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ASOCIACION DE J UV ENTUD MEDICA Sesión del día 7 de marzo de 1974 LA SEGURIDAD SOCI AL, CONFLICTO DEL SIGLO In terpretación histórica de los factores económico-sociales dete1·minantes de la aparición de la Seguridad Social F. SoLER SAB ARIS El hombre es sin duda alguna el protagonista principal de la His- toria y a su servicio deben ir encaminados los conocimientos que la ciencia médica adquiere a lo largo de su desarrollo. Pero como el hom- bre es un ser eminentemente social y adquiere en la sociedad su plena realización, la relación hombre-sociedad constituirá el proceso histórico de elaboración de nuevos valores o el abandono de los ya adquiridos ( 1 ). El ej ercicio de la medicina variará en la mutación de la relación hombre-sociedad-Estado y las estr uctur as económico sociales q ue los representan. Entendemos la enfermedad desde el punto de vista sociológico como un desorden transitorio o definitivo que impide al ser humano realizar su rol o papel social , o sea una alienación del ser humano, ya que impide el desarrollo y realización del enfermo en la medida de su naturaleza, y como la alienación representa un peligro para la sociedad ésta se defiende creando un sistema de protección y delega al médico para tal misión, confiándole el poder de definir la enfermedad y tra- tarla de acuerdo con los conocimientos adquiridos, la profesión médica es, según P ERSONS, un mecanismo de integración que tiende a mante- ner la sociedad, y el acto médico se convierte en un acto social, ya que conserva el equilibrio y el bienes tar de la sociedad en que asienta. El papel del médico adquirirá gran auge cuando se identifica con el des arrollo de la sociedad y del hombre , pero cuando se olvida de este papel inmerso en las variantes históricas y defiende otros valores que le han sido asignados o que el mismo se ha atribuido, vemos a través de l os avatares de la Historia que su prestigio disminuye rápidamente (1) Valor en el sentido de HALLER, o se11 el trabajo en el concepto más amplio de sociabilidad, universalidad, conciencia y libertad.

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ASOCIACION DE JUVENTUD MEDICA

Sesión del día 7 de marzo de 1974

LA SEGURIDAD SOCIAL, CONFLICTO DEL SIGLO

Interpretación histórica de los factores económico-sociales dete1·minantes de la aparición de la Seguridad Social

F. SoLER SABARIS

El hombre es sin duda alguna el protagonista principal de la His­

toria y a su servicio deben ir encaminados los conocimientos que la ciencia médica adquiere a lo largo de su desarrollo. Pero como el hom­bre es un ser eminentemente social y adquiere en la sociedad su plena realización, la relación hombre-sociedad constituirá el proceso histórico de elaboración de nuevos valores o el abandono de los ya adquiridos ( 1 ).

El ejercicio de la medicina variará en la mutación de la relación hombre-sociedad-Estado y las estructuras económico sociales que los representan.

Entendemos la enfermedad desde el punto de vista sociológico como un desorden transitorio o definitivo que impide al ser humano realizar su rol o papel social, o sea una alienación del ser humano, ya que impide el desarrollo y realización del enfermo en la medida de su naturaleza, y como la alienación representa un peligro para la sociedad ésta se defiende creando un sistema de protección y delega al médico para tal misión, confiándole el poder de definir la enfermedad y tra­tarla de acuerdo con los conocimientos adquiridos, la profesión médica es, según PERSONS, un mecanismo de integración que t iende a mante­ner la sociedad, y el acto médico se convierte en un acto social, ya que conserva el equilibrio y el bienestar de la sociedad en que asienta .

El papel del médico adquirirá gran auge cuando se identifica con el desarrollo de la sociedad y del hombre, pero cuando se olvida de este papel inmerso en las variantes históricas y defiende otros valores que le han sido asignados o que el mismo se ha atribuido, vemos a través de los avatares de la H istoria que su prestigio disminuye rápidamente

(1) Valor en el sentido de HALLER, o se11 el trabajo en el concepto más amplio de sociabilidad, universalidad, conciencia y libertad.

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o cuando el poder de presión del médico se acentúa, y es incapaz de responder adecuadamente a las demandas y al cometido que la sociedad le había conferido.

