el sínodo del año siguiente (1969) el que escogiera la justicia como tema para el de 1971.

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do. De cualquier modo, se trata de un paso provisional, que invita a continuar ahondando en esa misma línea.

8. La encíclica "Laborem exercens" (14 de septiembre de 1981)

Han transcurrido diez años desde que vieran la luz la OA y el documento del sínodo sobre la justicia: una década que ha dejado su huella en la historia mundial y en la vida de la Iglesia. La nueva encíclica social refleja bien estos cambios producidos. Por ello es obligado comenzar con una breve síntesis de los mismos.

8.1. Ambientación histórica

Si la década de los setenta comenzó marcada por el grave problema del subdesarrollo y las injusticias derivadas, hacia la mitad de la misma aparecieron ya los primeros síntomas de una crisis más profunda, que iba a sumir a la humanidad entera en un ambiente de pesimismo y desesperanza generalizados. Es precisamente en los países más desarrollados donde esta crisis empieza a dejarse notar. Aunque los síntomas venían de más lejos, fue en el invierno de 1973-74 cuando se produjo el acontecimiento más significativo: un alza desproporcionada de los precios del petróleo, con el que los países de la OPEP quisieron dejar constancia de que habían tomado la iniciativa en la economía mundial y estaban dispuestos a mantenerla.

Este hecho se inscribe en una sucesión de acontecimientos que han ido marcando las deficiencias estructurales y las contradicciones internas del sistema económico internacional". La situación privilegiada de los Estados Unidos tras la última guerra —consolidada en el sistema monetario internacional adoptado por aquel entonces en la conferencia de Bretton Woods— era ya cuestionada desde todos los frentes. En el mundo occidental se yerguen las sombras de Alemania Federal y Japón, por no hablar de la Comunidad Económica Europea. Y frente a este conjunto de países desarrollados occidentales, unido al bloque oriental colectivista, el Tercer Mundo reivindica unas estructuras económicas, monetarias y comerciales que dejen de discriminar en contra de él.

" Cf un análisis de todo esto en mi artículo Economía mundial: capitalismo y desarrollo en crisis, en "Proyección" 28 (1981) 147-160.

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La decisión de la OPEP desencadena una crisis que pronto se extiende hasta alcanzar a todas las economías, desarrolladas o no. Su manifestación más grave es, sin duda, el crecimiento incontenible del paro. Pero, más en el fondo, es todo el sistema de división internacional del trabajo y de estructuración de la economía mundial el que ha entrado en una crisis irreversible. Su salida no puede ser otra que un orden nuevo, para el cual son tantos los obstáculos, técnicos y sobre todo sociales, que hay razones más que suficientes para ser pesimistas.

Es imposible descender aquí a más detalles de la crisis. Pero sí hay que dejar constancia del renacer del liberalismo desde una crítica aguda del modelo vigente hasta ahora y del papel desorbitado que ha jugado en él el Estado hasta convertirse en un monstruo de burocracia ineficaz78.

El ambiente dentro de la Iglesia también revela cierto desencanto. Tras la euforia del concilio, que se extendió hasta bien entrada la década de los setenta, la decoración comenzó a cambiar imperceptiblemente. Empezaron a aparecer síntomas de cansancio, de frustración, de pesimismo, como si el concilio —que en algunos momentos parecía haberse quedado corto— no hubiera sido asimilado por la Iglesia ni ésta hubiera sido capaz de sacar todas las consecuencias del mismo. La elección de Juan Pablo II fue recibida en un primer momento como un nuevo impulso alentador; a la vuelta de unos años, sus efectos en ese sentido no son inequívocos. La personalidad del nuevo papa, tan rica y tan compleja a la vez, sigue produciendo encontradas reacciones en el seno de la Iglesia. Este es un hecho a tener en cuenta a la hora de acercarse a la encíclica que en seguida vamos a estudiar.

8.2. Claves para entender la encíclica

En un primer momento la Laborem exercens produce en el lector la impresión de que hemos vuelto al estilo y método de la etapa preconciliar: lenguaje abstruso, insistencia en lo doctrinal, etc. Analizando más de cerca el texto, se descubre poco a poco su continuidad con el magisterio anterior, así como su originalidad.

Su originalidad hay que buscarla ante todo en la persona misma de Juan Pablo II y en su experiencia de largos años (toda su vida) en un país de régimen colectivista. Esto le permite tratar —por vez primera en toda la historia de la doctrina social— al socialismo desde dentro, sin rechazos globales más o menos apriorísticos. Pero, además, su pasado polaco ha dejado en él

78 Dos importantes exponentes de este neoliberalismo: M. y R. FRIEDMAN Libertad de elegir. Hacia un nuevo liberalismo económico. Grijalbo, Barcelona 1980; H. LEPAOE, Mañana, el capitalismo. Alianza, Madrid 1979.

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ciertas huellas de la mentalidad marxista, aunque explícitamente se encargue el papa de marcar las distancias respecto a ésta.

La LE revela también una profunda continuidad con todo el magisterio de Juan Pablo II, y en concreto con sus dos encíclicas anteriores: basta contemplar el tratamiento que da a la misión de la Iglesia, la dignidad del hombre, el trabajo mismo79. Pero donde más claramente se revela esta continuidad es en la preocupación fundamental de Juan Pablo II por el hombre: de ahí arrancaron las otras encíclicas suyas y ahí entronca también esta de ahora.

La doctrina social en su conjunto queda asumida también en la LE. Juan Pablo II empalma con Pablo VI en todas sus principales intuiciones. Pero hay una en donde nos parece que esta continuidad es especialmente diáfana y significativa: la renuncia a la "tercera vía" y la exhortación dirigida a todos los cristianos (incluidos los de los países del Este, que están más presentes que nunca lo estuvieron en una encíclica social) a comprometerse en la transformación de los sistemas socio-económicos vigentes. Juan Pablo II avanza por esta senda dando directrices que orienten esta transformación.

La LE es una encíclica compleja y confusa en muchos pasajes. Adolece de una mayor sistematización, de un tratamiento más riguroso y ordenado de la materia. Por eso es imprescindible comprender bien desde dónde debe leerse y cuáles deben ser sus claves de interpretación80.

Dicha clave aparece ya en el título mismo: "Carta encíclica sobre el trabajo humano". Juan Pablo II ha escogido este tema no por su interés o importancia en comparación con otros ya tradicionales en documentos sociales, sino para poner de relieve que "el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social" (LE 3b). El es el punto de mira más adecuado para enjuiciar todos los problemas sociales. Si hemos podido ver cómo el trabajo ha ido ocupando un lugar cada vez más destacado en la visión cristiana de la vida socio-económica, aquí se puede decir que ha llegado a constituirse en la plataforma privilegiada para estudiar todo lo demás.

Esto se explica porque "la Iglesia está convencida de que el trabajo constituye una dimensión fundamental en la existencia del hombre en la tierra" (LE 4a), aquélla —podríamos añadir nosotros— mediante la cual se inserta el hombre en la vida económico-social. Volvemos entonces a encontrarnos con el hom-

79 Cf J. GOROSQUIETA, La encíclica "Laborem exercens": ¿continuidad o profunda novedad?, en "SalT" 70 (1982) 3-15.

80 Cf mi artículo Desde dónde leer la "Laborem exercens", en "Proyección" 29 (1982) 123-128.

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bre, que es precisamente —ya lo dijimos— el centro de atención de todo el magisterio de Juan Pablo II.

8.3. Esquema y contenido de la encíclica

Esto supuesto, se aclara no poco la estructura .que da consistencia a la LE81. De las cinco partes que la componen, la segunda y la tercera son las más importantes y originales: contienen el análisis del trabajo desde una doble perspectiva, en sí mismo considerado y en la presente fase histórica. En realidad, una y otra parte se entremezclan luego, y no hay una separación clara en el tratamiento de ambas. La primera parte es introductoria. La cuarta somete a consideración los derechos de los hombres en el trabajo. La quinta contiene breves indicaciones sobre la espiritualidad del trabajo.

Sin conocer el proceso de elaboración de este documento puede admitirse que el núcleo originario estuvo constituido por las partes segunda y tercera, a las que pudo añadirse el resto para conseguir un tratamiento más completo. Pero ello puede haber perjudicado a la claridad del mensaje. En todo caso, la lectura atenta y continuada de las cinco partes permite descubrir ciertas incoherencias, así como diferencias de estilo y enfoque.

El objeto de la primera parte es situar el documento en la problemática de nuestro tiempo (LE 1) y en el marco de la doctrina social (LE 2), para justificar en seguida la elección del tema en los términos que ya vimos antes (LE 3).

La segunda parte plantea la cuestión fundamental: el trabajo. El papa entiende el trabajo en un sentido muy amplio, quizá excesivamente amplio. Ya en las líneas introductorias, que preceden a la primera parte, se tiene esa impresión cuando se lee: "Trabajo significa todo tipo de acción realizada por el hombre independientemente de sus características o circunstancias; significa toda actividad humana que se puede o se debe reconocer como trabajo..." Definición imprecisa, que se resuelve en una pura tautología.

Con este concepto tan genérico, el papa busca la inspiración

81 Aparte de multitud de estudios aislados que han aparecido en muchas revistas y que es imposible citar aquí, varias de éstas han publicado números dedicados por entero a la LE: "SalT" (enero 1982), "RevFomSoc" (abril-junio 1982), "Corintios XIII" (abril-junio 1982), "IgVi" (enero-abril 1982). Cf también una buena síntesis: J. A. GIMBERNAT, El significado sociopolítico de la encíclica sobre el trabajo de Juan Pablo II, en "Arbor" 110 (1982) 255-265. Hay también algunos comentarios ya publicados; de entre ellos citamos: O. NELL-BREUNING, Arbeit undKapi-tal. Kommeníar zur Enzyklika "Laborem exercens" von Johannes Paulus II Europaverlag, Wien 1983.

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originaria de su encíclica en las páginas del Génesis: en el mandato de Dios de "llenad la tierra y sometedla" (LE 4b). Pero lo que la encíclica va buscando es el establecimiento de los principios éticos desde los que enjuiciar el mundo actual. Para llegar a ellos distingue dos sentidos o aspectos en el trabajo. Puesto que el trabajo es "una actividad transitiva", que desde el hombre se dirige a un objeto externo (LE 4c), puede considerarse la obra en sí, el producto del trabajo (trabajo en sentido objetivo o trabajo objetivado) y el sujeto que la realiza, que es siempre el ser humano (sentido subjetivo) (LE 5-6). El trabajo en sentido objetivo comprende la técnica, "entendida como conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo" (LE 5d). Desde el punto de vista subjetivo "el hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como imagen de Dios es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo" (LE 6b)82.

Así se constituye el hombre en "el primer fundamento del valor del trabajo" (LE 6í), y ello supone "la preeminencia del significado subjetivo del trabajo sobre el sentido objetivo" (ib). Con esto tenemos ya el criterio moral que buscábamos. Este es el orden de valores que cpn tanta frecuencia vemos invertido: siempre que "el hombre es considerado como instrumento de producción" (LE 7c).

Con esto está dicho todo lo fundamental de la segunda parte, aunque la encíclica se extiende a explicar cómo en la era industrial este orden de valores no ha sido respetado, cosa que ha suscitado fuertes reacciones por parte del proletariado y una profunda solidaridad en su seno (LE 7-8). Pero con esto se están avanzando ya cuestiones más propias de la tercera parte. Antes de entrar en ella subraya todavía el papa la dignidad de toda persona en el trabajo, aun cuando se trate de un trabajo penoso (LE 9), y las distintas esferas (persona, familia, sociedad) donde se manifiesta esta dignidad (LE 10).

La tercera parte es quizá la más importante, y tendremos que volver sobre ella. Según su título, se va a estudiar ahora el trabajo "en la presente fase histórica", época que comienza para Juan Pablo II con la industrialización misma. En dicha etapa, el problema del trabajo se viene planteando "en el contexto de un gran

82 I. Sotelo, en un artículo muy crítico, analiza estos dos sentidos del trabajo (el sometimiento de la tierra y la realización personal del hombre), cuyo origen se remonta al de la filosofía burguesa de los siglos xvu y xvm, y sobre cuya actualidad no quiere pronunciarse. Echa en falta, por el contrario, lo que él llama el "aspecto social" del trabajo, según el cual éste es un medio, quizá el principal, de inserción social. Cf Acotaciones impertinentes a una lectura apresurada de la encíclica "Laborem exercens", en "IgVi" 17 (1982) 104-105.

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conflicto entre el mundo del capital y el mundo del trabajo" (LE 11c), entre dos clases sociales, conflicto que se expresa también a nivel ideológico en el enfrentamiento entre liberalismo y marxismo (LE lid), pero que el marxismo tampoco ha sido capaz de resolver (LE lie).

La prioridad del trabajo subjetivo sobre el objetivo se traduce ahora en prioridad del hombre sobre el capital (LE 12a), que no es, en última instancia, más que la primacía de la persona sobre las cosas (LE 12f). Capital y trabajo no pueden oponerse; se necesitan mutuamente, pero con la debida subordinación de aquél a éste. Y eso es lo que no ocurre en la época actual, en la que esa "imagen incoherente" (LE 13b) ha quedado rota por el error del economicismo, para el cual "se considera el trabajo exclusivamente según su finalidad económica"; pero este error no es sino una forma de otro, el del materialismo, o "la convicción de la primacía y superioridad de lo que es material" (LE 13c).

En este momento llegamos al análisis de los dos sistemas económicos: capitalismo y colectivismo. Si lo normal ha sido siempre explicar sus diferencias, Juan Pablo II comienza poniendo de relieve aquello en que ambos coinciden: su carácter economicista y materialista. Y, sin embargo, el papa no los rechaza de plano; reconociendo implícitamente que son realidades bien arraigadas en nuestro mundo, se preocupa más bien de proponer caminos para que, desde uno u otro, se supere el error materialista y el hombre recupere el puesto que le corresponde en la vida socioeconómica (LE 14). Este es quizá el número más denso y más novedoso de todo el documento: el ideal de participación se ofrece a los que viven tanto a un lado como a otro de la línea divisoria de los sistemas. Es imposible no descubrir aquí la continuidad, y al mismo tiempo el progreso, en relación con las orientaciones de la OA sobre ideologías y movimientos históricos.

La cuarta parte supone un cambio notable de enfoque. Es un repaso a los derechos del trabajador, en donde curiosamente no se alude al derecho a la participación, que se ha presentado en la parte anterior como clave para la reforma de los sistemas. Se dice, en cambio, ahora que "el problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado" (LE 19a)83. En cualquier caso, esta parte ofrece menos novedad. Si acaso, una destacable es el concepto de "empresario indirecto" o "conjunto de instancias a escala nacional e internacional responsables de todo el ordenamiento de la política laboral" (LE 18a),

83 ¿Quiere decir que aquí el papa se sitúa en una perspectiva a corto plazo, mientras que antes lo había hecho a largo plazo? Así lo interpreta G. HIGUERA, Propiedad privada y salario justo, en "RevFomSoc" 36 (1982) 178-183.

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cuyo papel en la presente fase de crisis y paro adquiere una relevancia mayor84.

Finalmente, la quinta parte es un complemento sobre la espiritualidad del trabajo, en donde el lenguaje y el tono son muy diferentes. Es poco original: sus mejores formulaciones se encuentran en las largas citas del Vaticano II que reproduce, sobre todo de la GS, cuando trata del sentido profundo de la actividad humana en el mundo (capítulo III de la primera parte).

8.4. Algunos puntos más destacados

A pesar de los problemas con que se enfrenta la LE, el tono general es optimista. Y este optimismo se manifiesta también ante la técnica, aunque se reconozca que ésta "puede transformarse de aliada en adversario del hombre" (LE 5d). No hay tampoco rastro en todo el documento de esa nostalgia del pasado, que ha sido la gran tentación de otras intervenciones pontificias85. Al contrario, estamos ante una encíclica que mira al futuro por encima de todo, que confia en la capacidad del hombre para transformar y mejorar el orden vigente.

Uno de los puntos que ha sido más atentamente estudiado por los comentaristas ha sido el de los sistemas económicos86. Aunque se ha insistido como novedad de esta encíclica en el paralelismo con que Juan Pablo II trata a ambos sistemas, habría que matizar que el papa concede cierta prioridad al capitalismo, por cuanto su primer desarrollo se remonta ya a la época de la industrialización. En ese tiempo, el trabajo comienza a entenderse y tratarse como una especie de mercancía (LE 7b) y el hombre a ser considerado como instrumento de producción (LE 7c). "Tal inversión de orden, prescindiendo del programa y la denominación según la cual se realiza, merecería el nombre de capitalismo" (ib). Es éste un concepto amplio de capitalismo, que incluye también al colectivismo, según será descrito más tarde; en este sentido podría decirse, interpretando a Juan Pablo II, que el colectivismo no ha

84 Cf G. HIGUERA, El empresario indirecto: ¿quién es?, ¿cuál es su misión y su responsabilidad?, en "SalT" 70 (1982) 55-64.

85 Estos dos aspectos han sido destacados por G. CAMPANINI, Lavoro e societá nella "Laborem exercens", en "RivTeolMor" 13 (1981) 592.

86 Cf, por ejemplo, M. GARCÍA GÓMEZ, ¿Hay alternativa al capitalismo y al colectivismo?, en "SalT" 70 (1982) 45-53; J. M. OSES, Reflexión crítica sobre el capitalismo, en "IgVi" 17 (1982) 45-61; D. VELASCO, Reflexión crítica sobre el socialismo real, ib, 63-77; I. CAMACHO, "Laborem exercens": ¿qué sistema económico?, en "Proyección" 29 (1982) 199-210; J. GOROSQUIETA, El capitalismo en la "Laborem exercens", en "RevFomSoc" 36 (1982) 145-154; I. CAMACHO, El socialismo en la "Laborem exercens", ib, 155-163.

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fi o capaz de superar al capitalismo y se ha quedado reducido de necho a una forma del mismo.

^TO tratamiento conjunto de los sistemas se lleva a cabo sando como categoría mediadora la propiedad. Es un tema deci

sivo en todo esto (LE 14a). Juan Pablo II recuerda la doctrina cíonal de la Iglesia con formulaciones que expresan perfecta

mente lo más auténtico y genuino de ésta (LE 14cd). Esta doctrina se aparta radicalmente del programa del colectivismo, proclamado por el marxismo y realizado en diversos países del mun-

0 (-..). Tal principio se diferencia al mismo tiempo del programa el capitalismo, practicado por el liberalismo y por los sistemas

políticos que se refieren a él" (LE 14c). La diferencia de matiz, reflejada en los términos que hemos puesto en cursiva, no debe Pasar inadvertida. Respecto al colectivismo (Juan Pablo II no u sa el término "socialismo"), es claro que alude siempre al régimen vigente hoy en los países del Este y no puede identificarse sin mas con el socialismo en general. En cuanto al capitalismo, el concepto es más ambiguo y oscila entre el modelo real hoy existente y lo que el papa llama en algunos momentos el "rígido" capitalismo (p.ej., LE 14d.f). Pensamos, sin embargo, que, a tenor de lo que se dice en la encíclica, lo que el papa tiene ante la vista es el capitalismo de hoy. Sólo que se trasluce su menor familiaridad con él, en contraste con el colectivismo, del que se habla desde una experiencia muy directa87.

A propósito del capitalismo se dice que "el principio del respeto del trabajo exige que este derecho (el de propiedad) se someta a una revisión constructiva en la teoría y en la práctica" (LE 14d) para dar paso a una verdadera participación y a la copropiedad (LE 14e). Aunque se mencionan algunas formas concretas, ya recomendadas en otros textos del magisterio, este punto se deja al prudente juicio de los hombres según las circunstancias.

Respecto al colectivismo, hay una primera constatación, que parece incuestionable: la "eliminación apriorística de la propiedad privada de los medios de producción" no ha significado la eliminación de los errores del capitalismo (LE 12f). No se excluye el que "el grupo dirigente y responsable" de los medios de producción colectivizados pueda "cumplir su cometido de manera satisfactoria" (LE 12g), reconocimiento éste al que no estábamos acostumbrados en un documento como el presente. Sin embargo, esto no tiene por qué ser suficiente: "El mero paso de los medios de producción a propiedad del Estado, dentro del sistema colecti-

87 Nada sabemos del proceso de elaboración de la LE ni de los posibles colaboradores. La mano de Juan Pablo II se adivina muy presente en casi todas las páginas, al menos en las más nucleares. En todo caso, los colaboradores habría que suponerlos de procedencia geográfica semejante a la del pontífice, sobre todo en estos textos que ahora comentamos.

SÍNTESIS HISTÓRICA 173

vista, no equivale ciertamente a la socialización de esta propiedad. Se puede hablar de socialización únicamente cuando quede asegurada la subjetividad de la sociedad, es decir, cuando toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo copropietario de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos" (ib).

Es muy importante este pasaje por la neta distinción que en él se hace entre colectivización y socialización88 y porque marca las pautas por donde debe discurrir la transformación del socialismo real. No hay duda de que Juan Pablo II conoce muy bien las posibilidades y los límites de este sistema. Por eso no lo excluye de forma terminante ni lo acepta acríticamente. Lo considera un hecho social y una plataforma desde la que luchar por un mundo más humano.

Con esto creemos queda claro en qué medida la LE representa una novedad en la postura de la doctrina social frente a los sistemas económicos. Como se ha dicho, con ella se inaugura una nueva etapa. A las tres anteriores (condena global, distancia respetuosa, decisión en conciencia) sucede otra, caracterizada por una actitud crítica y una invitación al cambio de rumbo89.

Termina el papa su tratamiento de los sistemas económicos con una última reflexión sobre la propiedad. El hombre en el trabajo, sea cual sea el sistema socio-económico en el que se inserta, no sólo busca un salario que remunere su esfuerzo; exige también "que en el proceso mismo del trabajo tenga la posibilidad de aparecer como corresponsable y coartífice en el puesto de trabajo al cual está dedicado" (LE 15a); exige ser "consciente de que está trabajando en algo propio" (LE 15b). Esto supone una revisión de la doctrina sobre la propiedad. Juan Pablo II recoge lo más genuino de la tradición tomista sobre la propiedad privada como instrumento para el desarrollo de los valores personales; pero inmediatamente añade que algunos ponen fundados reparos a que la propiedad privada sea hoy medio eficaz para conseguir ese fin. Por eso se menciona la socialización, con tal que en su posible funcionamiento esté orientada por este mismo objetivo de desarrollar los valores personales (LE 15b). Es un pasaje oscuro, pero en donde queda reafirmado el carácter instrumental de la propiedad, cuya finalidad quizá pueda hoy mejor realizarse modificando a fondo las formas concretas de dominio.

88 Ya se habló antes de la socialización como una forma posible para cumplir las exigencias de la propiedad (LE 14c).

89 R. SANZ DE DIEGO, LO nuevo de "Laborem exercens", en "RevFomSoc" 36 (1982) 132-133.

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174 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

9. A modo de conclusión

Este largo recorrido nos ha servido para comprender la complejidad, la riqueza y también las limitaciones y lagunas de la doctrina social de la Iglesia. Hemos seguido paso a paso el esfuerzo de la Iglesia toda por responder a los problemas de la sociedad en cada momento de nuestra historia reciente. Hemos visto que poco a poco se ha ido desvaneciendo la pretensión de construir un sistema cerrado y definitivo. A cambio de ello, la doctrina social ha ganado en flexibilidad, sentido de lo concreto y, sobre todo, inspiración evangélica.

Vamos a concluir con un intento de definición de ésta, que indica el camino a seguir para el futuro; un camino en el que quedan aún muchas etapas por recorrer: "Podemos entender por doctrina social de la Iglesia las enseñanzas y valores que concreta el magisterio de la Iglesia contemplando la sociedad a la luz del evangelio, para que la comunidad cristiana, unida con los demás hombres, trabaje para la liberación integral de los hombres"90.

, 0 J. M. OSES, Actualidad de la doctrina social de la Iglesia, en "Corintios XIII" 22 (1982) 5.

SEGUNDA PARTE

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE

CONSIDERADA por Ildefonso Camacho

1. Visión de conjunto de la actividad económica 2. Los precios 3. Las necesidades humanas y su satisfacción 4. La unidad de producción 5. Los distintos modelos de empresa 6. El dinero y los intermediarios financieros 7. La economía como tarea de la sociedad y del Estado 8. La función del Estado en la economía

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Con tres rasgos podría sintetizarse el contenido de esta segunda parte. En primer lugar, pasamos de la historia (primera parte) a la sistemática (segunda parte), de una visión diacrónica a otra de carácter sincrónico. La sistemática no pretende negar la historia; su objeto es ordenar, para este presente que vivimos, el complejo sistema que es la vida económica y comprender su funcionamiento y las innumerables conexiones que entrelazan todos sus componentes.

En segundo lugar, procederemos desde la visión de conjunto (capítulo 1) al análisis de cada uno de sus elementos más importantes. Pero la tarea de descomponer el todo no puede hacernos perder de vista ese marco de referencia en que cada elemento adquiere su verdadero sentido.

Por último, nos moveremos siempre desde la economía hacia la ética. Esta opción metodológica será más explícita unas veces que otras; pero nunca estará ausente. Se basa en la convicción de que todo juicio ético exige un conocimiento serio y bien fundamentado de la realidad. En el caso que nos ocupa, esta convicción es más incuestionable aún por la complejidad de la vida socio-económica, que parece desbordar cualquier inteligencia mediana y no especializada.

CAPÍTULO 1

Visión de conjunto de la actividad económica

Por asociación de ideas, la actividad económica suele vincularse con dinero o con ganancia; también con producción de bienes para ser vendidos. Todo ello es cierto; pero, al mismo tiempo, está presuponiendo unas determinadas necesidades, que explican la demanda de esos bienes y la disposición a pagar algo a cambio de ellos. Las necesidades y la producción son dos elementos esenciales de la vida económica. Sin embargo, para hablar de economía en sentido estricto parece necesario referirse a la traducción pecuniaria de todo aquello: la referencia al dinero es imprescindible. Estos son los elementos de la experiencia común, que ahora tenemos que ordenar y sistematizar como primer paso para hacer una reflexión sobre la actividad económica.

1. Necesidades humanas y su satisfacción

Desde que el hombre existe se ha visto obligado a echar mano de los objetos del mundo que le rodea para satisfacer sus necesidades. El hombre es un ser esencialmente indigente, siempre en proceso de realización, nunca plenamente acabado. Necesita mantener su cuerpo con el alimento, defenderlo de las inclemencias del medio. Esas son necesidades básicas, imprescindibles para la subsistencia. A partir de ahí, otras muchas y diversísimas se acumulan en su vida, dependiendo de innumerables factores personales y sociales.

Si las necesidades varían, el hecho de existir como ser indigente es una constante humana. A medida que satisface unas necesidades o descubre los instrumentos idóneos para ello, otras nuevas emergen en su conciencia. El hombre primitivo vivía para subsistir: tan hostil e indomable le era la naturaleza, que se veía obligado a dedicar toda su actividad prácticamente a arrancar a la misma los medios imprescindibles para sobrevivir. En épocas posteriores, cubiertas estas necesidades más perentorias con un es-

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178 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

fuerzo menor, pudo dedicar una parte de su tiempo a satisfacer otras conforme se iban suscitando en la experiencia individual y colectiva.

Esta facilidad creciente para colmar su propia demanda de bienes fue posible gracias, por lo menos, a dos hechos trascendentales. En primer lugar, la incorporación de instrumentos cada vez más adecuados para ayudarse en su actividad. Los ejemplos pueden multiplicarse: toda máquina, y cuanto más sofisticada mejor, es un ahorro de energía humana; significa que se reduce el tiempo que el hombre dedica de su actividad a la consecución de un determinado fin. En segundo lugar, el ser humano ha sabido organizarse para dividir su trabajo: distribuir la actividad de manera que cada uno no se vea obligado a producir todos los bienes que él necesita, sino que entre todos produzcan lo que todos necesiten en conjunto y se llegue luego a una adecuada distribución.

Estos dos hechos son tan evidentes que pueden pasar inadvertidos. En ellos radica, sin embargo, en gran parte lo que hemos llamado la actividad económica. Supuestas las necesidades humanas y su perpetua insaciabilidad, los hombres se han organizado para garantizar su satisfacción de la forma más eficaz posible.

2. Proceso de producción y creación de valor económico

De alguna manera, en lo que precede, ya ha quedado introducido el proceso de producción: a través de él, una determinada materia se transforma hasta alcanzar un estado que la haga apta para satisfacer las necesidades del hombre. Pero para ello es necesario que intervenga el hombre con su actividad, y es conveniente también que se ayude con un instrumental adecuado.

Todo esto podemos expresarlo en un esquema que recoja los elementos aludidos:

Trabajo Instrumentos

\ A Materia prima I Proceso de producción j Producto elaborado /

El proceso de producción puede alargarse indefinidamente. Todo depende de que el hombre tenga tiempo que dedicarle y de

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 179

que disponga de los medios convenientes. Cuanto más eficaces sean estos medios, mayor será la productividad, o producto realizado por unidad de tiempo. El alargamiento del proceso significa que el producto fina] alcanzará un nivel más elevado de elaboración.

La técnica moderna ha hecho posible que los procesos de producción sean cada vez más complejos y los bienes fabricados más sofisticados. Pero todo este avance técnico no puede ocultar que la base de todo proceso de producción es la materia prima: es decir, aquello que suministra la naturaleza. Es cierto que el hombre y la técnica pueden contribuir a aumentar lo que la naturaleza genera (piénsese en la agricultura y sus adelantos). Pero existen límites que no está en manos de la humanidad traspasar, al menos en un plazo relativamente corto (el caso de los recursos petrolíferos acude de inmediato a nuestra mente). La sociedad actual no puede prescindir ya de este hecho, que en ciertos momentos se yergue como una amenaza para su propio futuro.

Durante mucho tiempo, los hombres casi limitaron su actividad a extraer aquellos recursos que la naturaleza ofrecía: no tenían tiempo para más. Las actividades del sector primario (cultivo de la tierra, extracción de los productos de ésta, así como del subsuelo y del mar) agotaban toda la capacidad de trabajo humano, completamente desasistido de la maquinaria apropiada. Un ejemplo lo aclarará. En la Europa medieval se cifraba la producción de una tonelada de trigo en unas mil quinientas horas de trabajo humano; en Estados Unidos, tras la revolución industrial y en torno al año 1800, bastaba con ciento treinta y ocho horas de trabajo para producir la misma cantidad; un siglo después eran suficientes cuarenta horas; en la década de 1970 la producción de una tonelada de trigo sólo consumía cuatro horas de trabajo'. Las consecuencias de estos hechos son trascendentales.

A medida que la técnica avanza y el hombre se va dotando de medios eficaces de producción, el porcentaje de población trabajadora que se ocupa en actividades primarias comienza a disminuir; simultáneamente crece el número de personas que se dedican al sector secundario: el sector industrial o de transformación material de los bienes. Como resultado, el nivel de elaboración de los bienes aumenta, así como la diversificación de éstos. Hoy día apenas usamos en nuestra vida cotidiana los bienes en su estado natural; hasta en el caso de los alimentos es cada vez más corriente servirse de conservas, de platos preparados... Todavía existe un tercer sector, el sector terciario, donde se incluyen aquellas actividades que facilitan aún más el uso de los bienes, sin afectar ya a su forma exterior (por ejemplo, el comercio en sus distintas mo-

1973 C 4 P ' B A I R O C H ' El T^cer Mundo, en la encrucijada, Alianza, Madrid

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180 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

dalidades). Todo esto es posible gracias a la técnica, que permite multiplicar los productos y ofrecerlos al usuario cada vez más adecuados para satisfacer sus necesidades.

Para lo que sigue es importante distinguir dos tipos de bienes, en los que puede dividirse cuanto nuestro mundo produce. Los bienes de consumo son aquellos que sirven para satisfacer de un modo inmediato las necesidades de la población; normalmente, suelen desaparecer con el uso. El ejemplo más claro es el de los alimentos; otros se consumen de un modo más paulatino. Todos ellos se distinguen claramente de los bienes de inversión: éstos sirven para producir otros bienes y tienen, por tanto, un carácter instrumental. No están destinados a un consumo inmediato; pero facilitan, en cambio, todos los procesos de producción. También se deterioran y acaban por perder toda su utilidad.

Hasta aquí toda nuestra reflexión se ha mantenido en el ámbito de lo real. Lo estrictamente económico, como contrapunto a lo real, sólo se ha insinuado alguna que otra vez. Ya es hora de abordarlo. Porque la técnica, a la que hemos atribuido el progreso de la producción, no es la única responsable de éste. Detrás de esos medios productivos que contribuyen a agilizar el trabajo humano existe siempre un capital que financia. Todo bien de inversión es un capital; supone que alguien ha renunciado a emplear todo su dinero en satisfacer necesidades inmediatas (a gastarlo) para dedicar una parte de él a servir como de sostén a bienes productivos. Gastar dinero significa, en sentido estricto, dedicarlo a la compra de bienes de consumo; es, por tanto, un dinero no recuperable. Invertir dinero es cosa muy distinta; supone la renuncia a satisfacciones inmediatas y la confianza de recuperarlo a medida que el bien en que se invirtió sea retribuido en función de los bienes que contribuye a producir. El dinero invertido, a diferencia del gastado, es siempre recuperable.

¿Cómo es posible recuperar este dinero? A través de un mecanismo equivalente al que permite retribuir la actividad humana. El proceso de producción no sólo produce bienes: produce también un valor económico. La diferencia entre el valor del producto final y el de los bienes que se han transformado es lo que se llama el valor añadido. Cuanto más largo es el proceso de producción mayor es el valor añadido. Esto se manifiesta en los precios de los bienes utilizados en el proceso en comparación con el precio del producto final, sea éste un bien de consumo o de inversión. Pero últimamente esta diferencia de precios significa que al bien ha sido incorporado una actividad humana, ya sea directamente, ya de forma indirecta a través de la producción de los bienes de inversión usados ahora.

Pues bien, dicho valor añadido tiene como destino el trabajo y el capital, es decir, las personas que desarrollan su actividad pro-

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 181

ductiva y las que facilitan los instrumentos de trabajo. Trabajo y capital son los factores de producción: ambos, actuando sobre una materia prima, producen el bien final; ambos se apropian, en consecuencia, el valor añadido en el proceso.

Estos mecanismos permiten que todo ciudadano disponga de medios para adquirir los bienes que otros producen y que él necesita. Así es posible la división del trabajo. La incorporación del dinero a la vida social dota de una enorme agilidad a las relaciones productivas y posibilita el que nadie se vea obligado a producir personalmente todo aquello que necesita para sobrevivir.

El valor económico se crea, pues, a través del proceso de producción y gracias al trabajo humano y al capital; aunque no son dos factores homogéneos (ya tendremos ocasión de volver sobre ello), desde el punto de vista productivo tiende a presentarse así, dado su papel en la producción. Nótese, además, que, partiendo de una cantidad de materia prima, el valor económico creado puede incrementarse indefinidamente con sólo prolongar el proceso de producción. Si la cantidad de trabajo empleado permanece constante —como suele ocurrir para un período no muy extenso de tiempo—, el enriquecimiento de la sociedad dependerá de su capacidad de ahorrar y de acumular capital que financie los medios de producción y haga posible una mayor eficacia productiva del trabajo. Una sociedad que genera una renta o valor añadido apenas suficiente para subsistir puede decirse que carece de capacidad de ahorro; dicha renta queda destinada en su práctica totalidad a la compra de bienes de consumo. Sólo cuando la renta generada supera las exigencias de la subsistencia y el consumo, la sociedad ahorra, invierte y crece económicamente. La acumulación de capital provoca una nueva acumulación de capital. Pero este capital que, al acumularse, se convierte en un colaborador del trabajo, puede también actuar en contra del mismo: cuando el capital sustituye al trabajo y el hombre trabajador se ve abocado al paro. El capital aparece entonces como el principal competidor y enemigo del trabajo.

3. Proceso de distribución del valor

En la sociedad todos somos consumidores, porque todos necesitamos determinados bienes que se producen en ella. Muchos somos, además, productores en la medida en que contribuimos directa o indirectamente a la producción de los bienes. Pero, puesto que casi nadie produce lo que él mismo necesita consumir, se hace preciso el intercambio. Y entonces se establece un mecanismo de circulación que podemos esquematizar así:

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182

D I N E R O (PRECIOS)

OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

^ _ Unidades de producción

7—

D I N E R O (RETRIBUCIÓN FACTORES)

Por una parte, existe un circuito de carácter real: las unidades de producción suministran bienes a las unidades de consumo, en tanto que éstas ponen a disposición de aquéllas los medios o factores de producción para hacerlas funcionar. Pero todo esto no se hace gratuitamente: por eso existe otro circuito de carácter monetario, a través del cual el suministro de bienes es retribuido mediante los precios, y el de factores medíante los salarios del trabajo o las rentas del capital (en sus diversas formas). El dinero, por tanto, permite el funcionamiento de todo el sistema y lo dota, además, de una extraordinaria fluidez. Pero no acaba ahí su función.

El dinero sirve además para distribuir el valor económico que nace en el proceso de producción. Ese valor añadido, de que antes hablábamos, va a parar a manos de los que ponen el trabajo o ceden el capital. Este mecanismo de distribución es fundamental en la vida económica. De él depende el nivel económico de los distintos grupos sociales o familias.

La forma de distribución ha sido siempre una cuestión enormemente polémica. En la etapa inicial de la industrialización, la abundancia de mano de obra disponible permitió que los salarios se mantuvieran a niveles ínfimos (la masa del proletariado estaba dispuesta a trabajar a cualquier precio, con tal de poder subsistir). Gracias a ello, una suculenta parte del valor añadido en la producción fue a parar a manos del capital. Todo ello permitió un proceso muy acelerado de acumulación de capital y, simultáneamente, un empobrecimiento de las clases trabajadoras hasta niveles de miseria.

Hoy las cosas no revisten idénticas características, al menos en los países desarrollados. Pero ello no obsta para que la distribución siga siendo un problema debatido. Gran parte de los es-

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 1 8 3

fuerzos de todos los grupos sociales, de todos los que desarrollan alguna actividad en cualquier empresa, se concentran en obtener una mayor participación en la renta que se genera. Uno de los grandes peligros de esta insatisfacción generalizada consiste en hacer crecer artificialmente el valor: todo el mundo tiene la ilusión de que aumentan sus ingresos; pero, en realidad, los precios están subiendo al mismo ritmo, neutralizando automáticamente la mejora anterior. Cuando estos mecanismos se instalan en una colectividad y se convierten en práctica normal se habla de inflación. Tendremos que volver sobre este punto. Ahora sólo se alude a él para subrayar un hecho de gran interés económico. Hemos hablado de dos niveles en la economía, el real y el monetario o estrictamente económico; aquí es preciso añadir la íntima conexión existente entre ambos, de manera que si el aumento de las rentas económicas no responde a un crecimiento de la producción real, se queda reducido a una vana ilusión y termina, además, por distorsionar la vida económica toda.

Por tanto, la distribución, aunque se hace en términos económicos, tiene que apoyarse en producción real de riqueza. Una mayor participación de un determinado grupo (el trabajo, por ejemplo) en la renta global producida sólo puede ser efectiva en dos supuestos: o disminuye la participación de los demás, permaneciendo la renta global constante; o aumenta esta última para permitir que los demás no vean decrecer su participación. Si no ocurre una de estas dos cosas (o las dos a la vez), la mayor participación es artificial y carece de sentido.

Es tan importante esta cuestión que muchas veces se plantea una modificación de la distribución espontáneamente resultante del conjunto de los procesos productivos. Se habla entonces de redistribución. Es tarea de toda la sociedad, asumida directamente por el Estado a través de su política económica; sobre todo por medio de la acción conjunta del cobro de impuestos y del destino que se da a las cantidades recaudadas.

4. La adecuación de la producción a las necesidades

Cuando la división del trabajo hace que nadie produzca todas las cosas que necesita, se origina una situación de dependencia generalizada: todos dependemos de todos. Porque si muchos nos despreocupamos de cultivar la tierra y producir alimentos es por confiar en que otros lo harán. Y así sucesivamente. Es importante, pues, que los bienes producidos por toda la colectividad respondan a la necesidad de sus miembros. Dicho con palabras más técnicas: hace falta que la oferta se ajuste a la demanda.

Este es otro de los problemas cruciales de la vida económica. Puede analizarse desde una doble perspectiva: colectiva e individual. Así lo haremos también nosotros.

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184 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Desde el punto de vista de la colectividad, ésta dispone de una determinada cantidad de recursos aptos para producir: recursos naturales ante todo, pero además mano de obra de diversos niveles y capital. Todo ello debe ponerse en funcionamiento para producir aquellos bienes que la sociedad demanda y en cantidad adecuada a las necesidades de ésta. La asignación de unos recursos a la producción de un bien supone naturalmente la renuncia a destinarlos a producir otros. Esta afirmación tan simple significa que todo el conjunto de recursos tiene que armonizarse para lograr una estructura productiva adaptada a la situación de la demanda y flexible para reaccionar ante las modificaciones de ésta. Este proceso de asignación de recursos es uno de los mecanismos más trascendentales de la vida económica. Se hace a través de los precios. Es sabido que los precios altos estimulan a los productores y retraen a los consumidores, mientras con los bajos ocurre lo contrario. Por eso hay que llegar a un acuerdo o ajuste, donde los productores estén dispuestos a producir los bienes necesarios a la sociedad y en la cuantía precisa en que los consumidores están dispuestos a comprarlos.

En tal proceso de ajuste es de desear, al menos en teoría, que se actúe racionalmente. Por ejemplo, que un colectivo no se empeñe en producir aquello para lo que carece de los medios adecuados; porque el esfuerzo mayor en este terreno acarreará una concentración desproporcionada de recursos, que habrá que detraer de otros campos de la producción en donde quizá producirían de forma más eficiente. Claro que este criterio no puede absolutizar-se, ni se absolutiza de hecho; pero sí sirve, por ejemplo, para renunciar a la fabricación de ciertos bienes y comprarlos fuera o renunciar definitivamente a su uso y consumo.

Esto nos pone en la pista de una cuestión decisiva: el coste. Pasamos así a la segunda perspectiva anunciada antes: el punto de vista individual. Según éste, tanto el consumidor como el productor, al decidir qué comprar o qué producir respectivamente, tendrán que examinar el coste. El conjunto de necesidades de cualquier consumidor suele ser superior con mucho al de sus recursos económicos; entonces no le queda más remedio que optar por renunciar a la satisfacción de unas necesidades para hacer frente a la de otras. La satisfacción de cualquier necesidad supone siempre un coste, que es la renuncia a otra alternativa. Cuanto mayor sea el grado en que psicológicamente se perciba la necesidad, mayor será el coste que se está dispuesto a pagar por satisfacerla2.

Por parte del productor acaece algo semejante. Estará dis-

2 No queremos exagerar este planteamiento, que sabemos fue decisivo en el análisis económico de la escuela neoclásica. Nos limitamos a exponer los hechos tal como se presentan en la experiencia corriente, sin absolutizarlos como único criterio de elección.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 1 8 5

puesto a producir algo siempre que se le pague su coste. Nadie está dispuesto a producir lo que la gente no necesita y, por tanto, no va a pagar. Y el coste dependerá de los recursos utilizados y consumidos: una materia prima que se elabora, previamente adquirida, además del trabajo y del capital que hay que retribuir. Ese es un tope mínimo: si la venta del bien producido no permite recuperar el coste de producción, pronto se dejará de fabricar dicho bien. Si los productores actúan sólo movidos por el afán de ganar lo más posible, cosa que ocurre con frecuencia, entonces tenderán a producir más cuanto mayor sea la ganancia que se ocasiona. Pero manteniéndonos ahora en el caso general, baste con afirmar que la producción de un bien estará profundamente condicionada por su coste; hasta el punto de que, si el consumidor no está en condiciones de pagarlo, alguien tendrá que hacerlo por él cuando su uso es irrenunciable.

Consideradas las cosas desde esta óptica es fácil adivinar la complejidad que encierra este ajuste de la oferta y la demanda. Por ahora nos hemos limitado a afirmar que aquí radica en gran parte el éxito de la economía de una sociedad, añadiendo algunos elementos que inciden sobre todo esto. En el capítulo próximo analizaremos los modelos más típicos de llegar al ajuste.

Hay dos formas de proceder a este ajuste. Son dos modelos simplificados, que nunca existen con ese grado de pureza en la realidad, pero que sirven para comprender lo que de hecho ocurre. Hagamos una breve descripción de cada uno de ellos.

El primer modelo es el mercado. En él, todo el ajuste se deja en manos de los particulares, sean consumidores o productores. La decisión final sobre cuánto producir y consumir y a qué precio es la resultante de muchas decisiones particulares. Esto ocurre con cualquier bien, del tipo que sea; ocurre también con los factores de producción. Existe un mercado para cada bien o factor; en él hay un continuo contacto entre oferta y demanda, que determina en cada momento los niveles de producción y de precios. Todos los mercados se relacionan, de forma que unos son alternativas para los otros; cuando alguien se plantea si consumir o producir un bien, lo hace teniendo a la vista la posibilidad de consumir o producir otro que tenga ciertas semejanzas con el primero. Esto significa que toda la vida económica es un conjunto complejo de mercados simultáneos e interconectados, por medio del cual se canalizan todos los procesos de producción, distribución e intercambio.

¿Es posible que este complicado conjunto funcione? Existe en él un mecanismo elemental que permitirá, en principio, el ajuste de la oferta y la demanda. Se trata de un proceso de tanteo. Así, cuando la demanda de un bien es excesiva para la oferta existente, los precios tienden a subir. Pero esto atrae nuevos productores

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186 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

o anima a los antiguos a producir más. Con ello se aumenta la oferta y se compensa la tendencia del precio a subir. Cuando es la oferta la que supera a la demanda, entonces ocurre al revés: los precios tienden a bajar, en un intento por parte de cada productor de dar salida a su oferta antes que los otros, puesto que no hay compradores potenciales para la oferta total. Esta caída de los precios desanimará a algunos productores, que disminuirán su producción o la suprimirán del todo, buscando una actividad alternativa que les permita mayores ganancias.

En teoría, estos mecanismos parecen lógicos; y existen muchas experiencias de la vida diaria que parecen confirmar que las cosas ocurren así. Pero no siempre. Porque este modelo es enormemente simplificador; presupone ciertas condiciones tan estrictas que es imposible que se den en la vida real. Presupone, en primer lugar, que cada uno, sea consumidor o productor, actúa en respuesta a lo que sucede en el mercado, pero no tiene capacidad para influir significativamente en el resultado final. Es evidente que ninguna de las numerosas amas de casa que acuden cada día a "la compra" es capaz de modificar los precios del mercado. ¿Pero puede decirse lo mismo de determinados productores que controlan una gran parte de la producción de un bien concreto? Estos sí que pueden imponer unos precios, sobre todo cuando se trata de bienes de difícil sustitución. Más aún: volviendo al ejemplo del ama de casa, ésta no suele preocuparse cada día de comparar los precios de un mismo producto y de comprarlo donde es más barato; ahora bien, sólo en este caso obligaría a los vendedores más caros a abaratar sus bienes. Entonces podemos decir que falla otro de los presupuestos del modelo expuesto: lo que se llama la transparencia del mercado, o el hecho de que ese mercado ideal es puntual y en él no hay distancias.

Basten estos ejemplos para comprender que este modelo es demasiado ideal para ser viable en la práctica. Sin embargo, paradójicamente, sirvió de legitimación durante una fase importantísima de la historia reciente: la del despegue y consolidación del desarrollo de los países hoy ricos. Sobre este asunto volveremos en seguida para analizar sus presupuestos éticos. Ahora analicemos el modelo alternativo.

La determinación de los bienes que es preciso producir, sus cantidades y precios puede ser también fruto de una decisión impuesta por la autoridad competente. Cuando esto ocurre, estamos en el sistema llamado de planificación. Aquí no se parte de los individuos para llegar a la colectividad. Al revés: desde el colectivo global se impone una decisión a la que tienen que acomodarse los particulares. Se supone que hay quien pueda tomar esa decisión porque tiene elementos de juicio requeridos: porque conoce de hecho la demanda global de la sociedad y los recursos disponi-

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 1 8 7

bles, o porque actúa en función de unos objetivos a cuya determinación se llega por otros caminos. Esto segundo es más frecuente. Por ejemplo, es posible que unos dirigentes políticos estén convencidos de que asignar más recursos a la sanidad es tan importante que merece la pena sacrificar otras posibles demandas sociales y concentrar los efectivos económicos en ese campo. Esta planificación, que siempre es impositiva, puede venir precedida de un proceso de decisión democrático y participativo. Pero, una vez tomada la decisión, ésta se impone a la praxis de cada individuo o grupo.

Evidentemente, este segundo modelo llevado al extremo y ab-solutizado sería absurdo y exigiría un sistema de control tan estricto que apenas es imaginable. En realidad, la planificación, más que un modelo teórico, es un procedimiento práctico, históricamente surgido para contrarrestar los abusos del mercado. Pero este carácter práctico le ha permitido introducirse en el campo económico de una forma gradual y en combinación con los mecanismos del mercado.

En consecuencia, cabe concluir que los dos modelos teóricos dan pie a multitud de realizaciones prácticas, en las que se combinan elementos del mercado y la planificación. Del mercado se aprovechan sus mejores elementos: el fomento de la iniciativa personal, la libertad de elegir, la capacidad creativa de los individuos y grupos, la variedad propia del cuerpo social... De la planificación se toma lo que en ella hay de positivo frente al mercado: la consideración de la totalidad y de lo colectivo, la preocupación por la igualdad, la atención a los individuos o grupos con menor poder en la sociedad... Tendremos ocasión de volver sobre estos puntos.

5. Reflexión ética

Antes de continuar con el análisis de la actividad económica conviene revisar todo lo dicho en este capítulo desde una perspectiva ética. No cabe duda que es difícil separar estos dos aspectos, el estrictamente económico y el ético; en la realidad suelen darse tan mezclados que lo ético apenas se explícita. Pues bien, quizá una de las tareas más importantes de nuestra reflexión habrá de ser explicitar las opciones éticas que subyacen a multitud de decisiones y de actuaciones en lo económico. A quienes piensan que la economía discurre por senderos del todo ajenos a la ética, habría que decirles que detrás de la frialdad característica de dicha actitud se esconden unas opciones por determinados valores en

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188 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

lugar de otros: ¿y qué significa eso, sino que estamos de lleno en el campo de la ética?3

En todo este capítulo se ha venido presuponiendo que la economía, entendida como producción y distribución, tiene como motor las necesidades humanas. Se ha repetido bastante que la actividad social tiende a organizarse de la forma más eficaz para satisfacer dichas necesidades. Cabría preguntar si eso es una afirmación positiva o normativa.

Muchos manuales, al definir la economía de un modo positivo, se apoyan en estos elementos. Véase un ejemplo: "La economía es el estudio de la manera en que los hombres y la sociedad utilizan —haciendo uso o no del dinero— unos recursos productivos 'escasos' para obtener distintos bienes y distribuirlos para su utilización presente o futura entre las diversas personas y grupos que componen la sociedad" 4. Sin embargo, esta subordinación de la producción a las necesidades, que constituye —según los técnicos— la esencia de la vida económica, es muy frecuentemente contradicha por los hechos.

Hasta tal punto el problema de la distribución ha ocupado el primer plano de las luchas sociales en la historia reciente, que la producción no ha tenido más remedio que subordinarse a él, y la satisfacción de las necesidades ha quedado últimamente supeditada a ambos.

En la época en que la revolución industrial estaba dando sus primeros y espectaculares frutos, llegó a pensarse que la actividad económica se organizaba de tal forma que producía automáticamente el máximo bienestar social posible. La ideología liberal, aplicada a la economía, defendía que si cada uno buscaba su propio interés, aunque fuese movido por el más descarado egoísmo, el resultado sería el bien de toda la sociedad. Es la época del "Laissez faire, laissez passer", la mejor legitimación del capitalismo y de la economía de mercado, que privilegian el individuo y su libertad como base y motor del progreso5. Dentro de esta mentalidad, la búsqueda del beneficio privado se presenta como

5 Cf T. W. HUTCHISON, Economía positiva y objetivos de la política económica, Vicens-Vives, Barcelona 1971, 48-135; J. Ph WOGAMAN, Los problemas económicos como problemas éticos, en "Concilium" 16 (1980), 539-550, en especial 540-542; M. FALISE, Une pratique chrétienne de l'économie. Le Centurión, París 1985, 17-44.

4 P. A. SAMUELSON. Curso de economía moderna, Aguilar, Madrid 197316, 5-6. Otros enfoques parecidos pueden verse, por ejemplo, en J. HARVEY, Curso medio de economía, Ariel, Barcelona 19732, 1-7; P. HARTEN, La economía. Sus leyes y sus misterios, Herder, Barcelona 1979, 13-19.

5 La literatura sobre el capitalismo liberal es inmensa. Algunos manuales asequibles podrían ser: H. DENIS. Historia del pensamiento económico, Ariel, Barcelona 1970, 83-283; E. JAMES, Historia del pensamiento económico, Aguilar, Madrid 19712, 65-118; W. J. BARBER, Historia del pensamiento económico, Alianza, Madrid 19742, 19-107; J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, Historia del pensamiento económico, Aguilar, Madrid 1980, 48-158.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 189

un servicio a la sociedad y a todos sus miembros. Mucho tiempo hubo de transcurrir para que se impusiera la fuerza de los hechos; éstos demostraban que dejar la actividad económica en manos de la libertad individual y de la competencia privada producía automáticamente no el bienestar de todos, sino un aumento importante de la riqueza, pero acompañado de una pésima distribución y de la miseria de amplios grupos sociales. El origen histórico del socialismo debe entenderse desde aquí: como una reacción contra el individualismo y la exaltación de lo privado. Si su carácter de reacción lo llevó a los excesos contrarios, no se puede negar que su móvil originario respondía perfectamente a las profundas injusticias que acompañaron a la economía industrial del progreso y del desarrollo a lo largo del siglo pasado.

Este eterno dilema de la libertad y de la igualdad, los dos valores que subyacen al enfrentamiento entre capitalismo y socialismo, es el trasfondo de esa otra cuestión de que habíamos partido: la subordinación de la producción a las necesidades del hombre, pero del hombre entendido de una manera integral y como miembro de una sociedad de iguales. El progreso económico, una vez que se convierte en elemento consustancial a la historia contemporánea, suscita otras cuestiones derivadas: ¿es el progreso económico el verdadero progreso?, ¿progreso para quién?, ¿progreso a costa de quién y de qué?, etc. A todas estas preguntas la humanidad ha ido buscando respuestas coherentes, encadenándose unas a otras, de forma que unas respuestas suscitan nuevas preguntas.

Ante todo hay que afirmar que la economía debe estar al servicio del hombre. Parece una afirmación banal. La historia demuestra que no es así. El Vaticano II, haciéndose eco de esta historia, también ha proclamado que "el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social"6. Es un principio cargado de consecuencias, las cuales irán explicitándose a lo largo de los capítulos que siguen. Veamos algunas de ellas.

Cuando se dice que el hombre es el centro de la vida económica, el que le da sentido, es preciso puntualizar: "La finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente" 7. La economía, al servicio de todo el hombre y de todo hombre. Muchos análisis técnicos han trabajado con

6 Constitución Gaudium et spes 63. La afirmación aparecía ya en la primera parte, en el n 25, referida a toda la vida social: "El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana".

7 Ib. 64. El subrayado es nuestro.

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190 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

una visión incompleta del hombre, el "homo oeconomicus", el hombre productor y consumidor de bienes materiales. La realidad muchas veces ha promocionado tal tipo de persona. Nosotros mismos hemos interiorizado de tal modo esta forma de ser y de entendernos que llegamos a medir el bienestar de la humanidad con parámetros estrictamente económicos, como son la renta o el producto nacional, sin preguntarnos ni qué ni cómo se produce para generar esa riqueza; así estamos identificando el crecimiento económico con el bienestar humano y social.

La exigencia de que la producción está al servicio de todos los hombres ha sido ya formulada en repetidas ocasiones. Ella se convierte en el principal acusador del sistema capitalista, promotor del lucro y del beneficio privado como móviles y de la libertad individual como instrumento; en su etapa liberal, este capitalismo sembró de desigualdades las sociedades desarrolladas; hoy, en su nueva etapa de dimensiones internacionales, está condenando a la miseria y a la desaparición a pueblos enteros.

Aquel principio formulado por el Vaticano II obliga también a detenerse en otro de sus elementos: el hombre, autor de la vida socio-económica, protagonista de ella. Si el capitalismo liberal de tal modo exaltó al individuo que estuvo a punto de aniquilar a la sociedad o a una buena parte de ella, las corrientes socialistas tradicionales han controlado tanto los excesos de la libertad que han convertido al hombre en el beneficiario pasivo de una gran máquina de producción que es el Estado y sus órganos de planificación. Si el hombre llega a ver satisfechas sus necesidades más perentorias en tal sistema, pronto empieza a vivirse a sí mismo como un ser deshumanizado y privado de autonomía.

Pero esta deshumanización no es un problema exclusivo de las sociedades con régimen colectivista; es un efecto de la complejidad técnica y de la masificación, rasgos típicos de nuestro mundo desarrollado, que trascienden las fronteras entre capitalismo y socialismo. Su consecuencia más inmediata: la opción por los fines se desvanece ante la continua preocupación por los medios. Es lo que Horkheimer ha llamado la "razón instrumental" o la absolu-tización de la razón científico-técnica8. La experiencia del trabajo mecánico, sin apenas ocasión para el ejercicio de la iniciativa y la creatividad humanas, es común a dos fenómenos tan característicos de la sociedad moderna como son la producción tecnológica y la burocracia9. Todo ello produce una alarmante disolución del sujeto ético, en la medida en que nadie tiene conciencia de ser

» Cf M. HORKHFIMER, Zur Kritik der instrumentellen Vernunft, Frankfurt 1967. aunque la edición original es inglesa: Eclipse of Reason, Nueva York 1974.

9 Cf la descripción de ambos y sus efectos sobre la conciencia moderna en p BERGER y otros, Un mundo sin hogar. Modernización y conciencia. Sal Terrae, Santander 1979, 27-62.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 191

responsable de unas acciones que se insertan en complejos sistemas cuyo funcionamiento y efectos el individuo no controla. La ética queda circunscrita, si acaso, al ámbito estricto de lo privado 10.

Cabe preguntar si es posible devolver al hombre esta responsabilidad, este sentido de la humanidad, que se desvanecen en nuestro mundo. Este es un enorme reto de hoy. La exigencia de participación sigue resonando por doquier como grito de rebeldía contra la paulatina disolución del sujeto humano. Por otra parte, ante el proceso irreversible de aumento del paro cabe plantearse todos estos problemas en unas coordenadas diferentes: ¿no habrá que buscar el ámbito del desarrollo verdaderamente humano fuera de la actividad económica y productiva? ¿No está el paro, como fenómeno social y generalizado, "obligándonos" a redescubrir el ocio, que ya no será "tiempo libre", sino un tiempo lleno de posibilidades para el hombre?

Todo esto son consecuencias de ese principio que el Vaticano II formuló sintetizando muchas aspiraciones de nuestro mundo. Pero éstas no acaban ahí.

La prioridad del hombre exige que todos los restantes bienes creados estén también subordinados a él. Este es un principio moral muy arraigado en la tradición cristiana, aunque el último siglo haya quedado desplazado a segundo plano ante el empuje de la propiedad privada y de la ideología liberal que la sustentaba. Hoy resulta cada vez más claro el destino universal de los bienes de la tierra (puestos a disposición de todos los hombres) y el carácter subordinado de la propiedad privada; es decir, ésta se justifica sólo y en la medida en que contribuye a la realización más efeciva de ese destino universal11.

Cuando estos bienes dejan de ser algo estático que la naturaleza ofrece al hombre para aparecer ante la conciencia moderna como la base y el producto de la actividad humana, el principio anterior sigue manteniendo su validez, pero sus consecuencias varían. En esta nueva forma de ver las cosas, la ética exige una efectiva participación de todos en la riqueza que la sociedad produce. Esta afirmación tan genérica precisa de concreciones que ahora no es momento de hacer. Sólo queremos subrayar el sentido nuevo que ese destino universal de los bienes recibe cuando se interpreta desde la mentalidad del hombre que transforma la naturaleza y no sólo goza de sus bienes.

10 Cf A. HORTAL, El sujeto ético en la era tecnológica, en A. Dou (ed.), Aspectos éticos del desarrollo tecnológico. Mensajero, Bilbao 1980, 185-212.

11 Tal doctrina aparece ya en el Vaticano II, donde se consagra la primacía del trabajo humano sobre la propiedad: cf constitución Gaudium et spes, 69 y 71. La encíclica Laborem exercens ha desarrollado ampliamente estas ideas; cf en especial el n 14 de la misma.

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Precisamente este cambio trascendental, que es la clave de la revolución industrial (o de las tres revoluciones industriales que se han sucedido en la historia), nos pone frente a otro de los grandes problemas de hoy. Durante siglos el hombre vivió la naturaleza como una amenaza o como una potencia que debia dominar. En la actualidad, hasta tal punto la domina que se ha convertido en una amenaza para ella. El crecimiento demográfico empieza a hacernos dudar de la suficiencia de los recursos naturales para sustentar a una población mundial que en 1975 alcanzó los 4.000 millones y que superará con creces los 6.000 millones al final de este siglo. Pero no es sólo el aumento demográfico; son sobre todo el crecimiento de la producción, el consumo incontrolado de recursos y el avance de la técnica los factores que más contribuyen a romper ese equilibrio12. El respeto a la naturaleza, como una modalidad del respeto al hombre mismo, es también un principio ético que debe informar toda la actividad productiva. Es una expresión más de aquel principio tantas veces repetido: la economía, al servicio del hombreu .

12 Cf E. VALLARINO. La ruptura ecológica (Problemas ambientales de la civilización actual), en "RyF" 209 (1984) 248-261.

Algunos intentos de síntesis sobre las exigencias éticas de la vida socio-económica, parecidos al que acabamos de hacer, pueden verse en M. VIDAL, Economía y ética. Proyecto de moral económica desde la perspectiva cristiana, en "IgVi" 73 (1978), 83-103, recogido en su obra Moral de actitudes III, Perpetuo Socorro, Madrid 19802, 300-315; R. ALBERDI, Una economía digna del hombre, en "Mora-lia" 2 (1980) 405-419; J. Ph WOGAMAN. o.c, 545-548.

CAPÍTULO 2

Los precios

El problema de ajustar la oferta y la demanda nunca puede decirse definitivamente resuelto. Se trata de un equilibrio que siempre tiende a romperse a consecuencia de los muchos factores que inciden sobre él. Entre éstos: la variación de la población, la evolución de las necesidades y de los gustos de los consumidores, el avance constante de la técnica y de la capacidad de producción. Si el equilibrio es tan precario, continuamente tienen que funcionar mecanismos que lo reconstruyan.

¿En qué consiste el ajuste oferta-demanda? En llegar a un acuerdo entre los consumidores y los productores en relación con dos puntos: a) cuánto se va a producir y a vender, y b) a qué precio. Este ajuste tiene por objeto todos y cada uno de los bienes y servicios que se intercambian entre productores y consumidores.

Hay dos formas de proceder al ajuste: el mercado y la planificación centralizada. Vamos a estudiarlos a continuación. Antes es obligado indicar que, tal como vamos a exponerlos, se trata de dos modelos simplificados: aunque en la realidad nunca existen con ese grado de pureza, el exponerlos así ayuda a comprender el funcionamiento de dicha realidad.

En todo esto juegan un papel decisivo los precios. Según baje o suba el precio de un bien, habrá más o menos razones para comprarlo por parte del consumidor; pero el precio será, a la vez, un indicador de lo que cuesta producir el bien en cuestión. Por eso puede decirse que el precio es el determinante fundamental de la cantidad que se va a producir de un bien. Tradicionalmente, los precios han sido, además, uno de los temas típicos de la moral del séptimo mandamiento. Nosotros también estudiaremos esta cuestión, pero una vez que hayamos comprendido cuál es su funcionamiento en uno y otro de los modelos anunciados: el mercado y la planificación centralizada.

1. Los precios en una economía de mercado

El modelo de mercado se caracteriza porque en él el ajuste oferta-demanda se deja totalmente en manos de los particulares,

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consumidores y productores, sin que medie ninguna intervención del poder público. Cada particular decide por su cuenta qué va a comprar y en qué cantidad. Estas decisiones particulares orientan a los productores sobre qué ofrecer y a qué precio. La resultante de un sinfín de decisiones particulares constituye lo que podríamos llamar una decisión colectiva (sobre qué, cómo y a qué precio producir; y cómo distribuir el valor económico generado en el proceso de producción).

1.1. El proceso de la decisión colectiva en el mercado

Ese proceso que acabamos de describir se repite para cualquier bien o servicio, del tipo que sea; y también para cada uno de los factores de producción. Existe un mercado para cada bien o factor: en él hay un continuo contacto entre la oferta y la demanda, que determina en cada momento los niveles de producción y de precios. Todos los mercados se relacionan, de forma que unos son alternativas para los otros; cuando alguien se plantea si consumir o producir un bien, lo hace teniendo a la vista la posibilidad de consumir o producir otro que tenga ciertas semejanzas con el primero. Esto significa que toda la vida económica es un conjunto complejo de mercados simultáneos e interconecta-dos, por medio del cual se canalizan todos lo procesos de producción, distribución e intercambio.

¿Es posible que este complicado conjunto funcione? Existe en él un mecanismo elemental que permitirá, en principio, el ajuste de la oferta y la demanda. Se trata de un mecanismo de tanteo. Así, cuando la demanda de un bien es excesiva para la oferta del mismo existente, los precios tienden a subir. Pero esto atrae nuevos productores o anima a los antiguos a producir más. Con ello se aumenta la oferta y se compensa la tendencia del precio a subir. Cuando es la oferta la que supera a la demanda, entonces ocurre al revés que antes: los precios tienden a bajar en un intento por parte de cada productor de dar salida a su oferta antes que los otros, puesto que no hay compradores potenciales para la oferta total. Esta caída de los precios desanimará a algunos productores, que disminuirán su producción o la suprimirán del todo, buscando una actividad alternativa que les permita mayores ganancias.

1.2. La competencia perfecta y otras formas de mercado

En teoría, estos mecanismos parecen lógicos. Y existen muchas experiencias de la vida diaria que parecen confirmar que las cosas son así. Pero no siempre. Porque este modelo es enorme-

I A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 1 9 5

mente simplificador: presupone ciertas condiciones tan estrictas que es imposible que se den en la vida real. Estas condiciones podemos reducirlas a tres:

1) Todos los compradores y todos los vendedores están puntualmente informados de los precios y otras condiciones de venta vigentes en cualquier lugar donde esos bienes se venden. Y además están en condiciones de acudir a aquel lugar en que las condiciones les sean más favorables (¡lo cual exigiría que no existiesen distancias geográficas entre unos lugares y otros!). Esta condición se conoce como transparencia del mercado.

2) El producto en cuestión es perfectamente homogéneo en todas partes donde se vende y no existe en el mercado otro producto semejante que pueda servir de sustituto. Sólo en este caso el único determinante de la decisión del consumidor es el precio, y no otras circunstancias, tales como la marca, la calidad o incluso la amistad con el tendero...

3) Tanto los compradores como los vendedores son tan numerosos que la decisión de cada uno de ellos no repercute significativamente sobre la decisión colectiva: cada uno, aisladamente, no puede imponer su voluntad sobre los demás.

Cuando estas tres condiciones se cumplen, se dice que estamos ante un mercado de competencia perfecta. Pero éste es el modelo ideal, porque el mercado corriente no funciona de acuerdo con condiciones tan estrictas. Por ejemplo, cuando la tercera de las condiciones expuestas no se da, estamos en el caso del llamado monopolio (existe un solo productor, que puede fijar los precios que quiera o decidir las cantidades que se van a producir sin contar con los consumidores) o del oligopolio (existen unos pocos productores que actúan de acuerdo). Este segundo caso es más frecuente. Teóricamente, los productores oligopolistas podrían actuar según las leyes de la competencia. Pero esta situación conduciría a una especie de "guerra abierta" entre ellos que les haría vivir en una gran inseguridad económica. Por eso, en la práctica, suelen preferir renunciar a la competencia y sustituirla por una acción coordinada, que puede revestir diversas modalidades: las más frecuentes consisten en ponerse de acuerdo sobre los precios o sobre las calidades y variedades de los artículos fabricados, repartirse las distintas variedades de un mismo producto o el espacio geográfico en que venderlos. La conducta de los países de la OPEP ha sido un buen ejemplo de oligopolio durante más de una década.

Estas fórmulas restrictivas de la competencia, tales como el oligopolio o el monopolio, suelen ser casi siempre perjudiciales para el consumidor, porque subordinan las necesidades de éstos a los intereses de los productores (precisamente pueden hacerlo porque tienen poder para imponer sus condiciones en el merca-

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196 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

do). Por eso la competencia perfecta sigue funcionando como un modelo de referencia al que se pretende aproximar las estructuras económicas. Dicho de otro modo, es frecuente que los poderes públicos vigilen para erradicar aquellas prácticas restrictivas de la competencia'.

1.3. La función de los precios

La descripción que precede permite entrever la importancia que tienen los precios en este complejo proceso de ajuste de la oferta y la demanda. La función de los mismos puede sintetizarse en tres aspectos:

— Los precios como indicadores de las necesidades de la sociedad.

— Los precios como indicadores de la capacidad productiva de la sociedad.

— Los precios como orientadores sobre el uso más eficaz de unos recursos escasos.

Es evidente que ningún productor está dispuesto a producir algo que nadie quiere comprar porque no es necesario. Pero, supuesto que la necesidad existe, casi nadie está dispuesto a satisfacerla con un determinado bien a cualquier precio: si le resulta muy caro, o se quedará sin satisfacerla, o buscará un sucedáneo que la satisfaga por otro conducto. El precio que está dispuesto a pagar el consumidor servirá para determinar qué bienes desea éste, en qué cantidad y a cambio de qué sacrificio económico. Cuando todos los consumidores actúan así se configura a través del mercado lo que es la voluntad de la colectividad: la demanda.

Pero del otro lado —del lado de la oferta— los precios también están sometidos a ciertos condicionamientos: para producir algo hay que comprar unas materias primas, hay que pagar unos salarios, hay que mantener una maquinaria y unas instalaciones y hay que retribuir un capital que. financia la producción (i.e., que sirve para efectuar unos pagos que se recuperan al vender el producto final). Estos precios —como reflejo ahora no de los deseos de los consumidores, sino de la capacidad de producir— se pueden mover también dentro de unos márgenes de oscilación. Todo depende de la forma concreta de organizar la producción (el cómo producir); producir a gran escala supone, dentro de ciertos

' Este es un tema clásico en los tratados de moral de la primera mitad de nuestro siglo. Cf, por ejemplo, J. AZPIAZU, La moral del hombre de negocios. Razón y Fe, Madrid 1964, 232-243. Y es también una preocupación comprensible de los defensores del liberalismo, que ven en la eliminación de la competencia una de las formas más radicales de cuestionar los principios de dicho sistema. Respetar la competencia es la base del "fair play" del liberal.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 197

límites, una disminución de los costes unitarios de producción; si el nivel de vida de la población es bajo, será barato producir con una utilización abundante de mano de obra; si este nivel comienza a subir o es alto, la progresiva sustitución del trabajo por capital (maquinaria) redundará en un menor aumento de los costes; la proximidad de la factoría respecto al lugar donde se producen las materias primas o donde se encuentran las grandes aglomeraciones urbanas abaratará también los costes (menos gastos en transportes...).

En este sentido, la competencia del mercado redundará en un abaratamiento real de los precios, porque cada productor, en su esfuerzo por vender a un precio más bajo que el de la competencia, racionalizará al máximo sus gastos. Y esto, desde el punto de vista de la colectividad (de una colectividad —no lo olvidemos— que tiene que hacer frente a muchas necesidades con unos recursos limitados), supondrá también un beneficio para ella.

Por último, los precios, a través de esta doble función que desempeñan (actitud de compra del consumidor, capacidad de producción del productor), incidirán también sobre la asignación de los recursos, es decir, sobre la utilización efectiva del trabajo y del capital. ¿Cómo? Precisamente a través de la retribución de los mismos. La retribución del trabajo y del capital no son sino una parte de los costes de producción. Si una empresa puede retribuir satisfactoriamente a los factores de producción (i.e., según las exigencias de éstos), quiere decir que está produciendo algo que es útil a los consumidores; y útil a pesar de su precio, que es suficiente para pagar bien a los factores. Así se cierra el círculo.

Pero en el transcurso de este proceso de ajuste se produce una reasignación de recursos. Un capital que no encuentra aliciente en un sector (i.e., una retribución sustanciosa) emigrará hacia otros sectores donde sus aspiraciones sean satisfechas. La movilidad de los capitales es bastante considerable. Y ello conduce a una mejor asignación de éstos, a una utilización más racional de los mismos (i.e., más acorde con las necesidades de los consumidores y con la escasez de recursos disponibles).

En el caso del trabajo, la situación es ligeramente diferente, debido a su menor movilidad. La capacidad de trabajo de una persona se basa cada vez menos en su fuerza física, o en su inteligencia virgen o en su destreza natural, y cada vez más se basa en una especialización, y ésta reduce considerablemente la disponibilidad del trabajador para acudir allí donde haya demanda de trabajo. Los condicionamientos geográficos son también importantes. Pero a largo plazo sí se produce (o debe procurarse que se produzca) una adaptación de las especializaciones a las demandas concretas de la sociedad. Ello quiere decir que también aquí funcionan los mecanismos del mercado.

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198 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

2. Los precios en la planificación centralizada

Todo lo dicho sobre la función de los precios en una economía de mercado induciría a pensar que hay que mantener a toda costa esta forma de organizar el ajuste oferta-demanda. Pero los inconvenientes derivados, no tanto del modelo teórico de mercado cuanto de sus realizaciones prácticas e históricas, no son desdeñables. Cuando la distancia entre el modelo y la realidad es muy grande y no se ve cómo reducirla, no es raro que aparezcan fórmulas alternativas globales. El sistema de planificación centralizada nace históricamente en el marco del socialismo soviético como un complemento de la colectivización de los medios de producción. Supone conducir toda la actividad económica desde arriba: privar a los particulares de ese margen de libertad eficiente que el mercado les concedía y asignar todo el poder de decisión a un órgano central dependiente del Estado.

2.1. El funcionamiento de la planificación centralizada

En principio puede pensarse que por esta vía es más fácil llegar a unos resultados racionales. Si se fijan de antemano los objetivos globales a conseguir, luego es preciso concretar las medidas para ello. Hay que determinar qué bienes se van a producir y en qué cantidad, así como la proporción en que se van a emplear los factores de producción. Todo esto deja de depender ya de la demanda de los consumidores, a los que de alguna forma se les impone lo que deben consumir o, al menos, se les restringe enormemente su margen de actuación. No es que se les obligue a comprar una cosa determinada, pero se impide que sus gustos o aficiones influyan directamente sobre la decisión de producir.

Respecto a los precios, quedan privados de la función que poseían en el mercado. Son fijados también desde arriba. No varían ante las reacciones de la demanda. Tampoco responden, estrictamente hablando, a los costes de producción. Son utilizados por el Estado con otros fines. Cuando están por encima de los costes reales de producción, permiten al Estado detraer la diferencia resultante (entre el precio pagado y el coste) y asignarlo a otros fines o sectores. Cuando, por el contrario, el precio está por debajo de los costes (porque interesa estimular el consumo de ese producto), el Estado tiene que cubrir la diferencia. Como se ve, en uno y otro caso los precios son resortes que maneja el Estado con unos fines determinados (no carentes de racionalidad), pero que han perdido aquellas funciones que se le reconocían en el modelo de mercado.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 199

2.2. La evolución de los sistemas de planificación

La descripción que precede no es meramente teórica. Corresponde al modelo implantado en Rusia a partir de la revolución de octubre2. La experiencia histórica obligará a introducir sucesivas modificaciones como respuesta a las dificultades que fueron apareciendo.

En la época de Stalin, el defecto más costoso (en cuanto a los costes sociales derivados) fue el de planificar en términos físicos: programar las cantidades de bienes que había que producir, prescindiendo de lo que eso pudiese costar. Según este planteamiento, los precios jugaban un papel más contable que estrictamente económico. En consecuencia, no se podía saber cuánto costaba realmente al país producir una determinada cantidad de un bien y si con ese sacrificio económico no se podría producir otro bien que acarreara una satisfacción mayor. Tampoco se podía saber si compensaba más comprar ese producto en el exterior (porque su precio era inferior que el derivado de producirlo dentro), en todo o en parte, y dedicar la producción nacional a otros artículos susceptibles de ser obtenidos a precios más bajos que en el exterior.

La consecuencia final de esta forma de planificación en términos físicos es la de un alto grado de despilfarro: es decir, estar produciendo a unos costes muy superiores a los que se podrían alcanzar aprovechando mejor las posibilidades técnicas y económicas del momento; en otras palabras, satisfacer necesidades de la sociedad con un sacrificio colectivo innecesariamente alto. Si los planes quinquenales fueron un éxito en cuanto aceleración del desarrollo soviético e incremento de la producción, no lo fueron tanto por lo que respecta a los costes de ese mismo desarrollo: se había producido mucho, pero sin control, sin preocuparse del sacrificio o coste que exigía tal producción.

La eliminación de los precios como canalizadores de las decisiones económicas obedeció en los planificadores soviéticos a su absoluta oposición a la economía occidental capitalista. Desde la década de 1870 hasta la de 1930, la ciencia económica neoclásica se había ocupado casi en exclusiva de la determinación de los precios en el marco de las instituciones del mercado. Los dirigentes bolcheviques rechazaron despectivamente toda esta tarea de los economistas occidentales como si se tratase de un juego hipócrita de la burguesía para ocultar la falta de equidad del sistema capitalista.

2 Cf A. NOVE. Historia económica de la Rusia soviética. Alianza, Madrid 1973, 49-165; M. LAVIGNE, Les économies socialistes, soviétique et europeennes, Armand Colin, Paris 19702, 299-377.

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200 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

La etapa de Kruschev trae consigo, por fin, la instauración de la planificación en términos monetarios. Ello supone que el objetivo se fija ya no en producir mucho, sino en producir bien. Y la reintroducción del sistema de precios es el instrumento adoptado para planificar, sin olvidarse en ningún momento de los costes y del sacrificio que conlleva la producción.

Pero esta primera modificación (el paso de la planificación en términos físicos a la planificación en términos monetarios) pone en evidencia las muchas limitaciones derivadas del dirigismo de la planificación centralizada. Si al gerente de una empresa se le impone cuánto tiene que producir, con qué materias primas y salarios, en qué plazos y a qué precios, su margen de maniobra e iniciativa es prácticamente nulo. Además, puesto que cumple si logra esas metas (al margen de los costes para alcanzarlas), todo su esfuerzo negociador con los organismos planificadores se encaminará a obtener unas condiciones más cómodas para lograrlas. Todo esto significa la generalización del despilfarro.

Por eso algunos economistas —una vez que la URSS sale de la dictadura stalinista— comienzan a denunciar con una mentalidad más racional las limitaciones del sistema. Y es E. Liberman el que abre la discusión con un famoso artículo publicado en "Prav-da" (septiembre de 1962), en el que formula cuál es el objetivo de sus preocupaciones: "...organizar un sistema de planificación y de evaluación de la actividad de las empresas tal que éstas lleguen a interesarse seriamente por alcanzar metas productivas más elevadas, por adoptar nuevas técnicas y mejorar la calidad de la producción; en una palabra, por la máxima eficiencia productiva" 3.

Lo que aquí se está proponiendo es una recuperación de los precios como indicadores de la racionalidad con que están asignados los recursos de que la sociedad dispone. Esto ha conducido a una descentralización de la planificación, dando una mayor iniciativa a las empresas y a la reintroducción del sistema de incentivos. Técnicamente, se usa como indicador el tipo de beneficio, que se define como la relación entre el beneficio (diferencia ingresos-costes) y el capital empleado. Este tipo de beneficio orienta sobre la viabilidad y utilidad comparada de las empresas: una empresa que obtiene un tipo muy bajo, o está irracionalmente organizada, o se dedica a producir algo que el público no estima y, por tanto, no paga.

Sin embargo, el concepto de beneficio repugna a los ideólogos

3 El artículo mencionado ("Plan, beneficio y primas") está reproducido, junto con la polémica que desencadenó, en E. LIBERMAN y otros, Plan y beneficio en la economía soviética, Ariel, Barcelona 1973'. El texto citado está en p 19. Sobre toda esta cuestión, cf también H. CHAMBRE, Nouvelles méthodes en économie sovie-tique, en "Projet" (1966) 25-36.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 0 1

soviéticos, que lo consideran típico del sistema capitalista. Por eso en la polémica a que estamos aludiendo hubo que dejar bien claro que el "beneficio en el socialismo no tiene nada en común con el beneficio capitalista", ya que en una economía de planificación el beneficio no es más que "la forma de medir en términos monetarios la eficiencia real del empleo del trabajo"4.

Una reivindicación complementaria en relación con los precios tiene por objeto devolver a éstos su función de indicadores de los gustos de los consumidores. Esto se hace más evidente a medida que los países con economía de planificación van alcanzando ciertos niveles de desarrollo socio-económico. En los comienzos de la planificación, el bajísimo nivel de vida de aquellos países facilitaba mucho la tarea de los planificadores, puesto que era bastante claro cuáles eran los bienes de primera necesidad hacia los que había que orientar todos los esfuerzos productivos. Pero, una vez superados ciertos niveles mínimos, se asiste a una diversificación de los gustos y necesidades, que hace mucho más complicadas las decisiones planificadoras. Se impone, en consecuencia, introducir un mecanismo que explicite los deseos de los consumidores. Y ése no puede ser sino la flexibilización de los precios en el mercado5.

3. El precio justo

Hasta ahora nos hemos movido en un terreno primariamente descriptivo, aunque inspirados por una preocupación ética. Era preciso conocer bien cómo funcionan los precios en la vida económica y cuál es su papel en los distintos modelos económicos, para desde ahí adentrarnos en una reflexión propiamente moral. Comencemos haciendo un poco de historia de estos planteamientos morales.

4 E. LIBERMAN. O.C, 25-26. En la práctica, este enfoque no capitalista del concepto de beneficio se traduce en el distinto empleo que se da a los beneficios que obtienen las empresas (a partir de la ley de reforma de la empresa soviética de 1965). Se constituyen tres fondos financieros: uno para el fomento de la producción (para la mejora de la estructura productora de la empresa); otro para obras socio-culturales y para viviendas; el último, que se llama "fondo de incentivos materiales", es el único destinado a incrementar los ingresos privados de los trabajadores de la empresa.

5 En las economías colectivistas se ha dado un proceso de suavización de las estructuras planificadoras más férreas, que ha desembocado en una fuerte diversificación entre ellas. La que más lejos ha ido es, sin duda, la húngara. Cf dos series de artículos sobre este tema: A l'Est, des économies diversifiées, en "Projet" (1981) 1090-1128; Países del Este, en "InfComEsp" 584 (1982) 5-97.

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202 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

3.1. Un tema clásico en la moral económica

Efectivamente, el tema no es nuevo entre los moralistas. Desde que se tuvo una cierta conciencia de lo que es el mercado o, mejor aún, desde que se generalizó la práctica de la compraventa, los tratadistas de la moral se ocuparon de determinar las condiciones en que un precio podía tenerse por justo. Su camino fue el opuesto al que estamos siguiendo nosotros. Porque en ellos la reflexión sobre la vida económica ni era el punto de partida ni se hacía en forma sistemática. Más bien tenía un carácter ocasional y fragmentario, como elemento aclaratorio para resolver los problemas morales que les planteaba la vida cotidiana6.

Los autores clásicos distinguen tres clases de precios. Hablan de precio convencional cuando, por tratarse de una transacción irrepetible o muy rara, no puede buscarse un criterio para determinar el precio justo que sea aplicable en forma generalizada (por ejemplo, en el caso de una obra de arte). Llaman precio legal al que es fijado por la autoridad pública en función del bien común. Y denominan, por fin, precio vulgar al que es determinado por la estimación común a partir de las cualidades de la cosa y de otras circunstancias anexas. En realidad, es este último el que colocan en el centro de sus reflexiones; mientras tanto, el legal se analiza en relación con el vulgar, y el convencional es considerado como algo poco relevante y casi anecdótico.

Esta forma de proceder sugiere cómo los escolásticos partían de la intuición de mercado: al fin y a la postre, eso que ellos llamaban precio vulgar es lo que se fija por el libre juego de la oferta y la demanda. Lo que ocurre es que ellos atendían sobre todo al hecho de que en ese libre juego se manifestaba el sentir común de la gente honesta, y eso lo consideraban criterio de moralidad7. Sin embargo, ellos tenían una visión más puntual de este asunto, y por eso en sus consideraciones utilizaban prioritariamente la categoría del "contrato de compraventa". Esto supone una óptica más individualista, ya que el contrato se refiere sólo a las dos personas entre quienes se realiza, mientras que el

6 Nos referimos sobre todo a nuestros escolásticos del Siglo de Oro, en cuanto continuadores, muchas veces comentaristas, de santo Tomás. Cf J. A. SCHUM-PFTER. Historia del análisis económico, Ariel, Madrid 1971, 121-146; M. GRICE-HUTCHTNSON, Early Economic Thoughl in Spain, 1177-1740, George Allen-Unwin, London 1978, 81-131. De entre ellos destaca Francisco de Vitoria (1483-1546) por su influjo en todo el Siglo de Oro, y Domingo de Soto (1495-1560), que fue e¡ primero en publicar un tratado De lustitia et Iure (Salamanca 1553).

7 Cf, por ejemplo, D. DE SOTO, De lustitia et Iure, lib. VI, q. 2, 3.° En dicho lugar se explica cómo el justo valor de una mercancía depende de tres factores: de la necesidad de la cosa, de su abundancia o escasez, del trabajo y los cuidados que exige.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 203

funcionamiento global del mercado sirve únicamente como marco de referencia. Es decir, la compraventa (y el precio) es un problema de justicia conmutativa que contempla en primer término la transacción particular realizada entre dos sujetos, la cual, si quiere ser justa, tiene que respetar el principio de equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe8.

Por eso luego estos autores se entretienen en estudiar extensamente las posibles modificaciones que se pueden introducir en el precio según las circunstancias particulares de cada bien. Nosotros no vamos a detenernos en las distintas formas defraude o engaño del comprador o del vendedor respecto a la cantidad o calidad de la mercancía, ni a las circunstancias que justificarían una variación del precio en relación con el considerado como vulgar. Esta cuestión tenía, sin embargo, importancia en una época en la que los mercaderes tendían a aprovecharse de los ciudadanos normales mediante fraude o sencillamente imponiéndoles precios abusivos. Así se explica la actualidad que cobra el precio legal o intervención del poder público fijando un precio obligatorio que evitara todos los abusos. Con todo, los moralistas de aquel tiempo son muy conscientes de la ambigüedad de dicha práctica. Comprenden la dificultad de controlar eficazmente la observancia de dichos precios legales. Pero, además, son firmes en cuanto a los criterios que deben presidir la determinación del precio legal: éste no puede ser nunca el fruto de una decisión arbitraria de la corona, sino que debe atenerse al valor natural de las cosas, que tiende a manifestarse a través de la estimación común9.

La práctica de los precios legales no puede ocultar algunos puntos de contacto con el sistema de planificación centralizada que hemos estudiado más arriba. También allí el poder público toma la iniciativa por razones del bien común, y llega hasta fijar los precios de los bienes. Con todo, la planificación va más lejos, debido al carácter de globalidad con que se contempla la vida económica; la determinación de las tasas en los siglos pasados, por el contrario, era una actuación aislada, que no se integraba dentro de un conjunto coherente de medidas. Su objeto era sólo el evitar que los precios de ciertos bienes más necesarios (en especial los productos alimenticios, y muy particularmente los que estaban más expuestos a fuertes fluctuaciones de oferta, como era

8 Cf A. DE VIGO, La teoría del justo precio corriente en los moralistas españoles del Siglo de Oro, en "Burgense" 20 (1979) 57-130.

9 Cf, por ejemplo, P. M. ABELLÁN, La lasa del trigo en el curso moral salmanticense, en "ArchTeolGran" 5 (1942) 133-151; M. ZALBA, El precio legal en los autores escolásticos, especialmente en Molina, en "Revista Internacional de Sociología" 2-3 (1943) 201-245; 4 (1943) 139-157; A. DE VIGO, Las tasas y las pragmáticas reales en los moralistas españoles del Siglo de Oro, en "Burgense" 22 (1981) 427-470.

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el caso del trigo) fueran manipulados caprichosamente por los comerciantes y mercaderes.

Otro aspecto que preocupa a los moralistas de nuestro Siglo de Oro, y que no es del todo independiente del anterior, es el de las prácticas monopolistas. Suelen distinguir el monopolio público y el privado. Y son más tolerantes con el primero que con el segundo. Reconocen que en el primer supuesto pueden existir razones de bien común que no son frecuentes cuando los móviles son sólo de carácter privado, cosa que ocurre en la inmensa mayoría de los casos. Desde esta perspectiva, se analizan situaciones diversas, todas ellas muy típicas de la época: en primer lugar, los monopolios establecidos por concesión del Estado, pero también los acuerdos entre vendedores para eliminar la competencia o la práctica de acaparar las mercancías para provocar una escasez artificial de las mismas10.

3.2. Hacia un planteamiento actualizado

Hemos visto cómo nuestros clásicos intuyeron ya los dos sistemas en vigor hoy para la determinación de los precios, aunque lo hicieran de una forma todavía bastante elemental (sobre todo en el caso de la planificación). Ellos se inclinaban a pensar que eso que nosotros llamamos hoy mercado es un buen instrumento para garantizar la justicia de los precios, aunque comprendían también cómo dicho instrumento podía manipularse en beneficio de ciertas personas (normalmente, los mercaderes). Pero estas posibles anomalías no eran suficientes para quitarles la confianza en que la estimación común como criterio moral podía manifestarse en la actividad económica. En el fondo, por tanto, ellos presuponían que cuando el sistema de mercado (al que todavía no denominaban así) funcionaba correctamente y sin trabas (es decir, lo que nosotros llamaríamos hoy un mercado de competencia perfecta), podía identificarse sin más el precio de equilibrio con el precio justo. Quizá la diferencia más importante entre sus planteamientos y los de hoy no radicaba en el grado de comprensión de los mecanismos del mercado (que es mayor en nuestro caso), sino en que para ellos todos estos mecanismos generales de la actividad económica eran sólo el trasfondo sobre el que se llevaban a cabo los actos que constituían el verdadero objeto de su preocupación moral: el contrato particular de compraventa. Es decir, su óptica era muy individualista.

Actualizar esos planteamientos clásicos implica, en nuestra

10 Cf M. ZALBA, O.C, sobre todo la segunda parte; A. DE VIGO, Economía y moral. Los monopolios en los moralistas españoles del Siglo de Oro, en "Burgense" 23 (1982) 497-549.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 0 5

opinión, dos cosas: a) dar mayor relevancia a la dimensión social de la formación de los precios; b) revisar una excesiva precipitación en identificar el precio de equilibrio de mercado con el precio justo. Ambas cuestiones no son del todo independientes; las dos justifican, además, un reforzamiento de la intervención de los poderes públicos.

Un enfoque basado exclusivamente en la justicia conmutativa (criterio de la equivalencia entre el valor de la mercancía y el precio que se paga por ella) nos parece insuficiente, ya que dicho valor expresado en dinero inmediatamente remite al sistema global de precio que interrelaciona los precios de todos los bienes y servicios disponibles en un equilibrio no estático, sino dinámico. De este dinamismo depende en parte la marcha conjunta de la economía. Ningún precio, por tanto, puede entenderse aisladamente (sólo a partir del bien que se atribuye) y desconectado de la totalidad de los precios vigentes". Con esto estamos recuperando aquella función tan importante, que reconocíamos a los precios, de asignar racionalmente los recursos de que dispone la sociedad para hacer frente a sus necesidades. En este sentido puede valer en principio la formulación de A. Mullen "El justo precio, para nosotros, será aquel que, expresando el valor de las cosas, regule su canje en la exacta proporción que pide el abastecimiento racional del cuerpo social en bienes y géneros de todas clases" 12. Pero habría que completarlo subrayando más la referencia al coste de producción de estos bienes y a su escasez relativa. Porque las necesidades humanas no son nunca una magnitud absoluta (desde el punto de vista económico), sino que han de ser contempladas siempre en relación con la disponibilidad de recursos para satisfacerlas. Estamos aquí de lleno en una consideración social, y no estrictamente individual, de la vida económica y de la moral.

Con esto se comprende, además, por qué no debemos precipitarnos en identificar el precio de equilibrio del mercado con el precio justo. Ante todo, porque es fácil que el mercado llegue al equilibrio a través de resortes que se alejan de la competencia perfecta. Esta ya sabemos que es una hipótesis bastante ideal: aunque sigue desempeñando el papel de estructura ideal a la que hay que aproximar cuanto sea posible los mercados reales, son muchas las cortapisas y limitaciones que se ponen a la competen-

" Cf O. VON NELL-BREUNINO, De obiectiva ratione pretil iusti. en "Periódica" 18 (1929) 1*-16*; ID, Fortschritte in der Lehre von der Preisgerechtigkeit, en AA. VV., Miscellanea Vermeersch, Analecta Gregoriana 9 (1935) 93-115; J. M. SETIÉN, Las leyes económicas de formación de los precios ante la moral, en "Script Vict" 3 (1956) 62-97; J. M. SOLOZÁBAI., LOS precios ante la moral, en "RevFom Soc" 20 (1965) 281-291.

12 A. MULLER, La moral y la vida de los negocios. Mensajero, Bilbao 1951, 69-70.

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206 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

cia como para confiarnos sin más en los precios que resultan de los mecanismos espontáneos del mercado. Esto justifica la vigilancia continua del Estado para que las reglas de la competencia se respeten y su intervención subsidiaria cuando la observancia de dichas reglas no es posible.

Pero esto no resuelve todos los problemas. Cuanto más se acerca el mercado al ideal de competencia perfecta, mayor tiene que ser la presencia efectiva de la libertad individual en él. Pero el ejercicio de la libertad en el mercado exige que ningún sujeto individual esté en condiciones de coaccionar a nadie, aunque admite que cada uno está condicionado por las decisiciones de todos y tiene que adaptar su conducta a estos datos que le impone el mercado. Por ejemplo, cada uno es libre de comprar o no comprar un producto al precio que éste ha alcanzado en el mercado; lo que no puede cada sujeto particular es modificar el precio a su antojo. Ahora bien, si cada uno, por su propia iniciativa, se niega a comprar ese producto, su precio acabará bajando como reacción de los vendedores a las decisiones convergentes de todos los compradores potenciales (aunque no exista un acuerdo expreso entre éstos).

Los defensores del precio justo como aquel en que el mercado alcanza su equilibrio valoran en exceso esta condición del ejercicio de la libertad: piensan que, si hay libertad (en este sentido que hemos matizado), el precio resultante será justo. Pero quizá no se percatan que esa libertad muchas veces puede ser aparente o ficticia y, sobre todo, que en ocasiones la necesidad del consumidor tiene más fuerza que el ejercicio de su libertad. Dicho de otro modo, que a la colectividad le interesa que los consumidores puedan disponer de ciertos bienes a precios más económicos de los que se derivarían del mero juego de la oferta y la demanda. Esto justificaría que la sociedad determinara de forma artificial el precio a pagar por los consumidores y arbitrara un sistema para cubrir la diferencia de los costes de producción. De nuevo nos vemos, por tanto, abocados a una intervención del Estado.

Sin embargo, antes de entrar en una exposición más sistemática de ésta, conviene detenerse un momento en el problema de los costes. Ya reconocimos al comienzo que los precios son un indicador eficaz de los costes de producción. Conviene recordarlo aquí. Y el hacerlo nos permite dos reflexiones complementarias.

A la primera hemos aludido ya en otras ocasiones. En economía no se puede prescindir, y, por tanto, tampoco en moral económica, de los costes como condicionamiento inexorable de la satisfacción de cualquier necesidad. El coste siempre hay que pagarlo; en consecuencia, supone la absorción de unos recursos de la sociedad, bien sea el destinatario directo el que corra con él, bien sea la sociedad toda.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 0 7

En segundo lugar, los costes sirven como criterio particular para el justo precio en el caso del vendedor. Supuestos los planteamientos de carácter más social que preceden, cabe preguntar: y cuando el vendedor dispone de cierto margen de libertad para fijar el precio, ¿qué criterio debe emplear? Aquel que le permita obtener un suficiente margen de beneficio que retribuya su actividad. Criterio muy ambiguo, podrá decirse. En realidad, no es fácil concretarlo más. Pero ya con eso es suficiente para evitar los grandes abusos que de hecho se cometen cuando el único criterio utilizado es la obtención del beneficio máximo que el mercado permita 13.

Digamos, por último, cuáles pueden ser las formas de intervención del Estado en este campo. Podemos agruparlas en tres grupos:

a) Fijación del precio sin más, cuando las condiciones del mercado producen distorsiones notables en la vida de los consumidores y /o beneficios no justificados para los productores.

b) Fijación de topes máximos o mínimos a los precios: máximos para proteger al consumidor, mínimos para proteger al productor. Tal política es aconsejable cuando el mercado está sujeto a circunstancias coyunturales que producen alteraciones pasajeras (estacíonalidad, clima...): es el caso de muchos productos agrícolas (sobre todo los perecederos) o de ciertos momentos del año en que se desborda la demanda (Navidad, vacaciones...). Esta política va casi siempre acompañada de un compromiso por parte del Estado de comprar los excedentes cuando los precios tienden a traspasar los mínimos fijados, y de poner en venta esos excedentes adquiridos cuando los precios tienden a superar el máximo. El Estado dispone entonces de unos fondos de reserva que utiliza para corregir las oscilaciones excesivas del mercado. Sin embargo, una política de este tipo debe ir acompañada de una planificación de la producción por parte del Estado.

c) Corrección indirecta de los precios: mediante subvenciones para hacerlos bajar o impuestos especiales para hacerlos subir. Tal política suele hacerse con fines redistributivos, para proteger a determinados sectores de producción o a grupos sociales de renta más baja, y también para estimular ciertos consumos y reducir otros.

3.3. Los precios y la especulación

Dentro de ese proceso, siempre inconcluso, del ajuste de los precios en el mercado, el caso de la especulación merece una consideración especial. Ya la estudiaron nuestros clásicos cuando

13 c f J. A Z P I A Z U , o.c, 193-210.

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analizaban aquella práctica tan generalizada en su época que consistía en el acaparamiento de determinados bienes para forzar los precios artificialmente hacia arriba. Hoy los casos de conductas especulativas son más variados: productos agrícolas no perecederos, divisas, títulos de Bolsa, suelo urbano o urbanizable, etc.

Pero comencemos con una definición capaz de abarcar todas estas modalidades. Se entiende por especulación "la compra o venta de un activo con la expectativa de obtener un beneficio de las variaciones de la cotización de dicho activo" M. Es sabido cómo existen bienes cuyo precio está sometido en el mercado a frecuentes oscilaciones, porque también fluctúan la oferta y /o la demanda de los mismos, según el momento temporal u otras circunstancias. No es raro, por ejemplo, que la oferta de ciertos productos agrícolas se concentre en una época del año, mientras que la demanda se distribuye regularmente a lo largo del mismo: cuando la oferta es abundante en relación con la demanda, los precios tienden a descender, mientras que en momentos de escasez ocurre lo contrario. Algo parecido puede ocurrir en el mercado de divisas extranjeras. Piénsese, por ejemplo, que se sospecha que una moneda va a ser devaluada: el que quiera aprovechar esa coyuntura podría cambiarla por otra más estable antes de la devaluación y volverla a cambiar después de ésta, con lo cual obtendría una ganancia basada en la diferencia entre el tipo de cambio vigente antes y después de la devaluación.

Se podrían multiplicar los ejemplos, pero basta con los apuntados. A la vista de éstos, ¿qué pensar de la moralidad de la especulación? Para responder a esta pregunta siempre se ha recurrido al siguiente criterio: el beneficio particular del especulador se justifica si es correlativo de un beneficio para la sociedad toda (beneficio este último que suele concebirse en términos de estabilización de precios o reducción de las oscilaciones a que los mismos están sujetos)15. En efecto, si mediante las prácticas especulativas se aminoran las fluctuaciones de los precios, puede decirse que esta innegable ventaja para toda la actividad socio-económica justifica el que el especulador obtenga una ganancia por el mero hecho de comprar primero y vender después una mercancía, reteniéndola durante ese período de tiempo. Pero ¿es seguro que las cosas ocurran siempre así? No en todos los casos. Por eso es necesario distinguir dos supuestos: a) cuando la especulación se somete a las leyes de la competencia y se aprovecha de ellas, y b) cuando oo sólo no se somete, sino que tiende a distorsionar el

14 Cf P. H. COOTNER, art. Especulación, en Enciclopedia internacional de Ciencias Sociales, Aguilar, Madrid 1974, vol. 4.s, 378.

15 Cf, por ejemplo, J. AZPIAZU, O.C, 229.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 0 9

funcionamiento de dichas leyes mediante formas de actuación monopolistas u oligopolistas 16.

En el primer caso, la actuación del especulador se limita a comprar cuando hay abundancia de algo (y el precio está más bajo), para vender cuando se produzca la escasez (y el precio suba). Si en el momento de comprar la demanda estaba muy por debajo de la oferta, la intervención del especulador tiende a reforzar la demanda, reduciendo el desequilibrio de ésta frente a la oferta. Puede presuponerse que de ahí se va a seguir una menor caída de los precios, puesto que el desajuste oferta-demanda no es tan grande como en el caso de ausencia de especulación. En el momento en que el especulador vende, puede suponerse que ocurrirá exactamente los contrario: la intervención de éste volverá a reducir el desequilibrio de la oferta y la demanda, aumentando aquélla. Cuando todo sucede tal como lo hemos descrito, los especuladores han contribuido a aminorar las oscilaciones de los precios, y eso es ventajoso para la sociedad toda. Por otra parte, a quien especula el acaparar bienes durante un tiempo le supone inmovilizar un capital que no podrá volver a utilizar hasta que no lo recupere al vender los bienes retenidos. Esa es su aportación. Y eso es lo que se le retribuye. Pero no porque inmovilizar un capital y renunciar a otro posible empleo del mismo sea un bien para la sociedad, sino porque la consecuencia de esa inmovilización (el que los precios oscilen menos) es algo bueno para todos.

Esta última aclaración sirve para comprender la diferencia entre los dos supuestos enunciados antes. En ambos existe inmovilización del capital, pero con el segundo de ellos no se sigue sino un perjuicio para la sociedad. En efecto, hay ocasiones en que el especulador pretende no ya aprovecharse de una oscilación de precios que no depende de él, sino provocar artificialmente esa oscilación para sacarle partido. Piénsese, por ejemplo, que se mantiene una situación permanente de escasez de un determinado bien en el mercado porque lo que se tiene acaparado sólo se va suministrando a los consumidores de forma que siempre la demanda esté por debajo de la oferta. Entonces la inmovilización del capital que realiza el especulador no puede justificar moral-mente ningún tipo de retribución, ya que no está beneficiando a la sociedad, sino perjudicándola abiertamente.

El caso más grave de especulación de este segundo tipo es el que tiene por objeto el suelo. Sobre todo en épocas de fuerte expansión de las ciudades (por inmigración de población rural) es bastante frecuente. Su gravedad estriba en que el suelo urbano tiene una limitación radical: la de constituir una oferta fija (es

16 Cf I. CAMACHO. La especulación y sus efectos sobre el bienestar social y distribución de la renta y la riqueza, en "Corintios XIII" 8 (1978) 97-124.

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decir, no poder ser ampliada la oferta por la incorporación de nuevos suelos, que, en el mejor de los casos, tendrá ya una locali-zación diferente). El especulador compra con la expectativa de que la expansión urbana (y la transformación estructural del espacio) va a revalorizar en poco tiempo el suelo adquirido a bajo precio. Pero el actuar así detrae del mercado un bien de primera necesidad, simplemente esperando venderlo más caro con el transcurso del tiempo. Tampoco aquí puede justificarse el eventual beneficio por el hecho de que inmovilice un capital, ya que con ello no está beneficiando a nadie, sino todo lo contrario. Es más, cabría preguntarse qué legitimación tendría el apropiarse de las plusvalías generadas por la transformación del entorno espacial, cuando él no ha contribuido al mismo. Más bien habría razones para pensar que esas plusvalías son de la comunidad, y es ésta la que tiene que apropiárselas en el momento en que se realicen por venta de los terrenos.

CAPÍTULO 3

Las necesidades humanas y su satisfacción

En el capítulo primero quisimos dejar claro que la economía nunca debe olvidar su carácter instrumental, su subordinación al hombre y a sus necesidades. Es éste, sin embargo, un campo que encierra no pocas dificultades, las cuales aparecen en cuanto nos preguntamos por las condiciones reales en que dichas necesidades se manifiestan y son satisfechas.

Muchos son los interrogantes que nos asaltan con sólo mirar a nuestro alrededor: ¿cuáles son las verdaderas necesidades?, ¿hasta qué punto no somos víctimas de una sociedad que nos obliga a consumir?, ¿cómo llega la capacidad adquisitiva a repartirse de una forma tan desigual?, ¿cómo se podría lograr que nadie careciese de lo necesario? Obviamente, cuando ampliamos el horizonte más allá de nuestras fronteras nacionales, estas preguntas resultan mucho más desconcertantes. Casi no nos atrevemos a creer que eso de poner la economía al servicio del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres, tenga una mínima viabilidad.

Después de exponer una visión de conjunto de la actividad económica y analizar sus principales mecanismos de ajuste (cf capítulos anteriores), vamos ahora a adentrarnos en el estudio de aspectos más particulares. Comenzaremos por la figura del consumidor, que es el destinatario principal de toda esta compleja maquinaria: analizaremos cuál es el papel de las necesidades en la vida económica y qué criterios éticos podemos aplicar para satisfacerlas humanamente.

1. Las necesidades

Podemos partir de un concepto de necesidad de carácter general como el que sigue: "el deseo de disponer de los medios aptos para prevenir o hacer que cesen las sensaciones penosas, o de los

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medios capaces de provocar y acrecentar las sensaciones agradables" '.

Sin duda se trata de una definición que destaca los aspectos subjetivos, hasta el punto de que casi se confunde en ella el deseo con la necesidad. ¿Es posible objetivar el contenido de las necesidades del hombre? Quizá ayude a ello otro hecho de la experiencia común: puesto que los deseos experimentados son múltiples y de distinta intensidad y los medios disponibles son limitados, el sujeto está obligado a optar. Tendría que decidirse a satisfacer ciertas necesidades en primer lugar, dejando relegadas otras, según los recursos de que disponga en cada momento.

¿Con qué criterios va a decidir? Estamos ya pisando el terreno ético. Ello no quiere decir que cada opción de compra y venta vaya precedida de un proceso racional de decisión. Pero mientras más se insista en el carácter espontáneo e irreflexivo con que solemos actuar, más nítidamente aparecerá que determinados valores los tenemos tan arraigados que no nos es necesario invocarlos expresamente para determinar nuestro comportamiento. Luego es la imagen del nombre y de la sociedad que llevamos dentro la que está continuamente funcionando en nosotros, y de una forma muy eficaz. El reciente desarrollo económico y el aumento espectacular del nivel de vida han contribuido a interiorizar en nosotros un ideal de hombre muy marcado por la competencia y el consumo de bienes materiales, que descuida los aspectos menos materiales del desarrollo personal. Cuando desde diversos frentes se clama por un desarrollo más humano, de todo el hombre y de todos los hombres, se está produciendo una reacción que pretende corregir los excesos materialistas de nuestra sociedad.

Esto nos obliga a preguntar si existen necesidades reales y necesidades aparentes (o falsas). Es éste un tema que viene suscitando en la actualidad interminables debates. Pero ya el hecho mismo de que se plantee supone que la sociedad en que vivimos permite que los niveles elementales de necesidad estén suficientemente atendidos. Cuando la inmensa mayoría de la humanidad, en todas las latitudes, se debatía por conseguir la mera subsistencia y no preveía que las cosas pudieran cambiar en demasía, esta cuestión ni siquiera se planteaba. Si hoy se discute es porque, superado ese umbral mínimo, las posibilidades se amplían y la elección no resulta ya en modo alguno evidente. El debate sobre este tema es, pues, típico y exclusivo de sociedades que han alcanzado un nivel alto de desarrollo económico.

Pero, indudablemente, hay un mínimo biofisiológico, que es indispensable para la supervivencia del individuo. Según un estudio conjunto de la FAO y la Organización Mundial de la Salud,

1 R. BARRE, Economía política. I, Ariel, Barcelona 19716, 29.

1 A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 1 3

el año 1973 se cifraba en 2.700-3.000 calorías las necesidades alimenticias de un varón entre veinte y cuarenta años de edad y con una actividad laboral normal; para la mujer esa cifra descendía a 2.000-2.200 calorías. Pues bien, para el trienio 1969-71 se calculaba que en los países en vías de desarrollo (excluyendo los países asiáticos de planificación centralizada) 360 millones de seres humanos no alcanzaban dicho mínimo. Tal cifra se elevaba a 415 millones para 1974-76 y a 435 millones para 1978-802. Ante estos datos, el concepto de necesidades reales no puede ser eliminado a la ligera, sobre todo cuando se le considera como elemento determinante de la vida socio-económica.

Pero las necesidades reales no se limitan a la alimentación. Sanidad, higiene, vivienda, educación elemental son otros tantos capítulos que configurarían un conjunto de necesidades reales en donde el umbral mínimo humano aún no ha sido alcanzado en muchos lugares del planeta3. Ahora bien, a medida que nos adentramos en estos otros campos, comprendemos que vamos pasando de lo estrictamente fisiológico (animal) a lo humano. Al hombre no le basta con conservar su vida: aspira a vivir como hombre. De nuevo nos encontramos con un proyecto (vivir como hombre) que no tiene una interpretación unívoca, que depende de concepciones filosóficas y está profundamente condicionado por la cultura. Es imposible establecer un elenco de necesidades invariables para todos los pueblos.

Pero es que, además, dentro de esta componente cultural el progreso económico juega un papel nada desdeñable. Gracias a él la humanidad ha descubierto nuevas posibilidades para el desarrollo de la persona, que han terminado por convertirse en necesidades. Electrodomésticos, televisión, vacaciones, por poner sólo algunos ejemplos, ¿puede decirse que todo eso es sencillamente superfluo? Sin embargo, nadie duda de que hay cosas más necesarias que todas esas y otras semejantes.

Ocurre, además, que la aceleración del progreso ha provocado un despliegue tan variado de necesidades que ha llegado a producir en el hombre moderno la obsesión del consumo. Esta es la dramática ambigüedad del desarrollo económico: mientras abre caminos a la humanidad, la somete a la angustia del tener más, al tiempo que le recorta su capacidad de disfrutar de lo que ya posee.

Tendremos que volver más adelante sobre este punto. Por ahora basta concluir que la distinción entre necesidades reales y

2 Todos estos datos son citados por A. FoNSECA.ie veré dimensioni dellafame nel mondo, en "CivCatt" 133 (1982-2) 132-139.

2 Los principales estudios encaminados a establecer estos mínimos se han llevado a cabo en relación con los países subdesarrollados. Cf, por ejemplo, L. J. LE-BRET, Dynamique concrete du développement, París, 1961, 124-125, 135-155, y las encuestas realizadas en diversos países tercermundistas, 158-159.

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aparentes no es en modo alguno superflua. De acuerdo con que no podemos llevarla muy lejos. Pero es útil para comprender que existe una escala en la valoración de las necesidades (no sólo a nivel individual, sino también colectivo) y que dicha valoración no pertenece al ámbito estricto de la subjetividad. Aunque el consumo y las necesidades no son independientes de la organización económica y social, creemos que puede seguirse hablando de necesidades sin tener que resignarse a tratar sólo de deseos o preferencias del consumidor4.

En esta misma línea de objetivar en la medida de lo posible el contenido de nuestras necesidades, es útil también la distinción entre necesidades preferentes y necesidades indeseables. Con ella se quiere aludir a un hecho corriente: que las personas tenemos tendencia a dejarnos arrastrar por el atractivo de lo inmediato, descuidando en cambio aquello que nos puede producir una satisfacción más duradera, pero a largo plazo. Tanto individual como colectivamente, un alto nivel de educación y de cultura redunda a la larga en beneficio de todos. Pero asignar una parte de la renta a educación supone un sacrificio a corto plazo, que con frecuencia es difícil de asumir. En sentido inverso, todos somos conscientes de que ciertos consumos (alcohol, tabaco...) son nocivos a la salud; pero la satisfacción a corto plazo impide sopesar el perjuicio futuro.

Emprender socialmente determinadas políticas para estimular la satisfacción de eso que hemos llamado necesidades preferentes y desanimar la de las indeseables es una postura cargada de racionalidad. Es un caso en que el hombre, no como individuo, sino en el marco de la sociedad en que vive y de la que es parte activa, asume responsablemente una decisión que condicionará su comportamiento económico cuando éste se produzca de forma espontánea. Que la educación esté subvencionada o el consumo del alcohol gravado con impuestos especiales serán hechos que el ciudadano acepte para corregir sus hábitos corrientes de consumo en virtud de unas determinadas aspiraciones objetivadas y asumidas por la sociedad de la que es miembro.

Pero no quedaría completa esta exposición si no introdujéramos un nuevo elemento: el coste de satisfacción de toda necesidad. Precisamente porque los recursos de que dispone el consumidor son escasos, el hacer frente a una necesidad conlleva renunciar a otras satisfacciones. Esto nos sitúa de lleno en el ámbito económico. Toda elección supone, pues, un sacrificio que se traduce en

4 En este sentido nos parece exagerada la postura de algunos economistas actuales, que subrayan el individualismo subjetivo y apenas contemplan la componente social y su dinamismo. Véase, por ejemplo, J.-J. ROSA. Vrais et faux besoins, en J.-J. ROSA-F. AFTALION (eds.), L'économique retrouvée. Vieilles critiques et nouvelles analyses. Paris 1977, 155-171.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 215

la entrega de unos recursos en pago de la satisfacción que se recibe.

Con esto podemos pasar a analizar cómo funcionan las necesidades en los distintos modelos de economía que estudiamos en el capítulo anterior: en la economía de mercado (que nos obligará a una digresión más extensa sobre publicidad y sobre sociedad de consumo) y en la economía de planificación centralizada.

2. La satisfacción de las necesidades a través del mercado

En principio, nadie se atreverá a negar que en una economía de mercado el consumidor es protagonista de primer orden en el proceso de ajuste oferta-demanda. Si no toda la iniciativa, una parte importante de la misma le corresponde a él. Al acudir al mercado con unas necesidades determinadas, suscitará en el productor una respuesta que las satisfaga. Aun admitiendo que este último actúe movido por el deseo de lucro, y precisamente por ello, la producción se concentrará en aquellos sectores donde la demanda está más desatendida y donde son más altas las expectativas de obtener un beneficio.

Sabemos que este esquema, teóricamente intachable, se parece poco a lo que ocurre en la realidad. A las reflexiones expuestas en el capítulo anterior podemos añadir ahora que este sistema comporta dos limitaciones que, aun en teoría, son insuperables. Es decir, hay dos tipos de situaciones en que el mercado no garantiza la satisfacción de la demanda; en ellas, por tanto, ni siquiera el modelo teórico de mercado funciona.

En primer lugar, para que el productor responda a la demanda es imprescindible que ésta vaya acompañada de capacidad adquisitiva. En consecuencia, lo que funciona en el mercado no es la demanda sin más, sino la demanda solvente. El mercado no sabe nada de la urgencia de una necesidad ni de su importancia; reacciona sólo si existe un consumidor que está dispuesto a pagar.

Esto es algo tan evidente que a nadie se le ocurrirá ponerlo en duda. Pero con ello eliminamos de la vida económica a todos aquellos que no tienen recursos para adquirir los bienes y servicios que de hecho necesitan. Así se explica que, mientras unos se mueren de hambre, otros se rodean de innumerables objetos de lujo; y que esto ocurra en un mismo país y en una misma ciudad. Porque, sin demanda solvente, el mercado no reacciona; las necesidades que no van acompañadas de capacidad de pago no tienen acceso al mercado5.

5 Cf R. ALBERDI, Economía y necesidad, en La identidad cristiana en el compromiso social, Marova, Madtid 1982, 89.

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216 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Históricamente, la beneficencia ha venido a llenar este vacío de las instituciones. Porque la beneficencia consiste en eso precisamente: salir al encuentro de las necesidades de otro sin recibir nada a cambio. Y no sólo los particulares o las instituciones religiosas o humanitarias; también el Estado ha asumido estas tareas subsidiarias a través de subvenciones, transferencias, etc. Pero la sensibilidad actual parece más reacia a aceptar esta forma de resolver tal limitación del mercado.

Hay un segundo caso en que el mercado, aun aceptando que funcione con la exactitud del modelo teórico, no responde a la demanda del consumidor. Y la razón es parecida: que para el productor no es motivo la demanda que no va acompañada de capacidad de pago. Pues bien, hay bienes que, aunque necesarios, ningún particular está dispuesto a pagarlos porque no son apro-piables en exclusiva. Son los llamados bienes públicos. Cuando un ciudadano paga por adquirir algo que necesita, lo hace sobre el supuesto de que el pago le da derecho a poseerlo en exclusiva, es decir, a excluir de su uso a cualquier otra persona. Esto es lo que ocurre con la inmensa mayoría de los bienes. Pero no con todos. Por ejemplo, cuando los habitantes de una gran ciudad se quejan de la contaminación producida por la aglomeración de viviendas, los humos de la calefacción, la combustión de los vehículos, etc., están indirectamente denunciando una de las mayores limitaciones de la economía de mercado. El aire que respiramos no es un bien privatizable, nadie puede comprarlo con la seguridad de que podrá disfrutar de él en forma exclusiva; por eso, nadie está tampoco dispuesto a producirlo o, lo que es igual, a garantizar la pureza del medio ambiente.

Se dirá: pueden hacerlo los poderes públicos. Efectivamente, de hecho lo hacen cuando dictan reglamentaciones que preservan el medio ambiente o imponen multas a los infractores. Pero entonces ya no funciona el mercado, que se basa siempre en las conductas particulares; ha tenido que venir alguien que actúe con unos criterios diferentes; no de interés privado, sino de bien común. En todo caso, hemos tenido que llegar a unos niveles muy alarmantes de deterioro para conceder que la iniciativa privada no puede ser el único motor de la vida económica, para convencernos de que el bien común (el bien de todos) no es igual a la suma de los bienes individuales que cada uno se procura con sus propios medios y en competencia con los demás. Por tanto, si las únicas variables que actúan en el mercado son los bienes privados de cada uno de los que acceden a él, el mercado es radicalmente insuficiente para producir el bien de la sociedad.

A la vista de las dos situaciones analizadas se impone como conclusión que, aun teóricamente, es preciso complementar el funcionamiento del mercado introduciendo elementos que actúan

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 1 7

con móviles diferentes. La experiencia de las últimas décadas confirma esta conclusión. Si ella ilustra el progreso social de las economías donde ha presidido el principio de la iniciativa privada, sugiere al mismo tiempo dónde están sus limitaciones. Por una parte, los procesos de distribución no han sido capaces de dotar a todos los ciudadanos de la solvencia precisa, por lo que muchos quedan excluidos total o parcialmente del mercado. Por otra parte, la presión demográfica y las aglomeraciones urbanas, unidas a un cierto desenfreno del lucro privado, han convertido en escasos bienes que antes podían ser considerados como libres, ya que existían en cantidades más que suficientes para permitir su consumo sin trabas a todos los ciudadanos; el agua y el aire eran en otro tiempo prototipos de bienes libres (en un tiempo anterior, también la tierra), pero hoy han perdido esa condición para convertirse en bienes cada vez más escasos.

3. La sociedad de consumo y la defensa del consumidor

Quizá el título de este apartado sea tachado de sorprendente o contradictorio por más de un lector. Y así parece a primera vista. ¿Por qué en una sociedad caracterizada por el consumo de masas hay que preocuparse de defender al consumidor? La vida cotidiana, sin embargo, muestra que ambas cosas coexisten: que, junto a un nivel económico que permite un consumo generalizado, el ciudadano es víctima frecuente de atropellos y manipulaciones que le hacen sentirse más indefenso que nunca. Veamos más de cerca las paradojas de esta situación.

En efecto, la sociedad actual ha sido definida como sociedad de consumo. El término se ha convertido en un tópico, muchas veces objeto de una crítica fácil y simplista, con el que se evoca el hecho de que la pobreza ya no es la forma normal de vida para un número importante de naciones. Podrá objetarse que éstas sólo constituyen un islote en el mar de la humanidad. Pero responderíamos que su existencia es decisiva, porque condiciona y arrastra a muchos pueblos. Además es el tipo de sociedad vigente en el mundo occidental, en que nosotros vivimos.

La sociedad de consumo es la sociedad de la abundancia y de la opulencia6. La revolución industrial, con su desarrollo ulterior, permitió a una porción importante de la humanidad superar la etapa en que el problema cotidiano era la subsistencia misma. El

6 J. K. GALBRAITH. The affluenl society (publicado en 1958; traducción española: La sociedad opulenta, Ariel, Barcelona 1960), fue uno de los primeros en sistematizar los cambios que supone el pasar de una sociedad de la pobreza a una de la opulencia.

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218 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

paso de la producción artesanal a la producción en serie abrió un amplio abanico de posibilidades al hombre en forma de bienes disponibles para satisfacer una demanda cada vez mayor. La utilización masiva de la máquina como complemento del trabajo humano elevó considerablemente la productividad de éste, traduciéndose de inmediato en los correspondientes aumentos de la renta y del nivel de vida. Según el eslogan clásico, "la oferta creaba su propia demanda"7. El crecimiento era una constante de la economía moderna; tenía carácter de ilimitado. Superada aquella primera fase, en la que todos los esfuerzos se concretaron en salir de la indigencia y hacer frente a las necesidades más perentorias, se accede a otra de bienestar creciente, basada en el consumo de bienes más o menos duraderos. El crecimiento continuo indefinido, medido en términos de renta real disponible, se convierte en el medio ambiente psicológico en el que se desenvuelve nuestra sociedad.

No hay duda de que todo un tipo de hombre se va configurando a lo largo de este proceso: el nombre del crecimiento cuantitativo y sin límites, que pone todo su afán en tener cada día más, que vive para consumir y para tener. Es un modelo de hombre que se adapta perfectamente a esa forma de sociedad que venimos describiendo, que la mantiene y potencia, pero que al mismo tiempo la lleva hasta el techo de sus posibilidades.

Por eso cuando hoy hablamos de "sociedad de consumo" es fácil percibir un trasfondo de crítica amarga hacia este estado de cosas. Esta sociedad, que se caracteriza por la producción en serie y la complejidad y variedad cada vez mayor de sus productos, manifiesta una preocupación cada vez mayor también por dar salida a su producción: se idean nuevas formas de comercio, se multiplican los puntos de venta, se renuevan las técnicas de venta, todo ello en un esfuerzo titánico por dotar de mayor fluidez al comercio y facilitar la venta de los productos8. Y es que si en otro tiempo el problema era producir para subsistir, hoy lo que preocupa es consumir para poder seguir produciendo, porque la producción en serie ha terminado por imponer también el consumo en serie.

Se comprende, por tanto, que la sociedad de consumo plantee él problema de defender al consumidor9. Las razones son muchas. En primer lugar, el marco económico en que nos movemos no es

7 Esta ley fue formulada por J. B. SAY en su Tratado de economía política, publicado en 1803, y estuvo dominando el pensamiento económico, a pesar de las críticas que recibió, hasta que J. M. KEYNES publicó su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero en 1936.

8 Cf J. M. BENGOECHEA, La promoción de los derechos del consumidor desde la administración pública, en "RevFomSoc" 33 (1978) 232.

9 Cf J. IRIBARREN. Orientación y defensa del consumo, en "AnMorSocEc" 15 (1967) 157-179.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 219

el de la competencia perfecta, ya que carece de la atomicidad, ¡a transparencia y el libre juego que caracterizan a aquélla; se acerca mucho más al modelo de competencia imperfecta y oligopolis-ta ,0. Pero es que, además, el consumidor es del todo impotente para descubrir fraudes que muchas veces son consecuencia de la aplicación de complicados procesos químicos o técnicos en general. Y aun cuando lo descubriera, ¿estaría dispuesto a entablar un largo proceso para denunciar algo que en sí mismo es menudo y pasajero? Porque también aquí actúa la ley de los grandes números, ya que es sólo a ese nivel donde se notan los abusos.

Un campo donde también queda en evidencia la indefensión del consumidor es el del conflicto permanente que enfrenta a los trabajadores con las empresas (o con el capital). En el pugilato de estos dos grupos por obtener una mayor participación en el valor añadido es fácil que ninguno de los dos ceda y que ambos se beneficien a costa del consumidor: aumentar los precios, reducir la calidad, son formas de hacer crecer ese valor añadido con perjuicio del consumidor. Este, que accede al mercado en forma dispersa y atomizada, no tiene fuerza para hacer frente a quienes actúan a través de poderosas asociaciones con una larga experiencia de lucha.

Esta y otras razones —en el apartado siguiente hablaremos de la publicidad— inducen a pensar que el principio de la soberanía del consumidor, tan aireado por muchos economistas de tendencia liberal, apenas tiene vigencia en esta sociedad de consumo. Cuando el problema fundamental de la vida económica pasó de la producción a la distribución, asistimos al nacimiento del derecho mercantil como instrumento legal para la defensa del comerciante. Hoy, cuando el problema central de la economía sufre un nuevo desplazamiento, ahora hacia la esfera del consumo, nace un nuevo derecho: el derecho del consumidor. Y lo primero que éste presupone es una conceptualización exacta de lo que se entiende por consumidor.

En la descripción que precede ha quedado de manifiesto cómo la indefensión del consumidor depende en gran parte de su carácter masivo, unido a la dispersión con que actúa. Los consumidores, a la vez que forman un colectivo, actúan individualmente. Ambos aspectos son subrayados por unos autores y otros. Algunos insisten sobre todo en esa dimensión colectiva del consumo. El consumidor no es el comprador aislado en un mercado local reducido; es el protagonista de un mercado de masas, objeto de campañas publicitarias y de presiones diversas, a las que apenas tiene capacidad para hacer de contrapeso. Pero, además, el consumidor no es ya el estricto comprador; también se preocupa de

10 Cf I. GARCÍA DOMÍNGUEZ, El marco económico del consumidor, en "Inf ComEsp" 532 (1977) 9-13.

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otros bienes que no compra, pero de los que sí disfruta (medio ambiente, etc.); por eso algunos hablan del consumidor "ecológico" o del consumidor como el "ciudadano de la vida económica" ". Otros autores insisten en el carácter individual de su actuación y en las consecuencias que se siguen del mismo. He aquí una definición de esta línea: el consumidor es "el sujeto individual que adquiere o utiliza para su consumo o uso personal o familiar los bienes y servicios ofrecidos en el mercado por los agentes económicos que concurren a éste con carácter profesional" n. En esta definición, aparte del carácter individual del consumidor (que no forma parte de un conjunto integral), se destaca su carencia de profesionalidad (falta de capacitación técnica específica), en contraste con su interlocutor en el mercado.

La defensa del consumidor supone un doble campo de actuación: el de la iniciativa privada y el de la pública. Es en ese ambiente donde han ido formulándose además los derechos del consumidor. Estos fueron por primera vez sintetizados en 1962 por un personaje público. Fue el entonces presidente norteamericano J. F. Kennedy, dirigiéndose al Congreso de su país. Tras declarar que "todos somos, por definición, consumidores", enumeró los siguientes cuatro derechos: derecho a la seguridad (ante los productos que consume y ante la contaminación del medio ambiente), derecho a la elección (libertad para acceder a los productos existentes en el mercado), derecho a la información (como condición para una elección adecuada), derecho a la participación (para que sus intereses sean tenidos en cuenta en la política del país).

