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….. En previos acontecimientos….

Un carruaje que partió de tierras del norte con un particular cargamento trazó un

rodeo para despistar a unos perseguidores. El carruaje, custodiado por varios guardias del

Regente tuvo varios encuentros poco afortunados. Los guardias murmuraban incluso tener

mala suerte. Se encontraron con algunas salvajes de Inglor, y con bestias de la jungla. Pero

durante el transcurso del viaje, se dieron cuenta que la carga que llevaban, que desconocían,

era más de lo que parecía ser. El carácter de los guardias iba cambiando, convirtiéndose en

algo más agresivo, al igual que los caballos. Como si perdiesen cualquier rastro de

humanidad. La misma jungla, pareció sentir la presencia oscura, que moraba de verdad en el

interior del carruaje. Algunas bestias, incluida una joven salvaje que moraba en la jungla,

salieron al encuentro del carruaje. Durante el encuentro, el hombre que controlaba el

carruaje, perdió el control del mismo, cayendo del carruaje y siendo aplastado por el mismo.

Ahora simplemente corría en libertad, siendo guiado por unos asustadizos caballos….

El carruaje giró y giró de manera pesada por ese terraplén hasta que cayó tumbado

de lado. Sus ruedas, aun giraban lentamente, una de ellas torcida por culpa de la caída. Los

caballos, tras haberse caído también, se levantaron y salieron corriendo, intentando una

pequeña desbandada para alejarse del carruaje. Éste aún seguía ardiendo, aunque ahora las

llamas más que abrazarlo, parecían lamerlo por un lateral e ir poco a poco desapareciendo,

quizás acto que estaba promovido por la niebla, que se empezaba a densificar algo más,

haciendo que cada vez se viese menos. En el interior del carruaje, un hombre de mediana

edad, se encontraba tirado en un lado con una pequeña brecha en la cabeza, brecha por

donde iba manando sangre, lenta y paulatinamente, por culpa del brusco golpe.

Semicubierto por algunos libros, pergaminos, y amuletos, permanecía tirado como un

muñeco de trapo roto mientras que el acompañante.. Una figura envuelta por una túnica de

color oscuro, empezó a moverse. El interior del carruaje se empezó a llenar con un tintineo

producido por unos grilletes que llevaba en pies y manos, y que hicieron que su transporte

fuese bastante sencillo. Movió sus brazos.. sus manos huesudas se posaron en la cabeza del

hombre, que hasta hace algunos instantes era su guardián y acercó su rostro hacia el suyo...

- Te dije.. que escaparía... No puedes retener a la noche... mortal. *Susurro,

para después empezar a tomar aire... Quizás esto era lo normal en una persona. El guardia

que aún estaba vivo empezó a convulsionarse, y de sus labios entreabiertos empezó a salir

algo. No era sangre.. era algo blanquecino, como si fuese esa misma niebla.. El ser que se

encontraba sobre él, empezó a absorberlo, a nutrirse con ello mientras que la piel del

guardia iba volviéndose más y más pálida, y su cuerpo, lentamente a perder el mismo tacto

de la vida. Poco a poco empezó a disminuir de tamaño, su piel a volverse más correosa, y sus

facciones a quedarse desencajadas. Continuaba succionando la misma vida de ese ser

mientras que al hacerlo su masa muscular parecía volver a aumentar de nuevo, como si

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necesitase eso para alimentarse. Llegado un punto, los grilletes de las piernas empezaron a

apretarle, y a mostrar algo de tensión. El emitió una especie de gruñido y le agarró mejor

para seguir succionando su vida, a lo que los grilletes empezaron a ceder, emitiendo un

fuerte crujido. Fueron unos largos minutos, cual araña disfrutando de una captura, que

ahora, con una cascara vacía se encontraba bajo ella. Se movió de nuevo y con una de sus

manos tiró de los grilletes, los cuales como si ahora fuesen mera mantequilla, terminaron por

crujir y separarse de sus piernas.