En las sociedades primitivas, la enfermedad es un acto natural pro­vocado por causas naturales y resuelto cuando se puede por causas y medios naturales. Pero en un largo proceso el hombre acumula expe­riencias, divide el trabajo, crea riquezas y descubre que el hombre puede ser utilizado para producirlas; en una psicología de defensa esta­blece el caudillaje y aparece por primera vez en la Historia, aunque sea de forma rudimentaria, la división de clases.

El Cbapmann o el Haller son los encargados de la defensa social amenazada por la enfermedad. El Chapmann es el intermediario entre los dioses y el hombre y podemos definir aquella época de la medicina de mágico-religiosa con empleo en forma empírica de medios naturales adquiridos en anteriores experiencias. Pero con el desarrollo de las fuerzas de productividad, se penetra en una nueva era del ejercicio de la medicina, basada en la observación y el raciocinio.

Este desarrollo del saber humano tiene una evolución cronológica distinta, pero es un fenómeno de características parecidas en todas las civilizaciones antiguas, período muy interesante que ha dejado un rico legado al acervo médico.

Pero todos los conocimientos médicos, por tratarse de sociedades esclavistas, sólo eran puestas al servicio de una parte de la misma y tenemos que llegar a Espartaco, Cristo y Séneca, o sea a la crisis de la sociedad esclavista, para gue la enfermedad deje de ser un estigma y un castigo de los dioses, y aparezcan nuevos valores humanos fundados en la dignidad humana, la solidaridad en el infortunio y la universalidad en el derecho de asistencia médica y que, aunque tarden siglos en con­seguirse, serán irreversibles; la relación médico-enfermo se establece entonces por motivos filantrópicos y religiosos.

En la Edad Media, el papel del médico está sometido a creciente influencia religiosa. Desde cuyo punto de vista predomina el escolasticis­mo, con una interpretación de la realidad basada en un método esencial­mente especulativo y de discusión, la terapéutica es pobre y aunque el feudalismo necesita proteger a sus vasallos como instrumentos de tra­bajo de las tierras y desde el punto de vis ta de potencial militar, crean­do los hospitales al lado del castillo o cerca de las catedrales, la asis­tencia sanitaria está convertida casi en lugar de refugio o asilo y de prevención o aislamiento con respecto al resto de la población.

Con la instauración de liberalismo y el raciocinio se determinará la revolución científica y se crearán las bases del asombroso despliegue de la medicina contemporánea.

La sociedad empieza a darse cuenta de la gran importancia del pa­pel sanitario en la producción. La pérdida de un trabajador es un hecho

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politice que implica pérdida de poder y acarrea el deber del Estado de asegurar la salud de sus súbditos; por otra parte la enfermedad es semilla de subversión y para mantener el equilibrio social es necesario preocuparse del estado sanitario del país.

El nacimiento de la sociedad industrial dará lugar a la aparición de la nueva clase social: la burguesía a la que se dará el poder político y que en principio contribuirá en gran manera al progreso humano.

El médico se convierte en paladín de esta sociedad y se integra fácilmente en el sistema social de clases. Su prestigio social y científico es enorme y rápidamente se coloca en los estamentos que gozan de privilegio y respetos.

Pero el triunfo de la burguesía dará lugar a la aparición de la socie­dad industrial, en la que el hombre queda indefenso a merced y en absoluta dependencia de los medios de producción. Bien es verdad que la industrialización y el maquinismo desarrollarán de maneta impre­sionante las fuerzas productivas de riqueza, pero éstas se acumularán cada vez en unas manos, así como el poder, mientras el obrero es inca­paz de hacer el análisis del gran engaño de la sociedad industrial, la plusvalía . En realidad, la revolución industrial, al dar lugar a la apari­ción del capitalismo, ha hecho al hombre esclavo de la máquina, en vez de poner a su servicio los medios ingentes de la investigación y el progreso; la revolución francesa ha terminado con la tiranía política, pero ha dado lugar a la aparición de la tiranía del capital, cuyo dominio es mucho más terrible y comporta una mayor dificultad de sustraerse a su dominio.

