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C R I S T O L O G Í A B R E V E E N R I Q U E C A S E S

Cristologia Breve

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C R I S T O L O G Í A

B R E V E

E N R I Q U E

C A S E S

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Enrique Cases

| Astrolabio

Cristología breve

Cristología breve

Hacia una sociedad solidaria

Serie: Religión

DE EUGENIO d’ORSEtapa catalana: 1881-1921

Tercera edición corregida

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.PAMPLONA

ENRIQUE CASES

CRISTOLOGÍA BREVE

Primera edición: Mayo 2003

© 2003. Enrique CasesEdiciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)

Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - EspañaTeléfono: +34 948 25 68 50 - Fax: +34 948 25 68 54

e-mail: [email protected]

ISBN: 84-313-2091-5Depósito legal: NA 1.365-2003

ción, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autori-

constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

Ilustración cubierta:Pantocrator, San Clemente de Taüll

Tratamiento:PRETEXTO, S.L. Estafeta, 60. 31001 Pamplona

Imprime:GRÁFICAS ALZATE, S.L. Pol. Ipertegui II. Orcoyen (Navarra)

Printed in Spain - Impreso en España

zación escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-

INTRODUCCIÓN .................................................................................. 11

IJESUCRISTO, VERDADERO HOMBRE

1. ¿QUÉ NOS ENSEÑAN LOS EVANGELIOS ACERCA DE JESÚS?.......... 16

2. ¿Y SU ALMA? ............................................................................ 18

3. LA VIDA INTERIOR DE JESÚS ...................................................... 21

4. EL CORAZÓN DEL VERBO ENCARNADO ....................................... 26

IIJESUCRISTO, VERDADERO DIOS

1. EL TESTIMONIO DE CRISTO EN TORNO A SU MESIANISMO Y FILIA-CIÓN DIVINA .............................................................................. 32

2. EL TESTIMONIO DE CRISTO EN TORNO A SU DIVINIDAD .............. 35

3. LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS ............................................... 38

4. LA UNIÓN CON EL PADRE .......................................................... 39

5. LA DIVINIDAD DE JESUCRISTO ................................................... 40

6. EL TESTIMONIO DE LA RESURRECCIÓN ....................................... 42

IIIVERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE

DIOS HECHO HOMBRE. LA ENCARNACIÓN ......................................... 43

Índice

IVCÓMO ES HOMBRE EL HIJO DE DIOS

1. DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE JESUCRISTO ............................ 50

2. HEREJÍAS SOBRE CRISTO ........................................................... 51

3. ENSEÑANZA DE LA IGLESIA ....................................................... 53

4. LA UNIÓN HIPOSTÁTICA ............................................................. 56

5. LA SANTIDAD DE CRISTO ........................................................... 57

6. LAS CIENCIAS DE CRISTO .......................................................... 59

7. LAS VOLUNTADES DE CRISTO .................................................... 62

8. LAS TENTACIONES DE CRISTO .................................................... 64

9. LOS SENTIMIENTOS DE CRISTO .................................................. 65

V¿POR QUÉ DIOS SE HIZO HOMBRE?

SOTERIOLOGÍA ................................................................................... 67

VINÚCLEO FUNDAMENTAL

DE LA PREDICACIÓN DE JESUCRISTO

1. JESUCRISTO MANIFIESTA SU FUNCIÓN MESIÁNICA ....................... 73

2. EL MESÍAS DE ISRAEL ............................................................... 74

3. JESUCRISTO ES EL MESÍAS ......................................................... 76

4. JESUCRISTO ASUME SU FUNCIÓN MESIÁNICA .............................. 77

5. LAS TENTACIONES DE JESÚS ...................................................... 78

6. JESUCRISTO REVELA CÓMO ES DIOS ........................................... 81

7. EL REINO DE LA SALVACIÓN DE DIOS ........................................ 84

VIIJESÚS, CRUCIFICADO POR LA SALVACIÓN DE LOS HOMBRES

1. LA PASIÓN Y MUERTE DE JESUCRISTO ........................................ 93

2. LA MUERTE DE CRISTO HABÍA SIDO PROFETIZADA ..................... 95

8 Cristología breve

3. JESÚS ES JUZGADO ..................................................................... 98

4. CRUCIFIXIÓN ............................................................................. 102

5. MOTIVOS DE LA MUERTE DE JESUCRISTO ................................... 115

6. LA MUERTE DE JESÚS ES UN SACRIFICIO .................................... 115

VIIIJESUCRISTO ES EL REDENTOR DEL HOMBRE

1. LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO ............................................ 118

2. LAS NARRACIONES EVANGÉLICAS DE LA RESURRECCIÓN ........... 119

3. SENTIDO DE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN ...................... 127

4. LA EXALTACIÓN DE JESÚS ......................................................... 132

5. DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS ..................................................... 133

6. CRISTO ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE ..................... 133

7. LA SANTIFICACIÓN DE LOS HOMBRES ......................................... 136

IXJESÚS ES CRISTO Y SEÑOR DEL UNIVERSO

1. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS ABRE LA ESPERANZA DEL FUTURO . 141

2. CRISTO REVELA EL MISTERIO DE DIOS ....................................... 141

3. EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN .................................................... 143

4. JESUCRISTO, SEÑOR DEL UNIVERSO ............................................ 144

5. LA FILIACIÓN DIVINA DEL CRISTIANO ......................................... 145

6. LA TRINIDAD EN EL ALMA .......................................................... 145

7. REDENCIÓN OBJETIVA Y SUBJETIVA ............................................. 146

Índice 9

Jesús predicó durante tres años en Israel hace 2000 años. Alprincipio anuncia que el Reino de Dios tan esperado está cerca, elReino prometido por los profetas, un Reino de paz, amor, justicia ylibertad, no organizado tanto por los hombres que tienen larga ex-periencia de sus fracasos y limitaciones, sino por el mismo Dios.Luego muestra el camino para pertenecer al nuevo Reino: seguir lasenda de las bienaventuranzas y un cumplimiento de los manda-mientos en su sentido más profundo y espiritual, es decir, como hi-jos de Dios. Pero la nueva doctrina queda superada con la declara-ción de quién es el que la proclama: Jesús se llama a sí mismo elHijo de Dios, se hace igual a Dios, siendo verdadero hombre, y es-to sólo se puede creer con fe. Los que no creen le llaman blasfemoy le atacan, los que creen descubren la misericordia de Dios, quetanto amó al mundo que le dio a su Hijo Unigénito para salvar a loshombres de una manera sorprendente y que puede parecer excesiva.

Les costó creer, a pesar de los milagros y las profecías. Unamuestra de esto es la conversación de Felipe con Jesús en la Últi-ma Cena cuando le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».Va al núcleo de la revelación; quiere conocer a Dios, quiere cono-cer a ese Padre tan amado. Jesús le contestó: «Felipe, ¿tanto tiem-po como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me havisto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: “Muéstranos al Pa-dre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las pa-labras que yo os digo, no las hablo por mí mismo. El Padre, que es-tá en mí, realiza sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el

Introducción

Padre está en mí; y si no, creed por las obras mismas. En verdad,en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras queyo hago, y las hará mayores que éstas porque yo voy al Padre. Y loque pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorifica-do en el Hijo. Si me pidiereis algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn14, 8-14).

El centro de la Revelación de Jesús es la intimidad de Dios, quees Padre que engendra un Hijo eternamente, de modo que uno es elAmante y el otro es el Amado, y entre los dos existe también un éx-tasis de amor que es el Espíritu Santo, a saber, la Persona don quelos une con un estrecho vínculo, de modo que la comunión entrelos Tres es tan total que son un solo y único Dios. Pues bien, el Hi-jo se hace hombre en Jesucristo. El Invisible se hace visible en unhombre. El Eterno entra en el tiempo y en la historia en el seno dela Virgen María. En Jesús se expresa la plenitud de la Revelacióncorporalmente. La salvación será unirse a Él para tener la vida eter-na por la fe. Por eso el Cristianismo es seguir, conocer y amar a Je-sús, Dios y Hombre verdadero, perfecto Dios y perfecto Hombre.El cuadro de la página siguiente resume todo lo que la Iglesia en-seña sobre Jesucristo, pero vamos a verlo un poco más detenida-mente.

12 Cristología breve

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Caben diversos modos de ver a Jesús. Una mirada superficialve en Él a uno más entre los pobladores de Nazaret, un artesano.Cuando inicia su vida pública y comienza a hablar todos se admi-ran; un sabio reside entre nosotros, pensarían, o un nuevo profeta.Pero al manifestar su interior el mismo Jesús, sólo se puede acep-tar su testimonio desde la fe, pues dice de sí mismo que es Dios.Los milagros y las profecías son signos que atestiguan sus pala-bras. Pero es tan grande el hecho que la fe es la que alcanza el co-nocimiento profundo de Aquel que es verdadero hombre y verda-dero Dios.

En los próximos textos vamos a contemplar su humanidad. Vea-mos primero lo que enseña el Catecismo.

479 En el momento establecido por Dios, el Hijo único del Pa-dre, la Palabra eterna, es decir, el Verbo e Imagen subs-tancial del Padre, se hizo carne: sin perder la naturalezadivina asumió la naturaleza humana.

481 Jesucristo posee dos naturalezas, la divina y la humana,no confundidas, sino unidas en la única Persona del Hijode Dios.

482 Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tieneuna inteligencia y una voluntad humanas, perfectamentede acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad

Capítulo I

Jesucristo, verdadero hombre

divinas que tiene en común con el Padre y el EspírituSanto.

483 La encarnación es, pues, el misterio de la admirable uniónde la naturaleza divina y de la naturaleza humana en laúnica Persona del Verbo.

1. ¿QUÉ NOS ENSEÑAN LOS EVANGELIOS ACERCA DE JESÚS?

Contemplarlo como lo vieron los suyos es el camino para es-clarecer el misterio y el secreto de su personalidad. La primera pre-cisión sobre los evangelistas es que narran la vida de Jesús sobre elconocimiento de que está resucitado y que vive glorioso, victorio-so y celestial. Este trasfondo da más brillo y contraste a su vida hu-mana y pobre.

En cuanto a las fechas parece que hay que retrasar el naci-miento al año 7 anterior a nuestra era y que fue crucificado el 7 deabril del año 30 a los 37 años. La vida pública sí que consta de trespascuas, no de tres años completos.

¿Cuál debió de ser su aspecto exterior? No se distinguiría delde los judíos y rabinos de su época, «... era como cualquier hom-bre y también sus gestos» (Fil 2, 7), no vestía llamativa y pobre-mente como el Bautista, que, según la costumbre de los profetas,iba ceñido con una túnica de pelos de camello. Como sus paisanos,llevaría ordinariamente un vestido de lana con un cinturón que ser-vía de bolsa al mismo tiempo, un manto o túnica y sandalias. En laPasión llevaba una túnica sin costura y toda tejida de arriba abajo(Jn 19, 23). Según las prescripciones de la Ley (Num 15, 38) ador-naban la parte superior cuatro borlas de lana con hilos azules. Y si-guiendo la costumbre de su tiempo llevaría para la oración matuti-na filacterias atadas al brazo y alrededor de la frente. No censuraríasu uso a los fariseos, sino la motivación de falsa piedad y de en-sancharlas. En sus largas caminatas se guardaría de los ardientesrayos del sol mediante un sudario blanco que envolvía cabeza ycuello. Por lo demás, Jesús desdeñaba la «preocupación» por elvestido, lo que no quiere decir descuido y dejadez que son falta de

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virtud. Llevó la barba usual y los cabellos cuidados recogidos en lanuca a diferencia de los nazarenos, que se dejaban hirsutas y largasguedejas. El cuidado del cuerpo lo recomienda superando la vani-dad. Así pues, en épocas de ayuno dice: «... unge tu cabeza y lavatu rostro», lava los pies a sus discípulos y se lamenta de que el fa-riseo que le invita a comer no le dé agua para lavarse las manos,declara su favor por el bálsamo precioso con que la Magdalena leungió previendo su muerte.

Su figura corporal seguramente sería simpática y hasta fascina-dora. No poseemos ninguna descripción de su tiempo, sólo que ha-bía crecido en su niñez en gracia ante Dios y los hombres. Es tras-ladable lo que decía sobre la luz interior que se transparenta en loexterno: «... tu ojo es la luz de tu cuerpo y si aquel está sano, todotu cuerpo estará iluminado».

Su presencia debió de tener algo radiante que atraía a toda per-sona de sentimientos delicados, especialmente los niños. La excla-mación admirativa que un día brotó de una mujer del pueblo esmuy significativa: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pe-chos que te amamantaron» (Lc 11, 27).

De modo particular debió de impresionar su mirada, capaz deinflamar las almas y de hacer sentir los reproches más emocionan-tes. Marcos usa mucho la expresión «Y mirándoles, dijo» (Mc 3, 5,34; 5, 32; 8, 33; 10, 21; 20, 27). En sus ojos había algo dominantey arrollador.

A este aspecto se añade el de su salud y energía, en suma, unequilibrio perfecto: capacidad emprendedora, resistencia a la fati-ga. El contraste con Mahoma enfermo, aquejado de un sistema ner-vioso en desequilibrio, o de Buda, psíquicamente deshecho y ago-tado cuando se retiró del mundo, es notable. En Jesús no hay ni lamenor alusión a enfermedad alguna.

Su cuerpo parece especialmente resistente a la fatiga. Ora muyde mañana, muy de madrugada, y muchas noches las pasa en velaen oración. Incluso, respecto a la naturaleza, su salud se manifies-ta en la radiante alegría especialmente ante montes y lagos. Las ca-minatas recorren toda Judea, Samaria, Galilea y aun la región deTiro y Sidón. El hambre y la sed fueron, con seguridad, frecuentes

Jesucristo, verdadero hombre 17

compañeros de viaje, recomienda: «... no llevéis nada para el via-je, ni bastón ni alforjas y tampoco pan y dinero». Su última subidade Jericó a Jerusalen debió de ser una proeza. Bajo un sol ardien-te, por caminos sin sombra y atravesando montes rocosos y solita-rios, realizó el viaje en seis horas, debiendo superar una altura demás de mil metros. Es asombroso que a su llegada no se sintiera fa-tigado. Aquella misma tarde cenó con Lázaro y sus hermanas (Jn12, 2).

Pasó la mayor parte de su vida al aire libre, en medio de la na-turaleza expuesto a la intemperie. Le son familiares los lirios delcampo y las aves del cielo. Su vida errante, llena de trabajo y pe-nurias, manifiesta un cuerpo robusto. Marcos advierte que no teníatiempo para comer (Mc 3, 20; 6, 31). Hasta muy entrada la nocheno acudían a él los enfermos (Mc 3, 8) y también los fariseos, sa-duceos y enemigos llenos de malicia. Debe afrontar largas y peno-sas discusiones, luchas peligrosas en tensión continua. Las expli-caciones a los discípulos eran prolijas, con la pesada carga que leimponían aquellos espíritus poco despiertos y llenos de preocupa-ciones mezquinas. Un temperamento enfermo o simplemente deli-cado no hubiera podido resistir. Jamás perdió la serenidad. Conti-nuó durmiendo tranquilamente duramente la tempestad.

Catecismo

476 Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdaderahumanidad, el cuerpo de Cristo era limitado.

477 Al mismo tiempo, la Iglesia siempre ha admitido que, enel cuerpo de Jesús, Dios «que era invisible en su naturale-za se hace visible» (Prefacio de Navidad).

2. ¿Y SU ALMA?

Sus parientes no le entienden y se quedan perplejos ante Él o lellaman loco y afirman que ha perdido el juicio (Mc 3, 21). Los fa-riseos y sus enemigos pensaban que un espíritu maligno obraba en

18 Cristología breve

Él (Mt 12, 24). La superioridad que se manifiesta en Jesús no ad-mite otra explicación si no se está dispuesto a aceptar quién es enrealidad.

Los evangelistas nos hablan con toda claridad. Si algo les lla-mó la atención en el modo de ser de Jesús, fue la lucidez extraor-dinaria de su juicio y la inquebrantable firmeza de su voluntad. Ad-vierten un hombre de caracter, apuntando inflexiblemente hacia sufin, para realizar la voluntad de su Padre, hasta el último extremo,hasta derramar su sangre.

Las repetidas expresiones «Yo he venido», «Yo no he venido»traducen perfectamente ese sí y ese no conscientes e inquebranta-bles. «Yo no he venido a traer la paz, sino la guerra» (Mt 10, 34).«No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9,13). «El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino paraservir y a dar su vida en rescate de muchos» (Mt 30, 28; Mc 10,45). «No he venido a destruir la ley ni los profetas, sino a comple-tarlos» (Mt 5, 77). «Yo he venido a traer fuego a la tierra. ¿Y quéquiero sino que arda?» (Lc 12, 49).

Sabe lo que quiere desde el principio. A los doce años dice a suspadres que le encuentran en el Templo «¿No sabíais que debía em-plearme en las cosas de mi Padre» (Lc 2, 49). Las tres tentaciones deldesierto son una victoria sobre la posibilidad egoísta de utilizar supoder para la glorificación personal y no cumplir la voluntad del Pa-dre. Sus mismos discípulos intentan alejarle del cumplimiento de sumisión. Primero sus parientes, luego su elegido Pedro, que le ama,pero no le entiende, y después de la multiplicación de los panes, mu-chos le abandonaron criticándole: «Muchos discípulos se separarondefinitivamente de Él en esta ocasión» (Jn 6, 66). No por ello dejóJesús de seguir su camino: «¿Y vosotros, también queréis iros?».

Jamás se le ve vacilar, ni en sus palabras ni en su obrar. Pide asus discípulos una voluntad firme de ese calibre: «Quien pone lamano en el arado y mira atrás no sirve para el Reino de Dios» (Lc9, 62). Está muy lejos de Él la precipitación y más aún la indeci-sión, las claudicaciones y las salidas de compromiso. Todo su seres un sí o un no. Sólo Él puede afirmar con toda verdad que vues-tra palabra sea «sí, sí», «no, no». Lo demás es un mal (Mt 5, 37).

Jesucristo, verdadero hombre 19

Todo su ser y toda su vida son unidad, firmeza, luz y pura ver-dad. Producía tal impresión de sinceridad y energía, que sus mismosenemigos no podían sustraerse a ella: «Maestro, sabemos que eresveraz y no temes a nadie» (Mc 12, 14). Lo contrario de la hipocre-sía de sepulcros blanqueados de los fariseos. Su muerte es fruto deese contraste de fidelidad al Padre y doblez de sus enemigos.

Su carácter es la encarnación del heroísmo, por ello el joven ri-co que guarda los mandamientos no puede, o no quiere, seguirle;el verdadero discípulo debe odiar a su padre, madre, hermanos yaún a su propia vida si quiere seguirle; aunque odiar signifique po-ner en segundo término, es muy fuerte el modo de decir mismo.

Tiene la fuerza del jefe que al decir a Simón y Andrés que le si-gan, éstos dejan todas las cosas y a su padre con los jornaleros.Arroja a los mercaderes del Templo sin que nadie pueda resistirle.Sus mismos discípulos, aún conviviendo con Él y siendo llamadosamigos, tienen un respeto que marca una distancia que los separa deÉl: «Le seguían con miedo y se espantaban» (Mc 10, 32). No erauno de tantos, ni como los dirigentes, doctores de la ley y fariseos oautoridades políticas. Tenía consigo todo el poder y esta impresiónde superioridad, de omnipotencia, que dimanaba su persona era tal,que para explicarla, la multitud buscaba las comparaciones con elBautista, Elías o Jeremías o alguno de los profetas. Aunque esto semanifestase de un modo habitual humilde y manso.

Catecismo

475 Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales,divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de for-ma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, haquerido humanamente todo lo que ha decidido divinamen-te con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación(cf. DS 556-559). La voluntad humana de Cristo «sigue asu voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, si-no todo lo contrario estando subordinada a esta voluntadomnipotente» (DS 556).

20 Cristología breve

3. LA VIDA INTERIOR DE JESÚS

La oración de Jesús se realiza muchas veces ante todo el mun-do o ante los suyos en voz alta, pero busca el silencio y el recogi-miento, cosa que en su vida pública sólo puede conseguir durantela noche mientras los demás duermen. Se puede decir que necesitala oración más que nosotros, no porque necesite pedir algo que noesté a su alcance, sino porque busca el trato íntimo y sin distrac-ciones con el Padre.

Su fuerza interior aparece en ocasiones de una manera fuertecon el ardor de una pasión santa, así dice a Satanás en su terceratentación: «¡Retírate de mi vista, Satanás!», palabras similares a lasque dice a Pedro que intenta disuadirle de la Pasión dolorosa (Mt4, 10; Mt 14, 23). «Fuera de mi vista inicuos, nunca os he conoci-do», dirá el día del juicio a los que mueren sin la gracia de Dios.Esta fuerza refulge y retumba en la parábola de la cizaña. «El Hijodel Hombre enviará a sus ángeles, que reunirán a todos los malva-dos y seductores del Reino y los echarán al horno del fuego; allí se-rá el llanto y el crujir de dientes» (Mt 13, 41). Análogamente, en laparábola de la red: «... ángeles vendrán y separarán a los malos delos buenos y los echarán al horno del fuego; allí será el llanto y elcrujir de dientes» (Mt 13, 49).

Asimismo terminan airadamente las parábolas de las diez vír-genes, de los talentos, de las ovejas y de los cabritos (Mt 25, 1ss.;25, 14ss.; 25, 33ss.). En la parábola del siervo despiadado, el Se-ñor «lleno de cólera» entrega a la justicia al siervo sin entrañas has-ta que pague enteramente su deuda; igualmente, en la parábola delinvitado no engalanado en el festín, manda: «Atadlo de pies y ma-nos, tomadle y echadle fuera; allí será el llanto y el crujir de dien-tes» (Mt 22, 13); en la parábola de los dos administradores, llegainopinadamente el Señor y manda descuartizar al siervo infiel ydarle el merecido de los traidores (Lc 12, 46).

En estas expresiones hay una vida fuerte, alejada de un blandosentimentalismo. Similares son las palabras dirigidas a los fariseos:«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque exprimís lascasas de las viudas y por pretexto hacéis larga oración; por eso lle-

Jesucristo, verdadero hombre 21

varéis juicio más grave [...] ¡Guías ciegos que coláis el mosquito yos tragáis el camello! [...] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipó-critas, porque limpiáis lo que está fuera de la copa y del plato, másinteriormente estáis llenos de robo y de inmundicia» (Mt 23, 14, 24,25). No es posible figurarse a Jesús en estas ocasiones más que conojos llameantes y rostro encendido. Igual que cuando arroja a losmercaderes del Templo o cuando maldice la higuera, símbolo delpueblo infiel a las llamadas divinas. La fuerza y la ira de Jesús con-trastan más aún con la dulzura habitual y manifiestan el amor a laverdad y la justicia, por encima de cualquier debilidad humana. Esla ira de Dios que se demuestra tantas veces en el Antiguo Testa-mento, así llamará a los fariseos raza de víboras, y a Herodes, zorro.

Cuando se trata de dar testimonio de la verdad, desconoce elmiedo y la vacilación. Un carácter luchador que en medio de la lu-cha no pierde la serenidad.

Llama la atención su clarividencia viril, su impresionante leal-tad, su sinceridad austera y, en un palabra, el carácter heroico de supersonalidad.

Esta fuerza y verdad es lo que atrae a los discípulos, su purezainterior, su sinceridad se revelan en su palabra cuando dice: «Si tuojo te escandaliza, arráncalo» (Mt 18, 9); «... el que pierde su alma,la gana» (Mt 10, 29); «Nadie puede servir a dos señores» (Lc 16, 13).

¿Cómo se condujo Jesús con los hombres y las cosas de sutiempo? No se da en Él una tendencia a ser soñador, sino fuerte-mente racional, cosa que se hace patente en las discusiones con susenemigos que le preparan cuestiones difíciles y capciosas. Sus res-puestas son tan claras y contundentes que tienen que retirarse con-fundidos.

Desbroza la religión de los añadidos humanos llevándola hastasus mismas raíces, que están en el interior del corazón humano. Susparábolas hacen revivir ante nosotros a los labradores, los pescado-res, el traficante de perlas preciosas, el mayoral, el mercader, el jor-nalero, el constructor y el hortelano, abarcando desde la dueña de lacasa y la pobre viuda hasta el juez, el general del ejército y el mis-mo rey. Tienen sus parábolas tal riqueza de matices describiendo lavida ordinaria que llegan tanto al intelectual como al hombre iletra-

22 Cristología breve

do. Jesús busca ilustrar las mentes de los que le escuchan para reno-varlos por dentro apartando las tinieblas del error o de la ignorancia.

Junto a esto destaca, en la teoría y en la práctica, su mandatonuevo que manifiesta en la Última Cena y en toda su vida. «Amada vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen» (Lc 6, 27;Mt 5, 44). Su amor a los hombres no le impide ver sus defectos, esmás, los enuncia, pero ese amor le lleva a que desaparezcan esospecados. Es lo que llamamos comprensión. Conoce toda la fragili-dad y toda la flaqueza y aplica los remedios en su mejor modo: sua-ve o fuerte según la necesidad.

La compasión es uno de sus rasgos más incomparables, en susentido más hondo de padecer con otro. No se contenta con exami-nar la miseria humana, la toma sobre sí, paga por las deudas de losdemás.

Llama hermanos a los más insignificantes, se adapta a las cos-tumbres de todos, mientras que no ofendan a Dios. Su unión conlos pobres y los oprimidos es patente. Demuestra con obras que noha venido a ser servido, sino a servir. Quiere ser pobre con los po-bres, despreciado con los despreciados, tentado con los tentados,crucificado con los que sufren y mueren.

Los evangelistas lo advierten continuamente: «Tenía compa-sión del pueblo» (Mc 8, 2; Mt 9, 36; 14, 14; 15, 32; Lc 7, 13); «...tenía compasión de ellos porque eran ovejas sin pastor» (Mc 6, 34).Hay ocasiones en que su corazón parece tan sensible y dulce comopueda serlo el de una madre con su hijo enfermo, por ejemplo alsalir de sus labios las parábolas del hijo pródigo, de la moneda per-dida, del buen pastor y del buen samaritano.

La desgracia que le conmueve es la de los enfermos y, sobre to-do, la de los pecadores. No puede decir «no» cuando clama el do-lor, ni cuando lo pide una mujer pagana, ni aunque parezca que nocumple el precepto del sábado, ni por miedo a que se escandalicenlos piadosos por estar con publicanos y pecadores. Ni siquiera lastorturas de la agonía le impiden decir al ladrón arrepentido «... hoyestarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43).

Su amor a los hombres no tolera excepción alguna, y no tieneel menor matiz de preferencia para una clase determinada. Admite

Jesucristo, verdadero hombre 23

a los ricos, aunque les avise que su situación es más difícil que lade los pobres para alcanzar el Reino de los cielos, así ocurre conSimón el fariseo, con Nicodemo, con José de Arimatea, con Juana,mujer de Cusa, Susana y otras muchas «... que le servían de sus ha-ciendas» (Lc 8, 3). Los Apóstoles no parecen pertenecer a las cla-ses más bajas, sino a la clase media, como el mismo Jesús. La po-breza le conmueve por el sufrimiento que experimentan los que seencuentran en esa condición, y por el peligro de que pierdan la pa-ciencia y se rebelen contra Dios. Peligro mayor en los ricos, que enla abundancia pueden olvidarse de Dios.

El amor a los desgraciados es una necesidad íntima, un irrepri-mible movimiento interior, es la manifestación de la misericordiadivina. El hecho de estar en contacto con las alturas divinas no leimpide hacerse cargo de las necesidades pequeñas y cotidianas.

¿Y la alegría? Jesús se abre al regocijo humano. Incluso le cri-tican por su naturalidad, come en cualquier casa, va a la fiesta debodas, no deja ayunar a los discípulos mientras el esposo esté conellos. Manifiesta su amor de predilección con uno de ellos que enla Última Cena recuesta su cabeza sobre su pecho.

Su contemplación de la naturaleza es poética: evoca los lirios,los arbustos, la higuera, las viñas, los pájaros y raposas y la tem-pestad amenazadora.

¿Quién es este Jesús? ¿No parece que su humanidad se mueveen direcciones opuestas, por una parte, hacia lo alto, lo celestial, ypor otra, a lo de abajo, a lo humano?

La solución no se encuentra sólo en lo humano, se debe buscartambién en lo divino. Es perfecto Dios y perfecto hombre, igual entodo a nosotros excepto el pecado. Igual en los sentidos externos einternos, en las emociones, en los sentimientos, en la voluntad, enla inteligencia, pero perfecto y unido a la divinidad de tal modo quesus acciones son humanas y divinas. Éste es Jesús. Cada gesto ex-presa la plenitud de la divinidad corporalmente, pero también ex-presa lo que es un hombre sin la deformación del pecado. Cuandolos hombres decimos que algo es humano, muchas veces indica-mos acciones pecaminosas. Jesús nos muestra lo que es genuina-mente humano sin faltas ni recortes.

24 Cristología breve

Catecismo

471 El Hijo eterno asumió también un alma racional humana.472 Esta alma humana que el Hijo de Dios asumió está dota-

da de un verdadero conocimiento humano. Como tal, és-te no podía ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en lascondiciones históricas de su existencia en el espacio y enel tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse hombre, qui-so progresar «en sabiduría, en estatura y en gracia» (Lc 2,52) e igualmente adquirir aquello que en la condición hu-mana se adquiere de manera experimental (cf. Mc 6, 38;8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso correspondía a la realidad de suanonadamiento voluntario «tomando condición de escla-vo» (Flp 2, 7).

473 Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamen-te humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de supersona (cf. San Gregorio Magno, ep. 10,39: DS 475).«La naturaleza humana del Hijo de Dios, no por ella mis-ma sino por su unión con el Verbo, conocía y manifesta-ba en ella todo lo que conviene a Dios» (San Máximo elConfesor, qu. dub. 66 ). Esto sucede ante todo en lo quese refiere al conocimiento íntimo e inmediato que el Hijode Dios hecho hombre tiene de su Padre (cf. Mc 14, 36;Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55; etc.). El Hijo, en su conoci-miento humano, demostraba también la penetración divi-na que tenía de los pensamientos secretos del corazón delos hombres (cf. Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61; etc.).

474 Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona delVerbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo goza-ba en plenitud de la ciencia de los designios eternos quehabía venido a revelar (cf. Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33-34; 14,18-20. 26-30). Lo que reconoce ignorar en este campo (cf.Mc 13, 32), declara en otro lugar no tener misión de reve-larlo (cf. Hch 1, 7).