No le costó demasiado romper los que portaba en los brazos. Una sonrisa apareció

dibujada en su cadavérico rostro, antes de elevar la mirada hacia la puerta. Ahora, libre de

esos grilletes, en cuyos laterales moría ahora un sello roto, solo tuvo que mover la mano,

creando un arco para que la puerta saliese despedida, desencajándose de los goznes,

elevándose varios metros en el aire antes de caer pesadamente sobre el suelo, aplastando la

hierba. Con esa sonrisa de victoria y autosuficiencia empezó a abandonar el carruaje,

quedando de pie sobre este y mirando a su alrededor. El mero olor le asqueaba... La niebla

humedecía la hierba y hacia que a su vez, emitiese ese perfume, que le hacía estremecer, pero

de asco. Abrió su boca, su mandíbula se desencajo y de esta empezó a salir una especie de

vapor de color negruzco, pesado, pues empezó a descender por su cuerpo hasta caer sobre el

carruaje. Como si se tratase de un líquido, se deslizo sobre la superficie del carruaje hasta

que algunas "gotas", cayeron sobre la hierba. Esta empezó a marchitarse, a morir,

convirtiéndose simplemente en cenizas.. Durante algunos instantes más, siguió saliendo de su

boca esa especie de líquido semigaseoso, que creó un charco alrededor del carruaje..

Donde.. hace algunos instantes había simplemente vida, ahora no había más que una yerma

tierra. Crujió de nuevo su mandíbula y la recoloco un poco sin demasiado esfuerzo antes de

dejarse caer de ese carruaje y hacer que sus pies tocasen el suelo.

- Mucho mejor.... *Dijo antes de mirar a su alrededor un poco para intentar

orientarse... - Este no era el trato.. *Gruño de nuevo al ver donde se encontraba. El punto de

reunión no iba a estar tan alejado, ni mucho menos, iba a ser ese el acuerdo. Pero de nuevo

se encontraba libre. Elevó la mirada hacia el cielo y miró la luna por algunos instantes...

- ¿Aun no aprendiste? Perdiste tu oportunidad.. Ésta es la nuestra... Tu era llega a su fin. *Dijo con una leve sonrisa antes de bajar una de sus manos y posarla

sobre la tierra, cerrando un instante los ojos. No ocurrió nada.. Absolutamente. Pareciese

como si se hubiese quedado absorto, pero al cabo de algunos instantes empezó a pronunciar

algunas palabras.. – Rego motus corporem. In telego sin nuptian corpus. Invoc suan numbus, ¡descent tous not!. * Sus palabras se alzaron hacia el mismo cielo, haciendo que

la tierra empezase a estremecerse, haciendo que la tierra empezase a rugir, con un mudo

lamento, y se empezase a abrir haciendo que del mismo interior de ésta se empezasen a

desprender algunos gases. El ser se reincorporó de nuevo y elevó sus manos hacia el cielo

mientras que se reía, y con fuerza. La tierra estaba gritando, estaba llorando, y una herida

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incurable apareció en esta. Desgarradora, fue su misma sangre, la que se encargó de

perturbar el sueño, de aquellos que antaño moraron ahí. De todos era bien sabido, que hace

tiempo, mucho tiempo, en ese lugar se celebró una de las grandes batallas de antaño. Donde

cientos de caballeros perecieron, en pos y en lucha de una mujer. De hecho, simplemente

cuando el ser pensó en eso, no pudo sino recordar lo estúpidos que son los hombres, lo

estúpida que es la raza humana, y que sería esa misma estupidez la que se encargase de

llevarla hacia la misma perdición.