Los derechos fundamentales del consumidor fueron nuevamente formulados en la "Carta de protección del consumidor" del Consejo de Europa (17 de mayo de 1973); son cinco: derecho a la protección de la salud y la seguridad de los consumidores, derecho a la protección de los intereses económicos de los consumidores, derecho a la reparación de daños, derecho a la información y educación, derecho a la representación13.

Sólo a partir de la década de 1950 se inició en algunos países una política sistemática de defensa del consumidor u. La iniciati-

11 Cf J. M. BENGOECHEA. La política de defensa del consumidor en España, en "InfComEsp" 532 (1977) 15.

12 M. A. ALBADALEJO. Notas para un concepto jurídico del consumidor, en "InfComEsp" 560 (1980) 120.

13 Están extensamente desarrollados en J. M. BENGOECHEA, O.C, 15-17. 14 Cf una descripción de los principales movimientos e iniciativas públicos y

privados en diez países europeos, así como otros de alcance supranacional, en C. MENÉNDEZ ROCES. La realidad del consumidor en la sociedad actual, en "Esic-Market" 34 (1981) 56-72. Cf también, por su referencia a España: J. M. BENGOECHEA, o.c, 18-20; R. AGUILAR, Representatividad y representación del consumidor español, en "InfComEsp" 532 (1977) 30-37; P. DE EUSEBIO. El Instituto Nacional del Consumo, ib., 66-74; J. SANROMÁ, La protección del consumidor en la sociedad española, en "DocSoc" 48 (1982) 157-175; El movimiento asociativo de consumidores, ib, 177-188.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 2 1

va privada es, en este campo, anterior en el tiempo y más variada en su actuación. Sus distintas manifestaciones se engloban bajo el término de "consumerismo", de clara procedencia anglosajona. Dentro de sus variadas formas, el movimiento ha sufrido una clara evolución, desde una orientación prioritaria a las reivindicaciones concretas, primero del precio y luego de la calidad, hasta una tarea más compleja de información y educación dirigida a todos los ciudadanos. Si en un primer momento se pretendía ante todo restablecer el equilibrio entre productores y consumidores, roto en favor de aquéllos, poco a poco se fue evolucionando hacia un movimiento social para promover una mayor satisfacción en los consumidores y alcanzar un verdadero desarrollo de la persona humana en todas sus dimensionesl5.

Esta evolución es una prueba interesante de que el movimiento en defensa del consumidor pretende, en última instancia, defender al hombre mismo, recuperarlo en su autonomía frente a una sociedad que quiere utilizarlo como instrumento para el lucro económico. La defensa del consumidor es, por tanto, una nueva forma de hacer realidad aquel principio de que la economía ha de estar al servicio del hombre. Esta tarea comprende desde las reivindicaciones más inmediatas y la lucha contra cualquier forma de fraudes hasta el esfuerzo por liberar al ciudadano del afán de consumo indiscriminado y devolverle su autonomía. Por eso la defensa del consumidor desemboca en la educación para el consumo. E. Weber describe los cuatro objetivos básicos de esta educación: orientación general sobre la economía de mercado, educación para el consumo racional (no basta tener dinero y comprar para disfrutar), educación para una selección crítica (ante una oferta tan abundante y variada), educación para el manejo racional de los recursos económicos y para el ahorro 16. Son éstos algunos aspectos de indudable interés, buena muestra de que la sociedad toda reacciona y busca recuperar su iniciativa. Como hemos dicho, de lo que se trata es de devolver a la economía su papel instrumental, revitalizar el respeto a la naturaleza y evitar el derroche innecesario de los recursos, a sabiendas de que con ello estamos garantizando también un mundo más habitable para las generaciones venideras.

4. La publicidad y la creación de necesidades

Más de un lector, al recorrer el apartado anterior, habrá pensado repetidas veces en la publicidad como uno de los mecanis-

15 Cf C. MENÉNDEZ ROCES, o.c. 55. 16 Esta síntesis está tomada de M. FRAGA, Economía de consumo y sociedad: las

críticas de Marcuse y otros contemporáneos, en "AñMorSocEc" 33 (1973) 78-79.

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mos más poderosos hoy para despertar y mantener en el ciudadano la obsesión del consumo. Ha llegado ahora el momento de detenernos a reflexionar sobre este fenómeno tan característico de la sociedad de consumo.

Hay que comenzar diciendo que, respecto a la publicidad, su justificación y sus efectos, existen las más encontradas opiniones, la mayoría de las veces muy condicionadas por la perspectiva y la ideología desde la que uno se acerca al fenómeno. Quizá recorriéndolas todas sea posible llegar a algunas conclusiones matizadas que nos den pistas para un enfoque moral de la publicidad.

Desde luego, podemos afirmar de entrada que la publicidad es un ingrediente imprescindible de la sociedad de consumo, tal como ha sido descrita más arriba: de esa sociedad que se ve empujada a consumir en serie para poder mantener sus niveles de producción. Aun cuando un tratamiento más objetivo del tema aborde la publicidad ante todo desde el punto de vista técnico-profesional, hay que reconocer que si la publicidad ha llegado a eso ha sido como consecuencia de la necesidad de vender. Por tanto, de hecho está al servicio del productor más que del consumidor y del ciudadano.

Esto supuesto, no cabe duda que la publicidad no se deja hoy a la mera intuición o genialidad de los individuos, sino que se pone en manos de profesionales. En esta línea ha sido definida como "actividad profesional que tiene por objeto elaborar técnicamente un mensaje y un plan de difusión con la finalidad de provocar en el sector de población a que se dirija una favorable actitud de compra o contratación del producto o servicio de que se trata" 17.

Tres aspectos se subrayan en esta definición. En primer lugar, como ya hemos apuntado, su carácter profesional. Pero también su contenido comunicativo. En efecto, la publicidad es, ante todo, una forma de comunicación social, antes incluso de revestirse de sus típicas connotaciones económicas o comerciales. De hecho, conocemos mensajes publicitarios cuya finalidad no es estrictamente lucrativa para nadie: piénsese en aquellos "spots" que nos alientan a respetar la naturaleza, a ahorrar energía... En todos ellos se pretende persuadir, pero sin buscar un beneficio económico para personas privadas, sino un mayor nivel de bienestar para la colectividad. Este es el tercero de los aspectos subrayados: su naturaleza persuasiva. Es difícil aceptar que el único fin de la publicidad sea informativo. No cabe duda que a través de ellas se nos suministra una información (¿siempre veraz y objetiva?); pero ésta no es su finalidad última. La publicidad quiere convencer,

17 F. HUERTA. Moral y publicidad, en "AnMorSocEc" 42 (1976) 213. Cf también H. PINEAU. Les métiers de la publicité. en "RevActPop" (1959) 931-939.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 223

suscitar determinadas actitudes en su destinatario o reforzarlas; siempre actúa en el campo de la persuasión.

Pero ¿produce siempre esos efectos? ¿Es eficaz como instrumento de persuasión? Basta considerar hasta qué punto la publicidad nos invade y cuántos recursos económicos se destinan a ella 18 para sospechar que alguna eficacia debe poseer. Es más difícil, sin embargo, determinar el alcance real de esa eficacia. No parece posible aceptar, sin matización alguna, que la publicidad aumenta las ventas o las mantiene; tal afirmación sólo se cumple con toda certeza en productos de importancia secundaria, o en productos cuyo consumo está creciendo como consecuencia de la evolución tecnológica, o en la competencia entre diferentes marcas de un mismo producto, o para estimular a comprar un producto a prueba. Pero para muchos autores es difícil que la publicidad tenga algún efecto si no existe una necesidad previa por parte del consumidor ".

Sin embargo, los efectos de la publicidad no se limitan a este campo. Es precisamente aquí donde más se crece la polémica: cuando se pretende hacer un balance global de los efectos positivos y negativos de la publicidad20. Cabría sintetizar los distintos campos de acción de la publicidad en tres. Así resultará más sistemática nuestra exposición.

El primero de los campos citados es el del productor y vendedor. Es aquí donde más positivo tiene que ser nuestro juicio, con las matizaciones que acabamos de hacer. Obviamente, si a alguien beneficia la publicidad es al interesado en vender. Con todo, hay que poner en guardia contra los posibles inconvenientes de la competencia desleal a través de las técnicas publicitarias; no se pierda de vista que éstas tienen frecuentemente por objeto ganar una mayor cuota de mercado a costa de los que fabrican el mismo o parecido producto.

El segundo campo a considerar es el del consumidor en cuanto tal. Aquí las cosas son más complejas. Se dice a menudo que gracias a la publicidad se ponen a disposición del consumidor productos más variados y más baratos. Si lo primero es cierto y va unido a la mayor información que se suministra al consumidor

18 Para 1978 se calculaba que en España se gastaban en publicidad 1.500 pesetas por habitante y año. Estados Unidos cuadruplicaba esa cifra. Cf J. GOROS-OUIETA, Deontología para empresarios. Mensajero, Bilbao 1978, 125.

" Cf H. DE FARCY, Incidences économiques de la publicité, en "RevActPop" (1959) 942-945. Subrayan la necesidad de que exista una demanda previa: E. FEUOO, La publicidad y la prolección del consumidor, en "InfComEsp" 532 (1977) 75-91; A. S. C. EHRENBERG. La publicidad repetitiva y el consumidor, en "Esic-Market" 35 (1981) 17-33.

20 Cf, además de los tres artículos citados en la nota anterior: T. M. GARRET. Morale de la publicité, en "RevActPop" (1959) 952-960; J. IRIBARREN. La propaganda comercial, en "AnMorSocEc" 10 (1965) 203-225.

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y a unas más amplias posibilidades de elección, es en cambio dudoso que la publicidad abarate los precios de venta. Porque si el aumento del consumo (cuando lo haya) puede abaratar los costes medios de producción, tal efecto suele ser neutralizado por el incremento en los costes de distribución (provocados por la publicidad misma). La publicidad genera una guerra entre productores y obliga a todos a utilizar tales técnicas, aunque sólo sea para compensar el efecto de la competencia. Con lo cual puede suceder que el único efecto de la publicidad sea el de neutralizarse mutuamente los productores, pero a través de un incremento de los costes y de los precios. En todo caso, es muy dudoso que la publicidad beneficie al consumidor reduciendo los precios.

Hay quien piensa, por otra parte, que la publicidad es garantía de calidad y tiende a la mejora de los productos. Es posible que así sea, aunque también es cierto que la reducción de la calidad es a veces una vía fácil para disminuir el tiempo de vida útil de los productos y aumentar el ritmo de compra. Sin embargo, son muchos los que piensan que la publicidad no es capaz de mantener en el mercado un producto de escasa calidad.

Un tercer campo, por último, muy unido al anterior, es el que contempla al ciudadano más allá de su dimensión como consumidor, y a la sociedad entera. Se ha subrayado repetidas veces que la publicidad no favorece al ahorro ni facilita una asignación racional de recursos para un mayor bienestar social. No puede dudarse que en la publicidad predominan los intereses de los productores y que éstos no coinciden siempre con los del ciudadano. Pero, en conjunto, las contraindicaciones de la publicidad en este terreno pueden sintetizarse en tres. Ante todo, fomenta el hábito de consumo y, consecuentemente, hace aumentar el despilfarro de los recursos; reduce, en una palabra, la capacidad de disfrute de un determinado bien, respecto al cual tiende a convencer al consumidor de que ha sido superado por otro. En este sentido se dice —y es el segundo aspecto al que queríamos aludir— que la publicidad crea necesidades. Esta es una afirmación discutida, como se ha insinuado anteriormente. Pero, aun aceptando que la publicidad no es omnipotente ni produce todos los efectos deseados en cada uno de los productos, no puede negarse que en el conjunto de la sociedad sí que desencadena un afán desmedido de consumo, aunque no llegue a especificar todavía en qué bienes va a concretarse. No nos referimos, por tanto, al consumo de un objeto particular que la publicidad pueda promocionar, sino a una predisposición irrefrenable al consumó en abstracto. Y manteniéndonos en este nivel, puede añadirse, en tercer lugar, que la publicidad altera las escalas de valores y, por tanto, incide sobre los modelos sociales y acentúa la dimensión materialista y hedonista de la vida, marginando otros aspectos de mayor alcance: alienta una

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imagen de hombre que se siente feliz con el consumo de esa constelación de objetos que la moderna sociedad le ofrece.

Claro que de esto último la publicidad no es el responsable exclusivo. Pero ocurre que ella es un complemento adecuado de la sociedad capitalista, que privilegia los valores basados en el tener más que en el ser. Es fácil que la crítica de la publicidad haga de ésta un símbolo del capitalismo y que sea esto lo que en el fondo se está rechazando. Pero, en verdad, resulta difícil analizar el tema de la publicidad de una forma objetiva y prescindiendo del contexto capitalista en que se ha desarrollado y nosotros la experimentamos hoy.

De hecho, la publicidad es un instrumento al servicio del productor. Y hay que reconocerle a éste el derecho a usar de ella para hacerse presente en el mercado informando y motivando al consumidor potencial. Pero este derecho debe armonizarse con el derecho, más prioritario, del ciudadano a ser respetado en su autonomía humana. Vivimos en una sociedad que reconoce la iniciativa privada como motor de la economía y acepta que sea el lucro en sus diversas formas el móvil más generalizado en que ésta se apoya. Pues bien, eso es un peligro que siempre amenazará al ciudadano y frente al cual la sociedad tendría que tomar medidas. Entre ellas hay que citar los llamados "Códigos de ética publicitaria", que suelen luego concretarse en normas legales y suponen, por consiguiente, una intervención de los poderes públicos. De nuevo nos encontramos con la necesidad de que éstos entren en escena para corregir los excesos de una economía dejada por entero en manos privadas.

En España, en concreto, el estatuto de la publicidad, aprobado como ley en 1964, establece cuatro principios que deben ser observados en toda la actividad publicitaria: el principio de legalidad (respeto a los derechos, costumbres, instituciones y leyes), el principio de veracidad (evitar toda deformación de los hechos que conduzca a error), el principio de autenticidad (de forma que toda actividad publicitaria sea fácilmente reconocible como tal), el principio de libre competencia fque facilite la libre elección del consumidor)21.

Naturalmente, estos principios son susceptibles de muchas aplicaciones. Siempre habrá que distinguir en la ética publicitaria lo que se refiere a los contenidos y las técnicas concretas que se emplean. Es en este último ámbito donde la publicidad debe ser más cuidadosamente vigilada, porque la técnica moderna tiene armas para manipular ampliamente a los ciudadanos. No hablemos ya de la publicidad subliminal, unánimemente rechazada;

21 Cf un amplio resumen de la ley y su interpretación en J. GOROSQUIETA O C 116-123.

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226 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

pero junto al anuncio explícito existen otras formas de publicidad camuflada; por ejemplo, cuando lo que se presenta como atractivo es algo accesorio al bien en sí (el embalaje, o el premio adicional que se puede conseguir) o cuando se juega con los sentimientos más íntimos de las personas (la belleza de la mujer se identifica con un determinado producto...). ¿Hasta qué punto puede decirse que, en casos como los citados, se respeta a la persona y se la pretende servir? Es cierto que la posible gravedad moral de estas prácticas se reduce en la medida en que todos sabemos que la publicidad, por regla general, exagera y no puede ser creída al pie de la letra. Pero este atenuante es difícil de descubrir, en cambio, cuando el destinatario de los mensajes publicitarios es un ser especialmente indefenso, como ocurre en el caso de los niños. Ahí sí que es necesario mantenerse tajante y luchar contra toda manipulación de los mismos.

5. La satisfacción de las necesidades en una economía planificada

Después de todo lo dicho, no es extraño que muchos se pregunten si no es preferible optar por el modelo alternativo, el de planificación centralizada, con la confianza de que en él las necesidades humanas puedan ser de veras satisfechas sin estar sometidas a estos complejos mecanismos de manipulación. Puesto que la iniciativa privada acaba de hecho poniendo en manos de los productores todos los hilos del mercado, hay razones para sospechar que el sistema de planificación haría funcionar las cosas mejor al negar la iniciativa privada y arbitrar otro mecanismo para ajustar la oferta y la demanda.

La planificación es un instrumento —esto conviene dejarlo claro desde el principio—, lo cual significa que está al servicio de algo; naturalmente, al servicio de una mejor satisfacción de las necesidades humanas. Evidentemente, el mercado también tiene carácter instrumental, y también está ordenado al mismo fin. Pero en el mercado la consecución de ese objetivo es el término de un largo proceso de decisiones privadas en que cada cual actúa según sus propios intereses y su expectativa de lucro, mientras que en la planificación, cuando es pura, el proceso de decisión se concentra en manos del poder público. Las determinaciones de éste son eficaces, por cuanto de él depende también la organización de la producción y la fijación de los precios22. La iniciativa privada, y en concreto la del consumidor (que es la que ahora nos

22 Cf E. MENÉNDEZ UREÑA. El mito del cristianismo socialista. Crítica económica de una controversia ideológica, Unión Editorial, Madrid 1981, 123-134.

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interesa), ha sido sustituida por la de quien se considera capaz de decidir con mayor eficacia para lograr el deseado bienestar de la sociedad por un camino más directo y eludiendo la compleja mediación de las decisiones atomizadas de consumidores y productores.

Si en el caso de la economía capitalista de mercado nuestra reflexión se ha basado en la realidad que estamos viviendo cada día, no sería correcto, ni honesto siquiera, contraponer ahora un modelo ideal o utópico de economía planificada socialista, en el que se exaltara el principio del bien común explícitamente asumido como el motor de las decisiones económicas. También al hablar de la planificación hay que referirse a los sistemas reales, aunque los hechos no sean tan familiares ni la literatura tan asequible.

Ya sabemos cómo, desde que se instauró el primer sistema de planificación socialista en la Unión Soviética, la experiencia histórica ha dado ocasión a innumerables estudios que discuten la idoneidad del mismo para hacer funcionar de modo eficiente la vida económica. De todos los aspectos estudiados ahora sólo vamos a aludir a uno, que es el que centra nuestra atención en este capítulo: la demanda del consumidor. ¿Hasta qué punto puede considerarse ésta fundamentalmente atendida en las economías planificadas tal como han existido y existen hoy?

Para responder a esta pregunta basta recordar algunas ideas expuestas en el capítulo anterior. En una economía poco desarrollada es fácil determinar cuáles son los sectores donde conviene concentrar todos los esfuerzos sociales: aquellos que permiten superar a corto plazo los umbrales imprescindibles para la subsistencia de todos, junto con aquellos otros que ponen las bases para un desarrollo estable a medio y largo plazo. Pero una vez que se alcanzan unas cotas aceptables de bienestar, resulta mucho más difícil ya todo intento de planificar la producción de bienes y servicios. Y es que en esos niveles la demanda comienza a diversificarse en función de las más variadas circunstancias y se hace casi imposible conocer todos sus extremos para poder planificar cómo se va a responder a ella. Cabría imponer a la sociedad lo que ésta tendría que consumir. Pero esto se hace del todo in-viable a estas alturas, y sólo conduce a una generalización del despilfarro en el uso de los recursos productivos.

Todo esto refleja cómo la planificación pura se ha hecho cada vez más difícil e inoperante, entre otras razones por la imposibilidad de controlar la demanda de los consumidores23. Ello obligó, como vimos en el capítulo anterior, a restablecer algunos meca-

z3 Cf M. KASER-J. G. ZIELINSKI, La nueva planificación económica en Europa Oriental, Alianza, Madrid 1971; E. LIBERMAN (ed.), Plan y beneficio en la economía soviética, Ariel, Barcelona 19733.

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nismos del mercado, en particular flexibilizando los precios. A través de ellos se expresarán los gustos y preferencias de la sociedad, lo que contribuirá a un mejor ajuste de la oferta a la demanda.

Como conclusión, podemos afirmar que tampoco la planificación es el instrumento más idóneo para garantizar el bienestar socio-económico, sobre todo cuando se aplica de un modo estricto. Porque cuando la planificación es fruto de la participación y no imposición de quienes se arrogan el derecho de sustituir la iniciativa de los ciudadanos, entonces será un medio válido de corregir las desviaciones de todo tipo que conlleva el sistema de iniciativa privada. Esto es lo que viene exigido por aquel principio que quedó formulado en el capítulo primero: que el hombre no es sólo principio y fin de la vida económica, sino también autor y protagonista de la misma. Pero la mejor forma de llevar este principio a la práctica no es el modelo de iniciativa privada, como podría parecer a primera vista, sino un modelo que incluya también la participación organizada para evitar que la iniciativa de algunos impida todo ejercicio de la libertad en otros muchos.

CAPÍTULO 4

La unidad de producción

En el capítulo anterior hemos estudiado la demanda de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas: contemplábamos así al consumidor como uno de los protagonistas de la vida económica. Pero, al hacerlo, surgía de inmediato el otro gran protagonista: el productor. Desde el primer momento, además, vislumbrábamos el carácter polémico del tema en torno a un principio fundamental: ¿es cierto en la práctica que el motor de la actividad económica, el que lleva la iniciativa en ella, es el hombre en cuanto consumidor, tal como lo exige una recta concepción de la vida económica? ¿O más bien ocurre lo contrario, que es el productor quien marca en gran medida las pautas de consumo del ciudadano?

Este es el momento de analizar la unidad de producción. Para ello comenzaremos proponiendo una definición de empresa. Nos ayudará al mismo tiempo a deshacer ciertas confusiones y a eliminar no pocos prejuicios con que casi siempre se aborda la cuestión.

1. Hacia un concepto de empresa

No creemos superfluo comenzar delimitando el concepto de empresa', porque no es rara la tendencia a identificarla con una de sus posibles formas de realización: la empresa capitalista. Lo malo es que tal identificación es históricamente explicable. Y es que antes de que la empresa se generalizase como institución social, el empresario se había ido convirtiendo en una figura clave de la sociedad a partir del momento histórico en que comienzan a gestarse las profundas transformaciones que desembocarían en la revolución liberal y burguesa. Este tipo humano se caracteriza

' Hay multitud de intentos de definición más o menos estricta. Véase un estudio detallado de muchas de ellas en M. SÁNCHEZ GIL, Concepto económico de empresa (Ensayo de crítica y síntesis). Cía. Bibliográfica Española, Madrid 1964.

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230 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

por una manera de ser muy peculiar: su espíritu conquistador y aventurero en el campo económico; su capacidad de poner en juego unos recursos económicos y de utilizarlos en la consecución de una ganancia cuanto más abundante mejor, pero sin excluir el riesgo de terminar en el fracaso. No puede olvidarse que el mismo vocablo "empresa" procede del verbo "emprender". Naturalmente, para acometer tal "empresa", el empresario necesita disponer de unos recursos, que podrán ser de su propiedad, pero que en muchos casos procederán del patrimonio de otras personas.

Este carácter "emprendedor" de toda empresa debe considerarse un elemento clave de su definición. Pero hay que reconocer que, con el paso del tiempo, con el desarrollo de la economía y la creciente complejidad de la organización empresarial, tal rasgo ha perdido mucho de su frescura y espontaneidad. Hoy la empresa es una complicada estructura, en donde el riesgo tiende a reducirse al máximo, y que está constituida por una agrupación de personas que ponen en común su actividad para producir unos bienes y servicios cuyos destinatarios no son los mismos productores, sino otras personas. La empresa es, pues, ante todo, unidad de producción.

¿Qué queda entonces del riesgo y del afán de lucro que caracterizaban al empresario del pasado? Algo muy importante y que complementa la definición antes apuntada: el sentido de innovación y renovación constantes, de progreso. Este factor se manifiesta de una forma impersonal, en cuanto que no se encarna en un individuo concreto, sino que responde más bien a la dinámica misma de la empresa como ente con autonomía propia. Porque es propio también de la empresa moderna englobar en ella diferentes grupos de personas con intereses a menudo contrapuestos y, por lo general, no coincidentes con los objetivos mismos de la empresa. Puede concluirse, entonces, que la figura del empresario ha ido diluyéndose para dar paso a una pluralidad de instancias dentro de la empresa. Y así es posible distinguir tres niveles en la empresa.

l.Q La función que la empresa desempeña en la sociedad: la hemos definido en términos de producción-distribución y de innovación-progreso. Puede considerarse como lo más genuino y nuclear del concepto de empresa.

2.Q Los objetivos de los grupos cuyos intereses están vinculados a la empresa: empleo seguro y bien remunerado para los trabajadores, una rentabilidad suficiente para los que aportan el capital, etc.

3.Q Los objetivos de la empresa misma, en la medida en que esta tiene un interés propio, distinto y a veces en conflicto con el de sus miembros. Cabe formular estos objetivos de muchas formas: estabilidad, conservación o ampliación del mercado, etc.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 231

La diferencia entre el primer nivel y los otros dos se apoya en el hecho de que una cosa es lo que aporta la empresa a la sociedad objetivamente hablando y otra las motivaciones de sus miembros al actuar en ella2. Esta distinción recuerda aquella otra más tradicional del "finis operantis" y el "finis operis", el primero de los cuales alude a la motivación subjetiva, mientras que el segundo se reserva para la finalidad objetiva. Con esto nos acercamos a lo que es, a la vez, un problema práctico y un planteamiento ético de la empresa: el conflicto entre bien común, al que la empresa debe servir, y el bien de los particulares o/y de la empresa misma.

Nosotros, en la sociedad occidental desarrollada, estamos acostumbrados a ver encarnado este conflicto en la forma concreta de empresa que nos es más familiar: la empresa capitalista. En ella es clara la oposición de intereses entre los socios capitalistas y los trabajadores, hasta el punto de desbordar el marco estrecho de la empresa misma y proyectarse sobre toda la vida social. Esta es la óptica adoptada por el marxismo para analizar toda la dinámica de la historia y, en particular, la de esta fase que Marx llama "mercantilista": la lucha de clases. Se presupone además en este tipo de análisis que los intereses de la empresa coinciden con los del capital. Este punto, sin embargo, sería difícil de aceptar tras un análisis de la evolución actual de la empresa, como tendremos ocasión de ver en el capítulo siguiente. Baste por ahora indicar que en la gran empresa moderna los objetivos de los grupos sociales que en ella se integran no coinciden con los de la empresa misma.

En todo caso, lo característico de la empresa capitalista es una determinada manera de estructurarse los objetivos internos de la misma en función de los grupos presentes en ella: capital, trabajo, dirección (esta última personificando los intereses de la empresa misma). En una empresa que funcione en una economía centralizada, las cosas ocurrirán de otra forma. Pero siempre permanecerá en pie, en cambio, la distinción entre función de la empresa y objetivos de sus miembros. Este es el punto que aquí interesa destacar, porque es lo más nuclear de la empresa, al margen de formas concretas que ésta adopte en un sistema u otro.

2. Estructura y funcionamiento de la empresa como unidad de producción

El esfuerzo que acabamos de realizar por llegar a un concepto de empresa independiente del sistema que le dé cobijo nos permite ahora adentrarnos en el análisis de la empresa desde un punto

2 Esta distinción conceptual es de R. MAYNTZ, Sociología de la organización. Alianza, Madrid 19772. 75-76.

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232 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de vista meramente técnico. Lo que vamos a decir vale para cualquier tipo de empresa, tal como la unidad de producción se desarrolla en una economía evolucionada y moderna.

Y hay que empezar diciendo que en toda empresa convergen los dos factores de producción: el capital y el trabajo. Respecto a la tierra, que frecuentemente era considerada como un tercer factor de producción, sobre todo en los análisis clásicos, preferimos incluirla dentro del capital; aun reconociendo sus peculiaridades, pensamos que éstas no van a condicionar el estudio que sigue. Respecto a la dirección ("empresario", pero con un sentido colectivo y de grupo que se pierde en este término más tradicional), puede ser incluida dentro del trabajo, sabiendo que sus rasgos distintivos lo constituyen en un grupo aparte, precisamente el que más se identificaría con la empresa en sí misma considerada. Enumerados los factores de producción, conviene ahora que nos acerquemos a la empresa como un ente con autonomía propia, distinta, por tanto, de los grupos humanos implicados en ella.

2.1. Estructura económica de la empresa

Esta aproximación podemos hacerla, en primer lugar, desde una perspectiva estática. Se trata de analizar la empresa en un momento dado de su vida, como si esa vida se detuviese y nos ofreciera una instantánea de sí misma. Descubriríamos entonces que la empresa se materializa en un patrimonio, constituido por un conjunto de bienes, derechos y obligaciones: bienes y derechos son elementos favorables a la empresa, mientras que las obligaciones suponen una posición desfavorable para ésta. Tal conjunto patrimonial se expresa en un documento contable, que se llama balance de la empresa; en él se ofrece una visión sistemática y cuantificada del patrimonio.

El balance de la empresa se estructura en dos columnas. En la primera se pone el valor de todos los bienes y derechos, ordenándolos de mayor a menor disponibilidad (por ejemplo, es más fácil disponer del dinero que la empresa tiene en una cuenta corriente que de una deuda que tiene contraída con la misma empresa uno de sus clientes); esta columna se llama activo. En la segunda se pone el valor de todas las obligaciones, ordenándolas ahora de mayor a menor exigibilidad (por ejemplo, un préstamo a corto plazo puede ser más fácilmente exigido a la empresa que otro que tiene concedido a largo plazo); esta columna se llama pasivo. Hay que insistir en que las cifras que figuran en ambas columnas expresan un valor (así se logra homogeneizar todos los componentes del patrimonio empresarial); representan además la situación de la empresa en un momento dado, y, por tanto, nunca deben ser interpretadas como movimiento de dinero (ingresos o pagos).

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 3 3

Para fijar estas ideas vamos a analizar el balance que figura a continuación, y que inicialmente vamos a transcribir de forma incompleta:

ACTIVO PASIVO

10 Préstamos 25.340 8.500 Acreedores 8.500 3.440 Fondo amortización 21.420 7.950 2.500 8.900

94.430

125.730 (55.260)

(Todas las cifras, en millones de pesetas.)

En una primera aproximación tenemos todos los bienes y derechos de que la empresa puede disponer, con el valor que corresponde a cada una de las partidas: el valor total del activo asciende a 125.730 millones de pesetas. La empresa dispone de todo esto para poder hacer frente a las obligaciones que tiene contraídas, cuyos valores figuran en el pasivo. Los bienes y derechos superan con mucho a las obligaciones, lo cual es signo de que la posición de la empresa es desahogada. La diferencia entre estas dos columnas es el llamado neto patrimonial.

Sin embargo, de acuerdo con las técnicas contables, activo y pasivo han de ser iguales por definición. Para llegar a igualarlos es necesario introducir nuevas partidas en el pasivo, que especifiquen el contenido de ese neto patrimonial. Y son fundamentalmente dos: el capital (o valor de la aportación de quien ha puesto a disposición de la empresa este factor de producción) y las reservas (o valor de los beneficios que se han ido acumulando año tras año). El capital supone una obligación, la menos exigible de todas, de la empresa hacia los que aportaron los recursos que luego se materializaron en las diversas partidas del activo (o sirvieron para financiarlas). Las reservas se puede decir que indican el valor de aquella porción del activo que está libre de obligaciones. Esto supuesto, el balance adquirirá la forma que se reproduce en la página siguiente.

Para comprender mejor el sentido del balance es útil recurrir al supuesto de que la empresa se liquidase. Habría que proceder antes que nada a la liquidación del activo, es decir, a la venta de todos los bienes y a la realización de todos los derechos. Una vez convertido todo en dinero (o equivalente), se haría frente a las obligaciones del pasivo. Al final quedaría una parte del activo, precisamente aquella que no está sujeta a obligaciones.

Una última aclaración conecta esta imagen genérica del balan-

Caja Bancos, c/c . Valores Deudores Existencias.... Mobiliario.... Instalaciones,

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ACTIVO

OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

PASIVO

Caja 10 Préstamos 25.340 Bancos, c/c 8.500 Acreedores 8.500 Valores 3.440 Fondo amortización 21.420 Deudores 7.950 Capital 30.000 Existencias 2.500 Reservas 40.470 Mobiliario 8.900 Instalaciones 94.430

125.730 125.730

(Todas las cifras, en millones de pesetas.)

ce con el modelo de empresa capitalista. En realidad, sólo cambiaría un punto esencial: la partida de capital (que entonces pasaría a llamarse "capital social") expresaría el valor de las acciones, que son precisamente los títulos que se entregan a los que aportan el capital como garantía de la obligación que la empresa contrae con ellos (o del derecho que cada accionista adquiere sobre la empresa). Además, la partida de reservas pasaría a ser también propiedad de los accionistas, aunque éstos no puedan disponer de ellas en virtud de la legislación que regula la sociedad anónima y que tendremos ocasión de estudiar en el capítulo siguiente.

2.2. Funcionamiento económico de la empresa

Pero ese patrimonio que hemos contemplado estáticamente está en continuo movimiento. Los recursos que lo constituyen tienen una finalidad productiva, que se alcanza gracias a la actividad humana que lleva adelante el proceso de producción, tal como quedó descrito en el capítulo primero. La traducción económica de este proceso podemos concretarla en un movimiento de ingresos y gastos o de simples operaciones que generan deudas o créditos para la empresa. Cada operación de este tipo supone una modificación del balance, o de la estructura de una patrimonio que está en continua remodelación.

Si centramos nuestra atención en el movimiento económico global, es fácil comprender que todo él desemboca en una combinación de ingresos y gastos que, al final (por ejemplo, al término de cada ejercicio anual), debe dar un saldo favorable a la empresa. El beneficio de la empresa es la diferencia entre los ingresos y los gastos. Estos beneficios son los que se van acumulando para constituir las reservas de la empresa.

Es conveniente salir al paso de la notable ambigüedad del término "beneficio". Propiamente habría que entender como tal el saldo final, una vez satisfechos todos los costes de producción, y

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 3 5

señaladamente los costes de remuneración del trabajo y del capital. Entonces puede decirse, como ya hemos afirmado, que el remanente es propiedad de la empresa misma, y no de ninguno de sus miembros. Insistimos en esto porque la práctica de la empresa capitalista no contabiliza la remuneración del capital entre los costes de producción (sí la del trabajo); en consecuencia, el beneficio es la diferencia entre ingresos y gastos, pero sin incluir en estos últimos la retribución del capital; y es que se considera, como veremos, que la empresa es propiedad del capital y, por tanto, todo lo que sobra, una vez pagado el trabajo, pasa a propiedad de los propietarios del capital. Esta circunstancia plantea problemas éticos, sobre los que volveremos en el capítulo siguiente.

Por lo demás, el funcionamiento de la empresa supone un esfuerzo continuo por adecuar las variadísimas partidas de los costes a los ingresos, cuyo único origen prácticamente es la venta de los productos de la empresa. Puesto que los precios de venta no dependen del productor (por regla general), sino que vienen condicionados por el mercado, casi todo el esfuerzo de la empresa se sitúa en el terreno de los costes, procurando reducirlos al máximo. Esto puede lograrse a través de las políticas más diversas, de las cuales enumeramos a continuación algunas más significativas a título de ejemplo:

a) La cuestión más decisiva es la combinación de los dos factores de producción, capital y trabajo, según los costes relativos de ambos. Un aumento relativo del coste del trabajo sobre el del capital inducirá a sustituir trabajo por capital (el factor más caro por el más barato). A nadie escapa la trascendencia de esta política cuando se generaliza. Plantea el tema de la función de la empresa en la sociedad como suministradora de puestos de trabajo, así como la relación entre esta función y los objetivos de la empresa misma. No se puede pronunciar un juicio ético terminante sobre esta forma de actuar; toda empresa tiene que sobrevivir, y eso conlleva ajustar los costes a las perspectivas de ingresos; pero la sociedad, a través de las empresas, tiene que procurar dar empleo a todos los que tienen derecho a ello. Dos objetivos no siempre fáciles de armonizar.

b) Una forma menos conflictiva de disminuir los costes es aumentando el aprovechamiento de los recursos, o sea disminuyendo al mínimo los residuos no aprovechables de la producción.

c) Técnicamente es muy importante también alcanzar la dimensión óptima de la empresa, es decir, aquella capacidad productiva que supone los costes medios más bajos. Esto requiere muchas veces un aumento de la dimensión de la empresa, pero no de forma indefinida; otras veces se impone una mayor integración vertical de los diferentes pasos del proceso de producción.

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236 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

d) En la medida en que pueda, la empresa intentará forzar los precios de venta de sus productos o los de compra de sus materias primas. Esto no siempre es posible; pero cuando lo es suele hacerse a través de prácticas monopolistas u oligopolistas, o que suponen una restricción en la competencia.

Un punto de enorme trascendencia hoy es el de los costes sociales frente a los costes privados. Estos últimos son los que la empresa paga y, por tanto, contabiliza; aquéllos, por el contrario, implican el uso de unos recursos a cambio del cual la empresa no tiene que satisfacer precio alguno. Hay, por ejemplo, empresas para las que supone un elevado coste la eliminación de ciertos residuos, mientras que otras efectúan esta operación a costa del medio ambiente, el cual se va progresivamente deteriorando (piénsese en el caso de algunos ríos). Es éste un coste social, porque conlleva una destrucción de recursos de la sociedad, aunque no estén contabilizados por ninguna empresa, precisamente porque nadie exige pagarlos. Puesto que lo que no se paga se utiliza en cantidades mucho más elevadas, los costes sociales tienden a crecer de forma imperceptible, pero continua. En la lucha por disminuir costes, muchas empresas optan por sustituir costes privados por costes sociales. En un tiempo en que los recursos naturales empiezan a escasear, la generalización de estas prácticas es una grave amenaza para el bienestar de la sociedad.

3. Trabajo y capital: su articulación en la empresa

Aunque es cierto que hasta aquí hemos pretendido emplear un concepto de empresa lo más genérico posible, no conviene olvidar que en nuestro mundo lo que predomina es un tipo muy particular de empresa. Su rasgo más definitorio consiste en que los medios de producción son aportados por los propietarios del capital y utilizados por trabajadores por cuenta ajena. Existe, pues, separación entre capital y trabajo: he aquí un producto típico de la revolución industrial y del desarrollo económico de los últimos siglos. Y se manifiesta en una forma doble, según que el capital sea privado (capitalismo) o público (colectivismo); en la práctica lo que suele darse es una combinación de ambas formas, siendo típico del régimen capitalista la preponderancia del capital privado sobre el público.

3.1. La separación trabajo-capital: sus consecuencias

Es importante caer en la cuenta de estos hechos para salir al paso de una tendencia bastante generalizada a rechazar el capital

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 3 7

como el origen de todos los males de la sociedad actual; para esta forma de pensar, el capital viene a convertirse en una especie de tabú del que apenas se puede hablar. Para acercarse más desapasionada y objetivamente a los hechos, conviene distinguir en este terreno varias cuestiones que a menudo se confunden:

1.a La existencia misma del capital como factor de producción. En el presente estado de cosas, el capital como riqueza acumulada y productiva es absolutamente imprescindible, en cuanto que aumenta la productividad del trabajo humano y libera al hombre de muchas tareas menos dignas de él. Con todo, estas afirmaciones no significan que siempre cumpla el capital semejante función;.además, no prejuzgan la valoración que se haga de la forma como se ha producido históricamente la acumulación y se sigue produciendo hoy. Tal valoración tiene mucho que ver con las cuestiones que siguen.

2.a La propiedad del capital. Supuesta su existencia, hay que preguntarse sobre la forma de distribuir su propiedad. ¿Privada, pública, colectiva...? ¿En qué proporción combinar unas formas y otras? Todas tienen ventajas e inconvenientes. La privada, la más extendida entre nosotros, tiene su origen en la acumulación del ahorro privado con el estímulo de obtener una ganancia lucrativa; permite, por tanto, que una parte importante de la renta se acumule y sirva para facilitar el desarrollo económico; pero es fuente, por otra parte, de grandes desigualdades.

3.a El poder atribuido al capital en la empresa. Las igualdades a que acabamos de aludir han sido posibles por el poder casi omnímodo que le ha sido reconocido, incluso jurídicamente, al capital en la empresa. Pero no hay razones para pensar que esto tenga que ser siempre así. Volveremos sobre esto en el capítulo próximo.

4.a La retribución del capital. Para el propietario, la retribución es el pago por un servicio prestado (lo que le estimula, además, a ahorrar); para la empresa, o para la sociedad toda de forma indirecta, es el coste que supone el uso de un recurso de la sociedad. Por ambos conceptos se considera, pues, justificada, al margen de que el propietario sea persona privada o pública. Dados los problemas nada desdeñables que plantea, la retribución del capital (como fuente de acumulación) no puede ser ilimitada ni su determinación puede quedar en manos de los propietarios en exclusiva. Tendremos que volver sobre esta cuestión3.

3 Todo lo que acabamos de decir sobre distintas cuestiones que a menudo se confunden cuando se habla de capital se podría aplicar al concepto de "beneficio". Una cosa es el beneficio como retribución del capital privado (rasgo típico del sistema capitalista) y otra el beneficio como indicador de la racionalidad en el uso de los recursos económicos escasos. Cf lo dicho en el capítulo 2 de esta parte sobre la polémica en torno a este punto en la economía soviética y la bibliografía allí citada.

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238 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

3.2. Los problemas clave: distribución y participación

La separación de trabajo y capital implica la coexistencia en la empresa de intereses diferentes, si no contrapuestos. La experiencia de cada día nos suministra pruebas continuas e inequívocas. La cuestión está en saber si el conflicto es inevitable y si es posible encontrar cauces para canalizarlo.

En nuestra opinión, es necesario huir de los dos extremos. Hay que huir de la concepción según la cual la empresa es conflicto permanente, en donde el trabajo es enemigo irreconciliable del capital, el cual, a su vez, domina toda la vida de la empresa; en este caso la empresa se identifica con los propietarios del capital, mientras que el trabajo se vive como un extraño en la empresa, psicológicamente desvinculado de ella y preocupado sólo de salvaguardar sus intereses, sin tener en cuenta para nada la repercu-ción de éstos en la empresa. Pero hay que huir también —y esto puede chocar a primera vista— de concebir la empresa como una comunidad humana sin más, donde, más allá de los intereses particulares de cada grupo, hay unos objetivos comunes que sirven de lazo efectivo de unión para todos.

En este terreno es difícil distinguir lo positivo de lo normativo, lo que es análisis de la realidad de lo que es propuesta de una meta a alcanzar. Si la primera de las actitudes reseñadas insiste más en el análisis de la realidad tal como es, la segunda tiene más de ideal a conseguir. Lo malo es que a los que defienden la primera postura parece preocuparles poco el ofrecer un modelo que ayude a salir del conflicto, mientras que los representantes de la segunda casi prescinden de la innegable dimensión conflictiva de la realidad de la empresa. Pensamos que una postura equilibrada no puede cerrar los ojos al conflicto como dato real; es el punto de partida ineludible, porque nadie puede negar que en la empresa los intereses comunes a todos tienen una relevancia psicológica y práctica menor que los intereses específicos de cada uno, sobre todo cuando el conflicto interno a la empresa se ve condicionado y amplificado por el que enfrenta a ambos grupos en toda la vida de la sociedad. Esto, que es muy claro en la empresa capitalista, no deja de ser también una realidad en las economías colectivistas.

El objeto central del conflicto es la distribución de la renta que se genera en la empresa y, más ampliamente, la participación en aquellas decisiones que afectan a la forma de producir esta renta y de distribuirla. Este conflicto, para que no se convierta en guerra abierta, necesita, como todo conflicto social, unos mecanismos para controlarlo. Negar el conflicto no es eliminarlo, sino impedir que tenga alguna salida. Por eso se habla de democracia en la empresa, tomando pie de lo que es el conflicto en la sociedad

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 239

política cuando ésta es realmente plural; y es que la democracia es la única forma que la humanidad ha encontrado hasta ahora para que los conflictos no desemboquen en tragedia4.

Esto supuesto, ¿qué decir del modelo de "empresa-comunidad"? No es desdeñable, ante todo porque subraya, como nunca hasta ahora se había hecho, que el principal elemento de la empresa es la persona humana. Sin embargo, este ideal, si se ex-clusiviza, puede convertirse en un planteamiento ingenuo y carente de operatividad. No se trata de que teóricamente sea el mejor y, por eso, el más deseable desde una perspectiva ética; porque no hay ética posible si no asume la realidad con todas sus consecuencias.

La doctrina social de la Iglesia ha subrayado en sus últimos documentos esta forma de entender la empresa, en la Mater et magistra expresamente5. Esto no obsta, sin embargo, para que se tenga presente la conflictividad inherente a toda empresa y los medios de superarla. El modelo de "empresa-comunidad" queda entonces como una meta u horizonte deseable y orientador. Pensamos que esta forma de entender las cosas es válida con tal que no se olviden los cambios estructurales que precisaría la puesta en práctica efectiva del mismo. Dicho de otra forma, ¿es pensable, en el actual estado de cosas, que una empresa donde capital y trabajo están separados llegue a ser un día auténtica comunidad?

Comunidad humana, como último horizonte, y medios concretos para controlar el conflicto de intereses son, por tanto, los dos polos entre los que tiene que moverse dialécticamente la moral en relación con la empresa. Respecto a este segundo polo, son dos los elementos a tener en cuenta: la participación y la distribución de la renta generada. Esto es lo que estudiaremos a continuación, refiriéndonos sucesivamente al trabajo y al capital.

4. Los derechos del trabajo

Podemos estructurar los derechos del trabajo en tres grupos bien diferentes. Los comprenderemos mejor si caemos en la cuenta de que su reivindicación y su reconocimiento han tenido lugar en la historia contemporánea de una manera progresiva. Dicha progresividad está en relación con una comprensión cada vez más profunda de la dignidad del hombre. En el punto de partida, el

4 Cf A. MARZAL, España hoy: la empresa como problema, Edicusa, Madrid 1977, 169-189. En esta línea se mueven la mayoría de las propuestas concretas de reforma de la empresa, como tendremos ocasión de ver.

5 Cf n 91. En Gaudium et spes se elude, en cambio, esta formulación al tratar de la empresa y de las personas que la componen: cf n 68.

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hombre apenas era considerado más que como fuerza de trabajo. Los análisis de los economistas clásicos sobre los mecanismos a través de los cuales se establecían los salarios muestran las consecuencias de esta forma de proceder: recuérdese la famosa "ley de bronce de los salarios", formulada por David Ricardo. Según ella, los salarios tienden a situarse siempre en el mínimo de subsistencia mediante un proceso de ajuste natural, según el cual una mejora relativa de los niveles salariales desencadena una expansión de la clase trabajadora, que es contrarrestada en cuanto que ese exceso de oferta de mano de obra sobre la demanda provoca una caída de los salarios por debajo incluso de los niveles vitales mínimos6.

En realidad, el salario representa un núcleo clave en el conjunto de los derechos del trabajador; por eso lo consideramos el primero de los puntos a estudiar en este apartado. Pero en la evolución de los factores que deben tenerse en cuenta para determinar el salario justo se perciben las huellas de esta creciente valoración del hombre a la que aludíamos. Una segunda preocupación, que es pronto objeto de reivindicaciones por parte de las clases obreras, es la que se refiere a las condiciones de trabajo en general; se pretende, en conjunto, salvaguardar la integridad física y psíquica del trabajador y evitar la explotación descontrolada del mismo. Pero todavía puede identificarse un tercer núcleo de reivindicaciones, que se centran en la consideración del hombre en cuanto ser racional e inteligente; su objeto es la participación del trabajador, más allá de su mera utilización como fuerza física.

La doctrina social de la Iglesia es un buen exponente de esta evolución. Recorriendo sus documentos se constata cómo el acento se va desplazando: el tema salarial es clave en los primeros documentos, junto con el de las condiciones de trabajo; a partir de la Mater et magistra, en donde aparece ya una doctrina muy madura y elaborada sobre el salario, es clara la atención preferente a la participación. Este proceso culmina en la Laborem exer-cens, donde se formula de forma inequívoca la prioridad del trabajo sobre el capital y se insinúan las consecuencias de todo orden que implica este principio7. Este proceso de reconocimiento progresivo de los derechos de los trabajadores ha supuesto una creciente intervención de los poderes legislativos en la regulación

6 Cf D. RICARDO, Principios de economía política y tributación. Fondo Cultura Económica, México 1973, 71-83. Naturalmente, en esta obra Ricardo no habla en términos normativos: se limita a analizar la economía de su época y los mecanismos de su funcionamiento.

7 A título ilustrativo pueden compararse estos textos sobre el salario; Rerum novarum 32; Quadragesimo anno 70-75; Mater et magistra 71. El tema de la participación aparece con fuerza en Gaudium et spes 69, y sobre todo en Laborem exer-cens 14-15.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 4 1

de las relaciones laborales y ha dado origen a una rama específica de la ciencia jurídica: el derecho del trabajo8.

4.1. La retribución del trabajo: el salario

Cuando uno cae en la cuenta de que León XIII no se atrevió a propugnar en la Rerum novarum la necesidad del salario familiar, se comprende el avance doctrinal que se ha producido en este campo en el último siglo. Con todo, esta encíclica puso las bases sobre las que habría de edificarse luego toda la doctrina posterior: la necesidad de que el salario no sea el resultado de un ajuste oferta-demanda, ya que el trabajo humano no puede reducirse a mercancía9.

Hoy podemos sintetizar los principios morales para la justicia del salario en torno a cuatro puntos, que servirán de armazón a las consideraciones que siguen 10.

El primero de los aspectos que se ha de considerar es el aspecto humano. Primero en orden de valor, porque supone que el trabajo es ante todo actividad humana y, también en el momento de su retribución, tiene a la persona como obligado punto de referencia. El trabajo no es, pues, una mercancía más de las que acceden al mercado. Su valoración económica debe hacerse en relación con el sujeto humano que actúa. Por eso el trabajo debe proporcionar al que lo realiza unos medios suficientes para satisfacer sus necesidades y las de las personas que económicamente dependen de él. No puede olvidarse que, todavía hoy, una parte muy mayoritaria de la población tiene el trabajo como única fuente de ingresos.

Según este primer criterio, se está postulando un mínimo, por debajo del cual nunca debe caer el salario. Y este mínimo es el que se ha llamado salario familiar, en cuanto que debe bastar para atender a las necesidades de la familia normal cuando ésta depen-

8 Cf M. ALONSO OLEA, La revolución industrial y la emergencia del Derecho del Trabajo, en "RevTrab" 32 (1970) 5-53; L. E. VILI A-M. C. PALOMEQUE, Lecciones de Derecho del Trabajo, Instituto Estudios Laborales y Seguridad Social, Madrid 1977, 129-467, para la historia de este reconocimiento en España.

' Cf Rerum novarum 32. Consta que en los borradores preparatorios de la encíclica se exigía que el salario fuera suficiente para satisfacer las necesidades del trabajador y de su familia. Un posible rastro de ello quedó en el n 33, al comienzo. Sobre el desarrollo de esta polémica en aquella época, cf G. JARLOT, L'Ency-clique "Rerum novarum" devant le probléme du juste salaire, en "Vie Economique et Sociale" 30 (1959) 11-24.

10 Nos inspiraremos para ello en Mater et magistra 71, que resume y completa a Quadragesimo anno 70-75. Cf el comentario de J. M. Guix, Exigencias de justicia v equidad en la remuneración del trabajo, en "AnMorSocEc" 4 (1963) 35-63; M. Z ALBA, Exigencias del bien común en relación con el salario en la "Mater et magistra", ib, 65-92.

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242 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de económicamente de uno solo de sus miembros. Este carácter familiar del salario debe entenderse en el sentido del llamado salario familiar absoluto, no relativo, en cuanto salario adaptado a una familia de dimensión media o normal. Lo contrario seria discriminatorio para las familias más numerosas cuyos miembros serían marginados a la hora de contratar mano de obra con objeto de no aumentar los costes. Para atender a estas familias debe la sociedad arbitrar otros medios indirectos (cajas de compensación, descuentos en los impuestos u otros sistemas).

Es cierto que en los países más desarrollados los niveles salariales suelen superar estos mínimos. Sin embargo, no es superfluo poner este criterio como base de todos los demás, para dejar claro cuál es el primer principio de la justicia en los salarios, y también para recordar que este salario mínimo (que suele venir fijado por ley y actualizado periódicamente) debe ser retribución a un trabajo normal. Por tanto, en su cómputo no deben incluirse ni las horas extraordinarias, ni las primas por rendimientos superiores a los normales, ni otras primas que respondan a circunstancias particulares del trabajador (antigüedad, por ejemplo) o de la tarea que realiza (pluses de penosidad, de nocturnidad, etc.).

En segundo lugar, hay que hablar del aspecto contractual: con él se alude a la aportación efectiva del trabajador a la producción. En este criterio se basa la existencia de un abanico salarial dentro de toda empresa. Aunque en teoría es claro, en la práctica es difícil su cuantificación, y, desde luego, se presta a arbitrariedades. En una primera aproximación cabría tomar como indicador la productividad de cada trabajador. Hoy, sin embargo, las empresas tienden a valerse de criterios más complejos, basados en las llamadas valoraciones del puesto de trabajo; aunque la productividad entra en tales valoraciones, se tienen en cuenta también otras circunstancias, como pueden ser el nivel formativo del trabajador, la responsabilidad del puesto que ocupa, etc. "

Dada la dificultad de tales valoraciones, sobre todo en empresas más pequeñas, es frecuente tomar como punto de referencia bien el abanico efectivo de salarios, bien las tarifas legales. Esto sería correcto con tal de que, sobre todo en el primero de los casos, dichos abanicos no hayan alcanzado una amplitud difícil de justificar, donde los salarios superiores han crecido desmesuradamente al amparo de etapas de prosperidad en que ha sido posible satisfacer también las demandas de aumento de los salarios más bajos. Cuando llegan momentos de dificultad económica y las empresas muestran mayor resistencia a las alzas salariales, quedan en evidencia excesos que hasta entonces pudieron pasar inadvertidos. En tales casos es necesario, en virtud de este mismo

11 Cf un manual para técnicas de este tipo. Cl. LAPIERRE. Valoración de puestos de trabajo, Deusto, Bilbao 19622.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 243

principio, proceder a una reducción del abanico aplicando las subidas salariales con carácter lineal, y no porcentual.

En tercer lugar, debe considerarse el aspecto microeconómico, o situación real de la empresa. Este es un punto delicado porque supone la superación del estricto régimen salarial para hacer partícipe en algún modo al trabajador de los riesgos de la empresa. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, porque tanto los beneficios extra como las pérdidas, coyunturales en un caso y otro, dependen o pueden depender en parte del factor trabajo. La aplicación de este criterio en caso de prosperidad apenas plantea problema, si se excluye la ya conocida resistencia a atribuir por principio todos los beneficios al capital. Por el contrario, cuando una empresa atraviesa una situación difícil, cuesta aceptar que sus consecuencias han de repercutir también sobre los salarios. Siendo coherentes con el principio, hay que admitir que esto sea así; pero a condición de que se valore correctamente el distinto sacrificio que supone para los distintos grupos afectados; y, desde luego, si en algún caso hubiera que disminuir los salarios transitoriamente por debajo del mínimo exigible, debería compensarse al trabajador con un título de crédito que pudiera hacer efectivo cuando la marcha de la empresa se enderezase.

Por último, hay que tener presente el aspecto macroeconómico, o repercusión sobre el bien común nacional e internacional. Con este planteamiento queda desbordado el ámbito estricto de la empresa para contemplar la incidencia del tema salarial en el conjunto de la economía. Lo que se va a decir aquí, por tanto, afecta más a la política general de rentas y salarios que a la actuación empresarial propiamente dicha.

Ante todo, hay que considerar la relación entre nivel de salarios y nivel de empleo. Este problema fue estudiado ya en los momentos de mayor prosperidad económica (década de 1950): la "curva de Phillips" intentó cuantificar empíricamente la relación entre variaciones de salarios y nivel de desempleo n. Hoy, cuando el paro es un mal tan generalizado, este problema es más acuciante. Nadie duda que una fuerte presión salarial es un estímulo para reducir puestos de trabajo y sustituir mano de obra por maquinaria.

También el tema de los abanicos salariales, ya citado al hablar del aspecto microeconómico, tiene su incidencia aquí. No vamos a repetir ahora lo ya dicho. Sí conviene, en cambio, subrayar el significado del salario como pago de la sociedad por la utilización de unos recursos productivos. Tal pago se justifica por el servicio que dicho factor suministra a la sociedad. Desde un punto de vista macroeconómico, aunque a nivel microeconómico este

12 Cf A. W. PHILLIPS, Desempleo y tasas salariales, en R. J. BALL-P. DOYLE (eds.). Inflación. Textos escogidos, Tecnos, Madrid 1975, 205-219.

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principio sea difícil de aplicar, habría que cuestionarse la justificación de ciertos salarios cuando retribuyen un trabajo de cuya utilidad hay razones de peso para dudar. Pero éste es un planteamiento, como decimos, de política económica general.

Respecto a las alzas salariales localizadas en sectores productivos que atraviesan una fase de rápida modernización técnica, también cabría hacer alguna puntualización desde este aspecto macroeconómico. No es evidente, desde la ética, que tales mejoras repercutan exclusivamente sobre el sector. ¿Por qué no sobre los consumidores también? ¿Por qué la reducción de costes se traduce en un aumento del valor añadido a repartir entre los factores de producción, y no en un abaratamiento de los precios de venta? Si sabemos que el progreso científico y técnico es cada vez menos el fruto del trabajo de individualidades y más el patrimonio de la humanidad (dadas las condiciones actuales de la investigación científica), es la sociedad toda la que debería beneficiarse de estas mejoras traducidas en calidad superior o en precios inferiores.

Tampoco puede olvidarse la incidencia de la presión salarial sobre el ritmo de inflación. En un capítulo posterior tendremos ocasión de ver cómo la inflación es injusta porque afecta de forma discriminatoria a unos grupos y a otros. Aquí sólo queremos dejar apuntado el tema, como una aplicación más de este aspecto macroeconómico.

4.2. Las condiciones de trabajo

Este es un punto que fue objeto de enconadas luchas reivindi-cativas en el siglo pasado y a comienzos de éste. En gran parte, el sindicalismo centró su actividad en conseguir mejoras de las condiciones de trabajo. Y nadie puede sorprenderse de ello, con sólo recordar las condiciones miserables e infrahumanas que sirvieron de sustrato a la fase inicial de crecimiento económico acelerado del capitalismo liberal. La afluencia incontrolada de mano de obra a los grandes centros industriales del capitalismo naciente provocó la sobreabundancia de oferta de trabajo y, en consecuencia, su explotación salvaje hasta límites insospechados. La mera posibilidad de que los obreros se asociaran para formar un frente común estaba excluida como un atentado contra el libre funcionamiento del mercado. Menos aún se concebía cualquier intervención estatal en defensa de las clases trabajadoras. El afán desmedido de lucro, amparado en estas justificaciones de carácter ideológico, produjo esta subordinación del hombre a la producción: rentabilizar al máximo el trabajo, no sólo pagando salarios de hambre, sino sacando la mayor productividad posible al traba-

l.A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 245

jador, cuya única razón de ser era la de producir al máximo (el trabajador reducido a máquina).

Aunque hoy quedan aún restos de estos sistemas de explotación, el reconocimiento del derecho de asociación obrera, la organización de los sindicatos y el desarrollo progresivo de la legislación laboral son elementos que explican un radical cambio en la situación antes descrita. Pero el problema de las condiciones de trabajo se ha venido planteando en nuestro siglo en unas coordenadas distintas; más técnicas, pero no exentas de ambigüedad.

En este punto es obligado mencionar el taylorismo, escuela que se desarrolló en Inglaterra a comienzos del presente siglo en torno a Frederick W. Taylor, y que buscaba una mejor adaptación del hombre a la máquina n . El taylorismo usaba una concepción reduccionista del hombre, al que consideraba pura motrici-dad; sus estudios empíricos tenían como objeto los movimientos y los tiempos para lograr una mecánica del trabajo que sacara el máximo rendimiento al trabajador en función de los condicionamientos que le imponía la máquina con que trabajaba.

La evolución del taylorismo ha dado origen a corrientes más humanitarias, entre las que cabe citar la ergonomía y la llamada psicosociología motivacional. Ambas suponen la superación del taylorismo por razones técnicas, en primer lugar (la moderna máquina exige considerar al hombre como algo más que pura motri-cidad); pero también por motivos de carácter ético; en este sentido se pretende armonizar el mayor rendimiento del trabajo con el mayor bienestar del trabajador. En principio, se parte de una incuestionable prioridad del bienestar sobre el rendimiento. La ambigüedad a que nos referíamos antes estriba, sin embargo, en el peligro de invertir los términos o de considerar el bienestar del trabajador como el precio a pagar por obtener de él una rentabilidad mayor.

La diferencia entre las dos corrientes citadas es a veces difícil de delimitar. Suele considerarse que la ergonomía se reduce al ámbito del bienestar orgánico del hombre, buscando la adaptación del entorno físico en que se trabaja: ruidos, vibraciones, ventilación, irradiación térmica, etc., son condiciones que se tienen en cuenta por su repercusión sobre el organismo humano. La psicosociología motivacional atiende más al bienestar psicológico, y por eso se preocupa de modo especial de las motivacionesl4.

" Cf su obra principal The principies of scientific mana^ement, Harper. New York 1911.

14 Cf, por ejemplo, J. CARPHNTIER, Técnicas de organización y de humanización del trabajo, en "RevIntTrab" 90 (1974) 105-130; J. SAGASTIBERRI, Introducción al concepto de ergonomía. en "BolEstEc" 31 (1976) 479-504; P. URIARTE, La ergonomía, un factor de cambio más de la estructura de la empresa, en "BolEstEc" 31 (1976) 505-516; O. ROY, Tendances actuelles en matiére d'amélioration des condi-tions de travail. en "EcHum" 227 (1976) 12-22.

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246 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Es imposible entrar en más detalles. Con lo dicho basta para captar cómo se va progresando en una concepción más digna del hombre en el trabajo. Insistimos, con todo, en la ambigüedad antes indicada, porque puede esterilizar en la práctica todos estos esfuerzos por humanizar las condiciones de trabajo. Nos queda sólo un paso, que supone la consideración de aquello que es más propio y específico del hombre porque pone en juego su misma capacidad racional.

4.3. La participación del trabajo

Comenzaremos con una breve referencia a una cuestión que suscitó enconadas polémicas entre los moralistas del primer tercio de nuestro siglo: la licitud misma del régimen de salariado, en que el trabajador se ve privado de otra forma de participación en la empresa. Pío XI zanjó la cuestión admitiendo la licitud del mismo, pero aprovechaba la ocasión para invitar a roturar nuevas vías de progreso en la empresa, más acordes con las "actuales condiciones de la convivencia humana"; en concreto, se refería a la introducción paulatina de elementos del contrato de sociedad15, es decir, de formas de participación.

En el contexto general de las relaciones laborales, este enfoque presupone una condición necesaria para que la participación sea viable. Cuando el conflicto y el enfrentamiento es la única categoría que tienen las clases sociales para concebir sus relaciones mutuas, entonces carece de sentido hablar de participación del trabajo. Participar presupone superar la posición de conflicto y pasar a sentirse corresponsable en la marcha de la empresa. Con esto no se quiere decir que el conflicto desaparezca del todo, pero sí que se acepta el encauzarlo institucionalmente, admitiendo al mismo tiempo que los intereses contrapuestos de unos y otros coexisten con intereses comunes a todos. Este es el reto de la participación de los trabajadores; y de aquí nace la exigencia de que cualquier fórmula participativa que se adopte sea auténtica y no sólo formal o aparente. La participación tiene que conducir a la experiencia de que realmente existen esos intereses comunes; no es sólo consecuencia de que éstos existen, sino también pedagogía para convencerse de ello.

Por eso no es raro que en época de crisis, como la actual, la participación sea más reivindicada que en otros momentos. No es sólo una estrategia: arrancar de la empresa mayores cotas de participación a cambio de renunciar a alzas salariales y otras mejoras que en estas circunstancias nadie está en condiciones de soportar; es algo más: es la experiencia de que cuando muchas empresas, y

5 Cf Quadragesimo anno 64-65.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 247

aun sectores, están en peligro de irse a pique, el salvarlas es algo que interesa a todos y tarea en que todas las partes implicadas se tienen que comprometer.

Pero es preciso distinguir diversos niveles de participación según el objeto de la misma. Siempre se toma como punto de partida la superación del régimen de salariado, en el sentido en que lo veíamos planteado hace un momento por Pío XI16. Un primer nivel, el más inmediato, consiste en la participación en los beneficios. Supone reconocer que los beneficios, cuando alcanzan determinadas cotas, no pueden ser asignados por entero al capital; que éste, una vez convenientemente retribuido, no tiene derecho en estricta justicia a apropiarse de los beneficios restantes. Pero este punto ya quedó tratado suficientemente al hablar del aspecto ma-croeconómico del salario17.

El segundo nivel, en algún modo derivado del primero, consiste en la participación en la propiedad. Su relación con el anterior radica en el hecho de que a veces el reparto de beneficios no es posible por la necesidad de retenerlos para autofinanciar a la empresa misma. Pues bien, entonces la participación en los beneficios adoptaría la forma de participación en la propiedad de esos beneficios retenidos y que pasan a constituirse en capital de la empresa. Pueden arbitrarse fórmulas diversas, unas de carácter individual y otras colectivas, según que el titular sea cada obrero en particular o el colectivo de los trabajadores. En cualquier caso hay que contar con la posibilidad de que el beneficiario desee desprenderse de su título y convertirlo en dinero líquido, sobre todo si llegase a rescindir su contrato de trabajo. Sin embargo, no se ven razones que impidan limitar la libre disposición de estos títulos a los obreros. Desde un punto de vista macroeconómi-co, además, esta retención de beneficios reducirá el peligro de inflación y constituirá un medio de ahorro para facilitar la inversión ,8.

Parecería que el acceso a la propiedad de la empresa es que abre las puertas al tercer nivel: la participación en la gestión. En efecto, en el actual régimen jurídico de la empresa, la gestión es un derecho atribuido a la propiedad de los medios de produc-

16 Cf F. DEL VALLE, Superación del salariado, en "AnMorSocEc" 4 (1963) 173-209, donde se enumeran los distintos niveles que nosotros vamos a proponer, aunque el último no se desarrolla.

17 Cf J. GOROSQUIETA, Etica del desarrollo económico. Cía. Bibliográfica Española, Madrid 1969, 5-22, donde se defiende que es el capital el que debería ser retribuido con un tanto fijo, mientras que el remanente de beneficio habría que distribuirlo entre los trabajadores, tanto directivos como técnicos y asalariados.

18 Cf A. GIMÉNEZ ARNAU, El accionariado obrero. Un enfoque práctico, en "RevIbSegSoc" 26 (1977) 1653-1679; J. REMUS, Participación financiera de ¡os asalariados. Ensayo de clarificación y grandes orientaciones, en "RevIntTrab" 102 (1983) 17-38.

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ción. De ahí que el trabajador que se convierte en propietario adquiere por lo mismo el derecho a participar como un accionista más en la gestión de la empresa. En el capítulo próximo veremos los reparos morales que se pueden oponer a esta forma de ver las cosas. Pero ahora ya podemos adelantar que la participación en la gestión se le reconoce al trabajador no por ser también propietario, sino en cuanto trabajador.

Hay que añadir en seguida que éste es el auténtico sentido de la participación, al que otras veces se alude en términos de democracia industrial o democratización de la empresa. Las fórmulas posibles son diversas ". Las más avanzadas dentro de la empresa capitalista (medios de producción privados y trabajo asalariado) se engloban dentro del término genérico de cogestión, cuyo estudio dejamos para el capítulo siguiente. Otras fórmulas se han ido introduciendo paulatinamente, ampliándose cada vez más tanto el ámbito de competencia de la misma como el peso específico de la representación obrera. Por ejemplo, los antiguos "comités de empresa" franceses y su imitación española, los "jurados de empresa", eran sólo órganos de diálogo entre el personal y la dirección (sin intervención del capital) con una misión casi puramente consultiva. Más tarde se establecerá el sistema de participación de los obreros en el consejo de administración de las empresas, aunque con un porcentaje tan exiguo que lo hacía prácticamente irrelevante20.

La dificultad principal de estos y otros intentos de participación es el punto del que se parte: la empresa capitalista, en donde todo el poder de decisión está asignado al capital o al empresario. Entonces todo avance hacia la participación de los trabajadores encontrará enormes y comprensibles resistencias, al tiempo que será presentado como una concesión de la propiedad al trabajo. Por eso la participación en la gestión está exigiendo un giro radical de orientación: comenzar por reconocer que se trata de un derecho propio del trabajador, lo cual exige replantear de raíz la misma estructura y régimen jurídico de la empresa capitalista. Esto es lo que intentaremos abordar en el capítulo siguiente. Lo dicho en este apartado nos ha servido, sin embargo, para vislumbrar las limitaciones del régimen de empresa hoy vigente2'.

" Cf E. GUERRERO, Democracia en la empresa, Index. Madrid 1979; E. CÓR-DOVA, Participación de los trabajadores en las decisiones dentro de la empresa. Tendencias y problemas actuales, en "RevIntTrab" 101 (1982) 139-156. Para un caso particular, cf A. BOUVIN, La nueva ley sueca sobre democracia en las empresas, en "RevIntTrab" 95 (1977) 139-152.

20 Cf L. E. VILLA-C. PALOMEQUE, Introducción a la economía del trabajo, Debate, Madrid 1977, 454-474.

21 Cf A. MARZAL, Empresa y democracia económica, Guadiana, Madrid 1976; también La democratización de la empresa (encuesta), en "RevFomSoc" 36 (1981) 383-408. En ambos se ofrece una panorámica de la situación actual en diversos países.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 249

Para terminar diremos que la encíclica Laborem exercens ha hecho de la participación la cuestión clave para la reforma no sólo de la empresa, sino de todo el sistema económico, ya sea capitalista, ya colectivista. En una auténtica participación estriba el que el trabajo adquiera por fin la prioridad sobre el capital. La participación se presenta como una aspiración del trabajador a realizar su tarea en algo que siente como propio: "...el hombre que trabaja desea no sólo la debida remuneración por su trabajo, sino también que sea tomada en consideración, en el proceso mismo de producción, la posibilidad de que él, a la vez que trabaja incluso en una propiedad común, sea consciente de que está trabajando en algo propio" 22.

5. Los derechos del capital

Como factor de producción, nadie duda de la necesidad del capital para llevar adelante el proceso productivo. Los niveles de producción de las modernas economías sólo han sido posible gracias a una notable acumulación de capital que, procedente del ahorro, ha servido para financiar los medios de producción utilizados por el trabajo para incrementar su capacidad productiva. A nivel macroeconómico, por tanto, las cosas son relativamente claras. Pero lo que ahora interesa es ver las implicaciones de todo esto en el ámbito de la empresa.

En la empresa, el capital tiene unos intereses, que son los de los propietarios del mismo. La contribución de éstos a la empresa, en este caso aportando bienes materiales, da origen también a unos derechos, como ocurría con el trabajo. Sin embargo, este paralelismo debe ser matizado. La afirmación de la Rerum nova-rum de que capital y trabajo se necesitan mutuamente, recogida en documentos posteriores23 y encaminada a evitar las posturas exclusivistas por ambos lados, será perfeccionada y completada a partir de Mater et magistra y, sobre todo, en la Laborem exercens, en donde se afirma de modo inequívoco la absoluta prioridad del trabajo sobre el capital24.

No es necesario detenerse en fundamentar dicha afirmación. Pero sí conviene indicar algunas circunstancias que hacen al trabajo y al capital (a los grupos humanos que están detrás de ellos) dos realidades no enteramente homologables. Porque, en primer

22 Encíclica Laborem exercens 15b (el subrayado es del texto). Cf también todo el n 14.

23 Rerum novarum 14; cf también Quadragesimo anno 53. 24 Esta formulación fue avanzada ya en Mater et magistra 82 y en Gaudium et

spes 67. Luego se erige en el núcleo de toda la doctrina social de Juan Pablo 11: cf Laborem exercens 6, 10, 12 y passim.

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250 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

lugar, el trabajo tiene normalmente un grado de vinculación a la empresa muy superior al del propietario del capital; su dependencia vital es mayor, sobre todo cuando el trabajo es en la práctica su única fuente de ingresos o cuando, como ocurre en la actualidad, el puesto de trabajo está amenazado por un paro creciente que afecta a casi todos los sectores productivos. Pero, además, no puede olvidarse que la capacidad de acumulación de capital en manos de un propietario es ilimitada, cosa que no ocurre con el trabajo humano (debido a las fuerzas físicas y a la duración de la vida humana, en ambos casos limitadas).

Con estos presupuestos podemos ahora abordar los derechos del capital, sea éste privado o público, siguiendo un esquema semejante al utilizado en el apartado anterior, aunque invirtiendo el orden. Destacaremos los aspectos en que no pueden homologarse sin más los derechos del capital y los del trabajo.

5.1. La participación del capital en la gestión de la empresa

La tradición de las economías occidentales nos tiene acostumbrados a que el capital lleve la iniciativa o al menos tome parte en las decisiones fundamentales de la empresa. Por eso resultaría superfluo insistir ahora en ello. Más bien hay que subrayar que no es un derecho absoluto, sino que debe ser compartido con el trabajo. Debe, además, evitarse la rápida tendencia a identificar los intereses del capital con los de la empresa misma. Es preferible mantener la pluralidad de intereses que confluyen en la empresa y reconocer que la participación de unos y otros ayudará a armonizarlos entre sí y con los de la empresa objetivamente considerada.

La participación del capital no tiene, sin embargo, el mismo significado que la del trabajo. En el caso del capital, está del todo orientada a la defensa directa o indirecta de unos intereses económicos: el mantenimiento de una rentabilidad adecuada. Tiene, pues, un carácter instrumental. En el caso del trabajo, no hay que excluir esta dimensión; incluso muchas veces será la más importante y hasta la única. Pero la participación del trabajo tiene sentido por sí misma, y no sólo carácter instrumental: con ella se pretende que el trabajador actúe como persona y se realice en cuanto tal en su trabajo. Esta diferencia se entenderá mejor si se tiene en cuenta que el trabajo es para el que lo ejecuta algo continuado, que ocupa una parte importante de su actividad y de su vida; mientras que la aportación del capital para el propietario del mismo es un acto puntual y sin continuidad, que no le exige la dedicación de tiempo o de una actividad significativas.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 251

5.2. La retribución directa del capital

La retribución del capital es el medio para atraerlo al proceso productivo en forma de factor de producción. En una economía libre, el ahorro, fuente de la acumulación y de la inversión, también será libre en términos generales; por eso habrá que arbitrar fórmulas que sirvan de estímulo al que posee unos ingresos que superan las necesidades normales de consumo. Pero la retribución del capital no es sólo un estímulo para la inversión. Es también una medida de la eficacia en la asignación de los recursos que la sociedad hace. En efecto, puesto que la retribución del capital es un coste, a través del precio final del producto podrá calibrarse hasta qué punto el consumidor lo desea y está dispuesto a comprarlo. Una empresa que no tuviera capacidad para retribuir a su capital estaría probablemente despilfarrando unos recursos que podrían emplearse de una forma alternativa más útil a la sociedad.

En la práctica, la forma inmediata de retribución del capital en la empresa capitalista la constituyen los dividendos: es la cantidad que la empresa entrega como retribución por cada acción. No puede confundirse este concepto de dividendo con el de beneficio, que es mucho más amplio y ambiguo. El dividendo es la retribución estricta de cada acción, expresada en tanto por ciento de su valor nominal25. Con el término beneficio se designa, en cambio, el remanente que queda una vez satisfechos todos los costes, con excepción de los dividendos26.

Para calcular con qué porcentaje debe retribuirse el capital, los moralistas suelen tener presente un doble factor: el interés normal con que se retribuye el dinero y el riesgo que el capital corre en la empresa. Si el interés es el pago por renunciar a gastar una determinada cantidad de dinero y optar por ahorrarlo, el riesgo supone que hacer productivo un capital es exponerse a perderlo; en ambos casos se trata de decisiones provechosas para la sociedad y que, por esta razón, deben ser retribuidas. Natural-

25 El valor nominal de una acción responde a la aportación efectiva de capital que ella supone a la empresa. Según ese valor está contabilizada en el balance de la empresa. Pero puede ser que el accionista haya comprado la acción a un precio superior en el mercado: a ese valor se le denomina valor de cotización. El accionista comprará o venderá acciones según su valor de cotización, pero en relación con la empresa su acción será computada sólo por el valor nominal.

26 Suele distinguirse el beneficio bruto del beneficio neto; en este último se ha descontado el impuesto sobre la renta de la sociedad, que estaba todavía incluido en el primero. Dentro del beneficio neto se distingue, a su vez, el beneficio distribuido, que es el que se reparte en forma de dividendos, del beneficio retenido, o parte final del remanente que pasa a engrosar la partida de reservas para la autofinanciación de la empresa.

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mente, los dos criterios son sólo orientatívos. Llegar a una cuanti-fícación exacta es imposible. Habrá que tener en cuenta las circunstancias de cada momento; de modo especial, el ritmo de depreciación del dinero, al que tendremos que referirnos en un capítulo posterior27.

Pero el dividendo no es la única forma de retribución directa del capital. A ella hay que añadir las llamadas ampliaciones de capital. Cuando una empresa necesita nuevas aportaciones para incrementar su capital, los antiguos accionistas tienen un derecho prioritario a suscribir la ampliación. Tal derecho pueden venderlo aquellos accionistas a ¡os que no interesa acudir a la ampliación; pero entonces están consiguiendo nueva rentabilidad de su capital. Y en caso de que acudan, es frecuente que no sean obligados a aportar capital en cantidad equivalente al valor nominal de la acción, sino inferior. Entonces el resto lo pone la empresa tomándolo de la partida de reservas; la operación no es sino la conversión de una parte de las reservas en capital social o, en otras palabras, su asignación a un accionista. También esto es una fórmula de retribución del capital; el accionista aportó una cantidad inferior al valor nominal, y se encuentra propietario del valor nominal total. Una última forma de obtener una ganancia en este complejo mecanismo de las ampliaciones consiste en vender la acción en la Bolsa, una vez que su cotización es admitida; entonces se vende al valor de cotización, normalmente superior, aquello por lo que sólo se pagó el valor nominal, y a veces no completo. Esta forma compleja de retribución de capital, conviene añadir para terminar, es propia de momentos de prosperidad económica, pero llega casi a desaparecer en épocas de crisis.

5.3. Otras formas de retribución del capital

El último mecanismo que acabamos de mencionar para obtener una ganancia de la ampliación del capital nos sitúa ya en el campo de lo que podríamos llamar retribución indirecta. Con este término nos referimos a las ganancias derivadas de la compraventa de acciones o de cualquier otra forma de actuación en el mercado de capitales. Siempre que una acción puede venderse a un precio superior al que se compró, se está obteniendo un beneficio. El ámbito donde estas operaciones suelen realizarse dentro de las economías de mercado es la llamada Bolsa de Valores. Ella es una forma concreta de mercado de capitales, cuya función es precisamente dotar de fluidez a los movimientos de capitales para adaptar en cada momento su oferta a su demanda. Su razón de ser, así como la justificación moral de las ganancias que pueden

27 Cf J. GOROSQUIETA, O.C., 9-11, 30-31.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 253

obtenerse en él, radica en facilitar la disponibilidad de capital a economías que tanto necesitan de él: facilitarlo a las empresas y facilitar también a los inversores la recuperación de sus inversiones vendiendo a otros los títulos correspondientes. El mercado de capitales tiene, por tanto, una función social; y por eso se justifica la retribución económica de los que intervienen en él.

Pero esta justificación de principio no legitima cualquier forma de ganancia a que se llegue en ellos. Hay muchas prácticas que son éticamente inaceptables. La mayoría de ellas tienen que ver con la especulación. Y la especulación, cuando no se adapta a los mecanismos del mercado, sino que los distorsiona y violenta, es un perjuicio a la sociedad y no encuentra, en consecuencia, ninguna justificación desde la ética28.

6. Las relaciones laborales: negociación y conflicto

Repetidas veces hemos destacado la diversidad y aun oposición de intereses que existen en la empresa entre capital y trabajo, germen de un conflicto que con frecuencia trasciende el ámbito estricto de la empresa para condicionar al funcionamiento global de la sociedad. Ahora vamos a centrarnos en esta dimensión de las relaciones laborales, que nos aportará nuevos elementos para completar el análisis ético de las actividades productivas.

En la época del capitalismo liberal se utilizaba un modelo atomizado y mecanicista de la sociedad, la cual quedaba constituida por una pluralidad de individuos anónimos, yuxtapuestos y actuando cada uno desde su propia individualidad exclusivamente. Este modelo, que oculta una innegable carga ideológica, terminó imponiéndose como norma para un funcionamiento adecuado de la economía; pero en el mercado de trabajo sólo fue capaz de crear una innegable situación de miseria para las clases obreras, que se encontraban dispersas y desamparadas frente al poder creciente del capital. Este es precisamente el punto de partida de la Rerum novarum, que atribuye la miseria obrera, como causa principal, a la abolición de los antiguos gremios por parte de la revolución29; por eso el orden social nuevo que ella propugna tiene entre sus pilares básicos el reconocimiento del derecho de asocia-

28 Cf A. ARROYO, La manipulación de las cotizaciones en Bolsa. ICAI, Madrid 1978, 63ss, 196-206 (donde se ofrece un código de ética bursátil); G. HIGUERA, La Bolsa al banquillo de la moral, en "SalT" 64 (1976) 650-654; ID, Etica y Bolsa, en "Pentecostés" 15 (1977) 169-184. Sobre la especulación en general, cf I. CAMA-CHO, La especulación y sus efectos sobre el bienestar social y sobre la distribución de la renta y riqueza, en "Corintios" XIII 8 (1978) 97-124.

29 Encíclica Rerum novarum 1.

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254 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ción y una intervención del Estado que garantice la justicia de los contratos, los cuales de ninguna manera pueden quedar a la total voluntad de las partes30. Dicho análisis y las propuestas que de él se derivan sirven como expresión del camino que se ha recorrido en este terreno a lo largo del último siglo.

El desarrollo de una compleja red de asociaciones, y en concreto de asociaciones de carácter socio-laboral (sindicatos, patronales), ha permitido además que sean éstas las que asuman el protagonismo en las relaciones laborales, quedando al Estado el papel de tutela y último garante del bien común y del respeto de los derechos de las partes. En una economía de libre iniciativa y de mercado se cuenta entre sus rasgos más característicos el articular la función de las distintas instancias sociales mediante el llamado principio de subsidiariedad. De acuerdo con él, en el ámbito socio-económico y laboral las asociaciones "ad hoc" son los principales actores, mientras que la legislación y otras actuaciones del Estado sirven sólo de respaldo y de cauce.

6.1. Negociación y convenio colectivo

Más que hablar, por tanto, de una legislación en que se regulen todos los extremos de las relaciones capital-trabajo, se trata de ofrecer un marco general y unas pautas para que los agentes socio-económicos puedan negociar. Pero tal enfoque de la cuestión supone la superación del sindicalismo revolucionario, cuyo único objeto es aunar el esfuerzo de los obreros para destruir el orden social vigente. Si prescindimos de esta orientación, escasamente representada ya entre las clases obreras, pueden distinguirse todavía dos tendencias dentro del sindicalismo moderno: una, abiertamente colaboracionista, acepta compartir las responsabilidades empresariales y contribuir de forma positiva al éxito de la empresa; la otra, de orientación más reivindicativa, no quiere compartir responsabilidad alguna con los propietarios, con cuyos intereses no desean verse en modo alguno identificados, por considerarlos del todo ajenos a los de su clase. Pues bien, aun en este segundo caso es posible concebir la negociación. Porque ésta no significa negación del conflicto, sino sólo arbitrar un cauce para que éste no degenere en violencia y en imposición del más fuerte.

Este ha sido el objetivo que ha orientado todos los esfuerzos en este campo: encauzar el conflicto potencial para dotar de estabilidad a la vida social y económica. El logro de este objetivo ha hecho posible, entre otras razones, el espectacular desarrollo eco-

Ib, 34 y 32, respectivamente.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 255

nómico característico de las sociedades occidentales en los últimos decenios.

La figura jurídica que concreta esta negociación es el convenio colectivo como expresión del protagonismo de las clases sociales en este campo31. El convenio colectivo es definido por la OIT como "todo pacto escrito acerca de las condiciones de trabajo, hecho, de una parte, por el empresario, el grupo de empresarios o por una o varias asociaciones de empresarios y, de otra parte, por una o varias asociaciones representativas de los obreros o, si tales faltan, por delegados debidamente escogidos por los mismos obreros y revestidos de autoridad según las leyes y regulaciones nacionales" 32.

El convenio no es un contrato de trabajo, porque su firma no supone la contratación efectiva de nadie; pero determina las condiciones que deberán cumplirse en todo contrato individual de trabajo. Es, por tanto, un instrumento para la defensa de los derechos del trabajador, pues le ofrece un marco normativo pactado a nivel colectivo por organizaciones fuertes. Este carácter colectivo es también una ventaja para el empresario por dos razones. En primer lugar, gracias al contrato el empresario sabrá a qué atenerse con certeza durante el tiempo de duración del mismo, tendrá algunos datos importantes sobre los que basar su política empresarial (costes salariales, etc.). Pero además, sobre todo cuando intervienen en él asociaciones de amplia implantación social (sindicatos fuertes), el convenio es una fuente de estabilidad social y económica, porque dichos sindicatos son capaces de comprometerse eficazmente para que el convenio se cumpla en todos sus extremos. Por ello es deseable que el convenio se celebre a nivel no de una empresa, sino de rama o sector; así se evita una dispersión y atomización que suele ser fuente de ineficacia y de desestabilización social y económica. En algunos casos se rechaza esta fórmula porque se cree que reduce la pureza del espíritu democrático. Algo de verdad hay en ello. Sin embargo, los mecanismos asamblearios que se proponen como alternativa suelen carecer de continuidad; en ellos la responsabilidad se diluye excesivamente. Por eso, en el actual estado de cosas, parece que la participación de organizaciones sindicales y patronales en la negociación colectiva responde en conjunto mejor a las exigencias del bien común. Es el difícil equilibrio entre la democracia como utopía y la democracia como institución33.

31 Cf L. E. VILLA-C. PALOMEQUE, O.C. 347-438; A. ESTEBAN, Contratación colectiva de trabajo, en "BolEstEc" 106 (1979) 73-86.

32 Código Internacional del Trabajo n 876, OIT, 1952. 33 Cf A. HORTAL, La democracia como institucionalización de una utopía,

en "EstEcl" 53 (1978) 197-208.

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256 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

6.2. Conflicto: huelga y cierre patronal

En el complejo marco de las relaciones laborales no es extraño que surja el conflicto entre las partes a propósito de alguna cuestión concreta en que se enfrentan los intereses de capital y trabajo sin llegar a encontrar una fórmula que los armonice. Por tanto, no se trata sólo de un conflicto de carácter general y latente, sino de su expresión a la vez abierta y concreta34. Pero, además, el conflicto se traduce a veces en una lucha en la que una de las partes usa cierta forma de violencia, al menos como instrumento de presión. Son modalidades de esa lucha el boicot, el sabotaje, la ocupación del centro de trabajo, la utilización de listas negras (en que una parte o la otra enumera a aquellas personas o empresas que deben ser rechazadas como indeseables). Pero las formas más corrientes de esta lucha son la huelga y su contraréplica, el cierre patronal (o "lock-out").

De entre las muchas definiciones que existen para la huelga, ésta puede ser un buen punto de arranque para nuestras reflexiones; "Toda perturbación del proceso productivo, y principalmente la cesación temporal del trabajo, acordada por los afectados para la defensa de un objetivo estrictamente laboral o socio-económico" 35. Las palabras de esta definición excluyen ya algunas formas de huelga de no escasa importancia: la huelga general, la huelga revolucionaria, la huelga política. Pero es cierto que la evolución de la huelga desde los comienzos de la revolución industrial hasta hoy se caracteriza por una suavización de la misma, acompañada de la correspondiente institucionalización. También en este caso se ha optado por arbitrar fórmulas para encauzar los conflictos y evitar la guerra abierta e incontrolada entre las partes36.

En efecto, en la fase inicial del capitalismo liberal la huelga era considerada como un hecho criminal, susceptible por tanto de ser castigado con una determinada pena. Con el paso del tiempo la huelga emigró del Código Penal al Código Civil; coincidió esto con una actitud más tolerante en relación con ella, unida al deseo de controlar lo que era un hecho inevitable de la moderna civilización industrial. Un último paso de este proceso consiste en el reconocimiento de la huelga como un derecho de los trabajadores para la legítima defensa de sus intereses. También entre los mora-

34 Cf L. E. VILLA-C. PALOMEQUE, O.C., 265-345. " Ib, 301. 36 Cf J. SAVATIER, La gréve dans la société contemporaine, en "Etudes"

320 (1964) 308-325; AA. VV., La huelga en Europa, Instituto de Estudios Laborales, Madrid 1975.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 257

listas actuales la postura más generalizada es la de reconocer que la huelga es un derecho37.

Para la justificación moral del derecho a la huelga suele recu-rrirse explícitamente a las peculiares condiciones de la sociedad industrial, en la que los trabajadores, aun asociados, se encuentran en inferioridad respecto a los propietarios del capital. Otras razones que se aducen pensamos que se reducen en el fondo a ésa38. Pero esta fundamentación tiene gran interés para captar el carácter no inmutable de ciertos derechos y el grado en que su ejercicio puede estar condicionado por la variación del contexto en que se reconocen y ponen en práctica. En efecto, el derecho de huelga no-es un derecho cuyo ejercicio sea omnímodo e ilimitado. Ya la misma definición con que iniciamos este apartado restringe el alcance y la aplicación de lo que estamos diciendo.

De todos modos es difícil establecer una frontera nítida entre la llamada huelga política y la estrictamente socio-laboral. Tal dificultad radica ya en el hecho de que las asociaciones obreras, a diferencia de las profesionales (donde la pertenencia de sus miembros es función de la profesión que ejercen), están fuertemente vinculadas a una determinada ideología política. Sin duda esto es un producto de la historia, en la medida en que los partidos de izquierda (los verdaderos partidos de masas) nacieron y se consolidaron bajo la bandera de las reivindicaciones obreras. Es, por tanto, casi imposible eliminar la dimensión política de cualquier huelga. Debemos entonces contentarnos con que su reivindicación central sea de carácter socio-laboral, aunque en la intención de los que la promueven y llevan a cabo no esté ausente la repercusión política o incluso pretendan una respuesta a nivel legislativo o de gobierno.

Esto supuesto, son tres las condiciones que suelen proponerse para que la huelga pueda ser moralmente aceptada. En primer lugar, la causa justa, dentro de las cuestiones que afectan a las condiciones de trabajo en general, y no sólo al salario. Se exige, además, que la huelga sea el último recurso, es decir, que se agoten todas las vías de diálogo y negociación, ya estén oficialmente reguladas, ya se celebren por iniciativa espontánea de las partes. Por último, se exige que exista esperanza razonable de éxito en forma de proporción entre los bienes que se espera obtener y los

" Pero cf, por ejemplo, J. AZPIAZU, La moral del hombre de negocios. Razón y Fe, Madrid 19643, 464-465, para quien la huelga es un hecho inevitable, aunque nunca un derecho. O. VON NEI.I.-BREUNING, Streik. en "StZ" 155 (1954-1955) 264-279, subraya que la huelga es un mal necesario, que inevitablemente se ha convertido en pieza esencial de todo ordenamiento jurídico.

38 Cf O. VON NEI.I.-BREUNING, O.C.: G. HIGUERA, La huelga, esa forma de "justicia por la fuerza". Valoración ética, en "SaIT" 67 (1979) 593-604.

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258 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

perjuicios que se siguen para los mismos huelguistas, para la empresa o para los ciudadanos en general39.

Este último aspecto es el que más se considera a la hora de establecer especiales limitaciones a las huelgas que afectan a servicios públicos. En estos casos no sólo deben exigirse las anteriores condiciones de una manera más estricta, sino que además deben garantizarse unos servicios mínimos para no dejar completamente desasistidos a los ciudadanos.

Un tema también decisivo para calibrar las consecuencias de la huelga es el de su naturaleza jurídica, que afecta además al tratamiento moral de la misma. Los moralistas más antiguos solían considerar la huelga como la violación o resolución unilateral del contrato de trabajo; por esta razón consideraban más aceptables aquellas huelgas que se llevaban a cabo en el momento en que el contrato expiraba y antes de la firma de uno nuevo. En este caso, además, la huelga era analizada desde una perspectiva individual. Hoy, en cambio, la huelga es, ante todo, un fenómeno colectivo, que expresa el decidido propósito de que se modifiquen las condiciones de un convenio colectivo. Pero el convenio, como ya dijimos, no equivale en ningún caso a un contrato de trabajo. Los efectos de la huelga sobre éste no son, entonces, el de la resolución unilateral, sino el de la suspensión de determinadas obligaciones contenidas en el mismo; en concreto, la obligación de trabajar y la correlativa de retribuir el trabajo realizado. Esto es especialmente importante cuando tan difícil es mantener el puesto de trabajo, e implica el que el empresario no puede contratar a otras personas para sustituir a los huelguistas. Es éste un punto delicado, pero en el que la unanimidad entre los juristas es casi total. Ello clarifica bastante el alcance y significado de la huelga40.

La doctrina social de la Iglesia reconoce el derecho a la huelga por boca de Pablo VI en la Octogésima adveniens, aunque ya en la constitución Gaudium et spes, del Vaticano II, se la contempla como un medio necesario para la defensa de los derechos de los trabajadores. En ambos casos se insiste en el carácter de recurso extremo, una vez agotadas todas las otras vías de resolución del conflicto41.

39 Cf G. HIGUFRA. o.c. 598-599: F. DFI V A H E , La huelga en la problemática moral de la empresa, en "AnMorSocEc" 12 (1966) 227-280.

40 Cf K. QUINN. De operistitio el relationibus industrialibus hodiernis, en "Periódica" 51 (1962) 447-465; traducido y resumido en "SelecTeo" 2 (1963) 124-130.

41 Octogésima adveniens 14b; Gaudium et spes 68c. En documentos anteriores no habia un pronunciamiento explícito al respecto, salvo en Quadragesimo anno 94, donde se la condena al describir el régimen corporativo, con el cual evidentemente no es compatible. Sin embargo, cuarenta años antes, la Rerum novarum 29, no se atrevió a pronunciar tal condena, limitándose a exigir al Estado que evitase las condiciones que provocaban las huelgas.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 259

Nada dicen, en cambio, los documentos de la doctrina social sobre el cierre patronal. Y, sin embargo, cada vez es más necesario que tanto los juristas como los moralistas contemplen esta forma de réplica del empresario o del capital a la utilización de la huelga. Es cierto que el derecho a la huelga ha sido reconocido mucho antes, a nivel jurídico, moral o incluso constitucional, mientras que apenas se menciona el cierre patronal. Sin embargo, hoy se tiende a justificar cada vez más éste, en la medida en que se quiere mantener a toda costa una situación de equilibrio efectivo entre las dos partes que intervienen en toda relación laboral. El que el reconocimiento de la huelga haya precedido con mucho en el tiempo al planteamiento mismo de la licitud del cierre patronal no es sino una muestra de que durante bastantes décadas la balanza se ha venido desequilibrando del lado del capital, que ha dispuesto de una fuerza mayor para imponer sus intereses al trabajo. Cuando esto ya no es tan claro y la balanza amenaza con desequilibrarse en sentido contrario, entonces comienza a manifestarse una actitud más tolerante hacia el cierre patronal. Ello prueba, una vez más, que la reflexión ética y su traducción jurídica deben huir de todo dogmatismo y apoyarse en el análisis lo más objetivo posible de una realidad que está en continuo movimiento42.

42 Cf O. VON NELL-BREUNING, Aussperrung. en "StZ" 198 (1980) 3-16.

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CAPÍTULO 5

Los distintos modelos de empresa

En nuestra sociedad coexisten las pequeñas y medianas empresas con las de grandes dimensiones. Aquéllas, numerosísimas; éstas, escasas en número, pero de enorme poder, que muchas veces incluso trasciende las fronteras de las naciones. Dentro de las diferencias que las separan existe un modelo de base que se ha impuesto, fáctica y jurídicamente, en la mayoría de los países capitalistas: es la llamada sociedad anónima. Muchos problemas de la vida empresarial tienen su origen precisamente en este modelo, que no es el único posible dentro de una economía capitalista de mercado. Este capítulo pretende ampliar el horizonte, analizando este modelo y mostrando cómo no sólo no es el único posible, sino ni siquiera el más aceptable éticamente; esto nos invitará a examinar otros modelos que ofrezcan distintas formas de articular los factores de producción en la estructura empresarial. Al hacerlo, nos saldremos incluso de las fronteras del mundo capitalista, para presentar tipos de empresa que tienen vigencia en economías de orientación socialista.

1. El modelo típico de la empresa capitalista

Ya lo hemos dicho: la sociedad anónima ha terminado por imponerse como la forma más generalizada y más aceptada de estructuración de la empresa capitalista. Para comprender mejor cuáles son sus características específicas vamos a exponer sucintamente el proceso histórico a través del cual se ha llegado a ella.

1.1. Génesis y desarrollo histórico

La empresa en el capitalismo se caracteriza por la colaboración en el proceso productivo de capital y trabajo, los dos factores de producción, pero con la peculiaridad de que proceden de sujetos diferentes. Uno y otro han tenido que someterse a un princi-

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 6 1

pió ordenador que los coordinase para hacer eficaz su actuación: dicho principio es el empresario. La combinación de estos tres elementos ha pasado, sin embargo, por distintas formas históricas '.

En los comienzos, empresario y propietario de los medios de producción solían identificarse en un mismo individuo. Este trabajaba también, por lo general, en la empresa, aunque casi siempre necesitara de la ayuda de otros individuos, a los cuales contrataba como trabajadores por cuenta ajena. Esta figura compleja —a la vez empresario, propietario y, en parte también, trabajador— era la que ostentaba la dirección y asumía todos los riesgos. El trabajador por cuenta ajena establecía su aportación y su retribución por medio de un contrato, al margen de las pérdidas o ganancias de la empresa; no asumía riesgo alguno, renunciaba a posibles ganancias, pero tampoco se exponía al peligro de perder. El poder de decisión en la empresa quedaba en manos de quien corría con los riesgos: y era natural que esto fuera así. Riesgo y poder se acumulaban, pues, en una misma persona.

En un segundo momento, cuando se pasa del empresario individual a la sociedad colectiva, las cosas se mantienen de forma semejante. Ahora son varias las personas que se han unido poniendo en común su capital para constituir así una unidad productiva de mayor envergadura. El poder sigue residiendo en este grupo, aunque pueda delegarlo en una persona (sea ésta uno de los propietarios u otro sin propiedad), y la razón sigue siendo la misma: el poder de decisión lo detenta quien asume el riesgo.

Fue, sin embargo, preocupación temprana de los propietarios la de reducir los riesgos que corrían sus capitales cuando éstos eran destinados a la financiación de una empresa. Esto es lo que se logró con el tránsito de la sociedad colectiva a la sociedad de responsabilidad limitada y, posteriormente, a la sociedad anónima. En ambas se elimina la responsabilidad personal: el propietario no tiene que responder ya con todos sus bienes ante los posibles acreedores de la empresa, sino sólo con la cantidad de capital que tiene invertido en ella. Naturalmente, con esto se logra una reducción considerable del riesgo, que parecería justificar en principio un recorte del poder correlativo. Tal recorte, sin embargo, no se ha producido.

Los riesgos del capital han disminuido, además, por otras razones. La más importante es la divisibilidad y movilidad del capital, que permite su colocación diversificada en multitud de empresas distintas. Para ello ha sido instrumento eficaz la sociedad anónima, cuya estructura hace posible la transmisión de las acciones (títulos de propiedad de una parte determinada del capital de

1 Cf M. Oí [VENCÍA. Órganos de poder y sujetos responsables de la empresa pública o privada, en "AnMorSocEc" 15 (1967) 25-40.

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262 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

la empresa) sin otra condición que la de encontrar un comprador para ellas.

A pesar de esta evolución de la empresa en la economía capitalista, la estructura inicial que vinculaba el poder a la propiedad del capital ha perseverado hasta nuestros días, y ha sido además consagrada jurídicamente2. Pero lo curioso del caso es que, en gran parte, ha desaparecido la razón que justificaba esta vinculación: el hecho de que a la propiedad fuera unido un riesgo de carácter ilimitado. Por eso hoy, cuando el riesgo vinculado al capital está perfectamente limitado y además a nadie se oculta que también el trabajo está sometido a riesgos, y aun mayores, es necesario poner en cuestión esta estructura jurídica y abogar por una revisión de la misma, apoyada en razones de carácter ético.

1.2. La realidad actual

La realidad actual de la sociedad anónima confirma esta sugerencia. Veamos los datos más llamativos de esta realidad3.

En primer lugar, la vinculación del accionista con la empresa ha llegado a ser mínima, sobre todo cuando el capital está muy repartido (en las grandes empresas). La vinculación psicológica es aún menor; el accionista lo es sólo en cuanto que presta un capital con la intención de obtener una rentabilidad, pero no tiene más interés depositado en la empresa.

Al mismo tiempo, hay razones para pensar que el trabajador está unido a la empresa por lazos más estrechos que los del accionista. Normalmente su permanencia en la empresa es más dilatada; además no puede dividirse entre varias empresas, cosa que sí hace el propietario del capital; pero, sobre todo, compromete en la empresa su actividad y su persona misma (no sólo su capital) y arriesga en ella su puesto de trabajo. Todo esto significa que los vínculos del trabajador con la empresa y los riesgos que corre en ella son mayores que en el caso del accionista.

Por último, la empresa es algo más que sus accionistas y sus trabajadores. Resulta demasiado simplista decir que el objetivo de la empresa consiste en la maximización de la ganancia y que, por tanto, en esto coincide con sus accionistas. Precisamente la empresa moderna se caracteriza por poseer una entidad autónoma, que no es reducible a la de sus factores de producción. Su

2 Tal es el sentido de la Ley de Sociedades Anónimas española, de 17 de julio de 1951, todavía en vigor.

3 Cf A. DAUPHIN-MEUNIER. Algunos caracteres de la empresa en la sociedad industrial contemporánea, en "AnMorSocEc" 10 (1965) 227-239; A. MARTÍN VAL-VERDE, La empresa en el contexto político, económico y social (Teoría de la empresa y reforma de la empresa), en "AnMorSocEc" 30 (1973) 3-31.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 6 3

identidad propia se personifica en los cuadros, conjunto de personas de alta cualificación cuyo interés es el progreso de la empresa y que son la versión actual, más compleja, de la figura del empresario. Sin duda que la preocupación fundamental de éstos no es la de repartir suculentos beneficios a los accionistas, sino la de hacer que la empresa se desarrolle, gane mercado, aumente su capacidad de ventas, logre un aceptable nivel de autofinanciación, modernice constantemente sus instalaciones y sus productos, etc.

En las actuales leyes que regulan esta forma de sociedad, la empresa suele considerarse como un objeto que es propiedad de la sociedad formada por un grupo de socios capitalistas (sociedad anónima)4. Dicha sociedad, que detenta el poder último y lo ejerce en la junta general de accionistas, delega normalmente el mismo en una o varias personas que lo ejercerán en nombre de ellos. Estos contratarán la mano de obra necesaria para que desarrolle una actividad a cambio de una retribución que se establece al margen de los resultados de la empresa. Tal estructura es claramente asimétrica: capital y trabajo están en situaciones diferentes, ya que los primeros son propietarios de la empresa (y no sólo del capital) y disponen de todo el poder en ella, mientras que los otros son en principio ajenos a la empresa.

1.3. Pistas éticas para una reforma

Es importante comprender que tal estructura jurídica no responde a las exigencias de la realidad ni se adapta a los hechos. Porque capital y trabajo son dos grupos diferentes, con intereses distintos y quizá contrapuestos, pero ambos igualmente comprometidos en la empresa. Esto significa que el poder de decisión y la apropiación de los resultados no pueden ser unilateralmente concedidos a una sola de las partes.

Cuando se habla del poder de decisión hay que comenzar deshaciendo ciertos malentendidos. Desde luego, el que éste pasara de los accionistas en exclusiva a ser compartido por éstos con los trabajadores no plantearía un gran problema práctico; la tantas veces invocada falta de preparación de los trabajadores para tal menester también se da, y probablemente en mayor grado, en el caso de la mayoría de los accionistas. Pero no es de eso de lo que se trata directamente, sino de la legitimación del poder. Es un problema bastante semejante al del poder político. Cuando se habla de democracia política, no se entiende que ésta deba ejercerse directamente todos los días. Por razones de eficacia, es preciso

4 Cf A. GARRIGUES-G. SENÉN. Planteamiento jurídico de la reforma de la em-sa, en "BolEstEc" 26 (1971) 475-487.

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264 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

que el poder sea ejercido de hecho por pocas personas bien dotadas para ello. La cuestión clave es saber en nombre de quién lo hacen y cómo son controlados por quienes delegaron en ellos.

Nadie pondrá en duda, por consiguiente, que la empresa moderna necesita de una dirección eficaz. Ni accionistas ni trabajadores rechazarán, sobre todo estos últimos, el estar sometidos a una dirección que marque las pautas de actuación. Lo que rechazarán —lo que de hecho rechazan muchas veces los trabajadores— es que esta dirección proceda de espaldas a lo que ellos piensan que son sus intereses, porque es un poder externo y ajeno a ellos, al que ellos mismos no han dado ningún tipo de legitimación5.

Un segundo aspecto de esta cuestión —aparte del ya tratado, el del poder de decisión y su legitimación— es el de la apropiación de los beneficios. Una muestra más de la asimetría con que funciona la sociedad anónima la tenemos en este punto. Mientras que los salarios, como retribución del trabajo, son considerados entre los costes de la empresa, la retribución del capital se identifica con los resultados mismos. Es cierto que, de hecho, los dividendos que se pagan a los accionistas han sido establecidos al margen de los resultados reales y atendiendo a otros criterios (como puede ser la rentabilidad media de los capitales, por ejemplo). Pero el principio subsiste: todos los beneficios de la empresa, así calculados, son para el capital, ya sean efectivamente percibidos por éste, ya queden en ella en forma de reservas para la autofinanciación.

Nadie va a cuestionar el derecho de los propietarios del capital a ser retribuidos. Ya quedó aceptado en el capítulo anterior. Lo que sí es cuestionable es la forma de hacerlo. Más acorde con la realidad sería, por razones de simetría, que la retribución del capital y del trabajo fuera estipulada de antemano, que ambas fueran incluidas entre los costes de producción y que el remanente o beneficio ulterior pasaia a ser propiedad de la empresa, y no de uno solo de los factores de producción. Tales resultados podrían ser distribuidos o retenidos, pero en ambos casos el derecho de propiedad sobre ellos correspondería a todos los que han hecho posible que se generen, es decir, al capital y al trabajo.

La simetría que hemos venido proponiendo hasta ahora, en caso de tener que quebrarse en algún momento, sería en favor del trabajo. Ello ocurriría en el caso —muchas veces aducido en este contexto— de que hubiese pérdidas. En la medida en que el trabajo es con frecuencia la única forma de ingreso para el trabajador, del que además depende su subsistencia; en la medida también en que el trabajo es indivisible, éste debería poseer una

s Cf O. VON NELL-BREUNING, La constitución de la empresa (Sobre la coges-tión), Hispano-Europea, Barcelona 1974, 6-7.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 265

indiscutible prioridad a la hora de ser retribuido, y no correr con las pérdidas de forma indiscriminada. Habrían de arbitrarse fórmulas prácticas para que esto quedase garantizado, sin que supusiese una lesión para los derechos legítimos del capital.

La exposición que precede está exigiendo revisar la forma cómo muchos entienden la propiedad privada y los derechos derivados de ella. Porque ésta lleva consigo el dominio de unos bienes determinados, pero no el sometimiento de unas personas6. Con ese presupuesto se perfila un modelo nuevo de empresa que implicaría cambios profundos en la praxis de muchas sociedades occidentales e incluso en la legislación vigente en esos países. En síntesis, habría que pasar de una concepción en que la empresa aparece como objeto de propiedad de una sociedad formada por el capital a otra en que ésta fuera sujeto con entidad propia en el que confluye una dualidad de intereses, los del capital y los del trabajo. Ambos tendrían que estar suficientemente representados y garantizados, sin que ello implicase una reducción de la eficacia organizativa.

Por otra parte, este modelo no es aplicable por igual a todas las empresas. En principio está pensado para las grandes empresas; en todas aquellas en las que se da una efectiva separación de capital, trabajo y dirección, y en la medida en que tal separación se da. Las formas concretas pueden ser múltiples, algunas de las cuales existen ya hace tiempo y están, por tanto, respaldadas por una cierta experiencia7.

2. El cooperativismo y la empresa cooperativa

El cooperativismo es la primera reacción práctica contra los excesos del capitalismo y de la empresa de este sistema. El epígrafe que precede responde bien a la dualidad del fenómeno cooperativo: más allá de su concreción en un tipo determinado de empresa, el cooperativismo es una mística y un espíritu, una filosofía que inspira la forma de organizar la vida eccnómico-social.

6 Cf A. MARZAL. España hoy: la empresa como problema. Edicusa, Madrid 1977, 161-167.

7 Sobre la reforma de la empresa son de interés: F. BLOCH-LAINE. Pour une reforme de l'entreprise. Seuil, Paris 1963; D. Don.rus, Changer I'entreprise par la promotion de l'homme, PUF, Paris 1975, que hace una buena presentación de la situación actual y de los posibles cambios. Muy exhaustivo en la descripción, W. GARCIN. Cogestión y participación en los países del Mercado Común, ICE Ediciones, Madrid 1970. Importante por su enfoque práctico: La reforme de l'entreprise. Rapport du comité préside par P. Sudreau, París 1975, informe solicitado por el presidente Giscard. Para el contexto español, cf ACCIÓN SOCIAL EMPRESARIAL. La reforma de la empresa en el sistema económico referida a la situación española, Madrid 1970.

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266 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

2.1. El espíritu cooperativo

El espíritu cooperativo inspiró ya algunas realizaciones en los comienzos del pasado siglo. Fueron patrocinadas por quienes luego han sido considerados como los precursores: Robert Owen en Gran Bretaña y Charles Fourier en Francia, entre otros. Tales realizaciones, muy efímeras por lo general, fueron pequeños ensayos de organización de la empresa sobre criterios distintos a los vigentes para la empresa capitalista. Owen, por ejemplo, quiso convertir una de sus fábricas en una comunidad; para ello limitó la retribución del capital fijándole una tasa anual del 5 por 100, y destinó los beneficios restantes a constituir reservas con las que fomentar los intereses de los trabajadores y del público.

Aunque no fue la primera cooperativa, suele considerarse a la "Rochdale Society of Equitable Pioneers" como la iniciadora del movimiento cooperativo8. Fue fundada por un grupo de trabajadores en huelga, casi todos tejedores, con el objeto de buscar una salida a su miseria. La cooperativa de Rochdale puede considerarse como la primera cooperativa de consumo.

Pero más que por sus realizaciones, la cooperativa citada ha pasado a la historia por los llamados "principios de Rochdale", que son como el germen del espíritu cooperativo que ha informado todo el movimiento hasta la actualidad. La última formulación de los mismos se realizó en el congreso de la Alianza Cooperativa Internacional celebrado en Viena el año 1966. Estos seis principios pueden resumirse como sigue:

1) Libertad de adhesión, sin ningún tipo de discriminación social, política o religiosa, con tal que se acepten las responsabilidades inherentes a la calidad de socio.

2) Carácter democrático concretado en la fórmula de "un hombre, un voto", que contrasta con el modelo capitalista en que la participación se concede en función del capital aportado ("una acción, un voto").

3) Limitación del interés que se paga al capital, en el caso de que se le retribuya de algún modo.

4) Distribución de los excedentes netos que eventualmente se produzcan de forma que retornen a los socios ("retorno cooperativo") en función de la actividad desempeñada por éstos y no del capital aportado.

5) Promoción de la educación: se considera la "regla de oro de la cooperación", ya que permite la extensión del movimiento; va dirigida no sólo a los socios y dirigentes, sino también al público en general.

8 Cf HOLYOAKE. Historia de los pioneros de Rochdale, Aecoop-Aragón, Zaragoza 1975.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 267

6) Integración cooperativa como actitud que vincule no sólo a los miembros de una cooperativa entre sí, sino con otras cooperativas hasta formar uniones o federaciones cooperativas9.

Una somera reflexión sobre estos principios descubre cómo en las cooperativas el centro es el hombre, el trabajador o socio cooperativo, y que éste tiene efectiva prioridad sobre el capital. Esto se expresa no sólo en el principio "un hombre, un voto", sino también en la limitación taxativa de la ganancia del capital (que excluye el lucro como motor de la actividad empresarial). Este, además, es aportado originariamente por los socios, aunque luego las necesidades de financiación obliguen a buscar otros recursos externos. Y la obligación de destinar una parte del excedente a financiar actividades formativas, en coherencia con el quinto de los principios citados, es una buena muestra de que el cooperativismo es, ante todo, un espíritu y una mística.

2.2. La empresa cooperativa

Pero además de un espíritu, el cooperativismo conlleva un modelo de empresa 10. En su origen es una reacción contra las injusticias de la empresa capitalista, con el fin de demostrar que es posible competir con ella desde otros presupuestos. Por tanto, se trata de oponer a un tipo de empresa otro tipo de empresa, cuya característica más sobresaliente sea la superación del enfren-tamiento radical entre capital y trabajo.

Por eso la empresa cooperativa, al tiempo que concede la prioridad al trabajador, funde en una misma persona trabajo y capital. El socio es el que aporta el capital. La cooperativa pone en marcha una serie de actividades en beneficio exclusivo de sus socios, sin ninguna otra pretensión de lucro. Esta circunstancia dota de un contenido muy real a la aludida prioridad del trabajo, ya que el excedente económico tendrá siempre un carácter eventual y no constituirá en ningún caso el móvil de la actividad cooperativa; por tanto serán los socios los verdaderos determinantes de ésta.

Dentro de este espíritu y de esta organización caben distintas modalidades de cooperativas, según el servicio que presten; y así existen cooperativas de consumidores, de vivienda, agrícolas, de crédito, de trabajo, etc. Además, el espíritu cooperativo induce

' Puede verse la formulación y explicación de estos principios en F. SALINAS. Temas cooperativos. Materiales de formación cooperativa, Caritas Española, Madrid 1982, 46-51. Cf también Q. GARCÍA MUÑOZ. Cooperativismo y desarrollo Marsiega, Madrid 1973, 63-105.

10 Sobre experiencias concretas, cf Q. GARCÍA MUÑOZ. Les coopératives indus-trielles de Mondragón, Les Editions Ouvriéres, Paris 1970.

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268 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

también a las asociaciones cooperativas o cooperativas de segundo grado (federaciones y uniones de cooperativas del mismo sector), para el desarrollo de servicios de interés común, e incluso cooperativas de tercer grado (confederaciones o uniones de varias federaciones). La promoción del cooperativismo, la organización de servicios comunes, jurídicos o empresariales, la representación y defensa de los intereses comunes, el arbitraje de conflictos entre socios, etc., pueden ser fines de este federalismo cooperativo.

Pero este modelo empresarial, teóricamente muy acorde con ios principios de la ética, tiene también sus limitaciones. Una muy importante procede de las necesidades de capital que caracteriza a la empresa moderna. Se hace difícil llegar a una financiación adecuada si se quiere contar básicamente con el capital aportado por los socios. Muchas veces, también, la tendencia a las grandes dimensiones aproxima demasiado ciertas cooperativas a la empresa capitalista, donde ya desaparece el espíritu de cuerpo y de cooperación entre los socios.

Pero, aparte de estas dificultades de carácter técnico y económico, la limitación principal radica en el espíritu que la inspira: cuando éste no se puede garantizar, cosa no infrecuente, las cooperativas están expuestas a graves peligros. No es raro en la historia del cooperativismo el que algunos miembros se hayan aprovechado de la buena fe de sus socios. Por tanto, lo más valioso del cooperativismo, su espíritu, es lo que impide la generalización del modelo. Pero su aportación al proceso de superación del capitalismo, así como sus realizaciones en los sectores a los que se adapta mejor, avalan el mérito del cooperativismo y le auguran un futuro prometedor en un mundo como el nuestro, que parece estar redescubriendo las dimensiones de la solidaridad, la cercanía entre los hombres y la relación personal no burocratizada.

3. La empresa de cogestión

Este es un modelo de empresa que surge en la República Federal Alemana tras la segunda guerra mundial, cuando noventa y cinco empresas mineras y siderúrgicas de más de mil empleados, en lugar de ser nacionalizadas, se estructuran de acuerdo con el principio de la cogestión. Posteriormente el modelo se ha ido modificando y diversificando, y hoy se cuentan seis tipos distintos de cogestión en ese país.

3.1. Presupuestos de la cogestión

Pero la cogestión supone una filosofía previa, que es preciso comprender. Para ello puede partirse de la misma realidad de la

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 269

empresa con toda esa carga de conflictividad que le es característica: si los trabajadores rechazan con frecuencia el estar sometidos al poder empresarial, no es porque no acepten que la empresa necesita una organización y una jerarquía, sino porque consideran que, en su configuración actual, ese poder les es ajeno y encarna intereses que son de otros ". Con esto se está poniendo el dedo en la llaga de una cuestión ya abordada al comienzo de este capítulo: el de la legitimidad del poder en la empresa. Porque tanto la praxis y la opinión pública como la legislación misma tienden a identificar la empresa con los propietarios del capital, a confundir la empresa con la sociedad anónima, cuando en realidad esta última sería sólo la persona jurídica que representa a los accionistas.

Según los partidarios de la cogestión, todo eso no hace justicia a la realidad de la empresa porque excluye o discrimina a una de las partes que intervienen en ella y que tiene, por lo menos, el mismo peso y los mismos derechos que el capital. Hay que aceptar, por tanto, que capital y trabajo tienen intereses contrapuestos en la empresa, que en ninguno de los dos casos coinciden con los de la empresa misma, representados por la figura del empresario o de los cuadros dirigentes.

Ayuda además a entender el papel de la cogestión el distinguir, como hacen los autores alemanes, entre "centro de trabajo" ("Betrieb") y "empresa" propiamente dicha ("Unternehmen")12. El "centro de trabajo" es una unidad técnico-organizativa: una cierta estructura, un conjunto de instalaciones y el trabajo técnico que ahí se realiza. En él se producen bienes y servicios mediante el trabajo de muchos, coordinados por un director técnico. En el "centro de trabajo" se puede hablar de una comunidad humana, dado el tipo de relaciones existentes entre sus componentes; en él no hay oposición de intereses, sino jerarquía de funciones. El "centro de trabajo" no mantiene relaciones con el exterior, si no es a través de ía "empresa" a que pertenece. La "empresa", en cambio, es una unidad jurídico-económica, que mechante su actividad proporciona a los "centros de trabajo" los medios e instrumentos necesarios y se encarga de dar salida a su producción. En ella se decide respecto a la organización, programas productivos, financiación, etc. Aquí no puede hablarse de comunidad humana, debido a la dispersión de sus miembros; aquí es, además, donde

" Para todo este apartado nos inspiramos en O. VONNELL-BREUNING.O.Í-, Este autor ha sido uno de los principales promotores y defensores del modelo en Alemania: en esta obra, además de exponer sus fundamentos, sale al paso tanto de las objeciones más frecuentes de orientación liberal como de las prevenciones que tienen su apoyo en la doctrina social de la Iglesia.

12 Cf. O. VONNF.I I -BREUNING.O.C, 9-42. En este apartado utilizaremos la palabra "empresa" (entrecomillada) cuando queramos darle este sentido estricto en contraposición a "centro de trabajo".

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270 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

se da una verdadera contraposición de intereses, bipolar o tripolar, si queremos tener en cuenta los de la empresa en cuanto tal como distintos de los de los propietarios del capital.

Las cuestiones que se deciden en el "centro de trabajo" afectan a la organización y funcionamiento del mismo, son cuestiones sociales y de personal, que se plantean una vez que el "centro" está constituido por una decisión que viene de fuera, de la "empresa". Dentro del "centro de trabajo" todas estas decisiones pueden tomarse de forma autoritaria o participada. Una empresa que quiera respetar al hombre que trabaja y no reducirlo a máquina que recibe órdenes organizará sus "centros de trabajo" de forma que exista una auténtica participación de todos sus miembros bajo la coordinación de una autoridad eficiente. Pero éste no es el ámbito estricto de la cogestión.

3.2. Organización práctica

La cogestión, en su sentido más propio, se sitúa a nivel de "empresa" porque pretende, como se ha dicho, legitimar el poder último que actúa en ella. En cierto modo se trata de aplicar los principios de la democracia política al ámbito empresarial; tal cosa se logra, en concreto, estableciendo unos órganos de poder en los que los intereses diferentes estén adecuadamente representados y equilibrados. Para ello se respetan los órganos de la sociedad anónima; pero se crean otros que, junto a éstos, que sólo representan a los accionistas, representen realmente a los trabajadores y al capital.

El órgano supremo es la junta general de la empresa n , en donde están presentes por partes iguales los representantes del capital y los del trabajo, más algunos miembros suplementarios, elegidos por los dos grupos anteriores y que tienen una doble función: de mediadores y de representantes del interés público. En un escalón inferior se sitúa el consejo de empresa, cuyas competencias son el nombramiento de la dirección de la "empresa" y el control de su actividad, pero en modo alguno los asuntos de los accionistas o del personal. Este consejo es nombrado por la junta general, con una fórmula que permita que los que lo componen no sean representantes de los intereses de una parte ni de la otra (por ejemplo, exigiendo para su nombramiento una mayoría cualificada no sólo en general, sino de los representantes de cada una de las partes en la junta general). Así se logrará efectivamente que en este consejo

13 Para la descripción de la experiencia en la RFA, cf D. DOLLFUS. O.C, 59-63; L. E. VILLA-C. PALOMEQUE. Introducción a la economía del trabajo, Debate, Madrid 1977, 486-498; A. MARZAL. Empresa y democracia económica, Guadiana, Madrid 1976, 249-287.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 271

se atenúe la oposición de intereses. Por último, la dirección, nombrada por el consejo, será el órgano ejecutivo; su consistencia y eficacia serán tanto mayores cuanto menor sea en ella el reflejo de los intereses de capital y trabajo. A la vista de esta circunstancia habrá de arbitrarse el sistema de nombramiento más apropiado.

Como se ve, la inspiración democrática de estas estructuras es grande. Ello no supone, sin embargo, una descomposición del poder ni una reducción de la eficacia; tampoco se pretende una democracia directa y continuamente ejercida. La cuestión fundamental es la de encontrar otra fórmula de legitimar el poder en la empresa, más acorde con la realidad de ésta, y un control eficiente de su ejercicio 14.

3.3. Cogestión y doctrina de la Iglesia

Sin embargo, el modelo de la cogestión ha suscitado no pocas resistencias, unas de origen práctico y otras de base doctrinal. Estas últimas, que nacen del peligro de ver en la cogestión un atentado contra el derecho de propiedad privada, provocaron incluso una intervención de Pío XII. Fue con ocasión del Katholi-kentag de la Iglesia alemana de 1949, donde se aprobó una proposición según la cual "el derecho de cogestión pertenece al derecho natural del orden querido por Dios y hay que afirmarlo como el derecho de propiedad" I5. El citado pontífice, en una alocución a científicos sociales cristianos en 1950, afirmaba: "Un peligro similar se presenta también cuando se exige que se reconozca a los asalariados que pertenecen a una empresa el derecho de cogestión económica (...). La sabiduría de nuestro predecesor Pío XI (...) niega la necesidad intrínseca de adaptar el contrato de trabajo al contrato de sociedad. Ello no quiere decir que se desconozca cuanto se ha realizado de utilidad en este sentido (...); pero, en razón de principios y de hechos, tal derecho de cogestión económica que se reclama está fuera del campo de estas posibles realizaciones" 16.

En realidad, lo que aquí se niega no es tanto la posibilidad de practicar la cogestión como el considerar a ésta como exigencia incondicional del derecho natural. Y lo que late en esta postura es una concepción todavía liberal de la propiedad, que tiende a do-

14 Sobre los resultados de la experiencia en la RFA es fundamental el llamado Informe Biedenkopf, Mitbestimmung im Unternehmen, Kohlhammer, Stutt-gart 1970.

15 Cf A. MARZAL, o.c, 59-60, donde cita otros testimonios, por ejemplo, de la Acción Social Patronal española.

16 "AAS" 42 (1950) 487. Cf J. AZPIAZU.-P/O XII ante el problema de la cogestión obrera, en "FomSoc" 6 (1951) 15-30; G. GUNDLACH, De jure con-gestionis salariatorum. en "Periódica" 43 (1954) 25-31.

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272 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

tar al propietario de amplios poderes. Por eso habrá que esperar a que evolucione esta doctrina para que fórmulas de participación como la de la cogestión sean aceptadas y aplaudidas. Esto ocurrirá de una forma explícita en el Vaticano II, en donde ya claramente se concede al trabajador una abierta prioridad sobre la propiedad o cualquier otra forma de dominio".

4. La empresa pública

Si la cogestión supone un replanteamiento de la propiedad y sus atribuciones, la empresa pública se mantiene todavía anclada en las concepciones liberales. Esto es muy importante tenerlo en cuenta. Porque en la empresa pública el poder, todo el poder, sigue vinculado a la propiedad; lo que ocurre es que ésta ha pasado de personas privadas a públicas. Esta persona pública puede ser el Estado (y entonces hablamos de empresa estatal) u otra instancia inferior dentro de los poderes públicos (por ejemplo, el municipio). Pero, en todo caso, al igual que en la empresa capitalista, la empresa pública asigna todo el poder al que es propietario del capital y de los medios de producción.

4.1. La empresa pública y el colectivismo

Originariamente, éste es el modelo de empresa que el marxismo opuso al capitalismo para la etapa intermedia de transición al comunismo 18. Es una solución consecuente con el presupuesto mar-xista de que el origen de la explotación del trabajador está en la propiedad privada de los medios de producción. Hay que decir, sin embargo, que en ningún país comunista se ha generalizado este modelo hasta llegar a eliminar la empresa privada. Esta subsiste, aunque reducida al ámbito de las empresas pequeñas y medianas. Con ello se pone de manifiesto cómo de hecho la empresa pública ha evolucionado en dichas economías hacia un instrumento de política macroeconómica y de planificación, aparte de esa otra función de carácter más ideológico que inicialmente se le asignó.

Al mismo tiempo no puede ocultarse que la empresa pública no ha servido para desmontar el poder de la clase detentadora de

17 Gaudium et spes 68. En la nota 7 de ese número se alude a la alocución de Pío XII arriba citada, indicando: "En el aspecto de la evolución de esta cuestión, cf ...". Evidentemente, la postura ha cambiado en esos quince años.

" Cf A. MARZAL. Las nacionalizaciones a debate y a prueba. Mensajero, Bilbao 1980; sobre la evolución soviética posterior, cf POLIAKOV-RASMILOVICH. Las empresas del Estado en ¡a URRS: situación jurídica y gestión, en "RevIntTrab" 95 (1977) 397-408.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 273

la propiedad, tal como pretendía el socialismo marxista. La experiencia de este siglo ha venido a demostrar que la antigua clase propietaria ha sido sustituida por una nueva clase, que reproduce casi todos los rasgos de aquélla y que desborda el ámbito empresarial para afectar a la sociedad toda 19. Es una nueva confirmación de que la empresa moderna tiene que orientar su reforma superando previamente la vinculación propiedad-poder y sustituyéndola por una estructuración democrática del poder.

4.2. La empresa pública en una economía de mercado

Pero la" empresa pública ha pasado del mundo comunista también al occidental-capitalista, precisamente por esa virtualidad que tiene y que ya ha sido mencionada: la de ser un instrumento eficaz de cara a la política económica20. Este carácter es el que justifica que el poder público se erija en empresario en determinadas condiciones. ¿Cuáles podrían ser éstas? Citemos las que suelen ser más frecuentes.