470 Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación «lanaturaleza humana ha sido asumida, no absorbida» (Gau-

Jesucristo, verdadero hombre 25

dium et spes, 22, 2), la Iglesia ha llegado a confesar con elcorrer de los siglos, la plena realidad del alma humana,con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y delcuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha tenidoque recordar en cada ocasión que la naturaleza humana deCristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijode Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ellapertenece a «uno de la Trinidad». El Hijo de Dios comu-nica, pues, a su humanidad su propio modo personal deexistir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo,Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de laTrinidad (cf. Jn 14, 9-10):

«El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con in-teligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazónde hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente unode nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado»(Gaudium et spes, 22, 2).

Jesús tiene sentimientos como todos los humanos. Llora, ríe,siente alegría y gozo, temor, ira, cansancio, entusiasmo, angustia yamor. Tan es así que nos dice que le imitemos en ser mansos y hu-mildes de corazón como Él, y san Pablo pone la meta del cristianoen tener los mismos sentimientos que Cristo tenía en su Corazón,que viene a ser la intimidad más profunda de su humanidad, comoel punto de unión de lo corporal y lo espiritual según el modo deexpresarse de los hebreos y de casi todas las culturas.

4. EL CORAZÓN DEL VERBO ENCARNADO

Catecismo

478 Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha cono-cido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha en-tregado por cada uno de nosotros: «El Hijo de Dios me

26 Cristología breve

amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2, 20). Nos haamado a todos con un corazón humano. Por esta razón, elsagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros peca-dos y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), «es considera-do como el principal indicador y símbolo [...] del amor conque el divino Redentor ama continuamente al eterno Padrey a todos los hombres» (Pío XII, Enc. Haurietis aquas: DS3924; cf. DS 3812).

Jesucristo, verdadero hombre 27

Catecismo

469 La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente ver-dadero Dios y verdadero hombre. Él es verdaderamente elHijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano,y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:

«“1. Creo [...] en Jesucristo, su único Hijo (= de Dios Padre),nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del EspírituSanto, y nació de Santa María Virgen”. El ciclo de catequesis so-bre Jesucristo, que desarrollamos aquí, hace referencia constantea la verdad expresada en las palabras del Símbolo Apostólico queacabamos de citar. Nos presentan a Cristo como verdadero Dios(Hijo del Padre) y, al mismo tiempo, como verdadero Hombre,Hijo de María Virgen. Las catequesis anteriores nos han permiti-do y acercarnos a esta verdad fundamental de la fe. Ahora, sinembargo, debemos tratar de profundizar su contenido esencial:debemos preguntarnos qué significa “verdadero Dios y verdade-ro Hombre”. Es esta una realidad que se desvela ante los ojos denuestra fe mediante la autorrevelación de Dios en Jesucristo. Ydado que ésta (como cualquier otra verdad revelada) sólo se pue-de acoger rectamente mediante la fe, entra aquí en juego el “ra-tionabile obsequium fidei” el obsequio razonable de la fe. Laspróximas catequesis, centradas en el misterio del Dios-Hombre,quieren favorecer una fe así.

2. Ya anteriormente hemos puesto de relieve que Jesucristohablaba a menudo de sí, utilizando el apelativo de “Hijo del hom-

Capítulo II

Jesucristo, verdadero Dios

bre” (Cf. Mt 16, 28; Mc 2, 28). Dicho título estaba vinculado a latradición mesiánica del Antiguo Testamento, y al mismo tiempo,respondía a aquella “pedagogía de la fe”, a la que Jesús recurríavoluntariamente. En efecto, deseaba que sus discípulos y los quele escuchaban llegasen por sí solos al descubrimiento de que “elHijo del hombre” era al mismo tiempo el verdadero Hijo de Dios.De ello tenemos una demostración muy significativa en la profe-sión de Simón Pedro, hecha en los alrededores de Cesarea de Fi-lipo, a la que nos hemos referido en las catequesis anteriores. Je-sús provoca a los Apóstoles con preguntas, y cuando Pedro llegaal reconocimiento explícito de su identidad divina, confirma sutestimonio llamándolo “bienaventurado tú, porque no es la carneni la sangre quien esto te ha revelado sino mi Padre” (Cf. Mt 16,17). Es el Padre, el que da testimonio del Hijo, porque sólo Él co-noce al Hijo (Cf. Mt 11, 27).

3. Sin embargo, a pesar de la discreción con que Jesús actua-ba aplicando ese principio pedagógico de que se ha hablado, laverdad de su filiación divina se iba haciendo cada vez más paten-te, debido a lo que Él decía y especialmente a lo que hacía. Perosi para unos esto constituía objeto de fe, para otros era causa decontradicción y de acusación. Esto se manifestó de forma defini-tiva durante el proceso ante el Sanedrín. Narra el Evangelio deMarcos: “El Pontífice le preguntó y dijo: ‘¿Eres tú el Mesías, elHijo del Bendito?’. Jesús dijo: ‘Yo soy, y veréis al Hijo del hom-bre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cie-lo’” (Mc 14, 61-62). En el Evangelio de Lucas la pregunta se for-mula así: ‘Luego, ¿eres tú el Hijo de Dios?’. Díjoles: ‘Vosotros lodecís, yo soy’” (Lc 22, 70).

4. La reacción de los presentes es concorde: “Ha blasfemado[...] Acabáis de oír la blasfemia [...] Reo es de muerte” (Mt 26, 65-66). Esta exclamación es, por decirlo así, fruto de una interpreta-ción material de la ley antigua.

Efectivamente, leemos en el Libro del Levítico: “Quien blas-femare el nombre de Yahvé será castigado con la muerte; toda laasamblea lo lapidará” (Lev 24, 16). Jesús de Nazaret, que ante losrepresentantes oficiales del Antiguo Testamento declara ser elverdadero Hijo de Dios, pronuncia (según la convicción de ellos)una blasfemia. Por eso “reo es de muerte”, y la condena se ejecu-

30 Cristología breve

ta, si bien no con la lapidación según la disciplina veterotesta-mentaria, sino con la crucifixión, de acuerdo con la legislaciónromana. Llamarse a sí mismo “Hijo de Dios” quería decir “ha-cerse Dios” (Cf. Jn 10, 33), lo que suscitaba una protesta radicalpor parte de los custodios del monoteísmo del Antiguo Testa-mento.

5. Lo que al final se llevó a cabo en el proceso intentado con-tra Jesús, en realidad había sido ya antes objeto de amenaza, co-mo refieren los Evangelios, particularmente el de Juan. Leemosen él repetidas veces que los que lo escuchaban querían apedreara Jesús, cuando lo que oían de su boca les parecía una blasfemia.Descubrieron una tal blasfemia, por ejemplo, en sus palabras so-bre el tema del Buen Pastor (Cf. Jn 10, 27.29), y en la conclusióna la que llegó en esa circunstancia: “Yo y el Padre somos una so-la cosa” (Jn 10, 30). La narración evangélica prosigue así: “Denuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle. Jesús les res-pondió: ‘Muchas obras os he mostrado de parte de mi Padre; ¿porcuál de ellas me apedreáis?’. Respondiéronle los judíos: ‘Por nin-guna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú,siendo hombre, te haces Dios’” (Jn 10, 31-33).

6. Análoga fue la reacción a estas otras palabras de Jesús:“Antes que Abrahán naciese, era yo” (Jn 8, 58). También aquí Je-sús se halló ante una pregunta y una acusación idéntica: “¿Quiénpretendes ser?” (Jn 8; 53), y la respuesta a tal pregunta tuvo co-mo consecuencia la amenaza de lapidación (Cf. Jn 8, 59). Está,pues, claro que, si bien Jesús hablaba de sí mismo sobre todo co-mo del “Hijo del hombre”, sin embargo todo el conjunto de lo quehacía y enseñaba daba testimonio de que Él era el Hijo de Diosen el sentido literal de la palabra: es decir, que era una sola cosacon el Padre, y por tanto: también Él era Dios, como el Padre. Delcontenido unívoco de este testimonio es prueba tanto el hecho deque Él fue reconocido y escuchado por unos: “muchos creyeronen Él”: (Cf. por ejemplo Jn 8, 30); como, todavía más, el hechode que halló en otros una oposición radical, más aún, la acusaciónde blasfemia con la disposición a infligirle la pena prevista paralos blasfemos en la Ley del Antiguo Testamento.

7. Entre las afirmaciones de Cristo relativas a este tema, resul-ta especialmente significativa la expresión: ‘YO SOY’. El contexto

Jesucristo, verdadero Dios 31

en el que viene pronunciada indica que Jesús recuerda aquí la res-puesta dada por Dios mismo a Moisés, cuando le dirige la pregun-ta sobre su Nombre: “Yo soy el que soy [...] Así responderás a loshijos de Israel: Yo soy me manda a vosotros” (Ex 3, 14). Ahorabien, Cristo se sirve de la misma expresión “Yo soy” en contextosmuy significativos. Aquel del que se ha hablado, concerniente aAbrahán: “Antes que Abrahán naciese, ERA YO”; pero no sólo ése.Así, por ejemplo: “Si no creyereis que YO SOY, moriréis en vuestrospecados” (Jn 8, 24), y también: “Cuando levantéis en alto al Hijodel hombre, entonces conoceréis que YO SOY” (Jn 8, 28), y asimis-mo: “Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para que, cuan-do suceda, creáis que YO SOY” (Jn 13, 19). Este “Yo soy” se hallatambién en otros lugares de los Evangelios sinópticos (por ejemplo,Mt 28, 20; Lc 24, 39); pero en las afirmaciones que hemos citadoel uso del Nombre de Dios, propio del Libro del Éxodo, apareceparticularmente límpido y firme. Cristo habla de su “elevación”pascual mediante la cruz y la sucesiva resurrección: “Entonces co-noceréis que YO SOY”. Lo que quiere decir: entonces se manifesta-rá claramente que yo soy aquel al que compete el Nombre de Dios.Por ello, con dicha expresión Jesús indica que es el verdadero Dios.Y aun antes de su pasión Él ruega al Padre así: “Todo lo mío es tu-yo, y lo tuyo mío” (Jn 17, 10), que es otra manera de afirmar: “Yoy el Padre somos una sola cosa” (Jn 10, 30). Ante Cristo, Verbo deDios encarnado, unámonos también nosotros a Pedro y repitamoscon la misma elevación de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Diosvivo” (Mt 16, 16)» (Juan Pablo II, 26-VIII-1987).

Sobre la divinidad de Jesús vamos a recoger lo que dicen lasEscrituras, especialmente desde el punto de vista de Cristo: lo queÉl dijo de sí mismo.

1. EL TESTIMONIO DE CRISTO EN TORNO A SU MESIANISMO

1. Y FILIACIÓN DIVINA

El nombre de Cristo significa Ungido. En el Antiguo Testa-mento se ungía a los reyes (2 R 9, 12), a los profetas (1 R 19, 16)y a los sacerdotes (Ex 29, 7).

32 Cristología breve

Se espera a quien es el Ungido por antonomasia y se le atribu-ye la triple dignidad de rey, profeta y sacerdote.

1. El testimonio de Jesús

La afirmación de que Jesús tuvo conciencia de ser el Mesías.Jesús manifestó publicamente que Él era el Mesías esperado.

a) Ante los discípulos del Bautista: Lc 7, 18-23, Mt 11, 1-6, enque se remite a Is 35, 6.

b) En el momento solemne de la declaración a Caifás: Mt 26,64, Mc 14, 61, en que cita el Sal 109, 1 y Dn 7, 13.

2. Jesús acepta títulos mesiánicos

a) Ante la samaritana: Jn 4, 25-27: «... Jesús le respondió: “YO

SOY”».

b) Ante la confesión de Pedro: Mt 16-16, Mc 8-29, Lc 9, 20:«... Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios».

3. Jesús se da a sí mismo el título de Mesías

a) Por propia iniciativa: Mt 23-10: «... porque vuestro Maestroes uno solo: Cristo».

b) Por contraposición frente a los falsos mesías: Mt 24-23: «Sialguno os dijera que el Cristo está aquí o allí no lo creáis...».

c) Desde el comienzo de su vida pública, Jesús actúa como elMesías.

Mc 1, 15: «El tiempo se ha cumplido y está cerca el Reino deDios; haced penitencia y creed en el evangelio». Jesús actúa aquícomo el Mesías prometido. En la manifestación de su divinidad yde su mesianismo siguió la pedagogía de manifestarlo poco a pocopara evitar falsas interpretaciones, de modo especial para evitar quele confundieran con un libertador político y nacionalista frente a ladominación del Imperio romano. Este versículo 15 está relaciona-

Jesucristo, verdadero Dios 33

do con el versículo 1: «Comienzo del Evangelio de Jeucristo, Hijode Dios...», en que se nos muestra la Filiación divina del Mesías. ElReino de Dios en Marcos se identifica con el Mesías.

4. Jesús es denominado Mesías por los primeros discípulos: lavocación de éstos es muestra de ello

Jn 1, 41: «Hemos encontrado al Mesías»; son las palabras deAndrés a Simón.

Jn 1, 45: «Hemos encontrado a Aquel de quien escribieronMoisés en la Ley y los Profetas: Jesús de Nazareth, el hijo de Jo-sé»; son las palabras de Felipe a Natanael.

Jn 1, 49: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Is-rael»; son las palabras de Natanael a Jesús.

Jn 3, 2: «Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios co-mo Maestro...»; es la charla con Nicodemo y lo dice por los prodi-gios que ve hacer a Jesús.

Jn 4, 25: «Le respondió Jesús y le dijo: “YO SOY”, el que hablacontigo»; en el diálogo con la mujer samaritana.

5. Jesús quiso ser reconocido como Mesías en el sentido de losprofetas

Lc 4, 16-21: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cualme ha ungido [...] Hoy se ha cumplido esta escritura»; explicaciónde la Escritura en la sinagoga de Nazareth y cita a Is 61, 1-2.

Jn 5, 46: «Si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, puesél escribió de mí...»; Jesús afirma que su venida ya está anunciadapor Moisés.

Mt 11, 3-6: «Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyen-do...»; Jesús responde a los discípulos del Bautista diciendo que esÉl el profeta que ha de venir y cita a Is 35, 6; 61, 1.

Mt 26, 64: «Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eresel Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has dicho.Además os digo que en adelante veréis al Hijo del Hombre senta-do a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo»; son laspalabras de Jesús en el interrogatorio ante Caifás y cita a Dn 7, 13.

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Mt 26, 31: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del re-baño»; cita a Za 13, 7.

Mt 21, 41-46: «La piedra que rechazaron los constructores, és-ta ha llegado a ser la piedra angular», dice Jesús, aplicándose a símismo la profecía de Is 28, 16.

2. EL TESTIMONIO DE CRISTO EN TORNO A SU DIVINIDAD

¿Cuál es el testimonio que da Jesús de sí mísmo sobre esta rea-lidad tan extraordinaria?

1. Jesús se asigna atributos y poderes divinos

Mt 12-42: «... ved que aquí hay algo más que Jonás [...] ved queaquí hay algo más que Salomón...»; Jonás y Salomón son las figu-ras de Jesús. Ese «algo más» en realidad es infinitamente más, pe-ro Jesús en este lugar prefiere suavizar esa diferencia entre Él ycualquier personaje, por muy importante que fuera, del AntiguoTestamento.

Mt 12, 6: «Os digo que aquí está el que es mayor que el Tem-plo...».

Mt 12, 1-3: «Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado».

Jesús se atribuye una potestad legislativa superior a Moisés ylos profetas:

Mt 5, 22 y ss: «Pero Yo os digo...»; Jesús expresa que su auto-ridad está por encima de la de Moisés y los profetas: Él tiene auto-ridad divina. Ningún hombre puede hablar con esa autoridad; Él esel supremo legislador como se ve en todo el sermón del monte.

2. Tiene poder para perdonar los pecados: en ningún momen-to dice que este poder sea delegado.

Mt 9, 6: «Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene po-der para perdonar los pecados —dijo al paralítico—: “Levántate

Jesucristo, verdadero Dios 35

toma tu camilla...”»; Jesús al curar al paralítico con sólo su pala-bra, les hace ver a los judios que tiene la potestad para curar losefectos del pecado —según ellos creían—, y que tiene poder paracurar la causa del pecado; por consiguiente, tiene potestad divina.

Lc 7, 48-50: «... Tus pecados quedan perdonados». En casa deSimón, el fariseo, nos muestra Jesús su divinidad al perdonar lospecados de la mujer pecadora ya que el poder de perdonar los pe-cados sólo le compete a Dios.

Jn 8, 11: «Dijo Jesús: “Tampoco Yo te condeno; vete y desdeahora no peques más”». En el pasaje joánico de la mujer adúlterase nos muestra la misericordia divina, característica en el AntiguoTestamento: Os 6, 6, Ex 22, 22, Dt 10, 18, Sal 9, 14, que se apro-pia a sí Nuestro Señor.

3. Comunica ese poder a los discípulos

Jn 20, 23: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéislos pecados, les son perdonados...»; Jesús confiere ese poder por-que tiene la potestad para ello por ser igual al Padre: Jn 20, 21: «...Como el Padre me envió así os envío yo».

4. Tiene el poder de juzgar a los hombres

Mt 13, 41: «El Hijo del hombre enviará a sus ángeles y aparta-rán de su Reino...»; es la explicación de la parábola de la cizaña enque el Hijo del hombre, Jesucristo, constituido Juez de vivos ymuertos separará los buenos de los malos en el Juicio Final.

5. Jesús exije para sí mismo el mayor amor del mundo: seconstituye en centro del corazón del hombre

Mt 10, 37: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí,no es digno de mí...».

6. Nunca pone su filiación al Padre en igualdad con la filia-ción de los demás hombres: así, por ejemplo, nunca utiliza la pala-bra Nuestro Padre, siempre utiliza Mi Padre y vuestro Padre.

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Jn 20, 17: «Jesús le dijo: “Suéltame, que aún no he subido a miPadre; pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vues-tro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”»; es la conversación en laaparición a María Magdalena.

7. Es el único que conoce al Padre

Mt 11, 25-30: «... y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni na-die conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera re-velarlo». Es una acción de gracias de Jesús y revela la identidad deconocimiento del Padre y del Hijo; esta identidad de conocimientoimplica la unidad de naturaleza, es decir, Jesús es Dios como el Pa-dre: a) el conocimiento del Hijo es tan misterioso como el conoci-miento del Padre; b) el conocimiento del Padre está reservado alHijo: sólo Él penetra en la interioridad del Padre. El conocimientodel Padre y del Hijo necesita ser revelado porque trasciende todoconocimiento; c) el Hijo está en la intimidad del Padre: existe unplano de igualdad entre el Padre y el Hijo.

8. Jesús dice de sí mísmo que es Hijo de Dios

Jn 7, 17-25: «... llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual aDios [...] el Hijo no puede hacer nada por sí mísmo sino lo que vehacer al Padre; pues lo que Él hace, eso lo hace del mismo modoel Hijo».

9. Jesús afirma su preexistencia a la vida terrena

Jn 3, 13: «Pues nadie ha subido al cielo, sino el que bajó delcielo, el Hijo del hombre»; es la conversación con Nicodemo enque Jesús muestra su divinidad.

Jn 6, 32: «... no os dio Moisés el pan del cielo, sino que mi Pa-dre os da el verdadero pan del Cielo. Pues el pan de Dios es el queha bajado del Cielo y da la vida al mundo»; es el discurso del Pande Vida.

Jesucristo, verdadero Dios 37

10. Jesús es el que ve al Padre

Jn 3, 11: «... damos testimonio de lo que hemos visto»; Jesúsratifica sus palabras, ante la perplejidad de Nicodemo, y explicaque habla de las cosas del Cielo porque procede del Cielo.

Jn 6, 46: «... aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre»;Jesús es el que nos revela al Padre porque es el único que le ha vis-to y ha venido para revelárnoslo.

Jn 8, 38: «Yo hablo lo que he visto en mi Padre».

11. Jesús afirma su igualdad con Dios

Jn 17, 21: «... que todos sean uno; como Tú Padre en mí y yoen Ti»; es la oración sacerdotal de Jesús.

3. LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS

«Él (Cristo) con su presencia y manifestación, con sus palabrasy obras, signos y milagros [...] lleva a su plenitud toda la revelacióny la confirma con el testimonio divino» (Dei Verbum, 4).

1. Jesús muestra que es Dios por sus palabras (profecías)1. y obras (milagros)

Jn 5, 36: «... las mismas obras que Yo hago, dan testimonio deMí».

2. Los milagros acreditan la misión divina de Jesús

Mt 11, 2-6: «Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyen-do». Los milagros narrados (cc. 8-9) muestran que Jesús es el Me-sías esperado; al tiempo que evidencian su diferencia con los doc-tores de la Ley: Mc 3, 1-6: curación del hombre de la mano seca.

3. Muestran la soberanía de Jesús respecto a

a) La naturaleza: milagro de la tempestad calmada. Mc 4, 39:«Y levantándose increpó al viento y dijo al mar: “¡calla, enmude-ce!”»; Mt 14, 22-31: Jesús camina sobre las aguas.

38 Cristología breve

b) La enfermedad: curación de un leproso, Mc 1, 41: «Quiero,quedar limpio»; curación de un paralítico, Mc 2, 11: «A ti te digo:“Levántate, toma tu camilla y vete...”»; curación del ciego Barti-meo, Mc 10, 52: «Anda, tu fe te ha salvado...».

c) La muerte: resurrección de Lázaro, Jn 11, 1-45.

4. Las profecías dan testimonio de Jesús

Jn 5, 46: «... si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí,pues él escribió de mí»; Lc 4, 16-21: «Hoy se ha cumplido esta Es-critura que acabáis de oír»; en que Jesús se apropia de Is 61, 1-2.

a) Jesús exhorta a los judíos a investigar las Escrituras: lascuales dan testimonio de Él: Jn 5, 39: «Escudriñad las Escrituras[...] ellas son las que dan testimonio de mí».

b) Los Apóstoles toman como punto de partida de su predica-ción el Antiguo Testamento: Hch 3, 18: «Pero Dios cumplió así loque anunció de antemano por boca de todos los profetas...»; en Hch2, 17 se apropian de lo dicho por Joel 2, 28-32.

c) Jesús no rechazó ninguno de los atributos que el AntiguoTestamento asignaba al Mesías, antes bien, se apropiaba de las pro-fecías: en Lc 4, 16 se cita a Is 61, 2; en Mt 26, 64 cita a Dn 7, 13,en Mt 26, 31 cita a Za 13, 7.

4. SU UNIÓN CON EL PADRE

Jesús de Nazareth afirma poseer una relación singular con suPadre celestial:

1. Es su Hijo amado: Mc 12, 6: «Todavía le quedaba uno, suhijo amado...»: en la parábola de los viñadores homicidas la expre-sión «hijo amado» es la que el Padre mismo en el Bautismo (1, 11)y en la Transfiguración (9, 7) había designado a Cristo, indicandola divinidad de Jesús.

2. Se muestra igual al Padre en su ser, conocer y obrar; esta ca-racterística es muy destacada por el evangelio de Juan: 1, 17-18; 3,

Jesucristo, verdadero Dios 39

17-36: «El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos»;5, 24-36.

Esta unión se manifiesta plenamente en la oración sacerdotalde Jesús: Jn 17: «Ahora Padre glorifícame Tú a tu lado con la glo-ria que tuve junto a Ti antes de que el mundo existiera [...] que to-dos sean uno, como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos es-tén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado...».

5. LA DIVINIDAD DE JESUCRISTO

En los sinópticos se nos muestra con claridad la divinidad deJesús:

1. Es el Emmanuel-Dios con nosotros: Mt 1, 23: «... darás aluz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa Dios con no-sotros». Jesús es el Dios con nosotros preanunciado en Is 7, 14.

2. Tiene el poder divino de perdonar los pecados: Mt 9, 6:«Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tie-rra para perdonar los pecados...». Los judíos dicen: sólo Dios tienepoder para perdonar los pecados; luego está usurpando a Dios unpoder que le es exclusivo.

3. Es reconocido como Hijo de Dios: Mt 14, 33: «Verdadera-mente eres Hijo de Dios», por los discípulos; Mt 16, 16: «Tú eresel Cristo, el Hijo de Dios vivo», por Pedro; Mc 1, 1-24: «Comien-zo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios...», por Marcos, por elPadre, por Juan Bautista, por los endemoniados. Mc 15, 39: «Ver-daderamente este hombre era Hijo de Dios», por el centurión ro-mano que le vio morir.

4. Jesús afirma no sólo que es hijo de David, sino que es Se-ñor y Dios: Lc 20, 41: «¿Cómo dicen que el Cristo es Hijo de Da-vid?»; cita las palabras del Salmo 110.

La divinidad de Jesucristo se manifiesta, con especial fuerza,en el evangelio según san Juan:

1. En el Prólogo se afirma que el Verbo es Dios, que es con-substancial con el Padre, que es Unigénito de Dios: Jn 1, 1-18. La

40 Cristología breve

palabra Unigénito expresa apropiadamente la generación eterna yúnica del Verbo por el Padre.

2. Expresa la identidad de naturaleza entre el Padre y Él: Jn 10,30: «Yo y el Padre somos uno». Jesús revela su unidad sustancial conel Padre en cuanto a su esencia o naturaleza divina, pero al mismotiempo manifiesta la distinción personal entre el Padre y el Hijo.

3. Si le conociéramos a Él, conoceríamos al Padre: Jn 8, 19:«¡Si me conociérais a mí conoceríais también al Padre!». Jesús esla manifestación visible del Dios invisible, la revelación máxima ydefinitiva de Dios a los hombres; Jn 14, 9: «... el que me ha visto amí ha visto al Padre».

4. El Padre está en Él y Él en el Padre: Jn 10, 34-39: «Si no ha-go las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago creed enlas obras para que conozcáis y sepáis que el Padre está en mí y yoen el Padre».

5. Dios es Padre suyo de manera diferente a como es en los de-más hombres: Jn 20, 17: «... pero ve a mis hermanos y diles: “Su-bo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”»; esel diálogo con María Magdalena después de resucitado.

6. Es el enviado del Padre: Jn 5, 31-40; 6, 46-69. Esta misiónestá atestiguada por cuatro testimonios: el de Juan Bautista (Jn 1,34); el de las obras de Jesús: milagros (Mc 1, 14-6,6); el del Padre(Jn 1, 31-34; Mt 17, 1-8; Jn 12, 28-30), y el del Antiguo Testamento(Dt 4, 12; 18, 18; Is 7, 14; Jr 23, 5).

7. En su Humanidad Santísima se manifiesta la gloria de Dios:Jn 1, 14: «... y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito delPadre». Los Apóstoles vieron la gloria de la divinidad a través desu Humanidad, pues se manifestó en la Transfiguración (Lc 9, 32-35), en los milagros (Jn 2, 11) y, especialmente, en la Resurrección(Jn 20, 1). El evangelista habla con solemnidad en primera perso-na del plural, pues se cuenta entre los testigos que presenciaron lavida de Cristo y, en particular, su Transfiguración y la gloria de laResurrección.

8. El que le ve a Él ve también al Padre: Jn 14, 8-11: «El queme ha visto a mí ha visto al Padre [...] El Padre que está en mí, rea-

Jesucristo, verdadero Dios 41

liza sus obras». La visión a que se refiere Jesucristo en este pasajees una visión de fe, puesto que a Dios nadie le ha visto jamás (Jn1, 18), pero la manifestación suprema de Dios la tenemos en Cris-to Jesús, el Hijo de Dios enviado a los hombres.

9. Es el que nos da el Espíritu Santo: Jn 16, 13; 14, 26: «... pe-ro el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nom-bre». El Espíritu es el que lleva a la plena comprensión la verdadrevelada por Cristo.

6. EL TESTIMONIO DE LA RESURRECCIÓN

La Resurrección de Nuestro Señor atestigua de modo definiti-vo y permanente que Dios acredita la misión divina de Jesucristo yque Jesús es el enviado del Padre.

Profecías de Jesús sobre su resurrección

Mt 12, 39: «De la misma manera que Jonás estuvo [...] así tam-bién el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno dela tierra». En este versículo, Jesucristo muestra que su Resurrec-ción gloriosa es la señal por excelencia, la prueba decisiva del ca-rácter divino de su Persona, de su misión y de su doctrina.

Jn 2, 19: «Destruid este Templo y en tres días lo levantaré».

Jn 2, 19-22: «Cuando resucitó de entre los muertos, recordaronsus discípulos que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura yen las palabras que había pronunciado Jesús».

Cf. también Lc 24, 6-8, Mt 12, 40.

42 Cristología breve

DIOS HECHO HOMBRE. LA ENCARNACIÓN

La explicación teológica del misterio de Cristo duró varios si-glos. Es lógico que sea así pues es un caso único: Alguien que esDios y hombre al mismo tiempo siendo un único yo. Las herejíassirvieron para aguzar el ingenio de los teólogos y del Magisterio,que asistidos por el Espíritu Santo aclararon intelectualmente larealidad de Jesús. Se puede decir que se barajaron todas las posibi-lidades de explicación. Las controversias cristológicas duraron ca-si tres siglos y son una fuente de luz en que se coordinan la fe y larazón. Vale la pena observar el desarrollo de las herejías y de la feviva de la Iglesia para captar mejor los contraluces.

1. Los docetas gnósticos

Algunos estaban tan firmemente adheridos a la divinidad deCristo y al sentido trascendente de la divinidad que les parecía im-posible que Cristo fuese verdadero hombre. Negaban la Encarna-ción. Les costaba aceptar que Cristo tuviese verdadero cuerpo yverdadera alma humana unidos a su divinidad. Y negaron su hu-manidad diciendo que era aparente. La fe de la Iglesia fue clara enafirmar que el cuerpo de Cristo no fue aparente sino real, pues sino no hubiese sido real la Encarnación. Otros negaron la humani-dad de Jesús al aceptar el gnosticismo que es una racionalizaciónreligiosa.

Capítulo III

Verdadero Diosy verdadero hombre

2. Arrianismo

Este nombre viene del presbítero Arrio. Al intentar explicar elmisterio de Cristo llega a la conclusión opuesta a la de los docetas.Dice que el Verbo es un demiurgo del Padre, es decir, un ser divi-no, pero creado por el Padre, por tanto, no era Dios. Utilizó la filo-sofía platónica con poco acierto. Afirma que en lugar de alma hu-mana Cristo tiene la presencia de ese demiurgo que llama Logos.Por una parte, ese Logos lo interpreta en sentido platónico como unser intermedio entre Dios y el mundo y, por otra, lo coloca como lofundamental de Jesús.