Lentamente, de la tierra empezaron a emerger algunas figuras. Su carne se había

despegado hace mucho tiempo de sus cuerpos. Sus armaduras, antaño brillantes, ahora

estaban oxidadas, sus emblemas, antes llevados de manera orgullosa, ahora no eran sino un

mero recuerdo pasajero. Poco a poco se empezaron a alzar.. Uno.. dos.. empezó a alzarse

media docena de siervos, de esqueletos. Quizás el bando no fuese el mismo, quizás

antiguamente fuesen enemigos, pero ahora respondían ante una voluntad común, ante una

única voluntad. Uno de ellos, portaba una armadura dorada, y su casco, ahora sin ninguna

muesca, hacía pensar que antes pudo haber sido un teniente, o un alto rango. Desenvainó su

espada y la movió un poco, tomando el papel de líder para hacer que el resto, empezasen a

formar. Dos de ellos portaban arcos, ya desvencijados, y posiblemente casi rotos. El resto,

pequeñas espadas oxidadas por el paso del tiempo. El brujo, contempló a los siervos que se

habían alzado y sonrió ligeramente.

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-¡Es hora de marchar! – Levantó levemente la mano. Los siervos, crujieron sus

huesos y empezaron a caminar iniciando la marcha. El que iba delante, era el que antaño fue

teniente de alguno de los muchos ejércitos que ahí combatieron. Lejos quedaron las lágrimas

de las damas que lloraron por ellos. Lejos incluso quedaron los recuerdos que antes

rondaban sus mentes. Objetos inanimados, seres inanimados, devueltos a la vida por un

oscuro ritual, ritual efectuado por el oscuro brujo. Una sonrisa de suficiencia y satisfacción

era la que marcaba su rostro. Preso, quizás por un oscuro trato, o con una siniestra misión

empezó a marchar alejándose del carruaje. Los esqueletos, iban pisando la hierba,

abriéndose paso por ella, mientras que, último el brujo, por donde pasaba iba haciendo que

lentamente la hierba fuese marchitándose, fuese muriendo, algo que hacía, que a su vez,

como si se tratasen de pequeños fantasmas, la misma energía de la vida fuese danzando a su

alrededor, protegiéndole, sustentándole, mientras que un pequeño lamento se podía

escuchar.

La tierra lloraba. Y lo demostraba, pues de repente una brisa empezó a soplar,

haciendo que la hierba danzase aquí y allá. Esta brisa fue aumentando, convirtiéndose en un

pequeño vendaval, que hizo que la túnica del brujo empezase a moverse con algo más de

violencia. Las nubes que cubrieron a la luna instantes atrás empezaron a alejarse, haciendo

que el mismo baño plateado de esta cubriese el suelo. Una estrella fugaz cruzó el cielo,

creando un particular efecto óptico, haciendo que pareciese que la luna, tuviese una ceja,

haciendo que pareciese un ojo. El ojo de la misma Diosa, que contemplaba lo que estaba

ocurriendo en la tierra.

La Diosa no lo permitiría, no permitiría más sufrimiento, y más dolor, que la misma

tierra se resquebrajase, y que la gente, y que aquellos que sacó de su seno, para que

poblasen la tierra, sufriesen por ello. Y es por eso que se escuchó un fuerte rugido, que los

árboles empezaron a agitarse, que las hojas empezaron a danzar, quizás llamados por esa

brisa, por ese viento que estaba asolando ahora la misma llanura. Era el mismo baile de la

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Diosa, el paso de la diosa que se iba moviendo aquí y allá, los dedos de la Diosa que

acariciaban la tierra y a sus mismos hijos, queriendo protegerlos, y a la vez, con esas

caricias, haciéndoles saber que está presente en la misma naturaleza. Que es la misma brisa

de la mañana, el rocío que cubre las plantas, el suave rumor del agua que desciende por el

río. Es la risa de un recién nacido, el suspiro final de una persona cuando muere. Está en lo

bueno, y en lo malo. En la briosa tempestad y en la más calmada de las noches. En la nieve

que cubre las montañas, y que lentamente se funde en su pausado y calmado camino hacia el

mar, queriendo y añorando regresar hacia el lugar donde nació. Sus hijos, todo lo que mora

en la tierra. Desde los más pequeños insectos, hasta los cazadores más grandes.

