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CAPÍTULO 2 El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos “Tomar conciencia de la historia es hacer del pasado eso: pasado. Ello lleva a aceptarlo como carga de gloria y de remordimientos; pero implica, además, percibir que lo muerto, por el hecho de haber vivido en forma irrevocable, ya dejó de ser y hay que asimilarlo al patrimonio del presente. Somos producto del ayer y estamos viviendo en parte en lo que de él quedó al deslizarse para convertirse en presente, por todas partes nos rodea; pero a la vez tenemos que afrontar nuestra propia vida con sus propios problemas, como individuos, como generación, como pueblo, como Estado, como humanidad”. Jorge Basadre. Historia de la República (1939)

El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos “

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“Tomar conciencia de la historia es hacer del pasado eso: pasado. Ello lleva a aceptarlo como carga de gloria y de remordimientos; pero implica, además, percibir que lo muerto, por el hecho de haber vivido en forma irrevocable, ya dejó de ser y hay que asimilarlo al patrimonio del presente. Somos producto del ayer y estamos viviendo en parte en lo que de él quedó al deslizarse para convertirse en presente, por todas partes nos rodea; pero a la vez tenemos que afrontar nuestra propia vida con sus propios problemas, como individuos, como generación, como pueblo, como Estado, como humanidad”.

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  • CAPTULO 2El devenir del pueblo peruano, sus

    recursos y retos

    Tomar conciencia de la historia es hacer del pasado eso: pasado. Ello lleva a aceptarlo como carga de gloria y de

    remordimientos; pero implica, adems, percibir que lo muerto, por el hecho de haber vivido en forma irrevocable,

    ya dej de ser y hay que asimilarlo al patrimonio del presente. Somos producto del ayer y estamos viviendo en parte en lo que de l qued al deslizarse para convertirse

    en presente, por todas partes nos rodea; pero a la vez tenemos que afrontar nuestra propia vida con sus propios

    problemas, como individuos, como generacin, como pueblo, como Estado, como humanidad.

    Jorge Basadre. Historia de la Repblica (1939)

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  • CAPTULO 2El devenir del pueblo peruano,

    sus recursos y retos

    Este captulo intenta revisar el proceso de poblamiento y de despoblacin en la historia peruana, de la ubicacin fsica de los peruanos en la bsqueda de recursos. Se plantea que una mirada del proceso polti-co, de las relaciones de gobierno o del con-trapunto entre poder central y el reclamo de la periferia, requiere el teln de fondo mayor, histrico - de la manera cmo ha evolucionado la demografa, la explotacin del territorio, la frustrada, hasta el momen-to, posibilidad de que el pas se sume a los procesos masivos de transformacin.

    Qu nos ha quedado del privilegio de ser una cultura original y un espacio pri-vilegiado de recursos de todo orden? Esta es una de las preguntas ms frecuentes de los peruanos. Especialmente en las ltimas dcadas, cuando el desencanto y la igno-rancia de la poltica compiten con el cclico proceso de negociacin de recursos natu-rales que, esperamos prodigue bienestar generalizado.

    En un principio, fue el dominio de los valles y de las alturas. Una cultura de la que quedan vestigios, gener sistemas su-mamente creativos de explotacin y culti-vo agrario, de redes de caminos y de rie-go, de intercambios entre el mar y la puna. En fin, la historia conocida de las grandes culturas y su integracin incaica, que se en-cuentra con la civilizacin de los metales y con el mercantilismo europeo. ste hubiera sido simplemente un proceso cultural, si a la vez no hubiera estado unido a una ca-tstrofe demogrfica y a la revisin de los sistemas de trabajo para servir a las minas. La colonizacin fue eso, en esencia, aunque la sobrevivencia de la poblacin original peruana haya creado despus un exten-dido mestizaje. La colonia reorganiza a la poblacin alrededor del gran eje minero del sur, y cuando ste se debilita, en las posibi-

    lidades mineras del norte (Hualgayoc) y en las haciendas. Subordina las posibilidades industriales de los obrajes, hace reformas polticas desde Toledo hasta Abascal - para recoger tributos y facilitar el comercio, entendido como exportacin de minerales e importacin de productos elaborados; pero esta poblacin reorganizada, no crece, casi no aumenta en volumen.

    Un siguiente cambio pudo esperarse de la repblica. Pero vista en perspectiva, ha tenido ms de continuidad que de re-novacin. Desde San Martn hasta la gue-rra con Chile, ms que la construccin de un Estado republicano, se tuvo la enorme leccin del guano y el salitre, de cmo un recurso inmenso y gratuito, puede conver-tirnos en un pas endeudado sin siquie-ra la excusa de haber sido explotado por extranjeros en medio del desorden y los intereses mezquinos de los propios criollos peruanos. El segundo periodo republicano, tras la derrota con Chile, es el de la recons-truccin, del civilismo, de las posibilidades de la modernizacin capitalista, del trn-sito de la hegemona mundial europea a la norteamericana, reflejado en el Per. La poblacin comienza a crecer y se afirma la presencia de la poltica, esta vez de masas. Pero la nueva poltica para la poblacin que despertaba, igualmente fracasa. A pesar de la variedad, nuevamente, de productos de exportacin, el pas no llega a generar suficiente industria como para proyectar-se hacia un nuevo estado. La posibilidad industrial fue casi un espejismo, salvo en la evidencia del centralismo limeo, ya no solamente econmico, sino tambin demo-grfico. No se produjo el cambio cualitativo capaz de posesionarse del mercado interno y participar del intercambio mundial, pero con un acervo de productos elaborados. La violenta explosin demogrfica de la segun-

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    da mitad del siglo XX, termina por agravar y desnudar nuestra contradiccin: pocos ca-pitales, sobre todo propios, poblacin mul-tiplicada, poltica desacreditada.

    Este fue el teln, y es lo que se quiere mostrar con algo ms de detalle. En especial se notar que el esfuerzo descentralista el ms serio fue seguramente el civilista ha estado dominado por corrientes de enorme profundidad, que han venido restringien-do sus posibilidades, convirtindolo en un anhelo sucesivamente frustrado.

    Ahora se vuelve a presentar este an-helo y desafo, pero se comprender que con muy distinto escenario. Ms exigente y complicado, pero ojal, ms claro en sus propsitos y en las dimensiones de los pro-blemas que debe enfrentar. Los captulos posteriores a ste, se encargarn de pre-sentar organizadamente el mltiple esfuer-zo que en el terreno de la economa y la poltica se viene ejerciendo para salvar las vallas actuales. En lo que sigue, solamente se muestra esas corrientes profundas que han trado al pas al momento en que se encuentra.

    La civiLizacin originaL y Las regiones iniciaLes

    La arqueologa peruana ha ido estableciendo la presencia del hombre en el territorio del pas, en los alrededores de los 20 mil aos A.C. Los restos en Paccaicasa, Lauricocha, Canario, Arenal, Oquendo, Chivateros, en-tre otros que se seguirn develando, mues-tran el largo proceso desde los 20 mil hasta los 5 mil aos A.C. - por el cual los cazado-res de valles interandinos y los pescadores costeos, inmigrantes asiticos y polinesios, fueron estableciendo los principios de la cultura mediante el cultivo agrario.

    El reciente descubrimiento de Caral, 2500 A.C. en la costa peruana, en Supe, ha brindado ms fuerza a estas hiptesis y a la aseveracin de Toynbee, acerca del carc-ter original y la importancia de la civiliza-

    cin incaica pues sustenta su desarrollo en culturas de larga antigedad (La Florida, Garagay, Sechn), que dan continuidad al desenvolvimiento de la historia nacional.

    Se da por sentado que la primera civili-zacin desarrollada ms all de sus marcos locales en el Per, fue el Estado teocrtico Chavn, que se extenda desde Cajamarca y Lambayeque hasta los actuales territorios de Ayacucho e Ica, -1200 ac hasta el siglo IV de nuestra era- protagonizando desde el 1500, el periodo Formativo, en atencin a la presencia de un gobierno central, organi-zaciones sociales y dominio del territorio. Lumbreras anota que en Chavn se define el paso del curaca tnico local, designado por la tribu, al curaca rey, investido como gobernante por herencia divina. Tambin seala el dominio de la tecnologa hidru-lica y la presencia de sectores productivos no agrcolas.

    Tiene importancia esta alusin, porque la descomposicin del Estado chavinen-se, marca la delimitacin de identidades regionales que emergen con autonoma y destino propios, hacia los siglos previos a la era cristiana, en la era que se denomina Formativo Superior. Los primeros perfi-les regionales se muestran en los valles de la costa norte (Mochicas), la costa central (cultura Lima), la costa sur (Nasca), los va-lles interandinos de Cajamarca y callejn de Huaylas (fase Recuay), Ayacucho (fase Huarpa) y el altiplano del Titicaca (Tiawa-naku). Tienen estas culturas la presencia de formaciones urbanas, aunque no se halle la conformacin de ciudades, en el sentido actual, como ncleos extensos de vivien-das, sino ms bien centros ceremoniales, donde residan seores y se desarrollaba el culto y la produccin artesanal, a cargo de asociados que residan en el entorno, sin desligarse totalmente de la agricultura. Es-tados que fueron despegndose de la do-minacin religiosa, y concentrando el po-der en su capacidad militar, para entrar en conflicto entre ellos, en los primeros siglos de nuestra era2.

    1 Ver al respecto de Arnold Toynbee, su clsico Estudio de la historia, especialmente los captulos iniciales.2 Luis Guillermo Lumbreras, El Per prehispnico. En: Nueva visin del Per, volumen 1, Tarea, Democracia y Socialismo, Lima, 1988.

    El trnsito hacia la civilizacin aceptado por la historiografa, que parte de los grupos de pescadores, cazadores y recolectores, hacia los clanes y culturas de base agraria y luego sociedades con Estado, tuvo muy posiblemente el mismo curso en el Per1.

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    3 La Selva se ha estudiado muy poco, y se considera prcticamente desintegrada del desarrollo de la civilizacin peruana, pues no se le conocen estados regionales, y se le entiende ms bien como detenida en los estadios tribales y de clan, con desarrollos relativamente modernos, a partir de los puertos fluviales sobre el Amazonas y el Ucayali.4 Tras los clsicos tratados sobre el imperio incaico de Valcrcel, Markham, y la interpretacin de Baudin, destaca en el periodo recien-te, con bastante ms informacin que sus antecesores, la obra de Espinoza, Lumbreras, Pease y Zuidema, y de Murra, Rowe, Watchel, Rostorowsky; estos ltimos especialmente divulgados, como parte de una importante revisin de la historia nacional desde el Instituto de Estudios Peruanos.

    La reunificacin de estos reinos vino con el desarrollo del imperio Wari, desplegado desde la ciudad del mismo nombre en Aya-cucho, hoy desaparecida, pero ms cercana a nuestra concepcin urbana, con mayor desa-rrollo de los talleres-vivienda, y un complejo ms amplio de actividades productivas. Wari fue un Estado plenamente guerrero, que so-meti prcticamente todo el territorio perua-no, hasta la frontera del reino Tiawanacu, desde donde se originara despus el imperio de los incas, y la frontera natural selvtica3. Tambin se haba establecido en los estados regionales una diferenciacin productiva, partiendo de sus condiciones naturales, que todava perdura. La textilera en la costa y sierra sur, a partir del algodn y la lana, res-pectivamente; la orfebrera de la costa norte, la ingeniera agrcola de la sierra; la pesca y navegacin (comercio) en el litoral, especial-mente norteo.