Consecuencia de esta doctrina es que Cristo no es Dios, es só-lo un demiurgo —un ser inferior a Dios y superior al mundo—dando vida a un cuerpo. Y tampoco es hombre porque le falta elalma humana. Apolinar matiza más y dice que sí tenía alma huma-na, pero la mente la ocupaba el demiurgo.

El concilio de Nicea declara con claridad que Cristo es con-substancial con el Padre, es decir, es de la misma Naturaleza delPadre, porque el Hijo es la Segunda persona de la Santísima Trini-dad y es Él quien se encarna en el hombre Jesús.

3. Nestorianismo

Este nombre proviene del Patriarca de Constantinopla que sellamaba Nestorio. Éste afirma la divinidad de Cristo y su humani-dad, pero las ve tan separadas que, de hecho, la divinidad está enla humanidad como en un templo. La unión es solamente moral. Sedetectó su error, sobre todo, cuando negó que María era Madre deDios, y decía que era sólo Madre de Cristo. Así se niega la Encar-nación y se puede negar más adelante tanto la divinidad como lahumanidad. La dificultad le viene de pensar que todo hombre essiempre persona humana y el Verbo es Persona divina. No sabe verque la unidad de Cristo se da en la Persona divina y no tiene per-sona humana, aunque sea perfecto hombre. La dificultad viene decaptar la radical unidad en Cristo. Más adelante se encontró el con-cepto de persona o hipóstasis que ayudó a explicar el caso único deJesús. El Concilio de Éfeso aclaró la cuestión pues llama a la San-

44 Cristología breve

tísima Virgen Madre de Dios, no de la divinidad, porque la mater-nidad hace referencia a la persona.

4. Monofisismo

El nombre viene de «una sola naturaleza». Los opositores deNestorio defendieron con tanta fuerza la unidad de Cristo que, sinllegar al avance posterior de la noción de persona distinta de natu-raleza, llegaron a afirmar que en Cristo sólo se daba la naturalezadivina que absorbía la humana, que de este modo desaparecía. ElConcilio de Calcedonia aclaró la cuestión afirmando que en Cristoexisten dos naturalezas, la divina y la humana, y una sola persona,la divina. La noción de naturaleza responde a la pregunta ¿qué es?,y la de persona a la de ¿quién es? Ambas tienen explicaciones fi-losóficas bien precisas que permiten distinguirlas con precisión.Cristo es también consubstancial con nosotros los hombres

5. Monoteletas

Son una derivación de los monofisitas, que no pueden ver enCristo dos voluntades —la humana y la divina— según la realidadde las dos naturalezas que se dan en el Señor. Por tanto, negaron lahumana. El Concilio II de Constantinopla cerró la cuestión encuanto a las herejías. Aunque la dejó abierta para profundizar en lafigura de Nuestro Señor Jesucristo.

Catecismo

464 El acontecimiento único y totalmente singular de la Encar-nación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea enparte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de unamezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo ver-daderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios.Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Igle-sia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante losprimeros siglos frente a unas herejías que la falseaban.

Verdadero Dios y verdadero hombre 45

465 Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Je-sucristo que su humanidad verdadera (docetismo gnósti-co). Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en laverdadera encarnación del Hijo de Dios, «venido en lacarne» (cf. 1 Jn 4, 2-3; 2 Jn 7). Pero desde el siglo III, laIglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en unconcilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es hijo deDios por naturaleza y no por adopción. El I Concilio ecu-ménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo queel Hijo de Dios es «engendrado, no creado, de la mismasubstancia [‘homoousios’] que el Padre» y condenó aArrio que afirmaba que «el Hijo de Dios salió de la nada»(DS 130) y que sería «de una substancia distinta de la delPadre» (DS 126).

466 La herejía nestoriana veía en Cristo una persona humanajunto a la persona divina del Hijo de Dios. Frente a ellaSan Cirilo de Alejandría y el III Concilio ecuménico reu-nido en Éfeso, en el año 431, confesaron que «el Verbo, alunirse en su persona a una carne animada por un alma ra-cional, se hizo hombre» (DS 250). La humanidad de Cris-to no tiene más sujeto que la persona divina del Hijo deDios que la ha asumido y hecho suya desde su concep-ción. Por eso el Concilio de Éfeso proclamó en el año 431que María llegó a ser con toda verdad Madre de Dios me-diante la concepción humana del Hijo de Dios en su seno:«Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya toma-do de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, dequien tiene el cuerpo sagrado dotado de un alma racional,unido a la persona del Verbo, de quien se dice que el Ver-bo nació según la carne» (DS 251).

467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana ha-bía dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida porsu persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta he-rejía, el IV Concilio ecuménico, en Calcedonia, confesóen el año 451:

46 Cristología breve

«Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánime-mente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nues-tro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humani-dad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuestode alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la di-vinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, “entodo semejante a nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4, 15); na-cido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y pornosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiemposde la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad. Se hade reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dosnaturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separa-ción. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda supri-mida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de ca-da una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en unasola persona» (DS 301-302).

468 Después del Concilio de Calcedonia, algunos concibieronla naturaleza humana de Cristo como una especie de su-jeto personal. Contra éstos, el V Concilio ecuménico, enConstantinopla el año 553, confesó a propósito de Cristo:«No hay más que una sola hipóstasis [o persona], que esnuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad» (DS 424).Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe seratribuído a su persona divina como a su propio sujeto (cf.Concilio de Éfeso: DS 255), no solamente los milagros si-no también los sufrimientos (cf. DS 424) y la mismamuerte: «El que ha sido crucificado en la carne, nuestroSeñor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria yuno de la santísima Trinidad» (DS 432).

469 La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente ver-dadero Dios y verdadero hombre. Él es verdaderamente elHijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano,y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:

«Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit» («Perma-neció en lo que era y asumió lo que no era»), canta la liturgia ro-

Verdadero Dios y verdadero hombre 47

mana (LH, antífona de laudes del primero de enero; cf. San LeónMagno, serm. 21, 2-3). Y la liturgia de San Juan Crisóstomo pro-clama y canta: «¡Oh Hijo Único y Verbo de Dios, siendo inmor-tal te has dignado por nuestra salvación encarnarte en la santaMadre de Dios, y siempre Virgen María, sin mutación te has he-cho hombre, y has sido crucificado. Oh Cristo Dios, que por tumuerte has aplastado la muerte, que eres Uno de la Santa Trini-dad, glorificado con el Padre y el Santo Espíritu, sálvanos! (Tro-pario «O monoghenis»).

48 Cristología breve

Catecismo

470 Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación «lanaturaleza humana ha sido asumida, no absorbida» (Gau-dium et spes, 22, 2), la Iglesia ha llegado a confesar conel correr de los siglos, la plena realidad del alma humana,con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y delcuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha tenidoque recordar en cada ocasión que la naturaleza humana deCristo pertenece propiamente a la persona divina del Hi-jo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace enella pertenece a «uno de la Trinidad». El Hijo de Dios co-munica, pues, a su humanidad su propio modo personalde existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuer-po, Cristo expresa humanamente las costumbres divinasde la Trinidad (cf. Jn 14, 9-10):

«El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensócon inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amócon corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo ver-daderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, ex-cepto en el pecado» (Gaudium et spes 22, 2).

Resumen

479 En el momento establecido por Dios, el Hijo único del Padre, la Palabra eterna, es decir, el Verbo e Imagen subs-

Capítulo IV

Cómo es hombreel hijo de Dios

tancial del Padre, se hizo carne: sin perder la naturalezadivina asumió la naturaleza humana.

480 Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre en launidad de su Persona divina; por esta razón él es el únicoMediador entre Dios y los hombres.

481 Jesucristo posee dos naturalezas, la divina y la humana, noconfundidas, sino unidas en la única Persona del Hijo deDios.

482 Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tieneuna inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente deacuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divi-nas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo.

483 La encarnación es, pues, el misterio de la admirable uniónde la naturaleza divina y de la naturaleza humana en laúnica Persona del Verbo.

1. DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE JESUCRISTO

Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Él esel Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos yconsustancial al Padre [...], por quien han sido hechas todas lascosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María Vir-gen y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divini-dad, menor que el Padre según la humanidad; completamenteuno no por confusión de la sustancia, sino por unidad de la per-sona.

(Pablo VI, Credo del pueblo de Dios, 111)

En todos los símbolos de la fe, la Iglesia ha manifestado inva-riablemente su doctrina sobre Jesucristo: verdadero Dios y verda-dero Hombre. La fe cristiana encierra esta doble afirmación.

Podemos resumir la doctrina de la Iglesia en las siguientes afir-maciones:

50 Cristología breve

— Se hizo hombre la segunda Persona de la Santísima Trini-dad, que es el Hijo, para redimirnos del pecado y darnos lavida eterna;

— al hacerse hombre se encarnó, es decir tomó nuestra carne.Además de cuerpo, tiene, como todo hombre, un alma es-piritual e inmortal. A este cuerpo y alma se unió la segundaPersona divina para formar a Jesucristo.

— Hay, por tanto, en Jesucristo dos naturalezas: una divinaporque es Dios y otra humana porque es hombre.

— En Jesucristo hay una sola persona, que es divina y es la se-gunda de la Santísima Trinidad.

— Jesucristo, en cuanto hombre, es igual que nosotros, menosen el pecado, que Él no tuvo ni pudo tener.

— Jesucristo, durante los últimos años de su vida, enseñó pú-blicamente su doctrina, la practicó con sus obras y la con-firmó con sus milagros;

— nos salvó o redimió ofreciendo el sacrificio de su vida en lacruz por todos los hombres, para obtener el perdón de nues-tros pecados y devolvernos la gracia y la amistad de Dios.

— Jesucristo, que murió verdaderamente y fue puesto en unsepulcro, para mostrar su divinidad resucitó por su propiopoder al tercer día, como lo había anunciado, saliendo glo-rioso del sepulcro para no morir ya nunca más;

— la resurrección de Cristo es una verdad fundamental denuestra fe y la garantía de nuestra propia resurrección.

2. HEREJÍAS SOBRE CRISTO

Sobre Jesucristo es posible una mala interpretación, que lleve alerror y a la herejía. Así sucedió en los primeros siglos de la Iglesia,hasta que se fue precisando en los concilios el contenido del miste-rio de Dios-hombre. Los errores suelen provenir de dos fuentes, obien por percibir un aspecto parcial y olvidarse del conjunto, o bienpor no poseer una precisión filosófica suficiente que permita distin-

Cómo es hombre el hijo de Dios 51

guir y avanzar en el conocimiento de la verdad. Las principales he-rejías son las siguientes:

1. Los que niegan su divinidad

a) En la Antigüedad, con diversos matices, hubo quienes ne-garon la divinidad de Cristo. Sobre todos destaca el arria-nismo. Éste no admite que Cristo sea consubstancial con elPadre, sino que afirma fue creado como un ser intermedio através del cual se realiza la creación y la redención. Cristoes, por tanto, inferior al Padre.

b) Modernamente han negado la divinidad de Jesucristo aque-llos que niegan todo lo sobrenatural. Afirman que Cristo essólo un hombre. Para unos es un hombre excepcional, conuna gran fe, por la que tuvo un singular conocimiento deDios, debido al cual fue Redentor del mundo. Para otros fueun hombre idealizado por la piedad de los primeros cristia-nos y divinizado por influencia de ideas paganas.

2. Los que niegan su humanidad

A finales del siglo II y comienzos del III hubo algunos que,movidos por las filosofías en boga, negaron la humanidad delSeñor. Afirmaban que lo humano de Jesús era pura apariencia.Su cuerpo sería aparente. Su Pasión aparente. Lo único real enÉl era lo divino.

3. Los que niegan que Cristo es una sola Persona

a) Nestorianismo: afirma que en Cristo hay, además de dos na-turalezas, dos personas: una divina (el Verbo) y otra huma-na (Jesús de Nazaret). Según esto, Cristo es verdadero hom-bre y verdadero Dios, pero ambas naturalezas tienen sólouna unión moral. La divinidad habita en la humanidad deJesús como en un templo. En consecuencia, no se puede lla-mar a María madre de Dios, sino madre de Jesús-hombre.

52 Cristología breve

Fórmulas modernas de nestorianismo o arrianismo serán lasque afirman que Cristo es solamente —el hombre para los otros o,simplemente, un hombre provisto excepcionalmente de gracia, ouna manifestación extraordinaria de Dios. Reducen, pues, a Cristoa ser para los hombres sólo un ejemplo, silenciando su divinidad.

b) Los que niegan la existencia de dos naturalezas. Hubo algu-nos que para defender la divinidad de Cristo dijeron que suhumanidad desaparece al unirse a la divinidad. En Cristo,por tanto, hay una sola naturaleza y una sola persona, pueslo humano se convierte en divino, o se confunde con ello.Otros, dependiendo de los anteriores, afirmaron que enCristo solamente había una voluntad: la divina. La humanadesaparecía. Según esta doctrina, no se podría explicar queJesús dijese en el Huerto: «No se haga mi voluntad sino latuya».

Ninguno de estos errores puede explicar bien todo lo que es Je-sús, ya que deforman su figura. Pero Dios, que no abandona a loshombres, marca el camino de la verdad por el Magisterio de laIglesia asistido por el Espíritu Santo.

3. ENSEÑANZA DE LA IGLESIA

1. El Concilio de Calcedonia

La Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, tiene la misiónde enseñar la verdadera fe.

Aunque ya quedó clara la divinidad de Cristo en el Concilio deNicea, la declaración del Concilio de Calcedonia dice:

«Siguiendo a los Santos Padres, todos a una voz enseñamosque ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Se-ñor Jesucristo, perfecto en la divinidad y perfecto en la huma-nidad, verdadero Dios y verdadero hombre, de alma racional yde cuerpo, consubstancial al Padre en cuanto a la divinidad yconsubstancial con nosotros en cuanto a la humanidad, seme-jante en todo a nosotros menos en el pecado; engendrado del

Cómo es hombre el hijo de Dios 53

Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad y, él mismo,en los últimos días, por nosotros y nuestra salvación, engen-drado de María Virgen, Madre de Dios, en cuanto a la humani-dad».

Las últimas declaraciones del Magisterio de la Iglesia insisten,ante esos nuevos brotes de nestorianismo, e incluso de arrianismo,y enseñan que Cristo es la revelación plena del Padre y del Amordivino, precisamente porque es Dios (21-XI-1970).

2. Explicación teológica de este misterio

En el Concilio de Calcedonia se afirma que en Cristo hay dosnaturalezas y una persona, pero no llega a definir filosóficamenteesos conceptos, apela a la experiencia humana universal que siem-pre ha distinguido entre el individuo y su naturaleza. El progresoera grande, pero se hace necesario un avance metafísico para no re-caer en antiguos problemas.

Santo Tomás definirá a la persona como «sustancia completa quesubsiste por sí separadamente de las demás» (III, q. 16. a.12 ad 2).

La palabra subsistencia se convertirá así en concepto clave pa-ra entender la noción tomista de persona. La persona es tal, porque,siendo sustancia completa, subsiste por sí separadamente de las de-más sustancias. Tomás de Aquino situará no en la subsistencia ensí misma, sino en la Persona del Verbo la razón por la que la hu-manidad de Cristo —que es completa— no se puede decir que seapersona humana.

Si se acude a lo más profundo se llega a que la persona es cons-tituida por su acto de ser (esse) que da el ser a su forma (alma) y asu cuerpo en una unidad viva. Este acto de ser (la persona) es dife-rente a todo otro individuo y se relaciona con los demás en una re-lación de amor sin la cual queda incompleta en su realización. Sise reduce la persona a alguna de sus manifestaciones se pierde susentido original y no sólo no se puede explicar el misterio de Cris-to, sino que no se puede explicar acabadamente ni a un hombre

54 Cristología breve

cualquiera. Unos lo reducen al pensamiento (Descartes), otros a laautoconciencia o consciencia de sí (Günther), otros a la apertura alser (Rosmini), otros a la tendencia al infinito que queda colmadacuando Dios responde a esa tendencia (Rahner). No se distingue lapersona de sus manifestaciones y entonces es muy difícil, si no im-posible, ver la persona divina en Cristo pues se la confunde conrealidades de su humanidad y es fácil llegar a decir que es perso-na humana, cuando la persona en Cristo es la persona divina delVerbo.

Ésta es la explicación, en Cristo el esse es el esse divino, no co-mo en los hombres que es un acto de ser participado del esse divi-no. El misterio de Cristo es que su persona, su ser divino, que esinfinito, sustente y dé vida a una naturaleza humana perfecta, es de-cir, alma y cuerpo, pero que no tiene un ser (persona) humano, si-no divino. Esto es posible por la Omnipotencia divina. La dignidadhumana no queda disminuida por no tener un ser (persona) huma-no, sino que queda dignificado por tener un ser (Persona) divinoque le actualiza su existir como verdadero hombre. Un ejemplopuede ser considerar cómo el cuerpo humano es muy semejante alde un animal, pero tiene un alma humana que le hace pensar, ser li-bre, querer, amar, a un nivel mucho más alto que los animales. Puesen el caso de Cristo se va más al fondo: tiene cuerpo humano, pen-sar humano, libertad humana, amor humano; pero además tiene unnivel divino (la Persona) y con él un pensar divino, un querer divi-no, un amor divino, una omnipotencia, una preexistencia al mundoporque es eterno, es decir, todas las características del verdaderoDios, pero unidas personalmente a la humanidad.

Si se piensa que la unión se hizo en la naturaleza, se incurre enel error monofisita que niega lo humano en Jesús. Si se afirma quela unión es accidental, se podrán decir cosas muy hermosas deCristo hombre, cómo ama, cómo reza, cómo eleva lo humano a ni-veles sublimes, su compasión, su libertad, su ejemplo, su doctrina,pero no es Dios, sino sólo un hombre santo, quizá el más santo, pe-ro nada más que un hombre. Éste es el problema.

En los hombres la persona hace ser alguien ante Dios y parasiempre. Alguien que libremente debe amar a Dios y a los demás,

Cómo es hombre el hijo de Dios 55

porque tiene un acto de ser. En Cristo al ser la Persona divina suacto de ser que es el acto de ser por esencia, su relación principales con el Padre y con el Espíritu Santo. Después transparenta esalibertad y ese amor en lo humano de Jesús que refleja esa Luz in-terior del que es Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, yse relaciona con los hombres de un modo nuevo con una relaciónde amor divino humana. Jesús es Hijo natural de Dios, no hijoadoptivo. Y la Virgen María es Madre de Dios, no de la divinidad,porque la maternidad se dirige a la Persona, que es divina.

4. LA UNIÓN HIPOSTÁTICA

La naturaleza humana de Jesús es perfecta, pero no constituyeuna persona humana, porque no existe en virtud de su propio actode ser, sino que está unida a la Persona del Verbo, esto es, existe envirtud del ser divino del Verbo. La unión hipostática, pues, no esotra cosa que la unión de la naturaleza humana de Cristo con laPersona del Verbo en unidad de persona.

Dicho de otra forma, la naturaleza humana de Cristo no sub-siste con subsistencia propia, sino que subsiste en la Persona delVerbo y, por estar unida a Él sustancialmente, le confiere el que seahombre. El Verbo es hombre, precisamente porque subsiste en sunaturaleza humana, comunicándole el acto de ser. Por esa razón, laPersona del Verbo responde de las acciones y pasiones de su natu-raleza humana; el Verbo es el sujeto de esas acciones.

La palabra subsistencia se convierte así en concepto clave pa-ra entender la noción de persona, La persona es tal, porque, ademásde ser sustancia completa, subsiste por sí misma separadamente delas demás sustancias completas. La no subsistencia en sí misma, si-no en la Persona del Verbo, es la razón por la que la humanidad deCristo —que es completa— no es persona humana, sino que estáhipostasiada, personalizada, en la Persona del Verbo.

La unión hipostática es la mayor de las uniones que puedendarse entre Dios y la naturaleza creada. Es una unión personal. Poreso al Verbo (a Dios Hijo) se le pueden atribuir las acciones huma-

56 Cristología breve

nas de Jesús como nacer, morir, etc. Es una unión estrictamente so-brenatural y no existe nada semejante en el mundo. Es un misterioque se realiza por medio de una gracia divina, llamada gracia deunión, que sobrepasa todo otro género de gracia.

La unión hipostática es indisoluble y permanecerá para siem-pre, por eso se puede decir con San Pablo: «Jesucristo, ayer y hoy,el mismo por los siglos» (Hb 13, 8). Es el don más grande otorga-do por Dios a la naturaleza humana. La naturaleza humana es asu-mida, no absorbida, por el Verbo, sin ningún cambio real en el Ver-bo, que es infinito, pero sí cambia la naturaleza humana que esatraída a la naturaleza divina.

El momento de la Encarnación fue en el mismo momento de laconcepción, es decir, no hay momento en que Cristo haya sido sim-plemente hombre, pues entonces habría tenido una hipóstasis pro-pia. Esto no quiere decir que la naturaleza humana no sea íntegra,sino que tiene todas las características de la naturaleza, pero recibela vida de la persona divina. El Verbo no tomó el alma y después elcuerpo, sino que en el instante de la concepción fue creada un almahumana que en ese instante recibe el ser de la Persona del Verbo

5. LA SANTIDAD DE CRISTO

Durante la Anunciación dice el ángel a María: «El EspírituSanto vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con susombra, y por esto lo que nacerá de ti será santo, será llamado Hi-jo de Dios» (Lc 1, 35). Ya se había profetizado que el espíritu deYahvé reposaría sobre Él (cf. Is 11, 1-5). Esta santidad no es sólola santidad de Jesús como Dios, sino también la santidad del Ver-bo, una santidad plena, perfecta y total. Se trata de la santidad desu humanidad, que es divinizada al comunicarse a ella la del Ver-bo a través de su Persona.

Se pueden distinguir en Cristo tres gracias: la gracia de unión—la unión hipostática considerada como gracia o don—, la graciahabitual o santificante, y la gracia capital en cuanto es cabeza de lanueva humanidad redimida.

Cómo es hombre el hijo de Dios 57

1. La gracia de unión. La santidad es unión con Dios, vida ín-tima divina que se derrama en la humanidad concreta del hombrey le hace hijo de Dios, participante de la naturaleza divina.

En Cristo esa unión es la más alta posible, la llamamos unión hi-postática o personal, pues la divinidad y la humanidad de Jesús seunen en la Persona del Verbo. La gracia de esa unión es el mayor donque su naturaleza puede recibir. Es una gracia infinita pues lo es elVerbo. Jesús como hombre es persona en y por el Verbo. No es unafiliación adoptiva como la de los hombres que viven en gracia, sinoque es una filiación natural. De ahí que no se pueda dar una santidadmayor. Es una santidad sustancial. Esta gracia otorga a Cristo la im-pecabilidad, pues las acciones son de la Persona que es divina.

2. La gracia santificante. Esta unión de la humanidad a lafuente de la gracia que en el Verbo lleva a pensar que también re-cibe la gracia santificante, de un modo semejante a todo hombre,pero a nivel más perfecto.

Por otro lado, Cristo debe tener plenamente la gracia que ha ga-nado para los hombres, pues es la cabeza de toda la humanidad, ya través de Él llegan todas las gracias a los hombres.

La proximidad del alma humana de Jesús al Verbo necesita ensu conocimiento y amor a Dios los mayores niveles y esto se con-sigue sólo por la gracia.

Es lógico pensar que también posee los del Espíritu Santo, puesla acción del Espíritu Santo es total en su alma y la santidad másalta de los hombres corresponde a esta actividad.

Con la gracia vienen las virtudes infusas. No se puede decir queCristo tiene fe, pues este don implica conocer lo que no se ve, yCristo tiene la ciencia de visión de Dios mismo, y tener la fe im-plica una imperfección. Aunque tiene algún aspecto de la fe comola confianza y la entrega a Dios. Tampoco propiamente tiene espe-ranza pues posee a Dios mismo. Sí espera cosas futuras que con-vienen a su misión como la glorificación de su cuerpo y la salva-ción de los hombres.

La caridad la tiene en el grado más alto. Y éste es el testimoniomás grande que no da para que le imitemos. Una manifestaciónconstante de ella es la misericordia y la compasión.

58 Cristología breve

Otras virtudes se ven muy claras en los evangelios: obediencia,fortaleza, paciencia, mansedumbre, sinceridad, sobriedad, casti-dad, generosidad, justicia, laboriosidad, etc. Sin embargo, no se pue-de decir que tiene la penitencia, que es dolor de los pecados, por-que no tuvo ningún pecado, aunque expió por nuestros pecados ysatisfizo por ellos.

3. Las gracias actuales y los carismas. Estas ayudas divinaspara el bien de los demás o para la propia perfección, pero que sondistintas de las habituales, también las tuvo Jesús. Entre ellas po-demos ver la profecía.

4. Cristo tiene la plenitud de gracia, aunque experimentó elcrecimiento en las virtudes que al crecer de niño a hombre signifi-can una mayor perfección, como se verá en la ciencia adquirida deCristo o en la mayor paciencia y amor en el momento de la cruz.No hay equivalencia total con los hombres pues Cristo era tambiénDios y en este sentido no se da en Él un crecimiento en la santidad.

5. La gracia capital. Cristo es la Cabeza de la Iglesia y Me-diador de todos los hombres, es la Cabeza del Cuerpo místico. SanPablo insiste en esta idea, y añade que es el primogénito de todacriatura (cfr. Col 1, 15-18). Esto significa que tiene una gracia es-pecial, llamada capital, para ser el nuevo Adán y Cabeza de la Igle-sia y de esta gracia dimana toda gracia en la Iglesia y en el mundo.La unión de la Cabeza y los miembros es tan intensa que se puedehablar de una casi persona mística (cfr. Ga 3, 26-27; Col 2, 19).

La gracia capital de Cristo no es distinta de la gracia personalde la Humanidad de Jesús, sino un aspecto de la misma gracia encuanto es causa de la gracia para los miembros, a su vez es recibi-da en función de la gracia de unión como su raíz y fundamento yla razón de que es el nuevo Adán de la Humanidad regenerada.

6. LAS CIENCIAS DE CRISTO

En Cristo existen dos naturalezas: la divina y la humana. Por lotanto, existen dos modos de conocer: el divino y el humano. Jesúscomo Verbo tiene un conocimiento increado. Como hombre tieneuna inteligencia humana en la que podemos distinguir tres modosde ciencia o conocimiento.

Cómo es hombre el hijo de Dios 59

1. La visión beatífica. Es la visión intuitiva de la Divinidad o«ver cara a cara» a Dios (cf. 1 Co 13, 12) o conocer a Dios comoes en sí mismo (cf. 1 Jn 3, 2). Hay muchos textos de la Escrituraque así lo atestiguan: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, ynadie conoce al hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino elHijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo». Jesús testifica loque ha visto y nunca se manifiesta como un creyente que en el cla-roscuro de la fe camina hacia la luz, sino que ve la intimidad divi-na, al modo como los santos ven a Dios en el cielo que es el donsupremo de Dios a los hombres que no podía faltar a Cristo.

Esta ciencia de visión no abarca toda la esencia divina, pues es-to resulta imposible para una mente humana por perfecta que sea.Es decir, no abarca todos los infinitos posibles. La opinión más co-mún es que conoce todo lo presente, lo pasado y lo futuro ya quele afecta como Rey del Universo y Redentor del Género humano.Juan Pablo II enseña que Cristo, «en su condición de peregrino(viator) por los caminos de la tierra, estaba ya en posesión de lameta (comprehensor) a la cual había de conducir a los demás»(Discurso, 4-V-1980).

No es fácil para nosotros entender cómo es al mismo tiempoviator y comprehensor, es decir, caminar en la tierra y tener la cien-cia del cielo. Santo Tomás acepta el dato de la Escritura y enseñaque mientras era caminante en esta tierra (viator) tenía la gloria enlo más profundo del alma, pero no redundaba en el alma ni en elcuerpo. El gozo de la visión se hace compatible con el dolor tan pa-tente en otras ocasiones. No tenemos demasiadas experiencias enlos humanos, pues Cristo es único, pero sí las hay, como el mismoJuan Pablo reseña:

«El grito de Jesús en la cruz, queridos hermanos y hermanas, nodelata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo queofrece su vida al Padre en el amor para la salvación de todos. Mien-tras se identifica con nuestro pecado, “abandonado” por el Padre, élse “abandona” en las manos del Padre. Fija sus ojos en el Padre. Pre-cisamente por el conocimiento y la experiencia que sólo él tiene deDios, incluso en este momento de oscuridad ve límpidamente la gra-vedad del pecado y sufre por esto. Sólo él, que ve al Padre y lo gozaplenamente, valora profundamente qué significa resistir con el peca-

60 Cristología breve

do a su amor. Antes aun, y mucho más que en el cuerpo, su pasión essufrimiento atroz del alma. La tradición teológica no ha evitado pre-guntarse cómo Jesús pudiera vivir a la vez la unión profunda con elPadre, fuente naturalmente de alegría y felicidad, y la agonía hasta elgrito de abandono. La copresencia de estas dos dimensiones aparen-temente inconciliables está arraigada realmente en la profundidad in-sondable de la unión hipostática.

Ante este misterio, además de la investigación teológica, pode-mos encontrar una ayuda eficaz en aquel patrimonio que es la “teo-logía vivida” de los Santos. Ellos nos ofrecen unas indicaciones pre-ciosas que permiten acoger más fácilmente la intuición de la fe, y estogracias a las luces particulares que algunos de ellos han recibido delEspíritu Santo, o incluso a través de la experiencia que ellos mismoshan hecho de los terribles estados de prueba que la tradición místicadescribe como “noche oscura”. Muchas veces los Santos han vividoalgo semejante a la experiencia de Jesús en la cruz en la paradójicaconfluencia de felicidad y dolor. En el Diálogo de la Divina Provi-dencia Dios Padre muestra a Catalina de Siena cómo en las almassantas puede estar presente la alegría junto con el sufrimiento: “Y elalma está feliz y doliente: doliente por los pecados del prójimo, felizpor la unión y por el afecto de la caridad que ha recibido en sí mis-ma. Ellos imitan al Cordero inmaculado, a mi Hijo Unigénito, el cualestando en la cruz estaba feliz y doliente”. Del mismo modo Teresade Lisieux vive su agonía en comunión con la de Jesús, verificandoen sí misma precisamente la misma paradoja de Jesús feliz y angus-tiado: “Nuestro Señor en el huerto de los Olivos gozaba de todas lasalegrías de la Trinidad, sin embargo su agonía no era menos cruel. Esun misterio, pero le aseguro que, de lo que pruebo yo misma, com-prendo algo”. Es un testimonio muy claro. Por otra parte, la mismanarración de los evangelistas da lugar a esta percepción eclesial de laconciencia de Cristo cuando recuerda que, aun en su profundo dolor,él muere implorando el perdón para sus verdugos (cf. Lc 23, 34) y ex-presando al Padre su extremo abandono filial: “Padre, en tus manospongo mi espíritu” (Lc 23, 46)» (Novo Millennio ineunte, 6-I-2001).