Las consecuencias de ello no tardan en dejarse sentir en países fuertemente industrializados, como Alemania e Inglaterra; el analfa­betismo, la miseria, la suciedad y las enfermedades son los espectáculos comunes que ofrecen los suburbios industriales.

Mientras, la asistencia médica ha pasado del sentido político igua­latorio de la sociedad preindustrial a la medicina de ricos y pobres. La desigualdad ante la enfermedad y la muerte se hace más patente debido al progreso técnico terapéutico y para defenderse nacen las mutuali­dades laborales y cajas de seguros obreros impulsados por sus órganos de lucha: los sindicatos obreros.

Estos sistemas no guardan relación alguna con los coexistentes de montepíos de socorros mutuos o hermandades gremiales, basadas única­mente en las comunidades profesionales o de solidaridad humana.

Es en esta época cuando aparece el marxismo, como :filosofía acti­vista y ética de un mundo de acción, preconizando la revolución per­manente como medio de conseguir la libertad del hombre, liberándole de su dependencia económica, denunciando que la propiedad privada y el monopolio de los medios de producción son instrumentos de explo­tación que llevan a la explotación del hombre por el hombre, especie

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de esclavitud modetna que le aliena en absoluto. Al mismo tiempo la asistencia médica como un derecho del hombre al nacer es reivindicada como expresión de la justicia social, y se considera que tal asistencia es incapaz de ser atendida individualmente y que solamente puede ser lograda en una asistencia colectivizada, es decir, en una medicina pata todos. La sórdida visión del hospital de aquellas fechas, en las que el enfermo completamente cosificado no es más que un ser indefenso de experimentación, es un espectáculo que llenará los escritos de novelistas y sociólogos de la época.

Para Marx y Engels las leyes económicas que rigen la sociedad capi­talista abocará inexorablemente al socialismo.

La revolución técnica dará la razón al socialismo; el precio de la salud y su coste suben en espiral fabuloso, las necesidades dejan de ser individuales para convertirse en colectivas, de forma tal que ya no pue­den ser resueltas en un marco estrictamente familiar o individual.

Para resolver este problema el socialismo propugna la concentra­ción de todos los recursos sanitarios, la desaparición del lucro (León Blum afirma «ya no más lucro en el templo del dolor»), la planificación de las necesidades sanitarias y la racionalización de medios y disponi­bilidades para resolverlo dentro de una sociedad totalmente socializada y propone como necesidad perentoria la colectivización de la asistencia médica.

Da la impresión de que se entra en una nueva era histórica. El ímmdo acepta la desaparición de las necesidades básicas humanas y este porvenir esplendoroso lleno de esperanza y de promesas parece una meta a punto de ser alcanzada por el ser humano. Pero el capita­lismo adoptará nuevas formas de subsistencia, unas violentas como el fascismo, que desembocará en una conflagración mundial, y cuando es derrotado una alternativa de socialismo reformista y de neocapitalismo con una sociedad de abtmdancia que será capaz de ofrecer a ,la huma­nidad las reivindicaciones de la primera etapa de la revolución marxista, necesarias por otra parte en la etapa de la superindustrialización; por otra parte, como el factor consumo es imprescindible en su desarrollo, concederá al obrero el disfrute de algunas de las riquezas adquiridas, aunque a la larga, para mantener el sistema, deberá mantener una eco­nomía de guerra y suscitar constantemente el peligro de una guerra total. Esta evolución es general en todo el mundo occidental.

Esto ya lo babia intuido Bismarck, sagaz político, arrebatando a la socialdemoctacia la bandera de las teivindicaciones sociales, demostran­do que éstas pueden ser resueltas en un estado impetlalista con el establecimiento de los seguros sociales, y que además de dar estabilidad al sistema político económico puede set utilizado por el Estado para fines distintos.