    El predominio Wari, de alrededor de siete siglos, entre el IV y el XI, que lo convierte en el Estado nacional ms durable de la historia peruana, fue acompaado por una

    nueva recomposicin de las economas y estados regionales tardos, con la secuencia agregada que se muestra en el cuadro.

    el incanato y la debacle poblacional del siglo Xvi

    Aunque no el ms extenso en trminos temporales, s el de mayor amplitud terri-torial, el imperio incaico se fue forjando con el avance de los reinos del Collao y Cusco, prcticamente hacia todas las di-recciones, conformando el Tawantinsu-yo, el reino de los cuatro suyos o puntos cardinales, cuyas caractersticas han sido ampliamente difundidas desde los cro-nistas espaoles hasta los investigadores de nuestros das4. Para nuestro recuento, interesa recordar que los cuatro suyos no est confirmado, indica Rostorows-ky, que el trmino Tawantinsuyo existiera antes del siglo XVI, pues aparece recin a fines de este siglo en las crnicas no necesariamente indicaban la presencia de

    Cuadro 2.1

    Per. Desarrollos regionales previos al imperio incaico

    -

    Fuente: Lumbreras, Luis G. Los orgenes del Estado en el Per, Lima, 1972.elaboracin: PNUD / Unidad del Informe sobre Desarrollo Humano. Per.

    NORTE CENTRO SUR

    SIERRACajamarca y Recuay, Reinos locales Wari

    Huarpa, Wari, Chancas, Wancas

    Tiawanacu, Pucar, Reinos Aimaras

    (Pacajes, Lupacas, Collas), Cusco

    SELVA - -

    COSTAMochica y Gallinazo, Wari Norteo, Chim

    Lima, Wari,Pachacamac, Chancay

    Nasca, Wari,Ica-Chincha

    Hacia esta poca podran encontrarse actividades en todas las ramas productivas actuales, sin excepcin, con la sola diferencia de la especializacin. Agricultura, minera, industria, comercio, construccin, transportes, almacenaje, servicios pblicos, servicios sociales y estatales, podan contabilizarse en el pas, desde los primeros siglos de la era cristiana.

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    Cuadro 2.2

    Per. La poblacin alrededor de 1520 (Miles y porcentajes)

    Fuente: Varillas y Mostajo , La situacin poblacional peruana, INANDEP, 1990. Elaborado en base a las estimaciones de Cook y Denevan.elaboracin: PNUD / Unidad del Informe sobre Desarrollo Humano. Per.

    NORTE CENTRO SUR Miles %

    COSTA 723 (7.7%) 2 860 (30.6%) 1 635 (17.5%) 5 218 55.9

    SIERRA 694 (7.4%) 976 (10.4%) 1 977 (21.2%) 3 647 39.0

    SELVA 478 (5.1%) 478 5.1

    Total - 9 343 100.0

    una identidad comn. Exista el Collasu-yo, la regin altiplnica; el Chinchaysuyo, la ms amplia, que cubra las dimensiones del anterior imperio Wari; el Contisuyo, para las tierras sureas y el Antisuyo, o regin selvtica. Pero a la vez, en el inca-nato, se hacen patentes las diferencias en-tre las regiones naturales en especial, la importancia de la costa que determinan ejes longitudinales, como a la vez, el con-trol vertical que dice Murra, por el cual, especialmente los pueblos andinos tratan de integrar diferentes pisos ecolgicos desde las quebradas hacia las cumbres.

    El histricamente breve imperio incai-co esencialmente desarrollado en el siglo XV, pero sobre todo, en su segunda mitad, a partir de Pachacutec, el inca conquis-tador logr en su esplendor imponer el centralismo, expresado por el control sobre sus regiones, institucionalizando el trabajo colectivo a favor del Inca, as como siste-mas de dominacin poblacional mitimaes y yanas que garantizaran su dominio.

    Tambin debe recordarse, que su amplia red de caminos, alabada por casi todos los cronistas, tena un rol integrador y daba continuidad a la historia previa de reinos y regiones, en un sistema poltico propia-mente imperial y un verdadero Estado cen-tral. El dominio de la tierra y de las irri-gaciones, pero tambin de la produccin minera e industrial, dieron su esplendor al incanato, que posiblemente se correspon-de con dcadas de expansin demogrfica, derivadas de la optimizacin productiva y el progreso tcnico.

    Este supuesto, que sugiere el traspaso de umbrales de la esperanza de vida al na-cimiento situados alrededor de los 25 aos como sera despus, en 1876 - refuerza la hiptesis de que la poblacin peruana de 1520 se situaba en los alrededores de los 9 millones de habitantes, bastante concen-trados en la costa y en el norte, pero con un importante contrapeso de la sierra sur. El bienestar generado en las civilizaciones an-tiguas, incluyendo los propios desarrollos regionales, permitira alcanzar esta especie de explosin demogrfica en niveles an altos de mortalidad. La vida media durara tanto como para generar parejas estables con varios lustros de convivencia, ms an en un medio social con uniones tempranas y descensos dentro de mrgenes elevados de la mortalidad infantil.

    En estos niveles, los de una pirmide poblacional aplanada, la participacin en el trabajo es elevada: no hay muchos ni-os ni ancianos. Los niveles organizativos del trabajo predominante, a su vez, daban amplia participacin laboral a mujeres, e incluso ancianos y nios, como subrayan la mayor parte de cronistas. Inicialmente, el crecimiento poblacional se resuelve por la explotacin extensiva y los avances tc-nicos, pero es tambin esperable que el au-mento de la poblacin superar la produc-tividad del agro, e impulsar entonces las guerras de conquista. La expansin incaica puede considerarse asociada a este fen-meno demogrfico y productivo.

    Ahora bien, todava no est definido el tema de las dimensiones de la poblacin

    El trnsito hacia la civilizacin aceptado por la historiografa, que parte de los grupos de pescadores, cazadores y recolectores, hacia los clanes y culturas de base agraria y luego sociedades con Estado, tuvo muy posiblemente el mismo curso en el Per1.

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    5 Sobre este punto revisar especialmente el libro de Varillas y Mostajo ya citado; el nforme demogrfico 1970, del CEPD, y el artculo de Juan Julio Wicht en Problemas poblacionales II, de AMIDEP, como ordenadores de informacin. Las referencias obligadas para pasar a un estudio de mayor detalle son invariablemente Noble David Cook, Nathan Watchel, Sherburne Cook, Woodrok Borah, An-gel Rosenblat, Carlos Assadourian, y ms recientemente Nicols Snchez Albornoz, William Denevan y Robert McCaa, estos ltimos bastante ms centrados en la investigacin del despoblamiento en Mxico.6 Ver en el Informe demogrfico 1970 CEPD y Aspectos histricos de Alejandro Arancibia.7 La otra opcin, que Witch adopta, es la delimitacin de la poblacin peruana de 1520 en el rango de 5-6 millones, que implctamente sig-nifican una cada menos intensa del volumen poblacional. Tambin podra postularse. En realidad, el mtodo de la tasa de despoblamien-to, se centra en el periodo de visitas iniciales tributarias. Para colmo, durante casi todo el periodo colonial, estas visitas son contradictorias y no permiten, sino sobre nuevos supuestos, dar continuidad a los estimados de poblacin hasta finales del siglo XVIII.8 El despoblamiento drstico, es tesis aceptada implctamente por Peter Klarn (Nacin y sociedad en la historia del Per, IEP, Lima, 2004) al aceptar una estimacin de 16 millones de habitantes para 1530 (ob.cit. pg. 521) y un decrecimiento anual de 7.1%, entre 1530 y 1548. Ese ritmo, sin embargo, es extremo, y hubiera hecho desaparecer la poblacin.9 Parece estar comprobado que la cada poblacional continuara hasta avanzado el siglo XVIII, e incluso parte del XIX, comprendiendo el importante suceso intermedio de la epidemia de viruela de 1720 que asol todo el territorio virreinal. Alrededor de los mediados del XIX, recin se detiene la cada de la poblacin indgena, cuando posiblemente haba descendido hasta el entorno de los 600-700 mil habitantes, que eran aproximadamente el 60 por ciento de la poblacin total. El crecimiento posterior, hasta mediados del siglo XX, de otra parte, fue lento pero firme.

    incaica y su distribucin espacial5. Se tra-ta de una larga y sombra duda ms que polmica - sobre cuyos resultados persiste an un amplio escepticismo, y que divide a los investigadores entre maximalistas (en la estimacin de la poblacin indgena previa a la llegada espaola) y minimalis-tas, lo cual para el caso del imperio incaico da un rango entre 3 y 38.8 millones, poco menos que intil6. Hay consenso, en cam-bio, acerca de dos hechos. El primero, que la explicacin principal de la cada inicial en la cantidad de habitantes son las pes-tes especialmente viruela y sarampin, y luego, la bubnica y la influenza que diezmaron la poblacin indgena. Segun-do, que hacia 1550- 1570, sobre la base de los estimados de las visitas coloniales, la poblacin peruana (unos dos tercios de la del imperio incaico) era de alrededor de 1.2-1.5 millones. Por tanto, si se acepta esta cifra pueden retrocederse las estimacio-nes, y reducirse la discusin a hiptesis so-bre la velocidad del despoblamiento.

    Los 9.3 millones que se muestran para 1520, asumen una drstica despoblacin7, tesis que ha ido creciendo en investigacio-nes ms recientes despoblamiento posi-ble por ejemplo para el caso de los tainos e indgenas caribeos en general, que prc-ticamente desaparecieron tras la peste de viruela de 1520 asumiendo adems que existe una cota de esta velocidad dada por la lentitud de la propagacin de las epide-mias en las zonas alto andinas, por su cli-ma frgido y la dispersin de poblados.

    Favorece tambin la tesis de un despo-blamiento drstico8, la lentitud de la recu-peracin de la poblacin durante los dos si-glos siguientes, en parte por nuevas pestes

    y factores adicionales como la desestruc-turacin social y la explotacin esclavista pero tambin por el efecto demogrfico de una rpida prdida de poblacin pre-via, que dada su intensidad, posterg la acumulacin de parejas en edad frtil por varias generaciones.

    eL brusco caMbio De iMPerio a coLonia

    El ingreso de la colonizacin espaola al imperio de los incas, fue bastante ms all que la ya grave catstrofe poblacional. El fortsimo impacto del periodo 1520-1550 al que se asocia la casi total desaparicin de la poblacin indgena, llev a sta a redu-cirse al ya mencionado milln y medio de personas, de acuerdo con estimaciones de las visitas, o empadronamientos de tribu-tarios9.

    Compartiendo sucesos con la intensa mortalidad de la poblacin indgena, se desarrollaba el fenmeno de la conquista a partir de la guerra civil entre Huscar y Ata-hualpa, los descendientes de Huayna Cpac (muerto de viruela, por una extensin de la epidemia centroamericana y mexicana de 1520), y los herederos de stos. Y a la vez, el enfrentamiento entre pizarristas y alma-gristas tras la incierta delimitacin de sus territorios, enfrentamiento que prosigui entre sus descendientes y los propios repre-sentantes de la corona espaola.

    Entre la llegada de Pizarro al Cusco y la captura de Atahualpa en Cajamarca, en 1532 y el trmino del mandato del Paci-ficador La Gasca en 1551, pasan demasia-das cosas. Mueren Huscar y Atahualpa,

    El fortsimo impacto del periodo 1520-1550 al que se asocia la casi total desaparicin de la poblacin indgena, llev a sta a reducirse al ya mencionado milln y medio de personas, de acuerdo con estimaciones de las visitas, o empadronamientos de tributarios.