2. Ciencia infusa. Es aquella que no se adquiere por el trabajode la razón, sino que es infundida por Dios en el alma. Jesús sabía loque había en el corazón de Natanael, la vida anterior de la samarita-na, lo que discuten los discípulos a sus espaldas, que Lázaro hamuerto sin que nadie se lo diga, predice la negación de Pedro y la de-

Cómo es hombre el hijo de Dios 61

fección de los discípulos, anuncia su muerte y su resurrección, anun-cia el fin del mundo y la destrucción de Jerusalén. Todo son mues-tras de un conocimiento sobrenatural distinto del humano natural.

3. Ciencia adquirida. Jesús tiene inteligencia humana y ad-quiere conocimientos como todo hombre: niño, adolescente, hom-bre, conocer gente nueva, dialogar, ver un terreno nuevo. Este mo-do de conocer es una perfección humana, por lo tanto, la tenía. Paranosotros resulta difícil saber cuándo conoce con uno o con otro, pe-ro es frecuente que Jesús pregunte, aunque sea sólo para enseñarpreguntando, pero es aceptable que su Madre y José le enseñasencosas como las costumbres del país. Santo Tomás dice que abarcatodo aquello cuanto puede ser conocido por la acción del entendi-miento agente, es decir, que es limitada en cuanto la adquiría porlos sentidos y progresaba como en los demás hombres, pero era ili-mitada en cuanto a la capacidad de la inteligencia.

A este respecto Jesús está exento de error y de ignorancia. Élmismo dice que es «El Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Errores considerar falso lo que es verdadero y viceversa; ignorancia esdesconocer algo que debe conocerse y es una imperfección. En Je-sús no cabe ni uno ni otra pues van contra la dignidad de la Personadivina y contra la misma Providencia divina que no dota a la natura-leza humana de lo conveniente para su misión. Sí se da, en cambio,la nesciencia, pues su alma humana no era omnisciente. La ignoran-cia del día del juicio parece algo querido deliberadamente por Dios.

7. LAS VOLUNTADES DE CRISTO

En Cristo existe la voluntad divina y la voluntad humana por-que existen dos naturalezas, la divina y la humana. Algunos nega-ron la voluntad humana —los monoteletas— al pensar que podrí-an oponerse las dos voluntades, la voluntad divina movería de talmodo la humana que ésta acabaría desapareciendo. El III Conciliode Constantinopla (años 680-681) explicó más ampliamente lo di-cho en Calcedonia de las dos naturalezas que se relacionan sin di-visión, sin cambio, sin separación, sin confusión, afirmando que enCristo existen dos voluntades no contrarias.

62 Cristología breve

Un momento donde se ve con gran claridad esta doble volun-tad es en la oración en el huerto cundo Jesús dice: «... no se hagami voluntad, sino la tuya» (Mt 26, 39). Aquí se advierte una vo-luntad no sólo distinta de la del Padre, sino que tiene una tenden-cia contraria al cumplimiento del mandato recibido y tiene quevencer una resistencia para obedecer.

Al querer humano de Cristo —como a todo hombre— le cues-ta el dolor, que es contrario a la tendencia de la naturaleza huma-na, es la llamada voluntas ut natura. Pero cuando usa la razón pa-ra hacer una elección libre elige lo que el Padre quiere, aunque lecuesta, es la voluntas ut ratio. En Jesús la voluntas ut natura estátotalmente sometida a la voluntas ut ratio. La primera podía quereralgo contrario a la voluntad del Padre (sufrir la Pasión y la muer-te). Sin embargo, su libertad guiada por la voluntas ut ratio eligesiempre lo mismo que Dios quiere, «no se haga como Yo quiero,sino como quieras Tú» (Mt 26, 39). No hay contrariedad de volun-tades, sino una libertad real que obedece también cuando le resul-ta costoso, por eso la obediencia es verdaderamente meritoria, y elamor que la guía, realmente humano.

Cristo tuvo libertad humana y libre albedrío. La auténtica libertad no consiste en el capricho o en la indiferencia, sino en ele-gir por amor sin importar la coacción externa ni la necesidad inter-na, por verdadero amor. Sin auténtica libertad es imposible obede-cer y merecer.

Al mismo tiempo Cristo es impecable, no puede pecar. La Sa-grada Escritura es constante en esta afirmación: «¿Quién de voso-tros me argüirá de pecado? (Jn 8, 46); igual en todo a nosotros «ex-cepto en el pecado» (Hb 4, 15), y «a quién no conoció el pecado,[Dios] le hizo pecado por nosotros para que en Él fuéramos justi-cia de Dios» (2 Co 5, 21 y también 1 P 2, 22; 1 Jn 3, 5). Es «el Cor-dero inmaculado» (1 P 1, 19).

Esto es así porque las acciones son de las personas y la perso-na de Cristo es divina y Dios no puede pecar. La santidad de Cris-to es incompatible con todo pecado.

Esta impecabilidad le viene a Cristo de la unión hipostática yantecede a toda gracia, es decir, no sólo por la Providencia divina

Cómo es hombre el hijo de Dios 63

y la visión beatífica o cualquier otra causa externa a que Él mismoes el Verbo. Esto lleva a comprender mejor la esencia de la liber-tad, pues la posibilidad de pecar no es esencia de la libertad, sinoun defecto contra natura introducido por una semilla del diablo co-mo dice San Juan Damasceno citado por Santo Tomás de Aquino(Summa Teológica, III, q. 15, a.1 in c). Esta perspectiva nos llevaal misterio de la misma libertad de Dios, que es Amor y omnipo-tente y su libertad es máxima. Pero en Cristo también se da una li-bertad humana perfecta que por eso ama hasta el extremo y revelacomo hombre que Dios es Amor. El pecado no corresponde a la na-turaleza humana, sino que se ha introducido contra la naturalezahumana y deforma al hombre. La esencia de la libertad es mover-se por sí misma, ser causa de su propio acto, y es más algo que con-quista que algo que se tiene, la libertad se perfecciona al amar enlos seres humanos, el pecado resta libertad y encadena la libertadpecadora, pasa de ser una libertad amante y adquirida a una liber-tad errante o esclava.

8. LAS TENTACIONES DE CRISTO

Fueron tentaciones reales, no algo ficticio como aseguran todoslos que no entienden la verdad de su naturaleza humana y piensanque es aparente. No fueron tentaciones interiores producidas por eldesorden del pecado, pues no tenía pecado en su interior, sino dia-bólicas, que no sólo tientan al hombre Jesús, sino que en cierta ma-nera quieren tentar al mismo Dios como indican los textos. No setrata tanto de una tentación a pecar, sino una tentación a que cam-bie el modo de salvar por la vía de la humildad y el amor, que eldiablo no entiende, por la vía del poder. Por otro lado, la sensibili-dad del Señor es real y más afinada que la de los demás hombres,por lo que estas tentaciones que vence con inteligencia y fortalezale cuestan realmente y muestra el modo de vencer al engaño de to-da tentación. La cruz será la tentación última y demuestra que elamor es más fuerte que el dolor, que el pecado y que la muerte sinutilizar su poder divino.

64 Cristología breve

9. LOS SENTIMIENTOS DE CRISTO

Cristo tiene una sensibilidad y unos sentimientos como todohombre. De hecho, pone como ejemplo su corazón para imitarle:«... aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y tendréisdescanso para vuestras almas» (Mt 11.3-5). En los judíos el cora-zón (leb) indica la intimidad del hombre de donde salen los buenosy malos pensamientos. Jesús tiene una riqueza de sentimientos quemanifiesta muchas veces al exterior: llora, se alegra, también sien-te tristeza y temor, ira santa, y, sobre todo, experimenta el amor deuna manera que no es exclusivamente un querer de la voluntad, si-no que posee una afectividad llena de riqueza, quiere apasionada yordenadamente. Lejos está su querer de un modo de ser apático,frío o severo, aunque se indigna justamente ante el pecado o la hi-pocresía. No hay en Jesús sentimentalismo, pues su querer y sentircontiene toda la riqueza de sentimientos con un orden en el que elamor gratuito está siempre por encima rigiéndolos. Por eso San Pa-blo invita a los que le siguen a tener los mismos sentimientos queCristo tenía en su corazón.

La comunicación de propiedades consiste en que puede atri-buirse a Cristo Dios lo que es propio de la naturaleza humana; y aCristo hombre lo que es propio de la naturaleza divina. Así se pue-de decir que Dios murió y resucitó; o que un hombre es inmortal yomnipotente.

Debe mantenerse el cuidado de emplear términos concretos, yno abstractos. Así se dice que Dios es hombre, murió, etc., pero se-ría gravísimo error afirmar que la divinidad es la humanidad, o quela divinidad murió.

La razón que fundamenta esta advertencia es que no todo loque puede aplicarse a la persona de Cristo, puede aplicarse a ladivinidad en general.

Esta comunicación de propiedades la llaman los teólogos co-municación de idiomas, porque idioma quiere decir en griego pro-piedad; viene del adjetivo idios, que significa propio, particular.

Cómo es hombre el hijo de Dios 65

SOTERIOLOGÍA

Cristo es el Salvador

Los evangelios nos narran los hechos de la vida de Jesús yquién es, pero inmediatamente viene la pregunta: ¿por qué Dios seha hecho hombre? Y la respuesta es «para salvarnos de nuestros pe-cados». Cristo libera al hombre de la esclavitud del pecado, del dia-blo y de la muerte y consigue para los hombres una vida nueva, lavida de Jesús resucitado que nos hace hijos de Dios y herederos dela vida eterna.

El misterio de la redención es muy rico. El hecho de que Diosdecida encarnarse para salvar al hombre en un acto de amor, mise-ricordia y justicia inigualable supera todas las expectativas religio-sas de los hombres. Por eso todas las explicaciones que se han da-do iluminan aspectos de este misterio, pero no lo agotan del todo.Veamos el desarrollo histórico en la vida de la Iglesia.

a) Victoria sobre el demonio. También se llama teoría del res-cate. Muy frecuente entre los Padres. Tiene en cuenta unaacción real del demonio sobre los hombres después de suvictoria al tentar y hacerles caer. Sin embargo, se aparta delo razonable el pensar que el demonio contaba con unos de-rechos que Dios tenía que pagar para superarlos. La acciónde los ángeles caídos es grande y no conviene despreciarlao no considerarla. En la Sagrada Escritura se insiste en la li-

Capítulo V

¿Por qué Dios se hizo hombre?

beración del diablo y sus poderes. El demonio es vencido enel mismo lugar donde venció: en el corazón del hombre, eneste caso Cristo.

b) La divinización. También en esta época es muy frecuenteseñalar que el hombre no sólo es salvado de sus cadenas, si-no que, además, es divinizado, endiosado, transformado yelevado a participar en la vida divina. Es el principal argu-mento de algunos Padres para defender la divinidad de Cris-to ante los arrianos. «El Verbo se ha hecho hombre para quenosotros seamos divinizados» (San Atanasio).

c) Es un sacrificio. Semejante a los sacrificios judaicos, peroperfecto. El sacrificio es una acción sagrada, en la que se ha-ce una ofrenda a Dios para agradarle, adorarle, pedir perdóny que sea propicio. El sacrificio más perfecto es el de holo-causto en que se consume totalmente la víctima. Jesús esSacerdote y Víctima del sacrificio perfecto realizado en lacruz.

d) Satisfacción. San Anselmo en el siglo XI profundiza algomás. En especial, analiza más a fondo la gravedad del peca-do. La voluntad debe honor a Dios, por lo tanto, pecar esrehusar ese honor, quita a Dios lo que le pertenece, le des-honra. El motivo de la redención será entonces la satisfac-ción, es decir, tributar a Dios el honor que se le ha quitado.Esta satisfacción va más allá de lo obligatorio, pero el hom-bre es incapaz de satisfacer pues no puede hacer nada supe-rerogatorio (más de lo debido en justicia), por ejemplo, sihace penitencias, ayunos, limosnas, obediencia, contrición...eso sólo restituye lo que debe en justicia, es más, ni siquie-ra puede devolver a Dios lo que se le ha quitado. Ni siquie-ra puede vencer por sus fuerzas al diablo que le ha vencido.Luego es imposible una satisfacción adecuada tanto por elpecado como por la victoria del diablo. Esa satisfacción só-lo es posible si la hace Dios mismo, y dado que es indecen-te que pereciese la naturaleza humana creada para un fin tanalto, hace un acto de gracia, no necesario, y hace un actomás grande que todo lo que existe fuera de Dios. Y la satis-

68 Cristología breve

facción la realiza un hombre que al mismo tiempo es Dios.Además muere por libre voluntad a título de satisfacción enun sacrificio perfecto. Si el pecado tuvo un aspecto de pla-cer desordenado, la satisfacción será en la aspereza. Si eldiablo venció al hombre, el diablo debe ser vencido. Si elpecado es sustraerse a Dios, la entrega en la muerte es laforma de justicia más plena pues obedece experimentandoel máximo dolor e injusticia. La vida del hombre-Dios valepara pagar los pecados del mudo entero.

San Anselmo sistematiza la doctrina, intentando buscar razonesnecesarias y cree encontrarlas todas en algo verdadero que es la sa-tisfacción. Destaca mucho la justicia, el orden y la armonía del uni-verso, pero no tiene tanto en cuenta el amor, la misericordia, y lagratuidad de Dios que excede toda justicia. Pero supera ver la re-dención sólo como algo cultual, para situarlo en el nivel de las re-laciones personales.

Santo Tomás añadirá al argumento de la satisfacción la magni-tud del amor que inspira los sufrimientos, la dignidad de la vida delhombre-Dios y la intensidad de los dolores experimentados, ade-más de que Cristo es la Cabeza de la Iglesia

e) Mérito. Cristo es libre y merece una retribución. Para loshombres individuales los méritos son para uno mismo. Pe-ro Cristo merece para toda la humanidad porque es Cabezade una nueva humanidad redimida. Esto es posible porqueademás de hombre es Dios y su naturaleza humana es el ins-trumento de la divinidad, que le da un valor infinito a las ac-ciones finitas, aunque sean perfectas, que hace como hom-bre. Los méritos abarcan los pecados individuales de loshombres —todos y cada uno son liberados cuando se arre-pienten en virtud de la sangre de Cristo— y sana también ala naturaleza humana, que fue afectada por el pecado origi-nal.

El hecho de que Cristo libere y redima por amor mueve al agra-decimiento y la simpatía, es un estímulo psicológico para acercar-se a Dios, una invitación a la caridad. Pero en el mérito de Cristo

¿Por qué Dios se hizo hombre? 69

hay más, llega a toda la humanidad, no sólo a los que se dan cuen-ta, y la redención es universal, aunque subjetivamente llegue porlos diversos caminos históricos y por la acción invisible del Espí-ritu Santo para los hombres de buena voluntad que no le conocen.Cristo realiza mucho más que un buen ejemplo y es más que un ex-celente maestro religioso y moral pues transforma, recrea a la pri-mera creación. Origina la vida de la gracia siendo la Iglesia la ad-ministradora de esa gracia y una caricia de Dios a los hombres.

f) Reparación. Esta noción incluye todas las anteriores. Poruna parte, tiene un aspecto ascendente: satisface Dios noporque se sienta dolido por una ofensa de un ser tan inferiorcomo es el hombre, sino porque la gloria de Dios es la vidadel hombre (San Ireneo) y quiere que el hombre no sufra nise deteriore, eso es la ofensa a Dios: la rotura de la imagende Dios en el hijo que afecta íntimamente al Padre. Pero lainjusticia debe ser reparada por un hombre libre, pues des-pués de la redención la mayor dignidad del hombre que esla libertad es necesaria. Un perdón sin reparación hubiera si-do de poco aprecio a la persona humana. Ahora, por la obe-diencia de Cristo, toda la humanidad queda ennoblecida. Elsacrificio de Cristo hombre como sacerdote y víctima tieneun valor infinito porque también es Dios. Pero ¿por qué lamuerte? Para que quede evidente un amor y una evidenciaverdaderos y la gravedad del pecado, junto a la realidad im-portantísima de la libertad humana hecha para amar, peroque puede pecar. Cristo cambia los desastres del dolor y lamuerte en medios de expresar un amor inaudito, por eso re-vela la dignidad humana a un nivel hasta entonces descono-cido, y revela la intimidad de Dios en que el Amor está porencima del Poder y la Misericordia abunda sobre la Justicia.El Padre podía haber encargado a un mero hombre la re-dención, pero quiere en su infinita sabiduría enviar a su di-vino Hijo para que se haga hombre en Jesús. Así la repara-ción supera ampliamente el pecado. Por otra parte, tiene elaspecto descendente: la humanidad es enaltecida. La satis-facción divina es total. La reconciliación es perfecta. Seproduce una elevación de los que están unidos con Cristo

70 Cristología breve

por la fe y la caridad hasta ser verdaderos hijos de Dios, di-vinizados. El amor del Padre se muestra en amar a los noamables. Mueve al amor filial a los que conocen a Jesús yse dan cuenta de lo que ha hecho. La entrega del Hijo porparte del Padre es una entrega de sí mismo. La entrega delEspíritu Santo por el Padre y el Hijo abre el mundo divinoa los hombres y a toda la creación.

ESQUEMA DE LOS MOTIVOS DE LA REDENCIÓN

¿Por qué Dios se hizo hombre? 71

Cristo Dios y HombreCabeza y Cuerpo Místico

Su HumanidadCausa eficiente instrumental

Su DivinidadCausa eficiente principal

libertad en su alma en su carne

mérito satisfacciónliberación de la culpa

redenciónde la pena

amor dolorelemento material

justicia

sacrificio

para lareconciliación

El cristianismo es una religión de salvación. Dios tiende la ma-no al hombre para que si quiere se salve. Las cadenas del pecado,las tinieblas de la muerte y el poder del diablo son vencidos porCristo el Salvador. Pero Dios es Amor y por ello la Salvación teníaque reflejar la mayor sabiduría amorosa. Dios se hace hombre parasalvarnos. Y, además, el modo querido y pensado por Dios para sal-var al hombre es el de pasar por las consecuencias del pecado, queson el dolor y la muerte, para vencer la causa, que es el pecado.

El pecado fue un acto de desobediencia. Cristo será obedientehasta la muerte y muerte de Cruz. El pecado fue un acto de desa-mor. Cristo amará con un amor que no retrocede ante nada. El pe-cado tiene su raíz en la soberbia. Cristo se hará humilde y humilla-do hasta el extremo. De esta manera transformará situacionesdolorosas e infamantes en un auténtico sacrificio.

La religiones naturales intentan superar el mal y las desgraciascon el esfuerzo humano, a veces heroico y generoso. La historia dela humanidad revela cómo los intentos humanos de autorredenciónson ineficaces. Sólo Dios puede salvarnos. El cristianismo da lasalvación por una acción de Dios mismo. El esfuerzo humano con-sistirá en aprovechar la gracia que le merece Cristo especialmenteen su Muerte y su Resurrección. «... habéis sido rescatados de laconducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco,oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin ta-cha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación delmundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros»(1 P 1, 18-20).

72 Cristología breve

Veamos ahora cómo se realizó la salvación para entender elsentido salvador de las principales acciones de Cristo, empezandopor la realización de las profecías reveladas por Dios a Israel.

1. JESUCRISTO MANIFIESTA SU FUNCIÓN MESIÁNICA

La figura del Mesías aparece en la Revelación del Antiguo Testamento como consecuencia de la necesidad de salvación quetiene Israel y la humanidad en general. El ángel le dice a San José:«... y le pondrás por nombre Jesús: porque Él salvará a su pueblode sus pecados» (Mt 1, 20-21). La palabra «Jesús» significa en he-breo salvador, o Dios salva. El Mesías, por tanto, es el que salva delos pecados.

Las ideas que tenían los judíos contemporáneos de Jesús acer-ca del Mesías y del Reino mesiánico eran variadas. En un extremoestaban los que lo concebían como un gran caudillo político-mili-tar, que vencería a todas las naciones del mundo. En el otro, los po-cos israelitas justos y piadosos como Simón, Zacarías, el Bautis-ta..., para los cuales el Mesías sería la luz de las gentes, el «corderode Dios, que quita los pecados del mundo»; y, en consecuencia, elreino mesiánico traería, sobre todo, el perdón de los pecados.

«Mesías» es una palabra hebrea que significa ungido. La un-ción consistía en derramar aceite sobre la cabeza de uno, que que-daba, por esta acción religiosa, marcado para una misión divina de

Capítulo VI

Núcleo fundamentalde la predicación de Jesucristo

sacerdote o de rey. La misión consistía en salvar al pueblo de lasdificultades. En griego, «Mesías» se traduce por jristós, de dondeviene la palabra castellana cristo. Posteriormente se llamará tam-bién ungidos a los profetas, porque también son salvadores delpueblo.

2. EL MESÍAS DE ISRAEL

1. Hijo de David. Emmanuel

A partir de un determinado momento, la salvación se conside-ra depositada en la familia de David y, en concreto, en un descen-diente, que será el definitivo Mesías. Al Mesías se le llama Hijo deDavid. Él cumplirá las promesas de salvación que Dios hizo a supueblo.

Entre las muchas profecías mesiánicas, tiene especial impor-tancia la del Emmanuel, palabra que significa: Dios-con-nosotros.Dice el profeta Isaías: «Por eso, el Señor mismo os dará una señal:he aquí que una virgen está encinta y os dará un hijo y le pondrápor nombre Emmanuel» (7, 14)

En el Mesías reposará el espíritu divino y se caracteriza por-que: 1) dominará a los enemigos; 2) obrará en favor de los humil-des, y 3) le buscarán también los gentiles, es decir, no será salva-dor sólo del pueblo de Israel, sino de todos los hombres.

El profeta Miqueas precisa que será rey y nacerá en Belén. Za-carías lo muestra como rey justo, que trae la paz y la victoria, aun-que será un salvador humilde que vendrá montado sobre un asno.

2. El siervo de Yahvé

Al lado de las notas antes expuestas sobre el futuro Mesías, lla-man la atención los textos que lo presentan como un siervo humi-llado y maltratado. Su aparente derrota parece oponerse a la ideadel Mesías-rey vencedor, pero no es así, pues estas profecías com-

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pletan y purifican las anteriores, dando otro aspecto de su activi-dad.

El siervo de Yahvé, según Isaías, será humilde, sencillo, fiel ala verdad, firme, con una misión de enseñar, y salvar, que no seráun fracaso, sino un sacrificio expiatorio por los pecados: «Recayóel castigo sobre él y por sus llagas nos dio la salud» (53, 5). SegúnIsaías, el siervo de Yahvé se entrega libremente, y por amor, a lamuerte. Por eso su sacrificio tiene una gran eficacia redentora, esdecir, como medio para pagar la deuda que los hombres tienen conDios, por los pecados.

Zacarías, por su parte, anuncia que será «traspasado». Variossalmos anuncian también estos sufrimientos, como el 22, citadopor el mismo Jesús en la Cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué mehas abandonado».

3. El Hijo del hombre

El profeta Daniel describe al Mesías desde otra perspectiva. Lopresenta como viniendo de lo alto, sobre las nubes del cielo. «A élse le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones ylenguas te sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nuncapasará, y su reino no será destruido jamás» (7, 13-14). Le presentaluego como vencedor de cuatro bestias, que simbolizan poderes di-versos, enemigos de Dios. Le da el título de Hijo del hombre. Estetítulo de Hijo del hombre será el que más frecuentemente usará Je-sucristo.

Por tanto, en el Antiguo Testamento, la idea central sobre elMesías es que será una manifestación definitiva de Yahvé para sal-var a todos los hombres. Para ello instaurará el reino de Dios, ha-ciendo una nueva alianza entre Yahvé y su pueblo. En él cabrán to-das las gentes, que participarán de la salvación concedida a Israel.El Mesías reinará por los siglos.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 75

3. JESUCRISTO ES EL MESÍAS

«Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo» (Jn 1,41). Así lo dice Andrés a su hermano Simón. Es una de las afirma-ciones iniciales del Evangelio. El mismo Jesús lo dice a la samari-tana cuando ella comenta: «“Yo sé que está para venir y que cuan-do venga, nos hará saber todas las cosas”. Dícele Jesús: “Soy yo,el que contigo había”» (Jn 4, 25).

1. Jesús es el descendiente de David

Nuestro Señor descendía de la familia de David, como constaen las genealogías que contienen los evangelios. Así le llaman losciegos que curó en Jericó, la mujer siriofenicia que pide la curaciónde su hija y las muchedumbres que le aclaman como tal cuando en-tra triunfalmente en Jerusalén: «Hosanna al hijo de David, benditoel que viene en nombre del Señor» (Mt 21, 9). Los evangelistas re-cogen las profecías que se cumplen en Jesús: nacimiento en Belén,se sentará en el trono de David...

2. Jesús es el Hijo del hombre

Con este título mesiánico se denomina a sí mismo Jesús ochen-ta y una veces en los Evangelios. Con esta expresión indica su pro-cedencia divina: «Nadie ha subido al cielo, sino aquel que ha bajadodel cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3, 13). Cuando Caifás preguntaa Jesús: «“¿Eres tú el Mesías?” Jesús le respondió: [...] “Sí, yo soy,y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venirsobre las nubes del cielo”» (Mc 14, 61). Cuando anuncia su se-gunda venida, al final de los tiempos, dice: «Cuando venga el Hi-jo del hombre en su gloria» (Mt 25, 31). Como se trata del juiciofinal, aparecen las características divinas de Juez y Señor que po-see Jesucristo como verdadero Mesías.

76 Cristología breve

3. Jesús, Mesías que sufre

Los Apóstoles y la Iglesia primitiva han identificado a Jesúscomo el Siervo de Yahvé de las profecías. Un texto claro es el dela institución de la Eucaristía: «Ésta es mi sangre de la Alianza, queserá derramada por muchos para remisión de los pecados» (Mt 26,28). San Juan presenta a Jesús como el Cordero que quita los pe-cados del mundo (cf. 1, 19). Pero lo más elocuente es el cumpli-miento, en la Pasión y Muerte de Cruz, de lo que habían anuncia-do, incluso con detalles, Isaías y los Salmos.

4. JESUCRISTO ASUME SU FUNCIÓN MESIÁNICA

En tiempos de Jesús había una tensa y generalizada espera delMesías. Aunque se resaltan las cualidades espirituales que tendrá elMesías, se pone el acento en lo que representará de liberador de laopresión de los enemigos. No cabía en sus mentes la idea de unMesías que sufriera y fuera humillado. Los mismos Apóstoles ydiscípulos de Jesús participaban de esta idea.

1. Jesús supera el mesianismo político

Jesús convoca al nuevo pueblo de Dios, su Iglesia, llamandoprimeramente a doce israelitas, que iban a ser las columnas delnuevo edificio espiritual o las cabezas de la nueva estirpe, en re-cuerdo y, a la vez, en contraste con los doce patriarcas antiguos.

Los Apóstoles que eligió Jesús pertenecían a diversos gruposde los que existían entonces. El seguir a Jesús les fue llevando a su-perar sus antiguos horizontes meramente humanos. Jesús, con pa-ciencia, les fue mostrando las nuevas perspectivas más profundasy, sobre todo, religiosas. El Espíritu Santo, que recibieron en Pen-tecostés, les dará la visión definitiva de su misión.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 77

2. Carácter divino del Mesías

Jesucristo es hombre, pero también es Dios. Su naturaleza hu-mana está unida a la segunda Persona de la Trinidad. Por eso, estápor encima de todos los grupos religiosos judíos.

Para entender a Jesús, para creer en él, era necesario a todo is-raelita de su tiempo remontarse por encima de cualquier posiciónnacionalista, de carácter político. Podemos decir que esto sigue te-niendo valor y que, en cualquier época de la historia, para entendera Jesús no hay que confundir su misión con cualquier tarea políti-ca o meramente humana.

5. LAS TENTACIONES DE JESÚS

Ni el demonio, ni los hombres pecadores están en condicionesde recibir a Jesús como Mesías. De ahí surge que intenten desviar-lo de su misión.

Tentación significa prueba y, también, seducción. Puede tentarDios, en el sentido de que prueba al hombre como hizo con Abra-hán (cf. Gn 22, l). También puede tentar el diablo u otros hombres.Cuando es el diablo el que tienta, intenta seducir, engañar, hacerpecar al hombre y perderlo.

Todos los personajes clave de la historia sagrada son tentados:Adán y Eva, Abrahán, Moisés..., el pueblo de Israel en su conjun-to durante la peregrinación por el desierto. Las caídas del pueblode Israel van a ser rectificadas por la fidelidad de Jesús. Tambiénla Iglesia será tentada y cada uno de los fieles.

1. Tentaciones del diablo en el desierto

Constituyen el primer intento diabólico de reducir la misión di-vina de Jesús a un plano humano.

Las tentaciones fueron tres. El denominador común de las treses que Satanás intenta rebajar la misión de Jesús pretendiendo queactúe en beneficio propio. En concreto:

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a) Quiere que ejerza sus poderes para remediar sus propiosproblemas, como tener hambre después de ayunar cuarentadías, convirtiendo las piedras en panes.

b) Induce a Jesús a la vanidad y la soberbia, moviéndole a quepida a Dios un milagro innecesario: que se lance desde elpináculo del Templo para que la espectacular intervencióndivina le dé un inmenso prestigio. Es una clara tentacióncontra la humildad propia del Mesías.

c) Le ofrece el dominio sobre todos los reinos del mundo pa-ra que se convierta así en un rey mesiánico terreno, comoel que esperaban la mayoría de los judíos de aquel tiempo.Jesús contesta: «¡Márchate, Satanás!».

Estas tentaciones se repetirán durante la vida de Jesús. Tambiénse repetirán en la vida de la Iglesia y en la de cada cristiano. Jesúsmuestra el camino: fidelidad a la misión divina de salvación y nodejar que esta misión se reduzca a una tarea terrena. Ser creyente,ser cristiano, nunca será un modo de conseguir ventajas humanas.Más bien significará sacrificio para cumplir los planes de Dios.