Esta línea de conducta será seguida por los países anglosajones, en

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60 ANALES OE MEDICINA

donde aparece por primera vez la expres10n de Seguridad Social (ley

americana para el seguro de vejez de trabajadores de la industria en

1935), con el Welfare State, con lo que permitía un cierto bienestar

social, acceso a la cultura, disfrute y consumo de bienes industriales

e incluso llegar a retribuir al productor según sus necesidades y capa­

cidad en determinados casos . El mundo capitalista ha aprendido que para subsistir no tiene otra

cosa que hacer que, como antaño Bismarck, ceder en lo accidental

aceptando los fines elementales de la fase negativa de la revolución

socialista e incluso resolviéndolos mejor y más acertadamente en una sociedad competitiva, aunque con una pérdida total de sentido ético

y entrando en contradicciones al parecer irresolubles.

Mientras el socialismo se instaura en la URSS, lo que significa una

verdadera tragedia histórica, ya que por hallarse en una fase preindus­

trial es el país menos preparado para un socialismo moderno, lo que

motivará un retraso histórico indeterminado; por otra parte, las cir­cunstancias darán lugar al estalinismo, el culto a la personalidad, y más

tarde al burocratismo de partido, con la aportación no obstante de suma

importancia de la abolición de la propiedad privada y de la explotación

del hombre por el hombre, dando lugar a una sociedad despolitizada

y sin auténtica base democrática en la participación de la gestión pública y el peligro de una política internacional nacionalista fomentada por el

deseo de una seguridad anhelada. La historia nos demuestra, a través de los años, las dificultades in­

gentes de conseguir la realización plena del ser humano, la aparición

del hombre nuevo, que hoy por hoy es pura utopía, y aunque China siga clamando por la revolución permanente, es obvio reconocer que su

etapa económico-social está anclada en la primera fase del desarrollo

industrial, es decir, la liberación para su pueblo de las amenazas de la miseria, del hambre y de la enfermedad; por consiguiente China no

representa en la actualidad ningún peligro inmediato, ya que es incapaz

de crear una mística revolucionaria mundial , si se exceptúa a los países

del tercer mundo o a la simpatía de ciertos núcleos intelectuales, aun­que su evolución debe ser observada con el mayor interés.

Es evidente pues que, por motivaciones distintas, las dos sociedades

ofrecen una línea convergente en sus sistemas de seguridad y que am­

bas tienen el peligro de la alienación humana, por motivos económicos

suficientemente estudiados en la sociedad de consumo, ya por motivos

políticos en la sociedad rusa y en los países socialistas.

Hemos visto, pues, como a través de las vicisitudes históricas cada

sociedad y comunidad ha creado sus propios sistemas de asistencia

sanitaria y de seguridad, que la Seguridad Social ba nacido en la coyun­

tura del desarrollo industrial e inmersa en este contexto económico­

político-social ha dado lugar a la asistencia colectivizada, que en ciertos

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países, como España, va derivando a un capitalismo monopolista del Estado, aunque en distinto grado de desarrollo en las diversas socie­dades en que está implantada y con distintos fines según los gobiernos que rigen los destinos del país, pero bajo un denominador común, la participación creciente del Estado en la gestión de la Seguridad Social y la aceptación del fin primordial médico en aras de una mayor produc­tividad y consumo, los peligros de alienación sin dar lugar a una mayor seguridad, la tendencia a uniformarse y a generalizar los sistemas de protección de la Seguridad Social, buscando una mayor estabilidad de los diferentes sistemas económico-políticos .

Sistemas de gestión de la Seguridad Social

El primer problema que se nos plantea al querer estudiar la com­plejidad de los sistemas de Seguridad Social es cómo clasificarlos, cómo valorarlos y cómo aconsejar la elección a seguir en cada país.

La Seguridad Social representa en realidad lo que cada sociedad aspira a ser, por consiguiente es difícil unificar los sistemas, aw1que a primera vista parece lo más racional.

La O. M. S. clasifica los sistemas desde el punto de vista más sim­ple, o sea «direct pattern» y el «indirect pattern». Entendemos por «indirect pattern» el sistema que presta atención sanitaria por profe­sionales o instituciones independientes bajo convenio de pago en una u otra forma. En el «direct pattern» se presta la asistencia por personal que trabaja en la Seguridad Social a «fulltime» o «part time» en locales propios.