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    10 Peter Klarn, ob.cit.11 Manuel Burga, La Sociedad colonial. En: Nueva visin del Per, volumen 1, Tarea, Democracia y Socialismo, Lima, 1988.12 Por ejemplo, en la comida el chairo y la empanada o la msica en el carnavalito, la cueca y el wayno se extiende la comunidad cultural, incluso ahora, entre la sierra sur peruana, el altiplano boliviano, el norte argentino y la costa sur peruana y nortea de Chile.13 Ver en especial Fernando Silva Santisteban, Los obrajes en el virreinato del Per, Publicaciones del Museo Nacional de Historia, Lima, 1964 y Emilio Romero, Historia econmica y financiera del Per, Imprenta Torres Aguirre, Lima, 1937.

    Pizarro vuelve al Cuzco en 1533, se funda Lima en enero de 1535, marcha Almagro hacia el sur en julio de ese ao, se rebe-la Manco Inca en 1536, vuelve Almagro en 1538 y es vencido y ejecutado por Pizarro tras la batalla de Las Salinas; pero a la vez el hijo de Almagro, Diego, mata a Pizarro en 1541. Interviene el rey de Espaa en un afn de proteger a la poblacin indgena atribulada por reparticiones y encomien-das, con las Leyes Nuevas de 1542, y nom-bra primer Virrey a Blasco Nez Vela en 1544, al que asesina Gonzalo Pizarro en 1547. Gonzalo Pizarro es vencido a su vez y ejecutado por el Pacificador Pedro de la Gasca, quien estabiliza de esta forma la regin, hacia 1551.

    Las primeras actividades espaolas en el Per, fueron el saqueo directo, las reparti-ciones de tierras y las encomiendas indge-nas de tributarios. Fueron las discusiones derivadas de estos trances las que origina-ron la guerra civil entre espaoles, paralela al desmembramiento del imperio incaico, cuyos miembros participan en el enfrenta-miento interno tomando uno y otro bando, en razn de sus propias enemistades. La bsqueda de objetos de oro y plata, las enco-miendas y reparticiones, la lucha de faccio-nes, son en la prctica una unidad en la fase inicial de la colonia que acompaa un fen-meno al menos semejante en importancia al de la cada poblacional. Es el fenmeno de la suplantacin de culturas la evangeliza-cin y la respuesta del taky onqoy, lamento y rebelin - de la implantacin forzada de nuevos esquemas para la organizacin po-ltica y territorial, de intensa reforma pro-ductiva. Idioma, religin, productos agrco-las y especies de crianza, sistemas nuevos de explotacin de la tierra y de locomocin, todos entran simultneamente. La reorga-nizacin urbana y la proliferacin de enco-miendas de indios, van haciendo intensa la historia nacional y planteando, por prime-ra vez de manera explcita, ya no sobre la base de las culturas originales sino sobre las nuevas necesidades de explotacin, la alternativa de Lima y la Costa, frente al eje

    longitudinal interandino, serrano.Un fenmeno trascendente se suma a los

    repartos, tributacin y encomiendas de los primeros aos (en 1536, haban ya quinien-tos encomenderos seala Klarn10), y es el descubrimiento del cerro de plata de Poto-s, en 1545, que genera el rasgo esencial de la explotacin colonial. Burga seala que la poblacin de Potos, era de 4000 habitantes en 1555 pero 120,000 en 1572, 150,000 en 1630 y solamente 60,000 en 1705. El siglo XVI (ms especficamente, el periodo en-tre 1580 y 1650), es denominado por Bur-ga el Siglo de la Plata11. La explotacin inicial de la plata, que se separa del mine-ral por los mtodos tradicionales andinos de calentamiento en hornos pequeos, se transforma radicalmente con el uso de la amalgama de mercurio y el descubrimien-to de las minas con este metal en Huan-cavelica, generndose el enorme circuito del sur virreinal. El azogue o mercurio de Huancavelica, la mina de plata en Potos, las recuas de mulas del norte argentino, la salida hacia los puertos costeos en el sur peruano, en especial Arica y la afluencia de productores y comerciantes que medra-ban de la riqueza minera, crean esta regin sur virreinal dominante en la economa, y todava presente en la cultura actual de la zona12.

    La Ciudad de los Reyes, sin embargo, no quedaba al margen de este negocio, pues las exportaciones pasaban necesariamente por el puerto del Callao, constituyndose as Lima en el centro administrativo y co-mercial, adems de ser la sede de gobierno. Desde el Callao, las naves con plata eran escoltadas hasta Portobello y su carga tras-ladada, otra vez en mulas, a Panam para salir al Atlntico.

    Adicionalmente, tambin desde el ini-cio de la dominacin, comienzan a insti-tuirse los obrajes (y las versiones menores de obrajillos, batanes y chorrillos) que fue-ron la expresin industrial de la colonia, principalmente textil, pero tambin exten-didas a otras formas artesanales, como el tratamiento de cueros, la orfebrera y la

    Las exportaciones pasaban necesariamente por el puerto del Callao, constituyndose as Lima en el centro administrativo y comercial, adems de ser la sede de gobierno.

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    14 Klarn, ob.cit. pginas 89 y siguientes.15 Las cifras de este censo que supondra una poblacin indgena en el Virreinato de ms de 6 millones de personas, y alrededor de 3.5 a 4 millones para el territorio peruano no son utilizadas usualmente por los demgrafos, que suponen una exageracin debida a la amplitud del plazo de ejecucin, o bien, prefieren asentarse en las coincidencias de las dems visitas para no tener cambios bruscos de sus propios estimados. 16 La mano de obra se increment tambin con inmigrantes africanos, pero el destino de stos, que no lograron aclimatarse a la sierra y menos a la minera de plata, fue principalmente las haciendas de la costa y las casas de espaoles y criollos, y su significado numrico fue de menor importancia frente a la poblacin indgena y mestiza. 17 El Virreinato, se divida en audiencias (en orden de creacin, entre 1538 y 1787: Panam, Lima, Santa Fe de Bogot, La Plata de los Charcas, Quito, Chile, Buenos Aires, Caracas y Cuzco), y stas a su vez en corregimientos que llegaron a ser 56, en 1565. Las reformas borbnicas, crearon 8 intendencias en el territorio peruano y dos en Chile, adems de separar del Virreinato del Per, las audiencias de Panam, Santa Fe de Bogot y Quito para conformar el Virreinato de Nueva Granada y la audiencia del Ro de la Plata para consti-tuirse en Virreinato). Las intendencias se dividan en partidos (la nueva versin de los corregimientos) y venan luego los cabildos, que los haba de espaoles o ayuntamientos y de indios. Existan adems demarcaciones especiales como las gobernaciones y la divisin administrativa paralela, eclesial, de arzobispados, obispados y parroquias.

    alfarera13. Los obrajes fueron sistemas de explotacin y tributacin, bien derivados de las encomiendas, o bien autnomos, que es-tn presentes, segn Santisteban, ya en los primeros aos de la conquista, pero se exten-dieron en todo el territorio virreinal hacia fi-nes del siglo XVI, llegando a los alrededores de 300 en el S XVII, reducindose a 150 en el siglo XVIII para extinguirse en la repblica, despus de haber sido la rama industrial de la colonia y de sus rezagos.

    el orden colonial toledano

    La gran reforma del Estado colonial se reali-z por la gestin del quinto virrey del Per, enviado de Felipe II, Francisco de Toledo, que lleg en 1569 y gobern hasta 1581. To-ledo deba responder no solamente al reto de establecer un Estado funcional y pacifi-car el reino, sino sobre todo de maximizar el rendimiento econmico para aliviar las vicisitudes de la metrpoli. Para cumplir estos objetivos, la reforma toledana, en pa-labras de Klarn14, se centr en tres cambios fundamentales; (1) la concentracin de la poblacin india en grandes asentamientos denominados reducciones, (2) la regulariza-cin y monetizacin del sistema tributario, y (3) la creacin de un sistema de recluta-miento forzado para sectores cruciales de la economa, las minas de plata, en particular.

    La tarea de Toledo se inicia con una lar-ga visita de cinco aos, entre 1570 y 1575, y el consiguiente resultado censal de 1 milln 677 mil 697 tributarios indgenas hombres de 18 a 50 aos, repartidos en 614 ayllus15. Contina con la fijacin de reduc-ciones de indios; urbes forzadas con la evi-dente finalidad de facilitar la provisin de

    mano de obra y el cumplimiento del aporte (un stimo de los adultos de la comunidad) poblacional para la mita real, usualmente minera.

    La provisin de mano de obra, tena como fuentes las mitas comunales, los en-ganches y la esclavitud en la modalidad del yanaconazgo (el yana era general-mente un trabajador de hacienda sin ma-yores rentas pero exento de tributos), pero tambin la venta de trabajo asalariado. En un marco de demanda creciente de mano de obra, paralela a la cada demogrfica, se explica la contradiccin entre el sojuz-gamiento colonial y la presencia de indios semi libres y libres. En efecto, la necesidad de trabajadores, posibilit tambin la exis-tencia de indgenas - adems de los pobla-dores cercanos a los curacas y comercian-tes, ms mestizos - que buscaban suerte por su propia cuenta, en minas y en obrajes, tras cumplir sus obligaciones de mitayos o huyendo de las reducciones y creando la figura de los mingados, alquilas, y la de los forasteros, liberados o furtivos16.

    Los corregimientos fueron haciendo las veces de divisin poltica fundamental17. Creados por asociacin de las antiguas re-particiones y encomiendas, eran responsa-bles de la recaudacin en colaboracin con los curacazgos locales, siguiendo el molde clsico de dominacin occidental. Los co-rregidores a su vez, generalmente incon-formes con las libertades de los indios y con sus propios pagos y rentas crearon una institucin adicional, el reparto. El reparto funcionaba como un sistema de compra y venta obligatoria de productos a la pobla-cin indgena, de manera que se incremen-taba su exaccin por estas vas, para pro-vecho de los intermediarios, ms que de la

    Los corregimientos, fueron haciendo las veces de divisin poltica fundamental. Creados por asociacin de las antiguas reparticiones y encomiendas, eran responsables de la recaudacin en colaboracin con los curacazgos locales, siguiendo el molde clsico de dominacin occidental.

  • Informe sobre Desarrollo Humano / Per 2006

    60

    18 E.Romero, ob.cit

    corona real. En el siguiente eslabn, el comercio lo-

    cal y de ventajas verticales ejercido por los repartos, que registran los historiadores coloniales, permiti tambin engarzar al sistema poltico y comercial, el objetivo de monetizar la tributacin. La compraventa de trabajo o productos se intermedia con monedas, y con las monedas se cobraban tributos y se les poda remitir a Espaa, en formas contables concretas. De esta forma se gener en el pas el germen del Estado actual y del mercado, patrimonial uno, oli-goplico y deformado, el otro, pero Estado y mercado al fin. Estado y mercado con-finados a los ncleos de las reparticiones y encomiendas y los ahora corregimientos; sobre la base de una convenida y frgil alianza entre curacas y corregidores, cabil-dos de espaoles y de indios; con legisla-cin protectora del indigenado permanen-temente incumplida y origen de infinitos juicios; con religin superpuesta de conos catlicos y dioses locales. Estado y merca-do, sin cubrir el ntegro del territorio y la poblacin, imperfectos, si se quiere, pero tambin un sistema mejor que el simple saqueo y el desastre social de la poca de conquista. Esto es lo que convierte al Vi-rrey Toledo en el Soln del coloniaje en los andes.