Ante todo, esta fórmula se usa por razones de seguridad nacional: es el caso de la fabricación de armamentos e industrias conexas, cuyo control no siempre es oportuno dejar en manos privadas. La empresa pública puede justificarse también, como palanca del desarrollo e instrumento de política económica, en aquellos sectores estratégicos por el efecto multiplicador de las decisiones que se tomen en ellos. Por último, hay otra razón que en muchas ocasiones coincide de hecho con la anterior: el bien común. En este capítulo podrían incluirse aquellas empresas de grandes dimensiones que suministran bienes y servicios muy significativos a la sociedad y que, en manos privadas, corren el peligro de actuar de forma más o menos monopolista. Es posible incluir también aquí las empresas productoras de ciertos servicios que el Estado quiere abaratar para que estén al alcance de los ciudadanos (transportes, por ejemplo).

Sin embargo, esta cuestión de las empresas públicas, que funcionan tradicionalmente con pérdidas, ha dado pie a no pocas polémicas, sobre todo en algunos momentos en que se ha querido convertir al Estado en una especie de "hospital de empresas en crisis". Se oponen a esta política quienes afirman que en una economía de mercado no puede aceptarse el principio de "socialización de pérdidas y privatización de ganancias". Tal principio merece nuestra adhesión, pero con tal que no se absolutice. Quizá la clave para comprender la empresa pública en una economía de

" Ese es el título de la obra del yugoslavo M. DJILAS. La nouvelle classe, Paris 1957, que fue el comienzo de su marginación por el aparato del Estado.

20 Cf A. MARZAL, o.c, 55-87.

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274 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

mercado radica en aceptar su doble carácter de "empresa" y de "pública". En cuanto "pública", sus objetivos no tienen nada que ver con el interés privado (lucro u otro), puesto que son de carácter social; pero como "empresa" que es no puede relegar sin más la exigencia de eficiencia económica, que se opone a despilfarro y falta de racionalidad en la asignación de recursos y en el funcionamiento. Los objetivos sociales de cada empresa pública (muy distintos según los casos) exigen la cuantificación de las cargas que suponen para la explotación empresarial y la previsión de las compensaciones que va a recibir de la sociedad. Empresa pública no equivale, por tanto, a burocracia y derroche amparados en la potencia económica del poder público, capaz de enjugar todas las pérdidas21. Por desgracia, no es raro que el derroche y la ineficacia sean los rasgos distintivos de la empresa pública frente a la privada. Este es un aspecto del problema más amplio que enfrenta al sector público y al privado, sobre el que tendremos que volver en un capítulo posterior.

5. La empresa de autogestión

Aquí de nuevo nos encontramos fuera de la vinculación inflexible de propiedad y poder en la empresa. En este sentido estamos más cerca de la cogestión. Aunque la diferencia entre coges-tión y autogestión es profunda; aquélla presupone la propiedad privada de los medios de producción, y ésta no.

El sistema de autogestión fue implantado en Yugoslavia en 1948 como una fórmula que marcara la diferencia con el modelo soviético tras la ruptura con la URSS, sin caer por ello en los moldes occidentales. Históricamente puede decirse que el modelo se impuso de una forma precipitada22.

La autogestión se basa en el principio de la participación, el cual pretende aplicarse a todos los ámbitos de la vida social. Que la autogestión es más que un modelo de empresa conviene tenerlo muy presente si se quiere entender la experiencia autogestionaria más dilatada, la yugoslava, que es además la pionera. Pero para entenderla no puede olvidarse tampoco el marco ideológico de las realizaciones prácticas que la justifica y, muchas veces, la magnifica también.

La autogestión, en general (y también en su aplicación a la empresa), ha sufrido distintas transformaciones en el transcurso de estas décadas, que han ido ampliando los ámbitos de ejercicio

21 Cf J. A. MAROTO. Etica empresarial y empresa pública, en "Presupuesto y gasto público" 12 (1982) 131-144.

22 Cf D. DOLLFUS. o.c, 43-58; L. E. VILLA-C. PALOMEQUE. O.C, 536-550; D. CHAUVEY. Autogestión, Seuil, Paris 1970.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 275

de la misma23. En el campo de la empresa se proclama que los medios de producción son propiedad de la sociedad. Esta fórmula, en sí misma considerada, resulta abstracta y poco operativa; en la práctica, significa que el poder público pone a disposición de un colectivo de trabajadores (una organización de trabajo asociado) un conjunto de bienes para que sean explotados a través del trabajo, a condición de que ese capital fundacional no sea reducido en ningún caso. Es una condición lógica, con la que se pretende preservar el patrimonio de la sociedad.

Por lo demás, la empresa autogestionaria tiene su órgano fundamental en el consejo obrero, elegido por la organización de trabajo asociado y encargado de nombrar y controlar al gerente de la empresa. Con esto, al igual que en caso de cogestión, se garantiza una dirección unitaria y eficaz, condición indispensable para el funcionamiento de toda empresa en cualquier régimen; pero se arbitra al mismo tiempo una nueva forma de legitimar y controlar el poder de la empresa.

El modelo autogestionario exige, como todo modelo partici-pativo, una educación para la participación. En este sentido plantea un tema de indudable interés y trascendencia, que desborda por completo el alcance de este capítulo.

Pero además la autogestión, en sentido estricto, presupone una determinada estructura de propiedad no privada. En este sentido resulta sin duda llamativo el que la autogestión se haya convertido en bandera de muchos programas políticos en nuestro país cuando no había en ellos ninguna intención de modificar de raíz el régimen de propiedad vigente24.

6. Conclusión

Esta última observación confirma cómo los distintos modelos de empresa que hemos visto desfilar no son todos fácilmente intercambiables, lo cual impide un juicio moral taxativo sobre ellos. Cada uno tiene unos presupuestos doctrinales, se asienta en unas instituciones y tradiciones y se adapta mejor a ciertas condiciones económicas. Esto no obsta para que podamos terminar con algunos criterios de carácter ético que resuman todo lo dicho.

La empresa capitalista típica y la empresa pública (aun la de los países comunistas) coinciden en vincular el poder en la empresa

23 Cf A FONSECA. L'autegestione socialista in Jugoslavia e i suoi problemi, en "CivCatt" 130 (1979-4) 121-131; A. LOVRENCIC. An Outline of historical develop-ment ofWorkers' Management in Yugoslavia 1950-1965, en XV Congrés International de Sciences Historiques (Bucarest 1980). Rapports II, 760-773.

24 Cf para el caso francés J. MoussÉ. Enjeux de ¡'autogestión, en "Etudes" 350 (1979) 203-220.

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276 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

a la propiedad del capital. Esto, en un caso y en otro, es éticamente cuestionable. Y no sólo por razones de eficacia, sino, sobre todo, porque no reconoce debidamente la dignidad y los derechos del trabajo y de la persona. Por eso la cogestión y la autogestión son, en principio, dos modelos preferibles por motivos éticos. Ellos reflejan una concepción de la propiedad, según la cual ésta y los intereses vinculados a ella se subordinan a, o por lo menos se equiparan con, el trabajo. El modelo cooperativo fue siempre aceptable desde esta perspectiva, pero sus limitaciones de otro orden impidieron considerarlo como "el" modelo de empresa y obligaron a buscar otras fórmulas.

Desde el punto de vista doctrinal, esta evolución responde a lo que ha ocurrido en la doctrina de la Iglesia desde las primeras encíclicas sociales hasta la reciente Laborem exercens. Si en aquéllas la propiedad privada fue considerada el fundamento de todo el orden social, poco a poco los acentos se fueron desplazando para ceder el puesto prioritario al trabajo humano y subrayar la necesidad de la participación como consecuencia del mismo carácter humano del trabajador25.

En cuanto a las fórmulas concretas, sólo puede decirse que las que existen y están respaldadas por alguna experiencia muestran a la vez sus avances y sus limitaciones. Quizá por eso la Laborem exercens, al tiempo que abogaba por la búsqueda de nuevos modelos en que el trabajo tenga prioridad sobre el capital, tanto en los países capitalistas como en los colectivistas, no mencionaba expresamente ni la cogestión en el primer caso ni la autogestión en el segundo26.

Puede decirse, para terminar, que lo decisivo aquí ha sido el cambio de orientación, la revisión de la doctrina de la propiedad con todas sus consecuencias. Este paso está inicialmente dado. Falta consolidarlo y continuar la búsqueda de nuevas fórmulas concretas que lo hagan realidad.

25 Mater el magislra 91; Gaudium el spes 67-71, donde en el mismo orden en que los temas se tratan queda perfectamente afirmada esta prioridad del trabajo sobre el capital, que luego ha sido tan destacada en la Laborem exercens.

26 Laborem exercens, 14.

CAPÍTULO 6

El- dinero y los intermediarios financieros

El dinero es una componente sustancial de la vida económica. Sin él no hubiera sido posible llegar al nivel de actividad económica que hoy hemos alcanzado. Si la división del trabajo dio origen, en un primer momento, a la economía de trueque, ésta pronto se manifestó gravada con limitaciones casi insuperables. La necesidad de agilizar los intercambios comerciales, primero, y de todo tipo, después, fue la causa de la aparición del dinero, un hecho que está atestiguado muchos siglos antes del comienzo de nuestra era, probablemente ya en la edad del bronce.

Si el dinero es, desde tiempo inmemorial, como la savia que alimenta todos los procesos económicos, hubo que esperar hasta época reciente para que el hombre descubriera todas sus virtualidades. Sólo así pudo comprender la complejidad que el dinero incorpora a la vida económica. No perdamos de vista, además, que tales cambios en la forma de concebir el dinero y los mecanismos de su funcionamiento provocaron importantes modificaciones en el enfoque moral de determinadas cuestiones; la más conocida es, sin duda, la evolución que sufrió la doctrina moral sobre el interés y la usura desde la época medieval hasta nuestros días.

1. El dinero y su función en la vida económica

Todo el mundo sabe lo que es el dinero o, al menos, sabe lo que se puede hacer con él. Una exacta comprensión del mismo quizá se encuentra menos frecuentemente entre la gente. ¿Habrá que comenzar cayendo en la cuenta que el dinero no se puede identificar sin más con los billetes de banco? A partir de esta constatación vamos a intentar definir el dinero y describir su función económica.

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278 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

1.1. Qué es el dinero: su génesis y sus modalidades

La definición que vamos a proponer resultará a primera vista un tanto abstracta e inexpresiva. Pero técnicamente es la más adecuada. Se entiende por dinero todo activo plenamente líquido.

Sabemos bien lo que es un activo: todo bien o derecho de que se puede disponer. Al hablar de liquidez de un activo nos referimos a la capacidad de dicho activo para ser realizado (es decir, empleado o cambiado por otros activos) con toda seguridad en cualquier momento y sin sufrir pérdidas. Este es el rasgo específico del dinero: poder ser cambiado sin dilación alguna y por su exacto valor. La liquidez de los activos es muy variable, pero pocos son los que gozan de plena liquidez; pues bien, sólo estos pocos sirven para efectuar una transacción económica en cualquier momento; sólo ellos pueden ser cambiados por otros bienes sin experimentar pérdida de ningún tipo.

Está claro que éste es el caso de los billetes de banco. Nunca nos ha ocurrido que nos los rechacen al ofrecerlos como pago de algo. Pero también utilizamos otros instrumentos de pago, que son igualmente aceptados cuando reúnen las debidas condiciones. Por ejemplo, un talón bancario que se firma contra una cuenta corriente o depósito a la vista, del cual puede su titular disponer en cualquier momento. También en este caso se habla, con todo derecho, de dinero, como veremos más en detalle a continuación.

Sin embargo, la forma de dinero que más se generalizó en época antigua fueron los metales preciosos, y especialmente el oro'. Las razones de que esto fuera así pueden reducirse a tres. En primer lugar, su elevado valor, que lo hacía valioso incluso en pequeñas cantidades. A esto se añadía su posibilidad de dividirlo y subdividirlo para poder adaptarse al valor de los bienes intercambiados. Por último, su resistencia a la corrosión, que permitía su conservación intacta sin que el paso del tiempo le hiciera perder valor (al oxidarse y estropearse).

El uso de los metales preciosos en forma de moneda se impondrá pronto como una garantía del contenido de la misma en dicho metal: con la acuñación se consigue, a través de una determinada forma, evitar que pueda ser disminuido el contenido. Como una garantía complementaria, los poderes públicos determinan la ley, o cantidad de metal precioso contenido en cada moneda (a veces, en aleación con otro).

1 No entramos en detalles sobre la larga historia del dinero porque nos desviaría demasiado. Un buen resumen puede verse en R. NITSCHE. El dinero, Noguer, Barcelona 1971.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 279

Originariamente, la moneda tenía un valor real. Los poderes públicos se limitaban a garantizar ese valor mediante la acuñación y la ley. Hoy la situación es muy distinta. Un billete de banco (también una moneda) carece de valor real; es sólo un documento convencional, que recibe su valor de la institución que lo emite y respalda. Los billetes nacieron para resolver el problema suscitado por la escasez de oro (escasez en relación con la demanda necesaria para hacer frente al nivel de transacciones económicas alcanzado), pero sobre todo por facilitar los intercambios. El poseedor de monedas prefería depositarlas en una institución que se encargase de su custodia y que, a cambio, le entregase unos certificados con los que pudiese testificar que poseía ese dinero y transferirlo a otro; con ello se reducía la circulación de monedas y se facilitaba el manejo del dinero. La única condición era que el banco de depósitos (que así se llamaba la institución encargada de la custodia) gozara de confianza por parte de los ciudadanos.

Decíamos que una segunda razón que explica la aparición de los billetes es la escasez relativa de metales preciosos. En efecto, los bancos de depósitos hicieron frente a esta situación poniendo en circulación una cantidad de billetes superior al oro que tenían depositado. Esto lo hacían basados en la confianza de que sus acreedores no iban a acudir todos al mismo tiempo reclamando la conversión de los billetes en oro. Y así ocurría normalmente; mientras el banco mantuviera la confianza de sus acreedores, éstos preferían utilizar los billetes sin más. Esta circunstancia permitía al banco prestar dinero a quien lo necesitase, emitiendo billetes en cuantía superior al oro que tenían. Así se ampliaba además el negocio de estas instituciones, que cobraban un tanto por el préstamo. Y con ello la institución misma sufrió una profunda transformación, que la acerca ya al modelo actual de banco.

Las enormes posibilidades de ganar dinero que se abren con este paso están en la raíz de una desenfrenada carrera en el desarrollo de los bancos, muchas veces a base de negocios cargados de riesgos y que empezaban a despertar la desconfianza del público. Las cada vez más frecuentes quiebras bancarias obligaron a los poderes públicos a intervenir, reservando el privilegio de la emisión de billetes a un solo banco directamente controlado por ellos: el llamado por esta razón banco central (Banco de España, en nuestro país), que con el tiempo pasó a ser, en la mayoría de los casos, propiedad del Estado.

Moneda y billetes constituyen las dos formas del llamado dinero legal. Junto a éste, cada vez es de uso más generalizado lo que se conoce con el nombre de dinero bancario. Su origen está, como ya se apuntó más arriba, en las cuentas corrientes o depósitos a la vista de los bancos, que, por un mecanismo semejante al

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280 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

que antes describíamos para explicar el origen de los billetes, suponen también una cantidad de dinero disponible superior al dinero legal que los bancos tienen depositados. El mecanismo de creación de dinero es, también en este caso, la concesión de créditos por parte del banco: porque todo crédito da derecho a su beneficiario a disponer de un dinero que el banco posee gracias a los depósitos que le han sido confiados. También amparándose en la confianza de que no todos los depositantes van a acudir juntos a retirar sus fondos, el banco se permite actuar de esta forma2.

1.2. Funciones del dinero

Por lo que hemos dicho hasta ahora, ha quedado clara una de las funciones del dinero, la más elemental y la que está en el ánimo de todos: la de ser medio general de pago. En efecto, el dinero es el instrumento básico que se usa en toda compraventa. Y la razón es la que ya se ha dicho: que goza de común aceptación y nadie se niega a recibirlo a cambio de otros bienes o servicios.

Sin embargo, el dinero posee una segunda función en la economía: la de ser unidad de cuenta. El dinero sirve para medir el valor de los bienes. La importancia de este hecho es difícil de ocultar, porque gracias a esta cualidad es posible homogeneizar los bienes más dispares; reduciéndolos a su valor económico podemos sumar, por ejemplo, kilos de fruta, cabezas de ganado, kilómetros de carretera, etc. Sin embargo, conviene desde ahora alertar sobre una limitación muy importante de esta unidad de medida: su inestabilidad y variabilidad. De esto hablaremos más adelante, cuando estudiemos el valor adquisitivo del dinero.

Pero hay una tercera función del dinero, la más sutil y, al mismo tiempo, la que más complica los mecanismos de funcionamiento de la economía: el dinero es también forma de acumular riqueza. Resultará paradójica esta afirmación después de haber mostrado cómo el dinero, en su estado actual, carece de valor real y posee sólo un valor convencional procedente de la institución que lo respalda. Y, sin embargo, este valor convencional le dota de un cierto valor intrínseco. Con esto queremos decir que el dinero no es sólo un medio o instrumento, como se creía antes. Si eso fuera así, nadie tendría otra razón para poseer o retener el

2 Las medidas legales para garantizar la solvencia de los bancos son hoy día muy severas. Entre ellas, sólo aludiremos al llamado coeficiente de caja, que determina la proporción que debe existir entre dinero legal y depósitos a la vista. Ya se sabe que sólo éstos son plenamente líquidos; a los depósitos a plazo, en cambio, se les exige un tiempo de permanencia, lo que les priva de liquidez y, en consecuencia, del carácter de dinero.

I \ ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 281

dinero que la de utilizarlo como medio de pago; una economía sin dinero sería entonces idéntica a una economía con dinero, sólo que carente de un instrumento que la dotara de fluidez y flexibilidad. Pues bien, nada más ajeno a la realidad. Fue Keynes el que demostró que el dinero es, además, un bien en sí. En consecuencia, la gente desea el dinero por sí mismo y lo considera como una forma de poseer riqueza, alternativa de otras3. A muchos puede parecer intrascendente esta observación, casi una perogrullada. Sin embargo, sus consecuencias son de enorme alcance; porque de ello se sigue que la cantidad de dinero que circula en cada momento dependerá de la voluntad de la gente, que en unas ocasiones preferirá gastarlo, pero en otras optará por atesorarlo. Esta escasez o abundancia de dinero tendrá no poco que ver con fenómenos tan decisivos en la economía como es el de la inflación.

2. Los intermediarios financieros

El gráfico que utilizamos en el capítulo primero de esta parte para visualizar la circulación económica a partir de las unidades de producción y de las unidades de consumo ponía de manifiesto cómo desde estas últimas hasta aquéllas se establece un flujo de factores de producción (trabajo y capital) que implica otro de sentido inverso, a través del cual éstos son retribuidos por las unidades de producción. Dijimos también que ninguna economía puede alcanzar un nivel mediano de desarrollo sin un ritmo acelerado de acumulación de capital, que es uno de los dos factores de producción mencionados. Esta acumulación es fruto del ahorro, es decir, de aquella parte de la renta que las unidades de consumo no destinan a adquirir bienes de consumo porque prefieren darle otro uso menos perecedero. Dicho uso es precisamente la inversión, mediante la cual el ahorro se convierte en fuente de financiación para las unidades de producción a cambio de ser retribuidos los ahorradores por estas últimas. Sucede, pues, que por lo general no coinciden las personas con capacidad de ahorro y aquellas que tienen necesidad de invertir.

Los intermediarios financieros son precisamente instituciones cuya finalidad es facilitar la relación entre ahorradores e inversores, canalizar eficazmente el ahorro hacia la inversión. En el gráfico a que acabamos de aludir, la incorporación de este nuevo agente de la vida económica dotaría de un mayor realismo al esquema propuesto, que adoptaría ahora la siguiente forma:

1 Cf J. M. KPYNIS. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (edición original de 1936), Fondo Cultura Económica. México I9702. I75-187. El tema lo había abordado ya el autor en A Trcalise on Money. London 1930.

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282 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

El prototipo de intermediario financiero son los bancos4. Su carácter mediador se expresa bien en los dos tipos de operaciones que realizan. Por una parte, todo banco recoge el ahorro de los ciudadanos, a los cuales se les retribuye con un determinado interés; estos ahorros constituyen en el banco depósitos a la vista, depósitos a plazo, certificados de depósitos, etc. Todas son modalidades diferentes de una única realidad (la captación del ahorro), que se engloban bajo la denominación genérica de operaciones pasivas. Pero, simultáneamente, los bancos ponen en movimiento esos ahorros que les han sido confiados, concediendo créditos a las personas o instituciones que necesitan dinero para financiar un determinado negocio u operación; a cambio de este préstamo, ahora es el banco el que es retribuido por el beneficiario (prestatario) con el pago de un interés determinado. Igual que antes, son variadas las formas de actuar, pero todas ellas se conocen genéricamente bajo la denominación de operaciones activas. De la combinación de operaciones activas y pasivas nace el negocio banca-rio, cuya ganancia estriba en ¡a diferencia entre los intereses percibidos y los intereses pagados5.

A nadie escapa la magnitud del papel que los intermediarios financieros desempeñan en la sociedad y en la vida económica. Por eso en una reflexión ética sobre la economía no puede pres-

4 Aunque existen otros intermediarios financieros no bancarios (compañías de seguro, por ejemplo), aquí prescindiremos de ellos para limitarnos al más conocido y generalizado: los bancos.

5 Prescindimos de la distribución entre bancos comerciales e industriales (según que ¡as operaciones activas sean a corto o a largo plazo) por ser una cuestión secundaria para nuestros propósitos.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 283

cindirse de ellos. Si es grande el peso condicionante del capital en la vida económica, decisiva tendrá que ser la influencia de aquellas instituciones que controlan el movimiento del capital. En la economía moderna es obligado replantear el tratamiento que antes se daba a la doctrina sobre la propiedad. Ya cuando hablamos de la empresa constatamos la progresiva desvinculación de propiedad y gestión. Ahora nos encontramos con una dimensión nueva del problema. El pensar que el papel decisivo de la economía sigue correspondiendo a los propietarios del capital responde a una visión incompleta y anacrónica de la realidad. No vamos a negar que existen propietarios de grandes sumas de capital. Pero tan importantes, o más, son sin duda los que controlan el capital sin ser sus propietarios. Y éste es el caso de la banca. Por eso toda la doctrina sobre la propiedad y su función social debe hoy aplicarse no sólo a sus estrictos propietarios, sino también (y principalmente) a los que la manejan como intermediarios financieros. Y la dificultad es tanto mayor cuanto es más complicado que tales instituciones, por sus grandes dimensiones y por el carácter bastante impersonal de su funcionamiento, tomen conciencia de su responsabilidad.

3. El interés del dinero

El tema fue ya, de alguna manera, abordado cuando estudiamos la retribución del capital en un capítulo anterior. Ahora, sin embargo, es necesario ampliar el horizonte y tratar la cuestión en términos más generales. Este nuevo planteamiento nos permitirá conectar con una extensa tradición moral que ha sido escenario de enconadas polémicas durante siglos. En ella se ha producido además una notable evolución, sobre la cual es aleccionador volver ahora con la perspectiva que nos proporciona la historia6.

3.1. Interés y usura en ¡a tradición moral

Comencemos por una cuestión terminológica. Nosotros distinguimos hoy nítidamente entre interés (o forma de retribución del dinero en general) y usura (que alude a un tipo de interés moralmente injustificado por abusivo). No ha sido siempre así. Durante siglos ambos términos se usaban indistintamente. Si bien cada uno conservaba un matiz peculiar ("interés" es un vocablo más técnico que designa un hecho sin más, mientras que "usura" conlleva una valoración implícita negativa del hecho), uno y otro venían a identificarse en la práctica. Se explica esta identificación

6 Cf A. SOLERI. Moneta e morale. en "StPat" 3 (1956) 213-241.

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si se tiene en cuenta que en ese tiempo todo interés era considerado usura, o, dicho de otro modo, cualquier tipo de interés era considerado ilícito.

Tal condena la hacen remontar los moralistas medievales a la misma Sagrada Escritura7. Pero también los testimonios de los santos padres son abundantes en el sentido de condenar la obtención de cualquier beneficio con motivo de un préstamo. Se presupone, por lo general, que el préstamo con interés es un abuso del prójimo cuando éste se encuentra en una situación de indigencia y tiene que recurrir al hermano.

Una mayor sistematización de esta doctrina tiene lugar ya en la Edad Media8. Es entonces cuando se recurre al concepto de mutuo para fundamentar la condena de todo tipo de interés. Contrato de mutuo es aquel según el cual un bien fungible (es decir, consumible con el primer uso) se entrega a otro con la obligación de devolver otro bien de la misma naturaleza que el entregado. El préstamo se considera un contrato de mutuo, porque el dinero era concebido como un bien fungible, del cual, por tanto, no podía transferirse el uso separado de la propiedad. Por esta razón el préstamo no podía ser calificado como un contrato de arrendamiento (ya que en éste el bien transmitido no es consumible al primer uso y es él mismo el que debe ser devuelto)9.

Esta sistematización doctrinal, sin embargo, va a coincidir en el tiempo con el advenimiento de una época en que el obtener una ganancia en los préstamos se está convirtiendo en uno de los resortes básicos del desarrolo económico. Mal podía mantenerse una doctrina tan estricta en un ambiente tan reacio a aceptarla. La razón más honda de este rechazo hay que buscarla en el convencimiento, quizá entonces poco explicitado, de que tal doctrina se apoyaba en presupuestos erróneos. En efecto, era difícil sostener en el ambiente de los más importantes centros urbanos y comerciales de los siglos xii y XIII que el dinero, cuando no se gastaba, permanecía improductivo en las arcas de sus poseedores. La experiencia más generalizada ponía en tela de juicio la antigua creencia de que el dinero era un bien estéril. Y cuando Europa vea desarrollarse el proceso de industrialización, comenzará a comprenderse que el dinero en forma de capital para financiar

7 Cinco eran los textos del AT que solían aducirse. Dos de ellos parecen referirse sólo a la moderación en el interés: Ex 22,24; Lev 25,35-37. Otros dos excluyen el interés sin más: Ex 18,5-9; Sal 15,5. El último (Dt 23,20-21) excluye el interés, pero sólo cuando se trata de miembros de la propia tribu. A estos textos solía añadirse el de Le 6,34ss en la versión de la Vulgata. Cf L. Rossi. Usura, en DETM, 1154.

8 Cf. J. T. NOONAN. The Scholastic Analysis of Usury, Harvard University Press, Cambridge (Mass.) 1957.

9 Cf J. AZPIAZU, La moral del hombre de negocios. Razón y Fe, Madrid 19643, 110-128.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 285

esa industria es un bien altamente fecundo y rentable. Porque si en la época anterior todo préstamo solía estar destinado al consumo, ahora se generaliza el préstamo para la producción. Es el concepto de capital el que se está abriendo paso.

Todos estos derechos van provocando una revisión paulatina de la doctrina sobre el interés y la usura, que se inicia ya en el siglo xm10 . Pero dicha revisión no afecta en principio a la raíz misma en que se fundaba la doctrina en cuestión (el contrato de mutuo), sino a algunos de sus aspectos accesorios. Y así, mientras se sigue manteniendo que en virtud del contrato de mutuo en sí mismo considerado no era lícito exigir un interés, se añade que sí estaría permitido hacerlo por algunas circunstancias accidentales. Es lo que se ha llamado la doctrina de los títulos extrínsecos, en virtud de los cuales es lícito obtener un interés.

Esta doctrina de los títulos extrínsecos ha tenido un largo desarrollo. En una visión de conjunto puede decirse que son cuatro los títulos que se han reconocido como capaces de justificar el cobro de un interés sobre los préstamos. Tales son, en primer lugar, el damnum emergens o daño emergente. Alude al hecho de que la concesión de un préstamo por sí misma puede ocasionar un perjuicio al prestamista. El segundo título, quizá el más interesante, es el lucrum cessans o lucro cesante: se da siempre que el prestamista se ve privado de obtener una ganancia por el hecho mismo de ceder su dinero a otras personas. Un tercer título es el periculum sortis o riesgo de la cosa; ocurre cuando la devolución de lo prestado resulta incierta, por ejemplo, en el caso de actividades comerciales con territorios lejanos. Por último, se habla también de titulus morae o peligro de dilación: aquí la incerti-dumbre no afecta al hecho mismo de la devolución, sino al momento en que la misma se produzca.

Todavía en 1745 el papa Benedicto XIV, en la bula Vix perve-nit, dirigida a los obispos italianos, condenó el préstamo con interés apoyándose en la doctrina del contrato de mutuo, pero admitiendo que en ciertos casos pueda admitirse un interés por alguna razón extrínseca al contrato mismo ". Estamos, pues, en un estadio doctrinal que coincide con lo que venimos exponiendo. Sin embargo, pronto comenzarán a abrirse para los moralistas nuevas vías de avance.

Si es cierto que las circunstancias enumeradas son considera-

10 Principales artífices de la misma serán Alejandro de Hales, Raimundo de Pe-ñafort, Guillermo de Auxerre. Cf J. SALVIOLI, Las doctrinas económicas en la escolástica del siglo XIII, en "Anuario de Historia del Derecho Español" 3 (1926) 31-68.

11 DS 2546-2550. En el siglo anterior aparecen condenas semejantes del Santo Oficio referidas a proposiciones morales que eran consideradas "laxiores". Cf en tiempo de Alejandro VII (año 1666), DS 2062; en tiempo de Inocencio IX (año 1679), DS 2140-2141.

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286 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

das todas igualmente accidentales en principio, no tardarán algunas de ellas en convertirse en sustanciales. Por eso decíamos, al exponerlas, que la más importante de ellas era la del lucrum ces-sans. En efecto, en la moderna economía industrial puede decirse que todo préstamo de dinero supone para el prestamista, sin excepción, la pérdida de una oportunidad de obtener una determinada ganancia. Este título ha dejado de ser extrínseco, y ya es esencial a todo contrato de mutuo. Pero esto significa que el contrato de mutuo ha dejado de ser tal, porque su presupuesto, que el dinero es un bien estéril y no productivo, ya no se da. Por tanto, la doctrina tradicional que condenaba todo tipo de interés ha quedado desprovista de su fundamentación; la historia económica de los últimos siglos, acompañada de la reflexión teórica, nos han llevado al convencimiento de que el dinero es un bien capaz de engendrar valor económico cuando se usa para financiar los medios de producción de que se sirve el trabajo para incrementar su nivel productivo n.

Este recorrido histórico —aleccionador, en cuanto que testifica hasta qué punto la reflexión moral está condicionada por la forma de concebir la realidad, y también cuánta resistencia ofrece, por lo general, al cambio— nos permite terminar donde empezamos: conectando este tema con otro ya estudiado antes, cual es el de la retribución del capital. Debemos, sin embargo, profundizar todavía para comprender cómo se justifica hoy el interés sobre el dinero.

3.2. Justificación moral del interés

Después de lo dicho no hay ya posibilidad de confundir ni identificar los conceptos de interés y usura. Si la usura es una práctica que carece de toda justificación moral (la misma palabra posee ya en el lenguaje común esa connotación negativa), no ocurre lo mismo con el interés. Desde el punto de vista técnico, son varias las teorías que se han formulado para explicar por qué se produce, como fruto de mecanismos estrictamente económicos. Pero no es ésa la cuestión que a nosotros nos interesa aquí13. Baste saber que las mismas pueden, en síntesis, reducirse a dos

12 La doctrina tradicional se mantenía todavía en Código de Derecho Canónico recientemente derogado (canon 1453), aunque estaba ya un poco suavizada al admitir que se estipulase el interés legal, con tal de que no fuese excesivo. Este canon ha desaparecido en el nuevo Código, donde se encuentra, en cambio, esta prescripción: "El dinero cobrado por la enajenación de bienes eclesiásticos debe colocarse con cautela en beneficio de la Iglesia, o gastarse prudentemente conforme a los fines de dicha enajenación" (canon 1294,2; el subrayado es nuestro).

13 Un resumen de tales teorías puede verse en N. MONZEL, Doctrina social II Herder, Barcelona 1972, 528-530.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDI RADA 287

grandes familias. La primera se fija en el carácter productivo del capital y del dinero, cuestión sobre la que ya hemos reflexionado en las páginas precedentes. La segunda destaca, en cambio, el hecho de que todo ahorro supone una abstención: el ahorrador renuncia a un consumo inmediato y opta por diferir éste en el tiempo, con lo cual permite que su dinero sea aplicado en ese intervalo a una función productiva. El interés será la retribución por ese sacrificio.

Para abordar esta cuestión desde una perspectiva ética hay que presuponer todo lo anteriormente dicho sobre el papel del dinero y del capital en una economía moderna. Nadie duda hoy de la necesidad de una acumulación de capital como base para la financiación de las actividades productivas de cualquier género. Se trata de una necesidad social, de algo que contribuye al bien común. Ahora bien, sin ahorro no hay acumulación ni inversión. Pero nadie ahorrará si no encuentra un estímulo para hacerlo, y tal estímulo no es otro que el interés a percibir por el dinero ahorrado.

Evidentemente, existen otras formas de ahorro y acumulación. El ahorro podría ser, por ejemplo, una iniciativa de los poderes públicos que detrayesen, de forma coactiva, lo que juzgasen necesario para hacer frente a la demanda social de inversión, teniendo en cuenta las posibilidades reales de los ciudadanos. Tal sistema no es incompatible con el anterior. Pero en una economía como la nuestra, que se esfuerza por salvar y garantizar el principio de libre iniciativa, hay que optar por unos mecanismos que generen el ahorro basándose en la libertad de los que poseen el dinero. Esto no significa que la intervención del Estado en este terreno sea superflua, pero sí que queda reducida a una función subsidiaria: la de orientar, estimular y canalizar a la vista de lo que la sociedad necesita en cada momento.

El interés es, por tanto, una retribución por un servicio prestado a la sociedad. Así se justifica éticamente. Y diríamos más: este principio vale tanto para el ahorro privado como para el público. Porque en ambos casos la posibilidad real de pagar intereses por el dinero prestado es un buen indicador de que éste está siendo utilizado en algo que la sociedad estima. El interés, como todo precio que se paga por un bien o por un servicio (en este caso, por un servicio), es una demostración práctica de utilidad real. Prescindir de él es exponerse a que la sociedad despilfarre una parte de los recursos de que dispone, empleándolos en actividades que sus miembros no están dispuestos a pagar. Aunque en casos límites tal forma de proceder esté justificada por otras razones y los poderes públicos asuman entonces en su función subsidiaria los costes de esa actuación, esto no puede convertirse en norma general aplicable en todas las circunstancias. A estas cir-

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cunstancias excepcionales nos referimos ya, por ejemplo, cuando hablamos de los bienes públicos l4.

Pero hasta ahora hemos tratado sólo la justificación del hecho mismo; nada hemos dicho de la cuantía del interés, siempre desde la óptica moral en que nos situamos. Es éste un punto en que resulta casi imposible llegar a una cuantificación exacta. Y las razones no son difíciles de comprender.

En primer lugar, hay que tomar conciencia de que en la economía actual existe un complejo conjunto de tipos de interés. Ya aludimos a las operaciones activas y pasivas que realizan los bancos, destacando las variadas modalidades que adoptan unas y otras; pues bien, cada una de ellas lleva aparejado un tipo de interés propio. En la diferente cuantía de los mismos se basa precisamente el negocio que realizan los bancos. A estos tipos hay que añadir los que utiliza el banco central en sus relaciones con todo el sistema bancario. De ellos hay que destacar el llamado tipo básico, que es el que aplica el banco central a las operaciones de redescuento que realiza con los demás bancos; se llama "básico" porque constituye un punto neurálgico de todo el sistema financiero, ya que el banco central puede, actuando directamente sobre él, inducir variaciones indirectamente sobre todos los demás.

Podemos concluir que, como en el caso de los precios, también los tipos de interés forman un entramado complejo, en donde ninguno puede moverse o fijarse con independencia de los demás. Sin embargo, este conjunto puede ver rota su armonía en la articulación entre los tipos pagados por los bancos en sus operaciones pasivas y los percibidos por ellos en las operaciones activas. Si es conveniente que el pago de intereses sea suficiente para alentar el ahorro, no es menos cierto que con frecuencia los intereses impuestos por los bancos desaniman al inversor potencial. En tales casos, los intermediarios financieros quedan lejos de cumplir su función social. Y la realizarán de una manera injusta siempre que los intereses que fijen a sus deudores discriminen a aquellos que no tienen más remedio que acudir a la financiación bancaria porque no tienen entidad para recurrir al mercado de capitales ni capacidad para autofinanciarse. Este es el caso de muchas empresas pequeñas y medianas, que viven así en una situación de permanente ahogo.

El otro pilar en que se apoya el negocio bancario es el interés de sus operaciones pasivas, el que pagan a sus acreedores. Decimos que su función es la de animar el ahorro. Para ello es necesario que el dinero depositado en un banco no pierda valor adquisitivo por el hecho mismo de permanecer en él. No nos referimos

14 Cf supra, capitulo 3 de esta misma parte.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 8 9

con esto a la forma más generalizada de imposición bancaria —la cuenta corriente o el depósito a la vista—, ya que con ésta el depositante sólo busca la seguridad en la custodia de sus fondos y el poder usar de ellos con absoluta liquidez. Pero excluido este caso, las restantes formas de depósito suponen un compromiso por parte del ahorrador (normalmente el de no retirar sus fondos en un plazo determinado), con la intención de obtener una rentabilidad de este dinero; pero para ello es menester que el banco pague un interés suficiente. Y sólo será suficiente si no implica una pérdida de su valor adquisitivo. Esto quiere decir que el tipo de interés de estas operaciones pasivas deberá estar vinculado a las variaciones del poder adquisitivo o, dicho en otros términos, del nivel de inflación. Puesto que hemos visto la íntima conexión de todos los tipos de interés, el constatar ahora cómo este tipo que se aplica a las operaciones pasivas está en función de la inflación nos hace entrever la importancia de este fenómeno y sus consecuencias en el terreno de la justicia. Con esto podemos abordar ya directamente dicha cuestión.

4. El valor del dinero y la inflación

Estamos acostumbrados a medir el valor de las cosas en unidades monetarias. Por eso entre las funciones del dinero mencionamos la de ser unidad de cuenta. Sin embargo, a diferencia de otros instrumentos que se usan para medir, la unidad monetaria varía de magnitud con el paso del tiempo. Esta circunstancia introduce no pocas complicaciones en la vida económica y está en la raíz de los fenómenos inflacionistas que tanto perjudican a la economía en el momento actual.

4.1. Poder adquisitivo del dinero

En las presentes circunstancias, todo el mundo sabe por experiencia que es preferible gastarse hoy el dinero a guardarlo para gastarlo más adelante; lo más probable es que dentro de unos meses o de un año ya no pueda comprar con él lo que hubiera comprado ahora. Lo que ha ocurrido es que el dinero, en ese intervalo de tiempo, ha perdido poder adquisitivo. El poder adquisitivo (o valor adquisitivo) del dinero está en relación con la cantidad de bienes que pueden comprarse con una unidad monetaria. Cuando los precios de los bienes suben, el poder adquisitivo disminuye, y, al revés, éste aumenta cuando se produce una caída de los precios.

Si los precios se mantuvieran constantes a lo largo del tiempo,

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290 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

no habría ninguna dificultad para comparar los datos económicos de diferentes años. Como no es así, el análisis de las series económicas temporales hay que llevarlo a cabo con suma cautela para no sacar conclusiones engañosas. A fin de facilitar este tipo de análisis se introduce un factor corrector, que da pie a la distinción entre dinero constante y dinero corriente (unidades constantes y unidades corrientes o, en el caso español, pesetas constantes y pesetas corrientes). Las unidades corrientes se refieren a cada año; son el dato inmediato, el que se obtiene en primera instancia. Pero cuando se yuxtaponen datos de este tipo correspodientes a años sucesivos —piénsese, por ejemplo, en la serie de la renta per cápita española entre 1960 y 1982—, las cifras resultantes no son comparables. En pesetas corrientes, la renta per cápita de 1960 fue de 21.700, mientras que en 1982 llegó a 472.498 15. Pero esto no significa que en 1982 el español haya dispuesto por término medio de una renta veinte veces superior a la de 1960, como podría deducirse de los datos aducidos. Si tenemos en cuenta no la cantidad de dinero sin más, sino su poder adquisitivo, entonces habría que decir que las 21.700 pesetas de 1960 equivalen a unas 203.000 pesetas de 1982, porque lo que en 1960 se compraba con 21.700 pesetas en 1982 se adquiere con 203.000. Lo que hemos hecho ha sido convertir las pesetas de 1960 en pesetas de 1982. Si repitiéramos la misma operación con todos los datos de la serie, obtendríamos otra serie, ahora de pesetas constantes (de 1960). La transformación de pesetas de un año en pesetas de otro se hace teniendo en cuenta la variación media de los precios entre los dos años considerados, para lo cual se utiliza el índice de precios 16.

El índice de precios es el indicador más usual para expresar la variación media de los precios con el tiempo. Técnicamente, su elaboración es compleja y no vamos a entrar en ella. Pero sí nos detendremos algo en explicar su significado. La base sobre la que se establece tal índice es la llamada cesta de la compra, que quiere representar cómo es la distribución del gasto de una familia media entre las cosas que compra normalmente en el transcurso del año. En ella aparecen los diferentes artículos, acompañados de un índice de ponderación (que expresa la cantidad relativa que compra dicha familia de cada uno de ellos). La cesta de la compra se estructura en diversos capítulos. En el momento actual, en España son ocho: alimentos y bebida, vestido y calzado, vivienda, gastos en el hogar, medicina y conservación de la salud,

15 Los datos proceden de BANCO DE BILBAO. Informe económico 1982, Bilbao 1983. 233.

16 Técnicamente, esa operación se realiza aplicando unos coeficientes que vienen dados en una tabla de doble entrada, en la cual se expresan los valores relativos de la peseta de unos años con otros. Dicha tabla puede verse, por ejemplo, en BANCO DE BILBAO, o.c, 264-265, con datos para todos los años del período 1936-1982.

I A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 291

transporte y comunicaciones, esparcimiento y enseñanza, otros gastos de consumo. En cada capítulo se incluye un conjunto de artículos cuyos precios deben controlarse todos los meses; a partir de ahí, por comparación con el mes anterior, se obtiene la variación del índice de precios de cada capítulo y, por fin, del índice general.

La composición de la cesta de la compra no se mantiene constante a lo largo del tiempo; varía a medida que aumenta el nivel de vida de la población y/o se modifican sus costumbres. Por ejemplo, es comprensible que la familia media española destine hoy una proporción menor de sus ingresos a alimentación (aunque probablemente comerá mejor que antes), y que, en cambio, haya aumentado la proporción dedicada a esparcimiento. Esto obliga a revisar periódicamente la estructura del índice para que se adapte en cada momento a la realidad que quiere medir'7.

El índice de precios al consumo se ha convertido en un punto de referencia obligado en multitud de actuaciones sociales y económicas. Por citar sólo un ejemplo, es siempre un criterio básico para la negociación colectiva a la hora de establecer las subidas salariales. Dada su importancia, es imprescindible que goce de la confianza de todos los grupos sociales en cuanto reflejo fiel de la realidad. Por eso son rechazables todos los intentos de manipulación del mismo, sobre todo cuando los poderes públicos realizan una política selectiva de control de precios orientada a mantener la estabilidad sólo de aquellos precios que entran en el cálculo del índice con una incidencia mayor sobre el mismo l8.

4.2. Inflación y deflación en el análisis económico tradicional

Pero, al fin y al cabo, el índice de precios no es sino un indicador de un fenómeno más profundo, que es el que nos interesa aquí: los procesos inflacionistas y deflacionistas. Y la primera

17 En septiembre de 1985 ha entrado en vigor en España un nuevo Índice de precios al consumo, que ha sustituido al de 1976, porque éste ya no reflejaba adecuadamente los hábitos de gastos del español medio. Sobre el índice de 1976, cf J. I. SERRANO. El nuevo sistema de números índices de precios de consumo del ¡NE, en "BoIEstEc" 32 (1977) 313-373, que ayudará a comprender la estructura de cualquier índice de precios. El nuevo se basa en la estructura de gastos familiares estudiada en la Encuesta de Presupuestos Familiares, realizada por el Instituto Nacional de Estadística en 1980-1981. Cf I.N.E., Encuesta de Presupuestos Familiares 1980-1981, 4 vols., Madrid 1983-1984.

18 Al ser el índice una magnitud estadística, incluye sólo una muestra de la población que se quiere medir (en este caso, los precios). Por ejemplo, el índice español de 1976 abarcaba los precios de 378 artículos, conjunto que se consideraba representativo de la totalidad de los precios, lo que permitía extrapolar los resultados de la muestra a la realidad toda.

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292 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

condición para entender estos fenómenos es el considerarlos como un proceso continuado, y no como un acontecimiento puntual. La inflación es un proceso continuado y generalizado de alza de precios. La deflación es el fenómeno inverso: un proceso continuado y generalizado de caída de los precios.

Si hemos comenzado contraponiendo dos fenómenos simétricos es porque así procedía el análisis económico tradicional, como reflejo de lo que acontecía en la realidad. En efecto, en el funcionamiento de la economía en el siglo pasado y primera parte del presente, los precios estaban sometidos a oscilaciones continuas en torno a una línea media casi estable. Por ello los economistas de esa época (sobre todo los de la escuela neoclásica) apenas dieron importancia al hecho. Tales oscilaciones tendían a corregirse automáticamente, es decir, por las propias fuerzas del mercado; ciertamente provocaban crisis cíclicas, pero éstas eran consideradas como fenómenos pasajeros y, por eso, carentes de interés. Este carácter cíclico de la economía se manifestaba en la alternancia de dos momentos: uno de depresión y de crisis, en el que la caída generalizada de precios (deflación) iba acompañada de altos niveles de paro; el otro de expansión, y en él se unía la inflación a una sobreocupación de los recursos productivos (pleno empleo). La inversión de la tendencia en cada caso debía producirse de una forma casi mecánica, con lo cual no había razón alguna que justificara una intervención coactiva del Estado en orden a violentar el funcionamiento autónomo de las fuerzas del mercado.

Cuando análisis posteriores, motivados por la amplitud y gravedad cada vez mayores de las crisis, llegaron a la conclusión de que este modelo era excesivamente teórico y nada realista, se dio un paso de gigante para el control de las oscilaciones económicas y para evitar las crisis extremas. Esta fue la obra de J. M. Keynes, a quien ya hemos aludido más arriba. Su gran aportación práctica consistió en explicar cómo la crisis no se supera por sí misma (con los resortes del mercado), y necesita, por tanto, ser forzada desde fuera. Pero esto sólo sirvió para justificar el papel beligerante que el Estado asumiría desde entonces en la vida económica, dejando intacto, en cambio, el modelo de base con la alternancia de las fases depresiva y expansiva, de la deflación y de la inflación, del paro y del pleno empleo.

Sin embargo, la simetría de estos fenómenos —especialmente de la inflación y la deflación —pronto dejará de pertenecer al mundo de lo real. La deflación es un fenómeno que termina por desaparecer. Le economía moderna se caracteriza por manifestar una resistencia casi invencible a la baja generalizada de los precios, a lo que añade una sensibilidad muy acusada al crecimiento de los mismos. Por eso la disyuntiva actual no se establece entre

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inflación y deflación, sino entre diversos ritmos de inflación. En consecuencia, a largo plazo el nivel medio de precios presenta un perfil inequívocamente ascendente.

El análisis de la inflación a que nos hemos venido refiriendo explica el origen de ésta como un desajuste entre la oferta y la demanda. Un aumento relativo de la demanda provoca un encarecimiento de los bienes, que resultan escasos en esta nueva situación. Ya sabemos que un exceso de la demanda sobre la oferta tiende a traducirse en alza de precios. Pero lo más peculiar de la inflación es que este alza provoca a su vez nuevas subidas, con las que los productores tienden a compensar los costes de producción más "elevados, y los consumidores se esfuerzan, exigiendo ingresos más elevados también, por mantener el poder adquisitivo de sus rentas. La inflación se convierte entonces en un proceso autosostenido: es lo que se llama la espiral inflacionista. Y todavía hay que añadir un rasgo a este fenómeno: su tendencia a la aceleración. Porque cuando la inflación se instala de forma permanente en una economía, tanto los productores como los consumidores no sólo procuran recuperar el margen de ingreso real perdido, sino que intentan adelantarse al que perderán en el futuro inmediato. Esta tendencia, explicable del todo, a tomar la delantera cuando existe el convencimiento general de que la inflación no se va a detener en un plazo prudencial de tiempo constituye uno de sus mayores peligros, ya que puede meter a la economía en un difícil proceso de huida hacia adelante.

4.3. La inflación en el momento actual: La "estanflación"

Hoy puede darse por sentado que la inflación es un mal endémico de todas las economías. Pero en algunos momentos se manifiesta con una virulencia mayor, que obliga a prestarle también una atención más detenida. Es el caso de la inflación que afectó a todas las economías desarrolladas desde el final de la década de los sesenta, y que en muchas de ellas se desbordó hacia la mitad de la década siguiente.

El análisis de este hecho de la historia contemporánea sirvió ante todo para poner de manifiesto que la inflación no se vincula ya a las etapas de prosperidad y expansión, para desaparecer en las fases de depresión. En las economías modernas, inflación y paro coexisten, porque aquélla se convierte en un fenómeno permanente que, incluso en períodos de estancamiento económico, puede manifestarse con suma virulencia. Para designar esta situación sin precedentes se ha acuñado un término nuevo: el de estanflación (que procede del inglés stagnflation: estancamiento con in-

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294 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ilación). Esto hace que las políticas económicas, ya experimentadas de acuerdo con el modelo anterior de alternancia de paro e inñación, resulten sumamente difíciles de aplicar cuando ambos fenómenos coexisten en el tiempo.

La inflación de los últimos años ha servido también para revisar y ampliar el análisis de sus causas. Esto ha permitido distinguir varios tipos de inflación, según el origen de la misma. La explicación ya mencionada de un exceso de demanda sobre la oferta se ha reservado a la llamada inflación de demanda ". Pero existe otra modalidad, más acorde con las características que reviste en la actualidad, a la que se denomina inflación de costes. En este caso la inflación se produce por un incremento de algunos de los componentes principales de los costes: salarios, beneficios empresariales, precios de las materias primas. Ello es consecuencia de que alguno de los grupos beneficiarios de esos costes, conscientes de su fuerza social, intenta conseguir una participación mayor en el valor producido, sin que los demás grupos se avengan a reducir la suya. La causa última de esta forma de inflación hay que situarla, por tanto, en la desadecuación entre la actual distribución de la renta y la distribución deseada.

Todavía suele describirse un tercer tipo de inflación: la inflación estructural. Es típica de países subdesarrollados, pero no exclusiva. Consiste en la existencia de ciertas estructuras estables, económicas o sociales, que favorecen por sí mismas el desarrollo de la inflación; por ejemplo, la escasez permanente de determinadas materias primas, que provoca estrangulamientos en el funcionamiento normal de la economía, la rigidez de ciertas instituciones, etc.

5. Efectos de la inflación: Aspectos éticos

Desde el punto de vista moral, la inflación no es un fenómeno neutro. Por eso nos hemos detenido aquí en analizar su origen y sus formas. Al hacerlo se ha podido ya intuir cuáles son sus efectos perjudiciales para el bien común o para el bienestar de determinados grupos. Antes de entrar en mayores detalles, podemos sintetizar en dos los efectos de la inflación20.

En primer lugar, la inflación favorece a los que se hallan en posición de deudores y perjudica a los acreedores. Todo el que es deudor ha utilizado o está utilizando un dinero del que tendrá

" Estos tipos de inflación son analizados, por ejemplo, en M. FLAMANI. La inflación. Oikos-Tau, Barcelona 1973, 59-77.

20 Cf para todo esto J. M. Soi OZÁBAL. Inflación y especulación. PPC, Madrid 1977. 31-50; J. GOROSQUIETA. La inflación de los precios como problema de justicia. en "RyF" 199 (1979) 594-602.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 295

que desprenderse en un futuro más o menos lejano. Si la inflación produce una pérdida del poder adquisitivo del dinero, no cabe duda de que el valor real de lo que tendrá que devolver en su momento será menor que el de lo que está usando ahora. Para el acreedor las cosas ocurren exactamente al contrario. Por tanto, un ambiente inflacionista (no la inflación como hecho actual, sino las expectativas de que ésta se mantendrá y acelerará) es un acicate para endeudarse.

Pero además la inflación siempre perjudica a los grupos de menor fuerza social. Ya vimos cómo la espiral inflacionista se alimenta de una lucha entre grupos sociales por defenderse de los efectos de la inflación, incluso de los previsibles para el futuro inmediato. Nadie quiere ver disminuido el valor de sus ingresos; muchos incluso aprovechan la ocasión para hacerlos aumentar. No es raro entonces que todos no puedan conseguir con la misma eficacia sus propósitos, y serán los grupos más numerosos, mejor organizados, con mejor posición estratégica en la sociedad, los que ganarán la batalla.

5.1. Efectos de la inflación sobre la distribución de la renta

Dijimos que en el fondo de todo proceso inflacionista suele haber un desacuerdo de uno o varios grupos sociales con la distribución de la renta, un deseo de aumentar la participación en la misma. Esta pugna puede enfrentar, en primer lugar, a capital y trabajo; entonces se producirá una carrera alcista de salarios (bajo la presión de los trabajadores) y de precios (para que las empresas puedan mantener su margen de beneficios pagando salarios más altos)21.

Sin embargo, la lucha puede tener repercusiones menos generales. Basta afinar nuestro instrumental de observación para comprender que ni todas las empresas ni todos los colectivos laborales tienen la misma capacidad para salir triunfantes de esa lucha. Las pequeñas empresas, o las que actúan en sectores de fuerte competencia, estarán en peores condiciones para imponer alzas de precios o resistir a los incrementos salariales que las grandes unidades de producción, sobre todo cuando actúan en régimen de cuasi-monopolio o mantienen prácticas oligopolistas. Y entre los trabajadores, aquellos que desarrollan su actividad de una forma más dispersa (en el campo, por ejemplo) o los de aquellos sectores en donde no existe una fuerte implantación sindical se com-

21 Cf A. ALCHIAN. Inflación y distribución de la renta y la riqueza, en J. MAR-CHAL-B. DUCROS (eds.). Distribución de la renta nacional, Euramérica, Madrid 1972. 687-710.

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prende que saldrán poco beneficiados en esa lucha, que sin duda estará reportando amplias mejoras a otros colectivos de la misma clase social.

Nada se diga, por evidente, de los perceptores de renta fija (pensionistas, jubilados, beneficiarios de pólizas de seguro), que ven disminuir de forma alarmante el poder adquisitivo de sus ingresos a medida que la inflación mantiene su curso. La modificación de estas rentas, cuando se consigue, suele llegar con retraso y en cuantía insuficiente para recuperar las posiciones perdidas. Por último, hay que incluir también en este grupo de perdedores a los poseedores de fondos públicos o de obligaciones industriales, cuya retribución es también un tanto fijo.

Como se ve, la inflación incide ampliamente sobre la distribución de la renta. Tal circunstancia no es mala, en principio. Lo que si es moralmente rechazable es que esta incidencia produzca un empeoramiento de esa distribución, puesto que perjudica a aquellos grupos más indefensos y peor situados en la participación del producto social.

5.2. Efectos de la inflación sobre la distribución del patrimonio

También aquí puede decirse que la inflación tiende a redistribuir, favoreciendo los patrimonios más cuantiosos a costa de los más modestos. En general, los patrimonios más cuantiosos suelen estar materializados en bienes inmuebles (fincas, edificios...) o en valores (acciones, etc.), cuyo valor monetario aumenta en tiempo de inflación. En cambio, los escasos ahorros que constituyen el patrimonio de una familia modesta tienden a mantenerse en forma de depósitos bancarios a plazo corto; en tal situación los intereses a percibir apenas alcanzan la tasa de inflación.

Es evidente, además, que los patrimonios más fuertes son también más capaces de defenderse de la erosión inflacionista. Sus mayores posibilidades de diversificación y de movimiento les permiten buscar en cada momento las formas más seguras de existencia. Hoy día es frecuente incluso el refugio del dinero en bienes como las joyas, las obras de arte, los objetos antiguos, las tierras mismas, por no hablar del recurso (fraudulento) a la evasión fuera de nuestras fronteras.

5.3. Efectos de la inflación sobre el desarrollo económico

Sabemos que es condición indispensable para un desarrollo estable y sostenido un ritmo aceptable de inversión; ahora bien,

I A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 2 9 7

en épocas inflacionistas no existe estímulo para ahorrar, ya que el sacrificio de no consumir en el presente no encuentra compensación ante el deterioro que sufre el dinero con el paso del tiempo. Puede entonces decirse que la inflación es un estímulo al consumo, incluso al despilfarro. Ese afán por gastar lleva a veces a gastar más de lo que se puede, generalizándose, por ejemplo, las compras a plazo, que, con la inflación reinante, benefician al comprador por convertirse en deudor durante algún tiempo.

Ya aludimos en otro lugar al encarecimiento del crédito en época de inflación. Esta es también una razón que implica la incidencia negativa de la inflación sobre el desarrollo, en la medida en que el crédito caro desanima a todo potencial inversor. Y es también otra expresión del carácter discriminatorio, no neutral, de la inflación.

5.4. Efectos de la inflación sobre el equilibrio exterior

Estamos ante un aspecto sumamente complejo del tema que estudiamos. Todas las economías modernas son economías abiertas, es decir, muy relacionadas con otros ámbitos geográficos y, por tanto, condicionadas por el funcionamiento de la economía internacional y la de los países más fuertes.

Esto supuesto, en cuanto a la inflación lo que importa ahora no es su comportamiento absoluto, sino su tasa relativa; es decir, la relación entre la inflación de un país y la de aquellos que están económicamente más vinculados con él. Si los precios de un país crecen a un ritmo más rápido que los de esos otros, la capacidad adquisitiva de la moneda del primero se deteriorará en relación con las monedas de éstos. Tal hecho deberá traducirse en una devaluación de la moneda del país con tasas inflacionistas mayores. La inflación conduce, por tanto, a un empobrecimiento relativo de un país frente al resto del mundo (que se materializa en la inevitable devaluación con que suele acompañarse), porque una moneda, al ser devaluada, disminuye su poder adquisitivo frente a las monedas de otros países y frente a los bienes que esos países pueden vender.

Las expectativas de devaluación o de depreciación22 suelen además provocar otros movimientos distorsionadores de la economía. El más importante es el de la evasión de capitales. Cuando

22 La depreciación es una perdida del valor de la moneda, que se produce automáticamente por efecto de los mecanismos del mercado, en este caso de los mercados de divisas. La devaluación supone una intervención de la autoridad monetaria, que modifica oficialmente el tipo de cambio determinante de la relación entre monedas de diferentes países.

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la devaluación comienza a presentirse, muchos capitales tienden a abandonar su país de origen para aprovecharse de la diferencia de cambio antes y después de la devaluación. El evasor compra la moneda extranjera a un precio, en la confianza de venderla más cara tras la devaluación y obtener así un beneficio. Se trata, por tanto, de una acción puramente especulativa y perjudicial para la moneda en cuestión, ya de por sí debilitada.

CAPÍTULO 7

La economía como tarea de la sociedad y del Estado

En el primer capítulo de esta parte tuvimos ocasión de exponer una visión de conjunto de la actividad económica, tal como se desarrolla en la vida de la sociedad. Ya entonces se constataba que estábamos situados ante un todo sumamente complejo, en donde eran tantos los agentes en acción que resultaba casi sorprendente un funcionamiento fluido de maquinaria tan gigantesca. Esta impresión ha podido confirmarse en los capítulos siguientes al estudiar algunos protagonistas concretos de la vida socio-económica: unidades de consumo, unidades de producción, capital y trabajo, intermediarios financieros.

Los primeros economistas teóricos que se atrevieron a investigar las leyes de funcionamiento de la economía llegaron a la conclusión de que todo este complicado mundo podía marchar sin dificultades, y lo haría si se cumplían ciertas condiciones que ellos mismos se esforzaron en determinar. La historia vino a demostrar, sin embargo, que tal optimismo era injustificado. Ello obligó a la mayor revisión que ha conocido la economía teórica en su no muy dilatada existencia, y al más drástico cambio de rumbo que ha sufrido el capitalismo en su historia. Podemos sintetizarlo diciendo que se llegó al convencimiento de que la sociedad (como un todo orgánico y articulado)^ el Estado (como legítima institu-cionalización de los poderes sociales) han de asumir un protagonismo insustituible en la marcha de la economía, porque ésta no puede quedar sometida al libre juego de los distintos grupos o instituciones que actúan en la colectividad social.

1. Del capitalismo liberal al capitalismo intervencionista

Para justificar dicha afirmación es necesario, aunque lo hagamos con brevedad, el recurso a la historia. Ella ilustra mejor que nada ese cambio trascendental que ha permitido al capitalismo

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sobrevivir, pese a las pesimistas previsiones de Marx sobre su inevitable autodestrucción. Los términos de este cambio son lo que podemos llamar "capitalismo liberal" como punto de partida y "capitalismo intervencionista" como meta. Sin negar que en ambos casos se trata de capitalismo, por cuanto persiste la separación entre propiedad de los medios de producción y trabajo, la evolución que se ha producido del uno al otro no puede pasar inadvertida. En ella, además, ha tenido no poca influencia la puesta en práctica del sistema preconizado por Marx como superación del capitalismo; nos referimos a la instauración del socialismo en los países del Este europeo.

1.1. Liberalismo y "laissez faire"

Revolución industrial, capitalismo y liberalismo son tres conceptos que no se deben confundir. Pero tampoco puede olvidarse que el capitalismo, como sistema económico, hizo posible la revolución industrial, y que esto aconteció en el contexto de un mundo totalmente marcado por las ideas liberales.

El capitalismo dio pie a una rápida acumulación de capital que tuvo lugar, inicialmente, en el ámbito del comercio (es la fase que se conoce como capitalismo comercial). Este capital acumulado posibilitó más tarde el ingente esfuerzo inversor que supuso la revolución para la aplicación de determinados descubrimientos científicos a la producción de bienes (fase del capitalismo industrial). Ya en este momento, la acumulación es un proceso auto-sostenido, que tiende a acelerarse y a generalizarse; ambas circunstancias tienen mucho que agradecer a la ideología liberal dominante.

El liberalismo es, ante todo, la exaltación del individuo y de su libertad. Si hasta entonces cada individuo quedaba definido y determinado por su pertenencia a un grupo social o estamento, con el liberalismo es el concepto de persona el que pasa a ocupar el primer plano, como factor previo a la adscripción a cualquier grupo y más importante que esto; ahí es además donde radica la igualdad fundamental de todos los seres humanos y donde tienen su origen los derechos fundamentales del hombre. A un individuo hondamente condicionado por su pasado sucede, en este nuevo contexto, la persona en libertad. Cada uno es lo que es capaz de llegar a ser. No es el pasado, sino el presente, y en cierto modo el futuro, lo que constituye o va constituyendo a cada ser humano, porque no hay fronteras estamentales, o de otro tipo, insalvables; todo es cuestión de aspiraciones y de capacidad para llevarlas a cabo'.

1 Sobre el liberalismo, cf A. VACHET, La ideología liberal. Fundamentos, Madrid 1972-1973.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 301

Tal exaltación del individuo conlleva una imagen de la sociedad completamente atomizada: una multitud incontable de individuos que actúan cada uno por su cuenta y sin coordinación de ningún tipo. No hay estructura intermedia alguna que sirva para articular y organizar a esa multitud que constituye la sociedad. Esta sociedad es, por otra parte, un todo en continuo dinamismo: y tal dinamismo tiene sus leyes naturales, que el hombre debe descubrir para someterse a ellas y hacer más fluido el avance.

Toda esta ideología, someramente descrita, tiene su traducción económica. Los llamados economistas clásicos fueron los encargados de desarrollarla: Adam Smith (1723-1790), dentro de un tono optimista; Thomas R. Malthus (1766-1834) y David Ricardo (1772-1823), con unas perspectivas bastante pesimistas ya2. Ellos pensaban que, dejando a cada individuo actuar de acuerdo con sus intereses y movido por su propio egoísmo, el resultado sería el bien de la sociedad toda, el mayor nivel de bienestar posible en unas circunstancias dadas. Su doctrina, basada en una confianza inquebrantable en los mecanismos naturales gracias a esa "mano invisible" que se encargaría de mover misteriosamente todos los hilos de la trama, es además una reivindicación de la libertad del individuo frente al poder creciente de los poderes públicos, que amenaza con ahogar toda iniciativa de los ciudadanos. Por eso se tiene buen cuidado de asignar al Estado un poder secundario y muy delimitado: el de guardián de la libertad de los individuos y garante de las reglas del juego. Por lo demás, se proclama la absoluta libertad para la industria y el comercio, sin ningún tipo de trabas, ni institucionales ni geográficas; eso es lo que significa el famoso principio "laissez faire, laissez passer". que simboliza toda una forma de entender la actividad económica.

Esta libertad individual sólo queda sometida a la naturaleza soberana, cuyas insoslayables leyes en el campo económico el científico debe descubrir para que la sociedad toda se adapte a ellas y no pretenda violentarlas inútilmente. Los escritos de la escuela clásica están impregnados de un cierto fatalismo, sobre todo a medida que se ponen de manifiesto los oscuros horizontes que se desprenden de las investigaciones de Malthus sobre el por-

2 Sus obras fundamentales son: A. SMITH, An Inquiry into ihe Nature and Causes ofthe Wealth ofNations, London 1776 (traducción castellana: La riqueza de las naciones, Aguilar, Madrid 19612); T. R. MALTHUS, An Essay on the Principies of Population, London 1798 (traducción castellana: Primer ensayo sobre el principio de la población. Alianza, Madrid 1966); D. RICARDO, On the Principies ofPolitical Economy and Taxation, London 1817 (traducción castellana: Principios de economía política y tributación. Fondo Cultura Económica, México 1973). Cf W. J. BARBER, Historia del pensamiento económico. Alianza, Madrid 19742, 25-87; R. L. HEII BRONER, Vida y doctrina de los grandes economistas. Aguilar, Madrid 19772, 44-133; J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, Historia del pensamiento económico, Aguilar, Madrid 1980, 67-128.

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302 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

venir demográfico, o de las de Ricardo sobre la ley de los rendimientos decrecientes y la tendencia de la economía toda hacia el estancamiento total (estado estacionario). En esta línea hay que situar las previsiones de Carlos Marx sobre el futuro del capitalismo, aunque sus preocupaciones particulares y ciertos presupuestos ideológicos le llevaran por caminos un tanto diferentes de los seguidos por los economistas clásicos.

La absolutización de la libertad individual se había constituido ya en 1789, con la Revolución francesa, en la base sobre la que se asentó la nueva organización político-económica. Dos disposiciones legales, ambas de 1791, son especialmente representativas del espíritu liberal: en primer lugar, el decreto de Allarde, que proclama la libertad del comercio y la industria contra las restricciones que imponían los grandes comerciantes o el sistema gremial; en segundo término, la ley de Le Chapelier, que prohibe todo tipo de corporación o asociación profesional, así como cualquier forma de actuación asociada que se llevara a cabo en virtud de pretendidos intereses comunes.

En el transcurso del siglo xix, la ideología liberal había sufrido en lo económico la dura prueba de la realidad. La miseria de la clase obrera, sometida a una cruel explotación, así como la lucha despiadada entre los empresarios para no sucumbir a la competencia, no sólo iban dejando el camino flanqueado de víctimas, sino que provocó una fuerte reacción ante todo obrera en pro de una defensa institucionalizada de los derechos de los más débiles: en primer lugar, el reconocimiento del derecho de asociación, pero luego también la garantía jurídica de ciertas condiciones mínimas de trabajo3. A esta situación social tan delicada viene a añadirse, para agravarla aún más, el problema de las crisis económicas como consecuencia de las fluctuaciones cada vez más amplias e incontrolables de la actividad económica".

Paradójicamente, es en esta época cuando se elaboran las formulaciones más acabadas sobre la tendencia natural de la economía a conseguir el equilibrio. Alfred Marshall (1842-1924) es el representante más destacado de la llamada escuela neoclásica, que intentó expresar con la ayuda de un complejo aparato matemático esta visión de la economía tan ajena a la turbulenta realidad contemporánea. Y es que el modelo teórico construido por estos científicos (el de la competencia perfecta) partía de unas hipótesis tan restrictivas que era completamente ajeno a la vida real5.

3 Cf M. NIVEAU, Historia de los hechos económicos contemporáneos, Ariel Madrid I9775, 106-122.

« Ib, 125-160. 5 A. MARSHALL, Principies of Economics. London 1890. Cf W. J. BARBHR, O.C,

155-207; i. OSER-W. C. BIANCHFIFXD, O.C. 280-302.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 303

1.2. Las primeras manifestaciones del intervencionismo estatal

En realidad, la economía de los principales países industrializados nunca llegó a funcionar de acuerdo con esos moldes teóricos puros. Al menos dos campos pueden señalarse en los que, por distintas razones, los poderes públicos se vieron desde muy pronto obligados a intervenir en la vida económica para contrarrestar y encauzar ciertas tendencias espontáneas del libre juego de las fuerzas en el mercado.

El primero de estos campos es el de las relaciones económicas exteriores. Todo el siglo XIX fue escenario de una fuerte polémica entre librecambio y proteccionismo; mientras unos propugnaban la ausencia total de controles sobre el tipo de cambio de la moneda o sobre el comercio exterior (supresión de aranceles), otros insistían en la conveniencia de mantenerlos como instrumentos de defensa de la economía nacional. La cuestión teórica, sin embargo, quedó muchas veces en segundo plano, y las distintas alternativas prácticas dependieron más bien del nivel de prosperidad económica de unos países y otros. Así se explica la escasa vigencia que tuvo el librecambio puro y el hecho de que fuera Inglaterra la que lo estableciera en 1846, en un intento de aprovechar las ventajas que tal sistema le reportaba al ser ella en aquel momento la primera potencia económica y política del mundo. Su ejemplo fue seguido, con ciertas limitaciones, por algunos otros países industrializados de Europa (Francia y los estados alemanes). Pero será abandonado poco después por todas las naciones. El experimento librecambista fue, pues, breve y efímero. En adelante la polémica quedará reducida a un solo aspecto: el nivel adecuado de proteccionismo aduanero, pero sin llegar nunca a la supresión total de éste6.

El otro campo de actuación tradicional del Estado se refiere al establecimiento de un marco jurídico que garantice ciertos derechos de los ciudadanos, siempre en peligro de ser violados por la presión de las fuerzas del mercado. Aquí la entrada en escena del Estado se hizo tras no pocas dudas y bajo la presión de las organizaciones de masas y del proletariado industrial, y después de haber intentado la vía de actuación indirecta fomentando la acción social de los particulares (por medio de ayudas y subvenciones) u ofreciendo cauces para la solución de los conflictos (sistemas de conciliación, de arbitraje, etc.).

La intervención del Estado en este terreno adoptó la forma de "positivización" de los derechos económicos y sociales, una vez

6 Cf P. DEIFAIID y otros, Nueva historia económica mundial (siglos XIX-XX). Vicens-Vives, Barcelona 1980, 309-320.

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304 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

demostrada con los hechos la incapacidad del modelo liberal para propiciar un bienestar generalizado7. En Inglaterra, ya en 1802, se promulga una ley para la preservación de la salud y la moralidad de los aprendices de las fábricas de algodón y de lana; y en 1833 se crea la inspección de trabajo. En 1878, la "Factory and Workshop Act" refunde más de veinte disposiciones anteriores. En Francia, la primera ley social, sobre el trabajo de los niños empleados en las manufacturas, data de 1841; en 1848, bajo el influjo de los socialistas utópicos, se intenta poner en práctica todo un programa social de conjunto (proclamación del derecho del trabajo, libertad de asociación, limitación de la jornada laboral, etc.), que gozó de una vigencia temporal muy limitada. En 1874 se regula el trabajo de mujeres y niños, creándose además la inspección laboral. Por fin, a partir de 1884 se inicia un verdadero derecho laboral con el reconocimiento de la libertad de asociación profesional. En Alemania el proceso se inicia con bastante retraso, casi a final de siglo. Algo semejante ocurre en España, donde el retraso de la legislación laboral corre parejo con el atraso de la industrialización. Hasta 1873 no aparece la primera ley de cierta importancia, la Ley Benot ("Ley sobre regularización del trabajo en los talleres y la instrucción en las escuelas de los niños obreros de ambos sexos"). En 1887 se regula el derecho de asociación, que ya había sido reconocido por la Constitución monárquica de 1876. En 1903 se crea el Instituto de Reformas Sociales, encargado de preparar la legislación laboral y de velar por su cumplimiento8.

Es evidente que estas intervenciones legislativas no pueden ser consideradas como económicas en sentido estricto. Pero, indirectamente, su incidencia sobre la economía es innegable. Y, en cualquier caso, parten del mismo supuesto: el convencimiento de que el mercado no es capaz de funcionar correctamente si no se actúa sobre él imponiendo desde fuera determinadas restricciones a su funcionamiento espontáneo.

1.3. La revolución keynesiana

Si el progresivo desarrollo del derecho del trabajo era reconocido como un instrumento eficaz para hacer frente a ciertas limi-

' Los derechos sociales son, a diferencia de los derechos civiles y políticos, aquellos cuya realización exige una intervención positiva del Estado que cree las condiciones adecuadas para ello. La enumeración de unos y otros puede verse en el "Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales" y en el "Pacto internacional de derechos civiles y políticos" respectivamente, ambos de 1966: cf el texto en A. TRUYOL, LOS derechos humanos, Tecnos, Madrid 19772, 69-101.

8 Cf L. E. VILLA-C. PALOMEQUE, Lecciones de Derecho del Trabajo, Instituto de Estudios Laborales. Madrid 1977, 83-87.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 0 5

taciones del sistema capitalista en su versión liberal, quedaba por resolver el otro gran problema: el de las fluctuaciones económicas, con sus crisis periódicas. No sólo no se entreveían soluciones, sino que sus manifestaciones revestían cada vez una gravedad mayor.

La que se inició en 1929, tras la fase expansiva que había seguido a la primera guerra mundial, alcanzó cotas que superaron todo lo conocido en situaciones anteriores. Tras la alarma de octubre de 1929, con el famoso "crack" de la Bolsa neoyorquina, entre mayo de 1930 y la primavera de 1932 se produjo un hundimiento general de los precios, una caída espectacular de la producción y un crecimiento alarmante del paro, que alcanzó en 1932 cifras de 12 millones en Estados Unidos, 5,5 en Alemania y 1,5 en Inglaterra.

Desde el marxismo oficial, esta crisis fue recibida como la confirmación de las previsiones de Marx sobre la autodestrucción del capitalismo. Y, en efecto, nunca hasta entonces se había sentido el sistema tan amenazado de ruina. Pero es precisamente ahora cuando se iba a manifestar la capacidad de reacción del capitalismo. Es con esto con lo que Marx no contó, y por eso fallaron todos sus análisis prospectivos.

Desde posturas menos ideológicas, la crisis se interpretó como una crisis de sobreproducción: la capacidad de producción creada en los países más industrializados para hacer frente a la demanda bélica primero, y después a la de la reconstrucción, terminó por resultar desorbitada para una época normal. A esto se une que también se produjo una crisis de crédito como consecuencia de la especulación desatada durante la fase expansiva que había precedido '.

Sin embargo, estas explicaciones de carácter coyuntural no eran suficientes para ocultar el alcance más hondo de lo que estaba sucediendo. Es aquí donde hay que situar la figura de John M. Keynes (1883-1946), que provocó un cambio radical en el enfoque que hasta entonces se venía haciendo del equilibrio de la economía como tendencia espontánea de ésta 10. La tesis fundamental de su obra mantiene que la economía no es capaz por sus propios resortes de lograr el equilibrio con pleno empleo de los recursos. Al contrario, él llegó a demostrar que se puede alcanzar la situación de equilibrio (una situación de la que la economía no está en condiciones de salir por sí misma), pero manteniendo un alto grado de desempleo. Tal situación no era, por supuesto, deseable.

' Cf M. NIVEAU, o.c, 172-199; P. DELFAUD, O.C, 465-505. 10 J. M. KEYNES, The General Theory of Employment, ínteres! andMoney, New

York 1936 (traducción castellana: Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo Cultura Económica, México 19702). Cf W. J. BARBER, O.C. 211-241; R. L. HEILBRONER, O.C. 324-376; J. OSER-W. C. BLANCHFIELD, O.C. 459-481.

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306 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Y, sin embargo, ante ella no cabía más alternativa que forzar las cosas desde fuera para reactivar la economía y salir del desempleo. Esta tarea era responsabilidad del Estado. Ahora bien, puesto que para Keynes la causa última de este estancamiento era la resistencia a invertir (él estaba convencido —en contra de todos sus predecesores— de que el ahorro no se transformaba automáticamente en inversión), dos posibles caminos se ofrecían al Estado para contrarrestar esa tendencia: gastar él más de lo que podía, endeudándose a través del déficit público (política fiscal), o abaratar el dinero mediante tipos de interés bajos que animaran a la inversión retraída (política monetaria).

Hay que terminar apuntando que ése había sido el camino adoptado ya por algunos gobiernos occidentales. Muy en particular, Franklin Roosevelt había ganado en 1932 las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos con un programa abiertamente intervencionista, que se plasmaría luego en un conjunto amplísimo de medidas económicas, orientadas a la inversión pública y a la creación de puestos de trabajo ("New Deal"), del todo inaceptables para la ortodoxia tradicional. Un programa parecido fue el que le valió a Adolfo Hitler su triunfo electoral en Alemania, el otro país más azotado por la crisis.

2. Los objetivos económicos como tarea de la sociedad

Todo el recorrido anterior desemboca en una conclusión: la economía, como actividad de un colectivo nacional o supranacio-nal, no puede dejarse abandonada al libre juego de sus mecanismos; puede y debe ser controlada por el hombre y por la sociedad. Si los economistas, al abordar estos temas desde su óptica técnica, recurren al Estado o a los poderes públicos para que éstos complementen de forma subsidiaria la iniciativa privada, desde una perspectiva ética es oportuno destacar aquí el papel que corresponde a la sociedad como un todo orgánicamente estructurado.

En el fondo de todo esto subyace la necesidad de que sea el hombre el que determine los fines que deben orientar toda la actividad económica. Volvemos a encontrarnos aquí con el principio de que "el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social" ". Sólo que ahgra esta afirmación no puede entenderse en sentido individual, sino social: el hombre, en cuanto miembro de una colectividad y a través de ella, ha de ser el protagonista de la vida económico-social. Este salto desde lo individual hasta lo social es de carácter cualitativo y supone, por tanto, que

11 Constitución Gaudium et spes 63a.

I.A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 0 7

nos adentramos en un nivel distinto de la actividad humana, en donde el sujeto colectivo no queda definido por mera suma aritmética de individuos. Conceptos tales como libertad y responsabilidad, tan familiares a todo planteamiento moral, tienden a desprenderse de su contenido, en cuanto que ninguna persona individual se siente responsable de las grandes decisiones que marcan las pautas para el desarrollo de la vida económica.

¿Podemos entonces prescindir de la ética? Pensamos que, desde el momento en que estamos ante la necesidad de elegir unos objetivos, nos encontramos en un terreno estrictamente ético. Tal opción, en efecto, supone el compromiso con unos determinados valores, antes que otros, cuya realización deseamos favorecer. Pero también es cierto que dicha elección no tiene un efecto práctico inmediato, sino que se ve obligada a aceptar la inevitable mediación del grupo social y de la política.

A muchos contemporáneos nuestros, demasiado acostumbrados a una concepción individualista de la moral, les cuesta mucho trabajo comprender la dimensión ética de la acción social, es decir, de aquella que no tiene como sujeto estricto al individuo. Y, sin embargo, dada la actual estructura de la sociedad, una red complejísima de relaciones y grupos, es imposible entender el papel de la ética sin tener muy en cuenta ese aspecto o dimensión de la misma que es la ética socialn.

La determinación de los objetivos de la política económica, de la que hablaremos en seguida, posee un innegable contenido ético. Es importante destacarlo, porque con cierta frecuencia el discurso de los técnicos y/o de los políticos crea, intencionadamente o no, en el público en general la conciencia de que se está ante algo que desborda por completo las posibilidades de comprensión y de control del ciudadano medio; en otras palabras, que se trata de algo que es competencia exclusiva de los entendidos. Y aunque esta complejidad técnica es cada vez mayor, todo ciudadano debe exigir que no se sustraigan a su responsabilidad (a través de un grupo social o, en todo caso, de una actuación política) los fines al servicio de los cuales se pone todo ese complicado mundo que manejan los especialistas de la economía. Es más, debe exigir que se le distinga lo que es fin y lo que es medio, es decir, lo que es fruto de una opción éticamente motivada (en función de unos valores) y lo que es instrumentación para llevarla a cabo. Este es, creemos, el camino para recuperar el terreno que la ética va perdiendo en una sociedad cada vez más masificada y burocra-tizada 13.

12 No es éste el lugar para detenernos en este punto. Puede verse al respecto R. MEHL, Pour une éthique sociale chrétienne, Delachaux et Niestlé, Neuchatel 1967, 9-19.

13 Cf lo que dijimos ya a este propósito en el último apartado del capítulo primero de esta parte.

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308 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

3. De la microeconomía a la macroeconomía: Algunos conceptos

Ya en un terreno más técnico podemos afirmar que todo lo dicho en este capítulo supone el paso de la microeconomía a la macroeconomía. Hasta ahora nos habíamos fijado preferentemente en los agentes económicos (unidades de producción y de consumo). En este capítulo estamos considerando la economía a escala nacional: el proceso global de producción y de distribución y la forma concreta como se lleva a cabo.

Pero para orientarnos sobre la marcha de la economía nacional es menester disponer de datos concretos que reflejen con cierta exactitud la situación de cada momento. Ya sabemos que la cuantificación es una exigencia ineludible de la economía moderna, tanto a nivel empresarial como a escala macroeconómica. Y para ello la macroeconomía necesita dotarse de conceptos instrumentales; conceptos que han de ser claros, pero además operativos, es decir, cuantificables. Tales condiciones explican el carácter convencional de muchos de ellos; pero es más importante que todos aceptemos una forma común de medir algo, que una diversidad en las definiciones que imposibilite el referirnos todos a una misma realidad y comparar unas realidades con ot ras u .

El punto de referencia para estas magnitudes macroeconómi-cas es el esquema de la circulación económica, tal como fue ya presentado en el capítulo primero de esta parte, que conecta las unidades de producción y las de consumo a través de un doble flujo, con sentidos distintos, de bienes reales y de dinero. La magnitud de dicho flujo en período determinado de tiempo es el indicador básico de la actividad macroeconómica. A partir de él se definen los principales conceptos que exponemos a continuación.

3.1. Producto interior bruto (P1B) y producto interior neto (PIN)

Estos conceptos se refieren precisamente a ese flujo económico global. En concreto, el PIB se define como el valor de todos los bienes y servicios finales producidos en el interior del país durante un año. Todos los términos de esta definición tienen un alcance muy preciso. Se habla de valor para poder homogeneizar bienes y

14 Existen, sin embargo, algunas diferencias que separan a los paises occidentales de los del bloque soviético, lo cual hace difícil la comparación de los datos provenientes de esos dos ámbitos geográficos. C{ W. BECKERMAN, Análisis de la renta nacional, Rialp, Madrid 1970, 42-50. Este libro es recomendable también para lo que sigue.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 309

servicios diversos. Se incluyen no sólo los bienes (que son objetos materiales), sino también los servicios; pero en un caso y otro se trata únicamente de los finales. Con esto se pretende evitar el contabilizar más de una vez un mismo producto; en efecto, los bienes finales son aquellos que no se incorporan ya a otros superiores en el proceso de producción, sino que se utilizan tal como están (para el consumo o como instrumentos de producción), sin someterlos a ninguna ulterior transformación. Se distinguen de los bienes intermedios, que son aquellos cuya elaboración aún no está concluida. Se contabiliza, por fin, sólo lo producido dentro del país, bien sean por los nacionales, bien por extranjeros15. Por último, se usa el período de un año, que elimina las fluctuaciones estacionales, sin ser, por otra parte, excesivamente largo.

El PIB se destina a consumo o a inversión. Todavía cabe distinguir en la inversión lo que es mera reposición del equipo productivo de la nación para compensar el desgaste y la pérdida de valor que sufre al producir durante un año (depreciación) y lo que es nueva inversión o aumento del capital acumulado (inversión neta). Cuando del PIB se descuenta el valor de la depreciación se obtiene el producto interior neto.

3.2. Renta nacional y magnitudes derivadas

La renta nacional (RN) es el indicador más usado para medir globalmente la actividad económica del país. Se define como la suma de todas las rentas percibidas por los residentes del país (incluidos el Estado, las corporaciones y las asociaciones de todo tipo) y que son remuneración de los servicios prestados por los factores de producción. Es importante subrayar esta última condición: la RN sólo incluye aquellas rentas o ingresos que tienen su origen en un servicio prestado; por lo tanto, queda excluida cualquier forma de donación o transferencia sin contrapartida.

En la renta personal o renta familiar, en cambio, se incluyen estas donaciones, pero quedan fuera las rentas cuyos destinatarios no son las unidades familiares. Se define, pues, como la suma de las rentas percibidas por las unidades de consumo, bien sea en concepto de retribución por prestaciones, bien sea como mera transferencia (donaciones, herencias, subvenciones).

Un paso más nos permite llegar al concepto que mejor mide el grado de bienestar económico de las familias. Para ello basta con descontar de la renta familiar aquella parte que obligatoriamente

15 Cuando se contabiliza todo lo producido por los residentes del país (es decir, los que jurídicamente tienen su residencia en él), aunque ellos o sus bienes produzcan fuera de las fronteras nacionales, entonces se habla de producto nacional bruto (PNB).

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310 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

hay que entregar al Estado en concepto de impuestos directos. Así llegamos a la renta disponible, que se define como el volumen total de fondos que las economías familiares tienen a su disposición para usarlos libremente, sea en gastos de consumo, sea como ahorro e inversión potencial.

Del concepto de renta nacional se deriva otro muy utilizado, el de renta per cápita: es la parte de la renta nacional de que dispone, por término medio, cada uno de los habitantes del país. Se obtiene dividiendo la renta nacional por la población total. Para utilizarlo es muy importante comprender su limitación: al tratarse de una media (el cociente de una división), no refleja para nada las disparidades en la distribución real de la renta. Por tanto, no se indica la cantidad de renta de que dispone de hecho cada uno, sino sólo la cantidad de que podría disponer en el caso de que la renta estuviese homogéneamente distribuida.

De modo similar se puede calcular la renta familiar per cápita y la renta disponible per cápita. Ambos conceptos adolecen de la misma limitación que el anterior.

4. Diversos niveles de actuación del Estado: La política económica

Los poderes públicos necesitan disponer de unos medios para el-ejercicio de sus funciones en la sociedad, y precisan, en consecuencia, de unos fondos para su financiación. Aun en el modelo liberal, en que sus funciones quedan reducidas al mínimo, el Estado debe mantener un ejército, unas fuerzas de orden, unos tribunales dé justicia, unos órganos legislativos y de gobierno. De algún modo puede decirse que, ya aquí, el Estado está actuando como una gran empresa de servicios públicos, Pero esto no es suficiente todavía para hablar de intervención del Estado en la vida económica; para eso es necesario que asuma una forma de actuación que entre de algún modo en competencia con la iniciativa privada.

4.1. Empresa pública y sector público

Para hablar con propiedad, la intervención económica del Estado sólo comienza a darse cuando éste se hace cargo de algunas actividades estrictamente productivas. Esta decisión la toman los poderes públicos cuando la demanda de ciertos bienes no es atendida adecuadamente por la iniciativa privada. Así nace la empresa pública, de la que ya tratamos en otro lugar16. Su función es

16 Cí el capítulo 5 de esta parte.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 311

de carácter subsidiario: producir aquello que el sector privado no puede en absoluto o no es capaz de hacer en las condiciones deseadas.

Si unimos las actividades de carácter administrativo, ya enumeradas, propias de todo Estado y de sus instancias inferiores (poderes regionales o locales) a éstas directamente productivas, el conjunto resultante tiene un peso no desdeñable en la economía nacional. Se le llama sector público, para contraponerlo al sector privado. Una de las características de las economías modernas es el continuo crecimiento relativo del sector público, como consecuencia de la tendencia a que el Estado asuma cada vez más funciones en la vida social y económica; es lo que se conoce como el Estado de bienestar (o "Welfare State"), que muchos consideran inaugurado en 1935 con la "Social Security Act" norteamericana (que señala el comienzo de la Seguridad Social) y valoran como la respuesta de las democracias a los regímenes totalitarios, ya sean socialistas, ya corporativistas.

En el capítulo siguiente abordaremos los problemas a que actualmente se enfrenta el Estado de bienestar. Por ahora baste subrayar el peso del sector público en las economías contemporáneas, lo que supone una plataforma excelente para la actuación económica del Estado. En efecto, si de él depende directamente la actividad de un importante sector económico, sus decisiones afectarán también, indirectamente y a través de éste, a la marcha general de la economía.

4.2. Política económica

Sin embargo, la intervención del Estado en la economía tiene todavía una dimensión más amplia y de más importancia: nos referimos a todas aquellas iniciativas a través de las cuales marca las pautas para el desarrollo de la economía del país, según unos objetivos previamente determinados. Se trata de un complejo conjunto de actividades, que se conoce con el nombre de política económica; ella constituye el aspecto económico de la política general del Estado, y puede definirse como la actividad desarrollada por los gobiernos para conseguir sus objetivos económicos y, por tanto, para influir en la actividad económica 17.

Dentro de la política económica se suelen distinguir objetivos, instrumentos y medidas. Los objetivos son los fines hacia los que se pretende orientar la actividad económica. Nunca se insistirá bastante en el carácter opcional de los mismos. Su determinación es una tarea clave del proceso político, a la que deben tener acce-

" J. R. CUADRADO-J. E. VILLENA, Política de rentas. Instituto Estudios Fiscales, Madrid 1980, 41.

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312 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

so todos los intereses presentes en la sociedad. Suponen una opción colectiva, basada en el análisis de la realidad, pero en última instancia fruto de los mecanismos democráticos y no mera conclusión de una férrea lógica científica.

Supuestos los objetivos, viene el segundo paso: poner a punto unas medidas mediante la utilización en un determinado sentido de los instrumentos disponibles. Por ejemplo, si hay que reactivar la economía (ése sería el objetivo), se puede emplear como instrumento la política monetaria, en el sentido concreto de abaratar el dinero (ésta sería la medida); pero el mismo instrumento podría usarse para otros objetivos, dictando entonces medidas diferentes (por ejemplo, la restricción crediticia para contener la inflación).

Una vez que se ha optado por un objetivo económico, hay que llegar a una cuantificación de esa opción. No basta proponerse reducir la inflación, hay que determinar en qué proporción se va a reducir en un plazo de tiempo dado. Sólo cuando esta cuantificación existe pueden estudiarse las medidas que se van a utilizar y en qué grado. Las alternativas entre las que se opta no constan sólo de objetivos, sino de objetivos y medidas, y ambos expresados en términos cuantitativos. Esto complica y alarga el proceso de decisión, sobre todo si se tiene en cuenta también —y es inevitable hacerlo— el efecto indirecto de cada alternativa propuesta sobre otros objetivos económicos de interés, aunque no sean prioritarios en ese momento. Toda opción de política económica supone no sólo el deseo de ver realizado en un cierto grado el objetivo propuesto, sino que implica también el estar dispuestos a pagar el coste derivado de la operación en términos de deterioro de otros posibles objetivos.

5. Los objetivos de la política económica

Los objetivos deseables en el campo económico dependerán de la situación real de cada momento y deberán ser formulados tras un análisis cuidadoso de la realidad y de su posible evolución. Sin embargo, los manuales de economía suelen ofrecer listas más o menos detalladas de los mismos, elaboradas a partir del estudio de las políticas reales puestas en práctica en situaciones diferentes y por países distintos18.

18 Una exposición muy exhaustiva puede encontrarse en J. NEME-C. NEME, Políticas económicas comparadas, Vicens-Vives, Barcelona 1979. Cf también E. S. KiRSCHEN, Política económica contemporánea, Oikos-Tau, Barcelona 1968, sobre todo 21-28; E. FIGUEROA, Curso de política económica, Edit. Revista de Derecho Privado, Madrid 19692, cuyo segundo volumen está todo él dedicado a la exposición de las diferentes políticas.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 313

5.1. Los objetivos más corrientes de la política económica

Por lo general son cinco los objetivos más frecuentemente propuestos en la articulación de toda política económica. En ellos pueden resumirse otros muchos, como concreciones formuladas para determinados contextos. Dichos objetivos son: el crecimiento, la estabilidad de precios, el pleno empleo, el equilibrio exterior y la redistribución de la renta.

El crecimiento económico como objetivo ha tenido una especial importancia en la fase expansiva de toda la economía mundial durante las décadas que siguieron al último gran conflicto bélico. Se define cuantitativamente como una tasa satisfactoria de aumento del PNB real (no monetario), sea en términos absolutos, sea preferentemente en términos de PNB per cápita.

La estabilidad de precios hace referencia al acuciante problema de la inflación, y pretende el control de ésta. Hoy es ya casi ilusorio pensar en una estabilidad estricta. Basta con proponerse el evitar las grandes o las bruscas fluctuaciones de los precios, o el mantener el índice medio de precios en una tendencia ligeramente ascendente. Sabemos también la importancia que reviste el que la evolución de los precios de un país no difiera sustancialmente de la de los países con los que mantiene más intensas relaciones económicas y comerciales.

El pleno empleo plantea hoy problemas casi insolubles, hasta el punto de que se ha convertido en una meta casi inalcanzable. Por eso los objetivos concretos en este campo suelen formularse en términos de reducción de la tasa de paro.

Para entender bien el alcance de este objetivo conviene interpretarlo de forma que abarque no sólo el trabajo, sino todo el conjunto de los factores de producción, ya que el ideal para una sociedad es que la totalidad de sus recursos productivos estén ocupados y presten un servicio retribuido a sus miembros. Pero no cabe duda que es el desempleo del factor trabajo el que más atrae la atención de los técnicos, de los políticos y del público en general. También nosotros nos referiremos a éste en primer término. Se considera en paro toda persona que, buscando trabajo y estando en condiciones para realizarlo, no encuentra la ocupación adecuada ".

Conviene distinguir varias modalidades de paro, ya que cualquier política de lucha contra el desempleo exige llevar a cabo un

" Sobre los detalles para una exacta definición del desempleo cf L. E. VII.LA-C. PAI.OMEQUF, Introducción a la economía del trabajo. Debate, Madrid 1977, 227-235. Para el caso español: .1. ALCAIDE, La población española y el trabajo, en "PapEconEsp" 8 (1981) 32-39: C. MIGUEL, La medición del paro y la encuesta de Población Activa, en "PapEconEsp" 8 (1981) 86-103.

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314 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

diagnóstico previo de las causas que lo producen. Se habla de paro encubierto cuando hay personas que ocupan puestos innecesarios, de forma que si los abandonaran no disminuiría la producción y aumentaría en cambio la productividad de los otros trabajadores. El paro encubierto es frecuente en sectores económicos o en zonas de bajo nivel de desarrollo. El paro coyuntural tiene su origen en las oscilaciones cíclicas a que están sometidas todas las economías modernas; para su erradicación suelen adoptarse políticas de carácter reactivador. Una variante del mismo es el paro estacional, que se da en regiones o sectores donde la actividad varía intensamente según las épocas del año; es el caso de la agricultura (sobre todo cuando los cultivos están poco diversificados), del turismo, etc.

Mención aparte, en las actuales circunstancias, merece el paro estructural, que se produce cuando la evolución de las estructuras económicas y productivas de un país impide la absorción de toda la mano de obra disponible en el mismo. Suele ser fruto de un intenso proceso de sustitución de trabajo por capital (la sustitución de hombres por máquinas) como consecuencia de un brusco cambio en los costes relativos de ambos. En tal tesitura apenas tiene sentido una política reactivadora sin más, ya que el fomento de la inversión no hará más que acelerar la sustitución de mano de obra por maquinaria. El paro estructural exige un replanteamiento de fondo, que afecta a la forma misma de entender el derecho al trabajo y a la distribución de éste20.

La importancia del equilibrio exterior crece a medida que las relaciones económicas con otros países son más estrechas y numerosas. De ahí se sigue la necesidad de contar con una balanza de pagos equilibrada y con una cantidad de divisas suficiente para hacer frente a los pagos y a la financiación de las operaciones con el exterior21.

El último de los grandes objetivos económicos citados es la redistribución de la renta. La desigualdad de la renta y de la riqueza suele ser una de las secuelas del desarrollo económico, a pesar

20 No podemos entrar aquí en un análisis pormenorizado de una cuestión tan actual porque nos llevaría demasiado lejos. Citamos algunos títulos de la bibliografía inmensa sobre el tema, que representan distintas perspectivas: AA. VV., Chomageet droit á l'emploi, Cerf, Paris 1981; E. FUENTES, La crisis económica española, en "PapEconEsp" 1 (1979) 84-136; AA. VV., La crisis contemporánea. Encuentro, Madrid 1978; J. GOROSQUIETA, Del pleno empleo a la "estagnación". Análisis de un fenómeno nuevo, en "SalT^ 69 (1981) 563-572.

21 La balanza de pagos es el documento contable en el que se sintetizan todas las operaciones con el exterior, e incluye el comercio de bienes y servicios y los movimientos de capital a través de las fronteras. Para los intercambios exteriores es preciso mantener unos fondos de divisas (monedas de curso internacional), ya que las monedas nacionales no son de aceptación obligatoria fuera del país de origen. El saldo de divisas exteriores en poder de un país se produce por las diferencias acumuladas entre ingresos y pagos con el exterior.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 315

de los esfuerzos continuos por someterlos a una cierta racionalidad. Por otra parte, la aspiración a la igualdad es un rasgo típico de las sociedades evolucionadas. Todo ello se traduce en una demanda generalizada a que se modifique la distribución de la renta que produce espontáneamente el libre juego de las fuerzas económicas.

El análisis de la distribución puede hacerse a distintos niveles, según la forma de agrupar a los miembros del colectivo social. La distribución geográfica sigue un criterio espacial; se fija en las distintas zonas o regiones y en cómo se distribuye la renta entre ellas. La distribución sectorial adopta como criterio los sectores en que suele dividirse la actividad económica: primario, secundario y terciario, con otras posibles subdivisiones ulteriores. En la distribución funcional sólo se consideran dos grupos de rentas: las procedentes del trabajo y las procedentes del capital; con ello se da una idea de la participación relativa de cada uno de los factores en la renta generada. Por último, la distribución personal usa como criterio las unidades de consumo (los hogares), agrupados en orden creciente según niveles de renta; para ello distribuye a la población en diez grupos iguales (por ejemplo) y se calcula el porcentaje de renta que corresponde a cada uno. Todos los grupos tienen el mismo porcentaje de población (son iguales), pero distinto porcentaje de participación en la renta (en el caso extremo de que estos porcentajes fuesen iguales también, entonces la renta estaría igualitariamente distribuida).

En cualquiera de estos cuatro niveles de distribución es posible proponerse una modificación o desplazamiento de la renta desde los grupos más favorecidos hacia los menos; en ese sentido se habla de redistribuir la renta, corrigiendo la distribución espontánea de la misma.

Si, para terminar, queremos hacer una valoración diferenciada de estos cinco objetivos, parece obvio considerar en principio el pleno empleo (con las matizaciones dichas) y la redistribución como los más importantes, asignando a los otros un carácter más bien instrumental o subordinado. Esto significa que algunos objetivos pueden ser a la vez fines y medios. Por ejemplo, el crecimiento económico puede perseguirse no como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar una mejor distribución de la renta.

De todos modos, esta valoración comparada de los objetivos propuestos (y de otros que se pudieran formular) no significa prioridad absoluta de unos sobre otros. Las circunstancias de un momento pueden hacer que objetivos en principio menos importantes se impongan como los más urgentes y lleguen a concentrar todos los esfuerzos de la política económica durante un cierto tiempo, incluso con perjuicio de los prioritarios. Es lo que ha

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316 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ocurrido recientemente, con ocasión de la crisis de la década de los setenta, cuando la lucha contra la inflación se abordó con carácter urgente y prioritario, incluso con el coste social de mantener o aun aumentar los niveles de desempleo.

5.2. Conflictos de objetivos

Esta última reflexión nos lleva de la mano a considerar las posibles relaciones entre los objetivos económicos. Lo corriente no es que los objetivos sean entre sí independientes; es más frecuente que sean complementarios, y acarrea no pocos problemas el hecho, no raro, de que sean conflictivos, es decir, que la consecución de uno implique un sensible deterioro de otro22. A veces dos objetivos son complementarios hasta un cierto punto, a partir del cual se hacen conflictivos.

Pues bien, son estos casos de conflicto los que más interesan para nuestra reflexión moral, porque entonces la opción por un objetivo supone una renuncia a otros y, por tanto, una opción preferencial por un objetivo mejor que otro. Esto implica, además, que la elección no se puede hacer en abstracto o movida sólo por la buena voluntad; no es cuestión de deseos únicamente, sino de viabilidad real de un proyecto y de sus costes. Por eso es necesario calibrar el grado de realización de un objetivo juntamente con el perjuicio causado en otros; sólo cuando tengamos ante los ojos diversas alternativas concretas y cuantificadas estaremos en condiciones de tomar una decisión responsable. Claro que ésta es una tarea no individual, sino colectiva, como ya se ha subrayado en más de una ocasión.

Tras estas consideraciones generales será útil presentar algunos ejemplos concretos de conflicto entre objetivos.

En la etapa de prosperidad económica de nuestro pasado bastante reciente, cuando el pleno empleo era un objetivo al alcance de la mano, solía decirse que éste podía provocar un proceso inflacionista, porque la elevación de salarios acarreada por la tensión en el mercado de trabajo tendía a incidir sobre los precios y a alentar la espiral salarios-precios. Era preferible entonces mantener un cierto nivel de desempleo, paliando sus efectos con el correspondiente subsidio y favoreciendo cierta movilidad de la mano de obra (para que nadie se instalara en el paro), con el fin de garantizar la estabilidad de ptecios.

Sin embargo, tampoco la estabilidad total en los precios es compatible con un cierto ritmo de crecimiento económico. Ya sabemos que la inflación es un estímulo para endeudarse y, por

22 Cf J. R. CUADRADO-J. E. VlLLENA, O.C., 41-102.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 1 7

tanto, para invertir. Por eso un cierto nivel de inflación controlado sirve para alentar el crecimiento general de la economía.

Es frecuente también poner de manifiesto la incompatibilidad del crecimiento económico y la redistribución de la renta. Si el crecimiento se basa en un alto nivel de inversión, puede presuponerse que son las clases de ingresos más altos las que tienen una mayor propensión al ahorro, que es inversión en potencia. Todo desplazamiento de renta desde estos grupos hacia los de menores ingresos sirve para incrementar el consumo de éstos, cuya capacidad de ahorro es, por esa misma razón, mínima.

5.3. Crecimiento económico y bienestar social como objetivos globales

La etapa en que más se desarrolló la política económica, una vez aceptada la intervención del Estado en la economía, coincidió históricamente con un período de rápido crecimiento económico, que vino a convertirse en el marco ambientador de todo el desarrollo de esos años. El crecimiento se erigió en el objetivo número uno, apoyado en la convicción implícita de que de él se seguiría incuestionablemente una mejora del bienestar social. Tendía a confundirse, por tanto, el crecimiento económico y el bienestar social. Una muestra significativa de ello era el cifrar todo el progreso de la sociedad en el incremento de la renta per cápita.

En el momento presente —con la distancia que nos da el tiempo transcurrido y el cambio de situación— estamos en condiciones de valorar los engaños de ese crecimiento, tal como se produjo en los países industrializados de Occidente. Ello matiza bastante el entusiasmo que producían hace unos años las espectaculares tasas de aumento de la renta per cápita. Y el primer engaño consiste en que esta obsesión por crecer se fija sólo en cuánto se produce, y no en qué se produce. Los recursos productivos se asignan sencillamente a aquellas actividades que pueden inducir un crecimiento mayor. Se considera secundario el que se esté produciendo armamento, alimentos o educación. Y, sin embargo, de cara a un auténtico progreso y bienestar social, esta cuestión no puede ser indiferente. Está demostrado, además, que muchas veces lo que produce un crecimiento más espectacular a corto plazo no es lo que más contribuye a la renovación y al progreso de las estructuras económicas. El caso español de la etapa dorada del desarrollo, con su insistencia en el consumo, es ilustrativo al respecto.

Otra de las falacias del crecimiento procede de la forma convencional de medirlo. Y así, necesidades que antes se satisfacían sin coste alguno, ahora exigen un gasto. Antes se satisfacían es-

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pontáneamente, mientras que ahora exigen el suministro de determinados bienes o servicios que se producen y se venden. Piénsese, por ejemplo, en el aire puro o en el mantenimiento de un cierto grado de salud mental. La sociedad moderna, con su acelerado proceso de desarrollo, causa no pocos perjuicios personales y sociales, a cuya corrección hay que destinar una parte cada vez mayor de los recursos disponibles. Parte de las actividades económicas actuales tienen por objeto sólo el reponer los bienes que han sido destruidos por el mismo afán de crecer. Esto tiene una clarísima aplicación en los atentados que el crecimiento económico ha supuesto para los recursos naturales; su consumo apresurado e indiscriminado ha sido causa de daños irreparables para la naturaleza y ha estado acompañado de un alto grado de despilfarro y de una escasa capacidad de gozar de los bienes económicos. Hoy existe una conciencia creciente del carácter limitado de los recursos de la tierra, que puede ser útil para que la humanidad recupere el respeto que le había perdido a la naturaleza .

Téngase en cuenta, por otro lado, que la renta nacional (indicador más frecuente para medir el crecimiento y el desarrollo) sólo incluye actividades remuneradas. Actividades como las de una madre de familia que trabaja en su hogar (o la de una institución benéfica) no entran para nada en su cálculo. Pero si esa mujer decide trabajar fuera y contratar a una empleada de hogar, automáticamente la remuneración de ambas pasa a contabilizarse en la renta nacional. Aparte de su arbitrariedad (que hay que aceptar por las exigencias técnicas de los métodos de contabilidad nacional), hechos como éste contribuyen a fomentar una concepción mercantilista de la vida y de las relaciones humanas; y así parece que lo que no se retribuye económicamente carece de todo valor. La gratuidad tiende entonces a despreciarse hasta convertirse en una actitud desprovista de todo sentido.

Pese a tantas contraindicaciones, no puede excluirse el crecimiento entre los objetivos económicos. Lo que hay que evitar es que se erija en fin absoluto. En palabras de Sicco Mansholt, uno de los principales artífices del Mercado Común Europeo, "hay que sustituir el crecimiento como objetivo por el crecimiento

23 Las distintas posturas sobre la viabilidad del crecimiento están bien sintetizadas en R. TAMAMES, La polémica sobre los límites del crecimiento. Alianza, Madrid 1974. Sobre este tema son clásicos las dos primeros informes encargados por el Club de Roma: D. H. MEADOWS (ed.), Los límites del crecimiento, Fondo Cultura Económica, México 1972; M. MESAROVIC-E. PESTEL (eds.), La humanidad en la encrucijada. Fondo Cultura Económica, México 1975. Cf también B. WARD-R. DUBOS (eds.). Una sola Tierra. El cuidado y conservación de un pequeño planeta (Informe no oficial encargado por el secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano), Fondo Cultura Económica, México 1972.

I A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 19

con objetivo". Dicho en otros términos: no basta crecer, hay que controlar racionalmente y dirigir el crecimiento24.

El mantener un ritmo estable y moderado de crecimiento permite disponer de un margen de actuación a escala macroeconómi-ca de gran utilidad para atender a otros objetivos. El principal de ellos es, sin duda, la redistribución de la renta si el aumento anual de la renta nacional se canaliza a incrementar los ingresos de los grupos de renta más baja, directamente o a través del gasto público.

Hasta aquí nos hemos limitado al crecimiento económico, dando a entender quizá que el mismo equivale a bienestar. De hecho, durante algunas décadas tal identificación ha estado en la mente de muchos políticos y economistas, que la han transmitido a la sociedad en general. Pero la historia reciente no permite seguir manteniendo esa equivalencia. El crecimiento no puede ser un objetivo buscado por sí mismo, sino una forma de conducir la economía que permita el aumento del bienestar social o de la calidad de vida, dos conceptos cada vez más usados, cuya amplitud rebasa con mucho al de crecimiento económico25.

Ambos términos son de una extraordinaria ambigüedad. Como pautas para orientar la economía carecerán de toda opera-tividad, a no ser que se concreten en un conjunto de indicadores que permitan una medición de los mismos. Si antes el bienestar social se acostumbraba a medir con algunos indicadores económicos (la renta per cápita era el más frecuente), hoy se relativiza bastante este método y se opta por otro tipo de indicadores que rompan esa estrecha vinculación entre crecimiento y bienestar. Si el bienestar social es un estado complejo sobre el que inciden gran cantidacf de variables, se impone la elaboración de un sistema de indicadores sociales que refleje lo más fielmente posible el nivel de bienestar y sus variaciones. Tales indicadores pueden definirse como estadísticas sociales, que adquieren un sentido especial dentro de un modelo como expresión de algunos elementos de la realidad o de la evolución social26. Según otra definición, un indicador social es "la medida estadística de un concepto, o de una dimensión de un concepto, o de una parte de aquélla, basado en un análisis teórico previo e integrado en un sistema coherente de medidas semejantes que sirva para describir el estado de la

24 Cf COMMISSARIAT GENERAL DU PLAN, Voies nouvelles pour la croissance,

Hachette, Paris 1975. 25 Cf W. A. WEISSKOPF, Croissance économique et bien-étre humain, en

"EcHum" 163 (1965) 3-15. 26 Cf J. GARCÍA-DURÁN-P. PUIG, La calidad de vida en España. Hacia un es

tudio de indicadores sociales, Moneda y Crédito, Madrid 1980, 108.

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sociedad y la eficacia de las políticas sociales"21. En esta definición se destaca el destino de todo indicador social a incorporarse en un conjunto sistemático. Este huir de los indicadores aislados para integrarlos en un sistema es consecuencia de ese carácter complejo que posee el concepto de bienestar. Por eso interesa captar no sólo las variables por separado, sino sobre todo las interrelaciones que las ligan. Por ejemplo, no basta constatar que ha crecido la participación de las rentas del trabajo en la renta nacional si no nos ocupamos de analizar otros fenómenos conexos: ¿cómo ha evolucionado la población asalariada?, ¿cómo ha variado la duración de la jornada de trabajo?, ¿cuál ha sido el grado de satisfacción por el trabajo realizado?, etc.28

5.4. Principales categorías de instrumentos

Para completar este capítulo ofrecemos a continuación una breve panorámica de los instrumentos más frecuentemente usados en la política económica. Más que referirnos a los instrumentos aislados, vamos a agruparlos en categorías homogéneas, que reduciremos a cinco29.

El primero de ellos son los controles directos, que suelen aplicarse sobre todo a los precios. Con esto se impide que el mercado actúe sobre ellos y se obliga a mantenerlos violentando su tendencia natural a variar. Pero estos controles pueden aplicarse también a las cantidades (racionamiento, por ejemplo). Los efectos de estas medidas son muy rápidos. Por eso se usan en momentos de crisis agudas e imprevistas (guerras, catástrofes naturales). Su principal limitación es su artificialidad, que queda en evidencia en el momento en que se levanta el control. Tampoco es fácil garantizar su eficaz aplicación (mercado negro). Por estas razones se utilizan cada vez menos.

Mucho más importantes son los que se insertan en la política monetaria y crediticia: son todos aquellos que afectan a la cantidad de dinero en circulación o a las posibilidades de disponer de

21 Recogida por J. A. CARMONA, LOS indicadores sociales hoy. Centro Investigaciones Sociológicas, Madrid 1977, 30. Toda la obra es una buena introducción al tema.

28 Existen dos intentos de elaborar un sistema de indicadores, patrocinados, respectivamente, por la OCDE y por la ONU: cf J. B. PENA TRAPERO, Problemas de la medición del bienestar y conceptos afines (Una aplicación al caso español). Instituto Nacional Estadística, Madrid 1977, 21-44. Para el caso español, cf SERVICIO SINDICAL ESTADÍSTICA, Niveles de bienestar social. Ensayo sobre indicadores provinciales, Madrid 1976; El concepto de bienestar social y su aplicación a la provincia de Madrid, en "RevFomSoc" 33 (1978) 161-174. Cf también J. GARCÍA-DURÁN-P. Puio, o.c, 199-497.

29 Seguimos a E. S. KIRSCHEN, O.C, en el cuadro resumen de la p 168 y la extensa explicación del mismo en las pp 39-167.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 321

créditos. Los más importantes son los que actúan sobre los tipos de interés que paga el banco central, de los cuales dependen los tipos que establecen las restantes instituciones bancarias. Merecen mencionarse también las operaciones en mercado abierto (mediante las cuales el gobierno aumenta o disminuye el dinero en circulación a través de compra o venta de acciones u otros títulos en las bolsas de valores) o la concesión directa de préstamos en determinadas condiciones. Estos instrumentos pueden usarse con gran flexibilidad y suelen tener efectos rápidos.

Son, en cambio, mucho más lentos en producir sus efectos los instrumentos de política fiscal. En ella se incluyen todas aquellas actuaciones que tienen por objeto los ingresos (modificando la estructura o la cuantía de los impuestos) o los gastos del Estado (sobre todo, aumentando el volumen de inversiones públicas). Pueden tener un efecto importante en la reactivación de la economía o en la redistribución de la renta, pero su eficacia depende bastante del volumen relativo del sector público.

Los instrumentos de política exterior se usan sobre todo para mantener el equilibrio exterior; pero éste es con frecuencia la condición para otros objetivos: estabilidad de precios o reactivación, sobre todo. El más corriente es la modificación del tipo de cambio (que relaciona el valor de la moneda nacional con las extranjeras). Se usan también los aranceles aduaneros (gravamen sobre los productos importados) o los cupos a la importación (que someten ésta a la obtención de una licencia previa).

Amplísimo es el último grupo de instrumentos, que englobamos bajo la denominación de marco institucional. Se incluye aquí toda modificación de las instituciones sociales o económicas que se llevan a cabo a través de intervenciones legislativas o reglamentarias.

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CAPÍTULO 8

La función del Estado en la economía

En el capítulo anterior ha quedado expuesto cómo en la economía moderna se atribuye un papel amplio y complejo al Estado, que dista bastante de la función de policía que se le asignaba en la época del liberalismo. Allí se describieron también sus principales campos de actuación y los objetivos que pueden perseguirse en ellos. Nos resta ahora analizar los aspectos financieros de esta actividad: ¿cómo distribuye el Estado los recursos económicos que controla?, ¿de dónde proceden estos recursos?, ¿cómo se articula este complejo mundo de los ingresos y los gastos del Estado?

Si en el capítulo que precede comprendíamos la dimensión ética de la macroeconomía y los valores que en ella subyacen, ahora tenemos que extender esta reflexión moral a los medios concretos gracias a los cuales esas opciones globales se hacen viables. Habrá que estudiar de forma particular si en la recaudación de esos ingresos públicos y en la manera de utilizarlos se es coherente con los grandes objetivos que le sirven de norte y guía. Este capítulo servirá, por tanto, para revisar un punto tan crucial como es el de la obligación moral de pagar los impuestos. Pero ya desde ahora queremos poner en guardia frente a la tentación de reducir todo el problema a esa cuestión particular. Como tendremos ocasión de ver, con ello eliminaríamos las verdaderas dimensiones de la ética social en este campo para limitarnos al ámbito parcial de la ética individual.

1. El sector público

1.1. Su definición y componentes

Hasta ahora hemos venido utilizando indistintamente los términos de "Estado" o "poderes públicos". Este es el momento de

I A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 2 3

afinar un poco más nuestro vocabulario introduciendo el concepto de "sector público". Como ya adelantamos en el capítulo anterior, este concepto se contrapone al de "sector privado" para distinguir no sólo dos campos de la actividad económica, sino sobre todo dos formas diferentes de realizarla. En efecto, mientras que el sector privado es aquel que primariamente se rige por los mecanismos del mercado, el sector público se caracteriza porque en él las decisiones económicas son tomadas por la autoridad (de forma más o menos participativa o democrática) e impuestas coactivamente. En realidad, las cosas no son luego tan simples, y es casi imposible trazar una frontera del todo nítida entre ambos sectores. En una economía mixta, los mecanismos del mercado y los de la autoridad se entremezclan, y existe una zona intermedia donde siempre se duda en cuál de los dos campos nos encontramos '.

Puesto que este criterio general, aunque válido en tanto que tal, es insuficiente para una delimitación inequívoca del sector público, habrá que recurrir para ello a un método descriptivo y admitir en él una cierta dosis de convencionalismo. De forma esquemática, pueden enumerarse los siguientes componentes del sector público referidos al caso español:

1) Administraciones públicas: comprende el conjunto de organismos y departamentos cuya actividad se caracteriza por: 1.° organizar todos los servicios que no suelen ser objeto de transacciones en el mercado, y 2.s administrar la política econó-micosocial. En ellas se incluyen:

a) El Estado. b) Los organismos autónomos administrativos. c) Los entes autonómicos. d) Las corporaciones locales (ayuntamientos y diputaciones). e) La seguridad social. 2) Instituciones financieras públicas: que actúan en el campo

de la financiación de la actividad económica (la más importante, el Banco de España).

3) Empresas públicas: son aquellas cuya producción se vende en el mercado, pero cuya propiedad o control efectivo corre a cargo del Estado. Admite diversas modalidades.

Como se ve, este último grupo de instituciones está mucho más cerca del sector privado, en cuanto que actúa normalmente en un campo que está sometido a la competencia de otras empresas privadas. Se observa también cómo el Estado es sólo una parte, muy importante sin duda, en el conjunto del sector público.

Pero, sobre todo, el esquema que precede es un reflejo de la

1 Cf E. FUENTES QUINTANA. Hacienda pública. Madrid 1971, 7-12.

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324 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

evolución que ha sufrido la intervención de los poderes públicos en la vida económica. En efecto, en dicho esquema se incluyen tanto las actividades propias de un "Estado-policía", las más primitivas, como las posteriormente sobreañadidas con el desarrollo del llamado "Estado-providencia". Mientras que en el primer modelo las funciones encomendadas al Estado eran estrictamente administrativas, el modelo que se desarrolló más tarde fue progresivamente asumiendo una compleja gama de funciones, cuyos objetivos son extremadamente variados, como tuvimos ocasión de constatar en el capítulo anterior.

La eficacia de su actuación dependerá ante todo del volumen que dicho sector represente en el conjunto de la economía nacional. Un sector público potente que alcance y supere el 30 por 100 de la renta nacional, cosa nada extraña en las economías desarrolladas, será un agente eficaz para llevar a cabo la política económica.

Pero a esa consideración cuantitativa hay que añadir otra de carácter cualitativo: el distinto papel del sector público en las economías de mercado y en las de planificación centralizada. En la primera, el sector público tiene un importante papel en cuatro campos: la satisfacción de las necesidades públicas2, la distribución de la renta, el desarrollo económico y la estabilización. En las economías de planificación centralizada adquiere mayor relieve, si cabe, la dirección del proceso de desarrollo; a este objetivo suele unirse, como algo específico de este sistema económico, la satisfacción de las necesidades preferentes3.

En uno y otro caso, un conjunto de actividades de tan enorme complejidad necesita una cuantiosa financiación. A la parte de la actuación del Estado que se refiere a la obtención de los ingresos y a la realización de los gastos, así como a la adecuación de unos y otros, se le llama Hacienda pública.

1.2. El presupuesto público como instrumento de política económica

Todos estos ingresos y gastos se recogen en las cuentas del sector público. De ellas destacan por su importancia los presupuestos del Estado y los presupuestos del sector público. Los primeros recogen estrictamente los ingresos y gastos del Estado. A ellos nos referiremos de forma prioritaria en las reflexiones que siguen,

2 Cf su definición en el capítulo 3 de esta parte. 3 También quedaron definidas en el capítulo 3. Ahora conviene subrayar la

escasa atención que se presta al principio de la soberanía del consumidor para su determinación, la cual se hace más bien desde la autoridad que planifica. Cf para todo esto a R. A. MUSGRAVE. Sistemas fiscales, Aguilar, Madrid 1973, 3-31.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 325

las cuales pueden aplicarse, con las convenientes adaptaciones, a los presupuestos de otros subsectores del sector público.

Los presupuestos del Estado constituyen uno de los instrumentos más importantes de la política económica, ya que a través de ellos se cuantifica la obtención de recursos y su procedencia, así como el destino de los mismos4. Pero antes de emprender su descripción es preciso detenerse en una cuestión previa: la filosofía de base que se aplica en la elaboración y utilización de los presupuestos del Estado. Es éste un punto neurálgico para comprender mejor el cambio radical que se ha producido en la forma de entender el presupuesto, que no es sino el reflejo de la interpretación económica del Estado que subyace.

Para una mayor claridad expositiva podemos contraponer dos concepciones presupuestarias, la clásica y la moderna5. Ciñéndonos exclusivamente a sus aspectos económicos, la concepción clásica del presupuesto puede expresarse en tres principios que se apoyan en una cierta identificación del Estado con una institución de carácter privado: se trata de una aplicación de los criterios que deberían presidir una honesta y prudente administración privada a la administración pública. Como veremos en seguida, es en esta convicción de fondo donde radica su mayor debilidad. El primero de los principios aludidos es el de la limitación del gasto público: para los economistas clásicos, el gasto público era un gasto improductivo, que no contribuía ni a la acumulación del capital ni al desarrollo económico. Puesto que era un mal necesario, convenía reducirlo a lo estrictamente indispensable. Para su financiación había que recurrir a todos los ciudadanos. Pues bien, según el segundo principio clásico, el de la neutralidad impositiva, tal recurso debería nacerse de tal forma que no alterase la situación relativa de los distintos grupos sociales. Ello significaba asignar a los impuestos una función meramente recaudatoria, pero en ningún caso redistributiva. Por último, y ésta es la mejor muestra de la confusión entre lo público y lo privado, según el principio del equilibrio anual, los gastos no deberían superar en ningún caso a los ingresos, como es recomendable para cualquier economía familiar.

Ninguno de los tres principios expuestos es aceptado por los hacendistas actuales. Veamos por qué. La norma del equilibrio presupuestario priva al Estado de toda posible beligerancia económica. Pero la ciencia económica moderna ha puesto de manifiesto que a través del déficit presupuestario el Estado, gastando

4 Cf J. BARIA. Funciones múltiples del presupuesto en España, en "AnMor SocEc" 39 (1975) 735-758.

5 Una ampliación de lo que sigue puede encontrarse en E. FUENTES QUINTANA, o.c, 159-172. Cf también M. DUVERGER. Hacienda Pública. Bosch. Barcelona 19802, 1-20.

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326 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

más de lo que ingresa, puede contribuir a la reactivación de la actividad general; de modo semejante, en épocas de excesiva expansión, una actitud reservada del Estado que gasta menos de lo que ingresa (superávit) servirá de freno oportuno. En ambos casos, pues, la intervención del Estado es de signo inverso a la tendencia natural de la economía; de ahí su eficacia compensatoria. La neutralidad impositiva también ha perdido hoy su vigencia desde que a los ingresos públicos, y sobre todo a los impuestos, se les asigna como una de sus funciones básicas la redistribución de la renta y de la riqueza, junto con la ya tradicional de recaudación de los fondos para financiar el presupuesto. Por último, respecto al principio de la limitación del gasto público, no sólo ha cambiado el concepto mismo de actividad productiva, sino que además es umversalmente reconocido el papel decisivo del Estado en la producción nacional.

Para hacerse una idea global del peso específico del sector público no basta considerar los presupuestos del Estado; hay que disponer de un presupuesto que incluya todas las instituciones comprendidas en él. Dicha tarea es tan necesaria como técnicamente compleja, porque no consiste en la mera adición de las partidas de ingresos y gastos de cada uno de los presupuestos parciales, sino que exige la eliminación de aquellas cantidades que aparecen en dos presupuestos (en uno como ingreso y en otro como gasto, porque reflejan algún tipo de transacción entre dos instituciones comprendidas dentro del sector público). Mediante estas operaciones se llega a lo que se llama un presupuesto consolidado del sector público, que es el único que da una idea fidedigna de lo que en realidad dicho sector representa.

No puede ocultarse que la absorción de recursos por parte del sector público supone la correlativa disminución de recursos del sector privado. También aquí tenemos que habérnoslas con ese fenómeno tan típico de la vida económica que es la escasez. Desde el punto de vista ético, por tanto, la determinación del volumen del sector público debe interpretarse desde la opción implícita por un tipo de sistema en que se privilegia o se limita más o menos la iniciativa privada. En todo caso, la magnitud del sector público es de tal envergadura en casi todos los Estados modernos que exige un adecuado control por parte de los ciudadanos haciendo uso de los cauces políticos. No puede olvidarse que en los orígenes de la institución parlamentaria está precisamente el control de los ingresos a recaudar por el Estado y de su destino ulterior. Y en la estructura actual de la vida política, la aprobación de los presupuestos es competencia del poder legislativo, mientras que el control de su realización es tarea del poder judicial a través de un tribunal especial. Sin embargo, es tal la complejidad de la Hacienda actual que también aquí se asiste a un progresivo forta-

I.A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 2 7

lecimiento del poder ejecutivo a costa del legislativo, fenómeno bien característico de los Estados modernos.

2. Los ingresos y los gastos públicos

Entre las funciones más destacadas que se encomiendan a la Hacienda pública figura la de redistribuir la renta y la riqueza. Es frecuente que la misma se vincule al sistema impositivo y al grado de progresividad del mismo. Sin embargo, tal limitación es una simplificación del problema. El objetivo citado, así como los otros que se mencionaron en el capítulo anterior, es el efecto conjunto de cómo el Estado recaude sus ingresos y los gaste. De nada serviría un sistema de recaudación muy progresivo si luego el destino de esos recursos favoreciera a los mismos grupos que más aportaron. Con esto se insinúa ya una característica distintiva de la Hacienda pública: la eliminación del principio de equivalencia en los intercambios que rige todas las transacciones económicas y comerciales.

2.1. Los impuestos y otros tipos de ingresos públicos

Aunque la parte más sustanciosa de los ingresos públicos está constituida por los impuestos, conviene no olvidar otras formas de ingresos, porque nos ayudarán a comprender mejor la especificidad de los impuestos. Porque lo típico del impuesto es su carácter de contribución general a la actividad del Estado, pero desvinculado de toda contraprestación concreta por parte del Estado mismo al contribuyente. Por esto decíamos antes que aquí pierde toda su vigencia el principio de equivalencia. Y en ello reside justamente la diferencia entre los impuestos y las rasas, otra modalidad de ingresos del Estado; porque la tasa sí que constituye una retribución por un servicio concreto que el Estado hace al contribuyente (es el caso, por ejemplo, de los sellos de correos o de los derechos que se pagan para la obtención de todo documento expedido por un organismo estatal).

Cuando este punto queda suficientemente aclarado, tenemos puestas las bases para abordar las cuestiones más delicadas que la imposición plantea a la moral, tanto personal como social. Por eso hemos querido subrayarlo desde el comienzo. Añadamos también que lo que aquí subyace es ese hecho con el que ya nos hemos tropezado repetidas veces a lo largo de nuestra exposición: que el Estado en su actuación económica no es en modo alguno homologable con los demás agentes a los que llamamos privados; y que el sector público y el privado se diferencian no sólo por

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328 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

razón del sujeto, sino sobre todo por la forma misma de actuar y por las orientaciones con que lo hace.