2. Los escribas y fariseos tientan a Jesús

Le pedían una señal (un milagro) para tentarle, no para creer enÉl. Es la misma tentación del desierto. Jesús la rechaza enérgica-mente; les llama «generación malvada y adúltera» (Mt 12, 39).

En otra ocasión los fariseos, aliándose con los herodianos, «letientan»; para ello le preguntan si se debe pagar el tributo al Césaro no. Esta pregunta equivale a decir si han de rebelarse o no con-tra el César y, por lo tanto, si él se sitúa como un líder político más,o no. La respuesta de Jesús es coherente con todo lo anterior: «Dadal César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios» (Lc 20,25). Jesús no sólo da la regla áurea para la relación entre la Iglesiay el Estado, sino que rechaza la idea de que la salvación, que ha ve-nido a traer, sea de orden político, en vez de religiosa.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 79

3. Otras tentaciones

Cuando el Señor multiplicó los panes, el pueblo quiso hacerlerey. Aquí se muestra que entienden el Mesías como portador de mi-lagros y fuente de la felicidad terrena y le quieren dar el poder po-lítico; el rey Herodes desea verle obrar algún portento; sus mismosparientes le empujan a que se manifieste abiertamente con algunade sus obras prodigiosas. A todos rechaza Jesús no sólo por su fal-ta de rectitud de intención, sino porque el camino elegido por Diosno es ése, sino el de la humildad.

En otra ocasión, uno de la multitud le dijo: «“Maestro, di a mihermano que reparta la herencia conmigo”. Él respondió: “¡Hom-bre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?”»(Lc 12, 13-14). Aquel hombre sólo se preocupa de sus problemaseconómicos. No ve en Jesús lo que de espiritual le ofrece. Sólo veun maestro con autoridad, que puede favorecerle. Jesús deja claroque no ha venido a resolver los asuntos materiales, sino a dar losprincipios y criterios morales que deben inspirar las acciones de loshombres justos.

4. Tentación en la Cruz

Todas las tentaciones se concentran en una: «Si eres Hijo deDios, baja de la cruz y creeremos» (Mt 27, 40-43), porque para losjudíos era incompatible la cruz y el Mesías. La tentación de huir dela cruz resume las demás, porque en la cruz se dan cita la humilla-ción más total, el dolor más agudo hasta la muerte, y la falta de po-der político. La salvación a través de prodigios, felicidad terrena ypoder político queda rechazada.

5. Tentación de los discípulos

Jesús anunció su Pasión. Entonces Pedro, tomándole aparte sepuso a reprenderle diciendo: «“Dios te libre, ¡Señor! ¡De ningúnmodo te debe ocurrir eso!”. Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro:

80 Cristología breve

“¡Apártate de mí, Satanás!; eres escándalo para mí porque no sien-tes las cosas de Dios, sino las de los hombres”» (Mt 16, 21-23).

Jesús muestra a los discípulos claramente que Él no es el Me-sías-Rey-nacionalista que tantos judíos esperaban, ni la caricaturade Mesías que Satanás quería, sino el Mesías Hijo de Dios, que se-ría humillado, pero que salva por otros cauces distintos de los quecreían los hombres y el diablo.

«Las tentaciones de Cristo son el intento de destruir la con-fianza incondicional que Jesús tiene en el Padre, a pesar de loduro de su misión. La Iglesia, enseñada por el Señor, repite adiario en su oración: “no nos dejes caer en la tentación”».

6. JESUCRISTO REVELA CÓMO ES DIOS

«A Dios nadie lo ha visto», escribe San Juan para dar ma-yor relieve a la verdad, según la cual «precisamente el Hijo uni-génito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer»(Juan Pablo II, Dives in misericordia, 2).

1. El Padrenuestro

Es una oración específicamente cristiana. El modo de dirigir-nos a Dios en ella hubiera parecido un atrevimiento irrespetuoso aun judío anterior a Jesús. La palabra que usa Jesús, «Abba», era laforma familiar y cariñosa de dirigirse los niños a sus padres. Algosemejante a «papá», como se dice en algunos sitios. Y Jesús no só-lo la empleó, sino que dijo a sus discípulos que la utilizaran al orar.

Por otro lado, Jesús da a esta oración un sentido comunitario,como lo muestran los mismos términos en plural: nuestro, venga anosotros, perdónanos, etc. Por eso, la Iglesia la hace rezar en las ce-lebraciones litúrgicas, en las que el pueblo cristiano ora en común.Esto no significa que el rezo del Padrenuestro en privado no seabuena oración; Jesús oraba muchas veces en privado.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 81

Al rezar el Padrenuestro la comunidad cristiana pide que al-cance la máxima plenitud esa salvación que ya hemos obtenido conla venida de Jesucristo y que llegue a todos los hombres.

2. Las parábolas de la misericordia

San Lucas, en el capítulo 15, relata tres parábolas llamadas dela misericordia: la de la oveja perdida, del hijo perdido («pródigo»)y del administrador infiel.

Con estas parábolas Jesús explica cómo es la actuación deDios. San Juan dirá que Dios es amor. Podemos decir que ésta esla principal revelación del Nuevo Testamento. Por esto, Jesús pro-clamará con su palabra y con sus obras el amor de Dios por loshombres. En efecto, Jesús nos muestra al Padre, es la revelacióndel Padre:

«Mediante esta “revelación” de Cristo conocemos a Dios,sobre todo en su relación de amor hacia el hombre: Es justa-mente ahí donde “sus perfecciones invisibles” se hacen de modoespecial “visibles”, incomparablemente más visibles que a travésde todas las demás “obras realizadas por él”: tales perfeccionesse hacen visibles en Cristo y por Cristo, a través de sus accionesy palabras y, finalmente, mediante su muerte en la cruz y su re-surrección» (Juan Pablo II, Dives in misericordia, 2).

Pero como los hombres están dominados por el pecado, esteamor de Dios por los hombres se traduce en perdón, en misericor-dia.

«De este modo, en Cristo, y por Cristo, se hace también par-ticularmente visible Dios en su misericordia, esto es, se pone derelieve el atributo de la divinidad, que ya el Antiguo Testamen-to, sirviéndose de diversos conceptos y términos, definió “mise-ricordia”» (ibíd.).

82 Cristología breve

Los fariseos se escandalizaban de que Jesús acogiera y comie-ra con los pecadores. Pero la actitud de Jesús ante los pecadores esla más clara predicación del Reino de Dios: Dios es un Dios queperdona.

Los fariseos no pueden entenderlo porque están lejos de sentirde acuerdo con Dios. Habían reducido la religión al estrecho cau-ce de su propia mezquindad y no son capaces de comprender elamor, que se traduce en perdón.

En las parábolas de la misericordia encontrarnos de común larecuperación de lo que estaba perdido. Cuando Jesús acoge a lospecadores, está llevando a la práctica esta recuperación de lo per-dido.

Especialmente significativa es la parábola del hijo pródigo, enla que se manifiesta con detalles emocionantes el amor de Dios co-mo Padre de los hombres. El amor de Dios hace fácil la vuelta.

En estas parábolas se resalta la alegría de Dios por el pecadorque cambia de vida. Jesús llega a decir que «en el Cielo hay másalegría por un pecador que se convierta que por noventa y nuevejustos que no necesitan de penitencia» (Lc 15, 7).

Otro dato que nos hacen ver claramente estas parábolas es quees Dios quien toma la iniciativa para buscar al hombre extraviado.

A la vez, queda claro que el hombre también tiene que poneralgo de su parte. El hijo pródigo, antes de encontrar a su padre hatenido que reconocer su lamentable situación; tener la valentía deproponerse la vuelta y llevarla a la práctica. Hace falta en el hom-bre una actitud de conversión, de respuesta amorosa al amor deDios. Es la actitud que se llama sentencia y que no excluye la ale-gría, fruto de la esperanza de ser perdonado. El pecador arrepenti-do encuentra siempre el perdón de Dios: «Dios no desprecia un co-razón contrito y arrepentido» (Sal 50).

Por último, no deja de ser elocuente la actitud del hijo mayorde la parábola, porque, al revés de su padre, no es capaz de perdo-nar. Desconoce cómo es Dios. No actúa como Dios; no ama.

Jesús, por el contrario, nos muestra constantemente en su ac-tuación la actitud de perdón para con los pecadores.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 83

Jesucristo es la revelación del Padre. Por eso, los Hechos de losApóstoles dicen que Jesús «pasó haciendo el bien» (Hch 10, 38).

«Jesucristo manifiesta la misericordia de Dios. El mismo laencarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la mise-ricordia. A quien la ve y la encuentra en él, Dios se hace con-cretamente “visible” como Padre “rico en misericordia”» (JuanPablo II, Dives in misericordia, 2).

«Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padrede la misericordia”, nos permite “verlo” especialmente cercanoal hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado enel núcleo mismo de su existencia y de su dignidad» (ibíd.).

7. EL REINO DE LA SALVACIÓN DE DIOS

Los evangelios sinópticos (San Mateo, San Marcos y San Lu-cas) concuerdan en que el tema primario de la predicación deNuestro Señor Jesucristo era «el Reino de Dios»: «Enseñaba en lassinagogas y proclamaba el evangelio del reino» (Mt 4, 23; 9, 35) ylo hace con urgencia: «... también en las otras ciudades tengo queanunciar el reino de Dios, porque para esto he venido» (Lc 4, 43).

Este Reino de los Cielos, que es el núcleo de la predicación deJesús, es un misterio, porque se trata, sobre todo, de una nueva si-tuación que procede de Dios. Surge con Jesucristo y el hombre nopuede acelerarla ni provocarla. Aparece cuando Dios quiere, perocomo no es un reinado político, como el que esperaban los princi-pales jefes de Israel, sino religioso, tiene su realización primera enel interior de los hombres. Por eso no se impone por la fuerza, co-mo muchas veces lo hacen los reinados meramente humanos, sinoque tiene como elemento principal la respuesta libre del hombre.

Por eso, el hombre puede cerrarse al Reino de Dios e inclusooponerse a su realización. Es lo que vemos en los evangelios queocurre con los que se oponen a Jesús.

La raíz de esa resistencia que el hombre puede oponer al Rei-no es el pecado. La indiferencia, el egoísmo, el orgullo, la avaricia,etc. llevarán a muchos a rechazar el Reino de Dios.

84 Cristología breve

En definitiva, el Reino de Dios es la salvación del hombre, queha venido a traer Jesucristo. Y la realización definitiva de ese Rei-no es la «vida eterna», en la que el hombre conseguirá su plenituddefinitiva.

Esto no significa que ese Reino no tenga incidencia sobre lasrealidades de este mundo. Precisamente, que el Verbo de Dios sehaya hecho hombre para salvar al hombre y que haya querido vivirla vida humana con todas sus consecuencias, significa que ese Rei-no inaugurado con Cristo ya ha comenzado a actuar aquí. Y si tie-ne como finalidad principal llevar a los hombres a la gloria, suaceptación será el mayor beneficio para cada hombre en particulary para la vida en sociedad, propia del hombre.

En efecto, este Reino es reino de verdad y justicia, su ley másimportante es la caridad o amor de los unos por los otros. Es evi-dente que cuanto mayor sea la aceptación del Reino por parte delos hombres, también mayor será la paz y concordia entre ellos y,por tanto, su felicidad terrena.

Podemos decir que lo malo que hay en el mundo depende engran medida de la resistencia de los hombres al Reino de Dios. Noolvidemos que Dios no impone su reinado, sino que sólo lo propo-ne, dejando a salvo la LIBERTAD.

Para entrar en este Reino o, para que él entre en nosotros, hacefalta quitar obstáculos, vaciarse de todo lo que estorba; hace faltarenuncia, abnegación. Jesús dirá que hace falta nacer de nuevo.

Para pertenecer y poseer este Reino hay que hacerse como ni-ños en la sencillez e inocencia (cf. Mc 9, 23), y se debe nacer denuevo a una vida más alta según el espíritu, pues «no consiste elReino de Dios en el comer y el beber, sino en la justicia, en la pazy en el Reino del Espíritu Santo» (Rom 14, 17).

1. La ley de este Reino es la caridad

Todas las normas del nuevo Reino se pueden encerrar en amara Dios sobre todas las cosas. Jesucristo, al ser interrogado sobre elprimer mandamiento de la ley, dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 85

todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es elprimer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás alprójimo como a ti mismo. De estos preceptos dependen toda la leyy los profetas» (Mt 22, 37-39). En las leyes humanas basta con elcumplimiento externo, pero en la ley del amor se llega hasta el fon-do de la conciencia y del corazón, pues de ahí surgen las buenas olas malas obras.

2. Las parábolas del Reino de los Cielos

San Mateo trata de expresarnos, a través de las siete parábolasque recoge el capítulo 13, las líneas maestras de lo que Jesús ha en-señado respecto del Reino.

En el fondo vienen a decir que quien no reconoce el miste-rio del Reino en las palabras de Jesús y lo rechaza, aumenta to-davía más su ceguera. [El Reino] Crece ocultamente; sólo al fi-nal desplegará todo su esplendor. Es pequeño, pero tiene unvalor inapreciable y posee en sí una fuerza de transformaciónenorme. Exige el sacrificio de todo, pero produce mucho frutoy un gozo incontenible.

3. La plenitud del Reino de Dios no se dará en la tierra, sino en la eternidad

Cristo anunció una segunda venida suya al final de los tiemposcomo Rey y Juez, «entonces dará a cada uno según sus obras», yseparará a los buenos de los malos, llevando la creación a la per-fección conseguida por él en la Redención.

En el final, la creación entera pasará a ser «el cielo nuevo y lanueva tierra» anunciados en el Apocalipsis, donde el mal habrásido definitivamente vencido: «la muerte no existirá más, ni ha-brá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo es ya pasado» (Ap 21,1-4).

86 Cristología breve

— Tema principal de la predicación de Jesús: el Reino de losCielos.

— No es un reino político, sino religioso. No se impone por lafuerza, sino que pide una respuesta libre del hombre.

— El Reino de Dios es lo mismo que la salvación de los hombres.— La realización definitiva de este reino se da en la vida futu-

ra, pero actúa ya en la presente y es la solución de los pro-blemas humanos.

— Para entrar en ese reino hace falta «nacer de nuevo».— La ley de este reino es la caridad.

En la sinagoga de Nazaret, nuestro Señor se aplica a sí mismounas palabras del profeta Isaías en las que se ve la relación entresalvación, salud y liberación: «El Espíritu del Señor está sobre mí,porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predi-car la libertad a los cautivos, la recuperación de la vista a los cie-gos; para poner en libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18-19).

El Señor sitúa estas palabras en un ámbito universal, que tras-ciende lo meramente temporal. La salvación que Él trae a los hom-bres es una salvación total, que les afecta en las mismas raíces desu existencia y, por ello, se extiende a todas los dimensiones de suser. Se le debe poner el nombre de Jesús —Salvador—, como in-dica el ángel a José, porque salvará a su pueblo de sus pecados (Mt1, 21). La palabra salvación recibe en el Nuevo Testamento un sen-tido decididamente religioso. Comprende, por una parte, la libera-ción del pecado; y, por otra —como la otra cara de la misma mo-neda—, las bendiciones de Dios en las que se incluye, en suconsumación escatológica, la liberación de todas las esclavitudes.

4. Cristo es el perfecto mediador

Mediador es el que puede hacer de puente entre dos partes. Je-sús es perfecto Dios y perfecto hombre. Es el único que puede me-diar de modo perfecto entre Dios y los hombres. Aunque muchospidan y merezcan por la salvación de la humanidad Cristo es el úni-co mediador.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 87

5. Cristo es Sacerdote

El sacerdote es el que ofrece a Dios acciones sagradas para darculto a Dios y conseguir bienes y perdón sobre los hombres. Cris-to es el único Sacerdote de la Nueva Alianza.

6. Cristo es Rey

Repetidamente se anuncia en la Escritura que el Mesías serárey. Cristo es Rey y reina en los corazones de los hombres a travésde su gracia.

7. Cristo es el nuevo Adán

Adán es la cabeza del género humano. Al pecar toda la huma-nidad quedó herida. Cristo es el nuevo Adán, es decir la nueva ca-beza, de la humanidad. La unión con el viejo Adán se realiza por elnacimiento. La unión con el nuevo Adán que es Cristo se realizapor la fe y el Bautismo. De este modo se salva y se regenera la hu-manidad.

Catecismo

619 «Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras»(1 Co 15, 3).

620 Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dioshacia nosotros porque «Él nos amó y nos envió a su Hijocomo propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4, 10). «EnCristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo» (2 Co5, 19).

621 Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. Estedon lo significa y lo realiza por anticipado durante la últi-ma cena: «Éste es mi cuerpo que va a ser entregado porvosotros» (Lc 22, 19).

622 La redención de Cristo consiste en que él «ha venido a darsu vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28), es decir,

88 Cristología breve

«a amar a los suyos hasta el extremo» (Jn 13, 1) para queellos fuesen «rescatados de la conducta necia heredada desus padres» (1 P 1, 18).

623 Por su obediencia amorosa a su Padre, «hasta la muerte decruz» (Flp 2, 8) Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is53, 10) del Siervo doliente que «justifica a muchos car-gando con las culpas de ellos» (Is 53, 11; cf. Rm 5, 19).

«La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotrostodavía pecadores, murió por nosotros» (Rm 5, 8).

8. Concepto adecuado de la redención

La redención puede definirse como aquella economía sobrena-tural según la cual Cristo, cabeza nuestra, en nuestro lugar, ofrecea Dios por nosotros un sacrificio perfecto y una reparación ade-cuada a la ofensa inferida por los pecados de la humanidad; nos li-bra de la cautividad del pecado, del diablo y de la muerte, y nosvuelve y restituye en aquellos bienes perdidos por el pecado.

La redención comporta, pues, como perteneciente a su concep-to la idea de pagar un precio, es decir, comporta una reparaciónproporcionada a la gravedad del pecado, y, en consecuencia, com-porta una satisfacción. Se trata de una satisfacción que Cristo rea-liza en lugar nuestro; por eso se le llama satisfacción vicaria, pues-to que no sólo padece por nuestros pecados, sino que, en cuantocabeza nuestra, padece en nuestro lugar.

Esta satisfacción tiene lugar mediante la obediencia hasta lamuerte, es decir, inmolando la propia vida como acto de culto aDios, reparando así la desobediencia de Adán (cf. Rom 5, 12-19).Por esta razón se dice que tiene lugar mediante el sacrificio. Estesacrificio expiatorio tiene como efecto la reconciliación de loshombres con Dios y, en consecuencia, la liberación de la esclavi-tud del demonio, del pecado y de la muerte.

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 89

Catecismo

609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padrehacia los hombres, «los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1)porque «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida porsus amigos» (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como enla muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y per-fecto de su amor divino que quiere la salvación de los hom-bres (cf. Hb 2, 10. 17-18; 4, 15; 5, 7-9). En efecto, aceptólibremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y alos hombres que el Padre quiere salvar: «Nadie me quita lavida; yo la doy voluntariamente» (Jn 10, 18). De aquí la so-berana libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se enca-mina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4-6; Mt 26, 53).

610 Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de símismo en la cena tomada con los Doce Apóstoles (cf. Mt26, 20), en «la noche en que fue entregado» (1 Co 11, 23).En la víspera de su Pasión, estando todavía libre, Jesús hi-zo de esta Última Cena con sus Apóstoles el memorial desu ofrenda voluntaria al Padre (cf. 1 Co 5, 7), por la sal-vación de los hombres: «Éste es mi Cuerpo que va a serentregado por vosotros» (Lc 22, 19). «Ésta es mi sangrede la Alianza que va a ser derramada por muchos para re-misión de los pecados» (Mt 26, 28).

615 «Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fue-ron constituidos pecadores, así también por la obedienciade uno solo todos serán constituidos justos» (Rm 5, 19).Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo lasustitución del Siervo doliente que «se dio a sí mismo enexpiación», «cuando llevó el pecado de muchos», a quie-nes «justificará y cuyas culpas soportará» (Is 53, 10-12).Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre pornuestros pecados (cf. Concilio de Trento: DS 1529).

616 El «amor hasta el extremo» (Jn 13, 1) es el que confiere suvalor de redención y de reparación, de expiación y de sa-tisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y ama-

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do a todos en la ofrenda de su vida (cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2.25). «El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si unomurió por todos, todos por tanto murieron» (2 Co 5, 14).Ningún hombre, aunque fuese el más santo, estaba en con-diciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hom-bres y ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia enCristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiemposobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que leconstituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible susacrificio redentor por todos.

617 «Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis justifica-tionem meruit» («Por su sacratísima pasión en el maderode la cruz nos mereció la justificación») enseña el Conci-lio de Trento (DS 1529) subrayando el carácter único delsacrificio de Cristo como «causa de salvación eterna» (Hb5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando: «O crux, ave,spes unica» («Salve, oh cruz, única esperanza», himnoVexilla Regis).

618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo «único mediadorentre Dios y los hombres» (1 Tm 2, 5). Pero, porque en suPersona divina encarnada, «se ha unido en cierto modocon todo hombre» (GS 22, 2), él «ofrece a todos la posi-bilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se aso-cien a este misterio pascual» (GS 22, 5). Él llama a susdiscípulos a «tomar su cruz y a seguirle» (Mt 16, 24) por-que él «sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para quesigamos sus huellas» (1 P 2, 21). Él quiere, en efecto, aso-ciar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son susprimeros beneficiarios (cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, aso-ciada más íntimamente que nadie al misterio de su sufri-miento redentor (cf. Lc 2, 35):

«Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo».(Santa Rosa de Lima, vida)

Núcleo fundamental de la predicación de Jesucristo 91

«El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuaciónde la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecerla justicia en el sentido del orden salvífico querido desde el principiopara el hombre y, mediante el hombre en el mundo, Cristo, que sufre,habla sobre todo al hombre y no solamente al creyente» (Juan PabloII, Dives in misericordia 7).

1. LA PASIÓN Y MUERTE DE JESUCRISTO

El relato de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor ocupaun lugar predominante en los cuatro evangelios. Es la parte más ex-tensa. En los comienzos, cuando una persona se acercaba a la Igle-sia con el ánimo de conocer la Buena Nueva, se le explicaban, an-te todo, los sucesos de nuestra Redención, realizada por Jesucristocon su Pasión y Muerte y, sobre todo, con su Resurrección de en-tre los muertos.

El relato de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo (Miste-rio Pascual) constituye el núcleo de la predicación cristiana, desdelos comienzos. Los restantes datos, que nos narran los evangelios,se fueron incorporando después a esa predicación.

Es probable que las dos «confesiones de fe» más antiguas delcristianismo fueran: la narración de la Eucaristía y la de la Resu-rrección. A partir de esas confesiones, es posible que se formara elrelato central. Esas confesiones de fe habrían dado testimonio deuna serie de hechos:

Capítulo VIIJesús, crucificado

por la salvación de los hombres

— la conspiración para apoderarse del Señor y entregarle;— la Cena;— el prendimiento;— la Muerte y la sepultura;— la Resurrección.

Es muy importante destacar que todos estos relatos expresan lafe de la Iglesia en el designio salvador de Dios.

Jesús, en la Última Cena, manifestó claramente que su muerteiba a ser un sacrificio por los hombres y que constituiría la Nuevay Eterna Alianza entre Dios y el Nuevo Pueblo, que es la Iglesia.

Como en el Sinaí, la sangre de las víctimas selló la alianza deYahvé con su pueblo, así también, sobre la Cruz, la sangre de lavíctima perfecta. Jesús, va a sellar entre Dios y los hombres laAlianza —Nueva—.

Con la Nueva Alianza que instituirá la muerte de Cristo, cum-plirá Dios su promesa, anunciada por los profetas, de salvar a supueblo y librarlo de sus pecados. Aunque hay que añadir que Jesússe atribuye la misión de redención universal, es decir, que ha veni-do a salvar a todos los hombres.

Desde la perspectiva de la Resurrección se comprenden los su-frimientos y la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios. No constitu-yen, en efecto, el fracaso de un hombre, sino que por la aceptaciónobediente se convierten en fuente de salvación para todos.

En la Pasión y Muerte del Señor se cumplieron todas las pro-fecías sobre el Mesías Salvador, pero además se descubre, como nolo había sido hasta entonces, el amor de Dios por los hombres.

El relato de la Pasión no se puede separar del de la Resurrec-ción porque Cristo va a triunfar. A los ojos de los que le rodeabanparecía una derrota y un fracaso, pero nunca estuvo tan cerca deltriunfo definitivo como entonces. La Pasión es el camino de la Glo-ria. Pasión y Resurrección son dos fases de un mismo MISTERIO:poner fin a la Alianza Antigua e inaugurar el Reino de Dios.

Se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

94 Cristología breve

2. LA MUERTE DE CRISTO HABÍA SIDO PROFETIZADA

Muchos son los lugares donde los profetas dicen que el Mesíasdebía sufrir por los pecados del Pueblo. El mismo Cristo resucita-do explica a los de Emaús que era preciso que el Mesías padeciese«y comenzando por Moisés y por todos los profetas les fue decla-rando cuanto a Él se refería en todas las Escrituras» (Lc 24, 27).Son característicos los textos del profeta Isaías que forman el lla-mado Poema del Siervo de Yahvé. Así, dirá: «Maltratado y afligi-do no abrió la boca, como esclavo llevado al matadero y como ove-ja muda ante los trasquiladores. Fue arrebatado a un juicio inicuo,sin que nadie defendiera su causa cuando era arrancado de la tierrade los vivientes y muerto por las iniquidades de su pueblo, e hicie-ron su sepultura con el malvado y con el rico su sepulcro, aunqueél no había cometido violencia, ni hubo engaño en su boca» (Is 53,7-9). La claridad de esta profecía es meridiana conociendo lo quedespués sucedió.

1. Jesús predice su Pasión

Jesús anuncia tres veces a los suyos que va a morir, especifi-cando el motivo de su muerte: «Desde entonces comenzó Jesús amanifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrirmucho de parte de los ancianos, de los príncipes, de los sacerdotesy de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar» (Mt 16, 20).Los discípulos no entendieron entonces lo que les quería decir; loentendieron al ver a Cristo resucitado, cuando se les apareció y lesexplicó las Escrituras.

Nadie ama más que el que da su vida por sus amigos.

2. La conspiración de los judíos

San Juan es el evangelista que nos refiere con más detalles es-te suceso. Jesús acaba de realizar un gran milagro: ha resucitado aLázaro. Dice San Juan que «Muchos judíos que habían venido acasa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él. Pe-

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 95

ro algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que habla he-cho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convoca-ron consejo y decían: “¿Qué hacemos? Porque este hombre realizamuchos milagros” [...] Pero uno de ellos llamado Caifás, que era elSumo Sacerdote de aquel año, les dijo: “Vosotros no sabéis nada,ni caéis en la cuenta de que es mejor que muera uno solo por elpueblo y no que perezca toda la nación”. Esto no lo dijo por sí mis-mo, sino que siendo Sumo Pontífice aquel año, profetizó que Jesúsiba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para reunira los hijos de Dios que estaban dispersos. Así, desde aquel día de-cidieron darle muerte» (11, 45-53).

Estas palabras de la Escritura expresan de manera inequívocacuáles eran los sentimientos de las autoridades religiosas de Jeru-salén hacia Jesucristo.

3. La Cena

La Cena de Jesús con sus Apóstoles tiene como fondo la cele-bración de la Pascua judía.

En la comida de Pascua de la Antigua Alianza ya se usaban elpan y el vino. El jefe de la familia explicaba el simbolismo: el pande la Pascua expresa cómo Dios libera, auxilia y fortalece a su pue-blo. El vino regocija el corazón, anima el cuerpo, lo mismo que lasangre. Constituye además uno de los elementos fundamentales delbanquete mesiánico.

Los relatos de la institución de la Eucaristía contienen las pala-bras con que Jesús explicó el nuevo significado del pan y del vino(cáliz, copa) en la Pascua cristiana. La diferencia radical entre am-bas Pascuas es que en la de la Nueva Alianza, ese pan y ese vino sehacen realmente el Cuerpo y la Sangre del Mesías Redentor, que seda en alimento a sus seguidores para comunicarles la nueva vida.

En la Cena se encuentran:

— Por una parte, el carácter de banquete de comunión, que enel Antiguo Testamento concluyó la Alianza del Sinaí y fun-dó el Pueblo de Dios (Ex 24). Allí, Moisés derramó sangre

96 Cristología breve

para el perdón de los pecados de todos y preparó la com-prensión del nuevo Moisés, Jesucristo, sacerdote del sacri-ficio del Nuevo Pueblo de Dios. Jesucristo derrama su san-gre por todos, ya que ha bajado del cielo «por nosotros loshombres y por nuestra salvación» (Credo).

— Pero también la Cena anuncia y anticipa el Sacrificio de Je-sús en la Cruz cuando se dice que su cuerpo es entregado yque su sangre sella una nueva alianza. Se alude a la muertedel Siervo de Yahvé anunciada por los profetas, que es me-diador entre Dios y los hombres (pontífice) Y Jesús consi-guió la redención no con sangre ajena, sino con la propia.

Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía:

— Anuncia la muerte redentora de Jesús. Se destacan en los re-latos las ideas de expiación, sacrificio, entrega, servicio yamor obediente de Cristo.

— Proclama la alianza definitiva entre Dios y su Pueblo.

— Anticipa el banquete mesiánico.

Por otra parte, el pan partido y el vino repartido, evocan la rea-lidad del cuerpo muerto y de la sangre derramada. Pero no se tratade un puro y simple simbolismo, sino de una realidad. La Palabrade Dios: «esto es mi cuerpo», «esta copa es la nueva alianza sella-da con mi sangre», realiza lo que anuncia, ya que esa palabra essiempre eficaz (cf. Biblia para la iniciación cristiana, t. 2, p. 127).

LA MISA ES LA RENOVACIÓN DEL SACRIFICIO DEL CALVARIO

El Sacrificio de Cristo se completó en la Cruz, pero se con-tinúa en nuestros altares. En la Última Cena Jesús instituyó laEucaristía para que los hombres pudiesen unirse con Él y reno-var su sacrificio de un modo incruento. Por eso dijo: «Haced enmemoria mía», añadiendo que de esta manera anunciaban «la

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 97

muerte del Señor hasta que Él venga» (1 Co 11, 26). El Sacer-dote en la Santa Misa es «el mismo Cristo» que está gloriosoen los cielos, que actúa a través del ministro sagrado que es«otro Cristo» prestando su voz, su cuerpo y su vida misteriosa-mente al Señor. La Víctima es también Jesús presente por laConsagración en la Sagrada Eucaristía. A través de la Santa Mi-sa se aplican a los cristianos los méritos de Cristo. El ConcilioVaticano II enseña: «Nuestro Salvador en la Última Cena, lanoche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico desu cuerpo y de su sangre, con el cual iba a perpetuar por los si-glos hasta su vuelta el sacrificio de la Cruz y a confiar así a suEsposa, la Iglesia, el memorial de su Muerte y Resurrección:sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad,banquete pascual en el cual se recibe como alimento a Cristo».

«Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verda-dera bebida» (Jn 6, 55).

3. JESÚS ES JUZGADO

1. Juicio religioso

Jesús fue prendido mientras hacía oración en el Huerto de losOlivos hacia medianoche, aprovechando la traición de uno de susdiscípulos: Judas. Sin esperar al día siguiente, aquella misma no-che se reunieron muchos de los principales de los judíos para juz-garle. Llama la atención tanto el modo cómo le prendieron, de no-che, como la rapidez del falso juicio, como si no quisiesen quenadie le defendiese y así hallar una justificación para matarle, se-gún habían decidido.

Después de buscar diversos falsos testigos llegaron a la causaprincipal de su acusación: «El Sumo Sacerdote le dijo: “Te conju-ro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo deDios”. Dícele Jesús: “Tú lo has dicho, y os digo que un día veréisal Hijo del hombre sentado a la derecha del Padre y venir sobre las

98 Cristología breve

nubes del cielo”. Entonces el Pontífice rasgó sus vestiduras, di-ciendo: “Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de más testigos?Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?”. Ellos respondieron:“Reo es de muerte”» (Mt 26, 63-66).

El proceso termina con esta acusación de blasfemia. Pero elverdadero motivo del rechazo de Jesús por los jefes de Israel es quese presenta como el Mesías esperado y el Hijo de Dios.

Los judíos que le juzgaban no quisieron aceptar el testimoniode Jesús sobre sí mismo; con una ceguera culpable que les llevaráa mentir descaradamente en el juicio ante Pilato y a buscar el ase-sinato de Jesucristo. De esta manera se hicieron cumplidores de loanunciado por los profetas.

2. Juicio civil

Tras la condena por el Sanedrín, muy de mañana, llevaron a Je-sús ante el tribunal romano. Allí intentaron engañar al gobernadorromano diciendo que llevaban a Jesús para que le juzgase sobrecuestiones políticas. De esta manera se desembarazaban de Jesu-cristo y, además, comprometían a Pilato con la muerte de alguientan famoso ante el pueblo como Jesús.

a) Primer interrogatorio

Los judíos acusaron a Jesús de que «éste perturba a nuestranación y prohíbe pagar impuestos al César y que se llama a sí mis-mo Mesías Rey» (Lc 23, 2). Su secreta intención parece que eraconseguir un juicio rápido y sin comprobar demasiado las acusa-ciones. La mentira es clara en algunos temas como el de no pagarimpuestos, pues Jesús sí los pagó y había dicho que se debía dar alCésar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, con lo querespetaba en su debido ámbito la autoridad de los gobernantes.

Pilato interrogó a Jesús, que le responde: «Mi reino no es de es-te mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis soldados lucharíanpara que no fuera entregado a los judíos» (Jn 18, 36). Con ello,adaptándose a la mentalidad romana, le dice que su reinado es un

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 99

reino espiritual y no temporal o político. Luego, ante la insistenciade Pilato, le aclara en qué consiste su reino: «Tú dices que yo soyRey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; paradar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad, oye mivoz» (Jn 18, 37).

Después le insinúa al mismo Pilato que todo el que busca laverdad con sinceridad comprende las palabras de Cristo. Pilato cor-ta el interrogatorio con una frase llena de escepticismo: «¿Qué esla verdad?». Con ello da a entender que tampoco cree en Jesús.Después de esto le declara inocente de las acusaciones de los ju-díos: «Yo no encuentro en él ninguna culpa» (Jn 18, 38).

Lo lógico tras esta sentencia era conceder la libertad a Jesús, pe-ro Pilato es débil y quiere quedar bien ante los judíos que acusabana Jesús. Para ello utiliza el subterfugio de enviarle a Herodes, queestaba entonces en Jerusalén. La estratagema no dio resultado por-que Jesús no habló nada ante Herodes, que sólo quería ver un mila-gro del Señor. Cuando volvió Jesús ante Pilato, dada la insistenciade los judíos, intentó otro sistema de librar a Jesús contentando a to-dos: aprovechar que se concedía durante las fiestas la libertad de unpreso, para proponer que eligiesen entre Jesús y Barrabás, que eraun asesino. La sorpresa de Pilato fue grande cuando prefirieron aBarrabás, y no sólo los acusadores oficiales, sino una multitud quegritaba «Crucifícale». Ante este enfurecimiento, Pilato intenta untercer modo de calmar a los acusadores de Jesús: someterle al su-plicio directamente inferior a la crucifixión, que es la flagelación.Algunos de los que pasaban por este suplicio llegaban a morir o, sino era así, el cuerpo quedaba todo deformado y lleno de sangre, demodo que verlo movía a compasión. Una vez realizada la flagela-ción, Pilato colocó a Jesús —que además había recibido muchasburlas y llevaba una corona de espinas que se le clavaba en la ca-beza— ante el pueblo y dijo: «He aquí al hombre» (Jn 19, 6). Elpueblo no se movió a compasión, sino que gritaron: «Crucifícale,crucifícale». Pilato insistía en que no encontraba en Jesús culpa al-guna, pero entonces oyó de boca de los judíos el verdadero motivopor el que le querían matar: «Nosotros tenemos una Ley, y segúnesta Ley debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios» (Jn 19, 7).Cuando Pilato oyó estas palabras temió más.

100 Cristología breve

b) Segundo interrogatorio

Sorprendido por el odio que rodeaba al Señor, por la afirmaciónque hace Jesús de sí mismo y la paciencia con que lleva los padeci-mientos, Pilato interroga de nuevo a Jesús diciéndole: «“De dóndeeres tú?”. Y Jesús no le dio respuesta. Dícele entonces Pilato: “¿Amí no me respondes?, ¿no sabes que tengo poder para soltarte y po-der para crucificarte?”. Jesús respondió: “No tendrías poder sobremí si no te hubiera sido dado de arriba. Por esto, el que me ha en-tregado a ti tiene un pecado mayor”» (Jn 19, 9-1 l). La serenidad deJesús en aquellas circunstancias tiene un valor sobrehumano.

Pilato aduce que tiene poder, como si el poder fuese arbitrario,y pudiese hacer con él lo que le viniese en gana. Jesús le corrige di-ciendo que todo poder viene de Dios y de Él toda su fuerza; portanto, lo que tiene que hacer es ejercer su autoridad con justicia. Pi-lato se da cuenta de que allí se está librando una cuestión impor-tante, que debe juzgar según conciencia; entonces «buscaba soltar-lo. Pero los judíos gritaron y dijeron: “Si sueltas a ése, no eresamigo del César. Todo el que se hace rey contradice al César”» (Jn19, 12). Esta acusación era falsa, porque el reino espiritual no seopone al reino temporal, sino que es de otro orden. Pero Pilato fuedébil, se asustó ante las acusaciones y presiones de los judíos y ce-dió, condenando a Jesús, aunque buscó disculparse poniendo a Je-sús azotado delante de los judíos, diciendo: «He aquí a vuestrorey» (Jn 19, 15), como queriendo decir: ¿Qué mal os puede hacerun hombre tan pacífico? Pero los judíos llegaron a decir, contradi-ciendo sus mismos pensamientos: «No tenemos más rey que al Cé-sar» (Jn 19, 16). Entonces Pilato se lavó las manos delante de to-dos, y dijo: «Soy inocente de la sangre de este justo; vosotrosveréis» (Mt 27, 24). Y lo tomaron para crucificarlo.

La culpabilidad de Pilato es distinta de la de los judíos, pero éltambién fue culpable, porque permitió la muerte de un inocente an-te las presiones de que fue objeto.

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 101

4. CRUCIFIXIÓN

Tras la condena cargaron a Jesús con su cruz y te condujeron alCalvario, que es un monte que está fuera de la ciudad, junto a lasmurallas. Es significativo este hecho, porque cuando se debía hacerun sacrificio, según la Ley, por los pecados de todo el pueblo, se ha-cía fuera de la ciudad. Crucificaron al Señor entre dos ladrones.

Entre las palabras que dijo Jesús en la Cruz se pueden destacaralgunas que expresan mejor el verdadero motivo de la muerte delSeñor: «Y Jesús decía: “Padre perdónalos porque no saben lo quehacen”» (Lc 23, 34). Es la máxima expresión del perdón: perdonano sólo a los ejecutores materiales, sino a todos los culpables. LaCruz es un misterio de perdón. Al ladrón arrepentido que le pideentrar en su reino le dice: «En verdad te digo que hoy estarás con-migo en el paraíso» (Lc 23, 43). Luego declaró el sentido mesiáni-co del Salmo 21 al decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me hasabandonado?» (Mc 15, 34).

Por último dijo: «está cumplido» (Jn 19, 30), con lo que indicaque ha cumplido con toda justicia y con todo amor la voluntad delPadre de redimir a los hombres del pecado. Después, «dando unagran voz, expiró» (Mc 15, 37). Una vez muerto no le rompieron loshuesos como a los demás crucificados, cumpliéndose incluso enese detalle las profecías, y le atravesaron el corazón con una lanza,como había profetizado Zacarías.

Los evangelistas señalan cómo se cumplen, en la Pasión de Je-sucristo, diversas profecías del Antiguo Testamento. A la luz deesos anuncios se comprende mejor el significado de la Pasión y Muerte del Señor. Especial valor tienen los pasajes del profetaIsaías que hablan del Siervo de Yahvé. Nos presenta el profeta lafigura de un elegido de Dios, que tiene la misión de señalar a loshombres el camino recto e instruirles respecto a la conducta de suvida. Ello le llevará a declarar con valentía, lo que está bien y loque está mal.

Esta conducta de defensa de la verdad le atraerá ultrajes y des-precios que él acepta sin desfallecer, porque Yahvé le sostiene. Lavida intachable del Siervo y su doctrina le acarrearán incompren-

102 Cristología breve

sión, sufrimiento y persecución, hasta culminar en una muerte ig-nominiosa.

Pero, en realidad, se ha entregado a sí mismo por los pecado-res, cuyos pecados llevaba sobre sí, intercediendo por ellos. Diosha convertido ese sufrimiento expiatorio en la salvación de todos.Algunas de estas palabras de Isaías anticipan, con detalles muyconcretos, la Pasión de Jesús:

«Yo no me resistíni me hice atrás.Ofrecí la espalda a los que me golpeaban [...]Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos [...]Tan desfigurado tenía su rostro que no parecía hombre [...]Despreciado y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias como uno ante quien se oculta e/ rostro [...]¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevabay nuestros dolores los que soportaba!

Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas.Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus cardenales hemos sido curados [...]Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros.Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca.Como un cordero era llevado al degüello y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.Tras arresto y juicio fue arrebatado [...]por nuestras rebeldías fue entregado a la muertey a su muerte está con malhechores». (Is, 50-53)

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 103

1. El cumplimiento del Salmo 21

Este Salmo fue recitado o cantado por los israelitas durante mu-chos siglos antes de Cristo. Con él expresaban los sufrimientos delpueblo y la esperanza que tenían en Dios, que hace que todo resul-te provechoso para todos los que le aman.

Jesús oró en la Cruz al Padre con las palabras de este salmo:

«A media tarde, Jesús gritó: “¡Elí, Elí!, ¿Lamá sabaktani?”»(Es decir: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandona-do?»).

(Mt 27, 46. Ver Mc 15, 34)

Este grito de Jesús es el comienzo del Salmo 21, oraciónangustiosa del justo perseguido a muerte, aunque cargada deesperanza.

(Sal 21, 5-6-20)

Pero Jesús hace en este momento una proclamación abierta ypotente: todo lo que está sucediendo a su alrededor es el cumpli-miento de la Palabra de Dios, de la profecía contenida en el salmo:

«Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica».

(Sal 21, 19)

«Me taladran las manos y los pies, puedo contar mis hue-sos».

(Sal 21, 17-18)

«Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de lagente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí, hacen vi-sajes, menean la cabeza: “Acudió al Señor, que lo ponga a sal-vo; que lo libre si tanto lo quiere”».

(Sal 21, 7-9)

«¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?».

(Sal 21, 2)

104 Cristología breve

«Mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pe-ga al paladar».

(Sal 21, 16)

2. Evangelios

Reparto y sorteo del vestido.

(Jn 19, 23s; Mt 27, 35; Mc 15, 24: Lc 23, 34)

Crucifixión.

(Jn 19, 18; Mt 27, 35; Mc 15, 24: Lc 23, 33)

Burla y mofa despiadadas.

(Mt 27, 39-44: Mc 15, 29-32; Lc 23, 35-37)

Jesús proclama el cumplimiento del salmo.

(Mt 27, 46; Mc 15, 34)

En esta palabra y este salmo se muestra el abandono que expe-rimenta Jesús en su Pasión. Mas allá del dolor físico y de las hu-millaciones experimenta como un abandono del Padre, como unocultamiento de Dios a su alma humana. Aunque en su interior másíntimo se dé la presencia de Dios, siente la separación del Padreque es lo peor del pecado. El infierno es una autoexclusión delamor de Dios por parte de la voluntad libre y rebelde del pecador.Jesús experimenta esa separación en algún modo que le hace cla-mar con fuerte voz. Pero no cede en su entrega y acepta ese in-menso dolor anímico perseverando en el amor al Padre y a los pe-cadores.

«Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo había llega-do a su término, para que se cumpliera la escritura, dijo: “Ten-go sed”».

(Jn 19, 28; Mt 27, 48; Mc 15, 36; Lc 23, 36)

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 105

3. Tengo sed

«Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consuma-do, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”» (Jn 19,28). La cuarta y la quinta palabra hablan de un exceso de sufri-miento. La cuarta, además, habla de congoja interior. La quinta esmás humilde y lastimosa todavía; es el grito de la penuria física.Ahora ya no hay más que el grito del suplicio de la sed. Es el ge-mido extremo, arrancado a Jesús por el dolor físico tomando pala-bras de un texto mesiánico.

En el grito de la sed del Señor vemos un cuerpo que se ha de-sangrado gota a gota durante la flagelación y en las horas que lle-va clavado al madero. Jesús había dicho: «El que beba del aguaque yo le daré ya no tendrá sed jamás» (Jn 4, 14). ¿Por qué tienesed? Es una sed verdadera, física, material; la lengua como piedraseca y la garganta como un camino polvoriento. Es la palabra másradicalmente humana. Es la prueba definitiva de que está murien-do una muerte verdadera, de que en la cruz hay un hombre, no unfantasma.

Un soldado tiene piedad, y le ofrece posca, una mezcla de vi-no, vinagre y agua que apaga la sed. No ha entendido las otras pa-labras, pero ésta está más a su altura. «Había allí un vaso lleno devinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una cañade hisopo y se la acercaron a la boca» (Jn 19, 29). Y se cumple asíel salmo 68: «En mi sed me dieron a beber vinagre».Y Jesús tomael vinagre.

Es humilde hasta en el dejarse ayudar cuando el dolor es su-premo. Jesús ahora es el hijo que pide. Tantas veces socorrió las ne-cesidades de los débiles… Ahora pide que sean misericordiososcon él. No se trata de atender solamente las necesidades espiritua-les, también lo material nos lleva a ser más humanos.

Pero, más allá de la sed corporal, está la sed de almas. El Sal-mo 21 dice: «Mi garganta está seca como el barro cocido, y la len-gua se me pega al paladar». Siente sed del amor de todas las almas.

106 Cristología breve

4. Todo está consumado

«Cuando hubo gustado el vinagre dijo: “Todo está consuma-do”» (Jn 19, 30). Próxima ya la muerte, vuelve a aparecer el diálo-go con el Padre, y su alma se llena de nuevo de paz.

Sólo Cristo sabe hasta el fondo que esa voluntad del Padre esamor total, amor fontal, amor que engendra hijos, amor misericor-dioso. Sabe que, paralelo al amor del Hijo, tan palpable en su huma-nidad, hay un dolor del Padre. La perfección divina, su inmutabili-dad, es tan amorosa que sufre un dolor de amor que es perfecciónafectiva, no limitación. Jesús ve cómo la sabiduría del Padre res-peta la libertad del hombre, y, al verlo hundido por el pecado, in-capaz de superar la postración, da al Hijo y se da el Padre mismo.No quiso Dios que Abrahán consumase el sacrificio del hijo de lapromesa. Pero Él mismo no se ahorra ese dolor.

Y Jesús obedece la voluntad amorosa del Padre. Siempre obe-deció Jesús venciendo la desobediencia del pecado, pero ahora suobediencia es más valiosa porque la dificultad es máxima. De ahíla paz honda de quien ha obedecido, de quien sabe que el Padre es-tá satisfecho, de quien consuela al Padre.

La paz se entrevé en la sexta palabra: todo está consumado, heobedecido; he vencido al diablo; la desobediencia del diablo y deAdán está superada: el camino de la nueva vida está ya abierto.

5. El gran grito

Tras la constatación de la obra acabada llega el final: la muerte.Pero también la muerte es una entrega. «Y Jesús dando un gran gri-to dijo: “Padre en tus manos entrego mi espíritu”» (Lc 23, 46). Lagran voz manifiesta que aún tiene muchas fuerzas físicas, cuando lamuerte por crucifixión se producía por agotamiento. Jesús muereporque quiere; entrega su vida cuando él quiere. Pasa por el gradosiguiente de anonadamiento: la muerte. Ha dado la misma vida. Yse yergue, estirando manos y pies en un esfuerzo supremo. Llena lospulmones de aire y vuelve a llamar al Padre y se abandona en sus

Jesús, crucificado por la salvación de los hombres 107

manos. Ha dado su luz, su tiempo, sus energías, su afecto, su que-rer; pero le queda por dar la vida entera y experimentar la muerte.Esa muerte que entró por el pecado en el mundo y azota a los hom-bres. Cristo la va a hacer suya en acto de humildad total y experi-menta lo que es no tener vida, morir con muerte real. Tiene que ven-cer a ese enemigo de los hombres y va a vencerlo pasando por ella.

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Es una frasellena de sentido, que revela la lucidez y la libertad de la entrega enel sacrificio de Jesucristo. Es fácil suponer que la mirada de Jesússe dirige al cielo, al Padre, con el gozo doloroso de la labor acaba-da, de la misión cumplida hasta el final. Es lo que más le importa:satisfacer la Justicia y la Misericordia divinas. Excepto la primerapalabra, que es «Padre», las demás están sacadas del Salmo 30, yreflejan la oración de Jesús en aquellos momentos:

«En tus manos encomiendo mi espíritu.

¡Tú me has redimido, Dios de verdad!

Aborrezco los que observan vanidades mentirosas.

Me regocijaré y me alegraré en tu misericordia

porque has visto mi aflicción,

has conocido mi alma en las angustias».

Ésta era la oración silenciosa de Jesús en aquellos últimos mo-mentos: las ansias redentoras y misericordiosas del Padre y del Hi-jo unidos al Espíritu Santo.

Y el cuerpo se desploma, despojado ya del alma que lo sosteníacon un aliento de vida. Es la ofrenda del sacrificio total, del holo-causto. Lo ha dado todo para la salvación de los hombres. Y en lacruz sólo queda el cuerpo colgado de tres clavos y la cabeza caída.Cristo es ya un cadáver entre los hombres.

Muchos de los discípulos de Jerusalén están allí en esos mo-mentos. Han ido acudiendo poco a poco; los enemigos se han mar-chado. La consternación se une a la fe. Ayudan a la Madre y mirancasi con incredulidad lo que acaba de acontecer. Los corazones es-tán doloridos.

108 Cristología breve

6. Entregó el Espíritu

En la muerte, Jesús da lo más preciado de sí mismo: «... entre-gó el Espíritu» (Jn 19, 30). Da el Espíritu Santo al mundo. El Pa-dre escucha la petición del Hijo y envía también al Espíritu Santo,que hará efectiva y pública su presencia en Pentecostés. Una nue-va época en la historia de la humanidad ha comenzado. Ya estáconsumada la reconciliación, satisfecha toda justicia, ahora se da alDador de vida, al dedo del eterno Padre, al fuego de amor en elmundo. La historia de los hombres es desde ahora la historia de laacción del Espíritu Santo y la de las respuestas libres de los hom-bres.

Ahora que el Espíritu Santo ya ha sido enviado en su misiónconjunta con el Hijo, Jesús ya puede marchar. «Y bajó la cabeza yexpiró». La Redención se ha consumado y alcanza su plenitud enla Resurrección.

7. El velo del Templo

Al morir Jesús «el velo del Templo se rasgó en dos de arribaabajo» (Mc 15, 38). Era un velo grueso de gran tamaño. Ha acaba-do la antigua Alianza para comenzar una nueva en la sangre delcordero inmaculado que es Jesús. El velo del Templo separaba lomás sagrado del Templo de Dios, el Santo de los Santos, del restode estancias. Allí se veneraba la presencia de Dios. Sólo entraba enaquel recinto el Sumo Sacerdote en los días establecidos.

En el lugar santo estaban los panes de la proposición y el altarde los sacrificios. En lo más interno, llamado Santo de los Santos,estaba el incensario de oro, y había estado siglos antes el arca de laAlianza, toda cubierta de oro. En el arca había una urna de oro con-teniendo maná con el que Dios había alimentado a los judíos en eldesierto, y también la vara de Aarón, la que floreció ante Dios co-mo señal de elección divina. Se conservaban allí las tablas de laLey que recibió Moisés de parte de Dios. Sobre el arca, dos queru-bines de oro que se miraban y cubrían con sus alas la mesa de lospanes de la proposición.

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El velo rasgado fue la señal para los que estaban en el Temploy guardaban las cosas de Dios. Acababa de empezar un nuevo tiem-po, lo antiguo ya estaba acabado. El maná era cambiado por el Panvivo que es la Eucaristía. La Ley era llevada a su plenitud. La elec-ción era en el Hijo amado que se había entregado por los hombres.El sacrificio era cambiado por el sacrificio perfecto de la cruz en laque el Sacerdote es Cristo —hombre perfecto— que ofrece la vícti-ma perfecta —Él mismo— con un amor y una obediencia perfec-tos. Sacrificio agradable a Dios. La acción más trascendente y mássagrada que los hombres podían realizar en la tierra. Todo lo ante-rior eran figuras de lo que acababa de suceder; ése era su valor. Aho-ra ya no eran necesarios. Dios había abierto una alianza perfecta.

8. La tierra tembló

«Y la tierra tembló y las piedras se partieron; se abrieron lossepulcros, y muchos cuerpos de los santos, que habían muerto, re-sucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección deél, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos» (Mt 27,52). En medio de las tinieblas la muerte de Jesús tiene como un ecoen la tierra que tiembla. Se estremece el infierno y su rechazo deDios. Se estremecen los diablos que han sido definitivamente ven-cidos. Se estremece la muerte que ya no tiene poder sobre los hom-bres. Se estremece la tierra como si la creación no pudiese com-prender lo que acababa de ver en su creador que se entrega por loshombres. Así se celebra la victoria sobre la muerte. La muerte ab-sorbida por la vida. Así se cumplió lo profetizado: «¡Muerte! ¡Yoseré tu muerte!» (Os).

9. El centurión se convierte

«Al ver el centurión lo sucedido, dio gloria a Dios y dijo: “Es-te hombre era realmente justo”» (Lc 23, 47). Ha podido ser testigoprivilegiado de toda la pasión desde el Pretorio hasta el Calvario.Han sido tres horas llenas de intensidad que le abren los ojos. Juz-

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ga los sucesos desde su hombría de bien. Ve la injusticia de su je-fe Pilato, que condena a Jesús inocente ante la presión de los queodiaban al Señor. Ve la ira que como mar en tormenta llena a mu-chos de los sanedritas. Ve la masa del pueblo que clama contra Je-sús cuando poco antes lo alabó como hijo de David. Ve la enterezade Jesús ante tanto dolor y humillación y puede calibrarla. Puedever hasta qué punto llega la paciencia y la caridad. Ve que perdonay consuela al ladrón arrepentido, ve su desolación y escucha elgran grito al Padre. Observa con estupor las tinieblas que oscure-cen el sol. Y cuando la tierra se estremece se le hace la luz en lamente. Hasta entonces sólo ha visto al justo que es perseguido porlos enemigos. Ahora ve al Hijo de Dios.

«El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, alver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de gran temor y dije-ron: En verdad éste era Hijo de Dios» (Mt 27, 54). La fe ilumina aun hombre de bien, y el contacto de la cruz de Cristo le descubreel sentido de lo que está sucediendo.

10. La lanzada

«Como era la Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos enla cruz el sábado, pues aquel sábado era un día grande, los judíos ro-garon a Pilato que les quebraran las piernas y los quitasen. Vinieronlos soldados y quebraron las piernas al primero y al otro que habíasido crucificado con él. Pero cuando llegaron a Jesús, como le vie-ron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los sol-dados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre yagua» (Jn 19, 31-34). Fue entonces, cuando un soldado abrió laquinta herida en el cuerpo de Jesús. Con un golpe certero, de manoexperta, le atravesó el corazón, y de él manó sangre y agua.

La quinta herida no es una herida de dolor, no busca matar ohacer sufrir. Jesús ya estaba muerto. Tampoco es solamente el de-seo de certificar su muerte. Parece un acto de compasión del sol-dado hacia el crucificado y hacia su Madre, que estaba al pie de lacruz. La costumbre era certificar la muerte de los condenados, rom-piéndoles las piernas. Así se garantizaba la asfixia y se aceleraba la

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muerte. La escena sería terrible para todos. El centurión se compa-dece de María y querría ahorrarle un último sufrimiento. Cumplesin saberlo las profecías: «No le será quebrado ni uno solo de sushuesos» y «mirarán al que atravesaron».

Aquel soldado hace posible, al abrirle el costado, que Jesúsmuerto diga su última palabra sin palabras: «Lo he dado todo porvosotros, hasta la última gota de la sangre de mi corazón». ¡Ahoraya sabéis lo que es el Amor!

Juan añade su testimonio ocular: «El que lo vio da testimonio,y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para quetambién vosotros creáis» (Jn 19, 35).

La sangre y agua que brota del costado abierto tienen un gransignificado, además de ser el certificado de su muerte y de su do-nación hasta la última gota. La sangre muestra el perdón divino quese derrama sobre los hombres en la nueva Alianza. El agua es elmedio para acceder a esa nueva vida: muestra el bautismo que bo-rra todos los pecados hasta el pecado original y hace hijos de Dios.Hijos en el Hijo, renacidos de la muerte del pecado para ser miem-bros de Cristo.

11. José de Arimatea, audaz y piadoso, entierra a Jesús

Los cuerpos de los crucificados eran arrojados a la fosa común.La infamia continuaba después de la muerte. No sucedió así conJesús gracias a la audacia y al amor de José de Arimatea. «Y llega-da la tarde, puesto que era la Parasceve, que es el día anterior al sá-bado, vino José de Arimatea, miembro ilustre del Consejo, quetambién él esperaba el Reino de Dios y, con audacia, llegó hasta Pi-lato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hu-biera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si efectivamen-te había muerto. Cerciorado por el centurión entregó el cuerpo aJosé. Entonces éste, habiendo comprado una sábana, lo bajó y loenvolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavadoen una roca e hizo arrimar una piedra a la entrada del sepulcro»(Mc 15, 42-46).

112 Cristología breve

El sepulcro era de José de Arimatea, era nuevo y lo había man-dado excavar en la roca (Mt 27, 60). Este José «era un varón bue-no y justo, miembro del Sanedrín, el cual no había consentido a sudecisión y a sus acciones» (Lc 23, 50-51). Le acompaña Nicode-mo, y ambos junto a Juan ungen el cuerpo de Jesús con aromas,una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras (Jn 19, 39).

Los acontecimientos han ocurrido con rapidez en aquel viernessanto. José de Arimatea y Nicodemo nada pueden hacer ante Pila-to y el griterío de la masa. Y contemplan el cortejo de la cruz. Pue-den ver desde cerca la muerte, las tinieblas, el terremoto, el grangrito, los resucitados. Y un pensamiento se hace claro en su mente:¿qué sucederá con el cadáver? No puede ser que no reciba una se-pultura digna y sea arrojado a la fosa común. Y piensa José en susepulcro cavado en la roca viva, en la sábana para envolver el cuer-po de Jesús, así como en los ungüentos para preparar el cadáver lomejor posible. Cuando le llega la noticia de la muerte de Jesús acu-de con su autoridad a pedir a Pilato el cuerpo. Pilato, confuso porlos acontecimientos, tiene el acierto de certificar la muerte de aquelinocente crucificado, y llama al centurión. Éste le asegura que estámuerto, y Pilato da el permiso.

José de Arimatea acude con prisa al Calvario junto a Nicode-mo, y ayudados por Juan desclavan el cuerpo de Jesús. Uno deellos abraza el cuerpo junto a la cruz, los otros dos desclavan la ma-no derecha que cae sobre el que sujeta el cuerpo; después suben denuevo la escalera para separar el clavo de la mano izquierda, y elcuerpo entero cae sobre el que lo sujeta por la cintura. Con lienzossujetan por las axilas el cuerpo de Jesús y lo descienden con cui-dado, como si pudiesen lastimarlo después de tanto dolor.

Después lo entregan a su Madre, que lo recibe en su seno co-mo cuando era niño. María llora sobre el cuerpo de su Hijo, sus lá-grimas se juntan con la sangre que cubre como un manto real alcuerpo de Jesús. Cuesta separarla del hijo tan querido. Por fin lohacen, y lavan el cuerpo y separan la corona de espinas, que guar-dan con los clavos y el paño en la cintura que llevaba el crucifica-do. Le ponen apresuradamente algo de los muchos ungüentos quellevaban, más de treinta kilos, y lo conducen al sepulcro. Allí con-suman el acto de piedad del enterramiento. Rodean el rostro de Je-

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sús con un sudario, colocan unas monedas en los ojos, según lacostumbre, y lo envuelven en una sábana de lino que rodea todo elcuerpo. Lo depositan sobre una roca en el centro del sepulcro. Sa-len de la concavidad y, con esfuerzo, colocan la gruesa roca quecierra la sepultura. Se renueva el llanto y el lamento de María. To-dos callan y la conducen de nuevo al Cenáculo.