    La diversificacin y la reformaborbnica

    Para fines de esta revisin mantendremos la cifra baja de poblacin, fluctuando por de-bajo de los dos millones de habitantes, que parece ser la que predomina hasta el siglo XVIII. En Espaa reina el absolutismo de la casa austriaca de Habsburgo, y la suerte del reino, en continua decadencia frente a las potencias europeas occidentales, traslada en buena parte sus necesidades a las colo-nias. El reino impone el monopolio comer-cial y sus flotas atacadas permanentemente por los piratas, llevan oro y plata, despus tejidos de lana, mientras traen sus propias manufacturas, destinadas a los repartos. Tras el agotamiento de la plata, alrededor de 1650, la lana alcanza a tener importancia pero no llegar a rendir las ganancias eleva-

    das de los metales preciosos. La poblacin peruana del siglo XVII era

    dispersa, y su economa diversificada por la produccin en las haciendas y los obra-jes, adicional a la minera y el comercio. Los productos peruanos competan con la me-trpoli, a pesar del proteccionismo espaol, al redistribuirse desde Espaa hacia el resto de Europa por obra de los comerciantes de dicho continente. Ya desde el siglo anterior se haban perfilado adems de la mine-ra de la sierra - algunas especializaciones productivas que tienen, en su mayor parte, influencia solamente local. El algodn, las cabras, las acmilas, cascarilla, el cedro y el salitre de Piura; el arroz, las menestras, ja-bn, azcar y salitre en Lambayeque; los vi-nos y piscos, la alfarera en Ica; la ganadera en el valle del Mantaro y el altiplano; comer-cio y los tejidos en Cusco y Arequipa18. Los criollos van copando la economa producti-va, las haciendas proliferan y se conforman latifundios. Se afirma como un poder econ-mico el clero, no solamente por sus propie-dades, sino tambin por su repercusin en la cultura y su liberalidad poltica, en especial, por accin de los jesuitas.

    En 1700, muere el ltimo Habsburgo, Carlos II, y tras las guerras franco aus-triacas por la sucesin, se instala en Madrid la dinasta francesa de los Borbn, al reinar Felipe de Anjou, tras el tratado de Utrech en 1713. Este cambio repercutira de manera notable en las colonias, al redefinirse su sis-tema poltico con nfasis centralista.

    Frutos de las reformas borbnicas, es-pecialmente en el reinado de Carlos III (1759-1788) son la modernizacin burocr-tica, el reforzamiento del ejrcito, la ma-yor apertura comercial en un esfuerzo por resarcir la economa de las colonias; y en 1767, como resultado de las doctrinas de independencia frente al clero, la expulsin de los jesuitas y la venta de sus bienes en remates pblicos, y la creacin de inten-dencias (1777). La creacin del Virreinato de Nueva Granada (1739), pero sobre todo el de Ro de la Plata y la separacin de la audiencia de Chuquisaca, apartaron a Lima del eje hacia el Potos, y debilitaron la eco-noma de las intendencias del sur, al refor-zarse la va comercial hacia el Atlntico. En contrapartida se refuerza un eje alternativo

    La compraventa de trabajo o productos se intermedia con monedas, y con las monedas se cobraban tributos y se les poda remitir a Espaa, en formas contables concretas. De esta forma se gener en el pas el germen del Estado actual y del mercado, patrimonial uno, oligoplico y deformado, el otro, pero Estado y mercado al fin.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    Cuadro 2.3

    Per. Poblacin y comercio a fines del siglo XVIII

    Intendencias Pob. Total % Pas PartidosPoblacin del Partido capital. % respecto de su Intendencia

    No. de distritos

    % de Indgenas

    Ingreso en Aduanas (Pesos 1780) (*)

    Censo 1791

    Arequipa136 952 (12.7%)

    Arequipa, Caman, Condesuyos, Collaguas, Moquegua, Arica y Tarapac

    Arequipa 37 721(27.5%)

    60 48.95

    Cusco

    Huamanga

    Huancavelica

    Lima

    Tarma

    Trujillo

    Total 1 078 508 53Lima,62 910(5.8%)

    483 56.54

    231 210 (21.4%)

    Cajamarca, Chachapoyas, Chota, Huamachuco, Lambayeque, Pataz,Piura, Trujillo

    Trujillo12 032(5.2%)

    87 50.07

    201 551 (18.7%)

    Cajatambo, Conchucos, Huamales, Hunuco, Huaylas, Jauja, Tarma

    Tarma34 911(17.3%)

    79 52.23

    149 375 (13.9%)

    Lima, Caete, Ica, Yauyos, Huarochir, Canta, Chancay, Santa

    Lima62 910 (42.1%)

    74 42.37

    31 031 (2.9%)

    Angaraes, Castrovirreina, Huancavelica, Tayacaja

    Huancavelica5 176(16.7%)

    22 77.30

    111 760 (10.4%)

    Anco, Andahuaylas, Cangallo,Huamanga, Huanta, Lucanas, Parinacochas

    Huamanga 25 970 (23.2%)

    59 67.48

    216 629 (20.1%)

    Cusco, Abancay, Aymaraes, Calca, Lares, Urubamba, Cotabambas, Paruro, Chumbivilcas, Tinta, Quispi-canchis, Paucartambo

    Cuzco 32 082 (14.8%)

    102 73.53

    959 194

    Lambayeque 18 344, Trujillo 30 172, Paita 28 239 (Total 76 755) (8.0%)

    Jauja 15 804,Pasco, 2 623 (Total 18 427)(1.9%)

    Callao676 933 (70.6%)

    Huancavelica41 347(4.3%)

    -

    Cusco 41 527 (4.3%)

    Arequipa, 94 019; Arica, 7 908, Cailloma 2 278 (Total 104 205, 10.9%)

    (*) Los ingresos aduaneros eran el 28.7% de los ingresos fiscales de ese ao (3 339 534 pesos).

    Fuentes: Francesco Pini, La poblacin del Per a lo largo de un siglo 1785-1884. En: CEPD, Informe Demogrfico 1970 y Emilio Romero, ob.cit.elaboracin: PNUD / Unidad del Informe sobre Desarrollo Humano. Per.

  • Informe sobre Desarrollo Humano / Per 2006

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    19 El censo de 1791, como bien esclarece Pini en su investigacin citada, no corresponde a ese ao pues se relev en varios, siendo im-precisa la fecha exacta a la cual se le puede referir, pues tiene informacin del periodo 1791- 1795.20 Aunque es muy arriesgado, puede especularse una aproximacin al PIB de entonces en trminos actuales. Si se acepta la equiva-lencia de seis dlares por peso (Klarn, esboza 5 dlares para los alrededores de 1990) y se limita a los alrededores del 5 por ciento la presin tributaria (Contreras acepta 10, para fines del S XIX), se tendra un PIB per cpita de 400 dlares anuales, semejante a los pases actualmente ms atrasados. Para apreciar esta forzada comparacin que ms bien da algo de fiabilidad a los supuestos - se debera tener en cuenta, sin embargo, que la gran mayora de la poblacin viva del autoconsumo, mientras que una fraccin muy pequea concentraba las rentas.

    Lima- Pasco- Hualgayoc, tambin de base minera, pero que influencia la economa de todas las intendencias del norte.

    Las reformas borbnicas tuvieron frutos favorables en su primera fase, especialmen-te desde el punto de vista de la recaudacin para la corona. Pero son tambin el inicio de la desacreditacin de los peninsulares fren-te a los criollos. El acentuamiento de la tri-butacin, la anulacin de los nombramien-tos de criollos en los cargos burocrticos que haban comprado para reemplazar a los nacidos en Espaa, y la militarizacin, se enfrentaron con las ideas de la ilustracin y la renovacin liberal europea, para crear el germen de la futura independencia perua-na. La rebelin de Tupac Amaru II, breve e intensa en el Cusco (1780) pero de extendi-das repercusiones en casi todo el continen-te, son el antecedente ms representativo de los cambios: la encabeza un curaca que ejecuta a un corregidor abusivo, es seguida por una represin crudelsima, pero genera rebrotes que adoptan la bandera ms radi-cal de una independencia del Per, segn los criollos y la vuelta al imperio incaico en el imaginario indgena.

    Las dcadas finales del siglo XVIII y las iniciales del XIX bsicamente entre 1780 y 1825 son el intento final de la corona espaola de modernizar sus colonias y ha-cerlas ms productivas en trminos rentis-tas, lo cual se logr parcialmente, a pesar de la extincin de la economa del oro y la plata. A la vez, son las dcadas de la guerra de independencia de Espaa dirigidas por los criollos americanos.

    El pas tena al acabar el siglo XVIII, so-lamente siete intendencias, en un intento de reagrupar las demarcaciones, y 53 par-tidos. La visin de la poblacin segn el censo 1791 y las rentas aduaneras pueden darnos el perfil de las economas regiona-les de entonces.

    Se notar en principio que desconta-da la mayor parte de la amazona no cen-sada o parte de la Audiencia de Quito, y Puno como integrante de la Audiencia de

    Chuquisaca, la poblacin nacional ape-nas supera el milln de habitantes. Entre el comienzo y el final del coloniaje, des-de las primeras visitas hasta este censo de Francisco Gil de Taboada19, el volumen po-blacional es casi constante, y lo que llama-tivamente cambia, es la estructura racial. Al inicio, previamente al mestizaje, la po-blacin blanca y negra era marginal y la amplia mayora era indgena. A fines, los indios son menos del 60 por ciento, salvo en la sierra sur donde son las tres cuartas partes; es ya importante el mestizaje, que conforma ms de un cuarto de la poblacin total, y se cuentan ms de 40 mil esclavos negros. La poblacin blanca espaola es de 136 mil habitantes segn este censo, pero de ellos solamente 22 mil residen en Lima, mientras en Arequipa bordean los 40 mil y en Cusco superan los 30 mil.

    La segunda caracterstica importante a ser apreciada es la dispersin de la pobla-cin en las intendencias. El Cusco es la ma-yor, y le sigue Trujillo antes de llegar a Lima, graficando as el contrapeso norte- sur. Los partidos ms grandes, sobrepasando los 60 mil habitantes son Lima y Cajamarca.

    La Gua Poltica, Eclesistica y Militar de Hiplito Unnue, que con las Guas de Forasteros son los documentos estadsticos de la poca, destaca a Cajamarca, mucho ms importante que Trujillo la capital dentro de su respectiva intendencia. Hay otras capitales de intendencia sin peso po-blacional, dada su prdida de importancia econmica y poltica. El caso saltante es el de la ciudad de Trujillo, que es el menor partido en poblacin de su intendencia y Huancavelica, que es el penltimo; Cusco es sobrepasado por Tinta; Tarma por Jauja y Huaylas.

    Lima, en el extremo opuesto, es el par-tido de ms incidencia demogrfica en su respectiva intendencia. Y en trminos de la recaudacin aduanera su gravitacin es ya descomunal: 70.6% de la recaudacin aduanera nacional. No toda la economa fiscal se reflejaba en las aduanas, dada

    Trujillo, que es el menor partido en poblacin de su intendencia... Lima, en el extremo opuesto, es el partido de ms incidencia demogrfica en su respectiva intendencia. Y en trminos de la recaudacin aduanera su gravitacin es ya descomunal: 70.6% de la recaudacin aduanera nacional.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    la importancia del tributo indgena, pero ste era tambin alto para la capital20. Muy lejos, siempre contrapuestas, estn las aduanas de Arequipa y de Trujillo. Lo que dicen con claridad las cifras es que a pesar de la crisis o gracias a ella, en el Callao y Lima se detentaban las llaves del comercio y la administracin del fin de la poca colonial.