El rugido recorrió el bosque, la jungla, y terminó por llegar a la llanura. El brujo,

que caminaba acompañado por esa particular guardia se detuvo unos instantes y emitió un

pequeño gruñido. - ¿Qué es lo que intentas? – Dijo mientras que miraba de nuevo hacia

el bosque. – Será inútil. Completamente inútil. Desiste. – Añadió de nuevo mientras que

movía ligeramente la mano para hacer que los soldados se pusiesen en guardia. Solo el

sonido del viento, ese ulular es lo que se escuchaba de nuevo, haciendo que la túnica del

brujo se agitase de manera algo violenta. Esperaba, ahora esperaba algo que sentía en cada

uno de sus huesos que se estaba acercando.

Un jadeo, acompañado por una carrera. Unas pequeñas figuras iban corriendo a

gran velocidad por la llanura, entre esa misma neblina que se estaba desplazando cual

fantasma. Una figura de algo mayor tamaño saltó sobre una de las rocas, dejando que la luz

de la luna directamente le bañase. Se trataba de un lobo, de pelaje plateado, y ojos bicolores.

Emitió un leve gruñido y terminó por levantar la mirada hacia esa misma luna, antes de

empezar a aullar con fuerza. – Auuuuuuuuuuuuuh!... – Ese fuerte aullido, quizás se tratase de un

aviso, puede que fuese una llamada, o quizás simplemente un grito de guerra. Algunos lobos

más, aparecieron corriendo detrás de este, y se detuvieron, como si esperasen unas mudas

órdenes.

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El lobo clavó la mirada entre la niebla y volvió a emitir otro gruñido, seguido de un

pequeño cabeceo. Los otros lobos, algo más pequeños empezaron a correr con rapidez, hacia

donde se encontraba ese brujo. El lobo más grande, que estaba sobre la piedra, desvió la

mirada hacia la llanura, de donde ellos vinieron, notando algo mismo en el ambiente, un

particular aroma. Dio un ágil salto de la roca y empezó a correr también uniéndose a sus

hermanos en esa carrera. Los lobos aparecieron saliendo de entre la bruma, no tomando aun

así por sorpresa a esos esqueletos, que estaban esperando que ocurriese algo. Pero la

rapidez de los mismos, y su agilidad, hicieron que pudiesen fácilmente romper esa formación

que tenían. Los arqueros tensaron sus arcos, y empezaron a disparar flechas. Algunos lobos

cayeron presa de esas flechas corruptas y ponzoñosas, que hicieron que los heridos se

revolviesen en el suelo hasta quedar inertes. Pero los que se iban acercando, iban atacando

sin demora. Saltaron sobre ellos como perros rabiosos para morderles en los huesos y

arrancárselos. Esa era la mejor técnica, separar sus brazos, piernas, e incluso cabeza de sus

cuerpos haciendo que simplemente no pudiesen moverse, quedando inertes, aunque sus

miembros siguiesen arrastrándose. El brujo emitió un gruñido, y golpeó el suelo con una de

sus piernas, estirando su brazo. La tierra de nuevo se abrió y salió de esta una especie de

tronco de madera oscura, requemada que ascendió hasta que lo agarró con su mano

huesuda, convirtiendo esa especie de tronco de madera en un báculo. Lo movió entonces con

cierta destreza para golpear a uno de esos lobos en la cabeza haciendo que cayese sobre el

suelo. – Bestias inútiles. ¿Creéis que conseguiréis algo? – Añadió de nuevo mientras

que posó el báculo en el mismo suelo de nuevo dando un pequeño golpe. Miró a su alrededor

centrando la mirada en esas bestias mientras que algunos de sus esqueletos todavía estaban

en pie. Agitó el báculo tras apuntar a una de esas criaturas, dejando que de su punta una

especie de descarga eléctrica saliese del bastón e impactase contra la criatura, haciendo que

cayese también al suelo mientras que se estremecía por esa descarga que surcaba su mismo