A primera vista creemos que el «indirect pattern» debe constituir la elección preferida en los países donde existe una mentalidad económi­ca de mercado libre, ya que los efectos psicológicos sobre el médico y el enfermo podrían ser francamente perjudiciales al desvalorizar el servicio recibido o negar el estímulo profesional. Al contrario, deberían ser los países socialistas y países de subdesarrollo los que elegirían el «direct pattern», pero aquí es donde empiezan las contradicciones de una elección apresurada, al incidir otros factores que modifican tal conclusión.

En el sistema de «direct pattern» es mucho más fácil la regionali­zación, la fácil coordinación de los servicios, la planificación sanitaria nacional, la utilización del personal auxiliar (el «usually man» o «feld­scher») y la integración del médico general a las tareas hospitalarias.

El «indirect patterm> es más caro, excepto en la asistencia hospi­talaria; en cambio, el número de estancias en el hospital es mucho menor; por otra parte, respeta la independencia del médico. La resis­tencia a integrarse a un sistema sanitario nacional y a un sistema de

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62 ANALES DE h1EDICL~A

seguridad unitario procede muchas veces del propio obrero por des­confianza a la gestión estatal, e incluso del propio Estado, que es reacio a convertirse en responsable de los sistemas de seguridad.

Pero lo que es indudable es que en uno y otro sistema debe existir un control de calidad, llegando incluso a la revisión de las licencias médicas, la creación de una enseñanza continuada, la revisión del hora­rio destinado a cada enfermo, la vigilancia del coste sanitario y la creación de una nueva ética que sustituya a la del médico individualista.

La economía y la Seguridad Social

La importancia de la salud es un hecho relativamente reciente y su auge viene determinado por factores culturales y en la Seguridad Social por la productividad. Es decir, la Seguridad Social tiene un fin neta­mente económico de producción y consumo. Fruto de estas exigencias es que su asistencia se ve determinada a mantenerse dirigida de forma que el asegurado esté en condiciones de producir y consumir y en caso de enfermedad reincorporarlo rápidamente al trabajo.

Pero si aceptamos que la Sanidad tiene una orientación netamente económica, admitiremos de hecho que el hombre no es más que un ente de producción, con todas las consecuencias que se derivan de ello: el marginar a los elementos improductivos, dar preferencia a la pobla­ción activa masculina, etc.; con ello volvemos a crear la desigualdad ante la enfermedad y la muerte. El presupuesto sanitario, por otra parte, estaría sometido a vaivenes de exceso o déficit de mano de obra. En el caso de técnicas costosas no rentables, éstas sólo podrían ser aplicadas a la población con rentas elevadas. Es decir, de nuevo volvemos a crear la medicina de los pobres y de los ricos.

Es evidente que la aplicación de términos médicos a la salud es repugnante, pero existían antes de que la salud fuera una área inter­venida por la economía y de hecho hay que aceptar la relación de costes y beneficios en el funcionamiento de los distintos sistemas sanitarios.

Un ejemplo nos aclarará este concepto: en Francia, el Ministerio de Obras Públicas no se decide al arreglo de un punto negro de la carretera hasta que la cifra de los accidentes mortales no sea superior a diez anuales, entonces el índice de valoración años-vida (o sea el ren­dimiento del hombre moyen a lo largo de su vida se calcula en 300.000 francos), y multiplicada tal cifra por diez, justificaría la renta­bilidad de tal arreglo. Y en pura lógica nadie tendría que escandalizarse si partimos del hecho de que los recursos de que dispone un país son limitados y que por justicia se debería exigir una elección racional económica de la política sanitaria.

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F. SOLER. LA SEGURIDAD SOCIAL, CONFLICfO DEL SIGLO 63

La Seguridad Social, desde el punto de vista econom1co, significa una redistribución de la renta nacional, aunque más propiamente sea salarial, ya que da lugar a la aparición de dos salarios, uno real o efec­tivo y otro diferido o cargas sociales, pero como una redistribución de la renta nacional debería afectar a los tres apartados: renta social o Segu­ridad Social, renta del capital (intereses y dividendos) y renta del tra­bajo, pero en realidad es una distribución horizontal, ya que sólo afecta a la renta del trabajo y social y no a la del capital.

Toda subida de las cargas sociales en realidad representa una mer­ma del poder adquisitivo del salario real, o sea un impuesto sobre el consumo.