    La rePbLica sin ciuDaDanos

    Como es sabido, tras la independencia pe-ruana, la institucin republicana guard consigo, a pesar de su importante signi-ficacin, una continuidad con la colonia, especialmente en lo que se refiere a la ex-plotacin de indios y negros en la sierra y en la costa en condiciones de esclavi-tud y de exaccin tributaria, a travs de las contribuciones personales.

    Para el caso de los indgenas peruanos, su situacin debe contemplar tambin la desproteccin y abuso a diferencia de otras naciones andinas en contra de su institucin social elemental, la comunidad heredera del ayllu y la prdida de poder del curacazgo, su engranaje con el gobier-no central, como secuela de la represin contra la rebelin tupamarista. Indios y negros, hasta su liberacin real por Casti-lla en 1854, continuaron siendo esclavos y estaban excluidos de la vida civil, excepto para tributar. Nace pues la repblica, sin ciudadanos21.

    Nace tambin sin muchos recursos eco-

    nmicos, sin recuperarse de la crisis mine-ra y del desplazamiento del comercio hacia el Atlntico por el Ro de la Plata - Brasil, apoyada dbilmente en la produccin del interior de orden agroindustrial22, y en me-nor grado, minera y comercial. Debe ade-ms enfrentar la crisis financiera derivada del cambio poltico, y agravada por la emi-gracin de espaoles, que significaba per-der parte sustancial de la lite comercial y administrativa.

    La crisis poltica del periodo inicial de la repblica, es extrema. En los primeros 10 aos, hasta llegar al periodo de Gama-rra (1829-1833), se suceden en la presiden-cia 20 personas y dos juntas, sin contar las suplencias del propio Agustn Gamarra, quien formalmente es el primero en con-cluir un periodo presidencial. Antes de 1840, en las primeras dos dcadas, adems de continuar las sucesiones caudillistas, se haba promulgado el Estatuto Sanmar-tiniano de 1820, y las Constituciones de 1823, 1826, 1834 y 1839.

    La repblica se inicia con un debate ideo-lgicamente intenso sobre la conveniencia del federalismo, propiciado especialmente por Faustino Snchez Carrin, Luna Piza-rro y Toribio Pacheco para la Constituyen-te de 1828. Tal posicin resultaba antag-nica con la visin ms centralista de San Martn y Monteagudo, y ms ampliamente, de la nobleza espaola y criolla en el po-der. Esta polmica se prolongara durante las siguientes dcadas, pero tendra una significacin menor, desligada del inters nacional, salvo su irregular expresin du-

    21 Ver la acertada revisin de Nelson Manrique Glvez, Democracia y nacin. La Promesa pendiente, en PNUD, La Democracia en el Per. Vol 2. Proceso histrico y agenda pendiente, Lima, 2006.22 La distribucin regional de la produccin agropecuaria, tena, sin embargo, diferencias importantes con los patrones del siglo XX. Pablo Macera, por ejemplo, seala la concentracin de la produccin azucarera de fines del siglo XVIII en la costa central (entre Ancash e Ica), mientras que el sur (Caman y Tambo), Abancay y Cuzco, tenan una participacin mayor que Saa-Lambayeque y Trujillo, norteos. Pablo Macera, Plantaciones azucareras andinas. 1821-1975, en: INC, Trabajos de historia. Volumen 33.23 Al comienzo de su ensayo Regionalismo y centralismo, Jos Carlos Maritegui, postula; La polmica entre federalistas y cen-tralistas es una polmica superada y anacrnica, como la controversia entre conservadores y liberales, y a continuacin, El fede-ralismo no aparece en nuestra historia como una reivindicacin popular, sino ms bien como una reivindicacin del gamonalismo y de su clientela. No la formulan las masas indgenas. Su proselitismo no desborda los lmites de la pequea burguesa de las antiguas ciudades coloniales. (J.C. Maritegui, 7 ensayos sobre la realidad peruana, Lima, 1928). La impronta del ensayo mariateguiano es la dualidad nacional entre la costa criolla y la sierra indgena. Vctor Andrs Belande, dedica su libro Peruanidad a desmentir esta dualidad - al decir de Basadre, con xito - propugnando una visin integradora, de espaoles en la sierra e indios en las ciudades de la costa y vnculos mestizos. Participa tambin, con una visin ms ceida a la economa Emilio Romero (ver la reedicin de sus aportes de 1932, en Emilio Romero, El descentralismo, Tarea, Lima, 1987).Basadre, por su parte, en Per problema y posibilidad habla de dos federalismos en esta poca: uno continental, el de Bolvar, y el otro localista o separatista, ya sea para avanzar sobre o dominar a Bolivia, o para segregar los departamentos del Sur y unirlos o no a Bolivia. Y en La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Per, de un federalismo supranacional, el de Bolvar y la Gran Colombia, y otro infra-nacional, ms clandestino, especialmente sureo y separatista, que se inicia con la Confederacin pero pervive durante el siglo XIX.

    Tras la independencia peruana, la institucin republicana guard consigo, a pesar de su importante significacin, una continuidad con la colonia, especialmente en lo que se refiere a la explotacin de indios y negros en la sierra y en la costa en condiciones de esclavitud y de exaccin tributaria.

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    rante la Confederacin Per-Boliviana23, o en todo caso, limitada a la plyade poltica y acadmica con expresiones dbiles en los procesos polticos que no sean los regiona-lismos, forzadamente interpretados como intentos federales24.

    Las primeras constituciones tienen tam-bin idas y venidas alrededor de la institu-cionalidad poltica republicana, en cuanto a los roles municipales, pero sobre todo, las instancias departamentales. As, las Juntas Departamentales se instituyen en la Cons-titucin de 1823, pero las suprime a conti-nuacin la de Bolvar. Reaparecen en la de 1828, con autoridades elegidas y funciones de gobierno, pero se suprimieron en 1834, tras crticas variadas a su origen europeo y desligado de la realidad peruana y las contingencias de su funcionamiento, y no se mencionan en la Constitucin de 1839. El retorno liberal de 1856, las contempla nuevamente, pero sin que funcionen des-aparecen en la Constitucin de 1860, y son igualmente solamente un texto, subordi-nado a una ley de funcionamiento en la fallida Constituyente de 1867. El civilismo, las volvera a establecer en 1873, ao en que tambin se pone en vigencia la hasta entonces ms avanzada Ley de Municipali-dades, en la que destaca el intento de mu-nicipalizar la educacin por inspiracin de Manuel Pardo, que haba sido alcalde limeo. Este proceso, se inscribe en el es-quema de tres niveles, central regional local, que conocemos hoy, y fue el ms firme y duradero intento de descentraliza-cin, (1873-1880) an sin tener que apelar al rango constitucional, pues la Carta de 1860 fue vigente hasta 1919.

    Los intentos descentralistas responden obviamente a las ideologas dominantes en cada periodo. La fase inicial de la repblica est signada, en lo poltico, por el debate entre lo conservador, centrista, autorita-rio, que se adjudica a la lnea de Bolvar, del cuzqueo Gamarra y la Confederacin proteccionista; y la lnea liberal, descen-tralista, aperturista, de los criollos limeos, de Orbegoso, as como de Castilla, el sol-dado de la ley. La oposicin entre liberales

    y conservadores en el Per, es como en el resto de la historia poltica continental, sui gneris. No llega a enfrentar a la nacin en dos bandos, sino parcialmente; en otros tr-minos, no tiene las connotaciones que tuvo en Argentina o en Colombia, pues se cir-cunscribe a la lite poltica central, y como seala tambin Maritegui, no es clara la identificacin liberal centralista o conser-vadora federal y descentralista.

    En efecto, la identidad del liberalismo y los conservadores es feble. Los conserva-dores no fueron necesariamente la faccin retrgrada, y su proteccionismo tena ra-zones nacionales. Incluso su centralismo, tena como buena justificacin la preser-vacin de la unidad, frente al desmem-bramiento postcolonial. Y de su lado, el liberalismo, sin llegar al populismo, tuvo alianzas por ejemplo con Chile contra la Confederacin no precisamente naciona-listas, y su posicin a favor de los indios fue bastante ms declarativa que real.

    De otra parte, como se propuso demos-trar Basadre para toda la historia peruana, y como a su vez muestra Mndez25 para los inicios republicanos, la repblica de pe-ruanos, no estuvo al margen de la historia, ni siquiera en el periodo caudillista. Am-bos bandos se apoyaron en poderes locales y negociaron con ellos. Lo que se registra usualmente, es que las lites siempre tie-nen el protagonismo, a pesar que necesi-taron y necesitan, definitivamente de la multitud de la ciudad y el campo y de sus lderes, como parte de su ejrcito, y como parte de su caudal electoral. Pero se debe relativizar esta simplificacin, recordan-do que, adems de este rol subordinado y utilitario, el indigenado y el mestizaje pe-ruanos, mantuvieron y mantienen para s un poder local, una capacidad de negociar conservando su poder y preservando auto-noma en su entorno cercano.

    guano, dominio ingls, guerra con chile y civilismo

    La historia peruana posterior al caudillaje

    24 La historia del descentralismo en la repblica est descrita en el trabajo de Pedro Planas, especialmente en su central La descentra-lizacin en el Per republicano. 1821-1998, publicado en 1998 por la Municipalidad Metropolitana de Lima.25 Cecilia Mndez, Tradiciones liberales en los Andes: Militares y campesinos en la formacin del Estado peruano, Estudios Interdis-ciplinarios de Amrica Latina., E.I.A.L., http://www.tau.ac.il/eial/XV_1/mendez.htm

    Las primeras constituciones tienen tambin idas y venidas alrededor de la institucionalidad poltica republicana, en cuanto a los roles municipales, pero sobre todo, las instancias departamentales.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    26 Una referencia histrica esencial sobre este tema es seguramente Heraclio Bonilla. Una edicin reciente, que rene y revisa buena parte de su trabajo e ideas, es El futuro del pasado. Las coordenadas de la formacin de los Andes Fondo Editorial del Pedaggico San Marcos. Instituto de Ciencias y Humanidades. 2 tomos, Lima, 2005. Tambin es imprescindible el trabajo de Jonahattan Levin (1960, la versin en espaol, Las economas de exportacin, UTEHA, Madrid, 1964) y el de Shane Hunt, (1973, la versin en espaol, Guano y crecimiento en el Per del siglo XIX en HISLA,1984). Versiones interpretativas recientes estn en las obras de Carlos Con-treras, (El aprendizaje del capitalismo. Estudios de historia econmica y social en el Per republicano, IEP, Lima, 2004 y con Marcos Cueto, Historia del Per contemporneo. Desde las luchas de la independencia hasta el presente, IEP, Lima, 2004.

    de las primeras dcadas, est signada por el auge del guano y el salitre especialmente del primero que conjuntamente con la in-tensificacin de la dominacin inglesa, la potencia ms importante del siglo, deter-minan la economa y la poltica peruanas de 1840 hasta el periodo previo a la guerra

    con Chile, e incluso, la guerra misma.La importancia del guano fue trascen-

    dental. Ningn producto en la historia re-publicana ha llegado a tener tal incidencia en la economa, del orden del 60-70 por ciento de las exportaciones en su mayor momento, llegando a multiplicar hasta por

    Recuadro 2.1

    Los inmigrantes

    Fuente: Carlos Contreras y Marcos Cueto, Historia del Per contemporneo, Carlos Contreras, El aprendizaje del capitalismo y Heraclio Bonilla, El Futuro del pasado, Tomo I.elaboracin: PNUD / Unidad del Informe sobre Desarrollo Humano. Per

    Cuando Castilla decreta la manumisin definitiva en 1854 en el Per, el nmero de esclavos, en su mayor parte de edad avanzada, era 25,505. Una cifra mucho menor con respecto a la indepen-dencia, en 1821, cuando fueron un poco ms de 41,000. En 1854, los dueos de los esclavos fueron indemnizados con el dinero del guano, y recibieron 300 pesos por cada esclavo liberto. Para el Estado, esta operacin tuvo un costo de 7,651,500 pesos. En aquel entonces, la principal poblacin negra esclava se ubicaba en Lima con 5,791 esclavos, y seguan en cantidad, los negros liberados en Arequipa y Cusco con 3,550 y despus Ica, Trujillo y Chancay con un promedio de 2,000.