cuerpo. Fue repitiendo la misma operación mientras que el último de sus guardianes cayó al

suelo tras perder una de sus piernas, la cual fue arrancada por uno de esos lobos. Sin el

correcto punto de apoyo, no pudo mantenerse en pie y se cayó al suelo, donde empezó a

arrastrarse hasta que otro de los lobos, ahora el lobo blanco más grande apareció y se subió

sobre él. Se agachó y le mordió en el cuello, arrancándole la cabeza, dejando que esta cayese

a un lado. Sin cabeza, el esqueleto movía sus manos intentando volver a localizarla. Sin

necesidad real de tenerla, puede ser. O quizás simplemente necesitándola como un recuerdo

de lo que antaño fue. El brujo desvió la mirada hacia ese macho, que parecía ser el alfa de

esa manada. Dirigió el báculo hacia él, pero en lugar de salir esa descarga, que antes lanzó

contra otros de los animales, parece que simplemente hizo que se paralizase. El lobo empezó

a gruñir, pero dejó completamente de moverse. El brujo dio algunos pasos hacia él, como

antes, dejando que a cada paso que daba la hierba se fuese marchitando… - ¡Ah!. Una noble criatura, llena y rebosante de vida. Bendecida por la Diosa, protegida por ella. –Dijo, pero más bien como si se tratase de un pequeño recochineo, de una pequeña broma.

Otro de los lobos se acercó hacia el brujo intentando morderle en la pierna. Pero éste movió

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su mano con decisión, le agarró del cuello, y de un rápido movimiento se lo partió, dejando

que ese sonido, el crujir que emitió, fuese lo único que anunciase la muerte de dicho animal.

El brujo abrió sus dedos, dejando que el animal cayese al suelo como si fuese, ora vez

simplemente un muñeco de trapo. Dio otro paso hacia ese gran lobo, que seguía gruñendo

intentando moverse. – Sigue.. Sigue luchando.. Utiliza todas tus fuerzas. Gruñe, aúlla.. Porque cuanto más luches, más delicioso será. – El brujo se rió con fuerza,

moviendo levemente el báculo. Al hacerlo, el animal, que estaba completamente

inmovilizado, empezó a levitar, como si estuviese guiado por una fuerza invisible. El brujo lo

elevó durante algunos metros, para después mover el báculo con fuerza y rapidez hacia

abajo, dejando que el animal cayese, desde lo alto, con mucha fuerza. El gran lobo se estrelló

contra el suelo. El brujo emitió una sonora carcajada y después movió el báculo de nuevo

hacia un lado, haciendo que el gran alfa, se estrellase contra otro lobo, algo más pequeño.

Con eso, quiso dejar claro que quería algo de intimidad, y no intrusiones de pequeños

insectos. Volvió a posarlo en el suelo ahora con más calma y volvió a acercarse a él. El alfa

luchaba, gruñía y se revolvía intentando soltarse de unos grilletes que eran invisibles. De

unas cuerdas que apretaban su cuerpo restringiendo su movimiento, pero que no se podían

ver. El brujo sonrió de nuevo cuando acercó su cabeza hacia la del animal, para mirarle

directamente a los ojos. – Qué caprichosa que es la vida. Y qué aleatoria. – Sonrió

regocijándose en eso, y no añadió nada más. Sus palabras fueron erráticas, misteriosas en

algún sentido, como si ocultasen una verdad aplastase que el conociese en la misma realidad.