En el caso de España, como la gestión de la Seguridad Social tiene superávit, se produce tm ahorro forzoso, con lo que se desvirtúan los fines de la Seguridad Social, que consisten en la cobertura de unos riesgos en forma adecuada y a mínimo coste.

Delante del déficit creciente de la gestión de la Seguridad Social, toda política sanitaria tiene las siguientes opciones: disminuir el reem­bolso de los gastos médicos, suprimiéndolos incluso; ampliación de la base de cobertura de riesgos, en cuyo caso los costes serían mucho más elevados; traspaso de los recursos de otros sectores, pero su plantea­miento es tan complicado que pondría en crisis la estructura de la sociedad, por ejemplo suprimiendo los fondos destinados a autorrutas, Defensa Nacional o beneficios de la Industria Químico-Farmacéutica; porque para racionalizar los gastos sanitarios, costes, análisis y ventajas debemos analizar las diferentes alternativas y las consecuencias de las decisiones tomadas, y dichas alternativas y las consecuencias de las decisiones tomadas para ser válidas deberán obtenerse con los mismos costes índices más elevados de nivel sanitario, y por otra parte ser sometidas al consenso general, porque, por ejemplo, puede ser racional la desaparición del ejercicio liberal de la medicina, pero nunca será una decisión democrática si no es aprobada por el país. Es decir, «La redifinición misma de las orientaciones fundamentales de una política sanitaria hacen que la salud, la enfermedad y la muerte pueden conver­tirse en consciente elección de la sociedad y el individuo» (Peguinot en la Santé et le choix ).

Vemos, pues, que el planteamiento de una polftica sanitaria y el desarrollo del ámbito de protección de la Seguridad Social es suma­mente complejo, ya que pueden influir en su enjuiciamiento hechos como el prestigio, la influencia social, sensación de poder que hacen variar totalmente sus resultados, siendo a veces absolutamente irracio­nales, por ejemplo la ocultación de una epidemia en aras a un peligro de desaparición de un turismo o porque no puede aceptarse un Servicio Nacional de Salud, como servicio de producción de salud en vez de servicio de consumo de dinero; y aun siendo irracional también lo es

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64 ANALES DE MEDICINA

la guerra y desde el punto de rentabilidad el mantenumento del Ejér­

cito es algo más que discutible y no obstante el mundo occidental lo

acepta; o por qué se da preferencia a una polJtica de trasplantes en

vez de estudiar las enfermedades genéticas, metabólicas e infecciones

que dan origen a la perturbación orgánica; o por qué se desarrolla

sin reparación a gastos la atención sanitaria al cosmonauta y se pospone

la vacunación masiva de una población; o por qué se valora la vida

humana distintamente en los accidentes laborales, automovilís ticos o

aeronáuticos. Y es que, mirándolo bien, no podemos aceptar únicamente la racio­

nalización econónúca en el campo sanitario, ya que en modo alguno

podemos separar la econonúa de la ética, la sociología y el cúmulo de

valores que representa la cultura de una sociedad. Desde el punto de vista económico, la Seguridad Social tiene nume­

rosos interrogantes. En primer lugar, ¿la Seguridad Social es verdade­

ramente un estimulante del desarrollo social? Si las pensiones son

insuficientes, conducirá inexorablemente a un ahorro individual cre­

ciente para garantizar una mayor seguridad, pero ello va en detrimento

del consumo indispensable en una sociedad de abundancia; claro que

ni el ahorro ni el consumo son fines verdaderos del comportamiento

humano. Sí la Seguridad Social es eficiente, con lo que el ahorro individual

no tendría razón de ser, como las grandes inversiones industriales nece­

sitan grandes Cajas de Ahorro, ¿es lícito echar mano de las Cajas de

la Seguridad Social, o ésta tiene que modificar totalmente su polJtica

econónúca? ¿Es en realidad la Seguridad Social un servicio público?