    Este proceso puso a disposicin de la clase propietaria, capitales que en la mayora de casos fueron utilizados en el desarrollo de la agricultura del litoral costeo. La escasez de mano de obra en la poca, llev a la importacin masiva de cooles chinos, surgiendo un sistema de es-clavitud disfrazada que reemplaz a la que haban sufrido los negros. La masa de inmigrantes chinos durante el periodo 1850 1874 fue de cerca de cien mil, llegando a representar entre el 3 y 4 por ciento de la poblacin total de la poca.

    La llegada de los cooles al Per produjo un arduo debate, entre quienes defendan su llegada por ser una mano de obra barata y dcil, los hacendados; y aquellos que preferan la inmigracin europea, puesto que ellos posean capacidad de trabajo, as como virtudes ciudadanas enrique-cedoras del orden republicano, pero su propuesta no prosper por la competencia sudamericana y norteamericana y por el descrdito que el Per tena en el trato a los inmigrantes. Los gobier-nos europeos se opusieron a la venida de sus nacionales al pas. En 1876, hubo 18,078 residentes europeos en el Per, de los cuales el 39% eran italianos. La mayora de ellos venan con la inten-cin de ser agricultores independientes, mas no esclavos, y se ubicaron principalmente en el co-mercio y la produccin artesanal. En el balance, la inmigracin que prosper fue aquella deseada por los hacendados y aborrecida por los intelectuales, la lite poltica y la plebe urbana.

    Adicionalmente, al amparo de un tratado de Amistad, Comercio y Navegacin firmado en 1873 entre los gobiernos de Japn y Per, ingresaron al pas durante el periodo 1898 y 1930 unos 18 mil japoneses, que inicialmente venan a trabajar en las haciendas de la costa para reemplazar a los cooles chinos, y luego, fueron integrndose por las vas del comercio y los servicios per-sonales. Algunos aportes menores, como la de centroamericanos para las haciendas azucareras o de alemanes para la colonizacin del Pozuzo, completan el cuadro racial que se integrara a la inmensa ola de mestizaje que se desencadena en la segunda mitad del siglo XX.

  • Informe sobre Desarrollo Humano / Per 2006

    66

    seis los ingresos fiscales, en un plazo de tres dcadas y a constituirse en la razn del 80 por ciento de dichos ingresos26. Hunt calcu-laba que debido a que en buena parte del periodo, la propiedad fue estatal con con-cesiones a consignatarios peruanos - usual-mente intermediarios y luego directamente a consignatarios extranjeros, hasta arribar al debatido Contrato Dreyfus, del ministro de economa de Balta, Nicols de Pirola - que la mayor parte del ingreso del guano qued en el Per, y su explotacin no se co-rresponde con el esquema de economa de enclave, que Levin adopta. La era del gua-no propicia un periodo de modernizacin y constitucin real del Estado, con ambige-dades y limitaciones que Castilla represen-ta bien. Son los aos de la manumisin de los esclavos negros (aunque se sustituyeron con los cooles chinos), de la eliminacin de la tributacin indgena (que se incumple y se sustituye con las contribuciones perso-nales), de reafirmacin de la independencia tras el triunfo del combate del 2 de mayo de 1866, y de extensin de la red ferrocarrile-ra encarnada por Meiggs y Malinowski y el empeo de Jos Balta, y luego, Manuel Par-do. Pero la era del guano es tambin, y por eso la polmica, de endeudamiento externo, de turbia consolidacin de la deuda in-terna, de gasto burocrtico, de irregularida-des en las concesiones.

    Manuel Pardo, el primer presidente civil, en 1872, debe a su vez enfrentar la crisis financiera internacional, reflejada en la drstica cada del precio del guano, que trata de contrarrestar con el manejo esta-tal directo del salitre. Cuando el Contrato Dreyfus se firma, en 1869- transfiriendo a dicha casa la concesin guanera a cambio del pago de la deuda externa - el pas ya estaba inmerso en la crisis financiera que llevara a Dreyfus a anunciar que desde 1875 ya no asumira la responsabilidad de la deuda peruana. Para entonces, se haba redoblado la importancia del salitre ta-rapaqueo, origen de las ambiciones que desencadenaron el conflicto blico con el pas del sur, que estalla durante la presi-dencia de Mariano Ignacio Prado, enfren-

    tado a Nicols de Pirola.La derrota en la guerra con Chile, con-

    solidara, en expresin de Bonilla, la crisis financiera. Para finalizar el siglo, el Per, tras la debacle del guano centralista, in-gresara a un periodo de recuperacin pe-nosa de la guerra. Reaparece el militarismo y la guerra civil entre Iglesias y Cceres, concluye con la asuncin al poder de este ltimo, quien tiene que enfrentar la tarea de la recuperacin en medio de una grave crisis financiera que haba dejado sin po-der adquisitivo a la moneda nacional.

    La deuda se enfrenta con el tambin controvertido Contrato Grace, que concede la administracin de la mayor parte del pa-trimonio estatal a cambio del saneamiento de la deuda exterior, y del congraciamiento con las inversiones inglesas, metas que se lograron cumplir. Es la poca del desarro-llo del civilismo, como expresin poltica de las oligarquas agrarias y de desarrollo de la incipiente industria. La crisis fiscal origina a su vez el planteo de la descen-tralizacin fiscal y administrativa, iniciada en 1886 con duracin hasta 1920, para unos aristocrtica y gamonalista, y para otros, preclara y modernizadora.

    La poblacin y las lecciones no aprendidas del siglo XiX

    La poblacin del siglo XIX tuvo un lento crecimiento medio. En cien aos, algo ms que se duplica, pasando de los 1.5 hasta los alrededores de 3.5 millones de habitantes, lo que significa a su vez una tasa media de crecimiento en el siglo de 0.6 por ciento medio anual, seguramente menor que este promedio en el comienzo, y ligeramente superior al 1 por ciento medio anual hacia el final de este amplio periodo27.

    En cuanto a la distribucin territorial de los pobladores, la regin que se des-taca es el norte, debido a la presencia de sus valles, el ingreso de los cultivos co-merciales y el desarrollo de la agroindus-tria, sobre todo en la segunda mitad del siglo. El norte peruano, es as, precursor

    27 Aunque se consignan los resultados de los censos, las fluctuaciones intercensales no son aceptables, pues no son posibles cambios tan bruscos de crecimiento demogrfico, en periodos relativamente cortos, sin la intervencin de factores exgenos de dimensiones importantes. Una proyeccin de extremo a extremo, de casi un siglo, da una mayor estabilidad, pero sacrifica la data intermedia.

    El norte peruano, es as, precursor industrial, en el sentido clsico que va de los valles y la artesana hacia las usinas e ingenios, y de las haciendas y las minas surgira despus una burguesa industrial.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    Cuadro 2.4

    Per. Poblacin peruana en los censos de 1793-1796 a 1876

    Departamento 1793-1796

    1827 1850 18621876

    1/1793-1827

    1827-1850

    1850-1862

    1862-1876

    Divisin Poltico - administrativaPer: Censos nacionales (miles) Per: Tasa de crecimiento intercensal

    1/ El departamento de Tacna incluye la poblacin del departamento de Tarapac. Este nmero total de habitantes de la Repblica, cifra menor en 839 de la suma que se ha indicado en el Re-sumen General del Censo.Fuentes: Ministerio de Hacienda y Comercio. Censo General de la Repblica del Per 1876 y Censo Nacional de Poblacin y Ocupacin 1940.Instituto Nacional de Planificacin. Censo Nacional de Poblacin y Vivienda 1961.

    elaboracin: PNUD / Unidad del Informe sobre Desarrollo Humano. Per.

    PER 1 209 1 517 2 001 2 488 2 699 0.7 1.2 1.8 0.6

    Norte 360 425 519 789 902 0.3 0.3 0.7 0.2

    Tumbes - - - - - - - - -

    Piura - 54 74 130 136 - 0.5 0.9 0.1

    Lambayeque - 43 - 52 87 - - - 0.8

    La Libertad 231 73 262 133 147 -1.8 2.0 -1.1 0.2

    Cajamarca - 94 - 177 213 - - - 0.3

    Amazonas 15 41 27 33 34 1.6 -0.6 0.3 0.1

    Ancash 114 121 156 264 285 0.1 0.4 0.8 0.1

    Centro 135 196 322 447 452 0.6 0.8 0.5 0.0

    Ica - 18 - 61 60 - - - 0.0

    Hunuco - 28 - 75 79 - - - 0.1

    Pasco - 37 - - 45 - - - -

    Junn 87 61 246 203 165 -0.5 2.2 -0.3 0.0

    Huancavelica 48 52 76 107 103 0.1 0.6 0.5 -0.1

    Lima 149 159 189 226 260 0.1 0.3 0.3 0.2

    Callao 29 7 8 19 34 -2.3 0.4 1.3 1.0

    Lima 120 152 181 207 226 0.4 0.3 0.2 0.1

    Sur 565 737 959 975 1 023 0.4 0.4 0.0 0.1

    Arequipa 137 101 135 136 157 -0.5 0.5 0.0 0.2

    Moquegua - 30 61 27 29 - 1.1 -1.3 0.1

    Ayacucho 112 103 130 183 142 -0.1 0.4 0.5 -0.4

    Tacna - 29 - 53 74 - - - 0.5

    Apurmac - 98 - 117 119 - - - 0.0

    Puno 100 200 286 225 259 1.1 0.6 -0.4 0.2

    Cusco 216 175 346 234 243 -0.3 1.1 -0.6 0.1

    Oriente 11 52 62 - - - 0.3

    Loreto - - 11 52 62 - - - 0.3

    San Martn - - - - - - - - -

    Ucayali - - - - - - - - -

    Madre de Dios - - - - - - - - -

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    industrial, en el sentido clsico que va de los valles y la artesana hacia las usinas e ingenios, y de las haciendas y las minas surgira despus una burguesa indus-trial. La contraparte surea, protagonista en muchas ocasiones de la poltica conti-nuando su tradicin colonial, comienza a ceder especialmente por la prdida de valor comercial de la lana, asentando su economa en la agricultura hacendaria. El centro peruano, en especial su eje, el va-lle del Mantaro28, tambin emerge al me-nos con intensidad local, explotando la minera y las haciendas, y su vinculacin comercial con Lima y el Callao. En la di-nmica socioeconmica el centro peruano est fragmentado: algunas de sus provin-cias se vinculan al norte siguiendo el curso de la cordillera negra, otras a la sierra sur, continuando una larga tradicin histrica precolombina, y otras, comercialmente, a la costa, especialmente a Lima y Callao, y en menor grado, a Ica. El oriente, la sel-va o montaa como se deca antao, era an una regin lejana y misteriosa, ms definida por la ceja en Amazonas, que por Loreto, e irrumpira en la economa y en la poltica con la breve pero intensa explota-cin del caucho en el siglo XX.