Sin nada vino Jesús al mundo, y sin nada marcha de él: hasta elsepulcro es de otro. Cavado en la roca, sin ser usado por nadie, co-mo un nuevo seno virginal. Y al hacerse de noche se retiran paracumplir la legislación del sábado.

José de Arimatea fue prudente al actuar con audacia. Quizátambién lo fue cuando era discípulo oculto de Jesús. Es muy posi-ble que su fe en Jesús fuese débil al principio y se uniese el deseode ayudar desde dentro del Sanedrín con un cierto temor a las con-secuencias de declararse de un modo manifiesto seguidor de aquelque se llamaba el Cristo. Eso es lo que insinúa Juan en el Evange-lio. Lo cierto es que la cruz le quita cualquier tipo de temor o de per-plejidad. Sabe descubrir en la cruz el Sacrificio de la Nueva Alian-za. Una vez iluminada la fe, ¿de qué sirven las tácticas y cálculos?

José de Arimatea y Nicodemo estaban en los centros de poderde Israel y debían ser prudentes. Su prudencia les llevó a decisio-nes distintas cuando la situación cambió. Ante Cristo muerto en lacruz desaparecen todas las estrategias humanas.

El sepulcro vacío se convierte en el primer sagrario material.María Santísima fue el primer sagrario vivo, virginal y lleno deamor. El sepulcro no ha sido usado por nadie. Ahora un sepulcro esel sagrario que contiene por un tiempo el cadáver de Jesús unido ala divinidad, pero separado del alma, que desciende a los infiernosa llevar la salvación a los justos del tiempo anterior, tiempo de lapaciencia de Dios.

En el momento de la muerte libremente querida, Jesús entregaal mundo su don más preciado: el Espíritu Santo que será el dadorde vida divina a los hombres en un acto de amor reconciliado.

114 Cristología breve

5. MOTIVOS DE LA MUERTE DE JESUCRISTO

Jesús muere crucificado por «nosotros los hombres y por nues-tra salvación», así lo expresa el Credo. La causa de todos los su-frimientos humanos es el pecado. Con el pecado el hombre se enfrenta a Dios y destruye la armonía de su amistad con Él. Con-secuencias de ese pecado son la muerte, el dolor y tener que so-portar la tiranía de Satanás. Jesucristo supera todas estas esclavitu-des de la manera que expresa mejor el Amor divino: pagando Élmismo por nuestros pecados. Sólo Dios podía redimir al hombre desu esclavitud, porque el hombre había rechazado por el pecado lavida divina, de la que Dios le había hecho partícipe.

Jesucristo pagará la deuda en cierto modo infinita, al ser Dios elofendido. San Pablo resume así la Redención: «Dios probó su amorpor nosotros en que siendo pecadores, murió Cristo por nosotros»(Rom 5, 8). San Juan, a su vez, dice: «Tanto amó Dios al mundo quele dio a su Hijo Unigénito para que no perezca» (Jn 3, 16).

Este amor se manifiesta además como obediencia, cosa lógicaporque el pecado se produjo por desobediencia: «Así como por ladesobediencia de un solo hombre, muchos se constituyeron peca-dores, por la obediencia de uno muchos se constituirán en justos»(Rom 5, 19).

«En la pasión y muerte de Cristo —en el hecho de que elPadre no perdonó la vida a su Hijo, sino que lo “hizo pecadopor nosotros”— se expresa la justicia absoluta, porque Cristosufre la pasión y la cruz a causa de los pecados de la humani-dad. Esto es incluso una “sobreabundancia” de la justicia, yaque los pecados del hombre son “compensados” por el sacrifi-cio del Hombre-Dios».

(Juan Pablo II, Dives in misericordia, 7)

6. LA MUERTE DE JESÚS ES UN SACRIFICIO

Sacrificio es: una ofrenda hecha a Dios como señal de adora-ción, agradecimiento, expiación por los pecados, y petición de

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bendiciones. El sacrificio es completo cuando incluye la inmola-ción de la víctima ofrecida. Todo sacrificio requiere que haya unsacerdote y una víctima. Esto es común para todas las religionesque realizan, de diversas maneras, estas acciones sagradas. Israeltenía prescritos en la Biblia de una manera muy detallada cómo de-bían ser sus sacrificios. Entre estos sacrificios era muy importanteel del cordero pascual, que recordaba la salvación del pueblo ele-gido de la opresión de los egipcios; también existía un sacrificio decomunión en que se ofrecía pan a Dios; los sacrificios por los pe-cados del pueblo se realizaban fuera de la ciudad, y un sacrificioespecialmente importante era el sacrificio llamado de holocausto,que consistía en una destrucción total de la víctima ofrecida a Dios.

Estos sacrificios tenían una parte exterior que incluía la ofren-da y la inmolacíón. Pero era necesario, para que resultaran agrada-bles a Dios, que fuesen también un sacrificio interior, es decir, quelas disposiciones interiores de los que ofrecían el sacrificio fuesende amor y de sumisión a Dios.

Jesucristo en la Cruz realizó un sacrificio perfecto. Como Sacer-dote intercedió por los hombres. Como Víctima se entregó por lospecados de los demás. Además, como hubo inmolación, pues llegóhasta la muerte, se puede decir que fue un auténtico holocausto.

Según Santo Tomás de Aquino: «... la Pasión, considerada departe de los que dieron muerte a Cristo es un crimen; pero consi-derada por parte de Cristo que la sufrió fue un sacrificio» (SumaTeológica, III, 9-48, a. 3 ad 3).

«Cristo, en cuanto hombre que sufre realmente y de modoterrible en el Huerto de los Olivos y en el Calvario, se dirige alPadre, a aquel Padre, cuyo amor ha predicado a los hombres,cuya misericordia ha testimoniado con todas sus obras. Pero nole es ahorrado —precisamente a Él— el tremendo sufrimientode la muerte en cruz: “a quien no conoció el pecado, Dios lehizo pecado por nosotros”, escribía San Pablo resumiendo enpocas palabras toda la profundidad del misterio de la cruz y ala vez la dimensión divina de la realidad de la redención».

(Juan Pablo II, Dives in misericordia, 7)

116 Cristología breve

El Credo del Pueblo de Dios dice: «Creemos que NuestroSeñor Jesucristo nos redimió por el sacrificio de la Cruz del pe-cado original y de todos los pecados personales cometidos porcada uno de nosotros de manera que sí, mantenga verdadera laafirmación del Apóstol: donde abundó el delito, sobreabundó lagracia» (n. 17).

Redimir significa volver a comprar, devolver la libertad. Entrelos hebreos significaba aún más, pues era tomar la deuda ajena co-mo propia. Jesús realiza una redención perfecta de la esclavitud delpecado, causa de todas las esclavitudes. Por eso Jesús dice: «El Hi-jo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar la vi-da para la redención de muchos» (Mc 10, 45).

La Redención cristiana consiste en la reconciliación con Dios,y en una liberación de las ataduras del diablo y del pecado. San Pe-dro exhorta a los cristianos a la santidad diciendo: «No habéis sidorescatados de vuestra vana conducta con oro y plata sino con lapreciosa sangre de Cristo, cordero inmaculado e incontaminado»(1 Pe 1, 18).

En la Redención actúan tanto la misericordia divina como sujusticia. Por la misericordia Dios se vuelca sobre las miserias hu-manas sanándolas y perdonándolas. Por la justicia satisface y re-compone el orden roto por el pecado. Tras la Redención se recu-pera la armonía entre Dios y el hombre, aunque cada uno debe

Capítulo VIII

Jesucristo es el redentordel hombre

apropiarse de los méritos de Cristo con su correspondencia a lagracia.

La conducta de Nuestro Señor contrasta vivamente con la ten-dencia de los hombres al placer, a la comodidad. Esto es hoy espe-cialmente agudo, como consecuencia del progreso material, tecno-lógico, que no es disfrutado con un criterio ético.

Los cristianos han de imitar a Jesucristo. En primer lugar parahacer penitencia de sus propios pecados y por los demás, hacién-dose corredentores. También para dar ejemplo y ser luz y sal delmundo. Por último, porque el uso desmedido de las cosas de la tie-rra, lejos de dar la felicidad, hace insatisfechos y desgraciados.

Se hizo por nosotros obediente hasta la muerte y muerte decruz.

1. LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

Los evangelistas nos han transmitido los hechos de la Resu-rrección. No pretenden hacer una historia detallada de lo que pasó,sino contar lo que vieron y lo que se convirtió en el fundamento desu fe. San Pablo expresa así esta Tradición:

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os he predicado[...] Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había re-cibido fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, segúnlas Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, se-gún las Escrituras; y que se apareció a Cefas, luego a los Doce;después se apareció una vez a más de quinientos hermanos, delos cuales muchos permanecen todavía, otros murieron.

Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los Após-toles. Y en último término, se me apareció también a mí.

(1 Co 15, 1-8)

118 Cristología breve

La Resurrección de Jesucristo es, por tanto, el misterio centralde la predicación de los Apóstoles y sus colaboradores.

Los Apóstoles basarán la veracidad de su predicación en queson testigos de los hechos. Así se ve en los tres discursos de SanPedro que recogen los Hechos de los Apóstoles: «A este Jesús,Dios lo resucitó y todos somos testigos de ello» (Hch 2, 32).

2. LAS NARRACIONES EVANGÉLICAS DE LA RESURRECCIÓN

Las narraciones de la Resurrección son de una gran esponta-neidad y realismo. En todas ellas se manifiesta la honda impresiónque causaron aquellos hechos en los que los narran. El mismo mo-do de contarlo revela que intentan ser lo más fieles posible a loshechos de los cuales han sido testigos. El fundamento de su pre-dicación posterior será precisamente que son testigos de la Resu-rrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se puede decir con certezaque las narraciones evangélicas corresponden al género narrativohistórico, aunque no pretenden hacer historia como la haría un pro-fesional de esta ciencia, pues sólo narran experiencias directas. Elmotivo central de todas las descripciones de la Resurrección quecontienen los Evangelios es mostrar la propia fe y mover a los quelas lean a aceptar la fe en Jesús resucitado.

La exposición más acabada de lo dicho la encontramos en laprimera carta a los Corintios, que es, probablemente el escrito másantiguo que conservamos acerca de la Resurrección.

«Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos,¿cómo andan diciendo algunos de entre vosotros que no hay re-surrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tam-poco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestrapredicación, vana también vuestra fe. Además, seremos falsostestigos de Dios, porque contra Dios testificamos que ha resuci-tado a Cristo, a quien no resucitó [...] ¡Pero no! Cristo ha resu-citado de entre los muertos.

(1 Co 15, 12-20)

Jesucristo es el redentor del hombre 119

Por eso la Iglesia «ha mantenido y sigue manteniendo con fir-meza y gran constancia, que los cuatro mentados Evangelios, cuyahistoricidad afirma sin vacilación alguna, transmiten fielmente loque Jesús, Hijo de Dios, hizo y enseñó realmente mientras vivióentre los hombres» (Dei Verbum, 19).

Los relatos de la Resurrección, por tanto, no son el resultado deuna pura elaboración desde la fe, sino la exposición, con ligeras va-riantes, de lo que vieron y vivieron y luego contaron los testigosoculares. No es posible que ningún cristiano se atreviera a inventarhechos referentes a la Resurrección del Señor, entre otros motivosporque cuando se escribieron los Evangelios, aún vivían la mayo-ría de los que habían presenciado esos hechos y se sabían respon-sables de transmitirlos con fidelidad.

«Indudablemente, después de la ascensión del Señor los Após-toles transmitieron a sus oyentes lo que Él había dicho y hecho, conaquella más plena inteligencia de que gozaban, instruidos que fue-ron por los acontecimientos gloriosos de Cristo y enseñados por laluz del Espíritu de verdad. Mas los autores sagrados redactaron loscuatro evangelios seleccionando algunas cosas de entre las muchasque ya se habían transmitido oralmente o por escrito, reduciendootras a síntesis, o explanándolas de acuerdo con el estado de lasiglesias, manteniendo, finalmente, la forma de la predicación demanera, en todo caso, que nos comunicaran la verdad sincera acer-ca de Jesús. Y es así que escribieron, ora apoyados por su propiamemoria y recuerdo, ora por el testimonio de “los que desde el prin-cipio fueron testigos oculares y ministros de la Palabra”, con inten-to de que conozcamos la “firmeza” de las palabras en que hemos si-do instruidos» (cf. Lc 1, 2-4; Dei Verbum).

«... se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Oncey a los que estaban con ellos, que decían: “¡Es verdad! ¡El Señorha resucitado y se ha aparecido a Simón!”» (Lc 24, 33-34).

1. Jesús había predicho su Resurrección

Junto al anuncio de su Pasión y Muerte Jesús predijo tres vecessu Resurrección. La primera fue en Cesarea de Filipo cuando, tras

120 Cristología breve

la confesión de Pedro dijo: «Es necesario que el Hijo de Dios su-fra mucho, y que los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y losescribas lo reprueben y que muera y al tercer día resucite» (Lc 9,22). La segunda vez fue después de la Transfiguración del Señorante Pedro, Juan y Santiago en que se manifestó ante ellos con uncuerpo glorioso cuando les dijo: «A ninguno les digáis esta visiónhasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos» (Mt 17,9). La tercera ocurrió subiendo hacia Jerusalén, cuando tomandoaparte a los Doce, les dijo: «“Mirad: subimos a Jerusalén, y se cum-plirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo delhombre, que será entregado a los gentiles, y escarnecido, e insulta-do, y escupido, y después de haberle azotado, le quitarán la vida, yal tercer día resucitaré”. Pero ellos no entendían nada de esto, erancosas ininteligibles para ellos y no entendían lo que les decía» (Lc18, 31-34).

También se lo había profetizado a los judíos de una maneramás velada cuando les dijo: «“Destruid este templo y en tres díaslo levantaré”. Dijéronle los judíos: “En cuarenta y seis años se edi-ficó este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Mas Él ha-blaba del templo de su cuerpo. Cuando resucitó de entre los muer-tos, se acordaron sus discípulos que había dicho esto, y creyeron enla Escritura, y en la palabra que había dicho Jesús» (Jn 2, 19-22).

2. Los relatos sobre la Resurrección

a) El sepulcro estaba vacío al tercer día

Los Apóstoles y los discípulos se dispersaron y huyeron du-rante la crucifixión. Estaban llenos de temor y no recordaron laspredicciones de Jesús sobre su Muerte y su Resurrección. En cam-bio, los fariseos y los príncipes de los sacerdotes sí recordaron laspalabras del Señor. Por eso dijeron a Pilato: «Señor, nos hemosacordado de que aquel impostor dijo cuando aún vivía: “Resucita-ré después de tres días”. Manda, pues, custodiar el sepulcro hastael día tercero, no sea que vengan los discípulos, lo roben y digan alpueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. Y será la última im-

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postura peor que la primera. Díjoles Pilato: “Ahí tenéis la guardia;id y guardadlo como vosotros sabéis”. Ellos pusieron guardia al se-pulcro después de haber sellado la piedra» (Mt 27, 63-66). Sus pla-nes tuvieron un resultado totalmente opuesto a lo que habían pre-visto, pues así ya no era posible decir que los discípulos habíanrobado el cadáver.

El domingo, muy de mañana, María Magdalena y otras muje-res fueron al sepulcro a embalsamar el cuerpo de Jesús, después dehaber guardado el descanso sabático. Cuando caminaban no sabíancómo podrían remover la piedra que cerraba el sepulcro, porqueera muy grande. Al llegar vieron la piedra rodada a un lado, pero«al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús» (Lc 24, 3).

Previamente a su llegada, cuenta San Mateo que «se produjoun gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, acer-cándose, apartó la piedra y se sentó en ella. Su rostro era como elrelámpago y su vestido blanco como la nieve. Por el miedo a él, losguardias se desplomaron y quedaron como muertos» (Mt 28, 2-4).Cuando fueron a decírselo a los pontífices, éstos dieron bastante di-nero a los soldados para que dijesen que se habían dormido, y en-tonces los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús (Mt 28, 11-15). Se trataba de una mentira muy burda, porque unos soldadosdormidos no pueden saber lo que pasó mientras dormían, y si seenteraron y no defendieron el sepulcro, incumplieron su misión yentonces no tenían por qué darles una fuerte cantidad de dinero.

Ante el sepulcro vacío las mujeres tuvieron diversas reaccio-nes. María Magdalena corrió a buscar a Pedro y Juan, para avisar-les: «Han robado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo hanpuesto» (Jn 20, 2). Las demás mujeres parece que permanecieronmás tiempo en el sepulcro llenas de sorpresa. Entonces se les apa-recieron unos ángeles que les dijeron: «No está aquí, resucitó co-mo dijo» (Mt 28, 6). Luego les mandaron que fuesen a los discí-pulos y se lo dijesen. Se llenaron de temor y alegría, y fueronrápidamente a cumplir este mandato. A los discípulos «les parecie-ron estas palabras como delirio y no las creyeron» (Lc 24, 11).

Pedro y Juan, al ser avisados, corrieron al sepulcro y lo vieronvacío; el sudario y la sábana estaban plegados. San Juan Evange-

122 Cristología breve

lista llegó primero «vio y creyó» (Jn 20, 9). Pedro llegó despuésvio y solamente se maravilló.

Es de notar en estos hechos iniciales la desconfianza de los dis-cípulos y de las mujeres. Su incredulidad primera da más fuerza asu fe posterior, ya que fortalece la verificación de los hechos, ale-jando la posible argucia de que fuese una alucinación.

b) Apariciones del primer día

1. Aparición a María Magdalena. María Magdalena llegó alsepulcro por segunda vez, cuando ya se habían marchado Pedro yJuan. Estaba fuera del sepulcro y lloraba. Entonces se le aparecie-ron dos ángeles que intentaron consolarla, pero seguía llorando.Después tras ella se apareció el mismo Jesús resucitado. María leconfundió con el jardinero y le dijo que si sabía dónde estaba elcuerpo de Jesús se lo dijese. Jesús le dijo: «“¡María!”. Ella se vuel-ve y le dice en arameo: “Rabbuní”, que quiere decir “Maestro”»(Jn 20, 16). Después le dice Jesús: «Ve a mis hermanos y diles:“Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”.María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Se-ñor, y las cosas que le dijo”» (Jn 20, 17-18).

«¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es, encierto sentido, la última palabra de su mensaje y de su misiónmesiánica? Y, sin embargo, ésta no es aún la última palabra delDios de la Alianza: esa palabra será pronunciada en aquella al-borada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después,venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacíay proclamarán por vez primera: “Ha resucitado”. Ellos lo repe-tirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado».

(Juan Pablo II, Dives in misericordia, 8)

2. Aparición a los Apóstoles. Estando reunidos los diez —puesfaltaba Tomás— sin abrirse las puertas, se apareció ante ellos en elCenáculo y les dijo: «“La paz sea con vosotros”. Quedaron sobre-

Jesucristo es el redentor del hombre 123

cogidos y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo:“¿Por qué os turbáis y por qué dudáis en vuestros corazones? Vedmis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved. Un espírituno tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Como siguiesenincrédulos por la alegría y admirados, añadió: “¿Tenéis algo que co-mer?”. Y ellos le dieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comiódelante de todos» (Lc 24, 36-43). San Marcos precisa que les «re-prendió por su incredulidad y dureza de corazón, pues no habíancreído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos»(Mc 16, 14). Después Jesús sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Es-píritu Santo. A quienes perdonarais los pecados les serán perdona-dos. A quienes los retuvierais, les serán retenidos» (Jn 20, 22-23).

3. Aparición a los discípulos de Emaús. Al caer la tarde deldomingo en que resucitó Jesús, dos de los discípulos se marchabana su aldea, llamada Emaús. Volvían desesperanzados por los acon-tecimientos de aquellos días y el triste final de la muerte de Jesús.Jesús se apareció a ellos mientras caminaban, aunque no le reco-nocieron. Al caminar, Jesús les interrogó por la causa de su triste-za, y ellos al contárselo descubrieron también que su fe en Jesús erainsuficiente, pues esperaban un Mesías rey que les librase del yu-go de los romanos. Jesús aprovechó sus palabras para explicarlesel sentido de las Escrituras, y que convenía que sucediese de aque-lla manera como lo habían anunciado los profetas. Además se loexplicó de tal modo, que después comentaron que les ardía el co-razón mientras les explicaba las Escrituras. Al llegar a la aldea, leinvitaron a cenar, y al partir el pan le reconocieron. Entonces desa-pareció de su presencia. Ellos volvieron a Jerusalén a contar lo su-cedido (Lc 24, 13-35). Los demás les dijeron también: «El Señorha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón» (Lc 24, 34).

Es de notar en todos estos testimonios la insistencia en dejarconstancia tanto de la incredulidad que manifestaban inicialmentelos discípulos, como del realismo de las apariciones; por ello insis-ten en que Jesús comió, le tocaron, le oyeron, y no sólo le vieron.

La Resurrección es la victoria de Cristo sobre la muerte ysobre sus causas: el pecado y el diablo.

124 Cristología breve

c) Otras apariciones

Durante los cuarenta días que estuvo Jesús en la tierra despuésde resucitar, se manifestó varias veces a los suyos «dándoles mu-chas pruebas de que vivía, apareciéndoseles en el espacio de cua-renta días, y hablándoles del Reino de Dios» (Hch 1, 3). Las quecuentan los Evangelios son:

1. Segunda aparición a todos los Apóstoles. El domingo si-guiente a la Resurrección Jesús se apareció de nuevo a los Apósto-les. En esta ocasión estaba Tomás con los otros y superó la incre-dulidad que había manifestado ante las manifestaciones de los diez,haciendo un acto de fe explícito en Jesús como Señor y como Dios.Ello dio pie a que Jesús enunciase la última bienaventuranza, quecomprendía a todas las demás: «Bienaventurados los que sin habervisto creyeron» (Jn 20, 29).

2. Segunda pesca milagrosa. Los discípulos obedecieron a Je-sús y fueron a Galilea. Encontrándose juntos Simón Pedro, Tomás,Natanael, Santiago, Juan y otros dos discípulos, salieron a pescar.Aquella noche no pescaron nada. Al amanecer Jesús se apareció enla orilla —estaban como a cien metros— y les dijo: «“Muchachos,¿tenéis algo de comer?”. Ellos respondieron: “No”. Entonces él lesdijo: “Echad la red hacia la parte derecha y encontraréis”. Los dis-cípulos obedecieron, la echaron y no podían sacarla por la grancantidad de peces. El discípulo a quien el Señor amaba, dijo en-tonces a Pedro: “Es el Señor”» (Jn 21, 5-7).

3. Rehabilitación de San Pedro. Después de la pesca los discí-pulos fueron con Jesús a la orilla, allí «ven puestas brasas y un pezencima y pan» (Jn 21, 9). Cuando comieron, Jesús hizo una tripleinterrogación a Pedro diciéndole: «¿Me amas?». Ante la triple res-puesta afirmativa, Jesús le dice sucesivamente: «Apacienta miscorderos, apacienta mis ovejas» (Jn 20, 15-17). Al constituirle co-mo pastor de la nueva grey que será la Iglesia, confirma la prome-sa de que Pedro será la roca sobre la que construirá su Iglesia. Tan-to San Pedro como sus sucesores serán los vicarios de Cristo en latierra.

Jesucristo es el redentor del hombre 125

d) La Ascensión: Última aparición

Los discípulos se reunieron en un monte de Galilea como leshabía mandado Jesús. Allí el Señor les dio los últimos consejos, en-comendándoles un mandato importante: la obligación de extenderpor todo el mundo la Buena Noticia que Cristo había traído a la tie-rra. Sus palabras fueron: «Me ha sido dado todo el poder en el cie-lo y en la tierra. Id, pues, enseñad a todas las gentes bautizándolasen el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándo-les a observar cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotroshasta la consumación de los siglos» (Mt 28, 16-20). Después «al-zó sus manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó deellos y fue llevado al cielo» (Lc 24, 50-51), hasta que «una nube locubrió a sus ojos» (Hch 1, 9). San Marcos añade: «Y se sentó a laderecha de Dios Padre» (Mc 16, 19). Con estas palabras indica elcumplimiento de las profecías y la glorificación de Jesús.

«El misterio pascual es Cristo en el culmen de la revelacióndel inescrutable misterio de Dios. Precisamente entonces secumplen hasta lo último las palabras pronunciadas en el Cená-culo: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Efectiva-mente, Cristo, a quien el Padre «no perdonó» en bien del hom-bre y que en su pasión, así como en el suplicio de la cruz, noencontró misericordia humana, en su resurrección ha reveladola plenitud del amor que el Padre nutre por Él y, en Él, por to-dos los hombres. “No es un Dios de muertos, sino de vivos”.En su resurrección Cristo ha revelado al Dios del amor miseri-cordioso, precisamente porque ha aceptado la cruz como víahacia la resurrección. Por esto —cuando recordamos la cruz deCristo, su pasión y su muerte— nuestra fe y nuestra esperanzase centran en el Resucitado: en Cristo que “la tarde de aquelmismo día, el primero después del sábado [...] se presentó enmedio de ellos” en el Cenáculo, “donde estaban los discípulos[...] alentó sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo; aquienes perdonéis los pecados les serán perdonados y a quieneslos retengáis les serán retenidos”».

(Juan Pablo II, Dives in misericordia, 8)

126 Cristología breve

3. SENTIDO DE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN

En la Resurrección de Jesús, el Padre le otorga una vida nueva.Su resurrección no consiste solamente en la reunión del alma alcuerpo separadas por la muerte, sino que vive una vida para no mo-rir, una vida con unas características nuevas: la impasibilidad delcuerpo, una relación diversa con el espacio y el tiempo, y, sobre to-do, una glorificación que se advierte en el gozo y la alegría pre-sentes en todas sus apariciones a los discípulos. Jesús como Hom-bre vive una vida humana divinizada. Esa vida es la que transmitiráa largo de los siglos a los hombres, pues es la Cabeza del Cuerpomístico formado por hombres libres y Cristo con el Espíritu Santoy el Padre.

Resumiendo podemos sintetizar los efectos de la Resurrecciónen tres:

1. Glorificación de la Humanidad de Jesús.

2. La filiación divina de los que crean y vivan la caridad.

3. La divinización de la materia, preludio de los nuevos cielosy la nueva tierra, que realizamos aquí en la tierra los hom-bres con el trabajo.

Con la Ascensión se acentúa la glorificación de Jesús y se le datodo el poder junto al Padre como Hombre. Cristo es Rey y Sacer-dote eterno. En la tierra se inaugura el tiempo de la Iglesia espe-cialmente con el envío del Espíritu Santo que dará la vida nueva alos hombres y los formará según su docilidad en «otros Cristos»,repartiendo además los carismas para hacer efectivo el mandatoimperativo de Cristo de ir a todo el mundo predicando y bautizan-do a todos los pueblos. El final de la historia se realizará cuando secompleten el número de los elegidos y Cristo venga por segundavez a la tierra con todo el poder y toda la gloria a juzgar a los hom-bres y a restaurar toda la creación en la instauración plena del Rei-no de Dios, en que reine la paz, la justicia, el amor y la verdad, e,incluso, el último enemigo que es la muerte será vencido definiti-vamente.

Jesucristo es el redentor del hombre 127

1. Sentido de la Resurrección de Jesucristo. La realidad de la Resurrección

Aunque el suceso mismo de la Resurrección de Jesucristo sólolo ha presenciado Dios, los hechos que perciben los discípulos sonsuficientes como para que se pueda decir que la Resurrección delSeñor es una realidad. El sepulcro vacío y las apariciones son he-chos que la historia no puede ignorar. Dios quiso que los testigosque «Él había designado» pudieran tener una evidencia que les per-mitiera dar testimonio ante los demás.

Los que han negado el gran milagro de la Resurrección se hanaferrado a diferentes argumentaciones, que en el fondo coincidenen no admitir nada que no pueda demostrarse con argumentos ba-sados en lo que suele suceder entre los hombres. Tampoco admitenningún milagro cuando, aún hoy día, existen en gran número muycomprobados.

Así, han dicho algunos que la Resurrección era una pura expe-riencia subjetiva de los discípulos. Otros han afirmado que la Re-surrección significaría solamente que Cristo vive en el recuerdo yen el interior de los Apóstoles y que éstos no distinguen fácilmen-te sus deseos de la realidad. También ha habido quienes han su-puesto fraude o mentira en las afirmaciones de los discípulos.

Sin embargo, los relatos evangélicos de las apariciones nos pre-sentan a unos hombres que se sorprenden claramente al encontrar-se con Aquél con el que convivieron antes de la Pasión. Al princi-pio no reconocen a Jesús; luego pasan a estar ciertos de que es Él.Ésta es una prueba más de que ese reconocimiento del Señor pro-viene de la realidad y no es una creación de su fantasía. De lo con-trario, no tendrían dificultad en reconocerle al punto. En cambio,necesitan un cierto tiempo.

2. El misterio de la Resurrección del Señor

La Resurrección de Jesucristo es un misterio de fe. Sólo ayu-dados por el Espíritu se puede llegar a la fe en la Resurrección. Só-lo la fe permite captar el mensaje de salvación que entraña.

128 Cristología breve

Los discípulos se percatan de que Aquél con el que se encuen-tran de nuevo es Jesús, aunque no es enteramente el mismo.

Jesucristo, al resucitar, ha comenzado a vivir una vida nueva,que es a la que estamos llamados y nos tiene prometida. En efecto,la Resurrección de Cristo no consistió sólo en la reanimación de uncadáver, como en el caso del hijo de la viuda de Naím o de Láza-ro. Sino que es una vida de un nivel superior.

Al creer este misterio, no se afirma sólo un hecho que le acae-ció a Jesús en el pasado, sino también que Jesucristo, por haber re-sucitado, vive, es decir, continúa viviendo esa nueva vida.

Al creer esta verdad, además, no sólo afirmamos que Cristo re-sucitó de entre los muertos, sino que lo hizo por su propio poder,como había anunciado:

«Porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me laquita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y po-der para recobrarla de nuevo» (Jn 10, 17-18).

3. El Señor ha resucitado como había predicho

La Resurrección de Cristo es la verdad más trascendental denuestra fe católica. Por eso decía San Agustín: «No es gran cosacreer que Cristo murió; porque esto también lo creen los paganosy judíos [...] La fe de los cristianos es la Resurrección de Cristo»(Enarrationes in Psalmos, 120).