Esto supuesto, hay que añadir que el Estado tiene otras fuentes de ingresos que sí son en todo idénticas a las del sector privado. Entre ellas mencionaremos como las más importantes (dentro del papel secundario que tienen en los ingresos totales) los ingresos patrimoniales o rentas derivadas del patrimonio del Estado; las transferencias corrientes, que no corresponden a ningún tipo de contraprestación, ni concreta ni general, por parte del Estado (es el caso de los ingresos por lotería o por quinielas), y los ingresos derivados de operaciones de capital (por compra, enajenación o simple transferencia).

Aunque se trate de unos ingresos atípicos, no podemos cerrar este apartado sin mencionar la deuda pública. Su importancia es una muestra más de ese carácter tan peculiar que tiene el Estado como agente económico. Ya sabemos que el déficit o el superávit público es instrumento frecuentemente utilizado en política económica. Pues bien, la deuda pública es la forma más corriente de financiar el déficit; a través de ella el Estado se endeuda con el sector privado, detrayendo una parte de la renta de que éste dispone para cubrir la parte de gasto público a que no alcanzan los ingresos normales. Cuando los déficit públicos se acumulan año tras año, el hacer frente al pago de los intereses de la deuda pública se convierte en una carga suplementaria que incrementa el volumen mismo del déficit.

2.2. Las distintas clasificaciones de los gastos públicos

El hecho de que el déficit público se haya convertido en una constante de las economías modernas es una consecuencia del rápido crecimiento que ha sufrido el gasto público en las últimas décadas6. Las razones son muy variadas. En un principio solían mencionarse las necesidades derivadas de los gastos bélicos. Aun hoy los gastos militares son, en parte, causantes de la aceleración del gasto público; en ello incide el progreso tecnológico, que aumenta considerablemente el coste del armamento y otras instalaciones. Pero la evolución hacia una tecnología más compleja es un factor que afecta a otros muchos campos en los que el Estado se ve obligado a gastar sus recursos. Puede decirse, por tanto, que el progreso tecnológico debe contarse entre las causas explicativas de este desarrollo desmesurado del gasto público.

Todo eso, sin embargo, tendría un alcance limitado si no se añadiese otro hecho que debe considerarse como el más decisivo:

6 Cf los diferentes artículos sobre el tema en "PapEconEsp" 10 (1984) 5-116; G. HIGUERA, Etica y déficit público, en "RevFomSoc" 37 (1983) 131-143.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 2 9

la continua ampliación de las funciones del Estado dentro de eso que ha venido a llamarse el "Estado-providencia" 7. No vamos a entrar ahora en los problemas casi insolubles que tal desarrollo plantea. Pero es evidente que el gigantismo del Estado moderno hace casi imposible su gestión y su control eficaz, y amenaza con esterilizar, si no anular, la iniciativa privada.

Para poder acercarse a ese volumen ingente del gasto público es imprescindible dotarse de algún criterio de clasificación. La más tradicional, la que todavía suele seguir recogiendo la prensa y da pie para no pocas discusiones, es la clasificación orgánica. En ella los gastos se distribuyen según los distintos agentes encargados de realizarlos, de acuerdo con la organización administrativa vigente. Tales agentes son, fundamentalmente en el momento actual, los departamentos ministeriales. Esta clasificación, sin embargo, es de escaso interés porque apenas aclara el contenido intrínseco de los gastos.

La clasificación funcional, en cambio, atiende al destino de los gastos. Ahora el criterio de distribución es la naturaleza intrínseca de los servicios que el Estado presta a la comunidad. Esta clasificación es la mejor expresión de los verdaderos objetivos que persigue la política económica y presupuestaria. Según este criterio se distinguen cuatro géneros de actividades. Las actividades de carácter general son aquellas que satisfacen necesidades que por su propia naturaleza no pueden ser atendidas por el sector privado: incluyen todos los órganos de funcionamiento del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial), más la defensa, la seguridad y otros semejantes. Son las funciones tradicionalmente encomendadas al Estado. Las actividades sociales y para la comunidad, que incluyen todo lo relacionado con el bienestar social, son las que han experimentado un desarrollo mayor en los últimos tiempos; entre ellas destacan la educación, la sanidad, la seguridad social, la vivienda y el urbanismo, las actividades culturales y religiosas, etcétera. Las actividades económicas son aquellas cuya finalidad principal es el desarrollo del potencial económico de la nación, y pueden desglosarse según los sectores y subsectores productivos. Por último se añade la categoría de actividades no clasificables para todas las que encajan en los grupos anteriores; destacan entre ellas el servicio de la deuda pública.

Una información complementaria sobre la composición del gasto público es la ofrecida por la clasificación económica, que atiende al efecto económico que producen los distintos tipos de gastos. Estos quedan en principio agrupados en dos grandes capítulos: gastos corrientes y gastos de capital. En el primero hay que destacar las remuneraciones de personal; en el segundo, las inver-

7 Cf M. Duvp.RC.r.R. o.c. 54-66; R. A. MUSGRAVF. O.C. 67-88.

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330 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

siones reales. La participación relativa de ambos puede ser un buen índice del grado de burocratización de la administración pública o de la contribución de ésta a la efectiva creación de riqueza.

3. Los impuestos y el sistema impositivo

Como ya dijimos, los impuestos constituyen el capítulo más voluminoso de los ingresos públicos. Pero no es ésta la razón principal para que entremos en un estudio más pormenorizado de los mismos. Nos mueve sobre todo el carácter específico de la imposición, tal como quedó explicada en el apartado anterior, y los problemas morales que de ahí se derivan. El que el principio de equivalencia no sea aplicable en el campo de los impuestos obliga a plantear de inmediato cuáles son los criterios para fijar la cuantía en que cada ciudadano debe contribuir a la financiación de los gastos públicos. Esta cuestión debe analizarse en relación con la pluralidad de impuestos y de la estructura que adopta el sistema impositivo.

3.1. Criterios para distribuir la carga impositiva

Para abordar adecuadamente esta cuestión, conviene sentar el principio previo según el cual la moderna ciencia fiscal atribuye a la imposición una doble finalidad: recaudatoria y redistributiva. Si en sus orígenes fue sólo la necesidad de financiar los gastos del Estado lo que impulsó a éste a imponer determinadas contribuciones a los ciudadanos, paulatinamente la dimensión redistributiva ha ido ganando terreno como consecuencia de las crecientes desigualdades que el desarrollo económico iba generando. Aunque este principio no es suficiente para determinar los criterios que distribuyen las cargas impositivas, contribuirá sin duda a la búsqueda de los mismos.

Podría intentarse una cierta extrapolación del criterio típico de la justicia conmutativa (equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe) al campo de la fiscalidad; en este caso se fijaría a cada ciudadano una contribución global que fuera proporcional al beneficio global que recibe del Estado. Tendríamos que hablar entonces del principio del beneficio como criterio para determinar la cuantía de la obligación tributaria.

Se comprende de inmediato que tal criterio debe rechazarse, no sólo por su difícil aplicación cuantitativa (sobre todo cuando el sistema impositivo es complejo), sino principalmente porque no es consecuente con la esencia misma de la imposición, la cual

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSUMÍ» 3 3 1

excluye toda posible equivalencia. Eliminado ente, puililt» mlop-tarse el principio de la capacidad de pago: In eonliibut Ion serla proporcional a la capacidad económica de cada sujrlo liibiiliirio, medida ésta en términos de renta o de riqueza, (^níeiir* más tienen pagarán impuestos más altos; a igual capacidad, igual contribución.

Aunque este criterio es ya coherente con el concepto ilc impuesto, es cierto también que soslaya el aspecto ictlisinlnilivo de la imposición y que no tiene en cuenta el electo mil que sobre cada contribuyente tiene el desprenderse de una parle de MI renta. En estos dos puntos radica la debilidad de dicho piincipio, y ello justifica su exclusión. Entonces se abre paso un tercer chirrío: el principio del sacrificio igual. Su punto de apoyo es rl convencimiento de que la contribución proporcional supone un sacrificio mayor para el contribuyente de menor capacidad de puyo, aunque esté obligado a pagar menos que el de ingresos supeiioics, Si se opta, en cambio, por que el pago de los impuestos suponga el mismo sacrificio para todos, entonces hay que implanhii un sistema tributario que sea. progresivo, es decir, en donde la cuantía de la obligación crezca más que proporcionalmenle a la capacidad de pago de los contribuyentes. La progresividad impositiva tiene un importante efecto sobre la distribución de la renta: cuando los tributos no son proporcionales a la renta de los ciudadanos, el abanico de las rentas reduce su amplitud tras el pajto de los impuestos. Puede decirse entonces que este criterio tributario cumple efectivamente la finalidad redistributiva de que habíanlos más arriba.

En nuestra opinión, sólo un sistema fiscal progresivo será coherente con las exigencias de una elemental justicia tributaria *. De hecho, la progresividad guía todas las reformas lisíales modernas. Sin embargo, para comprender el verdadero alcance de la misma y sus posibilidades reales, es necesario tener en cuenta la complejidad de los sistemas fiscales vigentes y analizar los distintos tipos de impuestos que los componen.

3.2. Distintas clases de impuestos

Una primera clasificación de los impuestos se basa en el hecho económico que da origen al gravamen, según que éste scu la percepción de una renta, la utilización de una renta o la posesión de un patrimonio.

Se llama impuesto sobre la renta al que grava el hecho de percibir una renta o un conjunto de ellas. Cuando se considera el

Cf G. H I G U E R A . Etica fiscal, BAC, Madrid 1982. 102-1 OH

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332 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

conjunto de rentas, cualquiera que sea su origen, obtenidas a lo largo de un determinado período de tiempo (normalmente un año), se habla de impuesto general; su principal ventaja radica en la posibilidad de gravar de una vez la totalidad de las rentas de cada contribuyente, lo que permite fijar su contribución de acuerdo con la situación global del mismo y aplicar con eficacia el principio de progresividad. Por el contrario, el llamado impuesto cedular, que grava la percepción de cada renta por separado, no ofrece estas posibilidades; sí sirve, en cambio, para diferenciar el tipo de gravamen en función del origen de cada renta (superior en el caso de rentas procedentes del capital que en el de las que proceden del trabajo).

El impuesto sobre el consumo grava también una renta, pero no en el momento de ser percibida, sino en el de ser utilizada; es decir, al realizar un gasto para la adquisición de bienes o servicios. Aquí no hay posibilidad de gravar sino el acto aislado; se prescinde, por tanto, al establecer los tipos de gravamen, de la situación particular del contribuyente. Por esta razón se admite el carácter regresivo de este tipo de impuestos, en cuanto que suponen un sacrificio mayor para las personas de menores ingresos.

Por fin, el impuesto sobre el patrimonio no grava renta, sino riqueza: el patrimonio que el contribuyente posee en un momento dado. Esta forma de imposición es enormemente discutida. En contra de ella se arguye que dicho patrimonio ya se gravó en el momento de su constitución (a través del gravamen sobre las rentas que le dieron origen) y es gravado indirectamente cada vez que se gravan las rentas que genera. Muchos piensan que su única razón de ser fáctica es la creciente voracidad del Estado moderno, que siempre está buscando nuevas vías para aumentar sus ingresos. Sin embargo, no es difícil admitir que un patrimonio, por sí mismo e independientemente de las rentas que produce, es fuente de seguridad y de capacidad económica; en este sentido puede considerarse, en la moderna concepción de la Hacienda y de la imposición, como un hecho susceptible de servir de base a una contribución específica.

Esta clasificación nos pone en la pista de otra, que es la más corriente y conocida, aunque no está exenta de dificultades conceptuales: la que contrapone impuestos directos e indirectos. No es fácil establecer la delimitación neta entre unos y otros. Dos suelen ser los criterios más utilizados para ello. Según el primero, son impuestos indirectos aquellos que se establecen sin tener en cuenta la renta o la riqueza del contribuyente, y que pueden evitarse por éste con sólo evitar el hecho económico que le da origen; los impuestos directos tendrían las características contrarias: consideración de la renta o riqueza del contribuyente e imposibilidad de evitarlos. El segundo de los criterios aludidos se

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 3 3

fija en su ulterior traslación. Se llaman impuestos indirectos aquellos que el legislador establece contando con su traslación a otra persona distinta de la que realiza la materialidad del pago; aunque es el vendedor quien contribuye a Hacienda, en realidad lo que él hace no es sino colaborar en la recaudación de un tributo que hace repercutir sobre el comprador a través del precio de venta. Los impuestos directos excluyen, al menos en la intención del legislador, esta traslación. La diferencia, como se ve, no radica en la posibilidad real de traslación, sino en la voluntad del legislador al respecto.

Aunque en casos particulares la adscripción de un determinado impuesto a una u otra categoría puede resultar algo convencional, en términos generales puede decirse que son impuestos directos los que gravan la renta y el patrimonio, mientras que son indirectos los impuestos sobre el consumo.

3.3. Obligación moral de pagar impuestos

Después de todo lo dicho sobre el papel del Estado y sus responsabilidades en la vida social, no parece lícito poner en duda la obligación de todos los ciudadanos de contribuir a la financiación de estas actividades. El fundamento de la obligación moral de pagar tributos radica, pues, en la misma concepción moderna del Estado. Si éste es el responsable del bien común de la sociedad, tal tarea le ha sido encomendada por ésta, por ella misma debe ser controlada y a ella corresponde también el deber de suministrarle los recursos económicos necesarios. Esto supone, además, una inequívoca concepción del hombre como ser social, y no como mero sujeto individual desconectado de la sociedad e insoli-dario con ella. Si nos aferramos a una interpretación individualista de la sociedad (en la línea del más puro liberalismo), el Estado aparecerá más como una amenaza de la que defender al individuo que como una instancia que lo favorece y potencia al mismo tiempo que le condiciona y limita. En ese caso, todo nuestro esfuerzo se encaminaría a reducir el alcance y el carácter de las obligaciones fiscales. Pero no es éste nuestro caso; partimos, por el contrarío, de una aceptación sin resistencias del Estado como elemento indispensable para la creación y mantenimiento de un orden social justo y, en consecuencia, no podemos sino admitir la obligación moral de pagar tributos.

Al hablar de obligación moral, lo hacemos en el más estricto sentido de la palabra. Porque es sabido que en ciertos períodos de la historia ha gozado de no poca aceptación la teoría según la cual las leyes fiscales deben ser consideradas como leyes meramente penales, entendiendo por tales aquellas que sólo obligan en

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334 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

conciencia a cumplir la pena impuesta en caso de no cumplirlas y ser descubierto en la infracción9. Dos han sido los momentos históricos en que esta doctrina ha conocido mayor aceptación: primero en la Edad Media, como reacción frente a los abusos tributarios del régimen feudal; más tarde, desde fines del siglo xvill hasta entrado ya el siglo actual, como consecuencia, por una parte, del liberalismo individualista (que explica el tributo a partir del concepto de contrato bilateral entre dos peisonas privadas, el Estado y el ciudadano), y como defensa, por otra parte, ante el empuje del totalitarismo estatal (sobre todo del Estado prusiano)10. Las circunstancias históricas que rodean el florecimiento de esta postura doctrinal, la cual nunca llegó a ser unánimemente admitida por los moralistas, nos excusa de entrar en una detallada refutación de la misma", contentándonos con las razones de carácter positivo ya expuestas.

Sin embargo, esta afirmación de la obligatoriedad en conciencia de pagar los impuestos es excesivamente genérica. Porque lo problemático no se sitúa tanto respecto a la obligación en principio, sino en la determinación de la cuantía que hay que pagar. Esta cuestión es extraordinariamente delicada y compleja. Y es que, cuando se trata de la magnitud de la obligación, no puede olvidarse que la recaudación de los recursos exigidos por el Estado debe distribuirse equitativamente entre todos los contribuyentes: y es imposible pronunciarse sobre la obligación que recae en una persona sin considerar si su participación en la recaudación global es proporcionalmente justa. La cuestión remite, por tanto, a la valoración que merezca el sistema tributario en conjunto 12.

Inmediatamente abordaremos las condiciones para que un sistema impositivo pueda ser tenido por justo. Pero antes conviene detenerse algo más en el planteamiento subjetivo de la obligación que estudiamos y en las circunstancias que deben tenerse presentes para llegar a una prudente valoración en esta materia. ¿Hasta qué punto y en qué condiciones están permitidas por razones subjetivas (es decir, dando por supuesto que el sistema impositivo vigente es objetivamente justo) la ocultación o la simulación?

Entendemos por fraude fiscal la ocultación de una parte (o de la totalidad) del hecho sujeto a gravamen (compra, ingreso, riqueza) para evitar el pago de los impuestos correspondientes.

5 Sobre las "leyes meramente penales", cf J. M. DIEZ ALEGRÍA.Etica, derecho e historia. El lema iusnaturalista en la problemática contemporánea, Sapientia, Madrid 1953. 29-59; M. CUYAS. El problema de las leves meramente penales, en "An-MorSocEc" 7 (1964) 25-43.

10 Cf G. HIGUERA. Impuesto y moral en los siglos XVI v XVII, en "MisCom" 40 (1963) 5-50; G. HIGUERA, O.C.. 7-27.

11 Pueden verse en G. HIGUERA, O.C. 64-73. 12 Cf F. GÓMEZ CAMACHO. La obligación tributaria, ¿una obligación moral?, en

"RevFomSoc" 28 (1973) 355-369.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 3 5

Puesto que el término "fraude fiscal" lleva en sí una connotación ética negativa, puede usarse como equivalente éticamente neutral el de "ocultación" Hay circunstancias subjetivas que pueden justificar esta ocultación, cuando el contribuyente no está en condiciones de cumplir con la legislación fiscal por haber sido víctima de contratiempos o imprevistos (un siniestro, un accidente, un robo, incluso una ley, hasta —admiten algunos— una falta imputable sólo a él mismo). Aunque la tendencia a justificar la ocultación está bastante generalizada, no puede silenciarse la existencia de situaciones como las que acabarnos de enumerar13. Un caso bien diferente es el de la simulación: consiste en buscar una solución alternativa, legalmente admitida, en que el gravamen impositivo sea menor. En principio, tal forma de actuar suele considerarse como moralmente aceptable, con tal que el interesado se apoye en interpretaciones legales que sean admitidas por una suficiente mayoría. Un caso típico en que suele aplicarse la simulación es el de sustituir una transmisión hereditaria por una mera donación "inter vivos".

Volviendo al caso de la ocultación, algunos moralistas admiten que está justificado disminuir las cantidades declaradas en una proporción que se ajuste al uso o juicio de las personas más timoratas14. Esta postura suele fundarse en la convicción de que la ocultación es un hecho generalizado y de que existe una cierta tolerancia o connivencia del Estado al respecto. Cuando esto es así, y no es raro que lo sea, el insistir excesivamente en la obligación moral personal supone una discriminación en contra de los más delicados de conciencia. Al fin y al cabo, se trata de una obligación del individuo en cuanto miembro del cuerpo social. El individuo paga una parte de los recursos que la sociedad necesita; la cuantía de tal obligación no puede establecerse aisladamente, sino como una parte proporcional de la obligación a que tienen que responder todos y cada uno de los ciudadanos.

Hecha esta observación, conviene advertir en seguida sobre la ambigüedad inherente a esta postura: porque las posibilidades reales de ocultación se distribuyen de forma muy irregular entre los distintos grupos sociales, sobre todo en relación con la modalidad concreta de impuestos que constituye la porción más cuan-

13 Cf una exposición más amplia del tema en Ch. CARDYN-J. DEIV.IMERRE. ¿Defraudar o pagar sus impuestos?, Euramérica, Madrid 1969, 156-206. Cf también J. GOROSQUIETA, Valoración ética del fraude fiscal, en "AnMorSocEc" 37 (1975) 329-340.

14 Incluso hay quienes se atreven a cuantificar lo que sería lícito ocultar: "'No se ha de inquietar la conciencia (...) de quien al declarar sus bienes, al redactar los documentos de venta, al pagar los derechos de sucesión, etc., calla u oculta como una tercera parte de las cosas sujetas a contribución, por ser ésta frecuentemente excesiva": A. M. ARREGUI-M. ZALBA. Compendio de teología moral. Mensajero. Bilbao 195421, n 355.

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336 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

tiosa de la contribución. Un ejemplo de sobra conocido ilustrará esta afirmación: es mucho más fácil ocultar rentas que proceden del trabajo por cuenta propia que aquellas que son fruto del trabajo por cuenta ajena (que figuran en nóminas y sobre las cuales suele practicarse ya una retención en origen).

Todo esto significa, como ya insinuamos antes, que la lucha contra el fraude no puede basarse sólo en principios de ética personalista. Dicha forma de ética se revela aquí una vez más insuficiente, y no nos queda más remedio que recurrir a una ética social que aborde la moralidad global del sistema tributario.

3.4. Valoración moral del sistema impositivo

Todo lo dicho en el apartado precedente se apoya en la hipótesis de que el sistema impositivo es justo. Sin embargo, no podemos aceptar dicho supuesto como algo normal sin analizar más de cerca las condiciones exigibles para el mismo. Por lo general, este punto suele abordarse a propósito de cada tributo en particular 15. Nosotros hemos preferido analizar el tema en conjunto, por parecemos más rico en consecuencias y aplicaciones; pero, al hacerlo, nos referiremos en algunas ocasiones a tributos concretos y a las leyes que los regulan. Tres serán los pasos que distinguiremos en las consideraciones que siguen: la estructura del sistema impositivo, su aplicación, el destino que se dé a los recursos obtenidos.

En cuanto a la estructura del sistema impositivo, la primera pregunta moral que se suscita tiene por objeto la determinación de la cuantía global de la recaudación tributaria. ¿Con qué criterios se fija? Evidentemente, los recursos impositivos habrán de estar en función de las necesidades que el Estado se encargue de satisfacer. Pero éstas son tan numerosas y complejas, que es imposible fijarlas de antemano para proceder después a calcular su coste y, en consecuencia, el volumen que debe alcanzar la recaudación por impuestos. Esta no puede ser ajena a las posibilidades realistas y limitadas de los contribuyentes. El concepto de presión fiscal ofrece una aproximación cuantitativa a las mismas; por tal se entiende la relación entre los impuestos recaudados por el Estado y el producto nacional bruto. Según estudios de la OCDE referidos a 1980, la presión fiscal se cifró para España en 25,7 por 100, para Italia en 31,1 por 100, para Francia en 41,2 por 100, para Holanda en 46,2 por 100, para Suecia en 49,9 por 100. Estos datos pueden resultar engañosos, ya que no contemplan el nivel medio de vida de los diferentes países considerados. Para corregir

13 Así lo hace, por ejemplo, G. HIGUERA, O.C, 77-109, que sintetiza los requisitos para la justicia objetiva de un tributo en cuatro (siguiendo el esquema de las cuatro causas): autor, fin, objeto y forma.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 337

esta limitación suele usarse el concepto de esfuerzo fiscal; con él se mide la relación entre la recaudación por impuestos y la capacidad impositiva nacional, definiéndose esta última como la diferencia entre el PNB y el mínimo de subsistencia16. Según este indicador, España se sitúa en estos últimos años entre los países de la OCDE con esfuerzo fiscal más elevado.

Sin embargo, presión fiscal y esfuerzo fiscal, como indicadores medios que son, ocultan las variaciones en la distribución. Interesa, por tanto, dar un paso que nos permita saber cómo actúa la presión y el esfuerzo fiscales según los escalones de renta. No tenemos espacio para entrar en el aspecto cuantitativo del tema17. Pero sí es nuestra intención subrayar aquí la importancia que adquiere desde esta perspectiva la progresividad del sistema impositivo. Sabemos que la progresividad no es aplicable por igual a cualquier género de tributo. Por eso un factor significativo para calibrar la progresividad de un sistema es el peso específico que en él tienen los impuestos más progresivos. Nadie duda hoy del efecto regresivo que posee la imposición indirecta, de extraordinario valor, sin embargo, por su eficacia y flexibilidad recaudatorias. Un buen test de la progresividad de un sistema será, pues, la participación relativa de los impuestos directos y de los indirectos 18.

Pero el tema es aún susceptible de ulteriores matizaciones. De entre los impuestos indirectos son más regresivos aquellos que gravan el consumo de bienes más necesarios. El impuesto sobre la renta es, entre los directos, el que tiene mayor capacidad progresiva si la estructura de los tipos impositivos (o tanto por ciento que se aplica a cada escalón de renta) está elaborada con ese criterio. Además, para garantizar la progresividad es útil que este impuesto sea de carácter general (tal como fue definido más arriba) y llegue a representar un alto porcentaje en la recaudación por impuestos directos ".

Una exigencia complementaria del sistema impositivo es su

16 Técnicamente es muy complejo el cálculo de este indicador, sobre todo en la determinación del mínimo de subsistencia. Cf C. LLUCH. Distribución de la carga tributaria y esfuerzo fiscal, en "AnMorSocEc" 37 (1975) 113-119.

" El estudio empírico más completo para nuestro país es el de D. PERONA. Estimación estadística de la carga tributaria por escalones de renta. Aplicación al caso de España. Instituto de Estudios Fiscales, Madrid 1972; en las pp 50-127 se pasa también revista a los estudios realizados en diferentes países. Para el caso de un impuesto concreto, el de la renta, cf J. AICAIDE. Análisis del IRPFen 1970. Distribución de contribuyentes por niveles de renta v regiones geográficas, en "Hac PubEsp" 72 (1981) 215-241.

18 En el presupuesto español para 1970 los impuestos directos representaban sólo el 32 por 100 de la imposición, magnitud que se elevaba al 51,3 por 100 en el de 1979 y al 52,3 por 100 en el de 1984.

" El establecimiento del impuesto general sobre la renta de las personas físicas, como pilar fundamental de la imposición directa, es, junto con la implanta-

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338 OPCIÓN POR l.A JUSTICIA Y l.A LIBERTAD

simplicidad: ello implica una tipificación clara de las distintas obligaciones impositivas y una reducción al mínimo de las exenciones fiscales; todo ello dificultará cualquier intento de escapar al deber fiscal, amparándose en la complejidad y falta de comprensibilidad de una legislación que se preste a múltiples interpretaciones.

El sistema tributario puede tener una estructura digna de todos los elogios, pero fallar luego en su aplicación. Esta se halla muy vinculada a la existencia de una administración fiscal bien dotada y eficaz, capa/ de controlar las declaraciones y actuar con agilidad; que goce, al mismo tiempo, de la confianza de todos y no aparezca como cómplice o encubridora, más o menos directa, del fraude de muchos. Hn esta línea puede situarse también la existencia de instrumentos que permitan una actuación eficaz. Entre ellos puede citarse la posibilidad legal de investigar las cuentas bancarias por parte de la Hacienda, así como la publicidad de las listas de contribuyentes. Ambas medidas son objeto de fuertes polémicas y se justificarían en aras de la situación tan deteriorada que se pretende corregir. Entre las medidas de carácter punitivo hay que mencionar el delito fiscal, que somete a la competencia de los tribunales de justicia las prácticas defraudatorias, las cuales pueden ser castigadas no sólo con sanciones pecuniarias, sino también con privación de libertad.

Por último, un juicio global del sistema tributario exige contemplar el destino de los recursos recaudados. Ya tratamos más arriba cómo se puede hacer la distribución de los mismos y en función de qué objetivos. Nos resta ahora una alusión a un tema que está revistiendo en los últimos años no poca actualidad: la llamada objeción fiscal, que se está practicando en relación con los gastos destinados a defensa militar en los presupuestos nacionales. Consiste en detraer de la contribución sobre la renta un porcentaje igual al que representan los gastos de defensa en los gastos totales de la nación y destinarlos a una institución con fines pacifistas o humanitarios. Sin entrar en el complejo problema del desarme y sus implicaciones éticas, hay que comenzar reconociendo el sentido profético de tal comportamiento: su eficacia social en la tarea de educar para la paz y de construir la paz20.

ción del impuesto sobre el valor añadido como base de la imposición indirecta, el logro más importante de la reciente reforma fiscal española. Cf J. V. SEVILLA. Estructura de las reformas tributarias contemporáneas, en "HacPubEsp" 56 (1979) 31-49. con interesantes observaciones sobre la progresividad de la imposición sobre la renta. Sobre la reforma española, cf también AA. VV., Reforma del sistema fiscal español, en "BolEstEc" 99 (1976); G. HIGUERA. Aspectos éticos de la reforma tributaria actual, en "Moralia" 1 (1979) 217-233: ID. O.C. (nota 8), 119-146; J. ANTÓN y otros. Reforma fiscal: un balance, en "PapEconEsp" 6 (1981) 170-194.

20 Cf L. CICCONF. L'obiezione fiscale alie spese militari. Aspetti morali. en "AggSoc" 35 (1984) 189-212.

l.A ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 3 9

No se nos ocultan, sin embargo, ciertas contraindicaciones: el precedente que se establece, por ejemplo, de que cada ciudadano se convierta en juez efectivo de los gastos que hace el Estado; la incidencia que puede tener esta práctica en la tendencia tan generalizada a excusar el pago de impuestos o disminuir su cuantía. No obstante, y dada la trascendencia de la carrera armamentista, no debe minusvalorarse el carácter de signo de la objeción fiscal.

4. La seguridad social y la crisis del Estado de bienestar

Si hasta ahora nos hemos detenido en el análisis de los ingresos públicos, ya dejamos claramente formulada nuestra convicción de que un juicio global sobre la actuación económica del Estado no podía prescindir del destino y uso de los recursos recaudados. No podemos recorrer todas las formas posibles de esta utilización. Hemos optado, en cambio, por explorar uno de los campos más significativos del gasto público: el de la seguridad social. Su importancia se explica no sólo por el volumen que alcanza, sino sobre todo por ser la mejor expresión de esa concepción del Estado que está en la base de todo el progreso socioeconómico de las últimas décadas: el Estado de bienestar. Pero, además, los graves problemas que afectan a la seguridad social hoy son un magnífico exponente de la crisis que atraviesa el citado Estado de bienestar.

4.1. La seguridad social: desde la historia hasta el concepto

La seguridad social tiene su antecedente más remoto en la antigua asistencia social21. Pero ésta era una actividad no organizada, fruto de la caridad y de la preocupación por socorrer a las personas que vivían en la miseria. La asistencia responde bien a una concepción solidaria de la sociedad, en donde no existe el derecho reconocido a ver satisfechas ciertas necesidades, pero sí es generalmente aceptado el deber, que grava sobre todo a los más ricos, de acudir en ayuda de los pobres. La contribución de la Iglesia a mantener viva esta conciencia y a establecer cauces organizados para hacerla efectiva es indiscutible a lo largo de muchos siglos de historia. Pero todo esto se sitúa en un contexto histórico bien diferente del nuestro, en donde el concepto de "po-

21 Cf E. MUT REMOLA. Evolución de la Seguridad Social en España, en "Revlb SegSoc" 21 (1972) 1057-1124, en especial 1058-1070.

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340 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y I.A LIBERTAD

bre" tiene contenidos y resonancias que a nosotros nos cuesta hoy comprender22.

El paso de la asistencia a la previsión supone un cambio en la actitud del beneficiario; ya no se limita a recibir, sino que toma la iniciativa a través del ahorro individual, con el que constituye un fondo para hacer frente a las eventualidades futuras21. Cuando ese ahorro es entregado a otra persona o institución, la cual se compromete a cubrir los riesgos que el ahorrador puede correr, entonces estamos ya en el concepto moderno de seguro; la prima que satisface el asegurado le da derecho a una eventual ayuda por parte del asegurador en caso de siniestro. Los seguros sociales son una variante del seguro en general, cuyo rasgo específico consiste en que el pago de la cuota o prima no corre por cuenta exclusiva del asegurado, sino del que lo contrata como trabajador.

Con los seguros sociales estamos ya muy cerca de la seguridad social, tal como se entiende modernamente. Para pasar de aquéllos a ésta es menester que se produzca una unificación del sistema de seguros que cubren riesgos diversos; el sistema resultante pretende hacer frente no a esos riesgos dispersos, sino a una situación de necesidad global24. Para comprender mejor la diferencia hay que analizar los dos modelos históricos de seguridad, de los que sólo al segundo cabe aplicar con toda propiedad el término de seguridad social.

El primero de ellos, que obedece mejor al sistema de seguros aislados, se conoce con el nombre de modelo bismarckiano o profesional. Se suele considerar el discurso de Bismarck de 1881 en el Parlamento alemán como su acto fundacional. La implantación de este modelo responde a la conciencia generalizada de la extrema miseria y desamparo en que se encuentra el proletariado industrial. Su establecimiento es gradual, por razones comprensibles; paulatinamente se va haciendo frente a los riesgos más importantes a que está sometida la clase obrera (comenzando por los de enfermedad y accidente), con la peculiaridad de ser, por tanto, un sistema de protección basado en la relación laboral25.

La rápida expansión de este sistema condujo a una compleja

22 Cf M. MOLÍ AT. Les pauvres au Moven Age. Elude soeiale, Hachette, París 1978.

23 La institución que ya desde antiguo se venia encargando de esta previsión social era la cofradía; su originario carácter parroquial evolucionó luego hacia formas profesionales vinculadas a los gremios. Cf A. RlJMEU. Historia de la previsión social en España. Cofradías-Gremios-Hermandades-Montepíos. Edit. Revista Derecho Privado. Madrid 1944.

24 Cf L. E. VII.I.A-A. DESDENTADO. Manual de Seguridad Social. Aranzadi, Pamplona 1977, 26-28.

25 Cf M. ALONSO OLEA. Cien años de Seguridad Social, en "PapEconEsp" 12-13 (1982) 107-116; G. PERRIN. Reflexiones sobre cincuenta años de Seguridad Social, en "RevIntTrab" 79 (1969) 281-328.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 341

organización y, por fin, a un replanteamiento del mismo. A ello contribuyó también la profunda crisis que azotó la economía mundial en la década de los treinta y la necesidad inaplazable de arbitrar políticas de reactivación. El texto programático de lo que hemos llamado segundo modelo (modelo beveridgiano o universal) es el informe de lord Beveridge al Gobierno inglés en 1942, al que ya se había adelantado por razones políticas la "Social Security Act" norteamericana de Roosevelt en 193526. Las propuestas de este informe, que configuran el nuevo modelo, se sintetizan en las "3 U": universalidad de la población beneficiada (acabando con el carácter profesional o laboral), unidad de régimen que recoja todos los riesgos, uniformidad de prestaciones (que garantice un nivel mínimo, igual para todos).

Los dos modelos descritos, aunque difieren en puntos esenciales, en la práctica no existen independientes y en estado puro. Los regímenes vigentes son una mezcla de ambos, en los que siempre se percibe el esfuerzo por adecuarse en casi todo al ideal trazado por Beveridge (quizá el principio de uniformidad es el que, aun intencionadamente, está más lejos de alcanzarse). Esta evolución desde un modelo a otro ayuda a comprender la seguridad social como una actividad compleja en que el Estado pretende plasmar su responsabilidad de atender al bienestar social de la sociedad. Superado ya el planteamiento de los riesgos, se aspira a ofrecer al ciudadano un nivel de prestaciones sobre la base de un derecho que le ha sido reconocido como persona humana al margen de la contribución que pague con esa finalidad particular27.

Esta nueva concepción cuestiona el sistema de financiación en doble sentido. En primer lugar, el sistema de reparto se impone al de capitalización (más propia de la previsión privada), cambio que ya viene consolidándose desde antiguo y que es expresión del principio de solidaridad en la medida en que son los sanos los que mantienen a los enfermos, los que tienen trabajo a los que carecen de él, etc. Pero es, sobre todo, la solidaridad intergeneracional la que actúa en el caso de las pensiones de vejez, ya que éstas se financian con las aportaciones de las generaciones en activo28. En segundo lugar, este modelo de seguridad social cuestiona el sistema de financiación por cuotas, pagadas por el trabajador y por la empresa que lo emplea, y favorece la financiación impositiva a

26 Social Insurance and Allied Services. Repon by sir William Beveridge. Lon-don 1942. Existe un segundo informe menos conocido, aunque de enorme interés: Full Employment in a Free Society, London 1944.

27 Tal derecho está incluido en la "Declaración Universal de los Derechos Humanos" de la ONU en 1984 (arts. 22, 23 y 25) y en el "Pacto Internacional de Derechos Económicos y Sociales" de 1966 (arts. 9, 10 y 12).

28 Cf A. DE PEREDA. La opción capitalización-reparto en la financiación de la Seguridad Social. Consideraciones ideológicas y repercusión en la función redistri-butiva. en "AnMorSocEc" 38 (1975) 479-497.

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342 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

través de transferencias procedentes del Estado; este cambio, que tiene su razón de ser en el carácter cada vez menos profesionalizado del modelo, evitaría la discriminación que hoy se da contra aquellas empresas intensivas en trabajo; se dice, y con razón, que la cuotas a la seguridad social, al encarecer el factor trabajo, actúan como desestímulo frente a la creación y al mantenimiento del empleo29.

4.2. Las funciones de la seguridad social

Si este breve recorrido histórico nos ha valido para comprender la evolución de la seguridad social, habremos caído en la cuenta de lo extremadamente complejo de esta institución. Todos los autores coinciden en señalar ese carácter dinámico y abierto de la seguridad social que le hace estar en continuo cambio y siempre ampliando el ámbito de sus funciones. En este momento pueden sintetizarse en cuatro dichas funciones. Su enumeración nos ayudará a calibrar mejor en qué grado de desarrollo se encuentra hoy la seguridad social10.

La primera de sus funciones consiste en la protección de la salud, la más tradicional y la mejor definida. En segundo lugar, la seguridad social garantiza el mantenimiento del nivel de vida, ya sea mediante una renta de sustitución (cuando la renta normal del trabajador se suspende temporal o definitivamente: pensiones de invalidez, desempleo, jubilación), ya mediante una renta de compensación (para completar los ingresos normales cuando éstos son insuficientes, como ocurre en el caso de las cargas familiares). La tercera función es la garantía de un mínimo de subsistencia, y es aquí donde la seguridad social asume el papel tradicio-nalmente reservado a la asistencia y a la beneficencia, y donde, por otra parte, más se rompe el vínculo entre cotización y prestación. Por fin, cada día adquiere una relevancia mayor la adaptación y valorización de los recursos humanos como nueva función de la seguridad social: se aplica especialmente al caso de desempleo y supone que, además de una prestación económica, el que se encuentra sin trabajo está necesitado de una auténtica reconversión a otras formas de actividad productiva. Pero se aplica también a la tercera edad y al complejo problema humano de la jubilación, así como a la readaptación de minusválidos.

29 Muchos autores se inclinan además a pensar que las cotizaciones tienen en el fondo naturaleza de impuestos de carácter indirecto; cf, por ejemplo, L. GONZALO. Naturaleza jurídieo-económica de la imposición social, en "AnMorSocEc" 38 (1975) 465-477.

J0 Cf G. PERRIN. Racionalización y humanización, dos objetivos prioritarios para una reforma de la Seguridad Social, en "PapEconEsp" 12-13 (1982) 481-496.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 3 4 3

En relación con este punto hay que hacer siquiera una breve alusión a la capacidad redistributiva de la seguridad social. En algún tiempo se ha querido ver en este complicado organismo un eficaz instrumento de redistribución de la renta. Hoy se duda de tal virtualidad en el sentido estricto del término, es decir, cuando se aplica a categorías de rentas desiguales (redistribución vertical), aunque la universalización del sistema ofrece ciertas posibilidades con tal de que se supriman las bases máximas de cotización, que tienen un efecto claramente regresivo. Más positiva es la opinión en cuanto a la redistribución horizontal, entre distintos grupos de beneficiarios (sanos y enfermos, activos y no activos involuntarios, etc.), gracias al régimen de reparto ya aludido; pero no siempre la redistribución se hace en el sentido deseado (caso de ciertos regímenes especiales deficitarios, etc.)31.

4.3. La crisis actual de la seguridad social

Si la seguridad social tuvo una espectacular expansión en la época del desarrollo tras la segunda guerra mundial, hoy está sumida en una profunda crisis Ante todo, la crisis es consecuencia de ese crecimiento exorbitante que ha sufrido como la mejor expresión del Estado de bienestar. Pero las crisis es efecto también de la misma crisis económica general que afecta a la economía toda, como signo quizá de la inviabilidad del modelo de bienestar. Ni la crisis de la seguridad social es comprensible sin tener en cuenta la crisis económica general, ni tampoco ésta sin aquélla; ambas se relacionan entre sí y se refuerzan32.

En efecto, la crisis económica se ha proyectado sobre la seguridad social principalmente a través de tres factores. Ante todo, mediante una desaceleración del crecimiento del PIB, que, al no ir acompañado de un frenazo correlativo de los gastos de la seguridad social (sometidos a una inercia difícil de controlar) y al reducir la capacidad contributiva de los cotizantes, provoca déficits crecientes en sus cuentas y un recurso angustioso a la financiación del Estado, cuyas finanzas atraviesan también una coyuntura extremadamente delicada. El desempleo estructural es un segundo factor que aumenta los gastos por prestaciones y disminuye

" Cf P. GARCÍA DE LEANIZA, Seguridad Social y redistribución de la renta, en "RevIbSegSoc" 22 (1973) 503-530; L. E. VILLA. La financiación de la Seguridad Social y el reparto de la carga tributaria, en "AnMorSocEc" 38 (1975) 435-463; L. E. VILLA-A. DESDENTADO, O.C, 102-110.

32 Cf E. FUENTES QUINTANA y otros, Estrategia para un tratamiento de los problemas de la Seguridad Social española, en "PapEconEsp" nn. 12-13 (1982) 20-106, especialmente 20-26; M. RODRÍGUEZ PINERO. La Seguridad Social ante la crisis económica, en "FapEconEsp" 12-13 (1982) 139-154; VARIOS, ¿o Seguridad Social, en una encrucijada, en "RevIntTrab" 99 (1980) 139-152.

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344 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y I.A LIBERTAD

los ingresos por cotizaciones, poniendo en cuestión además un sistema que no estaba concebido para hacer frente a esta modalidad de desempleo. Por fin, la inflación, como en casi todos los ámbitos de la actividad económica, distorsiona el normal desarrollo de la seguridad social, esterilizando cualquier proceso de capitalización y obligándole a modificar continuamente sus prestaciones monetarias y a hacer frente a las reivindicaciones de sus beneficiarios suscitadas por el contexto inflacionista.

Pero existen otros factores no derivados de la crisis económica directamente, que contribuyen a agravar la critica situación de todo el sistema. Nos referimos ante todo al profundo cambio experimentado por la demografía en todos los países occidentales, con una drástica reducción de la natalidad y un aumento de la esperanza de vida; tales circunstancias modifican la relación entre cotizantes y beneficiarios y plantea graves problemas en el campo de las pensiones de jubilación, que se unen a los ya aludidos del seguro de desempleo13. En segundo lugar, hemos asistido a un enorme aumento del coste de las prestaciones, que afecta sobre todo a tres capítulos de las mismas: las pensiones de jubilación, por las razones ya aludidas; las de carácter sanitario, por la complejidad cada vez mayor de la asistencia médica y hospitalaria34; las derivadas del desempleo35. Finalmente, y saliéndonos ya del terreno económico estricto, la seguridad social está siendo víctima de su propio crecimiento, no siempre racionalizado y planificado, que la está convirtiendo en una complicada organización de eficacia dudosa, lastrada por un enorme peso burocrático, deshumanizada y deshumanizadora.

Dijimos también que la seguridad social ha contribuido a la crisis económica general. Dicha contribución tiene su mejor expresión en el aumento de los costes laborales que su propio crecimiento ha propiciado. En una crisis que se caracteriza precisamente por el paro, la circunstancia aludida es una causa más de reducción de mano de obra y su sustitución por otros factores más baratos. Esto ocurre sobre todo en aquellos regímenes cuya financiación recae principalmente sobre las empresas y los trabajadores, en los que la financiación pública es escasa.

" Algunos propugnan, por esta razón, una vuelta al régimen de capitalización en que cada generación haría frente independientemente a sus propias necesidades. Cf N. KEYFITZ. Las razones de los problemas de la Seguridad Social, en "HacPubEsp" (1981) 268-280; A. DIIRÁN, Pensiones en España: presente y perspectivas de futuro, en "PapEconEsp" 12/13 (1982) 264-286: A. LÓPFZ-J. VFGANZO-NFS. Fondo de pensiones, en "PapEconEsp" 12/13 (1982) 287-296.

34 Cf para todo este tema: J. M. CABASES. Economía de la salud y política económica sanitaria, en "BolEstEc" 118 (1983) 7-20: A. DURAN, Tendencias recientes en el control del gasto social en prestaciones sanitarias, en "BolEstEc" 118 (1983) 21-42.

" Cf A. DFSDFNTADO-I. CRU7. Las prestaciones del desempleo ante la crisis. en "PapEconEsp" 12/13 (1982) 317-334.-

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA SISTEMÁTICAMENTE CONSIDERADA 345

4.4. ¿Perspectivas?

Existe unanimidad en pensar que la seguridad social atraviesa una coyuntura que exige un replanteamiento radical de la misma. Terminaremos este capítulo sugiriendo algunas pistas que creemos pueden orientar cualquier reforma. Lo hacemos, como hemos procedido en todo lo que antecede, desde una óptica más ética que técnica.

Efectivamente, el nivel de prestaciones alcanzado es extraordinariamente rico. Pero ello significa ya un punto de "no-retorno", unas conquistas a las que no se puede renunciar. Es éste un presupuesto básico para todo lo que sigue.

Dicho presupuesto no significa que sea imposible adoptar una política de reducción de gastos. Pero ella debe orientarse hacia una progresiva eliminación del fraude (tanto entre funcionarios como entre beneficiarios), hacia una racionalización organizativa y de las prestaciones, hacia un mejor funcionamiento, en suma, de todo el complejo.

El tema de la financiación debe abordarse también con una preocupación prioritaria por el saneamiento de los ingresos ya establecidos. Y aquí de nuevo hay que mencionar el fenómeno del fraude en las cotizaciones, que parece alcanzar cotas muy elevadas. A la larga, sin embargo, habrá que plantear la necesidad ineludible de un aumento de los ingresos. Por razones de solidaridad y para no perjudicar más la creación y mantenimiento del empleo, tal incremento de la financiación deberá proceder de los presupuestos del Estado, aunque para ello se establezca alguna forma de afectación de impuestos (se ha propuesto en algunos casos vincular la financiación de la seguridad social a la recaudación del impuesto sobre el valor añadido).

Es necesario abordar sin más demora la humanización de la seguridad social, tanto en sus objetivos como en sus métodos. Cada vez es más patente que las prestaciones monetarias exigen un complemento en casos como el desempleo o la tercera edad. Es más, que dichas prestaciones pecuniarias podrían reducirse si se acompañaran de una preocupación efectiva por la revalorización y potenciación de sus beneficiarios.

Por último, hay que reconocer que la crisis de la seguridad social está suscitando importantes preguntas acerca del Estado de bienestar social y la posibilidad de que haya alcanzado, y aun superado, su techo natural. Aun reconociendo los valores de éste como alternativa a la solución liberal pura, creemos deben abordarse estas nuevas cuestiones: ¿No es deshumanizador este"pater-nalismo" estatal, y no sólo por circunstancias derivadas del mismo (como podría ser la burocratización ya mencionada), sino por su

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346 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

esencia? ¿No estamos eliminando la capacidad previsora del hombre, al descargar en el Estado todas las responsabilidades al respecto? ¿No estamos atentando contra la iniciativa personal, limitando drásticamente sus posibilidades? ¿No es el mismo fenómeno de la llamada "economía irregular" un toque de atención frente a esta hipertrofia del Estado?36 Un nuevo equilibrio entre lo público y lo privado parece se está exigiendo como consecuencia de todo lo dicho.

36 Por economía irregular (subterránea o sumergida) se entiende el conjunto de actividades que se sitúan al margen del y escapan al control del Estado y su legislación. Estas actividades suponen una fuerte discriminación contra la economía regular. Sin embargo, antes de hacer una condena tajante de aquélla conviene escuchar el mensaje que lleva implícita sobre la inviabilidad de una economía tan condicionada por el Estado. Cf de entre la abundante bibliografía. AA.VV.. Economía subterránea, en "BolFstEc" 37 (1982) 425-567: AA.VV.. Economía subterránea, en "InfComFsp" 587 (1982) 81-117: AA.VV.. La economía irregular. Generalitat de Catalunya. Barcelona 1983: J. GOROSQUIETA, La economía sumergida, en "RyF" 207 (1983) 64-73.

TERCERA PARTE

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES

por Gonzalo Higuera

1. Socio-economía y ética 2. Destino universal de los bienes para el hombre 3. Necesidad, derecho y deber del trabajo para el hombre 4. Apropiación - Propiedad de los bienes por el hombre 5. El contrato de trabajo 6. Consideraciones finales

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CAPÍTULO 1

Socio-economía y ética

El hecho socio-económico es tan antiguo como el propio hombre. Surge de la misma racionalidad social o, si se prefiere, con otro matiz de acentuación, de su misma socialidad racional, que, al tiempo, se ve impactada o impacta la postura que se toma ante los bienes naturales que rodean al hombre, frente a los cuales no le queda más remedio que reaccionar necesariamente como tal, es decir, razonable y volitivamente, para subsistir y progresar.

La actividad económica del hombre puede adoptar, tópica y crónicamente, una generosa pluralidad de concreciones específicas en la inmediata realización u obrar económico. De ahí la multiplicidad de posturas socio-económicas, reales e ideológicas, a lo largo de la historia.

Pero todas deben apoyarse, como base común, en un mínimo ético, tan imprescindible en nuestro sector socio-económico como en cualquier otro campo del obrar humano. No se puede admitir una excepción. Sencillamente porque la socio-economía es un quehacer del hombre que, en cuanto tal, ha de someterse a la oportuna valoración ética de racionalidad y bondad.

Ello implica que toda realidad socio-económica, tanto la y¡i existente como la que se pretende instaurar, requiere el contraste, al menos implícito, con unos mínimos éticos, que permitan detei minar si un sistema socio-económico concreto resiste, sk|ti¡eni nen en un nivel mínimo, el test al que toda actividad humana, intllvi dual o social, debe someterse para contar con un respaldo iiinnil

Los intentos de estructuración de la respuesta a cómo IIPIH comportarse el hombre en el sector particular de la mllvltl»! •• cio-económica han proliferado a lo largo de las distintn* r»' históricas, viéndose afectados por las respectivas clivii" ' vigentes, ya que, en definitiva, su misión era facilitar H • sobre la eticidad de un determinado sistema, ieehn/rtiiit< paldándolo, o bien, más generalmente, estableciendo lili ción que limara aristas inaceptables o rellenase ilriiinili cíos éticos, propios de toda realización hiimimu. miitii • pre imperfecta.

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350 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

La época transicional en que vivimos ofrece intentos reestructúrales éticos, plurales y polifacéticos, del sector socioeconómico. Hacemos mención de cuatro botones de muestra, deteniéndonos, por fin, en el que nos parece más adecuado como base y contraste.

1. La justicia y el derecho

Un primer intento insiste en la estructuración ética en torno a la virtud de la justicia y del derecho; permanece adherido a la formulación del séptimo precepto decalogal "no hurtarás", si bien positivizado enunciativamente y relacionado con todo tipo de bienes, para evitar los compartimentos estancos éticos y elevarse sobre los mínimos exigibles. Se evitarían con todo ello las acusaciones contra la moral de los últimos tiempos (siglo y medio o dos siglos), y la formulación quedaría expresada de esta forma: darás a cada uno (individual y socialmente) más de lo que le corresponde, más de lo justo, generosamente, en toda clase de bienes: materiales, de cultura, de formación, etc.

Pero, en esencia, el esquema de este primer intento es fiel a la sistematización agrupada en cuatro haces: dos positivos y dos negativos.

Positivamente estudia la justicia y el derecho, con todas las diferentes problemáticas que surgen en su entorno. Pasa en seguida a mostrar los modos de realizar en la práctica la justicia y el derecho a niveles mínimos, aunque no se excluyan necesariamente, según se ha indicado, niveles de mayores exigencias éticas.

En realidad, quedaría así agotado el esquema; pero, pedagógicamente, se vuelven a tratar las dos primeras partes desde la perspectiva negativa, poniendo de relieve el desorden ético que suponen los ataques e incumplimientos de la justicia y el derecho, con la obligada consecuencia ética de restaurar las violaciones cometidas contra la justicia: injusticias (in-justitia), y contra el derecho: injurias (in-ius), por medio de la restitución de bienes o la reparación de daños en pausada detención que llega hasta tocar y aun traspasar límites casuistas.

Esquemáticamente, este intento puede mostrarse de la forma que aparece en el cuadro de la página siguiente.

A este esquema, equívocamente, se le suele denominar tradicional. Pero no podemos llamar ni reducir la moral tradicional a la de los siglos xvm y XIX, como se viene haciendo y entendiendo normalmente. Mayores títulos para que se considere tradicional los ostenta la época de los siglos xvi y xvn, cuando el tratamiento de la moral adquiere especificidad propia, precisamente por desga-jamiento del derecho canónico, y se comienza a construir con in-

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 3 5 1

PRIMERA PARTE: SEGUNDA PARTE

TERCERA PARTE: CUARTA PARTE:

La justicia y el derecho en general Modos de tener justicia y derecho

a) Modos originarios b) Modos derivados

a') Sucesión hereditaria b') Contratos (negocios jurídicos)

a") En general b') En particular

Injusticias e injurias Modos de restaurar la justicia y el derecho a) Restituir bienes b) Reparar daños

dependencia en torno al humanismo y a los problemas socioeconómicos renacentistas en tratados siempre bajo títulos como De iustitia et iure, De iure et iustitia, De iure, De iustitia, De con-tractibus, etc.

Actualmente se siente alergia por parte de los moralistas socio-económicos a desarrollar este esquema, en franca decadencia. Inexactamente llamado tradicional, como acabamos de mostrar, conlleva desvalores, como juridismo, y otros más genéricos, como el de minimismo moral, con importantes secuelas; aislacionismo con relación al resto de los sectores éticos, sobre todo al ético-político; marcado individualismo; excesivo casuismo, etc.

De todas formas, es de justicia recordarlo por consideraciones históricas y dentro de una visión de conjunto, y porque hay facetas aprovechables, como, por ejemplo, la relativa a la restitución y a la reparación, que no han sabido o podido encajar aún estructuraciones posteriores, en las que se revela esta notable laguna.

2. El precio

El segundo esquema gira alrededor de un solo punto: el precio. Eminentes economistas, de talla internacional incluso, comprenden con facilidad que es necesario sanear moralmente el mundo socio-económico en todos sus estratos. Y lanzan a la ética su preocupada solicitud. Hallemos quien sepa determinar el precio justo para humanizar y purificar la economía.

Pero la ética devuelve la solicitud, aunque acotada de alguna manera, razonando que la determinación del precio justo en concreto es una tarea que corresponde a la ciencia económica, y que desde el observatorio ético sólo se pueden dar directrices muy generales y relativas.

Desde luego, el redescubrimiento de la sintonía o imprescindible hermandad entre ciencia socio-económica y ética encierra una

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352 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

potente virtualidad purifícadora para el mundo económico en todos sus niveles privados o públicos: empresariales, nacionales e internacionales. Por otra parte, los siglos xvi y xvn, entre otros puntos, se empeñaron con insistencia y profundidad en estudiar y señalar los hitos para el establecimiento del precio justo.

Precio justo de todo: del capital, del trabajo y del objeto producido/servicio prestado, en la triple consideración clásica del precio legal (señalado por las leyes y otras disposiciones jurídico-positivas), convencional (libre y voluntariamente determinado por las partes) y vulgar (el que ordinariamente se tiene como justo por los habitantes de determinada región y/o tiempo).

Intuitivamente, podemos representar esta sistemática en un cuadro de la forma siguiente:

PRECIO JUSTO

a) Del trabajo

b) Del capital

c) Del objeto producido "• y/o del servicio prestado

( legal | convencional l vulgar

[ legal l convencional [ vulgar

í legal < convencional [ vulgar

La importancia purificadora de estructurar la moral socioeconómica alrededor del precio justo, sobre todo en relación con los sistemas socio-económicos extremos de nuestra época —el liberal capitalismo puro y el socialismo económico marxista— se manifiesta ejemplificando, con relación a la determinación del precio, el modo de operar en una hipotética empresa que haya tenido un producto bruto de 100 unidades monetarias en el último ejercicio anual, según se decida por uno u otro de los supuestos siguientes:

Supuesto A

Precio o retribución justa del

Gastos de explotación (todos).

Total

El resto hasta 100 se atribuye al capital como precio del mismo

30 30

~m

40

Too"

Supuesto B

Precio o retribución justa del trabajo

Gastos de explotación (todos). Precio o retribución justa del

30 30

30

"90"

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 353

En el supuesto A no sobra nada, sencillamente porque pagado lo justo al trabajo y satisfechos los justos gastos de explotación (incluyanse amortizaciones, impuestos, seguros, etc. —se ha indicado expresamente que todos—), el remanente se. atribuye al capital de forma automática, sin que, en consecuencia, se haya tenido que calcular su precio de forma expresa.

En el supuesto B sobran diez, que en la hipótesis A se atribuyen sin más al capital. ¿A quién corresponden, en justicia, esas diez unidades monetarias que aquí sobran? O, de otra manera, ¿por qué sobran? Puede darse ético-económicamente una doble respuesta:

a) De ninguna manera son sólo del capital o sólo del trabajo, a los que, por hipótesis, ya se les ha pagado lo justo. Propor-cionalmente, esas diez unidades habrá que distribuirlas entre capital y trabajo, según módulo proporcional, que también habrá de determinarse en justicia.

b) Si sobran es porque el consumidor está pagando más de lo justo por el objeto o servicio que adquiere, vendido a mayor precio del debido, y que habrá que rebajar hasta el nivel adecuado.

A partir de aquí la ayuda de la ética socio-económica no puede soslayar la justa problemática de la amortización tratada en concreto; del precio justo del dinero-capital (siempre entendido como fruto del trabajo ahorrado, no consumido), según se trate de acciones, obligaciones, préstamos hipotecarios, etc.; de la autofi-nanciación en sus distintas posibilidades; del riesgo posible; de la importancia del servicio que se presta al bien común y de tantos otros parámetros económicos y monetarios.

Y también, de modo especial, valorar el sentido ético-económico del itinerario para señalar el precio justo del objeto o servicio ofrecidos en el mercado.

Podemos indicar elementalmente dos posibles: a) Uno será calculando los costes, en su sentido más amplio y genérico, del trabajo, capital y gastos de explotación, dividiendo el total por el número de unidades producidas o servicios prestados, con lo que se obtendrá justamente el precio partiendo de los costos. Así nunca habrá problemas éticos de sobrantes, porque no se producirán. b) Otro modo se reduce a calcular el precio, no tanto partiendo de los costos cuanto de la cantidad que el consumidor se prevé está dispuesto a pagar por el objeto o servicio que adquiera, después de haber realizado un detenido estudio de marketing, psicología mercantil, circunstancias concretas y demás variables del momento. Con arreglo a todo ello, fijar el precio, que, por supuesto, siempre será superior al que se hubiera obtenido partiendo estrictamente de los costes. Y, en consecuencia, salvo excepciones que introduzcan la nula o poca importancia para las necesidades vitales del objeto o servicio, así como la corrección

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354 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de una competencia existente (descartados monopolios, oligopo-lios, cárteles y parecidas conductas en el mercado), el peligro de injusticia es difícilmente evitable, sobre todo para el consumidor, que pagará más de lo debido.

Pero tampoco seguiremos por el camino de este esquema del justo precio en la construcción de una ética socio-económica, porque, al lado de la enorme ventaja de ser económicamente exhaustivo, y precisamente por eso, requeriría un espacio y una es-pecialización ético-socio-económica que rebasan con mucho el marco del presente volumen. Por otra parte, lo fundamental de esta estructuración —la radical ética del precio— no podemos menos de hallarla en los restantes proyectos y, de modo especial, en el que adoptaremos de forma definitiva, con lo que se evita la extensa complejidad sin dañar la fundamentalidad esencial.

3. El proceso económico

La tercera posibilidad, en nuestros días, de un desarrollo aceptable de la ética socio-económica es sencillamente la que recoge las etapas esenciales del proceso económico (producción, distribución, consumo), con las fundamentales integrantes de cada una de ellas, e irlas valorando éticamente.

Requiere, aun en su simplificación más drástica, conocimientos económicos profundos y extensos, una verdadera especializa-ción de economista. Esta posible sistematización la representa J.-M. Aubert en su obra' por medio del esquema que se reproduce en la página siguiente, y en el que nos hemos permitido retocar algunos pequeños detalles.

4. Conclusión

Por último, la cuarta posibilidad es fruto de una elemental experiencia. Consiste en seleccionar unas ideas fundamentales capaces de ser admitidas por todos los hombres en su calificación ética sin mayores excepciones espacio-temporales. Una vez logrado ese sustancial acuerdo ético en el punto de partida, se contemplan las concreciones de la socio-economía en las ideologías de sistema y/o en sus realizaciones prácticas.

Si un sistema socio-económico concreto, proyectado o real, resiste la confrontación ética de los principios fundamentales hallados por cumplir sus exigencias, tal sistema socio-económico será aceptable éticamente. Pero, si no resiste la prueba, habrá de rechazarse.

1 J.-M. AUBERT. Moral social para nuestro tiempo. Herder. Barcelona 1981:. 20.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 355

TRABAJO

PRODUCCIÓN (EMPRESAS)

*v í v

/Amortizaciones ^ Inversiones

y — . " p

Préstamos subvenciones

\ \ \

compras

ventas SOCIEDAD

Impuestos ^

}\ y RETRIBUCIONES

al trabajo al capital

i I

Ahorro

I l

Impuestos

I I I I I l

Subsidios sociales

GASTO-CONSUMO (Personal-familiar, etc)

->• Flujo físico (bienes, servicios, trabajo)

•*" Flujo monetario

Naturalmente que, para la convergencia en el punto de partida, las ideas y realidades que se escojan necesariamente han de ser muy genéricas. De máxima extensión y de mínima comprehensión conceptual.

Seleccionamos cuatro de tales ideas y realidades para su estudio ético socio-económico. La primera se refiere al destino universal de los bienes o cosas de que se sirve el hombre, tesis en la que todo el mundo está de acuerdo. La segunda realidad en la que hay convergencia es la relativa a la necesaria apropiación de las cosas por el hombre para poder subsistir y perfeccionarse como tal. La tercera realidad socio-económica que se impone con unanimidad es la necesidad de trabajo para un necesario uso-apropiación en íntima interrelación y de la que brota el genérico fenómeno de la propiedad. No se puede ir directamente del uso de las cosas a la apropiación-propiedad, si no media una actividad humana o trabajo. Y, en cuarto lugar, reflexionamos sobre cómo también se impone la realización concreta del trabajo por medio de un contrato, es decir, por cuenta ajena, en detrimento del

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356 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

trabajo autónomo, o por cuenta propia, por lo que cada día en las sociedades modernas hay más trabajadores por cuenta ajena y menos por cuenta propia. Con otras palabras, el contrato de trabajo va siendo una realidad necesaria que se impone como medio de apropiarse/ser propietario y concretar singularmente el destino universal de los bienes genéricamente destinados para el hombre.

Estudiada la cuádruple problemática en sendos capítulos con metodología inductiva y descubiertos sus imprescindibles condicionamientos o exigencias éticas, habrá que obtener deductivamente el resultado para el contraste comparativo con todos y cada uno de los sistemas socio-económicos teóricos y prácticos posibles y reales, conforme dejamos indicado.

Gráficamente, esta estructuración que vamos a seguir puede representarse así:

DESTINO Y USO UNIVERSAL DE LAS COSAS PARA Y POR EL HOMBRE

APROPIACIÓN/PROPIEDAD

TRABAJO CONTRATO DE TRABAJO

SISTEMAS SOCIO-ECONOMICOS CONCRETOS QUE CONTRASTAR

CAPÍTULO 2

Destino universal de los bienes para el hombre

Desarrolla este capítulo la primera de las cuatro ideas fundamentales del itinerario ético-económico seleccionado.

Se trata de la reflexión analítica acerca del destino universal de las cosas para el hombre y de la subsiguiente relación de uso que espontáneamente surge.

Se debe partir del hecho existencial innegable con tres facetas: a) la propia reflexión sobre la realidad; b) la interrelación de hombre-cosa, y c) la forma actual de esa realización. Efectivamente, entre el hombre y las cosas se da una profunda

y esencial interacción. La que brota de dos realidades hechas la una para la otra. Una comunidad de referencia que manifiesta cómo las cosas están destinadas para el hombre y cómo el hombre usa de ellas.

1. Reflexión sobre la realidad

La observación y reflexión objetivas del hecho muestran en seguida determinadas características en la interrelación hombre-cosas: dialógica; necesaria para sobrevivir y, por ello, primaria e irrenunciable; para todos y cada hombre y derivada de la misma naturaleza de las cosas y de la del propio hombre.

La razón es que el hombre —lo mismo en el aspecto individual que en el social— y las demás cosas son incompletos y necesitan mutua cooperación para autoperfeccionarse y para hetero-perfeccionarse.

De esta forma el mundo participa de la suerte y del trato que recibe del hombre, y viceversa. Las cosas y el uso que el hombre haga de ellas marca y orienta su propia posición frente a sí mismo y frente a los demás.

Porque se puede dar —y de hecho se está dando en nuestra época con mayor intensidad y evidencia que en las precedentes—

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358 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

un abuso más que un uso, una coacción de la naturaleza y una especie de "violación" analógica de graves consecuencias, malgastando y desaprovechando con despreocupada inconsciencia los dones naturales. El "úselo y tírelo", con sus numerosos y complejísimos problemas adyacentes, da origen a situaciones ecológicas negativas, con la subsiguiente malversación de las riquezas naturales en cuanto a aire, agua, bosques, energía y demás materiales o bienes no recuperables o recuperables con mucha dificultad por el largo tiempo preciso para su reposición frente al corto lapso empleado en consumirlos1.

2. La interrelación hombre-cosa

Se desprende, por tanto, que la interrelación hombre-cosas o bienes naturales no es "estática", sino "dinámica"; no se agota en

1 Aparte del gravísimo deterioro, aunque cuantificadamente imponderable, del medio ambiente (agua, aire, playas...); de la intensiva explotación de las grandes masas forestales amazónicas o afroecuatoriales, que conlleva irreversible destrucción de imponderables pero gravísimas consecuencias climatológicas, de desertización, etc.; de la extinción de especies animales a caza forzada (elefantes, focas, ballenas...), son elocuentes datos estadísticos como los recogidos a continuación:

— Con los desperdicios alimenticios en buen estado de una población de 100.000 habitantes de Estados Unidos en un día podría alimentarse, conforme a su nivel de vida, una población europea del mismo número de habitantes. Y con los desperdicios de un día de una población europea de 100.000 habitantes podría alimentarse durante tres una población india también de 100.000 habitantes.

— En la misma Norteamérica se tiran anualmente como desechos, según estadísticas propias, 25.000 millones de botellas de vidrio, 48.000 millones de latas metálicas y siete millones de automóviles.

— En general, la mitad de la energía producida es desperdiciada: en Europa se convierte en energía útil sólo el 42 por 100, y en España se malgasta más energía eléctrica (especialmente doméstica) que en el resto de Europa.

— En estos últimos años, los MCS informaron que también en España se han tirado notables cantidades de leche (cornisa cantábrica), patatas (Burgos, León), espárragos (La Rioja), melocotones, melones, tomates (Murcia), plátanos (Canarias), vino, peras... En el resto del mundo hechos semejantes se repiten con el café, carne, productos lácteos... Pero, al mismo tiempo, se ofrecen con profusión fotografías de hambrientos esqueletos vivientes en Etiopía, la zona del Sahel... y de la extensa zona de población subalimentada en Asia-África y en los propios Estados Unidos de Norteamérica.

Ante estos datos reales y otros semejantes, la deducción obvia no puede ser otra que ésta: algo no funciona como debería funcionar racional y éticamente en el mundo y en los sistemas económicos actuales, que tendrán que someterse y realizar las debidas rectificaciones en este punto en cuanto les sea posible. Si no pueden soportar tales correcciones, reconocer paladinamente que, al menos en parte, no son éticos y dejarse sustituir por conductas y sistemas más congruentes.

La ecología adquiere aquí, en este momento, carta de naturaleza y derecho a ocupar el puesto que le corresponde actualmente en la ética socio-económica. Cf Diccionario enciclopédico de teología moral, voz "Ecología", 255-267 y 1314-20; Diccionario de ecología (Madrid 1975) y Ecología y medio ambiente, Centro de Estudios Sociales, vol. 50, Madrid 1979.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 359

simple "monólogo", sino que implica un "diálogo" permanente de participación e interacción.

Por otro lado, tal interacción dialógica tiene su fundamento en algo imprescindible, tanto por parte del hombre como por parte de las mismas cosas o bienes naturales. Por parte del hombre, ya que necesita de las cosas para su desarrollo y perfeccionamiento, para el descanso, diversión y cualquier otra finalidad, después de haber satisfecho en primer lugar las necesidades de la supervivencia. Y, por parte de las cosas, por el aspecto bruto en que se presentan para satisfacer tales necesidades reclamadas por la supervivencia y el perfeccionamiento humano.

Es decir, el conjunto de necesidades, en primer plano e instancia, y el instinto de satisfacerlas llevan al hombre hacia la naturaleza, hacia las cosas naturales como a fuente única y primigenia de satisfacción, como va el niño a su madre; por lo que se acuñó, ya hace tantos siglos, el famoso "natura alma mater": la naturaleza, madre nutricia.

La realidad descrita no sólo es común para todos los hombres en general, sino que, en particular e individualmente, cada uno de ellos necesita para sobrevivir y desarrollarse el uso de las cosas que le ofrece la naturaleza.

Es importante, pues, una primera verdad: el derecho al uso de bienes y cosas que tiene todo hombre —individual y social-mente— y todo pueblo, como exigencia natural e inmediata.

Uso irrenunciable, antecedente y superior a cualquier otra relación o facultad, entre hombre y cosas.

Por eso es congruente la convergencia de las enseñanzas ético-religiosas sobre el tema; lo mismo las vétero que las neo-testamentarias y las posteriores de la doctrina de los padres hasta el más reciente magisterio de la doctrina social católica. Y también que tal enseñanza fundamental no implica en absoluto ninguna revelación estricta ni novedad específica para el creyente. Se trata de algo universal, a lo que se puede llegar y se llega en todo tiempo y espacio con fácil espontaneidad y consenso universal.

Así pues, en la enseñanza de la doctrina social católica tan sólo se ha de ver la inspirada confirmación, desde el ángulo religioso, de la obvia realidad y de la necesaria interrelación natural entre el hombre y las cosas, a las que llega vital y racionalmente todo el mundo, así como del destino universal de los bienes para satisfacer las necesidades de los hombres.

Por ello no pretenden otra enseñanza ni deben entenderse de otra forma las afirmaciones a tan distintos niveles sobre el uso y destino de los bienes por y para el hombre que van desde los versículos 28-30 del capítulo primero del Génesis hasta el reciente recuerdo de la constitución pastoral Gaudium et spes, del concilio Vaticano II: "Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene

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360 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

para uso de todos los hombres y pueblos. Por ello los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad..."2

En consecuencia, cualquier situación concreta de una determinada comunidad humana en la que todos y cada uno de sus miembros no puedan realizar de forma equitativa la capacidad natural que les compete de usar los bienes de la tierra para subsistir dignamente, en consonancia con el grado de progreso socioeconómico de tal comunidad, es una situación éticamente inadmisible, por injusta, al contravenir un orden natural espontáneo, fundamental y genérico ineludible; al incumplir las confirmatorias enseñanzas del Creador, y al marginar las expresas exigencias de la doctrina social católica, apoyadas en aquellas sólidas bases.

Por tanto, segunda deducción, es preciso poner en marcha, con obligación ética —social y comunitaria— las oportunas medidas y establecer el conveniente sistema socio-económico que restablezca el fundamental destino y posible uso real de las cosas por el hombre y por cada hombre en todo lo necesario para el desarrollo más completo posible y poder así "ser" más hombre.

3. La forma actual de esa realización

Una tercera enseñanza ética importante que desarrolla más explícitamente nuestra reflexión es la existente obligatoriedad paralela frente a la capacidad de uso y destino universal de los bienes por parte del hombre. Tales bienes y la naturaleza oferente de los mismos han de ser tratados y usados racional y equilibradamente. Sin abusos, consumos o destrucciones fáciles o caprichosas; sin "violaciones" innecesarias; con racionalidad y sentido común; con humanidad y humanismo. Una forma de proceder contraria resultaría moralmente inaceptable, lo mismo a nivel individual que a nivel de sistema socio-económico y de sociedad política. Habrán de tomarse las oportunas medidas que enderecen la situación real inaceptable o que impidan su aparición.

Es trascendental que queden claros (y no es difícil por su sencillez genérica) y hasta que sean gustosamente recibidos (tendría que producir mayor "disgusto" obrar contra la generalidad receptora de la doctrina) los resultados reflexivos en cuanto a la realidad y entorno ético del destino y uso de las cosas por el

2 Cf Gaudium el spes 69. Esta afirmación, como es lógico, viene precedida de otros textos del magisterio: y. después del Vaticano II, se prolonga tanto en la carta Octogésima adveniens como en la encíclica Laborem exercens. por lo menos de forma implícita.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 361

hombre y sus inmediatas consecuencias éticas, que conviene reiterarlos con las oportunas matizaciones:

l.'1 a todos y a cada hombre debe llegar la oportuna parte de bienes naturales para su uso adecuado;

2.'1 dado el primigenio destino universal que tienen los bienes con relación a los hombres;

3.a si bien el uso de tales bienes no debe traspasar los relativos límites que lo determinan, convirtiéndose en abuso.

La observación de la realidad y del entorno de la relación hombre-cosas, la reflexión inductiva y el análisis de la misma, las características y consecuencias inmediatas de contenido ético, ofrecen la siguiente perspectiva de conjunto al presente capítulo: Exigido por la naturaleza misma de las cosas, y así asumido por la ética cristiana, resulta moralmente obligatorio restablecer el correspondiente orden socio-económico, de forma que se reconozca en todas las comunidades particulares y en la única comunidad humana el destino universal de los bienes por el hombre; que se haga realidad práctica y a todos lleguen y todos puedan usarlos equitativamente para "ser más", siempre dentro de límites razonables y proporcionados en relación con la misma naturaleza y con los demás hombres.

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CAPÍTULO 3

Necesidad, derecho y deber del trabajo para el hombre

La segunda realidad primigenia y elemental que proponemos éticamente, y que se ofrece de forma inmediata al análisis moral socio-económico, es la del trabajo, considerado genéricamente y como instrumento imprescindible con el que hacer uso de las cosas necesarias o convenientes para la subsistencia y el perfeccionamiento progresivo del hombre como individuo y en cuanto so-cialmente insertado.

Ello constituye, al menos en primera instancia, el fin último de la actividad laboral.

La realidad del trabajo en el hombre aparece fenoménicamente por todas partes de manera espontánea y natural; se impone por sí misma como evidente en el tiempo y el espacio.

Y en un primer estadio elemental, aparece como necesaria una actividad humana encaminada a la utilización en sentido amplio, e incluso a la mera apropiación y consumo de las cosas que la creación y la naturaleza ponen a disposición de los seres humanos.

1. La actividad laboral humana

Varias son las características que especifican la actividad laboral humana, distinguiéndola de actividades animales cercanas e incluso de otras del mismo hombre aparentemente iguales, pero que no merecen estrictamente ser consideradas como trabajos o actividades verdaderamente humanos.

El examen de tales características permite apreciar con mayor claridad la diferencia que existe entre una actividad animal, e incluso del hombre mismo, y otra estrictamente humana.

Entre los rasgos de la genuina actividad laboral humana, enumeramos a continuación los más importantes.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 363

1.1. Necesario

El trabajo o actividad humana se nos presenta como necesario. Al menos desde dos perspectivas o por dos exigencias naturales.

La primera, porque las cosas precisas para la subsistencia del hombre la mayoría de las veces —y cada vez más con el avance histórico de la demografía, la política y la economía— no se dan precisamente ni en el tiempo, ni en el lugar, ni dispuestas para satisfacer las necesidades humanas.

Las cosas o bienes que debe usar y apropiarse el hombre no se dan ni cuando, ni donde, ni como las necesita el consumo. Se impone, como mínimo, un traslado del hombre a donde están las cosas, o de las cosas a donde el hombre las necesita. Hay que ir a buscar el agua al río o a la fuente, y el plátano al árbol, lo cual supone el trabajo de desplazarse hasta aquel lugar; o bien acarrear ese agua o la fruta hasta la vivienda donde va a consumirse, Id que hace aún más evidente la necesidad de la actividad laboral.

La segunda fuente de donde surge la ineludible exigencia del trabajo se debe a que la cosa o el bien utilizable se presenta en bruto y requiere una transformación o manipulación para acomodarla a la necesidad del hombre.

Los bienes que necesita el hombre no se dan, pues, ni donde, ni cuando, ni como el hombre los necesita. Por eso desde sus mismos balbuceos conoce la ciencia económica que al consumo tiene que preceder la recogida, la conservación y la preparación más o menos complicada de los bienes para adaptarlos al gusto y a las exigencias humanas.

En otras palabras, el encuentro natural del hombre con las cosas necesarias para su utilización no se realiza sin vencer la resistencia del lugar, del tiempo y de la acomodación mediante el necesario e ineludible trabajo y la técnica en sus distintos estadios de evolución.

Sólo un "bien", y de primera necesidad, no requiere actividad laboral, al menos por ahora: es el aire que respiramos. Se da donde, cuando y como lo necesitamos. No escasea y se encuentra en todas partes.

La excepción resulta afortunada y útil, pues sirve de contraste para percibir la diferencia de lo que le sucede al hombre en relación con el resto de los bienes —agua incluida— en cuanto al origen del trabajo y a la necesidad laboral.

1.2. Humano

Que el trabajo del hombre tiene que ser humano, humaniza-dor y hominizador, según distintas preferencias expresivas, todas

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364 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y l.A LIBERTAD

muy adecuadas, no es una inútil tautología. Tampoco es una inutilidad conceptual ni mucho menos ético-práctica.

Al contrario, el determinativo indica el criterio más apto, y casi único, para poder valorar en moral, positiva o negativamente, la necesaria actividad laboral.

El trabajo del hombre, para ser tal en su realización y en sus resultados, debe reflejar la naturaleza y peculiaridad humanas; es decir, debe sellar y configurar el mundo con la especificidad propia del hombre. Lo que quiere decir no tanto con la mera fuerza corporal, física o instintiva, que le es común con los animales, cuanto con la inteligencia, voluntariedad y libertad especificativas del hombre. No es lo mismo la construcción instintiva del dique fluvial por un castor que la racional y calculadísima elevación de una presa hidroeléctrica. Ni tampoco se podrá comparar nunca el nido de un ave con las diferentes y variadas construcciones que el hombre ha levantado para cobijarse a través de milenios.

El trabajo humano debe dejar huella inconfundible e indudable, que haga exclamar: "Aquí han estado; por aquí han pasado seres humanos". Como lo afirmamos inequívocamente ante las "estaciones" prehistóricas por la huella del fuego y las valvas de los moluscos que sirvieron de alimento.

El resultado hominizante u hominizador del trabajo o actividad humana debe quedar reflejado en doble vertiente.

Una, referida al hombre mismo. El trabajo ha de concienciarlo acerca de su propia dignidad ontológica y de la misión única que le corresponde; vitalmente, el hombre conoce con espontaneidad que tiene el mundo a su disposición y que posee capacidad natural (derecho y deber) para dominarlo y transformarlo. El trabajo debe "producir" perfeccionamiento y desarrollo del propio hombre, que se capacita así mejor, que se hace más hombre.

La experiencia muestra que el hombre, al mismo tiempo, actúa modificando con su trabajo la naturaleza, se modifica él mismo y desarrolla sus facultades, evitando anquilosamientos y atrofias: aprende, progresa y se trasciende. Sintoniza la actividad laboral con la exigencia natural impuesta al hombre existencial-mente: subsistir, primero; y perfeccionarse, luego; completarse.

El trabajo, en esta misma vertiente, vence a la materia y persigue la adaptación de las cosas a las exigencias humanas, que el progreso hace cada día más refinadas en alimentación, vestido, vivienda, comunicaciones, entretenimientos, ocio... Cada vez es mayor la necesidad de más bienes y servicios (al margen de los innecesarios de la civilización del consumo) para vivir de acuerdo con el nivel de bienestar concreto que exige la dignidad humana en la determinada comunidad política donde le ha tocado desarrollar su vida.

Todo trabajo verdaderamente humano y humanizador, en

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 365

cuanto voluntario y libre, impone la correspondiente responsabilidad de lo laboralmente desarrollado.

No obstante la esencial importancia de lo indicado, con demasiada frecuencia la misión ennoblecedora que debe tener todo trabajo humano se trueca en inadmisible abuso, depreciación y deterioro de las personas trabajadoras. Por desgracia, en bastantes ocasiones sigue siendo actual la observación de que las fábricas elevan y ennoblecen la materia inerte, pero los hombres salen más envilecidos y deshumanizados. Una actividad laboral con esos resultados no puede calificarse de trabajo propio de un hombre digno y libre; de trabajo moralmente aceptable.

Cuando un sistema socio-económico y una tecnología transforman la vida en un gigantesco automatismo despersonalizador que convierte a los hombres en inconscientes ruedecillas de una mecanización, de una fabricación en serie, de una especialización del tornillo, tal trabajo o sistema no puede encontrar acomodo positivo dentro de la actividad laboral éticamente aceptable.

Los ejemplos podrían multiplicarse, trayendo a colación trabajos insalubres, peligrosos, indignos, forzados o forzosos, que actúan en detrimento de la personalidad del trabajador. Sin descender a singularidades descriptivas, baste recordar aquí la anto-lógica obra cinematográfica Tiempos modernos, de todos conocida por pertenecer ya al patrimonio universal del séptimo arte, donde se muestra intuitivamente, con la elocuencia insuperable de las imágenes, los efectos negativos de un trabajo que deshumaniza. También expresa críticamente la deshumanización laboral el capítulo de la novela Hora 25 que describe la angustiosa pugna entre la persona de un trabajador y la despiadada monotonía de la cinta interminable que presenta implacable el "objeto" del trabajo, sin permitir descuidos ni reacciones humanas y haciendo del trabajador una máquina más.

La segunda vertiente en la que debe brillar la hominización, resultado de la actividad laboral, ya insinuada en su momento, es la naturaleza misma, las cosas mismas, de manera que esa naturaleza se vuelva cada vez más humana y acogedora, y que las cosas "trabajadas" queden más perfeccionadas al hacerse capaces de satisfacer las necesidades del hombre.

Pero también aquí la naturaleza, en vez de quedar elevada o sublimada a un nivel más humano, queda con demasiada frecuencia incluso degradada; esclavizada, en vez de enaltecida.

Vienen aquí a cuento nuevamente desde la perspectiva laboral las experiencias testimoniales del capítulo precedente sobre contaminación atmosférica y acuática, aniquilación de especies vegetales y animales, explotación y despilfarro de productos energéticos y tantas otras manifestaciones negativas en continua ascensión preocupante, consecuencia de una actividad o trabajo humano

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366 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

que no enaltece y sublima las "cosas", sino que las oprime y destruye.

1.3. Espiritual y creador

Las anteriores reflexiones éticas sobre la naturaleza del trabajo humano desembocan en otra característica, que determina en exclusiva la actividad laboral del hombre.

Cualquier actividad verdaderamente humana sella todo resultado laboral —trátese de un producto o de un servicio— con algo de sí misma. Lo tiñe con la propia personalidad creativa, inteligente y libre.

Un buen observador reflexivo, ante cualquier fruto de un trabajo humano, escucha cómo realmente clama sin voz material, pero con irresistible elocuencia y hasta con orgullo, algo semejante a "me ha hecho, soy fruto de una inteligencia, de un querer humano".

Por eso, en el mismo resultado, se puede hablar también de un "cuerpo" y de un "alma". Se precisa atender a este "espíritu", injerto del saber y querer humanos en la "materia" de las "cosas" elaboradas. De esa forma quedan racionalizadas; se hacen más dóciles y accesibles a la penetración de la influencia humana; más íntimamente dependientes del hombre y más directamente útiles y aprovechables para su propia vida y necesidades. El trabajo humano inteligente eleva un trozo de mineral de hierro cuando extrae el metal férrico, lo acera después y, con ese producto, fabrica las piezas de un motor de explosión, una cubertería inoxidable o un cronómetro de pulsera entre la infinidad de otros posibles productos.

El trabajo humano añade a la materia prima ese "alma"; le injerta una "plus valía espiritual", entendiendo con tal expresión, sin necesidad de más matizaciones, la parte del resultado del producto o servicio debido en exclusiva a la actividad laboral humana.

Pero, por otro lado, la inteligente actividad humana cae pronto en la cuenta de que la posibilidad de influencia y los resultados directos que puede lograr por sí sola, sin valerse de otros medios instrumentales, quedan ceñidos a unos límites realmente reducidos.

Necesita ampliarlos con eficacia en intensidad y extensión, para lo que precisa instrumentos de trabajo que potencien las posibilidades de los propios miembros humanos y de las mismas fuerzas preexistentes e inicialmente operantes en la misma naturaleza.

El trabajo humano, en consecuencia, racionaliza el mundo y "crea" otro mundo paralelo artificial (es decir, hecho con arte,

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 367

fruto de la repetida actividad humana voluntaria) dentro del mundo natural virgen.

Cierto que el resultado del trabajo humano nunca es la producción de un objeto o la realización de un servicio en su totalidad. Siempre necesita el trabajo humano la plataforma de apoyo de una realidad preexistente sobre la que comenzar su actuación.

Acertadamente, pues, se puede afirmar que los límites a los que se reduce el trabajo humano son los de una mera transformación.

Sin embargo, esa transformación es de tal calidad y envergadura, de tal especificidad irrepetible, que bien puede afirmarse, sin riesgo de inexactitud o abuso, que el trabajo humano "crea" en forma analógica y parcial.

1.4. Social

Queda claro que el trabajo humano es necesario para subsistir y desarrollarse individual y personalmente. Pero no sólo tiene y ha de realizarse con esa finalidad.

Encierra, además, una vertiente social. Es evidente que el hombre es un animal social, según la clásica y acertada definición aristotélica de "zoón politikón". La naturaleza humana está hecha para relacionarse y constituir con sus semejantes una sociedad con y en la que satisfacer las mutuas necesidades, comunicarse, buscar y hallar apertura y perfeccionarse en el estrato social correspondiente.

El hombre, pues, trabaja también en y para la sociedad. Con su actividad laboral estrecha las relaciones entre sus semejantes y crea vínculos de comunicación social.

El trabajo tiene el carácter de servicio a los demás y a la comunidad respectiva. Se ejerce en beneficio de otros y de la sociedad correspondiente, familiar, regional, nacional, mundial, a la que enaltece. Es una lamentable depreciación del contenido laboral y de su propia finalidad que el trabajo humano pierda la dimensión social y no atienda a ella debidamente por detenerse de forma exclusiva o muy preponderante en miras egoístas individuales o de clase, dejando que la función social, a lo más, venga por añadidura como "subproducto" indirecta o inconscientemente buscado o querido.

Exigencia ética del trabajo humano, por proceder de un ser social por naturaleza, es que debe ser útil y prestar atención al propio trabajador y a los demás hombres próximos o no tan próximos, coetáneos o futuros, de forma que el trabajo revierta también en su utilidad.

Para animar la anterior deducción ética con un convencimiento profundo, a la par que sentido e impregnado de justicia social,

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368 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

hemos de concienciarnos de que nosotros, los que vivimos ahora, disfrutamos de la ingente tarea laboral que realizaron generaciones pretéritas. Baste sólo con tener presentes los trabajos que supuso en el siglo pasado el trazado de los ferrocarriles con tanta escasez de medios técnicos disponibles, comparados con los actuales, para realizar la infraestructura de túneles, viaductos, trincheras, rellenos...

Queda así bien patente que el trabajo humano se impone como imperativo ético a toda conciencia humana, no sólo porque el hombre debe desarrollar su propia personalidad, sino también porque se lo reclama la colaboración con los demás y debe, en justa compensación, al aprovecharse y disfrutar del trabajo de sus semejantes, prestar la colaboración por medio de su actividad laboral propia y personal.

Por todo ello se desprende también que el trabajo humano, adecuadamente, sólo se puede retribuir con otra contraprestación humana laboral: con el propio trabajo. La estricta retribución pecuniaria o material no basta. Aunque el trabajo se valore —y con toda razón— de esa forma material, el dinero no agotará nunca el pago debido al trabajo humano, porque el aprovechamiento de la realización laboral de otro hombre crea y mantiene una dependencia personal con los demás seres humanos, y más ceñidamente con el resto de los trabajadores, que no puede quedar reducida a la escueta valoración dineraria. Si amor con amor se paga, análogamente, trabajo con trabajo se paga.

Cierto que la valoración y la retribución material del trabajo es de todo punto necesaria, y que si no se satisface debidamente se comete grave injusticia. Pero ello sólo cumple con la faceta material del trabajo humano y, si se quiere, con el aspecto personal del mismo menos materializado. Queda aún por retribuir la faceta inmaterial y social del trabajo, materialmente impagable. De todas formas, sería absurda la consecuencia que no concediera la debida importancia a la justa retribución material de la actividad humana pretextando que en determinado caso se satisface lo más importante, a saber: el aspecto humano e inmaterial. La respuesta a semejante postura —con resonancias bien conocidas para los creyentes cristianos— podría ser: "Si alguno dice que satisface la parte humana (inmaterial, social) del trabajo —que es la más importante y básica, pero también la más imponderable, menos cuantificable y más difícil de evaluar— y no retribuye la parte material, fácil de cuantificar, se equivoca y no obra bien éticamente, porque una de las primeras referencias, si no la primera, para conocer si se retribuye humanamente el trabajo es contrastar si se retribuye justamente su materialidad".

Estas consideraciones acerca de la retribución más inmaterial del trabajo humano, junto con la obligación paralela en el traba-

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 369

jador de considerar el aspecto social de su actividad, aunque fundamentales en ética laboral, ordinariamente las encontramos situadas en una zona de penumbra; por eso es preciso insistir en ellas para iluminarlas adecuadamente.

Es notable cómo precisamente la consideración del aspecto social del trabajo humano se hermana estrechamente con el aspecto personal, y ambas con la justa y adecuada valoración y retribución de la actividad laboral, que queda así redondeada, conforme expresa gráficamente la siguiente figura:

Retribución laboral íntegra.

Retribución "inmaterial" del trabajo humano.

Retribución "material" del trabajo humano: a) suficiente para restaurar

fuerzas y energías desgastadas por el trabajo;

/3) necesaria para ahorrar y progresar el propio trabajador y las sociedades (familiar, política,...) en las que se halla inserto.

o con el siguiente cuadro:

El resultado del trabajo y el

pago justo del mismo exigen...

a) Una retribución "espiritual" (trato y "relaciones humanas", relaciones dignas pias de un ser humano...), ontológicamente.

b) Una retribución "material". En segundo lugar ontológicamente, pero en primer lugar o con simultaneidad cronológicamente.

condiciones de trabajo pro-Lo primero y más importante

á) Suficiente para restablecer el equilibrio de desgaste que sufre el trabajador en su actividad laboral; para atender a los suyos...

/3) Remanente para ahorrar, "capitalizar" y progresar o mejorar individual y socialmente el trabajador y los suyos. El trabajo que sólo produce lo que es necesario consumir no es, normalmente, un verdadero trabajo humano, porque no hará progresar ni al trabajador, ni a los suyos, ni a la propia comunidad política.

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370 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Tan importante es éticamente el precedente enfoque del carácter socio-personal y la correspondiente deducción derecho-obligación que se desprende del mismo, con la aneja distinción retributiva, que puede ser, y de hecho es, uno de los mejores contrastes de valoración ética en la estimativa de un determinado sistema socio-económico concreto.

Prueba de ello fue el nacimiento de las llamadas "human rela-tions" en los Estados Unidos a principios de este siglo, las cuales, con escaso altruismo hacia la persona del trabajador, perseguían como meta final, aunque no exclusiva, evitar el descenso del nivel productivo por problemas personales o familiares del trabajador, al que por eso se le ayuda a resolverlos.

Prueba también el que en encuestas laborales —entre ellas las de los Estados Unidos— las mejoras que piden los trabajadores no son tanto elevaciones de salarios y de la retribución material (que tienen ya satisfecha) cuanto mejor trato humano, más participación en decisiones, mayores oportunidades,, etc.

Sin embargo, en cuanto al aspecto de solidaridad que encierra todo trabajo del hombre, la toma de conciencia se halla aún en barbecho. Se encuentra bajo mínimos la detección de los lazos de solidaridad en el quehacer laboral, que debe hacer sociedad cuanto más conscientemente mejor, y que toda actividad humana se realiza y se injerta como servicio al bien común por muy individual y personal que parezca.

Del somero recorrido por los caracteres positivos que debe reunir todo trabajo humano (necesario, hominizador, espiritual, creador y social) se desprende fácilmente la consideración del derecho natural al trabajo y de la obligación de trabajar.

Pero en las márgenes del itinerario recorrido ha aparecido por necesidad, con más frecuencia de la deseada, el contrapunto de los desvalores éticos rondando e introduciéndose en la actividad laboral; unas veces por omisión parcial o total en el cumplimiento de las notas de valor positivas, y otras más inaceptablemente, por prácticas moralmente negativas, ajenas a la naturaleza misma laboral, pero que se le han adherido consuetudinaria, cultural y socio-económicamente, y cuya anulación, en consecuencia, exige la ética laboral.

2. Los desvalores laborales

Colaterales a las características positivas especificativas del trabajo humano con el alto nivel deseado, hay que destacar rasgos como el esfuerzo costoso, la esclavitud, la dependencia, la forzada obligatoriedad, la depauperación humana que muchas veces el trabajo supone para los trabajadores.

Sólo a modo de ejemplo, una triple y breve digresión sobre

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 371

desvalores laborales que pueden servir de pauta para el análisis y valoración ética de otros no reseñados en estas páginas.

2.1. Derivados del sistema

A menudo los desvalores éticos en la actividad laboral tienen su origen en una determinada concepción socio-económica. La misma estructuración del sistema vigente en una concreta comunidad política es defectuosa, explotadora, deficiente o inadmisible en moral. Es clara entonces la exigencia ética: se impone el oportuno cambio de estructura o sistema para atacar el mal en su raíz. Y cuanto antes.

2.2. Derivados del propio trabajo

Otras veces la deshumanización laboral moralmente rechazable no proviene tanto de una determinada opción socio-económica en vigor cuanto de las propias connotaciones inherentes a las tareas laborales que, en mayor o menor número, siempre reclaman las sociedades humanas. Se trata de los trabajos más sucios y desagradables, que ya nos hemos encontrado antes y que vuelven a surgir ahora desde esta peculiar perspectiva; los más incómodos, los más insalubres, los que rozan y traspasan los límites de la dignidad natural del hombre y hasta de su propia integridad física. Enumeremos brevemente los trabajos en canteras y en minas calcáreas, carboníferas, de mercurio... y, en general, todos los capaces de provocar crónicas y graves enfermedades profesionales con secuela de incapacidad permanente y de muerte; la atmósfera sofocante de los hornos industriales y la gélida de los grandes depósitos frigoríficos; las contaminaciones por cloro, azufre o sencillamente por el ruido y la trepidación; la jornada laboral completa en el subsuelo de las grandes ciudades pateando el laberinto de su alcantarillado, y tantas otras tareas.

La necesidad de muchos de esos trabajos para la sociedad implica que alguien los tenga que realizar. Pero tal necesidad no puede servir de pretexto para orillar las exigencias éticas laborales, sino que, por el contrario, las acrece reclamando el empleo de medios que contrarresten de forma eficaz los posibles desvalores previstos o que eviten incluso su aparición. Se han propuesto, desde una perspectiva ética e invitación a fomentarlos: jornadas reducidas de trabajo, interrumpidas además todas las veces que sea preciso; aplicación modélica exigente y avanzada de las especiales medidas de seguridad e higiene en tales trabajos; largos espacios de descanso y de ocio entre jornada y jornada laboral y/o extensión de las vacaciones anuales, incluida una mayor ca-

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372 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

dencia; aprovechamiento por parte de los trabajadores de tiempo libre más abundante, del que debe disponer para neutralizar, corporal y espiritualmente, las posibles y reales taras de su trabajo a fin de evitar que impregnen su personalidad propia; estudio de una adecuada retribución material más alta, que el trabajador habría de emplear en anular los efectos negativos somáticos y psíquicos de tales trabajos1.

2.3. Derivados de la actitud ante el trabajo

También la actitud del trabajador en la realización de su trabajo y en la relación que adopta frente a él puede originar desvalores éticos en el mundo laboral. En realidad, esta raíz no se encuentra tan aislada como la de los dos apartados precedentes, sino mucho más interrelacionada con otras concausas o modalidades. Hallamos aquí en línea preferente el agotamiento extremado producido por la actividad laboral debido al pluriempleo, a prolongaciones indebidas de jornadas laborales, a profundas responsabilidades o preocupaciones desmesuradas habituales o co-yunturales, a las prisas, etc., que colocan al hombre al borde de la resistencia física o psíquica y llegan hasta romperla con mayor o menor irreversibilidad. El hecho negativo del estrés, por desgracia, se extiende socialmente más de lo debido, con deterioro del soma y de la psique del hombre trabajador. Esta perturbación psíquica se da sobre todo en los denominados obreros de "cuello blanco", con notorias repercusiones en sus respectivas familias y hasta en los propios centros de trabajo, si bien en éstos hay prevista a veces la rápida sustitución del hombre agotado por otro de refresco, lo mismo que se sustituye la pieza inservible de una máquina por el correspondiente repuesto, sin atender para nada a consideraciones de tipo humanitario y ético2,

TRABAJOS

1 El tema de los Trabajos deshumanizadores se encuentra tratado en "Fomento Social" 39 (1984) 85-96, de modo abierto en su novedad de reflexión ética. Se recogen en él "las ya no tan escasas, aunque aún muy esparcidas consideraciones, en un intento de síntesis". El referido artículo sintetiza los hallazgos y las posibles pistas de reflexión ética en el siguiente cuadro: f miembros de

la propia comunidad; miembros de comunidades extrañas (¿emigrantes'.'); sólo miembros de la propia comunidad.

2 Cf "Stress" laboral y ética, "Pentecostés", Revista de Ciencias Morales 14 (1976) 337-48, sobre todo las conclusiones en que desemboca el trabajo. Original el campo del "estrés" al que alude y hasta el que se ha extendido el desvalor laboral en el artículo Stress among religious leaders, "Thought" 58 (1983) 329-44.

humanizantes

DESHUMA-NIZANTES

innecesarios NECESARIOS

desempeño voluntario

desempeño obligatorio

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 373

Entre los aspectos o desvalores que acompañan al trabajo humano queda siempre una parcela inexplicada e inexplicable para el discurrir espontáneo acerca de la actividad laboral del hombre. Todos los esfuerzos intentados han fracasado frente a ella. Y, por esa experiencia, se suele ya prescindir de los últimos conatos explicativos, aceptando pura y simplemente la realidad tal y como se presenta.

A nivel de filosofía moral o ética, es una postura exacta. Mas para nosotros existe una teología moral del trabajo que, por una parte, confirma todos los aspectos reseñados, tanto positivos como negativos, de la actividad laboral del hombre; por otro lado, a nivel de revelación, nos habla de la inexplicada faceta. Este aspecto lo inserta la teología del trabajo dentro del más amplio complejo del mal en general y de su origen y permanencia en el mundo.

Sobre el mal en general, desde la muerte hasta el más ligero padecimiento físico o moral, enseña la revelación —principalmente la judeo-cristiana, aunque no con exclusividad— que no aparece ni se da en el primer momento creacional, y que menos aún fue positivamente querido por Dios, sino que surgió como consecuencia del mal uso, de la voluntad y del libre albedrío humanos frente al plan mismo de Dios: al mismo tiempo y junto al primer pecado, como concomitancia y secuela del mismo.

Aparte de esta conveniente alusión teológica, es innecesario detenerse aquí más ampliamente en ella, sobre todo por dos razones: la primera, porque su análisis explicativo encaja mejor y es más propio de la teología sistemática que de la teología moral; y la segunda, porque ante ella se produciría una divergencia de pareceres antes de tiempo, con escasa o nula relevancia ético-moral en el momento reflexivo coincidente para todos los hombres en que ahora se encuentra nuestro itinerario.

En cuanto a la realidad del trabajo, se da también convergencia entre las enseñanzas éticas y las religioso-cristianas, como no podía ser menos.

Así se comprueba desde el ya citado pasaje de Gen 1,28-29, que ahora transcribimos: "...Henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra... Ahí os doy cuantas hierbas de semilla hay sobre la haz de la tierra toda y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento..."; y la perícopa del mismo Gen 3,14-19: "Con trabajo comerás de la tierra todo el tiempo de tu vida. Te dará espinas y abrojos. Y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado, ya que eres polvo y al polvo volve-

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ras..."3; hasta los escritos neotestamentarios paulinos, como el reiteradísimo de la 2 Tes 3-10: "El que no quiera trabajar que no coma".

La enseñanza de la doctrina social de la Iglesia recoge todo el pretérito acervo doctrinal acerca del trabajo y lo actualiza para nuestra época, como sucede con la doctrina del concilio Vaticano II, que literalmente enseña y pide que se cumpla prácticamente como exigencia ética laboral, lo que expresa en el siguiente párrafo: "El trabajo humano que se ejerce en la producción y en el comercio o en los servicios es muy superior a los restantes elementos de la vida económica, pues estos últimos no tienen otro papel que el de instrumentos. El trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que trabaja y la somete a su voluntad. Es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él, el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobreeminente laborando con sus propias manos en Nazaret. De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también el derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente. Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común. La actividad económica es de ordinario fruto del trabajo asociado de los hombres; por ello es injusto e inhumano organizarlo y regularlo con daño de algunos trabajadores. Es, sin embargo, demasiado frecuente también hoy día que los trabajadores resulten en cierto sentido esclavos de su propio trabajo. Lo cual de ningún modo está justificado por las llamadas leyes económicas. El conjunto del proceso de la producción debe, pues, ajustarse a las necesidades de la persona y a la manera de vivir de cada uno en particular, de su vida familiar, principalmente por lo que toca a las madres de familia, teniendo siempre en cuenta el sexo y la edad. Ofrézcase, además, a los trabajadores la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el ámbito mismo del

3 Hay que prescindir aquí de las modalidades de exégesis e interpretación de este y otros pasajes, por no ser propios de este lugar y porque, además, todas ellas son sustancialmente coincidentes con lo dicho en lo que se refiere al aspecto ético-laboral.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 375

trabajo. Al aplicar, con la debida responsabilidad, a este trabajo su tiempo y sus fuerzas, disfruten todos de un tiempo de reposo y descanso suficiente que les permita cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa. Más aún, tengan la posibilidad de desarrollar libremente las energías y las cualidades que tal vez en su trabajo profesional apenas pueden cultivar"4.

La anterior doctrina conciliar ético-laboral se reitera brevemente en la carta apostólica Octogésima adveniens5 y se vuelve a exponer con desarrollo desacostumbrado en la encíclica Laborem exercens, en la que aparece, además, muy acentuada la característica vertiente no sólo de la teología, sino sobre todo de la espiritualidad cristiana del trabajo6.

3. La realidad del trabajo

Nos queda, pues, como verdad ética conjunta, reflexivamente establecida, que la realidad del trabajo humano, lo mismo que el uso-destino universal de las cosas por y para el hombre, es un hecho y una exigencia fáctica común a todos, que trasciende épocas, lugares y sistemas socio-económicos tanto individual como socialmente; en general y en particular. Todos necesitan actuar un trabajo para usar las cosas necesarias ofrecidas por la naturaleza en orden a subsistir y perfeccionarse humanamente.

En triple consecuencia se puede ya formular: 1.a El trabajo se nos muestra muy pronto como un deber y

un derecho; como medio, de forma que no es el hombre para el trabajo, sino el trabajo para el hombre.

2.a La actividad laboral del hombre debe ser humana, es decir, inteligente, voluntaria y libre.

3.a Y, por lo tanto, el adecuado comportamiento ético exige fomentar los aspectos positivos y verdaderamente humanizadores concomitantes al trabajo y anular o aminorar, en todo lo posible, con toda sinceridad de esfuerzo, aquellos otros negativos, incluso con el cambio de las estructuras y cuanto antes, si de ellas se derivan y son causa tales efectos deshumanizadores; o contrarrestarlos si se producen con independencia de la misma estructura concreta.

La observación de la realidad y el entorno de la relación bienes-trabajo, la reflexión y análisis de la misma, las características y consecuencias inmediatas de contenido ético ofrecen la siguiente perspectiva de conjunto al presente capítulo: Resulta ineludible y fundamental quehacer para toda comunidad o sistema

* Cf constitución pastoral Gaudium et spes 67. 5 Cf n 14. 6 Cf nn 24-27.

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socio-económico, si no quiere automarginarse éticamente y ser calificado de inmoral, que todos los hombres encuadrados en ellos puedan desarrollar el derecho y la obligación de una actividad laboral dignamente humana como medio para acceder al uso de los bienes naturales y que, de esa forma, se haga posible la subsistencia y el progreso de todos y cada uno de sus miembros.

CAPÍTULO 4

Apropiación Propiedad de los bienes por el hombre

El uso de las cosas naturalmente destinadas para la subsistencia y perfeccionamiento del hombre, en la gran mayoría de casos no puede actualizarse si no es por medio de una apropiación y de un consumo que excluye al resto de la humanidad de ese uso y de ese consumo.

Pero la vida, con su dinámica, nos muestra que el binomio destino-uso de las cosas y apropiación, relacionadas gracias a una actividad laboral, no concluye ahí, sino que deriva hacia otra realidad a lo largo de tiempos, espacios y culturas, conocida con el nombre de propiedad.

El análisis y valoración ética de esa nueva realidad se impone, atendida la importancia y las características que ostenta, así como el enfoque, orientaciones, valor y estructuración que se le otorga y que adquiere tópica y cronológicamente en cada uno de los concretos sistemas socio-económicos, hasta el punto de que tal enfoque llega a constituir una de las notas características y diferenciadoras de los correspondientes sistemas.

De entrada se impone una aclaración terminológica previa imprescindible. Como justificación de esa necesidad basta considerar lo que sin duda le puede estar sucediendo ya al lector de este capítulo. Imaginativa e intelectivamente ha podido tomar automáticamente ya una posición apenas ha sabido que se iba a tratar de la propiedad: ha imaginado y ha comenzado a pensar en la propiedad privada y quizá, más aún, en la propiedad privada individual. Este impacto es normal y obvio. Estamos en una cultura y sistema donde la propiedad privada ocupa un lugar preponderante, con notable preferencia, al que estamos acostumbrados desde los primeros balbuceos de nuestro discurrir infantil, precisamente por ese situacionismo socio-económico que nos ha tocado vivir.

Pero bajo la realidad y su expresivo concepto de propiedad se acogen numerosas estructuras reales de propiedad bastante distintas entre sí, según tiempos, lugares, culturas y sistemas.

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378 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Se trata, pues, de una realidad y de un concepto dinámico y evolutivo relativo y mudable; en una palabra, de un concepto análogo. Realidad genérica de propiedad que, en consecuencia, puede cobijar —y de hecho cobija realmente— numerosas especies distintas de propiedad.

Una comparación quizá puede iluminar más esta elemental pero profunda consideración: bajo el "género" insectos agrupa la taxonomía linneana que adopta la historia natural los animales que, por ejemplo, tienen seis patas como nota genérica externa, aunque específicamente difieran entre sí interna y, sobre todo, externamente tanto como una libélula de una hormiga.

Algo semejante ocurre con el género y las especies de propiedad que aquél abarca. Se ha de buscar reflexivamente la nota en que coinciden todos los sistemas o especies concretas de propiedad, de forma que cuando lo encontremos se pueda afirmar que nos hallamos ante una estructura propietaria, y que cuando falta estamos ante cualquier otra institucionalización, todo lo atendible e importante que se quiera, pero no dentro de los límites genéricos de una verdadera propiedad.

Esta reflexión traerá de la mano, como fruto primero y más importante, además del conocimiento exacto de lo que es, de lo que se entiende por propiedad o debe entenderse por tal, otros también de mucho interés para la consideración y valoración éticas, como el origen de la propiedad, la ineludibilidad propietaria, el estado de necesidad, etc.

1. La propiedad

A la realidad de la propiedad y a su adecuada definición se puede llegar perforando en profundidad cuatro niveles:

El primer nivel o estrato se sitúa, como punto de partida, en un nivel prejurídico. Nivel lógico y abstracto, inducido mentalmente, que, en cierta manera, nos ha presentado el capítulo primero de esta parte. Considera la relación hombre-cosa. Pero desde esta perspectiva: destinada al hombre genéricamente considerado, es decir, para el género humano, para los hombres, para todos y para cualquier hombre. Manifiesta este primer estrato el destino universal de las cosas para los hombres, y el dominio o señorío natural de aquéllos sobre ellas, al margen y sin necesidad de pensar en organización jurídico-positiva humana de ningún tipo. Situación primigenia, a la que se le suele denominar "comunismo negativo"; no porque todas las cosas sean de todos, sino porque no hay cosa alguna asignada o usada concretamente por alguien determinado.

El segundo nivel o estrato, a mayor profundidad, delimita me-

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 379

jor el problema. Considera la situación relacional cosas-hombre contemplando el uso de forma más concreta, como algo necesario en cuanto al usuario (el hombre) y lo usado (las cosas). Sencillamente, porque lo que se da en realidad no son los universales hombres-cosas, sino hombres concretos y singulares, que necesitan usar cosas también singulares y concretas.

Pero este nivel, como le sucedía al precedente, tampoco se sitúa en zona jurídico-positiva, puesto que no se trata en él de ningún derecho positivo, sino de un dominio y señorío concreto y singularizado de uso, que además no es tanto potencial y virtual, como en el nivel anterior, cuanto actual.

El tercer estrato o nivel (que algunos refunden en el anterior) incorpora, en su profundización, un nuevo parámetro: el del trabajo o actividad humana, según la óptica contemplada en el capítulo segundo. Como las cosas normalmente son pocas en comparación con los hombres y sus necesidades y, además, con la exigencia previa o simultánea de un trabajo de cultivo-producción, acarreo-transporte y almacenamiento-reserva, resulta que la facultad, dominio y señorío positivamente prejurídico, pero ya concreto, del segundo estrato se actualiza y se convierte en práctico normalmente sólo en aquellas cosas concretas "trabajadas" en las que el hombre también concreto ha vertido el sudor de su esfuerzo laboral para poderlas utilizar personalmente frente a los demás semejantes que no las trabajaron.

Se trata aún de la conocida facultad de uso-apropiación, aunque calificada y justificada más determinativamente por la nueva "titulación" del esfuerzo laboral, actividad que en esas cosas concretas no ha puesto el resto de los hombres.

Desde luego que este estrato sigue situado, o puede seguir estándolo, en terreno prejurídico positivo. Pero está claro, en todo caso y sin duda alguna, que no se trata aún de un derecho de propiedad. A lo más, de una facultad o derecho en que fundamentar ulteriormente la propiedad: un derecho a la propiedad, más que un derecho de propiedad.

En el cuarto nivel o estrato es donde se encuentra el estricto concepto y connotación real de propiedad con la nota característica genérica y común a todas las posibles clases o especies de propiedad.

La apropiación de las cosas concretas necesarias para el hombre, excluyendo a los demás de ellas en virtud de su trabajo, viene a ser reconocida de una u otra forma, pero siempre explícita y concretamente, por los sistemas jurídico-positivos de las distintas comunidades políticas.

Este positivo reconocimiento social de la apropiación se fundamenta en la defensa del fruto personal del trabajo (derecho y obligación) necesario y previo a la apropiación y distribución de

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380 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

los bienes sociales de forma social equitativamente ordenada y justa, dándose ambos aspectos, el individual y social, en toda propiedad.

En esa exclusión de terceros frente a los bienes apropiados laboralmente, reconocida y protegida por el derecho positivo, se halla la característica genérica común a toda propiedad concreta y específica.

Por eso ya el derecho romano definía la propiedad como el "ius utendi, fruendi et abutendi de aliqua re cum exclusione alio-rum": el derecho a usar, disfrutar y consumir una cosa con exclusión de los demás, que nuestras legislaciones vigentes han conservado y mantienen en vigor, como la que entiende por propiedad "el derecho de gozar y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes"'.

Delimitado genéricamente el concepto y el contenido de propiedad con el itinerario recorrido en profundidad, resulta que "propiedad" se opone tan sólo a "no propiedad". De ninguna forma propiedad se opone a "propiedad colectiva" o a "propiedad pública".

Genéricamente, el sujeto de propiedad —de la propiedad positivamente reconocida frente a otros sujetos— puede presentarse como especie individual o colectiva, privada o pública, sujeto físico o jurídico, etc.

Y, también genéricamente, el objeto de propiedad puede ser cualquier cosa o bien de consumo y/o de producción atribuibles por la legislación positiva concretamente a unos u otros sujetos, en parte o en todo, según las concreciones de cada legislación civil2.

Nos encontramos, pues, tratando de la propiedad considerada como género, dentro del cual caben muchas especies, formas o maneras de propiedad concreta. Todos los rasgos y notas de la propiedad genérica los encontraremos en las distintas clases de propiedad concreta; pero no al revés, puesto que siempre habrá algún matiz en todos y cada uno de los diversos tipos de propiedad específica que no se encuentre genéricamente, y que precisamente por eso los especifica.

Es preciso insistir en este punto, porque la mayoría de las veces la incomprensión que se produce, teórica y prácticamente, al hablar de propiedad se debe a que uno de los interlocutores se halla colocado en uno de los ángulos, genérico o específico, que

' Es la forma en que la entiende el Código Civil español vigente desde 1888 en su artículo 348. En su generalidad tiene cierto sabor constitucional, apto para satisfacer sistemas de propiedad, desde el extremo más rabiosamente liberal-individualista hasta el opuesto socialista-marxista.

2 Cf Diccionario enciclopédico de teología moral, Paulinas, Madrid 19865, voz "Propiedad", 866-74 y 1554-58.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 381

el otro lógicamente rechaza, no ve o no comprende desde el suyo, o viceversa.

Quizá sean más expresivos los dos siguientes gráficos, que permiten contemplar la diferenciación entre generalidad y especificidad de la propiedad desde dos perspectivas distintas:

Propiedad como género que encie-

/^" X rra en sí todas las / <\ o \ * — " posibles formas es-1 „ \ \ l pecíficas de pro-\ ^ ^ ^ X V V piedad: \ '°C^^v\ ^ - > 2 ^

— pública, — privada, — colectiva, — individual, — etc.

Como se aprecia en este gráfico, las especies han de representarse necesariamente dentro del círculo genérico.

Propiedad genéri-_ _ _ ^ ca c o n todas sus

/<^P%X^^ . / notas determinati-Ky^///S&\ va s (exclusión de \><f///s//x\ terceros, atribu-y^y//y\/y^S¡ c ' o n social...); \S^////j£j N ¿ X ^ ¿ * ¿ Q ¿ T I determinada espe-

^$S¿S¿S¿^ % cié de propiedad (p.ej., la privada).

Illllllllllll notas genéricas •H4+Hi+tHi- notas específicas

Con esta otra expresión gráfica, por el contrario, cualquier especie trasciende el género al añadir una/s nota/s específica/s más de la/s que carece el género. Por eso la especie se hace, al menos parcialmente, externa.

La propiedad genérica es la que éticamente hay que estudiar en primer lugar para una valoración oportuna. Valoración que afectará por necesidad a cualquier sistema de propiedad concreto y específico, porque en todos y en cada uno de ellos ha de ser criterio respetado tanto positiva como negativamente. Integrará después, en cada sistema socio-económico, las valoraciones éticas de las respectivas notas específicas que caracterizan las peculiaridades propietarias.

1.1. Características éticas de la propiedad

La propiedad, como genéricamente acaba de ser puntualizada y descrita, pide la consideración de determinadas preguntas que en seguida brotan a su alrededor.

Así, por ejemplo, esta primera: La propiedad, ¿es necesaria y natural? Cerrar esta doble interrogación con exactitud representa

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382 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

tanto como recorrer el camino ya conocido que nos condujo a la nota genérica, sólo que en sentido contrario, de abajo arriba.

Prácticamente, una escalera de tres peldaños, gráficamente representada así:

/

/

/ SISTEMA CONCRETO

PROPIEDAD

J [ USO-APROPIACIÓN ]/,

//

A^-/

/.

-OPCIONABLE Y POSITIVO

„, genéricamente; en segundo plano; como medio.

N _ específicamente; en primer plano; como fin.

NATURAL

El primer peldaño, básico y fundamental, lo constituiría el binomio de la realidad uso-apropiación de las cosas, que indiscutiblemente se sitúa y permanece en un ámbito de espontaneidad natural sin ninguna duda. No hay mayor problema, según se ha analizado ya.

El segundo peldaño sería el correspondiente a la propiedad, donde encajaría, como lugar adecuado, el par interrogativo abierto. Peldaño ambivalente: zona de penumbra, gris o, si se prefiere, con color combinado del iris (verde, anaranjado, violeta). Emparedado entre el primero y tercer peldaños, admite distintas respuestas, según se considere y se responda desde más arriba o desde más abajo.

El tercer peldaño lo ocupa un sistema concreto de propiedad, en el que ciertamente la respuesta es nítida: ningún sistema específico y concreto de propiedad es necesario ni está exigido por la naturaleza del binomio uso-apropiación de las cosas por el hombre. Sólo es opinable, y se halla claramente situado dentro de la zona del derecho positivo. Los distintos sistemas de propiedad son intercambiables entre sí según las exigencias de los tiempos, lugares, circunstancias de evolución cultural y socio-económica; pero uno siempre resulta necesario. Algo semejante a lo que sucede, como ejemplo, con los sistemas políticos concretos; o más remota, pero más intuitivamente, con la organización del tráfico: por la derecha, por la izquierda o todas las vías con dirección única. Es opcionable cualquiera de las tres posibilidades; pero no lo es el que haya que decidirse por una de ellas, puesto que no se dan más que esas tres, y organizar la circulación no es optativo, sino necesario en su nivel.

Con la explicación precedente quedará clara la respuesta a la

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 383

doble pregunta sobre la necesidad y el carácter natural de la propiedad, respuesta que hay que dar desde y en el segundo escalón:

l.B La propiedad SI está exigida por la misma naturaleza del trinomio uso-apropiación-trabajo cuando propiedad se entiende: a) genéricamente, es decir, como necesidad de organizar de algún modo la apropiación y distribución equitativa de los bienes por ineludible exigencia personal y social que se da en todas las comunidades humanas; b) siempre que esa necesidad genérica de propiedad se coloque en un segundo plano o instancia, sabiendo que el primero le corresponde a la anterior realidad natural del uso-apropiación; y c) considerada siempre la propiedad, incluso en su aspecto más genérico y menos concreto, como medio, es decir como instrumento para hacer llegar equitativamente a todos los bienes necesarios, y no como fin, reconociendo que éste es el destino-uso universal de las cosas por y para el hombre.

2.fi Pero la propiedad NO es ninguna exigencia natural entendida: a) específicamente, es decir, encarnada en un sistema concreto de propiedad; b) en un primer plano que supla y desplace del mismo al par uso-apropiación al que corresponde y debe ocuparlo con toda razón; y c) considerándola como un fin en sí, y no como un medio o instrumento para organizar la más justa distribución de los bienes en la comunidad y que de esa forma lleguen equitativamente a todos los miembros que la integran.

Con otras palabras, y en este momento de reflexión: el destino, uso y apropiación de las cosas por el hombre es algo natural, inherente al mismo ser existencial de la relación cosas-hombre. Proteger ese destino y apropiación singular y concreta frente a los posibles abusos del propio sujeto apropiante y de terceros, estableciendo y organizando la propiedad, resulta algo necesario y natural, aunque sólo sea derivadamente y en plano secundario. Optar por un sistema concreto de propiedad, rompiendo con el posibilismo indiferente de una obligada elección, es algo positivo.

1.2. Justificación ético-moral de la propiedad

Con lo dicho, no de forma absoluta, sino condicionada y con las limitaciones a las que posteriormente se aludirá, la justificación ético-moral de la propiedad queda suficientemente asegurada. Pero el problema y la correspondiente pregunta no dejan de formularse en tiempos y lugares de lo más heterogéneo.

Consideremos el texto siguiente: "Parece que a nadie le es moralmente lícito poseer una cosa como propia, porque todo lo que va contra la naturaleza de las cosas es ilícito. Ahora bien, según esa misma naturaleza de las cosas, todos los bienes son comunes y a esa comunidad se opone la propiedad de las posesio-

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nes... Los propietarios que consideran como propias las cosas que son comunes porque se apropiaron de ellas los primeros, son semejantes a quien, habiendo llegado primero a un espectáculo, impidiera entrar a los que fueran llegando después, reservándose para sí lo que está ordenado para todos. Ahora bien, si es ilícito cerrar a otros el camino para gozar de los bienes comunes, también lo será apropiarse de alguna cosa común... Nadie llame propio a lo que es común; y las cosas exteriores al hombre son comunes, luego parece ilícito que alguien se apropie de alguna cosa exterior. Sin embargo, hay que tener en cuenta acerca de los bienes exteriores que al hombre le compete el uso, la disposición y la gestión de los mismos. Y en cuanto a esto sí es lícito que el hombre posea cosas como propias, y además necesariamente, para la vida y el orden humanos, porque: 1, cada uno es más solícito en aquello que con exclusividad le pertenece que en lo que es común a muchos; 2, porque se administran mejor las cosas humanas cuando a cada uno le incumbe el cuidado de los propios intereses...; 3, porque el estado de paz entre los hombres se conserva mejor y con más contento con lo suyo que en las cosas pro indiviso y en común... Pero también le compete al hombre, respecto a las cosas, el uso o disfrute de las mismas. Y en cuanto a esto, no debe tener el hombre a las cosas exteriores como propias, sino como comunes... En definitiva, la comunidad de las cosas es de derecho natural, no en cuanto éste disponga que todas las cosas deban ser poseídas en común y nada como propio, sino en el sentido que la distinción de las posesiones no es de derecho natural, sino más bien derivada de la convención humana, lo que pertenece al derecho positivo, como se ha expuesto. Por consiguiente, la propiedad de las posesiones no es contraria al derecho natural, sino que se le sobreañade por conclusión de la razón humana. Por lo cual, la persona que llegó primero a un espectáculo, si facilita la entrada a los demás, no obra ilícitamente; pero sí si la impidiera. Como no obra mal el que se apropió primero de la cosa que era común en un comienzo, si después la reparte entre los demás, aunque sí si impide indiscretamente el uso de ella. Y en cuanto a que nadie llame propio a lo que es común, hay que referirlo al uso, por lo que lo que excede de lo necesario para el gasto se ha obtenido violentamente"3.

5 Il-II, q. 66, a. 2: "Si le es lícito a alguien poseer una cosa como propia", continuando el a. 1., titulado "Si es natural al hombre la posesión (=el uso) de las cosas externas". La claridad expositiva del párrafo transcrito ahorra cualquier paráfrasis. Pero no está de más recordar que esta ética acerca de la propiedad es la única que asume y mantiene a lo largo de sus cien años la doctrina social de la Iglesia. Así, por ejemplo, la primera de las encíclicas sociales, la Rerum nova-rum, apoya sus enseñanzas sobre la propiedad también en esa cita de santo Tomás (cf n 16); y después, sin solución de continuidad, se sigue la misma trayectoria hasta la Laborem exercens. Por eso cuando aparezca la palabra propiedad

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 385

A posteriori se ve que, a pesar de lo extensa, la cita merece la pena por muy clásica y repetida que sea. No se trata de un texto socialista contemporáneo más o menos extremista; es un texto salido de la pluma de Tomás de Aquino en el siglo xm, que encaja perfectamente y sin ninguna estridencia en la línea ético-natural cristiana de la moral de la propiedad.

1.3. Función social de la propiedad

La propiedad nunca es absoluta, sino condicionada. Uno de los condicionamientos con categoría preferente es el carácter social inherente a toda propiedad; carácter éste apuntalado precisamente en la fuente original justificativa de los sistemas positivos de propiedad: estructurar un orden justo y equitativo entre hombre y bienes.

Por ser tan básico el carácter social de la propiedad, cualquier sistema y cualquier propiedad, sobre todo privada (individual o colectiva), no puede menos de tenerlo en cuenta y de recogerlo obligatoriamente, de alguna forma también positiva. Ante él cede el aspecto individual-personal, bien porque no cumple debidamente con aquél, bien porque la importancia y relieve del aspecto social eclipsa al individual-personal.

Esta importancia y relieve han impedido que el aspecto social de la propiedad quedara totalmente sofocado, tanto en la doctrina teórica como en los sistemas vigentes de propiedad, incluso en los más acérrimos defensores y partidarios de la propiedad privada individual, a pesar de sus desesperados intentos.

Ese reconocimiento social lo encontramos reflejado concretamente en el campo jurídico civil en la figura de la expropiación forzosa por exigencias del bien común, indemnizando al propietario privado y hasta sin indemnización en casos ya muy extremos, que deben ponderarse muy cuidadosamente en sus peculiaridades propias para poder respaldar con validez ético-moral tal tipo de expropiación, tanto desde el lado subjetivo como desde el objetivo y del circunstancial concreto.

En el sector jurídico penal encontramos reflejado el aspecto

en la doctrina social católica, lo primero que debe considerarse es si en ese momento o párrafo concreto se está tratando de la propiedad en general, o de una propiedad específica y concreto sistema de propiedad; y cuando en alguna ocasión se halle yuxtapuesto el determinativo natural a propiedad, también habrá que fijarse cuidadosamente en que se le da el contenido de instrumental, en segundo plano y a nivel genérico. Porque de otra forma, ¿cómo se podría aducir sin contradicción la cita de Tomás de Aquino, donde se afirma explícitamente que la propiedad (=la distinción y atribución de las posesiones, es decir, de las apropiaciones) a un sujeto determinado no es de derecho natural, sino derivada de organización positiva humana?

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386 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

social en la existencia y el reconocimiento de la circunstancia eximente de responsabilidad criminal, técnicamente conocida con el nombre de "estado de necesidad", también y principalmente para los delitos contra la propiedad privada. Para reconocer en la práctica la eximente que anule la responsabilidad criminal de robo, hurto, uso indebido, damnificación, destrucción de cosa ajena, etc., se exigen normalmente condiciones como: a) que el mal causado en la propiedad o bienes de tercero no sea mayor que el que se trata de evitar; b) que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionalmente por el necesitado, y c) que éste no tenga, por su oficio o cargo, obligación de sacrificarse4.

También caen dentro del aspecto social de la propiedad los principios y las realidades de la nacionalización y de la socialización de bienes o empresas, tanto en lo que tienen de común con una expropiación, aunque de límites más extensos, como en lo que coinciden con una fuerte limitación de sistema concreto de propiedad.

Comprobatorios de la ineludible vertiente social de la propiedad son: 1) el principio general de filosofía jurídico-moral relativo a todo sistema de propiedad concentrado en la afirmación "in necessitatibus omnia sunt communia" (en caso de necesidad todas las cosas son [vuelven a ser] comunes), nunca sustancialmente controvertido a lo largo de siglos, lugares y sistemas, aunque sí matizado en cuanto a extensión de límites y condicionamientos. 2) La siguiente cita patrística, extraída del abundante acervo doctrinal acerca de la ética sobre la propiedad, entre otras muchas intuitivas y dramáticas, siempre con gran energía: "¿Quién es avaro? El que no se contenta con las cosas necesarias. ¿Quién es ladrón? El que se apodera de las cosas ajenas. ¿O crees tú que se ha de llamar ladrón al que desnuda a uno de su vestido y hay que dar otro nombre al que deja de vestir al desnudo pudiendo hacerlo? El pan que tú acaparas es del hambriento; la capa que tú guardas en el arca es del desnudo. El calzado que se pudre en tus armarios es del descalzo. El dinero que tienes enterrado es del pobre. De suerte que a cuantos pudieras dar y no das haces injuria"5.