    Haba ya mercado en el Per, en este siglo? En el sentido de las articulaciones ferrocarrileras, segn William Bollinger, citado por Bonilla, para el azcar en el norte, para el cobre en el centro, para el algodn en Ica y para la lana en el sur, ya se establecan redes mercantiles, y habra que agregar las primeras fundiciones y la industria de bienes de consumo en Lima y las principales ciudades. Pero es todava precaria la existencia de un mercado labo-ral asalariado. El censo de 1876, consigna la presencia de una poblacin ocupada de 1.3 millones la dcima parte de la ac-tual y el censo la clasifica por profesio-nes. La mayor parte de estas ocupaciones dos tercios estn vinculadas al agro y la ganadera del interior, y en los centros urbanos, a la artesana. El asalariamiento industrial, es todava marginal, pero apa-recer significativamente en las dcadas

    inmediatamente siguientes, las de la diver-sificacin de las exportaciones y en general de la economa, cuando la recuperacin de la guerra con Chile.

    La leccin central del siglo XIX, es la reafirmacin con enorme vigencia actual - de que la exportacin de materias primas no tiene impactos mayores en el empleo di-recto de la poblacin. La vieja leccin de la minera es reafirmada por el guano. El im-pacto de los enormes ingresos que produjo, se diluye entre tributos y las ganancias de particulares, en especial de extranjeros con poco inters en la reinversin interna. De tal forma, queda de experiencia que cuan-do el crecimiento es exportador de mate-rias primas, el Estado y sus gobiernos, deben asumir la responsabilidad no sola-mente en el cobro de las cuotas de ganancia nacional que correspondan si hay conce-siones y no es el explotador directo sino sobre todo en las decisiones que se tomen para el uso de los ingresos. La riqueza ori-ginada por las exportaciones de materias primas, nuevamente plantea el dilema de tener efectos duraderos para la poblacin creando desarrollo humano - o destinarse por la tradicin rentista nacional al benefi-cio particular. En el siglo XIX, el del guano, hay un inters expreso en la generacin de infraestructura para el desarrollo, especial-mente en lo que respecta a la red ferrovia-ria, pero ese mismo intento, como la propia explotacin del recurso, se ve enturbiado por la injerencia de los intereses de grupo nacionales y extranjeros.

    El siglo XIX es centralista, en sus co-mienzos y descentralista hacia sus aos finales, cuando vuelven los Concejos De-partamentales y las Municipalidades con nuevos poderes en la gestin de Manuel Pardo, y sobre todo, cuando se inicia la des-centralizacin fiscal de 1886, en la recons-truccin liderada por Cceres, con nuevas Juntas Departamentales, que se prolonga-ran hasta 1920. En el terreno econmico, contina la afirmacin del poder adminis-trativo, burocrtico, comercial y financiero de Lima. Ni el sur en la primera mitad del siglo, ni la emergencia del norte en la se-

    28 Ver Nelson Manrique Mercado interno y regin. La sierra central 1820-1930, DESCO, 1987. Para el caso del Sur, Carlos Barrene-chea, Gran Sur. Elementos de una estrategia comn, Bartolom de las Casas, Cusco, 1990 y la compilacin de Scarlett OPhelan e Yves Saint-Geours, El Norte en la historia regional, CIPCA_IFEA, Lima, 1998.

    La leccin central del siglo XIX, es la reafirmacin con enorme vigencia actual - de que la exportacin de materias primas no tiene impactos mayores en el empleo directo de la poblacin.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    gunda mitad, son suficientes para ejercer un contrapoder. La descentralizacin fiscal, es ms una necesidad administrativa que una respuesta a demandas desde el interior, a pesar que estas existieron como en el caso de la rebelin de Atusparia en 1885. Sin lle-gar a los extremos de densidad poblacional de ahora, Lima, la ciudad, ya tena hace 150

    aos, establecidas con carcter irreversible las bases de su dominacin sobre el resto del pas, pero la poblacin ocupada del de-partamento de Lima era menor que la de los principales departamentos del interior Puno, Ancash y Cusco y era ligeramente superior a Junn.

    El Per, tena imgenes contradictorias.

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    Por un lado, sobre todo antes de la guerra, como resean frecuentemente los extranje-ros que lo recorrieron incluidos los ilustres Humboldt y Raymondi era un pas desar-ticulado, sin formaciones econmicas poten-tes, descoyuntado por la dinmica econmi-ca minera de los siglos anteriores. Por otro, en especial para los estudiosos de la historia econmica finisecular, estaba creando las ba-ses de su modernizacin, asociada al capita-lismo ingls y norteamericano.

    Los finales del siglo, desde la dcada anterior a la debacle de la guerra con Chi-le, muestran otra caracterstica esencial, que es la intervencin civil en la poltica en reemplazo del caudillismo militar. Es muy claro, que para su tiempo esta intervencin - la del civilismo de Pardo o el Partido De-mcrata de Pirola hasta los comienzos del siglo siguiente, donde destaca en especial la figura de Gonzles Prada - es no sola-mente novedosa, sino tambin renovadora. No precisamente por su evidente aporte intelectual, sino en especial por su recono-cimiento del pas indgena, por su debate permanente del destino nacional y la ne-cesidad de generar, en la educacin sobre todo, una verdadera nacin. Mucho de esta revolucin del pensamiento que no lleg jams a plasmarse en el ejercicio poltico, est asociado a las posibilidades del indus-trialismo en el Per.

    republica aristocrtica, fluctuaciones capitalistas, industrializacin incipiente

    El periodo mayormente expansivo entre 1895 y 1919, conocido como el de la Rep-blica Aristocrtica, por la direccin de la oligarqua agraria nacional a travs de la afirmacin en el gobierno del civilismo, con el protagonismo de Pirola en un se-gundo periodo (1895-1899), de Jos Pardo y Barreda (1904-1908), Legua en su primer periodo (1908-1912), la breve incursin po-pulista de Billinghurst (1913-1914), la res-tauracin extra democrtica de Oscar R. Benavides (1914-1915), y el segundo perio-do de Pardo (1915-1919) est signado por la diversificacin de exportaciones, por la creciente influencia norteamericana en la economa, el industrialismo original y el ingreso estimulado por las revoluciones mexicana de 1905 y rusa de 1917 de una

    visin popular de la poltica. En un siguiente plazo, la dictadura de

    Legua de 1919 a 1930, tras la crisis de la primera guerra mundial, retomara el cre-cimiento asociado a las inversiones ameri-canas, y culminara con su derrocamiento por Snchez Cerro, en un nuevo periodo de crisis determinado por el crack estado-unidense, que llev al Per a otra morato-ria de su deuda externa. El protagonismo pasara despus por el nuevo gobierno de Benavides (1933-1939) y el primer gobier-no de Prado (1939-1945).

    Pero ya desde inicios de siglo estara presente un nuevo actor trascendente, el movimiento popular obrero que comanda desde el norte el APRA de Haya de la To-rre, fundada en 1924, y en Lima, la influen-cia intelectual de Jos Carlos Maritegui, y el Partido Socialista denominado tras su muerte, en 1930, Partido Comunista. Am-bos, en abierto enfrentamiento con el poder oficial. Es la poca gloriosa del sindicalis-mo, de los movimientos campesinos y fren-tes populares, de los albores del industria-lismo y de la recuperacin democrtica con Prado y Bustamante, vuelta a interrumpir por la dictadura odrista de 1948-1956, pri-mera beneficiaria de la expansin capitalis-ta posterior a la segunda guerra mundial, que establece la hegemona norteamerica-na en el mundo occidental.

    En los propsitos descentralistas, el pe-riodo est signado primero, por la ya men-cionada descentralizacin fiscal adminis-trativa de 1886 1920, y su propsito de hacer que cada regin viva de sus propios recursos y desde otro punto de vista, de lo-grar que lo recaudado en cada Junta Depar-tamental se gaste en sus propios mbitos. Las juntas tenan responsabilidades en la educacin, en la administracin de justicia hasta el nivel de las cortes superiores, en la construccin de puentes y caminos, y en la direccin de la guardia civil. Esta es la ms intensa descentralizacin que ha vivido la repblica, a pesar de las crticas que reci-bi y del hecho que estas Juntas eran di-rigidas inicialmente por prefectos, lo cual cambia, con leyes entre 1889 y 1893 - que refuerzan su autonoma separndolas de los prefectos, brindndoles locales propios, confirindoles la administracin de las be-neficencias y dndoles mayor legitimidad al elegirse sus representantes partiendo del sufragio de los alcaldes.

    Desde inicios de siglo estara presente un nuevo actor trascendente, el movimiento popular obrero que comanda desde el norte el APRA de Haya de la Torre, fundada en 1924, y en Lima, la influencia intelectual de Jos Carlos Maritegui.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    La vigencia de este rgimen notoria-mente el que ms lejos lleg en su intento por descentralizar al pas - culmina con la intervencin de Legua, que vuelve al cen-tralismo con el pretexto de la nueva Cons-titucin de 1920, planteando esquemas de congresos regionales que sesionaran 30 das al ao - y tornando los municipios a la designacin de Juntas de Notables. Luego, en 1931-1935, poca de intensa polmica sobre el tema29, volvera a ahogarse el in-tento descentralista, durante las gestiones

    de Oscar R. Benavides y el mandato de la Asamblea Constituyente de 1933, al frus-trarse el funcionamiento de una nueva ley de descentralizacin con Concejos Departa-mentales que deberan tener rentas propias, segn la Constitucin de 1933 ordenaba.

    Para Planas, aqu concluyen los inten-tos descentralistas. No considera al con-junto de instituciones administrativas es-tablecidas por los gobiernos de la segunda mitad del siglo XX; ni siquiera el intento del primer gobierno de Alan Garca (1985-

    29 Ver el trabajo de Baltasar Caravedo, El problema del descentralismo, Lima, Universidad del Pacfico, 1983, y El debate descen-tralista durante la Asamblea Constituyente en Carlos Barrenechea, editor, El problema regional hoy, Tarea, Lima, 1984. Un buen recuento del descentralismo en el periodo republicano, es tambin el de Johnny Zas Friz Burga, La descentralizacin ficticia: Per 1821-1998, Universidad del Pacfico, Lima, diciembre 1998.

    Cuadro 2.5

    Per. Los principales vaivenes descentralistas republicanos

    Elaboracin: PNUD / Unidad del Informe sobre Desarrollo Humano. Per

    Aos Gobernante(s) protagnico(s) Descripcin

    1821 - 1835

    1836 - 1839

    1856 - 1867

    1873 - 1883

    1886 - 1920

    1919 - 1930

    1931 - 1935

    1962 - 1968

    1968 - 1975

    1980 - 1985

    1985 - 1990

    1990 - 2000

    2002 - 2005

    San Martn , Bolvar, Torre Tagle, Riva Agero y La Mar.