El mundo occidental está en un callejón sin salida ante el creciente

déficit de la gestión, si se incrementa la cotización de los cuadros

superiores (aproximadamente un 25 % de la población) matan la jerar­

quía laboral, y originan el enfrentamiento de dichos cuadros con el

mundo obrero, si lo aporta el obrero arruina su salario real, si lo paga

el Estado, empobrece la economía del país, y aunque en realidad esto

es lo que está haciendo, lo que se consigue es una disminución del

poder adquisitivo individual. En el mundo del socialismo, la despolitización de las masas, el

crepúsculo de las ideologías, presenta un panorama de pleno dominio

del técnico y el burócrata, cuyo resultado es un total indeferentismo,

entusiasmo y colaboración ante el sistema elegido.

Con sus inputs y outpu ts, la economía ha pasado a ser un factor

imprescindible en la elección sanitaria a seguir, desde que la medicina

se ha convertido en mercancía de gran valor, pero no creo que su fin

sea contestar los interrogantes anteriores, sino más bien indicarnos las

posibilidades económicas de un país y una vez sabidas éstas, las canti-

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dades que debemos dedicar a Sanidad, y cuáles son las relaciones a las que dichas disponibilidades deben someterse desde el punto de vista social y humano. Entonces sí que creemos que la economía habrá dado una respuesta eficaz al interrogante que gravita sobre nuestra con­ciencia.

El médico ante la Seguridad Social

La actitud del médico es en general de franca oposición a la colec­tivización de la asistencia sanitaria.

Asmus FIN SEN ( 1969) analiza acertadamente los argumentos de defensa del ejercicio liberal, sintetizándolos en los 4 puntos siguientes:

1.0 La moral absoluta de base religiosa. 2 .0 Imagen ideal o intemporal de nuestra profesión. <<El médico

debe gozar de una situación privilegiada, ya que está al servi­cio de la humanidad doliente.»

3.0 Refugio nostálgico en la imagen idealizada del médico de cabe­cera o del médico mral contrapuesta a la «deshumanización de la asistencia colectivizada de masas».

4.0 Se opone a los avances técnicos por creer que significan una suplantación total y dominio de la técnica sobre el hombre.

Las características de tales argumentos son el olvido y el desprecio de los datos objetivos de tipo histórico y social.

El médico en general se ha negado a seguir las corrientes resultantes del desarrollo económico-social, político y científico de nuestro tiempo, existiendo una verdadera incoherencia entre las exigencias de la socie­dad y su propia conducta, al tener grabada en su pensamiento la ima­gen de la profesión inserta en la sociedad burguesa del siglo XIX des­pués de la Revolución francesa. Resulta pues explicable que todo grupo social triunfante aspire a conservar los valores de una clase d1rigente amparándose incluso si es necesario en la sacralización del acto médico. Es indispensable, pues, separar los elementos constitutivos de la ptác­tica médica y, por consiguiente, dignos de ser mantenidos, de los ele­mentos retóricos que se utilizan en defensa de unos intereses económi­cos, tales como está haciendo el AMA (American Medica! Association), paradigma auténtico del más extremado conservadurismo. Porque al situarse en una postura oposicionista, adopta una actitud anticientífica y a la vez antisocial, ya que se opone a las exigencias del mundo actual, anteponiendo sus propios intereses, lo que da lugar a una situación conflictiva con el enfermo.

Hemos de señalar, no obstante, la aportación valiosa de una mino­ría de médicos en la transformación que está sufriendo la medicina actual. La Young Medical Association fue una verdadera punta de

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66 ANALES DE MEDICINA

lanza en favor de la medicina colectivizada. Como lo fue en su día el

Sindicato de Médicos de Cataluña y, en nuestro país, LóPEZ DE ARÉ­

VALO, MASDEVALL, XrMÉNEZ DE LoRITA, Rmz DE LuzuRIAGA, SEOANE

y MONLAU, y en último término como exponentes de la verdadera in­

quietud social aquellos médicos que se llamaron CHE GuEV ARA y SAL­

VADOR ALLENDE. Pero algo está cambiando en la mentalidad del médico joven; por

una parte, el trabajo hospitalario, que le hace perder su actitud indivi­

dual en el coloquio singular; por otra, el trabajo asalariado, que le

hace sentirse solidario con los problemas comunes. Una prueba de ello

la dieron en el último Congreso de Juventudes Médicas, celebrado en

Valencia en 1972. ¿Qué ha pasado para que se produzca este cambio? Creemos que

los motivos anteriores son suficientes para plantearse una variación

total del ejercicio de la profesión, de las jerarquías establecidas y del

acercamiento incipiente a nuevas disciplinas. El hecho más significativo

de tal cambio son los conflictos constantes entre médicos y sistema,

algunos de ámbito nacional. Es evidente que el médico empieza a preguntarse, el por qué de