Los Apóstoles, movidos por el Espíritu, creyeron en el Cristoresucitado. Por la fe, pudieron comprender que Jesús es dueño dela vida y de la muerte, es decir, que es Dios.

También se percataron poco a poco de que se había abierto unanueva etapa en la realización del Reino de los Cielos. Hasta el mo-mento de la Resurrección, Cristo era el Mesías Siervo de Yahvé, quepodía padecer y ser perseguido hasta la muerte en la Cruz, a pesar desus poderes sobrenaturales y de su doctrina sublime. A partir de aho-ra, Jesús se ha hecho glorioso. No ha vuelto a la vida terrestre, sino

Jesucristo es el redentor del hombre 129

que ha inaugurado una nueva vida en la que posee una plenitud queincluye la inmortalidad y la liberación de las limitaciones del tiempoy del espacio. Como consecuencia, el cuerpo de Cristo participa dela gloria que, desde el principio, llevaba el alma del Señor y una glo-ria añadida por el Padre ante los méritos de Cristo hombre.

Los Apóstoles son los testigos de esta nueva realidad, para loshombres de todos los tiempos. La fe de todos los cristianos quevengan después apoya en el testimonio de la fe apostólica.

Pero a estos testigos oculares también se les exigía fe: vieron ycreyeron. No basta con ver para percibir la nueva creación que sig-nifica la Resurrección de Cristo. Los testigos se encontraron conJesús y le reconocieron por la fe, movidos por el Espíritu Santo.

4. Consecuencias de la Resurrección

La Resurrección de Jesucristo no es algo que sólo le afecte obeneficie a Él, en el sentido de que le libera de las consecuenciasde la muerte una realidad que nos afecta a todos los hombres de unmodo importantísimo.

En efecto, la Resurrección fue necesaria para que se completa-ra nuestra Redención. Jesucristo, con su muerte, nos libró de lospecados, pero con su Resurrección, nos devolvió los bienes que ha-bíamos perdido por el pecado, esto es, nos abrió las puertas de lavida eterna.

«Nosotros creemos en Aquel que resucitó de entre los muertosa Jesús Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados yfue resucitado para nuestra justificación» (Rom 4, 24-25).

El haber resucitado por su propio poder es prueba definitiva deque Cristo es el Hijo de Dios y, por tanto, su Resurrección confir-ma plenamente nuestra fe en su divinidad.

Las apariciones de Jesús muestran una nueva manera de pre-sencia Redentor en la Iglesia y en los cristianos: presencia del quees permanente aunque no se le vea. Al mostrarse a sus discípulos,enseña no sólo que puede «entrar con las puertas cerradas», sinoque está siempre presente y cercano.

130 Cristología breve

En los días posteriores a la Resurrección, el Señor comunica alos discípulos su Espíritu, mediante el gesto de soplar sobre ellos.Por medio de este don, nos será posible unirnos a Él en lo sucesivo.

Y lo mismo que los discípulos entraron en esa vida nueva a tra-vés de su encuentro con Jesús y la fe en Él, todos los hombres quevivan la vida de Cristo habrán de comenzar por un encuentro conesa Persona concreta que es Jesús resucitado.

5. La alegría de la Pascua

Después de narrar con detalle los sucesos de la Pasión y Muer-te de Jesucristo, los Evangelios nos transmiten la gran alegría pas-cual de la Resurrección.

Esta alegría no sólo alcanza al hecho de que el Señor haya vuel-to a la vida. La Resurrección de Jesús es un suceso ligado a los an-teriores. Juntos constituyen lo que se llama el misterio pascual.

Así como la Pascua judía o «paso del Señor» rememoraba elmomento en que los israelitas fueron liberados tanto de la esclavi-tud de los egipcios como de la muerte de los primogénitos, queDios envió como castigo al faraón y su pueblo, la nueva Pascua, laPascua cristiana, es, ante todo, la liberación del hombre de la es-clavitud del pecado.

Esta liberación la ha realizado Jesucristo por medio de su Pa-sión y Muerte en la Cruz y por su Resurrección de entre los muer-tos. Con ésta, se ha demostrado su poder divino no sólo sobre lamuerte, sino también sobre las fuerzas del mal.

Por ello, los relatos de los días siguientes a la Resurrección re-bosan alegría:

«El ángel habló a las mujeres: “Vosotras no temáis, ya sé quebuscáis a Jesús crucificado. No está aquí: ha resucitado, como ha-bía dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a susdiscípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos y va por delante devosotros a Galilea. Allí lo veréis’” [...] Ellas se marcharon [...] y lle-nas de alegría, corrieron a comunicarlo a sus discípulos. De pron-to, Jesús les salió al encuentro y les dijo: “Alegraos”» (Mt 28, 5-9).

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Cuando Jesús se aparece a sus discípulos después de su Resu-rrección, siempre les saluda con las palabras: «Paz a vosotros». Lafe y la alegría pascual deben llevar a la paz: «Y los discípulos sellenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20, 19-21).

Pero no se debe entender que la alegría pascual fue un estadode ánimo propio de un tiempo cercano a la Resurrección, sino quetodo el Nuevo Testamento está como atravesado por esta actitud.Los cristianos tienen motivos para la alegría, que no son pasajeros,que no se basan en cosas de este mundo, sino en la participación yaaquí, en la tierra, de la vida nueva de Cristo.

San Pablo nos dejará muy diversos testimonios de esta dimen-sión característica del cristiano. Quizá entre todos ellos destaque eldel capítulo tercero de la carta a los Filipenses: «... hermanos mí-os, manteneos alegres en el Señor [...] juzgo que todo es pérdidaante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mí Señor, [...]y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en suspadecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratan-do de llegar a la resurrección de entre los muertos» (1-11).

4. LA EXALTACIÓN DE JESÚS

La obra de la Redención humana y la perfecta glorificación deDios la realizó Cristo el Señor «principalmente por el misterio Pas-cual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muer-tos y gloriosa Ascensión» (Sacrosantum Concilium, 5). Por elloconviene que conozcamos en profundidad el significado de la Re-surrección de Jesucristo. La predicación de los Apóstoles insistemucho en este punto: San Pedro dice en su primer discurso: «Va-rones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varónprobado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señalesque Dios hizo por Él en medio de vosotros, como vosotros mismossabéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os loentregaron, y vosotros, por mano de los gentiles, lo matasteis enuna cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muer-te; no era posible que la muerte lo retuviera en su dominio [...].Pues bien, Dios resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testi-

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gos. Ahora, exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre lapromesa del Espíritu Santo, le derramó, según vosotros veis y oís»(Hch 2, 22-24; 32-33).

La exaltación de Jesús por su perfecto cumplimiento de la vo-luntad del Padre será una glorificación de su humanidad y a la vezse presenta como la meta de los que crean en Él y le amen.

«Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el —nom-bre-sobre-todo-nombre— de modo que al nombre de Jesús to-da rodilla se doble —en el cielo, en la tierra, en el abismo— ytoda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de DiosPadre».

5. DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS

En el Credo se proclama esta verdad después de confesar la Re-surrección al tercer día. Con estas palabras se quiere decir que des-pués de la Muerte del Señor, tanto el alma como el cuerpo seguíanunidos a la divinidad, aunque ambos estuviesen separados; y quedurante ese tiempo que estuvieron separados el alma y el cuerpo seaplicaron los frutos de la Redención a todos aquellos que habían si-do fieles a la Ley de Dios y a su conciencia, pero no podían gozarde la visión de Dios en los cielos porque aún no habían sido abier-tas las puertas del cielo.

La palabra infierno no quiere decir aquí lugar de condenación,sino lugar inferior, donde están aquellos que no merecen castigopor haber actuado bien en su vida, pero tampoco poseen la graciade Cristo porque la Redención estaba pendiente. También se le hallamado seno de Abrahán. Los que allí estaban fueron los primerosen gozar de la Redención obrada por Cristo.

6. CRISTO ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE

Estas palabras también las recitan en el Credo los cristianos.San Marcos dice: «El Señor Jesús, después de haber hablado con

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ellos, fue levantado a los cielos y está sentado a la diestra de Dios»(Mc 16, 19). Esta expresión está tomada del Antiguo Testamento ysignifica que Jesucristo como Dios es igual que el Padre, y que encuanto hombre ha sido constituido Sacerdote, Rey, Señor y Juez detoda la creación.

1. Cristo es Sacerdote por toda la eternidad

El sacerdocio de Jesucristo no se redujo al momento culmi-nante del sacrificio de la cruz. Toda su vida en la tierra tiene un va-lor sacerdotal, porque intercede continuamente por los hombres yactúa de mediador entre éstos y Dios. Pero también se prolonga atoda la eternidad después de la Ascensión a los Cielos. La epístolaa los Hebreos precisa: «Tenemos un Pontífice que está sentado a laderecha del trono de la Majestad de los cielos» (Hb 8, l); y másadelante añade: «Habiendo ofrecido un sacrificio por los pecados,para siempre se sentó a la diestra de Dios» (Hb 10, 12).

2. Cristo es Rey

Reinar significa tener dominio sobre un territorio y sobre unaspersonas. El Mesías debía ser rey. Jesús afirmó repetidamente queera rey, pero que su reino no era de este mundo, pues era un reinoespiritual de verdad, justicia, amor y libertad. Tras la Resurrección,Cristo alcanza la plenitud de la realeza en cuanto hombre. ComoDios siempre le correspondió el dominio sobre toda la creación.Pero ahora esta realeza se aplica también a su humanidad unida asu divinidad.

En el anuncio del ángel a María se le había dicho que «Él serágrande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el tro-no de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglosy su reino no tendrá fin» (Lc 1, 32-33). El último libro de la Sa-grada Escritura dice: «Tiene sobre su manto y sobre su muslo es-crito su nombre: Rey de Reyes y Señor de Señores» (Ap 19, 16).

Ya se vio cómo el núcleo de la predicación de Jesús era que ha-bía llegado el Reino de Dios. Cristo vence al poder diabólico, y su

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consecuencia primera que es el pecado, estableciendo el Reino deDios. Los que se convierten y tienen fe se incorporan a este Reino.Si al final de su vida han sido fieles, se incorporan al Reino de Diosdefinitivo en el cielo. A los que mueren en gracia de Dios se lespuede aplicar lo que dice el Apocalipsis: «Al que venciere le harésentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y mesenté con mi Padre en su trono» (Ap 3, 21).

«Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo atu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndole con óleo dealegría, para que ofreciéndose a sí mismo, como Víctima per-fecta y pacificadora en el altar de la Cruz, consumara el miste-rio de la Redención humana; y sometiendo a su poder la crea-ción entera, entregara a tu Majestad infinita un Reino eterno yuniversal: el Reino de la verdad y la vida, el Reino de la santi-dad y la gracia, el Reino de la justicia, el amor y la paz».

(Prefacio de la fiesta de Jesucristo Rey del universo)

3. Cristo es Juez

En todos los símbolos de la fe consta que «Jesucristo vendrá ajuzgar a los vivos y a los muertos». El mismo Jesús, cuando des-cribe el juicio final, dice que vendrá como el Hijo del hombre ensu gloria con todos los ángeles, se sentará en su trono de gloria yjuzgará a todos según sus obras (Cf. Mt 25, 31-46). San Pablo di-ce también que «en aquel día Dios juzgará los secretos de los hom-bres por Jesucristo» (Rom 2, 16).

Jesucristo, como Juez, juzga del modo más perfecto. En primerlugar, defiende la justicia de Dios sin apartarse ni un ápice de ella;conoce todas las circunstancias que afectan al actuar de los hom-bres del modo más perfecto y total, tanto las que disculpan los erro-res como las que agravan la mala conducta. Conoce las omisionesy las buenas obras desconocidas por los hombres. Su justicia estállena de misericordia; por ello nos proporciona abundante gracia en

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esta vida y tiene la máxima comprensión con las debilidades o ma-licias de los hombres.

«Estando nosotros muertos por los pecados nos ha hechovivir con Cristo —por pura gracia estáis salvados—, nos ha re-sucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el Cielo con Él».

(Ef 2, 5-6)

«Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe, nose debe a vosotros, sino que es un don de Dios».

(Ef 2, 8)

4. Cristo es Supremo Legislador y Profeta

Una de las afirmaciones más claras de Jesús sobre sí mismo esque Él es «el Camino, la Verdad y la Vida». El cristiano puede al-canzar la verdad y la vida a través de Cristo, que es el Camino.

Jesucristo es el Supremo Legislador. Todo legislador promulgaleyes para que sus súbditos puedan alcanzar el bien y ser más feli-ces. La ley suprema es la que conduce al bien supremo y a la feli-cidad suprema. Cristo nos da esa ley, como consta en los Evange-lios. Esta ley es superior a toda ley humana, de modo que una leyque se oponga a la ley de Cristo no debe ser obedecida, porque vacontra la voluntad de Dios y no conduce al bien supremo.

Cristo es Profeta, porque la misión del profeta es declarar laverdad que conduce a Dios. Nuestro Señor Jesucristo es la plenitudde la Revelación; por eso se puede decir que es profeta en el senti-do más completo de la palabra.

7. LA SANTIFICACIÓN DE LOS HOMBRES

A la luz de la Resurrección y de la Ascensión del Señor a loscielos es posible comprender el plan de Dios para salvar a los hom-

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bres. San Pablo lo describe en la epístola a los Efesios. Se puederesumir así:

1.º Dios eligió a los hombres desde antes de la creación delmundo para ser santos e inmaculados en su presencia por elamor.

2.º Dios predestinó a todos los hombres a ser hijos suyos poradopción.

3.º El hombre pecó y se separó del plan de amistad de Dios.

4.º Dios decide redimir al hombre a través de Jesucristo, que losalva con su sangre.

5.º Dado que el pecado alcanzó también a toda la creación,Dios decide recomponer el orden roto en la creación a tra-vés de su Hijo Jesucristo. A esto lo llama «recapitulación»(cf. Ef 1, 1-10).

1. Cristo merece la gracia para las almas

Los hombres sólo pueden conseguir la salvación por medio dela gracia sobrenatural que Cristo les consiguió con su Muerte y suResurrección: «Nuestro Señor fue entregado por nuestros pecadosy resucitado para nuestra justificación» (Rom 4, 24-25).

Para conseguir la gracia hace falta rechazar el pecado por amora Dios y recibir los sacramentos. San Pablo lo expresa así: « Con Élhemos sido sepultados por el Bautismo para participar de su muer-te, para que como Él resucitó de entre los muertos por la gloria delPadre así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rom 6, 4).

2. Cristo merece la futura resurrección de los cuerpos

El pecado afectó también a los cuerpos que deben padecer eldolor y la muerte. Por tanto, es natural que la Redención alcanzasetambién a los cuerpos. De hecho, el cuerpo de María Santísima noconoció la corrupción, como no había conocido el pecado, pues fue

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concebida inmaculada, y fue elevada a los cielos (Asunción), si-guiendo a su divino Hijo, que había subido a los cielos por su pro-pio poder (Ascensión).

San Pablo dice que Cristo «transformará nuestro humilde cuer-po conforme a su cuerpo glorioso en virtud del poder que tiene pa-ra someter a sí todas las cosas» (Flp 3, 21). Jesucristo ha prometi-do a los que tengan fe y participen en la comunión eucarística queles hará participar en su Resurrección: «El que come mi carne y be-be mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día»(Jn 6, 54). Esta resurrección alcanza un doble objetivo: primero, launión definitiva del alma y del cuerpo, que es aquello a lo que tien-den naturalmente y para lo que han sido creados. Después, la feli-cidad de ambos unidos con Dios. Las propiedades de los cuerposresucitados serán similares a las de Cristo resucitado y glorioso.

3. La recapitulación de todas las cosas

La glorificación de Jesucristo afecta a toda la creación. Jesúshabía dicho hablando de su muerte: «Y yo, si fuere levantado de latierra, atraeré todos a mí» (Jn 12, 32). Con esta expresión indicaque el triunfo de Cristo en la cruz no excluye de la salvación nadade lo creado, ni ninguna actividad humana.

El Concilio Vaticano II enuncia así esta verdad: «Ignoramosel tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la hu-manidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformaráel universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pa-sa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada yuna nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuran-za es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que sur-gen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hi-jos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo elsigno de la debilidad y de la corrupción se revestirá de inco-rruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se veránlibres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas queDios creó pensando en el hombre» (Gaudium et spes, 39).

138 Cristología breve

De esta doctrina se puede extraer la consecuencia del valor detoda actividad humana. El cristiano debe preocuparse en primer lu-gar de su alma, pero no sólo de ella; todos los valores humanos se-rán perfeccionados.

Las realidades terrenas tienen un valor en sí mismas: el arte, lacultura, la ciencia, la técnica, la artesanía, etc. De donde se deduceque las actividades humanas son un campo excelente para que elhombre se pueda santificar, santificando su trabajo, y todas las ac-tividades honradas que hace con sus manos y con su inteligencia.

Jesucristo es el redentor del hombre 139

1. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS ABRE LA ESPERANZA DEL FUTURO

La Resurrección del Señor no es sólo un hecho que ha afecta-do a Jesús de Nazaret, sino que abre para el creyente una esperan-za del futuro, es decir, del más allá de la muerte personal.

San Pablo quiere dejar claro a aquella comunidad (Corinto), enla que han surgido algunos que no creen en la resurrección de losmuertos, que la Resurrección de Jesucristo es prenda de la de cadauno de nosotros (cf. 1 Co 15).

«Si los corintios (y, por tanto, todo cristiano) no quieren con-tradecir y vaciar de contenido la fe que aceptaron y que les hace vi-vir, la resurrección de los muertos no sólo es posible, sino necesa-ria. Mirando lo que pasó a Jesucristo, sabremos lo que sucederá aquienes estén incorporados a Él: los hombres serán como ya esCristo en la gloria [...]. En Cristo resucitado se ve bien el destinodel hombre. Parece como si San Pablo dijera a los corintios (y a to-do cristiano): lo que Dios ha hecho con Jesús, por su Espíritu, re-sucitándolo de entre los muertos, lo hará también con todos loshombres que le estén unidos. Ésa es la verdad de los cristianos».

2. CRISTO REVELA EL MISTERIO DE DIOS

La revelación de Dios llega a su punto culminante con Jesu-cristo. Ahora ya no es que Dios hable a unos hombres, más o me-nos excepcionales, sino que Dios mismo se encarna en el hombre

Capítulo IX

Jesús es Cristoy Señor del universo

Jesús. De esta manera toda la vida de Jesucristo es una revelaciónde Dios, como lo expresa el Apóstol en la carta a los Hebreos:«Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo anuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en es-tos días nos habló por su Hijo» (1, 1-2). Anteriormente la revela-ción se iba manifestando parcialmente, preparando a los hombresa la gran revelación que es Jesucristo. Como decía San Juan de laCruz:

«... antes se nos daban palabras de Diospero ahora se nos ha dado “la Palabra”»

«Porque en darnos como nos dio a su Hijo,que es una Palabra suya,que no tiene otra,todo nos lo habló junto y de una vezen esta palabra y no tiene más que hablar»

(Subida al Monte Carmelo, II, 22, 3).

La tarea del cristiano será penetrar en la revelación de NuestroSeñor Jesucristo.

Cristo nos revela la intimidad de la vida divina con un objetivoclaro: hacernos participar de esa vida divina. Esta revelación sepuede resumir en una frase: Dios es Uno y Trino. Dios es único, pe-ro en su vida íntima se distinguen tres Personas: el Padre, el Hijo yel Espíritu Santo.

Sólo por Cristo ha adquirido el mundo la certeza infalible deque en el cielo existe desde siempre un Padre y que ese Padre, des-de la eternidad, engendra un Hijo consustancial con Él, con quienestá unido en eterno amor por el Espíritu Santo. El misterio de laSantísima Trinidad es el núcleo central en el mensaje de Cristo. Pe-ro no han llegado los hombres al Hijo partiendo del Padre; no hasido primero la fe trinitaria y luego la fe en Cristo, sino al revés.Sólo en el Hijo, en Cristo, adquieren los hombres la certeza delmisterio de Dios.

142 Cristología breve

Jesús es Cristo y Señor del universo 143

«Los hombres, por mediación de Cristo, Verbo hecho carne,tienen acceso en el Espíritu Santo al Padre y se hacen partícipesde la naturaleza divina» (Dives in misericordia, 2).

3. EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

«“Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, co-noceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis vis-to”. Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesúsle replica: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no meconoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Có-mo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en elPadre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuentapropia. El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace sus obras.Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed a lasobras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obrasque yo hago y aun mayores. Porque yo me voy al Padre: y lo quepidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificadoen el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”» (Jn 14, 6-14).

El Espíritu de la Verdad

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Pa-dre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Es-píritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo veni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vo-sotros y está con vosotros.

Con mi Espíritu en vosotros: Jesús no deja huérfanos a sus dis-cípulos. Cinco veces les promete su Espíritu. Le llama «Paráclito»,es decir, abogado, defensor, consolador. El «mundo» no puede re-cibirle, porque ni siquiera le reconoció cuando actuaba en vida deJesús. El Espíritu, en cambio, estará «en» los discípulos, obrandodesde el interior.

La misión del Espíritu en la Iglesia es múltiple. Viene para reve-lar a Cristo, dar a conocer su nombre verdadero, o sea, su calidad deHijo de Dios. Por eso enseñará y recordará las palabras de Jesús yhará comprender desde dentro toda la riqueza de vida que encierran.

El Espíritu no hablará en su propio nombre. Anunciará lo quevaya viniendo y guiará hasta la verdad completa, que es Cristo. Esdecir, dará a los discípulos el sentido de su Palabra, su vida, sumuerte en la cruz y la inteligencia del «mundo nuevo», de la «nue-va humanidad», salida de su Resurrección.

San Juan es el único en afirmar que el Espíritu dará testimoniode Cristo. Cuando la persecución arrecie y los discípulos conozcanla tentación del miedo y de la duda, el Espíritu fortalecerá su cora-zón para confirmar su fe en Jesús. Es un testimonio distinto de laayuda prometida por Cristo a los discípulos, cuando sean arrastra-dos a los tribunales. Por fin el Espíritu Santo demostrará que el pe-cado está en el «mundo»; la justicia, en Jesús, y que el verdaderocondenado es el demonio o príncipe de este mundo.

En el pasaje, San Juan está pensando en el gran juicio que Diosrealizará «en los últimos tiempos».

Los discípulos están tristes por la partida de Jesús. Éste les con-suela: les conviene que se vaya. Cuando les envíe su Espíritu po-drán reconocer, hasta el fin del mundo, la presencia viva de Cristoen medio de su Iglesia.

4. JESUCRISTO, SEÑOR DEL UNIVERSO

Cuando Dios se hizo hombre en la Encarnación quiso que suhumanidad estuviese revestida de humildad, para así superar el pe-cado que tuvo su origen en la soberbia. Una vez vencido el peca-do, la muerte y el demonio en su gloriosa Resurrección, Cristo fuerevestido de gloria en su cuerpo y en su alma y constituido Señorde todo lo creado. Así lo expresa San Pablo: «Por lo cual Dios loexaltó y le otorgó un nombre sobre todo nombre, para que al nom-bre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en la tierra y en las re-giones subterráneas, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señorpara gloria de Dios Padre» (Flp 2, 9-11).

144 Cristología breve

Tras la Resurrección el Reino de Dios se ha establecido entre loshombres de una manera definitiva. Jesucristo como Dios siempre hasido Señor, pero después de su humillación voluntaria en la Reden-ción recupera el señorío dejado. El Reino de Dios es un reino espi-ritual que se realiza consiguiendo que Cristo reine en todas las acti-vidades humanas, «atrayendo a sí todas las cosas». Esto se realizaráde modo definitivo cuando en los nuevos cielos y en la nueva tierrasean superados definitivamente todos los males (cf. Ap 21).

5. LA FILIACIÓN DIVINA DEL CRISTIANO

Filiación quiere decir que se ha recibido la vida de un padre. Eneste sentido se puede afirmar que todos los hombres son hijos deDios. Pero el cristiano —cuando está en gracia— tiene un nivelmás alto de filiación, una filiación más perfecta. Cristo eleva a unavida nueva a los que creen en Él. Les hace «participantes de la na-turaleza divina», como dice San Pedro, los hace hijos adoptivos deDios, de Dios nacidos.

Jesucristo es el «primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29), expresión que quiere decir que el que cree en Jesús y rechazael pecado, vive una vida nueva semejante a la de Nuestro Señor.

6. LA TRINIDAD EN EL ALMA

«Le dijo Judas, no el Iscariote: “Señor, ¿qué ha sucedido paraque te muestres a nosotros y no al mundo?”. Respondió Jesús y tedijo: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, yvendremos a él y haremos morada en él”. El que no me ama noguardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, si-no del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoya vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará elPadre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recor-dando lo que os he dicho» (Jn 14, 22-26).

Ésta es una de las mayores manifestaciones del amor de Diospara con el hombre. Dios quiere estar en cada uno de sus hijos.Quiere que mientras caminamos todos juntos hacia la casa del Pa-

Jesús es Cristo y Señor del universo 145

146 Cristología breve

dre llevemos en nuestro interior la compañía de las tres divinasPersonas. Quiere que, viendo la unidad de la Trinidad, busque elhombre también la unidad con sus semejantes. Quien falta al amorpara con el hermano, no puede el amor de Dios morar en él.

«A esto estamos llamados, para esto hemos sido creados, paraparticipar del misterio del amor de Dios. Dios está con nosotros enla vida de cada día [...] Si nosotros estamos con los demás, hace-mos presente a Dios en nuestro mundo» (Con vosotros está [Cate-cismo de la Conferencia Episcopal Española], p. 181).

Presencia íntima de Dios, Uno y Trino, como Padre y comoAmigo. Éste es el hecho asombroso que constituye la inhabitaciónde la Santísima Trinidad en el alma por la gracia, como Padre, ypor la caridad, como Amigo. El cristiano es Templo del EspírituSanto, que nos hace hijos de Dios y va modelando el alma para ase-mejarnos a Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, como miem-bros suyos. Por eso se dice en el Bautismo:

«Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Es-píritu Santo».

7. REDENCIÓN OBJETIVA Y SUBJETIVA

La Redención realizada por Cristo es perfecta y completa.Abarca todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Tiene unvalor infinito, por ello se llama objetiva.

Pero la aplicación de esa redención debe hacerse a cada hom-bre. El gran valor humano es la libertad y nadie cree si no quiere,nadie está obligado por coacción a salvarse y seguir a Cristo. Siguependiente el problema de los orígenes: creer o no creer a Dios, obe-decerle o no, amarle o despreciarle. Cada uno puede apropiarse deesa redención, que se puede llamar subjetiva. Es más, puede avan-zar mucho en la salvación alcanzando la perfecta caridad de lossantos o limpiar el pecado mortal y purificarse en el purgatorio.Dios tiende la mano a todos, pero cada uno puede tomarla o no. Encada uno se repite el encuentro con Cristo pudiendo ser otro Cris-to, indiferente o rebelde al amor salvador.

RELIGIÓN

En memoria de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer (2.ª edición) / Alvaro del Portillo, FranciscoPonz y Gonzalo Herranz

Homenaje a Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer / Autores variosFe y vida de fe (3.ª edición) / Pedro RodríguezA los católicos de Holanda, a todos / Cornelia J. de VogelLa aventura de la teología progresista / Cornelio Fabro¿Por qué creer? (3.ª edición) / San Agustín

Razón de la esperanza (2.ª edición) / Gonzalo RedondoLa fe de la Iglesia (3.ª edición) / Karol WojtylaJuan Pablo I. Los textos de su PontificadoLa fe y la formación intelectual / Tomás Alvira y Tomás MelendoJuan Pablo II a los universitarios (5.ª edición)Juan Pablo II a las familias (5.ª edición)Juan Pablo II a los enfermos (3.ª edición)Juan Pablo II y el orden social. Con la Carta Encíclica Laborem Exercens (2.ª edición)Juan Pablo II habla de la Virgen (3.ª edición)Juan Pablo II y los derechos humanos (1978-1981) (2.ª edición)Qué dice la Biblia / Antonio FuentesJuan Pablo II a los jóvenesJuan Pablo II, la cultura y la educaciónJuan Pablo II y la catequesis. Con la Exhortación Apostólica Catechesi TradendaeMe felicitarán todas las generaciones / Pedro María Zabalza UrnizaJuan Pablo II y los medios de comunicación socialCreación y pecado / Joseph Cardenal RatzingerSindicalismo, Iglesia y Modernidad / José Gay BochacaÉtica sexual / R. Lawler, J. Boyle y W. MayCiencia y fe: nuevas perspectivas / Mariano ArtigasJuan Pablo II y los derechos humanos (1981-1992)Ocho bienaventuranzas (2.ª edición) / José OrlandisLos nombres de Cristo en la Biblia / Ferran Blasi BirbeVivir como hijos de Dios. Estudios sobre el Beato Josemaría Escrivá (5.ª edición) / Fernando Ocá-

riz e Ignacio de CelayaLos nuevos movimientos religiosos. (Las sectas). Rasgos comunes y diferenciales (2.ª edición) / Ma-

nuel Guerra GómezIntroducción a la lectura del “Catecismo de la Iglesia Católica” / Autores variosLa personalidad del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer (2.ª edición) / Autores variosSeñor y Cristo / José Antonio SayésHomenaje a Mons. Álvaro del Portillo / Autores variosConfirmando la Fe con Juan Pablo II / José Luis García LabradoSantidad y mundo / Autores variosSexo: Razón y Pasión. La racionalidad social de la sexualidad en Juan Pablo II / José Pérez Adán

y Vicente Villar AmigóLos doce Apóstoles (2.ª edición) / Enrique Cases MartínIdeas éticas para una vida feliz. Guía de lectura de la Veritatis splendor / Josemaría Monforte Re-

vueltaJesucristo, Evangelizador y Redentor / Pedro Jesús LasantaTeología y espiritualidad en la formación de los futuros sacerdotes / Pedro Rodríguez (Dir.)

Astrolabio

¿Qué es ser católico? (2.ª edición) / José Orlandis

Esposa del Espíritu Santo / Josemaría MonforteDe la mano de Cristo. Homilías sobre la Virgen y algunos Santos / Card. Joseph RatzingerServir en la Iglesia según Juan Pablo II / Jesús Ortiz LópezIglesia y Estado en el Vaticano II / Carlos SolerUn misterio de amor. Solteros ¿por qué? / Manuel Guerra GómezPero, ¿Quién creó a Dios? / Alejandro Sanvisens HerrerosLas sectas y su invasión del mundo hispano: una guía / Manuel Guerra GómezCritología breve / Enrique Cases