4 Son los requisitos que exige para la eximente de "estado de necesidad" el Código Penal español, en su artículo 8, 7.a, redactado con el siguiente tenor: "Están exentos de responsabilidad criminal: ... 7.s El que impulsado por un estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno, lesiona un bien jurídico de otra persona o infringe un deber, siempre que concurran los requisitos siguientes: Primero, que el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar; segundo, que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionadamente por el sujeto; tercero, que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, obligación de sacrificio".

5 S. BASILIO. Hom. "Destruam horrea mea" 200: PG 31, 261-77. Es recomendable la lectura íntegra de esta homilía en relación con la ética de la propiedad, y

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 387

El acaparamiento de bienes de uso, y a fortiori sin uso, por parte de un sujeto de propiedad mientras el prójimo carece de esos bienes se puede empezar a poner en duda en cuanto a la justificación ética de ese título por muy reconocido que se halle en una legislación positiva; tanto más si se trata de cosas o bienes de primera necesidad en relación con un mínimo vital dignamente humano del que se ven privados miembros de la respectiva comunidad política.

2. Trabajo y propiedad

A lo largo de la reflexión ético-moral de la parte anterior ha aparecido ya con notable fuerza la interna conexión, que viene arrastrándose desde el capítulo precedente, entre trabajo y apropiación reconocida y transformada después en propiedad concreta por obra y gracia de un sistema jurídico-positivo. La propiedad surge así como fruto y consecuencia natural del trabajo realizado y como justa recompensa al esfuerzo laboral, cuyo producto debe asignarse a la persona particular que lo realizó con su esfuerzo.

Ahora bien, desde esta perspectiva el trabajo plantea otras cuestiones estrechamente relacionadas con la propiedad y de resonancias éticas nada despreciables, que es preciso al menos intentar simplificar y purificar. Sin duda, no se podrá llegar nunca teórica ni, sobre todo, prácticamente a la utopía vislumbrada; pero sí hay que intentar acercarse a ella lo más posible, tanto en

que se ha convertido en antológica. Cf igualmente en la obra de R. Sierra Bravo las referencias a las que remite el índice de materias en la entrada "Propiedad", que producirán inéditas e insospechadas sorpresas éticas en esta materia, como, por ejemplo, este texto —entre otros muchos de variados autores— de san Gregorio Magno: "El que tuviere talento, cuide de no callar; el que tuviere abundancia de bienes, vele no se entorpezca en él la largueza de la misericordia; el que supiere un oficio con que manejarse, ponga gran empeño en hacer al prójimo participante de su utilidad y provecho". O este otro de san Juan Crisóstomo: "Acontece en esto (en la propiedad) lo que en el cuerpo, cuyas funciones son para provecho de todo él y de cada uno de sus miembros; pero si un solo miembro pretende apropiárselas, pierde su provecho: asimismo acontece con las riquezas (es decir, con la propiedad, según el sentido del contexto). Para que lo entiendas mejor: el alimento corporal se da para beneficio de todo el cuerpo; mas si el estómago pretende retenerlo para sí solo y lo guarda, deja de digerirse y nutrir y se hace ajeno. Al contrario, si lo considera como común, se hace suyo propio y de los demás miembros (por la digestión y la nutrición). Una cosa parecida acaece con las riquezas. Si tú solo pretendes gozar de ellas, tú las perderás, pues no recibirás de Dios el premio destinado a los ricos; mientras que si gozas en común con tus prójimos, las harás más tuyas, pues obtendrás toda su utilidad. ¿No ves de qué manera lleva el alimento a la boca, ésta lo mastica y el vientre lo recibe? ¿Por ventura dice el vientre: porque lo he recibido debo retenerlo todo para mí? Pues no discurras tú de este modo acerca de las riquezas. Porque al que recibe pertenece comunicar".

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388 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

la praxis ordinaria individual como en la programación de los sistemas socio-económicos.

2.1. Trabajo como título justificativo de la propiedad

Un primer problema en el binomio trabajo-propiedad se puede formular interrogativamente así: ¿Es el trabajo título necesario y único que justifica ético-moralmente la apropiación, convertible después en virtud del derecho positivo en propiedad concreta?

En seguida se escuchan dos respuestas, que pueden parecer contradictorias entre sí porque se formulan desde ópticas distintas, que prefieren alternativamente uno u otro punto de vista con el fin de colocar el acento principal pedagógico e incluso de estructuración y característico del correspondiente sistema concreto opcionable, en expresiones diferentes que, por supuesto, conllevan prácticas distintas, y/o viceversa.

a) Un extremo afirma que el trabajo es el único título justificativo de la propiedad, de forma que si no se trabaja, si no se actúa el derecho y la obligación de trabajar, ningún sistema podría reconocer moralmente a nadie como sujeto propietario de algo.

Naturalmente que, a renglón seguido, se aporta la correspondiente puntualización: con tal que el supuesto sujeto tenga capacidad y posibilidad para trabajar, ya que, si carece de ella, prevalece y hay que mantener como anterior y prioritaria, derivada inmediatamente del simple existir humano, la capacidad moral de apropiarse los bienes necesarios para seguir viviendo con la dignidad humana correspondiente. La hipótesis tiene bastante incidencia real, porque hay muchas personas que no pueden trabajar todavía o en estos momentos concretos: como, por ejemplo, cualquier ser humano recién nacido hasta que pueda y deba ejercitar su capacidad (obligación y derecho) para desempeñar un trabajo proporcionado y apto; un enfermo; un minusválido por naturaleza, por accidente, por enfermedad; los ancianos; los parados. Todos ellos, por su situación subjetiva, no pueden trabajar sin culpa suya. Es obvio, entonces, que los demás miembros de la comunidad en concreto, y especialmente en abstracto la misma sociedad en la que están insertos y a la que pertenecen, por medio de su justa estructuración positiva socio-económica deben reconocerles y otorgarles lo necesario para que puedan mantener una vida holgada y humanamente digna.

Desde la perspectiva de este primer extremo considerado, y con la solución obtenida, aún sigue abierta la interrogación. Porque: ¿y si alguien no trabaja con culpa suya, pudiendo hacerlo porque tiene capacidad para ello y hay suficiente oferta laboral?

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 389

Es válida ético-moralmente la respuesta de que ese hombre aun entonces tiene derecho a los bienes requeridos para su subsistencia, y habrá que concederle y reconocerle socialmente ese derecho, que, según se ha indicado, es antecedente al mismo trabajo desde la perspectiva aquí contemplada. Ahora bien, tal reconocimiento, individual y social, puede ir seguido entonces por una coacción de la sociedad para que tal persona cumpla con su deber de trabajar y para que ni en el aspecto individual ni en el social se convierta en un parásito de su comunidad. En cierta manera, la consideración de esta hipótesis se anticipa a la cuestión sobre los frutos.del trabajo en relación con la sociedad acreedora de los mismos de alguna forma parcial.

b) La alternativa del otro extremo prefiere contestar que el trabajo no es el único título que justifica éticamente el paso de la apropiación a la propiedad, puesto que se dan personas a las que, sin que trabajen, hay que otorgarles el carácter de sujeto de propiedad, al menos sobre el mínimo de bienes necesarios para poder subsistir y realizarse, o sobre bienes trabajados por personas distintas.

Pero al punto se advierte la convergencia con la postura anterior, ya que por razonamiento se llega a la misma conclusión: esos titulares de propiedad sin trabajo son sujetos sencillamente porque no pueden trabajar o porque otros les ceden el fruto de su trabajo; de donde se sigue que, en fin de cuentas, la propiedad dice siempre relación a la actividad laboral.

Nos inclinamos por la primera de las dos posturas consideradas. A la verdad objetiva de la necesidad del trabajo para justificar la propiedad, añade una acentuación importante de prioridad que no aparece ni se destaca tanto en la segunda postura y que, sin embargo, conviene mucho poner de relieve, dada la concordancia entre la universalidad en tiempo y espacio y el derecho y la obligación ético-moral del trabajo.

2.2. Realidades éticamente más dificultosas

Existen determinados casos extraordinarios, en los que el derecho positivo atribuye determinados bienes a concretos sujetos propietarios sin la mediación de un trabajo personal directamente realizado. Estos casos necesitan una explicación ética adicional que los justifique.

Así, por ejemplo, tenemos los casos de herencia, juegos de azar (lotería, apuestas, etc.), ganancias extraordinarias sin proporción con el esfuerzo laboral realizado (plusvalías, descubrimientos minerales, etc.) y algunas otras hipótesis parecidas:

La dificultad verdadera —que suele desplazarse de ordinario—

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390 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

estriba tanto en el hecho de reconocer la propiedad en tales casos cuanto en la cuantía y circunstancias del otorgamiento.

Sin embargo, en determinados sistemas, muchas veces se rechaza o ataca sqcio-económica y hasta políticamente el título no inmediatamente laboral, cuando lo que verdaderamente se requiere desaprobar y rechazar es sólo lo exorbitante de las cantidades y de la propiedad asignadas.

Así, en el ca^o de la herencia, se reconoce y acepta con unanimidad espacio-temporal la institución tanto en el campo jurídico-positivo, como en el natural y ético. Casos ha habido en la historia de abolición de la institución hereditaria, que fue preciso reinstaurar al poco tiempo por considerarlo más natural y lógico que legislar a contrapelo de una obvia espontaneidad. El que un padre deje en testamento a sus hijos en propiedad bienes ganados por él gracias a un honrado trabajo personal y que ha sabido economizar es bastante más normal y ético que disponer que pasen a la comunidad, y se acepta sin mayor dificultad. La dificultad sólo la plantean las grandes herencias; lo cual prueba que el problema, como se ha indicado, no es tanto cualitativo cuanto cuantitativo.

En el caso de los premios de azar ha ocurrido lo mismo cuando se ha querido cercenar legalmente su práctica. Y es que la dificultad no está tanto en el juego o en la ganancia, sino en las enormes cantidades que muchas veces se logran. No hay problema ético, dentro de ciertos límites, en atribuir la propiedad del premio, porque esa cantidad se supone fruto de un trabajo cedido voluntariamente al ganador. Nadie pondrá en duda la rectitud ética con que se me atribuye en propiedad el sueldo o salario fruto de mi trabajo del día; ni tampoco que yo pueda disponer de él razonablemente. Parece, por otra parte, que no está fuera de lo razonable que destine cierta cantidad a la lotería o a unas apuestas, ya que estas actitudes lúdicas no son rechazables en sí éticamente si no se dan circunstancias de apasionamiento, excesos u otras semejantes que las descalifiquen. Implícitamente, en mi apuesta o juego subyace este razonamiento: cedo esta cantidad (se trata analógicamente de una donación) a la persona que tenga la suerte o el acierto en el juego. Lo mismo hacen decenas, cientos y miles de personas implicadas en el juego, a las que tampoco se les puede decir que no tienen derecho a donar el fruto de su trabajo en esa pequeña cantidad en tales circunstancias. Ello hace que recaiga en el ganador una respetable cantidad, cantidad de más problemática justificación ética, que se le atribuye radicalmente, no por no ser fruto del trabajo, que lo es, pero sólo indirecta y no personalmente realizado.

Igual podría razonarse, desde las peculiaridades que les son propias, en otros casos de propiedades en las que a primera vista

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 391

no aparece o no se da el trabajo directamente realizado, sino tan sólo indirectamente y en los que se atribuyen enormes cantidades en propiedad a los correspondientes sujetos.

De momento —y dejando para el apartado siguiente el aspecto de la cantidad— nos ceñimos ahora al problema de estas propiedades atribuidas y reconocidas, que o se descalifican o parece que dan en tierra con el principio del trabajo como único título justificativo de la propiedad. Pero ya se ha visto cómo brotaba con espontaneidad la distinción entre trabajo directa o indirectamente realizado. Para justificar la propiedad basta un trabajo realizado, aunque sólo sea de forma indirecta, es decir, por un tercero que ceda voluntaria y libremente el fruto de su actividad laboral a la persona que va a constituirse y reconocerse social-mente como propietario de esos bienes cedidos.

Sin embargo, ni con esta distinción entre trabajo realizado directa o inmediatamente o indirecta y mediatamente queda expuesta la totalidad doctrinal relativa al binomio trabajo-propiedad. Algún impacto tiene que suponer prácticamente esa distinta forma tan importante de realidad laboral.

Efectivamente, así es. Recordando el doble aspecto y función que tiene toda propiedad, el individual-personal y el social, los efectos que en la propiedad subsiguiente produce un trabajo realizado directa o indirectamente, mediata o inmediatamente, personalmente por sí o por terceros, tienen que ser distintos por necesarios.

Se pueden formular esas consecuencias éticas valiéndose de un lenguaje un tanto ajeno al campo moral, el aritmético, pero que, entendido en clave ética, resulta expresivamente gráfico y se hace muy comprensible:

— La función individual o personal de la propiedad está en proporción directa del trabajo personal, directa e inmediatamente realizado, que la da origen. De forma que a más trabajo personal, directo e inmediato realizado, más preponderará el aspecto personal de esa propiedad concreta de que se trate, y menos el aspecto social, y viceversa.

— La función social de la propiedad está en proporción indirecta con el trabajo personal, directa e inmediatamente realizado, que la origina. De forma que a más trabajo personal, directa o inmediatamente realizado, menos preponderará el aspecto social de tal propiedad concreta, y más el aspecto personal, y viceversa.

2.3. El trabajo, ¿título ilimitado de propiedad?

Establecido el trabajo (inmediata o mediatamente considerado) como único título para el reconocimiento positivo de la propiedad, una nueva pregunta exige respuesta desde la óptica ética:

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392 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Aparte del mayor o menor carácter social de cualquier propiedad, ¿todo fruto de mi trabajo personal se me ha de atribuir en propiedad sin ninguna limitación? Con otras palabras: ¿No hay un techo limitativo, como puede haber también, y de hecho existe, un suelo; es decir, unos máximos y unos mínimos?

La pregunta tiene trascendencia, puesto que de ella depende nada menos que la valoración y la aceptabilidad ética del siguiente par de principios en toda su complejidad socio-económica y hasta política: "a cada uno según sus necesidades" y "a cada uno según su productividad".

Del primero nos hemos ocupado antes, aunque no del todo frontalmente, pero sí lo suficiente para recordar aquí que a cualquier hombre se le debe asignar en propiedad la cantidad necesaria de bienes hasta el nivel mínimo necesario para desenvolver su vida en forma digna con relación a la comunidad política en la que está inserto. Y esto aunque el rendimiento de su trabajo —sin culpa suya, por supuesto— no llegue a alcanzar el valor de ese nivel mínimo. Es el suelo por debajo del cual no se puede descender en equidad y justicia, independientemente —hay que insistir— del menor rendimiento del trabajo personal no atribuible al sujeto. Por lo menos, en las circunstancias socio-económicas ordinarias y trabajando a jornada completa.

Con relación al segundo principio, parece que éticamente sí hay que asignar el fruto del trabajo a cada persona, por muy elevado que sea; sobre todo si se debe a capacidad extraordinaria o a circunstancias del mismo tipo extraordinario o coyunturales, independientes o, a lo más, accidentales al propio sistema socioeconómico en vigor. Porque, de otra manera, habría que investigar los fallos del sistema que engendra resultados retributivos del trabajo tan excesivos comparados con el resto de los trabajadores de la misma comunidad.

Pero, aparte de eso, es lógico que se puedan originar, tolerar y atribuir retribuciones laborales por encima del nivel medio debido a capacidades laborales también por encima de ese nivel medio que, prácticamente, se dan entre los miembros de la comunidad. Y sin reproche ético de ninguna clase. Sirven, por otro lado, tales diferencias de estímulo laboral, que termina repercutiendo favorablemente, por muchos aspectos, en bienes sociales más extensos. Y porque, al fin y al cabo, se trata del fruto honrado de un trabajo honesto.

Ahora bien, cuando los niveles son excesivos y sus limitaciones no llegan al extremo de matar el estímulo personal, corresponde a la sociedad mantener la apertura del abanico retributivo del trabajo (no sólo de salarios, sino de sueldos, aranceles, retribuciones de profesiones liberales, honorarios, intervenciones públicas intelectuales, artísticas, deportivas, etc.) y de las rentas es-

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 393

tridamente laborales, con el ángulo suficiente y no más, utilizando para ello los oportunos resortes tributarios sobre las rentas de trabajo y otros semejantes. Y a la persona en concreto le corresponde conocer éticamente que en esos ingresos laborales suyos, y que socialmente se le reconocen y se le atribuyen en propiedad, predomina al aspecto individual sobre el social, según se ha visto, dada la procedencia laboral de esos bienes. Pero, también, saber que tal aspecto individual se va difuminando más y más, cediendo en beneficio del aspecto social a medida que las rentas de trabajo se apartan hacia arriba de la media per cápita, por persona activa, por puesto laboral concreto y por otra serie de parámetros más bien técnicos y, por lo tanto, ajenos a este lugar. En los escalones más elevados, las rentas laborales, por muy personal que haya sido el trabajo realizado, tienen que ir dejando hueco al aspecto y a la preponderancia social.

2.4. ¿Cuándo es justo un sistema concreto de propiedad?

Es ésta la última pregunta del capítulo. Para responder a ella disponemos ya, gracias a las precedentes reflexiones, de elementos suficientes.

Brevemente: si todo sistema concreto de propiedad tiene carácter exclusivo de medio, y no de fin, para conseguir frente a terceros la atribución de su resultado laboral al trabajador, y sobre todo para que los bienes disponibles de la correspondiente comunidad política lleguen equitativamente a todos los miembros comunitarios según sus capacidades laborales respectivas, sólo se podrán aceptar éticamente los sistemas concretos de propiedad que logran esa redistribución equitativa de bienes, y serán rechazables los que se muestren ineptos para lograrlo o los que no lo logren ya en las circunstancias actuales, aunque alguna vez lo lograran. Una máquina de coser que no cose hay que desecharla; e igualmente una máquina de escribir que no escribe, o un satélite artificial que no alcance o se mantenga en su órbita. De forma semejante, un sistema concreto de propiedad que no atribuya y distribuya equitativamente los bienes hay que desecharlo. Se impone éticamente un cambio de estructura en el sistema propietario de forma sustancial cuando las desigualdades producidas son consecuencia intrínseca del sistema; o de forma accidental, con correctores oportunos y eficientes, cuando los desequilibrios o desigualdades producidas no son derivaciones necesarias del sistema concreto en sí mismo, sino accidentales, debidas a determinadas circunstancias que habría que corregir.

Es fácilmente presumible —y la experiencia lo confirma— que ningún sistema socio-económico logra, en cuanto al régimen de

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propiedad, el ideal ético de una justa distribución en primera instancia. Debe, por lo tanto, adjuntar un conjunto de medidas para la re-distribución porque, por hipótesis y por realidad, se hace necesaria tal redistribución de la apropiación-propiedad. La fuente de este conocimiento se halla en la experiencia metodológica inductivo-deductiva de las realidades que surgen o ya surgidas dentro del mundo socio-económico.

Entre los correctores que se señalan corrientemente aparecen citados con mayor frecuencia los que se reseñan a continuación en los respectivos niveles:

— Desprendimiento personal o la limosna, según la primitiva acepción de la palabra (nivel individual-personal y privado).

— Reparto de beneficios (nivel empresarial privado o público, según el tipo de empresas que lo realice).

— Sistema fiscal (incluida la vertiente presupuestaria de gastos) verdaderamente redistributivo (nivel social).

— Sistema de seguridad social (no sólo de nombre, sino de contenido) verdaderamente redistributivo (nivel social).

— Sistema conjunto de política de rentas (nivel socio-económico).

— Planificación vinculativa de la economía, al menos para el sector público; e indicativa para el sector privado (nivel socioeconómico).

— Comunicación de bienes llevada a cabo por organizaciones confesionales (CCB: comunicación cristiana de bienes de Caritas, campaña contra el hambre, manos unidas, amor fraterno...) o por organizaciones civiles de ámbito universal o nacional (FAO, Unicef, Objetivo del 0,7 por 100 del PNB para el Tercer Mundo, etcétera) (niveles comunitario-religioso y comunitario-civil).

Respondida ya la pregunta sobre cuándo puede considerarse justo y éticamente válido un sistema concreto de propiedad, concluye la exposición doctrinal correspondiente a este capítulo. Este punto final se pone reflexivamente, sin desconocer que aún se desearía una vuelta más al tornillo interrogativo a nivel más cercano: los sistemas concretos de propiedad francés, israelí, norteamericano, soviético, español..., ¿son moralmente aceptables?; es decir, según el principio hallado, ¿distribuyen equitativamente los bienes entre los ciudadanos de sus respectivas comunidades? Para contestar aquí se necesita recurrir al análisis de las situaciones reales reflejadas en las diferentes estadísticas de distribución de renta desde el mayor número posible de ángulos (personal/familiar, sectorial, funcional, territorial). Por supuesto que las estadísticas deben ser lo suficientemente fiables en cuanto a honestidad y objetividad, evitando cualquier manipulación al confeccionarlas. Ante el resultado que ostenten, cualquiera puede enunciar su propia conclusión, no siempre necesariamente idéntica, debido a

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 395

las posibles interpretaciones de datos, pero sí con el suficiente apoyo para deducir si los números muestran una razonable distribución equitativa —y entonces el sistema merecería el aprobado ético— o, por el contrario, evidencia notables injusticias redistri-butivas, por las que el sistema se descalifica éticamente, con la paralela exigencia moral de sustituirlo totalmente o modificarlo en los desvalores que revele6.

2.5. Insistencia y confirmación doctrinal

Todas las deducciones éticas halladas en relación con el binomio propiedad-trabajo están sustancial, y hasta accidentalmente, asumidas —por supuesto con el matiz cultural correspondiente— en las formulaciones morales, tanto de la Sagrada Escritura como de la doctrina social de la Iglesia.

a) En la Sagrada Escritura encontramos como fundamental, en relación con el tema, el séptimo precepto del decálogo —"no robarás"—, que se vaciaría de sentido si se le supone al margen de una reconocida estructura de propiedad que debe respetarse éticamente no sólo en lo externo, sino hasta con el pensamiento y deseo internos: "No robarás... No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada de cuanto le pertenece"7.

Pero la propiedad no es algo absoluto, sino que tiene sus fuertes limitaciones en favor de las personas más pobres y humildes. Sobre todo se origina y engendra una grave y comunitaria obligación de justicia en relación con el trabajo, que ha de satisfacerse pronto y bien a cualquier trabajador sin acepción de persona o nacionalidad, a no ser la preferencia explícita en favor de los más débiles, como los pobres, huérfanos y viudas.

"No oprimas al mercenario pobre e indigente, bien se trate de

6 Con relación a estadísticas españolas, remitimos a las publicaciones del Servicio de Estudios del Banco de Bilbao, tanto a la cuatrienal sobre la Distribución de la renta en España (también por provincias y autonomías) como al anual Informe económico. Cf en el último, relativo a 1984, el texto y los cuadros de las pp 100, 107s, 114-24, 257-60, 265-69.

Ciertamente, el problema de la justicia o injusticia redistributiva de los bienes no se da sólo en los límites y áreas nacionales, sino a nivel internacional, con gigantescas desigualdades en el eje norte-sur. Las estadísticas de la ONU, o algunas más privadas, como la de la Unión de Bancos Suizos, e incluso las alusiones y cuadros comparativos que a veces publican los citados trabajos del Banco de Bilbao, muestran sin lugar a dudas o a una posible interpretación distinta, las enormes desproporciones y distancias de niveles en el conjunto mundial, como las 880.000 pesetas per cápita de Kuwait (el primero de la lista) y las 3.000 de Guinea Ecuatorial (el último), aun contado con la necesaria aplicación de correctores que se han de tener en cuenta para la recta lectura de tales números.

7 Cf Ex 20,15 y 17.

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uno de tus hermanos o de un extranjero que mora en tu ciudad. Dale cada día su salario, sin dejar que el sol se ponga sobre esa deuda, porque es pobre y lo necesita. Ya que de otra forma clamaría a Yavé contra ti y cargarías con su pecado"8.

El cauce doctrinal de los profetas acentúa los rasgos y conduce al Nuevo Testamento, aún más enérgico que el Antiguo, tanto en el fondo como en la forma expresiva9. Pero hay que subrayar que lo que se anatematiza drásticamente en el Nuevo Testamento no es tanto la misma propiedad (sólo implícitamente reconocida) cuanto la injusta distribución de bienes, que, en desproporción gigantesca, clama al cielo. Porque, efectivamente, la realidad de esos injustos desniveles distributivos tiene consecuencias trascendentales y eternas, puestas de manifiesto por Jesús en la parábola del rico y Lázaro10 y en el versículo mateano: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos"".

La anterior postura ante la propiedad y la riqueza sigue constante hasta el final de las páginas del Nuevo Testamento, destacando a este propósito la enseñanza de Santiago en su epístola canónica, a la que pertenece el siguiente par de pasajes que se transcriben como muestra: "Porque si entrando en vuestra asamblea un hombre con anillos de oro en los dedos, en traje magnífico, y entrando asimismo un pobre con traje raído, fijáis la atención en el que lleva el traje magnífico y le decís: Tú siéntate aquí honrosamente; y al pobre le decís: Tú quédate ahí en pie o siéntate bajo mi escabel, ¿no juzgáis por vosotros mismos y vais a ser jueces perversos? ¿No escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le aman?" 12 "Y vosotros los ricos, llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan... Porque el jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos" 13. En donde se destacan las injusticias de una mala distribución de bienes; no tanto para el rico propietario o dueño, al que Dios no escoge, como para el perjudicado, al que no se le otorga lo que en justicia le corresponde y con lo que otro se enriquece robándole; y lo mismo social-mente para terceros cuando la injusta redistribución de bienes es

8 Cf Deut 24,14-15. 9 Con más amplitud puede consultarse, entre otros lugares, la obra de BIGO

Doctrina social de la Iglesia, pp 17-37 de la traducción española. 10 Cf todo el capítulo 16, consagrado por completo a las enseñanzas acerca de

los bienes temporales y de la riqueza. 11 Cf Mt 19,24. 12 Cf Sant 2,1-5. 13 Cf Sant 5,1-4.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 397

ocasión de inmoralidad e impulsa a acepción de personas, juicios perversos y actitudes antihumanas y antievangélicas.

b) También la doctrina social de la Iglesia formula la ética expuesta de la propiedad en relación con el trabajo y con los puntos que le son propios, obtenidos desde una tradición, tanto de los padres como de los teólogos y de la misma doctrina precedente de la Iglesia, que se prolonga sin fisuras, aunque también sin novedades importantes, porque la doctrina estaba lo suficientemente completa y formulada y se repite con brevedad sintética por entenderla de sobra conocida. Así el concilio Vaticano II14

reconoce la posibilidad y existencia de la propiedad, incluso de sistemas concretos que la organicen en un plano secundario supeditado al destino universal de los bienes; el aspecto social y no absoluto de la propiedad en toda circunstancia o hipótesis, incluidas las más normales, y sobre todo en caso de "extrema necesidad", así como la grave obligación redistributiva, dados los grandes desniveles y el hambre que existen en el mundo. Palabras literales del número citado son las que siguen: "Sean las que sean las formas de propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos, según las circunstancias diversas y variables, jamás se debe perder de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Sin embargo, todos los hombres tienen derecho a poseer una parte suficiente de bienes para sí mismo y para sus familias..., obligación de ayudar a los pobres, y, por cierto, no sólo con los bienes superfluos. Quien se halle en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos hombres oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el concilio urge a todos, particulares o autoridades, que..., según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan sus bienes; ayudando principalmente a los pobres, tanto individuos o pueblos, a que puedan ayudarse por sí mismos y desarrollarse posteriormente".

También del mismo número, el párrafo siguiente tiene una gran importancia doctrinal: "En sociedades económicamente menos desarrolladas, el destino común de los bienes está a veces parcialmente logrado por un conjunto de costumbres y tradiciones comunitarias que aseguran a cada miembro los bienes absolutamente necesarios. Sin embargo, elimínese el criterio de considerar como absolutamente inmutables ciertas costumbres si no responden ya a las nuevas exigencias de la época presente; por otra parte, conviene no atentar imprudentemente contra costumbres honestas que, adaptadas a las circunstancias actuales, pue-

14 Cf Constitución apostólica Gaudium et spes 69.

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den resultar muy útiles. De igual manera en las naciones de economía desarrollada, un conjunto de instituciones consagradas a la garantía de la seguridad social puede contribuir, por su parte, al destino común de los bienes. Importa también continuar el desarrollo de los servicios familiares y sociales, principalmente de los que tienen por fin la cultura y la educación. Al organizar todas estas instituciones debe cuidarse que los ciudadanos no vayan cayendo en una actitud de pasividad con respecto a la sociedad o de irresponsabilidad y egoísmo".

Posconciliarmente, como es lógico, se sigue manteniendo la misma doctrina en la Populorum progressio acerca de la propiedad. Se reitera, por ello, que "la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto" 15, "ya que se encuentra previamente relativizado y condicionado por la primaria finalidad o derecho fundamental que tiene todo hombre a usar de los bienes de la tierra".

Lo que sí da lugar a comentarios posteriores en relación con la ética social católica de la propiedad, después de publicada la Populorum progressio, es el silencio y el valor que había que otorgarle interpretativamente por no referirse la encíclica al papel de la propiedad privada como "medio eficaz para la afirmación de la persona humana, ejercicio de su responsabilidad en todos los campos, elemento de seguridad y tranquilidad en la vida familiar y pacífico y ordenado desarrollo de la convivencia política (nacional e internacional)", que tanto acentuó la Mater et magis-tra en su número 112 y correspondiente contexto. Se puede afirmar, entonces, que el silencio de la Populorum progressio en este punto no significa de ninguna manera un giro doctrinal, sino tan sólo una intensidad de acentuación, puesto que toda la encíclica mantiene explícita y enérgicamente la finalidad primaria del destino y uso universal de los bienes, del que se deriva la propiedad (incluso la privada), e implícitamente cuando supone recta la existencia de un sector económico privado; pide la participación activa de personas y grupos sociales; solicita las iniciativas privadas personales y de los grupos intermedios, y previene contra el riesgo de una colectivización total16.

Paralelo resulta el silencio de la Populorum progressio acerca de la propiedad colectiva, que se interpretaría mal dándole el sentido de negar la posibilidad ética de una estructuración de propiedad privada comunitaria o de una propiedad colectiva pública sectorial por exigencias del bien común.

Por último, resulta también llamativa la comparación acerca de la expropiación entre los textos de la Gaudium et spes y de la Populorum progressio. Porque cuando la Populorum progressio

15 Cf n 23. 16 Cf nn 23 y 33.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 399

expresa: "El bien común exige algunas veces la expropiación si, por el hecho de su extensión, de su explotación deficiente o nula, de la miseria que de ello resulta a la población, del daño considerable producido a los intereses del país, algunas posesiones sirven de obstáculo a la prosperidad colectiva"17, se amplían los motivos éticamente justificativos de la expropiación al añadir, por una parte y entre otros, el caso de una explotación deficiente o nula y al omitir, por otra, toda la referencia a la justa indemnización. Pero hay que indicar que la ampliación sólo es explícita, porque el mismo bien común, al que se alude, es del que brotan tales especificaciones y práctica en casos concretos; y de silencio sobre la indemnización no se puede deducir que se rechace arbitrariamente la moral necesidad de señalar y satisfacerla congruamente al legítimo propietario en circunstancias normales.

De todas formas, la siguiente encíclica social posconciliar, la Laborem exercens, puntualiza todos los extremos éticos en torno al trabajo y la propiedad de forma exhaustiva, y siempre "en conexión orgánica con la tradición" 18, aunque descubriendo los "nuevos significados del trabajo y formulando nuevos cometidos porque surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen siempre nuevas esperanzas, aunque también nuevos temores y amenazas relacionados con está dimensión fundamental de la vida humana"19.

Bajo el título "Trabajo y propiedad", en la tercera parte de la encíclica se formulan enseñanzas ético-laborales básicas20 como las siguientes, que aclaran y deciden en el campo moral:

— "La propiedad se adquiere ante todo por el trabajo"21. Un "ante todo" que queda sin explicar en su amplitud para saber si quiere significarse con esa expresión título preferente sobre otros títulos posibles de propiedad ética y positivamente reconocidos, o título único, que contiene todos los demás y al que deben reducirse necesariamente. Opción aún abierta.

— La tradición cristiana nunca ha entendido la propiedad como derecho absoluto e inatacable, sino subordinado al uso común y al destino universal de los bienes.

— La propiedad de los medios de producción (privada o pública) tiene como fin servir al trabajo, incluso en la posible hipótesis y realidad ética de socialización, en determinadas condiciones, de ciertos medios de producción.

" Cf n 24. 18 Cf n 2. 19 Cf n 1. 20 Si la lectura total de la Laborem exercens es muy recomendable y hasta

imprescindible, por ser hasta ahora la última palabra de la ética socio-económica centrada sobre el trabajo de la doctrina social de la Iglesia, la tercera parte se hace ineludible en el contexto de este capítulo.

21 Cf n 14.

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2.6. Recapitulación conclusiva

Recogiendo las enseñanzas éticas expuestas al reflexionar acerca de la relación apropiación-propiedad-trabajo, se pueden reducir a cuatro afirmaciones, enunciadas de la forma que sigue:

1.a El uso de las cosas es fin, y la propiedad tan sólo un instrumento para la justa consecución de aquella finalidad.

2.a La propiedad no es un valor absoluto ni primigenio. La conducta posible —legítima y ética— en el llamado "estado de necesidad" comprueba la afirmación.

3.a La propiedad conlleva un permanente e ineludible aspecto social, en ocasiones predominante sobre el mismo aspecto individual y personal.

4.a Se da una sustancial relación entre trabajo y propiedad, de forma que la propiedad puede y tiene que quedar justificada ético-moralmente por el trabajo realizado.

Con ello también se puede formular la correspondiente prospectiva como tarea del quehacer ético-moral, derivada del binomio apropiación-propiedad en su relación con el trabajo de esta manera: Misión ético-moral será valorar los opcionables sistemas concretos de propiedad en vigor o que se proyectan, contrastándoles con las características genérico-morales que debe tener toda propiedad para que se sustituyan o, al menos, se rectifiquen, o no se implanten, según los casos, siempre que no se logre sustancialmente por su medio el obligado fin de garantizar un uso y una apropiación justa de las cosas a todos los miembros comunitarios, según la exigencia natural del destino de los bienes para los hombres en relación con la correspondiente actividad laboral.

CAPÍTULO 5

El contrato de trabajo

La consideración moral del contrato de trabajo resulta consecuencia obligada, en la que desembocan, por un lado, las tres realidades fundamentales y sus correspondientes reflexiones éticas, tan íntima y radicalmente interrelacionadas en los ya conocidos binomios destino universal-uso de las cosas por el hombre, apropiación-trabajo y trabajo-propiedad; y, por otra parte, la realidad del trabajo en un nivel más cercano concretamente estructurado, tal y como lo encontramos y como camina dinámicamente en nuestras sociedades tecnificadas hacia una meta de generalización universal.

Porque, efectivamente, el trabajo por contrato o por cuenta ajena resulta ser un fenómeno que siempre se ha venido dando con carácter de constancia en las más dispares situaciones culturales, de civilización y espacio-temporales. Pero en nuestra época, dentro de la modalidad socio-económica en la que vivimos, el trabajo por cuenta ajena resulta ser la forma más ordinaria que concreta la obligación y derecho universal, exigido por las condiciones inherentes a las cosas y la propia naturaleza humana para apropiarse de los bienes necesarios para vivir y progresar, y para que, apropiados, se les reconozca y defienda como propios frente a los demás, merced a un sistema concreto de propiedad positiva.

Conviene remachar que el mismo progreso técnico y socioeconómico en su imparable marcha hacia adelante detrae cada día más trabajadores a la autonomía laboral o trabajo por cuenta propia para trasvasarlos, de forma irreversible, al creciente sector de trabajadores contratados o por cuenta ajena.

Y conviene advertir que, si el trabajo es la principal, la más importante o única fuente en que se fundamenta éticamente la propiedad y ese trabajo resulta que se realiza por medio de un contrato, también se puede ir formulando la afirmación de que el contrato de trabajo pasa a ocupar una preeminencia mayor como fundamento titular y justificativo moral de la propiedad en forma directa e inmediata.

Por todo ello se impone el análisis y la valoración ética del

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trabajo humano por cuenta ajena, concretado en la forma jurídica del contrato de trabajo, con el fin de dilucidar si esta estructura real y jurídico-positiva es o no moralmente aceptable y en qué condiciones.

1. Naturaleza del contrato de trabajo

Calificar con objetividad ética, positiva o negativa, lo que es el contrato de trabajo presupone, como en tantos casos, conocer con la mayor exactitud posible en qué consiste y dónde hay que colocar la o las notas características. Imposible ofrecer un dictamen ético de algo desconocido, a medio conocer o sencillamente no bien conocido a fondo.

Pero sucede que llegar a ese conocimiento exhaustivo del contrato de trabajo no es tan fácil, por lo que en seguida encontramos notables divergencias.

Efectivamente, penetrar las notas características del trabajo por cuenta ajena institucionalizado en el contrato de trabajo ha provocado y sigue dando lugar a disputas de todo tipo en los más variados sectores: estrictamente jurídicos, empresariales, técnicos, económicos, políticos y, por supuesto, éticos. Todas ellas coincidentes en el denominador común de querer centrar exactamente tal figura contractual.

La raíz de la pluralidad de pareceres radica principalmente en el distinto enfoque e interpretación que originan las siguientes realidades existenciales y éticas involucradas:

a) El hombre no es objeto, sino sujeto de la actividad económica, de la productividad tanto de cosas como de servicios. Esta básica afirmación debe conciliarse con que el contrato de trabajo no objetiviza necesariamente al trabajador por cuenta ajena, no es contrario a la dignidad y a los condicionamientos irrenuncia-bles de la naturaleza humana; y que una realidad contractual en la que los contratantes intervienen como sujetos del contrato sin objetivizarlos no tiene por qué ir necesariamente contra la dignidad humana; podría aceptarse éticamente y no valorarse en absoluto de forma negativa.

b) El trabajo humano, rectamente valorado y realizado según la perspectiva ética ya considerada anteriormente, no es un algo, no es una cosa, sino una actividad de la persona, algo personal y que, por eso, ostenta aspectos humanos muy cualificados que lo empapan profundamente en cuanto a su finalidad, obligación, necesidad, creatividad, perfeccionamiento personal, especificidad, etcétera, por lo que nunca llega a ser equiparable el trabajo humano con una mercancía que se compra y que se vende, como a primera vista puede hacer creer el análogo trueque trabajo-retribución salarial.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 403

c) El sistema socio-económico dentro del que nos encontramos distingue sujetos: por una parte, el titular del capital y, por otra, el titular de la actividad laboral, con una separación tan drástica y de sometimiento del trabajo al capital, de la actividad humana a una "cosa", que, de entrada, impide cualquier valoración ética de signo positivo.

Se intuye, sin embargo, que esas divergencias se aminorarían hasta rozar el cero penetrando en la íntima naturaleza del trabajo por cuenta ajena o contrato de trabajo; pues a priori se ve la incongruencia, después de tantos siglos, lugares, culturas y demás circunstancias de que hasta la época presente no se haya detectado la inadmisibilidad ética del contrato de trabajo como tal, y no de determinados contratos de trabajo injustos e inmorales.

2. Intentos de aproximación

Por todos los motivos anotados y, en consecuencia, por la necesidad de llegar en medio de su maraña a una determinación ética precisa, se han sucedido diversas explicaciones con afán de acceder al núcleo esencial del contrato de trabajo en interpretación explicativa más completa y objetiva de lo que es en sí mismo tal contrato.

Seis han sido esos principales intentos.

2.1. Contrato de trabajo = contrato de compraventa

El primero equipara el contrato de trabajo a un contrato de compraventa: el patrono, empresario, empleador, compra al obrero, trabajador o empleado su trabajo (su actividad, su producción, su esfuerzo...) por una cantidad determinadamente convenida, denominada sueldo o salario, con concretas condiciones anejas de tiempo, lugar, etc. Por lo tanto, esta explicación no admite que la relación laboral encierre algo específicamente distinto al contenido de cualquier otra compraventa, ya conocida y regulada desde muy antiguo por el derecho positivo.

Fueron los economistas coetáneos de la incipiente época del maquinismo industrial y del moderno capitalismo quienes así se explicaron.

Esta concepción es inadmisible éticamente, tanto en el plano de los principios morales, que rechazan la concepción del trabajo humano, precisamente por serlo, como una mercancía más (mueble, semoviente o inmueble), equiparable a la de una compraventa, como en el plano de la historia de la práctica realización, que demuestra los nefastos frutos de explotación material y de radical desconocimiento de.la dignidad humana que llevaba aparejados;

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404 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

sobre todo, y además, si a esa compraventa se la añadía el criterio de la ley de la oferta y la demanda para la determinación salarial y su cuantía.

Por su rigidez, y como explicación teórica, esta postura se encuentra abandonada sustancialmente.

2.2. Contrato de trabajo = contrato de arrendamiento de servicios

El segundo intento pretende igualar el contrato de trabajo a un contrato de arrendamiento de servicios y, por cierto, de servicios humanos, sacando así de la categoría de cosas a la actividad laboral. Se trataría de una locatio-conductio "operarum" en lugar de una locatio-conductio "rerum", según la expresión consagrada desde los tiempos del derecho romano.

Fueron los civilistas quienes propugnaron la explicación, movidos por el buen deseo de sacar al contrato de trabajo de la inmoral cuadrícula de la compraventa.

En sí no sería rechazable esta interpretación y equiparación, pero no resuelve el problema. Tanto la teoría jurídica como la práctica ordinaria de la vida muestran cenitalmente que se dan y son necesarias relaciones humanas y contratos de arrendamiento de servicios y de trabajo bien diferenciados entre sí; con lo que la pretendida equiparación sería, por lo menos, inadecuada, sin que muchas de las relaciones laborales por cuenta ajena cupieran en los límites del arrendamiento de servicios; y, viceversa, se darían, como realmente se dan, arrendamientos de servicios que, al menos legalmente, rebasan las estrictas y nítidas relaciones laborales. Es la diferencia entre cesión o préstamo de trabajadores (resulta inmoral, antisocial, ilegal y punible que el trabajador de una empresa trabaje para otra) y la realización, por un trabajador o por una empresa y sus trabajadores, de obras o trabajos para un tercero, bien sea particular físico o jurídico o bien empresa privada o pública (realidad y figura jurídica entonces permisible ética y legalmente, aunque poco coincidente con la filosofía y objetividad de un verdadero contrato de trabajo).

Por otra parte, en la práctica se acentúa el fácil deslizamiento desde el arrendar servicios a la simple cesión de trabajadores, como reliquia del ya lejano origen histórico del arrendamiento de servicios, no distinto del arrendamiento del trabajo de los esclavos en derecho romano, hecho por su dueño a un tercero y, al irse aboliendo la esclavitud, del propio arrendamiento que el recién liberado hace de su actividad a otra persona poniendo a su servicio la capacidad laboral propia para poder así seguir subsis-

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tiendo, puesto que no le queda otro remedio al carecer de patrimonio y de cualquier otro recurso. Con otras palabras, en determinadas ocasiones queda o puede quedar prácticamente en el arrendamiento de servicios el regusto al sabor original y remoto de la esclavitud y al manejo o consideración de la persona del trabajador como una cosa, aunque no se llegue a caer explícitamente ni así se desee en principio y teóricamente; pero puede resultar de esa forma en la práctica, como lo comprueban determinados casos y sentencias judiciales. Por eso la equiparación entre contrato de trabajo y arrendamiento de servicios en tales casos se califica éticamente como desvalor, en forma desfavorable e inaceptable.

2.3. Contrato de trabajo = contrato de sociedad

En el afán interpretativo de la interna realidad encerrada en el contrato de trabajo, este tercer intento pretende equiparar, o al menos acercar, las relaciones laborales a un contrato de sociedad. Una de las partes que intervienen en el contrato pone en el acervo común su capital (o trabajo ahorrado), y la otra su trabajo, en orden a un fin: la productividad concreta y humanamente realizada de objetos o servicios reclamados y necesarios para el bien personal y el común económicos.

Son los moralistas (filósofos y teólogos) quienes propugnaron la idea.

Esta forma de intentar la solución tampoco es rechazable en principio. Sólo que también adolece de inadecuación explicativa. Porque objetivamente, además de poderse dar sociedades que no tengan nada que ver con finalidades laborales, resulta subjetivamente importante en ambas partes la carencia de intencionalidad, de un affectus societatis, puesto que ni se les ha ocurrido ni quieren realizar tal sociedad. La misma realidad rechaza tal intento de equiparación, al menos en su totalidad, mostrando cómo empresas cooperativas que ya de por sí son sociedades distinguen con cuidado la duplicidad de "roles" en una misma persona física, que es cooperativista y al mismo tiempo trabaja en la empresa cooperativa: recibe retribuciones por lo estrictamente laboral de su trabajo; y, además, en el correspondiente reparto de los beneficios que pueden corresponderle como a miembro cooperativo.

De todas formas, sí es deseable que el contrato de trabajo se suavice con elementos del contrato de sociedad y los asuma. Pero nunca podrá llegar a identificarse y explicarse en plenitud con el mismo.

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406 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

2.4. Contrato de trabajo = contrato mixto de compraventa y sociedad

Una cuarta posibilidad explicativa sostiene la equiparación —aditiva y sustractiva a la vez— con una síntesis de los contratos de compraventa y de sociedad. Del contrato de compraventa se suprimen los elementos inaceptables éticamente (trabajo humano igual a mercancía, etc., según se ha ponderado), reservando los admisibles (intercambio humano de servicio y retribución). Y del contrato de sociedad se prescinde de los elementos inexistentes en realidad (no hay intención societaria), pero se recogen otros aspectos aprovechables (diversas formas de participación e integración humana que se dan en la sociedad, etc.). La naturaleza del contrato de trabajo resultaría ser la de un contrato mixto de compraventa y sociedad.

El intento que significa esta interpretación se debe a los moralistas católicos de forma muy caracterizada.

Tampoco podría, en rigor, rechazarse éticamente la concreta hipótesis doctrinal expuesta. Pero lo que no se puede soslayar es que lo que se integra no es tanto un contrato de compraventa cuanto una parcela seleccionada de ese tipo contractual con otra parte también escogida, y no con la totalidad del contrato de sociedad.

Con ello resulta, por añadidura, una figura contractual ciertamente íntegra, pero "nueva". Por otra parte, la realización y el contraste práctico de esta hipótesis, repleta de la mejor buena voluntad, earece de comprobación en la vida laboral cotidiana.

2.5. Contrato de trabajo = contrato de adhesión

La quinta hipótesis que intenta explicar el contrato de trabajo en sí mismo lo equipara a un contrato de adhesión, aunque añadiendo como imprescindible la palabra y el carácter social de esta forma: "contrato social de adhesión", o de esta otra: "contrato de adhesión (con carácter) social".

Promotores de esta interpretación han sido los sociólogos y los politólogos más bien sociales. Quieren con ella hacer patente que el carácter típico del contrato de trabajo lo saca de la privacidad jurídica y lo trasplanta al campo del derecho social y/o público. Hay que otorgar al contrato de trabajo un carácter social y hay que reconocer, en relación con el tiempo, el derecho y la obligación de una intervención pública, al menos en cuanto a las condiciones mínimas contractuales por debajo de las que sería ilegal e inválido todo convenio de trabajo (colectivo o individual).

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 407

El intento radical de esta equiparación se halla en querer encauzar, poniéndole límites, el excesivo individualismo liberal socio-económico y la ilimitada "libertad" que profesa y engendra, haciendo intervenir la función competente al gestor del bien común. Según la filosofía de este intento, han ido surgiendo las leyes del contrato de trabajo, reglamentaciones, ordenanzas laborales, estatutos del trabajador, convenios colectivos, acuerdos marco, negociaciones y consensos entre las asociaciones obreras y las empresariales, respaldados luego legal o ejecutivamente.

Se introduce la nota de "adhesión", porque la hipótesis recoge la forma que se generalizó para los contratos de transporte ferroviario con la difusión del ferrocarril, en los que el viajero no interviene para nada al determinar las circunstancias contractuales, sino que sólo se adhiere al horario, precio, recorrido... que tiene previamente señalado la empresa ferroviaria. También entre las compañías aseguradoras y el asegurado generalmente. En el contrato de trabajo, tanto la parte que presta el trabajo como la que lo ofrece tienen señaladas, o deben tener señaladas, las condiciones mínimas contractuales de salario, jornadas, etc., a las que han de adherirse y cumplir todos y cada uno de los contratos singulares de trabajo.

Y se añade "social" porque las condiciones mínimas para el mundo laboral han de establecerse por los gestores del bien común, es decir, por la misma sociedad como tal; y no pueden o no deben dejarse a iniciativa particular, en razón de ese mismo bien común y por defensa de los sectores más débiles de la comunidad política como, en el caso del contrato de trabajo, sería el trabajador.

Nada que oponer éticamente. Más aún: la misma realidad ha mostrado como imprescindible la intervención social en el contrato de trabajo desde el ángulo de la justicia, tanto personal como colectiva. Algo especial tiene, pues, este contrato cuando éticamente se pide y se recibe con brazos abiertos una típica intervención social y pública que no reclaman otras clases de contratos.

Sin embargo, la concepción sociológica y politológica no llega a explicitar los motivos que la impelen a formularse; quizá sólo a intuirlos y a vislumbrarlos como muy característicos y únicos. Por ello parece que habría algo más que expresar.

2.6. Contrato de trabajo = contrato "sui generis"

La sexta explicación acerca de la naturaleza del contrato de trabajo afirma redondamente que se trata de un contrato sui generis con características peculiares y tan propias que, a lo sumo, se encuentran sólo apariencias de similitud con otras clases de contratos.

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408 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Son los laboralistas, por una parte, y, por otra, los moralistas quienes acentúan cada vez más este parecer.

Dicen los primeros que precisamente esa tan específica tipici-dad ha dado lugar y apoya el nacimiento del derecho laboral con entidad propia e independiente, por lo menos a mitad de camino entre el privado y el público, dado su carácter social e inencasilla-ble en algunas de las existentes ramas del saber jurídico.

Los moralistas llegan a la misma conclusión apoyándose menos positiva y más filosóficamente en los principios de subsidia-riedad del Estado; del bien común; de los límites que deben dibujar y respetar las relaciones humanas, nunca el poder o la fuerza económica; de las enseñanzas éticas del destino-uso universal de los bienes; del derecho-deber del trabajo verdaderamente humano y de la filosofía moral de la apropiación-propiedad, así como del equitativo reparto de los bienes naturales y de los productos.

Sobre todo, la insistencia de la especificidad se hace recaer en el incontestable principio ético que afecta a toda relación laboral: el carácter personal y social, referidos inseparablemente y que empapa toda actividad del hombre.

Esta interpretación no excluye, sino más bien todo lo contrario, la mayor y más profunda participación del trabajador en la producción, en la administración y hasta en la gestión laboral. Participación que en justicia debe tomar más cuerpo con el transcurrir del tiempo.

Podemos hacer nuestro y sostener este parecer como el más completo y adecuado. Tan sólo añadir que, si el contrato de trabajo escapa a cualquier encasillamiento previamente poseído o diseñado, sin poderlo fijar ni encuadrar en ninguna de las formas de la clásica lista de contratos civiles, también encontramos el mismo fenómeno de inaprehensibilidad y de constitución sui ge-neris —por supuesto que sin abandonar el marco contractual—en el matrimonio. La razón es obvia: el sujeto y el objeto en ambos contratos son seres humanos o es algo humano, peculiaridad que nunca hallamos en otra forma contractual de las conocidas y practicadas.

3. Definición descriptiva del contrato de trabajo

Si con dificultad, y no unánimemente, se llega al concepto adecuado del contrato de trabajo, el camino para la definición descriptiva, existencial y fáctica del mismo, tal y como se practica en la vida ordinaria, es bastante más recto y llano, con convergencia unánime ética y jurídica y con llegada a una meta satisfactoria.

La definición brotó más bien en terreno ético, siendo luego

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 409

adoptada en el jurídico-doctrinal, y hasta en el positivo con retoques o matizaciones convenientes y propios de ese campo.

Se entiende descriptivamente por contrato de trabajo el acuerdo expreso o tácito en virtud del cual una o varias personas se comprometen a realizar obras o prestar servicios, con carácter profesional, por cuenta ajena y bajo la dependencia de otra persona, física o jurídica, a cambio de una retribución.

La precedente descripción incluye las notas siguientes: a) por cuenta de un tercero, de otro, o ajena; b) actividad de carácter profesional, y no de favor o mera

vecindad; c) bajo la dirección o dependencia de otro, de un tercero; d) mediante una retribución material (bien sea monetaria o

en especie)'. Al ser abarcadora de todas las notas externas características

del contrato de trabajo, si esa definición, sometida a valoración ética, resiste el contraste moral, el contrato de trabajo y la realización del derecho y deber de trabajar inherente a todo hombre, no tanto autónomamente cuanto por cuenta ajena, resultará ser una estructura socio-laboral aceptable en sí misma.

4. Valoración ética

Las objeciones, los inconvenientes o defectos éticos principalmente aducidos contra el trabajo por cuenta ajena o, más en concreto, contra la contratación laboral, son, por supuesto, los defectos genéricos que vician todo contrato: falta de consentimiento, de libertad... Pero no tenemos por qué referirnos a ellos ahora, precisamente por ser genéricos y conocidos.

Nuestra atención ha de dirigirse a los propios del contrato de trabajo en su especificidad. Normalmente se agavillan en tres dificultades matrices.

4.1. Falta de libertad

Efectivamente, quedó insinuado que este reproche aún se agudizará más con el transcurrir del tiempo, puesto que se reducirán

1 A estas suficientes características suelen añadir los diferentes derechos positivos otras regulaciones más determinativas. Por ejemplo, normalmente se exige: a) que el acuerdo sea expreso; b) más aún, que se formule por escrito; c) que la retribución se satisfaga dentro de determinados plazos que se señalan, como la semana, la quincena, etc.; d) que la retribución no se haga en especie o, por lo menos, de tolerarse, que no sobrepase determinado tanto por ciento del total; e) que el pago se realice en moneda de curso legal, etc. Generalmente, estas concreciones se encaminan a evitar posibles abusos hacia los trabajadores y, por supuesto, que, de esa forma y por esa intencionalidad, quedan automáticamente asumidas como éticas.

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410 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

más las posibilidades laborales autónomas y por cuenta propia hasta el punto de su desaparición o, por lo menos, de su excep-cionalidad.

La conclusión de la falta de eticidad por carencia de libertad opcional en relación con otras posibles formas de desarrollar el trabajo va más allá de lo debido. En un contrato de transporte sin posible alternativa, también me hallo estrictamente condicionado por el horario previo y demás circunstancias reglamentadas. Lo tomo o lo dejo. En un pequeño pueblo con única fonda no me queda más alternativa que contratar en ella el alojamiento, sin otra posible elección, o trasnochar al sereno.

Si opto por lo primero, ni yo mismo ni nadie objetará falta de libertad; sobre todo si el precio del transporte o del alojamiento está objetivamente calculado y exigido en justicia. Daremos el contrato por válido, libre y voluntario; por aceptable, y además moralmente.

De igual forma, en el contrato de trabajo, aun concediendo a la opcionalidad del trabajador una fuerte restricción por carencia de alternativa, si no falla la justicia por otros motivos, puede afirmarse que no se da inmoralidad sustancial por tal motivo. Piénsese, además, que libertad y justicia no son dos términos ni dos realidades opuestas y siempre excluyentes entre sí.

4.2. Dependencia moral

Por darse una dependencia inmoral, ya que en el contrato de trabajo, dicen los objetantes, se hace depender a un ser humano, al trabajador, del capital, que es una cosa, un algo. Toda dependencia del hombre de una cosa es inmoral, pues supone una inadmisible inversión en la escala de valores.

Así es. Y si con ese espíritu se realiza en la práctica la contratación laboral, indiscutiblemente hay que concluir que se ejecuta al margen de la moral. Pero ni todas las veces es así ni todos los sistemas socio-económicos conciben la dependencia con tal talante.

Ante un semáforo en rojo, unos seres humanos se detienen para dejar paso a los vehículos. Entendida esta actitud como que unos hombres dejan paso a unas "cosas" haciéndoles depender de ellas, concebiríamos mal la realidad; y si ésta se hubiera establecido dentro de tal intencionalidad, se habría establecido algo inmoralmente. Pero resulta que los peatones que aguardan el disco verde no dependen ni se someten a unas "cosas", sino que ceden el paso (entre otras razones) a otros seres humanos que, por su parte, vienen en vehículo y les toca el turno de preferencia en el paso.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 411

La dependencia de un hombre de otro hombre, siempre que sea humana y proporcionada, es hasta natural: el niño de sus padres, el ciudadano de la correspondiente autoridad en sus ordenados límites, etc. Es verdad que se necesita participación, consulta, relaciones humanas... en tal dependencia; pero, en sí, no es necesariamente inmoral.

En el contrato de trabajo, dentro de esos límites humanos, no se puede hacer depender el trabajador-persona del capital-cosa. Pero sí puede darse una dependencia del trabajador-persona del dueño del capital-persona con todas las limitaciones de humanismo que sean necesarias y sabiendo que, aun así, esa dependencia puede ser éticamente peligrosa y frecuente ocasión de abusos, que habrá que evitar y suprimir sin contemplaciones, pero sin que sea siempre sustancial y en sí misma inmoral.

4.3. Retribución injusta

No cabe duda que puede haber contratos de trabajo, en singular o en grupo, en los que se estipule una retribución salarial injusta; mas ello no pertenece inseparablemente al ser mismo del contrato, y es claro que tal actitud implica una injusticia en cada caso. Pero se puede concebir y se dan muchos contratos con retribuciones justas que disuelven la pretendida dificultad.

En el capítulo 3 de esta parte, al tratar el tema de la "Necesidad, derecho y deber del trabajo para el hombre" se adelantaron determinados aspectos a los que debe atenderse, si se quiere que la retribución laboral sea totalmente justa (cf 1.4 del c. 3).

Insistiendo ahora en lo que allí se explícito, es preciso añadir concreciones acerca de los distintos condicionamientos insoslayables en la vertiente material de la retribución del trabajo para que pueda cruzar la aduana de lo justo.

Sin embargo, hay que prevenir una infundada esperanza: no corresponde estrictamente a la ética descender hasta la determinación precisa de las cantidades que pueda exigir la justa retribución laboral.

Ha sido y puede continuar siendo un señuelo y una tentación, en la que repetidamente se ha incidido con el resultado, comprobado a posteriori, de incompetencia por haber cruzado la frontera del propio campo ético y entrometiéndose en mies ajena, a pesar de respetar la buena intención de la que se pudo estar animado.

Esta inadecuación de los resultados éticos se acentuaba sobre todo por dos razones: una, por la misma sistemática casuístico-moral, con el esfuerzo agotador concomitante de querer precisar lo justo hasta el céntimo, lo que también se pretendía hacer con

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412 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

la determinación cuantitativa de los bienes superfluos y de la obligación del nivel de desprendimiento por la limosna; y la otra razón, porque la ética carecía de criterios objetivos socio-económicos propios, de forma que, además de cuantificar la retribución, debía asumir la tarea previa de configurar para ello criterios más, o más bien menos, económicos en los que apoyarse, con lo que se aumentaba la posible incompetencia y el erróneo o dudoso cosechar en campo ajeno.

Hoy la moral de actitudes (más de actos que casuística), valiéndose del progreso de las ciencias socio-económicas, elude con holgura la doble dificultad; de forma que una ética actitudinal sí puede facilitar pistas seguras, suficientemente orientadoras, que de verdad la competen, en cuanto a la justa retribución laboral, asumiendo y evaluando parámetros socio-económicos no construidos por ella misma ni erigiéndose en juez y parte.

Nos referimos a continuación, poco más que enunciativamente, sin poderlos desarrollar en su totalidad, a los siguientes criterios:

— La retribución legal: el salario legal señalado vincula éticamente; no en el sentido de que no pueda y deba ser en justicia mayor que e¡ fijado, sino en el de que cualquier retribución por debajo de tal salario ha de tenerse por injusta e inmoral normalmente, es decir, salvo rarísimas y muy contadas excepciones, después de una ajustada comprobación económica y ética.

Por legal ha de entenderse no sólo el salario mínimo interprofesional garantizado (SMIG), sino los señalados por normativas jurídico-positivas por encima del mismo para diversas categorías laborales y por distintos conceptos suplementarios (transportes, antigüedad, peligrosidad, extraordinarios, nocturnos...).

— La retribución convencional: estatuida más allá del marco legal anterior, según el libre y voluntario contrato de las partes contratantes, siempre sin transgredir los límites separadores del evidente abuso o injusticia.

— La retribución vulgar, determinada por la estima común (que tiene en cuenta también la ley de la oferta y la demanda en lo que no contradiga y mientras se mantenga dentro de los límites éticos) y/o por el juicio de entendidos en la materia para el determinado tipo de trabajo y demás circunstancias de que se trate2.

— La renta media en general, per cápita, de personas activas, de una familia media o normal.

— El producto nacional medio: bruto, neto.

2 Sólo se trata aquí de transferir la doctrina de las clases y valoraciones éticas del precio en general —legal, convencional y vulgar—, aplicándolas analógica y circunstanciadamente a la retribución laboral (salarios y sueldos) e insistiendo en lo de analógico, porque sabemos de sobra que el trabajo humano no es ni se puede equiparar a un objeto mercantil más.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 413

— El índice del coste medio de vida según la correspondiente evaluación estadística.

— El índice de precios al consumo (IPC). — Los criterios de: a cada uno según su productividad3, a cada

uno según sus necesidades*. — El techo de la exención tributaria en impuestos como el del

rendimiento de trabajo personal, el general sobre la renta de personas físicas y otros análogos en denominación o contenido según las respectivas comunidades políticas.

— La situación económica concreta de la empresa o centro de trabajo.

— Las exigencias y posibilidades del bien común: nacional, internacional.

En una palabra, el salario o sueldo y, en general, la justa retribución laboral han de calcularse orientativamente en función del amplio abanico de factores intervinientes.

Queda, pues, el que, analizadas las objeciones que comúnmente se oponen a la eticidad y a la justicia del contrato de trabajo en general, se nos muestran como posiblemente objetivas y reales; pero también que aparecen como adventicias al contrato de trabajo y no con ía exigencia de pertenecer a la propia integridad del mismo, ni mucho menos a su esencia. Esto basta para sostener la posible aceptación ética del trabajo realizado por cuenta ajena y de la estructura con la que se organiza en forma de contrato sui generis. No obsta en contra que alguno, algunos y hasta muchos contratos de trabajo puedan ser injustos y lo sean en su última concreción práctica; también se pueden concebir y dar concretos contratos de trabajo, según lo expuesto, en los que la libertad y voluntariedad sean suficientes; en los que no se haga depender al hombre trabajador del capital-objeto, y en los que no se retribuya al trabajo por debajo de lo debido en justicia, tanto conmutativa como social.

5. Correctores éticos para la justicia del contrato de trabajo

Con mucha frecuencia se lee y se oye que el denominador común radical de las injusticias producidas en la realización concreta del contrato de trabajo se encuentra en la desigualdad de "fuerza" existente entre las dos partes contratantes. Excesiva y

3 Existen y se practican profusamente diversos procedimientos de "Valoración de tareas" con objetividad técnica irreprochable. A ellos hay que remitir para matizarlos éticamente. Uno de los más conocidos es el sistema "Bedaux".

4 Una explicación intensiva de estos criterios corresponde al desarrollo de la ética de la seguridad social y de la fiscalidad o tributación, respectivamente.

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414 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

aplastante por lo que se refiere a la parte que ostenta el capital, en el empresario, y muy débil por parte del trabajador.

Sin duda que el desequilibrio entre los contratantes ha sido muy real e innegable. En un pretérito no muy lejano, dentro del sistema socio-económico liberal capitalista puro, o muy cerca de la pureza de sus principios, el desnivel resultaba sangrante. La historia tiene la palabra. Y precisamente ahí se encuentra uno de los motivos, no secundarios, por los que tal sistema se tiene como inaceptable éticamente, sin regatearle, a pesar de todo, los logros positivos alcanzados5.

Ahora, por el contrario, la desigualdad de fuerzas se ha equilibrado objetivamente en buena parte. Pero este equilibrio tiene aún mucho camino que recorrer, porque no es total en tiempo o espacio, como brevemente se explaya en la nota a pie de página; ni es definitivo, puesto que, con toda certeza, o muy posiblemente, en cuanto se afloje la mano sobre los timones correctores retornarán irremisiblemente los desequilibrios, desapareciendo la justicia equitativa y social lograda a fuerza de tantos sacrificios y constancia; ni mucho menos implica un cambio de signo en la justicia, inclinándola a favor del trabajo y en contra del capital, a la inversa de lo que se venía soportando.

Está claro, pues, que hay que seguir prestando atención al estudio y a la puesta en práctica de los correctores, que evitarán

5 La doctrinal social de la Iglesia condena la socio-economía liberal capitalista con una explicitación constante y ascendente hasta llegar a los nn 105-9 de la Quadragesimo armo, continuando después la misma línea en todas sus intervenciones, hasta la Laborem exercens por ahora.

Sin embargo, en la actualidad, y por la introducción de distintos correctores asumidos, también se oye y se escribe que difícilmente se encontrará una comunidad política con un sistema socio-económico liberal capitalista puro y que, en consecuencia, no es fácil que puedan darse contratos de trabajo rechazables por relevante desigualdad de fuerza entre ambas partes contratantes.

Sin ánimo de polemizar en este momento, que no es el propio, constatemos que es posible que así sea en el área mundial capitalista, pero sólo en los países desarrollados del primer mundo y en algunos del segundo, y de ninguna forma clara en los países en vías de desarrollo o en los del tercer mundo. Para una conclusión concreta, no hay más remedio que detenerse en el análisis correspondiente de cada uno de los casos.

De todas formas, aun concediendo la superación del capitalismo liberal puro en determinados casos y comunidades políticas concretas, hay además dos importantes acotaciones: una, que no haya llegado a alcanzar el nivel mínimo exigible para poder afirmar que se ha producido superación válida en ética con el despegue correspondiente, por lo que el sistema sigue siendo inaceptable, como acaece en parte de los sistemas autodenominados neocapitalistas o de economía (más o menos social) de mercado; y, por otra parte, que a nivel internacional (naciones del eje norte-sur principalmente) no se ha producido la más mínima superación, sino que, por el contrario, sigue vigente, y hasta acentuado, el capitalismo liberal más puro, con previsión a largo plazo, mientras no se desemboque en una verdadera comunidad internacional con la correspondiente autoridad que intervenga en suprimir las injusticias socio-laborales a ese nivel internacional.

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 415

las concretas injusticias en el contrato de trabajo y su inadmisibi-lidad ética.

Los correctores más frecuentes y también más eficaces, éticamente asumibles, son los siguientes:

a) las asociaciones o sindicatos de trabajadores, en los que se ha venido insistiendo como medio verdaderamente eficaz y primario para defender los derechos del trabajador. Ciertamente tienen dos contrapartidas interesantes, sobre las que es preciso reflexionar: la politización que los impregna, de forma que muchas veces se anteponen criteriologías filosófico-políticas y cosmovisio-nes a los intereses más inmediatos y precisos de los trabajadores, que en parte pueden quedar contrarrestados; también por las propias asociaciones empresariales, a las que no se las puede negar el oportuno derecho para constituirse; además, se detecta en general un grado de apatía bastante considerable en los trabajadores en cuanto a la afiliación sindical, lo que implica falta de participación social, que, sin embargo, es necesaria, ya que el fin de sindicarse es purificar de injusticias el mundo laboral6;

b) la huelga, que es una forma no cruenta, pero sí violenta, de alcanzar determinadas cotas de justicia laboral (no nos referimos al fenómeno de las huelgas estrictamente políticas), con lo que se reconoce implícitamente que las estructuras de administración de justicia en el sector del trabajo no existen o, mejor, no son lo suficientemente eficaces en su dinámica propia, más o menos relacionada con la insuficiencia del derecho positivo laboral en vigor. También la huelga tiene sus limitaciones en determinados condicionamientos exigibles y en el posible contrapeso del "cierre patronal" (internacionalmente conocido con el anglicismo "lock out")7;

c) las negociaciones colectivas a nivel privado con ese mismo nombre de negociación o también con el de convenios, acuerdos laborales y/o sociales. Seria el procedimiento corrector preferente éticamente para hacer prevalecer la justicia en las relaciones laborales, supuesta la intención leal y sincera en los representantes de ambas partes: la de las organizaciones sindicales y la de las empresariales. Y, desde luego, la forma más "civilizada" también. No tiene contrapartida mayor que la de poder incidir en el círculo vicioso que se pretendía deshacer; es decir, que en esas negocia-

6 Cf más adelante, pp 417-418. 7 Normalmente, en las legislaciones de los países libres se reconoce el derecho

a la huelga y, muchas veces también, el derecho al cierre patronal. Pero también es verdad que a distintos niveles. El primero muchas veces incluso a nivel constitucional y de ley orgánica, mientras que el segundo o "cierre" tan sólo a nivel de una ley ordinaria y con condicionamientos distintos bien característicos en sus formalidades y exigencias. En cada país se precisa conocer la correspondiente legislación y el puesto más o menos condicionado que se otorga a la huelga y al cierre patronal.

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416 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ciones, convenios o acuerdos se terminara, otra vez más, con un resultado final en el que prevaleciera la opinión de la parte más fuerte. Pero para evitar eso está el cuarto correctivo, con carácter último y definitivo, es decir,

d) la intervención pública. De ninguna forma intervención totalitaria o excesiva, que pecaría de abuso intervencionista, sino tan sólo en el grado y nivel ético que exigen el principio de subsi-diariedad, el cumplimiento del deber que le atañe al gestor del bien común la supresión del intolerable inhibicionismo de los poderes públicos en las cuestiones de interés general, entre las que, desde luego, se está de acuerdo en incluir las relaciones y los problemas surgidos en el mundo socio-económico y laboral. De ninguna manera se puede sancionar moralmente el cruzarse de brazos, postura propia de un sistema económico liberal, ni el lema "laisser faire, laisser passer".

Esta intervención pública se concreta en disposiciones legales o administrativas en los niveles que sean necesarios, desde el de ley, pasando por el decreto-ley, decretos, órdenes y normas de obligado cumplimiento, hasta convenios colectivos con carácter público o públicamente respaldados.

Por lo tanto, cualquiera de esos niveles puede tener dos vertientes: una, la de mera tarea sustitutoria y de llenar lagunas, omisiones e inhibiciones de la iniciativa privada laboral, que no opera en determinado punto en el que el bien común reclama regulación e intervención; otra, recoger la labor efectivamente realizada en el sector laboral por empresarios y trabajadores que se esforzaron en llegar a soluciones, pero que necesitan del espaldarazo y la aprobación para que, tomadas a nivel privado, adquieran el carácter de disposiciones públicas con fuerza vinculante general. Los poderes públicos respetan entonces la iniciativa privada, que no ha desertado del deber de enfrentarse y solucionar las dificultades existentes y que ha ahorrado a los gestores del bien común la tarea de realizarla en sustitución de una iniciativa privada inoperante, limitándose ella a aportar el refrendo público preciso a la solución adoptada que aquélla carece de la facultad de otorgarse.

El inconveniente ético que puede tener este corrector en su carácter suplementario es que respalde algo no decidido antes con el debido equilibrio de fuerzas y otras manipulaciones obvias. Pero, como en los tres correctores anteriores, en el ordinario quehacer humano hay que contar con el margen de imperfección de las decisiones y ser optimista, sabiendo que el juego de los cuatro correctores citados, manejados prudentemente y en la oportuna proporción, ha sido muy útil para debilitar las injusticias del mundo del trabajo, en las contrataciones laborales sobre todo, y

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 417

que puede seguir aún siendo de gran utilidad actual, sin pcnpec-tivas de mejores horizontes pragmáticos.

En la reflexión de la ética concreta del contrato de trabajo, e incluso dentro de los correctores, merece lugar aparte lu participación. Porque una adecuada participación extinguiría automáticamente la casi totalidad de las injusticias que se detectan en la contratación laboral.

En la participación se dan diversos grados: a) Empezando por el más sencillo, parece normalmente justa

y hasta obligada la participación en los beneficios, es decir, en aquellos remanentes que quedan después de haber satisfecho en justicia lo debido tanto al trabajo como al capital. Porque atribuir ese remanente sólo al capital y aceptarlo puede constituir generalmente un abuso de apropiación, al menos parcial, indebida8.

b) Esa participación en los beneficios debe tener una nueva mira ética finalista, en lo que sea factible socio-económicamente. Para ello la propiedad derivada de la participación en los beneficios puede condicionarse con la reinversión total o parcial en la propia empresa. Se ascendería así un plano más en la participación, dirigido a la participación en la propiedad. Se ha convertido el trabajador en un accionista cualificado de igual manera que los demás, o con características especiales, según las posibilidades reales y las conveniencias posibles que se presenten.

c) Un tercer grado es la participación en la gestión que viene de la anterior forma de participar en la propiedad, o que puede facilitarla, resultando con ello bastante menos extraña dentro del conjunto del sistema que la pretensión no gradual y repentina de su implantación.

d) Por fin, llegar a la cogestión, o participación igualitaria, en la toma de decisiones que afecten al centro de trabajo, o a la autogestión. Estos dos tipos de participación o gestión: la "co"-gestión y la "auto"-gestión, ya en su misma propuesta producen malestar socio-económicamente en el área occidental de una economía de mercado capitalista, pretextando su carácter utópico. Ciertamente lo son dentro de la estructuración actual, que habría de cambiarse mediante una reforma radicalmente "revolucionaria" de la economía en general y de la empresa en particular.

Pero, aun así, resulta suficientemente inviable esta participación, puesto que al mismo tiempo se reclama que se mantenga la unidad de mando, exigencia fácilmente comprensible por mínimas razones operativas, pero que lleva a un callejón sin salida, al menos en los casos de desacuerdos con empate de votos, a no ser que se otorgue capacidad decisoria última al capital o al trabajo

8 Cf más arriba, pp 352-354, cuando se indicó el segundo posible esquema de desarrollo para una ética socio-económica.

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418 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

en esas hipótesis, con detrimento mismo de la cogestión, o a un tercero extraño, a las partes mismas y al propio centro de trabajo, postura muy razonable y éticamente aceptable, pero también fundamentalmente destructora de la cogestión al sustraer la capacidad decisoria precisamente en las circunstancias más controvertibles y, por eso, más propias para la decisión cogestionaria.

La "codecisión paritaria en todos los asuntos que afectan al gobierno del centro de trabajo por los representantes de los trabajadores y los dueños del capital" sigue siendo, por todo ello, uno de los temas más discutibles, por más inmaduro, dentro de la ética laboral. Pero con ello nadie quiere afirmar que al final del camino por recorrer no se halle la meta de un resultado aceptable, más liberador y humano, en las relaciones laborales dentro de la estructura contractual del trabajo, o en otras que ni siquiera imaginamos, aunque podemos entrever como posibles.

6. Ultima valoración ética complexiva

Recogiendo en lacónica síntesis ética todo lo desarrollado en los cuatro apartados precedentes, se ha logrado una fórmula que muchos tratadistas repiten obligadamente, a falta de otra que califique moralmente el contrato de trabajo con sus adjuntos genéricos de dificultades y posibilidades, así como de accidentalidades mencionables, y porque encierra en sí misma el valor profundo de una conclusión del análisis metódico y detenido del tema.

La fórmula valorativa es como sigue: El contrato de trabajo en sí no es injusto, pero tal y como se practica en la actualidad tiene graves defectos y necesita una profunda reforma.

Las tres partes del enunciado, recogidas en única formulación, aparecen más o menos independientes y aisladas al comienzo de la década de los treinta en campos diferentes, como el de la reflexión privada y el de la doctrina social católica de la Quadragesi-mo anno; pero en seguida se aglutinan y adquieren cuerpo de forma definitiva en el texto reproducido o en otros muy cercanos y aproximados.

Ante ese dictamen, sólo queda preguntar si el "tal y como se practica en la actualidad" puede todavía sostenerse en los años ochenta con suficiente validez ética. La respuesta parece afirmativa, en el sentido de que el dictamen continúa siendo expresión válida para calificar éticamente el contrato de trabajo tanto en su definición doctrinal y de contenido como en el modo de practicarse. Cierto que desde entonces han mejorado mucho las condiciones laborales, al menos en determinados lugares y circunstancias, habiéndose eliminado notables injusticias. Pero no es menos cierto que los mismos avances antropológicos y políticos

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 419

han detectado, cognoscitivamente al menos, nuevas metas e ideales éticos en el sector laboral, a los que hay que tender con obligatoriedad (como, por ejemplo, la mayor y mejor participación) para que esa toma de conciencia no quede estéril, sino que se convierta en realización práctica. En consecuencia, los defectos reales en el contrato de trabajo son ahora distintos de los existentes al formular el dictamen que nos ocupa, pero nadie niega que no se detecten; además, es posible que la profunda reforma de entonces, en parte quizá lograda, haya que dirigirla a otros aspectos, porque nadie niega tampoco que el contrato de trabajo no sea ya reformable en.mejor, ni que no haya obligación de reformar determinados aspectos en pro de una mayor justicia. Lo que se precisa, pues, es dictaminar en cada momento concreto esos defectos y esos puntos de reforma, como para nuestros días se ha intentado, aunque brevemente, en el presente capítulo.

7. Confirmación doctrinal

Las enseñanzas ético-doctrinales acerca del contrato de trabajo se han tenido presentes al ser formuladas, y por eso van en la misma línea y confirman los resultados reflexivos expuestos.

a) En la Sagrada Escritura hemos encontrado ya pasajes como Dt 24,14-15 y Sant 5,1-4, que no es necesario reiterar. Se reconoce en ellos la existencia del trabajo por cuenta ajena y, en consecuencia, del contrato de trabajo y de la retribución salarial, que hay que satisfacer en justicia y sin demora como obligación grave.

b) La comprensible parquedad en la Sagrada Escritura de detalles éticos, por otra parte fácilmente deducibles con relación al contrato de trabajo, contrasta con la extensa doctrina social católica, que analiza y valora la moralidad de los numerosos aspectos del trabajo por cuenta ajena con preocupación constante y en los diversos niveles que les corresponde, es decir, como algo definitivo en ocasiones por tratarse de aspetos éticos básicos, y sólo como recomendaciones e insinuaciones en otras oportunidades, suponiendo que las opciones posibles, aun distintas, pueden ser válidas o no contrarias a la moral, habida cuenta de las circunstancias relativas de la realidad socio-económica, sistemática y política, así como del dinamismo de los distintos grados de evolución en que se encuentra la correspondiente práctica del contrato de trabajo concreto.

El concilio Vaticano II, enlazando con toda la doctrina anterior sobre el tema, especialmente la expuesta desde la Rerum novarum, recoge y reafirma explícitamente, en lo que nos atañe ahora, lo siguiente:

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420 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

— Que puede darse trabajo por cuenta ajena, cuando enseña: "Pues el trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente de la persona..."9

— En relación con el salario: "...la retribución del trabajo debe ser suficiente para permitir al hombre y a su familia una vida digna, en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y del bien común"10.

— Por lo que atañe a las asociaciones de trabajadores, se sostiene: "Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho a fundar libremente asociaciones obreras que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones, sin riesgo de represalias...""

— Respecto a la huelga: "...la huelga puede seguir siendo medio necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores..."12.

— Por lo que respecta a la intervención subsidiaria del Estado, se asumen las extensas y precisas enseñanzas ya formuladas antes del concilio exhaustivamente, aunque con todas las matizaciones posibles: "Además constituye una obligación del Estado vigilar que los contratos de trabajo se regulen de acuerdo con la justicia y la equidad, y que, al mismo tiempo, en los ambientes laborales... se respeten las bases fundamentales del orden justo y verdadero de la convivencia humana que han servido para estructurar, de una u otra manera, la legislación social de los Estados en la época contemporánea..., bases que... han contribuido no poco al nacimiento y al desarrollo de una nueva disciplina jurídica llamada derecho laboral"13.

— Acerca de la participación: "Las empresas son comunidades de personas... Por ello, teniendo en cuenta las diversas funcio-

9 Cf constitución pastoral Gaudium et spes 67, 2.e

10 Ib. 11 Cf constitución pastoral Gaudium el spes 68, 2.Q

12 Cf constitución pastoral Gaudium et spes 68, 3.Q

13 Cf encíclica Mater et magistra 21, así como los nn 30. sobre la superación de la ética individualista, y 75, acerca de la colaboración de todos en la vida pública y social, de la constitución pastoral Gaudium el spes. A este último número pertenecen las siguientes líneas: "Es perfectamente conforme a la naturaleza humana que se constituyan estructuras jurídico-políticas que ofrezcan a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección creciente... A consecuencia de la complejidad de nuestra época, los poderes públicos se ven obligados a intervenir con más frecuencia en materia social, económica y cultural para crear condiciones más favorables que ayuden con mayor eficacia a los ciudadanos y a grupos de búsqueda libre del bien completo del hombre. Según las diversas regiones y la evolución de cada pueblo, pueden entenderse de diverso modo las relaciones entre la socialización y la autonomía y desarrollo de la persona".

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 421

nes de cada uno —propietarios, administradores, técnicos, trabajadores— y quedando a salvo la necesaria unidad en la dirección, se ha de promover la activa participación de todos en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto. Con todo, como en muchos casos no es a nivel de empresa, sino en niveles institucionales superiores donde se toman las decisiones económicas y sociales de las que dependen el porvenir de los trabajadores y sus hijos, deben los trabajadores participar también en semejantes decisiones por sí mismos o por medio de representantes libremente elegidos"14.

Posconciliarmente, todas estas enseñanzas han seguido su curso normal, reafirmándolas sencillamente en algunos casos sin ninguna otra modificación, o bien otorgándoles alguna tonalidad nueva circunstancial, completiva a veces, y otras de adaptación a las circunstancias nuevas de la continuada evolución socioeconómica propia de nuestros días. Como es lógico, el documento doctrinal clave en estas materias, después del Vaticano II, lo tenemos en la encíclica Laborem exercens, de la que se pueden entresacar los siguientes párrafos relativos al contrato de trabajo y sus circunstancias:

— En relación con la retribución en el contrato de trabajo, sostiene la encíclica: "El problema clave de la ética social es el de la justa remuneración (subrayado de la propia encíclica) por el trabajo realizado. No existe en el contexto actual otro modo mejor para cumplir la justicia en las relaciones trabajador-empresario que el constituido precisamente por la remuneración del trabajo. Independientemente del hecho de que este trabajo se lleve a efecto dentro del sistema de la propiedad privada de los medios de producción o en un sistema en que esta propiedad haya sufrido una especie de 'socialización', la relación entre el empresario (principalmente directo) y el trabajador se resuelve en base al salario; es decir, mediante la justa remuneración del trabajo realizado"15.

— La enseñanza con relación a las asociaciones obreras se puntualiza en la Laborem exercens, bajo el título "Importancia de los sindicatos", con estas palabras: "Sobre la base de todos estos derechos (justa retribución, etc., que acaba de tratar la encíclica), junto con la necesidad de asegurarlos por parte de los mismos trabajadores, brota aún otro derecho, es decir, el derecho a asociarse; esto es, a formar asociaciones o uniones que tengan

14 Cf constitución pastoral Gaudium et spes 68, 1.° Repetidos autores insisten en señalar la importancia de la nota 7 de este párrafo, que recomienda tener presentes los textos de la doctrina social en relación con la participación para orientarse y conocer los vaivenes, matices, diversos acentos y dificultades que soporta la enseñanza de la Iglesia en tema tan espinoso y complejo. Por nuestra parte, nos sumamos a esa recomendación y la hacemos nuestra.

15 Cf Laborem exercens 19.

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422 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

como finalidad la defensa de los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Estas uniones llevan el nombre de sindicatos. Los intereses vitales de los hombres del trabajo son hasta un cierto punto comunes a todos; pero, al mismo tiempo, todo tipo de trabajo, toda profesión posee un carácter específico que en estas organizaciones debería encontrar su propio reflejo particular... Los sindicatos modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores... para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción. La defensa de los intereses sociales de los trabajadores en todos los sectores en que entran en juego sus derechos constituye el cometido de los sindicatos. La experiencia histórica enseña que las organizaciones de este tipo son un elemento indispensable de ¡a vida social (subrayado de la encíclica), especialmente en las sociedades modernas industrializadas" 16.

— A propósito de la huelga, la síntesis doctrinal y los matices propios de la Laborem exercens se hallan en las siguientes líneas: "Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se sirven también del método de la 'huelga', es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto, los trabajadores debían tener asegurado el derecho a la huelga sin sufrir sanciones penales por participar en ella. Admitiendo que la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un medio extremo. No se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en función de los 'juegos políticos'. Por lo demás, no se puede jamás olvidar que, cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas si es necesario. El abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica; y esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo"17.

En lo referente a la labor subsidiaria y a la intervención ética y legítima del Estado y de la sociedad en el mundo socio-económico, en el laboral, y más en concreto en el del contrato de trabajo, la encíclica no es parca, introduciendo además la novedosa y extraña terminología del empresario indirecto18. Las afirmaciones doc-

16 Cf Laborem exercens 20. 17 Cf ib. 18 En los artículos y comentarios en torno a la Laborem exercens, por omi

sión o brevedad, se muestra el impacto terminológico y de contenido que supone el neologismo. Como si con el silencio o brevedad se estuviera intentando decir que se prefiere no entrar en el tema porque no se está seguro y se desconoce a

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 423

trinales de mayor importancia son las siguientes: "En efecto, hablando de la obligación del trabajo y de ¡os derechos del trabajador correspondientes a esta obligación, tenemos presente, ante todo, la relación entre el empresario —directo e indirecto— y el mismo trabajador. La distinción entre empresario directo e indirecto parece ser muy importante en consideración de la organización real del trabajo y de la posibilidad de instaurar relaciones justas o injustas en el sector del trabajo. Si el empresario directo es la persona o institución con la que el trabajador estipula directamente el contrato de trabajo según determinadas condiciones, como empresario indirecto se deben entender muchos factores diferenciados, además del empresario directo, que ejercen un determinado influjo sobre el modo en que se da forma, bien sea al contrato de trabajo, bien sea, en consecuencia, a las relaciones más o menos justas en el sector del trabajo humano. En el concepto de empresario indirecto entran tanto las personas como las instituciones de diverso tipo, así como también los contratos colectivos de trabajo y los principios de comportamiento establecidos por estas personas e instituciones que determinan todo el sistema socio-económico o que derivan de él. El concepto de empresario indirecto implica así muchos y variados elementos. La responsabilidad del empresario indirecto es distinta..., menos directa..., pero verdadera... El concepto de empresario indirecto se puede aplicar a toda (¿la?) sociedad y en primer lugar al Estado... Es el Estado el que debe realizar una política laboral justa..." (los subrayados son de la propia encíclica)19.

Con las anteriores enseñanzas de la Laborem exercens tenemos actualizada la doctrina social de la Iglesia también en todo lo referente al contrato de trabajo en sí mismo y en la problemática más relacionada con él. Desde esa intervención del magisterio hasta ahora no se ha producido ningún cambio digno de mencionarse por supresión, ni tampoco por novedad o concretas pun-tualizaciones accidentales.

8. Recapitulación conclusiva

Resumiendo las conclusiones éticas acerca del trabajo por cuenta ajena, vemos que pueden reducirse a cinco:

fondo su materia, o bien porque se ve el contenido como algo poseído ya por la doctrina social católica, que quiere envolverse con nueva terminología menos apropiada, confusa e innecesaria. Nos hemos referido al tema en el artículo El empresario indirecto, ¿quién es?, ¿cuál es su misión y responsabilidad?, "Sal Terrae" (1982) 55-64.

" Cf Laborem exercens 16-17. Es muy recomendable la pausada y reflexiva lectura íntegra de ambos números.

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424 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

1.a Un trabajo verdaderamente humano puede realizarse mediando un contrato, es decir, por cuenta ajena, bajo la dependencia de otra persona y con la contrapartida de una justa retribución.

2.a El contrato de trabajo es una relación contractual de nada fácil catalogación o encuadre por ostentar una especificidad irrepetible, pero que en sí mismo puede ser éticamente válido tanto en la forma como en el fondo, porque pueden darse en él la suficiente voluntariedad y libertad entre los contratantes, una dependencia verdaderamente humana y una justa valoración de la retribución debida por la actividad laboral prestada.

3.a De todas formas, en la práctica el contrato de trabajo, tal y como se realiza en muchas ocasiones, conlleva graves reparos éticos, que exigen los oportunos correctores para marginarlos totalmente.

4.a Entre esos correctores destacan, y se aceptan éticamente, la intervención de las asociaciones obreras o sindicatos, la huelga, la negociación colectiva y la intervención pública subsidiaria del Estado o de la sociedad en el sector laboral por medio de los gestores y en virtud de las exigencias del bien común.

5.a Hay que tender éticamente a perfeccionar el contrato de trabajo por medio de la participación en sus diversos grados ascendentes: de beneficios, de propiedad, de decisión y de gestión.

Con estas conclusiones queda suficientemente señalado el itinerario para la correspondiente prospectiva más inmediata en este campo de la ética socio-económica en general y del contrato de trabajo en particular, formulable de esta manera: Una vez descubiertos indiscutiblemente los defectos y desvalores éticos de la contratación laboral en concreto tiempo, espacio y sistema, habrá que deducir los medios más conducentes para contrarrestarlos hasta su anulación en cuanto sea posible, fomentando el sistema estructural que logre con mayor perfección tal finalidad, de difícil equilibrio, entre voluntad-libertad de las partes y la justicia personal-social con el bien individual y común; poniendo los debidos límites e intervenciones sociales a la "ilimitada" libertad contractual del trabajo, que, en realidad, sólo sería un abuso y opresión de la parte contratante más débil; pero, también, sin extralimitarse en medidas jurídico-positivas y sociales en detrimento de la subsidiariedad y de la iniciativa personal, respectivamente.

CAPÍTULO 6

Consideraciones finales

En el campo socio-económico, como, en general, desde el punto de mira ético, no se pueden ni se deben facilitar, porque no existen, soluciones concretas; no ya a nivel casuístico —por supuesto—, pero ni siquiera en el estrato de posibles sistemas económicos como tales.

Sí se deben facilitar, e insistir en ellos hasta la saciedad, los principios generales permanentes y absolutos que orientan con seguridad la aguja del quehacer del hombre hacia soluciones humanas y éticas posibles, recomendables y hasta obligatorias personal y socialmente en el campo del uso de los bienes, de la apropiación y propiedad, en el del trabajo y en el más determinado y concreto de la contratación laboral.

Incumplir esta tarea en extensión y en profundidad, en la exigencia de un acto o momento y en la de una actitud o constancia prolongada, es desertar, traicionándolo, del cumplimiento del propio deber.

La doctrina social católica mantiene el empeño de lograr el difícil equilibrio entre teoría inducida y aplicación práctica deducida. Y, con las limitaciones humanas de deficiencias accidentales, lo ha conseguido más que sustancialmente, de creer a determinados testimonios en su favor, provenientes muchas veces de personas no católicas y algunas otras ni siquiera cristianas.

Por eso, a lo largo de esta tercera parte del presente volumen de Praxis cristiana se han reencontrado constantemente, subyacentes o de forma explícita, principios generales básicos ineludibles, y siempre con el anejo valor de contraste, orientativos para las aproximaciones concretas a estructuras y sistemas y su aprobación o rechazo ético.

1. Principios generales

El primero, reconocer la postura que en la ética le corresponde al hombre y a la propia dignidad humana, siempre básica, recia-

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426 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

mando para él la irrenunciable consideración de fín y jamás de medio. Las cosas para el hombre, y no el hombre para las cosas; el trabajo para el hombre, y no el hombre para el trabajo; la producción para el hombre, y no el hombre para la producción; la propiedad para el hombre, y no el hombre para la propiedad; el sistema socio-económico para el hombre, y no el hombre para el sistema; la empresa para el hombre, y no el hombre para la empresa, con un etcétera suficientemente prolongado. Recuérdese que todo ello puede ser eco mutuo de aquellas otras afirmaciones paralelas de la ética política: la sociedad para el hombre, y no el hombre para la sociedad; la nación para el hombre, y no el hombre para la nación, también con otro prolongado etcétera.

El segundo principio orientador que se ha sentido y hasta visto latir en toda esta parte es el que detecta como absurda la búsqueda de estructuras o formas nuevas o renovadas, y éticamente aceptables, para la propiedad y organización del trabajo al margen y sin respetar los principios genéricos y básicos morales. A lo más, surgiría una estructura meramente positiva, pero carente de la mínima base sólida de apoyo sobre la que mantenerse.

Como tercer paso o principio se pide encajar con la humildad precisa que, a nivel de ejecución práctica, no existen sistemas socio-económicos ideales —absolutos en tiempo y espacio—, sino relativos y dinámicos, intercambiables y mudables entre sí, por lo que se requiere continua atención para descubrir cuándo y si el sistema concreto que se proyecta es aceptable, así como si el que en su día se proyectó y se puso en práctica sigue siendo válido o necesita ser reemplazado ya, en todo o en parte, agradeciéndole, en todo caso, los "servicios" prestados.

El cuarto lugar lo ocupa, también como consecuencia obvia de los anteriores principios y, más en concreto, del inmediato precedente, la tesis que afirma: si la solución concreta tiene que ser relativa y dinámica, se presentarán diversas opciones o posibilidades de decisión. El camino habrá de transcurrir por la participación, el consenso, el convenio y el acuerdo final, sin imposiciones autoritarias, a no ser en casos de excepcional necesidad o emergencia.

2. Conclusión

En consecuencia, guardados fundamentalmente los insoslayables principios filosófico-morales que reconozcan y respeten la dignidad inherente a todo hombre como tal, y los teológico-morales que la fe da a conocer a los creyentes; potenciando aquella dignidad hasta la elevación de todo ser humano a la categoría de partícipe de la naturaleza y filiación divinas de forma misterio-

ALGUNOS PROBLEMAS ESPECIALES 427

sa pero real, resulta que un pluralismo socio-económico está bastante más de acuerdo con el ser de las cosas y del mismo hombre que la cuadriculada uniformidad, en teoría quizá más perfecta, pero en definitiva más "dictatorial" por el inflexible enrejado de normas jurídico-positivas que deduce e impone.

Pero el pluralismo ético socio-económico inducido en primera instancia y deducido en una segunda, respaldado en ambos itinerarios por los principios éticos generales, no debe cruzar los correspondientes límites que le condicionan; lo que es tanto como decir que el pluralismo debe brotar y mantenerse de y en la correspondiente comunidad con la cooperación y fidelidad a las "reglas de juego" éticas opcionables, porque de otra forma habría que decir, parafraseando la conocida enseñanza, "toda comunidad dividida dentro de sí se desarraigará o la desarraigarán" más tarde o más temprano.

Este pluralismo no es exclusivo del campo socio-económico. En la actualidad trasciende a otros muchos sectores, porque se trata de una nota y de una exigencia derivada de la evolución política, social y económica de nuestro tiempo, que no puede agotarse en una materialidad, sino que implica y exige una actitud interna por parte de todos los interesados en el mundo económico con mucho de colaboración y muy poco o nada de lucha, y menos de clases. En todo caso, esa lucha, para ser admisible éticamente, tendría que responder con la mayor aproximación posible, y hasta con una total identificación en bastantes casos, al siguiente lema: "no luchamos contra nadie (ni contra nada), sino que luchamos por algo (por la justicia y la dignidad humana)", intencional y realmente en verdad.

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CUARTA PARTE

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS por Raimundo Rincón

1. Sistemas económicos: Discernimiento ético 2. Capitalismo: Signo de contradicción 3. Socialismo: Luces y sombras 4. ¿Tercera vía?: Hacia la democracia económica

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CAPÍTULO 1

Sistemas económicos: Discernimiento ético

No es fácil definir qué se entiende por sistema económico. Esto explica por qué los distintos autores suelen ofrecer múltiples y diversas nociones, a veces incluso dispares. Como muestra de esta complejidad y variedad, vamos a transcribir un par de ellas.

— "Se llama sistema económico a un conjunto de sujetos económicos que cooperan entre sí para resolver los problemas económicos de la producción y el consumo"'.

— "Conjunto de relaciones estructurales básicas, técnicas e institucionales, que caracterizan la organización económica total de una sociedad y determinan el sentido general de sus decisiones fundamentales, así como los cauces predominantes de su actividad"2.

La variedad de acepciones refleja, sin duda, la heterogeneidad intrínseca de los sistemas económicos. Cabe afirmar, sin embargo, que todos ellos coinciden en algo muy digno de destacarse: "En todo sistema económico aparece un conjunto de elementos integrados en unas estructuras cuya interrelación constituye el fundamento de dicho sistema"3. ¿De qué estructuras se trata? Suelen clasificarse en dos grandes grupos: estructuras de encua-dramiento y estructuras económicas en sentido estricto. Entre las primeras se suelen incluir las estructuras pertenecientes al medio natural, al tiempo que las demográficas, técnicas, institucionales, sociales y mentales; las segundas abrazan los mecanismos que dan respuesta a las tres preguntas clásicas de Eücken: 1) qué bienes y en qué cantidad han de ser producidos para satisfacer las necesidades presentes y futuras de los sujetos económicos; 2) en qué forma han de producirse los distintos bienes (proceso pro-

1 C. NAPOLEONI, Curso de economía política, Oikos-Tau, Barcelona 19773, 37. 2 J. L. SAMPEDRO, Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, Labor, Barcelona

1975, 103. 3 M. MOLINA IBÁÑEZ, Capitalismo y socialismo. Economía y espacio. Cincel,

Madrid 1984, 10.

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432 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ductivo); 3) para quién se producen los bienes, es decir, cómo han de ser distribuidos entre los miembros de Id sociedad.

W. Sombart, por su parte, recopila estas estructuras en torno a los tres factores esenciales de todo sistema económico: el espíritu o conjunto de móviles predominantes (filosofía o lógica del sistema); la forma o cuadro institucional; la sustancia o técnica mediante la que se lleva a cabo la producción y distribución de bienes económicos.

1. Clasificación de los sistemas económicos

En general, podemos decir que tal clasificación estará determinada por la forma en que se integren las estructuras del sistema y la respuesta que se dé a las preguntas más arriba mencionadas. ¿Cómo se ha verificado esta integración y respuesta a lo largo de la historia? No es ésta la sede adecuada para abordar el problema, por dos razones: en primer lugar, porque los autores no se ponen de acuerdo a la hora de facilitar una identificación histórico-diacrónica de los sistemas económicos; en segundo lugar, porque la perspectiva histórico-diacrónica no posee relevancia especial en orden al discernimiento moral de tales sistemas.

La clasificación más funcional es la que toma como criterio de distinción la propiedad de los factores de producción de los recursos naturales y de los medios de producción, pero no la propiedad del trabajador, pues éste sólo es objeto de posesión en una sociedad esclavista. Según este criterio, se pueden diferenciar tres tipos de sistemas económicos:

— se llama tipo mercantil simple al sistema constituido por un conjunto de sujetos, cada uno de los cuales es a la vez trabajador y propietario de todos los medios de producción;

— se conoce como sistema tipo capitalista el articulado sobre tres categorías de sujetos: trabajadores puros, propietarios de los recursos naturales y propietarios de los demás factores de producción. Se da, por tanto, una neta separación entre trabajo y propiedad de los medios de producción;

— se denomina sistema de tipo planificado al sistema en que se da también separación entre trabajo y propiedad de los medios de producción, pero esta última es de carácter público, colectivo. Como nota específica, se distingue también por la eliminación de la obtención privada de beneficio. La planificación central de la economía no constituye una exigencia del sistema ni en el plano teórico ni en el existencial e histórico.

El estudio de estos sistemas-tipo aporta instrumentos para analizar las economías reales, aunque el estudio de éstas y su correspondiente clasificación conlleva un gran riesgo de esquematis-

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 433

mo y abstracción, como consecuencia de la multiplicidad y diversidad de situaciones que pueden constatarse en el espacio y en el tiempo. En una breve pintura impresionista, dejando al margen las economías de subsistencia, podemos presentar agrupadas las distintas formas de obtener el "pan de cada día" en torno a las siguientes: la forma capitalista, la forma socialista-marxista, la forma socialista con autogestión, la formas de capitalismo mixto y de socialismo suavizado4.

No obstante, sin entrar en los problemas del tercer mundo5, puede decirse que los sistemas económicos mundiales se mueven entre los polos del capitalismo y el socialismo, si bien hay que reconocer que en uno y otro se han generado variantes a lo largo del tiempo y a lo ancho del espacio, hasta el punto de que pueden individuarse casi tantas modalidades de uno u otro sistema como países6. La propia dualidad de sistemas está hoy en revisión, y algunos teóricos comienzan a hablar de una situación de convergencia denominada "tercera vía"7.

2. Objetivo a la vista: valoración moral de los sistemas económicos

Para nuestro cometido parece necesario y suficiente exponer los rasgos fundamentales y el discernimiento crítico-ético de los sistemas antagónicos de nuestra sociedad industrial. Consciente de los riesgos de toda simplificación, opino que los puntos cruciales de fricción entre el sistema capitalista y el sistema socialista se pueden recapitular legítimamente en estos términos:

— "según que el sistema se asiente o no en el reconocimiento de la propiedad privada de los medios de producción;

— según que el sistema permita o no la libre creación de empresas por particulares, implicando la utilización de mano de obra (entendida en el más amplio sentido) contratada y asalariada;

— según que la lógica intrínseca de cada sistema se vertebre o no a partir de la aceptación de la categoría económica del benefi-

4 Cf F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO, Capitalismo y socialismo, en Enciclopedia práctica de Economía VIII, Orbis, Barcelona 1985, 122ss.

5 Cf Ll. REYNOLDS, LOS tres mundos de la economía: capitalismo, socialismo y países subdesarrollados, Alianza, Madrid 1975; A. PIETTRE, La economía en los países socialistas y en el tercer mundo, Rialp, Madrid 1981.

6 Cf M. MOLINA IBÁÑEZ. O.C, 10-13; R. TAMAMES. Estructura económica internacional, Alianza, Madrid 1970, 35.

7 Cf F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO, O.C, 136; O. SIK, Argumentos para una tercera vía: ni capitalismo ni comunismo soviético, Dopesa, Barcelona 1975; G. MATTAI. Descrizione e interpretazione dei sistemi economici, en "Messagio cristiano ed economía", EDB, Bologna 1974, 143-169; A. F. UTZ. Entre neoliberalismo y neomar-xismo, Herder, Barcelona 1977. 175ss.

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434 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

ció apropiado privadamente mediante funciones empresariales o de intermediación"8.

Por lo tanto, ofrezco un breve y sincopado análisis del capitalismo y del socialismo, para terminar con la presentación de algunas pistas que, a mi modesto entender, permiten avanzar en la marcha superadora de estos dos "monstruos", cuyas fauces han devorado innumerables víctimas y siguen abiertas para tragarse los más ilusionados proyectos de la humanidad.

Para salir al paso de cualquier lectura superficial, tengo especial interés en subrayar el fenómeno poliédrico, tanto del capitalismo como del socialismo: bajo una y otra denominación laten múltiples y variadas formas de sistemas económicos ideales y de economías concretas. A pesar de todo, dentro del sistema socialista intentaré precisar en lo posible el referente, ateniéndome a la clasificación, a su vez simplificadora, que distingue el socialismo marxista, el colectivismo y el socialismo democrático.

Por último, advierto que la descripción y la valoración moral de los sistemas económicos se realiza de modo esquemático y es-quematizador, por lo que me veré en la ineludible necesidad de remitir constantemente a los lectores a las referencias bibliográficas.

8 F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO, O.C, 141.

CAPÍTULO 2

Capitalismo: Signo de contradicción

Comenzamos por el capitalismo. Esta prioridad no se debe a ningún motivo de carácter psicológico o ético. Lo hacemos simplemente por razones históricas: en el orden cronológico, el capitalismo precede y explica el socialismo. También por razones lógicas: el socialismo es un fenómeno derivado, cuya causa principal reside en los propios males del capitalismo.

Ante todo, debemos tomar conciencia de las dificultades que coexisten para acercarse con un mínimo de objetividad a este discutido fenómeno del pasado y del presente, abocado a un futuro imparable en las esperanzas y predicciones de muchos contemporáneos. Este augurio de felicidad reviste gran trascendencia, porque el capitalismo "no deja, no puede dejar indiferente a nadie que con él se encuentre... Constituye un modo de producción económico, lo mismo que una mentalidad, especialmente sometidos a discusión, a crítica, cuando no a guerra sin cuartel. El capitalismo rechazado por muchos individuos, grupos, pueblos, como la suma y el compendio de todos los males que arruinan la vida humana, fuente y principio de todas las miserias humanas materiales y espirituales, es, para otros, en cambio, garantía de una convivencia fundada en los principios de libertad, democracia y dignidad de la persona humana" '.

Por ser, además, un fenómeno complejo y poliédrico, el capitalismo puede y debe ser abordado desde varios y distintos puntos de vista: histórico, estrictamente económico y sistemático, cul-turalista, ético y religioso-cristiano. Aquí nos tendremos que conformar con una aproximación de carácter más bien sintético; pero, eso sí, con la mayor imparcialidad posible y un fuerte sentido crítico. Por eso nos preguntamos, en primer lugar, qué es el capitalismo.

1 J. M. FIGUERAS, De "El capital" al capitalismo. Planeta, Barcelona 1984, 14; edición más reducida en La Gaya Ciencia, Barcelona 1976; cf P. E. CHARBONEAU. Cristianismo, sociedad y revolución. Sigúeme, Salamanca, 1969, 169; A. PIETTRE. Marx y el marxismo, Rialp, Madrid 19642, 308.

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1. Definición y rasgos del capitalismo

Capitalismo viene de "capital". El origen de la palabra se remonta probablemente al antiguo préstamo de ganado, cuando éste servía como medio de comparación de los valores y hacía la función del dinero. Se prestaba cierto número de cabezas de ganado (capita), y se recibía como compensación prestaciones de leche, animales jóvenes, abonos, etc.2

El término "capital" tiene muchas acepciones y engloba pluralidad de sentidos. Entre los significados múltiples3, conviene retener los siguientes: capital = "factor de producción". En los manuales de economía se designa como capital a los medios de producción producidos. En sentido metafórico se usa para denominar al conjunto de personas que hay detrás del capital; en ese caso se emplea como contrapuesto a "trabajo".

1.1. Capitalismo: Significados fundamentales

Con razón se podrían presentar tantas nociones del término "capitalismo" como significados de la palabra "capital". Por otra parte, el capitalismo ha de entenderse "no como un fenómeno aislado, sino como un conjunto de fenómenos interrelacionados y dependientes, a su vez, de factores enormemente complejos". Consecuentemente, hay autores que lo conciben como un sistema, en tanto que otros se resisten a calificarlo así4.

Sea lo que fuere de esta cuestión, desde luego las cosas se complican aún más cuando se intenta exponer lo que se entiende por "sistema capitalista". Como muestreo del abanico de concepciones, traemos algunas especialmente relevantes.

a) Concepto tautológico. Se califica a un sistema de capitalista porque usa bienes de capital en el proceso de producir bienes de consumo; en ese sentido todos los sistemas económicos son capitalistas. Claro que esta definición tautológica no transmite el significado más usual que se atribuye al término5.

2 Cf N. MONZEL. Doctrina social II, Herder, Barcelona 1969, 479. 3 Cf M. MOLINA IBÁÑEZ, Capitalismo y socialismo. Economía y espacio. Cincel,

Madrid 1984. 16ss. 4 O. NELL-BREUNING. El capitalismo. Examen crítico, Herder, Barcelona 1980,

42; cf ID. ¿Son separables en el marxismo el pensamiento económico y la concepción del mundo?, en Ante el marxismo y el capitalismo, Herder, Barcelona 1984, 26 ("En el ámbito económico —dice— no existe ningún sistema, sino sólo síndromes"); A. F. UTZ. ib., 9-12, se pregunta si se puede hablar en rigor de los sistemas económicos marxista y capitalista.

5 Cf W. P. SNAVELY. Teoría de los sistemas económicos. Capitalismo, socialismo y corporativismo, FCE, Madrid 1976, 31.

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b) Concepto más común del término. Se suele entender como capitalismo "las diversas formas históricas en que se ha concretado: desde las primeras formas clásicas del capitalismo mancheste-riano hasta los últimos ejemplos del neocapitalismo de nuestro tiempo". Según esta acepción, no constituye sólo un fenómeno económico; es, a la par, un hecho sociológico, jurídico y cultural6.

c) Concepto tecnológico. El capitalismo es un tipo de economía caracterizada por la utilización y multiplicación de los medios de producción producidos; pero hay que tener en cuenta que este rasgo tecnológico no constituye su rasgo esencial a la hora de diferenciarlo de otros sistemas ni de abordar la crítica del capitalismo. Esta concepción, que coincide en parte con la tautológica reseñada más arriba en a), brinda una idea tan inocua de capitalismo que resulta dificil comprender cómo habría sido capaz de desatar una crítica tan apasionada y un movimiento de oposición a escala mundial7.

d) Concepto sociológico. En la línea del capital entendido en sentido metafórico, se llama capitalismo al sistema en que el grupo social de quienes poseen el capital productivo asume de forma exclusiva la postura de sujeto en la organización del proceso social de la economía, quedando reducidos los demás a una simple situación de dependencia y, más o menos, a mera función de objeto. Este aspecto es el que ha dado origen al enfrentamiento entre las dos "clases" sociales (los poseedores del capital y los dependientes del mismo) y constituye el núcleo a que apunta la crítica del capitalismo8. Quizá por eso sea más exacto no hablar de capitalismo, sino de modo de producción capitalista; porque precisamente la lógica de este modo de producción se basa en la separa-ción-enfrentamiento entre quienes ponen el trabajo y quienes aportan el capital, entre trabajadores y propietarios de los medios de producción producidos9.

e) Concepto histórico-cultural. La escuela histórica de economía política, en su conjunto, vincula el capitalismo con un fin irreemplazable (búsqueda del beneficio económico), y acentúa indirectamente los tres elementos básicos que lo integran: la libre competencia, el libre mercado y la empresa individual. Pero hay que poner de relieve que todo esto tiene validez para definir el llamado paleocapitalismo, sobre todo de la etapa decimonónica; hoy estos elementos son más complejos y han sido modificados10.

f) Concepto económico. Se califica como capitalismo el siste-

6 B. SORGE. La opción política del cristiano. BAC-popular, Madrid 1976, 6. 7 Cf O. NELL-BREUNING. El capitalismo..., o.c, 44-47. 8 Ib. 47-59. 9 B. SORGE. O.C. 6-7. 10 M. MOLINA IBÁÑEZ. O.C. 17.

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ma económico que viene determinado por la propiedad privada de los medios de producción y por el funcionamiento del libre mercado.

g) Concepto marxista del capitalismo. Aunque más adelante nos ocuparemos de nuevo del tema al hablar de la crítica de Marx al capitalismo, bajo la ideología marxista se entiende el capitalismo como un peculiar modo de producción en el cual se advierte el surgimiento de un capital concentrado con vocación monopo-lística, la creación de la mercancía llamada fuerza de trabajo y la ascensión de una clase obrera organizada que actúa como poder compensador y acabará alzándose contra el sistema en un proceso irreversible.

1.2. Capitalismo: Rasgos definitorios

Después de esta panorámica de conceptos, parece inevitable llegar a la conclusión" de que el capitalismo "constituye una organización económica compleja que desemboca en una situación social peculiar y en un contexto político específico". En consecuencia, no debemos caer en la tentación de definirlo simplemente como un sistema que se basa en una economía de mercado. A nuestro parecer, la definición (en su sentido fuerte etimológico) del capitalismo se configura por los siguientes rasgos característicos, que aparecen admirablemente trazados en las obras de W. Sombart.

a) El espíritu del capitalismo se caracteriza por el afán de lucro, que busca la obtención del máximo beneficio posible; por un individualismo exacerbado, que pretende el máximo de libertad propia y el máximo de limitación de la libertad ajena; por la obsesión de la racionalidad económica, que concibe y valora todas las cosas en clave de rendimiento y costes.

b) Desde el punto de vista de la forma u organización socio-jurídica, las notas principales son éstas: propiedad privada de los bienes de consumo y de los medios de producción; libertad de contratación entre capitalistas y trabajadores respecto al factor trabajo, que se considera como una mercancía cuyo precio es el salario; relevancia central del empresario, al que compete combinar a través del mercado los factores de la producción y distribuir los resultados de su actividad; intervención del Estado más o menos intensa, según la forma de capitalismo de que se trate.

c) La sustancia o modo de actuación se distingue por su ca-

" Cf especialmente J. AZPIAZU. Moral profesional económica. Razón y Fe, Madrid 1941, 54s.; cf R. HOERLER, Economía y doctrina social católica, Herder, Barcelona 1985, 18-19 (véase la comparación entre los principios económicos de la Edad Media y el capitalismo).

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 439

rácter técnico, científico, siendo revolucionaria en sus aplicaciones e inorgánica en su realización.

Ciertamente es muy difícil precisar el momento exacto en que surgió el capitalismo, la hora precisa de su nacimiento. Por otra parte, en la operación se dejará sentir fuertemente la concepción que de dicho sistema se haya formado el investigador. En tercer lugar, "existen diferentes cronologías, e incluso circunstancias según los espacios, de manera que habría que considerar casi tantas historias como espacios capitalistas". En consecuencia, nos limitaremos a indicar los acontecimientos más significativos, a nuestro juicio, de su génesis y evolución.

2. Raíces históricas: La larga marcha hacia el capitalismo

Aunque no existiera un sistema capitalista totalmente desarrollado, en algunas ciudades-estado griegas se han descubierto algunas notas capitalistas. Incluso André Piettre ha trazado un paralelismo impresionante entre el imperialismo económico griego y el imperialismo económico inglés12.

Por lo que atañe a la Roma imperial, se admite como hecho histórico la instalación del capitalismo desde los años finales del primer siglo de nuestra era. He aquí los indicadores más representativos que avalan la afirmación: considerable aflujo de mano de obra desde los múltiples territorios conquistados; aportación de capital a través de los tributos que pagaban los pueblos anexionados y llenaban las arcas del Estado, al tiempo que aumentaban las posesiones de los patricios; intensificación de los negocios y las actividades comerciales; separación entre el mundo del capital y el del trabajo, que veía engrosar sus filas con la incesante incorporación de los esclavos13.

Con la caída del imperio romano se derrumbaron también los cimientos de este capitalismo embrionario. Al socaire de otra gran civilización imperial multidimensional, la economía se reorganizó lentamente en el marco de relativa autonomía que caracterizaba a los feudos, preparando así la aparición del capitalismo burgués. Pero conviene recordar que existe estrecha relación entre la ascensión de esta forma de capitalismo y el derrumbamiento del sistema feudal, ya que la Edad Media viene a ser un largo intervalo entre el período romano y el renacimiento. Los rasgos económicos del feudalismo no permiten clasificarlo como capitalista: cierto paternalismo hacia los siervos, hasta el punto de que los señores feudales tenían la responsabilidad de protegerlos y

12 Cf A. PIETTRE, Les trois ages de l'économie, Ed. Ouvriéres, Paris 1955, 14. 13 Cf C. E. CHARBONEAU, O.C, 174.

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alimentarlos de sus propios graneros en tiempo de hambre; la producción buscaba simplemente la subsistencia, y no la ganancia, mediante el mercado; la economía era estática, por lo que el crecimiento, el desarrollo y la innovación apenas si existían; la estructura de clases era muy rígida y los individuos permanecían enquistados en la clase social en la que habían nacido, pues la Iglesia enseñaba que había que resignarse con la situación en que cada uno se encontraba y no preocuparse por mejorarla.

Pero poco tiempo después de la consolidación casi completa del sistema feudal, comienza el proceso de su descomposición: desarrollo del trabajo libre y formas de propiedad campesina; las rentas ya no se pagan en servicios o trabajo, sino en dinero o en especie; reaparición del comercio con las ferias comerciales y la reactivación del artesanado; nacimiento de las ciudades, debido a la fuerte presión demográfica y la diversificación de las actividades económicas; la liberación de los siervos, comenzada en el siglo XII y generalizada en el xm, dio paso a masas de gentes desplazadas o nuevamente reducidas a servidumbre, siempre dispuestas a provocar hondas conmociones sociales y a ser arrastradas por un engañoso misticismo de carácter pseudoevangélico. "En esta descomposición del orden feudal iba a echar raíces la formación del capitalismo mercantil".

Comienza así la "larga marcha hacia el capitalismo"; pero los historiadores no se ponen de acuerdo a la hora de calificarla14. Por el momento, centraremos la atención en el contexto ideológico en que se verifica su irresistible ascensión.

3. Fundamentos ideológicos que prepararon la llegada del capitalismo

Suele decirse que en la historia no hay cortes radicales. Para la comprensión del capitalismo puede ayudarnos, pues, la referencia al mundo de las ideas que influyeron más o menos directamente en su nacimiento y desarrollo.

3.1. El legado ético medieval

Remitimos a la exposición de las ideas económico-morales que hemos hecho en otro lugar15. Recordemos, sin embargo, que su "influjo se observa todavía en la Alta Edad Moderna por la fuerza de los elevados valores morales que patrocinaba, y luego

14 Cf M. BEAUD, Historia del capitalismo. De 1500 a nuestros días, Ariel, Barcelona 1984 (con bibl. sistematizada, 317-323).

15 Cf más arriba, pp 66ss.

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revive en cierto modo en algunos planteamientos económico-sociales actuales"16.

3.2. El legado mercantilista

Se conoce con el nombre genérico de "mercantilistas" —designación introducida por A. Smith— a los escritores de los siglos xvi, XVII y aun xvm que se ocuparon de los temas económicos y entendían que la economía era sobre todo un sistema de comercio. No puede decirse que formaran propiamente una "es-, cuela", pues no parten de supuestos filosóficos semejantes ni tampoco de los mismos principios económicos. La mayoría de estos autores exponen su pensamiento y opiniones en escritos breves dirigidos a un príncipe o señor (memorándum o manifiesto). Se trata más bien, por tanto, de moralistas, de escritores políticos o de doctrinarios. No obstante, aunque habría que introducir muchas matizaciones, puede sostenerse que la mayoría coinciden en las siguientes concepciones ideológicas:

— Arraigada convicción de que es necesaria la intervención del Estado para asegurar la buena marcha de la actividad económica del país.

— Defensa de la acumulación de metales preciosos como fermento y catalizador de la riqueza de los pueblos.

— El objetivo primordial de cualquier buen soberano debería ser promover una política económica encaminada a acrecentar el saldo favorable de la balanza de pagos.

— En muchos aspectos, el mercantilismo fue la doctrina económica del nacionalismo y sintonizó con la esencia del alma burguesa: poner la razón al servicio del propio interés.

— Coincidencia en el tratamiento de los temas principales: el papel del dinero, el comercio internacional y el trabajo, que retomarán ulteriormente las escuelas capitalistas de la segunda mitad del siglo xvm.

— Frente a la visión alicorta de los atesoradores, que recomiendan prohibir la salida de los metales preciosos, los mercantilistas propugnan otra fórmula: "vender más y comprar menos a los demás países". Naturalmente, para lograr este objetivo es menester producir más artículos y de mejor calidad.

Desde nuestra perspectiva actual, puede decirse que el "capitalismo mercantil" constituye el embrión de lo que más tarde recibirá el nombre de capitalismo, puesto que generó las condiciones para el ulterior desarrollo de éste: "burguesías bancarias y

16 V. RODRÍGUEZ CASADO. Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporáneo. Espasa-Calpe, Madrid 1981, 29s; para los fundamentos ideológicos, véase la exposición de este autor, en quien nos inspiramos, 29-191.

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mercantiles que disponen a la vez de inmensas fortunas y redes bancadas y financieras; Estados nacionales que disponen de medios de conquista y dominio; una concepción del mundo que valora la riqueza y el enriquecimiento"17.

Para un conocimiento más objetivo y global del sistema mer-cantilista, recomiendo el estudio del modelo español (bullonismo, de bullón = lingote), anglo-holandés, francés, italiano y alemán18.

Una pincelada final: el bullonismo terminó en un fracaso rotundo, el capitalismo de Estado acabó con una quiebra estrepitosa. "Paradójicamente, el Estado más rico en minas y en metales preciosos llegó, entre 1600 y 1620, a acuñar la moneda más vil y más falsa del mundo, porque en vez de utilizar sus reservas en el desarrollo de su industria o de su agricultura, quiso vivir de ellas".

3.3. La reforma protestante: Historia de unas "nupcias" polémicas

Mucho se ha escrito, y se seguirá escribiendo, sobre este trascendental fenómeno, cargado de implicaciones religiosas, psicológicas, sociales y políticas. Quizá el sentido profundo de la rebelión protestante haya que individuarlo en la gran ruptura del hombre del siglo xvi con el mundo medieval. El espíritu de la Edad Media era hondamente comunitario: por una parte, reinaba la solidaridad total de los creyentes en el cuerpo místico; por otra, al convertirse la Iglesia en una potencia temporal, los vínculos comunitarios se consolidaban, pero también se confundían peligrosamente con los lazos socio-políticos. Se comprende, pues, que el hombre del renacimiento acogiera con entusiasmo el mensaje de Lutero, que pregonaba "la libertad soberana de los hijos de Dios".

La reforma alteró de modo profundo el equilibrio europeo, sobre todo al otro lado de los Pirineos y los Alpes. Pero desde hace tiempo, especialmente desde la aparición de las tesis de Max Weber19, hay entablada una polémica en torno a la relación entre mentalidad protestante y capitalismo. Como el problema del origen del capitalismo no ha recibido todavía una explicación satis-

17 J. IMBERT, Historia económica, Vicens-Vives, Barcelona 19752, 247s. 18 Cf V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 57-67; M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA. Evo

lución del pensamiento económico, Espasa-Calpe, Madrid 1983, 20-30. 19 M. WEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Península, Bar

celona 19795. Sobre la figura y doctrina de este autor, cf A. GIDDENS, El capitalismo y la moderna teoría social. Labor, Barcelona 19852, 225-299; AA. VV., Protes-tantesimo e capitalismo da Calvino a Weber, Claudiana, Torino 1983; G. MATTAI. Messaggio cristiano ed economía, EDB, Bologna 1974, 402ss (con bibl.); S. GINER, Historia del pensamiento social, Ariel, Barcelona 1982\ 219-231.

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factoría y se duda que pueda darse, nos contentaremos con ofrecer sólo algunas puntualizaciones que permitan encuadrar adecuadamente el estado de la cuestión.

1) Parece necesario admitir como fuentes del espíritu capitalista no sólo las fuerzas morales religiosas (catolicismo, protestantismo, judaismo), sino otros factores de orden biológico y étnico, a par que otras circunstancias sociales.

2) Los comienzos del capitalismo coinciden con una época en que toda la vida social estaba sometida a las reglas de la Iglesia, como también es conocido el intenso sentimiento religioso dominante en todos los países protestantes durante los dos siglos posteriores a la reforma. Por otra parte, sobre todo entre los judíos, la religión desempeñó un papel preponderante, convirtiéndose en norma de todo el orden vital.

3) La influencia de las doctrinas de los escolásticos sobre la mentalidad económica era capaz de producir estados anímicos tales que, por su naturaleza, favorecían el crecimiento del espíritu capitalista20. W. Sombart afirma incluso que "la prohibición del cobro de intereses supone el más fuerte estímulo para el desarrollo del espíritu capitalista".

4) El protestantismo, en cambio, se presenta como un serio peligro para la mentalidad capitalista. En el luteranismo, esta actitud se vio reforzada por la mentalidad de pequeño propietario y artesano que poseía el propio Lutero, cuya filosofía económica suponía un retraso considerable respecto a las ideas de santo Tomás.

5) La posición de Calvino es más compleja e interesante. Nos vemos obligados a renunciar a exponer las principales líneas de su ética económica21, pero es imprescindible aludir a su doctrina sobre el préstamo a interés. Es el primer teólogo cristiano que fundamenta el problema de la usura en una comprensión realista de los textos bíblicos, en lugar de hacerlo, al estilo de la interpretación escolástica, en la proposición lógica "el dinero no produce dinero". Sus conclusiones no difieren prácticamente de las de los predecesores, pero da un vuelco al fundamento moral del problema: el interés, cuyo cobro estaba antes prohibido, pero se permitía en una infinidad de casos particulares, Calvino lo considera lícito como principio, aunque se prohibe siempre que viole la regla de la equidad y la caridad. La distinción clave (reflejo de la atención de Calvino a las nuevas realidades económicas del siglo XVI) para entender su posición es la que establece entre el préstamo para consumo ("préstamo de auxilio"), que ha de ser siempre gratuito, y el préstamo de producción ("préstamo para la

20 Cf W. SOMBART. El burgués, Alianza, Madrid 19793, 243-260. 21 Cf L. CORSANI. L'etica económica di Giovanni Calvino, en Protestantesimo

e..„ o.c, 81-118.

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empresa"), por el que se puede recabar legítimamente un interés. El reformador de Ginebra cancela así la maldición que pesaba

sobre la economía de cambio, convirtiéndola en un elemento esencial para la comunidad humana, pero en modo alguno ha hecho florecer la profesión de usurero ni santificado al hombre de negocios; sencillamente se ha percatado de la necesidad de adaptar la doctrina cristiana tradicional al nuevo contexto socioeconómico y ha sido un verdadero precursor de la teología del trabajo. Alguien se ha atrevido a decir que "hizo por la burguesía del siglo XVI lo que Marx ha hecho por el proletariado del siglo XIX" (Taeney).

6) Parece necesario subrayar que allí donde el luteranismo y el calvinismo se alzaron con la victoria se puede constatar de entrada una fuerte hostilidad hacia el espíritu capitalista, por lo que nos vemos "obligados a suponer que en muchos aspectos la nueva confesión ha sido más nociva que provechosa para el desarrollo del espíritu capitalista". El propio puritanismo, modalidad anglo-escocesa del calvinismo, pone en primer plano el ideal de pobreza, llegando incluso más allá de los escolásticos en la aversión hacia los bienes económicos y frente al afán de lucro capitalista. A juicio de Sombart, no obstante, el puritanismo ha prestado un gran servicio a su enemigo mortal el capitalismo, aun sin quererlo, precisamente por "volver a defender los principios de la moral tomista con renovado y enfervorizado apasionamiento y con un espíritu más intransigente y definido".

La ética puritana exige la metamorfosis del hombre impulsivo e instintivo en hombre racional, y las virtudes que predica son las mismas que elogiaban los escolásticos: laboriosidad, templanza, un espíritu de ahorro tan extremo que la magnificencia exaltada por los escolásticos se vio desplazada por la parvificentia (mezquindad), por éstos condenada como pecado grave22. Por otra parte, "la secularización y la racionalización de este espíritu puritano acabaron por crear, en definitiva, este tipo de hombres de negocio fríos y lúcidos que dirigen el capitalismo y de los que se puede decir, en resumen, que son técnicos sin alma y sibaritas sin corazón".