su ruptura con el momento histórico actual. ¿Para qué le servirá una

medicina que tenga mejor conocimiento del hombre si no sabe en qué

sociedad va ;a implantarla? A pesar de ello, el camino es largo y complejo; en primer lugar

la redifinición del acto médico encierra numerosas incógnitas . Si la

finalidad del mismo es el bien del enfermo, ¿quién define la salud y

quién decide este bien? Si en principio estamos de acuerdo que de lo

que se trata es de lograr una vida más humana, o sea reivindicación

humana, que podría actualizar la relación médico-enfermo y convertir

en efectiva la camaradería itinerante de WEIZSACHER, ¿cómo podemos

transformar tal asistencia sin transformarnos nosotros mismos? Es

decir, si no se tiene una mentalidad racionalizadora y racionalizada no

se podrá en forma alguna colectivizar con eficacia la medicina, y para

lograr este fin se necesita una voluntad de compromiso que no vemos

en forma alguna aflorar en el ambiente universitario, salvo en reduci­

das minorías. La enseñanza ha seguido manteniendo, según TOTBERG, una actitud

dominante y opresiva sobre el alumnado; es decir, una incapacidad

e impotencia para reconocerle como sujeto interlocutor; por consi­

guiente, la enseñanza y formación impartida estará impregnada de esta

mentalidad, punto de fricción en el mundo ruúversitario actual.

La incoordinación y conexión entre servicios y departamentos, in­

cluso en aspectos meramente científicos, no hace otra cosa que mante­

ner su individualismo en el futu ro. La formación sociológica de la

relación médico-enfermo sigue basándose en un dominio completo del

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F. SOLER. LA SEGURIDAD SOCIAL, CONFLI CTO DEL SIGLO 67

médico y en una situación de dependencia del enfermo; la muerte sigue considerándose como un fracaso profesional aunque la mayor parte de veces se trate de un hecho biológico, indoloro y racional.

Sin estas premisas básicas de formación socio-humanística, ¿cómo le será posible regresar en el camino de la ciencia sin conocer sus pro­pias limitaciones?

La falta de independencia económica aliena en la mayor parte de veces al médico joven cargado de ilusiones.

En otro aspecto, la enseñanza médica entraña el riesgo de convertir al estudiante en un ser que ame más la ciencia que al hombre, lo que se ha calificado con el nombre de «scintoid doctor», creyendo que la máquina puede resolver íntegramente el diagnóstico y la terapéutica de un ser enfermo, convirtiendo la medicina actual en la era del «ci­bernetic man».

Una consecuencia de ello es el incremento de las enfermedades yattógenas que nos haceJ1 preguntar si no habremos sustituido «la omission negligent» por la «comission negligent» al emplear técnicas sumamente peligrosas y no siempre necesarias.

La rebelión del sujeto ante este hecho nos hace recordar aquella frase escrita en los muros de la Universidad de Cambridge y atribuida a Napoleón, que dice: «Yo no quiero dos enfermedades, una hecha por la naturaleza y otra hecha por el doctor.»

Podemos ver dicha psicología de forma manifiesta cuando com­probamos las reacciones y criterios de los futuros médicos sobre temas como los de medicina preventiva, drogas, alcohol, tabaco, educación sexual, etc.

Solamente creemos que un acto de humildad y de reintegración al servicio del ser humano, de desmitificación de su papel en la sociedad, le hará capaz de comprometer su praxis adaptándose al momento actual de transformación que sufre el mundo y de recuperar un verdadero papel de importancia social

Con ello damos fin a esta comunicación, aún sabiendo que debe­ríamos hablar sobre la actitud del enfermo y de alguna forma intentar un ensayo de teoría sociológica de la medicina colectivizada .