El brujo empezó a aspirar, queriendo tomar aire de nuevo, pero con la salvedad, de que no

era eso lo que estaba reclamando. El lobo alfa se quedó completamente quieto y sus ojos

empezaron a perder el brillo mismo de la vida. El brujo estaba insuflando su vida, haciendo

que de nuevo, como ocurrió con el cochero, una especie de sombra fantasmal abandonase el

cuerpo del lobo para empezar a introducirse en el del brujo. El brujo se estremecía, como si

se tratase del más delicioso de los manjares. El pelaje claro del lobo, fue pasando a un color

más oscuro, hasta empezar a teñirse de negro, algunas mechas de ese color empezaron a

aparecer, conforme la vida iba desapareciendo de su mismo ser. Fue una cena deliciosa,

rebosante de energía, de pasión, de amor, de la misma Diosa, y como tal, era capaz de

nutrirle mucho mejor. Ahora parecía estar incluso extasiado a cada soplo, a cada aspiración

que estaba dando. El pelaje del animal seguía cambiando de color lentamente, sin prisa, pues

ésta vez no lo hacía de manera rauda. Simplemente se tomaba su tiempo para poder

degustarlo, ajeno, quizás, a que algo más se estaba acercando.

Unas fuertes pisadas, de unas grandes patas iban aplastando y pisando la misma

hierba. Un resollar bastante audible, acompañado de un leve gruñido. Un ser de gran

tamaño salió de la niebla como si fuese un mismo fantasma, un mismo demonio. Su presencia

pilló desprevenida al brujo, ya que estaba en una especie de éxtasis particular. Un ruidoso

rugido, acompañado del de una estampida fue lo que anunció que era algo realmente pesado,

y así fue, una gran zarpa impactó en el vientre de ese brujo, alejándolo con brusquedad del

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lobo, dejando que el mismo, ya libre de esa especie de encantamiento, pudiese respirar, o

más bien jadear con intensidad.

-Graaaaawl!!!... – El oso se puso entre el lobo y el brujo, evitando así que pudiese

dañarlo. El garrazo, bien dado, había hecho que la túnica del brujo se rasgase, y que una

herida en su vientre le hiciese sangrar. De hecho, parecía impresionado por eso, ya que por

culpa de su misma ambición, o puede que deseo, le hiciese confiarse demasiado, algo que

hizo que recibiese un ataque. Los ojos del brujo se movieron para posarse fijos ahora sobre

ese animal, sobre ese oso, que se empezó a levantar en dos patas de manera amenazadora.

De hecho, no se les podía comparar de esa manera, el oso podría alcanzar perfectamente los

dos metros y medio de alto, comparados con el poco metro sesenta del hechicero, era casi

como un gigante peludo, de enormes fauces, y peor aún garras. El lobo, que aún seguía

jadeando, intentando recuperar el aliento, así como intentando agarrarse a la misma vida.

-Maldito animal, asqueroso perro de la diosa. – El brujo emitió una especie de

quejido al posar su mano sobre su vientre. – Caerás, como caerán todos los bosques, y todas las montañas. – Añadió de nuevo mientras que miraba de manera furibunda hacia el

animal. Agarró con algo más de fuerza el báculo y lo apuntó hacia el animal. El oso no se

quedó quieto, por supuesto, lanzó un zarpazo hacia el báculo desviándolo de él, quizás en el

justo instante en el que una fuerte descarga eléctrica salía del báculo perdiéndose en la

noche, perdiéndose en la misma niebla acompañado por ese tenue lamento y chirrispoteo.

Quizás el mismo oso no se cortó, así que se lanzó a por el brujo derribándolo contra el suelo,

cayendo sobre él y hundiendo sus grandes fauces contra su mismo cuello. Sus dientes se

clavaron sobre su piel, abrieron ésta y empezó a manar sangre, una sangre densa y hedionda

y aunque el sabor de la sangre era para nada atrayente, el oso continuó clavando sus

colmillos hasta que arrancó un trozo de carne. El brujo, sentía que su misma piel ardía, el

animal le había desgarrado el cuello y empezaba a perder la sangre. No podía controlar el

báculo, así que dejó que este cayese al suelo, posó ambas manos sobre el estómago del oso, y

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pronunció de nuevo algunas palabras ahora ya no tanto cargadas con la fuerza de antes. –