A la vista de todos estos datos, parece necesario apostillar las tesis fundamentales de Max Weber, habida cuenta de la excesiva ingenuidad o severidad con que se ha criticado su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo:

a) Es indudable que la reforma contribuyó fuertemente a dar el paso de una economía de gasto a una economía cuantitativa (acumulación): aumenta la producción, dada la concepción del

Cf W. SOMBART. O.C, 261-272.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 445

trabajo; se seculariza buena parte de los bienes de la Iglesia; se reduce el poder de los eclesiásticos como consumidores y se introduce una gran austeridad en el culto respecto a templos, altares, ornamentos y vasos sagrados. El énfasis ético otorgado al trabajo condujo a los seguidores laicos de Calvino "a abandonar las concepciones medievales de la caridad, que hacían de la limosna a los desafortunados uno de los deberes fundamentales del cristianismo": la miseria y el pauperismo se han de remediar no mediante la beneficencia, sino por la educación para el trabajo (leyes de pobres en los países protestantes).

b) En el nacimiento del capitalismo influyeron más bien los seguidores de Calvino, los puritanos del siglo xvm, cuya difusión geográfica coincide con las áreas de la revolución industrial. La convergencia se explica por el hecho de que la racionalidad específica de la ascesis puritana (trabajo incesante, el éxito económico como prueba de la divina predestinación, el ahorro) coincide con la del capitalismo industrial (no tanto con la del liberalismo económico), que implica, a su vez, ascesis, ahorro y trabajo constante.

c) M. Weber ha demostrado la falsedad de la hipótesis "materialista", que sostiene que la ética protestante es una especie de epifenómeno del capitalismo; pero nunca ha propugnado la hipótesis opuesta de que el protestantismo sea un subproducto del capitalismo. Simplemente ha querido demostrar que "algunas formas de vida religiosa han podido favorecer un nuevo comportamiento económico". En este sentido, cabe simplemente afirmar que "el espíritu del ascetismo cristiano fue quien engendró uno de los elementos constitutivos del moderno espíritu capitalista, y no sólo de éste, sino de la misma civilización moderna: la racionalización de la conducta sobre la base de la idea profesional". El ascetismo industrioso se transformó de señal de pertenecer al número de los elegidos en medio para conseguir la salvación. Cobra así nuevo vigor la vieja expresión laborare est orare.

d) En opinión de W. Sombart, no puede negarse que el catolicismo ha supuesto un obstáculo para el despliegue del espíritu capitalista en España: "el origen de este fenómeno lo ven la mayoría de los historiadores, con razón, en el hecho de que la historia de la península ibérica se agote esencialmente en una lucha casi milenaria entre cristianismo e islam, entre la cruz y la media luna"23. Payne matiza más el fenómeno, pues si bien reconoce

23 S. Giner matiza: "Quizá la conclusión más correcta sería que si, por un lado, la moral económica que desdeñaba la idea medieval del lurpe lucrum hubiera triunfado con o sin protestantismo calvinista, por el otro esta religión la impulsó y la extendió por grandes zonas de Occidente —Francia, Escocia, América del Norte—, de un modo que hubiera sido mucho más lento o hubiera seguido muy distintos derroteros de no haber existido Calvino y sus seguidores ginebrinos iniciales" (o.c, 227s).

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que un país tan católico como España era inevitablemente incapaz de llevar a cabo, en el siglo XVII, las drásticas transformaciones de su estructura económica y de su marco socio-cultural requeridas por el capitalismo, ello no hay que atribuirlo sólo a la religión como tal, sino especialmente a la cultura española en la cual estaba encajada la religión24.

e) Quizá se ha escrito poco sobre la importancia de la religión judía para la génesis del espíritu del capitalismo. W. Sombart ha puesto de manifiesto que la religión tenía que ejercer necesariamente una influencia muy fuerte en el ámbito económico, dado que preside hasta los detalles más insignificantes de la vida cotidiana. En concreto, las doctrinas sobre la riqueza y el estatuto jurídico del extranjero contribuyeron notablemente a que la "moral" de los negocios se tornara más laxa (al extranjero se le ha de prestar con usura) y las concepciones relativas a la actividad mercantil e industrial evolucionaran bien pronto hacia el comercio libre.

3.4. El ascenso de la burguesía

En el siglo XVII se produce un cambio de escenario. Aunque la producción artística sigue floreciente tanto en el ámbito de las letras (Cervantes, Lope de Vega, Calderón) como en la pintura (El Greco, Velázquez, Murillo), la larga marcha hacia el capitalismo prosigue especialmente en las Provincias Unidas (que se independizan de España en 1609), en Inglaterra y en Francia. Pero no hay que olvidar el papel que va a jugar la nueva clase ascendente, la llamada burguesíals.

Esta clase va a cambiar su estrategia. En el período anterior se había aliado con los soberanos, mediante el así dicho "compromiso mercantilista", frente a la nobleza; pero ahora se siente bastante fuerte y se enfrenta con los monarcas absolutos, invocando las nuevas ideas de libertad y libre consentimiento, lo que le permite atraerse las capas populares y las capas ilustradas de la nobleza. Cabe afirmar, pues, que "no hay capitalismo sin burguesía". Con ella comienza a prevalecer la visión materialista y cuantitativa de las cosas, que conlleva la idea de ganancia y enriquecimiento. Estamos también ante el inicio de una primitiva di-

24 St. G. PAYNE. El catolicismo español. Planeta, Barcelona 1984, 86. 25 La palabra viene del antiguo vocablo alemán "burg", que significaba la

fortaleza o muralla que rodeaba a la ciudades altomedievales; los primeros comerciantes, por establecerse al amparo de esas murallas, recibieron el nombre de burguenses, y luego burgueses. Cf W. SOMBART. O.C: V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C. 99-139. Cf "Concilium" 145 (1979): Cristianismo y burguesía; E. ANDERSEGG. Formas de alienación en la sociedad burguesa, Marsiega, Madrid 1980.

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sociación entre el titular de los medios de producción y el producto del trabajo, que dará origen, de modo lento pero progresivo, a la aparición del proletariado.

De los desposorios de la burguesía con el fenómeno urbano imparable nace así el nuevo enfoque de la economía y una nueva concepción de la vida humana. Como notas sobresalientes de su específica aportación a la dinámica social y económica hay que destacar, entre otras, las siguientes: un talante emprendedor, un sentido realista en todos los órdenes de la vida y el espíritu de tolerancia.

3.5. El siglo de las luces y de las tres revoluciones (siglo XVIII)

En este siglo se produce una curiosa y fecunda sincronización entre la técnica, la teoría económica y los movimientos sociales. En 1768, el barbero Arkwright utiliza por primera vez la fuerza hidráulica para mejorar y acelerar el proceso de la producción textil, comienzo de la puesta en marcha de las gigantescas fábricas; en 1776, Adam Smith publica su obra principal, La riqueza de las naciones, apodada la "biblia de los economistas", abriendo así la vía al capitalismo liberal; en 1776 tiene lugar la declaración de independencia de los Estados Unidos, mientras que en 1789 triunfa la Revolución francesa.

Ciertamente, todos estos eventos han condicionado fuerte y positivamente la expansión del capitalismo. Esto explica que, dentro de nuestros límites, nos ocupemos brevemente de presentar sus aspectos más relevantes.

a) La "revolución" industrial. El entrecomillado se debe a que no hay que pensar que se realizó violentamente y de un golpe. Su eclosión supone indispensablemente "un cierto número de 'prerrequisitos' en la agricultura, los transportes, la demografía, la capacidad de invención y de innovación". De ahí que, si bien existen rasgos comunes en el desarrollo de los países industrializados, "resulta imprescindible señalar las diferencias que surgen de los diferentes períodos, de los comportamientos de los diferentes agentes económicos, de las desigualdades de los recursos, de las instituciones políticas y sociales". Para el análisis, pues, de las causas y consecuencias del proceso de industrialización en los países más destacados, y en España, es ineludible remitir a la bibliografía.

Parece necesario, sin embargo, detenerse un poco en resaltar la relevancia de los inventos técnicos que permitieron pasar de la fase artesanal a la de la moderna industria. M. Dobb estima que en el siglo XVII hubo 17 grandes inventos, 43 en el XVIII y 108 en el XIX. El alcance de estos descubrimientos ha sido muy desigual,

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porque para poder hablar de "revolución" es necesario que éstos se propaguen y arrastren al resto de la economía, trastornando la estructura existente. Numerosos autores se han planteado estas dos grandes preguntas: ¿Por qué y cómo nacen los inventos? ¿Cómo se propagan en el sistema económico? Sea cual fuere la respuesta, lo cierto es que el conjunto de descubrimientos tecnológicos y la utilización del vapor como fuente de energía transformó las relaciones entre el factor trabajo y el factor capital e hizo posible la acumulación de capital. Esta ya no proviene sólo ni principalmente de la extorsión del sobretrabajo campesino ni de la sobreexplotación colonial; la producción organizada con nuevas técnicas y en el marco de la fábrica constituye la tercera fuente de valor, todavía limitada, pero en progresión imparable, alumbrando así la era del capitalismo industrial. Aunque el uso generalizado de las máquinas no se impone hasta la década de los años treinta del siglo XIX, la invención de la máquina de hilar y el telar mecánico, la máquina de vapor y el empleo del carbón fósil en la industria del hierro crean las condiciones técnicas adecuadas para favorecer la revolución industrial.

Las consecuencias sociales de la transformación de la economía de feudal en capitalista fueron tremendas. Al margen de cualquier excusa retrospectiva o juicio de valor sobre el sistema y los hombres que lo implantan, parece que las primeras fases de la industrialización no pueden llevarse a cabo sin que se frene el consumo global. Se comprende, por tanto, que las consecuencias de "la acumulación rápida del capital fueran las mismas en las economías capitalistas del siglo XIX y en la economía soviética entre las dos guerras". Por otra parte, el conocimiento de las ineluctables consecuencias de la acumulación de capital nos permite una comprensión más objetiva de los abusos y explotación de los débiles por parte de los fuertes, de los trabajadores por los dueños del capital.

b) Indudablemente, las dos revoluciones sociales mencionadas tuvieron un contenido social y económico de gran aleante, a los que sólo cabe hacer una simple alusión.

En el torbellino de la Revolución francesa se produjeron una serie de hechos de gran trascendencia: 1) el derrumbamiento de la monarquía milenaria; 2) la degradación de la aristocracia; 3) la nacionalización de los bienes de la Iglesia por los mismos prohombres de la Constituyente, acérrimos defensores de la propiedad privada; 4) la abolición de las corporaciones y cofradías gremiales; 5) la puesta en marcha de una política económica y social, cuyo objetivo era la libertad de los empresarios y comerciantes y, por consiguiente, la abolición de los impuestos sobre el consumo; 6) tras la etapa de la revolución convencional (1792-1795), rebrotó el individualismo y el liberalismo económico.

IOS SISTEMAS ECONÓMICOS 449

c) No es posible analizar las diferentes actitudes ideológicas y motivos sociales de la emancipación norteamericana; pero es necesario destacar su fuerte connotación burguesa, dato que puede comprobarse mediante el somero estudio de las razones últimas aducidas por los propios revolucionarios. El motivo inmediato de la sublevación fue la decisión del gobierno británico de imponer tasas sobre el azúcar y los timbres. Los nuevos burgueses de las colonias, fieles a la tradición de la burguesía inglesa, replicaron: No se nos pueden imponer tasas sin que las voten nuestros representantes ("no taxation without representation").

4. Esbozo histórico-doctrinal del capitalismo: Los hechos y las ideas

Comúnmente se acentúa la interrelación que media entre los hechos económicos y el pensamiento económico; pero son muy pocos los autores que se aventuran a llevar a término la empresa de ofrecer una síntesis entretejida por los hilos de los hechos y las ideas. Comprendo semejante actitud, porque la tarea no es nada fácil. A pesar de ello y consciente de mis limitaciones, he aceptado el reto. La única razón para explicar esta osadía es el convencimiento de que es necesario entender la economía no como una ciencia montada abstractamente sobre los sueños de la imaginación, sino como el intento de buscar una respuesta a los problemas sociales, que suelen ser de ordinario graves y urgentes. Este vivir pegado al hueso de la realidad socio-económica pone de manifiesto que los economistas, quiéranlo o no, sean conscientes o no de ello, no pueden elaborar una ciencia química pura sino en referencia a los problemas fundamentales del momento socio-histórico. La imprescindible atención a valores extraeconómicos determina que los hayamos de considerar como "consumidores de ética", porque en su quehacer científico existe siempre una opción previa, un a-priori que explica la decantación del teórico de la realidad económica por determinados valores. Es notorio que "las preguntas deben formularse antes de dar las respuestas" 26.

Sin más preámbulos, pero sin olvidar todo esto, intento ofrecer una panorámica, mediante flashes, de la realidad social, científica y técnica en que vive el capitalismo. Pido disculpas por la periodización recogida; pero los autores no suelen estar de acuerdo en este punto.

26 J. M. MÉNDEZ. Relaciones entre economía y ética, Madrid 1970, 315 (conviene leer el capítulo primero).

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450 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

4.1. Capitalismo comercial: Mercantilistas y fisiócratas

Podemos calificar como comercial al capitalismo que se extiende desde finales del siglo XV a la mitad del XVIII. El fenómeno se presenta con una nueva impronta: no se trata de producir lo suficiente para sobrevivir, sino que se empieza a buscar la ganancia por la ganancia. También se advierte ya un cierto grado de acumulación por parte de los Estados y por parte de la burguesía en virtud de ese gran catalizador que es el comercio con los países de ultramar. En cuanto al modo de producción, se extiende y amplía la modalidad del trabajo por cuenta ajena, que tendrá singular incidencia en la industria textil.

En este contexto no es extraño que los teóricos se pregunten sobre todo por el origen de este "excedente" económico o ganancia (el origen de la riqueza), por las condiciones para producirla y asegurar su continuidad, por el uso y destino que se le otorgará. Los corifeos de la escuela mercantilista y de la fisiocracia se proponen precisamente responder a estas preguntas.

a) Escuela mercantilista. Nos hemos detenido ya a exponer las líneas fundamentales de su doctrina27. Nos ceñimos aquí, por tanto, a subrayar que, para sus miembros, el comercio es la palanca y el catalizador del desarrollo económico. La producción del excedente económico se explica fácilmente: basta obtener un superávit en la balanza comercial. Naturalmente, para que esto se verifique hay que garantizar la entrada de metales preciosos (acumulación de capital) y conseguir exportar más de lo que se importa. Esta segunda operación es más compleja y difícil, por lo que se necesita la complicidad del Estado para que arbitre las medidas necesarias que puedan favorecer la exportación y entorpecer la importación.

Como puede apreciarse, el papel del Estado tiene una gran importancia en este juego mercantil; pero, aunque es cierto que la nación se enriquece, la distribución de esta riqueza es muy desigual. Esta estructuración de la actividad económica beneficia prácticamente sólo a los concesionarios del comercio exterior. Por otra parte, la acumulación de capital en estos "privilegiados" agiliza la eclosión del capitalismo.

b) La fisiocracia: el imperio de la naturaleza2*- Los fisiócratas son considerados como auténticos precursores de los economistas clásicos. Realmente se trata de una escuela nacida en la corte de

27 Cf en este mismo capítulo, pp 441ss. 28 Cf M. BEAUD. O.C, 78-85; M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRIA, Evolución del pen

samiento económico, Espasa-Calpe, Madrid 1983, 39-49.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 451

Luis XIV (1715-1774), pues cuenta con un análisis estático y global, con una sistematización básica y con un fundador y maestro, F. Quesnay (1694-1774).

El principio fundamental de la escuela está expresado en el nombre con que se la conoce: "fisio-cracia" (gobierno de la naturaleza). Consecuentemente con el nombre, sus epígonos piensan que la economía debe ser tratada como una física, es decir, como una ciencia cuyo objeto es natural y cuyo fin es descubrir las leyes que rigen el orden natural y la armonía universal. De esta concepción de la economía como "ciencia de los negocios" se derivan estas consecuencias de gran importancia:

— La verdadera fuente de riqueza es la tierra (los mercantilistas señalaban el comercio), porque sólo la agricultura es productiva, ya que es la única actividad que genera un excedente, en tanto que la industria no hace más que transformar los elementos.

— La población se divide en tres grupos: la clase productiva, la de los empresarios y la estéril.

— Convencidos de la existencia de un "orden natural", propugnan la no-intervención y remoción de todos los obstáculos que impiden el funcionamiento del mundo según dicho "orden natural", con el consiguiente deber de descubrir y respetar al máximo sus leyes.

— El único motor de la máquina socio-económica es el interés, que representa para la economía lo que la ley de la gravitación para el sistema solar.

— El derecho de propiedad se juzga indispensable para la supervivencia.

La escuela tuvo su momento álgido en la segunda mitad del siglo XVIII, con epicentro en Francia y un libro-texto, el Tableau économique, de F. Quesnay; pero su esplendor fue efímero. Entre las acotaciones a sus enseñanzas se resalta que funda las explicaciones del proceso económico en abstracciones teorizantes y reduce la ciencia económica al enunciado de unas leyes análogas a las físicas, desvinculándola de la historia y el proceso social. Además, su modo de entender el crecimiento económico sólo mediante la continua mejora de la productividad de la tierra (mayor producción por unidad de superficie) desemboca necesariamente en un callejón sin salida: cierto día o cierto año no será posible incrementar la productividad de la tierra.

Para concluir, hay que poner de relieve que el terrateniente aristócrata no es más que un capitalista con trabajadores a su servicio; en otras palabras, provoca el enfrentamiento capital-trabajo mediante la oposición ganancias-salario, generando así la "clase productora" y la "clase estipendiaría".

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452 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

4.2. El capitalismo industrial: La escuela clásica

El sistema capitalista se consolida con la revolución industrial29. Consecuentemente, se suele denominar según el rótulo al sistema económico que abarca desde mediados del siglo XVIII hasta los años de la primera guerra mundial. Sin embargo, cabe distinguir en este período dos etapas diferenciadas: "una de consolidación del sistema, caracterizada por una economía de amplísimas libertades, de concurrencia y competencia, y otra de descenso de estos últimos caracteres, originado por la intromisión de otros elementos"30. Los historiadores acostumbran a fijar el año 1870 como fecha de separación, dejando el apelativo de "industrial" para la calificación del capitalismo de la primera fase. Por otra parte, habida cuenta de que nos ocupamos del capitalismo, no sólo recogemos la versión de la escuela clásica, sino también la crítica de K. Marx.

a) Los hechos económicos. El siglo XVIII, amén del siglo de las luces y de las grandes revoluciones sociales, es para todos especialmente un siglo de ampliación de los intercambios mercantiles, particularmente del comercio mundial; un siglo en que progresa la producción mercantil, agrícola y manufacturera en razón del alza de los precios y auge de la población; un siglo en que se da a la vez la multiplicación de la riqueza y la agravación de la pobreza.

Este contexto es el que va a facilitar el alumbramiento de un capitalismo todavía "muy colonial, mercantil y manufacturero", pero capaz de adaptarse a la nueva situación creada por la independencia de las colonias americanas y de generar la gran revolución industrial del siglo xix.

El espíritu del capitalismo se puede condensar en estas dos expresiones: el principio del "laisser-faire" y la exaltación de la competencia en razón de una actitud religiosa más liberal hacia la acumulación de riquezas.

La técnica se vio enriquecida con el descubrimiento de una máquina de vapor práctica y el uso cada vez mayor de maquinaria impulsada por fuerza motriz. Merced a las transformaciones operadas en la propiedad, campesinos pobres, que no pueden soportar los gastos del cercado, y otros muchos a quienes la extensión de la ganadería ha hecho inútiles, se ven obligados a vender sus tierras; en la explotación agrícola es posible el empleo de mu-

29 Cf. W. J. BARBER, Historia del pensamiento económico, Alianza, Madrid 1984', 19-151; R. HEILBRONER, Vida y doctrina de los grandes economistas I, Or-bis. Barcelona 1984, 61-155; M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, O.C, 50-80.

50 F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO, Capitalismo y socialismo, en Enciclopedia práctica de economía VIII, Orbis, Barcelona 1985, 144.

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cha mano de obra disponible no cualificada, y la normalización del proceso de producción facilita un alto grado de división del trabajo. Se impone la nueva forma de producción: la fábrica, que emplea energía y máquinas, conlleva una nueva disciplina para los trabajadores, hasta el punto de que "entrar en una fábrica era como entrar en un cuartel o en una cárcel". Como a los antiguos trabajadores a domicilio y a los artesanos les repugna ir a trabajar a las fábricas, la primera mano de obra industrial se recluta entre el proletariado huido del campo.

Se pone en marcha, pues, la forma de producción capitalista, basada en tres fuentes principales de valor: la extorsión tradicional del trabajo campesino; la sobreexplotación colonial bajo distintas formas; el aumento progresivo de la producción exigido por los mercados interior y mundial.

El sujeto principal de todo este movimiento es la burguesía, la nueva clase dirigente, cuya palabra-clave es la palabra libertad: en Inglaterra, como la burguesía está asociada a los asuntos del Estado, se habla de libertad económica; en Francia, en cambio, se busca sobre todo la libertad política.

El crecimiento demográfico, merced a los avances de la medicina y la multiplicación mejorada de los recursos alimentarios, y la generalización del nuevo modo de producción, primero en el campo textil y ulteriormente en el sector de la metalurgia, facilitan la emergencia de una clase trabajadora, dependiente del capital, cada vez más numerosa, pues incluso absorbe de modo progresivo a los pequeños artesanos, manufactureros y propietarios del régimen anterior.

b) La escuela clásica: "Laissez-faire, laissez-passer". Con el título de "economía clásica" se designa la producción doctrinal de un grupo de economistas de fines del siglo XVIII y gran parte del XIX, que tienen como fundador y figura más destacada al escocés y moralista Adam Smith (1723-1790). El origen de la escuela es claro: en 1776, A. Smith publica su célebre obra Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, conocida como "la biblia (o el evangelio) del liberalismo económico". Más confusos quedan los límites finales, que algunos autores sitúan en 1848, cuando ve la luz pública la obra de J. Stuart Mili Principios de la economía política.

Es forzoso, pues, presentar un breve resumen del pensamiento de A. Smith, que tuvo "el mérito de elaborar una poderosa construcción intelectual que diese explicación de cómo una 'economía de mercado' puede funcionar y crecer y que, a pesar de estar fundamentada en el interés individual, es asimismo capaz de responder a las necesidades colectivas de la sociedad"31. Su famosa

31 R. L. HEILBRONER, o.c, 61.

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obra La riqueza de las naciones quizá no sea un libro original, pero sin duda es una obra maestra; un libro pesado, aunque no es, en modo alguno, un libro de texto; desde luego, una obra revolucionaria. He aquí brevemente un resumen de su contenido.

A A. Smith le interesa descubrir cómo es posible que una comunidad en que cada uno persigue activamente su propio interés no se descoyunta y logra que se realicen las tareas necesarias para su supervivencia sin la influencia estabilizadora de la tradición ni la presencia de una autoridad central. La respuesta le llevó a formular las leyes del mercado. Estas leyes, fundamentalmente sencillas, nos hacen ver cómo "la fuerza del interés individual, dentro de un marco de sujetos que también actúan por su interés individual, traerá como resultado la competencia; y nos hacen ver, además, de qué manera la competencia traerá como resultado el que la sociedad se vea provista de los bienes que ésta necesita y a los precios que la misma está dispuesta a pagar". Es decir, que el mercado regula tanto los precios como las cantidades de las mercancías, y a la vez regula los ingresos de quienes cooperan en la producción de las mercancías y los servicios.

¿De dónde brota la fuerza que hace realidad semejante armonía maravillosa? "No es de la benevolencia del carnicero, ni del panadero, ni del cervecero, de lo que esperamos obtener nuestra cena, sino de su desvelo por sus propios intereses". El bien común y la armonía se aseguran mediante el mecanismo de la mano invisible. "El hombre —añade— es conducido por una mano invisible, que le impone el cumplimiento de un fin que no forma parte de su intención".

Sin embargo, no se debe considerar a Smith como un defensor del individualismo a ultranza y de la política del "laissez-faire" más exacerbada. Denunció enérgicamente la tentación de los empresarios, "hambrientos de beneficios", que suelen concertarse "en un tácito, aunque no uniforme, permanente acuerdo" para dejarse llevar de prácticas monopolísticas; tampoco se mostraba contrario a cualquier intervención del gobierno que tuviera como fin promover el bienestar general; lo que rechaza con energía es su injerencia en el mecanismo del mercado. Por eso le atribuye la defensa nacional, las obras públicas, la administración de justicia y todas aquellas actividades cuya ausencia de beneficios determinan su desatención por parte de la iniciativa privada.

La doctrina liberal se bifurca luego en dos direcciones: una de carácter pesimista y otra de talante optimista.

El liberalismo pesimista cuenta como típicos exponentes a Thomas R. Malthus (1766-1834), célebre por su Ensayo sobre la población en lo que afecta a la mejora futura de la sociedad, publicado en 1798, y a David Ricardo (1772-1823), hijo de un banquero, que abjuró de su religión judía y se hizo cuáquero, autor de

IOS SISTEMAS ECONÓMICOS 455

Principios de economía política y tributación, editado en 1817. Es difícil imaginarse dos nombres más opuestos: sombrío clérigo y profesor de moral el primero, escéptico corredor de bolsa el segundo32; pero a los dos les preocupa enormemente el problema de la distribución de la riqueza, aunque ofrecen soluciones bien distintas.

El liberalismo optimista tiene sus representantes más genuinos en J. B. Say (1767-1832) y en sus seguidores, que tratan de solucionar los nuevos problemas mediante correcciones al sistema para solucionar así el paro y la superproducción.

La escuela clásica del capitalismo liberal fue evolucionando, pues la concepción optimista de su fundador chocaba cada vez más con los evidentes aspectos tristes del "laissez-faire". Una de sus figuras fue J. Stuart Mili (1806-1873), cuya obra Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social (1848) se considera como la suma de la ciencia económica de su tiempo. Es juzgado como un ideólogo de transición entre la escuela clásica y el idealismo, ya que introduce ciertas matizacio-nes a determinados aspectos del capitalismo: entre otras, la limitación del derecho de herencia, la gravación tributaria de la renta de la tierra, ía organización de cooperativas de producción33.

Aunque no es posible una valoración ni siquiera global de la economía clásica por premura de tiempo y espacio, también en esta ocasión cabe refugiarse en unas simples anotaciones:

— Parece obvio poner serios reparos a la creencia en una armonía preordenada que actúa como "mano invisible" en el seno del sistema de mercado. Desde un punto de vista lógico, porque no se puede asegurar, ni siquiera desde el mero enfoque del problema distributivo, que si una comunidad humana está justamente establecida, eso se debe al enfrentamiento y competencia entre la rapacidad de sus individuos. Desde la perspectiva moral, no se comprende cómo una multiplicidad de comportamientos no-éticos puede alumbrar un impersonal resultado ético. A juicio de M. A. Martínez-Echevarría, esta dificultad lógica y ética "podría haberse resuelto si A. Smith hubiera centrado más la atención en la libertad de la persona humana, pues de la armonización de las libertades individuales sí puede surgir una sociedad realmente libre".

— La concepción de la naturaleza, más o menos explícita, como el único soberano para el hombre explica, por un lado, el sometimiento insoslayable de éste a la ley de hierro (la ley natural) y, por otro, la entronización de la libertad individual, que legitima el principio capital del "laissez-faire". Ciertamente, en esta época era posible invocar razones que permitían considerar

32 Ib, 109ss. 33 Cf W. J . BARBER, O.C, 88-99.

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beneficioso tal principio: 1) en tiempos de A. Smíth, los gobiernos eran considerados corrompidos, ineficaces y despilfarradores; 2) las personas religiosas tenían la convicción de que Dios, con su sabiduría infinita, había puesto en manos del hombre un mecanismo perfectamente diseñado (el mercado) y de funcionamiento automático, al tiempo que los no creyentes, en virtud del "darvinismo social", llegaban a la misma conclusión sustituyendo simplemente a Dios por la evolución, el progreso y la supervivencia del más fuerte; 3) la teoría económica ofrecía la verificación de que una competencia activa podía conducir a una asignación óptima de los recursos, aumentar la producción económica y el pleno empleo. Desafortunadamente, el resultado fue muy distinto34.

— En el haber de la escuela hay que colocar su interés por el proceso económico. Muchas de sus intuiciones de las causas y consecuencias del crecimiento económico siguen siendo válidas, si bien se preocuparon menos de hacer progresar las técnicas de análisis económico. Por otra parte, nadie pone en duda que la economía clásica dejó sin contestar algunas cuestiones, particularmente el proceso de la formación de los precios en el mercado y el problema de las fluctuaciones económicas, de los costes y las condiciones de la oferta y de la naturaleza de las fluctuaciones económicas. Eran otros tiempos y un mundo económico diferente35.

— Por último, hay que decir que, no obstante los múltiples y variados esfuerzos llevados a cabo, la teoría-paradoja del valor y la teoría de la distribución se pueden considerar temas pendientes. Sobre todo en este punto, como veremos al valorar la situación desde la perspectiva ética, no se lograron resultados positivos: la revolución industrial y la conquista de la libertad no alumbraron una sociedad más humana. Se explica así la contestación de los partidarios de otra ciencia económica y el nacimiento de los movimientos socialistas. Por el momento, sin embargo, nos ceñimos a presentar una síntesis de la crítica de Marx al capitalismo.

4.3. La crítica de Marx al capitalismo

Este enclave marxista, en el contexto del capitalismo, tiene fácil justificación. En primer lugar, se impone reconocer que la relación de Marx con la tradición clásica debe describirse como ambivalente: pese a su hostilidad a los procedimientos analíticos empleados por los clásicos y a sus conclusiones, "hizo suya gran

34 Cf G. DALTON. Sistemas económicos y sociedad, Alianza, Madrid 1982", 63-66; cf ID. 48-55.

35 Cf W. J. BARBER. O.C, 100-106.

IOS SISTEMAS ECONÓMICOS 457

parte de su estructura analítica. Aunque reelaboró las teorías clásicas, las modificó y les prestó nuevos significados, el núcleo central de su sistema lo heredó de los economistas clásicos"36. En segundo lugar, porque no es con Marx el revolucionario con quien el capitalismo tiene que librar su decisiva batalla; "será con Carlos Marx el economista, con Carlos Marx el meticuloso hombre de estudio, que se esforzó por demostrar laboriosamente, a través del oleaje de las confusiones superficiales, que la esencia del capitalismo es su propia destrucción"". Incluso se ha escrito que 'El capital es el libro del juicio final del capitalismo".

La teoría económica de Marx se reduce prácticamente a la crítica del sistema económico vigente en su época. En el mismo punto de partida, además, depende notablemente de la teoría del valor elaborada por los clásicos, particularmente del enfoque que le diera D. Ricardo. Distingue, pues, entre valor (precio natural) y precio (precio del mercado); pero introduce una nueva distinción entre valor de uso y valor de cambio. El valor de uso de una mercancía es aquella cualidad que la hace útil para ser consumida y capaz de satisfacer una necesidad humana; el valor de cambio, empero, es la capacidad de cada mercancía para poder ser intercambiada por otra en determinadas proporciones ("una cuartilla de trigo equivale a tres kilos de hierro", dirá Marx; el trigo y el hierro no tienen el mismo valor de uso, pero las cantidades indicadas poseen el mismo valor de cambio). El valor de uso pertenece a la naturaleza de la mercancía, en tanto que el valor de cambio es sólo un producto de la mente humana, inventado por las condiciones sociales impuestas por el capitalismo.

¿Cómo se explica esto? El bien que, en virtud de su cualidad específica, posee un valor de uso, cuando llega al mercado se transforma en mercancía, es decir, adquiere valor de cambio. De esta manera, aunque Marx niega, por una parte, todo carácter objetivo al valor de cambio (fetiche inventado por la sociedad capitalista), brinda a continuación una teoría objetiva del mismo: el valor de cambio de las mercancías tiene como origen el trabajo humano; en otras palabras, el valor de cambio se mide por el trabajo incorporado ("labor contained").

El valor de cambio no es en sí mismo un fetiche; lo es sólo en el marco de la sociedad capitalista (mercantil, en términos de Marx). En consecuencia, una vez admitido el postulado de que el trabajo es el origen de todo valor de cambio, en la sociedad mercantil el propio trabajo se transforma en mercancía. ¿Cómo puede comprenderse esto? A juicio de Marx, el capitalista compra al obrero no su trabajo (determinadas horas de trabajo), sino su fuerza de trabajo (su capacidad de trabajo); pero paga, en cambio.

Ib, 119; véase las páginas que siguen. Cf la viva descripción dramatizada de R. L. HEILBRONER, O.C, 226-231.

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el valor de la fuerza de trabajo del obrero (el salario cubre únicamente lo que el trabajador necesita para subsistir y reproducirse). Por consiguiente, la jornada de trabajo se divide en dos componentes: el tiempo de trabajo necesario para que el obrero produzca un valor equivalente al salario que percibe y el tiempo de trabajo "excedente" hasta completar la jornada laboral. Pues bien, este plus-trabajo realizado en el tiempo de trabajo "excedente" produce un plus-valor (plusvalía) que revierte entera y exclusivamente en el bolsillo del capitalista. La plusvalía, por tanto, es la diferencia entre el precio de la fuerza de trabajo (seis horas, por ejemplo) y el precio a que el capitalista vende el resultado del trabajo (diez horas); o sea, el obrero produce el valor equivalente a diez horas, pero el patrono le paga sólo la suma del valor de seis.

En esta concepción de la plusvalía se funda la teoría de la explotación de Marx. Es el lugar desde el cual estructura su apasionada crítica humanista al capitalismo: el trabajador es explotado, "alienado", porque se vende a sí mismo y, por consiguiente, su trabajo queda reducido a mera "mercancía" (dialécticamente, se produce a la vez la alienación del patrono).

Muchos se cuestionan, no obstante, si Marx combate el capitalismo por ser injusto, inmoral y degradante para el hombre o simplemente porque lo considera viejo, desfasado e irracional. Una cosa es cierta: tenía la convicción de que el dinamismo dialéctico del capitalismo acabaría por revolverse contra el sistema, porque su esencia es contradictoria. ¿Cuáles son las contradicciones? De modo sucinto las enunciamos aquí:

1.a En el capitalismo, el trabajo y la producción tienen carácter social (anteriormente era individual); los medios de producción, en cambio, son de propiedad privada. Por consiguiente, el carácter social es afirmado y negado de forma expresamente exacerbada y desembocará necesariamente en la revolución comunista, suprimiendo así la contradicción: tanto la producción como la propiedad poseerán carácter social.

2.a Ley de la acumulación, concentración y centralización creciente del capital. El hecho de la acumulación se funda en motivos psicológicos (ambición de riqueza y poder) y en motivaciones objetivas (exigencia de la ley de competencia y del imprescindible progreso tecnológico). Se trata de leyes que dominan al capitalista y lo condenan necesariamente a un proceso que sólo concluirá con su ruina y desaparición. Las causas de este fenómeno se pueden reducir, a juicio de Marx, a dos: "la competencia y el crédito son las dos palancas más poderosas de la centralización". Los efectos de ésta, a su vez, se identifican con los factores que Marx indica como factores que dirigen la evolución del sistema capitalista hacia el comunismo: el desarrollo del carácter social del

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modo de producción; la transformación de los capitalistas en simples propietarios, que se contentan con recibir los beneficios (capitalistas pasivos); la socialización del trabajo; la absorción y/o desaparición de las empresas artesanales, pequeñas y medianas; la reducción o eliminación de la competencia, ley fundamental del mercado capitalista, dando lugar a monopolios, que destruyen tal ley, porque reclaman la intervención del Estado y preparan así el advenimiento del sistema contrario, el comunismo.

3.a La depauperación creciente de la población. Por la misma lógica del sistema, el capitalismo tiende a producir necesariamente proletarios para subsistir. Esta tesis se desdobla de dos subte-sis: a) en primer lugar, se verifica la proletarización de la población, porque ésta es apartada progresivamente de la propiedad del suelo y de los medios de producción, que pasan a poder de los capitalistas; b) creciente depauperación de la clase proletaria formada a lo largo de los siglos. Naturalmente este empobrecimiento puede entenderse de modo absoluto (progresivo empeoramiento del standard de vida del obrero en los regímenes capitalistas) o relativo (el standard de vida sube, pero su elevación no es proporcional al crecimiento de la producción y la productividad).

4.a Irreductible oposición entre maqumismo y trabajo, entre la máquina y el trabajador. La máquina está animada del espíritu diabólico del capital38 y son numerosos los males por ella provocados.

Todas estas contradicciones, que van generando una concentración enorme de riquezas en manos cada vez menos numerosas y una acumulación de miserias y rencores en una masa cada vez más amplia, tienen que dar paso inevitablemente a la revolución. Marx, Engels y Lenin lo han explicado desde distintos enfoques (teoría de las crisis, de la catástrofe final y de la guerra revolucionaria); pero con la convicción absoluta de que, según la ciencia, el estallido inevitable de las contradicciones internas del capitalismo favorecería y aceleraría la irreversible marcha hacia el socialismo. El capitalismo es condenable y está ya condenado desde y por su propio dinamismo interno.

Para Marx, sin embargo, el factor básico de la crisis del capitalismo son las crisis internas al mismo modo de producción capitalista. Este tipo de crisis se caracteriza por la existencia de un exceso de productos frente a una demanda insuficiente para absorberlos, en tanto que en las crisis precapitalistas lo peculiar era el exceso de demanda frente a una producción insuficiente. A pesar del extraordinario interés del tema ("en las crisis mundiales se ponen de manifiesto las contradicciones y oposiciones de la producción burguesa"), Max no ofrece una clara explicación sobre la causa de las crisis, y todavía siguen los marxistas sin poner-

58 Cf los textos en G. DE YURRE, El marxismo, BAC, Madrid 1976, vol. II, 119.

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se de acuerdo sobre el particular. No se puede hablar, pues, de una teoría marxista de la crisis, sino de varias: la del subconsumo y sobreproducción, la de la desproporcionalidad, la de la tendencia decreciente del beneficio y la del imperialismo39.

Aunque Marx está convencido de que el capitalismo es, al igual que los otros sistemas, transitorio y de que el capitalismo puro abrirá su propia fosa, proclama que del proletariado depende la aceleración del proceso de autodestrucción a que se halla abocado (lucha de clases).

Habrá ocasión de hacer una valoración crítica global del marxismo más adelante40. Por el momento será suficiente poner de manifiesto las dificultades inherentes a la teoría marxista del valor. El fundamento último de la teoría-trabajo es, en Ricardo, una intuición indemostrada, y en Marx, un prejuicio aprovechable: "El trabajo, se afirma, es lo único común a todas las mercancías; luego el trabajo es el fundamento exclusivo del valor de cambio. La conclusión excede claramente las virtualidades contenidas en la premisa. Marx tendría que haber demostrado que la escasez o la rareza no son cualidades universales de todas las mercancías. También debería haber demostrado que la espera, abstinencia, riesgo, etc., no son elementos que se contienen en toda mercancía obtenida mediante el empleo de maquinaria"41. Por otra parte, resulta que la teoría-trabajo del valor de cambio es aplicable a todas las mercancías, excepto a la mercancía-trabajo.

4.4. El capitalismo financiero: La escuela neoclásica

Dentro del arco del apogeo del capitalismo, hemos señalado la cota de 1870 como indicativa de una nueva manifestación del sistema capitalista: el llamado capitalismo financiero. Veamos los rasgos más sobresalientes que revelan un mundo en amplio y acelerado proceso de desarrollo42.

Contexto socio-económico. En primer lugar, estamos ante lo que se conoce como la segunda revolución técnica, debida al descubrimiento y uso de nuevas fuentes de energía (electricidad de origen térmico e hidráulico, petróleo en sus diferentes formas de utilización). Los resultados son realmente llamativos: notable desarrollo de las industrias, especialmente de la rama química; difusión de los medios de transporte de las mercancías y los trabajadores; difusión de los medios de comunicación del pen-

Cf Ib, 122-162. Cf pp 504ss. J. M. MÉNDEZ, O.C., 90. Cf W. J. BARBER. O.C, 155-207.

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Sarniento (teléfono, telegramas intercontinentales, radio, etc.); aumento y mayor densidad demográfica, que incide directamente en el crecimiento del número de consumidores y trabajadores; expansión colonial, que conlleva la ampliación y reserva de mercados. En fin, la fábrica se erige en lugar central de la producción.

La revolución técnica impone, sin duda, un cambio en las estructuras del proceso productivo: en la empresa se produce la separación entre propiedad y dirección en virtud de la creación de sociedades anónimas por acciones; se acentúa la concentración industrial bajo la forma de grandes empresas, grupos, cárteles y "trusts"; mayor-dependencia de las empresas con respecto a los organismos financieros; ascenso de una nueva clase, la "tecno-oficinia", no relacionada directamente con la producción material y, por su estilo de vida, más próxima a la pequeña y mediana burguesía; surgimiento de los sindicatos como organizaciones defensivas de los derechos de los trabajadores (la primera ley sindical se promulga el año 1884 en Francia); progresiva intervención del Estado en la economía, en especial durante las guerras, pero también a través de las grandes obras públicas y del salario indirecto, intervención que resultó imprescindible y decisiva para superar la crisis de 1929.

La edad del imperialismo. Aunque en este período se agudiza la competencia entre los capitalistas, se endurece la rivalidad entre los grandes capitalismos nacionales, las clases obreras, más organizadas, conquistan apreciables concesiones y las crisis se amplían hasta el extremo de que algunos anuncian la próxima muerte del capitalismo, éste logra adaptarse una vez más y modifica el campo de los enfrentamientos.

Además de las nuevas relaciones que se establecen con la clase obrera y el despliegue de nuevos sectores industriales, la adaptación implica: "concentración y centralización del capital industrial, formación de 'trusts' y monopolios nacionales e, indisolublemente, mundialización del área de influencia de los capitalismos dominantes a través del comercio y de la exportación de. capitales, de la formación de grupos multinacionales, de la colonización que desemboca en el reparto del mundo" (M. Beaud). Este imperialismo creciente desencadena un capitalismo nacional a escala mundial, lo que determinará que las contradicciones se desarrollen en el marco nacional/mundial y aparezcan nuevas contradicciones.

En esta época tiene lugar el surgimiento de las grandes potencias capitalistas, que se pasan el relevo de la hegemonía. De 1850 a 1914, predominio de la Europa occidental, con Inglaterra a la cabeza. Debido a la desunión-de las naciones europeas y la dismi-

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nución de la natalidad con relación al resto del mundo, se produce el declive de Europa occidental y la imparable irrupción de los Estados Unidos (en Europa, el primer lugar lo ocupa Alemania, seguida de Inglaterra y Francia). En 1917 triunfa el régimen soviético en Rusia, que en seguida deja sentir su peso en la economía mundial.

En este largo período tienen lugar acontecimientos tan importantes como la "gran depresión" (1873-1895), la primera guerra mundial y la crisis de los años veinte. Un mundo a punto de explotar, en el que cada gran potencia se había encerrado en su capullo, en tanto Alemania se movilizaba a la conquista de Europa y del planeta.

La economía neoclásica. A pesar del pesimismo de muchos economistas clásicos y la sentencia de muerte pronunciada por Marx en 1867, el capitalismo siguió adelante con más o menos fluctuaciones cíclicas. Hay que esperar hasta la aparición del marginalismo para descubrir un ataque a los planteamientos del capitalismo más tradicional. Cierto que los historicistas habían introducido ya algunas modificaciones en abierta oposición a la corriente darwiniana, pues no reconocían leyes de validez universal y consideraban necesaria la intervención del Estado en el campo económico.

Es, sin embargo, la escuela marginalista la que cuestiona la "teoría del valor" defendida por los clásicos. Según éstos, el valor de una cosa está en relación con la cantidad de trabajo empleado; los marginalistas defienden que el valor tiene que determinarse de acuerdo con su utilidad marginal, entendiendo como utilidad marginal la que presta aquella unidad de la cosa que satisface la menor de las necesidades. Normalmente, es cierto que, cuanto mayor cantidad de una cosa se posea, menor será la satisfacción que se obtiene de una nueva unidad; con otras palabras, el valor marginal de una cosa es inversamente proporcional a su abundancia.

Estas ideas contribuyeron decididamente a cambiar el concepto de demanda, convirtiendo el mercado en el elemento más importante de la ciencia económica. De ahí que la relación producción-consumo haya de realizarse en un marco de libertad y competencia perfecta, corriendo a cargo del Estado la obligación de eliminar, directa o indirectamente, los obstáculos que se originen. Como se puede apreciar, hay un renacimiento de la vieja teoría aristotélica del valor. No es el trabajo humano, por mucho esfuerzo que conlleve, el que por sí mismo genera el valor económico; es precisamente el producto el que proporciona valor a los factores que han contribuido a su fabricación. Pero bien entendido que el producto recibe ese valor de la apreciación que consiga en el mercado.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 463

La atención prestada a la formación de los precios, aunque supone un desplazamiento hacia las cuestiones microeconómicas, con el consiguiente abandono casi total de las macroeconómicas, permite comprender mejor el mecanismo de la "mano invisible". Por eso muchos marginalistas propugnan la introducción de medidas de política económica, encaminadas a armonizar los intereses individuales con el bien de la comunidad.

Como rasgo característico de la escuela hay que resaltar también su "actitud de admiración y mimetismo hacia la metodología físico-matemática". Este rasgo proporciona sin duda a la ciencia económica la apariencia de un cuerpo doctrinal y elegante, pero corre el grave riesgo de desconectarla fácilmente de la realidad. Esta orientación se debe sobre todo a la escuela económica de Lausana, cuyos teóricos más destacados son Léon M. E. Walras (1834-1910) y V. Pareto (1848-1923), continuador de la obra de aquél y precursor de la "economía del bienestar".

Mención especial merece A. Marshall (1842-1924), particularmente preocupado de diferenciar el método económico del método de las ciencias físico-matemáticas, a fin de aproximar la teoría económica a la "economía real", un gigante entre los pioneros neoclásicos anglosajones.

La escuela neoclásica lleva a cabo una reorientación del pensamiento económico en relación con los cambios acaecidos en las naciones de Europa occidental que habían experimentado una prosperidad sin precedentes. El centro de atención, por tanto, recae sobre el problema del funcionamiento del sistema de mercado y su papel para asignar los recursos; la teoría de los precios del mercado a partir de la conducta del consumidor, con el consiguiente análisis de las actitudes de productores y consumidores en las distintas situaciones del mercado; el estudio del equilibrio general de los diferentes mercados (bienes, trabajo, capital). Puede decirse que, con los neoclásicos, "la economía se hizo más universal y más científica en sus proposiciones, y menos pesimista en sus conclusiones".

Los reparos son también de calibre. La concepción neoclásica de la economía se resiente de un fuerte individualismo ("homo oeconomicus"), en franco desfase con la realidad social; empresarios y, en particular, los trabajadores dan muestras de inquietud por el asociacionismo, con las consiguientes reivindicaciones de carácter laboral (duración de la jornada de trabajo, empleo de niños y mujeres, salarios, etc.). Por eso salta a la vista su desatención a los problemas globales y macroeconómicos y la correlativa polarización en el ámbito de la microeconomía. El optimismo en el análisis de las cuestiones conlleva cierta despreocupación por el estudio del fenómeno de las crisis del sistema económico.

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4.5. Capitalismo entre dos guerras: La revolución keynesiana

Cualquier otra guerra palidece ante los horrores de la primera guerra mundial de 1914-1918. Todo adquiere dimensiones terribles: el número de participantes, el volumen de los recursos y medios militares empleados, los resultados catastróficos de consecuencias incalculables. Alrededor de once millones de víctimas; la distorsión total de la estructura económica, que contempla un desorbitado crecimiento del sector metalúrgico y la industria armamentista, a par que el grave empobrecimiento del sector agrario; el fuerte trastorno de los intercambios internacionales; la disgregación del movimiento obrero y el cuestionamiento del mito del internacionalismo proletario, el desmesurado endeudamiento de los países beligerantes.

En resumen, la gran guerra conmociona a Europa, acentúa la decadencia británica, refuerza a los Estados Unidos, que llegan a acumular la mitad del oro del mundo, y, en el fondo, deja sin resolver las contradicciones anteriores a 1914. Y de la guerra a la crisis.

Tras el boom de la inmediata posguerra y un cierto período de "prosperidad", emerge la tremenda crisis de 1929, que se prolonga en los años treinta. En realidad, ya se venía incubando merced a ciertos factores de gran importancia: andadura atomizada de los distintos capitalismos nacionales; endurecimiento de la lucha en los mercados exteriores; inestabilidad del sistema económico mundial, pues los ingleses no pueden garantizarla y los norteamericanos no quieren; ausencia de un sistema establecido de pagos internacionales... Y la "gran crisis" explota en los Estados Unidos, la primera potencia económica del mundo ya entonces, en la que una parte de los patronos han puesto en marcha la organización científica del trabajo (taylorismo) y el trabajo en cadena (fordismo). El 19 de octubre de 1929 se produce d'crack de la bolsa de Nueva York.

La crisis se caracteriza como crisis de superpoblación y de crédito, con su espantosa secuela del hundimiento general de los precios y la plaga del paro. El espectáculo es insólito en la historia de la humanidad: millones de hombres parados hambrientos al lado de una enorme capacidad industrial no utilizada. Pero lo más grave, quizá, era que no se veía el remedio que pudiera poner fin a la situación. Nadie se explica la tragedia y la absurda paradoja; pero, curiosamente, lo intentará J. M. Keynes (1883-1946), profesor de Cambridge, especulador afortunado en divisas, escritor, asesor del gobierno y hombre con talento para más cosas de las que resultan razonables en un solo hombre.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 465

La revolución keynesiana. La revolución43 no irrumpió de golpe, sino que ya se venía manifestando gradualmente; pero se necesitaba alguien que fuera capaz de elaborar una síntesis teórica y presentarla en el momento adecuado. Es lo que se propone Keynes con sus "herejías" y su "nueva visión" de la economía, cuyos logros, en una primera aproximación, pueden resumirse así: integración de la economía real y monetaria; preponderancia de la visión macroeconómica y formulación de un nuevo concepto de equilibrio económico más conforme con la actividad real de la economía. Se verifica así un ensanchamiento de la visión clásica (economía de equilibrio con pleno empleo), porque la "nueva visión" comprende una amplia gama de equilibrios posibles. Keynes asume, en el fondo, la teoría clásica; pero sólo en el supuesto especial de pleno empleo.

Antes de exponer sus "herejías" en particular, hemos de insistir en que "la herejía esencial de Keynes consistió en hacer del ahorro —la frugalidad tan bien amada de todos los economistas— el eje de la dificultad del sistema y en afirmar que no había nada automático en el mecanismo del mercado que mantuviese a la economía en pleno empleo" (R. L. Heilbroner).

La aportación esencial puede resumirse en las ideas principales recogidas en su obra más famosa y revolucionaria, a pesar del título prohibitivo Teoría general del empleo, el interés y el dinero:

— La prosperidad depende de la inversión, porque si no se hace uso del ahorro, como quiera que el gasto de los consumidores es relativamente estable, el gasto disminuye, decrece la renta y comienza la contracción.

— La inversión es una rueda motriz de la economía en la que no se puede confiar: la inversión no sólo tiene sus límites (la industria está limitada por el volumen del mercado a que sirve), sino que además actúa con arranques súbitos y breves (cuando se construye una línea de ferrocarril o se instala una fábrica, el mercado quedará saciado para un cierto espacio de tiempo). De ahí la importancia que atribuye Keynes a las "expectativas" como fuerza motriz que pone en marcha la inversión: cuando las expectativas son "desalentadoras", la inversión se detiene y se inicia la espiral de la contracción económica.

— La economía está siempre bajo la amenaza de colapso. "Una economía en estado de depresión puede muy bien no salir de ella; no hay nada inherente a esa situación que sea capaz de rescatarla". En este punto Keynes disiente de los economistas an-

43 Cf W. J. BARBER, o.c. 211-241; J. GOROSQUIETA, En torno a Keynes hoy, en "FoSo" 158 (1985) 155-167; R. L. HEILBRONER, O.C, II, 115-170; M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, o.c., 275-297; L. A. ROJO. Keynes: su tiempo y el nuestro, Alianza, Madrid 1984; AA. VV., Economía postkeynesiana, Hermann Blume, Madrid 1984; "PapEcEsp" 17.

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teriores, los cuales pensaban que durante una recesión (el fondo del ciclo económico) se produciría una riada de ahorros no utilizados, estos ahorros darían lugar a que bajase su precio (el tipo de interés) y la baja del tipo de interés estimularía de nuevo la inversión, con lo cual recomenzaría el movimiento ascendente. Pero, a juicio de Keynes, tal riada de ahorros no tiene lugar, porque a medida que las rentas de la gente disminuyen también merman sus ahorros.

— No bastaba hacer el diagnóstico; había que encontrar y aplicar el remedio. Cuando vacila el gasto en inversión, es necesaria la intervención del Estado para mantener en la economía el nivel de gasto y el empleo total. Ciertamente, ya se había puesto en marcha una legislación social destinada a elevar el tono y la moral de las naciones inmersas en la gran depresión y como expediente transitorio al trabajador. Pero Keynes, sin soslayar todo esto, propugnó un tónico bien diferente: una deliberada política de inversiones llevadas a cabo por el propio gobierno, ya que la catástrofe en que se encontraba sumida Norteamérica y todo el mundo occidental era consecuencia de la falta de inversión suficiente por parte de las empresas. El remedio parece perfectamente lógico: cuando las empresas privadas no son capaces de un mayor desarrollo, el gobierno tiene que suplir esa inactividad con su propia acción mediante el gasto estatal. De esta manera se conseguiría un doble efecto: las inversiones públicas bombearían más rentas al campo económico y, al mismo tiempo, estimularían la inversión privada.

Uno de los grandes objetivos humanitarios de Keynes fue su lucha contra el desempleo involuntario, convencido de que no existe ningún mecanismo automático para mantener el empleo total ni para sacar a la economía de una espiral descendente. A diferencia de A. C. Pigou (1877-1959), elaboró una teoría que, admitiendo el desempleo, acaba por diseñar una política económica encaminada a reducirlo haciendo entrar en juego el gasto público.

Keynes fue un defensor del capitalismo y se esforzó denodadamente por indicar cómo podían mantenerse los sistemas capitalistas maduros frente a la tendencia del estancamiento secular. Pero sus orientaciones fueron fuerte y ampliamente criticadas por los hombres de negocios y por quienes temían que la intervención de los gobiernos en la economía condujera pronto al socialismo. La controversia continúa medio siglo después de la aparición de la Teoría general, porque el pensamiento keynesiano es objeto de diversos enfoques y distintas matizaciones. Hay que aludir, al menos, a las dos grandes corrientes de keynesianismo: el enfoque elaborado fundamentalmente por A. Hansen y P. A. Samuelson ("keynesianismo de cuarenta y cinco grados"), que, desde el punto

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de vista de la política económica, pone el acento en los instrumentos fiscales; la versión de J. R. Ricks, cuya política económica ha ido evolucionando hacia actitudes más próximas a la de los economistas clásicos.

Sin entrar en polémica, como permanente aportación de Keynes quedarán su interpretación de los fenómenos monetarios y el reconocimiento de la necesaria intervención económica del Estado para corregir el funcionamiento del mercado mediante una política monetaria que controle la inversión, una política fiscal que impulse el crecimiento armónico de los distintos sectores económicos según las exigencias sociales y una política exterior que arbitre medidas para controlar el mundo de las exportaciones e importaciones. Pero, sobre todo, parece necesario abogar por la pervivencia de la postura que él adoptara: "Estar dispuestos a adaptar continuamente los análisis teóricos a los nuevos datos y hechos que vaya imponiendo la realidad empírica".

4.6. El neocapitalismo: ¿Hacia una nueva ortodoxia?

Los trastornos ocasionados por la primera guerra mundial, las dificultades crónicas de la década de 1920, la depresión de los años treinta y los terribles estragos de la segunda guerra mundial, junto con la teoría económica de Keynes, apuntillaron el capitalismo del "laissez-faire" y provocaron que, sin necesidad de revolución alguna, se reestructurara de modo radical el sistema capitalista en Norteamérica y Europa occidental (democracias parlamentarias)44. Ha nacido el Estado de bienestar. El liberalismo económico, para poder sucederse a sí mismo, adquiere unas características capaces de integrar la contradicción. Hereda rasgos muy relevantes del capitalismo liberal: maximación y apropiación del beneficio; prioritaria apropiación privada de los medios de producción; separación del capital y el trabajo; empeño en multiplicar y concentrar el capital; racionalismo económico que persigue sobre todo la rentabilidad y valora las actitudes éticas sólo en razón de su utilidad económica. Entre las nuevas características que separan al neocapitalismo del capitalismo manchesteriano destacan las siguientes:

a) La intervención creciente del Estado. Las ideas de quienes propugnaban el intervencionismo estatal se fueron haciendo realidad, y el Estado policía pasó a convertirse de modo progresivo en un estado protector (en el plano social), dictaminando numerosas leyes con vistas a velar por el bien común; en un Estado-patrono, que forma parte activa de la economía como empresario en virtud de las nacionalizaciones y la creación de empresas públicas,

44 Cf M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, O.C, 361-390.

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tanto por razones exclusivamente económicas como también sociales; en un Estado-providencia, que ofrece bienes públicos o casi públicos en un abanico de modalidades y cuantía en proporción a las posibilidades y a la dimensión social de cada país; en un Es-tado-planificador (planificación indicativa, se entiende) con la pretensión de conseguir una ocupación plena, lograr un alto desarrollo tecnológico, armonizar el crecimiento económico con el verdadero desarrollo y mejorar el ciclo económico mediante su control.

b) La concentración financiera. Aunque el empresario individual no ha desaparecido, el modo de producción capitalista ha ido evolucionando hacia la formación de las sociedades anónimas y la constitución de grandes empresas, lo que ha generado la denominada tecnocracia empresarial. De ahí la formación de monopolios, que ha precipitado la decadencia del modelo clásico de competencia, sobre todo el tradicional de competencia múltiple, y ha desencadenado una fuerte polémica con posturas dispares.

c) La proyección social de la organización económica. Ciertamente se ha producido una cierta humanización del capitalismo que se puede apreciar, independientemente de las causas originarias, en los siguientes indicadores: la no existencia de un enfrenta-miento tan duro y tan marcado entre empresarios y obreros; preocupación por el logro de una más equitativa distribución de la renta, en especial mediante la implantación del principio de igualdad de oportunidades, unido directamente al acceso a la educación y a la cualificación profesional; organización más racional y más humana del mundo del trabajo, debida sobre todo a la presión de los trabajadores a través del sindicato y a una legislación laboral más justa; poder compensador del sindicalismo con su decisiva influencia en la fijación de los salarios y en las mejoras de las condiciones de trabajo.

d) Progresiva formación de la sociedad opulenta. La economía tiene hoy su eje no en el productor, sino en el consumidor. No se pretende tanto exprimir al trabajador para conseguir su máximo rendimiento al menor costo posible; interesa ante todo elevar las rentas de los obreros y elevar su nivel de vida para que adquieran los productos lanzados al mercado. En una palabra, importa que todos lleguen a ser sujetos-consumidores.

e) Sustancial modificación de las relaciones entre capitalismo y tecnología. Desde la segunda guerra mundial se pueden individuar en las sociedades industrialmente avanzadas estos datos: una revolución científico-técnica de los medios de producción, mayor cohesión social en virtud de una nueva mesocracia, triunfo de las clases medias sobre las antagónicas de propietarios y proletarios, despolitización de las masas, transferencia de la po

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lítica a cuestiones técnicas y el consiguiente "crepúsculo de las ideologías".

f) Nuevo imperialismo de carácter ambivalente que genera profundas dependencias a escala internacional, sobre todo en relación a la indiscutible metrópoli del capitalismo (Estados Unidos), y cuyo rostro más visible son "las empresas multinacionales, verdaderos pulpos gigantescos de innumerables tentáculos esparcidos por todo el globo".

Muchos economistas poskeynesianos, a su vez, pretenden reducir la ciencia económica al puro formalismo de las ciencias físico-naturales y, a través del "macroeconomicismo" y la "materialización" de la economía, se ha llegado a un interpretación mecanicista de la política económica. Además, las "políticas basadas en estos principios keynesianos han acumulado un activo considerable en términos de bienestar durante el largo período de expansión de la segunda posguerra; pero también han tendido a crear economías rígidas, resistentes a los ajustes, proclives a la inflación y crecientemente dominadas por la imagen de un Estado que puede y debe hacerlo todo, resolverlo todo, mantener los equilibrios macroeconómicos, ocuparse de todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y asumir riesgos crecientes desplazados desde las instancias de ámbito menor" (Ángel Rojo).

En este contexto y frente a tales corrientes ha salido a flote una escuela de economistas liberales, entre los que destacan L. von Mises (1881-1965), Fr. A. Ayek y Milton Friedmann. Los rasgos de estos economistas liberales pueden resumirse así:

"a) Un claro predominio del enfoque microeconómico o 'individualista' de la ciencia económica, acompañado de una, quizá excesiva, ampliación del campo de la metodología microeconómi-ca a todas, o casi todas, las actividades humanas, convirtiendo la microeconomía en una 'praxeología'.

b) Una mayor conciencia del papel que desempeña el dinero en la vida económica. El dinero es el medio de expresión de las preferencias individuales. Esta misma función le hace perder cualquier carácter de 'neutral' que se le quiera atribuir".

4.7. Capitalismo mixto: La ciencia económica aquí y ahora

Capitalismo mixto: así se llama a la manifestación capitalista cuyos rasgos pueden conocer los lectores con sólo contemplar el mundo en que transcurre su existencia. Se trata del modo de producción que vige en las naciones reunidas en la OCDE (Estados Unidos, Canadá, Europa occidental, Japón, Australia y Nueva

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Zelanda): 32 millones de kilómetros cuadrados (el 24 por 100 de la superficie terrestre) y abarca unos 750 millones de personas (el 20 por 100 de la población mundial). Entre otras características comunes, conviene destacar las siguientes:

a) Son países superpoblados, que carecen de materia prima esencial y no producen suficientes alimentos para garantizar su subsistencia; no obstante, gozan del nivel de vida más elevado del mundo.

b) En estos países se da una coexistencia pacífica (?) entre empresas públicas, cooperativas y empresas privadas.

c) Todos ellos están regidos políticamente por sistemas democráticos de hecho y, con las reservas del caso, cabe afirmar que en sus Estados se da un sustancial y notable respeto de los derechos humanos.

d) Este bloque de países compra a los del tercer mundo el 85 o el 90 por 100 de sus productos y les suministra el 90 por 100 de la ayuda financiera y técnica.

e) De un modo u otro, todas estas naciones se encuentran en medio del ojo del huracán de la crisis que tuvo su eclosión en 1973. La inflación y la maldita plaga del paro son sus síntomas más visibles y alarmantes. Los ojos se vuelven al Estado, aunque desde puntos de vista e intereses distintos, a la vez que una corriente de opinión cada día más amplia exige que el llamado "Estado de bienestar" deje paso a una progresiva liberalización de la economía.

Por lo que concierne a la teoría económica, "el panorama actual de la macroeconomía se caracteriza por un grado notable de confusión. La línea procedente del pensamiento de Keynes atraviesa una crisis profunda ante una evolución de la realidad que no ha sido capaz de explicar satisfactoriamente, y aún menos de dominar. Las nuevas ideas, por su parte, aún no están consolidadas, y no dejan de ofrecer flancos débiles a la evidencia empírica" (L. Ángel Rojo).

En aras de una visión más completa, hay que llamar también la atención sobre un movimiento intelectual y científico procedente de Norteamérica, que pone en cuestión la mayoría de los dogmas y arquetipos económicos y políticos sobre los que se basan las democracias occidentales a partir de la segunda guerra mundial. Este movimiento sienta las bases de un nuevo paradigma teórico orientado a subrayar las virtualidades de la economía de mercado y de la ideología liberal, responsabilizando al Estado-providencia y al intervencionismo gubernamental de la crisis que estamos viviendo45. Una crisis que, ajuicio de H. Lepage, no debe ser considerada sólo como resultado del fracaso de las

45 H. LEPAGE, Mañana, el capitalismo, Alianza, Madrid 1978; ID, Mañana, el liberalismo, Espasa-Calpe, Madrid 1982.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 471

doctrinas keynesianas dominantes, sino como manifestación del callejón sin salida al que nos han llevado un sistema de pensamiento basado en una visión angélica del Estado y una visión demasiado cuantitativista de la ciencia económica.

No es fácil, por tanto, descubrir las huellas de la propia identidad. ¿Vivimos bajo un régimen liberal? Debemos reconocer que "el liberalismo aparece, según los niveles de la sociedad, tan pronto fuertemente mitigado (en economía), como fielmente reafirmado (en política) y otras veces exasperado (en las costumbres)".

¿Vivimos bajo un régimen capitalista? En el plano del régimen económico, el capitalismo no cesa de retroceder frente al progreso de la socialización de actividades por parte del sector público, de las rentas y de la propiedad. En el plano de las estructuras, sin embargo, el Estado y el estatismo sólo subsisten gracias a la economía privada (las empresas públicas son deficitarias en general). En el plano de las mentalidades y costumbres, "igual que la libertad tiende a degenerar en libertinaje, el móvil del beneficio, que es el resorte de la empresa capitalista, tiende a exacerbarse en voluntad de poder"46.

5. Valoración crítico-ética

Interrumpimos la exposición descriptiva del capitalismo para intentar ofrecer una evaluación moral. Nuestro propósito es elaborarla al margen de prejuicios, más allá de apologías o anatemas, desde los siguientes puntos de vista: las consecuencias sociales, la crítica teórico-económica, las declaraciones del magisterio jerárquico de la Iglesia católica y la reflexión ético-cristiana.

5.1. "Por sus frutos ios conoceréis": Consecuencias sociales

Comenzaremos47 por las consecuencias positivas, porque son evidentes y porque constituyen, en cierto modo, un criterio ético

46 A. PIETTRE, ¿Hacia dónde va el capitalismo?, Rial, Madrid 1978. 47 Para la valoración crítico-moral del capitalismo, cf R. ALBERDI, La identi

dad cristiana en el compromiso social, Marova, Madrid 1982, passim; J. M. AUBERT, Per una teología dell'epoca industríale, Cittadella, Assisi 1973; J. AZPIA-zu, Moral profesional económica, Razón y Fe, Madrid 1941, 57-71; A. BESANCON, La confusión de lenguas, Herder, Barcelona 1978; 63ss; Código Social de Malinas, Difusión, Buenos Aires 1949, 85s; P. C. CHARBONEAU, Cristianismo, sociedad y revolución, Sigúeme, Salamanca 1969, 167-241; G. GATTI, Morale cristiana e realta económica, LDC, Leumann-Torino 1981, 130-153; G. B. GUZETTI, El hombre y los bienes, Mensajero, Bilbao 1967, 233-286; M. MONZEL, Doctrina social, Herder,

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472 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

cuando se trata de valorar un sistema. En este sentido, recordemos que el propio Marx subraya la "misión civilizadora del capital"48. Consecuentemente, con brevedad pero sin disminuir un ápice su importancia, podemos resumir el activo del capitalismo en estos términos:

— La filosofía liberal ha hecho posible un sistema de gobierno y un sistema económico que han construido un modelo de sociedad "donde las libertades individuales y colectivas gozan de mayor protección que en ningún otro modelo"49.

— El sistema capitalista aporta el bienestar a las masas, al menos desde dos puntos de vista: incide favorablemente en el tenor de vida y del nivel cultural. No obstante, hay que hacer dos puntualizaciones: a) En primer lugar, no se debe confundir tenor de vida (valoración cuantitativa) con la calidad de vida (valoración cualitativa), b) El irremediable empobrecimiento de las masas que predijera la tesis marxista no se ha verificado en los países desarrollados, pero se cumple en relación con los países subdes-arrollados.

— El capitalismo ha sido un factor clave para la génesis y desarrollo de la revolución industrial50.

Por lo que atañe a los resultados negativos, hemos de reconocer que son muy numerosos y de extrema gravedad. Lejos de alegatos y elegías, he aquí un manojo de frutos que no necesita ninguna glosa:

— Exasperación de la concepción materialista de la vida, que ha dado a luz la sociedad y el hombre del "tener" y ha desencadenado la decadencia de la moralidad al invertir la escala de los valores humanos.

— El éxito de la industrialización se ha conseguido a costa del sufrimiento, la miseria, la explotación y la deshumanización de millones de obreros y de sus familias51.

— Un proceso de alienación, dentro de la empresa, tanto de

Barcelona 1972, 479-617; O. VON NELL-BREUNING, El capitalismo. Examen crítico, Herder, Barcelona 1980; B. SORGE, La opción política del cristiano, BAC-Popular, Madrid 1976; A. F. UTZ, Entre neoliberalismo y neomarxismo, Herder, Barcelona 1977, 51-79; M. VIDAL, Moral social, PS, Madrid 1979, 320-331; AA. W . , Ante el marxismo y el capitalismo, Herder, Barcelona 1984. Cf también E. HOERLER, Economía y doctrina social católica, Herder, Barcelona 1985; G. MATTAI, / / capitalismo, en "Messaggio cristiano ed economia", EDB, Bologna 1974, 149-157. Véanse los comentarios a la encíclica Laborem exercens: "FoSo" 146 (1982); "IgVi" 97-98 (1982) "Proyección" 30 (1982/3); "Corintios XIII" 22 (1982); "Sal Terrae" 70 (1982/1).

48 Citas en E. M. UREÑA, El mito del socialismo cristiano, Unión Edit., Madrid 1981, 86-88.

49 J. GARRIGUES, ¿Qué es el liberalismo?, La Gaya Ciencia, Barcelona 1976, 13. 50 Cf Populorum progressio 26 (citamos por la obra Ocho grandes mensajes,

BAC, Madrid 1971). 51 Cf la descripción de León XIII en Rerum novarum 1, y de Marx-Engels en

el Manifiesto comunista.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 473

los titulares del capital como de los obreros, convirtiéndola en un verdadero campo de lucha.

— La decantación de la sociedad en dos clases abiertamente enfrentadas, elevando el conflicto real entre el mundo del trabajo y el mundo del capital a conflicto socio-económico (lucha de clases) e ideológico (liberalismo y marxismo). El conflicto se ha transformado en "lucha programada de clases, llevada con métodos no sólo ideológicos, sino incluso, y ante todo, políticos"52.

— Alumbramiento de un neoimperialismo económico: los países ricos y poderosos, con su política y sus grandes multinacionales, explotan los países del hambre y la miseria, se beben los escasos recursos del tercer mundo a cambio de armamento, arrastrándolos de esta manera a luchas insensatas y fratricidas.

— Desde el ángulo socio-cultural, si bien posee un poder profundamente integrador, son muchas las contradicciones estructurales que genera y las reacciones contestatarias que provoca.

5.2. Crítica teórico-económica: Las contradicciones del capitalismo

Hemos de dar otro paso en el discernimiento ético. Todos estos frutos, nos preguntamos, ¿se pueden explicar simplemente como abusos contingentes del sistema o se encuentran inscritos en su misma lógica?

Entre las múltiples contradicciones que se pueden descubrir en las distintas modalidades del capitalismo, enumeramos sólo las que nos parecen más interesantes desde nuestra óptica moral.

a) De contradicción básica puede calificarse la que se da entre la función social de la producción y la naturaleza individual del beneficio. El precipitado que se sigue de esta combinación es bien conocido: el carácter asocial, mejor, sin eufemismos, antisocial del sistema y de la empresa privada. Estos son los indicadores más llamativos de esta contradicción:

— la injusta distribución de la renta producida, al margen de criterios sociales;

— el trabajo es un factor de producción en concurrencia con el capital. Por consiguiente, el empleo alternativo de uno u otro se decide por el criterio del beneficio;

— los beneficios se obtienen, en muy notable proporción, haciendo caer los costos externos en la sociedad (contaminación, deterioro del medio ambiente, desocupación tecnológica, etcétera).

b) El desarrollo económico se realiza sin más dirección que el mecanismo impersonal y ciego de la concurrencia, que origina

JUAN PABLO II, Laborem exercens 11,4.

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474 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

simultáneamente el máximo de racionalidad funcional y el máximo de irracionalidad sustancial53.

c) El incremento de la producción y el consumo se subordinan de hecho y de derecho a las exigencias del beneficio, sin tener en cuenta la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas y el mantenimiento de un nivel aceptable de ocupación. La función social de la producción es casual y aleatoria, porque lo que crea son consumidores: la producción, como diría Marx, produce no sólo un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. De aquí las graves consecuencias que se derivan:

— el despilfarro de la publicidad; — la obsolescencia artificialmente provocada de los pro

ductos; — la frustración de los consumidores, que nunca podrán sa

tisfacer todas las necesidades artificialmente provocadas; — la subsistencia de necesidades reales verdaderamente hu

manas, que se quedan sin satisfacer o no lo son en grado suficiente. No nos referimos tanto a necesidades individuales cuanto a las de carácter social (escuelas, hospitales, parques, transportes, etc.).

d) Sin duda, una de las contradicciones más patentes es la que existe entre el carácter cooperativo del proceso de producción (empresa) y el carácter autoritario de su gestión a cargo de los titulares del capital o, por delegación de éstos, a cargo de la tec-noestructura.

e) El sistema liberal del "dejar hacer, dejar pasar" posee una tremenda fuerza totalitaria e integradora, pues ninguna empresa o Estado pueden, por sí solos, superar las contradicciones de la lógica capitalista, so pena de verse condenados a una imposible autarquía (comprobación al canto: las bolsas de subdesarrollo y miseria, cada día más en expansión, en las zonas marginales del sistema). A nivel de Estados se produce, pues, un neocolonia-lismo54.

Como se puede apreciar fácilmente, se recogen aquí elementos sustanciales de la crítica teórico-marxista del desarrollo capitalista, aunque no se la acepta in toto. Lo hacemos constar porque, a no ser que renunciemos a una crítica de la crítica y "nos basemos

53 La distinción entre racionalidad funcional y la racionalidad sustancial (capacidad de obrar en modo inteligente) está sugerida por K. Meinheim; cf G. GATTI, O.C. 138.

54 Cf P. BERGER, Pirámides de sacrificio, Sal Terrae, Santander 1979, 68ss. Sobre la "teoría de la dependencia", cf I. ELLACURIA, Teorías económicas y relación entre cristianismo y socialismo, en "Concüium" 125 (1977) 285-290; en clave más crítica, E. M. UREÑA, O.C, 170-174 y 187-189; ID, El neoclericalismo de izquierda, Unión Edit., Madrid 1984, 88-90; J. VELARDE FUERTES, LOS documentos del CELAM (Medellín y Puebla) y el estructuralismo económico latinoamericano, en Puebla, el hecho histórico y la significación teológica. Sigúeme. Salamanca 1981: R. PRFBISCH. Capitalismo periférico: crisis y transformación. FCE, México 1981: cf también las pp 563ss de esta obra.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 475

en criterios 'fideístas', la visión marxista del capitalismo en general y la teoría leninista del imperialismo en particular, consideradas en su totalidad, distan mucho de ser convincentes".

5.3. Liberalismo y capitalismo: La postura del magisterio

El liberalismo es un fenómeno poliédrico, cuyas distintas facetas han adoptado manifestaciones históricas diferentes. Se ha llegado a decir que "una misma persona puede declararse enemiga violenta del liberalismo como sistema y, por otra parte, estar profundamente imbuida de sus ideas; se puede ser de hecho enemigo militante del liberalismo filosófico y religioso y ser defensor a ultranza del liberalismo económico". Se comprende, por tanto, la dificultad de ofrecer una definición exacta de semejante fenómeno. Quizá pueda ser útil reseñar la que describe el liberalismo, en general, como "una concepción del hombre y del mundo, una cosmovisión que se basa en la incondicional y absoluta libertad individual". En otras palabras, es la cosmovisión que surge cuando la idea de libertad se ha vuelto loca y se erige en norma básica e ideal de todos los órdenes de la vida: religión, moral, filosofía, ciencia, economía, etc.

Consiguientemente, según se aplique esta concepción de la libertad a la religión, a la filosofía, a la política o a la economía, nos encontraremos con el liberalismo religioso, filosófico, político o económico. Aquí nos proponemos aludir sólo al liberalismo económico, aunque desde dos versiones: el liberalismo económico como doctrina y como hecho histórico.

La doctrina económica liberal. Resumiremos telegráficamente sus principios fundamentales: 1) El orden económico es un orden natural y, por ende, el hombre debe limitarse a conocer y seguir las exigencias derivadas de este determinismo; 2) El equilibrio económico y el bienestar sólo pueden ser garantizados por las leyes naturales económicas, que son rígidas y determinadas como las leyes mecánicas: cualquier intento de modificarlas es inútil, perjudicial y peligroso; 3) Como las leyes económicas son algo que se impone a la voluntad del hombre, la marcha de la economía es independiente de la moral, que supone siempre acciones libres; 4) La norma suprema para conseguir el bienestar de la sociedad entera es el interés individualista, pues la suma de los intereses particulares coincide necesariamente con el interés general; 5) Imperio absoluto de la libertad en el orden económico, que conlleva la radical aplicación del clásico "laissez faire-laissez pas-ser" (libertad de trabajo, de empresa y de contratación y la libre

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476 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

circulación de mercancías, de dinero y de hombres); 6) La libre concurrencia como ley, que asegura el perfecto equilibrio de todas las fuerzas que entran en juego en la economía; 7) El derecho absoluto de propiedad, "sin más limitaciones que las que marque la ley"; 8) El Estado-policía, cuya única misión es hacer respetar la libertad de los individuos en la economía y facilitar el curso de las leyes económicas.

El liberalismo económico como hecho histórico: El capitalismo. Aunque no coinciden del todo, "a la encarnación histórica del liberalismo económico suele llamarse capitalismo", sistema que sigue vigente a pesar de que hoy nadie tiene el atrevimiento de defender el liberalismo económico en su pureza original. Con numerosos paladines y defensores cuenta, sin embargo, el neo-liberalismo, que junto con la libertad de la vida económica propugna la intervención jurídica y económica del Estado con relación a la libre competencia, al mercado, a la propiedad, a la empresa, al desarrollo económico y al alivio de las desigualdades humanas. El neoliberalismo proclama y busca la igualdad, pero apoyándose en la libertad moderada de la iniciativa privada.

Resulta reconfortante, pues, que León XIII dedicara toda una encíclica, titulada justamente Libertas, al enjuiciamiento religioso y moral de este fenómeno, puntualizando con precisión sus diversas modalidades y grados:

— El liberalismo radical, o de primer grado, que prácticamente viene a ser un auténtico ateísmo, porque declara a la razón humana fuente exclusiva y juez único de la verdad, independientemente de toda autoridad divina (n 17).

— El liberalismo medio o de segundo grado sostiene que el hombre debe someterse al derecho natural y a la ley eterna de Dios, pero rechaza que esta sujeción haya de hacerse por otra vía que no sea la de la razón natural (n 20).

— El liberalismo moderado reconoce que las leyes divinas deben regular la vida privada, pero no la vida y la conducta de los Estados (n 22).

a) La condena del liberalismo. Realmente impresiona la actitud tan firme y constante como condenatoria de los papas frente al liberalismo. Más que aducir citas y testimonios (tarea laboriosa y pesada), haremos referencia a los documentos más importantes del magisterio eclesiástico, recomendando su lectura directa55.

55 Cf citas y textos en J. L. GUTIÉRREZ, Conceptos fundamentales de la doctrina social de la Iglesia II, Madrid 1971, 456-469; ID., La concepción cristiana del orden social, BAC, Madrid 1972, 196-202; B. SOROE, O.C, 18-33, recomendamos la lectura de la nota 6, pp 6-7.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 477

El papa Gregorio XVI (1831-1846) denuncia los errores del liberalismo en la encíclica Mirari vos (15-8-1832).

Pío IX anatematiza el sistema como origen de los errores que acompañaban la evolución del capitalismo moderno en la encíclica Quanta cura (8-12-1864), a la que añadió el célebre Sylla-bus, documento que se cierra con la enumeración de los errores relativos al moderno liberalismo.

Es León XIII, sin embargo, quien refuta de modo claro y rotundo el sistema en la encíclica Libertas (20-6-1888). Su juicio se puede condensar en estas proposiciones: el liberalismo adultera de varias formas el contenido auténtico y natural de la palabra libertad; el liberalismo confunde la libertad con un absurdo libertinaje; en el fondo de esta ideología late como su raíz última una auténtica rebelión del hombre frente a Dios. No obstante, ofrece un juicio ponderado, ya que evoca sus orígenes, desentraña sus efectos y se pronuncia contra sus tres formas o grados.

Pío XII presta atención a los efectos del liberalismo, en cuyos principios "han tenido su origen las confusiones y desórdenes modernos"56.

Pablo VI, en la Octogésima adveniens (14-5-1971) reitera una vez más la condena del liberalismo como ideología (n 26), aunque deja una puerta entreabierta, que no se puede traspasar sin un "atento discernimiento crítico", para el cuarto grado de liberalismo en cuanto corriente o movimiento histórico en el campo político y económico57.

Ante este acervo de condenas se comprende que el liberalismo llegue incluso a considerarse un pecado58: "En el orden de las ideas, es un conjunto de ideas falsas; en el orden de los hechos, es un conjunto de hechos criminales, consecuencia práctica de aquellas ideas".

b) El liberalismo económico. También en su proyección económica, el liberalismo ha sido fuerte y gravemente criticado por los papas de los dos últimos siglos. Aquí enunciaremos, sin embargo, los pronunciamientos más notables del magisterio pontificio sobre este particular.

56 Cf Negli ultimi 13: AAS 38 (1946) 19; Con vivo compiacimento 11: AAS 41 (1949) 606; Uimportance 20: AAS 42 (1950) 255s; Ecce ego 34: AAS 47 (1955) 26.

57 En OA 35, Pablo VI condena el liberalismo idealizado, "olvidando fácilmente que en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad". De extraordinario interés hay que calificar el discurso de este papa a la Unión de Empresarios y Dirigentes Católicos" (8-6-1964), que puede verse en "Ecclesia" 24 (1964) 889-891.

58 Cf P. SALDA Y SALVANI, El liberalismo es pecado, publicado en 1844, edición 20.a, Ramón Casáis, Barcelona 1960; la cita en p 3. Merece la pena leer lo que se dice de los liberales de buena fe en la p 39.

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478 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

1) Aunque la Rerum novarum, de León XIII (15-5-1891), versa especialmente "sobre la condición de los obreros" y el socialismo como medida perjudicial y "sumamente injusta" para solucionar este mal, la encíclica describe con pinceladas realistas y expresiones muy duras la situación de esclavitud que el capitalismo liberal ha impuesto "a una muchedumbre infinita de proletarios" (n 1). Más en concreto, indica el modo en que pueden y deben intervenir en la solución del problema la Iglesia (nn 14-23), el Estado (nn 24-32) y, por último, las asociaciones profesionales (nn 33-44)59.

2) Pío XI (1922-1939) sembró sus enseñanzas sociales a través de diversas encíclicas; pero, sin duda, la más conocida y de mayor influjo es la Quadragesimo armo (15-5-1931), publicada con motivo del LX aniversario de la Rerum novarum. Nos corresponde subrayar aquí las enseñanzas pontificias, recogidas en la segunda parte, acerca del derecho de propiedad, el salario justo y las relaciones entre capital y trabajo. Especial atención merece el juicio moral sobre el capitalismo, curiosamente denotado con el término "economía", como sistema contrapuesto al socialismo (nn 99-100).

De este tipo de economía dice que "no es condenable por sí misma" porque "realmente no es viciosa por naturaleza, sino que viola el recto orden sólo cuando el capital abusa de los obreros y de la clase proletaria con la finalidad y de tal forma que los negocios e incluso toda la economía se pliega a su exclusiva voluntad y provecho, sin tener en cuenta para nada ni la dignidad humana, ni el carácter social de la economía, ni aun siquiera la misma justicia social y bien común" (n 101).

A pesar de este juicio benévolo sobre el capitalismo renovado, la encíclica nos ofrece una de las páginas más duras y casi implacables del magisterio pontificio contemporáneo. La cascada de adjetivos e improperios, tan expresiva como inusitada, se polariza en torno a dos focos: la dictadura económica, segregación de la acumulación de poder y recursos, a par que de la libre concurrencia, y las funestas consecuencias del espíritu individualista. Tenemos la convicción de que, en este caso, nada puede suplir la lectura directa del documento (nn 105-109). Pío XI termina su valoración con esta frase lapidaria y siempre aleccionadora: "Hemos examinado la economía actual (capitalista), y la hemos encontrado plagada de vicios gravísimos" (n 128).

Finalmente, indiquemos que la Quadragesimo anno presenta

" Sobre el magisterio social de León XIII y la acogida del mismo, cf P. DE LAUVIER, El pensamiento social de la Iglesia, Cedial, Bogotá 1983, 18-60; J. M. OSES. Misión liberadora de la Iglesia, Cares, Madrid 1975, 275-291.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 479

la expansión geográfica y el área de influencia del capitalismo (nn 102-104) y ofrece remedios para males tan enormes (n 110).

3) La obra de Pío XII (1939-1958) desborda todas nuestras posibilidades de tiempo y de espacio60. En un resumen casi imposible, recordemos simplemente que denuncia de nuevo los efectos de la dictadura del capitalismo (Oggi 25 y 27; A l'occasione 5). El juicio que emite es rotundo: Este capitalismo "es contrario al derecho natural" y, por consiguiente, totalmente inadmisible para la conciencia cristiana (Oggi 22-24).

4) En el ejercicio de su ministerio, el papa más tradicional y más renovador, Juan XXIII (1958-1963) nos dejó una encíclica que es una joya, la Mater et magistra (15-5-1961). Los motivos de su publicación son bien claros (n 50). Para la valoración ética del capitalismo es imprescindible tener en cuenta los criterios recogidos en la segunda parte (nn 51-58): coaptación de la iniciativa privada y el poder público en el campo económico, la socialización, la remuneración del trabajo, la finalidad y criterios de reforma de las estructuras económicas, los diversos problemas que suscita la propiedad. Particularmente sugestiva resulta la tercera parte (nn 122-212) en la que, en una espiral interesante, se describe cómo deben ser las relaciones entre los distintos sectores de la economía, entre zonas de desigual desarrollo dentro del mismo país, entre países de desigual desarrollo económico.

5) El magisterio de Pablo VI (1963-1978) ha sido particularmente amplio y profundo. Para nuestro cometido resulta sobre todo interesante la referencia a la encíclica Populorum progressio (26-3-1967), habida cuenta del pronunciamiento sobre el capitalismo que contiene (n 26): lo describe con expresiones muy duras, condena su naturaleza y sus efectos. Advierte, no obstante, que "sería injusto que se atribuyera a la industrialización misma los males que son debidos al nefasto sistema que la acompaña".

En la célebre Octogésima adveniens (14-5-1971) somete a examen la ideología liberal renovada (nn 35 y 36), que algunos cristianos idealizan convirtiéndola en una "proclamación a favor de la libertad". Pero el liberalismo filosófico es, en su misma raíz, una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad. Consecuentemente, el capitalismo tecnocrático, al igual que otros sistemas concretos que sirven de correa de transmisión a las ideologías, es

60 Sobre todo los radiomensajes, entre los que destacamos el de 1-6-1941 (L aniversario de la Rerum novarum), el de Navidad de 1942 y el de 1-9-1944.

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480 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

incapaz de "resolver el gran problema humano de vivir todos juntos en la justicia y en la igualdad" (n 37,1)61.

6) Juan Pablo II (1978) nos ha sorprendido con una encíclica dedicada integralmente al tema del trabajo: Laborem exercens (14-9-1981). En ella se encuentran los criterios-clave para el discernimiento moral de los sistemas económicos: primacía del hombre sobre las cosas62, prioridad del trabajo sobre el capital63, la no separación entre trabajo y capital64. De ahí la orientación fundamental: "Justo, es decir, conforme a la esencia del problema; justo, es decir, intrínsecamente verdadero y a su vez moralmente legítimo, puede ser aquel sistema de trabajo que en su raíz supera la antinomia entre trabajo y capital" (n 13,1).

Se comprende fácilmente que el capitalismo, por sus connotaciones radicales y sustanciales, choca frontalmente con los tres principios o criterios reseñados: 1) Es una forma de economicis-mo y materialismo; es decir, un error teórico y práctico (n 13,5); 2) Ve en el trabajo humano un instrumento o factor para producir mercancías y lo considera como una mercancía sui generis para obtener beneficios (n 7); 3) En el capitalismo, el trabajo es separado del capital y a él contrapuesto. Se trata, pues, de un error que tiene sus raíces en la praxis económico-social de la industrialización, a par que en la filosofía y en las teorías económicas del siglo xvili.

Para ser más precisos, hay que añadir que la Laborem exercens rechaza el llamado capitalismo rígido, cuyos rasgos se enfati-zan65. Ciertamente, desde la perspectiva de la prioridad del trabajo y la subjetividad del hombre en la vida social, "sigue siendo inaceptable la postura del rígido capitalismo... y debe ser sometido continuamente a revisión con vistas a una reforma bajo el aspecto de los derechos del hombre, entendidos en el sentido más amplio y en conexión con su trabajo" (n 14,4 y 6).

Pero Juan Pablo II se refiere también a las diversas formas de neocapitalismo, que han suavizado las condiciones de trabajo, de remuneración y de participación, pero que han dejado perdurar injusticias flagrantes o han provocado otras nuevas (n 8,3 y 4). Respecto a él urge particularmente la realización de las numerosas propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica, y también por el supremo magisterio de la Iglesia (n 14,5). Espe-

61 Cf la durísima valoración del discurso de 8-6-1964 (n 57), en que emplea la expresión "radical insuficiencia". Para la criteriologia del discernimiento de la OA 31ss; cf J. L. GUTIÉRREZ, El magisterio social de Pablo VI, Cete, Madrid 1984, 25-33.

62 Nn 12,3 y 6; 13,4 y 5; 14,4. 63 Nn 8,3; 12,1; 13,4 y 5; 14,4; 15,1. 64 Nn 11; 13,5. 65 Nn 7,2 y 3; 11,3.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 481

cial atención presta al capitalismo como sistema mundial, que ha generado múltiples y vastas formas de explotación o de injusticias66, y avanza diversas medidas para la superación de tales situaciones (nn 17-18).

Con razón se ha apuntado que es posible encontrar en la encíclica dos principios-clave. El primero, repetido por activa y por pasiva, comprende tres subprincipios: primacía del hombre sobre las cosas, prioridad del trabajo sobre el capital, inseparabilidad entre capital y trabajo. El segundo suena así: "La justicia de un sistema económico y, en todo caso, su justo funcionamiento merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema... No es ésta la única verificación, pero es particularmente importante y constituye, en cierto sentido, la verificación clave" (n 19,2; confrontar con 13,1).

Este párrafo ha recibido distintas interpretaciones; pero, a nuestro modesto entender, consideramos correcta y objetiva la que ha sugerido R. Belda: "La justa retribución del trabajo es para la encíclica un principio-clave en el contexto actual de la economía mundial mientras subsistan las relaciones anormales entre capital y trabajo, en su expresión capitalista o colectivista estatal. Es un principio ético clave en una situación de emergencia no subsanable inmediatamente. Pero la necesidad de ordenar éticamente una situación histórica que no es objetivamente justa no suprime la exigencia de ir dando pasos, guiados por el principio-clave primordial, hasta alcanzar una alternativa en la que éste encuentre su plasmación histórica"67.

No obstante, una pregunta aflora espontánea: desde la perspectiva de la Laborem exercens, ¿habrá que considerar éticamente inaceptables todas las formas de capitalismo? De hecho se refiere al "capitalismo primitivo" o de una determinada época (n 13,3), declara "inaceptable la postura del rígido capitalismo" (n 14,4), apela a diversas formas de neocapitalismo o colectivismo (n 8,4). ¿Cabe, pues, hablar de expresiones condenables junto a otras moralmente lícitas? La respuesta precisa una elaboración compleja.

Ante todo, hay que reconocer "que se trata de un lenguaje poco afortunado, que rompe la armonía doctrinal del documento y sólo se explica como residuo de una tradición ético-social anterior"68. La propia encíclica afirma que el error del capitalismo primitivo y el error, primero práctico y después teórico, del capi-

66 Nn 8,4; 17,3 y 4; 18,4. 67 R. BELDA, ¿Cuál es la principal aportación doctrinal de la encíclica "Laborem

exercens"?, en "IgVi" 97-98 (1982) 30. 68 Ib, 31. Y concluye: "Es una lástima que estas ambigüedades de la encíclica

que hemos comentado puedan todavía servir de coartada moral a quienes no parecen persuadidos de que el verdadero discípulo de Cristo no puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero".

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482 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

talismo rígido "puede repetirse en otras circunstancias de tiempo y lugar, si se parte de las mismas premisas tanto teóricas como prácticas" (nn 7,2; 14,4); en este sentido parece incuestionable que el economicismo y el materialismo siguen inspirando las estructuras del "capitalismo actual y flexible". Por otra parte, la separación entre capital y trabajo constituye una de las características fundamentales y esenciales de cualquier suerte de capitalismo; pues bien, "el considerarlos (los medios de producción) aisladamente como un conjunto de propiedades separadas con el fin de contraponerlas en forma de 'capital' al 'trabajo', y más aún realizar la explotación del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de estos medios y de su posesión" (n 14,3).

7) En la secuencia de pronunciamientos jerárquicos sobre el capitalismo no es posible silenciar la voz del concilio Vaticano II, aunque no haya abordado directamente su análisis y valoración ética. En la Gaudium et spes, el capítulo dedicado a "la vida económico-social" se abre con esta declaración de principios: "El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social". Presenta a continuación las características de la economía moderna y los desequilibrios tanto económicos como sociales, cada día más profundos, entre los diversos sectores de la economía, entre las diversas regiones dentrode un mismo país, entre las naciones desarrolladas y los otros países.

Entre las causas que explican esta situación alarmante e injusta, el texto conciliar señala "cierto espíritu economicista" que caracteriza casi toda la vida personal y social de muchos hombres, sobre todo en regiones económicamente desarrolladas de corte capitalista o de economía colectivizada. Gaudium et spes califica de "lamentable" este estado de cosas e insiste en que "son necesarias muchas reformas en la vida económico-social y un cambio de mentalidad y de costumbres en todos" (n 63).

8) Entre los numerosos documentos de obispos y conferencias episcopales que han tratado el tema, parece ineludible aducir como botón de muestra dos pronunciamientos especialmente próximos, en el tiempo y en lo cultural, a nuestra mentalidad y talante ético: el documento de Puebla y la carta pastoral de los obispos de las diócesis de Bilbao, Pamplona, San Sebastián, Tudela y Vitoria.

El documento de Puebla, de gran trascendencia por su génesis, profunda inspiración bíblica y enfoque pastoral. Su posición respecto al capitalismo puede sintetizarse en estos puntos:

Descripción de la ideología capitalista: "El liberalismo capitalista, idolatría de la riqueza en su forma individual". Reseñadas sus luces y sombras, se concluye: "Aunque es evidente que en

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 483

algunos países se ha atenuado su expresión histórica original debido al influjo de una necesaria legislación social y de precisas intervenciones del Estado, en otros lugares manifiesta aún persistencia o, incluso, retroceso hacia sus formas primitivas y de menor sensibilidad social" (n 542).

El rechazo de la ideología se funda en tres grandes razones: presenta una visión individualista del ser humano (n. 312), entraña tendencia hacia el secularismo (n. 419), se inspira en un humanismo cerrado a toda perspectiva trascendente, debido a su ateísmo práctico (n 546).

Discernimiento ético. El capitalismo liberal genera una realidad opresiva, pues constituye un sistema claramente marcado por el pecado (n 92), ya que atenta contra la dignidad de la persona humana (n 550) e impone estructuras engendradoras de injusticia (n. 437). Por tanto, se trata de una "injusticia institucionalizada", de una forma de idolatría (nn 495, 497, 542). Puede afirmarse que representa una ideología incoherente con la fe propia de la cultura popular latinoamericana (nn 418, 437, 550).

La carta pastoral Ser cristianos en la actual situación de crisis69 es digna de mención por la lucidez, serenidad y realismo. Recogemos las críticas al modelo "capitalista", conscientes de que "ningún modelo socio-económico se realiza en ningún país del mundo en la totalidad de su rigor doctrinal", puesto que todos los sistemas se han visto obligados a superar los esquemas más rígidos y radicales en razón de condicionamientos históricos de diversa índole, y a flexibilizar los comportamientos político-económicos en virtud de presiones sociales y de las propias relaciones internacionales.

Las reservas que deben hacerse "al sistema capitalista y a las nuevas formas de liberalismo económico, vigente con mayor o menor rigidez en el llamado bloque occidental", los cuatro obispos firmantes las concretan en los puntos siguientes:

1) El lucro sigue siendo el motor fundamental de la actividad económica, en contradicción con el "carácter humano del esfuerzo colectivo por poner la naturaleza al servicio de las necesidades humanas".

2) "El principio de la libertad de mercado es incapaz, por sí solo, de crear una verdadera economía de bienestar social".

3) "La concentración del poder económico es una tendencia o ley interna al desarrollo tecnológico, que constituye una de las más graves amenazas a la libertad del nombre en los países altamente tecnificados e industrializados, sean del signo ideológico que fueren".

4) Los ajustes exigidos por el funcionamiento del sistema

69 Firman la carta pastoral los obispos de las diócesis de Bilbao, Pamplona, San Sebastián, Tudela y Vitoria; en PPC, Madrid 1982.

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484 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

conllevan un inevitable costo humano: se hace muy problemático el eficaz reconocimiento de los derechos de la persona humana, de toda persona humana; favorece la marginación de las personas de poca o nula rentabilidad económica o política.

5) "La lógica interna del mismo sistema se muestra incapaz de resolver las contradicciones", múltiples y con graves repercusiones humanas.

5.4. Enjuiciamiento ético

Después de leer atentamente las graves y constantes descalificaciones o condenas del capitalismo por parte del magisterio de la Iglesia católica, parece oportuno ofrecer también una criterio-logia capaz de favorecer un juicio ético desapasionado y objetivo sobre dicho sistema. De entrada, podemos resumir nuestro juicio en pocas y rotundas palabras: Nos adherimos a quienes juzgan el sistema capitalista, al margen de cualquier prefijo (paleo-capitalismo, neo-capitalismo, neo-liberalismo), deshumanizador e inmoral113. Esta valoración se apoya en los siguientes supuestos:

1) Para el liberalismo económico y el capitalismo, el lucro o beneficio máximo es el motor fundamental y decisivo de la actividad económica, dando así un vuelco a la moral, pues la actividad económica es una tarea necesaria y una obligación moral, pero no debe ser trasunto y expresión del "egoísmo". Por otra parte, como sabemos por experiencia personal y ajena, el interés individual no siempre coincide con el bien común. Por consiguiente, el afán del beneficio máximo contradice abiertamente el espíritu de servicio propugnado por la moral, el humanismo y la caridad cristiana.

2) La propiedad privada capitalista de los medios de producción convierte al hombre en instrumento o factor de producción, y al trabajo en mercancía. Pero para la ética es un valor fundamental el respeto al hombre como sujeto y artífice de la actividad económica y la salvaguarda de la dignidad humana.

3) La división del capital y el trabajo y la consiguiente acumulación de capital general inevitablemente antagonismo y lucha entre los hombres del capital y el trabajo, en tanto que la ética y la moral cristiana persiguen la construcción de una sociedad fraternal y la convivencia reconciliada de los hombres y pueblos.

4) El principio de la libertad de mercado es incapaz por sí solo de crear una verdadera economía de bienestar social. El objetivo, en cambio, de la educación moral es educar para la libertad solidaria.

5) La concentración del poder económico (acumulación del

Cf los autores y obras citados en la nota 47.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 485

capital) es una amenaza a la libertad del hombre y de los pueblos. Sin comentarios.

6) Las insuficiencias radicales de la economía de mercado individualista respecto a la concepción del hombre, la fundamen-tación de la actividad económica y el desarrollo del proceso económico social (la llamada racionalidad económica) no pueden conciliarse con una escala objetiva de valores, con los derechos humanos y el sentido transmundano de la existencia humana.

5.5. ¿Simples abusos, costos o exigencias estructurales?

La clarificación de este trinomio tiene singular importancia, porque la opción ética será diferente según nos inclinemos por uno u otro de sus miembros: en el caso de meros abusos, bastaría sanear el sistema para corregirlos (voluntarismo); en el supuesto de que se trate simplemente de costos socio-estructurales, habremos de reconocer que estos u otros costos semejantes son connaturales a cualquier sistema; pero si todas estas lacras e injusticias son fruto inevitable de la férrea lógica del sistema, entonces no cabe otra actitud ética que la de rechazarlo y combatirlo.

La respuesta no es fácil ni unívoca, porque supone no sólo la lectura científico-crítica de unos datos objetivos, sino también una opción crítica de carácter ético. No olvidemos que apostar hoy por la no corregibilidad del capitalismo parece conllevar necesariamente la opción por su única alternativa real, el socialismo. Por otra parte, se cuestiona si la transformación del sistema ha de llevarse a cabo mediante reformas audaces, profundas y urgentes o a través de un "cambio revolucionario".

Por el momento, dejamos la respuesta en el aire, ya que la racionalidad y la ética nos imponen realizar el análisis crítico del sistema socialista ".

71 No me resisto a transcribir el enjuiciamiento de R. Alberdi: "Un sistema que defiende el materialismo moral, y ello no de manera puramente teórica, sino que es una forma de vida perfectamente incrustada en él; un sistema que solamente permite la auténtica vida ética de una persona cuando ésta se lanza en contra del sistema con pocas probabilidades de triunfo, por lo demás; un sistema que está degradando a todos, capitalistas y trabajadores, a través de la llamada civilización de consumo; un sistema basado en la explotación...; un sistema que no es capaz de fundar una auténtica comunidad, ofrece indudablemente como forma de vida unas condiciones magníficas para el ateísmo..., ofrece enormes dificultades para llegar a Dios, sobre todo al Dios de los cristianos" (La crisis religiosa del capitalismo, o.c, 78).

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CAPÍTULO 3

Socialismo: Luces y sombras

Resulta complejo y difícil dar una definición de socialismo'. El propio K. Marx escribió: "Según el señor Wagner, la teoría del

' Fl. AFTAIION. Socialismo y economía. Rialp. Madrid 1980; R. Ai BERDI-R. BFLDA. Introducción crítica al estudio del marxismo. Ceaso. Madrid 1977; R. Ai-BFRDI. La identidad cristiana en el compromiso social. Marova, Madrid 1982, 169-227; A. ARGANDOÑA RAMIZ. La economía de Marx y el marxismo, en "Enciclopedia práctica de Economía" VIII, Orbis, Barcelona 1985. 261-280; P. BERGER. Pirámides de sacrificio. Sal Terrae. Santander 1979; M. BI.AUG. La teoría económica en retrospectiva. L. Miracle, Barcelona 19732; W. BRUS. El funcionamiento de la economía socialista. Oikos-Tau. Barcelona 1969; Y. CALVEZ. El pensamiento de Karl Marx. Taurus. Madrid 1960 (una de las obras más completas); M. DOBB. El nuevo socialismo. Oikos-Tau. Barcelona 1973; F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO. Capitalismo y socialismo, en "Enciclopedia práctica de Economía" VIII, Orbis, Barcelona 1985, 121-160; ID. La encrucijada económica actual, Eunsa, Pamplona 1977; M. ELLMAN, La planificación socialista. FCE, México 1983; A. GIDDENS. El capitalismo y la moderna teoría social. Labor, Barcelona 1985; R. L. HEILBRONER. Vida y doctrina de los grandes economistas. 2 vols. Orbis, Barcelona 1984; O. HTRMER. Marx-Money-Christ. Mission Press. Ndola 1982; E. HOERLFR. Economía y doctrina social católica. Herder. Barcelona 1985, 63-110; D. MCLEAN. Karl Marx. Su vida y sus ideas. Grijalbo. Barcelona 1977 (con bibl. crítica seleccionada de y sobre Marx); M. A. MARTÍNFZ-ECHFVARRÍA. Evolución del pensamiento económico, Espasa-Calpe. Madrid 1983; K. MARX. El capital (FCE, México 1968, 3 vols.; Siglo XXI, Madrid 1976. 6 vols.); .1. MESSNER. La cuestión social. Rialp. Madrid 1976; M. MOLINA IBÁÑEZ. Capitalismo y socialismo, economía y espacio. Cincel. Madrid 1984; A. NOVE. El sistema económico soviético. Siglo XXI, Madrid 1982; A. PIF.T-TRE. La economía en los países socialistas y en el Tercer Mundo, Rialp, Madrid 1981; ID. Marx y marxismo. Rialp, Madrid 1974; A. C. PIGOU. Socialismo y capitalismo comparados. Ariel, Barcelona 1968; V. RODRÍGUEZ CASADO. Orígenes del capitalismo y del socialismo contemporáneo, Espasa-Calpe, Madrid 1981; L. A. ROJO. El pensamiento económico de Marx cien años después, en "Marx. Economía y Moral". Alianza. Madrid 1984, 11-94; P. A. SAMUELSON. Curso de economía moderna, Aguilar. Madrid I9778 (el último capítulo); J. A. SCHUMPETER. Capitalismo, socialismo y democracia. Orbis. Barcelona 1983; E. M. UREÑA. Karl Marx economista. Lo que Marx realmente quiso decir, Tecnos, Madrid 1977; ID. El mito del cristianismo socialista. Crítica económica de una controversia ideológica, Unión Edit.. Madrid 1981; ID. El neoclericalismo de izquierda, Unión Edit., Madrid 1984; W. P. SNAVELY. Teoría de los sistemas económicos, FCE, Madrid 1976; C. V AL VERDE. El materialismo dialéctico. El pensamiento de Marx y Engels, Espasa-Calpe. Madrid 1979; L. WETER. La ideología soviética. Herder, Barcelona 1974; L.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 487

valor de Marx es 'la piedra singular de su sistema socialista'. Puesto que yo nunca he establecido ningún sistema socialista, resulta que esto es una fantasía de Wagner, Schaffle e tutti quan-ti"2. Tampoco existe unanimidad respecto a cuándo y por qué comenzó a usarse el término "socialista". Suele decirse que ya en los siglos XVII y XVIII se empleaba para designar a quienes propugnaban la sociabilidad natural en los hombres; pero su uso no se generaliza ni adquiere la connotación antiburguesa hasta el siglo XIX: con esta denominación se identificaba a los partidarios de Owen en la Inglaterra de 1826 y a los seguidores de Saint-Simon en la Francia de 1832.

Se ha señalado que es tan enorme la cantidad de significados que se atribuyen a la palabra "socialismo", que, en las regiones especialmente conflictivas, prácticamente todos los movimientos políticos de derecha o de izquierda se autocalifican así. Ya de entrada, sin embargo, hay que intentar poner un poco de orden en esta selva semántica. En este capítulo hablaremos, pues, de socialismos, conscientes de que, bajo este concepto genérico, es necesario diferenciar posiciones tan distintas como el comunismo, el socialismo utópico (si es que es lícito usar esta expresión en singular), el socialismo científico (marxismo), el leninismo y el socialismo democrático3. Al hilo de la exposición pondremos de manifiesto a cuál de ellos nos referimos en concreto, sobre todo cuando de enjuiciarlos se trate.

No obstante, todos están de acuerdo en afirmar que se trata de un fenómeno derivado e histórico: la réplica a la doctrina liberal y a las injusticias del capitalismo victorioso del xvm y el xix. "El desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social —escribe Marx— es la misión histórica y la justificación del capital. Así, este último crea, sin darse cuenta, las condiciones materiales de una nueva forma superior de producción"4.

WOLFGANG, La triple escisión del marxismo, Guadiana, Madrid 1971; G. R. DE YURRE, El marxismo, 2 vols., BAC, Madrid 1976; ID, Marxismo y marxistas, BAC-Popular, Madrid 1978; I. SOTELO, El socialismo democrático, Taurus, Madrid 1980. Cí también ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS, Manual de economía política, Grijalbo, Barcelona 1978"; W. BECKER, La teoría marxista del valor, Alfa, Bar-celoan 1981; BORISOV y otros, Diccionario de Economía Política, Akal, Madrid 1975; R. GARCÍA DE HARO, Karl Marx: El capital, Emesa, Madrid 1977; AA.VV., Historia general del socialismo, 2 vols. (de 1918 a 1945), Destinolibro, Barcelona 1985.

2 E. M. UREÑA, El mito, o.c., 85. En realidad, el socialismo de Marx es prácticamente crítica del capitalismo. El socialismo primitivo del xix. en cambio, además de crítica del sistema económico vigente, conlleva propuestas de reforma social de valor permanente. Por eso juzgo necesario dedicar especial atención al socialismo utópico. Para los rasgos comunes al socialismo utópico, al marxiano y al democrático, cf G. DALTON. Sistemas económicos y sociedad. Alianza, Madrid 1982", 74ss.

3 Cf M. MOLINA IBÁÑEZ, O.C, 35. 4 Cit. por E. UREÑA, El mito..., o.c, 87ss. La palabra "socialismo" la usó por

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488 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Nuestra aproximación al socialismo se limita a describir, en sus rasgos generales, el sistema socialista de producción y a proponer una valoración ética del mismo.

1. Génesis y desarrollo del socialismo

Aunque es arriesgado señalar antecedentes claros de este sistema, ciertamente se puede hablar de ensayos o prácticas de organización socio-económica próximos a la ideología del socialismo.

Los autores suelen citar las doctrinas "comunistas" e igualitarias que sirvieron de inspiración a los teóricos que, a partir del siglo V a.C, elaboraron concepciones más o menos utópicas5. En este sentido, hay que destacar a Platón con sus famosas obras la República y las Leyes. W. P. Snavely considera apropiado clasificarlo como socialista utópico, porque veía los males de la sociedad como derivados del orden establecido y no demostró cómo se podría sustituir el sistema existente por el sistema que describe.

También es posible individuar algunos casos insólitos de la práctica del comunismo en la antigua Grecia. El ejemplo más conocido y estudiado es el de Esparta; pero cabe encontrar otras formas más efectivas en otras comunidades cuando se vieron seriamente amenazadas por sus enemigos, como en el caso de las islas de Lipara y de Creta.

A pesar de los esfuerzos llevados a cabo por algunos eruditos, no parece que se pueda hablar seriamente de ideas socialistas y práctica del comunismo en la tradición judeo-cristiana, con excepción de los esenios, que vivieron una forma de comunismo motivada por ideas religiosas. El Antiguo y, sobre todo, el Nuevo Testamento enfatizan el amor fraternal y la preocupación por el prójimo; por lo demás, el carácter minoritario y la hostilidad que los cercaba, sin duda contribuyeron a que los cristianos primitivos practicaran una solidaridad tan fuerte que puede prestarse a confundirla con la vida comunal.

Las doctrinas igualitarias tuvieron también manifestaciones muy interesantes en ciertos movimientos heréticos, mesiánicos y milenaristas, entre los que cabe destacar a los cataros y valdenses. Posteriormente, hemos de aludir a las utopías de Tomás Moro6, de Campanella7, de Winstanley y al intento de la república gua-naní (reducciones del Paraguay).

primera vez P. Lerroux en 1838. Según la Divini redemptoris, de Pío XI, el liberalismo es el responsable directo y principal de la aparición del socialismo; cf. Popu-lorum progressio 58.

5 Cf M. MOLINA IBÁÑEZ, O.C, 6; V. RODRÍGUEZ CASADO, o.c. 385ss. 6 T. MORO, Utopía, 1.* edición en latín en 1516 (en español, FCE, México-

Madrid 1982, 7-140). 7 T, CAMPANELLA, La ciudad del sol, 1." edición latina en 1623 (en español,

en FCE, Madrid 1982, 142-231).

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 489

A pesar de todo lo dicho, lo cierto es que "las ideas socialistas ya con una base sólida y, sobre todo, con una continuidad surgen en el siglo xviii, mediante la aparición de una serie de teóricos denominados globalmente socialistas utópicos".

2. Las familias del socialismo utópico o precientífico

Este calificativo se debe a Marx, quien lo empleó para identificar la ideología de una serie de teóricos que durante el siglo XIX hicieron una dura crítica al capitalismo, pero sin fundamentarla científicamente y sin preconizar un cambio revolucionario8. Los rasgos comunes a estos autores pueden resumirse así:

— Todos coinciden en someter la sociedad burguesa a una severa crítica, flagelando implacablemente sus lacras: las duras condiciones del obrero industrial y la mentalidad egoísta de las clases dirigentes.

— Presencia del espíritu romántico en su planteamiento doctrinal, aunque se nota un mayor influjo en el pensamiento y praxis de los franceses que en el de los ingleses.

— En todos los casos se trata de utopías sentidas como tales a niveles más o menos conscientes.

— No comprenden las verdaderas vías que conducen a la realización del socialismo, pues no son capaces de "explicar la naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni encontrar la fuerza social capaz de emprender la creación de una nueva sociedad"9.

Dentro de estas coordenadas es necesario, además, distinguir el grupo británico y el continental, así como tener en cuenta el "banderín de enganche" que enarbolan para lograr sus fines. El espacio de que disponemos sólo nos permite elencar las distintas familias o corrientes y sugerir los nombres de sus más destacados corifeos.

1. El socialismo utópico inglés, integrado principalmente por dos tendencias: la representada por ROBERT OWEN (1771-1858) y

8 Cf S. GINER, o.c, 468ss; M. A. MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, O.C. 105-110; M. MOLINA IBÁÑEZ, o.c, 36-39; V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 385-437. Como notas dignas de ser subrayadas, recordemos que eran, por un lado, socialistas utópicos y, por tanto, apelaban a las ideas, buena voluntad e inteligencia de las clases altas; pero, por otra, eran socialistas utópicos, es decir, reformadores de índole económica, y no simples creadores de utopías. Como imperaba "la cámara de horrores" (el capitalismo), no pensaron en una reforma dentro del sistema, sino que proyectaron una sociedad nueva en la que la norma "amarás al prójimo" tuviese prioridad y fuera real la comunidad de bienes en el calor del todo para todos.

5 V. I. LENIN, cit. en ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS, Curso de economía política, Grijalbo, Barcelona 19754, 308.

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490 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y I.A LIBERTAD

el owenismo, que se concretó sobre todo en arbitrar experiencias para luchar contra el egoísmo (fundación de aldeas cooperativistas y de amistad, creación de comunidades colectivas); la otra tendencia la constituye el ricardismo igualitario, nacido de la crítica que a Ricardo le hacen Th. HODGSKIN y W. THOMPSON, subordinando "su anticapitalismo a un curioso anarquismo, basado en un derecho natural que niega, en cierto modo, el derecho positivo".

2. La crítica romántica de SlSMONDl (1773-1842), de quien es difícil afirmar si fue o no socialista. Es, sin duda, el crítico más inteligente del liberalismo clásico y autor de un conjunto de ideas que luego fueron patrimonio común de los defensores del refor-mismo social. El mismo era consciente de lo endeble de sus soluciones 10.

3. El socialismo tecnocrático de SAINT-SIMÓN (1760-1825). Hombre de gran fantasía y feroz crítico de la propiedad, buscó la solución de los problemas en la organización del trabajo y en la toma del gobierno por parte de los industriales, pues percibe la lucha de clases a través de la fórmula de zánganos y abejas. Sus escritos, sin embargo, se consideran como una de las fuentes principales del socialismo y en él tienen un antecedente bastantes de las ideas marxianas". Los saint-simonianos, convertidos en una especie de iglesia, contribuyeron a difundir la idea de la necesidad de un profundo cambio social.

4. El socialismo antiestatista. En este grupo hay que incluir a F. M. C. FOURIER (1772-1837), a quien es fácil ridiculizar y cuya monomanía desembocó, posteriormente, en locura declarada. Precursor de la atención que hoy se presta a la psicología social, es conocido sobre todo por su concepción de los "falansterios", unidad de base agrícola, pastoril o industrial que asocia en el trabajo y en la convivencia a unas 425 familias. Estos falansterios vienen a ser un trasunto idealizado y laico de los grandes monasterios medievales.

En el seno de esta tendencia, el autor más importante es P. J. PROUDHON (1809-1865), antiestatista extremo. En su crite-

10 Lo esencial de las ideas de Sismondi serán retomadas más tarde por Marx: la teoría de la concentración y la del empobrecimiento. Pero Marx lo califica, en el Manifiesto, de jefe del "socialismo" pequeño-burgués.

" En los márgenes de un libro suyo se ha encontrado esta frase: "Marx me plagia... toma mis ideas y las vuelve contra mí" (cit. por V. RODRÍGUEZ CASADO, o.c, 420). Saint-Simón había dicho: "Francia será una gran fábrica y el pueblo francés un gran equipo obrero". El autor de La nueva cristiandad (su último libro), el primer "socialista religioso", propugnó una religión social, preocupado por dar vida corpórea al amor fraterno y a la felicidad terrena de todos.

IOS SISTEMAS ECONÓMICOS 491

rio, la familia es la única institución o asociación natural que debe subsistir, porque debe ser la célula económica y social por antonomasia. Hombre del campo, supo centrar el problema en sus términos esenciales: la conciliación de la justicia con la salvaguardia de la libertad de las personas.

Su obra ¿Qué es la propiedad? (1840) concitó el interés de su tiempo, dada la rotundidad de su respuesta: "La propiedad es un robo". Aunque esta famosa fórmula se convirtió en consigna y/o tópico, el mismo Proudhon negó posteriormente haber postulado la abolición total de la propiedad, pues la consideraba necesaria en cuanto que favorece el despliegue de la personalidad y es un estímulo para el trabajo. Defiende que el trabajador tiene derecho al producto íntegro de su trabajo, y un sistema de crédito sin compensación (mutualismo). En sus obras posteriores habla de cooperativas de crédito, basadas en la reciprocidad, como auto-ayuda de los trabajadores frente al poderío del capital. Aboga también por la supresión de la propiedad y el dinero, los dos males del capitalismo. Ataca fuertemente al Estado y sostiene que resultará superfluo una vez puesto en marcha el sistema del banco de cambio, porque entonces será suficiente la regla de derecho natural: "los contratos han de ser cumplidos".

Rechaza también el comunismo, fundamentalmente por dos razones: porque pretende la conquista del poder (el "estado-úlcera") y porque ataca la propiedad, "que consuma la unión sagrada del hombre con la naturaleza". No es extraño, pues, que la buena amistad con el joven Marx, iniciada en el París de 1840, acabara en enfrentamiento. Aunque Marx tomó de Proudhon la idea de la desaparición del Estado en la sociedad futura, escribió contra éste La miseria de la filosofía 12.

5. El socialismo utópico cristiano. Ciertamente, en los teóricos del movimiento socialista francés e inglés del siglo xix se percibe un cierto aire de inspiración cristiana. Pero aquí me refiero concretamente al intento explícito de armonizar catolicismo y socialismo. Los dos epígonos más destacados del ensayo son F. J. BOUCHEZ (1796-1865) y C. PEQUEUR (1801-1887). El primero es considerado el padre del cooperativismo francés, por haber estimulado la formación y mantenimiento de gran número de cooperativas, ya que estaba convencido de que el vínculo religioso, apoyado en la caridad, es el único capaz de asociar a los hombres con verdadera cohesión. En la teoría de C. Pequeur cabe distinguir tres elementos: una actitud crítica ante la economía, una elevada estima de la gran industria y el reconocimiento del papel del libre albedrío en la marcha de la historia.

12 Ib, 419; cf la excelente obra de H. DE LUBAC, Proudhon y el cristianismo, ZYX, Madrid 1965.

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492 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

6. El socialismo estatista francés. Recordemos a L. A. BLANQUÍ (1805-1881), espíritu romántico lanzado a la acción por la acción. Veamos los tres principales ingredientes ideológicos del blanquismo: "a) la crítica de Sismondi a la economía clásica; b) la aceptación, por tanto, de que la concentración industrial era un hecho inevitable y un bien en sí misma, conforme a las opiniones de Saint-Simón, pero negando que la sociedad que iba a surgir tuviera que ser dirigida por los empresarios, por muy saint-simonianos que fueran; y c) la visión romántica del 'babevismo', resucitado por Buonarroti, del cual recogía el triple lema de igualdad, justicia y república" 13.

Muy distinto por carácter, formación y pensamiento es L. BLANC (1811-1882), nacido en Madrid, de padre francés y madre española. Es el primero de los socialistas utópicos que defiende ardientemente el socialismo de Estado, si bien piensa que el sufragio universal es el instrumento político adecuado para conseguir que el Estado sirva los intereses de la clase obrera. Las razones de su socialismo son éticas. De ahí su preocupación por que el Estado fomente la creación de "talleres sociales", es decir, cooperativas de producción con una organización igualitaria y democrática, que pudieran competir con las empresas privadas (un antecedente de las nacionalizaciones socialistas). Otra de sus tesis económico-sociales es el "derecho al trabajo", que debe asegurarse a todos los hombres. Suya es la célebre fórmula: "Según la capacidad —de trabajo— de cada uno; a cada uno según sus necesidades" 14.

7. El socialismo alemán se encuadra en un mundo intelectual muy influido por las tesis estatistas del último Fichte y de Hegel, así como por el materialismo de Feuerbach. No debe sorprender, por ende, que el socialismo se quedara en el campo de la pura abstracción: simple proceso de "conversión" ideológica para élites intelectuales. Pero, por otra parte, los neohegelianos alemanes se vieron obligados a convivir en el exilio con obreros de su misma nacionalidad, entrando así en contacto directo con el pauperismo industrial.

Entre ellos se encuentra, además de Marx y Engels, MOSES HESS (1812-1875), creador del llamado "verdadero socialismo", para quien la auténtica virtud natural humana es la solidaridad, que se basa en el compañerismo social a la vez que en el amor fraterno. Pero dicha virtud sólo puede garantizarse y manifestarse en plenitud, a su juicio, en un régimen mundial verdaderamente

13 V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 425. 14 Compárese con lo que se dice en Crítica del Programa de Gotha (1875) y en

el Tercer Programa del PC de la URRS (31-7-1961): los textos, en V. RODRÍGUEZ CASADO, O.C, 429, 29.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 493

comunista. Se empeñó en hacer compatible su praxis revolucionaria con la valoración ética de los fines y los medios a emplear. Sólo hizo una concesión en este sentido: aceptó las demandas obreras, a pesar de su impregnación egoísta, por juzgar que estaban en la línea de la "misión histórica" que correspondía cumplir al, proletariado. Con estas premisas, lo lógico es que acabara enfrentándose con Marx.

Mención especial merece F. LASALLE (1825-1864), genial agitador y fundador del movimiento obrero alemán. Fue combatido por Marx porque propugnó la cooperativa de producción como medio de superar el destino proletario de los trabajadores industriales. Esto explica, en cambio, que atrajera la atención de personalidades como el obispo Ketteler y Bismark. En su parecer, la "ley de hierro del salario", en la economía de concurrencia, conlleva que "el salario promedio queda reducido siempre al mínimo que en un país es preciso, conforme a sus respectivos usos, para la existencia y la continuidad de la especie". Consecuentemente, el trabajador queda excluido de toda participación en el progreso de la economía y la cultura. Esta ley sólo puede quedar abolida haciendo que el propio trabajador sea su propio empresario, es decir, transformando la propiedad privada de los medios de producción en propiedad cooperativa de los mismos. En consecuencia, propone la creación de "asociaciones" de producción de trabajadores y de empresas cooperativas obreras.

Gran firmeza en el mantenimiento de los principios morales caracteriza a F. GRUEN, discípulo de Feuerbach. Proclama que la propiedad privada es la proyección de lo que, por naturaleza, corresponde a la comunidad. Por consiguiente, si se quiere restablecer las bases del espíritu de fraternidad entre los hombres, habrá que volver a la propiedad comunitaria como único remedio. Pero el proceso de retorno exige una gran limpieza moral: al egoísmo sólo se le puede vencer con argumentos filosóficos y con abundancia de celo desinteresado. Se explica la animadversión que le profesaron Engels y Marx, así como el capítulo de recriminaciones que en el Manifiesto comunista dedicaron al "verdadero socialismo".

A pesar de todos estos intentos, a medida que avanza el siglo XIX se van consolidando las bases que favorecen el alumbramiento de un socialismo diferente: la crítica de la doctrina capitalista de la economía y del Estado (Sismondi, C. Pequeur y, sobre todo, K. Marx); la intensificación de la lucha entre el proletariado y la burguesía, lucha que pone de manifiesto el fracaso de los aspectos utópicos de la primera teoría socialista y que desembocó en la revolución de 1848. Termina así el tiempo de los falansterios y las icarias (Viaje a Icaria, fantasía de E. Cabet); poco a poco comienzan, en cambio, a tomar cuerpo dos grandes corrientes

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494 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

revolucionarias: la corriente socialista propiamente dicha y la anarquista o libertaria.

3. El socialismo científico o marxista

Conviene agrupar desde el principio una serie de puntualiza-ciones: este socialismo sólo a partir de 1917 tuvo la posibilidad de encarnarse en un proyecto concreto; su configuración y estructura sólo puede entenderse desde la perspectiva dialéctica de su oposición al capitalismo15; constituye un fenómeno histórico de gran resonancia a uno y otro lado del telón de acero, pues se presenta como símbolo monopolizador de la justicia humana y de un mundo mejor, y se erige en respuesta global mesiánica a todos los problemas y a todas las aspiraciones del hombre total.

Dada la complejidad del fenómeno, que es a la vez doctrina general política y económica, método para analizar y construir la historia y praxis revolucionaria y liberadora, intentaremos abordarlo desde tres flancos a través de una aproximación ideológica, socio-económica e histórica. Consideramos imprescindible realizar esta tarea para evitar que nuestra valoración ética se quede en pura abstracción y caiga en el vacío de la insignificancia.

3.1. Fundamentos filosóficos

No interesa tanto conocer la biografía de K. MARX 16 cuanto el contexto y el texto filosófico del marxismo. Dicho contexto está determinado esencial y principalmente por el pensamiento de HEGEL (1770-1831), autor que hizo las aportaciones más valiosas al campo de la filosofía de la sociedad, introdujo la racionalidad en la historia y en las relaciones interhumanas, estableciendo el principio de que la dialéctica es la ley del desarrollo de la idea y ley universal de toda la realidad. Pero Marx invierte la dialéctica hegeliana: en lugar de la idea (demiurgo de lo real) introduce la materia y el movimiento material. De esta suerte, "Marx unió en su filosofía el materialismo, principio fundamental de la filosofía de Feuerbach, con el cual rechazó el idealismo de Hegel, y la dialéctica de Hegel, con la cual rechazaba una parte importante de la filosofía de Feuerbach" ". Conviene subrayar, pues, las

15 Aunque en el Manifiesto (1848) Marx califica de utópico al socialismo precedente y llama socialismo científico al que él propugna, la denominación "socialismo científico" se encuentra ya en Proudhon.

16 Como sería inacabable la lista de obras, baste citar a D. MCLEAN, Kart Marx. Su vida y sus obras, Grijalbo, Barcelona 1977.

17 G. R. DE YURRE, o.c, I, 92.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 495

diferencias: 1) la dialéctica de Hegel es idealista, mientras que la de Marx es materialista; 2) la dialéctica de Hegel es más bien evolucionista y conservadora; esencialmente revolucionaria la de Marx.

El materialismo de Marx es, pues, la antítesis del idealismo hegeliano y, por tanto, se diferencia esencialmente del materialismo clásico. Afirma la preeminencia de los valores económicos y propugna que los otros valores (el derecho, la política, la moral, la religión, el arte) son simples supraestructuras, condicionadas por el modo de producción de la vida material. De aquí el interrogante: ¿Es Marx un materialista en el sentido radical del término o, por el contrario, es el suyo un "espiritualismo económico"? Tal vez aquí resida la contradicción fundamental del marxismo: ha rechazado el materialismo clásico y el espiritualismo desencarnado, pero no ha sabido comprender que el hombre total no puede ser concebido más que como espíritu encarnado. A este tipo de materialismo se le denomina materialismo dialéctico, ya que intenta describir el devenir del hombre a partir de y frente a la naturaleza, con la cual originariamente se confunde18.