    Santa Cruz , Gamarra y Orbegoso

    Castilla, Vivanco

    Manuel Pardo, Pirola

    Cceres, Jos Pardo

    Augusto B. Legua

    Asamblea ConstituyenteOscar R. Benavides

    Fernando Belande

    Velasco, Morales Bermdez

    Fernando Belande

    Alan Garca

    Alberto Fujimori

    Alejandro Toledo

    Primer debate sobre el federalismo, en especial en 1827-1828. La mu-nicipalizacin y las primeras Juntas Departamentales, que permanecen entre 1828 y 1834.

    Confederacin Per-Boliviana. Federalismo, separatismo o descentra-lismo.

    La vuelta de las Juntas Departamentales.

    Los Concejos Departamentales. Primera Ley Orgnica de Municipali-dades. Funciones educativas, judiciales, policiales, en los Concejos.

    Las Juntas Departamentales. La descentralizacin fiscal y administrativa ampla el proceso civilista. Elecciones municipales.

    Los Congresos Regionales, prcticamente decorativos. Se suprimen las Juntas y las elecciones municipales.

    Los Concejos Departamentales, se mencionan en la Constitucin, tras la presin poltica regionalista, pero no llegan a funcionar

    Vuelven las elecciones municipales. Se crean las Corporaciones Depar-tamentales de Desarrollo.

    Se suprimen las elecciones municipales. Se crean los Organismos Re-gionales de Desarrollo Econmico (ORDES).

    Elecciones Municipales. CORDES, Corporaciones de Desarrollo, departa-mentales CORDES.

    Ley de Bases de la Descentralizacin. Consejos Regionales parcialmente elegidos. Transferencias incompletas.

    Frustracin del proceso. Consejos Transitorios de Administracin Re-gional (CTAR).

    Proceso actual. Nueva Ley de Bases y Reforma Constitucional. Elecciones Departamentales. Transferencias de funciones y recursos. Fallido referndum para constituir regiones.

  • Informe sobre Desarrollo Humano / Per 2006

    72

    30 Ver el texto imprescindible de Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram, Per: 1890-1977. Crecimiento y polticas en una economa abierta, Mosca Azul, Fundacin Ebert y Universidad del Pacfico, Lima, 1985. La primera edicin, en ingls, es de la Universidad de Columbia, Nueva Cork, 1978.

    1990). Para l, a fines del siglo XX se viva ya ochenta aos de centralismo. Y no lleg a ver, por su temprana y sentida muerte, el actual proceso.

    El amplio interregno sin censos - salvo los de Lima en 1920 y 1931- que va de 1876 a 1940, impide una lectura acompasada de la situacin de la poblacin en tan amplio lapso. Thorp y Bertram30 acusan que el pe-riodo de 1900 a 1930, a pesar del evidente auge del azcar y el algodn en el norte, de la minera del cobre y metales preciosos en la sierra, sobre todo central, del caucho en el Oriente, del petrleo en Talara y de la expansin industrial en las ciudades princi-pales, no era de desarrollo uniforme y tuvo tanto los altibajos de las crisis internacio-nales, como del debilitamiento de los mer-cados internos de productos, especialmente de la agricultura y la industria para el con-sumo interno, que tuvieron fluctuaciones como resultado de periodos intermitentes de apertura comercial. La combinacin de exportaciones en auge y aperturismo no result favorable como se esperaba - finan-ciando importaciones de maquinaria que fa-vorecieran el proceso industrial - sino ms bien da el desenvolvimiento de la pro-duccin interior, deteniendo el crecimiento de los salarios.

    La nueva produccin, sin embargo, de-termin incrementos de la demanda de mano de obra de mayor envergadura que sus antecedentes. Todava las tasas de cre-cimiento de la poblacin y de la fuerza de trabajo eran bajas, como tambin sus vol-menes. La PEA ocupada de 1920 no llegaba a los dos millones de personas, y la gran mayora resida en el mundo rural serrano. El pas ya tena experiencia de esta insu-ficiencia de mano de obra para las minas en la colonia, y para la agricultura y la mi-nera cuando la manumisin de los negros en la repblica a mediados del siglo XIX. Y tuvo en estos aos que volver a enfrentar la escasez de oferta laboral para las minas, las haciendas norteas y la industria. El en-ganche un sistema de engaos a travs de intermediarios para retener mano de obra se combinaba con la oferta salarial. Las extensas jornadas de obreros a pesar de la

    ley de 8 horas de 1919 y el trabajo intenso de mujeres y nios en la industria, tienen tambin correlato con esta desproporcin favorable al volumen de capital frente al trabajo. Como smbolos, quedaron vigentes hasta 1980, cuando ya la explosin demo-grfica y la crisis financiera los haban des-provisto de sentido, disposiciones como la ley de vagancia que sancionaba el no tra-bajar, o la ordenanza municipal, en Lima, de registro adelantado en los municipios de quienes quisieran renunciar al trabajo, para evitar as traslados masivos.

    La lectura de la poblacin ocupada en el censo de 1940, nos da ms luces acerca de la economa y el trabajo, como resulta-do del accidentado proceso de expansin e industrializacin de la primera mitad del siglo pasado. Se tiene all una poblacin trabajadora de casi 2.5 millones de perso-nas, nunca antes conocida en la historia co-lonial o republicana. Alrededor del 60 por ciento del total, es agropecuaria, pero la ocupacin agropecuaria de Lambayeque, La Libertad e Ica (que incluyen casi toda la produccin moderna dirigida a la expor-tacin), equivale a menos del 10 por ciento de la ocupacin agraria total.

    En la industria (15.2%), ms la construc-cin (1.8%) y los servicios de infraestructu-ra (2.1%), estaban ocupados menos del 20 por ciento de los trabajadores, que equiva-lan a menos de un tercio del sector prima-rio. En el departamento de Lima, residan unos 60 mil trabajadores de la industria que son la sexta parte del trabajo nacional en este sector; otros departamentos del in-terior tambin tenan ocupacin industrial significativa: 50 mil en Cajamarca, 40 mil en Cusco, 32 mil en Puno, ms de 20 mil en La Libertad y Junn. Desde luego, la industria del interior tiene un mayor com-ponente de sector artesanal, que de plan-tas industriales. El eje industrial de Ate y Vitarte, ya exista, y residan tambin im-portantes fbricas en las afueras de Lima, previas al eje de la Avenida Argentina, hoy desaparecido. Otro dato significativo: la participacin de Lima en el comercio y los servicios, incluido el empleo pblico, era ms importante que su participacin en

    Esta expansin de la industria, no era de desarrollo uniforme y tuvo tanto los altibajos de las crisis internacionales, como del debilitamiento de los mercados internos de productos, especialmente de la agricultura y la industria para el consumo interno.

  • CAPTULO 2: El devenir del pueblo peruano, sus recursos y retos

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    la industria, pero este sector el terciario era relativamente ms moderno que el actual, ya que no haba cado en su masiva informalizacin.

    Cotler subraya otro aspecto esencial del siglo, el del desarrollo y transformacin del Estado31. El Estado aristocrtico, de fun-cionarios pblicos, pocos y privilegiados, pasara a ser cada vez ms un Estado ma-sivo, de servidores, hasta su crisis total para el ltimo cuarto de siglo. Citando a Hunt, muestra cmo entre 1900 y 1965, el presupuesto pblico deja de ser priorita-riamente administrativo, financiero y mi-litar, para pasar a gastarse en educacin, salud y fomento, atendiendo al vuelco de-mogrfico que definir las siguientes dca-das de historia.

    La parbola industrial del siglo XX. explosin demogrfica e informalidad

    La segunda mitad del siglo XX continuar mostrando un progreso de la industria, y en especial del empleo pblico, hasta co-mienzos de los aos setenta, e incluso una progresin favorable de las remuneracio-nes. Mas le proseguir una profunda crisis econmica, que deriv en debacle recesiva e inflacionaria de las dcadas finales del si-glo, y en la aplicacin de shocks de sueldos y salarios para salir de la espiral de precios. Con mayor rigor que en otras ocasiones y para una poblacin mucho ms grande, esta vez la crisis se resuelve reduciendo la demanda a travs del poder adquisitivo, empobreciendo de manera indita a la po-blacin especialmente a la urbana, ms vin-culada al mercado.

    Con esta crisis se completa el siglo, y con l, una parbola: la del auge y fracaso del proceso industrial peruano. Los supuestos del desarrollo, por los cuales el fortaleci-miento de la agricultura creara la base in-dustrial, partiendo de la industria de bienes de consumo generadora de empleo por excelencia y creando sectores de bienes intermedios y de bienes de capital, fracasa-ron en la experiencia nacional. Los amplios

    periodos aperturistas y de oportunidades de exportacin no generaron suficiente acu-mulacin interna ni atendieron la grave car-ga de las masas campesinas del interior del pas derivada del retraso de la agricultura, crecientemente refugiada en el autoconsu-mo y subordinada en la fijacin de precios.

    Tampoco se dio un cambio tecnolgico autnomo que permitiera desarrollar el sector transformador, para llegar a expor-tar productos industriales. Por el contra-rio, el sector industrial ha sido ms bien importador de tcnicas, de maquinaria e incluso de insumos: as, su crecimiento, que debe ser crecimiento en el empleo, ori-ginaba ms bien dficit en la balanza de pagos, que se resolvan con contracciones de la economa y prdida de la dinmica de empleo. Como una carga ms, la eco-noma ha sufrido de constantes retraccio-nes de capital, especialmente en el periodo militar de 1968 1975, cuando la reforma agraria e industrial y la nacionalizacin y expropiacin de empresas extranjeras, ahu-yentaron el capital nacional y la inversin fornea directa y se tuvo que enfrentar a continuacin la coyuntura desfavorable de una severa y exigente deuda externa.

    Se puede abundar y sobre todo dis-crepar en el listado de las caractersticas adversas de la estructura econmica pe-ruana, que llevaron al pas a los difciles momentos del cuarto final del siglo XX. Pero sera muy grave, como suele suceder, ignorar, por el lado de la oferta de trabajo, las graves exigencias de la explosin de-mogrfica desencadenada por las cspides de fertilidad de los aos sesenta paralelas a las sensibles mejoras de salubridad y sa-lud pblicas, que permitieron los aos de crecimiento relativamente sostenido de la primera mitad del siglo.

    Una cita numrica puede graficar la gravedad de las exigencias demogrficas: la poblacin peruana haba crecido en sola-mente cinco millones de personas de dos a siete - durante aproximadamente cuatro-cientos aos, pero solamente necesit un poco ms de medio siglo para aumentar 20 millones adicionales. La curva de la evolu-

    31 Julio Cotler, Clases, Estado y Nacin en el Per, IEP, 3. Edicin, Lima, 2006. Las fuerzas armadas mantuvieron su relevancia en el presupuesto nacional hasta el fin del gobierno militar en 1979. Pero sta disminuye sensiblemente a partir de entonces, por las exigen-cias de la deuda externa la nica constante del siglo y la presin del gasto social.

    Los amplios periodos aperturistas y de oportunidades de exportacin no generaron suficiente acumulacin interna ni atendieron la grave carga de las masas campesinas del interior del pas derivada del retraso de la agricultura, crecientemente refugiada en el autoconsumo y subordinada en la fijacin de precios.

  • Informe sobre Desarrollo Humano / Per 2006

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    Cuadro 2.6

    Per 1876 2005. cambios en la poblacin por grandes regiones y departamentos

    Departamento

    1/ El departamento de Tacna incluye la poblacin del departamento de Tarapac. Este nmero total de habitantes de la repblica, cifra menor en 839 de la suma que se ha indicado en el Resumen General del Censo.Fuentes: Instituto Nacional de Estad