Tzulan ndalan mortus nua, Cum sociis natoque penatibus et magnis. – Pronunció de

manera calmada, intentando recuperar de nuevo la serenidad. Esto iba a ser sencillo, o al

menos debería de haber sido sencillo. Una gran descarga verduzca salió de las manos del

brujo impactando contra el vientre del oso, tan fuerte fue que hizo que el animal ascendiese

varios metros, antes de caer. Momento el cual el brujo aprovechó para moverse, zafándose

así del animal y tomar de nuevo su báculo. La sangre que manaba de su cuello empezó a

hacerlo de manera mucho más lenta. Ahora agarraba el báculo con algo más de fuerza

mientras que el oso volvía a caer de nuevo y gruñía, observando con sus ojos verdes hacia el

brujo. El lobo continuaba en el suelo, recuperándose, sin poder moverse demasiado, pues

parte de esa fuerza, de esa vida, fue absorbida por el mismo brujo, para alimentarse.

Una batalla épica comenzó, entre la misma Diosa y un servidor oscuro. El brujo, no

tenía emblema, no tenía blasón al que servir, pero sí una orden en su mente, sí un deseo en su

mismo ser, y también una sonrisa en su mismo rostro. La herida había cerrado, rápidamente,

aunque mostraba un aspecto realmente lamentable y deplorable. Mantenía al oso a cierta

distancia con algunos movimientos de su báculo, el cual, al girarlos hacia un lado u otro,

conseguía crear un arco de energía, que desprendía cierto calor, una pequeña descarga

eléctrica. Tras un fuerte gruñir de nuevo, el oso atrapó el báculo de madera oscura con sus

fauces y lo mordió, apretándolo con fuerza. El resistente báculo emitió un crujido y terminó

por romperse cuando el brujo tiró de él. Frunció el ceño y dejó que este cayese al suelo,

siendo ahora completamente inútil, ya que el resto del mismo estaba en las fauces del oso.

Hizo un rápido juego de manos, y el trozo que no estaba en el suelo explotó. La explosión

creó una pequeña nube negra que cubrió al oso e hizo que se pusiese en pie, ahora de nuevo

con sus fauces, manchadas de sangre, pero ahora por la suya propia. Pesadamente dio

varios pasos hacia atrás antes de tomar impulso y volver a derribar al hechicero, pues ese

era su mismo destino, y su misma intención. Dirigió varios garrazos hacia el cuerpo del

brujo que de nuevo estaba en el suelo. Las telas volvieron a rasgarse, la misma piel volvió a

rasgarse haciendo que de nuevo volviese a sangrar. Debajo de él el brujo seguía

retorciéndose ahora por el dolor que le estaba transmitiendo el mismo oso. Sus ojos se

empezaron a oscurecer, mientras que su mismo cuerpo iba dejando de sentir el dolor. Al final

sus mismas pupilas, sus mismos iris, se volvieron completamente negros, como la noche. El

brujo alzó su mano agarrando el cuello del oso. Como si ahora no le costase tanto esfuerzo

empezó a separarlo de él. Aunque las heridas del oso seguían desgarrando su cuerpo, era

como si no llegase a sentirlo tanto, como si hubiese perdido absolutamente la capacidad de

sentir, simplemente para obtener un potenciamiento de su fuerza. Tras separarlo un poco de

él lanzó un fuerte puñetazo contra la cabeza del oso quitándoselo de en medio. El oso se

tambaleó mientras que el brujo se puso en pie. Las heridas eran realmente más severas de lo

que pensó en un primer instante, pero eso no pareció importarle. Como si se tratase ahora

una lucha entre dos colosos, ambos se liaron cuerpo a cuerpo. El brujo lanzaba fuertes

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puñetazos al oso, que seguía gruñendo y recibiendo los ataques mientras que el oso le

lanzaba zarpazos, incluso fuertes mordiscos.