El materialismo histórico, según Lenin, es "la extensión del materialismo al dominio de los fenómenos sociales". Sin adentrarnos en la discusión de si la teoría fundamental y primera de todo el pensamiento de Marx es el materialismo dialéctico o el materialismo histórico, podemos presentar la tesis central de éste en los siguientes términos: "El modo de producción de bienes materiales vigente en una época determinada decide en último término el signo de las instituciones, de las estructuras de esa época y de las distintas manifestaciones de la conciencia social" ".

Por último, aunque sólo cabe en este caso evocar el problema, tengamos en cuenta que la interpretación del pensamiento de Marx suscita grandes divergencias respecto a la continuidad o ruptura entre las dos etapas de su evolución doctrinal: entre los escritos juveniles (Manuscritos de 1844) y los de la madurez (Manifiesto comunista y El capital, especialmente). Estas interpretaciones han dado origen a otras tantas corrientes, entre las que destacamos la llamada del marxismo humanista ("cálido") y la del antihumanismo teórico20. No se trata de simples discusiones bizantinas, porque inciden profundamente en el diálogo entre mar-xistas y cristianos.

18 Pueden consultarse C. V ALVERDE, El materialismo dialéctico, Espasa-Calpe, Madrid 1979 (con bibl.); G. R. DE YURRE, O.C. 79-125.

19 Cf Ib, 126-180. 20 La bibliografía polémica es agobiante. E. M. Ureña llega a la conclusión de

que "la tesis de los dos Marx es un mito" (Karl Marx economicista..., o.c, 20).

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496 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

3.2. Teoría socio-económica de Marx

Esta filosofía dialéctica, materialista y práctica inspira toda la teoría económica del marxismo, cuyas tesis pueden reducirse a estas dos: a) el capitalismo es condenable y está condenado por su propia evolución a desaparecer; b) la evolución del capitalismo conduce inevitablemente a la construcción del socialismo.

a) La crítica marxista del capitalismo. Marx no se explayó en el recurso fácil de atacar las manifiestas imperfecciones del capitalismo. Como se propone descubrir las tendencias intrínsecas de este sistema, moldea el modelo más puro y riguroso, purificado de todos sus evidentes defectos, para demostrar así con fuerza irrebatible que está condenado a un desastre seguro. Ya hemos ofrecido en otro lugar21 un resumen de esta crítica; ahora sugerimos las objeciones que suelen hacerse a la crítica marxiana del capitalismo22.

Pese a su hostilidad hacia la economía clásica (actitud de ambivalencia), Marx hizo suya gran parte de su estructura analítica. El núcleo central de su sistema lo heredó de los economistas clásicos, si bien es verdad que "reelaboró las categorías clásicas, las modificó y les prestó nuevos significados", pudiendo afirmarse que su contribución al análisis económico fue, ante todo, una modificación y extensión altamente ingeniosas de la obra de la escuela clásica (W. J. Barber).

No obstante las numerosas críticas que se han vertido, hay que reconocer noblemente que las tesis marxianas contienen una apreciable dosis de verdad, aunque sus ideas necesitan ser, en ciertos aspectos, especificadas y completadas. Es pacífico admitir, por otra parte, sus errores en las predicciones que hiciera: por ejemplo, en relación a la supervivencia del capitalismo, la ley del creciente empobrecimiento de los trabajadores, la designación de los países industrializados como lugares naturalmente idóneos para la implantación del socialismo.

Quizá conviene subrayar, pese a las disculpas que adelantan sus apologistas, que es llamativo y sorprendente que Marx no se preocupara de prever la adaptación de las categorías del análisis a los problemas de planificación económica y administración en una sociedad poscapitalista. Incluso alguien se ha atrevido a describir la economía marxiana como "la economía del capitalismo y la economía capitalista como la 'economía del socialismo'".

21 Cf pp 456ss. 22 W. J. BARBER. Historia del pensamiento económico, Alianza, Madrid 1984',

143-151; I. SOTELO. o.c. 120ss.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 497

b) Advenimiento del socialismo y el comunismo. Marx consagró sus energías y su tiempo al análisis crítico de la economía capitalista de su época, sin preocuparse de definir y describir el funcionamiento del sistema económico de la sociedad socialista. "Marx pensó aquí correctamente que su papel no era el de profeta, sino el de científico. Y un estudio de la economía socialista, semejante al hecho por él sobre el capitalismo, solamente podría llevarlo a cabo con un mínimo de rigor científico sobre la base empírica de una sociedad socialista que se hubiera realizado históricamente en un mayor o menor grado y que llevara funcionando ya un período de tiempo suficientemente largo"23.

Los textos de Marx, que sólo contienen escasas y generales referencias a la futura sociedad socialista, únicamente pueden ser entendidos al contraluz de la forma capitalista de producción. Esta lectura nos podría brindar la clave para diseñar la forma socialista de producción que resolviera el triple problema que se le plantea a todo sistema económico: ¿Qué bienes y en qué cantidad han de producirse? ¿Cómo hay que producirlos? ¿Para quién se producen? Desgraciadamente carecemos de espacio para acometer esta tarea y no parece ésta la sede más adecuada para intentarlo24. Queremos indicar, no obstante, que, si bien Marx y Engels procuraron huir de las fantasías utópicas de sus predecesores, en virtud de distintas y fuertes presiones por ellos sufridas se aventuraron a hacer algunas predicciones: el advenimiento del socialismo se produciría en los países más capitalistas (Inglaterra, Francia, Alemania) como estallido cuasimecánico de sus propios regímenes; el periodo del régimen socialista (especie de purgatorio) sería simplemente una etapa hacia la fase suprema del comunismo (especie de paraíso); para que el paso de una a otra fase sea posible se requiere una gran multiplicación de bienes (de ahí la intensa industrialización) y una fuerte autodisciplina en cada individuo, ya que sólo entonces se podrán realizar en plenitud los dos grandes atributos y valores fundamentales del hombre: la igualdad y la libertad.

3.3. Evolución histórica del socialismo

Hemos expuesto brevemente los antecedentes históricos del socialismo científico y analizado el núcleo del marxismo. Hemos de añadir ahora una advertencia importante. Hay que huir de la tentación ingenua y corriente de imaginarse el marxismo como un cuerpo monolítico de ideas que surgen perfectamente estructuradas del cerebro de Marx y, en menor medida, de Engels. Semejan-

23 E. M. UREÑA. El mito..., o.c, 85; cf. todo el capítulo. 24 Cf Ib, 93-102.

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te actitud conduce a un dogmatismo escolástico. Pero el marxismo "no es un cuerpo monolítico de verdades, sino método para resolver los problemas que presenta el capitalismo y para acelerar su descomposición. La continua metamorfosis del capitalismo exige respuestas nuevas a problemas nuevos. Es este dar respuesta histórica a problemas históricos lo que va dando al marxismo complejidad, vida, al margen de las fórmulas esquemáticas que tanto gustan a tirios y troyanos. Y por ello no nos deberá escandalizar que el marxismo primitivo fuera eso..., primitivo; como primitivo era el propio sistema y las relaciones que generaba" 25.

Para evitar una exposición dispersa y atomizada, de modo telegráfico presentamos la evolución, centrándonos en el suceder-se de las Internacionales, la individuación de cuatro posibles etapas y la crisis de identidad que, al parecer, afecta al socialismo. Cerraremos este apartado con la descripción del socialismo democrático26.

a) Las diversas Internacionales. Coincidiendo con la publicación del Manifiesto, se formó la Liga Comunista, que sucumbió con la revolución de 1848.

En 1864 se funda en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores (I Internacional), cuyo manifiesto y estatutos redactó el propio Marx. Se jactaba de contar con siete millones de miembros, pero en realidad estaba compuesta por una abigarrada multitud de owenistas, proudhonianos, fourieristas, socialistas tibios y nacionalistas rabiosos, que desconfiaban de cualquier teoría revolucionaria. En 1869, de historial verdaderamente revolucionario, se adhiere a la Internacional, pero rompe con Marx en el Congreso de La Haya de 1872. La I Internacional se disuelve en 1876.

En 1889 se funda en París la / / Internacional, animada de las mejores intenciones y espíritu de moderación. Los anarquistas son excluidos en 1896, y en 1900 se toma la decisión de no admitir en su seno más que a "las organizaciones que reconozcan los principios del socialismo y la necesidad de la lucha política". Anteriormente, en 1891, Kautshy redactó el programa de la democracia social alemana, adoptado en el Congreso de Erfurt, un programa marxista en su parte teórica, pero reformista en su vertiente práctica. Posteriormente, Bernstein hacía en 1899 el proceso del marxismo y se pronunciaba abiertamente por un evolucionismo oportunista. Desgajada del mismo tronco, junto a la tendencia reformista surge otra revolucionaria, que enlaza con el

25 V. ZAPATERO, Socialismo y ética. Textos para un debate, Pluma-Debate, Madrid 1980, 22.

26 I. SOTELO. Marxismo, leninismo, socialismo democrático, en "IgVi" 89/90 (1980) 413-420.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 499

anarquismo y el espíritu revolucionario que animara a los socialistas primitivos.

En 1919, los comunistas rusos fundan la III Internacional con la pretensión de agrupar a los comunistas del mundo entero. Para engrosar sus filas era necesario apoyar sin reservas la revolución rusa de 1917, amén de acatar las famosas veintiuna condiciones. Precisamente los socialistas y socialdemócratas de la II Internacional se convirtieron casi siempre en anticomunistas furibundos.

b) Las distintas etapas del socialismo europeo2?. La primera etapa, constituyente, se hace llegar hasta 1914. Puede hablarse de un avispero de ideas. Por un lado, M. BAKUNIN (1814-1876) y P. PROPOTKIN (1842-1912) defendieron la posibilidad de implantar el anarquismo colectivista sin necesidad de un largo período de transición, oponiéndose violentamente al ideal socialista de controlar la propiedad y los medios de producción a través del Estado. Por otro lado, los proudhonianos seguían su camino. Finalmente triunfa la corriente marxista que se encarna en la socialdemocracia, el partido más numeroso e influyente.

Los socialistas moderados, con E. BERNSTEIN (1850-1932) y J. JAURES (1859-1914) a la cabeza, abogan por un proceso democrático gradual, rechazando algunas tesis marxistas como el aumento de la miseria de los trabajadores, la intensificación de la lucha de clases y la dictadura del proletariado. Bernstein ya se había pronunciado en su exilio de Londres contra la filosofía social materialista, contra la teoría del valor y la plusvalía y contra la teoría de la revolución. El movimiento encontró también favorable acogida en Gran Bretaña, donde el fabianismo apuesta por una reforma paulatina de la economía y de la sociedad y se va imponiendo el partido laborista.

El comienzo de la segunda etapa suele ponerse en los tiempos de la revolución rusa. El conflicto entre los marxistas revolucionarios y los partidarios de una implantación gradual del socialismo produjo diversas escisiones, pero la más funesta de todas tuvo lugar en Rusia. Se enfrentaron los bolcheviques (= la mayoría, en ruso), dirigidos por Lenin, y los mencheviques (= minoría). Los bolcheviques derrocaron al zar en 1917 y acabaron por derrotar a la minoría.

Esta división se extendió al socialismo europeo. La corriente "socialista" permanece fiel a la II Internacional, en tanto que la corriente "comunista" se adhiere a la III Internacional leninista. Unos y otros se consideran fieles intérpretes del marxismo y rivalizan en reprocharse mutuamente el haber renegado de Marx.

La tercera etapa puede datarse en 1945. Sus notas característi-

21 Cf ID, O.C, 15SS. Seguimos de cerca al autor, a quien citamos explícita o implícitamente.

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500 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

cas más acusadas se resumen así: por un lado, se agravan las tensiones entre socialistas y comunistas, que se alinean respectivamente en una u otra de las dos potencias que prolongan la lucha en la llamada "guerra fría"; por otro, cabe hablar de la eliminación del marxismo por presentarse "ya perfectamente congelado en la dogmática estalinista del 'marxismo-leninismo', ya 'superado' por completo en el programa básico de la socialdemocracia alemana, aprobado en el Congreso de Bad Godesberg (1959)".

A finales de los cincuenta, pues, la alternativa operante en Europa se reducía a elegir entre la dictadura estalinista, que sólo sacando los tanques a la calle resultaba convincente (Berlín 1953, Budapest 1956), o la 'sociedad de consumo o de bienestar', a la que aspiraba la socialdemocracia y que empezaba a dar sus frutos: pleno empleo, salarios altos, política social avanzada. "El socialismo, en el mejor de los casos, parecía tan sólo el duro camino burocrático y dirigista que habrían de recorrer algunas sociedades subdesarrolladas para alcanzar niveles de desarrollo económico y social equiparables a los ya existentes en la Europa occidental"28.

Desde los primeros años sesenta se habla de una cuarta etapa, que deja atrás la estalinización del marxismo y la desmarxización del socialismo. La URSS ha perdido el monopolio de constituir el único marxismo realizado y se ha verificado una reacción, intelectual más que obrera, contra la socialdemocracia reformista y perfectamente instalada en el capitalismo ("Tanta competencia como sea posible, tanta planificación como sea necesaria"). Se advierte, pues, un renacimiento del marxismo en la universidad y en los medios artísticos e intelectuales, si bien languidece en los partidos y organizaciones obreros. Evidentemente, el resultado está a la vista: el marxismo se ha disuelto en una multiplicidad de marxismos. No es para sorprenderse que haya quienes designen el momento como una fase de crisis de identidad del socialismo.

c) La identidad del socialismo aquí y ahora. Es notorio q.ue el socialismo pasa por una profunda crisis de identidad, aunque mantiene su fuerza de atracción como horizonte de liberación para los oprimidos y para quienes no se resignan ante la injusticia. Paradójicamente, sin embargo, "los que un día parecieron sus fundamentos 'científicos' han terminado por desmoronarse... Lo que un día se denunció como 'socialismo utópico' vuelve a ser nuestro punto de partida. El que se derrumba es el que se llamó a sí mismo 'científico'"29. „

También se cuestionan fuertemente las tres formas clásicas de revisionismo del marxismo de Marx: la revolucionaria o anar-

28 Ib, 27. 29 Ib, 53.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 501

quista; la socialdemocracia, que "ha terminado por eliminar el último residuo marxista, pero ha echado también por la borda la meta socialista" (ideología nueva del capitalismo avanzado); el revisionismo leninista (colectivismo burocrático), incapaz de plantear una respuesta socialista adaptada a los signos de los tiempos. ¿Situación actual? Hay quienes apuntan diversos tipos de marxismo operantes en el mundo de hoy30. Otros, empero, afirman rotundamente que "el socialismo europeo no puede ser ya ni marxista ni antimarxista —falsa alternativa—, sino que ha de plantear el problema de la superación de la sociedad capitalista desde el nivel actual de conocimientos, la experiencia histórica de esta parte del mundo y una ya larga tradición de pensamiento socialista... que de ningún modo se agota en Marx y su escuela" 31. Tenemos, por consiguiente, que señalar ante todo a las varias formas europeas de socialismo democrático (o socialismo en libertad), que se inspiran, de algún modo, en el socialismo originario, pero rechazan sus tesis más características32; el socialismo "carismático" a la cubana33; los socialismos idealizados afroasiáticos y árabes34.

Este es el "humus" en que germina el socialismo, que ya no se puede ni debe identificar ni con el marxismo, ni con el comunismo, ni con el socialismo leninista. Momento, pues, de crisis para el socialismo, que se fragmenta en corrientes y subcorrientes que buscan el equilibrio entre el dogmatismo y el realismo pragmático. En pura lógica, la problemática repercute también en el plano ideológico35.

d) Rasgos deflnitorios del socialismo contemporáneo 36. Vamos a intentar resumir las connotaciones que nos parecen más significativas, sin detenernos en una explicación detallada:

Tendencia a la secularización, abandonando los residuos ideológicos del xix: ateísmo doctrinario, materialismo histórico, posi-

30 Cf, el eurocomunismo, el que reina en China o en Cuba, etc. Para el euro-comunismo, cf S. SÁNCHEZ MONTERO, ¿Qué es el comunismo?, La Gaya Ciencia, Barcelona 1976, 62-72; E. M. UREÑA, El significado histórico del eurocomunismo, en "FoSo" 34 (1979) 417-428; I. SOTELO. O.C, 87-107.

31 I. SOTELO, o.c, 27. 32 Compárese la cita anterior con F. BUSTELO, Introducción al socialismo mar

xista, Dédalo, Madrid 1979, uno de cuyos capítulos reza así: "El marxismo, pieza angular del socialismo democrático" (pp 53ss).

33 Cf G. MARTINET, Los cinco comunismos, Narcea, Madrid 1982. 34 O. HIMMER. African socialism or communalism, en Marx-Money-Christ,

Mission Press, Ndola 1981. 35 Cf, por ejemplo, F. CLAUDIN. Algunas reflexiones sobre la crisis del marxis

mo, en "IgVi" 89/90 (1980) 407-412; J. M. ROVIRA BELLOSO, ¿Crisis ético-cultural en el socialismo de hoy?. Ib, 523-532; I. SOTELO. Ib, 413-420.

36 Cf R. BELDA, La Iglesia ante el socialismo. Ib, 453-473; I. SOTELO, O.C, passim.

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502 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

tivismo cientifista. Es indiferente que los socialistas deriven sus convicciones de los resultados de los análisis sociales, marxistas o de otra índole, o de principios religiosos o humanitarios37.

Severa crítica de los modelos de socialismo existentes en los países comunistas, negándoles incluso el pan y la sal de la identidad socialista.

Asunción de la vía democrática hacia el socialismo. Tras el convencimiento de que no es cierto que la propia dinámica del desarrollo capitalista cree las condiciones objetivas para el advenimiento y de que la revolución no es procedimiento adecuado para alumbrar una economía comunitaria al servicio del hombre, se apuesta hoy, en virtud de poderosas razones de principio, eficacia y realismo, por la vía plural, pacífica y democrática hacia el socialismo.

Alejamiento de muchas de las tesis marxistas, por considerarlas falseadas por la experiencia, como hemos señalado más arriba: reniegan de la dictadura del proletariado; admiten el pluralismo democrático, incluso en la gestión interna del partido; proponen un sistema mixto de propiedad; admiten la posibilidad de que la conquista del poder por vía democrática sea reversible; promueven la autonomía sindical; se adhieren a las alianzas occidentales en política exterior.

Abandono de algunas metas tradicionalmente consideradas como irrenunciablemente socialistas (propiedad pública de los medios de producción, supresión de la economía de mercado, etcétera) por parte de algunos partidos socialistas.

El horizonte utópico de aproximar el socialismo a la realización de la democracia integral en el plano político, social, económico y cultural. Tengamos en cuenta que incluso se define el socialismo como "la democratización de la sociedad y del Estado" 38, pues se concibe la democracia como la forma de convivencia de hombres libres y aplicable a todas las esferas públicas y privadas de la sociedad.

El socialismo, que desde sus albores ha sido un fenómeno plural, ha sufrido un proceso de profunda transformación y ha dejado de ser un hecho europeo. Un dato que será necesario tener muy en cuenta a la hora de hacer una valoración moral del socialismo.

4. Rasgos descriptivos de las economías socialistas

Nos vemos obligados a diseñar con grandes pinceladas y gruesos trazos el modelo llamado "ortodoxo", porque no podemos

37 INTERNACIONAL SOCIALISTA, Declaración de Frankfurt (1951), punto 11 del preámbulo. También los partidos comunistas suelen contar en Europa con militantes cristianos.

38 Cf I. SOTELO. o.c. 144ss.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 503

permitirnos ofrecer aquí una específica y detallada exposición de los paradigmas propugnados por cada una de las corrientes y subcorrientes reseñadas. Reduciéndonos, con todos los peligros que las simplificaciones implican, al socialismo "tópico" y real, las connotaciones más relevantes de la forma de producción socialista pueden ser agrupadas según el esquema sugerido por Sombart.

1. El "espíritu" del sistema socialista de producción: Su intencionalidad es la construcción de un proyecto alternativo a la injusticia, irracionalidad e inhumanismo del sistema capitalista de producción. En clave utópica y en conjunto, este espíritu podría coincidir con lo que se ha llamado el "núcleo inspirador del socialismo".

Los fundamentos filosóficos son de carácter dialéctico, materialista y práxico39.

Matriz economicista, materialista y totalitarista40.

2. La forma de este sistema implica sobre todo: Predominio de la propiedad pública, sobre todo de los bienes de producción, de las industrias y los servicios, aunque en algunos casos coexiste con una pequeña propiedad privada dentro de la agricultura o un escaso comercio minorista. Esta ligera flexibilidad se advierte sobre todo en las democracias populares europeas.

Planificación estatal y centralizada a base de "planes económicos", tanto de la producción como de la distribución de los bienes. Manifestaciones de esta planificación: la fijación de la cuantía y destino de las inversiones (se favorece primordialmente el desarrollo de la industria pesada y el ejército, postergando el consumo personal), determinación de los precios independientemente de la demanda. Sin embargo, algunos autores insisten en que la planificación no es una nota exclusiva ni esencial de la economía socialista, puesto que también se habla de planificación del gobierno en contextos capitalistas y no es correcto pensar que "economía socialista y economía planificada son dos nombres diferentes para designar una misma cosa"41.

39 A. F. UTZ, Entre neoliberalismo y neomarxismo, Herder, Barcelona 1977, 41-49.

40 ID, La filosofía económica del marxismo, Herder, Barcelona 1984. 41 F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO, O.C, 127; cf pp 129-131, mas en opinión de este

autor: "La planificación central no es un elemento que pertenezca, necesariamente, al sustrato profundo de lo que significa el socialismo". Ciertamente, por un lado, nacionalizaciones de amplios sectores de la economía y una política dirigista pueden coexistir con el capitalismo y hasta complementarse, ya que éste no podría sobrevivir sin el complemento de la política económica estatal; por otra parte, el socialismo real (leninismo o colectivismo) se ha transformado en un capitalismo de Estado. La diferencia reside, por tanto, en la individuación del sujeto responsa-

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La acumulación de capital viene dada por el ahorro público, una buena parte del cual procede de los beneficios de la agricultura, las industrias y servicios, que se complementa a través de las rentas personales o los impuestos que gravan los productos.

3. La técnica o "sustancia" del colectivismo coincide, en los países más desarrollados, con la que caracteriza a los países capitalistas (el bloque ruso, que cuenta aproximadamente con unos 350 millones); pero los otros 1.000 millones (China, Cuba, Viet-nam) pertenecen a economías subdesarrolladas.

De todas formas, hemos de tener muy en cuenta que "no existe una economía socialista única, sino un conjunto de economías socialistas, cada una de las cuales presenta sus rasgos peculiares, pese a que también podemos encontrar puntos de convergencia" 42. Por otra parte, recordemos que el sistema socialista constituye, según Marx, la etapa previa y el camino para llegar a la colectivización total o comunismo, etapa final que sólo se podrá conseguir cuando el socialismo haya logrado un alto nivel de desarrollo.

5. Valoración crítico-ética del socialismo

Hecha una breve exposición descriptiva del socialismo, nos disponemos a ofrecer la valoración moral del sistema43. Nuestro

ble que planifica y establece la jerarquía de los gastos, sobre todo de los relativos al armamento y a la industria pesada". Cf también, M. MOLINA IBÁÑEZ, O.C, 67-79; A. PIGOU. o.c, 7-15.

42 M. MOLINA IBÁÑEZ. O.C, 64. 43 Para la valoración crítico-moral del socialismo, cf R. ALBERDI-R. BELDA.

Introducción crítica al estudio del marxismo, Ceaso, Madrid 1977; R. ALBERDI. La identidad cristiana en el compromiso social, Marova, Madrid 1982, 169-227; J. M. AUBERT. Per una teología dell'epoca industríale, Cittadella, Assisi 1973, 79ss; J. AZPIAZU. Moral profesional económica. Razón y Fe, Madrid 1941, 71ss; Código Social de Malinas, Difusión, Buenos Aires 1949, 86ss; P. CHARBONEAU, Cristianismo, sociedad y revolución. Sigúeme, Salamanca 1969, 243-359; G. GATTI, Morale cristiana e realta económica, .J-DC, Leumann-Torino 1981, 154-162; E. HOERLER, Economía y doctrina social católica, Herder, Barcelona 1985, 63-110; R. COSTE. Quel systéme économique?. Paris 1970; G. MATTAI. // socialismo, en Mesaggio cristiano ed economía, EDB, Bolona 1974, 159-165; E. M. UREÑA. El mito del socialismo cristiano, Unión Edit., Madrid 1981; B. SORGE. La opción política del cristiano, BAC, Madrid 1976; A. F. UTZ, Entre neoliberalismo y neomarxismo, Herder, Barcelona 1977; M. VIDAL, Mora! de actitudes III, PS, Madrid 1979, 332ss; AA. VV., Ante el marxismo y el capitalismo, Herder, Barcelona 1984; AA. VV., Neomarxismo y orden económico pluralista, Herder, Barcelona 1984; AA. VV., Política social, ¿con una concepción del mundo o sin ella?, Herder, Barcelona 1984; G. R. DE YURRE. El marxismo, 2 tom. BAC, Madrid 1976, (con bibl.); ID. Marxismo y marxistas, BAC-Popular, Madrid 1978; V. PÉREZ Df AZ. El proyecto moral de Marx cien años después, en Marx, economía y moral, Alianza, Madrid 1984, 95-180.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 505

intento se estructura en los momentos siguientes: las consecuencias sociales, crítica teórico-económica, declaraciones del magisterio jerárquico y reflexión ético-cristiana.

5.1. "Por sus frutos los conoceréis": Consecuencias sociales

Comenzamos también aquí por el balance positivo, por las luces del sistema. Es indudable que en los países en que se ha implantado el sistema pueden y deben reconocerse realizaciones francamente positivas en diversos campos: industrialización de la economía; difusión de la cultura, excepto en los ámbitos declarados tabú por la ideología dominante, mereciendo destacarse las campañas de alfabetización de los pueblos; la educación y la sanidad logran altos niveles de socialización; progreso social realmente meritorio y destacable. Claro que, ante estos logros, muchos se preguntan cuál ha sido el precio pagado.

También, al igual que respecto al capitalismo, pueden ser planteadas estas dos cuestiones fundamentales: "¿Quién se beneficia? Y ¿quién decide?"44 Vamos a dejar de lado, para no extendernos, el elevado tributo humano que se cobran todas las revoluciones, sea cual fuere su signo, para centrarnos en los costos de mayor interés en referencia a la evaluación moral del socialismo:

a) Los costos económicos internos de los modelos socialistas, pues era preciso acumular más que los propios modelos capitalistas para conseguir y superar su nivel. En este sentido, ateniéndonos a la pregunta ¿quién se beneficia?, debemos reconocer que "la alternativa socialista manifiesta una gran dosis de ambigüedad. Es dudoso que la población en general resulte más beneficiada en los sistemas socialistas existentes que en el capitalismo. Es dudoso también que los beneficios alcanzados estén más equitativamente distribuidos"45.

b) Los costos políticos. Al evaluarlos habría que distinguir adecuadamente entre el socialismo ejercido mediante una dictadura y la "dictadura del proletariado". Ciertamente, no todas las dictaduras son totalitarias ni tienen por qué serlo necesariamente,

Para textos del magisterio, cf COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. Marxismo y cristianismo, Edice, Madrid 1983; V. MIAÑO, Continuitá ed evoluzione nelTinsegnamento del magistero rispetto a comunismo, socialismo, marxismo, Cittá del Vaticano 1980; Ocho grandes mensajes, BAC, Madrid 19746. Comentarios sobre este punto en la encíclica Laborem exercens: I. CAMACHO. El socialismo en ¡a "Laborem exercens", en "FoSo" 146 (1982) 155-163; D. VELASCO. Reflexión crítica sobre el socialismo real, en "IgVi" 97/98 (1982) 63-77.

44 P. BERGER, O.C, 93; de este autor tomamos los indicadores. 45 Cf también R. BAHRO. La alternativa. Alianza, Madrid 1979; ID, Por un

comunismo democrático, Fontamara, Barcelona 1980; A. GORZ. Adiós al proletariado (Más allá del socialismo). Viejo Topo, Barcelona 1981; F. A. AYEK. Camino de servidumbre, Alianza, Madrid 1977.

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506 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

pero el socialismo real tiene una tendencia innata hacia el totalitarismo: "Por su propia naturaleza trata de absorber la economía dentro del Estado, incrementando así enormemente el potencial totalitario de éste"46.

c) Los costos socio-culturales, dada su tendencia antipluralista y su impulso nivelador y uniformador. Sobre este punto habría que matizar bastante, porque, "incluso en sus versiones más moderadas, el socialismo crea nuevas desigualdades y nuevas formas de competitividad".

Naturalmente cabe hacer una crítica de la crítica; pero recordemos que no se trata de establecer ahora una confrontación comparativa con el capitalismo, sino sencillamente de sugerir ciertas luces y sombras relevantes del sistema socialista real.

5.2. Crítica teórico-económica

A fuer de sinceros, hemos de reconocer que este apartado desborda todas las posibilidades de espacio y de competencia personal. El mejor servicio a nuestros lectores es remitirles a la bibliografía especializada sobre el tema47. Aquí sólo apuntamos los aspectos fundamentales de tal crítica.

a) La crítica de Marx a la economía capitalista. La concepción económica de Marx es de una coherencia irreprochable: "De la noción de valor se pasa a la de plusvalía, de la de plusvalía a la de lucro, del lucro al aumento del capital, llegando entonces a la afirmación global de que el capital es un robo ininterrumpido al trabajo". No obstante, es necesario indicar que su noción de valor es contradictoria e ilógica, con lo cual toda la construcción teórica se desmorona. Señalamos a continuación los puntos discutidos.

La teoría del valor, que viene a ser la de Ricardo, es insatisfac-toria, porque elimina el elemento de servicio de los agentes de la naturaleza y de la intervención del capital; por otra parte, el trabajo no sólo no es el elemento único del valor de cambio, sino

46 Sobre terror en Rusia y China, cf P. BERGER, O.C, 107SS. 47 Para el estudio de la economía socialista, fundamento real y necesario para

elaborar con unos mínimos de objetividad un juicio ético, cf R. ALBERDI-R, BEL-DA, o.c; M. BLAUG, O.C; R. GARCÍADE HARO, O.C; E. M. UREÑA, Kart Marx economista, o.c; ID, El mito..., o.c, esp. el c. IV; L. A. ROJO. El pensamiento económico de Marx cien años después, en Marx, economía y moral, o.c, 11-94; J. A. SCHUMPE-TER, Capitalismo..., o.c, I, 47-74. Para la evaluación de los principios filosóficos de la teoría económica marxista, cf A. F. UTZ, La filosofía económica del marxismo, Herder, Barcelona 1984. Sobre la cuestíonabilidad del carácter científico del marxismo y, en particular, del método marxista, puede verse R. ALBERDI-R. BELDA, o.c, 245-263; R. ALBERDI. Sobre el carácter científico del marxismo, en La identidad cristiana..., o.c, 169-182.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 507

que, a veces, ni siquiera tiene parte en él48. Para salir al paso del burdo error de atribuir un valor a cualquier clase de trabajo, recurre a la expresión trabajo socialmente útil. En resumen, "elimina primeramente el valor de utilidad, reteniendo únicamente el valor de cambio; pero después, para justificarlo, se ve forzado a tornar al valor de utilidad".

La teoría del valor-trabajo ha permitido a Marx y a los mar-xistas explicar la explotación del trabajador en el capitalismo a través del concepto de plusvalía. Se comprende, por tanto, que. si se discute o invalida su teoría del valor, la tesis marxista de la plusvalía cae por su base. Por lo demás, ésta no es la única explicación posible de la explotación capitalista, y se cuestiona su carácter científico49. El propio Marx afirma que, "a diferencia de las otras mercancías, la valoración de la fuerza de trabajo encierra, pues, un elemento histórico-moral". Recordemos también que el precio real en el mercado (salario) no coincide con el valor de la fuerza de trabajo en virtud de las oscilaciones de la oferta y la demanda, así como en razón de la influencia de los sindicatos y de las leyes estatales en la determinación de los salarios.

Si la teoría del valor y de la plusvalía se pone en entredicho, también se cuestiona, lógicamente, la teoría marxista del lucro. Habida cuenta de la estrecha relación entre estas doctrinas, no parece necesario refutar de modo expreso la hipótesis de que el aumento del capital proviene del lucro y el juicio de valor que califica de robo cualquier aumento de capital.

Las contradicciones específicas del capitalismo. Como se sabe, Marx pretendió haber descubierto para la sociedad y la economía una ley de evolución semejante a la de Darwin para las especies (darwismo socio-económico), en virtud de la cual tenía que darse la evolución inevitable del capitalismo hacia el socialismo. Marx se refiere en concreto a las siguientes leyes tendenciales: la de concentración, la de pauperización creciente y la de las crisis del capitalismo.

La ley de la concentración, que tenía que llevar necesariamente las economías desarrolladas a la colectivización, no ha sido confirmada en ningún ramo de la economía, ni siquiera en la industria 50. En el seno del capitalismo siguen subsistiendo las pequeñas y medianas empresas, que se han equipado de maquinaria y resultan competitivas. Es decir, existen medios eficaces contra la con-

48 El punto de vista de Marx, que ya sustentara Aristóteles, reduce los factores que colaboran en la producción a uno solo: el trabajo. Pero esto sólo vige en las economías muy primitivas. Puede decirse que el progreso se logra precisamente en la medida en que disminuyen las horas de trabajo y se multiplica la maquinaría (capital) puesta a disposición del trabajador. Cf E. HOERLER, o.c, 92.

49 Para la práctica equivocada de calcular la "plusvalía" tanto los economistas capitalistas como marxistas, cf la acotación de E. HOERLER, O.C, 93-96.

50 Cf Ib, 97.

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centración: la creación de cooperativas y las organizaciones públicas instituidas para contrarrestar la competencia de los monopolios privados. Precisamente donde se aprecia y prevalece la tendencia hacia la gran empresa es en el sector público.

Parece cierto que Marx confió en la pauperación creciente de los proletarios; de ahí la llamada ley de pauperización, para asegurar la llegada de la revolución51. Existen diversas interpretaciones de esta ley entre los propios marxistas y, desde luego, se trata de una de las predicciones de Marx más contestadas, tanto desde la teoría como desde la experiencia. Aunque en la primera época del liberalismo económico el valor de los salarios disminuyó, desde hace más de un siglo no existe ya tendencia hacia la inmisera-ción o empobrecimiento. Por otra parte, una prueba de la no cientificidad de esta ley la encontramos en el hecho de que los mismos marxistas, para no dar su brazo a torcer, hablan a veces de pauperización absoluta, en ocasiones más numerosas de inmi-seración relativa, y los menos convencidos se aferran a la que pudiéramos llamar "pauperización subjetiva".

En cuanto a la ley de las crisis del capitalismo, o teoría de los ciclos económicos, aunque Marx no ofreció una explicación adecuada del ciclo económico, sin duda fue el primer economista que supo ver las "crisis" como simples incidentes del proceso cíclico, y no "como desgracias aisladas que sucedían a consecuencia de errores, excesos, conductas equivocadas o bien a consecuencia del funcionamiento defectuoso del mecanismo del crédito". Por lo demás, si bien la gran prosperidad del capitalismo después de la segunda guerra mundial pareció dar al traste con esta profecía agorera, lo cierto es que la crisis desencadenada a partir de 1973, y de la que el mundo capitalista no ha logrado salir, puede dar pie a pensar que la predicción de Marx no debe andar demasiado desencaminada. Ahora bien,, en resumen, sólo podemos afirmar que es un dato cierto querías crisis del capitalismo se deben a la propia estructura del sistema; defender que estas crisis se han de ir agudizando cada vez más hasta desembocar en una catástrofe constituye sólo una de las interpretaciones posibles.

b) Teoría sobre la sociedad y economía socialistas. Los textos de Marx relativos a la organización y funcionamiento de la economía socialista son muy escasos, y aparecen siempre en un contexto de confrontación e incluso de oposición con la forma capitalista de producción. Además, hemos de estar atentos a no confundir deseos, utopías, previsiones e intuiciones con la necesidad lógica y las posibilidades de realización en los países donde reina el socialismo real. Helas aquí escuetamente presentadas:

51 La casi totalidad de los comentaristas y críticos son unánimes en señalar puntualmente esta ley como uno de los errores más crasos de Marx.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 509

1) Con la abolición de la propiedad privada queda establecida la sociedad sin clases.

2) En la sociedad sin clases desaparece el Estado, puesto que éste no es más que un instrumento de opresión de la clase dominante.

3) En el socialismo reina mayor libertad que en el parlamentarismo.

4) La abundancia de bienes conduce necesariamente al comunismo, vale decir, a la abolición de la propiedad privada de los medios de consumo, alumbrando una sociedad en la que "cada uno trabajará tanto como pueda, no exigiendo en recompensa más de lo necesario"52.

Aunque hace casi setenta años se instaló el socialismo/comunismo en Rusia, y posteriormente en un buen número apreciable de países, puede afirmarse que en todos ellos, tras un período más o menos amplio de libertad y experimentos, se han establecido regímenes con ciertas características comunes: a) en lugar de la sociedad sin clases, una vez eliminada la propiedad privada y los burgueses propietarios, ha nacido la "nueva clase", formada por los jefes del partido y quienes se encargan de la administración de las riquezas del Estado; b) el Estado no sólo no ha "fenecido", sino que es excepcionalmente poderoso, reflejo, según el más puro marxismo, de una clase dominante opresora (la "nomenclatura"); c) en estas sociedades no existen libertades formales (de expresión, reunión, asociación, huelga, sindicación, enseñanza, residencia, circulación), cosa explicable, porque el propio Marx sostiene que a la concentración de la economía (colectivización en este caso) corresponde necesariamente la concentración de la superestructura del poder político; d) en ninguno de los países socialistas ha tenido lugar la última fase de la evolución, el advenimiento de la sociedad comunista, y, por otra parte, no es fácil entender cómo puede verificarse el alumbramiento de este ideal a través de la lucha de clases, revoluciones y dictadura del proletariado.

5.3. Los socialismos a la luz del magisterio jerárquico

Quizá no sea del todo inútil repetir una vez más que hoy es inevitable hablar de marxismos y socialismos más que ofrecer una valoración global del sistema. Por otra parte, son múltiples las relaciones que se pueden establecer entre marxismo y fe cristiana: a nivel de ideología, de movimiento histórico, de partido y de colaboración entre marxistas y cristianos mediante la prestación del voto o la cooperación en tareas comunes. Igualmente quere-

« Cf Ib, 98-102.

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mos evitar dos errores muy frecuentes: el identificar lisa y llanamente el socialismo con la ideología marxista53; el identificar cualquier tipo de socialismo con el socialismo idealizado54.

Dada la evolución que, al tener en cuenta la realidad dinámica del marxismo, se constata en las declaraciones del magisterio jerárquico, es necesario periodizar sus pronunciamientos. De esta suerte será posible discernir a qué tipo de socialismo hay que aplicar sus críticas y enjuiciamientos.

No es necesario reiterar la secuencia de hechos e ideas que, particularmente desde el siglo XVI, fueron gestando la profunda transformación del ambiente religioso, moral, social, político y económico de Europa55, pero es absolutamente imprescindible mantener ese contexto como trasfondo para entender y valorar adecuadamente las enseñanzas sociales del magisterio, sobre todo por lo que a la "condena/absolución" del socialismo se refiere.

A lo largo de más de un siglo se han ido decantando los papas ante este fenómeno apasionante e inquietante; pero la naturaleza del socialismo ha experimentado profundas modificaciones, que los titulares del magisterio jerárquico, siempre atentos a los signos de los tiempos, han sabido percibir y reflejar en sus análisis y enjuiciamientos, al menos en líneas generales. Por eso presentamos la exposición de las enseñanzas de manera diacrónica y agrupadas en tres períodos, para que así podamos precisar la naturaleza del socialismo sobre el que se pronuncian y establecen la continuidad/discontinuidad de sus orientaciones y directrices.

Conviene, por tanto, no olvidar a lo largo y a lo ancho de la lectura las siguientes apostillas:

En el primer período, el socialismo se identifica con el comunismo, sistema considerado enemigo irreconciliable de toda propiedad privada, de toda autoridad pública y profundamente antireligioso. Cuando se introduce en algunos pasajes una diferenciación entre estas dos realidades se hace no en razón de los fines, sino en función de los caminos diversos que proponen. En este período, a veces, sí aparece la distinción entre socialismo y movimiento obrero.

A partir de los últimos años de Pío XI, segundo período, sí encontramos ya la distinción entre comunismo y socialismo. Este papa incluso suaviza sus críticas al referirse al socialismo moderado o al socialismo educador.

En el tercer período podremos comprobar que, además de estas distinciones, se comienza a usar el plural al aludir al sistema y se introduce un nuevo criterio diferenciador: en los escritos del papa Juan se distingue entre teorías y corrientes, entre ideologías

53 Cf I. SOTELO, O.C., 110SS. 54 Cf PABLO VI, Octogésima adveniens 31. 55 Cf pp 90ss.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 511

y movimientos históricos y "sistemas concretos". Con la sutileza que le es propia, Pablo VI matizará extraordinariamente su juicio sobre las corrientes socialistas y marxistas actuales (OA 31-32), estableciendo distancias entre los socialismos del llamado mundo libre y el marxismo, lo que le permite brindar preciosos y precisos criterios para discernir la moralidad de las opciones concretas y los niveles de colaboración entre cristianos y socialistas. Juan Pablo II usará una terminología un tanto diversa: distingue entre "teoría" y "tejido de vida socio-económica"; en sus escritos parece que al socialismo le atribuye como teoría subyacente la ideología del marxismo propia de los países del Este.

Por otra parte, recordemos que el magisterio aprueba o condena el contenido doctrinal de las ideologías y movimientos. Con la particularidad de que un mismo movimiento puede ser conocido bajo el mismo rótulo durante un período más o menos largo de tiempo y, a la vez, puede haber cambiado sustancialmente de contenido. Es decir, "el juicio de la Iglesia expresado en un momento histórico no puede extenderse sin más a otras épocas".

Primer período: indefinición y condena, desde Pío IX a la Divi-ni Redemptoris, de Pío XI. En los documentos de esta época no se distigue entre comunismo y socialismo. A los dos se los considera partes integrantes de las fuerzas culturales y sociales que combaten, en secreto o abiertamente, a la Iglesia, a la religión, los principios morales y algunos principios del derecho natural (el derecho de propiedad, la autoridad legítima, etc.). Las medidas sugeridas tienen como objetivo paliar la situación desastrosa de los trabajadores (la célebre "cuestión obrera" o "cuestión social") bajo los efectos de la revolución industrial. Entre las numerosas producciones, destacamos las más significativas.

1) La primera alusión explícita al socialismo o al comunismo en un documento pontificio se debe a Pío IX, autor de la encíclica Qui pluribus (9-11-1846). Al esbozar las directrices de su actuación, manifiesta su disconformidad con ciertas ideas radicales de su tiempo, entre las que menciona "esa doctrina abominable y más que ninguna otra contraria al derecho natural del llamado comunismo, que, de ser admitida, acabará por destruir desde sus cimientos los derechos, los bienes y las propiedades de todos, e incluso de la misma sociedad humana" (n 5). También en la encíclica Quanta cura y en el Syllabus (8-12-1864), al condenar los errores de la época en materia social, política y religiosa, se incluye "el funestísimo error del comunismo y socialismo". Por tanto, la rotunda condena de Pío IX de las diversas corrientes socialistas y marxistas tiene que ser contextualizada en el marco de la repulsa de las sectas y grupos revolucionarios y declaradamente enemigos de la Iglesia y la religión.

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2) De las encíclicas de León XIII (1878-1903) que se ocupan del socialismo marxista hay que resaltar la Rerum novarum (15-5-1891), pues toda la primera parte está dedicada a criticar la falsa solución socialista al problema obrero (lucha de clases, abolición de la propiedad privada, estatalismo). De modo sistemático y en tono polémico rechaza cada uno de los aspectos del sistema desde el punto de vista del propio obrero, del ser humano en general, de la familia y la colectividad. Por último, expone los derechos y deberes de patronos y obreros, que han de esforzarse por armonizar sus mutuos intereses.

3) Después de un tiempo de inquietud y confusión (pontificados de Pío X [1903-1914] y Benedicto XV [1914-1922]), en que los papas no se ocupan del socialismo creciente, Pío XI aborda de lleno el problema en la famosa encíclica Quadragesimo anno (15-5-1931). El papa hace notar que el antiguo movimiento socialista se ha dividido ya en dos bloques no sólo diferentes, sino incluso opuestos, aunque los fundamentos de uno y otro siguen siendo anticristianos: el comunismo (bloque violento y radical) y el socialismo (bloque más moderado, que parece acercarse a los postulados de la tradición cristiana). Por eso se arguye que quienes persiguen sólo los objetivos del socialismo moderado "no tienen por qué afiliarse a este sistema", aunque recuerda que "socialismo religioso y socialismo cristiano implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista". Una especial advertencia respecto al "socialismo educador": "Tengan presentes todos que el padre de este socialismo educador es el liberalismo, y su heredero, el bolchevismo" (números 111-126).

Segundo período: Convivencia y mano tendida, desde la Divini Redemptoris, de Pío XI (19-3-1937), al final del pontificado de Pío XII (1939-1958).

1) La citada encíclica de Pío XI marca un hito, porque ofrece un análisis global del marxismo en sus raíces filosóficas, y se ocupa del comunismo o "socialismo soviético" como algo distinto y contrapuesto al socialismo. Se publicó pocos días después de la Mit brennender Sorge (14 de marzo), contra el nazismo, y unos días antes de la carta Nos es muy conocida, sobre la situación religiosa de México (28 de marzo). En la DR se expone la base ideológica y las causas de la expansión comunista con amplitud y profundidad, para acabar con un juicio muy severo sobre "un tal sistema, anticuado ya hace mucho tiempo en el terreno científico, desmentido por la realidad de los hechos" (n 15): "El comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún terreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana" (n 58; cf 14).

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 513

2) Pío XII no escribió encíclicas sobre el tema, tal vez a causa de la situación que atravesaba el mundo en su tiempo; pero en sus célebres radiomensajes de Navidad, especialmente, abordó directa o indirectamente la problemática. Hay que recordar el ra-diomensaje de Navidad de 1942, por su singular trascendencia. En él reafirma que, "movida siempre por motivos religiosos, la Iglesia ha condenado los varios sistemas del socialismo marxista y los condena también hoy" (n 23), a la vez que presenta cinco piedras miliarias para un camino liberador: la persona humana, lo social y la familia, el trabajo, el orden jurídico y la idea del Estado (nn 32-41). Y ante 25.000 obreros italianos advierte (13-7-1943): "De hecho, bien veis que el pueblo trabajador permanece atado, subyugado y uncido a la fuerza del capitalismo del Estado, el cual somete y oprime a todos, así a las familias como a las conciencias, y transforma a los obreros en una gigantesca máquina de trabajo" (n 5). Con claridad meridiana se pronuncia en el radiomensaje de la Navidad de 1955: una vez más "rechazamos el comunismo como sistema social, fundados en la doctrina cristiana, y hemos de afirmar específicamente los fundamentos del derecho natural. Por la misma razón rechazamos también la opinión de que el cristiano deba ver hoy el comunismo como un fenómeno o una etapa en la evolución histórica, casi como un necesario 'momento' evolutivo de la misma y, por lo tanto, aceptarlo casi como decretado por la Providencia divina" (n 9).

Tercer período: Etapa de diálogo. Esta actitud, apoyada en un discernimiento más lúcido y equilibrado de los aspectos positivos y negativos del sistema, fue posible por una serie de factores convergentes56.

Evolución del socialismo, que adquiere nuevos rasgos profundamente significativos: tendencia a reducirse a un proyecto socioeconómico y político; severa crítica de los modelos existentes en los países comunistas; aceptación por algunos partidos comunistas occidentales de la "vía democrática hacia el socialismo"; abandono de algunas tesis y objetivos tradicionales; tendencia creciente a equiparar el socialismo en libertad con la realización de la democracia integral.

Evolución de la crítica al capitalismo, que ahora procede también de sectores intelectuales católicos, aunque desde perspectivas diferentes. La concienciación progresiva de los países del tercer mundo, que empiezan a considerar el subdesarrollo como el reverso opresor inevitable de la opulencia de las metrópolis capita-

56 Cf R. BFXDA.LA Iglesia ante el socialismo, en "IgVi" 89/90 (1980) 455-460; J. M. ROVIRA BELLOSO, O.C, 523SS.

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listas, ha constituido una provocación para el Occidente cristiano, porque lo consideran responsable de su situación de despojo y dependencia.

Profundización de la conciencia eclesial, que se identifica como Iglesia de los pobres y en cuyo seno están emergiendo minorías dispuestas a optar por los pobres y a participar en el proceso de liberación (movimientos especializados de acción católica, experiencia de los sacerdotes obreros, cristianos por ei socialismo, católicos militantes en partidos comunistas). En esta marcha con-cientizadora hay que destacar como momentos cumbre el concilio Vaticano II, Medellín, el tercer sínodo de obispos en 1971 y Puebla.

1) En la génesis de tal autoconciencia hay que conceder un lugar privilegiado a Juan XXIII, que muy pronto se percató de los signos de los tiempos y quiso celebrar el LXX aniversario de la RN con una encíclica, la Mater ei magistra (15-5-1961). En esta extraordinaria y famosa encíclica, Juan XXIII evoca la posición de Pío XI en la QA, y añade que "la oposición entre el comunismo y el cristianismo es radical"; en cuanto "al socialismo moderado", el papa afirma que "los católicos no pueden aprobar, en modo alguno, su doctrina" por varías y graves razones (n 34). Más adelante, aunque sin nombrarla de modo explícito, se refiere a la ideología comunista dentro de un contexto más amplio (nn 212 y 213), que abraza los sistemas de pensamiento y acción que siguen aferrados al inmanentismo. Por último, imparte algunas indicaciones sobre la colaboración entre cristianos y marxistas (n 239).

Dos años más tarde (11-4-1963), con la Pacem in tenis, Juan XXIII intenta iluminar los caminos de la paz e impulsa a los católicos a intervenir en la vida pública, armonizando la fe y la conducta práctica. Para el discernimiento de las correctas relaciones entre católicos y no católicos, el papa Juan brinda dos distinciones de gran alcance: primera, "importa distinguir siempre entre el error y el hombre que lo profesa" (n 158); segunda, "es también completamente necesario distinguir entre las teorías filosóficas falsas sobre la naturaleza, el origen, el fin del mundo y del hombre y las corrientes de carácter económico y social, cultural o político, aunque tales corrientes tengan su origen e impulso en tales teorías filosóficas" (n 159). Estos párrafos abrían, pues, las puertas al diálogo y la colaboración entre católicos y no católicos (también con los marxistas) dentro de un marco de prudentes criterios y cautelas (n 160).

2) En los documentos del concilio Vaticano II no se menciona explícitamente nunca la palabra "comunismo" ni sus equiva-

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 515

lentes "marxismo" o "socialismo". Cuando se alude a él, sólo en el marco de la Gaudium et spes, se hace sin nombrarlo de modo expreso. Las pocas citas referentes al tema se encuentran al abordar la cuestión del ateísmo y el orden económico, social y político de la sociedad.

Concretamente, al hablar del ateísmo en general (nn 19-21) hay un párrafo que apunta directa y explícitamente al marxismo ateo (n 20,2). Lógicamente, a él habrá que aplicar el juicio formulado sobre todas las formas de ateísmo conocidas: "La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza" (n 21,1). No obstante, se añade, la Iglesia "reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común" (n 21,6).

En el capítulo III, titulado "La vida económico-social", reco-, ge la reiterada condenación de los pontífices anteriores (n 65,2). En el capítulo IV, titulado "La vida en la comunidad política", reprueba en nombre de la humanidad todos los regímenes totalitarios (nn73,4; 74,5; 74,6).

A pesar de todo, los padres conciliares invitan a los católicos a entablar un diálogo abierto, sin excluir a nadie (n 92,4), y reconocen que a la Iglesia "le han sido de mucho provecho, y le pueden ser todavía de provecho, la oposición y aun la persecución de sus contrarios" (n 44).

3) Para la profundización y alargamiento de este diálogo es imprescindible acercarse a las enseñanzas de Pablo VI (1963-1978). Ya en su primera encíclica, Eclessiam suam, en que trató de sintetizar su pensamiento sobre la Iglesia y su diálogo con el mundo, al referirse a los posibles interlocutores, considera el coloquio de la Iglesia con el marxismo. Después de ofrecer una breve e indiscriminada descripción de la increencia (n 92), el papa se pronuncia sobre el fenómeno del ateísmo (n 93) y, apelando a sus predecesores y a cuantos aman de corazón los valores religiosos, condena "los sistemas ideológicos que niegan a Dios y oprimen a la Iglesia, sistemas frecuentemente identificados con regímenes económicos, sociales y políticos, y entre ellos, especialmente el comunismo ateo" (n 94). De ahí la dificultad del diálogo (nn 95-97), si bien Pablo VI no desesperaba que "estos movimientos puedan entablar un día con la Iglesia otro diálogo positivo, distinto de este presente de nuestra queja y de nuestro obligado lamento" (n 98).

Para comprender mejor el pensamiento y la actitud de este

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516 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

formidable y cada día más rehabilitado papa, contamos con la Octogésima adveniens (14-5-1971)57. Como la mejor recomendación es la lectura directa del texto, especialmente la segunda parte, nos limitamos a sugerir una especie de guía para su estudio:

Diversidad de situaciones en que se encuentran los cristianos en el mundo y la consiguiente dificultad de "proponer una palabra única y proponer una solución con valor universal". Por tanto, a las comunidades cristianas toca discernir las opciones y compromisos concretos en conformidad con los criterios clásicos del discernimiento cristiano (nn 3-4).

Rechazo de "los sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre", particularmente de la ideología marxista y de la liberal (nn 26-29).

Valoración de las distintas corrientes socialistas. Después de retomar literalmente la distinción acuñada por Juan XXIII entre teorías filosóficas falsas y movimientos históricos (n 30) y de llamar la atención sobre el peligro de adoptar una actitud excesivamente ingenua y acrítica ante el socialismo (n 31), Pablo VI señala que para "precisar el grado de compromiso que es lícito en cada caso" a los cristianos con estas corrientes es necesario tener en cuenta los siguientes criterios: 1) distinguir entre los diversos niveles de expresión del socialismo como ideología, como movimiento histórico y como aspiración generosa y búsqueda de una sociedad más justa; 2) la distinción de niveles no debe tender a considerarlos como completamente separados e independientes entre sí; 3) determinar la vinculación concreta que, según las circunstancias, existe entre los diversos niveles (n31).

La carta apostólica se ocupa también de las corrientes marxis-tas y de sus derivaciones concretas. Dado que "algunos establecen distinciones entre diversos niveles de expresión del marxismo" (n 32), se indican los siguientes: 1) el marxismo como práctica activa de la lucha de clases; 2) el marxismo como ejercicio colectivo del poder político y económico bajo la dirección.de un partido único; 3) el marxismo, esté o no en el poder, como ideología socialista basada en el materialismo histórico y en la negación de toda trascendencia; 4) el marxismo como "actividad científica , como un riguroso método de examen de la realidad social y política, como el vínculo racional y experimentado por la historia entre el conocimiento teórico y la práctica de la transformación revolucionaria" (n 33). No obstante, insiste encarecidamente: "Sería ciertamente ilusorio y peligroso llegar a olvidar el vínculo íntimo que los une (los diversos aspectos o niveles) radicalmente, aceptar los elementos del análisis marxista sin reco-

57 Un análisis más detallado de OA puede verse en J. L. GUTIÉRREZ GARCÍA, El magisterio social de Pablo VI, Cete, Madrid 1984, 25-33.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 517

nocer sus relaciones con la ideología, entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista sin prestar atención al tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que este proceso conduce" (n 34; paralelamente sobre el liberalismo, cf nn 35-36).

4) Para presentar el pensamiento de Juan Pablo 7/(1978) nos ceñiremos a su encíclica Laborem exercens (14-9-1981)5S. Al estudiar la "cuestión social" desde el punto clave del trabajo humano, el documento hace constante referencia al sistema colectivis-ta-marxista y al liberal-capitalista. Ante todo, hemos de recordar que también él admite la distinción entre ideologías y movimientos históricos, si bien con otros términos: distinción entre "teoría" y "tejido de vida socio-económica" (n 11,5). Otra advertencia: para LE la ideología subyacente al socialismo es el marxismo (nn 11,4; 14,2), es decir, el papa alude siempre al socialismo de los países del Este.

El juicio de Juan Pablo II sobre el marxismo se presenta de forma progresiva: 1) LE reprueba clara y rotundamente el materialismo dialéctico (n 13); 2) respecto al materialismo histórico, reconoce el conflicto real "entre el mundo del capital y el mundo del trabajo", pero no acepta la interpretación y la programación de la lucha de clases del marxismo (nn 11; 13,2; 20,3); 3) en cuanto al régimen colectivista, Juan Pablo II afirma que no basta la colectivización de la propiedad privada para garantizar su socialización (n 14, léase completo), es decir, no descalifica a priori el colectivismo, sino su expresión estatalizada y burocratizada. En resumen, la valoración de la ideología marxista no ofrece dudas: la Iglesia, dice Juan Pablo II, "se aparta radicalmente del programa del colectivismo, proclamado por el marxismo y realizado en diversos países del mundo" (n 14,2).

Parece necesario dejar constancia de una sospecha suficientemente fundada. Según LE, un sistema de socialización de los medios de producción en copropiedad de los trabajadores sería el sistema en que resultaría más fácil y radical la superación de la antinomia capital y trabajo. Tal sistema podría designarse como socialismo en libertad y de cogestión. Si se acepta esta explicación, cabe sostener que LE otorga gran libertad a los católicos, quizá la más amplia hasta el momento, en sus opciones políticas y económicas.

58 De especial interés la consulta de los números monográficos de revistas españolas sobre la encíclica: "Corintios XIII" 22 (1982); "FoSo" 146 (1982); "IgVi" 97/98 (1982); "SalTe" 70 (1982/1); cf "RivTeolMor" 52 (1982). I. Sotelo concluye su colaboración con esta frase: "A mí no me cabe duda que con estos y otros textos semejantes podría hacerse una lectura socialista de la encíclica LE, pero también me temo que. dada su radical e intencionada ambigüedad, quepan otras lecturas procapitalistas, más o menos neoliberales y corporativistas. Cada cual puede encontrar lo que busque" ("IgVi". número citado. 110).

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518 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

5) Orientaciones del magisterio episcopal. Como es absolutamente imposible reseñar ni resumir las enseñanzas recogidas en los documentos episcopales sobre el socialismo en sus distintas versiones, aludiremos sólo a un texto de la comisión episcopal francesa del mundo obrero, a las directrices del documento de Puebla y a las pistas señaladas por los obispos de las tres diócesis vascas y de Pamplona-Tudela.

He aquí el texto de los obispos franceses: "Actualmente lo que subsiste es una incompatibilidad entre la filosofía materialista y atea del marxismo y la fe cristiana; subsiste también una contradicción entre ciertas formas de acción revolucionaria y las exigencias evangélicas del amor. Pero comenzamos a darnos cuenta de que no existe incompatibilidad entre el evangelio y un sistema económico y político de tipo socialista, siempre que sean respetados los derechos fundamentales de la persona y las exigencias de una verdadera promoción colectiva de la humanidad, siempre que —igualmente— pueda expresarse la vocación sobrenatural del hombre"59.

En el documento de Puebla (1979), elaborado por la tercera conferencia del episcopado latinoamericano, el colectivismo mar-xista es presentado como una de las dos ideologías dominantes en aquel continente (n 418). En este sentido constituye una forma de humanismo cerrado por su profesión sistemática de un ateísmo militante (n 546) y su visión colectivista —casi mesiánica— del hombre (n 313). Consecuentemente, se la califica como "injusticia institucionalizada" (n 495), especie de idolatría de la riqueza en expresión colectiva (nn 497 y 543). Desde una perspectiva ética, se afirma que el marxismo implanta un sistema económico marcado por el pecado (n 92), que atenta contra la dignidad de la persona (n 550) e impone estructuras generadoras de injusticia (n 437). Con realismo, se enciende una luz roja para alertar sobre el serio peligro de caer en la misma trampa de los integristas, pretendiendo precisamente ser marxistas en nombre de la fe (n 561).

En la carta pastoral de la cuaresma de 1982, los obispos de las diócesis vascas y de la archidiócesis Pamplona-Tudela acentúan la actitud crítica que los creyentes han de mantener respecto al modelo "socialista", enfrentado al capitalista no sólo ideológicamente, sino también en el empeño de asegurar zonas de influencia económica, social y política a través de auténticos mecanismos de dominación. Esta actitud crítica debe tener especialmente en cuenta estos aspectos: 1) la unificación del poder político con el poder económico produce, por su propia naturaleza, una fuerte concentración de poder y el incontrol del poder acrecido; 2) hace

" R. BELDA, o.c, 465: cf los interesantes y lúcidos documentos de los obispos franceses en Marxismo y fe cristiana, PPC, Madrid 1977.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 519

su aparición una nueva clase dominante, la burocracia estatal; 3) la realización del modelo socio-económico del socialismo de Estado lleva a la supresión de los derechos y libertades públicas y al establecimiento de un régimen totalitario; 4) la dominación económica se convierte en una nueva forma de dominación cultural e ideológica, que dificulta particularmente el ejercicio privado y público de la libertad cultural y religiosa60.

5.4. Valoración desde la perspectiva ético-cristiana

Cualquier evaluación ética del marxismo reflejará inevitablemente la posición que se haya adoptado sobre los problemas siguientes: a) la moral marxista61; b) el ateísmo de Marx, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico62; c) el carácter científico de marxismo. Al margen de la respuesta y actitud tomada a este respecto, una conclusión se impone: Marx rechaza todas las éticas que arrancan de arriba (religiosas, racionalistas, huma-

60 Ser cristianos en la actual situación de crisis, PPC, Madrid 1982, 61-63. 61 Cf J. ENDRES. Marxismo (ética), en DETM 1407-1417; R. RINCÓN ORDUÑA.

Teología moral. Introducción crítica, Paulinas, Madrid 1980, 44-51; M. RADER. Etica y democracia. Verbo Divino, Estella 1975, 391-394.

Especialmente apasionante sería describir simplemente la evolución del marxismo desde el punto de vista ético. A pesar de las declaraciones retóricas de Marx, el problema de las relaciones entre el marxismo y la ética se plantean, después de su muerte, en un contexto positivista, cientifista y neokantiano. No era posible contentarse con la visión que del marxismo tenia la clase proletaria (una "filosofía consoladora") ante el fortalecimiento del capitalismo en abierta oposición con las profecías de los "textos sagrados". De ahí la constante y angustiosa pregunta: ¿Qué hacer para conquistar el socialismo? Y con esta pregunta por la praxis se encuentra necesariamente vinculado el problema de la ética. Pero "si el marxismo es simple ciencia, ¿de dónde y cómo su política, su praxis? ¿cómo deducir de los juicios de hecho juicios de valor?" Las respuestas se fueron decantando en una secuencia histórica, cuyas fases más relevantes podemos resumir con estos rótulos: el "kantismo marxistizado"; la "ética ortodoxa" (especie de darwinismo ético de Kautsky); el "marxismo kantianizado" (Bernstein y su "socialismo crítico"); el austromarxismo (versión revisada de la ética de Kant); la vuelta a Hegel, que implica la recuperación de la subjetividad y el problema de la legitimidad de la revolución como problema de la decisión moral (cf Lukács, Korsch. Gramsci, etc.). A partir de la III Internacional, por lo tocante a la filosofía y a la ética, los productos teóricos "suelen ser una exégesis sin imaginación de las tesis, importantes pero insuficientes, de Lenin en el mejor de los casos. En el peor, el canturreo devoto del último decreto de Stalin sobre la filosofía y la ética". Por eso se afirma que, desde ese momento, la antorcha pasa a los nuevos "revisionistas", a los "malditos" y excomulgados por todas las ortodoxias. El debate sigue, pues, abierto, aunque los términos del viejo problema se han remozado con nuevos nombres: cienticismo y teoría crítica.

62 R. AI.BERDI, El socialismo actual ante el hecho religioso, en "IgVi" 89/90 (1980) 431-452 (con bibl. actualizada). Como obra paradigmática, véase G. Gi-RARDI. Fe cristiana y materialismo histórico. Sigúeme, Salamanca 1978. Muy ponderadas y notables son las acotaciones de J. GÓMEZ CAFFARENA. La entraña humanista del cristianismo. DDB, Bilbao 1984. 291-294.

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nistas) y todas las que arrancan de abajo (evolucionistas, hedonis-tas). Él manantial y el fundamento del deber humano es el desarrollo de las fuerzas productivas, que constituyen el modo de producción, y la tendencia de la historia que marcha hacia la desintegración del capitalismo y el advenimiento de la sociedad comunista. La única cosa absoluta en la moral marxista, en la que el individuo no pasa de ser un eslabón de la especie, es su relatividad y su condición de moral de clase, porque "está absolutamente subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado" (Lenin).

No es necesario tener talante filosófico para descubrir una contradicción en el hecho de que Marx exija que el hombre ponga su conducta al servicio de la tendencia de la historia y del futuro. Esto sólo puede justificarse si se admite que dicha tendencia y futuro es mejor, más racional y más justo que el actual sistema; ahora bien, recordemos que Marx condena expresamente todo idealismo y socialismo moralista, al tiempo que la preeminencia de cualquier ideal nacido en la conciencia; por consiguiente, tenemos que afirmar virtualmente lo que explícitamente niega: la fecundidad de los ideales morales para justificar una tendencia histórica y un futuro63.

Como esta discusión nos llevaría muy lejos, descendamos al socialismo real, cuyo discernimiento ético ha de verificarse a la luz de los .principios del pensamiento social cristiano: valor fundamental de la dignidad de la persona humana, primacía del hombre sobre las cosas, prioridad del trabajo sobre el capital, inseparabilidad entre trabajo y capital.

La consideración del individuo en el sistema y su elevación a la condición de sujeto constituye un drama de sabor teológico en el pensamiento marxista, en abierta oposición con la moral humanista y personalista. Para ésta "el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social" (GS 63,1); todas las cosas, instituciones y sociedades son medios para lograr la realización, perfeccionamiento y la salvación del hombre concreto e histórico, constituyendo los derechos fundamentales de la persona el ingrediente imprescindible y básico del bien común.

Una fuerte reserva para la aceptación del socialismo radica en 63 Una cita un tanto larga pero enjundiosa: "¿Cómo negar que en esos confu

sos sueños, en su crítica juvenil de lo que él (Marx) llamaba las diversas alienaciones humanas, en los arrebatos de indignación moral de su madurez, en su llamada a la liberación y a la emancipación humana, no había sed de justicia..., afirmación de una dignidad universal del hombre, aspiración a una grandeza compartida, voluntad de resistir la arrogancia de burócratas mediocres, de capitalistas rapaces, de intelectuales ineptos, irritación y desconcierto ante fuerzas históricas de efectos terribles? Sed, afirmación, aspiración, voluntad, irritación y desconcierto: todo esto, sin embargo, no constituye un conjunto de 'buenas razones', sino indica, en todo caso, 'buenas intenciones'. Pero ¿quién le podrá negar a Marx, en medio de su confusión, las 'buenas intenciones'?" (V. PÉREZ DÍAZ. O.C. 171SS).

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 521

el dato de cómo es posible que florezca la libertad humana, sin la cual representa un sinsentido el deber, dentro del sistema determinista de Marx, base del materialismo histórico.

La colectivización plena de los medios de producción y la consiguiente concentración económica no parecen compatibles con la realización de una democracia económica, cultural, política, social e internacional, pues "si lo que son los individuos depende de las condiciones materiales de su producción (Marx), quien controla el modo en que se lleva a cabo la producción controla también la vida total de los individuos"64.

Por muchos esfuerzos circenses y piruetas que se ensayen, no se concibe la conciliación de la lucha de clases con la libertad solidaria y el alumbramiento de una sociedad fraternal.

Aunque existen aspectos comunes entre la concepción marxista y la concepción cristiana del trabajo, "es evidente que el materialismo, incluso en su forma dialéctica, no puede ofrecer a la reflexión sobre el trabajo humano bases suficientes y definitivas para que la primacía del hombre sobre el instrumento-capital, la primacía de la persona sobre las cosas, pueda encontrar en él una adecuada e irrefutable verificación y apoyo" (LE 13,4). En el materialismo dialéctico, e\ hombre no es "sujeto, centro y fin" de\ proceso de producción, sino que es considerado y tratado como mera "resultante" de las relaciones de producción predominantes en una determinada época.

En cuanto a la concepción del derecho de propiedad, la colectivización de ésta tanto en la fase socialista como, sobre todo, en la comunista resulta incompatible con la concepción ético-cristiana del derecho a la propiedad privada, subordinado al destino universal de los bienes y al derecho a su uso común, compatible con diversas formas de "auténtica socialización".

Para cerrar esta crítica tan detallada y severa, hemos de añadir que el juicio ético y la valoración cristiana pueden ser muy distintos cuando al socialismo se le da el sentido que encierra la expresión socialismo democrático o en libertad. "Así entendido, el socialismo no entraría en colisión con el cristianismo, sino que armonizaría con sus principios fundamentales. En la defensa de los derechos y fueros de la persona humana y del pueblo se pueden encontrar la doctrina social del cristianismo y la idea socialista: en la tarea de realizar la democracia económica, cultural, política, social e internacional" 65. Recordemos, no obstante, que son muchos los que defienden una incompatibilidad absoluta entre socialismo y libertad.

" B. JOSSA. citado por G. GATTI. O.C, 159S, nota 8. Sobre la interdependencia entre democracia política y democracia económica, cf M. MONZEL. Doctrina social II. Herder. Barcelona 1972, 583-589.

65 Cf R. BELDA. a.c, 466ss. En muchos documentos episcopales se usa ya la distinción "espúreo o falso socialismo" y "socialismo verdadero".

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522 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Esto explica que, aunque el socialismo nunca pudo lograr victorias decisivas y su historia está repleta de fracasos, abdicaciones y traiciones, sigue siendo una esperanza para la humanidad, ávida del logro de una revolución que ponga fin al orden establecido o de un proceso, aunque sea lento, capaz de hacer desaparecer paulatinamente las fuentes de la explotación y la injusticia. Por supuesto, también se tiene hoy claro que la victoria del socialismo no aparece como inevitable, y no existe una vía única e infalible que conduzca al socialismo.

CAPÍTULO 4

¿Tercera vía? Hacia la democracia económica

Hemos presentado de forma resumida pero desapasionada —a los lectores toca dictaminar en qué medida lo hemos logrado— las contradicciones del liberalismo económico y del socialismo en cuanto sistemas paradigmáticos, aunque sin poder descender a las múltiples y diversas modalidades de su realización histórica. A la vista de las conclusiones de los últimos capítulos, surge la pregunta ineludible: Las muchas, serias y alienantes contradicciones de cada uno de estos sistemas, ¿son connaturales y, por ende, insuperables mientras no se rompa con la lógica de los mismos? ¿Es posible transformarlos en sistemas más racionales y humanos?

La respuesta no es sencilla ni puede ser unívoca, porque supone no sólo la lectura de unos datos objetivos, sino también una opción de carácter ético que, como veremos, ha de hacerse dentro de un dilema concreto y bien preciso. Apostar por la no corregi-bilidad del capitalismo/socialismo parece conllevar necesariamente una opción por la única alternativa real, la socialista/capitalista. En el caso de que se decida uno por el rechazo de los dos sistemas, ¿con qué nos quedamos? ¿Con una tercera vía? ¿Con una economía ideal que surgiría automáticamente de la destrucción de los sistemas hoy imperantes?

De entrada, quiero transcribir una cita que puede parecer una provocación: "Si comparamos los principios de la doctrina social de la Iglesia con las teorías establecidas por dos filósofos —uno hace ciento diez años, el otro hace doscientos años— sobre el funcionamiento y desarrollo de la economía, hay una completa contradicción. Pero si comparamos los principios de la doctrina social católica con la economía tal como funciona en la realidad, la contradicción desaparece". Claro está que, aun en este segundo supuesto, el problema sigue desafiante: ¿Qué criterios racionales y éticos se pueden invocar para optar por uno u otro extremo del dilema?

La doctrina social de la Iglesia ha repetido incansable el ritor-

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524 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

nello: ni liberalismo económico ni socialismo marxista. ¿Qué sistema económico puede decirse conciliable y/o conforme con sus enseñanzas socio-económicas? Los católicos están divididos: unos se inclinan por un capitalismo "humanizado" o de rostro humano; otros optan por alguna de las formas del poliédrico socialismo de nuestros días; hay quienes, recuperando los ensueños de los anarquistas, trabajan a favor de una economía ideal emergente de las ruinas de los sistemas actuales. Es grande la confusión. Quizá sea bueno intentar ofrecer algunas pistas que puedan servir de orientación en un terreno tan minado y tan importante como el de la vida económica.

Para despejar el camino, comenzamos por gritar "fuera las terceras vías"1. Coherentemente, trataremos de legitimar que es preciso tomar una opción. Como botón de muestra, presentaremos algunas opciones concretas que pueden iluminar nuestra andadura. El estudio de los criterios ético-cristianos que nos llevan más allá del dilema de hierro (el "fraude del capitalismo cristiano" y el "mito del socialismo cristiano") nos permitirá diseñar el horizonte utópico de una irrenunciable democracia económica y ofrecer unas modestas conclusiones operativas.

1. Fuera las terceras vías

La expresión ya es de suyo ambigua, muy ambigua. Si con ella se quiere indicar un sistema radicalmente distinto del capitalista/socialista realmente existente, al menos como proyecto bien definido, sin duda hay que reconocer que se trata de una ilusión sin contenidos reales. Por eso la Iglesia católica no pretende, al menos hoy, alentar a través de sus enseñanzas sociales un sistema alternativo económico o un proyecto bien definido de sociedad.

No obstante, pueden encontrarse esbozos de esta vía, tanto en el ámbito de la economía de mercado como en el de la planifica-

1 Cf especialmente P. E. CHARBONEAU. Cristianismo, sociedad y revolución, Sigúeme, Salamanca 1969; G. B. GUZZETTI. El hombre y los bienes, Mensajero, Bilbao 1967 (segunda parte, 103ss); F. DOMÍNGUEZ DEL BRÍO, Capitalismo y socialismo, en Enciclopedia práctica de economía, III, Orbis, 1985, 143-158; E. HOERLER, Economía y doctrina social católica, Herder, Barcelona 1985, 113ss; A. C. PiGou. Socialismo y capitalismo comparados, Ariel, Barcelona 19826; E. M. UREÑA. El mito del cristianismo socialista, Unión Edit., Madrid 1981'; A. F. UTZ.Entre neoli-beralismo y neomarxismo. Filosofía de una vía media, Herder, Barcelona 1977; A A. W . , Ante el marxismo y el capitalismo, en particular A. KLOSE. ¿ES el capitalismo, para el cristiano, la alternativa al marxismo?, Herder, Barcelona 1984, 67ss; AA. VV.. Neomarxismo y orden económico pluralista, especialmente A. F. UTZ. El sentido del pluralismo en la sociedad libre y la tercera vía, Herder, Barcelona 1984, 65ss. Cf las obras de O. SIK, Argumentos para una tercera vía: ni capitalismo ni comunismo soviético, Dopesa, Barcelona 1975; ID. Autogestión en Checoslovaquia, Algorfa. 19712.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 525

da2. Más aún, se aducen intentos prácticos, como los de Chile y Checoslovaquia, sofocados por el imperialismo norteamericano y ruso, respectivamente. Aquí nos vamos a limitar a la mera alusión a los ensayos más sugestivos.

Ota Sik, que rechaza el capitalismo monopolístico y el socialismo soviético, propugna lo que él llama socialismo humano, en el que se conjuga la planificación con la economía de mercado. Como evaluación de esta ideología, por el momento podemos decir que combina los dos sistemas existentes, pero carece de una expresión real.

F. Arthur Utz, a su vez, propone un tercer camino como la vía media entre el liberalismo manchesteriano y la economía comunista planificada por un organismo central. La fundamenta-ción de este tercer camino se construye a partir del pensamiento social personalista, diferenciándose claramente, de modo esencial, tanto de la concepción liberal como de la concepción socialista del tercer camino. F. A. Utz ha estudiado seria y detenidamente los conceptos filosóficos fundamentales y los fundamentos político-económicos del nuevo orden económico-social-personalista.

Hay quienes, por el contrario, ante el hecho incuestionable de una cierta transformación ideológica del capitalismo (neolibera-lismo o neocapitalismo) y de la evolución del socialismo hacia planteamientos menos radicales (neomarxismo, socialismo de rostro humano, socialismo en libertad), piensan en la convergencia de ambos sistemas. Esta tesis de la convergencia sostiene que el capitalismo y el socialismo autoritario realmente existentes "continuarán pasando por un proceso de cambio que dará como resultado la tendencia de que los dos sistemas converjan o tengan cada vez mayores semejanzas, con características de algún tipo intermedio de sistema económico"3.

Con la expresión "tercera vía" entienden otros un conjunto de principios morales totalmente incompatibles con la realidad del capitalismo o del socialismo. Se proponen hacer saltar la lógica de uno y otro mediante la denuncia profética y el esfuerzo constante en orden a proyectar, experimentar, realizar y corregir incesantemente una alternativa ética a dichos sistemas. Entendiéndola en estos términos, quizá puede decirse que el cristianismo posee el

2 Bibliografía reciente y abundante sobre el tercer camino, sobre la teoría de la convergencia de los sistemas y sobre la reforma de éstos en A. F. UTZ. o.c, 196-202.

3 El trasfondo que permite comprender el impulso hacia la convergencia desde el socialismo lo ha expresado con fuerza J. Leclerc: "Los primeros socialistas eran liberales, formados en ambiente liberal, impregnados de la ideología liberal, que reaccionaban contra el liberalismo en algunos puntos, aquellos que habían dado origen a la crisis obrera" (Derechos y deberes del hombre, Herder, Barcelona 1967, 345). Sumamente sugestivas resultan las "vidas paralelas" de los fundadores del liberalismo económico y del socialismo científico que traza E. HOERLER. o.c, 102-104.

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secreto de esta tercera vía, si bien no se trata de un proyecto socio-económico cerrado ni de una fórmula o receta mágica, sino de una instancia abierta, crítica y renovadora.

En particular, P. E. Charboneau habla ampliamente del cristianismo como verdadera tercera posición, específicamente distinta de las tesis del capitalismo y de los principios marxistas. Esta tercera posición, a su juicio, tiene como base una filosofía espiritualista, es personalista y tiene en E. Mounier uno de sus más ardientes y vigorosos defensores. Reconoce y valora los peligros que entraña: en concreto, la posibilidad de convertirse en una escapatoria para quienes no quieren tomar ninguna posición; la coartada de los largos discursos y las bonitas ideas como pretexto para la inmovilidad; pretender buscar condiciones de salvación para el hombre sin preocuparse de los hombres. En consecuencia, es preciso evitar que la tercera posición se reduzca a una posición híbrida, tanto en lo que respecta al pensamiento como en lo referente a la acción. Más aún, como P. E. Charboneau se adhiere a los profetas que pronostican el "fenecimiento" del capitalismo, proclama que propiamente sólo restan dos posiciones: el cristianismo (vivido en sus dimensiones sociales) y el comunismo: las soluciones intermedias "no serán, como el individualismo y el capitalismo, más que una etapa del desarrollo del mundo moderno, conduciendo fatalmente al comunismo" (J. Daujat)4.

2. Opción inevitable: No optar supone haber tomado una opción

A pesar de todo, tengo la convicción de que las terceras vías no conducen a ninguna parte. Hay que tomar, pues, una opción. Las razones son varias y de peso: eludir la opción es ya una forma de optar, porque con nuestras pasividades y complicidades estamos colaborando con la alternativa que han elegido otros; escamotearla constituye una forma de evasión y atrincheramiento en un vago y narcisista perfeccionismo que se limita al deporte de la hueca denuncia; no es lícito rechazar el deber de la opción con la disculpa de que los dos sistemas se encuentran igualmente marcados por el pecado, ya que aun en este supuesto sigue vigente el deber de optar por el mal menor.

El hecho de que la opción sea ineludible, empero, no significa que sea indiferente, desde el punto de vista racional y ético, optar por uno u otro sistema de la alternativa. Habida cuenta de la trascendencia de la opción, ésta debe ser "atentamente pensada, desapasionadamente valorada, despiadadamente verificada y mantenida continuamente abierta a la revisión, a la crítica e in-

4 P. E. CHARBONEAU. O.C, 606SS; E. HOERLER. O.C. 144SS.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 527

cluso a su revocación,, siempre y cuando los hechos la muestren equivocada o incompatible con las exigencias éticas que la debieron motivar"5.

No se debe elegir, pues, al azar ni arbitrariamente ("cualun-quismo moral"), sino de forma responsable. Hoy por hoy, el cristiano y el no creyente se encuentran "ante dos grandes sistemas político- económicos de organización de la sociedad, cada uno de los cuales reclama para sí el honor de posibilitar objetivamente un avance hacia la realización de aquellos ideales morales de libertad y de justicia, a la vez que pretende dibujar al otro sistema como proclive a la esclavitud y a la opresión del hombre por el hombre".

No se trata de formular un juicio de valor sobre si la forma capitalista o socialista de producción es buena o mala, puesto que desde la perspectiva ética y cristiana, como hemos mostrado en los capítulos anteriores, una y otra son muy malas y reprobables; se trata simplemente de ofrecer una crítica comparativa de ambos sistemas desde el punto de vista ético-cristiano. Por lo demás, para que la comparación y la subsiguiente opción sean racionales y responsables habrá que poner mucho cuidado en los siguientes puntos:

— la identificación de los extremos de la alternativa6; — no hacer la opción "directamente desde las exigencias éti

cas del evangelio ni desde la teología, sino que tiene que estar precedida de un análisis estrictamente económico, político y socio-teórico del problema"7;

— evitar caer en la tentación de formular juicios de intenciones o de pronunciar sentencias descalificadoras acerca de quienes hayan tomado, consciente y responsablemente, una opción distinta;

— la sola finalidad legítima es buscar cuál de los dos sistemas generalizados brinda mayores posibilidades para organizar la

5 G. GATTI, Morale cristiana e realtá económica. LDC, Leumann-Torino 1981. 166. Sobre la inevitabilidad de la opción, parece hoy común la convicción que recoge E. M. Ureña: "En este momento no hay terceras vías realísticamente 'viables' ni la ciencia económica actual puede preverlas (lo que sí hay son diversos modelos de capitalismo y socialismo marxista). Y los cristianos tienen, de hecho, que optar por una forma de economía libre de mercado o por una socialista marxista, aunque todo posible modelo de ambas formas tenga muchos defectos. Empujar al cristiano hacia terceras vías me parece irreal y temeroso de enfrentarse con la cruda realidad" (o.c, 228). G. Girardi, a su vez, asevera: "Quien no es cristiano a favor del socialismo es, objetivamente, quiéralo o no, cristiano a favor del capitalismo" (Cristianos por el socialismo, Laia, Barcelona 1977, 146).

6 La comparación debe hacerse desde el plano utópico o real de uno y otro sistema, pero nunca es honesto establecer la comparación entre el capitalismo real y el socialismo utópico, o viceversa. Cf E. M. UREÑA. O.C.

7 Ib, 25, 193 y passim.

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528 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

economía al servicio del hombre integralmente considerado y se presta a evitar o remediar la crisis económica;

— los criterios éticos para la comparación han de ser inducidos desde dentro y a partir de la misma economía.

3. Breve muestreo de opciones en pro de uno u otro sistema

Para que todo lo dicho quede aclarado con algunos ejemplos, despliego una sintética gama de opciones que encarnan aspectos muy positivos, pero que considero insuficientes por uno u otro motivo, como se desprenderá de la misma exposición.

3.1. La opción de M. Ureña

Desde luego, una de las posiciones más lúcidas y elaboradas es la de E. MARTÍNEZ UREÑA8 . Ante todo establece el criterio de moralidad (luego lo desdobla en dos), válido para la comparación crítica entre el capitalismo histórico desarrollado y el socialismo real también desarrollado: "En una situación histórica determinada es éticamente superior aquel sistema económico que contribuye más al progreso humano en su doble dimensión técnica y política".

En un segundo momento, desarrolla cuidadosamente la comparación crítica entre los dos sistemas-modelo y llega a las conclusiones siguientes: 1) Desde un punto de vista estrictamente teológico, los cristianos pueden optar por una organización socialista marxista de la actividad económica o por una de economía de mercado, porque "un modelo económico socialista es, en principio, tan admisible para los cristianos como un modelo de economía de mercado"; 2) El autor llega en su obra a la conclusión de que "actualmente es objetivamente preferible el intento de mejorar la economía de mercado libre que el intento de una alternativa socialista", y cree "haber mostrado que ésta es también- la opción que deberían tomar objetivamente los cristianos"; 3) Cuando

8 Ib, passim. En El neoclericalismo de izquierda dice rotundamente: "Yo en ningún sitio de mi libro (se refiere a El mito...) he hablado de opción o consejo por el capitalismo de hecho existente". Se pronuncia por "mejorar la economía de mercado libre" (p 197), por una "mejora paulatina de la economía de mercado" (p 191). en favor de "promover reformas dentro del sistema de economía de mercado", y habla de "opción concreta por reformas dentro de la economía de mercado" (229). En definitiva, continúa E. M. Ureña, el consejo o la opción es, en primer término, siempre por reformas o por mejoras y, sólo en segundo término, por reformas dentro del capitalismo, en vez de intentar una alternativa socialista marxista" (El neoclericalismo de izquierda. Unión Ed., Madnd 1984, 36s). El libri-to es réplica a la crítica poco afortunada de .T. I. GONZÁLEZ FAUS, El engaño de un capitalismo aceptable. Sal Terrae, Santander 1983.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 529

se trate de un determinado país subdesarrollado bajo un régimen de gran represión y fuerte explotación, "cabe la posibilidad de optar por la implantación revolucionaria de un socialismo". Y añade con un oportuno toque de realismo: "En todo caso hay que evitar la ilusión de que la buena voluntad es suficiente para implantar un 'socialismo democrático'".

3.2. Opciones cristianas progresistas

A partir de la segunda guerra mundial, una minoría importante de cristianos, cada día en aumento, se van identificando como socialistas, teniendo su opción sentido y prácticas muy diversas9. He aquí algunas bien significativas.

a) La opción de cristianos por el socialismo. En su punto de partida, "está una opción práctica por un proyecto histórico, el socialismo (aunque son) conscientes, sin embargo, de que muchas de las realizaciones históricas que hacen suyo este nombre son para nosotros incompatibles y desvirtuadoras del mismo ideal socialista"10. La opción no obedece a las leyes de la historia ni es sólo fruto de imperativos éticos de justicia; se apoya en el Dios de Jesús como el Dios de los pobres. Ahora bien, como tal opción ha de ser crítica y contextualizarse dentro de una tradición histórica y en una sociedad estructurada en clases, "la opción por los pobres tiene entonces un camino de verificación en la opción de clase" e implica, en la mayoría de los casos, un serio encuentro con el marxismo, por ser éste "la teoría de la sociedad hecha desde una opción por los oprimidos y que inspira a la inmensa mayoría de sus proyectos políticos"11.

Los CPS reivindican con fuerza el pluralismo en la Iglesia porque de la fe y el evangelio no se deriva una opción concreta y obligatoria para los cristianos en el terreno socio-político; pero afirmaciones suyas son también las siguientes: "Hemos visto en el marxismo no sólo una mediación histórica que concretiza nuestro compromiso político. Hemos dicho además que la principal aspiración de nuestra opción socialista pasa por el marxismo". Como el marxismo lo entienden de forma abierta y no dogmática, respetan "a quienes en CPS y fuera de él encuentran en el marxismo

9 R. BELDA. La Iglesia ante el socialismo, en "IgVi" 89/90 (1980) 455-457. 10 Cristianos por el socialismo en 1980. Laia, Barcelona 1980, 12. Sobre CPS.

cf A. FIERRO-REYES MATE. Cristianos por el socialismo. Documentación. Verbo Divino, Estella 1975; P. RICHARD. Cristianos por el sociaismo (Historia y documentación), Sigúeme, Salamanca 1976; bibliografía muy completa en X. PIKAZA, Evangelio de Jesús y praxis marxista. Marova, Madrid 1977; J. GÓMEZ CAFFA-RENA. La entraña humanista del cristianismo. DDB, Bilbao 1984, 298-306.

" Cristianos por el socialismo en 1980, o.c, 36.

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530 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

dificultades, a veces insalvables, para articularlo con su concepción cristiana de la fe"12.

b) La opción desde la teología de la liberación11. No es fácil hacer una síntesis, porque son múltiples y distintas las corrientes y tendencias dentro de tal teología. Por otra parte, incluso varían las posiciones de quienes militan dentro de una misma tendencia. Parece conveniente, pues, recordar las palabras de Leonardo Boff: "La real novedad de la teología de la liberación consiste en la elaboración de un discurso riguroso sobre lo teológico presente en las liberaciones socio-económicas. Se trata, por consiguiente, de un discurso teológico regional, sobre una región de la realidad, bien delimitada, la socio-económica" H. La novedad y la creatividad de la llamada "teología de la liberación" regional, que tiene que hablar teológicamente sobre unas materias que in recto no son teológicas, podrá residir en el esfuerzo por transformar esta materia de suyo profana en materia teológica. En este sentido, el teólogo de la liberación ha hecho una opción previa política, ética y evangélica "por ver la realidad (social) a partir de los pobres, analizar los procesos en interés de los pobres y actuar en la liberación junto con los pobres". Pero esta opción por los pobres no garantiza por sí misma un análisis correcto de la realidad social. Dada la definición del lugar y la determinación del motivo por el que se hace el análisis, según L. Boff, el análisis dialéctico es el análisis correcto, es decir, propugna "una utilización no servil del instrumental analítico que ha elaborado la tradición marxista..., desvinculado de sus presupuestos filosóficos"".

Para concretar más este punto podrían servir los dos criterios que este autor recoge con vistas a orientar el compromiso de los laicos en un determinado partido. En virtud de la opción preferencia! de la Iglesia por los pobres (Puebla 1166-1205) y por la

12 Ib, 60s. 13 La bibliografía prácticamente es inabarcable. Remitimos, pues, a la presen

tación y reseña bibliográfica casi exhaustiva de J. RAMOS REGIDOR. Jesús y el despenar de los oprimidos. Sigúeme, Salamanca 1984; J. LoiS. Liberación (Teología de la), en DETM 1391-1405; cf también los números monográficos "IgVi" 116/117 (1985), Teología de la liberación. Nuevas aportaciones: "MiAb" (1985/1). ¿Proceso a la teología de la liberación?: "SalTe" 73 (1985/2), Teología de la liberación: ¿Hacia un "cambio de tercio"? Para la ética cf E. DUSSÉL. Para una ética de la liberación latinoamericana, Buenos Aires 1973; "Moralia" IV (1982/1-2), América Latina, problema moral: "Concilium" 192 (1984), La ética ante el desafio de la liberación. Véase especialmente CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Algunos aspectos de la teología de la liberación (ITL), PPC, Madrid 19842(la edición contiene algunos otros documentos). Desde la perspectiva ética, es indispensable la lectura de CL. BOFF. Teología de lo político. Sigúeme, Salamanca 1980; G. Gl-RARDI. Etica liberadora e identidad cristiana, en "MiAb" 1985/4.39-54.

14 Cl. BoFF-L. BOFF. Libertad y liberación. Sigúeme, Salamanca 1982 69' cf 134ss. ' '

,s Ib. 75-76.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 531

liberación integral (Ib, 470-506), los laicos habrán de juzgar cuál de los partidos (o sistemas económicos) favorece más a los pobres y propicia una liberación más integral16.

Considero altamente positivo que algunos teólogos de la liberación insistan en que "no es la reflexión teológica la que debe decir algo sobre la validez científica de una categoría de la teoría social y del método de análisis"17. Parigualmente valoro que se evite "caer en concordismos fáciles identificando la categoría científica de clase en el concepto bíblico de pobre" l8. Desde estas premisas se puede comprender que algunos no vean otra línea de análisis científico serio para interpretar la realidad y luchar por cambiarla que el marxismo, puesto que éste rechaza también glo-balmente el "sistema capitalista inhumano, que se traduce en dominación-opresión, violencia institucionalizada, economía dependiente, imperialismo, etc." "

El lector se apercibirá en seguida de que no he pretendido ofrecer un prontuario de la teología de la liberación y, mucho menos, enjuiciarla. Sólo he tratado, a partir de la postura de uno de sus insignes y destacados corifeos, de ilustrar una de las formas en que se puede plantear y resolver el dilema de la opción por uno u otro de los sistemas económicos.

c) La opción desde el proyecto "agápe"20. He de confesar que la vida y la obra de hombres como J. Martín Palma constituyen una bocanada de oxígeno purificador y reanimante para cualquiera que profese de lector y, sobre todo, de cristiano creyente y practicante. El autor descarta los compromisos irénicos, llenos de buena voluntad, pero algo turbios y confusos, que se manifiestan en "la postura de los cristianos para el socialismo o de los teólogos de la liberación progresistas en lo doctrinal cristiano porque lo son en lo socio-económico", así como "en la postura del euro-comunismo y todos los revisionismos marxistas" (pp 54-55). Con idéntica energía y convicción afirma: desde un cristianismo conservador, "los objetivos socio-económicos a que apunta el marxismo pueden ser perseguidos con igual intensidad y no menos fuerza que lo hace el marxismo mismo" (p 55). Y desde esta óptica y postura, tras hacer una crítica amplia y profunda de las vo-

16 L. BOFF. Iglesia, carisma y poder, Sal Terrae, Santander 1984, 61-62. 17 A. ARROYO, "¿Opción de clase en un cristiano?", en Fe, justicia y opción por

los oprimidos. Desclée, Bilbao 1980, 108. Pero se deben tener en cuenta las indicaciones de la ITEL VII, 36ss; cf la famosa carta dei P. Pedro Arrupe sobre el significado del análisis marxista en 1980, publicada en numerosas ocasiones (cf "Ecclesia").

18 A. ARROYO, O.C, 108; cf ITL IX, esp. 10; J. RAMOS REGIDOR, o.c. 265ss. " A. ZENTENO, "Cristianos-marxistas: Opción por los oprimidos", en Fe. jus

ticia y.... o.c, 87; cf J RAMOS REGIDOR, O.C, 221SS. 20 J. MARTÍN PALMA, Teología radical de la liberación, Atenas, Ma

drid 1985.

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532 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

luntades pseudoliberadoras (pp 91-139), elabora un abocetado "proyecto de liberación cristiana" (pp 141-190).

Martín Palma justifica, ante todo, los principios de una verdadera revolución socio-económica: a) Suspensión de las notables disparidades en la propiedad privada, declarándose partidario del derecho de propiedad, pero con muchas más limitaciones de las que suponen los manuales clásicos; 2) La elección del trabajo ha de ser libre, según capacidades y gustos del sujeto que trabaja ("el trabajo laborioso ha de convertirse en ocioso"); 3) Los ingresos a percibir por cada ciudadano se han de ajustar exclusivamente a sus necesidades.

Los objetivos de la revolución económica son igualdad, fraternidad y libertad. Y el teólogo granadino propone y analiza, en líneas generales, la estrategia a seguir para vencer las resistencias que impiden la revolución social, concretando que la violencia física "no es un instrumento inequívocamente cristiano". El autor es bien consciente de que ha escrito "un libro desconcertante para economistas y para políticos" y ha diseñado un "proyecto utópico", ya que propone "el modelo de sociedad cristiana en su último estadio". No es posible sintonizar con la revolución social propugnada si no se ha "meditado antes y asimilado el tema de la caridad cristiana".

Sin acudir a mediaciones, Martín Palma se siente interpelado, ante la injusticia social y el hecho de la pobreza, por el amor de caridad, que bíblicamente se llama agápe y urge de suyo la liberación cristiana. Su táctica y estrategia es muy distinta de la de los políticos. Ejerciendo de cristiano, "primero propone sus utopías e ideales, y luego desde ellos trata de ver hasta dónde se puede llegar en la realización".

4. Más allá del "fraude del capitalismo cristiano" y del "mito del socialismo cristiano"

Después del muestreo ofrecido, esperemos que cada vez se clarifique más y se extienda la convicción de que el cristiano debería fundamentar objetivamente su opción por una mejora de la economía de mercado o por una alternativa socialista sólo "desde una reflexión teológica concreta que haya incorporado constitutivamente discursos disciplinariamente económicos y socio-políticos"21.

Aquí y ahora nos hemos de contentar con el despliegue de una serie de criterios que nos parecen indispensables si se desea

21 M. MOLINA IBÁÑEZ. Capitalismo y socialismo. Economía y espacio. Cincel, Madrid 1984, 79s.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 533

hacer una opción consciente y lúcidamente responsable en este campo de la transformación de la economía.

4.1. Inhumanismo e irracionalidad

Un profundo grado de inhumanismo e irracionalidad que impregna a las sociedades en que se encuentran implantados el capitalismo histórico y el socialismo real; pero no sólo a nivel de experiencias, sino también de teoría, siendo de interés subrayar los puntos de convergencia entre una y otra forma de producción.

El capitalismo y el socialismo se oponen al cristianismo y a las enseñanzas sociales de la Iglesia. Es notorio que la moral bíblico-cristiana se resume en el amor a Dios y al prójimo, que debe manifestarse a través de la justicia y la equidad, extenderse hasta la persona del enemigo y solidarizarse, en opción preferencial, con todos los que están en necesidad; la ley básica del capitalismo liberal es la de la competencia y el afán del máximo lucro como motor del progreso, y el socialismo científico decreta que el odio y la lucha de clases es el fundamento del progreso, a par que el motor de la historia.

Tanto el capitalismo liberal como el socialismo científico tienen una matriz economicista y materialista, que se enraiza, en último término, en el talante deshumanizador de la antropología que subyace a sus concepciones teóricas, a pesar de las relecturas "cálidas" y "éticas" que hoy se ensayan. Quizá la mayor originalidad y lucidez de Juan Pablo II resida en haber presentado el economicismo y el materialismo como el caldo de cultivo de los dos sistemas (LE 13).

Hay quienes, ante la confrontación detallada entre ambas teorías y sus realizaciones históricas, se preguntan si las teorías del liberalismo económico y del socialismo marxista son realmente científicas, llegando a la conclusión de que no hay oposición entre ciencia y fe, sino entre dos no-ciencias (ideologías) y la fe cristiana22.

4.2. ¿Solución cristiana?

La Iglesia no puede ni debe proponer una "solución cristiana" como modelo entre capitalismo y socialismo. He aquí las razones que legitiman afirmación tan rotunda:

El mensaje evangélico (teoría y práctica de Jesús de Naza-ret) no ofrece soluciones concretas para los problemas socioeconómicos, por lo que cabe un pluralismo de sistemas.

Cf E. HOERLER. o.C, 146-151.

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534 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBFRTAD

La opción por una imaginable "tercera vía" o por la mejora de uno u otro de los modelos socio-económicos existentes sólo puede fundamentarse desde la perspectiva teológica cuando al discurso estrictamente teológico se le incorpora el discurso científico (en nuestro caso, el análisis económico y socio-teórico). Por lo tanto, la opción ante la alternativa economía libre de mercado/ socialismo marxista estará fuertemente condicionada por la objetividad y cientificidad del análisis.

El pensamiento social cristiano-católico ofrece una clave antropológica y ética, unas verdades ético-bíblicas, que exigen ser encarnadas estructuralmente en proyectos socio-económicos y funcionan como criterios valorativos y orientativos de los sistemas vigentes al Este y al Oeste, al Norte y al Sur. Este servicio será cada vez más plausible y relevante cuanto más se mueva en el plano crítico-profético, dejando de lado el plano normativo y promoviendo lo utópico latente en las ideologías y movimientos, en consonancia con la actitud oficialmente trazada por la Octogésima adveniens, de Pablo VI. La tarea del teólogo moral "no consiste tanto en formular un juicio moral sobre el sistema cuanto más bien en ponerse al lado de otros expertos (historiadores, poli-tólogos, economistas, sociólogos, psicólogos, antropólogos, etc.) y operadores sociales y políticos, a fin de esbozar y poner continuamente al día un análisis de la situación político-cultural que permita señalar algunos valores o contravalores que más repercutan en un determinado contexto, y proponer y sostener, en cuanto le es posible y depende de él, una acción educativa a medio y largo plazo para formar operadores responsables, dotados de una profunda sensibilidad al cambio y decididos a transformar, en términos políticos, las estructuras y las situaciones de injusticia, de explotación, de subordinación secular"23.

El cristiano, al igual que el no creyente, debe personalmente hacer su opción de modo consciente y responsable, situándose en la perspectiva utópica de los valores humanistas y evangélicos anunciados por la Iglesia.

Muchos pensarán que el camino andado hasta ahora, en orden a esclarecer y discernir la opción socio-económica, es inútil y sin salida. No nos duelen prendas en reconocerlo, porque somos conscientes de que situarnos en esta posición y perspectiva "es, en primer lugar, afirmar que conocemos con bastante claridad lo que no queremos; pero, en segundo y tercer lugar, es también conocer que no sabemos muy bien qué es a lo que aspiramos en concreto (además de que ni siquiera estamos seguros de que ello sea posible) y que apenas sabemos nada de las formas de conseguirlo"2i. No obstante, parece legítimo y necesario seguir avanzando.

2J A. ELLENA. Economía, en DTI I, 319s. 24 M. GARCÍA. La autogestión, ¿por qué?, en "FoSo" 144 (1981) 368.

IOS SISTI-MAS liC'ONOMIC'OS 535

5. Un modelo más coherente con el evangelio: Hacia la democracia económica

Frente a la "utopía liberal", que desde los orígenes tuvo la habilidad de presentarse como "fundada científicamente", y la "utopía socialista", proclive a degenerar en creencias místicas y sectarias, pero a la que Marx dio posteriormente una versión científica25, ha sonado ya la hora de que creyentes y no creyentes asumamos nuestras responsabilidades y optemos por un modelo humanizador de las relaciones económicas. No se trata de ninguna "tercera vía", quede esto bien claro. Entre el voluntarismo ético, el fatalismo revolucionario y la "pura" profecía, proponemos una meta utópica capaz de alumbrar una realidad distinta de las contradicciones actuales y de las posibilidades de transformación que el presente encierra.

Proyectos de economía en clave cristiana se pueden encontrar en algunos tratados recientes de teología moral26. Aquí sólo queremos indicar los valores del modelo de sociedad en que ha de realizarse una organización económica al servicio del hombre y abierta a una democracia económica. La convivencia civil, como proclamara Juan XXIII, sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad de la persona humana si se funda en la verdad, en la justicia, en el amor y en la libertad27. Traduciéndolo al ámbito de las relaciones de producción, los pilares de todo modelo verdaderamente humano son la socialización, la responsabilidad, la libertad y la solidaridad28. Por supuesto, tales logros implican la realización estructural de los objetivos propuestos expresa y encarecidamente por Juan Pablo II: primacía del hombre sobre las cosas, prioridad del trabajo sobre el capital, superación de la antinomia trabajo/capital29.

Lejos de ejercer de profetas, la apuesta por la democracia económica, transida del optimismo crítico de la esperanza, puede adelantar algunas propuestas provisionales cuya aceptación ma-yoritaria favorecería grandemente la creación de un futuro más humano, y una aproximación a la utopía, sobre todo si se parte

25 Cf M. BFAUD. Historia del capitalismo, Ariel, Barcelona 1984, 109ss. 26 "El cristianismo no tiene la fórmula alternativa que permita salir del impas

se, porque una gran parte de tal fórmula habrá de constar de complejas técnicas socio-económicas y políticas, que son de competencia estrictamente científica. Pero tiene algo que decir y aportar, porque precisamente en la base de cualquier fórmula necesariamente han de operar ideales humanísticos, al menos los utope-mas de libertad e igualdad" (J. GÓMEZ CAFFARENA, o.c, 296).

27 Cf encíclica Pacem in tenis, 35. 28 Cf carta pastoral Ser cristianos en la actual situación de crisis, PPC. Madrid

1982, 63ss. 29 Cf esp. Laborem exercens, n. 12, 14 y passim.

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536 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de un capitalismo con rostro humano o de un socialismo democrático.

Las líneas fundamentales de un modelo a escala de hombre exige al menos estos postulados:

a) La economía deberá concebirse asentada en una planificación democrática.

b) La planificación democrática conlleva la presencia operante de todos los grupos sociales en su elaboración, ejecución y control.

c) La propiedad de los medios de producción estará sujeta a un estatuto jurídico con diversas modalidades, de acuerdo con su importancia para los objetivos comunitarios, las posibilidades que ofrezca a la socialización y la necesidad de potenciar la iniciativa de los individuos y los grupos.

d) La participación del pueblo en la vida económica como sujeto y protagonista requiere una información suficiente de los datos más importantes; una representación de las posibles variantes con los sacrificios que implican; un proyecto de vida capaz de aunar voluntades y promover responsabilidades, venciendo las resistencias del individualismo consumista30.

5.1. "Utopismo practicón": ¿Desde dónde comenzar la larga marcha?

A la altura de nuestro discurso está ya claro que vivimos en un mundo y en una sociedad donde los conflictos económicos y los enfrentamientos entre grupos sociales y pueblos forman la estructura de la historia. Puesto que, según ha quedado claro, no hay alternativa, la única solución es intentar vencer la irracionalidad, inhumanidad e injusticia del sistema socio-económico en que vivimos, sistema que no hemos elegido, sino que se nos ha impuesto al nacer. El compromiso no se limita, sin embargo, a la retórica apelación de los imperativos morales. Es preciso analizar los mecanismos que producen las situaciones consideradas intolerables desde el punto de vista de los "pobres" o desde las exigencias del "proyecto agápe", conscientes de que, en la mayoría de los casos, su génesis y desarrollo está en el funcionamiento del mercado.

Pero ¿desde dónde comenzar la larga y dura marcha? Algunos optan por la economía de mercado o capitalismo reformado y reformable, porque lo consideran no más humano, pero sí más controlable y perfectible, y piensan que es el único sistema compa-

30 R. ALBERDI, Realización de la fe en la vida social, en "Corintios XIII" 3 (1977) 161s; cf ID, Democracia económica y hombre democrático, en "IgVi" 74 (1978) 175-188.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 537

tibie con la democracia política; otros, en cambio, juzgan que el socialismo económico, sobre todo el democrático o en libertad, es teórica y prácticamente más humano e incluso "más adaptado a nuestro tiempo y más conforme al espíritu del evangelio"31.

A unos y otros, más que una verdadera "tercera vía" (horribi-le dictu!) les presentamos un desiderátum-utopía, en línea con la encíclica Laborem exercens, hacia el que se podría y debería evolucionar desde los sistemas realmente existentes. De hecho, a trancas y barrancas (velis-nolis), la flecha de la andadura real de los dos modelos más arraigados parece apuntar hacia esa dirección. Nuestro propósito es motivar y acelerar la marcha en clave ético-cristiana. En este sentido hay que entender las pistas que brindamos.

1) El cristiano, y todo hombre de buena voluntad, debería contribuir eficazmente a dar un vuelco al sistema económico existente en su país en vez de optar por su alternativa. Por supuesto, la comparación crítica de los costos económicos, políticos, socio-culturales y humanos tendrá tonos éticos cualitativa y cuantitativamente distintos según se trate de países capitalistas/socialistas desarrollados, en vías de desarrollo o tercermundistas32.

2) La estrategia del cambio y, en su caso, la implantación de la alternativa no se deberán expresar en términos de revolución

31 Aquí están en juego los utopemas libertad e igualdad. J. Gómez Caffarena los denomina así porque "enuncian ideales, metas valoradas como supremas, di-namizadoras de la acción humana, pero nunca plenamente realizables por ella". En ese sentido, la democracia económica es "la utopía del mínimo de desposesión del productor —alguna desposesión ha de haber para que haya ahorro e inversión que posibilite el crecimiento— y del máximo de participación suya en el control de la inversión económica con vistas a una nivelación del acceso al consumo y a la cultura" (o.c, 244).

32 "En la actualidad se ha desvanecido la esperanza de lograr una convergencia de los sistemas económicos de Occidente y del Este. Tal vez desde esta perspectiva se impone cierta reserva en torno a si el capitalismo constituye para el cristiano una alternativa al marxismo. En virtud de que sus esfuerzos se encaminan a conseguir la reforma siempre necesaria del orden social, el cristiano debe moverse sobre la base de la sociedad organizada en cada caso por el Estado... En todo sistema económico y social, el cristiano se guiará por el principio de subsi-diariedad, así como por el de solidaridad y el bien común" (A. KLOSE. ¿ES el capitalismo, para el cristiano, la alternativa al marxismo?, en Ante el marxismo..., o.c, 85). Cf las conclusiones finales de E. M. UREÑA. O.C, 190-192. El propio A. C. Pigou, tras reconocer que "en los asuntos humanos no suele ser posible demostrar de modo absoluto que una conducta sea 'mejor' que otra, ni siquiera en el caso de que se llegue a un acuerdo acerca del criterio de 'bondad', (pues) los datos son imperfectos", enuncia esta especie de confesión de fe: "Si estuviera en manos del autor la dirección de los destinos de su país, aceptaría por el momento la estructura general del capitalismo, pero la modificaría gradualmente... En su testamento recomendaría a su sucesor que siguiera también el camino de la graduali-dad, el de la transformación y el amoldamiento, no el de la abrupta radicalidad; mas añadiría a eso, toda en letras mayúsculas, una sentencia final: que graduali-dad implica acción, y no es un eufemismo de inmovilidad" (o.c, 123-125).

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538 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

violenta, aunque no hay que excluir su posibilidad y legitimidad en algunos contextos, especialmente en países del tercer mundo33. Pero nunca se insistirá bastante en la imperiosa necesidad de que, a lo largo de todo el proceso, se respete "el ejercicio de los derechos y las libertades de las personas a fín de no cristalizar la injusticia ni siquiera como etapa intermedia de una hipotética justicia social que ni científica ni experimentalmente puede garantizarse".

3) La estrategia del cambio implica la conversión interior, la conversión del corazón constantemente reclamada por el evangelio de Jesús. Esta conversión, al combatir la autosuficiencia y el replegamiento egoísta del hombre, abre las puertas a la solidaridad y a la fraternidad, reclama la identificación con el universal concreto que es Jesús, el hombre libre, solidario y creativo en el seno de una comunidad.

4) La auténtica conversión interior abraza todas las dimensiones de la persona y, por consiguiente, está en referencia directa con las estructuras y el amor; no se reduce al reino de las buenas intenciones. Ahora bien, será el análisis social el que nos indique cuáles son las acciones coyunturales que favorecen la transformación estructural del sistema. Lejos de la tentación del "reformis-mo", que sólo intenta soluciones coyunturales, y de la "utopía", que concibe exclusivamente proyectos radicales, una "transformación profunda que, incluyendo los cambios de estructuras, se realiza sobre todo en los cambios de las actitudes radicales de las personas"34.

5) La estrategia del cambio, en nuestro contexto y desde el punto de vista del ciudadano, conlleva colaborar activamente en la transformación profunda de la relación de poder entre los diversos componentes del mundo de la producción, en la armonización de las exigencias de eficiencia y racionalización del proceso productivo con las del desarrollo integral de la persona humana y de los valores de libertad, justicia y pluralismo en el marco de la democracia.

33 Sobre las condiciones y alcance de la revolución, cf ID., pp 30-32; P. E. CHAR-BONEAU, o.c, 19-113; J. COMBI.IN, Teología de la revolución, Desclée, Bilbao 1973; T. GOFFI, Revolución y violencia, en DETM 950-965 (con bibl.); G. GATTI, o.c. 170ss.

54 Nota constante de la llamada doctrina social de la Iglesia ha sido la crítica a los modelos existentes. Aunque lo más sugestivo es su intuición de la necesidad de una "tercera vía", en realidad, y contra su propósito, ha tenido las más de las veces el alcance de un simple reformismo capitalista, pues "ha sido incomprensiva e innecesariamente severa con el marxismo y a la vez excesivamente indulgente con el capitalismo" (J. GÓMEZ CAFFARENA. O.C, 297).

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 539

6) En el marco de esta estrategia, la lucha ha de polarizarse en dos direcciones: por un lado, hay que empeñarse en la "revolución" económico-social con la perspectiva de elevación de los niveles de vida, la satisfacción de las necesidades espirituales y la reducción de las desigualdades a escala social y mundial; por otro lado, para evitar la despersonalización causada por el desarrollo de la técnica, la omnipresencia del Estado y el predominio de los tecnócratas y planificadores, hay que educar al hombre con vistas a su desarrollo personal y a su actividad de ciudadano.

5.2. Recurso inagotable: Educación crítica, liberadora y permanente

El problema que se plantea, pues, reside en determinar cómo deberá ejercer su misión la Iglesia hoy en este campo desde la renovada fidelidad a la palabra de Dios y al hombre integral contemporáneo.

No al viejo estilo, cuando se pensaba que el pecado existía sólo en la voluntad y en las acciones del individuo, sin caer en la cuenta, al menos suficientemente, de que el pecado y la virtud se objetivan también en las creaciones (instituciones, estructuras) del hombre. De ahí que la "tarea de evangelización y moralización se llevó a cabo casi exclusivamente a través de los instrumentos de la prescripción y la exhortación moral, dirigida individualmente a cada una de las personas, para guiarlas en su valoración de conciencia, para provocarlas eventualmente a la conversión personal, con vistas a la moralización de su personal actividad económica" 35.

Exorcizada la mixtificación ideológica subyacente a esta actitud, la predicación moral y la reflexión ético-teológica habrán de desempeñar no tanto la función de guía de la acción personal cuanto la de concienciación crítica y liberadora del proyecto social en el seno de la comunidad. Consecuentemente, su dimensión heurística esencial, en el ámbito de la ética económica como en otros campos, es la tarea educativa: una educación crítica, liberadora y permanente. La educación constituye, sin duda, el mayor e inagotable recurso de que disponen la humanidad y la comunidad cristiana.

Frente a nuestra sociedad tecnológico-productivista y de "ten-dencial abundancia"; frente a una sociedad que reclama una actitud cultural inspirada en las exigencias de la "socialización" y de la "democracia directa", éstos son los objetivos esenciales y prioritarios a cubrir:

35 G. GATTI, o.c, 179s; cf encíclica RN 14; QA 58.

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540 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

a) Mediar la relación entre el proyecto tecnológico de nuestra sociedad y el proyecto religioso de nuestra vida.

b) Mediar la relación entre el proyecto profano de la abundancia y el proyecto evangélico de la cruz.

c) En tiempos de crisis como el nuestro, y al parecer con carácter permanente, adaptación a una "economía de austeridad", que conlleva el imperativo ético de la frugalidad y, por ende, del ahorro forzoso, junto con la obligatoria participación del bien escaso del trabajo36.

Esta tarea, que en términos cristianos podemos calificar como llamada a la conversión, la Iglesia la tiene que llevar a cabo, desde todas sus instancias y niveles, no sólo mediante la estricta función informativo-educativa, sino también mediante la función crítico-utópica y ético-constructiva37. La verificación de esta conversión se traducirá necesariamente en la adopción de actitudes y comportamientos tendentes a dar ese vuelco a la economía capaz de alumbrar un modelo a escala humana y al servicio del hombre y de todos los pueblos. Porque, no hay que olvidarlo, la obligación de "producir frutos en la caridad para la vida del mundo" (OT 16,4) exige:

— "tomar aquellas medidas que sean posibles ya en el momento actual con vistas a una solución eficaz de los problemas, sin contentarse con medidas de mera apariencia, ordenadas más a ofrecer una imagen pública que a buscar vías de salida;

— no detener la acción social y colectiva, si el análisis de la realidad permite afirmar, de verdad, que las medidas adoptadas son positivas respecto de los fines propuestos y coherentes con una visión más humana de las relaciones socio-económicas"38.

6. Conclusiones finales

Primera: Más allá del dilema capitalismo/socialismo y de la alternativa maniquea "cristianos por el capitalismo"/"cristianos por el socialismo", la Iglesia debe tener una presencia relevantemente significativa y beligerante en la vida económica de la sociedad por medio del ministerio jerárquico (predicación crítico-

36 Cf A. ELLENA. Economía, en DETM 289-291; COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. Crisis económica y responsabilidad social, Edice, Madrid 1984 (encarecemos su lectura completa); W. JOHNSON. La era de la frugalidad. Kairós, Barcelona 1981; E. F. SCHUMACHER. Lo pequeño es hermoso. Blume, Madrid 1978.

" Cf TERCER SÍNODO DE OBISPOS. La justicia en el mundo III: La práctica de la justicia. PPC. Madrid 1971. 53-62; R. RINCÓN ORDUÑA, La civilización del amor (Función ético-constructiva de la Iglesia en la sociedad), en "Corintios XIII" 15 (1980) 51-96.

18 Carta pastoral Ser cristianos..., o.c.,, 41.

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 541

profética), del ministerio didáctico (crítico-teológico) y del ministerio testimonial o práxico (caritativo-transformador). Este tipo de presencia exige:

— denuncia del inhumanismo, la irracionalidad y las injusticias del sistema real implantado en su país;

— anuncio de la utopía del hombre nuevo (libre, responsable y solidario) y de la comunidad universal reconciliada;

— compromiso por la eficaz promoción de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la unión fraterna a escala nacional e internacional.

Todo este imponente y apasionante compromiso debería discernirlo y realizarlo, sin complejos vergonzantes, en diálogo sincero con todos los hombres y con todos los pueblos.

Segunda: El cristiano, y el hombre de buena voluntad, debe concienciarse de que los dos sistemas económicos reales son injustos, irracionales e inhumanos. Pero deberá sentirse obligado, según el análisis que hemos hecho, a optar racional y responsablemente por alguno de ellos, aunque ello suponga elegir un mal menor. Ahora bien, para que la opción conlleve no mala, sino buena conciencia, habrá de comprometerse seria y realmente en la tarea de su transformación mediante:

— la denuncia y la lucha contra las manifestaciones injustas, irracionales e inhumanas del sistema;

— la entusiasta y activa colaboración con todas las medidas tendentes a la llegada del "nuevo socialismo", el socialismo por inventar o la democracia económica, la forma autogestionaria de producción, la llamada "economía del trabajo"39.

Tercera: El pensamiento social cristiano y, de manera particular, la encíclica Laborem exercens, de Juan Pablo II (n 14), marcan el horizonte en que hay que buscar la nueva orientación de la economía y las realizaciones provisionales que pueden significar concreciones anticipadoras de la utopía. La vieja oposición entre libertad y justicia no puede nunca resolverse más que por medio de una voluntad de compromiso: el intento comprometido y arriesgado de trabajar por la disminución de la serie indefinida de males y por la creación de una verdadera igualdad de "oportunidades", de derechos y de satisfacción de las necesidades fundamentales del hombre, de todo hombre.

" No se trata, por tanto, de inaugurar una nueva "tercera vía" ni de preconizar el encuentro de los dos sistemas "agónicos"; auguramos una marcha progresiva que, alumbrando lo utópico posible de uno y otro sistemas, favorezca los vagidos de una democracia económica, a la que se puede nombrar con esos apelativos que hemos reseñado en el texto.

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542 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Cuarta: No se pretende alumbrar ninguna "tercera vía" o modelo desde la visión de los economistas o políticos; sólo se trataba de bosquejar, en clave ético-cristiana, el horizonte utópico de una verdadera "democracia económica", desde donde sea posible denunciar las prácticas inhumanas e injustas y valorar las realizaciones concretas de los sistemas económicos existentes.

QUINTA PARTE

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL

DE LA ECONOMÍA

por Ildefonso Camacho

1. De la economía nacional a la economía mundial 2. Desarrollo y subdesarrollo 3. Teorías para explicar el desarrollo y el subdesarrollo 4. La crisis económica actual 5. Hacia un nuevo orden económico internacional

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A nadie escapa hoy el alto nivel que hemos alcanzado de inter-nacionalización de la economía. Apenas es posible plantear un problema económico sin descubrir, casi de inmediato, que el mismo reviste dimensiones supranacionales. Y es que hoy toda la economía funciona como un sistema abierto.

En esta quinta y última parte de nuestro tratado no vamos a limitarnos a descubrir en qué consiste este carácter mundial de la economía. El análisis de este punto nos llevará de la mano a otro de los rasgos de la economía moderna: su carácter dinámico. Con ello, además, nos encontraremos frente a una de las cuestiones que más tinta han hecho correr en estos tiempos: la del desarrollo y sub-desarrollo. Todo ello nos va a obligar a desembocar en la crisis profunda que está afectando, desde hace más de una década, a toda la economía mundial.

CAPÍTULO 1

De la economía nacional a la economía mundial

Con este título queremos expresar lo que significa el carácter abierto de la economía moderna. Aunque espontáneamente solemos considerar la economía de un país como algo autónomo y que se explica por sí mismo, la realidad es que ninguna nación o ente geográfico puede entenderse como un sistema cerrado. Aunque las fronteras nacionales se convierten en un obstáculo para la libre circulación de las personas, las mercancías o los capitales, las restricciones que de ahí se derivan no son suficientes para detener el impulso expansivo de la actividad económica. Hoy nadie duda ya que toda economía nacional es irrenunciablemente una economía abierta: más aún, que la economía mundial está formada por un conjunto de mecanismos de funcionamiento que permiten hablar de ella en términos de sistema.

1. La división internacional del trabajo

Los economistas liberales eran partidarios, de acuerdo con esa mentalidad suya que ya conocemos, de liberalizar al máximo las transacciones comerciales exteriores. De entre ellos fue sin duda David Ricardo el que construyó una teoría más elaborada para explicar las ventajas de una economía abierta. Su doctrina, que se conoce como teoría de los costes comparativos, alcanzó un reconocimiento tan generalizado que ha venido repitiéndose casi hasta el presente, aunque en las condiciones actuales fallen algunos de los presupuestos básicos del modelo.

Según el punto de vista ricardiano, los países tenderán a especializar su producción en función de los costes relativos de lo que cada uno produce o puede producir en comparación con lo que otros países, a su vez, están en condiciones de producir o de hecho producen. Aun cuando un país fuera capaz de fabricar todos los bienes que necesita a precios más bajos de lo que le costarían en el mercado exterior, siempre le resultará más beneficioso limi-

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546 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

tarse a trabajar en aquellos bienes en los que, comparativamente, pudiera obtener ventajas comerciales mayores. Este mecanismo, actuando automáticamente, provoca una distribución mundial de la producción y, además, una asignación lo más económica posible de los recursos, puesto que cada bien manufacturado se produce en aquel país donde resulta más bajo su coste'.

Como dijimos, esta teoría ha sido utilizada durante bastante tiempo para explicar las ventajas de la internacionalización de la economía, así como para justificar la eliminación de las barreras arancelarias. Hoy, sin embargo, son muchas las dificultades para seguir admitiendo su plena validez. Y, ante todo, falla el presupuesto fundamental del modelo, la libre circulación a través de las fronteras de unos países con otros. Es cierto que la norma general apunta a facilitar al máximo estos intercambios; pero precisamente las excepciones que se hacen tienen por objeto restringir la libertad en aquellos casos en que el propio país tiende a salir perjudicado. Dicho de una manera un tanto simple, cada nación suele conceder la libertad máxima en aquellas situaciones en las que sale beneficiado, y la limita cuando su posición es desventajosa. Los mecanismos descritos anteriormente actúan entonces de forma incompleta y no producen los frutos esperados.

Pero no es ésa la objeción más fuerte a la teoría de los costes comparativos. Téngase en cuenta, además, que para que el modelo anterior funcione adecuadamente es preciso que todos los países posean unas disponibilidades de capital y de mano de obra no excesivamente dispares; y éste no es el caso al presente, puesto que las diferencias entre unos pueblos y otros son enormes. Mayores aún son las distancias en el campo de la tecnología; de forma que ésta no es bien del que todas las naciones puedan disponer por igual, ni por el coste de su utilización ni por la capacitación exigida. Cuando en todos estos factores —capital, mano de obra y tecnología— las situaciones relativas son tan diferentes, el modelo de las ventajas o costes comparativos deja de ser útil para explicar la división internacional del trabajo. Esta se lleva a cabo a través de otros mecanismos, que explicaremos en seguida.

2. El comercio internacional y los medios de pago

En todo caso, la internacionalización de la economía sólo fue posible en la medida en que se resolvió el problema de los pagos de país a país. Según el modelo monetario vigente, las monedas nacionales, al no estar respaldadas por oro u otro metal precioso, no pueden ser impuestas para su aceptación obligatoria como

1 Cf D. RICARDO, Principios de economía política y tributación. Fondo Cultura Económica, México 1973, 252-262.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 547

medio de pago. Esto es una consecuencia de que la soberanía de los Estados nacionales no se extiende más allá de sus propias fronteras; de ahí que no puedan dar fuerza legal a sus monedas fuera del territorio en que son soberanos.

El sistema monetario actualmente en vigor data del final de la segunda guerra mundial2 y es fruto de la distribución del poder en el mundo que resultó de la misma. Es cierto, además, que la experiencia pasada tras la guerra que se inició en 1914 estimuló a los países que se adivinaban ya vencedores en esta segunda conflagración a ir preparando unas instituciones y un sistema capaces de evitar que la historia se repitiera. Con este objeto se convocó en 1944 la Conferencia de Bretton Woods sobre temas monetarios internacionales. En ella se pretendía sentar las bases de un sistema monetario que, además de favorecer el proceso de reconstrucción de los territorios devastados por la guerra, impidiese que los gobiernos adoptasen políticas económicas nacionalistas capaces de producir un nuevo colapso mundial al estilo del que culminó en la crisis de 1929. En este sentido había que evitar las trabas a los intercambios internacionales, considerados la base de la reconstrucción, y lograr una actitud de cooperación entre las naciones. Esto implicaba un acuerdo entre todas ellas para emprender la reconstrucción de forma coordinada y no defensiva. Pero, además, exigía establecer un sistema estable de pagos internacionales que contase con el apoyo y la confianza de todos.

Tal sistema presuponía, naturalmente, la existencia de una moneda con garantías suficientes para que fuese aceptada por todos los gobiernos como medio normal de pago. Dos fueron las monedas seleccionadas: el dólar norteamericano y la libra británica. La elección de una y otra obedece a razones diferentes: el dólar, por la situación privilegiada en que se encontraban de hecho los Estados Unidos como resultado de la guerra (era el país que había salido más indemne de ella); la libra, porque durante muchos años había sido la moneda más fuerte y había gozado de mayor confianza por parte de todos.

La elección de estas dos monedas se completaba con un compromiso bilateral. Por una parte, los Estados Unidos y Gran Bretaña se obligaban a la convertibilidad, es decir, a entregar oro a cambio de dólares o libras, respectivamente, siempre que lo solicitase uno de los gobiernos firmantes del acuerdo. Por otro lado, los demás países se comprometían a aceptar dólares o libras como medio de pago en cualquier transacción internacional. El uso de otras monedas, que siempre era posible, no significaba, sin embargo, ningún tipo de obligación para el receptor ni de com-

2 Sobre la historia del sistema monetario internacional hasta ese momento puede verse M. NIVEAU, Historia de los hechos económicos contemporáneos, Ariel, Barcelona 19775, 213-278. .

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548 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

promiso de convertibilidad para el país emisor. Poco tiempo transcurriría, además, para que la libra dejara de utilizarse, con lo que todo el problema va a quedar circunscrito al dólar, que se convertirá en la única moneda de curso internacional3.

Para velar por el funcionamiento de todo este sistema, nacido de los acuerdos de Bretton Woods, se creó un organismo supra-nacional, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y una institución financiera dependiente de él (el Banco Mundial). Otros compromisos contraídos por los países signatarios se referían a la fijación oficial de la paridad (o equivalencia) de su propia moneda con el dólar y el oro y al mantenimiento de dicha paridad en el mercado libre de divisas. Los cambios de paridad no podían realizarse sin el consentimiento del Fondo.

Esta presentación del sistema monetario, todavía vigente hoy, era imprescindible para comprender sus decisivos efectos sobre el desarrollo ulterior de la economía mundial. Y lo primero que resalta con toda evidencia en él es la situación privilegiada en que quedan los Estados Unidos. En efecto, mientras que cualquier otro país tiene que velar por el equilibrio de su balanza de pagos porque sólo puede pagar sus importaciones con medios de pago procedentes del exterior (el dólar) o con oro, los Estados Unidos saldan sus deudas exteriores con su propia moneda. Por consiguiente, lo que ningún país puede tolerar, la persistencia año tras año de una balanza de pagos deficitaria que terminaría agotando sus reservas (oro y dólares), los Estados Unidos sí están en condiciones de permitírselo. Así se explica que este país haya podido mantener de modo permanente grandes contingentes de fuerzas armadas en territorios extranjeros; así se comprende que fuera posible la financiación de la guerra de Corea y de la de Vietnam... Pero lo más interesante es comprender cómo esos déficit continuos, que suponían cada año una salida neta de dólares desde los Estados Unidos hacia el resto del mundo, se traducían en un aumento constante de los medios de pago internacionales disponibles y suponían, por tanto, la posibilidad de una ampliación continua del volumen del comercio mundial. Es decir, que los déficits norteamericanos beneficiaban e interesaban a todas las naciones, y no sólo a Estados Unidos, aunque por razones diferentes. Esto es, sin duda, lo que impidió que se captaran a tiempo los peligros latentes en el sistema nacido de Bretton Woods, y que ya fueron denunciados en la misma conferencia por J. M. Key-

3 La convertibilidad del dólar se creyó justificada por el hecho de que los Estados Unidos acumulaban en 1944 el 68 por 100 del oro mundial, una cantidad equivalente a casi el doble de todos los créditos y subvenciones concedidos por este país en los cuatro primeros años de vigencia del Plan Marshall, puesto en marcha para la reconstrucción de Europa. La convertibilidad de la libra era, en cambio, más bien una cuestión de prestigio; por eso tuvo escasísima vigencia práctica, con excepción de la zona de la Commonwealth.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 549

nes, que asistió a ella como miembro de la delegación británica". Porque ¿qué ocurriría cuando los dólares en circulación por el mundo fuesen tantos que los Estados Unidos no estuviesen ya en condiciones de respaldarlos con el oro de sus reservas? Volveremos sobre esta cuestión. Con la exposición que precede hemos puesto las bases para entender algunos mecanismos de la dialéctica desarrollo-subdesarrollo, así como la génesis de la crisis que azota hoy a toda la economía mundial.

4 Sobre esta cuestión véase el estudio clásico de R. TRIFFIN, El caos monetario. Del bilateralismo a la casi convertibilidad en Europa, 1947-1956, Fondo Cultura Económica, México 1961.

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CAPÍTULO 2

Desarrollo y subdesarrollo

Las diferencias de nivel de vida que separan a unos países y otros han llegado a ser escandalosas. La información disponible al respecto es abundante; los datos que nos ofrecen los medios de comunicación social, y en particular la televisión, han contribuido a sensibilizarnos respecto a lo que significan la malnutrición y el hambre, una vivienda infrahumana y unas condiciones miserables de vida... Todo eso nos invita a profundizar en las causas y en las perspectivas de esta plaga, que cuenta sus víctimas anuales por decenas de millones.

1. La situación actual

Comenzaremos recurriendo a uno de los indicadores más usuales para medir el nivel de vida de un pueblo: el producto nacional bruto (PNB) per cápita. Según los datos del Banco Mundial, que agrupa a los países del mundo de acuerdo con algunas características significativas, he aquí la situación demográfica y el PNB per cápita en 1979 ':

Población PNB p. c. Países (millones) (dólares)

De bajos ingresos 2.260 230 China e India 1.624 230 Otros de bajos ingresos 636 240

De ingresos medianos 985 1.420 Exportadores de petróleo 325 1.120 Importadores de petróleo 660 1.550

Industriales con economía de mercado 671 9.440 Grandes exportadores de petróleo 25 5.470 Industriales con economía no de mercado. . 351 4.230

1 Los datos están tomados de BANCO MUNDIAL, Informe sobre el desarrollo mundial 1981. Washington !98í, 160-161.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 551

Las cifras se comentan por sí solas, aunque en ellas no se reflejan los datos extremos, ya que se trata de medias estadísticas. Pero podemos completarlas con la referencia a los países que dan valores extremos. En la cúspide figura Kuwait, con un PNB per cápita de 17.100 dólares. Entre los países industrializados, los datos máximos los da Suiza con 13.920; le siguen Suecia, Dinamarca y Alemania Federal, con valores cercanos a los 12.000 dólares; en el bloque oriental es Alemania Democrática la que se sitúa a la cabeza, con 6.430 dólares. España figura en una posición media, con 4.380 dólares. En los lugares ínfimos, unos cuantos países se sitúan entre los 100 y los 200 dólares per cápita: los más importantes desde el punto de vista demográfico son Bangladesb, Chad, Etiopía, Nepal, Birmania, Afganistán, Vietnam y, muy cerca de todos ellos, Ja India2.

2. Análisis dinámico

Lo más grave de la situación que venimos analizando no es, sin embargo, los datos que preceden, sino Ja evolución a que Jos mismos están sometidos. Porque esto significa no sólo que existen diferencias, sino que tales diferencias tienden a aumentar.

He aquí un ejemplo bien expresivo. Se calcula que la relación entre el producto interior bruto (PIB) per cápita de los países desarrollados no comunistas y el de los países subdesarrollados no comunistas ha evolucionado así a lo largo de este siglo: en 1900 era de 6,4; en 1929, de 7,7; en 1958, de 10; en 1970, de 13,7. Esta relación ofrece los siguientes datos, si se comparan los Estados Unidos y América Latina: 6,3, 7,2, 9,3, 9,5. Si la comparación se establece entre los Estados Unidos y Asia, entonces Jos resultados son: 15,5, 17,1, 29,1, 34,03. En los tres casos las series son crecientes, aunque el ritmo no sea en todas el mismo; ello confirma la idea de que las distancias son cada vez mayores.

Un nuevo elemento viene a complicar aún más las cosas: ei proceso demográfico. Los pueblos económicamente más atrasados son los que están sometidos a un ritmo de crecimiento de población mayor. Siguiendo la clasificación anterior del Banco Mundial, los datos suministrados para este nuevo indicador son los siguientes4:

2 A decir verdad, estos datos no son del todo homogéneos. Los de los países más pobres están infravalorados debido al escaso desarrollo de los métodos estadísticos, a la diferencia de los niveles de precios y a la amplitud de la economía no monetaria (subsistencia y trueque). Pero estos matices técnicos no invalidan la distancia que separa a los países pobres de los ricos.

3 Hemos calculado estas cifras a partir de los datos que ofrece P. BAIROCH. El Tercer Mundo, en la encrucijada. Alianza, Madrid 1973, 226.

4 Cf BANCO MUNDIAL, O.C. 192-193.

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552 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Países

De bajos ingresos China e India Otros de bajos ingresos

De ingresos medianos Exportadores de petróleo Importadores de petróleo

Industriales con economía de mercado Grandes exportadores de petróleo Industriales con economía no de mercado..

Crecimiento anual medio de la población (%)

1960-1970

2,2 2,1 2,4 2,5 2,7 2,3 1,0 3,6 1,1

1970-1979

2,1 1,9 2,6 2,4 2,7 2,2 0,7 4,0 0,8

También aquí las cifras son concluyentes. El rápido crecimiento de la población en los países más pobres explica en parte nuestra constatación anterior sobre la evolución divergente de los indicadores económicos per cápita. El tercer mundo tiene una población relativamente más joven, cosa que supone un lastre fuerte para el desarrollo económico. En efecto, se estima que el 50 por 100 de la población latinoamericana o africana tiene menos de veinte años.

Otro factor que ilustra el deterioro progresivo del tercer mundo es su participación en el comercio mundial. Cada vez es menor. No vamos a aducir nuevos datos estadísticos. Nos interesa más exponer otro aspecto del problema, de carácter cualitativo. Se trata del deterioro de la llamada relación real de intercambio. Este término se usa para designar el precio de las importaciones en términos de exportaciones realizadas por el mismo, siempre en valores reales. Si dicha relación disminuye, ello implica que la cantidad de bienes de producción propia que hay que entregar a cambio de una misma cantidad de bienes comprados en el exterior (importaciones) ha aumentado. Y eso no significa sino que tal país se empobrece paulatinamente en la medida que su moneda ha ido perdiendo capacidad adquisitiva frente a las monedas extranjeras. Un ejemplo ayudará a aclarar este concepto. Lo tomamos de una intervención del entonces presidente colombiano Lleras Restrepo en 1969 en las Naciones Unidas. Según él, en 1954 el precio de un "jeep" era de 1.367 dólares, es decir, 14 sacos de café; en 1969 dicho vehículo valía ya 2.264 dólares (o sea, menos del doble), pero dicho precio equivalía a 43 sacos de café (más del triple). Es decir, si nos atenemos a los precios reales, los colombianos cada vez han tenido que entregar más riqueza real de su país (café en este caso) a cambio de una misma cantidad de producto extranjero5.

s Cf E. Ruiz GARCÍA, Subdesarrollo, dependencia y Tercer Mundo, en "Doc Soc" 7 (1972) 13.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 5 5 3

La evolución de la relación real de intercambio es fundamental para adentrarnos en la dinámica nías profunda del desarrollo. Si a los países pobres cada vez les resulta más caro, en términos reales, comprar en el exterior (porque los precios que ellos perciben por sus exportaciones crecen más lentamente que los que han de pagar por sus importaciones), dicho mecanismo tenderá a incrementar su pobreza relativa. Y si todo funciona así año tras año, nadie podrá extrañarse de lo que hace poco afirmábamos: que'las diferencias se hacen cada vez mayores.

Con ello nos estamos moviendo ya en una perspectiva dinámica. No se trata de comparaciones estáticas sólo, sino de ver cómo en la historia de los últimos decenios las trayectorias de los países pobres y ricos son divergentes. Hay que preguntarse por qué.

3. Los indicadores del desarrollo

Antes de abordar esa cuestión conviene, sin embargo, referirnos a otra, que es previa. ¿Por qué insistir tanto en la dimensión económica del desarrollo? ¿Por qué limitarnos a los indicadores económicos (PIB per cápita, relación real de intercambio) para comparar los niveles de bienestar social entre los pueblos?

Efectivamente, hoy estamos de vuelta de una concepción eco-nomicista del desarrollo. Más aún: muchos dudan, y con razón, de que el modelo de desarrollo occidental se pueda proponer como la meta a que deben encaminarse los pueblos del tercer mundo.

Reconociendo la profunda intuición que encierran esas preguntas, no podemos ocultar tampoco cómo otros indicadores más aptos para medir el bienestar social discurren paralelamente a los que hemos presentado (de carácter más estrictamente económico). He aquí algunos ejemplos tomados también de las estadísticas facilitadas por el Banco Mundial. La esperanza de vida, que en los países industrializados se sitúa bastante por encima de los setenta años, en los de más bajos ingresos no llega en muchos casos a los cuarenta y cinco. Si en los países industrializados existe, por término medio, un médico por cada 600 habitantes, en los más pobres la proporción se reduce a uno por 16.000, llegando en casos extremos a situarse entre uno por 40.000 y uno por 60.000 (Chad, Etiopía, Alto Volta, Níger). En cuanto a tasa de alfabetización de adultos, si la media de los países de bajos ingresos se sitúa en torno al 50 por 100, en los países desarrollados alcanza casi el 100 por 1006. Estos datos, que son sólo un botón de muestra, invitan a pensar que existe una estrecha correlación entre

6 Cf BANCO MUNDIAL, o.c, 200-205.

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nivel económico y nivel de bienestar social, de lo cual no puede, sin embargo, concluirse que el mero aumento de los ingresos per cápita produzca automáticamente un mayor bienestar.

4. El concepto de desarrollo: Sus aspectos éticos

Esto nos lleva de la mano a otra cuestión: la definición del desarrollo. Claro que no estamos ante una simple cuestión conceptual, ya que la misma encierra un hondo contenido ético. Por eso es importante abordarla aquí.

Desde luego, la experiencia, incluso de los países que han alcanzado mayores cotas de desarrollo, obliga a distinguir netamente entre crecimiento y desarrollo. Este incluye aquél, pero le añade, como un segundo ingrediente igualmente importante, el cambio estructural1. En otros casos se subraya el sentido civilizador de todo desarrollo. Aquí es casi obligado citar al P. Lebret, uno de los pioneros del tema, que dedicó gran parte de su vida (al frente del equipo de "Economie et Humanisme") a estudios y proyectos de desarrollo para distintas regiones del globo. Según él, el desarrollo debe entenderse como "el paso, para una población determinada y para los grupos que la componen, de una fase menos humana a una fase más humana, al ritmo más rápido posible y con los menores costes posibles, contando con la solidaridad entre todos los grupos de población"8.

Esta concepción humanista es la que está recogida en el Vaticano II, que utiliza precisamente el concepto de desarrollo como la clave que estructura todo lo que se dice sobre la vida económico-social en la Gaudium et spes. En esto, como en tantas otras cosas, el concilio muestra una fecunda sensibilidad a los problemas de nuestro tiempo: concretamente a la conciencia creciente de las desigualdades y de la injusticia que ello comporta. Con esto se está produciendo un giro fundamental en el enfoque que tradicionalmente había mantenido la doctrina social de la Iglesia, casi del todo absorbida hasta entonces por la polémica entre capitalismo y socialismo. Mientras que los temas más familiares a la doctrina social anterior pasan a ocupar en la Gaudium et spes un lugar secundario, una nueva orientación queda firmemente expresada desde el comienzo del tratamiento de este tema: "La finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el

7 En este sentido véase, por ejemplo, H. SINGER-J. ANSARI, Países ricos y pobres. Pirámide, Madrid 1982, 52-53.

8 Cf J. L. LEBRET, Dynamique concrete du développement, Economie et Huma-nisme-Les Editions Ouvriéres. Paris 1961, -27-28.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 555

servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente"9. Queda bien explícita en este texto la doble dimensión o alcance del desarrollo: el hombre todo, no sólo el hombre como productor y consumidor, y la totalidad de los hombres, para evitar las desigualdades que ofenden a la gran familia humana.

Esta intuición es la que luego desarrollará y concretará Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, de 1967, que es ante todo una llamada urgente a la acción para crear unas condiciones nuevas que permitan el acceso de todos los pueblos al bienestar. Pablo VI propone un concepto de desarrollo en donde resuena el eco de la definición del P. Lebret que hemos recogido más arriba: "... el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas" 10. Y a continuación se detallan cuáles son esas condiciones menos humanas y más humanas: "Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres" ". Evidentemente, lo que se ha descrito aquí es una visión integral del desarrollo. Pero si en ella se subrayan los elementos más espirituales de la misma de una forma llamativa, eso no debe hacernos olvidar la base material, estrictamente económica incluso, que el desarrollo exige. Sólo así se evitará caer en un espiritualismo ingenuo.

En esta línea realista se mueve el sínodo de obispos de 1971 con su documento sobre la justicia. En él se pronuncia un claro

9 Gaudium et spes 64. El subrayado es nuestro. 10 Populorum progressio 20. Cf además una cita expresa de la obra de Lebret

antes indicada, en el n 14. 11 Ib, 21.

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556 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

juicio moral sobre la situación del mundo cuando se vincula el subdesarrollo con la injusticia. Los obispos se hacen eco de la aspiración a la justicia que emerge en los pueblos más oprimidos y se expresa "en la conciencia del derecho al desarrollo", derecho que se hace consistir en "la interpenetración de todos aquellos derechos fundamentales humanos en que se basan las aspiraciones de los individuos y de las naciones" 12. También aquí nos movemos en una comprensión humana y humanista del desarrollo, con la que la Iglesia se ve obligada a comprometerse "como dimensión constitutiva de la predicación del evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva" 13.

12 La justicia en el mundo, parte I, n 2. 13 Ib, Introducción. El alcance de la expresión "dimensión constitutiva" ha

sido precisado posteriormente; cf Ch. M. MURPHY, Actionfor Justice as Constituti-ve ofthe Preaching of the Cospel: What Vid the 1971 Synod Means?, en "ThSt" 44 (1983) 298-311.

CAPÍTULO 3

Teorías para explicar el desarrollo y el subdesarrollo

A estas alturas estamos ya en condiciones de entender que la dialéctica desarrollo-subdesarrollo sólo puede analizarse desde una perspectiva dinámica, como un proceso conducido por un complejo entramado de relaciones entre los pueblos. Somos conscientes, por otro lado, de la necesidad de evitar todo reduccionis-mo economicista, sin que ello signifique perder de vista el inexorable trasfondo económico de todo proceso de desarrollo. Nos queda ahora, como ya se anunció, ahondar en las causas que explican todos estos fenómenos que han desfilado por las páginas que preceden. Con este fin vamos a hacer una breve presentación de las diferentes teorías que se han elaborado, dividiéndolas en dos grandes grupos: aquellas que quieren explicar el desarrollo o el subdesarrollo desde el país mismo en cuestión y aquellas otras que recurren a la perspectiva del sistema económico mundial como la única capaz de arrojar luz para la interpretación de dichos fenómenos.

1. Las teorías convencionales

Sería prolijo ofrecer una visión de conjunto que se remontara a los elementos que ya se contienen en los economistas clásicos para la explicación del crecimiento económico'. Nosotros vamos a limitarnos a aquellos autores que abordan el problema desde la perspectiva hoy más generalizada: la de la tensión que supone la coexistencia de países opulentos con otros en situación de extrema miseria.

En este primer grupo, de los que intentan una explicación desde las estructuras internas de cada país, vamos a incluir dos co-

1 Puede verse, por ejemplo, una larga exposición sobre el tema en O. SUNKEL-P. PAZ, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Siglo XXI, Madrid 1973", 98-268, que abarca hasta los modelos poskeynesianos de Domar y Harrod.

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558 OPCIÓN POR I A JUSTICIA Y LA LIBERTAD

rrientes bien representativas, que durante algunos años han gozado de un reconocimiento general: la teoría del dualismo y la teoría de las etapas o estadios del desarrollo.

La teoría del dualismo explica el subdesarrollo a partir de la estructura dual de la economía, donde coexisten un sector moderno y otro tradicional. El sector moderno, o capitalista, es cuantitativamente pequeño, pero muy dinámico, con un alto nivel de industrialización y en estrecha vinculación con el exterior, sobre todo con otras economías desarrolladas. Junto a él, pero sin apenas relación económica, existe un sector tradicional o precapitalis-ta, con una economía de subsistencia y casi de trueque, generalmente basada en la agricultura familiar, con un estancamiento secular, y donde impera una mentalidad tradicional y poco abierta a la innovación y al progreso2.

La teoría del dualismo describe una estructura, pero no llega a explicar la génesis de la misma. A partir de dicha estructura tan desarticulada, es posible comprender cuan difícil resulta romper ese círculo vicioso de la pobreza, donde la demanda potencial del sector tradicional, el más numeroso, resulta estéril por no ir acompañada de los medios económicos capaces de forzar una producción a gran escala de bienes de consumo. Por su parte, el otro sector, el capitalista, apenas puede vender su producción a la población autóctona y tiene que vivir abierto al exterior y de espaldas a la realidad humana del propio país. Todo esto es cierto, pero queda en pie la doble pregunta: ¿por qué esa estructura se perpetúa?, ¿cuál es la génesis de la misma?

La teoría de las etapas del desarrollo tiene tanto mayor interés cuanto que introduce una consideración dinámica del problema. Su representante más conocido es W. W. Rostow, que es además el primero que la formuló3. El punto de partida es el análisis histórico del proceso a través del cual los países hoy industrializados han pasado desde un estancamiento secular hasta la situación en que actualmente se encuentran. Rostow llega a identificar cinco etapas sucesivas. La primera es la sociedad tradicional, "en donde la imposibilidad de aplicar ciertos avances científicos a la producción provoca ese estado de estancamiento, sin aumento alguno de la productividad, con una economía basada en la agricultura y una estructura social, en donde el poder está muy vinculado a la posesión de la tierra. Le sigue una fase de transición, en

2 Esta teoría fue formulada, entre otros, por A. LEWIS, Economic Development with unlimited Supplies of Labour, Manchester 1954. En esta línea se sitúa también la obra de R. BARRE. El desarrollo económico. Fondo Cultura Económica, México 1962 (sexta reimpresión de 1975: edición original de 1958).

1 Cf W. W. ROSTOW. Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto no comunista. Fondo Cultura Económica, México 1961 (quinta reimpresión de 1973; edición original de 1960). Cf también W. W. ROSTOW. Política y etapas de crecimiento, Dopesa, Barcelona 1972 (edición original de 1971).

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 559

la que surgen determinadas condiciones previas para el impulso inicial, más de índole política que económica (por ejemplo, la construcción de un Estado nacional). Así se llega al impulso inicial o fase de despegue, que es el momento verdaderamente decisivo porque en él se eliminan por fin todos los obstáculos a un crecimiento permanente; la introducción de nuevas técnicas que aumentan la productividad de la agricultura permite una rápida industrialización con altas tasas de ahorro e inversión, que hacen cambiar en poco tiempo (una o dos décadas como mucho) toda la estructura básica del país, no sólo económica, sino también política y social. La marcha hacia la madurez'es la fase que sigue, más extensa, caracterizada por un crecimiento sostenido, gracias al cual el bienestar se generaliza, la tecnología se renueva, la economía toda del país se sitúa adecuadamente en el contexto internacional. Llegamos así, por fin, a la última etapa, la del alto consumo de masa, basada en la producción de bienes de consumo duraderos y en la generalización de los servicios en gran escala.

En verdad resulta sugestivo el esquema de Rostow, por cuanto ofrece un modelo estándard que puede aplicarse a cualquier nación. Se podría incluso intentar una clasificación, en el momento actual, de cada uno de los países del mundo según la fase del proceso en que se encuentre. Y como se trata de un proceso, puede afirmarse de antemano que todos llegarán a recorrer las cinco fases y, por tanto, a coronar la cima del desarrollo. El ritmo es lo que podrá variar de unos casos a otros, pero eso es secundario. También, y esto es más importante, variará el momento en que se produzca el decisivo impulso inicial; por eso conviene insistir en lo que Rostow ha llamado las condiciones previas y estudiar hasta qué punto es posible provocar el despegue en aquellos pueblos en que aún no se ha producido.

Pero en la belleza de la teoría radica precisamente su debilidad. Porque lo que falla es el supuesto de base: que ese proceso estándard pueda realizarse en cualquier momento histórico con la misma dinámica e independientemente de que otros países hayan alcanzado ya las últimas fases del mismo. Dicho con otras palabras, el modelo de Rostow prescinde de la situación relativa de un país en el conjunto del mundo. Pero el análisis de lo que ha ocurrido en las últimas décadas invita más bien a pensar que los países atrasados encuentran hoy unos obstáculos insuperables para iniciar el despegue, obstáculos que no encontraron en su momento los países actualmente desarrollados. Tales obstáculos son de muy distintos órdenes: comenzando por la demografía (ritmo acelerado de crecimiento de la población) y siguiendo por la enorme distancia que separa la técnica rudimentaria que ellos manejan de la complejísima tecnología moderna; el correlativo coste elevadísimo de las inversiones industriales, que contrasta

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560 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

con el bajo coste de los transportes; las mejores condiciones sociales, que implican altos costes salariales y menos margen de beneficios, y, para terminar, el hándicap del llamado efecto demostración, que exige altos niveles de consumo desde el comienzo para equipararse a los países de mayor bienestar, y el éxodo de cerebros, atraídos por los medios que se les ofrecen en los países avanzados".

Detrás de todos estos datos se adivina algo que nos pone en la pista para superar el enfoque de las teorías convencionales: que el subdesarrollo tiene no poco que ver con el desarrollo, ya que el gran obstáculo para salir de él no es otro que la existencia de pueblos con un alto nivel de vida en los que la técnica, las condiciones de vida y hasta la demografía se alian para frenar el despegue de los países atrasados.

2. Hechos que contradicen las teorías convencionales

Ya se ha dicho que el principal punto flaco de las explicaciones expuestas en el apartado anterior es el reducir el marco de referencia a la economía de una nación, no atribuyendo un papel decisivo a los factores exógenos. No es que sus representantes trabajen sobre un modelo de economía cerrada en sentido estricto; pero para ellos la variable exterior no es determinante, en el orden causal, de la permanencia en el subdesarrollo o del eventual acceso al desarrollo. Y no deja de ser paradójica tal circunstancia, cuando la internacionalización de la economía viene reconociéndose hace tiempo como uno de los resortes principales del desarrollo económico en términos generales. Por eso conviene que ahora nos detengamos a examinar un poco más de cerca en qué consisten estas relaciones internacionales.

Las transacciones económicas de un país a otro, como ya se apuntó más arriba, carecen de homogeneidad a causa de la división internacional del trabajo. Mientras que los países industrializados tienen un equipo productivo y una capacidad financiera elevados, pero carecen de materias primas suficientes para hacerlos funcionar a pleno empleo, con los países subdesarrollados ocurre lo contrario: apenas tienen capacidad, ni técnica ni económica, para explotar y transformar sus propios recursos naturales. Pero, además, los países más avanzados no tienen demanda bastante para absorber toda su producción potencial, y necesitan imperiosamente vender al exterior para mantener sus ritmos productivos. Todo esto significa que estos últimos tienden a importar

4 Todo esto está expuesto con mucho detalle en P. BAIROCH. O.C, ya que constituye la tesis fundamental de esta obra.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 561

de las regiones económicamente atrasadas materias primas, gran parte de las cuales, una vez transformadas, venderán a esos mismos países pobres en forma de productos elaborados; y en este proceso, la riqueza económica generada (valor añadido en la transformación de bienes) engrosará automáticamente la renta de los países ricos. Además, éstos se hallan en condiciones de controlar los precios en los mercados internacionales, mientras que los países pobres apenas tienen margen de maniobra para negociar los precios de sus materias primas; y la razón es sencilla: la concentración de las exportaciones en uno o dos productos, que hace depender su balanza exterior y toda su economía de la venta de las mismas, en contraste con la diversificación de productos exportados, que es rasgo característico de las economías desarrolladas 5.

Pero no es éste el único camino a través del cual se realiza una distribución tan dispar de la renta mundial. Más recientemente las economías desarrolladas tienden a desplazar su capital y su tecnología hacia los países del tercer mundo, donde establecen sus industrias; éstas utilizarán no sólo las materias primas allí existentes, sino también la mano de obra, abundante y barata. Al situar las plantas industriales más cerca de las fuentes de suministro y de los mercados donde se venderán los productos, los costes de transporte se reducen; y al mismo tiempo se sigue garantizando la apropiación de una parte importante del valor añadido por medio de los beneficios del capital invertido; a ello se añade, además, la mayor competitividad de unos precios más bajos por la menor incidencia en ellos de los costes laborales.

En este terreno reviste una importancia creciente el papel de las empresas multinacionales o transnacionales. Propiamente hablando, una multinacional es un conjunto de sociedades localizadas en países diferentes y vinculadas jurídicamente entre sí y con la empresa matriz, que viene a ser como la cabeza del grupo. Tales empresas se caracterizan no sólo por la magnitud de todas sus operaciones, sino también porque actúan siempre según una estrategia común. Pero lo más típico de ellas es que la presencia simultánea en diferentes países les permite establecer importantes corrientes de bienes y servicios entre las distintas filiales, así como de flujos financieros, aprovechándose de las ventajas que en cada caso pueden obtener en alguno de los países en que está localizada alguna de dichas filiales; por ejemplo, los precios internos

5 Por ejemplo, el 94 por 100 de las exportaciones de Gambia son cacahuetes; el 93 por 100 de las de Zambia, el 73 por 100 de Zaire y el 67 por 100 de Chile está constituido por el cobre; el café alcanza el 85 por 100 en el caso de Burundi, el 73 por 100 en el de Uganda, el 62 por 100 en el de Ruanda, etc. Son datos para 1974, recogidos en Interfutures. Facing Ihe future. Mastering 1he probable and marketing the unpredictable, OCDE, Paris 1979, 239.

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562 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

(para transacciones entre los miembros de la gran empresa multinacional) pueden fijarse artificialmente; no según los costes reales o las exigencias del mercado, sino en función de la estrategia interna de todo el grupo, que buscará localizar los beneficios económicos en aquel país en que le resulte más conveniente6.

Las empresas multinacionales son, como se ve, un atentado contra el principio de soberanía nacional en la medida en que los canales internos de comunicación entre las filiales traspasan las fronteras de los Estados y escapan al control de éstos. Todas las ventajas que tales corporaciones pueden aportar al desarrollo mundial (generalización de modernas tecnologías, abaratamiento de costes, producción a gran escala...) quedan en entredicho mientras dichas instituciones propicien la restauración de un cierto capitalismo salvaje, libre de toda traba, a escala internacional. Porque si el capitalismo liberal primitivo pudo ser reducido y controlado gracias a la intervención del poder político (una vez superada la fase en que la no intervención de éste era un dogma incuestionable), hoy volvemos a una situación semejante a aquélla, con la única diferencia de que el descontrol no se produce a escala nacional, sino a nivel mundial. Y si en la época del capitalismo liberal el aparato de control existía, aunque se le impedía actuar, hoy el correspondiente aparato está por crear. En efecto, las instituciones políticas internacionales carecen del poder coactivo necesario para una actuación eficaz en este campo. Ya Pablo VI en la Populorum progressio abogó por la instauración de "una autoridad mundial que pueda actuar eficazmente en el terreno jurídico y en el de la política"7.

El tema es preocupante. La viabilidad de esta autoridad mundial no es clara ni está exenta de peligros. Entre tanto, los gobiernos intentan establecer mecanismos de control y códigos de conducta a través de acuerdos multilaterales8. Las organizaciones sindicales, por su parte, también buscan una estrategia de actuación en estas empresas a través de acuerdos internacionales. Si la cuestión inquieta en los países desarrollados, ¡cuánto mayor debe ser la preocupación en el tercer mundo, mucho más indefenso

6 Cf J. A. PUELLES. Multinacionales. Nacimiento y desarrollo de una estrategia empresarial diferente, Index. Madrid 1978, 37-88. Cf también: Ph. LAURENT, Les firmes multinationales, en "Project" (1971) 895-943; E. HEYMAN y otros, Empresas multinacionales y división internacional del trabajo. Sigúeme, Salamanca 1977; Ch. LEVINSON. Capital, inflación y las multinacionales, Ariel, Barcelona 1976.

7 Populorum progressio 78, que recoge las propias palabras del papa a la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1965.

8 Cf una descripción de los más importantes en A. FONSECA. Codici di condot-ta per le multinazionali, en "CivCatt" 132 (1981-2) 533-549. Cf también Ph. LAURENT. o.c. 933-934; E. MIN. Multinational Corporations and International Law. Impacl of International Relations. A Cade of conduct, en "Estudios de Deusto" 28 (1980) 107-171.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 5 6 3

ante la explotación a que le someten estos verdaderos imperios transnacionales!9

Un último hecho a reseñar, que no es ajeno al fenómeno de las multinacionales, pero que tampoco se limita a él, es la dependencia tecnológica cada vez mayor a que están sometidos los países del tercer mundo. La dependencia solía vincularse siempre con el capital. Hoy, sin embargo, es la tecnología el instrumento más eficaz de control económico, dado su alto coste, pero sobre todo su complejidad, que exige la intervención continua de personal altamente cualificado10.

3. Las teorías basadas en la dependencia

A la vista de los hechos que preceden, no es extraño que se haya buscado una explicación del subdesarrollo a partir del contexto internacional en que se desenvuelve la economía. Además, si hasta aquí lo que se intentaba explicar era el desarrollo, hoy parece que el esfuerzo mayor se orienta a descubrir las causas del subdesarrollo, de por qué no es posible a muchos pueblos el acceso al desarrollo. Este cambio tiene que ver con el hecho de que es desde el tercer mundo mismo desde donde se formulan las principales hipótesis y teorías.

Todas ellas pueden encuadrarse dentro de la denominación genérica de teoría de la dependencia. Su núcleo esencial consiste en afirmar que el subdesarrollo no precede al desarrollo, sino que le sigue, que es una consecuencia de él. Expresado en otros términos, el subdesarrollo es necesario para que el desarrollo se produzca, porque éste se nutre y crece sobre la pobreza de otros pueblos. Existe, por tanto, una clara dependencia mutua: ni desarrollo sin subdesarrollo, ni al revés.

Sin embargo, los autores que pueden encuadrarse dentro de este grupo se diversifican en varias tendencias. Ya en sus orígenes cabe reconocer cierto influjo del análisis marxista ", pero también del pensamiento estructuralista. Esta diversidad se manifiesta luego a través de la evolución que sufren las sucesivas formulaciones

9 La primera empresa multinacional, la General Motors, tenia un volumen de ventas en 1974 que sólo era superado por el PNB de 14 países. El dato lo tomamos de J. A. PUELLES. o.c, 79.

10 Es la tesis de H. SINGER-J. ANSARI. o.c; cf también B. RONZE, L'homme ou la chose. Le sous-développement, logique du développement, en "Etudes" 349 (1978) 149-164.

11 En concreto, de los autores neomarxistas norteamericanos, y especialmente de P. BARAN. La economía política del crecimiento. Fondo Cultura Económica, México 19752 (edición original de 1957). Cf también R. DE JUAN. El concepto de dependencia económica y su futuro, en "InfComEsp" 564-565 (1980) 137-146, de donde tomaremos muchos datos en lo que sigue. Cf también G. ENDERLE-A. LUTHI. Dependencia y desvinculación en el plano económico, en "Concilium" 16 (1980-3) 496-510.

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564 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

de la teoría. En la década de los sesenta hay que citar al economista latinoamericano Raúl Prebisch y sus trabajos en el seno de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina, de las Naciones Unidas) como promotor de una serie de estudios que pretendían romper con la tradición de la ortodoxia neoclásica y poner a punto un nuevo método analítico de carácter histórico-estructural, muy atento a la dinámica de los procesos y a las transformaciones que tienen lugar en éstos.

El enorme eco obtenido por estos enfoques, estimulado por la creciente toma de conciencia de la miseria del continente latinoamericano, suscitó una pléyade de estudios parciales y de conjunto. Desde las posturas más matizadas de Prebisch, que incluso acepta la posibilidad de un desarrollo dependiente12, se pasa pronto a las formulaciones más radicalmente marxistas, cuyo mejor representante es A. G. Frank 13. Pero luego las posturas evolucionan en una doble línea. Ante todo se pasa de considerar la dependencia como una estructura exterior a interpretarla como una estructura interna de carácter político. Pero además, y esto es más importante sin duda, se supera el reduccionismo económico inicial, propio del marxismo más ortodoxo, para abrirse a modelos más complejos, en los que las estructuras sociales y políticas desempeñan un papel determinante14.

Con esta exposición sumaria de la teoría de la dependencia podemos intuir la fecundidad de la misma, pero también sus limitaciones. Es cierto que la teoría de la dependencia ha sido considerada por muchos como demasiado ambiciosa, como que aspira a explicar demasiado; otros le achacan el carecer aún de una seria verificación cuantitativa. En todo caso, no puede considerarse como algo doctrinalmente definitivo. Pero lo que sí hay que reconocerle son las perspectivas que ha abierto. Desde un punto de vista moral, estos autores han sido capaces de sistematizar una denuncia de la responsabilidad que los países ricos tienen en el subdesarrollo de los pobres. Y esto ha contribuido a crear una conciencia nueva de las exigencias de la justicia económica internacional, que tiene su punto de apoyo en una verdadera solidaridad entre los pueblos.

12 Cf R. PREBISCH. Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano. Fondo Cultura Económica, México 1963; R. PREBISCH (ed.), Transformación y desarrollo, la gran tarea de América Latina. Informe presentado al Banco Interamericano de Desarrollo. Fondo Cultura Económica. México 1970.

13 Cf, por ejemplo, G. A. FRANK. Sociología del desarrollo y subdesarrollo de la sociología. Anagrama, Barcelona 1971; Lumpenburguesía: lumpendesarrollo. Dependencia, clase y política en Latinoamérica, Laia, Barcelona, 19792.

14 Es imposible citar autores de cada una de estas tendencias: cf R. DE JUAN. o.c.; y también para los años iniciales: G. ARROYO. Pensamiento latinoamericano sobre subdesarrollo y dependencia externa. Reseña bibliográfica, en "Mensaje" 17 (1968) 516-520; A. GUILLEN. Referencia bibliográfica sobre la economía latinoamericana, en "RyF" 188 (1973) 231-235.

CAPÍTULO 4

La crisis económica actual

Aunque no es objetivo de este capítulo entrar en el análisis coyuntural de la economía ni de sus avatares a corto plazo, es imposible evitar un estudio, por muy somero que sea, de la crisis económica que atraviesan la práctica totalidad de los países del mundo. Su tratamiento en este contexto se justifica, en primer lugar, por el alcance mundial de la misma, pero, sobre todo, por su carácter estructural; es decir, precisamente porque no estamos ante un mero accidente transitorio del que podamos salir para volver a encontrarnos en una situación semejante a la fase expan-sionista que la precedió. Existe una corriente de opinión bastante generalizada, según la cual esta crisis afecta a las bases mismas del sistema de relaciones económicas vigentes en el mundo desde el final de la segunda guerra mundial; supone, en consecuencia, la crisis de toda una estructura y la exigencia de sustituirla por otra. Esto es lo que pretendemos desarrollar en este apartado, insistiendo en los principios sobre los que habría que construir un orden nuevo.

1. Génesis de la crisis

Suele ponerse el principio de la crisis en 1973-74, y señalarse como su causa inmediata la drástica subida de los precios de los crudos petrolíferos decretada por los países productores en el seno de la OPEP. En realidad, la cosa arranca de mucho más lejos. Como ya quedó apuntado más arriba, el mismo sistema monetario internacional encubría ciertas contradicciones que, con el tiempo, podrían desencadenar una crisis de amplias proporciones.

En efecto, esto es lo que se fue gestando a lo largo de la década de los sesenta. La afluencia de dólares a los mercados de divisas —provocada por el continuo déficit exterior estadounidense y alentadora de una creciente expansión del comercio mundial— terminó por despertar la desconfianza en dicha moneda, que era

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566 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

la clave de bóveda de todo el sistema. Un solo dato iluminará el porqué de esta retirada de confianza: en 1949 los Estados Unidos poseían oro por valor de 25.000 millones de dólares, con lo que respaldaban a los 6.400 millones de dólares en circulación fuera del país; en 1969 las reservas americanas de oro se habían reducido a poco más de 10.000 millones, mientras que la circulación exterior de dólares había superado ya los 35.700 millones. La intranquilidad reinante empujó a muchos poseedores de dólares a buscar refugio en monedas que gozaban de mayor confianza, aunque sus países emisores no estuvieran obligados a respaldarlas con oro (marco alemán, yen japonés, franco suizo, principalmente); pero esto acarreó una fortísima presión alcista sobre estas monedas que los países afectados sólo podían resistir a costa de enormes gastos. Y, sobre todo, provocó una presión sobre el gobierno americano, al que, cada vez con más frecuencia, se le exigía cumplir con su compromiso de convertir dólares en oro. Ante tal presión, el presidente Nixon decretó unilateralmente el 15 de agosto de 1979 que se suspendía la convertibilidad del dólar.

Tal decisión privó al sistema monetario de su último soporte. Sin embargo, al no existir una solución viable de recambio, fue necesario mantener el viejo sistema de una forma completamente artificial'. Todos los problemas anteriores se recrudecieron en esta nueva coyuntura. El dólar perdió valor (como reflejo de la falta de confianza en él), mientras otras monedas se revaloriza-ban. La inflación se aceleró y generalizó a escala mundial; su efecto se hizo notar de forma especial en los precios de las materias primas. Con esto se levanta el telón de lo que será el segundo acto de la crisis.

El alza de los precios de las materias primas, principalmente las agrícolas, favorecida por la escasa atención prestada a la agricultura en la década de los sesenta y a la escasez relativa de productos agrícolas que se siguió, fue un buen caldo de cultivo para el proceso inflacionista. Y, como es frecuente en este fenómeno, pronto se transmitió a otros sectores: en concreto, a las materias primas industriales y, por fin, a los crudos petrolíferos2. La subida de los precios de éstos fue una decisión espectacular, no sólo

1 La única solución viable de recambio tendría que haber supuesto la sustitución del dólar por otra nueva divisa creada ad hoc y distinta de todas las monedas nacionales, emitida por un organismo (banco) mundial y respaldada por divisas de todos los países. Pero esta alternativa nunca seria aceptada por los Estados Unidos porque significaba la pérdida automática de su situación de privilegio. Ahora bien, sin la participación de este país no es siquiera pensable el establecimiento de un nuevo sistema.

2 Cf para todo esto E. FUENTES QUINTANA. La crisis económica española, en "PapEconEsp" 1 (1979) 84-136, pero especialmente 102-111, donde se describe el contexto internacional de la crisis. Cf también J. REQUEIJO. Las raíces internacionales de la crisis, en "PapEconEsp" 1 (1979) 68-75.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 567

por las connotaciones políticas de la misma (guerra árabe-israelí de Yom-Kippur), sino por la magnitud de la subida: entre octubre de 1973 y enero de 1974 el precio básico de referencia casi se cuadruplicó3. Las consecuencias de esta alza inusitada no se harían esperar, sobre todo después de más de una década en que apenas se había producido variación bajo el férreo control de las grandes compañías petrolíferas trasnacionales.

2. Significado de la crisis

Es un hecho que la economía mundial, y más en concreto la de los países desarrollados, se había venido beneficiando durante décadas del bajo precio de la energía. Por eso el consumo de petróleo había crecido de forma incontenible, provocando una paulatina reconversión de la estructura productiva, donde el uso de la energía se hacía cada vez más intensivo, sustituyendo progresivamente al capital y al trabajo4. Era lógico que el factor relativamente más barato hubiera ido sustituyendo al más caro. Ahora bien, desde esta perspectiva puede calibrarse mejor el alcance del alza citada; se estaba atacando un punto clave de la estructura productiva, sobre la que los países industrializados habían basado su acelerado desarrollo desde 1945.

La subida de precios del petróleo tiene, pues, un profundo significado. Constituye, en primer término, un toque de alerta sobre el carácter limitado de los recursos petrolíferos. Su bajo precio había conducido a un consumo incontrolado; ahora este encarecimiento repentino quiere actuar de freno ante lo que se estaba convirtiendo en despilfarro de unos recursos escasos y no renovables a corto plazo.

Pero también esta subida de precios es la expresión simbólica del malestar del tercer mundo, que ve cómo su empobrecimiento ha ido aumentando a través de una relación real de intercambio que le venía siendo cada vez más desfavorable. Unos cuantos países, que se erigen en portavoces de este malestar, reivindican una mayor justicia en la distribución de la renta mundial. Este planteamiento es de enormes consecuencias, porque conlleva el decidido propósito de elevar nuevamente los precios del petróleo cuando

3 Pasó de 3,01 a 11,65 dólares barril. Para este asunto cf F. MARTINEZ GAL-DEANO. La encrucijada de los precios petrolíferos, en "RevFomSoc" 35 (1980) 87-104, 383-397, 415-437.

4 Entre 1950 y 1970 el consumo de petróleo se multiplicó por 6 en el Reino Unido, por 8,5 en Francia, por 15 en Italia, por 19 en España, por 29 en Alemania Federal, por 97 en Japón. Los Estados Unidos, cuyo consumo sólo se duplicó en dicho período, absorbía casi un tercio de la producción mundial, desbordando ya en 1969 las tres toneladas por habitante y año. Ib, 89.

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568 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

suban los precios de los productos finales que los países industrializados fabrican para vender al tercer mundo. Está claro: lo que se pretende aquí es que el coste de la energía represente un porcentaje mayor en el precio final, para que la participación de los países exportadores de petróleo en la renta producida sea superior. Esto supone un empobrecimiento correlativo de los países ricos, que tienen que destinar una proporción mayor de su riqueza a la compra de la materia prima energética; supone, en términos técnicos, un empeoramiento de su relación real de intercambio.

Pero hay aquí, en tercer lugar, una revolución en el sistema de precios relativos, que afecta a la división internacional del trabajo vigente. Si los países industrializados habían logrado dominar los mercados internacionales con una producción intensiva en el uso de un factor barato, la energía, ahora se modifica de raíz este estado de cosas; y los países que disponen de otro factor relativamente barato, en concreto la mano de obra, se encuentran de pronto en condiciones de competir con la industria de las naciones ricas. Evidentemente, esto no ocurre de forma generalizada; sólo en aquellas naciones que han alcanzado un cierto nivel tecnológico y en aquellas ramas de producción que son susceptibles de un uso intensivo de mano de obra. Pero, en cualquier caso, se desencadena así una reestructuración de la división internacional del trabajo, que permite la entrada de nuevos países, pero provoca al mismo tiempo una fuerte crisis de desempleo en los que tradicionalmente copaban los mercados mundiales. Así se explica que la crisis actual haya provocado un aumento incontenible del paro y escasas perspectivas de reducción del mismo; porque, además, la gran industria ha encontrado una vía para defenderse de la crisis, que es una especie de huida hacia adelante: la introducción y generalización de tecnología avanzadísima (microelectróni-ca)5, que no hace más que reducir la necesidad de mano de obra y, por tanto, elevar las tasas de paro.

En resumen, de todo lo dicho se desprende que detrás de la crisis hay una reivindicación de justicia mayor en las relaciones económicas mundiales, que está exigiendo una revisión radical de las mismas estructuras que han permitido un desarrollo económico tan dispar. Es triste que tal reivindicación sólo pueda abrirse paso, si es que lo consigue, por la fuerza de los hechos: por la gravedad de una crisis que produce, a su vez, no pocas víctimas, y precisamente en los países más pobres, que son los más indefensos para resistir, si no a la crisis misma, al menos a sus efectos. Por eso hoy se puede hablar ya con todo derecho de un cuarto

5 Cf G. FRIEDRICHS-A. SCHAFF. Microelectróntca y sociedad para bien o para mal. Informe al Club de Roma. Alhambra, Madrid 1982.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 569

mundo, que incluye a todos los países subdesarrollados que, además, carecen de recursos naturales. Ellos son las verdaderas víctimas de la crisis, los olvidados de todos; porque es bien sabido que en tiempo de crisis renacen, si es que estaban muertas, las actitudes de insolídaridad, a través de las cuales cada uno pretende salir adelante sin reparar mucho en los medios empleados para ello ni en sus efectos sobre los demás.

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CAPÍTULO 5

Hacia un nuevo orden económico internacional

Entrar en las propuestas concretas que se insertan en el marco de lo que viene siendo llamado un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) nos llevaría demasiado lejos. Pero no podemos concluir este capítulo sin exponer algunas perspectivas que hagan renacer la esperanza, insistiendo en las actitudes básicas que tendrían que sustentarla.

1. Los diversos enfoques del tema

Desde que comenzó a tomarse conciencia de la gravedad del subdesarrollo no han dejado de multiplicarse las propuestas para acabar con lo que se considera como una amenaza cada vez mayor para la paz entre todos los pueblos de la tierra. Tales propuestas han estado muy vinculadas a la teoría que se tenía por más idónea en cada momento para explicar el subdesarrollo. El tránsito de la teoría de los estadios a la de la dependencia supone, por eso, un cambio decisivo en el enfoque de las posibles soluciones. En un primer momento se insistía, sobre todo, en la industrialización de estos países, con vistas a la sustitución de importaciones (producir dentro lo que hasta entonces había que comprar fuera). Pronto se comprendió que tal propósito no era viable si no se procedía a una cierta protección y ayuda por parte de los países industrializados en forma de asistencia técnica y financiera. En seguida se comenzaron a exigir, además, unas garantías para los precios de las materias primas en los mercados internacionales; y también unas facilidades de acceso a los créditos de las instituciones financieras internacionales por parte de los países del tercer mundo. Todo este conjunto de exigencias se canalizaron, y tomaron cuerpo incluso, a través de la UNCTAD (United Nations Conference for Trade and Development), un organismo de las Naciones Unidas para fomentar el desarrollo a través del comercio; dentro de él, el tercer mundo constituyó un grupo de países no alineados, que ha actuado desde entonces con una polí-

I.A DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 571

tica común encaminada a la defensa de los países pobres y a la reivindicación de un nuevo orden económico.

La actuación de este grupo ha sido decisiva para la formulación del NOEI, sobre todo a partir de la cumbre que celebró en Argel en 1973, que dio pie a la posterior "Declaración sobre el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional" y al "Programa de Acción" correspondiente, ambos aprobados en la Sexta Sesión Especial de la ONU (1974), y a la "Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados", aprobada en la 39.a Asamblea General de la ONU (diciembre 1974)'.

Entre las propuestas que incluye el NOEI destacamos las siguientes: 1) la plena soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos naturales y todas las actividades económicas; 2) la reglamentación y control de las empresas multinacionales sobre la base de la plena soberanía de los países en que actúan; 3) la asistencia activa a los países en desarrollo por parte de la comunidad internacional, sin condiciones políticas ni militares; 4) la reforma del sistema monetario internacional, que asegure recursos suficientes a los países pobres para su progreso; 5) la mejora de la competitividad de los productos naturales que rivalizan con productos sintéticos sustitutivos; 6) un trato preferencial a los países en desarrollo en todas las esferas de la cooperación internacional; 7) la creación de condiciones favorables para la transferencia de recursos financieros a los países en desarrollo; 8) facilitar a estos países el acceso a los adelantos científicos y técnicos y el fomento de una tecnología autóctona; 9) el esfuerzo por parte de todos los Estados para acabar con el despilfarro de los recursos naturales, incluidos los productos alimenticios; 10) un esfuerzo general de cooperación a todos los niveles entre los mismos países en desarrollo2.

En estos últimos años se han elaborado también numerosos informes y estudios sobre el porvenir de la humanidad3, que pau-

1 La aprobación se hizo con la abstención o el voto en contra de los principales países industrializados. Cf un comentario a la misma: Justicia económica internacional. Contribución al estudio de la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, Fondo Cultura Económica, México 1976.

2 Este resumen lo tomamos de J. M. JORDÁN. Desigualdades económicas y necesidad de un nuevo orden económico internacional, en "IgVi" (1984) 163-178, en concreto 171-172. Cf también N. MARISCAL. Antes y después del Nuevo Orden Económico Internacional, en "Estudios Centroamericanos" 34 (1979) 309-321; M. BEDJAOUI, Hacia un nuevo orden económico internacional. Sigúeme, Salamanca 1979; Ph. LAURENT, Vers un nouvel ordre économique Internationale, en "Etudes" 358 (1983) 755-768.

3 Entre los más famosos se cuentan los encargados por el Club de Roma, de los que citamos los dos primeros: D. H. MEADOWS (ed.). Los límites del crecimiento. Fondo Cultura Económica, México 1972; M. MESAROVIC-E. PESTEL (eds.), La humanidad, en la encrucijada, Fondo Cultura Económica, México 1975. Cf también R. DE JUAN. LOS límites del crecimiento diez años después, en "InfComEsp" 592 (1982) 201-209

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latinamente han ido ganando en realismo a medida que han perfeccionado las hipótesis y modelos utilizados. El más reciente, de gran interés por las personas que participaron en él y por la atención explícita a la crisis actual, es el dirigido por el ex canciller alemán Willy Brandt4. Podríamos calificarlo como un informe a la vez dramático, esperanzador y exigente. Su tesis central es que, a pesar de los conflictos de intereses que enfrentan a pueblos y a continentes enteros, existen unos intereses recíprocos en que apoyarse para salir de la crisis; y son los países del Norte los primeros interesados en el desarrollo del Sur. Ahora bien, todos los problemas sólo pueden resolverse por la vía de la cooperación entre todos. Crear una atmósfera de confianza mutua entre los pueblos es la condición idónea para comenzar a construir un mundo ordenado a partir de las contradicciones existentes, y que se han agudizado hasta el extremo a consecuencia de la crisis5.

Subrayando que los peligros que amenazan a la comunidad mundial son hoy más graves y urgentes que nunca, se propone un doble programa: uno que tiene un horizonte de dos décadas (1980-2000), que es el que se va desarrollando a lo largo de todo el informe; y el otro, un "Programa de emergencia" para 1980-1985, que se concreta en cuatro objetivos: 1) transferencia a gran escala de recursos a los países en desarrollo para reducir su enorme deuda; 2) una estrategia energética internacional que incluya, entre otras cosas, el desarrollo de fuentes distintas y renovables de energía; 3) un programa mundial de alimentos para paliar los efectos dramáticos del hambre que afecta a más de 800 millones de seres humanos; 4) la iniciación de algunas reformas'claves del sistema económico internacional en los ámbitos comercial y monetario sobre todo6.

2. Los fundamentos de este nuevo orden

Pero lo que más quisiéramos destacar del informe son las exigencias de base que supone este programa para sacar al mundo de la situación de injusticia en que se encuentra. Y lo hacemos con sus mismas palabras: "¿Cuáles son los factores que nos impiden responder a este reto vital para el destino de la humanidad? No son las soluciones técnicas, que ya conocemos bastante bien, sino la falta de una conciencia clara y general de las realidades y de los peligros y la ausencia de una voluntad política para enfrentarlos y corregirlos. Sólo con un espíritu de solidaridad, basado en

4 Norte-Sur. Un programa para la supervivencia. Informe de la Comisión independiente sobre los problemas internacionales del desarrollo, presidida por Willy Brandt, Pluma, Bogotá 1980 (edición original inglesa de ese mismo año).

5 fb, 11-45. 6 Ib, 410-411.

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 573

el respeto por el individuo y el bien común, será posible lograr las soluciones necesarias. Es innegable que estas soluciones exigirán reajustes en distintos aspectos de la vida interna y externa de todas las naciones: a corto plazo algunos sacrificios serán inevitables, los cuales, sin duda alguna, serán mayores para los países con menor poder y recursos para enfrentarlos, y ninguna nación o grupo de naciones podrá quedar a salvo, ya sea dominando a otras o aislándose de ellas. Por el contrario, únicamente se podrá lograr un avance a nivel nacional si se asegura el progreso a nivel mundial. Y este enfoque global no se puede limitar a resolver los problemas económicos, sino que debe tener en cuenta también la gran complejidad de la sociedad humana. En cierto sentido, el mundo es un sistema de múltiples componentes que interactúan entre sí, de tal manera que el cambio en uno de ellos afecta a todos los demás. Entre los principales componentes, además de los Estados soberanos, están las instituciones internacionales y regionales, las corporaciones transnacionales, la opinión pública nacional y mundial y distintas fuerzas religiosas, ideológicas, sociales y políticas (...). Es más fácil tomar las decisiones políticas necesarias teniendo esta visión de los problemas, pero esas decisiones no se podrán llevar a cabo sin el consenso en el plano moral (...). Únicamente si los gobiernos aceptan estas ideas, y si en especial las aceptan los individuos, serán posibles y viables las decisiones políticas. Todo esto requiere un proceso intensivo de educación a fin de hacer comprender a la opinión pública en todos los países la necesidad vital de defender los valores sin los cuales no podrá haber un verdadero desarrollo económico y, sobre todo, no podrán reinar la justicia, la paz y la libertad" 7.

Aunque extensa, la cita no tiene desperdicio. Lo que en ella se postula, al término de un denso estudio en que han intervenido personalidades de renombre político y científico de los cinco continentes, es la necesidad de promover unos valores como fundamento de una nueva sociedad8. Tal tarea se propone, además, como algo para lo que se debe contar y en lo que deben comprometerse las más diversas instancias e instituciones sociales; entre ellas, naturalmente, las Iglesias.

Pero es en este cambio de valores, exigido por la situación mundial, en lo que queremos insistir aquí. Sin una reafirmación de la dignidad humana y sus exigencias, de la solidaridad entre los pueblos y de la justicia social, no habrá posibilidad de establecer ninguna política eficaz de desarrollo9. De una forma más

7 Ib, 397-399. El subrayado es nuestro. 8 Cf R. PERPIÑÁ, ¿Crisis económica mundial?, en "RevFomSoc" 39 (1984)

177-189. 5 Cf H. ZWIEFELHOFER. Der Beitrag der Soziallehre der Kirche zum Aufbau

einer neuen Weltwirtschaftsordnung, en Handbuch der christlíchen Ethik, Band 3, Herder, Freiburg 1982, 349-364.

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574 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

concreta, y por lo que se refiere a las sociedades avanzadas de Occidente, se nos está exigiendo una cierta ruptura con nuestro pasado reciente de desarrollo acelerado y con la concepción de vida que lo sustentaba. Tal concepción, bien interiorizada en el mundo desarrollado, tiene como rasgos definitorios: el convencimiento de que el crecimiento económico puede ser indefinido, lo cual ha llevado a una explotación incontrolada de los recursos naturales, fuente de continuo despilfarro; una forma de entender el trabajo en que éste aparece sólo como medio para obtener una renta, sin apenas otro valor en sí (sólo el trabajo remunerado merece la denominación de "trabajo"); una comprensión econo-micista del bienestar, que se mide más en términos de tener que de ser; la competencia como resorte fundamental del progreso y de la actividad humana.

Todos esos elementos constituyen una forma armónica de entender la vida, la cual no sólo ha actuado como motor (psicológico) del desarrollo, sino que ha sido reforzada por éste. Esta mutua interacción es la que ha sido puesta en entredicho por la crisis, llegando a provocar algo así como una especie de frustración colectiva. Esta constatación nos da pie para descubrir la dimensión más profunda de la crisis, su principal lección: la exigencia de un nuevo orden de convivencia, sustentado en unos nuevos valores que constituyan una nueva forma de entender la vida. Sin querer ser exhaustivos, enumeramos a continuación algunos de esos valores.

Ante todo se impone una revisión del sentido del trabajo, que conlleva una redistribución más equitativa de él. Si hasta ahora ha sido frecuente hablar de distribución y redistribución de la renta y la riqueza, hoy hay que aplicarse a hacer lo mismo con el trabajo: distribuirlo mejor para que haya para todos; y esto, aunque exija una reducción correlativa de los ingresos, sobre todo en determinados estratos sociales o grupos profesionales. Si hasta hace poco todo el mundo consideraba lógico un aumento continuado de sus ingresos por trabajo, las circunstancias actuales imponen un cambio en estas expectativas; la sociedad tendrá que acostumbrarse a ver disminuir su renta o, al menos, a que ésta se quede prácticamente estancada.

La importancia de este cambio se captará mejor contemplando los nuevos horizontes que se desvelan con él. Ante todo, comenzará a recuperar parte de su valor perdido el tiempo no dedicado al trabajo retribuido y las actividades realizadas en él. El descanso dejará de ser un tiempo consagrado en exclusiva a recuperar las fuerzas perdidas y empezará a tener sentido por sí mismo. Las actividades para el tiempo libre nos harán redescubrir el valor de la gratuidad, que un mundo tan mercantilizado (en el que todo se compra y vende, tiene un precio) nos ha hecho casi

LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA ECONOMÍA 575

olvidar. Una mayor conciencia de la escasez servirá para redescubrir la sobriedad y para revitalizar el respeto a la naturaleza, la cual no será solamente objeto de conquista y dominio para el hombre, sino espacio para una existencia en paz. Así se irá abriendo paso la solidaridad, en la que cada vez de forma más unánime se pone la única salida posible para la crisis.

Es cierto que todo esto exige un cambio radical, que no podrá consumarse en poco tiempo. Pero ése es el verdadero alcance de la crisis, que no puede calificarse de ningún modo como algo coyuntural y pasajero. Ahora vemos que la crisis —que ha sorprendido sobre todo a la sociedad occidental, poco acostumbrada a situaciones semejantes, pero que ha azotado con más virulencia a los pueblos atrasados— y el problema del subdesarrollo, que el tercer mundo arrastraba desde décadas, son dos fenómenos convergentes con una raíz común. Por eso no podemos concluir sino repitiendo una vez más que sólo desde la solidaridad de todos es posible construir un orden de justicia y de paz para todos los hombres.

Page 289: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

ÍNDICES

Siglas utilizadas Bibliografía índice analítico índice onomástico índice general

Page 290: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

Siglas utilizadas

AAS "AggSoc" "AnMorSocEc" "ArchTeolGran' AT

"BolEstEc"

CFT "CivCatt" CPS

DETM

"DocSoc" DS

"EcHum" ES "Esic-Market" "EstEcl"

Acta Apostolicae Sedis. Aggiornamenti Sociali. Anales de Moral Social y Económica. Archivo Teológico Granadino. Antiguo Testamento.

Boletín de Estudios Económicos (Deusto).

Conceptos fundamentales de teología (Cristiandad). La Civihá Cattolica. Cristianos por el socialismo.

Diccionario enciclopédico de teología moral (Paulinas). Documentación Social. Enchiridion Symbolorum (Denzinger-Schonmetzer).

Economie et Humanisme. Ecclesiam suam. Escuela Superior de Gestión Comercial y Marketing. Estudios eclesiásticos.

FAO

FMI "FomSoc"

GS

"HacPubEsp" HV

Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.

Fondo monetario internacional. Fomento social (Madrid).

Gaudium et spes.

Hacienda Pública Española (Madrid). Humanae vitae.

"IgVi" Iglesia viva. "InfComEsp" Información Comercial Española. IPC índice de precios al consumo,. IRPF Impuesto sobre la renta de las personas físicas. ITL Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de

la liberación (1984).

Page 291: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

580

JM

OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

La justicia en el mundo (sínodo 1971).

LE Laborem exercens.

"MisAb" Misión Abierta (Madrid). "MiscCom" Miscelánea de Comillas (Madrid). MM Mater et magistra. MystSa Mysterium salutis (Herder).

NDE Nuevo diccionario de espiritualidad (Paulinas). "NouvRevTh" Nouvelle Revue Théologique. NT Nuevo Testamento.

OA OC OCDE

OPEP

Octogésima adveniens. Obras completas. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Organización de Países Exportadores de Petróleo.

"PapEconEsp" Papeles de Economía Española (Madrid). PG Patrología Graeca. PIB Producto Interior Bruto. PIN Producto Interior Neto. PL Patrología Latina. PP Populorum progressio. PT Pacem in terris.

QA Quadragesimo anno.

"RevActPop" Revue d'Action Populaire. "RevFomSoc" Revista de Fomento Social (Madrid). "RevIbSegSoc" Revista Iberoamericana de la Seguridad Social (Ma

drid). "RevIntTrab" Revista Internacional del Trabajo (Ginebra). "RevScPhTh" Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques. "RivTeolMor" Rivista di Teología Morale. "RevTrab" Revista de Trabajo (Madrid). Rm Radiomensaje. RN Renta Nacional. RN Rerum novarum. "RyF" Razón y Fe (Madrid).

"SaDoc" Sacra Doctrina. "SalT" Sal Terrae (Santander). "ScriptVict" Scriptorium Victoriense. "SelecTeo" Selecciones de Teología. SMIG Salario mínimo interprofesional garantizado. "StMo" Studia Moralia.

SIGLAS

"StPat" Studia Patavina. "StZ" Stimmen der Zeit.

"ThPh" Theologie und Philosophie. "ThSt" Theological Studies.

Las citas bíblicas son de La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas.

Page 292: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

Bibliografía

Ofrecemos a continuación una bibliografía de carácter general, útil, de fácil manejo, elemental y, al tiempo, de fuentes. Los títulos citados se pueden encontrar con facilidad en gran parte de las bibliotecas frecuentadas por nuestros lectores. La bibliografía citada aporta, por su parte, bibliografías más especializadas y científicas. Hemos pensado también su practicidad para la elaboración de una sistemática personal, así como para los trabajos en grupos, reuniones y seminarios sobre moral social.

Hemos marcado con * las obras que consideramos especialmente indicadas para una biblioteca básica no universitaria o, a lo más, tan sólo de primer nivel de enseñanza superior.

1. Sagrada Escritura

RÁBANOS R., Teología bíblica de la comunicación cristiana de bienes, Stu-dium, Madrid 1968.

CARITAS ESPAÑOLA. Comunicación de bienes en el Antiguo Testamento, Euramérica, Madrid 1959*.

CARITAS ESPAÑOLA. Comunicación cristiana de bienes en el Nuevo Testamento, Euramérica, Madrid 1959*.

CARITAS ESPAÑOLA. Plan CCB. Introducción al tomo I, Euramérica, Madrid.

2. Santos Padres

SIERRA BRAVO R., Doctrina social y económica de los Padres, Compañía Bibliográfica Española, COMPI, Madrid 1967.

3. Magisterio de la Iglesia

Son varias las razones justificativas de la extensión de este apartado bibliográfico en todas las secciones en que lo hemos dividido. La primera, para facilitar el conocimiento de los lugares en donde se puede encontrar y tener a mano sin mucho esfuerzo, reunida, coleccionada y hasta sistematizada la abundante doctrina socio-política y socio-económica de la Iglesia católica en sus principios básicos y en su dinamismo y relatividad, así como las prospectivas del quehacer político, social y económico del cristiano en un futuro que continuamente se le convierte en

BIBLIOGRAFÍA 583

presente. Y, consiguientemente, evitar una pérdida de tiempo a los lectores.

La segunda razón es contribuir al deshielo de la alergia y del desconocimiento que existe en este punto, detectados en personas y en grupos antes y después de quererse poner en contacto con una praxis cristiana y sus exigencias en los niveles sociales, económicos y políticos. Nunca se trata de mala voluntad, sino más bien de un desconocimiento vencible, que se quiere contrarrestar con esta nota bibliográfica. Pero el hecho es que tal situación conduce en muchísimas ocasiones a estar siempre comenzando de nuevo y a "inventar" con mayor imperfección, por supuesto, lo que ya se halla propuesto y formulado. Consiguientemente, evitar aquí también la pérdida de tiempo que conlleva todo nuevo "invento de la pólvora" ya inventada o el "descubrimiento del Mediterráneo" ya descubierto.

3.1. Universal

Documentos políticos, BAC, Madrid 1958. Documentos sociales, BAC, Madrid 1959. Documentos jurídicos, BAC, Madrid 1960. Ocho grandes mensajes (RN, QA, MM, PT, ES, PP, GS, OA), BAC,

Madrid 19758*. Encíclica "Laborem exercens", Paulinas, Madrid 1981*.

3.2. Particular (regional-local)

Algunas de las obras citadas en este apartado son colecciones completas y muy elaboradas que prestan un gran servicio, aunque sólo sea de ahorro de tiempo. Lógicamente, sólo interesan para nuestro fin los documentos relativos a temas socio-políticos y socio-económicos fácilmente separables atendiendo a la titulación respectiva como, por ejemplo: "Deberes de justicia y caridad"; "Sobre los deberes sociales"; "Deberes sociales del desarrollo económico"; "Actitudes cristianas ante la actual situación económica", etc. En los documentos del episcopado español se reproducen muchos documentos relacionados en índice general, cronológico y de materias de muy conveniente consulta en las pp 559-561 del vol. 355 de la BAC y en las 803-813 del vol. 459 de la BAC.

La Iglesia y la Comunidad Política. Documentos colectivos de ¡os episcopados católicos de todo el mundo 1965-75, BAC, Madrid 1975.

/ / Conferencia General del Episcopado latino-americano. Medellín 1968. III Conferencia General del Episcopado latino-americano, Puebla 1979,

BAC, Madrid 1979. Cartas de la Santa Sede a las Semanas Sociales (de España), Centro de

Estudios Sociales, Madrid 1978. Documentos colectivos del Episcopado español 1870-1974, BAC, Madrid

1974. Documentos de la Conferencia Episcopal Española 1965-83, BAC, Madrid

1984.

Page 293: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

584 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

COMISIÓN EPISCOPAL DE DOCTRINA SOCIAL. Breviario de Pastoral Social, Madrid 1959.

COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL. Marxismo y cristianismo. Edice, Madrid 1983.

SETIÉN J. M.a, Ante los actuales conflictos socio-económicos. Carta pastoral, San Sebastián 1984.

3.3. Sistematizaciones

GUTIÉRREZ GARCÍA J. L., Conceptos fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia (4 vols.). Centro de Estudios Sociales, Madrid 1971.

GUTIÉRREZ GARCÍA J. L., La concepción cristiana del orden social. Centro de Estudios Sociales, Madrid 1972*.

TORRES CALVO A., Diccionario de textos sociales pontificios. COMPI, Madrid 1962.

VALLE F. DEL. Diccionario de moral profesional, COMPI, Madrid 1962. Diccionario enciclopédico de teología moral, Paulinas, Madrid 19865.

4. Comentarios a los documentos del magisterio de la Iglesia

PROFESORES DEL INSTITUTO LEÓN XIII, Comentarios a la "Mater et magistra"*, BAC, Madrid 1963.

PROFESORES DEL INSTITUTO LEÓN XIII, Comentarios a la "Pacem in tenis", BAC, Madrid 1963.

Comentario a la Constitución pastoral "Gaudium et spes", del concilio Vaticano II, dirigido por A. HERRERA ORIA. BAC, Madrid 1968.

VARIOS. Teología y Etica del Desarrollo, Comentarios a la "Populorum progressio", Fomento Social, Madrid 1968.

VARIOS. El cristiano ante el futuro. Comentario a la carta "Octogésima adveniens". Centro de Estudios Sociales, Madrid 1973.

VARIOS. Juan Pablo II y la justicia social. Estudios sobre la "Laborem exercens", Fomento Social, Madrid 1982.

5. Tratados

ÁNGEL A., Interpretación cristiana de la lucha de clases, BAC, Madrid 1977.

AUBERT J. M., Moral social para nuestro tiempo, Herder, Barcelona 1973.

BIGO P., La doctrina social de la Iglesia, Instituto Católico de Estudios Sociales, Barcelona 1967.

CALVEZ J. L. y PERRÍN J., Iglesia y sociedad económica, Mensajero, Bilbao 1965.

CHENU M. D., La doctrine sociale de l'Eglise comme ideologie, Cerf, Paris 1979.

Códigos de Malinas3 (social, familiar, internacional político), Unión Internacional de Estudios Sociales, Trad. española, Sal Terrae, Santander 1962.

BIBLIOGRAFÍA 585

GONZÁLEZ FAUS J. I. y otros, La justicia que brota de la fe, Sal Terrae, Santander 1983.

MESSNER J., Etica social política y económica a la luz del derecho natural, Rialp, Madrid 1967*.

PROFESORES DEL INSTITUTO SOCIAL LEÓN XIII, Curso de doctrina social católica, BAC 269, Madrid 1967*.

RACIONERO L., Del paro al ocio, Anagrama, Barcelona 1984. VARIOS, Síntesis de moral social y económica, Centro de Estudios Socia

les, Madrid 1969. VIDAL M., Moral de actitudes III, Perpetuo Socorro, Madrid 1979.

6. Revistas

Muchas otras revistas, especializadas o de alta vulgarización, incluyen con frecuencia artículos referentes a temas socio-políticos o de socio-economía con valoraciones éticas. Entre las publicadas en español ha parecido conveniente la selección transcrita. Especializada en nuestros temas, y por eso más recomendable en lugar destacado, está la revista "Fomento Social" (Madrid).

"Corintios XIII". "Documentación Social". "Fomento Social". "Moralia" (continúa desde. 1979 a la revista "Pentecostés"). "Pastoral Misionera". "Razón y Fe". "Tierra nueva".

7. Otros auxilios bibliográficos

Las estadísticas que revelan numéricamente las concretas situaciones socio-económicas y socio-políticas se hacen imprescindibles para conseguir valoraciones y estudios éticos actualizados y con buen fundamento objetivo.

Destacan como muy útiles:

A nivel mundial: las estadísticas publicadas por la ONU y los organismos internacionales que dependen de ella.

A nivel europeo: las publicadas por los organismos europeos, Consejo de Europa, CEE, etc.

A nivel español: las facilitadas por: El Instituto Nacional de Estadística (INE) en sus Anuarios (normal y

abreviado), así como en boletines y otras publicaciones del Instituto. La Confederación Española de Cajas de Ahorro: Comentario Socioló

gico. Estructura Social de España. El Servicio de Estudios del Banco de Bilbao, en especial sus Informes

Económicos de cada año. El Anuario de "El País". Las revistas económicas y empresariales, sin excepción notable.

Page 294: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

586 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Los medios de comunicación social escritos, tanto diarios como semanales en sus obligadas secciones dedicadas a los sectores socio-políticos y socio-económicos.

El Boletín Bibliográfico publicado mensualmente por el Departamento de "Praxis" de la Universidad Pontificia de Comillas. (Este Boletín ofrece mensualmente, sistemáticamente ordenados, los artículos relativos a Etica/Moral que aparecen en las 700 revistas especializadas que recibe la Biblioteca Universitaria. Los apartados 7, relativo a Etica socioeconómica, y 8. dedicado a la Etica política, del referido Boletín permite estar perfectamente al día de lo publicado en todo el mundo, con notable ahorro de tiempo y de repeticiones bibliográficas).

índice analítico

Actividad económica — intentos de estructuración

ética, 349-356 — perspectiva ética, 187-192 — visión de conjunto, 177-187

Activo, 231-234 — plenamente líquido, 278

Ahorro, 281-287 Asignación de recursos, 184 Asistencia social, 339 Autogestión, 417

Balance, 232 Banco, 282

— central, 279 — de depósitos, 279 — mundial, 548

Beneficencia, 216 Beneficio

— bruto, 251 — distribuido, 251 — neto, 251 — retenido, 251

Bienes — actitud del A.T. ante, 24-25 — actitud del N.T. ante, 43-54 — actitud de los Padres, 59 — administración de, 59 — de consumo, 180 — destino universal (cf Propie

dad, Riqueza-Pobreza), 357-361

— finales e intermedios, 309 — de inversión, 180 — libres, 217 — públicos, 216 — materiales, 144

Bolsa de valores, 252

Bretton Woods, Conferencia de 547-548

Burguesía, 446

Capital, 232, 233, 237, 249 — acumulación originaria de,

83 — ampliación de, 252 — cálculo de porcentaje de re

tribución, 251 — como factor de producción,

237 — derechos del, 249 — evasión de, 297 — inmovilización, 209 — participación en la gestión,

247 — privado y público, 236 — propiedad del, 237 — retribución directa del, 251 — retribución indirecta, 252 — social, 234

Capitalismo, 129, 150, 170, 171, 172 — comercial, 300, 450 — consecuencias sociales, 471 — contradicciones, 473 — crítica de Marx, 456 ss, 496 — definición, 436 — financiero, 460 — fundamentos ideológicos,

440 — industrial, 452 — liberal (cf Liberalismo), 150,

253, 300 — y magisterio de la Iglesia,

477-483 — mixto, 469-471 — neocapitalismo, 467 — raíces históricas, 439-440

Page 295: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

588 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

— rasgos defínitorios, 438 — valoración ética, 471-473

Cesta de la compra, 290 Cierre patronal, 256 Circuito monetario, 182 Colectivismo y socialización, 172-

173 Cogestión, 248, 268, 417

— "centro de trabajo", 269 — "empresa" como unidad,

269 — doctrina de la Iglesia, 271 — organización práctica, 270 — presupuestos, 268

Comercio — de expansión, 93 — internacional, 546

Comités de empresa, 248 Competencia perfecta, 195, 302 Comunicación de bienes (cf Ri

queza-pobreza), 51, 55 Confesiones generales, 98 Consumerismo, 221 Consumidor

— defensa del, 218, 220 — demanda del, 227 — derecho, 219 — deseos o preferencias del, 214 — carta de protección del, 220 — soberanía del, 219

Consumo — educación para, 221 — estímulo al, 297 — en serie, 218 — sociedad de, 217

Contrato de compra-venta, 202 Contrato de mutuo, 284 Contrato de trabajo, 356, 401

— correctores éticos para la justicia del, 413

— definición descriptiva, 408 — en la Escritura y el magis

terio, 419 — intervención pública, 416 — naturaleza, 402 — participación, 417 — valoración ética, 401, 409

Controles directos, 320

Convenios colectivos, 415 Cooperativismo, 265

— empresa cooperativa, 267 — principios de Rochdale, 266 — espíritu cooperativo, 266

Corporativismo — de asociación, 129 — del Estado, 129

Corvée, 69 Costes, 184

— de las prestaciones y laborales, 344

— sociales-privados, 236 — teoría de los comparativos,

545 Crecimiento económico, 313, 317 Crisis económicas, 302

— de crédito, 305 — de la economía actual: gé

nesis y sentido, 565-567 — de sobreproducción, 305

Cuarto mundo, 568-569 Cuestión social (cf Doctrina social

de la Iglesia)

Damnum Emergens, 285 Decreto de Alarde, 302 Defensor pacis, 85 Deflación, 291-292 Demanda (cf Oferta)

— solvente, 215 Democracia económica, 535 Demografía

— expansión demográfica, 91 — presión, 217

Dependencia tecnológica, 563 Depreciación, 309 Derecho de asociación, 118 Desarrollo-subdesarrollo, 137, 140,

550, 554 — análisis dinámico, 551 — aspectos éticos, 554 — contraste entre hechos y teo

rías, 560 — indicadores, 553 — situación actual, 550 — teorías sobre, 557

Desempleo estructural (cf Paro), 343

ÍNDICE ANALÍTICO 589

Dinero, 277 — constante y corriente, 290 — convertibilidad, 547 — depósito a la vista, 279 — devaluación, 297 — funciones del, 280 — génesis, 278 — interés del (cf Interés), 283 — intermediarios financieros,

281 — legal y bancario, 297 — poder adquisitivo, 289 — sistema monetario, 547 — tipo de cambio, 303 — valor del, 289

Dirigismo, 200 Doctrina social de la Iglesia (cf

Encíclicas sociales), 110-174 — competencia de la Iglesia,

130

Economía — abierta, 297 — capitalista, 227 — control del individuo y la so

ciedad, 433-434 — curíense, 57 — y ética, 349 — e iniciativa privada, 217-218 — intentos de estructuración

ética, 349 — ¡nternacionalización, 546 — liberal, 545 — medieval, 71 — medieval y pensamiento cris

tiano, 75 — neoclásica, 462 — reales, 432 — poco desarrollada, 227 — de trueque, 277 — visión de conjunto, 299

Economistas — clásicos, 301-302 — liberales, 454-455

Empresa, 229-230 — aspectos macro y microeco-

nómicos, 243 — beneficio de, 234 — capitalista, 231, 235

— como comunidad humana, 238

— conflicto permanente, 238 — consejo de administración,

248 — democracia en, 238 — dimensión óptima, 235 — dirección, 232 — distribución de la renta, 238 — y doctrina social de la Igle

sia, 239 — estructura, 232 — funcionamiento, 234 — modelos distintos, 260 — objetivos de la, 230 — objetivos de los grupos, 230 — pública, 272-273 — trabajo y capital en, 236

Encíclicas sociales, 113-174 Enciclopedia, 101 Ergonomía, 245 Escuelas económicas

— clásica (cf Capitalismo industrial), 453

— marginalista, 462 — neoclásica (cf Capitalismo fi

nanciero), 302, 460, 463

Estado de bienestar, 311, 339, 470 — crisis del, 339

Estado policía, 324 Estado providencia, 324, 468 "Estanflación", 293 Etica (cf Moral)

Feudalismo, 68, 70, 72, 82 Fijación oficial de paridad, 548 Fisiocracia, 450 Fondo Monetario Internacional

(FMI), 548 Fraude fiscal, 203, 334 Fuerza de trabajo, 457

Gasto Público, 327 — clasificaciones, 328 — limitación del, 325

Hacienda Pública, 324 Huelga, 254-255, 415

Ideologías, 158 Ilustración, 101, 102

Page 296: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

590 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Impuestos, 327, 330 — clases de, 331 — criterios de distribución, 330 — cuantía, 334 — delito fiscal, 338 — destino de los recursos, 338 — objeción fiscal, 338 — obligación moral de pagar,

333 — presión fiscal, 336 — sistema impositivo, 336 — valoración moral del siste

ma, 336 Indicadores económicos, 319

— sistema de indicadores sociales, 319

Inflación, 183, 289, 291, 293, 344 — de costes, 294 — de demanda, 294 — espiral de infiacionista, 293 — de estructuras, 294 — efectos de, 294-298 — tasa relativa de, 297 — tipos de, 294

Ingresos públicos, 327 — deuda pública, 328 — operaciones de capitales, 328 — patrimoniales, 328

Injusticias estructurales, 162 Interés (cf Usura), 80-81, 283 ss

— cuantía, 288 — doctrina de los títulos extrín

secos, 285 — justificación moral, 286 — tipos, 288 — en la tradición, 283-285

Internacionales, 498 Intervención estatal, 303-306; 310,

311, 416, 467 — diversos niveles de actuación,

310 — primeras manifestaciones,

303, 467

Inversión, 281 — neta, 309 — retraída, 248

Jansenismo, 107 Jurados de empresa, 248

"La Gran Crisis", 464 Ley de Chapelier, 302 Liberalismo, 300, 322, 475

— económico, 467, 475 — e Iglesia, 115, 158, 476-477 — optimista, pesimista, 454-455

Librecambio, 303 Lucrum cessans, 285

Marco Institucional, 321 Maquinismo y trabajo, 459 Materia prima, 179 Mercado, 185-187

— competencia perfecta, 195, 204, 302

— competencia y otras formas, 194-195

— proceso de decisión colectiva en, 194

— trasparencia del, 186, 195

Mercado común europeo, 318 Mercantilismo, 94-95, 441, 450 Moneda

— acuñación, 278 — sistema actual, 547

Marxismo (cf Liberalismo científico)

Monopolio, 195, 204 Moral económica (historia)

— en el A.T., 18-34 — en el N.T., 34-54 — patrística, 55-65 — medieval, 66-78 — síntesis tomista, 78-82 — s. xvi-xviii: moral casuística,

102-106 — en tiempo de las "Luces",

106-108 — nuevos rumbos, 108

Moral económica (aspecto teórico) — y actividad económica, 187-

192 — y capitalismo, 471, 484 — y comercio, 80 — y desarrollo, 554 — en la doctrina de la Iglesia,

110-174 — y ética social, 9-13 — y ética social cristiana, 12

ÍNDICE ANALÍTICO 591

— e impuestos, 336-339 — e interés, 286 — y propiedad, 381-385 — y publicidad, 225-226 — y sistemas económicos, 433 — y socialismo, 519-522 — y trabajo, 409

Multinacionales, 561

Necesidades humanas, 177, 211 — adecuación de la producción

a, 183 — coste de la satisfacción, 214 — mínimo biofisiológico, 212 — preferentes e indeseables, 214 — publicidad y, 221 — reales y aparentes, 212 — satisfacción de, 251 — satisfacción a través del mer

cado, 215 — satisfacción en una economía

planificada, 226

Negociación colectiva, 254, 415 Neto patrimonial, 233 Neutralidad impositiva, 325 Nominalismo, 86 Nuevo Mundo

— consecuencias de la colonización, 92

Nuevo orden económico internacional (NOEI), 571-575 — enfoques, 571 — fundamentos, 572

Objeción fiscal, 338 Objetivos (de política económica),

307, 312, 316 — complementarios, 316 — conflictivos, 316 — conflictos de, 316-320 — cuantificación, 312 — independientes, 316

Oferta (demanda), 183, 194, 196, 202, 208, 209 — ajuste de, 185 — mecanismo de tanteo, 194

Oligopolio (cf Monopolio) OPEP, 165, 195, 565

Operaciones — activas, 282 — pasivas, 282, 288, 289

Padres de la Iglesia, 56 Paro, 313

— coyuntural, 314 — encubierto, 314 — estacional, 314 — estructural, 314 — reducción de la tasa de paro,

313

Participación — en los beneficios, 417 — en la gestión, 417 — igualitaria (Cogestión), 417 — en la propiedad, 417

Pecados que claman al cielo, 97 Periculum sortis, 285 PIB, 309, 343, 551, 553

— desaceleración del crecimiento, 343

Planificación, 186, 226 — centralizada, 193, 198 — descentralización, 200 — y despilfarro, 199 — y dirigismo, 200 — evolución de sistemas, 199 — funcionamiento, 198 — en términos físicos, 199 — en términos monetarios, 200 — sistema de incentivos, 200 — socialista, 227

Pleno empleo, 313 Plusvalía, 210, 458, 507 PNB, 550 Pobres-Pobreza (cf Riqueza-Po

breza) Política económica, 311

— conflicto de objetivos, 316 — indicadores de, 319 — instrumentos, 320-321 — objetivos, 306 — presupuesto público, 324

Política exterior, 321 Política fiscal, 306 Política monetaria y crediticia, 306 Precios, 79, 193

Page 297: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

592 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

— convencional, 202 — corrección indirecta, 207 — en economía de mercado,

193-194 — y especulación, 207-210 — estabilización, 208, 313, 316-

317 — fijación, 207 — función, 278 — índice de, 290 — justo, 201, 205, 206 — legal, 202, 203 — en planificación centralizada,

198 — planteamiento actualizado,

204 — revolución del sistema de...

relativos, 568 — vulgar, 202

Previsión social, 340 Presupuestos, 268, 324

— consolidados, 326 — del Estado, 324, 327

Principio de subsidiariedad, 128, 254

Proceso de producción, 178 Proceso distributivo, 181-182 Producción

— combinación de factores, 235 — factores, 181, 232, 235 — y necesidades, 183-184 t — en serie, 218 — unidad de, 230

Profetismo, 22, 30 Propiedad, 24, 28, 47,- 59, 96, 118,

136, 378 — características éticas, 381 — derecho de, 151, 172 — en la Escritura y la doctrina

de la Iglesia, 395 — función social, 385 — justificación ética, 383 — sistema concreto justo, 393-

399 — trabajo como título de, 388

Protestantismo, 442-445 Proyecto "ágape", 531 Psicosociología motivacional, 245

Publicidad, 221 — actividad profesional, 222 — y ciudadano, 224 — y consumidor, 223 — efectos, 222-224 — estatuto en España, 225 — ética de, 225 — y productor-vendedor, 223 — y sociedad, 224 — y sociedad de consumo, 222 — técnicas concretas, 225

Reasignación de recursos, 197 Redescuento, 288 Relación real del intercambio, 552 Relaciones laborales (cf Trabajo),

246, 253 — en el capitalismo liberal, 253 — conflicto (cf Cierre patronal,

Huelga, Convenio colectivo, Trabajo), 256

— y doctrina social de la Iglesia, 258

Renta — distribución de la mundial,

567 — familiar, 309 — global, 183 — nacional, 309, 318 — participación de, 239 — per cápita, 310 — personal, 309 — real, 218

Revolución, 152 — francesa, 103 — keynesiana, 464, 466, 467 — industrial, 447 — técnica, 460

Reservas, 233, 252 Retribución

— legal, convencional, vulgar, 412

Riqueza-pobreza (cf Comunicación de bienes; Bienes) — en A.T., 24-31 — en N.T., 44-54 — vicios económicos, 32, 53, 63

ÍNDICE ANALÍTICO 593

Salario — abanico salarial, 243 — aspecto humano, 241 — caída, 240 — contractual, 242 — familiar, 241-242 — e inflación, 244 — justo, 240 — ley de bronce del, 240 — nivel de empleo y de, 243 — subida de carácter lineal, 243

Sector — primario, 179 — privado, 311 — público, 311 — secundario y terciario, 179

Seguridad social — antecedentes y conceptos,

339 — crisis actual, 343 — funciones, 342 — modelos, 340-341 — perspectivas, 344

Sindicalismo — moderno, 254 — revolucionario, 254

Sindicatos, 415 Sistemas económicos, 171, 431'

— clasificación, 432 — definición, 431 — valoración moral, 433

Situación de convergencia (cf Tercera vía), 433

Situación socio-económica (perspectiva histórica) — en Israel, 18-24 — en tiempos del N. T., 34-41 — en medieval, 67-73 — s. xvi-xvii, 90-99 — s. xviii-xix, 99 — grandes cambios del XIX, 113

Socialismo, 115 — advenimiento, 497-498 — antiestatista, 490 — consecuencias, 505 — contemporáneo, 501

— crítica teórico-económica, 506

— definición, 487 — estatista francés, 492 — etapas del europeo, 499 — evolución histórica, 497 — magisterio, 509-519 — utópico, 489 — valoración ética cristiana,

519-522

Socialismo científico o marxista — fundamentos filosóficos, 494 — teoría socioeconómica de

Marx, 496

Sociedad de consumo, 217 Sociedades anónimas, 260-262

— génesis, 260 — pistas éticas, 263 — realidad actual, 262

Solidarismo, 128, 148 Subdesarrollo (cf Desarrollo), 575 Subvenciones, 207 Sumas morales, 88 Superpoblación, 137

Talón bancario, 278 Taylorismo, 245 "Tecno-oficinía", 461 Teoría de la dependencia, 146 Teoría general del empleo, el inte

rés y el dinero, 124, 465 Tercer Mundo, 145, 470, 575 Tercera posición (cf Terceras vías),

520 "Terceras vías", 524, 526

— criterios para una opción lúcida, 532-533

— ensayos más sugestivos, 525 — hacia la democracia econó

mica, 535 — muestreo de opciones, 528-

532 — opción inevitable, 526

Trabajo — aspecto contractual, 242 — condiciones, 363-370; 244 — creador, 366 — derechos, 239

Page 298: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

594 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

— y doctrina social de la Iglesia, 240

— y especialización, 197 — incorporado, 457 — necesidad, 362 — participación del, 246 — revisión del sentido del, 574 — y salario, 241

Titulus morae, 285

UNCTAD, 570

Unidad de cuenta, 280, 289 Usura (cf Interés), 283 Utopías, 101

Valor, 232 — añadido, 180 — de cotización, 251 — económico, 180 — nominal, 251 — proceso de distribución, 181 — redistribución, 183

índice onomástico

Abaitua C. - Alberdi R. - Setién J.M., 134

Abellán P.M., 203 Academia de Ciencias de la URSS,

487, 489 Acción Social Empresarial, 265 Acta Synodalia Sacrosancti Conci-

lii Oecumenici Vaticani II, 142, 143

Action Populaire, 127, 134, 147, 155, 157

Aftalion FL, 486 Aguilar R., 220 Agustín san, 33 Albadalejo M.A., 220 Alberdi R., 151, 192, 215, 471,

485, 486, 504, 506, 519 Alberdi R. - Belda R., 486, 504,

506 Alberto Magno san, 77, 78, 80 Alcaide J., 313, 337 Alchian A., 295 Alejandro de Hales, 285 Alejandro VII papa, 285 Alfaro J., 161 Alfonso María de Ligorio, 105,

108 Alonso Díaz J., 31, 33 Alonso Olea M., 241, 340 Ambrosio san, 60 Andersegg E., 446 Andrés-Gallego J., 91, 105 Andrés M., 88, 91, 95, 96, 97 Antolí Guarch A., 26, 27, 32 Antón J., 338 Antonazzi G., 119 Antonino de Florencia san, 88, 89,

98 Argandoña Ramiz A., 486 Aristóteles, 76, 81, 507

Arkwright, 447 Arregui A.M. - Alba M., 335 Arroyo A., 253, 531, 564 Arrupe P., 531 Asociación Internacional de Tra

bajadores, 498 Asterio Amaseno san, 59 Aubert J.M., 18, 55, 61, 66, 91,

104, 117, 354, 471, 504 Ayek Fr., 496, 505 Azpiazu J., 196, 207, 208, 257,

271, 284, 438, 471, 504 Azpilicueta, 96

Bahro R., 505 Bairoch P., 114, 146, 179, 551,560 Ball R.J. - Doyle P., 243 Banco de Bilbao, 290, 395 Banco Mundial, 548, 550, 551, 553 Baraúna G. (ed.), 142 Bakunin M., 499 Barán P., 563 Barber W.J., 115, 123, 124, 188,

301, 302, 305, 452, 455, 456, 460, 465, 496, 497

Barea J., 325 Barre R., 212, 558 Basilio san, 59, 60, 63, 386 Beaud M„ 100, 440, 450, 461, 535 Becker W., 487 Beckerman W., 308 Bedjaoui M., 571 Belda R., 481, 501, 513, 518, 521,

529 Benedicto XIV papa, 75, 285 Bengoechea J.M., 218, 220 Berger P., 190, 474, 486, 505, 506 Berger P. - Luckmann Th., 11 Bernardino de Siena san, 89 Bernstein E., 499, 519

Page 299: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

596 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Besancon A., 471 Bieler A., 116 Bigo P., 113, 396 Blanc L., 492 Blanchfield W.C., 115, 123, 124,

188 Blanqui L.A., 492 Blaug M., 486, 506 Bloch-Laine F., 265 Boff Cl., 530 Boff Cl. - Boff L., 530 Boff L., 530, 531 Bonsirven J., 42 Borisov y otros, 487 Bouchez F.J., 116, 491 Bouvin A., 248 Braido P., 89, 105 Broermann J. - Herder-Dorneich

Ph., 127 Bruss W„ 486 Buonarroti, 492 Bustelo F., 501

Cabet E., 493 Calixto II papa, 58, 86 Calvez J.Y., 141, 486 Calvez J.Y. - Perrin J., 113 Calvino, 443, 444, 445 Camacho I., 119, 171, 209, 253,

505 Caminati V., 106 Campanella T., 488 Campanini G., 171 Capelo M., 142 Caprile G., 160 Cardyn Ch. - Delapierre J., 335 Carmona J.A., 320 Carpentier J., 245 Causse A., 24 Ciccone L., 338 Cicerón, 60, 82 Cipriano san, 62 Claudin F., 501 Clemente de Alejandría, 60, 62 Código civil español, 380 Código de derecho canónico, 286 Código Internacional del trabajo,

255 Código penal español, 380 Comblin J., 538

Comisión Económica para América Latina, 564

Comisión episcopal de pastoral social, 505, 540

Commissariat General du Plan, 319

Congar Y. - Peuschmard M. (eds.), 141, 142

Congregación para la Doctrina de la Fe, 530

Cootner P.H., 208 Córdova E., 248 Corsani E., 443 Coste R., 504 Cuadrado J.R. - Villena J.E., 311,

316 Cuyas M., 334

Chambre H., 200 Charboneau P.E., 435, 439, 471,

504, 524, 526, 538 Chauvey D., 274 Chenu M.-D., 111, 113, 149 Chiavacci E., 61

Dalton G., 456, 487 Danset padre, 127 Dauphin-Meunier A., 262 Decreto de Graciano, 75, 76 Delfaud P., 303, 305 Delhaye Ph., 142 Denis H., 188 Derecho canónico, 350 Desbuquois padre, 127 Diccionario de ecología, 358 Diccionario enciclopédico de teo

logía moral, 358, 380 Diez Alegría J.M., 334 Diogneto, 62 Djilas M., 273 Dobb M., 114, 447, 486 Doctrina Pontificia, 112, 116, 117,

129, 131 Dognin P.D., 115 Dollfus D., 265, 270, 274 Domar, 557 Domingo de Soto, 95, 96, 97 Domínguez del Brío F., 433, 435,

452, 486, 503, 524 Droulers padre, 127 Duns Scoto, 89

ÍNDICE ONOMÁSTICO 597

Dorr D., 113 Dussel E., 530 Duverger M., 325, 329

Echevarría M., 91 Ehrenberg A.S.C., 223 Ellacuría I., 474 Ellena A., 534, 540 Ellman M., 486 Ellul J., 18 Encuesta de Presupuestos Familia

res, 291 Enderle G. - Luthi A., 563 Endres J., 519 Engels, 492, 493, 497 Erasmo, 87 Esteban A., 255 Eücken, 431 Eusebio P. de, 220

Fabris R., 18 Falise M., 9, 188 Fanfani A., 57, 71 Farcy H. de, 223 Feijoo E., 223 Feuerbach, 492, 493, 494 Fichte, 492 Fierro-Reyes Mate A., 529 Figueras J.M., 435 Figueroa E., 312 Flamant M., 294 Fliche A. - Martin V., 66, 91 Fonseca A., 213, 275, 562 Fourier F.M.C., 266, 490 Fraga M., 221 Fraijo M., 44 Francisco de Vitoria, 97, 202 Frank G.A., 564 Fraticelos, 87 Friedmann M., 469 Friedman M. y R., 166 Friedrichs G. - Schaff A., 568 Fuentes Quintana E., 314, 323,

325, 343, 566 Furtado C , 146

Galbraith J.K., 217 García M., 534 García Domínguez I., 219 García Duran J. - Puig P., 320 García de Haro R., 487, 506

García de Leaniza P., 343 García Gómez M., 147, 148, 150,

152, 171 García Muñoz Q., 267 García Trapiello J., 18, 31, 32,

33, 47 García Villoslada R., 66 Gracin W., 265 Garret T.M., 223 Garrigue A. - Senén G.. Garrigues J., 472 Gatti G., 18, 66, 109, 471, 474,

504, 521, 527, 538, 539 Gelin A., 26 George H., 120 Gesteira M., 44, 47 Gestel C. van, 113 Gibbons mons., 116 Giddens A., 442, 486 Gilchrist L., 66 Gimbernat J.A., 168 Giménez Arnau A., 247 Giner S., 66, 68, 91, 101, 442,

445, 489 Girardi G., 519, 527, 530 Goffi T., 538 Gómez Caffarena J., 519, 529, 535,

537, 538 Gómez Camacho F., 334 González Faus J., 44, 46, 528 Gonzalo L., 342 Gorz A., 505 Goyau, 116 Gorosquieta J., 150, 160, 167, 171,

223, 225, 247, 252, 294, 314, 465 Gramsci, 519 Gregorio Magno san, 73, 387 Gregorio XVI papa, 477 Grice-Hutchinson M., 202 Gruen F., 493 Guerrero E., 248 Guillen A., 564 Guillermo de Auxerre, 77, 285 Guix J.M., 241 Gundlach G., 127, 128, 129, 130,

271, 516 Gutiérrez J.L., 476, 480 Gussetti G.B., 18, 56, 66, 71, 77,

91, 471, 524

Hamann A., 59

Page 300: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

598 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Hansen A., 466 Háring B., 109 Harnack, 88 Harrison J., 91 Harrod, 557 Harten P., 188 Harvey J., 188 Hegel, 492, 494 Heilbronner R.L., 301, 452, 453,

457, 465, 486 Hengel M., 42, 55 Hess M., 492 Heymann E., 562 Higuera G., 152, 170, 171, 253,

257,258, 328,331, 334,336,338 Hilton R. (ed.), 114 Himmer O., 486, 501 Hodgskin Th., 490 Hoerler E., 438, 472, 486, 504,

507, 524, 525, 526, 533 Hoffner J., 113 Holyoake, 266 Horkheimer M., 190 Horkheimer M. - Adrono T.W.,

101 Hortal A., 191, 255 Horvatch A., 78 Huarte J., 35 Huerta F., 222 Humbert A., 42, 43* 50 Hurter, 97 Huss J., 86 Hutchison T.W., 188

Ibáñez J., 66 Imbert J., 66, 83, 90, 91, 92, 93,

442 Inocencio IX, 285 Instituto social León XIII, 113,

134 Internacional socialista, 502 Iribarren J., 218, 223 Isidoro de Sevilla, 56

James E., 115, 123, 124, 188 Jarlot G., 117, 119, 120, 125, 126,

127, 241 Jaurés J., 4f<9 Jeremías j . . 35, 38, 47 Jerónimo san, 56, 63 Johnson W., 540

Jordán J.M., 571 Jossa B., 521 Juan Crisóstomo san, 62, 63, 64,

65, 387 Juan Damasceno san, 56 Juan de Lugo, 95 Juan de Medina, 96 Juan R. de, 146, 563, 564, 571 Juan XXIII, 111, 112, 131, 133,

134, 137, 138, 157, 158,514,516, 533, 535

Juan Pablo II, 166, 167, 170, 171, 172, 173,249,473,480,517,533, 535, 541

Kant I., 102, 519 Kaser M. - Zielinski G., 227 Kautsky, 498, 519 Kennedy J.F., 220 Ketteler W.E. von, 104, 116, 493 Keynes J.M., 124, 132, 218, 281,

305, 464, 565, 466, 467 Kirschen E.S., 320 Klober F., 128 Klose A., 524, 537 Kruschev, 200 Kuczinski J., 66, 67, 69, 82, 91

Laconi M., 43 Land Ph., 159, 161, 163 Lapierre Cl., 242 Lasalle F., 493 Laurent Ph., 562, 571 Laurentin R., 160, 161 Lauvier P. de, 478 Lavigne M., 199 Lebret L.-J., 141, 213, 554, 555 Ledochowski padre, 127 Legido M., 35, 38, 39, 41 Lenin V.I., 489, 495, 499, 519, 520 León XIII, 111, 112, 117, 119, 120,

121, 122, 125, 126, 131,472,476, 477, 478, 479, 512

Lepage H., 72, 166, 470 Lerroux P., 488 Levinson Ch., 562 Lewis A., 558 Liberatore M., 119 Liberman E., 200, 201, 227 Lois J., 530 Lombardi F., 119

ÍNDICE ONOMÁSTICO 599

López Azpitarte E., 61, 64 Lorenzetti L., 18, 109 Lovrencic A., 275 Lubac H. de, 491 Luis de Alcalá, 96 Luckács, 519 Lutero, 442, 443

Lleras Restrepo, 552 Lluch C , 337

Malthus T.R., 301 Maraschi S.P., 155 Marchal J. - Ducros B., 295 Marconcini F., 119 Mariscal N., 571 Marlé R., 64 Maroto J.A., 274 Marshall A., 302, 548 Marsilio de Padua, 85 Martín Palma J., 45, 531 Martín Valverde A., 262 Martina G., 115 Martinet G., 501 Martínez Echevarría M.A., 78, 79,

94, 442, 450, 465, 467, 486, 489 Martínez Galdeano F., 567 Marx K., 83, 104, 120, 123, 124,

438, 452, 456, 457, 458, 459, 460, 462, 472, 474, 486, 487, 493, 494, 495, 496, 497, 498, 499, 500, 501, 504, 506, 507, 508, 509, 519, 520, 521

Marx-Engels, 472, 492, 497 Marzal A., 239, 248, 265, 270, 271,

272, 273 Mattai G., 18, 91, 109, 433, 442,

472, 504 Mayeur J.M., 125 Mayntz R., 231 Mazzella card., 114 McGrath M.G., 142 McLean D., 486, 494 Meadows D.H., 318, 571 Mehl R., 10, 11, 307 Meinheim K., 474 Méndez J.M., 449, 460 Menéndez Roces C , 220, 221 Menéndez Urefla E., 226 Mermillod mons., 116 Mesarovic M. - Pestel E., 318, 571

Messner J., 486 Miaño V., 505 Michaud-Quentin P., 98 Miguel G., 313 Min E., 562 Mira G., 71 Mises L. von, 469 Moeller Ch., 142 Molina Ibáñez M., 431, 433, 436,

437, 486, 487, 488, 489, 504, 532 Moliner M., 92 Mollat M., 340 Monzel M., 286, 436, 521 Moro T., 488 Mounier E., 526 Moussé J., 275 Mulder Th. - Ríos J.A., 142 Muller A., 205 Mun A. de, 116 Murphy Ch. M., 161, 556 Musgrave R.A., 324, 329 Mut Remola E., 339

Napoleoni C , 431 Nell-Breuning O. von, 113, 126,

130, 142, 157, 168, 205, 257, 259, 264, 269, 436, 437, 472

Neme J. - Neme C , 312 Nitsche R., 278 Niveau M., 91, 100, 114, 123, 124,

301, 305, 547 Noonan J.T., 96, 284 Nove A., 124, 199, 486

Obispos de Bilbao, Pamplona, San Sebastián, Tudela y Vitoria, 483

Olivencia M., 261 Oravona L., 56 Oriol A.M., 158 Oser J. - Blanchfield W.C., 115,

123, 124, 188, 301, 302, 305 Oses J.M., 171, 174, 478 Owen R., 266, 487

Pablo VI, 146, 147, 149, 151, 152, 153, 154, 155, 156,158,477,479, 511, 515, 516, 534, 535, 555

Palacio J.M., 56 Pareto V., 463 Payne St.G., 91, 92, 97, 446 Pedro Canisio san, 98

Page 301: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

600 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Pena Trapero JB., 320 Pequeur C , 491, 493 Pereda A. de, 341 Pérez J., 78 Pérez Díaz V„ 504, 520 Perona D., 337 Perpiñá R., 573 Perrin G. 340, 342 Pesch H., 128 Pfürtner S.H. - Heierle W., 113 Phillips A.W., 243 Piettre A., 435, 439, 471, 486 Pigou A.C., 486, 504, 524 Pikaza X., 44, 529 Pin La Tour du, 116 Pineau H., 222 Pío IX, 104, 477, 511 Pío X, 125, 512 Pío XI, 112, 126, 127, 128, 129,

150,246,247,478, 510,511,512 Pío XII, 111, 112, 131, 133, 134,

144, 477, 479, 512 Plan Marshall, 548 Platón, 488 Poliakov-Rasmilovich, 272 Prebisch R., 124, 474, 564 Propotkin P„ 499 Proudhon P.J., 490, 491 Puelles J.A., 562, 563

Quasten J., 56 Quesnay F., 451 Quinn K., 258

Rad G. von, 24 Rader M., 519 Radiomensajes, 479, 513 Rahner K., 140 Raimundo de Peñafort san, 285 Ramos Regidor J-, 530 Rauscher A., 128 Requeijo J., 566 Remus J., 247 Reynolds U , 433 Ricardo D., 240, 301, 546 Richard P., 529 Ricks R., 467 Riedmatten A., 142 Rincón Orduña 1*- 64, 78, 87, 89,

106, 519, 540 Rizzi A., 26, 46

Rodríguez F., 142 Rodríguez Casado V., 83, 91, 94,

101, 103, 441, 442, 446, 486, 488, 489, 490, 492

Rodríguez Pinero M., 343 Rojo L.A., 465, 486, 506 Ronze B., 563 Roosevelt F., 123, 306 Rosa J.-J. - Aftalion F. (eds.), 214 Rossi L., 75, 284 Rostow W.W., 137, 146, 558 Rousseau, 102 Rovira Belloso J.M. 501, 513 Roy O., 245 Rufino, 77 Ruiz García E., 552 Rumeu A., 340

Sagastiberri J., 245 Saint-Simón, 487, 490, 492 Salda y Salvany P., 477 Salinas F., 267 Salvioli J., 285 Sampedro J.L., 431 Samuelson P.A., 188, 486 Sánchez Gil M , 229 Sánchez Montero S., 501 Sanromá J., 220 Sanz de Siego R., 173 Saulnier-Rollan B., 35 Savatier J., 256 Say J.B., 218 Schelckle K.H., 26 Schumacher E.F., 540 Schumpeter J.A., 202, 486, 506 Serrano J.I., 291 Servicio sindical estadística,' 320 Setién J.M., 205 Sevilla J.V., 338 Sicre J.L., 18, 19, 22, 23, 26 Sierra Bravo R., 56, 59, 62, 65, 66,

387 Sik O., 433, 524, 525 Silvio Antoniano, 98 Singer H. - Ansari J., 554, 563 Sínodo de Obispos 1971, 555 Sismondi, 490, 492, 493 Sivate R., 31 Smith A., 96, 115, 301, 441, 447,

453, 454, 456 Snavely W.P., 436, 486

ÍNDICE ONOMÁSTICO 601

Soleri A., 283 Solozábal J.M., 205, 294 Sombart W., 83, 89, 443, 444, 446 Sousberghe L., 121 Sorge B., 112, 154, 161, 437, 472,

476, 504 Sotelo I., 124, 487, 496, 498, 499,

500, 501, 502, 510 Soto D., 202 Stalin, 199 Stuart Mili J., 453, 455 Studer B., 56 Sunkel O. - Paz P., 557

Taeney, 444 Talmy R., 119 Tamames R., 318 Taylor F.W., 245 Tercer Sínodo de Obispos, 540 Theissen G., 35, 40 Thibault P., 116 Thompson W., 490 Tomás de Aquino, 62, 66, 67, 78,

79, 80, 81, 82, 89, 101,384,385 Tomás Moro santo, 488 Triffin R., 549 Trilling W., 26 Truyol, 304

Urdanoz T., 78, 81 Ureña E.M., 115, 472, 474, 486,

487, 497, 501, 504, 506, 524, 527, 528, 537

Uriarte P., 245 Utz F.A., 433, 436, 472, 503, 504,

506, 524, 525

Vachet A., 300 Valverde C , 486, 495 Vallarino E., 192 Valle F. del, 247, 258 Vanni P., 105 Vaux R. de, 18, 50

Velarde Fuertes J., 474 Velasco D., 171, 505 Vereecke L., 58, 66, 74, 75, 82,

87, 88, 91, 95 Vetrulli M., 51 Vicarelli F., 124 Vicens-Vives J., 66, 83, 84, 87, 91,

132 Vidal M., 56, 60, 66, 76, 89, 91,

95, 97, 108, 109, 192, 472, 504 Vigo A. de, 203 Villa-Desdentado L.E., 340, 343 Villa L.E., 343 Villa L.E. - Palomeque C , 241,

248, 255, 256, 270, 274, 304, 313 Villain J., 113 Vives L., 56 Vogelsang, 116 Vranicki P., 115

Walras M.E., 123, 463 Ward-Dubos B., 318 Weber M., 96, 442 Weisskopf W.A., 319 Weter L., 486 Wicksell, 123 Wiclef J., 86 Willy Brandt, 572 Winstanley, 488 Wogaman J.Ph., 188, 192 Wolfgang L., 486

Yurre G. de, 459, 460, 486, 494, 495, 504

Zalba M., 203, 204, 241 Zapatero V., 498 Zedda S., 49, 50, 52, 54 Zenteno A., 531 Zielinski J.G., 227 Zigliara card., 119 Zsifkovits V., 128, 134 Zwiefelhofer H., 146, 573

Page 302: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

índice generai

Págs.

Contenido 5

Introducción 7

1. Opción por la justicia y la libertad .-.,. 7 2. Moral económica 8 3. La moral económica en el contexto de la moral social 9 4. Etica social y cristiana 12 5. Plan del volumen 13

PRIMERA PARTE

Síntesis histórica

1. Mundo económico y mensaje bíblico 17

1. Aspectos morales del mundo económico en el Antiguo Testamento 18 1.1. Esbozo de la historia socio-económica de Israel 18 1.2. Actitudes ante los bienes económicos: Propiedad,

riqueza-pobreza 24 1.3. La valoración de la riqueza 26 1.4. La pobreza: Desafío y misterio 28 1.5. La causa de la justicia: La liberación de los

pobres 31 1.6. El lado oscuro del "ethos" bíblico: Vicios econó

micos 32 2. Aspectos morales del mundo económico en el Nuevo

Testamento 34 2.1. La Palestina de los tiempos de Jesús 35 2.2. El mundo helenístico en tiempos de san Pablo 38 2.3. Incidencia del mundo judío y helenístico en las

comunidades cristianas primitivas 40 2.4. Desde la solidaridad al "ethos" económico 42

Page 303: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

604 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Págs.

2.5. El mensaje de los sinópticos sobre los bienes materiales 43

2.6. Riqueza y pobreza en los escritos apostólicos. 47 2.7. Pablo, la pobreza y los pobres 49 2.8. La causa de los pobres: Comunicación de bienes. 51 2.9. Vicios económicos: Amor al dinero, codicia,

hurto 53

2. Época patrística: ¿Comunismo o comunicación de bienes?. 55

1. Indicaciones metodológicas 56 1.1. Padres de la Iglesia: Características 56 1.2. Contexto socio-cultural 57 1.3. Contexto eclesial: La eucaristía, corazón del

mundo 58 2. La parénesis patrística: Puntos candentes 59

2.1. Propiedad y administración de los bienes 59 2.2. Legitimación de la propiedad privada 60 2.3. La pobreza bienaventurada 62 2.4. Ejercicio de Ja misericordia: La comunicación de

bienes 62 2.5. Pecados en el uso y propiedad de los bienes.. 63

3. Significado y vigencia de las enseñanzas patrísticas.. 64

3. Edad Media: Gestación y desarrollo de la moral económica 66

1. Mapa socio-económico de la Edad Media 67 1.1. El polo del campo: La economía rural 68 1.2. El polo de la ciudad: Aires de libertad 70 1.3. Economía medieval: Rasgos generales 71

2. La Iglesia medieval: Ambiguo rol de suplencia 73 3. Pensamiento cristiano y economía medieval 75

3.1. Teología medieval: Orientaciones socio-económicas 76

3.2. Santo Tomás de Aquino: Síntesis y nuevo horizonte 78

4. Los coletazos del régimen feudal 82 5. El contexto eclesial: Luchas con el Estado y cismas

internos 85 6. Triunfo del nominalismo 86 7. Visión global: La moral económica del medievo 88

4. Del siglo XVI a la doctrina social de la Iglesia 90

1. La larga marcha hacia el capitalismo: La teología se hace española 90

ÍNDICE GENERAL 605

Págs.

1.1. La expansión demográfica 91 1.2. Las consecuencias de la colonización 92 1.3. Los nacionalismos: Aires mercantilistas 94 1.4. La eclosión de la Reforma 94 1.5. Moral económica: Los tratados "De iusticia et

iure" 95 2. La irresistible ascensión del capitalismo industrial: La

irrupción de los socialismos 99 2.1. Contexto socio-económico 100 2.2. Contexto ideológico: Gestación de las revolu

ciones 100 2.3. Pensamiento económico: Dos grandes utopías

frente a frente 101 2.4. Pensamiento y acción de la Iglesia: La moral

casuística 102 2.5. La situación y actividad de la Iglesia 103 2.6. La "enajenación" de la moral económica en el

tiempo de las "luces" 106

5. La posición de la Iglesia católica ante la economía industrial: La doctrina social de la Iglesia 110

1. La encíclica "Rerum novarum" 113 1.1. Ambientación histórica: Los grandes cambios del

siglo XIX europeo 113 1.2. La Iglesia frente al liberalismo y socialismo.... 115 1.3. El mensaje central de la encíclica 117 1.4. El proceso de elaboración de la encíclica 119 1.5. Algunos puntos de especial interés 119

2. La encíclica "Quadragesimo anno" 122 2.1. Ambientación histórica 122 2.2. Objetivos y enfoque de la encíclica 124 2.3. El proceso de elaboración de la encíclica "127 2.4. Algunos puntos de especial interés 128

3. La encíclica "Mater et magistra" 131 3.1. Ambientación histórica 132 3.2. Enfoque y objetivos de la encíclica 133 3.3. Estilo y proceso de elaboración de la encíclica 134 3.4. Puntos más destacados de la encíclica 134

4. La constitución pastoral "Gaudium et spes" 138 4.1. Un nuevo ambiente en la Iglesia 138 4.2. Enfoque y objetivos de la constitución pastoral 139 4.3. El proceso de elaboración del texto 142 4.4. Algunos puntos más destacados 143

5. La encíclica "Populorum progressio" 144

Page 304: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

606 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Págs.

5.1. Ambientación histórica 145 5.2. Enfoque y objetivos de la encíclica 146 5.3. Esquema y contenido 147 5.4. Algunos puntos más destacados 149

6. La carta apostólica "Octogésima adveniens" 152 6.1. Ambientación histórica 152 6.2. Estilo y método de la carta 153 6.3. Objetivo y esquema de la carta apostólica 154 6.4. Ideologías y movimientos históricos en la carta

apostólica 157 7. Documento sobre "La justicia en el mundo" 159

7.1. Enfoque originario y elaboración 159 7.2. Esquema y contenido 160 7.3. Visión de conjunto 164

8. La encíclica "Laborem exercens" 165 8.1. Ambientación histórica 165 8.2. Claves para entender la encíclica 166 8.3. Esquema y contenido de la encíclica 168 8.4. Algunos puntos más destacados 171

9. A modo de conclusión 174

SEGUNDA PARTE

La actividad económica sistemáticamente considerada

1. Visión de conjunto de la actividad económica 177

1. Necesidades humanas y su satisfacción 177 2. Proceso de producción y creación de valor económico 178 3. Proceso de distribución del valor 181 4. La adecuación de la producción a las necesidades... 183 5. Reflexión ética 187

2. Los precios 193

1. Los precios en una economía de mercado 193 1.1. El proceso de la decisión colectiva en el mercado. 194 1.2. La competencia perfecta y otras formas de mer

cado 194 1.3. La función de los precios 196

2. Los precios en la planificación centralizada 198 2.1. El funcionamiento de la planificación centrali

zada 198 2.2. La evolución de los sistemas de planificación. 199

ÍNDICE GENERAL 607

Págs.

3. El precio justo 201 3.1. Un tema clásico en la moral económica 202 3.2. Hacia un planteamiento actualizado 204 3.3. Los precios y la especulación 207

3. Las necesidades humanas y su satisfacción 211

1. Las necesidades 211 2. La satisfacción de las necesidades a través del mercado. 215 3. La sociedad de consumo y la defensa del consumidor 217 4. La publicidad y la creación de necesidades 221 5. La satisfacción de las necesidades en una economía

planificada 226

4. La unidad de producción 229

1. Hacia un concepto de empresa 229 2. Estructura y funcionamiento de la empresa como uni

dad de producción 231 2.1. Estructura económica de la empresa 232 2.2. Funcionamiento económico de la empresa 234

3. Trabajo y capital: Su articulación en la empresa 236 3.1. La separación trabajo-capital: sus consecuencias. 236 3.2. Los problemas claves: Distribución y participa

ción 238 4. Los derechos del trabajo 239

4.1. La retribución del trabajo: El salario 241 4.2. Las condiciones de trabajo 244 4.3. La participación del trabajo 246

5. Los derechos del capital 249 5.1. La participación del capital en la gestión de la

empresa 250 5.2. La retribución directa del capital 251 5.3. Otras formas de retribución del capital 252

6. Las relaciones laborales: Negociación y conflicto 253 6.1. Negociación y convenio colectivo 254 6.2. Conflicto: Huelga y cierre patronal 256

5. Los distintos modelos de empresa 260

1. El modelo típico de empresa capitalista 260 1.1. Génesis y desarrollo histórico 260 1.2. La realidad actual 262 1.3. Pistas éticas para una reforma 263

2. El cooperativismo y la empresa cooperativa 265 2.1. El espíritu cooperativo 266 2.2. La empresa cooperativa 267

Page 305: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

608 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

3. La empresa de cogestión 268 3.1. Presupuestos de la cogestión 268 3.2. Organización práctica 270 3.3. Cogestión y doctrina de la Iglesia 271

4. La empresa pública 272 4.1. La empresa pública y el colectivismo 272 4.2. La empresa pública en una sociedad de mercado. 273

5. La empresa de autogestión 274 6. Conclusión 275

6. El dinero y los intermediarios financieros 277

1. El dinero y su función en la vida económica 277 1.1. Qué es el dinero: Su génesis y sus modalidades 278 1.2. Funciones del dinero 280

2. Los intermediarios financieros 281 3. El interés del dinero 283

3.1. Interés y usura en la tradición moral 283 3.2. Justificación moral del interés 286

4. El valor del dinero y la inflación 289 4.1. Poder adquisitivo del dinero 289 4.2. Inflación y deflación en el análisis económico tra

dicional 291 4.3. La inflación en el momento actual: La "estan-

flación" 293 5. Efectos de la inflación: Aspectos éticos 294

5.1. Efectos de la inflación sobre la distribución de la renta 295

5.2. Efectos de la inflación sobre la distribución del patrimonio 296

5.3. Efectos de la inflación sobre el desarrollo económico 296

5.4. Efectos de la inflación sobre el equilibrio exterior. 297

7. La economía como tarea de la sociedad y del Estado 299

1. Del capitalismo liberal al capitalismo intervencionista 299 1.1. Liberalismo y "laissez faire" 300 1.2. Las primeras manifestaciones del intervencionis

mo estatal 303 1.3. La revolución keynesiana 304

2. Los objetivos económicos como tarea de la sociedad 306 3. De la microeconomía a la macroeconomía: Algunos

aspectos 308 3.1. Producto interior bruto (PIB) y producto interior

neto (PIN) 308

ÍNDICE GENERAL 609

Págs.

3.2. Renta Nacional y magnitudes derivadas 309 4. Diversos niveles de actuación del Estado: La política

económica 310 4.1. Empresa pública y sector público 310 4.2. Política económica 311

5. Los objetivos de la política económica 312 5.1. Los objetivos más corrientes de la política eco

nómica 313 5.2. Conflictos de objetivos 316 5.3. Crecimiento económico y bienestar social como

objetivos globales 317 5.4. Principales categorías de instrumentos 320

8. La función del Estado en la economía 322

1. El sector público 322 1.1. Su definición y componentes 322 1.2. El presupuesto público como instrumento de po

lítica económica 324 2. Los ingresos y los gastos públicos 327

2.1. Los impuestos y otros tipos de ingresos públicos. 327 2.2. Las distintas clasificaciones de los gastos pú

blicos 328 3. Los impuestos y el sistema impositivo 330

3.1. Criterios para distribuir la carga impositiva 330 3.2. Distintas clases de impuestos 331 3.3. Obligación moral de pagar impuestos 333 3.4. Valoración moral del sistema impositivo 336

4. La seguridad social y la crisis del Estado de bienestar. 339 4.1. La seguridad social: Desde la historia hasta el

concepto 339 4.2. Las funciones de la seguridad social 342 4.3. La crisis actual de la seguridad social • 343 4.4. ¿Perspectivas? 344

TERCERA PARTE

Algunos problemas especiales

1. Socio-economía y ética 349

1. La justicia y el derecho 350 2. El precio 351 3. El proceso económico 354 4. Conclusión 354

Page 306: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

610 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Págs.

2. Destino universal de los bienes para el hombre 357

1. Reflexión sobre la realidad 357 2. La interrelación hombre-cosa 358 3. La forma actual de esa realización 360

3. Necesidad, derecho y deber del trabajo para el hombre 362

1. La actividad laboral humana 362 1.1. Necesario 363 1.2. Humano 363 1.3. Espiritual y creador 366 1.4. Social 367

2. Los desvalores laborales 370 2.1. Derivados del sistema 371 2.2. Derivados del propio trabajo 371 2.3. Derivados de la actitud ante el trabajo 372

3. La realidad del trabajo 375

4. Apropiación - Propiedad de los bienes por el hombre 377

1. La propiedad 378 1.1. Características éticas de la propiedad 381 1.2. Justificación ético-moral de la propiedad 383 1.3. Función social de la propiedad 385

2. Trabajo y propiedad 387 2.1. Trabajo como título justificativo de la propiedad. 388 2.2. Realidades éticamente más dificultosas 389 2.3. El trabajo, ¿título ilimitado de propiedad? 391 2.4. ¿Cuándo es justo un sistema concreto de pro

piedad? 393 2.5. Insistencia y confirmación doctrinal 395 2.6. Recapitulación conclusiva 400

5. El contrato de trabajo 401

1. Naturaleza del contrato de trabajo 402 2. Intentos de aproximación 403

2.1. Contrato de trabajo = contrato de compraventa. 403 2.2. Contrato de trabajo = contrato de arrendamiento

de servicios 404 2.3. Contrato de trabajo = contrato de sociedad 405 2.4. Contrato de trabajo = contrato mixto de compra

venta y sociedad 406 2.5. Contrato de trabajo = contrato de adhesión 406 2.6. Contrato de trabajo = contrato "sui generis".... 407

ÍNDICE GENERAL 611

Págs.

3. Definición descriptiva del contrato de trabajo 408 4. Valoración ética 409

4.1. Falta de libertad 409 4.2. Dependencia moral 410 4.3. Retribución injusta 411

5. Correctores éticos para la justicia del contrato de trabajo 413

6. Ultima valoración ética complexiva 418 7. Confirmación doctrinal 419 8. Recapitulación conclusiva 423

6. Consideraciones finales 425

1. Principios generales 425 2. Conclusión 426

CUARTA PARTE

Los sistemas económicos

1. Sistemas económicos: Discernimiento ético 431

1. Clasificación de los sistemas económicos 432 2. Objetivo a la vista: Valoración moral de los sistemas

económicos 433

2. Capitalismo: Signo de contradicción 435

1. Definición y rasgos del capitalismo 436 1.1. Capitalismo: Significados fundamentales 436 1.2. Capitalismo: Rasgos definitorios 438

2. Raíces históricas: La larga marcha hacia el capitalismo. 439 3. Fundamentos ideológicos que prepararon la llegada del

capitalismo 440 3.1. El legado ético medieval 440 3.2. El legado mercantilista 441 3.3. La reforma protestante: Historia de unas polémi

cas "nupcias" 442 3.4. El ascenso de la burguesía 446 3.5. El siglo de las luces y de las tres revoluciones

(siglo xvni) 447 4. Esbozo histórico-doctrinal del capitalismo: Los hechos

y las ideas 449 4.1. Capitalismo comercial: Mercantilistas y fisió

cratas 450

Page 307: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

612 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Págs.

4.2. El capitalismo industrial: La escuela clásica 452 4.3. La crítica de Marx al capitalismo 456 4.4. El capitalismo financiero: La escuela neoclásica. 460 4.5. Capitalismo entre dos guerras: La revolución

keynesiana 464 4.6. El neocapitalismo: ¿Hacia una nueva ortodoxia?. 467 4.7. Capitalismo mixto: La ciencia económica aquí y

ahora 469

5. Valoración crítico-ética 471 5.1. "Por sus frutos los conoceréis": Consecuencias

sociales 471 5.2. Crítica teórico-económica: Las contradicciones

del capitalismo 473 5.3. Liberalismo y capitalismo: La postura del magis

terio 475 5.4. Enjuiciamiento ético 484 5.5. ¿Simples abusos, costos o exigencias estructu

rales? 485

3. Socialismo: Luces y sombras 486

1. Génesis y desarrollo del socialismo 488 2. Las familias del socialismo utópico o precientífico... 489 3. El socialismo científico o marxista.. 494

3.1. Fundamentos filosóficos 494 3.2. Teoría socio-económica de Marx 496 3.3. Evolución histórica del socialismo 497

4. Rasgos descriptivos de las economías socialistas 502 5. Valoración crítico-ética del socialismo.. 504

5.1. "Por sus frutos los conoceréis": Consecuencias sociales 505

5.2. Crítica ético-económica 506 5.3. Los socialismos a la luz del magisterio jerárquico. 509 5.4. Valoración desde la perspectiva ético-cristiana. 519

4. ¿Tercera vía?: Hacia la democracia económica 523

1. Fuera las terceras vías 524 2. Opción inevitable: No optar supone haber tomado una

opción 526 3. Breve muestreo de opciones en pro de uno u otro

sistema 528 3.1. La opción de M. Ureña 528 3.2. Opciones cristianas progresistas 529

ÍNDICE GENERAL 613

Págs.

4. Más allá del "fraude del capitalismo cristiano" y del "mito del socialismo cristiano" 532 4.1. Inhumanismo e irracionalidad 533 4.2. ¿Solución cristiana? '. 533

5. Un modelo más coherente con el evangelio: Hacia la democracia económica 535 5.1. "Utopismo practicón": ¿Desde dónde comenzar la

larga marcha? 536 5.2. Recurso inagotable: Educación crítica, liberadora

y permanente 539 6. Conclusiones finales 540

QUINTA PARTE

La dimensión internacional de la economía

1. De la economía nacional a la economía mundial 545

1. La división internacional del trabajo 545 2. El comercio internacional y los medios de pago 546

2. Desarrollo y subdesarroHo 550

1. La situación actual 550 2. Análisis dinámico 551 3. Los indicadores del desarrollo 553 4. El concepto de desarrollo: Sus aspectos éticos 554

3. Teorías para explicar el desarrollo y el subdesarroHo 557

1. Las teorías convencionales 557 2. Hechos que contradicen las teorías convencionales... 560 3. Las teorías basadas en la dependencia 563

4. La crisis económica actual 565

1. Génesis de la crisis 565 2. Significado de la crisis 567

5. Hacia un nuevo orden económico internacional 570

1. Los diversos enfoques del tema 570 2. Los fundamentos de este nuevo orden 572

Page 308: Varios Autores - Praxis Cristiana 03 Justicia y Libertad

6 1 4 OPCIÓN POR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

Págs.

índices

Siglas utilizadas 579 Bibliografía 582 índice analítico 587 índice onomástico 595 índice general 603