Ambos se intercambiaron fuertes golpes, fuertes garrazos, aunque la lucha estaba

decidida. El brujo había sacrificado parte de su vida para tener ese aumento de fuerza. Sus

entrañas estaban abandonando el interior de su cuerpo para deslizarse hacia la hierba

mientras que luchaban. Pero si iba a morir, se llevaría por delante al mismo oso. Saltó sobre

su cuerpo, agarrándose a su cabeza, tomó aire mientras que en su cabeza se daban forma a

unas palabras.. - Nam facilisis pharetra turpis quis mattis. Curabitur dignissim malesuada blandit. – Murmuró para dejar que del interior de su boca empezase a salir una

gran serpiente. Como si se tratase de una boa empezó a rodear el cuerpo del oso mientras

que éste estaba siendo agarrado por el brujo. Al cabo de unos instantes el oso, terminó por

ser rodeado por ese animal. Su boca abrió dejando que saliese su bífida lengua de su

interior, antes de clavarse en el cuello del oso, que se agitó con fuerza. El veneno, potenciado

por la misma sangre del brujo se introdujo dentro del cuerpo del oso corrompiendo

rápidamente su sistema. Pero incluso aunque su vida estaba peligrando, no dejó de luchar.

Ahora más furioso se movió de lado a lado haciendo así que el abrazo de la serpiente fuese

menor. Se agachó para agarrar la cabeza de la serpiente con sus fauces, y tras darle un

mordisco y arrancarla llevó sus zarpas hacia la cabeza del brujo. La agarró y empezó a

apretársela mientras que los ojos de éste iban perdiendo el color negro para tomar uno más

blancuzco. Un segundo, dos, tres.. hasta que al final se escuchó un crujir y el brujo se quedó

inerte. El oso dejó que cayese al suelo el brujo, antes de empezar a tambalearse. Su pelaje

iba tomando una tonalidad más pálida. El brujo yacía muerto en el suelo, en un charco de

sangre densa y viscosa. El oso seguía tambaleándose aunque terminó por ponerse a cuatro

patas. Dio algunos pasos antes de caer al suelo, y empezar a respirar con agitación. El brujo,

que parecía estar muerto, se empezó a mover de nuevo y sus labios se curvaron en una

sonrisa. – No es.. una victoria.. sino una derrota. Otros volverán.. caerás.. y tu trono será nuestro. – Dijo como si se tratase de un susurro, dirigido hacia una persona que

estaba observando desde las alturas. El lobo, que ya se podía mover, se acercó hacia el brujo

y le mordió en el cuello, girándolo después hasta que volvió a escucharse otro crujir, y

terminó por quedarse inerte. Tras eso, posó una de sus patas sobre él, como si fuese un signo

de victoria y emitió un fuerte aullido. Fue un llanto por la pérdida de su compañero, y un

grito de victoria. Una pequeña victoria, en una larga guerra. Donde el ganador, estaba

todavía por aparecer.

Una nube juguetona apareció cubriendo la luna, dejando que todo se oscureciese a

su paso. Como si se tratasen de pequeños diamantes, gotas de agua del cielo empezaron a

descender, cubriendo así la llanura. La diosa lloraba por la pérdida de su hijo, pues el oso,

dejó de moverse, y su respiración había cesado. La lluvia continuaba cayendo, continuó

cayendo durante largos minutos, y aunque el cadáver del oso estaba en la llanura, algunos

comerciantes podrían jugar que vieron en ese momento a un oso correteando entre la niebla,

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o quizás fuese la misma niebla. El hijo de la diosa, ahora danzaba con ella, y se encargaría

de velar por su seguridad, allá donde los ojos no hacen falta, allá donde el tiempo no es sino

un juego, y las estrellas son tus compañeros.

Y tras largos minutos, llegó la mañana a la llanura. La noche se marchó, y el

sufrimiento de la misma fue cubierto por un mero aroma, por esa fragancia que se llevaba la

brisa de la mañana, de las gotas de rocío y lluvia sobre las hojas.

Una nueva mañana… quizás, una nueva sonrisa.

Escrito con cariño para los

moradores de Dhargen

08/2011

Irasfel